Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las Mariposas Son Libres
Las Mariposas Son Libres
Leonard Gershe
REPARTO
(por orden de aparición)
Don
Gia
Señora Bernal
Rafael
TELÓN
ACTO
SEGUNDO
CUADRO 1
SEÑORA BARKER.- Me alegro de encontrarte en casa,
Donny. DON.- (A JILL) Mi madre.
JILL.- ¿Tu madre? ¡Huy! ¡Pero qué de prisa pasa el tiempo! ¡Un
mes ya!
DON.- Mamá. La señora Benson.
(La SEÑORA BARKER mira a JILL de arriba abajo con desagrado)
JILL.- ¿Cómo está usted?
SEÑORA BARKER.- Bien… ¿Y usted, señora Benson? ¿Vive
usted también aquí?
JILL.- No. Al lado. He pasado un momento para... para pedir un
favor a Don. Sí... que me subiera la cremallera de la blusa.
SEÑORA BARKER.- ¿Y dónde está la
blusa? JILL.- Ahí, en el sillón.
(JILL se la pone rápida. La SRA. BARKER recoge la ropa de DON
y se la da.)
SEÑORA BARKER.- Tú también deberías vestirte.
DON.- (Se levanta. Se viste) Si es un capricho, ¿por qué has
venido? Habíamos hecho un pacto.
SEÑORA BARKER.- Pasaba cerca y...
DON.- No. Pasabas muy lejos. Los almacenes Saks están en la
Quinta Avenida. A varios kilómetros de esta casa.
SEÑORA BARKER.- Fui a comprarte camisas y calcetines y
pensé: a lo mejor los necesita...
DON.- Tengo camisas, calcetines y calzoncillos de sobra. Me los
has traído como un pretexto para venir.
(JILL cruza a la SRA. BARKER y se vuelve de espaldas.)
JILL.- ¿Me la sube?
(La SRA. BARKER la fulmina con la mirada, pero le sube la
cremallera de un golpe. Mira en torno suyo.)
SEÑORA BARKER.- ¡Y por esta inmundicia has dejado tu
casa! DON.- Soy raro.
SEÑORA BARKER.- No es precisamente el palacio de
Buckingam.
DON.- No. Es el Tal Mahal.
SEÑORA BARKER.- (Ahora está cerca de las sobras del
«picnic") ¿Y es aquí donde cenas? ¿En el suelo?
DON.- Nos hacíamos la ilusión de estar en el campo.
JILL.- Es muy divertido comer en el suelo. Debería usted probar
alguna vez, señora.
(Otra mirada fulminante de la SEÑORA BARKER. Ha llegado a la
puerta de separación de los apartamentos.)
SEÑORA BARRER.- ¿Pero qué es
esto? DON.- ¿A qué te refieres?
JILL.- A mi apartamento. (A DON, bajo.) Ahora se desmaya...
SEÑORA BARKER.- ¿No tiene usted una empleada que viniese
siquiera unas horas a la semana?
JILL.- Podría costearme una, pero prefiero no tener jamás testigos
de vista ¡Ah! Y que quede bien claro. Podré ser desordenada, pero
no sucia. Hay una diferencia.
SEÑORA BARKER.- Y esta puerta ¿siempre ha estado abierta?
DON.- No. Siempre ha estado cerrada. La hemos abierto hoy.
SEÑORA BARKER.- Pero ¿en qué demonios estás subido?
DON.- Es mi cama, mamá.
JILL.- ¡Verdad que es una maravilla!
SEÑORA BARKER.- (Incrédula) ¿Duermes ahí arriba?
DON.- Como un niñito pequeño.
SEÑORA BARKER.- ¿Y si te caes?
DON.- Vuelvo a subir por la escalerita.
SEÑORA BARKER.- ¿Dónde tienes la
ropa? DON.- En un armario del cuarto de
baño.
SEÑORA BARKER.- ¿Y dónde está el cuarto de baño? ¿Debajo
de la cama?
DON.- No. Ahí. (Sale la SEÑORA BARKER)
JILL.- Tenías
razón. DON.- ¿En
qué?
JILL.- En que es un poquito pesada. ¿Por qué me has
presentado como la señora de Benson?
DON.- No lo sé... para darte más importancia.
(Se oye el ruido del retrete al correr el agua)
JILL.- Claro, del susto se ha...
DON.- No. Está inspeccionando los grifos: los desagües. La
fontanería es su "hobby".
JILL.- ¿Y cómo adivinaste que era tu madre? Si no dijo ni pío...
DON.- Por el olfato. Usa una colonia (Jill aspira) que se llama
"Magnolia" y creo que se echa medio frasco cada vez que sale a la
calle. Siempre sé cuándo está cerca.
JILL.- Esa colonia es la campanilla del gato. (Oímos ahora el ruido
de abrir y cerrar cajones) Pero ¿qué hace ahora?
DON.- Registrándolo todo para ver si tengo bastantes camisas y
calcetines. Quiere convencerme indirectamente de que estoy muy
mal instalado, y que debo volver a casa. En una cosa he fallado. Te
dije que al entrar lanzaría un: tengo ganas de llorar.
JILL.- Todavía hay tiempo.
DON.- No. Ya es tarde. La conozco de memoria.
JILL.- Te apuesto a que lo dice. ¿La cena de esta noche? Si no lo
dice cenamos en mi apartamento, yo te invito. Si lo dice, cenamos
aquí y pagas tú.
DON.- Conformes.
SEÑORA BARKER.- (Entrando) No sé ni cómo cabes de pie en el
baño.
DON.- ¿No tienes nada más que decir?
SEÑORA BARKER.- Sí, Muchas cosas. No he empezado
todavía. DON.- Pues vamos, ánimo.
JILL.- (A DON) ¡Ahora, ahora!
SEÑORA BARKER.- Ya que gritas. La cañería del lavabo se
sale. DON.- (A JILL) Me invitas.
SEÑORA BARKER.- Quizá sea una ventaja que no puedas ver en
la pocilga en que estás viviendo.
DON.- Siempre que entro por esa puerta pienso en esa enorme
"ventaja" de no poder ver...
SEÑORA BARKER.- Donny, ¿quieres que sea sincera
contigo? DON.- Sí.
JILL.- (A Don) ¡Ahora, ahora!
SEÑORA BARKER.- Tengo... tengo un gran
disgusto... JILL.- He perdido. ¿A las ocho la cena?
DON.- De acuerdo.
SEÑORA BARKER.- ¡Oh! Tengo ganas de llorar.
DON.- (A Jill) ¡Ganas! ¿Te gustan las
hamburguesas? JILL.- Sí. Pero dos. Con una, yo ni
para empezar.
SEÑORA BARKER.- Has adelgazado.
DON.- Tengo el peso exacto para mi estatura, un metro, y para mi
edad: once años.
SEÑORA BARKER.- ¿Y habrá que ver lo que comes? (Va a la
nevera. La abre.) ¡Nada de nada! Una lechuga y una manzana.
JILL.- ¿Una manzana? ¿Dónde?
SEÑORA BARKER.- Detrás de la
lechuga. DON.- (A JILL) ¿Ves como
había dos?
(De la nevera, la SEÑORA BARKER pasa a observar
intensamente a JILL, que se atara)
SEÑORA BARKER.- Dígame, ¿dónde se encuentra el señor
Benson?
JILL.- ¡Huy! ¿Y quién es ese señor?
SEÑORA BARKER.- Creí que era su
esposo.
JILL.- ¡Ah! Jack ¡qué se yo! La última vez que le vi fue en una
cafetería tomándo un batido.
SEÑORA BARKER.- ¿Y cuál era su estado
matrimonial? JILL.- ¡Huy! Ni idea.
DON.- Jill es divorciada.
SEÑORA BARKER.- ¿Qué edad tiene,
señora? JILL.- Veintiún años.
SEÑORA BARKER.- ¿Y a los veintiún años ya está casada y
divorciada?
JILL.- Sí.
SEÑORA BARKER.- ¿Y cuánto tiempo estuvo
casada? JILL.- Seis días.
SEÑORA BARKER.- ¿Y al séptimo descansó?
JILL.- No. Me escapé. Lo siento, pero ahora tengo que
cambiarme. Me van a probar.
SEÑORA BARKER.- ¿A probar?
JILL.- Sí. Para una obra de teatro.
SEÑORA BARKER.- ¡Ah! Es usted
actriz.
JILL.- Todavía no lo sé.
SEÑORA BARKER.- ¿Y he podido verla en algo? ¿Digo aparte de
en braguitas y en sostén?
JILL.- No. Todavía no. Sólo hice un anuncio en la televisión para
el panacín.
SEÑORA BARKER.- ¿Qué es el panacín?
JILL.- Unas tabletas que ayudan a la digestión cuando son
pesadas.
SEÑORA BARKER.- ¿Y su madre sabe dónde se encuentra
usted?
JILL.- Claro.
SEÑORA BARKER.- ¿Y aprueba su forma de
vivir? JILL.- ¿Y qué forma de vivir tengo yo?
DON.- Mamá, ¿te dedicas ahora a hacer entrevistas?
SEÑORA BARKER.- Estoy segura que la señora de Benson, no
tendrá ningún inconveniente en contestar a mis preguntas,
¿verdad?
JILL.- Si no tuviera ahora que hacer la prueba, con mucho gusto;
pero... y si el primer día llego tarde...
SEÑORA BARKER.- ¿A qué se dedica su
padre? JILL.- ¿Cuál de ellos?
SEÑORA BARKER.- ¿Tiene varios?
JILL.- Cuatro. Un padre, padre, y tres padrastros.
SEÑORA BARKER.- ¿Su madre se ha casado cuatro
veces? JILL.- Que yo recuerde, sí.
SEÑORA BARKER.- Por lo que veo, su madre tiene la manía de
casarse.
JILL.- No es una manía. Es que le gusta. Bueno, entendámonos.
La gusta casarse, no estar casada. Ay, Dios mío. Voy a llegar tarde.
Lo siento, pero tengo que irme: Hasta luego, Don.
DON.- ¡Buena suerte!
JILL.- Gracias.
DON.- No lo olvides; a las siete y media.
SEÑORA BARKER.- ¿Qué ocurre a las siete y media?
DON.- Pues que la señora Benson y yo vamos a cenar aquí, y
solos.
SEÑORA BARKER.- Señora Benson, se deja usted olvidado... (Ha
vuelto JILL. La SEÑORA BARKER Se lo alarga de mala gana.)
DON.- ¿Qué?
JILL.- El postizo de Susan Poter. (JILL lo toma y se va rápida a su
departamento, cerrando la puerta.)
DON.- ¿Por qué te empeñas en ser tan pesada?
SEÑORA BARKER.- Siento que te lo parezca.
DON.- ¡Tantas preguntas, y preguntas!...
SEÑORA BARKER.- Tengo el derecho de conocer a fondo a las
amistades de mi hijo.
DON.- Y yo, según el pacto que hicimos, tenía el derecho de vivir
aquí tranquilo dos meses. ¿Por qué no has respetado el plazo?
SEÑORA BARKER.- ¡Nunca me has hablado con esos modales!
Pero a pesar de tu recibimiento, me alegro haber venido. Mis
temores se han visto satisfechos.
DON.- De lo cual también me alegro yo. Mi temor hubiera sido que
tus temores no se hubieran confirmado. ¿Te imaginas el disgusto
que te llevas si te gusta el departamento? No hubieras tenido tema
de conversación.
SEÑORA BARKER.- ¿Cómo has elegido una vecindad tan
sórdida?
DON.- A mí me da lo mismo vivir aquí que en Scardsale. El refrán
de: Ojos que no ven... parece inventado para mí
SEÑORA BARKER.- Vivir rodeada de gente tan... me
horrorizaría.
DON.- A mí esta gente tan... no sé cómo, me trata a las mil
maravillas.
SEÑORA BARKER.- (Mira hacia la puerta de JILL) Me lo imagino.
Esta mañana me dijiste por teléfono que ni siquiera sabías cómo se
llamaba tu vecina.
DON.- Y era verdad. La conocí después.
SEÑORA BARKER.- ¡Qué rapidez para hacer
amistad! DON.- Jill es muy sociable.
SEÑORA BARKER.- Se le nota... ¿Puedo hacerte una pregunta
un poco delicada?
DON.- No.
SEÑORA BARKER.- ¿Has tenido ya alguna relación?
DON.- Nunca debiste preguntármelo, pero ya que lo quieres... sí.
La he tenido.
SEÑORA BARKER.- Estaba segura.
DON.- Entonces sobraba la pregunta.
SEÑORA BARKER.- Ahora veo por qué querías vivir solo. No para
enfocar tu vida de una manera constructiva, sino para tener plena
libertad para tus orgías.
DON.- (Cantando) ¡Oh, ¡mamá! Dos es compañía; tres, una orgía.
SEÑORA BARKER.- Vas a enamorarte de esta chica, como te
enamoraste de Linda Fletcher.
DON.- Puede ser. Me gustan las chicas. ¿Es un pecado? O
preferirías que fuese homosexual.
SEÑORA BARKER.- La señora Benson no es precisamente la
clase de mujer que una madre puede soñar para su hijo.
DON.- Pero ¿y si da la casualidad de que la mujer de tus sueños
no me gusta ni pizca?
SEÑORA BARKER.- Esta es estúpida. Y por si te interesa
saberlo, te diré que no es nada guapa, ni siquiera atractiva.
DON.- Agradezco tu interés, pero como soy yo el que se va a
acostar con ella...
SEÑORA BARKER.- Tiene unos ojos pequeñitos como los de un
pájaro y es baja... parece un enano de esos que salen en el circo.
DON.- Estás describiendo la mujer de mis sueños.
SEÑORA BARKER.- Yo puedo leer en las caras de las gentes, el
bien o el mal, tú no.
DON.- Pero yo veo más allá, más adentro. ¿Has olvidado los
poderes maravillosos y superhumanos del pequeño Donny
Tinieblas?
SEÑORA BARKER.- No sabes lo que dices. Nunca has estado
expuesto a las cosas desagradables de esta vida.
DON.- ¿Y de quién ha sido la culpa? ¿Quién se opuso a que
fuese al colegio con los otros chicos? ¡Tú!
SEÑORA BARKER.- ¡Qué cosas dices!
DON.- Vamos mamá; hurga un poquito en tu interior, ¿no estás
avergonzada de haber tenido un hijo ciego? Un hijo al que
esperabas con mucha ilusión porque llegaba tarde.
SEÑORA BARKER.- ¡Donny!
DON.- Molesta, entonces, con una sensación de fracaso.
SEÑORA BARKER.- Nunca, Don. Nunca.
(Llamada con los nudillos en la puerta de JILL.)
DON.- Adelante. (JILL entra con otro traje. Se va derecho a la
SEÑORA BARKER y se vuelve de espaldas. La SEÑORA
BARKER sin decir nada y con un gesto rápido se la sube) ¿Qué
ocurre?
JILL.- La cremallera. (Se dirige a la puerta; antes, se vuelve a
DON. Bajo.)
Duro con ella. Llevas las de ganar. Gracias, señora.
(JILL va hacia su departamento. Cierra la puerta. La SEÑORA
BARKER está cerca de la cama.)
SEÑORA BARKER.- Pues sí que va a servirte de ayuda. No sabe
ni vestirse sola.
DON.- No me importa en absoluto.
SEÑORA BARKER.- Donny, se me está ocurriendo algo colosal. Si
vienes a casa, pondré tu cama en alto y para subir una escalera de
mano que hay en el garaje. Podemos acoplarla...
DON.- Gracias, mamá. Pero en casa no será lo mismo que aquí por
mucho que intentes reproducir el "decorado". Te agradezco de
todas maneras tus buenas intenciones. (DON va rápido al teléfono.
Levanta el auricular.) Voy a cantar y a tocar la guitarra. Tú siempre
me dijiste que cantaba muy bien.
SEÑORA BARKER.- Pero yo nunca creí que ibas a hacer de eso
una manera de vivir. ¿No te das cuenta de la competencia enorme
con la que vas a enfrentarte?
DON.- Tengo las posibilidades de cualquier otro. Dos manos, una
guitarra, una voz. ¡Ah! Y algo más, personalidad.
SEÑORA BARKER.- ¿Y desde cuándo has adoptado tan brillante
decisión?
DON.- Eliminando todo aquello a lo que no me podía dedicar. A
piloto comercial, ni a fotógrafo. Ni a jugador de fútbol. Ni a oculista.
¡Un ciego curando otro ciego! ¡Qué divertido! ¿No?
(Silencio en la SEÑORA BARKER.)
SEÑORA BARKER.- Supongo que lo de la guitarra te lo metería en
la cabeza Linda Fletcher.
DON.- No. Fui yo el que un día que nos peleamos le metí la guitarra
en la cabeza. (Silencio) Era un chiste malo. Pero debes reírte,
mamá. No estes tan seria. Te van a tomar por lesbiana.
SEÑORA BARKER.- ¡Qué cosas dices! ¿Lo aprendes también del
vecindario?
DON.- Sí. Y estoy orgulloso de hablar sin inhibiciones.
¡Libremente!
SEÑORA BARKER.- ¡Cuánto has cambiado! Apenas te reconozco.
(Va al cuarto de baño y vuelve con una maleta.)
DON.- ¿Qué haces?
SEÑORA BARKER.- Lo que debí hacer desde el principio.
Llevarte a casa.
DON.- Ni aunque me obligues.
SEÑORA BARKER.- No puedo dejarte aquí
solo. DON.- ¿Solo? Tengo amigos.
SEÑORA BARKER.- No tienes amigos, ni creas qué me has
engañado con esas historias de tus juerguitas.
DON.- Bueno, mejor que tener muchos amigos, es mejor, tener
uno..., una..., la señora Benson.
SEÑORA BARKER. - Te acompañaría mejor un perro. Y ya me
estoy cansando, Don. (Abre la maleta con fuerza) Vas a venir a
casa. Lo siento por la señora Benson. Tendrá que aprender a
subirse la cremallera sola.
DON.- Lleva la maleta a donde estaba.
SEÑORA BARKER.- ¡Vas a venir conmigo a casa!
DON.- (Firmemente) ¡Dame esa maleta! (DON se acerca furioso a
la silla donde ha oído que su madre había puesto la maleta. Antes
que llegue, la madre la pone en otro sitio. El busca por la
habitación.) ¿Dónde la has puesto? ¡Dámela! Mamá, ¡dámela! (Se
enfrentan con furia. De repente hay en ella una reacción resignada.
Toma la mano de DON y le pone el asa de la maleta en su mano
abierta. DON corre al cuarto de baño, abre la puerta y tira con
fuerza la maleta. Su tensión cede.) Mamá, por lo que más quieras,
no te preocupes tanto por mí. Ya ves que estoy bien. Y cada día
mejor. Me voy acostumbrando. Si lo de la guitarra no resulta puedo
estudiar leyes, o técnico de algo. Ahora hay miles de cosas que
pueden hacer los ciegos. Por eso te pido que no te preocupes por
mí. ¿Me lo prometes, mamá? (El levanta la mano. La SEÑORA
BARKER se la toma. La lleva a su cara. DON la besa en la mejilla)
Y ahora perdona, pero tengo que salir. Gracias. Sí, de verdad.
Gracias por haber venido. (Va a su chaqueta y su bastón)
SEÑORA BARKER.- ¿A dónde vas?
DON.- A comprar de comer. Ya te he dicho... voy a cenar esta
noche con... la señora Benson. Los dos solos...
SEÑORA BARKER.- ¿Puedo esperar a que vuelvas?
DON.- No, no, vete. No me esperes. ¡Anda! Scardsale está lejos.
Te llamaré mañana. Mamá, de verdad. No quiero cuando vuelva
oler a magnolia.
SEÑORA BARKER.- Yo había planeado quedarme a cenar.
DON.- Pero tus planes han cambiado, porque yo ya tengo un
compromiso con la señora Benson. Anda, mamá. Vete
SEÑORA BARKER.- Y después de cenar una pequeña orgía.
DON.- (Abriendo la puerta) Ojalá. Sí, mamá, La siniestra verdad ha
salido a la luz; el pequeño y maravilloso Don Tinieblas de tus
cuentos ha resultado un grosero. (Sale. La SEÑORA BARKER mira
en torno suyo con un gesto de frustración. Recoge del suelo
algunos platos. Los lleva a la cocina)
SEÑORA BARKER.- (Y dice bajo, para ella misma, con retintín) La
señora Benson...
JILL.- (Desde su apartamento) ¿Me llamaba?
(La SEÑORA BARKER, asombrada por un momento, se recupera
en seguida. En un tono más dulce.)
SEÑORA BARKER.- Sí... ¿puede venir un momento? (JILL abre la
puerta)
JILL.- Llegaré tarde a la prueba. Tengo sólo diez minutos
disponibles. No conozco bien Nueva York y me pierdo con mucha
facilidad.
SEÑORA BARKER.- ¡Me extrañaría! Parece usted una muchacha
despierta y lista. (JILL entra) ¿Por qué no hablamos un poquito?
Dos mujeres solas se entienden mejor.
JILL.- Yo me entiendo mejor con los hombres.
SEÑORA BARKER.- Siéntese. (JiLL, de pie. Rechaza el tono de
confianza con la SEÑORA BARKER) ¿Quiere una taza de café o
un té?
JILL.- No, gracias. Pero si la manzana sigue ahí...
SEÑORA BARKER.- Seguro. (Va a la cocina)
JILL.- ¿Y Don?
SEÑORA BARKER.- (Abre la nevera y saca la manzana) De
compras. (Va al grifo y la lava, luego la seca con una toalla de
papel) Hay que lavar bien la fruta. Ahora les echan insecticidas y
polvos raros. Yo no sé si serán peor los gusanos. (Se la da a JILL.)
JILL.- Este momento me recuerda algo.
SEÑORA BARRER.- ¿Sí?
JILL.- Usted... ofreciéndome esa manzana. ¡Ah! ¡Sí! A
Blancanieves cuando la bruja de la madrastra se la da... ¡Huy!
Perdone. Ya sé que usted no es una bruja.
SEÑORA BARRER.- Más segura estoy yo de que tú no eres
Blancanieves. (JILL toma la manzana)
JILL.- Va para adentro, aunque estuviera envenenada. ¡Tengo un
hambre! ¡Sabe Dios lo que me harán esperar en el teatro!
SEÑORA BARKER.- Le darán el papel, ya lo
verá. JILL.- ¿Y por qué tan segura?
SEÑORA BARKER.- Porque es usted muy bonita. Y eso es lo que
la gente quiere hoy ver en el escenario.
JILL.- Al contrario. Hoy lo de, bonita no importa tanto. Además,
no lo soy. Tal vez interesante.
SEÑORA BARKER.- No. Eres muy, muy
bonita. JILL.- Le digo que no.
SEÑORA BARKER.- Y yo le digo que sí.
JILL.- ¡Basta! Tengo los ojos pequeños como un pajarillo. Y el
cuerpo como el enano de un circo. (Espera una reacción de la
SEÑORA BARKER, que no se produce) ¿No es así como usted me
ve?
SEÑORA BARKER.- (Imperturbable) No puedo negarlo, puesto
que lo ha oído.
JILL.- Hay muchas cosas ciertas con las que usted puede
desacreditarme, no con mentiras.
SEÑORA BARKER.- ¿Sabes lo que me gusta de
ti? JILL.- Nada.
SEÑORA BARKER.- Se equivoca. Me gusta su sinceridad, su
candor, señora Benson.
JILL.- Sí. Digo siempre lo que pienso. Y por eso le ruego que no
me llame más señora Benson.
SEÑORA BARKER.- Ese es su nombre, ¿o no, señora
Benson? JILL.- Si. Lo que me molesta es el retintín.
SEÑORA BARKER.- Tienes razón. Te llamaré Jill. Y sin retintín.
Pero ¿por qué no te sientas? Antes empezaste a hablarme de tu
niñez.
JILL.- ¿Sí? Pues no me acuerdo.
SEÑORA BARKER.- Debe haber sido interesantísimo tener tantos
padres.
JILL.- Pues sí. Lo fue. Siempre estuve expuesta a toda clase de
nuevas experiencias. Mi padre auténtico era budista, el segundo
protestante, el que le siguió judío, y el último episcopaliano.
SEÑORA BARRER.- ¿Y a tu madre los católicos...?
JILL.- SI. Le encantan, pero como no pueden divorciarse...
SEÑORA BARKER.- Claro, claro. Ahora veo que tu carácter tan
abierto y tan interesante tiene su origen en tu infancia.
JILL.- Y puesto que soy tan abierta, la diré, señora Barker, que no
me ha pedido que me quede para hablarme de mi infancia y mucho
menos para decirme que soy una monada.
SEÑORA BARRER.- Quería descubrir lo que hay de común entre
tú y Donny. Le gustas mucho.
JILL.- Y él también me gusta a mí. Es la persona más maravillosa
que me he tropezado en el mundo. No ha visto
jamás una calle, un cuadro, una flor, una tarjeta de Navidad.
¡Yo preferiría morirme, pero él prefiere vivir, vivir!
SEÑORA BARRER.- Si tanto le admiras, querrás lo mejor para él,
¿verdad?
JILL.- Caliente, caliente. Usted desea que yo le aconseje que
vuelva al hogar, ¿no?
SEÑORA BARKER.- Donny era feliz en casa hasta que esa imbécil
de Linda Fletcher le metió en la cabeza que debía vivir solo,
independiente.
JiLL.- Y usted está segura de que puede ser feliz únicamente al
lado suyo. Pues bien; no hay más ciegos que los que no quieren
ver. ¿Qué tal? Puedo decir frases de Dylan Thomas. Y frases de su
libro "El pequeño Donny Tinieblas".
SEÑORA BARKER.- Me sorprendes a cada
momento. JILL.- Me alegro.
SEÑORA BARKER.- Te pareces enormemente a Linda. Donny
tiene una constante en sus gustos.
JILL.- ¿Por qué le llama usted Donny? Odia que le llamen así
SEÑORA BARKER.- Es la primera noticia que tengo.
JILL.- Lo creo. Si él es ciego, usted es sorda. No hay más sordos
que los que no quieren oír ni más impedidos que los que no quieren
andar, ni más delgados que los que no quieren comer.
SEÑORA BARKER.- ¿Cree usted que es una buena idea que viva
solo?
JILL.- Lo que creo que es una buena idea es hacer lo que a uno
lquiera. ¡Ah! Y no está solo. Yo estoy aquí.
SEÑORA BARKER.- ¿Por cuánto tiempo? Cualquier día te cansas
de vivir ahí, a su lado, desapareces y...
JILL.- ¡Claro! ¡Estaría bueno!
SEÑORA BARKER.- Si no puede usted soportar, a su marido más
de seis días...
JILL.- Le ruego que no hable de mi boda. Es algo íntimo y muy
penoso. A usted debe interesarle muy poco.
SEÑORA BARKER.- Tan poco como a usted, por lo
visto. JILL.- ¡Sobre mi matrimonio...!
SEÑORA BARKER.- Seamos razonables, Jill. Usted ha visto a
Donny, ¿cómo diría?, en las mejores circunstancias en esta
habitación que se sabe de memoria, pero sácale de esta casa, de
esta calle, de la que sabrá los pasos que hay a la lavandería, al
supermercado, y es un ser perdido. Lleno de miedo, de pánico.
Donny necesita a alguien siempre a su lado. Siempre. Seis días
sería demasiado poco.
JILL.- Señora Barker, duerma tranquila. Nada serio va a ocurrir
entre Donny y yo. No he nacido para cosas serias.
SEÑORA BARKER.- Lo malo es que él sí ha nacido para cosas
serias.
JILL.- De momento nos divertimos, nos reímos.
SEÑORA BARKER.- Así empezó con Linda; divirtiéndose,
riéndose, pero se enamoró terriblemente de ella. ¿Qué pasará
ahora si...?
JILL.- No lo sé. Ni me importa.
SEÑORA BARKER.- No deje usted que las cosas vayan
demasiado lejos, puede hacerle mucho daño.
JILL.- ¿Y usted? ¿Cree que no le hace ningún daño?
SEÑORA BARKER.- No. Yo puedo enfadarle, contrariarle, pero
usted cuanto más tiempo viva ahí más daño puede hacerle el día
que se vaya. Sea buena. Aconséjele. Deje que vuelva a casa
conmigo. Y usted diviértase y ríase con otro que no le importe
demasiado dejar de verla al cabo de seis días o una semana, todo
lo más.
JILL.- (se vuelve y estudia intensamente a la SEÑORA BARKER.)
Puesto que soy tan sincera, que según usted, tratándose de mí es
igual a bruta, le diré que es usted quien más daño le está haciendo.
SEÑORA BARKER.- ¿Yo?
JILL.- ¡Sí! ¡Usted! cuanto más se empeña en ayudarle, más le
hunde. Fue Linda Fletcher quien le dio lo que más necesitaba.
SEÑORA BARRER.- ¿Qué le dio Linda?
JILL.- Confianza, seguridad, no usted. Usted está siempre
obsesionada con lo que necesita, no con lo que desea, con lo que
no puede hacer, no con lo que puede hacer. ¿Y de su música? ¿Ha
escuchado usted la canción que ha compuesto?
¿Sabe usted siquiera que compone música y canciones? ¡No!
Apuesto algo. Es posible que tenga usted razón cuando dice que
yo no soy la chica ideal para Don, pero no se crea que usted es la
madre ideal. ¡No! ¿Le digo lo que es? Una señora pesada, y sí
tengo que aconsejarle a alguien que se vaya a algún sitio, será a
usted. ¡Sí, señora, váyase usted a... a su casa! (Se vuelve, sale
rápida y da un portazo.)
TELÓN
CUADRO
II
La mesa, servida para dos personas. Velas encendidas, un jarrón
con flores. Don corrige la colocación de unos cubiertos. La
SEÑORA BARKER en la cocina. Está revolviendo el armario donde
están los platos y vasos con bastante ruido.
DON.- Mamá, ¿qué haces?
SEÑORA BARRER.- Busco papel de cera para envolver la carne,
si la dejo así se estropeará.
DON.- No te preocupes tanto, si se estropea, que se estropee.
SEÑORA BARRER.- ¿Qué hora es?
DON.- (Pasa los dedos por el reloj.) Las diez menos diez,
sólo. SEÑORA BARRER.- ¿Sólo las diez menos diez?
DON.- ¡Sí! Es una inconsciente, una informal. Es una criatura
imposible, un asquito. ¿Qué más?
SEÑORA BARRER.- No he dicho nada de
eso. DON.- Pero lo has pensado. (Pausa.)
SEÑORA BARKER.- ¿Qué hora dijiste que era? No me acuerdo.
DON.- Sí te acuerdas, pero volveré a regalarte el oído. Las diez
menos diez. Ya las diez menos cinco.
SEÑORA BARRER.- Tarde, ¿no?
DON.- Según para qué, mamá de verdad no tienes por qué
quedarte, quita el magnetófono ¿quieres? (Se acerca a la puerta
de JILL. Escucha.)
SEÑORA BARKER.- ¿Es ésta la canción que has compuesto?
DON.- Sí... bueno... no es la versión definitiva, tengo que trabajar
más sobre ella. (Pausa.) ¿Cómo sabes que la compuse yo?
SEÑORA BARKER.- No sé... me lo he
imaginado. DON.- ¡Ah!
SEÑORA BARKER.- Es muy bonita, me gusta... (DON mira en
dirección a su madre con sorpresa.) ¿Dónde crees que estará?
DON.- En el teatro, ¿no sabías que iba a hacer una prueba?
SEÑORA BARKER.-¿Seis horas de prueba? Empiezo a
preocuparme.
DON.- (Muy sorprendido.) ¿Tú preocupada por
Jill? SEÑORA BARKER.- ¿Tú no lo estás?
DON.- Mamá, algo te pasa, estás enferma o tienes fiebre. Te gusta
mi canción, te preocupa la tardanza de Jill y hace menos de dos
horas que no insistes en que vuelva a casa. Ve al médico en cuanto
llegues a Scardsale.
SEÑORA BARKER.- ¿Tan mal crees que
estoy? DON.- Ya sólo te falta decir que Jill te
gusta.
SEÑORA BARKER.- Gustarme, gustarme... no me desagrada.
Desearía, eso sí, que fuese una chica diferente.
DON.- Es una chica diferente, y eso es precisamente lo que te
carga de ella.
SEÑORA BARKER.- Cuando yo tenía su edad, la puntualidad
significaba algo para mí.
DON.- ¿Qué?
SEÑORA BARKER.- Que si pensaba llegar a una cena con tres
horas con retraso, telefoneaba.
DON.- Es que tú no hubieras llegado jamás tres horas después.
SEÑORA BARKER.- Seguro.
DON.- Seguro un mes antes.
SEÑORA BARKER.- ¿Y si se ha perdido? Siempre se hace un lío
con las calles de Nueva York.
DON.- En ese caso se toma un taxi, pero... que yo recuerde nunca
ha dicho que se haga un lío...
SEÑORA BARKER.- A mí sí me lo ha
dicho. DON.- Lo hubiera oído yo.
SEÑORA BARKER.- Bueno... creo que fue después de irte tú.
DON.- ¿Después de ...? ¿Ha venido cuando yo estaba fuera?
SEÑORA BARKER.- Creo... que... sí.
DON.- ¿Y a qué ha venido?
SEÑORA BARKER.- ¿Y tú me lo preguntas conociéndola? ¡La
cremallera dichosa!, pero sólo se quedó unos minutos.
DON.- ¿Y de qué hablaron?
SEÑORA BARKER.-No
recuerdo.
DON.- Te acuerdas, por lo menos, de que siempre se pierde por
Nueva York. Haz memoria. ¿De qué más hablaron?
SEÑORA BARKER.- ¿Y qué importancia puede tener?
DON.- (Levantando la voz) ¡Precisamente por que no tiene
importancia quiero que...!
SEÑORA BARKER.- Don, no me grites, ¡por favor! (Pausa.) ¡Ah!,
sí, ahora recuerdo. Hablamos de Blancanieves.
DON.- ¿La Blancanieves de los siete enanitos?
SEÑORA BARKER.- ¿Es que hay otra?
DON.- ¡Qué tema más curioso!
SEÑORA BARKER.- ¿Y qué más te da que hablásemos de
Blancanieves o de la Cenicienta?
DON.- No me da la gana que hables con mis amistades a mis
espaldas.
SEÑORA BARKER.- No hemos hablado a tus espaldas, querido,
puesto que ni siquiera estabas en casa. (Pausa.)
DON.- Sabes muy bien lo que me dio Linda Fletcher, no te hagas
la tonta.
SEÑORA BARKER.- No me hago la tonta. Contéstame.
DON.- Sí. Gracias a Linda empecé a respirar de otra manera.
Eso debe ser la confianza y seguridad en vivir.
SEÑORA BARKER.- ¿Y yo no te he dado nada de eso?
DON.- No; tú me has ayudado, me has protegido... pero nada más.
SEÑORA BARKER.- Una cosa lleva a la
otra. DON.- No siempre.
SEÑORA BARKER.- ¿Por qué no me dijiste que no te gustaba
que te llamase Donny?
DON.- Te lo dije millones de veces, mamá.
SEÑORA BARKER.- ¿Cómo no iba yo a recordar algo que oigo
millones de veces?
DON.- A lo mejor fueron solamente ciento veintitrés. ¿Pero a qué
vienen tantas preguntas?
SEÑORA BARKER.- ¿Y por qué no te gusta que te llamase
Donny?
DON.- Porque me recordaba a Donny Tinieblas.
SEÑORA BARKER.- ¿Y eso tiene algo de malo?
DON.- Nada, nada...
SEÑORA BARKER.- ¿Y cómo te gusta que te llamen? Ahora con
una sola vez que lo digas, lo recordaré.
DON.- Don... Donald. Puedes también llamarme Sebastián o
Irvin, todo, menos Donny.
SEÑORA BARKER.- Caprichos.
(Un ruido en el apartamento de JILL. Se vuelven ambos en esa
dirección.
Oímos poco a poco y cada vez con más claridad pasos y risas.)
DON.- (Sonríe.) ¡Ya ha vuelto! Vendrá aquí en seguida. (La
SEÑORA BARKER cruza a la puerta de JILL y escucha.)
SEÑORA BARKER.- Hay alguien con
ella. DON.- ¿Alguien?
SEÑORA BARKER.- Sí... parece... voz de
hombre. DON.- No escuches detrás de la puerta.
SEÑORA BARKER.- No entiendo lo que dicen, pero... Sí, sí, hay
un hombre con ella.
DON.- Será la televisión.
SEÑORA BARKER.- ¿Y va a hablar y a reírse con el televisor?
Aunque de esta chica no me extraña nada.
DON.- Mamá, por favor, quítate de la puerta.
SEÑORA BARKER.- (La SEÑORA BARKER obedece a DON.)Ya
me alejo de la puerta.
(Golpe tímido en la puerta de JILL.)
DON.- ¡Adelante!
(JILL entra alegremente seguida de Ralph AUSTIN. Joven
barbudo, descuidado en el vestir, con sweter y pantalones de
pana.)
JILL.- ¡Hola! ¡Qué tal! Ya llegué. ¡Uf! Viene Ralph conmigo. (Por la
SEÑORA BARKER.) ¡Ah!, ¿sigue usted aquí? Don, te presento a
Ralph Austin. Ya te hablé de él. Es el director de la obra. Don... y la
madre de Don. (Intercambio de fríos saludos.) Le he contado a
Ralph lo tuyo y tenía
TELÓN