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altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.
Sinopsis ........................................................................................................................... 4
Capítulo 1 ........................................................................................................................ 5
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Capítulo 2 ...................................................................................................................... 15
Capítulo 3 ...................................................................................................................... 27
Capítulo 4 ...................................................................................................................... 38
Capítulo 5 ...................................................................................................................... 48
Capítulo 6 ...................................................................................................................... 56
Capítulo 7 ...................................................................................................................... 67
Capítulo 8 ...................................................................................................................... 75
Capítulo 9 ...................................................................................................................... 87
Capítulo 10 .................................................................................................................... 94
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Capítulo 22 .................................................................................................................. 213
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cuando los aldeanos deben proteger sus casas y familias contra los gigantescos y
feroces lobos que deambulan en el bosque. En el día que Red cumple 13 años,
Granny la da una capa roja especial en la cual se ha lanzado un hechizo para
proteger a Red de los lobos.
Red ahora tiene 16 años y está desesperadamente intentando encajar entre sus
colegas, salvar de la quiebra la panadería de Granny, y, por supuesto, protegerse
de los lobos. Su atracción hacia Peter y su determinación a no dejar que las chicas
mezquinas saboteen su floreciente romance provocan que Red tome algunas
elecciones cuestionables.
¿Esas elecciones dejarán a los lobos entrar? ¿Red elegirá la batalla correcta?
¿Sus habilidades serán lo bastante fuertes para mantenerla viva?.
Capítulo 1
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No tengo miedo porque siento que no estoy sola. No veo a nadie, pero oigo una voz
familiar. Aunque suena como si viniera de muy, muy lejos, llevada por el aire, la oigo
claramente. La voz me recuerda respirar. Inhalo, y la oscuridad entra en mis pulmones,
extendiéndose a través de mi cuerpo, llenándome con energía.
Poder.
Hambre.
Con los brazos estirados, alcanzo más y más alto. Entre las sombras, astillas de luz
brillan justo fuera de mi agarre, cambiando en miles de luciérnagas atrapadas en un
tornado. Pateo y desgarro mi camino hacia arriba, a través de capas de polvo, raíces, pasto,
troncos de árboles, ramas, púas, hojas.
El viento sopla a través de mi cabello cuando echo la cabeza hacia atrás y parpadeo en
el repentino brillo. La luna llena ilumina la tierra, y estoy llena de veneración y calidez.
Sábado, 12 de mayo
Hacía tres años y medio, cuando cumplí los trece años, comencé a tener los
sueños de la Hora del Lobo. Aunque cada vez era diferente, siempre comenzaban
en la completa oscuridad. No era la oscuridad ordinaria, digamos como una
noche sin luna o estrellas, o la cueva más profunda, o como me imaginaba que se
vería la parte más inferior de un pozo. Era mucho, mucho más oscuro que eso.
Como si estuviera completamente sumergida en un mar de alquitrán.
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Nunca he hablado con nadie de mis sueños, ni a Vicar Clemmons, ni a mi
amigo Peter, ni a las chicas en la escuela, y muy seguramente no a la abuela. Sabía
que los sueños eran extraños, mis sueños se sentían sagrados, como si fueran una
parte de mí secreta, y era capaz de unir las piezas y de alguna manera dar sentido
a las raras imágenes, sonidos, y emociones.
Para conseguir una ventaja en la cocción del día, mi abuela por lo general
despertaba mucho antes que yo e incluso antes del gallo, lo cual era bueno porque
odiaba imaginar cuán gruñona era antes de tomarse un par de tazas de café. Sin
molestarme en cubrir mi bostezo, llené la cafetera con agua y encendí un fuego
debajo de esta.
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solo una pizca hace el truco, leía la etiqueta.
—Eso hace— dije en voz alta. Anoche, la abuela se había quejado de que su
brazo le dolía. Probablemente usaba un poco de polvo de amapola para ayudarla
a dormir cuando era particularmente doloroso. Al devolver el frasco a su
escondite en el estante, esperaba que la abuela siguiera durmiendo al menos una
hora, incluso si eso significaba tener que soportar sus terribles ronquidos.
Hojeé las páginas amarillentas del libro de cocina —cada receta grabada en
escritura pequeña y ordenada— hasta que encontré Tarta de cumpleaños.
Poniéndome el delantal favorito de la abuela, mezclé los ingredientes y vertí la
crema de mantequilla en tres moldes redondos.
—Ahora hornear hasta que esté agradable y bonito como los que hace la abuela
—dije mientras deslizaba las cacerolas en el sofocante horno. ¡Oh, ya quería que
estuviera terminado! Pero todavía había que hacer el glaseado, así que, con un
suspiro, hojeé el libro de cocina de nuevo.
No tenía recuerdos de mi madre y la abuela me dijo muy poco sobre ella, pero
de alguna manera no podía imaginar su día horneando una y otra vez, al igual
que la abuela, o la entrega de productos de panadería en todo el pueblo, como
yo. De lo que extraje a lo largo de los años, mi madre había sido una fuerte mujer
violentamente hermosa. Había tenido un suministro interminable de los amigos
más fascinantes y una nueva aventura esperando en cada esquina.
Me asomé al horno y casi chillé en voz alta. Cada capa se había vuelto de un
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hermoso color dorado con una parte superior ligeramente redondeada. Podría
haber admirado las capas del dulce aroma de la tarta toda la mañana, pero no
quería correr el riesgo de quemarlos. Después de retirarlas del horno, las establecí
en las estanterías de la ventana para enfriarse. A pesar de haber estado soleado
temprano por la mañana, las nubes habían rodado, sin duda, preparando una
ducha de mayo.
Ni siquiera podía contar hasta diez antes de que la primera burla dejara su
boca.
—Lo estás haciendo todo mal.
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Hablando de frijoles:
—Hice café —dije—. Debes tener algo. —Esperemos que no fuera mucho antes
de que el rico líquido negro hiciera su magia en su estado de ánimo.
—¿No te acuerdas ni una maldita cosa que te haya enseñado? —Abue alcanzó
el cuchillo, pero yo lo quité de su alcance—. No se debe extender tan cerca de los
bordes.
—Si está en tu poder que sea perfecto, nunca debes conformarte con menos.
—La abuela se vertió una taza de café—. Incluso si es para el tonto del hijo del
herrero —agregó en voz baja.
—Si ese muchacho pone un pie en esta casa, pondré una flecha a través de él.
—Mientras me apretujaba para llenar su taza hasta el borde, mis ojos
parpadearon hacia su ballesta, que estaba cómodamente, y ominosamente,
apoyada contra la puerta trasera—. Y no apuntaré a su corazón, si sigues
empujándome. Tal vez si hubiera disparado a los chicos que vinieron a visitar a
tu madre…
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Esta vez, me mordí el labio demasiado fuerte, y cuando tragué, probé un poco
de sangre. No era un secreto que la abuela deseaba que la vida de su única hija
hubiera resultado de otra manera. Sabía que abue me quería y estaba feliz de que
hubiera nacido. Aun así, no era como si hubiera elegido criarme.
Sin embargo, no tenía que ser así siempre. Algún día, dejaré este estúpido pueblo.
Seré aventurera, como mi madre. Había estado guardando mis propinas
deliberadamente en una caja de madera secreta, esperando el momento perfecto
para hacer mi gran fuga. ¿Era desear demasiado un final feliz?
Mientras soñaba despierta acerca de todos los lugares a los que iría y a la gente
que conocería, distraídamente pasé el dedo alrededor del borde del tazón y probé
el glaseado. Mis papilas gustativas explotaron, pero no en una buena manera.
Puaj. Intenté no escupir mientras reflexionaba sobre lo que había hecho mal. ¿Y
si había añadido una cucharada de sal cuando se suponía que debía usar una
cucharadita? Parecía terrible, también, me di cuenta con un pánico creciente. Era
del color de los dientes de una bruja y tan grumoso como las gachas. ¿Cómo
demonios hacía la abuelita su glaseado tan suave y esponjoso, y tan blanco como
la nieve recién caída?
Aunque, ahora que lo pensaba, ¿alguna vez había estado en el lado bueno de
abue? Ni siquiera estaba segura de que tuviera un buen lado.
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Sin embargo, ¿pensó abue que era ciega? Llano como el día, era la excusa más
lamentable para un pastel en la tierra. ¿Por qué no dice nada? Mis nervios estaban
agotados, y cuando llegué al último, sabía que mi plan para el glaseado de abue
tendría que esperar.
En el tazón que había estado secando se hizo una terrible grieta cuando la dejé
caer en el fregadero.
Antes de sentarme, llené la taza de abue con otra porción de café humeante.
—Entre las paradas, venderás las golosinas extra que horneé anoche. Necesito
encontrar una manera de traer más dinero, y después de pensar largo y tendido,
esta es la mejor manera, aparte de convertirnos en bandidos.
—Son el tipo de gente que planea algún tipo de distracción para que un carro
que está pasando se detenga. Entonces los bandidos se precipitan, robando todo
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lo que puedan conseguir en sus manos.
Sacudí la cabeza.
—Sé lo que es un bandido. ¿Pero quieres que golpee en las puertas de la gente
al azar? —No podía pensar en nada más humillante que pedirle a extraños que
compraran un bollo. Agarrando mi tenedor tensamente, me metí un pedazo
grande de galleta de avena en la boca—. Si siempre estoy haciendo entregas y
tengo que vender mercancías de puerta en puerta… —continué entre bocados—
… ¿cuándo encontraré tiempo para estudiar mis lecciones, o ir al estanque a
nadar, o pasar tiempo con mis amigos? —Cuando bromeé con la parte de mis
amigos, un trozo de galleta mordida se alojado en mi garganta.
—¡Muy graciosa, niña! —Lanzó el tenedor por el suelo y saltó como una
serpiente que le había mordido el trasero. Su silla se derrumbó cuando me golpeó
la espalda con el lado de su mano, un golpe por cada palabra—: ¡Hay. Una.
Razón. Por. La. Que. Se. Supone. Que. No. Hablas. Con. La. Boca. Llena!
—Estoy bien, abue —dije lo mejor que pude con una loca golpeando mi
espalda—. ¡Para! Solo necesito un trago de leche, eso es todo.
—Ugh. Suena aún más miserable que estar encerrada en la cabaña contigo.
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—¿Pero por qué? Sé que me quejé de que todas las otras chicas tenían nuevos
vestidos de primavera y botas, pero honestamente, me quedaré con lo que tengo.
Abue rodó el dobladillo de su delantal con sus dedos callosos. Tres galletas de
avena estaban apiladas en su plato de hojalata, rociadas con jarabe de arce y
adornadas con mantequilla cremosa. No había tomado ni un bocado, ni siquiera
un mordisco, que era una hazaña, considerando que por lo que a mí respecta, sus
galletas de avena eran las más esponjosas de la tierra.
—¿Te las vas a comer? —le pregunté cuándo el silencio se hizo incómodo—.
Porque si no, estaré encantada de terminarlas por ti.
Sin decir una palabra, deslizó su plato sobre la mesa. Corté un mordisco
grande con mi tenedor. Mientras masticada, abue volvió a recoger la tela de su
delantal. Oh no. Abue nunca abandonaba sus galletas de avena. ¿Qué dije para
molestarla tanto?
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Capítulo 2
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Con la cesta en la mano y la capucha cubriendo mi cabeza y hombros, me fui
hacia el pueblo.
Caminé hacia atrás, viendo nuestra cabaña encogerse en la distancia. Los seis
hermanos de mi abuela habían construido la casa hace mucho tiempo, cuando
eran jóvenes, antes de que el lobo los atacara y les cortara la garganta mientras
ella había observado impotente desde el techo.
Esperaba más allá de la esperanza, jamás ver algo tan espantoso como un
monstruo sanguinario matando a la gente que amaba. Las lágrimas me pincharon
los ojos mientras pensaba en esa noche trágica, así que alejé rápidamente el
pensamiento; en su lugar me imaginé la cabaña en su mejor momento, antes de
que las paredes de tronco necesitaran aceite y el techo cubierto de paja, con
pendiente pronunciada. Antes de que el roble se hubiera elevado y fuera lo
suficientemente fuerte para apoyar el balanceo de la cuerda en el que había
pasado incontables horas.
Me imaginé que mi madre había crecido balanceándose en esa misma cuerda,
también. Hubo un tiempo en que las cajas de las ventanas estallaban con flores
de todas las formas y colores, pero habían pasado años desde que abue había
plantado otros nuevos o recortara los helechos que cubrían el camino de piedra
que conducía a la puerta principal, o el de atrás que serpenteaba hacia el arroyo.
Habían pasado años desde que los niños de la aldea se reunían en la chimenea
mientras abue leía libros de cuentos y horneaba más galletas de mantecada de lo
que nuestros pequeños vientres podían contener. Esos recuerdos me
consumieron mientras daba la espalda a la cabaña y bajaba el camino fangoso
hacia el pueblo.
Tal vez la venta puerta a puerta no fuera tan mala después de todo. Respiré
hondo y golpeé la puerta de una pequeña casa desvencijada del extremo oeste de
la ciudad. Mientras esperaba, mi corazón se aceleró. Pasé mis dedos por la cruz
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de oro que colgaba de mi cuello.
Titubeé nerviosamente.
—Es un apodo.
El hombre hizo una mueca. Está bien, así que los croissants no eran su favorito.
—Bueno, podría…
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Suspiré.
—Me temo que no tengo suficiente para el muestreo. Sin embargo, sé que le
encantarán los muffins de mi abue. Mi abue nunca ha horneado nada menos que
la perfección. Es su talento especial.
Levantó una enorme ceja. Podía decir que estaba tentado, y contuve mi aliento
con esperanza y anticipación…
—¿No?
—No.
—Está bien, entonces —dije, con el corazón hundido—. ¿Quiere que vuelva
mañana?
—No.
—¿Qué tal la próxima semana? —le dije a nadie, excepto a una pequeña araña
marrón que se arrastraba por el apoyabrazos de la mecedora.
Dos horas más tarde, había hecho un total de diez entregas regulares, y aunque
había golpeado en innumerables puertas con la esperanza de vender los extras
de abue, no tenía nada que mostrar. Desalentada y más que un poco molesta por
haber perdido tanto tiempo, subí los peldaños que conducían a la casa de la
costurera Evans, la undécima y última entrega del día.
—Ojalá fuera más, Red, pero los tiempos son difíciles —se disculpó—. Con los
impuestos, es todo lo que puedo pagar. Pero te pagaré la próxima vez, lo
prometo.
Una vez que la puerta se cerró, llegué a mi bolsa para contar las propinas que
los clientes me habían dado: Apenas lo suficiente para compensar lo que le
faltaba a la costurera, además de dos galletas no vendidas y cuatro muffins. Las
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ventas del día podrían haber ido mejor, mucho mejor, de verdad. Mi corazón se
sentía pesado mientras me enderezaba la capucha, recogí mi canasta y volvía a
casa.
Uno de los niños pequeños de la costurera Evans, un niño con las rodillas
fangosas y un sombrero del pirata, saltó hacia fuera desde detrás de un arbusto
y gritó:
—Oh Dios mío. Si estás buscando un tesoro, capitán, este es tu día de suerte
—dije—. Ahora, cierra tus ojos… —Empaqueté las galletas y los muffins en un
pañuelo y los puse bajo un manzano a su vista, por supuesto que estaba viendo
entre sus dedos todo el tiempo. Él obedientemente esperó unos segundos y luego
corrió hacia el tesoro. De repente, y de la nada, otros cuatro niños lo arrojaron al
suelo, empujándolo con espadas de madera.
—Será mejor que lo compartas con tus amigos, capitán —dije sobre mi
hombro, riendo. Jugar con los niños Evans me hacía echar de menos a pequeños
hermanos y hermanas. Pero sabía que una gran familia era algo tonto que desear,
ya que mis padres habían desaparecido hace tiempo. Algunas chicas en el pueblo,
como mi ex compañera Priscilla, ya habían comenzado sus propias familias. Yo
quería tener mis propios niños, también. Pero no podía imaginar que fuera
pronto. Quería salir de este pueblo y tener mi cuota de aventuras primero.
Las gotas de lluvia resplandecían en las hojas, y el sol primaveral de la
primavera irradiaba en los árboles. Las ramitas y las piñas crujieron debajo de
mis botas, y un par de mariposas amarillas saltaron justo sobre mi cabeza.
Cuando me acerqué al estanque de natación, escuché salpicaduras seguidas de la
voz ronca de Peter.
—¡Hola, Red!
Dejé atrás una rama de árbol para despejar mi vista. Desde el punto más
profundo del estanque, me saludó con la mano y sonrió.
—Oh, Peter. Ojalá pudiera, pero necesito ir a casa de abue —dije tristemente.
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La sonrisa de Peter vaciló. Habíamos sido amigos siempre, de hecho,
probablemente era mi único amigo. Salió del estanque y subió a una roca, donde
sacudió el agua de su mata de cabello oscuro. Su pecho desnudo se apretaba
dentro y fuera mientras recuperaba el aliento.
Había tenido la piel besada por el sol y buenos ojos marrones durante todo el
tiempo que recordaba, pero ¿cuándo exactamente había crecido más que yo? ¿Y
cuando apareció esa sombra de bigote en su mandíbula? No pude evitar notar lo
guapo y adulto que era mi amigo Peter.
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hacerle cualquier cosa dentro—. Vamos, Peter, no me hagas esperar. ¡Dime qué
pasó después!
Me reí.
Me doblé de risa.
—¡Oh, eso es tan divertido! Vaya, quiero decir, horrible. ¡Tu pobre padre!
—Bueno, la historia tiene un final feliz. Tuve que comerme todo el desayuno
de papá.
—Es Peter. Me acompañó a casa desde la escuela. —Casi le dije sobre cómo
habíamos descubierto que nuestros pasos eran casi exactamente la misma
longitud, por lo que ninguno tenía que correr para mantenerse a la par con el
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otro. Tenía la sensación de que a ella no le importaría nada.
Peter le ofreció la mano para darle una sacudida, y cuando ella la tomó, la giró.
—Realmente me lavo las manos, señora. El hecho es que la mayor parte de esto
es demasiado terco para irse, no importa lo fuerte que me frote.
Peter miró sus pantalones como si nunca los hubiera visto antes.
—Le pediré a mi mamá que los remiende tan pronto como llegue a casa —
prometió.
—Es una gran idea. Ahora, Peter, ¿por qué acompañaste a mi nieta a casa?
—Parecía ser lo que hacer. —Se encogió de hombros—. Puede que lo vuelva a
hacer mañana. Si está bien con usted, señora.
Hinché el pecho, esperando que ella dijera que sí. Caminar a casa con alguien
era mucho más divertido que hacerlo sola. Y Peter, con su sonrisa burlona y sus
divertidas historias, era especialmente divertido.
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—Está bien, Peter. Solo un salto —estuve de acuerdo ahora, subiendo a la roca
más alta.
—Te he visto saltar cientos de veces. Así que debe ser tan fácil como hornear
pastel. —Entonces otra vez, después de hornear el pastel de Peter esa mañana,
definitivamente debería haber dejado de usar esa expresión particular. Podría
haber sido fácil para algunas personas, como mi abue, pero no para mí.
Mi comentario consiguió una burla de Peter, lo que me hizo sonreír. Hasta que
miré hacia abajo. No me había dado cuenta de lo remotamente tan alto que
estaba. Todo el bosque giraba y se agitaba ante mis ojos. Di varios pasos hacia
atrás, estabilizándome en la roca detrás de mí.
—Puedes volver a bajar en cualquier momento, Red. Sé que quieres —dijo
Peter, sonando frustrantemente divertido.
—Oh, no te preocupes, Peter. Voy a saltar. Estoy disfrutando del paisaje desde
aquí. —Y tratando de no vomitar. Con mi dedo gordo del pie, empujé un montón
de guijarros del borde. Pareció tomar cinco minutos completos para que cayeran
al agua de abajo, finalmente causando un salpicón de ondulaciones.
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—Está bien, Red. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Entonces pruébalo. —Peter contó—: Tres… dos… uno. —Y cerré los ojos, me
sostuve la nariz, y salté. El viento me levantó el cabello cuando caía, y juré que oí
una voz decir: Respira. Me sumergí profundamente en el agua
sorprendentemente fresca. Me tomó unos segundos conseguir orientarme. Luché
para nadar con el peso y la masa de mis enaguas. Cuando finalmente salí a la
superficie, rodé sobre mi espalda y llené mis pulmones con el aire de la
primavera. Me sentí tan maravillosa, tan libre; no pude evitar reírme en voz alta.
Cuando me volví para buscar a Peter en la orilla, él se había ido. ¿Dónde está? ¿Se
había ido antes de que hubiera saltado? Después de todo, ¿se lo había perdido?
—¡Cuidado ahí abajooo! —exclamó Peter desde donde había saltado. Después
de girar dos veces, hizo su cuerpo una pelota y me empapó con una ola de agua
salpicada. Ni un minuto después, estaba nadando en el agua a mi lado, riendo
como si todo hubiera sido completamente sin esfuerzo para él.
Después de nadar hasta el borde del agua, me arrastré hasta la orilla, donde
me senté viendo a Peter nadar aquí y allá.
Era difícil imaginar un momento en que Peter no pudiera nadar, pero solía
tener miedo. Cuando tenía siete años, le dijo a los otros chicos que su madre no
quería que le entrara agua en los oídos y otros disparates. Le dije:
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diferente, casi real. Nos sentamos uno junto al otro en el blando suelo, remojados
en la cálida luz del sol. De vez en cuando, volvía la cabeza para mirarlo, pero
nunca el tiempo suficiente para que él lo notara.
Pocos minutos después, Peter se sentó y se estiró. Miró más allá del estanque
hacia los árboles.
—Apenas hay un árbol en todo este bosque que no tenga un cartel de se busca
pegado en él —dijo, sus ojos estrechados—. Es como si cada hombre y su perro
fueran ladrones en estos días. Mujeres y niños, también. ¿Puedes creerlo?
Realmente odio a los ladrones. No son más que un puñado de gente baja sin una
pizca de honor.
Cuando Peter había sido un niño pequeño, su tío favorito había sido un
carterista experto. Su tío le enseñó a Peter cómo hacerlo, y a veces, por diversión,
Peter sacaba algo de sus padres o hermanos, o incluso de mis bolsillos. Por
supuesto, siempre devolvía lo que hubiera tomado; y yo, por mi parte, nunca
podía imaginar cómo o cuándo me había robado.
Miré hacia los árboles, las nubes y el cielo, y mientras mi mente vagaba, sentí
su cálida mirada en mi rostro. ¿Qué ve Peter en mí?, me preguntaba. En sus ojos,
¿seguía siendo esa gigantesca niña de seis años?
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Sonreí mientras esperaba a que dijera que me veía bella o refrescada, o aunque
habría sido un poco un trabalenguas, como con la chica que estaba destinado a
tener el primer baile en el Baile-No-Me-Olvides.
Toda la noción de un baile era bastante tonta. No era como si tuviéramos ropa
o comida suntuosa, mucho menos un salón de baile. Sin embargo, era una
tradición milenaria para nuestra aldea. Nombrada así por las flores No me
olvides que crecían en los bordes del bosque, se suponía que ayudaría a todos a
recordar su infancia cuando llegaban a la vida adulta.
—¡De verdad, Peter! —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Seguro que sabes
cómo hacer que una chica se sienta especial.
Tirando del borde de mis enaguas blancas y ondulantes, Peter me acercó. La
chispa en sus ojos se suavizó.
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Capítulo 3
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—¿Dónde has estado? —preguntó abue cuando entré por la puerta, y la
sonrisa que había en mi rostro desapareció instantáneamente. Dejó el tejido y
dijo—: Bueno, niña. Estás hecha un desastre, toda empapada.
—Deberías haber nacido con branquias —dijo—. Cuando tenías tres años,
saltaste al estanque sin pensarlo dos veces. Me diste un susto de muerte, así que
me tiré detrás de ti. Ni siquiera pensé en quitarme las botas, y mucho menos en
las gafas.
—Lo sé, abue. Me has contado esa historia cien veces. Quizás mil. Aquí tienes.
—Hoy no. Tal vez mañana. Sonreí alentándola y tomé un respiro, tratando de
abordar el tema de la fiesta de cumpleaños de Peter. Tuve la sensación
deprimente de que abue no me permitiría salir esa noche. Primero, era una fiesta
para Peter, y no era un secreto que ella no confiaba en él para nada. Y lo más
importante, estaba cerca de Wolfstime.
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“Cuantos más lobos vagan por el bosque, más necesitan comer. Más cazan.
Alguna vez en un futuro cercano, la luna llena no significará nada. Van a cazar
todas las noches, incluso las más oscuras. Recuerden mis palabras…”.
Abue había hablado con una gran convicción esa noche, y mis mejillas se
habían sonrojado cuando los aldeanos se empujaban unos a otros y se reían a su
espalda. Me había avergonzado, y en vez de estar a su lado, me había salido a la
fuente y me había perdido soñando en los lugares a los que algún día viajaría.
Peter me había invitado a su fiesta hacía tres días. Desde entonces, había sido
la charla del patio de la escuela. Éramos como un montón de ardillas, ansiosos
por salir después de un invierno especialmente largo. Había ido con la multitud,
diciendo cosas como: "Por supuesto que estaré allí. No se me ocurriría
perdérmela”.
Violet me había señalado. “No seas ridícula, Red. Tu abuela nunca te dará
permiso”.
Por supuesto que no. Sólo necesitaba admitir que Violet tenía razón. No
importaba las buenas maneras que usara para preguntarle, o lo maravilloso que
se lo presentara, mi abue no iba a dejarme salir esta noche. Me quedaría encerrada
en casa. Podría haberme encerrado con el tío de Peter en la mazmorra del castillo
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real.
—Está perfecto.
—Pero es lo que hay. De todos modos, si pudieras hacer algo con él. Tíralo, o
mejor aún, dale de comer a los cerdos del agricultor Thompson.
—¿Hmmm?
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—Muy bien, pero no te entretengas. Tenemos que preparar la casa.
—Lo sé, lo sé. —Me hubiera gustado remojarme en la bañera, pero sabía que
abue estaba esperando. Nunca había sido paciente. Así que simplemente me
cambié de ropa, teniendo mucho cuidado en cepillarme el cabello. Que parecía
una rata ahogada después de haber estado nadando antes, quería que Peter me
viera lo mejor que pudiera en su fiesta. A veces, mientras los muchachos y yo nos
divertíamos con el tiro con arco o la natación, mencionaban que otras chicas de
la escuela, en particular Violet, Florencia y Beatrice, eran hermosas y olían a
madreselva. Me preguntaba si Peter alguna vez había dicho que yo era guapa u
olía a algo dulce.
—¡Oh, no! —exclamé. Me dejé caer de rodillas, buscando en el suelo entre mis
ropas desechadas el collar de la cruz de oro de mi madre.
—¿Qué estás haciendo que tardas tanto, niña? —llamó abue desde la sala de
estar.
Después de que abue se quedó dormida esa noche, con la ayuda de un poco
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de polvo de adormidera que había encontrado en la cocina dentro de su sidra,
planeaba salir por la ventana e ir a la fiesta de Peter. Mi manto rojo me protegería
si algún lobo estuviera al acecho. Cogí mi capa del poste de la cama y la envolví
alrededor de mi cuerpo, el abrazo de la prenda mágica me hizo sentir
instantáneamente completamente segura.
—¡Entra aquí, jovencita! Ahora. —No estaba segura de cuántas veces había
gritado llamándome porque yo había estado asomándome, inclinándome hacia
atrás lo más lejos posible sin llegar a caer, esperando ver una estrella fugaz. Sabía
que recibiría un deseo cuando soplara mis velas de cumpleaños, pero tenía uno
muy importante que pedir este año, y desear dos cosas siempre era mejor que
una sola. Al menos eso es lo que pensé. Si hubiera podido encontrar un genio,
también habría pedido los tres deseos.
—Un minuto más, abue —supliqué—. Te prometo que iré muy pronto. No he
acabado aquí, eso es todo. —Vamos, estrella fugaz, ¿dónde estás? ¿Dónde, oh dónde,
estás?
Finalmente, regresó, su rostro resplandecía con las trece velas que iluminaban
mi pastel de cumpleaños. Sonreí, sintiéndome tonta por haber dejado que el
miedo me embargara.
—Pide un deseo, niña —dijo abue. El pastel era tan blanco como la nieve, tan
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perfecto que apenas parecía real. Dudaba que incluso una princesa tuviera un
pastel de cumpleaños tan bonito como el mío.
Cerré los ojos y respiré hondo, probablemente lo más profundo que lo había
hecho nunca. Entonces miré por un ojo, sólo para asegurarme de que las llamas
todavía estaban justo delante de mis labios.
Y soplé las velas con todo el aire de mis pulmones, y se fueron apagando, una
por una. Satisfecha, aplaudí. Casi podía sentir el deseo cumpliéndose, y una parte
de mí quería correr hasta mi habitación y contar las monedas que había estado
recogiendo en mi caja secreta: Mi "Fondo de Aventuras".
—Bien hecho. Ahora tu regalo —dijo abue. Encendió las velas de alrededor y
me dio una gran caja, perfectamente cuadrada, envuelta en papel dorado muy
elegante y una cinta roja de seda. Jadeé.
—Es precioso.
Saqué mi regalo y lo sostuve con los brazos extendidos. La capa con capucha
estaba hecha de un rico tejido rojo, un encantador brocado en el exterior y forrado
en exquisito terciopelo. Me puse de pie y me la probé, adorando cómo la capucha
cubría mis trenzas y la capa fluía hasta el suelo tan regiamente. No podía esperar
a llevarla a la escuela; sabía que sería la envidia de todas las otras chicas.
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mariposa a la vez.
Ella asintió.
—No es una capa común. Ahora, siéntate y te contaré todo. —Cuando dejé de
girar y me senté a su lado, continuó—. En primer lugar, el color rojo repele a los
lobos. Además, un mago del lugar le hizo un hechizo mágico. ¿Ves aquí?
—Por supuesto.
—Pero creí que dijiste que me mantuviera alejada de la magia. Que incluso
cuando se utiliza para el bien, puede cambiar a algo muy malo.
Ella asintió.
—Es cierto, pero en este caso, hice lo que tenía que hacer para mantenerte a
salvo. Esta capa mágica te protegerá de los lobos, querida. Debes llevarla siempre
en Wolfstime —dijo la abuela—. Prométemelo.
Envolví la capa con fuerza alrededor de mi cuerpo, temblando al pensar en los
lobos. Nunca conocí a mi abuelo o a mis tíos abuelos. No tenía recuerdos de mi
madre o de mi padre. De una forma u otra, los lobos eran la razón por la que
estaban muertos.
Sostuve la cruz de oro que había sido de mi madre entre mis dedos.
—Lo prometo.
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esta vez. Me puse mi capa tensa alrededor de mis hombros y fui a reunirme con
la abuela en la sala de estar.
—¿Con quién hablabas? —preguntó abue. Aunque sus huesos crujían y su piel
estaba arrugada, nunca dejaba de sorprenderme lo bien que funcionaban sus
oídos.
—Ah. Y la gente dice que yo estoy loca —murmuró abue, sacudiendo la cabeza.
Abrí la boca para decirle que nadie pensaba que estuviera loca, lo que era, por
supuesto, una mentira, pero me cortó—. No hay tiempo para chácharas. Tenemos
trabajo que hacer. —La mirada seria que me lanzó me advirtió que no discutiera.
La ayudé a levantar los tablones y los calzó firmemente contra las puertas
delanteras y traseras. A continuación, me apresuré a recorrer la cabaña, cerrando
las persianas y las ventanas mientras ella apretaba el portón de hierro sobre la
chimenea. Se frotó el brazo derecho y se apoyó contra la pared para recuperar el
aliento. Odiaba verla tanto dolorida y tan agotada. Sería bueno para ella dormir bien
esa noche.
—Siéntate, abue —dije, guiándola hacia una silla—. Traeré una buena taza de
sidra para las dos.
—Los cazadores van a salir esta noche, ¿sabes? ¡No son más que tontos, locos
idiotas! Piensan que pueden matar a los lobos. Alguien va a morir una de estas
noches, lo siento en mis huesos —dijo, frotándose el brazo derecho.
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vieran, para que todos tuvieran miedo.
—Estaremos a salvo aquí —dijo abue. Cuando se dejó caer en el cómodo sofá
viejo, su mano hizo un gesto amplio alrededor de nosotros hacia la estantería
desordenada y la chimenea de piedra llena de hollín, la alfombra de retales que
había tejido ella misma, las cortinas de guinga1, y finalmente, dio una palmadita
en el espacio a su lado en el sofá que nunca había visto completamente, ya que
había estado cubierto con un edredón gastado de calicó 2 durante tanto tiempo
como podía recordar.
Era el mismo sofá en el que mi madre se debía haber sentado todos los días
cuando estaba viva. Tal vez mi padre se había sentado en él cuando le había
pedido a abue su bendición para casarse con mi madre. Coloqué las tazas de sidra
—Sólo podemos esperar que los lobos se llenen de ganado y pollos y dejen a
los cazadores estar. —Negó con la cabeza, y un poco de su cabello se soltó,
cayendo encima de sus hombros. Lo sujeté en su moño, como solía hacer ella
cuando era más joven. Ahora el gesto parecía incomodar a abue. La expresión en
su rostro, era como si quisiera decirme algo importante pero no pudiera hablar
de ello, me recordó todas las veces que le había rogado que me dijera cómo
habían muerto mis padres.
Las historias que los aldeanos contaron nunca parecieron tener sentido.
Algunos dijeron que habían sido asesinados por lobos. Otros dijeron que mis
padres se despertaron una mañana y decidieron empacar y mudarse a otra aldea,
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lejos, muy lejos. Pero, ¿por qué habrían dejado a su hija? Había sido demasiado
pequeña para haber supuesto algún problema aún. Si tuviera una hija, aunque
fuera una granuja, jamás huiría sin ella. Me negaba a creer que aquello acerca de
mi propia madre y padre pudiera ser cierto.
Cuando yo tenía diez años, abue finalmente cedió a mis preguntas implacables
y me dijo lo que realmente había sucedido. Los cazadores confundieron a mis
padres con lobos en el bosque y los mataron. Inmediatamente odié a los
cazadores y exigí saber sus nombres para poder vengarme tan pronto como fuera
lo suficientemente mayor. Abue me hizo calmarme, insistiendo en que no era
culpa de los cazadores; sólo trataban de proteger el pueblo.
—Dame mi ballesta —dijo abue. Hice lo que me dijo, y luego bebimos nuestras
sidras en silencio, una quietud que sólo hacía que los tictacs del reloj del abuelo
parecieran letárgicos y el viento fuera sonara más furioso. Justo antes de quedarse
dormida, murmuró—: No te preocupes, pequeña. Estaremos a salvo. Estaremos
a salvo... aquí.
Abue había puesto una barricada en la puerta principal para mantener afuera
a los visitantes indeseados, y también para mantenerme encerrada dentro. Sin
embargo, no esta noche. Sólo me quedaría en la hoguera de Peter el tiempo
suficiente para darle el pastel y desearle un feliz cumpleaños, y luego me
apresuraría a regresar a casa. Con suerte, abue nunca sabría que me había ido.
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y alimenté con él a los cerdos del agricultor Thompson. No era el mejor plan, pero
era el único que se me ocurría, así que tendría que usarlo.
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Enero, hace cinco años
Pero luego me relajé. Fue sólo una bola de nieve. Sacudiéndome el polvo, dije
en voz alta:
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Deteniéndome sólo el tiempo suficiente para recoger un puñado de nieve, fui
detrás de quienquiera que fuera, en dirección a la tienda del herrero detrás de la
cabaña. Peter estaba en la parte trasera de la habitación, trabajando.
—Admitiré que eres rápido, ¿pero realmente creíste que conseguirías alejarte
de mí, Peter? —Le lancé mi bola de nieve, golpeándolo directamente en la nariz.
—Uhm, lo siento por eso. Pensé que me tiraste una bola de nieve —le expliqué,
sintiéndome estúpida.
Salté sobre una paca de heno y vi a Peter trabajar. En el horno, calentó el metal
a un brillante color amarillo-naranja. A continuación, lo colocó sobre un yunque
y lo golpeó repetidamente con un martillo, haciendo saltar chispas. Para un niño
escuálido, ¡seguro que podía golpear! Silbaba mientras trabajaba. No reconocía
la melodía, pero era una feliz.
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—¿Sabes la mejor cosa de ser un herrero? —preguntó.
—Ah, sí. Esa es una buena. Pero mi favorita es ver potencial en algo que la
mayoría de la gente no lo haría. Como estas sobras. Sólo un montón de trastos
viejos a los ojos de la mayoría de la gente. Con un poco de magia de herrería,
puede convertirse en algo hermoso.
—¿Qué es eso que siempre está diciendo la señorita Landon? —me recordó.
—Bueno, ella ha estado diciendo eso bastante, desde que mis hermanos
pequeños empezaron la escuela. Sin embargo, la respuesta correcta es: “La
paciencia es una virtud”. —Una vez que el metal se enfrió a una tonalidad gris
oscuro, agarró una lima de la pared y lo pasó a través de su creación. Luego se
volvió de espaldas a mí y dijo—: Lo siento, pero no puedes ver esta parte. Es un
secreto de familia. La magia de herrería trabajando.
Si abue hubiera estado aquí, habría dicho que era un montón de tonterías. Sin
embargo, no quería sonar como una vieja mujer cascarrabias, por lo que sólo
crucé mis brazos sobre mi pecho y traté de actuar distante.
—Sí. Gracias, Peter. —Salí y la admiré a la luz del sol. Era extra larga y afilada,
con una punta de plata, como las que usaba abue. La añadiría a mi aljaba y la
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guardaría para una ocasión especial.
Cuando entré en el claro, estuve contenta de ver que les había ganado a todos
los demás en la fiesta de Peter. La imagen del rostro contento de Peter mantiene
mi ánimo en alto mientras dispongo el pastel en un tocón de árbol y envuelvo
una guirnalda de flores silvestres alrededor de su base.
Hasta el momento, la noche estaba saliendo como estaba prevista. Por lo que
sabía, abue dormía profundamente en su casa, y, gracias al polvo de amapola, sin
enterarse de que me escapé. Y aunque el pastel había acabado en una forma
extraña después de viajar a través del bosque en mi cesta, todavía estaba en una
sola pieza. Intenté mantener estas cosas felices en mente, pero mientras estaba
sentada en una roca y resolvía los problemas de enredos en mi cabello por el
viento, mi vientre se retorció.
¿Qué pasa si nadie viene a esta fiesta, y todos me mintieron y me escapé furtivamente
para absolutamente nada?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por los gritos de Violet, Florence, y
Beatrice. Mientras desfilaban en el claro en sus vestidos bonitos y rizos mullidos,
forcé una sonrisa. Lástima que los primeros invitados no podrían haber sido
alguien, cualquiera, más.
—Miren quién está aquí, queridas —dijo Violet—. Dios mío, Red, ¿cuánto
tiempo has estado aquí sola? Las hogueras no comienzan hasta el anochecer. ¿No
sabías eso? —La diversión en sus ojos marrones se duplicó cuando vio el pastel.
Se acercó y la rodeó como un buitre—. ¿Qué se supone que es eso?
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—¿Trajiste un pastel? ¿Qué eres, su madre?
—Oh, silencio, Florence. Creo que es dulce —dijo Beatrice, y le lancé una
pequeña sonrisa para darle las gracias.
—¿Qué, a mí? Yo... —Mis mejillas se sentían tan calientes, estaba segura que
se habían vuelto del color de mi capa. Me quedé mirando mis botas—. Sólo somos
amigos, eso es todo. Amigos.
—No te culparía —me dijo Beatrice al oído—. Creo que es el chico más guapo
de todo el pueblo.
Florence añadió:
—¡Oh, cielos! Puedo ser tan torpe. ¡Mira lo que he hecho! —Florence lamió
casualmente el pastel de sus manos. Le di la espalda para que no vieran mis
mejillas ardiendo, pero oí a la esbelta pelirroja toser, escupir y hacer un
berrinche—. Siento ser la portadora de malas noticias, Red, ¿pero este pastel
tuyo? Es aún más horrible que la sopa de piedras que obligan en nuestras
gargantas en la escuela.
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—Es muy desafortunado, pero nada que lamentar. —Violet juntó las partes de
la torta y untó el glaseado sobre las grietas con sus dedos—. ¿Ves? Como nuevo.
Y no te preocupes, Red. Tan seguro como eres la nieta de la viuda de Lucas, estoy
segura de que está delicioso. —Levantó su mano como si fuera a lamer el
glaseado y luego lo limpió en mi capa.
—Oh, bueno. Los otros están llegando. Quién sabe, quizás esta fiesta
finalmente mejorará y llegará a ser digna de nuestra presencia —dijo Violet—.
Vamos, chicas. Hemos perdido tiempo suficiente con Red. —Violet giró sobre sus
talones, y Beatrice y Florence la siguieron hasta el centro del claro, donde algunos
chicos de la escuela habían comenzado encender la hoguera y las antorchas.
Tenía que deshacerme del maldito pastel. Recogí y barrí la masa pegajosa y
quebradiza en mi canasta y la metí en el bosque. Asomándome desde detrás de
un árbol de vez en cuando, esperé en silencio por un tiro claro a la hoguera.
En el momento en que vi a Peter, mi corazón dio un vuelco. Llevaba una
camisa blanca y limpia, y aunque sus pantalones eran un poco cortos, sabía que
eran los más elegantes. Pero entonces, Violet y las otras chicas lo rodearon. Las
palabras de Beatrice volvieron a mí, y me pregunté cuántas chicas pensaban que
Peter era el más guapo del pueblo.
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alojó en mi garganta y tragué. ¿Qué estaba mal conmigo? ¡Era sólo un estúpido
pastel, por amor de Dios!
Cuando me asomé por detrás del árbol, vi a Violet ahuecar sus rizos de ébano.
Apreté mis puños, deseando tanto disparar una flecha lo suficientemente cerca
para rozar su estúpido cabello perfecto.
Peter paseó tranquilamente y le preguntó a algunos otros, pero sacudieron sus
cabezas para decir no.
—Ella estuvo aquí antes. —Beatrice elevó la voz—. ¿No te acuerdas, Violet?
Horneó ese horrible pastel que estaba justo... —se acercó al tocón de árbol que
había utilizado como una mesa—... ¿aquí? —Los ojos de Beatrice se
desorbitaron—. Desapareció. ¡Y ella también!
—Espera. ¿Me estás diciendo que Red horneó un pastel? —preguntó Peter,
sonando sorprendido y, me atrevería a decir, encantado—. ¿Para mí?
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Beatrice se encogió de hombros y dijo:
—Supongo. Para tu cumpleaños. Pero como dije, era horrible, así que tienes
suerte de que desapareciera.
Eso es todo. Ya era suficiente. Empujé mis hombros hacia atrás y mantuve mi
barbilla en alto, preparándome para marchar directamente hacia Violet y su
brigada y hacer que se coman sus malignas palabras.
—¡Oh, piedad de mí! ¿Oyeron eso? ¿Qué pasa si los lobos atraparon a Red?
Los lobos no me harán daño, me dije. La capa con capucha me mantendrá a salvo.
—La abuela de Red tiene a todo el pueblo alterado, pero no podemos dejar de
vivir sólo porque tenemos miedo de algunos perros grandotes.
¿Qué? ¿Por qué no he oído nada acerca de esto? Ninguna cantidad de tragar
aliviaría mi boca y mi garganta seca. Para mi mortificación, el anuncio de
Florence había despabilado los oídos del resto de los asistentes a la fiesta. "¿Qué?"
y "¿Por qué?", preguntaron a la vez. Parecían tan sorprendidos como yo.
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—Ella dice que es demasiado peligroso tener a todos los jóvenes del pueblo en
un mismo lugar al mismo tiempo —explicó Florence—, en caso de que los lobos
decidan cazar esa noche y matar a cada uno de nosotros de una sola vez.
Si tan sólo abue me hubiera dicho que había estado presionando para
suspender el baile, podría haber tratado de meter algo de sentido en ella. Por otra
parte, ¿a quién engañaba al pensar que me haría caso, especialmente cuando se
trataba del tema de los lobos? Y ¿qué importaría de todos modos, si los lobos nos
agarrarían esta noche?
—El baile No-Me-Olvides se hará —dijo Violet con firmeza, y la multitud agitó
sus puños y antorchas en el aire y gritó en acuerdo—. Se ha celebrado durante la
Luna de la Flor3 por años, y la tradición no va a cambiar sólo por una vieja loca y
su nieta que ni siquiera se preocupa por el baile porque nadie querría bailar con
ella.
3Flower Moon. Es un nombre que le daban los nativos americanos a la fase de luna
llena en el mes de mayo, cuando la mayoría de las flores florecen y son abundantes.
fácilmente y por completo en ese fuego. Si sólo el resto de mis problemas
desaparecerían así. Cuando oí ramas quebrándose y tandas de maldiciones, me
di cuenta con creciente horror que mis problemas estaban a punto de empeorar
aún más.
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Capítulo 5
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Jadeando, me levanté sobre los dedos de los pies para tener una mejor vista de
la escena de pesadilla que se desarrollaba ante mis ojos. ¿Por qué diablos está
aquí? ¿Cómo el polvo de amapola había perdido su potencia tan rápidamente?
—Viuda Lucas, qué sorpresa tan encantadora —dijo Violet, sonando menos
que complacida—. Estoy segura de que estoy hablando por todos nosotros
cuando digo que apreciamos su preocupación. Sin embargo, como estoy segura
de que puede ver... —señaló al cielo—... la luna no está llena. No es Wolfstime.
—Ya está suficientemente llena. Los lobos están fuera, y todos ustedes no son
más que sabrosos aperitivos ante sus ojos. Especialmente tú. —Brevemente
apuntó su arma a un niño regordete llamado Gregory Oliver—. ¡Estar aquí en el
bosque es una locura! Ahora, si saben lo que es bueno para ustedes, irán a casa y
se quedarán allí hasta el amanecer. Y se quedarán allí todas las noches toda la
semana, hasta que Wolfstime haya pasado. —Habiendo dicho su parte, abue bajó
su arma sólo un poco.
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—Tú. El chico del herrero. Tú eres la razón por la que están todos aquí,
poniendo sus vidas en peligro.
—Lo siento, pero Red no está aquí —dijo él, extendiendo la mano para mover
la flecha hacia un lado. Sin ellos mismos saberlo, si abue accionaba el gatillo en
ese momento y allí, me golpearía en el corazón. Me desvié, tratando de quedarme
en el claro mientras seguía viendo lo que estaba sucediendo.
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En cuanto a mí, corrí por el sendero y esperé en un tronco caído cerca de la
carretera. Estaba a punto de volver por abue cuando apareció.
Suspiró.
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Cuando finalmente llegamos a casa, ayudé a abue a meterse en su cama. En el
momento en que su cabeza golpeó la almohada, cayó en un sueño profundo con
ronquidos. Parecía tan pequeña en su cama, como una niña pequeña. Le aparté
el cabello del rostro, le quité el sudor de la frente y acomodé sus botas y el chal
junto a la mecedora. No tenía idea de qué castigo me aguardaba por la mañana,
pero tenía la horrible sensación de que sería uno extraordinario.
Sin duda, Violet y sus amigas se asegurarían de que todo el mundo oyera la
historia de la intrusión furiosa de abue, cómo se tambaleó de un lado al otro en
el bosque en su camisón y amenazó a todos en la fiesta de Peter con una muerte
segura bajo los dientes de los lobos o a punta de su flecha… lo que ocurriera
primero.
Un manto de oscuridad me cubre, y me esfuerzo para ver, oír, oler o sentir algo...
cualquier cosa. Finalmente, mis oídos recogen algo. Es la voz misteriosa a la que me he
familiarizado:
—Ven.
Sigo ciegamente a la voz, sintiendo una ráfaga de aire frío en mi piel. El viento sopla
más fuerte, y ahora estoy corriendo. Cuanto más terreno cubro, más puedo distinguir las
formas de los árboles iluminados por destellos de luz. Se convierte en un juego… correr
más rápido, ver más. Me sorprende lo rápido que me estoy moviendo.
Pequeñas criaturas del bosque… ardillas, ratones, conejos y zorros… corren conmigo.
O al menos creo que lo hacen. Pero un instante después, me doy cuenta de que no están
corriendo conmigo en absoluto. Se están dispersando a mis pies, huyendo de mí,
escondiéndose lo mejor que pueden. Siento su pánico golpeando sin piedad mi corazón.
Un búho gigante chilla mientras se dispara hacia el cielo nocturno sin estrellas. Sus alas
se retraen como un paraguas, revelando la luna perfectamente redonda.
Domingo 13 de mayo
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Ollas, sartenes, tazones y cucharas llenaban las encimeras, y la harina
espolvoreaba todo en la cocina, incluso a abue.
Abue hizo una pausa lo suficiente como para romper un huevo en un tazón y
luego volvió a agitar la masa.
—¿Para qué son? —pregunté, preguntándome por qué estaba esperando tanto
tiempo para darme mi castigo. Pero mientras la observaba desde una distancia
segura, no dio señales de que recordara haber salido a buscarme anoche.
Abue dijo:
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—Oh. Yo, um... se lo di a los cerdos. —La observé cuidadosamente para ver si
me estaba probando o jugando algún tipo de juego.
—Ese fue el pastel más lamentable que he visto en todos mis años —dijo,
sacudiendo la cabeza—. Pero no te preocupes, pequeña. En cuanto más
practiques hornear, conseguirás mejorar. Mejorarás, recuerda mis palabras.
—No hay tiempo para charlar, niña. Necesito que vayas con el granjero
Thompson para buscar leche. Se me acabó. Muévete, el tiempo corre.
Suspiré. Algún día, haría que me contara la historia detrás de su cicatriz. Tal
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vez si supiera lo que la causó, podría ayudar a encontrar una manera de hacer
que el dolor desaparezca.
—Sí, abue, estoy usando mi capucha —dije antes de que pudiera preguntar.
Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí río arriba a la granja del vecino. Caminé
rápidamente, a veces rompiendo en un trote. Con un poco de suerte, podría sacar
tiempo suficiente para ir a buscar la leche y dar un rápido desvío al estanque para
buscar mi cruz de oro perdida. Y, con aún más suerte, Peter estaría allí sólo con
sus pantalones. ¡Esa visión ciertamente puso un brinco en mi paso!
—Hola, Red, ¿qué puedo hacer por ti? —preguntó, frotándose las manos en el
delantal.
—Buenas tardes, señora Thompson. Necesito un poco de leche. Sé que acabo
de estar aquí, pero la abuela está en medio de su orden más grande todavía, y me
temo que se ha quedado sin leche.
—Lo siento, Red, pero nuestra vaca ya no está... con nosotros. Murió anoche.
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—¿Un lobo? —pregunté.
—Ella oyó a su papá decir eso, sí. Así que supongo que es verdad. Una lástima,
también. Dottie era una buena vaca.
—Fernie, lenguaje —le reprendió a su hija—. Mis disculpas, Red. Puede que se
parezca a mí, pero esa boca suya es de su padre. Es curioso cómo la manzana no
cae lejos del árbol.
—Lamento lo de su vaca.
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Febrero, hace tres años
—Te das cuenta de que estas tartas de grosellas ganaron la cinta azul en el
concurso de la aldea.
Oh, lo sabía. Es por eso que decidí llevarlas. No todos los días Violet y sus
amigas invitaban a una intrusa a su picnic de invierno, y esta era la primera vez
que me invitaban. La invitación en sí era tan exquisita: Papel blanco como la
nieve, tinta negra como el carbón, y escrita con la envidiable mano artística de
Violet; la había fijado en el espejo de mi dormitorio y conté los siete días como si
fuera para Navidad. Sólo el mejor tratamiento sería para una ocasión tan
trascendental. Quería que recordaran el día en que me habían incluido en su
picnic de invierno.
—Asegúrate de que estés de vuelta bien antes del atardecer —dijo abue,
apilando las tartas en la canasta con mucho cuidado.
—Lo haré. Gracias, abue. Estoy segura de que a mis amigas les encantará. —
Referirme a Violet, Beatrice y Florence como “amigas” podría haber sido una
exageración. ¿Pero quién sabe? Tal vez si hacía una buena impresión, realmente
querrían que me uniera a su círculo.
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—Mmmm. Oh, abue, te has superado a ti misma —dije mientras masticaba.
—¡Tu capa!
—Qué día tan maravilloso para un picnic —susurré para mí—. El primero de
muchos. Adiós, abue —le grité antes de salir—. No tardaré mucho.
Nieve fresca cubría el camino, y gotas de hielo centelleaban en la luz del sol
como diminutas estrellas. Casi me sentía mal por dejar impresiones de botas en
la manta prístina de blanco. Una liebre saltó junto a mí por un rato, y luego una
ardilla me hizo compañía con su charla sin parar. Salí del camino y corté por el
bosque, y me alegró ver tres series de huellas de botas, todas dirigiéndose hacia
el lugar secreto descrito en la invitación como “donde el arroyo se encuentra con
el roble blanco que fue alcanzado por un rayo”.
¿Dónde está todo el mundo? Por el rabillo del ojo, pensé que había visto a
alguien vestido de rojo, de pie en medio del pequeño claro. En un segundo
vistazo, podía decir que no era una persona después de todo; era un muñeco de
nieve. Sólo que este muñeco de nieve no era del tipo habitual, con ojos de carbón,
nariz de zanahoria y bufanda. Él, o ella, diría yo, llevaba un mantel rojo que
cubría su cabeza y que fluía por su espalda. Una niña de nieve con una capa de
capucha roja.
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Pensé que sentía sangre, pero cuando toqué mi rostro, una mancha de barro
manchó mi guante. Más bolas de nieve se lanzaron hacia mí desde la dirección
opuesta. Me agaché y esquivé por un momento o dos, y luego me desplomé sobre
mis rodillas, donde las bolas de nieve y risas me golpearon desde todas las
direcciones, cubriéndome de barro y humillación. Me quedé en esa posición, mi
capa protegiendo mi piel de las picaduras, hasta que finalmente la tortura se
detuvo. Levanté mi capucha lo suficiente para mirar hacia fuera.
—¡Oh, qué bien! ¡Es hora del picnic! —dijo Beatrice—. Vamos, Red. Levántate.
—Traté de mantener los hombros firmes, así no podían decir que estaba
llorando—. ¿Red? ¿Estás bien?
Florence dijo:
—Ella está bien, está bien. Sólo está descansando, Beatrice. Cualquiera puede
ver eso.
Una ardilla flaca se deslizó por la nieve. Se paró sobre sus patas traseras y
chasqueó, y otra ardilla se unió a ella mientras empujaban mi canasta. Con mi
guante, enjugué las lágrimas y lentamente me puse de pie.
—Oh, Dios mío, Red. Estás hecha un desastre —dijo Violet—. Pero no nos
importa. Ven aquí y únete a nosotras. —Me tomó todo lo que no tenía no arrojar
mi canasta hacia ella. En vez de eso, me limpié el lodo y la nieve lo mejor posible
y luego derribé a la chica de nieve, dejando un montón sin forma debajo de la
capucha roja.
—Eso no fue muy agradable —dijo Florence—. Ese muñeco de nieve nos tomó
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media hora hacerlo para ti.
—Supongo que no eres tan estúpida como todo el mundo dice que eres —dije.
El paseo a casa parecía dos veces más largo que el paseo a su lugar de picnic.
Tal vez era porque me mantuve deteniéndome para alimentar a las dos ardillas
y a otras criaturas del bosque, con las preciadas tartas de grosellas de abue, unas
generosas ocho en lugar de las cuatro que había pedido.
—Estoy en casa, abue —anuncié, sacando mis pies de mis sucias botas.
—¡Te diré qué! Parece que te zambulliste en el chiquero. Ahora que tienes trece
años, probablemente deberías rodar en el barro un poco menos y actuar más
como una dama. —Recogió su tejido y lo apiló cuidadosamente en el taburete.
Luego se puso de pie, apoyándose en el brazo del sofá—. Aquí, dame esa
capucha. La lavaré y la dejaré como nueva.
—Gracias, abue.
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pero la mirada de preocupación, con una chispa de ira, en sus ojos me hizo
reconsiderarlo. No quería molestarla. Ella era aterradora cuando se ponía muy
molesta.
Además, ahora que había terminado, no estaba tan segura de que lo que
hicieron Violet, Beatrice y Florence fue intencionalmente cruel. Tal vez su idea de
diversión y juegos era muy diferente a la mía, y por eso me llevaba bien con los
chicos.
Suspiré.
—Sí, quiero. Lo hiciste por mi capa, solo por un hechizo de protección, ¿no?
—Sí; sin embargo, la magia siempre viene con un precio. Podrías pensar que
quieres algo, y que esa magia es la única manera; pero muchas veces, termina
costándote a tus seres queridos de maneras que ni siquiera puedes comenzar a
comprender. Incluso cuando la magia se utiliza para el bien, puede llegar a ser
algo muy malo.
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La familia Roberts vivía cerca de la bifurcación en el arroyo, en una de las casas
más bonitas de todo el pueblo. La señora Roberts organizaba reuniones cada
pocas semanas, pudiera o no nombrar una ocasión digna de celebrar. Con la
hermana mayor de Violet al piano y el barítono perfecto de su padre, entretenían
a los aldeanos, que disfrutaban cantar, aplaudir y bailar durante horas después
de haber limpiado sus platos y haber vaciado sus vasos.
Nunca me importó mucho, porque me daba tiempo extra para practicar con
mis flechas o para nadar con Peter y los muchachos, que es lo que deseaba estar
haciendo justo entonces. Inhalé, exhalé y golpeé la puerta.
—La señorita Cates hizo una gran orden —no pude resistirme de decir. Sabía
que ella pensaba que mi abue estaba loca de remate, y ahora también que era una
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borracha, así que quería que supiera que los productos horneados de abue eran
muy demandados—. Apenas hemos sido capaces de mantenernos al día con
todos los horneados y las entregas, y es todo lo que podemos hacer para
mantener suficientes ingredientes a mano. El negocio de abue está yendo muy
bien, ¿sabes?
—Bueno, ahora lo hago —dijo Violet, girando uno de sus rizos oscuros
alrededor de su dedo—. Bueno para ella. —No quería oír cómo abue había
irrumpido en la fiesta de la hoguera con su poderosa ballesta. O sobre cómo abue
estaba tramando cancelar el baile No-Me-Olvides. Cuanto más rápido pudiera
obtener la leche y alejarme de Violet, mejor.
—Red, ¿eres tú? —preguntó la señora Roberts. Su cabello era tan grueso y
largo como el de Violet, pero rayas blancas iluminaban sus sienes—. Cielos, has
estado creciendo como una planta de frijol. Flaca como una, también. ¿Tu abuela
te está dando de comer, querida?
—Roja ha venido por un poco de leche, madre —dijo Violet—. ¿Tenemos algo
de sobra?
—Creo que sí —respondió la señora Roberts—. Una vez que llegue a un buen
punto para parar, iré y comprobaré. Mientras tanto, ¿por qué no te sientas, Red?
Estoy segura de que ustedes chicas tienen mucho de qué hablar. Oí a Violet
decirle a sus hermanas lo bien que la había pasado en la hoguera la noche
anterior. Estoy segura de que lo hiciste, también.
—Sí, pero es una lástima que tuvieras que irte tan temprano —dijo Violet—. Y
es muy malo lo que le pasó al delicioso pastel que trajiste.
—Florence lo rompió.
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—Dios mío. —Violet se rió entre dientes—. Esa es la verdad, pero por supuesto
fue un desafortunado accidente. Ella tropezó y cayó sobre él. Se sentía horrible al
respecto. Todo lo que habló la pobre torpe muchacha durante toda la noche: Lo
terrible que se sentía.
—Claro que lo hice, madre. Traté de volver a recomponer el pastel usando mis
propias manos.
—Así que, estoy segura de que estás ansiosa por escuchar lo que pasó en la
fiesta de Peter después de que te fuiste —dijo Violet.
—Está bien —concedí, contra mis mejores instintos. No podía irme sin por lo
que vine, y por eso, no podía arriesgarme a actuar enojada, sobre todo porque no
habíamos negociado un precio, y tal vez no podría tener suficiente en mi bolsa.
Violet se apoyó en la vitrina, sus brillantes botas negras reflejaban rayos de sol.
—¿Oh?
—Di unas vueltas con Peter, era su cumpleaños, después de todo, ¿y qué mejor
regalo que un baile conmigo?
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—Oh. —Mi estómago se agitó. No podía soportar permanecer sentada, así que
me acerqué a la ventana, con la esperanza de ver a la señora Roberts en su camino
de regreso desde el granero con la leche. Pero tristemente, la única criatura en el
camino era un estornino, picoteando un insecto o gusano en la tierra.
Violet continuó:
—No lo creerías si no lo viste, pero Peter puede bailar. Las otras muchachas
también lo vieron, y una por una le pidieron que bailara con ellas. Una a una, él
las rechazó. Bailó conmigo y sólo conmigo. Supongo que debí quedarme
atrapada en la emoción de todo: El fuego, la música, los cuerpos bailando a mi
alrededor, la luna grande y plateada, y cuando Peter me pidió que le reservara el
primer baile en el baile No-Me-Olvides… —la canción que su hermana estaba
tocando en el piano llegó a un final abrupto. Mientras el sonido apagado de
papeles crujiendo procedía del salón de música, Violet apretó los labios y amplió
sus ojos—… ¡dije que sí!
—¿Lo soy? —Sus labios rosados se curvaron hacia arriba—. Mi querida Red,
si me conocieras mejor, te darías cuenta de que nunca miento. Mentir es
impropio. Sin embargo, si no me crees, tal vez deberías preguntarle a tu amigo
Peter que complete la historia para ti.
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Quería decir: “Oh, lo haré”, pero mi garganta se cerró, apenas permitiéndome
respirar, y mucho menos hablar.
—¡Es nuestro día de suerte! —Y sostuvo una jarra en el aire tan triunfante
como un cazador sostiene un conejo.
—Gracias —me las arreglé para decir con voz ronca—. ¿Cuánto le debo? —
Apartando mis ojos de la mirada de Violet, rebusqué en mi bolsa. Mis manos
temblaban, así que me tomó un tiempo terriblemente largo recoger las monedas.
—Bien. Hoy no debes nada. Es cortesía de la casa. —La señora Roberts frunció
el ceño—. Tal vez deberías irte a casa a descansar, querida muchacha. De verdad
pareces como si estuvieras enfermándote de algo. Y por favor, trata de poner algo
de carne en esos huesos tuyos. —La forma en que dijo la última parte me hizo
pensar en la historia de la bruja que hizo una casa de dulces con la esperanza de
atrapar niños para alimentarse.
—Red, no es ningún secreto que tu abue está... ¿cómo puedo decir esto
delicadamente? No muy estable en este momento. Por favor, acepta nuestra
oferta. Esperamos que les ayude en su desafortunada situación.
Mis ojos se movieron hacia Violet, cuyos labios estaban fruncidos como si
intentara contener una enorme sonrisa. Sentí como si alguien me hubiera forzado
a tragar una taza de sal por la garganta.
La señora Roberts levantó la barbilla y arqueó una ceja, y parecía cada parte la
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versión más vieja de Violet.
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Mientras caminaba por el camino, Abracé la jarra con todas mis fuerzas,
dándole un apretón de muerte. ¿Cómo pudo Peter haber invitado a la chica más
despreciable, vil y desdichada de la aldea al primer baile en el baile de No-Me-
Olvides? ¿Me lo había imaginado cuando él y yo habíamos acordado ir al
estanque a nadar en lugar de ir al estúpido y pretencioso baile?
Pensé que tenía más sensatez, así como gusto y dignidad. Podría seguir y
hablar sobre todas las razones por las que Peter debería permanecer lejos de
Violet. Nunca le había contado a nadie acerca de la chica de nieve con capucha
roja en el bosque, pero realmente creí que Peter y yo estábamos de acuerdo sobre
cómo Violet y su devoto dúo podían parecer justas por fuera, pero estaban
podridas por dentro, hasta su más profundo núcleo. Anhelaba el consuelo que
mi collar de la cruz me traía en épocas así, cuando me sentía tan sola.
Pero, sin embargo, no me sentía sola. No podía explicarlo, pero tenía la fuerte
sensación de que alguien —o algo— me estaba observando.
El sol había comenzado su descenso en el oeste, y una niebla densa había
caído, empañando el bosque con formas nebulosas, desconocidas. Aunque luché
contra ello, mi mente vagó hacia los lobos.
Una rama se quebró. Me paré en seco y agudicé mis oídos, escuchando algo
fuera de lo común. Mis oídos se llenaron con el sonido más extraño de cualquier
cosa que pudiera imaginar para un bosque bullicioso: El silencio. Ni siquiera un
roedor escarbaba, las alas de un murciélago aleteaban o una hoja crujía con el
viento. Por un momento misterioso, el mundo se detuvo.
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roja. Me protegerá siempre, recité en mi mente. Abue prometió que lo haría.
Esta vez, no había nada más que una sombra oscura y vacía. Probablemente fue
sólo mi imaginación, me dije. Me concentré en mi respiración por lo que pareció
ser un largo rato. Cuando nada fuera de lo normal ocurrió, empecé otra vez a
caminar a casa, poniendo una bota delante de la otra. Los habituales ruidos de
los bosques se reanudaron. Pero en el instante en que empecé a sentirme segura,
oí algo detrás de mí, pies golpeando en el suelo del bosque. Eran más rápidos
que los míos, y podía decir que con pasos más largos.
Mis piernas parecían tener mente propia, y antes de que yo lo supiera, estaba
corriendo.
Los pasos sonaban cerca, demasiado cerca. Se me acababa el tiempo. Cerré los
ojos.
—Lo siento, abue —susurré, esperando que la brisa le llevara mis últimas
palabras. Le debía a abue tantas disculpas, por lo menos mil por cada uno de los
dieciséis años que había pasado cuidándome.
Al pensarlo dos veces, quería que mis últimas palabras fueran algo más
conmovedor, algo a lo que pudiera aferrarse durante el resto de su vida.
—Te quiero, abue —susurré suavemente. Recordé que no le había dicho esas
palabras en mucho tiempo. Demasiado tiempo.
Pero todo lo que vi fue bosque. Interminables acres de árboles altísimos. Hojas
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que se aferraban a sus ramas como si fuera su vida, mientras que otras caían al
suelo cubierto de helechos con cada aliento del viento de la tarde. El musgo verde
claro y los líquenes manchaban las rocas y los troncos de los árboles. Natural,
familiar, inofensivo.
Lo que me perseguía tenía que ser invisible, o al menos estar muy bien
camuflado. Quizás no era nada. O tal vez me estaba volviendo loca, como tanta
gente creía que estaba abue. Pero entonces lo oí de nuevo: Golpes y golpes. Sin
embargo, inexplicablemente, nada emergía de los bosques, ni siquiera un ratón.
¿Y si, ante los dientes afilados y la sed de sangre humana, el manto no fuera
más que una tapadera para una niña temblorosa e insegura sin esperanza? Si me
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quería, todo lo que tenía que hacer era rastrearme. Las huellas de mis botas y mi
olor me mantendrían tan segura como la luna estaría llena esa noche.
Esto no podía terminar así. No había tenido mi final feliz. ¡Ni siquiera había tenido mi
primer beso!
¿Peter?
Hice la cortina de vides a un lado y miré hacia fuera. La niebla verde grisácea
se encrespó en el refugio, ondeando a mis pies y flanqueando mis faldas. Más
allá de los arbustos, vi algo, y con el movimiento de sombras y niebla, pude
distinguir su silueta.
—¿Te asusté? —repliqué, y luego pensé dos veces antes de confesar que me
había asustado hasta el punto en que me había imaginado a mi abue hablando
conmigo y le había dicho mis últimas palabras—. ¿Por qué me persigues?
—Tengo algo tuyo. —Se metió la mano en el bolsillo y me puso algo pequeño
y frío en la palma de mi mano. ¡Era mi cruz de oro!—. Acababa de llegar a nuestro
estanque y lo encontré. Entonces, por casualidad, te vi... bueno, tu capa roja,
mejor dicho, caminando por el bosque.
Le dije:
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—Si hubiera sabido que eras tú, nunca hubiera hecho tal cosa. —Y Peter solo
sonrió y pateó un guijarro.
—Ya está, vamos a ver cómo se ve. —Me dio la vuelta, y sus ojos se elevaron
de la cruz hasta mi rostro. Tenía que estar terriblemente sonrojada; parecía que
había una antorcha invisible entre nosotros—. Precioso —dijo suavemente.
Me aclaré la garganta.
—Um, gracias.
—Es un placer.
—Estaba preocupado. Pero pasé por tu casa de camino a la mía. Las velas en
tu habitación estaban encendidas, y pude ver tu silueta.
—Oh —dije, sin saber qué pensar. Por un lado, estaba feliz de saber que se
preocupaba por mi bienestar. Por otro lado, esperaba que no me hubiera visto
claramente, ¡porque no llevé camisón durante toda una semana! Con el mero
pensamiento de Peter viéndome desnuda, estaba segura de que me sonrojé del
color de mi capa. Nunca más volveré a dormir desnuda, juré.
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—No soy un Peeping Tom4 ni nada, sólo quería asegurarme de que estabas en
casa. Me alegré de ver que estabas a salvo. —Unos segundos más tarde, sus ojos
se encontraron con los míos—. Aunque debo admitir —continuó—, que me sentí
despreciado cuando supe que me habías traído un pastel de cumpleaños, y ni
siquiera lo pude comer.
—Lo siento. Tal vez lo haga para tu próximo cumpleaños. —Mejor aún, se lo
pediré a abue.
—Mi abue me pidió que le llevara leche, pero no ha salido exactamente como
estaba planeado... —Recogí la jarra y la sostuve boca abajo para mostrarle que
estaba completamente seca—. La necesita para su horneado.
—Y la tendrá —dijo Peter, subiendo la jarra—. —Por suerte para ti, puedo
llenar este recipiente vacío con leche. Todo lo que se necesita es un poco de magia.
¡Vamos!
4 Un mirón.
—¡Y con un chasquido de mis dedos, la leche que tu abuela necesita aparecerá
en la jarra! —dijo con un estilo que rivalizaba con el titiritero del mercado.
—No como por arte de magia, Red. Es magia. —Peter chasqueó los dedos.
—Oh, Peter, gracias. ¡Podría besarte! —Incluso antes de que los chirridos,
chasquidos de besar fluyeran hacia nosotros desde el desván, mis mejillas ardían
de vergüenza—. Pero en realidad no —lo arreglé, mientras nuestra audiencia de
niños pequeños continuaba—. En realidad nunca te besaría.
—Eso es un alivio —dijo Peter, lo suficientemente alto como para que sus
hermanos lo oyeran.
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Ellos se rieron más fuerte aún cuando Peter me alzó sobre su caballo blanco y
gris y accidentalmente —o tal vez no tan accidentalmente— tocó mi trasero. Mi
rostro resplandecía incluso cuando la yegua emprendió el galope, dejando a los
pícaros muy atrás.
—Vamos más rápido —dije una vez que habíamos llegado al camino. Peter le
dio una patada a su yegua y ella comenzó a correr. Sabía que probablemente
pensaba que necesitaba llegar a casa lo más rápido posible, y era cierto. Pero la
razón principal por la que quería acelerar era que tendría una excusa para
abrazarme fuertemente contra su cuerpo.
Respiré el olor de él: Cuero, madera, metal y jabón. Nunca me cansaba de ese
olor, y dudaba que lo hiciera.
Si había besado a Violet, y deseaba con todas mis fuerzas que no lo hubiera
hecho, no lo merecía.
—Y es menos de una hora antes del atardecer —dijo Peter con un movimiento
de cabeza—. Todo el pueblo sabe lo seria que es tu abuela sobre Wolfstime. —
Tiró de las riendas y, después de que su caballo se detuviera, me sostuvo la jarra
hasta que salté.
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desapareciendo sobre la colina. Mientras caminaba por el camino hacia la cabaña,
esperaba que no pasara mucho tiempo hasta que pudiera volver a ver a Peter.
—¿Dónde has estado? —preguntó—. ¿No ves que está casi oscuro?
—Un lobo mató a la vaca del agricultor Thompson anoche, así que tuve que ir
por leche a casa de los Roberts. Siento haber hecho que te preocuparas. Sólo tardé
más de lo que esperaba.
Miró por encima de mi hombro, hacia los bosques cada vez más oscuros, y se
estremeció visiblemente.
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Tengo miedo de moverme, y sin embargo estoy famélica de aire. ¿Qué será de mí
cuando me rinda? Viento y lluvia sin piedad atacan a mi cuerpo, y no tengo más remedio
que doblarme. Mi cuerpo se dobla y retuerce hasta que oigo el ruido de una ramita
rompiéndose. Ramitas parecen estar rompiéndose a mi alrededor y dentro de mí.
Ramitas, ramas, huesos. Me dejo caer al suelo, respirando con dificultad, pero llenando
mis pulmones con tierra y piedras en su lugar.
Respiro profundamente, mi garganta ardiendo con dolor mientras aire obliga a la tierra
fuera de mi cuerpo y de nuevo en la tierra.
Lunes, 14 de mayo
La noche había pasado en gran parte sin incidentes. Abue había horneado
muffins hasta bien entrada la madrugada, pero ella había insistido en que
consiguiera una buena noche de sueño. No estaba segura si ella realmente quería
que fuera dispuesta y ávida a la escuela, o si simplemente me quería fuera de su
cocina, para no arruinar de alguna manera los muffins sólo por estar allí. Me
había quedado dormida sin ningún problema. Aun así, mis ojos se sentían y
veían lejos de ser brillantes cuando desperté.
Recordaba poco del sueño que había tenido, pero un innegable sentido de
miedo persistió incluso mientras hacía la caminata diaria a través del patio
trasero por huevos. Vi una huella de pata en el suelo justo fuera del gallinero y
ahogué un grito. La impresión era de unos veinte a veintidós centímetros de
ancho con grandes garras largas. Mucho más grande y más feroz de aspecto que
la de un lobo ordinario. Mi corazón golpeaba en mi pecho mientras me obligaba
a empujar la puerta. Se me cayó la cesta en la tierra y quedé congelada entre los
macizos de plumas, trozos marrones y blancos y piezas de gallina, y sangre.
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a bilis amarga. Cerré mis ojos hasta que oí el sonido de las botas de abue en el
camino.
—¿Qué pasa, niña? ¿Qué es todo este revuelo? —Abue llegó resoplando,
tratando de recuperar el aliento. Por supuesto, no tenía necesidad de responder,
porque la terrible matanza se extendía ante sus ojos.
—¡Es tan horrible! ¿Cómo pudieron hacer esto? ¿Cómo pudieron matar a todas
nuestras gallinas así?
—Vamos a entrar. Tengo todos los muffins empaquetados para que puedas
entregarlos a la señorita Cates. El dinero que haremos de esta orden nos
conseguirá unas gallinas más en el mercado esta tarde. ¿Ves? Todo saldrá bien.
Quería creer las palabras que abue había dicho tan brillantemente y con
seguridad, y sin embargo, le temblaban las manos, y su rostro se había vuelto de
un blanco enfermizo.
Tan pronto como llegué a la escuela, no podía esperar a sacarme de encima los
muffins. Por un lado, mi cesta estaba terriblemente pesada; por otro, esperaba
que una vez tuviera el pago de la señorita Cates y pudiéramos reemplazar a las
gallinas, las cosas volverían a la normalidad para abue y para mí en un abrir y
cerrar de ojos.
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encontré con ella y abrí la tapa de la canasta—. Aquí está su pedido de muffins,
según lo prometido.
—Son preciosas, y estoy segura de que todas son tan deliciosas como huelen.
Pero lo siento, Red. No pedí ningún muffin. —Se rió suavemente antes de
divagar—. Pienso que eso es un poco extravagante para cualquier persona,
especialmente para alguien que está ahorrando hasta el último centavo para su
próxima bod…
—Lo siento, ¿qué dijo? —pregunté. Algunas chicas jóvenes estaban cantando
una cancioncilla para saltar la cuerda a un lado de la escuela, así que era posible
que no la hubiera oído bien. Debo haber escuchado mal.
—Ella dijo que eran específicamente para usted —insistí—. No fue un error.
Abue podría no ser una jovencita… —oh, ¿por qué había utilizado esa expresión
en particular5, cuando el horror de encontrar a nuestras gallinas masacradas era
demasiado fresco? Y si la señorita Cates dijo que no había hecho el pedido, sin
duda no estaba pensando en pagar por ello. ¿Dónde sacaríamos el dinero para
comprar nuevas gallinas?—… pero ella es afilada como la punta de una flecha.
No claro que no. ¿Por qué mi profesora mentiría acerca de una orden de
muffins?
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podría abue estar perdiendo su juicio?
—Claro, por supuesto, tu abuela es aguda. No quise decir nada con eso.
Realmente lo siento, Red. Estoy segura de que serás capaz de vender los muffins
en el mercado. Ahora, tengo que atender algunas tareas en la escuela antes de
que el día comience oficialmente. Si me disculpas...
Capté el horrible sonido de las risas de Violet, Beatrice, y Florence desde detrás
del pequeño edificio gris, donde los chicos mayores estaban jugando con
herraduras. Las chicas estaban demasiado lejos como para haber oído nada, así
que no podían estar riéndose de mí, pero por alguna razón, se sentía así. Sus risas
aumentando mientras me cruzaban.
—¿Qué hay en la cesta, Red? ¿Son esos los muffins que ha ordenado la señorita
Cates? —preguntó—. ¿Por qué no os tomó, entonces?
5 Cuando dice que la abuela no es una jovencita usa la expresión “spring chicken”
(chicken=gallina, pollo).
Me salí del agarre de Violet y traté de pensar en algo que decir, cualquier cosa
que tendría sentido sin dejar ver que mi abue podría estar perdiendo facultades.
Entonces se me ocurrió: En la casa de Violet, yo había mencionado que la señorita
Cates había hecho un pedido, pero nunca dije que había solicitado
específicamente muffins. O Violet había saltado a esa conclusión por sí misma, o,
y apreté la canasta más fuerte mientras la revelación me sorprendía, Violet
Roberts tuvo mucho que ver con la “confusión”.
—Oh, no, Violet. Éstas no son para la señorita Cates. Sólo estaba pidiéndole
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permiso para dar estos muffins a nuestros compañeros de clase como muestras.
—Red, creo que debes estar confundida —dijo—. Cuando estuviste en mi casa
buscando leche, y mi madre de caridad te dio algo por la bondad de su corazón,
podría haber jurado que dijiste que la señorita Cates ordenó un montón de
muffins.
—Nunca dije que la señorita Cates ordenó un solo muffin. Además, la leche
que usé para estos deliciosos bocados vino de Peter, no de tu madre. Parece que
eres la que está confundida, Violet.
Era casi la hora en que la señorita Cates sonara la campana, y a medida que
los niños en edad escolar avanzaban en el patio, se detenían para ver por qué
Violet y sus dos mejores amigas habían acudido a mí y a mi cesta.
80
Mientras las dos amigas más cercanas de Violet parecían disfrutar cada bocado
de sus muestras, recordé todas las veces que la abuela se había frotado el brazo
dolorido. La broma maliciosa de Violet no sólo había sido una pérdida de tiempo
e ingredientes; la cocción adicional había empeorado el dolor de abue. Agarré la
cesta con ira, deseando que abue hubiese puesto veneno en sus muffins.
—Oh, ellas funcionan muy bien —dije, y luego mordí toda la parte superior
de un muffin de un solo bocado muy grande y poco femenino.
—¡Peter! Tarde otra vez —lo reprendí—. ¿Te agradada tener que llevar el
sombrero de orejas de burro?
—Oh, vamos, Red. Sé que crees que me veo bastante adorable en él.
Bueno, se veía algo adorable. Por otra parte, siempre pensaba que se veía
adorable. No iba a decirle eso, sin embargo.
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Me había olvidado del medio muffin en la mano.
Sostuve la canasta para que Peter hiciera su elección, pero él tomó el primer
muffin que le había ofrecido.
—Prefiero éste.
Me sentí aliviada cuando la señorita Cates anunció que era hora de trabajar en
escritura porque la aritmética me estaba dando un dolor de cabeza, y también,
eso significaba que el día escolar casi había terminado. Limpiamos nuestras
pizarras, y mientras esperábamos para obtener más instrucciones, Florence
levantó la mano.
—Muy bien. —La Señorita Cates suspiró y luego comenzó a repartir nuestras
tareas, a los estudiantes más jóvenes primero.
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una pausa para darle un codazo en las costillas a Roy. Él gruñó, y las chicas junto
a él se rieron. Cuando la señorita Cates golpeó la mesa con una regla, todos
volvimos a prestar atención. Yo acababa de poner los toques finales en mi
ejercicio de escritura cuando Florence volvió, y me pregunté qué le había llevado
tanto tiempo. Tal vez los muffins de abue no le habían sentado bien después de
todo, y tenía que admitir que el pensamiento de ella en una situación tan
desagradable me hacía sonreír.
Una vez que la señorita Cates dio por terminada la clase del día, ella me llamó
hasta la parte delantera del salón. Mientras recogía mis libros, sentía a algunos
de los otros estudiantes mirándome, preguntándose si me iba a dar una
reprimenda. No había roto una de las reglas de la señorita Cates, al menos no que
yo fuera consciente. A menos que tal vez ella había decidido que dar productos
de panadería en el patio de la escuela no estaba permitido y me iba a dar una
advertencia razonable, que en realidad no importaría porque yo dudaba que
abue me enviara a la escuela con una cesta llena de muffins de nuevo. Sin
embargo, tenía que admitir que tenía un par de mariposas en el estómago
mientras iba a través de los escritorios hacia la maestra.
—Tenías razón, Red. Los muffins de tu abuela son deliciosos. ¿Cómo es ella
horneando pasteles?
—Sólo la mejor en la tierra —le dije—. El rey mismo llenaría su mesa real de
postres con sus pasteles si fuera lo suficiente suertudo de probar un bocado.
—De nada, Red. —Me sonrió mientras salía por la puerta. La promesa de una
orden de pastel de bodas poniendo un brinco en mi paso. Con un poco más de
suerte, tenía la esperanza de encontrar mi cesta vacía y todo el mundo corriendo
a casa para pedir a sus padres que compraran productos de panadería de abue.
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¡Abue tendría más pedidos viniendo de los que podría completar!
Llena de estiércol.
Por un momento o dos, no pude hacer nada más que mirar el montón de color
marrón verdoso horrible, mientras ira hervía bajo mi piel. Finalmente, saqué la
tapa de la cesta y la dejé caer al suelo, pero el olor a suciedad y un enjambre de
moscas quedó.
—¿Lista, Red? —preguntó. Arrugó la nariz y miró la parte inferior de una bota
y luego la otra—. ¿Hueles algo?
—No —mentí.
Arrojó una herradura oxidada en el aire, pero me di cuenta que estaba tratando
de tomar una respiración en mi dirección.
Todo tuyo, dice. Aparte de bailar en el baile No-Me-Olvides con la malvada Violet. De
repente, mi corpiño se sintió dos tamaños demasiado apretado.
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Peter levantó la ceja izquierda.
—Si estás en un apuro, esos pícaros pueden arreglárselas muy bien sin mí. No
es gran cosa, Red. Estos partidos duran para siempre, y siempre terminan de la
misma manera. —Me arrojó el bolso y lo atrapé con facilidad—. A menos que tú
estés jugando, en cuyo caso a veces pierdo.
Podía sentir sus atractivos ojos oscuros en mí, mientras agarraba la cesta
hedionda y me dirigía a la corriente. Los helechos y árboles se convirtieron en
nada más que borrones de verde mientras los pasaba, preguntándome cómo en
la tierra sería capaz de comprar nuevas gallinas en el mercado sin nada de dinero.
La sangrienta escena terrorífica que me había dado la bienvenida en el gallinero
esta mañana pasó ante mis ojos, y parpadeé para contener las lágrimas.
Agachándome, dejé que la corriente de agua fría primaveral entrara en mi cesta,
llevándose el hedor del estiércol mientras rabia llenaba mi alma.
“Hold your noses” y luego “Hold your horses” (Una expresión que puede traducirse como
¡Paren el carro! o, ¡Cálmense!).
Odiaba a Violet por engañar a abue a hacer tantos muffins, y peor aún, por
hacer que abue tuviera esperanza. Odiaba a Violet sobre todo por tener clavadas
sus garras en Peter. Aunque intenté detenerlas, las lágrimas comenzaron a gotear
por mi rostro y hacia el agua. Las últimas trazas de la desagradable sorpresa de
Florence fluyeron aguas abajo, y mientras comprobaba para asegurarme de que
la canasta estaba limpia, oí pasos. Me di la vuelta para ver a Peter emergiendo de
los árboles.
—¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que te fueras y jugaras tu juego —dije,
frotando mis mejillas y la nariz con la manga antes de ponerme en posición
vertical. Por lo general, añoraba la compañía de Peter, pero no ahora. No cuando
había estado llorando.
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—Lo sé. Supongo que no soy muy bueno para seguir instrucciones. —Se
encogió de hombros—. Pero, ¿quieres saber algo en lo que soy bastante bueno?
—Me conoces bien, Red. Y yo te conozco a ti. Algo te molesta, y no voy a dejar
que te vayas a casa hasta que me digas lo que es. —Extendió sus piernas en una
postura amplia y me cerró el paso.
—Me molesta que seas tan presumido que crees que voy a derramar mi
corazón a tu gusto —dije sin expresión. En el fondo, me encantaba que se hubiera
dado cuenta de que algo no estaba bien conmigo. Aun así, ¿cómo podría decirle
la verdad sin que sonara celosa?
Se rió de nuevo.
—Supongo que me tienes en esa. Aun así, realmente creo que deberías decirme
lo que te preocupa. Puedes empezar por explicar por qué estás lavando tu cesta
en la corriente. He oído algunos rumores acerca de las nuevas reglas del mercado
del rey. ¿Es tener un transportador de alimentos limpio como un espejo parte de
este nuevo decreto?
—¿En serio?
Asentí.
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—¿Quién haría algo así? Oh, espera. Déjame adivinar. Violet.
—Bueno, creo que en realidad Florence hizo el trabajo sucio, pero tengo una
fuerte sospecha de que Violet fue el titiritero malvado.
Ahora yo estaba incluso más confundida. Sería una cosa si Violet lo hubiera
embaucado, pero si él sabía muy bien lo vil que ella era realmente, ¿por qué la
elegiría, de todas las chicas de toda la tierra?
—Pero ella dijo que le prometiste el primer baile en el baile —dije. Aunque el
tema probablemente sonaba de la nada, por lo menos estaba finalmente allí
planteado, lo que me estaba realmente molestando todo este tiempo. No sabía lo
que esperaba que dijera, pero esperaba que me dijera que era una carga de
paparruchadas.
—Bien, estoy segura de que los dos tendrán un momento maravilloso —dije
demasiado alegre.
Capítulo 9
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Noviembre, hace tres años y medio
Los copos que caían sobre mi capa mantenían sus bellas formas cristalinas por
el mero parpadeo de un ojo antes de derretirse sin dejar rastro, su secreta visita
se mantenía a salvo, conmigo.
Tan pronto como entré en el patio de la escuela, Priscilla Hanks corrió hacia
mí y dijo:
—¡Qué capa preciosa! ¿Es nueva? —Priscilla tenía quince años y estaba
recientemente prometida, aunque era solo dos años mayor que yo. Había
mantenido su romance en secreto durante un par de meses, pero había empezado
a sospechar que ella y el zapatero se cortejaban cuando se presentó usando un
par de zapatos nuevos una semana y otro más, también nuevo, a la siguiente.
Yo quería ser feliz por ella, pero sabía que cualquier día de estos, ella dejaría
de venir a la escuela por completo, y yo la echaría de menos. Ellos seguirían
viviendo cerca, justo por encima de la zapatería, y me decía que podría llamarla
en cualquier momento que quisiera. Aun así, me sentía mal por ella. Una vez que
se casara y formara una familia, sus posibilidades de dejar este pequeño pueblo
disminuirían. Pero tal vez sus sueños no la llevaran más allá de la Calle Principal.
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vestían capas para mantenerse calientes, ninguna de las que había visto era la
mitad de llamativa que la mía. Me sentía hermosa en ella, y me gustaba esa
sensación.
—Mi abue la hizo especialmente para mí, por mi cumpleaños —les dije.
—Espera, ¿acabas de decir que tu abuela hizo esta capa para ti? Pero es roja —
dijo, afirmando lo obvio.
—A mí me gusta mucho.
Parpadeé dos veces, tratando de evitar que mis mejillas se sonrojaran. Había
disfrutado de la atención que Priscilla y los demás me prestaban, pero Violet
siempre tenía algo bajo la manga. No estaba segura de a dónde quería llegar.
—Sí, por supuesto —dije—. El rojo repele a los lobos, así que usar ropa de color
rojo te protege de los lobos. —Me soplé un mechón de cabello quitándolo de mis
ojos y murmuré—: No soy estúpida.
La sonrisa de Violet se amplió poco a poco, y dijo:
—De hecho, no lo eres —comentó en un tono que me hizo sentir cualquier cosa
menos inteligente—. ¿Sabes qué, Priscilla? A mí también me gusta mucho. —
Soltó el tejido que había estado sosteniendo y lo alisó de nuevo en su lugar. A
continuación, dio varios pasos hacia atrás, casi haciendo caer a una de las chicas
más jóvenes—. Y el rojo le queda bien, ¿no te parece?
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desenfrenadamente a través del patio de la escuela.
—No sé, pero no me preocuparía por eso. Ella está verde de la envidia. Solo
mira lo elegante que es tu capa comparada con la suya simple y beige. Además,
recuerdo cuando su hermana, Nicola, usaba esa capa que ella lleva puesta. Violet
probablemente desearía tener una nueva, como tú. ¿Recuerdas todas esas cosas
rencorosas que dijo de mí?; ¿que la única razón de que Timothy quiere casarse
conmigo es porque soy alta, y él no quiere que ningún hijo suyo sea tan bajo como
él?
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que descubriera de lo que había
querido decir Violet por "dama de rojo".
Una vez que la escuela nos dejó salir, Peter me invitó a unirme a él y a sus
amigos para ir en trineo por la gran colina detrás de la iglesia. Después de que
90
construimos saltos con montones de nieve, Peter me dio su trineo, diciendo:
—Las damas primero. —Para ser sinceros, los saltos eran tan altos, y la colina
tan empinada... estaba asustada. Quería que alguien más fuera antes que yo.
Incluso entonces, no estaba segura sí podía reunir el valor para ir—. Vamos, voy
a estar justo detrás de ti. Va a ser divertidísimo. ¡Ya verás!
—Creo que solo quieres que vaya primera porque tú eres el cobarde —dije
burlonamente. Sabía que Peter nunca se echaría atrás ante un desafío. El primer
grupo corrió por la colina, aullando y gritando, dejando a Tucker Williamson y a
mí solos en la parte superior.
Tucker Williamson tenía trece años, como yo. Era flaco, con manchas en la piel,
y era molesto como un tejón. Además, siempre tenía polvo blanquecino en su
cabello, probablemente porque era el hijo del molinero. En realidad, a nadie le
caía muy bien, pero Peter se compadecía de él y lo invitaba muchas veces a unirse
a nuestras aventuras después de la escuela. Por lo general, simplemente ignoraba
a Tucker, pero era difícil hacerlo cuando éramos solo nosotros dos. Así que le
sonreí y mantuve la esperanza de que los otros regresaran pronto. Sus ojos
brillaban de una manera que nunca había visto. Era como si me viera como una
buena carne de lomo de venado en un momento, y una cucaracha a la que quería
pisar con su bota; o aplastar con su mano desnuda, al siguiente.
Tucker deslizó su mano por un lado de mi capa. Entonces agarró al otro lado
de ella y me atrajo hacia él.
Olí su horrible aliento y tuve una vista de primer plano de sus dientes torcidos.
Gritando, me retorcí y meneé, pero él tenía un apretón de muerte en mi capa.
Logré suficiente holgura para desabrochar mi capa y empujarlo fuera de mí. A
continuación, le di un rodillazo tan fuerte como pude, justo en la entrepierna. Se
dobló, gimiendo, y mientras yo saltaba fuera de su alcance, perdí el equilibrio y
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caí al suelo blando, cubierto de nieve.
—¿Por qué hiciste eso? —Tosió Tucker—. Creí que eso es lo que querías. Eso
es lo que ella dijo que querías; la razón de que vistes esa capa con capucha roja.
—La mirada de depredador había desaparecido, y en su lugar, existía un total
desconcierto. Yo, también, estaba confundida.
—¿Quién en la tierra diría que yo quería eso? —pregunté sin aliento. Pero en
el instante en que la pregunta salió de mi boca, lo supe.
Afortunadamente, Peter y los chicos habían oído mis gritos y venían trepando
la colina tan rápido como les era posible por las dunas de nieve que iban hasta
las rodillas. Peter, tirando de su trineo detrás de él, estuvo en la parte superior de
la colina en cuestión de segundos.
—Entonces, ¿por qué gritó? ¿Por qué estaba tirada en la nieve? —Ahora que
los otros tres chicos estaban allí, Peter aflojó su agarre en Tucker y se volvió hacia
mí. Se me quedó mirando con una intensidad que nunca había visto en él—. ¿Te
lastimó?
Con cuidado de no tener contacto visual con Tucker, me até la capa de nuevo
y sacudí el polvo blanco de la misma.
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—Yo solo la estaba admirando —agregó Tucker.
—Bueno, la próxima vez, admírala desde lejos. Tal vez esto te ayudará a
recordar —dijo Peter, antes de golpearlo con fuerza, en la mandíbula. Tucker
gimió y se frotó un lado de su rostro.
Todo esto me dio un torrente de emociones que fueron desde el miedo, hasta
la pena, y el asombro. Los otros chicos volvieron la espalda a Tucker, y Peter se
ofreció a acompañarme a casa. Pero si me iba a casa en ese momento, tendría que
separarme de Peter demasiado pronto.
—No hasta que haya tenido mi turno —le dije, tomando su trineo. Mientras
corría colina abajo, mi capucha voló, y mi cabello y la capa bailaron libremente
en el viento. Me reí mientras me deslizaba por la nieve, cada vez más rápido hasta
que, finalmente, la pendiente se aplanó y me llevó a un alto suave. Rodé sobre mi
espalda y ubiqué la estrella de la tarde. Ella estaba solitaria, pero sabía que en
muy poco tiempo, el cielo se llenaría con estrellas.
Era difícil dar sentido a mis emociones, pero incluso después de los
comentarios sarcásticos de Violet y el avance indeseado de Tucker, todavía me
sentía arropada, segura y hermosa en mi nueva capa roja. La noche anterior, en
mi decimotercer cumpleaños, le había prometido a mi abue me la pondría, y, en
cierto modo, había extendido esa promesa a mi madre. Y luego, una vez que tuve
mi turno con el trineo y Peter había insistido en volver a casa, dijo:
—Es probable que no te importe, pero creo que tu nueva capa es claramente...
bonita. —Pateó una mata de nieve en un lado de la carretera.
—De nada, Red. —Mi nuevo apodo sonaba tan maravilloso en los labios de
Peter.
93
Capítulo 10
94
La gente viene de cerca y lejos para vender sus mercancías, celebrar, y obtener
las primeras cosechas en el mercado de la aldea. Abue tenía como objetivo vender
más pasteles y galletas que nunca antes, así que habíamos salido de la casa en
cuanto llegué de la escuela, con la esperanza de conseguir un lugar deseable en
el centro.
Podría haberle dicho a abue lo que realmente había sucedido, pero decidí no
hacerlo. Tuve la terrible sensación de que ella iría a buscar a Violet y todo su clan
y los obligaría a pagar o algo aún más drástico si estaba en un estado de ánimo
especialmente desagradable. Comenzar una disputa entre nosotras y la familia
Roberts no terminaría bien, eso lo sabía.
Por el contrario, abue nunca se enfrentaría a la señorita Cates por lo de los
muffins. Mi abue no podía ser la mujer más devota de la aldea, y se apresuraba a
hacer bromas a espaldas del vicario, pero sabía que era mejor no molestar a la
prometida de un hombre de Dios.
—Tal vez podrías pedirle a la señorita Cates el pago por adelantado esta vez
—le sugerí, pero abue sacudió la cabeza enfáticamente y dijo:
—Así que hazle el pastel de bodas —sugerí—, y tengo una muy buena
sensación de que tendrá más que suficiente dinero para pagar. Además, piensa
en todas las personas que verán y saborearán tu hermosa creación. No tengo
ninguna duda de que un pastel para el vicario Clemmons y su novia hará crecer
tanto tu negocio que no sabrás que hacer con él.
95
—Sí, podrías tener razón... —dijo abue y luego se quedó en silencio mientras
pensábamos en ello. Casi habíamos llegado al mercado cuando se detuvo para
dejar su cesta y recuperar el aliento—. Adelántate sin mí, Red. Coge un puesto a
la sombra. Iré detrás de ti.
Me golpeó la nuca.
—Por supuesto que estoy segura. De lo contrario, no habría dicho una palabra
al respecto. Aquí hay una lista de ingredientes que necesito. Negocia y haz
trueque con los vendedores como te he enseñado. —Dejó caer un trozo de
pergamino y algunas monedas en mi mano—. ¡Ahora, atontada!
—Sólo si me dejas llevar esto por ti. —Antes de que tuviera la oportunidad de
negarse, cogí su cesto y me fui.
—No le vi venir —dije, inclinándome para recoger las monedas y los bollos
que habían rodado sobre los adoquines.
96
continuaré con ello.
—Un punto principal en el mercado te costará todo esto. Un lugar más allá,
junto a los campesinos, te costará la mitad, y si te atreves a ponerte en el callejón
—dijo, inclinando la cabeza en la dirección de los gitanos—, esto como mucho.
—Dejó caer alrededor de un cuarto de las monedas en mi mano.
—Mi nombre es Hershel Worthington, y en nombre del rey, voy a cobrar los
honorarios de los vendedores del mercado, a partir de hoy. ¿Puedes verlo aquí?
—Extrajo un rollo de su cartera, lo desenrolló y lo sostuvo como si fuera un
cuadro fino. Desde mi punto de vista, todo lo que podía decir era que estaba
escrito en guión de fantasía. Mientras Amos lo leía, su bigote espeso se abanicó y
él resopló como un toro enojado.
97
—Es bastante desafortunado que algunos aldeanos, la abuela de esta joven,
por ejemplo, estén atrasados en sus impuestos —dijo con la otra mano sobre la
cabeza.
—Es muy simple. Cuando fui a su casa a cobrar impuestos, ella no pagó.
Ahora, ¿dónde estaba? Oh, sí. —Se aclaró la garganta—. Esto no deja a su alteza
real ninguna otra opción que imponer decretos como este. Nuestro benévolo
gobernante se disculpa por las molestias y envía desde el castillo real sus mejores
deseos para una estación próspera.
—-Como quieras —dijo, y dejó caer las monedas una a una en la palma de mi
mano.
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una tarta, y poco a poco, las canastas se vaciaron, y recogí sus pagos escasos. De
vez en cuando, intercambiaba media docena de galletas por especias o algo más
de la lista de compras de abue. Sin embargo, mi corazón estaba hundido sabiendo
que incluso sin haber pagado al hombre de los impuestos su cuota de mercado
escandalosa, e incluso si eventualmente había vendido hasta la última miga de la
panadería de abue, no tendría suficiente dinero para reponer nuestras gallinas. Y
ahora el señor Worthington parecía creer que abue le debía impuestos.
Un viejo granjero hizo girar su carro alrededor de la curva, y cuando pasó por
la taberna, una gran manzana verde rodó por la parte posterior. Intenté llamar
su atención, pero él estaba demasiado ocupado rogándole a su esposa que le
hiciera caso. Me encogí de hombros y la metí en mi cesta. Una manzana de la lista
de compras de abue nos dejaba en falta de veintitrés.
Mi abuela había vivido en el pueblo toda su vida, así que incluso si alguien no
la hubiera conocido en persona, casi todos al menos sabían de ella.
99
Priscilla.
Detrás de ella, un niño y una niña que parecían tener unos dos años jugaban
con un tiovivo de madera. Un perro blanco y negro con cara dulce se sentó a los
pies de los gemelos; sin embargo, por alguna extraña razón, tan pronto como me
olisqueó, se lanzó detrás de la pancarta de su señora, con la cola entre las piernas.
Cuando Priscilla se casó por primera vez con el zapatero, hacía tres años,
habían pedido los productos horneados de abue casi todas las semanas. Además,
abue solía traerme a la tienda del zapatero más a menudo en ese entonces, ya que
mis pies todavía estaban creciendo. Mírenla ahora: Una madre con un trío de
enérgicos niños con el cabello color zanahoria. Y aunque a menudo me resultaba
triste que Priscilla se hubiera decidido por una vida no aventurera como la esposa
del pálido zapatero, en realidad parecía feliz.
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—¿Hola? —Un anciano golpeó su bastón en el suelo para llamar la atención
de Priscilla—. He dicho, hola. ¿Cuánto vale ese cinturón, con la bolsa?
—Discúlpame, Red —susurró ella—. Quiero ponerse al día, pero tengo que
vender el doble de la semana pasada para equilibrar la nueva cuota de mercado.
Y todo esto a la sombra de la recaudación de impuestos.
—Lo entiendo —dije sonriendo—. Quizá pueda volver otra vez, un poco más
tarde.
—Sí por favor hazlo. Y te deseo la mejor de las suertes para encontrar a tu
abuela. —Soltó mi mano y volvió su atención a su cliente. Me alegré de ver que
varias personas estaban deambulando a ver sus mercancías. Cuando pasé junto
a unos cajones de gallinas cacareando, me detuve para escuchar a cuánto las
vendía el granjero. Había casi suficiente en mi cartera, pero todavía necesitaba
comprar o cambiar los artículos de la lista de abue.
Hizo una gran escena para sacar la fruta de su bolsa y devolverla a su carrito.
101
Nunca había sido una ladrona, y nunca pensé que estaría tentada de robar, ni
siquiera un poco. Pero si pudiera conseguir los ingredientes de la lista y guardar
el dinero de mi cartera, podríamos comprar las gallinas que tanto necesitábamos.
Con el corazón palpitando, miré de un lado a otro. Aunque sentí mil ojos de
desaprobación en mí, debió de ser solamente mi conciencia que me engañaba.
Nadie parecía estar pendiente de mí.
Las velas que necesitaba me hicieron señas desde el siguiente puesto, pero
cuando las metí en mi cesta, sentí la punzada de un objeto puntiagudo en mi
rodilla. Pensé que había sido sorprendido infraganti, pero por suerte, sólo era el
pequeño pirata de la costurera Evans.
—Vamos, quiero una galleta. Las tuyas son las mejores del mundo.
102
curiosa expresión en su mugrienta cara mientras yo palpaba a ciegas. Era como
si la harina, las frutas y las velas robadas estuvieran jugando un juego conmigo,
uno en el que el objeto tenía que no dejarme nunca encontrar una galleta.
Finalmente, encontré una y se la entregué con una sonrisa—. Ah, pasas y avena.
Mi favorita. Tienes mucha suerte de que me quede una.
—¿No tienes nada que no esté roto, entonces? Vamos, estoy seguro de que sí.
Miré hacia arriba para ver a Tucker Williamson enderezando los sacos de
arpillera en el carro de su padre. Con sus brazos musculosos y más de uno
ochenta de alto, Tucker se había convertido en un gigante en comparación con el
muchacho al que le había dado un rodillazo en la ingle en la colina cubierta de
nieve detrás de la iglesia. Ese fue el día en que Peter y los otros chicos dejaron de
sentir lástima por él y dejaron de incluirlo en su diversión y juegos. Después de
todo, Tucker se había convertido en algo así como un lobo solitario, trabajando
para su familia y apareciendo en la escuela sólo raramente.
—Mi padre dijo que estaba a punto de ayudarte —dijo Tucker—, pero ahora
está inmerso en algún tipo de debate político por allá. Me dijo que viniera a
buscarte la harina.
—Oh. Um, gracias, pero hoy no necesito nada. Sólo estoy de paso, buscando a
mi abuela. Conociéndola, probablemente estará intentando hacer algún tipo de
trato. Exactamente como esa astuta empresaria, ya sabes —titubeé
nerviosamente.
—No necesita harina porque ya tiene un saco en la cesta —dijo el glotón pirata
antes de escabullirse con la galleta de avena.
—¿Lo tienes?
—Ese pequeño canalla tiene una imaginación activa, de verdad —dije con una
103
risa—. ¿Sabías que realmente cree que él es un pirata? —Me reí de nuevo, como
si mi nerviosismo borboteara de mí. Podría muy bien haber tenido una señal
colgada alrededor de mi cuello proclamando ¡SOY UNA LADRONA! Para que
todos lo leyeran.
—Vamos, Red. Vamos a ver qué hay en la canasta. —La mano de Tucker se
movió hacia el mango.
¿Qué he hecho?
Capítulo 11
104
Me aparté de Tucker y me toqué los labios, esperando sentir un toque de
amargura o picor, como si me hubiera frotado con un roble venenoso o, peor aún,
estuviera cubierto de verrugas. Aparte de la inquietud que revoloteaba en mi
vientre, parecía que había sobrevivido, aunque fuera por mi último rastro de
suerte.
Estaba demasiado mortificada para hacer contacto visual, pero sentí que me
miraba fijamente.
—Lo siento, Tucker, pero yo... tengo que irme. —Me giré sobre mis talones y
alisé las arrugas de mi capa—. Necesito encontrar a mi abuela.
—¡Red, espera!
Sacudiendo la cabeza, caminé a través de la multitud. Uno por uno, los ojos de
los aldeanos, jóvenes y viejos, se endurecieron juzgándome mientras me
miraban. Sentía como si mis botas estuvieran cargadas de piedras, cada paso era
más agotador que el anterior. Toqué la cruz de oro en mi pecho, y luego mis
labios. Ellos saben lo que he hecho. Si no hubiera tenido que recoger a abue primero,
habría huido del mercado y me habría ido directamente a casa. Todo el mundo lo
sabe.
Una vez que estuve lo suficientemente cerca de la caja de jabón para ver y oír
que estaba despertando un gran alboroto, entendí por qué la gente realmente se
compadecía de mí. Tan horrible como había sido besar a Tucker Williamson —
sobre todo con todo el mundo sabiendo acerca de ello— con mucho gusto lo
habría hecho de nuevo, si con ello hubiera podido haber impedido que abue
hiciera el ridículo. Que nos pusiera en ridículo a las dos.
105
de los lobos crece, y es sólo cuestión de tiempo antes de que busquen sangre
humana. Ellos lo han hecho antes, y recuerden mis palabras, lo harán otra vez.
Siempre que la luna esté llena, no debemos deambular alrededor de la aldea o
vagar en el bosque. Debemos permanecer en nuestros hogares. No podemos
permitir que nuestros jóvenes tengan fiestas y hogueras alrededor de Wolfstime.
—Jadeó para tomar aire, y aunque estaba cinco filas atrás, vi gotas de sudor en
su frente. Sentí humedad en mi frente, también—. Es por eso que el baile de No-
Me-Olvides no se puede celebrar en su tradicional noche de este año. —Señaló
el cartel que Violet y sus amigos habían hecho la semana pasada en la escuela y
que colgaba en la ventana del ayuntamiento—. La luna estará llena. Los lobos
cazarán. ¡No podemos perder a nuestros jóvenes con las bestias!
Abue se alejó de la caja de jabón, y los aldeanos aplaudieron para que se fuera.
Tomándome del brazo, Violet me alejó de sus amigas.
106
—No me gusta Tucker. Apenas puedo aguantarlo.
—Ya veo. Así que, si no puedes soportar a Tucker, ¿por qué lo besaste?
—¿Qué? ¿Lo viste? —¿Cómo podría explicar que lo había besado por
desesperación, para distraerlo de buscar en mi cesta?
—Tenía miedo de que sus dientes se enredaran en tus labios —dijo ella,
dándome palmadas en la espalda y riéndose—. No te preocupes, Red. No soñaría
con decírselo a nadie. Será nuestro pequeño secreto. Tuyo, mío y de Tucker
Williamson.
Quise creerla, pero la forma en que sus ojos brillaban me decía que si de
verdad era un secreto ahora, no lo sería por mucho tiempo.
—Sólo cuando te niegues a ser una víctima del miedo conocerás tu verdadero poder.
El viento se levanta, liberando mi cabello de sus trenzas, levantando mi capa como alas.
Alzando los ojos hacia el cielo, veo apartarse las nubes gris oscuro, revelando la luna llena
en todo su brillo blanco plateado.
—No sé a qué te refieres. —Es mi voz diciendo esto, pero no estoy hablando en voz
alta—. Por favor, dímelo.
Escucho esperando una respuesta; en cambio, oigo gritos de ira. Y son cada vez más
fuertes, más cerca. Demasiado cerca.
Martes 15 de mayo
107
—¡Despierta dormilona! ¿No oíste el gallo? —Después de sacar la almohada
de debajo de mi cabeza, mi abue abrió mi ventana. Cerré los ojos, pero aun así la
oía respirar el aire de la mañana, haciendo un sonido horrible y sibilante—. Creí
que te gustaría oír el canto del gallo. Significa que los lobos no entraron a nuestro
gallinero anoche. Claro que está bien tener gallinas de nuevo. No estoy segura de
cómo lo hiciste, pero...
—¿Por qué estás tan gruñona, niña? ¿No recibiste suficientes guiños anoche?
Ahora que estaba despierta, temía que otra horrible pesadilla me esperara.
Esta tenía largos rizos de ébano, botas brillantes, y un cuidado dudoso de mi
secreto.
—Creo que estoy agarrando algo —dije, y aunque sabía que no era una
dolencia tradicional, realmente me sentía mal de mi estómago—. No debería ir a
la escuela.
—Bueno, tal vez debería saltarme la escuela hoy y tratar de vender algunos
productos horneados extra —dije, alzándome sobre los codos—. Mientras estaba
en el mercado, un horrible hombre llamado Hershel Worthington me dijo que no
pagaste tus impuestos cuando vino a recogerlos. ¿Es eso cierto?
108
Tenía los ojos entrecerrados y miraba por la ventana. No podía saber si estaba
enojada o mortificada, tal vez ambas cosas.
—Me ofreció una extensión. Le di un pastel de dos días, le dije que lo había
sacado del horno esa mañana, pero es tonto así que no sabría la diferencia y dijo
que volvería el jueves por el dinero.
—No hemos estado trabajando tan duro para nada. Todo saldrá bien. Siempre
sale. No tienes nada de que preocuparte. No es asunto tuyo, de todos modos. Ir
a la escuela es tu asunto, ¿me oyes? Así que levántate de esta cama ahora mismo.
Tu desayuno estará probablemente frío ya.
109
Tomando una respiración profunda, alcancé mi cruz dorada y la sostuve entre
mi dedo pulgar y el índice. Violet me sonrió mientras me acercaba. No era una
sonrisa amistosa, pero tampoco era malvada. Era más una sonrisa secreta.
Entonces me saludó. No sólo las muchachas del escalón, sino que también
Florence y Beatrice me miraron, así que a regañadientes moví los dedos.
—Red me besó.
Quería decirle que volviera, ¡no era cierto! Quería decirle que no lo era. Pero
110
por supuesto no podía, porque aunque Violet era quien lo exponía a toda la
escuela, sólo yo tenía la culpa de haber besado a Tucker en primer lugar.
—Así es. —Tragué, deseando que ella consiguiera lo que buscaba, y me dejara
seguir con mi miserable vida.
—Es bueno que te llames Red, en lugar de Chastity7 —dijo ella, y el patio de la
escuela estalló en exclamaciones de conmoción y diversión. Me atreví a echar una
mirada a Tucker, cuyo rostro rubicundo se torció en una expresión extraña, como
si quisiera reírse junto con los demás, pero temiera que pudiera vomitar en
cualquier momento. Yo sabía cómo se sentía con lo de vomitar. Cuando nuestros
ojos se encontraron, un nudo se formó en mi garganta. Quizás lo que le había
hecho a él era incluso más cruel que lo que había hecho en la colina del trineo
hacía tanto tiempo.
7 Chastity: Castidad
Tan pronto como la señorita Cates nos despidió, até mis libros y corrí a la
carretera sin hablar con nadie. No podía salir de la escuela lo suficientemente
rápido, y me sentí aliviada de no tener que ir mañana. Contra todas las
probabilidades, esperaba que la historia sobre mí besando a Tucker muriera antes
del jueves.
—Por supuesto que me hace feliz. Es por eso que lo hago. —Caminamos hacia
la barranca en silencio, y luego saltó delante de mí y preguntó—: ¿Estás bien?
Apenas has levantado la vista de tu escritorio en todo el día.
111
—Nunca he estado mejor —mentí—. Escucha, sobre Tucker. Yo... —No tenía
ni idea de qué decir, pero sabía que sería mejor que fingir que no había sucedido
nada.
Estaba enojada con todo el mundo: Conmigo misma por meterme en este
humillante y horrible desastre en primer lugar; con mi abue por dejarme en el
mercado con una lista de compras imposible; con Violet por de alguna manera
persuadir a Tucker para contarle a toda la escuela que lo había besado; con
Tucker por ceder a Violet, y por sospechar que había robado la harina, y por
elegir hoy de todos los días para venir a la escuela; e incluso con el niño pirata
por haberme llevado a Tucker. Ni siquiera Peter, a quien yo normalmente amaba,
estaba a salvo de mi ira en ese momento.
—Ah, ¿No? —Me giré y puse mis manos en mis caderas—. Entonces, dime
cómo es, Peter. ¿Qué pasó exactamente entre Violet y tú la noche de tu
cumpleaños?
—Tu abuela vino a la hoguera, buscándote. Yo quería ir con ella para ayudarle
a encontrarte, pero ella dijo que yo sólo la ralentizaría. —Respiró hondo y pateó
112
algunos guijarros—. Entonces Violet me llevó aparte y me dijo que sabía en qué
dirección te habías ido, y me lo dijo por un precio.
—No al principio. Al principio, quería que yo bailara con ella justo entonces y
allí en la hoguera. Seguí intentando que me dijera dónde habías ido, pero
Gregory siguió jugueteando, y ella todavía no había aceptado su parte del trato.
Le dije que bailaría con ella en el baile si me lo decía en ese momento. Fue
repentino de mi parte, pero no podía pensar en un plan mejor, y sabía que cuanto
más tiempo estuviera atrapado bailando con ella en la fiesta, más lejos habrías
ido. Sé que tienes miedo de los lobos, Red, y no podía soportar pensar en ti
vagando por los bosques oscuros sin una antorcha. Quería estar allí para ti.
Parpadeé.
—Por supuesto. —Me tendió los brazos y presioné todo mi cuerpo en su cálido
abrazo. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en su hombro. Olía como los primeros
rayos de sol después de una ducha de primavera—. Eres mi amiga, Red —
murmuró en mi cabello—. Me sentiría horrible si algo malo te hubiera pasado.
Sin embargo, mientras nos abrazábamos en el camino esa tarde, sentí que algo
se movía profundamente dentro de mi corazón. Fue completamente maravilloso
y terriblemente doloroso a la vez. Sabía con toda seguridad que quería que Peter
fuera más que mi amigo.
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Justo antes del crepúsculo, mi abue y yo nos dirigimos hacia la cabaña,
perdidas en nuestros propios pensamientos mientras nos preparábamos para
Wolfstime. Cuando tiró de la rejilla sobre la chimenea, gruñó como de costumbre,
pero de repente, su gruñido se convirtió en un grito. Dejé caer las tazas de sidra
sobre la mesa y corrí hacia ella.
—Después de esta noche, sólo quedan tres noches más. Y luego un montón de
tiempo para recuperarme antes del próximo Wolfstime. —Sus labios temblorosos
formaron la más leve de las sonrisas.
Mientras limpiaba la sidra derramada y rellenaba nuestras tazas con más,
esperaba que la sonrisa en mi rostro fuera más convincente. Sin embargo, abue
tenía que pasar cuatro noches más y tres días más. No sería fácil.
—No pierdas algo tan precioso como un deseo en algo tan tonto. Sobreviviré.
Siempre lo hago. Es decir, a menos que tenga que hornear otro maldito muffin.
Juro, que no tengo ni idea de por qué la gente de repente está tan loca por mis
muffins.
—Son deliciosos, por eso. —Me alegró saber que dar muestras de muffins
estaba dando sus frutos.
114
—Bueno, no puedo discutir eso. —Bebimos nuestras sidras sin hablar por un
buen rato. Finalmente, suspiró y dijo—: Deberías irte a la cama, niña.
Asentí y llevé las tazas a la cocina. No podía haber sido capaz de aliviar el
dolor de abue, pero tal vez podría hornear algo por la mañana y ayudarla a
mantenerse al día con sus pedidos.
Capítulo 12
115
En el suelo, pequeñas rocas redondas brillan a la luz de la luna, linternas. Salgo
precipitadamente a través del bosque, corriendo más rápido que nunca. Pero de alguna
manera, el camino me lleva en un círculo, directamente a las antorchas, espadas, tridentes
y lanzas.
Estoy llena de tristeza abrumadora, y siento lágrimas correr por mis mejillas. Pero
cuando me limpio, estoy conmocionada y horrorizada al ver que la humedad no son
lágrimas, sino sangre.
Miércoles, 16 de mayo
—¡No!
—Estoy bien, abue. Fue sólo una pesadilla tonta. Debo haberme mordido la
lengua.
Deslizó sus gafas hasta el puente de la nariz. Después de usar la vela para
encender mi luz de noche, la sostuvo junto a mi rostro.
—No, está bien, abue. Todo está bien —dije, antes de tomar un trago de agua
para enjuagar el sabor salado y cobrizo en mi boca.
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Tomó su pañuelo del bolsillo de su bata y limpió con cuidado la sangre de mis
labios. A continuación, colocó la palma de su mano en mi frente.
—Eso es porque haces que lleve esta tienda de campaña ridícula como
camisón. —Por supuesto, yo no iba a admitir que la verdadera razón por la que
llevaba puesto un camisón era en el caso de que Peter acertara a pasar por la
cabaña para comprobarme otra vez—. No tengo más remedio que sudar toda la
noche —dije, retorciéndome fuera de su alcance.
—Es mi trabajo criarte para que seas decente, y las jóvenes decentes duermen
en camisones. Deberías estar agradecida de que los tuyos sean tan bonitos y te
queden bien. No todas las chicas son tan afortunadas. —Abue dobló su pañuelo
y me acarició a lo largo de mi cabello—. Deberías dormir —dijo—. ¿Quieres
contarme al respecto?
—Fue sólo un sueño normal, estoy segura, del tipo que todo el mundo tiene.
No te preocupes por ello, abue. Regresa a la cama. Quiero decir, vuelve al sofá.
117
haciendo una breve pausa en la sala, donde abue descansaba en las noches de
Wolfstime. En el resplandor ondulante de las velas, la veo dormir, sus gafas
torcidas en el puente de su nariz y su boca abierta. A pesar del arma mortal en
sus manos y los sonidos atronadores que salen de ella cada pocos segundos,
parecía tan tranquila.
Las llamas de la chimenea bailaban mientras ella pasaba las páginas, para
encontrar la historia que venía después de la que había leído ayer sobre el
118
emperador que caminó por el pueblo en su ropa interior.
»El rey estaba sentado en la orilla, donde él no escuchaba a los pájaros, sino a
una bella lavandera mientras trabajaba. Ella tenía una voz preciosa y, cabello
largo rubio pálido, y una vez que llenó la cesta con sábanas limpias, se quitó la
ropa hasta quedarse en su enagua y se lanzó al agua limpia y fría.
»El rey estaba tan fascinado por la belleza de la mujer que nunca se dio cuenta
de la presencia de la reina. La reina sospechaba que a su marido le gustaba la
lavandera más que ella, y temía perder el poder y los lujos que en su posición le
correspondía. En un ataque de celos, la reina fue a una hechicera, en busca de
una maldición.
119
gente podía llorar bajo el agua—. La historia no termina allí —dijo abue,
finalmente, pasando la página—. La lavandera quería vengarse de la reina
Nostos —continuó la lectura—. Ella se hizo fuerte en su nuevo hogar, y con cada
patada, poco a poco y con paciencia amplió el muelle en un lago prístino, sin
fondo. Poco después, un terrible terremoto, o algunos libros de cuentos afirman
que fue un sumidero gigante, tragó el castillo en su totalidad, torres y todo. Ni
una cosa se encontró del castillo o sus habitantes nunca más. En cuanto al Lago
Nostos, se dice que su agua puede curar mágicamente maldiciones.
—La gente cree que el agua del lago podría restaurar las cosas para que
vuelvan a ser como antes.
—No, lo que quiero saber es: ¿Hay todo un castillo en algún lugar bajo el
Bosque Encantado?
—No, niña. No hay un castillo hundido o un lago Nostos. Todo esto es sólo un
cuento de hadas.
—¡Fuego! ¡Fuego! —gritó abue, abriendo el horno y dispersando la nube de
humo con un paño de cocina.
120
—Hornear galletas —dije, limpiando la humedad de mi barbilla. Por un
segundo, temí que fuera sangre, pero por suerte, esta vez, era sólo saliva—. ¿Ves?
—Señalé las pilas de galletas de mantequilla sobre la encimera que había
cocinado al horno antes de ese lote que no había sobrevivido.
—No, claro que no. Lo siento mucho, abue. Debo haberme quedado dormida.
—Desbloqueé y abrí las ventanas y luego comencé a ayudar a abue a limpiar el
desorden.
Mientras lavaba las bandejas para hornear, sentí a abue mirándome. Cuando
me di vuelta en su dirección, su pecho subió y bajó en un profundo suspiro, y
dijo:
Una vez que habíamos puesto la cocina de nuevo en orden y la mayoría del
humo se disipó por la ventana, abue se dejó caer en una silla y exhaló con fuerza.
La mayoría de sus rulos se habían soltado y caído al suelo, pero dos o tres
colgaban con fuerza.
Mojé una toalla y froté una mancha negra fuera de su enrojecida mejilla
arrugada.
—Lo sé.
Una hora más tarde, después de un desayuno rápido, estaba entre las hachas
oxidadas, pilas de leña, botas llenas de barro, pieles de zorro y conejo, mochilas,
cuchillos, tazas de estaño, y bobinas de cuerdas en el pórtico chirriante de Amos
Slade. Él era el primero en mi lista de entrega de ese día.
121
cosas más en la tierra: Cazar, su perro de caza, jugar a las cartas con sus amigos
ruidosos, y el pastel de melocotón de abue.
Le dije:
—Supongo que sí —dijo desde algún lugar detrás de su bigote espeso. Puso el
pastel sobre la repisa de la ventana y vi expectante mientras tomaba un bocado
de la galleta. Sus ojos se estrecharon y luego sobresalieron como si estuviera
siendo estrangulado. Para mi horror, empezó a sacudirse como si lo hubiera
envenenado.
—¿Qué? Tienen un sabor muy bueno —dije, pero luego me di cuenta por
primera vez que había estado tan distraída que ni siquiera me había molestado
en probar mis propias mercancías. Agarré una de mi cesta y comí un bocado,
habría tenido mejor suerte si hubiera hundido mis dientes en una herradura.
Escupí la galleta de mi boca y traté de no parecer tan mortificada como me sentía.
122
dedos detrás de mi espalda.
Cuando llegué a casa esa misma tarde, me encontré con abue tatareando y
tejiendo en el sofá de la sala.
—Hoy vendí cuatro docenas de galletas para perros. —Dejé caer las monedas
en su palma abierta.
—Al parecer, mis galletas no son comestibles para los humanos, pero son
irresistibles para nuestros clientes de cuatro patas y una cola.
—¿Así que…?
—Todo bien.
123
Casi me vine abajo.
—Al igual que en, “Será mejor que te pongas a hornear”. Y esta vez, intenta
no prender fuego a toda la maldita casa.
124
Después de hornear guardo las galletas, pasteles, bollos y galletas de perro
para las entregas del día siguiente. Mi abue y yo nos sentamos en la mesa para
cenar. Hizo una mueca cuando levantó el brazo, para limpiar los últimos restos
del guiso de verduras y las galletas y las migas.
Wolfstime ya había pasado. Sin embargo, todavía quedaban tres noches más.
—Esta noche voy a ordenar la cabaña —me ofrecí y comencé a lavar los
platos—. Sólo siéntate aquí y descansa.
Sabía que no debía discutir, así que suspiré mientras llevaba los tazones y la
mantequilla de vuelta a la cocina.
—¿Has ido alguna vez a ver al doctor Curtis por tu cicatriz? —le pregunté uno
o dos segundos más tarde—. Ya sé. Siempre estás diciendo que no es más que un
paleto con pantalones de lujo, pero ¿quién sabe? Tal vez puede darte un bálsamo
o algo que te quitará el dolor.
—Ningún bálsamo funcionará para esta cicatriz. —Abue ajustó el puño de su
manga para cubrir completamente su muñeca derecha. Luego se puso de pie, las
patas de su silla chirriaron contra el suelo de madera—. A menos que fuera un
bálsamo mágico —dijo con un pequeño resoplido.
Sabía que abue bromeaba sobre el bálsamo mágico. Sin embargo, mientras
realizaba la rutina del Wolfstime: Cerrar las persianas, las puertas y bajar la reja
de hierro de la chimenea… no podía dejar de pensar en ello. ¿Podría realmente
haber un elixir mágico en algún lugar de la tierra que evitaría que el brazo de
abue le doliera? Nunca había conocido a un hada, bruja, hechicera, mago… o
cualquier practicante de magia. No eran exactamente fáciles de encontrar. Solían
mantener sus identidades y sus moradas en secreto. Lanzaban varios hechizos
para asegurar su ocultamiento. Sin embargo, la misma abue me dijo que mi capa
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roja había sido encantada por un mago y como nunca se había aventurado lejos
de nuestro pueblo, supuse que vivía cerca.
Más tarde esa noche, cuando abue dormía en el sofá con su ballesta, yo
rebusqué en la caja de recuerdos que había recogido y guardado debajo de mi
cama a lo largo de los años. En la esquina más lejana estaba la caja en que estaba
guardada la capa que abue me había regalado por mi decimotercer cumpleaños.
La saque de la caja y recordé, que había un trozo de pergamino cosido en el
dobladillo de la capa.
Me dejé caer sobre mi cama y con el resplandor de las velas, examiné la nota,
Esperando encontrar algún tipo de pista que pudiera llevarme al mago que lo
había escrito. Recorrí con la punta de mi dedo las palabras: LLEVE ESTO PUESTO,
NO TEMA AL LOBO.
Una vez, cuando tenía unos diez años, abue me pidió que recolectara bayas en
el bosque. Tomé mi canasta y me alejé, dándome cuenta unas horas más tarde
que me había alejado demasiado. Me paré a beber de una fuente de primavera y
a explorar una cueva. Y ahí es donde encontré unos arbustos de arándanos. En el
momento no me di cuenta de que eran arándanos diferentes. Sabía que estaba a
punto de cenar y era mejor que me pusiera en camino. Así que escogí cada baya
que encontré. Para cuando entré por la puerta, había comido todos, menos un
puñado de las deliciosas bayas de medianoche azul. Abue no estaba muy
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contenta porque tarde tanto tiempo y tenía poco para demostrarle por qué me
había entretenido, pero dejó de regañarme cuando vio las bayas.
Ahora sonreí con la nota en mi mano e hice un plan. Por la mañana, iría a
donde había encontrado los arbustos de arándanos hace seis años. Tal vez, con
un poco de suerte, encontraría al mago que encantó mi capa y la misteriosa
cicatriz de abue no dolería más.
El suelo se hunde debajo de mis pies, convirtiéndose en lodo. Como la tierra me traga,
yo extiendo mis brazos, para agarrarme a algo. Me aferro a lo que parecía una rama, siento
alivio cuando no rompe; Pero cuando me cuelgo, se dobla y se agrieta.
Hay más ramas debajo de mí, ahora veo que son antorchas. Los más lejanas
resplandecen, más brillantes, las llamas crepitan, las antorchas resplandecían por encima
de ellos. La luz se refleja en las paredes, iluminando las pinturas doradas, de los reyes y
reinas, escudos de armas y elaborados tapices.
La antorcha justo debajo de mí se enciende. Pateo, tratando de evitar que me queme las
suelas.
Jueves, 17 de mayo
Caminé por la carretera hacia el pueblo como cualquier otro típico jueves por
la mañana, era todo un espectáculo evitar que abue se preocupara por mi
paradero mientras me embarcaba en mi búsqueda para encontrar al mago.
Aunque abue era la única persona que conocía que había conocido a un mago.
Había oído muchos cuentos. Uno que había escuchado varias veces es que la
magia siempre tiene un precio. Así que traje el dinero que había ahorrado para
cuando me fuera del pueblo, en busca de mi final feliz. Era todo lo que tenía, así
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que esperaba que fuera suficiente. Con cada paso, pensé si era posible encontrar
al mago y si él era capaz de usar la magia para ayudar a que el dolor de abue
desapareciera, valdría la pena hasta el último centavo en mi caja de madera.
Me hubiera gustado ver a Peter desde lejos, incluso sólo la parte posterior de
su cabeza. Todavía no estaba lista para tener un uno a uno con él, porque temía
que podría ser capaz de decir que estaba colada por él. Había tenido suficiente
humillación y torpeza para toda la vida.
—Parece que no estás bien. —La voz profunda salió de detrás de mí,
sorprendiéndome.
Debo haber sonado estúpida, porque me sentí estúpida de pie allí con mi cara
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roja brillante, Tratando de actuar como si sólo fuera un amigo para mí.
—La señorita Cates estará muy decepcionada. Estoy seguro de que tiene una
lección de matemáticas emocionante planeada para hoy.
—Entonces es mejor que vayas corriendo, ya te has perdido unos buenos diez
minutos. —Me coloqué la falda y me volví para irme. Cuando eché un vistazo al
pequeño edificio de piedra, vi a alguien mirando por la ventana—. Parece que
alguien te está esperando ansiosamente.
—Entonces estará esperando en vano, voy contigo, donde quiera que vayas.
Abrí la boca para discutir, pero cuando Violet se inclinó más cerca de la
ventana, con sus manos en las caderas, yo sólo podía imaginar lo furiosa que
estaba por vernos juntos. De repente, saltarse la escuela con Peter parecía la mejor
idea de todas, incluso si intentar localizar a un mago no lo era.
—Dime.
—No puedes, bajo ninguna circunstancia, decirle a un alma a dónde vamos, o
lo que voy a hacer.
—Yo no soñaría con eso, Red. Esas son las reglas de cada búsqueda secreta,
como cualquier libro de cuentos. También tengo una condición para ti.
—¿Qué es?
—Tenemos que estar de vuelta antes del atardecer. Tengo que montar un par
de caballos en la ciudad y mamá está haciendo estofado de cordero para la cena
porque mi papá y yo vamos tras los lobos.
La idea de que Peter saliera con los cazadores hizo que mi estómago se
encogiera. Sin embargo, me acordé que los chicos de su edad habían sido parte
de las partidas de caza del Wolfstime, durante muchas generaciones.
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Si llego a casa después del atardecer, mi abue no tendrá que preocuparse
porque los lobos me atraparan, ella misma me mataría —le dije.
Antes de que Peter y yo nos dirigiéramos al pueblo, miré a Violet. Podía ver
por la expresión de tensión en su rostro que no era demasiado feliz. Seguimos
nuestro camino a través de las calles secundarias y los callejones hasta que nos
encontramos en las entrañas del bosque. Seguí dando vueltas equivocadas y
empecé a cuestionar seriamente mi recuerdo del lugar donde había recogido
arándanos hace tanto tiempo.
—Perdóname por preguntar, Red —dijo Peter después de que le había hecho
retroceder por décima vez.- ¿Pero tienes alguna idea de a dónde vamos?
—Gran idea —dije—. Avísame tan pronto como encuentres a alguien para
preguntarle.
—La única persona con la que nos encontraríamos aquí es con uno de estos
bandidos —dijo él, cogiendo un cartel clavado en el tronco de un árbol. Luego
lanzó un discurso anti-bandido digno de un predicador de pueblo encima de una
caja. Aunque asentí e hice ruidos agradables cuando era apropiado, mi estómago
estaba encogido. Porque en el mercado, hace tres días, había demostrado que yo,
también, no era nada mejor que un ladrón barato.
La hierba era densa, Peter delante de mí, hábilmente apartó el matorral con
una rama, como si fuera una cuchilla afilada.
En un pequeño claro había una cierva y sus cervatillos gemelos. Peter estaba a
sólo unos metros de distancia, tumbado en la hierba, me saludó. Aunque traté de
ser tan discreta como era humanamente posible, el ciervo saltó y huyó. En un
abrir y cerrar de ojos, se metieron en el bosque y desaparecieron.
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—Este pequeño no tendría una oración si mis hermanos estuvieran aquí para
capturarlo —dijo, sacudiendo la cabeza ante una rana regordeta en un tronco. En
el instante en que la rana volvió sus abultados ojos hacia mí, rápidamente saltó—
. Oh mi Red. Seguro que tienes un trato con las criaturas del bosque —dijo Peter—
.-Eres una princesa de cuentos.
—No seas tonto —dije—. Los animales me adoran tanto como lo hacen a
Blancanieves o a Cenicienta.
Él tenía un punto, sin embargo. Cuando éramos niños, todo tipo de criaturas
me habían atraído. Cuando habíamos caminado por el bosque, pájaros azules y
mariposas habían aleteado por encima de mí, ardillas y conejos se habían
arrojado a mis pies. En la ciudad, caballos, gatos y perros me habían empujado.
Ahora los animales parecían tener miedo o al menos desconfiar de mí: La ardilla
fuera de la ventana de mi dormitorio, los perros de Amos Slade y de Priscilla,
nuestros pollos… y como Peter había mencionado, las criaturas del bosque.
—No puedo decir que sí. —Se metió varios en la boca—. Saben cómo los
arándanos —dijo moviendo sus labios y cogiendo más—. No me malinterpretes,
estos me gustan más. Y yo siempre disfruto de un largo paseo por el bosque
contigo. Especialmente si no tengo que ir a la escuela. Pero, tengo que preguntar:
¿Es esta pequeña baya el objetivo final de esta importante búsqueda secreta tuya?
Lanzó un arándano al aire. Traté de atraparlo con mi boca, pero rebotó en mis
labios y rodó por el suelo.
—No exactamente, ven. —Lo saqué de los arbustos y sosteniendo sus manos
entre las mías, cerré los ojos y respiré hondo.
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—¿Red? Hola, ¿estás bien? —preguntó después de unos segundos.
Cuando abrí los ojos, su frente se arrugó como si pensara que había caído de
mi columpio.
Una brisa fresca atravesó las hojas. Había llegado el momento de decírselo.
—Un pastel de ruibarbo para el mago y algunos panecillos para que comamos
cuando tengamos hambre. —No mencioné que también había traído la caja con
los ahorros de mi vida. Sabía que sería difícil entregárselo al mago, pero era un
punto discutible. Yo era ingenua por creer honestamente que alguna vez tuve
una posibilidad de encontrar un mago.
—¿Una chica bonita y un pastel de ruibarbo? Este mago que buscas estaría
deseando que lo encontraras. Me sorprende que no esté aquí con su puntiagudo
sombrero púrpura, tocando un cuerno.
Peter apretó los puños y dobló las rodillas hacia arriba y hacia abajo, haciendo
un horrendo pequeño baile.
—Gracias por tratar de hacerme sentir mejor, Peter, pero tienes razón. Es
ridículo. Es como encontrar una aguja en un pajar. Siento que hayas perdido el
tiempo. —Suspiré—. Deberíamos irnos a casa.
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—Vete a casa. —La voz sonaba mucho más grave que la de Peter.
—Peter, ¿no oíste eso? —Encajé una flecha y apunté hacia el saliente rocoso
sobre la cueva. De donde habían venido las palabras—. Dime que lo has oído.
—¿Oír qué? —preguntó Peter. Por el rabillo del ojo, lo vi recoger una roca del
tamaño de su mano—. ¿Qué oíste, Red, dime qué está pasando?
—No sé, oí una voz, realmente... no sé, una voz peculiar. ¡Alguien está ahí
arriba!
—Es probable que sea sólo un pájaro, o tal vez un murciélago. Tal vez esa rana
oyó que eres una legendaria saltadora de acantilados y quería mostrarte sus
habilidades.
—Peter, estoy hablando en serio —le susurré, manteniendo los ojos en la roca—
. Alguien nos está observando, le oí hablar y dijo: “Vete a casa'”, tan claro como
el día. —¡No lo había imaginado! Estaba segura.
Extrañamente, el pájaro no voló lejos de mí como las otras criaturas del bosque.
En lugar de eso, voló justo encima de mi capucha. De repente, su pico se abrió, y
preguntó:
—¿Tienes panecillos?
—Por favor, dime que escuchaste eso. ¡El pájaro está hablando, Peter!
—Ha graznado una o dos veces, como los cuervos. Pero en cuanto a hablar...
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Me mordí el labio inferior, sabiendo bien y temiendo con cada gramo de mí
ser dónde le estaba llevando su pensamiento. Si no podía oír al cuervo hablar en
lenguaje humano, sin duda creía que de repente me había vuelto loca. ¿Me estaba
volviendo loca?
Tragué.
Pero él solo hizo un gesto para que bajara mi arma. Sacudió la cabeza
lentamente, con una mirada que era parte preocupación y parte miedo.
¿Cómo podía ser que no oyera al pájaro hablar? ¿Por qué era yo la única que
podía entenderlo? A menos que... tal vez el cuervo perteneciera al mago.
—Llévame hasta el mago, y te daré un panecillo —le susurré al pájaro mientras
él se acercaba. Aleteo, parpadeó con sus oscuros ojos y se lanzó.
—¡Vamos, Peter! —Tal vez yo estaba loca, pero tenía la esperanza de que Peter
iba a venir conmigo en mi viaje.
134
Capítulo 14
135
La cabaña era realmente extraña: Estrecha y elevada, con tres pequeñas
ventanas y una puerta amarilla de tamaño enano. Construido de piedras de
diferente color, forma y tamaño que le daba una apariencia distinta. En su tejado
crecían trozos de hierba y dientes de león marchitos. A su lado, un pequeño
huerto. En la parte de atrás, una yegua blanca levantó la cabeza y sacudió su cola
y nos miró con sus ojos rosados.
—Sólo hay una forma de averiguarlo. —Dejé caer el golpeador, con forma de
cabeza de dragón contra la puerta, esperé sin aliento.
—Él podría estar loco, pero tengo algo muy importante que preguntarle —le
contesté—. Peter has venido. Por favor, quédate conmigo un poco más.
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—Eso no es un mago —susurró Peter en mi oído—. Es sólo un excéntrico y
viejo borracho.
—¿Quieres ver esto, Heathcliff?, mira, mira, mira —dijo el hombre, con los
dedos huesudos extendiéndose por mi rostro—. ¡Es extraño!
—¿Dónde, oh, dónde están mis modales? —dijo, retirando las manos para
abrir la puerta más ancha—. Oh, aquí están, justo donde los dejé. —Saco algo de
su bolsillo y se lo metió en la boca. Después de aclararse la garganta, continuó—
: Permíteme presentarme. Mi nombre es Knubbin.
Nunca había conocido a un mago antes, así que no sabía cómo saludarlo
adecuadamente. Decidí hacer una pequeña reverencia.
—Este es Pe…
—Has venido hasta aquí —interrumpió el mago—. Lo menos que puedo hacer
es ofrecerte una silla y un poco de té. ¡Adelante, por favor!
—Déjame aclarar algo de la manera más clara que conozco —dijo el hombre,
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bloqueando el camino de Peter—. Tú, muñeca puedes entrar. El muchacho puede
sentarse... allá. —Giró su dedo huesudo en el aire y luego señalo una roca plana
del jardín.
—Eso no va a suceder —dijo Peter serio, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Es un lugar muy cómodo —dijo Knubbin—. Me siento allí durante horas y
horas, viendo mi zanahorias crecer. Una vez pensé que iba ver crecer la col, pero
no hay nada tan aburrido como una col, así que supongo que podría decir que
aprendí la lección. La muñequita y yo no estaremos mucho tiempo, por lo que no
tienes nada porqué preocuparte, a menos, por supuesto, que tuvieras motivos
para ello. Y eso sería bastante preocupante, ¿no estás de acuerdo?
Peter dijo:
—Ella no estará sola, mi querido niño inconsciente. Ella estará conmigo. —El
hombre acarició su barba mientras se volvió hacia mí—. Corrígeme si estoy
equivocado, pero ¿no estás aquí para ver a un mago?
—Por supuesto que soy un mago. No oíste que Knubbin es mi nombre. ¿Soy
un mago? ¿Qué clase de ridícula pregunta es esa?, e igualmente de ridículo,
puedo añadir, si añadiera algo, es tu ignorancia sobre el tema en cuestión. —Toco
mi rostro brevemente antes de sonreír—. Sólo puede pasar la persona que busca
al mago y hablar con él. Cuando se trata de cuestiones de magia.
138
Por supuesto, tonto de mí. Estamos fuera, en mi puerta. Y la razón por la que
todavía estamos aquí es porque tienes que elegir. Ahora, escoge sabiamente,
porque las decisiones imprudentes han destruido a muchas criaturas sabias. Uno,
puedes entrar y nosotros dos, ni más ni menos, charlaremos. —Sus labios se
curvaron en una sonrisa pícara—. Y dos, tú y tu novio pueden irse por donde han
venido. —Frunció el ceño y saludó como si alguien viniera por el camino—.
Entonces, ¿qué será? Oh, muero con el suspenso... —dijo, frotándose las manos.
Mire a los ojos de Peter y sonreí de una manera que esperaba que me hiciera
parecer valiente y segura.
—Escúchame, Red, el llamado mago es tan loco como una liebre de marzo. No
creo que esta reunión sea una buena idea...
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Le di las gracias a Peter y entré en la cabaña, la cual fue sorprendentemente,
incluso milagrosamente espaciosa viendo el exterior. Velas parpadeaban desde
casi todos los rincones, y sin embargo mis ojos necesitaron unos momentos para
adaptarse a la penumbra. El lugar apestaba a polvo y a perro mojado, por lo que
la falta de luz era probablemente una bendición. Al igual que la puerta de
entrada, los muebles parecían encogidos pero robustos. Sartenes y platos
desordenados en la cocina, una montaña de leña enterraba la estufa y había
pequeñas figuras de dragones, leones. Los lobos estaban colocados en un estante
curioso. Una larga capa negra colgaba de un clavo. Y en la pared colgaba una
pintura infantil de una luna creciente y estrellas.
—No tengo sed, pero gracias de todos modos —le dije, quitándome la capa y
sentándome en un pequeño sillón. Desde allí, pude ver la ventana donde estaba
el cuervo y donde estaba Peter esperando. Caminaba de un lado a otro junto al
jardín. Tenía la sensación de que su corazón le golpeaba contra las costillas, como
el mío.
—Sé por qué estás aquí —dijo Knubbin mientras se colocaba frente a mí y
cruzaba las piernas. Parecía un gigante peludo en un sofá diminuto—. Lo sé todo,
ya sabes. Todo lo que hay que saber es lo que ocurre aquí —dijo, tocando un
costado de su ceja erizada.
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Peter. Pensé que finalmente se sentó en la roca y no le culpé ni un poco—. Pensó
que Peter era mi novio y no lo es. Hemos sido amigos desde que éramos niños.
Sólo somos amigos.
Así, mis esperanzas de que él estuviera algo cuerdo se esfumaron con el humo.
—Las pesadillas.
Jadeé.
—Sabes que te pareces a tu madre. Si yo tuviera que adivinar, diría que era
más joven que tú, por lo menos dos o tres años cuando ella vino a mí. —Él cerró
sus ojos y frotó sus sienes—. Ah, ahí está. Oí unos golpes vacilantes en la puerta.
Parada en la puerta, me dice su nombre... ¿Annette? ¿Anna? No, eso no es...
—Anita, sí, sus grandes ojos lindos que me imploran para que los terribles
sueños se detengan. Ella no sabe lo que significan y tiene miedo. Dice que hará
cualquier cosa...
141
Mi mundo se derrumbó, me encontré jadeando por mi siguiente aliento.
—Espera, ¿qué? ¿Mi madre tuvo los sueños de Wolfstime, también? ¿Conocía
a mi madre?
—¿Detener los sueños? No, no, no. Eso sería demasiado peligroso. Nunca
pararía los de nadie. —Hizo una pausa y acarició su larga barba—. Bueno,
"nunca" es una palabra rotunda y trato de no usarla porque, como ves, con la
magia, siempre hay un camino alternativo y a veces no es recto. Utilizar "nunca"
en la inmensidad de la posibilidad —dijo Knubbin, revoloteando sus dedos
huesudos—, es como guardar gotas de lluvia en el regazo.
—Así que no la ayudó —le dije en voz baja. Tenía sentido que él la hubiera
rechazado, porque si él había encantado la cruz para mantener los sueños
Wolfstime lejos, no habría funcionado para mí cuando la use.
—Oh, pero la ayudé, déjame preguntarte esto: ¿Cómo son los sueños?
—Me temo que no soy la mejor persona para preguntar, la míos no son como
los de los demás.
—Bueno, por supuesto que no lo son, somos nuestros verdaderos seres cuando
estamos soñando, ¿no? Cuando estamos despiertos, permitimos entrar
influencias externas; mientras que, cuando estamos profundamente dormidos —
dijo bajando la voz mientras caminaba hacia la ventana donde el cuervo
dormía—, nos permitimos explorar las cavernas más profundas y oscuras de
nuestro personaje. En nuestro mundo de ensueño, el mundo exterior no tiene
poder sobre nosotros. ¡Somos verdaderamente irrevocablemente libres!
Con eso, golpeó la repisa de la ventana. El fuerte ruido hizo saltar el pájaro y
a mí.
142
El cuervo grito y voló sin un toque de gracia. Algunas de sus plumas flotaban
sobre el marco de madera. Cuando el mago se acercó a mí para sentarse frente a
mí, llevaba una pluma pegada en su pie desnudo.
—Sólo un poco más paciente —dijo él con suavidad, como si sólo fuera para
sí. Entonces, casi demasiado fuerte, dijo—: Echa un poco más de bebida,
muñequita, en la jarra, junto al fregadero.
—¿Cómo era mi madre? Por favor, quiero escuchar todo, cada detalle.
El mago descruzo sus piernas, frunció las cejas como si estuviera pensando
143
profundamente y luego cruzó las piernas
Otra vez me senté en el borde de mi asiento, ansiosa por saber más sobre mi
madre.
Capítulo 15
144
—Anita sólo vino a mí una vez —dijo el mago, rascándose la rodilla—. Una
vez, eso fue todo. Después de eso, nunca vi a tu madre de nuevo. Y luego, unos
veinte años más tarde, tu abuela vino a mí de nuevo, esta vez en busca de magia
para protegerte de los lobos. Tu abuela me contó la trágica noticia de tus padres,
que sus almas descansen en paz.
—Me temo que mis modales se han escapado una vez más —dijo el mago—.
He estado siendo el único que habla. Ahora es tu turno. —Tomó un largo trago y
luego dejó la taza—. Dime por qué estás aquí, muñequita. Si no es por las
pesadillas, entonces, ¿qué es lo que quieres?
Parpadeé un par de veces, sin estar preparada para seguir adelante cuando
todavía no me había informado lo suficiente. Sin embargo, tuve la clara sensación
de que tenía que jugar el juego del mago.
—Mi abuela. El brazo le duele durante la luna llena. Tiene una cicatriz allí, y
no sé mucho sobre ello, pero sé que cuando más le duele es durante Wolfstime.
No puedo soportar verla hacer esas muecas de dolor, Knubbin. Le duele cuando
teje y cuando está cocinando. A veces le duele tanto que tiene que tomar polvo
de amapola para poder dormir. Estoy aquí por un ungüento que quite su dolor.
Por favor, ¿me ayudará?
—Déjame ver si lo entiendo —dijo, señalando con el dedo a las vigas—. Has
venido hasta aquí... —puso sus manos, con las palmas hacia arriba, sobre su
regazo—… ¿en busca de un bálsamo para aliviar el dolor?
—Así es.
145
—Sí, por supuesto. Abue dijo que no funcionan sin embargo, ni siquiera un
poco. La suya no es una lesión común, me dijo. He venido a usted en busca de
un ungüento mágico. —Sonreí y le eché un vistazo aleteando mis pestañas; como
había visto que hacía Violeta y sus amigos infinidad de veces, siempre que
querían que alguien tuviera una cortesía con ellos.
—Ya veo —dijo el mago, antes de que sus ojos se pusieran vidriosos y
empezara a murmurar una corriente de palabras sin sentido. Se convirtió en un
ventrílocuo sin una marioneta, y si yo no hubiera necesitado el ungüento mágico
para abue, habría salido corriendo de la pequeña y extraña cabaña tan rápido
como mis piernas me llevaran. Todavía balbuceando, se levantó y serpenteó
hasta la cocina donde se sirvió un poco más de la bebida, salpicando fuera de la
taza mientras caminaba de regreso a la silla.
—Perdóneme por decir esto, pero ¿tal vez ha tenido suficiente bebida? —
pregunté.
Finalmente, Knubbin dejó escapar un suspiro con aroma a licor y dijo
secamente:
146
Como si ¡puf! nunca, nunca hubiera ocurrido. Es uno de mis mejores hechizos, si
me permites decirlo. ¡Y lo hago! Una vez que ella lo bebió, sabía que su marido
había muerto, pero no tenía la menor idea de lo que realmente le había ocurrido.
Parecía mejor de esa manera, y siguió adelante con su vida. —Después de una
pausa para respirar, preguntó—: ¿Estás segura de que no quieres una copa?
—Sí, sé que lo recuerda. Ahora, si solo dejaras de interrumpirme, tal vez todo
tendrá sentido en el final. O tal vez no lo hará. Mmmm, ¿dónde estaba? —Con el
dedo índice, se golpeó el costado de su cabeza—. Oh sí. Hace poco más de tres
años, cuando tu abuela vino a buscar protección mágica para ti; la capa roja que
usas, tuvo que hacer un enorme sacrificio. Ya ves, yo le dije que no te podría
ayudar a su máxima capacidad a menos que sus recuerdos estuvieran intactos;
todos sus recuerdos, especialmente aquellos que eran más dolorosos. Le dije eso,
así como también le advertí que a veces, cuando me piden que deshaga un
hechizo de memoria, lo que quisimos olvidar al principio vuelve aún más agudo.
La cicatriz en el brazo de tu abuela de la que hablas, ¿mencionó alguna vez cuánto
tiempo hace que la ha tenido?
Tomé una respiración profunda, más decidida que nunca a ayudar a la abuela.
147
—Eso he oído. Y le aseguro que no he venido con las manos vacías.
—Mmmm —dijo él, creando una cascada de oro y plata mientras las dejaba
caer de nuevo en la caja. La forma en que jugaba con ellas me hizo un nudo en la
garganta. Una parte de mí quería quitarle la caja, decirle que había cometido un
error. La única razón por la que no lo hice, fue por mi esperanza de ayudar a abue
y la fe de que el mago nos ayudaría.
—En realidad, hay más. —Tomé el pastel y lo puse sobre la mesa entre
nosotros—. Es la especialidad de mi abue. Solo que, para ser justos, debo
advertirle: Un bocado y será adicto.
148
regreso, muñeca. Soy un hombre muy ocupado. —El mago saltó de su asiento e
hizo un gesto para que hiciera lo mismo.
—La próxima vez, trae algo más valioso que una caja llena de monedas y un
pastel lleno de ruibarbo, y tal vez voy a tener algo para ti también.
—Con el debido respeto, Knubbin, esa “caja llena de monedas” es muy valiosa.
He estado haciendo entregas para mi abue desde que tenía diez años, y en raras
ocasiones, la gente me da un céntimo extra o dos. He estado ahorrando dinero
para el día en que deje el pueblo.
—Ah, así que son los ahorros para tu huida —dijo desde la cocina, donde se le
llenó la copa una vez más.
8 De la canción de Louis Armstrong "Let's Call The Whole Thing Off", el estribillo dice
"You like potato and I like potahto, You like tomato and I like tomahto. Potato, potahto,
Mi dedo rozó la cruz de oro.
—Está bien. —Guardó las monedas en una bolsa de cuero que colgaba de su
cinturón y me entregó la caja de madera.
149
—¿Entonces lo vas a hacer? ¿Vas a hacer un ungüento mágico para mi abue?
Tomato, tomahto, let's call the whole thing off." Juego de palabras que tiene sentido en
inglés por la similitud de la palabra tomato y potato; y que se usa para comparar dos
cosas que son esencialmente intercambiables o dos palabras para referirse a lo mismo.
Capítulo 16
150
—De acuerdo, gracias. Te veré mañana otra vez —le dije a Heathcliff. Él
simplemente parpadeó como si hubiera olvidado que era un cuervo que hablaba.
Cuando dio un rodeo en el cielo sobre la cueva y se alejó volando, sentí que mis
esperanzas volaban lejos con él.
—Ya casi termino de recoger arándanos —le dije—. Entonces sería mejor que
nos dirigiéramos de vuelta al pueblo.
Con Peter comiendo un panecillo y yo con los arándanos, salimos del bosque
y regresamos por el camino. Cuando atravesamos el pueblo, una canción
optimista salía de la taberna, y Peter de repente agarró mi mano y tiró de mí hacia
el callejón, dispersando un grupo de gatos.
151
—¡Peter! ¿Qué se te ha metido en la cabeza? —le pregunté mientras él agarraba
mi canasto y lo colocaba en unos peldaños.
—No sé bailar —dije. Triste pero cierto. La mayoría de las chicas tenían un
padre o un abuelo, o incluso un tío, para enseñarles los pasos. Pero yo sólo tenía
a mi abue, y su estilo era lo suficientemente malo como para hacer que un cerdo
escapara chillando.
—Vamos, yo te enseño. ¿De qué estás asustada? Nadie te verá. No seas gallina.
—Gracias, Red. Ha sido divertido, pero estoy seguro de que piensas que
necesito practicar un poco más antes del baile.
—Red, ¿qué pasa? —preguntó, corriendo para alcanzarme—. ¿Te pisé el dedo?
152
—preguntó con una risita.
Odiaba que me viera llorar... y odiaba muchas otras cosas en ese momento,
también.
—¡Y hablando de fingir, creo que estás fingiendo que no te gusta Violet,
cuando es obvio que te gusta! Estás encantado de saber que los dos estarán juntos
el primer baile.
—No crees eso honestamente, ¿verdad? Porque, si te acuerdas, te expliqué por
qué sucedió eso. He dado mi palabra, y nunca la rompo, aunque sea por Violet.
—¿Por qué la besaste entonces? De todas las chicas en el mundo, ¿por qué la
más cruel que conocemos?
Peter se rascó debajo del cuello como si le hubieran picado las pulgas.
—Red, espera. —Me tocó el hombro, y me alejé—. Entiendo que estés confusa.
153
Yo también estoy confundido. Sin embargo —dijo después de tomar una
respiración profunda—, no creo que sea justo que estés disgustada conmigo.
—¿Porque somos "amigos" y no tengo derecho a estar celosa? ¿No crees que lo
sé, Peter?
—No. Porque besaste a Tucker. Después de ese día que fuimos a dar un paseo
en trineo a la iglesia... —Se pellizcó el puente de su nariz—. No puedo creer que
lo hicieras. ¿Por qué?
Tragué con dificultad y miré hacia el camino. Estábamos casi en mi casa. Una
parte de mí quería correr hasta allí lo más rápido que pudiera y no mirar atrás en
el lío que había hecho.
—Tucker sabe un secreto acerca de mí, y... yo sólo tuve que hacerlo, eso es
todo. —Acaricié la cola de mi trenza y suspiré tristemente.
—¿Que secreto?
No sabía que sería peor: No ser sincera, y tener a Peter desconfiado de mí, tal
vez incluso dejando de ser mi amigo, o confesar la verdadera y vergonzosa razón
por la que besé a Tucker Williamson. ¿Cómo podía admitir que yo era una
ladrona? No quería que Peter me mirara como miraba a los bandidos en los
carteles buscados. No quería decepcionarlo, como lo había hecho su tío favorito.
Ninguna alternativa era soportable
—No puedo decírtelo, Peter. Lo siento. Verdaderamente, lo siento.
—Lleva esto contigo esta noche —le dije, entregándole a Peter la flecha con
punta de plata que me había hecho hace cinco años—. Nunca se ha disparado. La
tengo a mano en caso de una emergencia.
Él sacudió la mano.
—Consérvalo —dijo.
154
—No por favor. Quiero que la tengas tú.
—Oh. De acuerdo —dije con la mayor alegría posible—. Bueno, ten cuidado,
Peter.
Con un peso en el corazón, caminé con dificultad el resto del camino a casa
mientras Peter regresaba a la ciudad para calzar algunos caballos. Sí, estaba sola,
pero me sentía realmente sola, como la diferencia entre una noche oscura y la
oscuridad en uno de mis sueños de Wolfstime.
Sin embargo, de alguna manera, sentía que algo no andaba bien. Abue parecía
estar más nerviosa que nunca, y tuve la horrible sensación de que estaba a punto
de recibir un sermón.
–Oh, son bonitas —dije refiriéndome al frasco de flores silvestres que adornaba
la mesa—. No las vi antes. ¿Las has recogido tú misma? —Había pasado mucho
tiempo desde que abue había recogido flores.
—Tus amigas vinieron a traerlas para ti. Supusieron que como no estabas en
la escuela, estabas enferma en casa.
155
—Te lo preguntaré de nuevo... y esta vez, no te atrevas a mentirme —dijo
abue—. ¿Dónde has estado?
—¿Así que me estás diciendo que te tomaste el día libre de la escuela y fuiste
a recoger los arándanos completamente sola?
—Sola no. Estaba con... un amigo. —Esperaba que él todavía fuera mi amigo.
—¿Un muchacho? —Abue dejó de tejer por completo y me dio una mirada
hosca.
Parecía que cuanto más abría mi boca, más profundo era el agujero que cavaba
para mí, y tenía la sensación de que si le dijera que había estado con Peter todo
el día, bien podría haber empezado a cavar ese agujero de dos metros en el suelo.
En realidad, esconderse en un agujero no parecía una mala idea.
—Um...
—He oído chismes de tus escapadas con los muchachos, y esperé y recé para
que fueran infundados. Me negaba a creer que mi propia nieta fuera detrás de
todos los chicos, como una idiota inútil. —Mientras sus palabras me escocían en
los oídos y las lágrimas me escocían en los ojos, sacudió la cabeza como si yo
fuera algo que un perro hubiera desenterrado en la esquina trasera de un callejón.
—No lo es, ¿verdad? ¿Entonces por qué a veces te lleva cuatro horas hacer dos
horas de reparto?
156
mientras yo estaba ocupada tratando de convencer a los aldeanos? Hablando de
mercado, ¿cómo compraste toda la harina, el azúcar y las frutas, y todavía tienes
suficiente dinero para las gallinas?
—Abue, cálmate. ¡Por favor, estás equivocada! Esas chicas que vinieron no son
mis amigas.
—A tu madre le gustaba huir y hacer quién sabe qué con los chicos, y no
cometeré los mismos errores que cometí con ella. No nací ayer. Sé que has estado
huyendo y dando vueltas, y no toleraré este vil comportamiento, no mientras
vivas bajo este techo.
—No me puedo esperar a salir de esta estúpida aldea de una vez por todas —
grité mientras sacaba la caja de madera de la canasta. La caja estaba tan vacía
como yo. La arrojé a mi cama y paseé de arriba abajo por mi habitación. ¿Cómo
podía irme, ahora que le había dado cada medio centavo al mago?
¿Cómo podía la abuela creer que era nada más que una ramera?
157
mi abuela todo tipo de asquerosas ideas? Por fin me había sentido como si
hubiera ganado una batalla contra Violet, ya que vio a Peter y a mí dejar la escuela
juntos, pero luego tuvo que venir a traerme flores. Una vez más, estaba en el
rincón de los perdedores.
Priscilla pudo haber tenido razón hace tanto tiempo en el patio de la escuela,
diciendo que la mejor venganza es siempre ser mejor, pero después de todo lo
que Violet me había hecho, ¿cuánto tiempo más podría aguantar sin prenderle
fuego a sus rizos de ébano?
Incliné los dedos de los pies, cerré los ojos, y alcé mi cabeza, dejando que el
viento azotara mi rostro y alborotara mi cabello. La sensación me devolvió a mis
sueños de Wolfstime. En el ojo de mi mente, vi la luna llena, y en mi corazón sentí
su poder.
Las huellas sonaban rápidas y pesadas en el camino. Alguien venía. Aunque
quería permanecer escondida en mi ensueño, empecé a obligarme a estar en
estado de alerta.
Por alguna razón, y quizás nada más que estúpido optimismo, mi corazón se
hinchó con la esperanza de que Peter hubiera venido a arreglar todo entre
nosotros. Si miraba por encima de mi hombro podría encontrarlo detrás de mí,
con sus hermosos ojos llenos de remordimiento y sus brazos musculosos
extendidos, seguramente le diría la verdad: Que yo era el criminal que más
detestaba, una ladrona común. Le diría que quería ser una persona mejor, y
aunque no sabía cómo, algún día pagaría mis deudas y volvería a hacer las cosas
bien.
158
sentí como si hubiera abierto la boca para comer un buen flan y me hubieran
dado un huevo podrido.
—Estoy justo aquí, si pudieras ver más allá de esa extravagante pluma de tu
gorra —dijo bruscamente. Estaba de pie en el porche delantero con las manos en
las caderas. Estaba tan cerca, y sin embargo sentía que ni siquiera estábamos en
el mismo planeta.
—Ah, viuda Lucas —dijo mientras sus enormes botas negras subían los
escalones—. Confío en que me esperaras. ¿Puedo pasar?
—Está todo aquí —dijo el recaudador, tratando de darle un aspecto oficial. Sin
embargo, ella sólo lo miró con ojos vidriosos, así que lo colocó sobre la mesa—.
No tienes otra opción que renunciar a tu casa. Tú y tu nieta tienen tres días para
empacar sus pertenencias personales y buscar una residencia alternativa.
Nuestro benévolo gobernante se disculpa por el inconveniente y le envía desde
el castillo real sus mejores deseos para una próspera estación.
159
¿Qué acababa de suceder? ¿Renunciar a nuestra casa? ¿Tres días para buscar una
residencia alternativa?
—Buenos días, viuda Lucas. —Y cerró la puerta de entrada, salí de detrás del
reloj.
Abue lanzó un suspiro que podría haber apagado una docena de velas. Se frotó
las palmas de las manos, y sin mirarme, dijo:
¡No lo podía creer! Seguramente abue no me había mentido. ¿Por qué iba a
decir que el recaudador de impuestos le había dado tres días más para pagar?
Con mis propios oídos, le había oído decir que teníamos que estar hacienda el
equipaje y salir de nuestra casa para entonces.
Si hubiera sabido que estábamos en peligro de perder nuestra casa, podría
haberle ofrecido al recaudador de impuestos los ahorros de mi vida ... y si no
fuera suficiente, tal vez nos conseguiría un poco más de tiempo, de verdad. Pero
ahora era imposible, ya que había dado todo mi dinero a un viejo mago borracho.
Por un segundo, me preguntaba si podría recuperar el pago de Knubbin... quizás
podría decirle que regresaría para recoger el ungüento mágico en cuanto volviera
a recoger el dinero.
160
a mi abue encogida delante de la despensa. Estaba de rodillas, sollozando.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —dije—. El rey no se limita a
quitarle las cabañas a la gente, dejándolas sin hogar. ¿No es cierto?
Sacó el pañuelo del bolsillo, se enjugó los ojos y se limpió las gafas.
—En este caso, me temo que realmente eso es lo que está sucediendo. Hemos
perdido nuestra casa. He perdido nuestra casa. Todo es mi culpa. Las dos hemos
fallado.
Mientras paseaba por la cabaña, me di cuenta de que las cosas que más quería
mi corazón no eran mis cepillos de cabello, botas favoritas, ni la piel blanca en la
que había estado durmiendo desde que era un bebé. Eran las velas torcidas que
iluminaban la sala de noche; la alfombra de tela que estaba tan desgastada, con
parches que parecían nubes bajo mis pies descalzos; las tazas de estaño de las que
bebíamos sidra juntas, especialmente durante Wolfstime; y el sofá que a lo largo
de los años había moldeado perfectamente nuestros cuerpos, el mío a la derecha,
mi abue a la izquierda.
161
Finalmente, volví a la cocina.
—¿A dónde vamos a ir, abue? ¿Dónde vamos a vivir? —No teníamos familia
a la que acudir.
—Realmente no lo sé, niña. —Se secó los ojos de nuevo y luego se sonó la nariz.
Una vez que la ayudé a ponerse de pie, comenzó a buscar en los gabinetes para
los cuencos y las sartenes como si alguien estuviera tirando de sus cuerdas
invisibles, forzándola a hornear cuando su cuerpo dolorido y alma maltratada no
estaban para ello.
162
Corrí por el camino y subí por la carretera lo más rápido que pude, siguiendo
las huellas de las botas del señor Worthington hasta que se desvanecieron en los
adoquines de la calle principal.
—¡Le has dado en ese estúpido sombrero! —exclamó uno de ellos, validando
mi sospecha de que las huellas pertenecían al hombre de los impuestos.
163
—¡Aquí, Gretchen! Una ronda —gritó el hombre calvo de una mesa de la
esquina llena de gente—. Ven ahora. No tenemos todo el día.
—Conténganse, señores —dijo ella por encima del hombro con una voz más
fuerte que la que había usado conmigo. Luego se dirigió a la parte de atrás de la
taberna, donde vi el sombrero emplumado. En la barra, Hershel Worthington
estaba dando tragos a una cerveza y hablando con el anciano camarero.
Tirando hacia atrás los hombros y levantando la barbilla, caminé derecho hacia
el hombre de los impuestos. Sin embargo, cuanto más cerca me sentía, más se me
revolvía el estómago y no tuve más remedio que retroceder unos pasos y buscar
refugio detrás de un poste grande con nudos. Tomé un gran aliento, y luego otro;
y sin embargo, mi corazón seguía corriendo. Puedes hacer esto, Red.
—No huele demasiado mal —comentó—. Y estoy pensando que ganas muy
buen dinero trabajando para el rey y todo... —Mientras hizo una pausa, se rascó
la cabeza canosa—. ¡Oh! ¿Has probado ser romántico con ella? Eso parece hacer
el truco.
164
—Funciona como magia, ya lo verás.
—Oh no. Estás completamente equivocada. Sólo quería hablar con él, eso es
todo. De negocios.
—No tengo sed —le dije al anciano, y él retrocedió, dejándonos para hablar—
. Estoy aquí para hacer desaparecer nuestras aflicciones. —Tomé el pergamino
que el señor Worthington había entregado a abue de mi bolsillo y lo coloqué
sobre la barra—. Y usted va a ayudarme.
—¿Es así?
—Ya veo. Siento decir, es demasiado tarde. Sin embargo, soy un poco curioso.
¿Cómo exactamente planeaba hacerlo? —Él balanceó sus piernas alrededor y me
enfrentó aburrido.
165
Mi corazón palpitó mientras mi dedo rozaba la cruz de oro que descansaba
sobre mi clavícula. Tomando una respiración profunda y lenta, arreglé mi cabello
sobre mi hombro izquierdo. Sus ojos seguían cada movimiento, incluso cuando
levantó su tarro a sus labios para un trago rápido. Cuando volvió a colocar su
cerveza, desabroché mi collar con un movimiento de mi muñeca.
Debí haberme levantado, pero me sentía inquieta, asustada por una razón que
no podía identificar. Así que me quedé allí hasta que el gallo cantó, finalmente
saliendo de debajo de la cama, una vez que la cabaña se llenó con los ruidos de
abue dando vueltas en la cocina, comenzando su rutina matutina. Estiré los
brazos sobre mi cabeza e hice rodar la torcedura de mi cuello, tratando de
recordar el sueño que había tenido. Estaba inclinada para recoger las almohadas
que había metido debajo de la cama cuando vi algo que parpadeaba entre las
tablas del suelo. A primera vista, parecía ser una pequeña estrella de oro. Pero
cuando la deslicé hacia arriba y afuera con mis dedos, vi que era una cruz.
Me llevé tal susto que casi me sale el corazón por la boca cuando abue irrumpió
en mi habitación como un toro.
—La luz del día está ardiendo, niña. Levántate y consígueme algunos huevos.
166
Traté de esconder mi tesoro recién descubierto de ella, pero fracasé.
—Bajo la cama.
—Fue de tu madre.
—Ve a ver —dijo, dirigiéndome suavemente hacia el espejo que había encima
de mi escritorio. Abue metió el colgante de mi madre sobre su propio collar y lo
sujetó alrededor de mi cuello. Era hermoso—. Ella querría que lo tuvieras —dijo
abue.
—¿De verdad?
Cuando puse mi mano sobre la cruz por primera vez, sentí un calor
maravilloso en mi corazón.
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mirar directamente a sus ojos astutos—. ¿Tengo su palabra de que abue y yo
podemos mantener nuestra casa?
—¿Qué querría su alteza real con un poco de oro cuando tiene más tesoro que
cualquiera en el reino? —preguntó, deslizando mi collar a lo largo de la barra y
dejándolo frente de mí.
—¿Qué querría el rey con una casita pequeña y modesta en el bosque, cuando
tiene el castillo más exquisito del reino, quizá de la tierra entera? —contesté.
—Me doy cuenta de eso. —Suspiré. No sabía qué más hacer, excepto ponerme
de rodillas y rogar—. Por favor, señor Worthington. Si perdemos nuestra casa,
no tendremos a dónde ir. No tenemos familia. Y mi abue es demasiado vieja para
terminar sus días, no sé, ¿en una choza en el bosque? —Apenas había descubierto
la perdida de la cabaña, y las repercusiones completas no me habían golpeado
hasta entonces. No sólo estaríamos sin hogar, abue no tendría ningún lugar para
hornear. Si no podía seguir adelante con su negocio, ¿cómo podríamos llegar a
fin de mes? Tenía que conseguir que el hombre de los impuestos liberará a mi
abue; ¡Era nuestra única esperanza! Le supliqué con mis ojos, mi corazón, con
cada parte de mí—. Esta cruz de oro es todo lo que tengo. Puede que no le parezca
tan impresionante, pero...
168
Willie dejó de silbar.
—Es todo lo que cabrá en la jarra —dijo disculpándose—, pero le traeré otra si
lo necesita.
Abrí mis manos, ni siquiera había notado hasta entonces que las había
apretado en puños, y cogí el collar.
—¿Oh? —Él acarició su larga barba negra mientras dejaba colgando el collar
ante sus ojos—. ¿Qué quieres decir, con encantado? —Alargó la mano, pero
balanceé el collar justo fuera de su alcance.
—Señorita Lucas, ¿me da usted su palabra de que esta baratija está encantada?
—preguntó.
—Sí. El mago mismo me dijo que lo estaba —dije, feliz de finalmente decir la
verdad.
169
Tomó el resto de su cerveza y luego alcanzó el pergamino.
Con una mirada lejana en los ojos, el señor Worthington sacó su pluma del
sombrero y escribió tres de las palabras más bellas del pergamino: PAGADO EN
SU TOTALIDAD.
—Entiendo. Gracias —dije mientras sostenía mi collar con la cruz por última
vez. Era la sensación más agridulce que había tenido jamás. Por un lado, quería
bailar alrededor de la taberna, riendo y tal vez incluso cantando de haber salvado
nuestra cabaña. Por otro lado, la despedida del collar con la cruz que mi madre
usó hizo a mi garganta cerrarse y que mis ojos picaran. Parpadeé fuertemente y
me dije que era lo correcto. La única cosa por hacer. En el instante en que dejé
caer el collar en las manos del señor Worthington, esta vez, para siempre, alguien
dijo mi nombre.
Me giré para ver a Peter, con los brazos cruzados sobre su pecho y sus ojos se
estrecharon desconfiados en el señor Worthington.
—Peter, ¿q-qué estás haciendo aquí? —pregunté. Odiaba cómo había dejado
las cosas con Peter, pero ahora no era el momento de disculparme y tratar de
hacer las cosas bien entre nosotros. La tinta ni siquiera había secado en el acuerdo.
Sólo necesitaba unos minutos más con el señor Worthington, solo.
—He venido a ver cómo estabas, y parece que fue algo bueno lo que hice. —A
pesar de que no había visto a Peter parpadear ni mover ni siquiera un músculo,
parecía haber crecido veinticinco centímetros. El señor Worthington, por el
contrario, se encogió lejos de él.
170
Le dije:
—¿De qué se trataba, Red? —preguntó Peter. Él clavó sus talones, llevándonos
a una parada abrupta por el piano—. ¿Por qué le diste su cruz?
Inclinando su cabeza, él buscó mi cara. Unos segundos más tarde, bajó las cejas
y dijo:
—¿Cómo sabías que estaba aquí, de todos modos? —pregunté mientras abría
la puerta.
—Mis hermanos dijeron que habías pasado junto a ellos. Dijeron que parecías
disgustada, así que se contuvieron de darte duro con verduras podridas.
Peter metió la mano en su mochila y tiró un trozo de pan al perro, para que
pudiera comer algo cuando despertara. Entonces, mientras se apoyaba contra
una farola, le dije por qué había ido tras el hombre de los impuestos. Pensé que
la parte de que abue no pudiera pagar sus impuestos sería demasiado
mortificante para compartir, pero Peter asintió compasivamente. Sabía que podía
confiar en que Peter no se lo dijera a nadie.
171
—Lo que hiciste fue muy heroico, y el detalle del colgante que estaba
encantado con un hechizo de amor fue particularmente inspirado. —Meneó la
cabeza y sonrió. No pude evitar sonreír también. Había contado una historia
excelente, y como las mejores historias, había comenzado con una semilla de
verdad—. Pero sé cuánto significa para ti la cruz de tu madre —dijo, mucho más
sombrío—. Tiene que haber otra manera. Te ayudaré a averiguar algo.
—Gracias, Peter, pero está bien. Lo hecho, hecho está. Además, estoy segura
de que mi madre lo hubiera querido de esta manera. —Aunque puse cara valiente
para él, realmente quería llorar. Comenzamos a caminar por la calle principal y,
cuando pasamos por el callejón donde habíamos bailado aquella tarde, deseé que
me envolviera en sus brazos y me dijera una y otra vez que todo iba a salir bien.
Pero primero, yo sabía que tenía que decirle a Peter lo que había sucedido en
el mercado. Tragué, mentalmente revisando cómo exactamente iba a decir la
confesión. Pensé que la mejor manera era decir toda la verdad, pase lo que pase.
Mientras hablaba, él escuchaba en silencio. Su manzana de Adán se balanceó en
su garganta cuando llegué a la parte de robar de mi confesión, y una sombra
oscura llenó sus ojos cuando conté la parte de beso.
—¿Me odias ahora? —Me mordí el labio inferior mientras esperaba a que él
respondiera.
—Yo también. —No podía creer lo mucho mejor que se sentía ser honesta con
él. Lo jalé más cerca y nunca quise dejarlo ir, pero el sol estaba bajando, y Peter
tenía un buen estofado para compartir con su familia antes de unirse a su padre
y a los otros hombres en la caza de lobos. El pensar en él contra las bestias
mortales me hizo querer abrirme aún más—. Peter, yo...
172
destrozado. En cambio, dije:
Después de la más ligera vacilación, soltó mis hombros y pasó una mano por
su cabello.
—No tienes nada de qué preocuparte. Tenemos los mejores cazadores y armas
en el pueblo. Y estaremos en grupos.
—Será mejor que vuelvas a casa. No querrás perder la gran cena de tu familia
—dije, aunque en realidad no quería que se fuera.
Dije adiós con la mano mientras se dio la vuelta y empezó a correr hacia su
casa, sin entender que lo amaba.
Capítulo 18
173
Mi abuela estaba rígidamente en la silla de esquina de la cocina, con el delantal
sesgado, mirando aturdidamente las pilas de comida que cubrían cada
centímetro de los mostradores. Conociéndola, el exceso de productos horneados
era su último esfuerzo para salvar la cabaña. O eso, o cocinar en un frenesí era su
manera de hacer frente.
—Tengo buenas noticias, abue. ¡No vamos a perder nuestra casa después de
todo!
Ella parpadeó dos veces y luego se volvió hacia mí como si se diera cuenta de
que yo estaba allí.
—La deuda se ha ido. Estamos sin deudas, por lo menos por ahora. —Entregué
a mi abuela el acuerdo. Su frente se arrugó mientras ajustaba sus gafas y leía
PAGO COMPLETO.
—¿Cómo?
Abue abrió la boca y luego la cerró con un suspiro. Supuse que estaba tratando
de agradecerme; ella nunca había sido buena en eso. Finalmente, dijo:
174
—Espera un momento. Hay algo que necesito sacar del pecho.
—¿Qué es?
—No es tu culpa que mis padres salieran al bosque y un cazador los disparara
accidentalmente.
—A ver, traté de ahorrarte lo que realmente ocurrió esa noche cuando tus
padres murieron.
Me incliné hacia delante, y más que un poco nerviosa, para escuchar lo que
realmente había sucedido.
—¿Me mentiste?
—No mentí, en realidad no. Solo omití algunas cosas. —Exhaló en voz alta,
175
haciendo sus mejillas soplar—. Esa noche trágica, antes de que corrieran hacia el
bosque, habían tenido una pelea terrible. Llegué corriendo a su cuarto, tu cuarto
ahora, como sabes, y traté de entrar. Tu padre no puso una mano sobre ella, no
que yo viera de todos modos. Pero él se sacó el collar de su cuello, lo que
enfureció a tu madre.
—¿Si eso ocurrió la noche que murieron, entonces supongo que de alguna
manera terminó debajo de la cama, donde la encontré? —pregunté.
Ella asintió.
—Sí, eso es lo que pensé, también. Ahora, ¿dónde estaba? Oh sí. Tus padres
habían tenido bastantes peleas antes, pero ésta era diferente de alguna manera.
Tenía el peso de la finalidad. Una mirada al rostro de tu madre con lágrimas, y
nunca he visto tanta angustia. Sabía que su corazón se había roto. Corrió al
bosque y él la siguió. Traté de detenerlos, pero...
—Los cazadores se acercaron a ellos primero —terminé por ella, y ella asintió
solemnemente.
—Eras sólo un bebé, pero de alguna manera, debiste haber sentido que algo
trágico les había sucedido. Lloraste toda la noche, hasta el desayuno. Te juré que
viniera el infierno o el agua, te mantendría a salvo. Tú eres todo lo que tengo,
niña.
Había estado tan fascinada por la historia de abue que no me di cuenta de que
el sol estaba cayendo. Abue debió de haberlo notado al mismo tiempo, porque
después de mirar por la ventana, se levantó de un salto.
176
cuando vi cómo bordeaban la cabaña y pasaban junto al gallinero, al arroyo.
Afortunadamente, el lobo había dejado a los pollos en paz, pero ¿quién iba a decir
que las aves sobrevivirían esta noche, o la noche después, para el caso?
Dejando mi tarea inacabada, volví a entrar. Mientras abue hacía las rondas de
Wolfstime en nuestras habitaciones y en la sala de estar, me metí en la cocina
para cerrarla y empezar a hacer la sidra. Mientras tanto, no podía dejar de pensar
en los lobos. Siempre los había temido mortalmente; Pero ahora, los odiaba.
Los odiaba por plagar nuestra aldea con horror toda una semana de cada mes.
Los odiaba por matar vacas y ovejas de nuestros vecinos y nuestros pollos. Los
odiaba por matar a mis tíos abuelos y a mi abuelo a sangre fría. Odiaba cómo los
mataron ante los ojos aterrorizados de mi abuela —una pesadilla viva que la
obligó a hablar en contra de aquellos que creían poder derrotar de alguna manera
a los monstruos o aquellos que no eran lo suficientemente temerosos de ellos—
y cómo su fervor la marcaba como el hazmerreír del pueblo, entonces y ahora.
Los odiaba por poner a mis padres en el camino de la muerte y forzar a nuestros
hombres a una persecución aparentemente eterna e inútil. Los odiaba por
hacerme preocuparme por Peter y su primera noche con los cazadores y por dejar
huellas amenazadoras justo fuera de las paredes de nuestra casa.
¡Si rellenaba las galletas con veneno de rata y las dispersaba a lo largo de las huellas
que el lobo había dejado la noche pasada, quizás pudiera ser la que finalmente matara a
los lobos!
Saqué el veneno de rata que guardamos debajo del fregadero y lo rocié en las
galletas, poniendo mi plan en movimiento. Casi le dije a mi abue mi idea, pero
cuando la vi apoyada contra la pared de la sala y sosteniendo su dolorido brazo,
sentí que estaba pasando por suficiente.
177
—Parece que dejé algunas toallas en el tendedero, abue. Volveré enseguida —
le dije. Luego salí por la puerta trasera y desparrame las galletas de perro
envenenadas junto a las huellas de lobo.
De pie ante la ventana en ropa interior, con el resplandor de las velas detrás
de mí y los peligros vastos de Wolfstime delante de mí, sentí una extraña mezcla
de poder y vulnerabilidad. Aunque sabía que debía cerrar mi habitación y
meterme en la cama, me encontré pensando en el paradero de Peter en ese
momento. ¿Acaso los cazadores, armados con antorchas, armas y una sensación
de invencibilidad, marchaban a través del parque y al cementerio? ¿Se habían
reunido en el centro del pueblo o en la escuela? ¿O se habían reunido en la calle
principal y en el bosque?
178
comenzando en la raíz y corriendo las cerdas perfectamente hasta los extremos.
El viento entró en mi habitación, acariciándome el rostro, el cuello y los hombros.
Peter salió de las sombras hacia la luminosa luz de la luna, y bebí la aprobación
y el aprecio que había escrito en su hermoso rostro.
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siniestro. Y era tranquilo, muy tranquilo. Algo está mal.
—Con alguna suerte, nuestros pollos serán la comida final de ese lobo —dije
—No seas ridícula, niña. Esto era simplemente un aperitivo. —Abue agitó sus
manos alrededor como si yo ni siquiera hubiera notado la masacre.
—Envenené las galletas de perro y las esparcí fuera de la cabaña anoche, en
caso de que el lobo se atreviera a volver aquí. En caso de que volviera a perseguir
a nuestros pollos.
—¿No has oído nada de lo que te he contado todos estos años? No es un lobo
común, niña. Es más poderosa de lo que puedas imaginar. —Abue sacó la escoba
de mi alcance. En una mano sostenía el palo de la escoba, y en la otra, mi hombro,
mientras me sacaba del gallinero. Luego colocó el fondo de la escoba en una de
180
las huellas del lobo. La huella de la pata eclipsaban las cerdas, y sus garras se
extendían aún más lejos. Sabía que el lobo era gigantesco, ya había visto sus
huellas, pero no pude evitar jadear. Abue asintió—. ¿Lo ves? Una galleta de perro
envenenada no le dará a esta criatura un dolor de vientre, y mucho menos lo
matara.
—Oremos al monstruo atorado con una dieta de aves de corral —dijo mientras
regresaba a la casa.
Como antes esa mañana, el aire se hizo más frío, dándole un cierto mordisco.
Mi corazón martilleó —y no sólo con esfuerzo— cuando las huellas de las patas
me llevaron a la colina detrás de la tienda del herrero. Respiré profundamente y
temblé. ¿Acaso un lobo había causado estragos en la casa de Peter anoche?
181
Capítulo 19
182
Me quedé allí, paralizada, sin saber qué hacer. Percatándome del desgarrado
cuello, hombro y muslo, la camisa empapada de sangre y las piernas dobladas en
ángulos desgarbados, no estaba segura si gritaba en voz alta, o si sólo estaba en
mi mente.
—Oh no. No no. Por favor, que los demás estén a salvo —rezaba en un susurro
ahogado.
Tragué el sabor amargo del vómito y me arrodillé junto a Amos Slade. Con
manos temblorosas, comprobé si respiraba. Simplemente parecía lo que tenía que
hacer; pero en realidad, todo lo que tenía que hacer era mirar los ojos turbios del
anciano para saber con certeza que se había ido.
Peter.
¡Peter!
Abrí los ojos. El hermoso rostro de Peter, iluminado por la luz del sol, apareció
como desenfocado.
183
—Peter, ¿eres realmente tú? —De repente, sentí el dolor en la parte de atrás de
mi cabeza como si me hubieran golpeado con un mazo de croquet, e hice una
mueca.
Estaba arrodillado ante mí, con las manos en mis hombros y los ojos castaños
muy abiertos.
—Estoy bien, Peter. —Él me soltó y ambos nos pusimos de pie—. Creo que
debo haberme golpeado la cabeza de alguna manera...
Después de haber cerrado los ojos de Amos Slade, debí haberme caído hacia
atrás; y aunque el árbol había detenido mi caída, también me había dado con un
nudo grande en la parte posterior de mi cabeza.
Entonces recordé la horrible visión que había tenido cuando había tocado a
Amos, y mi corazón se aceleró. No podía sacar la imagen espantosa de los dientes
letales, brillantes y la innegable sensación de terror de mi mente. Era casi como
si de alguna manera se me hubiera permitido experimentar lo que Amos había
pasado en sus últimos momentos de vida. Pero eso no tenía sentido. Tal vez algo
así podría suceder si yo fuera una bruja o un hechicero, pero eso era simplemente
una locura. Con toda probabilidad, la visión era sólo cosa de mi imaginación para
hacerme reaccionar. Por otra parte, tal vez me golpeé la cabeza y dormí el tiempo
suficiente para tener uno de mis sueños de Wolfstime.
Peter caminó hacia un arbusto e hizo una seña para que bajara mi arma.
184
momento, se metió en el bosque.
—Oh, Peter, odio esto. Quiero irme. Quiero irme muy lejos, lejos de este lugar
—dije sorbiendo por la nariz—. A algún lugar donde no se escondan en las
sombras monstruos horribles.
—Te llevaré donde quieras, Red —dijo Peter, guiándome por la colina, lejos
de la espantosa escena.
Sorbí un poco.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —dijo, mirándome directamente a los ojos. No era la primera
vez que me preguntaba qué podía ver cuando me miraba así. Pero esta vez,
quería ayudarlo a descubrir la posibilidad de un nosotros.
Sin pensarlo más, me puse de puntillas y me incliné hacia él. Mis ojos se
cerraron, y mis labios encontraron los suyos. Al principio, nuestros labios apenas
se rozaban, suaves como plumas en una brisa, y bebí el dulce aire que había
185
estado dentro de él sólo un segundo antes. Presioné mi cuerpo contra el suyo y
lo atraje más cerca agarrándolo por la parte posterior de su cuello. Me quitó la
capucha y sus dedos recorrieron las ondas de mi cabello. A medida que nuestro
beso se profundizaba, nos turnábamos explorando los labios, la boca y el cuello.
Se sentía tan agradable y familiar y sin embargo, al mismo tiempo, tan
deliciosamente peligroso.
Perdí completamente la noción del tiempo, sin preocuparme por nada más que
Peter mientras él respondía a mis preguntas tácitas. Él centró un suave beso en
mis labios entreabiertos, y abrí los ojos para verlo sonreírme.
—¿Por qué?
Ojalá pudiera vivir con la sensación de haber besado a Peter para siempre, o
al menos un poco más. Sin embargo, cuando entré en la cocina, era obvio que
necesitaría dos veces más tiempo que de costumbre para entregar todos esos
productos horneados. Y realmente tendría que apresurarme si tenía que acudir a
mi cita del mediodía con el cuervo parlante. Cuando dejé ir la felicidad de besar
a Peter, el dolor de la horrible muerte de Amos Slade comenzó a inundarme de
nuevo, y sentí un bulto formándose en mi garganta.
186
—Te dije que eso no funcionaría.
—Me desobedeciste.
—¿Qué pasa con él? ¿Te está acosando por el pastel de durazno otra vez? Qué
barbaridad, ese tonto no lo entiende, ¿verdad? ¿Cómo puedo hacerle un pastel
de durazno fresco cuando los melocotones no están listos para ser recogidos? Es
por vivir en esa vieja y sucia choza día a día, con nadie más que un sabueso con
quien hablar, está secando su cerebro. Pronto no habrá nada más que una
crujiente pasita que suene en su cráneo, y que me condenen si todavía no pide
pastel de durazno.
Ella parpadeó.
—Oh.
Su rostro se volvió tan pálido como la harina, y temí que pudiera caerse, así le
acerqué el taburete cubierto.
Frunciendo el ceño, miró por la ventana. Se quitó las gafas y las frotó en el
delantal. Debió ser un efecto de la luz del sol que se extendía en la cocina y en su
rostro, pero creí haber captado una visión superficial de una viuda Lucas más
joven en ella.
Miré a través de la cortina para ver a nuestro vecino, el señor Slade, esperando
en la puerta principal. Tenía una pelambrera de cabello gris pardo en la cabeza y
una más pequeña debajo de su nariz, y unos ojos azules que de alguna manera
187
se las arreglaban para parecer gruñones y amables a la vez. En una mano, sostenía
su sombrero marrón, y en la otra, un ramo de flores silvestres.
—¡Abue! El señor Slade está aquí —dije, corriendo hacia la cocina para ir a
buscarla—. Parece que está vendiendo flores otra vez.
—No abras la puerta hasta que se haya ido. ¿Me oyes, niña?
188
Abue parpadeó unas cuantas veces y lentamente se puso sus gafas de nuevo.
Poco después, salí deprisa al camino, cargada con dos cestas y mi arco y mis
flechas. Mientras me dirigía hacia el barranco donde crecían los arándanos, me
detuve en las casas de los clientes a lo largo del camino, entregando sus productos
horneados y galletas para perros, cobrando sus pagos, y llegué a la casa de los
Thompson, para hacerle un pedido de más gallinas.
—¡Sal, sal, dondequiera que estés! —No aparecieron cuervos, y mucho menos
que hablaran—. ¿Heathcliff? Por favor, sal. Tengo un bollo sabroso y agradable
para ti. Estoy aquí para ver al mago. Me está esperando.
—Dámelo.
Asustada, dejé caer el bollo en el manantial y maldije entre dientes. En la
entrada de la cueva, el pájaro inclinó su desaliñada cabeza de plumas negras.
—No te preocupes, tengo otro. Ten —dije, sosteniendo un bollo en el aire. Dio
vueltas alrededor de mi cabeza dos veces y luego lo agarró con su pico
puntiagudo. Voló de regreso a la cueva y comenzó a tomarse su buen tiempo
dulce picoteando el pan.
—¿Me llevarás a ver a Knubbin ahora? —Me levanté y recogí mis cestas.
El pájaro parpadeó con sus ojos pequeños y, con las migajas cayendo de su
pico, dijo:
—No.
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—Deja de jugar conmigo, Heathcliff. Es pasado el mediodía, y me vas a hacer
llegar tarde.
—Oh. —El pánico se coló en mis entrañas. Había estado preocupada por
encontrar el cuervo, y aún más nerviosa por descubrir si el mago cumplía su
promesa—. De acuerdo entonces. ¿Cuándo crees que volverá?
El cuervo parpadeó.
—Nunca más.
Tal vez Heathcliff estaba equivocado. Había llegado hasta aquí, y me sentiría
mucho mejor viendo si el mago estaba en casa o no.
—Aquí tengo otro bollo delicioso. Y una galleta de pasas, si eso te gusta.
Mientras que las cacerolas y los muebles en miniatura todavía estaban allí, las
figuras de animales del mago, la pintura de la luna y de las estrellas, la capa
negra, y las jarras del hidromiel habían desaparecido. Claramente, Knubbin no
se había limitado a dar un paseo. Había empaquetado sus pertenencias
personales, y mis ahorros de toda la vida, y lo había montado en su caballo. No
tenía ni idea de a dónde se había ido. ¿Cómo pudo haberme traicionado así?
190
Con los ojos ardiendo, eché una última ojeada, y fue entonces cuando lo vi.
—Podría haber jurado que no estaba aquí hace sólo un segundo —dije en voz
alta. En la vitrina donde las figuritas del mago se sentaron una vez había un tarro
ambarino del tamaño de un dedal. La nota escondida detrás del tarro decía:
FROTAR EL UNGÜENTO, NO SENTIRÁ EL DOLOR en tinta de arándano. ¿Era esto
el bálsamo mágico?
—¡Ajá!
Me sobresaltó tanto que salté. Y cuando me giré, tuve que parpadear para
asegurarme de que era realmente el mago quien se alzaba en la entrada. Llevaba
su larga capa negra y sus botas puntiagudas, y parecía haberse bañado y
recortado la barba. Mientras cruzaba la habitación hacia mí, me preguntaba por
qué estaba mucho más arreglado que ayer.
—Bueno, ¿no es una coincidencia? Creí que habías olvidado venir a buscarlo
—dijo Knubbin—. Pero entonces olvidé que alguna vez pensé eso, y así estoy
aquí. Sin embargo, no puedo quedarme más que un minuto o seis, ya ves, porque
debo dar los últimos toques a mi hechizo de reubicación. —Sus extraños ojos se
movieron de un lado a otro, y si no lo hubiera sabido, habría dicho que el mago
estaba nervioso—. Están en camino.
—¿Quién? —pregunté.
—No te preocupa como a mí, así que no importa eso, y en vez de eso mira allí.
191
—Señaló mi mano, y vi que el frasco había dejado de brillar.
—Tú me dijiste que querías salir al mundo y tener aventuras —dijo él,
moviendo su mano ante nosotros—. Quieres encontrar tu final feliz, ¿no es cierto?
¿O tu plan ha cambiado en un solo día?
—No, quiero hacer eso. Yo sólo... –Mi mente daba vueltas. No estaba muy
segura de lo que estaba pasando. ¿Qué juego estaba jugando conmigo el mago?
—¿Y no quieres el bálsamo mágico para que tu pobre abuela pueda hornear y
tejer y dormir sin tener que tomar polvo de amapola por la noche? —Arrugó su
nariz larga y estrecha—. Cosa terrible, o eso he oído.
—Bueno, sí, por supuesto que quiero que el dolor de abue desaparezca. Por
eso vine a usted en primer lugar.
—Muy bien, muy bien. Entonces está resuelto. Dejarás el pueblo para ir a
buscar el ingrediente final en el bálsamo mágico que sanará a tu abuela. Y aunque
no puedo saberlo con seguridad, tengo la sensación de que experimentarás una
aventura o cinco en el camino, y si todo sale bien, encontrarás tu final feliz.
—Oh, una cosa más. —Miró la mano con la palma hacia arriba y, como los
gitanos del mercado que pueden hacer que los objetos se materialicen
aparentemente en el aire, apareció su bolsa de cuero. Oí el cascabeleo de las
monedas mientras le daba a la bolsa un pequeño tirón y la agarraba por el
cordón—. Me dijiste que cuando me diste este dinero era tu futuro, ¿verdad?
Asentí.
192
—Ahora te lo devuelvo, cada centavo. Predigo que necesitarás tu futuro más
que yo. Además, siempre es una buena idea para la gente común llevar dinero
durante sus misiones. Nunca se sabe cuándo tendrás que pagar un peaje o
comprar algo para comer.
—Pero yo creía que toda magia viene con un precio —dije lentamente.
—Cierto, así es. Ni siquiera sé lo que deparará el futuro, pero eso es lo que
hace la vida tan interesante. Ahora, es hora de que corras. ¡Ve! ¡Ve! ¡Ve!
—Ah, una buena pregunta. Todo lo que necesitas es una gota de agua del lago
Nostos. Sólo una pequeña gota, nada más y nada menos...
—Parece que te hubiera dicho que fueras a buscar una escama de un dragón
dormido. Es sólo un poco de agua del lago, ¿qué podría ser más sencillo?
—Sí, pero todo el mundo sabe que el lago Nostos no es real. Es sólo un cuento
de un libro de historia viejo y polvoriento.
—Por supuesto que conozco la historia. Mi abuela me la leía cuando era niña.
Era una de mis favoritos. Pero…
—En cada cuento hay una pizca de verdad, especialmente en los que se
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encuentran en los viejos libros polvorientos. Tienes que abrir tu corazón y dejar
que la verdad te encuentre. Algunos dicen que la verdad suena tan clara y dulce
como la canción de un ruiseñor.
194
Abrí la puerta de la cabaña y casi le pegué a abue.
Pero hoy, no dije nada para detenerla. Abue había vivido en el pueblo toda su
vida, así que tal vez tenía razón en cuanto a que los lobos eran demasiado
poderosos para que los cazadores los mataran. Si era así, no quería que Peter
fuera el siguiente cazador en morir bajo las garras y los dientes de un lobo.
La ayudé a envolver su chal sobre su moño y alrededor de sus hombros.
Mientras lo hacía, agarré su brazo derecho y levanté su manga. Ella se apartó con
fuerza, exigiendo saber lo que pensaba que estaba haciendo, pero no antes de que
pudiera echar un rápido vistazo a su misteriosa cicatriz. Vi cuatro heridas rojas e
inflamadas. Era horrible, y parecía que era terriblemente doloroso. Mi corazón se
aceleró al darme cuenta de que coincidía casi exactamente con la marca que el
lobo había hecho en la pared del gallinero.
—Es del lobo, ¿no? —pregunté—. El lobo te lastimó, ¿no? Y sin embargo,
escapaste. ¿Cómo te escapaste de eso, abue?
195
cuero llena de monedas en la caja de madera de mi escritorio. Antes de cerrar la
tapa, sacudí la pequeña jarra de color ámbar. No pasó nada.
Violeta, Florencia y Beatriz llevaban carteles que decían: ¡NO DEJAR QUE LA
BESTIA ACABE CON NUESTRO BAILE DE-NO-ME OLVIDES! Y saltaban alrededor
del edificio con una creciente manada de devotos.
—Hola.
Le hice un pequeño saludo, hasta que me di cuenta de que Priscilla nos estaba
mirando con interés.
196
—Parece que Peter te ha deslumbrado, querida —dijo.
—Bueno, no sé si...
—Sí, tú puedes. Puede que no sea una adivina, pero sé cómo es el verdadero
amor. —Deslizó el dedo hasta mi barbilla e inclinó mi rostro hacia Peter, que
venía directamente hacia mí. Sin embargo, Hershel Worthington se había
acercado a nosotros, bloqueando mi visión. El bebé de Priscilla golpeó la pluma
de su sombrero como un gatito.
—Sólo dile lo que sientes por ella. Esas son las palabras mágicas.
El señor Worthington alzó la ceja izquierda con expresión pensativa. Mientras
guardaba el collar en su bolsa, Peter se acercó a nosotros.
197
que sus ojos brillaban.
—Da la casualidad que sé que mis hermanos tienen una fanega de tomates
podridos, coles y huevos para tirarle al bastardo. Lo estaba poniendo a su alcance
—dijo.
—Lo sé. Así que, ¿qué estás haciendo aquí, de todos modos? Pensé que odiabas
las reuniones de la ciudad.
—Ah, bueno, tiene buenas intenciones. Sólo quiere que todos estén a salvo de
los lobos, especialmente tú. ¿Y puedes culparla? Es muy agradable tenerte
alrededor. —Él metió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, y tragué con
dificultad. Cuando envolvió sus largos y musculosos brazos alrededor de mí, me
derretí tan profundamente en su pecho que escuché el suave y constante golpeteo
de su corazón.
Demasiado pronto, rompió nuestro abrazo. Por otra parte, cien años habrían
sido demasiado pronto.
—Creo que en realidad podría estar aquí para apoyar a abue. —Mis palabras
me sorprendieron a mí misma.
198
—¡Orden, orden! —Mientras tocaba la campana—. Llamo al orden a esta
reunión de la ciudad. Nuestro primer punto del orden del día es el más
desafortunado y prematuro, aunque era bastante viejo, pensando en ello creo
probablemente no habría pasado el invierno.
—Benjamín.
—Sí, sí. Gracias. Bien. —Continuó, ajustando sus gafas mientras miraba hacia
abajo a un pergamino—. Al estudiar el cuerpo y las pistas que rodeaban el lugar
de la muerte, está claro que el señor Slade fue atacado y asesinado por un animal
salvaje muy grande.
—Los lobos atacarán de nuevo. ¡No tenemos más remedio que cazar y matar
199
la manada entera! —dijo el padre de Peter.
—Y cuanto antes mejor. Cualquier hombre, joven o viejo, que esté dispuesto a
pelear en la fiesta de caza de esta noche, que se reúnan junto a la fuente
inmediatamente después de esta reunión.
—No importa.
—Lo siento, querida, pero tienes que hablar más alto —dijo el alcalde—. De lo
contrario, no podemos oírte.
Tragué, y si mis mejillas estaban rojas antes, ahora estaban en llamas. Eché un
vistazo a abue, que estaba levantada sobre la punta de los dedos de sus pies y
estirando el cuello para tratar de verme entre el mar de gente. Tomando una
respiración profunda, me enfrenté al alcalde y grité:
200
—¿Qué perjuicio habría en la reprogramación del baile para otra noche? ¿Una
que no sea durante Wolfstime? —¡No podía creer que hubiera hablado, y con
tanta confianza! Mientras esperaba que él contestara, me concentré en no morder
mi labio.
—Soy un firme creyente de que es mejor estar a salvo que arrepentirse. Tú,
como la buena gente de este pueblo, me has convertido en tu alcalde, y no tomo
mi trabajo, ni sus vidas, a la ligera. Después de todo, ¿de qué serviría ser su
alcalde si no hay nadie para presidir? —Se rió entre dientes y luego se aclaró la
garganta—. Así que, según lo solicitado por la viuda Lucas y su nieta, el baile de
No—Me-Olvides será reprogramado a una fecha más segura.
—Pero, padre, los cazadores van a matar a los lobos esta noche —exclamó
Florence con su estridente voz, y me volví como los demás aldeanos para mirarla
hacia el fondo de la habitación—. Tenemos fe en que nuestros cazadores hagan
el trabajo.
Los jóvenes a su alrededor alzaron los puños al aire en acuerdo, gritando:
—¡Maten a los lobos! —Y—. ¡Es nuestro momento! ¡Nada nos quitará nuestra
noche especial!
201
una noche que no sea durante Wolfstime.
Una vez que el señor Worthington tomó la palabra, Peter me dio un codazo, y
yo miré hacia arriba para ver a Violet serpenteando a través de la gente,
dirigiéndose directamente hacia nosotros.
—Tú y tu abuela han ido demasiado lejos —dijo, con las manos en las caderas
y los ojos en llamas—. El baile de No-Me-Olvides se va a celebrar cuando se
supone que es, incluso si el alcalde lo ha prohibido.
202
dije con calma.
Tenía que admitir, que yo estaba harta de estar encerrada, también. Estaba
harta de los lobos que aterrorizaban a nuestra aldea. Sólo podía fantasear con un
lugar donde pudiera dormir tranquilamente por la noche, sin tener que hacer de
mi casa una fortaleza contra las feroces bestias. Ansiaba ir a algún lugar donde
no tuviera que mirar por encima de mi hombro, donde pudiera atravesar una
sombra, o escuchar un ruido misterioso, y no tener los pequeños pelos de la nuca
de punta. Un lugar donde pudiera salir a buscar los huevos y no tener que temer
que nuestras gallinas hubieran sido sacrificadas. Sobre todo, quería vivir en
algún lugar donde no tuviera que tener miedo constantemente por mi vida o por
las vidas de mis vecinos.
Tal vez si me fuera en busca del Lago Nostos, encontraría un lugar así. Un
momento, ¿en qué estaba pensando? La idea de ir en busca de un lago de cuento
de hadas era ridícula. El mago podría haber sido un hombre de integridad
mágica alguna vez. Después de todo, mi propia abuela y mi madre acudieron a
él por magia. Pero, ¿quién iba a decir que no había perdido sus tornillos desde
entonces a ahora? Y sin embargo, si nunca tratara de encontrar el lago, abue
tendría que vivir con su dolor durante el resto de su vida, y no podía soportar
pensar en eso.
—Vamos, Violet. ¿Y qué pasa con lo del señor Slade? —preguntó Peter,
dándole palmaditas en la espalda al desgraciado perro—. Eso no es solo una
historia de un cuento. Realmente sucedió. Con nuestros propios ojos, lo vimos
tumbado sobre un charco de su propia sangre, rodeado de huellas de lobo
gigantes.
203
Es desagradable y un poco sangriento, pero es la vida. Sin embargo, no somos
como Amos Slade —continuó Violet, al parecer inconsciente de la mirada de
"¿Qué está diciendo?", que Peter y yo continuamos intercambiando. Y, con toda
honestidad, deseé poder creer las palabras de Violet. Eso haría nuestras vidas
mucho más simples y la solución a nuestro problema del lobo más
prometedora—. Somos jóvenes. ¡Este es nuestro momento! Y estamos
recuperando nuestras vidas, a partir de esta noche.
Le pregunté a Peter.
204
Peter y yo estábamos sentados en el borde del estanque, mojando nuestros
dedos de los pies desnudos en el agua fresca verde azulada mientras el perro de
caza dormía en la sombra. Me alegraba que el sabueso finalmente estuviera
empezando a sentirse un poco cómodo conmigo, porque si Peter se daba cuenta
o no, ahora tenía un perro.
La música del bosque era un cambio bienvenido de los acalorados debates, sin
duda pasando en el ayuntamiento en ese momento. Cerré los ojos para escuchar
mejor las abejas zumbando y el agua rompiendo perezosamente contra las rocas
de la orilla. Cuando capté la canción de un ruiseñor distintamente hermosa y
evocadora, suspiré para mí misma. Era tan agradable tenerlos de regreso en
nuestra parte de los bosques. Los había perdido todo el invierno.
—¿Tienes miedo por esta noche? —pregunté una vez que me había puesto las
botas.
—No tengo miedo, de verdad. Sólo estoy un poco nervioso. Realmente espero
205
que uno de nosotros mate a lo que sea que mató a Amos Slade. Me encantaría
matar a los lobos y liberar a nuestra aldea de su reino de terror, de una vez por
todas.
—¿Vas a aceptar esto, esta vez? Me haría sentir mucho mejor. —Le di lo que
esperaba pareciera una sonrisa tranquilizadora.
—Peter... —Suspiré.
—Vuélvete y te lo pondré.
—¿Pero… cómo?
—Mi bueno y viejo tío Jenkins podría ser nada más que un bandido de poca
206
monta, pero me enseñó una o dos cosas sobre el hurto.
—Parece que ambos somos ladrones. No puedo creer que lo hayas robado para
mí —dije, sonriéndole.
—Será mejor que lo creas. Y espero que, esta vez, no lo pierdas ni lo des. Se
está convirtiendo en un trabajo a tiempo completo, sólo mantenerlo en ti.
—Ah, pero eso ya lo pensé. Mira, te hice un colgante de cruz con un poco de
chatarra anoche, antes de salir con la partida de caza. Sabía lo mucho que el
colgante significaba para ti, Red, y sabía que nada, sobre todo una réplica hecha
de cobre, sería realmente capaz de reemplazarlo. Sin embargo, pensé que te
gustaría tener algo por lo menos para recordar. Quería dártelo esta mañana, por
eso me dirigía a tu casa. Pero entonces, en mi camino, te oí gritar, y luego estaba
Amos...
—¡Seguro que sí! Uno muy bueno, también. Todo lo que tomó fue un poco de
magia de herrería. Estaría sorprendido si el hombre de los impuestos se da cuenta
que no es oro real. Pero si lo hace, se nos ocurrirá algo más. No te preocupes, Red.
No dejaré que el hombre de los impuestos se lleve tu casa.
207
—No puedo creer que hiciste todo eso por mí. Tienes un gran corazón, Peter.
—¿Oh? —pregunté.
—Sé que quieres decirme algo. Parece que estás a punto de explotar. ¿Por qué
no me lo dices y luego nos dirigiremos a la ciudad?
Entrelacé mis manos entre mis rodillas, con la esperanza de evitar que mis
piernas tiemblen tanto.
—¿Recuerdas cuando te dije que quería dejar este pueblo, que quería irme
208
lejos, muy lejos?
Asintiendo, dijo:
—Por supuesto que sí. Vamos a irnos juntos, tú y yo. —El perro lanzó un
aullido y Peter le dio una palmadita en la cabeza—. Y nos llevaremos también a
esta bolsa de pulgas, supongo.
—Abue tiene una cicatriz muy dolorosa en el brazo. Creo que podría haber
descubierto algo que puede traerle alivio.
Él susurró:
—Lago Nostos. —Para sí y luego dijo—: Creo que he oído hablar de él, pero
no puedo afirmarlo...
—Es del cuento de hadas sobre la lavandera que fue maldecida a vivir en el
agua. Abue nos lo leía cuando éramos niños.
209
más seguro viajar cuando los lobos no estaban cazando. Yo ya tenía el dinero que
había ahorrado, ya que Knubbin me lo había devuelto—. ¿Qué tal mañana por la
noche?
—Pero Red, no puedo dejar el pueblo. Ahora no. Tengo que ayudar a los
cazadores a acabar con los lobos, y tengo que ayudar a mi padre en la herrería.
Cuentan conmigo. Y la gente cuenta contigo también. Tienes que ayudar a tu
abuela con sus entregas. ¿Y quién va a poner a Violet en su lugar, si no eres tú?
Tuve que sonreír ante su comentario sobre Violet. Y en general, su punto era
válido. Sin embargo, si no iba en busca del ingrediente final para el bálsamo
mágico, nadie lo haría. Abue no lo sabía, pero ella estaba contando conmigo.
—Sólo quiero ayudar a mi abue —dije suavemente—. Ha hecho tanto por mí,
más de lo que sabes.
—También has hecho mucho por ella. Salvaste su cabaña de ser incautada por
el rey, y eso no es una hazaña pequeña. Estoy seguro de que tu abuela está muy
agradecida y muy orgullosa de ti.
210
—Bueno. Sólo puedo tener la esperanza de conseguir desempeñar un papel en
tu final feliz, Red.
—¿En serio? —pregunté, limpiando mis lágrimas—. Quiero decir, tuve una
sensación... realmente esperaba que fuera cierto, yo solo...
—Por supuesto que sí. —Se dio la vuelta y dio una patada a una roca tan alto
y fuerte que aterrizó cerca de la orilla opuesta del estanque. El perro resopló y
agachó las orejas, pero aparentemente no notó nada malo, porque se dejó caer de
nuevo y cerró los ojos—. Eres inteligente, hermosa, divertida y apasionada... y
eres la arquera más experta que conozco.
Abrí la boca, de la sorpresa más que para decir algo, pero él presionó un dedo
contra mis labios y me dijo:
—Déjame terminar. Me encanta que seas la segunda mejor arquera que
conozco. Me encanta que me hicieras un pastel de cumpleaños. Aunque, para mi
decimoctavo cumpleaños, es mejor que me hagas uno que consiga comer. Me
encanta la rebeldía en tus ojos y la bondad en tu corazón. —Movió su dedo de
mis labios a mi cabello, apartando una parte de él de mi rostro—. Me encanta que
cuando tienes algo en tu mente, el mundo deba tener mucho cuidado.
—Ahora mismo, tú eres el único que necesita tener cuidado —dije. Envolví
mis manos en su nuca y presioné mis labios contra los de él.
211
Me sentía como si estuviera en un sueño, pero no en un sueño de Wolfstime.
En éste, todo a mi alrededor parecía mejorado. A medida que el sol se ponía, el
cielo, los árboles y las flores eran extra vibrantes, como un arcoíris que había
caído del cielo y se derramó sobre todo en la tierra. La tierra se sentía más
primaveral y los sonidos de la naturaleza más musicales. Incluso en mi
dormitorio, con el suave resplandor de mis apliques y candelabros de cabecera,
los mismos muebles y decoraciones parecían extra hermosos.
Por otra parte, mi madre no parecía temer a sus sueños de Wolfstime. Había
212
hecho que Knubbin encantara la cruz para que sus sueños de Wolfstime
revelaran su verdadera naturaleza. Si ella no había tenido miedo, ¿por qué yo lo
tendría?
“Sólo cuando te niegues a ser víctima del miedo conocerás tu verdadero poder”.
Capítulo 22
213
Mis pies se hunden en el barro, y con cada paso, el terreno se endurece… alrededor de
mis tobillos, pantorrillas, rodillas… haciendo más y más difícil seguir moviéndose.
Pero tengo que hacerlo. No puedo simplemente quedarme quieta y permitir que la
oscuridad me entierre viva.
No esta noche.
Subo y surjo con todo mi poder, luchando contra un ataque de tierra, ramas y rocas.
He perdido mi tracción; es todo lo que puedo hacer para evitar caer en la caverna que se
hace más y más amplia por debajo de mí. Mis piernas cuelgan indefensamente en el vacío,
y mis dedos queman y palpitan de dolor mientras agarran racimos de hierba y raíces.
Oigo mi corazón latiendo y la sangre que brota a través incluso de la más pequeña de
mis venas. Entonces la voz pasa por mis oídos en una ráfaga de aire, y recuerdo respirar.
Mientras lleno mis pulmones, la tierra cambia, y estoy a cuatro patas, arrastrándome lejos
del agujero. No puedo decir si he viajado unos segundos o unos días, pero estoy
progresando, hasta que me golpeó la cabeza contra algo duro. Un rayo de luz plateada
ilumina una gran roca gris. Empujo, tratando de moverla. No se moverá; es como si
estuviera profundamente arraigada en el suelo.
Entonces, cuando las nubes se abren y liberan a la luna, jadeo. No es una roca
ordinaria; es una lápida… erosionada y descuidada. Quito el velo de las vides, pinchando
mi dedo con una espina. La forma de una luna creciente está tallada en la piedra. Trazo
mi dedo sobre el grabado, un fuerte sentido de familiaridad tirando de mi alma.
214
colchón estaba húmedo con transpiración. Había estado despierta sólo el tiempo
suficiente para permitir que mis ojos se ajustaran a la luz de las velas y recobrara
mi rumbo.
Sólo otro sueño de Wolfstime, me recordé, y este debería ser el último hasta la
próxima luna llena.
Cerré los ojos, tratando de traer tantos detalles de mi sueño como sea posible.
Y fue entonces cuando volví a oírlo: El grito espeluznante. Sólo que sonó tan real,
podría haber jurado que alguien estaba gritando. Mis ojos se abrieron y salté de
mi cama. El mismo impulso que había tenido cuando oí el aterrador sonido de
mi pesadilla irrumpió en mi sangre: La necesidad de correr.
215
—No, no. Ella va a estar bien. Se desmayó cuando vio al lobo —dijo, y el alivio
se apoderó de mí—. ¡Es horrible, Red! ¡Es incluso más horrible de lo que tu abuela
dijo que era! Es enorme, el lobo más grande que he visto, y tiene unos ojos
amarillos que brillan en la oscuridad. Y ahora, ¡ahora está detrás de Violet! —
Señaló el árbol detrás del cual me había escondido la última vez que estuve allí.
Era enorme, por lo menos tres veces el tamaño de cualquier lobo que hubiera
visto alguna vez. El largo pelaje gris pegado a su espalda, y su hocico arrugado
amenazadoramente. Retiró sus labios y soltó un gruñido bajo que pareció
extenderse y detener mi corazón. ¡Cada uno de sus brillantes dientes afilados era
más grande que una de mis manos! Era como si la criatura no perteneciera en
absoluto a este reino, sino más bien a algún lugar lejano, donde los lobos eran
más grandes, más feroces y más mortíferos.
No tenía ninguna duda de que éste era el monstruo que había asesinado a
Amos Slade, y que no se detendría con él. Reconoció mi presencia con un
movimiento de su oreja, pero mantuvo sus salvajes ojos de color ámbar en Violet.
216
—Ni siquiera pienses en ello, lobo —dije con tanta confianza como pude
reunir.
—¡Red! Red, ¿estás bien? —preguntó Peter, y corrió hacia mí mientras el perro
se refugiaba detrás de un arbusto—. ¡Escuchamos los gritos y cuando llegamos
al claro, Beatrice me dijo que habías ido tras el lobo! —Su hermoso rostro estaba
lleno de preocupación mientras me miraba.
—Ella lo hizo —dijo, sus grandes ojos marrones brillando con lágrimas—.Y
217
me salvó la vida. —Señaló hacia adelante, y Peter levantó su antorcha,
iluminando el cuerpo sin vida del lobo.
Peter asintió.
—Red, mataste al lobo. Directamente a través del corazón. Fue un tiro perfecto
—dijo mientras sacaba la flecha. Me la dio. La punta plateada cubierta de sangre
que brilló intensamente a la luz de la luna.
Sabía que no tenía sentido que llorara. Debería estar feliz de que el lobo
estuviera muerto. Sin embargo, tan pronto como Violet se dirigió a su casa,
asegurándome que su padre y los otros cazadores regresarían por el cuerpo del
lobo, lágrimas calientes se derramaron por mi rostro. Sentí la mano de Peter
alrededor de la mía, sujetándome hasta que vimos las luces de mi casa. Se detuvo
en el sendero, como siempre.
—Todo va a estar bien —dije, más para mí que para él—. Todo va a estar bien.
—Entonces llamé a la puerta, gritando para que abue nos dejara entrar.
—¿Qué en la tierra…?
218
Levanté la flecha con punta de plata para que ella la viera. La miró y luego a
mí. Luego tomó la flecha y pasó el dedo por la punta manchada de sangre.
Asentí.
Quería que abue comprendiera lo maravilloso que era Peter y que la ayudara
a ver que lo amaba. En el fondo, ansiaba que ella supiera esas verdades sobre mí.
Quería que aceptara a Peter. Quería que me aceptara.
219
platos.
—Aquí está, amigos. La heroína que salvó la vida de la joven Violet Roberts.
—El trueno de aplausos llenó la casita.
Con sus bucles enmarañados y su falda sucia y desgarrada, Violet parecía más
desagradable y más lamentable de lo que jamás había imaginado, incluso en mis
devaneos más rencorosos.
—Me equivoqué acerca de ti, Red —dijo, lo suficientemente fuerte como para
que nuestros compañeros la oyeran—. Me alegro de que ahora seamos amigas.
Le sonreí beatíficamente.
Unos minutos más tarde, Peter me trajo una copa y dijo algo acerca de llevar
a su perro al arroyo por un poco de agua.
—Sabes, vas a tener que darle un nombre a ese perro algún día —dije.
Sonreí.
220
Peter se escabulló y los demás se reunieron a mi alrededor, agradeciéndome y
hablando de lo valiente que era. Sonreí hasta que me dolían las mejillas, pero
después de un rato más, me sentí sofocada por toda la gente y toda la atención.
Busqué a Peter y lo encontré afuera en el columpio de cuerda.
—Así que, cuando estaba en la cocina, me llamaste algo que nunca me habías
llamado —dije, tirando del columpio hacia mí y luego dándole un fuerte
empujón.
—Amor —dijo.
—Red, vuelve aquí, ahora. Necesito ayuda para mantener a toda esa gente bien
alimentada. —Meneó su dedo a Peter—. Y en cuanto a ti, holgazán, no habrá
travesuras con mi nieta, ¿me oyes?
—Sí, señora —dijo Peter, ayudándome a bajar de su regazo.
—Lo siento.
Mi breve encuentro con Peter me dio el impulso que necesitaba para volver a
bucear en la bulliciosa cabaña. Ni siquiera había llegado a la cocina para llenar
una bandeja con refrescos cuando sonó un ruido fuerte en la puerta principal.
Abue la abrió y, al estirar el cuello, vi al padre de Violet y a un grupo de hombres
de pie en el porche, caras largas y ojos muy abiertos.
221
—Fuimos donde Violet nos dijo que estaba el lobo —dijo el señor Roberts—, y
podemos decir exactamente donde cayó. Pero el cuerpo... se ha ido.
—Alguien debe haber llegado antes que nosotros —dijo el padre de Peter,
levantando sus manos.
222
padre trabajaba para la NASA mientras su madre
era maestra de escuela. Ella tiene un hermano y una
hermana.
Wendy actualmente vive en Utah con un esposo increíble, tres hijos activos, el
gato más perezoso del mundo y un perro esquimal de ojos azules. Cuando no
escribe pasa el tiempo leyendo, haciendo snowboard, paseando en bote,
caminando, viendo películas y viajando.
,
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Regina, de dieciséis años, es muy diferente
de la Regina conocida por los fanáticos de
Once Upon a Time de ABC. Ella busca el
romance, la aventura y la aprobación. Por
supuesto, obtener la aprobación de una madre
como Cora es casi imposible. Para Regina, las
amistades siempre han sido una mercancía
rara. ¿Podría ser que Regina finalmente haya
encontrado un verdadero amigo? ¿O es
demasiado bueno para ser verdad? Mientras
Regina lucha por encontrar su propia
identidad y crear su propio destino, descubre
que su destino puede ser convertirse en todo lo que desprecia.
224
1.- Reawakened (2013)