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CONSTITUCIONALIZACIÓN

DEL PROCESO PENAL


SANTAFESINO
Julio de Olazabal

ANEXO: El nuevo sistema de Justicia Penal


1. Implementación procesal progresiva
1. Etapa de transición
1. Organización de Tribunales Penales y
Gestión Judicial
1. Ministerio Público de la Acusación
1. Servicio Público Provincial de Defensa
Penal
1. Protección de testigos y víctimas

Ediciones UNL
Marzo 2010
A Laura, Julio,
Tomás y Felicitas.
Constitucionalización del proceso penal santafesino

ÍNDICE
- Prólogo

PRIMERA PARTE
Constitución, celeridad y acceso a la justicia.
- La conciliación en el proceso de intereses aparentemente
antagónicos.
- Incidencia de la Constitución en la ley aplicable.

SEGUNDA PARTE
La ley 12.912

- El nuevo Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe y la ley 12.912.


- Disposiciones procesales de la ley 12.912.
- Vigencia temporal de la ley 12.912.
- ¿Se encuentra legalmente fijada una fecha precisa o infranqueable para la
efectiva vigencia integral del Código-Ley 12.734?
- El texto ordenado del Código Procesal Penal.
- La ley procesal aplicable al caso.
- Los tres distintos grupos de causas
- ¿Será posible ejercer la opción una vez superados los diez días a que
alude el artículo 4 de la ley 12.912?
- ¿Será posible solicitar la aplicación de otras disposiciones del
Código/ley 12.734, que no sean relativas a la libertad del imputado,
extinción de la acción y amplitud de la defensa?

TERCERA PARTE
Hacia la interpretación constitucional del proceso penal

El libro primero del Código Procesal Penal

1 - Las normas fundamentales.


2 - La acción penal.
3 - La suspensión del procedimiento a prueba.
4 - La acción dependiente de instancia privada y la acción de ejercicio privado.
5 - Reglas de disponibilidad
- Criterios de oportunidad.
- Conversión de la acción pública.
6 - La mediación
7 - La acción civil.
8 - El órgano jurisdiccional. Competencia material.
9 - Recusación y excusación.
10 – El Ministerio Fiscal.
11 – El querellante.
12 – El imputado.
13 – La rebeldía.
14 – Los defensores.
15 – Actores y demandados civiles.
16 – La víctima.
17 – Actos procesales – Actuaciones en general.
18 – Actos judiciales.
19 – Resoluciones judiciales – Fundamentación.
20 – Notificaciones.
21 – Audiencias.
22 – Términos y plazos.
23 – Retardo de justicia.
24 – Sanciones procesales.

El libro segundo del Código Procesal Penal

25 – La instrucción.
26 – La autoridad preventora.
27 – Tramitación de la instrucción.
- Actuación de la defensa durante la instrucción.
- Actuación del querellante durante la instrucción.
- Actos para los que se requiere instancia de parte.
- Plazo de sustanciación de la instrucción.
28 – Secuestros – Devolución y cesación provisional.
29 – Medidas cautelares – Reglas generales.
- Finalidad y presupuestos.
- Demora en las medidas cautelares personales.
30 – Cesación provisoria del estado antijurídico producido.
31 – Comparendo y detención.
32 – La incomunicación.
33 – La declaración “indagatoria”.
34 – El procesamiento.
- Trámite.
35 – La prisión preventiva.
- Procedencia.
- Trámite.
- Atenuación.
- Alternativas.
- Cesación.
36 – Embargos e inhibiciones.
37 – La libertad bajo promesa o caucionada.
38 – El sobreseimiento.
39 – La conclusión de la instrucción.
- La requisitoria de elevación a juicio.
- La acusación alternativa.
- La atribución de hechos “reiterados en número
indeterminado de oportunidades”.
- ¿Un procedimiento intermedio?
- Intervención del querellante.
40 – La investigación fiscal.
41 – La instrucción abreviada.

El libro tercero del Código Procesal Penal

42 – El juicio común.
43 – Inicio del juicio.
44 – La prueba.
45 – La intervención de oficio del juez, ordenando pruebas o
interrogando.
46 – Interrogatorio de los testigos por las partes.
47 – Sentencia
48 – Congruencia
49 - Impugnaciones.
50 – Apelación – Procedencia.
51 – Recurso del fiscal.
52 – Interrogatorio por los jueces del tribunal.
53 – Habilitación de días.
54 – Queja por retardo de justicia.
55 – El juicio oral.
56 – Integración del tribunal oral.
57 – Elevación a la presidencia de la Cámara.
58 – Actos preliminares– Preservación de la imparcialidad del juez.
59 – Admisión y rechazo de la prueba.
60 – Introducción por lectura de actos de la instrucción.
61 – La instrucción suplementaria.
62 – Designación de audiencia.
63 – El juicio oral y las reglas del Código/ley 12.734.
64 – Los plazos en el juicio oral.
65 – El debate.
66 – Las audiencias.
- Documentación.
- Reglas de actuación.
- Asistentes.
- Presencia del imputado.
- Prosecución – Recesos – Interrupción.
- Publicidad.
- Oralidad.
- Resoluciones
67 – Actos del debate.
- Apertura y dirección del debate.
- Declaraciones del imputado.
- ¿Cuestiones preliminares?
- Ampliación de la acusación.
- Recepción de la prueba.
- Disposiciones generales sobre la prueba.
- Acuerdo entre las partes para declarar como comprobado un hecho.
- Interrogatorios.
- Lectura de actas y documentos.
- Inspección judicial.
- Discusión final.
68 – Acta del debate.
69 – Sentencia
- Citación para la lectura de la decisión.
- Deliberación.
- Lectura de la decisión y de los fundamentos.
- Requisitos de la sentencia.
70 – Congruencia.
71 – El derecho al recurso en el juicio oral.
- Características del recurso.
- ¿Puede apelar el fiscal con la finalidad de agravar la
situación del inculpado?
- ¿Qué es revisable a través del recurso?
72 – Apelación
- Procedencia
- La nulidad dentro del recurso de apelación
- Recurso del Ministerio Público Fiscal
- Legitimación del imputado
73 – El procedimiento en el recurso de apelación
- Interposición
- Procedimiento ante el tribunal de apelación
- Deliberación
74 – Decisión del recurso.
- Revocación o anulación total o parcial
- Reenvío
- Aclaratoria
75 – Proceso correccional
76 – Juicio por delito de acción privada
Querella
77 – Procedimiento abreviado
- Formación del acuerdo
- Resolución
78 – Procedimiento extendido
79 – Procedimiento para la reparación del daño.
- Contenido del reclamo indemnizatorio.
- Legitimación activa y tribunal interviniente.
- Oportunidad y fundamento.
- Formalidades.
- Trámite.
- Audiencia y resolución.
-
CUARTA PARTE
La etapa de transición
- Necesidad de una etapa de transición
- Función de la transición
- Ámbito de validez de la ley
- Órganos del sistema de conclusión de causas
- Los nuevos órganos y el principio de “juez natural”
- Disposiciones procesales aplicables al sistema de conclusión de causas
1) Disponibilidad de la acción – Mediación – Suspensión de juicio a prueba -
Juicio abreviado
2) Archivo de causas:
- A) Grupo de causas con autores desconocidos (artículo 7.c)
- B.1) Causas con imputados individualizados, que no se encuentren
privados de su libertad cautelarmente (art. 7.d)
- B.2) Causas con imputado individualizado respecto del que se ha librado
pedido de captura, pero no se lo ha declarado en rebeldía (art. 7.e)
- B-3) Causas con imputado individualizado declarado en rebeldía (art. 7.f)
- B-4) Causas con imputado individualizado, sometido a medidas cautelares
privativas de la libertad (art. 7.g)
- C) Causas que lleguen al final del período de transición sin haberse
adoptado decisión definitiva (art. 8)
- Disposiciones aplicables a los recursos de apelación (art. 11)

ANEXO:
El nuevo sistema de justicia penal
- Mensaje del Poder Ejecutivo acompañando su proyecto de “Ley de
implementación progresiva del Código Procesal Penal – Ley 12.734”
- Texto aprobado de la “Ley de implementación progresiva del Código Procesal
Penal” N° 12.912 (B.O. 07/08/08).
- Texto decreto Nº 125/09, reglamentario de la ley 12912, dictado el día 2 de febreo
de 2009 por el Poder Ejecutivo de la Provincia (B.O. 09/02/09)..
- Modificación de la ley 12.912, Ley 13.038 (B.O. 13/12/09).¿
- Mensaje N° 3565 (02/02/09) del Poder Ejecutivo, acompañando su proyecto de
“Ley de Transición”.
- Texto “Ley de Transición” N° 13.004 (B.O. 07/10/09).
- Mensaje n° 3562 (02/02/09) del Poder Ejecutivo, que acompañara su proyecto de
Ley Orgánica de Tribunales Penales y Gestión Judicial.
- Ley de Organización y Gestión de Tribunales Penales de la Nueva Justicia Penal de
Santa Fe, Ley n° 13018 (B.O. 27/10/09).
- Mensaje N° 3564 (02/02/09) del Poder Ejecutivo que acompañara su proyecto de
“Ley Orgánica de Ministerio Público de la Acusación”.
- Texto “Ley Orgánica de Ministerio Público de la Acusación” N° 13013 (B.O.
22/10/09).
- Mensaje N° 3566 (02/02/09) del Poder Ejecutivo, que acompañara su proyecto
Ley de Organización del Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
- Ley de organización del Serivcio Público ̈Provincial de Defensa Penal, N° 13014
(B.O. 22/10/09).
- Mensaje N° 3563 (02/02/09) del Poder Ejecutivo que acompañara su proyecto de
“Ley de programa de acompañamiento y protección de testigos y víctimas”.
- Texto del proyecto de ley de “Programa de acompañamiento y protección de
testigos y víctimas”, presentado por el Poder Ejecutivo.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL.
PRÓLOGO

En nuestra provincia de Santa Fe nos hallamos recorriendo una etapa


procesal en que coexisten -y coexistirán durante algún tiempo más- varios
ordenamientos legales.
Tenemos un Código Procesal Penal de corte inquisitivo que se reconoce en
retirada pero que sigue parcialmente vigente (el de la ley 6740 con sus
modificaciones), otro de corte acusatorio cuyo advenimiento se proclama pero que
no acaba de llegar (el de la ley 12.734), y un tercero (el resultante de la ley 12.912)
que intenta hacer de conexión y vía de tránsito entre ellos, combinando
disposiciones de los dos.
Pero además, aunque se prevé una fecha precisa para la definitiva e integral
entrada en vigencia del Código/ley 12.734 (fecha que ya ha sido alterada respecto
de lo que se estableciera originalmente), lo cierto es que cuando ello ocurra no
quedaremos frente a un solo y único sistema procesal aplicable sino que las
disposiciones del Código nuevo se aplicarán hacia el futuro, con lo que las causas
“viejas” quedarán bajo las reglas de un régimen residual o de transición que se
denominaría “sistema de conclusión de causas”, que se propone introducir
alternativas procesales de excepción para acelerar el cierre de las mismas, pero que
indefectiblemente deberá mantener subsistente en tanto el anterior esquema
procesal.
Semejante situación provoca vacilaciones y perplejidades.
-
No bien sancionada la ley 12.912, me arriesgué a escribir unas “Notas sobre
la implementación procesal progresiva” que, pensadas como meros apuntes para el
estudio de la situación, tuvieron cierta difusión.
Tras ello, escuché diversas opiniones, participé de debates públicos y
privados, varié en mucho de lo que había anotado, y me convencí de la subsistencia
de numerosas incertidumbres.
Fue entonces que me decidí a volver sobre lo escrito, para pulirlo y cambiarlo
en todo lo que necesitaba, llegando al cabo a la redacción de un nuevo trabajo; a él
agregué lo que se pudo ir conociendo sobre lo que será no ya la actual
“implementación procesal progresiva”, sino la segunda “etapa de transición”. A todas
esas conclusiones aquí las presento con la finalidad de colaborar en la búsqueda de
una guía para conducirnos dentro del complicado panorama procesal en que
quedamos.
Entre las citadas “Notas...” y lo aquí ofrecido, existen profundas diferencias.
Obedece ello a que en un primer momento había llevado a cabo una labor de
interpretación de la ley dada, soslayando un exhaustivo control de su
constitucionalidad, y luego advertí que ello implicaba la repetición de un vicio
bastante frecuente en nuestra historia, y sobre todo muy presente en la del derecho
procesal santafesino, que llevó al disparate de permitir que la ley común se
sobrepusiera a la propia Constitución. Esto provocó y justificó la nueva
consideración y los cambios a que aludiera.
Fue así que utilizando como fundamental pauta hermenéutica a la
Constitución procedí a valorar nuevamente la situación, lo que me colocó ante la
evidencia de que ineludible debían reinterpretarse numerosas disposiciones
procesales del Código que quedó vigente, que aunque parecían no haber recibido
modificaciones con la nueva ley 12.912, en realidad las requerían para validarse
constitucionalmente.
Asumí el riesgo de llevar a cabo esa tarea de reconstrucción del
ordenamiento procesal penal santafesino, y aquí están los resultados.
No dudo respecto a que todo lo que digo está teñido de provisoriedad, y no
solo porque estemos en una etapa que se reconoce transitoria, sino porque será en
la aplicación cotidiana de los nuevas reglas donde irán apareciendo y se verán
problemas que, aunque he tratado de imaginarlos, seguramente no llegué a
captarlos más que en una mínima parte.
Santa Fe, noviembre de 2009.
Julio de Olazabal
PRIMERA PARTE
Constitución, celeridad y acceso a la justicia.

La conciliación en el proceso de intereses aparentemente antagónicos


Procesalmente la provincia de Santa Fe había quedado atrapada por un
problema que aparentemente no podía resolverse.
Con mayor o menor claridad se había formado conciencia respecto a que el
ordenamiento procesal que regía era en gran medida inconstitucional, sin embargo,
no se hallaba una forma de salir de él que resultara digna y al mismo tiempo
confiable.
Casi cotidianamente se oía un debate en el que quien pretendía un proceso
constitucional era respondido con objeciones referentes a cuestiones de eficacia,
tales como que no existía la infraestructura necesaria para un cambio o que otros
nuevos esquemas procesales producían menos sentencias.
A la inversa, quien hablaba de eficacia, reclamando apoyos para mejorar el
funcionamiento real del sistema procesal existente, era respondido con argumentos
que denostaban constitucionalmente el procedimiento vigente.
La consecuencia de tal enfrentamiento fue una situación de parálisis -con
muy pocas excepciones parciales- que produjo la peor situación imaginable: un
proceso inconstitucional e ineficaz al mismo tiempo.
La solución sin embargo era posible, porque en realidad los términos de la
discusión no presentaban posiciones irreductiblemente contradictorias.
De ningún modo puede considerarse consecuencia necesaria de la
constitucionalización del proceso penal la complicación de sus procedimientos o la
imposibilidad de atender todos los casos que se le presentan. Por el contrario, en la
nueva Constitución Nacional (“Constitución integrada, cuerpo constitucional o bloque
constitucional”, son modos de denominar la incorporación al texto constitucional de
1853 de los tratados internacionales a los que la Convención de 1994 les otorgó
idéntica jerarquía) existe un fuerte reclamo por un lado para que todos los procesos
terminen en un plazo razonable, y por otro para que se conceda a todas las
personas posibilidades efectivas de acceso a la jurisdicción Se expresan en tal
sentido la Declaración universal de derechos humanos (art. 10: “Toda persona tiene
derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia
por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones ...”),la Declaración americana de los derechos y deberes del hombre
(artículo 28: “Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus
derechos...”), la Convención americana sobre derechos humanos (art.1: “Toda
persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal
formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de
orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”), y el Pacto internacional de
derechos civiles y políticos (art. 14: “Todas las personas son iguales ante los
tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente
y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación de carácter penal
formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de
carácter civil” art. 14.3.c “Durante el proceso, toda persona acusada de un delito
tendrá derecho... a ser juzgada sin dilaciones indebidas...”).
En la debida atención de esos reclamos, se encuentra entonces la
conciliación de los intereses en aparente conflicto.
El Código Procesal Penal de Santa Fe que fuera aprobado por ley 12.734,
tuvo en cuenta la apremiante necesidad de lograr un procedimiento constitucional,
socialmente satisfactorio y de trámite lo más rápido posible. En la nueva ley que
tiende a su implementación progresiva (la 12.912) debe, tal como concibieron sus
redactores, reconocerse la misma finalidad, ocurriendo lo mismo con el diseño que
se proyecta para la segunda etapa de la transición.
De tal suerte, hoy se estaría frente a un cuadro procesal que se adecua de la
mejor manera posible a la Constitución pero que al mismo tiempo brinda soluciones
ágiles para enfrentar la cada vez más compleja situación de la administración de
Justicia.
Si no se comprende esto, o si comprendiéndoselo no se lo lleva a la práctica,
es probable que el nuevo sistema fracase.
Hacer Justicia, respetando la Constitución, no es tan solo dictar sentencias
definitivas luego de transcurrir todas las etapas del proceso, la Justicia requiere
resolver el conflicto que se presenta a la jurisdicción del modo más rápido posible,
con lo que, si la solución del caso puede lograrse satisfactoriamente para los
interesados sin necesidad de recorrer todo el proceso, eso es un verdadero éxito.
Así como un sobreseimiento no es visto como un fracaso de la Justicia, ni se percibe
de tal modo a una suspensión del juicio a prueba, tampoco deberá así ser
considerada en el futuro la adopción de alguna de las nuevas posibilidades que
resultarán disponibles, como el ejercicio razonable de los principios de oportunidad
en el ejercicio de la acción, o la opción por un procedimiento abreviado.
Para que un sistema procesal como el que queda conformado ahora en la
provincia, funcione adecuadamente, deben utilizarse en la máxima medida posible
todas las alternativas que presenta, reservándose el desarrollo pleno del juicio para
los casos que requieran inexorablemente una discusión amplia.
El esquema de procedimiento que ahora se presenta, hace lugar a los
acuerdos entre las partes y propende a la simplificación de las formas. Junto
entonces al respeto de la Constitución deberá producirse un acostumbramiento al
uso de estas nuevas herramientas, entre las que debería adquirir una singular
importancia el procedimiento abreviado, que permite a través del consenso una
rápida llegada a la sentencia definitiva.
Claro es que todo esto exigirá no solo una captación intelectual de las
disposiciones de la nueva ley, sino además un cambio hasta emotivo en el modo de
concebir la administración de Justicia.

Incidencia de la Constitución en la ley aplicable.


Establecen los artículos 28 y 31, respectivamente, de la Constitución
Nacional. que “Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores
artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”, “Esta
Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el
Congreso y los tratados con las potencias extranjeras son la ley suprema de la
Nación, y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ellas,
no obstante cualquier disposición en contrario que contengan las leyes o
constituciones provinciales, salvo para la provincia de Buenos Aires, los tratados
ratificados después del Pacto de 11 de noviembre de 1859”.
Expresa a su vez el artículo 1 del actual Código/ley 12.912, repitiendo el
artículo 1 del Código/ley 12.734, que “En el procedimiento penal rigen todas las
garantías y derechos consagrados en la Constitución de la Nación Argentina, en los
tratados internacionales con idéntica jerarquía y en la Constitución de la Provincia.
Dichas disposiciones son de aplicación directa y prevalecen sobre cualquier otra de
inferior jerarquía normativa informando toda interpretación de las leyes y criterios
para la validez de los actos del procedimiento penal”.
En un país habituado al respeto de la Constitución, la existencia de la
transcripta norma procesal sería innecesaria y criticable por redundante. En cambio,
en una sociedad como la nuestra, históricamente habituada a vivir ignorando la
Constitución o a asignarle un papel decorativo o protocolar, la situación varía.
Es aquí y ahora necesario predicar constantemente acerca de que no es
suficiente con vivir en un estado de derecho, sino que es imprescindible hacerlo en
un estado constitucional de derecho, esto es, en uno donde la ley común pueda
soportar un permanente control de constitucionalidad.
Con tal sentido ha de entenderse que el ordenamiento procesal señala la
supremacía de la Constitución, como en algún limitado sentido ya lo hacía el viejo
Código/ley 6740 cuando repetía que nadie podía ser condenado sin juicio previo,
pese a que eso era y es un mandato constitucional.
Se remarca de tal modo que todas las leyes deben adecuarse a lo que
establece el nuevo cuerpo constitucional, conformado por nuestra antigua Constitución
y por la integración a su cuerpo de los tratados internacionales mencionados en su
artículo 72 inciso 22, señalándose además algo que aunque no es una novedad viene
a adquirir una extraordinaria importancia en lo que luego diremos: las disposiciones
constitucionales deben informar toda interpretación de las leyes y criterios para la
validez de los actos del procedimiento penal.
Habida cuenta de lo expresado, no puede dejar aquí de recomendarse una
nueva y reflexiva lectura del cuerpo constitucional, y muy particularmente de las
disposiciones relativas a las garantías judiciales que contienen los artículos 18 y 16
de la Declaración americana de derechos y deberes del hombre, 8/9 y 10 de la
Declaración universal de derechos humanos, 8 de la Convención americana sobre
derechos humanos y 14 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos,
porque ellos enuncian con un lenguaje más actual y claro los principios que explícita
o implícitamente se hallaban en nuestra original Constitución.
Una muy valiosa pauta para captar el alcance de las normas constitucionales
se hallará en los pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y
de los de los órganos internacionales creados por los tratados (simplificará la
consideración de los mismos el trabajo volcado por el Dr. Jorge Patrizzi en la
publicación realizada por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa
Fe bajo título “Código Procesal Penal, de la Provincia de Santa Fe (Ley 12.734)”,
donde circunstanciadamente correlaciona normas del Código Procesal Penal con
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación).
-
¿Y por qué la importancia que dijimos que ha de acordarse a la renovada
expresión de que las disposiciones constitucionales deben informar toda
interpretación de las leyes y criterios para la validez de los actos del procedimiento
penal?
Porque ese criterio y no otro, es, tal como anticipamos, el principal a tener
en cuenta al momento de leer, releer y fijar alcance, a todas las reglas procesales
de que luego nos ocuparemos.
-
El ordenamiento procesal vigente en nuestra Provincia conforme a la ley
6740, ya señalamos que a todos resultaba manifiesto que no se adecuaba a las
exigencias de la Constitución.
Para evitar caer en una crítica que dada la situación actual resultaría tardía
y más parecida a un fácil oportunismo que a otra cosa, basta con remitirse a lo
que dijera la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el renombrado fallo
“Casal”.
Allí, el máximo tribunal constitucional al estudiar la historia del
procedimiento penal en la Argentina y detenerse en el Código de Procedimientos
en lo Criminal de la Nación aprobado en 1888 sobre el proyecto del Dr. Manuel
Obarrio, le criticó duramente que estableciera un procedimiento escrito y
refractario a la imprescindible publicidad republicana, con amplia vigencia del
secreto, con una instrucción extremadamente inquisitoria, larga y farragosa, y con
un juez investigador dotado de enormes poderes, llegando en repetidas
oportunidades a calificarlo como un proceso “...abiertamente inconstitucional...”.
Pues bien, la estructura del Código Procesal Penal de la Provincia de
Santa Fe según ley 6740, seguía precisamente los lineamientos de ese texto tan
severamente desaprobado (aunque justo es reconocer que sucesivas reformas
habían suavizado varias de sus manifestaciones más objetables).
Pese sin embargo a la gradual y finalmente casi general percepción de la
inconstitucionalidad del proceso penal santafesino, el mismo siguió vigente y
aplicándoselo, sin llegarse nunca a la temida invalidación total.
Tuvo en el año 1993 nuestra Provincia la oportunidad de hacer un profundo
cambio cualitativo en el enjuiciamiento penal, adecuándose al texto constitucional
entonces vigente, si se hubiera aprobado el proyecto de Código Procesal Penal
que una Comisión Bicameral creada por la Legislatura de la Provincia encargara
redactar a los Dres. Víctor Corvalán, Ramón Teodoro Ríos y Jorge Vázquez Rossi,
junto al autor de esta obra, (puede verse el texto y un debate a su respecto en
“Debate sobre el proyecto de Código Procesal Penal de Santa Fe, y texto
definido” - Colección Jurídica y Social. N° 24- F.C.S.J.- U.N.L. - 1993), mas no
obstante que de ese diseño se dijo “...que vale la pena destacar fue de avanzada;
más aun, inspiró normas de cuerpos legislativos hoy vigentes...” (Ángela Ledesma
“La reforma procesal penal”), tanta resistencia se le opuso, que no se trató
legislativamente.
Debieron pasar varios años para que institucionalmente se retomara la
idea de cambiar el proceso penal. Fue en el año 2006 cuando el Poder Ejecutivo
de la Provincia llamó a distintas instituciones a designar representantes para
diseñar un “Plan estratégico para la Justicia de Santa Fe”, conformándose en
su seno una comisión que, en permanente debate y revisión, encomendó un
nuevo texto de Código Procesal Penal al Dr. Sebastián Creus y a quien escribe
esto, para finalmente aprobar el presentado y remitirlo al Poder Ejecutivo que lo
hizo suyo enviándolo al Poder Legislativo donde se lo aprobó por ley N°12.734
(los trabajos fueron publicados en “Código Procesal Penal” - Gobierno de la
Provincia de Santa Fe- Ministerio de Gobierno, Justicia y culto).
Para su implementación, se ha dictado la ley 12.912 que respeta sus
principios.
Falta ahora cumplir un paso que no corresponde al Poder Ejecutivo ni al
Legislativo, sino a los intérpretes.
Como hemos visto, la nueva ley insiste en el señalamiento de la
supremacía de la Constitución recordando que sus principios deben informar toda
interpretación (art. 1° del Código); además y en consonancia con ello, indica el
artículo 9 de la ley 12.912 que quedan derogadas todas las disposiciones legales
que sean contrarias a ella (es decir, que sean contrarias al sistema procesal que
establece) “...y en especial aquellas normas ...de la ley 6.740, sus modificatorias y
complementarias que se contrapongan...”.
¿Qué se sigue de todo ello?
Pues nada menos que debemos proceder a un concienzudo examen de
cada una de las disposiciones procesales que ahora conforman el Código
Procesal -hayan o no sido expresamente modificadas, parezcan aplicables a uno
u otro de los grupos de causas a los que luego aludiremos- para verificar si se
adecuan a la Constitución o si por el contrario se le oponen y deben considerarse
constitucionalmente inaplicables y legalmente derogadas.
La labor no es sencilla porque exige repensar cada norma, pero lejos está
de ser imposible.
Acá lo hemos intentado.
Se verá que el resultado altera sensiblemente el cuadro de desarrollo del
proceso previsto en la ley 6740, especialmente durante la faz instructoria, pero
eso no es consecuencia de la arbitrariedad, de una inaceptable intención de
colocar en vigencia disposiciones de la ley 12.734 que legalmente no la han
logrado, ni de crear pretorianamente un nuevo Código Procesal, sino meramente
es el corolario de la constitucionalización del proceso en el máximo grado posible.
.
Quizás en la dilatada supervivencia del viejo Código, “tan abiertamente
inconstitucional”, todos debamos reconocer alguna cuota de responsabilidad.
En el mejor de los casos, probablemente operó como freno a eventuales
intenciones descalificadoras de ese proceso, el temor a que, nada menos que en
un tema impregnado de tantas urgencias como el procedimiento penal. nuestra
Provincia cayera en una especie de vacío legal o de enconado enfrentamiento
entre posiciones disímiles sustentadas incluso en pronunciamientos
jurisdiccionales.
Como quiera que sea, todas las circunstancias parecen ahora propicias
para variar la situación y avanzar hacia el “proceso según Constitución”, según
expresión cara a Jorge Vázquez Rossi.
Si antes incurrimos en errores, no debemos neciamente insistir en ellos.
Si nos detuvo el miedo a alterar un estado de cosas ya conocido, para
arriesgarnos a avanzar sobre un terreno que no dominábamos, hoy de todas
maneras estamos en ese punto.
Si existían dudas acerca del momento en que debía hacerse el abrupto
cambio, o acerca del destino que debía darse a las causas viejas, hoy todo ello
puede ser esclarecido. Es nada menos que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación quien en dos casos señeros, nos brinda la guía que necesitamos para
enfrentar esas dos cuestiones.
En efecto, ese Alto Tribunal en el precedente “Casal”, luego de tachar al
viejo sistema como “abiertamente inconstitucional”, reconoció sin embargo la
inevitabilidad de una progresiva adaptación a la Constitución, señalando que “La
jurisprudencia constitucional fue acompañando este progreso histórico, sin
apresurarlo. Es decir que en ningún momento declaró la inconstitucionalidad de
las leyes que establecieron procedimientos que no se compaginaban con la meta
constitucional, lo que pone de manifiesto la voluntad judicial de dejar al legislador
la valoración de la oportunidad y de las circunstancias para cumplir con los pasos
progresivos. Justo es reconocer que esta progresión legislativa se va cumpliendo
con lentitud a veces exasperante, pero respetada por los tribunales...” y luego, en
el caso “Rozsa”, tras subrayar la franca inconstitucionalidad del régimen utilizado
para cubrir con subrogantes las vacantes producidas en la magistratura nacional,
agregó “...Que lo expuesto no implica en modo alguno cuestionar el
funcionamiento y eficacia de las actuaciones que se hubieren iniciado o se
hallaren aún en trámite bajo el sistema de subrogaciones, aquí tachado de
inconstitucional. Elementales razones de seguridad jurídica obligan a rechazar
cualquier inteligencia que admitiese la negación de las consecuencias derivadas
de la aplicación del régimen de subrogaciones, cuya génesis debe ubicarse en
una situación de extrema necesidad susceptible, eventualmente, de obstruir, o
más aún paralizar, la administración de justicia....Que, por los motivos indicados,
la autoridad institucional de este fallo no privará de validez a los actos procesales
cumplidos de conformidad con las normas consideradas en vigor (conf. doctrina
de Fallos:319:2151 y sus citas; 328:566). Ello así toda vez que la aplicación en el
tiempo de los nuevos criterios ha de ser presidida por una especial prudencia con
el objeto de que los avances propuestos no se vean malogrados en ese trance.
En mérito de ello, es necesario trazar la línea divisoria para el obrar de la nueva
jurisprudencia, apoyándola en razones de conveniencia, utilidad y en los más
hondos sentimiento de justicia...”
De estos dos pronunciamientos, acordes con otros en los que la Corte
Suprema Nacional ya había hablado de la necesidad de una progresiva
interpretación constitucional, podemos obtener aval para, repitiendo las palabras
utilizadas en “Rozsa”, trazar una línea divisoria en el obrar de la nueva
interpretación constitucional.
De tal modo estaremos en condiciones de señalar que aplicando la ley
12.912 debe marcarse un límite detrás del cual quedarán los actos cumplidos en
las causas de trámite conforme al viejo sistema sin necesidad de invalidación, en
tanto delante nos enfrentaremos a nuevos actos respecto de los cuales
aplicaremos disposiciones procesales interpretadas con el máximo rigor
constitucional alcanzable.
Algunos magistrados, por propia iniciativa o a instancia de parte
seguramente ya habrán tomado esta decisión no bien entró en vigencia la ley
12.912, otros lo harán tal vez más adelante porque necesitan convencerse de la
pertinencia de proceder en tal sentido, lo que es perfectamente comprensible.
No siempre podrá lograrse la mejor constitucionalización que pueda
concebirse, ya que nos enfrentaremos con ciertos límites concretos, pero en tal
caso tendremos que resignarnos a la constitucionalización posible, algo tolerable
de acuerdo a lo ya dicho con cita de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
como una forma progresiva de adecuación constitucional.

SEGUNDA PARTE
LA LEY 12.91

El nuevo Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe y la ley 12.912.

La provincia de Santa Fe cuenta con un nuevo Código Procesal Penal,


aprobado por ley 12.734 publicada en el Boletín Oficial del 31 de agosto de 2007.
Esa ley, en el texto original de su artículo 456 aludía a que la forma y fecha
de puesta en vigor del Código no podría superar el último día hábil del mes de
junio del año 2008, agregando que antes de tal fecha podría disponerse la
implementación por circunscripción, en forma progresiva.
Sin embargo, el precepto, en una redacción realmente poco feliz, indicaba
que antes de ese momento el Poder Ejecutivo debía resolver si se encontraban
reunidas las condiciones necesarias para un adecuado funcionamiento del Código
(Ley 12.734. “ Artículo 456 - Vigencia- Ninguna disposición de esta Código entrará
en efectiva vigencia hasta tanto el Poder Ejecutivo resuelva encontrar reunidas las
condiciones necesarias para un adecuado funcionamiento del mismo, en cuyo
caso establecerá la forma y fecha de puesta en vigor, la que no podrá superar el
último día hábil del mes de junio del año 2008. Podrá disponer la implementación
por circunscripción, antes de la fecha indicada, en forma progresiva”) , y ocurrió
que el Poder Ejecutivo no se expidió en el término fijado cual la norma pretendía,
sino que mandó al Poder Legislativo un proyecto modificatorio del citado artículo
456 .
En ese tiempo, se superó el último día hábil del mes de junio de 2008 a
que se había hecho alusión y, por no satisfacerse el pronunciamiento esperado
del Poder Ejecutivo, no entró en vigencia el nuevo Código. Se mantuvo en cambio
el viejo Código/ley 6740, declarándolo así la Corte Suprema de Justicia de la
Provincia por Acuerdo del dos de julio de 2.008.
Finalmente, sobre la base del proyecto enviado por el Poder Ejecutivo, la
Legislatura de la Provincia aprobó la ley 12.912, otorgando nuevo texto al artículo
456, que quedó redactado de la siguiente manera: “Vigencia integral del Código -
Salvo lo dispuesto en la Ley de implementación, ninguna disposición de este
Código entrará en efectiva vigencia hasta tanto el Poder Ejecutivo resuelva
encontrar reunidas las condiciones necesarias para un adecuado funcionamiento
del mismo, en cuyo caso establecerá las materias, la forma y fecha de puesta en
vigor. La implementación total del nuevo sistema no podrá exceder el plazo
previsto en el artículo 3 de la Ley de implementación. Podrá disponerse la
implementación por materia, antes de la fecha indicada, en forma progresiva” (el
texto del artículo 3, a que se hace referencia, dice: “La implementación definitiva e
integral de la ley 12.734 -Código Procesal Penal- será dispuesta por el Poder
Ejecutivo en un plazo que no podrá superar el 30 de octubre de 2009).
Llegamos y superamos sin embargo el día 30 de octubre de 2009 sin que
se produjera la implementación pretendida por la ley, enviando entonces el Poder
Ejecutivo a la Legislatura un proyecto de prórroga, que no fue tratado en término.
Frente a tal situación, nuevamente actuó la Corte Suprema de Justicia señalando
(por Acuerdo del 3 de noviembre de 2009 - acta 47 - punto 9) que “...hasta tanto el
Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo de la Provincia adopten las decisiones
institucionales que resulten necesarias a los fines de la puesta en vigor total o
parcial de la ley 12.734, mantiene plena vigencia lo dispuesto por este Cuerpo en
fecha 2.7.2008 (Acta nro. 27, punto 28) y lo establecido en las normas de la ley
12.912". Salió de tal manera el máximo Tribunal Provincial a solucionar un
problema transitorio. El problema fue finalmente resuelto por la Legislatura de la
Provincia, al aprobar por ley 13038 del día 12 de noviembre de 2009 una
modificación del artículo 3 de la ley 12.912, que quedó redactado de la siguiente
manera:” La implementación definitiva e integral de la ley N° 12.734 -Código
Procesal Penal- será dispuesta por el Poder Ejecutivo en un plazo que no
podrá superar el día 1 de febrero de 2011.”
-
Apareció con esta ley 12.912 una forma de “implementación progresiva del
nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecido por la
ley 12.734 – Código Procesal Penal de Santa Fe” (artículo 1), en la que se
encuentran tres etapas. La primera configura una casi inmediata puesta en
vigencia de numerosas reglas procesales extraídas del Código/ley 12.734; la
segunda se orienta “...a la construcción de los componentes institucionales
requeridos para alcanzar la plena vigencia del sistema de justicia penal
demarcado por la Ley 12.734, preparatoria de la tercera fase, en la que se pondrá
en marcha la totalidad del nuevo sistema penal. Para esta segunda etapa se
prevé la remisión para su tratamiento y consideración por parte de la Legislatura
de las leyes orgánicas del Ministerio Público de la Acusación, Ministerio de la
Defensa Pública, Ley de Protección a Testigos y Víctimas, Ley de Organización
de Tribunales Penales y Gestión Judicial y Ley de Transición. Asimismo, deberá
iniciarse, acorde a dichas normas, el montaje de las instituciones del nuevo
Sistema de Justicia Penal, a fin de lograr la estructura necesaria para un óptimo
funcionamiento del mismo...” (del mensaje del Poder Ejecutivo que acompañara
al proyecto de ley), y, la tercera, es la puesta en marcha integral del Código
Procesal Penal según ley 12.734, en toda la Provincia. Se prevé además un
distinto sistema de designación de jueces penales.
Aunque las dos primeras etapas son obviamente provisionales, están
llamadas a tener una fuerte repercusión, ya que modifican sustancialmente el
régimen procesal aplicable a todas las causas que ya se encuentran en trámite, y
también a las que en adelante ingresen hasta la futura entrada en vigencia integral
del código/ley 12.734. De allí la importancia de su estudio.
-
Habida cuenta sin embargo de que esas dos etapas refieren a tiempos
distintos (la primera ya está siendo aplicada en tanto la otra adquirirá vigor recién
cuando entre en operatividad el Código/ley 12.734), se impone diferenciar su
tratamiento.
Así lo haremos a continuación, abordando primero la ley 12.912 y dejando
para lo último el estudio de la etapa de transición.
Una aclaración se impone antes. De ambos sistemas solo estudiaremos
las disposiciones de índole procesal, dejando para un distinto trabajo el
tratamiento de otras de características organizativas, tales como la designación de
jueces y la constitución de tribunales. Procederemos de tal modo porque aunque
reconocemos la enorme importancia de las mismas y la necesidad de que ellas
también respeten los cuerpos constitucionales, estamos convencidos de que su
apreciación reclama consideraciones absolutamente distintas.

Disposiciones procesales de la ley 12.912.

A consecuencia de lo establecido por la aludida “Ley de implementación”,


aparece un sistema de enjuiciamiento que preserva en gran parte la estructura del
viejo Código/ley 6740, en el que sin embargo se han ubicado reglas del nuevo
Código/ley 12.734 (el texto de la ley 12.912 obra como anexo en esta obra).
Armonizar satisfactoriamente las disposiciones de un Código escriturista y
de características inquisitivas como el de la ley 6740, con otras provenientes de
un sistema concebido como oral, acusatorio y sustancialmente adversarial, como
el de la ley 12.734, es probablemente imposible.
Seguramente ningún profesor universitario lo aconsejaría desde su
cátedra.
Pero el problema no es académico sino político.
Cómo pasar de un sistema al otro, era y es el gran problema. Es difícil
esperar, en la realidad, un pasaje no traumático.
La ley 12.734, al aprobar el nuevo Código, dio un primer paso, importante
porque rompió con el quietismo en que se encontraba la provincia de Santa Fe
desde largos años atrás, cortando con diversos debates y dejando establecido el
rumbo que había que adoptar.
Bien o mal, con su sanción se acabó -siquiera transitoriamente- la
discusión acerca de qué debía ser primero: si la ley o el consenso social, si el
Código o la capacitación de quienes con él operarían, si el sistema normativo o la
preparación de todos los medios que serían necesarios para su funcionamiento.
Sin embargo, necio sería sostener que el logro en el plano normativo del
Código era suficiente.
Si el consenso social puede pensarse ya existente y manifestado a través
de la intervención que los representantes del pueblo tuvieron en la sanción del
cuerpo legal por la Legislatura de la Provincia, faltaba todavía imponer cabalmente
a la población sobre el mismo, capacitar a los futuros operadores y preparar los
medios imprescindibles para un más o menos adecuado funcionamiento del
sistema.
Se trata de una tarea formidable.
No se conocen antecedentes en que una transformación como la señalada
haya sido tranquila. Se enfrentan intereses de muy diversa índole y se choca con
limitaciones económicas y de infraestructura.
La vieja expresión de que lo posible no siempre coincide con lo deseable,
no puede dejar aquí de recordarse.
La máxima aspiración estaría dada, a no dudar, por una implementación
integral del nuevo Código en forma simultánea en todo el territorio de la provincia.
Cumplir con ello requeriría casi seguramente, sin embargo, el establecimiento de
un muy largo período de vacancia de la ley para permitir cubrir las necesidades,
corriéndose el riesgo de que al cabo del mismo otras urgencias hubieran
interferido y poco avance se evidenciara, pudiendo así ocurrir que el Código se
transformara en letra muerta e incluso fuera derogado antes de regir, tal como
ocurrió en algunas provincias argentinas en similar trance reformador.
De allí seguramente que los legisladores optaron en un primer momento
por imaginar una implementación progresiva pero por circunscripciones judiciales,
para más tarde y al cambiar la gestión de gobierno provincial, convenir la nueva
administración en una implementación también gradual pero por materia.
En pureza ninguna de esas dos vías es satisfactoria. Sin embargo,
formalizada legislativamente la opción, ha de avanzarse por el camino marcado,
haciéndolo de buena fe e intentando superar los problemas que inevitablemente
se presentarán.
Al efecto veremos que la ley de implementación n°12.912 suministra
algunas alternativas para solucionarlos, de las que habrá que sacar provecho,
tales como reconocer capacidad reglamentaria a la Corte Suprema de Justicia y al
Poder Ejecutivo (artículo 8, primer párrafo), y acercar una muy amplia pauta
interpretativa (art. 8, segundo párrafo “...las normas y terminología del nuevo
sistema que se ponen en vigencia por la presente ley durante la implementación
progresiva, deberán interpretarse teniendo presente el sistema escrito u oral que
rija en cada causa y si la instrucción la realiza el fiscal o el juez...”).
Aparte de ello y en un obvio intento por atenuar las desigualdades que se
presentarán, trabajando sobre la idea de una retroactividad -al menos limitada- de
la ley procesal más benigna, otorga facultades a ciertos imputados para que opten
por la aplicación de disposiciones que les sean más favorables (art. 4, último
párrafo).
Por otra parte, ya lo hemos dicho, en la Constitución encontraremos la
gran herramienta interpretadora y unificadora de criterios.
La tarea que se enfrenta no es fácil, pero, si queremos salir de un vetusto
Código inquisitivo, siempre al borde de su declaración de inconstitucionalidad,
para llegar a uno acusatorio que ya no se discute que es el que pretende nuestro
cuerpo constitucional, no nos queda más remedio que avanzar por la ruta que
ahora se ha fijado.
En el esfuerzo que haremos, seguramente lograremos capacidades que
nos serán útiles cuando arribemos a la meta deseada.

Vigencia temporal de la ley 12.912

La ley 12.912 (B.O. 7/10/08) ordenó, como se dijera, una implementación


progresiva y por materia del Código/ley 12.734.
De acuerdo a su artículo 4º, a los ciento veinte días de su entrada en
vigencia debían comenzar a regir ciertas disposiciones (que enumera),
estableciendo sus artículos 10 -modificatorio del 456 del Código Procesal Penal-
y 3, que en un plazo que no podrá superar el 30 de octubre de 2009 debía
disponerse la implementación “definitiva e integral” del Código/ley 12.734.
El Poder Ejecutivo, haciendo uso de sus facultades, por decreto n°
125/2009 (obra en el anexo de esta obra), reglamentó el antes aludido artículo 4
de la ley12.912, precisando que la fecha de entrada en vigencia de sus
disposiciones sería el 14 de febrero de 2009 y que se aplicarían a los hechos que
se conocieran a partir del 15 del mismo mes y año.
Esto provocó debates. No porque se discutieran las facultades
reglamentarias del Poder Ejecutivo ni la conveniencia de precisar claramente el
momento de comienzo de aplicación del nuevo régimen procesal, sino porque no
hubo coincidencia en el cómputo de los plazos a que alude la ley.
Veamos esto.
Conforme al artículo 60 de la Constitución de la Provincia las leyes entran
a regir -salvo disposición en contrario, que en el caso no existe- “al” noveno día
de su publicación; la ley 12.912 fue publicada en el Boletín Oficial del 7 de octubre
de 2008; por consiguiente constitucionalmente entró a regir como tal el día 16 del
mismo mes y año.
Dice sin embargo la ley en su artículo 4, que las disposiciones que
menciona comenzarán a regir a partir de los ciento veinte días de entrada en
vigencia de la ley, por lo que desde el 17 de octubre de 2008 deben contarse esos
ciento veinte días, lo que nos lleva al 13 de febrero de 2009.
Como todavía la ley agrega en el último párrafo de ese artículo 4, que sus
normas “... solo serán aplicables para investigar y juzgar aquellos hechos que
lleguen a conocimiento de las autoridades provinciales que prevengan con
competencia para intervenir en la prevención o instrucción por causas penales, a
partir del día posterior a la entrada en vigencia de este artículo,
independientemente de la fecha de comisión del hecho”, habría que añadir al
computo realizado un día más, de todo lo cual resultaría que las disposiciones de
la ley 12.912 serían aplicables desde el 14 de febrero de 2009.
Estamos así con un día de diferencia respecto a la fecha señalada por el
Poder Ejecutivo.
Pareciera que la única forma de coincidir con el día 15 de febrero de 2009
radicaría en interpretar que la ley 12.912 cuando dice en el citado artículo 4 que la
implementación progresiva entrará en vigencia “...a partir...” de los ciento veinte
días, está aludiendo al día siguiente de cumplidos los ciento veinte días, lo que
permitiría sumar un día.
Será ésta la interpretación sobre la que trabajaremos en adelante,
aceptándola aún con dudas, pero en el afán de contribuir a la seguridad jurídica a
que aspira el Poder Ejecutivo en el decreto antes mencionado, y que por supuesto
todos también deseamos.
-
En cuanto al momento de cese de vigencia de la ley, ha de señalarse que
en principio estaría dado por la plena entrada en vigor del nuevo Código Procesal
Penal/Ley 12.734; surge esto de lo precisado en la “Ley de transición N°13.004"
(su texto obra en el anexo) cuando regula a partir de ese momento la operatividad
de un “sistema de conclusión de causas” para las que ya estuvieran en trámite (v.
“La etapa de transición”) en tanto para las nuevas manda la aplicación integral de
las disposiciones del nuevo Código.
-

¿Se encuentra legalmente fijada una fecha precisa o infranqueable para la


efectiva vigencia integral del Código/Ley 12.734?

Una primera lectura de las reglas de la ley 12.912, modificada, pareciera


brindar una respuesta afirmativa a la pregunta del epígrafe, señalando como día
tope el 1 de febrero de 2.011. Ello porque el artículo 456 del Código/Ley 12.734
indica que “La implementación total del nuevo sistema no podrá exceder el plazo
previsto en el artículo 3 de la ley de implementación” y ese artículo, modificado,
indica que “...la implementación definitiva e integral de la ley 12.734 -Código
Procesal Penal- no podrá superar el día 1 de febrero de 2011".
Sin embargo podría caber una interpretación distinta.
Es que desprendiéndose de las palabras de las leyes antes aludidas la
exigencia de una “implementación total del nuevo sistema”, “dispuesta por el
Poder Ejecutivo en un plazo que no podrá superar el día 1 de febrero de 2011" es
posible entender que no significa exactamente lo mismo “implementación total”
que “efectiva vigencia integral”, lo que daría lugar a que dentro del plazo legal se
proyectara detalladamente una “implementación total” pero a ejecutarse recién en
una fecha que, aunque fija, sea posterior al 1 de febrero de 2011.
Si no era esto deseado por el Poder Legislativo, fácil le hubiera sido
evitarlo, sustituyendo la alusión a una “implementación”, por la estipulación de que
el día 1 de febrero de 2011 entrarían en plena e integral vigencia las disposiciones
del Código Procesal Penal/Ley 12.734.

El texto ordenado del Código Procesal Penal.

Como se dijo, el Poder Ejecutivo, haciendo uso de atribuciones conferidas,


ha dictado el decreto 125/09, y éste, en su artículo 1, aprueba un texto ordenado
del Código Procesal, que resulta de la mixturación del viejo Código (ley 6740 y las
reformas que ya había recibido), con las normas puestas en vigencia por la ley
12.912.
Ese texto será utilizado en lo sucesivo en este trabajo.
Debe reconocerse sin embargo que a su respecto también existen
discusiones. Las mismas giran, principalmente, en torno a la supuesta derogación
de normas y a la intercalación de otras nuevas con la consiguiente adjudicación
de nueva numeración a ciertos artículos.
La ley 12.912 indica en su artículo 9 que quedan derogadas todas las
disposiciones legales que sean contrarias a ella, aludiendo en especial a las de la
ley 6740. Lamentablemente no detalla cuáles son las normas contradictorias y por
ende derogadas, dejando esa tarea a la exégesis. Esto abre un espacio apto para
que distintos intérpretes lleguen a distintas conclusiones acerca de conflictos
normativos, y así a la posibilidad de que no se coincida con aquella de que da
cuenta el texto ordenado del Código al anotar como terminantemente derogados
ciertos preceptos. Por nuestra parte entendemos, como ya lo hemos adelantado,
que quedan por este precepto derogadas todas las disposiciones que se opongan
a la Constitución (que además por eso mismo serían inaplicables).
Aunque sea menor, porque se han respetado los textos legales, no deja
también de ser opinable la asignación de nueva numeración a algunos artículos y,
sobre todo, la intercalación dentro de lo que era el viejo texto de la ley 6740 de
nuevos artículos provenientes de la ley 12.734, porque según dónde se los ubique
pueden adquirir uno u otro sentido o una mayor o menor amplitud de actuación.
-
Pese a que como se considerará al tratar más adelante la prisión
preventiva, el tema es solucionable, debe señalarse un error por omisión en que
ha incurrido este texto ordenado del Código Procesal Penal.
En su artículo 4, inciso 9, la ley 12.912 pone en vigor el artículo 219 de la
ley 12.734, sin excluir ninguno de sus componentes; sin embargo al trasladárselo
al texto ordenado bajo artículo 329, se omitió el último párrafo que dice
“...Presupuesto de validez de la medida es la celebración previa de la audiencia
imputativa prevista por los artículos 274 y siguientes”

La ley procesal aplicable al caso.

De la conjunción que se produce de normas, resulta que en lo sucesivo


coexistirán tres esquemas procesales básicos, aplicables a tres distintos grupos
de causas.
Son ellos:
1) Grupo de causas en que los hechos son conocidos por las autoridades
provinciales con competencia para intervenir en la prevención o instrucción de
causas penales a partir del día 15 de febrero de 2009. Dentro de este grupo se
podrán encontrar causas que, aunque se sustancien conforme a procedimientos
escritos, merezcan -por opción o por necesidad- la aplicación de reglas en
principio pensadas para el juicio oral.
2) Grupo de causas que ya se encontraban en trámite o relativas a hechos
de los que ya se había tomado conocimiento antes del 15 de febrero de 2009, y
en las que, además, la defensa hace una opción en favor de ciertas disposiciones
de la ley 12.912.
3) Grupo de causas en trámite o relativas a hechos de los que ya se había
tomado conocimiento de los hechos antes del 15 de febrero de 2009, y en las que
no se formula opción por disposiciones más favorables de la ley 12.912.
Los veremos en forma separada.
-

Los tres distintos grupos de causas


A
Grupo de causas en que los hechos son conocidos por las
autoridades provinciales con competencia para intervenir en la prevención o
instrucción de causas penales a partir del día 15 de febrero de 2009.

A este grupo se le aplicarán íntegramente las normas del nuevo Código


que resulta de la combinación de todas las disposiciones de la ley 12.912 con las
subsistentes del viejo Código 6740. Dicho en otros términos, se regirá por las
reglas que obran en el texto ordenado del Código Procesal Penal según decreto
125/09.
Pero ha de verse, además, que cabe la posibilidad de que aún
manteniéndose la sustanciación de la causa bajo las previsiones relativas a la
instrucción y el juicio común o escrito, se haga opción (o resulte imprescindible,
como ocurrirá con la registración de las audiencias orales) por la aplicación de
ciertas reglas que en el artículo 4, inciso 13, solo se habrían predispuesto para el
juicio oral y que sin embargo no son incompatibles, tales como el nuevo sistema
recursivo o lo preceptuado acerca de la demora en las medidas cautelares
personales (artículo 454.VII). Es que aunque una primera lectura del último
párrafo del citado artículo 4 de la ley 12.912 hace pensar que las opciones de que
trata solo pueden ser formuladas dentro de causas ya formadas con anterioridad
al 15 de febrero de 2009, una reconsideración del tema revela que es posible una
interpretación distinta y más amplia (es decir, menos restrictiva conforme a lo
mandado por el artículo 7) de acuerdo a la cual, aún dentro de causas formadas
con posterioridad al 15 de febrero de 2009, el imputado o su defensor puedan
solicitar la utilización de normas que les son más favorables, pese a haber sido
concebidas para el juicio oral. Esto así porque la expresión “...causas en
trámite...” utilizada por la referida norma de la ley 12.912, tanto puede referirse a
las que estuvieran en trámite antes del 15 de febrero de 2009, como a las en
trámite en cualquier momento posterior.
.
No importa la fecha de comisión del hecho, sino la de conocimiento del
mismo por las autoridades competentes para prevenir o instruir proceso.
Queda así excluido el conocimiento por autoridades administrativas e
incluso judiciales pero carentes de capacidad para instruir o prevenir, y, también,
el conocimiento -y aún la formación de proceso- por autoridades no provinciales.
El conocimiento por las autoridades provinciales referidas debe lograrse a
partir del aludido día 15, inclusive.
Ha de tenerse en cuenta que para estas causas operará, en cuanto
respecta a la etapa del juicio, tanto la opción por el juicio oral (artículo 6, ley
12.912), cuanto las relativas al juicio oral obligatorio (artículo 5, ley 12.912).
.
La consideración de las nuevas disposiciones de la ley 12.912, la haremos
en la tercera parte de esta obra.
B
Grupo de causas que ya se encontraban en trámite o relativas a
hechos de los que ya se había tomado conocimiento antes del 15 de febrero
de 2009, y en las que, además, la defensa hace una opción en favor de
ciertas disposiciones de la ley 12.912.

La ley aplicable a este grupo de casos se encontrará en la incorporación al


texto del viejo Código/ley 6740 de aquellas disposiciones de la ley 12.912 por
cuya aplicación opte el imputado. De esa yuxtaposición puede resultar una seria
confusión en la cita de normas utilizadas, ya que el texto básico a aplicar llevará a
la mención de las mismas según articulado de la vieja ley 6740 (no del texto
ordenado por decreto 125/09), en tanto la alusión a las optativas remitirá al nuevo
código/ley 12.912. Será recomendable pues precisar lo mejor posible las normas
de uso.
En general las leyes rigen desde su entrada en vigencia y para el futuro.
Se excepciona esto cuando se trata de leyes penales más benignas, que
adquieren retroactividad.
La cuestión relativa a si la retroactividad de la ley más benigna es o no
trasladable a la ley procesal penal, ha sido objeto de debates.
El principio general determinante de la ley procesal aplicable al caso es el
momento de realización del acto; sin embargo se ha advertido que la ley procesal
se integra al sistema punitivo y que por tanto también a ella debe extenderse el
principio de retroactividad de la ley más benigna, aunque tal extensión se
proyectará solo hacia aquellas manifestaciones procesales que tienen similar
significado real a lo penal (como la prisión preventiva) o habilitan el ejercicio del
poder punitivo. Esto no significa sin embargo que los actos cumplidos de acuerdo
a las anteriores normas procesales pierdan su validez; ellos son plenamente
válidos porque fueron realizados conforme a la ley existente al momento del acto
procesal, pero, en los supuestos particulares a que antes se aludiera, podrá
reclamarse la reconsideración de los mismos a la luz de las nuevas disposiciones
más favorables al imputado.
La ley 12.912, probablemente con el propósito de evitar discusiones,
avanza en este sentido al reconocer en el último párrafo de su artículo 4, el
derecho del imputado a optar por la aplicación de ciertas disposiciones más
favorables.
Textualmente expresa la norma que: “...se aplicarán a las causas en
trámite las normas que sean más favorables al imputado, en cuanto a su libertad,
a la extinción de la acción penal y amplitud de la defensa, si así lo solicita éste o
su defensor dentro de los diez días a partir de la primera actuación realizada en la
causa posterior a la entrada en vigencia de este artículo...”.
La opción a que se alude deberá ser formulada por el imputado o su
defensor, sin necesidad de fórmulas sacramentales. No está habilitado el
Ministerio Público para realizar semejante pedido sustituyendo a la defensa en la
elección de lo que sería más beneficioso.
No se exige notificación a la parte del derecho acordado por la ley 12.912,
porque ella misma señala que operan “...a partir de la primer actuación realizada
en la causa posterior a la entrada en vigencia de este artículo...”.
El término que se fija es de diez días, hábiles conforme a las disposiciones
del artículo 152 C.P.P., superado el cual el pedido podría ser (volveremos sin
embargo sobre el tema) inadmisible. El cómputo comienza con la primera
intervención de la parte, posterior a la entrada en vigencia del artículo. No importa,
en principio, la etapa o instancia del proceso en que ocurra.
La opción es individual, esto es, si hay varios imputados en una misma
causa, la formulada por uno no se extiende hacia los demás, ya que pueden tener
intereses distintos. Esto en general no acarreará problemas, pero podrá hacerlo
cuando la opción se haga en favor del juicio oral, ya que no podría dividirse la
causa para sustanciarse en parte por el procedimiento escrito. La situación se
salva sin embargo por la remisión que se hace (artículo 4, ley 12.912) a la regla
del artículo 447 del Código/ley 6740 que exige la conformidad de todos los
imputados.
La eventual falta de comparecencia del imputado a la causa -por fuga o
rebeldía- no perjudica la posibilidad de su opción, una vez presentado.
Tienen razón quienes han señalado que por aplicación del principio relativo
a la interpretación restrictiva de toda disposición que limite el ejercicio de un poder
conferido a los sujetos del proceso (artículo 7) no puede exigirse que la opción
que en su caso se formule, detalle con precisión cuáles son las normas cuya
aplicación se pretende. Es que el beneficio o no de la instrumentación de ellas
puede variar según la marcha y alternativas del proceso. Bastará entonces con
que se haga una opción general por las normas más favorables en cuanto a
libertad, extinción de la acción penal y/o amplitud de la defensa, para, llegado el
momento, precisar qué es lo más favorable.
Cabe anotar que dentro de las previsiones relativas a la “...extinción de la
acción penal...” podrá caber la petición de aplicación de principios de oportunidad
en el ejercicio de la acción, ya que de su instrumentación puede precisamente
resultar esa extinción (artículo 10.V, último párrafo). Sin embargo, legalmente se
ha fijado un límite temporal para estos pedidos, cual es el cierre de la instrucción,
tal como luego se verá al considerar la disponibilidad de la acción.
La elección que es posible hacer por el imputado o su defensor, puede
referir tanto al nuevo esquema que resulta para el trámite instructorio, cuanto al
reformado diseño del juicio común o escrito, o incluso a normas que aunque
previstas por el artículo 4, inciso 13 de la ley 12.912 solamente para el juicio oral,
les son más favorables y no rompen la imprescindible logicidad del sistema
aplicable. De este modo, podrá optarse no solo por el nuevo régimen general en
materias de medidas cautelares, sino también por la inclusión de lo preceptuado
en el artículo 454.VII respecto a la “Demora en las medidas cautelares
personales”; podrá también decidirse por quedar dentro del juicio común o escrito
pero elegir el sistema recursivo propio del juicio oral (véase lo antes dicho al
considerar el grupo de causas bajo apartado “A”).
.
Sistemáticamente la opción formulada por el imputado producirá diversas
consecuencias.
Si estamos ante una derivación del principio de retroactividad de la ley
penal más benigna, ha de atenderse al sentido que a la expresión “ley” más
benigna del artículo 2 del Código Penal le ha dado la doctrina y la jurisprudencia
señalando -con la única excepción que la propia ley penal establece para el
cómputo de la prisión preventiva- que no puede “crearse” caprichosamente una
ley inexistente combinando partes de varias, ya que ello implicaría sustituir al
legislador. Debe aquí tenerse presente que aunque los artículos 9 de la
Convención americana sobre derechos Humanos y 15 del Pacto internacional de
derechos civiles y políticos parecen aludir solamente a la retroactividad de la pena
más benigna, se ha interpretado que el principio se proyecta no solo sobre la pena
misma sino también sobre aquello que habilitaría la imposición de ella, esto es,
sobre la ley penal.
Cierto es que la ley 12.912 alude a la posible elección de “...las normas
que sean más favorables...” (el subrayado nos pertenece), mas esto se entiende
por lo antes dicho respecto a que en materia procesal penal el principio de ley
más benigna solo opera parcialmente y con respecto a sus institutos
decididamente de sentido punitivo.
Las “normas” que conforme al artículo 4 de la ley 12.912 se incorporan por
opción del imputado o su defensa al sistema de enjuiciamiento que se utilizará, no
son normas aisladas sino que conjuntamente con las disposiciones de la ley 6740
conforman un sistema integral; este total sistema es el que se aplicará. Así por
ejemplo, la opción y eventual aceptación de una regla de oportunidad, implicará
necesariamente para la víctima la posibilidad de constituirse como querellante y
asumir el ejercicio de la acción que abandona el fiscal (artículo 10.V, t.o.) ya que
ese es el sistema de la ley, que fue elaborado creando un sistema de contrapesos
evitando dejar sin defensa a la víctima.
Seguramente se considerará que la sustanciación del juicio en forma oral,
presenta más amplitud para la defensa que el escrito. Debe sin embargo tenerse
presente que la ley 12.912 en su artículo 6 hace de aplicación el artículo 447 del
viejo Código Procesal Penal, de lo que se sigue que la opción por esta modalidad
de enjuiciamiento debe realizarse “...Dentro del plazo de tres días de corrido
traslado para contestar la requisitoria de elevación a juicio...”..
En lo atinente al juicio oral obligatorio (art. 5 ley 12.912) pueden realizarse
consideraciones similares. Estando ya iniciado el juicio escrito del viejo Código, no
deberá, de oficio ni a pedido de parte, anulárselo para iniciar uno oral, porque los
actos fueron regularmente cumplidos y podría entrar en crisis el principio de juez
natural.
El Juez de la causa, frente a opciones como las consideradas, que
seguramente producirán numerosas dificultades interpretativas por roces o
colisión de normas, deberá tener particularmente en cuenta dos reglas
interpretativas, una, la que contiene el artículo 8, segundo párrafo de la ley 12.912
respecto a que “...las normas y terminología del nuevo sistema que se pone en
vigencia por la presente ley durante la implementación progresiva, deberán
interpretarse teniendo presente el sistema escrito u oral que rija para cada causa
y si la instrucción la realice el fiscal o el juez...”, otra, la máxima, la propia
Constitución.
Habrá de atenderse también, a que el artículo 7.V (t.o.) otorga a los jueces
facultades para arbitrar trámite en caso de silencio u oscuridad de la ley.
Corresponde destacar que si bien el artículo 8, primer párrafo, de la ley
12.912, confiere a la Corte Suprema y al Poder Ejecutivo facultades para dictar
“...las normas, reglamentos y disposiciones que sean necesarias para aplicar la
presente ley...”, no cabe esperar por semejante vía interpretaciones de la ley, ya
que ello es tarea exclusiva y excluyente del juez de la causa.
Aunque no se haya ejercido la opción de que se trata, si el juez entendiera
que se encuentra frente a una norma más favorable al imputado, y participa de la
idea de la retroactividad de la ley procesal penal más benigna, obviamente deberá
aplicarla aún de oficio.

¿Será posible ejercer la opción una vez superados los diez días a que
alude el artículo 4 de la ley 12.912?
¿Será posible solicitar la aplicación de otras disposiciones del Código/ley
12.734, que no sean relativas a la libertad del imputado, extinción de la acción y
amplitud de la defensa?

Atendiendo a la claridad de la enumeración de la ley 12.912, la respuesta


negativa para ambos interrogantes parece imponerse. Sin embargo, con base en
lo dispuesto por los artículos 28 y 31 de la Constitución Nacional, recordados por
el artículo 1 de este Código (“...En el proceso penal rigen todas las garantías y
derechos consagrados en la Constitución de la Nación Argentina, en los tratados
internacionales con idéntica jerarquía y en la Constitución de la Provincia. Dichas
disposiciones son de aplicación directa y prevalecen sobre cualquier otra de
inferior jerarquía normativa informando toda interpretación de las leyes y criterios
para la validez de los actos del procedimiento penal”), la contestación es positiva,
al menos en ciertos casos.
Ocurre que siendo intolerable que se cercene el ejercicio de un derecho
constitucional en razón de una norma de inferior jerarquía -como es la ley 12.912-,
la advertencia de que se encuentra en juego una garantía constitucional deberá
ser suficiente para obtener el reconocimiento de vigencia de una disposición, pese
a que no figure en el catálogo de la ley 12.912 o no se haya ejercido la opción en
el plazo de ley.
Obviamente esto remite a una casuística imposible de abordar en un
trabajo como éste, mas el principio parece bastante nítido.
Pero hay que tener algo en claro. La ley 12.734 no ha logrado vigencia en
ningún momento hasta la actualidad; sólo la han adquirido alguna de sus reglas,
que son las específicamente señaladas en la ley 12.912. Por tanto, no puede el
juez adoptarla como ley penal más benigna, para aplicarla.
Tal como decimos, solo si reconoce la violación de una norma
constitucional deberá hacer operativa la cláusula del mismo rango quebrantada,
pero sin que ello signifique remisión a la ley 12.734, ya que ella, aún respetando la
Constitución, contiene opciones políticas que no son necesariamente trasladables.

C
Grupo de causas en trámite o relativas a hechos de los que ya se
había tomado conocimiento antes del 15 de febrero de 2009, y en las que no
se formula opción por las normas más favorables de la ley 12.912.
Este grupo es de conformación residual.
En él quedarán las causas que no encuentran ubicación en ninguno de los
dos grupos antes mencionados.
A ellas se les aplicarán íntegramente las disposiciones del viejo Código/ley
6740 (y modificaciones hasta ley 12.162).
Como no quedan atrapadas por las normas de la ley 12.912, no deberá
utilizarse el texto ordenado del Código Procesal Penal dispuesto por decreto
125/09 del Poder Ejecutivo de la Provincia.
Lo dicho antes respecto a la retroactividad o irretroactividad de la ley
procesal penal, debe aquí tenerse en cuenta.

TERCERA PARTE

HACIA LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL DEL PROCESO PENAL

En la segunda parte del presente trabajo hemos intentado fijar pautas


generales para determinar la ley procesal aplicable a cada caso.
En esta tercera, consideraremos en particular los preceptos que conforman el
Código Procesal Penal resultante de la implementación progresiva dispuesta.
No analizaremos sin embargo todo el articulado, sino que meramente
abordaremos aquellos textos que directamente han sido modificados o que
indirectamente deben serlo, tratando de encontrarles una interpretación razonable.
Al hacerlo, respetaremos el orden y la designación que tienen asignados
esos artículos en el Código según versión del texto ordenado por decreto nº 125/09
del Poder Ejecutivo, en el convencimiento de que así podrá ser más fácil el manejo
de la obra.
Como ya lo hemos adelantado, no llevaremos adelante simplemente una
tarea de reconstrucción dogmática según la ley, sino que procuraremos un
dogmatismo constitucional.
Este propósito constitucionalizador nos ha llevado a una reinterpretación de
muchas disposiciones procesales abandonando conclusiones que antes avalamos, y
ha terminado en una especie de rearmado del digesto procesal tal como lo
anticipáramos en “Incidencia de la Constitución en la ley aplicable”.

EL LIBRO PRIMERO DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL

1
Las normas fundamentales

Se hallan éstas en los artículos 1 a 9 del texto ordenado del Código.


Siendo así que se insertan en un proceso que todavía deja en la mayoría de
los casos la investigación a cargo de un Juez de Instrucción, y que es escrito,
deberán leerse a la luz de la regla –del mismo valor normativo- contenida en el
artículo 8 de la 12.912 relativa a que “deberán interpretarse teniendo presente el
sistema escrito u oral que rija para cada causa y si la instrucción la realiza el fiscal o
el juez”.
De lo anterior se seguirá, por ejemplo que la oralidad establecida en el art. 3
no será aplicable en todos los casos, o que el “in dubio pro reo” del art. 7, aún
cuando aplicable “...en cualquier grado e instancia del proceso...”, tendrá que ser
interpretado relativizándolo conforme a la etapa procesal en que se halle el mismo.
Claro es que cuando el Código, según el texto ordenado, exija
imperativamente la realización de una audiencia oral (vgr. suspensión del juicio a
prueba, 298.III, etc.) deberá realizarse la misma bajo tal modalidad.

Tratemos las normas en particular.

“Artículo 1 – Juicio previo. Nadie podrá ser penado o ser sometido a una
medida de seguridad sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso y
sustanciado conforme a las reglas de este Código.
En el procedimiento penal rigen todas las garantías y derechos
consagrados en la Constitución de la Nación Argentina, en los tratados
internacionales con idéntica jerarquía y en la Constitución de la Provincia.
Dichas disposiciones son de aplicación directa y prevalecen sobre
cualquier otra de inferior jerarquía normativa informando toda interpretación de las
leyes y criterios para la validez de los actos del procedimiento penal”

Corresponde, en parte, al viejo artículo 1 del Código/ley 6740.


Al apreciar antes lo que denominamos “Incidencia de la Constitución en la ley
aplicable” ya consideramos este tema, por lo que a lo allí dicho nos remitimos.
Como remarcaremos al hablar de la aplicación de medidas de seguridad (v.
“El sobreseimiento”) , ellas también son consecuencia del sistema punitivo oficial y
por tanto reclaman un juicio previo.
-
“Artículo 1.II – Inobservancia de regla de garantía. La inobservancia de una
regla de garantía establecida a favor del imputado no podrá ser hecha valer en su
perjuicio, ni podrá ser utilizada para retrotraer contra su voluntad, el procedimiento a
etapas anteriores”.

Parece adecuado comenzar el tratamiento de este tema que tiene


numerosas aristas y manifestaciones, con citas de dos prestigiosos autores: “...la
nulidad se vincula íntimamente con la idea de defensa...” (D'Albora: “Código
Procesal Penal de la Nación-Comentado”, pg.196) y , “...ninguna garantía opera en
perjuicio del propio portador...” (Maier: “Derecho Procesal Argentino” T.II, pg.473).
Las garantías establecidas en favor del imputado, no pueden hacerse
operar en su contra. Lo obtenido a través de la violación de las mismas es
inaprovechable en su contra, aunque sí debe hacérselo en su favor.
Se está por una parte, ante una aplicación de la denominada teoría de
exclusión de la prueba obtenida ilegítimamente o de los frutos del árbol envenenado
(v. Jauchen “Tratado de la prueba en materia penal”, pg. 613), asumida por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (“Montenegro”, “Fiorentino”, “Daray”, y otros).
La prueba ilícita contamina a toda la que es consecuencia de ella. Se
ha establecido sin embargo un límite a esta proyección, señalándose primero que
opera solo sobre lo que es consecuencia directa y necesaria de la violación, luego
que no lo hará si conforme a las circunstancias concretas del caso puede advertirse
la existencia de vías alternativas y no ilegales de actuación, que hubieran llevado a
igual resultado.
Pero agrega el precepto bajo estudio, que la violación de la garantía
tampoco podrá provocar la retrogradación del proceso a etapas anteriores.
Esto es consecuencia de lo anterior, en conjunción con los principios de
celeridad y preclusión procesal: habiéndose agotado una determinada etapa del
proceso, no puede rehabilitársela en perjuicio precisamente del imputado.
Cuando más adelante contemplemos la posibilidad de que el fiscal recurra un
fallo para agravar la situación del imputado, nos encontraremos con este límite: si el
tribunal de segunda instancia detecta la violación de una regla de garantía, nunca
podrá retrotraer la causa a nuevo juicio mediante un reenvío. No deberá tampoco un
tribunal de alzada que detecte una violación de esa índole, establecer nulidades e
indefectiblemente devolver las actuaciones a primera instancia, sino que, si puede,
habrá de subsanar el vicio por sí, solucionando el problema.
Comentando una expresión de Bidart Campos relativa a que “...no se
pueden declarar nulidades que, contrariando las pautas de la jurisprudencia de la
Corte Suprema, impliquen retrogradar el proceso penal a etapas cerradas por la
preclusión, en detrimento del derecho del justiciable a una sentencia rápida y eficaz
que resuelva definitivamente su situación en relación a la acusación delictuosa”
(Ponencia en el X Congreso Nacional de Derecho Procesal-Salta), formuló en su
momento Carlos Creus (“Invalidez de los actos procesales penales”, pg. 110) la
siguiente distinción: cuando se trate de la nulidad de un acto que puede ser
considerado de modo independiente no existe problemas en invalidarlo con la
prohibición de regresión a etapas anteriores, pero cuando se trate de una
declaración de nulidad que absorbe a toda una secuencia procesal, lo que
generalmente colocará ante una nulidad declarable de oficio en cualquier estado y
grado de la causa (artículo 164 C.P.P.-S.F), no puede pensarse siempre en la
prohibición del regreso, ya que para tales nulidades la única subsanación puede
venir dada por la cosa juzgada.
Las “etapas” del procedimiento a que alude el canon, son las que
resultan marcadas por el principio de preclusión. Superado el momento que la ley
procesal fija para la realización de determinados actos se producen efectos
preclusivos y puede hablarse del cierre de una “etapa”.
-

“Artículo 1.III – Principios y reglas procesales- Durante el proceso se


observarán los principios de oralidad, publicidad, contradicción, concentración,
inmediatez, simplificación y celeridad”.

Los cinco primeros principios enunciados -oralidad, publicidad,


contradicción, concentración e inmediatez- son consecuencia directa y necesaria del
juicio previo que reclama nuestra Constitución.
Quizás haya sido Julio Maier quien mejor analizara los derivados de la
exigencia constitucional relativa al juicio por jurados. Pudo entonces concluirse que
resultan inherentes al mismo y aplicables a cualquier forma de procedimiento que
quiera ser constitucional, la oralidad -exclusiva forma de comunicación apta para
que el jurado conozca las circunstancias del caso-, la publicidad -principio
republicano de gobierno que resulta ser el único control eficaz para la actuación del
jurado y de los jueces-, la contradicción -solo a través del enfrentamiento de
posiciones entre las partes puede el jurado imponerse de las pretensiones de las
mismas para resolver, solo así se resguarda el principio constitucional de
inviolabilidad de la defensa-, la concentración -los actos de juicio deben
desarrollarse ante un tribunal con idéntica integración, lo que impide su cumplimiento
en forma separada y llama a su ejecución en una audiencia-, y, la inmediatez -al
jurado no les es posible enterarse del procedimiento sino por mantener directo y no
mediatizado contacto con sus actos-.
Ha de verse sin embargo que algunos de estos principios pueden
encontrar en el mismo ordenamiento procesal límites. Así, la oralidad no impedirá la
realización necesaria de ciertos actos escritos ni la documentación de lo oralizado, o
la publicidad no será posible cuando se prevén audiencias a puertas cerradas o con
exclusión de determinadas personas (“...pero toda sentencia en materia penal ...será
pública, excepto en los casos en que el interés de menores de edad exijan lo
contrario...” impone el artículo 14.1 del Pacto Internacional de derechos civiles y
políticos).
Las reglas de simplificación y celeridad propenden a la realización del
juicio en un plazo razonable, que es hoy en día también expresa exigencia
constitucional. Los jueces deben velar por su cumplimiento, pero también las partes
procesales.
Ya aludimos a que las disposiciones de la ley 6740 que contradigan estos
principios, podrían considerarse derogadas conforme al artículo 9 de la ley 12.912.
-

“Artículo 2 – Jueces naturales y jurados. Nadie podrá ser juzgado por


otros jueces que los designados de acuerdo a la Constitución e instituidos con
anterioridad al hecho objeto del proceso.
En los casos en que sea procedente la conformación del jurado, se
regirá por las normas que establezca una ley especial”

Nuevamente estamos ante mandatos constitucionales, son los


referidos al juez natural y al juicio por jurados.
En el Código/ley 6740 la cuestión se trataba también en su artículo
segundo.
“Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo
fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales,
o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa”, expresa
el artículo 18 de la Constitución Nacional. “Toda persona tiene derecho a ser oída,
con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley...”
indica el artículo 8.1 de la Convención americana sobre derechos humanos. De
estas previsiones se ha extraído el concepto de “juez natural”.
Excede ampliamente los limitados horizontes fijados a este trabajo el
desarrollo explicativo de los alcances de ese “juez natural”, tan elaborado en
doctrina. Nos remitimos entonces, por todos, a la obra de Julio Maier “Derecho
Procesal Penal Argentino” (Tomo II, pg. 473 y ss.) sobre cuyas apreciaciones es
conveniente reflexionar habida cuenta de que se avecinan cambios estructurales en
la Justicia santafesina.
La segunda parte del precepto alude a la conformación del jurado.
Sabida es la exigencia, reiterada en tres oportunidades en la versión
original de la Constitución de 1853 y mantenida por la reforma de 1994, respecto al
establecimiento de juicios por jurado.
El Código/ley 12.734 la había acatado aunque señalando en su
artículo 44 que “una ley determinará la forma en que se integrarán en Colegio los
jurados, sus características, requisitos para la convocatoria y la fecha de entrada en
vigencia de esta forma de juzgamiento”.
La ley 12.912 no innova en la materia, ya que aunque no puso en vigencia el
citado artículo, en el ahora comentado remite a una ley especial que deberá dictarse.
Como ha señalado la Corte Suprema de Justicia de la Nación, será necesario
al legislador pensar si el jurado que reclama la Constitución es ahora el mismo que
pudo tenerse en cuenta en 1853.
-

“Artículo 3 – Estado de inocencia – Nadie podrá ser considerado ni tratado


como culpable mientras una sentencia firme no lo declare tal”

Siguiendo la tradición argentina se trata como “estado” de inocencia,


la presunción de igual tipo a que aluden los tratados internacionales con rango
constitucional (artículos 18 C.N., 8.2 Convención americana sobre derechos
humanos, 14.2 Tratado internacional de derechos civiles y políticos).
Ya lo hacía el artículo 3 del Código/ley 6740.
La nueva redacción del texto solamente aclara -algo sin embargo ya
entendido así- que el reconocimiento de la inocencia impide tanto que sea
considerada como tratada cual culpable cualquier persona, hasta su condena por
sentencia firme.

“Artículo 4 – Non bis in idem- Nadie podrá ser perseguido penalmente


más de una vez por el mismo hecho.
No se podrán reabrir los procedimiento fenecidos, salvo la revisión de
las sentencias a favor del condenado, según las reglas previstas por este Código”

En el Código/ley 6740, la disposición se hallaba en su artículo 4. Se


agrega a ella la referencia al impedimento de reabrir procedimientos fenecidos.
El añadido del segundo párrafo meramente explicita una
consecuencia que ya era reconocida.
-

“Artículo 5 – In dubio pro reo- En caso de duda sobre los hechos


deberá estarse a lo que sea más favorable al imputado, en cualquier grado e
instancia del proceso”

Es un principio derivado directamente del de inocencia.


Se hallaba en el artículo 5 del Código/ley 6740, pero ahora tiene una
importante modificación. Si antes se decía que debía estarse a lo más favorable el
imputado al momento de dictar sentencia, ahora se señala que debe hacérselo “...en
cualquier grado e instancia del proceso...”.
Llevada a sus extremos la prescripción podría bloquear toda
posibilidad de actuar hasta tanto no se logre certeza sobre todos los extremos de la
imputación penal. Esto sin embargo implicaría una autocontradicción del sistema
procesal, puesto que otra norma fundamental -la del artículo 6 “Restricción de
libertad”- , con base en principios constitucionales (artículo 9.3 del Pacto
internacional de derechos civiles y políticos), refiere a restricciones de libertad
previas al dictado de condena y basadas en estimaciones provisorias y carentes de
certeza.
Se impone entonces un entendimiento que armonice las
prescripciones aparentemente antagónicas.
Ello se obtiene interpretando el principio “in dubio pro reo” según la
etapa procesal en que se aplique; si se trata de un momento en que el propio Código
Procesal se satisface con el grado probatorio de la probabilidad no podrá exigirse la
certeza, aunque si después de valorar las constancias procesales el magistrado se
encuentre dubitativo acerca de la satisfacción del grado probatorio necesario para
actuar, deberá inclinarse por lo que más favorezca al imputado.
-

“Artículo 5.II – Inviolabilidad de la defensa- La defensa en juicio


deberá comprender para las partes, entre otros, los siguientes derechos: ser oídas,
contar con asesoramiento y representación técnica, ofrecer prueba, controlar su
producción, alegar sobre su mérito e impugnar resoluciones jurisdiccionales, en los
casos y por los medios que este Código autoriza”.

Se repiten aquí exigencias relativas a las garantías judiciales de que


tratan los artículos 8 de la Convención americana sobre derechos humanos y 14 del
Pacto internacional de derechos civiles y políticos, y que ya debían deducirse de lo
prescripto por el artículo 18 de nuestra Constitución respecto a la inviolabilidad de la
defensa.
Todo detenido tiene derecho a ser llevado sin demora ante un juez, y toda
persona tiene derecho a ser informada sin demora de la acusación, a ser juzgada sin
dilaciones indebidas y a que se presuma su inocencia hasta que se demuestre su
culpabilidad. También a hallarse presente en el proceso y defenderse “...en plena
igualdad...” a las demás partes.
Lo señalado últimamente, veremos luego que acarrea una inevitable
modificación de la instrucción originalmente concebida, en razón de que su
ubicación como parte del proceso y con intervención de un juez, no permite diferir el
amplio ejercicio del derecho de defensa para la etapa plenaria.
-

“Artículo 5.III – Derechos de la víctima. Para quien invocara


verosímilmente su calidad de víctima o damnificado o acreditara interés legítimo en
la Investigación penal preparatoria, se le reconocerá el derecho a ser informado de
la participación que puede asumir en el procedimiento, del estado del mismo, de la
situación del imputado y de formular las instancias de acuerdo a las disposiciones
de este Código”.

Mal se ha transcripto la referencia a la instrucción penal preparatoria,


ya que debió decirse instrucción.
Se anticipa aquí lo que luego se regulará en detalle acerca del los
derechos de víctimas y damnificados.
Poco a poco y merced a ciertos fallos nacionales ejemplificadores y
particularmente a varias decisiones provenientes de tribunales internacionales, se
fue reconociendo el derecho de la víctima a acceder a la jurisdicción.
El Código actual, avanzando más allá de todo lo que ya lo había
hecho la ley 12.162, regula con detenimiento los derechos de la víctima y habilita su
presentación como querellante.
Para evitar repeticiones trataremos en particular esto al expedirnos
sobre la víctima y el querellante.
-
“Artículo 6 – Restricción a la libertad. La libertad personal sólo podrá
ser restringida en los límites absolutamente indispensables para evitar el
entorpecimiento probatorio en la investigación o el juicio y asegurar la actuación de
la pretensión punitiva”.

El origen del precepto se halla en el viejo texto del artículo 306, que
quizás inadvertidamente también se mantiene.
Obviamente se hace referencia a las restricciones durante el
desarrollo del proceso y no a las propias del cumplimiento de una pena.
Se fija la necesaria instrumentalidad procesal de ellas, impidiendo su
aplicación como medidas anticipatorias de pena o preventivas de hipotéticas
reiteraciones delictivas.
En sus artículos 298.I a 298.IV el Código establece ahora reglas
generales en materia de medidas cautelares, profundizando en el tratamiento de
este tema. A lo que allí decimos nos remitimos en homenaje a la brevedad.
-

“Artículo 7 – Interpretación restrictiva. Será interpretada


restrictivamente toda disposición legal que coarte la libertad personal, limite el
ejercicio de un poder conferido a los sujetos del proceso o establezca invalidaciones
procesales o exclusiones probatorias”
Es una reedición, actualizada y más precisa, de lo antes
señalado por el artículo 7 del Código/ley 6740.
-

“Artículo 7.II – Condiciones carcelarias. La privación de la libertad,


sólo puede cumplirse en establecimientos que satisfagan las condiciones previstas
en la Constitución Nacional y Tratados internacionales de Derechos Humanos.
Ningún detenido podrá ser objeto de tratos crueles, inhumanos o degradantes de su
dignidad”.

No importa para esta norma si la privación de libertad afecta a un


condenado o a alguien encarcelado preventivamente.
En esta declaración de principios pueden encontrarse dos temas, que
sin embargo están íntimamente relacionados entre sí: uno relativo al lugar de
alojamiento de las personas privadas de libertad, otro al trato a dispensar a ellas.
En lo primero nos encontramos ante una remisión a las exigencias
constitucionales (artículo 18 C.N. “Las cárceles de la Nación serán sanas y
limpias...”) y de los Tratados internacionales de protección de derechos humanos
aunque no tengan expresamente rango constitucional.
Quedan incluidos los mandatos relativos a la separación en su
alojamiento de condenados y procesados “...salvo circunstancias excepcionales...” y
a la absoluta prohibición de alojamiento de menores junto a mayores.
En lo segundo, nos hallamos ante un envío a la repetida prohibición
de imposición de torturas, penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (5.2
Convención americana sobre derechos humanos; 10.1 Pacto internacional de
derechos civiles y políticos).
No alude el precepto a la finalidad de las penas, cuestión sin embargo
tratada en los artículos 5.6 y 10.3, respectivamente, de los tratados antes citados
(“Las penas privativas de libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la
readaptación social de los condenados”, “El régimen penitenciario consistirá en un
tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los
penados...”).
Debe tenerse muy presente que la ley 24.660 de ejecución de las
penas privativas de la libertad, cuyas disposiciones se extienden hacia los
procesados (artículo 11), señala que la ejecución de las mismas “...estará sometida
al permanente control judicial..” estableciendo que el juez de ejecución -para los
penados- o el juez competente -para los penados o procesados- “...garantizará el
cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados internacionales ratificados
por la República Argentina y los derechos de los condenados no afectados por la
condena o por la ley...” (artículo 3).
-
“Artículo 7.III – Reglas particulares de actuación. Con autorización o a
instancias del tribunal, las partes podrán acordar el trámite que consideren más
adecuado en cualquier etapa del procedimiento, privilegiando los objetivos de
simplicidad y abreviación, salvaguardando la garantía del debido proceso y el juicio
público oral”.

Ya el Código/ley 6740 tenía un atisbo sobre este tema, al regular en


su artículo 153 la “Renuncia y abreviación” de plazos por voluntad de los
interesados.
Eso se amplía hoy permitiendo a las partes, de común acuerdo, fijar
acordar el trámite que consideren más adecuado en aras de la “simplicidad y
abreviación”, reforzando de tal modo el reclamo del artículo 1.III respecto a la
simplificación y celeridad.
Se establecen sin embargo límites. Deberá respetarse siempre la
garantía del debido proceso y el juicio público oral, por estar en juego allí garantías
constitucionales no disponibles.
El acuerdo puede referir a cualquier etapa del procedimiento, incluso
la instrucción, pero debe contar con el consentimiento de todas las partes.
El juez o tribunal solo deberá constatar la legalidad de lo convenido.
Tiene sin embargo permitido instar a las partes para lograr un acuerdo.
-

“Artículo 7.IV – Garantías para el ejercicio de las acciones procesales.


Las normas referidas a la organización del sistema de enjuiciamiento penal deberán
garantizar una equitativa y proporcional distribución de los cargos y recursos
presupuestarios que se asignen a las funciones de acusar, defender y juzgar, a fin
de no resentir el eficaz y oportuno ejercicio de ninguna de ellas.
En la investigación penal preparatoria la reglamentación establecerá
mecanismos para la actuación inmediata del tribunal”

Es una disposición de índole programática, indudablemente pensada


para la instrumentación total del Código/ley 12.734, que requerirá el montaje de todo
una nueva estructura judicial, del Ministerio Público Fiscal y de la defensa pública.
No obstante, en esta “instrumentación progresiva” en que nos
hallamos, conserva parte de su valor indicativo.
En rigor no se trataría de una norma procesal, mas cabe pensar que
si se llegase a establecer un desequilibrado reparto de recursos, ello repercutiría
sobre el funcionamiento real del sistema procesal.
Quizás donde mayor incidencia debería tener esta norma, sea en la
organización de la defensa pública o gratuita a que tiene derecho todo inculpado,
puesto que tradicionalmente fue la función más descuidada.
“El nuevo sistema acusatorio o adversarial, edificado sobre la base de un
Ministerio público de la acusación fuerte y con acentuada discrecionalidad técnica,
reclama antagónicamente, la existencia de una defensa pública con fortaleza
institucional, sólidamente organizada, con una conducción común, superadora de la
figura del defensor público individual o aislado”, nos advierte Ramón T. Ríos al
explayarse criteriosamente sobre “Defensa pública y reforma judicial” (Zeus- boletín
del 13/04/09).
-

“Artículo 7.V – Arbitración de trámite. En caso de silencio u


obscuridad de este Código o de su reglamentación, se arbitrará la tramitación que
deba observarse respetando las normas fundamentales o aplicando supletoriamente
el Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe en cuanto fuera
pertinente”.

Se integra a la reglas del artículo 591 y a las sucesivas pero acotadas


remisiones al Código Procesal Civil y Comercial que el Código /ley 6740 hace.
Resulta así que ante el silencio u obscuridad de la ley procesal o de
su reglamentación, el Juez de la causa deberá arbitrar un trámite atendiendo a las
normas constitucionales, a las fundamentales pero no necesariamente
constitucionales, a las que otorguen mayor amplitud a la defensa y, supletoriamente
al Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia, en ese orden.
-

2
La acción penal.

La ley 12.912 no puso en vigencia el primer párrafo del artículo 16 del


Código/ley 12.734, que establecía que “...La preparación y el ejercicio de la acción
penal pública estará a cargo del Ministerio Público Fiscal...”, regla de la cual se
desprendía que los jueces no podían, por sí mismos, ejercer la acción, separando
claramente acción de jurisdicción.
En cambio mantiene subsistente el viejo artículo 174, conforme al cual “...La
instrucción puede iniciarse por requerimiento fiscal o prevención policial ... (y) ...el
juez instructor podrá proceder de oficio...”(salvo desestimación de la denuncia por el
Fiscal –art. 185- o archivo de la instrucción –art. 200.II-), y también otros preceptos
como el contenido en el artículo 187 que establece que la instrucción corresponde a
los jueces.
¿Es tolerable constitucionalmente que el mismo juez que actuará en el
proceso (aún durante su etapa instructoria) sea el que promueva la acción penal?
Si tenemos en cuenta que tanto la Convención americana sobre derechos
humanos (art. 8.1) cuanto el Pacto internacional de derechos civiles y políticos (art.
14.1) señalan terminantemente que “...en la sustanciación de cualquier acusación...”
toda persona tiene derecho a ser oída por un juez imparcial, prontamente se
concluye que al interrogante debe darse una respuesta negativa.
Si un juez abre de oficio una investigación, está adelantando opinión respecto
a la existencia de un hecho con apariencia delictiva, y, si la abre contra determinada
persona, lo está haciendo respecto a la probable responsabilidad penal de la misma.
En ambos casos, pierde su imparcialidad.
No se subsana esa pérdida con la existencia de una etapa plenaria de índole
más acusatoria, puesto que durante la instrucción se adoptan muchas decisiones -la
prisión preventiva, la acumulación de prueba- que reclaman ya allí su presencia.
-
¿Qué hacer entonces?
Ante una situación como la expuesta se presentan dos alternativas. La
primera estaría dada por dejar las cosas como hasta ahora, observando que algo se
mejoran por el apartamiento que del Juez se deberá producir luego de que emita
algún auto de mérito (artículo 50 inciso 1); no resulta ello demasiado satisfactorio. La
otra sería concebir una solución constitucionalizadora.
Esa solución en verdad no es demasiado difícil de encontrar, porque se
puede extraer del propio Código Procesal Penal.
El Código, su artículo 184 establece que “El Juez que reciba una denuncia
dará traslado, dentro de las veinticuatro horas siguientes, al Fiscal quien, en un
plazo igual, salvo que por la urgencia del caso aquél fije uno menor, formulará
requerimiento o pedirá que sea desestimada o remitida a otra jurisdicción si
correspondiere...”; este criterio, aunque concebido solamente para el caso de
denuncias, es perfectamente aplicable para todos los demás, previniéndose de tal
modo posibles objeciones constitucionales.
En el futuro y para salvar la constitucionalidad del proceso, los jueces de
instrucción se deberán autolimitar, de modo tal de no hacer uso de la facultad de
proceder de oficio que les acuerda la ley común, disponiendo en cambio frente a
cualquier conocimiento que tomen de un hecho delictivo (por denuncia, actuaciones
de la autoridad preventora, o toda otra), un traslado al fiscal por el término de
veinticuatro horas -que puede ser reducido incluso a horas conforme a los artículos
184 y 152 del C.P.P.- de modo tal que el titular de la acción sea el que promueva o
no la misma.
Salvo la alteración de una vieja costumbre, ningún problema se hallará en la
ejecución de esta propuesta. Ha de verse que ni siquiera podrán mediar razones
insalvables de urgencia, puesto que como se anotó, es posible reducir a horas el
plazo dado al fiscal para expedirse, de modo tal que ni aún estando detenido e
incomunicado el imputado se superen los plazos para recibirle declaración.
La actuación de oficio de la autoridad preventora no puede suplir la necesaria
actuación promotora del fiscal para iniciar actuaciones judiciales pese a lo
establecido por el artículo 197 C.P.P.; debería a este respecto también
instrumentarse el procedimiento antes señalado.
-
Queda en claro que en el nuevo Código/ley 12.912 el instructor original sigue
siendo el juez, y no el fiscal. No obstante, éste puede quedar a cargo de la
investigación conforme a las normas sobre “Investigación Fiscal” (artículos 374.II a
374.IX), y, también, puede el Ministerio Público Fiscal bloquear la acción promovida
de oficio por el juez a través de los procedimientos previstos para la desestimación
de la denuncia (art. 185), y el archivo de la instrucción (art. 200.II).
Es incorrecta la expresión del artículo 8.I respecto a que la acción penal
pública se ejerce “exclusivamente” por el Ministerio Fiscal, como que el mismo
precepto, en su segundo párrafo, indica que “...Las peticiones del querellante
habilitarán a los Tribunales a abrir o continuar el juicio, a juzgar y a condenar con
arreglo a las disposiciones de este Código...” (concuerdan los artículos 10.V, 67.II y
ss.).
Es importante destacar que en su párrafo tercero este artículo 8 procura
insertar un criterio de racionalidad -también de responsabilidad- en el ejercicio de la
acción penal. Lo hace al señalar que el Ministerio Público promoverá la acción
“...siempre que existan suficientes indicios fácticos de la existencia de los mismos...”
(de los hechos punibles). La disposición guarda coherencia con lo previsto en similar
sentido por los artículos 185, 200 y 200.II respecto a la desestimación o archivo de
las actuaciones cuando no existieran elementos serios o verosímiles para iniciar o
continuar la investigación, y con el mandato del artículo 67.
Cabe advertir que pese a lo antes expuesto, numerosas normas trabajan
sobre el supuesto de que el fiscal es el titular de la acción, por eso las instancias del
querellante y diversos pedidos del imputado deberán presentarse ante él.

3
La suspensión del procedimiento a prueba

El Código Procesal regula el trámite relativo a la suspensión del juicio a


prueba en sus artículos 8.II a 10.
Nuevamente corresponde con exclusividad al Ministerio Público Fiscal
(artículo 8.II) el pedido ante el juez de aplicación de ella.
Las instancias que pueda hacer el imputado o la defensa, deberán formularse
entonces ante el fiscal de la causa (o remitirse a él si se presentaron ante el juez),
quien, al cabo de practicar las diligencias que le resulten adecuadas para tomar una
decisión -positiva o negativa- deberá trasladarlas al juez.
En su presentación judicial ha de registrar el acuerdo del imputado y de su
defensor (de los dos) y su propia coincidencia o disidencia con el pedido.
Esto no entra en colisión con lo dispuesto por el artículo 76 bis del Código
Penal respecto a que “...el imputado ...podrá solicitar la suspensión del juicio a
prueba...”, ya que no surge de ello que el pedido deba presentarse directamente
ante el juez, y la actuación de la jurisdicción queda asegurada con el envío que de la
petición debe hacerle el fiscal. Por supuesto que para que esto último se cumpla, si
el fiscal no concuerda con un pedido de suspensión de juicio a prueba deberá
igualmente remitirlo al tribunal que corresponda para que decida al respecto.
El trámite judicial subsiguiente, es imperativamente oral. Debe llevarse a
cabo una audiencia con asistencia del imputado, su defensor y todas las partes
interesadas; se oirá primero al imputado y su defensor, luego al fiscal y finalmente a
la víctima.
Se dictará al cabo una única resolución, en la que se resolverá sobre la
razonabilidad del ofrecimiento de reparación de daños que se hubiese efectuado, y
luego, en su caso, sobre la procedencia de la suspensión.
Siendo oral el trámite, pero recurrible en apelación la resolución,
imperativamente deberán registrarse las audiencias, porque solo así podrá ser
revisado lo ocurrido y valorado (v. “Las audiencias”).
Nada nuevo se encuentra respecto a la oportunidad procesal en que puede
introducirse el pedido de suspensión del juicio a prueba. Subsistirá pues la discusión
ya existente al respecto aunque puede reconocerse que en los casos que se
tramiten por juicio oral, una vez iniciado el debate no podrá admitírselo porque
implicaría una suspensión del mismo no prevista por la ley procesal y que
seguramente conduciría a la anulación del juicio.
Sabidas son las distintas interpretaciones que se dieron a las disposiciones
del artículo 76 bis del Código Penal respecto a la procedencia de la suspensión del
juicio a prueba. Al cabo de ellas la Corte Suprema de Justicia de la Nación (“Acosta”)
puso fin al debate rechazando las interpretaciones más restrictivas y estableciendo
como pauta de procedencia la posibilidad de aplicación en el caso una condena de
ejecución condicional; ese es el criterio que había asumido el Código Procesal
Penal/ley 12.734 y que ahora encontramos en el artículo 8.II.
En su confrontación con el último párrafo del artículo 76 bis del Código Penal
(“...Tampoco procederá la suspensión del juicio a prueba respecto de los delitos
reprimidos con pena de inhabilitación...”), quizás genere problemas el precepto
procesal relativo a que “...Cuando el delito prevea pena de inhabilitación, ella
formará parte de las reglas de conducta que se establezcan...” (artículo 8, última
parte del primer párrafo).
Al respecto, sin embargo, habrá de tenerse en cuenta que la disposición
busca una solución razonable a la norma penal, ya que si con ella se pretendía
evitar a la sociedad los riesgos que se derivaban de permitir que el autor de un delito
culposo continuara en el ejercicio de una actividad en la que había demostrado ser
imprudente, eso se obtiene igualmente en forma plena puesto que la regla procesal
señala que la inhabilitación en cuestión formará parte de las reglas de conducta que
se establezcan. Resultarían así satisfechos los fines de la pena de inhabilitación.
Varias Cortes Supremas y/o Tribunales Superiores de Provincias se
han manifestado a favor de la apertura de la suspensión del juicio a prueba para
casos de delitos reprimidos con pena de inhabilitación, aunque con distintos
alcances y con diferentes argumentos.
Al expedirse, algunos de esos máximos tribunales provinciales mantuvieron
la veda para los delitos que tenían pena de inhabilitación exclusiva, pero la salvaron
para delitos reprimidos con pena de inhabilitación conjunta con otra; otros tacharon
de irrazonable la posibilidad de conceder suspensión del juicio a prueba a quien
actuó en forma dolosa y no a quien lo hizo de modo culposo (es interesante la
reflexión volcada en un fallo del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy
-“Gómez,Sergio” - respecto a que “...denegar la suspensión del juicio a prueba
respecto de los delitos que prevén pena de inhabilitación, importa beneficiar a los
imputados por delitos dolosos en detrimento de los autores de delitos culposos, lo
cual podría llevar a los imputados a mentir para que su accionar se encuentre en
una figura dolosa, pues la inexistencia de la pena de inhabilitación para el delito
cometido con dolo le permitiría acceder a aquel beneficio que en cambio su
negligencia se lo impediría...”), y varios consideraron “...que el interés general en
neutralizar el riesgo de continuidad de la actividad puede garantizarse eficazmente
mediante la imposición de una regla de conducta que impida tal
desempeño...”(Tribunales Superiores de Córdoba, Entre Ríos, Salta, Jujuy, y otros).
Del mismo modo que con la multa (artículo 76 bis, 5° párrafo, del Código
Penal), la inhabilitación deberá fijarse en el mínimo legal.
4
La acción dependiente de instancia privada
y
La acción de ejercicio privado

Aluden a estas acciones los artículos 9 y 10.


La ubicación que se les ha dado a las normas es incorrecta, ya que debieron
situarse bajo el título “Acción penal”, esto es, a continuación del actual artículo 8.
Provisionalmente solo corresponde adelantar en lo que hace a la acción de
ejercicio privado, que el artículo 10.V regula la posibilidad de que en caso de
aceptación de un criterio de oportunidad planteado por el Ministerio Público la acción
se tramite conforme al procedimiento de querella, cualquiera fuese el delito de que
se trate.
Debe además tenerse en cuenta que la ley 12.912, en el tercer párrafo de su
artículo 8, indica que “...El ofendido por un delito de acción pública podrá hacer uso
del mismo derecho previsto en el artículo 22 de la ley 12734 (que es el 10.V del texto
ordenado, aclaramos) en los supuestos de desestimación de la denuncia o archivo
de las actuaciones...”.
5
Reglas de disponibilidad

Al tratar del ejercicio de la acción penal señala el artículo 8, último párrafo


que “...Cuando sea pertinente, se aplicarán los criterios de oportunidad legalmente
establecidos...”, para posteriormente, y en los artículos 10.II a 10.VI precisar cuáles
son esos criterios y regular trámite para su eventual aplicación.
Conocido es el debate existente acerca de la compatibilidad de reglas de ese
tipo con la del artículo 71 del Código Penal que manda“...Deberán iniciarse de oficio
todas las acciones penales ...”. Puede verse una precisa reseña en el “Código
Procesal Penal Comentado”- Erbetta-Orso-Franceschetti-Chiara Díaz.
Como quiera que sea, lo cierto es que al momento actual ya no se discute en
el país que al margen de lo que pueda haber pretendido el Código Penal, en el
funcionamiento real del sistema penal operan muchísimos criterios informales de
disponibilidad de la acción, a veces como consecuencia de elecciones perversas, a
veces como consecuencia de la imposibilidad de los tribunales para asumir todas las
cuestiones, situación frente a la cual es preferible establecer criterios claros, públicos
y discutibles, acerca de los criterios que se utilizan.
Algunos argumentos pueden sin embargo aportarse desde el plano legal para
sostener la injerencia del Código Procesal Penal en el tema.
El punto de partida debe ser la observación de que el principio de legalidad
en la persecución de los delitos no tiene rango constitucional, sino que se trata de
una regla de la ley común. Luego debe anotarse que si la ley penal pretende que se
inicien de oficio todas las acciones penales, esa exigencia se encuentra respetada
en este Código Procesal ya que en su artículo 8 se ordena que “...La acción penal ...
deberá iniciarse de oficio...” resultando por ende entendible que solo como
excepción se posibilita la aplicación de los criterios de oportunidad (artículo 10.II).
Estudiando la situación la Suprema Corte de Justicia de Mendoza (“Fiscal
c/Sosa Morán”) reconoció la constitucionalidad del empleo de criterios de
oportunidad en el ejercicio de la acción señalando que “...Se parte del principio de
legalidad como punto inicial para la persecución penal, pero se impone la
salvaguarda de los mecanismos previstos en la ley procesal penal local, como el
principio de oportunidad, que opera a modo de excepción...”. Esta decisión
encontraría apoyo en las enseñanzas de Ferrajoli respecto a que “Por obligatoriedad
de la acción penal no debe entenderse, como se ha dicho a propósito de la
inderogabilidad del juicio, un irrealizable deber de proceder por el más leve u oculto
delito, sino sólo la obligación de los órganos de la acusación pública de promover el
juicio sobre toda notitia críminis que llegue a su conocimiento, aunque sea para
pedir después el archivo o la absolución, cuando consideren que el hecho es
penalmente irrelevante o que no existen indicios de culpabilidad...” (“Derecho y
razón”,pg. 570).
Este es el enfoque de la cuestión que deberá ser asumido entre nosotros.
Aunque el artículo 10.II aluda a la posibilidad de no promover o prescindir de
la acción penal, esa regla debe compatibilizarse con el mandato expreso del artículo
8 respecto a que deben iniciarse de oficio las acciones salvo que dependan de
instancia privada, y ello se logrará actuando de modo tal que siempre se promueva
la acción, aunque luego, y hasta en forma inmediata, se propicie la aplicación de
algún criterio de oportunidad si es que se lo considera pertinente.
Legalidad y razonabilidad quedarán así satisfechas.
-
Entra pues en el ordenamiento procesal santafesino un principio de
oportunidad, reglado, y además sometido a control jurisdiccional.
Como en el esquema del Código/ley 12.734 el ejercicio de la acción
correspondía exclusivamente al fiscal (no al juez) se colocaba en cabeza del
Ministerio Público Fiscal la decisión de promover o no
promover y de prescindir total o parcialmente, del ejercicio de la acción penal en los
casos que regulaba. Era así que si el Fiscal, desde el mismo principio decidía no
promover la acción, lo podía plantear ante el juez.
Al regularse ahora la posibilidad de que la causa se inicie por prevención
policial o de oficio por el juez -algo que sin embargo hemos repudiado (v. “La acción
penal”)-, puede ocurrir que el fiscal que decida no impulsar la acción, se encuentre
con que ya está promovida y solo podrá prescindir de ella.
La eventual decisión sobre el no mantenimiento de la acción, tiene que ser
formulada hasta el momento en que se decrete la elevación a juicio de la causa
(artículo 374) o se admita formalmente la requisitoria de elevación a juicio (artículo.
503). Este término resulta de lo señalado por el artículo 10.VI y el artículo 4 del
decreto 125 del Poder Ejecutivo dictado en ejercicio de funciones reglamentarias
acordadas. Superados esos momentos, la presentación será inadmisible. Dentro de
ese período, la defensa podrá pedir al fiscal la aplicación de un principio de
oportunidad, cualquiera fuese el avance que hubiera logrado la causa, e incluso si lo
formula atendiendo a la posibilidad de optar por las reglas más favorables a que
anteriormente referimos. Insistimos sin embargo en que sistemáticamente esto
abrirá a la víctima la posibilidad de querellar y convertir la acción, puesto que así lo
dice la “ley” aplicable.
Solamente el fiscal está legitimado para formular la petición (artículo 10.II),
pero el imputado “...sin recurso alguno podrá plantear ante el Fiscal la aplicación de
un criterio de oportunidad, fundando su pedido...” (artículo 10.IV, segundo párrafo).
Queda así en claro que las eventuales pretensiones del imputado o su defensa para
que se apliquen criterios de oportunidad, deben presentarse directamente ante el
fiscal de la causa y no ante el juez (v. “La mediación”).
En cambio, frente al pedido fiscal de instrumentación de criterios de
oportunidad, el juez tiene el deber de comunicar la solicitud a la víctima, fuere o no
fuere querellante, y de oírla para que pueda formular oposición.
El trámite adecuado consistirá en convocar a una audiencia al fiscal que
propuso la cuestión, a la víctima para que pueda oponerse, y al imputado y su
defensa para que pueden resistir cualquier posición que consideren contraria a sus
intereses, quedando luego de ello el juez en condiciones de resolver lo que en
derecho corresponda.
Si impuesta la víctima de la postulación, injustificadamente no compareciere
a la audiencia a que se la convocó, su ausencia será interpretable como falta de
interés en ejercitar oposición.
El juez debe expedirse sobre la legalidad del pedido atendiendo a las
prescripciones del Código Procesal Penal, careciendo de capacidad para rechazarlo
de oficio por discrepar con el criterio del fiscal. Ello varía sin embargo frente a la
formulación de oposición a la procedencia del pedido por parte de la víctima, ya que
legalmente se la habilita para ello (artículo 10.IV) pudiendo así aparecer una
controversia que reclama decisión judicial.
Siendo impugnable la resolución denegatoria (artículos 478.VI y 478.IX) la
audiencia oral deberá necesariamente registrarse (v. “Audiencias”)
La víctima no queda desamparada frente a una eventual aplicación de los
criterios de oportunidad. Por el contrario, su situación varía sustancialmente respecto
del anterior procedimiento. Esto debe ser proclamado con énfasis.
Hasta la entrada en vigencia de esta ley, frente a una eventual desestimación
de su denuncia, archivo de las actuaciones o rechazo del requerimiento fiscal de
instrucción, todo lo que podía hacer era pedir un reexamen de la situación “...a
través del fiscal y mediante el aporte de nuevas pruebas...” (artículo 108.II inciso 8,
del Código Procesal Penal según ley 6740, modificada por ley 12.162). Hoy en
cambio, se le reconoce capacidad para: 1) frente a la desestimación de la denuncia,
su archivo, o demoras o ineficiencias en la investigación, reclamar ante el superior
inmediato del fiscal (art. 108.II, inc. 8)) y, 2) ante una eventual aplicación del
principio de oportunidad, o en cualquier momento, constituirse como querellante en
los términos del artículo 22 (art. 8 tercer párrafo de la ley 12.912), de modo tal de
asumir personalmente la persecución de quien entiende que la victimizó, habilitando
a los tribunales a condenarlo (arts. 8 segundo párrafo, 10.V, 108.II inciso 9, y cc.); en
tal caso “...la acción pública se tramitará conforme a lo previsto para el
procedimiento de querella, cualquiera fuera el delito de que se tratase...” (art. 10.V).
Para posibilitar a la víctima su obrar, el estado provincial asume el deber de
proporcionarle asistencia técnica.
Indica el artículo 108.V que “...Todo lo atinente a la situación de la víctima o
damnificado, y en especial la reparación voluntaria del daño, el arrepentimiento
activo de quien aparezca como autor o partícipe, la solución o morigeración del
conflicto originario o la conciliación entre sus protagonistas, será tenido en cuenta en
oportunidad de: 1) Ejercer la acción penal...”. Se encuentra así una destacable pauta
para la operatividad de los principios estudiados.
-
En este momento parece conveniente formular algunas consideraciones
extradogmáticas.
En nuestro país, y siguiendo una tradición europeo-continental, el sistema
penal funcionó en forma extremadamente rígida, que al mismo tiempo resultó
extremadamente ineficiente.
Partiendo de un principio teórico quizás loable, se entendió que todos los
delitos tenían que perseguirse en forma igual sin aceptar diferencias de entidad en la
criminalidad; pero la realidad del funcionamiento del sistema penal hizo que se
abarrotaran los tribunales, con la consecuencia de que se terminaron resolviendo las
causas relativamente pequeñas porque podían estudiarse en tiempo más o menos
breve, dejándose para un momento posterior -que muchas veces nunca llegaba
porque nunca dejaban de entrar otras causas- las complejas. Esta situación (en que
inciden otros factores que no es del caso explicar ahora en detalle), no puede ya
ignorarse.
Si es imposible perseguir todo, ha de preferirse la persecución de aquello que
socialmente sea percibido en cada momento histórico como más insoportable.
Hasta el momento los operadores del sistema carecían de herramientas
legales para alterar el estado de cosas antes señalado, pero hoy eso cambia.
Ahora, y a través de una buena utilización de los criterios de oportunidad en
el ejercicio de la acción, ello será posible. No ha de temerse que la víctima quede
desprotegida, puesto que, como señalamos, a ella se le proveen remedios para que
actúe si no está conforme con el abandono de la persecución. A su vez, la publicidad
que el Ministerio Fiscal deberá hacer de los criterios de persecución empleados,
garantizará su control por la sociedad.
De la combinación del empleo de los criterios de oportunidad con el uso del
procedimiento abreviado (art, 548 II), podrá resultar una mayor racionalidad en la
utilización de los escasos recursos disponibles, revirtiéndose una situación
indeseable.

Criterios de oportunidad

“Se acostumbra a resumir las excepciones al principio de legalidad


recurriendo a la expresión genérica principio de oportunidad. No es completamente
acertado, porque cuando se presentan excepciones, no se trata siempre de
oportunidad, sino de intereses y presupuestos jurídicos diferentes. No se trata,
precisamente de conocer tan solo el principio de legalidad y el de oportunidad; lo
que importa es ver y también entender correctamente desde el comienzo el alcance
del principio de legalidad. Aquí también hay un conflicto entre dos principios, el de
justicia y el de la razón procesal. Por cierto, la justicia ordena que se persiga todo lo
que es punible. Pero esto llevaría a un empleo insensato de los órganos de
persecución penal estatales. Se trata aquí de encontrar un término medio razonable
que corresponda (todavía) a la justicia, pero que no produzca un “fiat justititia” a
expensas de la comunidad jurídica”. Estas palabras de Jürgen Baumann
(“Conceptos fundamentales y principios procesales”) resultan absolutamente
adecuadas para comenzar el tratamiento de este tema.
Siete criterios de oportunidad se encuentran en el artículo 10.II del Código/ley
12.912. Según ellos, el Ministerio Público podrá no promover o prescindir total o
parcialmente de la acción penal en los casos que pasan a detallarse.
Atendiendo a lo antes dicho respecto a que una forma de asegurar la
coherencia de los principios de disponibilidad con el principio de legalidad procesal
se halla en que la acción penal se inicie, como quiere el Código Penal, para luego
recién excepcionalmente prescindirse de ella, sería aconsejable en el futuro que en
todos los casos el fiscal promueva -obviamente si resulta pertinente- el ejercicio de
la acción, para acto continuo propiciar la utilización de un criterio de disponibilidad si
lo juzga acertado. Ya vimos que esto evitaría críticas.
El eventual uso del criterio de oportunidad puede ser total o parcial, dentro de
una misma causa. Si no se trata de la utilización de un criterio de naturaleza objetiva
(vgr. la insignificancia) es posible emplearlo en beneficio de alguno y no de todos los
imputados, por supuesto que sin incurrir en arbitrariedad; a su vez, si se imputan
varios hechos diferenciables, puede referir a uno o a todos.
El fiscal puede presentar el pedido “...hasta el momento de la audiencia
preliminar del juicio...” (artículo10.V). Dado que esa audiencia
no existe en la ley 12.912, el decreto 125/09 -dictado en ejercicio de funciones
reglamentarias reconocidas- en su artículo 4, dice que deberá interponerse la
petición hasta “...el dictado del decreto de elevación de la causa a juicio previsto en
el artículo 374 de la ley 6740 o hasta la admisión formal de la requisitoria de
elevación a juicio regulada en el artículo 503 de la misma ley, según corresponda”.
Es competencia exclusiva del fiscal formular la petición ante el juez, pero el
imputado, “...sin recurso alguno...” (10.IV) podrá formular ante él planteos al
respecto. Como el imputado no cuenta con un derecho subjetivo a que no se lo
persiga, no se afectan con esta disposición sus derechos.
Si se acepta el criterio de oportunidad se abre a la víctima la posibilidad de
conversión de la acción pública (artículo10.V), para posibilitar lo cual se impone el
deber de notificarle tal aceptación.
.
Miremos algo sobre los criterios en particular:

1°)“Cuando el Código Penal o las leyes penales especiales lo establezcan o


permitan al tribunal prescindir de la pena”

A la época de redacción de la ley 12.734, pero también desde mucho antes,


se conocían en el Congreso de la Nación distintas iniciativas para introducir en el
Código Penal reglas de oportunidad. Todavía subsistían además esperanzas de que
se considerara el Proyecto de Código Penal presentado en mayo de 2006 por la
Comisión formada al respecto por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, que
en su artículo 49 regulaba precisamente criterios de ese tipo. Ante la eventualidad
de que en algún momento el Congreso Nacional avance por esa ruta y modifique el
principio de oficialidad en el ejercicio de la acción, era necesario establecer una
norma previsora, que evitara colisiones.
Es así como la primera parte de este inciso alude a esa posibilidad.
La segunda parte en cambio refiere a la alternativa de que las leyes permitan
al tribunal prescindir de la pena, algo frecuente en el proceso de menores y
excepcional dentro del Código Penal (se encuentra un supuesto de este tipo en el
artículo 44, último párrafo).
-
2º) “Cuando se trate de hechos que por su insignificancia no afecten
gravemente el interés público, salvo que fuesen cometidos por un funcionario
público en el ejercicio o en razón de su cargo”
De la conjugación de los principios constitucionales de mínima intervención y
protección de bienes jurídicos, resulta que el derecho penal únicamente puede
castigar aquellas conductas que afectan en forma relevante los bienes; lo
insignificante, no.
La teoría de la insignificancia ha tratado de encontrar ubicación a este
criterio, trabajando predominante, aunque no únicamente, sobre la teoría del tipo,
para rechazar la idea de que en el seno del mismo puedan hallarse afectaciones
insignificantes.
Quien acepte esas ideas no necesitará acudir a los criterios procesales de
oportunidad aquí apreciados, ni se verá limitado por ninguna de sus previsiones.
Quienes en cambio no participen de esa posición dogmática, encontrarán ahora una
explícita base legal para proceder de otra manera, aunque se encontrarán con una
veda si el hecho fue cometido por un funcionario público en el ejercicio o en razón de
su cargo.
Señala el inciso que la insignificancia se desprende de la falta de afectación,
grave, al interés público.
Atendiendo al artículo 19 de la Constitución en cuanto a que “...las acciones
privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública,
ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad
de los magistrados...”, la referencia del canon procesal al “interés público” debe ser
entendida en tal sentido y no en otro. No puede cambiarse o ampliarse el fin que al
derecho penal le fija la norma constitucional señalada, por vía de una distinta
interpretación del “interés público”.
Conforme al último párrafo del artículo “...es necesario que el imputado haya
reparado los daños y perjuicios ocasionados, en la medida de lo posible, o firmado
un acuerdo con la víctima en ese sentido, o afianzado suficientemente su
reparación...”.
La víctima, y especialmente quien la asesore, deberán estar atentos a los
términos del acuerdo que puedan firmar, a efectos de contar con seguridades para
su ejecución civil, impidiendo que el imputado pueda dejar de cumplirlo, sin
consecuencia alguna, una vez logrado el empleo del principio de oportunidad
deseado.
-
3) “ Cuando las consecuencias del hecho sufridas por el imputado
sean de tal gravedad que tornen innecesaria o desproporcionada la
aplicación de una pena, salvo que mediaren razones de seguridad o
interés público”
Si la pena es un mal, pueden hallarse supuestos en que del mismo hecho
delictivo cometido haya resultado para el autor un mal mayor incluso al que podría
significarle el cumplimiento de la pena legal (se la suele denominar como “pena
natural”), en cuyo caso es innecesario volver a castigarlo.
Esto requerirá un análisis circunstanciado del hecho, fundamentalmente para
comprobar que las consecuencias del mismo fueron real y subjetivamente penosas,
amén de graves.
Las susodichas consecuencias pueden ser directas o indirectas, pero no
meramente potenciales, pudiendo recaer sobre cualquier interés jurídicamente
valioso del imputado (su persona, patrimonio, afectos, etcétera).
Para saber si una pena es “desproporcionada”, será necesario hacer una
comparación entre la gravedad de las consecuencias y la de la pena posible. Para
establecer si es “innecesaria” será menester entender que ya se se cumplieron los
fines legalmente establecidos para ella.
No importa la gravedad del delito o de su pena, ni si es doloso o culposo.
Al igual que en el caso anterior, es necesaria la reparación del daño o un
acuerdo al respecto (último párrafo, artículo 10.II).
-
1. “Cuando la pena en expectativa carezca de
importancia con relación a la pena ya impuesta en otros
hechos”

Se contempla una pena en expectativa y otra ya impuesta.


La pena en expectativa es la que probablemente puede imponerse al
imputado en la determinada causa en que podría aplicarse el principio de
oportunidad, y de acuerdo a todas las circunstancias que pueden incidir en la
determinación de la misma (recuérdense las pautas de los artículos 40 y 41 del
Código Penal, como también la insuperabilidad de la pena pedida por el Fiscal y la
prohibición de la “reformatio in pejus”).
A su vez, una pena está impuesta cuando ha adquirido firmeza procesal,
independientemente de que se la esté o no cumpliendo, e incluso que se haya
quebrantado ilegalmente su cumplimiento. Esta pena puede ser la originalmente
impuesta a raíz de la comisión de un delito, o la resultante de un proceso de
unificación.
No es requisito legal que se trate de pena privativa de libertad.
Imagina el precepto que la pena ya impuesta es de tanta importancia, que se
la quita a la de probable aplicación.
La “importancia” de la pena, de que se está tratando, atiende a su significado
legal y no a la importancia subjetiva que le acuerde el afectado por la misma. Se
perderá esa importancia cuando sea tanto el mal de la pena ya impuesta, que toda
otra sería ineficaz para el logro de los fines de la pena, esto es, para la
resocialización del implicado.
Tratándose de pena de prisión -algo similar podría predicarse respecto de las
penas de inhabilitación-, eso puede ocurrir en casos tales como los de una pena
perpetua o una pena temporal pero de medida tal que comparada con la edad o
situación del condenado le haga perder todo significado real.
Tratándose de pena de multa podría ocurrir cuando la ya impuesta ha
repercutido de tal modo en el patrimonio del condenado que nada relevante puede
seguirse de una nueva condena.
-

5°) “Cuando exista conciliación entre los interesados, y el imputado haya


reparado los daños y perjuicios causados en los hechos delictivos con
contenido patrimonial cometidos sin violencia física o intimidación sobre las
personas, salvo que existan razones de seguridad, interés publico o se
encuentre comprometido el interés de un menor”

Se encuentran aquí diversas exigencias que limitan el campo de aplicación


de la regla, algunas positivas otras negativas.
Rearmando esta norma puede señalarse que para su eventual operatividad
es menester: a) que se trate de hechos delictivos con contenido patrimonial, b) que
no hayan sido cometidos con violencia física o intimidación sobre las personas, c)
que exista conciliación entre los interesados, d) que el imputado haya reparado los
daños y perjuicios causados, y e) que no existan razones de seguridad, interés
público o se encuentre comprometido el interés de un menor de edad.
Predicando sobre los elementos señalados, puede decirse con particular
referencia a cada uno de ellos y respetando la individualización acordada:
a) No se deben considerar necesariamente todos los hechos que puedan
haber sido imputados en la causa, sino aquél o aquellos respecto de los cuales se
estudie la posible aplicación de un principio de oportunidad. Alude el precepto a
delitos de “contenido patrimonial”, en una expresión equívoca que, interpretada
ampliamente, como corresponde, se proyectaría sobre cualquier delito con
consecuencias patrimoniales dañosas, en tanto restrictivamente lo haría sobre
aquellos que lesionan el bien jurídico “propiedad” (artículos 162 a 185 del Código
Penal).
b) De entre los delitos contra la propiedad, solamente se incluyen los
cometidos sin violencia física o intimidación contra las personas.
c) La exigencia de conciliación entre los interesados remite al logro de un
acuerdo entre las partes involucradas en el hecho con apariencia delictiva. Su
ausencia, obsta a la aplicación del principio de oportunidad. El acuerdo conciliatorio
debe contener la clara comprensión por la víctima de que se aplicará un criterio de
oportunidad con las consecuencias adjudicadas por la ley al mismo. Regularmente
será necesario un proceso de mediación para lograrla.
d) Uno de los contenidos imprescindibles de la anterior conciliación, debe ser
la reparación de los daños y perjuicios causados. Es interesante señalar que a
diferencia de lo dicho respecto a reparaciones en el último párrafo del artículo
aludiéndose a que se deberá cumplir “...en la medida de lo posible...”, a lo que se
agrega que podrán existir acuerdos para su cumplimiento futuro, en este apartado
expresamente han sido excluidas tales expresiones, lo que no puede atribuirse a un
descuido sino a la manifiesta intención de reparación real y efectiva a la víctima.
Consecuentemente, para la procedencia de esta regla, los daños y perjuicio
causados por el hecho deben haber sido reparados antes o ser reparados al
momento de la aplicación del criterio de oportunidad.
e) Aludimos al tratar el inciso 2° a lo que debía comprenderse por “interés
público”, no apareciendo razones ahora para apartarse de lo allí dicho. Se agrega
sin embargo como factor excluyente de la posible utilización de un criterio de
oportunidad, que “...se encuentre comprometido el interés de un menor de edad...”.
Existe compromiso del interés de un menor (menor según las disposiciones del
Código Civil) cuando el mismo ha sido partícipe -aún no responsable- en la comisión
del hecho, cuando ha sido víctima del mismo o cuando ha soportado alguna
consecuencia de él.
-
2. “Cuando exista conciliación entre los interesados y el
imputado, en los delitos culposos, lesiones leves, amenazas
y/o violación de domicilio, salvo que existan razones de
seguridad interés público o se encuentre comprometido el
interés de un menor”

Nada podemos agregar a lo ya expresado sobre conciliación, razones de


seguridad o interés público y compromiso del interés de un menor.
Lo particular de esta regla radica en su referencia a los delitos culposos
-cualquiera del catálogo delictivo-, lesiones leves (expresión impropiamente ya
utilizada por el artículo 72 del Código Penal para referir a las del artículo 89 del
mismo texto legal), amenazas (cualquiera de las tipificadas en los artículos 149 bis y
149 ter del Código Penal, porque todas son amenazas), y violación de domicilio (no
el allanamiento ilegal de morada -artículo 151 C.P.- por ser un hecho diferenciable y
que además compromete el interés público).
Fuera de los mencionados, no caben en el precepto otros delitos.
-

Conversión de la acción pública

Admitida la aplicación de un criterio de oportunidad, que implica el abandono


por el Ministerio Público Fiscal de la persecución oficial del hecho, resta la
posibilidad de que la víctima asuma la misma.
De acuerdo al artículo 108.II, inciso 9, concordante con el 67.II y ss., la
víctima tiene derecho a presentar querella, habilitando así a los tribunales a abrir o
continuar el juicio y a juzgar y condenar al imputado (artículo 8, segundo párrafo).
Resignando el Ministerio Fiscal sus capacidades persecutorias al aceptarse
un criterio de oportunidad por él planteado, la víctima, que ya había sido oída en el
procedimiento (artículo 10.IV) debe ser notificada de ello (art. 10.V) y puede
presentarse como querellante. Cuenta al efecto con un término de sesenta días
hábiles desde la notificación de la resolución.
Se habla de una “conversión” del procedimiento, en el sentido de que ante la
hipótesis planteada la acción pública se tramitará conforme a lo previsto para el
procedimiento de querella (artículo 508 y ss.) cualquiera fuera el delito de que se
tratase.
Las reglas de competencia para la radicación de la querella no varían, ya que
con precisión dice el artículo 508 que la misma se presentará “...ante el juez que
corresponda...”(ver lo dicho en “El órgano jurisdiccional-competencia material).

6
La mediación

La mediación resulta una herramienta indispensable para el funcionamiento


práctico de los criterios de disponibilidad en el ejercicio de la acción.
Si se desean soluciones alternativas para conflictos entre ciudadanos, en la
mayoría de los casos será necesario intentar acercarlos, y para ello debe contarse
con una capacitación especial.
Por eso la mediación estaba prevista en el Código/ley 12.734, y ahora se halla en
éste bajo artículo 10.III.
El citado artículo dice que la mediación operará “...según la reglamentación
respectiva...”.
El Poder Ejecutivo de la Provincia encomendó esa reglamentación al
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos por decreto 1326/2008.
En tal labor, el Ministerio ha dictado las resoluciones nº0370 (17/12/08) y
nº0057 (11/02/09) de cuyos articulados surge la atención de diversas exigencias
derivadas del Código Procesal Penal que parcialmente se pone en funcionamiento.
Encontramos allí la creación de los denominados “Centros de Asistencia
Judicial” (que se conocerán por la sigla “C.A.J.”), integrados por las siguientes
dependencias: “Oficina de administración y derivación”, “Oficina de atención a la
víctima”, “Oficina de asistencia jurídica no penal”, “Oficina de análisis y proyectos
referidos al Acceso a la Justicia”, y “Oficina de Mediación Judicial” .
Salvo la “Oficina de mediación judicial” que depende de la “Dirección
Provincial de desjudicialización de conflictos interpersonales”, todas las demás lo
hacen de la “Dirección Provincial de Acceso a la Justicia y asistencia judicial”,
siempre dentro de la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
En su “Anexo único” el reglamento de los C.A.J. (Centros de Asistencia
Judicial) señala que el Ministerio de Justicia determinará la ubicación de los distintos
Centros de asistencia, estableciendo su denominación, asentamiento y competencia
territorial.
Al momento de escribirse estas páginas, el Ministerio de Justicia se hallaba
abocado a la habilitación de distintos “C.A.J.”
En tanto, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia ha avanzado en similar
sentido, preparando mediadores penales y estableciendo formas de designación y
actuación de los mismos.
-
¿Qué hacer en aquellos lugares u ocasiones en que no estén disponibles los
mediadores oficiales de la Corte Suprema o del Poder Ejecutivo?
El problema puede presentárseles en un primer momento a los fiscales,
cuando se entienda adecuado o un imputado pida la aplicación de un criterio de
oportunidad y sea conveniente una mediación.
En tal caso el fiscal podrá optar por actuar él personalmente acercando a las
partes, reclamar la intervención de los defensores oficiales en mérito a lo dispuesto
por el artículo 145.2 de la ley 10.160 (Orgánica de Tribunales), o designar
mediadores particulares o eventualmente de Colegios profesionales o
Universidades.
Sin embargo, formulado el pedido fiscal de aplicación de un criterio de
oportunidad, y si la víctima lo rechaza, el juez también podría intentar un proceso de
mediación, que lo llevaría al mismo problema que antes se señalara para el fiscal.

7
La acción civil

El texto ordenado del Código Procesal Penal consigna como derogadas las
disposiciones procesales que referían a la acción civil en los antiguos artículos 16 a
19, al actor y demandado civiles en los artículos 94 a 108, a las excepciones
relativas a la acción civil en el artículo 368, y a la intervención del actor civil,
demandado y tercero civilmente demandado, durante el juicio (artículos 376, 377,
379, 381, 382, 383, y en las instancias impugnativas (artículo 407).
Esto puede dar lugar a discusión.
Es que no hay en la ley 12.912 disposición que así lo establezca
expresamente.
La ley 12.912 da cabida al querellante y además le pone a su disposición un
“Procedimiento para la reparación del daño” en sus artículos 575.II a 575.VII.
Atendiendo a ello y considerando que la misma ley en su artículo 9 indica que
quedan derogadas todas las disposiciones legales que se le opongan, será posible
interpretar que las viejas disposiciones sobre el actor civil se oponen a las nuevas
relativas al querellante y al procedimiento para la reparación del daño.
La expuesta será una interpretación posible, pero seguramente no la única.
Es que no puede dejar de reconocerse que el novedoso “Procedimiento para la
reparación del daño” no tiene la misma amplitud que la vieja acción civil, de lo que
podría seguirse -entre otras- una interpretación que concluya que al damnificado se
le presentan dos vías alternativas: una la acción civil tal como ya estaba regulada,
otra la querella seguida de la reparación del daño en caso de condena.
La solución derogatoria parece sin embargo preferible. Ello en atención a que
las disposiciones que se insertan por ley 12.912 proceden del texto del Código/ley
12.734 y en él había una eliminación absoluta del actor civil, y, también, a que
parece hasta contradictorio que un mismo ordenamiento legal presente para igual
propósito (la reparación del daño producido por el delito) dos procedimientos tan
terminantemente distintos entre sí.
Por otra parte ha de tenerse en cuenta que no se está limitando derechos del
imputado o su defensa, sino solo regulando una cuestión absolutamente accesoria a
la penal.

8
El órgano jurisdiccional.
Competencia material.

Sobre el punto no hay demasiadas modificaciones.


Una innovación sin embargo es consecuencia de que la ley 12.912, en su
artículo 8 indica que “...Los jueces de sentencia serán competentes para juzgar en
caso de juicio oral optativo u obligatorio...”. Lo dicho, ligado a la previsión del artículo
9 de la misma ley dando por derogado todo lo que se le opone, lleva a entender que
se han alterado las capacidades de las Cámaras de Apelación, restándoles
competencia material para conocer en las causas en que proceda el juicio oral (art.
24, inciso 4) y, que también se lo ha hecho con respecto a la competencia de los
denominados “Jueces del Crimen” por el artículo 26, para incorporarles esa
competencia.
En los casos admitidos por la ley, de conversión de la acción pública, la
competencia material resultará fijada por las reglas generales de los artículos 25,
26 , 27 y, particularmente, por lo establecido en el 28 acerca de las reglas para la
determinación de la competencia, no habiendo razón para apartarse de ellas.
Indirectamente se modifica también el artículo 24 en cuanto alude a que las
Cámaras de Apelación en lo Penal conocerán los asuntos para los que se les
adjudica competencia material “...a través de sus Salas...”. Esto porque, al menos
para las apelaciones que se produzcan en el curso de juicios orales, establece el
artículo 478.XI que cuando el número de jueces lo permita el tribunal se integrará
por sorteo o sistema similar, es decir, dejando de lado la conformación en Salas (lo
que no lesiona el artículo 84 de la Constitución Provincial que tan solo posibilita pero
no manda inexorablemente la división en Salas de las Cámaras para todo caso en
que ellas intervengan).
Urge el dictado por la Corte Suprema de Justicia de la reglamentación
reclamada por el citado precepto.

9
Recusación y excusación

Sobre el tema nos encontramos con un sistema, siempre ubicado entre los
artículos 49 y 65, que solo en algunos puntos puede considerarse novedoso.
La recusación sigue estando limitada a la presentación de algunos de los
específicos y taxativos motivos señalados por la ley. Erróneamente, y como
consecuencia de haberse transcripto un texto de la ley 12.734, el artículo 49 remite a
las reglas del 68, cuando en realidad debe atenderse a lo señalado en el artículo 50.
En materia de excusaciones, el cambio más importante probablemente se
halle en ese artículo 50 cuando, al tratar la inhibición del juez, sustituye la nómina
taxativa de motivos de apartamiento por una puramente ejemplificativa, tal como
resulta de su expresión “...Podrán invocarse, entre otros, los siguientes motivos de
separación...” (el subrayado nos pertenece).
Esta amplitud encuentra su explicación en las características del derecho
procesal penal y hasta en exigencias derivadas de pactos internacionales.
En ese marco la imparcialidad del juez apunta tanto a razones subjetivas
cuanto objetivas.
Se desea la intervención de un juez subjetivamente imparcial, pero además
no sospechable socialmente de parcialidad; esto último se revela particularmente en
la referencia a la existencia de circunstancias que “...pudiera considerarse...” que
afectan la imparcialidad, de la que se desprende que esa consideración la puede
hacer tanto el propio juez como terceros.
De cualquier manera no deberá dar lugar este sistema a abusos en los
apartamientos, a cuyos efectos se prescribe que las circunstancias en que se basen
deben ser de “...objetiva gravedad...”, dato que remite a la doble apreciación de la
gravedad de la circunstancia y de su objetivación.
La excusación por violencia moral del viejo artículo 51, si bien ya no existe en
un precepto independiente, puede encontrarse dentro de las disposiciones del
primer párrafo del artículo 50.
Al apartamiento por causa matrimonial, se agrega la de simple convivencia,
extendiéndose ambas tanto a una situación actual como pretérita.
-
Seguramente resultará difícil lograr una interpretación generalmente
satisfactoria de las previsiones contenidas en los incisos 1 y 4 respecto al
apartamiento por “...haber pronunciado auto de mérito o dictado prisión preventiva...”
(inc. 1) y por “...haber emitido opinión (sobre el proceso) después de conocerlo,
aunque ello haya sido consecuencia de una disposición legal...” (inc. 4).
Estas dos reglas -que suelen pensarse en relación a la etapa instructoria,
pero operan en todas las instancias y grados del proceso-, obviamente tienden al
aseguramiento de la imparcialidad del juez, evitando que quien adelantó opinión
mantenga su intervención en la causa (según el “Proyecto de reglas mínimas de las
Naciones Unidas para la administración de la Justicia Penal” -más conocidas como
“Reglas de Mallorca”- “Los tribunales deben ser imparciales, especialmente no
podrán formar parte del tribunal quienes lo hayan integrado anteriormente de
cualquier modo o en otra función o en otra instancia, en la misma causa. Tampoco
quien haya participado de una decisión después anulada por un tribunal superior”-
artículo 4.2.).
Sin embargo, ellas lograban una serena ubicación en el marco de un proceso
en el cual no existía investigación formal a cargo de un juez, sino una investigación
preparatoria en manos de un fiscal, y en la que el juez solo intervenía como una
especie de juez de garantía, emitiendo resoluciones aisladas. En ese esquema era
absolutamente sencillo apartar a un juez que ya había conocido el proceso.
Los problemas aparecen al insertarse las disposiciones en un proceso con
instrucción formal, como el que tenemos y tendremos.
Ha de verse sin embargo, y pese a lo que diremos a continuación, que el juez
solo se deberá excusar si estima que alguna circunstancia “...pudiera considerarse
que afecta su imparcialidad...” y no en forma automática por comprobar la
actualización de alguno de los motivos de separación que se enumeran. Incluso las
reglas de los incisos 1 y 4, que ahora contemplamos, deberán ser objeto de esa
consideración y, si al cabo de ella se entiende no afectada la imparcialidad objetiva
y/o subjetiva, se deberá sin más seguir interviniendo. Claro es que las partes podrán,
no obstante, intentar una recusación -siempre en el término de tres días fijado por la
ley- pero en tal caso sobre ellas pesará la carga de demostrar la necesidad de
apartamiento (artículo 54).
Es evidente que los problemas desaparecerían si los fiscales asumieran la
investigación, pero, dada la carencia de una infraestructura apta como para hacerlo
-al menos en todos los casos- no es de esperar que ello ocurra.
También se solucionarían los problemas si se impusiera el trámite de la
instrucción abreviada del artículo 374.X y siguientes, aunque esta posibilidad
requiere que el juez se expida considerando agotada la investigación y solo puede
disponerse de oficio para causas en las que el imputado no estuviere privado de su
libertad.
-
¿Cómo enfrentar la situación?
Veamos la regla de inciso 1º: “...haber pronunciado auto de mérito o dictado
prisión preventiva...”
Aunque la previsión parece atentar contra la idea de unidad en la conducción
de la investigación, no puede dejar de tenerse en cuenta que la ley 12.912 ha
contemplado expresamente la posibilidad de sucesivas inhibiciones y por eso manda
en su artículo 8, último párrafo, que en tal caso se aplique el régimen de suplencias
previsto por la Corte Suprema de Justicia de nuestra Provincia al reglamentar el
tema por Acordada nº32 (del 23/08/06) tras el caso “Dieser-Fraticelli”; esto es, no
estaríamos ante un descuido del legislador.
La advertencia de esto hizo variar una primera estimación que tuvimos,
según la cual el nuevo sistema de apartamiento no tendría vigencia cuando se
tratara de una investigación escrita y a cargo del Juez de Instrucción.
Resulta frente a lo expuesto imperioso entender que la ley deliberadamente
tiende al apartamiento del juez que ha dictado auto de mérito o prisión preventiva.
Seguramente se procura evitar embates constitucionales contra una instrucción que
además de formal permitiría que el mismo juez que inicia los procedimientos, indaga
y procesa, sea luego quien la dirija hasta su último momento.
Una forma de disminuir las que si no serían sucesivas excusaciones, se
hallará en que el juez a cargo de la instrucción, después de la indagatoria, corra
vista al Ministerio Público para que se expida acerca del mérito de la causa y de la
prisión preventiva (sobre este paso volveremos al considerar precisamente la prisión
preventiva), y, si el fiscal la pide, resolver sobre ella en el mismo momento de emitir
el procesamiento -obviamente si corresponde-, de modo tal de pronunciarse en un
solo acto, tras el cual recién se excusará por haber emitido un auto de mérito y por
haber dictado prisión preventiva, si es que entiende afectada su imparcialidad.
De ese modo, se cumpliría con la ley procesal y al menos se evitaría que la
causa pasara por las manos de tres jueces en forma sucesiva e inmediata.
Esta posición debería ser acompañada por una interpretación estricta del
concepto “auto de mérito” para incluir en él solo a aquellos pronunciamientos que se
expidan sobre el fondo de la causa, sobre su mérito.
La otra interpretación, que ya adelantamos que en la actualidad dejamos de
lado por la antes aludida valoración de la regla del artículo 8, último párrafo, de la ley
12.912, pasaría por aplicar la regla contenida en ese mismo artículo pero en su
segundo párrafo relativa a que “...Sin perjuicio de ello, las normas y terminología del
nuevo sistema que se ponen en vigencia por la presente ley durante la
implementación progresiva, deberán interpretarse teniendo presente el sistema
escrito u oral que rija para cada causa y si la instrucción la realiza el fiscal o el
juez...”, concluyendo que la disposición relativa a que imperativamente deberá
apartarse todo juez que hubiera pronunciado auto de mérito o prisión preventiva no
es aplicable en la instrucción formal que se mantiene. Apoyaría esta posición el
precedente “Hauschildt vs. Dinamarca” (24/05/89) del Tribunal Constitucional
Europeo.
-
Tratemos ahora la regla del artículo 50 inciso 4º según la cual los jueces
deberán inhibirse en caso de “...haber dado recomendación sobre el proceso o
haber emitido opinión después de conocerlo, aunque ello haya sido consecuencia
de una disposición legal...”
Esta disposición no debe provocar el apartamiento en forma automática de
todo juez que haya participado de cualquier manera en un proceso.
Nuevamente ha de señalarse que la regla adquiría un sentido particular
dentro del procedimiento del Código/ley 12.734, donde la investigación preparatoria
la cumplía un fiscal y en donde por tanto los jueces solo intervenían durante ella
para contados supuestos. Los problemas se suscitan al trasladarla a una
investigación formal como la que se mantiene.
Pues bien, teniendo en cuenta que en su primer inciso este artículo 80
únicamente alude al apartamiento en razón de haberse dictado auto de mérito,
pareciera que corresponde interpretar que este cuarto inciso refiere solo a la emisión
de opiniones que impliquen un adelantamiento sobre aquello que debe luego
resolverse, y no cualquier acto de procedimiento.
-
En el “recurso de reposición” (artículo 416) no opera la regla de apartamiento
ya que se pretende una reconsideración por el mismo juez o tribunal de lo resuelto, y
no por otros.
10
El Ministerio Fiscal

Como ya se ha visto, no se pone en vigencia la investigación penal


preparatoria a cargo del fiscal, que es lo que establecía el Código/ley 12.734.
La instrucción sigue siendo formal, escrita y a cargo del Juez de Instrucción.
Los deberes y atribuciones de los fiscales se mantienen en los términos ya
expresados por la ley 6740.
No puede empero dejar de reconocerse que numerosas disposiciones a las
que se le acuerda vigor, al proceder de la ley 12.734 que regula un régimen
terminantemente acusatorio, confieren al fiscal un mucho mayor protagonismo.
Surgirá un problema con respecto a la actuación en los juicios orales.
Ocurre que conforme a los artículos 65 inciso 4 C.P.P. y 134 inc. 5 de la ley
10.160 (Orgánica de Tribunales), le corresponde al Fiscal de Cámara intervenir en el
juicio oral; mas como consecuencia de que la ley 12.912 en su artículo 7 señala que
“...Los jueces de sentencia serán competentes para juzgar en caso de juicio oral
optativo u obligatorio...”, resulta modificada no solo la disposición del artículo 24 inc.
4, como lo indica el texto ordenado del Código, sino también las del artículo 448 que
aludían a la intervención de la Cámara de Apelación por medio de alguna de sus
Salas.
Ante semejante situación sería desacertado mantener la actuación ante
primera instancia de un fiscal, que es precisamente “de Cámara”, correspondiendo
estimar derogadas las previsiones de los artículos 654 C.P.P. y 145.5 ley 10.160
(Orgánica de Tribunales), en mérito a lo señalado por el artículo 9 de la ley 12.912.
Es que no solo conforme al antes citado artículo 7 de la ley12.912 el juicio oral se
tramita en primera instancia, sino que además aunque erróneamente el artículo 447
C.P.P. mantenga la vieja referencia a que se trata de un juicio “...en instancia
única...”, en realidad no lo es, porque constitucionalmente todo imputado tiene
derecho a recurrir la condena, y porque legalmente la sentencia definitiva emitida en
un juicio oral es apelable conforme a lo establecido por el artículo 478 .VI, inc. 3º .
El último argumento expuesto permite además indicar la necesidad de
preservar la actuación de los Fiscales de Cámara para supuestos de apelación de la
sentencia definitiva.

11
El querellante

La ley 12.912, siguiendo la regulación del Código/ley 12.734, introduce la


figura del querellante particular al señalar que “...quien pretendiera ser ofendido
penalmente por un delito de acción pública o sus herederos forzosos, podrán
intervenir en el proceso como parte querellante y ejercer todos los derechos que
este Código establece. También podrá serlo la persona jurídica cuyo objeto fuera la
protección del bien jurídico tutelado en la figura penal, cuando se trate de delitos que
afecten intereses colectivos o difusos...” (artículo 67.II).
La aceptación del querellante indudablemente se encolumna tras los
requerimientos constitucionales relativos al derecho de acceso a la justicia, incluso
en favor del ofendido por el delito. Ya nuestra Constitución establecía en su artículo
14 el derecho a peticionar ante las autoridades, y ahora los pactos internacionales
garantizan a toda persona el derecho a acceder a la jurisdicción frente a una
violación de sus derechos.
Como lo revela claramente el último párrafo del artículo 67.VI (“...En ningún
caso su actividad estará subordinada a directivas o conclusiones del fiscal...”) y
surge del artículo 8, segundo párrafo ( “...Las peticiones del querellante habilitarán a
los tribunales a abrir o continuar el juicio, a juzgar y a condenar con arreglo a las
disposiciones de éste Código. La participación de la víctima como querellante no
alterará las facultades concedidas por la ley al Ministerio Público, ni lo eximirá de
sus responsabilidades...”),se trata de un querellante que puede actuar
conjuntamente con el Fiscal (colaborando con la investigación, aportando pruebas
en el juicio) o en forma autónoma (a través del sistema de conversión de la acción
-art. 10.V). Esta última alternativa fue objeto de intensa discusión al debatirse lo que
en definitiva fue la ley 12.734, predominando obviamente el parecer de que da
cuenta la misma.
Habrá de tenerse en cuenta que la ley 12.912, en su artículo 8 dice que el
ofendido por delito de acción pública, ante la desestimación de su denuncia o
archivo de las actuaciones, podrá hacer uso del artículo 22 de la ley 12.734, esto es,
de presentarse como querellante.
Resulta muy importante tener presente que se le acuerda una muy amplia
facultad para “...recurrir en los casos, por los medios y en la forma prevista para los
representantes del Ministerio Público...” (artículo 67.VII inciso 8°), lo que implica,
para todas las instancias y grados del proceso, el deber de notificarle todos los actos
respecto de los cuales se le reconoce capacidad recursiva al Ministerio Público
Fiscal, ya que solo de tal modo podrá hacer uso de semejante facultad.
Ya hemos visto al considerar cómo operan las reglas de disponibilidad en el
ejercicio de la acción penal, que si se acepta una de ellas debe notificarse a la
víctima -constituida o no como querellante- para que pueda con conocimiento de lo
que ocurre decidir si asume la acusación convirtiendo la acción pública según las
reglas del artículo 10.V.
Entre las disposiciones del actual Código/ley 12.912, no se encuentran las
pautas que el Código/ley 12.734 contenía en sus artículos 287 y 288 y que permitían
que el querellante conociera la posición del fiscal ante la inminencia del cierre de la
investigación, sea para aportar pruebas que consideraba de conveniente producción
si la decisión era llevar la causa a juicio, sea para disentir con su eventual propósito
de cejar en la persecución propiciando un sobreseimiento
Teniendo sin embargo presente que conforme a lo establecido en el artículo
67.VI inciso 1, el querellante está habilitado para “...Proporcionar durante la
investigación penal preparatoria elementos de prueba y solicitar diligencias
particulares para el esclarecimiento del hecho objeto de la misma, la responsabilidad
penal del imputado y la cuantificación del daño. Estas instancias serán presentadas
ante el fiscal interviniente y su rechazo otorgará la facultad de proceder conforme a
lo establecido por el artículo 286 con el propósito de obtener un pronunciamiento
definitivo acerca de la procedencia de la solicitud o propuesta...” (erróneamente se
cita en el texto a la investigación penal preparatoria en vez de la instrucción, y se
hace además remisión -válida pero suscitando confusiones- a un artículo 286 que no
es el de este Código sino el de la ley 12.734 que dice “...el querellante podrá (n)
proponer diligencias probatorias en el curso de la investigación y ocurrir ante el
superior en grado del fiscal interviniente, si éste no las practicase. El fiscal superior
resolverá lo que corresponda tras una breve averiguación sumaria, sin recurso
alguno...”), algo debe hacerse al respecto.
La eventual contribución probatoria del querellante es responsabilidad propia,
y él es por tanto quien deberá estar atento a las circunstancias de la causa para
actuar en tiempo oportuno, ofreciéndolas al fiscal y habilitando así la posibilidad de
acudir ante el superior conforme al citado artículo 286 del Código/ley 12.734.
En cambio para que pueda “...interponer las medidas que estime adecuadas
para activar el procedimiento...”, “...formular acusación...”, y “...recurrir ...” (artículo
67.VI incisos 5, 7 y 8) resultará imprescindible que se le libre notificación, sea de la
propuesta fiscal de sobreseimiento, sea del mismo sobreseimiento dictado.
Si logra con sus argumentos el rechazo de la proposición fiscal de
sobreseimiento o la revocación del sobreseimiento dictado, deberá asumir en forma
particular la función acusatoria, según los términos del artículo 10.V, aplicables
analógicamente.
La falta de acusación implica desistimiento.
Pese a la amplitud de las facultades reconocidas al querellante, la
combinación de disposiciones que resulta de la ley 12.912, le impondrá diversas
limitaciones.
Así por ejemplo, no podrá asumir la investigación formal cual sí podía hacerlo
con la preparatoria según art. 251 de la ley 12.734, y no podrá asistir a la
declaración del imputado (art. 317) cual sí podía hacerlo a la audiencia imputativa
del artículo 274 de la ley 12.734.
En el catálogo de facultades del artículo 67.VI no se encuentra la de pedir
medidas cautelares personales, pareciendo por el contrario rechazar esa posibilidad
la referencia en el inciso 2 al pedido de medidas cautelares “...para asegurar el pago
de la indemnización y costas...”, lo que coincide con lo dispuesto por el artículo 298.I
inc.4 respecto a las medidas cautelares reales (el Código/ley 12.734 denomina en su
artículo 297 como “coerción real” a los embargos e inhibiciones del actual artículo
332.
-
Quedan legitimados para constituirse como querellantes:
a) “quien pretendiera ser ofendido penalmente por un delito de acción
pública”: ofendido por el delito o sujeto pasivo del delito, es el titular del bien
protegido por la norma penal que se ha menoscabado (Creus: “La acción
resarcitoria en el proceso penal”, pg. 105) ;
b) los “herederos forzosos” del ofendido por el delito: la restricción que
impone esta expresión ha sido criticada en el ”Nuevo Código Procesal Penal-
Comentado” (Erbetta-Franceschetti-Orso-Chiara Díaz, pg. 238), proponiéndose
ampliarla hacia todos los herederos mediante la aplicación de la regla del artículo 7
“Interpretación restricitiva” (que sin embargo requeriría la previa aceptación como
“sujetos del proceso” del aspirante a querellante). Nos encontramos empero frente a
una opción política, opinable como tal, pero no irrazonable ni mucho menos
descalificable constitucionalmente. Es que se trata nada menos que de acordar
potencia para perseguir con consecuencias penales y no meramente para reclamar
reparación, lo que explica el distinto tratamiento dado a otros parientes o
cohabitantes (v. “Excusación”). El nuevo precepto se aparta expresamente de lo que
la ley 6740 establecía para intentar la acción civil, cuando simplemente aludía a los
“herederos, dentro de los límites de la cuota hereditaria” (artículo 94), capacitando
para su presentación como querellantes solo a los “herederos forzosos”. Esta
expresión encuentra receptación legal en el Código Civil Argentino cuando expresa
en su artículo 3714 que “Son herederos forzosos, aunque no sean instituidos en el
testamento, aquellos a quienes la ley reserva en los bienes del difunto una porción
de que no puede privarlos, sin justa causa de desheredación” , aludiéndose de tal
modo a los herederos legítimos del artículo 3591 y ss. del Código Civil.
c) “la persona jurídica cuyo objeto fuera la protección del bien jurídico
tutelado en la figura penal, cuando se trate de delitos que afecten intereses
colectivos”: cuando la Legislatura de la Provincia consideró el proyecto de Código
Procesal Penal, desechó
la idea de legitimar a cualquier habitante de la provincia para actuar ante
afectaciones de intereses colectivos, y también la de legitimar a cualquier persona
para que asumiera el carácter de parte querellante en caso de delitos cometidos por
funcionarios públicos que afectasen derechos garantizados por la Constitución.
Quedó así la norma reducida a lo antes transcripto. Solo podrá entonces intentar
constituirse como querellante en base a este supuesto, la persona jurídica, que por
sus estatutos tuviera fijado como objeto la protección del mismo bien jurídico
lesionado por el hecho, y siempre y cuando se trate de afectación de intereses
colectivos.
.
Será posible encontrar en otras leyes disposiciones que legitimen para la
constitución como querellante.
.
La oportunidad para la presentación como querellante encuentra su punto
inicial en la apertura de la investigación (lo admite el artículo 64.VI) y el final en la
realización de la audiencia preliminar (artículos 67.IV y 4 del decreto 125) es decir
con la admisión formal de la requisitoria de elevación a juicio.
Recibida la petición (cuyos requisitos explicita el artículo 67.III), tras
pronunciarse fuese en forma positiva o negativa (pero siempre fundada -art. 67-)
sobre su aceptación, el fiscal deberá remitirla al Juez de Instrucción, para que
decida. A tal efecto este magistrado deberá convocar a las partes a una audiencia
-oral- dentro del plazo de cinco días, resolviendo de inmediato (67.V). La resolución
es apelable.
Si el peticionante no concurre a la audiencia, deberá tenérselo por desistido
conforme a lo establecido por el artículo 67.VI inciso 1 (cc. Erbetta, Orso,
Franceschetti, Chiara Díaz).
Dado que la instancia de constitución como querellante puede tener lugar
aún no habiendo imputado identificado (67.III inciso 3), es posible que el Juez deba
expedirse sobre su aceptación sin poder haber oído al mismo. En tal caso, y aunque
la situación no es idéntica a la que se daba con la vieja presentación como actor civil
(la naturaleza y funciones de la querella penal y de la acción civil son obviamente
distintas), para que el imputado no pierda la posibilidad de oponerse a la constitución
como querellante, una vez identificado deberá notificárselo de lo resuelto,
presentándosele así la posibilidad de apelar lo que se resuelva.
-
Todo querellante deberá tener presente su capacidad para requerir la
cuantificación del daño causado (67.VI) en razón de la importancia que ello tendrá
para el eventual procedimiento reparatorio (67.VIII, 575.II y cc.).
En el artículo 67.VII se trata el desistimiento expreso y tácito del querellante.
Habida cuenta de que en los artículos 515 y 516 existe otra regulación también
referente al mismo tema pero no exactamente idéntica, esto generará dudas y
discrepancias interpretativas, particularmente respecto al desistimiento tácito.
Ocurre que de acuerdo a las disposiciones de este Código, cuando el fiscal
abandona la persecución, el querellante puede proseguirla en forma exclusiva, en
cuyo caso se producirá la denominada “conversión” de la acción pública en privada,
situación que al determinar que la acción pública se tramite “...conforme a lo previsto
para el procedimiento por querella...” (artículo 10.V) lleva a pensar que el régimen de
desistimiento de la querella aplicable es el establecido para ese particular
procedimiento, esto es, el tratado en los artículos 515 y 516.
Interpretando esto se ha dicho (“Código Procesal Penal-Comentado” -
Erbetta-Franceschetti-Orso-Chiara Díaz) que las reglas del artículo 67.VII son
aplicables para supuestos de querella conjunta, en tanto las de los artículos 515 y
516 lo son a la querella exclusiva.
La propuesta no resulta sin embargo del todo satisfactoria, porque
atendiendo a las previsiones procesales relativas al querellante (artículos 67.II a
67.VIII) nada hay que permita suponer que el legislador trazó en él directivas
atinentes solo al querellante conjunto y no al exclusivo. Por el contrario, todo hace
pensar que diseñó allí un programa comprensivo de cualquier tipo de querella, que
solo podría ser dejado de lado por alguna disposición específica en contrario.
Ello llevaría a considerar que tenemos un régimen general relativo al
desistimiento, que es el establecido en el artículo 67.VII, en tanto que para los casos
particulares de querella por delitos de acción privada o de conversión de la acción
pública en privada, encontramos un régimen especial conformado por la integración
acumulativa de las reglas del artículo 67.VII y las de los artículos 515 y 516.
En definitiva esto indicaría que para hipótesis de querellante conjunto se
aplica el artículo 67.VII, en tanto para casos de querellante exclusivo (por delito de
acción privada o por conversión de la acción pública en privada) se aplican los
artículos 67.VII, 515 y 516.
Respecto a la validez de las disposiciones procesales relativas al
desistimiento de la acción, ha de reconocerse que si bien la Corte Suprema de
Justicia supo descalificarlos, esa posición ha sido bien rebatida (v. “Código Procesal
Penal de la Nación- Anotado”- D'Albora, pg. 580).

12
El imputado
En relación al imputado seguramente la novedad más importante se encuentra en la
clara enunciación que de sus derechos formula el artículo 68.II.
Subsistiendo el reconocimiento de que el imputado adquiere su calidad de tal
a partir de cualquier acto del procedimiento que contra él se dirija, aún como
meramente indicado en un hecho delictivo, la antes citada norma impone a todo
funcionario del Ministerio Público Fiscal, de la prevención y/o magistrado judicial el
deber de hacerle conocer en ese mismo momento “1) La existencia de una causa
seguida en su contra con los datos necesarios para individualizarla. 2) El o los
hechos que se le atribuyen y la calificación legal que provisionalmente corresponde.
3) Los derechos referidos a su defensa técnica. 4) Que podrá solicitar audiencia a fin
de prestar declaración cuando lo estime conveniente, presumiéndose mientras tanto
que ejerce el derecho de abstenerse a declarar sin que ello signifique ninguna
presunción en su contra”.
Se procura de este modo terminar con ficciones en el ejercicio de los
derechos del imputado. Él debe conocer claramente la imputación, no recién cuando
se le recibe declaración, sino desde los primerísimos momentos, para poder actuar
en consecuencia, evitándosele de tal modo sorpresas. Solo de este modo se
garantiza el respeto al principio constitucional de inocencia.
Aunque la norma no lo exija, debería pensarse en una información
documentada de los derechos.
La comunicación que se hará acerca de el o los hechos que se le atribuyen,
en realidad no presentará problemas prácticos porque no es sino una aplicación de
las pautas en uso desde hace tiempo en la recepción de declaraciones indagatorias:
ha de informarse sobre el hecho en su aspecto fáctico, con todas sus características.
Debe tenerse en cuenta que la Convención americana sobre derechos humanos
prescribe en el artículo 8.2.b. la “...Comunicación previa y detallada al inculpado de
la acusación formulada...” y que con mayor precisión, aún, el Pacto internacional de
derechos civiles y políticos indica en su artículos 14.3.a. que durante el proceso toda
persona acusada de un delito tendrá derecho “...A ser informada, sin demora, en un
idioma que comprenda y en forma detallada, de la naturaleza y causas de la
acusación formulada en su contra...”.
El deber de informar acerca de la provisoria calificación legal que
corresponda puede acarrear al principio algunas dificultades en la etapa
prevencional, aunque en realidad ya existe hábito de practicar una calificación penal
del hecho al menos al momento de insertar la imputación en la planilla prontuarial
del imputado.
Dejamos para más adelante -para cuando hablemos de la defensa y de la
declaración del imputado- el tratamiento de las demás noticias que han de brindarse.

13
La rebeldía

El tema se regula íntegramente en los artículos 79 y 80.


La procedencia de la declaración de rebeldía no registra variantes más allá
de cambios en las palabras.
Se encuentran empero algunas complicaciones derivadas de que las normas
fueron extraídas de un sistema en el que la investigación la cumplía el fiscal. Así,
resultaría hoy impropio que el fiscal pueda dar “...licencia...” al imputado para que se
ausente de la residencia fijada, como dice el artículo 79, primer párrafo, puesto que
no es él el director de la investigación. Deberá entenderse que esta disposición es
inaplicable y que solo el juez puede dar ese permiso. Claro es que si algún fiscal se
atreviera a otorgarlo, tendrá que comunicar en forma absolutamente inmediata ello al
juez de la causa, para que no solo pueda registrarlo en el proceso, sino para que
pueda considerar su subsistencia.
Quizás la modificación más importante de la actual rebeldía se encuentre en
que solo puede declararse a pedido de parte (art. 79, segundo párrafo).
Únicamente el juez puede declarar una rebeldía, pero requiere la instancia
del fiscal u otra parte interesada
Para que sea operativa esta previsión –pensada, nuevamente, en orden a
una investigación fiscal- cada vez que un juez por sí mismo o por indicación ajena,
advierta una situación que denote rebeldía, deberá abstenerse de pronunciar de
oficio la misma, corriendo vista al fiscal para que se pronuncie.
Es problemático compatibilizar esto con la subsistencia de la capacidad del
Juez de instrucción para detener (artículo 302 y cc.) y directamente contradictoria
con la previsión del último párrafo del artículo 301 respecto a que si el citado no se
presentare en término o justificare un impedimento legítimo “...se ordenará su
comparendo por la fuerza pública...”
Es interesante destacar que la declaración de rebeldía no solo no suspende
el curso de la investigación (impropiamente llamada en el artículo 80 “investigación
preparatoria”) sino que además apunta a que la misma se complete aunque no
pueda formularse la requisitoria de elevación a juicio. Se tiende de tal modo al
aseguramiento de todas las pruebas antes de que se detenga la investigación,
procurando de tal modo evitar que el imputado se favorezca con su contumacia.
.
La rebeldía declarada “...luego de la apertura del juicio habiendo
comparecido el imputado a la primera audiencia, no impedirá su total sustanciación
y el dictado de la sentencia...”, indica el artículo 80.
En mérito a que el imputado tiene derecho a “ser oído” y “a hallarse presente
en el proceso y a defenderse personalmente” (Convención americana de derechos
humanos: art. 8.1; Pacto internacional de derechos civiles y políticos: art. 114.1 y
3.d) se impone su necesaria concurrencia al juicio, mas, si habiéndolo hecho y
pudiendo por tanto haber ejercido sus derechos, incurre luego en rebeldía, no hay
razón para detener el enjuiciamiento.
La cuestión adquiere singularidades en el juicio escrito, porque en él no
existe una inicial presentación del imputado ante el juez. En este caso la regla
deberá interpretarse en el sentido de que para ser viable el juicio, el imputado
siempre deberá haber comparecido personalmente en alguna oportunidad ante el
juez a fin de poder ejercitar sus derechos.

14
Los defensores

Este tema no registra demasiadas innovaciones.


A consecuencia de la sustitución del texto del artículo 84, desaparece la vieja
referencia a que la designación de defensor implica el otorgamiento de mandato
para intervenir en la cuestión civil introducida en el proceso. Esto deberá ser tenido
en cuenta si se interpreta que no han sido derogadas las disposiciones que
legitimaban la presentación en el proceso penal de un actor civil en los términos del
viejo Código. Ha de tenerse sin embargo presente que al regularse el nuevo
“Procedimiento para la reparación del daño”, se incluye en el artículo 575.V una
norma similar respecto a que la designación de defensor importa mandato suficiente
para representar al condenado en ese singular proceso reparatorio.
El imputado no tiene límite para designar cuantos defensores quiera (art. 86)
“...pero no será defendido simultáneamente por más de dos en las audiencias orales
o en el mismo acto...”
Se habilita al defensor designado para “...previamente examinar las
actuaciones, salvo que se encontraran bajo reserva...”.
El defensor puede sustituir facultades en un defensor auxiliar, bajo su
responsabilidad.
Queda en claro que el defensor puede comunicarse con el imputado aún
estando incomunicado, pero no en cualquier momento sino inmediatamente antes de
todo acto en que deba intervenir personalmente.
Volveremos sobre el tema, pero señalamos aquí que no es requisito de
validez para la declaración del imputado la presencia del defensor, tal como
planteara el Código ley 12.734. Otra cosa será, por supuesto, si el imputado hace
uso de su derecho de exigirla.
Si se designa a un defensor de confianza y éste no asume o no realiza actos
de defensa, “...asumirá su defensa un defensor designado de oficio...”(art. 90).
En el curso de realización de una audiencia no se podrá renunciar a la
defensa ya en ejercicio “...salvo imposibilidad manifiesta e imprevisible de ejercer
razonablemente la defensa...” (artículo 89).

No hay variación en cuanto al sistema de defensa oficial. Ya coincidimos


empero en la necesidad de reformular el sistema gratuito de defensa para dotarlo de
una fortaleza idónea para enfrentar al poderoso Ministerio Público Fiscal .

15
Actores y demandados civiles
Para evitar repeticiones, nos remitimos a lo expresado bajo el título “La
acción civil”.

16
La víctima

Se produce una íntegra sustitución de las normas ubicadas anteriormente


bajo el título “Víctimas y damnificados”.
Nos encontramos ahora, a partir del artículo 108.II, con una detallada
exposición de los derechos de la víctima y ofendidos penalmente por el delito,
que sin embargo reitera casi textualmente los derechos de la víctima que
regulaba el antiguo texto del mismo artículo 108. No requiere pues esto ninguna
nueva explicación. El único cambio se encuentra en el derecho que le confiere el
inciso 9° a presentarse como querellante.
Respecto de las reiteradas menciones que formula el nuevo articulado a
Centros de asistencia a la víctima, basta con que nos remitamos a lo dicho al
tratar sobre “La mediación”.
Es oportuno memorar que conforme a lo dispuesto por el artículo 108.V,
los acuerdos que puedan producirse entre la víctima o damnificado y el
imputado, la solución o morigeración del conflicto originario, la conciliación, el
arrepentimiento activo y la reparación del daño, deberán ser tenidos en cuenta al
momento de ejercerse la acción, seleccionar la coerción personal, individualizar
la pena y también en el cumplimiento de ella. Aunque esto ya se hallaba
contemplado en el viejo texto del artículo 108.V, ahora tendrá un verdadero
campo de aplicación al desaparecer las rigideces que tenía el Código anterior.
Correlato de todos los derechos reconocidos a la víctima, es el deber de
las autoridades de atender los reclamos que apoyándose en las facultades
concedidas llegara a formular.
Resulta obvio que para poder ejercer sus derechos la víctima debe
conocer los datos particulares de las actuaciones. Sin embargo, y aunque esto
resulta discutible (ver especialmente artículo 108.III), no es evidente que resulte
un deber de la autoridad policial, Ministerio Fiscal o jueces, notificar
oficiosamente a las víctimas al respecto. Pareciera que cuando el 108.III alude a
quien “... invoque verosímilmente su calidad de víctima...”, está suponiendo una
actuación de la misma, un acto de voluntad suyo que, aunque no requerirá
formalidades (108.IV) debe ser suficiente para hacer saber que desea informarse
o ejercitar otros derechos. Ya anotamos que debe en cambio notificársele fecha,
hora y lugar del juicio, y la sentencia definitiva y también la aplicación de un
criterio de oportunidad en el ejercicio de la acción.
-
A la fecha el Poder Ejecutivo ha remitido a la Legislatura de la Provincia
un proyecto de ley de protección a víctimas, familiares y testigos, conforme a lo
previsto por el artículo 108.II, en su párrafo final

17
Actos procesales – Actuaciones en general

El título correspondiente a los actos procesales podría decirse que no ha


sufrido modificaciones generales.
Sin embargo, a consecuencia de que la ley 12.912 en su artículo 4, pone
en vigencia diversas disposiciones del Código/ley 12.734, ello no sería tan cierto,
porque se producen algunas, aunque particularmente atinentes al juicio oral. Nos
referiremos en particular a ellas cuando hablemos del desarrollo de esa forma de
enjuiciamiento (artículos 454.I a 454.VII).

18
Actos judiciales
Sobre este punto no debemos omitir el recuerdo de que el artículo 7.III
establece como “Norma fundamental” que “...Con autorización o a instancias del
tribunal, las partes podrán acordar el trámite que consideren más adecuado en
cualquier etapa del procedimiento privilegiando los objetivos de simplicidad y
abreviación, salvaguardando la garantía del debido proceso y el juicio público
oral” (el subrayado nos pertenece), ya que de esto se podrá desprender que el
fiscal e imputado (con el eventual querellante) celebren acuerdos relativos a la
realización de actos, fuere cual fuere la instancia o grado en que se encuentre el
proceso.

19
Resoluciones judiciales - Fundamentación

El artículo 127, acatando lo establecido en el artículo 95 de la


Constitución de la Provincia, exige la motivación de sentencias y autos, y
también de decretos y providencias cuando la ley expresamente lo imponga.
En el artículo 402 se encontraba un detalle de los requisitos que debía
contener la sentencia definitiva en el juicio común (también en el oral y el
proceso correccional, por remisión de los artículos 478 y 507). Hoy nos hallamos
con exigencias particulares respecto a la deliberación, orden de tratamiento de
las cuestiones y requisitos de las sentencia, en el juicio oral (artículos 477, 478, y
478.II).
Volveremos sobre el tema al tratar ese enjuiciamiento.
-
20
Notificaciones

Resulta pertinente a este respecto recordar lo ya expresado en cuanto al


deber (artículo 108.II, inciso 3) de notificar a la víctima -en su domicilio real
(artículo 133, tercer párrafo)- el día, hora y lugar del juicio, como la sentencia
definitiva si no asistió al debate; también lo expresado respecto a la notificación
al querellante de todos los actos que podría recurrir (v. “El querellante”).

21
Audiencias

Las reglas del artículo 147 adquirirán ahora singular relevancia al


establecerse para determinados actos la necesidad de celebrar audiencias
orales.
La mención del citado precepto a que sus reglas refieren a las audiencias
que se desarrollaren “...durante el juicio...” respondía a la idea de que no habría
debates en la instrucción, que, además, debía ser escrita. Ahora, tal como
veremos, sí habrá audiencias orales durante ese período, por lo que deberán
aplicarse a ellas todas las regulaciones del artículo 147.
El desarrollo de las audiencias se ajustará a los principios de oralidad,
publicidad, contradicción, concentración, simplificación y celeridad, a que tiende y
que establece el artículo 1.III.
Cabe en el cumplimiento de esos principios un importante papel no solo al
juez o tribunal interviniente, sino también a las partes para que lo exijan
impidiendo toda desviación. En esto debe ponerse énfasis habida cuenta de la
larga tradición escriturista que arrastra nuestra Provincia.
La ley 12.734 establecía formas de documentar lo ocurrido en las
audiencias, fundamentalmente para posibilitar la actividad recursiva. Expresaba
en tal sentido el Código/ley 12.734, que “Las manifestaciones personales se
recibirán en la forma y modalidad que asegure la cabal intelección de su
contenido y la publicidad del juicio. Se documentarán en la medida exigida por la
ley, por la reglamentación y atendiendo a la eficacia de su destino probatorio. El
contenido de lo documentado deberá garantizar la fidelidad del acto, dejándose
constancia de los datos necesarios para su individualización y para la
salvaguarda de la defensa en juicio. Cuando una persona produzca
declaraciones en cualquier acto del procedimiento, quien la reciba deberá
preservar la dignidad del declarante así como la eficacia de la comunicación que
se entable” (art. 131) y “La actividad procesal cumplida en las audiencias orales,
donde se desarrollen actos sujetos a impugnación, será documentada por el
medio que establezca la reglamentación y que asegure su autenticidad e
inmodificabilidad. Si se hubiese negado a la defensa la integración pluripersonal
del Tribunal de juicio, ante su pedido formulado en la audiencia preliminar, se
filmará la audiencia del debate. Los registros acreditan, en principio, la realidad
de lo ocurrido. En acta se hará constar la forma en que se cumplió la
registración, asegurándose la conservación de la misma” (art. 143).
Hoy, y en tanto no exista reglamentación acerca de la forma de
documentar lo que suceda en las audiencias orales, resultará necesario llevar a
cabo una interpretación amplia de las previsiones del actual artículo 148
(“Versión. De oficio, cuando la complejidad del asunto aconseje su conveniencia,
o a pedido de parte, en tal caso a su costo y sin recurso alguno, podrá ordenarse
que se tome versión taquigráfica de las declaraciones, o que se las registre por
cualquier otro medio técnico. El juez o Tribunal nombrará los taquígrafos o
adoptará las medidas necesarias para asegurar la autenticidad del registro y su
documentación”), de modo tal de posibilitar el normal y eficaz desarrollo de todas
las etapas procesales. Es que ante la interposición de recursos se deberá
reconsiderar lo ocurrido en las audiencias, y ello solo es posible mediante las
registraciones, especialmente fílmicas. Si no las hubiere, podría resultar
lesionado el ejercicio del derecho de defensa. Las costas que la registración
genere seguirán las reglas generales para su imposición, sin cargarlas
indefectiblemente a quien pudiera solicitarla, puesto que ahora son necesarias
para la celebración de los procedimientos.
Para las audiencias durante el juicio oral existe una reglamentación
específica (artículo 455 y ss.).

22
Términos y plazos

El artículo 153 sigue contemplado una “Prórroga especial” para el caso de


que el término fijado para el cumplimiento de un acto venciera después de las
horas de oficina, estableciendo que en tal caso el mismo podrá cumplirse dentro
de las horas de audiencia del día hábil inmediato. Ese plazo de gracia se reduce
en el artículo 454.II, y para los juicios orales, a las dos primeras horas hábiles del
día siguiente.
La limitación de la prórroga especial a esas únicas dos primeras horas, no
puede proyectarse hacia todo el proceso, porque choca con la regla de mayor
amplitud -más benigna- establecida en el artículo 153.
Distinta es en cambio la situación respecto a la posibilidad de ampliar los
plazos a que alude el artículo 454.IV en su segundo párrafo, porque esa
disposición concuerda con el criterio general establecido en el artículo 7.III
permitiendo a las partes fijar reglas particulares de actuación, porque en la ley
12.734 de donde proviene se regulaba para todo el proceso, y porque
comprenderla de otra manera sería llevar adelante una interpretación restrictiva
de las vedadas por el artículo 7.
El artículo 157 ya contemplaba una “Renuncia y abreviación” de plazos
(“Las partes con respecto a quienes se hubiera establecido un plazo, podrán
renunciarlo o consentir su abreviación mediante manifestación expresa”).

23
Retardo de justicia

En nuestro ordenamiento procesal existe un sistema que la práctica ha


revelado como poco eficiente para enfrentar las consecuencias del retardo en la
administración de justicia. Atiende el mismo por un lado a lo institucional y por
otro a la responsabilidad del magistrado.
Según el artículo 159, ante el vencimiento de los plazos para dictar
sentencias, debe el responsable informar ello al Superior, que deberá fijar el
plazo en que deberán dictarse las resoluciones.
El artículo 160 ingresa al campo de la responsabilidad del magistrado que
sin causa justificada no observó los plazos para dictar sentencia, estableciendo
que el Superior deberá sancionarlo sin necesidad de que medie reclamo en caso
de tratarse de un retardo en el dictado de la sentencia, y si se dedujo pronto
despacho en caso de otras resoluciones (recuérdese que el querellante podrá
ahora interponerlo).
Reforzando lo anterior, las partes disponen de la queja por retardo de
justicia (artículo 446, repetido ahora en el 454.IV) que también se predispone
para la fijación de un plazo prudencial, pero esta vez en la causa, a los efectos
del dictado de la resolución pertinente.
El vencimiento de plazos ya acarreaba en el viejo procedimiento ciertas
consecuencias procesales (así, la libertad en el artículo 308, o el sobreseimiento
en el artículo 356, inciso 2). En esa línea se anotan ahora la excesiva duración
del proceso estando encarcelado el imputado (artículos 331 y cc.), la demora en
las medidas cautelares personales (artículo 454.VII), aplicable siempre durante el
juicio oral y por opción durante el escrito o en la instrucción, y la demora por no
realización del juicio oral optativo (artículo 6, ley 12.912).
La última de las previsiones citada no altera el sistema general del Código
en materia de retardo de justicia porque remite a él (los artículos 156 y 157 del
Código/ley 12.734 a que envía la ley 12.912, para supuestos de tardanza en el
juicio oral expresan, respectivamente: “Observancia de los plazos. Los
Tribunales y el Ministerio Público Fiscal estarán obligados a cumplir y a hacer
cumplir los plazos establecidos durante el procedimiento. La inobservancia de
los plazos, hará pasibles a los Jueces, Fiscales, y en su caso Defensores
Públicos oficiales, de correcciones disciplinarias a aplicar aún de oficio por la
Corte Suprema de Justicia, sin perjuicio de otras medidas que legalmente
correspondieran. Los profesionales que tuvieran participación en el
procedimiento penal, y no cumplieran con los plazos establecidos, serán
sancionados disciplinariamente, aún de oficio por el Tribunal, sin perjuicio de ser
separados de la causa y remitirse sus antecedentes al Tribunal de Disciplina del
colegio respectivo o a quien correspondiere.” , y “Retardo de Justicia- Vencido el
término en que se deba dictar resolución, el interesado podrá deducir pronto
despacho y si dentro de tres días no la obtuviere, podrá interponer queja por el
retardo ante el Superior. El Presidente del Tribunal ordenará al denunciado que
informe dentro del plazo que le señalará. Si la queja fuera procedente el Superior
fijará un plazo prudencial para que se pronuncie. Si la demora fuere imputable al
Presidente o a un miembro del Tribunal la queja deberá formularse ante la Corte
Suprema de Justicia”).
En cambio implica toda una novedad lo preceptuado acerca de la
“Demora en la medidas cautelares personales”
Según el nuevo artículo 454.VII (que era el 158 de la ley 12.734) “Cuando
se haya planteado la revisión de una medida cautelar privativa de libertad o se
haya impugnado la resolución que deniega la libertad y el Juez o Tribunal no
resuelvan dentro de los plazos establecidos por este Código, el imputado podrá
interponer pronto despacho y, si dentro de las veinticuatro horas no obtiene
resolución se tendrá por concedida la libertad. En este caso el Juez o Tribunal
que conforme a la ley sea reemplazante, ejecutará la libertad y comunicará la
situación a la Corte Suprema de Justicia”.
Este dispositivo, como se ve, opera frente a la omisión de resolver, en
término, tanto la solicitud de revisión de una medida cautelar privativa de libertad,
cuanto la impugnación de una resolución denegatoria de la libertad.
Vencido el plazo original, interpuesto pronto despacho y superadas la
veinticuatro horas extra (incluidas la inhábiles según artículo 152) así obtenidas,
se queda ante una liberación inexorable, a dictarse por el Juez reemplazante del
que incurrió en mora. Corresponde a las partes interponer pronto despacho ante
el vencimiento de los plazos como condición previa ineludible para viabilizar esta
solución.
La referencia a impugnaciones de denegaciones de libertad, revela que el
precepto se proyecta también hacia los tribunales de Alzada.
En principio el horizonte de actuación de lo prescripto en este artículo
454.VII se extiende solo hacia el juicio oral, porque así lo establece el artículo 4,
inciso 13 de la ley 12.912; por ello, cuando la demora ocurra en la instrucción o
durante el desarrollo del juicio común o escrito, se aplicará el régimen común
para casos de retardos (interposición de pronto despacho y en su caso queja
ante el Superior, según artículo 446). Sin embargo, ya vimos (“La ley procesal
aplicable al caso”) que en cualquier caso el imputado o su defensa pueden optar
por la aplicación de esta norma, indudablemente más favorable por resultar
posibilitadora del derecho a ser juzgado en un plazo razonable o ser dejado en
libertad.

24
Sanciones procesales

El régimen de nulidad del viejo Código subsiste, ya que no se ha colocado


en vigencia el sistema de “Invalidación por actividad procesal defectuosa” de la
ley 12.734.
No obstante debe tenerse muy particularmente en cuenta que el artículo
1.II establece como norma fundamental, que “...La inobservancia de una regla de
garantía establecida a favor del imputado no podrá ser hecha valer en su
perjuicio, ni podrá ser utilizada para retrotraer contra su voluntad, el
procedimiento a etapas anteriores” (v. “Normas fundamentales”).
Ello resulta extremadamente importante, puesto que la práctica indica que
numerosas nulidades se basan en violaciones de garantías establecidas a favor
del imputado, pese a lo cual frecuentemente se hacía volver la causa a etapas
anteriores, perjudicándolo.
También resulta importante señalar, tal como se explicitará al tratar el
régimen recursivo, que para poder reclamar nulificaciones en ese momento,
deberá necesariamente haberse hecho en su momento la denuncia pertinente.

EL LIBRO SEGUNDO DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL

25
La instrucción

No se ha colocado en vigencia la investigación penal preparatoria,


subsistiendo una instrucción formal, escrita y a cargo del Juez de Instrucción,
conforme a las disposiciones de los artículos 173, 187 y concordantes del Código
Procesal Penal.
Sin embargo el fiscal puede hacerse cargo de la misma merced a los
procedimientos referentes a la “Investigación fiscal” (artículo 374.II y ss.), e
“Instrucción abreviada” (artículo 374.X y s.s.).
Indudablemente se producirán conflictos al tener que coexistir este tipo de
instrucción formal no solo con otras disposiciones concebidas para una
investigación fiscal preparatoria, sino al tener que respetar las “Normas
fundamentales” ahora consagradas y sobre todo, al intentarse el proceso
constitucionalizador del que ya hemos dado cuenta.
Algunos problemas se podrán resolver a través de la aplicación de la
regla interpretativa brindada por el artículo 8 de la ley 12.912, pero con otros la
situación será más compleja.
Entre aquellos a los que se le podrá encontrar una solución razonable se
encuentra el relativo al escriturismo (artículo 187, segundo párrafo) de la
instrucción, que habrá de aceptarse. Empero, cuando la ley exija audiencia oral,
o lo acuerden las partes, deberá así actuarse, situación ante lo cual habrá de
disponerse lo necesario para registrar todo lo que ocurre (v. “Las audiencias”) a
fin de posibilitar eventuales instancias recursivas.
Pese a que como norma fundamental el Código establezca ahora el
principio de oralidad, y su corolario de inmediación, deberemos reconocer que en
tanto se mantenga una instrucción como la que comentamos, tendrá que
considerarse como una excepción inevitable este limitado escriturismo.
-
El objeto de la investigación sigue siendo el fijado por el artículo 173. Esa
norma había sido concebida en relación a un proceso mixto en el que la
instrucción cumplía una función habitualmente más importante que el propio
plenario; de allí las exigencias de completividad que se le asignaban doctrinaria y
jurisprudencialmente.
Esta situación ahora deberá variar.
Como hemos visto, la Constitución exige que el proceso respete las
reglas de contradicción, que originariamente eran extrañas a la etapa instructoria
(“...durante la instrucción no habrá debates...” señala el artículo 202 en expresión
necesitada de reformulación); como ahora deberemos extremar los esfuerzos
para cumplimentarlas, si se mantiene la idea de una instrucción que agote todos
los extremos del artículo 173 C.P.P. nos encontraremos ante una investigación
con extensas discusiones que en la mayoría de los casos convertirá lo que
debería ser una etapa preparatoria del juicio en algo tan complejo como el juicio
mismo. Resulta entonces conveniente evitar ese despropósito fijándole a la
instrucción la sola finalidad de establecer las bases para determinar la
conveniencia o inconveniencia de llevar la causa a juicio.
La opción por una u otra de esas alternativas deberá realizarla el Juez de
Instrucción, siendo claramente preferible la segunda, puesto que de acuerdo al
principio de inmediatez, es en el plenario o verdadero juicio donde debe
producirse la prueba con el correspondiente control de las partes, limitándose la
instrucción al aseguramiento de la que parezca de imposible cumplimiento
posterior y a la producción de aquella que resulte necesaria para adoptar la
decisión relativa a la pertinencia o impertinencia de elevar la causa a juicio.
Se impone entonces una nueva lectura de las reglas del artículo 173.
-
En cuanto a la forma de iniciación de la instrucción y de tramitación de la
denuncia, ya nos hemos pronunciado al considerar el tema del ejercicio de la
acción penal (v. “La acción penal”) en contra de la actuación de oficio del juez de
instructor.
Nos remitimos a lo allí dicho para evitar repeticiones ociosas.
-
Recuérdese que la instrucción no debe detenerse por la declaración de
rebeldía del imputado, sino que debe completarse en la medida de lo posible,
aunque no puede formularse acusación (artículo 80).

26
La autoridad preventora

Los funcionarios de policía mantienen la capacidad de actuar en razón de


competencia delegada por la ley (artículo 190).
Se sostienen las mismas atribuciones y facultades que hasta la
actualidad, entre ellas, las de detener al imputado, aún sin orden judicial
(artículos 190 inciso 4, y 303).
No obstante será menester exigir que cumplan escrupulosamente con la
remisión a las Fiscalías de los partes preventivos (art. 189 primer párrafo), ya
que solo de tal manera los fiscales podrán cumplir con el control que se les
impone desde las primeras etapas procesales.
La autoridad policial puede recibir simple exposición orientativa al
imputado, pero, la disposición del art. 190.12 , que así lo permite, deberá ahora
relacionarse con lo establecido por el artículo 68.II.
Al imputado han de hacérsele conocer todas las circunstancias del citado
artículo 68.II (v. “El imputado”), y no se le podrá “pedir consentimiento” para
declarar, sino que tendrá que esperarse a que él pida hacerlo, presumiendo en
tanto que ejerce el derecho de abstenerse. Es que en definitivo todo “pedido”
formulado por una autoridad bajo tales circunstancias, tiene algo de coactivo
Se agrega a lo dicho la posibilidad de que el defensor se comunique en
privado con su defendido, aún estando incomunicado (recordemos el “...Derecho
del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de
su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor...” artículo
8.2.d de la Convención americana sobre derechos humanos), si bien esta
comunicación no podrá llevarse a cabo en cualquier momento, sino solo
“...inmediatamente antes de comenzar su declaración o antes de cualquier acto
que requiera su intervención personal...”-art. 311.II , límite temporal que
indudablemente busca un equilibrio entre el respeto de los derechos del
imputado y el resguardo del derecho de la sociedad a la investigación y
juzgamiento de los hechos con características penales.
No se ha puesto en vigencia la previsión del Código/ley12.734 que exigía,
como presupuesto de validez, la presencia del defensor en toda declaración del
imputado. Sin embargo, si alguien le ha propuesto defensor, aunque el imputado
esté incomunicado debe hacérsele saber ello.
Siempre el imputado puede por supuesto designar defensor y también
negarse a declarar en ausencia del mismo.
Debe tenerse presente que conforme a lo establecido por el artículo 68,
segundo párrafo “...Si estuviere privado de su libertad (el imputado) podrá
formular sus instancias ante el funcionario encargado de la custodia, quien la
comunicará inmediatamente al tribunal interviniente...”.
Queda en claro, a tenor del artículo 195, que el sumario prevencional
realizado se remite al juez y no al fiscal.
-
No está de más insistir en recordar que esta exposición del imputado
tiene fijado como único y exclusivo fin “...orientar a la investigación...”, por lo que
no debe, directa o indirectamente, dársele otro valor, porque hacerlo contrariaría
la letra del propio Código Procesal.
-
La avocación del juez (art. 191) no suplirá, tal como vimos, la necesaria e
inmediata intervención promotora de la acción por parte del fiscal.

27
Tramitación de la instrucción

El trámite instructorio de nuestro Código no solo le acuerda al juez


amplísimas facultades para proceder de oficio, sino que además consagra un
absolutamente desparejo tratamiento entre el Ministerio Fiscal y la defensa.
La capacidad que se le acuerda al juez, de “...practicar las diligencias que
estime necesarias...” (artículo 197) sin previo ofrecimiento de parte, no se
compadece con el reclamo constitucional de imparcialidad, ya que descoloca al
juez.
Lo ideal sería bloquear esa posibilidad; sin embargo, debe reconocerse
que hacerlo importaría anular en los hechos la instrucción, transformándola en un
trámite complicado y errático. En rigor la única solución satisfactoria se hallaría
en que el fiscal asuma la investigación, empero, dada la estructura actual del
Ministerio Público ello no puede esperarse, salvo en casos muy puntuales.
Ante tal panorama deberá tolerarse la subsistencia de la cuestionada
capacidad de este instructor judicial, pero habrá que fijársele un exigente
condicionamiento para no incurrir en abierta inconstitucionalidad: el igualitario
control por las partes procesales.
-

Actuación de la defensa durante la instrucción.

La defensa cuenta con el derecho de ofrecer prueba y controlar su


producción (artículo 5.II “La defensa en juicio deberá comprender para las
partes, entre otros, los siguientes derechos: ser oídas, contar con asesoramiento
y representación técnica, ofrecer prueba, controlar su producción, alegar sobre
su mérito e impugnar resoluciones jurisdiccionales en los casos y por los medios
que este Código autoriza”).
Es un derecho de raigambre constitucional, reconocido por el Pacto
internacional de derechos civiles y políticos (art. 14.3.e) y por la Convención
americana sobre derechos humanos (art. 8.2.f), que respectivamente refieren a
ello estableciendo que tendrá derecho “...a interrogar o hacer interrogar a los
testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y
que estos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de
cargo...” y a “... interrogar a los testigos presentes en el Tribunal y de obtener la
comparecencia como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar
luz sobre los hechos...”.
Esto conmina a la reformulación de nuestra instrucción.
En el denominado sistema mixto de enjuiciamiento, a que respondía el
Código Procesal según ley 6740, se establecía una instrucción
predominantemente inquisitiva, que en gran medida difería el ejercicio pleno de
los derechos de la defensa a la etapa del plenario, suponiéndose que así se
lograba un equilibrio.
Como decíamos, hoy la situación no puede mantenerse idéntica porque
los pactos internacionales antes citados apuntan a un similar tratamiento de la
defensa y del fiscal en todas las etapas procesales.
Véase en tal sentido que el Pacto internacional de derechos civiles y
políticos al tratar el tema alude a la comparecencia e interrogatorio de testigos
“...en las mismas condiciones que los testigos de cargo...” (art. 14.3.e), y tanto
ese tratado como el Pacto de San José de Costa Rica al hablar del ejercicio de
los derechos procesales del imputado indican que debe poder ejercerlos “...en
plena igualdad...”, expresión que llama al tratamiento igualitario del fiscal y la
defensa.
Así las cosas, mientras la investigación se encuentre en manos de un
juez y forme parte del proceso -es decir, no sea meramente preparatoria- será
inevitable reconocer la vigencia de esos derechos durante su tramitación.
No se encuentra pues justificación constitucional para una dispar e
irrazonable regulación de las actuaciones de la acusación y de la defensa, ni
siquiera durante la instrucción y ni aún concibiendo una compensación en la
etapa del plenario.
Es que de la prueba producida durante la instrucción pueden seguirse
consecuencias para el imputado cuya corrección en el juicio resultaría tardía
(basta al efecto con pensar en su aprisionamiento preventivo), amén de que la
prueba incorporada en la instrucción tendría capacidad para introducirse
directamente en el juicio.
A partir de la reflexionado, la diferencia de tratamiento que establecen los
artículos 201 y 202 C.P.P. para el fiscal y la defensa resulta constitucionalmente
intolerable. En lo sucesivo se deberá entender que tanto el fiscal como el
defensor podrán participar en todos los actos de la instrucción, examinar en
cualquier momento las actuaciones y proponer diligencias, las que el Juez
practicará cuando fueren pertinentes y útiles, tal como reza el artículo 201,
aunque ahora se extenderá esa previsión hacia la defensa.
Será la anotada una consecuencia de la directa aplicación de las
garantías constitucionales que nos recordaba el artículo 1.
La acotada reserva que para las actuaciones prevé el artículo 204, resulta
razonablemente tolerable como el máximo posible de limitación del derecho de
control de la prueba por la defensa, pero superada la misma, no podrán
arbitrariamente rechazarse sus postulados ni disminuirse su intervención en la
investigación por la sola circunstancia de que pueda intentar suplir las
restricciones en la etapa plenaria.
Aunque no deberá de oficio notificársele a la defensa con anticipación
toda diligencia a realizar -algo que en cambio sí debe hacerse cuando se trate de
prueba irreproducible (artículo 205)- no podrá negársele su conocimiento de la
causa para que actúe como lo considere pertinente, ni resistirse arbitrariamente a
la producción de prueba que postule.
La solución que para el fiscal prevé el artículo 201 (“...Si el Fiscal hubiera
expresado el propósito de asistir a un acto, será avisado verbalmente con tiempo
suficiente y bajo constancia, pero aquél no se suspenderá ni retardará por su
ausencia...”) puede adaptarse, de modo tal que si el defensor hace conocer su
deseo de asistir a un acto, se lo notificará, con constancia actuarial, pero si no
concurre igualmente se procederá a su realización.
Obviamente las partes tendrán que estar atentas al desarrollo de los
procedimientos para formular su pretensión, puesto que de no hacerlo la
instrucción seguirá su curso. Ante esta posibilidad debe sin embargo tenerse
presente que resta la posibilidad de observar la prueba en los términos del
artículo 390, de modo tal de lograr en la posterior etapa plenaria su reedición
bajo debido control.
No será exigible que las partes manifiesten para cada acto de instrucción
un propósito singular de asistir a su ejecución, puesto que en la mayoría de los
casos ni siquiera podrán conocer la intención del instructor de llevarlo a cabo.
Bastará con que hagan en el proceso una manifestación general de su decisión
de concurrir a todos o a determinados actos.
La eventual omisión de la notificación del acto respecto del cual se
hubiera manifestado propósito de concurrir, podría colocarnos ante una nulidad
por afectación del derecho constitucional de control de la prueba.
Para asegurar la incolumidad de los actos que entienda de relevante
importancia, el juez debería de oficio notificar a las partes la orden de realización
que imparta, para que puedan ejercer su facultad de asistir y controlar.
-

Actuación del querellante durante la instrucción

Algo ya adelantamos sobre esto bajo título “El querellante”


Al querellante se le acuerdan limitadas facultades de actuación durante la
instrucción.
Las de mayor importancia, conforme al artículo 67.VI, son según su inciso
1°: “Proporcionar durante la Investigación penal preparatoria elementos de
prueba y solicitar diligencias particulares para el esclarecimiento del hecho
objeto de la misma, la responsabilidad penal del imputado y la cuantificación del
daño causado”; según su inciso 3° “Asistir a las declaraciones de los testigos
durante la Investigación penal preparatoria, con facultad para formular preguntas
y pedir aclaraciones, pero no deberá necesariamente ser citado con anticipación,
salvo que lo requiera por escrito”; según inciso 5° “Interponer las medidas que
estime adecuadas para activar el procedimiento”; según el inciso 6°: “Requerir
pronto despacho”, y según inciso 8° “Recurrir en los casos, por los medios y en
la forma prevista para los representantes del Ministerio Público”.
Por separado, y al considerar las medidas cautelares, trataremos la
eventual intervención del querellante en su sustanciación.
Lo dicho antes sobre la actuación de la defensa durante la instrucción,
concuerda con lo aquí regulado para el querellante.
Estipula el antes transcripto inciso 1°, que las instancias del querellante
“...serán presentadas al fiscal interviniente y su rechazo otorgará la facultad de
proceder conforme al artículo 286, con el propósito de obtener un
pronunciamiento definitivo, acerca de la solicitud o propuesta”. Esta disposición
resultará inaplicable, no solo porque la ley 12.912 no acordó vigencia al citado
artículo 286 (que corresponde a la ley 12.734) sino porque en el marco en que
trabajaremos, el fiscal no es el instructor habitual. Por consiguiente, el
querellante deberá presentar sus instancias ante el juez de instrucción quien las
deberá considerar en igualdad de condiciones a las que pudiera formular el
acusador público, y su eventual rechazo dará lugar a impugnaciones que se
tratarán de la misma manera y bajo las mismas condiciones que si fueran
interpuestas por el Ministerio Público Fiscal.
Obvio es que todo cambia si el querellante, por conversión de la acción
queda a cargo de la misma, ya que en tal caso se aplicarán las reglas relativas al
juicio por delito de instancia privada.
-
Actos para los que se requiere instancia de parte

Una de las ideas fundamentales del Código/ley 12.734 fue establecer un


proceso de corte acusatorio, en que sus distintos pasos se desarrollaran solo
ante instancia o excitación de la parte acusadora, a los que pudiera oponerse la
defensa, dejando así la controversia en condiciones de ser resuelta por un juez.
Se procuraba de tal modo un proceso de índole adversarial, que respetara la
división de funciones, preservara la imparcialidad del juez y asegurara el ejercicio
efectivo del derecho de defensa.
En ese camino, se adjudicaba al Ministerio Fiscal la función de preparar el
juicio llevando por sí mismo adelante la investigación penal preparatoria.
Aunque la ley 12.912 sigue la misma dirección, lo hace, como hemos
visto, a medias, e imponiendo una extraña combinación de disposiciones de
naturaleza inquisitiva con otras de raíz acusatoria, situación que permite la
subsistencia de una instrucción formal y a cargo de un juez.
Pero dentro de esa instrucción judicial, nos encontramos con que al
insertarse normas provenientes del Código/ley 12.734 se han establecido ciertas
reglas que impiden la actividad oficiosa del Juez de Instrucción, reclamando
como presupuesto procesal el pedido de parte. (algo similar ocurrirá en la etapa
probatoria de los juicios).
Los arraigados hábitos inquisitivos que entre nosotros aún se
encontrarían, es posible que lleven a que inadvertida o deliberadamente algún
magistrado deje de lado la exigencia de esos pedidos de parte y en su lugar obre
de oficio sustituyendo al acusador.
Obvio es que al proceder de tal modo, el imaginado juez habría perdido
su imparcialidad (artículo 50, primer párrafo)y dañado el ejercicio del derecho de
defensa, lo que daría sustento para reclamar su apartamiento de la causa, pero
si los actos ya producen efectos, habrá también que impugnarlos en su validez
valiéndose de la previsión contenida en el artículo 57.
Es que pese a toda la tolerancia que por imperio de la necesidad de evitar
en los hechos una más grave afectación del deber constitucional de “afianzar la
Justicia”, tengamos que tener con la sobreviviente instrucción formal, al menos
en aquellos casos donde la propia ley exija como presupuesto para la expedición
de alguna medida el pedido de parte, debemos ser exigentes con su
cumplimiento.
La ignorancia del requisito (y tengamos presente que no se lo cumple
tanto cuando directamente la parte interesada nada dijo al respecto cuanto, y aún
más, cuando se expidió en sentido contrario a la adopción de la medida de que
se trate) en los casos en que la ley procesal lo reclama, vicia el acto, toda vez
que lo dicta un juez que carece de habilitación a ese concreto respecto,
denotando pérdida de su imparcialidad, lesionando gravemente el derecho de la
defensa y hasta pudiendo estar poniendo en crisis la intervención del fiscal en
actos que le corresponden.
Ahora bien, el pedido de parte de que estamos hablando, insta o excita a
la jurisdicción, pero al mismo tiempo provoca la necesidad de oír a la otra parte,
para recién luego resolver.
Uno de los principios fundamentales del proceso es la “contradicción” (art.
1.III) y no obstante todas las limitaciones que para ella puedan encontrarse en la
subsistente instrucción formal, no cabe duda de que cuando la misma ley
procesal reclama un pedido de parte, está indicando la necesidad de
instrumentarla.
Si no se le diera a la parte contraria la oportunidad de refutar los
argumentos de quien ha hecho un pedido, se afectarían claramente sus
derechos, que, si se trata de derechos de defensa, tienen jerarquía
constitucional, lo que hará a la invalidación de lo actuado de tal manera. Es que
la sola proclamación de un derecho que en los hechos no puede ejercerse -como
sería hablar de la defensa pero no posibilitarla en el caso- es igual a la negación
del derecho.

Plazo de sustanciación de la instrucción

Se mantiene en vigencia el texto del artículo 208 respecto a la duración


de la instrucción.
Sin embargo debe tenerse en cuenta que los plazos allí considerados
aluden a los máximos posibles de extensión, pero, atendiendo al derecho
constitucional de todo imputado a ser juzgado en un plazo razonable, pueden y
deben ser reducidos en todo cuanto sea posible de acuerdo a las circunstancias
del caso.
Por otro lado, las partes, de común acuerdo, están capacitadas para
reducirlos (art. 7.III y 157)
Deberá tenerse presente que la implementación de un procedimiento
abreviado o de uno extendido, podrá alterar los plazos.
Corrido el traslado fijado por el artículo 369, el tiempo necesario para la
tramitación de la etapa intermedia a que luego aludiremos, no se computará,
conforme a lo establecido en la parte final del artículo 208 inciso e.

28
Secuestros
Devolución y cesación provisional

Véase a este respecto lo que expresamos más adelante bajo el


título “Cesación provisoria del estado antijurídico producido”

29
Medidas cautelares - Reglas generales

Las reglas generales atinentes a las medidas cautelares, habían sido


tratadas en el Código/ley 12.734 en sus artículos 205 a 208. Las mismas han
sido de allí extraídas e insertadas en éste como artículos 298.I a 298.IV.
Llama a confusión la ubicación bajo el título de “Reglas generales”
relativas a la “Situación del imputado” que les ha dado el texto ordenado, puesto
que aunque en verdad son reglas de tal tipo, refieren a las “Medidas cautelares”.
Las regulaciones relativas a las medidas cautelares, de que se trata,
estaban concebidas para una instrucción preparatoria en manos del fiscal, por
eso en el Código/ley 12.734 se expedían “...a pedido de parte...”. Pese a que
ahora tenemos y seguiremos teniendo una instrucción formal y a cargo de un
juez, el artículo 298.I mantiene esa exigencia (ver “Actos para los que se
requiere instancia de parte”).
De lo anterior resulta un enfrentamiento sistemático con el artículo 302
que, sin la exigencia del pedido de parte, habilita al juez para librar orden de
detención.
¿Podrá entonces detener de oficio el Juez de Instrucción?
La solución de este problema debe encontrarse en la aplicación de la
tantas veces repetida regla hermenéutica del art. 8, parr. 2, ley 12.129 relativa a
que las normas “...deberán interpretarse teniendo presente el sistema escrito u
oral que rija para cada causa y si la instrucción la realiza el fiscal o el juez...”,
para concluir que cuando nos hallamos ante una instrucción escrita y en manos
del juez, es aplicable la norma específica del artículo 302 puesto que es la única
que posibilita un desarrollo normal de la instrucción. Si no fuera así, la causa
debería serle remitida al fiscal y éste debería investigar para saber cuándo
corresponde o no detener, tal como preveía el artículo 214 del Código/ley 12.734
y no lo hace el Código/ley 12.912.
-

Finalidad y presupuestos

Categóricamente establece el artículo 298.IV como finalidad y alcance de


las medidas de coerción el “...evitar el riesgo de que se frustre la actividad
probatoria o las pretensiones de las partes...”.
Se patentiza de tal modo la idea de que toda medida cautelar debe estar
ordenada al resguardo de los fines realizativos del proceso, de lo que se sigue
que solo las partes, por tener interés y por conocer los riesgos potenciales, son
las que pueden solicitar su imposición.
Es así como al comienzo del artículo 298.I (también al tratar en el artículo
329 la prisión preventiva) se establece la exigencia del pedido de parte.
Como ya expresáramos, no parece el querellante legitimado para solicitar
la imposición de medidas cautelares, salvo que se trate de hacer cesar
provisoriamente el estado antijurídico producido por el hecho (artículo 298.III) u
obtener medidas reales de coerción (298.I). Esto variará si el querellante asume
con exclusividad la prosecución de la acción mediante el sistema de conversión.
La ley establece imperativamente los presupuestos que han de
satisfacerse para ordenar cualquier medida cautelar. Los requisitos que enumera
no son alternativos sino acumulativos; deben reunirse todos y el defecto de
cualquiera de ellos determina la improcedencia de su instrumentación o su caída;
así lo aclara terminantemente el artículo 298.II al señalar que la ausencia de uno
o más de los presupuestos, podrá hacer cesar la cautela.
“Apariencia de responsabilidad en el titular del derecho a afectar por la
medida cautelar, existencia de peligro frente a la demora en despacharla,
proporcionalidad entre la medida cautelar y el objeto de la cautela, y
contracautela en los casos de medidas cautelares reales solicitadas por el
querellante”, son los presupuestos establecidos por la ley.
Los dos primeros no son sino expresión de las conocidas exigencias para
toda cautela: “fumus bonis iuris” y “perículum in mora”. Si el imputado debe ser
considerado inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, no puede
ligeramente restringírsele por vía cautelar un derecho; únicamente la seria
apariencia de responsabilidad podrá afectar, transitoriamente, el mismo. Si las
cautelas tienden a evitar el riesgo de que se frustre la actividad probatoria o las
pretensiones de las partes, solo ante la proximidad de esos peligros podrían
librarse.
La proporcionalidad entre la medida cautelar y el objeto de la cautela
(inciso 3°) es consecuencia de lo anterior, ya que sería absurdo que algo
concebido como provisorio y encaminado a otro fin, exceda al fin mismo.
No ha de causar temor el análisis de todos los presupuestos exigidos, ya
que no se llevará a cabo esa tarea de oficio. Será la parte que la solicita quien
deberá demostrar la presencia de los mismos, para, tras oír a la contraria,
resolver el juez. Esto llama al desarrollo de una audiencia oral, que se registrará
debidamente (v. “Audiencias”) a fin de posibilitar eventuales instancias
impugnativas.
Ha de tenerse en cuenta que respecto de las medidas de coerción no solo
rigen las reglas de interpretación restrictiva, sino también las del “in dubio pro
reo”.
Debe también recordarse lo establecido por el artículo 108.V en cuanto a
que para seleccionar la coerción personal indispensable se tendrán en cuenta
“...Todo lo atinente a la situación de la víctima o damnificado, y en especial la
reparación voluntaria del daño, el arrepentimiento activo de quien aparezca
como autor o partícipe, la solución o morigeración del conflicto originario y la
conciliación entre sus protagonistas...”.
Ya hemos aludido a las consecuencias que puede producir la demora en
las cautelares personales, según las previsiones del artículo 454.VII.
Para las medidas cautelares reales, que acabamos de ver que son los
embargos e inhibiciones de los artículos 237 y 238 del Código/ley 12.734, es
exigible la constitución de fianza.
El tratamiento que luego haremos de la prisión preventiva se integrará al
actual estudio de las medidas cautelares.
-

Demora en las medidas cautelares personales

Hemos ya hecho alusión a que el artículo 454.VII establece una rápida


solución para el caso de omisión de resolver en término -tanto en primera como
en segunda instancia- pedidos de revisión de medidas cautelares privativas de
libertad o impugnaciones a resoluciones denegatorias de libertad, señalando que
ante tal retardo habrá de interponerse pronto despacho, para, si no se obtiene
resolución dentro de las veinticuatro horas, deber indefectiblemente disponerse
la libertad pretendida.
Consideramos (v. “La ley procesal aplicable al caso – A”) que aunque del
artículo 4 inciso 13 de la ley 12.912 parece resultar que el precepto citado debe
aplicarse exclusivamente durante la sustanciación del juicio oral, una
interpretación no restrictiva del mismo, esto es, conforme al artículo 7, hace
presente la posibilidad de que en cualquier causa pueda el imputado o su
defensor solicitar su aplicación, por ser norma más benigna (basta en tal sentido
con comparar los plazos que fija con los emergentes de la interposición del
pronto despacho común del artículo 446).
Se encuentra en juego en esto un derecho constitucional: el de ser
juzgado en un plazo razonable o ser dejado en libertad.

30
Cesación provisoria del estado antijurídico producido.

“El fiscal, la víctima, el damnificado o el querellante, así como el


imputado, podrán solicitar al Tribunal de la investigación penal preparatoria que
disponga provisionalmente las medidas del caso para que cese el estado
antijurídico producido por el hecho investigado en las cosas o efectos. La
incidencia será sustanciada en audiencia oral y resuelta sin recurso alguno”,
expresa el artículo 298.III.
En un Código Penal como el Argentino, que sin ignorar los delitos de
peligro se estructura fundamentalmente sobre los de resultado, la regla general
es que todo delito incide en la realidad y la altera, produciendo un nuevo estado
de cosas. La apertura de una investigación por el hecho que produjo ese
resultado, implica la estimación judicial de que se está ante consecuencias de un
hecho antijurídico. Al provisorio remedio de esa situación afirmada como
antijurídica, tiende la norma transcripta.
Para que se la tenga particularmente en cuenta, consideramos aquí en
forma separada de las demás medidas cautelares, esta “Cesación provisoria...”
que sin embargo es una de ellas. Es una medida cautelar innovativa, porque
modifica la realidad anticipando una probable respuesta, pero lo hace luego de
un pronunciamiento jurisdiccional sosteniendo la verosimilitud del derecho cual
es el acto de apertura de la investigación.
Porque es medida cautelar, para su eventual emisión han de satisfacerse
todos los presupuestos a que se aludiera en la apreciación del artículo 298.I
Dentro del texto del Código/ley 6740 ya se encontraban algunas reglas
similares en sus artículos 231 y 231 bis (“Devolución y cesación provisional” y
“Reintegro de inmuebles”, respectivamente), siendo la aquí considerada una
mejor formulación del supuesto contemplado en el último párrafo del referido
artículo 231 (“Si no se causa perjuicio y las circunstancias lo permiten, podrá
disponerse provisionalmente las medidas del caso para que cese el estado
antijurídico producido por el hecho en las cosas o efectos”).
La cesación provisional puede extenderse hacia cualquier situación,
siempre que se reúnan los presupuestos exigibles.
Como toda medida cautelar, solo puede expedirse a pedido de parte,
pedido frente al cual ha de llevarse a cabo una audiencia oral a la que
concurrirán las partes interesadas (el fiscal lo es) y sostendrán sus posiciones,
para, al cabo resolverse, sin recurso.

31
Comparendo y detención

En este capítulo si bien no se encuentran modificaciones expresas,


operan normas que introducen cambios o al menos aconsejan reestudiar la
situación.
En tal sentido, aunque ya apreciamos que el Juez de Instrucción conserva
la capacidad para detener de oficio al imputado (v. “Medidas cautelares-reglas
generales”), lo cierto es que el precepto que lo habilita (el artículo 302) deberá
ser ahora leído y apreciadas sus circunstancias a la luz de lo señalado por el
artículo 298.I como presupuestos comunes a toda medida de coerción.

32
La incomunicación

No se produce variación sustancial en esta materia, pero es importante


señalar que en el artículo 311.II e implementando normas de rango
constitucional, se ha establecido con toda claridad, porque no siempre se lo
había entendido así, que “En ningún caso la incomunicación del detenido
impedirá que éste se comunique con su defensor, en forma privada,
inmediatamente antes de comenzar su declaración o antes de cualquier acto que
requiera su intervención personal”.
La regla rige tanto para la prevención cuanto para todas las instancias del
proceso.
A pedido del imputado o del defensor se deberá posibilitar una entrevista
privada -es decir libre de toda interferencia- entre ambos, pero a realizarse
“inmediatamente antes” de comenzar la declaración o acto y no en cualquier
momento, ni durante la realización del acto de que se trate.
Ya vimos que así se concilia el derecho del imputado a contar con un
defensor, y la aspiración social de que no se interfiera en la realización del
proceso.

33
La declaración “indagatoria”

La declaración del imputado sigue siendo tratada en el artículo 317, bajo


la tradicional denominación de declaración indagatoria.
Esa denominación sin embargo es absolutamente impropia, puesto que
ahora ya no se indagará en el sentido tradicional, sino que se realizará una
audiencia de atribución de hechos, una verdadera audiencia imputativa y no otra
cosa.
Como antes, a esa pretendida “declaración” la recibe el juez, y no es
obligatorio notificar previamente a la defensa ni al fiscal, salvo que lo hayan
solicitado; sin embargo pueden en cualquier caso asistir, como no lo puede hacer
el querellante.
Ya dijimos que en forma previa a declarar, aún estando incomunicado el
imputado puede hablar con su abogado inmediatamente antes de la declaración,
y, también, que no es condición de validez de la declaración la presencia del
defensor.
Rige el artículo 68.II, por lo que deben notificársele todas sus previsiones
al imputado.
Conforme a lo dicho, en esta declaración se cumplirán los siguientes
pasos:
a) informe de la causa con los datos necesarios para
individualizarla,
b) informe del derecho de nombrar defensor, con anoticiamiento de
alguna eventual propuesta previa formulada por terceros,
c) designación de defensor,
d) interrogatorio de identificación,
e) atribución de los hechos
f) calificación legal de los mismos,
g) información relativa a que el compareciente puede pedir
audiencia para declarar, aclarándose que en tanto no lo
haga se presumirá que ejerce el derecho de abstenerse,
h) al cabo de todo esto, si el imputado no pide declarar terminará
la novedosa “declaración indagatoria” y si en cambio pide
hacerlo (y está presente su defensor o solicita
hacerlo sin su presencia) se le recibirá exposición.
.
Iniciado el acto de declaración por voluntad del imputado, el Juez
mantiene su capacidad de dirigirle preguntas conforme a las previsiones del
artículo 320.
Al imputado no podrá “pedírsele consentimiento” para declarar, ya que
debe nacer espontáneamente de él esa manifestación de voluntad.
.
No existe variación en cuanto a las condiciones de procedencia de esta
declaración.

El plazo para la recepción de la declaración (más propio sería decir: para


la celebración de esta audiencia imputativa) no parece haber sufrido
modificaciones. Es que si bien en el texto Código/ley12.734 (art. 274) el plazo
para la realización de la audiencia imputativa (equivalente a esta nueva
declaración indagatoria) era de veinticuatro horas a partir “...del inicio de la
detención...”, y ello podría ser más favorable al imputado puesto que el artículo
316 del Código actual alude a “...veinticuatro horas desde que fuera puesto a su
disposición conjuntamente con las actuaciones...” (y las actuaciones deben ser
remitidas dentro de las cuarenta y ocho horas de ejecutada la primer detención
-art. 195), no puede dejar de tenerse en cuenta que el Código/ley 12.734
establecía una investigación penal preparatoria directamente en manos del
Fiscal, y ahora nos seguimos encontrando con una investigación formal,
diametralmente opuesta. Sería nuevamente aplicable el artículo 8, segundo
párrafo, de la ley 12.912, en cuanto a que “...las normas ...que se ponen en
vigencia ...deberán interpretarse teniendo presente el sistema escrito u oral que
rija para cada causa y si la instrucción la realiza el fiscal o el juez...”
Vale la pena anotar que en cualquier hipótesis se respeta el mandato de
la Constitución provincial en su artículo 9, tercer párrafo, relativo a que
“...Ninguna detención puede prolongarse por más de veinticuatro horas sin darse
aviso al juez competente y ponerse a su disposición al detenido...”.
34
El procesamiento

El auto de procesamiento del viejo Código/ley 6740, subsiste.


Las condiciones sustanciales para su dictado no han variado, pero se
presenta un problema singular con la norma fundamental del artículo 5 que
manda aplicar el principio “in dubio pro reo” en cualquier instancia y grado del
proceso.
Radica la cuestión en que el artículo 325 al establecer las condiciones de
procedencia del auto de procesamiento, no exige certeza para su dictado sino la
sola comprobación de que el imputado “...pudo tener responsabilidad penal...”,
expresión que ha permitido sostener que el procesamiento se basa sobre el
grado convictivo de la simple probabilidad, esto es, que no requiere la superación
de todas las dudas posibles.
Nos hallamos así ante una disposición que manda procesar con la simple
probabilidad, y al mismo tiempo con otra que manda resolver las dudas
existentes a favor del imputado.
¿Será posible conciliar estas dos reglas?
Es posible pensar que no, y que ha de optarse por la aplicación de la
norma fundamental del artículo 5, exigiéndose certeza para procesar, de modo
tal que todas las dudas se resuelvan siempre a favor del imputado.
Sin embargo, entendemos que es posible una compatibilización.
El principio “in dubio pro reo” si bien es derivación de otro de matriz
constitucional, como el de inocencia, no se encuentra formulado en el cuerpo
constitucional con el alcance antes aludido.
“Toda persona sometida a juicio tiene derecho a que se presuma su
inocencia hasta tanto se demuestre su culpabilidad” señalan los tratados
internacionales con jerarquía constitucional, mas ellos mismos admiten la
posibilidad de que en el transcurso de los procedimientos se adopten ciertas
medidas provisorias encaminadas a asegurar la realización del juicio pese a que
no se haya logrado certeza (así, la prisión preventiva, aunque con límites).
En realidad, en el sistema de donde procede el actual artículo 5, esto es,
el del Código/ley 12.734, así se lo comprendía, como que numerosos actos que
afectaban al imputado en su persona, se podían expedir sin exigirse la
superación de toda duda concebible y la obtención de certeza. Puede en tal
sentido recordarse que para la imposición de una medida cautelar bastaba según
su artículo 205. inc. 1 con la “apariencia de responsabilidad”, que para imponer
prisión preventiva su artículo 219 inc. 1 pedía solo la “existencia de elementos de
convicción suficientes para sostener su probable autoría o participación punible
en el hecho investigado”, que para realizar la audiencia imputativa de su artículo
274 era suficiente con que “el fiscal estimara que de los elementos reunidos en
la investigación surge la probabilidad de que el imputado sea acusado como
autor o partícipe de un delito”, y que hasta para acusar abriendo el procedimiento
intermedio su artículo 294 únicamente reclamaba que el fiscal “estimara contar
con elementos para obtener una sentencia condenatoria”.
Lo que corresponde entonces es adecuar la aplicación del “in dubio pro
reo” a la etapa procesal en que se emite el pronunciamiento, reconociendo que
su utilización no tiene la misma fuerza que cuando se dicta una sentencia
definitiva. Se logra así evitar lo que en caso contrario sería una evidente
contradicción de la ley común -de dos normas de igual jerarquía-, esto es, y en lo
que ahora interesa, de los artículos 5 y 325 del Código Procesal Penal.
Se entenderá entonces que el procesamiento reclama para su dictado
que, aún albergándose dudas, las convicciones de responsabilidad que se logren
sean decididamente mayores que ellas. Que si hay equilibrio entre la prueba de
cargo y la de descargo (incluyendo allí las hesitaciones resultantes del “in dubio
pro reo”) deberá dictarse un auto declarativo de falta de mérito.
Pero cuidado: si al cabo del análisis del mérito de la prueba legítimamente
valorable, el juez duda acerca de la pertinencia de dictar el procesamiento, se
impone la aplicación del principio “in dubio pro reo”.
De este modo durante la instrucción la certeza solo será necesaria para
sobreseer (excepción hecha del sobreseimiento por vencimiento de plazos, que
no la necesita).
-

Trámite

En el viejo Código/ley 6740, el procesamiento y la resolución sobre la


situación de libertad del imputado estaban firmemente ligados, tal como lo
indicaba el anterior texto del artículo 329 al establecer que “...el juez dispondrá la
prisión preventiva del imputado al dictar el procesamiento, cuando...si no...
confirmará la libertad provisional oportunamente concedida o la dispondrá de
oficio...”.
Originariamente (aunque sucesivas reformas atenuaron el principio) eso
respondía a la idea de que todo imputado debía ser constituido en prisión. En el
nuevo esquema, si bien no se actúa de conformidad a tal concepción, la
subsistencia del procesamiento junto a la eventualidad de constituir en prisión
preventiva llevará a mantener aquella ligazón aunque esta vez en aras de la
“simplificación y celeridad” pretendidas por el artículo 1.III. Esto hace a la
necesidad de reformular el sistema del Código.
Para entender el por qué de esto, ha de atenderse a cuatro datos, a
saber:
1) El juez no debe expedir de oficio una resolución incriminatoria contra el
imputado. Si procesa sin instancia de parte, lo hace con pérdida de su
imparcialidad y descalificándose, amén de afectando el principio de
contradicción (art. 1.III) y el derecho de la defensa de alegar sobre el mérito de la
prueba (artículo 5.II).
2) Respecto de la prisión preventiva ocurre lo mismo, no puede aplicarse
de oficio, aunque a su respecto la ley expresamente requiere el pedido de parte
(artículos 298.I y 329).
3) Ha de tenerse presente que de acuerdo al actual artículo 50 inciso 1º, el
juez que pronuncia un auto de mérito debe luego excusarse, como también debe
hacerlo quien imponga prisión preventiva.
4) No puede seguirse sosteniendo la tradicional interpretación de que el
plazo de diez días a que alude el artículo 325 es meramente ordenatorio o
indicativo. Esto porque vinculando la regla del artículo 325 con la del 327 relativa
a que si al cabo de los diez días el juez no encuentra mérito para procesar o
sobreseer debe dictar un auto declarativo de falta de mérito dejando en libertad
al imputado si estuviere detenido, resulta irrazonable pensar que el plazo en
cuestión puede superarse impunemente en perjuicio del imputado privado de
libertad. La sola circunstancia de que el plazo venza y el juez no dicte auto
declarativo de falta de mérito nada altera lo antes considerado, porque la omisión
en que está incurriendo o bien indica que no ha encontrado mérito para procesar
o bien revela un incumplimiento funcional que no puede operar contra el
imputado (aunque éste para evitar ello deba interponer un pedido de pronto
despacho).
Precisados los cuatro puntos anteriores, queda en evidencia que tras la
indagatoria y en el término de diez días, el juez debe procesar (sobreseer o dictar
auto declarativo de falta de mérito) y también resolver el eventual pedido de
prisión preventiva formulado.
Si separan esas dos cuestiones, aparecerá una secuencia de
excusaciones o recusaciones, que harán que el tiempo disponible no sea
suficiente.
De allí que haya que diseñar un procedimiento que, por las razones de
simplicidad y celeridad apuntadas, mantenga en estrecha unión práctica al
procesamiento y la prisión preventiva.
No existiendo previsión legal, deberá arbitrarse un trámite que
respete los principios fundamentales de oralidad, publicidad, contradicción,
concentración, inmediatez, simplificación y celeridad, al cabo del cual se puedan
definir las dos cuestiones.
Una adecuada guía para satisfacer todo ello -aunque no pueda ser
íntegramente aplicable- puede encontrarse en las previsiones del artículo 224 de
la ley 12734, que reza: “Audiencia oral. El Tribunal convocará en un plazo que no
excederá de cuarenta y ocho horas al Ministerio Publico Fiscal, en su caso al
querellante, al imputado y su defensa, a la audiencia a que refiere el articulo
anterior. Abierto el acto, se concederá la palabra en primer término al actor
penal, quien deberá fundamentar su pretensión cautelar. Seguidamente se oirá
al querellante si lo hubiera, al defensor y en caso de contradicción las partes
ofrecerán aquella prueba que estén en condiciones de producir en la misma
audiencia. Producida la prueba las partes alegarán oralmente sobre su mérito.
Finalizada la audiencia el Tribunal hará conocer su decisión en el acto, y dentro
de las veinticuatro horas dictará por escrito la resolución fundada”.
Adaptando con leves retoque esta tramitación podrá el juez válidamente
expedirse tanto sobre el procesamiento cuanto sobre la eventual prisión
preventiva.
La adaptación en cuestión pasaría porque el Juez de Instrucción, en
forma inmediata a la recepción de la declaración indagatoria, convoque
-respetando los tiempos del artículo 147, segundo párrafo C.P.P.- a las partes a
una audiencia oral.
En su transcurso, el fiscal que considere pertinente el procesamiento del
imputado deberá comenzar expidiéndose sobre la apariencia de responsabilidad
penal del mismo o, mejor dicho, sobre “...la existencia de elementos de
convicción suficientes para sostener su probable autoría o participación punible
en el hecho investigado...” que son además elementos indispensables para
requerir una eventual prisión preventiva (artículo 329 inciso 1 y 298.I inciso 1º); si
no entiende reunidos esos extremos, propiciará un auto declarativo de falta de
mérito o un sobreseimiento. Si peticiona el procesamiento, deberá de inmediato
precisar si reclama o no la constitución en prisión preventiva del imputado. Luego
de esto, se concederá la palabra al eventual querellante y a la defensa para que
puedan sostener sus posiciones. Al cabo, y sin pérdida de su imparcialidad (que
la perdería si hubiera procedido de oficio), el juez estará en condiciones de
expedirse sobre las dos cuestiones (v. “Actos para los que se requiere instancia
de parte”).
No resulta posible aplicar el plazo para resolver que se encuentra en el
transcripto artículo 224 de la ley 12.734, porque el utilizable resulta fijado por el
artículo 126 de este Código, es decir, cinco días.
Sin embargo siempre opera la regla del artículo 326 de acuerdo a la cual
tanto la sustanciación cuanto el dictado de la resolución pertinente deben
producirse sin superar los diez días posteriores a la indagatoria, vencidos los
cuales deberá dejarse en libertad al imputado.

35
La prisión preventiva

Tras la encendida discusión que en nuestro país se entabló respecto a si


a la luz del principio constitucional de inocencia era soportable el
encarcelamiento preventivo de imputados (discusión comprensible como
cuestión de principios, pero también por el abuso histórico que de la prisión
preventiva se ha hecho), los tratados internacionales que se integraron en 1994 a
la Constitución Nacional, aclararon definitivamente el punto.
“La prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no
debe ser la regla general, pero su libertad podrá estar subordinada a garantías
que aseguren la comparecencia del acusado en el acto del juicio o en cualquier
otro momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del
fallo” preceptúa con claridad el Pacto internacional de derechos civiles y políticos
en su articulo 9.3, legitimando la prisión preventiva pero poniéndole al mismo
tiempo límites precisos.
Respetando la regla constitucional enunciada, la prisión preventiva no
constituye en el nuevo sistema de la ley 12.912 una regla general, ni está sujeta
tampoco a pautas fijas de aprisionamiento como era habitual en la legislación de
nuestro país y más concretamente en el antiguo régimen procesal de la ley 6740
(artículos 329, 337 y 338).
Hoy el juez deberá en cada caso hacer una valoración circunstanciada de
los motivos que lo llevan a estimar que el mantenimiento del estado de libertad
derivaría en peligro para los fines del proceso.
Corresponde al respecto tener siempre presente el viejo y excelente texto
del articulo 306, que aunque mantenido reiterativamente bajo esa numeración ha
sido también elevado al rango de norma fundamental del proceso bajo articulo 6:
“La libertad personal solo podrá ser restringida en los limites absolutamente
indispensables para evitar el entorpecimiento probatorio en la investigación o el
juicio y asegurar la actuación de la pretensión punitiva”. También deben
actualizarse las normas fundamentales de los artículos 3 (“principio de
inocencia”) 5 (“in dubio pro reo”) y 7 (interpretación restrictiva) por su directa
operatividad en el tema.
Estamos así ante un nuevo sistema sobre encarcelamiento preventivo,
que se ajusta a los requerimientos constitucionales en la materia.
-
Procedencia

Ya nos hemos referido a las reglas generales en materia de medidas


cautelares (v. “Medidas cautelares”); obviamente todas y cada una de ellas son
aplicables al instituto de la prisión preventiva.
Abundando en ello, nos encontramos en los artículos 329 y 329.II con
previsiones atinentes en particular a esta prisión cautelar.
Tal como dijimos al considerar los presupuestos de procedencia de
cualquier medida precautoria, ha de repetirse ahora que los requisitos para la
procedencia de la prisión preventiva deben concurrir en su totalidad, y que la
ausencia de uno impide o aniquila el encarcelamiento.
Como la prisión preventiva no es la regla, no es imperativo (aunque ya
sostuvimos que es conveniente) resolver sobre ella al momento del dictado del
procesamiento. Atenuándose fuertemente las amplísimas facultades de que
gozaba el Juez de Instrucción, la prisión preventiva tampoco podrá imponerse de
oficio, siendo menester pedido de parte (artículo 329), para luego oírse a la
contraria (v. “Actos para los que se requiere instancia de parte”).
Por simple error de transcripción (la última parte del artículo 219
Código/ley 12.734, del que procede el texto exigía como condición de validez
para la prisión preventiva la celebración de la audiencia imputativa) no queda
explicitado en el nuevo sistema que condición previa a la eventual prisión
preventiva sea la recepción de declaración indagatoria. Sin embargo, teniendo en
cuenta lo dicho respecto a la omisión en la transcripción, y que la detención que
puede ordenar el juez conforme a lo establecido por el articulo 302 tiende
precisamente a que “…el imputado sea llevado a su presencia, siempre que
haya motivos para recibirle declaración indagatoria…” debe concluirse que la
prisión preventiva se podrá imponer luego de la recepción de esa declaración o,
mejor dicho, luego de la celebración de la audiencia imputativa.
Recibida la declaración indagatoria, se correrá la vista al fiscal de que
tratamos antes (v. “El procesamiento- tramitación”).
.
Para que sea procedente la prisión preventiva, habrán de evaluarse las
tres pautas fijadas por el artículo 329, pero siempre en relación a las
circunstancias particulares del caso concreto tenido a estudio.
Son ellas:
1) “Existencia de elementos de convicción suficientes para sostener la
probable autoría o participación punible en el hecho”
Es ésta la suficiente apariencia de responsabilidad del articulo 298.I,
inciso1°.
La apreciación puede estar ya contenida en el procesamiento, aunque
lógicamente puede variar lo allí considerado.
.
2)“La pena privativa de libertad, que razonablemente pudiera corresponder
en caso de condena, sea de efectiva ejecución”
No puede haber prisión preventiva si no se avizora la imposición de pena
de prisión, de ejecución no condicional.
Concuerda esta con el viejo texto del artículo 326 de la ley 6740.
.
3) “Las circunstancias del caso autorizaran a presumir el peligro de
fuga o entorpecimiento de la investigación”
Es este el juicio al que ya deberíamos estar habituados conforme a lo que
establecía el artículo 302.
Debe explicarse detalladamente en cada caso el porqué de la conclusión
a que se arribe.
Resulta manifiesto que los temores de fuga o entorpecimiento probatorio
varían con la marcha del juicio y el aseguramiento de la prueba, pero también
con la proximidad de una probable condena a pena de ejecución efectiva.
.
Desafortunadamente el titulo de “Presunción de peligrosidad procesal”
dado al articulo 329, puede resultar equívoco.
El Código no establece presunciones generales sobre la peligrosidad
procesal, sino que todo lo que hace es suministrar pautas que, aplicadas al caso
particular, permitirán emitir (”elaborar” dice el canon, indicando de tal modo que
no esta pre-elaborado) un juicio fundado acerca de su eventual existencia.
La aplicación de esas pautas podrá llevar a conclusiones distintas en
distintos casos. Son todas circunstancias a analizar. En una ocasión la magnitud
de la pena en expectativa puede llevar a una conclusión que en otra sea
absolutamente insostenible y así sucesivamente.
Consecuencia de todo lo dicho y de la aplicación de pautas procedentes
de Pactos Internacionales, es que el Código no contiene ninguna lista de los que
antes se solían denominar “delitos no excarcelables”. Habida cuenta de esto
deberá estarse atento para evitar que por vía jurisprudencial resulten
establecidas reglas fijas en materia de aplicación de cautelares personales.
Sucedería ello si “a priori” el juzgador tuviera decidido en su fuero íntimo,
que determinados delitos, por la gravedad de la pena con que son
abstractamente conminados, deben fatalmente producir el encarcelamiento
preventivo del imputado.
La sola mención de la pena con que se reprime el delito resulta
absolutamente insuficiente para imponer una cautelar. Es que esa circunstancia
no siempre ha de impulsar a fugas o perturbaciones procesales, razón por la cual
deberá en cada caso ser evaluada en conjunción con todos los demás elementos
probatorios disponibles, para concluir acerca de su eventual incidencia en la
conducta procesal del imputado. -

Trámite

Al considerar la tramitación del procesamiento nos expedimos acerca de


las ventajas de mantenerlo ligado al tratamiento de la prisión preventiva.
Nos remitimos entonces a lo allí dicho en homenaje a la brevedad.
Únicamente ante pedido del fiscal puede imponerse prisión preventiva (v.
“Actos para los que se requiere instancia de parte”).
Ya consideramos que el querellante carece de facultades para pedir la
imposición de prisión preventiva, lo que sin embargo nada quita a la posibilidad
de que inste al fiscal para que la solicite y luego contribuya al sostenimiento de
tal pretensión en el curso de la audiencia que se realizará; tampoco a su
capacidad de impugnar lo que se decida.
Debe reconocerse sin embargo que esta apreciación sobre la falta de
capacidad del querellante es discutible en general, y que en particular no puede
sostenerse en aquellos supuestos donde se haya producido una conversión de la
acción pública asumiendo con exclusividad el papel de acusador, puesto que en
tal caso deberá reconocérsele legitimidad para actuar pidiendo la constitución en
prisión preventiva, según la ley.
-

Atenuación

Conforme a lo establecido en el artículo 346.III, es posible, aún de oficio,


morigerar los efectos del medio coercitivo, siempre que se cumplimente el
aseguramiento pretendido, esto es, la finalidad y alcances señalados por el
articulo 298.IV
Se incorpora esta posibilidad a las de revocar o reformar esa decisión
(artículo 350).
La norma bajo análisis exige fundamentación para la morigeración que
pueda disponerse, pero no brinda pautas al respecto. Ellas sin embargo podrán
obtenerse recurriendo a las disposiciones de la ley 24.660 (de ejecución de las
penas privativas de la libertad) y a las del
artículo 10 del Código Penal.
Las atenuaciones procuran compatibilizar el sistema de aprisionamiento
cautelar con el previsto para el efectivo cumplimiento de la pena, evitando que un
encierro de tal tipo sea mas gravoso para el que lo soporta que la propia
ejecución de la condena eventual.
Según el artículo 11 de la citada ley 24.660, su régimen “…es aplicable a
los procesados a condición de que sus normas no contradigan el principio de
inocencia y resulten mas favorables y útiles para resguardar su personalidad…”.
Existía así desde antes de la reforma procesal la posibilidad, muy poco utilizada
sin embargo, de acordar al que estaba encarcelado precautoriamente salidas
transitorias, un régimen de semilibertad, de prisión domiciliaria y de prisión
discontinua y semidetención.
El actual artículo 346.III refuerza esas posibilidades, regulándolas en
algunos casos. Frente a la ya aludida ausencia de pautas orientativas, podrá
recurrirse, como decimos, a las disposiciones de la ley 24.660, particularmente
en cuanto a las salidas transitorias y prisión domiciliaria (artículos 16, 17, 32 y 33,
recientemente reformados por la ley 26.472) lo que a su vez conducirá a prestar
atención a las “Excepciones a las modalidades básicas de la ejecución” que
contempla el actual artículo 56 bis del Código Penal (“No podrán otorgarse los
beneficios comprendidos en el período de prueba a los condenados por los
siguientes delitos: 1) Homicidio agravado previsto en el artículo 80, inciso 7, del
Código Penal. 2) Delitos contra la integridad sexual de los que resultare la
muerte de la víctima, previstos en el artículo 124 del Código Penal. 3) Privación
ilegal de la libertad coactiva, si se causare intencionalmente la muerte de la
persona ofendida, previsto en el artículo 142 bis, anteúltimo párrafo, del Código
Penal. Los condenados por cualquiera de los delitos enumerados
precedentemente, tampoco podrán obtener los beneficios de la prisión
discontinua o semidetención, y el de la libertad asistida, previstos en el artículo
35 y concordantes de la presente ley”).
No alude expresamente este artículo 346.III a otras posibilidades que en
cambio contiene la ley 24.660, como los regímenes de prisión discontinua
(artículos 36/37), de semidetención (artículos 39/40), de prisión diurna (artículo
41) y de prisión nocturna (artículos 42/43/44). Nada obsta sin embargo a que
prudentemente se las instrumente a través de una interpretación amplia de su
inciso segundo, relacionándolo con el antes transcripto artículo 11 de la ley
24.660.
-

Alternativas

Las alternativas a la prisión preventiva que regula el articulo 346 no son


sino la reedición de las “Restricciones preventivas” incorporadas al Código/Ley
6740 por la reforma parcial de la ley 12.162.
No parece necesario repetir aquello sobre lo que ya nos hemos explayado
en otra oportunidad respecto a las condiciones de procedencia de estas
restricciones preventivas o alternativas a la prisión preventiva (“Reforma del
proceso penal en Santa Fe- Ley 12.162”, en coautoría con el Dr. Jorge Patrizzi).
Debe sin embargo hacerse notar que la regulación que ahora
comentamos contiene ciertas posibilidades que no todos habían aceptado en el
viejo régimen de las restricciones preventivas, tales como la de constituir una
caución patrimonial para asegurar la comparecencia del imputado.
Las alternativas pueden disponerse aún de oficio.
Resultó innecesario en el nuevo ordenamiento repetir el ultimo párrafo del
viejo artículo 346 respecto a que las restricciones podían ser impuestas antes de
constituirse en prisión preventiva, puesto que la primera parte del actual artículo
346 lo posibilita al establecer que el tribunal impondrá las alternativas “…en lugar
de la prisión…” cuando los peligros procesales pudieran evitarse con otras
medidas menos gravosas.
Ha aclarado debidamente el nuevo texto que las alternativas que presenta
no deben necesariamente imponerse en conjunto, sino que puede optarse por
una o varias de ellas, según las necesidades del caso.
-

Cesación

Como regla general relativa a la cesación de cualquier cautela establecida


en el proceso y así de la prisión preventiva, debemos recordar lo ya dicho
respecto a que ante la ausencia de cualquiera de los presupuestos necesarios
para la imposición de una medida cautelar, la misma debe cesar “de inmediato”
(artículo 298.II).
Ha de repetirse también lo antes señalado (v. “Demora en las medidas
cautelares personales”) en cuanto a que la opción que en cualquier causa puede
formularse a fin de tornar aplicable la solución rápida que para retardos en el
dictado de resoluciones relativas a cuestiones liberatorias fijas el artículo 454.VII.
La previsión que contenía el viejo y hoy sustituido artículo 331 respecto
específicamente a la cesación de la prisión preventiva (“…Cuando hubiere
elementos de juicio para concluir que en caso de condena el procesado no
sufrirá privación efectiva de la libertad superior a la que hubiere cumplido
preventivamente…”) se encuentra formulada en otros términos en el primer
inciso del nuevo texto del artículo 331, que además establece en el segundo un
plazo máximo de duración de dos años.
Aunque para la cesación de otras medidas cautelares es menester la
existencia de pedido de parte (298.II) si se trata de prisiones preventivas no solo
se puede sino que directamente se debe, hacerlas cesar de oficio (331), lo que
por supuesto no veda el pedido de parte. La judicatura habrá de estar atento a
esto a efectos de no incurrir en comisión del delito de prisión preventiva ilegal del
artículo 271 del Código Penal.
Para apreciar la subsistencia de la imprescindible proporcionalidad entre
la cautela y el tiempo de posible encierro (inciso 1º) es necesario llevar a cabo un
juicio de razonabilidad al respecto atendiendo a las circunstancias del caso y
particularmente a las pretensiones de la parte acusadora, puesto que es sabido
que las mismas fijan un techo máximo a la eventual selección de la pena.
En la formulación de ese juicio debe atenderse por una parte a todo el
tiempo de encierro preventivo computable en la causa al imputado, y por otro a la
pena posible de efectivo cumplimiento, para lo cual deberán contemplarse todas
las alternativas de que pueda gozar el imputado en caso de ser condenado, entre
las cuales se hallara la condenación condicional y la libertad condicional.
Operan los principios de interpretación restrictiva e “in dubio pro reo”.
Esta cesación por pérdida de la proporcionalidad puede plantearse en
cualquier momento del proceso, independientemente del tiempo transcurrido en
aprisionamiento preventivo.
El segundo supuesto, en cambio, atiende justamente al tiempo de
encierro cautelar.
Dice en su inciso 2º el artículo 332 que deberá cesar la prisión preventiva
si “…su duración excediera de dos años…”.
Los dos años de que se trata incluyen a cualquier prisión cautelar
registrable en el proceso en favor del imputado, sea o no ininterrumpida.
Obviamente la norma presta atención a las leyes 24.390 y 25.430 que se
proclamaron reglamentarias de la Convención americana sobre derechos
humanos en cuanto al derecho de toda persona a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad.
La ley establece un plazo máximo de dos años, que de ninguna manera
puede considerarse como de inevitable cumplimiento; por el contrario, ya vimos
que si en cualquier momento desaparece alguno de los presupuestos necesarios
para la imposición de una medida cautelar, debe hacerse cesar la misma.
Es posible intentar una prórroga por otro máximo de un año, para lo cual
el fiscal deberá solicitarla antes del vencimiento del plazo original (no después,
porque ya vimos que debe cesar “...de inmediato...” cuando desaparece uno de
los presupuestos de la cautela -artículo 298.II), de modo tal que la Cámara de
Apelación la considere. Esta prorroga tiene carácter excepcional, y cesa al
cumplirse el año, a menos que hubiese comenzado la audiencia de debate.
Lo anotado últimamente será de sencilla apreciación cuando se esté ante
un juicio oral, pero necesitará un poco mas de trabajo interpretativo cuando se
desarrolle un juicio escrito. Seria posible pensar que en tal caso debe
equipararse al inicio del debate el traslado que se efectúe al defensor para que
conteste la requisitoria de elevación a juicio, mas al meditarse sobre ello la
solución resulta insatisfactoria. Es que en el procedimiento escrito es sabido que
el juicio puede extenderse durante años y ello atentaría contra la deseable
razonabilidad en los plazos. Debe entonces pensarse que la norma que indica
que iniciado el debate no cesará la prisión preventiva aunque se venzan los
plazos de encierro cautelar, no puede trasladarse al proceso escrito porque
agrava la situación del imputado. En él, en cambio, es aplicable la regla del
artículo 2º de la ley 24390 (modificada por la 25.430) respecto a que los plazos
no se computarán recién cuando se cumplieren después de haberse dictado
sentencia condenatoria, aunque la misma no se encontrara firme.
.
No obstante que la ley no lo diga expresamente, es evidente que si para
imponer la prisión preventiva es menester el pedido de parte y la celebración de
una audiencia a efectos de escuchar a los interesados, ello debe repetirse para
esta eventual extensión de la prisión preventiva. Si no se cumpliera, se lesionaría
el principio de contradicción y el ejercicio del derecho de defensa.

36
Embargos e inhibiciones

Surge de los artículos 332 y 333, que mantienen el texto anterior, que el
juez decretará embargo en bienes del imputado en medida suficiente para
garantizar la pena pecuniaria, las costas del juicio y la efectividad de su
responsabilidad civil, de oficio o a pedido de parte.
La primera de esas posibilidades, esto es, la de actuar de oficio, resulta
sin embargo hoy insostenible.
Ello por la ya considerada exigencia de que toda medida cautelar debe
disponerse a pedido de parte (artículo 298.I y ss.)
El insuperable obstáculo que aparece para la actuación de oficio de los
jueces, debe ser un llamado de atención para los actores penales a fin de que
soliciten expresamente los embargos o inhibiciones que correspondan.

37
La libertad bajo promesa o caucionada

Antes de penetrar a la consideración de este tema, se justifica por su


vinculación señalar que ha perdido razón de ser el viejo articulo 308 (el texto
ordenado lo considera derogado) que aludía a una “Libertad por falta de mérito”
porque en el nuevo régimen sobre libertad parecen innecesarias sus previsiones.
Se extingue así una norma que en su momento permitió solucionar algunas
injusticias que se derivaban del antiguo régimen de encarcelamiento preventivo.
Felizmente ahora sería innecesaria.
De la conjunción de las disposiciones de los artículos 329, 337 y 338 del
Código/ley 6740, resultaba un sistema considerablemente rígido respecto al
aprisionamiento preventivo de personas. Al ser sustituido el mismo tal como
acabamos de ver, aunque la ley 12.912 no diga expresamente que quedan
derogadas las disposiciones de aquellos viejos artículos 337 y 339, parece que
ello ha ocurrido, tal como señala el texto ordenado del Código Procesal Penal.
Esto sin embargo nada
quita a la posibilidad de recuperarlas pero como simples pautas orientativas y
nada más.
La oportunidad para los pedidos de libertad bajo promesa o caucionada,
no ha variado, ergo, pueden solicitarse “…en cualquier estado del proceso…”
(artículo 342) siendo su tramitación tal como era antes, aunque con acuerdo de
partes podría celebrarse una audiencia oral en que rápidamente se defina el
tema.
38
El sobreseimiento

Las reglas relativas al sobreseimiento siguen iguales.


No está de más, sin embargo, destacar algo que adquiere renovado valor
en el marco de un procedimiento más racional como el que ahora aparece.
En el artículo 356 inciso 2º se regula un sobreseimiento fundado en dos
circunstancias: el vencimiento de los plazos instructorios y la carencia de
elementos de convicción suficientes para mantener el procesamiento o para
revocar el auto de falta de mérito.
Este precepto está indudablemente ligado con el establecido en la
primera parte del artículo 374 respecto a que el fiscal debe acusar “…cuando
estime contar con elementos para obtener una sentencia condenatoria en el
juicio…”. De la conjunción de ambos resulta que la requisitoria de elevación a
juicio no debe producirse por la simple circunstancia de que se haya dictado en
su momento auto de procesamiento, sino que debe llevarse a cabo una nueva
consideración al respecto.
Aparece aquí una nueva posibilidad de aplicación del principio “in dubio
pro reo”.
Pudo en los primeros momentos de la investigación encontrarse mérito
para fundar un procesamiento, pero una vez completada será pertinente apreciar
si la misma, sola o por agregación de otras que sean de posible producción,
resultan adecuadas para obtener un fallo condenatorio. Si razonablemente se
presentan dudas sobre el punto, no debería el fiscal acusar sino provocar el
sobreseimiento.
Ante una solicitud de sobreseimiento, debe darse intervención al
querellante constituido.
Todo sobreseimiento puede ser apelado por el querellante, porque está
legitimado para hacerlo en igualdad de condiciones que el fiscal y sin estar sujeto
a sus instrucciones o decisiones.
Ya aludimos (v. “El querellante”) a la necesaria instrumentación de un
trámite para permitir que el querellante pueda asumir la persecución que
abandona el fiscal en estos momentos.
.
Prevé el artículo 359 que, como medida de seguridad, se desprenda del
sobreseimiento la internación del imputado; esto debe ser reconsiderado.
Es que el artículo 1 establece terminantemente que “…Nadie podrá ser
penado o ser sometido a una medida de seguridad sin juicio previo…” ( el
subrayado nos pertenece), lo que impide su aplicación durante la instrucción.
Ocurre que el Código reconoce que las denominadas medidas de
seguridad son parte integrativa del sistema represivo estatal (la “doble vía” de
que se habló en derecho penal, estableciendo penas para los culpables y
medidas de seguridad para los incapaces de culpabilidad), por lo que sería
arbitrario admitir que por reputarse inimputable a una persona se le puedan
adjudicar consecuencias sustancialmente penales. Para hacerlo, ha de
celebrarse el juicio, llegándose a obtener certeza acerca de los extremos de la
imputación, aunque excluyéndose el reproche por falta de capacidad de
culpabilidad.
Si no se puede lograr certeza sobre la autoría injustificada del hecho
atribuido, no corresponderá al juez penal adoptar medida de seguridad alguna,
aunque pueda hacerlo la justicia civil.
Si no puede siquiera abrirse el juicio porque el imputado fue sobreseído
durante la instrucción en mérito a las disposiciones del artículo 356.1º apartado
c) –inimputabilidad, inculpabilidad-, tampoco será posible la aplicación de una
medida de seguridad por la justicia penal, si bien podrá disponerla la civil
(Erbetta- Franceschetti- Orso – Chiara Díaz, op. cit., sugieren no sobreseer y
enviar la causa a juicio para que allí se resuelva).

39
La conclusión de la instrucción.

Las disposiciones del viejo Código Procesal relativas a la


“Conclusión de la instrucción” (artículos 369 a 374), no han merecido ninguna
modificación en forma expresa.
Sin embargo, al ubicarse en el nuevo sistema procesal que estamos
considerando, reclaman algunas de sus normas un tratamiento más detenido.
-

La requisitoria de elevación a juicio

Los recaudos a cumplir según las prescripciones del artículo 373 siguen
idénticos.
Adquiere sin embargo renovada importancia la regla incluida en su primer
párrafo por la ley 12.162, respecto a que “El fiscal formulará la acusación cuando
estime contar con elementos para obtener una sentencia condenatoria en el
juicio”, que se vincula con la exigencia bajo sanción de nulidad incorporada como
inciso 3º respecto a la expresión de “Los fundamentos de la acusación”.
Estas disposiciones aunque procedentes de una ley anterior, apuntan al
mismo criterio de las leyes 12.734 y 12.912 en cuanto a la pertinencia de
racionalizar al máximo posible el ejercicio del poder de persecución penal,
reservando el desarrollo del debate para aquellos casos que razonablemente lo
justifiquen.
Forzar la apertura del juicio -con todo lo que ello significa de gravoso para
el estado, la sociedad y el imputado-, en casos donde puede preverse que los
elementos de prueba con que se cuenta -o los que se avizora de probable
obtención- no serán suficientes para lograr una sentencia condenatoria, es un
verdadero error que no solo perjudica al imputado en esa causa sino que
contribuye al deficiente funcionamiento de todo el sistema penal al sobrecargarlo
de causas con resultados ya predecibles.
Debe tenerse en cuenta que lo que pudo justificar la apertura de una
investigación y hasta el sostén de un procesamiento, puede no resultar adecuado
para propiciar la celebración de todo un largo y oneroso debate.
La exigencia del artículo 67 respecto a que en el ejercicio de sus
funciones los representantes del Ministerio Público Fiscal “...adecuarán sus actos
a un criterio objetivo y velarán por el cumplimiento de las garantías que reconoce
la Constitución Nacional y Provincial y la ley...”, brinda apoyo a la idea de que no
se deben impulsar elevaciones a juicio solo porque se desempeñe una función
acusadora. No puede obviarse el recuerdo de que entre las garantías
constitucionales de que goza el imputado y por cuyo respeto debe velar el
Ministerio Público, se encuentra la de lograr que la imputación se dilucide en un
plazo razonable conforme a las circunstancias del caso.
No se trata, como bien se ha observado, de que el fiscal deba obtener
certeza respecto a los extremos de la acusación, sino meramente que verifique la
seriedad de su imputación a la luz de criterios de razón y experiencia.
-

La acusación alternativa

Refiriendo al contenido de la acusación, señala el Código/ley 12.734, en


el último párrafo de su artículo 295, que “Podrán indicarse y servirán como
acusación alternativa, aquellas circunstancias del hecho que permitirían
encuadrar el comportamiento del imputado en una figura distinta de la ley penal,
que se precisará, para el caso que no resultaren demostrados en el debate los
elementos que componen su calificación jurídica principal”.
El sistema procesal actualmente imperante entre nosotros nada dice
sobre la cuestión, pero ello no impide la formulación de acusaciones de tales
características.
Esto así por cuanto utilizándose la posibilidad en forma correcta, en vez
de perjudicar al imputado, ayuda a su defensa. Por eso varios proyectos y otros
Códigos aclaran que la posibilidad se plantea “...a fin de posibilitar la correcta
defensa del imputado...”.
Es que ha de verse que la alternativa planteada en modo alguno tiende a
encubrir la sorpresiva introducción de elementos no incluidos tempestivamente
en la imputación, ya que nunca podrán superarse por esta vía los extremos
propios de la atribución de hechos de la indagatoria; si eso fuere menester, será
necesario un nuevo procedimiento.
De lo que se trata es de plantear la posibilidad de que si en el juicio no
puede demostrarse un elemento que compone la calificación jurídica que se da al
hecho, sin excederse esos elementos de hecho de la imputación ya formulada,
sea posible una subsunción típica distinta.
Particular atención habrá pues que poner a la intimación de hechos.
-
La atribución de hechos “reiterados en número indeterminado de
oportunidades”.

Suele observarse en ciertas requisitorias de elevación a juicio la alusión a


que los hechos atribuidos al imputado se habrían cometido en un número
indeterminado de oportunidades. Semejante imprecisión vicia la acusación, que
exige “...una relación clara, precisa, específica y circunstanciada del hecho
atribuido...” (art. 373, inciso 2), obviamente allí ausente.
No puede sin embargo dejar de reconocerse que en determinados casos
-la mayoría referido a delitos contra la integridad sexual cometidos contra una
misma persona pero a lo largo de mucho tiempo- es dificultoso y hasta imposible
obtener precisiones numéricas.
El problema sin embargo no puede colocarse a cargo del imputado,
vulnerando su derecho de defensa.
Resulta de interés ante ello la solución acogida por el Tribunal supremo
federal de Alemania, y de que da cuenta Roxín en su “Derecho Procesal Penal”
(pg. 339).
Anota el prestigioso autor citado: “En los últimos años, se han
cuestionado especialmente los requisitos de determinación necesarios ante una
pluralidad de abusos sexuales contra niños. El BGH considera suficiente que se
señale la víctima del hecho, las características principales del modo de comisión,
un determinado espacio de tiempo en el que se cometió y el número máximo de
hechos punibles reprochados...”.
Esta alternativa resulta aconsejable ante la imposibilidad de precisar el
número de reiteraciones delictivas, porque al menos evita la eventualidad de una
doble persecución por idénticos hechos.
-

¿Un procedimiento intermedio?

El Código/ley 12.734 establece en sus artículos 294 a 305 un detallado


procedimiento, habilitador de una crítica entre las partes procesales sobre el
resultado de la investigación, la validez de los actos, la admisibilidad de la
acusación y la necesidad de abrir el juicio; se lleva a cabo durante el mismo
también una preparación del eventual juicio oral.
Nada de esto se ha puesto expresamente en vigencia.
¿Podrá no obstante el defensor del imputado optar por un procedimiento
intermedio de tal tipo?
En principio debe contestarse que no porque aunque indudablemente se
ampliarían las posibilidades de defensa, lo cierto
es que ese procedimiento no se encuentra entre la lista de normas de la ley
12.734 que se ponen en vigencia por ley 12.912.
Sin embargo la negativa se convierte en una afirmación a la luz de la
Constitución.
Ello así porque comprendiendo la garantía de defensa en juicio el derecho
de alegar sobre el mérito de la prueba (artículo 5.II) y de ser tratado en igualdad
de condiciones que el acusador, durante todo el proceso (v. “La instrucción –
intervención de la defensa”), al constituir la actual investigación formal una etapa
del proceso, esos derechos no pueden negarse ni diferirse para una etapa
posterior que quizás pueda evitarse merced a una discusión en el período
intermedio. Por otra parte, en virtud del derecho de todo imputado a ser juzgado
en un plazo razonable, no puede privárselo de la posibilidad de intentar en esta
etapa una rápida definición de la imputación que le evite el desarrollo de todo el
juicio.
-
Nuevamente habrá entonces que arbitrar un trámite que permita oponerse
a la requisición fiscal, alegando sobre la prueba.
Ese trámite puede elaborarse a partir de las previsiones contenidas -si
bien para caso parcialmente distinto- en los artículos 374.VI, VII y VIII, aunque
oralizados.
Formulada la requisitoria de elevación a juicio, el juez fijará una audiencia
a la que convocará a todas las partes y a la víctima (artículo 108.II inciso 3º),
colocando las actuaciones para su examen en secretaría. Si la defensa no
concurre a la audiencia, se considerará que no formula objeciones y se elevará la
causa. Si lo hiciere, podrá oponerse instando el sobreseimiento o el cambio de
calificación; se oirá entonces al fiscal, en su caso al querellante y a la víctima.
Luego de esto, y dentro de los cinco días el juez deberá expedirse.
En su resolución fundada, si el juez acepta el cambio de calificación
propuesto, lo establecerá y elevará la causa a juicio; si se hubiera formulado
oposición, apreciará si concurre el grado de convicción necesario para la etapa
que se transcurre, esto es el de existencia de elementos probatorios que
parezcan suficientes para obtener una condena en el juicio (grado probatorio
superior al del procesamiento que no reclama ese juicio) y elevará la causa a
juicio o sobreseerá, según sea la valoración que haga.
La resolución será apelable, con efecto devolutivo.
La audiencia deberá registrarse para posibilitar un adecuado tratamiento
en la eventual instancia impugnativa (v. “Las audiencias”).
Adquiere en este momento importancia el apartamiento que seguramente
se habrá producido del juez que dictó el procesamiento o emitió otro auto de
mérito sobre el valor convictivo del material
probatorio acumulado, ya que el distinto juez que intervenga en este debate
intermedio no estará viciado en su imparcialidad.
Al momento de la audiencia, como la instrucción no está cerrada, pueden
todavía introducirse solicitudes de aplicación de principios de oportunidad, de
suspensión de juicio a prueba, y de aplicación de un procedimiento abreviado,
puesto que todos ellos reconocen como plazo límite la elevación de la causa o
juicio o la admisión formal de la requisitoria, que según el artículo 4 del decreto
125/09 equivalen a la celebración de la audiencia preliminar.
.
Los plazos de la instrucción no se excederán por la sustanciación de este
trámite, puesto que siempre se habrá corrido el traslado previsto por el artículo
369 que tiene en cuenta el artículo 208 última parte.

Intervención del querellante

Durante el trámite de conclusión de la instrucción, se impone acordar


intervención al eventual querellante constituido. Es que no solo corresponde
hacer posible el ejercicio de su derecho a proporcionar elementos de prueba,
conforme a lo dispuesto por el artículo 67.VI, sino también el de “formular
acusación” (art. 67 VI, inciso 7), establecido bajo la conminación de que su
omisión implicará desistimiento tácito (artículo 67 VII, inciso 3).
El Código/Ley 12.734 establece en sus artículos 288, 291 y concordantes,
procedimientos especiales para resolver diferencias de criterio entre el Fiscal y el
querellante respecto al cierre de la investigación (preparatoria), mas la ley 12.912
ha omitido toda regulación al respecto. Teniendo sin embargo en cuenta las
antes aludidas consecuencias que para el querellante puede tener el no acusar
válidamente (art. 67 VII inc. 3) y resultando intolerable que el querellante pueda
acusar en cualquier tiempo y forma manteniendo indefinidamente en vilo al
imputado, es necesario suplir el silencio arbitrando un trámite conforme al
artículo 7 V.
Como ya nos hemos expedido antes en el estudio de la intervención del
querellante durante el desarrollo de la instrucción y en la consideración del
eventual sobreseimiento del imputado (V. “El querellante”, “Actuación del
querellante durante la instrucción” y “El sobreseimiento”), debemos ahora
considerar cómo podrá proceder en caso de disentir con la decisión Fiscal de no
llevar a juicio la causa, o discrepar con los términos de la requisitoria formulada.
Para expedirnos sobre el punto cabe recordar que el acusador originario
es el Fiscal, y que por tanto siempre él debe pronunciarse primero; tal lo que
resulta del orden de tratamiento dado al ejercicio de la acción en el artículo 8
C.P.P., de la situación de preeminencia en que se coloca al Fiscal frente al
querellante (art. 67 V), y de que el procedimiento de conversión de la acción que
se regula en diversos artículos siempre opera ante la dejación de la acción por el
Fiscal. Claro está que esto no impide cambio de pareceres directos entre el
Fiscal y el querellante (artículo 66, incisos 2 y 3). Cabe también memorar que el
querellante está facultado para acusar, habilitando a los tribunales a juzgar y
condenar (art. 8, segundo párrafo).
Precisado lo anterior, deben hacerse diferencias en el tratamiento del
tema propuesto.
Si el Fiscal en vez de requerir la elevación a juicio de la causa, solicita
que se realicen diligencias probatorias (artículo 371), el trámite se llevará a cabo
con la ya diseñada intervención de las partes (V. “Tramitación de la instrucción).
Si el Fiscal se expide solicitando el sobreseimiento del imputado, el
trámite correrá por las vías previstas al efecto (v. “El sobreseimiento), pudiendo
entonces el querellante “interponer las medidas que estime adecuadas para
activar el procedimiento”, “solicitar diligencias para el esclarecimiento del hecho”
y hasta recurrir el sobreseimiento eventualmente dictado, al término de todo ello,
si obtiene el rechazo de la propuesta del Fiscal o la revocación del
sobreseimiento dictado, podrá asumir en forma exclusiva la función acusatoria,
formulando querella a través del procedimiento de “conversión” de la acción,
contando a tal fin con sesenta días hábiles, según lo previsto por el artículo 10.V,
aplicable analógicamente. Instaurada la querella los procedimientos y plazos
serán los previstos para el “Juicio por delito de acción de ejercicio privado”
(artículo 508 y sgtes.).
Finalmente, si el Fiscal formula requerimiento de elevación a juicio, el
querellante podrá acusar coincidiendo con la posición asumida por el Fiscal
(eventualmente reforzando sus argumentos) o, si discrepa con la misma, podrá,
sea desistir presentado renuncia expresa (67.VIl, primer párrafo), sea formular su
propio requerimiento de elevación a juicio.
En este último caso, y en razón de estar en juego el derecho
constitucional de defensa en juicio, deberá satisfacer los recaudos del artículo
373 C.P.P.
En cuanto al plazo para presentar esta particular acusación, si bien la
ley 12.912 no dice nada al respecto, parece adecuado -en nueva arbitración
de trámite, fijar uno igual al establecido para el fiscal en similar trance, esto
es, diez días prorrogables por otro tanto (artículo 369). Es que a diferencia de
lo dicho para el supuesto de conversión de la acción en privada, aquí, como
no hay conversión alguna sino subsistencia del ejercicio de la acción pública
por parte del Fiscal, no debería modificarse el procedimiento de “Conclusión
de la instrucción” sino en lo mínimo indispensable para asegurar la
coherencia interna del Código Procesal dando oportunidad a que el
querellante formule la acusación para que está habilitado. Sostenemos esto
pese a tener conciencia de que para supuestos similares el Código/Ley
12734 fija en sus artículos 288, 291, 294 y cc. plazos bien distintos; pero
ocurre que debemos acomodarnos a lo que se deriva del mantenimiento de
una instrucción formal y no meramente preparatoria.
A través de lo expuesto resultará claro que todo lo dicho en este
apartado sobre la “Intervención del querellante” debe ocurrir antes de ser
eventualmente elevada la causa a juicio.

40
La investigación fiscal

La ley 12.162 había incorporado a las previsiones del Código una


investigación fiscal alternativa a la instrucción propiamente dicha.
Sus especificaciones se mantienen bajo los artículos 374.II a 374.IX,
sin modificaciones expresas, pese a que algunas repercusiones tendrán
ciertas nuevas reglas, tales como las relativas a la notificación al imputado de
sus derechos (artículo 68.II) o la eliminación del actor civil con la inclusión del
querellante.
Esta forma de investigación, aunque limitada a ciertos casos,
indudablemente soluciona muchos de los problemas que nos presenta la
instrucción formal.

41
La instrucción abreviada

La apreciación que acabamos de hacer respecto a la investigación


fiscal, puede repetirse en cuanto a la instrucción abreviada de los artículos
374.X a 374.XII: solucionaría muchos problemas con que nos encontramos.
Vale la pena insistir en su uso.
EL LIBRO TERCERO DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL

42
El juicio común

Al comenzar el tratamiento de este tema, debemos reiterar lo que


antes expresáramos (“Incidencia de la Constitución en la ley aplicable”) sobre
la necesidad de constitucionalizar todo el proceso, teniendo presente por un
lado que el artículo 9 de la ley 12.912 da por derogadas “...todas las
disposiciones legales que sean contrarias a esta ley y en especial
aquellas ...de la ley 6740”, y, por otra parte, que tal como recuerda el artículo
1 del Código, la Constitución y los tratados internacionales con idéntica
jerarquía “...son de aplicación directa y prevalecen sobre cualquier otra de
inferior jerarquía normativa informando toda interpretación de las leyes y
criterios para la validez de los actos del procedimiento penal”.
Al avanzar ahora sobre las normas del juicio común, nos
encontraremos con varias que afectan seriamente el principio constitucional
de imparcialidad del juzgador y también los de contradicción e inmediatez,
entre otros; a ellos deberemos pues considerarlos derogados y/o
reformularlos constitucionalmente.
Hallaremos sin embargo un problema que no podremos solucionar,
cual es la propia existencia de un juicio escrito, que lisa y llanamente se
opone no solamente al principio de oralidad, sino también a la existencia real
de publicidad, además de que al tolerar la valoración de los elementos de
prueba producidos durante la instrucción sin necesidad de ser reproducidos
en el juicio violenta toda idea de inmediatez. Es esta una situación
indeseable, mas la propia ley 12.912 la está manteniendo. Ante ello
deberemos recurrir a la idea de constitucionalización progresiva de que
hemos hablado (“Incidencia de la Constitución …) soportándola como una
etapa transitoria hasta que pueda ser sustituido completa y definitivamente.
-
Aunque para el juicio oral propiciaremos el apartamiento del juez que
hubiera intervenido en la aceptación o producción de la prueba, ello no será
posible en el escrito, puesto que en éste no habrá luego un debate oral.
Deberá soportarse también la situación como algo inevitable mientras
subsista el enjuiciamiento escrito.
-
Recuérdese que a la víctima debe notificársele “...la fecha, hora y
lugar del juicio, así como la sentencia final” (artículo 198.II, inc. 3).
43
Inicio del juicio común

Entre los artículos 375 a 384 encontramos las pautas regulatorias de


este inicio.
Nada diremos sobre la derogación de preceptos relativos a la acción
civil eventualmente insertada en el proceso penal (artículos 346, 347, 349,
381, 381 y 381), remitiéndonos a lo que consignáramos precisamente en “La
acción civil”.
No puede sin embargo dejar de anotarse que en la línea asumida por
el texto ordenado del Código constituye un descuido la subsistencia en
diversos artículos de referencias a traslados sucesivos a los terceros
civilmente demandados, a citados en garantía y a conclusiones sobre la
demanda.

44
La prueba

Conforme al artículo 387 el juez puede rechazar la prueba ofrecida


que fuera superabundante. La idea de superabundancia deberá no obstante
ser reconsiderada habida cuenta de que ya no bastará con señalar que
durante la etapa instructoria se ha reunido prueba bastante sobre algún
extremo, toda vez que si en esa producción no se respetó el principio de
contradicción, ello alcanza para descalificarla.
Una precaución similar habrá de tenerse en la aplicación del artículo
390.
Según dicho canon, el juez deberá ordenar la declaración de testigos
y peritos de la instrucción “...cuyas deposiciones o exámenes hubieran sido
observados en la requisitoria de elevación a juicio, en la demanda o en las
defensas y pedida dentro del plazo para el ofrecimiento de prueba...”; pues
bien, en el estudio de estas circunstancias, el juez de sentencia deberá
utilizar un criterio amplio de aceptación, de suerte tal que se satisfagan en la
mejor medida posible los principios de inmediatez y contradicción.
Obviamente las partes deberán estar atentas para los ofrecimientos,
porque no podrá suplir su inactividad el juez.

45
La intervención de oficio del juez, ordenando pruebas o interrogando

“...Cuando el juez lo considere conveniente para el mejor


esclarecimiento de los hechos...” podrá ordenar la declaración de testigos y
peritos aunque no se lo hubiese pedido en el plazo correspondiente, señala el
artículo 390.
“...El juez podrá interrogarlos de oficio (a los testigos) aunque la
declaración hubiera sido dispuesta a petición de parte...”, indica el artículo
391.
“...El juez podrá ordenar aún de oficio...” la recepción de nuevas
pruebas útiles, y de igual manera “...citar a los peritos de la instrucción, si sus
dictámenes aparecieran insuficientes y fuere de interés que se amplíen...”,
agrega el artículo 393.
“...Si el juez estimara de absoluta necesidad la recepción de nuevas
pruebas o la ampliación de las recibidas, podrá ordenar la reapertura de la
causa a prueba a tales fines...”, reza el artículo 400.
Todas estas reglas de la ley común, confieren al juez un protagonismo
ajeno a su función, que le hace perder la imparcialidad constitucionalmente
exigida en forma categórica, por los artículos 10 de la Declaración universal
de derechos humanos, 26 de la Declaración americana de los derechos y
deberes del hombre, 8.1 de la Convención americana sobre derechos
humanos, y 14.1 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos.
El Código/ley 6740, respondiendo como respondía a una concepción
inquisitiva del proceso, provocaba al juez a la pérdida de su imparcialidad,
permitiéndole hacer suya la carga de la prueba. Esto no solo desquició la
aludida imparcialidad, sino que provocó hábitos judiciales hoy intolerables y
sobre todo generó expectativas sociales de las cuales resultaba que si una
imputación no podía demostrarse en juicio ello se atribuía a error o
ineficiencia de los propios jueces.
Es hora de colocar las cosas en su sitio, cumpliendo con la
Constitución.
La carga de la prueba de las imputaciones le corresponde al acusador
y no al juez.
El juez debe ordenar y dirigir el proceso, para luego resolver, pero no
ubicarse dentro de él como una parcialidad. El uso de cualquier de los
mecanismos anotados, acarrearía precisamente ello.
El juez que asume funciones de parte, no es más juez, es parte.
Dentro del proceso, las partes deben estar en condiciones de ejercer
el derecho de contradicción (art. 1.III), que no significa sino la posibilidad de
oponerse y discutir con quien asume una posición contraria a sus intereses.
Es absurdo pensar el ejercicio del derecho de contradicción como planteado
entre una parte y el juez.
No debe el juez ordenar de oficio prueba alguna, ni de oficio suplir en
los interrogatorios eventuales omisiones de los contendientes.
Si agotado el debate protagonizado por las partes procesales, alguna
duda subsiste, en materia penal la solución es obvia: debe aplicarse el
principio “in dubio pro reo”. Para actuar así, no se necesita absolutamente
ninguna intervención esclarecedora suya, que, si se la llevara adelante,
evidenciaría que busca suplir alguna omisión o error del acusador.
Conocido es el debate planteado en materia procesal en torno al
mayor o menor protagonismo de los jueces (puede encontrarse una
estupenda recopilación de trabajos de distinta inspiración y autores en
“Activismo y garantismo procesal”, publicación realizada por la Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba), mas, si es tolerable
alguna discusión en otras ramas del proceso, no parece posible en el
enjuiciamiento penal donde, como viéramos, a consecuencia del principio
constitucional de inocencia, las dudas deben resolverse en favor del
imputado.
Porque venimos de un proceso inquisitivo que ha durado siglos, a
todos nos costará adaptarnos a este nuevo, mas no tenemos alternativa
válida (v. “Actos para los que se requiere instancia de parte”).
El Ministerio Público Fiscal deberá asumir la idea de que es el
responsable único de la acusación -exceptuando la intervención del
querellante-, que no puede esperar que el juez supla sus eventuales
descuidos, y que la función de acusación no se agota con la sola formulación
de los requerimientos acusatorios sino que comprende la postulación y
control de la prueba, amén de la argumentación pertinente.
El juez, a su turno, deberá recordar que nuestra Justicia se hace a
través de la aplicación de la ley y no desbaratándola.

46
Interrogatorio de los testigos por las partes

Dice el artículo 391 que las partes podrán hacer preguntas a los
testigos “...por intermedio del juez...” si este las considera pertinentes.
Semejante intermediación es hoy innecesaria, debiéndose habilitar un
interrogatorio directo por la partes, supervisado por el juez.
Pueden resultar útiles las observaciones que luego haremos respecto
a la producción de la prueba en el juicio oral.

47
Sentencia

Aunque ninguna modificación ha recibido el texto del artículo 402 que


alude a los requisitos de la sentencia, sistemáticamente debe reconocerse
una variación en el tema de la libertad del imputado que resulte absuelto,
condenado a pena de prisión de ejecución condicional o a pena que se de por
compurgada con la prisión preventiva sufrida.
Para todos esos casos establece el artículo 402 en su inciso 11 que al
dictar sentencia el juez deberá disponer la libertad del procesado “...bajo
caución hasta tanto quede firme...”. Tal caución será en adelante inexigible
Es que conforme viéramos al considerar las medidas cautelares, el
artículo 298.II señala que en caso de que se advirtiera la desaparición de
alguno de los presupuestos necesarios para la aplicación de cualquier
medida de coerción (que son los señalados en el artículo 298.I) se deberá
hacer cesar de inmediato la cautela ordenada y, en los casos considerados
se presenta precisamente tal situación. Ello porque si se dicta una sentencia
absolutoria se desdibuja la “apariencia de responsabilidad en el titular del
derecho a afectar por la medida cautelar”, y si se condena a pena de
ejecución condicional o a pena que se da por compurgada, se borra toda
“proporcionalidad entre la medida cautelar y el objeto de la cautela” (incisos 1
y 3, respectivamente, del artículo 298.I).
Pese a que la regla general en materia de medidas cautelares es que
se deben expedir y hacer cesar solo ante pedido de parte, el principio se
debe considerar aquí excepcionado, no solo por aplicación analógica de lo
dispuesto en los artículos 478.I inc. 5 y 478.IV, sino y principalmente en razón
de lo establecido por el artículo 331 cuando manda en su inciso 1°, disponer,
aún de oficio, la cesación de la prisión preventiva cuando no guardara
proporcionalidad con el encarcelamiento efectivo que razonablemente
pudiera corresponder

48
Congruencia

En el artículo 402.II se trata de este principio que impone respetar una


estricta correlación, en su aspecto fáctico, entre el hecho intimado en la
declaración del imputado, con el contenido en el procesamiento, la
requisitoria fiscal y la sentencia dictada.
En lo expuesto no hay novedad alguna, pero se advierte una
diferencia en la formulación del principio respecto de la dada al mismo tema
en el artículo 478.III cuando se trata del juicio oral.
Radica ella en que el 402.II alude en su segundo párrafo a que podrá
imponerse una pena superior a la pedida por el fiscal cuando ello sea
consecuencia del cambio del cambio de calificación jurídica, y esta posibilidad
no se encuentra en el otro precepto.
Resulta acertada la última de las posiciones aludidas.
Las reglas de acusatoriedad y de contradicción deben también
aplicarse al tema de la pena (Corvalán “Comentarios críticos a la reforma
procesal penal”, pg. 216). Por más que sea frecuentemente descuidada la
cuestión de determinación individual de la pena, lo cierto es que formulada
una acusación, el imputado y su defensor trabajarán sobre las afirmaciones y
pretensiones en ella contenidas, incluso la pena, por tanto, si en la sentencia
se establece una pena superior, habría quedado el imputado en situación de
indefensión al haber carecido de oportunidad para rebatir los presupuestos
sobre los que se habría llegado a esa elevación, amén de que el juez
quedaría descolocado en su imparcialidad.
“Todo aquello que, en la sentencia, signifique una sorpresa para quien
se defiende, en el sentido de un dato, con trascendencia sobre ella, sobre el
cual el imputado y su defensor no se pudieron expedir, cuestionarlo y
enfrentarlo probatoriamente, lesiona el principio...” enseña Julio Maier al
expedirse sobre la congruencia (“Derecho procesal argentino”, 1-B, pg. 336),
y claro es que si sorpresivamente y aunque sea por la modificación de la
calificación jurídica, aparece en la sentencia nada menos que una elevación
del monto o calidad de la pena, se produciría tal lesión.
No puede dejar de reconocerse que el tema se complica cuando la
pena solicitada por el fiscal es menor al mínimo legal fijado por el tipo penal
utilizado en la nueva calificación jurídica, ya que la aplicación de ella
importaría condenar por debajo del mínimo punitivo establecido en la ley
penal. Esto nos coloca ante la disyuntiva de respetar la legalidad penal, en
perjuicio del imputado (no en su favor), o respetar el derecho de defensa,
dilema que debe ser resuelto priorizando la última de las propuestas, porque
la inviolabilidad de la defensa tiene rango constitucional (se encuentra
establecida en el artículo 18 de la Constitución Nacional) y el principio
también constitucional de “ley previa” está fijado como garantía del imputado
y no para ser usado en su contra.
Ha de tenerse en cuenta que el imputado y su defensa pueden haber
adoptado ya decisiones (así, rechazando un procedimiento abreviado)
pensando en la pena que pediría el fiscal, decisiones que quizás hubieran
cambiado si otra hubiera sido la pena en expectativa.
-
Si bien se lo piensa, en todos los casos se está frente a una situación
en que el tribunal señala lo que a su entender es un error del fiscal en la
calificación jurídica del hecho, y el costo de ese supuesto error no tiene por
qué cargarlo el imputado, sobre todo teniendo en cuenta que si la calificación
jurídica era discutible, para salvar situaciones confusas el fiscal hubiera
podido acudir a la formulación de una acusación alternativa, planteando allí
una pena también alternativa que posibilitara el ejercicio del derecho de
defensa.

49
Impugnaciones

En el mismo inicio de tratamiento de este tema se impone hacer


presente que ahora el Código registra dos sistemas de impugnaciones, uno
para el juicio común o escrito, del que aquí tratamos, otro para el juicio oral
(artículo 478.VI y ss.).
De ello se seguirá que para evitar repeticiones, diversas cuestiones
que les son comunes las tratemos en un solo lugar, para formular luego una
simple remisión.
Debemos sin embargo recordar algo ya dicho.
Pese a que los procedimientos se hayan realizado conforme a las
normas relativas a la instrucción y/o al juicio escrito, es posible que el
imputado o su defensor opten, de acuerdo a la ley 12.912, por la aplicación
para la instancia recursiva de las reglas previstas para el juicio oral si es que
las consideran más favorables y, también, que aun aplicándose las reglas del
enjuiciamiento escrito, la impugnación de ciertos actos que ya fueron
oralizados en primera instancia (vgr. suspensión del juicio a prueba,
presentación del querellante, etc.) deban recibir igual tratamiento en la Alzada
para preservar la lógica y el sistema de la ley.
El sustento para la primera de las alternativas expuestas lo hemos
encontrado (v. “La ley procesal aplicable al caso” e “Incidencia de la
Constitución en la ley aplicable”) en una interpretación no restrictiva del
artículo 4, último párrafo, de la ley 12.912, que nos permite formar convicción
respecto a que las “...causas en trámite...” de que habla no tienen por qué ser
solamente las que estaban en tal situación antes de su entrada en vigencia,
ya que también luego de ello habrá otras “causas en trámite” que puedan
requerir un mejor tratamiento procesal.
Obvio es sin embargo que para que sea posible sustanciar la
impugnación por el trámite previsto para los juicios orales, habrá sido
menester asegurar en primera instancia la registración de los actos en forma
apta para la celebración de las secuencias propias de las impugnaciones
oralizadas.
-
Las previsiones legales sobre impugnaciones aplicables en relación al
juicio escrito, no han recibido cambio expreso alguno; solo podría anotarse la
afirmación en el texto ordenado del Código de que ha quedado derogado el
artículo 407 que refiere a los recursos de las partes civiles (v. “La acción
civil”).
Sin embargo, la necesaria constitucionalización de este etapa
producirá algunas modificaciones, que en realidad ciertos tribunales ya
habían reconocido y que detallamos.
No puede sino reconocerse que el tribunal de segunda instancia
carece prácticamente de toda inmediatez con la prueba, ya que salvo
supuestos de prueba nueva, basará sus decisiones sobre la producida ante el
Juez de primera instancia; repitiendo lo que dijimos al considerar similar
situación respecto del juez de sentencia en el juicio escrito, señalamos que la
situación solo puede tolerarse como un paso inevitable pero también
transitorio hacia la final y total constitucionalización del proceso (v. “Incidencia
de la Constitución...”).
-
Ha de tenerse presente la capacidad recursiva de que goza el
querellante, en igualdad de condiciones que el fiscal.

50
Apelación – Procedencia

La procedencia del recurso de apelación se trata en el artículo 420,


que mantiene intacto su texto anterior.
No obstante, deberá atenderse a lo señalado por los artículos 478.VI,
VIII y IX, por cuanto aunque refieren al juicio oral detallan con más claridad
supuestos de apelación que ciertas veces han resultado dudosos.

51
Recurso del fiscal

A partir del reconocimiento constitucional del derecho del imputado al


recurso contra el fallo condenatorio (Convención americana sobre derechos
humanos, artículo 8.2.h: “...Derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal
superior...”; Pacto internacional de derechos civiles y políticos, art. 14.5
“...Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal
superior, conforme a lo prescripto por la ley...”) se ha suscitado una discusión
todavía inacabada respecto a si puede reconocerse al fiscal capacidad
recursiva para intentar una agravación de la condena dictada en primera
instancia o para revertir una sentencia absolutoria.
Quienes dan a la inquietud una respuesta negativa sostienen,
apoyándose también en otros serios argumentos, que con el fallo de primera
instancia se ha agotado la potestad persecutoria del estado puesto que no
puede mantenerse indefinidamente a una persona bajo un estado de
sospecha.
Por nuestra parte nos ubicamos entre los que, con ciertos resguardos,
sostienen una posición distinta (más datos en “La apelación en el juicio oral”).
Advertimos en tal sentido que es verdad que conforme al derecho a
ser juzgado en un plazo razonable no puede la imputación mantenerse
indefinidamente, coincidimos en que ha de respetarse el principio prohibitivo
de la doble persecución (aunque entendemos que en tanto no se hayan
agotado todas las instancias procesales según la ley interna del país, no se
terminó el proceso, no hay cosa juzgada, ni por ende es operativa la
prohibición), y acordamos con la idea de que siempre ha de asegurarse el
derecho del imputado a recurrir la eventual sentencia condenatoria.
Ahora bien, respetando lo anterior, creemos posible que la ley interna
del país reconozca al fiscal -también al querellante- legitimidad para recurrir
un fallo definitivo adverso a sus pretensiones, si es que lo considera
políticamente conveniente. No configuraría ello la implementación de una
regla constitucional, sino meramente la aplicación de una simple disposición
de la ley común, que de ningún modo confrontaría la constitucional y por cuyo
uso ha optado el legislador provincial.
Sentado lo anterior, consideramos que las disposiciones de nuestro
Código Procesal Penal que habilitan al fiscal a recurrir sentencias
absolutorias o condenatorias que no satisfagan sus pretensiones, no son
inconstitucionales, porque para ese Código no hay cosa juzgada hasta que se
agotaron las instancias recursivas previstas. Dicho esto, corresponde sin
embargo en forma inmediata anotar que ante un recurso del fiscal, la
segunda instancia solo podrá revocar o anular el fallo, pero no revocar la
absolución y condenar o reformar la condena para agravar la situación, ya
que en estos supuestos el imputado perdería la posibilidad de recurrir esa
nueva condena habida cuenta de que no habría “tercera instancia”. En estos
casos lo que se impone para salvar la constitucionalidad de las
impugnaciones, es que el tribunal solo revoque o anule, para de inmediato
reenviar la causa a primera instancia, donde un tribunal distinto al que
intervino en la ocasión anterior resuelva, quedando latente la posibilidad de
apelación.
Por supuesto que para que las impugnaciones no pueden repetirse
hasta el infinito, lesionándose el derecho a ser juzgado en un plazo
razonable, ha de establecerse un límite, el que se encontraría en el mismo
digesto procesal bajo artículo 478.XVII, esto es: si en el nuevo juicio se
obtiene una absolución, dicha decisión no será impugnable.
Queda en claro que no concordamos con la postura asumida por la
Corte Suprema de Justicia de nuestra Provincia (“Gorosito” y otros) y que en
una época sostuvo también la Corte Suprema de Justicia de la Nación para
luego abandonarla, respecto a que el recurso de inconstitucionalidad que
contra decisiones definitivas puede interponerse, satisface el derecho al
recurso del que tratamos. Es que eso significaría desbaratar la tradicional
posición de la misma Corte respecto a que el recurso de inconstitucionalidad
no es una tercera instancia, al tiempo que fatalmente impondría al recurso
límites que los tratados rechazan al exigir la posibilidad de uno que sea de tal
modo amplio, que permita “...un análisis o examen comprensivo e integral de
todas las cuestiones debatidas y analizadas en el tribunal inferior...”.
.
Una advertencia final: ante la eventualidad de que no todos los
tribunales coincidan con la posición interpretativa de que aquí damos cuenta,
e insistan en la concepción tradicional conforme a la cual el tribunal de Alzada
puede revocar absoluciones y condenar, y también modificar condenas para
agravarlas, resultaría atinado que el imputado o su defensor al enfrentar la
etapa recursiva formulen opción por la aplicación de las normas impugnativas
previstas en principio para el juicio oral que explícitamente impiden ello. Esto
evitaría toda discusión.

52
Interrogatorio por los jueces del Tribunal

Señala el artículo 432 que en los actos de prueba “...llevará la


palabra...” el presidente del Tribunal “...pero los demás que lo integran, con
su venia, podrán hacer las preguntas que estimen pertinentes...”
Toda la crítica que ya hemos formulado a la interrogación oficiosa de
los jueces (v. “La intervención del oficio del juez, ordenando pruebas o
interrogando” y “Actos para los que se requiere instancia de parte”) es aquí
aplicable.
Los jueces deben por ende abstenerse de hacer uso de las
atribuciones señaladas, que devienen inconstitucionales y los descalifican en
su imparcialidad.

53
Habilitación de días

Refiere el artículo 443 que trata de la habilitación de días inhábiles, a


los recursos deducidos contra procesamientos con prisión preventiva y contra
resoluciones que deniegan la libertad caucionada o bajo promesa. Como el
auto de prisión preventiva podría ahora adquirir autonomía, deberá
considerárselo equiparado a las hipótesis contempladas en forma expresa.

54
Queja por retardo de justicia

La solución que para la demora en dictar resoluciones prevé el artículo


446 puede verse sustituida por la contemplada en el artículo 454.VII para el
caso de demora en medidas cautelares.
Nos remitimos a lo considerado precisamente en “Demora en las
medidas cautelares personales” y en “Retardo de justicia”.

55
El juicio oral
Conforme hemos visto, de la coexistencia de sistemas impuesta por la
ley 12.912, resulta no solo que podrá haber juicio orales y escritos, sino
también que será posible llegar a los orales por opción o por mandato de la
ley.
Señala en tal sentido el artículo 5 de la ley 12.912 que el juicio oral
será obligatorio cuando la imputación contenida en la requisitoria versare
sobre alguno de los siguientes delitos: homicidio calificado (artículo 80 del
Código Penal), abuso sexual seguido de muerte (art. 124 C.P.), tortura
seguida de muerte (art. 144 ter, inciso segundo, primera disposición, C.P.),
enriquecimiento ilícito (art. 268 (2) C.,P.) y robo agravado (art. 165 C.P.).
Debemos además tener presente que al modificarse -por ley N° 13038
del 12 de noviembre de 2009- la ley 12.912, se le incorporó un artículo 5 bis
que reza: “También será obligatorio el juicio oral cuando la imputación
contenida en la requisitoria versare sobre alguno de los siguientes delitos: 1.
Homicio y lesiones gravísimas en riña (artículo 95 y artículo 91 del Código
Penal. 2.Abandono de persona calificado por el resultado muerte (Artículo
106 último párrafo del Código Penal). 3. Abuso sexual calificado (Artículo 119
cuarto párrafo inciso e) del Código Penal). 4.Robo calificado por lesiones
gravísimas (Artículo 166 inciso 1) última parte del Código Penal). 5. Incendio
y otros estragos calificados por el lresultado muerte (Artículo 186 inciso 5) del
Código Penal). 6. Atentados contra la seguridad de una nave, construcción
flotante o aeronave calificados por el resultado muerte (Artículo 190 tercer
párrafo, ultima parte, del Código Penal). 7. Envenenamiento o adulteración
de aguas potables o alimentos o medicinas calificados por el resultado
muerte (artículo 200 último párrafo del Código Penal). La obligación
establecida en este artículo rige a partir de los 120 días de promulga la
presente, con el alcance del artículo 4, último párrafo de esta ley”.
Queda en claro que por la referencia que el transcripto artículo 5 bis hacia al
artículo 3 de la ley 12.912, los nuevos delitos incorporados obligatoriamente
al enjuiciamiento oral, deberán ser delitos conocidos por las autoridades
luego de haber transcurrido los 120 días a que se hace referencia (la
promulgación de la ley 13038 se produjo el día 26 de noviembre de 2009,
siendo publicada en el Boletín Oficial del 3 de diciembre del mismo año).
Salvo respecto del enriquecimiento ilícito, en el que se habría atendido
al valor republicano que tendría el enjuiciamiento verdaderamente público de
todo funcionario que se enriqueció de tal manera, el criterio que se habría
utilizado para seleccionar los demás delitos y someterlos a juicio oral, es la
gravedad del delito y de la pena.
Junto a todo ello, la ley confiere al imputado la posibilidad de elegir ser
juzgado en juicio oral (art. 6 ley 12.912), indicando así que si no se hace uso
del derecho, la regla para ellos será el juicio común o escrito.
Ante la eventual multiplicidad de imputados en una misma causa con
intereses discrepantes respecto a la forma oral o escrita de sustanciación del
juicio, la solución que ha de adoptarse no será igual si se trata de juicio oral
obligatorio que optativo. En el primer caso la imputación que para cualquiera
de los varios imputados encuadre en alguno de los supuestos que impone el
juicio oral, importa que todos deberán ser llevados hacia esa forma de
enjuiciamiento puesto que no podría dividirse la causa; en cambio, si se trata
de un juicio oral optativo, la remisión que la ley 12.912 hace en su artículo 6
al artículo 447 del Código, revela que la disconformidad de alguno bloqueará
la posibilidad de sustanciación oral. En ambas hipótesis la situación variará si
fuera posible proceder a una desacumulación de causas (artículo 37) que
evitara la diferencia de opiniones.
La oportunidad para formular la opción por el juicio oral se encuentra
en el artículo 447 (mantenido vigente al respecto), esto es, dentro de los tres
días de corrido traslado para contestar la requisitoria.

56
Integración del tribunal oral

La ley 12.912, en su artículo 6, mantiene vigente la opción por el juicio


oral contenida en el artículo 447. No se sigue de ello que todo el texto del
artículo mantenga prestancia, ya que obviamente el enjuiciamiento no será en
instancia única. Algo similar ocurre con las disposiciones del artículo 448 que
refieren a la intervención de la Cámara de Apelaciones; tales referencias en lo
sucesivo deberán considerarse derogadas porque la competencia originaria
para la realización de los juicios orales (obligatorios u optativos) les ha sido
asignada a los jueces de sentencia (artículo 7, ley 12.912) detrayéndoselas a
las Cámaras de Apelaciones en lo Penal.
Es imprescindible como acto preliminar del juicio definir la constitución
del tribunal que intervendrá, esto es, si será uni o pluripersonal.
Señala al respecto el artículo 7 de la ley 12.912 que el imputado podrá
elegir ser juzgado por un tribunal unipersonal o integrado por tres
magistrados, sin indicar cuándo debe hacer esa manifestación de voluntad, ni
cómo proceder en caso de que la omita. Ha de procurarse sin embargo
respuesta a las dos cuestiones.
En cuanto al juicio oral optativo, la elección relativa a la integración
colegiada o no del tribunal, tendrá que producirse junto a la opción por esa
forma de enjuiciamiento, esto es, dentro de los tres primeros días a partir de
que se haya corrido traslado para contestar la requisitoria de elevación a
juicio. No se encuentra razón atendible para dividir la regla del artículo 447.
Si en cambio se trata de un juicio oral obligatorio, dado que en el
sistema del Código actual no existirá una verdadera audiencia preliminar cual
establecía la ley 12.734 en su artículo 296, será igualmente necesario correr
traslado a la defensa de la requisitoria, siendo entonces ésta la ocasión para
que se formule la elección, aunque dentro del plazo total de diez días
establecido para la contestación, ya que no podría aplicarse analógicamente
el límite a los tres primeros de que trata el artículo 447, porque restringiría un
derecho reconocido, afrentando lo señalado por el artículo 7.
En cuanto a cómo se ha de proceder frente al silencio por parte del
imputado respecto a la elección por un tribunal uni o pluripersonal,
nuevamente cabe hacer diferencias.
Si el juicio oral es obligatorio parece imperativo constituir en forma
pluripersonal el tribunal, salvo rechazo expreso del imputado, ya que de esta
manera se satisface el reclamo de las Reglas de Mallorca respecto a que “El
juzgamiento, en caso de delitos graves, deberá ser de la competencia de
tribunales colegiados...” (y ya vimos que para la ley 12.912 son delitos graves
precisamente aquellos que tienen asignada obligatoriamente forma oral de
enjuiciamiento).
En cambio, si la oralidad es consecuencia de una opción del
imputado, reconociendo que la posibilidad de elegir es un derecho disponible,
debe también reconocerse que el silencio implica no querer hacer elección
alguna sometiéndose a reglas generales en la materia. Claro es que esta ley
12.912 no presenta con absoluta nitidez una regla general al respecto -como
sí lo hace la 12.734 en su artículo 43 al indicar que “...El Tribunal se integrará
unipersonalmente, salvo cuando ...”- mas ha de verse que aunque un tanto
oculta ella se encuentra. En efecto, en el segundo párrafo de su artículo 7, la
ley 12.912 al considerar precisamente la elección de que estamos hablando,
alude a un juez “...al que originariamente le correspondiera entender en la
causa conforme las reglas de atribución de competencia...”,, reconociendo así
la existencia de un juez con competencia originaria, que en el sistema del
Código Procesal Penal y de la Ley Orgánica es un juez unipersonal, y a quien
por tanto deberá encomendársele el juicio en que no se prefirió un tribunal
colegiado.
Si existen varios imputados en la causa, la elección por integrar un
tribunal pluripersonal no requiere conformidad general, bastando con que
alguien opte por la colegiación para que se deba hacer lugar a ella por ser el
elegido un modo de juzgamiento que incrementa el respeto a las garantías.
-
Si se opta por tribunal pluripersonal, los dos miembros que deben
agregarse al juez con competencia originaria, se designarán por sorteo
(artículo 7, segundo párrafo ley 12.912), sorteo que debe hacerse entre todos
los jueces penales, esto es, entre los de instrucción, sentencia, correccional,
o instrucción y correccional en su caso, sin atender a orden de reemplazos,
porque todos son jueces “en lo penal” según la Ley Orgánica de Tribunales
(no han de incluirse los de Faltas ni Menores, porque tienen competencia
distinta).
La integración, en caso de colegiación del Tribunal, deberá llevarse a
cabo recién al momento de fijarse audiencia para el debate, ya que sería
antieconómico hacerlo antes provocando una probable intervención de esos
jueces durante el desarrollo de los actos preliminares, que luego llevaría a
sus apartamientos con la consiguiente necesidad de integrar otro tribunal en
pleno.
No deberán intervenir jueces que hubieren tenido alguna participación
que pudiera dar lugar a su apartamiento conforme las pautas del artículo 50,
así, los que lo hicieran en los actos preliminares..

57
Elevación a la presidencia de la Cámara

Se regula en el artículo 448 un procedimiento que solo tenía sentido


cuando el juicio oral era de instancia única y de trámite ante la Cámara de
Apelaciones en lo Penal.
En la actualidad, frente a un juicio oral por opción -no así obviamente
en los casos obligatorios- el juez con competencia originaria deberá
expedirse acerca de la admisibilidad de la opción.

58
Actos preliminares
Preservación de la imparcialidad del juez

Prescindiendo de los trámites necesarios para la integración del


tribunal, a que ya hemos aludido, el Código regula como actos preliminares a
la realización del debate, el tratamiento de las eventuales excepciones
previas planteadas (art. 449), el ofrecimiento de la prueba y su admisión o
rechazo (artículos 451 y 452, la realización de una instrucción suplementaria
(art. 453) y la designación de audiencia (art. 454).
Excluyendo la designación de audiencia, hay una circunstancia que
puede hallarse en todos los demás actos preliminares y que, aunque ya ha
sido tratada, debe nuevamente destacarse, es ella el riesgo de pérdida de la
necesaria imparcialidad de el o los jueces.
Conforme hemos visto reiteradamente antes, y particularmente al
apreciar las normas fundamentales, los motivos de recusación y excusación,
el procesamiento y en los apartados “La intervención de oficio del juez,
ordenando pruebas o interrogando” y “Actos para los que se requiere
instancia de parte”, la exigencia de imparcialidad en el juez obsta a toda
actuación suya asumiendo actividades propias de las partes, y también a su
permanencia como juez de la causa luego de haber adelantado opinión sobre
ella. Aplicando tal criterio al momento procesal que estamos considerando,
corresponde señalar no solo que deberá abstenerse de entender en esta
etapa preliminar y en cualquier momento del juicio todo juez que ya lo haya
hecho antes, sino que además, el o los jueces que resuelvan temas propios
de la etapa preliminar tales como las excepciones previas y la aceptación o
rechazo de prueba o intervengan en la eventual instrucción suplementaria,
deberán apartarse para lo sucesivo. Esto último porque la actuación en la faz
preliminar del juicio, aunque se haga en cumplimiento de un deber legal, les
hace adelantar opinión sobre el proceso en los términos del artículo 50 inciso
4º.
El apartamiento de jueces que se producirá de acuerdo a lo señalado,
indudablemente producirá complicaciones en varios asientos jurisdiccionales
pequeños, y muy particularmente en aquellos donde solo exista un juez de
sentencia.
Aunque podrían concebirse distintas soluciones para el problema, la
cuestión se encuentra resuelta por la propia ley 12.912 cuando en la parte
final de su artículo 8 indica que “...Para el caso en que se invocara como
causa de inhibición y/o recusación alguna de las previstas en los incisos 1 y 4
del artículo 68 de la ley 12.734, que entra en vigencia mediante la presente,
serán de aplicación las previsiones de la Acordada de la Corte Suprema de
Justicia de Santa Fe N° 32, de fecha 23 de agosto de 2006, a los efectos de
la intervención del nuevo órgano jurisdiccional”. Como los jueces que deban
apartarse conforme a lo antes dicho deberán invocar precisamente las
normas de recusación anotadas, resultará indefectible la aplicación del citado
Acuerdo de la Corte Suprema de Justicia. Solo modificándose lo consignado
podrían caber otras alternativas.
Además de lo dicho, los jueces se abstendrán de suplir a las partes en
la actividad que les es propia de ofrecimiento y producción de pruebas,
limitándose a cumplir la función de dirigir la realización de las mismas. No
deberán pues ordenar de oficio nuevas pericias para contribuir al
esclarecimiento de la verdad (art. 451 segundo párrafo), disponer la
recepción de prueba recopilada durante la instrucción (art. 452, última parte),
ni disponer de oficio una instrucción suplementaria (art. 453).
Todas las alternativas señaladas se encontraban en el Código/ley
6740 porque el mismo mantenía la idea de un juez de índole inquisitiva, pero,
al imponerse hoy el respeto por la Constitución integrada, no puede más
ignorarse que semejantes disposiciones entran en franca colisión con la
exigencia de imparcialidad en el juez, de donde resulta que deben
considerarse inaplicables por contrariar la ley suprema y derogadas por el
artículo 9 de la ley 12.912 ya que enfrentan su requerimiento precisamente de
constitucionalización (artículo 1).

59
Admisión y rechazo de la prueba
La regla del artículo 452 respecto a que debe intervenir en la admisión
o rechazo de la prueba el tribunal en pleno si es que corresponde o se ha
optado por él, resultaría, como hemos indicado, antieconómica y perjudicial
ya que conduciría al apartamiento posterior de esos jueces; de allí que en
este trance deba actuar el juez único de trámite, que luego se separará.
La resolución será apelable, con efecto diferido por aplicación
analógica de la regla para el juicio común del artículo 392.

60
Introducción por lectura de actos de la instrucción
.
Dentro de la reglamentación del ofrecimiento de prueba (art. 451),
figura la posibilidad de expresar conformidad para la introducción por lectura
de declaraciones e informes producidos en la instrucción. Tolerar esto
significaría empero un liso y llano abandono de los principios fundamentales
de oralidad e inmediatez, dando nacimiento a una especie de “juicio leído”, tal
como ocurrió y ocurre en otras jurisdicciones.
No puede tolerarse pues que aquí suceda, ni aunque medie acuerdo
de partes, porque no es negociable el juicio “público y oral” (artículo 7.III).
La posibilidad de introducir por lectura actos al debate era admisible
cuando la instrucción predominaba sobre el juicio, aún veladamente. Al
cambiar hoy la situación, y exigirse en cambio el respeto de los principios de
oralidad, inmediatez y publicidad (art. 1.III) ya no lo es, puesto que los
afrentan.
Si se produce un ofrecimiento de estas características, el juez deberá
rechazarlo conforme a lo señalado por el artículo 452, no pudiendo tampoco
disponer la recepción de la prueba recopilada durante la instrucción (452 in
fine).
Veremos sin embargo que declaraciones producidas fuera del debate,
sin sustituir lo que se declare en él, podrán ser utilizadas como ayuda
memoria del declarante, o invocadas para evidenciar que ha incurrido en
contradicción.
61
La instrucción suplementaria

Al referir a la instrucción suplementaria, que como indicamos solo


podría celebrarse a pedido de parte y nunca de oficio, parece referir el
artículo 453 a la posibilidad de realizar todas las diligencias “....que se
hubieren omitido...” en la instrucción. Si se le acuerda tal latitud al precepto,
nuevamente se burlarían los principios de oralidad e inmediatez, por lo que
cabe entender a esta instrucción suplementaria como procedimiento
meramente ordenado hacia la salvación de las pruebas que no se podrán
cumplir en la audiencia, es decir, como el anticipo jurisdiccional de prueba a
que refería le ley 12.734 en su artículo 298 señalando: “...las partes podrán
solicitar, fundadamente, el anticipo jurisdiccional de prueba en los siguientes
casos: 1) cuando se tratare de una declaración que por un obstáculo difícil de
superar fuere probable que no pudiera recibirse durante el juicio; 2) cuando
por la excepcional complejidad del asunto existiere la probabilidad de que el
testigo olvidara circunstancias esenciales sobre lo que ha conocido; 3)
cuando el imputado estuviere prófugo o fuere incapaz y se temiera que el
transcurso del tiempo dificultara la conservación de la prueba.- La diligencia
será documentada según las previsiones establecidas en este Código para
los actos irreproducibles”.
Ninguna duda cabe en cuanto a que para la realización de la eventual
instrucción suplementaria pedida por una parte, ha de imponerse a las otras a
efectos de que puedan controlar su producción.

62
Designación de audiencia
Con esta designación, regulada por el artículo 454, se cierra la etapa
preliminar del juicio escrito.
En este momento el juez que ha actuado durante su sustanciación,
deberá excusarse por haber adelantado opinión, enviando la causa a su
reemplazante legal , aplicando las disposiciones de la Acordada N° 32 de la
Corte Suprema de Justicia (v. “Actos preliminares”); si en cambio se optó o
corresponde un juicio con tribunal colegiado, deberá integrárselo, resultando
conveniente -pero no exigido legalmente- que al sorteo pertinente se lo haga
ante la Cámara de Apelaciones correspondiente.
El nuevo juez o tribunal, fijará fecha para la audiencia, ordenará las
citaciones del caso y procederá a las notificaciones pertinentes, entre las que
debe recordarse que ha de estar la de la víctima (artículo 108.II, inc. 3).

63
El juicio oral y las reglas del Código/ley 12.734

Establece el artículo 4, inciso 13, de la ley 12.912 que “Cuando la


causa se sustancie por juicio oral, y en lo pertinente, se aplicarán el Capítulo
V del Título I del Libro II y Título III del Libro V” del Código/ley 12.734. Se
hace de tal modo remisión a las disposiciones sobre los plazos -artículos 152
a 158- y sobre la apelación -artículos 393 a 407- de ese Código/12.734.
Esto provoca, como ya hemos considerado la existencia de dos
sistema paralelos sobre plazos e impugnaciones, que operarán según se
trate de juicio escrito u oral. Ya hemos apreciado también la posibilidad, para
cualquier forma de enjuiciamiento (v. “Incidencia de la Constitución en la ley
aplicable” y “La ley procesal aplicable al caso – A”) de optar las reglas que sin
embargo se dicen aplicables solo al juicio oral.
Por otra parte, aquél mismo artículo pero en los incisos 11 y 12, pone
en vigencia las reglas sobre debate y sentencia del juicio oral de los artículos
308 a 337 (se exceptúa el artículo 338) y los procedimientos abreviado,
extendido y para la reparación del daño.

64
Los plazos en el juicio oral

Bajo artículos 454.I a 454.VII se ubican en el texto ordenado del


Código reglas procedentes de la ley 12.734 que se pretende referir solo a los
juicios orales.
Poco es lo que puede decirse al respecto que ya no lo hayamos dicho.
El artículo 454.I (Reglas generales sobre plazos) concuerda con el
artículo 152 de la ley 6740.
El artículo 454.II (Prórroga especial) lo hace con el artículo 152 de la
6740. Ya señalamos (v. “Términos y plazos”) que el plazo de gracia se reduce
a las dos primeras horas hábiles del día siguiente.
El artículo 454.III que alude al carácter improrrogable de los plazos,
concuerda con los artículos 154 y 155 de la ley 6740.
El artículo 454.IV (Abreviación y ampliación) extiende las posibilidades
de modificar los plazos del artículo 157 de la ley 6740, hacia su ampliación (v.
“Términos y plazos”).
El artículo 454.V (Observancia de los plazos) concuerda con el 159 de
la 6740 (v. “Retardo de justicia”) proyectando sus previsiones hacia los
fiscales y defensores. Ambas normas se complementan.
El artículo 454.VI (Retardo de justicia) concuerda con la queja por
retardo de justicia del artículo 466 de la ley 6740.
-
En lo que no estén modificadas, subsisten las disposiciones sobre
términos y plazos del Código/ley 6740.
Sobre la demora en las medidas cautelares ya nos expedimos
precisamente en “Demora en las medidas cautelares personales”.

65
El debate

Hay coincidencia general respecto a que el debate es la etapa central


y definitoria del juicio, puesto que durante su desarrollo y con plena
satisfacción de los principios procesales de oralidad, publicidad,
contradicción, concentración, inmediatez, simplificación y celeridad,
proclamados y exigidos por el artículo 1.III, se producirá la prueba, los
alegatos de las partes y se dictará sentencia.
Las normas que sobre el debate en el juicio oral contenía la ley 6740,
han sido totalmente sustituidas por las ahora incluidas bajo artículos 455 a
478.I, que proceden del Código/ley 12.734, según dispusiera la ley 12.912 en
su artículo 4, inciso 11.
.
Establece el artículo 6 de esa ley 12.912 que el imputado que opte por
ser juzgado en juicio oral y se encontrare en prisión preventiva “...tendrá
derecho a que el debate se realice dentro del plazo de ocho meses contados
a partir de ejercitada la acción...”.
La prisión de que habla es la regulada en el artículo 329, esto es, la
prisión preventiva propiamente dicha, pero también las atenuaciones que
pueden disponerse en mérito a lo establecido por el artículo 346.III, ya que se
sigue estando ante una prisión, atenuada. El imputado debe hallarse
efectivamente en tal situación, no ocurriendo ello cuando se ha dispuesto
alguna alternativa a la prisión preventiva, ya que como aclara el artículo 346,
su imposición se hace “...en lugar de la prisión...”.
Iniciado el debate dentro de los ocho meses, se ha cumplido con el
reclamo legal, sin importar las demoras necesarias para su finalización, no
habiendo razón alguna para invalidarlo.
Agrega la ley 12.912 que “...si venciere el plazo señalado, y la demora
no hubiera sido causada por articulaciones dilatorias injustificadas de la
defensa, será aplicable lo dispuesto por los artículos 156 y 157 de la ley
12.734...”. Estas reglas ya han sido aludidas y obran en el nuevo texto
ordenado del Código como artículos 454.V y 454.VI, respectivamente.
De tal modo, si se cumplen los ochos meses contados a partir de
ejercitada la opción sin que se hubiera comenzado efectivamente el debate,
podrá no solo reclamarse la imposición de correcciones disciplinarias a los
responsables, sino además y por vía del “retardo de justicia”, llegarse en
queja ante el Superior aunque no se trate de demora en el dictado de una
resolución sino de comienzo de una audiencia.
La tardanza sin embargo no acarrea por sí misma una liberación
automática del imputado encarcelado, a la que sin embargo se podría llegar
por exceso en los plazos para la prisión preventiva y aplicación del antes
comentado artículo 454.VII (“Demora en las medidas cautelares personales”).
En el proyecto de lo que en definitiva resultara la ley 12.912, el Poder
Ejecutivo había diseñado un procedimiento distinto que, obviamente pensado
para incentivar la opción por los juicios orales, determinaba que el transcurso
de los ochos meses provocara la liberación del encarcelado.. No habiéndose
aprobado ello, cabe atender a las posibilidades planteadas en el párrafo
precedente.

66
Las audiencias

Recordemos que se llega a este momento con una audiencia ya


fijada, y debiendo estar citadas las partes, defensores, testigos e intérpretes,
como así notificada la víctima.
Entre lo que ahora se prevé respecto a las audiencias y lo que antes
hacía el Código/ley 6740 en sus artículos 455 a 461, existe marcada aunque
no total concordancia.
-
Respecto del lugar donde se realizarán las audiencias no existe
previsión especial alguna, si bien queda en claro que al momento de las
citaciones debe establecerse dónde se llevará a cabo, y, también, que el
tribunal puede desplazarse del mismo para practicar algún acto (obviamente,
con conocimiento de las partes y publicidad). La necesaria publicidad del
debate y la registración de sus actos impondrán sin embargo sus límites.
La amplia posibilidad existente para que el tribunal precise el sitio
donde se desarrollarán las audiencias, no debe llevar al descuido de que el
elegido nunca debe implicar una coacción indebida, aún implícita, para el
imputado.
-

Documentación

En el texto procesal resultante de la ley 12.912, no existe previsión


expresa respecto a la documentación de las audiencias.
Ante ese silencio, y considerando que para posibilitar la instancia
recursiva es menester contar con alguna base para poder alegar respecto a
lo ocurrido en el debate y criticar la sentencia, especialmente ante la
eventualidad de que la misma omita la valoración de alguna circunstancia que
se considere importante (las instancias internacionales han señalado que el
“recurso” que exigen debe extenderse hacia la consideración de la prueba y
su idoneidad probatoria), es que resulta imprescindible arbitrar un trámite
conforme a lo permitido por los artículo 7.V y 592.
Al tema ya lo hemos tratado anteriormente bajo título “Audiencias” a
donde nos remitimos, sin perjuicio de esperar que la Corte Suprema de
Justicia haciendo uso de las facultades concedidas reglamente el punto y
establezca la forma de registración de las audiencias y de conservación de
los registros.
Es menester no obstante enfatizar que para que sea posible un
adecuado funcionamiento del sistema propio del actual recurso de apelación
(ver “La apelación en el juicio oral- Características del recurso”) resulta
fundamental contar con estas documentaciones, ya que sobre la base de
ellas es que principalmente podrá expedirse el tribunal de segunda instancia
respecto a la pertinencia de anular o revocar la decisión impugnada.
-

Reglas de actuación

Veremos a continuación algunas previsiones relativas a las


audiencias, recordando empero la posibilidad que tienen las partes de
modificar los plazos y de establecer de común acuerdo reglas particulares de
actuación modificatorias de las establecidas por el Código.
La valla insuperable de esos acuerdos se halla en la salvaguarda de la
garantía del debido proceso y el juicio público oral (art. 7.III).
-
Asistentes

Es posible diferenciar entre asistentes necesarios y eventuales a las


audiencias.
Los necesarios son los indicados en los artículos 455 y 463, a saber:
los miembros del tribunal, el secretario del mismo, el o los representantes del
Ministerio Público Fiscal, el querellante en su caso, el imputado y la defensa.
Entre los eventuales se encuentra la víctima y el público en general, amén del
personal necesario para cumplir las funciones accesorias y/o de seguridad.
Deberá asegurarse la comparecencia de las personas que deban exponer
durante el debate.
Existe un principio general respecto a los asistentes necesarios a las
audiencias que es su presencia ininterrumpida.
La ausencia aún temporaria del juez o de alguno de los miembros del
tribunal durante su cumplimiento, invalidará el debate.
La ausencia del fiscal impedirá el inicio y su retiro daría espacio para
entender un abandono de la persecución, sin perjuicio de las sanciones que
puedan corresponderle. El tribunal no está capacitado para disponer un
reemplazo del Fiscal ausente.
La ausencia del querellante implica cesación en su intervención como
tal (artículo 455, última parte).
La ausencia del defensor requiere en cambio su inmediato reemplazo
(455.2) porque afectaría el principio inviolable de defensa proseguir el juicio
sin él.
La ausencia del imputado excepcionalmente puede ser autorizada por
el Tribunal atendiendo a “...causas justificadas...” (art. 456), pero ya dijimos
que si compareció a la apertura del juicio, su retiro no impide la prosecución
del mismo.
La ausencia de la víctima debidamente notificada, no impide ni
suspende el debate.
No se encuentra una norma que específicamente señale que durante
el desarrollo del debate los testigos no puedan comunicarse ni oír lo que
ocurre (cual señalaba el viejo texto del artículo 468), pero igualmente deberá
disponerse ello en mérito a lo dispuesto por el artículo 260, aplicable de
acuerdo a la remisión efectuada por el artículo 386.
-

Presencia del imputado

La presencia del imputado es imprescindible, al menos al comenzar la


audiencia de debate (luego no, según lo establecido en el artículo 80,
segundo párrafo), porque tiene derecho a “ser oído” y a “estar presente”
(Convención americana sobre derechos humanos: 8.1; Pacto internacional de
derechos civiles y políticos, 14.1 y 3.d).
Asistirá y permanecerá sin coerción sobre su persona, “...sin perjuicio
de la vigilancia y cautela necesaria que se disponga para impedir su fuga o
violencia...”.
Esta última previsión exigirá un análisis particularizado de la situación
en cada caso, ya que fuera de la finalidad orientadora de impedir “fuga o
violencia” no se brindan más parámetros para su interpretación, no obstante
lo cual es evidente que debe cuidarse que lo que se disponga no actúe
solapadamente como coacción indebida.
-
Ante su ausencia a la primera audiencia, se ordenará una
“postergación extraordinaria” (artículo 459), haciéndoselo comparecer por la
fuerza pública, salvo justificación de la omisión, fijándose de inmediato nueva
audiencia.
Vimos en el apartado anterior que puede autorizarse
excepcionalmente una ausencia temporaria del imputado.
Ante la eventualidad de múltiples imputados, rige el artículo 465 que
permite que en tanto uno esté declarando, los demás sean alejados para que
no oigan su exposición, si bien luego deberán ser impuestos de lo que
ocurriera.
-

Prosecución – Recesos - Interrupción

El debate es uno, pero puede desarrollarse en varias audiencias hasta


su terminación (artículo 458).
Ellas sin embargo deberán ser “consecutivas”. Esta expresión indica
no solo que una será consecuencia y prolongación de la otra, sino también
que no deben estar separadas temporalmente más que por el tiempo que sea
absolutamente imprescindible y, además, que los jueces y fiscales no pueden
intervenir en esos espacios en otros juicios, aunque si puedan atender otras
tareas que no signifiquen actuación en debates.
Es posible disponer no obstante simples “recesos” o pausas, que no
implican suspensión ni interrupción del debate. Estos recesos no podrán
superar las dos horas si se producen por pedido fundado de las partes, ni, si
lo establece de oficio el tribunal, exceder lo estrictamente necesario “...para
asegurar la eficacia del desarrollo de la audiencia...” (art. 458), locución que
puede, comprender, entre otras situaciones, la adopción de diligencias
necesarias para la continuación material del mismo, para practicar algún acto
fuera del lugar de la audiencia (458.2”) y también para que los jueces y partes
procesales se hallen en condiciones idóneas para mantener la atención
indispensable.
El debate puede suspenderse de oficio o a pedido de parte (458), pero
esa interrupción no puede superar el término de quince días (hábiles, art.
113), vencido el cual pierde validez. Se ha considerado sin embargo que es
una nulidad relativa.
Al momento de suspenderse el debate se anunciará el día y hora de la
nueva audiencia, valiendo ello como citación para las partes.
No establece el Código en cuántas oportunidades puede pedirse o
disponerse una suspensión, pero el principio procesal de celeridad y las
características que se derivan de la oralidad, reclaman que no haya excesos.
Durante la suspensión, jueces y fiscales pueden intervenir en otros
juicios, mas el Código exige el dictado de una reglamentación al respecto.
Si se vence el plazo máximo de suspensión, se invalida el debate,
debiendo fijarse nueva audiencia dentro de los sesenta días.
-

Publicidad

Es requisito indispensable y no disponible, la publicidad del debate (v.


“Las normas fundamentales”).
La falta de publicidad en los términos que trataremos, importa la
invalidación del debate.
Señala al efecto el artículo 457 que “...la publicidad implica el
desarrollo del debate a puertas abiertas...”, esto es, permitiendo la presencia
de cualquier persona.
Sería deseable que se estableciera algún procedimiento que posibilite
a la ciudadanía el conocimiento previo del lugar, día y hora en que se
realizará el debate, puesto que de lo contrario en los hechos se establecería
si no un secreto, al menos un verdadero obstáculo para la efectiva
concurrencia de público a ese acto de gobierno. Esto podría disponerlo el
mismo tribunal o la reglamentación a dictar.
El ordenamiento permite excepcionar el principio sea en relación a
determinadas personas ya presentes, sea en general.
-
El Código no contiene prohibiciones fundadas en características o
condiciones de las personas (no aparece la vieja prohibición de ingreso para
menores de 18 años de edad, aunque con sentido protector del mismo pueda
establecerla el tribunal o la reglamentación a dictar), pero sí basadas en el
cumplimiento de ciertas conductas durante el desarrollo de la audiencia.
Se advierte en tal sentido que el tribunal deberá actuar impidiendo
toda conducta que afecte “...el orden y la seguridad...”, sea “...intimidatoria,
provocativa o contraria al decoro...”, exteriorice “...de cualquier modo,
opiniones o sentimientos...,”, evidencie la portación de “armas u otras cosas
aptas para molestar u ofender” o altere el deber de “...permanecer en
silencio...”. Se desprende de esto que ante la comprobación de alguna
conducta de las características de las señaladas, deberá ponerle de
inmediato coto, sea llamando la atención para que finalice, sea disponiendo la
expulsión del perturbador(460).
Señala en su tercer párrafo el artículo 457 que “...La reglamentación
que se dicte podrá determinar prohibiciones genéricas para el acceso a la
sala de audiencia, así como facultar al tribunal a adoptar medidas que
atiendan a garantizar el orden y la seguridad en la sala...”. El reclamo de
dictado de una reglamentación que podrá “...facultar al tribunal a adoptar
medidas que tiendan a garantizar el orden y la seguridad en la sala...”, no
implica en modo alguno que ante su eventual inexistencia los jueces no
puedan actuar velando por el orden y la seguridad durante el desarrollo de la
audiencia, ya que, por el contrario, es deber suyo (artículo 460). La
reglamentación aludida podrá solo establecer prohibiciones genéricas -no
particulares- para el acceso a la sala y únicamente fundadas en razones de
orden y seguridad.
Los jueces están capacitados para limitar el número de asistentes
pero solamente en resguardo de esos valores de orden y seguridad. En
ejercicio del poder de policía y disciplina, podrán sancionar las infracciones
con hasta diez días-multa o arresto hasta de ocho días.
-
El principio procesal de publicidad general de la audiencia, puede ser
dejado excepcionalmente de lado para disponerse su realización a puertas
cerradas, esto es, sin la presencia de público.
Para que esto sea posible el tribunal debe dictar una resolución
fundada (457, segundo párrafo) que así lo establezca, señalando si se llevará
a cabo totalmente de esa manera o solo en forma parcial, determinando en
este último caso el período en cuestión.
El único fundamento admisible para establecer el debate a puertas
cerradas, se encuentra en que la publicidad pueda afectar a quien alegue su
condición de víctima, a terceros o a la seguridad del Estado. Por supuesto
que no basta con la sola mención de algunas de estas razones, debiéndose
valorar circunstanciadamente cómo podría presentarse la lesión.
Puede resolverse a pedido de parte o de oficio.
-
En el mundo existe todavía hoy una discusión acerca de la pertinencia
de permitir las grabaciones con fines de posterior publicación o difusión, y
también la televisación directa de los actos constitutivos del propio debate.
Nuestro Código no trata expresamente las cuestiones..
El mejor argumento utilizado en favor de la aceptación sería que esas
formas de difusión satisfacen mejor al principio republicano de publicidad de
los actos de gobierno, en tanto en contra de ello se aportan varias razones,
cuales que lo que pretende el principio es la publicidad como acto social de
control y no la espectacularización del debate, que la difusión masiva puede
perturbar la imparcialidad de los jueces y la tranquilidad de quienes declaren,
que semejante publicitación implicaría el sometimiento del imputado a una
vejación perturbadora de la posibilidad de su futura reinserción social, y que
la presencia de múltiples operadores de los sistemas de registración
perjudicaría el orden necesario para el desarrollo de las audiencias.
Aunque los argumentos anotados en último lugar resultan atendibles y
políticamente compartibles, no puede dejar de tenerse en cuenta que
careciendo nuestro ordenamiento procesal de una prohibición, imponerla por
vía interpretativa sería limitar el derecho constitucional a la información.
Pero además, cabe tener en cuenta que el Pacto internacional de
derechos civiles y políticos, inscribe claramente como elemento de la
publicidad a la presencia de “la prensa” (art. 14.1), por lo que la concurrencia
de ella a las audiencias tiene basamento constitucional, permitiéndose su
alejamiento solo por “consideraciones de moral, orden público o seguridad
nacional en una sociedad democrática o cuando lo exija el interés de la vida
privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del
tribunal, cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad
pudiera perjudicar a los intereses de la justicia...”, agregando sin embargo
que “...toda sentencia en materia penal será pública” excepto en los casos en
que el interés de menores de edad exija lo contrario.
Conforme entonces a lo expuesto, deberán admitirse estas
transmisiones aunque con muy precisos límites.
Si la víctima tiene derecho a que se minimicen sus molestias y a la
protección de su seguridad, las de sus familiares y testigos que depongan en
su favor que deberán ser preservados de intimidaciones y represalias (108.II
inc. 4 y 6), si los testigos deben ser interrogados separadamente cuidando
que los que hayan de declarar en la misma audiencia no se comuniquen
entre ellos ni con otras personas, ni ver, oír o ser informados de lo que ocurre
en la audiencia mientras no se hallen declarando (artículo 260), si los
imputados no deben oír antes de declarar lo que expongan sus eventuales
coimputados (artículo 465), y si las audiencias deben desarrollarse dentro de
un ambiente de orden y seguridad, resulta manifiesto que muchas difusiones
no podrán ser admitidas, al menos en forma plena, porque afectarían esos
principios o derechos. Deberá entonces en cada caso el tribunal verificar si
puede ocurrir algo de esto, para impedirlo, aún negando la masiva publicidad
de los actos del debate (recuérdese que hasta podría imponerse su desarrollo
a puertas cerradas).
El hecho de que no contaremos entre nosotros con jueces legos,
aventa un tanto la posibilidad de que la publicidad masiva afecte la
imparcialidad de los juzgadores, ya que en los profesionales es de esperar
una formación que impida que ello ocurra.
-

Oralidad

El debate será oral, so riesgo de invalidación.


La palabra hablada es la forma de comunicación que se establece
como presupuesto necesario para la publicidad e inmediación y también para
la celeridad.
Desnaturaliza la idea de oralidad, y por tanto no debe tolerarse, la
lectura de material.
Solo se permite el uso de esquemas o ayuda memorias escritas, pero
no leerlos.
Debe interpretarse correctamente y a la luz de lo establecido por el
artículo 457 (“Las partes...podrán solicitar autorización para la lectura de
material solamente en aquellos casos que este Código así lo disponga o
cuando, por la naturaleza del mismo resulte ello imprescindible...”) lo aludido
por el art. 472 respecto a la posibilidad de lectura de actas y documentos.
Esta norma estaba referida -tal como se consigna en el texto del artículo 472-
a la investigación penal preparatoria en manos del fiscal y no puede aplicarse
a la investigación formal a cargo de un juez.
Es que en la investigación preparatoria, salvo contadas excepciones
(como los actos irreproducibles, actas de audiencias -incluida la
imputativa-,de resoluciones y procedimientos de la audiencia preliminar
incluido el anticipo jurisdiccional de prueba), los procedimientos no se
consignaban en actas, no había “expediente”. Era entonces entendible que
respecto de los pocos que se realizaban de tal forma por no ser posible luego
de cumplir, se justificara su eventual incorporación por lectura al debate.
Lo anterior sin embargo no se presenta en la instrucción formal, donde
el principio es precisamente la registración en actas de lo obrado (“...Las
diligencias que se practiquen durante la investigación instructoria se harán
constar en actas separadas que el secretario compilará conforme a la ley... “
dice en su segundo párrafo el artículo 187); si se llegara a permitir la
introducción por lectura de todas las actas de la instrucción, el juicio oral se
transformaría en una pura apariencia de juicio, sin sustancia real, y el
principio de oralidad -también los de publicidad e inmediatez- se vería
irremisiblemente lesionado.
De acuerdo a lo dicho, será rechazable todo material que se haya
tratado de incorporar al proceso por lectura, salvo los casos indicados porque
así lo dispone el Código o cuando por la naturaleza del mismo (vgr. cita de
cifras) resulta imprescindible.
No importaría introducción por lectura si una parte recuerda alguna
manifestación formulada antes del debate por un declarante, siempre que lo
haga al solo efecto de auxiliarlo en sus recuerdos o para poner en crisis su
credibilidad.
-

Resoluciones

Las resoluciones que se dicten durante el debate serán verbales pero


se dejará constancia en acta.

67
Actos del debate

Se considera bajo este título la dinámica del debate, hallándose


disposiciones relativas a los siguientes temas: a) apertura y dirección del
debate, b) declaraciones del imputado, c) ampliación de la acusación, d)
recepción de la prueba, y e) discusión final.
Si lleváramos a cabo una tarea comparativa entre estas disposiciones
y las de la ley 6740, lo que se destacaría sería el carácter adversarial
conferido a todos los procedimientos, ubicando al juez como estricto e
imparcial director del proceso, aspecto que consideráramos al referir a “La
intervención de oficio del juez, ordenando pruebas o interrogando”.
-
Apertura y dirección del debate

Los temas son tratados bajo artículos 462 y 463.


Al juez -al presidente del Tribunal, en su caso- le corresponde dirigir el
debate, es decir, organizarlo y vigilar que se desarrolle conforme a las reglas
generales para la recepción de la prueba y a las pautas antes señaladas para
las audiencias.
Es digno de destacar que el nuevo artículo 462 omite lo que señalaba
el anterior texto respecto a que el juez debía ordenar “...las lecturas
necesarias...”, lo que responde por un lado a la idea adversarial propia del
actual proceso, que obsta a la actuación oficiosa del juez en la producción de
la prueba, y por otra a la de eliminar la lectura de actas.
Las “advertencias” que debe hacer el juez, son las establecidas por la
ley (vgr.: al imputado para que esté atento, cfe. art. 463) o las que sean
necesarias para el ordenado desarrollo de las audiencias.
En función de esas tareas de ordenamiento y dirección del debate
(“para el ejercicio de sus facultades”) se capacita al juez para convocar a las
partes a efectos de conversar privadamente con ellas, dejando a su criterio
resolver si eso ocurrirá sin suspender el debate y en la misma sala de
audiencias, o estableciendo un receso para hacerlo en su despacho privado.
De acuerdo a las previsiones del artículo 7.III puede en la oportunidad
instar a las partes para que logren un acuerdo destinado a simplificar y/o
abreviar los procedimientos (aunque por el procedimiento abreviado del 548.II
solo puede optarse hasta antes de los alegatos finales).
Siempre deben estar presentes todas las partes constituidas, ya que
lo contrario daría lugar a objeciones de parcialidad.
Con esta alternativa el juez podrá precisar o esclarecer temas,
evitando posteriores cuestionamientos.
-
La apertura del debate que materialmente comienza con la
presentación en la sala del juez, formalmente se marca con el acto solemne
que así lo declara (463).
El tribunal debe ser el previamente determinado, y su asistencia debe
ocurrir en el lugar, día y hora fijados, ya que una variación en cualquiera de
estas circunstancias (salvo pequeñas diferencias horarias) implicaría nulidad
por falta de capacidad del juez o por afectación del principio de publicidad.
Ya se advirtió que el debate reclama la concurrencia necesaria de
ciertas personas, cuya presencia debe constatar el juez, dado que la
ausencia de alguna de ellas provocará consecuencias que pueden llegar
hasta la anulación (v. “Audiencias-Asistentes”).
Declarado abierto el debate, debe proceder el juez al interrogatorio de
identificación del imputado, según las previsiones del artículo 318. La
resistencia o mendacidad del imputado no obsta a la prosecución del debate
por haber sido precedido de su adecuada identificación (art. 69).
El imputado deberá acto continuo oír, sin intermediación, la síntesis de
acusación y defensa, porque esto resulta un ingrediente necesario para el
ejercicio de su derecho de defensa personal.
A diferencia del viejo Código en el que se ordenaba la lectura de la
requisitoria de elevación a juicio y de defensa, el nuevo artículo 463 dispone
que serán las mismas partes las que expondrán sus líneas de acusación y
defensa. Se trata de una síntesis de lo que antes expresaran fuera del debate
en ejercicio de sus respectivas funciones, destinada a satisfacer el reclamo
de publicidad.
Estos actos de presentación de la acusación -pública y/o privada- y de
la defensa, pueden adquirir suma importancia. Es que ellos deben llevarse a
cabo conforme a la estrategia a desarrollar en adelante. Se trata de la
presentación “del caso”.
El punto no ha merecido entre nosotros demasiada atención, lo que
podría obedecer a que aún donde se juzgaba oralmente, los jueces
mantenían sus facultades de interferir en la producción de la prueba,
desbaratando así planificaciones que hubiesen podido estar reservadas; al no
poder ocurrir ello ahora, la forma de presentación del caso debe responder a
la estrategia concebida.
-
No se ha puesto en vigencia la regla del artículo 127 del Código/ley
12.734 que mandaba permanecer de pié a quien tomaba la palabra en las
audiencias, pero el propósito ínsito en esa norma de contribuir a la celeridad,
debe ser procurado mediante la moderación que el juez impondrá al debate y
hasta el límite temporal que podrá fijar para el cumplimiento de algunos actos
(463/475).
-
Declaraciones del imputado

La presencia del imputado en el inicio del debate es imprescindible y


puede lograrse incluso por la fuerza pública (459), aunque pueda luego
retirarse sin perjudicar su prosecución.
Esa presencia inicial obedece a la necesidad de garantizar su derecho
de defensa personal mediante la explicación que el juez le brindará acerca de
los hechos que se le atribuyeran. Claro es que como sobre su persona no se
puede ejercer coerción, su obstinada determinación de no oír lo que se le
explica o de alejarse de la sala, no podrá impedirse. La explicación por
el juez de los hechos no es un acto de imputación sino de mejor
conocimiento, pero reclamado constitucionalmente (la Convención americana
sobre derechos humanos, exige en su artículo 2.b la “...comunicación previa
y detallada al inculpado de la acusación formulada...”...). Debe llevarse a
cabo con palabras sencillas para el destinatario, y “...en un idioma que
comprenda...” (Pacto internacional de derechos civiles y políticos,, 14.3.a.).
Formulada la explicación y hechas las advertencias pertinentes
respecto a su derecho a mantenerse en silencio, para posibilitar eventuales
interrogatorios concederá la palabra al fiscal, querellante y defensa.
Las preguntas que éstos hagan deberán no solo ser pertinentes, sino
también respetar las reglas del artículo 321, en el caso de los acusadores.
El juez no pregunta, amplía ni suple, solo ordena los interrogatorios y
resuelve las objeciones.
En cualquier momento del debate las partes podrán pedir una nueva
declaración del imputado, como también él podrá reclamar declarar cuantas
veces quiera, siempre obviamente sobre el objeto del juicio (466).
En el curso de su declaración el imputado no tiene permitido hablar
con nadie, incluido su defensor, con el que en cambio podrá, en todo lo
demás, siempre hacerlo sin que se interrumpa el debate.
La previsión del artículo 465 relativa al provisorio alejamiento de
eventuales coimputados se mantiene idéntica.
-

¿Cuestiones preliminares?

En el mismo inicio del debate pueden encontrarse ciertas cuestiones


que resultaría necesario o conveniente esclarecer en forma inmediata.
Señalaba al efecto el anterior texto del artículo 464 que
inmediatamente después de abierto el debate, y en un solo acto, debían ser
tratadas y resueltas todas las cuestiones preliminares, salvo que el tribunal
resolviera hacerlo sucesivamente o diferir alguna cuando ello conviniera al
orden del proceso.
En su obra “Código Procesal Penal de Santa Fe-Comentado”, Büsser
e Iturralde concebían como posibles cuestiones preliminares las siguientes “...
a) Las nulidades producidas durante los actos preliminares; desde luego,
también es viable alegar las nulidades del artículo 162 pero respecto de ellas
no se aplica la nota de extinción o agotamiento de la facultad que explicamos
más arriba. b) La incompetencia por razón del territorio por aplicación del
artículo 33. c) La unión y separación de procesos conforme a los artículos 35
y 36. d) Lo relativo a la representación de las partes y a la comparecencia de
los órganos de la prueba y a la admisiblidad de los testigos. d) El
requerimiento o presentación de prueba documental (en sentido amplio y no
con el alcance limitado que tiene esa aceptación en el art. 236 y siguientes)
no ofrecida antes o no producida o no admitida...”.
A su turno, el Código Procesal Penal según ley 12.734, preveía toda
una etapa intermedia o preliminar entre cuyos fines se registraban los de
depurar de vicios el proceso y facilitar su realización, tal como lo evidencia la
resolución que debía dictarse tras su desarrollo: “Artículo 303: Resolución:
Dentro de los cinco (5) días de finalizado el debate (aclaramos que se refiere
al limitado debate de la audiencia preliminar), el Juez, fundadamente y
dejándose constancia en acta, resolverá todas las cuestiones planteadas y,
en su caso: 1) admitirá o rechazará, total o parcialmente la acusación del
Fiscal y del querellante si fuera el caso, y ordenará, en su caso, la apertura
del juicio; 2) ordenará la corrección de los vicios formales de la acusación; 3)
resolverá las excepciones planteadas; 4) sobreseerá, si se presentan los
presupuestos necesarios; 5) suspenderá el procedimiento o aplicará criterios
de oportunidad, resolviendo lo que corresponda; 6) ratificará, revocará,
sustituirá, morigerará o impondrá medidas cautelares; 7) ordenará, si
correspondiere, el anticipo jurisdiccional de prueba solicitado; 8) aprobará los
acuerdos a los que hubieren llegado las partes respecto a la reparación civil y
ordenará todo lo necesario para ejecutar lo acordado; 9) admitirá o rechazara
la prueba ofrecida para el juicio; 10) ordenará la separación o acumulación de
los juicios”.
En el procedimiento de la ley 12.912 nos encontramos con un vacío,
puesto que no hay audiencia preliminar, ni se fija un momento específico para
resolver las cuestiones antes aludidas.
Semejante situación puede entorpecer la marcha del debate al hacer
posible la introducción durante de su desarrollo de algunos de los temas
preconsiderados, puesto que no será claro que hubiera precluido la
posibilidad de hacerlo.
Podrán ocurrir demoras indeseables que, concentrando las
cuestiones, se hubieran resuelto (quienes hubieran implementado un
procedimiento intermedio como el que aconsejáramos en “La conclusión de
la instrucción” podrán haber resuelto algunos problemas, pero no todos).

-
Ampliación de la acusación

Admite el artículo 467 la posibilidad de que en el curso del debate se


produzca una ampliación objetiva de la acusación ya producida.
La redacción del precepto guarda cierta similitud con el antiguo
artículo 471 del Código/ley 6740, pero al mismo tiempo registra diferencias.
Quizás sea conveniente comenzar señalando que no se trata ésta de
una simple acusación alternativa, sino claramente de la agregación de algún
nuevo hecho o circunstancia modificatoria de la acusación original. Es
también claro que siempre se tratará de una extensión referida a la persona
que ya está siendo sometida a juicio y no de una ampliación subjetiva de la
acusación. Vale la pena también aclarar que la advertencia por el juez de
alguna circunstancia que atenúa la responsabilidad del imputado no necesita
de ningún tipo de inclusión por las partes del proceso.
Esclarecido lo anterior, corresponde precisar las características de la
ampliación objetiva de la acusación que consideramos, diferenciándolas de lo
establecido por el anterior artículo 471 que trataba igual tema.
Al hacerlo se impone señalar que el nuevo precepto se aparta del
texto que lo precediera en cuanto él requería que el conocimiento de las
nuevas circunstancias fuera consecuencia del mismo desarrollo del debate, y
el actual no lo reclama. Será ahora posible incluir tanto el hecho o
circunstancia “nuevos” -es decir recién conocidos en el debate- cuanto otros
antes conocibles pero omitidos (cc. Clariá Olmedo “Derecho procesal penal”,
T.III,pg. 195).
A su vez, la antigua regulación solo toleraba la extensión de la
acusación hacia hechos integrativos de continuación o circunstancias
calificantes no mencionados en el requerimiento de elevación a juicio, en
tanto el nuevo agrega a ellos la inclusión de “un hecho nuevo”, es decir de
otro hecho aunque no fuera integrativo de aquella continuación (cc. Código
procesal modelo para iberoamérica, art.309).
¿Cómo ha de interpretarse esta novedosa previsión?
Consigna Roxín en su “Derecho procesal penal” (pg. 416) que la
ordenanza procesal penal alemana admite la que se denomina “acusación
suplementaria para ampliar el objeto del debate”, enseñando que ello no
constituye una excepción al principio acusatorio sino su confirmación, porque
frecuentemente es de interés del acusado evitar varios procesos y tratar de
que toda la culpabilidad sea comprobada de una sola vez; sin embargo, pone
de manifiesto que para que sea posible esta ampliación, el imputado tiene
que dar su consentimiento y jurisdiccionalmente debe haber un auto de
inclusión.
Pues bien, aunque entre nosotros no se encuentra ninguno de los dos
requisitos antes aludidos, la verificación de que en cambio opera como
garantía constitucional el derecho del imputado a conocer
circunstanciadamente la acusación y a contar con tiempo adecuado para
preparar su defensa (Convención americana sobre derechos humanos, art.
8.2.c; Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, artículo 14.3.b),
exige hacer una adaptación de la regla procesal.
Sobre el punto puede anotarse que si bien resulta del artículo 468 que
tras la ampliación de la acusación debe recibirse nueva declaración al
imputado en relación al hecho incorporado, y también que la defensa podrá
solicitar una suspensión del debate, ante la presentación de casos de
particular complejidad en que la suspensión del debate (suspensión que no
podrá exceder los quince días según establece el artículo 458) resulte
razonablemente insuficiente para preparar adecuadamente la defensa, el
juez, a pedido de parte, deberá privilegiar la garantía constitucional
rechazando la ampliación hacia ese nuevo hecho, para que en todo caso se
abra una investigación y enjuiciamiento distinto.
-
Recepción de la prueba

Se ha visto que a la apertura del debate precedió el ofrecimiento , la


admisión o el rechazo de la prueba (artículos 451/452), por tanto, luego de
que haya declarado el imputado, llega este momento en que el juez
“autorizará” la producción de la que hubiera sido admitida.
El verbo utilizado pone en claro que la cuestión probatoria es
disponible por las partes, correspondiéndole al juez la función de dirección y
ordenamiento de su producción. Se subraya en la redacción del actual
artículo 469 que únicamente se producirá la prueba ofrecida por las partes,
no dándose lugar a ninguna realizable en forma oficiosa.
Imperativamente se establece entre las partes un orden consecutivo
para la eventual realización de la prueba: primero por los acusadores -fiscal
y/o querellante-, y luego por la defensa, orden que guarda coherencia con la
exigencia de conocimiento de la acusación y de sus circunstancias para un
adecuado ejercicio del derecho de defensa. Respetando esa organización,
cada parte puede decidir el orden interno de realización de la prueba que ha
postulado, pudiendo por supuesto incluso desistir de ella; ante esa
posibilidad, no aparece regulada la capacidad de la contraparte para exigir su
realización, aunque si se dan los presupuestos, podría plantearla como
prueba nueva.
La prueba nueva se encuentra tratada en el artículo 470, que indica su
ofrecimiento y producción, salvo que hubiera oposición, en cuyo caso solo
será admisible si el oferente acredita razonablemente que antes la
desconocía (amén de la obvia valoración sobre su pertinencia).
Se procura evitar estratagemas y ocultamientos desleales de prueba
que sorprendan a la otra parte, por lo que el criterio judicial para la aceptación
de las nuevas pruebas deberá prudentemente atender a la verosimilitud de su
desconocimiento previo.
.
El comparendo de peritos, asesores, intérpretes o testigos ofrecidos y
admitidos, deberá ser ordenado judicialmente, pero para su realización
práctica establece el artículo 473 que las partes deberán colaborar.
Cuenta por supuesto el juez con facultades para hacer comparecer
por la fuerza pública al renuente, pero solo ante pedido de parte.

Disposiciones generales sobre la prueba

El Código/ley 12.734 regulaba los principios, reglas de producción y


de valoración de la prueba, al referir en general a la “Actividad procesal” en
su libro II (artículos 159 a 204); esa ubicación hacía que las reglas se
extendieran tanto hacia la investigación cuanto al juicio y sus instancias
recursivas.
El Código/ley 6740, en cambio, ubicaba el tratamiento de los “Medios
de prueba” como cuestión de la instrucción (artículos 209 a 298)
-evidenciándose de tal modo la importancia que adquiría esa etapa sobre el
plenario-, lo que imponía la necesidad de establecer al tratar del juicio normas
de remisión (artículo 368).
El sistema resultante de la ley 12.912, en cuanto hace al juicio oral
(ocurre lo contrario respecto del escrito) no adhiere a ninguna de esas
soluciones; sin embargo, teniendo presente que el juicio oral es solo una
modalidad del juicio común, debe considerarse aplicable la remisión
efectuada por el artículo 386 a las reglas sobre medios de prueba de la
instrucción.
Adquieren de tal modo importancia un sinnúmero de disposiciones
relativas a reconocimiento de personas, de cosas, etcétera.
Es de toda pertinencia recordar en este momento lo dicho al apreciar
la norma fundamental contenida en el artículo 1.II en cuanto a que la
inobservancia de una regla de garantía establecida a favor del imputado no
podrá ser hecha valer en su perjuicio (la ley 12.734 en su artículo 162
explícitamente agregaba bajo el nombre de “Exclusiones probatorias”, que
“Carecerá de eficacia la actividad probatoria cumplida vulnerando garantías
constitucionales. La ineficacia se extenderá a todas aquellas pruebas que,
con arreglo a las circunstancias del caso, no hubieran podido ser obtenidas
sin su violación y fueran consecuencia necesaria de ella”).
-

Acuerdo entre las partes para declarar como comprobado un


hecho.

Señala en su último párrafo el artículo 159 Código/ley 12.734 que


“...Cuando se postule un hecho como notorio, el Tribunal, con el acuerdo de
las partes, podrá prescindir de la prueba ofrecida para demostrarlo,
declarándolo comprobado. El acuerdo podrá ser provocado de oficio por el
Tribunal...”.
Esta norma no ha sido colocada en vigencia por la ley 12.912, de lo
que se sigue que podrían caber dudas respecto a su aplicación actual.
Cabe sin embargo observar que no se encuentra prohibición alguna
para el logro de acuerdos como los en ella tratados, y que, en cambio, la
posibilidad de obtenerlos cuadra perfectamente en la norma fundamental del
artículo 7.III, en cuanto propenden justamente a la simplicidad y abreviación
del proceso.
Así las cosas, aún en ausencia de regla específica deben aceptarse
acuerdos como los referidos, con base en la citada norma fundamental.
Con consentimiento de todas las partes constituidas, logrado por
iniciativa común o de alguna de ellas, o también por impulso del juez, se
podrá declarar como comprobado un hecho, prescindiendo de prueba.
El acuerdo deberá ser consignado, con detalle, en acta.
-

Interrogatorios

La forma de interrogar a peritos, asesores técnicos, testigos e


intérpretes, se encuentra en el artículo 471, siendo además aplicables las
reglas del 261.
Será así que tras la convocatoria que del sujeto a interrogar como
órgano de la prueba deberá ordenar el juez a propuesta de la parte, se
cumplirán los siguientes pasos: a) justificación de su identidad, b) advertencia
acerca de las penas con que se castiga el falso testimonio, c) juramento o
promesa de decir verdad -con excepción de los inimputables por minoridad,
dice el art. 261- y, d) interrogatorio acerca de las generales de la ley. Estos
pasos se cumplen por el juez o presidente del tribunal, con la colaboración
del secretario presente.
Sigue luego: e) interrogatorio directo por la misma parte que hizo el
ofrecimiento, y f) contrainterrogatorio por las demás partes. Estos
interrogatorios son llevados a cabo en forma directa por las mismas.
En este momento las funciones de control de la producción de la
prueba y dirección del debate conferidas al juez por el artículo 462, se acotan,
ya que, habiéndose formulado una pregunta, no puede él de oficio impedirla o
reformularla, sino que son las partes quienes con su oposición pueden
habilitarlo al efecto. Cuenta sin embargo el juez con la posibilidad de
convocar a las partes a una conferencia privada para esclarecer lo que está
ocurriendo y llamar al orden.
Las oposiciones de parte pueden basarse no solo en la impertinencia
de lo preguntado, sino también en la forma intimidatoria, acosadora o
sugerente ínsitas en la formulación del interrogante (comprendiéndose no
solo a las palabras utilizadas sino todo el lenguaje corporal), ya que si lo
primero haría a la innecesariedad del conocimiento, todo lo último podría
adquirir potencia para influir en el relato del declarante llevándolo a exponer
de modo distinto al que lo haría en situación de libertad anímica.
No se encuentran en el texto del Código, ni se hallarán en el de la ley
12.734, criterios claramente establecidos para la formulación de oposiciones.
Sin embargo, ha de tenerse presente que por remisión efectuada por el
artículo 298, rigen las disposiciones del artículo 204 del Código de
Procedimientos Civil y Comercial relativas a que “...En la audiencia respetiva,
a pedido de parte o de oficio, el juez podrá variar, sin lugar a recurso alguno,
los términos en que han de ser formuladas las preguntas. Estas no podrán
involucrar o sugerir una respuesta. Tampoco contener expresiones de
carácter técnico, salvo que fueren dirigidas a personas capacitadas. En
ningún caso se admitirán ampliaciones sobre hechos que no hubieren sido
materia de las formuladas o que no versaren sobre las circunstancias
expresadas en las respuestas. Esta restricción no rige para el juez ni para la
parte contraria de la proponente...”
Será en esas pautas, relacionadas con el principio de ejercicio -en
igualdad de condiciones- del derecho de ofrecer y controlar la producción de
prueba, donde se hallará la base para el sostén de las objeciones y
oposiciones, aunque, en resguardo de la imparcialidad del juzgador, éste no
podrá preguntar, ni reformular o ampliar preguntas -cual prevé el
ordenamiento procesal civil-, salvo que se afecte el orden o la dignidad del
interrogado.
Lo expuesto requerirá la adquisición de nuevas habilidades y modos
de actuar en todos los protagonistas del procedimiento. Los jueces,
abandonando resabios inquisitivos, deberán acostumbrarse a dirigir el
proceso pero no a sustituir a las partes, estando siempre atentos para poder
resolver objeciones. Los fiscales y defensores, deberán a su vez asumir
plenamente el carácter adversarial de la nueva forma de enjuiciamiento,
reconociendo que son ellos y solo ellos los que deberán decidir de acuerdo a
sus intereses, cómo presentan su caso y plantean los interrogantes u
objeciones.
Entre otras, serán objetables las preguntas sugestivas (positivas o
negativas), las capciosas, las engañosas, las confusas o ambiguas que
permiten respuestas equívocas o confunden al declarante, las impertinentes
porque no hacen a lo debatido, y las que tratándose de testigos comunes
solicitan opiniones.
Así como pueden presentarse objetos materiales -previamente
aceptados por el Tribunal- para el reconocimiento por los declarantes, pueden
recordárseles a ellos exposiciones formuladas fuera del debate, sea para
ayudarlos en su memoria, sea para sentar bases para demostrar su
mendacidad o inconfiabilidad.
Todo lo dicho exigirá una capación especial en técnicas de litigación.
El abundante material doctrinario y jurisprudencial procedente en
especial del sistema anglosajón pero ya también de otros países, será de
extraordinaria utilidad.
Al igual que durante todos los actos del debate, pero particularmente
en los interrogatorios, los asistentes a la audiencia deberán guardar silencio,
evitando conductas intimidatorias, provocativas, contrarias al decoro, como
también la producción de disturbios o la exteriorización de opiniones o
sentimientos (artículo 461). Todo esto podría afectar al declarante,
correspondiéndole al juez, en cumplimiento de sus funciones (460) velar por
su control o represión.
Los interrogatorios se cumplen en forma separada, manteniéndose
alejados e incomunicados a los que deban declarar en la misma audiencia
(art. 260), debiendo todos permanecer en la sede del tribunal hasta que
concluya la misma, salvo disposición en contrario (art. 263)-
-

Lectura de actas y documentos

La lectura de actas y documentos es posible, conforme a las reglas


del artículo 472.
Pese a que el segundo párrafo del citado artículo parece permitir una
actuación de oficio del juez ordenando lectura de actas, lo cierto es que
siempre rige la veda para semejante actuación oficiosa. Nos remitimos a este
respecto a lo ya dicho en “La intervención del juez ordenando pruebas o
interrogando” y en “”Preservación de la imparcialidad del juez”.
Lo que puede leerse en la audiencia, a propuesta de parte, son
solamente: a) actas y dictámenes periciales, b) actas que contengan pruebas
producidas durante la Investigación penal preparatoria y, c) actas que
documenten pruebas practicadas antes de la audiencia del debate.
Ya censuramos la posibilidad de introducir por lectura actos
instructorios (v. “Introducción por lectura de actos de la instrucción”), pero no
es a esto a lo que alude el precepto bajo estudio.
Las actas cuya lectura permite el artículo 472 son las de la
investigación penal preparatoria (propia del Código/ley 12.734) y no las de la
instrucción formal que se ha mantenido en vigencia.
En la investigación penal preparatoria los actos de prueba
documentados son solo los irreproducibles, y no otros, justificándose respecto
a ellos la inclusión por lectura en el debate en mérito a las circunstancias
particulares que llamaron a su producción de tal manera y a los recaudos
bajo los que fueron cumplidos. No ocurre lo mismo con la instrucción formal,
respecto de la cual si se permitiera la introducción por lectura de sus actas,
resultarían palmariamente violados los principios de oralidad, inmediatez y
publicidad, propios todos del debido proceso, no negociable (artículo 7.III,
parte final).
La última parte del artículo 472, al referir a la incorporación por lectura
de actas que documentan las pruebas practicadas antes de la audiencia del
debate, tampoco refiere a las pruebas de la instrucción formal, sino al anticipo
jurisdiccional de prueba, que tiene cabida bajo las previsiones del artículo 453
conforme viéramos al interpretar restrictivamente “La instrucción
suplementaria”.
Debemos ser enfáticos en esto: fuera de los casos excepcionales
reconocidos, no habrá de permitirse la introducción por lectura de otros actos
en el debate, so pena de invalidación por afectación de las garantías
constitucionales de control de producción de la prueba y de enjuiciamiento
público.
Deberán las partes velar celosamente por el respeto de esto.
-

Inspección judicial

El artículo 473, siempre bajo la exigencia del previo pedido de parte,


contempla la posibilidad de que se realicen inspecciones oculares de lugares
o de cosas, señalando que en tales casos el acta labrada será leída luego en
la audiencia.
Obviamente el precepto refiere a inspecciones que se deben practicar
fuera de la sala de audiencia y no las que puedan llevarse a cabo dentro de
ella, para las que rigen las reglas generales.
Debe hacerse presente que aunque el Tribunal puede disponer
celebrar la audiencia en lugar distinto al de su sede natural, ello nunca debe
significar una forma de inspeccionar, de oficio, lugares.
Pese a ser posible la existencia de un tribunal colegiado, no se admite
la delegación de la inspección en uno de sus jueces.
Las inspecciones podrán requerir conocimientos especiales o
disposición de materiales técnicos, en cuyo caso las partes deberán formular
los requerimientos respectivos.
Para la realización de la inspección se suspenderá el debate o se
instrumentará, según las necesidades, un simple receso (artículo 458.5),
-

Discusión final

Bajo ese nombre se trata en el artículo 475 de los alegatos finales.


Coincide la doctrina en destacar la suprema importancia del acto.
La discusión final puede llevarse a cabo recién luego de terminada la
recepción de la prueba admitida, y de cumplirse un paso formal
expresamente establecido: preguntar a las partes si están en condiciones de
producir sus alegatos.
Si la respuesta al interrogante es negativa deberá quien así se
pronuncie pedir una suspensión del debate (art. 458.5), quedando librado al
prudente criterio judicial la decisión pertinente.
Nuevamente se establece como orden para la formulación de los
alegatos el de los acusadores -oficial y/o particular- y la defensa.
Las conclusiones deben manifestarse oralmente, aunque como vimos
pueden consultarse esquemas o apuntes orientativos, que sin embargo no
pueden leerse, salvo las excepciones establecidas en el artículo 457 (v.
“Audiencias – Oralidad”).
Habilita el Código a la división de tareas entre hasta dos fiscales o
defensores (cc. art. 86). Debe hacerse esto extensivo hacia la eventual
querella.
Finalizados los alegatos de cada parte, la o las contrarias podrán
ejercer el derecho de réplica, pero limitado a la refutación de los argumentos
del adversario.
En este momento es cuando las partes recogerán los frutos de su
estrategia y harán los máximos esfuerzos argumentativos en pro de sus
intereses.
Pese a que se estará frente a un juez técnico, sobre el que quizás no
influya tanto el aspecto emocional como sobre un jurado popular, lo cierto es
que la habilidad argumentativa de las partes puede signar el éxito o el fracaso
de sus pretensiones, ya que la destreza (oratoria, expositiva, gestual,
etcétera) fatalmente tendrá incidencia.
El descuido en la presentación de los alegatos finales puede pues ser
fatal.
Apartándose de otros ordenamientos procesales, el nuestro no regula
en el trance que consideramos el deber de preguntar al imputado si tiene algo
que manifestar, lo que por supuesto no priva al mismo de la posibilidad de
reclamar manifestarse. La omisión responde a la simple circunstancia de que
no es forzosa la comparecencia del imputado en este momento del juicio,
puesto que, como vimos al tratar la rebeldía (artículo 80, segundo párrafo),
habiendo concurrido a la audiencia inicial, no solo puede permitirse su
alejamiento transitorio, sino que debe proseguirse el juicio ante su ausencia
(que no es lo mismo que un juicio en total contumacia, ya que conoció lo
imputación y tuvo oportunidad de defenderse personalmente al concurrir a la
primera audiencia).
El debate se clausura con una declaración formal en tal sentido,
pronunciada por el juez dando por cerrado el mismo, con efectos preclusivos.
Tal como luego veremos, este acto de clausura deberá ser
acompañado por la citación para la lectura de la decisión.

68
Acta del debate

Finalizado el debate exige el artículo 476 la realización de un acta


referida al mismo.
Puede señalarse que en la actualidad la importancia de ella se
encuentra en la necesidad, por imperativo constitucional, de compatibilizar la
existencia de un juicio oral, con una instancia recursiva que no puede
limitarse al control de la sentencia sino que debe permitir estudiar todo el
desarrollo de los procedimientos (todas las cuestiones debatidas y
analizadas).
Para que ello sea posible es que se necesita un acta que refleje las
circunstancias del debate, no en minucia tal que desmerezca el principio de
oralidad, pero sí en grado suficiente como para permitir conocer la realidad de
los datos de que da nota.
La elaboración del acta se pone a cargo exclusivamente del secretario
actuante en el debate; puede ser practicada durante el desarrollo del mismo
y, en su caso, en sucesivos momentos (incluso por distintos secretarios, si
varios tuvieron intervención), no habiendo obstáculos para que utilice
registros aptos para su confección. Todo se integrará en una sola acta final.
Es manifiesta la correspondencia existente entre los requisitos que
hacen a la conformación de esta acta, y los distintos pasos establecidos
antes como actos del debate
Los enunciados del acta son predominantemente formales. Así, se
requiere detalle de los órganos y medios de prueba, pero no la inclusión de
los contenidos o textos de las declaraciones; no obstante, en cualquier caso
el juez podrá ordenar o las partes requerir, la anotación de menciones de
importancia.
Las registraciones (la documentación) de actos que puedan haberse
producido, no se transcribirán textualmente, pero sí se dará cuenta de su
existencia.
Es requerido en cambio un detalle de las instancias y síntesis de las
pretensiones de las partes, lo que tampoco implica relato textual de las
expresiones utilizadas al efecto, sino transcripción de los enunciados
principales para marcar la operatividad del principio procesal de congruencia
y dar cuenta del respeto de sus derechos.
Aunque doctrinariamente subsiste una discusión sobre su necesidad,
parece conveniente ante el logro de acuerdos sobre el reconocimiento de un
hecho como notorio, dejar cuenta del mismo.
-
Como bien señaló D'Albora “...Las posibilidades de impugnar lo
actuado se esfuman si no se hace constar en el acta lo percibido en la
audiencia...” (“Código Procesal Penal-Comentado”-pg. 517). Esto denota la
relevancia del documento y la atención que las partes deben prestar a sus
contenidos antes de suscribirlo, cabiendo en tal momento la posibilidad de
que insten el añadido de los menciones que juzguen necesarias (artículo 470,
inciso 6).
Como el acta constituye un documento público, da fe de sus
enunciados (claro es que con el limitado alcance que a los mismos otorgan
los distintos incisos del artículo 476), cabiendo contra él solo la argución de
falsedad.
-

69
Sentencia

Terminados los actos del debate y suscripta el acta respectiva, se abre


un nuevo y distinto tiempo, el “momento de la decisión” en palabras de Clariá
Olmedo.
Conforme a nuestro ordenamiento, en él podemos hallar tres pasos a
cumplir: 1) citación para la lectura de la decisión, 2) deliberación, 3) lectura de
la sentencia.
-
Citación para la lectura de la decisión

El Código establece que antes de pasarse a deliberar, ya debe citarse


a las partes para la lectura de la decisión. Esto significa que semejante
convocatoria deberá efectuarse al clausurarse el debate.
Se fija un plazo máximo de dos días (hábiles) para esa lectura,
tratándose de un plazo insuperable porque violaría la inmediatez requerida.
Pese a que se regula relativamente por separado (en el tercer párrafo
del mismo artículo 477) lo cierto es que la invalidación prevista para la
decisión atendiendo al vencimiento de plazos, es aplicable también a este
momento, es decir que solo la fuerza mayor habilitaría no leer la decisión en
la oportunidad que se fijó, hipótesis ante la cual deberá fijarse una nueva
audiencia para la lectura dentro de los tres días, con comunicación a la
Cámara de Apelaciones.
No debe procederse sin deliberación, a la adopción y lectura de
decisiones, puesto que ello daría sustento a impugnaciones por arbitrariedad.
-

Deliberación

Es este un momento en que podrían reconocerse etapas


diferenciables, a saber: una de reflexión o discusión sobre lo ocurrido en el
debate y los puntos que deben resolverse, otra de toma de decisiones sobre
los extremos que correspondan, y una final de instrumentación o
formalización de lo decidido.
La deliberación debe ser cumplida exactamente por el mismo tribunal
que ininterrumpidamente intervino en el debate. La ley admite la asistencia al
mismo del secretario (no de otros asistentes, aunque sean jurídicos), pero su
acceso lo resuelve el propio tribunal; la presencia eventual del secretario no
le permite, por supuesto, terciar en la faz decisional.
Siempre el debate debe ser secreto, porque ello hace a la
preservación de la imparcialidad de los juzgadores. Solo la fuerza
mayor permite suspenderlo, y por un lapso no mayor de tres días so pena de
invalidación (que arrastrará al debate), debiéndose en tal caso comunicar la
suspensión y su causa, a la Cámara de Apelaciones.
La deliberación debe tratar, en forma sucesiva, los presupuestos
procesales que hacen a la validez y subsistencia de la acción, las cuestiones
de participación y responsabilidad penal, las de encuadramiento jurídico del
hecho, las de punibilidad y, finalmente, las de costas.
El artículo 478 suministra un orden, no imperativo sino simplemente
indicativo u orientador, de tratamiento de cuestiones.
La deliberación apreciará “...únicamente la prueba recepcionada
durante el debate...” (478), y de modo legítimo (478.I inc. 2).
El sistema valorativo es siempre el de la sana crítica racional.
-
Concluye lógicamente la deliberación en la adopción, fundada, de la o
las decisiones indispensables y que liminarmente fueron establecidas.
Prescribe la Constitución de nuestra Provincia que las sentencias
“deben tener motivación suficiente, so pena de nulidad”, lo que alerta sobre la
necesaria presencia en ellas de dos elementos integrativos: la parte
dispositiva o fallo (decisión que puede referir solamente a cuestiones
procesales y/o a ellas seguidas por las cuestiones de fondo sobre la
imputación penal), y la expresión de sus fundamentos (circunstanciada
motivación de lo resuelto sobre los elementos probatorios legítimamente
incorporados al debate, idónea para posibilitar la instancia recursiva).
Como no se regula una cesura del debate que permita separar el fallo
sobre la culpabilidad del fallo sobre la punibilidad, ambas cuestiones deberán
ser aquí tratadas.
Obviamente adquiere en esto máxima importancia el respeto del
principio procesal de congruencia (artículo 478.III) enunciado aquí en forma
parcialmente distinta al artículo 402.II que alude a la posibilidad de que un
cambio de calificación jurídica habilite la aplicación de una pena superior a la
solicitada por el fiscal. El estricto respeto al principio de congruencia
determina sin embargo que no pueden superarse los límites de atribución de
hechos en su aspecto fáctico ni los de la pena la solicitada por el acusador;
es que en un proceso contradictorio, sobre esos dos extremos se entabló la
discusión y se ejerció el derecho de defensa. Cabe considerar que si el
imputado hubiese sabido de la posibilidad de que a consecuencia de un
cambio de calificación se le impondría una pena distinta, quizás hubiera
aceptado otras alternativas actualmente disponibles (acuerdos,
procedimientos abreviados).
-
Al regular el juicio oral nada dice el Código/ley 12.912 respecto a la
forma de adopción de decisiones por un tribunal colegiado ni a la forma de
resolver eventuales discrepancias entre los votos emitidos sobre la medida de
la pena. Estos temas los trataba el artículo 138 – no puesto ahora en
vigencia- del Código/ley 12.734 al señalar que “...A fin de emitir
pronunciamientos los miembros de Tribunales Colegiados establecerán los
puntos sobre los que sea necesaria decisión. Acordarán un orden lógico de
tratamiento de los mismos que permita resolver paulatinamente aquellos
cuya definición resulte presupuesto de los otros; lo que se resuelva al
respecto será tenido como definitivo a los efectos de la apreciación de los
demás temas, debiendo sobre ellos pronunciarse los jueces no obstante la
opinión que hubieran podido emitir anteriormente. Si no se obtiene mayoría
respecto al monto de la pena deberá aplicarse el término medio de todos los
votos”.
Ante ese silencio se impone arbitrar un trámite (art. 7.V) resultando
utilizable el establecido por el mismo Código en sus artículos 437 y 478.XV,
de modo tal que las decisiones se adopten por mayoría y que si no se la
obtiene sobre la escala o monto de la sanción deba aplicarse el término
medio de todos los votos.
La decisión de la mayoría obliga al eventual disidente a seguir
interviniendo en la resolución de los demás temas pendientes aceptando esa
posición mayoritaria.
-

Lectura de la decisión y de los fundamentos

El Código admite que se separe la lectura de la decisión de la de sus


fundamentos. La lectura de la decisión debe llevarse a cabo con la mayor
inmediatez posible y, ya vimos, no más alejada de dos días desde el fin del
debate. La lectura de los fundamentos, podrá diferirse en cambio hasta un
plazo no mayor de cinco días más, esto es, cinco días a agregarse a los de la
lectura de la decisión.
La lectura de la decisión se producirá volviendo el juez -el Tribunal en
pleno, en su caso- a la sala de audiencias, y procediendo a efectuarla por sí o
por medio del secretario, ante quienes allí se encuentren.
Los fundamentos no necesitan imprescindiblemente de lectura
pública. Pueden leerse conjuntamente con la decisión, pueden ser
suscintamente informados en la ocasión, o incluso pueden ser dados a
conocer posteriormente por cédula.
Esta notificación por cédula no infringe la exigencia de publicidad
establecida en el artículo 14.1 del Pacto internacional de derechos civiles y
políticos respecto a la necesaria publicidad de toda sentencia, puesto que la
decisión ya se cumplió en audiencia pública y el acta comprobatoria queda a
disposición pública.
Debe recordarse que la sentencia debe ser notificada la víctima que
no hubiere concurrido al debate (art. 108.II inciso 3) y, si no estuvo presente
el imputado, también a él en forma personal (135).
-

Requisitos de la sentencia

Obran en el artículo 478.I.


La sentencia debe ser escrita, para poder ser leída, archivada y
protocolizada.
Ya hemos analizado circunstanciadamente (v. “Sentencia” -en el juicio
común-) la razón por la que en su inciso 5 el artículo 478.I establece que en
caso de absolución, condena a pena de ejecución condicional o a pena que
se da por compurgada con la preventiva sufrida, se debe disponer la libertad
del imputado sin exigencia de caución alguna. Nos remitimos pues a lo allí
dicho.
-

70
Congruencia

Se trata de una reiteración del principio ya tratado bajo artículo 402.II


aunque en relación al juicio común o escrito.
En particular consideramos allí que el límite fáctico fijado para la
sentencia también se extiende hacia la pena.
Para evitar repeticiones innecesarias nos remitimos a lo entonces
expresado (v. “Congruencia”-en el juicio común-).
-
71
El derecho al recurso, en el juicio oral

Dispuso la ley 12.912 en su artículo 4, inciso 13, que “Cuando la


causa se sustancie por juicio oral, y en lo pertinente, se aplicarán el Capítulo
V del Título I del Libro II y Título III del Libro V”; de tal modo puso en vigencia,
aunque solamente para esos supuestos, las reglas sobre plazos y sobre el
recurso de apelación que contiene el Código/ley 12.734.
En lo que ahora interesa, esto determina la coexistencia de dos
distintos sistemas regulatorios del recurso de apelación, uno el previsto para
hipótesis de enjuiciamientos comunes o juicio escrito (artículos 420 a 443), y
otro el establecido para enjuiciamientos orales (artículos 478.VI a 478.XX).
Semejante situación no es frecuente, pero no debería sorprendernos
demasiado, puesto que en definitiva no es sino una previsible consecuencia
del mantenimiento de las dos formas de enjuiciamiento -oral y escrito- que ya
traemos desde el Código/ley 6740 y que cuentan también con reglas propias
y distintas.
Al igual que lo ocurrido con las formas de enjuiciamiento, nos
encontramos ahora respecto del recurso de apelación con un conjunto de
reglas que son comunes y se aplican a todas las causas (son las
“Disposiciones generales” atinentes a las impugnaciones, y las relativas a la
“Reposición” (artículos 404 a 419) y otras que son excepcionales y solo se
utilizan para casos de recursos de tal tipo interpuestos durante la
sustanciación de un juicio oral. Para estas últimas, además, los plazos se
tratan en forma diferente, tal como ya vimos (artículos 454.I a 454.VII).
Para determinar el uso de las reglas excepcionales no basta con que
sea posible u obligatorio el juicio oral, ni con que se hayan oralizado algunos
momentos de los procedimientos, sino que es exigencia que se haya
efectivamente sustanciado en forma oral el juicio, dato éste que limita el
campo de actuación de esta regulación a los recursos deducidos durante la
etapa del juicio propiamente dicho, excluyendo los recursos de la etapa
instructoria, salvo que, con base en la mayor amplitud del derecho de defensa
e invocando la posibilidad de opción establecida por la ley 12.912, se requiera
que incluso para apelaciones interpuestas dentro de procedimientos escritos
-en la etapa instructoria o del juicio- se empleen las nuevas reglas sobre
apelación.
-

Características del recurso

“Durante el proceso, toda persona tiene derecho ...de recurrir del fallo
ante juez o tribunal superior...” (Declaración americana de derechos
humanos, artículo 8.2.h); “Toda persona declarada culpable de un delito
tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto
sean sometidos a un tribunal superior, conforme a lo prescripto por la ley...”
(Pacto internacional de derechos civiles y políticos, art. 14.5).
Pese a que antes de la reforma constitucional de 1994 se había
entendido que de la Constitución de la Nación no se derivaba en grado de
necesidad la existencia de una doble instancia (otra parece ser la conclusión
dentro de la Constitución de nuestra Provincia de Santa Fe, porque en su
artículo 83 establece las Cámaras de Apelación), la vigencia de los dos
preceptos antes transcriptos forzó la búsqueda de un recurso que les diera
satisfacción.
-
Los sistemas escrituristas de enjuiciamiento, por su propia índole,
permitían un recurso de apelación en donde el tribunal de segunda instancia
se hallaba en iguales condiciones de estudiar y valorar el caso que el de
primera; esto así porque todo constaba en actas. Como se supo decir, era
perfectamente posible “una segunda primera instancia” (Binding),
supuestamente mejorada porque se imponía la intervención de un tribunal
colegiado con una esperable calificación superior. La contrapartida de esto se
hallaba en las insuperables dificultades para lograr una verdadera publicidad
de los actos del proceso y en la falta de inmediatez de el o los juzgadores,
con su secuela de desconocimiento directo de la situación y de las personas,
de delegación de funciones para que todo se pudiera escribir, y de colocación
a los fedatarios en necesidad de incurrir en continuas falsedades ideológicas
al certificar presencias de jueces ausentes por imposibilidad de estar en
varios lugares al mismo tiempo.
Los sistemas de juicio oral solucionaban limpiamente los defectos
imputados al escriturista a través de la imposición de efectiva publicidad,
oralidad e inmediatez y prohibición de valorar prueba no producida en el
debate, pero, precisamente por todo ello, obstaban a la eventualidad de un
recurso de apelación pleno, ya que el tribunal de segundo grado solo podía
conocer lo que constara en el acta de debate y en la sentencia. Era
claramente, un tribunal “peor informado” que el de primera instancia.
Pareció posible lograr una síntesis superadora de la situación merced
al establecimiento de un régimen en el que, ahorrando recursos, el tribunal
“de segunda instancia” actuando como instancia única realizara directamente
el juicio, eliminándose la apelación para establecer un recurso de casación
destinado a asegurar el respeto de la ley y procurar alguna uniformidad en la
jurisprudencia. Este fue el esquema que en general prevaleció.
Pero la situación varió, primero cuando se reconoció carácter de
garantía constitucional al derecho al recurso (Convención americana de
derechos humanos:8.2.h; Pacto internacional de derechos civiles y políticos:
14.5) y luego radicalmente cuando la Corte Interamericana de Derechos
Humanos se pronunció (“Herrera Ulloa”) estableciendo que el tradicional
recurso de casación era insuficiente para satisfacer el “derecho al recurso”
porque no permitía una revisión integral del fallo al dejar de lado la
revalorización de la prueba y las cuestiones de hecho.
A partir de ese momento, y habiendo sido ya antes descalificado
internacionalmente como suficiente a los efectos pretendidos el recurso
extraordinario de inconstitucionalidad (“Maqueda”), fue necesario concebir un
recurso que permitiera cubrir los reclamos.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación (“Casal”) reconociendo que
“...en el estado actual de la legislación procesal de la Nación...” el recurso de
casación era la vía a la que se podía recurrir (en su voto la Dra. Highton de
Nolasco agregó que ello debía ser así hasta que se reformara la legislación
procesal penal “...de modo de sustituir el recurso de casación -como ha
quedado dicho de carácter extraordinario y limitador- por un recurso ordinario
que permita al tribunal superior un examen integral de la decisión recurrible a
través de un amplio conocimiento de la causa...”) aconsejó superar el
problema con una nueva exégesis de las disposiciones aplicables empleando
la teoría del máximo rendimiento posible, de modo de imponer un
agotamiento de la capacidad revisora conforme a las posibilidades y
particularidades de cada caso, revisando todo lo que fuera posible revisar.
Este criterio de la Corte Suprema fue seguido en las distintas
provincias argentinas que ya registraban en su legislación recursos de
casación.
Como la provincia de Santa Fe no tenía establecido un tal recurso, su
legislador se encontró en libertad para regular uno que, sin importar el
nombre (“Herrera Ulloa”) diera satisfacción a los reclamos de los pactos
constitucionales. Optó entonces por mantener para el mismo la tradicional
denominación de “recurso de apelación”, atendiendo indudablemente a que la
Constitución de la Provincia reclama en su artículo 83 la existencia -salvo
tribunales de colegiados de instancia única, que no eran del caso- de
“Cámaras de Apelación”, aunque, y esto es lo realmente importante,
reformulando sustancialmente su contenido, tal como por vía interpretativa se
estaba reformulando en otras jurisdicciones el recurso de casación.
Es así como el actual recurso de apelación de nuestra Provincia debe
ser entendido en relación al inculpado como una garantía constitucional
establecida en su favor, idóneo para cumplir las exigencias constitucionales
relativas a la existencia de un recurso ágil y sencillo, que permite la revisión
por otro tribunal, de la sentencia, de los autos procesales más importantes, y
de la idoneidad y legalidad de la prueba.
-
¿Puede apelar el fiscal con la finalidad de agravar la situación del
inculpado?

Aunque ya referimos al tema (v. “Recurso del fiscal”) insistimos en


señalar que a nuestro entender si bien es claro que el fiscal no cuenta dentro
del plexo normativo de la Constitución Nacional integrada, con un derecho a
la doble instancia, sí lo puede lograr a través de la ley común y eso es lo que
ha ocurrido en nuestra provincia.
Pese a que prestigiosos autores interpretan al principio non bis in
idem como que solo permite un intento de persecución, que se agota con la
sentencia de primera instancia (tesis designada vulgarmente como de la
única “bala de plata”), no compartimos tal tesitura.
La prohibición de doble juzgamiento o doble persecución penal, tal
como se encuentra formulada en los pactos internacionales con jerarquía
constitucional, no resulta quebrantada por la posibilidad de que, impugnando
en término una sentencia, el fiscal logre la posterior condena del imputado o
la agravación de la ya impuesta. Ello porque para adquirir operatividad, el
principio non bis in idem requiere la existencia de una “sentencia firme”
(Convención americana sobre derechos humanos: 8.4; Pacto internacional de
derechos civiles y políticos: 14.7), y conforme a nuestro ordenamiento interno
esa firmeza no se logra hasta haberse agotado las posibilidades recursivas
comunes. A igual conclusión se llega atendiendo al sistema de los pactos
internacionales, dado que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
señalado “...que el proceso penal es uno solo a través de sus diversas
etapas, tanto la correspondiente a la primera instancia como las relativas a
instancias ulteriores...” (“Castillo Petruzzi”, “Herrera Ulloa”), de lo que se sigue
que hasta tanto no se haya agotado la instancia recursiva que los propios
Pactos prevén, no se puede considerar terminado el proceso (terminado el
juicio), ni, por tanto, puede hablarse de un doble juicio si es que esa segunda
instancia reenvía a juicio la causa, ya que todo lo que estaría haciendo es
ordenando la reproducción de una etapa constitutiva de un mismo y único
proceso.
La referencia prohibitiva de la doble “persecución” del artículo 4 de
nuestro Código Procesal Penal, es deliberadamente más amplia que la
simple prohibición del doble sometimiento a juicio, pero porque trata de dejar
en claro que está prohibido que una persona que ya ha sido condenado o
absuelta, aún sin ser lleva a doble juicio, sea molestada con un nuevo
procedimiento de investigación. Con esto, se cubre hasta la posibilidad de
“exposición al riesgo de que llegue a haber una condena” en violación al non
bis in idem.
En base al entendimiento expuesto es que consideramos que no hay
doble persecución ni doble juzgamiento cuando una persona ha sido absuelta
en primera instancia y, por no haber adquirido firmeza tal decisión en razón
de lo decidido en segunda instancia, se reenvía la causa a nuevo juicio.
Debe obviamente reconocerse que el recurso del fiscal no opera como
garantía del imputado, sino, a la vieja usanza, como control de la justicia de
una sentencia de primera instancia, pero esto no es contrario a la
Constitución.
-
La advertencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (“Kang”)
respecto a que debe apreciarse si no entra en crisis el principio non bis in
idem a través de la “...exposición al riesgo de que ello ocurra...” (que
resultaría de la anulación de una sentencia absolutoria y su reenvío a juicio,
merced a un recurso de casación), queda así cubierta, siendo incorrecto
extender esa jurisprudencia a otros casos que no son iguales a aquél donde
se emitió el pronunciamiento.
-
Dicho lo anterior, no puede dejar de reconocerse que al otorgarse
capacidad recursiva al fiscal, se produce una relación de tensión con otras
garantías del imputado, cuales las atinentes a ser juzgado en un plazo
razonable, a poder recurrir ante una eventual condenación, a que no se haga
operar en su perjuicio la violación de una garantía, y a un proceso público con
inmediatez, mas se trata de tensiones que no llegan al grado de
contradicción. No incluimos en esta nómina al principio non bis in idem,
porque ya hemos considerado que no resulta violado.
Ninguna duda cabe de que el inculpado tiene derecho a ser juzgado
en un plazo razonable, pero ello se satisface evitando que el recurso insuma
un tiempo excesivo de tramitación (para lo cual nuestro Código prevé un
procedimiento ágil y la posibilidad de resolver directamente) y, además,
bloqueando, como hace el artículo 478.XVII, la posibilidad de impugnarse una
nueva sentencia absolutoria (este sentido encontramos en la prohibición
referida, y no el reconocimiento de que se ha configurado el “doble conforme”
a que alude Julio Maier).
Debe contar siempre el imputado con la posibilidad de recurrir ante la
eventualidad de una condena tras la revocación de la primera absolución,
mas ello se cubre impidiendo que el tribunal del recurso sea el que pueda
condenar -lo que reclamaría una inexistente “tercera instancia”- estableciendo
al efecto que si revoca o anula debe reenviarse la causa a primera instancia,
donde en juicio público, con intervención de otro juez que mantenga su
imparcialidad y que tenga inmediatez con la producción de la prueba, se
realice un nuevo enjuiciamiento que pueda recurrirse de modo común.
No pueden cargarse a la cuenta del inculpado las consecuencias de la
violación de una garantía establecida en su favor, ni hacerse en tal caso
volver sin su consentimiento el procedimiento a etapas superadas (artículo
1.II), esto es claro; pero el imputado no cuenta con ninguna garantía
constitucional que obste a la concesión al fiscal de la capacidad recursiva de
que tratamos -porque ya vimos que no es doble juzgamiento-, y, si el tribunal
de apelación comprueba que debe anular una sentencia por haberse violado
una garantía del imputado, deberá en ese caso particular hacer actuar el
principio, impidiendo retrotraer la causa a etapas precluidas, para ponerle sin
más fin. Esto último, sí, debemos reconocer que es particularmente
importante y limita en mucho el ámbito de operatividad del recurso.
“La inobservancia de una regla de garantía establecida a favor del
imputado no podrá ser hecha valer en su perjuicio, ni podrá ser utilizada para
retrotraer contra su voluntad, el procedimiento a etapas anteriores”, dice
textualmente el artículo 1.II, con lo que, y si tenemos en cuenta que una gran
cantidad de causas son resueltas en segunda instancia reconociéndose
violaciones de garantías, en todas ellas será imposible ordenar un reenvío a
juicio.
Esto exigirá estar muy atentos a fin de indicar y precisar la probable
violación de garantías.
Es interesante recordar a este respecto, y como valiosa pauta
orientativa para futuras decisiones, el voto del Dr. Petracchi en “Polak”
destacando que la declaración de nulidad de un fallo por falta de
fundamentación, impide el reenvío, porque la exigencia de fundamentación
está impuesta en favor del imputado.
-

¿Qué es revisable a través del recurso?

Esta pregunta resultó y aún resulta angustiante cuando se trata de


reinterpretar el recurso de casación a fin de que cubra las nuevas exigencias
constitucionales, pero entre nosotros será de sencilla respuesta.
Nuestro recurso de apelación es un recurso amplio, que permite el
examen de todas las cuestiones fácticas y jurídicas, en cuya tramitación
además es posible la producción de prueba con la consiguiente necesidad de
apreciar su influencia sobre el panorama probatorio antes existente y sobre la
decisión impugnada. Señala en tal sentido el artículo 478.X que el contenido
del recurso interpuesto podrá referir a “errores de juicio”, y a “disposiciones
legales que se consideren violadas o mal interpretadas”, agregando que se
podrá producir prueba (478.XIII) que obviamente deberá luego ser valorada.
Siendo ello así, todo será revisable, salvo aquello que por razones
materiales no lo pueda ser, cual la impresión que pudieron causar los testigos
al tribunal de primera instancia y que no haya sido consignada en la decisión
ni surja de la documentación de las audiencias.
La teoría del máximo esfuerzo revisor posible, aconsejada por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación para reformular el recurso de casación, es
para nosotros rescatable solo en cuanto indica al tribunal de segunda
instancia el deber de estudiar y valorar todo lo que sea posible.
En este trance la documentación que debió haberse producido de lo
ocurrido durante las audiencias (v. “Las audiencias”-”Documentación”) tendrá
máxima importancia. No estaremos de tal modo, como alguna vez se dijo
críticamente, ante una sustitución del juicio escrito por un juicio filmado o
grabado, porque no será esa la finalidad que tendrá la documentación en
cuestión.
La documentación será útil para que el tribunal de segunda instancia
pueda considerar la sustentabilidad del juicio producido, y no otra cosa. No
reemplazará ese tribunal al de primera instancia porque no habrá tenido
inmediación con la prueba. El tribunal de apelación no realizará tampoco un
nuevo juicio porque no cuenta con acceso directo a los elementos probatorios
incorporados y debe respetar el principio de inmediación, pero, sobre la base
de los registros de actos y actas disponibles, podrá pronunciarse sobre la
necesidad -o no- de celebrar un nuevo juicio.
Resulta sobre el punto muy esclarecedora la opinión de Luis M.
García (“El derecho a recurrir contra la sentencia en la Convención
americana sobre derechos humanos. La Corte IDH habla sobre su alcance
pero se queda a mitad de camino”, en “Revista de Derecho Penal y Procesal
Penal”, mayo 2005)), que fuera formulada en los siguientes términos: “...
no veo objeción de principio a configurar un recurso en el que las actas del
juicio constituyan un elemento de control de la inatacabilidad de la primera
sentencia, siempre que el tribunal del recurso no pueda dictar una absolución
o condena, sino meramente confirmar la sentencia recurrida, o, en su
defecto, ordenar la realización de un nuevo juicio, en condiciones de
inmediación, concentración, oralidad y publicidad (211). No se trataría de una
revaloración total de toda la prueba, a fin de emitir un veredicto de
culpabilidad o inocencia, sino de controlar, por esa vía mediata, si la
sentencia puede ser considerada resultado racional de un juicio justo, y, de lo
contrario, al solo fin de ordenar uno nuevo...” (211: “Así se procede en el
sistema anglosajón, reenviando a un nuevo juicio cuando sobre la base de
las transcripciones del anterior se determina la violación de un derecho
fundamental o una denegación de justicia a la luz de las pruebas disponibles.
Por lo demás, lo que digo en el texto podría estar en línea -mutatis mutandi-
con las observaciones del Comité de Derechos Humanos en los casos
“Perera, Francis v. Australia”, “Werenbeck, Klaus v. Australia”, “Bryhn, Mónica
v .Noruega” y “Romanov, Sergei N. v. Ucrania”, a los que me referí supra,
punto II. f, en los que consideró innecesaria la apertura a prueba o una vista
de causa en la instancia de apelación. Si a ello se suma que en “Pinkney,
Larry James v. Canadá” el Comité consideró decisivo para la efectividad del
recurso la disponibilidad en tiempo oportuno de las transcripciones de las
audiencias de juicio, podría concluirse que la posibilidad de un reexamen
mediatizado, por vía de esas actas, siempre que sean exhaustivas de los
elementos de prueba, satisfaría el derecho a recurrir de la sentencia en los
términos exigidos por el art. 14.5 y, por reflejo -según lo entiende la Corte-
IDH, también por el art. 8.2.h”.
Puede en conclusión señalarse que confrontando la documentación
de las audiencias, con las expresiones de las partes y la nueva prueba que
pudo incorporarse, el tribunal de segunda instancia podrá estar en
condiciones de pronunciarse con la plenitud requerida para satisfacer el
constitucional “derecho al recurso”, actuando como garantista control del
juicio oral producido, para ordenar si es necesario uno nuevo, que será
definitivo.
Veamos pues en detalle a este recurso de apelación.

72
Apelación

Ya indicamos que aún con relación al juicio oral, permanecen vigentes


las disposiciones sobre impugnaciones y reposición a que aluden los artículos
444 a 446 del viejo código, sustituyéndose únicamente las propias del recurso
de apelación.
Deben en consecuencia tenerse por reemplazadas las reglas
contenidas en los artículos 420 a 443 del Código/ley 6740, por las de los
artículos 478.VI a 478.XX de este nuevo Código.
Aludimos también a la posibilidad de optar en todos los casos por las
nuevas disposiciones.
-

Procedencia

Los supuestos de procedencia contenidos en el artículo 478.VI habían


sido encontrados por la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia dentro del
antiguo artículo 410. Así: 1) los casos especialmente previstos por la ley,
estaban antes contemplados cuando se hacía referencia a “lo dispuesto en
casos especiales”, 2) “Las resoluciones que causen un gravamen
irreparable”, tenían idéntica enunciación, 3) las sentencias definitivas eran
nombradas como “sentencias de primera instancia”, 4) los actos que
resuelven “sobre la acción, la pena o una medida de seguridad” eran antes
habitualmente comprendidos dentro de las resoluciones que causaban
gravamen irreparable, y 5) con los autos que rechacen el acuerdo previsto
para los procedimientos abreviados o la suspensión del procedimiento a
prueba ocurría la mismo.
Estamos pues solamente ante un detalle más minucioso de los
supuestos de procedencia.
Se anota empero la posibilidad de recurrir por apelación “...cuando
concurra alguno de los supuestos que autorice el recurso de revisión”, esto
es, el recurso contemplado en el artículo 489 y siguientes. Obviamente esto
no implica establecer un procedimiento alternativo a la Revisión, puesto que
ésta supone la existencia de una condena ya firme, es decir no recurrible por
apelación, de modo tal que con la nueva referencia más se están planteando
motivos para sustentar un recurso de apelación que nuevas causales de
procedencia.
-

La nulidad dentro del recurso de apelación.

Según el texto del artículo 420 (Código/ley 6740) el recurso de


apelación llevaba implícito el de nulidad; esto sufre ahora una modificación en
el 478.VII, porque, salvo que se traten de defectos absolutos motivantes de
invalidación (serían las nulidades absolutas), en todos los demás casos,
como requisito de admisibilidad del planteo nulificatorio, deberá el recurrente
haber “reclamado oportunamente su subsanación” o haber “hecho protesta
de recurrir en apelación”.
El recaudo en cuestión ya era reconocido por la buena doctrina y
jurisprudencia, considerando la subsanación de los actos viciados por
nulidades relativas (artículo 161, último párrafo, y 165, último párrafo).
La regla que ahora aparece en forma categórica, adquiría definido
sentido en el sistema de invalidación del Código/ley 12.734.
-

Recurso del Ministerio Público Fiscal

Señala el artículo 478.VIII que “El fiscal podrá impugnar: 1) Los


sobreseimientos. 2) Las sentencias absolutorias. 3) Las sentencias
condenatorias. 4) Los autos mencionados en el artículo precedente” .
En el texto transcripto nos encontramos con la repetición de un error
de cita del Código/ley 12.734, porque en realidad el artículo anterior al aquí
considerado alude a las condiciones de admisibilidad de denuncias de
defectos del procedimiento, y es el 478.VI el que menciona autos
impugnables a través del recurso de apelación -son: los autos que resolvieran
sobre la acción, la pena o una medida de seguridad, y los que rechazaran el
acuerdo previsto para los procedimientos abreviados o la suspensión del
procedimiento a prueba-.
Nada debemos añadir sobre los recursos del Ministerio Público Fiscal
que no dijéramos antes (v. “Características del recurso” y “Recurso del
fiscal”).
El fiscal puede impugnar también sentencias condenatorias porque es
custodio de la legalidad.
Recuérdese que el querellante puede recurrir en iguales condiciones
que el fiscal (artículo 68, inc. 8).
-

Legitimación del imputado

Aunque atendiendo en particular a la situación del imputado, se


regulan en el artículo 478.IX todos supuestos ya deducibles de las
prescripciones del artículo 478.VI.
-

73
El procedimiento en el recurso de apelación.
Interposición

La interposición del recurso se lleva a cabo ante el mismo tribunal que


emitió el pronunciamiento cuestionado pero han variado los plazos al efecto.
El viejo Código, en su artículo 421 establecía, salvo disposición
expresa, un plazo común de cinco días para toda interposición de apelación;
ello varía en el nuevo 478.X que fija distintos plazos según los casos.
Siempre atendiendo a la fecha de la resolución (recuérdese que si se
impugna una sentencia y se difirió la lectura de los fundamentos los plazos se
cuentan a partir de esto último, conforme al artículo 477 última parte, y que lo
mismo pasa si hubo aclaratoria) los plazos ahora fijados son: diez (10) días si
se trata de sentencias definitivas, tres (3) si de medidas cautelares, y cinco
(5) en todos los demás casos.
Habida cuenta de que el Código/ley 6740 ya fijaba en tres días el
plazo para impugnar resoluciones sobre libertad, y que para los demás casos
regía el plazo común de cinco días, la única alteración que en definitiva se
produce se encuentra en los plazos para la impugnación de sentencias
definitivas, que antes era de cinco días y ahora será de diez. Esto se justifica
porque, como veremos, se exige fundamentación en la interposición de los
recursos, que en el caso de sentencias requerirá seguramente de un tiempo
de elaboración más prolongado.
Vale la pena recordar que este nuevo plazo de diez días para la
interposición del recurso podrá ser elegido por opción (v. “La ley procesal
aplicable al caso”), aunque en tal caso ello determinará la aplicación de todas
las estipulaciones del nuevo procedimiento recursivo.
No está de más volver a hacer presente que para la sustanciación del
recurso de apelación en el juicio oral operan las nuevas reglas sobre plazos
establecidas en los artículos 454.I a 454.VII.
-
Una gran variación se produce en lo atinente a la fundamentación del
recurso.
El viejo Código no reclamaba fundamentación alguna al momento de
interponérselo, permitiendo hasta hacerlo verbalmente y con simple
constancia por diligencia (artículo 422); en cambio el nuevo reclama el
cumplimiento de tres exigencias formales que son: la presentación en forma
escrita, la firma de letrado y la fundamentación.
En tanto los dos primeros requisitos no presentan problemas dignos
de estudio, el segundo reclama especial atención, porque es evidente que el
Código es mucho más exigente que el anterior, que era muy laxo en cuanto a
la determinación por el impugnante de sus agravios (a la inversa del Código
Procesal Civil y Comercial que precisa en su artículo 365 que “...la expresión
de agravios deberá indicar concretamente los puntos de la sentencia con los
que el recurrente está disconforme, so pena de que la omisión de este
requisito pueda ser tomada por el tribunal, al decidir la causa, como
conformidad con las afirmaciones de hecho contenidas en aquélla”).
Según el artículo 478.X la fundamentación puede referir, conjunta o
alternativamente, a los “...errores de juicio en que se considere que se ha
incurrido...” y a las “...disposiciones legales que se consideren violadas o
erróneamente aplicadas...”. Se comprenden así los conocidos errores “in
iuditio” e “in iudicando”. Veremos más adelante la importancia que adquiere la
alusión a los “errores de juicio” como base de sustento para la eventual
revocación de la sentencia.
La fundamentación debe sin embargo ser precisa (“...se citarán
concretamente...”) y consignando separadamente un fundamento de otro
(“...debiendo expresarse separadamente cada motivo con sus
fundamentos...”), además de contener un detalle respecto a “...cual es la
aplicación que se pretende...”, todo bajo conminación de inadmisibilidad
(artículo 478.XII). Es importante tener presente que posteriormente no se
podrán introducir nuevos motivos de impugnación (art. 478.XIII) salvo que se
trataren de cuestiones que harían a la procedencia del recurso de revisión.
Estas exigencias se explican teniendo en cuenta que las nuevas
características orales del trámite ante el tribunal exigen la mayor claridad y
precisión posible en los agravios para permitir su eventual refutación por la
contraparte y consideración por el tribunal.
Ha de tenerse además presente al momento del detalle, que así se
delimita -también con precisión- la competencia funcional del tribunal de
apelación (artículo 414), que sin embargo quedará habilitado para actuar
oficiosamente en favor del imputado (“reformatio in melius”).
-
Es posible, junto a la formulación de los agravios, requerir la
producción de prueba nueva o no practicada por motivos ajenos, lo que
concuerda con la previsión del artículo 430, aunque es aquí aplicable a
cualquier apelación.
En esta oportunidad las partes deberán fijar domicilio, si no lo tuvieren,
y “modo de recibir comunicaciones” (artículo 478. XI, primer párrafo). Se
validan de este modo formas alternativas de notificación, aunque la omisión
de toda mención sobre el último punto remitirá a los medios comunes ya
existentes para hacer saber actos o decisiones.
-
El tribunal ante quien se interpone el recurso, no concederá ni
denegará el mismo, como antes debía hacerlo (y deberá continuar
efectuándolo si se trata de impugnaciones en juicios escritos sin opción por
las nuevas normas, artículos 413, 426, 427 y cc. ley 6740), limitándose a
remitir, por simple decreto y sin apreciación de mérito alguna, las actuaciones
al tribunal de apelación una vez que se hayan vencido los plazos de 10, 5 o 3
días, según el caso, dentro de los cuales las partes pueden recurrir o adherir
a recursos.
Obviamente la remisión comprenderá los escritos de las partes, junto
a todo el material probatorio que pudiera estar reservado y los registros de las
audiencias.
-

Procedimiento ante el tribunal de apelación

Recibidos los autos debe constituirse el tribunal que actuará, a menos


que por el número de jueces de Cámara ello resulte innecesario.
Esto así porque la ley se aparta del sistema de salas “preconstituidas”
que era habitual hasta el momento, ordenando la integración de un tribunal
particular para cada caso.
La integración se realizará con vocales de la Cámara de Apelación
que corresponda, y “por sorteo o sistema similar”.
Respetándose la Constitución de la Provincia, que trata en su artículo
84 de la existencia de Cámaras, pero solo anota que “pueden” ser divididas
en salas, sin exigir que ellas sean de integración subjetiva inmodificable
(salvo, por supuesto, para el caso concreto), propende con esto la ley a evitar
la “cristalización” de mayorías y/o criterios estables y previsibles, posibilitando
una mayor confrontación de pareceres, siempre enriquecedora.
-
Señala el artículo 478.XI que la integración del tribunal se deberá
llevar a cabo “ante la oficina de gestión judicial y según reglamentación a
dictar”; como ni una ni otra existen a la actualidad, deberá intervenir en la
gestión la Presidencia de la Cámara.
Integrado que resulte el Tribunal, se notificará la constitución a los
efectos de eventuales recusaciones.
-
Consentida la integración del tribunal, corresponde como primer paso
que se expida sobre la admisibilidad del recurso.
Veda en tal sentido el artículo 478.XII un directo rechazo del recurso
por defectos formales en su interposición (cual lo permite el artículo 408 para
los apelaciones en juicios escritos), mandando en su lugar que se intime al
impugnante para que subsane el defecto, concediéndole a tal fin un plazo de
cinco días. La falta de satisfacción del reclamo por el impugnante acarreará
su declaración de inadmisibilidad, a menos que caiga en esa omisión la
defensa, lo que daría lugar a su separación (artículo 88) y a un nuevo
traslado como ya preveía el viejo 428.
-
Cumplidos los recaudos formales, se declarará “abierto el recurso”
(478.XIII, primera parte) en proveído que -en aras de la simplicidad y
celeridad de los procedimientos- deberá al mismo tiempo hacer saber que las
actuaciones quedan a disposición de las partes por el plazo común de diez
días para su examen. En esta oportunidad el tribunal también deberá
expedirse sobre la admisibilidad de la prueba que pudo ser ofrecida.
-
Vencido el plazo, se convocará a audiencia “con un intervalo no
menor de tres días ni mayor de quince según la urgencia o complejidad del
caso”.
Aunque mantiene vigencia la disposición según la cual la regla general
es que mientras dure el recurso la resolución no será ejecutada (art. 411), los
recursos actuales no diferencian entre modo libre y en relación de
sustanciación, mas la norma transcripta permite una actuación prudente del
tribunal, estableciendo mayor o menor celeridad a la tramitación. No se
contempla expresamente la habilitación de días inhábiles, lo que se suplirá
reduciendo los plazos cuando sea necesario.
La audiencia se celebrará según las reglas generales en la materia (v.
“Las audiencias”), y por supuesto en forma oral. Se producirá la prueba que
se hubiera ofrecido y aceptado, para sin interrupción oírse a las partes en su
ponderación de las mismas o en una eventual ampliación de los fundamentos
del recurso. Caben aquí los desistimientos, pero no se pueden introducir
nuevos motivos de impugnación salvo los previstos para el recurso de
revisión del artículo 489.
En esta ocasión, y sobre la base de los registros de la audiencia de
debate que deben existir y a los que deberían haber ya tenido acceso las
partes, podrán las mismas indicar aquellas circunstancias sobre las que
reclaman la atención del tribunal.
No está prevista la realización de un acta de la audiencia, pero deberá
realizársela, adaptando las pautas propias del debate común.
-
Deliberación

Remite el artículo 478.XIV a las normas sobre deliberación del juicio


común, en cita que puede llamar a confusión, porque en este Código nos
encontramos con que el juicio común es el escrito; en realidad la remisión
debe considerarse hecha a las normas sobre deliberación del juicio oral
(artículo 472).
Lo indicado lleva a concluir que la deliberación deberá comenzar en
forma inmediata a la audiencia, salvo que la importancia de las cuestiones o
lo avanzado de la hora aconseje diferirla.
El presidente del tribunal deberá señalar un tiempo de estudio para
cada miembro del tribunal, teniendo sin embargo presente que la resolución
final deberá dictarse dentro de los veinte días si se trata de sentencias, de
seis si de medidas cautelares y de diez en los demás casos (la remisión al
artículo 398 es incorrecta, porque se trata del artículo 478.X).
No está contemplada una eventual separación entre la decisión y la
fundamentación, como en el artículo 477.
Prescribe en su última parte el artículo 478.XIV que la resolución se
dictará respetando en lo pertinente lo dispuesto para la del juicio común
(debe leerse del juicio oral común). Esto hace aplicable lo prescripto en los
artículos 478 a 478.III sobre orden de tratamiento de las cuestiones,
requisitos de la sentencia, pronunciamiento y congruencia, y nos permite
recordar sin necesidad de repetición, lo que ya hemos dicho sobre la
deliberación en el juicio oral.
En el curso de la deliberación se podrá acudir a las constancias
obrantes en los registros de las audiencias a efectos de verificar datos que
interesen para la decisión a adoptar, esto es, simplemente para controlar si la
sentencia es resultado racional de un juicio justo (v. “¿Qué es revisable a
través del recurso?.
-

74
Decisión del recurso

A diferencia del problema que encontrábamos para la decisión en el


juicio oral por falta de reglas para la toma de decisiones en supuestos de
integración de tribunales colegiados (v. “Deliberación”) aquí hallamos claras
especificaciones en el artículo 478.XV, que erróneamente remite al artículo
138 (citando así una norma del Código/Ley 12.738 que no ha sido puesta en
vigencia), lo que sin embargo no producirá problema alguno porque ya hemos
indicado que resulta aplicable el artículo 478 respecto al orden de tratamiento
de las cuestiones y a la toma de decisiones.
En otro error incurre aún el precepto al citar un artículo 391 -que es de
la ley 12.738-, lo que tampoco presentará problemas porque para la
delimitación de la competencia funcional del tribunal de alzada, que es de lo
que se trata, subsiste el texto del artículo 414 con similar contenido.
La resolución, sin embargo, no debe ser leída volviendo el tribunal a la
sala de audiencias, sino que simplemente se dicta por sentencia o auto,
según los casos, para ser notificada. La diferencia se justifica porque ésta no
es una decisión sobre la culpabilidad del imputado, que requiera ser
pronunciada en público, sino meramente una confirmación de lo ya decidido o
un reenvío a juicio.
Mantiene vigencia el artículo 437 respecto a la forma de adoptar la
decisión.
-

Revocación o anulación total o parcial

Para que el proceso se ajustara a las disposiciones constitucionales


en la materia, resultó conveniente la incorporación expresa de las reglas
contenidas en los artículos 478.XVI y 478.XVII.
El tribunal puede rechazar o hacer lugar al recurso, en forma total o
parcial.
Cuando se estudiaron los fundamentos del recurso, se advirtió que
podían referir a errores de juicio. Pues bien, si se hace lugar al recurso por
admitirse la existencia de errores de esas características (recordemos que
conforme a la Corte Interamericana de Derechos Humanos el recurso debe
tener amplitud para permitir la máxima revisión de la legalidad e idoneidad de
la prueba), deberá revocarse el pronunciamiento y, si se trata de sentencia
reenviarse la causa a juicio. No le está permitido al tribunal de apelación
avanzar ni un paso en dirección a la nueva decisión que deberá adoptarse,
salvo que sea para absolver, porque lo que ha hecho es simplemente una
revisión de la justicia del fallo y no un juicio oral, público y con inmediatez que
lo habilite para dictar sentencia.
Los errores de juicio que impliquen arbitrariedad, no darán lugar a
revocaciones sino a la nulificación del fallo por afectación de la garantía del
imputado de lograr una decisión con fundamento (que no lo es el fundamento
aparente).
Si en el recurso se comprueba en cambio la violación de una
disposición legal, el tribunal deberá disponer la anulación total o parcial de la
resolución impugnada y el reenvío de la causa a juicio, salvo que la violación
constituya -lo que será frecuente- afectación de una garantía establecida en
favor del imputado, en cuyo caso y por aplicación de lo dispuesto en el
artículo 1.II, no podrá retrotraerse la causa sin autorización del imputado,
debiéndose en tal caso absolver en forma directa.
-

Reenvío

El reenvío cumple con la finalidad de asegurar que la decisión sea


tomada por un tribunal que actúe en forma pública, oral y con inmediatez,
preservando además el derecho del imputado a la doble instancia. Como
además debe asegurarse la intervención en el nuevo procedimiento de un
juez imparcial, se preceptúa que en él no podrán intervenir los jueces que
hubieran conocido el anterior (478.XVII y 50, inc. 1)
Como la revocación o anulación puede ser parcial (lo que podrá
ocurrir siempre que la decisión impugnada sea objetiva o subjetivamente
fraccionable sin deteriorar la necesaria unidad lógica del pronunciamiento), se
exige que el tribunal, al ordenar el reenvío indique claramente el objeto
concreto del nuevo juicio, procedimiento o resolución. Queda con esto
evidenciado que aunque muchas veces se habla de reenvío a juicio, más
propio sería simplemente hablar de reenvío.
En su segundo párrafo regula el artículo 478.XVI la evitación del
reenvío, estableciendo la posibilidad de que el tribunal de apelación resuelva
directamente.
Lo expuesto no acarreará problemas si se absuelve o declara la
extinción de la acción o de la pena, o el cese de una medida de seguridad,
pero mucho cuidado habrá que tener con la alternativa de dictar directamente
una nueva sentencia condenatoria o una resolución cargosa para el
inculpado. En rigor esto debería configurar una absoluta excepción,
reservada a aquellos casos en que sea patente la innecesariedad del nuevo
juicio porque todas las circunstancias en que se basará este pronunciamiento
fueron comprobadas directamente en primera instancia (vgr. un cambio de
calificación que sin variar los hechos resulte beneficioso para el imputado, la
aplicación de una ley penal más benigna), de lo contrario y para preservar el
derecho recursivo del imputado, se reenviará la causa.
En caso de absolución, el tribunal de apelación debe, por sí mismo,
disponer la libertad del imputado en forma inmediata, a menos que por otra
circunstancia no debiera cesar su encarcelamiento (478.XIX).
́́ -

“Si el reenvío procede como consecuencia de un recurso del


imputado, en el nuevo juicio no podrá aplicarse una pena superior a la
impuesta en el primero. Si en el nuevo juicio se obtiene una segunda
absolución, esta decisión no será susceptible de impugnación alguna”
Se aseguran de este modo dos garantías del imputado,
instrumentándose con lo primero el conocido principio prohibitivo de la
“reformatio in pejus”, e impidiéndose con lo segundo una duración irrazonable
de los procedimientos.
-

Aclaratoria

Se repite en el artículo 478.XVIII el viejo texto del artículo 438.


-

75
Proceso correccional

Lo primero que debe señalarse a este respecto, es la misma


subsistencia de este proceso especial, que en cambio desaparece en el
Código/ley 12.734.
La regulación que al proceso correccional daba la ley 6740 se
mantiene incólume en su textualidad, mas numerosos cambios se producen
en su seno como consecuencia de que a él le son aplicables todos los
requerimientos constitucionales y todos los principios fundamentales de este
nuevo Código (artículos 1 a 7.V), aparte de que expresamente el artículo 507
señala que el proceso correccional se tramitará de acuerdo a las normas del
proceso común, que ya hemos visto tan modificado.
No parece acertado reproducir ahora el análisis de los cambios
producidos, pero a modo de simple ejemplificación, puede recordarse lo dicho
respecto a las nuevas exigencias para los procesamientos, para la aplicación
de la prisión preventiva a que alude el artículo 498, y a la necesidad de
asegurar el control de la prueba por la defensa, lo que obsta a la posibilidad
de valorar en el juicio testimonios rendidos solamente ante la prevención
(artículo 499).
-

76
Juicio por delito de acción privada

Querella

El artículo 508 alude a la posibilidad de que el ofendido por un delito


de acción privada presente querella y ejerza conjuntamente la acción civil
reparatoria. Esta última acción será la prevista en el procedimiento para la
reparación del daño (artículo 575.II), salvo que se piense subsistente la
antigua acción civil dentro del proceso penal.
El procedimiento de querella, se habilita además ahora, en iguales
términos, para todo delito cuando se hubiera admitido un criterio de
oportunidad en el ejercicio de la acción (10.V) o se hubiere desestimado la
denuncia o archivado las actuaciones (artículo 8 de la ley 12.912). Sin
embargo, se fija un límite temporal para la presentación de ella, al señalarse
que “En tal caso la querella deberá presentarse dentro del término de
sesenta (60) días hábiles desde la notificación de la resolución” (10.V), que
se erige así en condición de admisibilidad (artículo 163, inc. 2º).
Caben en las querellas el procedimiento abreviado (artículo 548.VII y
los diversos acuerdos regulados para el proceso común.
-

77
Procedimiento abreviado

Con el nombre de procedimiento abreviado se introduce en la


legislación santafesina un instituto antes no existente y que plantea la
posibilidad de llegar a un pronunciamiento condenatorio solamente sobre la
base de un acuerdo entre el fiscal y el imputado.
Aunque varios otros fines se le han asignado, no cabe duda de que la
principal razón de introducción de esta alternativa en casi todos los más
nuevos ordenamientos procesales, se encuentra en la necesidad de
responder de alguna manera a la cada vez mayor demanda del servicio de
justicia, descomprimiendo al efecto la situación para permitir asignar los
escasos recursos disponibles a la realización de los juicios completos en
aquellos casos importantes que lo reclaman. La apuntada función de
alternativa hasta el momento la había venido cumpliendo embozadamente la
prisión preventiva, al actuar en los hechos como un verdadero cumplimiento
anticipado de pena.
Los procedimientos abreviados son objeto de una fuerte controversia.
Quienes los alaban destacan el alto grado de eficiencia que aportan al
funcionamiento del sistema penal, señalado al efecto que en los Estados
Unidos de Norteamérica, por vías de este tipo, se define aproximadamente el
noventa por ciento de los asuntos que llegan a conocimiento de las agencias
judiciales (en Alemania se indica que está llegando al 60%). Quienes los
reprueban, afirman que en realidad no son juicios sino parodias de él, que
ocultan el triunfo de lo peor de la vieja instrucción puesto que al formalizarse
la condena sobre elementos reunidos en la etapa investigativa por un fiscal,
en ese funcionario resurge un inquisidor del medioevo con poder para
coaccionar al imputado ofreciéndole arreglos extorsivos bajo la amenaza de
llevarlo a juicio con imputaciones o peticiones de pena mucho más gravosas
que las que le ofrece.
Pareciera de este modo presentarse una contienda entre eficiencia y
garantías. Esto requiere aclaraciones, ya que la sola sustitución de la
expresión “juicio abreviado” por la de “procedimiento abreviado” que hace el
Código, no basta, puesto que no se trata meramente de denominaciones.
Pues bien, en tal sentido ha de verse que es frecuente iniciar el
tratamiento de la temática sobre la base de su confrontación con la modalidad
norteamericana del “plea barganing” (o sus alternativas), mas, habiendo
dejado de ser en Santa Fe la cuestión simplemente un tema especulativo de
la academia o de la teoría político criminal, para ser un dato del derecho
positivo, no parece adecuada esa perspectiva, porque son distintos los
sistemas legales y constitucionales, y, además, son también diferentes las
prescripciones o pautas que regulan la operatividad de los distintos
“procedimientos abreviados”.
Sin despreciar el valor de los aportes de los métodos interpretativos
históricos y comparativos, lo que se impone ante esta novedad de la
legislación es llevar a cabo un concienzudo estudio de ella para controlar si
puede superar airosa un test de constitucionalidad, dilucidando así si es
verdad que en aras de la celeridad se sacrifican garantías.
-
Para llevar a cabo la tarea propuesta, resulta menester adelantar una
sintética descripción de las características del instituto dentro del Código
Procesal Penal de Santa Fe, a fin de que se pueda entender lo que se dirá,
ya que no todos los procedimientos abreviados son idénticos.
Conforme a las disposiciones contenidas en los artículos 548.II a
548.VIII, el procedimiento abreviado se estructura sobre el logro de un
acuerdo entre el fiscal el imputado y su defensor, donde estos dos últimos
manifiestan su conformidad con la descripción del hecho, la calificación legal
y la pena que solicita el primero; el acuerdo se remite al tribunal de juicio
(salvo que ya esté allí la causa) que convoca a una audiencia pública donde
se le explica la situación al imputado y se le requiere una nueva conformidad,
que, de ser lograda, deja la causa en estado de resolverse; finalmente el
tribunal dicta sentencia de acuerdo a lo pactado, salvo que advierta la
atipicidad del hecho o la concurrencia de alguna circunstancia legalmente
determinante de la exención de la pena o de su atenuación,en cuyo caso la
disminuirá o directamente absolverá.
-
Consignado lo anterior y retornando al análisis de constitucionalidad
enfrentado, cabe liminarmente señalar que no resulta acertado comenzar el
mismo tomando como punto de referencia al juicio por jurados. Es que por
más que ciertamente a él propende la Constitución Nacional, lo cierto es que
no lo ha legislado aún el Congreso de la Nación ni lo ha puesto en vigencia el
Código Procesal de la Provincia, de lo que se sigue la imposibilidad de saber
cuáles serían sus características ni si se aplicaría a todos los hechos o solo a
los de significativa criminalidad. Por otra parte, ha de tenerse en cuenta que
si la pauta de constitucionalidad fuera el rígido cumplimiento de la aspiración
de enjuiciamiento por jurados, se descalificaría no ya el procedimiento
abreviado, sino todos los procedimientos del orden nacional y provincial,
provocándose una situación anárquica de absoluta denegación de justicia.
Lo esencial entonces de la prueba de constitucionalidad debe hallarse
en verificar si el procedimiento abreviado respeta las garantías que conforme
a la Constitución ampliada deben rodear a todo enjuiciamiento criminal.
Avanzando en tal sentido lo primero que debe señalarse es que el
principio sustancial de legalidad se cumple estrictamente, porque el tribunal
debe rechazar todo acuerdo si comprueba que no tiene adecuación típica.
El principio formal o procesal de legalidad, también se cumple, porque
a diferencia de lo que permite el “plea barganing”, en este procedimiento
abreviado el fiscal no puede apartarse del mismo, negociando con el
imputado el olvido de ciertos delitos o la persecución por uno de menor
entidad que el que realmente se ha cometido.
Las garantías relativas al tribunal, se hallan tan satisfechas como en el
juicio común, ya que interviene un juez o tribunal competente, independiente
y establecido antes por la ley, además de imparcial (no actúa el mismo juez
de la investigación).
La publicidad se encuentra asegurada al exigirse el tratamiento del
acuerdo en una audiencia de tal índole.
El estado o presunción de inocencia del imputado es resguardado,
porque se lo trata como tal hasta que haya eventualmente condena.
El principio acusatorio está satisfecho con la actuación del fiscal
cumpliendo la función que le es propia (que, si es propia, hasta quizás sea
más razonable que pueda disponerla haciendo acuerdos).
La razonabilidad en el plazo de duración del proceso se satisface aún
mejor que en el juicio común, porque éste es mucho más rápido.
Las circunstancias que hacen a la defensa personal del imputado, se
cubren porque el tribunal debe oírlo personalmente, debe informarle con
palabras sencillas aquello de que se lo acusa y las consecuencias que le
acarreará el acuerdo, y debe asegurarse de la designación e intervención de
un defensor técnico.
Es verdad que en principio no existe lugar para que se produzca una
contradicción entre el fiscal y la defensa, puesto que hay acuerdo, pero ha de
verse que ello ocurre no porque la ley prohíba la confrontación sino porque el
imputado y su defensor técnico no la desean y por eso suscriben un acuerdo.
Forzarlos a la contradicción podría incluso poner en peligro la inviolabilidad
de la defensa, porque la estrategia planeada puede haber consistido
precisamente en no resistirse, fuese con el propósito que fuese.
Puede o no, haber prueba, según cual sea el momento en que se
formaliza el acuerdo, mas a este respecto debe repetirse lo dicho antes,
respecto a que debe asegurarse el derecho de defenderse, de producir
prueba y de controlarla, pero no puede obligarse a ello.
Frente a lo dicho, resulta forzado hallar problemas en el cumplimiento
por el procedimiento abreviado de las citadas garantías.
En rigor, lo conflictivo se hallaría en el respeto del derecho del
inculpado a no ser obligado a declarar contra sí mismo, principio que en los
pactos tiene su correlato bajo la expresión “la confesión del inculpado
solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza”, puesto
que es preocupante la frecuente afirmación relativa a que la única razón que
explicaría que un imputado otorgue su conformidad para una sentencia
condenatoria se encontraría en la coacción del fiscal amenazándolo con
llevarlo a juicio para intentar que se le imponga una de mayor entidad.
En verdad es temible que un fiscal, violando la ley, amenace de tal
modo a algún imputado coaccionándolo para que firme un acuerdo.
Aunque la explicitada es una simple hipótesis, ya que el imputado
también podría elegir el acuerdo para evitar las impredecibles alternativas y
consecuencias de todo juicio o hasta para obtener algún beneficio no
conocido por el fiscal (vgr. lograr la cancelación de toda futura persecución
mediante el logro de la cosa juzgada, porque sabe que podría aparecer
alguna circunstancia calificativa del hecho ya imputado), lo cierto es que
constituye un deber de todo estado actuar no solo castigando desviaciones
de la ley sino también evitando la creación de situaciones propicias a su
consumación, de lo que se sigue que si se conviniera en que en manos del
fiscal el procedimiento abreviado se transformaría probablemente en un factor
de coacción, debería eliminárselo.
No parece sin embargo ser tal la situación, porque en la regulación
que del mismo hace el Código, se encuentran resguardos suficientes.
Véase en tal sentido que para impedir desviaciones se establece
imperativamente que en todo acuerdo debe necesariamente intervenir el
defensor técnico del imputado, junto a él. Así las cosas, imaginar acuerdos
coactivos requeriría también imaginar contubernios con la defensa.
Véase que el fiscal tiene como regla general el deber de actuar con
fundamento, y que nunca puede apartarse del principio de legalidad formal,
tal como ya vimos.
Véase en fin que el tribunal no está obligado a aceptar la postulación
fiscal, sino que solo tiene el límite objetivo de la pena solicitada por el mismo,
pero que si advierte circunstancias que beneficiarían al imputado, debe
hacerlas operativas.
Frente a todo esto, no resulta convincente la idea de que siempre
existirá coacción detrás de todo acuerdo que habilite el procedimiento
abreviado. Para imposibilitar absolutamente que ello ocurra, sería necesario
privar al Ministerio Público Fiscal del uso de toda pauta de razonabilidad,
imponiéndole una persecución ciega o a ultranza, porque solo así podría
estarse seguro de que a nadie coaccionará ni beneficiará, y esto sería
intolerable.
-
En fin, no parece que el procedimiento abreviado sea tan
abiertamente inconstitucional como se ha afirmado; al menos, no el
procedimiento abreviado bajo la modalidad instaurada en Santa Fe.
No significa él una intolerable renuncia al juicio oral y público, porque
habrá un procedimiento que satisfaga esas dos exigencias. Debe en cambio
admitirse que la libertad de la defensa llega hasta el punto de permitir que se
reconozcan hechos y se asuman sus consecuencias.
De alguna manera lo sucedido con la suspensión de juicio a prueba
debe repetirse aquí.
La aludida suspensión del juicio a prueba, en verdad también exigió
un esfuerzo interpretativo para validarla constitucionalmente, porque al
menos dos de las condiciones que impone para su procedencia (el abandono
en favor del Estado de los bienes decomisables y el pago del mínimo de la
multa correspondiente) son medidas sustancialmente punitivas, que se
aplican sobre un imputado no sometido a juicio solo porque él lo admite, y sin
embargo, se ha admitido la situación.
-

Formación del acuerdo

Se ha visto que la base de todo procedimiento abreviado se encuentra


en el logro de un acuerdo entre el fiscal, el imputado y su defensor.
El paso inicial para el logro del mismo es indiferente de quién
provenga, pero finalmente debe lograrse que sea común, y sin
condicionamiento alguno.
Importa en ese momento que la parte más vulnerable, que es el
imputado, obre con ausencia de coerción, y comprensión de los hechos y sus
consecuencias. No debe haber sobre esto ocultamiento alguno, porque
viciaría su voluntad. La necesaria intervención del defensor técnico atiende al
resguardo de estos recaudos, y a ello se añadirá luego la actuación del
tribunal de juicio.
El acuerdo será el fruto de una negociación que al no poder recaer
sobre la atribución de los hechos ni sobre su calificación legal -esto como
consecuencia del respeto que debe guardarse al principio de legalidad
formal- lo hará sobre el monto o calidad de la pena, siempre dentro del marco
de las posibilidades típicas.
Logrado el acuerdo, se lo asentará por escrito que suscribirán,
conjuntamente, el fiscal, el imputado y su defensor, y que, bajo conminación
de nulidad, deberá contener “ 1) Los datos personales del fiscal, del defensor
y del imputado. 2) El hecho por el que se acusa y su calificación legal. 3) La
pena solicitada por el fiscal”
Al referirse de tal modo al “hecho por el que se acusa y su calificación
legal” se hace alusión al suceso en su realidad fáctica y a su significado
jurídico (opera el principio procesal de congruencia). Lo primero debe ser
expuesto con claridad y precisión de modo tal de singularizarlo sin errores;
adquiere esto la misma importancia y consecuencias que la descripción del
hecho en los actos de imputación y acusación. La calificación legal del hecho
apunta no solo a la estricta tipicidad del mismo, sino también a todas las
circunstancias que puedan tener relevancia al momento de determinar la
responsabilidad penal del imputado (subsunción típica propiamente dicha,
grado de consumación, de participación, concurrencia de agravantes y
atenuantes, eximentes penales, etc.)
¿Cual es la calificación jurídica del hecho sobre la que habrá de
trabajarse? Es posible que se avance sobre el acuerdo cuando en la causa
ya exista una calificación legal de los hechos (porque se indagó, procesó o
formuló requerimiento de acusación), mas no ha de ser imperativamente esa
la calificación jurídica a utilizar.
Si bien es manifiesto que el Fiscal se encuentra ceñido por el principio
de legalidad procesal, careciendo por ende de disponibilidad absoluta para
arbitrariamente excluir imputaciones o fijarles encuadramientos típicos
distintos a los que correspondan, esto no implica que esté forzado por tales
calificaciones, que, como se sabe, son absolutamente provisorias y
destinadas a definir otras situaciones procesales.
Así como el Fiscal cuando formula el requerimiento de elevación a
juicio no debe inevitablemente mantener el encuadramiento jurídico que a los
hechos se diera en el procesamiento (aunque sobre los hechos deba respetar
el principio procesal de congruencia) ni debe tampoco hacerlo al formular sus
conclusiones en el juicio -arts. 373 y 397-, tampoco ha de verse forzosamente
constreñido por ellos al momento de negociar el acuerdo para un juicio
abreviado. Podría incluso variar (fundadamente, por supuesto) hasta una
calificación que él mismo utilizara en otros momentos.
Los límites para el Fiscal se hallan en el respeto a la legalidad
procesal y a la razonabilidad en el desempeño de sus funciones (artículos 66
y 67). Si la advertencia de alguna prueba nueva, o la comprensión de falta de
prueba idónea, lo llevan a la convicción de que no puede (porque es
incorrecta) o no debe (porque estima no contar con elementos para obtener
una sentencia condenatoria en el juicio -artículos 373, 374.5.c. y cc.)
mantener una imputación, ha de cejar en su persecución, ajustándola a lo
legal y razonablemente correcto, a cuyos efectos podría utilizar un nuevo
encuadramiento jurídico de los hechos para obtener un acuerdo.
La pena que se solicita tiene también que encontrarse claramente
precisada en su tipo, monto y forma de cumplimiento.
No hay un límite objetivo máximo para la viabilidad del procedimiento
abreviado, como ocurre en otras legislaciones. Se podrá por tanto aplicar no
solo a los delitos más o menos leves, sino a cualquiera (incluso a delitos de
acción privada, en cuyo caso intervendrá empero el querellante en vez del
fiscal). Se confía de este modo en la prudencia del acusador; no obstante, si
se solicita pena mayor de ocho años de prisión, es imprescindible la
intervención del fiscal general -del fiscal de cámara- avalándolo.
Si son varios los imputados, el acuerdo puede referir a uno o varios de
ellos, y no fatalmente a todos.
-
En el inciso 4 se alude a la “conformidad del imputado y su defensa
respecto de los requisitos precedentes y del procedimiento escogido”; esto
implica un acto voluntario de aceptación del acuerdo, calificación y pena, con
toda la extensión que se ha señalado.
Ya se vio que no caben condicionamientos en el acuerdo, debiendo
existir lisa y llana aceptación del mismo.
Queda en claro que el código no exige al imputado una confesión de
culpabilidad, sino simplemente una manifestación de voluntad con el acuerdo.
-
Si hay querellante constituido, debe ser notificado por el fiscal del
acuerdo logrado y aún no presentado, conocimiento ante el cual podrá
adherir a él firmándolo, expresar disconformidad provocando la intervención
dirimente y sin recursos del fiscal de cámara, o simplemente consentirlo por
omisión dejando transcurrir tres días sin expresar disconformidad.
Esa notificación al querellante se producirá entregándole copia,
certificada, del acuerdo (548.III). Si no conviene con el mismo, se le fija un
plazo de tres días para fundar su discrepancia ante el fiscal de cámara, quien,
luego de una averiguación sumaria, resolverá convalidando el acuerdo o
rechazándolo e indicando cómo se proseguirá.
-
La oportunidad para la presentación del acuerdo se encuentra,
en principio, durante el desarrollo de la investigación, pero el artículo 548.VII
permite su introducción durante el juicio y hasta el momento anterior al inicio
de los alegatos finales.
Si el acuerdo se presentó durante la etapa investigativa, el juez de esa
etapa solo considerará su admisibilidad formal, esto es, la satisfacción de los
recaudos enunciados en el artículo 548.II (erróneamente se cita el artículo
339), y, si lo admite, remitirá la causa al tribunal de juicio.

-
El tribunal de juicio (constituido según las ya consideradas reglas de la
materia) convocará a todas las partes a una audiencia pública, siendo
condición necesaria para la validez de la misma la concurrencia del fiscal, del
imputado y su defensor (548.V).
Constatada la presencia de ellos, le recibirá declaración al imputado.
Deben en el momento cumplirse todos los recaudos propios de cualquier
declaración que se reciba al inculpado. Como la finalidad de esta declaración
es exclusivamente corroborar el acuerdo, se deberá primero leer el mismo,
luego preguntar al imputado si lo reconoce, a continuación se le leerán los
tres primeros elementos de la presentación, después se le explicará “clara y
sencillamente” el procedimiento elegido y sus consecuencias, para finalmente
requerirle nuevamente expresa conformidad.
Se trata de un procedimiento hasta fatigoso, pero que procura
asegurar al máximo que no haya habido coacción y que se comprenda el
hecho imputado y las consecuencias del arreglo.
Como en su declaración el imputado no puede ser conminado a
declarar, solo se oirá lo que quiera manifestar respecto del acuerdo, pero su
silencio implicará rechazo.
Ha de dejarse constancia de lo ocurrido en acta.
Debe insistirse en señalar que el Código no exige la confesión de
culpabilidad del imputado, sino meramente su conformidad con el acuerdo,
esto es categórico.
-

Resolución

Al cabo de todo lo anterior, el tribunal se encontrará en situación de


decidir.
Se exige que la resolución tenga forma de sentencia, y además es
propiamente tal no solo porque pone fin a una causa, sino porque además el
tribunal debe decidir si acepta o rechaza el acuerdo, y, en el primer caso, si
condena al imputado por qué delito y a qué pena. Puede de tal modo tratarse
de una sentencia absolutoria o condenatoria. Así pues, es más que una mera
homologación del acuerdo, porque en ejercicio de la función jurisdiccional, el
tribunal debe clausurar la persecución, absolviendo o condenando.
El tribunal no puede rechazar el acuerdo por discrepar con el criterio
del fiscal, ni por parecerle insuficiente la pena, pero, en cambio, puede variar
los términos del acuerdo en favor del imputado. Así, si el tribunal advierte que
el hecho no es típico -porque ello resulta de su descripción- deberá rechazar
el acuerdo; si advierte la concurrencia de alguna circunstancia legalmente
determinante de la exención de la pena, absolverá; y, si esas circunstancias
operan atenuando la pena, la disminuirá. Es posible en base a esto señalar
que en el procedimiento abreviado se consagra el principio de acusatoriedad,
en el sentido de que para condenar se necesita la acusación del fiscal, y,
además, el tribunal no puede superar el límite de la pena por él solicitada
(acordada).
Los límites que se le presentan al tribunal se encuentran en los
hechos atribuidos, la identidad de el o los imputados a que refiere la
presentación, y la pena solicitada. De nada de esto se puede apartar, salvo
de la pena pero para imponer una menor.
La imprescindible fundamentación de la sentencia (artículo 95 de la
Constitución Provincial) se encontrará en la valoración del acuerdo logrado.
No debe verse esto como un desprecio por la “verdad real”, sino solo
el reconocimiento de un derivado propio del principio de acusatoriedad,

-
Aunque el Código no lo señale expresamente como hubiera sido
conveniente, frente a cualquier forma de fracaso o rechazo del acuerdo, la
conformidad que hubiera prestado el imputado no podrá ser valorada como
reconocimiento de culpabilidad, ni tampoco utilizada la pena pedida por el
fiscal como tope para su eventual pretensión punitiva posterior.
-

78
Procedimiento extendido

Bajo artículo 548.IX encontramos la posibilidad de duplicar los


términos previstos por el Código.
Los motivos habilitantes de esta eventual duplicación son
exclusivamente los mencionados por el Código, a saber: pluralidad de
hechos, elevado número de imputado, elevado número de víctimas, o casos
de delincuencia organizada o trasnacional. Sin embargo, no ha de bastar con
la sola presentación de algunas o varias de estas circunstancias, sino que ha
de comprobarse que ellas redundan en una complicación especial de la
causa, justificante de su alargamiento.
El derecho a ser juzgado en un plazo razonable puede hallarse en
tensión con la duplicación de términos. Sin embargo, considerando que los
tribunales internacionales se han resistido a marcar plazos rígidos para
establecer lo que sería una razonable duración de los procesos, indicando
que debe atenderse a las singularidades de cada caso (especialmente a su
complejidad, a la conducta del inculpado y a la diligencia de las autoridades),
la sola duplicación no resulta inconstitucional, aunque deba velarse para que
no llegue a un punto en que lo sea.
A este respecto ha de tenerse en cuenta que si bien el precepto alude
a la duplicación de todos los términos previstos por el Código, resulta
irrazonable, además de lesiva del reparto de competencia funcional, la idea
de que la duplicación deba necesariamente proyectarse siempre hacia todos
ellos (como en otros órdenes procesales suele establecerse en favor del
Estado cuando es demandado).
La duplicación tendrá que ser dispuesta en relación a determinados
términos y por el juez o tribunal competente para la etapa que se esté
transitando, dejando para el de los otros momentos procesales la eventual
decisión sobre ellos. De esta manera, los efectos dilatorios de la duplicación
no serán tan graves.
De cualquier manera siempre se tendrá en cuenta que se trata de la
duplicación de los plazos del Código, lo que impide la extensión de términos
fijados por otras leyes, como y muy especialmente los establecidos por el
Congreso de la Nación (leyes 24.390 y 25.430) para la prisión preventiva.
-
Solamente el fiscal se encuentra legitimado para pedir este
procedimiento extendido. En su pedido, fundado, el fiscal deberá indicar cuál
es la complejidad que le impide trabajar con los términos comunes, de modo
tal que el tribunal puede apreciarlo.
Si hay imputados individualizados, debería oírselos.
El tribunal de la causa, esto es, el tribunal competente según la
instancia y grado en que se encuentre (de la investigación, del juicio o del
recurso), será quien haciendo un análisis de mérito deberá concederlo o
rechazarlo. En esta tarea podrán ser de utilidad los tres criterios empleados
predominantemente por los tribunales supranacionales para fijar la
razonabilidad de los plazos de duración de los procesos: complejidad del
mismo caso, conducta asumida en él por el inculpado y diligencia puesta de
manifiesto por las autoridades para su tramitación (deberá sin embargo
tenerse en cuenta respecto a esta última pauta, que la inoperancia o
negligencia del Estado no puede hacerse jugar en perjuicio del imputado). Es
que del uso conjugado de ellos resultará un mejor entendimiento de la
situación y también la evitación de estiramientos destinados a encubrir una
reprochable inactividad en la persecución.
La resolución del tribunal, obviamente fundada, es apelable.
Quedan a salvo los acuerdos celebrados entre las partes.
-

79
Procedimiento para la reparación del daño

El delito, como acto lesivo de bienes jurídicos que es, puede producir
daños resarcibles; de esto se sigue que el damnificado por el delito tiene un
particular interés tanto en la demostración del mismo cuanto de sus
consecuencias dañosas, y que debe disponer de una acción reparatoria del
daño ilícito sufrido.
Esta última cuestión es en principio propia del Derecho Civil, sin
embargo, el artículo 29 de nuestro Código Penal, respondiendo en esto a las
ideas del derecho penal positivista imperantes al momento de su redacción,
señala que “La sentencia condenatoria podrá ordenar: … 2) La
indemnización del daño material y moral causado a la víctima, a su familia o
a un tercero, fijándose el monto prudencialmente por el juez en defecto de
plena prueba”. Pese a las críticas que esta regulación mereció -algunas de
ellas relativizadas en los últimos años con la aparición doctrinaria de la
denominada “tercera vía del derecho penal”, esto es, de una forma de
responsabilización penal que como elemento de la punición agregue algo de
reparación para la víctima-, a partir de su sola existencia fue necesario que
los códigos procesales penales, como instrumentadores que deben ser del
derecho penal sustantivo, consideraran de alguna manera semejante
indemnización.
Fue así que, adaptando la previsión penal del artículo 29 a las
exigencias propias de las acciones civiles, se aceptó la introducción,
potestativa, de una acción de tal índole dentro del proceso penal. Sin
embargo, los beneficios que de ello resultaron no siempre fueron
reconocidos, criticándosele que ocultaba la presencia de alguien que en
verdad quería ser querellante y no podía, y que en numerosas oportunidades
la acción civil que debía ser secundaria se terminaba transformando en los
hechos en principal, complicando la definición del problema estrictamente
penal.
A partir de la aceptación en el proceso penal actual del querellante
(artículos 67.II y cc.), que permite satisfacer el legítimo derecho del ofendido
por el delito al esclarecimiento de lo ocurrido y a la medición del daño sufrido,
fue posible repensar la cuestión, siguiendo entonces el legislador santafesino
la orientación que a la misma ya había dado el proyecto de Código Procesal
Penal de la Comisión Bicameral (año 1993), esto es, reducirla a su mínima
expresión, frente a lo que se manifestaba como un convencimiento de la
mayoría de los operadores del sistema penal en el sentido de que es
preferible que todos los problemas civiles se diluciden en el ámbito que les es
propio, esto es, el civil.
Así pues, en vez de una acción civil que se inserte en un proceso
penal aún plenamente en curso, se estableció una forma de procedimiento
tardío o secundario, que permite la entrada del tema reparatorio solo cuando
ya ha sido definida la cuestión de la responsabilidad penal.
Es probable que ello, ligado a una serie de condicionamientos del
procedimiento ideado (solo puede actuar quien fue querellante, solo puede
reclamarse indemnización fundada en causales de responsabilidad subjetiva,
solo puede dirigirse contra el condenado penalmente, éste puede oponerse al
procedimiento provocando que deba recurrirse a la jurisdicción civil, si la
decisión no puede ejecutarse por simple orden del tribunal debe ejecutarse
ante la jurisdicción civil), opere desalentando este tipo de procedimiento, mas
lo cierto es que aunque se trata de una decisión político legislativa opinable,
cumple con las exigencias del artículo 29 del Código Penal.
-
Contenido del reclamo indemnizatorio

Objetivamente el contenido del reclamo -que precisará la contienda a


este respecto- tiende a la indemnización del daño material y moral causado
por el delito. Ese delito debe ser exactamente el hecho típico por el que se
condenó, y no otro, aunque se hubiera debatido en el juicio sin llegarse a
condenar. Resulta de esto que el reclamo no puede extenderse hacia los
denominados supuestos de responsabilización objetiva.
Subjetivamente puede ser dirigido tan solo contra el penalmente
condenado, respecto del cual se reconoce que la designación que hubiere
hecho de defensor importa mandato suficiente para representarlo en la
cuestión (575.IV).
-

Legitimación activa y tribunal interviniente

Solo al querellante se le concede esta capacidad, aunque obviamente


al querellante que sufrió un daño indemnizable.
Recuérdese que el querellante solo puede constituirse hasta el
momento de la audiencia preliminar (67.IV) es decir, hasta la elevación a
juicio de la causa.
El reclamo se hará ante el mismo tribunal que actuó en el debate y
dictó sentencia, porque es el que conoció las circunstancias del caso.
-

Oportunidad y fundamento

Dentro de los cinco días de adquirir firmeza la sentencia penal


condenatoria debe efectuarse el reclamo.
En cuanto a los fundamentos, deben encontrarse “...en los límites del
debate y de acuerdo a los términos de la sentencia que le sirve de
presupuesto...”. Ya se aludió a que eso obsta al empleo de este
procedimiento cuando se dispuso absolución penal, y también a la valla que
pone para los supuestos de responsabilización objetiva.
-

Formalidades

“El escrito deberá contener la expresión concreta y detallada de los


daños sufridos, y la relación que ellos tienen con el hecho delictivo conforme
a los elementos del debate y de la condena penal precedente, la cita de las
disposiciones legales del orden civil aplicable y la reparación deseada o el
importe de las indemnizaciones pretendidas”
A diferencia de los fundamentos de los hechos, que deberá buscarse
en el debate y la sentencia, en lo atinente a la fundamentación en derecho
debe brindarse exhaustivo detalle.
-
Trámite
La insatisfacción de los recaudos formales exigidos, determina la
inadmisibilidad del reclamo (575.VI, última parte).
Reconociendo en cambio cumplidos los requisitos de admisibilidad, el
tribunal debe correr traslado al condenado contra quien se dirige la pretensión
reparatoria, el que cuenta con cinco días hábiles para contestar. Si en esta
oportunidad se opone, con fundamentos, a este particular procedimiento, el
tribunal evaluará la oposición, y si le hace lugar, archivará lo obrado, sin
recurso alguno, debiendo el reclamante ir a la jurisdicción respectiva.
Si no hay oposición, el tribunal llamará a una audiencia definitiva,
dentro del plazo máximo de cinco días.
-

Audiencia y resolución

En el curso de la audiencia se oirá a las partes concurrentes, se


requerirán en su caso las aclaraciones pertinentes y se pronunciará sentencia
sobre la cuestión.
Señala el Código que para la audiencia rigen las normas del juicio
común, en cuanto fueren aplicables, es decir, adecuándolas a las
características civiles del reclamo.
El debate referirá a las cuestiones de derecho indemnizatorio, porque
lo demás ya viene definido.
Repitiendo la expresión del Código Penal en su artículo 29, dice el
artículo 575.VII que “la indemnización pretendida será determinada
prudencialmente por los jueces” quienes sin embargo deben mantenerse
dentro de los límites del reclamo.
“La decisión cuando no sea inmediatamente ejecutada o no pueda
serlo por simple orden del tribunal, se ejecutará por el interesado ante la
jurisdicción civil y con arreglo al Código Procesal Civil y Comercial”
-

CUARTA PARTE

La etapa de transición
La ley 12.912, de implementación progresiva del Código Procesal
Penal, reconoció en su artículo 13 que era necesario el dictado de otras leyes
para su instrumentación definitiva e integral. Lo hizo señalando que “El Poder
Ejecutivo, dentro de los 150 (ciento cincuenta) días a contar desde la sanción
de la presente ley, remitirá a la Legislatura para su tratamiento y
consideración, las propuestas correspondientes a las leyes orgánicas del
Ministerio Público de la Acusación, Ministerio Público de la Defensa, Ley de
protección a Testigos y Víctimas, Ley de Organización de Tribunales Penales
y Gestión Judicial, Ley de Transición y las demás que sean necesarias para
la implementación definitiva e integral de la ley 12.734 – Código Procesal
Penal en el plazo previsto por el artículo 3 de la presente ley” (recordemos
que el citado artículo 3 señalaba al día 30 de octubre de 2009 como plazo
máximo para esa implementación definitiva e integral, extendido luego hacia
el 1 de febrero de 2011).
Cumpliendo con ese deber, el Ejecutivo envió a la Legislatura los
proyectos de leyes individualizados, habiéndose aprobado a la fecha las
leyes de transición, del Ministerio Público de la Acusación, del Servicio de
Defensa y de Gestión Judicial..
Como anexo de este trabajo se encuentran los textos en cuestión,
siendo aconsejable su atenta lectura ya que todos refieren a cuestiones de
máxima importancia para el funcionamiento de lo que se ha denominado
como “Nuevo sistema de justicia penal”.
Numerosas disposiciones allí contenidas, aunque necesarias para
poner en acción al nuevo Código, no incidirán en su propia regulación
procesal, otras en cambio sí, tales como la mayoría de las contempladas en
la llamada “Ley de transición”.
Sin perjuicio de reconocer la trascendencia que para el
funcionamiento real del sistema penal tendrán las estructuras que se
establezcan para la organización de los tribunales, del Ministerio Público
Fiscal o del Servicio Público de Defensa, ya que ellas -también numerosos
otros factores de muy distinta naturaleza- pueden sellar el éxito o fracaso del
nuevo Código Procesal, optamos en este trabajo por limitarnos a la
consideración de lo estrictamente procesal, en razón de entender que pese a
su íntima conexión, los otros temas reclaman un tratamiento distinto.
De allí que nos limitemos al estudio de lo previsto para el denominado
período o etapa de transición por la ley 13.004.

Necesidad de una etapa de transición

A partir del principio general conforme al cual las leyes rigen para el
futuro, el surgimiento de toda ley procesal que reemplaza una forma de
procedimientos por otra, exige precisar cómo se actuará con las causas que
ya se encontraban en trámite; habitualmente esto se aborda en normas
transitorias incorporadas a las nuevas leyes.
El Código/ley 12.734 (que se apartó en esto de la propuesta formulada
por la comisión que elaborara el anteproyecto del Código Procesal Penal) así
lo hacía, expresando en su artículo 458 que “Subsistirá la aplicación del
Código Procesal anterior para todas aquellas causas iniciadas con
anterioridad a la entrada en vigencia del presente Código. A fin de establecer
el número de jueces y fiscales que continuarán con esos trámites y los de la
Alzada, la Corte Suprema dictará la reglamentación pertinente, salvo en lo
que no estuviera expresamente previsto en la presente ley. El Tribunal de
Ejecución continuará su labor adecuándola de inmediato a las disposiciones
de este Código” .
De tal modo repetía una regla similar a la utilizada en numerosas
oportunidades anteriores de aparición de reformas procesales, consistente en
elegir un momento, indicando que las causas iniciadas con anterioridad al
mismo continuarían utilizando la vieja ley en tanto las posteriores aplicarían la
nueva.
Pero si semejante criterio pudo ser utilizado sin mayores problemas en
numerosas oportunidades, no pareció más tarde adecuado para enfrentar una
reforma de la magnitud de la emprendida en Santa Fe, por lo que ya al
dictarse la ley 12.912 se señaló la necesidad de dictar una ley de transición,
cuyo texto es el aquí comentado y conforme al cual el antes transcripto
precepto de la ley 12.734 -también el segundo párrafo de su nuevo artículo
456 (según ley 12.912)- resultaría sustituido.
En verdad no puede dejar de admitirse que del Código/ley 12.734
resulta un cambio estructural tan profundo en la administración del servicio de
Justicia que puede requerir soluciones especiales. Es que se pasa de un
sistema de enjuiciamiento en que todo se produce por escrito en “el
expediente”, con gran protagonismo de los jueces en el impulso procesal y
en el que además cada uno de ellos dispone dentro de “su” juzgado
prácticamente de todo lo necesario para el funcionamiento autónomo del
mismo, a otro en el que la actividad se produce en sucesivas audiencias
orales, de características adversariales en que los jueces se limitarán a
resolver planteos o peticiones de las partes procesales, y en que se aparta a
los jueces de las tareas administrativas que se concentran en una gran oficina
de gestión.
Son tan disímiles esos dos esquemas, tan incompatibles entre sí, que
para subsistir requerirían la existencia de dos distintas estructuras judiciales
paralelas, cada una con una diferente infraestructura, lo que si bien resulta
abstractamente concebible, en términos económicos puede resultar a
cualquier Estado insoportable de mantener durante mucho tiempo. De allí la
necesidad de pensar alternativas para acelerar la subsistencia de uno solo de
los dos sistemas.
En similar trance, algunos países, constitucionalmente de
conformación unitaria, hasta redujeron los plazos de prescripción de la acción
penal para las “causas viejas” de modo tal de permitir que en plazos
relativamente breves solo subsistieran las de “trámite nuevo”. Como en el
esquema constitucional argentino el estado nacional ha asumido el dictado
del Código Penal, sería imposible que la Provincia repitiera tal arbitrio, pero
nada obsta a que procure una solución procesal, y eso es lo que
precisamente hace la transición, al habilitar vías de procedimiento rápidas y
excepcionales, para lograr definiciones en las causas que ya estuvieren en
trámite al momento de comenzar la vigencia plena del nuevo Código Procesal
Penal.
De tal modo, sin violentar la Constitución, se presenta una solución
-obviamente no la única concebible- al problema planteado.
No puede sino coincidirse con el reconocimiento expreso formulado por el
Poder Ejecutivo en el mensaje que acompañara al proyecto de ley respecto a
que “...Regular la transición de un Sistema de Justicia Penal a otro es una de las
tareas más complejas de resolver a nivel legislativo, siendo que dicha materia no
ha recibido tratamiento uniforme en los diversos procesos de transformación que
se desarrollaron a todo lo largo del país y el continente en las últimas décadas
...”.

Función de la transición

Los fines que se le fijan a la ley se encuentran claramente señalados en el


artículo 3 que, luego de asignarle a los mecanismos de que trata el nombre de
“Sistema de conclusión de causas”, indica que se lo establece “...para regular la
adecuada finalización de todas las actuaciones iniciadas con anterioridad a la
plena entrada en vigencia del Nuevo Sistema de Justicia Penal...”.
Concordando con ello, en el mensaje del Poder Ejecutivo que acompañó
al proyecto, se dejó constancia de que con él se aspiraba a que “...se lleve
adelante una transición ordenada, mediante la cual se transfieren recursos de un
sistema que fenece y se extingue gradualmente (el inquisitivo) al que tiende a
establecerse como único y definitivo (el nuevo Sistema de Justicia Penal, de
corte acusatorio y adversarial)...”.
Se establece además (artículo 4) que se tenderá a lograr el máximo nivel
de resolución de conflictos.
Estaremos pues ante una ley excepcional, que regirá respecto de
determinadas causas para luego perder vigor.
-

Ámbito de validez de la ley

Según el artículo 1, la ley 13.004 se aplicará durante un “período de


transición” que durará tres años (prorrogable por otros 6 meses conforme al
artículo 24), y únicamente a las causas iniciadas con anterioridad al día de plena
entrada en vigencia del nuevo código. Se precisa que por fecha de inicio ha de
adoptarse aquella en la cual el hecho llega a conocimiento de las autoridades
provinciales con competencia para intervenir en su prevención o instrucción, sin
importar el momento de su comisión.
Veremos que ante la eventualidad de que al cabo de los tres años -y su
posible prórroga- queden causas aún en trámite, se contempla en el artículo 8 un
archivo especial y la permanencia de algunos órganos judiciales para ocuparse
de su cierre.
-

Órganos del sistema de conclusión de causas

Se crea (art. 5) un “Comité de gestión de conclusión de causas” que


carece tanto de atribuciones judiciales cuanto de control, y cuya única
función ...será promover y concretar los acuerdos necesarios para una gestión
más eficiente del procedimiento de conclusión de causas”. Lo integrarán un
Ministro de la Corte Suprema de Justicia, el Procurador General de la Corte
Suprema, un representante de cada Cámara de la Comisión Bicameral de
Seguimiento Permanente del Proceso de Implementación y el Ministro de Justicia
y Derechos Humanos.
Según el artículo 6, “La Corte Suprema de Justicia deberá establecer
noventa días corridos previos al inicio del período de transición, cuáles serán los
órganos judiciales, empleados y demás estructuras que se ocuparán de la
tramitación de las causas iniciadas con anterioridad al comienzo del período de
transición”, estableciendo al mismo tiempo un cronograma sobre el destino de
esos órganos judiciales “...de modo tal que, al finalizar el período de transición,
éstos se encuentran disueltos o afectados exclusivamente a competencia que no
sea de naturaleza penal o transferidos al Nuevo Sistema de Justicia Penal, salvo
lo dispuesto en el último párrafo del Artículo 8...” (esta cita remite a un nuevo
cronograma que deberá elaborar la Corte Suprema al finalizar la transición, para
resolver las causas que todavía quedaran pendientes).
Cabe advertir que conforme al artículo 1, el período de transición se
iniciará “...el primer día de plena entrada en vigencia del Nuevo Código Procesal
Penal”, dato éste que ligado a lo dispuesto por el artículo 3 de la ley 12.912,
modificado indicaría que debería comenzar el 1 de febrero de 2011.
Conforme al artículo 6, la Corte Suprema debe elaborar un cronograma de
aplicación del período de transición “...noventa días corridos previos al inicio...”, y
de acuerdo al artículo 16 las opciones para ingresar al Ministerio Público de la
Acusación o al Servicio Público de Defensa Penal deben formularse durante un
período comprendido entre los noventa y los ciento cincuenta días anteriores al
comienzo del período de transición.
Será menester confeccionar el cronograma en cuestión para posibilitar el
funcionamiento del sistema. En la realización del mismo se deberá tener en
cuenta el particular sistema de conclusión de causas que prescribe la propia ley.
Establecidos que sean los órganos del sistema de conclusión de causas,
deberán los mismos remitir en forma mensual a cada uno de los miembros del
“Comité de gestión de conclusión de causas” una lista de las causas que tramiten
ante ellos, con los datos requeridos en el artículo 10.
-

Los nuevos órganos y el principio del “juez natural”

Estimativamente, se desprenderá del cronograma antes aludido una


reasignación de causas iniciadas antes de la entrada en vigencia de la ley 12.734
a distintos juzgados, dato que eventualmente podría llevar a considerar que se
afecta el principio de juez natural.
No sería sin embargo correcto tal pensamiento, puesto que se trataría de
una modificación general y objetiva del sistema de atribución de competencia.
Nuestra Constitución establece en su artículo 18 que nadie puede ser
juzgado por comisiones especiales o sacado de los jueces designados por la ley
antes del hecho de la causa, pero nada de esto ocurrirá en el caso considerado.
Estudiando el tema, Julio Maier reconoce la vigencia entre nosotros del principio
de la perpetuatio jurisdictionis conforme al cual las nuevas leyes atributivas de
competencia referirían sólo a los procesos futuros; empero aclara “...Fuerza es
reconocer, sin embargo, una excepción de este principio, según ya advertía
Giuseppe Chiovenda en el Derecho procesal civil y para la doctrina de la
perpetuatio jurisdictionis. Puede suceder que el tribunal competente al momento
del hecho desaparezca, por ejemplo, en caso de perderse la soberanía territorial
sobre determinado territorio (ej.: hechos sucedidos en las Islas Malvinas durante
la ocupación argentina) o por una transformación total del sistema de
administración de justicia (ej.: actual proyecto de reforma del enjuiciamiento
penal que determina una organización judicial completamente nueva, con
tribunales diferentes). Si el problema que crea la mutación ex post facto de la
competencia no está provocado por el poder político arbitrariamente, con la
exclusiva intención de disimular la designación de tribunales nuevos para la
atención de ciertos casos o el juzgamiento de personas determinadas (por ej.:
quitándole competencia a los tribunales que ya la habían adquirido, para dársela
a otros, sin modificar genéricamente la organización judicial existente, en la cual
subsisten los tribunales que tenían competencia al momento del hecho), la nueva
ley general de competencia puede atribuir competencia a tribunales creados con
posterioridad al hecho, bajo la condición de que, de ninguna manera, encubra un
tribunal de excepción disimulado...” (“Derecho Procesal Argentino-1.b” pg.
492/494).
Como en Santa Fe justamente nos hallamos ante una genérica
reorganización de los tribunales penales, que ningún otro propósito oculta, la
solución propuesta es trasladable.

Disposiciones procesales aplicables al sistema de conclusión de causas.

A fin de cumplir con el cometido de regular la adecuada finalización de


todas las actuaciones iniciadas con anterioridad a la plena entrada en vigencia
del nuevo Código, se regulan novedosos procedimientos en los artículos 7 y 8.
Las disposiciones que estudiaremos se aplicarán a las causas que ya se
hubieren iniciado (ya hubiere llegado al hecho al conocimiento de las autoridades
con competencia para intervenir en su prevención o instrucción), puesto que a las
demás ya se le aplicarán las de la ley 12.734.

1) Disponibilidad de la acción – Mediación – Suspensión de juicio a


prueba – Juicio abreviado

Para todos los casos que aún no se encuentren en la etapa de juicio


habilita el artículo 7.a) la utilización de los criterios legales de disponibilidad en el
ejercicio de la acción, y de mediación, considerados en los artículos 19 y 20 de la
ley 12.734 (en cuanto a la interpretación de los mismos, nos remitimos a lo que
ya hemos dichos al considerar esos tópicos a la luz de la ley 12.912).
Para todos los que en cambio ya se encuentren en la etapa de juicio y sin
sentencia dictada, legitima el artículo 7.b) la aplicación de los procedimientos de
suspensión de juicio a prueba y de juicio abreviado, considerados en los artículos
339 y 24 de la ley 12.734 (nuevamente nos remitimos en cuanto a la
interpretación de estos institutos a lo que dijimos al considerarlos en relación a la
ley 12.912).
Señala el artículo 9 que ninguna de estas cuatro posibilidades puede sin
embargo aplicarse a las causas (criterio objetivo, que comprenderá a todos los
eventuales co-imputados) que tramiten por la presunta comisión de delitos de
funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones o por la presunta comisión de
los delitos previstos en el artículo 5 de la ley 12.912, hoy ya modificado, como se
ha visto las que continuarán según su estado (artículo 9).

2) Archivo de causas
No presentándose ninguno de los supuestos antes contemplados, el resto
de causas se tramitará conforme a las particularidades señaladas al tratar las
disposiciones de la ley 12.912, es decir, las de la ley 6740 con sus
modificaciones.
Sin embargo, se establece un sistema especial de archivo, destinado
obviamente a agilizar la finalización de esas causas.
Se trata del archivo ya contemplado en el artículo 200.II del Código/6740,
aunque alterado sustancialmente en sí, y modificando además los plazos de
sustanciación de la instrucción señalados por el artículo 208.
Como veremos luego, varios preceptos de la ley acotan de distinta
manera los términos de la instrucción durante el período de transición,
debiéndose considerar en tal sentido cambiadas las reglas del citado artículo 208
para tal etapa.
A su vez, las modificaciones que inciden en el contenido del propio
artículo 200.II radican: 1) en la aparición de nuevos supuestos de archivo, 2) en
la eliminación de la veda existente para archivar cuando hubiere imputados
indagados, 3) y en el cambio de las hipótesis de revocación y consiguiente
reapertura de la investigación.
Los nuevos supuestos de archivo operarán, por imperio de la ley, frente al
vencimiento de determinados plazos y la concurrencia de determinadas
circunstancias que explicita el articulado (que veremos luego).
Aunque el articulo 200.II prohibía archivar si se había recibido declaración
indagatoria, la nueva ley lo permite. Esto podrá originar el reclamo de
sobreseimiento por parte del indagado para que se ponga fin a la indefinición en
que quedaría su situación. La solución deberá encontrarse por vía del
sobreseimiento por vencimiento de plazos previsto en el artículo 356 inciso 2,
aunque para que sea viable, deberá haber transcurrido todo el nuevo tiempo que
se acuerda al período de transición, porque el artículo 14 mantiene en tanto
latente la posibilidad de proseguir la causa.
Finalmente, la posibilidad contemplada en el artículo 200.II inciso 3, de
que el juez, actuando de oficio revoque el archivo antes dispuesto, se debe
considerar sustituida por el régimen impuesto por el citado artículo 8.
Como aludiéramos antes, no se avanza con esta forma de agilizar la
definición de los procesos sobre el Código Penal, sino que se regulan aspectos
netamente procesales para cuyo tratamiento tiene competencia constitucional la
Provincia.
-
Para analizar el archivo considerado, resulta imprescindible separar las
causas en grupos, ya que eso es lo que hace la ley. Debe tenerse en cuenta que
siempre se atenderá a la fecha en que comience la transición.
Conforme a la ley, se agruparían las causas de la siguiente manera:
A) Causas con imputados desconocidos.
B) Causas con imputados individualizados, que se discriminan según:
1. No se encuentren privados de su libertad
cautelarmente.
2. Exista pedido de captura del imputado, a quien
sin embargo no se lo
declaró rebelde.
3. Se haya declarado la rebeldía del imputado.
4. Se hayan aplicado medidas cautelares
privativas de la libertad.
2. Causas que lleguen al fin del período de transición sin
haberse ́ adoptado decisión definitiva.
-
Veremos que repetidas veces se alude en todos estos grupos de causas a
un plazo de seis (6) meses, luego del cual las causas se archivarán; pues bien,
indica el artículo 7 en su párrafo final, que el mismo comenzará a computarse
desde la confluencia de dos circunstancias: el inicio del período de transición
establecida en el artículo 1, y que se hayan asignado efectivamente las causas a
los jueces o subrogantes intervinientes.

A) Grupo de causas con autores desconocidos (artículo 7.c)

Utilizando como base los datos disponibles en las actuaciones, se deberá


completar la investigación posible, pero en un lapso que no podrá exceder los
seis meses; a su cabo la causa se archivará.
No se ordenará el archivo si en ese tiempo se individualiza al presunto
autor, sino que se proseguirá actuando conforme a lo dispuesto para causas con
imputados individualizados.
Si se investiga un hecho cometido por un funcionario público en ejercicio
de sus funciones, o uno de los delitos indicados en el artículo 5 de la ley 12.912
(y que antes transcribiéramos) la causa continuará pese al vencimiento del plazo
y conforme a lo previsto para el fin del período de transición (artículo 9).

B.1) Causas con imputados individualizados, que no se encuentren


privados de su libertad cautelarmente (art. 7.d).

Estas causas se archivan a los seis meses de iniciado el período de


transición y de ser asignadas; solo pueden proseguir si en ese lapso el fiscal, la
víctima o el querellante eventualmente constituido, instan de cualquier modo su
marcha, esto es, si formulan alguna petición que revele la voluntad de hacer
avanzar el proceso.
Producido el archivo, pero dentro aún de la etapa de transición, cabe la
posibilidad de que el querellante ya constituido o la simple víctima, soliciten el
“desarchivo” (sic) a efectos de proseguir la tramitación de la causa pero a través
del procedimiento de querella previsto para los delitos de acción privada. Deberá
en tal caso el juez revocar el archivo quedando las actuaciones a disposición del
actor para que formule su querella. Se trataría ésta de una especie de conversión
de la acción similar a la tratada por la ley 12.734 y recuperada por la 12.912, pero
con la singularidad de que el ejercicio de esta querella no solo puede ser llevada
adelante por el querellante, sino también por el fiscal. Esto último es un
procedimiento extraño para nosotros, pero no prohibido por principio alguno.
Tanto el “desarchivo” como la querella deben producirse necesariamente
durante el período de transición. La revocación del archivo se peticionará ante el
juez que lo ordenó, y la querella se presentará ante el juez o tribunal que
corresponda.
No ha de perderse de vista que aún superado el plazo de seis meses, el
querellante podrá solicitar que la causa prosiga, pero esta vez en el tiempo fijado
por el párrafo tercero del artículo 8.
Si en la causa se investigan o juzgan delitos cometidos por funcionarios
públicos en ejercicio de sus funciones o alguno de los señalados en el antes
referido artículo 5 de la ley 12.912, no se producirá el archivo tratado y la causa
continuará según su estado (artículo 9).

B.2) Causas con imputado individualizado respecto del que se ha librado


pedido de captura, pero no se lo ha declarado en rebeldía (art. 7.e)

En estos casos, al momento de iniciarse el período de transición, habrá de


declararse la rebeldía del imputado, debiendo de inmediato los juzgados elaborar
una lista con todos los imputados en tal situación, la que se distribuirá a la fiscalía
y a los responsables de la policía, además de publicársela en el sitio web del
Poder Judicial durante el lapso de seis meses.
Si en ese tiempo se logra la captura, se aplican las disposiciones
pertinentes; si, en cambio, transcurre sin que ello ocurra, la causa deberá
archivarse.
En los mismos términos del artículo 7.d) es posible el “desarchivo” y la
continuación de la causa a través de querella, por el querellante o el fiscal.
Si en la causa se investigan o juzgan delitos cometidos por funcionarios
públicos en ejercicio de sus funciones o alguno de los señalados en el antes
referido artículo 5 de la ley 12.912, no se producirá el archivo tratado y la causa
continuará según su estado (artículo 9).

B.3) Causas con imputado individualizado declarado en rebeldía (art. 7.f)

Al igual que lo señalado en el apartado anterior, corresponde respecto de


estos imputados constituidos en rebeldía (para los que ya debió librarse orden de
captura y si indebidamente no se lo hizo, librársela en este momento, si
corresponde) conformar una lista que se distribuirá a los responsables de la
policía y a la fiscalía, además de publicársela en el sitio web del Poder Judicial
durante seis meses, al cabo de los cuales las causas se archivarán.
Si en ese lapso se logra la captura, se aplicarán las disposiciones
pertinentes; si, en cambio, transcurren los seis meses sin que ello ocurra, la
causa deberá archivarse
En los mismos términos del artículo 7.d), es posible el “desarchivo” y la
continuación de la causa a través de querella, por el querellante o el fiscal.
Si en la causa se investigan o juzgan delitos cometidos por funcionarios
públicos en ejercicio de sus funciones o alguno de los indicados en el antes
considerado artículo 5 de la ley 12.912, no se producirá el archivo tratado y la
causa continuará según su estado (artículo 9).

B-4) Causas con imputado individualizado, sometido a medidas cautelares


privativas de la libertad (art. 7.g)

Las medidas cautelares a que se alude pueden ser cualquiera de las


contempladas en el Código Procesal, pero siempre y cuando acarreen efectiva
pérdida de la libertad.
Estas causas proseguirán según el trámite normal, pero hasta que termine
el período de transición, momento en el que serán aplicables las disposiciones
del apartado que sigue.

C) Causas que lleguen al final del período de transición sin haberse


adoptado decisión definitiva (artículo 8)

Agotada la etapa de transición, que como viéramos se establece en tres


años a partir de la plena entrada en vigencia de la ley 12.734, prorrogable por
otros seis meses más, se diferencia el tratamiento que recibirán las causas en las
que no se haya adoptado decisión definitiva, según su trate de querellas por
delito de acción privada o causas por delitos de acción pública.
Las querellas proseguirán según su estado. Aunque la ley refiere a las
querellas por delito de acción privada, deberá actuarse igualmente con las
querellas formadas a consecuencia de conversión de la acción pública en
privada, dado que no habrá razón para hacer distingos.
Las causas que traten de delitos de acción pública, deberán en cambio
ser archivadas “de pleno derecho” (sic), cesando todas las medidas cautelares
personales que se hubieran dispuesto en ellas.
Sin embargo, estos procesos podrán continuar según su estado y “con el
mismo procedimiento” (esto es, con el procedimiento que para los delitos de
acción pública prevé la ley 12.912), si el fiscal lo solicitó dentro de los treinta días
anteriores a la finalización del período de transición, o si lo hizo el querellante
dentro de los cuatro meses anteriores logrando la adhesión del fiscal.
Si el fiscal no lo pide o no adhiere al pedido del querellante, la causa se
archivará, aunque se le presenta al querellante la posibilidad de convertir la
acción prosiguiéndola según el procedimiento de querella previsto para delitos de
acción privada en tanto la acción mantenga su vitalidad por no haberse producido
su prescripción.
Tanto el fiscal como el querellante deberán estar muy atentos a los
tiempos que se les fijan para sus reclamos, porque vencen el mismo día en que
termine la transición, resultando por tanto inadmisibles los que se formulen luego.
No puede de oficio juez alguno impulsar estas causas en sustitución del
fiscal o el querellante.
Si en la causa se investigan o juzgan delitos cometidos por funcionarios
públicos en ejercicio de sus funciones o alguno de los delitos indicados en el
antes referido artículo 5 de la ley 12.912, no se producirá el archivo tratado y la
causa continuará según su estado (artículo 9).
Todas las causas que conforme a lo expuesto deban proseguir pese a
haberse agotado el período de transición, se tramitarán ante los órganos
judiciales del sistema de conclusión de causas que la Corte Suprema de Justicia
indique de acuerdo a un nuevo cronograma.
Tal como antes viéramos, no se afecta con esto el principio del juez
natural.
-

Disposiciones aplicables a los recursos de apelación (art. 11).

Si al momento de comenzar el período de transición, la causa en que se


interpuso recurso de apelación ya está radicada ante la Cámara de Apelación, el
recurso seguirá el trámite común de sustanciación, aplicándose la ley 6740 con
sus modificaciones o la 12.734, según correspondiera, manteniéndose además la
integración originaria del tribunal.
Si en cambio no había aún radicado, sea porque no había sido interpuesto
el recurso, sea porque habiéndolo sido todavía no lo había admitido el tribunal de
alzada, se utilizan las nuevas disposiciones.
Se establece conforme a ellas que en todos los recursos se aplicarán las
disposiciones del Código/ley 12.734, aunque las causas hubieran sido iniciadas
con anterioridad, y, además, que intervendrán los órganos judiciales dispuestos
por el nuevo sistema de justicia penal, es decir que se rompe con el sistema de
distribución por salas, donde existían.
Pero además, aparece para estas causas una limitación objetiva al
recurso de apelación, ya que se preceptúa que solo será admisible contra las
sentencias definitivas y contra las resoluciones que causen un gravamen
irreparable, lo que importa un apartamiento de las reglas contenidas en el artículo
394 del Código/ley 12.734.
ANEXO

EL NUEVO SISTEMA DE JUSTICIA PENAL

Mensaje del Poder Ejecutivo acompañando su proyecto de “Ley de implementación


progresiva del Código Procesal Penal – Ley 12.734.

“A la Legislatura de la Provincia:
Se remite a vuestra consideración, tratamiento y sanción el adjunto proyecto de
ley para la implementación del nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa
Fe – Ley 12.734.
Con la sanción del presente proyecto dará comienzo el proceso de
implementación progresiva del nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa
Fe considerado, también por este Poder Ejecutivo, como un compromiso de Política de
Estado.
Asumimos el desafío de continuar el camino iniciado con la sanción del Código
Procesal Penal, Ley 12.734, originada en el marco del Plan Estratégico del Estado
Provincial para la Justicia Santafesina.
En el año 2006, en la puesta en marcha del plan, se dijo que se reconocía “el
derecho fundamental de la ciudadanía a contar con un servicio de justicia
apropiado, y que pesa sobre el Estado la necesidad de brindarle ese servicio con
las características que legítimamente reclama”, que es necesario tomar “las reformas
judiciales como una verdadera política de Estado, al margen de los intereses
coyunturales, que alimenten la legítima disputa electoral”, que es necesario buscar
“instrumentos que coadyuven al encuentro de voluntades consensuadas
destinadas a colaborar con la viabilización de un programa que tienda a encontrar
las vías que hagan más inmediata y eficiente la actividad judicial de impartir
justicia para fortalecer al Poder encargado de tal función y lograr un mejor acceso
de la comunidad hacia él (…) mediante el compromiso, el diálogo y la acción de
diversos sectores o instituciones ligadas directa e indirectamente al quehacer
judicial” y que “no parece discutible que el diseño del servicio de justicia y sus
respectivas reformas no deban quedar absorbidas por contiendas partidarias, sino
que debe establecerse un plan que transcienda las legítimas diferencias de los
distintos puntos de vista políticos”. Entonces se afirmó que se lanzaba un “Plan
Estratégico del Estado Provincial para la Justicia Santafesina, en procura de lograr
una modernización normativa de los procesos judiciales y una revisión de las
competencias, fueros, jurisdicciones judiciales y la geografía judicial en orden a su
realidad actual y orientada al servicio de los ciudadanos, con el objeto de
posibilitar un más sencillo e inmediato acceso a la comunidad hacia el poder
encargado de impartir justicia” No se pueden desconocer los reclamos sociales
en materia de justicia penal, frente a lo cual resulta obligatorio reconocer el acierto de
estos primeros pasos, sobre todo si tenemos en cuenta la voluntad manifestada
mayoritariamente por el pueblo santafesino a nuestra plataforma política, en la que
hacíamos referencia a que la justicia de Santa Fe está caracterizada por un modelo
burocrático de administración, cuya manifiesta y grave ineficacia supone el riesgo de que
se caiga en un modelo de justicia por mano propia de los particulares.
Es por ello que afirmamos que era imperativo construir un sistema republicano
humanista que se caracterice por enmarcarse en el estado de derecho, por imponer la
fuerza de la ley, el respeto de las garantías individuales y por buscar la mayor eficacia
posible, sobre la base de respuestas adecuadas a los conflictos.
En tal sentido, surge como evidente la necesidad de consolidar el debido proceso
y limitar al máximo la burocracia y el papeleo, garantizar el desarrollo de los
procedimientos a través de un sistema de audiencias públicas, en las que se conceda la
debida participación a las víctimas de delitos, de cara a la comunidad (cuya máxima
expresión serán los juicios por jurados), contribuyéndose de tal suerte a pacificar la
sociedad y generar un marco de seguridad que mejore la calidad de vida de todos los
ciudadanos.
El desafío es entonces construir proyectos, programas y órganos que permitan y
favorezcan que todos los habitantes tengan garantizado el acceso a la justicia y a
métodos alternativos de resolución de conflictos interpersonales de toda naturaleza, la
transformación de todos los sistemas judiciales en el marco de las exigencias
constitucionales, la conducción de esta transición a los nuevos modelos y el seguimiento
de tales procesos, así como la formación cívica comunitaria y la capacitación necesaria
de los operadores judiciales para hacer frente a los nuevos desafíos.
En consideración a la profundidad y la magnitud del cambio, resulta prudente y
viable, tanto desde el punto de vista material como del jurídico, establecer una
implementación progresiva, entre el viejo modelo y la plenitud del nuevo Sistema de
Justicia Penal.
Esta implementación progresiva ofrecerá avances significativos sobre las metas
políticas referidas. Ello porque, a partir de las instituciones y procedimientos que se
implementen, será imprescindible para todos los operadores judiciales analizar el
conflicto humano subyacente en cada causa y a partir de dicho análisis, utilizar el menú
de respuestas que se irán incorporando y que tienden a resolver o paliar los efectos de
los conflictos de naturaleza penal, con la consiguiente pacificación que ello implica.
Por otra parte, se buscará la inmediata remoción de todas las normas que directa
o indirectamente tiñen de inconstitucional al actual sistema.
Esta implementación progresiva supone un salto cualitativo fundamental tanto en
materia de eficacia como de garantías, sin perjuicio de considerar que el punto óptimo en
estos dos aspectos (eficacia y garantías) se logrará cuando se ponga en marcha la
totalidad del nuevo sistema.
A su vez, esta implementación progresiva por materias tratadas por el Nuevo
Código Procesal Penal, producirá espacios temporales que permitirán desarrollar
adecuadamente los programas de capacitación, el análisis y dictado de leyes necesarias
para la plenitud del nuevo modelo y el abordaje de todos los aspectos referidos a las
estructuras, infraestructura y recursos necesarios.
Se prevé, por tanto, la implementación progresiva, de acuerdo a las siguientes
etapas:
En la Primera Etapa: entrará en vigencia, en forma parcial, el nuevo Código
Procesal Penal, Ley 12.734, en cuanto regula a las siguientes materias:
Juicio Oral: Se incorpora el régimen de Juicio Oral del Nuevo Código Procesal
Penal, de manera obligatoria para determinados casos de alto impacto en el tejido social
y de manera optativa para los demás casos actualmente previstos, estableciéndose un
sistema especial para incentivar la opción, referido a la celeridad en la realización de la
audiencia.
Principios fundamentales: entran en vigencia de inmediato los principios
fundamentales del nuevo código, los cuales deben orientar la interpretación y aplicación
de las normas acompasadas con el bloque de constitucionalidad.
Régimen de la acción penal: se da inicio a la participación de las víctimas en el
proceso penal, a través de la incorporación de la figura del querellante.
Disponibilidad de la acción: a través de estos preceptos se permitirá, por un
lado dar lugar a salidas alternativas como verdaderas respuestas a determinados
conflictos penales, y por otro posibilitar la utilización de criterios racionales y controlables
de selección de casos y de regulación de la carga del sistema de justicia penal.
Suspensión del Juicio a Prueba y de Juicio Abreviado: con el mismo sentido,
se incorpora el nuevo régimen que regula dichas materias.
Régimen de inhibición y recusación de los tribunales: se busca dar
satisfacción a las exigencias constitucionales de imparcialidad de los tribunales,
fundamentalmente la objetiva, por intervenciones en la causa.
Derechos de la víctima: se ponen en vigencia los derechos de asistencia,
participación, protección y reparación de las víctimas de delitos, adoptados por el Nuevo
Código.
Derechos del imputado: se ponen en vigencia las nuevas garantías del
imputado y se da inicio al nuevo régimen de ejercicio del derecho de defensa en su más
amplia acepción.
Encierro preventivo: se pone en vigencia de inmediato el nuevo régimen de
libertad durante el proceso impuesto por el Nuevo Código Procesal Penal, en cuanto al
tratamiento de las nuevas medidas cautelares personales.
Recurso de Apelación: se ponen en vigencia, para los casos de juicio oral, las
nuevas modalidades de garantía del derecho al recurso establecidas por la Ley 12.734,
dando satisfacción a la exigencia de doble conforme.
La selección de estas materias ha sido precedida por un cuidadoso estudio de las
posibilidades que la estructura actual del sistema judicial provincial ofrece, sumado a los
servicios que se están organizando a tales fines dentro del Ministerio de Justicia.
Sin perjuicio de establecer una norma interpretativa que permita adecuar la
terminología a las distintas posibilidades procesales, se ha previsto reconocer
expresamente facultades interpretativas generales a la Corte Suprema de Justicia y al
Poder Ejecutivo, atendiendo a lo que establecen los Artículos 92 inciso 3), 72 inciso 4) y
concordantes de la Constitución de la Provincia, con el fin de minimizar las dificultades
hermenéuticas acarreadas por las diferencias terminológicas entre las nuevas
disposiciones y las antiguas normas subsistentes. Asimismo, y a los efectos de darle
seguimiento y monitoreo constante a todo el proceso de implementación, se propone la
creación de una comisión bicameral de seguimiento del proceso de implementación.
A los efectos de evitar la existencia de un “tercer código” se prevé que, durante la
implementación progresiva, toda la materia procesal penal sea regulada por alguno de
los dos ordenamientos procesales que coexistirán hasta tanto se proceda a la
implementación integral del nuevo sistema. A tales fines, se reformula el artículo 456 de
la Ley 12.734, sentándose el criterio de la derogación automática del antiguo régimen
referido a las distintas materias en cuanto se aplica el nuevo. Asimismo, con el objeto de
minimizar el impacto de posibles incompatibilidades entre las nuevas materias puestas en
vigencia y las disposiciones subsistentes de la legislación vigente, se tienen presentes, a
los fines de solucionarlas, las facultades reglamentarias de la Corte Suprema de Justicia
y del Poder Ejecutivo.
A esta primera fase, le seguirá una Segunda Etapa orientada a la construcción
de los componentes institucionales requeridos para alcanzar la plena vigencia del
sistema de justicia penal demarcado por la Ley 12.734, preparatoria de la tercera fase, en
la que se pondrá en marcha la totalidad del nuevo sistema. Para esta segunda etapa se
prevé la remisión para su tratamiento y consideración por parte de la Legislatura de las
leyes orgánicas de Ministerio Público de la Acusación, Ministerio de la Defensa Pública,
Ley de Protección a Testigos y Víctimas, Ley de Organización de Tribunales Penales y
Gestión Judicial y Ley de Transición. Asimismo, deberá iniciarse, acorde a dichas
normas, el montaje de las instituciones del nuevo Sistema de Justicia Penal, a fin de
lograr la estructura necesaria para una óptimo funcionamiento del mismo, a saber:
3. Ministerio Público Fiscal: determinación de necesidades de recursos
para el nuevo sistema, cobertura de cargos necesarios, organización de
las oficinas, elaboración de reglamentos internos y protocolos de trabajo;
4. Defensa Penal Pública: determinación de necesidades de recursos para
el nuevo sistema, cobertura de cargos necesarios, organización de las
oficinas, elaboración de reglamentos internos y protocolos de trabajo;
5. Oficinas de Gestión para Tribunales: organización de las oficinas,
procesos y protocolos de trabajo, determinación de necesidades,
cobertura de cargos;
6. Plan de infraestructura: planificación y ejecución de las obras
necesarias para cubrir las necesidades edilicias de todas las instituciones
del nuevo Sistema de Justicia Penal, dentro de los límites
presupuestarios de la provincia;
7. Soporte informático: diseño y puesta en marcha de un plan de
informatización del nuevo Sistema de Justicia Penal, que permita
garantizar el funcionamiento eficiente del mismo;
8. Registro Único de Antecedentes Penales: creación y montaje del
Registro, con un sistema de gestión moderno y confiable;
9. Oficinas de Atención a las Víctimas y Protección de Testigos:
estructuración de oficinas capaces de brindar respuestas de calidad en
toda la Provincia;
10. Programas de resolución alternativa de conflictos: estructuración de
programas de resolución no violenta de conflictos, estructuración de
oficinas de mediación y de mecanismos de conciliación, orientados a
brindar respuestas restaurativas;
11. Oficinas de Enlace: creación de oficinas y de procesos de trabajo que
permitan una actuación coordinada y eficiente entre Tribunales,
Ministerio Público, Defensores, Oficinas de Víctimas, Centros de
Mediación, Policía, Servicio Penitenciario y Registro Único de
Antecedentes Penales;
12. Programa de Comunicación Social y Formación Cívica: desarrollo de
un programa que comunique eficientemente a la sociedad los valores,
componentes y funcionamiento del nuevo Sistema de Justicia Penal.
Elaboración de programas de formación cívica de la ciudadanía y la
difusión de las nuevas garantías para el resguardo de derechos y el
acceso a la justicia;
13. Programas de Capacitación de los operadores del nuevo Sistema de
Justicia Penal;
14. Monitoreo, control y ajuste: desarrollo de un programa interinstitucional
de monitoreo, control y ajustes para el proceso de implementación del
nuevo Sistema de Justicia Penal.
Cumplimentados los recaudos indicados, en la Tercera Etapa se procederá a la
puesta en marcha integral del Código Procesal Penal conforme la Ley 12.734 en toda la
Provincia.
Por último se prevé un sistema de designación de Jueces Penales que permite
que aquellos que sean designados a partir de la entrada en vigencia de la presente Ley
puedan integrarse al nuevo sistema, sin perjuicio de que ocupen cargos en el diseño
vigente, como así también tener designados magistrados, de tal manera que los órganos
jurisdiccionales sean siempre ocupados de inmediato.
Es urgente la sanción de este proyecto para comenzar en forma inmediata su
ejecución.
Dios guarde a V.H.

Texto aprobado de “Ley de implementación progresiva del Código Procesal Penal”


nº 12.912 (B.O. 07/08/08).

Artículo 1° - Objeto. La presente Ley regula la implementación progresiva del nuevo


Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecida por Ley 12.734 –
Código Procesal Penal.

Artículo 2° – Autoridad de aplicación. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos,


conforme las atribuciones y competencias que surgen de la ley 12.817, llevará adelante
todas las acciones e inversiones que resulten necesarias para la implementación del
nuevo Sistema de Justicia Penal, articulando con el Poder Judicial y el Poder Legislativo
aquellas que reclamen su intervención.

Artículo 3° – La implementación definitiva e integral de la Ley 12.734 -Código Procesal


Penal- será dispuesta por el Poder Ejecutivo en un plazo que no podrá superar el 30 de
octubre de 2009.

Artículo 4° - Implementación progresiva. A partir de los ciento veinte (120) días de entrada
en vigencia de la presente ley, comenzarán a regir las siguientes disposiciones de la Ley
12.734 – Código Procesal Penal;
15. Título I del Libro 1;
16. Capítulo I, II y III del Libro 1, excepto el primer párrafo del
artículo 16;
17. Artículo 68, 69 y 71 del Capítulo IV del Título III del Libro
1;
18. Capítulo I del Título IV del Libro 1;
19. Capítulo III del Título IV del Libro 1, excepto el inciso 2
del artículo 98 y la primer disposición del inciso 3;
20. Artículo 100 y 101 de la Sección primera del Capítulo IV
del Título IV del Libro 1;
21. Secciones Tercera y Cuarta del Capítulo IV del Título IV
del Libro 1;
22. Capítulo I del Título III del Libro II;
23. Artículos 216, 219, 220, 221, 222 y 227 del Título III del
Libro II;
24. Capítulos II, III y IV del Título I del Libro IV, excepto el art.
338;
25. El Título II y el Título III del Libro IV;
26. El Título V del libro IV;
27. Cuando la causa se sustancie por juicio oral, y en lo
pertinente, se aplicarán el Capítulo V, del Título 1 del
Libro II y Título III del Libro V.
Estas normas sólo serán aplicables para investigar y juzgar aquellos hechos que
lleguen a conocimiento de las autoridades provinciales que prevengan con competencia
para intervenir en la prevención o instrucción por causas penales, a partir del día
posterior a la entrada en vigencia de este Artículo, independientemente de la fecha de
comisión del hecho. Sin perjuicio de ello, se aplicarán a las causas en trámite, las normas
que sean más favorables al imputado, en cuanto a su libertad, a la extinción de la acción
penal y amplitud de la defensa, si así lo solicita éste o su defensor dentro de los diez días
a partir de la primer actuación realizada en la causa posterior a la entrada en vigencia de
este Artículo.

Artículo 5° - Juicio oral obligatorio. En los casos incluidos en las previsiones del último
párrafo del Artículo 4 de la presente ley, el juicio oral será obligatorio cuando la
imputación contenida en la requisitoria versare sobre alguno de los siguientes delitos:
28. Homicidio calificado (Artículo 80 del Código Penal);
29. Abuso sexual seguido de muerte (Artículo 124 del
Código Penal);
30. Tortura seguida de muerte (Artículo 144 ter, inciso
segundo, primera disposición del Código Penal);
31. Enriquecimiento ilícito (Artículo 268 (2) del Código
Penal);
32. Robo agravado (Artículo 165 del Código Penal).

Artículo 6° - Juicio oral optativo. En los casos incluidos en las previsiones del último
párrafo del Artículo 4 de la presente ley y cuando el imputado elija ser juzgado en juicio
oral, ejerciendo la opción del Artículo 447 de la Ley 6740 y modificatoria, opción que se
mantiene vigente en los términos de dicho Artículo, si el mismo se encontrare en prisión
preventiva, tendrá derecho a que el debate se realice dentro del plazo de ocho meses
contados a partir de ejercitada la opción.
Si venciere el plazo señalado, y la demora no hubiera sido causada por
articulaciones dilatorias injustificadas de la defensa, será aplicable lo dispuesto por los
artículos 156 y 157 de la Ley 12.734.

Artículo 7° - Juez competente para juicios orales. Los jueces de sentencia serán
competente para juzgar en caso de juicio oral optativo u obligatorio.
El imputado podrá elegir ser juzgado por un tribunal pluripersonal o integrado por
tres magistrados. En este último supuesto, será presidente del tribunal el juez al que
originariamente le correspondiera entender en la causa conforme las reglas de atribución
de competencia. Los otros dos integrantes del Tribunal serán designados por sorteo entre
los jueces penales de la misma circunscripción judicial.

Artículo 8° - Normas prácticas. La Corte Suprema de Justicia de la Provincia dictará las


normas, reglamentos y disposiciones que sean necesarias para aplicar la presente ley en
virtud de las facultades previstas en el Artículo 92, inciso 3) de la Constitución de la
Provincia. El Poder Ejecutivo podrá hacer uso a los mismos fines, de las facultades
previstas en el Artículo 72 inciso 4) de la Constitución de la Provincia.
Sin perjuicio de ello, las normas y terminología del nuevo sistema que se ponen
en vigencia por la presente ley durante la implementación progresiva, deberán
interpretarse teniendo presente el sistema escrito u oral que rija para cada causa y si la
instrucción la realiza el fiscal o el juez.
Cuando se hace referencia a “Fiscal de Distrito” y “Fiscal General”, deberá
entenderse que se hace referencia a “Fiscal de Primera Instancia” y “Fiscal de Cámara”,
respectivamente, u órgano de similar jerarquía que los reemplace.
El ofendido por un delito de acción pública podrá hacer uso del mismo derecho
previsto en el Artículo 22 de la Ley 12.734 en los supuestos de desestimación de la
denuncia o archivo de las actuaciones.
Para el caso en que se invocare como causa de inhibición y/o recusación alguna
de las previstas en los incisos 1) y 4) del Artículo 68 de la ley 12.734, que entra en
vigencia mediante la presente, serán de aplicación las previsiones de la Acordada de la
Corte Suprema de Justicia de Santa Fe N°32, de fecha 23 de agosto de 2006, a los
efectos de la intervención del nuevo órgano judicial.

Artículo 9° - Conflictos normativos. Quedan derogadas todas las disposiciones legales


que sean contrarias a esta ley y en especial aquellas normas de la Ley N°10.160
-Orgánica del Poder Judicial- y de la Ley 6.740, sus modificatorias y complementarias
que se contrapongan.

Artículo 10° - Modifícase el Artículo 456 de la Ley 12.734, el que quedará redactado de la
siguiente manera:
“Artículo 456 – Vigencia integral del Código. Salvo lo dispuesto en la Ley de
implementación, ninguna disposición de este Código entrará en efectiva vigencia hasta
tanto el Poder Ejecutivo resuelva encontrar reunidas las condiciones necesarias para un
adecuado funcionamiento del mismo, en cuyo caso establecerá las materias, la forma y
fecha de puesta en vigor. La implementación total del nuevo sistema no podrá exceder el
plazo previsto en el Artículo 3 de la Ley de Implementación. Podrá disponerse la
implementación por materia, antes de la fecha indicada, en forma progresiva.
A partir de la entrada en vigencia de las normas de este Código en todo el
territorio de la Provincia, quedan derogadas las normas correspondientes a las materias
tratadas en la Ley 6.740, sus modificatorias y todas las leyes que se le opongan.”

Artículo 11° - Designación de Jueces Penales. Sin perjuicio de los derechos adquiridos, a
partir de la promulgación de la presente ley, los jueces del fueron penal de la Provincia
serán designados como jueces penales del distrito judicial que corresponda, calificándose
su competencia sólo por instancias. Las designaciones por el Poder Ejecutivo de jueces
del fuero penal, se harán conforme al orden establecido en la lista de acuerdos aprobada
por la Asamblea Legislativa, según las pautas que siguen:
a) La cobertura del cargo de un juez penal dentro del distrito e instancia, se hará
de manera gradual respetándose la antigüedad de la producción de la vacancia del
cargo y la antigüedad del acuerdo, mediante decreto del Poder Ejecutivo;
b) Si la antigüedad de la producción de la vacancia en el cargo y la del
acuerdo fueren contemporáneas, la cobertura deberá realizarse considerando
tanto la nominación judicial del cargo vacante como el orden en que figuren en el
acuerdo los candidatos.

En cada circunscripción, el Poder Ejecutivo podrá gestionar el acuerdo de una


cantidad de jueces penales mayor al número de cargos a cubrir, en un veinticinco por
ciento (25%), los cuales sólo adquirirán el carácter de tales una vez que sean designados
por decreto del Poder Ejecutivo. Si el candidato no aceptara el cargo que le corresponde
por aplicación de los mecanismos de la presente ley, perderá el acuerdo legislativo sin
derecho a reclamo alguno.
Una vez que acepte el cargo, el magistrado tendrá la inamovilidad prevista en la
Constitución de la Provincia.
En los casos de vacancias transitorias en el fuero penal, será de aplicación el
Artículo 217 de la Ley 10.160 -Orgánica de Tribunales-.

Artículo 12 – Comisión de seguimiento. Establécese una comisión bicameral de


seguimiento permanente del proceso de implementación, la cual estará integrada por
cuatro diputados y cuatro senadores, elegidos respectivamente por cada una de las
Cámaras, siendo su desempeño funcional ad honorem. Los integrantes de dicha
comisión podrán requerir a los Poderes del Estado, los informes y/o referencias que
consideren necesarias sobre los avances del proceso de implementación. Se reunirán
mensualmente y elaborarán una memoria cuatrimestral que será girada a la Legislatura
para su consideración.

Artículo 13° - El Poder Ejecutivo, dentro de los 150 (ciento cincuenta) días a contar desde
la sanción de la presente ley, remitirá a la Legislatura para su tratamiento y consideración,
las propuestas correspondientes a las leyes orgánicas del Ministerio Público de la
Acusación, Ministerio Público de la Defensa, Ley de Protección a Testigos y Víctimas, Ley
de Organización de Tribunales Penales y Gestión Judicial, Ley de transición y las demás
que sean necesarias para la implementación definitiva e integral de la ley 12.374 –
Código Procesal Penal en el plazo previsto por el Artículo 3 de la presente ley.

Artículo 14° - Comuníquese al Poder Ejecutivo.


DADA EN LA SALA DE SESIONES DE LA LEGISLATURA DE LA PROVINCIA DE
SANTA FE, A LOS CUATRO DÍAS DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO DOS MIL
OCHO.

Texto decreto N° 125/09, reglamentario de la ley 12.912 dictado el día 2 de febrero


de 2009 por el Poder Ejecutivo de la Provincia (B. O. 09/02/09).

VISTO: El Expediente N° 02001-0001501-8 del Registro del Ministerio de Justicia y


Derechos Humanos en el que se tramita la aprobación del Texto Vigente de las Leyes
6740 -Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe y 12.734 -Nuevo sistema de
Justicia Penal de la Provincia, según la ley 12912 de Implementación Progresiva del
Nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe;

CONSIDERANDO: Que la Ley 12.734 ha reformulado íntegramente el sistema de


enjuiciamiento penal en el marco del “Plan Estratégico del Estado Provincial para la
Justicia Santafesina”, estableciendo un nuevo Código Procesal Penal;
Que el mencionado Código Procesal Penal ha sido
implementado sólo parcialmente por la Ley 12.912 de Implementación Progresiva del
Nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe;
Que dicha implementación progresiva ha generado
modificaciones en la Ley 6740 -Código Procesal actualmente aplicable;
Que así, por el Artículo 4 de la Ley 12912 se ha previsto
la entrada en vigencia sólo de algunas disposiciones de la Ley 12734;
Que la señalada entrada en vigencia de dichas
disposiciones operará el 14 de febrero de 2009;
Que además la Ley 12912 de implementación ha
mantenido la opción del imputado de ser juzgado en juicio oral en los términos del Articulo
447 de la Ley 6740 (Artículo 6), pero estableció cinco casos de juicios orales obligatorios
(Artículo 5), modificando la competencia material al efecto, atribuyéndosela en ambas
hipótesis a los jueces de sentencia (Artículo 7);
Que asimismo la Ley 12912 derogó todas aquellas
disposiciones contrarias de la ley 6740 que se opongan a ella y sus modificatorias
(Artículo 9);
Que constituye un componente fundamental de la
seguridad jurídica del Estado de Derecho la vigencia de un sistema legal coherente y sin
fisuras, que posibilite el funcionamiento transparente de la Justicia, pilar del sistema
republicano de gobierno;
Que en consecuencia es necesario determinar a partir de
la Ley de implementación cuáles son las normas procesales penales aplicables desde el
14 de febrero de 2009;
Que en cuanto a la técnica seguida al efecto, se ha
optado por mantener la numeración del texto original (Ley 6740) adicionándose las
disposiciones de la Ley12.734 que se implementan por la Ley 12912 en el Libro, Título o
Capítulo o Sección correspondiente, aclarándose a continuación y entre paréntesis el
número de artículo de la Ley 12734 de que se trata;
Que tratándose de la entrada en vigencia de un Título,
Capítulo o Sección íntegro de la Ley 12734, se ha procedido de idéntica forma,
aclarándose de igual modo a continuación y entre paréntesis el número de Título o
Capítulo correspondiente a la Ley mencionada;
Que por lo tanto, entre paréntesis se han colocado las
identificaciones de Artículos, Títulos, Capítulos y Secciones correspondientes a la Ley
12.734 (nuevo Código Procesal Penal);
Que, atento que por implementación del Título V del Libro
IV de la Ley 12734 -procedimiento para la reparación del daño (Artículo 4 inciso 12, Ley
12912)- las disposiciones de la Ley 6740 relativas al ejercicio de la acción civil en sede
penal han quedado derogadas (Artículo 9, de la Ley 12912), se ha efectuado la referencia
respectiva adicionándose nota aclaratoria al pie que remite a los artículos pertinentes del
Texto Vigente;
Que de la misma manera, se ha procedido en los casos
de modificaciones efectuadas por los Artículo 5, 6 y 7 de la Ley 12912, efectuándose
también mediante nota al pie la aclaración correspondiente;
Que en relación a los artículos de la ley 12734 que no
han sido implementados pero que son expresamente referidos por las disposiciones que
se ponen en vigencia, se ha optado por transcribírselos al pie, efectuándose la aclaración
correspondiente;
Que cuando existan regímenes distintos según se trate
de juicio escrito u oral, tal como sucede con la apelación y los plazos procesales, se
identifica el nuevo régimen con los números de Artículo de la ley 12734 y por nota al pie
se aclaran los casos a los que éste se le aplica;
Que se considera necesario reglamentar el Artículo 4 de
la Ley 12912 fijándose con precisión la fecha de entrada en vigencia de sus
disposiciones.
Que asimismo, corresponde reglamentar las normas que
permitan el acople de las dos leyes en cuestión. En esa línea de ideas, dado que en
definitiva se trata de compatibilizar dos sistemas, uno de los cuales entre en vigencia sólo
parcialmente en virtud de la Ley 12912, se aclaran cuáles son los actos procesales
equivalentes en el procedimiento escrito aún vigente a la audiencia preliminar al juicio
que marca el fin de la etapa intermedia previsto en el procedimiento oral del nuevo
sistema;
Que, de acuerdo con las facultades previstas en el
Artículo 18 inciso 11 de la Ley 12817 y el Artículo 2 de la Ley 12912, el Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos dependiente del Poder Ejecutivo de la Provincia de Santa
Fe, como autoridad habilitada para llevar a cabo todas las acciones necesarias para la
implementación del nuevo sistema de justicia penal, ha intervenido en la elaboración del
texto que se acompaña;
Que en dicha tarea, se le ha dado participación a la
Dirección General de Técnica Legislativa, dependiente del Ministerio de Gobierno y
Reforma del Estado;
Que hallándose habilitado el Poder Ejecutivo para dictar
los reglamentos y disposiciones que sean necesarias para aplicar la ley 12912 atento lo
establecido en el Artículo 8 de la misma;

POR ELLO
EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA
DECRETA:
ARTÍCULO 1. Apruébase como texto vigente de la Ley 6740, en virtud de las
disposiciones de la Ley 12912 y con sus alcances, el Anexo I que se adjunta y forma
parte integrante del presente Decreto.

ARTÍCULO 2. Reglaméntase el Artículo 4 de la Ley 12912; establécese el 14 de febrero


de 2009 como fecha de entrada en vigencia de las disposiciones del Artículo 4 de la ley
12912.

ARTÍCULO 3. Las disposiciones del Artículo 4 de la Ley 12912 serán aplicables para
investigar y juzgar aquellos hechos que lleguen a conocimiento de las autoridades
provinciales que prevengan con competencia para intervenir en la prevención o
instrucción por causas penales, a partir del 15 de febrero de 2009, independientemente
de la fecha de comisión del hecho. Sin perjuicio de ello, se aplicarán a las causas en
trámite, las normas que sean más favorables al imputado, en cuanto a su libertad, a la
extinción de la acción penal y amplitud de la defensa, si así lo solicita éste o su defensor
dentro de los diez días a partir de la primer actuación realizada en la causa posterior al 14
de febrero de 2009.

ARTÍCULO 4. Entiéndase que en tanto no se implemente la audiencia preliminar


contemplada en el Artículo 296 de la Ley 12734, la solicitud de aplicación de criterios de
oportunidad contemplada en el Artículo 10 VI del texto vigente de la Ley 6740 en virtud de
las disposiciones de la Ley 12912, la instancia de constitución como parte querellante
contemplada en el artículo 67 IV del del mismo texto vigente, así como todo otro acto
cuya realización estuviese prevista tomando aquélla como acto límite o pauta temporal
podrán efectuarse hasta el dictado del decreto de elevación a juicio previsto en el Artículo
374 de la Ley 6740 o hasta la admisión formal de la requisitoria de elevación a juicio
regulada en el Artículo 503 de la misma Ley, según corresponda.

ARTICULO 5. Regístrese, comuníquese, publíquese y archívese.

MODIFICACIÓN DE LA LEY 12.912, LEY 13.038 (B.O. 13/12/09).

ARTICULO 1° - Modifícase el artículo 3 de la Ley N° 12912- implementación progresiva


del Nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecida por Ley N°
12723 - Código Procesal Penal-, el que quedará redactado de la siguiente manera:

Artículo 3 - La implementación definitiva e integral de la Ley N°12.734


-Código Procesal Penal- será dispuesta por el Poder Ejecutivo en un plazo
que no podrá superar el día 1 de febrero de 2011".

ARTICULO 2° - Incorpórase como artículo 5 bis a la Ley n° 12.912, el siguiente


texto:
1- Homicidio y lesiones gravísimas en riña (artículo 95 y 91 del Código
Penal).
2. Abandono de persona calificado por el resultado muerte (Artículo 106,
último párrafo, del Código Penal).
3. Abuso sexual calificado (artículo 119, cuarto párrafo inciso e, del Código
Penal).
4. Robo calificado por lesiones gravísimas (Artículo 166 inciso 1, última
parte, del Código Penal).
5. Incendio y otros estragos calificados por el resultado muerte (Artículo
186 inciso 5, del Código Penal).
6. Atentados contra la seguridad de una nave, construcción flotante o
aeronave calificados por el resultado muerte (Artículo 190, tercer párrafo,
última parte, del Código Penal).
7. Envenenamiento o adulteración de aguas potables o alimentos o
medicinas calificados por el resultado muerte (Artículo 200, último párrafo,
del Código Penal).
La obligación establecida en este artículo rige a partir de los 120 días de
promulgada l a presente ley, con el alcance del artículo 4, último párrafo de esta
Ley.

ARTÍCULO 3° - Comuníquese al Poder Ejecutivo.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DE LA LEGISLATURA DE LA PROVINCIA DE


SANTA FE, A LOS DOCE DÍAS DEL MES DE NOVIEMBRE DEL AÑO DOS MIL NUEVE.

MENSAJE N° 3565 (02/02/09) DEL PODER EJECUTIVO


ACOMPAÑANDO SU
PROYECTO DE “LEY DE TRANSICIÓN”

H. LEGISLATURA DE LA PROVINCIA

Se remite a vuestra consideración,


tratamiento y sanción el adjunto proyecto de Ley de Transición.
La Ley Nº 12912, de Implementación
Progresiva del nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecido
por Ley 12.734 – Código Procesal Penal, dispone en su Artículo 13 que el Poder
Ejecutivo, dentro del plazo de ciento cincuenta (150) días remitirá a la Legislatura para su
tratamiento, entre otros, este proyecto de Ley de Transición, de modo de posibilitar el
ingreso a la segunda etapa del proceso de instauración del Nuevo Sistema de Justicia
Penal, que culminará con el montaje de los actores institucionales principales.
Regular la transición de un Sistema de
Justicia Penal a otro es una de las tareas más complejas de resolver a nivel legislativo,
siendo que dicha materia no ha recibido tratamiento uniforme en los diversos procesos de
transformación que se desarrollaron a todo lo largo del país y el continente en las últimas
décadas.
Seguramente, siempre resultará mucho
más complejo instrumentar la transición en el plano de la realidad que en el de las
normas, sin embargo, se hace necesario e indispensable que los operadores y
responsables de poner en funcionamiento el Nuevo Sistema de Justicia Penal cuenten
con elementos legales adecuados para tan compleja tarea.
El proyecto que se remite se basa en los
proyectos elevados junto a éste referidos al Ministerio Público de la Acusación, Defensa
Penal, Protección a Testigos y Víctimas, y Ley de Organización de Tribunales Penales y
Gestión Judicial y fija un período de transición (Artículos 1 y 2) que se determina en el
prudencial plazo de tres años, el que puede ser prorrogado por el Poder Ejecutivo por
seis meses más (Artículo 30).
Durante dicho plazo se establecen
diversos mecanismos mediante los cuales se espera se lleve adelante una transición
ordenada, mediante la cual se transfirieren recursos de un sistema que fenece y se
extingue gradualmente (el inquisitivo) al que tiende a establecerse como único y definitivo
(el Nuevo Sistema de Justicia Penal, de corte acusatorio y adversarial).
Así, se regula en primera instancia un
Sistema de Conclusión de Causas del Viejo Sistema (Capítulo II), el que se valdrá para
su tarea de las herramientas procesales de las que se dota especialmente a los actores
procesales para facilitar su labor (Capítulo III). Dichas herramientas se construyeron
teniendo en cuenta los diversos tipos de causas que se pueden presentar en el sistema y
tratando de evitar o morigerar en lo posible los efectos negativos que pueden tener sobre
la población las posibles situaciones de impunidad que genere la transición.
En última instancia, y para evitar cualquier
tipo de situaciones al respecto, se deja en manos de las víctimas y excepcionalmente del
Fiscal General o del Fiscal Regional la posibilidad de continuar instando el proceso penal.
El Capítulo IV establece el modo en que
los actuales operadores del Sistema de Justicia Penal en grado de disolución se
integrarán paulatinamente al Nuevo Sistema de Justicia Penal, estableciendo diversas
soluciones para distintas situaciones (ya sea la persona juez, empleado del poder judicial,
fiscal, defensor, etc.).
Por último, se establecen con precisión las
normas de la Ley Orgánica que son derogadas en función de la transferencia de las
potestades penales al nuevo Ministerio Público de la Acusación y al Servicio Público
Provincial de la Defensa Penal.
Con la sanción de este proyecto se
completan las normas necesarias para poner en funcionamiento pleno el Nuevo Sistema
de Justicia Penal de la Provincia, por lo que solicitamos su pronta aprobación.
Dios guarde a V.H.

LEY DE TRANSICIÓN - N° 13.004 (B.O. 7/10/09)

CAPÍTULO I
PERÍODO DE TRANSICIÓN.
1.
1. ARTÍCULO 1. Definición. Se denomina período de transición al plazo de tres
años contados a partir del primer día de plena entrada en vigencia del Nuevo
Código Procesal Penal, Ley 12734.
2.
1. ARTÍCULO 2. Vigencia Nuevo Código Procesal Penal. Desde el día de
plena entrada en vigencia del nuevo Código Procesal Penal, Ley N° 12.734,
el mismo se aplicará a todas las causas que tengan inicio a partir de dicha
fecha, en las que intervendrán el Ministerio Público de la Acusación y el
Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
Las causas iniciadas con anterioridad seguirán rigiéndose por las disposiciones
de la Ley 6740 y sus modificatorias. Se entiende por fecha de inicio de una causa aquella
en la cual el hecho que la motiva llega a conocimiento de las autoridades provinciales con
competencia para intervenir en su prevención o instrucción, sin importar la fecha de su
comisión.
CAPÍTULO II
SISTEMA DE CONCLUSIÓN DE CAUSAS
1.
1. ARTÍCULO 3. Definición. Se denomina Sistema de Conclusión de Causas al
mecanismo establecido por esta ley para regular la adecuada finalización de
todas las actuaciones iniciadas con anterioridad a la plena entrada en
vigencia del Nuevo Sistema de Justicia Penal.
2.
1. ARTÍCULO 4. Reglas. El Sistema de Conclusión de Causas se regirá por las
reglas de celeridad, eficiencia, economía procesal, y tenderá a lograr el
máximo nivel de resolución de conflictos.
2.
1. ARTÍCULO 5. Comité de Gestión de Conclusión de Causas. Se crea un
Comité de Gestión de Conclusión de Causas, conformado por un Ministro de
la Corte Suprema de Justicia, el Procurador General de la Corte Suprema, un
representante de cada Cámara de la Comisión Bicameral de Seguimiento
Permanente del Proceso de implementación y el Ministro de Justicia y
Derechos Humanos.
2. La función única de este comité será promover y concretar los acuerdos
necesarios para una gestión más eficiente del procedimiento de conclusión
de causas iniciadas con anterioridad al comienzo del período de transición,
sobre la base en los instrumentos procesales establecidos por la presente
Ley en el Capítulo siguiente.
3.
1. ARTÍCULO 6. Estructura Judicial de Conclusión de Causas. La Corte
Suprema de Justicia deberá establecer noventa (90) días corridos previos al
inicio del período de transición, cuáles serán los órganos judiciales,
empleados y demás estructuras que se ocuparán de la transición y ponerlo
en conocimiento del Comité de Gestión de Conclusión de causas.
Si dentro del plazo previsto en el artículo dieciséis de la presente ley el personal
administrativo, de mantenimiento y producción y de servicios generales hubieran optado
por ingresar al Ministerio Público de la Acusación o al Servicio Público Provincial de
Defensa Penal y la Corte Suprema los hubiera asignado para el sistema de conclusión de
causas, al finalizar el período de transición o al disolverse el órgano judicial para el que
fueran asignados, se hará efectiva la opción mencionada anteriormente.
La Corte Suprema de Justicia deberá establecer un cronograma sobre el destino
de los órganos judiciales abocados al Sistema de Conclusión de Causas, de modo tal
que, al finalizar el período de transición, éstos se encuentren disueltos o afectados
exclusivamente a competencia que no sea de naturaleza penal o transferidos al Nuevo
Sistema de Justicia Penal, salvo lo dispuesto en el último párrafo del artículo 8.
1.

CAPÍTULO III
CUESTIONES PROCESALES
1.
1. ARTÍCULO 7. Normas aplicables. Las siguientes disposiciones serán
aplicables a todas las causas penales iniciadas con anterioridad al plazo
referido en el artículo 1 de la presente ley, según corresponda:
a) En aquellas causas que no se encuentren en la etapa de juicio, serán
aplicables los Artículos 19 y 20 del Nuevo Código Procesal Penal, Ley N°12734.
b) Aquellas causas que se encuentren en etapa de juicio sin que se haya dictado
sentencia podrán ser concluidas mediante el procedimiento de juicio abreviado.
Podrá aplicarse también el procedimiento de suspensión del juicio a
prueba sin la restricción prevista en el último párrafo del Artículo 4 de la Ley 12912.
En ambos casos se aplicarán las normas respectivas del nuevo Código
Procesal Penal -Ley N°12734.
1. Tratándose de causas con imputado no individualizado la
investigación continuará por un plazo que no podrá
superar los seis meses, vencido el cual deberán ser
archivadas por resolución fundada.
d) Tratándose de causas con imputado individualizado que no se encuentre
privado de su libertad cautelarmente, previa notificación a la víctima o querellante si lo
hubiere, si dentro de los seis meses posteriores al inicio del período de transición,e l
fiscal, la víctima o el querellante no instaren el proceso de ningún modo, se procederá al
archivo de las mismas.
1. Luego de producido el archivo, y durante el período de transición, la víctima o
el querellante, en su caso, podrá ejercer la acción penal a través del
procedimiento de querella prevista para los delitos de acción privada
solicitando desarchivo de la causa.
e) Si se tratara de causas con imputado individualizado y con pedido de captura,
no declarado rebelde, las mismas deberán ser incluidas en un listado a confección por los
juzgados intervinientes, previa declaración de rebeldía, que deberá distribuirse a los
responsables de la policía y a la fiscalía y publicarse en el sitio web del Poder Judicial
durante el lapso seis /6) meses.
1. Transcurridos los seis (6) meses, de no haber mediado captura, las causas
se archivarán sin más trámite, manteniéndose vigente el pedido de captura.
Si el imputado fuere habido luego del archivo, tanto el querellante
como la fiscalía podrán solicitar el desarchivo de las actuaciones dentro de los treinta
días de producida captura;
f) Tratándose de causas con imputado declarado rebelde, las mismas deberán
ser incluidas en un listado a confeccionar por los juzgados intervinientes, librándose
pedido de captura, si correspondiera. Este listado deberá distribuirse a los responsables
de la policía y a la fiscalía y publicarse en el sitio web del Poder Judicial durante el lapso
de seis (6) meses.
Transcurridos los seis (6) meses, de no haber mediado captura, las
causas se archivarán sin más trámite, manteniéndose vigente el referido pedido de
captura.
Si el imputado fuera habido luego del archivo, tanto el querellante como la
fiscalía podrán solicitar el desarchivo de las actuaciones dentro de los treinta días de
efectuada la captura;
g) Si se tratara de causas con imputado individualizado sometido a medidas
cautelares privativas de libertad, las mismas seguirán siendo tramitadas según su estado
durante el período de transición.
Los plazos de seis (6) meses previstos en este artículo comienzan desde el inicio
del período establecido en el artículo 1 y cuando se hayan asignado efectivamente las
causas a los jueces o subrogantes intervenientes.
1.
1. ARTÍCULO 8. Fin del período de transición. Todas las causas en las que,
al día de finalización del período de transición, no haya habido decisión
definitiva serán archivadas de pleno derecho, excepto los casos de querella
por delito de acción privada, que continuarán según su estado.
A partir de ese momento también cesarán de pleno derecho todas las
medidas cautelares personales que se hubieran dispuesto en las causas que se archiven.
1. Tratándose de delitos de acción pública, hasta cuatro (4) meses antes de la
finalización del período de transición, el querellante podrá solicitar que la
causa en que fuera parte continúe según su estado. Si la fiscalía adhiere a su
pedido, la causa se continuará con el mismo procedimiento. En caso
contrario, deberá aplicarse el procedimiento de querella previsto para delitos
de acción privada.
La fiscalía podrá solicitar hasta treinta (30) días corridos previos a la
finalización del período de transición que no se archive la causa, en cuyo caso deberá
continuar según su estado.
1. En todos los casos en que deban continuar causas luego de finalizado el
período de transición deberán tramitar ante los órganos judiciales del Sistema
de Conclusión de Causas que la Corte Suprema de Justicia indique de
acuerdo a un nuevo cronograma confeccionado a tal efecto.
1. ARTÍCULO 9. Excepciones. Las disposiciones contenidas en el artículo 7 de
la presente ley no serán aplicables a las causas que tramiten por la presunta
comisión de los delitos contemplados en el artículo 5 de la ley n° 12912, y
aquellas en que se encuentren imputados funcionarios públicos por la
presunta comisión de delitos en el ejercicio de sus funciones, las que
continuarán según su estado incluso ante los órganos previstos en el último
párrafo del artículo anterior.
2.
1. ARTÍCULO 10. Listas de Causas. Desde el comienzo del período de
transición, todos los órganos judiciales encargados del Sistema de
Conclusión de Causas deberán confeccionar mensualmente una lista donde
consten todas las causas que no hayan tenido actuación alguna en los
últimos tres (3) meses, indicando cuál ha sido la última actuación.

2. En las listas se hará constar el estado procesal de cada


causa, si tiene o no imputado individualizado, si se han dictado y se
encuentran vigentes medidas cautelares y en su caso cuáles; se deberá
consignar además si el imputado se encuentra rebelde o con pedido de
captura y desde qué fecha.
Las copias de dichas listas deberán ser remitidas mensualmente a
cada uno de los miembros del Comité de Gestión del Conclusión de Causas.

ARTÍCULO 11. Recursos. A partir del comienzo del período de transición, los recursos
de apelaciones de todas las causas iniciadas con anterioridad se regirán por las
disposiciones del Nuevo Código Procesal Penal, Ley 12734 y serán sustanciados ante los
órganos dispuestos al efecto en el Nuevo Sistema de Justicia Penal.
En dichas causas el recurso de apelación
sólo será admisible contra las sentencias definitivas y contra las resoluciones que causen
un gravamen irreparable.

Aquellas causas que previo al inicio del


período de transición se encuentren radicadas en la Cámara de Apelaciones en lo Penal
serán resueltas por la misma, siendo aplicables las disposiciones de la Ley 6740 o de la
Ley 12734, según corresponda, debiendo respetarse la integración originaria.

CAPÍTULO IV
TRANSICIÓN DE MAGISTRADOS, FUNCIONARIOS Y EMPLEADOS DEL PODER
JUDICIAL
1.
1. ARTÍCULO 12. Jueces de cámara. Sin perjuicio de lo previsto en el artículo
anterior, desde el inicio del período de transición los actuales Jueces de
Cámara, pasarán a integrar directamente los nuevos Colegios de Cámara del
Nuevo Sistema de Justicia Penal en sus respectivas sedes.
2.
3. ARTÍCULO 13. Jueces de penales de primera instancia. Mientras dure el
plazo del artículo 1 los jueces penales de primera instancia que se
encuentren en funciones al momento de su inicio continuarán en el Sistema
de Conclusión de Causas conforme lo reglamente la Corte Suprema de
Justicia de acuerdo al artículo 6 de la presente ley.
Asimismo la Corte deberá establecer por vía reglamentaria un
esquema de traspaso de dichos jueces a los órganos judiciales del Nuevo Sistema de
Justicia Penal respetando el lugar de asiento de los magistrados en los respectivos
distritos judiciales.
1.
2.
1. ARTÍCULO 14. Fiscales de las cámaras de apelación y fiscales de
primera instancia del viejo sistema. El Ministerio Público de la Acusación
diseñará un programa especial destinado a los fiscales de cámara de
apelación y fiscales de primera instancia que deseen ingresar a dicho
organismo en el marco del Nuevo Sistema de Justicia Penal.
2. Los funcionarios que opten por ingresar en dicho programa ingresarán con la
categoría de fiscales y conservarán sus condiciones laborales.
3. Los cargos que ocupen dichas personas serán traspasados a la estructura
del Ministerio Público de la Acusación.
4. Los fiscales de cámaras de apelación y fiscales de primera instancia que
resuelvan no acogerse a dicho esquema de traspaso continuarán integrando
el Ministerio Público regulado por la Ley 10.160 - Orgánica del Poder Judicial,
conservando competencia para intervenir en materia penal sólo en relación a
las causas iniciadas con anterioridad al período de transición..
5.
1. ARTÍCULO 15. Defensores Generales de las Cámaras de Apelación y
Defensores Generales. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal
diseñará un programa especial destinado a los defensores de cámara de
apelación y defensores generales que deseen ingresar a dicho organismo.
2. Los funcionarios que ingresen en dicho programa lo harán con la categoría
de defensores públicos y conservarán sus condiciones laborales.
3. Los cargos que ocupen dichas personas serán traspasados a la estructura
del Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
4. Los defensores de cámara de apelación y defensores generales que
resuelvan no acogerse a dicho esquema de traspaso, continuarán integrando
la defensoría pública, conforme las disposiciones de la Ley 10.160 - Orgánica
del Poder Judicial, conservando competencia para intervenir en materia penal
sólo en relación a las causas iniciadas con anterioridad al período de
transición.
5.
1. ARTÍCULO 16. Traspaso de funcionarios y empleados que presten
servicio en el fuero penal del Poder Judicial. Salvo los casos previstos en
los artículos 14 y 15 los funcionarios y personal administrativo, de
mantenimiento y producción y servicios generales que presten servicios en el
fuero penal del Poder Judicial podrán optar, durante el período comprendido
entre los noventa (90) y los ciento cincuenta (150) días anteriores al
comienzo del período de transición, por ingresar al Ministerio Público de la
Acusación o al Servicio Público Provincial de Defensa Penal, bajo las
condiciones establecidas por vía reglamentaria por dichos organismos.
Los cargos ocupados por dichas personas serán transferidos a las
estructuras del Ministerio Público de la Acusación o al Servicio Público Provincial de
Defensa Penal, según corresponda y los mismos serán escalafonados dentro de las
respectivas carreras establecidas de acuerdo con la ley n°11196, con la misma categoría
de revista que ocupaban.
1.
1. ARTÍCULO 17. Permanencia de funcionarios y empleados en el fuero
penal del Poder Judicial. Los funcionarios y empleados que no opten por
este sistema a que refiere el artículo anterior que no opten por este sistema,
podrán ingresar a las oficinas de gestión judicial del nuevo sistema de justicia
penal.
2. Ocuparán los cargos bajo las categorías establecidas por la ley N° 11196, sin
que se vea afectada su remuneración.
3. Los funcionarios y empleados judiciales que no ingresen en dicho sistema,
podrán ser asignados por la Corte Suprema de Justicia dentro de la
estructura dispuesta para el Sistema de Conclusión de Causas previsto en
esta Ley.
4. Asimismo, aquellos que no ingresen en dicha estructura serán reasignados a
otras oficinas del Poder Judicial, al igual que los del párrafo anterior, cuando
finalice el período de transición, respetándose sus condiciones laborales.
5.
1. ARTÍCULO 19. Médicos forenses del Poder Judicial y peritos oficiales.
Durante el período de transición, los médicos forenses y los peritos oficiales
del Poder Judicial podrán optar por ser transferidos al Ministerio Público de la
Acusación.
El traspaso de los médicos y peritos oficiales requerirá de parte de
los mismos la aprobación de un programa de capacitación desarrollado por el Ministerio
Público de la Acusación de conformidad a las disposiciones de la presente Ley.

Los cargos que ocupen dichas personas serán


traspasados a la estructura del Ministerio Público de la Acusación.
Los funcionarios que opten por ingresar en dicho programa no verán
afectada su remuneración y condiciones laborales y serán escalafonados dentro de la
respectiva carrera, conforme a su categoría, debiéndose estar siempre a la condición
más favorable al agente.
Los funcionarios que no opten por ingresar en dicho programa
continuarán desempeñándose en el marco del sistema de conclusión de causas.
Finalizado el período de transición se reasignarán sus funciones, respetándose sus
condiciones laborales.

ARTÍCULO 19. Cuerpo Médico Legal. Instalaciones. A partir del inicio del período de
transición, la infraestructura, instalaciones y equipos del Cuerpo Médico Legal que
correspondan al Poder Judicial, serán transferidos al Ministerio Público de la Acusación.

1. ARTÍCULO 20. Programa de Capacitación para el Nuevo Sistema de


Justicia Penal. Los jueces penales que no tengan el acuerdo previsto
por la ley de Implementación N! 12912 deberán cumplir con un programa
de capacitación en el Nuevo Sistema de Justicia Penal dictado por la
Corte Suprema de Justicia.
Seis (6) meses antes del inicio del período de transición los funcionarios y
empleados que presten servicios en el fuero penal del Poder Judicial deberán participar
de un programa de capacitación en el nuevo sistema, dictado por la Corte Suprema de
Justicia, de conformidad a las disposiciones de la presente ley.
1.
1. ARTÍCULO 21. Comisión interinstitucional de capacitación. Los
contenidos, modalidad, duración y cuerpo docente de los programas de
capacitación establecidos en el artículo anterior deberán ser aprobados
por una comisión interinstitucional constituida por un representante de la
Corte Suprema de Justicia, un representante del Fiscal General, uno del
Defensor Provincial, uno del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Provincia, uno por el Colegio de Magistrados y Funcionarios del
Poder Judicial, y uno por la Asociación Tribunales de Empleados del
Poder Judicial.

CAPÍTULO V
DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS.

ARTÍCULO 22. Funciones penales. Ministerio Público. Ley Orgánica del Poder
Judicial. Deróganse las siguientes normas de la ley N° 10160 - Orgánica del Poder
Judicial: los incisos 4, 5 y 6 del Artículo 134; 6, 7 y 9 del Artículo 138; 1, 2, 3, 4, 5 y 8 del
Artículo 142; 7, 11 y 12 del Artículo 145 y el Título III del Libro Segundo.

Sin embargo, durante el período de transición y el que prevé el


Artículo 14 de la presente, continuarán vigentes únicamente a los fines de concluir las
causas del viejo sistema.

ARTÍCULO 23. Modificase el inciso 6 del Artículo 142 de la Ley 10160 - Orgánica del
Poder Judicial el que quedará redactado de la siguiente manera:
“Artículo 142:
...
“6.- Intervenir en las acciones de amparo.
...”

Esta modificación comenzará a regir en la


misma fecha de inicio del período de transición.

ARTÍCULO 24. Plazo. Excepción. El plazo de finalización del período de transición


establecido en la presente ley podrá ser prorrogado por un lapso de hasta seis (6) meses
por decreto del Poder Ejecutivo.

ARTÍCULO 25. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

Mensaje N° 3562 (02/02/09) del Poder Ejecutivo, que acompañara su proyecto de

LEY ORGÁNICA DE TRIBUNALES PENALES Y GESTIÓN JUDICIAL

H. LEGISLATURA DE LA PROVINCIA
Se remite a vuestra consideración, tratamiento y sanción el adjunto proyecto de
Ley de Organización de los Tribunales Penales de la Nueva Justicia Penal en Santa Fe
para la implementación definitiva de la Ley 12734 – Código Procesal Penal.
El proceso de cambio histórico en que se encuentra inmersa la Provincia requiere
de nuevos modelos de gestión que acompañen la normativa adjetiva que se aprobó. La
sola modificación del Código Procesal Penal sin dotarlo de leyes organizativas acordes
implicaría, sin lugar a dudas, la imposibilidad de poner en marcha en su totalidad el nuevo
modelo. La estructura actual operaría como un verdadero corset asfixiante que impediría
la aplicación de nuevas reglas de juzgamiento y la posibilidad de superar las viejas
prácticas judiciales.

Por ello, es necesario remplazar, entre otras, la ley de organización judicial


vigente (Ley 10.160) en cuanto se refiera a la justicia penal por una que se adapte a un
sistema flexible y desburocratizado que permita a los jueces penales desarrollar su
función conforme los nuevos parámetros establecidos.
En primer lugar, el proyecto introduce los principios que deberán guiar la actividad
jurisdiccional. En este punto hay que resaltar que no se han transcripto los preceptos
procesales que generalmente, y esta no es la excepción, se regulan en los códigos de
forma. Lo que se ha buscado es definir aquellos principios de ética judicial que hacen, por
ejemplo, a la igualdad de trato, a la necesidad de la capacitación constante de los jueces
y a su idoneidad.
Sin perjuicio de ello, por la entidad del cambio de paradigma de juzgamiento
penal que se propugna con la ley adjetiva, parece importante precisar algunos ejes
rectores referidos a la oralidad, publicidad, contradicción, inmediación, simplicidad y
celeridad, pilares fundamentales para la incorporación de una nueva manera de ejercer la
jurisdicción.
También se establece la división de las funciones jurisdiccionales de las
administrativas. En ese sentido se impide la delegación de funciones jurisdiccionales en
los empleados y se regula una Oficina de Gestión Judicial que se encargará de las
últimas.
Otro aspecto general que merece ser resaltado es la obligación que tienen los
jueces de rendir cuentas a la sociedad. Como todo organismo del Estado, una vez al año
es necesario que los magistrados expliquen y den cuenta de la actividad que han llevado
a cabo en ese período cuantitativa y cualitativamente. Su implementación tiene como
finalidad la transparencia del sistema y que la actividad jurisdiccional deje de ser una
materia desconocida para el ciudadano.
El proyecto propone, a su vez, un cambio en la manera en que se ejercerá la
jurisdicción penal en el ámbito provincial. Se aparta de la idea de que cada juez sea el
titular de un tribunal y que maneje a su grupo de empleados. Por el contrario, todas las
actividades de soporte a la función jurisdiccional son centralizadas y gerenciadas por
expertos. Esto implica la sustitución de la organización por juzgado para ingresar en una
nueva unidad más amplia y flexible que permitirá la rotación de los jueces. El tipo de
división de funciones que se expone posibilita una distribución equitativa de los casos y la
optimización de los recursos.
A esos fines se crean, entonces, dos colegios de jueces penales diferentes: el de
cámara y el de primera instancia. El primero de ellos cumple, básicamente, las funciones
de ser el tribunal del recurso. En el segundo a los jueces se les encarga controlar la
investigación, llevar a cabo el juicio oral y la ejecución de la pena. Sin embargo, el
proyecto también prevé la posibilidad de que, en aquellos lugares en los que se necesite,
la reglamentación pueda establecer un tribunal unipersonal de primera instancia. Con
este sistema, además, se respeta la Constitución que prevé la existencia de tribunales de
segunda instancia que deben integrarse con no menos de tres vocales (artículo 84) y
pueden dividirse en salas, pues la cámara organizada como colegio siempre se prevé con
una integración superior a tres y las salas que deben intervenir en los casos concretos,
según la mecánica prevista en la organización de distribución de causas, serán uni o
pluripersonales de acuerdo a los recursos. De una división de las cámaras en salas de
manera estática y permanente se pasa a una división en salas dinámica y para cada
caso.
Los colegios de cámara se ubicarán en las ciudades sedes de cada una de las
circunscripciones judiciales en las que se encuentra dividida la provincia, salvo en la
Circunscripción Judicial N° 4, ya que en este caso tendrá asiento en la ciudad de Vera.
Estos se constituirán con por lo menos cuatro (4) jueces, autorizándose a que se integre
con jueces subrogantes si no se alcanza esa cantidad. La normativa quiere evitar la
morosidad judicial en la resolución de los casos y brindar una adecuada administración
de justicia.
En esta misma dirección, y sin perjuicio de garantizar a pedido del interesado una
integración plena (de tres miembros) considerando que ello es en definitiva un derecho
del acusado que puede declinarse, también se posibilita que para resolver las
impugnaciones que provengan de la investigación penal preparatoria, la ejecución de la
pena o de los conflictos de competencia, pueda ser un sólo juez del colegio el encargado
de analizar dicha impugnación. De esta manera, se agilizan las decisiones y se resuelve
un mayor número de asuntos. Sin embargo, en el supuesto de resoluciones definitivas
será necesario que el tribunal se constituya con tres magistrados.
En el caso de los colegios de primera instancia existirá una división funcional de
tareas por períodos de modo tal que los jueces penales cumplan todas las funciones que
establece el Código Procesal Penal. La forma en la que roten será asignada a la Oficina
de Gestión Judicial, lo mismo que el reparto equitativo de los asuntos que deberán
conocer. Se reafirma la idea de evitar que los jueces que intervinieron en la investigación
puedan juzgar y poner así en riesgo la garantía de la imparcialidad. De esta manera, sin
perjuicio de las posibilidades de recusación que prevé el Código, a nivel organizativo, se
receptan los criterios que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha desarrollado en
los precedentes “Llerena” (Fallos 328:1491) y “Dieser” (Fallos 329:3034).
Para el caso de ser necesario autorizar alguna medida de carácter urgente e
imprescindible, y siempre que el fiscal que la peticione no pueda acceder en los plazos
que establece el Código al juez penal competente, por razones de distancia o ausencia
transitoria, se prevé que sea el juez de circuito más próximo el autorizante. Se ha
preferido adjudicarle esta competencia al mismo, y no al juez comunal, considerando que
este último, según la normativa vigente, no cuenta con el acuerdo de la Asamblea
Legislativa constitucionalmente exigido para los magistrados, ni es necesariamente
abogado.
En otro orden de ideas, el proyecto establece un “Colegio en Pleno” en cada una
de las circunscripciones para el gobierno del Poder Judicial. La finalidad de su inclusión
es democratizar la actividad jurisdiccional y por eso estará integrado por todos los jueces
de los colegios de cámara y de primera instancia. De esta forma, el propósito del
proyecto es que los jueces de la circunscripción intervengan en las discusiones que se
produzcan y puedan hacer sus propuestas para optimizar el sistema y, así, participar
efectivamente en el gobierno judicial. Las atribuciones que se establecen para este
comité son netamente administrativas y de gestión, para unificar criterios de actuación y
aplicación de reglas que tiendan a optimizar los resultados y asegurar el pleno y acabado
ejercicio de la función jurisdiccional.
Junto al colegio en pleno, el proyecto propone la elección de tres figuras que
posibilitan el gobierno judicial: el juez coordinador, el juez presidente y el juez
vicepresidente. El primero de ellos será elegido por cada colegio de cámara y de primera
instancia para ejecutar en lo pertinente las decisiones que tome el colegio pleno en donde
presta funciones. Su actividad es fundamental desde el momento en que será el
encargado de controlar la tarea de cada uno de los tribunales, transformándose en un
intermediario entre el Director de la Oficina de Gestión Judicial y el cuerpo de jueces.
El juez presidente y el juez vicepresidente, que deberán integrar el colegio de
cámara y el colegio de primera instancia, respectivamente, serán elegidos por la totalidad
de los magistrados de la circunscripción para garantizar la democratización del gobierno
judicial. Se reunirán anualmente a fin de efectuar un relevamiento de la gestión de cada
una de las circunscripciones, evaluar el desempeño y realizar los balances
correspondientes. Este es, entonces, el último de los eslabones del gobierno judicial.
Tendrán, entre sus funciones, realizar un informe general de aquellas circunstancias que
previa aprobación del colegio en pleno será elevado a la Corte Suprema. Este punto es
fundamental y permite al sistema, en cuanto se vayan acogiendo esas propuestas por los
órganos competentes, flexibilizarse de acuerdo a las necesidades del momento.
El último apartado de esta norma establece las funciones de la oficina de gestión
judicial. Como se adelantó, el proyecto determina que la actividad administrativa del
tribunal quedará a su cargo, por lo que se prevé que cada uno de los colegios cuente con
una oficina de gestión judicial.
Por el cambio de sistema que se propone, la actividad de dicha oficina deberá ser
desburocratizada, ágil, desformalizada, eficiente, eficaz y contener criterios de
racionalidad en el reparto de trabajo. En este sentido, se deberán conformar unidades
internas de actuación.
A su vez, el proyecto dispone que sean las distintas áreas de la oficina de gestión
judicial las responsables del cumplimiento de todas las tareas administrativas de apoyo a
la gestión de los distintos colegios de jueces. A partir de su regulación se refuerzan los
impedimentos para delegar funciones, fortaleciéndose la estricta separación de las tareas
administrativas de las jurisdiccionales.
Esta oficina estará a cargo de un funcionario al que se denominará “director” y
tendrá por lo menos un secretario que cumplirá las funciones de fedatario que el Código
Procesal Penal le otorga entre muchas otras que ahora posee en el marco de la lógica de
un procedimiento que evoluciona desde el “trámite” del expediente a la dinámica de las
audiencias orales.
Por el tipo de actividades que la ley le asigna al director de la oficina de gestión
judicial es importante que sea titulado en nivel universitario con incumbencias en
administración de empresas. De esta manera, al ser un experto en una materia diferente
al derecho, su actividad se circunscribirá a manejar las distintas unidades de asistencia
judicial, controlar al personal y la gestión administrativa.

El proyecto presenta, en definitiva, una nueva forma de gestión de la actividad de


los jueces en el marco del nuevo proceso penal que se instaura con el código adjetivo
que acelerara la administración de justicia, por lo que solicitamos su pronta aprobación.
Dios guarde a V.H.
LEY DE ORGANIZACIÓN Y GESTIÓN DE TRIBUNALES PENALES
DE LA NUEVA JUSTICIA PENAL DE SANTA FE
LEY N° 13.018 (B.O. 27/10/09)

TÍTULO I
PRINCIPIOS BÁSICOS.

ARTICULO 1. Jurisdiccionalidad. La función de los jueces penales es indelegable y


se limita a resolver las peticiones que las partes les presenten.
La actividad jurisdiccional se organizará a través de tribunales
colegiados o unipersonales y cada juez ejercerá las distintas funciones que el Código
Procesal Penal le asigna al órgano jurisdiccional que le corresponde integrar según esta
ley.

ARTICULO 2. Colegio de jueces y oficina de gestión judicial. Los colegios de


jueces creados por esta ley se regirán por los principios de flexibilidad de su estructura
organizativa y de rotación de todos sus integrantes.
Las tareas administrativas referidas al apoyo y a la actuación de
los tribunales, estarán exclusivamente a cargo de las oficinas de gestión judicial
especializadas previstas en esta ley.

ARTICULO 3. Imparcialidad e independencia. El órgano jurisdiccional debe


mantener a lo largo del proceso una equivalente distancia con las partes, sus
representantes y abogados y evitar todo tipo de comportamiento que pueda reflejar un
favoritismo, predisposición o prejuicio. Debe garantizar que se respete el derecho de las
personas a ser tratados por igual en el desarrollo de su función judicial.
El juez debe ejercer sus funciones libre de interferencias y
rechazar cualquier intento de influencia política, social, económica, por amistad, por
grupos de presión, por el clamor público, por el miedo a la crítica, por consideraciones de
popularidad o notoriedad.
El juez no debe valerse del cargo para promover o defender
intereses privados, ni transmitir ni favorecer que otros transmitan la impresión de que se
halla en una posición especial para influenciar.

ARTICULO 4. Trato digno. El juez respetará la dignidad de toda persona otorgándole


un trato adecuado sin distinción alguna en el ejercicio de sus funciones, superará los
prejuicios culturales que puedan incidir de modo negativo sobre su comprensión y
valoración de los hechos así como su interpretación y aplicación de las normas.
El juez tiene el deber de asegurarse que las personas que
participen en la audiencia, especialmente la víctima y el imputado, comprendan el
sentido y alcance de las distintas acciones que se desarrollan en la misma.

ARTICULO 5. Actividad. El juez deberá observar y garantizar el cumplimiento de los


principios de oralidad, publicidad, contradicción, concentración, inmediación, simplicidad y
celeridad.

ARTICULO 6. Oralidad y Publicidad. El juez o tribunal estará presente en forma


ininterrumpida durante el desarrollo de las audiencias y garantizará la presencia de los
sujetos procesales como así también la publicidad de las mismas y el acceso de la
ciudadanía, salvo excepción expresa prevista legalmente.

ARTICULO 7. Contradicción e Inmediación. El juez garantizará durante el desarrollo


de las audiencias el ejercicio razonable del derecho de las partes a exponer su posición
sobre las cuestiones a debatir, con respeto irrestricto del principio de contradicción. No
podrá suplir la actividad de las mismas y deberá sujetarse a lo que hayan discutido.

ARTICULO 8. Simplicidad y Celeridad. Todos los actos procesales deberán estar


desprovistos de formalismos innecesarios y exceso de tecnicismos, que dilaten la gestión
judicial los que, por el contrario, serán concretos, claros e idóneos para la obtención del
fin que se espera.
El juez procurará que los procesos a su cargo se resuelvan en un
plazo razonable, debiendo evitar, y en su caso sancionar, las actividades dilatorias o
contrarias a la buena fe de las partes.

ARTICULO 9. Motivación. La obligación de motivar las decisiones debe garantizar la


regularidad y justicia de las mismas.
Los fundamentos de las decisiones judiciales no podrán
reemplazarse con la simple relación de documentos, afirmaciones dogmáticas, ficciones
legales, expresiones rituales o apelaciones morales.

ARTICULO 10. Solución de conflictos. Los jueces procurarán la resolución de los


conflictos en los cuales les toca intervenir de conformidad con los principios contenidos
en las leyes, y en procura de contribuir a restablecer la armonía entre sus protagonistas y
la paz social.

ARTICULO 11. Idoneidad. Los jueces tienen el deber de formación profesional y


actualización de los conocimientos en sus saberes y técnicas de manera permanente, a
fin de favorecer el mejor cumplimiento de sus funciones.
La exigencia de conocimiento y capacitación de los jueces debe
entenderse encaminada a brindar a los justiciables y a la sociedad en general un servicio
de calidad en procura de una mejor justicia, orientando su actuación a la máxima
protección de los derechos humanos y a la plena vigencia de las Constituciones de la
Nación y de la Provincia.

ARTICULO 12. Actividad administrativa. El cumplimiento de las funciones


administrativas de los tribunales estará a cargo de una oficina de gestión judicial, la que
garantizará estándares de calidad en la gestión y eficiencia en el servicio judicial,
utilizando para ello todos los medios disponibles que permitan optimizar la función de los
jueces.
Esta prohibida la delegación de tareas jurisdiccionales en los
integrantes de la oficina de gestión judicial.

TITULO II
DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL.

ARTICULO 13. Distribución territorial de la justicia penal provincial. La


organización territorial de la Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe se ajusta, en
cuanto a circunscripciones, distritos y circuitos a la división prevista en la Ley Orgánica
del Poder Judicial, salvo disposición legal expresa en contrario.

ARTICULO 14. Distribución de los Colegios. Principio general. En cada una de las
circunscripciones judiciales se constituirá un colegio de cámara de apelaciones en lo
penal. Dichos colegios tendrán asiento en las ciudades de Vera, Rafaela, Santa Fe,
Rosario y Venado Tuerto..
En cada uno de los distritos judiciales donde existan cuatro o más
jueces penales de primera instancia se constituirán colegios de primera instancia. En los
distritos en que no exista dicha cantidad se pondrán en marcha cuando se logre ese
número. Hasta tanto ello ocurra, los jueces se desempeñarán de manera permanente en
la competencia penal otorgada.

TITULO III
COMPETENCIA MATERIAL

ARTICULO 15. Órganos jurisdiccionales. La actividad jurisdiccional en las etapas de


investigación, juzgamiento, recursos y ejecución penal, correspondientes a delitos
imputados a personas mayores de dieciocho años, será desempeñada por los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los jueces de cámara y los tribunales de
primera instancia. Quedan excluidos los asuntos referidos a justicia de faltas y menores,
salvo en materia recursiva.

ARTICULO 16. Corte Suprema de Justicia. Compete a la Corte Suprema de Justicia


intervenir en causas penales en los casos previstos en la Constitución de la Provincia y
en las demás leyes.

ARTICULO 17. De los colegios de cámara. Los colegios de cámara se integran por
los jueces que conocen, conforme lo establece el Código Procesal Penal, de:
1. Los recursos que se interpongan contra las sentencias y resoluciones de los
jueces o tribunales primera instancia.
2. De las quejas.
3. De los conflictos de competencia y separación.
4. En todo otro caso que disponga la ley.

ARTICULO 18. De los tribunales de primera instancia. Los tribunales de primera


instancia en lo penal conocen, conforme lo establece el Código Procesal Penal, y la
presente Ley en las cuestiones referidas a:
1. La investigación penal preparatoria.
2. El juicio oral.
3. La ejecución de la pena.
4. En todo otro caso que disponga la ley.

TÍTULO IV
DE LOS ÓRGANOS JURISDICCIONALES EN PARTICULAR

CAPÍTULO 1
COLEGIOS DE CÁMARA

ARTICULO 19. Integración. Los colegios de cámara de apelaciones en lo penal se


integran, como mínimo, con cuatro jueces y se dividirán en salas para la adjudicación de
las cuestiones a resolver. Cuando por cualquier causa no se logre ese número se
integrarán conforme a las normas que regulan la subrogancia o suplencias.

ARTICULO 20. División del trabajo. La integración unipersonal o pluripersonal de la


sala que deba intervenir en cada caso se realizará a través de un sorteo efectuado por la
oficina de gestión judicial, la que deberá arbitrar los medios para una equitativa
distribución del trabajo.
El colegio de cámara de apelaciones en lo penal con asiento en la ciudad de Vera
deberá constituirse en la ciudad de Reconquista por lo menos dos días hábiles por
semana a los efectos de realizar las audiencias de apelaciones que se planteen en los
Distritos Judiciales Nros. 3 y 17.

ARTICULO 21. Conformación. En los casos de impugnaciones de sentencias


dictadas en juicio oral, se integrará la sala de la cámara de manera pluripersonal con tres
magistrados.
Cuando la actuación por vía recursiva corresponda a las
decisiones tomadas en primera instancia referidas a la investigación penal preparatoria,
la ejecución de la pena, a un conflicto de competencia, y al juzgamiento de faltas la
oficina de gestión judicial integrará la sala de la cámara de manera unipersonal.
En los demás casos se actuará conforme a derecho.

CAPÍTULO 2
COLEGIOS DE PRIMERA INSTANCIA

ARTICULO 22. Principios generales de división funciones. Rotación. Los jueces


que integran los colegios de primera instancia cumplirán, indistintamente, las tareas de
juicio oral, investigación penal preparatoria, ejecución y demás competencias adjudicadas
por la ley.

ARTICULO 23. División del trabajo. El colegio se dividirá en dos secciones, la


correspondiente a juicio oral y la que se refiere al resto de las competencias.
Por sorteo se adjudicarán de manera anual los jueces que
prestarán servicios en una u otra sección, estableciéndose el número de cada una de
ellas según las necesidades del servicio por parte el juez coordinador y se reglamentará
dicha adjudicación de tal suerte que los magistrados roten no sólo en las secciones sino
también, en su caso, en las competencias.
En la sección correspondiente a juicio oral la adjudicación de el o
los magistrados que deban intervenir en cada caso se establecerá en la reglamentación
respectiva que deberá respetar el sorteo y una equitativa distribución de las tareas.
En la sección correspondiente al resto de las competencias la
adjudicación a los órganos judiciales de la investigación penal preparatoria y de ejecución
se establecerá por sorteo y por un período anual, reglamentándose los turnos cuando
existan más de un órgano judicial de igual competencia en un mismo distrito.
Igualmente la reglamentación fijará la forma en que se distribuirá
el trabajo correspondiente a las demás competencias adjudicadas por ley.
La intervención de un juez en los órganos judiciales de la
investigación penal preparatoria o de ejecución no impedirá que frente a la necesidad de
nueva intervención en la misma causa el órgano jurisdiccional se integre con otro
magistrado que le corresponda intervenir según las pautas precedentes.
Los órganos judiciales de ejecución funcionarán solamente en los
distritos donde funcionen establecimientos penitenciarios.
La reglamentación correspondiente establecerá el funcionamiento
del sistema de turnos.

ARTICULO 24. Medidas urgentes. A pedido del fiscal el juez de circuito más próximo
será competente para autorizar la realización de cualquier medida urgente e
imprescindible en el marco de una investigación penal siempre que éste no pueda
acceder en los plazos que establece el Código Procesal Penal al juez penal de primera
instancia competente por razones de distancia o ausencia transitoria.
La medida autorizada deberá ser convalidada por el juez
competente, bajo sanción de invalidez, dentro de las 48 horas de su despacho.

ARTICULO 25. Cuestiones comunes. Sin perjuicio de los criterios establecidos


precedentemente, el colegio en pleno junto con la propuesta que efectúe la oficina de
gestión judicial, podrá modificar la distribución, funciones y asignación de los casos
dentro de cada colegio, en virtud del principio de flexibilización organizativa, siempre que
se respete el de rotación y garantice el acceso a la justicia.
Todas las decisiones jurisdiccionales que resuelvan controversias
entre las partes serán adoptadas en audiencia oral.

TÍTULO V
JUEZ COORDINADOR

ARTICULO 26. Juez coordinador. Funciones. Cada colegio de cámara y de primera


instancia elegirá anualmente a uno de sus miembros para cumplir la función de juez
coordinador del mismo.
El juez coordinador de cada colegio será el encargado de:
1. Ejecutar en lo pertinente las decisiones del colegio en pleno
correspondientes a su colegio.
2. Aprobar los criterios de gestión y la distribución del personal que le
proponga el director de la oficina de gestión judicial.
3. Unificar los criterios de actuación entre la oficina de gestión judicial y
los jueces que integren el colegio en que presta funciones y definir
las cuestiones que a diario se presenten entre las tareas
administrativas y jurisdiccionales.
4. Aprobar el informe de la oficina de gestión judicial que se elevará al
colegio en pleno, y evaluar la gestión anual del director.
5. Controlar, y en su caso, corregir, la prestación de servicios comunes
por parte de la oficina de gestión judicial.
6. Elaborar un informe anual sobre el resultado de la gestión y eficacia
del servicio para presentar al colegio en pleno.
Quienes cumplan esta función deberán ejercer la judicatura,
debiendo considerarse el tiempo que le insuma el ejercicio de la misma en la distribución
del trabajo.

TÍTULO VI
COLEGIO EN PLENO

ARTICULO 27. Integración. En cada circunscripción judicial funcionará un colegio en


pleno que estará integrado por todos los magistrados penales de cámara de apelaciones
en lo penal y de primera instancia.

ARTICULO 28. Funciones del colegio en pleno. Sin perjuicio de las facultades que
la Constitución de la Provincia otorga a la Corte Suprema de Justicia, serán funciones del
colegio en pleno las siguientes:
7. Elaborar y ejecutar la política administrativa de la justicia penal de la
provincia conforme los lineamientos determinados por la Corte
Suprema de Justicia.
8. Reglamentar dentro de su circunscripción por iniciativa propia o a
propuesta del director de la oficina de gestión judicial lo atinente al
funcionamiento de los colegios, en base a las pautas y límites que
surgen de la presente Ley.
9. Proponer a la Corte Suprema de Justicia la designación y remoción
del director de las oficina de gestión judicial del colegio de la
circunscripción.
10. Aprobar los informes que se elaboren por parte de los colegios o sus
autoridades dentro de su circunscripción.
11. Dictar el reglamento interno para el desempeño de las funciones del
colegio en pleno y de las oficinas de gestión judicial correspondientes
a su circunscripción.
12. Realizar reuniones periódicas con los respectivos órganos del
Ministerio Público de la Acusación y del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal para coordinar las actividades interinstitucionales a fin
de agilizar la gestión.
13. Elaborar los proyectos de estructura de la Oficina de Gestión Judicial
de su circunscripción y elevarlo a la Corte Suprema de Justicia a sus
efectos.
14. Toda otra función que establezca la normativa respectiva.
Deberá reunirse al menos semestralmente.

ARTICULO 29. Juez presidente y vicepresidente. Informe anual. Dentro de cada


circunscripción todos los jueces penales elegirán anualmente un juez perteneciente al
colegio de cámara y otro perteneciente a los tribunales de primera instancia como
presidente y vicepresidente, respectivamente. Los mismos ejercerán la representación
protocolar del fuero penal de la circunscripción ante la Corte Suprema de Justicia y
demás organismos estatales y no estatales. Asimismo, deberán confeccionar un informe
relativo a la gestión, los resultados de la actividad jurisdiccional, los recursos con los que
cuentan, la relación con los demás actores del proceso y la independencia judicial que
será remitido a la Corte Suprema de Justicia, previa aprobación del colegio en pleno
correspondiente.

TÍTULO VII
OFICINA DE GESTIÓN JUDICIAL

ARTICULO 30. Finalidad y Ubicación. La oficina de gestión judicial será el órgano


encargado de desarrollar la actividad administrativa de los colegios de cámara y de
primera instancia. Cada colegio contará con una oficina de gestión judicial a la que le
estará vedado realizar tareas jurisdiccionales.
En aquellos distritos donde no exista colegio de jueces se deberá
asignar personal a los órganos judiciales penales a los efectos de que sean asistidos en
lo estrictamente administrativo, el que estará bajo la dirección del director de la oficina de
gestión judicial correspondiente al colegio de cámara de apelaciones en lo penal de la
circunscripción.

ARTICULO 31. Principios. La oficina de gestión judicial es una organización de


carácter instrumental que sirve de soporte y apoyo a la actividad jurisdiccional. Su
estructura se sustenta en los principios de jerarquía, división de funciones, coordinación y
control. Actúa con criterios de agilidad, desformalización, eficacia, eficiencia, racionalidad
del trabajo, responsabilidad por la gestión, coordinación y cooperación entre
administraciones, a fin de brindar un acceso jurisdiccional eficaz.
La administración de la oficina deberá realizar los esfuerzos
necesarios, para mantener la coordinación y comunicación con las distintas
dependencias del Estado que intervienen regularmente en un proceso penal.
El diseño de la oficina de gestión judicial debe ser flexible. Su
estructura deberá ser establecida por la Corte Suprema de Justicia en cada
circunscripción, a propuesta del colegio en pleno.

ARTICULO 32. Encargado de la Oficina. La asignación de funciones que prevé el


Código Procesal Penal al secretario, será cumplida por las distintas áreas de la oficina de
gestión judicial, salvo su intervención como fedatario.
Cada oficina de gestión judicial deberá contar con un director y
uno o más secretarios según las necesidades del servicio.
El encargado de la oficina de gestión judicial será el director quien,
sin perjuicio de lo que se establezca reglamentariamente, deberá contar necesariamente
con título universitario con incumbencias en administración de empresas o ingeniería
industrial. Tendrá una remuneración equivalente a la de Juez de Primera Instancia. El
Secretario deberá ser abogado.
1. El Director tendrá como funciones:
a. Dirigir la oficina de gestión judicial, siendo responsable de todas
sus áreas.
b. Decidir con relación al personal, lo relativo a: permisos, traslados,
licencias y todo aquello que sea inherente al manejo de los
recursos humanos de la oficina de gestión judicial de acuerdo a lo
establecida por la ley 10160 y en su caso comunicarlo al juez
coordinador.
c. Mantener el suministro de insumos necesarios en los despachos
judiciales bajo su órbita.
d. Coordinar con los directores de las otras oficinas de gestión
judicial, el buen desempeño de las funciones en conjunto y
proponer al juez coordinador la formación de servicios comunes.
e. Controlar y evaluar la gestión administrativa y financiera:
f. Rendir cuentas, efectuar propuestas al juez coordinador y elaborar
el informe anual de gestión que se elevará al colegio en pleno.
g. Coordinar aquellas acciones que permitan el buen
desenvolvimiento de la función jurisdiccional y gestión del
despacho y las relaciones administrativas con las oficinas
respectivas del Ministerio Público de la Acusación, Servicio Público
Provincial de Defensa Penal y los abogados particulares.
h. Otras que la reglamentación le asigne.
2. El o los secretarios, que integran la oficina de gestión judicial tendrán como
funciones:
a. Organizar la agenda de la sala de audiencias, registrando las
fechas asignadas por el juez para las audiencias y administrando
los tiempos de comparecencia disponibles para las salas.
b. Garantizar la eficacia y autenticidad de las registraciones de
audiencias.
c. Planificar y publicar con la periodicidad necesaria la lista con las
audiencias que serán tomadas por el o los jueces respectivos.
d. Garantizar que se provean de todos los materiales necesarios para
la realización de audiencias eficientes.
e. Evaluar y programar audiencias inmediatas en el caso que se
solicite y de acuerdo a la disponibilidad del juez respectivo.
f. Realizar las gestiones necesarias para garantizar que las
audiencias programadas se desarrollen con normalidad. Para ello,
en forma previa al desarrollo de la audiencia, deberá corroborar
que todas las partes intervinientes en la misma se encuentren
debidamente notificadas y en caso contrario, informar al juez
respectivo, solicitar al Servicio Penitenciario y/o Policía y/o
autoridad competente el traslado de los detenidos si ello es
necesario, y asegurarse que la sala de audiencias esté
adecuadamente asignada y preparada.
g. Extender certificaciones y constancias referentes a las actuaciones
del despacho.
h. Realizar todas aquellas que les asigne la reglamentación, el
director de la oficina de gestión judicial e intervenir necesariamente
cuando por disposición del Código Procesal Penal se requiera su
intervención.
3. El personal que intervenga en las estructuras de la oficina de gestión
judicial deberá ser seleccionado sobre la base de los perfiles que exigen la
modalidad su funcionamiento.

ARTICULO 33. Atribuciones. La oficina de gestión judicial se encargará de todas las


tareas no jurisdiccionales necesarias para la aplicación del Código Procesal Penal. Para
el efectivo cumplimiento de sus funciones se conformarán unidades internas, las que
serán coordinadas por el director.
Sin perjuicio de la distribución interna que se realice, tendrá como
funciones:
1. La distribución equitativa del trabajo a los jueces que conforman los
colegios.
2. Asistir administrativamente a los jueces.
3. Dar información a todas las personas que legítimamente lo requieran.
4. Apoyar materialmente a los jueces y a las partes durante el desarrollo de
las audiencias.
5. Elaborar la agenda semanal y mensual del despacho judicial.
6. Recibir y registrar los requerimientos de audiencias.
7. Custodiar, iniciar o mantener la cadena de custodia sobre los elementos
probatorios que se presenten en la oficina de gestión judicial.
8. Comunicar a los jueces del requerimiento de las audiencias.
9. Convocar a los sujetos procesales y demás personas a la audiencia.
10.Realizar los recordatorios necesarios a los sujetos procesales para
garantizar el éxito de la audiencia, a través de medios idóneos.
11. Realizar las comunicaciones necesarias, tanto internas como externas.
12.Llevar la agenda de las audiencias.
13.Confeccionar una carpeta judicial, para cada caso, a los efectos de
registrar las decisiones jurisdiccionales que se dicten. Ello bajo criterios de
desformalización.
14.Actualizar los registros de abogados litigantes, fiscales y defensores
públicos de la circunscripción territorial para facilitar la comunicación.
15.Actualizar y depurar el registro de comunicaciones a sujetos procesales y
demás personas que comparezcan en el proceso.
16.Registrar audiencias y resoluciones y sentencias, y proceder a su
resguardo.
17.Garantizar y asegurar la inalterabilidad de los registros.
18.Controlar oportunamente que los testigos, peritos y demás personas que
deban asistir a las audiencias estén debidamente citados y que la sala de
audiencias se encuentre preparada para su celebración.
19.Efectuar un seguimiento permanente del desarrollo del colegio de jueces y
su funcionamiento cualitativa y cuantitativamente.

TÍTULO VIII
DISPOSICIONES TRANSITORIAS Y COMPLEMENTARIAS

ARTICULO 34. Reglamentos. Dentro de los ciento veinte días de sancionada esta ley,
se reglamentará:
1. La ubicación, cantidad y distribución de los jueces que integrarán los
Colegios y los tribunales unipersonales en los lugares que la demanda del
sistema lo requiera.
2. Los lugares, horarios y demás condiciones de atención, respetando la
carga horario de los trabajadores del Poder Judicial conforme la Ley
Orgánica del Poder Judicial..
3. El reglamento de disciplina, ascenso, designación del personal
administrativo de las oficinas de gestión, el que no podrá apartarse de las
disposiciones comunes a todos los integrantes del Poder Judicial conforme
a la Ley Orgánica del Poder Judicial y a las categorías previstas por la ley
11196.

ARTICULO 35. Creación de cargos. Partidas presupuestarias. Facúltese al Poder


Ejecutivo para crear los cargos y efectuar las modificaciones presupuestarias pertinentes
y necesarias para implementar la presente Ley, realizar cambios en sus denominaciones,
conceptos, partidas y subpartidas existentes o crear otras nuevas, refundir, desdoblar,
transferir y crear servicios y cargos que surjan de esta Ley, siempre que no se aumenten
las erogaciones autorizadas, no se afecten los cargos existentes, los cargos nuevos
guarden equivalencia con los establecidos en la ley 11196 y no pudiendo transformar los
cargos existentes.

ARTICULO 36. Normas supletorias. Modifícase la ley 10.160 (Orgánica del Poder
Judicial) en lo que al fuero penal se refiere y se oponga a la presente, la que formará
parte de dicha norma bajo el título “Organización de los Tribunales de la Nueva Justicia
Penal en Santa Fe”, bajo el Título V, debiéndose adecuar la numeración cuando el Poder
Ejecutivo elabore el primer texto ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial de Santa
Fe, facultándoselo para ello.

ARTICULO 37.- Modifícase el artículo 268 inc. 6) de la ley 12734 –Código Procesal
Penal, el que quedará redactado de la siguiente manera:
¡Artículo 268...
6.- Poner en conocimiento del Fiscal las informaciones y diligencias practicadas,
requiriendo su autorización para realizar aquellas medidas probatorias que por
su naturaleza sean definitivas e irreproducibles, y que deberán colectarse con
control de la defensa, si el imputado estuviera individualizado. Si fuera
imposible cumplir con estas exigencias ante el inminente peligro de frustración
de la medida, la misma, excepcionalmente se realizará con intervención del
Juez de circuito o certificándose su fidelidad con dos testigos mayores de
dieciocho años, hábiles y que no pertenezcan a la repartición, fotografías u
otros elementos corroborantes. Si por las especiales circunstancias del caso
no fuera posible la presencia de dos testigos, la diligencia tendrá valor con la
intervención de uno solo y si ello fuera absolutamente imposible, de cuyas
causales deberá dejarse constancia, con dos funcionarios actuantes;”

ARTICULO 38. Derógase el Artículo 48 de la Ley 12734 – Código Procesal Penal.

ARTICULO 39. Creación de Cargos. Créanse 20 cargos de jueces penales de


primera instancia y 10 cargos de jueces penales de cámara de apelaciones en lo penal
que se cubrirán conforme las necesidades presupuestarias y las necesidades de servicio,
priorizando la conformación de colegios de jueces en toda la Provincia. Sin perjuicio de
ello, el número de jueces integrantes del fuero penal no podrá ser en ningún caso inferior
al existente al momento de la sanción de la presentes.

ARTICULO 40. Comuníquese al Poder Ejecutivo.


Mensaje n°3564 (02/02/09) del Poder Ejecutivo que acompañara su proyecto de

LEY ORGANICA DE MINISTERIO PUBLICO

,
H. LEGISLATURA DE LA PROVINCIA
Se remite a vuestra consideración,
tratamiento y sanción el adjunto proyecto de Ley Orgánica del Ministerio Público de la
Acusación.
La Ley Nº 12912 de Implementación
Progresiva del Nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecido
por la Ley 12.734 – Código Procesal Penal, dispone en su Artículo 13 que el Poder
Ejecutivo, dentro del plazo de ciento cincuenta (150) días remitirá a la Legislatura para su
tratamiento, entre otros, este proyecto de Ley Orgánica de Ministerio Público de la
Acusación. De este modo se posibilitará el ingreso a la segunda etapa del proceso de
instauración del Nuevo Sistema de Justicia Penal, que culminará con el montaje de los
actores institucionales principales.
El Ministerio Público de la Acusación
constituye un actor clave en el Nuevo Sistema Procesal Penal, pues tendrá a su cargo la
formulación y ejecución de la política de persecución penal pública; la orientación de las
víctimas y la dirección de la investigación criminal.
En función de ello, resulta de estricta
necesidad diseñar una regulación integral para la organización fiscal, contemplar sus
principios y valores, sus órganos y funciones, el régimen de carrera y los demás aspectos
que reclama el funcionamiento de una institución que se ha concebido como autónoma y
autárquica.
El instrumento normativo que se propone
establece las bases para el desarrollo de un Ministerio Público moderno, eficaz y
eficiente, que priorice la función de persecución de los delitos, a fin de reducir la
impunidad y proveer seguridad a la ciudadanía.
El nuevo Código Procesal Penal contempla
un conjunto de nuevas herramientas legales para gestionar la conflictividad penal y una
dinámica de trabajo fundada básicamente en la oralidad, lo cual debe encontrar correlato
en una estructura funcional que haga posible el desarrollo de respuestas primarias y
soluciones alternativas, pues a través de ellas se brinda satisfacción a muchas víctimas
del delito y se aporta a la paz social, generando condiciones que mejoran las
posibilidades de persecución para los delitos más graves y la criminalidad organizada o
no convencional.
Para cumplir este cometido, las unidades y
plataformas de trabajo de los fiscales deben estar en condiciones de enfrentar los nuevos
desafíos, desarrollando capacidades para la utilización de mecanismos de depuración
temprana de casos, aplicar medios de resolución alternativos, litigar en audiencia en
todas las etapas del proceso e investigar con profesionalismo y mayor celeridad.
El modelo tradicional de las fiscalías en
Santa Fe está asociado al rol de un fiscal tramitador y dictaminador, donde el expediente
aparece como el destinatario de la mayoría de los actos y esfuerzos, lo que ha llevado a
un sistema judicial burocratizado en donde los rostros, las expectativas y los intereses de
las personas se pierden y desdibujan. Así, el trabajo de las fiscalías y la disposición de
sus recursos se ha estructurado en función de ese esquema operativo, con una
organización refleja de los tribunales y que presta atención al trámite antes que a la
solución de los conflictos.
En cambio, el nuevo modelo procesal busca
romper con esas prácticas asegurando el principio acusatorio con plena oralidad, lo que
hará de las audiencias (iniciales, de la etapa intermedia o de juicio) los actos centrales del
procedimiento.
Con ello se cambia la lógica del sistema y se
hacen imperiosas nuevas habilidades y destrezas; se impone un nuevo ritmo para la
generación de información que permita la toma de decisiones en forma oportuna; la
defensa tiene otro activismo, proponiendo una manera diferente de interacción y la
función jurisdiccional asume un nuevo rol y está llamada a ejercer un control efectivo
sobre la actividad de los fiscales.
Todos estos aspectos implican nuevos
desafíos para los fiscales y exigen una organización moderna que tenga autonomía e
independencia en relación a los tribunales y a la defensa.
Este proyecto procura estructurar el
Ministerio Público de la Acusación a partir de los siguientes pilares: autonomía funcional,
autarquía económica, unidad de actuación, precisión en la misión y función institucional,
orientación a las víctimas y flexibilidad de la organización.
El modelo acusatorio implica la separación
nítida de los roles procesales y su lógica supone el consecuente desprendimiento de toda
función jurisdiccional. La subordinación del Ministerio Público a la Corte Suprema de
Justicia genera una dependencia estructural que afectaría el rol que es propio de los
fiscales y resultaría disfuncional con el modelo instaurado en el nuevo ordenamiento
procesal.
El esquema institucional que aquí se
propone evita esos problemas: sin afectar las disposiciones constitucionales vigentes,
respeta las facultades, competencias y derechos de los actuales funcionarios del
Ministerio Público, sin adicionarle las tareas propias del nuevo esquema procesal, que se
ponen en manos de una estructura enteramente nueva, creada con el fin exclusivo y
específico de tomar el rol acusatorio penal.
Sin perjuicio de lo expresado, el nuevo
Ministerio Público de la Acusación se inserta en el Poder Judicial de la Provincia, en tanto
la creación de un órgano extrapoder ameritaría una reforma constitucional que este Poder
Ejecutivo desde ya propicia a los efectos de modernizar la Carta Magna de todos los
santafesinos, adecuándola a las necesidades de los tiempos que corren y en procura del
mejoramiento del diseño del Estado, hecho que estamos convencidos redundaría en una
mejor calidad de vida.
De cualquier modo, se deja claramente
establecido el hecho de que el nuevo organismo posea autarquía financiera y plena
autonomía, no estando subordinado en modo alguno a los órganos de gobierno del
ámbito jurisdiccional.
El proyecto, por otra parte, propone un
marco normativo en el que se definen con precisión sólo las líneas maestras o núcleos
duros de la arquitectura institucional, dejando para el órgano de gobierno los demás
aspectos o elementos secundarios. Esto permitirá que la nueva organización se adapte a
las distintas realidades de la Provincia y a los cambios que reclamen los procesos
sociales.
Se regula la misión y funciones del Ministerio
Público de la Acusación, sus principios de actuación y otras disposiciones de carácter
general (arts. 1 a 12). En este aspecto, plantea con claridad que la misión del nuevo
órgano se vincula exclusivamente con la persecución penal de los delitos, dejando para
otros funcionarios las tareas extrapenales que la legislación comparada suele adjudicar a
los fiscales.
También se fijan las normas para el
funcionamiento de los órganos fiscales (Fiscal General, fiscales regionales, fiscales y
fiscales adjuntos), para los Órganos de Apoyo, tales como la Junta de Fiscales, la
Secretaría General, Administración General, Auditoría General, Escuela de Capacitación,
Organismo de Investigaciones o los Consejos Asesores Regionales (arts. 13 a 31) y para
el Órgano Disciplinario (art. 32). En este conjunto de preceptos está el nervio de una
institución flexible, pues admite distintas formas de organización de sus componentes.
A los efectos de evitar la burocratización de
la institución y en una línea de respeto al sistema republicano, se establece la
periodicidad en el cargo de los responsables políticos del organismo. Por el contrario, se
respeta la inamovilidad de los fiscales y fiscales adjuntos.
El modelo que se propone ofrece un
conjunto de contrapesos para definir la relación entre los distintos órganos, procurando
que la persecución de los delitos no quede librada sólo a los lineamientos o directivas del
Fiscal General, sino también a la impronta de los fiscales regionales, que serán los
responsables político - institucionales en el territorio que tendrán asignado. Por otra parte,
el significativo poder que ostentan estas jerarquías, encuentra su equilibrio republicano
en una fuerte limitación en la temporalidad de sus cargos.
En la misma línea, la regulación que se hace
de las instrucciones generales y particulares (arts. 33 y 34), evita una excesiva
concentración de poder y permite a los funcionarios objetar tales instrucciones, previendo
un mecanismo de revisión.
Por otra parte, como demanda propia de una
institución que es autónoma y autárquica, se ha previsto un sistema de carrera dentro del
Ministerio de la Acusación con indicación de los agentes que quedan por afuera del
sistema formulado para la carrera de los fiscales (arts. 35 a 46). Allí se contemplan como
componentes la forma de acceso, los mecanismos de evaluación y la capacitación.
En el Título V (arts. 47 a 52) se prevén las
normas que fijan condiciones, derechos y deberes para el ejercicio de la función dentro
del Ministerio Público de la Acusación (incompatibilidades, prohibiciones, deberes,
derechos y remuneraciones y licencias). Se trata de las líneas maestras del sistema, que
deberán completarse con el conjunto de normas reglamentarias a dictarse.
A su vez, en el Título VI (arts. 53 a 63) se
conforma el régimen disciplinario, estableciendo con claridad las faltas y sanciones y
previendo el tipo de procedimiento. Estas normas se completan con el art.32 donde se
configura el Tribunal de Disciplina.
Por último, los Títulos VII, VIII y IX están
dedicados a la capacitación, el régimen económico y administrativo y a las disposiciones
transitorias y complementarias.
Los plazos fijados por la Ley 12912 exigen
trabajar a un ritmo sostenido en el desarrollo de los distintos componentes que hacen a la
puesta en marcha del nuevo sistema procesal. Por esta razón se han fijado algunos
plazos estrechos para el dictado de los reglamentos principales y se ha contemplado la
creación de un conjunto de cargos para la nueva institución.
Se ha dejado para la Ley de Transición,
también prevista en la norma que define la implementación, la conversión de cargos o la
determinación de las condiciones para la transferencia de recursos actualmente
incorporados al Poder Judicial (fiscales, empleados o auxiliares), pues se ha estimado
más conveniente que previamente se cuente con el conjunto de leyes orgánicas
(incluidas las del Ministerio Público de la Defensa y la de Organización de Tribunales
Penales y Gestión Judicial), pues ello permitirá tener un panorama claro y preciso sobre
los requerimientos de cada institución en función del nuevo modelo.
Tenemos claro que donde no se espera que
los fiscales tengan un papel determinante en la persecución penal no hay necesidad de
una organización que apoye o monitoree su trabajo; y sabemos que esto es lo contrario
de lo que plantea y reclama el nuevo sistema procesal. Éste demanda una organización
fiscal fuerte, que esté en condiciones de diseñar la política de persecución penal,
administrando una variedad de respuestas y en condiciones de conducir eficazmente la
investigación criminal y orientar a las víctimas y testigos.
Estamos convencidos de que este proyecto
esta en la dirección correcta por lo solicitamos su urgente tratamiento para un rápido
avance de la implementación definitiva del Nuevo Sistema.
Dios guarde a V.H.
LEY ORGÁNICA DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA ACUSACIÓN
N° 13.013 (B.O. 22/10/09)

TÍTULO I.
DISPOSICIONES GENERALES

ARTÍCULO 1. Órganos y misión. El Ministerio Público de la Acusación será ejercido


por el Fiscal General y los demás órganos contemplados en esta Ley, con las funciones
que en ella se establecen.
Tiene por misión el ejercicio de la persecución penal pública,
brindando orientación a las víctimas y procurando la resolución pacífica de los conflictos
penales.
El Ministerio Público de la Acusación promoverá y ejercerá la acción
penal en la forma establecida por la ley, dirigiendo al Organismo de Investigación y a la
Policía en función judicial, siendo responsable de la iniciativa probatoria tendiente a
demostrar la verosimilitud de la imputación delictiva. La inobservancia de este precepto
podrá ser objeto de sanciones por el superior jerárquico que corresponda.
El Ministerio Público de la Acusación no intervendrá en asuntos de
índole extrapenal.

ARTÍCULO 2. Autonomía e Independencia. El Ministerio Público de la Acusación es


un órgano con autonomía funcional y administrativa y con autarquía financiera dentro del
Poder Judicial.
En el cumplimiento de su función actuará con independencia y
conforme a la Constitución y las leyes.
Ejercerá sus funciones en coordinación con las demás autoridades
de la Provincia, pero sin sujeción a directivas que emanen de órganos ajenos a su
estructura.

ARTÍCULO 3. Principios de Actuación. El Ministerio Público de la Acusación ejercerá


sus funciones con arreglo a los siguientes principios:
1. Objetividad. Requerirá la justa aplicación de la ley, resguardando la
vigencia equilibrada de todos los valores jurídicos consagrados en la
Constitución y la ley.
2. Respeto por los derechos humanos. Desarrollará su actuación de acuerdo
a los principios, derechos y garantías establecidos en la Constitución de la
Provincia, Constitución Nacional, y Pactos Internacionales que la integran,
respetando los derechos humanos y garantizando su plena vigencia.
3. Orientación a las víctimas. Orientará su actuación a la satisfacción de los
intereses de las víctimas, procurando conciliarlos con el interés social.
4. Gestión de los Conflictos. Procurará la solución del conflicto surgido a
consecuencia del delito, con la finalidad de restablecer la armonía entre
sus protagonistas y la paz social.
5. Transparencia. Sujetará su actividad a pautas de transparencia,
informando los criterios que orientan la persecución penal y los resultados
de su gestión.
6. Eficiencia y Desformalización. Velará por la eficiente e idónea
administración de los recursos y bienes públicos. Procurará que los
procedimientos sean ágiles y simples sin más formalidades que las que
establezcan las leyes.
7. Accesibilidad. Procurará asegurar, en su caso, la tutela judicial de las
víctimas.
8. Gratuidad. Los servicios que brinde serán absolutamente gratuitos.
9. Responsabilidad. Los integrantes del Ministerio Público de la Acusación
estarán sujetos a responsabilidad administrativa, sin perjuicio de la
responsabilidad civil y penal que pudiere corresponderles.
10.Unidad de actuación. El Ministerio Público de la Acusación es único para
toda la provincia; en la actuación de cada uno de sus funcionarios estará
plenamente representado. Cada funcionario controlará el desempeño de
quienes lo asistan y será responsable por la gestión de los funcionarios a
su cargo.

ARTÍCULO 4. Potestades. El Ministerio Público de la Acusación, en ejercicio de sus


funciones, podrá pedir la colaboración de cualquier funcionario y autoridad administrativa
del Estado y de las personas privadas físicas o jurídicas, estando éstos obligados a
prestarla sin demora y a proporcionar los documentos e informes que le sean requeridos
dentro de los límites legales.

ARTÍCULO 5. Deber de Protección. El Ministerio Público de la Acusación procurará


asegurar la protección a quienes, por colaborar con la administración de justicia penal,
corran peligro de sufrir algún daño, conforme la legislación pertinente.

ARTÍCULO 6. Información. A fin de facilitar el conocimiento público de su labor y de


posibilitar su control, el Ministerio Público de la Acusación deberá:
1. Informar sobre los principales asuntos, siempre que ello no implique poner
en peligro las investigaciones en curso, afectar el principio de inocencia o
comprometer injustificadamente el derecho a la intimidad, la dignidad o
seguridad de las personas.
2. Recopilar y publicar los reglamentos, las instrucciones generales, los
dictámenes y las resoluciones administrativas de mayor relevancia.
ARTÍCULO 7. Publicidad de la gestión. Dentro del primer mes del período ordinario
de sesiones de cada año el Fiscal General deberá presentar en audiencia pública ante el
Poder Legislativo, y en forma alternada ante cada Cámara, el informe sobre su gestión.
Deberá dar cuenta de las actividades y de los resultados obtenidos
en el período; el uso de los recursos otorgados; una mención de los obstáculos y
problemas planteados y medidas adoptadas para superarlas; la indicación de aquellas
propuestas que permitan mejorar el servicio y expondrá los criterios de actuación que se
aplicarán en el período siguiente. Un ejemplar de la memoria se remitirá a los titulares de
los tres poderes del Estado. Una síntesis se difundirá a través de los medios de
comunicación.
A los mismos fines los fiscales regionales presentarán un informe de
gestión en una audiencia pública anual que se celebrará en la respectiva circunscripción
judicial, conforme la reglamentación a dictarse por el Fiscal General al efecto.
Estos informes deberán respetar el derecho a la intimidad, dignidad y
seguridad de las personas y no comprometer la estrategia de investigación y acusación
del Ministerio Público.

A los fines de este artículo y el precedente


deberá garantizarse que las informaciones pertinentes se publiquen en una página web u
otros medios tecnológicos similares.

ARTÍCULO 8. Ausencia de Privilegios. Los miembros del Ministerio Público de la


Acusación no tendrán privilegios personales. Las únicas prerrogativas admisibles son
aquellas previstas en esta Ley.

ARTÍCULO 9. Declaración Patrimonial. Dentro de los diez (10) días de haber


asumido, el Fiscal General, así como los demás fiscales e integrantes del Ministerio
Público de la Acusación, deberán prestar declaración jurada de sus bienes patrimoniales
de acuerdo a la legislación aplicable a los funcionarios públicos.. La no presentación de la
declaración jurada y su actualización periódica en tiempo y forma, serán consideradas
faltas graves.

ARTÍCULO 10. Responsabilidad institucional. El Ministerio Público de la Acusación


será responsable por los daños y perjuicios que provoquen sus órganos por actos
ilegales o arbitrarios, sin perjuicio de la responsabilidad personal de los funcionarios de
acuerdo a la legislación vigente.

ARTÍCULO 11. Función de Persecución penal. Son funciones del Ministerio Público
de la Acusación las siguientes:
1. Establecer y ejecutar los lineamientos de la política de persecución
penal en el ámbito Provincial, fijando las prioridades y criterios de
la investigación y persecución de los delitos.
2. Dirigir la investigación de los delitos de acción pública y ejercer la
acción penal ante los tribunales, preparando los casos que serán
objeto de juicio oral y resolviendo los restantes según corresponda.
3. Dirigir funcionalmente al Órgano de Investigación y a cualquier
organismo de seguridad en lo concerniente a la investigación de
los delitos.
4. Orientar a la víctima de los delitos, en forma coordinada con
instituciones públicas o privadas, procurando asegurar sus
derechos.
5. Procurar asegurar la protección de víctimas y testigos, en el marco
de la legislación vigente, por sí o en coordinación con otras
agencias del Estado.
6. Intervenir en la etapa de ejecución de la pena en la forma que
prevean las leyes.
7. Requerir cooperación y coordinar con instituciones públicas y
privadas para que coadyuven en la persecución de los delitos.
8. Promover la cooperación nacional e internacional ante la
criminalidad organizada o investigaciones complejas.

ARTÍCULO 12. Apartamiento. Los integrantes del Ministerio Público de la Acusación


podrán solicitar al fiscal regional que los aparte de la causa cuando existan motivos
graves que puedan afectar la objetividad o eficacia de su desempeño. El fiscal regional
resolverá sin posibilidad de recurso alguno, poniendo en conocimiento al Fiscal General
del hecho y los motivos del apartamiento.

En las mismas circunstancias el fiscal regional podrá disponer el


apartamiento en forma oficiosa. En tal caso, el apartado podrá recurrir la medida ante el
Fiscal General.
El mismo procedimiento se aplicará para los fiscales regionales,
resolviendo en última instancia el Fiscal General.
El Fiscal General, por iguales motivos, podrá solicitar su
apartamiento a la Junta de Fiscales, quien también podrá disponerla de manera oficiosa.

TÍTULO II
ORGANIZACIÓN

CAPÍTULO 1
ÓRGANOS

ARTÍCULO 13. Organización e Integración. El Ministerio Público de la Acusación


está integrado por los siguientes órganos:
1. Órganos de Dirección
a. El Fiscal General
b. Los Fiscales Regionales.
2. Órganos Fiscales
a. Los Fiscales
b. Los Fiscales Adjuntos
3. Órganos de Apoyo a la Gestión
a. La Secretaría General
b. La Junta de Fiscales
c. Los Consejos Asesores Regionales
d. La Administración General
e. La Auditoría General
f. La Escuela de Capacitación
g. El Organismo de Investigación
4. Órganos Disciplinarios
a. Tribunal de Disciplina

CAPÍTULO 2
ÓRGANOS DE DIRECCIÓN.

ARTÍCULO 14. Fiscal General. El Fiscal General es el responsable de la organización


y el funcionamiento del Ministerio Público de la Acusación. El órgano tiene su sede en la
Capital de la Provincia.
El Fiscal General deberá reunir las condiciones previstas en la
Constitución para ser Fiscal de Estado. Durará seis (6) años en el cargo y gozará de
inamovilidad durante ese período. No podrá ser designado para el período siguiente.
En caso de ausencia o impedimento transitorio será subrogado por
el fiscal regional que él designe. En caso de ausencia o impedimento definitivo será
reemplazado por el fiscal regional con sede en la Capital de la Provincia, debiéndose
poner en marcha en forma inmediata el mecanismo de designación de un nuevo Fiscal
General.
Tendrá una remuneración equivalente a la del Procurador
General de la Corte.

ARTÍCULO 15. Designación y remoción. El Fiscal General será designado por el


mismo procedimiento establecido para la designación del Fiscal de Estado, sin perjuicio
de la facultad de autolimitación del Poder Ejecutivo.
Podrá ser removido de su cargo a solicitud del Poder Ejecutivo o de
un legislador provincial por las causales de mal desempeño, o comisión de delito doloso.
La remoción del cargo se decidirá por el voto de la mayoría
absoluta de los miembros de cada Cámara reunidas en sesión conjunta, previo debate y
audiencia del interesado. En este caso entenderá la Comisión de Acuerdos, la que
deberá emitir despacho sobre el particular, designando en su caso a quien actuará como
acusador.
El procedimiento de remoción no podrá extenderse por un plazo
mayor a un año contado desde su inicio hasta la decisión de la Legislatura sobre el fondo
del asunto, en cuyo caso caducará de pleno derecho, no pudiendo iniciarse nuevamente
un procedimiento por el mismo hecho.
Sin perjuicio de todo lo expresado, el Poder Ejecutivo, el legislador
provincial, el representante del Ministerio Público de la Acusación actuante en la causa
penal, o el acusador designado podrán solicitar la suspensión temporal de sus funciones,
lo que se resolverá por el voto de la mayoría simple de los miembros de cada Cámara
reunidas en sesión conjunta previo dictamen de la Comisión de Acuerdos.

Cuando la única causal sea la presunta comisión de delito doloso,


el trámite podrá suspenderse hasta la sentencia definitiva en la causa penal
correspondiente. Cuando entre otras causales se encuentre la presunta comisión de un
delito doloso, el trámite sólo podrá suspenderse hasta la sentencia definitiva en la causa
penal correspondiente sólo respecto de ella.

ARTÍCULO 16. Funciones y atribuciones. Son funciones y atribuciones del Fiscal


General las siguientes:
1. Ejercer la representación legal del Ministerio Público de la Acusación,
determinar la política general de la institución y fijar los criterios generales
para el ejercicio de la persecución penal.
2. Velar por el cumplimiento de las misiones y funciones institucionales e
impartir las instrucciones de carácter general que permitan un mejor
desenvolvimiento del servicio.
3. Proponer al Poder Ejecutivo por intermedio de la Corte Suprema de
Justicia el presupuesto del Ministerio Público de la Acusación.
4. Disponer la ejecución de las partidas para inversiones y gastos de
funcionamiento asignadas por la ley de presupuesto de acuerdo a lo
establecido en la Ley de Administración, Eficiencia y Control del Estado.
5. Aprobar y dar a publicidad el informe de gestión previsto en la ley.
6. Proponer al Poder Ejecutivo por intermedio de la Corte Suprema de
Justicia el nombramiento, remoción y ascensos de los miembros del
Ministerio Público de la Acusación de acuerdo a la ley.
7. Realizar los traslados, conceder licencias y aplicar sanciones a los
miembros del Ministerio Público de la Acusación, cuando no corresponda a
otro órgano.
8. Emitir los reglamentos necesarios para el funcionamiento de las diversas
dependencias del Ministerio Público de la Acusación, fijando las
condiciones de trabajo y de atención al público.
9. Organizar la estructura administrativa de las distintas unidades fiscales y
de los órganos de apoyo, que no pertenezcan a la órbita exclusiva de una
Fiscalía Regional, de acuerdo con las necesidades del servicio y las
posibilidades presupuestarias.
10.Crear nuevas unidades y dependencias, introducir cambios en las
divisiones o secciones territoriales y establecer la sede para su
funcionamiento, para asegurar un mejor servicio, de acuerdo con las
posibilidades presupuestarias.
11. Delegar en otro funcionario la intervención que le acuerda la normativa
vigente en cuestiones administrativas, salvo que estuviere expresamente
prohibido por ley.
12.Crear agencias o unidades fiscales especializadas que actúen en más de
una circunscripción judicial.
13.Resolver los recursos previstos en el Artículo 12 de la presente Ley.

Las atribuciones referidas al nombramiento, remoción, ascenso, carga horaria,


traslados, licencias, sanciones y demás condiciones de trabajo del personal
administrativo, de mantenimiento y producción y servicios generales del Ministerio
Público de la Acusación, deberán ser ejercidas en el marco de lo regulado por la
ley orgánica del Poder Judicial, sus modificatorias y complementarias, y por la ley
11196, debiendo interpretarse que todas las facultades y atribuciones que las
normas le adjudican a la Corte Suprema de Justicia le corresponden al Fiscal
General.

ARTÍCULO 17. Fiscalías Regionales. En la Provincia funcionarán cinco fiscalías


regionales, ubicadas una en cada una de las circunscripciones judiciales existentes.
Cada fiscal regional será el jefe del Ministerio Público de la
Acusación en la división territorial para la que fue designado, y el responsable del buen
funcionamiento de la institución en el área respectiva. Ejercerá las atribuciones que la ley
le otorga al Ministerio Público de la Acusación por sí mismo o por intermedio de los
órganos que de él dependan.
Deberá ser ciudadano argentino, tener, por lo menos, treinta años
de edad, poseer título de abogado con una antigüedad mínima de diez años en el título o
en la carrera judicial y dos años de residencia inmediata en la Provincia si no hubiere
nacido en ésta.
Será designado y removido de su cargo mediante el mismo
procedimiento previsto en esta Ley para el Fiscal General.
Durará seis años en el cargo y gozará de inamovilidad durante ese
período. Cumplido el período sin ser nuevamente designado fiscal regional y en caso de
que anteriormente hubiera pertenecido a la carrera del Ministerio Público de la Acusación,
volverá al cargo que desempeñaba al momento de su designación como fiscal regional.
En caso de ausencia o impedimento temporal, será reemplazado
por el fiscal de su circunscripción que él designe. En caso de ausencia o impedimento
definitivo o cese del período para el que fue designado sin que se hubiese designado un
nuevo fiscal regional, será reemplazado por el fiscal de la circunscripción que
interinamente designe el Fiscal General, hasta tanto se efectúe la correspondiente
designación debiéndose poner en marcha en forma inmediata el mecanismo de
designación de un nuevo fiscal regional.
Tendrá una remuneración equivalente a la de vocal de cámara de
apelaciones.

ARTÍCULO 18. Funciones del fiscal regional. Corresponden a los fiscales


regionales, en el ámbito territorial asignado, los siguientes deberes y atribuciones:
1. Dirigir, coordinar y supervisar la tarea de los fiscales y órganos de apoyo y
auxiliares que de ellos dependan, a efectos del mejor desenvolvimiento de
la función, evitando el uso de prácticas burocráticas.
2. Impartir instrucciones generales y particulares a los fiscales y fiscales
adjuntos, para una persecución penal más eficaz, propendiendo al uso de
nuevas tecnologías y promoviendo la coordinación interinstitucional con
otras agencias públicas o privadas.
3. Fijar los criterios de asignación y distribución de los casos en los que deba
intervenir el Ministerio Público de la Acusación promoviendo prácticas
flexibles y la conformación de equipos de trabajo.
4. Disponer los traslados y otorgar las licencias de los agentes que de ellos
dependan, dentro de los límites legales establecidos por la Ley Orgánica
del Poder Judicial..
5. Las demás que establece la presente Ley y todas aquellas que el Fiscal
General les asigne.

ARTÍCULO 19. Inmunidades. Desde el momento en que presten juramento, y hasta el


cese en su función, el Fiscal General y los fiscales regionales gozan de total inmunidad
en su persona en todo el territorio provincial; no pueden ser detenidos por autoridad
alguna, salvo el supuesto de ser sorprendidos "in fraganti" en la comisión de un delito que
merezca pena privativa de la libertad, debiendo actuarse en tal caso según las normas
procesales vigentes.

CAPÍTULO 3
ÓRGANOS FISCALES

ARTÍCULO 20. Fiscales. Los fiscales tendrán a su cargo el ejercicio de la acción


penal pública de acuerdo a la distribución de trabajo dispuesta por los fiscales regionales,
quienes determinarán la cantidad, el asiento y el área territorial de incumbencia de las
fiscalías.
Ejercerán la dirección de la investigación, formularán acusación o
requerimiento de sobreseimiento, aplicarán criterios de oportunidad dentro de los
márgenes legales, actuarán en juicio y podrán formular impugnaciones ante los tribunales
correspondientes, cualquiera sea su instancia.
El fiscal deberá ser ciudadano argentino, tener por lo menos
veinticinco años de edad, poseer título de abogado con una antigüedad mínima de
cuatro años y dos años de residencia inmediata en la Provincia si no hubiere nacido en
ésta.
Tiene estabilidad en el cargo. Será designado previo concurso de
oposición y antecedente conforme la reglamentación a dictarse mediante el mismo
procedimiento previsto en esta ley para el Fiscal General. Asimismo, será removido de su
cargo mediante el mismo procedimiento y las mismas causales prevista en este ley para
el Fiscal General.

ARTÍCULO 21. Fiscales Adjuntos. Los fiscales adjuntos actuarán por delegación y
bajo la supervisión de los Fiscales. En el ejercicio de su cargo podrán intervenir en todos
los actos en los que puede actuar el fiscal de quien dependan.
Para ser Fiscal adjunto se requiere título de abogado con una
antigüedad mínima de dos años, ciudadanía argentina, mayoría de edad, y dos años de
residencia inmediata en la Provincia si no se ha nacido en ella.
Será designado conforme lo establecido en el régimen de carrera
previsto en esta Ley.
Tiene estabilidad en el cargo y sólo podrá ser removido por mal
desempeño o la comisión de faltas graves y con intervención del Tribunal de Disciplina.

ARTÍCULO 22. Agencias fiscales especiales. Los fiscales regionales podrán crear
agencias o unidades fiscales especiales que actuarán en parte o en todo el territorio de
su competencia. Las mismas estarán compuestas por el número de fiscales y fiscales
adjuntos que el fiscal regional disponga. Designará a uno de los fiscales como Jefe de la
Unidad que tendrá tareas de dirección, así como de coordinación y enlace con la fiscalía
regional.
Podrá asimismo crear agencias o unidades fiscales especiales para
intervenir con relación a cierto tipo de casos o en uno o varios casos que por su
complejidad, trascendencia pública o importancia reclamen una forma de intervención
especializada.
Cuando la agencia o unidad fiscal deba desarrollar su actividad en
más de una circunscripción, deberá ser creada por el Fiscal General, de acuerdo a la
facultad prevista en el Artículo 16 inciso 12.

CAPÍTULO 4
ÓRGANOS DE APOYO A LA GESTIÓN

ARTÍCULO 23. Secretaría General. El Ministerio Público de la Acusación tendrá un


Secretario General encargado de brindar asistencia administrativa y operacional al Fiscal
General. Le corresponde la dirección de las áreas del despacho de la Fiscalía General,
asesoría jurídica, relaciones interinstitucionales, comunicación, cooperación internacional
y las otras que le asigne el Fiscal General.
El cargo será desempeñado por un abogado, que será designado
o removido por el Fiscal General como su funcionario de confianza. Concluido el mandato
del Fiscal General cesará en el cargo.

ARTÍCULO 24. Junta de Fiscales. Estará presidida por el Fiscal General, quien no
tendrá voto salvo en caso de empate, y se integrará con los fiscales regionales.
Corresponden a la Junta de Fiscales las siguientes funciones:
1. Asesorar y colaborar en la formulación de las políticas de
persecución penal;
2. Participar en los procedimientos de selección de integrantes del
Ministerio Público de la Acusación, en la forma que prevean las
reglamentaciones pertinentes.
3. Ratificar, modificar o dejar sin efecto las instrucciones generales
dictadas por el Fiscal General, cuando ellas fueren objetadas de
conformidad con el procedimiento previsto.
4. Intervenir como tribunal de alzada en el procedimiento disciplinario
previsto en la presente.
5. Intervenir en el apartamiento del Fiscal General en los términos del
Artículo 12, excluyéndose en tal caso la intervención del Fiscal
General, quien será reemplazado en su presidencia por el Fiscal
Regional que designe el resto de los integrantes de la Junta.
La Junta de Fiscales deberá reunirse al menos una vez cada cuatro
(4) meses y será convocada por el Fiscal General o quien lo sustituya. La Junta sesionará
válidamente con la asistencia de por lo menos la mitad más uno de sus integrantes. El
Fiscal General estará obligado a convocar sesión extraordinaria cuando se lo soliciten por
los menos tres de sus integrantes. Las resoluciones serán adoptadas por mayoría
absoluta de los miembros.

ARTÍCULO 25. Consejos Asesores Regionales. En cada fiscalía regional actuará un


Consejo Asesor Regional conformado por tres (3) fiscales, tres (3) representantes de los
gobiernos municipales y tres (3)3 representantes de organizaciones de la sociedad civil.
Los Consejos Regionales formularán recomendaciones en relación
a las políticas de persecución penal; plantearán observaciones o quejas sobre el servicio
y asesorarán al Fiscal regional en todas las cuestiones que éste someta a su
consideración. Los consejos regionales se reunirán al menos cuatro veces al año, o
cuando el fiscal regional los convoque.
El Fiscal General reglamentará la duración en el cargo de los
consejeros así como la integración de los miembros que no forman parte del Ministerio
Público de la Acusación, garantizando participación de los distintos territorios y rotación
de los integrantes.

ARTÍCULO 26. Administración General. El Ministerio Público de la Acusación tendrá


un Administrador General que dependerá directamente del Fiscal General. Le
corresponde participar en todas aquellas actividades de elaboración, administración y
ejecución presupuestaria y gerenciamiento de recursos materiales y humanos que le
sean encomendadas por el Fiscal General. Confecciona el informe anual de gestión
previsto en la ley, debiendo someterlo a aprobación del Fiscal General.
El cargo será desempeñado por un profesional universitario con
licenciatura o equivalente en ciencias de la administración, con cinco años de ejercicio
profesional al menos, que accederá por concurso público de antecedentes y oposición
que reglamentará el Fiscal General. Durará seis (6) años en la función, pero podrá ser
removido por el Tribunal de Disciplina por la comisión de faltas graves.

ARTÍCULO 27. Auditoría General. El Auditor General es el encargado de velar por el


correcto funcionamiento de todos los órganos fiscales, con excepción de la Fiscalía
General, a fin de asegurar la eficacia y la eficiencia en el cumplimiento de la actividad
fiscal.
El Auditor posee autonomía funcional para organizar los controles y
verificaciones, fijar criterios y emitir conclusiones. Será designado por concurso público
de antecedentes y oposición que reglamentará el Fiscal General, deberá reunir las
mismas condiciones que para ser Fiscal Regional, y durará seis (6) años en el cargo,
pero podrá ser removido por el Tribunal de Disciplina por la comisión de faltas graves. En
tal caso, la acusación será sostenida por un auditor adjunto.

ARTÍCULO 28. Funciones y atribuciones del Auditor. El Auditor tiene las siguientes
funciones:
1. Comprobar el funcionamiento de todos los despachos fiscales, en todo lo
que hace a la observancia de la ley, el cumplimiento de los plazos y de las
instrucciones generales de la Fiscalía General.
2. Evaluar el desempeño de los órganos fiscales, definiendo los indicadores y
estándares de desempeño e identificando las buenas y malas prácticas de
actuación.
3. Intervenir en todas las denuncias y quejas por faltas disciplinarias
efectuadas contra los fiscales, practicando la investigación de los hechos y
formulando los cargos administrativos o disponiendo el archivo, cuando así
corresponda.
4. Informar periódicamente al Fiscal General los aspectos más importantes de
sus comprobaciones.
Para el ejercicio de sus funciones la Auditoría podrá requerir
informes a cualquier funcionario del Ministerio Público; hacer inspecciones o
verificaciones; tomar declaraciones testimoniales y ordenar informes técnicos, formular la
denuncia penal en caso de corresponder.
El Fiscal General reglamentará todos los aspectos que permitan el
mejor funcionamiento de la Auditoria.

ARTÍCULO 29. Escuela de Capacitación. Tendrá por función colaborar en la


capacitación continua de los integrantes del Ministerio Público de la Acusación, sin
perjuicio de los convenios que puedan suscribirse con las universidades a esos fines y de
las ofertas que puedan brindar otras instituciones.
Estará a cargo de un director que será designado por el Fiscal
General. El director debe ser abogado, con experiencia docente.
El Fiscal General reglamentará todos los aspectos que permitan el
mejor funcionamiento de la Escuela.

ARTÍCULO 30. Organismo de Investigaciones. El Organismo de Investigaciones


constituye un órgano auxiliar del Ministerio Público de la Acusación de carácter técnico y
no militarizado que coopera con éste en la investigación de los delitos. Su funcionamiento
será regulado por el Fiscal General

CAPÍTULO 5
ÓRGANOS DISCIPLINARIOS.

ARTÍCULO 31. Tribunal de Disciplina. El Tribunal de Disciplina se integrará de la


siguiente manera:
1. Un ciudadano sorteado del padrón electoral provincial;
2. Un representante del colegio de abogados de la circunscripción judicial en
que se desempeñe el acusado;
3. Un senador y un diputado designados anualmente al efecto por sus
cámaras;
4. Un fiscal regional de una circunscripción diferente a la que corresponde al
acusado, designado por sorteo; y
5. el Fiscal General. Este último lo preside y vota sólo en caso de empate.
El Auditor General cumplirá la función de acusador ante el Jurado.
El trámite para el enjuiciamiento será el que establece la presente
Ley.
El desempeño en este órgano será considerado carga pública a
todos los efectos.

TÍTULO III
INSTRUCCIONES

ARTÍCULO 32. Facultad. El Fiscal General y los fiscales regionales podrán impartir
las instrucciones generales concernientes al servicio y al ejercicio de la función fiscal. Los
fiscales regionales también podrán impartir directivas fundadas en orden a un asunto
determinado.
El fiscal que no estuviere de acuerdo con una instrucción general
podrá objetarla y solicitar la revisión ante la Junta de Fiscales. Si estuviere en desacuerdo
con una instrucción específica, podrá objetarla por razones de ilegalidad, cuando la
instrucción esté dirigida a impulsar la acción pública; y por razones de ilegalidad o
inconveniencia, cuando se trate de instrucciones tendientes a poner fin a la acción penal.
En tales casos, solicitará su revisión ante el Fiscal General o requerirá que se lo aparte
del caso.
Cuando una instrucción objetada, general o particular, concierna a
un acto sujeto a un plazo o que no admite dilación, el funcionario que recibe la orden la
cumplirá a nombre del superior que la emitió, sin perjuicio del procedimiento previsto en
el párrafo anterior.
En los debates orales, el funcionario que asista a ellos, actuará y
concluirá según su criterio.

ARTÍCULO 33. Forma. Las instrucciones serán impartidas en forma escrita y


trasmitidas por cualquier vía de comunicación.
En caso de urgencia, podrán ser impartidas oralmente, debiendo
ser garantizado su registro.

TÍTULO IV.
RECURSOS HUMANOS
CAPÍTULO 1.
SISTEMA DE CARRERA DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA ACUSACIÓN.

ARTÍCULO 33. Carrera del Ministerio Público de la Acusación. La carrera fiscal del
Ministerio Público de la Acusación es el sistema adoptado para el acceso, promoción y
permanencia de los fiscales en el Ministerio Público de la Acusación. Se basa en el
acceso igualitario, la evaluación objetiva de las condiciones y méritos y la formación
continua, como manera de contribuir a un mejor sistema de justicia penal.
La permanencia en el cargo está garantizada por la carrera del
Ministerio Público de la Acusación y ningún fiscal designado de acuerdo a este sistema
podrá ser removido, salvo en los casos que autoriza la ley.
El régimen de carrera del Ministerio Público de la Acusación se
ajustará a las normas de esta Ley y a la reglamentación respectiva.

ARTÍCULO 35. Funcionarios Comprendidos. La carrera del Ministerio Público de la


Acusación comprende a los fiscales y a los fiscales adjuntos.

Artículo 36. Componentes. La carrera del Ministerio Público de la Acusación se


integra con los siguientes componentes:
1. Régimen de acceso a la función.
2. Evaluación en la función.
3. Capacitación.

ARTÍCULO 37. Acceso a la Carrera del Ministerio Público de la Acusación. Los


nombramientos de los funcionarios comprendidos se realizarán previo concurso público,
con examen de oposición y antecedentes, garantizando transparencia, excelencia,
celeridad, regionalización y participación ciudadana.

ARTÍCULO 38. Evaluación. Los fiscales deberán ser evaluados anualmente en


términos de probidad, idoneidad y eficiencia.
Los resultados de las evaluaciones serán tenidos en cuenta para todo
tipo de concurso previsto en esta Ley.

ARTÍCULO 39. Capacitación. La capacitación de los fiscales estará a cargo de la


Escuela de Capacitación.

ARTÍCULO 40. Reglamento. El Fiscal General reglamentará el acceso a la carrera del


Ministerio Público de la Acusación, estableciendo la forma y oportunidad de la
convocatoria a los concursos, la composición e integración del Tribunal Examinador, el
procedimiento para la postulación, evaluación, selección y propuesta de designación de
los funcionarios. La reglamentación de acceso deberá asegurar los principios de igualdad
entre los postulantes, publicidad y transparencia del proceso, objetividad de las
decisiones y la participación de los habitantes de la provincia mediante un sistema de
impugnaciones. El Fiscal General también reglamentará los métodos de evaluación de
desempeño, fijando criterios y estándares objetivos.
El Fiscal General podrá categorizar a los fiscales y fiscales adjuntos por vía
reglamentaria.

CAPÍTULO 2.
SISTEMA DE CARRERA PARA OTROS INTEGRANTES DEL MINISTERIO PÚBLICO
DE LA ACUSACIÓN

ARTÍCULO 41. Alcance. El régimen de carrera del Ministerio Público de la Acusación


alcanza al personal que cumple funciones de apoyo en todos de los órganos de dicho
cuerpo, salvo los que expresamente son excluidos por esta Ley.
El acceso a los cargos de la carrera, la permanencia y promoción
del personal está garantizado por el régimen de carrera establecido por la Ley Orgánica
del Poder Judicial y con las categorías previstas en la ley nº11196.

ARTÍCULO 42. Reglamentación. El régimen de remuneración de los empleados


administrativos, de mantenimiento y producción y servicios generales del Ministerio
Público de la Acusación se regirá por la ley nº11196. El Fiscal General dictará las
reglamentaciones pertinentes a los fines de adaptar las estructuras del Ministerio Público
de la Acusación a las denominaciones de la legislación vigente, manteniendo las
equivalencias entre salario y cargo conforme las previsiones de la ley nº11196.
La asistencia, licencias y demás cuestiones relacionadas con el
régimen de los empleados administrativos, de mantenimiento y producción y servicios
generales integrantes del Ministerio Público de la Acusación, se regirán por las mismas
normas que regulan la materia con relación a los demás integrantes del Poder Judicial.
Las mismas disposiciones regirán la designación, promoción y régimen disciplinario de
sus empleados.

ARTÍCULO 43. Estructuras y Protocolos de Actuación. El Administrador General


someterá a aprobación del Fiscal General las estructuras necesarias para el
funcionamiento del Ministerio Público de la Acusación, fijando las condiciones de acceso,
misiones y funciones correspondientes.
Asimismo, someterá a aprobación del Fiscal General los
Protocolos de Actuación correspondientes, teniendo en cuenta las estructuras referidas.

CAPÍTULO 3.
AGENTES EXCLUIDOS DEL SISTEMA DE CARRERA DEL MINISTERIO PÚBLICO
DE LA ACUSACIÓN

ARTÍCULO 44. Sujetos. No forman parte de sistema de carrera los siguientes


integrantes del Ministerio Público de la Acusación:
1. El Fiscal General;
2. Los fiscales regionales;
3. Los profesionales, técnicos o peritos designados por tiempo preestablecido
para una obra determinada. Este personal será destinado únicamente a la
realización de trabajos que por su naturaleza o duración, no pueden ser
efectuados por el personal permanente.
4. Los asesores que sirvan cargos ad honorem.

TÍTULO V
CONDICIONES, DERECHOS Y DEBERES
FISCAL GENERAL, FISCAL REGIONAL, FISCAL Y FISCAL ADJUNTO Y DIRECTOR

ARTÍCULO 45. Incompatibilidades. Será incompatible con la función de Fiscal


General, fiscal regional, fiscal y fiscal adjunto, así como con la función de director de
cualquiera de los órganos de apoyo:
1. Intervenir directa o indirectamente en política partidaria, no pudiendo
postularse a un cargo público electivo hasta dos años posteriores a la
conclusión de su mandato.
2. Ejercer otros empleos públicos o privados, salvo la docencia en el nivel
secundario o universitario en el lugar de residencia o donde preste
servicios, dentro de la carga horaria que autorice la reglamentación y
siempre que con ello no se afecte el ejercicio de la función.
3. Ejercer la abogacía, excepto que sea en defensa propia, de su cónyuge,
padres, hijos menores o de las personas que estén a su cargo.
4. El ejercicio del comercio o la integración de órganos de administración o
control de sociedades comerciales.
No les estará vedado participar en asociaciones profesionales,
académicas, culturales y de bien público, siempre que ello no comprometa la
independencia de su función o la adecuada prestación de la misma.
A los restantes agentes les son aplicables las incompatibilidades
previstas para los empleados judiciales.

ARTÍCULO 46. Prohibiciones. Les está vedado a quienes ejerzan la función de Fiscal
General, Fiscal Regional, Fiscal y Fiscal Adjunto, así como a quienes ejerzan la función
de Director de cualquiera de los Órganos de Apoyo:
1. Desempeñarse en la misma dependencia del Ministerio Público de la
Acusación dos o más agentes que sean entre sí cónyuges, convivientes o
parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad.
4. Actuar como perito, síndico o cualquier otro cargo cuyo
nombramiento corresponda hacer a los tribunales o a las partes en
un proceso.
5. Solicitar o aceptar cualquier tipo de beneficio de parte de personas
con las cuales se relacione en razón del desempeño de sus
funciones.
6. Usar su autoridad o su influencia con fines distintos al
cumplimiento de sus funciones.
7. Ocupar tiempo de la jornada de trabajo o utilizar personal, medios
materiales o información del Ministerio Público de la Acusación
para fines ajenos a los institucionales.

ARTÍCULO 47. Sanción. La violación del régimen de incompatibilidades y


prohibiciones previsto en esta Ley será considerado falta grave.

ARTÍCULO 49. Deberes. El fiscal y fiscal adjunto, así como quienes ejerzan la función
de máxima autoridad de cualquiera de los órganos de apoyo tendrán las siguientes
obligaciones:
1. Cumplir con su trabajo con eficacia y eficiencia.
2. Observar una conducta pública y privada que no afecte la confianza en la
función que cumple el Ministerio Público de la Acusación.
3. Mantener reserva sobre los asuntos de la función fiscal cuando no estén
facultados para informar sobre estos.
4. Poner en conocimiento de sus superiores cualquier irregularidad que
adviertan en el ejercicio de su cargo o empleo.

ARTÍCULO 49. Derechos. El fiscal y fiscal adjunto, así como quienes ejerzan la
función de máxima autoridad de cualquiera de los órganos de apoyo tendrán los
siguientes derechos:
1. A la permanencia en el cargo mientras dure su buena conducta y se
desempeñe con eficacia y eficiencia, con excepción de los agentes
excluidos de la carrera.
2. A no ser asignado sin su consentimiento a funciones que exijan mudar su
residencia permanente.
3. A recibir capacitación adecuada para mejorar su desempeño y poder
ascender en la carrera.
4. A asociarse con otros fiscales o integrantes del Ministerio Público de la
Acusación, formando asociaciones en defensa de los intereses
profesionales o la participación en actividades de perfeccionamiento.
5. A obtener protección contra las amenazas o ataques de cualquier tipo,
derivados del ejercicio de su función.

ARTÍCULO 50. Remuneraciones. Los siguientes integrantes del Ministerio Público de


la Acusación tendrán el siguiente régimen de remuneraciones:
3. El Auditor General de Gestión, una remuneración equivalente a la
de Juez de Cámara de Apelaciones.
4. El secretario general y el administrador general, una remuneración
equivalente a la de Juez de Primera instancia..
5. Los Fiscales, según la categoría a que pertenezcan de acuerdo a
la reglamentación, una remuneración equivalente a la de Vocal de
Cámara de Apelaciones o Juez de primera instancia.
6. Los Fiscales adjuntos, según la categoría a que pertenezcan de
acuerdo a la reglamentación a dictarse, una remuneración
equivalente a la de Secretario de Cámara o Secretario de Primera
instancia.
7. El director de la escuela de capacitación, una remuneración
equivalente a la de Secretario de Cámara.

TÍTULO VI
RÉGIMEN DISCIPLINARIO

CAPÍTULO 1
SUJETOS COMPRENDIDOS

ARTÍCULO 51. Sujetos comprendidos. Los fiscales, fiscales adjuntos, el administrador


general, el auditor general, y los directores de la Escuela de Capacitación y del
Organismo de Investigaciones del Ministerio Público de la Acusación estarán sujetos al
régimen disciplinario establecido en el presente Título.
CAPÍTULO 2
FALTAS Y SANCIONES

ARTÍCULO 52. Faltas graves. Se consideran faltas graves las siguientes:


1. Abandonar su trabajo sin causa justificada.
8. Violar el deber de reserva respecto de los asuntos que así lo
requieren y en los que actúa el Ministerio Público de la Acusación;
o extraer, duplicar o exhibir documentación que deba permanecer
reservada.
9. Actuar con negligencia en la búsqueda de las pruebas que fueren
necesarias para la presentación de una acusación o para su
fundamentación ante los tribunales.
10.Incumplir deliberadamente las órdenes e instrucciones
recibidas, siempre que las mismas fueren legítimas.
11. Recibir dádivas o beneficios indebidos.
12.Ocultar información en forma injustificada o dar información
errónea a las partes.
13.No informar o negarse a informar injustificadamente a la
víctima cuando ésta lo requiera.
14.Ejecutar hechos o incurrir en omisiones que tengan como
consecuencia la pérdida de actuaciones, o la obstaculización del
trámite o del servicio.
15.No excusarse dentro del tiempo que corresponde a
sabiendas de que existen motivos de impedimento.
16.Hacer peticiones, presentaciones o dictámenes que tengan
como base hechos manifiestamente erróneos, o que invoquen
fundamentos legales manifiesta e indudablemente improcedentes.
17.El incumplimiento injustificado y reiterado de los plazos
procesales.
18.La acumulación de más de cinco (5) faltas leves en forma
coetánea o en el mismo año.
19.Interferir en actuaciones judiciales en las que no tenga
ninguna intervención oficial.
20.Causar un grave daño a la persecución penal con motivo
de no haber cumplido debidamente las actuaciones procesales
bajo su responsabilidad.
21.No presentar en tiempo y forma la declaración jurada y su
actualización.
22.Haber sido condenado, mediante sentencia firme, por la
comisión de un delito doloso, como autor o partícipe. En caso de
imputación de un delito doloso, sin perjuicio de la posibilidad de
suspensión preventiva prevista en el Artículo 62, el juicio
disciplinario deberá realizarse una vez dictada sentencia
condenatoria firme en la causa pertinente.

ARTÍCULO 53. Faltas Leves. Se consideran faltas leves las siguientes:


1. Actuar en forma irrespetuosa con relación a la víctima, al imputado, partes
o cualquier otro funcionario o persona que intervenga en una diligencia en
que actúe un órgano fiscal o que acuda a sus oficinas.
2. Faltar al trabajo sin aviso ni causa justificada, o llegar habitualmente tarde
o ausentarse sin autorización.

ARTÍCULO 54. Sanciones. Los sujetos comprendidos en el artículo 51 podrán ser


pasibles de las siguientes sanciones disciplinarias:
1. Amonestación, por faltas leves.
23)Multa de hasta el cinco (5) por ciento de su sueldo, por la
reiteración de hasta cuatro (4) faltas leves.
24)Suspensión del cargo o empleo hasta por treinta (30) días sin goce
de sueldo.
25)Destitución.
Las sanciones de suspensión o destitución sólo procederán por la
comisión de faltas graves. La sanción deberá adecuarse a la naturaleza y gravedad de la
falta y a la jerarquía y antecedentes del sancionado.
Para el caso de destitución el órgano que aplique la sanción podrá
adicionarle una inhabilitación para acceder al Ministerio Público de la Acusación por un
plazo que no podrá exceder de diez (10) años.

ARTÍCULO 55. Efectos. La amonestación se registrará en el expediente de personal y


se considerará para su evaluación en el año en el que se impusieron.
La suspensión trae aparejada la obligación de omitir cualquier acto
propio de la función y la pérdida proporcional de su salario.
La destitución implica la extinción de la relación de empleo, sin
derecho a cobrar ninguna indemnización, y sin perjuicio del cómputo de los aportes a los
fines previsionales ordinarios.

ARTÍCULO 56. Prescripción. La potestad disciplinaria prescribe al año si se trata de


faltas leves y a los tres (3) años si se trata de faltas graves. Tales términos comenzarán a
correr a partir de que la falta sea conocida por la autoridad competente.
En todos los casos, se extingue la potestad sancionadora si han
transcurrido cinco (5) años desde la fecha de comisión de la falta.
La prescripción se interrumpe por la comisión de una nueva falta o
la iniciación y desarrollo del procedimiento correspondiente.
La prescripción no correrá cuando el trámite correspondiente se
suspenda a la espera de una sentencia penal definitiva.

ARTÍCULO 57. Poder disciplinario. Las sanciones de amonestación, y multa podrán


ser impuestas por la máxima autoridad de la oficina en la que preste servicio el
sancionado. Si se tratare de un fiscal será aplicada por el fiscal regional respectivo.
Las sanciones de suspensión y de destitución sólo pueden ser aplicadas por el
Tribunal de Disciplina.
Los Fiscales solo podrán ser removidos mediante el procedimiento establecido en la
presente ley para el Fiscal General.

CAPÍTULO 3.
PROCEDIMIENTO

ARTÍCULO 58. Iniciación. El procedimiento disciplinario se iniciará por comunicación,


queja o denuncia de particulares, de jueces, de otros integrantes del Ministerio Público de
la Acusación, o en virtud de constatación directa del superior jerárquico.

ARTÍCULO 59. Procedimiento en caso de faltas leves. Recibida la queja, se


designará a un funcionario para que practique una información preliminar, que no podrá
extenderse más de cinco (5) días, tendiente a acreditar o desvirtuar la queja o denuncia
Al concluir el funcionario actuante podrá disponer el archivo por
falta de mérito o expresar los cargos para posibilitar el ejercicio del derecho de defensa.
Se pondrán las actuaciones a disposición del interesado por tres (3) días para que haga
su descargo. Cumplido el descargo o transcurrido el plazo sin que ejerza la facultad, el
superior jerárquico dictará resolución.
La decisión será recurrible dentro de los tres (3) días de la
notificación, para que resuelva la Junta de Fiscales, que se reunirá a tal efecto. La
decisión final se dictará dentro de los diez (10) días de interpuesto el recurso. Contra esta
última decisión no cabe impugnación en sede administrativa.

ARTÍCULO 60. Procedimiento en caso de faltas graves. La investigación estará a


cargo del Auditor General del Ministerio Público de la Acusación, o de los auditores
adjuntos que designe para el caso.
La investigación no podrá extenderse por más de sesenta (60) días
y deberá concluir con el archivo de las actuaciones o con la formulación de los cargos y la
solicitud del juicio disciplinario ante el órgano que corresponda. Este plazo es
improrrogable y fatal, obligando al archivo si no se produjo la formulación de cargos.
El interesado podrá defenderse por sí o designando un abogado al
efecto. Ambos tienen la facultad de controlar el desarrollo de la investigación, hacer
manifestaciones por escrito y ofrecer medidas de prueba aún en la etapa preliminar.
Durante el curso de la investigación, a pedido del Auditor o auditor
adjunto en su caso, el superior jerárquico del investigado podrá suspenderlo
preventivamente, con goce de sueldo, mientras dure el procedimiento disciplinario.

ARTÍCULO 61. Juicio disciplinario. Con la formulación de los cargos, la solicitud de


juicio disciplinario y el ofrecimiento de prueba respectivo, el Tribunal de Disciplina correrá
traslado por diez (10) días para que el enjuiciado pueda ejercer su defensa y ofrecer
pruebas. Cumplido ese plazo se determinará la prueba admitida y se fijará audiencia oral
y pública para debatir el caso. Cada una de las partes deberá producir la prueba que
ofreció y hará comparecer a los testigos que ofrezca. El enjuiciamiento se desarrollará
conforme a las reglas del juicio público, continuo y contradictorio, con garantía del
derecho de defensa.
La audiencia se iniciará con la presentación inicial de ambas partes
y luego se practicará la prueba. A su término se producirán los alegatos e inmediatamente
el Tribunal Disciplinario pasará a deliberar, debiendo dictar veredicto en forma inmediata y
sentencia motivada en el plazo máximo de cinco (5) días.
En todo aquello que no se ha reglamentado expresamente serán de
aplicación supletoria las normas que regulen el enjuiciamiento de magistrados del Poder
Judicial y el Código Procesal Penal.

ARTÍCULO 62. Ejecución y Revisión. El acto sancionatorio se ejecutará


inmediatamente.
Contra la sanción de suspensión o de destitución podrá interponerse recurso de
apelación por ante la Junta de Fiscales conforme la reglamentación que a esos efectos
dicte el Fiscal General. Agotada la vía recursiva en sede administrativa, el acto
sancionatorio se ejecutará inmediatamente sin perjuicio de la posibilidad de revisión
judicial a través de la acción contenciosa administrativa.

TÍTULO VII
CAPACITACIÓN

ARTÍCULO 63. Principios orientadores. La capacitación de los fiscales y demás


integrantes del Ministerio Público de la Acusación debe ser integral y continua, dirigida al
aprendizaje institucional y al mejoramiento del servicio.

ARTÍCULO 64. Planificación y Ejecución. La Escuela de Capacitación elaborará en


el último bimestre de cada año, la planificación de las actividades de capacitación para el
año siguiente, que deberá contar con la aprobación del Fiscal General.
La capacitación se ejecutará a través de la Escuela de Capacitación
o mediante convenios con instituciones públicas o privadas. Sin perjuicio de ello, podrá
autorizarse a los miembros del Ministerio Público de la Acusación a concurrir a otras
actividades académicas o de perfeccionamiento, estableciendo el reglamento la cantidad
de días de licencia anuales que se podrán destinar a tal fin.

TÍTULO VIII
RÉGIMEN ECONÓMICO Y ADMINISTRATIVO

ARTÍCULO 65. Recursos. Son recursos del Ministerio Público de la Acusación, los
siguientes:
1. Las partidas establecidas en el presupuesto general.
2. Las donaciones y legados de personas e instituciones.
3. Los recursos provenientes de acuerdos interinstitucionales celebrados por
el Ministerio Público de la Acusación.
4. El recupero de costos o lo decomisado por sentencia condenatoria firme.
5. Otros que establezcan las leyes.

ARTÍCULO 66. Ejecución Presupuestaria. La ejecución del presupuesto se hará a


través de la Administración General del Ministerio Público de la Acusación, de acuerdo a
las normas de administración financiera del Estado y sujeta a los controles y fiscalización
correspondiente. Intervendrá el Tribunal de Cuentas como auditor externo.

TÍTULO IX
DISPOSICIONES TRANSITORIAS Y COMPLEMENTARIAS

ARTÍCULO 67. Reglamentos. El Fiscal General dictará los reglamentos y


resoluciones a que se refiere esta Ley dentro de los siguientes plazos:
1. Dentro de los treinta (30) días de designado, el régimen de concursos;
2. Dentro de los sesenta (60) días de designado el Administrador General, lo
atinente a la estructura;
3. Dentro de los noventa (90) días, los siguientes:
a. El Reglamento de Organización General del
Ministerio Público de la Acusación, fijando las
pautas de funcionamiento de los órganos fiscales
de toda la Provincia, las competencias territoriales
y por especialidad, los lugares, horarios y demás
condiciones de atención a los usuarios.
b. Los reglamentos de organización y funcionamiento
de los órganos de apoyo a excepción de la
Escuela de Capacitación y el Organismo de
Investigación.
4. Dentro de los ciento ochenta (180) días, los siguientes:
a. El Reglamento de Licencias.
b. El Reglamento de la Escuela del Ministerio Público de la
Acusación.
c. El Reglamento del Organismo de Investigación
Facúltase al Fiscal General para el dictado de toda otra
reglamentación que resultare necesaria para la aplicación de la presente Ley.

ARTÍCULO 68. Creación de cargos. Créanse por esta Ley los siguientes cargos del
Ministerio Público de la Acusación:
1. Un (1) cargo de Fiscal General.
2. Cinco (5) cargos de fiscal regional.
3. Un (1) cargo de Secretario General.
4. Un (1) cargo de Administrador General.
5. Un cargo (1) cargo de Auditor General de Gestión.
6. Un (1) cargo de Director de la Escuela del Ministerio Público de la
Acusación.
7. Los cargos de fiscales y fiscales adjuntos que se especifican en el Anexo I
de la presente Ley, que serán distribuidos por el Fiscal General por distrito,
previa consulta al fiscal regional de la circunscripción correspondiente.
El Fiscal General propondrá a la Legislatura, por intermedio del
Poder Ejecutivo, la creación de los cargos administrativos que resulten necesarios para el
correcto funcionamiento del Ministerio Público de la Acusación, siempre dentro de los
límites presupuestarios vigentes.
La Ley de Transición contemplará la transferencia de funcionarios
que actualmente se desempeñan como fiscales o auxiliares, o la conversión de cargos,
fijando las condiciones para tal procedimiento.

ARTÍCULO 69. Cobertura de cargos. Para la designación del Fiscal General y de los
fiscales regionales, dentro de los 60 días de la publicación de la presente Ley, el Poder
Ejecutivo pondrá en marcha el mecanismo pertinente.
La estructura del Ministerio Público a que refiere el ANEXO 1 de la presente se
cubrirá de acuerdo a las posibilidades presupuestarias y las necesidades de servicio.

ARTÍCULO 70. Partidas presupuestarias. El gasto que origine la aplicación de la


presente Ley durante el año 2009, se financiará a través de la partida pertinente del
presupuesto vigente hasta su límite.

ARTÍCULO 71. Forma y plazo para el ejercicio de funciones. El Ministerio Público


de la Acusación que se crea por esta Ley comenzará a cumplir sus funciones de
persecución penal en la forma y plazo que establezca la Ley de Transición.

ARTÍCULO 72 – Téngase presente que a los fines de los artículos 41 y 42 resultan


aplicables las leyes nº 10160 y nº 11196, según corresponda, debiendo entenderse que
las facultades y atribuciones que esa normativa le adjudica a la Corte Suprema de
Justicia corresponden al Fiscal General.

ARTÍCULO 73 - Normas derogadas. Deróganse el Capítulo II del Título IV del Libro I de


la Ley 12.734 - Código Procesal Penal, y los artículos pertinentes de la Ley N° 10.160 -
Orgánica del Poder Judicial en cuanto sean incompatibles, y cualquier otra norma que se
oponga a la presente Ley.
Facúltase al Poder Ejecutivo para elaborar un texto ordenado de la
Ley 10160 –Orgánica del Poder Judicial- y del Código Procesal Penal - ley 12.734..

Artículo 74. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

Mensaje N° 3566 (02/02/09) del Poder Ejecutivo que acompañara su

Proyecto de Ley de Organización del Servicio Público Provincial de Defensa Penal

H. Legislatura de la Provincia:
Se remite a vuestra consideración,
tratamiento y sanción el adjunto proyecto de Ley de Organización del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal.
La Ley Nº 12912 de Implementación
Progresiva del nuevo Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe establecida
por Ley 12.734 – Código Procesal Penal, dispone en su Artículo 13 que el Poder
Ejecutivo, dentro del plazo de ciento cincuenta (150) días remitirá a la Legislatura para su
tratamiento, entre otros, este proyecto de Ley de Organización del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal, de modo de posibilitar el ingreso a la segunda etapa del
proceso de instauración del Nuevo Sistema de Justicia Penal, que culminará con el
montaje de los actores institucionales principales.
La presentación del proyecto de marras ha
estado precedida por una serie de encuentros y reuniones con actores sociales y políticos
relevantes, orientados a la búsqueda de consensos y a indagar acerca de las
posibilidades políticas e institucionales respecto de las diferentes variantes posibles en el
diseño de la organización de un sistema de defensa penal adecuado para el Nuevo
Sistema de Justicia Penal de la Provincia de Santa Fe.
Asimismo, se ha procedido al análisis de
diversos antecedentes normativos e institucionales a través del estudio comparado de los
mismos.
Entre los antecedentes relevados, destacan
los materiales producidos en el marco del Plan Estratégico del Estado Provincial para la
Justicia Santafesina.
En tal sentido, hemos hecho nuestro a
cabalidad el eje central del modelo institucional adoptado en materia de Defensa Penal
en tanto se pregona la “organización de la defensa pública” orientada a la “efectiva
defensa de los derechos de los imputados”, reconociendo a la defensa privada de
confianza como el modelo a emular en la organización de la “defensa oficial” (de la
exposición de motivos del mensaje del Poder Ejecutivo Provincial 3223/06 del
Gobernador Obeid).
La ley 12.734 viene a plasmar
legislativamente el esfuerzo denodado por instaurar en nuestra Provincia un modelo
adversarial de Justicia Penal que reconoce sus inicios en los albores de la década del
ochenta, con la restauración de la democracia.
En el afán de profundizar dicho modelo,
hemos resuelto, por una parte, retomar las líneas del Plan Estratégico que consideramos
más funcionales al mismo.
Por otra parte, hemos estimado conveniente
apartarnos en muchos de sus lineamientos en cuanto hemos juzgado que los mismos se
apegan a organizaciones o diseños institucionales más tradicionales o cuyas notas
todavía responden a esquemas de orden más conservador o inquisitorial.
En dicho esfuerzo, hemos buscado asiento
en el estudio comparado de los procesos de reforma de la Justicia Penal que dan
comienzo hacia finales de la década del ochenta en toda la región latinoamericana,
movimiento que la sociología jurídica especializada ha podido explicar sistemáticamente,
con amplias bases de respaldo empírico que permiten hoy contar con una enorme “caja
de herramientas” llena de experiencias aprehendidas, de errores y desaciertos
pormenorizadamente descriptos y de aciertos y fortalezas que nos ayudan en esta nueva
empresa.
En tal sentido, algunos de los caminos no
aconsejables de los que buscamos apartarnos son:
i. Estructurar a los nuevos actores del Sistema de Justicia Penal bajo la lógica de
una organización refleja de los modelos organizacionales tradicionales del Poder
Judicial, equiparando instancias procesales con jerarquías funcionales y
estableciendo a los funcionarios de los nuevos organismos como accesorios de
los oficios judiciales (v gr. Defensor ante la Corte, Defensor de Cámara, Defensor
de Primera Instancia, etc.);
ii. Regular cuestiones relativas a la organización institucional de la “defensa oficial”
o del propio “Ministerio Público de la Acusación” dentro de los códigos de
procedimiento, a la vez que regular cuestiones de estricto procedimiento dentro
de las leyes de organización de los nuevos actores;
iii. En cuanto al tema específico de la defensa respecta, organizar a la misma bajo el
modelo de “defensores de pobres”, enraizado en una concepción filosófica de
tipo paternalista, en la que se concibe al defensor “asesor” como un
representante de incapaces, donde se equiparan como “causas” u origen de
dicha incapacidad a la pobreza, la minoridad o la discapacidad física o mental;
iv. Organizar el gobierno del servicio público de defensa bajo una jefatura conjunta
con Ministerio Público Fiscal o de la Acusación, sin reconocer la necesidad de
generar identidades institucionales diversas, de posibilitar la definición de metas
organizacionales específicas conforme a los fines políticos e institucionales de
cada institución y de alcanzar el tan anhelado equilibrio institucional republicano
de pesos y contrapesos al interior de los nuevos sistemas de justicia penal.
El proyecto que se presenta, busca
estructurar la organización de la defensa “oficial” sobre los siguientes pilares:
i. Necesidad sistemática de cobertura de la defensa técnica en todo proceso penal,
desde su génesis hasta sus fenecimiento;
ii. Reconocimiento del carácter esencialmente personal del ejercicio del derecho de
defensa material y de la posibilidad real de elección de un defensor de confianza
como segmento fundamental de dicho derecho;
iii. Declaración del interés público en el control de la calidad y cobertura de los
servicios legales de defensa técnica;
iv. Subsidiariedad, en tal sentido, del Servicio Público de Defensa Penal; y
v. Orientación prioritaria del Servicio Público de Defensa Penal hacia las personas
más vulnerables social y económicamente.
El proyecto contiene una declaración de los
principios que lo inspiran entre los cuales se reconoce la centralidad de la efectiva
cobertura de defensa penal técnica como condición de vigencia del derecho de defensa,
por oposición a los tradicionales modelos de defensa formal (Contestes con dicha idea
son las conclusiones de Danilo Kilibarda sobre proyecto de Ley de Ministerio Público del
Plan Estratégico).
También se reconoce el carácter
esencialmente personal e individual del ejercicio del derecho de defensa material,
caracterizando como objeto de interés público el control y monitoreo de la calidad de los
servicios de defensa penal técnica y no el propio ejercicio de la defensa, el cual se
reconoce articulado al servicio del interés privado de quien es titular de la defensa
material.
Es en esta línea que se recepta la idea que
la elección de un defensor de confianza es un segmento fundamental del derecho de
defensa.
De este modo, se concibe a la organización
de una “defensa oficial” como subsidiaria de la elección de un defensor de confianza.
Finalmente, se prescribe que el servicio
público de defensa penal debe orientarse prioritariamente a brindar cobertura de defensa
penal técnica a quienes no pueden designar un defensor de confianza porque su
situación de vulnerabilidad se los impide.
Sin perjuicio de esa orientación prioritaria, el
Servicio Público Provincial de la Defensa Penal deberá hacerse cargo de aquellos
imputados que no quieran, más allá de sus posibilidades, designar defensor, a los fines
del debido proceso y maguer el sistema de costas que se establezca para ese supuesto.
El proyecto cuenta con un Título Preliminar,
en el que se plasma la idea de que la calidad del servicio de defensa penal técnica es
una cuestión sobre la que se reconoce interés público. Ello es así, al menos, por dos
motivos:
1. El primero es de carácter sistemático, el nuevo ordenamiento
procesal se ocupa de resguardar en toda instancia la efectiva
asistencia técnica del sometido a proceso, generando un estricto
sistema de sanciones procesales para los casos de incumplimiento
de dichos dispositivos, por lo cuál, la efectiva prestación de
defensa penal técnica en todos y cada uno de los casos
procesados por el Nuevo Sistema de Justicia Penal debe ser
garantizada en orden a lograr un correcto funcionamiento del
mismo;
2. Por otra parte, en virtud del plexo de derechos actualmente
reconocidos a toda persona sometida a proceso, la efectiva
cobertura de defensa penal técnica supone un ejercicio de alto
nivel profesional y de dicha calidad de servicio depende su
vigencia efectiva, por tal motivo, en términos de sistema, se vuelve
importante garantizar un contralor y monitoreo más intenso por
parte de las instituciones involucradas en la vigencia del derecho
de defensa, a la vez que el otorgamiento de ciertas prerrogativas y
deberes a todo profesional que intervenga como defensor en un
caso penal (vgr. deber de colaboración en la producción de una
investigación independiente, facultades de contradicción, deber de
confidencialidad, interés prioritario del defendido, etc.).
El proyecto propone la creación de un
“Servicio Público Provincial de Defensa Penal”. Hemos preferido esta denominación por
sobre otras, como “Ministerio Público de la Defensa” por cuanto creemos que refleja más
cabalmente la concepción de que “lo público” no es la defensa, sino la prestación del
servicio de manera subsidiaria y el control de la calidad del mismo en una amplia franja
de casos.
Se crea al Servicio Público Provincial de
Defensa Penal como una persona pública autónoma y autárquica dentro del Poder
Judicial, bajo la idea de que la profundización de base de un modelo adversarial requiere
que cada una de las nuevas instituciones pueda desarrollar sus propios objetivos y metas
con absoluta independencia del resto de las instituciones involucradas (Conforme opinión
y conclusiones de Danilo Kilibarda sobre el proyecto de Ministerio Público del Plan
Estratégico).
Como adelantamos, se concibe al Servicio
prioritariamente orientado a brindar prestaciones a las personas que no puedan contratar
a un defensor de su confianza por carecer de medios para hacerlo, estableciendo incluso
un sistema de cobro de honorarios y costas cuando corresponda, bajo la idea de que no
hacerlo de este modo supone profundizar las desigualdades económicas también en este
ámbito (En concordancia con lo regulado por proyecto de Ley de Ministerio Público del
Plan Estratégico, Art. 34, inc. 20°).
A través de los principios generales de
actuación establecidos hemos buscado posibilitar una organización sumamente flexible y
eficiente. Por otra parte, hemos puesto hincapié en la necesidad de establecer como
destinatarios prioritarios del servicio a sus potenciales beneficiarios más vulnerables,
cuales son las personas privadas de su libertad, estableciéndose al respecto parámetros
mínimos de cobertura.

Por otra parte, se busca potenciar la


articulación política e institucional y la construcción de redes de cooperación y
articulación entre el Servicio Público Provincial de Defensa Penal y otros actores
involucrados en la defensa de los derechos de los perseguidos penalmente. En este
contexto, cabe aclarar que todas las regulaciones sobre iniciativas de política institucional
se conciben orientadas a la prestación de defensa penal efectiva en los casos concretos.
En tal sentido, los derechos e intereses de una persona amenazada o afectada
penalmente nunca pueden ser subordinados a fines políticos o institucionales ulteriores
(En dicho sentido, acordamos con las conclusiones de la Comisión constituida por
Decreto 3503/06 – Plan Estratégico-).
El Servicio Público Provincial de Defensa
Penal se integra con un Defensor Provincial, un Consejo del Servicio Público Provincial
de Defensa Penal, un cuerpo de defensores integrado por Cinco defensores regionales y
por los defensores públicos y defensores públicos adjuntos, un administrador general,
Órganos Disciplinarios y una Estructura de Apoyo Auxiliar, orientada a cubrir las
necesidades de apoyo del Servicio en las siguientes áreas: Servicios sociales, Asistencia
al detenido y condenado, Capacitación, Diseño, ejecución y gestión de políticas públicas,
Prensa y comunicación institucional, Atención al público, Requerimientos informáticos,
Desarrollo de Investigaciones independientes para respaldar las estrategias de defensa,
Asistencia técnica, Apoyo administrativo y de gestión y Ejecución de honorarios y costas.
Entre las notas comunes de los integrantes
del Servicio, destacan la periodicidad de funciones en el nivel de dirección política del
organismo, orientada a evitar la burocratización de la institución.

En el Defensor Provincial, designado con un


fuerte componente de carácter político, se han concentrado numerosas funciones y
potestades reglamentarias, con la idea de posibilitar una estructuración altamente flexible
y dinámica de la organización.
El Consejo del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal se ha estructurado como un cuerpo eminentemente participativo, por
oposición a conformaciones de tipo corporativo. Asimismo, sus funciones son típicamente
consultivas, no obstante esperarse que pueda adquirir un fuerte protagonismo
institucional, pero con base en construcción de legitimidad pública.
El cuerpo de defensores se integra con cinco
defensores regionales, quienes actuarán como jefes de los defensores y de los auxiliares
que se desempeñen en cada una de las cinco circunscripciones en que se descentraliza
el Servicio. Dichos defensores son quienes realizarán, por regla, la tarea específica de
ejercicio de la defensa penal técnica.
En cuanto al régimen laboral del cuerpo de
defensores, hemos preferido fijar sólo pautas mínimas y generales, dejando sujeta a
reglamentación su específica regulación.
El servicio de defensa técnica también se
brindará, potencialmente, por defensores matriculados, en el marco de convenios con los
Colegios de Abogados, orientados a brindar la posibilidad de allanar el camino hacia la
contratación de un defensor de confianza a las personas con capacidad económica
limitada. Se busca así propiciar la creación de servicios privados bajo un régimen de
tarifa social, fuertemente monitoreado por el Servicio Público Provincial de Defensa (En
este punto hemos buscado profundizar el modelo recomendado por las conclusiones de
la Comisión constituida por Decreto 3503/06 y plasmado en el proyecto de Ley de
Ministerio Público del Plan Estratégico, Artículo 26, inc. 13°).

La administración y ejecución presupuestaria


se pone en cabeza de un administrador general, auxiliar directo del Defensor Provincial,
bajo la idea de que es menester profesionalizar la administración de recursos en un
contexto de realidad sumamente compleja y tecnificada como el que enfrentamos.
Como referimos anteriormente, se establece
que la estructura auxiliar de apoyo de la defensoría deberá garantizar amplias áreas de
cobertura. No obstante, hemos creído conveniente dejar sujeta a reglamentación la
específica organización de dichos servicios.
En cuanto al régimen disciplinario, se han
determinado las faltas y sanciones, previéndose además el tipo de procedimiento y los
órganos disciplinarios.
La exposición hasta aquí desarrollada no
tiene pretensiones de exhaustividad. Más bien se han querido mostrar las líneas
centrales del proyecto que se presenta, en el que se ha pretendido desarrollar un modelo
moderno y flexible que, sin embargo, sea capaz de potenciar las decisiones políticas
generales consolidadas con la adopción de un modelo de Justicia Penal Adversarial en el
marco de las exigencias constitucionales y los tratados internacionales de derechos
humanos por lo que solicitamos su pronta aprobación para poder implementar en tiempo
y forma el nuevo Código Procesal Penal – Ley 12734.
Dios guarde a V.H..
LEY DE ORGANIZACIÓN DEL SERVICIO
PÚBLICO PROVINCIAL DE DEFENSA PENAL N°13.014 (B.O.. 22/10/09)

TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES

ARTÍCULO 1. Principios. El Estado Provincial asume que el resguardo efectivo de los


derechos de toda persona sometida a persecución penal sólo es viable en tanto se
garantice a las mismas la cobertura real del derecho a contar con asistencia técnica legal.
El ejercicio del derecho de defensa material es reconocido como
una actividad esencialmente personal de resistencia a la pretensión punitiva esgrimida en
contra de quien lo ejerce.
El control y monitoreo del ejercicio de la defensa técnica penal,
orientado a garantizar estándares de calidad en la prestación de tal servicio es una
cuestión de interés público.
Las disposiciones de la presente Ley se encuentran prioritariamente
orientadas a garantizar efectiva y eficientemente el derecho de defensa a las personas
más vulnerables social y económicamente, particularmente cuando su libertad se
encuentre amenazada o afectada.

ARTÍCULO 2. Alcances. Todos los principios, criterios de actuación y metas


programáticas de la presente Ley deben interpretarse como dispuestos con el objetivo de
garantizar el máximo respeto de los derechos individuales de toda persona amenazada
en virtud de un acto de persecución penal.
Los principios y derechos o prerrogativas establecidos en favor de
las personas sometidas a persecución penal de cualquier tipo deben ser velados por todo
profesional del derecho que asuma la función de defensor de las mismas, ya sea
profesional liberal o parte del cuerpo de defensores del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal.

ARTÍCULO 3. Deber de articulación. Los organismos y actores estatales y no


estatales de la Provincia involucrados en el ejercicio de la defensa penal deben llevar
adelante acciones institucionales programáticas tendientes a generar un entorno de plena
vigencia del estado de derecho y de los derechos humanos en el cual pueda ejercitarse
plenamente el derecho de defensa de toda persona sometida a persecución penal de
cualquier tipo.

ARTÍCULO 4. Defensor de confianza. La elección de un defensor de confianza por


parte de las personas sometidas a proceso es parte esencial del derecho de defensa
material.
Los derechos e intereses individuales de toda persona asistida por
un defensor en un caso penal no pueden ser subordinados por éste a valores o intereses
diversos de ningún tipo.
Todo defensor penal debe ejercer su función orientándose a lograr
la solución más favorable a la persona defendida, suministrándole información y
respetando su opinión y decisiones como titular del derecho de defensa material en el
marco legal correspondiente.
ARTÍCULO 5. Confidencialidad. Quienes ejerzan una defensa penal tienen la
obligación de mantener reserva sobre la información que conozcan o generen en
cumplimiento de sus funciones.
Sólo les es permitido proporcionar información estadística, siempre
que no sea susceptible de comprometer a una de las personas destinatarias de sus
servicios de defensa técnica.

ARTÍCULO 6. Deber de colaboración. Todo funcionario o autoridad del Estado, de


sus entes descentralizados y de los órganos de contralor de la función pública se
encuentran obligados a prestar colaboración sin demora y a proporcionar los documentos
e informes que le sean solicitados por un defensor penal en ejercicio de sus funciones y
dentro de los límites legales aplicables.
Igual proceder deberán observar los organismos e instituciones
privadas y públicas en general.
Cuando los informes o la documentación solicitada en ejercicio de
una defensa penal no sean remitidos o puestos a disposición en un plazo razonable,
conforme a las circunstancias del caso, toda persona en ejercicio de tal defensa podrá
recurrir a través del medio más informal y rápido disponible ante el órgano judicial
competente a fin de que ordene el cumplimiento inmediato de los términos de la solicitud.
El incumplimiento del deber de colaboración establecido en este
artículo hará personalmente responsable a quienes incurran en dicha omisión.

ARTÍCULO 7. Contradicción y derecho de defensa. Queda garantizado a toda


persona que ejercite la defensa técnica en un caso penal el ejercicio pleno de la
contradicción de la prueba reunida por la acusación en toda instancia procesal.

ARTÍCULO 8. Apartamiento. Los defensores públicos y defensores públicos adjuntos


podrán solicitar al defensor regional que los aparte de la causa cuando existan motivos
graves que puedan afectar la eficacia de su desempeño. El defensor regional resolverá
sin posibilidad de recurso alguno, poniendo en conocimiento al Defensor Provincial del
hecho y los motivos del apartamiento.
En las mismas circunstancias el defensor regional podrá disponer el
apartamiento de los defensores públicos y defensores públicos adjuntos en forma
oficiosa. En tal caso, el apartado podrá recurrir la medida ante el Defensor Provincial.
El mismo procedimiento se aplicará para los defensores regionales,
resolviendo en última instancia el Defensor Provincial.
El Defensor Provincial, por iguales motivos, podrá solicitar su
apartamiento al Consejo del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, quien también
podrá disponerla de manera oficiosa.

TÍTULO II
SERVICIO PÚBLICO PROVINCIAL DE DEFENSA PENAL
CAPÍTULO 1
DISPOSICIONES GENERALES

ARTÍCULO 9. Autonomía. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal es un


órgano con autonomía funcional y administrativa y con autarquía financiera, dentro del
Poder Judicial.
El Servicio Público Provincial de Defensa Penal ejercerá sus
funciones sin sujeción a directivas que emanen de órganos ajenos a su estructura y
actuará en coordinación con otros organismos gubernamentales y no gubernamentales
involucrados en la defensa de los derechos individuales de las personas.

ARTÍCULO 10. Misión institucional. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal


proporciona servicios de defensa penal técnica a toda persona sometida a un proceso
penal, a las personas condenadas hasta la extinción de la pena y a las personas
sometidas a proceso, trato o condición en los que el Estado ponga en peligro su libertad o
su indemnidad física; siempre que se niegue a designar un defensor de su confianza o
que, por carecer de recursos económicos o porque otras circunstancias se lo impidan, no
pueda contratar a un defensor de su confianza o que no haya optado por ejercer su
propia defensa, en los casos y bajo las circunstancias en que la ley así lo dispone.

ARTÍCULO 11. Gratuidad. Las prestaciones brindadas por el Servicio Público


Provincial de Defensa Penal son gratuitas para todas aquellas personas que no cuentan
con medios económicos suficientes para contratar aun defensor de su confianza.
El costo de las prestaciones brindadas por el Servicio integrar{a las costas del
proceso, las que sólo podrán ser cobradas al asistido cuando contare con medios
económicos suficientes, y en el límite de su imposición.

ARTÍCULO 12. Honorarios. Los honorarios que se devenguen y perciban por la


actuación profesional de los integrantes del Servicio Público Provincial de Defensa Penal
ingresarán a una cuenta especial del órgano, destinada prioritariamente al mejoramiento
de la calidad de las prestaciones del Servicio, conforme se reglamente.

ARTÍCULO 13. Principios de actuación. Las personas miembros del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal ejercerán sus funciones con arreglo a los siguientes
principios:
1. Interés predominante de las personas defendidas. Los profesionales
asignados a la defensa de un caso penal se encuentran funcionalmente
sujetos al interés y voluntad informada de la persona destinataria de sus
servicios técnicos, dentro de los límites legales.
2. Autonomía funcional. En el ejercicio de sus funciones, los defensores
gozan de autonomía funcional, no pudiendo recibir influencias o presiones
externas al Servicio o provenientes de las autoridades del mismo, en tanto
excedan las facultades acordadas por la presente Ley.
3. Probidad. En el ejercicio de sus funciones, las personas miembros del
Servicio Público Provincial de Defensa Penal deberán cumplir y procurar
hacer cumplir las Constituciones Nacional y Provincial y las leyes y
tratados vigentes, en particular los referidos a la protección y defensa de
los Derechos Humanos.
4. Actuación estratégica. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal, a
través de sus órganos correspondientes, fija estrategias políticas
generales, estableciendo los intereses prioritarios que guían la asignación
de sus recursos.
5. Transparencia. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal garantizará
la transparencia de su actividad, informando los criterios que orientan su
actuación y los resultados de su gestión. Toda la información de interés
público producida por el Servicio Público Provincial de Defensa Penal
deberá ser accesible a través de una página web oficial u otro medio
tecnológico equivalente.
6. Flexibilidad. Los modelos de organización y gestión del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal, serán eminentemente flexibles, orientados
por objetivos y sujetos a seguimiento y ajustes permanentes.
7. Eficiencia y Desformalización. El Servicio Público Provincial de Defensa
Penal será pro activo en la evitación de trámites innecesarios. Tomará
acciones tendientes a hacer público y revertir todo funcionamiento
burocratizado de los órganos del Sistema de Justicia Penal.
8. Especialización y trabajo en equipo. La organización del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal garantizará la especialización de sus
componentes para el mejor cumplimiento de sus fines y la conformación de
equipos de trabajo que potencien la capacidad de acción de sus órganos,
evitando en todo momento la sectorización por compartimentos estancos.
9. Responsabilidad diferenciada. Las personas miembros del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal serán personalmente responsables por su
desempeño en el ejercicio de la defensa técnica de un caso y
responsables, según sus funciones y facultades, en relación con los
resultados de la gestión de la oficina o equipo de trabajo al que
pertenezcan.
10.Capacitación Continua. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal
garantizará la formación permanente de sus miembros.
11. Calidad en la atención al público. El Servicio Público Provincial de Defensa
Penal garantizará a las personas destinatarias de sus servicios, a sus
familiares y allegados a las mismas un trato de excelencia, correspondiente
con su dignidad humana y su especial condición de vulnerabilidad evitando
en todo momento someter a las mismas a demoras innecesarias y
brindándoles toda la información que requieran.

ARTÍCULO 14. Personas sometidas a penas privativas de la libertad. Criterios de


actuación. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal garantizará un servicio de
calidad en la defensa de los derechos de las personas sometidas a cumplimiento de
penas privativas de la libertad, debiendo respetar los estándares establecidos en la
materia por la legislación y las recomendaciones nacionales e internacionales y los
siguientes criterios:
1. Proporcionalidad numérica. En todo momento se garantizará una proporcionalidad
numérica mínima entre la cantidad de personas sometidas a penas privativas de la
libertad y el número de defensores encargados de la defensa de sus derechos. Dicha
proporción será establecida por el Consejo del Servicio Público Provincial de Defensa
Penal.
2. Periodicidad. La defensa de las personas sometidas a penas privativas de la
libertad será ejercida por los miembros del cuerpo de defensores a través de un
sistema de rotación periódica de dedicación exclusiva a dicha tarea.
3. Atención en el lugar de encierro. En el ejercicio de la función de defensa de las
personas sometidas a penas privativas de la libertad, se garantizará a las mimas la
atención en el lugar de encierro. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal no
podrá establecer oficinas permanentes en los edificios destinados al encierro de
personas.

ARTÍCULO 15. Política institucional. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal


deberá promover la cooperación institucional, técnica y académica con instituciones
nacionales o extranjeras, públicas o privadas, tendientes al fortalecimiento del mismo, a
cuyo fin podrá celebrar convenios, acuerdos y otras acciones de coordinación que
resulten convenientes.

CAPÍTULO 2
FUNCIONES

ARTÍCULO 16. Funciones principales. Son funciones principales del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal:
1. Garantizar a toda persona sometida a persecución penal estatal una
defensa técnica de calidad, orientado prioritariamente a aquéllas que por
carecer de medios económicos no puedan designar a una defensora o un
defensor de su confianza.
2. Promover la vigencia efectiva de los Derechos Humanos, particularmente
respecto de todas las personas cuya libertad se vea amenazada o afectada
efectivamente.
3. Construir estrategias generales de política institucional con el objeto de
garantizar el resguardo de la vigencia de las garantías procesales
establecidas por las Constituciones Nacional y Provincial y las leyes dictadas
en su consecuencia.
4. Defender la utilización subsidiaria y racional de las penas por parte de los
órganos encargados de la administración de la Política Criminal Estatal.
5. Tomar acciones en el marco de sus fines para potenciar la utilización de
medios no adversariales de solución de conflictos penales, como la
conciliación y la mediación.
6. Promover la cooperación local, regional, nacional e internacional para la
protección y defensa de los Derechos Humanos, especialmente aquellos
amenazados por la persecución penal.
7. Inspeccionar periódicamente los establecimientos en que se mantengan
personas sometidas a encierro, con el objeto evaluar su estado general y las
condiciones de respeto de los derechos de las personas mantenidas en
cautiverio.
8. Dentro del primer trimestre de cada año, informar públicamente sobre la
gestión realizada en el año anterior.
El Servicio Público Provincial de Defensa Penal no intervendrá en
asuntos de índole extrapenal, que quedarán a cargo de los órganos correspondientes
conforme a la Ley Orgánica del Poder Judicial N° 10160.

ARTÍCULO 17. Funciones auxiliares. Para el mejor cumplimiento de sus funciones


principales, el Servicio Público Provincial de Defensa Penal:
1. Promover investigaciones destinadas a producir información estadística de calidad
para la toma de decisiones de política estratégica en el cumplimiento de sus objetivos
y fines institucionales.
2. Organizar y mantener actualizados bancos de datos de acceso público sobre
afectación de Derechos Humanos, en particular en cuanto se refiere a situación de los
establecimientos donde se mantengan personas sometidas a encierro, abuso policial y
malas prácticas de los componentes del sistema de justicia penal.
3. Solicitar la cooperación de organizaciones de investigación e incidencia, nacionales
y extranjeras, públicas y privadas, en los temas de su incumbencia, y celebra
convenios de cooperación con los mismos.
4. Propone4 a las autoridades correspondientes las medidas legislativas o
administrativas que considere oportunas y necesarias.

CAPÍTULO 3
ORGANIZACIÓN

ARTÍCULO 18. Integración. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal se


integra por:
1. Defensor Provincial.
2. Consejo del Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
3. Defensores regionales.
4. Defensores públicos
5. Defensores públicos adjuntos
6. La Administración General
7. Los Órganos Disciplinarios

CAPÍTULO 4
DEFENSOR PROVINCIAL

ARTÍCULO 19. Defensor Provincial. El Defensor Provincial dirige y representa al


Servicio Público Provincial de Defensa Penal y es responsable de su organización y
buen funcionamiento. El órgano tiene su sede en la Capital de la Provincia.
El Defensor Provincial deberá reunir las condiciones previstas en
la Constitución para ser Fiscal de Estado. Durará en su cargo seis (6) años y gozará de
inamovilidad durante ese período. No podrá ser designado para el período siguiente.
En caso de ausencia o impedimento transitorio será subrogado por
el defensor regional que él designe. En caso de ausencia o impedimento definitivo será
reemplazado por el defensor regional con sede en la Capital de la Provincia, debiéndose
poner en marcha en forma inmediata el mecanismo de designación de un nuevo
Defensor General.
Tendrá una remuneración equivalente a la del Procurador
General.

ARTÍCULO 20. Designación y remoción. El Defensor Provincial será designado por


el mismo procedimiento establecido para la designación del Fiscal de Estado, sin
perjuicio de la facultad de autolimitación del Poder Ejecutivo..
Podrá ser removido de su cargo a solicitud del Poder Ejecutivo o de
un legislador provincial por las causales de mal desempeño, o comisión de delito doloso.
La remoción del cargo se decidirá por el voto de la mayoría absoluta
de los miembros de cada Cámara reunidas en sesión conjunta, previo debate y audiencia
del interesado. En este caso entenderá la Comisión de Acuerdos, la que deberá emitir
despacho sobre el particular, designando en su caso a quien actuará como acusador.
El procedimiento de remoción no podrá extenderse por un plazo
mayor a un año contado desde su inicio hasta la decisión de la Legislatura sobre el fondo
del asunto, en cuyo caso caducará de pleno derecho, no pudiendo iniciarse nuevamente
un procedimiento por el mismo hecho.
Sin perjuicio de todo lo expresado, el Poder Ejecutivo, el legislador
provincial, el representante del Ministerio Público de la Acusación actuante en la causa
penal, o el acusador designado podrán solicitar la suspensión temporal de sus funciones,
lo que se resolverá por el voto de la mayoría simple de los miembros de cada Cámara
reunidas en sesión conjunta previa dictamen de la Comisión de Acuerdos.
Cuando la única causal sea la presunta comisión de delito doloso,
el trámite podrá suspenderse hasta la sentencia definitiva en la causa penal
correspondiente. Cuando entre otras causales se encuentre la presunta comisión de un
delito doloso, el trámite sólo podrá suspenderse hasta la sentencia definitiva en la causa
penal correspondiente sólo respecto de ella.

ARTÍCULO 21. Funciones y atribuciones. Son funciones y atribuciones del Defensor


Provincial las siguientes:
1. Supervisar y garantizar el cumplimiento de la misión y de las funciones
institucionales del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, fijando las políticas
generales que se requieran a tales efectos.
2. Impartir instrucciones generales que permitan un mejor desenvolvimiento del
servicio prestado por el Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
3. Resolver las objeciones planteadas por los defensores públicos a las instrucciones
particulares impartidas por los defensores regionales.
4. Procurar optimizar los resultados de la gestión del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal.
5. Ejercer la superintendencia del Servicio Público Provincial de Defensa Penal con
todas las potestades administrativas, reglamentarias, disciplinarias y de contralor que
le son atribuidas por esta Ley, las cuales puede delegar en los defensores regionales
o en el administrador general.
6. Dictar y poner en ejecución los reglamentos necesarios para la organización de las
diversas dependencias del Servicio, las condiciones para acceder a formar parte del
mismo y en general cuanto sea menester para la operatividad de la presente Ley.
7. Enviar al Poder Ejecutivo a través de la Corte Suprema de Justicia, la propuesta de
presupuesto del Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
8. Proponer al Poder Ejecutivo, a través de la Corte Suprema de Justicia, el
nombramiento, remoción y ascensos de los miembros del Servicio Público Provincial
de Defensa Penal, bajo las condiciones que autoriza la ley al momento de la sanción
de la presente..
9. Organizar y fijar los programas y protocolos de actuación, conjuntamente con los
defensores regionales y con el administrador general, de los equipos encargados de
cubrir las estructuras de apoyo auxiliar del Servicio Público Provincial de Defensa
Penal.
10. Celebrar convenios de cooperación, contratos u otros instrumentos similares
destinados a ejecutar los fines institucionales del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal.
11. Presentar el informe público anual ante la legislatura, en el que dé cuenta de la
labor realizada, el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos y los resultados
obtenidos. En dicha instancia se dará participación activa a las organizaciones de la
sociedad civil que tengan por objeto la defensa de Derechos Humanos en general y de
los derechos de las personas sometidas a encierro en particular.
12. Colaborar activamente en la construcción y fortalecimiento de redes locales y
provinciales con el objeto de fortalecer el Servicio Público Provincial de Defensa
Penal.
13. Representar judicial y extrajudicialmente al Servicio Público Provincial de Defensa
Penal.
14. Fijar, junto con el Consejo del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, con
carácter general los estándares básicos que deben asegurar en el proceso penal
quienes presten servicios en el Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
15. Coordinar con los defensores regionales el número y ubicación de las Oficinas del
Servicio Público Provincial de Defensa Penal en cada circunscripción así como la
asignación de personal correspondiente a cada una de ellas.
16. Organizar la estructura administrativa del Servicio Público Provincial de Defensa
Penal de acuerdo con las necesidades del servicio y las posibilidades presupuestarias
17. Recibir denuncias por el incumplimiento de sus funciones contra las personas
integrantes del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, evaluar la seriedad de
las mismas y en su caso, tomar las medidas disciplinarias pertinentes o contratar y
designar al acusador del Tribunal de Disciplina, cuando corresponda.
18, Emitir los reglamentos necesarios para el funcionamiento de las diversas
dependencias del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, fijando las
condiciones de trabajo y de atención al público.
19. Reglamentar, en cuanto sea necesario, el Sistema de Carrera dentro del Servicio
Público Provincial de Defensa Penal para los Defensores y Defensores Adjuntos.
10. Determinar, en función de las necesidades y requerimientos funcionales del
Servicio Público Provincial de Defensa Penal, la política institucional de asignación de
casos.
21. Celebrar convenios con los Colegios de Abogados de la Provincia, con el fin de
instrumentar el Sistema para Contratación de Defensores previsto en la presente ley.
22. Establecer la política de capacitación de los integrantes del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal, en forma conjunta con el Consejo del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal..
23. Organizar un adecuado sistema de control de gestión de carácter permanente.
24. Resolver los recursos previstos en los artículos 8 y 44 de la presente Ley.

CAPÍTULO 5
CONSEJO DEL SERVICIO PÚBLICO DE DEFENSA PENAL

ARTÍCULO 22. Integración. El Consejo del Servicio Público Provincial de Defensa


Penal se integra por:
1. El Defensor Provincial
2. Un defensor regional, elegido por sus pares.
3. Un defensor público, elegido por sus pares.
4. Tres representantes de los Colegios de Abogados de la Provincia,
sorteados de una lista integrada por un abogado propuesto por cada Colegio.
5. Un senador y un diputado designados al efecto por sus Cámaras.
6. Dos representantes de organizaciones no gubernamentales cuyo objeto sea
la promoción de Derechos Humanos, designados de acuerdo a la
reglamentación respectiva.
7. Un representante de la Asociación Tribunales de Empleados del Poder
Judicial de la Provincia de Santa Fe.
Los miembros de los incisos 2, 3, 4, 5, 6 y 7 serán elegidos o designados
anualmente..

ARTÍCULO 23. Funciones. Son funciones del Consejo:


1. Asesorar y evacuar consultas del Defensor Provincial para el mejor desarrollo de su
gestión
2. Efectuar recomendaciones de carácter general de los estándares básicos de
desempeño que deben asegurar en el proceso penal quienes presten servicios en el
Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
3. Efectuar recomendaciones generales a otras autoridades estatales cuando lo
considere pertinente.
4. Intervenir en el apartamiento del Defensor Provincial en los términos del Artículo 8,
en cuyo caso el mismo no integrará el Consejo.

ARTÍCULO 24. Sesiones ordinarias. El Consejo se reunirá en sesión ordinaria


cuatrimestralmente, conforme se reglamente.

ARTÍCULO 25. Sesiones extraordinarias. El Consejo se reunirá en sesión


extraordinaria cada vez que tres de sus miembros acuerden la convocatoria.

CAPÍTULO 6
CUERPO DE DEFENSORES

ARTÍCULO 26. Integración. El cuerpo de defensores del Servicio Público Provincial


de Defensa Penal estará integrado por defensores regionales, defensores públicos y
defensores públicos adjuntos.

ARTÍCULO 27. Defensorías Regionales. En la Provincia funcionarán cinco


defensorías regionales, ubicadas una en cada una de las circunscripciones judiciales
existentes.

Cada defensor regional es la máxima


autoridad institucional del Servicio Público Provincial de Defensa Penal en su
circunscripción y responsable del buen funcionamiento del mismo en dicho ámbito.
Ejercerá las atribuciones que la ley le otorga al Servicio Público Provincial de Defensa
Penal por sí mismo o por intermedio de los órganos que de él dependan.
Deberá ser ciudadano argentino, tener, por lo menos, treinta años
de edad, poseer título de abogado con antigüedad mínima de diez años en el título o en
la carrera judicial y dos años de residencia inmediata en la Provincia si no hubiere nacido
en ésta.
Será designado y removido de su cargo mediante el mismo
procedimiento previsto en esta Ley para el Defensor Provincial.
Durará seis (6) años en el cargo y gozará de inamovilidad durante
ese período. Cumplido el período sin ser nuevamente designado Defensor Regional y en
caso de que anteriormente hubiere pertenecido al cuerpo de defensores, volverá al cargo
que desempeñaba al momento de su designación como defensor regional.
En caso de ausencia o impedimento temporal, será reemplazado
por el Defensor Público de su circunscripción que designe. En caso de ausencia o
impedimento definitivo o cese del período para el que fue designado sin que se hubiese
designado un nuevo Defensor Regional, será reemplazado por el Defensor Público de la
circunscripción que interinamente designe el Defensor General, hasta tanto se efectúe la
correspondiente designación, debiéndose poner en marcha en forma inmediata el
mecanismo de designación de un nuevo defensor regional.
Tendrá una remuneración equivalente a la de vocal de Cámara de
Apelaciones.

ARTÍCULO 28. Funciones. Tienen, en el ámbito territorial en el cual se desempeñan,


las siguientes funciones:
1. Coordinar y supervisar a los miembros del cuerpo de defensores de su
región, distribuyendo las tareas del modo más equitativo y eficiente para la
mejor prestación del servicio.
2. Impartir instrucciones generales y particulares a los Defensores, de acuerdo
a las directivas emanadas del Defensor Provincial y a las necesidades de
servicio.
3. Recibir, por delegación del Defensor Provincial, denuncias por el
incumplimiento de sus funciones en contra de los miembros del Servicio
Público Provincial de Defensa Penal de su región y resuelve reclamos
respecto a la actuación de cualquier agente vinculado al Servicio en la región
en la cual se desempeña.
4. Intervenir como defensores en aquellos casos en los cuales lo estimen
conveniente, sea en función de su relevancia, interés institucional o social, de
manera individual o conjunta con otros defensores, pertenecientes al Servicio
Público Provincial de Defensa Penal o no.

ARTÍCULO 29. Defensores públicos. Los defensores públicos son los funcionarios
del Servicio Público Provincial de Defensa Penal encargados prioritariamente de brindar
defensa penal técnica a las personas que por su condición de vulnerabilidad no pueden
designar a un abogado de su confianza o que decidan no designar defensor, y
subsidiariamente de cubrir el resto de los servicios profesionales brindados por el Servicio
conforme a lo dispuesto por la presente ley.
El defensor público deberá ser ciudadano argentino, tener, por lo
menos, veinticinco años de edad, poseer título de abogado con una antigüedad mínima
de cuatro años y dos años de residencia inmediata en la Provincia si no hubiere nacido
en ésta.
Tiene estabilidad en el cargo. Será designado previo concurso de
oposición y antecedentes conforme la reglamentación a dictarse mediante el mismo
procedimiento previsto en esta ley para el Defensor Provincial. Asimismo, será removido
de su cargo mediante el mismo procedimiento y las mismas causales previstas en esta
ley para el Defensor Provincial.

ARTÍCULO 30. Defensores Públicos Adjuntos. Los defensores públicos adjuntos


actuarán por delegación y bajo la supervisión de los defensores públicos. En el ejercicio
de su cargo podrán intervenir en todos los actos en los que puede actuar el defensor
público de quien dependan.
Para ser defensor público adjunto se requiere título de abogado,
con una antigüedad mínima de dos años, ciudadanía argentina, mayoría de edad y dos
años de residencia inmediata en la Provincia si no hubiere nacido en ésta.
Será designado conforme lo establecido en el régimen de carrera
previsto en esta Ley.
Tiene estabilidad en el cargo y sólo podrá ser removido por mal
desempeño o la comisión de faltas graves con intervención del Tribunal de Disciplina.

ARTÍCULO 31. Funciones y deberes. Los defensores públicos y defensores públicos


adjuntos tienen las siguientes funciones y deberes:
1. Ejercer la defensa técnica en los casos que les fueran asignados, desde el mismo
momento en que les es comunicada su asignación.
2. Tienen obligación de cumplir con los estándares de calidad en la prestación del
servicio de defensa impuestos conforme las disposiciones de la presente Ley,
actuando en defensa de los derechos e intereses de las personas a las que defiendan,
respetando sus decisiones e informándolas de las consecuencias posibles de las
mismas.
3. Brindar completa información a las personas que defiendan o a las personas que en
nombre de aquéllas se la requieran.
4. Responder los pedidos de informes que le formulen la Defensoría Provincial, la
Defensoría Regional o la Administración General.
5. Requerir la colaboración de la policía u otros organismos de investigación cuando
sea necesario para el cumplimiento de su función.
6. Todas aquellas que el defensor regional y/o la reglamentación le asignen.

ARTÍCULO 32. Sistema para contratación de defensores. El servicio Público


Provincial de Defensa Penal establecerá convenios con los Colegios de Abogados
orientados a organizar un sistema de prestadores de servicios de defensa penal técnica,
con el fin de allanar la posibilidad de contratar a un abogado de confianza a personas con
capacidad económica limitada.

El sistema estará sujeto a reglamentación del Defensor Provincial y


al acuerdo con dichas entidades.
El sistema deberá establecerse bajo el contralor del Servicio
Público Provincial de Defensa Penal, a cuyo cargo estarán las siguientes facultades y
deberes:
1. Determinación de requisitos de postulación para el ingreso al Sistema, conforme a
criterios de transparencia, idoneidad técnica y moral para desempeñar la función,
igualdad de oportunidades, convocatoria abierta y pública.
12.Capacitación previa y continua de los postulantes a ingresar al Sistema.
13.Evaluación y selección de los postulantes, conforme a criterios de
transparencia, idoneidad técnica y moral para desempeñar la función,
igualdad de oportunidades, convocatoria abierta y pública.
14.Control y seguimiento permanente del funcionamiento del Sistema y de la
calidad de las prestaciones brindadas por los profesionales del mismo.
15.Fijación, a propuesta de los Colegios de Abogados, de los honorarios de
los profesionales del Sistema, los que deberán establecerse respetando la
escala establecida en la ley de honorarios de abogados y procuradores de
la provincia de Santa Fe.
16.Determinación de la modalidad de cobro de honorarios de las prestaciones
brindadas por los profesionales pertenecientes al Sistema.
Los profesionales de dicho sistema, estarán sujetos a las disposiciones de la
presente Ley y de los reglamentos dictados en su consecuencia en el ejercicio de sus
funciones profesionales..

CAPÍTULO 7
ADMINISTRACIÓN GENERAL

ARTÍCULO 33. Administrador General. Designación. Requisitos. Subordinación


funcional. El Servicio Público Provincial de Defensa Penal tendrá un administrador
general que dependerá directamente del Defensor Provincial. Le corresponde participar
en todas aquellas actividades de elaboración, administración y ejecución presupuestaria,
y gerenciamiento de recursos materiales y humanos que le sean encomendadas por el
Defensor Provincial. Confecciona el informe anual de gestión previsto en la ley, debiendo
someterlo a aprobación del Defensor Provincial.
El cargo será desempeñado por un profesional universitario con
licenciatura o equivalente en ciencias de la administración, con cinco años de ejercicio
profesional al menos, que accederá por concurso público de antecedentes y oposición
que reglamentará el Defensor Provincial. Durará seis (6) años en la función, pero podrá
ser removido por el Tribunal de Disciplina por la comisión de faltas graves.

CAPÍTULO 8
ESTRUCTURA AUXILIAR.

ARTÍCULO 34. Personal administrativo. El Servicio Público Provincial de Defensa


Penal contará con una estructura administrativa conformada con el personal
administrativo necesario para el cumplimiento de sus funciones.
El régimen de remuneración de los empleados administrativos de
mantenimiento y producción y servicios generales del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal se regirá por la Ley Orgánica del Poder Judicial y la ley 11196. El
Defensor Provincial dictará las reglamentaciones pertinentes a los fines de adaptar las
estructuras del Servicio Público Provincial de Defensa Penal a las denominaciones de la
legislación vigente, manteniendo las equivalencias entre salario y cargo conforme las
previsiones de la ley 11196.
La asistencia, licencias, y demás cuestiones relacionadas con el
régimen de los empleados administrativos, de mantenimiento y producción y servicios
generales integrantes del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, se regirán por las
mismas normas que regulan la materia con relación a los demás integrantes del Poder
Judicial. Las mismas disposiciones regirán la designación, promoción y régimen
disciplinario de sus empleados..

CAPÍTULO 9
ÓRGANOS DISCIPLINARIOS

ARTÍCULO 35. Tribunal de Disciplina. El Tribunal de Disciplina se integrará de la


siguiente manera:
1. Un ciudadano sorteado del padrón electoral provincial.
2. Un representante del colegio de abogados de una circunscripción judicial
diferente de aquella en que se desempeñe el acusado.
3. Un senador y un diputado designados anualmente al efecto por sus
cámaras.
4 Un defensor regional de una circunscripción diferente a la que corresponde
al acusado, designado por sorteo.
5. El defensor provincial. Este último lo preside y vota sólo en caso de empate.
Un defensor regional de una circunscripción diferente de aquella a
la que pertenece el acusado cumplirá la función de acusador ante el Tribunal.
El procedimiento frente al Tribunal de Disciplina será el que se
prevé en la presente Ley.

TÍTULO III
RÉGIMEN DISCIPLINARIO
CAPÍTULO 1
SUJETOS COMPRENDIDOS

ARTÍCULO 36. Sujetos comprendidos. Los Defensores Públicos, defensores


públicos adjuntos y el administrador general del Sistema Público Provincial de Defensa
Penal estarán sujetos al régimen disciplinario establecido en el presente Título.

CAPÍTULO 2
FALTAS Y SANCIONES

ARTÍCULO 37. Faltas Graves. Se consideran faltas graves las siguientes:


1. Abandonar su trabajo sin causa justificada.
2. Violar el deber de reserva respecto de los asuntos que así lo requieren y en
los que actúa el Servicio Público Provincial de Defensa Penal. o extraer,
duplicar o exhibir documentación que deba permanecer reservada.
3. Recibir dádivas o beneficios indebidos.
4. Ocultar información en forma injustificada o dar información errónea a las
partes.
5. Ejecutar hechos o incurrir en omisiones que tengan como consecuencia la
pérdida de actuaciones, o la obstaculización del trámite o del servicio.
6. No excusarse dentro del tiempo que corresponde a sabiendas de que
existen motivos de impedimento.
7 . El incumplimiento injustificado y reiterado de los plazos procesales
8. La acumulación de más de cinco (5) faltas leves en forma coetánea o en el
mismo año.
9. Interferir en actuaciones judiciales en las que no tenga ninguna intervención
oficial.
10. Causar un grave daño al derecho de defensa con motivo de no haber
cumplido debidamente las actuaciones procesales bajo su responsabilidad.
11. El incumplimiento reiterado e injustificado de las obligaciones funcionales
establecidas en la ley para el cargo que desempeña.
12. Haber sido condenado, mediante sentencia firme, por la comisión de un
delito doloso, como autor o partícipe. En caso de imputación de un delito
doloso, sin perjuicio de la posibilidad de suspensión preventiva prevista en el
Artículo 45, el juicio disciplinario deberá realizarse una vez dictada sentencia
condenatoria firme en la causa pertinente.

ARTÍCULO 38. Faltas leves. Se consideran faltas leves las siguientes:


1. Actuar en forma irrespetuosa con relación a la victima, al imputado,
partes o cualquier otro funcionario o persona que intervenga en una
diligencia en que actúe Servicio Público Provincial de Defensa Penal o
que acuda a sus oficinas.
2. Faltar al trabajo sin aviso ni causa justificada, o llegar habitualmente
tarde o ausentarse sin autorización.

ARTÍCULO 39. Sanciones. Los sujetos previstos en el artículo 36, podrán ser pasibles
de las siguientes sanciones disciplinarias:
1. Amonestación, por faltas leves.
2. Multa de hasta el 5% de su sueldo, por la reiteración de hasta cuatro (4)
faltas leves.
3. Suspensión del cargo o empleo hasta por treinta (30) días sin goce de
sueldo.
4. Destitución.
Las sanciones de suspensión o destitución sólo procederán por la
comisión de faltas graves. La sanción deberá adecuarse a la naturaleza y gravedad de la
falta y a la jerarquía y antecedentes del funcionario.
Para el caso de destitución el órgano que aplique la sanción podrá
adicionarle una inhabilitación para acceder al Servicio Público Provincial de Defensa
Penal por un plazo que no podrá exceder de diez (10) años.

ARTÍCULO 40. Efectos. La amonestación se registrará en el expediente de personal y


se considerará para su evaluación en el año en el que se impusieron.
La suspensión trae aparejada la obligación de omitir cualquier acto
propio de la función y la pérdida proporcional de su salario.
La destitución implica la extinción de la relación de empleo, sin
derecho a cobrar ninguna indemnización, y sin perjuicio del cómputo de los aportes a los
fines previsionales ordinarios.

ARTÍCULO 41. Prescripción. La potestad disciplinaria prescribe al año si se trata de


faltas leves y a los tres (3) años si se trata de faltas graves. Tales términos comenzarán a
correr a partir de que la falta sea conocida por la autoridad competente.
En todos los casos, se extingue la potestad sancionadora si han
transcurrido cinco (5) años desde la fecha de comisión de la falta.
La prescripción se interrumpe por la comisión de una nueva falta o
la iniciación y desarrollo del procedimiento correspondiente.
La prescripción no correrá cuando el trámite correspondiente se
suspenda a la espera de una sentencia penal definitiva.

ARTÍCULO 42. Poder disciplinario. Las sanciones de amonestación y multa podrán


ser impuestas por la máxima autoridad de la oficina en la que preste servicio el
sancionado. Si se tratare de un defensor público será aplicada por el defensor regional
respectivo.

Las sanciones de suspensión y de destitución sólo pueden ser


aplicadas por el Tribunal de Disciplina.
Los Defensores públicos sólo podrán ser removidos mediante el
procedimiento establecido en la presente ley para el Defensor Provincial.

CAPÍTULO 2
PROCEDIMIENTO

ARTÍCULO 43. Iniciación. El procedimiento disciplinario se iniciará por comunicación,


queja o denuncia de particulares, de jueces, de otros integrantes del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal, o en virtud de constatación directa del superior jerárquico.

ARTÍCULO 44. Procedimiento en caso de faltas leves. Recibida la queja, se


designará a un funcionario para que practique una información preliminar, que no podrá
extenderse más de cinco (5) días, tendiente a acreditar o desvirtuar la queja o denuncia
Al concluir el funcionario actuante podrá disponer el archivo por
falta de mérito o expresar los cargos para posibilitar el ejercicio del derecho de defensa.
Se pondrán las actuaciones a disposición del interesado por tres (3) días para que haga
su descargo. Cumplido el descargo o transcurrido el plazo sin que ejerza la facultad, el
superior jerárquico dictará resolución.
La decisión será recurrible dentro de los tres (3) días de la
notificación, para que resuelva el Defensor Provincial. La decisión final se dictará dentro
de los diez (10) días de interpuesto el recurso. Contra esta última decisión no cabe
impugnación en sede administrativa.

ARTÍCULO 45. Procedimiento en caso de faltas graves. La investigación estará a


cargo del defensor regional designado para llevar adelante la acusación.
La investigación no podrá extenderse por más de sesenta (60) días
y deberá concluir con el archivo de las actuaciones o con la formulación de los cargos y la
solicitud del juicio disciplinario ante el órgano que corresponda. Este plazo es
improrrogable y fatal, obligando al archivo si no se produjo la formulación de cargos.
El interesado podrá defenderse por sí o designando un abogado al
efecto. Ambos tienen la facultad de controlar el desarrollo de la investigación, hacer
manifestaciones por escrito y ofrecer medidas de prueba aún en la etapa preliminar.
Durante el curso de la investigación, a pedido del acusador, el
superior jerárquico del investigado podrá suspenderlo preventivamente, con goce de
sueldo, mientras dure el procedimiento disciplinario.

ARTÍCULO 46. Juicio disciplinario. Con la formulación de los cargos, la solicitud de


juicio disciplinario y el ofrecimiento de prueba respectivo, el Tribunal de Disciplina correrá
traslado por diez (10) días para que el enjuiciado pueda ejercer su defensa y ofrecer
pruebas. Cumplido ese plazo se determinará la prueba admitida y se fijará audiencia oral
y pública para debatir el caso. Cada una de las partes deberá producir la prueba que
ofreció y hará comparecer a los testigos que ofrezca. El enjuiciamiento se desarrollará
conforme a las reglas del juicio público, continuo y contradictorio, con garantía del
derecho de defensa.
La audiencia se iniciará con la presentación inicial de ambas partes
y luego se practicará la prueba. A su término se producirán los alegatos e inmediatamente
el Tribunal Disciplinario pasará a deliberar, debiendo dictar veredicto en forma inmediata y
sentencia motivada en el plazo máximo de cinco (5) días.
En todo aquello que no se ha reglamentado expresamente serán de
aplicación supletoria las normas que regulen el enjuiciamiento de magistrados del Poder
Judicial y el Código Procesal Penal.

ARTÍCULO 47. Ejecución y revisión. El acto sancionatorio se ejecutará


inmediatamente.
Contra la sanción de suspensión o de destitución podrá interponerse recurso de
apelación por ante el Defensor Provincial conforme la reglamentación que a esos efectos
dicte. Agotada la vía recursiva en sede administrativa, el acto sancionatorio se ejecutará
inmediatamente sin perjuicio de la posibilidad de revisión judicial a través de la acción
contenciosa administrativa.

TÍTULO IV
RECURSOS HUMANOS
CAPÍTULO 1
SISTEMA DE CARRERA

ARTÍCULO 48. Carrera. La carrera es el sistema adoptado para el acceso, promoción


y permanencia de los defensores públicos y defensores públicos adjuntos en el Servicio
Público Provincial de Defensa Penal. Se basa en el acceso igualitario, la evaluación
objetiva de las condiciones y méritos y la formación continua, como manera de contribuir
a un mejor sistema de justicia penal.
La permanencia en el cargo está garantizada por la carrera y
ningún defensor designado de acuerdo a este sistema podrá ser removido, salvo en los
casos que autoriza la ley.
El régimen de carrera se ajustará a las normas de esta Ley y a la
reglamentación respectiva.

ARTÍCULO 49. Funcionarios comprendidos. El sistema de carrera comprende a los


defensores públicos y defensores públicos adjuntos.
ARTÍCULO 50. Componentes. La carrera se integra con los siguientes componentes:
1. Régimen de acceso a la función.
2. Evaluación en la función.
3. Capacitación.

ARTÍCULO 51. Acceso a la carrera. Los nombramientos de los funcionarios


comprendidos se realizarán previo concurso público, con examen de oposición y
antecedentes, garantizando transparencia, excelencia, celeridad, regionalización y
participación ciudadana.

ARTÍCULO 52. Evaluación. Los defensores públicos deberán ser evaluados


anualmente en términos de probidad, idoneidad y eficiencia.
Los resultados de las evaluaciones serán tenidos en cuenta para
todo tipo de concurso previsto en esta Ley.

ARTÍCULO 53. Reglamento. El Defensor Provincial reglamentará el acceso a la


carrera, estableciendo la forma y oportunidad de la convocatoria a los concursos, la
composición e integración del tribunal examinador, el procedimiento para la postulación,
evaluación, selección y propuesta de designación de los funcionarios. La reglamentación
de acceso deberá asegurar los principios de igualdad entre los postulantes, publicidad y
transparencia del proceso, objetividad de las decisiones y la participación de los
habitantes de la provincia mediante un sistema de impugnaciones. El Defensor Provincial
también reglamentará los métodos de evaluación de desempeño, fijando criterios y
estándares objetivos. El Defensor Provincial podrá categorizar a los defensores públicos
y defensores públicos adjuntos por vía reglamentaria.

CAPÍTULO 2
SISTEMA DE CARRERA PARA OTROS INTEGRANTES DEL SISTEMA PÚBLICO
PROVINCIAL DE DEFENSA PENAL

ARTÍCULO 54. Alcance. El régimen de carrera alcanza al personal que cumple


funciones de apoyo en todos los órganos del Servicio Público Provincial de Defensa
Penal, salvo los que expresamente son excluidos por esta Ley.
El acceso a los cargos de la carrera, la permanencia y promoción
del personal está garantizado por el régimen de carrera establecido por la Ley Orgánica
del Poder Judicial y con las categorías previstas en la ley 11196.

ARTÍCULO 55. Estructuras y Protocolos de actuación. El administrador general


someterá a aprobación del Defensor Provincial las estructuras necesarias para el
funcionamiento del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, fijando las condiciones
de acceso, misiones y funciones correspondientes, las que no podrán apartarse de las
previsiones establecidas en la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Asimismo, someterá a aprobación del Defensor Provincial los
Protocolos de Actuación correspondientes, teniendo en cuenta las estructuras referidas.

CAPÍTULO 3
AGENTES EXCLUIDOS DEL SISTEMA DE CARRERA

ARTÍCULO 56. Sujetos. No forman parte de sistema de carrera los siguientes


agentes:
1. El Defensor Provincial.
2. Los defensores regionales.
3.Quienes presten servicios dentro del Sistema para Contratación de Defensores..
4. Los profesionales, técnicos o peritos designados por tiempo preestablecido para una
obra determinada. Este personal será destinado únicamente a la realización de
trabajos que por su naturaleza o duración, no pueden ser efectuados por el personal
permanente.
5. Los asesores que sirvan cargos ad honorem.

TÍTULO V
CONDICIONES, DERECHOS Y DEBERES.

ARTÍCULO 57. Incompatibilidades y prohibiciones. Les está vedado a quienes se


desempeñen en la función de Defensor Provincial, defensor regional, defensor público,
defensor público adjunto y administrador general:
1. Intervenir directa o indirectamente en política partidaria, no pudiendo postular a un
cargo electivo hasta dos (2) años posteriores a la conclusión de su mandato.
2. Ejercer otros empleos públicos o privados, salvo la docencia en el lugar de
residencia o prestación de servicios y en el nivel secundario y universitario de grado
siempre que con ello no se afecte la función.
3. Ejercer la abogacía, excepto que sea en defensa propia, de su cónyuge, padres,
hijos menores o de las personas que estén a su cargo.
4. El ejercicio del comercio o la integración de órganos de administración o control de
sociedades comerciales.
5. Actuar como perito, síndico o cualquier otro cargo cuyo nombramiento corresponda
hacer a los tribunales o a las partes en un proceso.
6. Desempeñarse en la misma dependencia del Servicio Público Provincial de
Defensa Penal dos (2) o más agentes que sean entre sí cónyuges, convivientes o
parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad.
7. Solicitar o aceptar cualquier tipo de beneficio de parte de personas con las
cuales se relacione en razón del desempeño de sus funciones.
8. Usar su autoridad o su influencia con fines distintos al cumplimiento de sus
funciones.
9. Ocupar tiempo de la jornada de trabajo o utilizar personal,
medios materiales o información del Servicio Público Provincial
de Defensa Penal para fines ajenos a los institucionales.
No les estará vedado participar en asociaciones
profesionales, académicas, culturales y de bien público, siempre que ello no
comprometa la independencia de su función o la adecuada prestación de la
misma.
A los restantes agentes les son aplicables las
incompatibilidades previstas para los empleados judiciales.

ARTÍCULO 58. Sanción. La violación del régimen de incompatibilidades y


prohibiciones previsto en esta Ley será considerada falta grave.

ARTÍCULO 59. Deberes. El Defensor Provincial, defensor regional, defensor público,


defensor público adjunto y administrador general tendrán las siguientes obligaciones:
1. Cumplir con su trabajo con eficacia y eficiencia.
2. Observar una conducta pública y privada que no afecte la confianza en la
función que cumple el Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
3. Mantener reserva sobre los asuntos de la función cuando no estén
facultados para informar sobre estos.
4. Poner en conocimiento de sus superiores cualquier irregularidad que
adviertan en el ejercicio de su cargo o empleo.

ARTÍCULO 60. Derechos. El Defensor público, defensor público adjunto y


administrador general tendrán los siguientes derechos:
1. A la permanencia en el cargo mientras dure su buena conducta y se desempeñe
con eficacia y eficiencia, con excepción de los agentes excluidos de la carrera.
2. A no ser asignado sin su consentimiento a funciones que exijan mudar su
residencia permanente.
3. A recibir capacitación adecuada para mejorar su desempeño y poder ascender en
la carrera.
4. A asociarse con otros defensores públicos o integrantes del Servicio Público
Provincial de Defensa Penal, formando asociaciones en defensa de los intereses
profesionales o la participación en actividades de perfeccionamiento.
5. A obtener protección contra las amenazas o ataques de cualquier tipo, derivados
del ejercicio de su función.

ARTÍCULO 61. Remuneraciones. Los integrantes del Servicio Público Provincial de


Defensa Penal tendrán el siguiente régimen de remuneraciones:
1. El administrador general, una remuneración equivalente a la de Juez de Primera
Instancia.
2. Los defensor públicos, según la categoría a que pertenezcan de acuerdo a la
reglamentación, una remuneración equivalente a la de Vocal de Cámara de
Apelaciones o Juez de Primera Instancia.
3. Los defensores públicos adjunto, según la categoría a que pertenezcan de acuerdo
a la reglamentación a dictarse, una remuneración equivalente a la de Secretario de
Cámara o Secretario de primera instancia.

TÍTULO VI
RÉGIMEN ECONÓMICO Y ADMINISTRATIVO

ARTÍCULO 62. Recursos. Son recursos del Servicio Público Provincial de Defensa
Penal los siguientes:
1. Las partidas establecidas en el presupuesto general.
2. Las donaciones y legados de personas e instituciones.
3. Las costas percibidas por los servicios prestados por los Defensores del Servicio
Público Provincial de Defensa Penal, cuando corresponda.
4. Los recursos provenientes de acuerdos interinstitucionales celebrados por el
Servicio Público Provincial de Defensa Penal.
5. Otros que establezcan las leyes.

ARTÍCULO 63. Destino. Los recursos provenientes de asignaciones del presupuesto


general, se destinarán al funcionamiento de la institución y de acuerdo a las previsiones
presupuestarias.
Los demás recursos se afectarán al destino específico que se haya
establecido o, en su defecto, al fortalecimiento institucional, a fin de mejorar la
infraestructura, el equipamiento y la formación de funcionarios; o al sostenimiento de
programas de protección y defensa de los Derechos Humanos de las personas más
vulnerables al sistema de persecución penal.

ARTÍCULO 64. Ejecución presupuestaria. La ejecución del presupuesto estará a


cargo de la Administración General, de acuerdo a las normas de administración financiera
del Estado y sujeta a los controles y fiscalización correspondientes. Intervendrá el
Tribunal de Cuentas como auditor externo.
TÍTULO VII
DISPOSICIONES TRANSITORIAS Y COMPLEMENTARIAS.

ARTÍCULO 65. Reglamentos. El Defensor Provincial dictará los reglamentos y


resoluciones a que se refiere esta Ley dentro de los siguientes plazos:
1. Dentro de los treinta (30) días de designado, el régimen de concursos;
2. Dentro de los sesenta (60) días de designado el administrador general, lo
atinente a la estructura;
3. Dentro de los ciento ochenta (180) días, los demás previstos en la
presente Ley.
En todo lo que se refiera al personal administrativo, de mantenimiento y
producción de servicios generales de Servicio Público Provincial de Defensa
Penal, la reglamentación deberá ceñirse a las disposiciones de la Ley
Orgánica del Poder Judicial.

ARTÍCULO 66 Creación de cargos. Créanse por esta Ley los siguientes cargos del
Servicio Público Provincial de Defensa Penal:
1. Un (1) cargo de Defensor Provincial.
2. Cinco (5) cargos de defensor regional.
3. Un (1) cargo de administrador general.
4. Los cargos de defensores públicos y defensores públicos adjuntos que se
especifican en el Anexo I de la presente Ley, que serán distribuidos por el
Defensor Provincial por distrito, previa consulta al defensor regional de la
circunscripción correspondiente.
El Defensor Provincial propondrá a la Legislatura, por intermedio del
Poder Ejecutivo, la creación de los cargos administrativos que resulten necesarios para el
correcto funcionamiento del Servicio Público Provincial de Defensa Penal, siempre dentro
de los límites presupuestarios vigentes.
La Ley de Transición contemplará la transferencia de funcionarios
que actualmente se desempeñan como defensores o auxiliares, o la conversión de
cargos, fijando las condiciones para tal procedimiento.

ARTÍCULO 67. Cobertura de cargos. Para la designación del Defensor Provincial y


de los defensores regionales, dentro de los sesenta (60) días de la publicación de la
presente Ley, el Poder Ejecutivo pondrá en marcha el mecanismo pertinente.
La estructura del Servicio Público Provincial de Defensa Penal a que se refiere el
ANEXO 1 de la presente se cubrirá de acuerdo a las necesidades presupuestarias y las
necesidad del servicio.

ARTÍCULO 68. Partidas presupuestarias. El gasto que origine la aplicación de la


presente Ley durante el año 2009, se financiará a través de las partidas pertinentes del
presupuesto vigente hasta su límite.

ARTÍCULO 69. Forma y plazo para el ejercicio de funciones. El Servicio Público


Provincial de Defensa Penal que se crea por esta Ley comenzará a cumplir sus funciones
en la forma y plazo que establezca la Ley de Transición.

ARTÍCULO 70. Téngase presente que a los fines de los artículos 34 y 54 resultan
aplicables al momento de la sanción de la presente las leyes 10160 y 11196, según
corresponda, debiendo entenderse que las facultades y atribuciones que esa normativa le
adjudica a la Corte Suprema de Justicia corresponden al Defensor Provincial.

ARTÍCULO 71 – Normas derogadas. Deróganse los artículos pertinentes de la Ley N°


10.160 - Orgánica del Poder Judicial en cuanto sean incompatibles, y cualquier otra
norma que se oponga a la presente Ley. Facúltese al Poder Ejecutivo para elaborar un
texto ordenado de la Ley 10160 – Orgánica del Poder Judicial.

ARTÍCULO 72. Comuníquese al Poder Ejecutivo.


MENSAJE N° 3563 (02/02/09) DEL PODER EJECUTIVO QUE ACOMPAÑARA SU
PROYECTO DE LEY DE PROGRAMA DE ACOMPAÑAMIENTO Y PROTECCIÓN A
TESTIGOS Y VÍCTIMAS.

H. LEGISLATURA DE LA PROVINCIA
Se remite a vuestra consideración,
tratamiento y sanción el adjunto proyecto de Ley de Programa de Acompañamiento y
Protección a Testigos y Víctimas.
La Constitución de la Provincia reconoce la
dignidad de la persona humana y establece que todos los órganos del poder público
están obligados a respetarla y protegerla, siendo el efectivo resguardo de la integridad
física, psíquica y la seguridad personal de todos los habitantes de la Provincia una
responsabilidad inexcusable del Estado y del Gobierno.
Esa protección resulta imprescindible para
aquellos ciudadanos que prestan colaboración con la administración de justicia, y cuyo
aporte es esencial para evitar la impunidad y garantizar una recta aplicación de las leyes,
posibilitando de esta manera la paz social.
En tal sentido, es fundamental generar en
aquellos individuos que por su intervención o colaboración en un proceso penal se
encuentran en riesgo de sufrir hostigamientos, represalias y perjuicios de la más diversa
índole, plena confianza en las instituciones y el sistema penal, de tal forma que se
asegure la activa participación de los mismos en la administración de justicia, como
sucede al fortalecer la normativa legal destinada a brindar un marco efectivo y eficiente
de protección de testigos y víctimas.

Por ello, se ha decidido crear el Programa de


Acompañamiento y Protección a Testigos y Víctimas en procesos penales, con la clara
decisión política de respetar, acompañar, asistir y proteger a estas personas, adoptando
las medidas preventivas para reducir su vulnerabilidad y minimizar los riesgos a los
cuales están expuestas por su actuación dentro de tales procesos.
La necesidad de adoptar un programa para
la protección a testigos y víctimas en causas penales tiene su justificación normativa en
los valores y principios de la Constitución Nacional y los instrumentos internacionales
sobre Derechos Humanos incorporados a ella con igual jerarquía, entre los que se
encuentran:
1. la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
que consagra el derecho de todo ser humano “a la vida, la libertad
y la seguridad de su persona” (art. I) y a recibir “protección” para su
familia (art. V);
2. la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su art. 3,
reconoce el derecho de todo individuo “a la vida, la libertad y la
seguridad de su persona”, establece además que “toda persona
tiene deberes respecto de la comunidad, puesto que sólo en ella
puede desarrollar libre y plenamente su personalidad” y que “en el
ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda
persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas
por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el
respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer
las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar
general en una sociedad democrática” (art. 29);
3. la Convención Americana sobre Derechos Humanos dispone que
“toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral” (art. 5.1), “a la libertad y a la seguridad
personales” (art. 7.1), “al respeto de su honra y al reconocimiento
de su dignidad” (art. 11.1) y “a la protección de la ley contra esas
injerencias o esos ataques” (art. 11.3), además de establecer que
los Estados parte se comprometen “a adoptar, con arreglo a sus
procedimientos constitucionales, y las disposiciones de esta
convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades” (art.
2);
4. el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos contiene
también normas equivalentes, garantizando “el derecho a la
libertad y a la seguridad personales” (art. 9).
De igual manera, otro instrumento
internacional relevante que exige dicha protección es la Convención de las Naciones
Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional de Palermo, que fuera ratificada
por nuestro país. Asimismo, las Cien Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las
Personas en Condición de Vulnerabilidad recomienda adoptar las medidas necesarias
para garantizar una protección efectiva de los bienes jurídicos de las personas en
condición de vulnerabilidad que intervengan en el proceso judicial en calidad de víctimas
o testigos (Regla 75). Por otra parte, la Declaración de Principios Fundamentales de
Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder de Naciones Unidas de 1985,
que dispone: “se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y
administrativos a las necesidades de las víctimas”, “adoptando medidas para minimizar
las molestias causadas a las víctimas, proteger su intimidad, en caso necesario, y
garantizar su seguridad, así como la de sus familiares y la de testigos en su favor, contra
todo acto de intimidación o represalia”.
Asimismo, por Ley 25764 se creó el
“Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados”, destinado a preservar su
seguridad para el caso de colaboración en una investigación judicial federal relativa a
determinados delitos.
Por su parte, el nuevo Código Procesal
Penal de la Provincia establece que la víctima tiene derecho “a la protección de su
seguridad, la de sus familiares y la de los testigos que depongan a su favor,
preservándolos de la intimidación y represalia” (art. 80, inc. 6), la que se establecerá por
una ley especial y “podrá hacerse extensiva, si fuere necesaria, a imputados u otros
testigos” (art. 80, último párrafo).
Por ello, el presente proyecto pretende
implementar medidas destinadas a prevenir cualquier forma de agresión, hostigamiento e
intimidación directa o indirecta a las personas que intervengan o colaboren en las causas
penales, al crear el Programa de Acompañamiento y Protección a Testigos y Víctimas en
procesos penales, tendiente a desarrollar acciones interinstitucionales para su asistencia,
protección y seguridad, además de facilitar su reintegración familiar y social.
El mismo dependerá provisoriamente de la
Dirección Provincial de Acceso a la Justicia y Asistencia Judicial del Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos, hasta tanto se transfiera definitivamente al Ministerio Público de la
Acusación, ámbito natural donde se le brindará protección a quienes corran peligro de
sufrir algún daño por su colaboración con la administración de justicia penal.
El programa permite la aplicación de
medidas de protección a testigos y víctimas que se encuentren en situación de riesgo o
peligro por su intervención o colaboración en una causa penal, independientemente de
cualquier otra circunstancia. Incluso, siempre que se cumplan los presupuestos
establecidos en la presente Ley, el régimen será aplicable a los casos de investigaciones
administrativas.
Además, este ámbito de protección funciona
sobre la base de ciertos y determinados pilares, tales como el consentimiento expreso
para su ingreso, el mantenimiento temporal de las medidas dispuestas mientras persista
el motivo que les dio origen, la celeridad en su adopción y la confidencialidad y reserva
en su aplicación.
Por otra parte, se establece la
implementación de dos tipos de medidas de protección regulándose de manera
diferenciada cada una de ellas y se reglamentan detalladamente los derechos y
obligaciones de las personas sometidas a protección.
Finalmente, se crea una Unidad Especial
integrada por personal policial altamente capacitado y entrenado para la custodia
personal móvil y/o domiciliaria, que depende directamente del Ministro de Seguridad y
desempeña sus funciones sujeta a principios básicos de actuación expresamente
establecidos.
Este Poder Ejecutivo está convencido que el
presente proyecto ayudará a la administración de justicia a trabajar con la tranquilidad
que brinda la seguridad de los testigos y víctimas lo que redundará en una mayor
eficiencia, siendo por todo ello que solicitamos su pronto tratamiento.
Dios guarde a V.H.
TEXTO DEL PROYECTO DE LEY DE PROGRAMA DE ACOMPAÑAMIENTO Y
PROTECCIÓN DE TESTIGOS Y VÍCTIMAS, PRESENTADO POR EL PODER
EJECUTIVO.

Disposiciones Generales

ARTICULO 1. Objeto de la ley. Esta Ley tiene por objeto crear el Programa de
Acompañamiento y Protección a Testigos y Víctimas en procesos penales, a los fines de
implementar medidas de asistencia y protección dirigidas a quienes se encuentren en
situación de riesgo o peligro cierto como consecuencia de su intervención como testigos
o víctimas de un delito o participación en un proceso penal.

ARTICULO 2. Destinatarios de la protección. Las medidas de asistencia y protección


y de seguridad previstas en la presente Ley serán destinadas a testigos y víctimas y las
de seguridad a imputados o cualquier otra persona que se encuentre en situación de
riesgo o peligro cierto para su vida, libertad, integridad física o psíquica, sus bienes o las
demás personas vinculadas por su intervención o colaboración en la investigación de un
delito o participación en un proceso penal.
Las mismas podrán ser dirigidas o extendidas al cónyuge,
ascendientes, descendientes, parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad y
segundo de afinidad, a personas convivientes y a quienes por su relación inmediata así lo
requieran, incluso sus abogados.

ARTICULO 3. Víctimas especialmente vulnerables. Los ejecutores de lo dispuesto


en la presente Ley deben prestar especial atención a las personas adultas mayores, con
discapacidad, niños, adolescentes y personas víctimas de delitos sexuales o de violencia
familiar.

ARTICULO 4. Principios básicos. Las medidas que se dispongan se regirán por los
siguientes principios básicos:
1. Consentimiento expreso de los sujetos protegidos para ingresar al
sistema y su conformidad con las reglas que lo regulan previo a la
implementación de las medidas que se dispongan.
2. Temporalidad adecuada a las circunstancias y causales que
justifiquen las medidas de acompañamiento, asistencia y/o
protección.
3. Fundamento de la protección, en tanto deben verificarse los nexos
entre la participación procesal de testigos y víctimas y los factores
de amenazas y riesgos sobre los mismos.
4. Proporcionalidad entre el nivel de riesgo en que se encuentra la
persona destinataria y las medidas que se adopten para su
protección, y los recursos disponibles del programa, dentro del
marco de respeto a sus garantías constitucionales.
5. Celeridad en la adopción efectiva e inmediata de las medidas de
protección, con eliminación de obstáculos burocráticos que
vulneran su concreción oportuna.
6. Solidaridad, en tanto las entidades privadas, organizaciones no
gubernamentales y demás miembros de la sociedad colaborarán
con el programa para aplicar las medidas de seguridad y la
asistencia necesaria para una adecuada protección.
7. Gratuidad de las medidas adoptadas para los destinatarios de la
protección.
8. Confidencialidad de la información vinculada con la aplicación de
las medidas de protección, las que tendrán carácter reservado,
debiendo los funcionarios, empleados y toda otra persona
vinculada a la ejecución del presente programa guardar secreto de
las mismas. El secreto se extiende a los datos relativos al honor,
modo de vida e intereses privados y/o cualquier otra información
de los beneficiarios del programa que los intervinientes conocieren
en el ejercicio o en ocasión de sus funciones. Dicha información
será considerada secreta a todos los efectos legales.

ARTICULO 5. Solicitud, duración y cese de las medidas. Las medidas a disponer


en el marco del Programa serán solicitadas por la persona interesada, por el fiscal, el
querellante o por el juez o tribunal a cargo de los procesos judiciales, y resueltas por el
Director del Programa de Acompañamiento y Protección a Testigos y Víctimas,
manteniéndose incluso aún después de finalizado el juicio.
El cese de las medidas será decidido por dicha autoridad de oficio o
a petición del juez de la causa, del fiscal, o del beneficiario, cuando se entiendan
superadas las circunstancias que motivaron la protección, o en caso de incumplimiento
de las obligaciones asumidas por el beneficiario.

Cuando se deniegue el ingreso de una


persona al programa se podrá reevaluar la solicitud de incorporación siempre que se
aleguen hechos nuevos o sobrevivientes.
ARTICULO 6. Implementación y seguimiento de las medidas. Las medidas de
protección deberán ser viables y proporcionales a:
1. La situación de riesgo.
2. La importancia del caso.
3. La trascendencia e idoneidad del testimonio.
4. La vulnerabilidad del sujeto de protección.
5. La capacidad de la persona para adaptarse a las condiciones del
programa.
6. La capacidad del agente generador del riesgo de hacer efectivo el daño.

TÍTULO II
CLASES Y MEDIDAS DE PROTECCIÓN

ARTICULO 7. Clases de medidas. Las medidas previstas en el Programa serán de


dos tipos:
1) De acompañamiento y asistencia que tendrán como finalidad
primordial contener y asistir integralmente a los sujetos
destinatarios del Programa. Las medidas de acompañamiento,
contención, asistencia tanto jurídica como psicológica, médica, y
sanitaria se realizarán a través de profesionales organizados
interdisciplinariamente, de acuerdo a la problemática a abordar,
procurando asegurar también a la persona protegida que la
participación de la misma en el proceso penal no signifique para
ella un daño adicional o el agravamiento de su situación personal o
patrimonial.
2) De seguridad, que tendrán como finalidad primordial brindar
condiciones especiales de seguridad para preservar la vida, la
libertad y/o la integridad física de los sujetos comprendidos en el
Artículo 2.
Las medidas de protección de acompañamiento y asistencia, y de
seguridad podrán aplicarse en forma aislada o acumulativamente.

ARTICULO 8. Medidas de acompañamiento y asistencia. Las medidas de


acompañamiento y asistencia consisten en:
1. Garantizar el acompañamiento, contención, asistencia y/o el tratamiento
psicológico, médico y/o sanitario en forma regular y permanente a testigos
y víctimas, a través de los servicios de asistencia y salud pública, velando
en todo momento por el resguardo y protección de las mismas.
2. Garantizar la asistencia y el asesoramiento jurídico gratuito a testigos y
víctimas, a fin de asegurar el debido conocimiento de las medidas de
protección y demás derechos previstos por esta Ley.
3. Asistir a las personas beneficiarias de esta Ley para la gestión de trámites.
4. Implementar cualquier otra medida de asistencia y acompañamiento que,
de conformidad con la valoración de las circunstancias, se estime
necesario adoptar con la finalidad de garantizar la asistencia física,
psíquica y moral de las personas protegidas.

ARTICULO 9. Medidas de seguridad. Las medidas de seguridad consisten en:


1. Determinar el modo y el mecanismo del traslado de las personas
protegidas a distintos lugares, asegurando en todo momento el
resguardo y la contención de la misma.
2. Disponer el establecimiento de una custodia policial personal móvil
y/o domiciliaria a los sujetos protegidos, que estará a cargo del
personal policial que integrará la Unidad Especial que dependerá
del Ministro de Seguridad.
3. Fijar como domicilio de las personas protegidas el de la sede de la
Dirección del Programa o el que las mismas indiquen a efectos de
las citaciones y notificaciones que se practiquen.
4. Suministrar a las personas protegidas alojamiento temporal en
lugares especialmente reservados o aislados, transporte,
alimentos, atención sanitaria, comunicación y atención de demás
gastos indispensables, colaborando en la reinserción laboral.
5. Facilitar el cambio de domicilio y/o residencia, lugar de trabajo y
centro de estudios de las personas protegidas, procurando para
ello la obtención y suministro de los medios económicos que sean
necesarios para ello.
6. Implementar cualquier otra medida de seguridad que, de
conformidad con la valoración de las circunstancias que realicen
las autoridades judiciales competentes, se estime necesario
adoptar con la finalidad de proteger la vida y/o la integridad física
de las personas protegidas.

ARTICULO 10. Provisionalidad de las medidas. Las medidas de acompañamiento y


asistencia, y las de seguridad serán impuestas de forma provisional de acuerdo a las
necesidades específicas de protección, pudiendo ser modificadas, reemplazadas o
acumuladas para asegurar los derechos e intereses de la persona protegida. Ante la
posibilidad de implementar una o varias medidas, se aplicará la que resulte más
adecuada al caso concreto y además menos lesiva o restrictiva de los derechos de
terceros.

TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES DE LAS PERSONAS PROTEGIDAS

ARTICULO 11. Derechos. Las personas sujetas a medidas de acompañamiento y


asistencia, y/o de seguridad tendrán los siguientes derechos:
1. Ser informadas de manera directa, clara y oportuna de los derechos,
obligaciones y alcances de la presente Ley, como del trámite del proceso
penal en el cual interviene como testigo o víctima y especialmente del
resultado del mismo.
2. Comunicarse con personas de su grupo familiar, entorno afectivo o
amistades de su confianza, siempre que dicha comunicación no perjudique
o arriesgue su protección.
3. Ser escuchadas previo al otorgamiento, modificación o supresión de las
medidas de protección impuestas.
4. Prescindir o renunciar de los beneficios del Programa de Acompañamiento
y Protección a Testigos y Víctimas que le hayan sido asignados, en el
momento que lo estime conveniente.

ARTICULO 12. Obligaciones. Las personas sujetas a medidas de acompañamiento y


asistencia, y/o de seguridad tendrán las siguientes obligaciones:
1. Prestar su consentimiento expreso y por escrito para el ingreso y
permanencia dentro de las previsiones del presente Programa y su
conformidad con las normas que lo regulan.
2. Mantener absoluta reserva y confidencialidad respecto de la situación de
protección y de las medidas adoptadas.
3. Someterse, en caso de ser necesario, a los exámenes médicos,
psicológicos, físicos y socioambientales que permitan evaluar su capacidad
de adaptación a las medidas que fuera necesario adoptar.
4. Mantenerse dentro de límites impuestos por las medidas especiales de
protección.
5. Abstenerse de concurrir a lugares de probable riesgo o que cercenen la
eficacia de las medidas adoptadas o más allá de la capacidad del alcance
operativo del personal asignado para la protección.
6. Respetar los límites impuestos por las medidas especiales de protección y
las instrucciones que a tal efecto se le impartan.
7. No divulgar información sobre ningún aspecto relativo a la protección de su
persona o de otras que están en la misma condición, aún cuando ya no
estuviere sujeta al Programa.
8. No revelar ni utilizar información relativa al caso o al Programa para
obtener ventajas en su provecho o de terceros.
9. Poner en conocimiento del Director del Programa cualquier proceso penal
en su contra que se encuentre en trámite.

TITULO IV
ÓRGANOS Y COMPETENCIAS

ARTICULO 13. Autoridad de aplicación. El Programa de Acompañamiento y


Protección a Testigos y Víctimas en procesos penales dependerá de la Dirección
Provincial de Acceso a la Justicia y Asistencia Judicial del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos. Se faculta al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos para
transferirlo al Ministerio Público de la Acusación cuando considere dadas las condiciones
para ello.

ARTICULO 14. Director del Programa. Atribuciones. El Director del Programa de


Acompañamiento y Protección a Testigos y Víctimas será provisoriamente el Director
Provincial de Acceso a la Justicia y Asistencia Judicial del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos, y tendrá las siguientes facultades a título enunciativo:
3) Decidir y llevar adelante las medidas de asistencia y protección
adecuadas a cada caso y a las posibilidades de adaptación a ellas
por parte de las personas beneficiadas. A tales fines podrá requerir
estudios psicológicos, clínicos, ambientales y todos aquellos que
considere pertinentes.
4) Efectuar las comunicaciones relativas al seguimiento de cada caso
a las autoridades que hubieran requerido la protección y
determinar los distintos aspectos de la aplicación del programa.
5) Encomendar la ejecución material de las medidas especiales de
protección al personal de la Unidad Especial dependiente del
Ministro de Seguridad prevista en esta Ley.
6) Requerir de los organismos o dependencias de la administración
pública provincial, dentro de su respectivas competencias y por
intermedio de la Secretaría de Transformación de los Sistemas
Judiciales, su intervención para suministrar servicios específicos
que se requieran para cumplir las finalidades de esta Ley, así como
la realización de trámites y provisión de documentación e
información. Los funcionarios responsables de los organismos y
dependencias de la administración pública provincial cumplirán en
tiempo y forma con lo requerido, bajo apercibimiento de ser
considerado el incumplimiento como falta grave.
7) Constituir en el ámbito del Programa equipos de trabajo
interdisciplinario integrado por psicólogos y psiquiatras que brinden
acompañamiento, contención y atención personalizada en caso de
ser solicitada por las personas incluidas en el Programa. El equipo
se conformará con profesionales del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos avocados al Programa y de la Dirección de
Salud Mental del Ministerio de Salud de la Provincia, a cuyos
efectos podrá celebrar los convenios respectivos. Del mismo modo
se constituirán equipos interdisciplinarios y podrá suscribir
convenios en las áreas jurídicas y de seguridad. Los actos
administrativos tendientes a llevar adelante el programa se
proyectarán y emitirán sin necesidad de sustanciación previa. Los
recursos que puedan interponerse contra los mismos en ningún
caso afectarán su ejecución.
8) Prestar el apoyo en lo relativo a las actividades de formación,
educación y difusión en todos los aspectos vinculados con la
protección de los testigos, víctimas y demás sujetos procesales.
Cuando el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, de
conformidad al Artículo 13 de la presente, transfiera al Ministerio Público de la Acusación
el Programa creado por la presente Ley, cesará la intervención de la Dirección Provincial
de Acceso a la Justicia y Asistencia Judicial como autoridad de aplicación, transfiriéndose
a aquel órgano las competencias atribuidas en esta Ley a dicha Dirección Provincial.

ARTICULO 15. Unidad Especial. La ejecución de la medida de seguridad de custodia


personal móvil y/o domiciliaria prevista en el Artículo 9 inciso 2) estará a cargo de una
Unidad Especial, integrada por personal policial entrenado y capacitado para tal fin. La
misma dependerá directamente del Ministro de Seguridad.

ARTICULO 16. Principios básicos para su actuación. El personal policial de la


Unidad Especial deberá adecuar su conducta durante el desempeño de sus funciones a
los siguientes principios básicos de actuación:
1. Actuar teniendo en miras el pleno e irrestricto respeto a los
derechos humanos, en especial el derecho a la vida, a la libertad, a
la integridad y dignidad de las personas.
2. Asegurar la plena protección de la integridad física, psíquica y
moral de las personas bajo su cuidado o custodia.
3. Mantener en reserva las cuestiones de carácter confidencial,
particularmente las referidas al honor, la vida y los intereses
privados de las personas, de que tuvieran conocimiento en el
ejercicio o en ocasión de sus funciones.
4. Ejercer la fuerza física o coacción directa en función del resguardo
de la protección de la persona en situación de peligro solamente
para hacer cesar una situación en que, pese a la advertencia u
otros medios de persuasión empleados por el funcionario del
servicio, se persiste en el incumplimiento de la ley o en la
inconducta grave, y teniendo particularmente en cuenta que la
utilización de la fuerza será de último recurso.
5. Recurrir al uso de armas de fuego y/o a la fuerza física y/o la
coacción directa sólo en resguardo del sujeto protegido.
6. Anteponer al eventual éxito de la actuación la preservación de la
vida humana, la integridad física de las personas protegidas,
cuando exista riesgo de afectar dicho bien.

ARTICULO 17. Sanciones. El funcionario o empleado público que indebidamente


revelare la identidad del testigo o cualquier otro dato protegido por esta Ley, será pasible
de las sanciones previstas por el Código Penal, sin perjuicio de la responsabilidad
administrativo - disciplinaria que le pudiera corresponder.

TITULO V
DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS

ARTICULO 18. Investigaciones administrativas. Este régimen también se podrá


aplicar para los casos de investigaciones administrativas cuando se den los presupuestos
establecidos por la presente Ley.

ARTICULO 19. Creación de cargos. Partidas presupuestarias. Facúltese al Poder


Ejecutivo para crear los cargos y efectuar las modificaciones presupuestarias pertinentes
y necesarias para implementar la presente Ley, realizar cambios en sus denominaciones,
conceptos, partidas y subpartidas existentes o crear otras nuevas, refundir, desdoblar,
transferir y crear servicios y cargos que surjan de esta Ley, siempre que no se aumenten
las erogaciones autorizadas.

ARTICULO 20. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

BIBLIOGRAFIA GENERAL

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