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Federico Chabod - Escritos Sobre Maquiavelo-Fondo de Cultura Económica (1984) PDF
Federico Chabod - Escritos Sobre Maquiavelo-Fondo de Cultura Económica (1984) PDF
ta je e n la p o r t a d a : N ic o la o M a q u ia v e lo (1 -169 I W 7 )
fue la figura de Maquiavelo, sobre cuyo pensamiento
redactó textos de divulgación y ensayos especializados
que hoy en día se juzgan de indispensable consulta
para los interesados en el tema. Escritos sobre
Maquiavelo constituye una compilación
pormenorizada de su labor en torno al primer gran
pensador político de los tiempos modernos; cubre
una amplia gama de géneros y proporciona una
visión completa, apasionada, sellada por la elegancia
y la precisión del pensamiento y el estilo de Chabod.
Nos acerca, además, a uno de los intelectuales
italianos importantes del siglo XX que hasta ahora
era prácticamente desconocido para amplios
círculos de lectores de nuestro idioma <*p
Je £
ESCRITOS SOBRE
MAQUIAVELO
Traducción de
R odrigo R uza
T itulo original:
S c ritti ¡u M a ch ia velli
© 1964, G iulio Einaudi s.p.a., T u rin
7
8 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEt'0
Los textos aquí incluidos han sido revisadosy ideificados sólo en el aspecto
técnico, y el mismo criterio se ha aplicado para lds fitns. Se han puesto in
extenso, para mayor claridad, las abreviaturas, {0n excepción de algunas
menciones exclusivamente bibliográficas.
En lo posible, se ha procedido al control de los Pasaj es de los autores
citados recurriéndose a ¡as ediciones utilizadas por Chabod; pero, en cambio,
se ha estimado indispensable, precisamente en ¡o 8ue ala’’e a Maquiavelo,
referir las citas a una sola edición de cada ú^ra. Sin pretender una
actualización filológica, hemos creído resolver de esá Manera, para comodidad
del lector, el problema de los textos maquiavelianoS■ Para ^ Principe hemos
seguido el texto revisado por el propio Chabod eó ¡ 924 Para t°s Classici
Italiani de la U T E T , reimpreso recientemente t» ¡a ^ uova Vniversale
Einaudi; para el grupo más representativo de las ol>ras ^ escritor florentino
se ha tomado como punto de referencia la edición ,Tutte le opere storicHe
e letterarie di Niccoló Machiavelli, al c u i d a G u i d o Mazzpni y
Mario Casella, Florencia, 1929; para algunos textos examinados por
Chabod y no comprendidos en esa edición, se han escogido, respectivamente:
para las cartas de Maquiavelo de! periodo de las ltt,ac,ones> otros documentos
referentes a l mismo tema, el Rapporto dcllc ¿ ° se Magna y el
Discorso sopra le cose della Magna e sopra PImperatore, la edición
de tas Opere revisada por L . Passerini y G. Milanesi, Florencia,
1S7J-1S79, vols. ¡II- V I; para Del modo di trattare i popoli della
Valdichiana ribellati, el Discorso fatto al mají‘strato ^ ‘ec' sopra
le cose di Pisa y el Discorso dell’ordinare \° stato di Firenze alie
armi, la edición de las Opere a cargo de A . Paée^a< Mitán-Poma, ¡ 9} 9 >
vol. II; y , finalmente, para las Lettere familiar!' Cósica de E . A lvisi,
Florencia, 1887.
La presente edición se ha realizado, para alf*nos /ex/os contenidos en
ella, en cuidadosa confrontación con la de la tradufion inglesa, Machiavelli
and the Renaissance (landres, ¡978), y loS evet,tuales añadidos que
Chabod efectuó han sido trasladados a ésta en vers,ón de Vittorio De
Caprariis,y figuran entre corchetes.
Por último, algunas remisiones de los encargad0* ^ revisión han sido
también encerradas entre corchetes, con el agregadi ^ indicación N E it.
NOTA A I.A EDICIÓN ITALIANA 9
1 Cf. la sintética y hermosa figura de G . C arducci, «Dell» svolgimentu delta letrera tura
nazionatc». en Distorsi Ittnrañ r storiri, Bolonia, 1899, p. i j$ .
1 LtU trt fam iliari, cd. Alvisí, Florencia. 188), III, del 9 de marro de 1497.
* lis la traducción más aproximada de ptiUschi (singular, fwiies(o), «partidarios de las bochas»,
como se llamaba a la saaón, en Florencia, a los del partido de los Médicis, aludiendo
probablemente al escudo de esa familia, que ostenta rocíes. A su vez, llamaban p'tagwm (singular,
¿Mgffew), «llorones»», a los seguidores de Savonarola. (N . deJ T .)
15
16 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEI.O
4 Hasta el pumo de que consideraba mejor contar con un asesor, «por necesitarse hombre
de más discurso, mis reputación y que entienda más del mundo que yo...», Ltgayont a l iota
V alta/¡no, carta X X X V II del 14 de diciembre de ijo a.
* Lettere jam tltan, X X X II: «(...) me parece (...) que no podéis formular juicio tan terminante
(...) como habéis hecho y prudentemente discurrido; todo eso retirad, y para el juicio remitios a
otros (...)»
18 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
* Nombre dado a las reuniones platónicas de sabios y escritores aue tenían lugar en Florencia,
durante el Renacimiento, en los |ardincs de Bernardo de Ruccllai, cuñado de l.orcnzo el
Magnífico. (JV. <ki H.).
'• B. V ak ch i : op. til., I, p. 14 ).
'* Ltlterr fam iiiari á x „ C ÍI.X XX I (de F. Guicciardini, iX de mayo de t ¡ n ) .
w Acerca de la composición de los D isn rji, cf. P. V il l a r i : »p. ti!., II, pp. 172 y s$.¡
O. T ommasini: »p. cit., II, pp. ty, 144 y ss.
INTRODUCCIÓN A «EL PRINCIPE» 23
24 Acerca de esto, asi como sobre el valor historico-polltico de II Prinapt, al que aquí apenas
se alude, hc'dc volver con mayor amplitud en otro estudio de próxima publicación. [Es el estudio
«Del Prinrífa di Niccoló Machiavelli», incluido en el presente volumen. N h /'/.) Respecto al
Estado/obra de arte, existen buenas observaciones en J . B u S cxh a r u t : L a a vtlti drl RinashmtnJo,
tr. it. Valbusa, Florencia, 1 9 2 1 . 1, pp. 1-174, y. especialmente, pp. 7, 16 y ss.. y tot y ss. (Se refiere
a D it Ka/tar ¡Irr Rraamanct m halan, obra de la que existen varias versiones en castellano. N . 4'ti
T.j
27 D im rsip o litá i, VIH, de las Optrt cit., 1, p. 264. (También de las obras de Guicciardini hay
versiones españolas. JV. 4tI T.)
26 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
30 Capiculo X I, «De tos principados eclesiásticos»: Sólo elle» tienen estados y no los defienden..,»
• Emanuele Filiberto (1518 -158 0), llamado Cabeza de Fierro, nadó en la ciudad francesa de
Chamberv, hijo de Carlos 111 de haboya y de Beatriz de i'ortugai. ac ano con reupe 11 oe r.spana
en la guerra de 1556 -1159 contra Francia, y mandaba los ejércitos españoles que en 155? asaltaron
la plaza fuerte de San Quintín, defendida por el almirante Coligny y el condestable de
Monrmorency, a quien hizo prisionero tras infligir una feroz derrota a los franceses. Después de
la paz de Cateau-Cambrésis le fue devuelto el ducado de Saboya, al que pronto convirtió en una
gran potencia. (¿V. ¿ei T.)
31 Acerca de esta ruptura de la historia italiana, los manejos de los Médicts y sus repercusiones
en el ánimo de Maquiavelo, cí. O. T onimasini: op. cit., ti, pp. 76 y ss.
32 Esta anécdota es referida por E. A lvisi (Lettere fam tliari, Introducción, p. xiv).
28 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
como la lógica misma de las cosas 35, ora considerándola como una
casi inasible compulsión exterior proveniente de las alturas y que
rige las cosas a ciegas, como quiere y donde fuere— , esa fuerza por
la cual, a la sazón, Italia parece esclava y vituperada, y tuviera visos
de precipitar «maravillosamente»36 los asuntos de los lombardos
primero, de los venecianos y florentinos después, ¿cómo habrá de
ser combatida y canalizada, suponiendo que se pueda, por otra parte,
canalizar un rio crecido y torrentoso?
En esa pregunta reside la preocupación del ánimo, el cual,
aunque la razón y la lógica le hayan indicado el camino, permanece
inquieto y vacilando entre pasar al otro lado, a la creación definitiva,
o quedarse en el umbral, en medio de los detalles; y que, advirtiendo
que algo falta, comprende que debe superar el escalón de un salto,
sin pararse ya a medir la longitud del vuelo. Y éste es, en verdad, el
momento dramático de la oposición entre la finura diplomática
— que rehúsa saltar y que, sin discutir el principio que gobierna el
mundo, la fortuna, lo acepta implícitamente, negando valor a la
regla general y adaptándose*a la fragmentariedad— y el vigor
imaginativo que va hacia adelante, abandonando por un momento
la lógica y el cálculo para alcanzar la creación última. En este punto,
Guicciardini se detiene pensativo y exhibe una sonrisa entre melan
cólica y maliciosa, al advertir que es inútil insistir; pero Maquiavelo
continúa, y escribe su exhortación para liberar a Italia de los bárbaros.
Con el capítulo acerca de la «fortuna», con la sola alusión a
discutir su poder, queda ya resuelta, virtualmentc, la duda angustio
sa. Nicolás se demora en la discusión, acepta casi a regañadientes el
imperio vitalicio de la diosa Fortuna en la última civilización
italiana: pero adviértase de qué manera su razonamiento se desarro
lla únicamente para garantizarle al pensamiento la consistencia
formal y la posibilidad práctica que, en sustancia, están reconocidas
desde hace tiempo, así como de qué manera queda ya afirmado el
valor de la actividad humana 37. 1.a voluntad de lógica y la necesidad
de convencer, también en este aspecto,, al señor a quien la obra está
destinada, así como la de contraponer una afirmación precisa y clara
al vago pesimismo y a la indiferencia amorfa del vulgo, que no son
pequeña causa de desventura, inducen al pensador a especificar
también aquí los límites y a analizar, asimismo, en este lugar, el
35 B. Caben: Ttoria r noria átUt ttornertfia. Barí, 19 17, pp. 115 - 116 .
M F. G u ic c ia r d in i : Stona tfh t/ia , VIH , 111.
J’ 1.a reflexión acerca de la fortuna cuaba, en realidad, resuelta ya antes con una breve alusión:
«(„,) aquellos de nuestros principes que estuvieron muchos aAos en su principado que no acusen
a la fortuna, sino a su desidia, por perderlo después...», cap. X X IV .
32 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
" Cap. X I. «De lo» principado! ecleaiásticos»: «Sólo ellos tienen estados, y no los defienden;
súbditos, y no los gobiernan, y los estados no les son arrebatados por estar indefenso», y los
súbditos no se preocupan de no estar gobernados, ni piensan en ello, ni tampoco pueden
extrañarse de tal cosa.»
INTRODUCCIÓN A «EL PRINCIPE» 35
Cap. X II, «De cuántas clases de milicias hay, y de los soldados mercenarios»; «(,..) y el
resultado de sus virtudes ha sido que Italia se ha visto perseguida por Carlos, saqueada por Luis,
violada por Fernando y vituperada por los suizos.»
* «Maquiavelo emplea — y Chabod cita textualmente— la voz deformación dialectal
toscana de tcbtara, es decir, «esclava». (*\\ d tl T.)
«> Dr/Arr* dt¡U fm rra%V il.
** «Empiezo ahora a escribir de nuevo, y me desfogo acusando a los principes, tridos los
36 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Cuales han hecho todo lo posible para conducirnos a esto», Lettert fam iliar! cit., C X C IX , a
Francesco Gutcciardini, año i j x j .
4S E l artt dt la ¿turra, Proemio.
44 «Adonde llegados, y habiéndose sentado, unos en la hierba, que en aquel lugar es
tesquísima, otros en asientos ordenados en aquellos sitios ba)o la sombra de altísimos árboles,
alabó Fabrizío el lugar como deleitoso, y parando mientes particularmente en los árboles, al no
reconocer algunos, estaba con el alma suspendida.» « Y o creía que fuera lo que vosotros decís, y
este lugar y este estudio me hacían recordar a algunos principes del reino, que con estas antiguas
culturas y sombras se deleitan. E interrumpiendo en esto el habla, estando un poco sobre si como
suspendido (...)», libro I.
47 «Y yo me duelo de la Naturaleza (...)», t. VII.
41 Cap. X II: «Y el fin de sus virtudes ha sido (...)»
44 «De haber creído yo, hijo mío, que la fortuna hubiera deseado truncarme en mitad del
recorrido el camino para llegar a aquella gloria que yo, con tantos felices sucesos míos, me habia
prometido, me habría cansado menos, y te habría dejado, si menos estado, también menos
enemigos y menos envidia, pues, satisfecho con el imperio de I-ucca y de Pisa, no habría
subyugado a los de Pistola, ni con tantas injurias irritado a los florentinos, sino que me habría
hecho amigos tanto a uno como al otro pueblo, y habría llevado una vida, si no más larga,
seguramente más tranquila, y te habría dejado el Estado, aunque menor, sin duda más seguro y
m is fírme.»
(Me parece oportuno señalar que tanto en la edición Italia de las obras de Mauuiavelo (18 15)
como en La opere di N ieeoli M aebiúvtlli%i» cd., !;lorcncia«Roma, 1874, el pasaje citado figura como
un solo periodo, al paso que en Tat/e le opere stohtbe e letterarie di ÑU coló Macbitivelli, ed. G .
Mazzoni y M. Casella, Florencia, 19x9, y en las ediciones más recientes de A. Pancha, I, Milán,
19)8 («I classici Rizzoli») y de F. Flora y C Cordié, I, Milán, 1949 («I classici Mondadori»),
después de «menos envidia» hay punto y seguido. Con todo, creo que la nueva puntuación no
altera el sentido, ni la continuidad, ni la armonía del párrafo; el pasaje conserva por entero su aire
de solemnidad y reserva también con la nueva puntuación.)
INTRODUCCIÓN A «I-U. PRINCIPE. 37
41
42 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
abocó a escribir Etprincipe, estaba en gran parte concluido el primer libro de los Discursos* y quizá
estuviesen ya escritos otros pasajes posteriormente incluidos en los libros siguientes, sienao que,
por su contenido, más bien corresponden al primero. F.n el cap. II de E l principe figura un
reconocimiento expreso det trabajo efectuado hasta esc momento: «Dejaré de lado la reflexión
sobre las repúblicas, porque en otra oportunidad lo hice largamente.» El que los Discnrsos no estén
ordenados con arreglo a un criterio lógico y preciso (O. T ommasini: op. cit., pp, 146*147), es algo
que surge con total evidencia de los diversos pasajes extraídos de capítulos cercanos; asi, por
ejemplo, casi todo el cap. X X III del libro I estaría mucho mejor situado en el libro III, junto a
los caps. X , X I y XU . Además, el ejemplo de Francisco I demuestra que ese pasaje fue escrito
después de 15 15 y, por tanto, uue los primeros fragmentos de los Discursos fueron también
reanudados y terminados. (F.n los últimos años, varios estudiosos han vuelto a abordar,
encarándolo con criterios nuevos, el problema de la composición de los Discursos. Siempre se
había aceptado, hasta ahora, que las lineas que inician el segundo capitulo de E l principe («Dejaré
de lado la reflexión sobre las repúblicas, porque en otra oportunidad lo hice largamente») eran
una referencia a los Discursos. Sin embargo, I7. G ilbe rt («The Compositinn and Structure o f
Machiavelli's Discorsh, en Journal o f tbe liistory o f ideas, X IV , 195 j), propone la hipótesis de que
esta mención no se refiera a ellos, sino al manuscrito, después peraido, de una obra sobre las
«repúblicas» que Maquiavelo habría utilizado para tos primeros dieciocho capítulos del libro 1 de
los Discursos. Hsa obra, prosigue Gilbert. es. esencialmente, un comentario sobre Tito Livio, que
Maquiavelo empezó en 15 15 , cuando comenzó a frecuentar las Orti Orícellari, y que fue
completado, en su estructura actual, en 1917* Posteriormente, J . II. Huemul («Seyssel, Machiavcllt
and Polybius V I: The Mystery o f the Missing Translation», en Sindies m tbe Renaissance, III, 19)6),
tomando como punto de partida el cap. II del libro I de los Discursos, que evidencia la influencia
de Polibio, ha subrayado que Maquiavelo no sabía griego y no habría podido tener conocimiento
del libro VI de las Historias de ese autor, en traducción de Janus Lascaris, antes de i j i j .
Últimamente, H ans B arón («Té* Principe and the Puzzle o f the Discorsht, en Bibliotbiqm
etHnmanisme et R enaissance, X V III, 19)6) afirma que las lineas del comienzo del segundo capítulo
de E t principe fueron añadidas después de la composición de la obra completa, quizá en 1916 ,
cuando Maquiavelo la dedicó a Lorenzo de Médicis. Según Barun, los Dsscnrsos fueron
compuestos entre 1515 y 1 11 6 . De tal manera, la relación entre la composición de E t principe y la
de los Discursos serla exactamente al revés. Con todo, y a pesar de las ingeniosas argumentaciones,
y a menudo sutilísimas, que se han formulado, sigo siendo de la opinión de que las primeras líneas
del segundo capitulo de fc7 principe constituyen una referencia precisa a los Discursos, que no son
una interpolación posterior y que, en consecuencia, cuando Maquiavelo empezó a trabajar en E l
principe, había escrito ya, por lo menos, una pane del primer libro de los Discursos.]
J Carta a Francesco Vettori, del to de diciembre de 1919.
4 Cf. R. F ester : Macbiavetii, Stuttgart, 1900, p. 199.
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 43
* Véase, por ejemplo, cómo juzga a Florencia: «La ciudad de Florencia (...) ha ido
arreglándoselas durante doscientos años (...) sin haber tenido nunca un Estado por el cual se la
pueda verdaderamente llamar República» (D iu n rw t 1, X L IX y también X X X V U I), o a los demás
estados italianos: «Por tanto, digo que ningún accidente (...) podrá jamás convertir a Milán o a
Nápoles en libres, por estar estos miembros totalmente corrompidos», 1, X V III. En Ñapóles, la
tierra de Roma, Romana y Ixrnibardia nunca ha existido «vida política alguna», 1. X I.V . Sobre
Italia en general: «Ni os fiéis en absoluto de esos ejércitos que vos decís que en Italia podrían un
día dar algunos frutos, porque eso es imposible», L turre fam t/iari, C X X X IV (del z6 de agosto
de i j 1 0 : )’ en la misma carta: «Nosotros los de Italia, pobres, ambiciosos y viles (...)» Como
también: «En cuanto a la unión de los demás italianos, me hacéis reír; primero, porque nunca se
ha efectuado ninguna unión que le hiciera bien a nadie (...)»(carta del to de agosto de 1 51 C X X X I).
* Respecto a que fuera éste el probable periodo de comienzo de! trabajo, cf. G . Lisio: en
Introducción a la edición académica de Biprím eipt, Florencia, 19ZI, pp. xvi-xvii.
44 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
* Que el trabajo de aumento y pulimento de que habla Maquiavclo, en la famosa cana del
10 de diciembre de i j i j , no estaba terminado todavía en enero de IJ14 , lo demuestran las
palabras de Vettnri: «lie visto los capítulos de vuestra obra, y me agradan sobremanera; pero,
mientras no lo teopa todo, no quiero emitir juicio definitivo» (del 18 de enero de t j 14, en P. V illa »!:
op. eit., 11, p. i ¿7), [Véase, sin embargo, el agregado de la nota siguiente.)
10 Efectivamente, no coincido con O. T ommasini, quien considera que el tratado De
principatihsu, mencionado en la cana a Vettori, no era sino un esbozo al que siguió en i j i j la
redacción definitiva (op. eit., II, pp. 87, 89, 10;). Las razones que aduce en contra de G . Listo
(«lntomo alia nuova edizione de 7/ Principe di N . Machiavelli», en Rendieonti ddtAccademia
Nocional/ dei Linee/, 1900, pp. j 2 a-3 z 3) no son muy convincentes y chocan contra unos
argumentos históricos demasiado poderosos como para ser dejados de lado sin m is ni mis
(argumentos en los cuales, precisamente, se basaba IJsio para el Prefacio de su edición critica de
7/ Principe realizada en Florencia en 1899, pp. Ixii-lxiv). Pero es que no solamente falún referencias
relativas a los acontecimientos del verano de 15 13 , época en la cual debiera haberse realizado la
segunda redacción, sino que existen alusiones precisas que no podrían concebirse si Maquiavclo
hubiese reanudado su trabajo después de tos primeros meses de ese año. La mención del cap. X I
(«(...) y ahora hace temblar a un rey de Francia y ha podido echarlo de Italia») no puede explicarse
como no sea debido a las condiciones del verano-otoño de 1 j 1 j , las cuales, efectivamente,
obligaron después a Luis X II al acuerdo con el Papa, precisamente en diciembre, y nunca con la
situación de i j i j , en que Francisco 1 entró en la lucha. Igualmente, las menciones del cap. X III
(«error crac (...) como efectivamente se ve ahora, es motivo de los peligros de aquel reino» y «de
ahí que los franceses no basten contra los suizos») no pueden determinarse sino en función de la
situación creada después de la batalla de Novara y estarían fuera de lugar en 13 13 . También la
referencia del cap. X X I acerca de Femando el Católico (náitimaneemente ha asaltado Francia») nos
hace quedamos en i j i j , y no se justificaría en 13 15 . Finalmente, ¿cómo podía Maquiavclo, en
ese último año, hablar de Luis X II como de un rey de Francia presente (cap. X V I), siendo que
habla muerto en enero? Téngase en cuenta que no se trata de hechos ni de hombres de
importancia secundaria, de los que Maquiavelo hubiese podido trascordarse, sino precisamente
de unos acontecimientos de los que su atención estaba constantemente pendiente. Por tanto, sin
duda habría modificado, si no el pensamiento, por lo menos su expresión, si en verdad hubiese
redactado su obra por segunda vez. Y puesto que dedicó U Principe a un Médicis, ¿cómo habría
podido decir «se esperen,, hablando de León X , al cabo de dos años de pontificado en los cuales
no había destacado sólo por bondad, sino también por sus continuas intrigas políticas? En i j i j ,
la expresión, evidentemente, habría sido distinta, y me parece <|uc ésta habría sido una corrección
bastante importante para un Maquiavelo vejado por una pésima suerte y deseoso de volver a
entrar en servicio.
Precisamente por estos motivos históricos no creo que se pueda hablar de un esbozo y una
segunda redacción. Que hayan podido hacerse pequeños retoques aquí y allá, pero sin un criterio
preciso de reordenamiento general, es otra cuestión. Y me apresuro a recordar a este respecto un
pasaje que puede dar lugar a discusión: «Francesco Sforza, para poder armarse, de privado pasó
a ser duque de Milán, y los hijos, para evitar los sinsabores de las armas, de duques pasaron a
rivados» (cap. X IV ), y estos hijos (léase sucesores) no pueden ser más auc Ludovico el Moro y
R lassimiliano Sforza, quien perdió su F-stado de resultas de la batalla de Marignano (13-14 de
septiembre de 1 j 11). lista mención nos conduciría, pues, a finales de 19 13, a menos que se
pretenda entender «hijos» como una mera generalización estilística, limitando con ello la mención,
en su realidad histórica, al Moro. Pero ella me parece tan precisa y tan insistente en la nota
fundamental, «para evitar los sinsabores de las armas», como no podría serlo tanto si los hijos,
todos ellos, no hubiesen dado pruebas efectivas de cobardía durante un gobierno determinado,
tan clara en la afirmación final, donde se habla de duques, es decir, de principes ya reconocidos
en el trono, que me induce a aceptar, preferentemente, la primera interpretación. Tampoco cabe
asombrarse de semejante añadido, aunque esté aislado, si se piensa que está inserto justamente en
los capítulos centrales de E i príncipe, y viene a reforzar el pensamiento predominante de
Maquiavelo, la necesidad de las armas propias, y a confiar, además, con el vaior de la realidad
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 45
hisiórica cercana, los consejos que el escritor formula al principe acerca <lc la principal de sus
anes; es decir, en el capitulo que en mayor medida que cualquier otro debía tener presente
Maquiavelo cuando, en t ) i ) . veta en Lorenzo de Médicis, capitán general de la Iglesia, iniciarse
tal vez esc arrepentimiento de los principes tan predicado por el, y tenia, por tanto, que insistir
en sus consejos. Mientras que, por otra pane, la referencia a Massimiliano Sforza no es ilógica si
se piensa que Maquiavclo tiene los ojos puestos en las campiñas de la Lombardia y se recuerdan
los ásperos juicios que formula acerca de ellas. (Lettere fam iliari cit., C X X IV , C X X X I, C X X X III;
cf. el juicio de Vcttori. ikid., C X X X II.)
Tendríamos con ello un añadido a la primera redacción, y, en conclusión, considero que
podría afirmarse lo siguiente: que el tratado, compuesto entre julio de l ) i } y enero-febrero de
1 ) 14 , aun quedando inalterado en su plan fundamental, debió sufrir algunos retoques, de los
cuales, hoy por hoy, es difícil hacerse una idea. Asi se explicarían algunas lecciones más secas y
menos redondeadas de los manuscritos de Corsini y de Gotha, que no habrían tenido en cuenta
los retoques postenores. Pero de ahí a hablar de un esbozo y una redacción definitiva hay mucha
distancia, y yo seria más bien propenso a creer que ni muchas ni, sobre todo, muy importantes
fueron las correcciones posteriores a t ) t ) , y ello por las razones históricas más arriba señaladas.
Por otra pane, la tesis que ahora sostiene F. M ein kcke , «Anhang zur Einfuhrung», en la
edición de Der Eibrtt y otros escritos menores, Berlín, 1 9 1) , pp. $8-47, en cuanto a que E l principe
de t | i ) llegara sólo hasta el cap. X I, y que sólo después Maquiavelo le agregara las partes
siguientes, aunque ingeniosamente defendida, no me parece aceptable. Apane de cualesquiera
otras razones, la duda queda resuelta ya desde el cap. III: « Y si algunos otros alegasen la promesa
que el rey había hecho al Papa (...), responderé con lo que diré a continuación acerca de la fe de
loa principes y cómo se la debe observar.» Es decir, que se remite al lector al cap. X V III, y no
se puede ver en esta frase un añadido, como le parece a Meinecke ser la del cap. X («y piara el
porvenir diremos lo que fuere menester»), Maquiavelo, frente al problema de si «el rey Luis
cedió...», responde que no se debe permitir que sobrevenga un desorden para evitar una guerra;
a la segunda objeción, que concierne a la moralidad del príncipe, responde prcanunciando, no ya
solamente la manera de adquirir los principados y mantenerlos, sino también el modo personal
de actuar el príncipe. Lo que significa, entonces, que desde el primer momento vio a su principe
tal como después lo desarrolló: al tiempo que, en cuanto a los principados, meditaba ya acerca de
las personas de sus conductores.
Por último, no puede verse en los caps. X II-X IV una repetición del cap. X . Este último trata
de la constitución de la defensa, diríamos, cuantitativa, y los otros, de la defensa cualitativa. Aun
con ejércitos propios, no es seguro que un principe pueda siempre hacer una jornada si le falta
abandancia de bembrer, he ahí, pues, los preceptos para quien se vea obligado a encerrarse en una
ciudad fortificada. En los caps. X II-X lV es otro el motivo inspirador. (Me vuelto a abordar el
problema de la composición de E l principe en mi ensayo «Sulla composizione de II Principe di
Niccoló Machiavelli», en Archhum Rotnanienm, X I (1927), pp. ))o-j8 3. En ese ensayo, justamente,
después de un amplio análisis, arribo a la conclusión (que modifica un tanto la opinión arriba
expuesta) de que E l principe fue escrito entre julio y diciembre de í j t ) , y que, después de esa
fecha, no hubo revisión alguna, ni toral ni parcial.] [También este ensayo está incluido en la
presente edición de los escritos de Chabod sobre Maquiavelo. N E it.)
46 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
11 Por ejemplo, el cap. X X V U , que vive en las figuras de Ju lio II y Giampaolo Baglioni.
12 ¡Que doloroso sentido de desconfianza en aquel breve trozo que remite de la Roma antigua
a la Italia del momento! «Pero cuando, por negligencia o por falta de prudencia (los principes]
permanecen en sus casas ociosos y envían a un capitán a la guerra, no tengo yo más precepto que
darles que el que ellos mismos saben» {Discursos, I, X X X ).
12 Un el cap. X IX del libro I de tos Discursos: «De esto tomen ejemplo todos los príncipes
que tengan Ksrado, pues quien se asemeje a Numa lo conservará o no, según las vueltas de sus
tiempos o su fortuna; mas quien se parezca a Rómulo y, como ¿I, se arme de prudencia y armas,
lo mantendrá de cualquier manera, siempre que no le sea quitado por una obstinada y excesiva
fuerza», se tiene una primera alusión directa a los príncipes, que se desarrollará en los capítulos
X IV , X X I y X X IV del tratado a que nos referimos. Asi también, «y cuando un pueblo es llevado
a cometer este error, el de otorgar reputación a uno porque derrota a aquellos a quienes odia, si
ese uno es inteligente, ocurrirá siempre que se convierta en tirano de esa ciudad. Porque
procurará, junto con el favor del pueblo, terminar con la nobleza (...)» {ibid., I, X L ), donde parece
casi que se anticipara un preludio del cap. IX de E l principe, anunciado también en el cap. X V I
de los Discursor. «(...) pues quien tiene por enemigos a pocos, fácilmente y sin mucho escándalo
se asegura; pero quien tiene por enemigo a lo universal, no se asegura jamás (...). De suerte que
el mejor remedio consiste en procurar hacerse amigo al pueblo (...). Queriendo, pues, un principe
ganarse a un pueblo (...)»; el ejemplo, aquí aducido, del rey de Francia, volverá a aparecer en e /
principe, cap. X IX , con igual propósito. Y Maquiavelo mismo adviene este cambio de su
pensamiento: «Y aunque este razonamiento sea distinto del arriba expuesto, como se habla aquí de
unprincipe j a llí de una República (...)» {ibid., X V I). Se trata, en resumen, de elementos dispersos,
sofocados aún por la voz viva del pueblo y por las luchas entre partidos, que pronto se tornarán
a su vez motivo inspirador de una nueva teorización en formación: «De todo lo arriba expuesto
nace la dificultad o imposibilidad, que se encuentra en las ciudades corrompidas, de mantener en
ellas una República o volverla a crear» {Discursos, I, X V III). F.l que Maquiavelo retome de la
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 47
14 P. V illa r i 'op. «/., II, pp. ¡66 y si.) ha destacado adecuadamente esta génesis espiritual de
E l principe, advirtiendo, asimismo, las interferencias con los D itcnnai (ibid., pp. >71 y jó j) , pero
luego exagera al afirmar que, si E l principe se hubiese perdido, habríamos podido reconstruirlo
por completo (cf., asimismo, R. P e st e s , ep. cíe., p. 154). Aunque Maquiavclo no se contradijera
a si mismo al transitar de los D ictaren a E l principe, ello no quiere decir que su pensamiento no
se desarrollara de manera distinta en una y otra obra: los detalles comunes no deben hacer olvidar
que la disposición general es diferente, y en no pequeña medida. Por otra parte, existe la
tendencia, en la critica m is reciente, y de parte de los m is valiosos eruditos (E . W. M a y e s , P.
E s c o l e , P. M e in e c k e , etc.), a ver en ambas obras el fondo común, la rirtnd, que se ordena de
maneras diversas en tom o de la materia del asunto, de suerte que el esqueleto seria siempre
idéntico. Concepción que sustituye, en cierto modo con justicia, a la muy manida antinomia E l
principe-Pitearme, malamente interpretada en el pasado. Sólo que ella asume a veces un carácter
demasiado abstracto y rígido. Bien se halle la 1-irtni individual, asimismo, en la base de la
República; bien sea ella la necesaria sustentación de toda energía; divídasela en un primero y un
segundo grados; resulta que, en el primer caso, la fuerza de la vida colectiva, la virtad de los
miembros, la contiene en si, mientras que, en el otro, se mantiene con total rigidez el carácter
individual. Y dado que Maquiavelo no era un teórico abstracto que desarrollara, ya en un sentido,
ya en otro, un concepto elaborado totalmente desde el principio, sino un político y un hombre
apasionado que desarrollaba sus ideas y las determinaba en estrechísima relación con las
actividades, las esperanzas y las finalidades prácticas de los distintos momentos, queda por ver
qué distinto contenido debe necesariamente encontrarse en un criterio aparentemente idéntico,
cual es el de la rirtnd, en relación con la vida íntima del escritor, o si pierde su carácter individual
y revive en la masa, o constituye, en cambio, en su manifestación personal, el único punto de
referencia. Ahora bien, es innegable una orientación distinta de la vida intima y, por tanto, del
pensamiento de Maquiavelo en las dos obras. L o cual no significa que el autor de los D iscartn
sea un demócrata en el sentido moderno, toda vez que observa el fluir de la vida colectiva no
tanto desde la perspectiva de los distintos grupos y en su interés particular cuanto desde la general
del Estada, esto es, del gobierno (esta observación, muy aguda, es de P. M e in e c k e : Die Idee der
Staatsrdmn, Munich-Berlln, 1914, p. 40): y más bien en esto reside la verdadera y profunda
continuidad del pensamiento de Maquiavelo. Simplemente, la vida política asume, en las notas a
Tito Livio, una riqueza de elementos y una fuerza desconocidas para E l principe, que, en
definitiva, llegan a sobrepasar el propio concepto esquemático de rirtnd, el cual, en cambio, cobra
pleno relieve en el tratado más breve.
II. L A « E X P E R IE N C IA D E L A S C O SA S» Q U E O F R E C IA
LA H IS T O R IA D E IT A L IA
49
50 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
nes municipales, que, aunque reducidas a mera forma 19, seguían casi
significando el contraste de los espíritus, fluctuantes entre las
veleidades de gobierno, el deseo de orden y paz, y el simple rechazo,
que a veces se acrecentaba hasta generar oposición, hacia el dictador
que se permitía comprimir la libertad ciudadana20, apelar a los
bandidos, intentar la pacificación de las partes, abrir los Consejos
ciudadanos a los hombres de la comarca 21 y reordenar las tasas y los
impuestos 22 con arreglo a los dictámenes lógicos de la razón de
Estado que le era propia.
Apenas los que habían regido la Comuna advertían la gravedad
de su renuncia y veían caer poco a poco los últimos baluartes de su
pasado predominio, intentaban volver a la ofensiva — por los
medios en que ello era posible— insidiando tenazmente, aunque sin
suerte, a ese gobierno que empero se habían creado: de aquí derivó
un desarrollo histórico pleno de aparentes contradicciones, como
aquella por la cual los primeros fautores del señor se convertían, al
cabo de poco tiempo, en sus enemigos, y los antiguos adversarios,
desterrados hasta el día anterior, se constituían en guardia personal
de quien, quizá en una lejana ocasión, los había desperdigado por
los campos. Coloreaban variadamente semejante contraste motivos
sentimentales y religiosos, de modo que a veces, para defender a la
fatigada sociedad comunal, surgía el hombre de Iglesia tal
contradicción se agudizaba en determinados momentos por las
particulares condiciones externas que determinaban un recrudeci
miento de la presión tributaria, así como una mayor severidad
policial por parte del señor en perjuicio de sus poco subyugados
súbditos; y era prolongada finalmente, en algunos lugares, por la
'* Cf. F. E kco lp , «Comuni c Signori del Véneto», en Naara A rtbiria Veruto, n. i., X IX
(19 10), pp. 255-558. y más recientemente P. T o re lli . C.aprtaaata t í papal» r V irariota Impértale
eame elemeali eailitatiri eklla tim aría baaacalsiaaa, Mantua. 1 9 1) , donde aparece muy bien delineado
el desarrollo constitucional de la Señoría.
*> Para la mala disposición de los boloñeses hacia los Visconti. y su complacencia, en cambio,
ante Giovanni da O lcggio, que se muestra más respetuoso de los derechos de la Comuna, cf. L.
S ig h in o lfi , L a Sipaaria d i Ciataaai da Okppa ¡a Balapna, Bolonia, 190;,, pp. 44 y ss.
21 C f , para la oposición a los Camincsi a causa de esto, G . B . P lc o r n , / Camiaesi t la tara
Sifnaria ¡a Trerita dar n l f a l t ) t i, Liorna, 19 0], pp. 2 15 - 114 y 5 11- 5 15 . E l recurrir a los bandidos
es una de las características de los gobiernos señoriles; es, por ejemplo, uno de los actos de
gobierno de A lio n e Visconti: «(...) ob cujus meritum possidet Paradisum» (G alvano F lamua ,
Opatcalam de rehas pfttis ah A yaat, Cachina el Jahaaat Vicecamitihas, Rentar ¡taliearam Scriplartt, X II,
1040).
22 Para la oposición de los maiaret de Pavía contra las disposiciones financieras de Filippo
María Visconti, cf. P. C ia p e sso n i , «Per la storia delta economía e delta finanaa pubblica pavesi
sotto Filippo María Visconti», en Balleliaa delta Satieli Párese di Slaria Patria, V I (1906), pp. 19 1
y iii- iii.
21 A si, por ejemplo, fray Giacomo Bussolari, a mediados del siglo xtv, en Pavia. Cf. G .
R omano , «Delle relaiioni fra Pavia c Milano nclla formazione delta Signoria Viseóme»», en
Arehiria Starica Lombarda, 189 1, pp. 579 y ss.
ACERCA OE «EL PRINCIPE*. DE NICOLAS MAQUIAVELO 51
24 Acerca del significado histórico y jurídico del sistema principesco, cf. las agudas observa
ciones de F. E r c o l e , «Impero e Papato nclla tradizione giuridica bolognese e neltfírirto pubblico
italiano del Rinascimento (secoli X IV -X V )», en A tti t Mtmorie dalla Diputación* d i Storta Patria
por t Em ilia t la Komagta%1 9 1 1 , p p. 164 y ss.
15 Muy acenadamente señala P. T o relli la tendencia de los señores a hacer reconocer por el
emperador la territorialidad de sus respectivos domines (op. c i t p. 91)-
52 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVF.I.O
L a escisión interna
30 A. 1. attes, «Dcgli antichi statuti...» op. t il., p. 1075. Conviene recordar que ya la legislación
estatutaria de las comunas tenia unas analogías características y generales, que sin embargo daban
lugar a una contraposición reciproca y al circulo cerrado de la vida ciudadana. Asi que los
decretos de los señores podían tener esencialmente una eficacia unitaria, decretos que, efectiva
mente, se multiplican junto con el fortalecimiento del poder central.
31 Por ejemplo, en Bérgamo, en 1) 9 1, los estatutos confirman la conocida cláusula de la
iñtopotidod de la mujer casada fuera de la Comuna, así como la de los forasteros, para heredar a
un súbdito de la misma (A. L attes , // diritto ttnm utdáum , pp. 16 1 y 4)6), mientras que en San
Salvatorc di Monfcrrato sigue vigente el principio de que un no súbdito no puede tener casa
alguna, ni construirla, y ni siquiera alquilarla, si antes no ha prestado caución de «Arar róvudm
(«Statuta Oppidi, S. Salvatoris Ducatus Montisfenati, secoli xiv-xv», en R iruta d i Slorio, A rlo ,
Artktoiogio par lo Prorúuio d i Akssossdrio, abril-junio de 19 14 . p. yo). En cuanto al ducado de
Monfcrrato, véase asimismo Is pervivencia de los criterios municipalistas, analizados por A .
B ozzola , «Appunti sulla vita económica, sulle classi sociali e sull’ordinamento amministrativo del
Monfcrrato ncl secoli x iv e xva.cn Bolltlioo Slorim -Ribiiofrofito Subalpino. 19 1 y,p p.4 y ss. d d extracto.
“ A . L a t t e s , U dirito nasmtodmorio, p. sy.
» N o faltan ejemplos. En 1447, cuando se constituye la República ambrosiana, las demás
ciudades del dominio de los Visconti actúan por cuenta propia, negándose a obedecer a una
ciudad par 00 oro m it ooUt par olios (L.-G . P é lissie r , op. t i!., I, p. 90). En septiembre de 1499, el
obierno provisional acepta la dominación francesa, pero, temiendo el desmembramiento del
g ucado, ruega a Trivulzio que se oponga, llegado el caso, a la separación de Pavía de Milán, lo
que seria una vergüenza muy grande para los ciudadanos (ikid., 11, p. ¿68). Las antiguas divisiones
persisten (cf. también, sobre los sentimientos municipales de la gente de Pavia en el siglo xtv, y
sus consecuencias, la obra de G . R omano citada). Sumamente significativa es, además, la
diferencia entre Perusa y Orvieto, después de que ésta se liberase del poder de Andrea
Fortcbraccio. llamado «Braccio da Montonc». En una controversia particular, el representante de
Perusa habla despreciativamente de Orvieto, como de una ciudad rccten salida de la dominación
de la capital de la Umbría, donde había estado el centro del gobierno de Braccio; pero los
orvleíanos responden: «Vcrum filimus sub magnifico ct excelso oomino Braccio qui, esto quod
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE». DE NICOLAS MAQUIAVELO 55
* Y Carlomagno, mítico héroe de otro pueblo» atrae tas miradas de quienes vuelven la vista
hada atrás. Ezxdino da Romano se jacta de querer realizar en Lombardia cosas más importantes
que todas tas que se hicieron desde los tiempos del lejano emperador: Cartusiorum H it/arm , Rermm
Ita/kanm S erip fret, X II, 772. C f. G f B . V e r o , Storié dtgít ruttim , Bassano, 1779» 1» p. i))-
58 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
cer el orden y volver a ¡untar los hilos rotos. El desorden del ducado
de Milán a la muerte de Gian Galeazzo y de Filippo Maria demuestra
cómo el más moderno y orgánico de los Estados italianos estaba, en
realidad, minado en sus bases 40.
^ Es evidente que tal carácter se manifiesta, sobre todo, por no decir únicamente, en las
randes señorías territoriales, y la de los Visconti es ejemplo tipleo de ello. En cambio, en el caso
S e las que cubrían poco ámbito territorial, y, especialmente, las que no comprendían ciudades que
no hubieran tenido una verdadera vida comunal como para ser de por sí centros, no cabe hablar
de disgregación, toda vez que faltaba la materia misma que pudiera disgregarse.
41 En relación con la pugna, que se prolonga largamente en el siglo xn i, entre la tendencia
d k u ttritl y la oposición comunalista, cf. E. S a lzer , Übtr d« Anjangt dtr Signorit i» O bm ttlun,
Berlín, 1900, p. 61 y ss.
11 F. Cognasso, tp, ( i! . , p. 6.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLAS MAQU1AVELO 59
43 Cf. las acertadas observaciones en la recapitulación de F. E sco le , «La lona dclle dassi alia
fine del Medio Evo», en Política, octubre de 1920, p. 228.
44 La reforma de las tasas se presenta como una panacea casi milagrosa para todos loa males»
Véase el curioso ejemplo en Pisa, durante la Señoría de Gambacona, de tasas aplicadas y
reformadas contra el descontento, ora de los ricos, ora de los menos pudientes, en P. S il v a , ¡I
goptnto d i Pistro Gambacorta m Pisa, Pisa, 19 12 , pp. 1 t6»t 17, 124-126.
45 Ejemplo típico de ello es la política fiscal de los Visconti: P. C sapessoni, op. « /., en BoUstim
¿illa Sopista Pavsst di Storta Patria, fase. ), p. 383 y $S.
46 Rizzardo da Camino: «Plebe sue gratus habebatur» (F e * aeto . Historia rerum m Italia
justaran, ed. C Cipolla, Roma, 19 14 , II, p. 127). Matteo Visconti «maioribus obviar, illas opponens
plebem»; es «auaax ex vutgi robore», «et plebis captivat colla tatemen» (en un poemña de un
tórrense. Pace del Friuli), F. C o gnasso , op. cit., pp. 9 y 10. Y piénsese en la «gentem rusácam et
enormem» que resiste a los carrarenses en 132 $, y no cumple con sus obligaciones, tara Cammtatis
(Cortusiorum Historias, Rsram í taltearum Ssriptores, X II, 833).
47 Véase, a titulo de ejemplo, la obra de Taddeo Pepoli, sutilmente analizada por N .
R odolico , D ai Coman* aüa Signaría. Saggfo saigm srm di Taddeo Pepoli ¡n Bologna, Bolonia, 1898, p.
84 y ss.
60 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
ss F. Sch upfer , op. ti!., en Arcbwie C iaridin , V I, pp. 164.16). De Ferreto a Maneo Palmieri,
pasando por Guicciardini, el tono es siempre idéntico.
M Pocas son las voces de simpatía, e inspiradas casi siempre en una disposición literaria (yo
no podría dar mucho valor a la mayoría de los ejemplos de benevolencia que menciona V .
Z abu gh in , V irgilio tul Kinasrimortto italiano, I, Bolonia, 1 9 1 1 , pp. 2$ $-154 y 244 y ss. El Mantuano
es, quizá, el único sinceramente «campesinista»). Tampoco puede sanar completamente esa
división de masas la mentalidad, más abierta y adaptable, que reina en el ambiente de la corte, es
decir, en el restringido circulo que rodea al principe (para el amor de los cortesanos milaneses y
los Sforza por la campiña, cf. F. M alaguzzi V a l e r i , La tarto di Lodotico il Moro, 1, Milán, 1913,
p. 596 y ss.).
Cf. P h . M o n n ie r , L o Qmttrounto, Paria, ifo t , pp. 39-40. Para los privados de los
Gonzaga, A. Luzto, op. cit., p. 67.
ss A. Luzto, ibtd., p. j t . Y para los usos democráticos de que hacia gala a veces la corte de
los Sforza, F. M alaguzzi V a l e r i , op. d i. , I, p. 4)6.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVEl.O 63
nadie más que el susodicho duque (Ludovico el Moro) y, de la nuestra, uno; pero nuestra
condición no consiste en hablar tan juiciosamente como ellos lo hacen, pues nosotros hablamos
a veces de dos a tres juntos, y el susodicho duque deda: «|Eh, de a uno por vezt») (Vh . d e
C o m u tn e s , M im cini, V III, 16).
v *> J . BtntCKHARDT, L a emita dtl R inauim at», Florencia, t y t i , p. toa. Sobre la política
exterior de los florentinos en particular, cf. J . L o ch aiee , Las tUmocratiu itaUnma, Varis. 19 16 , pp.
14 1-14 6 y *90 y as.
III. «EL PRINCIPE»
Qué es E l principe
65
66 F.SCR1TOS SOBRE MAQUIAVELO
« Cap. X X IV . •
OT Hacerse amigo del pueblo, que. en el fondo, es un buen hijo: he ahi el arte del principe.
Cf. asimismo caps. X , X X y X X IV .
70 Cap. IX y también, de paso, X IX y X X .
71 IbU .. cap. X V III.
71 Acerca de si «en Roma podía ordenarse un Estado que eliminase» las enemistades «entre
el pueblo y el Senado», a lo cual Maquiavelo responde que no, toda vea que si el Estado romano
llegaba a «ser más tranquilo, se desprendía de d io el inconveniente de que era cambien más débil».
68 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVF.LO
n D ium m . I, X X IX .
74 Urnt.. I. X V I.
77 R ¡tr ille ü m u S i l-raatia. En d capitulo L V del libro I de los D iicurm aparecen en escena
los gentilhombre}, a quienes Maquiavelo acusa de ser la ruina de muchas tierras de Italia y la
causa de la falta de toda vida pública en ellas; pero, aun en este caso, se entrevén las faltas
individuales y no la oposición orgánica y consciente de una clase de personas, tendente a sostener
intereses generales y colectivos, asi como decidida a hacer triunfar unas aspiraciones bien
determinadas.
74 O JpriM tpt, cap. IX . Señala R. P estes que hasta el amor del pueblo significa aquí solamente
un medio de gobierno («p. # / , p. 161).
77 1U S„ cap. X X I.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE». DE NICOLAS MAQUIAVELO 69
n Aparece aquí una cierta perspicacia demagógica, reforzada asimismo por el ejemplo del
Valentino, quien hizo que sus súbditos quedaran tatitftthas y maravillada! con el teatral castigo de
Ramino de Lorqua (cap. X X ). Son unos criterios de gobierno entre absolutistas y demagógicos,
y V . Z abuchin lo advierte con agudeza, precisamente en relación con Cesar Borgia, Staria da!
Riaaicimiala trittiaaa i» Italia, Milán, 19 14 , p. >67.
n Dutaaah prima-. «Os posabais aquí, con el pico abierto, / en espera que de Francia viniera
alguien / que os trajera el maná en el desierto (...)»
*> Es verdad que la psicología de Maquiavelo es a menudo una psicología racional, más
preocupada por el hombre-tipo <|uc por el hombre viviente (E . W. M t r e t , MatbiaatUi
Ctububitaaffaim g aad uta tk g riff aairti», Munich, 19 1 z, pp. J9 y ss.); con todo, es aun tanjintcnsa
la vivacidad humana del escritor, tal su adhesión a la vida real, que en la propia búsqueda
racionalizante penetra en gran medida dentro de lo concreto, lo que impide la excesiva rigidez de
la figura y le restituye su movilidad. Esto lo apunta también F. M f.inf.c k r , D ir U n der S/aa/sraian,
p. ■
70 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
L a esperanza de M aquiavelo
F iio n fia Italiana, IV , fase. 2, p. 157), aue pretende ver, en la sutil digresión de Maquiavelo acerca
de la virtud y la fortuna, la búsqueda de un principiam unhersa/itaiii en la historia, siendo, en
cambio, m is verosímil que Maquiavelo no pensase nunca claramente en semejante propuesta
teórica. Esa digresión revela, simplemente, la incertidumbre de quien no acierta a explicarse bien
las alteraciones que sobrevienen en un mundo que es todo voluntad individual y todo precisión,
incertidumbre del florentino que cabe perfectamente en la naturaleza de! pensamiento histórico
de aquel período. (A este respecto, véanse las agudas y acenadas observaciones de E. Furreft,
H ntoirt ét thistoriaffapbh matkrm, tr. fr. Jeanmaire, París, 19 14 , pp. 70 y as.)
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 73
otros» (Discursos, 1, X II). Acerca del intento de «reino» de Gtan Galcazzo Viscomi, Maquiavelo
habla casi de pasada y sin demostrar haber advertido su presunta importancia {Historias florentinas.
111, X X V ): «Este creyó poder hacerse rey de Italia por la fuerza (...)», al pum o de poder decir,
hablando de ello en relación con Florencia: «(...) el final fue bastante menos dañino de lo que
había sido la espantosa guerra, porque cuando el duque (...) hubo preparado la corona para
coronarse en Florencia rey de Italia, murió» {ib/d,). Aquí no hay siquiera lamentación. Así
también, Ladislao de Ñapóles aparece fugazmente y sólo en relación con los florentinos: «(...) la
muerte tuvo (...) más poder para salvarles que alguna virtud suya» ( M . , III, X X IX ).
Como en lita rte de ia¿perra: «Y yo os aseguro que cualquiera de los que boy tienen estados
en Italia, antes entrará por este camino, ved, antes que ningún otro, señor de esta provincia»
(V il), en donde el tono general del discurso, impostado primero en el desdén y luego en la
resignación y el desconsuelo («... y yo me duelo de la naturaleza...»), asi como la imprecación
contra los principes que «viven en el mismo desorden», demuestran cuál es la verdadera índole
de la esperanza de Maquiavelo. No de otra manera habla B. V archi de la Señoría de Italia, con
mención breve y fugaz, como si se tratase de un tema hermoso acerca del cual es inútil insistir
(Storia florentina, Milán, 184), I, p. 6 5 , 1. 11). Cf. algunas acertadas observaciones de G . F e r r a r i ,
Histoire de ta rauon etfita t, París, 1860, pp. *56**57- En relación con la actitud de Maquiavelo ante
et reino, cf. asimismo R. F e s t e r , op. eit.%pp. 145 y 15 1.
w Maquiavelo encuentra su Estado en e! intento de Borgia: «(...) y, en cuanto a lo recién
adquirido, había planeado convertirse en señor de Toscana y poseía ya Perusa y Piombino, y había
asumido la protección de Pisa. Y como no le debía respeto a Francia (...), se arrojó sobre Pisa.
Después de esto, Lucca y Siena cedieron inmediatamente (...). Los florentinos no tenían remedio;
el que tuviera acierto entre ellos (...) adquiriría tantas fuerzas y tanta reputación que podía
sostenerse por si mismo y no dependería ya de la fortuna y fuerzas de los demás, sino de su propio
poderío y virtud» ( E J principe, cap. V il). Asi, «Y habiendo yo sabido (...) que él [Giuliano de
Médicis] se convierte en señor de Parma, Piaccnza, Módcna y Rcggio, opino que esa Señoría es
bella y fuerte, y que se la puede sostener en cualquier caso $1 desde el principio se la gobernara
bien» {Latiere famÜiarí cit., C I. 1X). 1.a Señoría es bella y fuerte: E / príncipe está pensado para
mantener desde el principio un Estado semejante.
ACERCA D E «EL PRINCIPE». DE NICOLAS MAQUIAVELO 75
99 En la larga exposición que hace Maqutavclo (E lprin cipe, cap. til) de la necesidad para un
príncipe que está en una «provincia desigual» (como lo era a la sazón Italia en cuanto a costumbres
y órdenes) de hacerse jefe y defensor de los «poderosos vecinos menores», de debilitar a los que
allí son poderosos, así como de preocuparse de que «por ningún accidente entre en ella un
forastero tan poderoso como el», reside todo el programa del principe nuevo. Éste traerá la paz
a Italia, sanará sus heridas y la curará de esas llagas suyas que supuran desde hace mucho tiempo,
sólo que precisamente de la manera recomendada a un conquistador en tierra extranjera, pero que
se adapta perfectamente incluso al príncipe nacional: teniendo quietos y sometidos a los demás
poderosos, por su mayor fuerza, e impidiendo de tal modo que los bárbaros vuelvan a cruzar los
Alpes. Así se comprende por que en la exhortación final de E l príncipe, esta suprema propuesta
de liberación de los bárbaros se convierte en pasión exasperada contra aquella gente dura,
despreciativa y odiosa, y por que Maquiaveto habla de toda Italia, que aguarda su redención y
espera a su liberador.
N o era diferente, por otra parte, la concepción de los demás historiadores de la época. En
efecto, J acopo N ardi habla del Valentino como de un pretendiente al Señorío de Italia. En el
resumen del libro IV de las Istorie d i F in are (Florencia, 19 4 1, I, p. xiS) dice: «El Valentino,
aunque se les presente (a los franceses| como amigo, querría sobre todo expulsarlos de Italia, para
convertirse ¿I en señor de tila...» Y más adelante, hablando de la muerte del Borgia: « Y así fue el
final de este pérfido hombre que con tanta soberbia se había propuesto la monarquía de Italia,
como por las cosas por él hechas y planeadas se ha podido ver» (ibid., p. 595). Veamos, pues, qué
cosas eran ésas: «(...) porque se vio que el Valentino reunía a toda su gente, y por volver a
consolidarse se adverría manifiestamente que su designio y el del Papa consistía en quedarse detrás
con su gente y no marchar de otra manera hacia el reino |de Ñapóles. i$o$| en ayuda de Francia
(...). Y todo eso se hacía para poder batir a quienes había destinado, y que en verdad eran,
fímeramente. los florentinos (...). Y aun para arrojarse después sobre los franceses, según fuera
E 1 ocasión, cuando les sobreviniese algún siniestro, y así expulsarlos completamente de Italia, a
fin de quedar él, can <n todo, como arbitro y amo (...) Había el Valentino rodeado codo nuestro
dominio [el de Florencia] por la parte de arriba y del lado de las tierras de la Iglesia, con el
acertadísimo designio — cuando el ejercito francés hubiese pasado delante de regreso del reino
(de Nápolcsj- de avanzar hasta Perusa, y desde ese lado asaltar súbitamente la ciudad (...),
poniendo así en práctica lo que el Papa y el duque habían tenido siempre en el ánimo (...)» {ib id .
pp. 509*) 10). 1.a monarquía consistía, pues, en ser M itro de Italia, y se apoyaba en un Estado
unitario de la Italia central, asi como en la expulsión de los bárbaros, necesaria para quitar de en
medio cualquier perturbación. Hegemonía, no anión absoluta. Una hegemonía que sólo resultaba
posible con la constitución de un fuerte dominio central y el alejamiento de los «forasteros
poderosos». La concepción de Maquiaveto no es diferente. Véase además, a este respecto, que
ambos escritores concuerdan en cuanto al Valentino y sus ansias de dominio.
E n relación con el concepto de la libertad de Italia en aquellos años, cf. F. N i m , Leone X e
la sna política. Florencia, 1 I 9 1 , pp. 55 y ss. Casi todos podían suscribir las palabras de Coluccio
Salutati: «Sum denique gente italicus, patria florentinus» (Epistolario, cd. Novad, Roma, 1S9),
V il, f), aunque luego se hablara de la una nrbt y de la itala gtns mu (cf. A . M eo in , Caratterí t forme
della poesía storico-politica sino a futió i l secóla X V t , Padua, 1897, p. j j ).
99 Quien aspiraba «a imperar en Toscana, como la más cercana y apta para hacer de ella un
reino con los estados que tiene»: D el modo d i trattare i popote della Valdichiana ribellati.
ACERCA DE «El. PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 77
,0# A este respecto, cf. D. T omuasini, op. til., II. pp. 200-207: P. V il l a » , op. ti!., III, p. ja
y s». [G. B. R id o lfi , op. t i!., pp. 271-277 y n. 2 t, pp. 4 J0 -4 J1). Pero aquí aparece un Maquiavelo
en el que se puede columbrar un retorno al pensamiento democratizante del periodo savonaro-
liano, es decir, un Maquiavelo ciudadano.
101 £| titulo Do principatibus aparece en algunos manuscritos (O. T ommasini, op. cit., II,
apéndice,¡pp. 10 16 y ss.) [En la edición Italia de 1S1 j , la alusión contenida en D itcurm , III, X L II,
reza: «Ampliamente se ha discutido sobre nosotros en nuestro tratado sobre el principe.» En
cambio, en las ediciones Mazzoni-Casella, Panella y Flora-Cordié, el titulo está dado en latín:
«Ampliamente se ha discutido sobre nosotros en nuestro tratado Do Principo»] Aparece Doi
principati en los Ditcurtot II, I y en ellos también // Principo (III, X L II). [Asi también ocurre en
la famosa carta a Vettori del 10 de diciembre de 1) 15.)
78 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
,0* «(♦ ••) pero el que nace en Italia y en Grecia, y no se ha hecho en Italia ultramontano o en
(•recia turco, tiene razón de maldecir los tiempos suyos y alabar los otros; porque en ellos hay
muchas cosas que los hacen maravillosos; en éstos no hay otra cosa que las secuelas de toda
79
80 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
extremada miseria, infamia y vituperio: no hay observancia de la religión, las leyes ni la milicia,
y están maculados de todas las fealdades» {D itam os. Proemio del libro II). «En cuanto a la unión
de los demás italianos, me hacéis reír; primero, porque nunca se ha hecho ninguna unión que le
hiciera bien a nadie (...); segundo, por no estar las colas unidas a las cabezas; ni antes dará esa
generación un paso por alguna ocasión que surta, sino que luchará por dominar a otra» {Latiere
familiar» cit., C x X X l , 10 de agosto de Mi))>
104 «(...) excusadlo por ello, que se ingenia / con estos vanos pensamientos / para hacer su
triste tiempo más suave, / pues otro lugar no tiene / al cual dirigir su mirada (...)» (Prólogo de
L a mandragola),
,w Acerca de la actitud de Maquiavelo respecto a Soderini, cf. ahora G B enoist , «Le
gonfalonier perpétuel Pier Soderini», en R erm des Denx Monda, t de mayo de 1924, pp. t ío y 1 M
y ss.
Discursos, I, X X X V III, X U X ; 11, X I I : «(...) ¡tanta virtud mostraron |los florentinos) en las
ucrras lejanas, y tanta vileza en las cercanas!»; X V , X X I: «Y no cabe duda de que si los
S orentinos, por medio de ligas o de ayudas, hubiesen domesticado, y no embrutecido, a sus
vednos, a esta hora serían señores de Toscana»; X X III, X X X : «I«o contrario podrá apreciarse en
los estados débiles, comenzando por el nuestro de Florencia (...)»; III, X X V II y X X X (acerca de
Soderini). Historias florentinas, III, 1, «Cada vez más dócil v abyecta se fue haciendo (...)»; VIH ,
X X II, «Florencia, ciudad de palabra ávida, y que juzga de las cosas por los eventos, y no por los
consejos (...)»; DecennaU primo y tetando. Atino £ oro, V : «Y hoy, que su potencia ha desarrollado
/ en derredor, y se ha hecho grande y vasta. / a todo teme, asi como a la gente ignorante.»
Mimoirts. V III, 111.
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 81
116 H istorial, I, X X IX : «l.ucg». de estos ociosos principes y de estas vilísimas armas estará
llena mi historia (...)»
1,7 I.os capítulos centrales de E / principe, X II, y X III son precisamente tos que se refieren a
los ejércitos, y no sólo en cuanto a la descripción material, la s leves buenas están condicionadas
por los ejércitos adecuados.
li* D iurnos, 1. X X I; II. X V III. X X X ; H l principe, X II. X III. X X V I; h /a r t, dr la ¿turra, I,
V II, y para no citar las tan conocidas afirmaciones generales, baste con ver cómo juaga la ruina
de algunos estados en particular: «(..,) los venecianos (...) llegado un tiempo en que tuvieron que
hacer la guerra en tierra (...) contrataron como capitán al marques de Mantua. I:uc ésta la siniestra
decisión que les cortó las piernas para llegar al cielo y expandirse» (/:/ artt tk la ¿turra, I); «I.os
venecianos (...) no teniendo virtuosas armas que oponer al enemigo (...), se arruinaron» (Disatrsos.
III, X I; «la vileza de ánimo de ellos, causada por la calidad de sus órdenes nada buenos para las
cosas de la guerra, les hizo perder de golpe el Estado y el ánimo |después de Vailate|» (ihíd., III,
X X X I); «(...) yo no estimaba en mucho a los venecianos, eiiam en su mayor grandeza, porque
siempre me parecía milagro mucho mayor el que hubieran adquirido aquel imperio y lo
conservaran, que el que lo perdieran (...). I.o que me impresionaba era su modo de proceder, sin
capitanes ni soldados propios» {Lt/iert fam iliari cil., C X X X IV ). Y en cuanto a Florencia, baste
recordar el Dtrenna/t primo, al final: «Mas fuera fácil el camino, y breve, / si volvieseis a abrir de
Marte el templo.»
117 Lo cual les produce cierto estupor: «De esta manera se precipitaban con ímpetu enorme
y casi sorprendente las cosas de la República veneciana» (E. G u iccisan iN t, Sloria iD a lia , V III,
VII); y Pit. Dr. Cohmynes , ante la rapidez de la conquista de Carlos V III, no puede por menos
que decir: «Tout ccdict voyaigc fut vray misterc de Dicu» (Todo el susodicho viaje fue un
verdadero misterio de Dios) (Mlmoiret, V III, V il.) Y más tarde, P. P aruta : «La repentina venida
de los franceses a Italia, adonde trajeron un espantoso c inusitado modo de guerrear» (Historia
I inetiana, ed. Venecia, 16 0 ;, 1 .1 , p. y). De semejante estado de ánimo era natural que se originara
la imprecación contra la malignidad y corrupción de los soldados y sus capitanes; de esto se hace
84 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
122 Las acusaciones que no sólo Maquiavelo, sino también Guicciardim y G iovio, lanzan
contra los eondotíhri, son falsas (H. D fxbró ck , Gesebdbte dtr Krkpsksmst, IV , Berlín, 1910, p. 21),
al paso oue, desde mucho ames, en el siglo x v , los italianos gozaban de buena fama guerrera. De
los condotieros italianos, considerados como los educadores de la caballería, se servia, por
ejemplo, Carlos el Temerario (A. S pont, « la milice des francs-archcrs», en Rtrme des Qmesdons
Historúfms, L X 1, 1897, p. 461). Maquiavelo, en cambio, todo lo juzga despectivamente. Qué
efectos produjo ese estado de ánimo suyo es algo que puede apreciarse en el hecho de que, en las
Hutorims florentinas, falseó (es lo que cabe decir) las fuentes, con tal de echar sombras sobre los
condotieros y mercenarios, hasta el punto de atraerse los justos reproches del Almirantazgo. P.
V il l a r i , op. d í., 111, pp. 157*2)8, 270*271, 279; batallas de Zagonara, Anghiarí y Molinetla. Para
otras inexactitudes acerca de Sforza y Fortebracci, sbsd., p. 268 n. I.
121 Así, por ejemplo, su juicio acerca de Venecia y su organización militar está equivocado.
M. H o bo h m , op. d í., II, p. 25. E . F u e t e a , Gesebiebte des listropáiseben Staatensystems rom it fj- t fjp ,
Munich-Bcrlin. 19 19 , p. 16 1.
124 Véanse las hermosas observaciones de H obo h m , op. d í., II, pp. 266 y ss., 279 y ss., que
plantea vigorosamente la cuestión en su verdadero aspecto. Por otra parte, el valioso erudito
demuestra en ese trabajo fundamental los muchos y graves errores de la práctica y la teoría
militares de Maquiavelo. (Acerca del pensamiento militar del florentino véase también, en general,
H. D elbrú c k , op. d í pp. 117 * 15 }.)
18 Véase, por ejemplo, cómo en el cap. X II de E ip rín d p e el tratamiento pasa inmediatamente
de las armas mercenarias a los condotieros: «Quiero demostrar mejor la desgracia de estas armas.
Los capitanes mercenarios (...)» Se confunden dos hechos que también podrían separarse: podía
tenerse un ejército de mercenarios, dominado realmente por la persona misma del soberano
político, como en Francia (M. H obo h m , op. á t., II, pp. 266 y 279; }24*}2f). t-J comdotmismso
(perdóneseme la fealdad del vocablo) sólo podía desarrollarse en unas condiciones políticas
86 ESCRITOS SOBRF. MAQUIAVELO
determinadas, que eran precisamente las de los principados italianos; en esto había que insistir y
ver por que los príncipes habían dejado de lado el arte que les es propio^ la milicia.
,26 Resulta, pues, supcrfluo poner de manifiesto lo equivocado de la afirmación de Maquia
velo en cuanto a que el dinero no es el motor de la guerra: la experiencia de aquellos añps
demostraba precisamente lo contrario.
127 El ejemplo de Francia es bastante claro a este respecto. El interés del rey, que por lo demás
coincidía con el profundo y general de la política francesa, consistía en tener en sus manos un
ejército permanente que sólo de él dependiese, esto es, un fuerte grupo de milicias mercenarias.
Y con esto coincidía también el propio deseo de la burguesía francesa, muy poco dispuesta a
marchar a filas, especialmente tratándose de guerras largas y arriesgadas. Además, resulta
sumamente interesante señalar que en los estados generales de ToufS de 14(4, mucho antes de
las reformas florentinas de Maquiavelo, se exigía el licénciamiento de los mercenarios y la
constitución de un ejército nacional, no faltando tampoco los discursos en contra de las gentes
asalariadas; pero quienes se habrían beneficiado con la reforma eran justamente tos feudatarios, es
decir, la mayor fuerza disgregadora y el primer obstáculo para e! logro de la unidad nacional. Los
ejércitos nacionales habrían puesto las armas, en gran parte, en manos de los elementos contra
los cuates la monarquía tenía que luchar para reconstituir orgánicamente la nación. P. I mbart de
la T our, Les orifftut de ia Reforme, I, París, 19 01, pp. 48 y 61 y ss. Cf. asimismo G .-A .-A .
Hanotaux , Histoirt du cardinal de Ricbetien, I, París, 189$, pp. 267 y $$., 285.
m Efectivamente, a las tareas de defensa de cada tierra se redujo muchas veces la milicia
ciudadana de Francia. En cuanto al mal conocimiento, en el Renacimiento, de las características
de la milicia territorial, cf. M. Hoboiim , op. «/., 11, p. 142.
ACERCA DE «EL PRINCIPE». DE NICOLAS MAQUIAVELO 87
Maquiavelo y la religión
que la comarca, cuando Maquiavelo ae dirige a los tiranos y retoma a su tiempo, queda fuera de
la vida interna del lutado; al paso que el mismo advierte lo contrario en la lección de su modelo,
«siendo una misma cosa la comarca y Roma».
* * Sumamente significativa, en relación con este aspecto de Maquiavelo, es la tulla
istitm^ione delta añora m ilicia, reproducida en P. V i l l a s i , op. ti/., I, pp. 6)7-642. En los consejos
finales sobre la manera de proveer a que las milicias no hagan mm¡ se resume toda la desconfianza
del ciudadano, que tenia ya tres siglos de existencia, y aunque en sus razonamientos Maquiavelo
condene a las repúblicas que crearon súbditos y no compañeros, en la acción práctica no puede
alejarse, tampoco, del hábito de gobierno que maldice. Esto aparece con toda evidencia en los
consejos respecto del distrito.
137 R . F bsteíi. op. eií.t p. 146.
,3> N o creo, pues, en absoluto, en la capacidad religiosa de Maquiavelo, según sostiene O.
T ommasini op. a/., I, pp. 699 y ss.); su deseo de reformar la Iglesia de Roma se debía a motivos
muy distintos de los que habían movido a los disidentes y reformadores de la ¿poca (mientras
que Tommasini los pone a todos en un mismo plano, ibid., p. 758). Cf.» en cambio, las acertadas
observaciones de F. M p.in e ck e , D ie Idee der Staatsrasoa, pp. 58 y 44.
139 Nótese empero que en E l principe también el valor político de la religión está enormemente
reducido, en comparación con los Discursos. Cf. más adelante.
90 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Iw E. VT. M ayrr . ep. t il., p. 97. Queda, pues, entendido que. para Maquiavelo, no se puede
hablar de un Estado lait» en el sentido moderno.
141 «...) el fraile Gerolamo Savonarola fue persuadido de que hablaba con Dios. Y o no quiero
juzgar si decía verdad o no, pues de un hombre como él se debe hablar con reverencia (...)»
(Discursos, I, XI). Acerca de la posición de Maquiavelo frente a Savonarola hay agudas
observaciones en O. T omuasini, op. til., I,p p . 160 y ss. En cambio, P. V il l a r ! las tiene menos
felices (L e ¡loria d i Gtrolamo Savonarola, Florencia. 1887, 1, p. J19 ; II. p. 107), mientras que J .
Sc h n itzer se refiere a ello brevemente y sin excesivo cuidado {Savonarola, Munich, 19 14, I, p.
192. Pero C f., asimismo, II, p. 10 7 ), nn. 96 y 99).
142 Sobre la aversión de Maquiavelo hacia el papado, cf. R. F ester , «a . n/.,pp.8o y ss.
i«] Para la influencia a tonlrario de Savonarola sobre Maquiavelo, cf. J . L uc Ha ir e , op. ti!., p.
281. También G . de L eva buscaba una relación entre la educación espiritual de Maquiavelo y la
palabra de Savonarola (Sloria documtnlala di Cario V , Venecia, 186), I, p. 1)9).
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE». DE NICOLAS MAQUIAVELO 91
144 Entre muchos ejemplos citables, cf. E / principe, XIIt «(...) y el que decía que b causa eran
nuestros pecados decía verdad; mas no eran los que él creía, sino éstos que yo he reseñado, y,
por ser pecados de principes, también ellos han padecido su castigo»; D iunrrn, II, X V III: «Y
bajo los pecados de los principes italianos, que han hecho a Italia sierva de los forasteros (...)»;
III, X X IX : «No se duelen los principes de ningún pecado que cometen los pueblos que tienen
gobernados, porque tales pecados deben de originarse, bien de su negligencia, bien de estar ellos
mismos manchados de errores semejantes»; H l arte ck lo puerro, V il: «Pero volvamos a los italianos,
los cuales, por no haber tenido principes sabios, no han adoptado ningún orden bueno, y por no
haber tenido la necesidad que tuvieron los españoles, no los han tomado para si, de suerte que
han quedado como el vituperio del mundo. Pero los pueblos no tienen la culpa, sino sus principes,
los cuales fueron por ello castigados, y por su ignorancia han recibido justos castigos (...)» Los
miembros conservan mucha virtud y la materia sigue siendo excelente ( £ / principe, X X V I).
145 Cf. los exhaustivos análisis de E . f f . M a t e s , op. tí/., pp. ■ I y ss., I ) y ss.; de F. E r c Ol e ,
«Lo Stato nel pensiero di Niccoló Machiavelli» cit., p. 8 y ss. del extracto; «La difesa dedo Stato
in Machiavelli», en Política, marzo-abril de 19 2 1, pp. t x - i) , v paaim en todos los demás trabajos
que se mencionan más adelante; y F. M e in e c x e . ule Idte der StcuUiraton, pp. 40 y ss.; «Einfñhrung»,
PB-21 y ss,
144 Pero no siempre: la misma Roma, que no tuvo «un Licurgo que la ordenase de tal manera
en el principio, que pudiera vivir largo tiempo libre», arribó a la perfección por la desunión entre
la plebe y el Senado: «lo que no había hecho un ordenador, lo ht20 el acaso» [Diicurios, I, II). O
sea, que ia virtud del ordenador no es ya totalmente indispensable para la prosperidad del Estado.
92 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Pero las demás veces la virtud del hombre alterna con los buenos
órdenes; la capacidad de renovación está contenida, no ya únicamen
te en el ánimo de un individuo, sino en la fuerza misma de las leyes,
es decir, en el vigor vital del pueblo, que encuentra dentro de sí
bondad y orden para rehacerse con arreglo a su principio y para
retornar a la grandeza >47. Y el reordenador no es ya un tirano, sino
que se limita a llevar de nuevo a la ciudad por el buen camino y a
restituirle plenamente sus órdenes primeros 148.
Algunas veces, Nicolás vacila. No es que no crea en la virtud ni
que haya perdido la fe en la facultad de conquista y dominio del
hombre, pero sí que ésta le parece demasiado ligada a los cambios
de fortuna, demasiado unida a la fragilidad de la existencia *49. Y aun
cuando esta vacilación no sea todavía totalmente conciencia nueva,
que haga advertir la vanidad de la tentativa singular cuando falte el
fundamento, y la acción del condotiero no se vea respondida por
una plenitud de vida íntima en la masa; aun cuando la duda muy a
menudo se origine en un motivo particular y no en una súbita
mutación de pensamiento, por larguísima que fuese (en su opinión)
la vida humana, o bien si cuando la virtud pudiera traspasarse ¡unto
con el imperio ella sola bastase para mantener en pie a los estados,
a pesar de ello Maquiavelo vuelve a detenerse. En ese contraste entre
el ciudadano del Renacimiento y el pensador, que en ciertos
momentos excede los términos de su edad, podría hallarse el origen
del hombre nuevo.
Pero ahora cesan las dudas; los órdenes adecuados desaparecen;
desaparece también el retorno al principio ordenador de la Repúbli
ca, y sólo queda la virtud del príncipe para animar la materia inerte
con la impulsora fuerza de su voluntad. Ciudad, pueblo, ordenamien
tos adecuados, retorno a los principios para volver a organizar la
147 D iurnos, 111. I.
I4# «Verdad es. sin embargo, que, cuando ocurre (...) que por buena suene de la dudad surge
en ella un sabio, bueno y poderoso ciudadano que ordena leyes mediante las cuales los humores
de nobles y lugareños se aquieten o se apacigüen de modo que no pueden obrar mal, entonces a
esa dudad se le puede llamar libre y considerarse estable V firme ese lisiado. Porque estando
basado en buenas leyes y buenos órdenes, no tiene necesidad de la virtud de un hombre, como
tienen los demás, que lo mantenga» (Historias fhrtntinas. V I, 1).
149 «De donde procede que los reinos que dependen sólo de la virtud de un hombre sean poco
durables, poraue esa virtud les viene a falcar junto con la vida de él. y raras veces sucede que sea
revivida con la sucesión (...). Así. pues, la salud de una República o de un remo no reside en
tener un príncipe que prudentemente gobierne mientras viva, sino uno que lo ordene de manera
que. aun muriendo, se mantenga» (Dssmrsps, 1, X I); «(...) una ciudad llegada a la declinación por
corrupción de la materia, si llegara a suceder que jamás se levantara, ello ocurriría por virtud de
un hombre vivo entonces, no en virtud de lo universal capaz de sostener los órdenes adecuados,
y apenas el mismo muere, ella retoma sus prístinos hábitos (...) y la razón consiste en que no
puede haber un hombre de tanta vida como para que el tiempo le lleve a acostumbrarse a una
ciudad desde mucho arras mal acostumbrada: y si uno de larguísima vida, o dos sucesiones
virtuosas continuadas no lo disponen asi, ante su falta (...) se arruina» (ibíd., X V II).
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 93
,so Me parece temeraria la afirmación de L ochairf . (op. eit.. p. joo), de que Maquiavelo, «dans
ce terrible dtlemme, plus de républkjue, ou poim d ’unitc ttalienne, entrevoit cene solution:
accepter la monarchic, que démolira les vieilles barrieres, refondra ensuire les formes sociales, fera
la nación: le peuple reprendra ensuire ses drorts. II esquissair ainsi l’htstoirc future des nations
curopéenncs» (en este terrible dilema de falta de República o nada de unidad italiana, vislumbraba
esta solución: aceptar la monarquía, que había de demoler las viejas barreras, refundiendo luego
las formas sociales y forjando la nación; después, el pueblo recuperará sus derechos. Así
bosquejaba la historia futura de las naciones europeas). Esto me parece como querer hacer de
Maquiavelo un p ro fe ta a toda costa, cuando él miraba con muy malos ojos a los profetas. Desde
el momento en que acepta al príncipe, no ae detiene a pensar en alteraciones futuras, ni sucAa con
la República que pudiera suceder al principado de los Médtcts.
94 ESCRITOS SOBRE MAQUI A VELO
i*i Decía Montesquieu: «Machiavcl ciaic plcin de son idolc, le duc de Valentino»» (Maquis*
velo estaba muy imbuido de su héroe, el duque de Valenttnoís) (Esprit d a lois, X X I X , X IX .)
152 Y en ello reside, asimismo, la diferencia entre el pesimismo de Maquiavelo y el de
Guicciardini: en el primero, la vivacidad del sentimiento logra anular, muchas veces, la afirmación
teórica, remitiéndose confiada a ios hombres que el intelecto desprecia; en el segundo, la
afirmación teórica, aunque menos abrupta, concuerda perfectamente con la indiferencia del ánimo,
por to cual m attr Francesco no sólo habla del pueblo como de un animal loco, sino que, de
conformidad con su pensamiento, se guarda muy bien de mezclarse con el. E s soberbio, eomo
notan sus contemporáneos, mientras que Maquiavelo es servicial con los amigos y, en la vida,
también un hombre del pueblo.
ACERCA DE «El. PRINCIPE», DE NICOI.AS MAQUIAVELO 95
,B A dviene a las comunas, contrarias a la nueva leva, que sus hombres quedarían de guardia
en su tierra, y trata de aplacar su enfado con la promesa de dejar a cada ciudad sus hijos para
defenderse: «(...) del gran número no ha de servirse esta República sino para guardar vuestra
tierra, porque, cuando lo quiera para servirse del mismo en otro lugar, nunca llegará a b tercera
parte J e los enrolados, y siendo pagados, irá quien uuicra ir, y no otros»: a la Comuna de
Modigliana, 14 de enero de 1 j 12 . en S rri/li intditi d i Al. M útbiarelli ritguardanti la t/oria t la m ilicia.
compilados por G . C a n estm n i , Florencia, 18)7, pp. j 7j- 3 74. Cf. asimismo la carta del mismo
tenor c igual fecha, dirigida a la Comuna de Marradi, ÍW ., p. J69, y en cuanto a la desconfianza
respecto a los sábditoi, basta con la Rnis^imr talla insiila^itm dtlla nutra m ilicia, ya ciad a. Acerca
de la milicia florentina y de los problemas políticos que su formación planteaba, véase el hermoso
análisis de M. Hobohu , I, especialmente pp. 420 y ss.
'** «¿Qué podté prometerles por lo cual tengan, reverentemente, que amarme o temerme, una
vez que, terminada la guerra, no tengan ya nada que convenir conmigo? ¿D e qué he de hacerles
avergonzar, si han nacido y d ecid o sin vergüenza? ¿Por qué habrán de aceptarme ellos, que no
me conocen? ¿Por qué Dios, o por qué santos, he de hacerles jurar? ¿Por los que adoran o por
los que maldicen?» (E l trlt dt la p a rra , VII).
155 C f. las agudas observaciones de R. F estek , tp . ti/., p. 88. Una fugaz, aunque muy feliz
intuición tiene también G . F errari, M errlU guidne delie rtvo/u^itai d ti uostri um pi, Florencia, 19 2 1,
pp. 60 y ss., donde por un momento advierte el equívoco fundamental de E l prfacipt, antes de
dejarse atrapar nuevamente por el drama subterráneo de sus güelfos y gibelinos.
96 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
,u Cf. en este temido c! juicio de !'. G regorovius : «El libro de EJt priiuipt (...) es también
el documento m is tremendo de la edad en que fue escrito, y no menos tremendo lo es de la
personalidad histórica del propio César Borgia» (Stohm delta littá d i Roma m ¡ M idió Evo, Roma.
1900-1901, IV , p. j 58).
M is precisamente, en la Utopia de Tomás Moro, en la cual B. C hoce encuentra, con razón,
la critica de las condiciones sociales de Inglaterra durante la disolución de la economía feudal
{M atiríalitm o ¡torito idicooomia marxittica, p .i4 j.C f. asimismo P .V il l a r i , op. lit ., II, pp. 4 0991$.).
'** J . A ddincton S tmonds ( R t a v n m t m Ita lj, Londres, iSSo-tSM>, 1, p. 305) dice que el
sistema de Maquiavelo no implicarla riesgos para las funciones de un organismo social en
condiciones normales; pero no se pregunta cuál es la anormalidad del organismo de Maquiavelo.
IU Sobre la falacia práctica del pensamiento de Maquiavelo se extiende G . Ferrari, quien la
aprovecha para una imaginativa figura literaria del escritor: «El se constituye en antipapa del
universo, verdadero Satanás, scóor del mundo, de las naciones... arrastrado por la pctufancia de
su genio crea una nigromancia política que distribuye coronas a placer entre los elegidos de la
razón humana» (Corto mg/i urittori p o lilla italiani 1 straaitri, Milán, 1861, pp. 197-198). Sigue sus
huellas A . O r ia n i , en una brillante critica de la política y el pensamiento de Maquiavelo (en Fino
o Dogati, Barí. 1918, pp. 143-139 y, más brevemente, en L a ¡olla polilita ia Italia, Florencia, 1 9 11 ,
1, pp. 130-133). Pero su critica es exagerada y, sobre todo, superficial, porque no parte del
reconocimiento exacto de los limites de Maquiavelo. Acerca de la posición de Oriani ante el
escritor florentino, cf. las agudas observaciones de R. S e b e a , S e rilli im diti, Florencia, 19 19 . pp.
109-110.
V. «POST RES PERDITAS»
99
100 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
alguna de esas formas vuestras» 18). Pero Nicolás responde con una
fugaz mención en broma, sin procurar defenderse, como habría
hecho con V ettori182.
Efectivamente, esos súbitos estallidos pasionales de Maquiavelo,
que alteran la digna e imperturbable fisonomia del diplomático y
quiebran un orden con tanta prudencia ponderado; su prepotente
imaginación, que resuelve los hechos en actitudes nuevas y nunca,
vistas; su misma fe en algún redentor, todo eso debe sorprender,
desconcertar y hasta chocar un poco con el espíritu frío y armónico
del consejero de Clemente V II, plenamente consciente de la grave
dad y compostura que precisa quien juegue la baraja, de pronta
combustión, de la diplomacia; pero Nicolás debe sentirse un poco
espantado frente a tan impertérrita serenidad, que encubre todo
impulso sentimental.
De ahí el sentimiento de desconfianza, casi de sospecha, las más
de las veces apenas perceptible en el tono desusadamente bromista
y humilde, pero, en todo caso, existente en el fondo, hasta el punto
de intimidar a Nicolás, quien, por tanto, se inclina muy respetuosa
mente ante el «Señor Presidente», mientras éste ni le invita a que
suprima tan vanos títulos ,83.
Y , por otra parte, ¿cómo podía comprender la heroica grandeza
de la pasión de Maquiavelo y su trágica fe en el Estado fuerte
alguien que afirma que Italia es feliz por carecer de monarquía,
volviendo por ello, plenamente, al concepto del equilibrio y de la
foederatio itálico? 184 Es probable que tras leer E l príncipe, mtsser
Francesco invite de corazón al amigo a meditar con prudencia las
cosas antes de hablar de ellas, asi como en otra oportunidad le
conminará a considerar correctamente la historia de Rómulo 18S, y
una sonrisa irónica debe iluminarle el rostro duro y anguloso al ver
las razones del hombre «al que suelen gustarle sobremanera los
remedios extraordinarios y violentos» 186.
La diferencia entre ambos es profunda, y no sólo de pensamien
to, sino de ánimo. Guicciardini, que en medio del análisis de las
calamidades de su tiempo confiesa que le disgusta el no saber bailar
Ibid., C L X X X I.
' « Ibid., C L X X X III.
'*> Ibid., C X C 1I1: «Con todos esos títulos recíprocos (...), al final nos encontraremos todos
(...) con las manos llenas de moscas.»
'** Considtra^Kmi $m d itn n i dei MttbiaptUi, en el cap. X II del libro I de las Optre intdUe,
Florencia, i * J 7 , 1. p p. 16 y ss.
1,5 lb id .. cap. IX del libro I, p. as.
>“ Ibid., cap. X X V I del libro I, p. 40.
ACERCA DF. «EL PRÍNCIPE». DE NICOLÁS MAQUIAVELO 105
ni tener destreza y gracia para los juegos, que para él son cosas que
contribuyen a completar al hombre de gobierno lí7, y Maquiavelo,
que, en cambio, aun en el prólogo de su obra cómica se deja llevar
por un melancólico lamento, no logrando, ni siquiera después de sus
muchas desilusiones, olvidar del todo su antigua fe; el primero, a
quien le resulta patente la conveniencia, puesto que no se puede
expulsar de Italia a los bárbaros, de tener por lo menos dos para que
las ciudades puedan desenvolverse y salvar sus particularidades ,8S,
y el segundo, a quien se le perfilan imposibles acuerdos y alianzas
con tal de poder expulsar a los ultramontanos: existe una gran
separación de sentimientos y aspiraciones como para que la corres
pondencia entre ambos espíritus sea plena y total.
En algunos aspectos se parecen: en saber atrapar al vuelo la
variada transmutación de afectos y pensamientos, fijándolos en
agilísimo análisis; pero éste, al que Nicolás transforma en búsqueda
de axiomas generales, aunque humanos, es más compuesto en la sutil
y señorial ironía del otro, se refleja en sonrisa apenas perceptible en
el fondo gris del ojo entornado y se conserva tranquilamente en su
minuciosidad. También se parecen en el desdén por la vida de
entonces 189; esto crea en Maquiavelo la fe nueva, que se prolonga
en dolorosa lamentación, pero en Guicdardini, incluso cuando se
trasluce, se aquieta en la compostura y la cautela de un pensamiento
que procura ignorar las turbaciones.
De esta manera, a pesar de la enorme estima que le demostrará
su gran coterráneo Maquiavelo siempre se contiene ante él en
relaciones no excesivamente íntimas, ni su afecto alcanza la íntensi-l
1,1 Sólo al final de la vida la relación se hizo verdaderamente afectuosa: « Y o amo a m ttur
Francesco Guicciardini (...)» (L eiitrt fm m iluri cit., C C X X V ). Pero a esa emoción sentimental le
da motivos la conducta práctica del lugarteniente de la Iglesia («W., C C X X III). que en ese
momento se le aparece a Nicolás como defensor — de cualquier maneta— de Florencia, su tierra.
Tanto, que asocia en su amor al amigo y la patria, a la que ama «más que al alma».
V I. LO Q U E Q U E D A D E « E L P R IN C IP E »
'n Para las voces que más tarde cantan palinodias a la necesidad de independizarse del
extranjero, cf. recientemente V . d i T occo , «Un progeno di confederazionc italiana neila seronda
meta del Cinquecento», en A rM rit S u rii* Italiam 1924. fine. ü . pp. 17 y 15 -16 del extracto.
Incluso, en cierto momento. Cario Hmanuele I aparecerá como el redentor que invocaba
Maquiavelo: «El duque de Saboya ha tomado por si la exhortación lisonjera que Nicolás
Maquiavelo hace al fin del libro del titano, que a llama el Priaeipr. para librar i Italia de los
barbaros, hasc dado por entendido del las sutilezas del Bocalino, y de las malicias y suposiciones
de la Pitera Je ! Paragmr, y determinó edificare libertador de Italia, titulo difícil cuanto magnifico»
(F iu n cisco de Q uevedo . L a » Je Italia, en O i w , Madrid, li t o , Biblioteca de Autores
Espartóles, p. 157). Cf. G . R úa, Per ¡a Bherti i Italia, Turln, 19 0 1, p. 156. (La cita de Quevedo
figura en castellano en el texto original de Chabod. N . Je t T .)
1,3 B. C hoce, Elem eati d i política. Barí, 19 15 , p. 60.
107
108 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
*** Cf. H. \X\ M aykr , op. cit., pp. 4 1, 88, 1 12 ; F. M kin rcke . Dtr ¡dee dtr Stoatsraíon, cit., p.
72; £ . G rasm , «II pcnsicro di Machiavelli c ("origine del concetto di Stato», en Rasugta Na^jonaU%
junio de 1924, p. 201. Por lo demás, en cuanto al listado en abstracto, o en un universal, «como
debe resplandecer para la mente profunda de Maquiavelo»» temo que en estos últimos tiempos se
esté forzando un poco el pensamiento del escritor, con el fin de otorgarte un rigor lógico y una
continuidad esquemática que no tuvo. Ese sistematismo contradice, en mi opinión, no sólo la
naturaleza y el carácter de Maquiavelo, a|cno como nadie a la investigación dogmática y abstracta,
sino también su pensamiento mismo, que era cualquier cosa menos sistemático y, con mucha
frecuencia, incluso fragmentario. Asi, por ejemplo, en los Discursos, señala F. E rcolk («L o Stato
nel pcnsicro di Ntccoló Machiavelli», cit., p. 9}), en relación con el Estado republicano, lo
equivoco y fluctuanre de la terminología. Se ha tendido, además, a ver el pensamiento de
Maquiavelo como desarrollándose según una línea única, armónica y continua, mientras que, en
realidad, está muy ligado a su vicu, tan rica en motivos, variada c impregnada por tos
acontecimientos del día, hasta el punto de que se advierten en las obras los sucesivos excesos
sentimentales del escritor, cuyo talante no es siempre y en todo lugar el mismo. Hubo una época
en que, equivocadamente, se estableció una oposición entre el Maquiavelo de F i prinrip* y el de
los Discursor, hoy en día, en virtud sobre todo de los estudios jurídicos, se llega con demasiada
frecuencia a anular las diferencias, que proceden de las diferencias de actitud pasional de
Maquiavelo. He dicho esto teniendo en cuenta, especialmente, los estudios de E rcolf. («1.0 Stato
nel pensiero di Niccolú Machiavelli», cit., en Studi Economía c G iundici deila Ktait Vnm rsitá di
C ajJiari, VIH, 1916, pp, 40-2)2, y IX , 19 17, pp. 1-S3; «Lo Stato in Machiavelli», en Poiitico%junio
de 1919, pp. 554-555; «L'Etica di Machiavelli», tbid., septiembre de 1929, pp. 1-57; «La difesa
dcllo Stato in Machiavelli», ibid.%mano-abril de 19 2 1, pp. i-j6 ; «Dante e Machiavelli», ibid.t
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 109
julio-agosto de 19 21, pp. 117 -17 4 , reeditada esta última, aparte, en los cuadernos de Palilita. Cf.
los juicios de (>. G e n t i i . e , Slntli snt Rinateimtnlo, Florencia, 1918, pp. 107 y as.; de A. Souat, en
Artbioio Storito Italiano, 1918, pp. 134 -1)6 , y de P. C a k u , en Clornalt S torito titila Lettiratnra
Italiana, L X X 1I, 1918, p. 313 y ss.). Precisamente porque estos estudios se cuentan entre las raras
aportaciones de verdadero valor que haya hecho nuestra critica a Maquiavelo, me he considerado
en el deber de expresar mi discrepancia con la tendencia general. L o cual no quiere decir, por
otra parte, que en ellos no abunden, y en gran cuantía, las observaciones vigorosas y agudas;
muchas partes del pensamiento de Maquiaveio han sido esclarecidas por Erenle, con su habitual
finura y de manera verdaderamente notable.
110 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
,w Véase, por ejemplo, de qué manera se presenta en E l principe el propio problema religioso.
En los Discursos, la religión es uno de los órdenes fundamentales del Estado (cf. el hermoso
análisis de E . E uCOLe , «L o Stato nel pensiero di Niecoló Machiavelli», cit., p p. 161 y ss., que es
quúá lo mejor que se haya escrito hasta ahora sobre el tema). Aquí pasa a ser una mera actitud
personal del jefe del Estado, que debe servirse de ella, aunque, mayormente, tal como se sirve de
la piedad, la fe y la integridad (cap. X V IU ); en una palabra, simplemente forma parte de la virtud
del condotiero.
m Cf. F. M ein rc k e , op. cit., p. 117 .
yrt También en el aspecto militar Maquiavelo había incurrido en errores de valoración,
indicando una peculiar solución, impracticable y ni siquiera coherente con el principio que
animaba la vida politica de aquel tiempo; pero venía a afirmar, sin embargo, uno de los principios
fundamentales del Estado moderno, a saber, la necesidad de una fuerte constitución militar,
únicamente en virtud de la cual una nación podía subsistir y emprender una politica propia de
una potencia. Las ilusiones, los equívocos y los errores de Maquiavelo habrían de evidenciarse al
poco tiempo; pero quedaría el concepto básico, y era tal que se convertir» en la determinante de
uno de los caracteres más destacados de la civilización moderna.
m C f. M ax K em merich , Mocbimvlli, Vicna-Leipzig, 1 9 1} , p. 17 1. Alguien podría ahora
plantear la pregunta de si Maquiavelo era plenamente consciente oe ese enorme valor de su obra,
pero seria una pregunta inútil. Si lo fue de su gran afirmación teórica: la autonomía de la política,
asi como también del proceso de centralización y unificación que iba desarrollándose en Europa
ACERCA DE «EL PRINCIPE*. DE NICOLAS MAQUIAVELO 111
occidental (R itralta di toa d i Francia; cf. A. Schmidt , N ic n ii MacbúmUi anddic allgm tm Slnattlebre
dkr Cejpmnart, Karlsruhc, 1907, pp. 84 y ss.). Pero pretender inferir de o t e reconocimiento que
Maquiavelo se propusiera la unidad política de Italia supondría una ilación equivocada: se
identificarla el juicio histórico con un acto de voluntad y de fe, que incluso podría no responder
en todo a dicho juicio. En cambio, es muy justo decir que Maquiavelo. atesorando las lecciones
del pasado, aspiraba a un Estado centralizado y unificado (cf. K . Hr.rea. D tr M acrinreiliim u,
Berlín, 19 18 , p. j i ) , cualquiera que fuere, en todo caso, su extensión. En este aspecto era un
excelente político a la vez que un gran historiador: tan grande en esta fugaz mirada al desarrollo
europeo cuan endeble se había mostrado en el anilisis de la situación juliana. Pero, al crear E t
principe en virtud de una intención pasional e inmediata, Maquiavelo no podía sospechar que
entregaba a Europa el código de su historia de dos siglos. Es t i claro que daba con ello a la
posteridad mucho más de lo que era su intención (F. M einecke, ap. cit., p. 1 >7). Quien, a raíz
de esto, crea ver un menoscabo muy grave para el genio de Maquiavelo, pregúntese también si,
en la historia, el efecto de las acciones y el pensamiento de los hombres no tiene siempre unas
manifestaciones más vastas de lo que pretende la intención de quienes piensan y actúan.
,w Un solo punto había en E J principe en el cual los monarcas no podían seguir a Maquiavelo:
la cuestión m iliur. Aqui, el escritor florentino, volviendo bruscamente a ser el ciudadano de las
comunas, pretendió avivar la virtud en el pueblo, contradiciendo, en consecuencia, la dirección
política general de su tratado, contradicción, por otra parte, perfectamente explicable en el aspecto
psicológico. En éste, la historia europea se encargó de refutar al secretario de los Nueve. Pero,
en cambio, en todo lo referente al problema político, Maquiavelo abre de par en par las puettas
al absolutismo: su pensamiento tiene como mira el predominio incontrovertido del poder central,
que humilla por debajo de sí a toda otra fuerza social y politica. I m directivas indicadas en el
cap. IX — asegurarse la amistad del pueblo para humilíar a los grandes— son precisamente las
que seguían desde hacía tiempo monarcas y ministros (cualquiera que hiere el valor y el distinto
contenido que pudiera darse a la palabra amistad). F. M einecke (ap. cit., p. j j ) señala que las
metas del absolutismo nivelador más tardío no están todavía en Maquiavelo. Que, en su
desarrollo, el absolutismo haya avanzado luego mucho más allá de la posición de Maquiavelo;
que la propia monarquía absoluta del siglo xvn fuera, con mucho, distinta de su principado, es
cieno. Con Maquiavelo se estaba sólo en los comienzos; en su mismo pensamiento persistían las
inecnidumbres y las confusiones de la edad de transición (son típicas, a este respecto, sus
concepciones m iliares), mientras que el Estado carecía aún de su nobleza intima (M einecke, ap.
til., p. 114). Y para seguir el proceso de formación de la monarquía absoluta, haría falta recordar
toda una serie de motivos que no csraban en Maquiavelo, entre otras cosas, por ejemplo, la
influencia enorme que ejerció el pensamiento de Lutero y su obra (cf. las agudas observaciones
de J . N . F icctS, Slndies a ¡ Politica! Tbangblfram Cenan la Gratias, Cambridge, 1507, p p . 62 y **.,'y
sobre Maquiavelo. *x y ss.). Pero d melada básico, es decir, la supremacía absoluta del gobierno
central, si estaba ya en Maquiavelo, y esto explica la enorme fortuna de E J principe, que lo
112 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
expresaba en el más alio grado posible. I-tis Diunrtar, su gran obra teórica, aunque no quedaran
«sepultados en perpetuo olvido», como decía P. P aruta ’D iuarti patititi, ed. Vcnccia, 1959, I, II,
libro I. p. 5 ja ), esta claro que pasaron decididamente a un segundo plano, sirviendo especialmente
para fines polémicos.
100 H. Cocnasso lo señala con mucha justexa («Riccrchc per la storia dello Stato Viscontco»,
en Balltttm M ía Saottá Pansa M Staria Patria, X X II. 1 9 11 . p. 1# del extracto), pero no me gustarla
que, por reconocer las vitales conquistas de nuestras señorías, se olvidase que, en definitiva, hubo
ahi una verdadera catástrofe; es decir, que nuestros principes no lograron aprovechar aquel
movimiento hacia la meta última hacia la que, sin embargo, y sita para ellos, se dirigía. Y
precisamente el hecho de que F J priactpr asumiera con tanto vigor la historia italiana constituía,
en relación con la finalidad última de Maquiavelo — la salvación de Italia— , una terrible condena,
la s lineas fundamentales expuestas por el escritor hablan sido seguidas por nuestros principes
desde mucho anas; se hablan producido errores, en casos particulares, pero el tratado no podía,
desde luego, prevenir los que también se cometieran en el futuro, en otras circunstancial
concretas. Ningún precepto podría evitarlos, porque nadie podía prever ruciam ente las distintas
condiciones reales en que habría que tomar las decisiones. En esto hacia falta «discreción»: f il
prim ipt tenia que ser un tratado general, de método. Ahora bien, Maquiavelo aportaba un soto
remedio verdaderamente nuevo: la milicia propia. Pero esto, en el mejor de los casos, habría sido
absolutamente insuficiente y desproporcionado respecto a las complejas causas de la decadencia'
italiana. Por ello, sí en el momento en que nuestra gran política demostraba ser impotente para
afrontar la situación, un hombre genial, que buscaba ansiosamente el camino de la resurrección,
no encontraba nada mejor que volver a proponer las mismas lincas de acción que no habían'
podido evitar el derrumbe final, era preciso admitir sin ambages que, para los principes italianos,
había llegado la hora de arriar las velas, entregando a otros el timón de la nave de la península.
ACERCA DE «El- PRÍNCIPE». DE NICOl-AS MAQUIAVEI.O 113
* ' Por ejemplo, Maquiavelo ya no advierte la sujeción, con todo lo formal que pudiera ser,
de loa principes al imperio. Para él ton verdaderamente soberanos.
*» Tal la acusación que II. V O N Tae.mcHKF. lanza contra Maquiavelo (L e fic/itúa, traducción
de E . Ruta. Barí, 19 1S . p. *7), y que también formula K . II f.vp.r (D tr SUibiartlUsmus, cit.. p. yo),
mientras que A . S c h u i d t («/>. «/., p. 104) observa que a Maquiavelo le falta todo sentido sociai
moderno y que su poder no tiene un contenido y deriva del abstractismo. Sin embargo, la
adquisición de poder y su mantenimiento expresaban entonces, en máximo grado, los requerí*
miemos esenciales de la vida estatal, la unidad y la cohesión interna, que eran, además,
condiciones necesarias para la prosperidad económica y, como en l:rancia, para la fortuna de la
burguesía; precisamente por la necesidad de cae poder que creara y salvara a los estados, es decir,
que permitiese el florecimiento de la civilización en todas sus íbrmas, Maquiavelo le concedía
toda la fuerza al gobierno, situado, si se quiere, en el trono de lo absoluto. Podría decirse, en
cambio, que, en otro sentido, el Estado de Maquiavelo tiene un tm ltaub, es decir, que se funda
en elementos sociales y espirituales demasiado limitados: pero ello equivaldría a tejer la historia
del Renacimiento italiano y a contraponerla al desarrollo de los demás grandes estados,
principalmente Francia.
114 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
a» Es claro que Maquiavelo ejerció gran influencia también en el siglo xtx, precisamente
debido a algunas determinadas características de su obra. Asi, para el problema del Estado
nacional y para el de las relaciones entre Estado e Iglesia (aunque en este último merced a una
arbitraria desnaturalización, toda vez que, en este aspecto, Maquiavelo no se encuentra en
absoluto en la posición moderna), se na recurrido con frecuencia a su obra, en búsqueda de
sugerencias y modelos. Esto ha dependido de las condiciones históricas peculiares en que un país
o un grupo de hombres llegaran a encontrarse en cierto momento; baste pensar en las condiciones
de Alemania a fines del siglo xvm y en la influencia, mucho mayor por ese motivo, que
Maquiavelo ejerció sobre llegel. Pero no puede afirmarse que, después del siglo xvu, FJprlncipt
siga tiendo el código de la historia turopta.
El haber señalado esto fue mérito de Francesco de Sanctis.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 115
La reacción
116
ACERCA DE «El. PRÍNCIPE», DE NICOI.AS MAQUIAVELO 117
cada y el sentido del deber para con el soberano; todo ello eran
pasiones contradictorias que apremiaban a burgueses y nobles,
juristas y escritores, católicos y hugonotes, dando lugar a una
variada fluctuación de afectos y pensamientos. Y si el almirante De
Coligny vacilaba largamente antes de tomar las armas, en lucha,
como estaba, entre el espíritu de devoción al rey, el temor de hacerse
rebelde y el desdén de su alma religiosa 207; si, por el contrario,
L ’ Hospital, hombre de sentimientos y aspiraciones liberales, se iba
convirtiendo en sostenedor cada vea más decidido del gobierno
contra las pretcnsiones del Parlamento de París 208, que obstaculiza
ban los intentos pacificadores, por otra parte los publicistas se
quedaban muchas veces en la duda entre el absolutismo y los
derechos de los súbditos, tratando de conciliar el uno con los otros,
sin que su pensamiento pudiera librarse siempre de las contradiccio
nes que lo acosaban. A la hermosa seguridad con la cual los juristas
de la escuela de Toulouse, paladines teóricos de la monarquía de
Francisco 1, habían puesto al rey «par sus les lois» 209, se contrapo
nían la inquietud y la incertidumbre de los que se encontraban en
medio de la contienda abierta.
El remate de una situación tan precaria era, sin embargo, que los
juristas no hugonotes llevaban la delantera en el sentido de la
realidad, que exigía una mano fuerte, y aferrándose a su tradición
legalista y monárquica, se inclinaban abiertamente en favor del
poder regio, en el cual residía el único remedio para los males de la
patria. Incluso, cuanto más fuerte se hacía la oposición liberal, más
firme se tornaba su defensa del gobierno central. Al igual que en
otros momentos de la historia de Francia, la agudización de la crisis
política engendraba un fortalecimiento del monarquismo teórico de
los publicistas 2I°, inducidos, asimismo, a sacrificar algunas de sus
convicciones de súbditos en aras de la única fuerza capaz de poner
remedio a las calamidades del tiempo.*
Bodin
Y he aquí que reaparecía Maquiavelo, frecuentemente inspirador
secreto, aunque no claramente reconocido, de los escritores franceses.
La necesidad de un gobierno sólidamente constituido inclinaba
a los mismos que formalmente lo recusaban a seguir sus huellas, y
el primero en acercársele era Jean Bodin 2n.
No solamente en cuestiones particulares, en determinadas eva
luaciones históricas 2,2( en preceptos tácticos menores y en una cierta
actitud de deliberado realismo que hacía al escritor indiferente para
con la génesis primera del gobierno y su originaria ¡legalidad 2' 3,
toda vez que, efectivamente, las diferencias entre rey y tirano, entre
monarca querido por Dios y por los pueblos y execrable opresor,
no las planteaba en sus apariencias engañosas, capaces de embaucar
a los oídos delicados pero no al verdadero político 2U; sino más bien,
y sobre todo, en la búsqueda de un poder fuerte y unitario que
imprimiera organicidad de intenciones y de acciones en la vida
pública, capaz, en consecuencia, de una acción resuelta y enérgica de
virtud civil y reordenadora, tal cual la requerían los tiempos. La
potestad suprema debía ser absoluta, plena y sin cortapisas *212IS: de ahí
>" P a n el pensamiento de Bodin y sus relaciones con el de Maquiavelo. cf. el bello análisis
de F. M k in ecke , «p. t il., pp. 7 1 y ss.
211 A los ejemplos que menciona R . C h a u v is í , Jen* ¡M i» , antear Je la R ip M ip a , Parts, 1914,
p. 196 y ss., puede añadirse también este: «Et par ainsi les florentins s'abusoient de penser que
leur estar fiist plus asseuré, tandis qu’ils nourissoient les partialitez entre les sugets de Pistoyc...»
(Y los florentinos se engañaban al pensar que su Estado estuviera mejor asegurado en tanto
azuzaran las parcialidades entre los subditos de Pistoia.) (L tt s ix iirrtt de la Répabliam cit., IV , 7.
p p. 467. Cf. E l prmcipt, X X ; D iu arm , III. X X V II). .
1,1 «(•••) soit que le Prince conquestc le royaume par forcé et par armes, i droit, ou á tort,
pourveu qu'il gouvcm e cquitahlemcnr le royaume par lui conquesté...», es igualmente monarca
rayal (áU (, II. ) , p. 106). «car la difieren ce des Monarqucs ne se doit pas prendre^nr le moyen
dé parvenir i Testal, ains par le moyen du gouvcmcment», p. s o l. (Aunque el principe conquiste
el reino por la foetza y por las armas, con razón o sin ella, siempre que gobierne equitativamente
el reino por él conquistado (...), pues la diferencia entre los monarcas no se marca por el modo
de llegar al Estado, sino por el modo de su gobierno.)
1,4 «Et ne faut pas appeler tyrannic les mcurrres, bannissemens (...) qui se font au changemem
des republiques ou restablisscmcnt d'icelles (..). E t semble que nos peres anciens n’ont pas dit ce
proverbe sans cause, " D e mcschant homme bon Roy” : qui peut scmbler cstrange aux aureilles
delicates. et qui n‘ont pas accoustumé de poiser i la balance les raisons de parí et d ’autre. [Bodin
hace una distinción estilística entre «mauvais» y «mcschant», que significa solamente «maigre» y
«fin, un naturel austerc et rigourcux...». «delgado», y «flaco, de natural austero y riguroso».| II
ne faut done pas juger le princc tyran, pour estre severo ou rigourcux» (Y no hay que llamar
tiranía a los asesinatos, destierros (...) que se cometen en los cambios de las repúblicas o en los
restablecimientos de éstas. Y parece ouc nuestros antiguos padres no decían sin motivo el
proverbio, «de mal hombre, buen rey», lo cual puede parecer extraño a los oídos delicados y que
no tienen costumbre de poner en la balanza las razones de una parre y de la otra. N o hay, pues,
que tachar de tirano al principe por ser severo o riguroso) ( M , II, 4, pp. 216-218).
M «La souveraineté donnéc i un prince souz chargcs et conditions, n’cst pas proprement
souvcraincté, ny puissance absolué: si ce n’est que les conditions apposées en la crcation du prince,
soient de la loy de Dicu ou de naturc» (La soberanía otorgada a un principe bajo obligaciones o
condiciones no es propiamente soberanía ni poder absoluto, a no ser que las condiciones puestas
a la creación del principe sean las de la ley ae Dios o la Naturaleza» (w id., I, I, p. 93).
120 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVF.LO
*■* n|| suffira (...) d’avnir monsiré au doigt ct á 1‘ocil que b Monarchie puré ct absnluc rtt la
plu.s scure Republique, ct sans comparaison la mcitleurc de toutes» (Bastará (...) con haber
demostrado al tacto y a la vista que la monarquía pura y absoluta es la República más segura y»
sin parangón, la mejor de rodas) VI. p. 109). luí la forma latina: «Monarchiam legitimam
cacteris praestarc pcrspicuum quidvm cst unicuique* (|;rancforr, 1)94, VI, p. 1 1 11). Acerca de la
monarchie royate, ct. RtpnhUqur... eit., II, t, pp. r-M\ ss., y \ I, 4, pp. í»88 y ss.. v sobre hkí» pp. tot
y ss. Asimismo, .Metltoéus ,ut facilem histnriürHm rt>xnitiontm. cal. Amsicrdam, lóto, \ I. pp. a*8 y ss.
2,7 ].a definición de la snl>ernnia en la redacción latina es. a este tcspccto. característica:
«Maiestas cst summa in civcs ;tc sulnlitos legibuxque soluta potcstas» (I, 8, p. m > la» confusión
entre maiestat de listado s poder del golwrname ponía a favor de este último lu ommjvMencia de
la primera.
2l* fhiti., I, 8. pp, 100 v ss. Para las normas v leyes que no vinculan al solverán", pp. 9(1 y ss
«Mais le principal pomet de la Kepuhlique, qui est le droir de «ouveraincte, ne peut estre
nv subsister. a parler prnpremem, smnn en la Monarcbic. car nul nc peut esire souveram en une
Kepuhliquc qu un seul: s'ils soni deux, ou trota, ou plusicur», pas un n’esi souvcrain. d*autanr
que pas un seul ne peut donner, ny recevoir lov de son compagnon: ct combicii qu'nn imagine
un corps de plusicur* seigneurs, ou d'un peuple teñir la souvcrainctc, m est-ce qu’cllc n*;t jniini
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 121
de vray suget. ny d'apuy. s’il n’y a un chcf avec puissance souvcrainc* (Pero el pumo principal
de la República, <|u.c ct el derecho de soberanía, no puede ser ni subsistir, hablando con
propiedad, más uue en la monarquía, pues nadie puede ser soberano en una República más que
uno solo: si son dos, o tres, o varios, ninguno es soberano, toda vea que ninguno puede impartir
leyes a su compañero ni recibirlas de él; y por más que se imagine que un cuerpo de varios
señores, o un pueblo, pueden tener la soberanía, ésta no tendrá ningún súbdito verdadero, ni
apoyo, si no tiene un ¡efe con poder soberano) (R tpM úpir... cit., V I, 4. p. 706). En la versión
latina, «Maiestas autem imperii practcrquam in uno principe vete ac propric consistere nullo
modo potcst» (V I, 4, p. m i ) . Para justificar su opinión al respecto, Bodin se remite incluso a
un argumento decididamente medievalista, la ordinaiio aó murar del universo (V I, 4, p. 7 1 1) , y es
claro, pues, que él repruebe el Estado popular y el lisiado aristocrático, pareciéndolc ambos
imperfectos precisamente a causa de la cuestión fundamental, hasta el punto de indignarse contra
Maquiavelo, quien, en los D iurnos, elogia el Estado del pueblo (V I, 4, p. 690; el mismo reproche
está ya en el M atados, V I, p p. 1) 4 y ss.). Señala E. Poi.isv.k que Bodin considera la soberanía
como una forma de autoridad dignataria susceptible de ser poseída y acordada en el pleno sentido
técnico de estas expresiones ( la ln á q n ii alta sim a dalla urraca politka, ir. italiana, Turin, 1914. p.
74. n. 1). C f. igualmente E. M uinecxe . ap. t il., p. 7a.
210 Baste observar que Bodin admite la necesidad del asentimiento de los atadas prorrata o
prartocralss para poder establecer subsidios e impuestos (itid ., III, 7, p. 567). Ilay en esto, como
bien señala R. OiAOViaé. (pp. « /., pp. 174 V 44II), una crasa contradicción: quitarle a un gobierno
de esc tipo la facultad de administrar a su arbitrio las finanzas equivale a troncharlo por la base.
Por un lado se le conceden las más amplias prerrogativas políticas (precisamente Bodin combate
la opinión de quienes quieren ver en los estados un freno a la autoridad soberana), y por el m ío
se anulan de un golpe tudas las concesiones anteriores, sin advertir que, con tan grave reserva en
el terreno financiero, se pone a la monarquía en la casi imposibilidad de ejercer una enérgica
acción práctica. Eran las contradicciones en que se debatia todavía el alma nacional en aquellos
tiempos de trabajoso fortalecimiento de la monarquía unitaria: intereses y aspiraciones frecuente
mente antagónicos originalian incertidumbres y confusiones del pensamiento. También padecía
este drama psicológico Maquiavelo, con sus conjeturas militares, y lo experimentaban, mucho más
gravemente todavía, Bodin y tantos otros en el terreno financiero. En cambio, merece la pena
Señalar lo que nada menos que Gentillet admite: «II est certain qu'un Princc peut bien faire guerre
el imposer tailles, sans le ctmsentcnicni de ses sugets, par une puissancc absoluc: mais il seroit
122 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
mcillcur qu’il usast de puissance civile, el en seroit toujours micux obey» (Verdad es que un
principe bien puede hacer la guerra e imponer tributos, sin el consentimiento de sus subditos,
por un poder absoluto; pero mejor seria que usara de poder civil, y siempre seria mejor
obedecido) (D iln a ri tur Us moyem je bien gparener el maiateair en boom poix m royanme ( ...) nutre
NieoUt Maebiarel, 1 1 7 7 , 1, p. 91).
* Para la familia y la propiedad, en el pensamiento de Bodin, aai como acerca de su actitud
ante la nobleza, cf. la detallada y clara exposición de C hau vir **. [op. eit., pp. (04 y ss., 405 y ss.).
Y en cuanto a ía política social de Bodin, que aspiraba a ampliar y fortalecer una clase media, cf.
pp. }68 y as.
m Bodin es el portavoz de la política nacional: alianza entre la burguesía y el poder soberano
(H. Baudrillart , J . BoJin el 10a tempt, París, 18 s j , pp. 7 1 -7 6 ). Se comprende que proteste contra
los ginebrinos, que lo acusaron de absolutismo, proclamándose como popalarii y hombre de
sentimientos liberales (C h a u v ir í , op. eit., p. 5 1 1, n. i), mientras que, por su lado, los realistas,
como De la Serré, lo atacaban (G .-J. Wz il l , op. eit., p. 170),
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 123
233 «Le Roy de France ne recognoist ríen apres Dieu plus grand que soy-mesme. C'esi
pourquoy on dir en ce Royaumc que le Roy nc meurt jamais» (El rey de Francia no reconoce a
nadie, después de Dios, como más grande que él mismo. Por ello es por lo que se dice en este
reino que el rey nunca muere) (¡M i., V I, | , p. 71$). Nunca habría podido Maquiavelo escribir una
frase como ésta, porque no la habría encontrado en la conciencia de su nación.
234 «Mais il est incroyablc, combien les sugets sont aises de voir leur R oy presider en leuts
estats; combien ils sont fiers d'estre veuz de luy (...)» (E s increíble cuánto les agrada a los súbditos
el ver al rey presidiendo sus estados, cuánto íes enorgullece el ser vistos por ¿I) (<M/., III, 7, p.
¡67). Frase similar a ésta, de (.'Hospital: «II n’y a ríen qui tant plaise ct contente le subjet qu'cstrc
congncu, ct de pouvoir approchcr son prince» (Nada hay que tanto plazca al súbdito como el ser
conocido por su principe y podérsele acercar) (en R. C h a u v ik í , »p. til., p. rió). «(...) I'union et
amitié des princcs avee les sugets, qui ne peut inicua cstre nourric ct entretenue, que par la
communicarion des uns et des autres: qui se pert, et s’ancantist, quand les princcs ne font ríen
que par officicrs: car il semble aux sugets qu'ils les dedaignent et mesprisent, chosc qui est plus
grietvc que si le prince leur faisoit injusticc: et d'autant plus griefvc que la contumelie est plus
insupportablc que I' injure simple. E t au conttaire, quand les sugets voyent que leur prince se
presente á cus pour leur taire justicc, ib s’en vom á demy contcns, ores qu'ils n'aycnt pas ce qu'ils
demandent: pour le moins, discnt-ils, le Roy a vcu nostre requeste, il a ouy nostre difFcrcnd, il a
pris la peine de le juger. Et si les sugets sont veus, ouys ct entendus de leur Roy, il est incroyable
combien ils sont ravis d'aise et de plaisir, s’ils ont un prince tant soit peut vertueux, ou qui ait
quelquc chose d’amiable en luy» (... la unión y amistad de los principes con los súbditos, que
nada puede alimentar y mantener, sino la comunicación entre unos y otros, se pierde y desaparece
cuando los principes no hacen nada como no sea a través de funcionarios; pues les parece a los
súbditos que ellos los desdeñan y desprecian, cosa que es más triste que si el principe les hiciera
injusticia, y tanto más triste cuanto que la contumelia es menos soportable que la simple injuria.
Y al contrario, cuando los súbditos ven que su príncipe se presenta ante ellos para impartir
|usticia, se van a medias contentos, aunque no hayan obtenido lo que solicitaban: por lo menos,
se dicen, el rey ha visto nuestra demanda, ha oido nuestras diferencias y se ha tomado el trabajo
de juzgarlas. Y si los súbditos son vistos, oidos y escuchados por su rey, es increíble lo encantados
que quedan de alegría y placer, de tener un principe tan virtuoso o que tenga algo de amabilidad
en él) (IV , 6, pp. 449 y 471). Pero no se confundan estos conseios con tos otros, democratizantes,
que Maquiavelo da a su principe (cap. X X I): los móviles psicológicos que animan a ambos
escritores difieren en demasía, uno habla en nombre de la rotk i/títr, el otro, porque siente
resucitar en su ánimo la antigua costumbre del rey bueno, de la cual no logra librarse. El primero
es el canciller del principe: el segundo, el súbdito burgués. Y es comprensible que, para Bodin,
la verdadera ciencia de un principe no sean las a m « i, sino la justicia: jn ffr ion ptnplt, «juzgar a su
pueblo» {¡M i., p. 450).
233 Ascendiente que se manifiesta también en tiempos turbulentos: «Car quoy qu’on veuille
diré en quelquc fáfon qu'on prenne les Franpiis, ils aiment toujours leur Roy» (Pues, tómese a
los franceses como se les tomare, siempre aman a su rey) (F. de la N oue, D iiconri poliliqnit u
militairts, Basilca, 1)87, IV , p. io j ). Me place aducir otro ejemplo tomado de las vicisitudes
concretas de aquellos años. En 1)67, durante la segunda guerra civil, a las demandas exorbitantes
y altivas de los jefes hugonotes debidas a tn jfn h t it M tanx, Carlos IX responde enviando, el 7
126 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
de octubre, «un heraut d'armes sumiller nominativement Conde, Coligny, d’ Andelo!, et les aurres
chcfs huguenots, sous peine de s’avouer rcbellcs, de poser les armes et de luí rendre l’obéissance
ordonnee de Dicu» (un heraldo armado a intimar nominativamente a Condé, Coligny, d’ Andelot
y los demás jefes hugonotes, so pena de confesarse rebeldes, a deponer las armas y rendirle la
obediencia que Dios manda). Decir que simplemente este «apparcil emprunté aus ancicns usages
de la monarchie» (aparato tomado de las antiguas usanzas de la monarquía) haya tenido el poder
de hacer modificar las demandas de los hugonotes «en des chotes plus douecs» (en cosas más
suaves) (como hacen J.-H . M a r ié jo l , Calbirm e Je M id itii, París, 1910, p. túa. y exactamente igual
F. R ocquain , La Primee et Rime pendan! leí gm rrei Je religan, París, 19 14 , p. 69), quizá sea
demasiado. Un examen más detenido de la situación, especialmente de la militar, en que se
encontraban ambos partidos después del fracaso del golpe de mano hugonote, seguramente
influyó para establecer propósitos más moderados. Pero seria erróneo pretender negar eficacia al
gesto del rey, quien, haciendo entrar en razón a los jefes de los hugonotes y reavivando en ellas
el sentimiento, nunca extinguido, del respeto que le era debido, asi como un cierto sentido de
temor y vergüenza, hizo que surgiera el peculiar estado de ánimo por el cual la situación general,
política y militar, acabaría presentándose, casi de forma natural, con otros colores. De esta intima
compenetración de una situación de hecho desde una perspectiva humana, susceptible de
desplazamientos y modificaciones, derivaba la decisión última.
u* Que se manifestaba en ceremonias y acciones concretas que, a veces, resultaban muy
curiosas. C f., recientemente, el interesante estudio de M. B loch , L eí Rey/ Tbarmatnrgpt,
Estrasburgo, 1924.
t v Ripnbliqne, I, 8, pp. 9 ;, 97, 109, 114 . E l concepto está difundido en todo el libro. Éstos
que podrían parecer, y lo son, vestiglos morales e ideas tradicionales (F. M f.in eck b , op. cíe,, p,
78), cuyos efectos se dejarán sentir también en la aversión por Nlaquiavelo, tienen además un
valor incalculable, precisamente por ser intrusiones sentimentales en el dominio de la política,
toda vez que nos revelan cuál era el espíritu con el que un leal monárquico francés miraba a su
seAor, que no era para él solamente un jefe de gobierno, y qué profundas eran las bases
sentimentales del poder regio. De la observancia por el rey de las leyes de la Naturaleza, y por
los súbditos de las leyes del rey, dimanaba «une amitié mutuellc du Roy envers les sugets, et
l'obeissance des sugets envers le R oy, avec une tres plaisante et doucc harmonio des uns avec les
autres, et de tous avec le Roy» (una amistad mutua del rey hacia los súbditos y la obediencia de
los súbditos al rey, con una armonía muy agradable y suave de unos con otros y de todos con el
rey) (ibid., 11, 5, p. tos). E l principe es «image de Dieu» (iW ., 1, 8, p. 118 ). E l principe debe
justicia, ayuda y confortación al súbdito, a cambio de la fe y obediencia que recibe de él (JbU ., 1,
6, p. 62).
ACERCA D E «EL PRÍNCIPE», D E NICOI.AS MAQUIAVKLO 127
Los hugonotes
231 Para todos los demás realistas moderados, que se encuentran más o menos en la situación
de Bodin y que son continuadores del pensamiento de Seyssel, df. G .- J. W e il l , op. rít.,pp. t8c y
siguientes.
239 Acerca del valor de la libertad y la tolerancia religiosa para los politiquee, cf. las agudas
observaciones de J . N . F tccts, op. cst., pp. 1 15 y ss. E l interés del Estado está, para ellos, por
encima de las disensiones religiosas (F. D ecrue , L e partí des politiqms au ¡endemain de la
Samt’ üartbéie*pr» Parts, 1892, p. 4; sobre la formación del partido, pp. 1 y ss.).
240 Por ejemplo, Hotman (A . E l k a n , D ie P eétifír/ik dtr Átrtbolomáusnaebt uttd Montaje
*Vindicie* contra tyranms», Heidefberg, 1905, p. 4 j).
128 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
1.1 Vindicite eontra tjrtaatt, ed. Francfort, 1 6 1 1 , 11, pp. Cf. E lk a n , tp. t il., pp. 1)4 -1)} .
Cf. «imperitae vulgi mulluudinis cuius propriutn est nihil sapero*. F. (I otuan , Fraaet-G allia. ed.
Francfort, 166), cap. X II, p. 147. Y es interesante señalar que Hulmán llama ptpalat. para la
antigua Galia, a los que son los p ria rtt y los priatipn (ibld., cap., V II, pp. 8) y ss.); es decir, que
el pópalas, que habla en los concilios y participa en la dirección de la vida nacional, es la
aristocracia feudal. Es notable, asimismo, la defensa que hace Gcntillet de la nobleza francesa,
contra Maquiavelo {D iitoan cit., III, pp. 827 y ss.).
3.2 Para la opinión de I lotman acerca de los concilios, las magistraturas, los pares de Francia,
etc., cf. Franee-G tllia. X II, p p.ts8 y ss.. 1)7 ; X IV , p p .17 1 y ss.; X V , pp. 188; X V II, pp. s t t y ss.;
X X V , pp. 18 ) y 299.
242 P. M í a i v , L e í pablkislrs ¡tañíais dt la Rifarm e. Dijon. 190), p. i í ( .
244 Fraaet-G allia, p. 148; Vindinae. III, p. 70 («Quasi praeses»: vuelve a mencionarse aquí el
ejemplo del rey de Aragón y su elección, ya señalado por I lotman. que se repite también en el
D tja re magnlralaam in tabdihs el affeña sabdiltram erga magislraias, ed. Francfort, 1622, añadido a
las V'indiciae, IV , 2, p. 2)8); mientras que los grandes magistrados resultan ser «quasi impertí
consortes et Rcgnum Ephoros» {V in d u itt, pp. )ó-)7).
242 Franco-Gallia. Prefacio.
244 G .- 1. W eiu.. tp. t i!., pp. 1 28 r ss., pone muy en claro la acción de los hugonotes después
de la noche de san Bartolomé, cuando prevalece momentáneamente el Tercer Estado sobre la
corriente nobiliaria. El espíritu municipal de La Rochelle. por ejemplo, concuerda perfectamente
con d sentimiento religioso; cf. l~ von R ankf.. tp . t il.. I, p. 27).
247 Con todo, si bien estos intereses eran propios de los hugonotes, no lo eran menos de los
jefes católicos, promotores de las distintas Ligan.
241 Acerca de la Reforma francesa ton excelentes, aunque muy generales y breves, las
observaciones de H. Hausex , L eí loaren de íH illo m de Fronte, 11, >, Paris, 1 9 11 , pp. 1-) y
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 129
E l antimaquiavelismo francés
B > Esto queda decididamente comprobado por el hecho de que. cuando la monarquía les
significó a los hugonotes protección y defensa y cuando, ¡unto a Enrique III, apareció Enrique
de Navarra, se hicieron defensores del derecho divino del rey. mientras que los católicos de la
Ligue recurrieron a las teorías hugonotas de diez aóos atrás. Esto lo pone muy bien de relieve
G .-J. W e il l , op. rít., pp. 199 y ss. C f. H. BAUDMLLAftT, op. t i!.. pp. 64. 9 1 y ss. (Hotman cambia
completamente de parecer y sostiene el derecho hereditario de la monarquía, para favorecer a
Enrique de Navarra contra las pretcnsiones del cardenal de Borbón. en el D n it du «neu sur toutto.)
Al juzgar las teorías políticas de aquellos tiempos debiera tenerse siempre presente la finalidad
polémica e inmediata, no científica, que suponían.
F. Me in e c k e (op. t i!., pp. 68-70) na destacado vigorosamente cuáles eran los motivos
políticos de la oposición de Gentillet contra Maquiavelo. Pero yo no diría que sólo hubiera en
ella el pasado, ya que el propio Gentillet termina concediendo mucho al poder soberano (en la
cuestión fundamental de los impuestos es, por lo menos, tan monárquico como Bodin). La verdad
es que el pasado se hacia advertir en mayor medida, y volvía a salir a la luz, en gran parte,
justamente por la necesidad de una defensa inmediata contra el poder regio de Catalina de
Médicis. de Carlos IX y de Enrique III, y contra Sus inspiradores reales o supuestos, los de Guisa..
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 131
* * F . M e in e c k e . op. a / ., p . 1* 7 .
254 Existe una gran repugnancia a admitir la separación entre moral y política. ) . R o cbr
C h a m o n n el , Lm paute itútiam tu X V I* ttíek et k coMrant lib erta, París, 19 19 . pp. 499 y 6»7- A
v e o s , aun reconociendo las necesidades no mótales de la vida política, se salvaban de sacrificarle
las conciencias renunciando completamente a la actividad pública: ¡valiente manera de ser morales!
Asi, por cicmplo. Montaigne. Cf. F. S thowsky , Momtaigtr, París, 1906, pp. 19a y ss.; P.-L.-J.
Vuxer-DiiSMESEnBxs, L a ta m a t í fh tlM ia i tkt Enutr de M cm taga, Parte, 1908, ll.p p . ¡ j ) y¡sa.,
y para la posición del escritor francés ante el maquiavelismo, 357 y ss. Asimismo, G . L anson,
«La mótale sclon k s E t u ii de Montaigne», en K m » d a Daoc M onda, t j de febrero de 19 14 , pp.
1(9 y ss.
2,7 V . W a il l e , M údtm l tm Frota, Parte, 18(4, p. 166; J . R o e rá CttAaaONNtu., *p. (il., p. za.
Esta es la acusación más com ún a to do s los antim aquiavelistas.
132 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Este significativo disfraz nos viene revelado por Gentillet: « Ies Athéistei inventeurs
d'impostsa (Iz » ateos inventores de impuestos) (Diicenri cit-, II, p. 2)]). Por debajo del motivo
religioso se evidencia claramente un motivo económico-social. Ateos y maquiavelistas, que venia
a ser lo mismo, se consideraba a los italianos, acusados de oprimir a Francia con su avidez y su
fiscalismo. En ias protestas de los jefes hugonotes, de septiembre de 1567, contra los impuestos,
figura la queja de que sean creados cada dia, sin necesidad, «ains par l'invcntian et avanie d'aucuns
estrangers et mesmes des Italicnsa (antes bien por invención y afrenta de algunos extranjeros, y
también italianos) ( J.- ll. M a r iíjo l , »p. ti!., p, 16 2 ), y Gentillet le hace eco: «(...) nous tondent la
laine sur le dos, et nous succent le sang et la substancc, commc on feroit i des moutons» ([Los
italianos) nos tunden la lana sobre la espalda, y nos chupan la sangre y la sustancia, como si
fuésemos corderos) (Prí/ace, p. } 1, cf. también p. )o).
* Gentillet protesta contra los que fftfem lleiil (mascullan), lenguas extranjeras (111, p. 407),
vale decir que se adscribe a toda una corriente que tiene de portavoces a hombres mucho mis
conocidos que él: y protesta contra I.yon: «F.t de fait, combien s'en faut-il aue la ville de l.yon
ne soit Colonic ltalicnne» (Y en realidad, ¿cuánto falta para que la ciudad de l.yon sea colonia
imliana?) (III, p. 1 **9). F. de la Noue, en cambio, defiende a ios italianos y considera injusto el
odio contra ellos: «II (áut (...) n'imputer pas á tous la faute de peu« (N o hay que imputarles a
todos las culpas de unos pocos) (Pitcaan, IV , pp. It - I) ) .
“ ° De Catalina de Médicis dice el Taclia centre ¡t i rntuacnari-. «(..,) aussi son principal
conseillicr Morvillier a toujours ce beau et ehrestien livre au poing, pour en Taire souvent lefon
á sa maifresse» (también su principal consejero Morvillier tiene siempre ese hermoso y cristiano
libro I Hl principe] a mano, para dar con él frecuentes lecciones a su ama) (en P. B atle , Ú itiien tirt,
articulo «Macniavel», n. N), Cf. las imprecaciones de Gentillet contra «le gouvernement i
1‘italienne ou á la florentine en suivant les cnscignements de Machiavel Florentina (P itcew i cit.,
pp. jó . a i , 26). Cf. G .-A .-A . H anotaux. e p .c il.,pp. 46 y ss.; J.-H . M a x ié jo l , tp. cit., pp. 217-219,
y para la significación práctica del maquiavelismo en Francia, R. CHAVVtaá, ep. cit., pp. 266 y ss.
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 133
* ’ Valentino es la forte i Ui trim t (la perita en dulce) de los antimaquiavelistas (C hal'VIRS., >p.
d l.,p . I»).
262 N o sin una alusión a Maquiavelo, «qui n'a jamáis fondé le gué de la Science potinque»
(R tp M qm cit.), parece ser la afirmación de Bodin: «Mais qui ne sfait la fin ct definirion du suget
qui luy cst proposé, ccstuy-lá cst hors d'cspcrancc de trouver jamais les moyens d'y parvemr, non
plus que celuy qui donne en l’air sans voir la bute» (quien nunca echó las bases de la ciencia
política (...). Pero quien no conoce el fin ni la definición del asunto que se le propone, ése no
tiene m is esperanzas de encontrar nunca los medios de llegar a él que el que tira ai aire sin ver
el blanco) (I, t, p. i). En seguida, Federico II protestará abiertamente: «latrs qu’on vcut caisonner
luste, il faut commancer par approfondir ta naturc du sujet dunt on vcut parlcr; il faut remonter
¡usqu’i 1’originc des chotes pour en connaitre auiant que l'on peut les premien principes; il est
faciie alors d’cn déduire les progrés, ct toutes les consec|ucnces qui pcuvenr s'cn suivre. Avant
de marquer tes différences des Etats, Machiavel auroit du. ce me semble, examiner l’originc des
princes, et discuter les raisons qui ont pu engager des hommes libres á se donner des maitres»
(Cuando se pretende razonar correctamente, hay que empezar por profundizar en la naturaleza
del tema del cual se quiete hablar; hay que remontarse al origen de las cosas para averiguar, en
la medida de lo posible, los primeros principios; entonces es fácil deducir sus desarrollos y todas
las consecuencias que de ellos puedan seguirse. Antes de señalar las diferencias entre los estados,
Maquiavelo, me parece, habría tenido que estudiar el origen de los principes y analizar las razones
que han podido mover a hombres libres a darse amos) (Antim acbutel, Londres, 17 4 1, cap. I. pp.
134 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
i-t. En cuanto a la historia, verdaderamente curiosa, de este libro célebre, cf. C B enoist , Le
macbiarilisme de tAntineacbiarel, Paris, 19 1) . pp. 1-7 1; pero a mi no me ha sido posible ver la
edición de 1848, tomada de la original). Pero lo rebatía agudamente U go Foscolo: «Esc examen,
si hubiese estado incluido en el libro de E l principe, habría llevado en principio a extraviar al autor
y a los lectores en las especulaciones acerca de la libertad natural» («Delta vita e dcllc opere di
Niccoló Machiavelli», en Opere, Florencia, 1850, II, p. 414). De un principio no muy distinto del
de Federico parria J . F. Rcimmann, pero en el sentido contrario, es decir para defender a
Maquiavelo contra Possevino y compañía de la acusación de ateísmo: «(...) nusquam ¡n iis
[scriptis) dircctc vel indircctc oppugnari Numinis existentiam» (en J . R. C haabonnp.l , ep. cit.,
p. 106).
* * I. G entillet, »p. cit., III. p. 3)7 (esa bestia ... simple em borronado» de papel).
364 Esto se lo reprochará también T . C ampaneóla : «Machiavellus qui millas scientias
percurrit, nisi historian) humanam nudam» (Atheismus Trinmpbatns, ed. París, 19)6, cap. X , p. isa ;
cf. X V III, p . 227; X IX , p. 14)).
* * V . W aille, op. cit., p. 160 y ss. J . Barreré pretende que Eticnnc de la Boétie haya sido
el primero y generoso refinador de Maquiavelo (E ttieme Je la Boétie centre Nicolás Macbiaret,
Burdeos, 1908), pero su tesis ha sido exhaustivamente refutada por I.. N eo tu. «Un prcteso
Anti-Machiavello Tráncese della Rináscita, Stefano l a Boétie», en A tti JeltA ccaJem ia Jelle Science
di Tocino, 19 19 , pp. 761-780.
346 Es interesante señalar este cambio en F ranco» de la N ove: «J'ay autrefois pris un
singulier plaisir á tire les discours et le Prince de Machiavet, pour ce que li il traite de hautes ct
bcllcs matiéres politiquea et militaircs, que bcaucoup de genttlshommes sont curicux d’entcndre,
comme chases qui convienncnt i leur profession; et faut que ¡e contase que tout le temps que
je me suis contenté de passer Icgcrcmcnt par dessus, ¡’ay esté esbloui du lustre de ses raisons.
Mais depuis qu'avcc un jugement plus mcur je suis venu i les bien examiner, j’ay trouvé sous ce
beau voile pfusieurs erreurs couverts, qui font cheminer ceux qui les suyvent les voyes de
deshonneur et domtnage» (Antes me proporcionaba singular placer el leer los Discnrses y E l
principe de Maquiavelo, porque en ellos trata de altas y bellas materias políticas y militares que
muchos gentilhombres tienen curiosidad de entender, por ser cosas que convienen a su profesión;
y debo confesar uue durante el tiempo en que me contentaba con pasar ligeramente por encima,
me encandilaba el brillo de sus razonamientos. Pero una vez que, con un juicio más maduro, di
en examinarlas bien, encontré bajo ese hermoso velo varios errores que hacen marchar, a quienes
los siguen, por los caminos del deshonor y la perdición) (Discours, V I, p. 133). Para generar el
«jugement plus meur» hacían falta las guerras aviles.
■ *’ Metbodns, V I, p. 192.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 135
de los negocios de Estado 268; nunca había leído un buen libro; había
conocido pocos pueblos 269; le habían faltado términos de compara
ción; su experiencia había quedado demasiado estrecha, peor aún, le
había faltado el usus veterum philosopborum et historicorum 270; era un
empírico, carente en absoluto de capacidad especulativa, carente
asimismo de religión 271, que proponía como modelo a aquella buena
pieza del Valentino. Juicio este que en gran parte se debía a un
doctrinalismo científico, cuyas consecuencias pronto se echaron de
ver en sus comentarios acerca de Maquiavelo 272.
Pero la pasión de los antimaquiavelistas iba a prorrumpir de
manera mucho más violenta después de que, en la noche de san
Bartolomé, Maquiavelo se manchara las manos con la sangre de los
hugonotes: detrás de él y de su discípula Catalina se erguían ahora
las sombras de los asesinados, por lo que la batalla contra el escritor
se convertía en reivindicación de éstos y en una deuda de piedad a
su memoria.
Así, como una mezcla de elementos variadísimos, se desarrollaba
el antimaquiavelismo francés, en el que despuntaban incertidumbres
teóricas y preconceptos moralistas, violento sentimiento nacionalista
y rebelión de privilegios y de voluntades semianárquicas. Tal era el
peso muerto de la oposición. Pero estaba también, aunque muy
escondida, la fuerza viva.
La formación de una profunda conciencia religiosa y la afirma
ción de una burguesía plena de vida, que había encontrado a su
portavoz en Bodin, junto con aquel fluir vital desde abajo de la
nación entera, aunque a veces a través de los residuos de un pasado
vanamente evocado, y su conjunción con un gobierno que por fin
podría acoger en sí la pasión de los súbditos, ampliaban el Estado
de Maquiavelo, infundiéndole una plenitud de vida social y espiri
tual que no había llegado a conocer.
“ RrpMiq»t cit., Prefacio. Él está «fort bien (Desconté» (muy descontento) (VI, 4. p. 690).
En la redacción latina, Bodin es mucho más duro en este pasaje. Maquiavelo, «litcris abusus et
otio», se contradice «ut quid sentiat homo levtssimas ae meqtússimta, diiudicarc non possit» (p. 1086).
Pero en las tres ediciones francesas que he podido consultar, las de París de 1)76 y 1578, y la de
Lyon de 1)91, se dice simplemente: «ctcllemcnt qu*ll nc s^aii a quoy se teñir» (hasta tal punto, que
no sabe a oué atenerse).
269 Metbodus, V, p. 106; R¡publique cit., V, I, p. jo j; redacción latina, p. 796.
270 Metbodas, VI, p, i)). Lo refiere Giovio «et res ipsa loquitur».
271 Bodin le reprocha a Maquiavelo el haber blasfemado contra la religión por ser «contrairc
á l’Estat» (?), y haber fundado el Estado sobre la impiedad y la injusticia (Prefacio).
272 También parece volver a ello Montcsquieu, óuien, en un fragmento de E l espirita de las
leyes, omitido después, acusa a Maquiavelo de haber aado a los príncipes consejos inútiles y hasta
impracticables en un gobierno monárquico: «Cela vient de ce qu'il n’en a pas bien connu la nature
et les distinctions: ce qui n'est pas digne de son grand esprít» (Eso proviene de que él no entendió
bien su naturaleza ni sus distinciones, lo cual es indigno de su gran talento) (E. Lévi-Malvano,
Macbwvelli e Monttxqana, París, 191a, p. 98).
136 ESCRITOS SOBRE MAQUI A VELO
Se lo decía Federico II a Voliaitc: «C'cst sur les grands sentiments de llcnry IV que se
forge la foudre quí écrascra Cesar Borgia» (Es en los nubles semimiemos de Enrique IV donde
se foria el rayo que destruirá a Cesar Borgia).
m «El principal fundamento de todo Estado es la obediencia de k» súbditos a su superior,
y esta se funda en la eminencia de la virtud del principe (...). Los pueblos se someten de buen
grado al principe, en el cual resplandece'alguna preeminencia de virtud, porque nadie desdeña
obedecer ni estar por debajo de quien le es superior, sino a quien le es inferior o incluso igual»
(Dell* rafttn di Sitie. Venecia. 1JS 9 .1, pp. it-19). Cf. en Agmmte tUt rugían di Sitie: «Ahora bien,
asi como los estados se arruinan por tontería, por crueldad, por libidinosidad o por incuria del
principe, asi también se conservan y crecen con la sabiduría, la justicia, la temperancia y la
fortaleza del mismo, y estas virtudes producen tanto mayores efectos de reputación y maravilla
sobre la multitud cuanto más altas y eminentes son» (Vcnccia, 1619, «Delta riputazíone del
Principe», l, p. >7). La bondad del principe es causa de la prosperidad de los pueblos (Retiñí di
Stalo, II, p. 9)), y su interés paternal por los súbditos mantiene al Estado en orden y tranquilo,
«porque d pueblo, sin temor de guerra extranjera o civil, y sin miedo de ser asesinado en su casa
por violencia o por fraude, tiene los alimentos necesarios a precio barato, no puede no estar
satisfecho y no se preocupa por otra cosa» (III, p. toj). Acerca de Botero, cf. C . Feaaaai, Hilleire
de ¡m raijom J b jt t , Paria, itíz,p p . 299 y ss.; F. MeInecke, tp. o/., pp. Sa y ss. Las observaciones
de C G io d a sobre la Ragas» di Sitie suelen carecer de valor (La rita 1 U epm di C. Belere, Milán,
>*94. 1,p p .iJJ yss.).
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE., DE NICOLÁS MAQUIAVELO 137
Mariana, tenido por precursor de Rousseau, quien, tras haber hecho entender al principe, en el
libro 1, que es mejor tener de amiga a la Iglesia de Roma, para no atraerse dificultades muy graves
ni obligar al pueblo a acordarse de su toberania (|cómo servían las discusiones teóricas para los
fines inmediatos de Roma!), se hace excelente preceptor: «Dcinde commotac muintudini
repugnare non debet Instar torrentis est, obvia quaeque subvertit. ad breve tamen tempus
intlatur Arte quadam componendi ii fluctus sunt. Díssimulandum lantispet, prccibus
conccdcndum etíam aliquid (...). Sedato tumultu quorum praecipua noxa erit, iis irrogare
supplicia nihil vetabit, sed carotim ac singulist quod ad consensum multitudinis eatcnuandum
saluberrimum esta [De Regr el Regit inilitm ioiu, Francfort, 1 6 1 1 , 111, 1 j, pp. 529-5 jo); cf. también
otros sagaces consejos, p. 556. E l Gran Canciller de Milán, de manzoniana memoria, era, según
se ve, un magnifico discípulo de Mariana.
m Véanse las hermosas páginas de G . TorEANiN, que tanta luz han arrojado acerca de la
concepción política de los hombres de la Contrarreforma: M atbiarelll e ¡ I » Taeltitmom, pp. 92 y ss.
2» «Por lo que seria necesario que el principe no sometiese nada a deliberación del Consejo
de Estado que antes no hubiera sido ventilado en un consejo de conciencia, en el cual
intervinieran doctores excelentes en teología y en justicia canónica» [Rapan di State, II, p. 9 1; P.
R ivad en eyra , op. tít., II, Z), p. ))6 ; j i , p. 562). También Mariana querrá que el principe oyera
el parecer prndentinm rhrornm, entre los cuales, por supuesto, habría de contarse algún religioso
[op. til,, lli, 1 ; , p. 328), al paso que Bcllarmino, que sometía al principe a cuatro superiores, a
saber. Dios, el Papa, el obispo y el confesor, le prohibía a este último absolver al reai penitente
si éste no habrá confesado toaos sus pecados, incluidos los de gobierno, y no tuviera el propósito
de enmendarlos todos. La confesión debia ser integra [D e offieio printiplt thristiaxi, Londres, 1619,
I, 6. pp. 47 y ss.). Más tarde, A n ta concederá también a los religiosos el acceso a los gabinetes de
los gobernantes, afirmando que predicadores y confesores deben dirigir las acciones de los
principes (M. C a v a l u , D egli lerlttorl polillel ttalianl Helia telenda m etí del tetóla xv n , Bolonia, 1905,
p. 70).
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 139
C . 174, quien reco ge e l con cepto d e S a n to T om As d e A quino , «legitim a auctontas, causa justa,
itentio recta», Snmma Thtoiogica. R o m a, 1R86, parte II, c. 40, a. I).
2,5 R iv a d e n e y r a , p. ¡ J4 ; «Q uasi pastor Ínter oves» (B e l l a r m in o , I, 9, p. 70).
m E ste interés político de los principes de oponerse al m aquiavelism o ha pasado a ser un
argumento convencional (F . M e in ec h e , op. eil., p. 1 5 1) .
* «(•••) y n o es posible qu e estim e la religión quien n o tiene en cuenta a los religiosos, pues,
/cómo podrás honrar la religió n , a la qu e n o ves, si n o estim as a los religiosos qu e tienes ante
Im o jos? (Rogón Ji Stato, II, p. 96). L o s bienes d e la Iglesia n o deben tocarse sin facultad del
'Sumo Pontífice ( V il, p. 187). P o ssbvin o le reprocha acerbamente a M aquiavelo el no haber
■ tunado en cuenta a los religiosos («D octores Christianac religió n » nihili faciat?». op. eil., p. 127);
140 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Véase el minucioso estudio que de los escritos de Bodin hace A. Possevino 'cp. eil., pane
I, pp. 119 y se.). Lo relaciona con Maquiavelo, 1.a Nouc «et aliis qui Politicis habentur, nec sunt»;
mis adelante dice que en el MethcJm «haercsim sapit», para concluir reconociendo que la
fUtmblifm tiene «magnam serum Politicarum supcllectilcm», pero pidiendo que sea expurgada, no
•ólo «verum ctiam ea apte insererentur. quac in Religione Catholica ct pietatc firmare Principum
«I Poliócorum ánimos possent». R ivadeneyra es más duro (p. 4 1 6 , 1, pp. 4 ) i, 16, pp. 497 y ss.).
Por lo demás, apenas se publicó la R IpM iqm , a Bodin le acometieron los predicadores (R.
Cm a u v k í , cp. ti!., pp. 43-44).
"> Acerca del emparejamiento de jesuítas y maquiavelistas, cf. O. T ommasini, cp. ti!., 1, p.
11 y ss. Gentillet dice que el Papa «et sa u qm iln (y su pandilla) pusieron a Francia patas arriba
ton las guerras civiles, «par les moyens et pratiques de leurs estaffiers machiavclistes qu'ils y ont
rnvoyez» (por las maneras y prácticas de sus asistentes maquiavelistas que han enviado) (D ittcnri
t i l , 111, p. >43). Acerca de la reacción antijesultica en Francia, cf. C. L enient , L e ¡atire cu F ru te
M U U uérttm militante u xvi aiócle. Paria, 1 166, p. 4I4 y ss. Y recuérdese el Catboliccn, «manié,
itmué, alambiqué et calciné au coliche des jesuites de Tolédc» (manoseado, removido, alambicado
y calcinado en el colegio de los jesuítas de Toledo) (Satjrc M nuppit, París, 1394; cf. L enient, cp.
tU-, pp.4>9y »•)•
142 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
iba a cesat. Las voces airadas seguían resonando, y lo que les daba
pie, por encima de todo, era siempre el maquiavelismo de los
príncipes, la acción práctica de cada día, en la cual, por una
costumbre ya inveterada, se seguía viendo la mano lejana del
inapresable enemigo 296.
Con todo ello, en un movimiento tan tumultuoso había dismi
nuido toda posibilidad de critica. Actores, que no espectadores, de
una lucha continua, conturbados por las exigencias prácticas e
inmediatas y por las consecuencias directas de su actitud, arrastrados
por la vehemencia de la pasión, aplastados la mayoría de las veces
por la flaqueza de su espíritu, los antimaquiavelistas no podían en
manera alguna llegar a una evaluación serena de la obra del enemigo
de cada día.
Pero si bien no alcanzaban ese grado de equilibrio, su misma
suerte la compartían los que se erigían en defensores de oficio de
Maquiavelo y que fluctuaban, sobre todo, entre la justificación
práctica y la sentimental y finalística, proponiéndose unos ver en E l
príncipe, casi exclusivamente, una crónica rerum gestarum, y otros
descubrir la secreta intención republicana de su autor 297. La inten
sidad pasional del problema seguía siendo tan grande que se imponía
a toda expresión más circunspecta, con lo que se anulaba la
posibilidad de una valoración critica.
Para que ésta se inicie, habrá que esperar al siglo xix. Sólo
entonces la obra del florentino, sustraída a los antagonismos y las
299 Thcophraste Renaudot decía de Richelicu, en i6j6:(T oi, tu te sers de la religión comme
ton preceptcur Machiavel (...). Ta tete est aussi préte a porter le turbant que le chapcau rouge»
(Tú te sirves de la religión igual que tu preceptor Maquiavelo T u cabezá está tan dispuesta
a tocarse con un turbante como con el capelo rojo) (en J . R ogrr C harbonnel , op. cit., p. 73; y
en O. T ommasini, op. cit., 1, p. 605). De Mazarino dice el Caíttbismt dt Cottr, Paria, 1631*. «Je crois
(...) en Mazann, qui a été congu de l’esprit de Machiavel» (Creo... en Mazarino, que fue concebido
del espíritu de Maquiavelo) (T ommasini, op. cit., 11, p. 933). Se suma al coro Federico U: «11 parait
que ces Cardinaux hals ct estimez des Franjáis, qui successivemem ont gouvcmé cct Kmpire, ont
profité des máximes de Machiavel pour rabaisser les Grands» (Parece que esos cardenales odiados
y estimados por los franceses, que gobernaron este Imperio, aprovecharon las máximas de
Maquiavelo para rebaiar a los grandes) (And-M achiavel, cap. IV , p. 37). N o bastaba que contra
esta supuesta utilidad de la obra de Maquiavelo protestaran G . S cio pw o ( Pcedía politices, Roma,
1623, p. 27) y más tarde j . F. C h m s t *. «Quasi vero ilta imperantium iniquicas, nisi e libril
prudentum, discí nequeat, nec per se sufficere ingenium humanum, malis eius-modi patrandil»'
possir» (De Nicolao Machiarelli libri tres, Leipzig, 17 3 1, dedicatoria y 1,1 5 . pp. 33 y ss.).
297 Para estas varías corrientes de defensores de Maquiavelo, cf. L. A . B u r ó , op. d t., pp. 60-61.
F.I Maquiavelo de la secreta intención republicana aparece también en $pino2a: «Praeterci
ostenderc forsan voluit, quantum libera multitudo cávete debet ne satuten suam uní absolutc
credat» (Tractatas políticas, ed. Van Vesten,i9i3, V , 7, p. 24). Cf. el juicio de G . P a r in i , Prote,
Barí, 1 9 1 3 , 1, p. 269. Esta fue la interpretación predilecta desde el siglo x v m , especialmente en 1»
segunda mitad, cuando se requirieron de Maquiavelo leedoras de libertad y, en consecuendá£
volvieron a salir a la luz los Piscursos (A. E l k a n , «Di Enrdeékung Machíavcllis in DeutschltftJ
zu Bcginn des 19. Jahrhunderts», en Historiscbe Zeitschrift, 119 , 1919, pp. 430-431). Y es notable
la influencia que ejerció Maquiavelo, justamente como maestro de libertad republicana, sobre los
jansenistas italianos (E . R o t a , C'm eppe Poggi e UtJormoxjont psicologías del patriota moderno, Piacenxap
1923, pp. 4 !, n. 3; 76 y ss., I9 y ss.). Por lo demás, también en los tiempos de la critica hubo
quien dijo que *J2/ príncipe habla sido escrito con la intención de iluminar a los pueblos y de
alucinar a los tiranos» (G. A u ico , L a rita di Niccolo Macbiaveili, Florencia, 1873, p. 436).
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 143
m «(...) y con profundo alecto del alma lanzo loa brazos al cuello del hermano, asi sea Moisés,
profeta, evangelista, apóstol, Spinoza o Maquiavelo», Goethe (O. T ommasini, «W. Goethe e N.
Machiavclli». en Kradiraw// áelTAfcadim ta N a yiu u b J t i Lineei; 1901, p. z del extracto). Ahora si
que Maquiavelo penetraba reahnente en la medula de los grandes hombres, y n o ya sólo como
preceptor pata los pequeños manejos de la política. Su influencia en el pensamiento alemán (Hegel
i (■ ichte) ha sido puesta de relieve eficazmente por M e in e c e e . asi como su suerte en tierras
Hermanas la ha explicado dignamente E lk a n ; igualmenmtc tuvo considerable influencia el
escritor florentino en la formación del pensamiento de Alficri y Foscolo (cf., para el primero, U.
< «IXKSO, L ’aw rfSia d i V il Itrio A ifitri, Bari. 19 14 , pp. 7 1. t i l y ss.).
Sobre la composición de « E l prín cipe»
de N ic o lá s M aquiavelo
(1927)
Publicado en Arcbivum Romaniaim, Florencia, X I (19 17), pp 330-385. Al
dar hoy a la luz, completamente reordenado y muy aumentado, este artículo,
que se elaboró en el transcurso de un trabajo realizado en el Seminario
Histórico de la Universidad de Berlín, quiero expresar mi agradecimiento al
profesor Albert Brackmann, de esa universidad, que me prodigó toda clase
de atenciones durante mi estancia en la capital alemana. Por ello le dedico
^este trabajo.
Como apéndice de una hermosa introducción para II Principe,
publicada hace pocos años, Meinecke en relación con la composi
ción del escrito, sostenía ingeniosamente una tesis que merece ser
ampliamente discutida y que puede dar motivo a un nuevo estudio
del tratado, en su génesis y en su estructura.
Según el historiador berlinés, E i principe, del que se hacen
amplias referencias en la conocidísima carta a Vettori de diciembre
de 15 13 , habría constado inicialmente de los once primeros capítu
los, mientras que los otros quince habrían sido añadidos con
posterioridad, aun cuando en inmediata sucesión de tiempo. La tesis
así formulada se fúnda en una serie de observaciones que aquí se
resumirán brevemente.
El objetivo que Maquiavelo se propuso al escribir el tratado está
expuesto en la carta a Vettori del 10 de diciembre:
1 D tr F irst m d k ltn trt S ib riftn , Berlín, 19 1) (colección «Klassiker der Politik», 8). También
menciona expresamente esa tesis suya M e i n e c k e en O h ldtt dtr Staútsrim* m dtr ttkerta Gettbúbtt,
Munich-Bcrlin, 1914, p. 49. Y o me he referido ya brevemente 1 la cuestión (cf. mi trabajo «Del
trisuipe di Niccoló Machiavclli», Milán-Roma, 1916, p. j , nota) [cf. tip rt, p. 44, n. 10, N E >/.],
pero me parece oportuno volver sobre ella con el Hn de examinarla más detenidamente. Al hacerlo
K me presenta, además, la oportunidad de revisar el otro problema, en al independiente del que
plantea Meinecke, de una primera y una segunda redacción del tratado en dos etapas, tesis a t a
que sostiene decidida y definitivamente Tommasini.
147
148 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEl.O
11 Antes creía yo verdaderamente que esa expresión aludía con exactitud a la tarea de acabado
(«Del Prinape di Niccoló Machtavelli», p. j, n. j) (p. 44, n. 9 del presente volumen, S f i //.|, pero
un examen m is minucioso del asunto me ha hecho cambiar de opinión.
0 No es exacto, pues, que Mauuiavelo pidiera en este caso consejo y ayuda a los amigos
para la revisión de su obra, como dice P. C a r u , »p. c¡t„ p. 6. Pide consejo, si, pero sobre otra
cuestión, a *aber. la oportunidad de presentársela a Giuliano (como precisamente confirma la
.v'jHácitú de Vettori, en la carta del 14 de diciembre).
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPE» 15 3
Este último examina, sí, las fuerzas de cada principado, pero ¿en
qué sentido? Maquiavelo escribe:
11 La ordenanza florentina fue abolida por circular del 8 de julio de 1 51 j , para ser restablecida
el 19 de mayo de 1 j 1 4 , 0 . T o u m a sin i , op. t il., II, p. izy , n. 4. C f. F. G u ic c m m m n i , Optre inedite.
Florencia, 1857-1867, V I. pp. 149 n. y 155. Sin embargo, ya en febrero de 15 14 se proyecta una
nueva ordenanza: A . Zom , OtlU no%gt M magnifico Ginltano de' M tdici con la prm cipttu l: ¡liberta di
davala ¡ Florencia, 1868, p. 50.
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPE» 15 7
i* Obsérvete que en el capitulo X X IV de los Oit<urms» II, se repiten los ejemplos del capitulo
X X de E J priiuiptx Niccoló Vitelli, Guidobaldo da Montcfeltro, Francesco Sforza, y hasta el dicho
florentino de «ganar Pisa con las fortalezas*.
160 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
15 No puedo referirme aquí más que a loa que ha examinado Cí. L isio , es decir, el Mediccn
I-aurenziano Plut. X L 1V , ja , el Parigino ms. ital. 709, el Riccardiano 160), el Corsiniano 440. el
Barbcríniano X V I, 7, el Marciano el. II, L X X V I 1, 4 1, y además el Cothano B. 70, que he
examinado personalmente (aunque no en los veintiséis capítulos). Por tanto, no están compren
didos el manuscrito de Carpcntras j o j , el Perugino G . 14 ni el Riminese a 17. compulsados por
A. G krbf.x . Pero, puesto que las lecciones de los códices citados más arriba representan también
las tres familias I. {J |a (según la clasificación de Gcrbcr. El grupo ¡3, en realidad, sólo está
representado por B. que sin embargo ocupa «eme... btror^uglt |Gerber| como para que
tea suficiente para nuestra investigación), resulta licito tomarlas por definitivas,
162 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEI.O
a la lección que conocía sólo a través de C (e incompleta, ya que C dice «guerra. El rey de l-'rancia
ha hecho muchas guerras...», sin el pnsm tt), objetaba: «No puede ser m is que falsa la
interpretación del transcriptor. Efectivamente, según la historia, Luis XU empezó a guerrear
apenas un año (1499) después de su elección, pero Ju lio II al cabo de seis años (M09). ¿De quién
era, pues la larga parsianaia?» (Edición crítica, p. 73, n. t). Pero a esta objeción responde en
seguida Prato: «Era este rey l.uis (...) un poco tacaño, pero él afirmaba serlo sólo por pagar bien
a los soldados, a fin de que ellos pagaran a otros, y para no agobiar con impuestos a sus pueblos.
Y , a decir verdad, en el lapso de trece años en que señoreó Milán, nunca hemos pagado talla,
salvo la de la rebelión que nosotros mismos nos compramos», G . A . P asto , «Storia di Milano»,
A nhhm Stcrin Uatiaaa, t. III, vol. I, p. 323. Nótese la similitud de los comentarios de ambos
escritores, que legitima plenamente la lección de G . (Precisamente Tommasini, que sostiene la
tesis de la doble redacción, tenia que proponer la nueva lección, que constituye un argumento
demasiado fuerte y decisivo contra su misma tesis.)
a Para prevenir cualquier posible cuestión, me apresuro a señalar que también el manuscrito
de Gotha concuerda en esta lección con los manuscritos de que dispuso Lisio, de suerte que
tenemos aquí el acuerdo de las tres familias, L, ¡i y p. De suerte que una nueva edición critica
no podría modificar en nada esta lección, que, para la presente investigación, es de importancia
fundamental.
SOBRE I.A COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPE» 165
«Qucdarcmc así, pues, entre mis piojos, sin encontrar hombre que
de mi servidumbre se acuerde ni que crea que pueda yo servir para
algo. Pero es imposible que pueda estar yo mucho asi, porque me
gasto, y veo, si Dios no me es más propicio, que un día estaré
obligado a salir de casa y colocarme de repetidor o canciller de algún
condestable (...).»
191), y Lorenzo Pasqualigo, el i S de septiembre: «Asi que la disciplina se le echa encima a Francia,
tras haberlo hecho a otros (...)» {ibid., p. 234). Guicciardini, escribiéndole el 27 de octubre a
lorenzo de Médicis, se expresa de esta manera: «(...) y la situación de ese rey (Luis X II). si es
verdad, como acá se tiene por cierto, la decisión de los suizos de continuar la ruptura, u taínentra
en m punto en que parece que tenga que esperar algo más que deliberaciones y remedios vanos
(...)» (Opere medite cu., V I, p. 167). Nótese desde ahora la frase «se cncucnrra |actualmcntc| en un
punto», que se parece mucho a la otra de Maquiavelo, «como ahora se ve efectivamente».
n A . l.u/.io, «Isabella d'Este nei primordi del papato di Leonc X c il suo viaggio a Roma ncl
13 14 -13 15 » . en A rehirió Stonto Lombardo, VI (1906), p. 1) 1.
*° «Al res et tempus eum monere debent, ut tándem aliena desinat appctrrc. Quin potius
rebus suis sibique ipsi cónsul»! et praccavcat, ne quas aliis attulit iacturas (...) iustitia quae Dcus
est in capul suum atiquando convertat», t i. Morone , «l.cttcrc ed orazioni latine», en Miteellanea
di Storia italiana, II, Turin, 1863, p. 316. Mientras, en Milán, Massimiliann Sforza celebra «grandes
triunfos» y manda invitar a «su amada, ea decir, la marquesa de Mantua», V. J oppi, «Diario del
campo tedesco nella guerra véneta dal 1 3 1 1 al 1 j 16 di un contemporáneo», en A rtbivio Veneto,
XXXV (1888), p. in.
*' Fray Francesco da Montcpulciano, quien, en diciembre, se exhibe en Florencia «con tan
espantables prédicas, que les gritaba a los espectadores, en medio de abundantes llantos:
«¡Misericordia!» ( J acopo P itti , «DcIPIstoria Florentina», en A rthkio Storito Italiano, 1, 1841, p. 1 n ¡
cf. G . C ambi, «Istoric», Florencia, 1783-1786, en De/izit dti/i ernditi lottani, X X II, p. 38: L.
I.AKD U Cci, Diario flortatino daI ¡4)0 a I t f t i , cd. Del Badia. Florencia, 1883, p. 343), y profetiza
«(...) que el rey de Francia habla de aniquilarse, y uno de la casa de Raona predominarla en Italia»,
N. M a c h ia v e l li , L tttm /am iliari cit., C X X X V III, del 19 de diciembre.
62 «(...) pareciéndole |a Fernando el Cató!ico| que el rey de Francia, si se defiende por este
año de los ingleses, quedará con una potencia que aún será de temer (...)», F. G u icc ia rd in i , O pm
iiuditt cit., loe. eit„ pp. 236-137 (del 8 de octubre), y, efectivamente, Fernando se apresura a
proveer para el año siguiente.
u Acerca de la disminución de las actividades bélicas en el norte de Francia desdr principios
de septiembre, F. G u icc ia rd in i , Sloria tfU alia, ed. cit., XII, p. 3. Cf. C. L an z , Akttattm kt and
Brit/t z*r Cesebitble Kaiser Karlt V „ Vicna, 18 33.18 37, «Mon. Habsburgica», II, t, Einlritung, p.
138: G . A. B ergenroth , op. tit„ II, p. I.X X I I 1; H. Ú lmann , op. til., II, p. 47a; E . G a g lia r d i ,
op. til., p. 287 y n. 1.
172 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVF.I.O
Salviari, crotore de Florencia en Roma, proseguía: «No sé si ésos prometen hacerlo porque lo
quieren hacer (asaltar a Francia), pero estoy seguro de que, si lo prometen, no harán nada (...) al
hacerlo no tendrán más respeto por otros que el que le tendrían al rey de Inglaterra (...). Vos
conocéis la naturaleza de ésos y que, donde está su interés propio, poco respeto tienen de
cualquier otra cosa (...)», ibid., pp. >) 3-1)4 . Hl 17 de octubre, hablando del proyecto de
matrimonio entre el archiduque Fernando y Renata de Francia, quien llevaría como dote el Estado
de Milán, vuelve a insistir «No sé actualmente cuál será en este caso la intención del rey de
Francia; mas cuando él estuviese inclinado a ello y lo presentase de manera que ésos no abrigaran
engaño ||//cl|, yo seguirá dudando de que. podiendo dar un golpe asi, se tuviese poco respeto
del otro», ibid., p. 168. E l mismo día, Corsi, nuevo embalador florentino en España, en carta a
Lorenzo de Mcdicis le habla de la llegada a la corte de un enviado de la reina de Francia cuya
tarca consiste en proponer una paz o liga particular, o, por lo menos, una prolongación de la
tregua que debe terminar en marzo de 1) 14; y prosigue diciendo que Femando les ha confiado
a los agentes del Sumo Pontlficie y al embajador inglés, que no deseaba tomar semejante decisión
«sin el pláceme de los confederados, a quienes no se debe faltar a la buena fe (...). A Su Majestad
le fue respondido que recordara que cuando se trató de la tregua hecha [el 1 de abril | con los
franceses por Su Majestad, para todos los confederados fue causa de muy grande escándalo, y que
fue la causa de hacer venir este verano pasado los ejércitos franceses en tan grande número a
Italia, y que los derrotó más bien á fortuna que la prudencu, el milagro que la fuerza. Y que
aun cuando se tratase solamente de las tentativas, asi como de decisiones semejantes, necesaria
mente debían generarse enormes sospechas en las mentes de todos los confederados, las cuales
podrán ser causa de tristes efeoos, no menos perjudicóles para Su Majestad que para cualquier
otro de los confederados», A . D esjaudins. op. t i!., II, p. 391. (Cf. también el modo más reverente
de Guicciardini al rey. Opero inédito cit., loe. eit., p. 164.) Nótese el tono amenazador, a pesar de
uc nos encontrante» en el momento más fe lá para los coaligados, a diez dias del nuevo tratado
3 c Lila. También Corsi escribirá, el t) de enero de 1314 : Fernando quiere colocar a su nieto
Femando, a quien ama entrañablemente, y mientras «no lo pueda hacer de cualquier manera con
dignidad, esta Majestad andará siempre oscilando y aprovechando sin ningún respeto cualquier
ocasión que le conduzca a ese fin (...)», D csjaroins, op. t il., II, p. 394. Sin embargo, el Católico
es el que «da el tirón a la balanza», según escribe Raffacllo de Médicis a loren zo, el 1 de febrero
de 1314 , ibid., p. 398. Tampoco este nuevo observador está, sin embargo, exento de dudas, «si se
mantiene firme como promete».
n «El Emperador (...) muele con la fantasía», Raffacllo de Médicis a Lorenzo, desde Malinas,
el >0 de noviembre de 13 13 , D esjardins, op. eit., II, p. 390. Cf. también la opinión de Acciaiuoli,
en Sañudo, op. eit., X V II, p. 94. Por otra parte, cuál era la consideración en que era tenido
Maximiliano es algo que puede verse en el Ditttrto IV de Guicciardini, escrito en enero de 13 13 :
•Queda, pues, el Emperador, respecto de si, inútil (...)», Opere inedite cit., I, p. 13 3 .
1 74 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
1
176 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
“ F. N irri, op. d i., pp. j j , 40-41; L. von P asto», op. rít., IV , I, pp. 6o-6i.
u De Baldassarc da Pcscia a Lorenzo de Médicis. i j de marzo ae 1 11 4 (refiere un diálogu
con el cardenal de Médicis), W. R oscoe, op. d i., V I, p. 100.
H C. G uasti, op. d i., pp. J7, * 1.
** V. C ían , op. d i., p. 59; (el diálogo tuvo lugar, no el día anterior, como por error dice Cian,
p. 568, sino el 1 ; por la mañana; y en presencia, no del orator, veneciano, que no está «bien
dispuesto», sino de su secretario).
H Asi como ardientes recomendaciones de la curia pontificia para que se rompa «esta gestiAn
de casamiento», que «da a Nuestra Santidad disgusto y asombro», C. G uasti, op. rít., p. 6t (11
de marzo).
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPEi 177
17 Y a ames es interesante ver cómo Acciaiuoli trata de convencer a I.uis X II de que el Papa
Ir tiene buena voluntad: carta a los Diez de Bailiazgo del 17 de enero de 1 \ 14, A. D esjardins,
/*> <7/., 11, pp, 595-596. Además, desde Roma le han escrito ya a principios de febrero
recomendándole que insista en tocar esa tecla, A. G iorgf.t t i , op. cit., c idénticas recomendaciones
*«■ le hacen el 5 y el 15 de marzo, C. G uasti, op. cit.%pp. 59 y 61.
0 A. D esja rd ín s . op. ciLt II, pp. 604-605. Dada la situación, hay «necesidad de calor y
madura resolución». Toda esta carta es de importancia fundamental para’ comprender el juego de
!» diplomacia pontificia y, al mismo tiempo, para advertir su inquietud.
Y con designio: «(...) el rey [l.uis X II], mientras Je quejaba alguna esperanza de que la
lama de este manejo, la cual de/ibrradameatt divulgaba, pudiera por su propio interés mitigar en
beneficio suyo loa ánimos de los demás, alimentaba Je buen grado las dificultades que de ahi
provenían», F. G u iccia rd in i , Storia ¿Ita lia , X II, p. 4.
178 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
1,0 p. t)6 . La noticia se difunde en Roma por el correo, «de boca en boca», y es referida
al senado de Veneaáa por el oratore Fiero 1-ando en carta del 27 de mayo (cf. V . C ía n , op. cit., p.
375). Uppomano la confirma en cana del 3 de junio, ibid.%p. 230. Asimismo, A msrogio da
Paullo , op. «/., p. 339. Las primeras alusiones a la liga entre d Papa, Francia y los suizos, se
encuentran ya antes de las cartas de Turini del 16 y iS de abril, A . D esja a d in s , op. «/., II, pp.
6 1 ) , 614.
m Se deduce de la carta de Pasqualigo, ya referida, expedida en Londres el 24 de m ano: «Y
como vos decís que Francia se hace poderosa al mostrarle la cara (...)», S añudo, op. r;/., X V III,
p. 1)8. Dado que una carta entre Vcnccia y Londres tenia un mes de viaje, resulta claro que el
ánimo de los amigos y sostenedores de los franceses en Italia había vuelto a elevarse desde febrero.
112 F.I Papa no quiere molestarse con el rey de Francia ni con el de España y, por tanto, le
place el matrimonio de Giuliano con Filiberta de Saboya (Alfonsina Orsini a Lorenzo de Mcdicis,
9 de febrero, A. Z o st, op. <//., p. 29). Lorenzo está de acuerdo, «por los respetos que se tienen a
Francia y F.spaña» (Lorenzo a Alfonsina, 14 de febrero, tbid.%p. 40). Véanse, por lo demás, las
cartas a G ofo Ghcri y a Acdaiuoti, ya citadas, y también las del 23 y 18 de marzo y 4 de abril,
C. GiMSTt, op. «/., pp. 56-39, 6 1, 62-64.
m Lippomano desde Roma, M. S añudo , op. tii.%X V III, p. 2)6.
114 /Mr., X V II, p. ))4 , «(...) todo contribuye a nuestra ruina (...)».
I,s «(...) tos nuestros tienen buena voluntad (...)» (to de junio), ibid.t X V III, p. 260; «(...) los
del Consejo de X (...) tienen buena voluntad (..,)* ( 1 ) de junio), p. 266;«(...) los sabios dicen que
las cosas van bien (...)» (t 5 de junio), p. 272.
1,6 Carta ya recordada, en Misctllama d i Storia Italiana cit., III, p. 194.
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPE» 18 3
1,7 Misceilanea di Storta Italiana cit., II, pp. j p - j j j. S54. 366, )8o, y cf. III, pp. 199-200 (10
de agosto).
na 1.. L a n d u c c i , Diario cit., p. ) 4 f í C a m b i , «Istoric» cit., p , 46.
1,9 A. G eorgetti. op, r/7,, p. 2)6. Cf. al respecto los prudentes consejos de Baldassarc da
Pcsci», W. Ro.scoe, op. tii.t V I, p. 224 (del 8 de junio).
120 Porque el Católico teme el acuerdo entre Francia e Inglaterra, A. D esja rd in s , op. cit., II,
p. 6)9 (de Pandolfíni a Lorenzo de Médicis, 14 de julio). Y véase con qué impaciencia, que deja
entrever su inquietud, sigue Fernando el desarrollo de las conversaciones francoinglesas, en julio,
(>. A. B f.rgf.nroth , op. cit.t II, p. 179. Pero ya el )o de mayo, Pandolfíni le escribía a lorenzo:
■ Nunca alcancé a imaginar cuál es Ja causa que induce a España a empeñarse tan decididamente para
aametar las cosas tie esta Majestad (Luis X II], como nó sea por el parentesco de su segunda hija con
el hermano del archiduque (...)», D fsja rd in s , op. rit.% II, p. 622. Efectivamente, desde los
primeros meses de 1 1 1 4 , Francia era «cortejada», II. L’ lmann , op. cit., II, p. 488.
184 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
111 «(...) y u l siguiendo, k ve totalmente dada vuelta esa unión que cnuc estos principes ha
habido hasta el píeseme y venirse a nuevos designios e inteligencias», D r s ja r o in s , »p. «/., II, p
641 (19 de julio).
1,1 «Y en estos tiempos |últtmos meses de i 114 ] el rey de Francia tomó por mujer a una
hermana del rey de Inglaterra y mucho consolidó el Estado suyo. Todos juzgaban que podía con
esa fuerza enseñorearse en Italia», O iérit cit., p. 549.
,u P a s is DRG r a s s is , Diiiritm cit., p. 19; 1.. von P a sto r , «a. IV , 1, p. 64, n. 6.
124 cit., ClX XXt.
M i., (ÍX X V III. Esta carta, que en el Alvisi aparece sin fecha, es del 19 de abril de i | i | ,
O . T o m m a sin i , ep. « /., II, p. a i , n. 1.
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRINCIPE» 185
121 «Queda d reino de Navarra (...) en manos del Católico, a quien no parece haberle hecho
poco el haberlo defendido de loa franceses que venían con el rey, tu seflor natural, hacia quien
los pueblos cataban inclinados; y máxime habiendo sido asaltado en momentos en que no
encontraba muchos apoyos de parte de los ingleses, y por no haber pensado nunca que intentarían
esa empresa». Opere ¡ardite cit., V I, p. i|» (del 14 de diciembre de i| ia ) . Un mes más tarde, en
enero de 15 i j , verdaderamente la opinión de Guicciardini se asemejaba mucho más a la de
Maquiavelo. Disterte IV , ibid., I, p. 1 ) 1 .
127 J.as primeras referencias acerca' He la batalla llegan a Florencia, a través de Lyon,
precisamente alrededor de ti-ty de agosto; cf. la carta de los Diez de Bailiazgo a Bibbicna, en
\ cnccia, de techa t> de agosto, M. Sañudo, op. cit., XVII, p. <6.
i a «(...) aunque también Maquiavelo escribiese sobre ello re» peine, y máxime acerca del
número de muertos, disminuyéndolos para una parte y aumentándolos para la otra (..-)», Opere
medite cit., V I, p. y ; ; cf. O . TouMASlNt, ep. til., p. ) ( i .
186 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
«De aquí nada hay que deciros, como no sean profecías y anuncios de calamidades
C X L 1I, del 4 de febrero de 1)14 .
«(...) y si la cosa es como me habéis escrito, os rengo más envidia a vos que al rey de
Inglaterra», C X L IV , del 2$ de febrero de 1) 14 .
1,3 Apañe de la expresa declaración de Vettori: «Comparto la opinión vuestra, que para
l.spaña no interesa la guerra del otro lado de los montes entre Francia e Inglaterra (...)», carta
del 16 de mayo, C X I.V 1I.
188 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Maquiavelo Guicciardini
139 También respecto de esta lección, las tres lamillas de manuscritos I. ¡í |x están de acuerdo.
'*> Guicciardini salió de España el 4 de noviembre de 1 ) 1 5 , llegando a Florencia el 5 de enero
de t)i4, Ofiert inedite cu., X .jp . 9 1; cf. C G ioda . Gmeeurdini t le sm opere ineditt, Bolonia, 1880,
p. 76, y A. O trtra , I'ranfoti Goicborditt, u ríe publique et u pernee politiqiie, París, 1916, p, 7 1 , quien
sitúa su llegada a Florencia el 9 de enero. En ía primera página del autógrafo está escrito de puño
y letra del autor, como señala G . Cancstrini, «In Spagna, mentre io ero Imbasciatorc l'arrno t y i i
e t ) t j» (En España, mientras era yo embajador, el año de t ) t i y 1) 1}) ; está claro que la Kr/e^wnr
estuvo terminada antes de la partida para Italia.
141 Opere imelile cit., V I, pp. «86-187.
192 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
estas canas y pasajes de E l prm tipt. Baste d in aludir a la cana C X X V ill del 19 de abril, en la
cual observa O . T ommasini, tp . til., II, p. 86, n. I, germina ya la sustancia de É J prituipt, y por
lo menos es t í ya completamente esbozado el retrato de Femando el Católico que, esencialmente
idéntico, volverá a aparecer en el capitulo X X I del tratado a que nos referimos.
194 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
144 D igo (odo E i firim tpt, o sea, comprendido el capitulo X X V I. E s ocioso repetir ahora los
argumentos ya aducíaos contra la tesis que considera el último capitulo como bon <taa#r< (cf. mi
«Introducido» cit., pp. xxthM tuiv, y «Del P rin at* di Niccólo Machiavelli» cit., p. J 7. n. i); baste
con volver a seAalar que la alusión de la cana del *6de agosto, «Iqs que no nos lo remedian, si
ahora se lo puede remediar», encierra en si toda la exhortación final.
M* Este largo silencio no se debe a extravio de canas. A l reanudar el diálogo, el t ) dr
noviembre, Vettori escribe: « lie usado para con vos tanta sobriedad de pluma (...) que no tenia
claro dónde me encontraba. Tened a bien recordar que la última que tuve de vos empezaba con
la historieta del león y del zorro (...)». auc es precisamente el exordio de L> cana del x6 de agosto.
144 Efectivamente, la cana del 19 de diciembre, C X X X V 1U , escrita «por cuerna de nuestro
Donato del Como», con el simple agregado sobre las prédicas de fray Francesco da MontepuJ»
daño, es de escasa importancia y no (fice absolutamente nada de lo que nos interesa. Es un»
sencilla carta de negocios y de noticias, de tono modesto, como conviene a esa correspondencia
salvo un poco de la última pane, donde reaparece d Maquiavelo que conocemos, la s cara» del
t de enero y del 4 y 1$ de febrero deben, por supuesto, leerse en U edición íntegra.
SOBRE LA COMPOSICIÓN DE «EL PRÍNCIPE» 195
147 Suponer, como ha hecho P. V il l a r i , op. etf., I, p. 670, que Mauuiavclo k hubiese
entregado a la amena conversación, casi solamente por haberle obligado a ello Vettori, equivale
a una absoluta incomprensión del catado de ánimo ocl escritor. C f. L . Pasar, V nm m dt M *tb i**i,
f rMfoú Vet/ori, sa tie tt m oemts, París, 19 13 , pp. 46-47, 72,62-6). quien sm embargo no advirtió
el porqué del cambio de tono del epistolario entre diciembre de i j i j y abrí! de 1) 14 .
196 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
«(...) he encontrado una criatura tan gentil, tan delicada, tan noble,
(...) que no podría alabarla tanto, ni amarla tanto, que ella no
mereciera más (...). Y aunque me parezca haber entrado en un gran
esfuerzo, (amen siento por dentro un dulzor tal, tanto por lo que ese
aspecto raro y suave me atrae, cuanto etiam por haber dejado de lado
el recuerdo de todos mis afanes, que por nada del mundo, aun
pudiendo, querría liberarme. He abandonado, pues, los pensamientos
de las cosas grandes y graves, ya no me deleita leer las cosas antiguas
ni discurrir acerca de las modernas (...)».
SOBRF. LA COMPOSIQÓN DE «EL PRINCIPE» 197
reales que cabe excluirla sin más trámite. Aparte de los argumentos
de índole, diríamos, negativa que ha desarrollado Lisio *48, hay
muchos otros que nos afirman en nuestra convicción. Las alusiones
de los capítulos X III, X X I, la misma del capítulo X I, «y ahora un
rey de Francia tiembla ante él», son todas comprensibles y justifica
bles, como se ha visto, en 1513, mientras que serían decididamente
erróneas entre 1513 y 1516 ,49. Más aún: en este último período sería
ya poco adecuada la expresión del capítulo X I, «se espera», respecto
de l.eón X . Por el contrario, hemos encontrado una corresponden*
cia exacta entre las referencias históricas de E l príncipe y el estado de
ánimo de Maquiavelo y de todos entre julio y diciembre de 1513.
Pero también la misma forma de E l príncipe, tal como ha llegado
a nosotros, contradice decididamente las afirmaciones de Tommasi-
ni. Si en verdad Maquiavelo hubiese leído por segunda vez su
obrita, le habría dado otro cariz estilístico IS0.
Todas estas consideraciones nos convencen de que no cabe
hablar de segundas redacciones de una «weitere Entwicklung»,
como dice Gerber.
F.n lo que concierne a la tesis de Meinecke, punto de partida de
nuestro trabajo, confío también en que el análisis detallado haya
servido para demostrar que, poj ingeniosa y aguda que sea, no es
atendible. Como se ha visto, aunque el aumentar y pulir de la carta
del 10 de diciembre se refirieran a una tarea de reordenamiento, nada
nos autorizaría a deducir de ello que éste se hubiese realizado
efectivamente y, más bien, las peculiaridades estilísticas de E l
príncipe lo excluyen de plano. De manera similar, la confrontación
con las palabras de Buonaccorsi demuestra que las expresiones de
que Maquiavelo se sirve en la misma carta para exponer en líneas
generales su obra no pueden considerarse únicamente en función de
los once primeros capítulos.
Además, el examen minucioso de los capítulos VI, V il y X nos
ha hecho ver que en ellos no se afronta la importante cuestión
militar, ni siquiera in nuce, y que sólo se desarrolla en los capítulos
X II y X III, con estricta lógica, cuando empieza la parte que versa
,M En el peor de los casos, es decir, sí no quiere admitirse que el capitulo X III tuvo que ser
escrito antes del 10 de diciembre, también habría que admitir, como se ha dicho anteriormente,
que la minuciosidad de la revisión, presupuesta por las tres hipotéticas inserciones de los capítulos
III y X , quedaría totalmente desmentida por la falta de cuidado de que Maquiavelo habría dado
pruebas dejando sin cambiar unas referencias que ya no correspondían a la realidad histórica; asi
como por la misma forma de ñ J principe, que es, como bien señalan lis io y Flamini, una forma
de primera intención no sometida luego a pulimentos.
200 ESCRITOS SOBRE M AQUI A VELO
203
204 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
tos de los Médicis iban cayendo uno tras otro: en 1516 murió
Giuliano, y en 1517 la guerra de Urbino demostró que Lorenzo tenía
una fibra que de ninguna manera podía ser la del restaurador de la
fortuna de Italia. Por el contrario, desde septiembre de 1515 el rey
de Francia volvía a ser el amo de Milán; y desde 1516, con la
asunción de Carlos de Habsburgo al trono de España, podía
preverse el nuevo conflicto que tendría como protagonistas a
Francia y España, y a la península como uno de sus teatros de
combate. Por otra parte, ya a los pocos meses de terminar E l
principe, Maquiavelo había perdido las esperanzas. Tal vez por una
momentánea reacción contra la vehemencia pasional anterior, en
agosto de 1514 le anuncia a su amigo Vettori que ha abandonado
los pensamientos sobre asuntos graves y de importancia, que ya no
le deleita leer acerca de hechos antiguos ni discurrir sobre los
modernos, sino que ha convertido todos sus pensamientos en
pensamientos de amor por una criatura conocida en la villa. Cerca
ya de los cincuenta años, volvía a quedar atrapado en los no
desconocidos lazos del amor, y experimentaba una gran dulzura,
«etiam por haber dejado de lado el recuerdo de todos mis afanes, que
por nada del mundo, aun pudiendo, querría liberarme».
Pero no era el enamorarse ni hablar de Venus, sino reflexionar
acerca del Estado, el «alimento propio de ¿ 1», para el cual había
nacido; por ello, poco después, volvió a sus «castillejos» y a glosar
a Tito Livio, hasta que quedaron terminados — en el curso de
1519— los tres libros de los Discursos sobre la /trímera década de Tito
Livio, que les iba leyendo mientras los elaboraba a los amigos de las
Orti Oricellari, es decir, los asiduos de la casa de los Rucellai.
Fruto de una meditación que no había tenido como causa
primera un impulso práctico inmediato, y no pretendía ser exhorta
ción a un príncipe en particular para las peculiares necesidades de
un momento histórico, sino más bien exhortación y consejo para los
políticos de todo tiempo y de todo país; más recoletos, por ello, en
el tono, aunque la pasión de Maquiavelo se revele en ocasiones
cuando se tocan los negocios de Italia, bien con el sarcasmo
(«tenemos, pues, nosotros los italianos, para con la Iglesia y los
curas, esta primera deuda, la de habernos vuelto sin religión y
malvados...»), o bien con la severidad de un juicio (cf. por ejemplo,
1. II, cap. X V III), estos Discursos son, sin embargo — y no sólo en
el aspecto material— , de más vastas perspectivas y de mayor aliento
que E l principe. No por haber mudado informa mentís de Maquiave
lo, orientado en ambos escritos en pos de la diferenciación tajante,
NICOLAS MAQUIAVELO 223
su sello toda la vida moral del medievo. Ahora bien, asi como el
momento de la Verdad en el pasado, el momento-modelo para todos
los hombres subsistía también para Maquiavelo, con la sustancial
diferencia de no ser ya el momento cristiano de la Revelación, sino
el momento pagano de la Roma antigua, punto inmarcesible de la
historia universal al cual es preciso remitirse siempre, para hacer
como los arqueros prudentes, «los cuales, si les parece el sitio donde
se proponen herir demasiado lejano (...), ponen la mira mucho más
alta que el sitio destinado, no para alcanzar con su flecha tanta
altura, sino para poder, merced a tan alta mira, acertar en su
designio»; asi persistía la confianza en el retomo ai principio, en el
volverse hacia atrás, bien expresamente al modelo romano, o bien,
en general, al «principio» del cual ha nacido un Estado y que, en
opinión de Maquiavelo, debe necesariamente tener algo de bueno en
sí. Era la transposición, la primera gran transposición que se
cumplía, de actitudes y pensamientos de la mentalidad religiosa del
medievo a un terreno puramente profano y humano: revolución
profundísima en la forma mtntis europea, pero que no consistía en el
repudio liso y llano del pasado, sino en trasladar sus ideas y actitud
a un terreno distinto, así como en cambiar su objeto.
Y es el mismo Maquiavelo quien nos muestra, patente, la
afinidad de su actitud con la de antes, cuando, exponiendo la
necesidad de la «renovación» aduce «el ejemplo de nuestra religión,
la cual, de no haber sido vuelta a su principio por san Francisco y
santo Domingo, se habría extinguido por completo. Porque ellos,
con la pobreza y el ejemplo de la vida de Cristo, vuelven a
encenderla en la mente de los hombres, donde ya se había apagado»
(Discursos, 1. III, cap. 1). A decir verdad, su precepto de devolver el
Estado al «principio» obliga a pensar nuevamente en los preceptos
de los grandes movimientos religiosos medievales, fundados todos,
sin excepción, en el retorno a la vida cristiana primitiva — esto es,
a las virtudes de los primeros cristianos— y, con analogía aún más
inmediata, a las reformas monásticas, inspiradas todas ellas en el
principio del retorno a la «regla», es decir, al espíritu que informaba
a la orden al ser creada. Sólo que, ahora, la voluntad de renovación
no se debe ya al amor de Dios, al deseo de devolver a las almas la
fe plena en lo ultraterreno, sino al amor por una institución
exclusivamente terrenal y humana que no conoce otros fines fuera
de ella y que se sirve como medio del amor de Dios. Arrancada de
la conexión que antes había tenido con la idea del más allá y de lo
ultrasensible, la ¡dea de la renovación y la vuelta hacia atrás
226 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Cabe más bien decir que tal ha sido la fortuna y difusión del
término, que ambas acepciones se han conservado aun cuando,
situado en su verdadero lugar el pensamiento de Maquiavelo,
pareciera que tuviese que terminar el equívoco por el cual se había
llegado a atribuir tal significación a maquiavelismo y maquiavélico;
se ha mantenido como sinónimo de política hábil, pero no leal;
enérgica, pero despreciativa del valor ético de los medios de que se
sirve; y con ello se ha convertido en concepto aplicable en cualquier
tiempo y lugar. Tan es asi, que de «maquiavélica» se ha calificado la
política de un Ezzelino da Romano, un Federico II de Suabia, un
Luis X I de Francia, etcétera, habiéndose incluso intentado trazar
una historia del «maquiavelismo» anterior a Maquiavelo.
Se trata, como es obvio, de un craso equivoco, y mayor atención
habrían merecido al respecto los defensores de Maquiavelo, que
hacían notar que su autor no había hecho otra cosa que representar
la política tal como se había mostrado siempre en la vida real,
quitándole los velos con que los utopistas la habían cubierto para
mostrarla en su feroz, pero concreta desnudez.
Ahora bien, en las polémicas que los antimaquiavelistas empren
dían en el ámbito estrictamente especulativo contra las doctrinas de
Maquiavelo había, en fin de cuentas, un fundamento profundo de
verdad, para controvertir el cual no bastaba con afirmar que
Maquiavelo había sido un pintor fiel de la realidad; se trataba de la
exigencia moral, que volvió a hacerse intensísima en las décadas del
siglo xvi que siguieron al tiempo de Maquiavelo, por la que el
resurgimiento de una vigorosa vida religiosa volvía a poner sobre
el tapete algunas cuestiones ignoradas o, por lo menos, descuidadas
por el pensamiento maquiaveliano. La tajante unilateralidad de
Maquiavelo había conducido, como se ha dicho antes, a una fractura
total entre el ser y el deber ser, entre la exigencia política y la
exigencia ética; y el punto de partida vital de la polémica antima
quiavélica estaba justamente en el impulso de tratar de reconciliar
una con la otra, para restituir a la conciencia aquella «jurisdicción
universal» que le había sido arrebatada por Maquiavelo. Se necesi
taba volver a conjugar la «razón de Estado» (expresión que no
conoció Maquiavelo, pero cuyo uso se generalizó en la segunda
mitad del siglo xvi) con la razón moral; era menester, además,
otorgar al Estado de hecho reflejado por Maquiavelo las bases de
derecho que todavía le faltaban.
Se sumaban, además, otros motivos de polémica, más particula
res y diferenciales; en Francia — gran centro de discusiones antima
238 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEI.O
Obra»
Bibliografía
( 1 9 5 i)
Estas páginas, que son el resultado de las lecciones impartidas en la
Universidad de Roma en el año académico de 1952-19)), se publicaron en
edición litográfíca bajo el titulo Niccold MacbiaveUi, pane I: «II segretario
florentino», en Roma, Edizioni dell’ Ateneo, 195).
En la presente edición hemos omitido las páginas 5-8 del reato original
que comprendían un programa de exámenes, obviamente considerado
superfluo en este lugar.
I. INTRODUCCION A LAS OBRAS D E MAQUIAVELO
249
250 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEI-O
1 En «La política di Paolo Sarpi», curso dictado en la Universidad de Roma en el año académico
1990-19) 1 y publicado en edición laográfica; reimpreso por la Fundazione G iorsio Cini de
Venecia (Istituto per la Collaboruione Cultúrale, Venecia-Roma, 196a). Forma parte del volumen
II de las Opere d i Federico Cbabod de la editorial Giuiio Einaudi, Turín. [N E //.]
* «Si Francia, pues, podía con sus fuerzas», «si podía, pues, con sus fuerzas». (N . dei T.)
EL SECRETARIO FLORENTINO 251
1 1.. H uovinen , Das BiU van Mtnscbtn im pctMscbt* Dtnktn Nitcatt MatbiartUis, Helsinki, 19 J 1
EL SECRETARIO FLORENTINO 253
Tengo que decir que en esto soy algo más escéptico. Es difícil
negar que con el concepto de fortuna damos de manos a boca con
un gran manto, bajo el cual no siempre se puede ver claro. A veces,
la fortuna es el curso mismo de los acontecimientos, es decir, que el*1
4 C ira d d hijo Picio i Franceso NcÚi, u de junio de 1)17, en L ttU rt ftm ilitri etc,
CCXXIX. p. 150.
1 «Sul VII empicoto d d Primipn, en R jritté Slfrie* lu tu M , L X IV (191*), pp- 177-107.
258 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
concepto muy analizado. I.a fortuna, ese quid misterioso que está por
fuera y por encima de la voluntad humana, ofrece la «ocasión», es
decir, ofrece una determinada situación histórica, y entonces depen
de de la «virtud» del hombre el aprehender la «ocasión» y saber
valerse de ella. Tendré que volver más adelante con mucha mayor
amplitud sobre estos conceptos; por ahora, basta con haberlos
mencionado y decir que Ercole supo extenderse en el análisis de los
mismos, que son unos conceptos, diríamos, cardinales. Y en eso, en
el análisis minucioso y sumamente docto de tales conceptos, Ercole
ha dejado indudablemente unas páginas de las que todavía no
podemos prescindir.
Debe tenerse muy presente a B. C r o c e , Elementi di política, Barí,
1925, y la última nota aparecida en los Quaderni delta «Critica» (núm.
14, julio de 1949) con el título «Una questione che forse non si
chiuderá mai. La questione del Machiavelli».
Croce no estudió muy ex profeso a Maquiavelo, y con ello quiero
decir que no le dedicó un volumen o varios ensayos. Pero el
pensamiento croceano ha experimentado profundamente su influen
cia; después de Vico y Hegel, el pensador de quien Croce se
alimentó de forma más continuada y asidua fue, precisamente,
Maquiavelo, que también constituyó una de sus últimas lecturas, en
vísperas de su muerte. En los JElementi di política, Croce dice lo
siguiente: Maquiavelo descubre la necesidad y la autonomía de la
política, de la política que está más allá del bien y del mal morales,
y como tal hay que juzgarla y estudiarla con arreglo a unas reglas
propias y suyas. Cómo resolver después el grave problema de las
relaciones entre la política (es decir, lo útil) y la ética, es tarea de
todo el pensamiento croceano. Pero en la nota de 1949 Croce
acentúa mucho su posición. Efectivamente, sostiene que Maquiavelo
admitía la «autonomía», tanto de la política como de la moral,
faltándole sólo la exigencia «de mediar ambas autonomías». Este
pensamiento no me parece aceptable. Aquí, ('roce «moderniza»
demasiado el pensamiento de Maquiavelo, es decir, lo interpreta con
arreglo a su propia filosofía del espiritu, con su distinción de las
«categorías», cosa completamente extraña y ajena al pensamiento de
Maquiavelo.
Deben considerarse asimismo los distintos ensayos de Luici
Russo recogidos en el volumen Machiavelli (Barí, 1949). Si, además,
queréis saber cómo lo entiendo yo en particular, podéis ver tanto mi
«Introducción» a la edición de 1/ Principe (Turín, 1924), como el
ensayo «Del Principe di Niccoló Machiavelli», publicado en la Nuova
260 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
• C f. e n e l p r e se n te v o lu m e n , p o r e s t e o r d e n , p p . i { - ) 7 , 4 1 - 1 4 ) J » o j-i4 5 - [M E it . |
II. L A JU V E N T U D , E L D E SP A C H O Y LO S C O M P A Ñ ER O S.
L A S P R IM E R A S E X P E R IE N C IA S . S A V O N A R O L A
7 Se trata del juspatronato sobre la iglesia de Sama María dclla Fagna, en Mugcllo.
* La cual pretendía ese juspatronato.
9 Latiere ¡amiltart cit., I, pp. 1-2.
10 Ministerio del Interior de la República Italiana, Pubbltcaziom degti Archivi di Stato, U:
Archivio di Stato di Firenac, Arcbivio Mediceo avante it Principato, t( Roma, 19) 1.
11 Ibid., pp. 191 y 296.
12 Ibid., p. 262.
13 lbid., pp. 280 y 503.
261
262 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
14 f*\ N r m , Macbiapftti mtía rita t otile dottrine, 1 , Ñapóles, 1876 (obra que también hay que
tener presente, junto con las de Villari y Tommasini), ha observado con mucho acierto (p. ), n.
1) que en una ciudad como Florencia, donde predominaba la riqueza (nobiliaria, la falta de dinero
«podía a veces pesar realmente como suma pobreza, incluso para las personas dotadas de modesta
fortuna inmobiliaria, como eran los Machiavelli». Los bienes paternos pasaron después en su
totalidad, en parte por herencia y en parte por un acuerdo de familia, a Nicolás.
latiere fam iliari cit., C X IX , 1» de marzo de 15 15 , a Francesco Vettori.
16 Ibid., C X L V III. to de junio de 15 14 , a Francesco Vettori.
17 El anuncio, junto con algunos extractos, fue hecho por C. O l s c h k í en L a Nación* de
Florencia, el 1 de octubre de 1949. De un «recuerdo» de Bernardo Maquiavelo, escrito en 1460 y
en el cual se daban noticias sobre la genealogía de )a familia, se tenia conocimiento por F. N r m ,
ap. cit., p. 1, n . a, y por P. V i l l a r i .
EL SECRETARIO FLORENTINO 263
vos, para solazarse con algún cuento verde o con agudezas de uno
u otro personaje. Tampoco faltan las envidias y celos de oficina, por
lo que, a menudo, el fiel Buonaccorsi le escribe a Maquiavelo
diciéndole que se apresure a regresar, «que no es cosa vuestra
quedaros allí» 35, y que mire que Fulano, habiendo oído alabar
mucho sus cartas, «cada día viene a olfatear y a soltar pullas» 36.
Advirtamos algo más. Se ha hablado de algunas peculiaridades
estilísticas de Maquiavelo ya perceptibles. Puede ahora añadirse que
en estas cartas de los primeros años, que en su gran mayoría no son
de Maquiavelo, sino dirigidas a él, se observan rasgos de estilo,
dichos, etc., nada diferentes de los empleados por todos sus amigos.
Por de pronto, una de las particularidades de la prosa maquia-
veliana, sobre todo en E l principe, es la nada rara interpolación, en
la construcción italiana, de palabras o locuciones latinas. E l principe,
cap. II: «tenemos en Italia, in exemplis», y cf. cap. V: «In exemplis
hay...»; cap. VI «tamen debe ser admirado solum...»; «y fue de tanta
virtud, etiam en privada fortuna...»; cap. IX : «Praeterea del pueblo»,
«pero etiam que ellos le enfrentan»; cap. X X V I: «Y si bien hasta
aquí (...) etiam se ha visto después...», «Y si bien de este último (...)
tomen se ha visto...»
Ya en otra oportunidad he observado que estas palabras latinas
llevan al razonamiento continuo la familiaridad de las cartas del
Maquiavelo funcionario, de las conversaciones con sus compañeros 37.
Ahora bien, las cartas de los amigos a Maquiavelo son la
contraprueba de esto. Porque también en ellas se insinúa de cuando
en cuando la locución latina; y no por pedantería, sino que, muy por
el contrario, se trata de la vivacidad del diálogo cotidiano en el
despacho, donde el latín de ciertos documentos y diligencias38
alterna con el italiano de los demás escritos y de la conversación
normal.
He aquí algún ejemplo de las cartas de Buonaccorsi: «si bien
todavía yo prívate os aconseje» (vm , 19 de julio de' 1499); «brevibus
acápite» (x, 27 de julio de 1499); «et tándem he querido» (ibíd.); «y
e converso» (ibid.); « Nec plura» (xm , i j de agosto de ijoo); «y
demuestra amaros unice» (xxv, 18 de octubre de 1502); «así etiam por
no tener tiempo» (ibid.); «lamen os diré brevemente» (xxxii, 28 de
octubre de 1502); «lamen vos formuláis una conclusión» (ibid.).
que luego reaparecen en los que hablan mal de Roma: «Mirad cómo
Roma está llena de soberbia, lujuria, avaricia y simonía. Mirad que
en ella se multiplican constantemente los pecados, pero decid que el
látigo ha sido blandido.» 47*
Y en Francesco Guicciardini, por ejemplo, se advierte ya el eco
de la predicación savonaroliana; ¿ 1, Guicciardini, durante tanto
tiempo más escéptico que Maquiavelo, más exclusivamente atento a
lo suyo «particular» y, por otra parte, vinculado mucho más que
Maquiavelo a determinadas cuestiones religiosas 4S.
Pero en Maquiavelo, y en su actitud hacia la Iglesia de Roma,
no hay nada de savonaroliano. Nada de las esperanzas apocalípticas
en la renovación de la Iglesia, nada del espíritu reformador, aunque
sólo fuera moral. Lo atestigua asi la postura que Maquiavelo asume
respecto a Savonarola, en una célebre carta del 9 de marzo de 1498,
menos de tres meses antes de que el dominico fuera ahorcado y
luego quemado en la plaza de la Señoría, el 23 de mayo de 1498. Es
éste el primer documento que nos revela qué piensa Maquiavelo,
cuáles son sus ideas; hasta entonces sumido en la oscuridad, sale
súbitamente a la luz con esta carta (al parecer, a Ricciardo Bechi)
sobre Savonarola 49.
Y bien, la opinión de Maquiavelo es claramente hostil; más aún,
es sarcástica, hasta el punto de demostrarnos que del pathos religioso
de Savonarola, Maquiavelo no entiende nada. El fraile es para ¿1 un
«arribista», diríamos nosotros, un jefe listo de partido que se vale de
la religión para obtener unos fines muy precisos.
Eso, desde el principio. Savonarola predica e invita a sus oyentes
a comunicarse en San Marco:
«(...) y dijo que quería rogar a Dios que si las cosas que había
predicho no venían de él, mostrara evidentísimas señales; y lo hizo,
como dicen algunos, para sumar la parte suya y hacerla más fuerte
para defenderle, considerando que la Señoría nueva ya creada, pero
no promulgada, no le fuera adversa».
Según esta expresión inicial, pues, el recurso a Dios disfraza una
precisa finalidad política. La interpretación de Maquiavelo continúa
cobrando constantemente intensidad: Savonarola, retirado a San
Marco,
11 Carta a Vcttori del 19 de diciembre de 1 11 5 {L tllm fam U iari cit.. C X X X V II I, pp. 313-313).
EL SECRETARIO FLORENTINO 275
279
280 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
43 En Opert cit., p. $4. La corrección non mmim, en O. T ommasini, op. (it„ I, p. xo6.
(En la carta original se decía m * mmtim, «no cambien», «no muden», que Tommasini, y aquí
Chabod, consideran un evidente error de pluma, corrigiéndolo por mn mmim, «no mueran».
284 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
M Maquiavelo afirma haberse enterado de estas maquinaciones por «un amigo, del cual suelo
obtener muchos secretos del Papa». Según O. T omsmsini, op. rít., I, p. t u . el tal «amigo» seria
una invención de Maquiavelo para decir lo que le apremiara.
288 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
normas generales que rigen, hoy como ayer, la acción política. Aquí
nos encontramos con lo que he definido como la «imaginación» de
Maquiavelo, es decir, su capacidad de transformar el hecho determi
nado y concreto en mero punto de partida para subir muy alto con
la fantasía creadora, y de distinguir en ese hecho un momento
particular, una expresión aislada de algo que no es particular, sino
eterno: la acción política.
Otros, muchos otros diplomáticos italianos de la época pueden
ofrecernos observaciones agudas, opiniones particulares felicísimas;
pero ninguno asciende, como Maquiavelo, de lo particular a lo
universal, ninguno logra extraer como él, de la propia «experiencia»
concreta, las normas del quehacer político, válidas éstas para todos
los hombres de todos los tiempos.
Luego en Maquiavelo se combinan — bien puede decirse que
milagrosamente— lo particular concreto y la capacidad de extraer,
de lo particular, la «lección» general; a ello se debe, por un lado, la
abundancia de hechos concretos que se aprecia siempre en su
discurrir, pleno de ejemplos; pero, por otro, la fuerza, la facultad
incisiva y la claridad de las observaciones generales, que van más
allá, mucho más allá del ejemplo aducido.
Por ello Maquiavelo no será ya, de ahora en adelante, un mero
narrador de cosas ajenas, un simple «observador» diplomático.
Desde ahora se revela en él lo que él mismo definirá más tarde como
su mismo ser:
ascender por encima de los hechos del dia para extraer de ellos
preceptos de carácter general, empieza ya a traslucirse en estos
primeros escritos, y muy especialmente en esa primera legación en
Francia.
Ya aparecen, por ejemplo, las observaciones acerca de los
hombres que, ciegos, piensan más en lo útil presente que en el
futuro, y que constituirán después uno de los elementos fundamen
tales de la valoración maquiaveliana de los hombres.
«Pensar más [Luis XII] en el cómodo presente que en lo que le
pudiera resultar después» (carta del 27 de agosto de 1500); y de
nuevo, en la misma carta: «[los franceses] están ofuscados por su
poder y por lo útil presente».
Al punto que, dirigiéndose al cardenal d’ Amboisc, le hace
observar: «si este poco de lo útil presente debía anteponerse a algo
útil y cómodo duradero» (carta del 11 de octubre), empezando con
ello sus lecciones de políüca, que culminarán en los preceptos acerca
de cómo debe Luis X II comportarse en Italia.
O bien, comienzan las observaciones sobre la «naturaleza» de los
franceses («la naturaleza de ellos es moverse de repente», carta del 3
de septiembre de 1500; «si las fuerzas nuestras hubiesen podido
hacer la naturaleza de ellos paciente para oírme», carta del 11 de
octubre), que desembocarán no sólo en el breve escrito De Natura
Gallorum, donde condensa las observaciones dispersas en las cartas
de las legaciones 7172, sino, mucho más, en lo que bien podríamos,
denominar la «tipología» de Maquiavelo.
Tiene efectivamente Maquiavelo cierta tendencia a delinear la
«naturaleza» de un hombre o de un pueblo73, «naturaleza» que
contendría en sí la explicación de la manera de actuar de esc pueblo
o de ese hombre. Incluso en el grave problema de las relaciones
virtud-fortuna, la «naturaleza» del individuo aparece como elemento
decisivo: los hombres se malogran porque no saben cambiar su
modo de proceder junto con el cambio de los tiempos: «No se
encuentra hombre tan prudente que sepa acomodarse a esto; es asi
porque no se puede desviar de aquello a lo que la naturaleza le
inclina...» (Elpríncipe, cap. X X V ).
Es indudable que en esta «naturaleza» participa en gran medida
71 Q ',, por ejemplo: «Estiman tamo lo útil y el daño presentes, que se les caen de su poca
memoria las injurias o los beneficios pasados, y poco cuidan del bien o del mal futuros», «jue es
precisamente la reanudación de las observaciones de las cartas de i j oo.
73 Acerca de este problema, cf. 11. G m e l i n , l'trnxtnáant<Uim¡kb ti d n flom tintuhm Crubkhtteb-
r tib tn tkr Rtiuiitiarnt. IcipaiR-Bcrlin, 19 17 , pp. i-}S ; y L. H u o v i n k n , »p. til.
EL SECRETARIO FLORENTINO 291
¡Se le reprocha, pues, el ser poco solícito! Pero, por otra parte,
Buonaccorsi le reprocha también al amigo por haber formulado
«una conclusión extremadamente osada», y le invita a «retratar», vale
decir, exponerlo bien todo; «para el juicio, remitios a otros».
¡Pero está claro que Maquiavelo era más un hombre dispuesto a
«juicios» que a «retratar» pura y simplemente lo que acontecía!
294
EL SECRETARIO FLORENTINO 295
79 «(...) visteis arder vuestras casas, depredar los bienes, matar a vuestros súbditos, meterlos
en prisión, violar a vuestras muieres, asolar vuestras posesiones...»: Maquiavelo, en las PanU da
dtrít topra la provisiem ¿ ti donato.
296 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
* Uriá.
,s Slanr furtm tm cit., p. t | i .
* E l hombre «importante» que. en «calidad, se mandará como embajador cerca del Valentino,
en enero de i joj, será Jacopo Salviati.
B F. G uiccmkdini. Storit fiorntim cit., p. aja.
304 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
«De los aparatos de este Señor [BorgiaJ para la guerra (...) está
pendiente cada uno, máxime considerando de qué fe puede hoy
hacerse capital» (ibíd.).
Con su gobierno, además, Maquiavelo habla claro, da opiniones
y aconseja; es precisamente en esta ocasión en la que, como hemos
dicho ya, Buonaccorsi tiene que escribirle: «Vos formuláis una
conclusión excesivamente osada (...) para el juicio, remitios a otros.»
Y aunque a veces se refugie en el parecer de «muchos hombres
entendidos y amigos de la ciudad», o de «quien quiere bien a esa
ciudad» (carta del 1 de enero de 1503), lo más frecuente es que hable
en primera persona, dando a conocer sin ambages su pensamiento.
Fijémonos, sobre todo, en su insistencia por las decisiones
prontas y precisas, que constituye uno de los elementos característi
cos, aquí y más adelante, del pensamiento de Maquiavelo, y que
choca de lleno con la política contemporizadora de Florencia:
«Dice esto claramente a las Vuestras Señorías que [Borgia] no es
para estarse mucho tiempo asi, sino para ser muy claro, si no a la
primera, a la segunda respuesta. Cosa de la que os quiero advertir, a
fin de que, aun cuando juzgarais que este camino fuere bueno, no os
persuadáis de ser oportunos todas las veces (...)» (carta del 9 de
octubre de 1502).
Maquiavelo, evidentemente, está convencido de la justeza de lo
que el Valentino le dice: que si Florencia pretende «estarse en el
medio», perderá «de todas maneras» (ibíd.).
Veamos algunos mal disimulados reproches y admoniciones:
** La cursiva o mis.
308 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
n Opon cit., IV , pp. 64-66. Cf. F. G uicciaxdini, Storia ¿Ita lia , revisada por C. Panigada,
Barí, 19 19 , II. p. j j (I. V , cap. X I): los florentinos «se mantuvieron en suspenso» aguardando
primero a ver la «inclinación del rey de Francia (...) y porque, teniendo de enemigos tanto a los
de una parte como a los de la otra, temían la victoria de cualquiera».
» O pm cit., IV , p. 7*-
EL SECRETARIO FLORENTINO 309
a las rocas las ha guarnecido muy bien», para que los enemigos ya
no puedan, «en este momento», hacerle mucho daño.
Por eso se destaca nuevamente la «virtud» de César Borgia, aun
cuando la «fortuna» — una «fortuna» ajena a su voluntad— tenga
ahora una relevancia que no tenía en junio. Casi al término de su
misión, hablando de los proyectos del Valentino de atacar a
Pandolfo Petrucci, señor de Siena, y tras haber visto de cerca el
fracaso de la conjura de La Magione y el triunfo de Borgia, es decir,
ante hechos consumados, Maquiavelo repetirá, en sustancia, su
juicio: «se ve en él una fortuna inaudita, un ánimo y una esperanza
más que humanos de poder alcanzar sus deseos...» (carta del 8 de
enero de 1503). Fortuna inaudita, sí («excelentísimo acierto», había
escrito el 22 de junio de 1502), pero también «un ánimo» grande, y
una voluntad y ambición «más que humanas».
La «fortuna» depende en gran parte de que el Sumo Pontífice
sea Alejandro VI. Pero, precisamente, Borgia, muy consciente «de
que el Papa puede morir cualquier día, y de que le es menester
pensar en hacerse, antes de su muerte, algún otro fundamento, si
quiere mantener los estados que tiene», cuenta ya con un plan
preciso para «precaverse» y poder sostenerse incluso después de la
muerte de Alejandro VI; y este plan es revelado — en sus líneas
generales, por supuesto, y en lo que pueda servir para congraciarse
con Florencia en esos momentos— por un «amigo» (un secretario
del duque) a Maquiavelo (carta del 8 de noviembre de 1502).
Cuando, en el capítulo V II de E l principe, dice que «tan efectivos
eran los fundamentos que en tan poco tiempo se creó», recordaría
esa experiencia suya de 1302; sobre todo, porque el segundo
«fundamento» de César Borgia consistía «en las armas propias», un
«fundamento» caro a Maquiavelo, más que ningún otro, para
cualquier Estado.
IM .,
p. s j) (6 de noviembre).
* ¡M .
p. ) )9 (8 de noviembre).
* M ,p. ) !7 ( i$ de noviembre).
100 IM/.,
p. )66 (■ ) de noviembre).
ln IMA,
p. )?i ( 17 de noviembre).
,a> M ,p. jii (10 de noviembre).
IM/., p. 4 ti ( t i de noviembre).
IM IM/., p. 440 (4 de diciembre).
314 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
10s Cf. N. V alf.k i , L a libtrtá 1 1a pact. Oricntamenti polttici d tl Rinaitim nto italiana , Turin, 1941,
p. 74 y as.; H. B arón , «A Struggle Cor Liberty in the Renaissancc: Florence, Venice and Milán
in the Early Quattrocento», en Am trican H islarital Rtrien/ , L V III (195}), p. Í78.
106 Storia J'lta lia d t „ I, p. 4.
107 lbid., p. >.
EL SECRETARIO FLORENTINO 315
«(...) aunque haya sabido hacerlo codo con gran favor y reputación,
tomen por estar desde hace poco sentado [en el solio], y carecer
todavía de gente y dinero, y estando obligado por su elección ante
cada uno, y cada uno voluntariamente con ¿1, no puede de ningún
modo tomar a su cargo ninguna empresa, antes bien conviene por
necesidad que juegue el término medio hasta tanto el tiempo y las
variaciones de las cosas lo fuercen a declararse, o esté de tal modo
afianzado en su sede, que pueda manifestar una inclinación según su
ánimo y realizar empresas» (carta del 11 de noviembre).
Maquiavelo intuye acertadamente cuál es la verdadera inclina
ción de Julio II, «hombre animoso y que desea que la Iglesia crezca,
y no disminuya, durante su tiempo»; y es razonable que los
acontecimientos de la Romaña «escuezan a Su Santidad» (/bid.); y
espera de la «naturaleza suya [de Julio II], honorable y colérica, que
uno lo encienda y otro lo impulse a obrar contra quien pretende
deshonrar a la Iglesia en su pontificado» (carta del 20 de noviembre);
pero, por ahora no puede pedírsele más, y por ello, en Florencia, los
Diez de Bailiazgo «no tengan más esperanzas de acá, sino que es
menester que piensen por sí solos en otras maneras» (carta del 1 1 de
noviembre). Sin embargo, insiste y no deja pasar oportunidad (junto
con Francesco Soderini, obispo de Volterra, colega de Maquiavelo
ante César Borgia en junio de 1502, y ahora cardenal) de «hacer
alguna cosa por la cual se puede conmover a Su Santidad» (ibíd.)\ y
advierte discretamente a los Diez para que no se dejen «superar, al
menos en las ceremonias», por los * venecianos, que envían una
embajada extraordinaria de ocho personas para rendir pleitesía al
nuevo Papa: «esos humos y demostraciones de honores son mercan
cías para tenerlas en cuenta aquí, y estimarlas y usarlas con este
pontífice» (carta del 16 de noviembre). Estaría bien, pues, que
Florencia hiciese lo mismo, para «no ser derrotados por la humildad
y las ceremonias, puesto que por potencia y fortuna no podéis
caminar al paso de ellos [los venecianos]» (carta del 20 de noviembre).
E insiste Maquiavelo, con Soderini, ante el cardenal d’Amboise,
para incitar también a Francia contra Venecia. Pero, también en este
caso, la guerra que a la sazón libran en el sur de Italia franceses con
españoles impide una acción antiveneciana eficaz; y el cardenal, a
quien «estas cosas (...) le duelen hasta el alma», se encoge de
hombros «y fácilmente se excusa de no tener remedio por el
momento» (carta del 19 de noviembre). Así que, en fin de cuentas,
los Diez, «stantibus terminis, no pueden esperar que franceses ni Papa
empleen contra los venecianos gente ni dinero, y precisan apoyarse
316 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Por lo cual «se puede formular con seguridad este juicio, que si
fuereis atacados (...) o Arezzo se rebelaría u os acarrearía tales
impedimentos guardarlo que lo convertiría en gasto insoportable
para la ciudad». Por lo que también, «si el juicio de los romanos
merece ser alabado, el vuestro merece en igual medida ser censurado».
Lo que en el cambio de ideas con el cardenal d’Amboise, en
noviembre de 1 500, había sido una primera alusión («seguir el
camino de quienes antes quisieron poseer una provincia exterior»),
termina aquí por desplegarse plenamente: contraposición entre la
prudencia política de los romanos y la incapacidad política de los
modernos, entre el ejemplo del pasado y la realidad del presente.
Nótese que el escrito se abre con una extensa exposición de la
rebelión de los pueblos del Lazio y de Camilo, es decir, empieza con
una recordación y un comentario de Tito Livio. El mismo pasaje se
reproducirá, con igual comentario, en el capítulo X X III del libro II
de los Discursos, donde vuelve Maquiavelo a censurar a Florencia por
haber tomado, en 1502, «ese camino intermedio que es dañosísimo
para juzgar a los hombres».
Esa constante polémica con el presente, desarrollada mediante la
apelación a la sabiduría antigua, la de los romanos, «que fueron los
amos del mundo», constituye un motivo fundamental en el pensa
miento maquiaveliano y se expone abiertamente, por primera vez,
en el escrito que tenemos ante la vista.
Pero, ¿es posible «imitar a los que fueron los amos del mundo»?
En otras palabras, ¿es posible, en política, atesorar las experiencias
ajenas, cuando, además — como Maquiavelo mismo advierte— , «en
la manera de rebelarse y de recuperar hay muchas diferencias»? Sí,
responde Maquiavelo:
Las Parolt da dirle sopra la provisione del danaio, fatto un poco di proemio
e di scusa (Palabras por decirle sobre la provisión del dinero, hecho
un poco proemio y excusa), nos llevan un poco más atrás, cronoló
gicamente, del momento al que habíamos llegado estudiando la
* primera legación en la corte de Roma (octubre-diciembre de 1 503)
con el fin de ver globalmente y en continuidad el problema de las
relaciones Maquiavelo-César Borgia y el de su experiencia diplomá
tica en 1302 y 1303.
Con las Parole volvemos a un problema de política interna
florentina, aunque, como veremos, se trata de un aspecto estrecha
mente ligado a la situación general de la ciudad y sus relaciones con
las potencias vecinas.
El Valentino les había dicho a Soderini y a Maquiavelo, en junio
de 1302: vuestro gobierno no me place, tenéis que cambiarlo.
En realidad, el régimen político de Florencia era de una debili
dad extrema: el confaloniero y la Señoría cambiaban cada dos meses,
los Diez, cada seis. Era difícil, en tales condiciones, mantener cierta
continuidad en cuanto a directrices políticas.
Todo esto es, humanamente, muy comprensible: en Florencia,
tras la expulsión de los Médicis, reina la pesadilla de la dictadura, el
terror, ante un poder demasiado fuerte en manos de cualquier
persona u órgano de gobierno. Pero los inconvenientes de este
«terror del déspota» eran, políticamente, gravísimos, cosa que había
demostrado la rebelión del valle de Chiana.
Por eso, tras el fin de la rebelión, los florentinos,
328
EL SECRETARIO FLORENTINO 329
* Por san Marcos Evangelista, parrón de Venecia; el león, emblema de este apóstol, lo es
también de la ciudad. (N . it ! T.)
EL SECRETARIO FLORENTINO 335
deben ser «propias», esto es, que el Estado, para sostenerse, debe
armar a sus ciudadanos, no valerse de armas mercenarias.
Con esto entramos en la nueva fase de la vida de Maquiavelo,
que se caracteriza precisamente por la creación de la «ordenanza» y
la milicia florentina.
1,7 Conviene tener presentes, a este respecto, los S fritti inediti di Nietolé M atbianlU risgpmrdanti
U storia i la m ilicia (1499*1912), ilustrados por G . Canestríni, Florencia, 18*7» donde se encuentra
la parte más importante de la correspondencia de la Canci!!ería de tos Diez, escrita de puño y letra
de Maquiavelo.
338 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
M* Cf. las «comisiones» para «inscribir hombres» en los vicariatos de San Miniato y Fivizaano,
en Scritíi im difi cit., pp. aS6 y i$8.
340 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
ÍU «Del Princip* di Niccoló Machtavelli» cii., p p .j j y ss. [p. 83 y ss. del píeseme volumen.
N E 1/.].
344 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Los días en que ju lio II tenía que «jugar al término medio», es decir
contemporizar, tener paciencia y no tomar decisiones osadas, habían
pasado hacía mucho. El Papa, para decirlo con las palabras de
Maquiavelo, estaba bien «afianzado en su sede». Pensó entonces en
restablecer la autoridad de la Iglesia en las diversas provincias de los
estados pontificios: en 1506 resolvió reconquistar Perusa y Bolonia,
dominada la primera por Giampaolo Baglioni (ante quien se había
enviado a Maquiavelo, en una misión muy breve, en abril de 1505),
y por Giovanni Bentivoglio la segunda; así, el 26 de agosto partió
de Roma a la cabeza del ejército. Había pedido ayuda a Florencia, y
Florencia le envió a Maquiavelo 127 con la tarea de alabar «su buena
y santa decisión [del Papa]», y a decirle que no podían poner en
seguida a su disposición — como Julio II había pedido— a Marcan-
tonio Colonna, a la sazón a sueldo de Florencia, con cien hombres
en armas, pero que, «cuando la empresa esté encaminada (...)
nuestras gentes no serán las últimas».
Es evidente que entonces, en Florencia, se creía poco en la
realidad de la empresa guerrera papal. Maquiavelo mismo, en el
capítulo X X V de E l príncipe, demostrará que la «impetuosidad» de
Julio II los cogió a todos, y no sólo a Florencia, por sorpresa.
«Los venecianos estaban disgustados; el rey de España, lo mismo;
con Francia había conversaciones acerca de tal empresa; y no
obstante, con su ferocidad e ímpetu, encabezó personalmente aquella
expedición. Acción que dejó en suspenso y quietos a España y a los
venecianos (...), y por otro lado arrastró consigo al rey de Francia
(...). Realizó pues, Julio, con su acción impetuosa, lo que nunca
ningún otro pontífice, con toda la humana prudencia, habría realiza
do; porque si, para partir de Roma esperaba a hacerlo con sus137
137 A quien después tenía que seguir el oratore, es decir, el verdadero embajador, que fue
Francesco repi. Maquiavelo es enviado «para estar junto a Su Santidad en ese camino». Siempre
la posición de segundo plano que ya hemos ilustrado.
346
EL SECRETARIO FLORENTINO 347
1» J . N a rd i . lita rle S illa tilla £ F in ab a ..., ed. cuidada y revisada por L . Arbib, Florencia,
i S j t ' l t a i , 1, p. §7j . Y rf. O . T o hhasini, tp. t il., I, p. )]<•
>» Cap. X X V II. p 10 . cd. cil-
L. V II. cap. III. cd. ck.. II. p. 17S.
350 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
132 « Y fue elegido por obra del confaloniero, quien quería allí a uno de quien poder fiarse,
Maquiavelo; disponiéndose el cual para empezar a andar, comenzaron a protestar* muchos
hombres de pro, que se mandase a otros...», F. G u i c c i a r d i n i , Storu fiortntim cit., cap. X X V III,
p. * 97 .
EL SECRETARIO FLORENTINO 351
,u Cf. O. T om uasini. op. «/., I, pp. 410-4 *1; A . R f.nauoet , Macbiart/ cil., pp. 61-62.
F.L SECRETARIO FLORENTINO 353
IJ* Aun cuando en los escritos de Maquiavelo sobre Alemania no se encuentre ninguna
alusión a la Cermania de Tácito, cf. O. T ommasini, op. tit., I, p. 42). n. 1.
354 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
quienes quieren sus mercancías (...), con las que casi está adornada
toda Italia». Es cierto que, a la sazón, las exportaciones alemanas,
sobre todo de fustanes, telas de cáñamo y lino, productos metálicos,
armas, etc., tenían amplia colocación en el mercado italiano ,3S.
Así que los alemanes «disfrutan con su tosca vida y su libertad».
Pero el problema capital es siempre el político, y es en este
aspecto donde Maquiavelo capta mejor la situación germana.
Emperador, príncipes (eclesiásticos y seculares) y comunidades
libres son las tres fuerzas de la vida política alemana. Las más
poderosas son las comunidades, «que son el nervio de aquella
provincia en la que hay dinero y orden». A la greña las comunidades
con los príncipes, por razones obvias; a la greña el emperador con
los príncipes, y también en este caso son evidentes los motivos. Pero
tampoco entre el emperador y las comunidades hay concordia: si
aquél llegara a ser demasiado poderoso, «aspiraría a reducirlas para
poderlas manejar a su modo». Por eso, éstas son «frías» en su ayuda
al emperador, toda vez que desean mantener su libertad y no
«adquirir imperio»; por eso también, «esa su potencia» resulta
«pequeña y poco útil para el emperador». El resultado final es, pues,
que la «potencia de Alemania», que «abunda en hombres, en riquezas
y en armas», y que es grande, no se traduce en potencia efectiva del
emperador. Los venecianos, que conocen bien Alemania por sus
tráficos, lo han comprendido perfectamente; y por lo mismo, cada
vez que han tenido tratos con el emperador, «siempre se han puesto
en honorables», mientras que, «si hubiesen temido a esa potencia,
habrían hecho algún ajuste, o por vía de dinero o cediendo alguna
tierra».
La última parte del R itratto está dedicada a las cualidades
militares de los alemanes: excelente infantería, sobre todo, pero para
batallas campales, no para la expugnación o la defensa de fortalezas
y ciudades fortificadas.
Es ésta, pues, la «lección de las cosas» que Maquiavelo sacó de
su breve estancia en tierras tudescas; lección, como se ha visto, en
parte estilizada y construida con intención polémica, buscando
evidentes contrastes de luz y sombra con Italia; pero de magnitud
suficiente para ejercer una influencia nada pasajera en su pensamien
to. Efectivamente, más tarde, en las obras mayores, encontraremos
el eco de esa lección; por ejemplo, en los Discursos, libro II, capítulo
C f. I;. Braudel, L a Méditerranée et le monde medi/erranéen a f¿peque dt Pbttippc //, 1'aris, 1949»
p. $40. (Existe versión castellana: l i l Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la ¿pota de Velipe //. cd.
rondo de Cultura Económica, México, 2.* cd., 19 ^ .)
EL SECRETARIO FLORENTINO 355
El mismo título, O tftm aít, y e) comienzo («Los accidentes y la furia suma / habidos en
los diez años pasados / desde que aquella vez dejé la pluma»), que alude directamente al Decen/uJt
p rim , escrito en 1504, nos llevan empero al año 1)14 - Además, a una fecha posterior al derrumbe
de la República de Florencia y al término, para Maquiavelo, de sus funciones de canciller, como
inducen a pensar alguno de los versos siguientes, com o los 7*9: «(...) y del cantar osado / han de
EL SECRETARIO FLORENTINO 357
¡Pero qué lección para todos hay que extraer de estos acontecimien
tos!
«¡Marchaos ya, oh, soberbios, con el rostro alterado
vosotros que los cetros tenéis, y las coronas,
y del futuro no sabéis la verdad!
Tanto os ciega vuestra ansia actual,
que os tiende un grueso velo sobre los ojos
y no veis las cosas alejadas.
De donde deduzco que el girar del cielo,
de éste al otro vuestro Estado gira
más rápido que el paso del calor al hielo;
llorarme, de aquí a mucho tiempo, / aunque casi el dolor me haya extraviado». |No era la derrota
de Venecia la que pudiera «extravian» de dolor a Maquiavelo! ¡Y también los «cambios de reinos,
imperios y estados / Que contempló d itálico sitio», obligan a pensar en quebrantos que no
fueran, precisamente, el de Agnadetto! Para demostrar que lúe compuesto en 1)09 suelen aducirse
las expresiones de una cana de Maquiavelo a Luigi Guicciardim, de Verona, del I de diciembre
de esc año: «Aguardo la respuesta de Gualticri a mi patarata» (cf. carta al misino, d d 10 de
noviembre: «y en cuanto a componer, sigo pensando en dio»). Además, las alusiones precisas a
la situación política de Venecia y al emperador Maximiliano nos sitúan justamente en d otoño de
1509. Lo s últimos versos d d th a rn u k («(Maximiliano) levantó las gentes (de Padua], cansado y
agobiado; / perdió Vicenza por mayor oprobio...») aluden al fracaso d d emperador, obligado a
abandonar, d 2 de octubre, el asedio de Padua, y a devolver Vicenza a Venecia, a mediados de
novtemlire de 1)09 (cf. la cana de Maquiavelo, desde Mantua, d d 17 de noviembre). Puede ser,
enton os, que Maquiavelo haya hecho una primera redacción en noviembre de 1)09, y que haya
vu d to a la tarea, insertando los primeros versos, más tarde, en 1 ) 1 4 , pero sin continuar el trabajo,
c) cual seria, pues, en su práctica totalidad, de 1509.
3S8 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
142 Hay, a este respecto, una ligera equivocación de O. T ommasini, op. cit., I, p. jo t , quien
consigna esta conversación como mantenida entre Luis X l l y Girolami, siendo que en realidad
se desarrolló entre el rey y el hombre «de autoridad que antes se menciona», esto es, Leonini (cf.,
justamente, F. N i m , op. cit., 1, p. 402).
362 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
«(...) que Dios haga que acontezca lo que mejor sea, y saque del
cuerpo del Papa ese espíritu diabólico que ellos dicen que se le ha
metido, a fin de que no os pisotee a vosotros y el se entierre; que en
verdad, si Vuestras Señorías estuviesen en otro lugar, sería de
desearlo, para que aun a esos curas les tocase en este mundo algún
bocado amargo».
377
378 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
1 En los cuales, por lo demás, en II, 25, se vuelve al mismo tema y a la manera de desarrollarlo.
382 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVFXO
las culpas de los principes sin prudencia ni virtud y, sobre todo, sin
armas propias.
«Mas fuera fácil el camino, y corto,
si volvieseis a abrir el templo a Marte»,
397
398 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Así como Maquiavelo nació «con los ojos abiertos», también Prezzolini
se ha dado cuenta de que era necesario hablar de él en tono de divulgación.
400 ESCRITOS SOBRE MAQU1AVELO
Dtctnnali
Más bien cabe indicar los momentos destacados, es decir, los capítulos en
los cuales el pensamiento de Maquiavelo alcanza su más alta y plena
expresión. A este respecto son fundamentales, en el libro I, los capítulos
1II-IV , donde sostiene que la desunión entre plebe y senado, en Roma, no
fue causa de males, sino de bienes, y antes bien supuso la causa primera de
la grandeza de la República; los capítulos 1X -X , que afirman la necesidad
de la acción de un hombre solo, cuando se quiera «ordenar una República
de nuevo» o reformarla a fondo (concepto éste, el de la necesidad de una
acción individual, que reaparece en los capítulos L 1V del libro 1, y I del
libro III); los capítulos X l-X V , acerca de la importancia decisiva de la
religión para la vida política; el capítulo X X V II, donde se menciona el
elemento, tan extensamente desarrollado en E l principe, de la incapacidad de
los hombres de ser «del todo malos o del todo buenos»; los capítulos
X X X IV y X X X V , X X X V II y X L sobre la autoridad dictatorial, el
dccenvirato y la ley agraria en la Roma antigua; los capítulos X X IX y
L V III, donde Maquiavelo sostiene que el pueblo es menos ingrato y más
sabio y constante que el príncipe. En el libro II, sobresalen por su
importancia el proemio, especie de paralelo entre los tiempos antiguos y los
modernos, concluido con la comprobación de que son más claros que el sol
«la virtud que antes reinaba y el vicio que ahora reina»; el capitulo I, acerca
de si, para la formación del Imperio romano, tuvo mayor importancia el
valor de los romanos o la fortuna (Maquiavelo responde: el valor); el
capítulo IV, sobre los modos observados por distintos estados «acerca de la
ampliación»; los capítulos X , X V 1-X V I 1 y X IX , sobre el problema militar,
que Maquiavelo resuelve, conforme a lo que ya había dicho en E l principe,
afirmando la necesidad de las armas «propias» y repudiando el concepto
corriente de que el nervio de la guerra este constituido por el dinero («... el
oro no basta para encontrar buenos soldados, pero los buenos soldados son
más que suficientes para encontrar el oro»). En el libro III es fundamental
el capítulo 1, acerca de la necesidad, para que una República viva largamen
te, de «replegarla con frecuencia hacia su principio», vale decir, reformarla
de suerte que se hagan revivir los principios de los que emanaba la fuerza
inicial del Estado (por ejemplo, el sentido religioso, el sentido de la justicia,
etc.). O sea que los Discursos parecen, exteriormente, mucho menos compac
tos y orgánicos que E l principe. Y también estilísticamente son más
moderados de tono; les falta la extraordinaria penetración y laconismo de la
redacción de E l principe, el cual parece constantemente tender a precipitar
el epilogo, al paso que aquí el giro es más amplio y la frase más tranquila,
menos tallada y labrada. Pero, para quien vaya al fondo de las cosas y,
superada la aparente fragmentariedad, vea el desarrollo del pensamiento
maquiaveliano en la totalidad de los tres libros, los Discursos se le presentan
como la obra de mayor aliento que haya escrito el florentino. La vida del
Estado, que en E l principe se concentraba exclusivamente en la figura del
condottiero, del caudillo, aquí se amplia y robustece merced a la participación
del «pueblo» en la vida política, y no sólo ello, sino también debido a la
APÉNDICE 403
importancia de primer plano que cobran para la vida política los «ordena
mientos», esto es, las leyes, la educación, la religión, etc. En E l principe, el
Estado vivía exclusivamente por la «virtud» de su jefe, es decir, que era un
organismo de carácter antropomórfico; en los Discursos, en cambio, vive
bien si sus «órdenes» (leyes, etc.) son eficientes (y sólo pueden serlo si hay
mucha «virtud» en el pueblo), y mal si los «órdenes» dejan de ser
observados. El Estado aparece entonces como un «cuerpo mixto», como un
organismo similar a los que la Naturaleza crea, que nace, crece, llega al
pleno desarrollo, se corrompe y muere, a menos que sobrevenga un
oportuno retorno a los «principios» (capítulo I del libro III), es decir, a
menos que se logre renovar, con enérgica acción, la vitalidad interior de los
órdenes del Estado. Es claro que, aun en este caso, Maquiavelo tampoco
olvida al individuo, la facultad de acción del hombre singular, la necesidad,
especialmente en ciertos momentos, de una dirección; tan es asi, que todavía
ahora proclama la precisión de que «sólo» se necesita la «virtud» de un
ciudadano para ordenar ex novo una República o para que «vivan» los
«órdenes» de un Estado (capítulo IX del libro I, y 1 del libro III). Pero, aun
con este pleno reconocimiento del valor del individuo, de la personalidad
política, los Discursos tienen un tono muy distinto y más amplio que E l
principe. Sería, empero, erróneo contraponer el Maquiavelo de los Discursos
al Maquiavelo de E l principe, como un demócrata republicano en antítesis
con un absolutista monárquico. Esa contraposición se ha hecho muchas
veces, surgiendo entonces el problema, grave, de poner de acuerdo a los
dos Maquiavelos distintos que saltaban a la vista de ambas obras. N o existe
tal contraposición. Porque, en realidad, también en los Discursos, como antes
en E l principe, Maquiavelo contempla siempre la vida política no desde el
ángulo de los diversos partidos o grupos de individuos, sino desde la
perspectiva general del Estado: el interés del Estado, no el de los particula
res o de los grupos, constituye siempre el punto de partida del pensamiento
maquiaveliano. Así, por ejemplo, el escritor aprueba las luchas entre
patricios y plebeyos de la Roma antigua no porque considere justo y
obligatorio que se le reconozca a cada uno el derecho de expresar sus
opiniones, sino porque estima que aquellas luchas fueron la causa primera
de la libertad y grandeza de la República; porque las valora, pues, en
función de su efecto beneficioso para el Estado, y no debidas a un principio
de derecho individual.
lstorie fiorentine
Por orden del cardenal Giulio de Médicis (después papa Clemente VII),
los funcionarios Studio florentino y pisano confiaron a Nicolás Maquiavelo
404 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVEI.O
siempre ante los ojos la imagen de Roma y de las luchas entre patricios y
plebeyos, es decir, pensando constantemente en lo que ya había escrito en
el libro I de los Discursos. El mismo ataque contra las milicias mercenarias,
que por un lado lo lleva a unas afirmaciones completamente falsas, por otro,
en virtud del elemento de profunda verdad que encierra (estrecha conexión
entre la política y la fuerza militar de un Estado), le permite ver con cabal
seguridad los estrechísimos vínculos que existen entre la política exterior y
la interior, con lo que abre nuevos caminos a la historiografía italiana y
europea.
camino de los que antes quisieron poseer una provincia exterior, que es
rebajar a los poderosos, halagar a los súbditos, conservar los amigos y
guardarse de los compañeros, es decir, de los que en tal lugar quieren tener
igual autoridad» (carta del ai de noviembre de i j o o ): aquí se halla ya, in
tutee, todo el capitulo 111 de E l príncipe. De esta manera se habría
relacionado mejor la actividad práctica de Maquiavelo con la especulativa
(demasiado generales son las consideraciones de la página 50 y siguientes),
toda vez que la segunda se nutre de la amplia experiencia práctica y del
conocimiento directo de las cosas del mundo, que luego eleva a la esfera del
pensamiento muy consciente de sí, transformando el episodio particular en
máxima de valor general. Con ello, hasta la acción del Maquiavelo
diplomático cobra un interés que, de otra manera, no tiene.
II Príncipe
sólo ha tenido algún reino c infinitas repúblicas (...). Es natural, pues, que
donde haya muchas potestades, surjan muchos hombres valientes, y donde
haya pocas, pocos» *.
«(...) el mundo ha sido más virtuoso donde han existido varios estados
que hayan favorecido la virtud, o por necesidad o por otra humana pasión»;
por eso es mucho más virtuosa Europa, «llena de repúblicas y de principa
dos», al paso que en Asia «surgieron (...) pocos hombres, porque aquella
provincia estaba toda bajo un reino». E s verdad que, hoy, respecto de la
Antigüedad, Europa cuenta con menos estados: Francia y España están
ambas bajo un único rey, y sólo en Alemania subsisten bastantes principados
y repúblicas (y por ello hay en ella «muchas virtudes»). Pero, en todo caso,
Europa está siempre dividida en más partes que Asia, y el único momento
de la historia en el cual, existiendo un solo dominio que había «extinguido
todas las repúblicas y principados de Europa y Africa y de la mayor pane
de Asia», los hombres «virtuosos» empezaron a escasear en Europa como
en Asia, fue durante el Imperio romano. Si la «antigua vinud» no renació
tampoco después de desmembrarse el Imperio romano, se debió esencial
mente a dos causas: una, «porque hay que penar un poco para recuperar el
orden cuando se ha depravado», y la otra, porque la religión cristiana ha
vuelto más tibias las costumbres y ha debilitado las vinudes guerreras.
Asi que ya en Maquiavelo encontramos la idea de una Europa bien
caracterizada politicamente; trátase, desde luego, de la Europa central y
occidental, que tiene por limites extremos i Hungría y Polonia, según el
cuadro entonces generalizado de lo que a la sazón era Europa o, para otros,
la res publica cbristiaaa *l0. Los caracteres políticos de esa Europa son los
mismos que recogerán los escritores del siglo xvin y que culminarán en las
afirmaciones de Voltaire acerca de Europa «commc une espece de grande
république partagée en plusicurs états (...) tous ayant les mémes principes
de droit public et de poiitique, inconnus dans les autres parties du monde» ■*.
Acciaivoli, Roberto: 18, 173 n., 175, 177 Badia, Jacopo del: 171 n.
y n., 178 n., 179 n., 182 n., 36} n., 366. Badoero, Andrea: 170 n.
Addington Symonds, John: 98 n. Baglioni, Giampaolo: 46 n., 297, j02>
Adriani, Marcello di Virgilio: 204, 26), 3t>3. 3° 4. 346, 347. 348, 349. 37t!
269, 279. Bainbridge, cardenal, Cristophen 168 n.
Agitocles, tirano de Siracusa: 157, 158. Barbarich, Eugenio: 242, 231.
Alberto, fray: 277. Barón, Hans: 42 n., 314 n.
Albizzi, Lúea degli: 20;, 283. Barreré, Joseph: 134 n.
Albret, Carlota de, duquesa de Valenti- Battaglia, Felice: 243, 243.
nois: 294. Baudrillart, Henrí: 122 n., 130 n.
Albret, Juan de: ver Juan 111 de Navarra. Baumgarten, Hermann: 78 n., 168 n.
Alderisio, Felice: 244. Bavarin, Antonio: 170 nn., 174.
Alejandro Magno, rey de Macedonia: 199. Bayle, Pieire: 132.
Alejandro VI, papa: 72, 90, 160, 162 n., Beaumont, Antonio de: 206, 283.
209, 261, 271, 273» 287, 294, 295, 301, Bechi, Ricciardo: 272.
303, 3u . 312, 320, 323, 332. ' Beltacci, Pandolfo: 130, 192.
Alfieri, Vittorio: 143 n. Bellarmino, cardenal Roberto: 138 n.,
Alfonso V de Aragón y I de Nápolcs (el 139 n., 140 n.
Magnánimo): 63. Bembo, Pietro: 114, 176.
Alighieri, Dante: 194, 204, 216, 263. Benedetti, Salvatore de: 242.
Almazán, secretario de Femando el Ca Benedetto, Luigi Foscolo: 242, 243, 243,
tólico: 169 n. 273 y n.
Alviano, Bartolomeo d’: 181, 211, 336. Benizzi, Niccoló: 203, 261.
Alvisi, Eduardo: 13 n., 27 n., 41 n., 99 Benoist, Charles: 80 n., 134 n.
n., 151 n., 16; n., 184 n., 242, 231. Bentivoglio, Giovanni, señor de Bolonia:
Amabile, Luigi: 140 n. 346.
Amboise, Georges d’, cardenal de Ruán: Bergenroth, Gustav Adotph: 167 n., 168
17, 160, 206, 283, 287, 288, 290, 291, n., 171 n., 183 n.
S°4> 507, 315, 316, 318 y n., 324, 360, Bibbiena, Pietro: 170 n., 183 n.
Biondo, Flavio: 232.
37*. 403. Blado, Antonio: 241, 249, 400, 404, 407.
Ambrogini, Angiolo: ver Poliziano. Bloch, Marc: 126 n.
Amico, Gaspare: 142 n. Block, Willibald: 244.
Ana de Bretaña, reina de Francia: 294. Boccaccio, Giovanni: 204, 263.
Andclot, Francote d’: 126 n., 129 n. Boccalini (Bocalino), Traiano: 107 n.,
Antonio de Borbón, rey de Navarra: 129 239.
n. Bodin, Jcan: 71 n., 119 y n., 121 y n.,
Anzilotti, Antonio: 49 n. 122-125, 1*5 n., 127 y n„ 130 n., 133
Aragón, Carlota de: 294. n., ' 34. '35 y n., 141 y n., 238.
Arangio Ruiz, Vincenzo: 242. Borbón, cardenal Cario di: :3o n.
Arata, Giovanni Battista: 138 n. Borbón, Cario, duque de, condestable de
Arbib, Ixlio: 349 n.‘ Francia: 181 n., 235.
Ardinghrlli, Piero: 173. Borgia, César, duque de Valentinois, lla
Arese, Andrcolo: 60 n. mado «el Valentino»: 16 y n., 20, 26,
Arias, Gino: 243. 69 n., 71-73, 76 y n., 94 y n„ 97 n., 98
Ariosto, Ludovico: 114. n., 133 y n„ 136 y n., 153, 154, 136,
Aristófanes: 229. 137, '99. i°5, *06, 208, 209, 212, 236,
Aristóteles: 264, 391, 410. 240, 257. 264, 286, 188, 292, 294, 295,
Armcllini, Mariano: 170 n. *97- 3'*, 3' 3-3* 3. 3*6- 3*7, 3*8-329,
Austria, Margarita de, duquesa de Sabo- 33Í- 335. 338, 349. 3?*, 373. 374. 3» '.
ya: 168, 174 n., 179 n. 407, 409.
415
416 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
Borgia, Rodrigo: i»r Alejandro VI. Carlos de Valois, duque de Borgoña (el
Boscoli, Pietro Paolo: 215, 584, 400. Temerario): 8j n.
Bossi, Luigi: 170 n. Carlos V, emperador (Carlos I, como rey
Botero, Ernesto: 1)7 n. de España, Ñapóles, Sicilia y Cerde-
Botero, Giovanni: 137-139. 140 n., 158. ña): iS, 2J4. 292, 379. Ver también
í)l. Carlos de Habsburgo.
Bozzola, Annibale: (4 n. Orlos V il de Valois, rey de Francia:
Braccio da Montone: rtr Fortebracci, • 9 ° . 37 *-
Andrea. Carlos VIII de Valois, rey de Francia: 33
Btackmann, Albert: 146 n. n.. 83 n., 193, 281, 293, j68, 383.
Braudel, Fcmand: 334 n. Carlos ÍX de Valois-Angulema, rey de
Brevio, Giovanni: 241. Fnncia: 124 n., 123 n., ijo n.
Brcwcr, John Sherren 167 n., 168 n., Casa, Francesco dclla: 270 y nn., 284 y
170 n., 179 n., t8o n. n., 286, 287. j 6 j . J77, j 80.
Brosch. Moritz: 169 n. Casale, Giovanni da: 280.
Brown. Horatio: 174 n., 179 n. Casavecchia, Filippo: 147, i j i n., 132.
Bnini. Leonardo: aja, 164. Casclla, Mario: j6 n., 77 n., 242, 230.
Bñchi. Albert: 167 n., 168 n., 174 n., 180 Cassola, Girolamo: 171.
n., 181 n. Castiglione, Baldassarre: 114.
Bülow, Bemhard von: 292 y n. Castracani, Castruccio: 36, 101 n., 233,
Buonaccorsi, Biagio: 16 n.. 17, tjo, 192, 409.
198, 264, 266 nn., 267-269, 281 n., Catalina de Médicis, reina de Francia:
284, 292, j o j . ijo n., 132 y n.. i j j , 236, 2j8.
Buondelmonte, Zanobi: 400. Cattani, Vanozza de, madre de César
Borckhardt, Jacob: 2; n., 64 n. Borgia, el Valentino: 294.
Burd, Laurence Arthur: 116 n., 142 n., Cavalcabo, Andreasio: 60 n.
14 *. *45• * J i . *5*- Cavalcanti, Giovanni: 232.
Bussolari, fray Giacomo: jo n. Cavalli, Ferdinando: 139 n.
Cavalli. Mario: 138 n.
Calosso, Umbeno: 14) n. Cecchi, Domcnico: 97 n., 212, 336, 340.
Cambi, Giovanni: 171 n., 189 n. César, Cayo Julio: 388.
Camillo, Marco Furio: 183. Cían. Vittorio: ■ 31 n., 169 n., 176 n., 182
Camino, Rizzardo da, señor de Treviso: n.
59 "• Ciapcssoni, Piero: 30 n., 39 n.
Campanella, fray Tommaso: 116 n., 154 Cipolla, Cario: 39 n.
n., 140 n., 259. Ciro el Grande, rey de Pcrsia: 199, 276.
Canestrini, Giuseppe: 18 n., 93 n., 191 Clefi, rey de los longobardos: 73 n.
n., 242, jj7 n. Clemente Vil, papa: 18, 104, 103 n., 172
Capilupo, Camillo, secretario de Isabel n.. 175 y n., 182 n., 231, 232, 234, 2JJ,
d’Este: 181. *7o. J 94, 40J.
Capponi, Gino: 232. Cognasso, Francesco: 49 n., 38 n., 39 n.,
Capponi, Neri: j8o. 60 n.. ii2 n., 272 n.
Capiariis, Vinorio de: Z72 n. Cola di Rienzo: 214.
Caneciólo, Marino: 172 n.. i 8j . Coligny, Gaspar de, almirante de Fran
Cardona, Raimundo de: 21 j, 373. cia: 118, 126 n.
Carducci, Giosue: tj n. Colonna, Fabrizio: 36 n., too n., 226,236.
Carli, Plinio: 41 n., 109 n.. i j i n., 152 Colonna, cardenal Giovanni: 318 y n.
n., 192 n., 242, 24J, 2jo. Colonna, Marcantonio: 346.
Cario Emanuelc 1, duque de Saboya: 107 Comin di Trino, tipógrafo: 241.
n. Commynes. Philippe de: 24,64 n., 83 n.,
Carlomagno, emperador, rey de Francia: I 2J.
57 " •
Condé, principe de: rtr Luis I de Borbón.
Carlos I de Anjou, rey de Sicilia: 73. Coppo Stefani, Marchione di: 232.
Carlos de Habsburgo, archiduque de Cordic, Cario: j6 n., 77 n., 231.
Austria: 168 n., 179 n., aaa; ver también Corno, Donato del: 102 n., 194 n., 228.
Carlos V. Corsi. Giovanni: 172 n., 173 n., 179 n.
INDICE DE NOMBRES 417
Gcntillet, Innocent: tzt n., 123 n., 128 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich: 114 n.,
n., 129 n., 134 n.. 141 n., 236. 143 *»•. *4°. 232, 259.
Gerber, Adolph: 161 n., 163 n., 197, 198, Herodoto: 410.
242. Heycr, Karl: 111 n., 113 n.
Gherardi, Alessandro: 169 n. Hergcnrocther, Joseph Adam Gustav:
Ghcri, Goro: 172 n., 175, 182 n. 169 n.
Giacomini Tebaldocci, Antonio: 336, Hexier, J. H.: 42 n.
337, J Í 7- Hicrón de Siracusa: 133, 134 n.
Giannotti, Donato: 21. Hobohn, Martin: 84 n.-87 n., 93 n., 97
Gilbert, Alian H.: 231 y n. nn., 244, 341 y n.
Gilbcrt, Félix: 42 n. Hotman, Franjáis: 124 n., 127 n.. 128 n.,
Giodra, Cario: 136 n., 191 n. 130 n.
Giolito de Ferrari, familia de tipógrafos: Houvinen, Lauri: 232 n., 290 n.
241.
Giorgetti, A.: 173 n., 177 n., 183 n.
Giotto di B o n d o n i: 220. Imbart de la Tour, Fierre: 86 n., 129 n.
Giovio, Paolo: 83 n., 133 n. Imbert de Villeneuve, embajador de Luis
Girolami, Giovanni: 361 y n. XII: 169 n.
Girolami, Raffacllo: 292, 379, 380. Inocencio VIH, papa (Giovanni Bañista
Gismondo: 103 n. Cybo): 294.
Giulini, Gino: 56 n. Isócrates: 410.
Giunta. Bernardo: 241,249,400,404,407.
Giunta, Filippo: 241, 263.
Gmelin, Hermann: 290 n. Jacopo IV d’Appiano, señor de Piombi-
Goethe, Johann Wolfgang: 143 n. no: 203, 279, 281, 293.
Gonzaga, familia: 62 n. Jacquct, A,: 97 n.
Graco, Cayo Sempronio: 87 n. Jcanmairc, Emile: 72 n.
Greco, Tiberio Sempronio; 87 n. Joppi, Vinccnzo: 171 n.
Gressis, París de: 176 n., 184 n. José II de Habsburgo-Lorena, empera
Gregorius, Fcrdinand: 98 n, dor: 236.
Grimaldi, Natale, 33 nn. Jourdain, Charles-Marie-Gabriel: 1 to n.
Gualterotti, Francesco: 284. Juan III de Navarra: 294.
Guasti, Cesare: 173 n.-i8o n., 182 n. Julio 11, papa: 20, 22,46 n., 164 n., 168,
Guerri, Domenico: 242. •93. ** 3. 3***3*°. 334. 34^-349. 33*.
Guerrieri Grocetti, Gamillo: 242. 33*. 339*36*. 363. 366, 373. 386.
Guicciardini, Francesco: 18 y n., 19 y n„
22 y n., 23, 25. 31 y n., 33 n., 35 n..
62 n., 63 n., 64. 63 y n., 69, 70, 83 n., Kaegi, Wemcr: 232, 411 n.
83 n., 91,94 n., 97 n., 101-103, 106 n., Kascr, Kurt: 169 n.
114, 136 n., 167 nn., 169 n., 170 0.-173 Kemmerich, Max: 110 n.
n., «77 n.-i8o n., 183-186, 191 y n., Kretschmayr, Hcinrich: 168 n.
212. 219, 233-233, 250, 270-272, 277.
*79- *96. 3°3 Y **•. J°8 "., 309 n.. 314,
3*9. 340. 34*. 34». 344. 349.33°**.. 394- la Boétie, F.tienne de: 1 34 n.
Guicciardini, Luigi: 337 n. I-a Noue, Franfois de: 123 n., 132 n.,
Guidi, Tomasso: vtr Masaccio. 141 n.
Guinigi, Paolo: 10 1 n. La Rochefoucauld. Franfois de Marillac.
Guizot, Franjoise-Pierre-Guillaume: 410. duque de: 19 n.
La Sene, Jean Pugct de: 122 n.
La Sizeranne, Robcrt de: 71 n.
I-a Trémoillc, Luis de: 167, 172 n.
Habsburgo, Fernando de, archiduque de 1-adislao d’ Angió-Durazzo, rey de Ñapó
Austria: 173 n., 176, 179. les: 26, 66, 74 n.
Hanotaux, Gabricl-Albert-Auguste: 86 Laudino, Cristoforo: 204, 263.
n., 118 n., 132 n. Lando, Piero: t8a n.
Mauscr, Henri: 128 n. Landucci, 1-uca; 171 n.. 183 n., 184.
INDICE DE NOMBRES 419
Médicis, cardenal Giulio de: ver Clemen Nitti, Francesco: 76 n., 168 n., 169 n.,
te VII, papa. 176 n., 243, 262 nn., 317, 321, 361 n.
Médicis, Lorenzo de, duque de Urbino: Norsa Achillc: 253.
27. 5S. 42 n.t 4) n., 47 n., 66, 99 y n., Nourrisson, Jean-Félix: 75 n.
•02 n., 17X n., 171 m-173 nn., 174 y Numa Pompilio, rey de Roma: 46 n.
n., 175 n., 176 n., 178 n., 180 n., 181
n., 185 y n., 190, 197, 198 n., z 17, zzz,
282, 56), 406. Oleggio, Giovanni da, señor de Bolonia:
Médicis, Lorenzo de, llamado el Magni 50 n.
fico: zz n., 204, 263, 265, 314. Olgiati, Francesco: 140 n.
Médicis, Piero de: 99 n., 287, 296, 297. Olschki, Cesare: 262 y n.
Médicis, Raffaello de: 173 n., 174 y n., Ordelaffi, Antonio: 312.
'79 n. Oriani, Alfredo: 98 n., 244.
Medin, Antonio: 76 n. Orsini, Alfonsina: 172 n., 182 n.
Meinecke, Friedrich: 45 n., 47 n.-48 n., Orsini, cardenal Battista: 302.
69 n., 71 nn., 89 n., 91 n., 108 n., tío Orsini, familia: 153, 302, 303, 304, 306,
n.-m n., 116 n., 119 n., 121 n., 126 309.
n., 130 n., 131 n., 139 n., 143 n., Orsini, Francesco, duque de Gravina:
• 47*149. »JJ. 160. •él. «9*. 244. 245, 302.
2}2, 255, 260. Orsini, Franciotto: 302.
Milanesi, Gaetano: 242, 249, 270 n. Orsini. Giulio: 300.
Minerbetti, Piero: 232. Orsini, Paolo: 300, 302.
Mohl, Roben von: 245. Osimo, Vittorio: 151 n., 242.
Moisés: 71 n., 143 n., 199, 276, 288. Otetea, André: 191 n.
Momigliano, Attilio: 243. Ovidio Nasón, Publio: 216.
Monnier, Philippe: 62 n. Oxilia, Adolfo: 242.
Montaigne, Michel F.yquem de: 19 n., 84
n., 131 n.
Montefeltro, Federico da, duque de Ur Palmarocchi, Roberto: 296 n.
bino: 71. Palmieri, Matteo: 62 n.
Montefeltro, Guidobaldo da, duque de Pandolfini, Agnolo: 173, 177, 178 y n.,
Urbino: 159 n., 298, 302. 179 n.-i8i nn., 183 y n.
Montepulciano, fray Francesco da: 171 Panella, Antonio: 36 n., 77 n., 244, 243,
n., 187, 194 n., 274. 250, 251.
Montesecco, Giovanni Battista: 232. Panigada, Costantino: 308 n.
Montesquieu, Charles-Louis de Secondat, Parini, Giuseppe: 142 n.
barón de: 94 n., 133 n., 391, 410-412. Paruta, Paolo: 83 n., 112, n.
Morandi, Cario: 245. Pasqualigo, Lorenzo: 171 n., 174, 179 n.,
Moro, Giovanni: 242. 182 n.
Moro, Tomás: 98 n. Passerini, Luigi: 242, 249, 270 n.
Morone, Girolamo: 171 y n., 172 n., 179 Passy, Louis: 103 n., 195 n.
n., 180 y n., 182, 186 n. Pastor, Ludwig von: 47 n., 78 n., t68 n.,
Morvilliers, Jean de: 132 n., 236. 169 nn., 176 n., 181 n., 184 n., 312 n.,
Mosca, Gaetano: 244. 318 n., 348 n.
Muggia, Giuliano da: 274. Paullo Ambrogio da: 167 n., 170 n„ 187
Muralt, Leonhard von: 252. n., t8o n., 182 n.
Mussolini, Benito: 244. Pazzi, familia: 261.
Mutti, Giammaria: 140 n. Pélissier, León-Gabriel: 53 n., 54 n., 61 n.
Pepi, Francesco: 346 n.
Pepoli, Taddeo: 59 n.
Napoleón 1, emperador: 236. Pescia, Baldassare da: 174 n., 176 n., 183
Nardi, Jacopo: 21 n., 76 n., 349 y n. n.
Negri, Luigi: 134 n. Petrarca. Francesco: 204, 212, 216, 235,
Nelli, Bartolomés: 203, 261. *63. 5jé. 408.
Nelli, Francesco: 257 n. Petrucd, Pandolfo, señor de Siena: 211,
Nerli, Filippo de': 267. 302. 304. 311.
INDICE DE NOMBRES 421
III. E l principe............................................................................ 65
Qué es E! principe, 65; la esperanza de Maquiavelo, 72.
423
424 INDICE GENERAL