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Humanizando el desarrollo.
El trabajo que se desarrolla en los espacios comunitarios tiene como fin último
contribuir al desarrollo humano, concepto que como todos, expresa la especificidad
del momento histórico en que lo estamos utilizando. Esta es la razón por la cual nos
vemos obligados a la reflexión acerca de su génesis y sus implicaciones, para
fundamentar nuestra afirmación inicial.
El término hace su aparición en 1990 con el primer informe del Programa de de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que se introdujo el IDH (Índice de
Desarrollo Humano). Se habló antes de desarrollo vinculándolo al mercado como
creador de riqueza y ésta como clave para el logro de todas las aspiraciones humanas.
Su medición sería sólo a través de indicadores como el Producto Nacional Bruto
(PNB). Es a ello a lo que Morin denominó “la tragedia del desarrollo”, el gran
paradigma occidental del progreso basado en el mito desarrollista que asume una
concepción reduccionista, en la que el crecimiento económico ignora los problemas
humanos de la identidad, la comunidad, la solidaridad, la cultura.
Andrés Opazo señala cómo en los diez informes mundiales publicados entre 1990 y
1999 existe una variedad temática alrededor de problemas recurrentes como las
disparidades sociales y de género, el empleo, la salud, la educación, la eficacia y
eficiencia de las políticas públicas, el gasto, el financiamiento, la cooperación
internacional. El debate, sin embargo, no ha llegado a traducir el principio del desarrollo
humano en un concepto coherente y sistemático.
De la fecha acá, los temas de atención siguen siendo los mismos y se reitera la
posibilidad de realización personal como un elemento esencial en la búsqueda de los
IDH. En el Informe del 2001, coincidiendo con la entrada en el nuevo milenio, se
enfatizaba: “El desarrollo humano entraña mucho más que el simple aumento o
disminución del ingreso nacional. Significa crear un entorno en el que las personas
puedan hacer plenamente realidad sus posibilidades y vivir en forma productiva y
creadora de acuerdo con sus necesidades e intereses. Un elemento fundamental para la
ampliación de esas opciones es el desarrollo de la capacidad humana, es decir, las
múltiples cosas que la gente puede hacer o ser en la vida.” (PNUD, 2001)
Esta noción de Desarrollo Humano tiene como premisa la convicción de que es posible
satisfacer las necesidades humanas, tanto por el aprovechamiento “racional” de la
naturaleza1, como por las posibilidades reales de alcanzar la satisfacción de necesidades
vinculadas al ejercicio de la libertad, a los derechos y responsabilidades de participación
en la vida social, con el protagonismo a que tienen derecho los ciudadanos.
1
No como el que se ha llevado a cabo hasta ahora, claro está.
de los ciclos normales de formación, al desconocimiento de los valores culturales, entre
otros.
Quizás por ello en ocasiones y sobre todo en su uso político, el término puede tener las
más variadas connotaciones o bien diluirse en la ambigüedad. No obstante, hay
características que sí podríamos precisar: se trata del desarrollo enfocado a las personas
y su bienestar; incluye todas las actividades, desde procesos de producción hasta
cambios institucionales y diálogos sobre políticas; le preocupa tanto la generación del
crecimiento económico como su distribución, tanto las necesidades básicas como el
amplio espectro de las aspiraciones humanas. No comienza a partir de un modelo
predeterminado, se inspira en las metas a largo plazo de una sociedad. Requiere, por
tanto, de una voluntad política sin la cual será difícil avanzar y por otro lado, constituye
un llamado a la voluntad humana, porque precisa de la incorporación consciente de las
personas a los procesos que genera. No será posible alcanzar las metas trazadas si éstas
no son verdaderamente deseadas, buscadas, aproximadas. Aquí radica lo más "humano"
del desarrollo humano. (Opazo, 2002)
Comunidad y Desarrollo
Ander Egg (2000:10) identifica a la comunidad como unidad social que se distingue por
los siguientes elementos:
2
Viegas (1998) hace referencia a las múltiples definiciones sobre el término. Menciona el encuentro de
George A. Hillary de 94 acepciones diferentes del término
• Sus miembros participan en algún rasgo, interés, elemento o función común
• Esto lo hacen con conciencia de pertenencia
• Están situados en una determinada área geográfica
• En ella la pluralidad de personas interacciona más intensamente entre sí que en
otro contexto
Reforzando su lógica conceptual, Arias recurre a Violich que define la comunidad como
“un grupo de personas que viven en un área geográfica específica y cuyos miembros
comparten actividades e intereses comunes, donde pueden o no cooperar formal e
informalmente para la solución de los problemas colectivos.” (1995:8). En esta
conceptualización se han tomado en cuenta ambos elementos:
• un grupo (elemento estructural)
• viven en un área geográfica ( componente habitacional, residencial donde
transcurre la mayor parte de la vida)
• donde pueden o no cooperar formal e informalmente para la solución de
los problemas colectivos (aspecto funcional)
Aunque las reflexiones sobre este tema son muy amplias- y una relación detallada
escapa a los objetivos de este bosquejo-, escogimos las definiciones anteriores por
incluir determinados elementos3 que no pueden obviarse para estudiar la comunidad en
el sentido en que la estamos abordando:4
A partir de lo expresado, hemos asumido para los fines de nuestro trabajo el concepto de
comunidad aportado por Arias, tal como señalamos en la Introducción, y que la define
como: “(…) “un organismo social que ocupa determinado espacio geográfico. Está
influenciado por la sociedad de la cual forma parte, y a su vez funciona como un
sistema, más o menos organizado, integrado por otros sistemas de orden inferior – las
familias, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones – que interactúan,
3
La determinación de los elementos la hemos tomado de Arias, 1995:10
4
En la diversa literatura sobre el tema suele hablarse de dos grandes tipos de comunidades. Las
territoriales que es a la que estamos haciendo referencia y las denominadas comunidades de intereses que
son constituidas por individuos que se asocian en la acción ante determinados intereses y objetivos
comunes. Ejemplo de ello son los movimientos sociales cuyos integrantes pueden o no compartir un
determinado territorio.
y con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, psicológico de la
comunidad a su vez influyen, de una manera u otra, en el carácter objetivo, material en
dependencia de su organización y su posición – activa o pasiva – respecto a las
condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad” (Arias, 1995:11).
El tema del desarrollo comunitario ha sido objeto de atención desde hace mucho
tiempo. Ya desde la segunda mitad de la década del 40 los organismos internacionales
comienzan a incluir en sus agendas el tema comunitario. Ello estuvo muy relacionado
con los intereses de las potencias en cuanto al futuro de los territorios coloniales, cuya
independencia no era posible dilatar.
Desde 1950 las Naciones Unidas y sus organismos especializados comenzaron a utilizar
la expresión desarrollo de la comunidad para designar “aquellos procesos en virtud de
los cuales los esfuerzos de una población se suman a los de su gobierno para mejorar
las condiciones económicas, sociales y culturales de las comunidades, integrar a ésta en
la vida del país y permitirles contribuir plenamente al progreso nacional.” En 1956 los
organismos internacionales llegaron a un acuerdo y lo definieron como “El proceso a
través del cual los esfuerzos del propio pueblo se unen con los de las autoridades
gubernamentales, con la finalidad de mejorar las condiciones económicas, sociales y
culturales de las comunidades, incorporar dichas comunidades en la vida nacional, y
capacitarlas para contribuir plenamente en el progreso del país” (Ander Egg, 2000:12)
5
Organización de la comunidad es un término que se utiliza para identificar el equivalente a desarrollo
comunitario
Tal toma de conciencia implica transformaciones en el orden subjetivo, lo cual nos
lleva a abordar algunos aspectos relacionados con los vínculos entre desarrollo y
cultura.
Cultura y desarrollo
Consideramos que a los efectos de nuestro trabajo, la definición que nos ofrece la
perspectiva sociológica, asumiendo la cultura como todo proceso de producción
simbólica, es la más acertada. Edgar Morin precisa que la cultura es un “sistema que
pone en comunicación- dialéctica- una experiencia existencial y un saber constituido”
(Morin, 1995:146) y agrega:
6
Jean Duvignaud señala que Georges Balandier en la década de los años sesenta se dio a la tarea de intentar levantar
un censo sobre el término y conocer así las diversas conceptualizaciones que se habían formulado.
sus derechos y sus deberes” en la que el fin último será “(…)conocerse mejor a sí
mismos a través de los demás, y a los demás a través de sí mismos” (Gramsci,1973:15)
En este mismo sentido la UNESCO destaca a la cultura como la que da al hombre “la
capacidad de reflexión sobre sí mismo”. “Es ella la que hace de nosotros seres
específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella es
como discernimos los valores y realizamos nuestras opciones. Por ella es como el
hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto
inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevos
significados y crea obras que lo trascienden". (UNESCO, 1982)
Como señala Rama, el concepto de cultura se está moviendo en dos tiempos. Uno, que
corresponde a la concepción que de ella hizo la modernidad ilustrada y que tuvo su
asiento en el espacio de la ciudad, estableciendo la distancia respecto al común de la
sociedad y dando paso a la cultura elitista o aristocrática, la "alta cultura. (Rama,
1985:3) El otro: este tiempo-ahora en el que se produce una "insubordinación de los
signos" en donde las cosas no están en donde nos dijeron que estaban. “Hay un mapa
cultural distinto tanto en el ámbito local, así como en lo regional y qué decir con el
ámbito global/mundial. Estamos en presencia de un "otro territorio" en donde la
globalización de nuestras vidas y la mundialización de la cultura están determinando
muchas de las formas que estamos asumiendo por encima de la escuela, la familia, la
iglesia y todos los "aparatos" institucionalizados para la transmisión y
preservación/conservación de objetos de la "alta cultura" (Bisbal, 2000)
Quizás es este movimiento en dos planos lo que hizo que en los discursos de hace unas
décadas la cultura fuera comprendida como una barrera o como un obstáculo.
Paulatinamente se transforma en un factor instrumental y funcional al desarrollo, hasta
derivar en las reflexiones más contemporáneas, que la consideran como dimensión
esencial del desarrollo humano.
No obstante estos avances, Jesús Martín- Barbero alerta: “la dimensión cultural del
desarrollo se ha convertido últimamente en un tema central tanto en el ámbito político
como académico. Pero ese interés disfraza en muchos casos un profundo malentendido:
el que reduce la cultura a dimensión del desarrollo sin el menor cuestionamiento de la
cultura del desarrollo que sigue aún legitimando un desarrollo identificado con el
crecimiento sin límites de la producción, que hace del crecimiento material la dimensión
prioritaria del sistema social de vida y que convierte al mundo en un mero objeto de
explotación. Pensar ahí la cultura como dimensión se ha limitado a significar el añadido
de una cierta humanización del desarrollo, un parche con el que encubrir la dinámica
radicalmente invasiva (en lo económico y en lo ecológico) de los modelos aún
hegemónicos de desarrollo” (Martín – Barbero, 2001)
Y estos añadidos a los que se refiere Barbero tienen una larga historia de fracasos en
América Latina porque se materializaron en modelos importados del desarrollo con una
orientación profundamente asistencialista y un marcado matiz desarrollista. Esta
exagerada importación de propuestas y la escasa recreación autóctona de ellas llevaron
a sustituir la participación ciudadana por los paternalismos gubernamentales que
impulsaron procesos de intervención en los que el actuar consciente tuvo un escaso o
nulo margen de incidencia. La transformación cultural que debe ser inherente al
desarrollo quedaba así sin ser lograda y lo que es peor, sin ser comprendida.
Desarrollo, cultura y comunicación constituyen una triada que se resiste a las visiones
esquemáticas. Si este proceso de internacionalización se produce básicamente a través
de la socialización en correspondencia con la condición de ser social del hombre, resulta
obvio que la comunicación es otro concepto intrínseco a toda actividad de desarrollo
humano. Su comprensión, adecuación e incorporación han necesitado de un proceso de
interiorización que ha ido acercándolo a la definición de su verdadero rol en la difícil
tarea de transformación.
En este camino, han sido de gran importancia las investigaciones que se han realizado
en el campo de la comunicación. Hacia 1927 aparecen los primeros documentos de la
Mass Communication Research, a cargo de Harold Lasswell. Sus investigaciones se
centran en dos ejes: los efectos de los mensajes de los medios de comunicación y el
análisis de contenido para descubrir las razones de la poderosa y directa influencia que
desde entonces se le atribuía a los medios de comunicación sobre sus audiencias. No en
vano, estos estudios resultan muy ligados a la propaganda, no solamente por darse en el
período de entre guerras sino por el enfoque orientado, desde la teoría de la "aguja
hipodérmica" a descubrir la mejor manera de influenciar a los públicos. La preparación
y estallido de la Segunda Guerra Mundial permitieron crear campos de experimentación
a nivel comunicativo que demostraron que el concepto mecanicista y simplista (“causa –
efecto”) que sostenía la teoría hipodérmica necesitaba ser reevaluado. Comenzó desde
7
El concepto de internalización lo hemos utilizado a partir de la interpretación de Berger y Lukmann
cuando definen que internalizar es interpretar la realidad objetiva como subjetivamente significativa.
entonces un ascendente desarrollo teórico de la comunicación que condujo a que los
estudios de medios pronto se conviertan en medulares.
Esta concepción de la comunicación ha tenido una fuerte influencia hasta hoy en los
programas y proyectos vinculados con el desarrollo o con las actividades de
transformación social en general.
Las ciencias del desarrollo evidencian un rápido crecimiento una vez terminada la
Segunda Guerra Mundial. El desarrollo, concebido como un proceso de extensión de las
modernas técnicas, capacidades y organización social de las sociedades industrializadas
hacia centros urbanos en los países en desarrollo y hacia las atrasadas zonas rurales, dio
lugar a que la comunicación, identificada como difusión, ocupara un lugar central en
estos procesos.
Así de sencillo podría ser la labor del comunicador en función del desarrollo; no se
habló de estructuras económicas y sociales deformadas, dependientes y opresivas, no se
habló de políticas educativas que dieran posibilidades reales a los ciudadanos de acceder
al conocimiento, mucho menos de distribución de la riqueza social de manera más
equitativa.
La llamada crisis de los paradigmas que estremeció a toda la ciencia en las últimas
décadas del siglo pasado, hizo cuestionarse también los modelos y teorías
comunicativas. El proceso de la comunicación comienza a estudiarse en toda su
complejidad y en su relación con otros procesos sociales y culturales. En este contexto,
la producción teórica latinoamericana se enriquece con los estudios de personalidades
como Armando Mattelart y Jesús Martín–Barbero. Ambos hacen grandes aportes a los
estudios de recepción y consumo, a partir de sus reflexiones sobre las mediaciones y
resignificaciones en la apropiación y uso de los mensajes, desde la complejidad de las
culturas.
Mattelart nos habla del "retorno al sujeto", del rol activo del receptor y usuario de los
flujos y redes de comunicación. Se trata de entender la recepción como un proceso,
también, de producción de sentido. Este nuevo paradigma “de la recepción activa”,
centra su atención en los procesos de recepción-uso-consumo-apropiación de la
comunicación por parte de sujetos que reinterpretan y resemantizan los mensajes a partir
del habitus y otras mediaciones.
La relación entre comunicación y vida cotidiana que se había convertido en los 70 y los
80 en uno de los temas centrales de estudio de la comunicación en América Latina y
también en uno de los sellos distintivos en relación con los estudios europeos y
norteamericanos, se verán ahora enriquecidos al atribuírsele de entrada a los receptores
una actitud más activa: no son agentes pasivos sino activos en la recepción de los
mensajes de los medios.
Precisamente Martín-Barbero nos va a proponer entender la comunicación en sus
mediaciones, desde la densidad de las relaciones cotidianas. Sus propias reflexiones son
ilustrativas: “Más que de medios, la comunicación se nos hace hoy cuestión de
mediaciones, esto es de cultura, y por lo tanto necesitada no sólo de conocimientos, sino
de reconocimiento. Un reconocimiento que es, en primer lugar, desplazamiento
metodológico para rever el proceso entero de la comunicación desde su otro lado: el de
las resistencias y las resignificaciones que se ejercen desde la actividad de apropiación,
desde los usos que los diferentes grupos sociales - clases, etnias, generaciones, sexos -
hacen de los medios y los productos masivos.”(Martín – Barbero, 1989:23)
Así, sugiere dejar atrás el paradigma informacional según el cual “(…) comunicar es
hacer circular, con el mínimo de “ruido” y el máximo de rentabilidad informativa, un
mensaje de un polo a otro en una sola dirección (...), confundiendo la comunicación
“(…) con la lubricación de los circuitos y la “sensibilización” de los públicos (…)”.
(Martín – Barbero, 1989:25)
Estas contribuciones, sin dudas, favorecieron la construcción de una nueva mirada a los
procesos comunicativos en general y a los que se desarrollan en los espacios
comunitarios, en particular. Permitieron incluso, recapacitar en torno a la llamada
comunicación alternativa Esta se convirtió en el nuevo modo de traducir la
comunicación para el desarrollo, tomando especial fuerza a fines de la década de los
setenta y en los ochenta.
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Se utilizan diversas denominaciones para referirse a la “otra” comunicación, la que se contraponía a los
medios de comunicación masiva. Así comunicación popular, comunicación educativa, comunicación
comunitaria fueron algunos de los términos que se utilizaron indistintamente para hablar de estas
alternativas comprometida con los movimientos sociales y la crítica frente a la sociedad. (nota de la
autora)
En la actualidad persiste el debate sobre lo que ha de entenderse por comunicación
alternativa. Está motivado fundamentalmente por la necesidad de precisar lo específico
de lo alternativo: ¿los contenidos, los instrumentos, la emisión, la voluntad de cambio,
la oposición al poder? No obstante, el esfuerzo por construir conceptos propios,
adaptados a la realidad latinoamericana tuvo como una de sus más importantes
contribuciones el haber desmediatizado la discusión de la comunicación.
Reyes Matta la ha definido como “proceso animado por la acción de los comunicadores
que, a partir de una opción definida dentro del espacio de los conflictos sociales, emerge
como espiral, desde el polo nacional popular, conformando respuestas diversas ante las
formas dominantes creadas por el capitalismo en su fase transnacional” (1983: 240).
Por otro lado, teorías como las de Althusser dejan su impronta porque la imposibilidad
de destruir los aparatos ideológicos del Estado desde dentro, planteaba la necesidad de
crear aparatos paralelos. Si los medios no se pueden cercar desde adentro, hay que crear
otros. Esto influye para la creación de medios alternativos a partir de una deducción
lógica: si la ideología es reproducida por aparatos, todo aparato va a reproducir
ideología, lo que tenemos que hacer es que reproduzca otra ideología.
Otra influencia vendría de los aportes de Paulo Freire. En plena época de la política
desarrollista y de la concepción extensionista como forma de trasmitir conocimientos
rápidos para ser aplicados con la urgencia que los programas demandaban, Freire
interrogaba: “¿Será un acto de conocer aquel a través del cual un sujeto, transformado
en objeto, recibe pacientemente un contenido de otro? ¿Puede este contenido, que es
conocimiento de, ser “tratado” como si fuese algo estático?”. (Freire, 1973:26). El
educador brasilero se convierte en el más importante impulsor de una nueva pedagogía
que propone la conversión de los seres humanos en sujetos del proceso de
transformación de su realidad, a partir de sustentar su acción en el diálogo
problematizador. Brinda así una opción liberadora al plantear que “la ‘educación como
práctica de la libertad’, no es la transferencia o la trasmisión del saber ni de la cultura,
no es extensión del conocimiento técnico… no es la perpetuación de los valores de una
cultura dada, no es el esfuerzo de adaptación del educando a su medio.” Estas
valoraciones que suponen dar la posibilidad de que los hombres y mujeres pronuncien
su mundo fue una fuente de inspiración para quienes desde las luchas sociales buscaban
hacer de los desposeídos emisores de su realidad.
A partir de esta toma de partido de la ‘opción por los pobres’, intentan articular una
lectura de la realidad desde esos sectores marginados y con altos niveles de pobreza,
pero no con la concepción tradicional de la práctica de la caridad cristiana sino bajo la
consigna de ‘darle la voz a los que no tienen voz’, organizando las comunidades
eclesiales de base10. “Ahora la Iglesia va directamente a los pobres; se asocia a sus
9
Celebrado el 11 de octubre de 1962 bajo la dirección del Papa Juan XXIII a quien sustituyó después de
su muerte el Papa Pablo VI. La trascendencia del Concilio para el continente está en la reelaboración del
discurso reformador de la actuación de la Iglesia, que desde la realidad latinoamericana hizo la Teología
de la Liberación.
10
A partir de esta interpretación se plantea que la Iglesia debía ser reconstruida desde las bases locales,
enraizadas en la experiencia popular y en una nueva lectura de la Palabra de Dios. Insatisfechos con la
estructura parroquial, estos agentes dieron lugar a la multiplicación de pequeñas comunidades de fe
luchas, constituye comunidades de base, donde se vive la fe en su dimensión social y
liberadora… importa articular prácticas éticas, sociales y de promoción de todos los
hombres y del hombre todo…” (Boff, 1986:230)
“Aunque dicho de muchas maneras y con alcances muy diversos, desde los utópicos
hasta los ceñidos a posibilidades de intervención inmediata, un propósito fundamental
parece definir lo alternativo en materia de comunicación en Latinoamérica: transformar
el proceso, la forma dominante y normal de la comunicación social, para que sean las
clases y los grupos dominados los que tomen la palabra. Y en ese sentido la
comunicación alternativa no es aquí nada nuevo ya que desde las experiencias pioneras
de Paulo Freire, proyectadas después a multitud de grupos en todos los países del
continente, la comunicación ha estado ligada más a la liberación del habla, de la
actividad y la creatividad popular que a la potencia y el tipo de medios utilizados”
(Martín Barbero, 2003).
denominadas "Comunidades Eclesiásticas de Base" En estas, en vez de poner énfasis en los ritos
tradicionales, la religiosidad se centraría en el entendimiento de la Biblia y su significado para el drama
histórico latinoamericano. Implicaba, por tanto, una estrecha asociación entre los lenguajes de la teología
y de la sociología, sobre todo de orientación marxista. Suponía, también, una aproximación entre la
iglesia y los movimientos sociales.
No obstante esta valoración, el proceso no ha estado exento de las limitaciones que
antes se apuntaron, asumiéndose generalmente una actitud defensiva ante las potentes
trasnacionales de la información, a las que se le opuso la elaboración artesanal y el uso
restringido de un periódico, de un boletín de una organización de base o el
funcionamiento de una radio comunitaria. Esfuerzos no despreciables, si no hubieran
sido ellos mismos reproductores de formas tradicionales de decir y hacer, colocando en
el centro de la problemática comunicacional a los medios.11
En uno de los intentos más completos por sistematizar desde el punto de vista teórico
estos temas, Fontcuberta reflexiona cómo lo alternativo en comunicación no puede tener
una definición estable porque su propio desarrollo está relacionado a una coyuntura
concreta socio-política y a un modo de producción massmediático. Se sugiere evitar
hablar de comunicación alternativa, como concepto estable sujeto a una única definición
y emplear expresiones tales como “alternativas en comunicación”, “comunicación y
alternativas” o “elementos alternativos en la comunicación”. (Fontcuberta, 1985:10)
Este razonamiento tiene puntos de contacto con las reflexiones de Carlos Núñez cuando
opone al término comunicación alternativa el de alternativas de comunicación “(…)
integradas, procesuales, dialógicas, participativas (…). Estrategias reales de
comunicación y lucha ideológica que partan de la sensibilidad popular, de la cultura del
pueblo, de sus códigos, lenguajes y significados (…) que asuman el valor de lo
personal, de los subjetivo y lo íntimo y lo sepan relacionar con lo grupal, lo colectivo y
lo masivo.”(Núñez, 1993:53)
11
Para profundizar en la reproducción de formas de hacer tradicionales de una comunicación vertical
puede verse El Comunicador Popular de Mario Kaplún.
términos que se caracterizan por haber recibido diversas definiciones en relación con los
contextos temporales y físicos en que se han desarrollado.
Carlos Núñez sostiene que esta visión supera la llamada comunicación alternativa a
partir de constituir una posición activa, propositiva y no solo reactiva que cuestiona el
clásico y tradicional enfoque de agitación y propaganda. (1993: 52-53). Para él,
constituye la dimensión socializadora de todo proceso transformador que debe incluir
además la dimensión de descubrir (lo investigativo) y la dimensión de apropiarse (lo
cognitivo). Lo que supone vincularla a la Educación Popular y a la Investigación Acción
Participativa.
Numerosas prácticas en las últimas décadas se han desarrollado en América Latina bajo
la denominación de Educación Popular. Diferentes también han sido las formas de
conceptualizarlas - corriente pedagógica, enseñanza en la educación informal,
educación de adultos, corriente de pensamiento, campo de acción, metodología, técnica,
etc. Uno de sus máximos inspiradores y sostén teórico, Paulo Freire, la ha denominado,
en correspondencia a la evolución de su pensamiento, como educación para la libertad,
educación liberadora, educación para la democracia, educación dialogal, educación
problematizadora, educación de la comunicación. 12
Freire admite que en los primeros momentos13 “…entendía la educación popular como
un esfuerzo de las clases populares, un esfuerzo en favor de la movilización popular o
un esfuerzo incluso dentro del propio proceso de movilización y organización popular
con miras a la transformación de la sociedad.” En un segundo momento14 comenzó a
12
Rodríguez Brandao ha explicado “El primer nombre no fue educación popular. Educación popular es
un nombre tardío en este sentido: el primer nombre fue educación liberadora, el primer nombre que
incluso le dio Paulo Freire …” (Brandao,1985:8)
13
Lo ubica en la década de los 50, principios de los 60.
14
A fines de los años 60 y comienzo de los 70
ver con mucha claridad lo que denomina la politicidad de la educación y que lo
identifica con la calidad que tiene la educación de ser política; tanto que rechaza la idea
de hablar de dimensión política porque parte de que toda educación lo es. “La educación
popular se plantea, entonces, como un esfuerzo en el sentido de la movilización y de la
organización de las clases populares con vistas a la creación de un poder popular”.
(Torres, 1996:7-8)
Carlos Núñez alerta sobre su reducción a una metodología que implique un “conjunto
de métodos” y precisa “… es algo mucho más de fondo; es el CÓMO (así con
mayúscula) enfrentamos nuestra práctica, para convertirla verdaderamente en PRAXIS
(que no son sinónimos). Es la búsqueda de la articulación lógica –coherente- de todos
los elementos que intervienen en nuestras estrategias, nuestros planes, proyectos y
acciones, sean de carácter principalmente pedagógico o socio económico, político,
cultural… o integral y procesual, como nuestra propuesta sugiere”. (Núñez, 1993:51)
Al logro de objetivos tan amplios sólo se llega partiendo de un cambio en las relaciones
educador – educando sobre la base de la comunicación horizontal y participativa. Esto
no excluye el reconocimiento de niveles diferentes de responsabilidad en el proceso
educativo:“… el hecho de que el educador revolucionario se haga compañero de sus
educandos no significa que renuncie a la responsabilidad que tiene incluso de comandar,
en muchos momentos, la práctica. El educador tiene que enseñar. No es posible dejar la
práctica de la enseñanza librada al azar”. (Torres, 1996:25)
• Un primer momento que Valeria Rezende (1999:37) denomina “una larga fase
de latencia” y que es tratado por diferentes autores para referirse a prácticas que
podrían denominarse de educación popular por sus concepciones pedagógicas y
su relación con los movimientos populares. Muchas son las acciones que se
enumeran en este momento que pueden ser calificadas de antecedentes de la
concepción contemporánea de educación popular. La práctica educativa de
Simón Rodríguez el maestro de Bolívar es destacada dentro de estos
movimientos precursores. La propia Rezende los remonta a las prácticas de los
movimientos obreros y revolucionarios de Brasil a principios del pasado siglo.
Suele incluirse como ejemplo paradigmático continental la “Escuela del Ayllú”
en Warisata que se desarrolla en la década del 30 y se enmarca dentro de la
tendencia socialista indigenista liderada por el Amauta peruano José Carlos
Mariátegui.16.
• Un segundo momento puede ubicarse en la década de los sesenta
aproximadamente hasta 1968, marcado por los acontecimientos que se
produjeron en el continente entre los que destaca el triunfo de la Revolución
Cubana y su obra educacional, los cambios propugnados por el gobierno de Joao
Goulart y sus programas de alfabetización en Brasil y el auge de los
movimientos de izquierda a nivel mundial. Comienza la influencia de las ideas
de Paulo Freire y la Teología de la Liberación. Se caracteriza este momento por
un interés marcado en el tema de la cultura popular. 17
• Un tercer momento, de “reinterpretación del sentido de la Educación Popular y
de reinserción social” (Rezende, 1999:41) y que puede ser ubicado después de
1968 - año de reveses para el movimiento estudiantil y de izquierda en general,
15
Para ello nos hemos apoyado en las valoraciones de diversos autores que aparecen consignados en la
bibliografía entre los que sobresalen Valeria Rezende, Benito Fernández, Esther Pérez, Carlos Núñez,
Matthias Preiswerk y el propio Paulo Freire.
16
En el altiplano boliviano los indígenas aymarás decidieron enfrentar al terrateniente no con las armas
sino con la educación. La gestión de la escuela estaba en manos del Consejo de Amautas nombrado por
las comunidades. En este empeño se unieron un maestro citadino e hijo de terrateniente – Elizardo Pérez
– y el cacique aymará Avelino Siñani.
17
Se crean diversas instituciones destinadas a este fin. Destacan el Centro Popular de Cultura creado por
la Unión Nacional de Estudiantes y de orientación marxista en Brasil, el Instituto de Investigación
Cultural para la Educación Popular (INDICEP) que trabajaron en las comunidades campesinas y barrios
populares de Oruro, Bolivia
y período de instauración de dictaduras militares. Esto motivó que para los
luchadores de la región las opciones fueran: la partida al exilio, la lucha armada
o la inmersión en el seno de las masas. (Rezende, 1999:41). Los que optaron por
esta última dieron un nuevo sentido a la Educación Popular organizando los
procesos populares desde la base. La ‘opción por los pobres’ de los teólogos de
la liberación, los textos de Freire – Educación como práctica de la Libertad y
Pedagogía del Oprimido – servirían de inspiración y sustento para esta
redefinición de la Educación Popular. La radio minera en Bolivia se inscribe
como ejemplo en este esfuerzo.18 El triunfo del gobierno de la Unidad Popular
en Chile dio posibilidad de interesantes experiencias en el terreno de la
educación popular y atrajo la atención y el trabajo de muchos estudiosos.
• Un cuarto momento podemos situarlo desde fines del 70 hasta pasada la segunda
mitad de la década del 80. Estuvo marcado por acontecimientos continentales de
fuerte impacto como el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, que
brindó un espacio privilegiado para el desarrollo de acciones educativas
populares y de confrontación desde el punto de vista conceptual. De ‘expansión
e institucionalización’ la denomina Rezende refiriéndose al caso brasilero en el
que dio paso incluso, a la creación de un partido político nuevo con Ignacio Lula
da Silvia al frente; esto propició una avalancha de ONGs con amplios
financiamientos. Su derrota electoral en 1989 coincidiendo con el inicio del
desplome del socialismo en Europa, haría decaer este “entusiasmo”. En Bolivia
se dan acontecimientos que siguen esta misma tendencia. El gobierno electo de
Siles Suazo, líder de la Unión Democrática y Popular convirtió según señala
Fernández, “a la Educación Popular en política de Estado a través del Plan
Nacional de Alfabetización y Educación Popular Elizardo Pérez” y permitió que
llegara a las comunidades campesinas, barrios marginales y centros mineros.19
(1999:48). En México, Núñez plantea que se extendió y consolidó la
construcción de redes temáticas que lograron articular a la mayor parte de las
experiencias – directa o indirectamente –llamadas de Educación Popular;
18
Radios mineras gestionadas en su mayoría por los propios sindicatos de trabajadores. Fueron trincheras
de denuncia y resistencia frente a la represión militar.
19
Este mismo autor plantea que el plan fracasó en 1985 cuando el país entró ‘por la puerta grande’ al
modelo neoliberal.
destaca especialmente la Red Alforja20, nacida al calor del triunfo sandinista,
que “desarrolló sin duda una práctica muy importante, una producción teórica –
metodológica y didáctica - significativa que influyó no sólo por sus libros, sino
por el trabajo militante que muchos de nosotros hicimos en todo el continente”.
(Núñez, 1999:65). La Educación Popular se identificó con una nueva manera de
hacer política que permitió consolidar un cuerpo de experiencias y reflexiones
con las que pudo enfrentar la crisis que llegaría a finales de los 80.
• El derrumbe del Muro de Berlín – y con él, todo un sistema que había sido el
sueño de los desposeídos del mundo- marca el inicio de un quinto momento que
se extiende hasta hoy. El fuerte impacto de estos acontecimientos desanimó
voluntades, produjo lógicos retrocesos, pero como ya se sabe, de las crisis nace
el desarrollo. Vinieron los análisis, los ajustes y los retos que los nuevos
tiempos imponen al desarrollo de los procesos de comunicación y de educación
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popular. Rezende califica este momento como ‘una segunda fase de
reinterpretación del sentido de la Educación Popular’ y destaca como un
elemento identificatorio la asimilación de los movimientos sociales de la esencia
de ésta. El Movimiento de los Sin Tierras en Brasil, el movimiento zapatista en
México son ejemplos en este sentido. Los retos son innumerables, pero la
experiencia acumulada sigue permitiendo avanzar asumiendo formas más
creativas de trabajo.
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Coordinadora regional que articula el trabajo de siete organizaciones no gubernamentales de Educación
Popular de Centroamérica y México. Surge como Red en 1980 con sede en Costa Rica y a partir del año
99 la Sede Regional se encuentra en el Centro de Estudios y Acción Social Panameño (CEASPA).
Además la integran el Centro de Estudios y Publicaciones CEP-Costa Rica, Centro de Comunicación y
Educación Popular, CANTERA-Nicaragua, Centro de Comunicación Popular de Honduras, CENCOPH-
Honduras, Fundación Promotora de Cooperativas, FUNCROCOOP-El Salvador, Servicios Sociales y
Jurídicos, S.C., SERJUS-Guatemala, Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario, A.C., IMDEC
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Hay múltiples enfoques de este proceso. Hemos consultado y recomendamos los de Esther Pérez
(1993), Rosa María Alfaro (2000) , Benito Fernández (1999)
como resultado de diversos factores – coyunturales, políticos, etc. – se van incorporando
a las prácticas cotidianas. Es a través de estos procesos que se va construyendo la
identidad individual y colectiva.
Este desafío implica conocer muy bien a qué proyecto de desarrollo o de transformación
está dirigido así como lo que significa para la convivencia ciudadana la conversión de la
gente en sujetos activos. Esto sería entre muchos otros factores, un elemento medular
para elevar la eficacia de los proyectos sociales.