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Cuento la pulga y el perrito

Había una vez en un país muy muy lejano una granja, donde vivían
un granjero con su mujer y varios hijos e hijas, había muchos
animales, ovejas, vacas, gallinas que vivían en paz en un gran
terreno. Vivían también en esta granja unos perros ovejeros,
grandes y fuertes que cuidaban a las ovejas y las protegían de los
lobos. Llego un día un perrito flaco, sucio lleno de pulgas a la
granja, y quedó maravillado. "yo quiero ser un perro ovejero" pensó,
yo quiero cuidar a las ovejas, admiraba a aquellos perrazos, aunque
estos no se lo pusieron fácil.

El perrito era peludo, de color de la tierra mojada, con orejas


grandes y caídas que le daban un aspecto simpático, dormía en el
granero entre las patas de alguna oveja, hablaba con ellas, y estas
le contaban cosas sobre el campo, sobre el viento y las flores, el
perrito soñaba, se veía a si mismo grande y fuerte corriendo entre
sus amigas.

Aunque lo tenia un poco difícil, era tan pequeñajo y flojo que cuando
servían la comida para todos, los demás canes se abalanzaban y
en un "plis plas" solo quedaban unas miguitas que el pobre perrillo
lamia.

"Así no creceré nunca" se lamentaba, hasta las pulgas habían huido


de él a refugiarse en un perro más grande, menos una pulga que
le tenia simpatía y que tampoco tenia mucha suerte, se quedo en
con él, acompañándole en sus tertulias con las ovejas. No te
rasques le decía o me tendré que ir, no te molestare, solo quiero
que nos hagamos compañía.

A veces le susurraba al oído, "tu no crecerás pero yo tampoco",


necesitamos comer algo, si seguimos así los dos moriremos
pronto.

Andaban en estos derroteros los dos, perro y pulga, tumbados en


la casa, viendo como comía la familia, ¡que bien olía todo!

y ¡que ruido les hacían las tripas!, estaba medio dormido el perrito,
cuando la pulga que resulta que era sonámbula, soñando que le
servían un plato de comida, y soñando que le iba a pegar un
mordisco a lo que le habían servido, y ni más ni menos mordió la
oreja al perrito. Este del sobresalto y del dolor salto en el aire,
dando una voltereta sobre si mismo.

La familia que estaba mirando hacia ese lado en ese momento


quedaron asombrados de la voltereta, y no paraban de reír, el padre
le lanzo un huevo duro al perrito que se lo comió rápidamente
dándole un trozo a la pulguita (era una pulguita que comía de todo.
Que manjar, nunca había probado el perrito algo tan sabroso.
¡Dame otro mordisco en la oreja! le pidió a la pulga. Corre quiero
más huevo

Así lo hizo y el perrito volvió a dar otra voltereta, y otro huevo que
recibió.

Aquella noche la pulga y el perrito durmieron como dos angelitos,


satisfechos, felices y con las barrigas llenas.

El perrito esa noche soñó un sueño extraño. En el sueño , no era un


perro ovejero, era un perro pequeño y divertido que acompañaba a
los hijos del granjero a todas partes, les hacia reír y los hacia
felices, y eso también hacia feliz al perrito. Entendió que su labor en
la vida era otra, que gracias a un mordisquito lo había descubierto.

A partir de aquel día comenzó a entrenar volteretas guiado por las


enseñanzas de la pulga que saben mucho de saltos y piruetas, y en
poco tiempo se convirtió en la mascota de los hijos del granjero que
lo llevaban a muchos sitios para enseñarles a sus amigos lo que el
perrito malabarista hacia, y aunque todos le daban cosas
apetitosas, el perrito las compartía con la pulga y con los demás
animales de la granja, tampoco quería engordar y no poder hacer
mas volteretas.

A veces en la vida aprendemos cosas de una manera difícil y


dolorosa, y lo que nos tiene que llegar quizás todavía no está
escrito. Si tenemos los ojos abiertos y las orejas dispuestas a ser
mordidas podremos descubrirlo
Y colorín colorado este cuento de pulgas y perros se ha acabado y
espero que tu lo hayas disfrutado.

Aura Marqués
Psicóloga en Palma de Mallorca

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