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de Derechos Humanos
Análisis Institucional
Teoría y Práctica
Trabajo Final
Docente:
Fabiana Sánchez
Estudiante:
Jorge Weishein
Año
2015
1. Marco teórico
La intervención en lo social implica identificar previamente una trama de relaciones entre diversos
componentes. No es posible intervenir sin reconocer un escenario en el que participan diferentes
perspectivas instrumentales, en el que están en diálogo distintos campos del saber y en el cual se
presentan diversas formas de expresión cada una con sus metas, sus objetivos, sus finalidades, en
síntesis, con sus intereses. La intervención social facilita la puesta en diálogo de distintas lógicas,
instancias y actores que se disputan la validez de sus normas, su lugar de autoridad, la legitimidad y
el sentido de sus prácticas1. Al decir de Baremblitt, “el campo de intervención, como fue dicho,
presupone un campo de análisis porque se puede entender sin intervenir pero no se puede intervenir
sin entender, a pesar de que durante la intervención se va entendiendo cada vez más” 2.
Este campo de análisis se basa en la práctica cotidiana, se funda en el hacer, y genera preguntas
interrogando a distintos campos del saber. Estas preguntas interrogan la subjetividad de los actores
intervinientes en la producción de conocimiento, exponen representaciones sociales de los
problemas sociales entramados en ese escenario en el que sobresalen la incertidumbre, la injusticia,
el padecimiento, posibilidades concretas de desafiliación y desde el cual se cuestiona esa realidad
singular en la que se vive, se piensa y se trabaja3. La intervención en lo social, al mismo tiempo que
sigue conociendo cada vez más cómo lo macro y lo micro se encuentran en el escenario
construyendo ese lugar particular, anticipa con su hacer de carácter estratégico la recuperación y la
reparación de capacidades y habilidades obturadas por dispositivos instituidos por el poder
hegemónico anudados al deseo de los actores en conflicto4.
Cita de la portada: Gregorio Kaminsky; Dispositivos institucionales, Editorial Lugar, Buenos Aires, Reimpresión,
Marzo 1995, p. 29.
1 Alfredo Carballeda; La intervención en lo social, las Problemáticas Sociales Complejas y Las Políticas Públicas, en:
Escenarios, Revista Institucional de la Escuela Superior de Trabajo Social, UNLP, Año 4, Nro. 8, Septiembre de
2004, (p. 4).
2 Gregorio Baremblitt; Compendio de Análisis Institucional, Ediciones Madres Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2005, p.
103.
3 Carballeda, Op. Cit., p. 1
4 Ana María Fernández, La Mujer de la Ilusión, Pactos y contratos entre hombres y mujeres, Paidós, Buenos Aires,
1992, p. 241.
5 Francisco Ferrara; Más allá del corte de rutas, La Rosa Blindada, Buenos Aires, 2003, p. 30 – 31.
6 Kaminsky, Op. Cit, p. 12.
7 Carballeda, Op. Cit., p. 2 – 3
8 Kaminsky, Op. Cit, p. 18.
9 Carballeda, Op. Cit., p. 5 – 6.
No es posible pensar la intervención en problemáticas sociales complejas sin considerar la
singularidad de las prácticas, la transversalidad de los sentidos y la integración de los actores que
participan en ese lugar de encuentro entre lo macro y lo micro10. La mediación a la que se recurre en
la intervención pretende deconstruir los procesos de estigmatización de los sujetos desde un
abordaje singular de sus padecimientos objetivos y subjetivos a fin de recuperar su condición
histórica como actor político sujeto de un acontecimiento11. La intervención confronta a los sujetos
con los procesos históricos de desubjetivación en los que ha sido circunscripto a lo que Agamben
designa nuda vida, la mera vida biológica12, al mismo tiempo que ha sido producido para reproducir
una misma, sola y única institución que al mismo tiempo que ordena su vida lo inhabilita para
inscribirse en otra ya que en ese mismo acto lo convierte en un otro, una amenaza, para otras
instituciones13. La intervención induce a los sujetos a una reinscripción en la historia, en la
subjetividad y en la memoria colectiva14.
La singularidad aborda la subjetividad, resultado dialéctico del vínculo entre las personas, entre un
yo y un otro, en el cual un yo se reconoce como síntesis en relación con un otro. El valor de lo
subjetivo radica en su carácter singular y contextual. La subjetividad es abordada desde una mirada
y una escucha intersubjetiva que problematiza a través de la palabra un cúmulo de marcas de la
racionalidad hegemónica y de la lógica material dominante en su trayectoria histórica18. La historia
reciente da cuenta de una profunda transformación de la sociedad moderna en su devenir a
modernidad tardía en la que poblaciones enteras son sometidas a diversas operaciones
desubjetivantes19, e instituciones clásicas dadoras de identidad pasan a excluir masivamente sus
sujetos enclaustrándolos en diversos espacios marginales, al mismo tiempo opresores y productores
de identidad20. Un ámbito de alta fragmentación sujeto a la competencia excluyente es el mercado
productor de identidad en relación al consumo de bienes.
Sin embargo, amplios sectores sociales marginados de este espacio en términos materiales se
inscriben en esta lógica desde su identificación simbólica incluso en tensión con sus propias
condiciones materiales históricas en las que viven. En este sentido resulta fundamental reconstruir y
reinscribir la subjetividad de amplios sectores de la sociedad en el orden social desde un nuevo
lugar de autonomía, libertad y capacidad de poder. La intervención consiste en una recuperación y
El análisis institucional pone a jugar la propia subjetividad de la persona que interviene desde una
situación de implicancia, reconociendo que está involucrada tanto en la transferencia como de la
contratransferencia24. La intervención en lo social desde el análisis institucional es inductiva, en una
situación de inmanencia, desde la implicancia profesional, desde lo horizontal, la participación, para
favorecer funcionamientos instituyentes. El análisis institucional al intervenir en las problemáticas
sociales complejas que atraviesan un establecimiento se trabaja con las y los agentes registrando las
fuerzas en pugna25, las resistencias, las negaciones de las problemáticas, las reproducciones, y
analiza ya sea sus no intervenciones, como sus acciones voluntaristas o su carácter antiproductivo
como puede suceder en el caso de constituirse en obstáculos para el desarrollo de políticas públicas
que amplían el ejercicio de derechos universales -de los cuales es garante junto a otros
establecimientos e instituciones.
El análisis institucional desnuda los componentes de la lógica dominante mediante los cuales se
ejerce la violencia y se logra el disciplinamiento social. El imaginario social efectivo apela al mito
como estrategia de reproducción del poder instituido. Este mito es repetido para alcanzar eficacia y
violencia simbólica, invisibiliza la diversidad, niega la singularidad, invisibiliza su propio proceso
de construcción sociohistórica al cual responde, incide en la cotidianeidad y en la estrategia
biopolítica de las personas, desplaza los sentidos de su estructura ideológica, utiliza exaltaciones
superlativas con las que reprime deseos de los sujetos, cristaliza un real al definir la subjetividad de
las personas y produce consensos en relación a las formas de producción de las condiciones
materiales y simbólicas de reproducción social29. Sin embargo, estos aspectos no aparecen a simple
vista sino que deben ser develados, y para ello es necesario que el equipo transdiciplinario se corra
del lugar del saber para que el objeto vuelva al sujeto y éste lo aborde con el equipo en un camino
de autoanálisis, autoconocimiento y autogestión. Esto implica una escucha respetuosa y una mirada
abierta que conlleven a un intercambio intersubjetivo mediado por la palabra en el que se exprese lo
más estructurante, lo no dicho, lo negado, lo invisibilizado, y exponga al deseo propio atravesado
por el deseo del otro30.
El análisis de una práctica particular enmarcada en un proceso acordado entre una institución
educativa33 y otra sanitaria34 implica abordar un posicionamiento y un discurso propios de una
racionalidad política que produce y reproduce en esta experiencia una dimensión de estrategias
globales que ordenan lo privado en lo público35. La práctica institucional constituye en si misma un
27 Giorgio Agamben, ¿Que es un dispositivo?, en: Revista Sociológica, Año 26, Número 73, Mayo – Agosto, 2011, p.
250.
28 Fernández, Op. Cit., p. 240 – 241.
29 Fernández, Op. Cit., p. 242.
30 Fernández, Op. Cit., p. 257.
31 Baremblitt, Op. Cit., p. 106.
32 Baremblitt, Op. Cit., p. 107. Cf. Lourau, Op. Cit., p. 10 – 11.
33 Las prácticas institucionales son un requisito establecido por el Instituto Universitario Nacional de Derechos
Humanos Madres de Plaza de Mayo para los estudiantes de 4º y 5º año de la Licenciatura en Trabajo Social.
34 La práctica institucional analizada es llevada a cabo en la Unidad Sanitaria Juan Manuel de Rosas de la región
sanitaria Nº XII, del partido de La Matanza, la que se encuentra ubicada en el barrio del Buen Pastor en la Localidad
de Isidro Casanova. Ver: https://www.google.com.ar/maps/@-34.7228123,-
58.5731432,3a,75y,314.45h,85.5t/data=!3m6!1e1!3m4!1sbYIjAbMaYtNamM7k2AQpIA!2e0!7i13312!8i6656!6m1
!1e1
35 Fernández, Op. Cit., p. 249.
dispositivo de intervención mediante el cual se accede a diversos aspectos de la dinámica y la lógica
institucional desde la integración a la cotidianeidad de sus actores. La institución recibe demandas
ligadas a la salud que dan cuenta de problemáticas sociales mediadas por los sujetos que las
expresan. Las respuestas de la institución constituyen una singularidad que es producida por la
interrelación entre los distintos actores en una coyuntura política particular que organiza la realidad
social. En este sentido, la institución en análisis es funcional al contexto histórico argentino presente
transversalizado por ampliaciones de acceso a derechos y mayor presencia del Estado produciendo
bienestar social, pero al mismo tiempo atravesada por imaginarios y prácticas propias de la lógica
neoliberal que continua disputando su hegemonía a nivel mundial.
La unidad sanitaria opera con una concepción de sujeto que es denominado mayormente como “la
gente” en términos que marcan y guardan distancia de sus demandas de manera tal que las mismas
no interpelen su función ni afecten sus roles en la institución. Sin embargo, la institución se
compone de diversas prácticas, ya que los actores se vinculan a distintos grupos de referencia y
pertenencia. No es posible asociar de forma excluyente determinadas prácticas con actores
definidos, sino que esa diversidad de prácticas y discursos componen la complejidad de esta
institución. Es decir, en la práctica se construyen diferentes subgrupos que otorgan a la unidad
sanitaria una segmentariedad singular36. Existen prácticas fuertemente antiproductivas que
descalifican a los sujetos con estereotipos ligados a su nacionalidad de origen, a sus condiciones
sociales, a su aspecto físico, entre otros. Al mismo, tiempo conviven entre ellas prácticas que
reproducen una lógica médica hegemónica fuertemente centrada en la atención de patologías con un
enfoque técnico, una grafía calificada y un abordaje farmacológico. En este universo, es posible
encontrar prácticas que recuperan la subjetividad de las personas restituyendo sus derechos
vulnerados, aportando autonomía para poder decidir y libertad para actuar en su vida cotidiana. En
este sentido, al decir de Lourau, “la unidad de los agrupamientos observables es pluralista y
heterogénea”37.
Los actores38 que componemos el organigrama institucional con nuestras diversas inscripciones e
identidades circulamos por las distintas prácticas de la institución que constituimos y reproducimos.
Los sujetos y actores que concebimos la institución nos vinculamos con problemáticas que exceden
permanentemente tanto la especificidad de los saberes que nos involucran con el centro de salud
como el rol que ejercemos en el espacio sanitario, poniendo en cuestión nuestra capacidad de
respuesta.
36 René Lourau, El análisis institucional, Amorrortu Editores, Bs. As., 1981, en: Mimeo, Biblioteca Virtual Universal,
p. 4.
37 Lourau, Op. Cit., p. 4.
38 Escribo en primera persona plural por concebirme un actor institucional integrado a la unidad sanitaria en tanto
estudiante de trabajo social. En este caso, si bien la práctica no involucra un compromiso económico está sujeta a un
encuadre institucional que define límites a la intervención y me asigna un rol dentro de la institución.
39 Lourau, Op. Cit., p. 8.
sala”, en los que quedan evidenciados posicionamientos políticos que muestran las identificaciones
de los distintos actores con lógicas del ejercicio del poder e incluso las contradicciones que son
puestas en escena en nuestras prácticas institucionales a raíz de los distintos puntos de vista con los
que componemos el equipo de salud de la unidad sanitaria. Incluso, los mismos profesionales de la
salud responden a distintas instancias sanitarias, ya sea el municipio, el programa provincial o el
programa nacional y con diferentes dedicaciones. Como bien afirma Baremblitt, “la realidad de la
organización viene toda junta”40, con todas las problemáticas atravesadas, transversalizadas,
desplazadas, distorsionadas en su causalidad y en sus efectos entre si al mismo tiempo 41.
El sujeto es concebido como paciente – pasivo, incluso en el trabajo en red donde es abordado como
objeto de análisis e intervención, ya sea el caso de “los chicos” de la escuela o “los padres”
marcando con la diferencia de roles una pretensión de legitimidad que justifique el lenguaje y el
abordaje. Lourau advierte que “estos mensajes constituyen la base del lenguaje burocrático, del
lenguaje de la separación dirigentes / dirigidos” 42. Las personas que asisten a la sala solicitando
servicios sanitarios se adecuan a los procedimientos de la lógica institucional. En ocasiones ocurre
excepciones de personas que ante la ausencia de determinadas prestaciones, medicamentos o
servicios exigen una respuesta argumentando con sus derechos.
En algunas intervenciones aisladas, los actores que integran la red, al trasladar el discurso reflexivo
de la tercera persona singular a la primera persona singular en nominativo se involucran con sus
prácticas y posicionamientos con las lógicas de la población barrial y escolar. Sin embargo, estas
identificaciones con la población en tanto grupo de referencia constituyen momentos aislados. La
tendencia tanto en el equipo de la sala como de las personas que integran el espacio de la red es la
toma de distancia de la población desde una pretensión teórica de análisis en la que las personas no
se entienden parte de la realidad barrial ni sujetos de una misma institución junto con los pacientes.
La lógica dominante en cada uno de estos espacios es la tendencia a la subordinación al
heteroanálisis y la heterogestión43 cuya responsabilidad es depositada en la municipalidad, la
provincia o, de modo más general, en el estado.
El modelo dominante es el modelo médico hegemónico con la salvedad de ser puesto en práctica en
un modo desarticulado por ausencias reiteradas de médicos que hacen que ese imaginario genere
permanentes decepciones en la población ya que implica reprogramar turnos, tener que volver a la
sala en otras oportunidades, en caso de emergencia solicitar derivaciones a otros centros de salud, o
postergar la asistencia médica en un contexto de amplia desatención sanitaria y de fuerte
fragmentación social ya que las unidades sanitarias y las poblaciones se circunscriben y
autoconciben en relación a un territorio específico.
La atención primaria de la salud es prioritaria en una unidad sanitaria de primer nivel a pesar de que
la unidad sanitaria esté atravesada por lógicas y prácticas sanitarias propias de otros niveles de
atención. La descentralización del sistema sanitario argentino en la década de los noventa delegó la
responsabilidad sanitaria a las provincias y los municipios, aunque sin la asignación de las
respectivas partidas presupuestarias que trajo como efecto una enorme precarización de la salud
como institución, como universal, como unidad abstracta44. La actual implementación de diferentes
programas de salud recategoriza la función de las unidades sanitarias, sin embargo, al mismo
tiempo conlleva -en algunos casos- la necesidad de enfatizar la atención sanitaria antes que el
desarrollo de estrategias de prevención. Esta realidad resulta más compleja al considerar la división
del abordaje sanitario en Argentina por niveles de atención que -si bien, en el caso de la sala Juan
No existe una instancia de coordinación institucional que reúna a los distintos actores sanitarios y
en la cual sean puestas en situación de análisis sus prácticas institucionales ni tampoco evaluadas en
relación a una meta u horizonte común. Esto implica que cada persona es responsable por su tarea
profesional ante una instancia municipal a la cual da cuenta de su trabajo con cierta periodicidad
mediante la presentación de una planilla de control, al igual que las diferentes planillas que
requieren lo órganos de control de algunos de los programas de salud nacionales y provinciales en
desarrollo en la unidad sanitaria. Este nivel de autonomía e independencia de los actores se traduce
en un amplio nivel de segmentación entre sí que hace compleja la sistematización de un discurso
que contemple y unifique a la institución como una institución con un sentido común que la
represente y la identifique como unidad sanitaria.
El análisis de las prácticas de la institución aparece como queja, de forma mayormente exasperada,
ante situaciones límites o experiencias particulares que sobrepasan la capacidad de intervención de
las personas y la pertinencia de la institución, sin embargo, esas expresiones quedan circunscriptas a
esas prácticas particulares sin que estos emergentes presentes en el modo de intervención social de
la unidad sanitaria sean puestos en debate.
Existen diferentes analizadores naturales, emergentes problemáticos, que permiten analizar la lógica
de trabajo de la unidad sanitaria: las llegadas tarde y las ausencias de los médicos a la unidad
sanitaria, las inasistencias a las citas médicas y las reprogramaciones de turnos de parte de los
pacientes, la baja adhesión a tratamientos médicos por parte de la población en general, la
inexistencia de una estrategia de trabajo con jóvenes varones los cuales están ausentes entre la
población con la cual trabaja la unidad sanitaria, la inexistencia de un fichero de recursos, y el
desconocimiento por parte de los actores de la institución, de profesionales e instituciones públicas
a las cuales derivar situaciones sanitarias y problemáticas sociales que traen las personas del barrio
a modo de consulta a la sala; la discontinuidad de las campañas sanitarias en el barrio, la
organización de actividades de prevención sanitaria en la red junto a organizaciones sociales e
instituciones educativas del barrio, la ausencia de un espacio físico común para la reunión del
equipo de salud de la institución, la precariedad de los bienes mobiliarios y los instrumentos
médicos con los que cuenta la unidad sanitaria, la falta de medicamentos gratuitos para la atención
de patologías prevalentes, entre otros.
Propuesta de análisis institucional
Estas experiencias de organización barrial remiten a una práctica democrática existente en el barrio
en función de sus intereses y capacidades, en las que ponen en juego distintos niveles de
implicación45 que permiten pensar en una optimización de los niveles de transversalidad en la
práctica sanitaria de “la salita” del barrio. En este sentido, nuestra propuesta de intervención
consiste en una asamblea barrial junto a vecinos usuarios del sistema de salud cuya convocatoria es
llevada a cabo con las organizaciones sociales e instituciones educativas que integran la red junto
con la unidad sanitaria. El objetivo de esta asamblea barrial es llevar a cabo una supervisión
comunitaria de la atención primaria de la salud que permita revalorizar su función primaria en la
atención sanitaria y recuperar experiencias de la población en relación al impacto de las prácticas
existentes en el bienestar de la vida cotidiana de la gente del barrio.
Esta asamblea es posible llevarla a cabo en el club del barrio y preparar la convocatoria en las
reuniones de la red barrial existente. La propuesta de intervención ofrece operar de forma
democrática, transversal e instituyente en la unidad sanitaria de manera tal que esta intervención
permita desanudar prácticas burocráticas excluyentes poniendo a la institución en acto para ser
hablada, para generar una situación de provocación46, e inducir mayor verticalidad en la
horizontalidad despejando el exceso de instituidos y las resistencias persistentes a las prácticas
democráticas, es decir, mejorar el coeficiente de transversalidad47.
En esta misma asamblea nos proponemos inducir la organización de un grupo de personas que
pueda representar los intereses y demandas del barrio para ser planteadas a las autoridades sanitarias
de la municipalidad de manera que estos funcionarios puedan tomar conocimiento de las diversas
prácticas existentes en relación a la atención primaria de la salud y las demandas de la población en
defensa de la salud pública y sus derechos, tanto de los actores sanitarios que se desempeñan en la
unidad sanitaria como de su acceso a la salud como ciudadanos sujetos de derechos humanos
universales.
En definitiva, nuestra propuesta de intervención no pretende más que inducir las condiciones para la
emergencia de un impensado, un acontecimiento donde los actores puedan devenir sujetos en la
construcción de la salud comunitaria adquiriendo en ese proceso histórico una nueva subjetividad,
haciendo una apuesta que va más allá de lo instituido, a partir del encuentro en el amor y la
fidelidad, convocando a los clientes demandantes de servicios sanitarios y los profesionales que
ofrecen la atención sanitaria a “despojarse de la esclavitud de los saberes y a atreverse a ser-en-la-
situación, partiendo de los recursos existentes y en un pensar / hacer desafiante y arriesgado” 50.