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RELACIÓN MADRE - HIJA: UNA PERSPECTIVA PSICOANALITICA

¿QUÉ CONSECUENCIAS PSÍQUICAS TIENE PARA ALGUNAS MUJERES LA


RELACIÓN CON SU MADRE?

MARÍA OMAIRA LÓPEZ VÉLEZ

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOANÁLISIS
2017

1
RELACIÓN MADRE - HIJA: UNA PERSPECTIVA PSICOANALITICA

¿QUÉ CONSECUENCIAS PSÍQUICAS TIENE PARA ALGUNAS MUJERES LA


RELACIÓN CON SU MADRE?

MARÍA OMAIRA LÓPEZ VÉLEZ

TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE

MAGISTER EN INVESTIGACIÓN PSICOANÁLITICA


QUINTA COHORTE

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN
PSICOANÁLISIS Y PROBLEMAS SOCIALES CONTEMPORÁNEOS

DIRECTOR
HECTOR GALLO

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOANÁLISIS
2017

2
RELACIÓN MADRE - HIJA: UNA PERSPECTIVA PSICOANALITICA

¿QUÉ CONSECUENCIAS PSÍQUICAS TIENE PARA ALGUNAS MUJERES LA


RELACIÓN CON SU MADRE?

“Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, una mujer y su

hija caminaban dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto

en un velo de niebla. Y la madre habló primero:

-¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti, que destrozaste mi

juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía!

¡Tengo deseos de matarte!

Luego, la hija habló, en estos términos:

- ¡Oh mujer odiosa, egoísta y vieja! ¡Te interpones entre mi libérrimo

ego y yo! ¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida

marchita! ¡Desearía que estuvieras muerta!

En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres despertaron.

-¿Eres tú, tesoro? -dijo la madre amablemente.

-Sí; soy yo, madre querida -respondió la hija con la misma amabilidad”1.

1 KHALIL, Gibrán (1918). Las Sonámbulas, en el Loco. Disponible en:


http://es.scribd.com/doc/439739/El-Loco-Khalil-Gibran Consulta, octubre de 2012

3
DEDICATORIA

A la memoria de mi hermana:

Quién siempre me situó de frente a la relación con mi madre.

Luego, desde su lecho de enferma, me animó a avanzar en la


escritura de este trabajo y esperó valientemente que lo concluyera,
para emprender un largo viaje a lares desconocidos.

A mis padres por su apoyo paciente, su comprensión ante mis


prolongadas ausencias y su presencia amorosa y respetuosa de mis
elecciones.

A mis hermanos, sobrinos y demás familia, por su cariño, sus


palabras de apoyo y reconocimiento ante cada logro en esta
construcción.

4
AGRADECIMIENTOS

A Ángela María Jaramillo, por su lugar en la inscripción como letra


del psicoanálisis en mi vida. Mi reconocimiento por su rigurosidad y
exigencia. Por su constante señalamiento sobre el límite temporal
para este trabajo, porque con su interlocución clara y oportuna
precisó un decir articulado en el tema y propósito de esta
investigación.

Al profesor Héctor Gallo, por su asesoría y aportes a este trabajo.

A cada uno de los docentes de la cuarta cohorte de la maestría, por


la generosidad de sus conocimientos y por favorecer la palabra, la
escucha y la escritura, en el arte de la enseñanza y transmisión del
psicoanálisis.

A los compañeros y docentes de la Línea de investigación, por su


palabra, escucha y aportes en cada socialización, de manera especial
a Ximena por su amistad.

A Blanca Nubia Patiño, por su disposición siempre cálida y


diligente.

A Claudia Velásquez, por estar ahí y ser instrumento en la


movilización del deseo, acentuando la responsabilidad frente al
mismo y sus consecuencias.

A Marie Helen y Margarita, por su presencia amiga, sorora,


incondicional.

A aquellas amigas que con sus dichos desprevenidos aportaron


insumos para el análisis de la relación madre – hija.

A quienes con paciencia y respeto han animado mis elecciones y


acompañado en este camino.

5
ABSTRACT

La presente investigación se llevó a cabo en el proceso de formación académica


de la maestría en investigación psicoanalítica de la Universidad de Antioquia,
respondiendo a la pregunta ¿Qué consecuencias psíquicas tiene para algunas
mujeres la relación con su madre? propósito para el cual se procedió a indagar
algunos relatos míticos sobre la madre y la relación madre – hija, en Grecia, India,
Egipto y en una sociedad mestiza. Así mismo se revisaron textos y planteamientos
inscritos en las ciencias sociales y desde luego en el psicoanálisis.

La madre está revestida de un ideario social, según el cual, ella se inscribe en el


todo amor, cuidado y protección; no obstante son recurrentes aspectos sobre la
madre que desvirtúan este imaginario, de manera particular al analizar la relación
madre – hija.

Además de cumplir una función en la satisfacción de la necesidad, la madre se


sitúa como un acontecimiento psíquico en el que se reglan el amor, el deseo y la
pulsión.

La investigación permitió esclarecer algunos de los resortes que anudan la


relación madre – hija, y, soportados en Freud, en Lacan y en otros psicoanalistas
que desde la teoría y la clínica se han ocupado de la relación madre – hija, así
como en el análisis de una obra literaria, es posible afirmar que: no puede
hablarse de la madre en singular; la relación madre – hija no es un hecho
armónico, una dimensión de amor y odio se establece en la mujer que habita en
cada una y circula de una a otra, generando impasses en algunas relaciones
madre – hija, con consecuencias inconscientes, en tal sentido susceptibles de ser
abordadas desde la clínica.

6
RESUMEN

Elección de un orden necesario para un decir lógico

Esta investigación se ha ordenado en cinco capítulos que de manera lógica van


estableciendo la posibilidad de un decir sobre la pregunta de investigación.

El primer capítulo lo constituye el Estado de la cuestión, cuyo propósito se inscribe


en establecer un saber acumulado en diversos saberes y culturas sobre la relación
madre hija. En ello se trae un recorrido por tradiciones mitológicas que, situadas
en lo sagrado y lo profano, bien favorecen un saber sobre el tema que nos ocupa
en esta investigación.

Con el fin de formarnos una idea acerca de cómo aparece representada en el Mito
la relación madre-hija, se ha privilegiado el abordaje de tradiciones presentes en
Egipto, Grecia, India y en por lo menos una sociedad mestiza. De igual manera se
da cuenta del modo cómo se han ocupado de este nexo la literatura y los cuentos,
así como algunos saberes en las ciencias sociales y humanas. Estos saberes, sin
duda no son ajenos a la relación madre- hija, pues constituyen un campo
obligatorio de explorar en el abordaje y pretensión de una investigación que se
inscribe en el psicoanálisis.

El capítulo dos, se apoya en un recorrido por la obra del Padre del Psicoanálisis, el
cual estuvo orientado a pesquisar en Freud, una concepción sobre la madre en
relación con la hija; propósito que hizo inevitable abordar diversas tópicas
freudianas como el deseo, la pulsión y la sexualidad, conducentes a dar cuenta de
la madre como quien despierta los primeros afectos y lo hace vía la palabra y el
cuerpo. El examen de la relación de la madre con la hija sigue siendo esta vía,

7
nos orienta a la explicación de su función como algo que compete al despertar de
las zonas erógenas y de la sexualidad en dicha hija.

En este capítulo, igualmente, se ha establecido lo que podría ser un contrapunto


entre lo acontecido en la relación madre- hija con la relación de la madre con el
hijo varón, lo cual, en ambos casos, no es sin la relación parental.

El capítulo tres, tiene su núcleo en dar cuenta de algunos elementos que en


Jacques Lacan, permiten un decir sobre la madre, abordada en un sentido del
objeto, que en psicoanálisis se asume como causa en el sentido libidinal, es decir
aquello a lo que se orienta el deseo.

Este capítulo permite dilucidar una función de la madre situada no en el nivel de la


necesidad, sino del deseo que se introduce en la demanda. Demanda en la que el
niño, imaginariamente, es puesto como el objeto que le falta a la madre, y lo que le
falta es el falo. El hijo se introduce, a manera de señuelo, para dar a la madre la
ilusión de completud, constituyendo una experiencia primordial para el sujeto en la
que la madre se instaura como función posibilitadora del deseo.

Desarrolla este capítulo, en los tres tiempos del Edipo en Lacan, la metáfora
paterna, esclareciendo la función del padre en la privación de la ilusión fálica tanto
en la madre como en el niño, función con la cual priva a la madre de tener el falo a
través del hijo y a este de ser el falo que le falta a ella. Asimismo, tiene lugar en
este capítulo la función del Nombre del padre como significante de la ley, es decir,
como quien porta la ley estableciendo las consecuencias de ello para el niño y
para la niña.

8
En este capítulo de igual manera se dará cuenta de la posición asumida por la
niña en la que se afirma que esta se queda a la espera de que aquel que lo tiene
efectivamente se lo dé, lo que la deja en una posición de dependencia en tanto no
obtendrá del padre lo que espera y tampoco lo ha obtenido de la madre, esta falta
conducirá a la niña hacia una posición subordinada, que no será sin
consecuencias para ella.

El capítulo cuatro se ocupa de hacer un análisis sobre la relación madre-hija, para


lo cual se sirve de Freud con su bellísimo texto La interpretación de los sueños,
así como de algunos psicoanalistas post freudianos, de quienes se retoman
elaboraciones teóricas y viñetas clínicas en el campo preciso de la relación madre-
hija.

A la altura de este capítulo es plausible afirmar que no puede hablarse de la


madre en sentido singular, sino de la madre en el orden de lo plural, también que
la relación con la madre no es igual cuando se trata de un hijo varón a cuando se
trata de una hija. Al respecto afirma Freud “Sólo la relación con el hijo varón brinda
a la madre una satisfacción irrestricta; es en general la más perfecta, la más
exenta de ambivalencia de todas las relaciones humanas”.2 Se esclarecen algunos
de los impasses que para una mujer se localizan en la relación con la madre, de
igual manera se precisa como los efectos que para una mujer tiene la relación con
su madre son inconscientes y por lo tanto susceptibles de abordar en la clínica.

Se precisa que en este cuarto capítulo, aunque la investigación es documental,


hemos decidido servirnos del decir espontáneo de mujeres, quienes, en distintos
momentos, en conversación informal con la autora de la presente investigación, al
conocer la pregunta que nos orienta, coincidieron en una respuesta inmediata que

2Freud, Sigmund, Conferencia sobre Femineidad. En: Nuevas Conferencias de Introducción al


Psicoanálisis. Obras completas Volumen 22. Bs. As., Amorrortu, editores. 1932- 1936. p.124

9
evocaba un “Jummmm”. Asimismo se trae una escena callejera referida al trato de
una madre a su pequeña hija; escena que capturó la atención de la investigadora
y que, con la observación anterior, se traen en esta investigación con un propósito
ilustrativo, analítico de lo que se puede anudar en la relación madre-hija.

El capítulo cinco se sirve de la obra literaria “La Pianista” de la austriaca, Elfriede


Jelinek, quién narra la historia de una mujer que vive con su madre, con quién
tiene una relación de amor y odio, en la que cada una se anuda en el goce del
Otro. La obra permite ilustrar e incorporar nuevos elementos de análisis respecto a
las vicisitudes que acaecen en la relación madre-hija.

En esta historia se evidencia la inoperancia, en cuanto a la relación madre – hija,


del significante del Nombre del padre. La madre, por donde se le mire, no logra
situarse como una mujer causa de deseo de un hombre, en tal sentido, la posición
a la que mejor ajusta su satisfacción como madre, es la correspondiente a la
devoración. Aquí la devoración remite al hecho de haber impedido por todos los
medios que su hija se hiciera a una vida propia, cuestión que implica una
catástrofe subjetiva.

10
TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 13
1. CAPITULO UNO: ESTADO DE LA CUESTIÓN ............................................................... 20
1.1 La madre según algunas mitologías y tradiciones religiosas .................................. 21
1.2 La madre según un relato en la mitología mestiza ................................................... 28
1.3 La madre desde otras perspectivas disciplinarias..................................................... 36
1.4 La madre desde algunos autores psicoanalistas ...................................................... 44
2. CAPITULO DOS: SOBRE LA MADRE EN FREUD .......................................................... 54
2.1 La madre: de la función social al acontecimiento psíquico ...................................... 54
2.2 Madre, deseo, amor y pulsión ...................................................................................... 55
2.3 El deseo una moción vinculada al amor del Otro que habla ................................... 59
2.4 La madre el primero y más intenso objeto de amor .................................................. 62
2.5 Relación parental ............................................................................................................ 64
2.6 La relación madre - hijo ................................................................................................. 68
2.7 Hostilidad: ¿una consecuencia en la relación madre-hija? ..................................... 73
3. CAPITULO TRES: .................................................................................................................. 77
SOBRE LA MADRE EN LACAN. APUNTES QUE HILAN UN DECIR EN LA RELACIÓN
MADRE - HIJA ................................................................................................................................ 77
3.1 La madre: función y agente. Ida y Vuelta Entre Freud y Lacan .............................. 77
3.2 Los tres tiempos del Edipo: a propósito de la relación madre-hijo/hija .................. 79
3.2.1 La triada imaginaria: Primer tiempo del Edipo ................................................... 79
3.2.2 La Privación: Segundo tiempo del Edipo ............................................................ 81
3.2.3 Nombre del Padre: Tercer tiempo del Edipo ...................................................... 83
3.3 La envidia fálica en tanto afecto femenino ................................................................. 84
3.4 Más allá de la madre ...................................................................................................... 88
3.5 Madre, presencia-ausencia ........................................................................................... 90
3.6 El deseo de la madre: eso inconsciente capaz de devorar ..................................... 93

11
3.7 Madre – Mujer – Deseo ................................................................................................. 95
4. CAPITULO CUATRO ............................................................................................................. 98
RELACIONES DE MADRES E HIJAS. UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA .............. 98
4.1 El odioamoramiento un afecto en la relación madre - hija ....................................... 98
4.2 El amor una necesidad en la subjetividad del sujeto .............................................. 102
4.3 La relación madre-hija un nexo íntimo y ¿devastador? Perspectiva clínica ....... 105
4.4 Explorando los hilos del ¡Jummm! ............................................................................. 110
5. CAPÍTULO CINCO ............................................................................................................... 114
LAS RIENDAS DE LA MADRE, DEVUELTA A ELLA: .......................................................... 114
UNA MIRADA DESDE LA PIANISTA, NARRATIVA DE ELFRIEDE JELINEK ................. 114
5.1 Ausencia del padre, un riesgo para la hija ............................................................... 115
5.2 La hija un escupitajo del entusiasmo materno ......................................................... 116
5.3 Una pianista de fama mundial versus afirmación sexual de la hija ...................... 118
5.4 La hija y la relación parental ....................................................................................... 120
5.5 La hija de camino a casa, siempre va a casa .......................................................... 121
5.6 Perder ¿Un intento fallido de ganar, para quedar anclada? .................................. 122
5.7 La hija y su vida: un discreto arancel que cobra la madre ..................................... 123
5.8 Las riendas de la madre, eso que no cesa de tensar ............................................. 125
5.9 Mirar sin tocar. Un sin - sentido cuerpo para gozar ................................................ 127
5.10 El cuerpo cortado: Un real efecto del Otro materno ............................................... 128
5.11 Más allá del principio del placer, el goce .................................................................. 130
5.12 Un hombre en el propio nido. Un amor egoísta ....................................................... 131
5.13 Amor, posesión y devoración: Un entramado de imaginarios sin encuentro ...... 133
CONCLUSIONES ......................................................................................................................... 139
BIBLIOGRAFIA ............................................................................................................................. 142
CIBERGRAFIA .............................................................................................................................. 151

12
INTRODUCCIÓN

Puntuaciones introductorias a la relaciones de madres e hijas. Una


perspectiva psicoanalítica

La historia que se trae en el epígrafe de este trabajo, y que nos transmite el poeta
Khalil, advierte, sin duda, de lo enigmático de la relación madre-hija, posibilitando
el inicio de este trabajo, en el que se irá destejiendo un ideario social según el cual
a través de la maternidad la mujer realiza integralmente su destino biológico y que
la característica esencial de una madre es dar amor, cuidados y protección.

Ejemplos que ilustran este ideario, tienen lugar en la literatura, la poesía, las
canciones. Sin embargo, literatura oral como la mitología, la tragedia, los cuentos,
dan cuenta de “algo” que, al parecer, no se inscribe en el todo amor de la madre.
Si bien encontramos allí versiones que la refieren como fuente de vida, también
hay representaciones de la madre como un ser capaz de odiar y destruir,
encarnadas principalmente en las malvadas madrastras de los cuentos de hadas;
o en cuentos infantiles como Caperucita Roja, quién parece ser arrojada por su
madre a las fauces del lobo.

El campo de reflexión del que se ocupa esta investigación, sin duda resulta
polémico, al pretender abordar al sujeto madre, no en la perspectiva sacrosanta de
la cultura, un ser capaz de la abnegación y el sacrificio; sino desde el
psicoanálisis, campo en el que es posible desmitificar el ideal social de un amor
absoluto y sacrificial presente en la madre.

En Moisés y la religión monoteísta, Freud alude a la madre como quien no sólo


nutre, sino también cuida, y provoca sensaciones corporales tanto placenteras

13
como displacenteras3. Referencias de las cuales se sugiere una dimensión de la
madre que la sitúa como objeto de amor, asimismo en una función de cuidado,
pero también del lado de lo subjetivo al referirse al placer y displacer que ella
provoca. Anota Freud: “En estas dos relaciones arraiga la significatividad única de
la madre, que es incomparable y se fija inmutable para toda la vida, como el
primero y más intenso objeto de amor…”.4

Plantea Freud la necesidad de explicar la ligazón madre - hija, situando qué de


específico existe en ésta que no se presenta en la relación con el hijo varón, o se
presenta de manera diferente. Idea sobre la cual postula como núcleo la diferencia
anatómica, diferencia que supone el complejo de castración, del cual la hija hace
responsable a la madre.

Sugiere ello una actitud hostil también de la hija hacia la madre, soportada en una
pregunta por el ser mujer que circula de una a otra, bifurcándose hacia la
edificación de la hija como sujeto o la dependencia hacia la madre. Al respecto
afirma Freud: “…en la dependencia de la madre se halla el germen de la posterior
paranoia de la mujer, es que muy bien parece ser ese germen la angustia,
sorprendente pero de regular emergencia, de ser asesinada (¿devorada?) por la
madre”5 En igual dirección nos advierte Lacan, sobre el estrago que en la mayoría
de mujeres resulta la relación con la madre6. Decir “la mayoría de mujeres” da
lugar al no todas, sugiriendo diferencias en la manera como se decide este nexo.

La madre es uno de los puntales de múltiples desarrollos psicoanalíticos. En el


contexto de esta investigación resulta indispensable establecer cuáles son los
aspectos centrales y decisivos de la madre en la relación con la hija. En la
conferencia 21 sobre Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales, Freud se

3 Freud, Sigmund. “Moisés y la religión monoteísta”. En Obras completas, Volumen 23, Ed.
Amorrortu, Bs. As, Argentina, p. 188
4 Ibíd.
5 Freud, Sigmund.” Conferencia sobre sexualidad femenina”. En Obras Completas, Volumen 21,

1931, ed. Amorrortu, Bs. As., Argentina, p. 229


6 Lacan, Jacques. Escansión N° 1. Publicación Psicoanalítica. Ed. Paidós, Buenos Aires,

Argentina, 1984, p. 35

14
refiere a la madre como aquella “que cuida de todas sus necesidades a su hijo” 7;
sin embargo, no se trata solo de la satisfacción de la necesidad porque igualmente
agrega en el texto referido que la madre satisface deseos anímicos, atribuyéndole
una función no solo nutricia sino también amorosa.

Por su parte, Lacan, en el Seminario 17 “El Reverso del psicoanálisis”, refiriéndose


a la madre afirma que la madre “[…] Es estar dentro de la boca de un cocodrilo,
eso es la madre”.8 de la misma forma anota “[…] el rol de la madre es el deseo de
la madre”.9

Tejiendo un horizonte en la investigación

Esta investigación propone dar respuesta a la pregunta ¿Qué consecuencias


psíquicas tiene para algunas mujeres la relación con su madre?

Para lograr transitar en el sentido de esta investigación, se proponen los


siguientes objetivos:

 Explorar la concepción que sobre la madre plantea el psicoanálisis,


esclareciendo los resortes que anudan la relación madre-hija.
 Puntuar qué consecuencias psíquicas tiene para algunas mujeres la
relación con su madre.
 Discernir factores que ilustren la relación madre-hija, en la lectura de
pasajes de la obra literaria “La Pianista”.

7 Freud. Sigmund.” Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales”, En: Obras completas, volumen
16. Ed. Amorrortu, Bs. As., Argentina, 1976, p. 303
8 Lacan, Jacques. El reverso del psicoanálisis. Editorial Paidós. (1969 – 1970). Buenos Aires.

Barcelona. México. p. 118


9 Ibíd,

15
Descifrando la pregunta de investigación

La pregunta que orienta esta investigación y que precisa por las consecuencias
psíquicas que tiene para algunas mujeres la relación con su madre, implica,
además de una concepción sobre la madre, los conceptos de mujer y transmisión.

Se propone una alusión a cada concepto, exceptuando el concerniente a la madre,


en tanto este es eje nucleador en la investigación. Hecha esta aclaración, se alude
entonces a la transmisión, concepto implicado en la pregunta, en tanto no hay
consecuencias sin transmisión. La transmisión remite a “la conducción, a llevar por
un tiempo, a hacer pasar de una persona a otra”10. Representa una manera de
ser, hacer y pensar a partir de la propia experiencia, es decir, se transmite algo
que se tiene y se es. Sobre un testimonio de pase, en el que se regla una apuesta
de transmisión, Alicia de Pizani, citando a Carmen Gallano dice “un saber
transmitido incluye la causa de un sujeto, cuando ese saber, además de efectos
de enseñanza, provoca efectos de deseo”.11

De otro lado es necesario por lo menos un decir referido a la mujer, en tanto es


ella el sujeto implicado en las consecuencias psíquicas que supone la relación con
la madre. Aclarando que solo se hará una breve referencia en tanto la mujer es
objeto de grandes e inacabadas elaboraciones en el campo del psicoanálisis,
soportadas en una referencia freudiana según la cual Freud le confiesa a María
Bonaparte: “El gran interrogante que nunca ha sido respondido y que hasta ahora
yo no he podido responder, pese a mis treinta años de indagación del alma
femenina, es: ¿Qué demanda una mujer?12

10 De Pizani, Alicia. “El Síntoma y la mujer” En: El Crecimiento de la Escuela. Escuela del Campo
Freudiano de Caracas, N° 23, 1997, p. 51
11 Gallano, Carmen. Citada por de Pizani, Alicia. Óp. cit. p. 53
12 Ibíd., Nota de pie de página, en: Nota Introductoria, p. 262

16
Asimismo se trae a Lacan quién en su escrito “Juventud de Gide o la letra y el
deseo”13 se refiere al acto de Medea como el de “una verdadera mujer en su
integridad de mujer”14, La mujer se presenta como portadora de un gran enigma.

El método, una cuestión de elección y ética en el psicoanálisis

Todo saber requiere de un método. En este sentido se trae a Ferrater Mora quien
anota: "Un método adecuado no es sólo un camino, sino un camino que puede
abrir otros, de tal modo que, o se alcanza el fin propuesto, o se alcanzan inclusive
otros fines que no se habían precisado"15 lo cual exige una elección adecuada de
la metodología, acorde con la teoría en la que se inscribe la búsqueda de saber.

El saber en esta investigación se soporta en un principio psicoanalítico de no


universalidad. Es decir, no descuida que el psicoanálisis en la lectura y análisis de
un fenómeno se orienta por el principio de no para todos.

Respecto a la dimensión ética, esta se inscribe en el bien decir, que implica el arte
del bien leer y de la escritura. Así la lectura de fuentes se asumió desde una
posición orientada a no reducir la investigación a una descripción del fenómeno,
sino que se preocupó por la captura de las lógicas discursivas, para lo cual se
propuso tomar como objeto de lectura el texto mismo en su literalidad; es decir,
hizo un esfuerzo por la lectura intratextual.

Sobre la lectura intratextual, afirma Juan Fernando Pérez, “…es indispensable


para un bien leer”.16 El bien leer implica despojarse de saberes preconcebidos y
situarse en una genuina posición de ignorancia. Continúa Pérez, la lectura
intratextual “exige como condición mínima, pero no única, una posición ética como

13 Lacan, Jacques: "Juventud de Gide o la letra y el deseo" (1958), Escritos 2, Buenos Aires, Siglo
Veintiuno Editores, 2005, pp. 719-743.
14 Ibíd.
15 Ferrater Mora, Diccionario de filosofía. Ed. Ariel, Barcelona, 1994, con adiciones del autor São

Paulo, 2001
16 Pérez, Juan Fernando. Elementos para una teoría de la lectura. Dcto. spi, p. 2

17
lector, un poco de ʹbuena voluntad´, de esfuerzo, en especial para poner en
suspenso, al leer, algunos preconceptos”.17 Lo que en este caso para la
investigadora resultó complejo, en tanto significó enfrentarse de manera constante
a prejuicios teóricos devenidos de una formación y práctica social e inscrita en el
feminismo.

Con este marco de referencia, es importante precisar la ruta metodológica con la


que se fue tejiendo un saber y un decir en esta investigación:

Elegido el tema de investigación se exploró en la obra freudiana las referencias a


la madre y a la relación madre hija; proceder llevado a cabo también con la obra
de Lacan en su primera enseñanza, pesquisa tras la cual se eligió trabajar el
seminario IV, La relación de objeto que Lacan dedica a la relación con la madre,
así como algunas referencias del seminario V, Las Formaciones del inconsciente.
El recorrido hecho por la Obra de Freud y de Lacan y el ordenamiento de la
información, permitió esbozar la estructura de la investigación.

Así se establece la construcción de cuatro capítulos, además del Estado de la


cuestión que constituye el primer capítulo, seguidamente se plantea un segundo
capítulo en el que se aborda la madre en Freud y el tercero sobre la madre en
Lacan, ello a fin de esclarecer las tópicas de uno y otro autor con relación a la
madre y en la relación madre hija. Este tejer y destejer en Freud y Lacan, fue
arrojando insumos para establecer otro capítulo que de manera específica se
centrara en abordar la relación madre hija.

Es importante anotar que para construir este capítulo, el cuarto, nos servimos,
además, de referencias de otros psicoanalistas, no incluidos en el Estado de la
cuestión por la pertinencia de sus aportes con relación a la pregunta que orienta
esta investigación, aportes puntuados desde el campo preciso de la clínica. Así
mismo, se incluye un apartado construido a partir de situar elementos derivados

17
Ibíd.

La primera enseñanza de Lacan puede situarse más o menos hasta el seminario 19

18
de la escucha y observación espontánea, por parte de la investigadora, de algunos
dichos y situación callejera, que por su pertinencia con el tema se hila como
ilustración de los impasses en la relación madre-hija.

La construcción de estos cuatro capítulos permitió anudar un saber en el sentido


de la pregunta de investigación, saber a partir del cual se eligió ilustrar algunas
consecuencias psíquicas que para una mujer tiene la relación con su madre, a
partir de la lectura de una obra literaria, con la cual se ilustra los impasses
producidos en la singularidad de Erika y la relación con su madre, esclareciendo la
posición de una y otra frente a lo que bien puede inscribirse como una modalidad
del estrago materno.

La investigación sitúa las consecuencias psíquicas que para algunas mujeres tiene
la relación con su madre, desde los campos del estado de la cuestión, la
singularidad de la clínica, la escucha-observación espontánea y el análisis de una
obra literaria. Campos que se orientan en Freud y Lacan guiados por el principio
psicoanalítico del no para todos.

Finalmente, la composición de esta investigación pasó por la valoración del


pensamiento propio y la posibilidad de la palabra, traducida al difícil arte de la
escritura y de la escritura con el psicoanálisis, en la que a lo sumo se puede
comprometer un ejercicio del bien decir.

19
1. CAPITULO UNO: ESTADO DE LA CUESTIÓN

La presente investigación centra su interés en la pregunta por las consecuencias


psíquicas que tiene para algunas mujeres relacionarse con alguien a quien
considera su madre. Para establecer qué saber hay acumulado sobre esta
relación, se ha hecho un recorrido por tradiciones mitológicas de diferentes
pueblos, en diversos momentos. De Egipto, Grecia e India, se traen relatos
relevantes sobre la madre, con sus nociones de lo sagrado y lo profano para
explicar las relaciones de amor, odio, vida y muerte.

Ha de aclararse que en esos relatos no se agota el universo mitológico referido a


la madre, en tanto de ella también se han ocupado la literatura, el cine y productos
culturales como los cuentos de hadas. Asimismo, en las sociedades mestizas se
encuentran relatos mitológicos sobre la madre, se ha elegido el “malinchismo”,
para hacer referencia a tradiciones culturales y religiosas que se fusionan; en este
caso, en la figura de la Virgen del catolicismo legado por España a pueblos
mestizos de Centroamérica, y que, sin duda, como se verá, en algo competen a la
madre y su relación con la hija.

La tradición mitológica y religiosa, ha sido referente de transmisión de un


repertorio de símbolos propios de tales saberes, a las principales culturas, donde
la madre ha llegado a ser objeto de reflexión para algunos dominios disciplinarios
de las ciencias sociales, tales como la sociología y la antropología. Estos campos
del saber son ineludibles en el abordaje de una investigación que tiene la
pretensión de situar la relación madre hija en un saber disciplinario específico
como es el psicoanálisis, lugar desde el cual se orienta esta investigación
buscando dar respuesta a la pregunta ¿Qué consecuencias psíquicas tiene para
algunas mujeres la relación con su madre?

20
1.1 La madre según algunas mitologías y tradiciones religiosas

Lograr desenmarañar algo sobre lo que acontece en la relación madre-hija,


implica un acopio referido a la concepción que sobre la madre se ha construido
en algunas culturas en la humanidad, a fin de situar algunos puntales históricos
y socio-culturales que soportan la dimensión de la madre y los factores que la
sostienen generación tras generación.

Es así como viajamos por algunos pasajes de la mitología y de tradiciones


religiosas, pesquisando versiones sobre la madre. Iniciamos en Egipto antiguo,
lugar de donde se destaca una versión de la madre personificada en la diosa
Hathor:

En los mitos se refieren a ella tanto como madre e hija de Ra, así, como madre
da a luz al Sol a través de la humedad de la niebla (confusión) (…) su aspecto
es maternal y también es una personificación del cielo nocturno. Representaba
la vaca que había alumbrado al mundo y todo lo que en él hay contenido, que
nutre a los seres (…). Como hija, es su Ojo solar, el intenso calor del sol que
puede matar, la leona feroz que vivía en el desierto, capaz de acabar con la
vida18.

Esta diosa puede ser considerada a veces como madre y otras como hija;
simbolizada como madre, da a luz y amamanta, “es la Madre divina que
renueva todo lo existente”19 y en tanto hija, es representada como mujer
poderosa, terrible y aniquiladora, fue enviada por Ra para castigar a la
humanidad por dejar de rendirle culto20. Pudiera señalarse en el mito una
dimensión en la madre que se fusiona con la hija, pero que admite una suerte
de división entre la madre generadora de vida y una capacidad que posee la
hija en la que se implica la destrucción.

18 THODE, Rosa. La tierra de los Faraones. Religión. El Panteón. Disponible en:


http://www.egiptologia.org/mitologia/panteon/hathor.htm Consulta, enero 2014
19 Ibíd.
20 Ibíd.

21
De Egipto, se ha pasado a Grecia, de su mitología se trae a Gea, primera Deidad
que existió después de Caos. Se lee en el Diccionario mitológico: “[…] Homero
saluda a Gea como la madre de los dioses y la ensalza como origen de la especie
humana.”21 Al ser Gea la madre de los dioses y quien da origen a la especie
humana, se le considera Madre Universal. Se destaca de ella su poder portador de
los principios creadores de la vida: “Ella sola engendró a Urano (el Cielo) que la
cubre al igual que Ponto (el mar)”.22 La expresión “ella sola” le confiere una
condición de omnipotencia al engendrar sin necesidad de otro y revestirla de
principios que la sitúan del lado de la vida, de la creación; así Gea es enaltecida
como madre universal de la humanidad.

Otra diosa griega asociada a la madre, es Deméter. Madre de los granos y de las
cosechas: “No solo madre de todos los seres, dioses y hombres, sino del grano y
de una hija misteriosa, una doncella, robada a su madre y luego devuelta […] No
era un secreto la pena de Deméter por el rapto de su hija. Por eso fue considerada
en la modernidad, mater dolorosa griega”23.

Así se relata su suerte:

Cuando su hija Perséfone fue raptada por Hades, el dios del mundo subterráneo,
el dolor de Deméter fue tan grande que descuidó la tierra; no crecieron plantas y el
hambre devastó el universo. Consternado ante esta situación, Zeus, el regidor del
mundo, pidió a su hermano Hades que devolviese Perséfone a su madre […] Feliz
de reunirse de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra produjese flores
primaverales y abundantes frutos y cereales para las cosechas. Sin embargo, su
dolor retornaba cada otoño cuando Perséfone tenía que volver al mundo
subterráneo. La desolación del invierno y la muerte de la vegetación eran

21 Cañuelo, Susana, Ferrer, Jordi. “Diccionario mitológico”, en: Mitología Griega y Romana. Ed.
Optima, Barcelona, España, 2003. p. 267
22 El Mito de Gea. Mitos y Leyendas. El sitio Web de mitologías y leyendas. Tema por: Theme

Horse Mediante: WordPress. Disponible en: http://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/grecia39/


Consultado febrero de 2014
23 Kerényi, Karl. Eleusis, Imagen arquetípica de la madre y la hija. Ed. Siruela, Madrid, España,

2003, p. 57

22
consideradas como la manifestación anual del dolor de Deméter cuando le
arrebataban a su hija24.

El mito señala dos afectos presentes en la madre: de un lado, el dolor por la


pérdida de la hija que se traduce en un poder generador de desolación y muerte
sobre la tierra; y de otro lado, la felicidad que para la madre significa el
reencuentro con la hija, y que se revierte en una fuerza capaz de asegurar la
preservación de la vida. Según este mito, Deméter puede tanto crear como
devastar y estos poderes se asocian a su condición de madre, madre de una
hija amada. Se podría decir que la diosa da cuenta de sus poderes en el
contexto de su relación con la hija.

En las referencias señaladas, los mitos conceden a la madre atributos sagrados


como la fuerza, el poder y el amor para ser fuente de vida de dioses y seres
vivos por igual, pero también la hacen portadora de una dimensión destructora.
Se subraya en los mitos de Hathor y Deméter una particular relación que une a
la madre con la hija; en el primero, los poderes atribuidos a la diosa - madre
cumplen funciones diferentes según provengan de la representación de la
madre o de la hija, una generadora de vida y otra asociada a la capacidad de
destruir. En Deméter, su dolor o su felicidad devienen de la pérdida y
recuperación de la hija, y tienen consecuencias de destrucción o de vida,
cíclicamente.

En este sondeo por lo mitológico, también se indagó algo de la mitología hindú,


relato donde emerge una versión de la madre en la diosa Durga, creada mediante
una combinación de los poderes de Shiva25 y Vishnu26 para que destruyera al
demonio que estaba acabando el equilibrio del mundo, en una guerra entre el

24 Mitología Griega, Dioses y Leyendas, [en línea], s.d. Disponible en:


http://mitologiagriegainfo.blogspot.com/2010/08/demeter.html Consulta: enero de 2014
25 Dios de la destrucción. Su papel es traer la destrucción de la creación para que todo pueda ser

creado nuevamente. s.d. [en línea], disponible en: http://www.ecured.cu/index.php/Diosa_Durga,


consulta febrero 2014
26 Principal Dios del hinduismo. Preservador de la bondad. Venerado como creador, preservador y

destructor del universo. Ibíd.

23
conocimiento y la ignorancia, la verdad y la mentira, el opresor y el oprimido. De
esta diosa se dice:

Posee gran sabiduría y compasión para todos sus hijos, incluso aquellos que por
su comportamiento se han convertido en demonios. Diosa compasiva que sanea y
reestablece el orden. Madre del universo a su vez madre de todo cuanto existe ya
sea visible o invisible, tangible o intangible, positivo o negativo. Es considerada la
fuerza que está detrás de la creación, la preservación y la destrucción del mundo.
Venerada como el Poder Supremo del Ser Supremo27

En esta diosa tiene lugar una representación de la madre cumpliendo una función
de ordenamiento y preservación del equilibrio en el mundo. Madre del universo
revestida de poder que preserva la vida y la destruye; poderes atribuidos también
a las diosas Hathor y Deméter sugiriendo, en la mitología, una dimensión
todopoderosa de la madre, asociada a su don de dar y quitar, crear y destruir. La
vida y su destrucción parecen ser dimensiones implicadas en algunas de las
versiones mitológicas sobre la madre.

Volvamos a Grecia, lugar de dónde ya se ha referenciado algo de su mitología,


para servirnos ahora de la tragedia y dilucidar en ella una muestra con relación a
la madre. En la obra “Eurípides y la Medea”28 se narra la historia de Medea, a
quien se describe como “la hechicera, bárbara que ayudó a Jasón a conquistar el
vellocino de oro, se casó con él, tuvo dos hijos. Años después de haber llegado
desterrados a Corinto Medea descubre la infidelidad de Jasón”,29 herida, decide
vengarse de su esposo, considera absolutamente necesario causarle el mayor mal
a Jasón y para ello concluye asesinar a sus hijos, no obstante saber que este acto
la devasta:

[…] rompo a llorar ante una acción como la que a continuación, yo habré de
ejecutar: mataré a mis hijos [...] ¿Qué necesidad tengo yo de afligir a su padre con

27 Diosa Durga, Ecured: conocimiento con todos y para todos, s.d. [en línea], disponible en:
http://www.ecured.cu/index.php/Diosa_Durga, consulta febrero 2014
28 Calvo Sotelo Joaquín, “Eurípides y la Medea”, en: Teatro Griego. Grandes Clásicos Universales.

España, Círculo de Lectores, 1982 pp. 266 -276


29 Ibíd., p. 231

24
la desgracia de éstos, procurándome dos veces un mal tan grande? […] Es
absolutamente necesario, decidido está el asunto, y no habrá escapatoria30

El acto de Medea no puede leerse como una manifestación de odio y destrucción


hacia sus hijos, más bien nos indica que una madre no está siempre inscrita de un
modo absoluto, en una posición de cuidado y protección hacía los hijos. Medea,
ante la traición de su esposo, se sitúa por fuera de la madre cuidadora y da lugar a
una dimensión destructora, que en el mito alude a una posición de mujer que,
sintiéndose traicionada, es empujada a olvidarse de una función protectora de sus
hijos, dando paso a una vertiente de la pasión que no se deja dominar por la razón
y que clama vengar la traición de la que ha sido objeto por parte del hombre a
quien ama. Así lo describe el poeta:

“Comprendo cuan malvadas son las acciones que voy a ejecutar, pero más fuerte
que mis pensamientos es esta pasión que causa a los mortales las mayores
desgracias […] ¡Una desgraciada mujer es lo que soy yo!”.31 Medea Reconoce que
su acción es malvada, pero es más fuerte que su razón de madre su pasión de
mujer engañada, así que desde ese lugar se entrega a causar la peor desgracia a
sus seres hasta ese momento más amados.

La dimensión destructora de la madre en las distintas mitologías examinadas


hasta aquí; o sea la egipcia, la hindú y la griega, es algo que no deja de ocupar un
lugar primordial, como si se tratara de un real oscuro y misterioso que habita en
algún lugar de la madre y que no logra ser domeñado por su lado amable de
cuidado y protección. En la tragedia griega, con Medea, parece advertirse, por
ejemplo, una pasión incontenible que empuja a una acción criminal que recae
sobre los más íntimos. No se trata en ella de un arrebato criminal que indique una
pérdida temporal o definitiva del juicio moral, sino de una acción que se produce
cuando en ella aflora un modo de pensar que ya no es de madre sino de mujer. La
mujer que aflora en Medea es una mujer mancillada por la infidelidad, una mujer
traicionada en el mismo lugar en que había sacrificado cosas entrañable por ser

30 Calvo Sotelo Joaquín, Óp. cit.


31 Ibíd., pp. 276, 280

25
consecuente con su condición de compañera. En ese instante de engaño atroz se
olvida de que es madre para ejecutar el acto mortal. Continúa el autor:

¡Ea, vamos, ármate, corazón mío! […] ¡Desdichada mano mía, coge la espada,
cógela, avanza hasta esta dolorosa barrera de mi vida y no seas cobarde ni te
acuerdes de tus hijos, de que son tus seres más queridos, de que tú los
alumbraste! Aunque sea por un instante, olvídate de tus hijos y después… llora.
¡Una desgraciada mujer es lo que soy!32.

Lo que se advierte en Medea es cómo ella se divide entre el amor de madre y el


dolor como mujer. Medea ama a sus hijos aunque se sirva de ellos para vengarse
de Jasón, así la destrucción no la dirige a ellos sino a él, a su esposo. Si lo que
lleva a Medea a cometer este acto es una posición como mujer, herida por la
traición y animada por el deseo de venganza, podría aventurarse una dimensión
de hostilidad y odio proveniente de la mujer y no de la madre, pues Medea implora
olvidarse por un instante de que son sus hijos y lograr así dirigir la espada hacia
ellos, favorecida por el peso de la traición de Jasón, es decir, por la fuerza que
emana de sus sentimientos como mujer, mujer que ama a un hombre y que
descubre cómo éste ama a otra. Hay otra mujer que es amada por él.

El descubrimiento de ese amor traidor, desata en Medea la acción contra sus


hijos. Podría decirse que hay en ella un sufrimiento que no puede ser suplido por
la palabra, una muestra de imposibilidad que encuentra salida en una disolución
del lazo social y la lleva a una acción sin límite, en la que su condición de madre
no es suficiente para detener la represalia, porque esta ha sido dirigida contra
Jasón depositario de la venganza de Medea.

Pueden derivarse de la tragedia de Medea por lo menos dos razonamientos: de un


lado, situar como ante la certeza de que el hombre amado dirige su amor a otra, la
mujer herida comete el acto mortal, aunque éste devasta a la madre, sugiriendo no
solo una disimilitud entre la madre y la mujer; también advierte de la rivalidad que
en una mujer puede desatar la presencia de otra. Ahora bien, es necesario

32 Ibíd., p. 281

26
subrayar cómo esa otra resulta amenazante en tanto disputa el amor de aquel a
quien se ama.

De otro lado, asumiendo, según la tragedia de Medea, la presencia de una


dimensión de hostilidad y odio proveniente de la mujer como tal y no de la madre,
bien puede dar lugar a preguntar por esta manifestación en la relación madre -
hija, en el entendido de que toda hija lo es de una madre-mujer y en toda hija hay
una mujer y una posible madre. Sostener este razonamiento implica develar en
qué circunstancias la hija podría llegar a instituirse como otra mujer ante la madre,
y este será un aspecto a indagar en esta investigación.

Hasta ahora hemos visto en la mitología la presencia de una madre poderosa


caracterizada por una función creadora, protectora y también destructora, a su
arbitrio. En la tragedia, se escenifica una madre que no se sitúa exclusivamente
del lado del amor, el cuidado y la protección que se le suele atribuir con relación a
su descendencia, afirmación que admite otra referida a cómo en la madre hay
también una mujer que puede rivalizar o ser rivalizada por otra, a razón de que
medie la presencia de un hombre; y en tal caso -Medea-, encontrar la fuerza
necesaria para actuar sin medida; es decir, la mujer que habita en la madre llega a
una actuación desbordada en la medida que hay otra que le disputa algo que creía
tener, en este caso el amor de Jasón.

Este breve recorrido por diversas culturas permite saber algo sobre la dualidad
mitológica que rodea la concepción sobre la madre en relatos de los que no se
tiene certeza, pero no por ello desestimables en la simbología que han construido
y legado de una sociedad a otra y que se han quedado fijados como referentes
cosmogónicos, antropogónicos o morales. Ahora bien, la mitología es un saber
que no se agota en la época o cultura referida, en este sentido se propone un salto
milenario para dar cuenta de una leyenda en la mitología mestiza en una época
más reciente (año 1.500) y un contexto latinoamericano -Centro América-, que
permitirá conocer una versión sobre la madre y su relación con la hija.

27
1.2 La madre según un relato en la mitología mestiza

En el interés que centra esta investigación, nos servimos del texto Malinche, o el
lado femenino de la sociedad mestiza 33, para ilustrar, de un lado, una noción sobre
la mujer y la madre, y de otro lado, algo de lo que acontece en la relación madre -
hija, según un relato en la cultura periférica, conocida también como mestiza, por
su mezcla principalmente indígena y europea, así como por cierto marginamiento,
debería decirse diversidad, respecto a la cultura occidental. Se ha elegido el relato
mitológico alusivo a la ‘malinche’, en México, a través del cual se hace referencia a
tradiciones culturales y religiosas que se fusionan, en este caso, en la figura de la
Virgen del catolicismo legado por España a pueblos mestizos de Centroamérica.

En el texto recién citado, Milagros Palma, relata la historia de Malinche, narración


de la cual se retoma su suerte en relación con su madre. Es de anotar cómo este
mito se apuntala en una dimensión tripartita, de un lado, un pueblo que juzga a la
mujer como heredera de la supuesta traición de una nativa, de quién se dice
divulgó información a los españoles, generando el desprecio hacia ella. De otro
lado hay que añadir que las mujeres de este pueblo mestizo, no solo fueron objeto
de violación por los conquistadores, sino que tras la violación, los varones de esta
comunidad, las consideraron indignas. Un tercer aspecto se refiere al culto que se
le rinde a una tradición foránea “María, la madre Inmaculada” traída por los
españoles. Los indígenas creyéndose hijos de madres indignas y atraídos por la
imagen virginal, acuden a su figura buscando con ello limpiar la supuesta
indignidad que afecta la ascendencia femenina por causa de la violación a la que
fueron sometidas las mujeres. Indignidad que se transmite de madre a hija.

En esta cultura mestiza, una consideración a la madre es acentuada en la virgen


de Guadalupe, que se hace madre sin “pecado carnal”, es ella la escogida para

33Palma, Milagros. “La mujer en la simbólica mítico-religiosa del pensamiento indio y mestizo en
América Latina”, En: Luna, Lola G. (Compiladora) Género, clase y raza en América latina: algunas
aportaciones. Comunicación presentada en el 46 Congreso Internacional de Americanistas, en el
Symposium Barcelona: Universitat de Barcelona. Seminario Interdisciplinar Mujeres y Sociedad,
1991, pp. 131-149.

28
borrar la indignidad que supone ser hijo de “la chingada”, que es la madre violada
en la cultura mexicana. La violación a la que fueron sometidas las mujeres, derivó
en su consideración como seres indignos, y, buscando borrar esta vergüenza, los
varones profundizaron su desprecio por la mujer e impusieron la veneración a la
madre del catolicismo, aquella que se hace madre de manera virginal. Podría
derivarse de allí una división entre la mujer y la madre, la primera investida de
indignidad, y la otra, inmaculada, madre virginal, pero en ambas la adjetivación
está asociada a una noción del “pecado carnal”, bien porque se le atribuye o bien
porque se le considera libre de él.

Este anudamiento de una valoración de la mujer como indigna y el postulado


cristiano de una madre virgen, escinde a la mujer y a la madre y cubre a la madre
con el poder de un ser superior, según se desprende de la enseñanza bíblica,
cuando en un pasaje del evangelio de San Lucas se lee:

Has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al
que pondrás el nombre de Jesús. […] María entonces dijo al ángel: ‘¿Cómo puede
ser eso, si yo soy virgen?’ Contestó el ángel: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti
y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra’34.

María se hace madre sin la intermediación del deseo de un hombre, sin


sexualidad, disponiéndose a obedecer la voluntad de otro, sin cuestionamiento:
“Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho”.35 María la
madre de Jesús, escenificada en la cultura mestiza como la virgen de Guadalupe,
es designada como madre virginal y en razón de ello santificada, connotación que
parece extenderse a las madres. Ya se verán algunas implicaciones derivadas de
esta tradición en la institución de la relación madre - hija, según una versión de lo
femenino propuesta por Palma.

Milagros Palma, refiriéndose a la veneración que en la cultura mestiza se hace a la


virgen de Guadalupe, afirma:

34 Lucas, 1: 26- 38. La Anunciación, en: La Biblia Latinoamericana. Eds. San Pablo y Verbo Divino,
Madrid, España, 2002, p. 151
35 Ibíd.

29
[…] El culto a la madre virginal, la virgen María, se construye alrededor de la
imagen de la mujer-virgen-madre, única en su género, sin encarnación posible de
lo femenino porque la madre no se encarna en la hija, no hay amor entre ellas, su
devenir divino será el hijo36.

Aunque la autora, no hace más desarrollos de la cita anterior, sin duda, no es


secundaria la idea según la cual la mujer- virgen- madre es única y sin
encarnación posible de lo femenino, en tanto su devenir divino será el hijo varón.
Nótese por los menos dos aspectos en esta cita, de un lado se conjunta en la
madre dos características por naturaleza excluyentes: la virginidad y la
maternidad, no obstante María, sin intermediación de un varón, se hace madre de
un hijo, y es él quien enaltece a la madre; de otro lado se alude a cómo no hay
una representación de hija que honre a la madre, en tanto lo que se profundiza
con la violación a las mujeres es un demerito de lo femenino. Según la autora, y
volviendo a la Malinche “la maldición es femenina, viene de madre a hija”37
además, ha dicho Palmas, “no hay amor entre ellas”, lo que introduce una
dimensión problemática en la relación madre-hija. Se subraya la alusión a la falta
de amor entre madre e hija, en tanto puede articularse a la hostilidad y odio
presente en esta relación, en los cuentos de hadas, tal y como se verá más
adelante.

Según una alusión que la autora retoma de Eduardo Galeano, Malinche fue
vendida por su madre y a raíz de ello la hija está habitada por la maldad y la
destrucción. Para ilustrarlo, Palma se sirve del libro Memoria del fuego I, de
Eduardo Galeano, donde se reescribe el mito de la Malinche, y comenta:

Enseguida veremos que este odio que posee en cuerpo y alma a Malinche, por el
hecho de su misma infancia [Galeano asevera “que su madre la vendió por
esclava”], explicará su capacidad de maldad, de destrucción. Ella vengará en todo
un pueblo lo que su madre le hizo cuando era pequeña.38

36 Palma, Milagros, op. cit., p. 135. En este párrafo, la autora reconoce que algunos de los
conceptos son tomados de Luce Irigaray.
37 Ibíd.
38 Palma, Milagros, op. cit., p. 144

30
Asumiendo la afirmación de Galeano, referida a la venta de Malinche por parte de
su madre, se deriva de ello una consecuencia para la hija manifiesta en su
comportamiento malévolo y destructor. Aunque en esta versión de la Malinche no
se conocen las circunstancias y motivos que llevan a la madre a vender a la hija, si
se tiene noticia de los efectos que en ella produce el acto de la madre. Acto en el
que la hija justifica la venganza que dirige contra su pueblo originario,
supuestamente ayudando a los españoles. ¿Por qué el acto llevado a cabo por la
madre desata una afrenta contra su pueblo y no hacia la madre? La narración no
esclarece los motivos que llevan a la madre a vender a la hija y años después,
bañada en llanto, suplicar su perdón. Del relato de Galeano se conoce que
pasados los años, la madre implora y obtiene el perdón de su hija:

Cuando la madre descubre quién es la que ha llegado de visita a Painala, se arroja


a sus pies y se baña en lágrimas suplicando perdón. La Malinche detiene la
lloradera con un gesto, levanta a su madre por los hombros, la abraza y le cuelga
al cuello los collares que lleva puestos. Después, monta a caballo y sigue su
camino junto a los españoles39.

¿Qué pasiones habitan a una y otra para actuar de la manera señalada? El relato
de Palmas no lo explicita, no obstante, en otra versión de la Malinche40, escrita por
Laura Esquivel,41 se narra cómo efectivamente Malinche fue vendida por su madre
y se describen algunas escenas que echan luz sobre las motivaciones en la madre
para vender a la hija y lo que este acto produjo en la pequeña.

Así lo relata la autora: Cuando Malinalli42 cumplió 3 años, la madre olvidó el


cumpleaños de la niña y se hizo presente en la casa con un nuevo señor, quién

39 Estos párrafos son parte del relato encabezado “1523 Painala La Malinche” en el libro
mencionado de Eduardo Galeano, que la autora cita en francés. En la edición de Siglo veintiuno de
España Editores, se encuentra en las páginas 70 y 71.
40 Obra que en 2008 ganó el premio al mejor audiolibro en español que otorga la Asociación de

Editores de Audio (APA)


41 Esquivel, Laura. Malinche. Santillana ediciones generales, S.L. 2005. Edición Punto de Lectura,

S.I. 2007, p. 39. www.puntodelectura.es. Disponible en:


http://www.prisaediciones.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200701/primeras-paginas-
malinche.pdf
42 En esta versión, aunque titulada Malinche, la niña se llama Malinalli.

31
ese día le propusiera matrimonio. La abuela paterna de la pequeña le reclamó a la
madre por el olvido del cumpleaños:

La madre de la niña, con voz hiriente, le contestó: -Todo se olvida en esta vida,
todo pasa al recuerdo, todo acontecimiento deja de ser presente, pierde su valor y
su significado, todo se olvida. Ahora tengo un nuevo señor y tendré nuevos hijos;
Malinalli será entregada a una nueva familia que se encargará de cuidarla pues
ella forma parte del fuego viejo que yo quiero olvidar43

Subrayaría en este pasaje, una motivación de la madre, al parecer originada en el


amor que le profesa a su “nuevo señor”. Amor presente que le trae otras ilusiones,
(en las que no niega ser madre de nuevos hijos), ante las cuales la hija pasa a
formar parte de un pasado que quiere olvidar y por ello la alejará de sí. Dice
Esquivel, que en esta ocasión la niña fue cedida a la abuela, quien imploró a la
madre le permitiera tener a la pequeña: “Ella pertenece a mi corazón, ella
pertenece a mi sentimiento, en ella está presente la imagen de mi hijo”44

Es importante señalar dos puntales en esta parte de la narración: uno, es el hecho


de que la madre enamorada, recibe una propuesta de matrimonio, y ese día
decide regalar a su hija argumentando cómo todo se olvida en esta vida y en tal
sentido la niña pasará a ser parte del fuego de su pasado. No se sabe qué ocurrió
en el pasado de la madre, pero lo que haya sido desea olvidarlo y este propósito
incluye desprenderse de la hija, actuando bajo el influjo del amor de un hombre,
quien la instituirá como su esposa.

De otro lado, la abuela, soporte emocional para la niña, implora le cedan su


cuidado pues la pequeña es parte de su ser y sobre todo evoca al hijo que ya no
está. Al parecer por esta anotación, el amor de la abuela hacia la niña está
soportado en la presencia y representación que en ella advierte de su hijo varón.
Es un varón, en la figura del hijo, quien motiva un comportamiento amoroso hacia
la niña. Así como es un varón, en tanto objeto de amor para la madre, quien

43
Ibíd,, p. 40
44
Ibíd., p. 39

32
provoca el desprecio de ésta hacia la hija. Con este razonamiento cobra sentido
una afirmación anterior referida a cómo el devenir divino proviene del hijo varón.
Afirmación que encierra una doble dimensión, de un lado, parece ser que es él
quien logra instituir a la mujer como objeto de amor, es a través de él, de su
recuerdo, que la abuela acoge amorosamente a Malinalli; y es también el varón
quien provoca una acción de abandono en la madre al instituirla, con su amor,
como mujer.

Resulta pertinente traer nuevamente a Medea y establecer un contrapunto en la


posición que ella asume con la posición que se ha descrito asume la madre de
Malinalli. Ambas mujeres son descritas en posiciones distintas pero cercanas en lo
que compete a los efectos sobre los hijos. En ambas está presente una relación
de amor con un hombre que las instituye como mujeres, con la diferencia de que
Medea pierde esta condición cuando su esposo elige amar a otra mujer; y la
madre de Malinalli, la adquiere vía la propuesta nupcial. Estos dos personajes,
mediados por el amor de un varón, introducen la dimensión de mujer en la madre
y esta dimensión se traduce en efectos sobre los hijos: recuérdese cómo Medea
los asesina y la madre de Malinalli la regala. Ambas madres se desprenden de sus
hijos para dar lugar a pasiones relacionadas con el amor de un varón.

Ahora, motivados por la pregunta de investigación, situemos una escena del lado
de la pequeña Malinalli, ya no a sus tres años, sino a los cinco, edad en la que, ya
sin la abuela, es nuevamente entregada por la madre:

En el día que estaba aún por iniciar, por tercera vez en su vida, experimentaría un
cambio total. Cuando el sol saliera, nuevamente la iban a regalar. No se explicaba
qué podía haber de malo en su interior para que la trataran como un objeto
estorboso, para que con tal facilidad prescindieran de ella. Se esforzaba por ser la
mejor, por no causar problemas, por trabajar duro45.

45 Ibíd., p. 21

33
Se advierte en Malinalli un afán por comprender por qué, aunque se esmere en
ser la mejor y no ocasionar problemas, no consigue echar raíces en el amor de la
madre. El ser apartada del lado de su madre le genera un sentimiento de que algo
malo habita en su interior y la hace un objeto estorboso. ¿Qué significa para una
mujer sentirse como un objeto estorboso para la madre? Cuando a la edad de 5
años la madre condujo a Malinalli hasta la salida del pueblo, la pequeña:

Se aferraba a la mano de su madre, como queriendo hacerse una con ella. Pero
su deseo fue en vano. Su madre le soltó los pequeños dedos agarrotados, la
entregó a sus nuevos dueños y dio media vuelta. Malinalli, al verla alejarse, se
orinó y en ese momento sintió que los dioses la abandonaban46

Una escena como esta, sin duda puede echar luces sobre consecuencias
derivadas de la relación con la madre. Querer hacerse una con la madre parecía
ser el deseo de la pequeña, imaginaba que así lograría permanecer a su lado,
pero la madre de Malinalli acababa de ser instituida como mujer con una promesa
nupcial y, situada por fuera de la toda madre, alejó de sí a la hija.

Esta narrativa deja ver cómo la relación de la madre con la hija no se sitúa
precisamente en la armonía engalanada por una tradición que deposita en la
madre una función amorosa acompañada de postulados según los cuales el amor
supone una relación irrestricta de cuidado y bienestar. Afirmación que tiene lugar
no solo en los relatos mitológicos señalados, sino también en los cuentos, de los
cuales es posible establecer alguna referencia a la relación madre-hija, no
obstante aludir ellos, generalmente, a madrastras despiadadas, envidiosas y
crueles que buscan destruir a la hijastra, siempre una joven y dulce doncella, tal y
como se puede leer por ejemplo en el tradicional cuento infantil de Blancanieves.

46 Ibíd., p. 34

34
En el texto Psicoanálisis de los cuentos de Hadas47, el autor retoma una de las
muchas versiones de esta historia, según la cual la madre de Blancanieves murió
como consecuencia de su nacimiento; no se sabe lo que ocurre con ella hasta sus
siete años, a pesar de que a su lado hay una madrastra, pero por ésta llegan los
problemas: en este caso, según Bettelheim, aparece enfrentado el narcisismo de
la madre, al descubrir en el espejo su imagen enfrentada a la de la fresca belleza
de su hija48 y vienen los celos que la muchacha le genera, pues cada día es más
bella. La belleza de la niña desata la hostilidad y odio en la madrastra hasta el
punto de disponer la muerte de la muchacha.

Sin embargo, en la que podría ser la primera versión impresa, escrita por Heinrich
Dickerhoff49, publicada en 1812 con el título La pequeña Blancanieves50, no es la
madrastra quien desea el mal de la hija cuando crece, sino la madre biológica.
Según Dickerhoff, cuando crece la niña cuya madre, una reina, había deseado que
fuese tan “blanca como la nieve", y la supera en belleza, produce sus celos de tal
modo que decide la muerte para su propia hija. Así, la rivalidad que se va a
profundizar es atribuible a que la hija alcanza con la edad sus atributos como
mujer y luce tan o más hermosa que la madre.

En las dos versiones citadas de este cuento, cuando la niña adviene mujer desata
los celos y la rivalidad bien sea en la madrastra o en la madre. En ambas la
hostilidad hacia Blancanieves es guiada por la rivalidad derivada de la belleza de
la niña. Bettelheim anota: “No sabemos por qué la reina de Blancanieves, no
puede envejecer y sentirse, al mismo tiempo, satisfecha del proceso de su hija al
convertirse en una muchacha encantadora”.51 Si bien no es explícito en esta
versión del cuento las motivaciones íntimas que dan origen a la hostilidad de la
47 BETTELHEIM, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Barcelona. Ares y Mares Ed.
Crítica, S.L. 2010, p. 272.
48 Ibíd.
49 Presidente de la Sociedad Europea de Cuentos, quien intervino al respecto en un congreso

internacional de filólogos, cuentistas e investigadores del género, celebrado en Postdam.


http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/8165152/Blancanieves-la-princesa-alemana.html
s.p.i.
50 María. s.d.. Blanca Nieves ¿Una princesa o una Condesa alemana? Cuentos dominios públicos.

Árealibros, 2007. Disponible en: http://www.arealibros.es/cuentos/blancanieves-una-princesa-o-


una-condesa-alemana.html Consulta, julio de 2014
51 BETTELHEIM, Bruno. op. cit. p. 262

35
madre y que desatan su odio y rivalidad, el autor llama la atención sobre un afecto
presente en la madre que no la sitúa del lado de la complacencia ante la belleza y
encanto de la hija.

1.3 La madre desde otras perspectivas disciplinarias

Diferentes disciplinas se han referido a las madres, si bien no siempre de una


manera explícita, las referencias vinculan a la madre con el cumplimiento de
funciones en los procesos de socialización. Por ejemplo en la sociología, una
referencia a la madre se localiza siguiendo el abordaje de la familia en diferentes
culturas, donde ella cumple la misión de transmisora de saberes de su comunidad
de referencia (habitus, en el caso de Bourdieu).52 A la madre también se ha
referido la antropología, que dimensiona una mirada en una perspectiva de
historicidad y de cultura, según veremos más adelante; asimismo la filosofía,
campo en el que nos apoyamos en Rousseau, y en las filósofas y feministas,
Simone de Beauvoir y Elizabeth Badinter.

Vayamos a Rousseau, filósofo en el siglo XVIII, quién en el “Libro V” Emilio o la


educación53 propone un ideal de mujer que escenifica en Sofía, mujer que imaginó
como compañera del hombre. Allí, el autor hace un recorrido por los valores que
socialmente deben orientar la educación de una mujer de manera tal que no viva
en la ignorancia absoluta pero que aprenda solamente aquello que le conviene
saber, y esa conveniencia está referida a los recursos para gobernar una casa,
interesando que aprenda la obediencia y demuestre una buena conducta; así se
establece en el texto:

Por lo mismo que la conducta de la mujer está sujeta a la opinión pública, su


creencia lo está también a la autoridad. Toda muchacha debe tener la religión de

52 Bourdieu, Pierre. “Los usos sociales del parentesco” En: El Sentido práctico. 1ª Ed, Siglo XXI
editores S.A., Buenos Aires, Argentina, 2007
53 Rousseau, Jean Jackes. Emilio o la Educación (1760) libro V. Disponible en:

http://peuma.unblog.fr/files/2012/06/Emilio-ROUSSEAU.pdf

36
su madre y toda casada la de su esposo. Aun cuando esta religión fuera falsa, la
docilidad que sujeta a la madre y a la hija al orden de la naturaleza borra para con
Dios el pecado del error. No hallándose en estado de ser jueces por sí mismas,
deben admitir la decisión de sus padres y de sus esposos como la de la Iglesia”54

Esta alusión a que la mujer demuestre una buena conducta, siga la voluntad de un
otro varón, así como la religión de la madre, está soportada en una supuesta
naturaleza que sujeta a las mujeres madres e hijas, a la autoridad del padre, el
esposo y la iglesia, sugiriendo de ellas obediencia y sumisión.

En el libro recién citado, Rousseau sostiene cómo la mujer está hecha para
complacer al hombre, para serle agradable e incluso para soportar su injusticia:
“agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños,
cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos y hacerles grata y suave la
vida, son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que
desde su niñez se las debe enseñar”.55 Sí esta es una condición de la educación
de las mujeres, podría preguntarse por esta enseñanza y su relación con la
maternidad, en tanto también dice el autor, que es preciso preparar a la mujer para
la maternidad, asumiendo que la madre rousseauniana será aquella dotada de
paciencia y dulzura, con una solicitud y un cariño que nada logra alterar, y que por
el contrario, logra dar lugar al padre y a la unidad familiar: “es el vínculo entre los
hijos y el padre; ella se los hace amar y le inspira confianza para que los llame
suyos. ¡Cuánta ternura y solicitudes necesita para mantener unida toda la familia!
Por último, nada de esto debe ser en ella virtud, sino placer”.56

De lo anterior se desprende no solo una concepción sobre la mujer, sino también,


una dimensión de la madre asociada a la paciencia y dulzura, además de atribuirle
una función garante de reconocimiento de la paternidad; es decir, según el autor,
es la madre quien debe dotar al padre de confianza en su ser y función paterna,
logrando así la unidad familiar. Funciones que la madre ha de asumir revestida de

54 Ibíd., p. 263
55 Ibíd., p. 254
56 Ibíd., p. 251

37
delectación. Se puede colegir de estos planteamientos rousseaunianos,
atribuciones en la educación que naturalizan la sumisión en la mujer, actitud que
ella, en condición de madre, debe seguir revestida de placer.

Dos siglos después, Elizabeth Badinter, refiriéndose al legado de Rousseau, nos


recuerda su discurso alusivo a la madre como la encargada del aprendizaje de la
niña y lo cita: “le enseñará que la condición natural de las mujeres es la
dependencia. La habituará a que cambie sus proyectos para someterse a los
ajenos”.57 He aquí una transmisión, que según el discurso rousseauniano, tiene
lugar en la relación madre -hija, la madre transmite a la hija sumisión y obediencia,
lo que supone como consecuencia para ella, la dependencia como aprendizaje.

Puede anotarse según lo expresado, cómo de este comportamiento materno, la


hija obtendrá un aprendizaje de valores y preceptos que la hagan una mujer dócil
e inclinada a la maternidad y a la obediencia. Así puede irse anudando una
concepción de madre y efectos derivados de ella, en la hija.

Un contrapunto al discurso rousseauniano (siglo XVIII), tiene lugar en el siglo XX,


de la pluma de la reconocida filósofa Simone de Beauvoir, primera feminista en
señalar la maternidad como atadura para las mujeres, y quien impugna una
idealización de la maternidad como único destino femenino, al cuestionar la idea
según la cual “a través de la maternidad la mujer realiza integralmente su destino
biológico; esta es su vocación natural, puesto que todo su organismo se halla
orientado hacia la perpetuación de la especie”58.

Beauvoir concluye enseguida que “la sociedad humana no se encuentra


abandonada nunca a la naturaleza”.59 La autora niega el discurso dominante que
defiende la existencia de un instinto materno en las mujeres y lo sitúa en el orden
de la cultura. Saletti Cuesta60, en un estudio denominado Propuestas teóricas

57 Badinter, Elisabeth. “El discurso moralizante heredado de Rousseau o Sofía, sus hijas y sus
nietas”, En: ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal siglos XVII al XX, Ed. Paidós,
Barcelona, España, 1991, p. 204
58 De Beauvoir, Simone. El segundo sexo, 1949. Ed. Siglo XX, Buenos Aires, 1981, p. 307
59 Ibíd.
60 Investigadora- Consultora en Salud Pública y Desigualdades de Género. España.

38
feministas en relación al concepto de maternidad,61 refiriéndose a Beauvoir,
plantea que la autora “reinterpreta el cuerpo materno indicando que no es un
cuerpo biológico, más bien se trata de un cuerpo cuyo significado biológico se
produce culturalmente al inscribirlo en los discursos de la maternidad, que
postulan a la madre como sujeto”.62

Sí la sociedad humana no se encuentra sujeta a su naturaleza, y es la cultura la


que constituye el sujeto de la madre, supone que una mujer puede sustraerse de
su disposición biológica para la maternidad como imperativo, es decir, que una
mujer puede decidir o no hacerse madre en tanto la maternidad no corresponde a
una determinación natural. Al respecto afirma Saletti Cuesta “El deseo femenino
no es maternal ni anti-maternal, sino que es ambivalente, contradictorio, siendo la
ambigüedad la característica de la maternidad”.63 Se subraya de esta cita, la
alusión al deseo femenino puesto no en función de la maternidad, sino del lado de
la ambivalencia; si se entiende que la ambivalencia es propia de los sentimientos
humanos, podría decirse que la maternidad estaría supeditada a opuestos.
Además, situar el deseo femenino capaz de decidir o no por la maternidad,
colabora con el postulado de Beauvoir referido a la autonomía de la mujer
respecto al acto de ser o no madre, contrariando el ideario social de la maternidad
como imperativo para la mujer.

Además, dice Beauvoir que el ser madre se produce en un contexto relacional


madre-padre-hijo. En ese contexto relacional la madre comporta una función
primordial, no sólo nutricia, sino también socializadora y en consecuencia,
referente de la primera representación de la cultura. Ahora bien, no es suficiente
con afirmar que la madre es representante de la cultura sino se comprende su
articulación al lenguaje. Bien puede establecerse una intrínseca relación entre
lenguaje-cultura-madre; pretensión en la que nos servimos de la historiadora

61 Saletti, Cuesta, Norma. Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad.


Universidad de Granada, España, 2008. Disponible en:
http://www.ugr.es/~esmujer/pdf/Saletti_Cuesta_articulo_revista_clepsydra.pdf Consulta, julio de
2014
62 Ibíd.
63 Ibíd.

39
Guiomar Dueñas, quién en su texto “Desentrañando la lógica que supone la
inferioridad de la mujer” afirma “una función principal de la madre es la transmisión
del lenguaje”.64 Así la madre es representada con una función socializadora,
representante de la cultura a través del lenguaje. Un enunciado, propuesto por
Virginia Mª Baca65, puede ayudar a comprender el anudamiento propuesto:

La cultura y todo lo que supone la cultura como distintivo de la naturaleza es a la


vez condición y producto del lenguaje, en la medida en que el lenguaje es el único
medio para conservar y transmitir a las generaciones ulteriores las capacidades
adquiridas y las informaciones y los hábitos adquiridos66

Según lo expuesto y la cita recién establecida, puede comprenderse el lenguaje


como vía para transmitir; y si la madre es su principal representante, entonces
podría decirse qué una función de la madre es transmitir la información y saber
necesarios para la preservación de hábitos, costumbres, valores y prácticas,
subyacentes en la cultura, transmisión que hace vía el lenguaje.

Se había señalado antes, derivado del El Emilio, una función de la madre dirigida
a hacer existir al padre y garantizar la unión de la familia. De acuerdo a lo
señalado en el planteamiento sobre el contexto relacional madre-padre-hijo, puede
añadirse lo siguiente: de un lado, no existe madre sin un padre y sin un hijo. Y de
otro lado, una función de la madre compete a la socialización primaria, contexto en
el cual transmite el lenguaje y con él los puntales de la cultura.

De otro lado, la filósofa francesa Elisabeth Badinter, discípula de Simone de


Beauvoir, en su texto El conflicto: la mujer y la madre67 defiende la inexistencia de
un instinto maternal en los humanos a la vez que postula la existencia de

64 Dueñas Vargas, Guiomar. “Desentrañando la lógica que supone la inferioridad de la mujer”, en:
Mujer, Amor y Violencia. Tercer Mundo y Universidad Nacional de Colombia, 1991, p. 43
65 Licenciada en traducción e interpretación, Universidad de Málaga, 2008.

www.eumed.net/rev/cccss/08/vmbm2.htm, consulta julio de 2014


66 Baca Mateo, Virginia Mª. “El lenguaje como hecho cultural”, en: Contribuciones a las Ciencias

Sociales, abril 2010, Disponible en: www.eumed.net/rev/cccss/08/vmbm2.htm. Consulta julio de


2014
67 Monserrat, Domínguez. A vivir que son dos días. Entrevista a Elizabeth Badinter, a propósito de

su libro La mujer y la madre. París, mayo de 2011


http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/elisabeth-badinter-maternidad-nueva-forma-
esclavitud/csrcsrpor/20110501csrcsrsoc_4/Tes Consultado abril de 2014.

40
diferentes maneras de ejercer la maternidad, que no se inscriben necesariamente,
en la incondicionalidad del cuidado y protección. Reconoce Badinter, la presencia
de un sentimiento de amor en el ser humano, no por ello perfecto en la madre, en
tal sentido afirma “Queremos hacerlo todo bien pero, inevitablemente, nos
equivocamos a diario”.68

Lo anterior sugiere desmitificar el ideal social de un amor absoluto, sin tacha


presente en la madre, así parezca ser un ideario de difícil transformación, al decir
también la autora “En el fondo de nosotros mismos, nos repugna pensar que el
amor maternal no sea indefectible. Tal vez porque nos negamos a cuestionar el
carácter absoluto del amor de nuestra propia madre”69. Parece existir una
expectativa social que presume a la madre en una función ilimitada de amor,
condición sine qua non de la buena madre, idealización que la deshumaniza y
sitúa lejos de sus propios intereses, según se deriva de un planteamiento de
Badinter, quien en el texto ¿Existe el instinto maternal?, se refiere a la madre
como:

Un personaje relativo y tri- dimensional. Relativo porque no se concibe sino en


relación con el padre y el hijo. Tri-dimensional porque además de esa relación
doble, la madre es también una mujer, esto es, un ser específico dotado de
aspiraciones propias, que a menudo no tienen nada que ver con las de su marido
ni con los deseos del niño.70

Esta nominación de la madre como un personaje relativo y tridimensional, además


de la consideración que supone el ser nombrada como “personaje”, anuda dos
coordenadas importantes de señalar, una que refiere que la madre adquiere tal
condición, según se había señalado antes, en tanto existe un padre y un hijo, lo
que puede leerse como una afirmación según la cual la naturaleza, aun con la
disposición biológica de la mujer, no hace madres, sino que se requiere del aporte
de otro - varón- y del hijo para que ello suceda. De otro lado, reconoce la

68 Ibíd.
69 Badinter, Elizabeth. ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII al XX.
España, Ed. Paidós Ibérica, S.A. 1981, p. 14
70 Ibíd., p. 15

41
existencia de una mujer en la madre, una mujer con aspiraciones que no
necesariamente están en correspondencia con las de la madre y esposa y que
suponen una disimetría entre la madre y la mujer, tal y como ya se tuvo noticia en
referencias anteriores en este capítulo.

No obstante, es importante subrayar cómo la disimetría a la que se alude entre la


mujer y la madre, comporta intereses distintos cuando se trata de Medea, en quien
esta disimetría está vinculada con la venganza cuando descubre que el hombre a
quien ama, dirige su amor a otra; en tanto en las anotaciones de Badinter, se
acentúa la presencia de aspiraciones en la mujer que no se corresponden con el
ideario social que le supone el ser esposa y madre.

Otro punto de vista sobre la madre se trae de la pluma de Nancy Scheper,


Antropóloga estadounidense, contemporánea de Badinter, quien en 1992 publicó
el texto La muerte sin llanto, violencia contra mujeres embarazadas. 71 En él
estenografió la sociedad nordestina brasileña, y en uno de sus apartes refiere un
carácter ambivalente en la descripción que se hace de las madres, anota: “A
veces han recibido atribuciones desmesuradas, apareciendo como figuras
todopoderosas o todo-destructivas; o bien han sido representadas como seres
desvalidos y dependientes, seres angelicales”72 Este imperio poderoso o
destructor atribuido a la madre, en parte coincidente con la representación mítica
descrita al inicio de este capítulo, está a su vez en sintonía con el planteamiento
de Saletti Cuesta, más arriba señalado, al anotar Scheper, cómo cuando de
caracterizar a la madre se trata, es la sociedad quién reviste a la madre de estas
características ambivalentes.

Hasta ahora de manera preponderante se han referenciado aspectos sobre la


madre señalando concepciones de ella, roles, funciones y también
comportamientos y actitudes en la relación con la hija. Si bien esta investigación
se ocupará de un capítulo concerniente a la relación madre-hija, se considera

71 Scheper-Hughes, Nancy, “Amor materno/ amor alterno”, En: La muerte sin llanto. Violencia
contra mujeres embarazadas, Ed. Ariel, S.A. Barcelona, 1997
72 Ibíd., p. 2

42
pertinente traer dos referencias concretas sobre lo que acontece en esta relación,
propuestas desde enfoques contemporáneos cómo son los estudios de género.
Una mirada desde esta perspectiva al contexto en que se han desenvuelto
muchas mujeres en Colombia, sin duda permite un acercamiento al propósito
enunciado.

Para ello se cita una investigación realizada por María Victoria Uribe, sobre la
cultura política campesina y la violencia en Colombia73, en la que la autora
menciona varios de los temas que plantean las situaciones que viven las hijas en
la relación con sus madres, aludiendo fundamentalmente a la violencia doméstica
como un sistema de castigos naturalizados cuyo fin sería el de domesticar a la
mujer, restarle autonomía, y donde el maltrato físico por parte de las madres a sus
hijas, constituye una práctica que se transmite de unas a otras, reproduciendo el
patrón de castigos que ellas, las madres, a su vez, habían sufrido. Este
sufrimiento, reiterado generación tras generación, aporta una perspectiva en el
abordaje de las consecuencias psíquicas que para algunas mujeres supone la
relación con su madre.

Otra investigación denominada La Revolución en las relaciones madre - hija74,


situada desde una perspectiva testimonial de una mujer, que admitiendo una
diversidad de razones que pueden subyacer en el acto de abandono de una hija
por parte de su madre, alude a la afectación subjetiva que produce el abandono;
así las razones, a su juicio, justifiquen el acto del abandono materno, por ejemplo,
porque se produjo la muerte de la madre; por un estado de depresión, locura o
influencia de psicoactivos; por la premura de garantizar la manutención de la hija;
o, “simplemente nos dejó porque necesitaba vivir sin nosotras. Sea cual sea el
grado de amor y fortaleza que había en cada una de esas mujeres, la niña que

73 URIBE Alarcón, María Victoria. “La Cultura Política Campesina” en: Antropología de la
inhumanidad: un ensayo interpretativo sobre el terror en Colombia. Bogotá: Grupo editorial Norma,
2004, pp. 37-38. (El apartado al que pertenece este párrafo se basa principalmente en el
testimonio de una mujer, Matilde)
74Debold, Elizabeth, Wilson Marie, Malavé Idelisse. La Revolución en las relaciones madre hija. Ed. Paidós
Ibérica, S.A., Barcelona, España, 1994

43
hay en nosotras, todavía se siente, en algún momento, salvajemente abandonada
por su madre”75

Este razonamiento se sitúa desde la perspectiva de la hija y traza diferentes


posibilidades explicativas que pueden llevar a que una madre se separe de su hija
sin embargo, concluye cómo, al margen del amor o fortaleza que la mujer
demuestre, si la madre la ha abandonado, cualquier razón pasa a ser subsidiaria,
pues ella siempre se sentirá salvajemente abandonada por la madre. Indica este
afecto en la hija la importancia de la presencia y cuidados de la madre en tanto
soporte afectivo, a la vez que transmite la idea sobre la necesidad de la presencia
incondicional que se espera de la madre, lo que no deja de sugerir una pregunta:
¿La presencia de la madre ofrece garantías para que una hija no se sienta
abandonada?

1.4 La madre desde algunos autores psicoanalistas

La mayoría de los autores que se presentan como psicoanalíticos y que fueron


contemporáneos de Freud o posteriores a él, se han ocupado de la madre en su
relación con la hija y también se han referido a las consecuencias que tiene para
una hija la relación con su madre de la que se espera, por ejemplo,
incondicionalidad.

Melanie Klein y Donald Winnicott, hacen alusiones explicitas a la madre en


algunos de sus textos76, se recogerán aquí algunas de dichas alusiones sin
pretender agotar los desarrollos sobre el tema a lo largo de sus obras.

En su texto El destete77, Klein considera que la madre es concebida por el niño


como el pecho que lo gratifica o le provoca frustración. El pecho: “[…] se torna en

75Ibíd.
76Envidia y gratitud, El Destete, Los Efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el
desarrollo sexual de la niña, en la obra de Klein; y, Los Bebés y sus madres y, El Desarrollo de la
capacidad de preocuparse por el otro, en Winnicott.

44
la mente del bebé en ‘bueno’ o ‘malo’. Lo que denominamos pecho ‘bueno’ se
convierte en el prototipo de lo que a lo largo de la vida será beneficioso y bueno,
mientras que el pecho ‘malo’ representa todo lo malo y lo persecutorio”.78 De aquí
se desprende que para el imaginario del niño la madre es un pecho protector, que
da seguridad y en tal medida es bueno, pero también, bajo ciertas circunstancias,
puede adquirir el valor de ser un objeto malo y persecutor.

“Los sentimientos del niño parecen ser de tal naturaleza, que al faltarle el pecho
éste se convierte en malo porque guarda para sí la leche, el amor y el cuidado que
estaban asociados con el pecho bueno”.79 En este proceso la madre es inscrita en
el registro psíquico del niño como objeto bueno y malo a la vez. Y agrega Klein:

En las primeras etapas del desarrollo mental todo estímulo displacentero


aparentemente está ligado a las fantasías del bebé de un pecho ‘hostil’ o
frustrante, y por otra parte todo estímulo placentero está relacionado con el pecho
‘bueno’ gratificante […] El lazo placentero con el pecho se transforma en
sentimientos hacia la madre como persona. De ese modo se experimentan
sentimientos amorosos y destructivos hacia la misma persona80

Nótese en esta cita por lo menos dos aspectos de interés: uno que alude al
proceso de desarrollo mental asociado a lo hostil o gratificante que haya resultado
el pecho materno, atribuyendo a esta vivencia los estímulos placenteros o
displacenteros que se experimentarán a lo largo de la vida, lo que estará asociado
a la necesidad de preservar el amor del otro. Y de otro lado, se produce una
transformación en la imaginarización del niño, dando lugar a que simbolice a la
madre ya no como un pecho, sino que gradualmente va adquiriendo una imagen

77 Obras completas de Melanie Klein. Versión electrónica.


http://www.elortiba.org/mklein/melanie.klein.6.htm Consulta, 15 de marzo 2014
78 Klein, Melanie. El Destete, en Obras completas de Melanie Klein, 1936. Disponible en:

http://www.elortiba.org/mklein/melanie.Klein.6.18.htm consulta, 14 de marzo 2014


79 Klein, Melanie. Envidia y gratitud, 1952, Psikolibro, p.13, Disponible en:

http://www.agrupaciondco.com.ar/biblioteca/Melanie%20Klein%20-%20Obras%20Completas/31-
%20Envidia%20y%20gratitud%201957.PDF consulta, marzo 2014
80 Klein, Melanie. El Destete, op. cit.

45
de la madre como persona total,81 que no solo lo nutre sino que lo acaricia. Klein,
alude a los sentimientos del niño dirigidos ahora a la madre, ya no como pecho -
objeto bueno o malo-, sino como persona total, depositaria también de una
simbolización que la hace objeto bueno y malo a la vez.

En Klein se advierte además, aparte del amamantamiento, momentos en los que


el bebé podrá registrar de manera inconsciente el amor de la madre o por el
contrario su desamor:

La manera como se trata al bebé, aun desde el parto, deja impresiones en su


mente […] Todo lo que contribuya a que se sienta rodeado de objetos amistosos
(concebidos por el bebé en su mayor parte como ‘pechos buenos’) prepara el
terreno y colabora para una feliz relación con la madre y luego con otras
personas82

En las primeras etapas del desarrollo mental todo estímulo displacentero


aparentemente está ligado a las fantasías del bebé de un pecho "hostil" o
frustrante, y, por otra parte, todo estímulo placentero está relacionado con el
pecho "bueno" gratificante. Estas impresiones, que refiere Klein, introducen un
elemento que confiere a la madre la de dar lugar a impresiones que se fijan en el
psiquismo del niño.

Se desprende de este desarrollo kleiniano, una función de la madre que no se


agota en la nutrición a través del pecho, sino, y de manera sustancial, fundante de
impresiones en la mente del niño, devenido del trato que se le profese desde el
parto. El niño podrá registrar el trato ofrecido por la madre representada, primero
como “pecho bueno” y luego como persona total, lo que además posibilitará un
buen vínculo relacional no sólo con la madre sino con otras personas. Es el amor y
el trato profesado por la madre, lo que funda en el niño la posibilidad de establecer
vínculos relacionales amorosos. Como puede verse, a partir de Melanie Klein

81 Klein usa el término persona total al referirse a la etapa en que “gradualmente el niño logra
conectar el rostro, o los rostros que lo miran, con la mano que lo acaricia y con el pecho que lo
satisface… (cuando se reasegura y adquiere confianza en el placer brindado por personas totales”)
El Destete, Óp. cit.
82 Ibíd, los paréntesis se traen del texto original

46
quien juega un papel fundamental en los primeros años del niño o de la niña, es la
madre, ya que es con ella que se establece una relación más íntima y directa.

Con respecto al caso particular de la relación madre-niña, se puede extraer del


planteamiento de Klein que la niña experimenta una frustración oral que deviene
en odio hacia la madre. Este odio es el que hace entrar en escena al padre, de
quien fantasea recibir lo que él tiene como atributo que se constituye en un objeto
de gratificación. En la medida en que imaginariamente dicho pene pertenece a la
madre, el odio conduce a la niña a quitarle a la madre lo que a ella le corresponde
y a hacerse con la propiedad de lo que no es propio. De aquí se desprende que
para Melanie Klein el odio femenino es el resultado de una frustración que
originariamente es de tipo oral y se expresa como un impulso a quitarle al otro lo
que le pertenece:

Como resultado de la frustración oral que la niña experimenta de su madre, se


aleja de ella y toma el pene de su padre como objeto de gratificación […]
Desarrolla fantasías de que su madre introduce el pene de su padre en su cuerpo
y le da a él sus pechos […] esta teoría sexual aumenta el odio de la niña hacia su
madre debido a la frustración que ha sufrido de ella…83

La referencia recién establecida, supone una circunstancia relacional entre madre


e hija, según la cual, los deseos sexuales infantiles y sus fantasías se dirigen a los
objetos cercanos, por lo general los padres. En el caso de la niña, el objeto es el
padre, lo que a su vez genera hostilidad hacia la madre. Según el inconsciente de
la niña, la madre está dotada de un poder mágico, porque todo lo bueno procede
de su pecho y porque la madre también contiene el pene del padre y los bebés 84.
De este modo la niña entra en una fase caracterizada por la ansiedad en relación
con el vientre de la madre y el pene del padre.

83 Klein, Melanie. “Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el desarrollo sexual
de la niña”, En: El psicoanálisis de niños. Obras completas de Melanie Klein. 1ª Ed. 5ª reimpresión,
Paidós, Buenos Aires, 2008, p.207
84 Klein, Melanie. El complejo de edipo a la luz de las ansiedades tempranas. 1945. Disponible en:

http://www.elortiba.org/mklein/melanie.Klein.6.9.htm

47
Siguiendo a Kleín se advierte cómo los celos y odio de la niña hacia la madre,
están asociados al deseo de recibir el pene, una vez que percibe la ausencia de
este, al tiempo obtiene un conocimiento inconsciente de que su cuerpo contiene
bebés en potencia, y que es el pene del padre el que da los bebés. Continúa
Kleín, “la niña tiene dudas intensas acerca de su capacidad de poder tener niños.
En diferentes aspectos, se siente en una posición de desventaja al compararse
con su madre”.85 Podría decirse, que la niña en su inconsciente tiene un saber
sobre la imposibilidad de obtener bebés del padre, porque en medio está la madre,
lo que es causa de ansiedad en relación con ella.

Con relación a la ansiedad, en el texto El destete, la autora se refiere al caso


clínico de una niña a quien se le suspendió el biberón, y alude el desespero que le
siguió:

Perdió el apetito, no quería comer, se apegó más y más a la madre, preguntando


constantemente si la quería, si se había portado mal. (…) Su análisis reveló que su
desesperación se debía al temor de que la madre se muriese o al temor de que la
madre la castigase cruelmente por su maldad. Lo que consideraba su "maldad"
eran sus deseos inconscientes pasados y presentes de que la madre se muriese.86

La autora concluye en el análisis de este caso, cómo la ansiedad de la niña se


debió a que los temores persecutorios, derivados de la imaginarización del “pecho
malo”, no fueron superados. Aunado a ello, refiere una conducta neurótica en la
madre, causante de un estado de ansiedad en la pequeña, con lo que se deriva,
una consecuencia psíquica en la hija, producida por un comportamiento de la
madre.

De otro lado, Kleín también se refiere a la identificación que la niña hace con la
madre y que deriva en la configuración del superyó en la niña, un superyó, que al
decir de la autora, es cruel:

Desde la temprana identificación con la madre, en la niña se originan celos y odio


y se forma un superyó cruel extraído de la imago materna. El superyó que se

85 Ibíd.
86 Ibíd.

48
desarrolla en esa etapa por una identificación paterna puede ser también
amenazante y causar ansiedad, pero nunca parece alcanzar las mismas
proporciones que las que derivan de la identificación materna.87

De lo rastreado en los textos citados de Kleín, se infiere una relación madre - hija
que anuda diversos afectos: de un lado para la niña, la madre está dotada de un
poder mágico, proveniente de su pecho bueno y de su cuerpo en tanto contiene el
pene del padre y los bebés; pero así mismo, esto despierta los celos y odio hacia
su madre. De otro lado, la niña experimenta ansiedad en relación a su madre y al
mismo tiempo un proceso de identificación a la imago materna que deriva en un
superyó cruel. A la luz de las teorías de Melanie Klein, hay suficiente motivos
imaginarios para suponer que la relación de la hija con la madre no sea la mejor.

En referencias anteriores en este capítulo se ha hecho alusión a la hostilidad u


odio dirigida por la madre hacia la hija, casi siempre derivados del descubrimiento
de la mujer que emerge en ella. En Klein, se habla del odio que despliega la hija
hacia la madre, apuntalado en la frustración oral que ha experimentado de la
madre, a lo que le añade su fantasía de que la madre toma el pene del padre,
pene que desea para ella. Aunque situadas desde perspectivas diferentes, hay
una dimensión hostil en la relación madre -hija que al parecer no podría
considerarse exclusiva de una u otra, siendo posible aventurar, para su
instauración, la existencia de una motivación inconsciente que compete al amor y
a la sexualidad, bien porque la madre percibe su despertar en la hija y ello la lleva
a rivalizar con ella, o bien, porque la niña imagina en la madre un obstáculo para
acceder al padre como objeto de amor.

No se agota en estos planteamientos los desarrollos de la obra kleiniana sobre la


madre, no obstante, en la necesidad de acotar puede ser prudente hacer un corte,
para servirnos de otro autor que también, en el campo del psicoanálisis, se ha
ocupado de la madre, se trata de Winnicott.

87 Kleín, Melanie, Estadíos tempranos del conflicto edípico, 1928, disponible en:
http://www.elortiba.org/mklein/melanie.Klein.6.9.htm consulta, marzo de 2014

49
En su texto Los Bebés y sus madres, se refiere a ella como “la madre de devoción
corriente”88 nominación que deriva de observar lo que hacen, “por el simple hecho
de que cada una de ellas realiza con devoción la tarea a su cargo, que consiste en
cuidar un niño…”.89 Llama la atención que denomine tarea al cuidado que del hijo
hace la madre y que a la vez la califique a ella como “el sostén, la base para lo
que gradualmente se convierte para el niño en la experiencia de ser”.90

Este autor se refiere a la madre de una manera aparentemente simple al reducirla


al cumplimiento de una tarea derivada de su condición de madre, no obstante, le
atribuye una función que va más allá de la devoción en el cuidado, parafraseando
al autor, puede afirmarse que la madre es el sostén, vía el cual el niño incorpora
una experiencia de ser, proporcionándole la vivencia integradora de su cuerpo y
una buena base para la salud mental91.

Introduce con ello un elemento que no estaría situado del lado de una tarea de
cuidado, sino del orden de lo psíquico. El sostén es el puntal de la integración
psíquica del bebé, así obtiene los recursos para enfrentarse al mundo. Por ello el
autor considera a la madre cómo “la base de la fuerza de carácter y de la riqueza
de la personalidad en el individuo”92 y asocia a la existencia de salud mental en el
niño, la provisión de un ambiente facilitador: “La madre es ambiente facilitador que
ejerce las funciones maternas de sostén (holding), en la crianza del niño”93.
Nótese una concepción de la madre que la define cómo ambiente facilitador y,
ante el desvalimiento del pequeño, le confiere una función de protección y apoyo.

El autor también señala una función de la madre asociada a la lactancia natural,


considerada la primera forma de comunicación en la diada madre - lactante, a la
que Winnicott le atribuye un carácter particularmente intenso

88 Winnicott. D.W. “La madre de devoción corriente”, En: Los bebés y sus madres. Ed. Paidós,
Buenos Aires, Argentina, 1989, p.20
89 Ibíd., p. 19.
90 Ibíd., p. 24.
91 Ibíd., p. 23.
92 Winnicott, D.W. “La lactancia natural como una forma de comunicación”. En: Los bebés y sus

madres. Ed. Paidós, Buenos Aires, Argentina, 1989, p.43


93 Lacruz Navas, Javier, Donal Winnicott Vocabulario Esencial. Colección El Gesto espontáneo N°

1, Ed. Mira editores S. A., Zaragoza, 1911 disponible en:


http://elgestoespontaneo.com/html/vocabulario/m.html. Consulta, marzo de 2014

50
Esta experiencia primordial con la madre, deriva de otra función materna, que
Winnicott denominó “presentación objetal” por medio de la cual la madre introduce
a su bebé en el campo de la cultura. En el texto La lactancia natural como una
forma de comunicación,94 el autor establece tres funciones maternas:

La primera ya señalada que tiene que ver con el holding: traducido también como
dependencia, la madre cumple una función con el niño dependiente, es su sostén.

Una segunda función a la que denomina manipulación, referida al cuidado del


cuerpo del niño y sus funciones, sobre la cual anota, favorece la personalización
del bebé.

Y una tercera función denominada presentación objetal.95

Sobre esta última Winnicott establece la teoría del objeto transicional, que alude a
un objeto que crea el niño, no se trata de un objeto alucinatorio, sino de un objeto
que ya estaba en la realidad. “Un objeto llamado transicional, en tanto soporta un
movimiento que origina la simbolización: ausencia-presencia; mío, tuyo; integrado,
no-integrado, adentro-afuera”96 y, aunque este no es dado por la madre, será el
símbolo que favorece la unión y separación de ella, será ese objeto el que
acompañe al bebé en ausencia de la madre.

Podría inferirse entonces la importancia del objeto transicional, a la hora de


ocuparse de la madre, subrayando como elemento nuevo en este recorrido, la
simbolización que a través del objeto transicional el niño hace de los opuestos, a
propósito de la presencia - ausencia de la madre. Así la madre aunque cumple
una función de sostén, puede ser sustituida por un objeto, que es el objeto
transicional.

94 Winnicott, Los bebés y sus madres. Paidós, Buenos Aires, 1989


95 Función materna que habilita en el niño la capacidad para relacionarse con los objetos.
Corresponde al campo de los fenómenos transicionales, en los que la madre introduce al niño en
los intercambios simbólicos con su entorno. Lacruz Navas, Javier, Óp. cit.
96 Larotonda, Paula. El Jugar de Winnicott. Disponible:

http://www.slowmind.net/albertalbert/winnicott.pdf, consulta, marzo de 2014

51
Puede señalarse de Klein y Winnicott, dimensiones diferentes referidas a la
madre: mientras para Klein la madre es imaginarizada como un pecho, fantasía
que deviene en su imaginarización como un objeto bueno o malo; en Winnicott, se
subraya una madre que es sostén emocional para el niño y que aporta la
instauración de lo simbólico, favoreciendo su relación con los objetos.

Así mismo hay puntos de encuentro en estos dos autores referidos, por ejemplo, a
cierta percepción de cuidado proveniente de la madre asociada a la experiencia
primordial de amamantamiento, no obstante, también afirman una función de la
madre fundante del desarrollo psíquico y de la salud mental vía la inscripción de
impresiones y el sostén emocional, ambos coadyuvantes en el establecimiento de
las relaciones sociales.

Según lo señalado, podría decirse que la madre transmite elementos de orden


psíquico y afectivo que le permiten al niño relacionarse en el mundo y enfrentar las
vicisitudes que ello implica. Mientras las ciencias sociales ponen el énfasis del
análisis de la madre en consideraciones de tipo social y cultural, que se opone a la
naturalización de su función materna, el psicoanálisis, a la luz de lo planteado por
Klein y Winicott, orienta el análisis de la madre en su relación con la hija hacia
aspectos relacionados con la configuración del psiquismo, derivados de la
actuación y presencia o ausencia de la madre.

En este sentido, los aportes de Klein y Winnicott, referidos a la madre, pueden


situarse en el horizonte planteado por el padre del psicoanálisis, cuando dice en
La Interpretación de los sueños, la madre, “es la hospedera que da la vida, da al
que vive el primer alimento […] En el pecho de la mujer coinciden el amor y el
hambre. La madre conjunta la satisfacción de la necesidad y el amor”.97

No se sugiere con lo anterior una igualdad en los planteamientos conceptuales y


desarrollos teóricos de los tres autores, pero sí un sentido que permite afirmar la
presencia de un orden biológico en la madre, pero además y fundamentalmente
un orden psíquico del cual se desprenden consecuencias que ya no podrán ser

97 Freud, Sigmund. “El material y las fuentes del sueño”. Vol. IV (19OO) Amorrortu editores, p. 219

52
explicadas exclusivamente en el orden biológico porque inauguran un registro otro
que Klein llama impresiones; Winnicott, sostén y Freud, cómo veremos más
adelante, nombra como huellas mnémicas y, en cuyo contexto, articula el deseo,
el amor y la sexualidad, instituyendo con ello tal vez la más y profunda diferencia
con los postulados revisados en los otros dos autores.

El recorrido realizado permite afirmar que la relación madre - hija, en algunos


campos del saber en las ciencias humanas, está apuntalada en la concepción
sobre la madre y acentuada en roles, funciones, estereotipos o ideales que de ella
se esperan. Además, puede concluirse la presencia de una dimensión en la
madre, que la escinde de la mujer, imponiéndose en determinadas circunstancias
un actuar sin límite, sobre todo cuando se trata de la presencia de otra mujer que
la rivaliza, o del amor de un hombre en la vida de la mujer, desatando muchas
veces hostilidad y rivalidad en la relación madre-hija.

Gran importancia reviste en este recorrido el conocer sobre un campo que por la
naturaleza de su quehacer, queda por fuera en el abordaje señalado, lo que
permite considerar la relación madre-hija, destacando los aportes específicos de
una disciplina como el psicoanálisis; reconociendo además, que no son simples
los atajos a afrontar en el propósito que orienta esta investigación, y con el
compromiso implicado de asegurar por lo menos un buen decir en lo que atañe al
desenmarañar algunos de los resortes que anudan la relación madre hija y en ella
las consecuencias psíquicas que tiene para algunas mujeres la relación con su
madre.

53
2. CAPITULO DOS: SOBRE LA MADRE EN FREUD

2.1 La madre: de la función social al acontecimiento psíquico

En el estado de la cuestión se expuso lo que del mito y algunos cuentos infantiles


se extrajo acerca de la madre y, de igual manera, lo formalizado por autores como
Melanie Klein y Winicott sobre lo que es una madre y las consecuencias que esto
tiene para un hijo. En este recorrido por las diferentes tradiciones mitológicas,
cuentos y saberes disciplinarios, se lograron discernir representaciones, roles y
funciones que caracterizan imaginarios e ideales socioculturales sobre la madre y
lo que de ella se espera.

Asimismo, se hallaron referencias que escinden a la madre y a la mujer, donde de


la primera se espera un comportamiento orientado al cuidado y protección
irrestricto; no obstante, esta expectativa social se quiebra y encuentra horizontes
que alejan a la madre de ese deber ser, siempre que ella es atravesada por la
mujer que la habita, la cual emerge en el contexto específico del despertar sexual
de la hija, o en relación a un hombre amado por ella, según pudo observarse en la
tragedia de Medea, en Blancanieves y Malinalli.

Guiados por la pregunta ¿Qué consecuencias psíquicas tiene para algunas


mujeres la relación con su madre? Nos ocuparemos ahora de la concepción que
sobre la madre ha propuesto el psicoanálisis, en tanto siendo este el saber
disciplinar en el cual se inscribe la presente investigación, es pertinente acudir a
sus planteamientos.

Este capítulo se ha construido a partir de los conceptos e ideas que propone


Freud respecto a la madre y a las consecuencias psíquicas que tiene para algunas
mujeres la relación con su madre. No se olvida que otros autores, en el
psicoanálisis, se han ocupado de este mismo tópico, pero metodológicamente se

54
ha optado por examinar con el cuidado y la profundidad necesaria los desarrollos
freudianos al respecto, en tanto éstos constituyen el fundamento de las
conceptualizaciones de otros autores.

Es necesario subrayar que Freud plantea ideas sobre la madre en el contexto del
análisis de los sueños de sus pacientes y de casos singulares en los que recibió a
varones y mujeres que acudieron a verle presentando diversos síntomas. Esto
supone que la madre se asume como un hecho clínico y por ser un hecho clínico,
permite diferenciar la madre como acontecimiento psíquico, de la madre como
acontecimiento natural y como función social.

La madre, tal como Freud se ocupa de ella, es el fundamento de acontecimientos


psíquicos. Se constituye en el foco del surgimiento, consolidación e institución de
aspectos que resultan indispensables cuando se examina lo psíquico tal como el
psicoanálisis lo formaliza y propone. Como se verá en el desarrollo de este
capítulo, la madre, más que un personaje, es una función en la cual Freud articula
el deseo, el amor y la pulsión. En cada uno de estos registros, la madre posee
una connotación diversa. De otro lado, resulta también importante anotar que no
hay función simbólica de la madre sin función del padre, a lo que se puede
agregar que en algunos contextos se podría suponer que no hay madre sin mujer
ni padre sin hombre.

2.2 Madre, deseo, amor y pulsión

A partir del desarrollo de la obra freudiana, es posible el planteo que refiere cómo
de la madre se derivan consecuencias psíquicas en términos de deseo, de amor y
de pulsión. Para comprender esto acudimos a la experiencia de satisfacción según
se presenta en “La vivencia de satisfacción”,98 texto en el que Freud describe la
vivencia de satisfacción como un proceso en el que las alteraciones endógenas

Freud, Sigmund. “La Vivencia de satisfacción”, en: Proyecto de Psicología, Vol., I, Bs. As.,
98

Amorrortu Editores. p. 363

55
se descargan a través del grito y el pataleo del niño, requiriendo de una acción
específica que cancele el estímulo interno y satisfaga la necesidad, lo cual precisa
de condiciones externas, esto es del cuidado del Otro. Esta experiencia sucede a
través de tres procesos en el sistema psíquico: la descarga (el berreo), la
investidura del objeto (proveer el alimento) y, un movimiento corporal asociado a la
descarga.

En La Interpretación de los sueños,99 se alude a esta misma experiencia que


ocurre gracias a la perfección alcanzada por el aparato psíquico, el cual
inicialmente obedecía a un afán de mantenerse exento de estímulos, logrando por
vías motrices descargar la excitación sensible que le llegaba desde fuera. Pero,
como muy bellamente anota Freud, “el apremio de la vida lo asedia” 100 y devienen
desde el interior necesidades como el hambre y la sed que pugnarán por la
descarga. Un elemento notable de esta vivencia es la percepción acerca de la
nutrición, cuya imagen mnémica queda asociada a la huella que dejó en la
memoria la excitación producida por la necesidad.

La próxima vez que esta última sobrevenga merced el enlace así establecido, se
suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de
aquella percepción (…) vale decir, restablecer la situación de la satisfacción
primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo.101

Freud adjetiva de psíquica la moción que surge a propósito del resurgimiento de la


necesidad en el contexto de un orden que ya no está más regulado por el
organismo. Esto significa que lo psíquico es un ámbito que, aunque tiene su punto
de partida en la satisfacción de una necesidad, no se restringe a la misma. Lo que
resulta valioso es la satisfacción como vivencia de la cual se desprenden
consecuencias que ya no podrán ser explicadas exclusivamente en el orden


Aunque Freud no se refirió al Otro con mayúscula, se asume aquí en el sentido planteado por
Lacan, según lo cual el Otro materno es con mayúscula, en tanto no se refiere exclusivamente a la
madre biológica.
99 Freud, Sigmund. “Acerca del cumplimiento de deseo” en: Sobre la psicología de los procesos

oníricos. La interpretación de los sueños (segunda parte) Vol. V, Amorrortu, editores, Bs. As., p.
557
100 Ibíd.
101Ibíd.

56
biológico, pues inauguran un registro-otro que Freud nombra como huellas
mnémicas y en cuyo contexto articula el deseo.

Este recorrido por la vivencia de satisfacción, permite afirmar que de la


prematuración psíquica y biológica, se desprenden consecuencias derivadas de la
intervención del Otro. Así se puede inferir que, el psiquismo y la inscripción
psíquica del objeto dependen del Otro. Y este Otro, “auxiliador ajeno”,102 como lo
llama Freud, no tiene que ser la madre biológica, sino un individuo experimentado
que pueda operar la acción específica, pero que en tanto responde de esa
manera, desempeña una función materna.

La respuesta de ese auxiliador ajeno da lugar a la configuración básica del deseo.


Ahora bien, esta no es la única consecuencia psíquica que suscita la madre. Freud
también articula la satisfacción de la necesidad con el amor y con la elección de
objeto. En una afirmación que consigna en “El material y las fuentes del sueño”,103
aludiendo a un sueño propio, nomina a la madre cómo quién da la vida y
proporciona el primer alimento y subraya que “en el pecho de la mujer coinciden el
amor y el hambre”.104

La anterior nota freudiana, permite establecer que la madre conjunta la


satisfacción de la necesidad y el amor. Sin el amor de la madre no es posible la
sobrevivencia del niño. Una ilustración empírica de esta afirmación, se obtiene del
llamado “síndrome de hospitalismo”, estudio en el que el psiquiatra René Spitz
descubrió que, no obstante estar bien atendidas las necesidades biológicas,
muchos niños morían, porque les faltaba el amor de la madre.105

102 Freud, Sigmund. “La Vivencia de satisfacción”, en: Proyecto de Psicología, Vol., I (1895) Bs.
As., Amorrortu Editores, 1992, p. 362
103 Freud, Sigmund. “El material y las fuentes del sueño”. En: Interpretación de los sueños (primera

parte) Volumen IV (19OO) Amorrortu editores, Bs. As.,1992, p. 218


104 Ibíd.
105 Rodríguez Bausá, Luis. El síndrome de hospitalismo: la revolución cultural de los bebes.

Artículo: http://atempramv.blogspot.com/2012/09/sindrome-de-hospitalismo.html Consulta: octubre


de 2013

57
Además de la satisfacción y del amor, una deriva a la que acude Freud compete a
la sexualidad apuntalada en la experiencia de satisfacción. Al alimentarse del
pecho materno, el niño goza de una satisfacción sexual que después buscará una
y otra vez, en la actividad del chupeteo, el cual está inscrito a las exteriorizaciones
de la sexualidad infantil.106 El desvalimiento del niño, su condición de incapacidad
para proporcionarse a sí mismo los cuidados requeridos para la preservación de la
vida, dan lugar al surgimiento de un registro que ya no tendrá que ver
exclusivamente con el deseo y el amor, sino también con la sexualidad. Cuando
Freud se refiere a la sexualidad, otorga un papel a la madre que se ilustra en la
siguiente cita:

El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de
excitación y de satisfacción sexual a partir de las zonas erógenas y tanto más por
el hecho de que esa persona, por regla general la madre, dirige sobre el niño
sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece y
claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho107

Esta dimensión de la madre es diversa de la madre examinada a propósito de la


experiencia de satisfacción. Para fundamentar esta aseveración se pueden
examinar los elementos que Freud ingresa cuando se trata de la sexualidad en la
cita recién establecida. En primer lugar, al parecer no se coloca en primer término
la necesidad, sino el trato, según la expresión freudiana, trato, que por el contexto,
se puede entender como el contacto con el cuerpo y del cual extrae excitación y
satisfacción sexual, situado ya no en el orden de la necesidad orgánica, sino en el
campo de la sexualidad.

Desde esta perspectiva, es posible establecer una diferencia sustancial entre


sexualidad y deseo. El deseo, tal como Freud lo examina a propósito de la
experiencia de satisfacción, supone la respuesta del Otro en calidad de auxilio
exterior, la presencia de huellas mnémicas y el retorno de la necesidad. La

106Freud, Sigmund. “Exteriorizaciones de la sexualidad infantil”. En: Tres ensayos de teoría sexual y otras
obras. Vol. VII (1901-1905) Amorrortu Editores, Bs. As., p. 166
Freud, Sigmund, “El hallazgo de objeto”, En: Las metamorfosis de la Pubertad (1905), Obras
107

Completas, Vol. VII, Amorrortu editores. Bs. As., 1992, p. 203

58
sexualidad en cambio, implica el contacto con un cuerpo y una presencia del Otro
que no se agota en su respuesta a una necesidad.

Vía la función de satisfacción, Freud introduce la noción de pulsión sexual, la cual


se apuntala al principio en la satisfacción de las pulsiones yoicas, (pulsiones de
conservación de sí) y solo más tarde se independiza de ellas. Cuando se trata de
la pulsión, Freud no hace referencia a huellas mnémicas, tal como sucede cuando
se ocupa del deseo. Pone en primer término un cuerpo tocado, dotado de zonas
erógenas de las que obtiene satisfacción sexual como consecuencia del contacto
proporcionado por la madre. Podemos decir, a partir de los planteamientos
expuestos, que una cosa es la madre vinculada como Otro en el orden del deseo y
el amor, y otra cosa es la madre cuando se trata de la pulsión.

2.3 El deseo una moción vinculada al amor del Otro que habla

En el contexto de esta investigación, resulta indispensable establecer cuáles son


los aspectos centrales y decisivos de la madre, aspectos que pueden ser
discernidos y examinados, por ejemplo, en el texto “el hallazgo de objeto”,108
donde Freud se refiere a la madre de la siguiente manera:

La madre despliega sentimientos que brotan de su propia sexualidad, su ternura


expresada en besos y caricias tiene efectos sobre la zona genital del niño, no
obstante la madre juzga su proceder como un amor “puro”, asexual. La madre con
su amor provoca efectos en el hijo no imaginados por ella, lo que no ha de ser
motivo de reproche en tanto solo está enseñando al niño a amar. Enseñanza que
supone para el hombre la consumación en su vida de “todo aquello hacia lo cual la
pulsión empuja a los seres humanos”.109

108 Ibíd.
109Ibíd., p. 204

59
Tenemos en la cita evocada, que los sentimientos maternos de ternura tienen su
fuente en la sexualidad y por tal razón sus caricias no están exentas de cierto
apasionamiento, razón por la cual siempre queda como pregunta ¿qué transmite
una madre mediante estos contactos físicos? Digamos que transmite su presencia
calurosa y tranquilizadora, pero también puede transmitir en ese cuerpo a cuerpo
la posible zozobra que la embargue, los temores que la pueden estar asaltando,
sus frustraciones o alegrías. En todo caso, lo que se espera de estos contactos, es
fundamentalmente que la madre transmita el amor, que le enseñe a amar al hijo,
que le transmita la importancia de la suavidad y de la delicadeza en el trato.

A propósito de la presencia de la pulsión sexual en el contacto físico de la madre


con el niño, Freud anota: “[…] sabemos que la pulsión sexual no es despertada
sólo por excitación de la zona genital; lo que llamamos ternura infaliblemente
ejercerá su efecto un día también sobre las zonas genitales”. 110 De las dos
referencias establecidas, se deduce que la madre es en primera instancia la
portadora de unos afectos que son transmitidos por la vía del cuerpo y de la
palabra, pues no hay contacto físico con el niño sin palabra de amor o también sin
que se reprendan sus comportamientos inapropiados.

Lo anterior quiere decir que la madre no solo deberá cumplir una función nutricia y
preservadora de la vida, sino que a través del cuidado del cuerpo ella también
transmite algo del orden de la sexualidad y, en tal sentido, “deviene la primera
seductora del niño”.111 Conviene anotar que el primer objeto erótico del niño es el
pecho materno, cuya zona erógena está asociada a la conservación de la vida, y
engendra el amor apuntalado en la necesidad de nutrición, pero, como ya se ha
señalado, también el deseo, la pulsión y la sexualidad.

Según la lógica expuesta, es posible establecer dos dimensiones que se


fundamentan en condiciones diversas, lo que no quiere decir que sean

110Ibíd.,
p. 203
111Freud, Sigmund. “Una muestra de trabajo psicoanalítico”. En: Esquema del Psicoanálisis.
Volumen XXIII, (1938) Amorrortu editores, Bs.As., 1991, p. 188

60
excluyentes. De un lado, el deseo como producto de la respuesta amorosa de una
madre, esto quiere decir que la constitución del deseo como moción, se vincula
con el amor del otro, pero además con el hecho según el cual, el otro habla. Si no
estuviera inscrito en el lenguaje, no podría otorgarse a la llamada del niño por
medio del grito o del llanto, una interpretación que sostenga la respuesta de la
madre.

Otra cuestión que se pone en juego cuando la madre presta al niño los cuidados
de los cuales depende para vivir, es que por esa vía ella, si en efecto el niño ha
llegado a ser algo entrañable, transmite un deseo gracias a lo que representa. No
se desea un niño por lo que es, sino por lo que representa y entre las cosas que
un niño puede representar, está ser el objeto que vino a colmar un vacío, razón
por la cual se le esperará con expectativa y se dirá que fue un niño buscado, lo
que significa que ya contaba con un lugar desde antes de nacer.

En las condiciones de instalación y surgimiento del deseo, se encuentra el amor


del otro, que es un ser de lenguaje. Pero dentro de esta lógica, también entra en
escena la sexualidad y la pulsión y, con ello, la sexualidad del otro y la
erogenización. Así se comprende como en un principio el estímulo de la zona
erógena mediante las caricias, que ojalá no sean exageradas, aparece asociada a
la conservación de la vida, pero luego la caricia y cuidados de la madre inauguran
el cuerpo del niño como una zona erógena. Anota Freud “Este placer de zonas
erógenas lo adquirió con asistencia de la persona que lo cuidaba, la madre”.112

Según lo expuesto hasta ahora, puede aducirse que la relación con la madre
supone consecuencias que competen a la preservación de la vida, a la
experimentación del amor y del deseo, asimismo a la erogenización del cuerpo, lo
que supone un encuentro con la sexualidad. Estas consecuencias se derivan de la
experiencia de satisfacción.

112Freud, Sigmund. Análisis de la fobia de un niño de cinco años, a propósito de un caso de


neurosis obsesiva, Volumen X, (1909), Amorrortu editores, BS. As., 1992, p. 89

61
Es preciso señalar que las consecuencias psíquicas de la relación con la madre,
operan tanto para el niño y como para la niña, razón por la cual es necesario
dilucidar algo de lo que acontece en la relación de la madre con el hijo varón y
establecer sí hay un punto que dé lugar a una confrontación de lo que ocurre en la
relación con la hija.

2.4 La madre el primero y más intenso objeto de amor

Freud, en su obra Moisés y la religión monoteísta, alude a la madre como quien no


sólo nutre, sino también cuida, y provoca sensaciones corporales tanto
placenteras como displacenteras,113 referencia que indica una dimensión de la
madre que la sitúa en una función de cuidado, pero también del lado de lo
subjetivo al referirse al placer y displacer que ella provoca. Anota Freud: “En estas
dos relaciones arraiga la significatividad única de la madre, que es incomparable y
se fija inmutable para toda la vida, como el primero y más intenso objeto de
amor…”.114

Sí esta significatividad de la madre tiene soporte en la relación placer-displacer, y


se fija inmutable para toda la vida, es necesario aclarar algo sobre estos dos
términos:

Al aludir al principio de placer,115 Freud refiere un modo de trabajo primario del


aparato anímico el cual funciona ligando el elemento displacentero, lo que supone
una repetición. Este principio funciona como regulador al ligar la energía libre que
circula posibilitando la descarga. Es relevado por el principio de realidad, que ya
no propone una satisfacción inmediata, sino un aplazamiento, si obtenerla
implicara riesgos.

113 Freud, Sigmund, “Moisés y la religión monoteísta”. Vol. XXIII, Amorrortu editores, segunda
reimprensión, 1991, Bs. As., p. 188
114 Ibíd.
115 Freud, Sigmund. Más allá del principio del placer y otras obras, Vol. XVIII (1920-22), Bs.As.

1992, p. 7

62
El principio de placer es la forma de trabajo de las pulsiones sexuales, las cuales
surgen apuntaladas en la satisfacción de la necesidad, por ejemplo, la madre al
amamantar al bebé, con su pezón erogeniza la boca de éste en el acto mismo del
chupeteo, en el cual el niño goza dando lugar a una pulsión oral, lo que marca su
inscripción en el autoerotismo.

Hecha la anterior alusión a los términos placer y displacer, se retoma la cita recién
establecida y de ella se subraya la idea según la cual, “la significatividad de la
madre se fija inmutable para toda la vida, como el primero y más intenso objeto de
amor” a lo que se le añade otra anotación en la que Freud refiere:

El amor infantil es desmedido, pide exclusividad, no se contenta con parcialidades.


[…] este amor carece propiamente de meta, es incapaz de una satisfacción plena,
y en lo esencial por eso está condenado a desembocar en un desengaño y dejar
sitio a una actitud hostil.116

Sí el primer objeto de amor es la madre, ¿puede interrogarse por la existencia de


algo específico en la relación madre-hija que no se presenta en la relación con el
hijo varón? En la vía de dilucidar algo en este sentido se trae una cita de Freud,
refiriéndose al poeta Goethe en relación con su madre:

Cuando uno ha sido el predilecto indiscutido de la madre, conservará toda la vida


ese sentimiento de conquistador, esa confianza en el éxito que no pocas veces lo
atrae de verdad. Goethe habría tenido derecho a iniciar su autobiografía con una
observación como esta: «Mi fuerza tiene sus raíces en la relación con mi
madre».117

Nótese una observación que sitúa en los privilegios que la madre muestra hacia el
hijo, la confianza y fuerza para albergar un sentimiento favorecedor de éxitos en la
vida. Podría decirse, según esta anotación freudiana escenificada en el poeta
Goethe, que la madre, en los casos en que funciona como madre simbólica, es
decir, contando con un más allá entre ella y el niño, lo cual equivale a consentir

116 Freud, Sigmund. “Sobre la sexualidad femenina” (1931) , Vol. XXI, Amorrortu editores, Bs.As.
1992, p. 233
117 Freud, Sigmund. ”Un recuerdo de infancia en poesía y verdad”. Vol. XVII, Amorrortu editores, 3ª

reimpresión, Bs. As., 1992, p. 150

63
una mediación, cumple una función en el psiquismo del hijo favorable para la
autoconfianza y logros a lo largo de su vida.

La anotación recién establecida, hace inevitable adelantar un planteamiento


realizado en este capítulo en el apartado que refiere a la madre y algunos
síntomas en el hijo varón, con el propósito de establecer un contrapunto de lo aquí
expresado con una anotación que de Freud se consigna allí, según la cual, “la
ternura profesada por la madre al hijo, produjo en este una nerviosidad para toda
la vida”.118

Mientras en ese apartado se referirá a una nerviosidad en el hijo causada por la


ternura de la madre, en la cita recién establecida, se alude es a los beneficios que
puede obtener el hijo cuando ha sido el predilecto de la madre. Lo que llama la
atención es que en uno u otro caso, los afectos de la madre, aunque situados del
mismo lado, derivan en consecuencias contrarias para el hijo.

2.5 Relación parental

En la obra freudiana, es posible situar algo de lo que se produce en la relación con


el hijo varón, derivado de la relación con la madre en el contexto particular de la
relación parental donde ella, la madre, también es esposa. Un pasaje extraído de
La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna,119 arroja luces sobre lo que
puede acontecer en la relación parental:

[…] las mujeres, digo, bajo las desilusiones del matrimonio contraen neurosis
graves y que las perturban toda la vida […] La mujer neurótica, insatisfecha por su
marido, es hipertierna como madre e hiperangustiada hacia el hijo, sobre quien

118 Freud, Sigmund. “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, en: El delirio y los sueños
en la Gradiva, Volumen IX (1906-08), Amorrortu editores, Bs. As., 1992, p. 180
119 Ibíd., pp. 174 y 180.

64
transfiere su necesidad de amor, así le despierta una prematura madurez
sexual.120

Nótese cómo en este pasaje se introduce una noción que no había sido señalada
hasta ahora, y es un exceso de ternura que la madre dirige hacia el hijo, producto
de una insatisfacción en la relación con el marido, insatisfacción que produce una
manifestación hipertierna hacia el hijo en quién deposita toda su necesidad de
amor, provocando una madurez sexual prematura. En el estado de la cuestión se
anotó, tanto en Medea como en el relato de Malinalli, un comportamiento en la
madre derivado de la intervención de un hombre, con efectos fatales para los
hijos.

Medea pierde el amor de Jasón y se venga en sus hijos; la madre de Malinalli,


recibe una propuesta de matrimonio, y se deshace de su hija. Sugiere ello un
comportamiento de la madre influenciado por la mujer cuando la madre está en
relación con un hombre que es amado por ella, es decir, cuando la madre se sitúa
como una mujer.

En la cita recién establecida, Freud refiere la presencia de un hombre, pero que no


satisface a la mujer, y ello desencadena un comportamiento hipertierno en la
madre con respecto al hijo. Ahora bien, es necesario subrayar cómo esta
hiperternura de la madre se deriva de la relación de la mujer con el marido, que al
decir de Freud, produce una neurosis grave en ella, con las consabidas
consecuencias en la sexualidad del hijo.

En el apartado anterior se hizo referencia a una función importante de la madre en


la preservación de la vida, del amor, en la configuración del deseo y la sexualidad.
Nótese ahora, una dimensión de la madre que la hace responsable de una
afectación en el hijo, al prodigarle una ternura excesiva. En Tótem y Tabú, Freud
anota que la hiperternura es común en la neurosis, en especial en la neurosis
obsesiva. Esta “Aflora donde quiera que además de la ternura dominante existe

120 Ibíd.

65
una corriente contraria, pero inconsciente de hostilidad; vale decir, donde se
realiza el caso típico de la actitud ambivalente de sentimientos”.121

Llama la atención la alusión a la hostilidad inconsciente que subyace en la ternura.


Si la neurosis supone la presencia de dos afectos contrarios como la ternura y la
hostilidad, podría preguntarse, en la cita anterior, ¿qué hostilidad tiene lugar en la
manifestación hipertierna hacia el hijo?

Si se ha dicho que la insatisfacción de la mujer causada por el marido, favorece su


insatisfacción neurótica y que además le produce un exceso de ternura que dirige
al hijo, podría inferirse que ese exceso habla de la hostilidad hacia el marido, la
cual oculta en el amor que profesa al hijo. Esta deducción puede tener lugar
cuando en la cita recién nombrada, Freud se refiere a la neurosis como un estado
que aflora cuando tiene lugar una actitud ambivalente de sentimientos. Para una
mejor comprensión, se propone una definición del término «ambivalencia»
acuñado por Bleuler (1910& 1911) una de cuyas acepciones es referida como la
emocional: oscilación entre el amor y el odio.122

En el contexto que nos ocupa, podría decirse, que la mujer insatisfecha por su
marido es presa de un sentimiento ambivalente, de un lado alberga hostilidad
hacia el marido y de otro lado, amor excesivo hacia el hijo, lo que sugiere que no
se trataría entonces de un sentimiento de amor exclusivo de la madre; se trata
también de la mujer en quien habita la hostilidad cuya expresión consciente es un
exceso en la ternura que dirige al hijo, revelando de alguna manera que la relación
de una madre con su hijo, se encuentra a su vez en un contexto muy preciso: la
relación con el hombre, con el marido. Lo que resulta singular es que la
insatisfacción con este marido se traduzca en hiperangustia hacia el hijo. De otro
lado, anota Freud:

La desavenencia entre los padres, sobre estimula la vida afectiva del niño, le hace
sentir intensamente amor, odio y celos a la más tierna edad […] semejante

121Freud, Sigmund. Tótem y Tabú. Vol. XIII, (1913) Amorrortu editores, Bs. As., 1991, p. 55
122Freud, Sigmund. “Pulsiones y destinos de pulsión” En: Contribución a la historia del movimiento
psicoanalítico. Vol. XIV (l914), Amorrortu editores, Bs. As., 1975, Nota de pie de página, p. 126

66
conflicto a esa edad contiene todo lo que se requiere para la causación de la
nerviosidad por toda la vida.123

Se halla así un nexo entre la relación de los padres, expresada bien sea en la
insatisfacción sexual, cómo recién se anotó, o en desavenencia, con el despertar
de afectos como amor, odio y celos conducentes a la nerviosidad en el hijo.

Hasta lo que se lleva del texto Freud se refiere a la pareja parental de dos
maneras: de un lado, la insatisfacción de la madre en el contexto de la relación
con el marido, lo que se traduce en una hiperternura hacia el hijo y le ocasiona a
éste hiperangustia, y de otro lado, habla de desavenencia, que no es lo mismo que
insatisfacción. La desavenencia supone la manifestación explícita de un conflicto o
desacuerdo, y la insatisfacción, es situada del lado de la sexualidad. Se trate de lo
uno o de lo otro, lo que Freud subraya es algo que compete a la relación entre los
padres y sus derivaciones en el hijo. Lo que permite plantear consecuencias
subjetivas para el hijo de dicha relación.

De lo planteado en este apartado se subrayan algunos aspectos, por su


pertinencia en el tema que nos ocupa. Podría decirse que la no relación sexual
entre los padres es el punto de partida de la nerviosidad del hijo, nerviosidad que
ha dicho Freud, “es por toda la vida”.124 (Por no relación sexual debe entenderse
una falta de armonía que no es contingente, sino estructural, en las relaciones de
pareja125, que el encuentro entre dos no es complementario, no es uno para el otro
y el otro para el uno. Quiere decir que siempre algo no anda del sexo, que el
cuerpo a cuerpo amoroso no une, que hay una soledad irreductible en el
encuentro amoroso, la soledad del goce que no complace al Otro). Asimismo,
destacar la anotación freudiana según la cual, la desavenencia entre los padres
despierta en el niño afectos como el amor, el odio y los celos, aspectos que Freud
vincula con el despertar temprano de la sexualidad.

123Freud, Sigmund. “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, en: El delirio y los sueños
en la Gradiva, Volumen IX (1906-08), Amorrortu editores, Bs. As., 1992, p. 180
124 Ibíd.
125 Gallo, Héctor, Jaramillo Ángela María, [et. al.] Introducción, En: Feminidades: sacrificio y

negociación en el tiempo de los derechos. Ed. Universidad de Antioquia, 2010, Introducción.

67
De otro lado, puede inferirse la presencia de una mujer en la madre; mujer que no
es sin el padre. A la vez que se subraya cómo éste ha de cumplir una función
mediante la cual el niño integre la castración, lo que permite el planteamiento
referido a lo ineludible de la función paterna en la constitución del sujeto, proceso
en el que tanto la madre como el padre cumplen una función destinada a reglar la
vida psíquica y sexual del niño.

2.6 La relación madre - hijo

Nos serviremos de algunos casos clínicos trabajados por Freud, donde se


evidencian los síntomas que en un hijo varón pueden producirse derivados de la
relación con la madre.

En su texto La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna, Freud refiere cómo


la hiperternura de la madre despierta en el hijo una prematura madurez sexual que
puede tender a producir en este un estado de angustia producto de la imposibilidad
para satisfacer su libido cuyo objeto es la madre.126 Referido a la madre como
objeto de la libido, en Análisis de la fobia de un niño de cinco años, anota Freud,
refiriéndose a estados de miedo en Juanito, “cuando él estaba con ese talante
elegiaco, la mamá lo acogía siempre en su lecho”.127

La aquiescencia de la madre al permitirle a Juanito ocupar el lecho tenía un efecto


tranquilizador en él, y esta acogida en el lecho materno estimuló la repetición de los
episodios de miedo en Juanito. Es pertinente anotar que repetición es un concepto
psicoanalítico propuesto por Freud128, en el que indica cómo el sujeto apunta al
placer en un esfuerzo de reencontrarlo, lo cual sólo puede manifestarse como
repetición inconsciente.

126 Freud, Sigmund. “La Moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” Óp. cit. p. 180
127 Freud, Sigmund. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Op. cit., p. 22
128 Freud, Sigmund, Más allá del principio del placer, Volumen XVIII (1920) Obras completas,

Amorrortu Editores, Bs. As., 1992, p. 19

68
La repetición alude a lo no dialectizable, lo que no se modifica, lo que no logra
asimilarse, eso que vuelve siempre al mismo lugar. Para Juanito el sentimiento de
miedo del que era presa, se repetía cada vez, porque ese miedo estaba “conectado
a una ganancia de otra índole”:129 el deseo y la excitación que implicaba ser
acogido por la madre en su lecho.

Juanito buscaba el cuidado y ternura de la madre y para ello se servía de


repetitivos episodios de miedo. Esto quiere decir que el miedo le proporcionaba
una ganancia secundaria, pues de no experimentarlo se perdía la posibilidad de
estar tan sumamente cerca de la madre. Mientras que en el caso referido en el
texto La moral sexual cultural, es un exceso de ternura en la madre lo que causa
la nerviosidad del hijo, en el caso de Juanito será un exceso de cercanía a la
madre, sin que el padre se haga sentir como transmisor de una ley simbólica.

Juanito ha percibido que el padre hace cosas con la madre que a él le están
prohibidas, pero, a pesar de esto, también siente ganas de hacer lo mismo, razón
por la cual siente miedo ya que podría sufrir alguna represalia. La cuestión es que
el padre no ve en esto problema y Juanito, por un lado, no entiende por qué el
padre es tan bueno y lo ama tanto que no se hace sentir pudiendo hacerlo y, por
otro lado, experimenta celos de él y rivalidad imaginaria. Este conflicto interno se
traduce en un síntoma que es el miedo, síntoma que transporta una satisfacción
en la repetición de insistir en estar en el lecho de la madre suplantando al padre.

En el caso “Juanito”, se encuentra cómo él a sus escasos tres años mostraba un


vivo interés por una parte de su cuerpo a la que llamaba “el hace pipí”.130 Apartes
de su caso son descritos por Freud así: En una ocasión preguntó a su madre si
ella también tenía una cosita de hacer pipí, curiosidad que expresa
manifestaciones del desarrollo sexual infantil; teniendo tres años y medio, la
madre sorprende a Juanito con la mano en el pene, ante lo cual le dice: “Si haces

129 Ibíd.
130 Ibíd., p. 8

69
eso, llamaré al doctor A., que te corte el hace-pipí. Y entonces, ¿con qué harías
pipí?”.131

La amenaza de la madre, parece no tener efectos en Juanito quien


desprevenidamente responde: “Con la cola”;132 sin embargo, esta intervención
materna no es sin consecuencias para Juanito, “porque es la ocasión en que
adquiere el complejo de castración”.133 Freud en una nota agregada en 1923 al
texto Análisis de la fobia de un niño, propone que al referirse a la castración ésta
sea asumida cómo “las excitaciones y efectos enlazados con la pérdida del
pene”.134 Juanito que manifestaba gran interés por esta parte de su cuerpo, recibe
de su madre palabras que le hablan de la posibilidad de perder tan preciada
“cosita” y si bien, en ese momento parece no tener efectos, ha anotado Freud,
cómo esas palabras significaron el encuentro con la castración, indicando ello un
efecto psíquico en el hijo derivado de la palabra materna.

Podría subrayarse, en el caso de Juanito, algunos aspectos que acontecen en la


relación con la madre: la admisión del niño en el lecho materno y la amenaza
inicial de llevarlo al doctor para que le sea cortado “el hace pipí”; a lo que se añade
otro decir de la madre cuando en una ocasión mientras aseaba a Juanito, éste le
pregunta ¿por qué no le coge la cosita? Y la madre le responde “porque es una
porquería”.135

Conjuntar estos elementos permite situar respuestas de la madre, que no son sin
consecuencias para el hijo, y que en este caso se manifiestan en una angustia. La
angustia es desencadenada tras un sueño en el que Juanito “se levanta llorando,
la mamá le pregunta por qué llora, y él dice: «Cuando dormía he pensado que tú
estabas lejos y yo no tengo ninguna mami para hacer cumplidos» (caricias)”. 136

131 Ibíd., p. 9
132 Ibíd.
133 Ibíd., p. 8
134 Ibíd., Nota de pie de página N° 4 (agregada en 1923) p. 9
135 Freud, Sigmund. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Óp. cit., p. 18
136 Ibíd., p. 22

70
La madre había permitido al niño dormir en su lecho, es decir le había hecho
cumplidos satisfaciendo así el deseo de Juanito; no obstante, aún en
circunstancias de satisfacción del deseo, la angustia permanece; pues fue la falta
de regulación por parte del padre lo que realmente produjo la angustia, es decir, el
no instaurar un límite entre Juanito y la madre.

Puede señalarse nuevamente, cómo la relación de la madre con el hijo está


mediada por la relación de ésta con un hombre, el marido, quién en La moral
sexual cultural, operando desde su impotencia para satisfacer a la mujer, produjo
en ella, como madre, un exceso de ternura hacia el hijo, desencadenando una
nerviosidad en él. Y en Juanito, opera la falta de límite del padre, es decir, éste no
se muestra ante Juanito como un hombre para la mujer, lo que aunado a la ternura
acogedora en el lecho por parte de la madre ocasiona la angustia en Juanito. Lo
que es necesario subrayar, es cómo en ambos casos, es la mujer en relación con
el marido quién desencadena efectos en el hijo.

Según lo expuesto puede acentuarse dos efectos de la madre en el hijo: uno


derivado de los cuidados que ella le profesa, que tienen su origen en la nutrición y
pasan por el tocamiento del cuerpo en funciones de cuidado, hasta el cariño y
ternura manifiestos. De otro lado, se plantea cómo la ternura conferida por la
madre al hijo, está en conexión directa con la relación de la mujer con el marido,
fundamentalmente cuando ella experimenta insatisfacción sexual.

Según la consideración anterior, bien puede plantearse el siguiente interrogante


¿Cuál ha de ser el proceder más apropiado de la mujer-madre respecto al cuidado
y afectos hacia los hijos?

El cuidado que implica tocamiento del cuerpo y la ternura, no son los únicos actos
maternos que se derivan en consecuencias para el hijo, también está el temor de
la madre, según se advierte en una referencia freudiana referida al tratamiento de
la histeria. En un niño que padecía de ataques, síntoma conocido como

71
hemianestesia, Freud advierte para el éxito en el tratamiento de esta afección, la
importancia de alejar al enfermo de su medio habitual, en tanto:

El susto o la simpatía de los progenitores acrecentarán la excitación o su


inclinación a producir síntomas más intensos (…) Por ejemplo, si un ataque se
produjo varios días seguidos a determinada hora, la madre regularmente lo
esperará en ese momento, con temor preguntará al niño si ya se siente mal, y de
ese modo asegurará el advenimiento del fenómeno temido”.137

Resulta extraño que una madre responda esperando lo temido en la relación con
el hijo, cuando se supone que las madres están dotadas del deseo de bienestar
cuando se trata del cuidado de sus hijos.

La madre cuida a su hijo y espera lo peor y dicha espera se articula con el


advenimiento de lo temido. La madre produce efectos: desencadenar con su temor
un ataque que entraña el malestar en el hijo. El temor es un revestimiento de una
expectativa que se orienta a lo peor. Freud vincula el advenimiento del ataque con
el temor de la madre y resulta singular la pregunta que precisa y coloca en la
madre en los siguientes términos: ¿“Ya se siente mal?”.138

En el caso referido el temor de la madre transmite algo que desencadena el


ataque en el hijo. Hay algo en ella que no se sitúa del lado del bienestar y que
tampoco se articula a la relación con el marido. La madre temerosa transmitirá al
hijo una señal que provocará el advenimiento de una nueva crisis, obligando su
presencia y cuidado.

137 Freud, Sigmund. “Observación de un caso severo de hemianestesia en un varón histérico”, Vol.
I, (1886) Amorrortu editores, Bs.As., 1992. p. 60
138 Ibíd.,

72
2.7 Hostilidad: ¿una consecuencia en la relación madre-hija?

Recién se hizo alusión a la triada amor, odio, celos, que la desavenencia entre los
padres provoca en el hijo. Estos afectos considerados como consecuencias
subjetivas de la relación parental, a su vez provocan impulsos hostiles de los hijos
hacia sus padres, tal y como lo demuestra la experiencia analítica de los sueños,
la cual permite a Freud comprender que desde temprana edad se abren
sentimientos hostiles que se expresan en una preferencia del niño hacia fantasear
la muerte del padre y en la niña, la muerte de la madre, como si cada uno viera en
el progenitor de su mismo sexo una amenaza en tanto competidores del amor. La
siguiente cita da cuenta de ello:

Los sueños de muerte de los padres recaen con la máxima frecuencia sobre el que
tiene el mismo sexo que el soñante; vale decir que el varón sueña con la muerte
del padre y la mujer con la muerte de la madre […] Dicho groseramente, las cosas
se presentan como si desde muy temprano se abriera paso una preferencia
sexual, como si el varón viera en el padre, y la niña en la madre, competidores en
el amor, cuya desaparición no les reportaría sino ventajas139

Puede aludirse a la cita para subrayar cómo el padre despierta en la niña la


preferencia sexual y ella a su vez, ve en la madre una competidora del amor. Sería
bueno que ella, la madre no estuviera. Así la competencia por el amor juega un
papel estructurante en la relación madre-hija, lo cual es posible por la presencia
del padre toda vez que la hija fantasea con su amor, lo que convierte a la madre
en su competidora. Mientras en la relación de la madre con el hijo varón, se
subrayó, el padre opera en tanto hombre que no satisface a la mujer, es la
institución de la madre cómo mujer, por parte del marido, lo que produce la
rivalidad de la hija hacia la madre, considerándola un ser estorboso.

No puede afirmarse que este sentimiento que considera a la madre un ser


estorboso, sea premeditado en la hija, es necesario entenderlo como elemento

Freud, Sigmund. “Sueños típicos”. En: El material y las fuentes del sueño. Vol. IV (1900)
139

Amorrortu editores, Bs. As,, 1991, p. 265

73
integrante de la neurosis, dice Freud que estos impulsos hostiles “afloran
conscientemente como representación obsesiva.140 Freud, alude a la competencia
de amor vinculado al carácter sexual, donde la hija pequeña ve en la madre a una
persona que le estorba su vínculo de ternura con el padre y ocupa un lugar que
ella muy bien podría llenar”.141 En el texto “El material y las fuentes del sueño”,
Freud condensa dos referencias en una cita que ilustra esta fantasía de la niña:

Una niña de ocho años que yo conozco aprovechó una oportunidad en que la madre
se ausentó de la mesa para proclamarse su sucesora: «Ahora quiero ser la mamá.
Karl, ¿quieres más legumbres? Tómalas, te lo ruego». Una niña de cuatro años, muy
dotada y muy vivaz, en quien es particularmente claro este rasgo de la psicología
infantil, declara sin ambages: «Ahora mamita puede marcharse, después papito debe
casarse conmigo y yo quiero ser su mujer».142

La niña puede fantasear ser la sucesora de la madre lo que implica el deseo de


que la madre no esté para ella casarse con el padre. Se instaura así una imagen
estorbosa de la madre, estorbosa para la realización de sus fantasías sexuales. Es
recurrente en Freud, el desarrollo de casos en los que se expresa cierta hostilidad
de la hija hacia la madre asociada a la fantasía de la niña de que la madre no esté
para ella casarse con el padre, según puede comprenderse también de la
siguiente cita extraída del texto “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, y
que refiere una sesión en la que Dora habla sobre un recuerdo de su infancia
durante una visita a una prima

[…] en la que a menudo ella creía ver como un reflejo de su propia infancia. La
pequeña había vuelto a presenciar una áspera disputa entre sus padres y le
susurró al oído a Dora, que llegaba de visita: «¡No puedes imaginarte cuánto odio

140 Freud. S. “Los impulsos”, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, carta 64, (1897), Vol. I,
Amorrortu editores, Bs. As., 1992, p. 296
141 Freud, Sigmund, 13 Conferencia, Rasgos arcaicos e infantilismo del sueño. Vol. XV, (1916)

Amorrortu editores, Bs. As. 1991, p. 189


142 Freud, Sigmund. “Sueños típicos”, El material y las fuentes del sueño. En: La interpretación de

los sueños (primera parte) Vol. IV (19OO) Amorrortu editores, Bs. As., p. 267

74
a esa persona! (aludiendo a la madre) Y si alguna vez se muere, me casaré con
papá».143

Referido a lo que se presenta como una disposición hostil en la relación con la


madre, también señala Freud que ello no “excluye que la niña ame tiernamente a
su madre”.144 Se había señalado en el apartado anterior un sentimiento
ambivalente (presencia de hostilidad y amor) de la madre asociado a su relación
con el marido y con el hijo; ahora se plantea un sentimiento de hostilidad y amor
personificado en la niña y dirigido a la madre, en el que hay que señalar una
conexión en relación al padre. La niña aunque ame tiernamente a la madre, desea
que ella no esté para así ocupar su lugar en la relación con el padre. Ahora bien,
no se plantea cuál es la respuesta de la madre a estos afectos presentes en la
hija. Lo que se trata de señalar es la presencia del varón bien en función de
marido que no satisface a la mujer o en el lugar del padre que inspira en la hija la
fantasía de ser su mujer.

Ahora bien, para la hija asumir la existencia de hostilidad hacia la madre, no


acontece sin consecuencias, pues otro caso trabajado por Freud ilustra cómo no
es simple este aparente sentimiento de hostilidad por la madre, hasta desear su
muerte. Freud se refiere a una joven que atendió bajo diversos estados psíquicos
de excitación en los que la joven “mostró particular repulsión hacia su madre, a
quien golpeaba e insultaba cada vez que se acercaba a su cama”145 Freud atendió
a esta joven dando lugar al análisis de sus sueños que de manera dominante
aludían a la muerte de la madre

“ora asistía al entierro de una mujer vieja, ora se veía a la mesa con su hermana,
vestidas ambas de luto; […] Cuando avanzó en su mejoría, aparecieron fobias
histéricas; la más martirizante era que pudiese sucederle algo a su madre.

143Freud, Sigmund. “El cuadro clínico”, En: Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora)
Vol. VII (1901-1905) Amorrortu, editores, Bs. As. 1992, pp. 50 - 51
144
Freud, Sigmund. “Sueños típicos” Óp. cit.
145 Freud, Sigmund, “Sueños típicos”, En: Lo material y las fuentes del sueño, Vol. IV (19OO)
(primera parte), Amorrortu editores, Bs. As., 1992, p. 268

75
Dondequiera que estuviese, debía correr hasta su casa para convencerse de que
la madre aún vivía”146

A la repulsión y hostilidad hacia la madre, le sobrevino un profundo temor de que


le ocurriera algo, lo que la hacía correr siempre hacia ella, no fuera que
efectivamente ella, la madre, muriera. Sí se ha dicho que la hija desea la muerte
de la madre a quién considera un ser estorboso para el desarrollo de sus
fantasías, y sí, cómo se expresa en la cita recién establecida, la hija insultaba y
golpeaba a la madre, podría preguntarse ¿en respuesta a qué sobreviene la
profunda preocupación por ella?

Para cerrar este capítulo, resulta útil condensar alguna conclusión sobre la
concepción de la madre en Freud, en tal propósito se acentúa: La madre es
asumida cómo un hecho clínico en tanto ha sido fundamentalmente a partir de la
clínica desde dónde Freud estableció las coordenadas de una función biológica y
psíquica asumida por ella, en las que conjunta la necesidad y el amor, desatando
los puntales de la satisfacción y del deseo. Decir que la madre cumple una
función psíquica, es reconocer que ella va más allá de jugar un papel en la
alimentación y cuidados, porque en ellos se regla la satisfacción, el deseo, el amor
y la sexualidad. Así puede afirmarse que la madre es determinante en la
estructuración del sujeto y que su proceder en la relación con el hijo, siempre
producirá consecuencias.

146 Ibíd.

76
3. CAPITULO TRES:

SOBRE LA MADRE EN LACAN. APUNTES QUE HILAN UN DECIR EN


LA RELACIÓN MADRE - HIJA

3.1 La madre: función y agente. Ida y Vuelta Entre Freud y Lacan

Según se anunció al inicio del capítulo anterior, además de la obra freudiana, será
necesario pesquisar algo sobre la madre en la obra de Jacques Lacan, aclarando
que de este autor se abordarán de manera particular referencias en el Seminario
4, “La Relación de objeto”, y en el Seminario 5, “Las formaciones del
inconsciente”, que el autor dedica a la concepción de la madre, dilucidando en ello
que consecuencias psíquicas tiene para algunas mujeres la relación con su
madre. Abordar estos seminarios, implica un ir y venir entre Freud y Lacan, en
tanto este último fundamenta sus desarrollos sobre la madre y el Edipo en la
doctrina freudiana.

Ocuparse de la madre como concepto, implica tener en cuenta algunas


consideraciones sobre la noción de objeto. En este propósito se precisa decir algo
sobre la definición de objeto en la experiencia freudiana, que luego Lacan retoma
en “La relación de objeto”. Lo primero a señalar es que no se trata del objeto en el
sentido filosófico determinando una acción práctica o lógica, ni del objeto en la
perspectiva lingüística que lo refiere como aquello sobre lo cual el sujeto puede
llevar a cabo una acción. Se trata en psicoanálisis del objeto como causa en el
sentido libidinal, aquello a lo que se orienta el deseo, y ello puede ser en una
dimensión imaginaria, simbólica o real, dimensión que acontece en relación a su
articulación con otros elementos.

77
En el apartado sobre la madre en Freud, se anotó que el objeto se inscribe en el
psiquismo en dependencia del Otro, auxiliador ajeno147, por lo general la madre;
alusión referida a la experiencia de satisfacción y a la configuración del deseo.
Resulta útil recordar cómo el niño hace del seno materno un objeto de satisfacción
de la necesidad, no obstante al realizarse la acción específica de la satisfacción,
que tiene implícita la llamada del niño, se establecerá un proceso de comunicación
en el que la demanda ya no estará solo en la satisfacción de la necesidad, sino en
la satisfacción del deseo y es a partir de aquí que el objeto se constituirá como
perdido. Esta pérdida orientará el deseo hacia la búsqueda de tal objeto, que en
esencia es la felicidad. Puede decirse así, que la experiencia de satisfacción
deviene en una vivencia para nada armónica, en la cual el objeto es un punto de
fijación imaginaria que está en el fondo de toda relación con el sujeto.

Lacan, en el Seminario 4, hace una elaboración de los planteamientos freudianos


sobre el objeto e introduce el falo como un tercero entre la madre y el niño.
Presenta como esbozo inaugural del desarrollo de este seminario, un esquema de
relación representada en la madre, el niño y el falo148. Podría decirse que el
desarrollo de esta triada, en tanto introduce la dimensión del objeto, permite
aclarar mejor el concepto de madre en su relación con el Edipo, proceso que
Lacan estructura en tres tiempos.149

147 Freud, Sigmund. “La vivencia de satisfacción” En: Proyecto de Psicología, V. I (1895) Amorrortu
editores, Argentina, 1992, p. 362
148 Lacan, Jacques “Las tres formas de la falta de objeto”, Clase II, Seminario 4, La relación de

objeto. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Ed. Paidós, Bs. As., Barcelona, México, 2010,
p. 31
149Los tres tiempos del Edipo, Lacan los aborda de manera particular en el Seminario 5, Las

formaciones del Inconsciente.

78
3.2 Los tres tiempos del Edipo: a propósito de la relación madre-hijo/hija

Es preciso recordar que el establecimiento de este apartado, metodológicamente


obliga a hacer una escritura de ida y vuelta entre Freud y Lacan, en tanto Lacan
construye los Tres tiempos del Edipo gracias a que extrae la lógica del Edipo en
Freud. Se puntuará también las distintas maneras lógicas donde el niño y la niña
se enfrentan a los avatares del Edipo, y la respuesta de uno y otra.

3.2.1 La triada imaginaria: Primer tiempo del Edipo

La triada imaginaria compuesta por la madre, el niño y el falo, representa un


tiempo en el que, podría decirse, la relación del niño no es con la madre, sino con
el deseo de la madre. La madre pone al niño como suplencia de su falta, y,
dialécticamente, el niño supone que es el objeto que le falta a la madre, el objeto
que ella desea. El niño se identifica imaginariamente con el falo que es el objeto
de deseo de la madre, así la identificación imaginaria con el falo se realiza
fundamentalmente a través de la mediación materna. En esta triada se regla el
primer tiempo del Edipo en Lacan

Falo

Madre Niño

En esta mediación materna el falo se introduce como objeto de deseo tanto para la
madre como para el hijo, aunque con una función imaginaria diferente. Para la
madre constituye el objeto que la completa imaginariamente, en tanto para el niño,

79
significa el objeto que es. De esta afirmación puede derivarse una tesis según la
cual es el deseo de la madre el que sitúa al hijo en el lugar del falo imaginario.

Sosteniendo la tesis anterior, puede decirse que la madre cumple una función que
no está situada en el nivel de la necesidad, sino del deseo que se introduce en la
demanda: la madre, en el campo imaginario, hace del niño el objeto que le falta; a
su vez, el niño se ofrece a manera de señuelo150 como si pudiera colmar la falta de
la madre.

No obstante y como se deriva del vocablo señuelo, ello es una falacia, porque no
podrá satisfacer “lo que no puede ser satisfecho, a saber, el deseo de la madre,
que en su fundamento es insaciable”.151 Dice Lacan en el apartado sobre “El falo y
la madre insaciable”, del seminario 4, que “el sujeto se pierde y puede acabar
siendo devorado. El hilo para salir de ahí es que a la madre le falta el falo,
precisamente porque le falta, desea, y solo puede ser satisfecha en la medida en
que algo se lo proporciona”152 y, a manera de señuelo, el hijo se introduce para
obturar la falta de la madre, está ahí para darle la ilusión de completud.

Por Lacan se conoce que esta situación progresa en tanto “el niño ha de descubrir
más allá de la madre, lo que ella ama, el deseo de la madre”.153 ¿Qué significa
desear el deseo de la madre? Lacan en el primer tiempo del Edipo regla la
alienación del sujeto al deseo del Otro (A), establece que “el sujeto se identifica en
espejo con lo que es el objeto de deseo de la madre” 154 desea ser su objeto de
deseo, y lo que ella desea es el falo. Esta experiencia primordial se inscribe de

150 Diccionario de la Real Academia RAE: Cosa que sirve para atraer, persuadir o inducir, con
alguna falacia. Disponible en: http://dle.rae.es/?id=XcUbjzu.
151 Lacan, Jacques. Clase XI “El Falo y la madre insaciable”, En: Seminario IV La Relación de

objeto, Texto establecido por Jacques -Alain Miller, 1957 – 1958, Ed. Paidós, Bs. As., Barcelona,
México, p. 196
152Ibíd., p. 193
153 Lacan, Jacques. Clase XXI “Las bragas de la madre y la carencia del padre”, Óp. cit., 2010, p.

360 -61
154Lacan, Jacques, Clase X “Los tres tiempos del Edipo” Seminario 5: Las formaciones del

Inconsciente, 1957-1958. Texto establecido por Jacques -Alain Miller., 1ª ed. 8ª reimp., Bs. As.
Barcelona, México, Paidós 2009, p. 198

80
manera permanente en el sujeto a manera de “deseo esencial, que es el deseo del
deseo del Otro”155 y en ello se puede establecer que la madre se instaura como
función, función que posibilita el deseo.

3.2.2 La Privación: Segundo tiempo del Edipo

En el Segundo Tiempo del Edipo, la identificación resulta destituida, destitución


que se deriva de la función de privación paterna sobre el niño y la madre. El padre
ingresa como agente que priva y desprende al niño de la relación imaginaria con la
madre. La función del padre es la privación, priva a la madre de su ilusión fálica (la
madre ya no tiene el falo a través del hijo) y priva al niño de la identificación
imaginaria al falo (el niño ya no es el falo de la madre). Así materializa el segundo
tiempo del Edipo introduciendo en la triada imaginaria un cuarto elemento
interdictor y una función de privación. Esta función se cumple fundamentalmente a
través de la madre y de su posición ante la palabra del padre. Lacan representa
esta función a través de la “metáfora paterna”.

La metáfora paterna concierne a la función del padre (…) la función del padre se
encuentra en el corazón de la cuestión del Edipo”156 (…) es por los efectos de su
presencia en el inconsciente que se produce una función de interdicción de la
madre157

Así se encuentre que la metáfora paterna alude a la sustitución de la presencia del


padre por su función. Y esta función es abordada en la relación entre el niño y el
padre como una amenaza de castración, que, siguiendo a Lacan, se aborda como
“una represalia dentro de una relación agresiva” 158, agresión que es dirigida, por
parte del niño hacia el padre por la privación que hace de su objeto privilegiado, la

155 Lacan, Jacques, Clase XV “La niña y el Falo”, en: Seminario 5 Las formaciones del
Inconsciente.1957-1958. Texto establecido por Jacques-Alain Miller, 1ª ed. 8ª reimp., Bs. As.
Barcelona, México, Paidós 2009, p. 279
156 Lacan, Jacques, Clase IX “La metáfora paterna”, en: Op. cit. p. 165
157 Ibíd., p. 173
158 Ibíd., p. 174

81
madre. Al serle prohibido su objeto, se da una proyección de agresividad hacia el
padre, agresividad imaginaria que aflora en el contexto preciso de la función del
padre en el Edipo, etapa en la que en el niño se establece una rivalidad con el
padre, en tanto “el padre frustra claramente al niño de su madre”.159

Así entonces en el contexto del Edipo, la función del padre se asume como un
significante que viene en lugar de otro significante: S1______S2. Sustituida la
presencia del padre por su función, la función del padre sería el significante del
que se espera sustituya a la madre frente al niño como representante de la ley, de
ahí que se le atribuya el cumplimento de la función de privación. Afirma Lacan:

Cuando el padre entra en función como privador de la madre, es decir, se perfila


detrás de la relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra (…)
lo que es castrado no es el sujeto, es la madre (…); si el niño no franquea ese
punto nodal, es decir, no acepta la privación del falo en la madre, mantiene por
regla general una determinada forma de identificación con el objeto de la
madre…160

Nótese en la cita una alusión hasta ahora no advertida, según la cual con el
ingreso de la función privadora del padre, quién es castrada es la madre, ello con
la aclaración, que hace Lacan, de imposibilidad de la castración de la madre, en
tanto no se puede privar a la madre de algo que ella no tiene; no obstante, la
castración tiene lugar, y tiene lugar porque se ha proyectado en lo simbólico como
símbolo. También, aporta la cita, el niño tendrá que arreglárselas con la
aceptación o no de esta privación, subrayando algo en el Edipo que Lacan sitúa
como nodal y que no es sin consecuencias en la estructura psíquica del sujeto.

Ahora bien, en el Seminario 5, Lacan examina la ordenación de la relación con la


madre, el padre y el falo, que hace posible que el niño acepte o no que la madre
es privada del objeto de su deseo por el padre, estableciendo un punto nodal en

159 Ibíd., p. 177


160 Lacan, Jacques, Clase X “Los Tres tiempos del Edipo”, Óp. cit. p.191

82
esta ordenación en la que acentúa “la cuestión es to be or not to be (ser o no ser)
el falo…”161

Lacan instituye en el ser o no ser una posibilidad de elección para el sujeto,


señalando que hay que franquear la diferencia entre la alternativa que se le
presenta al sujeto de ser o no ser, con la puesta en juego en otro momento, tener
o no tener. Desde luego, ello corresponde a una construcción imaginaria en la que
se pone en juego la elección a la que se articula la castración y de ella se
desprende que el niño se convierta en hombre y la niña se convierta en mujer, “la
virilidad y feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente
la función del Edipo”.162

En esta función del Edipo, el padre, según lo expuesto en este apartado, se


asume como significante que cumple una función tripartita: prohíbe a la madre
(esta no es del niño); priva a la madre (esta no es el falo); y frustra al niño de su
madre.

3.2.3 Nombre del Padre: Tercer tiempo del Edipo

Llegamos así al tercer tiempo del Edipo, que en Freud se toma como el
sepultamiento del Edipo, y en Lacan se regla como la salida del mismo.
Recuérdese que en el segundo tiempo se da un reconocimiento de la falta en la
madre y, del padre como portador del falo precisando que si puede darlo es
porque lo tiene, el padre interviene como el que lo tiene, no como el que lo es.
Este paso del registro del ser al tener, es lo que da cuenta de la instauración de la
metáfora paterna, vía en la cual puede “producirse el giro que reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado por la madre, y no ya solamente como
objeto del que el padre puede privar.” 163 Con ello Lacan establece el tercer tiempo
del Edipo.

161Ibíd.,
162Ibíd., p. 192
163Ibíd., p. 199

83
Según este tercer tiempo del Edipo, el Nombre del Padre opera como significante
del padre, que no es la ley, sino quien la porta. Es decir, el Nombre del Padre es el
significante de la ley. En ello se materializa la disolución del Edipo impeliendo
consecuencias diferentes para el niño y para la niña. Para el primero implicará la
identificación a aquel a quien él supone que lo tiene, se identificará a su virilidad.
Para la niña es mucho más simple la cuestión, en tanto “ella no ha de enfrentarse
con esa identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe dónde está
eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre y se dirige hacia quien lo tiene”.164

3.3 La envidia fálica en tanto afecto femenino

Lacan desarrolla los planteamientos freudianos desde un nivel en el que el Edipo


es asumido como una estructura en tres tiempos, a los que, además de la madre,
el padre y el niño, articula el falo como significante. Este significante, que se sitúa
como estructurante en la triada madre, niño, falo, a su vez introduce una ruptura
en el vínculo imaginario entre la madre y el niño y establece en él la posibilidad de
hacerse sujeto de deseo. Estas consideraciones corresponden a la relación del
niño con sus progenitores, proceso vivido tanto por el niño varón como por la niña;
no obstante, es importante señalar algo sobre lo que acontece con la niña en el
Edipo, según algunas referencias lacanianas.

En los seminarios enunciados, Lacan señala que el Edipo pasa por una fase inicial
en la imaginación de la niña donde ella ansía tener un pene. Imaginario desde el
cual la niña se sitúa en una posición de envidia, envidia del pene (penisneid),
además, “sitúa el falo más allá de la madre”165 Se subraya de la afirmación que
introduce Lacan sobre el Edipo en esta fase, dos coordenadas, una referida a la

164Ibíd.,
p. 201
165Lacan, Jacques, Clase XII “Del complejo de Edipo” En: Seminario IV La Relación de objeto,
Texto establecido por Jacques – Alain Miller, 1957 – 1958, Ed. Paidós, Bs. As., Barcelona, México,
p. 204

84
envidia del pene y la otra derivada de la afirmación según la cual la niña “sitúa el
falo más allá de la madre”.

Con relación a la primera línea resulta conveniente una palabra sobre la envidia
¿Qué es? ¿Cómo se produce? En su origen etimológico la palabra envidia
proviene del latín invidere compuesta de in (poner sobre algo) y, videre (mirar), así
envidia significa poner la mirada sobre algo.166 Según una acepción en el
diccionario de la Real Academia, la envidia significa: “f. Tristeza o pesar del bien
ajeno”.167 Se resalta del diccionario, la referencia a la envidia como “tristeza o
pesar del bien ajeno”. Uno de los sinónimos de las palabras “tristeza” y “pesar”, es
angustia. Podría afirmarse que la envidia sería una proposición vinculada a la
angustia,168 angustia ante el “bien ajeno”, bien que no se tiene y que se desea.
Uno de los significados del vocablo “bien”, se refiere a: “m. Aquello que en sí
mismo tiene el complemento de la perfección en su propio género”; 169 Así la
envidia se da en el contexto de búsqueda de la perfección imaginaria, perfección
que se le imputa al otro que tiene, en este caso al otro varón.

En el diccionario de psicoanálisis, se refiere a la envidia, vinculada a la expresión


envidia del pene, y la define como un elemento fundamental de la sexualidad
femenina y móvil de su dialéctica, inscribe el surgimiento de la misma vía el
descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos, precisando: “La niña se
siente lesionada en comparación con el niño y desea poseer, como éste, un
pene…”170

Por su parte Freud en su texto ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? plantea
la importancia que tiene para los niños la presencia o ausencia del órgano

166 Diccionario etimológico. Disponible en: http://etimologias.dechile.net/ Consulta 25 de febrero de


2016
167 Diccionario de la Real Academia. Obra social “La Caixa”, versión electrónica de la 23ª edición,

Disponible en: http://dle.rae.es/index.html. Consulta 28 de febrero de 2016


168 Angustia, sinónimo de tristeza y pesar.
169 Diccionario de la Real Academia. Op.cit.
170 Laplanche, Jean, y Pontalís, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis, Traducción de

Fernando Gimeno Cervantes. Paidós, Bs. As., Barcelona, México, 6ª reimpresión, 2004. p. 118.
Disponible en: http://psikolibro.blogspot.com, Consulta, 20 de marzo de 2016

85
masculino y el desconocimiento del órgano femenino. Reconoce el hecho de que
la niña se siente inferior por la falta de pene, dado su valor. Así lo dice el autor: “La
niña siente pesadamente la falta de un miembro sexual de igual valor que el
masculino, se considera inferiorizada por esa falta, y esa «envidia del pene» da
origen a toda una serie de reacciones característicamente femeninas”.171

En esta referencia freudiana el énfasis estaría situado, más que en lo anatómico,


en el valor atribuido social y culturalmente a quienes poseen el referente falico -
pene -. Y se puede considerar que dicho valor es una atribución cultural anclada
en el psiquismo infantil, producto de lo que una cultura trasmite con respecto a la
valoración del hombre por poseer el referente fálico. No se envidia tener el
órgano pene, sino el valor que se le atribuye a este.

Si acudimos a la definición de envidia propuesta por el diccionario de la Real


Academia, según la cual la envidia está asociada a la tristeza, agregando la
proposición del diccionario de psicoanálisis que refiere “la niña se siente
lesionada” puede afirmarse que de la diferencia anatómica se desprenden
consecuencias psíquicas para la niña como son la experimentación de los afectos
de envidia y tristeza, a lo que se le añade un sentimiento de estar lesionada. Uno
de los sinónimos de lesionada es “perjudicada”.172 La niña, a partir de “eso que no
tiene” asume una posición subjetiva como si dijera: dado que el otro no me dotó
bien, me perjudicó.

Otra referencia pertinente por los desarrollos concretos sobre la envidia en el


contexto del psicoanálisis, se trae de la pluma de Melanie Kleín, en su obra
Envidia y gratitud. Allí la autora afirma:

La envidia es el sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo
deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o dañarlo. Implica la relación

171 Freud, Sigmund. ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? En: Presentación autobiográfica
Inhibición, síntoma y angustia ¿Pueden los legos ejercer el análisis? y otras obras, Vol. 20 (1926),
Amorrortu Editores, sexta reimpresión, Bs.As., 1975, p. 199
172 Language Dictionaries, online. Disponible en:

http://www.wordreference.com/sinonimos/lesionado Consulta 20 de marzo de 2016

86
del sujeto con una sola persona y se remonta a la relación más temprana y
exclusiva con la madre173

De esta cita interesa puntuar dos aspectos, uno referido a la “envidia como un
sentimiento enojoso”, podría decirse insoportable, desencadenado ante el hecho
de que otra persona posee algo que se quiere para sí; la niña quiere eso que ella
no posee. El otro aspecto subraya “el impulso envidioso” articulado a la relación
primordial con la madre. Siguiendo a Laplanche y Pontalís, quiénes definen el
Impulso como la “súbita aparición, sentida como urgente, de una tendencia a
realizar un determinado acto, el cual se efectúa sin control y generalmente bajo el
dominio de la emoción”,174 podría decirse que la envidia que la hija experimenta
hacia la madre es un acto sin control, urgente e influenciado por la emoción, es un
acto inconsciente en el que envidia la valoración que ella no tiene y el otro si para
el Otro materno.

Resulta interesante puntuar la idea según la cual la niña no sólo experimenta un


afecto inconsciente de envidia hacia la madre, sino también que se cree mal
dotada por ella y por lo tanto perjudicada. Experimentar la envidia y sentirse
perjudicada, son dos afectos desde los cuales la hija se sitúa con el signo menos,
por el valor que le da a eso que no tiene. Ello introduce la perspectiva lacaniana
según la cual, más allá de lo anotómico lo que la niña envidia es el valor que el
Otro Materno o paterno le otorga al referente fálico.

Dice Lacan en su texto pegan a un niño y la joven homosexual “En una dialéctica
simbólica lo que no se tiene existe tanto como todo lo demás, simplemente está
marcado con el signo menos. La niña entra pues con el menos, como el niño entra
con el más”.175 Ese menos o ese más, trata de la presencia o la ausencia en la

173 Klein, Melanie. Envidia y gratitud. Obras completas, volumen VI, ed. Paidós – Horme, Bs. As.
1957, p. 17
174 Laplanche, Jean, y Pontalís, Jean-Bertrand, op. cit., p. 68. Disponible en:

http://psikolibro.blogspot.com. Consulta, 20 de marzo de 2016


175 Lacan, Jacques, Clase VII “Pegan a un niño y la joven homosexual”, en Seminario IV La

relación de objeto, Texto establecido por Jacques – Alain Miller, 1957 – 1958, Ed. Paidós, Bs. As.,
Barcelona, México, 2010, p. 125

87
relación fálica. Si la niña está marcada con un menos de valor, cabe interrogar por
los recursos que, desde ese menos de valor, requiere para desprenderse del
deseo devorador de la madre, del que se hablará un poco más adelante.

3.4 Más allá de la madre

La segunda coordenada que se anunció, precisa que en el imaginario, “la niña


sitúa el falo más allá de la madre, al descubrir la insatisfacción experimentada por
ésta en la relación madre-hijo”.176 Ese “más allá de la madre”, entraña por lo
menos dos derivaciones: Una es el descubrimiento de la falta en la madre, y la
otra implica un movimiento de lo imaginario a lo real, la niña procura un
deslizamiento hacia quién lo tiene, el padre, deseando tener un hijo suyo como si
el hijo pudiera ser sustituto del falo.

Parafraseando una anotación de Lacan según la cual, la falta, que es lo que


orienta a la niña hacia el padre como objeto de amor, la conduce a asumir una
posición subordinada;177 es decir, la espera de que aquel que lo tiene
efectivamente se lo dé, la deja en una posición de dependencia en tanto no
obtendrá del padre lo que espera y tampoco lo ha obtenido de la madre; la
pregunta que surge entonces es ¿Cómo se las arregla la niña con esta posición de
dependencia y sumisión? ¿Qué implicación para la mujer?

Puede aventurarse una respuesta situada en la desilusión de la hija ante el


descubrimiento de la falta en la madre, luego se enfrenta al desengaño que le
supone no recibir un hijo del padre, además, se ha señalado, la niña experimenta
los sentimientos de envidia, tristeza y se siente perjudicada, a ello y recordando la
anotación lacaniana, según la cual la espera de recibir “eso que no tiene” la deja
en dependencia y subordinación, precisan lo que Lacan ha referido como “el signo
menos” un menos de valor. Desde ese lugar del “menos” la mujer tendrá que

176Lacan, Jacques, Clase XII “Del complejo de Edipo”, Op. cit. p. 204
177Ibid., p. 205

88
hacer con su falta y orientar su deseo hacia un nuevo objeto de amor por fuera de
sus progenitores. ¿Se regla en ello alguna función de la madre?

Una respuesta posible de arriesgar a la pregunta recién establecida sobre la


función de la madre en como la hija se las arregla con la falta, la apoyamos en
Miller, en su texto El niño entre la mujer y la madre. Allí el autor se refiere a la
madre buena y la define como aquella en quien “el niño no satura la falta en que
sostiene su deseo”;178 es decir, la madre no debe disuadir en el cuidado del hijo su
deseo como mujer, en este sentido dará lugar a su división subjetiva.

Recordemos en el estado de la cuestión la referencia a Medea en la tragedia


griega: es una división del deseo entre la mujer y la madre lo que ocasiona la
tragedia. Al no sentirse Medea deseada por Jasón, da paso al acto asesino en la
persona de sus hijos, la mujer herida se impone sobre el amor protector de la
madre, significando una función de la madre “sostenida a condición de que en ella
haya una mujer causa de deseo para un hombre”.179

Es decir, la madre cumplirá una función que le permita al hijo “saber hacer con la
falta”, siempre que logre situarse en posición causa de deseo para un hombre y en
este sentido logre la posición de una buena madre, lo que implica que el objeto
niño no lo sea todo para la madre. Ha de dar lugar al significante paterno que
introduce una ley más allá de la madre y posibilita al niño el acceso a la
significación fálica como un recurso para separarse del deseo materno y dar lugar
a la constitución de un sujeto en falta.

178 Miller, Jacques –Alain. “El niño, entre la mujer y la madre”, publicado en Virtualia N° 13, Revista
Digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, 2005. Disponible en: www.eol.org.ar Consulta 28
de febrero de 2016
179Ibíd.

89
3.5 Madre, presencia-ausencia

El planteo de Lacan, en el que se apoya Miller para referirse a la buena madre,


según se acaba de anotar, refiere a la madre como aquella que “no-toda es”. Con
ello Lacan acentúa una dimensión de mujer en la madre que revela que en tanto
mujer es capaz de tener deseo por fuera de sus hijos. De una posición así, se
deriva la posibilidad de causar el deseo en el sujeto, ello en razón de que la madre
no esté completamente para el hijo, ella no-toda es; en este sentido, se desea más
allá del hijo en tanto algo siga faltando. Con ello Lacan da lugar a una dimensión
de la madre que denomina simbólica, dimensión que se precisa en la presencia y
la ausencia.

La madre decide si se hace presente o no y de esa voluntad dependerá el niño, es


decir, el objeto que era para la madre, pasa a ser don de amor o señal de desamor
en tanto la voluntad de la madre la llevará a dar o no dar. Así la llamada pone en
marcha la estructura del lenguaje; es decir, la pérdida del objeto se articula con la
instauración del orden simbólico de la palabra, signada en el don de dar o no dar.

En el par significante, presencia-ausencia, el niño encuentra la posibilidad o no de


ser un niño demandado, explicitando que “este par presencia-ausencia, articulado
de forma extremadamente precoz por el niño, connota la primera constitución del
agente de frustración, que en el origen es la madre”.180

Lacan define la frustración como “un conjunto de impresiones reales, vividas por
el sujeto en un periodo del desarrollo en el que su relación con el objeto real se
centra habitualmente en la imago del seno materno, calificada de primordial”.181
Así la frustración remite a impresiones reales vividas en el contexto de la relación
con la madre que se localizan en la imago del seno materno.

180 Lacan, Jacques, Clase IV “La dialéctica de la frustración”, En: Seminario 4 la relación de objeto.
Texto establecido por Jacques-Alain Miller, Ed. Paidós, Buenos aires – Barcelona, México, 2010, p.
69
181Ibíd., p. 64

90
La frustración es soportada en el opuesto presencia-ausencia, que tanto Freud
cómo Lacan ilustran con el juego del Fort-Da.182 Juego en el que un pequeño de
18 meses, desde su cuna tiraba un carretel que desaparecía y aparecía,
acompañado del fonema Fort-Da, un significante que reproducía la desaparición y
reaparición de la madre poniendo al niño en contacto con la realidad. Hay en el
par opuesto presencia-ausencia, una dimensión simbólica de la madre expresada
en el juego con la sustitución de la madre por un objeto, en este caso el carretel y
una dimensión que se establece con la presencia de la madre, que la instituye
como real.

Esta dimensión de la madre que la instituye como real articulada al par presencia-
ausencia tiene ilustración en un caso clínico referenciado por Lacan en el
seminario 4, aclarando que se trata de un caso observado por una alumna de Ana
Freud. El caso describe la fobia experimentada por una niña quién soñaba que los
perros la mordían. Se trata de una niña de poco más de dos años, quién se ha
dado cuenta que los niños están dotados de un hace pipí.183 Así se relata el caso:

La niña está separada de la madre, se encuentra internada a causa de la guerra.


Cuando la madre no está la niña tiene objetos reales que le agradan, cuando
recibe la visita de la madre, con ella se dan pequeños juegos de presencia –
ausencia; pero, durante un tiempo la madre no pudo visitar a su hija a razón de
una lesión en la pierna que la obligó a una cirugía. La madre ha faltado, ya no es
más la madre simbólica, la madre va y viene, no obstante no ocurre nada en la
niña. Después de un tiempo regresa y lo hace apoyándose en un bastón, “se
encuentra débil, ya no tiene ni la misma presencia, ni la misma alegría, ni las
mismas relaciones semanales de aproximación y alejamiento que hacen de ella un

182
Ibíd., p. 69
183 Palabra usada por Juanito, para referirse al pene cuando interroga a la madre “¿Tú también
tienes un hacepipí?”

91
punto de amarre suficiente para la niña. Es en este momento, cuando surge la
fobia”.184

Nótese como la fobia en la niña se produce no por el descubrimiento de su


afalicismo, sino cuando ve a la madre cojeando, cansada y débil. La presencia-
ausencia que era un punto de amarre para la niña se ha debilitado. La certeza de
que la madre puede no darle el falo, no solo porque le puede faltar, sino porque
tampoco lo tiene, deviene en la fobia como respuesta, dice Lacan “La fobia se
hace necesaria en cuánto a la madre le falta el falo”.185

¿Por qué Lacan sitúa la fobia como una respuesta necesaria ante la certeza del
afalicismo en la madre? Se propone una respuesta en una afirmación de Lacan
extraída del capítulo “La función del velo” del seminario 4, en la que el autor
señala “no tener el falo simbólicamente es participar de él a título de ausencia”.186

La ausencia de la madre sitúa a la niña en la falta, tal vez se pregunta ¿Por qué la
madre permanece lejos de ella? ¿Qué puede desear que no sea ella?, lo que le
falta es el falo y ella quiere completarla. Se dijo en los tres tiempos del Edipo, que
el hijo quiere completar a la madre camelándola. No obstante, la madre que es
ante todo madre objeto de amor, puede en cualquier momento ser madre real a
condición de que frustre ese amor. Algo le falta a la madre y la niña parece querer
completarla, ser su objeto de deseo. Recuerda Lacan como la situación
fundamental referente al falo prevalece en la relación preedipica del niño con la
madre: “la madre es objeto de amor, objeto deseado en cuanto a su presencia”.187

Lo que el juego del Fort-Da ilustra es que la madre es deseada cuando no está, y
cuando está se desea que no esté para volver a desear, este es el juego del par
presencia-ausencia. La ausencia pareciera problemática, de hecho, socialmente

184Lacan, Jacques. Clase IV “La dialéctica de la frustración”, Seminario 4, Óp. cit. p. 74


185 Ibíd., p. 75
186 Lacan, Jacques. Clase IX “La función del velo”, Seminario 4, Óp. cit., p. 155
187 Lacan, Jacques, Clase XIII “Del Complejo de castración”, Óp. cit., p. 225

92
se atribuyen ciertos comportamientos problemáticos del niño a la ausencia de la
madre a quién pareciera atribuírsele como papel el cuidado abnegado; no
obstante, el psicoanálisis plantea que el problema es cuando la madre está muy
identificada a su lugar de madre y está siempre presente, cuando no da lugar a su
partición y por lo tanto no tiene un deseo por fuera de sus hijos.

3.6 El deseo de la madre: eso inconsciente capaz de devorar

Refiriéndose al deseo de la madre, Lacan en el Seminario 17, El reverso del


psicoanálisis, afirma:

Cada vez más, los psicoanalistas se meten en algo que es, en efecto,
demasiado importante, a saber, el papel de la madre (...) El papel de la
madre es el deseo de la madre, esto es capital. El deseo de la madre no es
algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente.
Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso
es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y
cierra la boca. Eso es el deseo de la madre188

Se subraya de esta cita dos vertientes que sin duda no son sin consecuencias en
la relación de un hijo con la madre. De un lado, nótese la aseveración según la
cual la madre “Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre” a lo
que se le añade el planteo sobre el deseo de la madre: “No se sabe qué mosca
puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la
madre” Deseo que, siguiendo la cita, no es algo que se pueda soportar y que
siempre produce estragos.

Esta referencia es capital en esta investigación, en tanto sugiere lo insoportable,


estragante y peligroso que resulta el deseo de la madre. Nótese que Lacan
nomina de insoportable y estragante el deseo de la madre, no a la madre en tanto

188Lacan, Jacques. El reverso del psicoanálisis, Seminario 17, Texto establecido por Jacques-Alain
Miller, ed. Paidós, Bs. As. Barcelona, México, p. 118

93
ser. Ello, volviendo a la metáfora del cocodrilo, puede situarse en lo contingente
pues el cocodrilo cerrará su boca si una mosca llegase a picarlo, es decir, si algo
externo se presenta, sugiriendo que estar en la boca del cocodrilo no significa ser
engullido.

En la boca yace la tibieza que aloja, recuérdese que al nacer las crías, éstas son
trasportadas en las fauces de la madre y depositadas en el agua sin ser
lastimadas, empero la boca es también un agujero que puede tragar. Podría
decirse a partir de la metáfora del cocodrilo, que en el acto de devorar o no a los
hijos hay un punto de elección que proviene de lo íntimo de la madre y que se
requiere de una acción externa para que el deseo de la madre opere, significando
que lo que se regla del lado de lo estragante y oscuro del deseo de la madre es
del orden de lo inconsciente.

En un artículo llamado “Lo que una madre transmite como mujer” 189, Silvia Elena
Tendlarz, hace una elaboración, que por su pertinencia en este apartado, se trae
textual:

La madre atravesada por la falta no tiene como función primaria el cuidado o la


atención del niño sino su devoración. La versión lacaniana de la madre no es que
sea "suficientemente buena" como se podría esperar, sino, por el contrario, que es
una fiera, esencialmente insaciable, amenazadora en su omnipotencia sin ley. Lo
insaciable de la madre remite a su posición como mujer, a su tratamiento particular
de la falta. Después de todo, la sustitución niño-falo no colma la falta y subsiste un
resto de insatisfacción190.

La madre, en quien habita una mujer en falta, resulta un ser que produce estragos
de manera inconsciente, por eso, su proceder siempre causará efectos. La

189 Tendlarz, Silvia Elena. “Lo que una madre transmite como mujer”, en: Varité, NEL México,
Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano, abril de 2011. Disponible en: http://www.nel-
mexico.org/articulos/seccion/varite/edicion/Sobre-mujeres-madres-y-ninos/320/Lo-que-una-madre-
transmite-como-mujer Consulta, junio de 2016
190 Ibíd.

94
pregunta que se precisa, en el interés de esta investigación, es ¿Cómo procede la
hija ante el riesgo de que la mosca pique al cocodrilo y este cierre su boca? Y, Sí
el deseo de la madre siempre produce estragos ¿Logra la hija escapar a sus
efectos? O por el contrario, esta es una peculiaridad inevitable en la relación
madre-hija, tal y como se aludirá en el siguiente capítulo, según una referencia
citada por Graciela Graham.

3.7 Madre – Mujer – Deseo

Un decir que anuda la madre, la mujer y el deseo, es posible en esta investigación.

Sin duda, en este anudamiento de la madre, la mujer y el deseo se juega algo o


mucho de la castración y en este sentido tiene lugar una proposición lacaniana
según la cual la niña no tendrá que arreglárselas con la identificación a quien lo
tiene, ni preocuparse por la virilidad; dice Lacan en “La metáfora paterna”191:
“…Esto indica en qué sentido una feminidad, una verdadera feminidad, siempre
tiene hasta cierto punto una dimensión de coartada. Las verdaderas mujeres, eso
siempre tiene algo de extravío”192 sin que establezca más desarrollos al respecto,
por lo menos no en el apartado referido.

¿Qué significa qué las verdaderas mujeres siempre tengan algo de extravío? Si a
este planteo lacaniano se le añade la pregunta freudiana referida a ¿Qué
demanda una mujer? Tiene sentido afirmar el enigma que reviste a la mujer y sí
además, ella, la mujer es comandada por su deseo ¿Cómo entender que la buena
madre es la que es capaz de dar lugar, en su posición de madre, a la mujer que la
habita?

191
Lacan, Jacques, La metáfora paterna, en: Seminario 5, Las formaciones del inconsciente, Óp.
cit. p. 201
192 Ibíd.

95
Una pista de respuesta, que implicaría otros desarrollos no abordados en este
trabajo, se halla en Lacan, en “Ideas directivas para un congreso sobre la
sexualidad femenina”193, al decir: “la mujer ocupa para un hombre el lugar del
objeto a en la medida que consiente a su fantasma para producir su deseo; pero la
mujer como madre encuentra su objeto a en sus hijos”194

Sugiere esta cita un desencuentro entre la mujer y la madre y de éstas con el


partenaire hombre, mientras para el hombre, la mujer ocupa el lugar de objeto a
(objeto perdido); para la mujer, en posición de madre, ese objeto a, lo constituye el
hijo, lo que conduce a recordar algo ya establecido en este capítulo y que refiere
como la mujer hace del hijo un sustituto fálico, busca en el hijo el objeto que la
complete en su falta; pero, la sustitución niño-falo no colma la falta, siempre
subsiste un resto de insatisfacción, dando lugar a una dimensión en la mujer que
no se sacia. Podría aducirse que esa dimensión insaciable da lugar a pasiones en
la mujer capaces de engullir, de devorar, según consta en el seminario 5, al
afirmar Lacan: "La madre es una mujer a la que suponemos ya en la plenitud de
sus capacidades de voracidad femenina"195

Es preciso entonces volver sobre una afirmación según la cual, los efectos y
consecuencias que subyacen en la relación con la madre, advienen, no del ser
que encarna la madre, sino del deseo de la madre. Este deseo, es atribuible a la
mujer y sus pasiones, según se tuvo noticia por ejemplo con Medea.

Se añade a esta idea, otra señalada en el capítulo anterior y que refiere, que la
hostilidad que se regla en la relación madre-hija, proviene, no de la madre sino de
la mujer que hay en una y otra. Lo que nos remite a la mujer y su deseo, el deseo
de la mujer ¿Qué desea una mujer? ¿Qué del deseo se juega en la maternidad
como decisión y elección del sujeto?

193 Citado por Tendlarz, Silvia Elena, Óp. cit


194 Ibíd.
195 Lacan, Jacques. Seminario 5, Las formaciones del inconsciente, Óp. cit. p. 212

96
Se conjetura algo enigmático asociado a la feminidad y en ella, la presencia de la
madre con la posibilidad de ubicarse en la posición de una buena madre en el
sentido de Miller, y en esa posición ser capaz de transmitir a una hija ese saber
presente en el hecho de que en la madre habita una mujer. Transmisión para nada
simple, según se ha señalado desde el estado de la cuestión, en tanto es
precisamente la mujer que habita en la madre la que genera las vicisitudes en la
relación madre – hija, según se desprende de lo desarrollado hasta ahora en este
trabajo.

97
4. CAPITULO CUATRO

RELACIONES DE MADRES E HIJAS. UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

“Una madre y una hija. Qué combinación terrible de emociones, confusión y


destrucción. Todo es posible, y se hará en nombre del amor. La hija heredará las
heridas de la madre. La hija sufrirá los fracasos de la madre. La infelicidad de la madre
será la infelicidad de la hija. Como si el cordón umbilical jamás se hubiese cortado…
Mamá, ¿es la infelicidad de la hija el triunfo de la madre? Mamá, ¿es mi dolor tu placer
secreto?”196

La cita que nos refiere el filme sueco La Sonata de Otoño, nos da noticia de una
ambivalencia presente en la relación madre - hija, que sin duda confirma lo ya
señalado en los capítulos anteriores, sobre lo enigmático de la misma,
posibilitando anudar un saber sobre la relación madre hija, puntuado a lo largo de
este trabajo.

En función de la pregunta de investigación, interesa en este capítulo dar cuenta,


desde referencias precisas del psicoanálisis, sobre lo que puede acontecer en la
relación madre-hija, con el propósito de precisar ¿qué consecuencias psíquicas
tiene para algunas mujeres la relación con su madre?

4.1 El odioamoramiento un afecto en la relación madre - hija

Indagando en Freud, se dilucida a la madre como primer objeto de amor. Esta


condición primordial de elección de objeto es igual tanto para el varoncito como
para la niña, con una deriva de mecanismos para el extrañamiento del objeto-
madre. El vínculo de relación primaria con la madre es denominado por Freud
como “fase de la ligazón-madre exclusiva, que puede llamarse preedipica y

196Palabras de Eva dirigidas a su madre Charlotte, en el filme sueco Höstsonaten, Sonata de


otoño, 1978, escrito y dirigido por Ingmar Bergman. Minuto 67.

98
reclama una significación mayor en la mujer”.197 Es decir, aunque las condiciones
de elección de objeto sean iguales para el varoncito y para la niña, por ejemplo, “la
experimentación de los celos por el nacimiento de un hermanito”198 lo que
acontece a partir de esta fase, ya en la etapa edipica, es diferente para uno y otro.
Para la niña “el endoso de ligazones afectivas del objeto madre al objeto-padre
constituye el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la feminidad”199

Es importante señalar que Freud, atribuye a la fase de la ligazón madre, y no al


complejo de Edipo, por lo menos dos aspectos de significativa mención: la actitud
hostil de la hija hacia la madre y, experiencias matrimoniales en las que la hija,
repite en la relación con el marido, la mala relación con la madre, “en el
matrimonio sale a la luz, desde la represión, lo originario”.200 Continúa Freud,
refiriéndose a la ligazón - madre “Como quiera que fuese, al final de esta primera
fase de la ligazón-madre, emerge como el más intenso motivo de extrañamiento
de la hija, respecto de la madre, el reproche de no haberla dotado de un genital
correcto, vale decir, de haberla parido mujer”.201 Reproche que en el
extrañamiento de la madre se articula con otros reproches que Freud consigna de
la siguiente manera:

Omitió dotar a la niñita con el único genital correcto, la nutrió de manera


insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor materno, no cumplió todas las
expectativas de amor y, por último, incitó primero el quehacer sexual propio y
luego lo prohibió.202

Estas supuestas omisiones, parecen advertir que la relación de una hija con la
madre se funda bajo el influjo de múltiples reproches. No obstante, en la

197 Freud, Sigmund. Sobre la Sexualidad femenina, V. XXI (1927-31) El porvenir de una ilusión, El
malestar en la cultura y otras obras, Vol. XXI, Amorrortu editores, p.32
198 Ibíd., p. 230
199 Ibíd., p. 232
200 Ibíd.
201 Ibíd., p. 235
202 Ibíd., p. 236

99
Conferencia 33 que dedica a La Feminidad,203 Freud va más allá del reproche y
alude a la hostilidad, señalándola como el signo bajo el cual se produce el
extrañamiento de la madre que discurre en odio a lo largo de la vida y aunque
puede haber desagravio, una parte de él permanecerá siempre. 204 En el capítulo
anterior, se interrogaba por “algo” que insiste y dificulta el vínculo madre-hija.
¿Podrá atribuirse ese “algo” a esa parte del odio que según la anotación freudiana
permanecerá siempre y se traduce en hostilidad?

En diversos momentos de su obra, Freud se refirió a la frecuencia con la que el


odio acompaña al amor. En tal sentido, Lacan en la clase 8 del seminario 20, que
dedica al “saber y la verdad”,205 alude a Freud cuando sirviéndose del dicho de
Empédocles afirma: “Dios debe ser el más ignorante de todos los seres porque no
conoce el odio”.206 Así, el amor es bienestar hacia el otro hasta un límite en tanto,
en la misma referencia, afirma Lacan “no se conoce amor sin odio” y propone el
concepto odioamoramiento.207

Puede decirse que el amor, como el odio alberga intentos devoradores que se
dirigen al ser. El odio al dirigirse al ser y por lo tanto a la existencia, intenta
desprender de éste la esencia que supuso al ser.208 De esta manera, el amor
puede ser capaz de engullir al otro. Esta dimensión no escapa a la relación madre-
hija, sugiriendo una dimensión del amor y el odio constitutivo de la relación madre-
hija, que permite explicar las vicisitudes en este nexo.

Otra clave para leer lo que acontece en la relación madre-hija se deriva, según se
anotó recientemente, del reproche que la hija dirige y juzga en la madre por
haberla parido mujer, seguido de una referencia en el capítulo anterior, según la

203 Freud, Sigmund. 33 conferencia. La feminidad, en: Nuevas conferencias de introducción al


psicoanálisis y otras obras, Vol. XXII, Amorrortu editores
204 Ibíd, p. 113
205 Lacan, Jacques. “Clase 8, el Saber y la Verdad”, en: Seminario 20, ed. Paidós, Argentina, 2009,

p. 110
206 Ibíd.
207 Ibíd.
208 Lacan J. Seminario 20, ed. Paidós, Bs. As. 2009 (Notas tomadas en clase, seminario de

profundización, IV Cohorte Maestría en Investigación psicoanalítica, tercer semestre, 2013)

100
cual “la niña deviene una pequeña mujer”.209 Como no señalar una connotación de
doble vía en lo acabado de expresar, de un lado la hija no le perdona a la madre el
haberla parido mujer, y de otro, la niña deviene una pequeña mujer, momento en
el que desencadenan los celos hacia la madre. Al parecer los celos hacia la
madre, son tan inevitables como el volverse mujer.

Cada vez se logra más una puntuación conducente a afirmar que los impasses en
la relación madre hija tienen su núcleo en la mujer que emerge en cada una y
circula de una a otra. Así, podría aventurarse la idea según la cual es desde la
posición de mujer que una hija se asume en su subjetividad como un ser
imperfecto, imperfección que se rectifica con el amor. Graciela Graham, en un
escrito denominado “Madre hija una relación devastadora”, afirma:210

La relación de una madre con una hija está significada por el establecimiento de
un vínculo en el que la hija espera un amor que pide exclusividad y no se contenta
con fragmentos (…) un amor propiamente sin límite, incapaz de una satisfacción
plena y por esta razón está condenado esencialmente a terminar con una
decepción y dejar lugar a una actitud hostil.211

Se ha dicho que la imperfección instaurada en la subjetividad de la mujer, se


rectifica con el amor, a lo que según la cita recién establecida se le añade el sin
límite del amor que espera la hija y en este sentido la imposibilidad de la madre
de satisfacer un amor sin límite, aunque se lo proponga. Así, puede decirse que
la hostilidad es una condición inevitable en la relación madre-hija y puede
dilucidarse la hostilidad de la hija en el supuesto perjuicio que le supone ser mujer,
y en la demanda de un amor sin límite.

209 Freud. Sigmund. “El Retorno de lo reprimido”, En: Moisés y la religión monoteísta. O.C.
Volumen 23, 1937 – 1939, ed. Amorrortu, Buenos Aires, Argentina, p. 120

Psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Argentina
210 Graham, Graciela. “Madre-hija, una relación devastadora”. En: El estrago materno. Imago

Agenda N° 124. Letra Viva, editorial y libros, Argentina, octubre de 2008, p. 30


www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=768 Consultado 8 de mayo de 2012
211 Ibíd.

101
4.2 El amor una necesidad en la subjetividad del sujeto

Lacan en la clase VIII del Seminario 4 que dedica a “Dora y la joven homosexual”,
desarrolla un planteo que alude al momento en el que la joven atenta contra su
vida lanzándose del puente del ferrocarril, y afirma como ello se produce tras dos
hechos: de un lado, el padre había expresado a la joven su prohibición de relación
con una dama de dudosa reputación y de otro, la dama expresa a la joven su
intención de no verla más, le quita la ilusión de su amor; es decir, la joven se
enfrenta a la pérdida del objeto. Así se lee en la obra:

La joven se queda sin recursos. Hasta ese momento había resultado bastante
frustrada de lo que había de habérsele dado, o sea el falo paterno, pero había
encontrado el medio de mantener el deseo por la vía de la relación amorosa
imaginaria con la dama. Cuando esta la rechaza, ya no puede sostener nada. El
objeto se ha perdido definitivamente y ni siquiera aquella nada en la que se ha
basado para demostrar a su padre como se puede amar tiene ya razón de ser. En
ese momento se suicida.212

Lo que esta cita deja ver es como la hija parece estar a la deriva ante la frustración
de no obtener el falo. En la frustración derivada del objeto materno, la hija ha de
comprender que lo que se ama es un ser más allá de lo que se es, lo que se ama,
está en la falta, y esta falta está simbolizada no solo en la madre, sino también al
no habérsele dado el falo paterno. La joven se enfrenta otra vez a la frustración y
busca la salida, ya no eligiendo al padre como objeto de amor, sino en la relación
imaginaria con una dama, quién le anuncia que no la verá más, palabras que se
instauran como un real que instaura la caída del objeto.

Así mismo en la cita se lee como en ese momento hay una pérdida total del objeto
y la joven se queda sin recursos, eligiendo como salida una afrenta que dirige a su
propio ser. Articulando a la anotación sobre el sin límite del amor que espera la
hija, podría acentuarse en la relación de la joven con aquella dama, el deseo de

212Lacan, Jacques, “Dora y la joven homosexual”, en: Seminario 4 La relación de objeto (1956 –
1957), texto establecido por Jacques – Alain Miller, ed. Paidós, Bs. As. Barcelona, México, 2010,
p. 149

102
ser amada, de encontrar en el amor un sustituto que evite la caída total del objeto.
Supone este razonamiento la imperante necesidad del amor en la subjetividad del
sujeto, en este caso de la mujer.

Se dijo en el capítulo anterior que la salida del Edipo hacia una feminidad normal,
está dada en la elección de un objeto de amor. Ahora bien, esta elección no ocurre
de una manera armónica, sin impasses. Se conoce por Freud, que el florecimiento
de la hija, momento probablemente de la formalización de un objeto de amor, lleva
a la madre a convertirse en guardiana de su sexualidad, según se desprende de la
siguiente anotación: Cuando la hija crece “encuentra en la madre la guardiana que
estorba su anhelo de libertad sexual, mientras que el florecimiento de la hija
anuncia a la madre que es llegado el tiempo en que deberá renunciar a cualquier
reclamo sexual.213

Según esta anotación freudiana, la madre estorba el anhelo de libertad sexual de


la hija y se convierte en su guardiana. En Freud es recurrente la alusión, no solo a
una función guardiana en la madre, sino también a la prohibición materna,
prohibición que tiene que ver con la sexualidad de la hija. Para ilustrar este
aspecto se puede aludir a un fragmento de la correspondencia de Freud con
Fliess, a propósito de la neurosis, donde escribió:

Una muchacha, tenía la angustia de coger una flor y aun de arrancar un hongo
porque esto iba contra el mandamiento de Dios, quien no quiere que sean
aniquiladas semillas vivas. -Esto proviene del recuerdo de veredictos religiosos de
la madre contra las medidas precautorias en el coito, pues de ese modo se
aniquilan semillas vivas214

213 Freud, Sigmund. “Sueños típicos”. En Lo material y las fuentes del sueño, Vol. IV (19OO)
(primera parte) Amorrortu editores, Buenos Aires, 4ª reimpresión, 1991, p. 266
214 Freud, Sigmund.Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Manuscrito L [anotaciones I]

(1892) V. I, Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud,


Amorrortueditores, Tercera reimpresión, Bs. As., Argentina, 1992, p. 290

103
Lo que resulta llamativo de esta cita es una dimensión de la madre materializada
en palabras que adquieren el estatuto de veredicto. Veredicto remite a sentencia.
El diccionario de la Real Academia la define como “dictamen o juicio emitido
reflexiva y autorizadamente”.215 La madre autoriza su palabra y la dirige a la hija
bajo el estatuto de veredicto. Resulta importante en el contexto de esta
investigación que se trate de una palabra que cobra el estatuto de un veredicto.
Orientada por la pregunta ¿Qué consecuencias psíquicas se juegan en la
transmisión materna? podría apuntar desde la cita, que la madre transmite con su
palabra y transmite veredictos y que estos veredictos competen a la sexualidad.

Que ante la elección de un objeto de amor, la madre se convierta en guardiana de


la sexualidad de la hija, sugiere la pregunta ¿Qué moviliza en la madre el
despertar erótico - sexual de la hija, que la lleva a convertirse en guardiana de la
misma?

En la pregunta establecida se está aludiendo a algo que el despertar sexual de la


hija moviliza en la madre, además de algún beneficio obtenido en la pretensión de
ser guardiana de su sexualidad ¿De qué se trata?

Podría aventurarse una hipótesis referida a cómo el devenir mujer de la hija, “trae
de vuelta” a la mujer que estaba velada en la madre y la confronta con su ser
mujer, con su propia sexualidad, producto de lo cual actúa inhibiendo la sexualidad
de la hija. Afirma Freud: “Cuando la madre inhibe o pone en suspenso la
afirmación sexual de la hija, cumple una función normal que está prefigurada por
vínculos de la infancia, posee poderosas motivaciones inconscientes y ha recibido
la sanción de la sociedad”.216

215 Diccionario de la lengua española. Edición del Tricentenario, obra social la Caixa. Disponible
http://dle.rae.es/?id=DhAstFb
216 Freud, Sigmund. Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica (1915) En:

Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico Trabajos sobre metapsicología y otras


obras (1914-1916) Amorrortu editores, 267

104
Freud afirma la potestad inconsciente y social de la madre para inhibir la
sexualidad de la hija ¿Qué experiencia infantil e inconsciente deriva en una
función materna dirigida a inhibir la sexualidad de la hija? Y ¿Por qué
particularmente la de la hija? A quién además, se endilga la responsabilidad de
separarse de la influencia inhibitoria del goce sexual proveniente de la madre.
Continúa Freud: “Es asunto de la hija desasirse de esta influencia y decidirse […]
por cierto grado de permisión o de denegación del goce sexual”.217

4.3 La relación madre-hija un nexo íntimo y ¿devastador? Perspectiva


clínica

Se ha sugerido a lo largo de este trabajo un punto que tiene que ver con la
dimensión de mujer que en la madre y la hija circula de una a otra y que,
articulado, puede ser una pista en la comprensión de lo íntimo y al parecer
devastador de la relación madre-hija. Lacan, en una conferencia dictada en 1975
en la Universidad de Yale, se refirió a este tema de la siguiente manera: “Tengo
suficiente experiencia analítica para saber cómo puede ser devastadora la relación
madre-hija”.218

Lacan nos advierte sobre lo devastador que, para la mayoría de mujeres, resulta la
relación con la madre. Así se obtiene de Lacan el significante “devastadora” que,
en no pocos casos, define la relación madre-hija. Sobre esta anotación clínica,
Graciela Graham afirma:

Esta relación devastadora, de estrago, no debe ser entendida como el resultado de


una desastrosa relación entre madre e hija a causa de una mala madre. Más bien

217Ibíd.
218Lacan, Jacques "Conferencia en la Universidad de Yale" (24 de noviembre de 1975), disponible
en:http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2008/12/jacques-lacan-conferencia-en-la.html Consulta
mayo de 2014

Psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Argentina

105
se trataría de un hecho estructurante que da cuenta de la imposible armonía de
esa relación madre e hija.219

Esta dimensión devastadora, en tanto estructurante y en la proposición de Lacan,


tiene comprensión en la clínica. Por ello nos serviremos de Freud de quien se
abordan referencias desarrolladas principalmente en su texto La interpretación de
los sueños, y de algunos otros psicoanalistas que, en la clínica, se ocupan de
manera diferente de los efectos del Otro materno en el contexto preciso de la
relación madre-hija. Se busca por este medio avanzar un paso más en el
esclarecimiento de la pregunta objeto de esta investigación.

Siguiendo a Freud, se encuentra que la madre no sólo transmite veredictos, que


implican el uso de la palabra; también transmite sin palabras, según se desprende
de un escrito llamado “obsesiones y fobias. Su mecanismo psíquico y su etiología”
publicado en 1893, en el que Freud relata el caso de una niña que había sido
testigo involuntario de una cita amorosa de su madre, observación en la que la
pequeña:

Se había cubierto el rostro y tapado las orejas, y puso el máximo empeño en


olvidar la escena, que la disgustaba y le habría impedido permanecer junto a su
madre, a quien amaba tiernamente. Lo consiguió, pero la cólera por haberle sido
mancillada la imagen del amor persistió en ella, y con ese estado emotivo no tardó
en asociarse la idea de una persona que pudiera remplazar a la madre220

La aversión de estar con la madre más la idea mancillada del amor se deriva como
consecuencia de la observación de una cita amorosa de la madre, se trata de una
transmisión sin palabras. ¿Cuál es el contexto que proporciona eficacia a una
transmisión sin palabra?, esto es ¿por qué la observación de una cita amorosa de
la madre produce en la hija cólera y una idea mancillada del amor? Esta idea

219 Graham, Graciela. Madre – hija, una relación devastadora. En: El estrago materno. Imago
Agenda N° 124. Letra Viva, editorial y libros, Argentina, octubre de 2008, p. 30, disponible
en:www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=768 Consultado 8 de mayo de 2012
220 Freud, Sigmund. Obsesiones y fobias. Su mecanismo psíquico y su etiología, En: Primeras

publicaciones psicoanalíticas Vol. III (1893-99) Amorrortu editores. p. 77

106
permite traer un planteo de Lacan en el texto “Producción de los cuatro discursos”
en el Seminario 17,221 según el cual el discurso, como concepto, excede a las
palabras y remite a una estructura.

Supone ello que la transmisión que no requiere de la palabra supone una


estructura, idea que a su vez, introduce otra: en la relación con la madre se hace
efectiva una estructura, no se trata solamente de lo que podría situarse del lado de
los afectos amor y odio, sino, además, de la eficacia de una estructura, motivo por
el cual la madre transmite aun sin palabras, y esta transmisión, en el contexto de
la cita recién establecida, desencadena consecuencias psíquicas en la hija, que se
traducen en reacciones de disgusto y cólera.

Continuando con el análisis de la obra de Freud, en el propósito de esta


investigación, nos servimos de una cita extraída del artículo “Sueños típicos” en:
Lo material y las fuentes del sueño, en el que una dama soñó con su hija muerta
en una caja. Freud, en una intervención clínica, conoció que 15 años atrás la
dama, en estado de gravidez, se había golpeado el vientre para atentar contra el
objeto en gestación. Este recuerdo se remontó a la primera infancia:

Siendo muy niña -no recuerda el momento preciso-, la soñante oyó decir que su
madre, durante el embarazo cuyo fruto fue ella, cayó en honda desazón y deseó
fervientemente que muriese el hijo que llevaba en su vientre. Adulta y grávida a su
vez, no hizo sino seguir el ejemplo de la madre.222

Dado que entre las consecuencias psíquicas de las vivencias traumáticas está la
repetición, puede verse en este caso como la hija tiende a repetir la historia de la
madre y en este sentido, no separarse de la identificación con ella, es decir, no
desprenderse de un proceso en el que “el yo se ha configurado a semejanza del

221 Lacan, Jacques. “Producción de los cuatro discursos”, En: Seminario 17, El reverso del
psicoanálisis (1969), versión digital, p. 3
222 Freud, Sigmund, Sueños típicos. En lo material y las fuentes del sueño. En: La interpretación de

los sueños (primera parte) Volumen IV (19OO) Amorrortu editores, Bs. As. Argentina, Cuarta
reimpresión, 1991, p. 259

107
Otro a quién se toma como modelo (…) La identificación remplaza a la elección
de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la identificación”.223

En lo que se acaba de enunciar, puede acentuarse la vivencia de una


identificación con la madre como un proceso inconsciente articulado a la
experiencia primaria de elección de objeto. La madre fue el primer objeto de amor
del hijo, objeto, en el caso de la niña, del cual se separó haciendo del padre un
nuevo objeto de amor. De acuerdo con la teoría de la identificación edípica, la hija
retorna a esa fase de elección primaria de objeto y lo hace a través de la
identificación con la madre, en el caso preciso de la cita recién establecida, vía la
repetición de lo acontecido en la madre durante el embarazo del cual ella es fruto.

De otro lado, nos servimos de Raquel Narbona de quién se retoma un fragmento


de una viñeta clínica, referida a una mujer a la que ella recibía en consulta:

Quedé como hija única, asistente de mi madre. “Soy la que mi mamá necesita, tan
disponible y a la mano, un comodín”. Se propone ser obediente y buena hija.
Cuando quiso irse de la casa, la madre lloró todo el día y se enfermó. El padre
guardó silencio (…) la mujer se mantiene en la posición de Partenaire de su
madre, se refugia en el alcohol, lo que la hace permanecer encerrada con su
madre, la hace estar “chupada”224

Nótese una hija fagocitada por la madre, una hija que la madre necesita. Necesita
¿para qué? Lo claro es que la hija se hace comodín para la madre y cuando un
día decide cortar con esa situación, “La madre no solo estalló en un llanto largo,
sino que enfermó”225, logrando con ello retener a la hija, quien buscando
separarse de la madre se hunde en la embriaguez, estado que la lleva a

223Freud, Sigmund. “La identificación”, Psicología de las masas y análisis del yo, en: Más allá del
principio de placer y otras obras, Vol. XVIII (1920-22) Amorrortu editores, Bs. As. Argentina, 4ª
reimpresión, 1992, p. 100

Psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis (AMP).
224 Narbona, Raquel. “Un estrago Singular” En: Medio Dicho, Nº 34, 2008, p. 89
225 Ibíd.

108
permanecer en casa junto a ella. La hija no puede sustraerse del deseo de la
madre para que permanezca junto a ella.

Puede articularse a lo que el fragmento de la viñeta permite extraer, la anotación


lacaniana según la cual el deseo de la madre puede ser devorador. La hija se
muestra incapaz de separarse y termina chupada por el deseo de la madre,
frustrado su proyecto de tener una vida propia, de no ser más el comodín asistente
del capricho materno. Se precisa en este sentido, cómo la relación con la madre
supone consecuencias psíquicas para la hija que la sitúan en lugar de comodín
que asiste al Otro materno, la dejan chupada y la sumen en el alcohol.

La fracción de otra viñeta clínica, tomada del texto “La clínica del estrago”226 nos
ayuda a ilustrar otro hecho en la relación madre-hija:

Marcela [de 23 años] entra al consultorio mientras su madre la espera en el auto.


Una escena que se repite durante un largo tiempo de su análisis. El turno para la
primera entrevista lo pidió la mamá y es quien comienza a contar lo que le pasa a
Marcela –que en todo momento la escucha en silencio mirándola mientras habla,
sin interrumpirla–. Puedo observar un código entre las dos: cuando Marcela habla
y se olvida de algo o no sabe cómo expresarlo, hace un gesto con la mirada hacia
la mamá quien en ese momento, automáticamente toma el comando de la
situación y termina de explicar lo que su hija quería decir227

Marcela es despojada de su palabra por la madre en un comportamiento al


parecer, por el gesto con la mirada, de aceptación, podría decirse mejor que la
madre con su amor somete a la hija y le roba la palabra. Si el amor de la madre
causa efectos de sumisión en la hija, cabe preguntarse ¿Logra la hija vencer la
sumisión a la madre y en tal sentido separarse de ella?

226 Alkolombre, Patricia. “Clínica del estrago, las fauces maternas”. En: El estrago materno.
Revista Imago Agenda N° 124. Letra Viva, editorial y libros, Argentina, octubre de 2008
227Ibíd., p. 3

109
Al respecto Graciela Graham, citando a Marie Madelaine Lessana,228 afirma que,
la responsabilidad de una mujer es desprenderse del deseo de la madre y agrega
que es necesario que entre una niña y su madre haya habido ravage (estrago),
ella tiene que atravesar ese ravage como una manera de renunciamiento, de
arrancamiento sin sustitución. La autora sitúa el acento de esta relación en dos
aspectos de necesario desciframiento, uno que supone una dimensión necesaria
de estrago y la otra que sitúa en la hija la responsabilidad de separarse del deseo
de la madre sin sustitución, es decir sabiendo hacer con la falta, se puntuaría
desde la clínica. Se colige, según esta cita que el ravage no es un síntoma a curar,
sino una condición de la relación madre hija, una condición estructurante, con la
cual la hija tendrá que lidiar, podrá saber hacerse a una invención que le permita
hacer con su goce.

4.4 Explorando los hilos del ¡Jummm!

Separándonos de la clínica y para finalizar este capítulo, se traen algunos dichos


de cuatro mujeres quienes en conversaciones informales con la autora de este
trabajo, al conocer la pregunta de investigación, reaccionaron expresando un
enigmático “¡Jummm!”, común en nuestro medio cuando algo no nos deja
indiferentes. Al traer los dichos, no se pretende hacer un análisis de los sujetos
con sus dichos, se trata de examinar el dicho en el punto del discurso donde
aparece un decir que permite la emergencia de un sentido respecto a la pregunta
objeto de esta investigación.

Al conocer la pregunta de investigación que nos orienta -¿Qué consecuencias


psíquicas tiene para algunas mujeres la relación con su madre?-, el ¡Jummm!
emerge como si brotara de las entrañas y permitió recoger algunas opiniones
espontáneas, que refieren: ¡Jummm!

Citada por Graham Graciela, en: “Madre – hija, una relación devastadora”, en: El estrago
228

materno. Imago Agenda N° 124. Letra Viva, editorial y libros, Argentina, octubre de 2008

110
 “La relación con mi madre, es un sentimiento de que a veces uno quiere
que ella no esté, pero no puede estar sin ella, aunque nada de lo que haga
le gusta”.
 “Mi mamá me estresa, es estricta y cantaletosa. Qué cansancio. Pero
cuando se enfermó lloré mucho, creí que la perdería…”
 “Mi mamá no me da libertad, no me deja casi salir. Siento que no confía en
mí. Pero a mi hermanito si lo deja salir. Eso me produce ira y tristeza.”
 “En la relación con la madre, se siente hastío”

Capturar en el decir desprevenido, elementos como los referidos, permite


identificar una complejidad en la relación con la madre y efectos subjetivos en la
hija: hastío, cansancio, ira, tristeza, temor; subrayando ambivalencia en los
sentimientos respecto a ella: quiere que no esté, pero no puede estar sin ella, le
genera cansancio y también llanto. Sin duda, los sentimientos que se producen en
la intimidad de este vínculo no pueden situarse en una sola dimensión del afecto y
ha de ser complejo obtener los recursos subjetivos necesarios para saber hacer
con y pese a ellos.

En el mismo sentido se interroga por las invenciones subjetivas que se requieren


para hacerse cargo de lo que puede derivarse de tratos como el observado por la
autora de esta investigación, en una escena callejera: Una mujer dirigiéndose a
su hija de más o menos cuatro años, quién jugaba alrededor de un puesto de
ventas callejeras atendido por la madre, la toma de un brazo y de un empujón la
sienta en una silla cerca de ella:

¡Qué hubo pues pedazo de estrés!, quédese quieta, si usted supiera cómo
me daban a mí, mi mamá me tiraba a matar229

Desde luego, la observación de esta escena no ofrece más elementos, pues se


detiene en el llanto de la niña e indiferencia de la madre, quien sigue atendiendo

229Una mujer de más o menos 40 años con una niña de unos 4 años, en un puesto de ventas
callejera, aledaño a Iglesia de Santa Teresita, Laureles, Medellín, 2012

111
sus ventas. No obstante, pueden subrayarse algunos aspectos en lo acontecido
en ese acto de incomodidad de la madre: de un lado, la madre profiere a la
pequeña un mandato de aquietamiento, quedarse quieta es suspenderse en el
lugar de sosiego que la madre imagina para ella y que bien pudiera situarse como
un mandato de permanencia a su lado, pues es cerca de ella a donde la niña ha
sido colocada como respuesta a una incomodidad de la madre, como si en la
quietud se jugara la preservación de la vida “…mi mamá me tiraba a matar”.

De otro lado, vale interrogar ¿Qué subyace en la afirmación “si supiera como me
daban a mí”? A riesgo de especulación, podría leerse como si la madre dijera,
agradezca que no le dé duro como me dieron a mí. Y, aunque se evidencia
maltrato, también parece que algo detiene una repetición exacta de la propia
vivencia de relación con la madre, acentuando un punto posible de separación que
favorece la no repetición exacta de la historia y relación con la madre, a la vez que
permite interrogar afirmaciones sociales o psicológicas según las cuales, quién
maltrata es porque ha sido maltratado en su niñez.

Otro elemento a destacar es el referido por la madre al nominar a la pequeña


“pedazo de estrés” un significante amo que la madre con su discurso descarga en
el cuerpo de la niña ¿qué hay de letra en lo que una madre transmite a una hija?
¿Qué efectos pueden inscribirse en el cuerpo y/o la subjetividad el recibir del Otro
materno la nominación de estrés?

Cómo no interrogar por los recursos que requiere la hija para desprenderse de la
influencia materna, cuando esta además se hace efectiva a través de actos que
inhiben la autonomía y la libertad y que, además, se inscriben como letra en el
cuerpo. Ello, sin duda, supone de decisión y elección conducente a una
movilización subjetiva que permita separarse del Otro materno, de sus veredictos
e imperativos.

Esto desde luego, no es sin la comprensión de que desde que se nace, el sujeto
está inscrito en el lenguaje, es decir, queda enmarcado en el goce del Otro que se
sitúa directamente en el inconsciente. Ante ello la responsabilidad del sujeto es la

112
de ingresar en algún momento en la lógica de la estructura, una de cuyas formas
es posibilitando la instauración del discurso, con lo que se lograría dar sentido a
las marcas del goce del Otro, modificando un S1 en un S2, que instaure un nuevo
orden significante.

Pudiera plantearse hasta ahora en lo indagado en la relación madre hija, que la


hija repite eventos vividos por la madre, lo que nos sitúa del lado de aquello que
no cesa de escribirse, es decir, que se repite. Aquello que no se deja representar y
que produce un vacío, un agujero, donde se instala un goce. Y en ello la
responsabilidad de toda mujer es desprenderse del deseo de la madre.

Un esfuerzo de separación, de realización de invenciones para saber hacer, puede


orientarse a elecciones disimiles, algunas tendientes al sufrimiento y otras a la
realización personal y satisfacción, lo que las hace susceptibles de ser analizadas
con el psicoanálisis quién tendrá algo que descifrar, que decir, desde un lugar que
se ocupa de lo estrictamente psíquico. Y en ello, pudiera decirse que las
consecuencias psíquicas que para algunas mujeres tiene la relación con su
madre, son inconscientes y se localizan en el inconsciente, por lo tanto una
manera posible de separarse de ello lo constituye la clínica.

Pudiera arriesgarse la siguiente proposición: Separarse del deseo materno,


implica una elección e invención en la que siempre se contará con “las riendas de
la madre tensando devuelta a ella” tal y como podrá ilustrarse en la narrativa “La
pianista” una obra literaria de Elfriede Jelinek, que constituyen el capítulo final de
esta investigación.

113
5. CAPÍTULO CINCO

LAS RIENDAS DE LA MADRE, DEVUELTA A ELLA:

UNA MIRADA DESDE LA PIANISTA, NARRATIVA DE ELFRIEDE JELINEK

Durante el embarazo la madre se imaginaba que sería algo tímido y


delicado. Pero cuando vio la masa de arcilla que salió de su cuerpo, no
tuvo reparo en ponerse manos a la obra para corregirlo a golpes y
conformar algo puro y delicado.230

El epígrafe alude al embarazo de la señora Cohut, madre de Erika, personajes que


representan la relación madre – hija en la obra literaria La Pianista, escrita por la
australiana Elfriede Jelinek, de la que nos servimos en esta investigación con el
propósito de indagar que nos enseña la literatura sobre la relación madre- hija,
interesando verificar si hay elementos con valor inédito o si por el contrario, con la
obra se logra una ilustración de los impasses en la relación madre-hija, expuestos
a lo largo de este trabajo.

La madre suele llamar a Erika “su pequeño torbellino”.231 Bien podría establecerse
un contraste entre esta manera de nominar a la hija “torbellino” con su quehacer
profesional, elegido por la madre, y que consiste en ser Pianista, un derivado de
piano, que significa “a paso lento”, podría adjetivar “lentista”. Erika, como un
remolino de viento, busca escabullirse de la madre, pero ella sólo quiere que
Erika sea pianista, que vaya a paso lento, excepto en la presión de la madre para
que la hija le garantice un futuro distinto, en medio de comodidades, futuro posible

230 Jelinek, Elfriede, La pianista, Traducción de Pablo Diener Ojeda, ed. Mondadori, Bogotá, 1986,
p. 27
231 ibíd., p. 7

114
si Erika acata los imperativos maternos, lo que constituye un leit –motiv. a lo largo
de la obra La madre ha forjado la vida de la hija a partir de su deseo y Erika, aún
con su ritmo de ciclón, no logra desprenderse de la dominación materna, sus vidas
transcurren en una relación de amor y odio forjada a fuego lento.

5.1 Ausencia del padre, un riesgo para la hija

Al nacer Erika, tal y como puede leerse en el epígrafe, la madre se propuso hacer
de la hija un instrumento moldeado a su capricho, ese parece haber sido el deseo
de la madre, deseo del cual la hija nunca lograría separarse.

“Como un ciclón, la profesora de piano Erika Kohut entra atropelladamente en la


casa que comparte con su madre. La madre suele llamar a Erika su pequeño
torbellino, porque los movimientos de la niña son a veces de una rapidez
extremada. Intenta escabullirse de la madre”.232

Erika, contrario a lo que podría sugerir la cita acabada de referir, es una mujer que
casi llega a los 40 años de edad, hija del matrimonio Kohut “vino al mundo
después de veinte años de matrimonio, un mundo que enloqueció al padre, y éste
fue encerrado en un hospicio para evitar que se transformase en un riesgo para la
humanidad”.233 La obra no ofrece detalles sobre el padre y su internamiento; no
obstante podría arriesgarse una afirmación según la cual, en efecto, su locura
constituye un riesgo para la humanidad, para la humanidad de Erika ¿Qué
consecuencias para la hija? El padre no ha posibilitado que Erika asuma la forma
femenina del complejo de Edipo, es decir, tomar al padre como objeto y de esta
manera conducirse hacia la elección definitiva de objeto. Dice Lacan que para que
el ser humano pueda establecer una relación natural, “es necesario la intervención


En literatura, un argumento que se repite o reitera en una obra
232 Jelinek, Elfriede. La Pianista. Ed. Random House Mondadori Ltda. Bogotá – Colombia, 1983,
p.7
233 Ibíd., p. 17

115
de un tercero, que sea la imagen de algo logrado, el modelo de una armonía. No
es decir suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la
intervención del orden de la palabra, es decir del padre”.234

El padre no ocupará el lugar de respeto y mediación entre la madre y la hija,


desaparece como el más allá de la madre quedando la hija a expensas del deseo
materno. Al ser internado el padre, la madre queda sin un hombre que sea amado
por ella, obturando el surgimiento de la mujer en la madre que proteja a la hija de
su deseo. El padre encerrado no tiene condiciones para colocar a la madre como
objeto causa de deseo y así la hija queda a expensas de la madre quien siendo
una madre no inscrita en la castración, es decir, una madre sin división subjetiva,
no vacila en ofrecer un amor sobreprotector, absorbente.

5.2 La hija un escupitajo del entusiasmo materno

Erika es colocada en el lugar de objeto como si pudiera saturar el deseo de la


madre. Este deseo, insaciable, según se ha señalado en capítulos anteriores, está
apuntalado en la idea de la madre de unidad con la hija, es decir de completud. La
siguiente escena da cuenta de ello:

En el flamante piso, construido según el método del futuro, cada una tendrá su
propio reino; Erika aquí, la madre ahí, un reino claramente separado del otro.
También habrá una sala de estar común para la convivencia. Si se quiere. Pero,
de acuerdo con su naturaleza, madre e hija querrán siempre, porque forman una
unidad235

En este ideal de unidad, Erika es petrificada en el lugar de niña, sin crecimiento,


sin capacidad de discernimiento, sin vida propia “Erika es llevada y traída como un
escupitajo por el magro arroyuelo del entusiasmo materno”.236

234 Lacan, Jacques. Seminario 3 sobre la Psicosis, Clase 7 la disolución imaginaria, p. 42


235 Jelinek, Elfriede. Óp. cit. p. 9
236 Ibid., p. 29

116
Erika, podría decirse, queda puesta en un menos de valor por la madre para quien
la hija parece no constituir un ser humano, sino una cosa que puede moldear y
manejar. En el capítulo sobre la madre en Lacan se hizo una anotación, referida a
la hija, según la cual, “eso que no tiene” la deja en dependencia y subordinación,
desde ese lugar Erika no logra hacerse a un amor por fuera de sus progenitores,
de manera particular, de su madre, pues del padre no se tiene mayor noticia.

Erika comparte la misma casa con la madre, para quien la vivienda resulta
insuficiente para satisfacer sus aspiraciones de confort; en no pocas ocasiones
también comparten la misma habitación y la cama. La madre de Erika pasa la vida
imaginando su vida en un pequeño castillo, que compartirá con su hija, y que será
adquirido producto del escalamiento artístico de “la niña”, así se describe en la
obra: “Ya muy pronto la madre elige para Erika una profesión que de alguna forma
tenga carácter artístico; de este modo se podrá extraer dinero de las delicadezas
alcanzadas con tanto esfuerzo”237

La madre de Erika imagina una vida con su “niña”, una vida que desea a expensas
del triunfo profesional de la hija: Pianista, Erika será pianista, nominación que
proviene del Otro y que la ancla: “Erika lucha contra los lazos maternos y pide con
insistencia que no la llame, pero la madre es indiferente ya que sólo ella determina
los mandamientos”.238 Mandamientos que a la manera de sentencias irán
anudando una relación de amor y hostilidad entre Erika y su madre, en un nexo
devorador capaz de engullir al otro. Lo que se evidencia entre Erika y su madre
toma rasgos de odio que se dirigen al ser y por lo tanto a la existencia de cada
una.

237 Ibíd., p. 7
238 Ibíd., p. 10

117
5.3 Una pianista de fama mundial versus afirmación sexual de la hija

Erika es presa de una lábil subjetividad que le dificulta una vida propia, y se
somete al deseo devorador de la madre, quién ha prefigurado una vida para su
hija signado en un ideal: “Desde su nacimiento estuvo predestinada a las sutilezas
del baile clásico, del canto, de la música. Una pianista de fama mundial, ése sería
el ideal de la madre”239 un ideal que supondría para Erika someterse a la
prohibición materna presentificada tanto en la cotidianidad del mundo doméstico,
en la construcción de lazo social, como en la posibilidad de hacerse a un cuerpo
sexuado. Así se narran algunas consideraciones maternas: “Una muchacha como
ella no ha sido hecha para llevar a cabo tareas duras, pesadas labores manuales,
ni quehaceres domésticos”240 También la madre la protegerá de “que algún
hombre la transforme”.241

Estas palabras maternas permiten recordar la afirmación freudiana, referenciada


en el capítulo anterior, según la cual “la madre pone en suspenso la afirmación
sexual de la hija (…) y posee poderosas motivaciones inconscientes” 242 Si bien
Freud, por lo menos en este texto, no aclara sobre las motivaciones inconscientes
de la madre para decidir sobre la sexualidad de la hija, si plantea la decisión o no
de ésta, al afirmar: “Es asunto de la hija desasirse de esta influencia y decidirse
[…] por cierto grado de permisión o de denegación del goce sexual”. 243 Poner en
suspenso la afirmación sexual de la hija, significa controlar incluso lo que la
madre considera asomos de vanidad:

La madre le explica a la niña por qué una chica guapa no necesita acicalarse. La
niña responde afirmativamente. (…) Únicamente esta vanidad. La maldita vanidad.

239 Ibíd., p. 27
240 Ibíd.
241 Ibíd., p. 16
242 Freud, Sigmund. “Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica (1915) En:

Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología y otras


obras (1914-1916) Amorrortu editores, 267
243 Ibíd.

118
La vanidad de Erika preocupa a la madre y la irrita hasta no poderla soportar. La
vanidad es lo único de lo que poco a poco Erika aún debería ser capaz de
desprenderse244

La preocupación de la madre por la supuesta vanidad de Erika, tiene un poderoso


motivo inconsciente relacionado con la sexualidad de la hija, aunque no siempre
logra evitar que Erika de muestras de complacencia de esa supuesta vanidad, por
ejemplo comprando vestidos que nunca usa. La madre se convierte en guardiana
de la sexualidad de la hija, la cual cree controlar siempre que cuide de que su niña
no se acicale, vista modestamente y no se relacione con extraños. La madre
domeña la vida, el cuerpo y subjetividad de la hija:

Es amo y señor de lo que ha de vestir. La madre determina la forma en que Erika


puede salir de casa. Así no me sales de casa, ordena, por temor a que Erika visite
casas ajenas con hombres desconocidos (…) Así, después no habrá que curar las
heridas dolorosas por no haber tomado precauciones. La madre prefiere herir por
sí misma a Erika, y después se ocupa de su curación245

En el capítulo anterior, en una cita freudiana, se refirió a las medidas precautorias


de la madre respecto al coito de la hija, precauciones que la madre de Erika toma
para no tener que curar luego las heridas provenientes de encuentros con
hombres, la madre quiere proteger a la hija del encuentro amoroso, sexual, quiere
protegerla del sufrimiento derivado de la no relación sexual. Será ella quien hiera a
la hija y luego se ocupe de su curación, como si la madre dijera: “una eventual
relación sexual de la hija, le causará sufrimiento y ella lo evitará” aunque ello,
devenga en consecuencias para la hija, aspecto que la madre no advierte; su
interés está puesto en asegurar la presencia de Erika siempre a su lado, ella será
su único partenaire.

244Jelinek, Elfriede. La pianista, Óp. cit. p. 13


245Ibid.

Ver capítulo cuatro de esta investigación, p. 96

119
5.4 La hija y la relación parental

De lo anterior puede sugerirse una pregunta por la experiencia sexual de la madre,


ello en el entendido freudiano según el cual “la madre despliega sentimientos que
brotan de su propia sexualidad”246 y si bien esta afirmación se precisa en el
contexto de los cuidados que la madre profiere al hijo, puede derivarse como
pregunta a la relación de la señora Cohut con el esposo, padre de Erika, hoy
interno en un sanatorio.

En la obra, si bien no se habla más del padre, se alude a “un mundo que
enloqueció al padre” ¿Cuál fue ese mundo que desencadenó la locura del padre y
qué influencia en la posición que la señora Cohut asume como madre? Resulta
pertinente recordar una referencia en el capítulo sobre la madre en Freud, según
la cual “[…] las mujeres bajo las desilusiones del matrimonio contraen neurosis
graves que las perturban toda la vida”

En el capítulo señalado, se anotó como la mujer insatisfecha por el marido es


hipertierna o hiperangustiada con el hijo, y si bien la referencia alude al hijo varón,
nos advierte, como ya se ha señalado en capítulos anteriores, que la relación de la
madre con el hijo o la hija está mediada por la relación de ésta con un hombre, el
marido, y que las dificultades de la mujer en la relación con el esposo, de manera
particular cuando se manifiesta insatisfacción sexual, no son sin consecuencia
para los hijos.

Desde luego, en el caso que nos ocupa, por la naturaleza de la fuente, no


sabremos que ocurrió en la relación parental; lo que sí es posible interpretar es la
posición de la madre quien se sitúa como una toda madre, como quien puede
colmar a la hija, en correspondencia a la saturación que la hija supone para la
madre, la hija viene como el objeto con el cual se obtura la castración materna.

246 Freud, Sigmund, “El hallazgo de objeto” Óp. cit., p. 203



Ver capítulo dos de esta investigación, p. 58

120
5.5 La hija de camino a casa, siempre va a casa

Puede decirse que la madre forcluye la posibilidad de la hija de hacerse a una vida
propia, forclusión que puede darse porque la madre considera a la hija cómo
propiedad o apéndice suya o bien porque ha desplegado sobre ella una manera
de desprecio inconsciente, así su pulsión la dirige a generar dependencia en la
hija, una dependencia que, desde luego, no es sin consecuencias psíquicas para
Erika: “Poco a poco, la existencia de Erika pierde flexibilidad. Se desmorona de
inmediato cada vez que la madre da un manotazo de autoridad (…) y debe acatar:
tengo que irme a casa. A casa. Casi siempre está de camino a casa…”247

La relación con la madre, según se desprende de la obra, no podría situarse del


lado de los afectos amor y odio, sino que en ella se hace efectiva una estructura,
cuya eficacia se dirige al ser de la hija y deviene en la subordinación de esta, lo
que sin duda establece en ella una voluntad de goce, la voluntad de goce, cita
Miller “dicho en términos kantianos, es la pulsión”248

Es importante señalar, que lo acontecido en la relación de Erika con su madre, no


es sin la complicidad de la hija, porque siempre hay la posibilidad de elección que
tiene el sujeto, de dejar o no que el Otro haga con él lo que quiera. Lo que sugiere
la pregunta por si hay, o no, una estructura del sujeto más proclive a permitir la
subordinación.

Volviendo sobre la alusión acabada de establecer en Miller, sobre la pulsión,


puede recordarse que para Freud la pulsión es aquello que siempre busca un
objeto para su satisfacción. Podría sugerirse entonces, que Erika al no separarse
de la madre no logra dar lugar a un deseo propio, y en ello encuentra satisfacción,
la satisfacción que supone ceder al deseo de la madre, un deseo devorador de la
existencia que la lleva siempre de camino a casa, a ocupar el lugar que la madre
quiere para ella, un lugar a su lado, entre sus fauces.

247
Jelinek, Elfriede, Óp. cit., pp. 10 -11
248
Miller, Jacques-Alain. Lógicas de la vida amorosa, cuarta conferencia, en: Lógicas de la vida
amorosa, texto establecido por Graciela Brodsky, ediciones Manantial, Argentina, 1989, p. 53

121
5.6 Perder ¿Un intento fallido de ganar, para quedar anclada?

Estar siempre entre las fauces de la madre, era la posición de Erika, ello tiene
esclarecimiento en un acto que bien hubiese podido alejarla de cumplir el deseo
absoluto de la madre, se trata de un error cometido por Erika en un examen de
piano que, según la madre, la llevaría al éxito. Erika siguió sumisamente el camino
trazado por la madre, al no ser por este error, acto que constituye una afrenta a la
madre, como si Erika dijera, tal vez a la manera adolescente “no voy a ser lo que
usted quiere que sea” y pierde el examen.

Pudiera conjeturarse que en el acto de perder hay una ganancia en tanto la


renuncia puede ser una manera de salvarse, perder algo para salvarse
subjetivamente, y así Erika no será el comodín que la madre necesita. No
obstante, este acto inconsciente, que podría establecer alguna separación del
deseo materno, la deja sujetada a los radares de la madre. ¿Qué beneficios
obtiene Erika al perder el examen?

Perder, según el diccionario de la Real Academia, conjugando algunas de sus


acepciones, significa “faltar a una obligación (…) sea por contingencia o
desgracia”249 se subrayan de este significado la obligación y la contingencia: Erika
al perder el examen, falta a la obligación impuesta por la madre de ser famosa y
de esa manera garantizarle una vida que la madre no pudo edificar para sí misma,
pudiera decirse que la madre proyecta en la hija aquello que ella no logró realizar
y de esta manera Erika es capturada por el deseo del Otro, en ello emerge la
contingencia, segundo aspecto tomado del significado propuesto por el diccionario
de la Real Academia, al acto de perder. La contingencia puede asumirse como lo

249Diccionario de la lengua española, edición del tricentenario, Obra Social la Caixa. Disponible en:
http://dle.rae.es/?id=SYE8NhT consulta: 9 de junio de 2016

122
inesperado, y a la vez un medio para lograr la satisfacción, única condición que se
impone al objeto, cuyos rasgos son eminentemente singulares.250

Podría decirse que la pérdida del examen supone lo contingente y en ello se juega
la satisfacción. Erika pierde el examen, trasgrede con ello el imperativo materno
de ser el objeto precioso que la madre le exige, su brillo fálico. Pero, también ha
frustrado su posibilidad de escalonamiento artístico, de lo cual devino, como única
opción, ser profesora de piano. En un acto de venganza triunfa sobre la madre con
su propio fracaso.

Ser una gran pianista era el deseo de la madre, con ello, posiblemente escalaría
por el mundo de fama soñado por la madre, mundo en el que, sin duda, estaría
prendida de su brazo y sería exhibida cual trofeo “moldeado a golpes por ella”. No
lograr el examen de piano, la separa de ser el comodín que la madre imagina para
su confort, pero a la vez la deja sometida a la amonestación materna por haber
derrochado la oportunidad de tener una vida revestida por los semblantes de la
fama, lo cual la ancla a una relación en la que solo caben la madre y ella.

5.7 La hija y su vida: un discreto arancel que cobra la madre

De otro lado, se subraya algunas significaciones derivadas de este acto para la


madre, el fracaso de Erika en el examen de piano, significa poner en escena la
amenaza de una posible elección amorosa de la hija, en tanto ya no tendrá las
exigencias y compañía del piano, no podrá más sublimar en él las posibilidades de
elección amorosa, porque hay que subrayar que Erika “es incapaz de expresar
verbalmente sus sentimientos, solo lo logra a través del piano.”251

Sin las exigencias del piano la madre perfecciona sus radares guardianes: “Erika
está en constante riesgo de hallarse envuelta en lazos amorosos y de pronto
250 Laplanche, Jean, y Pontalís, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis, Traducción de
Fernando Gimeno Cervantes. Paidós, Bs. As., Barcelona, México, 6ª reimpresión, 2004 p. 361
251 Jelinek, Elfriede, Óp. cit. p. 193

123
habría un zángano en casa”.252 Idea que constituye una amenaza para la madre,
en tanto “la madre prefiere que la niña se ase al fuego lento de los lazos del amor
materno y no en la cacerola de sensualidades de una pasión amorosa”253
Recuérdese que en psicoanálisis, la amenaza significa castración. La madre se
convierte en castradora de la hija al colocarse en posición guardiana de su
sexualidad “La madre duerme en la cama vecina y observa las manos de Erika.
Las manos han de practicar y no andar por ahí como hormigas debajo de la
sábana y pasar por el frasco de la mermelada”.254

La madre ha forjado la vida de la hija a partir de su deseo, pero Erika ha causado


el desengaño en la madre, ya no será la pianista famosa que la ufanará
satisfaciendo su demanda de confort; confort que Erika no buscaba ¿Qué
motivación inconsciente condujo a Erika hacia el error en el examen de piano? Ello
nos sitúa en la estructura del neurótico en cuyo caso el deseo gira en torno a algo
que solo es articulable a la demanda del Otro.

Pudiera conjeturarse, que este acto representaba para Erika una posibilidad de
separación del deseo de la madre, pero cada intento en este sentido, constituye
un acto sin la decisión suficiente para hacer “retroceder la significatividad personal
que lleva a la progresiva separación de los progenitores”255 y lo que acontece es
que Erika, en su lábil subjetividad, queda sin recursos ante la voz de la madre y se
encuentra, más que antes, a expensas del poder materno: “La madre le explica a
Erika que ella no es una más entre muchas; no, ella es única”. 256 […] Erika es la
mejor. Ese es el lazo con el que caza a la hija”257 […] La niña es el ídolo de la
madre y por ello la niña sólo ha de pagar un discreto arancel: su vida”258

De esta manera la vida de la hija es fagocitada por la insensatez del imperativo


moral materno, el superyó ligado a ideales entra en escena de manera feroz “[…]

252 Ibíd., p. 14
253 Ibíd., p. 193
254 Ibíd., p. 56
255 Sigmund, Freud, El problema económico del masoquismo, en: el yo y el ello, Amorrortu

Editores, 1924, Bs. As. Argentina, p. 173


256 Jelinek, Elfriede, Op. cit. p. 16
257 Ibíd., p. 222
258 Ibíd., p. 30

124
hace contrapunto a la del Nombre del Padre. Por esto puede entenderse que la ley
que introduce este último es pacificadora y socializante; en tanto la del superyó es
insensata y carece de justificación, es una función desencadenada, que no conoce
límites”.259 Ese sin límite, o a la manera freudiana: duro, cruel y despiadada260
dimensión del superyó, es presentificada por la falla del padre, un padre que, al
parecer enloquecido y excluido por la madre, no logra cumplir la función
expresada en este trabajo en el tercer tiempo del Edipo, y en tal sentido operar
reduciendo el riesgo de que sea la vida de la hija el discreto arancel con el cual
pague a la madre.

5.8 Las riendas de la madre, eso que no cesa de tensar

Y la madre no restringe esfuerzos en asegurar el dominio de la vida de su hija, en


su decir, “que ella es la madre y sabe lo que conviene a la hija, porque jamás se
deja de ser madre”261. Se dijo en el estado de la cuestión que la madre transmite a
la hija sumisión y obediencia, lo que supone como consecuencia para ella, la
dependencia como aprendizaje. La hija ha aprehendido la obediencia, no obstante
uno que otro asomo de desobediencia expresado en algunas escapadas que a
veces suele practicar la hija postergando su llegada a casa, aun sabiendo la
reacción de la madre:

La ópera ha terminado. Esto significa que la señora Kohut se estará revolcando


terriblemente en su coto doméstico, puesto que no acostumbra irse a dormir hasta
que la hija haya llegado sana y salva a la casa. (…) como una loba la madre va y
viene atravesando el reloj con miradas amenazantes. Se instala en la habitación
de la hija donde no hay ni cama ni cerrojo propios. (…) el egoísmo de la hija se ve

259 Ortega de Spurrier, Piedad. Las funciones del superyó, Virtualia, revista digital de la Escuela de
Orientación Lacaniana, N° 22, mayo de 2011, p. 2. Disponible en:
http://virtualia.eol.org.ar/022/template.asp?Lecturas/Las-funciones-del-Superyo.html Consulta: 31
de mayo de 2016
260 Sigmund, Freud. “El problema económico del masoquismo”, en: El yo y el ello, Vol. XIX,

Amorrortu editores, 1924, p. 173


261 Jelinek, Elfriede, op. cit.., p. 107

125
en el hecho de que ya son más de las once y la madre sigue sola en casa. Este es
un sufrimiento al que no debe someterla262

El comportamiento de la madre no puede más que asemejar al de una pareja


motivada por los celos conducentes a imaginar un escenario de posibles
infidelidades que serán negadas por el sujeto al regreso a casa. Y efectivamente,
Erika negará a la madre las razones de su llegada tarde a casa, la madre, que
sabe todo de la hija, no conocerá de su visita al peet show, de lo que se hablará
un poco más adelante. La madre cuida de la hija, asume una posición guardiana
ante la posibilidad de elección amorosa de Erika, quien se encontraría incapaz
para realizar las potencialidades propias del amor; según se desprende de una
escena en la que un joven, alumno de Erika, se acerca a saludarla:

El señor klemmer se acerca a ella serpenteando y la mira arrobado con sus ojos
azules y cara de ocasión. Con las dos manos toma una de las manos de la
pianista, saluda y dice que le faltan las palabras señora profesora. La madre de
Erika aparece disparada entre los dos e impide explícitamente el apretón de
manos (…) Klemmer acompaña a Erika y su madre a la parada del tranvía, Que
la gente joven se adelante unos pasos (…) puesto que desde atrás la madre tiene
mejor vista y puede controlar mejor. Erika titubea porque la pobre madre ha de
venir atrás a trote corto, tan sola (…) Las riendas de la madre se tensan y tiran a
Erika hacia atrás263

Las riendas de la madre, puede ser un significante que lleva a Erika siempre de
vuelta hacia la madre. Al parecer, por lo acontecido en la obra, los efectos del Otro
materno devienen en un vínculo del cual Erika no logra desprenderse: “Una
colgada del brazo de la otra y entrelazadas en todas sus complicaciones (…) Sólo
la muerte podrá separarlas, y ése es el puerto de destino que aparece escrito en la
etiqueta del equipaje de Erika”.264 Entrelazadas, es otro significante a subrayar:
acudiendo a la metáfora de tejido, entrelazar es trabar los hilos de manera que

262 Ibid., p. 152


263 Ibid., ps 77 , 78
264 Jelinek, Elfriede, op. cit. p. 35

126
formen y sostengan una unidad, si un hilo se corta produce un agujero en la
estructura, un respiro, un lugar por donde el sujeto puede hallar una salida.

Se requiere de la elección decidida de Erika para producir el agujero en el


imaginario de la madre de ser completada por la hija, empero, esto no es lo que
ocurre, porque Erika está siempre de vuelta a casa, de vuelta siempre a la madre.
La hija queda entrelazada con el Otro materno, lo que sugiere un razonamiento de
difícil desciframiento en el entendido de que en ese imaginario de la madre, en
tanto Otro, está implícita también una dificultad respecto a las vías del deseo, cuya
consecuencia es la vuelta a la madre, así Erika cede a las riendas de la madre.

5.9 Mirar sin tocar. Un sin - sentido cuerpo para gozar

Hasta ahora en el recorrido por la narrativa de Jelinek, pueden subrayarse algunas


consecuencias psíquicas en la hija, derivadas del nexo materno, situadas en el
acto de estar siempre de vuelta a la madre, trenzada a ella. A lo cual se le añade
una posición subjetiva frente al goce y la castración y que hipotéticamente pudiera
inscribirse en la dificultad de Erika para constituirse como sujeto de deseo, a lo
que se le añade la imposibilidad de hacerse a un cuerpo

Lo anterior, que no es para nada banal en lo íntimo del ser de Erika, se le añade,
articulado, la aprehensión de un saber derivado del acto de mirar sin tocar. Erika
mira, no toca, de lo que concluye un sinsentido en el cuerpo, pero necesita mirar
hasta el hastío, luego vuelve a casa. Para comprender lo acabado de referir, se
trae una escena en la que Erika visita un peet show. En la obra se lee:

Erika no quiere tomar parte en ninguna trama, ella solo quiere mirar. Simplemente
estar ahí sentada y mirar. Mirar. Erika, la que mira sin tocar. Erika no siente nada y
jamás tiene la posibilidad de acariciarse (…) Tampoco siente nada cuando se corta
o cuando se pincha, lo único que ha llegado a desarrollar es el sentido de la vista
(…) Erika mira atentamente (…) En ella nada se conmueve ni se excita. Pero aun

127
así tiene que mirar para su propio disfrute, (…) sigue mirando. Ella es tabú para sí
misma. Nada de tocarse265

El conjunto de cosas observadas derivadas del capricho materno, instauran en


Erika una singular salida en el acto de mirar, la mirada puesta en aquello que para
ella es carente de sentido y excitación, aquello que habla de la prohibición y del
efecto del Otro materno en su cuerpo, un cuerpo que goza mirando sin ser tocado
porque lo que puede producir es desprecio: “Erika desprecia ese fruto poroso y
rancio que marca el final de su vientre”266 y se entrega al capricho materno, un
capricho que no se discute y en tal sentido se distancia de la Ley del padre, Erika
se hunde en un acto pulsional en el que asume como propia la voluntad de la
madre, de esta manera no solo goza, sino que es colocada como instrumento del
goce del Otro.

5.10 El cuerpo cortado: Un real efecto del Otro materno

Adentrándonos un poco más en la obra, se puede articular otra consecuencia que


para Erika se deriva del Otro materno, en ella es habitual hacerse daño, daño que
dirige al cuerpo. Daño, sinónimo de privación, como eso pulsional del sujeto que
resulta de la incidencia del lenguaje en el cuerpo, de la huella que dejan, como
marcas de escritura, los dichos del Otro, en este caso del Otro materno. Una
respuesta a ese Otro materno se sitúa en la relación de Erika con su cuerpo en la
que expresa un sin límite, el sin límite, “lo ilimitado mantiene una afinidad con el
imperativo del goce, el ¡Goza! Que siempre pide más”267 la siguiente nota puede
situarse en ese ¡Goza!

Cuando no hay nadie en casa [Erika] se hiere voluntariamente en la propia carne.


Siempre espera el momento en que pueda herirse sin ser observada (…) es hábil

265 Ibíd., ps. 56, 58


266 Ibíd., p. 199
267 Harari, A. Citado por Pier Andrade, Renato. Cruel Conmigo, en: Bitácora Lacaniana N° 3,

Grama Ediciones, Buenos Aires, 2014, p. 72

128
en el manejo de la cuchilla (…) se sienta con las piernas abiertas frente al espejo
de aumento que se usa para el afeitado y realiza un corte que agranda la abertura
que constituye la puerta al interior de su cuerpo, el corte con la cuchilla no le causa
dolor, sus manos, brazos y piernas han sido usados muchas veces para estos
experimentos. Su pasatiempo es hacerse cortes en su propio cuerpo.268

Sobre esta cita, se propone una hipótesis apoyada en una afirmación planteada un
poco más arriba, según la cual, Erika no es colocada en el estatuto de lo humano
por la madre, esta desubjetivación provoca efectos que Erika dirige no solo hacia
su ser, sino hacia su cuerpo. No hay una libidinización del cuerpo que ponga límite
a los excesos y, los cortes devienen como un real del cuerpo. Real efecto de la
voz del Otro en el cuerpo, al producirse, según se desprende de la trama de la
novela, dos situaciones: de un lado una madre sin falta, que no asume la
castración y en este sentido no da lugar a la división subjetiva en la que de la
madre emerja la mujer, protegiendo a la hija de los excesos, y, de otro, Erika, no
se desprende del significante “niña” y en tal sentido no logra salir de una posición
subjetiva ¿adolescente? atribuible a su voluntad de goce.

¿Son los cortes en el cuerpo un intento de hacerse a un cuerpo? Corresponde


esta práctica, carente de dolor, a una invención de Erika como si tratase de decir a
la madre que no todo lo puede controlar, no en ese íntimo de su cuerpo, allí donde
la cuchilla llega, no puede llegar la madre ni a gobernar ni a poner un límite al
exceso.

Los cortes parecen apaciguar a Erika, en ello podría arriesgarse un punto en la


psicosis, en lo cual resulta ilustrativo una cita de Mario Elkin Ramírez, según la
cual “hay una tendencia a la perversión generalizada en la adolescencia, lo que
involucra de manera precisa el cuerpo y en este punto no excluye la psicosis, pues

268 Jelineke, Elfried, Óp. cit. p. 89

129
sabemos que una psicosis puede encontrar en un rasgo perverso un recurso de
estabilización.269

Esto desde luego es una consecuencia que compete a la clínica: el pasatiempo


que para Erika significa el acto de hacerse cortes en el cuerpo, devenido, de los
efectos estragantes de la relación materna y que bien pueden situarse como una
práctica masoquista, donde este, el masoquista, es el que dice al otro como actuar
poniéndose en el lugar de desecho, tal y como se dará cuenta más adelante en el
encuentro sexual que Erika planea con Walter Klemmer, su joven estudiante.

5.11 Más allá del principio del placer, el goce

De la cita también es susceptible acentuar el hecho según el cual los cortes en el


cuerpo no le producen dolor a Erika, en la obra se anota: “En sí mismo el dolor no
es más que una consecuencia del deseo de placer, de destrucción, de
aniquilamiento, y en su forma más sublime, una forma de placer”.270

Llama la atención que en la obra literaria se situé de manera precisa el dolor como
deseo de placer articulado a la destrucción y al aniquilamiento, ello, en el campo
disciplinar que orienta esta investigación reviste gran importancia en tanto permite
articular al acto de los cortes de Erika, una posición de goce, en el entendido
freudiano del principio del placer. En su texto Más allá del principio del placer,
Freud plantea que en el principio de placer, se encuentra algo que excede los
límites del placer, se trata del goce. El sujeto apunta al goce en un esfuerzo de
reencontrarlo, lo cual sólo puede manifestarse como repetición inconsciente.271

269 Ramírez Mario Elkin. Cuerpo y adolescencia. Blog. Disponible en: http://marioelkin.com/blog-
cuerpo-adolescencia/ Consulta: 17 de junio de 2016
270 Ibíd., p. 110
271 Sigmund, Freud. “Más allá del principio de placer”, (1920) en Obras completas, tomo XVIII, Ed.

Amorrortu, Buenos Aires, p. 19

130
La compulsión de repetición es un concepto trabajado por Freud para dar sostén
al impulso de los seres humanos a repetir pensamientos, juegos, actos o
situaciones poco placenteras e incluso dolorosas. Al vivenciarse la situación
displacentera, el sujeto busca alejarse de ésta, pero siempre hay un resto que se
reprime. Eso reprimido es lo que retorna y en lo que el sujeto insiste una y otra
vez. Una actividad pulsional conducente a algo de lo cual el sujeto no puede
escapar. Recuérdese la tragedia de Medea quién dice, no tener escapatoria a la
decisión de asesinar a sus propios hijos para vengarse de Jasón. Lo pulsional allí,
sería la insistencia en un acto que sabe la devasta.

Lo anotado hasta aquí, en la trama de la Pianista, bien puede situarse en una de


las figuras del masoquismo, pretensión para nada simple, si se tiene en cuenta
que Freud se refirió al masoquismo como enigmático.272 Una de las figuras del
masoquismo es expresada como una necesidad de castigo, que corresponde a lo
que Freud en su texto El problema económico del masoquismo, formalizó como
masoquismo femenino.

Al referirse al masoquismo femenino, Freud lo precisa en fantasías que se sitúan


en escenificaciones perverso masoquistas, su contenido manifiesto “es ser
amordazado, atado, golpeado dolorosamente, azotado, maltratado de cualquier
modo, sometido a obediencia incondicional, ensuciado, denigrado”273 contenido,
que, según se detallará, parece inscribirse en el deseo de Erika, al juzgar por lo
acontecido en el encuentro sexual con Walter Klemmer, su joven enamorado.

5.12 Un hombre en el propio nido. Un amor egoísta

Se dijo un poco más arriba, sobre un estudiante alumno de Erika que la frecuenta.
De este acercamiento se describirán, groso modo, algunas escenas con el

272 Sigmund, Freud. “El problema económico del masoquismo”, en: El yo y el ello, 1924, p. 166
273 Ibid., p. 168

131
propósito de dilucidar la posición subjetiva de la madre y desde luego de Erika en
esta relación:

“[…] la paz familiar se nubla porque este Klemer no se quita del medio (…) No se
le ocurrirá irrumpir en su vivienda!”274 Erika es atraída por Klemmer, un joven que,
como se dijera antes, la mira arrobado, y, ese arrobamiento no será sin
consecuencias tanto para Erika como para él. Algunos encuentros y visitas
suceden entre ellos, “la madre sospecha que ese tal Klemmer se va a interponer
entre ella y la niña”275 Empero la madre no está dispuesta a ceder, ella es la
madre, la reina y en tal sentido quien comanda:

Alguna vez llega el momento en que la edad ha de entregar el cetro (…)


probablemente no sobrevivirá a la niña, pero mientras viva se impondrá sobre ella.
La hija ya no está en una edad como para soportar las desagradables sorpresas
que puede provocarle un hombre. Y, sin embargo, helo aquí, el hombre del cual
pensaba que ya se le había quitado de la cabeza. Había tenido éxito en convencer
a la hija de quitárselo de encima y ahora vuelve a aparecer intacto, como nuevo, y
además, ¡en el propio nido! (…) hoy por la noche, cuando estén frente a la
televisión, no le dirigirá la palabra. Y, si lo hace, le explicará a Erika que todo lo
que hace la madre está motivado por el amor.276

No dirigir la palabra es una intención de la madre situada del lado del castigo,
castigo al que se hace merecedora la hija por relacionarse con un hombre y osar
llevarlo a su casa. Negar la palabra o servirse de ella es una manera que
encuentra la madre para justificar las acciones maternas y lo hace en nombre del
amor.

Se subraya, de un lado, y según se dijo en un capítulo anterior, la afirmación


según la cual, la transmisión materna puede darse también sin palabras y sus
efectos se instauran en la subjetividad; y de otro lado, como el amor es un afecto

274 Jelinek, Elfriede, op. cit. p. 77


275 Ibíd., p. 156
276 Ibíd., p. 212

132
en cuyo nombre se soportan diversos actos, no siempre situados del lado del
bienestar.

La madre, a razón de ser la madre, y a nombre del amor, priva a la hija de la


posibilidad del amor de un hombre, que a juicio de la madre no podrá traerle sino
desagradables sorpresas, porque además, el amor que puede ser proferido por
ese ese hombre, solo puede ser egoísta: “En este sentido mencionará a Dios y a
otras autoridades, los cuales también han cultivado el amor, pero no el amor
egoísta que germina en ese joven”277

5.13 Amor, posesión y devoración: Un entramado de imaginarios sin


encuentro

Erika y Klemmer inician una serie de sutiles encuentros en los que ella se resiste a
la palabra e insinuaciones del señor Klemmer, intenta una distancia que la aparte
del amor que advierte hacia ella y que también ella le prodiga “siente que la invade
la luz, la claridad, el calor (…) la profesora y el discípulo se hallan frente a frente,
de hombre a mujer. Entre ellos, algo ardiente, un muro inexpugnable” 278 por vez
primera en sus 36 años de vida, Erika se siente mujer, hay un hombre causa de
deseo que la despoja de su condición de niña proferida por la madre.

Entre esta mujer y este hombre se teje una relación que por conveniencia de
ambos, no va a proclamarse a los cuatro vientos. Se conoce el poder erótico que
conlleva lo escondido, permanecer ocultos parece atraer más al joven estudiante
que ha logrado escalar una nota con su profesora a quién quiere transformar en su
discípula “ama a esta mujer, entre otras razones, por su rica experiencia en lo

277 Ibíd., p. 212


278 Ibíd., p. 190 - 191

133
referente al repertorio musical, pero esto no ha de llamar a equívocos, ya que él lo
sabe todo mucho mejor”.279

Así se van trenzando en un juego en el que Erika se ufana de la palabra sin


emociones y Klemmer de triunfar dando lugar a las emociones a fuerza de
constancia y entusiasmo. Entre ellos siempre están la madre y el piano, pero
Klemmer se ufana de que las emociones triunfaron por encima de la inteligencia
de Erika. Klemmer da lugar al poder erótico de lo escondido, no quiere que se
sepa de su relación, “él pasta en praderas más jóvenes. Y el amor sólo provoca
placer cuando uno es envidiado en función del ser amado.”280

En la relación de Erika con Klemmer, se configura así algo paradojal: mientras la


madre se ufana de su niña e imagina hacer de ella su objeto precioso, el cual sería
exhibido para su beneplácito; para Klemmer, Erika es un objeto que le permite
moverse con habilidad en su propia agua, un objeto que no exhibirá en tanto al
hacerlo no obtendría ningún beneficio narcisista. Klemmer comanda la relación
con Erika, “esta mujer es ya tan vieja y aún no sabe lo que quiere. Sin embargo,
yo soy tan joven y siempre sé lo que quiero conseguir”281.

Erika es objeto de dos “amores” una madre vieja que bien podría ser su abuela, y
un joven para quien ella es demasiado vieja, uno y otro comandan su vida. “Erika
se imagina a Klemmer como su novio y ella como su novia y su madre como la
madre de la novia que vivirá con la pareja”.282

En este entramado de imaginarios se va reglando el deseo de cada uno de los


protagonistas de la obra: la madre, tensa las riendas para que su hija no ceda a
los riesgos del amor; Klemmer, cree ser el vencedor frente a Erika, y ésta quiere
ser devorada por ese hombre:

279 Ibíd., p. 194


280 Ibíd., p. 195
281 Ibíd., p. 197
282 Ibíd., p. 201

134
Quiere ser el instrumento sobre el que le enseñe a tocar”283 […] Erika parece
enfilar a gran velocidad hacia su propio fracaso; ese es el último destino que
anhela. Se desprende de una voluntad que siempre le ha pertenecido a la madre y
ahora se la entrega a Walter Klemmer284

Erika entrega su voluntad, la consigna en una carta que escribe de manera


calculada cuyo destinatario es el señor Klemmer, carta que desde luego sorprende
al joven quien considera que entre ellos no tiene por qué darse una comunicación
mediada por el papel, tienen confianza para decir lo que sea vía la palabra.

Empero, Erika ha predispuesto en una carta su voluntad respecto a lo que desea


acontezca en una cita que le ha propuesto al señor Klemmer, cita que no se dará,
como él imaginaba, entre las paredes cómplices de un cuarto para dos, sino que
tendrá lugar en la casa de Erika, en su habitación. Lugar a donde llega Erika
acompañada del joven estudiante. Allí, desafiando a la madre se encierra en su
habitación y asegura la puerta sirviéndose de un viejo armario, la madre no llegará
allí a torpedear la cita con Klemmer.

Desesperada, la madre busca un consuelo y lo encuentra en el hecho de que la


hija haya venido con el hombre a casa en vez de irse a cualquier otro lugar. La
madre teme que en ese momento, detrás de la puerta bloqueada, esté actuando la
carne285

Y se equivoca la madre, detrás de la puerta bloqueada, acontece algo inesperado


para Klemmer, quien ha acudido a la cita dispuesto a desplegar sus habilidades de
don Juan, no obstante:

Se siente incapaz de desear a esta mujer, pero, desde hace ya mucho tiempo,
quiere penetrarla. Cueste lo que cueste, seguramente bastará con palabras

283 Ibíd., p. 214


284 Ibíd., p. 208
285 Ibíd., p. 212

135
amorosas. Erika ama a este joven y espera que él la redima. Ella no da ninguna
señal de amor para no quedar en desventaja286

Erika y el señor Klemmer arriesgan un juego donde se enganchan con lo pulsional


íntimo de cada uno: él busca un encuentro sexual con ella en el que él sea quien
comande la situación, se hará lo que él quiera, al fin y al cabo Erika, aunque vieja,
no sabe lo que quiere; él, joven, lo sabe todo y sabe bien que quiere.

Erika espera ser redimida por este hombre a quien ama, pero ante el cual no dará
la más mínima muestra de afecto, y entonces, acude a la carta, no ha de suceder
nada entre ellos sí el señor Klemmer no ha leído la carta, insistencia ante la cual
Klemmer no tiene otra opción que sacar la carta de su bolsillo e iniciar su lectura.
Erika lo mira y “Espera que alguien decida sobre su destino. Pero, si bien entrega
su voluntad, lo hace bajo una condición: Erika utilizará su amor para que este
muchacho se transforme en su amo”287

Tener un amo parece ser el destino de Erika, podría decirse, empero, también
puede situarse como una consecuencia devenida del imperativo materno que ha
operado como amo de Erika, y que ella busca repetir en la elección de objeto de
amor, una elección en la que se entrega a manera de objeto, Erika se cerca en la
madeja de sí misma, como un objeto y excluye sus sentimientos.

No obstante, desde ese lugar de objeto, comanda la situación al pedirle a


Klemmer en su carta que haga de ella un ovillo y la encadene tensando con
fuerza, que le haga daño, que la golpee. Erika pide a Klemmer “que la golpee con
los puños en el estómago, que se siente encima de ella hasta quedar aplastada
como una tabla que quiere quedar inmovilizada por sus crueles y dulces
cadenas”288

286 Ibíd., p. 207


287 Ibíd., p. 208
288 Ibíd., p. 217

136
Inmovilizada, se propone como significante que ancla a Erika a las crueles y
dulces cadenas, y es lo que Erika espera recibir de ese joven, por quién en
realidad desea ser redimida. Erika ha sido inmovilizada por las dulces y crueles
cadenas que la han atado a la madre, atadura en la cual no solo no logra
establecer una ruptura, sino que ahora repite en un pedido sin límite; no obstante
es un pedido en el que ella dice al otro como actuar a la vez que se coloca en el
lugar de desecho.

Desde este lugar y en una posición que bien puede situarse sadomasoquista,
Erika termina siendo absolutamente agredida por Klemmer quien es “arrastrado
por los deseos de la mujer, quiéralo o no (…) muy pronto siente que el placer lo
transforma”289

Todo para Erika transcurre lenta y tormentosamente, también su encuentro con el


amor, o mejor con su sexualidad, siempre inhibida por la madre, quien actuó como
guardiana de ella. Las fantasías sexuales de Erika, reprimidas durante años,
ceden en un desahogo masoquista, con el que busca liberarse de la sujeción a la
madre, aunque ello signifique sujetarse a este hombre, en un acto de repetición
que la inmoviliza bajo las riendas de Otro.

“La madre da un respingo y se percata de que, en el interior de su propia casa, su


hija está siendo degradada (…) Indignada advierte que se está dañando la
propiedad ajena, en este caso, ¡su propiedad!”290 La madre sabe que su hija está
siendo agredida, que la carne está actuando sobre el cuerpo de la hija sin que “su
pequeño torbellino” pueda hacer algo para escabullirse.

Dice Freud, que la hija, en su relación amorosa, suele repetir su mala relación con
la madre. La vida de la pianista ha transcurrido lenta, anclada a la voluntad de la

289 Ibíd., p. 227


290
Ibíd., p. 267

137
madre, de ella ha recibido cuidados, que semejan al amor, también ha estado
sometida a su capricho que se impone en ultrajes y golpizas y Erika, no ha tenido
suficiente decisión para elegir una vida por fuera de este vínculo que la coloca
como goce del Otro. Y, ahora, yace bajo la voluntad del hombre que dice amar, un
hombre, que la ultraja y golpea, que la hace objeto de goce.

“El nuevo día encuentra a Erika sola, pero atendida por su madre con compresas y
esparadrapo”.291 La madre habría dicho que prefería ella misma herir a la hija y
luego curarla, y he aquí, a la hija herida en su ser y en su cuerpo por ese Otro que
no ha hecho más que alojar el eco del deseo del Otro materno inscrito como huella
en Erika del que devino la elección de un objeto de amor, que a la medida del
objeto primordial, la sitúa en un lugar de desecho.

Las riendas tensan y Erika, no logra separarse de ellas. Erika ha aprehendido el


sinsentido respecto a su cuerpo, a su ser. Al final de la obra se lee: “[…] ¡El
cuchillo ha de llegarle hasta el corazón! Le flaquean las fuerzas que necesitaría,
su mirada se pierde y, sin un impulso de enojo o de ira o de pasión, Erika Kohut se
hiere en un punto del hombro y comienza a sangrar […] Erika camina y camina.
[…] Erika sabe en qué dirección tiene que caminar. Va a casa”

291 Ibíd., p. 277

138
CONCLUSIONES

Se colige del recorrido hecho en este trabajo, varias dimensiones de la madre:


 Una referida a la función de ordenamiento y preservación del equilibrio,
madre capaz de dar y preservar la vida. Pero también está el lado
destructivo que en algunos aspectos la caracteriza.
 Una dimensión de la madre, apuntalada en la prematuración biológica y
psíquica del niño, de la que se desprende la función de dar o no dar. En tal
caso el objeto que era para la madre, pasa a ser don de amor o señal de
desamor, intervención de la que depende la inscripción psíquica del objeto
y que se articula a la frustración.
 La dimensión de don en la madre que pone en marcha la estructura del
lenguaje, articulando la pérdida del objeto con la instauración del orden
simbólico de la palabra.

Se esclarece, en este trabajo, que la relación madre-hija está apuntalada y


acentuada en roles, funciones, estereotipos o ideales que de ella, la madre, se
esperan.

La relación madre-hija no es un idilio, regularmente en esta cae el ideal social de


un amor absoluto, sacrificial y sin tacha que se le atribuye a la madre.

La madre hay que escindirla de lo que es una mujer. Del lado de la mujer
tenemos, en determinadas circunstancias, un actuar que evoca el sin límite, sobre
todo cuando se trata de la presencia de otra mujer que la rivaliza, o del amor de un
hombre en su vida, desatando muchas veces hostilidad y rivalidad en la relación
madre-hija.

139
Hay una dimensión de la madre que no se inscribe en el todo cuidado y en un
amor irrestricto, dimensión que se encuentra vinculada a la mujer que emerge
tanto en la madre como en la hija y ello en relación con un hombre.

La mujer que emerge en la madre da paso a una vertiente de la pasión que no se


deja dominar por la razón y en tal sentido obra desde el exceso. Ello sitúa a la
madre en posiciones subjetivas diversas, aunque siempre en relación con el
objeto.

La madre es sobre todo un acontecimiento psíquico. De su proceder, que es


inconsciente, proviene el lenguaje que se encarna en el cuerpo a manera de
huella y tiene consecuencias que se inscriben como letra en el inconsciente.

El comportamiento de la madre siempre produce efectos en la hija. Estas


consecuencias no provienen necesariamente de una posición de rivalidad,
hostilidad u odio por parte de la madre, porque lo que se establece es que también
la ternura, aquiescencia, o un exceso en el trato hacia el hijo, deviene en efectos
que no siempre se inscriben en su bienestar.

De la relación con la madre se derivan consecuencias psíquicas para la hija, que


bien pueden situarse en:

 Experimentar el amor y el deseo, la erogenización del cuerpo, suponiendo


un encuentro con la sexualidad;
 Recibir palabras y sentencias del Otro materno que se inscriben como
veredictos en la subjetividad;
 Estar sometida al control guardián de su sexualidad;
 Instauración de un sentimiento ambivalente de odio y amor hacia la madre;
 Ser despojada de la palabra, despojo soportado a nombre del amor
materno y en este sentido quedar colocada bajo la voluntad del Otro;
 Renunciar a la libidinización de hacerse a un cuerpo sexuado;
 Entregar la voluntad a Otro que la toma como objeto de desecho;
 No lograr hacerse a una vida con un proyecto propio;

140
Cuando la madre no logra situarse como quien ella no toda es, y se obtura la
función del Nombre del Padre, dará lugar a una dimensión del deseo materno que
sin duda, producirá efectos que, además de lo ya expuesto, se traducen en
síntomas como la angustia, el masoquismo femenino y la perversión, entre otros.

La investigación arroja sin equívocos, que una hija, presa del deseo materno,
puede ser devorada en su ser, en su vida, en la posibilidad de hacerse a un
cuerpo, a la palabra, a una vida propia. Y se puede deducir que esta devoración
deviene de una posición de la madre quien se erige en guardiana de la sexualidad
de la hija.

Los efectos devoradores del deseo de la madre, ilustrado con la metáfora del
cocodrilo, tienen como corolario, que el deseo de la madre emerge de la mujer que
la habita, y es este deseo el que connota el riesgo de devoración.

Se colige que las consecuencias psíquicas de la relación madre-hija, advienen de


y por la mujer que hay en la madre. En este sentido, precisa Silvia Elena
Tendlarsz “Después de todo, la sustitución niño-falo no colma la falta y subsiste
un resto de insatisfacción”292

Tras el recorrido hecho se esclarecen algunos de los impasses en la relación


madre – hija, precisando que las consecuencias psíquicas que para algunas
mujeres tiene la relación con su madre, son inconscientes, se inscriben en el
inconsciente y por lo tanto son susceptibles de abordar en la clínica, según se
deduce de textos, casos y viñetas señalados en esta investigación.


Psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Ecole de la Cause
freudienne de París.
292 Tendlarz, Silvia Elena. Óp. cit.

141
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