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Hoy escribe Antonio Piñero
Dijimos en el comienzo de esta serie sobre la concepción de “mesías” en el judaísmo que nuestro interés primordial
es reflexionar si el posible mesianismo de Jesús –en caso de que el menos al final de su vida se considerara
como tal, de lo que muchos estudiosos albergan dudas implicaba o no que él creyese que comportaba al menos
cierta condición divina. Y como no tenemos textos directos en el Evangelio para responder a esta cuestión con toda
seguridad, debemos tornar nuestro ojos al judaísmo de la época de Jesús –y un poco anterior para ver qué es lo
que pensaban los judíos acerca de aquellas personas a los que de algún modo habían aclamado como mesías de
alguna manera.
Dijimos también que en Antiguo Testamento no hay mesías. Y nos parece que esta afirmación se acerca a la verdad.
Sin embargo, hay dos casos en la época postexílica, en concreto a partir del 539 a.C. en el que el uso empieza a
acercarse a lo que podría ser la concepción un mesíasrey poterior: el de Ciro el Grande, que no es ni siquiera
judío y el de Zorobabel, el último vástago de la rama de David. Pero el que a estos dos personajes se les designe en
alguna ocasión con el vocablo mesías, nos señala con nitidez como el que ejerce esa función es un mero ser
humano, por mucho que su “contacto” con la divinidad sea excelso.
Según la tradición judía, Ciro el Grande, persa de nación, de la estirpe de los aqueménidas, conquista Babilonia en
el 539 a.C., después de haber derrotado a los lidios (su monarca más era el proverbialmente opulento y rico Creso)
y a los medos. Por necesidades u oportunidad política, Ciro adoptó una política de tolerancia religiosa para con los
diversos pueblos de su extenso imperio, para que al menos en ese flanco no hubiera tensiones él.
En el ámbito de esta política Ciro decidió permitir a sus súbditos judíos (los aqueménidas, al conquistar Babilonia se
hicieron dueños automáticamente de Israel, que estaba bajo su soberanía desde la caída de Jerusalén en el 587) la
reconstrucción de las murallas en la capital de la provincia de Judea, la reconstrucción del Templo de Jerusalén, que
existía en semirruinas, y la devolución de los objetos sagrados del Templo de Jerusalén , transportados a Babilonia
como señal de dominación por Nabucodonosor. Parece también que emitió un edicto por el que se permitía la vuelta
de los exiliados en Babilonia –familias prominentes todas ellas a tierras de Israel.
Y decimos “parece” porque hay serias dudas al respecto, puesto que la misma tradición hebrea parece indicar que el
primer retorno de los exiliados fue en tiempos del sucesor de Ciro, Darío I en torno al 521 a.C. Pero es probable que
fuese Ciro el que primero diese, o esbozase, el decreto que permitía la vuelta. De lo contrario no se hubiera
producido lo que nos interesa ahora: la tradición profética recogida en Isaías lo proclama “justo” (Is 41,2), “pastor”
(= buen rey: Is 44,28) y “ungido” o “mesías” Isaías 45,1. He aquí el texto:
« Así dice Yahvé a su ungido (“mesías”) ) Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones
y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas. »
Podríamos calificar, pues, de “esperanzas mesiánicas” las expectativas de retorno de los exiliados a la tierra de
Israel. Pero la figura del “ungido”/”mesías” se aplica un rey, un ser humano, y además un gentil, no judío.
Este primer uso del vocablo en la línea de las expectativas que posteriormente serán mesiánicas quedó muy
grabado en la memoria histórica del pueblo de Israel. De alguna manera Ciro fungía el cargo de verdadero “pastor”
del pueblo de Israel, al que se le permitía el retorno a la tierra.
“A Sesbasar le sucedió su sobrino Zorobabel, hijo de su hermano. De él recuerda la Biblia sólo el título de pehah (cf.
Ag 1,1 y 2,21: texto hebreo), no el de nasi’, pero ciertamente tuvo también este último. La figura de Zorobabel fue
el centro de una dura lucha que al final perdió. Por ello la tradición, la de los vencedores, conservó el recuerdo de
que Zorobabel guió una primera columna de exiliados que volvían de Babilonia en el año 520 a.C., pero censuró su
título real. Lo mantuvo sin embargo en algunos pasajes donde era posible interpretar el texto no en clave política
sino mesiánica. Véase Ag 2,23 y Zac 4,14 (el “ungido”) y 6,12 (el “germen”).
El haber guiado la columna de regreso de exiliados y el haber sido nombrado rey y gobernador de los judíos colocó
de inmediato a Zorobabel en un ámbito ideal. Inauguraba una nueva etapa del pueblo donde parecía que todo
el esplendor del pasado iba a renacer: se reinstauraba el reino de David y parecía que “para siempre”, pues contaba
con el apoyo de los poderosos persas.
En la historia del mesianismo judío la designación de Zorobabel como “ungido” tiene importancia porque a su lado
aparece también –recordemos que estamos en los inicios del mesianismo tal como lo entendemos hoy una figura
mesiánica complementaria, la del sacerdote Josué:
"Volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó como a un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo:
«¿Qué ves?» Dije: «Veo un candelabro todo de oro, con una ampolla en su vértice: tiene siete lámparas y siete
boquillas para las siete lámparas que lleva encima. 3 Hay también dos olivos junto a él, uno a su derecha y el otro a
su izquierda.» Proseguí y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué es esto, señor mío?» Me respondió el ángel que
hablaba conmigo y me dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» Prosiguió él y me habló así: Esta es la
palabra de Yahveh a Zorobabel. No por el valor ni por la fuerza, sino sólo por mi Espíritu dice Yahveh Sebaot – […]
11 Entonces tomé la palabra y le dije: «¿Qué son esos dos olivos a derecha e izquierda del candelabro?» (Añadí de
nuevo y le dije: «¿Qué son las dos ramas de olivo que por los dos tubos de oro vierten de sí aceite dorado?») El me
habló y dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» Y él me dijo: «Estos son los dos Ungidos que están en
pie junto al Señor de toda la tierra» "(Zacarías 4,16. 1114).
« Los “olivos” y ungidos (“hijos del aceite” según la expresión hebrea) son los dos mesías. »Empieza a nacer la
ideología mesiánica propiamente tal en Israel…, pero los mesías son puramente hombres…, eso sí, con especial
contacto con la divinidad.