Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical
courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish
Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.
Shalom amigos,
Mi nombre es Julia Blum. Gracias a las amables y generosas palabras del Dr. Eli en el post anterior,
realmente no necesito presentarme porque él ya lo hizo. Tengo el honor y el privilegio de asumir la
administración del blog de los Estudios Judíos. Por mis clases ya conozco a algunos de los estudiantes
y sé que son un público increíble, maravilloso y emocionante. Estoy muy agradecida con cada uno y
espero tener noticias de ustedes. Este blog ha sido un aporte maravilloso para su experiencia con
eTeacher, espero y ruego que continúe siendo una bendición para quienes lo siguen.
Me gustaría empezar con mi tema favorito, uno en el que he pasado muchos años investigando,
escribiendo y orando: El Mesías Oculto. En la serie de posts que presentaré aquí, veremos
primeramente el Secreto Mesiánico del Nuevo Testamento, contrapuesto a su origen judío; a
continuación seguiremos la idea del Mesías oculto y revelado en Los Hechos-Lucas, y finalmente,
aprenderemos las amplias lecciones del capítulo de transición del Evangelio de Lucas (Lucas 24). Por lo
tanto, ¡que empiece el viaje!
El Secreto Mesiánico
“Cualquier discusión sobre… El mesianismo es un asunto delicado ya que es aquí donde el conflicto
esencial entre Judaísmo y Cristianismo se ha desarrollado y continúa existiendo”. Ghersom Sholem,
escribió para comenzar su famosa Idea Mesiánica en el Judaísmo. A la luz de estas diferencias
esenciales, un consenso entre eruditos judíos y cristianos, en relación al llamado secreto mesiánico,
irrumpe de manera sorprendente. Los estudiosos de ambas partes reconocen el hecho de que en los
Evangelios, Jesús, es representado frecuentemente como buscando mantener un elemento en secreto
sobre su propia persona y obra a través de toda la extensión de su ministerio público (algunas veces
desalentando abiertamente el uso del título de ‘Mesías’). Esta característica de los Evangelios es bien
conocida y ampliamente reconocida; hoy se conoce como el “Secreto Mesiánico” –un término que
deriva de un estudio clásico de William Wrede–.
Vamos a echar un vistazo a algunos pasajes donde Jesús prohibió directamente a otros que hablasen
de Él como Mesías: Él les dijo: ‘¿Quién dices que soy?’ Pedro respondió y dijo: ‘El Cristo (Mesías) de
Dios’. Y Él estrictamente les advirtió y ordenó que no dijesen esto a nadie.[1] Una advertencia similar
acompaña todas sus sanaciones en Israel: la purificación del leproso, la resurrección de la hija de Jairo
de la muerte y la sanación de los dos hombres ciegos, para nombrar unos pocos. Estas y muchas otras
historias van casi inevitablemente acompañadas de un comentario final: Y Él estrictamente les
advirtió… y les dijo, ‘Mira que no digas nada a nadie’;’[2] pero Él les mandó estrictamente que nadie lo
supiese;[3] y Jesús, severamente les advirtió diciendo, ‘miren que nadie lo sepa.’[4] No solo les advirtió
que no dijesen nada –Él les prohibió hablar de ello y casi siempre estricta y severamente–. En
realidad, lo único que Jesús hizo con severidad fue prohibir a la gente que hablase sobre su identidad
mesiánica y sobre sus milagros. De hecho, la única vez en todo el Nuevo Testamento que Él revela su
identidad mesiánica es en la escena con la mujer samaritana en Juan 4. ¡Solo piensa en eso! El único
momento en que habla de ello no es con una persona judía, sino con una mujer samaritana, e incluso
solamente en un momento en que sus discípulos habían ido a comprar comida a la ciudad[5] –eso es,
cuando no había nadie, ni siquiera una persona judía a la vista–. De la misma manera, la sanación del
hombre poseído por un demonio del país gentil de los gadarenos, también presenta un contraste
llamativo con todas las historias citadas anteriormente: En respuesta a su solicitud para seguirle, Jesús
le dice al hombre que había sanado: ‘Ve a casa con los tuyos y diles las grandes cosas que el Señor ha
hecho contigo, y como Él ha tenido compasión de ti’.[6] Por lo tanto, Jesús estaba preparado para
revelar su identidad a los gentiles pero era muy cuidadoso de no revelarlo a los judíos.
Es importante hacer una distinción entre los textos y la historia, y por lo tanto, entre dos oyentes
diferentes: el público de los lectores de los Evangelios, y el público oyente de Jesús dentro de los
Evangelios. Todos los textos del Nuevo Testamento fueron escritos décadas después de su muerte y
resurrección, y los autores de los Evangelios, si bien se dirigían a sus lectores contemporáneos,
estaban repitiendo sin descanso que Jesús era el Mesías prometido: Pero estas cosas se han escrito
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 20:31) –pero esto no es de lo que estamos
hablando–. No estamos estudiando lo que los evangelistas nos dicen acerca de Jesús; lo que nos
interesa es lo que el Jesús de los Evangelios dice de sí mismo, o le permite/no permite que los otros
hablen sobre Él a sus contemporáneos. Los Evangelios describen de manera consciente y deliberada el
propósito de Jesús al ocultar y esconder su mesianismo a Su audiencia. En otras palabras, el
mesianismo de Jesús es algo que el autor y los lectores conocen, pero los participantes
originales no sabían.
Este Secreto mesiánico –este contraste entre el mesianismo de Jesús y sus inducciones al secreto en
los Evangelios– requiere sin duda alguna explicación. Vamos a buscar una aclaración en los patrones
judíos de las expectativas mesiánicas que Jesús y sus seguidores pudieran haber hecho de ellas. Jesús
era judío, y desde luego estaba influenciado por las ideas judías contemporáneas –mediante Su
educación y todo el contexto judío de Su vida–. Vamos a tratar de identificar aquellos aspectos del
Secreto Mesiánico que pueda ser rastreado hasta los tiempos de Jesús, e incluso anterior a ello, para
ver este rompecabezas característico de los Evangelios en contraste con su origen judío y de buscar
una explicación a este dilema del Nuevo Testamento en el pensamiento judío de aquel tiempo.
[1] Lucas 9:20-21
[2] Marcos 1:43-44
[3] Marcos 5:43
[4] Mateo. 9:30
[5] Juan 4:8
[6] Marcos 5:19
El Salvador Oculto En El Cielo
Por Julia Blumjulio 19, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/salvador-oculto-cielo/
El Secreto Mesiánico contrapuesto a Su origen judío (Parte 2):
“Antes de estas cosas, Enoc estaba oculto,
y ninguno de los hijos de los hombres sabía dónde se ocultaba”
(I Enoc 12:1)
En los próximos dos posts, vamos a demostrar que respecto a la venida del Mesías como oculto y
revelado podría tomarse como representativo del primer siglo (D.C) en el judaísmo palestino. Con el fin
de comprobar esta afirmación, vamos a ver las evidencias desde las diferentes corrientes y
representaciones de este judaísmo.
Los rollos del Mar Muerto. Si nos dirigimos a la biblioteca de Qumram, los diferentes textos de esta
biblioteca testifican de la poderosa presencia de los motivos “oculto y revelado” en la comunidad de
Qumram. El distinguido académico del Mar muerto, Michel O. Wise escribe en su libro, El Primer
Mesías, que Judá (ese es su nombre, según Wise) fue el primer mesías oculto, y que su vida ayudó a
establecer los fundamentos para Jesús como el Mesías Oculto. La frase clave de Judá, misterios
maravillosos, ()רזי פלא, contiene el término más prominente para “misterio” en los escritos de Qumram –
la palabra “raz”– que generalmente se considera como un derivado persa del arameo y hebreo. La
traducción bíblica del griego para raz es mysterion y dos términos hebreos asociados con raz son sod y
nistarot –este último a menudo se traduce como oculto–. Todos estos términos transmiten la idea de la
esencial sabiduría celestial solo conocida por Dios y otorgada a los humanos por la revelación. Se
esperaba de los miembros de la comunidad que “caminasen perfectamente unidos, cada uno con su
vecino, en todo lo revelado a ellos” –mientras permanecer oculto era visto como una parte esencial de
la conciencia y el comportamiento mesiánico–. “Él, que nutre al Santo Renuevo para que venga a ser el
Árbol de Verdad, se oculta a sí mismo, sin amor propio, desconocido, su secreto sellado”. [1]
Literatura apocalíptica – En la época del Segundo Templo, el Apocalipsis resultaba ser el principal
impulsor de las ideas escatológicas y conceptos del Mesías. ¿Por qué? ¿Qué tenía de especial esta
literatura? Una explicación debe ser buscada en la historia. Las escrituras hebreas enseñan el concepto
de Dios reinando visible y tangiblemente en la historia de Su pueblo. Un rey era ungido por Dios. Si el
rey era justo, Dios bendecía a Su pueblo y esta bendición, así como el mismo reino, era una realidad
terrenal, verdaderamente tangible. Sin embargo, ¿qué ocurre si el rey es injusto? Gradualmente, la
visión del “ungido que ha de venir”, el que rectificaría todos los errores perpetrados por el rey
gobernante, y remediaría el mal de la actual situación, se está imponiendo en el marco de la historia
real. Cuanto peor fuese la situación de la transformación histórica presente, más fuerte vendría a ser la
esperanza en un orden reverso que traería el Mesías. Por lo tanto, en la era post-bíblica el motivo
trascendente empezó a sonar con mucha claridad: Como las cosas en esta tierra estaban mal y los
injustos estaban ganando, por primera vez el concepto claramente delineado del reino trascendente y
del salvador trascendental de los últimos días, avanzó en el pensamiento judío. El Mesías se convertiría
en una figura plenamente trascendente, una contraparte celestial de los justos en la tierra. Mientras
ellos son oprimidos y humillados, él está en el trono y es exaltado, pero oculto. Sin embargo, cuando
sea manifestado en el juicio escatológico, ellos también serán exaltados. En el centro de este proceso
de reinterpretación y de repensar aparece ‘Uno como el Hijo del Hombre’ en Daniel 7: Vi en las visiones
de la noche, y he aquí uno semejante al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo y se allegó al
Anciano de Días…
Por lo tanto, el oculto y revelado Mesías ocurre muchas veces en el Apocalipsis, especialmente en el
Libro de Enoc, donde vemos al Hijo del Hombre celestial que se oculta en el cielo hasta que llegue el
tiempo señalado: “Porque el Hijo del Hombre se ocultó desde el principio, y el Altísimo le preservó en
la presencia de Su poder; luego le reveló a los santos y elegidos”.[2] El Apocalipsis de Esdras (4º
Esdras) –compuesto según dice el consenso de los expertos, a finales del primer siglo de E.C en
hebreo, también jugó con el tema del Mesías oculto y revelado–. En esta obra, Dios explica a un vidente
que escribe en nombre de Esdras: “Pero mi hijo el Mesías, será revelado con aquellos que están con
Él”.[3] Sin embargo, no hay manera que cualquiera pudiese encontrar y ver al Mesías por su propio
esfuerzo –“el ungido a quien el Altísimo ha guardado hasta el fin”–[4], tiene que ser revelado cuando
llegue el tiempo señalado: “Del mismo modo que nadie puede explorar o conocer lo que hay en las
profundidades del mar, así nadie en el mundo puede ver a Mi Hijo o a los que están con Él, excepto
cuando Su tiempo y Su día haya llegado”.[5] La misma terminología se encuentra en el Apocalipsis de
Baruc (2 Baruc), una obra literaria judía escrita en la última mitad del primer siglo de la era cristiana: “Y
sucederá que cuando todo se haya cumplido… que el Mesías comenzará a ser revelado” .[6] En todos
estos escritos, el Mesías es el ser pre-existente, que será revelado por Dios mismo e incluso si los
hombres lo ven antes de que se manifieste, no le verán tal como realmente es –como el Mesías– hasta
que les sea revelado por Dios – como Mesías –. El momento crucial aquí es el tiempo: entonces, en
aquellos días, su tiempo –estas palabras aparecen una y otra vez en los textos apocalípticos–.
Con este trascendental Mesías oculto en los cielos, hasta que llegue el momento designado, llegamos
de regreso a la época. Por supuesto, todos estos textos son de origen humano y no son Palabra de
Dios –pero los escritos del Nuevo Testamento deberían ser vistos en contraste con el trasfondo de los
mismos, y los eruditos del Nuevo Testamento no pueden ignorarlos–. Personalmente creo que en estos
textos podemos ver reflejado el aspecto humano del plan de Dios para Israel: El Mesías iba a ser
ocultado hasta que llegase el momento señalado. Si conocemos estos textos, conocemos este plan.
Podemos entender mucho mejor cuán importante era para Jesús mantener su identidad mesiánica
escondida y oculta –hasta que llegue el tiempo señalado–.
[1] 1QH 8.
[2] 1 Enoc 62: 7
[3] 4 Esdras 7: 28
[4] 4 Esdras 12:32
[5] 4 Esdras 13:52
[6] 2 Baruc 39:5
El MesÍas Desconocido
Por Julia Blumjulio 27, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/el-mesias-desconocido/
Esta es la tercera y última entrega de nuestro estudio del trasfondo judío del secreto mesiánico, a
continuación vamos a tomar un descanso sobre este tema y volveremos a él más adelante para
examinar el tema del Mesías oculto/revelado en el Nuevo Testamento. En nuestro último mensaje,
hablamos acerca del salvador oculto en los escritos apocalípticos y del Qumram. Debemos tener en
cuenta sin embargo, que tanto los escritos apocalípticos como los del Qumram, provienen de diferentes
autores que vivían al margen de la vida judía común. La pregunta es: ¿tenemos alguna evidencia
adicional? o ¿tenemos algo que pueda ser tomado como una verdadera imagen de la religión en aquel
periodo donde podamos descubrir al Mesías oculto?
Tárgumes. Aquí Tárgumes, que viene a ser una interpretación libre del arameo en el Antiguo
Testamento para usar en las Sinagogas, entra en escena. A pesar de los últimos datos en la redacción
final de estos textos (la redacción básica de los Tárgumes primitivos podría ser de finales del Siglo II o
III D.C y muchos de los textos disponibles son incluso más tardíos), la tradición interpretativa que
representan pertenece al periodo del Segundo Templo. ¿Encontramos aquí un Mesías oculto y
revelado? Cuando regresamos a estos textos, nos sorprendemos al descubrir cuantas veces los
Tárgumes hablan del Mesías siendo revelado, aunque no haya ninguna palabra sobre oculto ni
revelado en el texto hebreo original. Mientras que en los escritos rabínicos leemos sobre todo (aunque
no exclusivamente) de la venida ( )בואdel Mesías, los Tárgumes, cuando se refieren a la llegada del
Mesías, hablan de Él como “siendo revelado” ()אתגלי. Obviamente, traducir también significa interpretar,
por lo tanto, es muy significativo el hecho de que la palabra revelado parezca ser el verbo más
apropiado para utilizar en conexión con el Mesías.
Veamos algunos ejemplos de esos textos (desviaciones del Tárgum del texto hebreo son indicadas en
letra cursiva).
Génesis 35:21: Entonces partió Israel y plantó su tienda más allá de Migdal Eder.
Tárgum Pseudo-Jonathan para Génesis 35:21: “para Migdal Eder “el Rey Mesías será revelado ( עתיד
)דאתגליal final de los días”.
Jeremías 30:21: Y su gobernador saldrá de en medio de ellos (en hebreo: )ומשלו מקרבו יצא.
Tárgum Jeremías 30:21: “Y su Ungido será revelado en medio de ellos”.
Zacarías 6:12: Entonces le habló diciendo, ‘así dice el Señor de los ejércitos: este es aquel cuyo
nombre es Renuevo, pues echará renuevos de sus raíces y reconstruirá el templo del Señor’.
Tárgum Zacarías 6:12: “Y tú le hablarás a él diciendo: Así habla el Señor de los ejércitos, diciendo, He
aquí el hombre cuyo nombre es Ungido, será revelado y Él será levantado, y será construido el Templo
del Señor’”.
Literatura rabínica. Esta idea del Mesías desconocido u oculto, también ocurre en la literatura rabínica
posterior. Verdaderamente, todos los textos rabínicos disponibles fueron recopilados y editados mucho
después que el periodo del Nuevo Testamento. Sin embargo, los maestros de cuyas declaraciones
están inscritas estas recopilaciones, los primeros fueron discípulos de las escuelas de Hillel y Shammai,
durante el siglo I A.C, y por lo tanto, algunos de estos textos revelan las creencias de judíos antes de la
caída de Jerusalén. Vemos que los diferentes textos rabínicos juegan con esta idea del Mesías estando
oculto durante un tiempo, siendo revelado después. Así pues el Midrash Tehilim (Midrash sobre los
Salmos) comenta sobre el Salmo 21:1: “…el Rey Mesías, hijo de David… permanecerá oculto hasta el
tiempo de la redención”. El Midrash Ruth Rabba 5:6: “tal como el primer redentor les fue revelado en
Egipto y después les fue ocultado hasta que llegó el tiempo para serles revelado otra vez, así será con
el redentor final: el redentor final, en un principio les sería revelado y después les sería ocultado durante
un tiempo”. Leemos en Midrash Bereshit Rabba, Piska 36: “Y vio Dios que la luz era buena
(Gen.1:4). Este versículo demuestra que el Santo, bendito sea, contempló al Mesías en sus obras antes
de que el mundo fuese creado, y luego bajo Su Trono de Gloria apartó a Su Mesías hasta el tiempo de
la generación en la cual Él aparecerá”.
Por lo tanto, podemos ver que la literatura rabínica también lleva consigo un testimonio de la idea de
aquel Mesías, cuando venga, se ocultará y no será reconocido hasta llegado el tiempo en que será
revelado por Dios. ¿No es significativo, por ejemplo, que en fuentes judías posteriores, el segundo
Mesías fuese el Hijo de José? Toda la historia de José no se trata solo de su sufrimiento, sino de no ser
reconocido. Hay otras personas en las escrituras que sufrieron muchísimo y si el Mesías tenía que
simbolizar el sufrimiento y muerte, sería mucho más lógico que fuese llamado el Hijo de Job –Job sería
el símbolo del sufrimiento en el Tanach–. Sin embargo, la historia más grande de la Biblia hebrea sobre
no ser reconocido (hasta que él mismo revela su identidad) es la historia de José. En este sentido, el
Mesías Hijo de José de los textos rabínicos también da testimonio del hecho de que “lo incognito” del
Mesías viene a ser una característica esencial en la literatura judía posterior.
Llave número tres: Como si…: El Señor no puede revelar Su amor hasta que Su plan sea
completado. De aquí que, a menudo, muchas veces Dios actúa como si. Sin embargo siempre es
nuestra decisión si confiamos en nuestra vista o en nuestro corazón.
Llave número cuatro: Bendiciendo el pan: Yeshua es reconocido mientras partía el pan y esto
vino a ser la señal de ambos, Su dignidad como Mesías y Su sufrimiento. El Mesías tenía que
sufrir la muerte y levantarse otra vez –solo entonces llegaría el momento señalado para que Su
Mesianismo fuese revelado–.
Llave número cinco: Y sus ojos se abrieron: Esta es la culminación, no solo de la historia completa
sobre los discípulos, sino también sobre todo el Evangelio. La sorprendente simetría entre la frase: sus
ojos fueron abiertos en Lucas 24 en contraste con sus ojos fueron abiertos en Génesis 3, nos ayuda a
entender el cambio crucial en el estatus del Universo cuando Yeshua fue reconocido como
Mesías.
Así pues, en el trabajo de sus dos volúmenes, Lucas nos ilumina para un cambio global mayor que
ocurrió entre el Evangelio y Los Hechos, después de la muerte y resurrección de Yeshua.
La historia de Emaús proporciona una excelente transición desde el primero hasta el segundo volumen
de los escritos de Lucas –de una era a otra– del Mesías visible, pero oculto (no revelado y no
reconocido), al Mesías revelado (reconocible) pero invisible. Durante Su vida terrenal, Él estuvo
oculto, y solo después de Su resurrección, Su mesianismo llegó, no solo conocido por sus discípulos,
sino proclamado abiertamente a todos desde las azoteas. Y esto significa, ante todo, que aunque Él
estuvo visible mientras anduvo por la Tierra de Israel, Él estuvo oculto para sus conciudadanos
porque sus ojos estuvieron velados. Estuvieron velados solo mediante la soberanía de Dios, porque
nadie más podía restringir su vista. Así pues, llegamos a nuestra pregunta final en este estudio: ¿Por
qué Yeshua estuvo oculto para Israel?
Cerradura NÚmero Uno: El ObstÁculo En Los Ojos De Israel
Por Julia Blum noviembre 3, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-uno-obstaculo-los-ojos-israel/
Finalmente estamos en Acherei Hachagim –después de las fiestas– aquí en Israel. Muchas instituciones
y estudios empiezan sus actividades anuales después de las vacaciones (por ejemplo, el periodo de
otoño en la mayoría de las universidades de Israel empieza después de las fiestas, y algunas veces,
como en este año, es bastante tardío). Otros cursos y colegios simplemente regresan y retoman sus
programas allá donde los dejaron –y esto es exactamente lo que vamos a hacer– estamos retomando
nuestras series del Mesías Oculto y empezaremos por donde lo dejamos.
Nuestro último post sobre este tema era un repaso de todos los posts del Mesías Oculto que habíamos
tenido hasta aquel momento. Antes de ello, en cinco artículos diferentes, comentamos y describimos las
Cinco Llaves del Capítulo Transitorio de Lucas (Lucas 24) y dijimos que necesitábamos esas llaves para
abrir el Misterio del Mesías Oculto.
Ahora que tenemos las llaves, procederemos a abrir las ‘cerraduras’. Cinco llaves significan cinco
cerraduras, ¿correcto? De acuerdo con esto, en el post de hoy trataremos la primera cerradura con
nuestra primera llave. Pero antes, vamos a hablar sobre la identidad mesiánica oculta de Yeshua, me
gustaría mencionar que en el Tanach (Antiguo Testamento) también encontramos el tema de
ocultamiento. Por ejemplo, en 1 Samuel 17:55-58, después de que David matase a Goliat, Saúl
pregunta quién es. Anteriormente, en el mismo capítulo, leemos una conversación entre Saúl y David,
por lo que todo este episodio parece desde luego, muy extraño: Saúl no está capacitado para reconocer
a David, incluso cuando ya se habían encontrado anteriormente. Es como si un velo hubiese cubierto la
cara de David, y no pudiese ser reconocido –y eso es exactamente lo que vamos a ver en la historia de
Yeshua–.
Volvamos al Evangelio: una y otra vez vemos que este tema de “ocultado y revelado” parece ser crucial
para Lucas. Por ejemplo, en el Capítulo 2 cuando Simeón bendice a Jesús, le profetiza a María que, a
través de ese niño los pensamientos de muchos corazones serán revelados.[1] En Lucas 10, Jesús
dice: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios
y las has revelado a los pequeños.[2] Acabamos de ver que Dios es el Único que oculta y revela:
nuestra primera llave dice que nadie, si no el mismo Dios puede cerrar y abrir los ojos. Ahora
intentaremos de entender cómo –¿como Él oculta de Su pueblo el mesianismo de Yeshua–?
La palabra revelado (αποκαλυπτο) se encuentra varias veces en la LXX y la mayoría se refiere a Dios.
Normalmente es el Señor quien revela, como en 2 Samuel 7:27 Porque Tú, OH SEÑOR de los ejércitos,
Dios de Israel has hecho esta revelación al oído de tu siervo…; o en Números 22:31 donde se usa para
abrir los ojos: El Señor ha abierto los ojos de Balaam. En estos casos, el verbo es usado para la
revelación espiritual de Dios y por parte de Dios.
Sin embargo, también tenemos casos muy diferentes donde sale esta palabra griega. Por ejemplo, en
Génesis 8:13 cuando Noé quitó la cubierta del Arca, el mismo verbo es usado para la palabra remover.
En Ruth 3:7 y en Levítico 20:11,17, 18,19, 20, 21, el verbo aún presta un significado diferente, aunque
aquí, otra vez, expresa una acción práctica: descubrir… descubrió sus pies… Entonces vemos que el
verbo griego αποκαλυπτω significa no solo revelar en el sentido espiritual, sino también destapar,
desvelar, quitar la cubierta o un velo.
Este breve análisis puede aumentar nuestro entendimiento de lo oculto y lo revelado en el Evangelio de
Lucas: Existe un velo tapando los ojos para percibir el oculto misterio en el Evangelio de Lucas –esta es
la causa de que sus ojos estén tapados–. Por ejemplo, en Lucas 17:30 leemos: Así será el día en que el
Hijo del Hombre se manifieste. La revelación del Hijo del Hombre, por eso será un descubrir/desvelar lo
que antes estaba oculto y velado. El velo está en su lugar y Dios es el único que puede apartar ese velo
y revelar la verdad escondida.
¿Qué pues, es el velo?
¿Recuerda la mismísima y última pregunta que los discípulos le hicieron a Yeshua? Esta única pregunta
es suficiente para entender cuán grande era la diferencia entre la redención que Israel estaba
esperando y la que Yeshua trajo. Abra el libro de Los Hechos y en el mismo principio, en la escena
anterior a Su ascensión, leemos: ‘Señor, ¿restaurarás ahora el reino de Israel’[3] Por favor, tome nota
de que ellos le preguntan esto, no tan solo después de tres años de ininterrumpido compañerismo con
Él, sino después de su muerte en la cruz y su resurrección, y después de los cuarenta días en que Él
se les había aparecido, enseñado y explicado los misterios del plan de Dios. Lo suyo era una típica
pregunta; el Mesías que Israel estaba esperando no podía dejar de traer redención y salvación a Israel.
Sí, después de todas Sus explicaciones y mensajes, los discípulos que Él había escogido e instruido,
continuaban esperando esto de Él, entonces ¿qué nos dice con relación a la multitud de israelitas que
después de Sus mensajes y de ver Sus milagros, estaban absolutamente convencidos de que tarde o
temprano, Él salvaría y restauraría a Israel?
Fe en un Mesías real que restauraría el trono de David, y por lo tanto, el reino de Israel, era un
componente inseparable de fe en Dios y estaba basado en la promesa bíblica: ‘Levantaré linaje
después de ti, el cual procederá de tus entrañas y afirmaré su reino. Él edificará casa en Mi nombre y
Yo afirmaré para siempre su reino. Yo seré a él por Padre y él será Mi hijo’.[4] En este contexto, el Rey
Mesías, Mashiach ben-David, era entendido como quien vendría principalmente para cumplir este
propósito. No hay lugar a duda, el creyente en Israel no podía imaginar de que Dios enviaría Su
salvación mediante un salvador que no salvaría a Su pueblo. Pero Yeshua, tal como sabemos, no fue
enviado a restaurar el reino de Israel, y por lo tanto, no vino de acuerdo con las expectativas “normales”
judío-mesiánicas. Él subió al altar, no al trono de David. No fue enviado a restaurar el pueblo de
Israel tal como se esperaba del Mesías, y en este sentido, muchas promesas mesiánicas de Israel
asociadas con la venida del Mesías, en realidad no se cumplieron durante el tiempo de Su primera
venida. El cumplimiento de estas promesas bíblicas se encuentra en el futuro, como parte de la
inalterable Palabra de Dios. Sin embargo, es vital darse cuenta de que ya que permanecen sin
cumplirse, a parte de la fidelidad a Dios y Su Palabra, el pueblo de Israel simplemente no podía
aceptar a Yeshua como su Mesías, ya que en su mentalidad, esto habría contradecido las
Escrituras.
Este era el velo –y este velo solo podía ser levantado o quitado por Dios–. El hecho de que Yeshua
ascendiese al altar y no al trono –el hecho de que Él viniese a darse como sacrificio– superaba todas
las expectativas humanas y comprensibles, y por esta razón, ni carne ni sangre, si no solo el Padre que
está en el Cielo[5] podía revelarlo mediante Su Espíritu y apartar ese velo. Sin embargo para entender
este proceso, necesitamos usar nuestra próxima llave: Hacer visible lo latente.
[1] Lucas 2:35
[2] Lucas 10:21
[3] Hechos 1:6
[4] 2 Samuel 7:12-14
[5] Mateo 16:17
Cerradura NÚmero Dos: El Misterio Del Libro Sellado
Por Julia Blum noviembre 10, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-dos-misterio-del-libro-sellado/
¿Recuerdas nuestra LLAVE NÚMERO DOS: Haciendo latente lo invisible? Hablamos sobre cómo se
revelaban las fotografías antiguamente: Un film, (un negativo) se colocaba en una disolución especial, el
revelador, y algún tiempo después, la fotografía empezaba a emerger. Al principio aparecían los
contornos y después los finos detalles de la imagen, al final surgía la fotografía completa. De hecho,
este era el propósito del revelador: hacer que la imagen latente fuese visible.
Todo este proceso era absolutamente fascinante: Por una parte, la imagen ya estaba ahí –existía ya
por entero, perfectamente impresa en el negativo, el complejo proceso químico no le cambiaba ni
añadía nada– simplemente lo revelaba, lo mostraba, hacía aparecer lo que ya estaba ahí. Sin embargo,
por otra parte, aunque solo en este punto nos separaba de poder ver lo que estaba impreso en la
fotografía, sin este paso, sin revelar el film, nunca podríamos descubrir lo que había grabado allí: hasta
que el revelador no hiciera su función, la imagen latente permanecía invisible.
Hoy utilizaremos esta llave para abrir la CERRADURA NÚMERO DOS: El misterio del libro sellado y sin
sellar. Empezaremos con las palabras de Isaías que han causado problemas en mi corazón durante
muchos años:
Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: «lee
esto ahora»; él dirá: «no puedo, porque está sellado». Y si se le diere el libro al que no sabe leer,
diciendo: «lee ahora esto»; él diría: «no se leer».[1]
¿Cuál es el libro del que habla el profeta? Aquí no estamos tratando sobre una profecía en particular, se
nos habla de la visión completa (hazut hakol), acerca del cuadro global, de una visión y entendiendo
todo lo que Dios ha hecho y está haciendo en la historia de la humanidad. Creo que Isaías habla sobre
el mismísimo ‘libro’ sellado que vemos en el Capítulo 5 del Libro del Apocalipsis:
Y vi en su mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera
sellado con siete sellos. Vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro
y desatar sus sellos?» Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni
aún mirarlo. Y yo lloraba mucho porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, de leerlo,
ni de mirarlo.[2]
Alguien podría decir que este paralelismo es muy arriesgado –que estos dos libros son completamente
diferentes y no hay conexión entre ellos–. Sin embargo, cuando Daniel habla de otro libro: «Tú Daniel,
cierra tus palabras, sella el libro hasta el tiempo del fin«.[3] Aquí no hay duda de que el sellar el libro de
Daniel, igual que quitar el sello del Libro del Apocalipsis, viene completamente en un contexto profético.
¿Nos atreveríamos a decir que el libro sellado de Isaías no tiene conexión con estos dos libros
proféticos? Estoy completamente convencida de que los tres libros no solo están relacionados, sino que
son el único y mismo libro de los planes finales de Dios para la humanidad, revelados en una visión a
Daniel, como sellados por Dios, y mostrados a Juan en una visión como el libro abierto por Yeshua.
Por lo tanto, vemos este libro cerrado, este pergamino sellado del plan de Dios, y que es entregado a
uno que sabiendo leer, le dicen: «lee esto, por favor». Y él dice: «no puedo, está sellado». He
meditado mucho sobre este extraño cuadro: ¿Quién es el que sabe leer, pero por alguna razón recibe
este libro sellado? Creo que hoy, quien sabe leer es Israel: Nuestro pueblo no solo sabe lo
concerniente al Tanach –las Escrituras hebreas, la Palabra de Dios– sino que también es capaz de leer
el manuscrito de Dios en la historia. Se nos enseñó a reconocer a Dios, Su firma y el desarrollo de Su
plan en los eventos que nos rodean. Y al parecer, ¿quién más debería leer este libro, sino el que sabe
leer y escribir? Pero de eso trata el tema: específicamente para los letrados, el libro está sellado. Tal
como leemos en el profeta Daniel, está sellado por el mismo Dios, o al menos por orden de Él, y como
leemos en el libro de Apocalipsis, solo puede ser abierto por Dios. En Apocalipsis se nos dice con
perfecta claridad que el Único que puede quitar los sellos, el Único que ‘es digno’ de quitar el sello de
este Libro: Pero uno de los ancianos me dijo: «no llores, he aquí el León de la tribu de Judá, de la
estirpe de David, ha prevalecido para abrir el pergamino y quitar los siete sellos».[4] Y tan pronto como
Él quita los sellos y abre el Libro, el sabio es capaz ahora de leer este libro. Una vez que el sello es
quitado –aunque nada nuevo es añadido a este libro, todo lo que existió latentemente antes, ahora es
revelado por primera vez, llegando a ser visible y aparente. Muy parecido a nuestro ejemplo del
revelado fotográfico del film –por eso es que necesitamos esta llave para abrir el misterio–.
Recuerdas las palabras exactas de nuestra segunda llave: Es cosa de Dios hacer visible la imagen
latente. Es muy importante entender que para nuestro pueblo, no era su elección ni su decisión: El libro
está sellado, y solo cuando el sello sea abierto, podrá ser leído. Una vez más mencionamos al Apóstol
Pablo –Rabino Saúl–: como ya sabemos, él estudió la Torá y las Escrituras toda su vida e
incuestionablemente había sido letrado antes de su encuentro con Yeshua. Sin embargo, hasta que el
mismo Yeshua quitó los sellos para él, Saúl no pudo leer el pergamino. Cuando Yeshua apareció y se le
reveló a Sí mismo, cuando el sello fue quitado, solo entonces fue capaz de leerlo. Nada fue añadido o
cambiado en el texto, ningún escrito o documento le cayó a Saúl del cielo. Fueron las mismas
Escrituras, el mismo Tanach que él había leído toda su vida, pero que no había visto, entendido y leído
bajo una nueva luz. Ahora era capaz de leer el Libro de Dios, este Libro había sido abierto para él. En el
momento en que Su mano soberana quitó los sellos, el entendido y el ignorante por igual, no podían
dejar de leer y ver la imagen latente que ahora era visible: El Mesías, que siempre había estado allí y
quien es revelado y visto ahora en la página de este Libro, sin cambio alguno en su texto.
[1] Debe ser mencionado que la última parte del versículo –aquella en la que estamos realmente
interesados– no ocurre en todas las versiones griegas, y por lo tanto, tampoco nos encontramos estas
palabras en todas las traducciones en inglés. Estoy usando aquí el texto bizantino para la traducción
griega y de King James para la de inglés.
Cerradura NÚmero Cuatro: Partiendo El Pan
Por Julia Blumdiciembre 7, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-cuatro-partiendo-pan/
No hace mucho hablamos sobre la Llave Número Cuatro – como Yeshua fue reconocido al partir el
pan: “Se sentó a la mesa con ellos… Cogió el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a ellos. Entonces sus
ojos fueron abiertos y le reconocieron”.[1] Dijimos que ese reconocimiento de Él como Mesías tenía que
ver con la autoridad que Él mostró al tomar el lugar de anfitrión en la comida. También hablamos sobre
los textos de Qumran y el reconocimiento de los esenios ya que solo un Sacerdote y Mesías tenía la
autoridad para bendecir el pan. En los comentarios de este post, me hacía a mi misma una pregunta:
¿Este concepto era conocido por todos los judíos de aquel tiempo? ¿Es cierto que los dos discípulos lo
habían entendido así?
De esto es lo que trata el post de hoy: ¿Cómo comprendieron los dos discípulos la autoridad mesiánica
de Yeshua? ¿Estaban familiarizados con los escritos esenios? Regresemos al día de la Última Cena.
Justo un par de capítulos antes, vemos a Yeshua y a sus discípulos llegando a la Ciudad Santa.
Jerusalén estaba repleta de gente que había llegado para la Pascua. Cada casa tenía huéspedes de
más, cada habitación estaba llena, aún y así, Yeshua extrañamente parecía no estar preocupado
respecto al lugar donde celebrar la comida de la Pascua. Confidencialmente, Él les había dicho a sus
discípulos: “Al entrar en la ciudad, un hombre con un cántaro de agua saldrá a vuestro encuentro.
Seguidle y entrad en la casa donde él entre”.[2] ¿Cómo sabía Yeshua que ellos encontrarían un hombre
cargando un cántaro de agua? Un hombre cargando un cántaro de agua no era algo común, ya que
generalmente era un trabajo de mujeres. ¿Por qué un hombre tenía que cargar un cántaro de agua en
Jerusalén?
El único grupo de hombres judíos que tradicionalmente llevaban cántaros de agua eran los esenios. Ya
que la mayoría de los esenios guardaban el celibato, los hombres hacían el trabajo de las mujeres. Por
eso, un hombre con un cántaro de agua solo podía ser un esenio. Los esenios tenían sus comunidades
no solo en Qumran, sino también en varias ciudades. También tenían comunidad en Jerusalén. Josefo
nos dice que una de las puertas de Jerusalén era llamada “la Puerta de los Esenios”. Al parecer, fue a
través de esta puerta que entraron a su comunidad. De las palabras de Yeshua, sus discípulos
entendieron que ellos tenían que entrar a Jerusalén a través de la puerta de los esenios. Además, ya
que los esenios tenían un calendario diferente, sus habitaciones para huéspedes estaban todavía
disponibles. Por esta razón el Maestro sabía que había lugar disponible para la Última Cena.
En el post de nuestra Llave Número Cuatro, discutimos el concepto esenio del privilegio mesiánico en el
partimiento del pan durante las comidas en comunidad. Algunos textos de Qumran describen tales
comidas y las normas aplicables a ellas. Por ejemplo, en QS 62-5, leemos que ellos comerán en
comunidad y orarán en comunidad… y cuando la mesa esté preparada para la comida, y el vino nuevo
para beber, el Sacerdote será el primero en extender las manos y bendecir los primeros frutos del pan y
del vino nuevo. Y también en 1QSa 2:17-21 tenemos una descripción de la comida final de la
comunidad que tendrá el Mesías entre ellos: El Sacerdote dirá la bendición y después de esto, primero
el Mesías de Israel y después los demás según su rango. Esta norma era aplicable a un grupo de diez o
más hombres.
Sabemos que durante la Última Cena, Jesús fue quien bendijo el pan y el vino: Él tomó el pan, dio
gracias y lo partió y le dio a ellos diciendo: “Esto es Mi cuerpo que os es dado; hacedlo en memoria de
Mí”. 17 Entonces tomó la copa y habiendo dado gracias les dijo: “Tomad esto y repartidlo entre
vosotros; 18 porque os digo que no beberé del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga”.[3] Sin
embargo, desde que ellos tuvieron esta comida en el lugar esenio y entre la comunidad esenia, mientras
partían el pan, Yeshua era visto como un Mesías esenio. Esta es la razón por las que les deja claro
diciéndoles que Él no es un Mesías según el concepto esenio: Él está entrelazando este partimiento del
pan con el que había de venir, con Su inminente sufrimiento (aunque ellos no lo entendieron en aquel
momento) –algo que el Mesías esenio no haría–: Cuando llegó el momento, Él se sentó y los doce
apóstoles con Él. Entonces les dijo: “Con ferviente deseo he querido comer esta Pascua con vosotros
antes de Mi sufrimiento”.[4] Así durante la Última Cena, Yeshua hizo esta afirmación: Yo no soy un
Mesías de los esenios, soy un Mesías diferente. Ahora no me entienden pero entenderán muy pronto
qué clase de Mesías soy.
Ahora, regresemos a la historia de Emmaús. Se nos ha dicho que “ellos se acercaron al pueblo a donde
iban”.[5] No sabemos si era el pueblo donde ellos vivían o si era la casa de algún amigo –pero este
forastero empezó a actuar en la casa como aquel que tiene autoridad–,[6] asumiendo el rol de anfitrión
y partiendo el pan. El corazón de los discípulos, que había estado ardiendo todo el camino, ahora
estaba lleno de emoción y expectativa. Recordaron Su bendición mesiánica durante la Última Cena –si
lo vieron así o si se les dijo– para ellos esto fue el signo definitivo de su dignidad Mesiánica. También
les vino a la memoria Sus palabras sobre el sufrimiento: “Lo que ahora hago no lo entienden, pero lo
entenderán después”.[7] Sus palabras: lo entenderán después, estaban siendo cumplidas en ese
justo momento; Él les había dicho por adelantado que Él sería un Mesías sufriente, diferente –y ahora,
finalmente ellos lo entendieron–. Sí, Él era el Mesías, pero era un Mesías diferente –no el Mesías que
Israel esperaba; no el Mesías que los esenios esperaban– y esto es lo que los dos discípulos
reconocieron mientras Él partía el pan.
Tal como he mencionado algunas veces anteriormente, Lucas quiere que veamos este Evangelio a la
luz que es reflejada en el capítulo de transición. Por lo tanto, junto con los discípulos del Camino de
Emmaús, ahora entendemos dos cosas: primero, que Yeshua es el Mesías y como Mesías tiene la
autoridad para bendecir el pan y el vino, y segundo, que Él es un Mesías diferente, diferente a cualquier
otra expectativa, incluyendo la de los esenios. Su Mesianismo viene mediante el sufrimiento, y Su
bendición del pan y el vino es el recordatorio de ese sufrimiento. Yo creo que estas son las principales
conclusiones que Lucas quiere que entendamos de este capítulo de transición –porque estas son las
dos cosas principales que los discípulos comprendieron en el pequeño pueblo de Emmaús. Es por esta
razón que en ese mismo momento “sus ojos fueron abiertos y ellos le reconocieron”.[8]
[1] Lucas 24:30,31
[2] Lucas 22:10
[3] Lucas 22:17-19
[4] Lucas 22:14,15
[5] Lucas 24:28
[6] Marcos 1:22
[7] Juan 13:7
[8] Lucas 24:31
Cerradura Número Cinco: Reconociendo Lo No Reconocido
Por Julia Blum diciembre 14, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-cinco-reconociendo-lo-no-
reconocido/
En Génesis 42, en la historia de José, leemos sobre su primer encuentro con sus hermanos:
7
Y José cuando vio a sus hermanos los conoció; más hizo como que no les conocía, y les habló
ásperamente y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para
comprar alimentos.[1]
En el texto inglés, nada nos sorprende tanto como esta respuesta tan extraña. Sin embargo, cuando
leemos este versículo en hebreo, descubrimos aquí una cosa asombrosa: El verbo para ‘les reconoció’ (
)ַוַּיִּכֵר ם, y el verbo para ‘como si no les conociera’ ( )ַוִּיְת ַנֵּכר ֲא ֵליֶה םderivan de una misma raíz. ¿Te lo
imaginas? Estas dos acciones, no solo son muy diferentes, y en un sentido, completamente opuestas:
–“reconocer” y “desconocer”– son expresados con los verbos derivados de una misma raíz. No hace
falta decirlo, es imposible traducirlo adecuadamente e incluso es casi imposible de explicarlo.
Increíblemente esto es un precioso ejemplo de lo profundo y multifacético que es el lenguaje hebreo –lo
profunda que es Su Palabra–. El hebreo bíblico es principalmente un lenguaje verbal y los verbos
derivan de las raíces. Las raíces son grupos de consonantes que contienen la “esencia” del significado
de la palabra. La mayoría de los verbos en hebreo están formados por esta raíz tri-consonante mediante
un cambio de vocales, y añadiendo diferentes prefijos y sufijos, se forman las diferentes derivaciones.
Según sea su derivación (binyan) los verbos con una misma raíz pueden tener significados muy
diferentes, tal como tenemos aquí, en nuestro texto. Aún y así siendo derivados de una misma raíz,
todos tienen algo en común, todos se refieren a una misma “esencia”.
Sí, José se hizo el desconocido, sí, él era irreconocible, a pesar de su disfraz, esta sorprendente raíz de
reconocer y desconocer toca los corazones de los hermanos con algo dolorosamente familiar. No es de
extrañar, desde el mismo primer encuentro con el virrey egipcio, ellos sabían que todo se trataba
de José, incluso cuando parecía no haber conexión alguna entre las historias. No es de extrañar,
después de la acusación de José, y a pesar de la completa falta de lógica y la ausencia total de
cualquier conexión entre la acusación y la demanda de que trajesen a su hermano menor, se dijeron el
uno al otro: verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma
cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.[2] El espíritu
de Dios estaba tocando sus corazones y sus corazones ardían aunque sus ojos no pudiesen
reconocerle –y esta completa e increíble dinámica está reflejada en estos dos verbos–, opuestos en su
significado pero derivados de una misma raíz: hikir – hitnaker.
Es difícil encontrar una expresión más hermosa y profunda sobre el Mesías Oculto en la Torá. He
estado pensando, orando y escribiendo sobre el Mesías Oculto durante años, pero cuando descubrí
estas palabras, de nuevo me quedé llena de admiración –humildemente sobrecogida ante la
inexplicable profundidad de Su Palabra–. Esta interacción entre hikir y hitnaker –entre “reconocer” y
“hacerse el desconocido”– a pesar de estar perdido en la traducción, es increíblemente profundo.
¿Podían los hermanos haber reconocido a José desde el principio? ¿Debían haberle reconocido desde
el primer momento? El hecho de que él ‘hizo como si no les conociese’, significa que no quería que le
reconocieran, ¿correcto? De otra manera, su plan completo de traerlos a todos al arrepentimiento,
basado en que trajeran a Benjamín hacia él, se hubiese arruinado. Conocemos la historia. Sabemos
que no se suponía que ellos le reconociesen, aún y así esta raíz común, esta esencia común nos dice
que el misterio es aún más profundo de lo que pensamos. José estaba oculto, sin embargo, él hizo
como “si se ocultase”. Él se hizo el desconocido; no quería que le reconocieran, aunque sus corazones
percibieron lo que sus ojos no hicieron.
Y esto nos trae de vuelta a nuestra historia –a la historia de los “corazones ardiendo” y los “ojos
cegados”; a la historia del capítulo de transición; a la historia de Emmaús. Hay paralelismos
sorprendentes entre estas historias que no podemos ignorar. Y desde luego, el primer paralelismo es
obvio: en ambas historias, Él sabe quiénes son, pero ellos no, ellos no le reconocen. Sobre todo, si
comparamos las frases en hebreo, encontramos que las mismas expresiones son utilizadas en ambos
casos: en Génesis 42:8 y en Lucas 24:16 – ְוֵ֖ה ם ֹ֥ל א ִה ִּכֻֽר הּוellos no le (a él) reconocieron. Por eso, la
historia de José presagia el mismo misterio del Mesías Oculto, tal como la historia de Emmaús nos da
igualmente la llave.
Hablando de llaves –en nuestro post de la Llave Número Cinco–, aprendimos que la única vez en toda
la Septuaginta donde dice “y sus ojos fueron abiertos” ocurrió de la misma manera y con las mismas
palabras tal como encontramos en Lucas: δε διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι, fue en el tercer capítulo del
Libro de Génesis, en una de las más dramáticas escenas de las Escrituras. Cuando Adán y Eva (Hava)
pecaron –cuando ellos transgredieron el mandato que Dios les dio y comieron del fruto del Árbol del
Conocimiento–; cuando todo cambió y todo fue girado al revés; en ese momento fatal de la creación
–“sus ojos fueron abiertos–…” [3] Adán y Eva, quienes hasta entonces habían visto a Dios tal cual era
–y lo vieron todo solo a la luz de Su realidad– comenzaron a ver el mundo con una visión nublada y
pecaminosa, la cual, desde entonces, llegó a ser y ha permanecido como la visión real de la humanidad.
Ellos abandonaron Su presencia –y sus ojos fueron abiertos a este mundo–.
Si aplicamos esta llave a la sorprendente dinámica de Hikir-Hitnaker, tal como se explica en la historia
de José, comprenderemos que incluso antes de que los ojos de los discípulos fuesen abiertos –esta vez
fueron abiertos en dirección opuesta, para ver aquello que es invisible a la visión humana común– sus
corazones fueron tocados con un destello de identificación, tal como les sucedió a los hermanos de
José.
Una vez más, esta raíz común, esta “esencia” común de los dos verbos “reconocer” y “disimular”, nos
dice que este misterio es mucho más profundo de lo que pensamos. Sí, Yeshua parece ser un extraño
para ellos, y sí, no pueden reconocerle; pero el misterio del Mesías Oculto, el misterio de Hikir–Hitnaker,
se desvela aquí, y por lo tanto, este Extraño toca los corazones de los discípulos mediante algo
maravillosamente familiar –y sus corazones tiemblan bajo su toque–. El Irreconocible enciende en ellos
la chispa de identificación de su propio destino –de esa realidad pre-Caída cuando el hombre todavía
podía ver a Dios–. Esa es la causa de que sus corazones ardiesen al unísono. Todos tenemos esa
“promesa del Espíritu”[4] en nosotros, que es la causa de que nuestros corazones ardan cuando Dios
está cerca –aún cuando nuestros ojos estén velados y no podamos reconocerle–.
La próxima semana, resumiremos todas estas ideas que hemos comentado hasta hoy, y examinaremos
las lecciones y las conclusiones de la serie del Mesías Oculto.