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Secreto Mesiánico Del Nuevo Testamento En Contraste Con Su Origen Judío (parte 1)

Por Julia Blumjulio 14, 2016


https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/secreto-mesianico-del-nuevo-testamento-
contraste-origen-judio-parte-1/

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical
courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish
Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.
Shalom amigos,
Mi nombre es Julia Blum. Gracias a las amables y generosas palabras del Dr. Eli en el post anterior,
realmente no necesito presentarme porque él ya lo hizo. Tengo el honor y el privilegio de asumir la
administración del blog de los Estudios Judíos. Por mis clases ya conozco a algunos de los estudiantes
y sé que son un público increíble, maravilloso y emocionante. Estoy muy agradecida con cada uno y
espero tener noticias de ustedes. Este blog ha sido un aporte maravilloso para su experiencia con
eTeacher, espero y ruego que continúe siendo una bendición para quienes lo siguen.
Me gustaría empezar con mi tema favorito, uno en el que he pasado muchos años investigando,
escribiendo y orando: El Mesías Oculto. En la serie de posts que presentaré aquí, veremos
primeramente el Secreto Mesiánico del Nuevo Testamento, contrapuesto a su origen judío; a
continuación seguiremos la idea del Mesías oculto y revelado en Los Hechos-Lucas, y finalmente,
aprenderemos las amplias lecciones del capítulo de transición del Evangelio de Lucas (Lucas 24). Por lo
tanto, ¡que empiece el viaje!
El Secreto Mesiánico
“Cualquier discusión sobre… El mesianismo es un asunto delicado ya que es aquí donde el conflicto
esencial entre Judaísmo y Cristianismo se ha desarrollado y continúa existiendo”. Ghersom Sholem,
escribió para comenzar su famosa Idea Mesiánica en el Judaísmo. A la luz de estas diferencias
esenciales, un consenso entre eruditos judíos y cristianos, en relación al llamado secreto mesiánico,
irrumpe de manera sorprendente. Los estudiosos de ambas partes reconocen el hecho de que en los
Evangelios, Jesús, es representado frecuentemente como buscando mantener un elemento en secreto
sobre su propia persona y obra a través de toda la extensión de su ministerio público (algunas veces
desalentando abiertamente el uso del título de ‘Mesías’). Esta característica de los Evangelios es bien
conocida y ampliamente reconocida; hoy se conoce como el “Secreto Mesiánico” –un término que
deriva de un estudio clásico de William Wrede–.
Vamos a echar un vistazo a algunos pasajes donde Jesús prohibió directamente a otros que hablasen
de Él como Mesías: Él les dijo: ‘¿Quién dices que soy?’ Pedro respondió y dijo: ‘El Cristo (Mesías) de
Dios’. Y Él estrictamente les advirtió y ordenó que no dijesen esto a nadie.[1] Una advertencia similar
acompaña todas sus sanaciones en Israel: la purificación del leproso, la resurrección de la hija de Jairo
de la muerte y la sanación de los dos hombres ciegos, para nombrar unos pocos. Estas y muchas otras
historias van casi inevitablemente acompañadas de un comentario final: Y Él estrictamente les
advirtió… y les dijo, ‘Mira que no digas nada a nadie’;’[2] pero Él les mandó estrictamente que nadie lo
supiese;[3] y Jesús, severamente les advirtió diciendo, ‘miren que nadie lo sepa.’[4] No solo les advirtió
que no dijesen nada –Él les prohibió hablar de ello y casi siempre estricta y severamente–. En
realidad, lo único que Jesús hizo con severidad fue prohibir a la gente que hablase sobre su identidad
mesiánica y sobre sus milagros. De hecho, la única vez en todo el Nuevo Testamento que Él revela su
identidad mesiánica es en la escena con la mujer samaritana en Juan 4. ¡Solo piensa en eso! El único
momento en que habla de ello no es con una persona judía, sino con una mujer samaritana, e incluso
solamente en un momento en que sus discípulos habían ido a comprar comida a la ciudad[5] –eso es,
cuando no había nadie, ni siquiera una persona judía a la vista–. De la misma manera, la sanación del
hombre poseído por un demonio del país gentil de los gadarenos, también presenta un contraste
llamativo con todas las historias citadas anteriormente: En respuesta a su solicitud para seguirle, Jesús
le dice al hombre que había sanado: ‘Ve a casa con los tuyos y diles las grandes cosas que el Señor ha
hecho contigo, y como Él ha tenido compasión de ti’.[6] Por lo tanto, Jesús estaba preparado para
revelar su identidad a los gentiles pero era muy cuidadoso de no revelarlo a los judíos.
Es importante hacer una distinción entre los textos y la historia, y por lo tanto, entre dos oyentes
diferentes: el público de los lectores de los Evangelios, y el público oyente de Jesús dentro de los
Evangelios. Todos los textos del Nuevo Testamento fueron escritos décadas después de su muerte y
resurrección, y los autores de los Evangelios, si bien se dirigían a sus lectores contemporáneos,
estaban repitiendo sin descanso que Jesús era el Mesías prometido: Pero estas cosas se han escrito
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 20:31) –pero esto no es de lo que estamos
hablando–. No estamos estudiando lo que los evangelistas nos dicen acerca de Jesús; lo que nos
interesa es lo que el Jesús de los Evangelios dice de sí mismo, o le permite/no permite que los otros
hablen sobre Él a sus contemporáneos. Los Evangelios describen de manera consciente y deliberada el
propósito de Jesús al ocultar y esconder su mesianismo a Su audiencia. En otras palabras, el
mesianismo de Jesús es algo que el autor y los lectores conocen, pero los participantes
originales no sabían.
Este Secreto mesiánico –este contraste entre el mesianismo de Jesús y sus inducciones al secreto en
los Evangelios– requiere sin duda alguna explicación. Vamos a buscar una aclaración en los patrones
judíos de las expectativas mesiánicas que Jesús y sus seguidores pudieran haber hecho de ellas. Jesús
era judío, y desde luego estaba influenciado por las ideas judías contemporáneas –mediante Su
educación y todo el contexto judío de Su vida–. Vamos a tratar de identificar aquellos aspectos del
Secreto Mesiánico que pueda ser rastreado hasta los tiempos de Jesús, e incluso anterior a ello, para
ver este rompecabezas característico de los Evangelios en contraste con su origen judío y de buscar
una explicación a este dilema del Nuevo Testamento en el pensamiento judío de aquel tiempo.
[1] Lucas 9:20-21
[2] Marcos 1:43-44
[3] Marcos 5:43
[4] Mateo. 9:30
[5] Juan 4:8
[6] Marcos 5:19
El Salvador Oculto En El Cielo
Por Julia Blumjulio 19, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/salvador-oculto-cielo/
El Secreto Mesiánico contrapuesto a Su origen judío (Parte 2):
“Antes de estas cosas, Enoc estaba oculto,
y ninguno de los hijos de los hombres sabía dónde se ocultaba”
(I Enoc 12:1)

En los próximos dos posts, vamos a demostrar que respecto a la venida del Mesías como oculto y
revelado podría tomarse como representativo del primer siglo (D.C) en el judaísmo palestino. Con el fin
de comprobar esta afirmación, vamos a ver las evidencias desde las diferentes corrientes y
representaciones de este judaísmo.
Los rollos del Mar Muerto. Si nos dirigimos a la biblioteca de Qumram, los diferentes textos de esta
biblioteca testifican de la poderosa presencia de los motivos “oculto y revelado” en la comunidad de
Qumram. El distinguido académico del Mar muerto, Michel O. Wise escribe en su libro, El Primer
Mesías, que Judá (ese es su nombre, según Wise) fue el primer mesías oculto, y que su vida ayudó a
establecer los fundamentos para Jesús como el Mesías Oculto. La frase clave de Judá, misterios
maravillosos, (‫)רזי פלא‬, contiene el término más prominente para “misterio” en los escritos de Qumram –
la palabra “raz”– que generalmente se considera como un derivado persa del arameo y hebreo. La
traducción bíblica del griego para raz es mysterion y dos términos hebreos asociados con raz son sod y
nistarot –este último a menudo se traduce como oculto–. Todos estos términos transmiten la idea de la
esencial sabiduría celestial solo conocida por Dios y otorgada a los humanos por la revelación. Se
esperaba de los miembros de la comunidad que “caminasen perfectamente unidos, cada uno con su
vecino, en todo lo revelado a ellos” –mientras permanecer oculto era visto como una parte esencial de
la conciencia y el comportamiento mesiánico–. “Él, que nutre al Santo Renuevo para que venga a ser el
Árbol de Verdad, se oculta a sí mismo, sin amor propio, desconocido, su secreto sellado”. [1]
Literatura apocalíptica – En la época del Segundo Templo, el Apocalipsis resultaba ser el principal
impulsor de las ideas escatológicas y conceptos del Mesías. ¿Por qué? ¿Qué tenía de especial esta
literatura? Una explicación debe ser buscada en la historia. Las escrituras hebreas enseñan el concepto
de Dios reinando visible y tangiblemente en la historia de Su pueblo. Un rey era ungido por Dios. Si el
rey era justo, Dios bendecía a Su pueblo y esta bendición, así como el mismo reino, era una realidad
terrenal, verdaderamente tangible. Sin embargo, ¿qué ocurre si el rey es injusto? Gradualmente, la
visión del “ungido que ha de venir”, el que rectificaría todos los errores perpetrados por el rey
gobernante, y remediaría el mal de la actual situación, se está imponiendo en el marco de la historia
real. Cuanto peor fuese la situación de la transformación histórica presente, más fuerte vendría a ser la
esperanza en un orden reverso que traería el Mesías. Por lo tanto, en la era post-bíblica el motivo
trascendente empezó a sonar con mucha claridad: Como las cosas en esta tierra estaban mal y los
injustos estaban ganando, por primera vez el concepto claramente delineado del reino trascendente y
del salvador trascendental de los últimos días, avanzó en el pensamiento judío. El Mesías se convertiría
en una figura plenamente trascendente, una contraparte celestial de los justos en la tierra. Mientras
ellos son oprimidos y humillados, él está en el trono y es exaltado, pero oculto. Sin embargo, cuando
sea manifestado en el juicio escatológico, ellos también serán exaltados. En el centro de este proceso
de reinterpretación y de repensar aparece ‘Uno como el Hijo del Hombre’ en Daniel 7: Vi en las visiones
de la noche, y he aquí uno semejante al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo y se allegó al
Anciano de Días…
Por lo tanto, el oculto y revelado Mesías ocurre muchas veces en el Apocalipsis, especialmente en el
Libro de Enoc, donde vemos al Hijo del Hombre celestial que se oculta en el cielo hasta que llegue el
tiempo señalado: “Porque el Hijo del Hombre se ocultó desde el principio, y el Altísimo le preservó en
la presencia de Su poder; luego le reveló a los santos y elegidos”.[2] El Apocalipsis de Esdras (4º
Esdras) –compuesto según dice el consenso de los expertos, a finales del primer siglo de E.C en
hebreo, también jugó con el tema del Mesías oculto y revelado–. En esta obra, Dios explica a un vidente
que escribe en nombre de Esdras: “Pero mi hijo el Mesías, será revelado con aquellos que están con
Él”.[3] Sin embargo, no hay manera que cualquiera pudiese encontrar y ver al Mesías por su propio
esfuerzo –“el ungido a quien el Altísimo ha guardado hasta el fin”–[4], tiene que ser revelado cuando
llegue el tiempo señalado: “Del mismo modo que nadie puede explorar o conocer lo que hay en las
profundidades del mar, así nadie en el mundo puede ver a Mi Hijo o a los que están con Él, excepto
cuando Su tiempo y Su día haya llegado”.[5] La misma terminología se encuentra en el Apocalipsis de
Baruc (2 Baruc), una obra literaria judía escrita en la última mitad del primer siglo de la era cristiana: “Y
sucederá que cuando todo se haya cumplido… que el Mesías comenzará a ser revelado” .[6] En todos
estos escritos, el Mesías es el ser pre-existente, que será revelado por Dios mismo e incluso si los
hombres lo ven antes de que se manifieste, no le verán tal como realmente es –como el Mesías– hasta
que les sea revelado por Dios – como Mesías –. El momento crucial aquí es el tiempo: entonces, en
aquellos días, su tiempo –estas palabras aparecen una y otra vez en los textos apocalípticos–.
Con este trascendental Mesías oculto en los cielos, hasta que llegue el momento designado, llegamos
de regreso a la época. Por supuesto, todos estos textos son de origen humano y no son Palabra de
Dios –pero los escritos del Nuevo Testamento deberían ser vistos en contraste con el trasfondo de los
mismos, y los eruditos del Nuevo Testamento no pueden ignorarlos–. Personalmente creo que en estos
textos podemos ver reflejado el aspecto humano del plan de Dios para Israel: El Mesías iba a ser
ocultado hasta que llegase el momento señalado. Si conocemos estos textos, conocemos este plan.
Podemos entender mucho mejor cuán importante era para Jesús mantener su identidad mesiánica
escondida y oculta –hasta que llegue el tiempo señalado–.

[1] 1QH 8.
[2] 1 Enoc 62: 7
[3] 4 Esdras 7: 28
[4] 4 Esdras 12:32
[5] 4 Esdras 13:52
[6] 2 Baruc 39:5
El MesÍas Desconocido
Por Julia Blumjulio 27, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/el-mesias-desconocido/
Esta es la tercera y última entrega de nuestro estudio del trasfondo judío del secreto mesiánico, a
continuación vamos a tomar un descanso sobre este tema y volveremos a él más adelante para
examinar el tema del Mesías oculto/revelado en el Nuevo Testamento. En nuestro último mensaje,
hablamos acerca del salvador oculto en los escritos apocalípticos y del Qumram. Debemos tener en
cuenta sin embargo, que tanto los escritos apocalípticos como los del Qumram, provienen de diferentes
autores que vivían al margen de la vida judía común. La pregunta es: ¿tenemos alguna evidencia
adicional? o ¿tenemos algo que pueda ser tomado como una verdadera imagen de la religión en aquel
periodo donde podamos descubrir al Mesías oculto?
Tárgumes. Aquí Tárgumes, que viene a ser una interpretación libre del arameo en el Antiguo
Testamento para usar en las Sinagogas, entra en escena. A pesar de los últimos datos en la redacción
final de estos textos (la redacción básica de los Tárgumes primitivos podría ser de finales del Siglo II o
III D.C y muchos de los textos disponibles son incluso más tardíos), la tradición interpretativa que
representan pertenece al periodo del Segundo Templo. ¿Encontramos aquí un Mesías oculto y
revelado? Cuando regresamos a estos textos, nos sorprendemos al descubrir cuantas veces los
Tárgumes hablan del Mesías siendo revelado, aunque no haya ninguna palabra sobre oculto ni
revelado en el texto hebreo original. Mientras que en los escritos rabínicos leemos sobre todo (aunque
no exclusivamente) de la venida (‫ )בוא‬del Mesías, los Tárgumes, cuando se refieren a la llegada del
Mesías, hablan de Él como “siendo revelado” (‫)אתגלי‬. Obviamente, traducir también significa interpretar,
por lo tanto, es muy significativo el hecho de que la palabra revelado parezca ser el verbo más
apropiado para utilizar en conexión con el Mesías.
Veamos algunos ejemplos de esos textos (desviaciones del Tárgum del texto hebreo son indicadas en
letra cursiva).

Génesis 35:21: Entonces partió Israel y plantó su tienda más allá de Migdal Eder.
Tárgum Pseudo-Jonathan para Génesis 35:21: “para Migdal Eder “el Rey Mesías será revelado ( ‫עתיד‬
‫ )דאתגלי‬al final de los días”.

Jeremías 30:21: Y su gobernador saldrá de en medio de ellos (en hebreo: ‫)ומשלו מקרבו יצא‬.
Tárgum Jeremías 30:21: “Y su Ungido será revelado en medio de ellos”.

Miqueas 4:8: Y tú, oh torre del rebaño, la fortaleza de Sión, a ti vendrá.


Tárgum Miqueas 4:8: “Y tú, oh Ungido de Israel, aquel que ha estado oculto a causa de los pecados
de la congregación de Sión, el reino vendrá a ti”.
Zacarías 3:8: He aquí traeré a mi Siervo, el Renuevo (en hebreo:‫עבדי צמח‬-‫הנני מביא את‬-‫)כי‬.
Tárgum Zacarías 3:8: “He aquí, Yo traeré a mi Siervo el Ungido, y Él será revelado”.

Zacarías 4:7: Y Él sacará la piedra central…


Tárgum Zacarías 4:7: “Y Él revelará a Su Ungido, cuyo nombre fue dicho desde antes, y Él gobernará
sobre los reinos”.

Zacarías 6:12: Entonces le habló diciendo, ‘así dice el Señor de los ejércitos: este es aquel cuyo
nombre es Renuevo, pues echará renuevos de sus raíces y reconstruirá el templo del Señor’.
Tárgum Zacarías 6:12: “Y tú le hablarás a él diciendo: Así habla el Señor de los ejércitos, diciendo, He
aquí el hombre cuyo nombre es Ungido, será revelado y Él será levantado, y será construido el Templo
del Señor’”.

Literatura rabínica. Esta idea del Mesías desconocido u oculto, también ocurre en la literatura rabínica
posterior. Verdaderamente, todos los textos rabínicos disponibles fueron recopilados y editados mucho
después que el periodo del Nuevo Testamento. Sin embargo, los maestros de cuyas declaraciones
están inscritas estas recopilaciones, los primeros fueron discípulos de las escuelas de Hillel y Shammai,
durante el siglo I A.C, y por lo tanto, algunos de estos textos revelan las creencias de judíos antes de la
caída de Jerusalén. Vemos que los diferentes textos rabínicos juegan con esta idea del Mesías estando
oculto durante un tiempo, siendo revelado después. Así pues el Midrash Tehilim (Midrash sobre los
Salmos) comenta sobre el Salmo 21:1: “…el Rey Mesías, hijo de David… permanecerá oculto hasta el
tiempo de la redención”. El Midrash Ruth Rabba 5:6: “tal como el primer redentor les fue revelado en
Egipto y después les fue ocultado hasta que llegó el tiempo para serles revelado otra vez, así será con
el redentor final: el redentor final, en un principio les sería revelado y después les sería ocultado durante
un tiempo”. Leemos en Midrash Bereshit Rabba, Piska 36: “Y vio Dios que la luz era buena
(Gen.1:4). Este versículo demuestra que el Santo, bendito sea, contempló al Mesías en sus obras antes
de que el mundo fuese creado, y luego bajo Su Trono de Gloria apartó a Su Mesías hasta el tiempo de
la generación en la cual Él aparecerá”.
Por lo tanto, podemos ver que la literatura rabínica también lleva consigo un testimonio de la idea de
aquel Mesías, cuando venga, se ocultará y no será reconocido hasta llegado el tiempo en que será
revelado por Dios. ¿No es significativo, por ejemplo, que en fuentes judías posteriores, el segundo
Mesías fuese el Hijo de José? Toda la historia de José no se trata solo de su sufrimiento, sino de no ser
reconocido. Hay otras personas en las escrituras que sufrieron muchísimo y si el Mesías tenía que
simbolizar el sufrimiento y muerte, sería mucho más lógico que fuese llamado el Hijo de Job –Job sería
el símbolo del sufrimiento en el Tanach–. Sin embargo, la historia más grande de la Biblia hebrea sobre
no ser reconocido (hasta que él mismo revela su identidad) es la historia de José. En este sentido, el
Mesías Hijo de José de los textos rabínicos también da testimonio del hecho de que “lo incognito” del
Mesías viene a ser una característica esencial en la literatura judía posterior.

Conclusión. Podemos resumir nuestro estudio con algunos resultados preliminares.


– Toda la evidencia prueba que casi todas las tendencias del judaísmo del Segundo Templo mantienen
algunas creencias sobre el “Mesías oculto”. Hemos visto algunos textos –principalmente los
apocalípticos, pero también los tárgumes– refiriéndose al ‘salvador oculto que ha de venir, aquel que
estaba oculto desde el principio y que será revelado solo cuando llegue el tiempo señalado’. Los textos
del segundo grupo están construidos alrededor del ‘irreconocible’ motivo: el Mesías, cuando venga, será
difícil de identificar; estará “oculto, sin amor propio, desconocido, su secreto está sellado”. Este motivo
está presente en cierta medida en algunos textos del Qumram. Sin embargo viene a estar
especialmente claro en la literatura rabínica posterior.
– Vemos algo muy intrigante en estos textos: vemos que en el Libro de Enoc, escrito aproximadamente
en el primer siglo A.C, el Mesías está oculto en el cielo, pero luego, en la literatura rabínica de principios
del Siglo I D.C, vemos que el Mesías está oculto e irreconocible en la tierra. Por lo tanto, entendemos
que el tema del “Mesías oculto en el cielo y luego viniendo a la tierra”, era una parte del judaísmo
intertestamentario. Creo que puede ayudarnos a entender mejor la historia de Israel.
– Si el Mesías no es reconocido –y se supone que no debe ser reconocido– ello significa que él ha de
mantener silencio sobre su mesianismo. En efecto, esto significa que la idea de que cuando venga el
Mesías, Él guardaría silencio sobre su condición mesiánica y se mantendría irreconocible hasta que
Dios le manifestase, se convierte en una idea común del pensamiento religioso judío en el cambio de la
época. El Mesías debía permanecer oculto y no podía revelar quién era Él. Así llegamos a un nuevo y
profundo entendimiento del secreto mesiánico de los Evangelios: entendemos que el silencio de Jesús
en los Evangelios era precisamente lo que se esperaba del Mesías cuando viniera.
Es en este punto, con todas estas conclusiones obtenidas, que vamos a proseguir con el Nuevo
Testamento…
El MesÍas Oculto Y Revelado En Lucas -hechos (1)
Por Julia Blum agosto 10, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/mesias-oculto-revelado-lucas-hechos-1/
Estamos de vuelta con el tema del Mesías oculto. Hasta ahora hemos tratado con fuentes bíblicas
adicionales del Segundo Templo. Hemos visto que para esa era, el patrón ya estaba hecho: un Mesías
trascendente iba a estar oculto en el cielo hasta que llegase el tiempo señalado. “Porque el Hijo
del Hombre fue preparado desde el principio…; entonces se reveló a Sus santos y a Sus elegidos”. El
tiempo es, desde luego, un momento crucial: entonces, en aquellos días –estas palabras se repiten en
los textos una y otra vez–. Con este Mesías trascendente, oculto en el cielo, hasta que llegue el tiempo
señalado, llegamos a un cambio de época.
Ahora volvemos a la Biblia –y aquí, en las escrituras del Nuevo Testamento podemos ver un reflejo
directo y exacto del mismo plan que había sido una copia difuminada en los textos humanos–: el
Mesías llegando desde el cielo a la tierra –pero que aún permanece oculto hasta que llegue el
momento señalado–. ¿Cuándo era ese tiempo señalado?
Los dos volúmenes de Lucas nos proporcionan una única oportunidad para seguir el desarrollo de este
tema “antes” y “después”: El Mesías, oculto en el cielo desde el principio –viene a la tierra– pero
permanece oculto hasta el tiempo señalado –y entonces se revela según el tiempo acordado–. El mismo
autor, mientras escribía sobre la vida terrenal de Jesús, mantiene enfocada su identidad mesiánica
como oculta, mientras que en Los Hechos su mesianismo está siendo proclamado públicamente y en
voz alta. En algún lugar, entre tanto, Jesús es revelado como Mesías. Entendido esto, podemos ver en
la historia completa del Nuevo Testamento, los esfuerzos conscientes de Jesús para no revelar su
mesianismo antes de tiempo y los implacables esfuerzos de sus discípulos, diciéndoles a todos sobre
su mesianismo según el tiempo señalado.
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Ya sabemos que la manera de referirse a la venida del Mesías como oculta y revelada puede ser
tomada como una representación del Siglo I (D.C) judeo-palestino. Podemos sugerir por lo tanto, que el
mesianismo de Jesús fue entendido por aquellos que describían su vida y ministerio en términos de un
Mesías oculto y revelado –el Mesías que oculta su mesianismo hasta que llegue el momento, y
revelándolo después–. Este es el motivo principal de este artículo, para sus conciudadanos Jesús se
mantuvo oculto como Mesías durante su vida terrenal y se reveló después de su resurrección.
Intentemos analizar los principales grupos de textos “ocultos” en los escritos de Lucas. Empezaremos
con el primer caso de Lucas, cuando vemos a Jesús prohibiendo decir algo sobre su mesianismo. Sigue
inmediatamente después del famoso episodio en la sinagoga de Nazaret, en el capítulo cuatro. Vemos
que a diferencia de la gente de Nazaret, estaban aquellos que le habían reconocido como Mesías –eran
los demonios–. “Pero es específicamente con respecto a ellos que Él muestra su falta de voluntad para
considerarse prematuramente como el Mesías. Él, expresamente les prohíbe que lo proclamen”[1]. Así
pues, el endemoniado de Capernaúm ocurre en Lucas 4:33 cuando el Mesías es aclamado y Jesús los
reprende: Ahora, en la Sinagoga había un hombre que tenía un espíritu inmundo. Y gritando a gran voz,
decía…: Yo sé quién eres –¡el Santo de Dios!–”. Pero Jesús fuertemente le gritó diciendo: “¡Calla, y sal
de él!”[2] En Lucas 4:40 esta confesión demoníaca del Mesías es formulada otra vez, y aquí Jesús,
prohíbe otra vez a los demonios que le proclamen Mesías: Y Él, reprendiéndoles, no les permitió que
hablaran, porque ellos sabían que Él era el Cristo.[3]
De la misma manera, también los enfermos, a menudo son objeto de este veto. Encontramos la
prohibición de Jesús en ambas historias, la del leproso y en la resurrección de la hija de Jairo. Después
de sanar al leproso, les encarga que no digan nada a nadie[4]; después de devolver la vida a la niña,
Él les encargó que no dijesen nada a nadie de lo que había sucedido.[5] Jesús no quiere que sus
milagros se esparzan, porque Él sabe que ha de permanecer oculto.
Sin embargo, en la historia del endemoniado Gadareno –el cual por supuesto era gentil– muestra una
alteración. En este caso, el mandato de Jesús al hombre que había sanado, es bastante diferente de lo
que Él mismo había ordenado a sus conciudadanos judíos en esa misma situación: Regresa a tu hogar,
y diles las grandes maravillas que ha hecho Dios contigo.[6] Es importante señalar que este caso
provee la única excepción en todo el Evangelio –en todos los otros casos, Jesús evita constantemente
el título de Mesías y se resiste firmemente a que comenten sus milagros–. Vemos a Jesús evitando el
título de Mesías incluso cuando habla con sus discípulos. Cuando Él les pregunta: ¿Pero ustedes quién
dicen que soy? Pedro respondió y dijo: “El Cristo de Dios”. En lugar de confirmar la revelación, tal como
sucedió en Mateo, Él estrictamente les advirtió y mandó que no dijesen nada a nadie, diciendo, “el Hijo
del Hombre debe padecer muchas cosas…”[7]. Incluso aquí tiene mucho cuidado al decir: El Mesías
debe sufrir muchas cosas, tal como esperaríamos que dijese después de la confesión de Pedro.
Por el contrario, cuando abrimos el segundo volumen de este mismo escritor –Los Hechos– el contraste
es realmente drástico. No hay palabras para describir mejor este abrupto cambio en el ambiente del
Evangelio a Los Hechos, como el mismo versículo de Lucas: Lo que han hablado al oído en secreto,
nosotros lo publicamos en las azoteas.[8] Como en contraste de oculto/encubierto/solo revelado al oído
sobre la dignidad mesiánica de Jesús en el Evangelio, hay una proclamación abierta de su mesianismo
en Los Hechos. En sus tres primeros discursos públicos –en los capítulos 2,3 & 4– Pedro proclama
abiertamente (algunas veces literalmente desde las azoteas) que Jesús de Nazaret es el Mesías: Por
eso, que toda la casa de Israel sepa y reconozca que Dios ha hecho a Jesús, aquel que ustedes
crucificaron, Señor y Cristo.[9] ¡Que toda la casa de Israel lo sepa! El secreto, el conocimiento esotérico
del Evangelio, de repente viene a ser el mensaje proclamado en Hechos. En algún lugar entre el
Evangelio y Los Hechos, el secreto del mesianismo de Jesús fue revelado.
Y ahora, tal como señalamos en un principio y señalamos al final de esta comparación, podemos
empezar a ver el momento crucial. Ahora podemos formular las preguntas: ¿Por qué esta drástica
diferencia entre “antes” y “después”? ¿Por qué razón Jesús escondió consecuentemente su mesianismo
en el Evangelio, incluso ordenando a sus discípulos mantenerse en silencio? ¿En razón de qué, tan de
repente, su mesianismo da paso a una proclamación pública en Los Hechos? Estas son las preguntas
para ser respondidas.

[1] William Wrede, The Messianic Secret, p.11


[2] Lucas 4:33-35
[3] Lucas 4:41
[4] Lucas 5:14
[5] Lucas 8:56
[6] Lucas 8:39
[7] Lucas 9:20-21
[8] Lucas 12:3
[9] Hechos 2:36
El MesÍas Oculto Y Revelado En Lucas-hechos (2)
Por Julia Blumagosto 17, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/mesias-oculto-revelado-lucas-hechos-2/
Como ya hemos visto en el Evangelio de Lucas, de forma continua Jesús prohíbe a sus conciudadanos
hablar de su condición mesiánica y de sus milagros. Por otra parte, en el libro de Los Hechos, desde el
principio, Pedro proclama en alta voz el mesianismo de Jesús a toda la casa de Israel. Nada más se
oculta en Hechos: la condición mesiánica de Jesús es declarada públicamente y en voz alta.
Con el fin de explicar este cambio repentino, necesitamos sugerir dos cosas: primero, que algún
acontecimiento crucial sucedió entre estas dos partes y segundo, que por alguna razón, después de
este evento se reveló el mesianismo de Jesús. Todos sabemos la respuesta obvia de la primera parte:
el evento crucial que sucedió entre la parte principal del Evangelio y Los Hechos fue la crucifixión y
resurrección de Jesús. Entonces, nuestra pregunta podría ser: ¿por qué? ¿Por qué su muerte y
resurrección se convierten en una clara frontera, como una línea divisoria tan obvia entre un “antes” y
un “después”? ¿Por qué Jesús tenía que permanecer oculto durante su vida terrenal, para tan solo ser
revelado después de su resurrección?
Sé que muchos de ustedes están aguardando paciente (o impacientemente) una respuesta. Llegará a
su debido tiempo. ¿Se han dado cuenta que hay una llave en las imágenes de estos posts?
Definitivamente, vamos a necesitar una llave para desbloquear este misterio. Demos gracias que Lucas
proveyó de esta llave y vamos a utilizarla a partir de la próxima semana. De momento, vamos a finalizar
la construcción del caso y describir el misterio que tenemos que desbloquear.
* * *
Para Lucas, el tema de la revelación de un secreto oculto es muy importante. Por ejemplo, la
declaración: no hay secreto que no haya de ser revelado, ocurre solo una vez en Marcos y en Mateo,
mientras que en Lucas lo escuchamos dos veces.[1] te doy gracias Padre, Señor del Cielo y la Tierra,
que has ocultado estas cosas de los sabios y de los entendidos y lo has revelado a los niños.[2] ¿A
qué cosas se refiere Jesús? ¿Se refiere a Su mesianismo?
Lucas pone estas palabras de Jesús después del regreso de los 72 discípulos. Da las gracias al Padre y
luego volviéndose a sus discípulos les dice: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!
Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y
escuchar lo que vosotros oís y no lo oyeron”.[3] Esta afirmación parece estar conectada directamente
con la primera: Las cosas que muchos profetas y reyes desearon ver… y escuchar –son las mismas
cosas que están ocultadas por Dios–.
Permítanme desarrollarlo. Diferentes Tárgumes describen el deseo de los profetas de poder ver los días
del Mesías. En el Tárgum Pseudo-Jonathan 49:1 leemos: una vez que la Gloria de la Shejiná del Señor
fue revelada, el tiempo en que el Mesías estaba destinado a venir, estaba escondido de él. El Tárgum
Neofiti ligeramente lo parafrasea así: tan pronto como el misterio le fue revelado, le fue escondido.
Acabamos de ver que, a pesar de las fechas tardías de estos textos, ellos a menudo reflejan las ideas y
expectativas del judaísmo respecto al Segundo Templo. Naturalmente es de suponer, que Jesús estaba
familiarizado con estas ideas religiosas. Después de sus palabras en Lucas 10:21-22 Jesús se dirige a
sus discípulos en privado refiriéndose a una idea común de su tiempo: que los reyes y profetas estaban
esperando los días del Mesías –esperando ver y escuchar lo que ellos estaban viendo y escuchando– y
ahora estos días tan esperados están pasando justo frente a sus ojos. ¡El Mesías ha llegado!
Sin embargo, si el Mesías ha llegado delante de sus ojos, ¿cuál es el secreto entonces? ¿Por qué todo
este tema de oculto continúa siendo importante para Lucas? ¿Y cuáles son las cosas ocultas por las
que Jesús agradece al Padre?
Aquí me gustaría citar otra vez algunos escritos rabínicos: “Nuestros Maestros enseñaron: Cuando el
Rey Mesías aparezca se posará sobre la cúspide del Templo y hará una proclamación a Israel diciendo:
A los mansos, el día de vuestra redención ha llegado”.
¿A que les recuerda esto? Creo que la respuesta es obvia. Suena muy similar a la descripción de la
tentación de Jesús:
Lucas 4:9 Entonces le llevó a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del Templo y le dijo: “Si Tú eres el
Hijo de Dios, tírate de aquí abajo”.
Durante unos años, me he estado preguntando sobre la extraña naturaleza de esta tentación –tercera
en Lucas o segunda en Mateo–. En las otras dos tentaciones, Jesús es tentado por algo muy
comprensible, por el pan y por el poder –pero aquí Satán ni siquiera dice lo que ofrece–. “Tírate desde
aquí”. ¿Qué es en realidad por lo que Jesús está siendo tentado? Si esto tuviese sentido Él no hubiese
muerto. ¿Cuál sería su recompensa? ¿Qué tentación hay?
El pasaje que acabamos de leer está tomado de Piska 36 del tratado de Pesikta Rabbati[4]. Lean de
nuevo Lucas 4:9 y a la luz del texto rabínico, probablemente estarán de acuerdo en que Jesús fue
tentado a revelarse a sí mismo como el Rey Mesías antes del tiempo señalado.
Ahora junto con Jesús –quien justamente había vencido la tentación–podemos entrar en la sinagoga de
Nazareth, en este mismo capítulo 4. Hasta ahora, cada vez que en este Evangelio, cuando alguna
noticia celestial era revelada a varias personas elegidas, la recibían –como los pastores, que se
levantaron e inmediatamente fueron a Belén–. Pero aquí vemos algo muy diferente: Jesús está abriendo
el rollo de Isaías, leyendo palabras sorprendentes, proclamando las buena nuevas y trayendo un
mensaje del Cielo –pero la gente que había congregada no era capaz de recibir su mensaje–. Aunque
los ojos de los que estaban en la sinagoga, estaban fijos en Él, sobre la gente había un velo de
separación entre ver y entender el misterio de Su mesianismo: como Mesías, Él permanece “oculto” de
ellos y para ellos. ¿Por qué? Esta es otra pieza de este gran rompecabezas, otro destello del misterio
de Jesús al no ser reconocido por su propia gente: Jesús vino a los suyos y los suyos no le recibieron.
Necesitamos desbloquear este misterio –y eso significa que a partir de ahora necesitaremos la llave–.

[1] Lucas 8:17. Lucas 12:2


[2] Lucas 10:21
[3] Lucas 10:24
[4] Este Midrásh fue compuesto mucho más tarde, por supuesto, pero otra vez, una gran parte de las
ideas y expectativas reflejadas aquí, pertenecen al judaísmo del Segundo Templo. El origen de todo el
material viene de la Tierra de Israel. Las opiniones de los expertos modernos tienden a basarse en el
Pesikta Rabbati como una obra palestina del siglo VI o VII.
Las Claves Del CapÍtulo De TransiciÓn: Llave NÚmero Uno
Por Julia Blumagosto 24, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/las-claves-del-capitulo-transicion-llave-numero-
uno/
Alguien escribió en el comentario de mi último artículo: “Esperamos con ansias la ‘llave’”. Bien, no es tan
solo una llave, sino, un juego de llaves de la historia completa del mesianismo oculto de Jesús, que nos
es proporcionado en Lucas. Por lo que sabemos, Lucas fue el único autor del cristianismo primitivo que
consideró que era necesario completar la historia de la vida “oculta” de Jesús con la historia de sus
discípulos proclamando abiertamente las cosas secretas de los Evangelios, y en su trabajo de dos
volúmenes, Lucas nos proporciona unos valiosos recursos para entender la naturaleza de este súbito
cambio entre los Evangelios y Los Hechos. El último capítulo del Evangelio no solo sirve como una
maravillosa transición literaria al segundo volumen, sino también como una llave espiritual –o un
conjunto de llaves espirituales– respecto al tema del “Mesías oculto y revelado”.
En Lucas 24 leemos la historia sobre dos discípulos que «viajan… a un pueblo llamado Emaús», en el
primer día de la semana. Estaban completamente perplejos respecto a todo lo que le había sucedido al
Maestro, y hablaban entre sí sobre estos eventos. Ahora bien, en el camino, el «mismísimo Jesús… fue
hacia ellos» –pero ellos no le reconocieron–. Siguieron hablando; le respondieron a Jesús cuando Él les
preguntó acerca de las últimas noticias de Jerusalén, se sorprendieron que Él no supiera lo sucedido –
pero no le reconocieron–. Él empezó a enseñarles las Escrituras, y que debían recordar sus
enseñanzas, las que tantas veces les había enseñado –aún y así, ellos no fueron capaces de
reconocerle–. «Sus ojos estaban cegados para que no le reconocieran«.[1]
Hemos visto en artículos previos que la idea del Mesías irreconocible viviendo entre el pueblo de Israel,
era una idea muy común en la mentalidad judía. Hemos visto que esta forma de referirse a la venida del
Mesías como oculta y revelada, podría ser tomada como algo representativo del judaísmo del siglo I. En
este sentido, la historia de Emaús solo aporta una prueba adicional a esta idea. La diferencia es que
Lucas muestra muy claramente cómo y por qué, ellos no le reconocieron –y esto es lo que vamos a
comentar hoy–.
***
Vamos a tratar de comprender lo que pasó con los ojos de los discípulos en el camino hacia Emaús.
Leemos que sus ojos estaban frenados. En inglés, como en griego, el verbo restrained (frenado,
impedido) es la voz pasiva del verbo frenar. En esencia, significa que lo que aconteció con los
discípulos, su incapacidad por reconocer a Jesús, no dependía de ellos en absoluto. Alguien estaba
frenando su vista hasta que llegase el momento señalado.[2] Entonces, cuando el momento señalado
llegó, ese mismo alguien les abrió los ojos y le reconocieron: «Entonces sus ojos fueron abiertos y le
reconocieron».[3] Otra vez aquí, como en el versículo 16, el texto usa la voz pasiva: sus ojos fueron
abiertos. El verbo griego[4] usado aquí significa “ser completamente abierto, enteramente” y esto ocurre
varias veces en la Septuaginta. El uso de la forma activa de este verbo es remarcable. Por ejemplo, en
el libro de 2 de Reyes 6:17, Eliseo está orando al Señor para que abra los ojos de su siervo: «SEÑOR,
te pido, abre sus ojos para que pueda ver. Y el SEÑOR abrió los ojos del joven, y vio».
En casi cada lugar de la Septuaginta donde se encuentra este verbo en la forma activa, el sujeto de la
frase es el mismísimo Dios, lo cual nos lleva a una conclusión muy importante: Dios es el único que
puede abrir nuestros ojos espirituales. Por ejemplo, las palabras de Lucas al final de este mismo
capítulo: «Y Él les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras»[5], deberían ser
leídas como una declaración de fe: Lucas, evidentemente cree que Jesús es Dios y ese es el motivo por
el cual Él tiene la autoridad para abrírselos. Según Lucas, el Señor y solo Él, tiene el poder para frenar
el entendimiento y los ojos –y Él es el único que puede abrirlos, desbloquear el entendimiento y los
ojos–. Los ojos de los discípulos de camino hacia Emaús fueron frenados de manera soberana
únicamente por Su mano –de ninguna manera podrían haber reconocido a Jesús hasta que él mismo
abrió sus ojos–.
Con respecto a esto, me gustaría recordar una escena que comentamos en el post anterior: la ya
conocida escena de la sinagoga en Nazaret del capítulo 4 del Evangelio de Lucas. En la lectura de
estos versículos, uno es siempre sorprendido por la tensa atmósfera que llena la sinagoga cuando
Jesús lee del profeta Isaías. ¿Cuál es el origen de la tensión y qué es lo que manifiesta? «Y los ojos de
todos los que estaban en la sinagoga estaban fijos en Él… Así que todos fueron testigos de Él y
gratamente se maravillaban de las palabras que salían de su boca».[6]En otras palabras, los corazones
de los que escuchaban a Jesús ardían, obviamente eran sensibles a la proximidad de Dios y a la
presencia del Espíritu Santo –claramente ellos estaban percibiendo que Aquel que estaba delante de
ellos tenía algo especial, una autoridad extra-humana–. «Los ojos de todos los que estaban en la
sinagoga estaban fijos en Él» con un intenso deseo y expectativa de ver en Él, a Aquel que en su
corazón sentían que era. Creo, que desesperadamente querían obedecer la voz de sus corazones y
reconocerlo como Mesías –aún y así, no pudieron–. ¿Por qué? ¿Cuál era la diferencia entre los
discípulos del camino de Emaús y los conciudadanos de Jesús en Nazaret? En ambos casos sus
corazones ardían –y en ambos casos los ojos que estaban fijos en Jesús, estaban frenados por el
mismo Señor–. (Ya sabemos que nadie más puede frenar o abrir la vista de alguien). Sin embargo, los
ojos de los discípulos del camino de Emaús, al final fueron abiertos en el partimiento del pan (una vez
más, por el mismísimo Señor) –mientras que los ojos de la gente de Nazareth continuaron frenados–.
Esta es nuestra llave para hoy –Llave Número Uno– una llave crucial para entender la historia de
Israel y de Jesús: solo el mismo Dios puede frenar o abrir los ojos espirituales. Fue su decisión y
tan solo suya, tanto en el caso de los discípulos, cuyos ojos Él abrió y quienes al final le
reconocieron, y en el caso de la sinagoga, en que los ojos de la gente permanecieron
frenados sin reconocerle.
[1] Lucas 24:16
[2] En griego, exactamente como en inglés, tenemos la forma pasiva (εκρατουντο) del
verbo frenar (Κρατεω).
[3] Lucas 24:31
[4] Διανοιγω
[5] Lucas 24:45
[6] Lucas 4:20, 22
Llave NÚmero Dos: Hacer Visible Lo Latente
Por Julia Blumagosto 31, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/llave-numero-dos-visible-lo-latente/
Lucas 24:27 «Y empezando desde Moisés y todos los profetas, les mostraba las Escrituras y todas
las cosas concernientes a Él«.
Por lo tanto, Yeshúa[1] les condujo a través de las Escrituras y «les explicó lo que se refería a Él«.
Tenemos que entender, sin embargo, que estas cosas no trataban solo de Él –eran las Escrituras, la
historia de Israel, y en ese sentido, era su propia historia–. Él les estaba relatando su propia
historia –y por primera vez lo vieron tal como Él lo veía, a través de sus ojos–. Habían estado leyendo
esas Escrituras toda su vida, pero ellos nunca lo habían visto de esa forma anteriormente. Ellos nunca
lo habían visto a Él en estas Escrituras antes.
Tal vez, incluso hoy en día, en la era de las cámaras digitales, alguno de ustedes recuerde cómo
ordinariamente se revelaban las fotografías no digitales en un pasado no muy lejano. La película se
colocaba en una solución especial –el revelador– y un tiempo después aparecía la fotografía. En un
primer momento, aparecían los contornos y después los finos detalles de la imagen, algo más tarde,
emergía la fotografía por completo. De hecho, este era el propósito del revelador: hacer visible la
imagen latente.
Para mí, todo este proceso, siempre me ha parecido como una especie de misterio, algo como un
proceso casi místico. Parece totalmente increíble que, por una parte la imagen ya está ahí –existe ya
por completo, perfectamente impresa en la película, el complejo proceso químico no cambia en nada la
imagen y tampoco añade– simplemente la revela, la coloca en la pantalla, revela lo que ya estaba ahí.
Sin embargo, por otro lado, aunque solo este paso nos separe de ver lo que está impreso en la película,
sin este paso, sin desarrollar la película, nunca descubriríamos lo que está impreso en ella; hasta que
el revelador haga su tarea, la imagen latente permanece invisible.
Las personas a menudo se sorprende de cómo es posible leer las Escrituras y no ver allí a Yeshúa.
Piense en el Apóstol Pablo –Rabino Saúl– quien, como sabemos, estudió la Torá y las Escrituras toda
su vida –pero hasta que estas Escrituras le fueron “reveladas”, él no vio que Yeshua estuviera allí–.
Supongo que para la mayoría de mis lectores, es perfectamente obvio cuán ridículo es que un
anacronismo sea la idea tradicional de la conversión de Pablo del judaísmo al cristianismo que es algo
parecido a esto: ‘Había una vez, un buen pero iluso judío que celosamente leía y trataba de cumplir con
la Torá, pero mientras tanto no tenía relación en manera alguna con el Dios Vivo. Entonces, de repente,
al encontrarse con Jesús en el camino de Damasco, él lo entendió todo e hizo una ruptura decisiva con
Israel y la Torá, cambió sus puntos de vista y se convirtió en una persona normal y un excelente
cristiano (ortodoxo, católico, pentecostal, depende de la denominación propia de cada uno)’. Desde
luego, esta imagen no se sostiene ya sea bíblica, ni histórica, ni crítica. Saúl no podía haberse
convertido en cristiano en el sentido que lo entendemos hoy, sino por otra razón que en el momento en
que se encontró con Yeshua, tal palabra ni siquiera existía (la primera vez que aparece este término es
en Hechos 11:26). Sin embargo, está fuera de duda que después de ese encuentro con Yeshúa, se
produjo un cambio, no solo en su corazón, sino también en la mente de este fariseo. ¿Alguna vez ha
pensado en lo que pasó en el interior de Saúl durante esos tres días que pasó, conmocionado y ciego,
en ayuno y oración en Damasco en la calle Derecha, antes de que le fuese enviado Ananías? ¿Qué le
dio para pensar durante su inmovilidad impuesta, mientras repensaba –enderezando– su vida y sus
convicciones, sin la habilidad física de leer, y por lo tanto, mentalmente pasando páginas a través de las
Escrituras con las que él se había alimentado?
Meditemos juntos en esta situación: Pablo no tenía ningún texto nuevo, ningún rollo del Nuevo
Testamento le cayó del cielo –eran las mismas Escrituras, los mismos textos del Tanáj, que él había
leído durante toda su vida– era simplemente el principio del “revelado”, para ser visto, entendido y leído
bajo una completa y nueva luz. Ellas habían sido su vida, el sentido y fundamento de su existencia, pero
ahora, para su increíble desconcierto Aquel que, tres días antes había sido su perfecto confidente, no
estaba ahí, simplemente no podía estar ahí, iba apareciendo en las páginas –revelándose en su
interior–. Con su nueva visión increíble, Saúl debió darse cuenta de que en algún lugar, él había estado
equivocado, que el mismo Yeshúa, a quien había considerado un engañador y seductor, el que, en su
opinión, todo el Tanáj dio testimonio en contra, era en efecto el Mesías verdadero. No solo hizo su vida,
su muerte y enseñanzas no contradecían la Torá, sino que al contrario, le revelaban el verdadero
significado de esas Escrituras –»diciendo no otras cosas que aquello que los profetas y Moisés
dijeron»–.[2] Una vez que las Escrituras se “revelaron”, aparecieron allí, ante la visión interna del
sorprendido Pablo, Aquel a quien él había esperado ver allí, Aquel a quien él pensó que conocía con
certeza, no podía y no debía estar allí, pero Quien de hecho había estado allí desde el principio.
Ahora podemos entender mejor lo que sucedió a los discípulos en el camino de Emaús de nuestra
historia. El mismo Tanáj, las mismas Escrituras que habían leído toda su vida, estaban siendo
“reveladas” con su revelación –visto, entendido y leído a la luz de una nueva visión interna–. Y una vez
que los había llevado a través de las Escrituras, una vez que las Escrituras fueron “reveladas”, Aquel
que había estado allí desde el principio, se presentó ante su visión interna. Mientras sus ojos físicos
todavía estaban restringidos, sus ojos internos, sus ojos de la fe estaban siendo abiertos y era solo
cuestión de tiempo (y sincronización) antes de que sus ojos físicos fuesen completamente abiertos
(hablaremos más adelante sobre la sincronización: por qué sus ojos fueron abiertos cuando Yeshúa
partió el pan).
Hablamos sobre las llaves… Este es el capítulo de transición desde los Evangelios a Los Hechos, y no
tengo duda alguna de que Lucas para nosotros significa ver todo su Evangelio a la luz del trasfondo de
este capítulo y de desbloquear los misterios de este Evangelio –el misterio del Mesías Oculto– con las
llaves que él nos da en su último capítulo. Por lo tanto, aquí está nuestra LLAVE NÚMERO DOS: Se
necesita a Dios para volver a contar la historia. Se necesita a Dios para hacer visible la imagen
latente. En el relato de Emaús, somos testigos de este increíble y misterioso proceso de revelación, en
las Escrituras, de Aquél que ha estado allí todo el tiempo –pero que hasta ahora simplemente ha estado
invisible–.
[1] A partir de ahora, vamos a utilizar el nombre hebreo de Yeshúa.
[2] Hechos 26:22.
Llave NÚmero Tres: Como Si…
Por Julia Blumseptiembre 8, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/llave-numero-tres/
«Y acercándose a la aldea donde iban, Él hizo como si tuviese que ir más lejos».[1]
Ante todo, ¡qué frase tan sorprendente encontramos aquí! ¡Qué manera tan sorprendente de hablar
acerca del Señor! No hay muchos pasajes en la Biblia donde Dios pretende –donde Él actúa– “como si”
fuese a hacer algo. Como todo en esta historia, esta palabra es extremadamente significativa: en
nuestro propio camino, principalmente vemos “como si” las cosas –y nosotros no podemos saber los
pensamientos de Dios ni el corazón de Dios simplemente mirando las cosas que se ven–. Dios ama a
cada uno de nosotros, y el deseo de Su corazón amoroso es de revelarse a sí mismo y su amor hacia
nosotros, y quedarse con nosotros para siempre, pero por ese preciso propósito, con el fin de estar con
nosotros para siempre, Él actúa a menudo “como si”. ¿Recuerdas la historia de José? En su habitación
interior, invisible para su hermano Benjamín, él lloró de amor por su hermano, aún así, dejando la
habitación, él hizo completamente lo contrario a lo que esperaríamos que hiciese y probablemente lo
que él mismo deseaba hacer. Él lavó su rostro para que no hubiese rastro de su llanto de cariño, se
contuvo… y entonces –continuó con su plan–, como si no le importase Benjamín. Es difícil imaginar
una mejor ilustración gráfica o expresión de la diferencia entre la verdad oculta –y visible “como si” de
las cosas–.
El Señor no puede revelar su amor hasta que su plan no esté completo –de ahí que constantemente
encaremos realidades “como si”–. Lázaro no había leído Juan 11:4: «Jesús amaba a Marta, a su
hermana y a Lázaro», y cuando Yeshúa no acudió a sanarle, parecía como si no le importase. Job, y
sus amigos consoladores, no leyeron el prólogo celestial del libro de Job, y todo lo que le sucedió a Job
parecía como si Dios le estuviese castigando por algo que él había hecho. Todas estas historias son
“como si” –y encontramos este misterio en las Escrituras una y otra vez–: El secreto del amor de
Dios («Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro»[2]), lo cual está oculto dentro del plan de
Dios («la enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios».[3]) ¿No es lo mismo en nuestras
vidas? Muy a menudo nos parece que el día ya ha pasado y Él solo desea ir más allá, más lejos.
Tenemos que mantener este mensaje de la historia de Emaús, debemos recordar que esto es solo un
sentimiento, tan solo una impresión: simplemente como si.
Sin embargo, esto es solo una parte del mensaje. Estas palabras nos enseñan que hay algo más. De
hecho, este verbo griego en particular προσεποιησάμην: nos hace actuar como si, pretender –sucede
solo una vez más en la Biblia–: Juan 8:6, en la historia de Jesús y la mujer adúltera. “Esto dijeron ellos,
tentándole, para pode acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en el suelo como si no les
oyese”. ¿Por qué actuó como si no les hubiese escuchado? Aquí vemos el mismo patrón: Él tiene un
mensaje de amor y perdón para esa mujer, pero Él no quiere hablarle y revelarle este mensaje a ella a
menos que, y hasta que, Su propósito sea conseguido y su plan completado. ¿Entonces cuál es el plan
y cuál es el propósito? Él está esperando la respuesta del corazón. Él está probando los corazones de
las personas que están allí –y las está probando con Su realidad “como si”–. Aunque los ojos de
aquellas personas estaban aún refrenados y ellos no sabían quién era Él, sus corazones
experimentaban claramente el toque de Su Espíritu –y siendo acusados por su propia conciencia, se
alejaron uno a uno, empezando por el más anciano, hasta el último: Y Jesús quedó a solas, y la mujer
de pie en el centro–[4]. Así su prueba estaba completa: ellos actuaron según sus corazones y no según
sus ojos.
Regresamos a nuestra historia –¿Qué ocurre allí cuando Yeshúa «hace como si quisiera ir más allá»?
«Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya
ha declinado. Y entró y se quedó con ellos»[5].
Ellos le retuvieron –y quiero que entendamos–: esta es la única cosa en toda la historia en que ellos,
efectivamente, escogen hacer algo por voluntad propia. A primera vista, era tan solo una preocupación
natural del ser humano: «se hace tarde y el día ya ha declinado». Sin embargo, sabemos que más
tarde, ellos se decían los unos a los otros, “¿No os ardía el corazón, cuando nos hablaba durante el
camino y cuando nos abrió las Escrituras?”[6] En otras palabras, en este punto sus corazones habían
estado ardiendo, ellos tenían la sensación de que su encuentro con ese ‘extraño’ no tenía que finalizar
así –y cuando le pidieron que se quedase, ellos actuaron de acuerdo con sus corazones, y no de
acuerdo a sus ojos–. Es crucial para nosotros entender que en un principio, ellos le retuvieron –le
pidieron que se quedase con ellos–. (Él siempre desea estar con nosotros, incluso cuando Él actúa
como si fuese a marcharse) –y solo entonces, y solo por esta razón, Él se quedó con ellos–.
Siempre es así en las Escrituras –Dios está aguardando la respuesta de nuestro corazón–. Cuando el
Señor se reveló a sí mismo a Moisés en la zarza ardiente, al ver esta zarza, Moisés dijo: «Me acercaré
y veré esta gran señal».[7] Si Moisés no lo hubiese dicho, si él no se hubiera acercado a ver esa gran
señal, él no se hubiese transformado en el líder que sacó a Israel de Egipto –por eso está escrito que
«el Señor vio que él se acercó para mirar, y solo entonces Dios le llamó desde la zarza ardiente».
[8]Solo cuando Moisés empezó a caminar en dirección a Dios –y Dios lo vio– tan solo entonces Él le
habló. Cada uno de nosotros debe recordar esto: en la soberanía del Señor, Él mismo escoge cuándo
revelarse a nosotros; Él mismo interviene y hace arder nuestro corazón, Él mismo nos llama a que nos
volvamos a Él –para escuchar y responder–. Pero si Él permanece sin desvelar el propósito de Su
intervención, depende de la respuesta de nuestro corazón: cuando le pedimos que permanezca con
nosotros –cuando nos volvemos para escucharle–. Y esta es por hoy, nuestra LLAVE NÚMERO TRES:
con mucha frecuencia, Dios actúa como si –Él reprime sus verdaderos sentimientos, deseos e
intenciones hacia nosotros con el fin de que sean para servir a Su más alto propósito para nuestras
vidas–. Sin embargo, siempre es nuestra decisión el que confiemos en nuestros ojos o en nuestros
corazones. Todavía hay algo que aún podemos hacer cuando nuestra vista está impedida: escuchar a
nuestro corazón.
[1] Lucas 24:28
[2] Juan 11:5
[3] Juan 11:4
[4] Juan 8:9
[5] Lucas 24:29
[6] Lucas 24:32
[7] Éxodo 3:3
[8] Éxodo 3:4
Llave NÚmero Cuatro: BendiciÓn Del Pan
Por Julia Blumseptiembre 13, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/llave-numero-4-bendiciendo-pan/
La última vez que vimos esto, los dos discípulos “impidieron” la marcha de Yeshúa, “Él entró y se quedó
con ellos”. Después leemos:
Lucas 24:30 Y aconteció que estando Él sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo, lo
partió y se lo dio a ellos.
Lucas 24:31 Entonces sus ojos fueron abiertos y le reconocieron; más Él desapareció de su vista.
En primer lugar, entendamos cómo esta comida se veía desde el punto de vista tradicional judío.
Compartir la comida siempre ha sido muy importante en la vida de la comunidad judía. Al principio de la
comida, la bendición tradicional siempre se dice cuando se parte el pan: “Barúj atá Adonái elohénu
Mélej há-olám há-motzí léjem mín há-áretz”. “Bendito seas, Señor Dios nuestro, Rey del Universo, que
sacas el pan de la tierra”.
Ya que era la semana de la Pascua, habría sido matzá, no el pan normal, por lo que se habría añadido
la bendición del matzá: “Bendito eres Señor nuestro Dios, Rey del Universo que nos santificas por
medio de tus mandamientos y nos ordenas comer matzá”.
Quien recitaba la bendición, lo hacía mientras literalmente partía el pan –exactamente como Yeshúa
hizo–. En este sentido era una comida judía tradicional de Jól Há-Moéd (Semana de Pascua). ¿Lo era?
En el Talmúd de Babilonia leemos: “El anfitrión debe partir el pan” (Berakoth 46). En la tradición judía, el
anfitrión –la cabeza de familia– es el que siempre bendice y parte el pan. Los forasteros que son
invitados a la comida, normalmente esperan las instrucciones del anfitrión y silenciosamente reciben lo
que se les pone delante.
Sin embargo, eso no es lo que vemos aquí. Es evidente que este no era un invitado habitual. En lugar
de esperar las directrices del anfitrión, este forastero está tomando el lugar de él: ¡Él está diciendo la
bendición y partiendo el pan! Podemos imaginar cómo este comportamiento debía haber llamado la
atención de todos los de la casa. ¿De dónde le vino esta autoridad?
Aquí me gustaría citar un pasaje de los Rollos del Mar Muerto. Los sectarios de Qumrán parecían creer
en un Salvador eterno (creían que era Melquisedec) el cual vendría como hombre y era reconocido por
ellos como el Maestro de Justicia. El Maestro de Justicia era un sacerdote. Vamos a dar una mirada a
un documento fragmentado del 1QSa (algunas veces llamado la Norma Mesiánica) y ver qué dice este
texto sobre el Sacerdote; [el Mes]ías de Israel deberá [entrar] …y [nadie deberá extender] su mano al
primer fruto… antes que el Sacerdote, porque [él es quien ben]dice el primer fruto del pan y del vino
nuevo… … (columna 2, línea 18-21).
‘Nadie deberá extender su mano para bendecir el pan’: esto significa que, en los días de Yeshúa
había conocimiento de que cuando el Mesías viniese, nadie debería extender la mano para bendecir el
pan antes que Él. La autoridad para bendecir el pan primero, claramente pertenecía al anfitrión o al
Mesías. Y cuando en nuestra historia, este forastero actuó en la casa como «si tuviese esa autoridad»,
[1] podemos imaginar que, a pesar de que la vista de los discípulos estaba refrenada, sus corazones,
que habían estado ardiendo todo el camino, ahora estaban llenos de excitación y de anticipación. Su
comportamiento era una señal definitiva para ellos de su dignidad mesiánica.
Pero hay algo aún más significativo sucediendo aquí –algo que los esenios no sabían y que los
discípulos aún no habían entendido– pero Lucas lo deja muy claro para nosotros aquí. No hay duda de
que, incluso en la tradición cristiana primitiva, la bendición del pan era un recordatorio de la última cena
que Yeshúa tuvo con sus discípulos antes de su muerte, y por lo tanto de sus sufrimientos –y esto es
algo que Lucas está realmente enfatizando aquí–: que Yeshúa sea reconocido mientras bendice el
pan significa que el Mesías ha de ser reconocido por su sufrimiento. Es muy característico que
Lucas introduzca el concepto del Mesías sufriente de manera muy fuerte, en el cuerpo de sus escritos.
La expresión para: Cristo sufriente –παθειν τον Χριστον– aparece cinco veces en Lucas-Hechos: Lucas.
24:26, 24:46, Hechos 3:18, 17:3, 26:23. Sorprendentemente, aunque también encontramos la palabra
sufrir (παθειν) en los otros Evangelios, nunca lo encontramos en conjunción con la palabra ‘Mesías’.
Lucas es el único que desarrolla este concepto en relación con el Mesías; es el único evangelista que
explícitamente dice que el Mesías ha de sufrir. En su sermón de Pentecostés, en Hechos 2:36, Pedro
dice: “Dios ha hecho a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, ambos, Señor y Cristo,” queriendo
decir que Dios ha hecho a Yeshúa, ambos, Señor y Mesías mediante Él siendo crucificado y resucitado
de los muertos. El mesianismo de Yeshúa solo se hizo real (y reconocible) después y a través de su
sufrimiento y de su resurrección.
Por lo tanto, antes de proseguir con el segundo volumen de su obra, Lucas nos proporciona otra
importante llave para la historia completa de Yeshúa y su mesianismo. Esta es nuestra llave para hoy,
LLAVE NÚMERO CUATRO: Yeshúa es reconocido mientras parte el pan y esta es la señal de: 1)
Su dignidad mesiánica y 2) Su sufrimiento. Primero, su autoridad en la casa al ocupar el lugar del
anfitrión y bendecir el pan era evidencia y prueba de que era el verdadero Mesías sentado entre ellos;
entonces la bendición del pan les recordó la Última Cena y su sufrimiento. Es muy significativo que al
principio de nuestra historia, después de que Yeshúa reprendiera a sus discípulos por su falta de
comprensión, Él haya comenzado su sesión de enseñanza del Tanáj con sus palabras
características: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?” El
Mesías tenía que sufrir –y solo entonces llegaría el tiempo señalado para que su mesianismo
fuese revelado–.
[1] Marcos 1:22
Llave NÚmero Cinco: Y Sus Ojos Fueron Abiertos
Por Julia Blum septiembre 22, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/llave-numero-cinco-ojos-se-abrieron/
Hemos pasado las últimas cuatro semanas comentando la historia de Emaús en Lucas 24. Acabamos
de ver que este último capítulo del Evangelio de Lucas no solo nos sirve como una maravillosa
transición literaria a su segundo volumen –Hechos– sino también como una llave espiritual, o conjunto
de llaves espirituales, de la historia completa sobre el mesianismo de Yeshúa y de la visión velada de
los discípulos en el escrito de Lucas.
Hoy vamos a hablar sobre la última y más importante llave: «que sus ojos fueron abiertos». Vamos a
recordar también que, en el camino, los ojos de los discípulos estaban velados por Dios mismo y por
eso no reconocieron a Yeshúa. Entonces, cuando el tiempo señalado llegó, sus ojos fueron abiertos
también por medio de Dios mismo. El tiempo aquí es de mayor importancia: sabemos que sucedió en el
momento específico de partir el pan, dejando a los discípulos sostener el pan en las manos, sin duda
sorprendidos y temblando ante la grandeza de lo que acababa de suceder.
Aquí necesitamos examinar algo del griego. Acabamos de ver que ambos verbos –velados y abiertos–
representan la forma pasiva tanto en inglés como en griego: primero, sus ojos fueron
velados: Οφθαλμοι αυτων εκρατουντο.[1]Entonces llegó el momento crucial y «sus ojos fueron
abiertos»: δεδιηνοιχθησαν οι οφθαλμοι.[2] Vamos a intentar de contemplar la escena de este momento
esencial. Antes de nada, es importante mencionar que, de acuerdo con la opinión de los eruditos, el
lenguaje griego de Lucas es el mejor de los cuatro Evangelios. Parece ser que el griego era la lengua
materna del evangelista. No cabe duda, por lo tanto, que Lucas conociera la LXX (la Septuaginta)
bastante bien y probablemente estuviera influenciado por ello. Desde luego, él parece estar muy
cómodo con la lengua griega ya que está capacitado para adaptar su estilo a las diferentes
circunstancias y orígenes. Por ejemplo, el griego que usa en el Prólogo (1:1-4) es clásico, mientras que
el griego de la narrativa de la infancia es semitizada a propósito; el griego de los sermones en Los
Hechos, parece estar afectado por las circunstancias de cada orador, por lo tanto, el análisis
comparativo de las formas griegas usadas por Lucas, con aquellas de la LXX, podrían servir de ayuda.
En griego, la frase «sus ojos fueron abiertos» aparece así: δε διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι. Acabamos
de ver que la palabra Δι-ανοιγω quiere decir, completo y totalmente abiertos. Esta palabra se encuentra
varias veces en la Septuaginta, pero la única vez en toda la Septuaginta donde aparece esta frase
completa, en esta misma forma, tal como la encontramos en Lucas: δε διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι es en
el capítulo tres del libro del Génesis; en una de las más dramáticas escenas de la Escritura. Cuando
Adán y Eva (Hava) pecaron –cuando ellos violaron el mandato que Dios les dio y comieron del árbol de
la Sabiduría– cuando el pecado entró por primera vez en el mundo; cuando todo cambió y todo fue
puesto al revés; en ese momento fatal de la creación dice: «Y sus ojos fueron abiertos…».[3]
¿Qué significa eso de que los ojos de Adán y Eva fueran abiertos? Este pasaje del libro del Génesis nos
ayuda a comprender mejor el enorme cambio en Lucas 24. Sí, Adán y Eva se dieron cuenta por primera
vez que estaban desnudos, pero era algo mucho más que eso. La Caída, no fue simplemente uno de
los principales eventos en la historia de la creación –fue un cataclismo global, un cambio total en el
estatus del Universo. Cuando la Biblia describe como sus ojos (de Adán y Eva) fueron abiertos es una
de las más considerables y fundamentales manifestaciones y consecuencias de este cambio global.
Adán y Eva, quienes hasta ese momento habían visto a Dios en su realidad –y que vieron todas las
cosas solo en Su luz y en la luz de Su realidad– entonces empezaron a ver el mundo con una visión
nublada por el pecado, el cual desde entonces vino a ser, y ha permanecido como la verdadera visión
de la humanidad. La habilidad de ver a Dios, que originalmente se les había dado, aumentó en
oscuridad y se perdió, e incluso Adán y Eva, que no lo mencionaron a su descendencia, empezaron a
ver este mundo en la forma en que la humanidad continuó viéndolo a través de los años: aplastante,
material y físico. Ellos abandonaron Su presencia –y sus ojos fueron abiertos a esta visión del mundo–.
De ahora en adelante, para ver lo invisible, el ser humano necesita la fe. Por eso, para el Señor era tan
importante que ellos «no echaran mano y cogiesen también del Árbol de la Vida, comiesen y viesen
para siempre»[4]; que ellos no permaneciesen para siempre de la misma forma, incapaces de ver la
realidad espiritual, capaces solo de ver lo material y lo físico. Y desde ese momento en el tercer capítulo
de Génesis, cuando Adán y Eva pecaron, cuando «sus ojos fueron abiertos» a este mundo y ellos
necesitaron esconderse del SEÑOR, Dios ha estado batallando con el Tikún Olám (reparar el mundo),
desde aquel momento, Él ha estado esperando el momento en que los ojos de la gente vuelvan a ser
abiertos, pero esta vez, para abrirlos a la inversa, para ver lo que es invisible a lo usual, disminuyendo
la visión humana.
A la luz de todo esto, podemos entender que la frase que encontramos en Lucas 24:31 conlleva, de
hecho, una manifestación de esta visión mayor a la inversa. En Romanos, Pablo escribe: “Por cuanto
por la desobediencia de un hombre todos fuimos hechos pecadores, también por la obediencia de un
hombre, muchos serán justificados”[5] y aunque si bien es cierto que nuestro tema va más allá de tratar
con la comprensión teológica cristiana de la muerte y resurrección de Jesucristo como restaurador del
estado original del universo, también es importante para nosotros resaltar –y no soy consciente de que
alguien se haya referido a este tema hasta hoy– esta simetría entre διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι en Lucas
24 y διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι en Génesis 3.
Así pues, la historia completa del Evangelio de Lucas, está renovada y vuelta a explicar en este
capítulo. Un gran escritor, Lucas, quiere que volvamos a ver su Evangelio por entero a la luz de esta
historia. Aquí, en este mismo capítulo de su Evangelio, el evangelista nos muestra muy claramente, el
secreto de los ojos velados y abiertos: aunque todo lo que hay sobre este forastero debería haberles
recordado a Yeshua, ellos percibieron solo al hombre, no reconociéndole hasta el momento en que sus
ojos fueron abiertos por un soberano acto de Dios.
Esta es la culminación, no solo de la historia completa de los discípulos , sino de todo el
Evangelio como tal: esta llamativa simetría entre la frase «sus ojos fueron abiertos» en Lucas 24, en
contraste con sus «ojos fueron abiertos» en Génesis 3, nos ayuda a entender la profundidad y grandeza
de lo que sucedió en el camino de Emaús –así pues– esta es nuestra llave para hoy, y nuestra última
llave sobre este capítulo, LLAVE NÚMERO CINCO: Y SUS OJOS FUERON ABIERTOS. Esta llave
describe el cambio crucial en el estatus del universo cuando Yeshua es reconocido como Mesías
(aunque Él sea invisible). La próxima semana empezaremos a tratar con las lecciones y conclusiones
de la serie del Mesías Oculto, y daremos un repaso a todas las llaves sobre las que hemos hablado y
resumiremos las ideas que hemos comentado hasta ahora.

[1] Lucas 24:16


[2] Lucas 24:31
[3] Génesis 3:7
[4] Génesis 3:22
[5] Romanos 5:19
RevisiÓn Sobre El MesÍas Oculto
Por Julia Blum septiembre 29, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/revision-mesias-oculto/
Antes de trasladarnos al tema final de la serie El Mesías Oculto, hagamos un repaso y resumamos las
ideas que hasta aquí hemos comentado con el fin de seguir la lógica de este estudio. En la serie de
artículos que he presentado aquí, primero vimos el Secreto Mesiánico del Nuevo Testamento, en
contraste con el Trasfondo Judío; luego seguimos con la idea del Mesías oculto y revelado a través de
Lucas y Los Hechos; finalmente, aprendimos la inmensa lección que se encuentra en el capítulo de la
transición en el Evangelio de Lucas (Lucas 24) desgranando las llaves más importantes.
Nuestro primer post –Como si escondiese su rostro de nosotros– define el Secreto Mesiánico: el
hecho de que en los Evangelios, Yeshua es frecuentemente representado como buscando mantener el
secreto sobre su persona y trabajo durante su ministerio (algunas veces incluso rehusando utilizar
abiertamente el título de ‘Mesías’). El mesianismo de Yeshua es algo que el autor y los lectores
conocen, pero los participantes originales del Evangelio no lo sabían. Empezamos nuestro estudio
mirando este característico rompecabezas del Evangelio en contraposición al trasfondo judío y
buscando una explicación de este dilema del Nuevo Testamento según el pensamiento judío de aquel
tiempo.
Es por eso que en los siguientes dos post –El Salvador Trascendental del Cielo y El Irreconocible
Mesías– mostramos que en referencia a la venida del Mesías como oculto y revelado podría ser
considerado como representativo del judaísmo del primer siglo (D.C). Para poder comprobar esta
afirmación, examinamos la evidencia desde diferentes fuentes y manifestaciones del judaísmo. Vimos
algo muy intrigante en estos textos: que en el Libro de Enoc, escrito aproximadamente en el primer siglo
A.C, el Mesías está oculto en los cielos, pero luego en la literatura rabínica que inicia en el 1D.C, vemos
ya al Mesías oculto e irreconocible en la tierra. Entendemos, por lo tanto, que el tema del Mesías oculto
en el cielo y luego descendiendo a la tierra, era una parte del judaísmo inter-testamental. Es en este
punto que regresamos al Nuevo Testamento.
Nuestros dos posts siguientes fueron llamados: El Mesías oculto y revelado en Lucas y Los Hechos
(1 y 2). Aquí, en los escritos del Nuevo Testamento podríamos ver una directa reflexión sobre el mismo
tema que se había reflejado tenuemente en textos previos: El Mesías descendiendo del cielo a la
tierra (¿alguien recuerda el canto “Viniste del Cielo a la Tierra” ?) –pero aún y así se mantiene oculto
hasta que llegue el tiempo señalado–. Los dos volúmenes de Lucas nos brindan una oportunidad
única para seguir el desarrollo de este tema del Mesías –‘antes’ y ‘después’– oculto en el cielo desde el
principio, viene a la Tierra, pero sigue oculto hasta que llegue el momento señalado, y entonces,
después del tiempo señalado, Él es revelado. El mismo autor, mientras escribía sobre la vida terrenal de
Jesús, consistentemente le retrata ocultando su identidad mesiánica, mientras que en Los Hechos
proclama su mesianismo en voz alta y públicamente. Para poder explicar este súbito cambio,
precisamos sugerir dos cosas: primero, que algún acontecimiento crucial sucedió entre estas dos
piezas, y segundo, que por alguna razón, después de este evento, el mesianismo fue revelado. Todos
sabemos la respuesta obvia de la primera parte: el evento crucial que sucedió entre la parte principal del
Evangelio y de Los Hechos, fue la crucifixión y resurrección de Jesús. Entonces, aquí nos hacemos la
siguiente pregunta: ¿por qué? ¿Por qué Su muerte y resurrección marcó una frontera tan clara, una
línea tan obvia de demarcación entre el “antes” y “después”? ¿Por qué Jesús tenía que permanecer
como el Mesías oculto durante su vida terrenal, y solo ser revelado después de su resurrección?
Para poder descifrar este misterio, necesitamos las llaves. En este punto, regresamos a la historia de
los dos discípulos en el camino de Emaús e introducimos las llaves de este capítulo de transición (Lucas
24) –las llaves cruciales para entender esta historia del Mesías oculto y revelado–.
Llave número uno: Ojos velados: Solo el mismo Dios puede velar y abrir los ojos espirituales.
Fue Su decisión y tan solo Suya, en los dos casos de los discípulos en el camino de Emaús, cuyos ojos
Él abrió para que al final pudieran reconocerle y en aquellos casos donde los ojos de la gente fueron
velados para que no le reconociesen.
Llave número dos: Hacer visible lo latente: Hasta que el revelador no hace su función, la imagen
permanece invisible, y es cosa del Espíritu de Dios el “revelar” las escrituras; es cosa de Dios
volver a explicar la historia, es tarea de Dios hacer visible la imagen latente.

Llave número tres: Como si…: El Señor no puede revelar Su amor hasta que Su plan sea
completado. De aquí que, a menudo, muchas veces Dios actúa como si. Sin embargo siempre es
nuestra decisión si confiamos en nuestra vista o en nuestro corazón.
Llave número cuatro: Bendiciendo el pan: Yeshua es reconocido mientras partía el pan y esto
vino a ser la señal de ambos, Su dignidad como Mesías y Su sufrimiento. El Mesías tenía que
sufrir la muerte y levantarse otra vez –solo entonces llegaría el momento señalado para que Su
Mesianismo fuese revelado–.
Llave número cinco: Y sus ojos se abrieron: Esta es la culminación, no solo de la historia completa
sobre los discípulos, sino también sobre todo el Evangelio. La sorprendente simetría entre la frase: sus
ojos fueron abiertos en Lucas 24 en contraste con sus ojos fueron abiertos en Génesis 3, nos ayuda a
entender el cambio crucial en el estatus del Universo cuando Yeshua fue reconocido como
Mesías.
Así pues, en el trabajo de sus dos volúmenes, Lucas nos ilumina para un cambio global mayor que
ocurrió entre el Evangelio y Los Hechos, después de la muerte y resurrección de Yeshua.
La historia de Emaús proporciona una excelente transición desde el primero hasta el segundo volumen
de los escritos de Lucas –de una era a otra– del Mesías visible, pero oculto (no revelado y no
reconocido), al Mesías revelado (reconocible) pero invisible. Durante Su vida terrenal, Él estuvo
oculto, y solo después de Su resurrección, Su mesianismo llegó, no solo conocido por sus discípulos,
sino proclamado abiertamente a todos desde las azoteas. Y esto significa, ante todo, que aunque Él
estuvo visible mientras anduvo por la Tierra de Israel, Él estuvo oculto para sus conciudadanos
porque sus ojos estuvieron velados. Estuvieron velados solo mediante la soberanía de Dios, porque
nadie más podía restringir su vista. Así pues, llegamos a nuestra pregunta final en este estudio: ¿Por
qué Yeshua estuvo oculto para Israel?
Cerradura NÚmero Uno: El ObstÁculo En Los Ojos De Israel
Por Julia Blum noviembre 3, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-uno-obstaculo-los-ojos-israel/
Finalmente estamos en Acherei Hachagim –después de las fiestas– aquí en Israel. Muchas instituciones
y estudios empiezan sus actividades anuales después de las vacaciones (por ejemplo, el periodo de
otoño en la mayoría de las universidades de Israel empieza después de las fiestas, y algunas veces,
como en este año, es bastante tardío). Otros cursos y colegios simplemente regresan y retoman sus
programas allá donde los dejaron –y esto es exactamente lo que vamos a hacer– estamos retomando
nuestras series del Mesías Oculto y empezaremos por donde lo dejamos.
Nuestro último post sobre este tema era un repaso de todos los posts del Mesías Oculto que habíamos
tenido hasta aquel momento. Antes de ello, en cinco artículos diferentes, comentamos y describimos las
Cinco Llaves del Capítulo Transitorio de Lucas (Lucas 24) y dijimos que necesitábamos esas llaves para
abrir el Misterio del Mesías Oculto.
Ahora que tenemos las llaves, procederemos a abrir las ‘cerraduras’. Cinco llaves significan cinco
cerraduras, ¿correcto? De acuerdo con esto, en el post de hoy trataremos la primera cerradura con
nuestra primera llave. Pero antes, vamos a hablar sobre la identidad mesiánica oculta de Yeshua, me
gustaría mencionar que en el Tanach (Antiguo Testamento) también encontramos el tema de
ocultamiento. Por ejemplo, en 1 Samuel 17:55-58, después de que David matase a Goliat, Saúl
pregunta quién es. Anteriormente, en el mismo capítulo, leemos una conversación entre Saúl y David,
por lo que todo este episodio parece desde luego, muy extraño: Saúl no está capacitado para reconocer
a David, incluso cuando ya se habían encontrado anteriormente. Es como si un velo hubiese cubierto la
cara de David, y no pudiese ser reconocido –y eso es exactamente lo que vamos a ver en la historia de
Yeshua–.
Volvamos al Evangelio: una y otra vez vemos que este tema de “ocultado y revelado” parece ser crucial
para Lucas. Por ejemplo, en el Capítulo 2 cuando Simeón bendice a Jesús, le profetiza a María que, a
través de ese niño los pensamientos de muchos corazones serán revelados.[1] En Lucas 10, Jesús
dice: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios
y las has revelado a los pequeños.[2] Acabamos de ver que Dios es el Único que oculta y revela:
nuestra primera llave dice que nadie, si no el mismo Dios puede cerrar y abrir los ojos. Ahora
intentaremos de entender cómo –¿como Él oculta de Su pueblo el mesianismo de Yeshua–?
La palabra revelado (αποκαλυπτο) se encuentra varias veces en la LXX y la mayoría se refiere a Dios.
Normalmente es el Señor quien revela, como en 2 Samuel 7:27 Porque Tú, OH SEÑOR de los ejércitos,
Dios de Israel has hecho esta revelación al oído de tu siervo…; o en Números 22:31 donde se usa para
abrir los ojos: El Señor ha abierto los ojos de Balaam. En estos casos, el verbo es usado para la
revelación espiritual de Dios y por parte de Dios.
Sin embargo, también tenemos casos muy diferentes donde sale esta palabra griega. Por ejemplo, en
Génesis 8:13 cuando Noé quitó la cubierta del Arca, el mismo verbo es usado para la palabra remover.
En Ruth 3:7 y en Levítico 20:11,17, 18,19, 20, 21, el verbo aún presta un significado diferente, aunque
aquí, otra vez, expresa una acción práctica: descubrir… descubrió sus pies… Entonces vemos que el
verbo griego αποκαλυπτω significa no solo revelar en el sentido espiritual, sino también destapar,
desvelar, quitar la cubierta o un velo.
Este breve análisis puede aumentar nuestro entendimiento de lo oculto y lo revelado en el Evangelio de
Lucas: Existe un velo tapando los ojos para percibir el oculto misterio en el Evangelio de Lucas –esta es
la causa de que sus ojos estén tapados–. Por ejemplo, en Lucas 17:30 leemos: Así será el día en que el
Hijo del Hombre se manifieste. La revelación del Hijo del Hombre, por eso será un descubrir/desvelar lo
que antes estaba oculto y velado. El velo está en su lugar y Dios es el único que puede apartar ese velo
y revelar la verdad escondida.
¿Qué pues, es el velo?
¿Recuerda la mismísima y última pregunta que los discípulos le hicieron a Yeshua? Esta única pregunta
es suficiente para entender cuán grande era la diferencia entre la redención que Israel estaba
esperando y la que Yeshua trajo. Abra el libro de Los Hechos y en el mismo principio, en la escena
anterior a Su ascensión, leemos: ‘Señor, ¿restaurarás ahora el reino de Israel’[3] Por favor, tome nota
de que ellos le preguntan esto, no tan solo después de tres años de ininterrumpido compañerismo con
Él, sino después de su muerte en la cruz y su resurrección, y después de los cuarenta días en que Él
se les había aparecido, enseñado y explicado los misterios del plan de Dios. Lo suyo era una típica
pregunta; el Mesías que Israel estaba esperando no podía dejar de traer redención y salvación a Israel.
Sí, después de todas Sus explicaciones y mensajes, los discípulos que Él había escogido e instruido,
continuaban esperando esto de Él, entonces ¿qué nos dice con relación a la multitud de israelitas que
después de Sus mensajes y de ver Sus milagros, estaban absolutamente convencidos de que tarde o
temprano, Él salvaría y restauraría a Israel?
Fe en un Mesías real que restauraría el trono de David, y por lo tanto, el reino de Israel, era un
componente inseparable de fe en Dios y estaba basado en la promesa bíblica: ‘Levantaré linaje
después de ti, el cual procederá de tus entrañas y afirmaré su reino. Él edificará casa en Mi nombre y
Yo afirmaré para siempre su reino. Yo seré a él por Padre y él será Mi hijo’.[4] En este contexto, el Rey
Mesías, Mashiach ben-David, era entendido como quien vendría principalmente para cumplir este
propósito. No hay lugar a duda, el creyente en Israel no podía imaginar de que Dios enviaría Su
salvación mediante un salvador que no salvaría a Su pueblo. Pero Yeshua, tal como sabemos, no fue
enviado a restaurar el reino de Israel, y por lo tanto, no vino de acuerdo con las expectativas “normales”
judío-mesiánicas. Él subió al altar, no al trono de David. No fue enviado a restaurar el pueblo de
Israel tal como se esperaba del Mesías, y en este sentido, muchas promesas mesiánicas de Israel
asociadas con la venida del Mesías, en realidad no se cumplieron durante el tiempo de Su primera
venida. El cumplimiento de estas promesas bíblicas se encuentra en el futuro, como parte de la
inalterable Palabra de Dios. Sin embargo, es vital darse cuenta de que ya que permanecen sin
cumplirse, a parte de la fidelidad a Dios y Su Palabra, el pueblo de Israel simplemente no podía
aceptar a Yeshua como su Mesías, ya que en su mentalidad, esto habría contradecido las
Escrituras.
Este era el velo –y este velo solo podía ser levantado o quitado por Dios–. El hecho de que Yeshua
ascendiese al altar y no al trono –el hecho de que Él viniese a darse como sacrificio– superaba todas
las expectativas humanas y comprensibles, y por esta razón, ni carne ni sangre, si no solo el Padre que
está en el Cielo[5] podía revelarlo mediante Su Espíritu y apartar ese velo. Sin embargo para entender
este proceso, necesitamos usar nuestra próxima llave: Hacer visible lo latente.
[1] Lucas 2:35
[2] Lucas 10:21
[3] Hechos 1:6
[4] 2 Samuel 7:12-14
[5] Mateo 16:17
Cerradura NÚmero Dos: El Misterio Del Libro Sellado
Por Julia Blum noviembre 10, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-dos-misterio-del-libro-sellado/
¿Recuerdas nuestra LLAVE NÚMERO DOS: Haciendo latente lo invisible? Hablamos sobre cómo se
revelaban las fotografías antiguamente: Un film, (un negativo) se colocaba en una disolución especial, el
revelador, y algún tiempo después, la fotografía empezaba a emerger. Al principio aparecían los
contornos y después los finos detalles de la imagen, al final surgía la fotografía completa. De hecho,
este era el propósito del revelador: hacer que la imagen latente fuese visible.
Todo este proceso era absolutamente fascinante: Por una parte, la imagen ya estaba ahí –existía ya
por entero, perfectamente impresa en el negativo, el complejo proceso químico no le cambiaba ni
añadía nada– simplemente lo revelaba, lo mostraba, hacía aparecer lo que ya estaba ahí. Sin embargo,
por otra parte, aunque solo en este punto nos separaba de poder ver lo que estaba impreso en la
fotografía, sin este paso, sin revelar el film, nunca podríamos descubrir lo que había grabado allí: hasta
que el revelador no hiciera su función, la imagen latente permanecía invisible.
Hoy utilizaremos esta llave para abrir la CERRADURA NÚMERO DOS: El misterio del libro sellado y sin
sellar. Empezaremos con las palabras de Isaías que han causado problemas en mi corazón durante
muchos años:
Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: «lee
esto ahora»; él dirá: «no puedo, porque está sellado». Y si se le diere el libro al que no sabe leer,
diciendo: «lee ahora esto»; él diría: «no se leer».[1]
¿Cuál es el libro del que habla el profeta? Aquí no estamos tratando sobre una profecía en particular, se
nos habla de la visión completa (hazut hakol), acerca del cuadro global, de una visión y entendiendo
todo lo que Dios ha hecho y está haciendo en la historia de la humanidad. Creo que Isaías habla sobre
el mismísimo ‘libro’ sellado que vemos en el Capítulo 5 del Libro del Apocalipsis:
Y vi en su mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera
sellado con siete sellos. Vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro
y desatar sus sellos?» Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni
aún mirarlo. Y yo lloraba mucho porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, de leerlo,
ni de mirarlo.[2]
Alguien podría decir que este paralelismo es muy arriesgado –que estos dos libros son completamente
diferentes y no hay conexión entre ellos–. Sin embargo, cuando Daniel habla de otro libro: «Tú Daniel,
cierra tus palabras, sella el libro hasta el tiempo del fin«.[3] Aquí no hay duda de que el sellar el libro de
Daniel, igual que quitar el sello del Libro del Apocalipsis, viene completamente en un contexto profético.
¿Nos atreveríamos a decir que el libro sellado de Isaías no tiene conexión con estos dos libros
proféticos? Estoy completamente convencida de que los tres libros no solo están relacionados, sino que
son el único y mismo libro de los planes finales de Dios para la humanidad, revelados en una visión a
Daniel, como sellados por Dios, y mostrados a Juan en una visión como el libro abierto por Yeshua.
Por lo tanto, vemos este libro cerrado, este pergamino sellado del plan de Dios, y que es entregado a
uno que sabiendo leer, le dicen: «lee esto, por favor». Y él dice: «no puedo, está sellado». He
meditado mucho sobre este extraño cuadro: ¿Quién es el que sabe leer, pero por alguna razón recibe
este libro sellado? Creo que hoy, quien sabe leer es Israel: Nuestro pueblo no solo sabe lo
concerniente al Tanach –las Escrituras hebreas, la Palabra de Dios– sino que también es capaz de leer
el manuscrito de Dios en la historia. Se nos enseñó a reconocer a Dios, Su firma y el desarrollo de Su
plan en los eventos que nos rodean. Y al parecer, ¿quién más debería leer este libro, sino el que sabe
leer y escribir? Pero de eso trata el tema: específicamente para los letrados, el libro está sellado. Tal
como leemos en el profeta Daniel, está sellado por el mismo Dios, o al menos por orden de Él, y como
leemos en el libro de Apocalipsis, solo puede ser abierto por Dios. En Apocalipsis se nos dice con
perfecta claridad que el Único que puede quitar los sellos, el Único que ‘es digno’ de quitar el sello de
este Libro: Pero uno de los ancianos me dijo: «no llores, he aquí el León de la tribu de Judá, de la
estirpe de David, ha prevalecido para abrir el pergamino y quitar los siete sellos».[4] Y tan pronto como
Él quita los sellos y abre el Libro, el sabio es capaz ahora de leer este libro. Una vez que el sello es
quitado –aunque nada nuevo es añadido a este libro, todo lo que existió latentemente antes, ahora es
revelado por primera vez, llegando a ser visible y aparente. Muy parecido a nuestro ejemplo del
revelado fotográfico del film –por eso es que necesitamos esta llave para abrir el misterio–.
Recuerdas las palabras exactas de nuestra segunda llave: Es cosa de Dios hacer visible la imagen
latente. Es muy importante entender que para nuestro pueblo, no era su elección ni su decisión: El libro
está sellado, y solo cuando el sello sea abierto, podrá ser leído. Una vez más mencionamos al Apóstol
Pablo –Rabino Saúl–: como ya sabemos, él estudió la Torá y las Escrituras toda su vida e
incuestionablemente había sido letrado antes de su encuentro con Yeshua. Sin embargo, hasta que el
mismo Yeshua quitó los sellos para él, Saúl no pudo leer el pergamino. Cuando Yeshua apareció y se le
reveló a Sí mismo, cuando el sello fue quitado, solo entonces fue capaz de leerlo. Nada fue añadido o
cambiado en el texto, ningún escrito o documento le cayó a Saúl del cielo. Fueron las mismas
Escrituras, el mismo Tanach que él había leído toda su vida, pero que no había visto, entendido y leído
bajo una nueva luz. Ahora era capaz de leer el Libro de Dios, este Libro había sido abierto para él. En el
momento en que Su mano soberana quitó los sellos, el entendido y el ignorante por igual, no podían
dejar de leer y ver la imagen latente que ahora era visible: El Mesías, que siempre había estado allí y
quien es revelado y visto ahora en la página de este Libro, sin cambio alguno en su texto.

[1] Isaías 29:11-12


[2] Apocalipsis 5:1-4
[3] Daniel 12:4
[4] Apocalipsis 5:5
Cerradura NÚmero Tres: Realidad “como Si”
Por Julia Blum noviembre 29, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-tres-realidad/
Hoy abrimos la cerradura número tres – y para eso, por supuesto, tenemos que utilizar la Llave Número
Tres–: como si. En Lucas 24:28 leemos: Él hizo como si tuviese que ir más lejos. Son unas palabras
muy remarcables y también una llave muy remarcable: no hay muchos pasajes en la Biblia donde Dios
actúe “como si”, cuando Él pretende hacer algo–. Comentando sobre esta llave, debemos darnos
cuenta que en nuestras vidas, constantemente encaramos situaciones reales “como si” –porque el
Señor no puede revelarnos Su amor hasta que Su plan sea realizado–. Como en la historia de José: En
su habitación privada, invisible para su hermano Benjamín, José derramó lágrimas de amor por su
hermano, aún y así, dejando su habitación, él hizo algo completamente distinto a lo que nos
esperábamos de él y de lo que él mismo probablemente deseaba hacer. Se lavó la cara para que no
hubiera rastro de su llanto de amor, se reprimió… y entonces –siguió su plan, tal como si no amase a
Benjamín–. Es una expresión muy gráfica y expresiva de la diferencia entre la verdad desconocida y las
cosas visibles “como si”. Lo mismo encontramos en la historia de Lázaro: Cuando Yeshua no acudió
para sanarle, y parecía –para Lázaro y para los que estaban allí– como si Él no le amase. La Biblia está
llena de estas historias “como si” donde el secreto del amor de Dios (Jesús amaba a María y a su
hermana y a Lázaro) estuviese escondido en los planes de Dios (esta enfermedad no es mortal, sino
para la gloria de Dios). Estas historias nos enseñan que la fe es la… evidencia de las cosas que no se
ven: No podemos saber los pensamientos de Dios ni el corazón de Dios simplemente mirando las cosas
que son vistas –con mirar solamente la realidad “como sí”–. Esta es la razón de por qué tenemos estas
palabras “como si” en el último capítulo de transición del Evangelio de Lucas. Un gran escritor, Lucas
quiere que veamos por completo su Evangelio a la luz del enfoque de este capítulo –y por eso, para ver
la historia “como si” en la historia de Israel y de Yeshua–: como si Él tuviese que ir más lejos, como si Él
nos hubiese abandonado.
Recordemos una vez más la historia de José y Benjamín. En ese dramático momento, cuando la copa
es extraída del saco de Benjamín y las miradas de aquellos hombres –ya sea perplejos o condenando,
llenos de odio o de compasión– están fijos en su hermano menor, podemos discernir fácilmente estas
dos realidades que no solo parecen no encajar, sino más bien se oponen y contradicen una con la otra.
En una realidad visible “como si”, Benjamín es odiado y despreciado, aparenta ser el ladrón y el
enemigo. La verdadera realidad es invisible, está completamente oculta a la vista de sus hermanos. En
esta verdadera, realidad invisible, Benjamín es el amado; José, el autor de toda esta historia y el único
en cuyo nombre Benjamín es acusado, ama infinitamente a su hermano. Si preguntamos por qué la
realidad visible “como si” contrasta tan sorprendentemente con la realidad invisible, y por qué en la
realidad visible Benjamín es acusado de ladrón y enemigo, la respuesta es muy simple: por causa de
sus hermanos. José ha formado este plan para que sus hermanos pudieran arrepentirse. Por ellos
mismos, para su propio cambio y transformación, hace que su amado hermano sea el malvado en este
plan. Sí, Benjamín carga el peso de este juicio, pero el verdadero juicio no es para Benjamín, sino para
sus hermanos. El corazón de los hermanos es puesto a prueba con Benjamín específicamente porque
es a quien José más ama. Benjamín es acusado de ser un enemigo para su bien.
Ahora podemos apreciar mejor el secreto, el misterio del plan de Dios para Israel, que Lucas está
intentando transmitirnos. Lucas quiere que entendamos que el plan invisible de Dios difiere
grandemente de las circunstancias visibles, y a la vez, de la realidad visible “como si”, ahí existe otra
realidad invisible –la única realidad verdadera–. Tal como en la historia de Benjamín, en esta realidad
invisible todas las cosas son de otra manera. Como escribirá Pablo más tarde: son enemigos para
nuestro bien –pero para siempre los amados del Señor–.
Me gustaría también recordarles que este verbo griego προσεποιησάμην: hacer como si, actuar como
si, pretender –ocurre solo una vez más en toda la Biblia– en Juan 8:6, en la historia de Jesús y la mujer
sorprendida en adulterio: “Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo, como si no les
oyera”.[1] ¿Por qué actuó como si no les escuchase? De Juan 8 conocemos muy bien el porqué:
exactamente como en la historia de José, Él estaba probando el corazón de quienes le rodeaban –y les
estaba probando mediante la realidad “como si”. De la misma manera el corazón de los pueblos
alrededor de Israel están siendo probados con esta realidad “como si”: como si Él tuviese que ir
más lejos, como si Él nos hubiera abandonado. ‘El que esté libre de pecado entre nosotros que lance la
primera piedra’. Yeshua dijo esto respecto a la mujer sorprendida en adulterio. Aunque ella fue
sorprendida en un pecado vergonzoso y rodeada de escribas y fariseos que llevaban vidas legales y
piadosas, cuando fueron confrontados, ninguno de ellos se consideró a sí mismo sin pecado como para
tirar la piedra sobre ella. A propósito, estas son las verdades que el cristianismo ha declarado, el
resumen religioso de la satisfacción y justificación propia. Apenas un siglo después, encontramos a
Israel atormentada y escupida, asediada por escritores y teólogos cristianos: igualmente convencidos de
su propia justicia y su pecaminosidad, uno detrás de otro y en completa contradicción con las palabras y
el espíritu del Maestro, comenzaron a apedrearla. Durante siglos y siglos, esas piedras salieron volando
contra Israel, lanzadas por aquellos que predicaban a otros sobre el amor y la compasión. Por eso este
mensaje parece ser muy importante para los escritores del Nuevo Testamento: debemos ser
conscientes de esta realidad “como si”, tenemos que entender que aunque Israel parece ser olvidada
por Dios, al nivel de las circunstancias visibles, en realidad, la realidad invisible es que el Señor tiene un
amor infinito por Israel.
Habiendo dicho esto, sin embargo, debo admitir que en mi opinión, una de las más importantes
observaciones en estas ideas de “como si”, la encontramos en una profecía del Tanach. Estoy
trabajando en el libro sobre el Mesías oculto, y mis lectores lo verán muy pronto, así que de acuerdo
con la profecía bíblica, el Mesías se suponía que debía estar “como si escondiese su rostro de
nosotros”. Esto es exactamente lo que hizo Yeshua mientras estuvo en esta Tierra. De forma
inesperada y sorprendentemente, descubriremos el patrón del “Mesías oculto” en la bien conocida
profecía –y esta profecía posiblemente podría haber sido una de las principales razones para que Él
mantuviese oculto su mesianismo–. Supuestamente, Yeshua tenía que ocultar su rostro de nosotros; la
dignidad mesiánica de Yeshua debía ser ocultada durante su vida y su ministerio. Entonces, mediante
Su sufrimiento, muerte y resurrección, Él vendría a ser revelado como Mesías –y nosotros utilizaremos
nuestra siguiente llave, Partiendo el Pan, para abrir la siguiente cerradura y comprender cómo sucedió–.

[1] Debe ser mencionado que la última parte del versículo –aquella en la que estamos realmente
interesados– no ocurre en todas las versiones griegas, y por lo tanto, tampoco nos encontramos estas
palabras en todas las traducciones en inglés. Estoy usando aquí el texto bizantino para la traducción
griega y de King James para la de inglés.
Cerradura NÚmero Cuatro: Partiendo El Pan
Por Julia Blumdiciembre 7, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-cuatro-partiendo-pan/
No hace mucho hablamos sobre la Llave Número Cuatro – como Yeshua fue reconocido al partir el
pan: “Se sentó a la mesa con ellos… Cogió el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a ellos. Entonces sus
ojos fueron abiertos y le reconocieron”.[1] Dijimos que ese reconocimiento de Él como Mesías tenía que
ver con la autoridad que Él mostró al tomar el lugar de anfitrión en la comida. También hablamos sobre
los textos de Qumran y el reconocimiento de los esenios ya que solo un Sacerdote y Mesías tenía la
autoridad para bendecir el pan. En los comentarios de este post, me hacía a mi misma una pregunta:
¿Este concepto era conocido por todos los judíos de aquel tiempo? ¿Es cierto que los dos discípulos lo
habían entendido así?
De esto es lo que trata el post de hoy: ¿Cómo comprendieron los dos discípulos la autoridad mesiánica
de Yeshua? ¿Estaban familiarizados con los escritos esenios? Regresemos al día de la Última Cena.
Justo un par de capítulos antes, vemos a Yeshua y a sus discípulos llegando a la Ciudad Santa.
Jerusalén estaba repleta de gente que había llegado para la Pascua. Cada casa tenía huéspedes de
más, cada habitación estaba llena, aún y así, Yeshua extrañamente parecía no estar preocupado
respecto al lugar donde celebrar la comida de la Pascua. Confidencialmente, Él les había dicho a sus
discípulos: “Al entrar en la ciudad, un hombre con un cántaro de agua saldrá a vuestro encuentro.
Seguidle y entrad en la casa donde él entre”.[2] ¿Cómo sabía Yeshua que ellos encontrarían un hombre
cargando un cántaro de agua? Un hombre cargando un cántaro de agua no era algo común, ya que
generalmente era un trabajo de mujeres. ¿Por qué un hombre tenía que cargar un cántaro de agua en
Jerusalén?
El único grupo de hombres judíos que tradicionalmente llevaban cántaros de agua eran los esenios. Ya
que la mayoría de los esenios guardaban el celibato, los hombres hacían el trabajo de las mujeres. Por
eso, un hombre con un cántaro de agua solo podía ser un esenio. Los esenios tenían sus comunidades
no solo en Qumran, sino también en varias ciudades. También tenían comunidad en Jerusalén. Josefo
nos dice que una de las puertas de Jerusalén era llamada “la Puerta de los Esenios”. Al parecer, fue a
través de esta puerta que entraron a su comunidad. De las palabras de Yeshua, sus discípulos
entendieron que ellos tenían que entrar a Jerusalén a través de la puerta de los esenios. Además, ya
que los esenios tenían un calendario diferente, sus habitaciones para huéspedes estaban todavía
disponibles. Por esta razón el Maestro sabía que había lugar disponible para la Última Cena.
En el post de nuestra Llave Número Cuatro, discutimos el concepto esenio del privilegio mesiánico en el
partimiento del pan durante las comidas en comunidad. Algunos textos de Qumran describen tales
comidas y las normas aplicables a ellas. Por ejemplo, en QS 62-5, leemos que ellos comerán en
comunidad y orarán en comunidad… y cuando la mesa esté preparada para la comida, y el vino nuevo
para beber, el Sacerdote será el primero en extender las manos y bendecir los primeros frutos del pan y
del vino nuevo. Y también en 1QSa 2:17-21 tenemos una descripción de la comida final de la
comunidad que tendrá el Mesías entre ellos: El Sacerdote dirá la bendición y después de esto, primero
el Mesías de Israel y después los demás según su rango. Esta norma era aplicable a un grupo de diez o
más hombres.
Sabemos que durante la Última Cena, Jesús fue quien bendijo el pan y el vino: Él tomó el pan, dio
gracias y lo partió y le dio a ellos diciendo: “Esto es Mi cuerpo que os es dado; hacedlo en memoria de
Mí”. 17 Entonces tomó la copa y habiendo dado gracias les dijo: “Tomad esto y repartidlo entre
vosotros; 18 porque os digo que no beberé del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga”.[3] Sin
embargo, desde que ellos tuvieron esta comida en el lugar esenio y entre la comunidad esenia, mientras
partían el pan, Yeshua era visto como un Mesías esenio. Esta es la razón por las que les deja claro
diciéndoles que Él no es un Mesías según el concepto esenio: Él está entrelazando este partimiento del
pan con el que había de venir, con Su inminente sufrimiento (aunque ellos no lo entendieron en aquel
momento) –algo que el Mesías esenio no haría–: Cuando llegó el momento, Él se sentó y los doce
apóstoles con Él. Entonces les dijo: “Con ferviente deseo he querido comer esta Pascua con vosotros
antes de Mi sufrimiento”.[4] Así durante la Última Cena, Yeshua hizo esta afirmación: Yo no soy un
Mesías de los esenios, soy un Mesías diferente. Ahora no me entienden pero entenderán muy pronto
qué clase de Mesías soy.
Ahora, regresemos a la historia de Emmaús. Se nos ha dicho que “ellos se acercaron al pueblo a donde
iban”.[5] No sabemos si era el pueblo donde ellos vivían o si era la casa de algún amigo –pero este
forastero empezó a actuar en la casa como aquel que tiene autoridad–,[6] asumiendo el rol de anfitrión
y partiendo el pan. El corazón de los discípulos, que había estado ardiendo todo el camino, ahora
estaba lleno de emoción y expectativa. Recordaron Su bendición mesiánica durante la Última Cena –si
lo vieron así o si se les dijo– para ellos esto fue el signo definitivo de su dignidad Mesiánica. También
les vino a la memoria Sus palabras sobre el sufrimiento: “Lo que ahora hago no lo entienden, pero lo
entenderán después”.[7] Sus palabras: lo entenderán después, estaban siendo cumplidas en ese
justo momento; Él les había dicho por adelantado que Él sería un Mesías sufriente, diferente –y ahora,
finalmente ellos lo entendieron–. Sí, Él era el Mesías, pero era un Mesías diferente –no el Mesías que
Israel esperaba; no el Mesías que los esenios esperaban– y esto es lo que los dos discípulos
reconocieron mientras Él partía el pan.
Tal como he mencionado algunas veces anteriormente, Lucas quiere que veamos este Evangelio a la
luz que es reflejada en el capítulo de transición. Por lo tanto, junto con los discípulos del Camino de
Emmaús, ahora entendemos dos cosas: primero, que Yeshua es el Mesías y como Mesías tiene la
autoridad para bendecir el pan y el vino, y segundo, que Él es un Mesías diferente, diferente a cualquier
otra expectativa, incluyendo la de los esenios. Su Mesianismo viene mediante el sufrimiento, y Su
bendición del pan y el vino es el recordatorio de ese sufrimiento. Yo creo que estas son las principales
conclusiones que Lucas quiere que entendamos de este capítulo de transición –porque estas son las
dos cosas principales que los discípulos comprendieron en el pequeño pueblo de Emmaús. Es por esta
razón que en ese mismo momento “sus ojos fueron abiertos y ellos le reconocieron”.[8]
[1] Lucas 24:30,31
[2] Lucas 22:10
[3] Lucas 22:17-19
[4] Lucas 22:14,15
[5] Lucas 24:28
[6] Marcos 1:22
[7] Juan 13:7
[8] Lucas 24:31
Cerradura Número Cinco: Reconociendo Lo No Reconocido
Por Julia Blum diciembre 14, 2016
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/cerradura-numero-cinco-reconociendo-lo-no-
reconocido/
En Génesis 42, en la historia de José, leemos sobre su primer encuentro con sus hermanos:
7
Y José cuando vio a sus hermanos los conoció; más hizo como que no les conocía, y les habló
ásperamente y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para
comprar alimentos.[1]
En el texto inglés, nada nos sorprende tanto como esta respuesta tan extraña. Sin embargo, cuando
leemos este versículo en hebreo, descubrimos aquí una cosa asombrosa: El verbo para ‘les reconoció’ (
‫)ַוַּיִּכֵר ם‬, y el verbo para ‘como si no les conociera’ (‫ )ַוִּיְת ַנֵּכר ֲא ֵליֶה ם‬derivan de una misma raíz. ¿Te lo
imaginas? Estas dos acciones, no solo son muy diferentes, y en un sentido, completamente opuestas:
–“reconocer” y “desconocer”– son expresados con los verbos derivados de una misma raíz. No hace
falta decirlo, es imposible traducirlo adecuadamente e incluso es casi imposible de explicarlo.
Increíblemente esto es un precioso ejemplo de lo profundo y multifacético que es el lenguaje hebreo –lo
profunda que es Su Palabra–. El hebreo bíblico es principalmente un lenguaje verbal y los verbos
derivan de las raíces. Las raíces son grupos de consonantes que contienen la “esencia” del significado
de la palabra. La mayoría de los verbos en hebreo están formados por esta raíz tri-consonante mediante
un cambio de vocales, y añadiendo diferentes prefijos y sufijos, se forman las diferentes derivaciones.
Según sea su derivación (binyan) los verbos con una misma raíz pueden tener significados muy
diferentes, tal como tenemos aquí, en nuestro texto. Aún y así siendo derivados de una misma raíz,
todos tienen algo en común, todos se refieren a una misma “esencia”.
Sí, José se hizo el desconocido, sí, él era irreconocible, a pesar de su disfraz, esta sorprendente raíz de
reconocer y desconocer toca los corazones de los hermanos con algo dolorosamente familiar. No es de
extrañar, desde el mismo primer encuentro con el virrey egipcio, ellos sabían que todo se trataba
de José, incluso cuando parecía no haber conexión alguna entre las historias. No es de extrañar,
después de la acusación de José, y a pesar de la completa falta de lógica y la ausencia total de
cualquier conexión entre la acusación y la demanda de que trajesen a su hermano menor, se dijeron el
uno al otro: verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma
cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.[2] El espíritu
de Dios estaba tocando sus corazones y sus corazones ardían aunque sus ojos no pudiesen
reconocerle –y esta completa e increíble dinámica está reflejada en estos dos verbos–, opuestos en su
significado pero derivados de una misma raíz: hikir – hitnaker.
Es difícil encontrar una expresión más hermosa y profunda sobre el Mesías Oculto en la Torá. He
estado pensando, orando y escribiendo sobre el Mesías Oculto durante años, pero cuando descubrí
estas palabras, de nuevo me quedé llena de admiración –humildemente sobrecogida ante la
inexplicable profundidad de Su Palabra–. Esta interacción entre hikir y hitnaker –entre “reconocer” y
“hacerse el desconocido”– a pesar de estar perdido en la traducción, es increíblemente profundo.
¿Podían los hermanos haber reconocido a José desde el principio? ¿Debían haberle reconocido desde
el primer momento? El hecho de que él ‘hizo como si no les conociese’, significa que no quería que le
reconocieran, ¿correcto? De otra manera, su plan completo de traerlos a todos al arrepentimiento,
basado en que trajeran a Benjamín hacia él, se hubiese arruinado. Conocemos la historia. Sabemos
que no se suponía que ellos le reconociesen, aún y así esta raíz común, esta esencia común nos dice
que el misterio es aún más profundo de lo que pensamos. José estaba oculto, sin embargo, él hizo
como “si se ocultase”. Él se hizo el desconocido; no quería que le reconocieran, aunque sus corazones
percibieron lo que sus ojos no hicieron.
Y esto nos trae de vuelta a nuestra historia –a la historia de los “corazones ardiendo” y los “ojos
cegados”; a la historia del capítulo de transición; a la historia de Emmaús. Hay paralelismos
sorprendentes entre estas historias que no podemos ignorar. Y desde luego, el primer paralelismo es
obvio: en ambas historias, Él sabe quiénes son, pero ellos no, ellos no le reconocen. Sobre todo, si
comparamos las frases en hebreo, encontramos que las mismas expresiones son utilizadas en ambos
casos: en Génesis 42:8 y en Lucas 24:16 ‫ – ְוֵ֖ה ם ֹ֥ל א ִה ִּכֻֽר הּו‬ellos no le (a él) reconocieron. Por eso, la
historia de José presagia el mismo misterio del Mesías Oculto, tal como la historia de Emmaús nos da
igualmente la llave.
Hablando de llaves –en nuestro post de la Llave Número Cinco–, aprendimos que la única vez en toda
la Septuaginta donde dice “y sus ojos fueron abiertos” ocurrió de la misma manera y con las mismas
palabras tal como encontramos en Lucas: δε διηνοιχθησαν οι οφθαλμοι, fue en el tercer capítulo del
Libro de Génesis, en una de las más dramáticas escenas de las Escrituras. Cuando Adán y Eva (Hava)
pecaron –cuando ellos transgredieron el mandato que Dios les dio y comieron del fruto del Árbol del
Conocimiento–; cuando todo cambió y todo fue girado al revés; en ese momento fatal de la creación
–“sus ojos fueron abiertos–…” [3] Adán y Eva, quienes hasta entonces habían visto a Dios tal cual era
–y lo vieron todo solo a la luz de Su realidad– comenzaron a ver el mundo con una visión nublada y
pecaminosa, la cual, desde entonces, llegó a ser y ha permanecido como la visión real de la humanidad.
Ellos abandonaron Su presencia –y sus ojos fueron abiertos a este mundo–.
Si aplicamos esta llave a la sorprendente dinámica de Hikir-Hitnaker, tal como se explica en la historia
de José, comprenderemos que incluso antes de que los ojos de los discípulos fuesen abiertos –esta vez
fueron abiertos en dirección opuesta, para ver aquello que es invisible a la visión humana común– sus
corazones fueron tocados con un destello de identificación, tal como les sucedió a los hermanos de
José.
Una vez más, esta raíz común, esta “esencia” común de los dos verbos “reconocer” y “disimular”, nos
dice que este misterio es mucho más profundo de lo que pensamos. Sí, Yeshua parece ser un extraño
para ellos, y sí, no pueden reconocerle; pero el misterio del Mesías Oculto, el misterio de Hikir–Hitnaker,
se desvela aquí, y por lo tanto, este Extraño toca los corazones de los discípulos mediante algo
maravillosamente familiar –y sus corazones tiemblan bajo su toque–. El Irreconocible enciende en ellos
la chispa de identificación de su propio destino –de esa realidad pre-Caída cuando el hombre todavía
podía ver a Dios–. Esa es la causa de que sus corazones ardiesen al unísono. Todos tenemos esa
“promesa del Espíritu”[4] en nosotros, que es la causa de que nuestros corazones ardan cuando Dios
está cerca –aún cuando nuestros ojos estén velados y no podamos reconocerle–.
La próxima semana, resumiremos todas estas ideas que hemos comentado hasta hoy, y examinaremos
las lecciones y las conclusiones de la serie del Mesías Oculto.

[1] Génesis 42:7


[2] Génesis 42:21
[3] Génesis 3:7
[4] I Corintios 5:5
El MesÍas Oculto: Paralelos Y Conclusiones
Por Julia Blumenero 5, 2017
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/mesias-oculto-paralelos-conclusiones/
Cuando leemos la Biblia en inglés, toda la historia de los hermanos de José regresando en busca de
Benjamín “el ladrón” –el discurso de ellos, su arrepentimiento, y luego José revelando su identidad–
parece una historia ininterrumpida. Sin embargo, no así en hebreo. La Torá hebrea, junto con divisiones
de capítulo, también tiene divisiones en porciones de Torá (Parashat Shavua) –y Parashat Shavua
Miketz– (de la que les comenté en mi post del Año Nuevo) finaliza inmediatamente a mitad del capítulo
44. El transcurso de la historia se rompe –hay una línea invisible de puntos, una pausa, lo cual significa
que algo muy importante está a punto de suceder– luego la siguiente porción de la Torá VeYigash,
comienza con estas palabras: Entonces Judá se acercó a él.…[1] Es ahí, en VeYigash, que José se
identifica delante de sus hermanos; este movimiento de Judá es la prueba crucial. Se percibe como si
algo le precediese y que incluso causa la revelación de José. ¿Por qué?
Regresemos a la historia, pero a un día o dos antes de esta escena. En Génesis 43, vemos a los
hermanos, ahora con Benjamín, que permanecen delante de José. Diez de ellos habían estado
anteriormente allí y esta misma escena debía haber sido como un déjà vu para ellos. Solo Benjamín,
con franca curiosidad, examinaba a ese hombre extraño del que había oído hablar tanto –¿y que hay de
José?–
La descripción de los sentimientos de José es extremadamente intensa en hebreo. La Escritura dice
que cuando José vio a Benjamín él se precipitó; porque en sus entrañas anhelaba a su hermano (
‫אחיו‬-‫נכמרו רחמיו אל‬-‫ )כי‬y buscó dónde llorar.[2] Esta es una de las fuertes, si no la más fuerte expresión
en el Tanach para describir las emociones que impregnan a una persona amorosa y compasiva. Por
ejemplo, cuando el Rey Salomón debía determinar quién era la madre del bebé, hizo como si el niño
tuviese que ser dividido por la espada, se dice de la madre verdadera: Ella anhelaba compasión por su
hijo[3] (‫בניה‬-‫)נכמרו רחמיה אל‬. La palabra ‫רחמיו‬/‫ רחמיה‬puede ser traducida como “útero” (por eso se ha
traducido como “corazón” o incluso “entrañas” –nuestra parte más profunda–), pero también por
compasión, piedad o misericordia –y es la combinación de estas dos definiciones lo que describe ese
profundo amor que vemos aquí–.
Ahora, intenta imaginar el desconcierto de estos hermanos cuando ese gobernador egipcio, justo en
medio de la conversación, sin ninguna explicación y sin razón, da vueltas y pasos rápidos: José huyó.
Los hermanos están a años luz lejos de saber la verdadera razón que impulsa a José a salir de la sala:
él buscó donde llorar. Ninguno de ellos, incluyendo a Benjamín, tenía la más mínima idea de lo que
sucedía en el corazón de este “altivo” señor. Ellos no ven la dolorosa escena que tú y yo vemos: y él
entró en su habitación y allí lloró.[4] Ellos no sospechan qué sucede con José en el interior de sus
aposentos, y por esa razón, la separación es realmente enorme, entre como ellos perciben las
circunstancias, y lo que realmente pasa en lo oculto de la habitación. Más aún, ¿qué hace José antes
de salir de sus aposentos? Todo lo opuesto a lo que nosotros esperaríamos, y probablemente lo que él
profundamente desearía hacer: se lavó la cara para que no se viera su llanto –así no había señal alguna
de su amor, y salió; y se reprimió a sí mismo…– ( ‫)ויתאפק‬.[5] La palabra traducida como “retenerse a
sí mismo” es la palabra hebrea ‫להתאפק‬, que significa “retenerse o controlarse uno mismo”.
Necesitamos recordar esta palabra “retenerse” –esas lágrimas de amor que José retuvo– mientras
leemos en el comienzo del próximo capítulo: Y él mandó al mayordomo de su casa, diciendo… pon mi
copa de plata en la boca del saco del más joven.[6] ¿Qué? ¿Por qué hizo eso?
De las clases de matemáticas en el colegio, recordamos que dos puntos pueden estar conectados por
un número infinito de líneas pero solo una de ellas será recta. Esto es exactamente lo que vemos en
nuestra historia. Un punto corresponde a lo que acabamos de leer: y él entró en su cámara y allí lloró.
Entonces se lavó la cara y salió; y él se retuvo a sí mismo…( ‫[;)ַוִּ֙י ְת ַא ַּ֔פ ק‬7] el otro punto es la conclusión
de la historia: entonces José no pudo contenerse a sí mismo…( ‫ ) ְוֹֽל א־ָיֹ֙כ ל יֹוֵ֜ס ף ְל ִה ְת ַא ֵּ֗פ ק‬y estalló a
llorar…[8] Estos dos puntos están conectados no por una, sino por dos líneas. Una línea visible,
tortuosa –la decisiva situación revelada a los hermanos– que sigue a los sucesos observados durante el
día: la emoción contenida; la orden de José de poner la copa en el saco de Benjamín; la salida de los
hermanos; la parada y el registro; el retorno a la ciudad; la conversación con José; el discurso de Judá
sacrificándose en beneficio de Benjamín; y finalmente, el llanto de José, sin contención alguna al revelar
su identidad a sus hermanos. Sin embargo, hay una segunda línea, una que está oculta e invisible a los
ojos, pero visible ante nosotros como lectores: la línea recta, conectada directamente desde el José
quien llora en secreto en su intimidad, con el José que abiertamente llora con desconsuelo, y se revela
con lágrimas ante sus hermanos. Aquí, las lágrimas de amor que anteriormente habían sido ocultadas
en el primer punto, son reveladas en su completa extensión en el segundo punto, cuando José no pudo
reprimirse por más tiempo.
Así, venimos a ser testigos del concienzudo y determinante propósito construido contradictoriamente
entre estas dos líneas: entre lo que los participantes de esta historia ven, y lo que el lector conoce y ve.
Además, descubrimos que el secreto tan celosamente oculto a los participantes de la historia, pero
mostrado ahora ante nosotros por el Autor, es amor. José amaba a Benjamín pero hasta el final de la
historia, este amor estaba oculto ante el mismísimo Benjamín, y también ante sus hermanos. Solo el
lector, quien ha visto las lágrimas de José en su cámara, sabe sin ninguna sombra de duda que todo lo
que sucedió a Benjamín es un testimonio de la elección especial y el amor especial que ha sido
colocado en el centro de este plan. Solo el lector conoce que ambos, tanto José como su amor hacia su
hermano, ha permanecido sin cambio alguno desde siempre: el José que causa el dolor de Benjamín al
poner la copa en su saco, le ama no una fracción menos que el José que llora sobre su cuello. La única
diferencia es que, antes de que José hubiese terminado su plan respecto a sus hermanos, tenía que
reprimirse a sí mismo, conteniendo su profundo amor por Benjamín. José no podía revelar su identidad
a sus hermanos hasta que su plan estuviese completado –hasta que el trabajo de Dios en sus
corazones hubiese finalizado–. Así pues, esta historia revela el carácter del Amor de Dios como no hay
otro igual.
Ahora podemos finalmente responder la pregunta de por qué Yeshua prohibió a la gente que dijesen a
otros sobre Su identidad mesiánica. Revelar a los israelitas que Yeshua era el Mesías hubiera sido
similar al mayordomo de José, que habiendo ido en busca de los hermanos y encontrado la copa en el
saco de Benjamín, en ese punto, les hubiese dicho el cómo y el por qué la copa estaba allí. El plan
completo de José se hubiese arruinado. La prueba creada por José no hubiese dado el efecto deseado
ya que ni Benjamín ni sus hermanos conocían la verdad hasta ese momento. Igualmente, el plan del
Señor era posible porque Israel desconocía este plan. Era necesario que Yeshua advirtiese la
prohibición de decir Su identidad mesiánica. La historia del “robo” de Benjamín continuó durante unas
horas; la historia de Israel siendo “enemigos por su causa” y “asesinos de Cristo”, ha durado unos dos
mil años –inscritos en las páginas más sangrientas y espantosas de nuestra historia–.
Pero, ¿cómo finalizó esta historia de Benjamín? ¿Qué es lo que causó que al final José se identificase?
Aquí, otra vez, regresamos al principio de la porción de la Torá (lo leeremos en este Sabbat, el primer
Sabbat del 2017): Entonces Judá se acercó a él… En nuestro próximo (y probablemente el último)
capítulo de esta serie, comentaremos sobre Judá. ¿Qué simboliza él y qué se perfila en todo este
escenario? [9]

[1] Génesis 44:18


[2] Génesis 43:30
[3] 1 de Reyes 3:26; la NASB traduce esta frase como, ‘Estaba profundamente conmovida por su hijo’.
[4] Génesis 43:30
[5] Génesis 43:31
[6] Génesis 44:1-2
[7] Génesis 43:30-31
[8] Génesis 45:1-2
[9] El paralelismo entre la historia de José y Benjamín y el Plan de Dios para Israel, están expuestos en
mi libro “If you are Son of God…” Puedes encontrar este libro (y mis otros libros) en mi página
web: readjuliablum.com
El MesÍas Oculto: Paralelos Y Conclusiones (ii)
Por Julia Blum enero 11, 2017
https://blog.israelbiblicalstudies.com/es/jewish-studies/mesias-oculto-paralelos-conclusiones-ii/
¿Recuerdas las lágrimas de José en su recámara –lágrimas que sus hermanos no vieron pero que los
lectores sí?–: y entró en su cámara y allí lloró. ¿Recuerdas también lo que José hizo al salir de la
habitación?: se lavó la cara para que no hubiese señal de su llanto –así no había señal de su afecto– y
salió y se reprimió a sí mismo… ( ‫)ויתאפק‬.[1] Necesitamos recordar esta palabra “reprimir” –esas
lágrimas de amor que José contuvo– cuando leemos el resto de la historia. Necesitamos saber que el
momento llegará inevitablemente cuando las lágrimas de cariño reprimidas en el capítulo 43, serán
reveladas en toda su extensión, porque José no será capaz de reprimirse…( ‫ ) ְוֹֽל א־ָיֹ֙כ ל יֹוֵ֜ס ף ְל ִה ְת ַא ֵּ֗פ ק‬por
más tiempo; dejará ir su llanto y al final se identificará delante de sus hermanos.
¿Qué significa “reprimirse”? ( ‫ )ְלִה ְת ַא ֵּ֗פ ק‬El profeta Isaías usó la misma palabra mientras hablaba con Dios
sobre Israel. “¿Dónde está Tu celo y Tu fuerza, el anhelo de Tu corazón, Tu Misericordia hacia mí?
¿Están reprimidos?” Para mí, el testimonio de estas palabras no tienen precio: la dramática y la
aparentemente sorprendente inconsistencia entre lo que vemos con nuestros ojos y lo que se desarrolla
de verdad, una invisible realidad del corazón, está condensada en esta palabra. José (revelando la
característica del amor de Dios, aquí, más que en cualquier otro sitio) no puede identificarse delante de
sus hermanos hasta que su plan sea completado –hasta que finalice el trabajo de Dios en los corazones
de los participantes de esta historia–. De igual modo, a causa de Su plan, Dios reprime y retiene Su
amor y misericordia, por eso la realidad que vemos con nuestros ojos físicos a duras penas,
corresponde con la realidad de Su corazón. Es una realidad “como si” –si recuerdas nuestra LLave
Número Tres– y esta realidad “como si” a menudo es usada por Dios para probar nuestro corazón.
José necesitó un arreglo con Benjamín de manera que sus hermanos se arrepintieran y fueran
transformados –pero la prueba de los hermanos solo era posible porque el amor de José hacia
Benjamín fue ocultado de ellos–. Sin excepción, cada hermano debía ser mantenido en la oscuridad
respecto al amor infinito de este poderoso gobernador hacia su hermano más pequeño. Solo haciendo
esto, la verdadera actitud de ellos respecto a él, podría ser comprobada. De igual manera, todos los que
han recibido la salvación gracias a Israel, siendo “enemigos por su causa (de ellos)”, ahora están siendo
puestos a prueba por Israel. La actitud de las naciones respecto a Israel puede ser calibrada porque en
el nivel de las circunstancias visibles, nada les está coaccionando para creer que Dios ama a Su pueblo.
No hace falta decir que aquellos que saben que Dios ama a Israel pueden encontrar suficientes
confirmaciones visibles de este amor. Sin embargo, los innumerables hechos trágicos de nuestra
historia también están al servicio de aquellos que reclaman que Dios ha despreciado a Su pueblo.
Como siempre, Dios da a cada cual libre elección: en este caso, es la libertad de escoger la propia
actitud respecto a Benjamín/Israel.
Paradójicamente, es mediante esta actitud que Él juzgará si la actitud de las naciones es genuina o si
son sinceros en la adoración que le profesan. ¿Recuerdas la primera conversación de José con sus
hermanos? Los diez hermanos estaban delante de José, inclinándose al suelo delante de él y él les
dice: “No, no hablaré con vosotros hasta que traigáis a vuestro hermano menor”. Por otra parte,
precisamente trayéndole con vosotros, yo descubriré si decís la verdad –si habéis venido a mí con
sinceridad–. De esta manera, vosotros seréis probados: …trayendo a vuestro hermano… que sea
vuestra prueba para ver si hay verdad alguna en vosotros. Quizá, la gente presente delante de Su Trono
pueda oír: “Trae a tu hermano –y Yo veré si hay verdad en ti”.
Y ahora, regresemos a la pregunta más crucial: ¿Qué es lo que trajo esta vez en conclusión el “como
si”? ¿Por qué José no pudo contener más sus lágrimas? La última vez hablamos aquí sobre la notable
división en la porción de la Torá: Parashat Shavua Miketz súbitamente finaliza en medio del capítulo 44,
para dar paso a una nueva Parasha, VeYigash. Así la fluidez de este capítulo, completamente
ininterrumpido en las traducciones, se rompe a medio capítulo para el lector hebreo. Hay una pausa, un
descanso, algo significativo está a punto de suceder –y entonces leemos la primera frase de la siguiente
porción–, VeYigash: Entonces Judá llegó ante él…[2] Es aquí, en VeYigash, después del movimiento
de Judá y su discurso, que José se identifica delante de sus hermanos.
Déjame decirte unas palabras sobre Judá: después de todo, él había sido una pieza clave en toda esta
historia. Su voz es decisiva cada vez que algo está a punto de suceder: fue de acuerdo a su sugerencia
que José fue vendido a Egipto; fue después de sus palabras que Jacob/Israel deja que Benjamín vaya a
Egipto; y es después de su discurso que José no puede contenerse más y revela su identidad. Entre
todos los hermanos, parece ser que Judá tiene un rol principal y una sorprendente autoridad. ¿A quién
representa él entonces?
Todos sabemos que tanto el rey David como Jesús eran descendientes de Judá. Puede que también
sepas que Judá es un nombre hebreo, Yehudah (‫)יהודה‬, puede ser traducido literalmente como
“agradecimiento” o “alabanza”: tal verbo lehodot (‫ )להודות‬significa “agradecer” o “ensalzar”, y el nombre
hebreo Yehudah es el nombre de esta raíz Y-D-H (‫)ידה‬. Sin embargo, pocos saben que el verbo lehodot
tiene aún otro significado: admitir, confesar. Por ejemplo, Vidui, el nombre hebreo de una oración
especial de confesión que se lee durante Yom Kippur (Día de la Expiación), viene de la misma raíz. No
hay duda de que este aspecto de ‘confesión’ de Judá provee una importante visión adicional a nuestra
historia.
Habiendo dicho esto, dejo a tu elección sobre quién representa Judá en el escenario final de los
tiempos. Como en la historia de José, el reconocimiento de lo no reconocido, será posible solo después
de que la prueba esté completada. Todas las naciones serán probadas con lo que es más cercano y
más querido para el corazón de Dios –como en nuestra historia–, todos los hermanos deben estar
preparados para regresar con Benjamín y recorrer de nuevo todo el camino. Sin embargo, para que
José deje ir su llanto ‘contenido’, tiene que se Judá quien esté listo para entrar y acercarse a José:
Veyigash. Cuando Judá y aquellos representados en él, estén finalmente preparados para ofrecer sus
vidas por sus hermanos, solo entonces José permitirá que sus lágrimas, una vez reprimidas, vuelvan a
fluir –entonces el Mesías–, hijo de José, se mostrará a sus hermanos, cayendo sobre el cuello de
“Benjamín” entre sollozos[3].

[1] Génesis 43:31


[2] Génesis 44:18
[3] Todos estos paralelos entre la historia de José y Benjamín y el plan de Dios con Israel, son
expuestos en mi libro “If you are Son of God…” Puedes conseguir mi libro (y mis otros libros) en mi
website readjuliablum.com
Como Si Escondiese Su Rostro De Nosotros: Final
Por Julia Blum enero 19, 2017
Mi querido lector! No puedo creer que esté escribiendo el último post de esta serie. Ha sido un largo
viaje: publiqué mi primer blog el 16 de Julio del 2016. Se llamó “Como si escondiese su rostro de
nosotros” y fue la apertura de esta serie de artículos. Entonces escribí: “Me gustaría comenzar con mi
tópico favorito –uno que he estado investigando durante muchos años, escribiendo y orando respecto a:
“El Mesías Oculto”–. Pensé que era el principio de una serie de posts breves; honestamente, no estaba
segura de que este tópico prendiese el interés de mis lectores durante tanto tiempo. Poco sabía yo de
que iba a ser un viaje de medio año, apoyada todo este tiempo por su amable interés y por sus
profundos y maravillosos comentarios.
Entonces, ¿qué hemos hecho durante este medio año? Primero, examinamos el “Secreto Mesiánico”
del Nuevo Testamento contrapuesto a su trasfondo judío. Después, seguimos con la idea del Mesías
“oculto” y “revelado” a través de los dos volúmenes escritos por Lucas. Vimos que hubo un cambio
significante entre el Evangelio y Los Hechos, después de la muerte y resurrección de Yeshua: Durante
su vida terrenal, en el Evangelio, Yeshua ha estado oculto, escondido y solo después de Su
resurrección, en Hechos, Su mesianismo vino a ser, no tan solo conocido por Sus discípulos, sino
también abiertamente proclamado desde las azoteas. Esto significa que, aunque Él había estado visible
mientras caminó por la tierra de Israel, Su verdadera identidad estaba oculta de Sus conciudadanos
porque sus ojos estaban cegados.
¿Por qué y cómo fueron cegados sus ojos? Para responder a esta pregunta, estudiamos las profundas
lecciones –las ‘Llaves’ y las ‘Cerraduras’– del capítulo de transición del Evangelio de Lucas (Lucas 24).
La historia de Emmaús de Lucas 24 nos muestra muy convincentemente que los ojos de los dos
discípulos estaban cegados tan solo por la Soberanía de Dios –porque nadie más puede cegarlos–. Así
pués, la historia de Emmaús proporciona una excelente transición del primer al segundo volumen de los
escritos de Lucas –desde una era a otra– desde el Mesías visible pero oculto y por lo tanto
irreconocible, al Mesías invisible pero revelado. Esta transición vino a ser la lección más importante
de esta historia. Lucas lo deja muy claro, no solo hace las cosas visibles de acuerdo con la verdad
interna, sino sobre todo, lo visible puede realmente ocultar la verdad invisible. En otras palabras, la
verdad esencial solo viene a ser clara cuando el tiempo señalado llega y lo visible se va.
Hablando sobre el Mesías Oculto como parte del Plan de Dios para Israel, regresamos a la historia de
José y sus hermanos en el libro del Génesis. Asemejamos la revelación del Mesías con Israel
prematuramente, con el mayordomo de José descubriendo la copa en el saco de Benjamín en este
punto, diciendo cómo y por qué la copa estaba allí. La prueba creada por José solo podía tener el efecto
deseado porque ni Benjamín ni sus hermanos, en aquel momento sabían la verdad. Igualmente el Plan
del Señor era únicamente posible porque Israel no conocía este plan. José necesitó la puesta a punto
con Benjamín para que sus hermanos se arrepintiesen y fuesen transformados –pero la prueba de los
hermanos solo era posible porque el cariño de José por Benjamín permanecía oculto para ellos–. De la
misma manera, todas las naciones son probadas con aquello que es más cercano y amado en el
corazón de Dios: todos aquellos que han recibido la salvación, gracias a Israel “habiendo sido hechos
enemigos por (su) nombre” están siendo puestos a prueba por Israel en la actualidad. Y como en la
historia de José, el ‘reconocimiento’ de lo ‘irreconocible’ será posible cuando esta prueba esté
completada. Sin embargo, tal como vimos la semana pasada, para que José pudiese dejar ir su llanto
oculto, debe haber un Judá que esté dispuesto a dar el primer paso y acercarse a José, y a estar
dispuesto a poner su vida por sus hermanos y su padre.
Antes de finalizar este tópico, me gustaría recordarles algo muy intrigante que he descubierto en la
historia de José, en el primer encuentro con sus hermanos: El verbo para ‘él les reconoció’, hikir (‫)ַוַּיִּכֵר ם‬,
el verbo para ‘él hizo como si no les conociese’, hitnaker, (‫ )ַוִּיְת ַנֵּכר ֲא ֵליֶה ם‬son derivados de una misma
raíz. Esta conexión entre hiker y hitnaker, entre “reconocido” y “hacerse el desconocido” aunque se ha
perdido en la traducción, es increíblemente profunda. Todos conocemos la historia: sabemos que los
hermanos no podían, o al menos suponemos que no podían reconocerle, aún y así, esta raíz en común
–esta esencia común– nos dice que el misterio es incluso aún mayor de lo que pensamos. José estaba
oculto, pero estaba oculto “como si”. Él se hizo el desconocido, no quiso que sus hermanos le
reconociesen –aún y así, sus corazones percibieron lo que sus ojos no vieron–.
¿Sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor?[1] Aquí hablamos mucho sobre el misterio: el
misterio del Mesías estando oculto – disimulado – reconocido – revelado. El misterio del Mesías que fue
–y algunas veces todavía es– “como si escondiese su rostro de nosotros”. Este misterio puede ser
oculto o revelado. Leemos en Los Cantares de Salomón: Mi amado es como una gacela.[2] Un
comentarista judío dice sobre este versículo: Como una gacela aparece y desaparece, así el primer
Mesías apareció para Israel y entonces desapareció de su vista.[3] ¿Has sentido alguna vez como si
Él apareciese y desapareciese de ti? Yo creo que este es el mensaje del tópico del Mesías Oculto
para cada uno de nosotros personalmente: necesitamos recordar siempre que el ‘disimular’ y
‘ocultarse’ del Mesías viene de la misma raíz, como ‘conocer’ y ‘reconocer’ –hitnaker and hikir–.
Ahora estoy trabajando en un libro sobre el Mesías Oculto. Todo lo que ha sido publicado aquí en este
blog, lo mismo que otros más que no han sido publicados, estarán en ese libro. Estén al tanto, en un par
de semanas podrán pedirlo en mi página web; mientras tanto, pueden revisar mis otros libros aquí:
http://readjuliablum.com/
Finalmente, me gustaría terminar esta serie con un poema que escribí hace algunos años como Epílogo
para uno de mis libros (Si Tú eres el Hijo de Dios):
PALABRAS PARA JERUSALÉN
He aquí que en el alma de las manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre tus muros.
Isaias 49:16
Cuando el tumulto sobre la tierra fue acallado,
Las lágrimas silenciosas eran rastros en sus lamentos,
Sus muros, en mis manos por siempre grabados,
Preparadas para ser atravesadas con clavos.
Gritos ahogados rompen la quietud de la mañana:
La sangre desciende en esa vigilia de la Pascua;
Y el clavo que atravesó mi palma viva,
Una impresión eterna dejó…
A la luz del sol entre tinieblas, el hombre sin vista no pudo ver,
A los ciegos no les fue dada la percepción,
Que al clavarme en la cruz, aquel clavo,

Hacia tus muros, iba dirigido a ti.


* * *
Ahora ya resucitado, llevo la señal todavía
De esas marcas hechas por la humanidad;
En las palmas de Mis manos tus muros están:
Con aquellas cicatrices oxidadas unido tú estás.
Llenos de envidia y desprecio, indiferentes a ellas,
Los ciegos del mundo, las heridas no recuerdan,
Dirigiendo esos mismos clavos, Oh Jerusalén,
Sin miedo hacia tus murallas.
Una vez más, ellos no saben lo que hacen
A Mí, quien desde donde estoy, todo lo ve:
Cada vez que apuntan a tus muros,

Renuevan el dolor, en las palmas de Mis manos.

[1] Isaías 53:1


[2] Cantar de los Cantares 2:7
[3] Pesikta Rabbati, Piska 15.10

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