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Todavía hoy resuena entre nosotros la pregunta formulada por Jesús a sus
discípulos: “¿quién dice la gente que soy yo?”.
Ahora bien, aunque Jesús haya nacido en Belén, era de Nazareth, pues ahí “se
había criado” (Lc. 4, 16ª). A saber, Nazareth era una un pueblo pequeño y
pobre, mayormente constituido por gente campesina o de oficios rudimentarios.
Sin embargo, quedaba cerca de Séforis la capital de Galilea y también estaba
cerca de otras ciudades importantes. La situación era sumamente dura para la
gente de Galilea pues debían pagar sus impuestos para Roma y para el
Templo, lo cual favorecía solo a unos pocos. Para Aguirre esta tensión que se
vive entre el campo y la ciudad, es una pieza fundamental para comprender el
mensaje de Jesús y también la situación política, económica y social que
atravesaba su entorno.
Tanto Lucas como Mateo presentan con el árbol genealógico de Jesús su
ascendencia davídica. Pero tal y como expresa San Lucas en su introducción al
bautismo de Jesús al colocar el nombre del emperador y la dinastía de herodes
a su lado, nos proporciona algo que va más allá y que sugiere Ratzinger, J.: “El
reino de David se ha derrumbado, su casa ha caído; el descendiente, que
según la ley es el padre de Jesús, es un artesano de la provincia de Galilea,
poblada predominantemente de paganos”.
Un Líder Controversial
Nadie puede negar que Jesús haya sido un líder excepcional y que una de las
cosas que le hicieron acreedor de la confianza de sus seguidores es que era
congruente. Su figura como líder y maestro religioso contrasta con la de los
líderes de esa época: fariseos, saduceos y zelotes. Sugiere cosas que hacen
ruido a las autoridades judías y que en algunos casos son incluso nuevas para
su contexto (como el asunto del divorcio o del “ojo por ojo”). Dentro de este
aspecto me gustaría abordar, lo que considero, tres partes fundamentales en
Jesús como líder:
Su discurso:
Jesús comienza su actividad evangélica similar a la de Juan después de
su bautismo, haciendo que sus discípulos bauticen a otros. Pero luego,
su praxis se vuelve diferente. Está cargada por la constante movilidad de
masas y su discurso, aunque toca diversos dramas de la vida cotidiana,
también se puede cimentar en la invitación a acoger “El Reino de los
Cielos”. Esto no lo hizo a través de una composición sistemática de
temas o un tratado, sino de manera sencilla cargada de parábolas,
alegorías y símiles, este estilo tan particular, lleva a algunas a ver en
Jesús la influencia de los cínicos.
Este Reino es una promesa en el tiempo y el espacio, por lo que algunas
veces pareciera una visión futurista (Mt. 6, 10), pero al mismo tiempo es
algo que ya está aquí (Lc. 17, 21) y que crece sin que nos demos
cuenta (Mc. 4, 27). Así mismo, su discurso está plagado de la
Revelación del Padre y su relación con él y, aunque en el Antiguo
Testamento se hace alusión a esta figura de Dios, es Jesús quien viene
a dejarla por sentada, pues cada vez que habla de Dios se refiere a él
como “Padre”. Es esta comunión con el Padre y su relación por medio
de la oración, constituye el centro de su mensaje.
Referencias Bibliográficas
Desclee de Brouwer.