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un modo tan singular que piedras múltiples parecen una sola. Entre los incas,
los caminos, desde Quito al lago Titicaca y hasta Chile, y las fortalezas -los
imponentes pucaras cuya forma permite el completo flanqueo del atacante-
asombraron a los conquistadores; además, en muy pocas partes del mundo de
aquella hora se realizó.de manera tan plena, como alli, la institución imperial.
Debe indicarse, de todos modos, que con respecto a la grafla que pudiera
servir para fijar acaecimientos memorables, tan sóloÍos mayas poseyeron un
sistema relativamente perfeccionado; los incas -exceptuando las cuerclas de
nudos llamadas quipus- carecieron de escritura. Los "textos" aztecas contie-
nen caracteres pictográficos simbólicos; pero algunos signos de valor fonético
los convierten en verdaderos conjuntos de jeroglíficos muy diflciles de tradu-
cir.
Los aborígenes americanos trabajaron metales como el oro, la plata, el
cobre, el estaño, el platino y posiblemente el plomo. Desconocieron el hierro;
tampoco usaron el arado ni la rueda, ni el vidrio. Muchas de las comunidades
asentadas en América se hallaban entre las más atrasadas del globo.
Para ciert¡s sociedades americanas es posible, y quizás hasta fácil, re-
construir su protohistoria -vale decir, la historia anterior al
Descubrimiento-; guardaban ellas abundantes y vividos recuerdos de aconte-
cimientos ocurridos antes de la hazaña colombina.
En el caso venezolano es bien otra la situación. Para el instante de llega-
da del Almirante, el territorio está poco habitado; no existe ninguna concen-
tración humana, establecida con caracteres de fijeza, en lo que pudiera ser
como una gran ciudad. No se podría afirmar que antes hubiera habido aquí
una población extraordinariamente mayor. Minuciosas búsquedas no han re-
velado tampoco -hasta ahora- muestras culturales de va-
¿SUCESOS lor especial que delaten la existencia, en cualquier instante
ANTERIORES7 del pasado, de sociedades más avanzadas de las que aquí
se hallaron en 1498. Hacia atrás no parece haber nada su-
perior ni distinto de las pequeñas y convulsionadas colectividades que el con-
quistador encuentra.
14, fluorina, hacen variar continuamente la edad estimada de los escasos ves-
tigios óseos y cerámicos que han sido desenterrados.
2. Cristóbal Colón: "Relaciones y Cartas de--", p. 272. En el texto de este capitulo se.le citará:
C-p.
HISTORIA FUNDAMENTAL DE VENEZUELA 31
vida" -el moriche- y una fuente de la cual resultan los cuatro grandes ríos:
"jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese asi dentro e vecina con
la salada [ J. Y si de ali del Paraíso no sale, parece aun mayor maravilla,
porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo", C-288.
Dos siglos después, Oviedo y Baños, a quien le correspondería ser el pri-
mer historiador de Venezuela, doblado de poeta, persíste sobre análoga idea,
viendo en el corazón de la Tierra de Gracia -en Caracas- circunstancias "pa-
ra acreditarla paraíso". 3
Antes de ser un hecho, Venezuela es una hermosa fantasía; el proceso del
pensamiento aquí se cumple: primero la fábula, luego la historia.
Mas quien sucumbe al hechizo no es sólo Colón, hombre práctico y realis-
ta, aunque, al mismo tiempo, artista y caballero de l¡¡ aventura; sus seguido-
res, rudos y ásperos, participarán también en esta especie de torneo de encan-
tos y visiones milagrosas. El suelo, sus pobladores, la riqueza, en todos sus as-
pectos y en su original plenitud, ejercen fascinación irresistible sobre los viaje-
ros de esta hora de la revelación.
"Quanto a la tierra -confirma Fernández de Oviedo y Valdés para
1548-, todos cuantos la han visto la loan de muy sana é templada é de muy
lindos ayres é buenas aguas, é muy fértil ... ". 4 A una de sus comarcas el Al-
mirante bautizó "Jardines, porque asi se conforman por el nombre'', C-280.
Pedro Mártir de Anglería, por los dates recibidos, describe a los indíge-
nas como "hombres de buena intención y nada suspicaces" ,5 juicio coinciden-
te con el primero -de Colón- que se emitió sobre los habitantes de la Tierra de
Gracia: "mancebos, de buena disposición y no negros, salvo más blancos que
otros que haya visto en las Indias, y de muy lindo gesto y
ELOGIO fermosos cuerpos y los cabellos largos y llanos, cortados a
A LA GENTE la guisa de Castilla,. y tratan la cabeza atada con un pañue-
lo de algodón tejido a labores y colores, el cual creía yo que
era almaizar ...", C-275. Sobre los rasgos morales insiste el Almirante: "e
gente más astuta e de mayor ingenio e no cobardes [ J muy tratables. La
gente nuestra que fue a tierra los hallaron tan convenibles y los recibieron
muy honradamente ... ", C-285, 279.
se de ser tan crecido todo aquel aljófar, ca de ver tanto no cabía de placer".6
Oro y perlas, perlas y oro, abren la codicia. Son bienes livianos, fáciles de lle-
var a España junto a la carga gloriosa de hipérboles y de hazañas indistinta-
mente reaJes y ficticias. Todavía no es la hora de la riqueza inmueble ni de los
semovientes humanos: tierra y esclavos del asentamiento. Colón no escondió
su interés por el oro y las perlas; la barrera idiomática no impidió la pregunta
directa a los indios. "Vinieron a la nao infinitisimos en.canoa, y muchos traian
piezas de oro al pescuezo y algunos atados a los brazos algunas perlas: holgué
mucho cuando las vi, e procuré mucho de saber donde la,s hallaban, y me dije-
ron que allí y de la parte del norte de aquella tierra. [ l . Procuré mucho de
saber donde cogían aquel oro, y todos me aseñalaban una tierra frontera de
ellos al Poniente, que era muy alta, mas no lejos; más todos me decían que no
fuese allá porque alli comían los hombres ... ", C-278, 280. Queda también la
noticia del petróleo: "utilísimo en muchas cosas e para diversas enfermeda-
des", licor o aceite que en la Cubagua de tan ponderada opulencia es "llamado
por los naturales stercus demonis", FOV-II-593, como en púdico latín cuenta
un cronista. Otro ha de dejar constancia del nombre que en la cuenca de Ma-
racaibo se da al oro negro; alli ve "algunos ojos o manantiales de betún ama-
nera c:Íe brea o pez derretida, que los indios llaman mene". 7
En el horizonte de las penalidades está el espejismo áureo; vencida la im-
ponente valla del océano, el conquistador se siente transportado a la región de
sus anhelos; y en pos del huidizo señuelo del indio dorado,
LA GRAN PROMESA: de la ciudad dorada, del.reino dorado, se interna alucina-
EL DORADO do por entre la selva que lo engulle pero a la cual le abre
senderos. Sin móvil semejante en magnitud y promesa,
muy dudoso resulta que se hubiera acometido la gesta de la conquista tierra
adentro.
Es ubicuo El Dorado; se le busca por el sur y por el este, se le sabe muy
próximo al oeste, quizás allí en el norte o en el centro. Tan desconcertante
como la ubicuidad es el contenido mismo de la leyenda: no hay dos versiones
iguales; cada quien la moldea al estilo y dimensión gratos a su gusto, y le aña-
de o le quita cuanto a su ilusión complace. Felipe de Utre sitúa entre los Orne-
guas una dilatada ciudad cuyo límite no alcanza la vista; sus casas son infini-
tas; los idolos de su templo tienen cuerpos de niño o de mujer, de tamaño natu-
ral y de oro macizo. En lo que Walter Raleigh transcribe del relato de Francis-
co López sólo falta que, en la corte del "Emperador de G:µayana", el aire y el
agua sean de oro : "todo el servicio de su casa, mesa y cocina era de oro y de
plata, y cuando menos de plata y cobre, por más recio. Tenia en su recámara
estatuas huecas de oro que parecian gigantes, y las figuras al propio, y tamaño
de cuantos animales, aves, árboles y yervas produce la tierra, y de cuantos pe-
ces cría la mar y aguas de sus reynos. Tenia asimismo soga, costales, costas y
6. López de Gómara. En: Historiadores Primitivos de Indias. T. I, p. 203. Será citado en el texto
de este capitulo: LG -t.-p.
:::,::xes de
oro y plata, rimeros de palos de oro, que pareciesen leña rajada para
~
____a
•• r
s ; en fin, no había cosa en su tierra que no la tuviese de oro contrahe-
-~ .
Es tan aturdidor el espectáculo de la revelación, que el cronista, como
= re el vértigo y el delirio, anota lo más heterogéneo e inconexo: cultura, na-
..:.:...a:.eza, sociedad, pasado, fantasía, futuro; el denominador común es el em-
=::,:o de lo inesperado y la sucesión novedosa de lo raro e increíble; tanto ma-
• es la sorpresa cuanto más grande es el contraste entre lo inédito de la Tie-
::.:. de Gracia -Nuevo Mundo- y la España asaz conocida - Viejo Mundo.
::::z:?do al padre Gumilla se le ocurre seleccionar al Orinoco para tema de ilus-
tración europea, su discurso no puede menos que resultar
-goo1 G10s "Historia Natural, Civil y Geográfica de este gran Río y de
• :i s10Nes sus caudalosas vertientes, describiendo a la vez, Gobierno,
usos y costumbres de los Indios sus habitadores, con nue-
725 y útiles noticias de Animales, Arboles, Frutos, Aceytes, Resinas, Yervas y
:?...dces medicinales: y sobre todo, se hallarán conversiones muy originales a
:=:.eStra Santa Fe, y casos de mucha edificación".
que quiere decir oreja, hacia la provincia de California, que tienen las orejas
tan largas que les arrastran hasta el suelo y que debajo de una de ellas caben
cinco o seis hombres. Y otra provincia junta a esta que le llaman la de Hono-
pueva, cuya gente vive a las riberas de un gran lago, cuyo dormir es debajo del
agua. Y que otra Nación su vecina llamada Jamocohuicha, que por no tener
vía ordinaria para expeler los excrementos del cuerpo, se sustentan con oler
flores, frutas y yerbas, que guisan sólo para esto. Y lo mismo refiere Gregario
García de ciertos indios de una Provincia de las del Perú, y que de camino lle-
van flores y frutas para oler, por ser éste el matalotaje de su sustento, como el
de las demás comidas. Y que en oliendo malos olores mueren", PS-I-30. Toda-
vía más, el narrador insiste una y otra vez en historias de gigantes. "Refiere:
Que Pedro Sarmiento de Gamboa, andando reconociendo el estrecho de Maga-
llanes, les salieron en exento paraje, donde surgió con su nave una compañía
de gigantes, hombres de más de tres varas de alto, y tan en proporción de
cuerpo y fuerzas que fueron menester las de diez de los nuestros para prender
uno, según era de valiente, aunque al fin lo hubieron de las manos y lo metie-
ron en el navío para llevarlo a España", PS-I-31. En los mismos textos se ha-
bla de un monstruo de más de cinco varas de estatura, contra el cual muchos
individuos batallaron para que "diera con su cuerpo en tierra, lo cual dicen
que hizo sentimiento como si cayera un gran peñasco", PS-I-32; pero este colo-
so no era notable únicamente por las descomunales proporciones, era "herma-
frodita, cubierto de un vello algo pardo, corto y raro todo el cuerpo. Tenia en
la mano un b~stón tan grueso y alto como una entena de un mediano navío,
que lo manejaba como si fuera una caña", PS-I-32 . De otros extraños seres
como el derribado, se oyó "tan grande vocería y algazara que parecía tembla-
ban las laderas", PS-I-33.
Tanto como la senda de las extravagancias es ancha la de las exageracio-
nes; de clase análoga a.las citadas son las que aluden en esta primera hora de
América, a árboles que seis hombres asidos de la mano apenas podían ceñir; a
hombres con dos caras, con varias cabezas, con un solo ojo en la frente, o con
dos en el pecho; a grandes tortugas "tanto que de algunas de ellas se saca tan-
ta cantidad o más de pescado como tiene una ternera o becerro de seys me-
ses", FOV-I-592.
La Tierra de Gracia no entrega sus secretos, consérvase enigmática esti-
mulando la curiosidad hispana; ni siquiera cede su perfil y pareciera retozar
planteando acertijos: ¿isla o tierra firme? La prisa de •los primeros tiempos
hace ver islas por doquier; pareciera que así fuera más fácil digerir la inmen-
sidad; luego las costas se articularán dentro de la unidad real del continente.
Antonio de Herrera, en sus Décadas, a más de un siglo del Descubrimien-
to, evoca la incertidumbre de los primeros tiempos; Colón envió a los reyes
muestras de perlas y un mapa, "cosa que hasta entonces nunca se havia visto
en Poniente; y vieron la figura que de la Tierra embiaba, que aunque la llama-
ba isla, daba gran intención de que podía ser Tierra Firme", GM-92.
- ~ o:1es: " Los animales de que arriba hicimos mención, y otras muchas
~ qi:e no se encuentran en ninguna isla, atestiguan que es tierra continen-
:;-::-o :.a principal conjetura con que quieren probar que es así, es que nave-
~ :;>ar as costas de. aquel territorio, desde Paria hacia el Occidente, cerca
::::s :ni! millas y no encontraron señal alguna de fin", GM-65.
EL REGIMEN HISPANO
Y LA EMPRESA
A corta distancia del continente, en la isla de Cubagua y hacia los años
1510-1512, nace el primer establecimiento hispánico de la historia venezola-
na. De alli se irradia el ímpetu conquistador: surgen casi a la par el embrión
de lo que será Cumaná (1515, 1521) y Coro (1527); ya están abiertas las puer-
tas en oriente y occidente para la penetración española en Venezuela.
Prácticamente un siglo dura la tarea de esta primera fase de la· Conquis-
ta. En 1595 funda Antonio de Benio a Santo Tomé de Guayana, y después de
un intervalo prolo:Qgado, Barcelona fundada en 1638 por Juan Urpin, son los
últimos logros de las expediciones armadas. España se asegura la posesión y,
en esa centuria violenta, deja sembradas en nuestro territorio las células pri-
meras de las comunidades que conformarán la estructura humana de la Vene-
zuela por venir.
La España que viene a América es una entidad optimista; ha concluido
con éxito la Reconquista de su suelo para su propia gente y para su fe cristia-
na, y está iniciando -con carácter de estreno mundial- el uso de un sistema
politico conforme a una realidad que habrá de extenderse por Europa: el Esta-
do Nacional, erigido sobre los escombros del feudalismo. El último acto del
proceso de liquidación feudal, y primero de concentración nacional, está pre-
sidido por el matrimonio de Fernando e Isabel. Es una unión, dinástica -Cas-
tilla mantiene su personalidad política y jurídica, con su corte, sus autori-
dades y su propio Derecho; los reinos de Fernando: Aragón, Cataluña, Mallor-
ca y Valencia, también conservan sus peculiares formas; igual Navarra, una
nacionalidad independiente que más adelante se suma a la monarquía
hispana-; pero los sucesores de los Reyes Católicos tendrán un dominio inte-
grado. Será la mayor de las potencias europeas a lo largo de casi todo el siglo
XVI.
Para el advenimiento del sistema absolutista, el poder regio ha extraído
la fuerza de instituciones que son sus rivales -nobleza, clero, cuerpos delibe-
rantes, ciudades. Los habitantes de los burgos, y en general los estratos socia~
les medios, ya en ascenso, han.sido muy importantes al propiciar el derrumbe
de las potestades encarnadas en los señores feudales , y al abrir paso a una
concepción de superiores alcances y más vastas miras. La sociedad medieval
era, en efecto, una sociedad local, explicable a la luz de los limitados medios
de comunicación. El comercio era local. En los individuos acaudalados y con
espíritu de empresa, el rey halló una cooperación eficiente para vencer a las
aristocracias tradicionales que le discutian la preeminencia. A su vez, esos
HI::iTORIA FUNDAMENTAL DE VENEZUELA 37
-:::!__ :e:'llando de los Ríos: Religión y Estado en la España del siglo XVI, p. 70.
38 J. L. SALCEDO-BASTARDO
miento de las bases, militar y burocrática, sobre las cuales hace descansar su
poder. La Corona erige monopolios y los concede a voluntad; excluye a los ex-
tranjeros, y en todo dictamina sin admitir oposición.
Dentro del trascendental aspecto religioso, el absolutismo aparece pleno
en la institución del Real Patronato Eclesiástico y en el temible aparato de la
Inquisición.
Los notables esfuerzos de Fernando e Isabel en la lucha contra los moros,
el proclamar la defensa de la religión como supremo fin del Estado, y una co-
yuntura propicia de las políticas imperial y papal, deparan a los soberanos de
España enormes concesiones de la Silla Apostólica. Estas,
ABSOLUTISMO expresamente extendidas a las Indias, llegan a convertir a
RELIGIOSO los reyes en jefes de hecho de la Iglesia, en sus reinos. Por
tanto, también en lo religioso podrán ejercer ellos su omní-
modo poder; y es que no sólo serán protectores de los sagrados cánones y má-
ximos administradores eclesiásticos, sino que a través del "Pase Regiq" queda
a su arbitrio hasta autorizar el conocimiento de la palabra del Papa entre los
católicos de sus dominios a uno y otro lado del Atlántico. 'El Patronato añade a
la Corona un volumen impresionante de facultades; bajo su autoridad caen
desde el sacristán hasta el obispo; su criterio priva en lo referente al régimen
interno de seminarios y conventos y en todo cuanto concierne a templos, capi-
llas, etc.
Por su parte, el Santo Oficio, además de la unidad de la fe, proporciona a
los reyes un apreciable caudal de bienes, a través de la confiscación de las
propiedades de los herejes condenados. En este tribunal siempre el monarca
fue preponderante; el papa Sixto IV en la Bula de 1478 con la cual autorizó la
Inquisición, dio al poder real la facultad de nombrar los jueces inquisidores;
para 1482 el Sumo Pontífice readquirió esa potestad, pero dejaba a la Corona
el derecho de presentar los candidatos. De uno y otro modo, los guardianes del
dogma fueron siempre, al mismo tiempo, instrumentos del poder político.
En esta hora de la consolidación nacionalista bajo los auspicios del abso-
lutismo, juega también valioso papel la popularización y.el auge de la literatu-
ra castellana con Cervantes, Lope y Calderón. Las letras son así otro factor
para el cambio hacia una construcción unitaria muy distinta de la vieja dis-
persión.
El paso de la gente española a la América, como toda iniciativa de impor-
tancia dentro del absolutismo, es una empresa del Estado, empresa motoriza-
da concretamente en este caso por Castilla y a ella reservada; fue de su Reina
- y contra la opinión de los círculos encumbrados de la Corte, opinión persis-
tente hasta después del feliz desenlace- , de quien Colón recibió auxilio y pa-
trocinio para el Descubrimiento. Por ello, las tierras de América se anexan a
esa Corona y es castellano el derecho que aqui se aplica.
La Conquista y la Colonización - Pacificación y Poblamiento en el léxico
oficial propugnado por Felipe II en 15 7 3- corresponden a la monarquía, pero
se realizan mediante los estratos sociales medianos y distinguidos de la comu-
HISTORIA FUNDAMENTAL DE VENEZUELA 39
:=dad española. Nunca los consejeros reales ni los sectores más exclusivistas
de :a monarquía compartieron el entusiasmo de Isabel; peor aún, se dieron a
obstaculizar. Así, contra el deseo real de que a América vinieran campesinos,
:¡:,ara lo cual fueron acordadas especiales facilidades (Real Cédula de 10 de
sep:.iembre de 1518), los dueños de tierras se negaron a permitirles la salida.
Ni el absolutismo castellano, ni el hispano, son lo suficientemente vigoro-
sos y capaces para asumir por sí, y para sí solos, el gigantesco programa de
A.=!érica. La vastedad de la obra y la deficiencia relativa de medios, compro-
metidos éstos al mismo tiempo en guerras de Europa, obli-
CO t.ASORACION gan a los reyes a admitir e incluso estimular cierta liberali-
"i"RJVADA dad en la operación y a acoger, en consecuencia, la colabo-
r ación privada. La Corona costeó exclusivamente nada
=::ás que los viajes de Colón, Pedrarias Dávila y Magallanes; consideraba más
,..o . echoso, en vez de exponer su dinero, asociarse a los promotores partícula-
~. precisando los beneficios de las partes en las estipulaciones de una capitu-
éón.
Individuos muy apreciables socialmente, que no los de suprema figura-
dó:l. se tornan empresarios de la aventura americana; y en sus propias esfe-
:as sociales alistan voluntarios. De un modo abrumador van a predominar los
=lrres jóvenes: América no será hecha por viejos. Las expediciones, por lo
.;:.e:;--ás, son de relativamente escasos miembros, algunos pocos centenares o
~ as de hombres; muy rara vez llegan al millar. Con Alfinger vinieron sete-
~ s cincuenta individuos. Los soldados acuden con sus propias armas, en
~ o~ s oficios trae cada quien sus instrumentos, no habrá sueldo sino una
_ :a de las ganancias. La expedición no es una columna militar, disciplinada
~ :nogénea; su programa y su plan se improvisan, generalmente, frente a las
:-c-.::.nstancias. En las mesnadas conquistadoras vienen bachilleres y licencia-
- = clérigos, artesanos, soldados y marinos. Vienen analfabetos, circunstan-
..,. común incluso en la nobleza de ese tiempo; los soldados son de los estratos
~ o s y superiores; el ejercicio de las armas era propio de señores. En gene-
..-iene gente cult a, como lo evidencia el hecho de que a brevísimo plazo hu-
t:r=a. ya en función, pueblos organizados jurídica y civilmente, con sus insti-
:-:frees y sus varias actividades. Si bien en las primeras expediciones hubo
.::.:,·:-echores a los cuales se les conmutó la pena por el riesgoso viaje a las In-
c:.:.=.S desde 1505 se descartó ese arbitrio. En la sociedad hispanoamericana de
:-:.:nera centuria hay más hidalgos, proporcionalmente, que en la europea
e::tonces.
:.a monarquía mantiene en todo caso su dominio incontestable, no se
~~!iende de su obligación americana, ni deja nunca de estar presente y ac-
i:::.a..::::.e en ella: autoriza a los particulares, mas los fiscaliza en el cumplimiento
_a : a ena, y en trueque de los halagos que les ofrece los obliga a las retribu-
a=:es correspondientes.
Poco después una nueva voz autorizada entra al debate: Francisco de Vi-
toria no vaciló en sentar un criterio radical y franco a favor de las víctimas. A
la consulta del propio Carlos V le respondió con la tesis más tarde divul-
gada - desde su Cátedra de prima teología en la universidad salmantina-
en 1528, 1534 y 1539. Para él, los indios son legítimos señores de sus cosas,
pública y privadamente; pone en entredicho que el Sumo Pontífice tenga atri-
buciones para repartir el globo y que el Emperador pueda ser titular absoluto
de una parte de éste. A su juicio, la penetración hispana en América debe fun-
damentarse en otros principios como: la liberación de los aborígenes del opro-
bio de sus tiranías vernáculas, la propagación del cristianismo, y especialmen-
te la sociedad y comunicación natural. Sostiene Vitoria que hay una comuni-
dad mundial y que todo pueblo tiene derecho a comunicarse con los demás,
ninguno puede sustraerse a ese contacto ni rehuir al trato pacífico con los
otros. Sólo sobre la negación al intercambio, si por ejemplo se impidiera a los
españoles entrar a las tierras de los indios, serla justa la guerra y la domina-
ción por la fuerza, pues quien perturba los contactos de los pueblos se excluye
automáticamente de la comunidad, y se margina como malhechor. Obstaculi-
zar la intercomunicación es atentar contra la· unidad, del género humano, ello
lesiona al derecho natural.
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- ~-- -
52 J. L. SALCEDO-BASTARDO
dicho, sea nula y por tal la declaramos" . 12 El negocio es malo para los alema-
nes, sin concedérseles ventajas fuera de las comunes, se les cargan más obli-
gaciones de las usuales.
Desde ~n principio los mercaderes teutones tropiezan con una general
oposición; la razón es comprensible: por germanos, por su lengua, idiosincra-
sia, costumbres, y sobre todo por sospechosos de luteranismo, son discordan-
tes para los colonos y las autoridades de las jurisdicciones vecinas. Para la
posteridad, por extranjeros y herejes, ganan la malquerencia común de los
cronistas.
La capitulación autoriza a los alemanes a "descubrir, conquistar y po-
blar", la vasta región; los obliga a fundar dos ciudades y tres fortalezas; a
traer cincuenta técnicos para las minas; todo en el rrúnimo plazo de dos años.
En compensación se les acuerda: el derecho de adjudicar tierras; la exonera-
ción de diversas cargas; la concesión de títulos y honores -Ehinger o Sailer ,
según convinieran ellos, seria Adelantado a perpetuidad-; participación im-
portante en los proventos de la conquista y facilidades para su realización.
Hubo además otros convenios complementarios a la capitulación, como los re-
ferentes al tráfico esclavista y al cobro del uno por ciento del valor del oro y
plata fundidos y marcados en Venezuela y Santa Marta.
Casi tres decenios dura, teóricamente, esta experiencia. En realidad fue
más corta, pues para 1545 ya los Welser están excluidos de la explotación ve-
nezolana, la cual sin embargo siguen pleiteando, a la espera de la decisión ju-
dicial que al fin se dicta en su contra en 1556. Por tanto, los veintiocho años
fueron diecisiete y los diecisiete quedaron realmente reducidos a siete. En pro-
piedad sólo dos gobernadores alemanes hubo en Venezuela: Ambrosio Alfinger
-duro, impiedoso, enérgico-, y Jorge Espira - benévolo, soñador y
desdichado-; ambos contaron, en calidad de Teniente, con el dinámico y tor-
nadizo Nicolás Federman; el primero mandó por tres años y diez meses, el se-
gundo tres años y medio; los dos dejaron sus huesos e:n el tropical escenario de
sus correrías.
Podria reivindicarse para los fracasados Welser la fundación oficial de
Coro en 1529 y la creación del núcleo que daría origen a Maracaibo. También
la incorporación de nuestro oriente a la zona de influencia de la Provincia de
Venezuela, ello durante la interinaría de Enrique Rembold. Persiguiendo El
Dorado, las huestes de los Welser exploraron las regiones occidental y centro-
occidental de Venezuela, hasta la meseta bogotana. Contribuyeron positiva-
mente a la revelación geográfica del país.
lo, y un Papa, Vicario suyo, en la tierra, quien ha dado América a los reyes de
Castilla, de los cuales son ellos - los indios- vasallos; que vengan en su obe-
diencia y que si no, sepan que se les hará la guerra y resultarán esclavos.
El formulismo no siempre se cumplia. A veces la lectura se hacía desde la
cubierta del barco al aproximarse a la costa; otras desde una o más leguas de
distancia, o en medio de los bosques y poblados vacíos. La obvia no respuesta
de los indios, su pasividad o la huida temerosa ante el inusitado espectáculo
del discurso y de la abigarrada comparsa, era el pretexto para desatar la agre-
sión.
La doctrina de la "guerra justa", con su triple exigencia: de que sea de-
clarada por la autoridad competente, para castigar la culpa del enemigo o
para obtener de éste la debida reparación, y desenvuelta con ánimo recto, la
formulan los pensadores hispanos sobre ideas del Doctor Angélico, antes desa-
rrolladas por primera vez por San Agustín. En la práctica sobrarán falsedades
y explicaciones acomodaticias para hacer ostentación de observancia de los
requisitos; la teoría asaz prodigada pasará a encubrir la campaña de desola-
ción y de crlmenes, ya puesta en acción. Se estima hoy que, en todo el conti-
nente, algo más de dos millones de indios, una sexta parte de un total cercano
a trece millones, fueron aniquilados.
Pero la hoguera trágica no consume solamente indígenas. Las rivalida-
des, odios, envidias y traiciones entre los propios adelantados y sus secuaces
están a la orden del día. La codicia, la ambición y también el idealismo, se crq-
zan en el nacimiento venezolano. Interminable es la crónica de las oposiciones
entre los conquistadores, para defender o acrecer sus derechos, sus títulos y
privilegios. Cada uno aspira absorber a los demás. Las jurisdicciones vagas e
indeterminadas, los conflictos por cualquier causa, los cambios de nombre de
los lugares, los sucesos cotidianos, todo complica la situación. Cualquier senti-
miento de bien es un lujo dificil en las soledades selváticas, inmensas, lejanas
y perdidas de América. Es la hora de la fuerza desnuda; la meta es El Dorado
y nadie quiere llegar tarde. Juan de Carvajal, falsific,ador de títulos, decapita
brutalmente a Felipe de Hutten y al joven Bartolomé Welser; a su turno, la jus-
ticia da rápida cuenta de Carvajal en su ceiba de El Tocuyo. Es una orgía de
bravura, sangre, torpeza y sacrificios, unos estériles, otros muy fecundos. En
pocos lustros, un puñado de valientes españoles ha hurga-
do un mundo extenso, abierto senderos, fundado pueblos y
PASIONES
Y ESPERANZAS
echado los cimientos de una patria. Importantes nombres
de estas jornadas fundamentales y heroicas, además de los
recordados, son: Juan de Villegas, Garci-González de Silva, Juan Rodríguez
Suárez, Pedro Malaver de Silva, Vicente Díaz, Diego García de Paredes, Alon-
so Díaz de Moreno, Juan de Maldonado, Alonso Pacheco, Francisco de Cáce-
res, Juan de Trejo, Gutierre de la Peña, Cristóbal Cobas, Francisco Infante,
Andrés Varela, Sebastián Díaz, Gonzalo Piña Ludueña, Diego de Osario, Juan
Fernández de León, Francisco Loreto. Junto al español que sueña con el regre-
so a la península, para deslumbrar con la riqueza y la fama conseguidas a los
que allá quedaron, viene también el que aspira hacer aquí su vida y empieza a
formar en este suelo su nueva heredad. Caballos, toros, asnos, semillas diver-
HISTORIA FUNDAMENTAL DE VENEZUELA 57
:--.=:_-a el siglo XVII esta violencia parece agotada, inútil la alocada perse-
::e El Dorado, grande el desengaño ante lo que pareciera una burla con-
ce todos los grupos indígenas; en 1546, el ecuánime y escéptico licen-
=~ de Tolosa se atreve a cuestionar el mito áureo "por las grandes
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mentiras de los indios". 13 Se ha de imponer luego una nueva actitud, una men-
talidad ya mál, serena; otro tipo de acción constructiva presidirá la etapa ve-
nidera de la paciente creación del Nuevo Mundo.