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Empecinada ficción

Con la publicación de La memoria obstinada de Puerto Vírgenes, el escritor y

publicista Claudio Invernizzi (Piriápolis, 1957) inaugura el proyecto de una trilogía

narrativa. El autor venía de editar dos libros bien distintos entre sí: el primero, Esta

empecinada flor (1985), fue sobre testimonios de la cárcel –con tan solo dieciocho

años, Invernizzi fue detenido por la dictadura militar y pasó casi cuatro años en prisión-;

el segundo, una novela con tintes onettianos titulada La pulseada (1989), que obtuvo el

segundo premio del concurso de narrativa inédita convocado por la Intendencia

Municipal de Montevideo en 1989. A treinta años de su antecedente, este nuevo libro

tiene algo de “borrón y cuenta nueva”, al reinventar otra vez un horizonte de

expectativas.

Para empezar, La memoria obstinada… carga el gesto de una fundación. Se

trata de una geografía de cerros llamada Puerto Vírgenes. En este sitio costero ‒y con

transparencias que remiten al Piriápolis del autor- se desarrollará el periplo de Sergio

Arrantes, un experiodista que regresa a su pueblo natal luego de que su jefa en un medio

de prensa capitalino dificultara ‒por verse implicada- sus investigaciones en torno a un

caso de lavado de dinero. Ya en Puerto Vírgenes, Amanda Beck contrata a Sergio para

indagar la muerte, hacia mediados del siglo pasado, de su abuelo William, un

enigmático inglés que habría llegado a nuestro país para escribir un libro sobre la

historia de los trenes británicos. El crimen parece el foco iridiscente de la narración,

pero con el correr de las páginas el lector comprenderá que se trata de un señuelo para

hablar de asuntos que lo exceden.

William Beck funciona como la llave que abre y visibiliza una trama compleja

de implicancias políticas, e inicia el viaje a un Uruguay del olvido poblado de nazis y

espías soviéticos. Al tiempo que cuenta las peripecias de la investigación que llevan
adelante Sergio y Amanda, la novela inserta distintos testimonios realizados por

personajes centenarios del pueblo. Esta circulación de versiones del pasado, con un pie

en lo fantástico por la insólita longevidad de los testigos, lleva a la reflexión sobre la

construcción de la memoria colectiva y sus lazos con la imaginación. Al fundar Puerto

Vírgenes, Claudio Invernizzi esboza un espacio donde las capas temporales se vuelven

inciertas, se superponen o se erosionan, y las distintas generaciones entran en diálogo

fraterno. Esta suerte de Comala oriental es entonces un escenario para la concurrencia

de voces: a través de la búsqueda inútil de la verdad, la escritura agita fantasmas y

crepita al candor de la palabra dicha. Casi contradiciendo los orígenes en el oficio, en

La memoria obstinada… el testimonio deviene necromancia; el lenguaje renuncia a lo

fáctico y tiende ahora a la exacerbación obstinada del poder inventivo de la memoria.

La literatura uruguaya reciente cuenta con otro inglés célebre, el ideado por

Martín Bentancor en la novela titulada, precisamente, El inglés (2015). En ambos casos,

la figura del extranjero que arriba a estas tierras en una época pretérita activa la potencia

fabuladora de los habitantes de una comunidad (llámese Tercera Sección o Puerto

Vírgenes). Se trata de improntas muy distintas entre sí, pero que se rozan y hacen

centellear el fuego del relato allí donde el discurso es capaz de fundar una topografía,

suspender el tiempo con la palabra y poner de relieve las múltiples figuraciones del

secreto. Con el crimen como móvil, estos narradores se hunden en la profundidad del

tiempo pasado alumbrados por una aspiración de verdad que pronto se trastoca,

orientada por la imaginación, en una ambición puramente novelesca. Expresa el

narrador de Invernizzi: “Es muy difícil que la verdad final salga a la luz por imperio de

ocultamientos deliberados al principio y luego, justamente, por esa construcción

arbitraria que la memoria colectiva hace de los hechos” (9). Y poco más adelante: “La

invención es magia y la realidad, una revelación desnuda y fría como una piedra

apoyada en la frente” (9).


La memoria obstinada… es una obra bien escrita a la que, quizá, todavía le

sobren algunas páginas (según cuenta el autor, hizo un intenso trabajo de “poda” con

miras a la presente edición). Cabe destacar como atributos la singular apropiación del

relato policial y hasta del realismo mágico, así como también la sutil reflexión sobre los

vínculos entre literatura y política, que cobra una especial relevancia en nuestro

contexto de desencanto y fascismos en puja. Con este volumen –que le valió un Premio

Bartolomé Hidalgo-, Claudio Invernizzi le gana definitivamente la pulseada a la

realidad y se consolida como un escritor de ficciones a atender. Habrá que esperar qué

nos depara la segunda entrega de esta trilogía con sede en Puerto Vírgenes.

Mathías Iguiniz

La memoria obstinada de Puerto Vírgenes, Claudio Invernizzi, Estuario editora,

Montevideo, 2019, 312 págs.

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