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romper.

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La M áquin a de E scrib ir
p o r E m ir R o d ríg u e z M onegal
El escritor es un monstruo que se ali­ ta que sus preferencias Infantiles eátán de­
menta de palabras y produce palabras. To­ cididamente del lado del folletín. Para no
da sil vida es un aprendizaje de esa doble fastidiar a su abuelo esconde los delirantes
actividad y por esp mismo, las biografías relatos de aventuras que le dicta su imagi­
de los escritores suelen ser muy Aridas (si nación, y el plagio encarnizado de sus au­
realmente se ocupan de detallar sus descu­ tores favoritos. .
brimientos del mundo de la palabra) o muy Esta desmitificación de la imagen |om án-
remotas si se conforman con detallar su tica del escritor (la voz de la Musa, de la
vida amorosa, política o burocrática. Hace Inspiración, de Dios, descendiendo sobre un
poco me ocupé aquí mismo de los proble­ ser noble y elegido) está realizada con to­
mas que plantea la biografía literaria. Aho­ da ferocidad por Sartre, ferocidad tanto ma­
ra leyendo el último libro de Jean-Paul Sar- yor que ahora no se ejerce sobre Baudelaire
tre, volví a examinar el mismo problema o sobre Jean Genet, sino sobre sí mismo,
desde un ángulo distinto. La obra se llama ejercicio que pone al desnudo su mala con­
Les Mots (Las palabras) y ha sido publicada ciencia, su hipocresía, su necesidad de re­
en París por Gallimard 1963, 213 pp). Es un presentar. Al fin y al cabo, escribir es re­
libro pequeño y compacto que consta de dos presentar.
partes: Lire (leer) y Ecrire (escribir), y
allí cuenta Sartre sus experiencias autobio­ COMO BAUDELAIRE
gráficas de ambas actividades. Una faja ro-
a que pone la editorial dice simplemente: Aunque breve el libro es muy rico. La
Í Jnc enfance. En efecto, esta es la infancia
{Jrimera parte sobre todo es brillante. En
a segunda, Sartre se empantana un poco
de un hombre que se iba a convertir (como
todos los escritores) en una máquina de es­ (o empantána a sus lectores) con análisis
cribir. algo pedantescos. Pero la primera parte
El propósito de Sartre no es en realidad es brillante y muy reveladora. La historia
contar su infancia (aunque cuenta cosas sa­ de sus orígenes explica retrospectivamente
brosas, y retrata admirablemente a su abue­ por qué Sartre se interesó tanto en Baude-
lo Schweitzer y a su madre) sino contar có­ laie. Como el poeta de Les fleurs du mal,
mo se forma ese monstruo humano que Sartre es hijo de madre viuda; tiene a su
aprende palabras, las digiere y luego las madre sólo para él; es una hermana, ma­
convierte en palabras. A diferencia de otras yor, una amada, durante toda su infancia;
autobiografías, que están muy preocupadas como Baudelaire, pierde a su madre cuando
en reconstruir el mundo exterior del autor, ésta se vuelve a casar. Pero lo más signi­
o sus peripecias emocionales, o la vida de ficativo es que Sartre aluda un par de veces
sus mayores, esta autobiografía de Sartre a ese casamiento pero no lo presente jamás
quiere mostrar (lo más fenomenológicamen- en su autobiografía.
te posible) cómo un niño se convierte pri­ Tal vez será objeto de un segundo volu-
mero en lector y luego en escritor. El pro­ 111611. Sin embargo, es casi imposible no ver
ceso está analizado clínicamente, con distan- en este segundo casamiento el origen de
ciamiento y llega a una conclusión obvia: esa ferocidad casi clínica con que Sartre se
se empieza a leer por imitación, se empie­ vuelve sobre su familia, su abuelo, su padre,
za a escribir por imitación. su madre, y contra sí mismo, para poner al
EN LA EPOCA DEL CINE MUDO descubierto no sólo la mistificación ro­
El abuelo de Sartre (que es pariente de mántica de la inspiración sino también la
Albert Schweitzer) era profesor de francés mistificación victoriana del culto familiar.
v alemán; era autor de libros de texto, Casi todos los personajes, y sobre todo el
tenía una gran biblioteca en casa. El niño autor, aparecen en esta autobiografía bajo
aprende a sostener el libro, a abrirlo, a la luz más cruel e implacable. No se les
recorrer con la mirada sus líneas, a repe­ perdona ninguna falla moral o intelec-
tir lo que le leen en voz alta, antes de ser taul, se, les escudriña con ojos insoporta­
capaz de leer una sola silaba.. Lo mismo blemente abiertos.
se podría contar de miles de escritores (de EL OTRO YO
Neruda, por ejemplo, que tomaba el libro
del revés y lo recitaba precozmente) pero El resultado es un libro único en la lite­
pero lo que interesa subrayar ahora es que ratura autobiográfica. Porque las confesio­
lo que interesa subrayar ahora es que Sar­ nes de Sartre no tienen el propósito lacri­
tre es de los primeros en extraer todas las mógeno de las de Rousseau o el apologético
consecuencias de este acto. de las de San Agustín. Son una terrible acu­
Escribir también es una actividad imi­ sación contra sí mismo, contra sus orígenes,
tativa. El abuelo Schweitzer escribía y el contra su propia naturaleza e histrión, de
nieto se pone a escribir. Pero no sólo imi­ actor, de máscara. Es cierto que tanta fe­
ta a feu abuelo. También plagia descarada­ rocidad no hace sino subrayar la pasión
mente los libros que entonces lee. Hay una ardida con que Sartre escribe. Por eso, este
curiosa etapa intermedia aquí, que no se libro cruel es paradójicamente tierno. Ese
ha dado sin embargo en los escritores de niño que miente al leer y sigue mintiendo
otros siglos. Hay toda una época en que Sar­ al escribir, que se conforma dócil (maquia­
tre representa a solas lo que ve en el ci­ vélicamente) a la imagen que de sí mismo
ne, en que revive las aventuras en la se- <3 imponen sus mayores,- que se enmascara,
mioscuridad de la biblioteca de su abuelo es sin embargo un niño patético y tortura­
mientras su madre (condescendiente) toca el do; un niño que descubre un día cuando
piano en la sala vecina. Es la época del ?e cortan los largos rulos) que es horrible,
cine mudo. que es bizco, que es repulsivo; un niño re­
Es cierto que los escritores antes imita­ almente abandonado, que se refugia en el
ban el teatro. Tenían teatritos de títeres o ritual de las palabras imitadas, plagiadas,
de figuras recortadas y pegadas, y así iban para encontrar una forma dq realizarse.
haciendo sus primeras armas. Pero el cine Apenas alguien dice yo, es otro, descu­
es en este siglo la experiencia básica de to­ brió hace bastante tiempo Ezra Pound. Aquí
do escritor: el cine es su museo imagina­ Sartre dice yo todo el tiempo, y el yo que
rio, su enciclopedia total, sil fábrica de sue­ dibuja es el de un hiño hipócrita o el'd e
ños. Por eso mismo resulta invalorable esta un escritor ferozmente vuelto contra su pa­
descripción que hace ahora Sartre de sado. Pero el otro ser que dibuja ese yo por
sus creaciones cinematográficas que prece­ /ransparencia es tal vez más verdadero; la
den a la creación literaria misma. ferocidad oculta el terror de reconocerse
TARTUFO ESCRIBE como lo que realmente es: un niño perdido
y abandonado. Quizá continúe Sartre explo­
Lo que cabe concluir de este proceso rando su pasado y llegue al punto en que
(según Sartre) es la mala conciencia del es­ descubra que la máscara del escritor (de la
critor. Con mucha minucia analiza Sartre máquina de escribir palabras) es como to­
la hipocresía de estas actividades que el da máscara, falsa y al mismo tiempo más
niño realiza por imitación. Son ritos que real que la realidad. Porque a través de
no comprende y que realiza para obtener esa máscara Sartre consigue hacer oír su
la aprobación y hasta el aplauso de sus verdadera voz como no lo había consegui­
mayores. Por eso mismo son moralmente do con otras máscaras de pura ficción. El
censurables. Para halagar a su abuelo, Sartre libro es terrible pero.es también una catar­
lee (o finge leer porque entiende poco) a sis. A partir de aquí tal vez Sartre consiga
los clásicos. Para halagar a su abuelo, ocul­ encontrar su verdadera voz.— E.R.M.—

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