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CARACTERÍSTICAS DE UNA RELACIÓN DE AYUDA

La relación terapéutica es sólo un tipo particular de relación personal, es decir que


la relación de ayuda es aquella en la que uno de los participantes intenta hacer surgir, de
una o ambas partes, una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del
individuo, y un uso más funcional de éstos. Incluye la relación entre padres e hijos,
médico y paciente, docente y alumno, etc. Comprende a la vez también casi todas las
relaciones asesor-cliente, tanto en la esfera educacional como profesional o personal.

Cabe recalcar que un gran número de las relaciones en las que participamos
pertenece a una serie de interacciones, cuyo propósito consiste en promover el desarrollo
y generar un funcionamiento más maduro y adecuado de la otra persona o grupo de
trabajo.

Las personas que participan en ella aportan diferentes elementos y buscan


resultados en base a la necesidad mutua de ser aceptados y apreciados y a la necesidad
del demandante de ayuda de satisfacer sus necesidades alteradas.

Una parte fundamental de las relaciones son las actitudes que se manifiestan de
parte de parte de la persona que ayuda ya que hace que se estimule o se inhiba el
desarrollo. Como se manifiesta en un estudio de padres e hijos, donde los hijos de padres
que tenían actitudes cálidas y equitativas demostraron un desarrollo intelectual acelerado
y menor excitabilidad que los niños procedentes de otros tipos de hogares ya que son
inestables desde el punto de vista emocional, rebeldes, agresivos y peleadores.

En cuanto a las actitudes del terapeuta se destaca la importancia de tener la


capacidad de comprender los significados y sentimientos del cliente, la sensibilidad hacia
sus actitudes, y un interés cálido pero exento de un compromiso emocional exagerado.

Siguiendo a Rogers (1989), para que se dé una relación de ayuda de calidad y que
cumpla adecuadamente con los objetivos señalados anteriormente. Es necesario que haya
por parte del terapeuta tres elementos que son básicos en toda relación de ayuda:

Empatía: entendida como actitud que predispone a captar los sentimientos,


emociones, deseos, intereses y necesidades de la otra persona, para entender y
comprender su experiencia. Esto sin llegar a confundir nuestros sentimientos y
percepciones con los de la otra persona.
Aceptación incondicional: la aceptación de la otra persona tal como es. Esto
permitirá ofrecerle un ambiente seguro para que se exprese y pueda encontrar, si quiere,
nuevas pautas de comportamiento más saludables. Esta habilidad exige sensibilidad y
capacidad para percibir y valorar objetivamente las necesidades de la otra persona y
responder a ellas adecuadamente y con respeto.

Autenticidad: estilo de comportamiento que implica el hecho de mostrarse uno


mismo tal y como uno es. Se requiere una madurez personal y ser consciente de las
habilidades y debilidades.

Un estudio de Quinn arroja alguna luz sobre lo que implica la comprensión de los
significados y sentimientos del cliente. Los resultados de su estudio son sorprendentes
porque demuestran que "comprender" los significados del cliente supone esencialmente
una actitud de querer comprender siendo una parte esencial del proceso terapéutico ya
que el paciente se encontraba en una posición de emisor y el terapeuta como receptor.

En cuanto a la cualidad emocional de la relación, en la psicoterapia el éxito está asociado


con el creciente agrado y respeto mutuo que surge entre el cliente y el terapeuta. Sin duda,
cuando la relación es vivida como menos aceptada, el organismo se prepara a afrontar
una amenaza, aun en el nivel fisiológico.

Cabe recalcar el hecho de que lo importante son las actitudes y sentimientos del
terapeuta, y no su orientación teórica: sus procedimientos y técnicas revisten menor
importancia que sus actitudes. También merece señalarse de que, para el cliente, la
diferencia reside en la manera en que las actitudes y procedimientos del terapeuta son
percibidos, y que esta percepción es fundamental.

Se ha comentado antes que existen varios estilos de relación de ayuda. Según


Bermejo Higuera (1998), la relación de ayuda puede estar centrada en el problema o
centrada en la persona. En el primer caso, el terapeuta se identifica con el problema o con
la situación presentada por el cliente, sin tener en cuenta los aspectos subjetivos con que
el problema es vivido por éste. En el segundo caso, el terapeuta presta atención sobre todo
a la persona y a cómo vive el problema. Toma en consideración al individuo en su
totalidad.
Además, dependiendo del uso que el terapeuta haga de sus conocimientos, la
relación de ayuda puede ser directiva o facilitadora.

Si es directiva, el terapeuta es el experto. Quien ayuda recurre a un conjunto de


comportamientos y técnicas que van a persuadir a la persona ayudada para que actúe
como el ayudante indica. Si la relación es facilitadora, el terapeuta recurre principalmente
a la capacidad de la persona ayudada, se trata de convertir a la persona con la dificultad
en su propio investigador, a que tome conciencia de sus propios problemas y de cuáles
son las posibles soluciones.

BIBLIOGRAFÍA

Madrid Soriano, J. (2004). Los procesos de la relación de ayuda. Bilbao: Desclée


de Brouwer.

Rogers, C. R. (1989). El proceso de convertirse en persona. Barcelona: Paidós.

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