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Abstract
The control of constitutionality is a legal instrument of the democratic constitutional
State, by which a body (political and judicial) is responsible for ensuring compliance
with the Political Constitution, as supreme norm. It also guarantees the national legal
order. The analysis presented corresponds, in particular, to the control exercised over
the international treaties that the Colombian government subscribes with other States or
organizations of international law. It seeks to study the characteristics of this
mechanism and, above all, to present the limitations faced by the Constitutional Court to
carry them out, with due rigor
Keywords: Constitutional Court, international treaty, political constitution,
constitutionality control, prior, automatic, legal certainty, limitations, challenges.
1 Estudiante de Derecho de la Universidad Católica de Colombia con terminación de materias en el año 2016. Correo Institucional:jfdiaz45@ucatolica.edu.co. Director del
trabajo de grado: Gregorio Rojas Gonzalez.
Introducción
Teniendo en cuenta que el control constitucional de las leyes es una facultad que tiene
un órgano (político o judicial), para hacer prevalecer la supremacía e integridad del
orden constitucional de un país; y que ello se encuentra estrechamente relacionado con
la democracia de un Estado, el mecanismo desde luego, no es ajeno en cuanto a tratados
internacionales se refiere. Aquellos, previo acuerdo del Presidente de la República con
otros Estados u organizaciones de derecho internacional, deben ser aprobados por el
Congreso -para que produzcan efectos jurídicos en Colombia- mediante una ley que se
somete al control en mención. Así, por mandato de la Constitución, el control que la
Corte Constitucional efectúa sobre los tratados internacionales y las leyes que los
aprueban es previo, debido a que su exequibilidad se somete a una revisión anterior a la
manifestación internacional de compromiso en el cumplimiento que es expresada por
parte del Estado, con quien haya realizado dicho convenio; y es automático, por cuanto
no requiere para su trámite de la presentación de una demanda de inconstitucionalidad,
pues es adelantado de manera oficiosa por esta corporación.
Tal vez el caso hito en el que se hace referencia a la supremacía constitucional frente a
las demás normas jurídicas del ordenamiento, es decir, aquel que sienta las bases por
primera vez sobre lo que se considera como control de constitucionalidad, tiene que ver
con la “reformulación del argumento del juez Marshall en el famoso caso de Marbury
frente a Madison; según este, en caso de conflicto entre una norma jurídica y la
Constitución, el juez debe aplicar esta última” (Pulido, Sanabria, Burgos y Ramírez,
2012, p. 118)
S bien, “en el clásico derecho de gentes los instrumentos internacionales versaban sobre
temas relacionados directamente con el manejo de estas relaciones: armisticios,
fronteras, cooperación, alianzas militares, inmunidades diplomáticas, espacios terrestres
y marítimos, neutralidad, etc”. (Ramelli, 2007, p. 19), es claro que, en el presente tales
temas se han ampliado en lo que corresponde a las relaciones entre Estados y entre estos
y las organizaciones internacionales, al punto de inferir en los distintos escenarios de la
vida de los individuos cuando quiera que se suscriban convenios internacionales. En
otras palabras, “Los tratados son instrumentos a través de los cuales los Estados y las
Organizaciones Internacionales contraen obligaciones y establecen reglas para
desarrollar sus relaciones políticas y comerciales” (García, 2005, p. 149). De allí que, el
control que ejerce la Corte sobre estos no solo sea un tema de relevancia para el derecho
constitucional, sino también para el derecho internacional público. . Es por esto que
Cerra (2001) sostiene que, “la gran evolución y estudio que ha tenido el tema del
Control de Constitucionalidad en Colombia se debe en gran parte a la jurisprudencia
producida por la nueva Corte Constitucional” (P. 166), pues desde su creación se le
otorgo el papel de garante y salvaguarda de la constitución.
Teniendo claro ese panorama, debe señalarse que el control de constitucionalidad de los
tratados internacionales desde luego corresponde a la Corte Constitucional, por
disposición del numeral 10 del artículo 241 de la propia constitución nacional. Esta
tarea implica una responsabilidad mayúscula para la corporación, debido a que
Así las cosas, de seguido se presentará la caracterización del control constitucional que
en el país se ejerce sobre los tratados internacionales, atendiendo a aspectos como la
temporalidad en que se realiza (previo o posterior a la voluntad expresada
internacionalmente); la forma en cómo se pone en acción (automático o rogado); el
modo en el que se realiza el control (abstracto o concreto); y si corresponde a un
ejercicio de participación ciudadana o no.
Dicho de otro modo, lo que se busca es que un cuerpo normativo internacional, que
pretende surtir los efectos de una ley y en algunos casos estar al nivel de la
Constitución, no lo haga sin que antes haya habido un juicio de constitucionalidad; pero
además, se encamina a garantizar la posibilidad de que el Estado pueda cumplir con sus
obligaciones dentro del derecho internacional público, como por ejemplo, en lo que
refiere al principio de pacta sunt servanda o el cumplimiento de las obligaciones
acordadas.
La idea está detrás de este control automático y previo, es que con esto se logra
estabilidad jurídica, pues evita que con posterioridad a este ejercicio que realiza la
Corte, se puedan interponer alguna otra acción de inconstitucionalidad, lo cual resulta
discutible y será abordado en un acápite posterior. Hay que tener en cuenta, que este
control se realiza frente a todos los convenios internacionales, sin importar su extensión,
complejidad o materia, lo que a su vez también presenta algunos inconvenientes.
Los tratados creadores de derechos, también conocidos como legisladores, son “aquellos
cuyo contenido está compuesto de normas generales y abstractas, mientras que los
tratados contractuales se limitan a la regulación de obligaciones bilaterales” (Dondé,
2013, p.20). Entre los primeros puede citarse como ejemplo, la Convención sobre los
Derechos del Niño, y el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y políticos, y entre
los segundos, los Tratados de Libre Comercio.
Estas restricciones tienen que ver con el hecho de que quienes examinan estos
instrumentos son Magistrados, que a pesar de ser doctos en derecho, no siempre se
encuentran lo suficientemente calificados para poder comprender a profundidad los
efectos de las obligaciones que de ellos se derivan. Siguiendo con la referencia a los
TLC, estos involucran en su mayoría, “la concesión de preferencias arancelarias mutuas
o la reducción de barreras no arancelarias sobre determinados productos” (MINCETUR,
2011), decisiones estas que entrañan asuntos macroeconómicos y comerciales
específicos, que requerirían de la instrucción de profesionales en economía, cuyo
discernimiento podría dar luces a dichos funcionarios, sobre la conformidad o no de
aquellas con las disposiciones constitucionales relativas a estos temas y en general, con
la integridad del texto constitucional.
Asimismo, tal como existen algunos tratados que por las materias que regulan, suponen
ejercicios de alta complejidad para los funcionarios a quienes se les encarga la revisión
de su constitucionalidad, hay otros tratados que el gobierno colombiano suscribe, cuyo
contenido no representa ningún reparo de inconstitucionalidad. Este es el caso de varios
de los acuerdos de cooperación internacional, que señalan compromisos respecto de
algunas materias tales como la democracia, la lucha contra la corrupción, la hermandad
entre las naciones, la lucha contra la discriminación por motivos de género o raza y la
protección del ambiente, etc.
Otra de las dificultades con las que se enfrenta la Corte Constitucional al realizar el
control de constitucionalidad sobre los tratados internacionales que el Estado
colombiano suscribe, es la notoria extensión de los textos que conforman estos
instrumentos, en contraste con el término con el que cuentan los magistrados para
decidir acerca de su constitucionalidad.
En efecto, el Decreto 2067 del año 1991, establece que la Corporación dispone de 60
días para adoptar una decisión acerca de la constitucionalidad de una norma, sin señalar
ningún tipo de distinciones en atención al tipo de norma bajo examen, o respecto del
tipo de control que se efectúe -automático o rogado-. Dicho término comienza a correr
después de vencidos los 30 días que tiene el Magistrado sustanciador para presentar el
proyecto de sentencia a la Corte.
Ahora bien, si se piensa en que muchos de los tratados que celebra el Estado
colombiano, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos -que
tiene veintitrés capítulos, más anexos-, resultan bastante extensos, podría suponerse que
lo adecuado sería que, pueda disponerse de un periodo congruente para su revisión. Sin
embargo, dicha situación de ningún modo se traduce en una ampliación del término que
tiene la corporación para pronunciarse sobre la conformidad de una ley con la
Constitución nacional, ni siquiera cuando aunado a la extensión de estos tratados, las
materias a las que aluden entrañan conocimientos especializados, lo que agregaría
complejidad a la tarea.
También es necesario evidenciar que durante los 60 días con los que cuenta la Corte
para desarrollar el control constitucional, los magistrados no tienen una “dedicación
exclusiva” al examen del tratado respectivo, por lo que el tiempo que se destina al
estudio formal y material de su contenido, en la práctica termina siendo menor.
Cuando la Corte decide definitivamente sobre los tratados internacionales y sus leyes
aprobatorias, las sentencias que se profieren en estos casos tienen efectos de cosa
juzgada formal y material. Esto implica que tal situación jurídica ya ha sido resuelta, lo
en consecuencia quiere decir que, no puede volver a ser revisada por la corporación, y
que no se puede formular cargos específicos por vía de la acción pública de
inconstitucionalidad. En otras palabras,
Para finalizar, en lo que respecta a la última de las limitaciones expuestas, que alude a la
idea de la imposibilidad de volver a pronunciarse con posterioridad sobre los tratados
una vez efectuado el control, y el examen de todas las posibles “inconstitucionalidades”
de los tratados, el reto que se le presenta al Tribunal constitucional colombiano es
precisamente, lograr detectar todos aquellos puntos problemáticos que el contenido de
aquellos suponga, y hacerlo de tal modo, que con seguridad no resulten indispensables
revisiones ulteriores. En este sentido, podría proponerse que el control continúe siendo
previo, pero que se abra la posibilidad a que también pueda ser rogado, para que sean
los propios ciudadanos quienes propongan cargos puntuales de inconstitucionalidad, y
quienes puedan advertir las probables incompatibilidades del contenido de estos tratados
con la ley superior, presentando su propia argumentación
Conclusiones:
Aquel control que se realiza sobre los tratados internacionales y sobre sus leyes
aprobatorias, tiene como características el de ser previo, automático e integral. Esto
significa que se realiza con anterioridad al canje de notas de ratificación que hace el
Gobierno para su entrada en vigor, pero que además, se adelanta de manera oficiosa, y
en todos los casos, cuando éste pone en conocimiento tanto la ley aprobatoria, como el
convenio internacional en manos de la Corte Constitucional para que ésta se pronuncie
sobre la exequibilidad o inconstitucionalidad del mismo en forma integral. De igual
forma, cuando la Corporación, en sentencia, se pronuncia de manera definitiva, dicha
decisión tiene efectos de cosa juzgada formal y material.
La segunda limitación, es que los términos para decidir sobre la constitucionalidad son
los mismos en todos los casos, ello no tiene en cuenta que los algunos tratados
internacionales son más complejos y extensos que otros, y que necesitan de mayor
cuidado y atención. Además de estas dos, está el hecho de que al ser un ejercicio previo
y automático, y que la decisión tiene efectos de cosa juzgada, no hay posibilidad para
que de manera posterior a la sentencia, se adelanten cargos específicos por vía de la
acción pública de inconstitucionalidad, en caso en que se crea que se está vulnerando
una disposición del orden constitucional, lo que reduce la participación ciudadana, a la
mera intervención en el momento en el que se realice el control.
La Corte entonces, debe afrontar varios retos para lograr realizar un adecuado control de
constitucionalidad sobre los tratados internacionales -y sus leyes aprobatorias-. Uno de
ellos, es que pueda contarse con la posibilidad de tener a su disposición profesionales
capacitados, que guíen a profundidad a los magistrados a quienes corresponde llevar a
cabo esta actividad, cuando se trate de tratados que contengan lenguaje y conocimientos
técnicos y/o especializados, para que se comprendan adecuadamente los efectos de las
obligaciones y compromisos que de ellos emanan. La corporación también debe
disponer de un tiempo razonable y consecuente con la amplitud de los tratados, de modo
tal que cuando se trate de tratados de una extensión considerable, se amplíe el lapso en
el que pueda hacerse el análisis. Por último, asiste a la Corte el desafío de hacer este
control mucho más participativo de los ciudadanos, previendo la eventualidad de que se
examine la constitucionalidad material de los tratados a través de la acción pública de
inconstitucionalidad, ejercida de manera previa.
Referencias bibliográficas