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EL ECOSISTEMA SUBTERRÁNEO.

CONSERVACIÓN Y
PROTECCIÓN DE LAS CAVIDADES ANDALUZAS.
Por Juan Mayoral Valsera

EL ECOSISTEMA SUBTERRÁNEO.

Las cavidades son ecosistemas extremadamente sensibles, además de singulares


y de gran valor en su interrelación con el exterior. Por ello es necesario impedir toda
alteración o destrucción de este medio, sabiendo de antemano que cualquier actuación
directa o indirecta sobre el ecosistema subterráneo provocará en mayor o menor medida
algún tipo de deterioro o contaminación. Es un ecosistema tan complejo como el
exterior, y su configuración es como un “mosaico de microhábitats”, un auténtico
entramado del que sólo conocemos una pequeña parte accesible. (CAMACHO, 1998).
Al estudiar este particular ecosistema, tendremos en cuenta los factores abióticos
(temperatura, humedad, ausencia de luz, concentración de gases en el aire, etc.), los
bióticos (cadenas tróficas) y los biogeográficos.

Habrá que diferenciar entre las zonas de entrada a las cavidades, las galerías
cercanas a las entradas, y las zonas más alejadas y profundas. En este aspecto, algunos
autores establecen una zonación de las cavidades que considera cuatro ambientes: 1º
superficie y zona transicional; 2º: zona de penumbra; 3º: zona ventilada; 4º: zona
profunda de aire en calma. También habrá que tener en cuenta la existencia de más de
una entrada, las dimensiones de las galerías y pozos, las direcciones de las galerías, los
tipos de roca que conforman la cavidad, la presencia de cauces permanentes o
estacionales, el goteo, el arrastre de nutrientes, la altitud, el sustrato de cobertura y la
vegetación exterior, la climatología exterior, etc. Estos y muchos otros factores van a
influir en mayor o menor grado en el ecosistema subterráneo. Encontraremos en las
zonas más externas animales troglóxenos: troglófilos e invertebrados higrófilos y
lucífugos a más profundidad, y finalmente troglobios en las galerías y zonas más
profundas. Del origen, los procesos evolutivos y las adaptaciones de la fauna
cavernícola existen diversas hipótesis, en muchas ocasiones contrapuestas. De la flora
que se desarrolla en los ambientes más externos de la cavidad, donde llega la luz en
mayor o menor grado, hay que decir que representa una importante reserva ecológica
porque muchas veces incluye especies ya desaparecidas en el entorno exterior, sobre
todo en regiones de poca humedad ambiental (como el clima mediterráneo). En estas
zonas externas de las cavidades, la presencia de luz y la abundante humedad propician
la supervivencia de plantas que presentan algunas adaptaciones a este especial medio:
fototropismo positivo (crecimiento en dirección a la luz) y enanismo (simplificación del
aparato vegetativo). El equilibrio entre luz, temperatura y humedad que se da de forma
especial en la entrada a las cavidades, hace que allí se hayan conservado especies
vegetales que en el exterior no han podido perdurar (HERRERO-BORGOÑÓN, 2003).
En las zonas vadosas y más profundas de las cavidades es frecuente encontrar
una concentración de CO2 del 10% en volumen, como resultado del proceso de
disolución de la roca. En zonas con poca ventilación, esta concentración puede ser
superior, sobre todo si existen restos orgánicos procedentes del exterior o guano, ya que
la fermentación de estas materias produce éste y otros gases. En cuevas de zonas
tropicales, las altas temperaturas provocan también la producción de amoníaco y gases
nitrogenados.

También en las zonas profundas, se concentran gases radiactivos como el radón,


producido por la descomposición de las rocas karstificables, siempre y cuando no exista
suficiente ventilación. El grado de esta concentración del gas en el aire es considerado
nocivo, pero el relativamente poco tiempo de permanencia de los espeleólogos en las
zonas profundas de las cavidades minimiza el efecto de la radiactividad sobre la salud
de los mismos. Por otra parte, la ionización del aire que provoca, puede dar lugar a
hidroaerosoles y aerosoles sólidos autóctonos que llegan a ser la causa de precipitados
diversos de espeleotemas tipo coraloides y excéntricas. Dependiendo de las
características de cada cavidad, se producirán concreciones, precipitados o espeleotemas
de tipologías muy distintas, con unos procesos variables en su velocidad, volumen,
coloración, cristalización, etc., y también procesos de disolución, abrasión,
hundimientos, colmatación, etc. que irán alterando el ecosistema de forma gradual o
acelerada, y configurando la cavidad en un proceso tremendamente complejo en el que
intervienen muchísimos factores. En casos excepcionales, se dan procesos de
espeleogénesis en los que intervienen producciones naturales de ácidos corrosivos, o de
presencia de minerales inusuales en el medio kárstico (GALÁN, 2002). En los procesos
de disolución y precipitación pueden llegar a participar, además, microbios, bacterias y
enzimas.

Los espeleotemas que encontramos en las cavidades pueden ser indicadores


paleoclimáticos indirectos, pues la velocidad de crecimiento –que está en función de las
condiciones climáticas de cada época- queda reflejada en los anillos y las coladas
estalagmíticas. Esto aporta una importante información científica, pues permite datar
mediante sistemas diversos (análisis Uranio-Torio de espectrometría de masas o
Carbono-14 en determinados casos) una cronología de los eventos en la génesis y
conformación de las cavidades, así como informar sobre el paleoclima (GENTY et al.
2004). También son las cuevas una extraordinaria fuente de datos sobre paleobiología,
pues en sus sedimentos y fisuras es posible encontrar fósiles de vertebrados en excelente
grado de conservación (SIMMS, 1994). Entre otros muchos ejemplos, podríamos citar
la cueva de La Sima, en la Sierra Norte de Sevilla, en la que aparecieron restos óseos de
hiena manchada (Crocuta ef. Crocuta) y abundantes coprolitos (RODRÍGUEZ et al.
2003).

La cadena trófica que tiene lugar en la cavidad depende generalmente de la


materia orgánica procedente del exterior, y que es aportada por los quirópteros, las
corrientes de agua y de aire, los animales que la utilizan o los que caen accidentalmente,
etc. Pero también existen cavidades en las que esta cadena está más desconectada del
exterior, permaneciendo casi aislada en su desarrollo evolutivo, como por ejemplo la
Cueva de la Movile, en Rumanía, en la que existe una variada muestra de troglobios en
una zona donde no existe más del 5% de óxigeno. Allí, unas bacterias se encargan de
descomponer el sulfuro de hidrógeno y generar alimento para protozoos y hongos que a
su vez son el nutriente de nematodos y colembolos. Éstos alimentan arácnidos,
crustáceos y coleópteros. En estas cavidades los procesos tróficos son muy distintos a
los del exterior, pues no existen aportes orgánicos de la superficie (NORTHUP, 2001).
En otras cavidades también se han estudiado procesos similares en bacterias que utilizan
sistemas litotrópicos para fijar los gases atmosféricos (BARTON et al, 2004). En este
tipo de cavidades hipogénicas es posible encontrar concentraciones inusuales de CO2
(anhídrido carbónico), SH2 (sulfuro de hidrógeno), Rn (radón) y CH4 (metano), así
como fenómenos de termalismo que determinan muchos procesos de
disolución/concreción (FORTI et al. 2002).

Existen muchas “ventanas” de conexión que interrelacionan interior y exterior, y


casi el único elemento en común que existe en este aspecto entre las diversas cavidades
y las zonas de una misma cavidad es la oscuridad total. En esta cadena trófica, la
producción primaria la llevan a cabo las bacterias quimioautótrofas. Pero el concepto
del medio subterráneo como un ecosistema aislado, estático, uniforme y relicto, está
superado. Sabemos que los cambios exteriores llegan al mundo epigeo de forma más o
menos atenuada y con un retraso cierto, pero también se puede hablar de los ciclos
estacionales y de influencia de aspectos meteóricos y biológicos externos. Además, los
grupos animales del exterior están representados de alguna manera en los cavernícolas:
moluscos, anfibios, crustáceos, insectos, etc., aunque a veces en proporciones ínfimas
en cuanto a número de sujetos, que ocupan un espacio habitable tridimensional
enormemente complejo y variado en sus condiciones. Es relativamente frecuente que los
espeleólogos encuentren en sus visitas a las cuevas ejemplares de arañas, sapos,
salamandras cavernícolas, etc., así como pequeños crustáceos despigmentados en zonas
profundas. Estos animales tienen una gran importancia en el mantenimiento del
equilibrio ecológico, y hay que tratar de molestarlos lo menos posible (DAVIC, 2004).

La ausencia de luz condiciona la existencia de organismos que no realizan la


fotosíntesis (bacterias y hongos), y además la cantidad de nutrientes es muy escasa y
está desigualmente repartida, lo que implicará una notable especialización y unas
características propias de los animales cavernícolas, como se explica en el capítulo
correspondiente a biospeleología. En este ambiente sin luz, las bacterias
quimioautótrofas, como Ferrobacteria, Thiobacteria y bacterias nitrificantes pueden
llegar a sintetizar vitaminas, oligoelementos y factores de crecimiento. También serán
invertebrados los dotados de quimioreceptores o vertebrados dotados de ecolocalización
los que puedan superar esta barrera de oscuridad.

Un condicionante del ecosistema subterráneo es la relativa falta de oxígeno y


concentración de dióxido de carbono y otros gases procedentes de la descomposición
orgánica y de la disolución/concreción de las rocas. Por otro lado, la saturación de
humedad (100% de humedad relativa) y la condensación, lleva a los troglobios a
desarrollar un sistema de equilibrio hídrico e intercambio gaseoso similar al de los
animales acuáticos, sistema que también ha de adaptarse a la desecación que producen
las corrientes de aire; pequeñas variaciones higrométricas pueden llegar provocar la
muerte por deshidratación de estos animales (SANAHUJA, 2002).

El ecosistema subterráneo presenta –por tanto- una serie de “anomalías” y


dificultades si lo comparamos con el superficial: escasos y dispersos recursos tróficos,
territorio laberíntico y tridimensional, ambiente de radiactividad superior, saturación de
gases no respirables y falta de oxígeno, falta de luz, etc. Pero la vida está presente en
estas condiciones extremas, y hay infinidad de animales cavernícolas adaptados a las
mismas y dependientes de su permanencia y estabilidad. Estas condiciones son alteradas
principalmente por la contaminación y por la presencia humana en las cavidades.

Los contaminantes de las cavidades son: abonos, hidrocarburos, resíduos


industriales y urbanos, plaguicidas, aguas fecales, y –en general- cualquier sustancia
extraña al medio subterráneo. De forma especial, encontramos en las cuevas restos de
carburo, pilas, plásticos, papeles y latas. Pensemos que tres pilas pueden contener 1 g de
mercurio, suficiente para contaminar un millón de litros de agua potable.

También las filtraciones de las redes de alcantarillado son una fuente de


contaminación en las poblaciones asentadas sobre zonas kársticas. En contra de la
creencia común, el karst no filtra el agua (cosa que sí ocurre en otros tipos de terrenos),
por lo que las surgencias o resurgencias kársticas mantendrán la contaminación inicial
del agua además de la provocada por los restos –animales o no- que encuentre a su paso.
La importancia de las aguas subterráneas a nivel ecológico está poníendose cada vez
más de relieve, pues regulan las oscilaciones del ciclo del agua, conforman una reserva
vital para muchas zonas, mantienen la biodiversidad, capturan y transportas sedimentos
y nutrientes, etc. Y en las zonas kársticas la comunicación entre aguas superficiales y
subterráneas es rápida (a veces inmediata), con lo que aumenta más –si cabe- el valor
ecológico de éstas (MADERO, 2002; VESELIC, 2003). Además, el peligro de
contaminación de aguas subterráneas de las zonas kársticas es mucho mayor que en las
zonas no kársticas, donde existen mayores zonas de cobertura superficial protectora. La
infiltración y conducción es mucho más rápida en el karst, y la forma de controlar la
calidad de las aguas en las surgencias o resurgencias de estas zonas es mediante una
monitorización contínua, pues la imprevisibilidad de las precipitaciones y/o vertidos
contaminantes hace que las fluctuaciones de los parámetros de potabilidad de las aguas
varíen ampliamente. De ahí la necesidad de restringir o prohibir aquellas actividades
que puedan contaminar los acuíferos kársticos (mantenimiento de concentraciones de
ganado en poljes o junto a sumideros, cultivos “no ecológicos” en zonas elevadas
respecto a surgencias relacionadas con ellas, etc.), así como realizar campañas de
concienciación al respecto en aquellas poblaciones asentadas en medios kársticos
(KAÇAROGLU, 1996).

Las particularidades de la hidrogeología en el medio kárstico provoca una serie


de dificultades para su estudio, requiriendo métodos de estudio distintos a los
tradicionales para la identificación de los elementos del sistema, su caracterización,
funcionamiento y evaluación. Se utilizan trazadores, quimiogramas, ensayos de
bombeo, estudio de curvas de recesión, etc., detectando la vulnerabilidad intrínseca y
específica de las aguas subterráneas ante los contaminantes. Un ecosistema tan
complejo como el subterráneo requiere el mayor esfuerzo en su conocimiento antes de
realizar cualquier actuación sobre su cauces o reservas hidrológicas, y de forma
particular la excavación de pozos y captación de aguas subterráneas (ANTIGÜEDAD,
2000).

La entrada del hombre en las cavidades altera su equilibrio ecológico,


especialmente las condiciones de temperatura y humedad, dañando a los animales
cavernícolas y acelerando procesos de descomposición. Numerosas cuevas que
estuvieron abiertas al turismo, debieron ser cerradas imperiosamente, ya que se ha
comprobado que en unos pocos años se estaba provocando mucha más alteración que en
los miles de permanencia en sus paredes de las pinturas rupestres. Buen ejemplo de ello
son Altamira o Lascaux, y probablemente la prudencia llevará a cerrar muchas otras que
reciben miles de visitantes diarios y que están degradándose a pasos agigantados… pero
el interés económico suele prevalecer sobre otros en la sociedad actual. Numerosos
estudios demuestran el impacto ambiental que producen las visitas más o menos
masivas a las cavidades, pues cada visita es una energía extra que produce alteraciones
bióticas y climáticas. Se hace necesario en estos casos identificar el nivel de
desestabilización, para arbitrar unos límites en cuanto a número de visitas, iluminación,
etc. que permitan mantener los parámetros correspondientes dentro de un rango
aceptable (MANGIN, et al. 1999). Asimismo, las zonas kársticas son en conjunto
sensibles a los cambios introducidos por el ser humano, y antes de cualquier actuación
de cierta envergadura en el medio kárstico (canteras, túneles, carreteras, presas,
construcciones, pozos, caminos, etc.) es preciso que los especialistas evalúen sus
posibles efectos sobre el conjunto (VENI, 1999).

Se ha comprobado, por ejemplo, el nocivo efecto que la modificación de la


entrada o de alguna galería de una cavidad produce en las condiciones térmicas de la
misma, y a su vez el efecto sobre las colonias de murciélagos, que sienten en su masa
corporal unas condiciones anómalas o infrecuentes que aumentan su mortalidad durante
los periodos de hibernación (RICHTER, et al. 1993). Todas las especies de murciélagos
existentes en Andalucía están incluidas en el Catálogo Nacional de Especies
Amenazadas; además, las especies cavernícolas figuran en el Anexo II de la Directiva
Hábitats de la Unión Europea. Más de la mitad de las colonias importantes de
murciélagos en nuestra Comunidad Autónoma están amenazadas, y una de las muchas
amenazas es precisamente la realización de visitas a sus refugios, que en algunos casos
pueden desaparecer como tales. Y de la disponibilidad de esos refugios depende la
abundancia o supervivencia de los quirópteros. (MIGENS, et. al. 2000).

También puede ser no sólo nociva, sino letal, la exposición a la luz para algunas
especies cavernícolas, lo cual también evidencia la fragilidad del ecosistema
subterráneo, adaptado a unas condiciones que han permanecido inalteradas durante
milenios o incluso millones de años. (MAGUIRE, 1960)

Las condiciones de temperatura, humedad, ausencia de luz, ausencia de la


mayoría de la radiación electromagnética, ciclos y corrientes de aire, etc., propician no
sólo una entomofauna especial, sino también la existencia de ciertos animales troglobios
espectacularmente raros (p.e. el Proteus anginus) en su forma y en su relación con el
medio, así como ser el depósito que atesora milenarios testimonios del pasado de
nuestro planeta y de la propia humanidad (BURNEY, et al. 1997).

EL PATRIMONIO SUBTERRÁNEO. HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS.

No es raro que los espeleólogos, en el transcurso de sus exploraciones, encuentren


restos arqueológicos: industria lítica, cerámica, pinturas, grabados, inscripciones,
enterramientos, etc. Las especiales condiciones de las cuevas favorecen estos hallazgos,
y es bien conocido el papel de los espeleólogos en hallazgos importantes durante las
últimas décadas.

Como se ha visto en el capítulo correspondiente, las condiciones que se dan en las


cavidades han propiciado diversos usos por parte del hombre desde la más remota
antigüedad: lugares de refugio, de enterramiento, de culto, etc., y por eso no es raro
encontrar en ellas utensilios de sílex o de hueso, ajuares funerarios, etc. Ya en épocas
históricas, casi desaparece el uso de esas cavidades por parte del hombre, que se
organiza en sociedades muy distintas y con hábitos culturales también diferentes. Se
abandonan las “cuevas-santuario”, se olvidan los antiguos cultos y rituales mágicos, y
también dejan de ser lugar de habitación, siendo más bien refugios esporádicos o
lugares para la guarda del ganado.

En Andalucía, destacan entre las cuevas con importantes restos arqueológicos:


Cueva de La Pileta (Benaoján, Málaga), Cueva Ambrosio (Vélez Blanco, Almería),
Cuevas de Parralejo y Motillas (Jerez de la Frontera – Cortes de la Frontera, Cádiz y
Málaga), Cuevas de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla), Cueva de los Murciélagos
(Zueros, Córdoba), Complejo de la Carigüela (Píñar, Granada), Cueva de Nerja (Nerja,
Málaga), etc. Pero hay muchísimas otras cavidades con restos arqueológicos en mayor
o menor grado, y que no siempre están protegidas debidamente. Muchas veces, la mejor
protección es –hay que confesarlo- su desconocimiento. Divulgar la existencia de una
hermosa cavidad o publicar el descubrimiento de tal o cual resto arqueológico, atrae
inevitablemente a una serie de vándalos y expoliadores; por ello se hace preceptivo
mantener en secreto un descubrimiento de esta índole, y dar cuenta de ello
inmediatamente a las autoridades y a los profesionales de la arqueología para que se
tomen las medidas urgentes necesarias. En todo caso, no ir divulgando los
descubrimientos, porque la simple presencia de las personas en las inmediaciones de un
yacimiento puede alterar sus condiciones y borrar para siempre huellas que sólo los
especialistas pueden recuperar para la historia de la humanidad.

Por desgracia, también hemos podido constatar el daño que al patrimonio


arqueológico han hecho algunos “aventureros”, “buscatesoros” o incluso
bienintencionados espeleólogos sin la preparación adecuada. Pero sería un error
considerar que los espeleólogos son expoliadores de yacimientos arqueológicos; todo lo
contrario: la inmensa mayoría son respetuosos con estos restos, y una serie de pautas a
seguir puede ayudar a mejorar esta actitud. Exponemos algunas de ellas a continuación,
conscientes de que no agotamos –casi ni esbozamos- aquí el tema, que requiere una
preparación idónea, como los cursos impartidos por arqueólogos profesionales en el
ámbito federativo. Igualmente, la parte de “Presencia humana en cavidades” es materia
de estudio en los cursos de iniciación a la espeleología.

1. No tocar las paredes donde aparezcan signos de grabados, “grafitti” o pinturas. No


acercarse demasiado, y sobre todo no acercar la llama de carburo a la pared.
2. No realizar excavaciones, si no es con los permisos correspondientes y guiados por
arqueólogos profesionales. Sacar un resto arqueológico de su contexto, es hacer
que pierda gran parte de su valor científico.
3. Tener en cuenta que todo resto arqueológico es Patrimonio Histórico y bien
común, y por tanto no debe ser considerado propiedad personal de quien lo
encuentra. Es obligación dar cuenta del hallazgo y/o entregarlo a las autoridades,
comúnmente la Delegación Provincial de Cultura y Medio Ambiente.
4. No alterar los sedimentos que puedan ser “fértiles” arqueológicamente, marcando
caminos específicos que impidan un pisoteo indiscriminado de los suelos de la
cavidad.
5. Según el tipo de restos encontrados, habrá que proceder de una forma diferente:
a. - Restos faunísticos. Realizar una descripción detallada de la ubicación del
hallazgo; fotografía; recogida de un testimonio pequeño y significativo
(pieza dentaria, falange, etc) y ponerse en contacto con el paleontólogo. No
recoger todos los restos del animal.
b. - Evidencias etnográficas. Descripción detallada de la ubicación del
hallazgo; fotografía y croquis; recogida de una pequeña muestra del
testimonio (madera, metal, cerámica, etc); ponerse en contacto con un
etnógrafo o arqueólogo. No alterar la disposición de los restos; ni recoger
todos los restos visibles.
c. - Restos arqueológicos en superficie. Como en los casos anteriores,
descripción detallada de la cavidad (catalogación), con ubicación en planta
de los hallazgos; fotografía y croquis de la disposición de los mismos; en
caso de que peligre la conservación de los restos, recoger una pequeña
evidencia, significativa del conjunto, apuntando su ubicación en el croquis;
ponerse en contacto con un arqueólogo. No alterar la disposición de los
restos ni recoger todos los restos arqueológicosvisibles. No excavar en el
sedimento, buscando más restos. No dejar pasar mucho tiempo antes de
contactar con el especialista.
d. - Restos arqueológicos en estratigrafía. Descripción detallada de la
cavidad (catalogación), con ubicación en planta de los hallazgos; fotografía
y croquis del corte donde se ubiquen los materiales; ponerse en contacto
con un arqueólogo. No recoger ningún tipo de resto arqueológico ni
excavar en el sedimento, buscando más restos. No dejar pasar mucho
tiempo antes de contactar con el especialista.
e. - Arte rupestre. Fotografía de la primera figura localizada; salir de la
cavidad sobre los propios pasos y detallar exactamente los datos de
identificación de la cueva; absoluta discreción por parte de los autores del
hallazgo; ponerse en contacto urgentemente (a ser posible, el mismo día)
con un arqueólogo o institución competente en el tema y entregarle todo el
material disponible. En ningún caso continuar la exploración o buscar otra
figuras (se pueden deteriorar distintas evidencias); no alterar el entorno de
las figuras, ni caminar en sus inmediaciones o recoger ningún tipo de
evidencia, arqueológica o natural; no tocar las paredes o el techo, se
perciban o no decoraciones (pintura o grabados) en las mismas; no esperar
más de 24 horas para contactar con los especialistas.
f. - Improntas humanas. Fotografía de la primera impronta localizada;
emplear toda la iluminación disponible para salir de la cavidad sin destruir
otras evidencias, sobre los propios pasos; absoluta discreción por parte de
los autores del hallazgo; ponerse en contacto urgentemente (a ser posible, el
mismo día) con un arqueólogo o institución competente en el tema. No
continuar la exploración o buscar otras improntas ni alterar el entorno de
las improntas, caminar por sus inmediaciones o recoger ningún tipo de
evidencia, arqueológica o natural; no tocar las paredes o el techo. No
esperar más de 24 horas para contactar con los especialistas.

Se aconseja siempre realizar una fotografía del hallazgo, volver sobre los
propios pasos con cuidado de no modificar nada y comunicarlo urgentemente a los
especialistas, guardando gran discreción sobre el hallazgo, aunque se piense que no es
muy importante. Esto lo decidirán los especialistas, tras el estudio pertinente.
(ARRIZABALAGA, 1992).
Es recomendable contar con una pequeña muestra de los materiales, un simple
hueso o un fragmento de cerámica por ejemplo, que servirá al especialista para valorar
la importancia arqueológica de los mismos.

Siempre se recomienda realizar un croquis lo más detallado posible de la


cavidad y descripción de la zona donde se ha realizado el hallazgo, con la localización
precisa de la entrada a la cavidad. Si es posible, indicación de las coordenadas UTM de
la misma.

Solamente cuando los especialistas han realizado el estudio correspondiente, se


puede proceder -si lo estiman necesario- al posible cierre de la cavidad o las galerías
afectadas, y siempre tras las autorizaciones y procedimientos pertinentes. Los
descubridores no deben llevar a cabo iniciativas que alteren el estado original del
yacimiento. En todo caso, de la colaboración entre el arqueólogo y el espeleólogo no
debe deducirse una pérdida del mérito y el reconocimiento debido a los autores del
hallazgo.

Evidentemente, la recolección de materiales (piezas de sílex, hachas de piedra,


etc.) encontrados a lo largo de nuestras exploraciones es algo que ni tiene sentido ni
utilidad: es más lógico dejarlo todo tal cual se encuentra, y sólo en el caso de que un
hallazgo peligre por encontrarse en zona de posible paso de otros espeleólogos se hace
recomendable protegerlo, entregándolo a los arqueólogos expertos o a las autoridades
competentes, que en nuestro caso son las Delegaciones Provinciales de la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía. Nunca debe considerarse «propiedad privada» un
hallazgo, por el hecho de haberlo encontrado uno mismo; antes bien, debe entenderse
que cualquier resto con valor arqueológico que encontremos en una cavidad es un
patrimonio cultural de la Humanidad en general y de nuestra Comunidad en particular.
Por lo tanto, el primer paso ha de ser entregar estos hallazgos a las autoridades
competentes, y no caer en el error de coleccionar en casa restos arqueológicos.
Normalmente, cuando se entrega un objeto con valor arqueológico a los especialistas,
éstos realizan un acta de recepción que entregan al donante, con indicación de los datos
de interés para que conste en dicho documento. De esta forma, el espeleólogo siente
reconocida su labor, además de aportar elementos culturales de valor que van a estar
bajo la protección y responsabilidad de las autoridades, y de los que se va a beneficiar el
conjunto de la sociedad, porque muchas veces estos restos serán expuestos en los
Museos Públicos.

Siguiendo estos sencillos consejos, podremos colaborar no sólo en la conservación de


nuestro patrimonio arqueológico, sino en su aumento progresivo y en evitar la pérdida
de la valiosísima riqueza e información que guardan, como auténticos tesoros, las
cuevas.

Afortunadamente, una cada vez mayor integración de los espeleólogos en los equipos
de investigación arqueológica en cavidades, está dando magníficos frutos de
colaboración. Este es el camino que marcamos para el futuro, y buena prueba de ello
son los resultados obtenidos por la colaboración de espeleólogos andaluces en las
excavaciones de Atapuerca (Burgos), Gibraltar, Zuheros (Córdoba), etc.

En resumidas cuentas, los espeleólogos deberán:


- Denunciar las actuaciones clandestinas en las cavidades.
- Comunicar a las autoridades todo hallazgo arqueológico de interés.
- Colaborar con los arqueólogos en las labores de exploración e investigación.
- Depositar los objetos con valor arqueológico que no hayan podido ser dejados
en la cavidad (por ejemplo, por encontrarse en lugar de paso y correr peligro), en
las instituciones adecuadas (Museo o depósito arqueológico correspondiente).

NORMAS DE PROTECCIÓN DE LAS CAVIDADES:

La protección y conservación de las cavidades es un tema que apenas suele


ocupar algunas páginas –si lo hace- al final de la mayoría de las publicaciones
espeleológicas. Se trata de una especie de formulario que hay que cumplimentar para
que se note que también nos importan los aspectos medioambientales subterráneos. Y
son pocas las Administraciones públicas que dedican verdadero interés y esfuerzo a este
aspecto, pues su repercusión no se hace patente ni a corto plazo ni de forma
espectacular. Más bien, los esfuerzos de protección y conservación del medio
subterráneo son anónimos, nutridos del trabajo de voluntarios que saben que sólo la
naturaleza agradecerá su labor. Algunos grupos espeleológicos y algunas
Administraciones pioneras en este aspecto, son la punta de lanza que quiere detener el
proceso acelerado de degradación de las cuevas y simas. Hace falta dar a este tema la
importancia que tiene, dedicar a la protección y conservación de cavidades todo el
esfuerzo y todos los recursos que sean necesarios, pues la mayoría de los procesos de
degradación son irreversibles, y el valor científico, ecológico, arqueológico, etc. que se
llega a perder, en el futuro ya no se podrá recuperar. Ni la contaminación de los
acuíferos kársticos, ni el expolio de un yacimiento arqueológico, ni la esquilmación de
una especie cavernícola o troglófila, podrán ya solucionarse de forma plena, sino tan
sólo tratar de paliar sus efectos.

El comportamiento del espeleólogo debe conciliar los intereses de la


exploración, la seguridad propia y del grupo, y la protección de los valores ecológicos y
de posibles o evidentes restos arqueológicos. Debe observar cuidadosamente el medio
subterráneo, apreciar lo que encuentra a su paso, prever las consecuencias de sus
movimientos. No basta con limitarse a tomar fotos y no romper las formaciones; debe
esforzarse en dejar el mínimo posible de huellas a su paso, y ya que no es posible anular
el daño que la presencia humana produce en el ecosistema subterráneo, al menos hay
que tratar de minimizarlo.

La teoría del riesgo asumible, que lleva a explorar nuevas cavidades y descubrir
espacios que nunca han sido hollados por el pié humano, no se contradice con una
actitud de respeto y protección a los ecosistemas subterráneos, pero necesita
implementarse de una actitud y unos conocimientos básicos para llegar a ese mínimo
impacto ambiental. La actitud de los primeros espeleólogos, a finales del siglo XIX, es
bien distinta de la presente; hoy suele existir en el colectivo espeleológico una actitud de
respeto al medio que rara vez se encontraba en el pasado. Por suerte, el desconocimiento
de las técnicas, los materiales y de la propia actividad espeleológica, ha mantenido un
régimen de visitas relativamente bajo a estas zonas kársticas; incluso –hasta no hace
mucho tiempo- se llegó a tildar de “locos” a los modernos espeleólogos, que
compaginan la faceta deportiva con la de exploradores y de auténticos ecologistas
prácticos.

Se han elaborado diversos “códigos” de comportamiento para los espeleólogos y


visitantes de las cavidades, tanto a fin de hacer de la actividad una práctica segura,
como respetuosa con el medio (HILDRETH-WERKER, 2000; BRITISH COLUMBIA
SPELEOLOGICAL SOCIETY, 2005; NATIONAL SPELEOLOGICAL SOCIETY,
2005). Nosotros hemos recogido algunas de las recomendaciones a tener en cuenta para
lograr este objetivo:

- No manchar las formaciones; sólo admirarlas desde una distancia prudencial.


- No tocar las formaciones. La grasa de la piel, el sudor y el barro manchan
irremediablemente estas “obras maestras” de la naturaleza..
- El material de exploración introducido en una cavidad (sacas, cuerdas,
mosquetones, monos, etc.) debe estar limpio para evitar introducir microbios
pertenecientes a otros ambientes.
- No fumar dentro de las cuevas.
- No arrastrarse entre formaciones ni caminar sobre suelos concrecionados con el
mono o las botas llenas de barro.
- No utilizar las concreciones como presas para progresar.
- La ropa de exploración, las manos, los pies, deben estar limpios para progresar
entre las concreciones sin dejar manchas. No dejar huellas de nuestro paso por
una cueva.
- Si es necesario, quitarse las botas o/y el mono para progresar sin manchar las
zonas concrecionadas. En caso necesario, usar monos desechables y una muda
de calzado limpio, trasportando la ropa y las botas embarradas en una saca
limpia.
- Balizar convenientemente las zonas delicadas o frágiles, con cinta o –
preferiblemente- con cordino de nylon, a nivel de las rodillas y de forma que no
esté atado a formaciones frágiles.
- Balizar también los depósitos sedimentarios, y los suelos concrecionados,
marcando un camino único que deberá ser respetado.
- No caminar sobre zonas donde puedan quedar las marcas de nuestras pisadas
(depósitos de guano, sedimento arcilloso, etc.).
- En caso necesario, proteger los suelos concrecionados con alfombras de plástico.
- Señalizar con pictogramas de advertencia aquellas zonas de la cavidad
especialmente frágiles o en las que se hace necesario evitar la progresión con
ropa manchada.
- Limpiar los lugares que hayáis ensuciado en la cavidad.
- El vandalismo de los que recolectan concreciones para su “colección” o para
comerciar, son síntomas de poca conciencia y nula sensibilidad ecológica. Igual
actitud se aprecia en quienes realizan pintadas en las cuevas, tanto en paredes
como en coladas, formaciones, etc.
- Al explorar nuevas galerías, evitar crear nuevas entradas y alterar las corrientes
de aire y el equilibrio de CO2.
- Tener presentes las recomendaciones para casos de hallazgos arqueológicos en
cavidades.
- No molestar a los animales cavernícolas con ruidos, olores, voces o
iluminaciones violentas. No tocarlos ni realizar recolecciones si no existe un
específico interés científico.
- Tener cuidado con las colonias de murciélagos. Informarse de sus ciclos de
hibernación, cría y reproducción, para provocarles las mínimas molestias.
Generalmente, durante los meses fríos están hibernando, y disponen de las
reservas de energía justas para sobrevivir hasta épocas más cálidas. Despertarlos,
puede suponerles la muerte. La esquilmación o desaparición de una colonia de
murciélagos también implica la desaparición de infinidad de guanófilos y
pequeños invertebrados que aprovechan los excrementos de los murciélagos
para sobrevivir.
- El descubridor de una cueva tiene la responsabilidad de tomar todas las medidas
de protección y conservación que sean necesarias: balizamiento, cerramiento,
etc.
- No colocar ni más ni menos anclajes (spits o parabolts) de los necesarios para
progresar con seguridad. Preferiblemente, que sean de gran calidad (inoxidables)
para no tener que reinstalar la cavidad en un corto plazo de tiempo.
- Cerrar debidamente y con el asesoramiento adecuado aquellas cavidades que
sean sensibles a las visitas masivas. Regular adecuadamente el acceso a dichas
cavidades. La principal preocupación ha de ser siempre la protección de la
cavidad, y no la posibilidad de la práctica espeleodeportiva o espeleoturística. El
cierre de una cavidad requiere un estudio adecuado de parámetros ambientales y
biológicos, colocando –en su caso- rejas que no impidan o dificulten el tránsito
de los quirópteros. Además de las cuevas turísticas, en Andalucía existen cierres
en cavidades con yacimientos arqueológicos o colonias de murciélagos: Cuevas
de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla), Los Covachos (Almadén de la Plata,
Sevilla), Sistema Motillas (Jerez de la Frontera, Cádiz y Cortes de la Frontera,
Málaga), Sima del Berrueco (Cortes de la Frontera, Málaga), La Carigüela
(Píñar, Granada), etc.
- Respetad las puertas y los cierres existentes en las cavidades. Siempre hay una
razón para su existencia: protección de los murciélagos, de yacimientos
arqueológicos, de fenómenos geológicos, etc. En todo caso, siempre es una
protección de la cavidad, y jamás hay que forzar la puerta de una cueva o sima.
Si se quiere penetrar, siempre habrá formas de obtener permiso y accesos de
manera que no se dañe aquello que el cierrre protege. Es preferible esperar a los
permisos o/y al acompañamiento de personas cualificadas, antes que forzar un
cierre que permanecerá –tal vez- durante meses o años destrozado y a expensas
de que personas sin preparación o actitud adecuada entren en la cavidad.
- No realizar ningún tipo de inscripción, pintada o “grafitti” en las cavidades. Ya
pasó la época en que se consideraba “normal” escribir al final de la cavidad el
nombre de los visitantes y la fecha de tal “proeza”. Tampoco pintar “flechas”
para marcar el recorrido o el camino de regreso.
- Siempre que sea posible, utilizar iluminación eléctrica en lugar de carburo. De
forma especial, no utilizar el carburo en una cueva concrecionada. En ningún
caso realizar descarburadas dentro de las cuevas; tampoco en su entorno. Estos
restos, que contienen diversas concentraciones de sulfuros, bario y nitritos, hay
que depositarlos en bolsas que luego serán llevadas a un contenedor adecuado.
- El uso de la iluminación eléctrica evita las manchas y quemadas que la
iluminación de acetileno provoca en techos y paredes, especialmente si los
techos son bajos y en las gateras. El rastro de humo negro (carbono) que produce
el carburo –incluso con boquillas nuevas- es antiestético, y a la larga llega a
alterar el aspecto de las concreciones de la cavidad. Esta presencia de hollín sólo
se puede evitar usando iluminación eléctrica.
- Reservar el uso del carburo para cavidades muy largas y frías, cuando su uso sea
una necesidad real. Un ejemplo: en junio de 2002 un grupo de espeleólogos
llegaron al fondo de la Sima GESM (-1.098 m), en la Sierra de las Nieves,
utilizando únicamente iluminación LED.
- Recoge siempre que sea posible la basura encontrada en las cavidades, y retírala
al exterior. Y –por supuesto- no dejes absolutamente ningún resto en su interior.
De forma especial, no dejar abandonadas pilas de ningún tipo, ya que su
potencial contaminante es muy alto, al poder contener metales como mercurio,
cadmio, cinc, niquel, etc.
- No realices vivacs en las cavidades, de no ser imprescindibles para una
exploración. En ellos se produce una inevitable alteración medioambiental y
acumulación de residuos de carburo, excrementos y orina.
- En caso de necesidad de orinar, llevar una botella de plástico y sacar de la
cavidad la orina, a no ser que circule agua no usada para abastecimiento en la
misma, en cuyo caso se puede hacer en el agua.
- Limitar el tamaño de los grupos en función de la cavidad a visitar. Es mejor ir en
pequeños grupos, donde es fácil estar pendientes de los compañeros, cuidando
todos los aspectos mencionados.
- No olvidar que para acceder a una cavidad normalmente es necesario
previamente obtener permiso de la Administración correspondiente y/o del
dueño de los terrenos, cuidando dejar los cierres a las fincas como los
encontramos, aparcando los vehículos debidamente sin obstaculizar la
circulación de otros vehículos o maquinaria agrícola, etc.
- No utilizar explosivos ni medios químicos o mecánicos para desobstruir las
cavidades, y en todo caso cercar y proteger la boca de las simas abiertas ante el
peligro de que caigan personas o ganado a su interior.
- Realizar el siglado de cavidades siguiendo las normas actuales, sin utilizar
pinturas y de forma lo más discreta posible.
- Educar a los “visitantes” esporádicos del mundo subterráneo, tanto con el
ejemplo como proporcionando la información adecuada.

LA CONSERVACIÓN Y LA DEGRADACIÓN DE LAS CAVIDADES.

Además de las dificultades propias para mantener las cavidades mínimamente


alteradas a pesar de la visita de los espeleólogos, en ocasiones nos encontramos con la
amenaza de las canteras y de los vertidos contaminantes, al utilizar las simas y cuevas
como auténticos basureros. Lo que la naturaleza construyó durante siglos o milenios,
una máquina excavadora o un vertido contaminante lo destruye en cuestión de minutos.
También existe un importante impacto ambiental de las vías de circulación en las zonas
kársticas, por interceptar o variar cauces superficiales, destruir formaciones del exokarst
o del endokarst, contaminación de aguas subterráneas, modificación de las condiciones
climáticas subterráneas y destrucción de la fauna subterránea (ZAPATER, 1992).
Igualmente, las canteras, túneles y los trabajos de minería suelen interceptar galerías o
pozos de cavidades, provocando muchas veces daños irreparables, como fue el caso de
la Sima de los Órganos (Atarfe, Granada), de la sólo nos quedan algunas fotografías y el
estudio arqueológico-topográfico que realizaron el Grupo de Espeleólogos Granadinos y
el Grupo de Espeleólogos de Maracena, pues actualmente la cavidad es impracticable
por los trabajos de la cantera allí existente. También una cantera fue la causa de que la
cavidad con aguas termales denominada “Raja Santa” (-163 m), en Sierra Elvira
(Atarfe, Granada) sufriera la amenaza de su desaparición, pero afortunadamente se creo
una Plataforma para su protección, que tras numerosas actividades y protestas logró que
fuera respetada hasta el presente (GONZÁLEZ, 2004).

En función del tiempo, las cavidades se degradan muy poco si se limita su acceso;
de forma moderada cuando la cueva es difícil y el acceso libre, y la degradación es muy
alta cuando la cueva es de acceso libre y fácil. Además, un elemento contaminante es
igualmente dañino aunque no sea percibido a simple vista; no hay fronteras ni límites en
este sentido (ORTIZ, et al. 1992). Por otra parte, arrojar basura y animales muertos a las
cavidades, ha venido siendo habitual durante muchos años, tal vez como signo de
antropocentrismo y de falta de sensibilidad y conciencia medioambiental. También
realizar pintadas en paredes, formaciones y techos, así como “recolectar” espeleotemas.

Es preciso limitar el número de personas que periódicamente visitan una cavidad. El


número de grupos y el número de integrantes de cada grupo debe ser autorregulado o
regulado por la Administración, porque está demostrado que este es uno de los factores
que más influye en la degradación de las cavidades, por la alteración de temperatura,
humedad, nivel de CO2, etc. De los estudios existentes sobre los efectos de la
introducción de fuentes de calor en el medio subterráneo (como, por ejemplo, el cuerpo
humano), se deduce que la influencia es notable y duradera; de ahí que sea un factor a
considerar en el equilibrio ecológico de las cavidades la simple presencia “térmica” de
los visitantes (CROUZEIX, et al. 2003).

El tipo y la intensidad de la iluminación que se usa en cavidades turísticas es


también un factor a tener en cuenta. La “enfermedad verde” producida por la
iluminación eléctrica en cuevas turísticas y otra serie de alteraciones de origen antrópico
deben evitarse en la medida de lo posible. Asimismo, la existencia de iluminación más o
menos permanente en estas cuevas afecta a los ritmos circadianos (reguladores de la
actividad diurna y nocturna) que sincronizan la actividad de las colonias de
murciélagos, y probablemente también a otros animales dependientes de estos ritmos en
su actividad, como la Salamandra cavernícola (MARIMUTHU, et al. 1983). También
existen interesantes estudios y clasificaciones tipológicas de las cavidades turísticas en
función de los flujos de energía recibidos por la actividad antrópica y la capacidad de
absorberla o regenerarse, o bien romper el equilibrio de los parámetros clásicos de
humedad, temperatura, nivel de CO2, etc. (CIGNA, 1993).

Algunas cavidades que fueron acondicionadas para el turismo, sufrieron durante


décadas la presión ambiental de miles de visitantes, así como un “acondicionamiento”
no siempre afortunado, que rompió concreciones, esculpió escaleras, instaló barandillas
y miradores, aplanó salas llenas de microgours, etc. Por suerte, la actual protección de
estas cuevas está invirtiendo el proceso, limitando estrictamente el número de visitas y
recuperando ambientalmente la cavidad. Un buen ejemplo de ello es la Cueva de
Ardales (Málaga), que a pesar de los daños sufridos a mediados del siglo XIX, del uso
por varias familias como refugio durante la guerra civil, y de diversos “usos
perniciosos” hasta 1985, actualmente se encuentra perfectamente regulada en cuanto a
número de visitas y bajo control ambiental y protección arqueológica. (RAMOS, et al.
1992). Otro ejemplo del impacto que producen las visitas masivas a las cavidades lo
tenemos en Altamira: en 1970 recibió hasta 3.000 visitantes por día, y además de la
“colonización bacteriana” sufrida por la cueva, las alteraciones en los parámetros
térmicos e higrométricos obligaron a cerrarla. (SCHABEREITER-GURTNER, et al.
2002; QUINDOS, et al. 1987). También sirve de ejemplo el estudio realizado en la
Cueva de Maltravieso (Cáceres) (ARROYO, et al. 1997), donde quedó patente un
grado de contaminación muy alto por la presencia de Cianobacterias (a pesar de la
escasa iluminación de la cavidad), contaminantes fecales, bacterias nitrogénicas,
proteolíticas y aminolíticas, bacterias y mohos. Expertos de todo el mundo han dado a
conocer las claves para el diagnóstico y las técnicas de conservación de las cuevas con
pinturas o grabados, así como del mantenimiento del difícil equilibrio interno de las
cuevas en relación a las condiciones locales y la presencia de visitantes (BRUNET,
1996; HOYOS, et al. 1997).

Desde hace años se vienen realizando estudios para conocer los parámetros
ambientales de diversas cuevas andaluzas, sobre todo para controlar posibles cambios
en este aspecto ante una posible antropización debida al uso turístico o espeleoturístico
de las mismas. Tal es el caso de las cuevas en yesos de Sorbas (Almería), que ha
contado con un equipo de investigadores dedicados a detectar las limitaciones
ambientales en el uso turístico de las mismas. También en la Cueva del Agua (Iznalloz,
Granada), se han realizado experiencias con visitas controladas, para evaluar el impacto
ambiental de las mismas y un posible uso como cavidad turística, analizando tanto la
alteración térmica como su recuperación tras las visitas. (CALAFORRA, et al. 2000;
SÁNCHEZ-MARTOS, et al. 2000; BRUNET, 2005). En la Gruta de las Maravillas
(Aracena, Huelva) se apreció mediante la observación de muestras con microscopio
electrónico que el uso de iluminación artificial en la cavidad ha alterado de forma
irreversible espeleotemas de calcita y aragonito, pues la flora asociada a dicho ambiente
iluminado, así como el aumento de la temperatura, concentración de CO2 y descenso de
humedad relativa, han modificado las condiciones originales tanto del agua como del
aire de la cavidad. Tras una monitorización de diversos parámetros climáticos de la
cavidad, así como del nivel del agua, se pudo comprobar la relación entre el número de
visitantes y la elevación de la temperatura, la concentración de CO2, etc., factores que
también influyen en el equilibrio químico que controla la disolución y precipitación de
los carbonatos (PULIDO-BOSCH, et al. 1997).

Otro agente a tener en cuenta por su nocivos efectos sobre el endokarst son los
incendios forestales, que afectan negativamente en el estado de conservación de las
cavidades, a su equilibrio biológico y climático. Las zonas quemadas pierden capacidad
de absorción del agua, provocando escorrentías violentas que a su vez producen erosión
en los terrenos. Esto implica, a nivel subterráneo, una progresiva descalcificación y falta
de procesos reconstructivos.

Las visitas masivas consumen las cavidades. Si además de los grupos de


espeleología, se añaden las empresas de “ocio y aventura”, que generalmente no
preparan a sus “clientes” en los aspectos ecológicos y conservacionistas, se realiza una
presión antrópica sobre las cavidades que las llevan a la degradación a corto, medio o
largo plazo. Se hacen necesarias “medidas correctoras” para tratar de frenar el impacto
ambiental que estas visitas producen. Son muchas las cuevas “destrozadas”
ambientalmente por la visita masiva de turistas, espeleólogos y aventureros. Tampoco
es desdeñable la “recolección” de cristalizaciones de las cavidades, para luego venderlas
en mercadillos, o incluso comercializarlas internacionalmente.
Las cuevas, simas y barrancos no deben ser un “parque de atracciones” para la
diversión de los clientes de las “empresas de aventura”; ya es hora de regular esta
actividad de forma que se priorice la conservación y protección del medio kárstico,
marcando claramente el ámbito y límite de actuación de estas empresas que
legítimamente tienen derecho a realizar sus actividades lucrativas, pero sin por ello
tener que dañar los ecosistemas kársticos en general y subterráneos en particular. El
deseo de beneficios económicos/sociales por parte de empresas, propietarios y
Ayuntamientos, puede chocar frontalmente con los requerimientos que la conservación
de algunas cavidades exigen. Aunque son totalmente legítimos los deseos de éstos, será
necesario priorizar y anteponer el factor medioambiental, científico (arqueológico,
geológico, etc.), conservacionista, o de interés público a todos los demás. Un exponente
del “choque frontal” de intereses es el que se da entre la explotación ambiental y la
explotación minera del karst en yeso de Sorbas (Almería). Expertos en el tema señalan
la necesidad de un cambio de mentalidad, arbitrando progresivamente la explotación
minera para permitir el uso turístico y ambiental de las maravillosas cavidades allí
existentes (CALAFORRA, 2003).

Los grupos que son guiados por las empresas especializadas en visitas a cuevas,
generalmente no disponen de suficiente número de guías preparados y de un equipo
suficiente y en buen estado. Tampoco se suele preparar a los visitantes, dedicando a los
aspectos medioambientales y de seguridad el tiempo y los medios suficientes,
explicando detenidamente la fragilidad del medio subterráneo y la necesidad de un
comportamiento específico para su protección. Las cuevas necesitan ser tratadas con
respeto, con todo cuidado. Ello no impide la realización de “proezas deportivas” en su
interior, siempre y cuando la prioridad sea la seguridad y la protección tanto de la
cavidad como de todo lo relacionado con ella: animales cavernícolas, restos
arqueológicos, concreciones, cauces, etc. El énfasis en los aspectos deportivos a veces
minimiza los otros, causando un desequilibrio que puede abocar en daños irreparables.
Sólo una formación integral adecuada de los espeleólogos puede suplir las carencias que
nunca llenarán suficientemente los aspectos técnicos y deportivos de la espeleología.

Los mejores protectores de las cuevas deben ser los espeleólogos. Afortunadamente,
también la Administración dispone de instrumentos –aunque no de suficientes medios-
para llevar a cabo una protección eficaz, especialmente en los Espacios Naturales
Protegidos. Esto ha frenado la degradación de numerosas cavidades, aunque todavía es
mucha (muchísima) la labor por realizar (RAMÍREZ, 1992).

LAS CAMPAÑAS DE LIMPIEZA

En Andalucía se vienen realizando Campañas de Limpieza en algunas cuevas y


en el entorno de las mismas desde hace décadas por parte de grupos espeleológicos de
todas las provincias de esta Comunidad. Destacan, entre otras, las realizadas en el
Sistema Hundidero-Gato (Montejaque-Benaoján, Málaga), donde se han completado
numerosas campañas de limpieza organizadas por el Club Plutón (Sevilla), con la
participación de cientos de espeleólogos de toda Andalucía y también de numerosos
vecinos de las localidades cercanas, así como de voluntarios procedentes de varias
provincias, y las efectuadas en la Cueva de las Motillas (Parque Natural de los
Alcornocales), organizadas por el Grupo GIEX (Jerez de la Frontera, Cádiz) (GIEX,
1999). También se han realizado campañas de limpieza de otras cavidades, como las
organizadas por el G.E.S. de Pizarra (Málaga) durante varios años y en diversas
cavidades de esta provincia. También de la colaboración de grupos ecologistas de
Granada y espeleólogos de Sevilla, se logró una magnífica limpieza de la zona de
entrada de la Cueva de las Ventanas (Píñar, Granada), años antes de que fuera
acondicionada para las visitas turísticas.

El grupo GEOS de Sevilla realizó poco antes del año 2000 una minuciosa
limpieza en la Cueva de los Covachos (Almadén de la Plata, Sevilla), inventariando los
materiales retirados según su tipología. (ÁLVAREZ, et al. 2000).

Es una actividad que cada vez más aplican los clubes espeleológicos en relación
con el voluntariado. Como bien expresa González Ríos: “…se vislumbra una
pequeñísima luz de esperanza para aquellas cavidades por descubrir; los espeleólogos
cada vez se preocupan más por la conservación del medio subterráneo, y ya no es raro
ver equipos de expedicionarios que sacan al exterior de la cavidad todo lo que
encuentran ajeno a la misma, inculcando a las nuevas generaciones el cariño, el respeto
y el saber vivir en armonía dentro de las cavidades, permitiendo como mucho la toma de
fotografías, fieles testigos de las bellezas creadas por la naturaleza”. (GONZÁLEZ,
1994).

Una campaña de limpieza requiere un grupo de espeleólogos suficiente en función


de la cavidad sobre la que se va a actuar y la dimensión del trabajo propuesto, y un
equipo de apoyo para el transporte de materiales a pie de cueva, comunicaciones,
asistencia sanitaria, logística, etc.

Con limpiadores de agua a presión, es posible retirar costras de barro y limpiar


pintadas con gran eficacia. Con pequeños cepillos plásticos y recogedores adecuados,
los restos de carburo del suelo. Los plásticos, latas, papeles y otra serie de restos
inorgánicos, se pueden transportar en simples bolsas o sacos de basura; los vidrios, sin
embargo, es conveniente recogerlos y transportarlos en botes de plástico para evitar
cortes en el material de progresión o en los propios voluntarios. En todo caso, hace falta
utilizar guantes de plástico o de tela resistentes que protejan las manos de cortes y del
contacto directo con productos tóxicos.

No conviene utilizar disolventes químicos para limpiar pintadas en las cavidades.


Además, antes de limpiar una zona de la cavidad, comprobar que en la misma no
existen pinturas, grabados ni inscripciones de interés. Es conveniente ser asesorados por
arqueólogos que confirmen que nuestra limpieza no dañará en nada el valor
arqueológico que pudiera encerrar la cavidad.

Los cepillos de púas de acero, combinados con pequeñas bombas manuales de agua
a presión, son muy eficaces para quitar pintadas de carburo e incluso de pinturas
plásticas. Para limpiar pintadas con este sistema es necesario utilizar también guantes y
gafas protectoras.

Los restos orgánicos que se encuentran en las cuevas ofrecen un doble peligro: por
un lado la posibilidad de infección en el caso de animales muertos en estado de
descomposición; y por otro, la posibilidad de que existan en sus cuerpos bajo la piel
bolsas de ácido sulfídrico o algún otro gas venenoso que se desprende e los procesos de
degradación orgánica. El ácido sulfídrico es mortal; su inhalación produce
instantáneamente la muerte, por lo que la precaución en la manipulación de los restos de
animales que suelen encontrarse en las entradas de las cuevas es vital (MELGAR,
1991).
De lo visto, se deduce la necesidad de formar previamente a los participantes en una
actividad de voluntariado medioambiental subterráneo, tanto a nivel técnico como
higiénico y logístico.

PREVENCIÓN Y DETECCIÓN DE LAS AGRESIONES A LOS SISTEMAS


SUBTERRÁNEOS DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE ANDALUCÍA

La Federación Andaluza de Espeleología, en base a un Convenio realizado con la


Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, ha puesto en marcha un
sistema para prevenir y detectar posibles agresiones al patrimonio y los ecosistemas
asociados a los espacios subterráneos en nuestra Comunidad Autónoma. Se trata, por un
lado, de elaborar una base de datos en coordinación con el CATFAE (Catálogo Andaluz
de Fenómenos Espeleológicos), en la que se contempla el estado actual de conservación
de las cuevas y simas que visitamos los espeleólogos en las distintas zonas en que
actúan los Clubes. Para ello se dispone de un formulario en la web de la Federación
(http://www.espeleo.com), para ser cumplimentado directamente por quien disponga
de información sobre el estado de las cavidades de su zona. Quien lo desee, también
puede solicitar el envío por correo de estas fichas, y remitirlas a la F.A.E. una vez
rellenas, junto con la documentación que crea interesante (fotografías, topografías, etc.).
Además, se ha habilitado una cuenta de correo electrónico para agilizar la comunicación
en todo lo relativo a protección de cavidades y denuncias ante agresiones a las mismas o
su entorno. Esta cuenta es: proteccion@espeleo.com

Para denunciar cualquier agresión al medio subterráneo, su patrimonio, sus valores


ecológicos o geológicos, bastará con enviar toda la información que sea de interés en
relación con el tema a la F.A.E. o, para mayor rapidez, a la dirección de e-mail
proteccion@espeleo.com

Ni los ciudadanos en general ni los espeleólogos en particular podemos permitir que


las cuevas sean basureros, que sean expoliadas, que los espeleotemas sean rotos por
puro gamberrismo, que se dañen o se destruyan colonias completas de murciélagos, que
sean vertederos de residuos urbanos o industriales. Queremos, como amantes de la
naturaleza, un mundo subterráneo limpio y mínimamente alterado.

Hemos de pensar que la mayor protección de las cavidades no va a ser la ofrecida


por las rejas, las puertas, las normativas o los trámites administrativos para obtener
permisos, sino la aportada por los propios espeleólogos, que son los verdaderos
“vigilantes” de ese mundo subterráneo tan delicado y a la vez agredido. Y por ello es
tan importante su formación y mentalización para sentirse “privilegiados” por poder
acceder a ese mundo, pero también con la responsabilidad de cuidarlo al máximo.

EL CENTRO ANDALUZ DE PROTECCIÓN DE CAVIDADES Y SU ENTORNO

En diciembre de 1996 el representante de la Federación Andaluza de


Espeleología en las I Jornadas de Voluntariado Ambiental (Mollina, Málaga) ya
propuso la creación de un Centro Andaluz de Protección de Cavidades, sobre todo como
reacción a la destrucción de las cuevas en yesos de Gobantes, cerca de Antequera
(Málaga) (CALAFORRA, 1997).
En aquellas mismas jornadas, se llegó a manifestar en una comunicación: “…
Impotencia… tal es el común denominador del sentimiento de los espeleólogos que a
veces nos encontramos solos ante toneladas de basura arrojadas a una cueva… basura
que es “lavada” por aguas que van a parar al acuífero de donde se surte una población
humana… que a su vez arroja sus basuras al subsuelo. Es un ciclo enfermo que hay que
romper por algún lugar. Hay que recuperar la salud de nuestros acuíferos, el nivel de
higiene y limpieza que requiere un medio ambiente que no puede seguir degradándose.
Voluntarios dispuestos a colaborar en la limpieza de cavidades, a denunciar las
agresiones al medio subterráneo, a integrarse en los equipos de apoyo a los grupos
espeleológicos… una propuesta positiva que –estamos seguros- será acogida con
estusiasmo por cientos de jóvenes andaluces” (MAYORAL, 1996).

Sin duda alguna, la clave está en la educación. Es necesario llevar a las escuelas
y a la sociedad en general una serie de mensajes simples y contundentes: las cuevas son
frágiles, hay que respetarlas y cuidarlas al máximo. También es importante la inclusión
en los estudios de Ciencias Ambientales de una materia denominada “Protección del
Medio subterráneo”, que desarrolla temas de gran interés para la conservación del
medio.

Por fortuna, cada vez son más las organizaciones implicadas en la protección de
las cuevas y del medio ambiente subterráneo, así como las leyes que reflejan la voluntad
de esta protección de cavidades. En nuestra comunidad autónoma, además del esfuerzo
realizado por la Federación Andaluza de Espeleología y por la propia Administración, el
colectivo espeleológico está cada vez más motivado y concienciado de los aspectos
medioambientales, y buena prueba de ello son las referidas campañas de limpieza de
cavidades y la inclusión en las actividades divulgativas de todos estos aspectos
ecológicos. En muchos países, hace años que se viene realizando un esfuerzo legal para
evitar el deterioro del patrimonio y de los ecosistemas subterráneos, especialmente a
partir de la segunda mitad del siglo XX, con importantes medidas y fuertes sanciones.
Algunos estudios vinculan claramente la protección de los recursos kársticos a la
conciencia pública, los conocimientos técnicos, la estructura socio-cultural, las leyes y
la eficacia de la Administración, optimizando la protección en una adecuada
combinación de todos estos elementos (HUPPERT, 1995; EKMEKÇI, 1996).

Muchas convenciones, tratados y leyes internacionales se refieren a la protección


del medio kárstico (LAMOREAUX, et al. 1994). Una legislación específica para las
cavidades turísticas se ha desarrollado en algunos países, pero uno de los primeros
pasos para la protección de la mayoría de las cuevas no turísticas es precisamente su
catalogación y estudio. En el caso de Andalucía, el CATFAE viene a dar este paso, y el
Centro Andaluz de Protección de Cavidades y su Entorno colabora en esta labor de
conocimiento del karst andaluz y su estado de conservación.

Dentro del sitio web de la UIS (Unión Internacional de Espeleólogos), es posible


encontrar enlaces con importantes bases de datos de legislación relacionada con la
protección y conservación de cavidades de 480 países y regiones, incluyendo miles de
registros legales relacionados con el tema (www.ecolex.org). Sólo relativos a protección
de murciélagos, aparecen casi cuarenta tratados que hacen referencia a 11 familias y 90
especies de murciélagos. Dentro de la web de la National Speleologycal Society
encontraremos también un importante sumario de legislación
(www.caves.org/section/ccms). (LERA, 2001).

Si alguna vez sois testigos de actos vandálicos o agresiones de cualquier tipo a una
cavidad, no dejéis de comunicarlo al Centro Andaluz de Protección de Cavidades y su
Entorno (proteccion@espeleo.com) y a las autoridades. Recoged todos los datos
posibles (matrículas de coches, nombres, etc.) y comunicarlo a la mayor brevedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS DE ESTE CAPÍTULO:

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sistemática y estudio de los resíduos extraidos de la Cueva de los Covachos
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97.
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y protección de sus recursos”. Bol. Nº 1. SEDECK. pp. 16-22.
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