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Prólogo Salvador Dellutri

Elementos de Efica Pasfoial


"Elementos de Ética Pastoral" viene a ocupar un lugar
vacante en nuestra biblioteca. Esta certeramente dirigido a
Cfuienes tenemos que dar ejemplos de ética: los pastores.
Esperamos que este libro sea apreciado como merece y sirva
de punto de partida para la reflexión y la práctica.

En este libro "Elementos de Ética Pastoral" el autor da una mirada


profunda a la esencia de este tema para que así podamos ver más de
cerca estos principios. Se trata de clarificar los conceptos por los
cuales el pastor lleva a cabo su tarea divina de cuidar de su rebaño: la
Iglesia del Señor Jesucristo, la cual se nos l)a confiado en nuestras
manos como ministros.

Pastor Dnw Paulfi, I fllem "Cbafwl Hiíí HanmU'v”.

Sobre el Aufoi
EÍ Dr. Rotarto Azzati, nacido en Buenos predicador asociado del evangelista
Aires, Argentina, es pastor ordenado en la internacional Luis Paíau y profesor de
Provincia de Entre Ríos, abogado recibido Relaciones Laborales en una universidad
en la Universidad de su ciudad natal, p r i v a d a de B u e n o s A i r e s .
M áster en Estudios Religiosos del En la actualidad se desempeña como
Seminario Internacional Bautista y conferencista y predicador
Doctor en Teología de la Internacional países.
dbristian University con sede en Miami
$ México. Ejerce como profesor de Ética
Periodística en el Instituto Cristiano
Internacional!. Evangelistai, asesor del
periódico "Tiempo Latino" que se edita en
Argentina. Autor de varios libros, ex
director del Seminario Pastoral Timoteo $
ex profesor de Sociología Aplicada en la
misma casa de estudios. Ha sido también

iiDA
D í S T R l B ü t D 0 R A A L IA N Z A
E lem en to s de
s

Etica Pastoral

Dr. Roberto Azzati


Azzati, Roberto
Elementos de ética pastoral. - 1o ed - Buenos Aires :
Distribuidora Alianza, 2004.
144 p. ; 20x14 cm.

ISBN 987-21480-0-7

1. Etica Pastoral. I. Título


CDD 253.7

Todos los derechos reservados.


Esta publicación no podrá ser reproducida por ningún
sistema gráfico, mecánico, electrónico, magnetofónico
u otro, ni transmitido en alguna forma o medio
sin el permiso previo y escrito de los editores.
Buenos Aires 2004.

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1203 Buenos Aires, Argentina
alianza@sion.com

Servicio Editoiral de Distribuidora Alianza (S E D A.)


Tirada: 1000 ejemplares

Impreso en julio de 2004,


por Roberto Grancharoff e hijos.
Tapalqué 5868 - Buenos Aires - Tel. 4683-1405

2
G racias a m i esposa Beatriz
por su apoyo para que este
libro fu e ra una realidad.

G racias a D avid y H aydeé D utra


por su ayuda editorial.

3
Prólogo

orge Luis Borges situó un cuento, que plantea­

J ba ético, en el m undo anglosajón. Consultado


sobre el particular indicó que un planteo ético era
poco creíble si se ubicaba en Latinoam érica.
"Hijos de la C ontrareform a y los tribunales In­
quisitoriales", com o bien nos definiera Octavio
Paz al recibir el Prem io Nobel, nuestro continente
se gestó al m argen de toda ética, cristiana o paga­
na. No podían los Conquistadores, ávidos de ri­
quezas y dedicados a saquear, destruir y violar,
enseñar paralelam ente una ética que no practica­
ban.
Por eso, lo que llam am os "cristianism o latinoa­
mericano" es sólo una religiosidad am bigua, em i­
nentem ente sacram ental y ritual. A sí fue enseña­

5
do y así tam bién fue entendido por las víctim as,
que debieron abandonar su ética, pagana e im per­
fecta pero siem pre superior a la practicada por la
conquista. Esta carencia y deform ación espiritual
es la raíz en la que deben buscarse las razones de
los m uchos m ales que nos aquejan en lo social,
político y económ ico.
Tardíam ente el Evangelio de Jesucristo llega a
estas tierras nuestras para sanear con el m ensaje
del Reino de Dios a pueblos aún jóvenes y ya con­
tam inados por la decadencia. Pocos han com ­
prendido fuera de nuestros lím ites, la ciclópea ta­
rea que significa evangelizar en nuestro continen­
te.
El cam po de batalla más duro es el de la moral.
Todos som os conscientes que un evangelio sin de­
m andas arraiga rápidam ente, pero el Reino de
Dios tiene condiciones ineludibles de conducta
reñidas con las prácticas y prédicas seculares coti­
dianas.
Es lam entable que ese m odo de vida, donde el
fin justifica los m edios y los antivalores se confun­
den peligrosam ente con los valores, m uchas veces
trascienda a la Iglesia del Señor.
Conscientes de esta realidad que nos aqueja, y
que necesita pronto rem edio, se levantan voces
orientadoras que van señalando los rum bos a se­
guir

6
Me alegré m ucho al saber que el Dr. Roberto Az-
zati trabajaba sobre un tema tan im portante, antes
de poder acceder al m anuscrito. Y esta alegría "a,
priori" tenía dos m otivos: la rigurosa seriedad con
que el Dr. Azzati realiza sus trabajos y que el tema
de la ética fuera encarado desde y para Latinoa­
mérica. Nadie m ejor que quien vive inm erso y ba­
tallando con nuestra realidad para señalar males
y sugerir remedios.
"Elem entos de Etica Pastoral" viene a ocupar un
lugar vacante en nuestra biblioteca. Está certera­
m ente dirigido a quienes tenem os que dar ejem ­
plos de ética: los pastores.
Rigurosam ente basado en las Sagradas Escritu­
ras, enriquecido por abundantes citas, convenien­
tem ente ilustrado y acogiéndose a los beneficios
de la brevedad, este libro tiene la sencillez y pro­
fundidad que necesitam os para evaluar nuestra
ética.
Quien recorra los títulos de los capítulos verá
que, lejos de ser un tratado abstracto, es una obra
práctica, directam ente em parentada con nuestra
realidad.
Esperam os que este libro sea apreciado como
m erece y sirva de punto de partida para la refle­
xión y la práctica.
Es verdad que, com o señala el autor en el últim o
capítulo, "queda m ucho por recorrer". Pero tam ­
bién es verdad que debem os agradecer a Dios por

7
obras com o ésta que nos ayudan a recorrer lo que
falta.

P astor Salvador D ellutri


Iglesia de la Esperanzaban Miguel,
Buenos Aires, Argentina

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Prefacio del autor

E l b ien sup rem o de tod o ser hu m an o, es p o ­


der con o cer a D ios en toda su p len itu d , y es­
te con o cim ien to se m an ifiesta cu an d o el h o m ­
bre reconoce a C risto com o el Rey y Señ or de su
vida. A llí, la relación con D ios, llega a su p u nto
m áxim o, y es en to n ces cu an d o la vida cam bia y
el in d ivid u o en cu en tra u na serie de n o rm as, no
d og m áticas, sino ético -esp iritu ales, que serán
patrones de su con d u cta para con D ios, para
con los dem ás seres y p ara consig o m ism o.
D e allí la im p ortan cia de la ética cristian a,
pues esta es la d em ostración de qu e estam o s
frente a la presencia de un D ios am oroso pero
exigente. Él m ism o fija esas n o rm as en su P ala­
bra' la B iblia; y las cu m p le, en un claro ejem p lo
de au tolim itación, y tam b ién exige su cu m p li­
m iento, pu es se m u ev e a través de p actos esta­

9
b lecid os con sus criaturas.
Esta p equ eñ a obra, se p rop on e aclarar a lg u ­
nos con cep to s sobre la con d u cta de los qu e sir­
ven a D ios en calidad de p astores y m inistros en
general.
Se basa en la ética cristian a, pero trata de e sp e ­
cificar los m od os de actu ación que D ios quiere
de sus obreros.
No hem os d escu bierto nad a, sino que sólo d e­
seam os exaltar la calid ad de R ey que tiene D ios
y en esp ecial m anera, su relación de Señ or S o b e ­
rano con sus sú bd itos y entre éstos, están los
pastores.
Toda la h u m an id ad no cristian a, esp era de los
m inistros de D ios, una cond u cta d eterm in ad a y
claram en te exhibid a en tod as las circu n stan cias
de la vida; y las iglesias, an h elan siem p re de
qu ienes las con d u cen , actitu d es acord es con las
pautas no rm ativas cristian as de conviven cia.
La ética p astoral, se d estaca claram en te en la
Biblia, a través de las relacion es de D ios para
con sus siervos. P or eso la con v en ien cia del es­
tu dio de esas n o rm as, b asad as en los p rin cip io s
del R eino de Dios.
M i deseo es que estas p ágin as p u ed an ser de
ayu da en la com p leja y m u chas veces d esg as­
tante labor m inisterial.

R. A.

10
A modo de introducción

n nuevo día está naciendo sobre la Iglesia.


U Principios eternos m uy adentrados en el co­
razón de Dios y esenciales a su carácter están
siendo entendidos a plenitud por la Iglesia y por
quienes Dios ha llam ado y ordenado a dirigir su
curso y a que traigan a ésta a un lugar de m adu­
rez.
En este libro "Etica Pastoral", el Dr. Roberto Az-
zati le da una m irada profunda a la esencia de es­
te tema para que así podam os ver más de cerca es­
tos principios. Se trata de clarificar los conceptos
por los cuales el pastor lleva a cabo su tarea divi­
na de cuidar de su rebaño, la Iglesia del Señor Je­
sucristo, la cual se nos ha confiado en nuestras
m anos com o m inistros.
A unque las prem isas que se encuentran en este
libro reflejan principios éticos básicos del cristia­
nism o, el autor está consciente de que hay una
gran necesidad de ser específico y exacto al esta­

11
blecer norm as de conducta pastoral. Estas norm as
están representadas claram ente en la Biblia por el
ejem plo de la relación de Dios con su pueblo.
El corazón puro del pastor busca establecer pa­
rám etros consistentes para su com portam iento
ético, son parám etros reales, pero a la misma vez
. que estén de acuerdo con el carácter de Dios. O b­
viam ente, prim ero vam os a la palabra de Dios pa­
ra encontrar una descripción precisa del com por­
tam iento ético. En M iqueas 6,8, encontram os un
fundam ento precioso para nuestra conducta, dice
así: "Oh hom bre, él te ha declarado lo que es bue­
no, y qué pide Jehová de ti: solam ente hacer ju sti­
cia, y amar m isericordia, y hum illarte ante tu
Dios".
El capítulo 1 de este libro, trata sobre la im por­
tancia de la ética. Nosotros, com o pastores y obre­
ros cristianos debem os establecer relaciones de
pacto tanto verticales dirigidas hacia el Señor, co­
mo horizontales donde nuestro prójim o es el foco.
El deseo de agradar al Señor y a nuestro prójim o
se convierte en la fuerza im pulsora para cada una
de nuestras acciones.
En esta era de la Iglesia tan significativa, es im­
perativo que ella, quien es la m anifestación del
Reino de Dios en la tierra, esté dirigida por hom ­
bres que m antengan la ética divina. La Iglesia de­
be establecer el ritmo del m undo. La Iglesia ha es­
tado rezagada por dem asiado tiem po, dejando

12
que el m undo establezca las norm as. Parte de la
dem ostración que Dios desea de su Iglesia es de­
cirle al m undo lo que es el verdadero cristianis­
mo. Es algo más que sim ples reglam entos. A m e­
nos que la ética por la cual un hom bre rige su vi­
da, escriba esos reglam entos en las tablas de su
corazón, y él entienda su propósito y significado,
este hom bre no será m ás que un legalista, guar­
dando la letra de la ley sin entender el propósito,
la protección y la libertad que da la ley
Aunque hay leyes y reglam entos que gobiernan
nuestras acciones, estos no tienen em ociones y tie­
nen que ser adm inistrados con am or y m isericor­
dia y tam bién con justicia. Tenemos que recordar
que es la bondad de Dios y no su severidad, lo
que hace que el hom bre se arrepienta.
La ética cristiana abarca la ética pastoral, pero
debido a que el papel y las dem andas sobre el
pastor son únicas, este libro trata de esas dem an­
das especiales sobre él. Estas éticas están basadas
en principios derivados del m ism o gobierno y so­
beranía de Dios sobre el universo.
El capítulo 3 hace la pregunta: "¿Qué es la ética
pastoral?", el autor trata con el efecto de la obra
del pastor en los lugares celestiales, la necesidad
de que la Iglesia m adure, el testim onio del seño­
río de Jesucristo delante de los hombres y los
principados y potestades, la cobertura espiritual,
el estilo de vida de pacto, la autoridad, la ley de

13
sem brar y cosechar, y la sum isión en el Cuerpo de
Cristo.
En el capítulo 4 se explora la im portancia de la
ética pastoral dentro del hogar. Aquí es donde el
pastor desarrolla su verdadera conducta moral.
Es eñ el hogar donde los principios son sacados
del papel y se ponen en acción en la vida diaria.
En el capítulo 5 se discute la im portancia y el
uso del discernim iento espiritual. El discerni­
m iento juega un papel clave no sólo para determ i­
nar la sana doctrina sino tam bién para m antener
las relaciones productivas y positivas que rodean-
ai pastor. El pastor que no entiende y no utiliza el
discernim iento espiritual en su m inisterio se pone
en un lugar de gran riesgo y vulnerabilidad para
que Satanás lo ataque.
Uno de los grandes errores de la Iglesia hoy en
día es el perm itirle al m undo que vea las diferen­
cias dentro de la Iglesia. La Escritura nos am ones­
ta, ¿cómo nos atrevem os a dejar que el m undo vea
nuestras diferencias para que sea nuestro juez en
vez del Señor?. La ética pastoral y las controver­
sias teológicas son discutidas en el capítulo 6.
Hay m uchas áreas del cuidado pastoral que el
autor discute. Un área de gran valor práctico es
cubierta en el capítulo 7. A llí él trata con la ética
pastoral y el "robo de ovejas". En nuestro deseo de
ver que el Reino de Dios crezca, ¿cuáles son los
parám etros al tratar con los herm anos que pue-

14
den ser de otra congregación?, ¿racionalizam os
que ellos vienen a nuestro pasto porque la hierba
es más fresca y les provee com ida, o los atraem os
a nuestro rebaño con prem editación?.
El capítulo 8 explora la ética pastoral y la vida
en la congregación. El pastor siem pre debe estar
consciente que él es un representante del je fe Su­
prem o, el Señor Jesucristo. El trabaja en su lugar,
en su nom bre y en su Espíritu. El pastor debe pro­
veer todos los ingredientes necesarios para el cui­
dado de sus ovejas, alim ento, protección, sanidad,
corrección y todo esto adm inistrado con am or y
com pasión.
En el capítulo 9, el Dr. Azzati trata sobre la ética
pastoral y los pactos. El Señor siempre se ha rela­
cionado con el hom bre a través de pactos que El
ha establecido. El pastor debe ser un reflejo del
pacto de Dios.
D efinitivam ente el Señor está llam ando a una
nueva dedicación y com prom iso de sus pastores,
a quienes ha llam ado a hacer su obra. Ya no pode­
mos ser dirigidos sólo por tradiciones. Tenemos
que ser dirigidos y guiados por el Espíritu de
Dios. La Iglesia ha sufrido grandem ente en los úl­
timos años debido a los que son ignorantes de la
ética divina o los que escogen ignorarla.
Aunque Dios es un Dios de am or y m isericor­
dia, él tam bién es un Dios de justicia y santidad.
Debem os recordar que nuestra virtud viene sólo a

15
través de Jesucristo. Sin em bargo, aunque El fue
perfecto, nos esforzam os por vivir com o vivió Je ­
sús.
Hay que elogiar al Dr. Roberto A zzati por su
obra y esfuerzo de traer entendim iento e ilum ina­
ción sobre estas reglas a mis colegas en el m iniste­
rio.
Que el Señor saque los principios expuestos en
este libro de la página escrita y los escriba en las
tablas de los corazones para que así podam os m i­
nistrar en el espíritu del Buen Pastor.

PASTO R DON PAULK


Catedral del Espíritu Santo Atlanta, Georgia, 1985.

16
Capítulo 1
La importancia de la ética

La decadente moralidad del mundo


moderno, tiene en gran peligro el
mayor tesoro del hombre. Hemos
de procurar por todos los medios
legítimos a nuestro alcance, salvar
ese precioso tesoro.
Salvador Iserte

P ara com prender la im portancia de esta ciencia


debem os prim eram ente ayudar al lector en la
definición de ella y apelar al auxilio de algunos
eruditos en la m ateria. W illiam Barclay, la define
com o "La ciencia de la conducta", Pablo Deiros co­
mo "La ciencia que pregunta el por qué de la con­
ducta hum ana", Francisco Lacueva dice que es
"La ciencia de la conducta y entendem os por con­
ducta, una actitud constante dirigida hacia un fin"

17
y Jacques M aritain entiende que la ética es la cien­
cia del obrar hum ano.
Angel Furlan define a la ética como "la ciencia
que expone el fundam ento de la m oralidad en las
acciones hum anas y que determ ina el principio y
reglas de la conducta de la vida". ("La brújula pa­
ra el m inisterio evangélico", pág. 145, Ed. Vida").
Por nuestra parte, pensam os que es interesante
saber que la ética (del griego ethiké = costum bre),
es la parte de la filosofía que trata de la m oral y de
las obligaciones de los hom bres. Decim os que es
interesante el saberlo, pues vivim os en una época
de neto corte perm isivo, donde las obligaciones
hum anas son casi desconocidas en forma delibe­
rada y solam ente se exaltan los derechos de cual­
quier tipo y naturaleza.
La ética estudia los m óviles de la conducta hu­
m ana, es decir el m otor que m ueve la forma de vi­
vir y de convivir del ser hum ano y el porqué se
conduce de determ inada manera.
La ética no es sólo un código de norm as, sino
que, com o dice Lacueva "... busca los principios
básicos según los cuales cada individuo procura
determ inár como debe actuar en cualquier situa­
ción que se le presenta en la vida" (Ética cristiana,
C LIE, pág. 22).
Es im portante enfatizar que los principios éticos
son internos, es decir que se ubican en lo íntim o
del hom bre y lo m otivan a actuar con una orientá­

is
ción definida, m ientras que la m oral es de carác­
ter externo y refleja en la conducta la estructura
ética que cada uno posee.
El lector podrá comprobar, que a lo largo de es­
ta pequeña obra, tanto la ética com o la m oral ro­
zarán sus conceptos y hasta quizá confundirán
sus cam pos de actividad. Pero esto es inevitable
cuando se trata del estudio de la conducta hum a­
na, cuya com pleja esencia aún no se ha podido ex­
plorar en su totalidad.

• Fu n d am en to s y fin alid ad ética

La ética está tam bién íntim am ente relacionada


con la filosofía, dado que es parte de ella, pues el
pensam iento filosófico busca el porqué de las co­
sas, y la razón de ser de la ética es buscar las m o­
tivaciones que im pulsan a los hom bres a actuar de
determ inada m anera en el ám bito tripartito: El
"yo" con Dios, el "yo" con el "tú" y el "yo" consigo
mismo.
A unque hay algo m uy particular en esta ciencia
que estudiam os y es que siem pre va en busca del
bien suprem o (sum m um -bonum ). Pero m ientras
algunos autores afirm an que el sum o bien es el in­
dividuo en sí m ism o, el deber, el placer o el cono­
cim iento científico, otros pensam os que el bien
suprem o es Dios y hacia Él encara sus afirm acio­
nes la ética.

19
Por eso adherim os al concepto que enuncia Wi-
lliam Lillie (citado por Pablo Deiros en su libro "El
cristiano y los problem as éticos". Casa Bautista de
Publicaciones, pág. 57), en el sentido de que la éti­
ca es la ciencia norm ativa de la conducta de los se­
res hum anos que viven en sociedad; una ciencia
que juzga esta conducta en térm inos de ser buena
o m ala, correcta o incorrecta.

• El hom bre es un ser ético

Por ser creado por Dios, Rey y Señor Soberano


de los cielos y la tierra, el ser hum ano no posee,
dentro de sí m ism o un centro generador de accio­
nes que lo lleven a una conducta que lo acerque al
suprem o bien, y por consiguiente, debe depender
para su felicidad y total realización, de las normas
que le fija su Creador. Eso lo convierte en un ser
dependiente de Dios. Si rechaza las norm as dadas
por el Rey, entonces debe aceptar las pautas que le
fijen los otros hom bres, o su propio e inseguro
ego. Com o resultado de esto, aparece la inclina­
ción de tantos seres hum anos a no querer sujetar­
se a las leyes, sean jurídicas o éticas. De ahí enton­
ces que aparece la anom ia, es decir, un com porta­
m iento desviado que produce el rechazo a todo lo
norm ativo, cayendo en consecuencia en la anar­
quía moral y social.
Las raíces de la anomia se encuentran en la acti­

20
tud de Adán al desconocer las reglas de juego que
Dios le había propuesto en su estadía edénica, pe­
ro luego, esa actitud hum ana de rechazo al cum ­
plim iento de la ley, se exterioriza en el grupo so­
cial, en la forma que el gran sociólogo francés
Durkheim dio en llam ar "ruptura de la solidari­
dad". La anom ia es tam bién la enferm edad de la
desm esura com o tam bién se ha dicho; y es una
gran verdad, pues cuando el hombre se resiste a
vivir y a convivir dentro de los límites de lo regla­
do por Dios y las instituciones hum anas, pierde
dom inio propio y se descontrola.
Pero la pregunta que resalta ahora, es si existe
una ética cristiana, es decir, una disciplina que es­
tudie los com portam ientos hum anos dentro de
las reglas del cristianism o, o para entenderlo con
m ás am plitud, dentro de toda la Palabra de Dios.
W illiam Barclay, arranca en esta materia con un
concepto contundente al decir: "... para el Antiguo
Testam ento, ética es la conform idad de la conduc­
ta hum ana a los deseos de Dios. Ética para el A n­
tiguo Testam ento no es lo que la Convención me
dice que haga, sino lo que Dios me ordena debo
hacer”. (La Sociedad Perm isiva. Escatio, pág.11).
Este pensam iento es realm ente extraordinario y
sublim e, pues resalta los principios básicos del
Reino de Dios, que son principios eternos y clara­
m ente establecidos en la Biblia. Dios es Rey, aho­
ra y aquí y por lo tanto tiene todo el derecho a fi­

21
jar pautas norm ativas, que regirán la conducta de
los hom bres que son creados por Él a su im agen y
sem ejanza. Por supuesto quienes creen en la labor
salvífica de Cristo y experim entan un encuentro
personal con Él, son sus verdaderos súbditos,
pues al arrepentirse y creer que Jesús es el Hijo de
Dios, som eten sus voluntades a los soberanos de­
signios de Él, que es lo que le corresponde hacer a
todo súbdito frente a su Soberano.
Cuando el profeta Isaías llegó a conocer a Dios
en profundidad, le reconoció com o Rey, a la vez
que vio en visión al Señor sentado sobre un trono
alto y sublim e y oyó las voces de los seres celestia­
les diciendo "Santo, Santo, Santo, Jehová de los
ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria"
(Cap. 6,3). Otra cosa digna de destacar es que la
ética antiguotestam entaria estaba fuertem ente li­
gada a la relación del israelita con Dios, de m ane­
ra tal, que los principios espirituales que Dios es­
tableció eran, y siguen siendo, de una notable ca­
racterística ética y el hom bre debía observar esos
principios de la misma m anera que la ley.
Ya en el cam po del N uevo Pacto, la ética se revi-
taliza en los dichos y la conducta de Jesús y sus
seguidores. Com o dice W. Barclay: "Toda la ética
cristiana versa sobre las relaciones personales, de
los hom bres entre sí, de los hom bres y las mujeres,
de los hombres, las m ujeres y Dios" (Obra cit. pág.
29). Y estam os totalm ente de acuerdo con este au­

22
tor cuando agrega que el fundam ento de la ética
cristiana es el com prom iso, tanto con Dios com o
con el prójimo.
En M ateo 22,34-40, está condensada toda la éti­
ca cristiana, pues la norm a dictada por Jesús invo­
lucra una relación del hom bre para con Dios y pa­
ra sus semejantes.
El apóstol Pablo continúa en forma coherente la
línea ética de Jesús y enseña en forma inequívoca
la m anera en que debe com portarse el cristiano,
en su triple relación, para con Dios, los demás
hom bres y consigo mismo. A sí se declara en estas
palabras: "Si, pues, com éis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios." ( I a Cor.
10,31).
Aquí vem os que el m otor ético que m ueve la
conducta hum ana (o al m enos debe m over la con­
ducta del creyente), es la glorificación de Dios.
Y luego encontram os la ética paulina referente
al prójim o al decirnos: "Som eteos unos a otros en
el tem or de Dios". (Ef. 5,21).
En lo que respecta a la relación intrínseca, Pablo
dice: "Por lo dem ás, herm anos, todo lo que es ver­
dadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo pu­
ro, todo lo am able, todo lo que es de buen nom ­
bre; si hay virtud alguna, si algo digno de alaban­
za, en esto pensad." (Fil. 4,8).
Estas preciosas norm as a la vez que benefician
la convivencia, sublim an el gobierno propio de

23
cada ser hum ano y lo encarrilan, adem ás, en la re­
lación de alabanza para con Dios.
Cuando M oisés le pide a Dios conocer la gloria
del A ltísim o, el Señor le prom ete m ostrarle su
propio bien, es decir, su belleza m oral, com o dice
el diccionario de teología de Everett Harrison. La
gloria del Señor, debe ser tenida en cuenta en ca­
da uno de nuestros pasos de conducta, porque El
m ism o enfatiza el carácter m oral de su gloria.
Cuando el hombre deja el pecado y com ienza una
nueva vida en Cristo, su conducta cam bia diam e­
tralm ente, pues ya no debe buscar vanagloria, si­
no vivir de acuerdo con la belleza m oral de Dios
que es la gloria de El.

• La autorid ad de la ética

Una enorm e dificultad que enfrenta la sociedad


m oderna es la autoridad de la ética sobre el ser
humano.
El Dr. Jam es Griffim , profesor de la Universidad
de Oxford, en una entrevista que le hiciera M aria­
no De Vedia en el Diario La Nación de Buenos A i­
res, Argentina, dijo: "En tiem pos en que la ética
estaba unida con la religión, la autoridad era Dios.
Pero en sociedades recientem ente secularizadas la
autoridad de Dios no puede ser invocada como
elem ento de autoridad de la ética. Hay que buscar
cual es ese elem ento de autoridad".

24
Creem os que está equivocado. El hecho de que
la sociedad m oderna rechace a Dios com o base de
autoridad ética no significa que deba ser así. Dios
sigue siendo un Dios ético que fijó norm as de con­
ducta en su palabra, la Biblia.
El actuar del cristiano, penetra en la esfera de
una nueva ética, la cual le marca el cam ino de la
constante glorificación de Dios. Esto im plica m a­
nifestar en cada acto de la actividad hum ana, no
sólo la grandeza de un Rey soberano, sino tam ­
bién la exteriorización de la belleza m oral de
Dios, ahora reflejada en aquel que ha nacido nue­
vam ente.
La conducta del creyente en Cristo no puede te­
ner otra m otivación, que no sea glorificar a Dios
en todo lo que piense, diga o haga. N yenhuis, un
gran escritor y pensador cristiano, dice que un
creciente núm ero de serios problem as m orales,
característicos de la sociedad m oderna, exigen so­
luciones. Sólo los principios de Cristo ofrecen so­
lución a esos problem as. Todo m ejoram iento so­
cial, todos los planes para aliviar las condiciones
intolerables de vida y cada program a de reforma
m oral, deben arraigarse en un concepto sano de la
base, del m otivo, del ideal y de la m eta m áxim a
de la m oral cristiana, vistos a la luz de la revela­
ción de Dios.

25
• La ética en el rein o de D ios

No podem os continuar con estos temas, sin de­


dicarnos ahora a exaltar la trem enda ligazón exis­
tente entre la ética y el Reino de Dios, m ás aún,
quisiéram os hablar de la ética del Reino de Dios,
entendiéndose a éste com o el gobierno soberano
de Dios sobre todo lo creado, tanto en los cielos
com o en la tierra y en todo el universo. Este reina­
do que se m anifiesta en los cristianos en forma es­
pecial (Rom. 14,17 y I a Cor. 4,20), tiene pautas éti­
co-norm ativas, que son las que fijan la conducta
del creyente. Por lo tanto, creem os que la ética
cristiana es la ética del Reino de Dios, pues éste
posee una estructura legal que com prom ete a
Dios consigo m ism o y a los hom bres en su rela­
ción con Él y entre ellos (Le. 9,62; 10,9; 12,31;
12,32; 17,21; Col. 1,13; 2a Pedro 1,3-11 entre otros
muchos).
L. H. M arshall, citado por T. B. M aston en su li­
bro "Ética de la vida cristiana" dice que toda la en­
señanza ética de Jesús es sim plem ente una expo­
sición de la ética del Reino de Dios, de la forma en
la cual, los hom bres inevitablem ente se com por­
tan cuando en verdad se colocan bajo el gobierno
de Dios.
Pienso que el Reino de Dios, es un valor supre­
mo, de tal naturaleza, que debe im pregnar toda la
conducta de aquellos que han entrado en él.

\
Si lo que predicam os ha cam biado nuestras vi­
das, y lo que predicam os es el Reino de Dios, en­
tonces este valor absoluto nos ha dado norm as
que conducen nuestro accionar.
También es muy significativo que todas las en­
señanzas bíblicas al respecto de la pronta y defini­
tiva instauración del Reino, se com plem entan con
exhortaciones de carácter ético (Hch. 1, 6-8); esto
hace que lo escatológico esté estrecham ente vin­
culado con lo ético, en la form ación bíblica del
Reino de Dios.
Pero no sólo lo escatológico se une de m anera
estrecha con lo ético en lo referente al Reino, pues
teniendo en cuenta que por definición éste es el
gobierno soberano de Dios sobre todo lo creado,
es lógico que esa dirección divina esté asentada
sobre leyes; y son éstas, precisam ente, la columna
vertebral de todo sistem a ético-moral.

• La Iglesia

Ahora bien, el Reino de Dios se m anifiesta a tra­


vés de la Iglesia para, de esta m anera, perm ear el
m undo con la influencia que sobre todos tiene el
Soberano Rey. Y la Iglesia debe estar gobernada
por m inistros que Dios ha colocado con gran sabi­
duría, siendo esos hom bres especialm ente m en­
cionados en Ef. 4,11-12 y Hch. 6,1-6.
De ahí entonces, que resaltam os las connotacio-

27
nes éticas que tienen los m inisterios eclesiásticos
en el desenvolvim iento orgánico del cuerpo de '
Cristo.
Pero antes de desarrollar el tema de la ética m i­
nisterial, cosa que com enzarem os a hacer en el ca­
pítulo 3, desearíam os analizar brevem ente la ética
de la Iglesia.
No hay ninguna duda que ésta es una com uni­
dad de creyentes que tiene a su vez una unión
mística con Dios. Por lo tanto, es im prescindible
que exista un esqueleto norm ativo que regule esas
relaciones interhum anas y las que son con el Se­
ñor. Ya la Palabra de Dios se encarga, perfecta­
m ente, de señalar esas norm as a través de las cua­
les, el cuerpo de Cristo adquiere coherencia. La
Biblia no deja librada al azar la forma en que de­
ben relacionarse los creyentes entre sí, com o ser
los esposos, los padres, los obreros, los patrones,
etc. Pero tam bién indica una conducta especial
que debe observar todo aquel que entra en com u­
nión con Dios.
Dice Berkhof que: "el Reino de Cristo no es en
todo sentido parecido al de los reyes de la tierra.
El no gobierna a la Iglesia por la fuerza, sino sub­
jetivam ente, m ediante su Espíritu que opera en la
Iglesia y objetivam ente por la Palabra de Dios co­
mo la regla de autoridad" (Teología Sistem ática.
Edit. Cop. Fraternidad C alvinista A m ericana,
pág. 696).

\
Es este últim o concepto de "regla de autoridad"
el que nos interesa, pues nos m uestra que los pre­
ceptos divinos, si bien nacen del am or del Señor,
no carecen de obligatoriedad, esto últim o es con­
dición im prescindible de toda norma ética.

29
Capítulo 2
La ética bíblica es la
ética de Cristo
La vida misma de Jesús era algo ra­
dicalmente diferente a lo que el
mundo había conocido: una revo­
lución.

Esteban Syivulka

a ética extraída de las páginas de las Sagradas


L Escrituras es m uy diferente de las dem ás éti­
cas que provienen de pensam ientos filosóficos
hum anistas. A sí es con referencia a la enseñanza
platónica donde los valores m orales tienden a ser
una resultante del esfuerzo hum ano y el llam ado
"bien" debe ser buscado en la realidad de las cosas
y extraído com o una virtud hum ana que se con­
trapone al "mal".

31
La ética bíblica está íntim am ente ligada a la obe­
diencia de los m andam ientos de D ios, ya sea en el
Antiguo com o en el N uevo Testamento.
Las norm as anteriores a la aparición de A bra­
ham, com o los preceptos m osaicos y el pensa­
m iento profético fueron al igual que los m anda­
m ientos provenientes de Jesús, reglas im pregna­
das de espiritualidad que relacionaban a Dios con
las criaturas. La ética bíblica fija el com portam ien­
to tanto de creyentes com o de no creyentes en su
relación con Dios y establece la autoría divina de
las mismas.
En este sentido, querem os resaltar unos brillan­
tes conceptos dados por la Dra. Elsie Rom aneng-
hi de Pow ell en un trabajo expuesto en una confe­
rencia sobre la iglesia ante el nüevo siglo, titulado
"Notas para una ética evangélica". En una parte
de su disertación, ella dijo:
"...Terminaré m encionando aquellos puntos que
me parecen decisivos para una ética evangélica:
El vínculo con la vida de Jesucristo es m anifesta­
do concretam ente en su encarnación. Su ejem plo
de justicia, de com pasión, de ternura, de humor,
de honestidad, de valentía, de firm eza; su forma
de disfrutar de los niños, de la am istad, de las ce­
lebraciones sociales, su pureza sin solem nidades,
su sencillez, su firm eza en las convicciones. En
medio de la confusión de teorías y explicaciones
de la conducta hum ana, "tenem os a Jesús", como
dice el autor de la carta a los Hebreos.
El segundo vínculo de la ética es con la m uerte
de Jesús. Si Jesús no hubiera m uerto por nosotros,
si nuestra justicia no fuese el don gratuito de su
gracia, si no hubiera quedado m arcada a fuego en
nuestra conciencia que fuim os rescatados y redi­
midos sin m érito alguno, nuestras obras de bien
m uy pronto nos harían sentir m erecedores del fa­
vor de Dios. Una ética cristiana no puede olvidar que
todo viene de Dios, incluso la misma posibilidad de
amarlo y de servirlo.
Finalm ente, el vínculo con su resurrección, por­
que ella nos recuerda que nuestros esfuerzos por
obrar con rectitud son sólo los balbuceos de una
nueva criatura que Dios está forjando en nosotros.
Si hem os de ser algún día com o su Hijo, sólo nos
cabe esperar que él term ine su obra en nosotros y
tam bién en otros. La esperanza de cam bio es uno
de los consuelos más herm osos para los que lu­
chan con sus debilidades, o tienen hijos rebeldes o
seres queridos extraviados. Ese cam bio tiene que
ver con el poder que obró en la resurrección y
tam bién obra ahora en nuestra santificación. O lvi­
dar este significado dentro del plan de Dios sería
com o detenernos en un "éxodo sim bólico de libe­
ración", y olvidar que fuimos salvados con un
propósito que trasciende por lejos nuestro "cruce
del Mar Rojo". Casi me atrevo a decir que el ver­
dadero m ensaje del evangelio no puede term inar

33
en la buena nueva de la cruz que nos salva, sino
en la gracia que hará de nosotros aquello que en
prim er lugar llevó a Jesucristo a la cruz: El hacer
nuevas todas las cosas, y a nosotros parte de su
nueva creación" (E f.l).

34
Capítulo 3
¿Q ué es la ética pastoral?

Puedo mantenerme íntegro, sólo


si mantengo el temor de Dios en
mi alma.
A. W Tozer

H em os llegado a una situación en nuestro es­


tudio, que hace que nos refiramos ahora, es­
pecialm ente, a la ética pastoral. Entendem os que
ésta es una ram a de la ética cristiana, y habiendo
definido a la m ism a, com o la ética del Reino de
Dios, hablarem os ahora sobre cuáles son las bases
donde se asienta la ética pastoral. Estas bases son
los principios fundam entales del Reino. Nosotros
tratarem os de analizar esas normas, adelantando
desde ya nuestra opinión de que la ética pastoral
estudia los principios del Reino de Dios que de-

35
b e n f u n d a m e n ta r n u e s tr a c o n d u c t a m o ra l.

• El Reino de Dios tiene estos principios:

1 - Dios interacciona constantem ente con su


pueblo en la tierra. El desea estar representado
en el m undo, pero tam bién que el hom bre esté
representado en el cielo. (Jn. 20,23).
Este interaccionar de Dios con sus hijos, nos
m uestra que debe haber una ética recíproca. Dios
se autolim ita y se aviene a regirse por reglas por
Él creadas para relacionarse con sus criaturas y en
m ayor m edida con los hijos del Reino. Por lo tan­
to, los m inistros deben basar sus conductas, pen­
sando que el Señor no los excluye de su obra, sino
que los hace participantes de ella. El pastor debe
actuar consciente de que está representado en los
cielos por el m ism o Jesucristo. Su conducta reper­
cute en las esferas celestes y si bien esto no debe
crear un sentim iento obsesivo, tam poco debe de­
jarse de lado el hecho de que la conducta pastoral
en la tierra tiene su correlato en la m ism a presen­
cia del Señor.

2 - El tiem po de la venida de Cristo está rela­


cionado a la m adurez de la Iglesia. ( I a Ts. 5,23;
Heb. 5,14).
Este últim o versículo nos advierte sobre la nece­
sidad de una reflexión en la Iglesia, y por ende, en

36
cada uno de los m iem bros y en especial m anera
en sus m inistros. Un ministro m aduro es aquel
que sabe lo que quiere y a donde va, y que a su
vez, hace las cosas bien. Es una condición im pres­
cindible en el pastor la m adurez, tanto sea em o­
cional com o espiritual. No le es lícito a un siervo
de Dios tener, en forma sistem ática, estados de­
presivos o angustiosos, porque ello denotaría fal­
ta de consistencia en los principios fundam entales
que envuelven la confianza en un Dios poderoso.
La inm adurez produce desconcierto en la con­
gregación y la pérdida de cobertura espiritual que
debe brindar el ministro.
^Pero ahora querem os hacer un alto en este cam i­
no, en el cual tratam os sobre la m adurez, para de­
cir que el pastor es el blanco de las m iradas de to­
dos y de allí la im portancia que tiene la conducta
del siervo del Señor. La conducta inm adura o in­
consistente produce una especie de inestabilidad
congregacional y una sensación de desprotección
invade a la Iglesia, lo cual se traducirá luego en el
éxodo de m uchos miembros.
El autor recuerda que durante su pastorado en
la Iglesia N azaret de la ciudad de San Salvador,
en Centro A m érica, fue visitado por una pareja
formada por un pastor y su esposa. Am bos llega­
ron a la oficina pastoral muy enojados entre sí y
m anifestaron su deseo de divorciarse, pues ya no
se toleraban. El esposo exhibió una total inm adu­

37
rez en el ejercicio de su autoridad m arital, sopor­
tando estoicam ente en nuestra presencia los em ­
bates llenos de iracundia de su consorte.
Pensem os en la gran desprotección en que se en­
contraría la congregación m inistrada por ese
hom bre, que ignoraba hacia dónde desem bocaría
su m atrim onio.
Cuando el m inistro cristiano no tiene la suficien­
te certeza sobre cuales habrán de ser las solucio­
nes ante determ inados problem as personales o va
en busca de desenlaces extrem os (como el caso
que com entábam os m ás arriba), produce inestabi­
lidad dentro de la congregación.
No dudam os que el concepto de que Cristo re­
tarda su venida ante la falta de m adurez de la
Iglesia es m uy duro. Pero esto nos hace reflexio­
nar sabiendo que form am os parte de una de las
causas por las cuales el Señor no viene a despo­
sarse con su novia, la Iglesia.
Y hay algo más im portante aún, y es que m u­
chos creyentes (m inistros entre ellos), confunden
el ser llenos del Espíritu Santo con la m adurez es­
piritual. Creem os que la m adurez va más allá aún
que el estar controlados por el Espíritu, y alcanza
a la profundidad de la enseñanza bíblica y sobre
todo al ejercicio de discernir entre el bien y el mal
(Heb. 5,14 ya citado anteriorm ente). Por lo tanto,
ser m aduro espiritualm ente, significa un constan­
te discernim iento de espíritus y de hechos buenos

38
o m alos, cualidad im prescindible para gobernar
con eficacia una congregación. Un pastor m aduro
transita con discernim iento por el cam po de la éti­
ca m inisterial, produciendo un vasto beneficio a
su congregación pues se siente protegida por al­
guien que no sólo les predica, sino que tam bién
vela por ellos en la aplicación de su discernim ien­
to para detectar posibles hechos que estén fuera
del contexto bíblico.
Pero la inm adurez espiritual denota tam bién
otros nocivos elem entos. Por ejem plo, un pastor
inm aduro dem uestra falta de confianza en sus
convicciones y en su preparación, tam bién en la
calidad de su vida espiritual y lo que es peor, fal­
ta de fe en un Rey Soberano que tiene trem endo
poder en la lucha contra los enem igos espiritua­
les.
A braham dem ostró inm adurez cuando pidió a
su esposa negar el hecho de ser tal ante el Faraón,
por m iedo a ser m uerto por éste para sacarle a Sa­
ra. A braham , un gigante de la fe, vaciló sin em ­
bargo y no creyó en el poder de Dios que iba a
protegerlo.
De esto deducim os que la falta de m adurez lle­
va a la incredulidad y esto es grave en la vida del
creyente (Mr. 16,14).

3 - El evangelio del Reino en toda su plenitud


deberá ser m anifestado com o testim onio a todas

39
las naciones y sistem as del m undo, pero tam ­
bién ante Satán y los principados y potestades.
(Ef. 3,10; Mt. 24,14).
Este es otro de los principios del Reino de Dios,
que nos sirve para analizar las cuestiones de la
ética pastoral según nuestra óptica.
El pastor es un testigo de que Dios es Rey y Se­
ñor, y ese testim onio debe tenerlo ante los hom ­
bres (Le. 21,13), y ante el m ism o Satanás y sus do­
m inios (Ef. 3,10).
En efecto, la ética pastoral está tam bién asenta­
da sobre el testim onio que a diario debe tener el
m inistro y ese testim onio involucra su vida perso­
nal, su vida familiar, su vida en la congregación y
sus actitudes para con sus consiervos, los demás
pastores. Al dar testim onio ante "tan grande nube
de testigos", el pastor debe mostrar, constante­
mente, que está inmerso en el "poder y sabiduría
de Dios", que son el m ism o Cristo, según lo m ani­
fiesta San Pablo en su prim era carta a los C orin­
tios, capitulo 1, vs.24.
Por lo tanto, la ética pastoral m uestra claram en­
te que dar testim onio de Cristo es hacerlo tam bién
de su poder y sabiduría. Cada acto de la vida del
pastor com prom ete la m ism a sabiduría y poder
de Dios y tam bién la labor de los consiervos que
se ven arrastrados por esa acción. ¡Qué poco se
piensa en las consecuencias de un testim onio dé­
bil sobre el cuerpo de Cristo en general, y sobre

40
los demás pastores en particular!.
Francisco Lacueva en su excelente libro sobre
"Etica cristiana" dice que "En la enseñanza de Pa­
blo es muy im portante el concepto de que la vida
del cristiano sea un testim onio fehaciente de su
experiencia espiritual, dem ostrando así una con­
ducta consecuente con la profesión de la fe cristia­
na (Gál. 5,25 entre m uchos más. "Ética C ristiana",
CLIE, pág.99).
¿Será un testim onio éticam ente cristiano, una
vida moral pobre, una crítica constante hacia las
dem ás denom inaciones o a sus ministros?. ¿Será
un testim onio deseado por el Señor la am bición
de cargos, los deseos de popularidad o de una
prosperidad económ ica más de la debida?. ¿Será
ético para un pastor dar un testim onio ante el
m undo, los creyentes y ante el m ism o infierno, si
vive poblado de inconsecuencias doctrinales, acti­
tudes com petitivas o de desdén hacia sus com pa­
ñeros en el trabajo cristiano?. ¿Podrá glorificarse
el Rey en testim onios vacíos de experiencias per­
sonales y sólo com puesto de palabrerío y obras
inexistentes?.
La ética pastoral marca el sendero de la im por­
tancia del testim onio en la vida m inisterial y ese
testim onio debe estar preñado de la vida de C ris­
to en el m inistro, es decir, cuando el pastor m ues­
tra a diestra y siniestra con pocas palabras, que su
vida está sum ergida en la de Jesús y su yo está

41
desplazado por la voluntad de quien es su Rey y
Señor.
El gran hom bre de Dios que fue el Dr. Federico
Huegel, dice en uno de sus libros: "Nunca predi­
carem os verdaderam ente a Cristo hasta que aquel
que lleva el m ensaje esté de tal m anera escondido
con El en Dios que ya no es el m ensajero quien h a­
bla, sino Cristo hablando a través de él. El m ensa­
jero debe aprender a ocultarse a sí m ism o, en las
heridas del Salvador, por así decirlo y m orir a su
propia vida, si ha de presentar a Cristo a las almas
que perecen(...) el que escucha debe ser inundado
con la vida divina, si es que ha de dársele la opor­
tunidad de ver al Cristo de Dios en su verdadera
gloria". ("Hueso de sus huesos", CLIE, p á g .lll).
Si la vida de un m inistro no acom paña su labor
y sólo m uestra profesionalism o, lo único que se
produce es descreim iento en los que escuchan.
Esa vida que debe im pregnar la actividad m inis­
terial debe estar sum ergida en la vida m ism a de
Cristo y m ostrar una conducta ética que se ade­
lante a las palabras de la predicación.
Para concluir con este tem a, querem os agregar
cuánto necesitam os de poderosos testim onios de
vida m inisterial en el cuerpo de Cristo para que el
m undo crea.

4 - Dios es Dios en el ahora y El desea revelar­


se al hom bre constantem ente. Esto no descarta el

42
advenim iento del Reino donde Cristo estará
presente, sino que es un proceso que nos enlaza
con ese Reino desde ahora. (Le. 22,29).
Tenemos pues para investigar otro principio del
Reino de Dios que sirve para el estudio de la ética
pastoral:
Creemos firm em ente que el Reino de Dios existe aquí
y ahora. Las pruebas bíblicas de esta aseveración
son m uchas y concluyentes, a saber: "En aquellos
días vino Juan el Bautista predicando en el desier­
to de Judea, y diciendo: "A rrepentios, porque el
reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 3,1-2);
"Desde entonces com enzó Jesús a predicar y a de­
cir: arrepentios, porque el reino de los cielos se ha
acercado" (Mt. 4.17'): "M ás buscad prim eram ente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mt. 6,33); "Pero si yo por el Espí­
ritu de Dios echo fuera los dem onios, ciertam ente
ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt.
12,28). Todo esto indica que el Reino de Dios está
presente aquí y ahora, siendo la definición de ese
Reino, a riesgo de ser reiterativos, el gobierno de
Dios soberano sobre todo lo creado, en los cielos y
en la tierra, com o ya dijimos.
Sería absurdo que Jesús que reina desde la eter­
nidad y por la eternidad (Sal. 145,13), haya lleva­
do su reino consigo en la resurrección para volver
a traerlo en su posterior venida. No se produce en
el gobierno de Dios sobre la tierra un interregno,

43
pues su reinado es eterno y carece de interrupcio­
nes. San Pablo corrobora lo dicho cuando exclam a
en Rom anos 14,17: "Porque el Reino de Dios no es
(no dice será) com ida ni bebida, sino justicia, paz
y gozo en el Espíritu Santo" y luego en I a C orin­
tios 4,20 hace una extraordinaria definición del
Reino al decir: "Porque el reino de Dios no consis­
te (no dice consistirá) en palabras, sino en poder".
Todo esto nos m uestra, sin lugar a dudas, la exis­
tencia de un reino presente, con un trono en el cie­
lo, pero con territorio en este planeta y en el cora­
zón de cada uno de sus hijos (Le. 12,32).
Pero esto no significa que el Reino de Dios esté
ya establecido en su plenitud, sino que dicha ple­
nitud se verificará en su totalidad con la llegada
del Hijo y la instalación del trono en Jerusalén
(Apoc. 22,3).
En virtud de este principio de la acción presen­
te de Dios en su Reino, el pastor debe basar su
conducta en una vigencia actual de los valores
cristianos, y por consecuencia, se abstendrá de
dar remedios fáciles a los que vienen en procura
de ayuda diciéndoles que cuando Cristo venga
todo se solucionará. Este concepto equivocado de
la realidad del Espíritu Santo en la vida actual de
todo creyente y porqué no tam bién del no creyen­
te, coloca al ministro en un sendero antiético, pues
se desnaturaliza la esencia m ism a del poder ac­
tual de Dios y pospone la solución y el consuelo

44
que son necesarios para toda alm a angustiada o
necesitada de consejo.
La Iglesia triunfante es una Iglesia que sabe que
constituye una com unidad terapéutica y brinda
consuelo y aliento para la vida de ahora a los
m iembros del cuerpo. Evitem os el facilísim o y
tam bién el barato recurso del evangelio superes-
piritualizado que sólo ofrece al individuo deter­
m inadas situaciones allá en el cielo y olvida que
Cristo vino a m orir en una cruz para salvar tam ­
bién el cuerpo y no solam ente el alma. Lam enta­
blem ente en m uchos países ya se produjo la reac­
ción contraria y se predica únicam ente la curación
de enferm edades, la prosperidad económ ica o la
liberación de dem onios, y se olvida que el evan­
gelio es totalizante y que involucra fundam ental­
m ente una buena relación para con Dios y no una
mera especulación de sanidad, financiera o liber­
tadora de demonios.
¿Qué evangelio predicar entonces?, pues el que
predicaba Jesús. Así lo dicen Mt. 4,23 y 9,35, que
"Jesús pasaba por las aldeas y por las ciudades,
enseñando en las sinagogas, predicando el evan­
gelio del reino y sanando toda enferm edad y do­
lencia." Com o vem os, el orden prioritario del Se­
ñor en su vida aquí era:
1 - La enseñanza de la doctrina.
2 - La predicación de un evangelio de poder, co­
mo es el evangelio del Reino de Dios.

45
3 - El servicio a la com unidad, sanando.
Esto m uestra que de ninguna m anera Jesús m u­
tiló el m ensaje, haciéndolo hiperespiritual, ni de
raras revelaciones extrabíblicas.
Querem os resaltar el hecho de que en la Palabra
de Dios, no se enfatizan los m ilagros, sino a quien
los hace, es decir, Dios.
En Hechos 4,24 notam os claram ente que habien­
do oído los apóstoles y demás creyentes, el m ila­
gro que el Señor hizo por m edio de Pedro en un
hombre cojo, "...alzaron unánim es la voz a Dios y
dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hicis­
te el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos
hay...". Por lo tanto, la gloria fue para el Señor, ha­
cedor de los m ilagros y no para éstos en sí m is­
mos.
Cuando se hace un énfasis desm edido en todo
tipo de milagros, sobre todo en los de sanidad, se
pierde de vista el Cristocentrism o en los cultos y
se olvida que nunca debem os adorar lo creado, si­
no al Creador.
El m ism o Señor Jesús evitó todo tipo de especta-
cularidad en sus hechos sobrenaturales y cuando
sus discípulos regresaron de la m isión que El les
había encom endado, (predicar el evangelio del
Reino), les pidió que no se regocijasen por la suje­
ción de los espíritus inm undos, sino porque sus
nom bres estaban escritos en los cielos (Le. 10,20).

46
5 - La obediencia es el antídoto de la rebelión
"la cual es el pecado del m undo". ( I a Sam. 15,22;
Ro. 5,19; 6,16).
La obediencia es una de las bases principales del
Reino de Dios. Todo su Reino está sustentado en
la obediencia a Dios y a los m inistros que El ha co­
locado en el gobierno de la Iglesia. Esto da entra­
da a la im portancia ética que tiene la sujeción de
un pastor a aquellos que son su cobertura espiri­
tual, ya sea un presbiterio, un grupo de conseje­
ros, una junta de ancianos o un obispo.
La falta de sujeción produce caos en las denom i­
naciones y una ligereza poco edificante en las de­
cisiones de m uchos pastores. Dios ha establecido
la obediencia a sus leyes y m andatos, com o un pi­
lar fundam ental en la estructura del Reino.
Pero no sólo obediencia a los que constituyen
una cobertura espiritual, sino la que es dada en
prim er lugar a las norm as divinas. Resulta absur­
do entrar en desobediencia a las leyes bíblicas
argum entando sentim ientos o pareceres. Dios ha
hablado en su Palabra y no habrá de desdecirse en
algún caso particular por mas justo que éste pa­
rezca.
Lam entablem ente se han encontrado casos de
m inistros que han caído en adulterio argum en­
tando que su esposa no lo com prendía o que ha­
bían "sentido" la voz del Espíritu Santo que le en­
viaba a seducir a otra mujer. Esta falacia es desca­

47
lificadora, a nuestro entender, para que el m inis­
tro continúe en su función; y que no se argum en­
te el caso de David que continuó en sus labores
reales luego de adulterar con Betsabé, puesto que
él ejercía un reinado, pero no un sacerdocio.
La desobediencia es pecado sim ilar a la adivina­
ción, según le establece Sam uel en su prim er libro,
capitulo 15, vs.22.
Dios ama la actitud de obediencia de sus m inis­
tros y la base de esa conducta, sujeta a los princi­
pios establecidos por el Señor, es la Biblia. En ella
están todos los preceptos que se nos manda cum ­
plir y no confiar en nuestros sentim ientos. La su­
jeción total de un pastor a los m andam ientos b í­
blicos produce una actitud m oral certera y positi­
va, a la vez que produce descanso aním ico, pues
el siervo de Dios se apoya en los estatutos divinos
y no en su pretendida fortaleza anímica.
El pecado que com etió la raza hum ana en las
personas de Adán y Eva, fue la rebelión, es decir,
la desobediencia. Todo individuo tiende a hacer
lo que quiere. Hay una propensión al desconoció
m iento de toda norm a legal, que está hecha, pre­
cisam ente, para ponerle lím ites a la autonom ía de
la voluntad hum ana. No hay que ser un teólogo
para com prender que la consecuencia de la deso­
bediencia fue la destitución de la prim er pareja
hum ana de la presencia de Dios y el m ism o prin­
cipio persevera hasta nuestros días: la desobe­

48
diencia del hom bre apareja ausencia m anifiesta
de Dios en su vida (Deut. 28).
Estam os convencidos que cuando obedecem os
las norm as éticas que el Señor ha establecido en
todo su Reino, al m irar hacia atrás en nuestra ca­
rrera diaria por el cam ino establecido por el C rea­
dor, divisam os que nos persiguen las bendiciones,
hasta alcanzarnos y envolverse en nuestra vida
m inisterial (Deut. 28,2).
La ética pastoral, nos dirige a la necesidad de in­
volucrar nuestra conducta m inisterial en los tér­
m inos de la obediencia a los m andatos divinos.
Ejercem os, por supuesto, la libertad de la autode­
term inación de nuestro proceder, pero siempre
dentro del m arco de la propia responsabilidad.

6 - El Reino de Dios se m anifiesta entre noso­


tros cuando existen relaciones de com prom iso
entre los creyentes (Ester 2,7; I a Tim. 1,2; l aJn.
4,20).
El com prom iso cristiano es el factor principal en
la vida del creyente. Es decir, una vida solidaria
con Dios y con la com unidad, principalm ente la
Iglesia.
Pablo nos pide comprorñiso con Dios en Rom a­
nos 12,1 y 2, pero tam bién nos dem anda una en­
trega a la hum anidad, así como lo hizo Jesús. El
pastor que protesta cuando alguien viene a pedir­
le consejo, interrum piéndolo m ientras está prepa­

49
rando un m ensaje, es porque no ha com prendido
lo que significa la total entrega de la vida a sus se­
m ejantes. Por supuesto que nos estam os refirien­
do a un pacto de amor, a una entrega voluntaria y
total. Pablo Deiros, en su excelente trabajo citado
anteriorm ente, dice con claridad que "la síntesis
de toda dem anda ética, desde la perspectiva bíbli­
ca es la ley del amor" (op. cit. pág. 66), y enfatiza
adem ás, que "el am or se expresará en la arm onía
con la ética bíblica cuando en forma devota pro­
cure obedecer, plenam ente, los m andam ientos da­
dos por Dios" (op. cit. pág. 67).

• El co m p ro m iso cristia n o

Pensamos que Dios siente un gran dolor al con­


tem plar la falta de entrega total que existe en la
m ayoría de los creyentes. Nos referim os a la en­
trega que m enciona Pablo en Romanos 12,1 y 2.
Vivimos una época donde la vida cristiana se ha
hecho dual, donde se tienen dos vidas y donde
existe un gran divorcio entre el desenvolvim iento
cotidiano y el m anifestado durante las reuniones
congregacionales. Existe un principio bíblico fun­
dam ental, que especifica con claridad que esta­
mos crucificados juntam ente con Cristo y esa
identificación es perm anente, tanto com o nuestra
existencia. Un pastor no com prom etido con Dios
y con la Iglesia, es m uy peligroso para la socie­

50
dad, pues dem uestra inm adurez en sus conviccio­
nes y un tipo de pensam iento adecuado a las cir-
tu n stan cias puram ente formales.
El com prom iso del obrero de Dios, involucra to­
dos los aspectos de su vida, desde su trato fam i­
liar hasta su conducta con los m iem bros de su
Iglesia, de otras congregaciones y tam bién los no
cristianos.
El com prom iso envuelve la vida del pastor y lo
obliga a vivir lleno del Espíritu Santo (que nada
tiene que ver con las em ociones). Todo siervo de
Dios está obligado a vivir de acuerdo con el pacto
establecido por m edio de Cristo y no debe olvidar
que la Palabra dice: "De aquí en adelante nadie
me cause m olestias; porque yo llevo en mi cuerpo
las marcas del Señor Jesús" (Gál. 6, 17).
Estas m arcas suponen la total identificación con
el Rey e indican al m undo exterior que está frente
a alguien que tiene su vida com prom etida con
una gran causa: la de Cristo.
A dem ás el com prom iso cristiano supone un
pacto con la sociedad. El m inistro cristiano debe
respetar a la com unidad y no agredirla. Vamos a
explicar esto. M uchos ministros creen que la co­
m unidad está obligada a aceptar no solam ente el
evangelio, sino la forma en que es predicado. Por
eso encontram os abusos en cam pañas de evange-
lización, donde se agrede al vecindario con par­
lantes que em iten sonidos con decibeles im posi­

51
bles de aceptar por el oído hum ano. Tengamos en
cuenta que Dios puso a sus hijos para llegar a la
com unidad de una m anera am atoria y convincen­
te en el poder del Espíritu, pero no con el poder
de los ruidos insoportables. Tenemos un com pro­
m iso con la sociedad, que es el de am ar a los seres
hum anos en el estado pecam inoso en el que se en­
cuentran, y presentarles el cam ino de la salvación,
aceptándolos tal com o son, así com o el Señor nos
aceptó a nosotros.
No podem os decir que estam os com prom etidos
con Dios en la tarea de evangelizar, sin obligarnos
a am ar y aceptar a la com unidad social de la cual
form am os parte. No olvidem os que a lo largo de
la historia, el derrum be de las grandes religiones
se produjo cuando éstas le dieron la espalda a la
gente sufriente y optaron por entronizarse en el
poder secular, despreciando las necesidades hu­
m anas y viendo sólo en los hom bres un m edio pa­
ra alcanzar grandezas.
Un ejem plo de conducta pastoral lo encontra­
mos en ese gran hom bre de Dios que fue M artin
Luther King, él estaba com prom etido con su Se­
ñor y con la sociedad a la cual pertenecía, y dió su
vida por cum plir con ese com prom iso.
Toda la sociedad tanto nacional com o interna­
cional se desarrolla por m edio de pactos o con­
venciones que son de cum plim iento obligatorio.
¿Por qué entonces hay liviandad en la vida de al­

52
gunos obreros cristianos y piensan que, con sólo
dirigir algún culto, ya están "cum pliendo" con
Aquél que adem ás de ser Salvador, es Señor Sobe­
rano y Rey de la historia y de nuestras historias
individuales? (Sal. 10,16; 47,7; Apoc. 15,3).
En especial m anera querem os resaltar lo dicho
en M alaquías 1,14: "M aldito el que engaña, el que
teniendo m achos en su rebaño, prom ete, y sacrifi­
ca a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey,
dice Jehová de los ejércitos, y mi nom bre es tem i­
ble entre las naciones".
La ética pastoral dem anda una conducta inta­
chable, totalm ente entregada a la voluntad de
Dios, sin excepción y sin argum entación valedera
para salirse del pacto de am or y santidad firmado
con quien es poderoso y fiel a las cláusulas de la
convención estipulada con sus hijos, y en especial
m anera con sus ministros.
"Porque el obispo debe ser intachable, como ad­
m inistrador de Dios, no obstinado, no iracundo,
no dado a la bebida, no pendenciero, no am ante
de sórdidas ganancias, sino hospitalario, am ante
de lo bueno, sensato, justo, santo, dueño de sí
m ismo" (Ep. de Pablo a Tito, versión de las Amé-
ricas. Cap. 1,7-8).
Esta últim a expresión "dueño de sí m ism o", se
encuentra corroborada tam bién en 2a Tim. 1,7
cuando dice que "...Dios nos ha dado dom inio
propio". Este claro concepto ético cristiano, fija la

53
realidad que debe prim ar en un siervo de Dios y
es que su com prom iso o pacto entablado con el
Señor debe desarrollarse sobre la base im portantí­
sima de un control preciso sobre las em ociones,
para no dejarse arrebatar por la carnalidad y el
poder del yo sobre la vida.
El com prom iso con el Rey supone una total su­
bordinación a sus norm as éticas y por lo tanto la
conducta del obrero cristiano se desarrolla en un
marco específico de cum plim iento m oral en la vi­
da de relación, m oral que alcanza a todos los as­
pectos de la vida. Pero m oral cristiana no es m oji­
gatería com o diría don M iguel de Unam uno refi­
riéndose a los hipócritas. La ética de un pastor
consiste en su total identificación con Cristo y so­
bre todo en su relación con los dem ás; debe pre­
valecer un pensar más en otro que en sí mismo.
Un fam oso pensador español, José Cam ón y Az-
nar, dijo que "vivir es convivir" lo que hace dedu­
cir que nuestra vida es dada en función de los de­
más y en el com prom iso que tácitam ente o no,
suscribim os con Dios, para vivir de acuerdo con
norm as m orales de altísim o nivel. Y decim os que
es el Señor el que fija esas norm as en las concien­
cias de los seres hum anos que deben vivir guar­
dando esas pautas norm ativas.

54
• Id en tid ad Pastoral

Por otra parte, es im portante pensar que el pas­


tor debe m antener una definida identidad com o
siervo de Dios. Esa identidad está m arcada y deli­
neada por un com prom iso con el Señor, una en­
trega total y absoluta a la vida de oración, un co­
nocim iento am plio de todos los derechos celestia­
les que el m inistro posee, como ser, el poder sum i­
nistrar los sím bolos de la cena del Señor, im partir
la bendición de una pareja en el acto del m atrim o­
nio, los bautism os que realiza, el solem ne y sagra­
do hecho de ponerse frente a un púlpito, la conse­
jería, etc..
La identidad de un pastor debe m antenerse pu­
ra, pues en esa identidad se encuentra inmersa la
propia im agen de Dios, que es quien le ha dado
esos derechos ganados por Jesús en la cruz del
Calvario.
La identidad pastoral supone saber dónde se es­
tá doctrinalm ente parado y cuáles son las norm as
éticas y espirituales que m ueven la conducta del
siervo de Dios. La identidad pastoral produce cer­
teza y convicción en los cristianos y no cristianos
que rodean al m inistro y establece una clara dife­
rencia con los líderes de las sectas falsas y aleja la
confusión.

55
Jesús se identificó diciendo que Él era el H ijo de
Dios y que el Padre y Él eran de una m ism a esen­
cia.
Pablo proclam ó tam bién su identidad diciendo
que era un siervo de Jesús y que estaba crucifica­
do juntam ente con Él.

7 - La Iglesia debe ejercer dom inio sobre Sata­


nás y sus huestes como señal de que el Reino de
Dios está entre nosotros. (Mt. 12,28; Mt. 16,18;
Apoc. 20,2; entre otros).
¡Qué poco dom inio practicam os los cristianos
sobre el diablo!. No porque carezcam os del poder
de Dios, sino porque no lo ejercem os y en conse­
cuencia, perdem os m ultitud de bendiciones.
El pastor debe ser un ejem plo en el ejercicio del
poder de su Rey y Señor. No olvidem os que poder
significa en griego "dom inio, im perio, explosión,
expansión, autoridad y potestad". Por lo tanto, to­
da conducta pastoral lleva im plícita la m anifesta­
ción del poder de Dios en el cristiano espiritual.
A dem ás, no debem os olvidar que al ser testigos
de ese poder ante el m undo y ante las potestades
de las tinieblas (Hch. 1,8 y Ef. 3, 10), el m inistro
cristiano expresa con su com portam iento que,
quien vive en Él, es dueño absoluto de toda m a­
jestad e imperio. Toda sonrisa de un pastor, todo ges­
to, toda palabra, todo pensamiento, toda actitud, deben
estar impregnados del poder que emana de la cruz. La

56
derrota del diablo debe expresarse en la conducta victo­
riosa del ministro.
La potestad de Dios m orando en el creyente es
uno de los regalos más grandes que El ha hecho a
sus hijos. Esa potestad es la m ism a que creó al
universo, al hom bre y a toda especie anim al y ve­
getal; es la m ism a que partió el M ar Rojo en dos,
que dividió el Jordán, que hizo caer los m uros de
Jericó, que venció a los enem igos de Israel, que
envió fuego sobre los em papados leños que Elias
puso debajo del buey, que hizo flotar el hacha de
Eliseo, que curó a Ezequías, que llevó a pastores y
a reyes a adorar al niño nacido en Belén, que curó
enferm os, que sacó dem onios, que detuvo tor­
m entas, que conocía el pensam iento del corazón
del hom bre y levanto a Jesús de entre los m uertos,
entre otras m uchas cosas. Ese m ism o poder mora
en el cristiano, dado que al recibir a Cristo com o
Salvador y Señor, el creyente entra en posesión de
ese dom inio, ya que Cristo es PO D ER de Dios y
SA BID URIA de Dios ( I a Cor. 1,24).
Tengo una pequeña anécdota a este respecto. En
una oportunidad llegaron a mi casa dos m isione­
ras alem anas que residen en el sur argentino y de­
sarrollan allí una notable tarea. Ellas son am igas
de mi familia y las apreciam os mucho. Debían
realizar un tram ite en la Aduana de Buenos Aires,
para retirar una encom ienda postal aérea que les
habían enviado desde Sudáfrica y contenía ele­

57
m entos necesarios para la obra que ellas realizan.
Las acom pañé a pedido de ellas. Cuando llega­
mos a las oficinas de la A duana, antes de descen­
der del autom óvil les dije: "Vamos a tom ar dom i­
nio de esta repartición pública en el nom bre de je ­
sús. Som os hijos de un Gran Rey y no vam os a su­
plicar por la entrega de esa encom ienda ni a tole­
rar que nos insinúen tener que dar cohecho”. Les
dije esto porque com o abogado conocía el am ­
biente. Oram os y tom am os dom inio de la Aduana
y le recordam os a Satanás que él es un enem igo
vencido y que penetrábam os en sus territorios en
el nom bre de quien lo venció en la cruz.
Entram os a la Aduana. Todo iba m uy bien en
ese largo cam ino burocrático hasta que llegam os a
la últim a oficina. A llí un em pleado con ínfulas de
todopoderoso funcionario nos dijo: "No se les da­
rá la encom ienda, pues estas personas son religio­
sas y deben acudir al M inisterio de Culto". Tomó
un gran sello que seguram ente diría "NO", y lo al­
zó; cuando su m ano con el sello iba a caer sobre la
hoja, lo mire fijam ente y dije al Señor: "No se lo
perm itas. Sujétale el brazo".
El aduanero intentó varias veces colocar la lapi­
daria marca, m ovía su brazo en el aire y nos pare­
cía ver una m ano que le sujetaba y evitaba que el
sello se imprim iera. Al cabo de unos segundos, es­
te hombre nos miró y dijo: "Bueno.... por esta úni­
ca vez lo vam os a dejar"; tom ó otro sello y lo colo­

58
có en el m ism o lugar donde iba a poner el "NO" y
las m isioneras se fueron m uy contentas con su pa­
quete.
No estaba m uy seguro de las intenciones co­
rruptas del em pleado, pero al decir que ese trám i­
te debía realizarse en el M inisterio de Culto, pues­
to que las peticionantes eran religiosas, indicaba
la falacia del argumento. Eran, sim plem ente, dos
habitantes del país que iban a ejercer sus dere­
chos.
Se pudo ver com o la trem enda m aquinaria del
poder de Dios se ponía en funcionam iento. No es
teoría; es que el Rey pone a nuestra disposición
toda la autoridad del cielo.
Nada hay en la actividad de la obra de Dios que
esté por encim a de la ética de sus m andam ientos.
Pretender obtener algo de las autoridades ponien­
do en funcionam iento el cohecho, aún cuando la
beneficiaría sea la obra del Señor, es altam ente in­
moral y deteriora la im agen del Evangelio. Aquí
más que nunca debem os decir que el fin no justi­
fica los medios.
Las norm as ético-cristianas presuponen la vi­
gencia de ese dom inio en toda expresión de con­
vivencia, pues si bien el diablo enturbia las rela­
ciones hum anas, tam bién el poder de quien lo
venció en la cruz puede y quiere intervenir en
esas relaciones. Y cuando el ministro cristiano vi­
ve de acuerdo con el dom inio y autoridad divina

59
de trastocar toda m aquinación diabólica para im ­
poner sus propios designios, obtiene la victoria.
La m anera de com portarse del pastor siempre
deberá estar im pregnada del poder del cielo, pues
los integrantes de su congregación saben de las
tensiones y derrotas producidas por el enem igo y
van en busca de un hombre que los proteja con
autoridad en los trances difíciles en que se en­
cuentren.
Un m inistro que vacila ante la lucha espiritual,
que em plea arm as hum anas o ardides carnales,
pierde ascendiente y produce desazón entre los
fieles.
Todo cristiano quiere pertenecer a una congre­
gación donde su pastor sea un ser hum ano triun­
fante en Cristo, y que ejerza ese trem endo poder
que el Resucitado le dió.

8 - La ley de sem brar y cosechar. (2a Cor. 9,6;


Gál. 6,7-9).
La conducta pastoral debe estar signada ética­
m ente por una visión constante de que estamos
viviendo una época trascendental de siem bra y
cosecha. Nunca como hasta ahora el Espíritu San­
to ha estado sem brando la Palabra de Dios por el
m undo entero. Pero no sólo para que las alm as se
salven, sino para que se forme una Iglesia fuerte y
consistente, que sea heredera de los bienes del
Reino de Dios y que produzca una alteración de

60
los principios satánicos que rigen este m undo.
D ios está em pezando a m overse en estos últi­
mos días. Éste es el tiem po de la siega. El m om en­
to ha llegado para que la hoz sea echada en el
sem brado. El Señor dice: "¡Toquen sus trom petas,
profetas! Exam inen la verdad dada por los padres
de la Iglesia. Consideren la verdad del período de
la Reform a, los avivam ientos de W hitefield y los
W esleyanos, el m ovim iento tradicional pentecos-
tal, los grupos fundam entalistas bautistas y los
presbiterianos calvinistas... Dios está proclam an­
do com o nunca antes, que su Reino está pronto a
ser m anifestado".
Tenemos que recibir toda la verdad. En vez de
tener una actitud de crítica hacia el vaso que nos
trae la verdad, tenem os que decir: "Señor, perm i­
te que las trom petas de la verdad suenen como
una voz en la tierra...". La única cosa que no fue
sacudida en Jericó fue la gente que caminaba uni­
da con el Señor. La unidad de propósito en el pue­
blo de Dios no será sacudida.
La ética pastoral, basada en los principios del
Reino de Dios, establece que la conducta de un
ministro estará im pregnada de una entrega total a
la cosecha de lo sem brado por el Espíritu Santo; y
lo sem brado es el evangelio totalizante del Reino,
que involucra la enseñanza de la doctrina de Cris­
to, la predicación de una salvación com pleta y
una preocupación por los aspectos sociales (Mt.

61
4,23 y 9,35).
No caben posiciones contem plativas ni com odi­
dades m etidas en m oldes denom inacionales o
dogm áticos, que alejan a los pastores de la reali­
dad espiritual, social y cultural. Toda actitud,
pensam iento, m otivación y sentim ientos deben
estar encausados a cosechar, por un lado, gente
transform ada y por otro, aportar el peso, que den­
tro de la sociedad, debe tener la Iglesia de.Cristo.
Basta ya de protegernos en pequeños ghettos,
proclam ando que som os un pequeño pueblo muy
feliz. Exaltem os la realeza de Cristo y su gloria ab­
soluta que envuelve los cielos, la tierra y la histo­
ria de la hum anidad.
¿Estam os cosechando drogadictos transform a­
dos por el poder de Cristo, prostitutas, madres
solteras, alcohólicos, suicidas en cierne, delin­
cuentes y otras mil llam adas lacras sociales; que
vivan nuevas vidas por m edio de la acción de la
sangre de Cristo?. ¿Cosecham os hom bres de ne­
gocios cuyos objetivos vayan más allá de ocupar
posiciones respetables y hacer dinero desm esura­
dam ente?. ¿Cosecham os deportistas, artistas, go­
bernantes, políticos, científicos, profesores, indus­
triales, profesionales?. Nuestra conducta pastoral
debe estar orientada hacia los grandes objetivos y
hacer acopio de todo aquello que glorifica al Se­
ñor Jesús.

62
•9 - La autoridad espiritual debe ser definida y
desarrollada dentro del cuerpo de Cristo. A uto­
ridad espiritual es la influencia de Dios sobre
Satanás; pero no se puede tener aquella sin estar
bajo la mism a.
'N

Esta es una norma esencial en la ética pastoral.


La sujeción del m inistro a alguien que podrá ser
un líder denom inacional, un consejo de ancianos
o, sim plem ente, una junta de asesores. Cuando el
m inistro se desenvuelve en forma independiente,
sin rendir cuenta a nadie de sus actos, sin tener
sobre sí la autoridad de otros, seguram ente caerá
prim ero en la soberbia y luego en cualquier tipo
de pecado.
La fe más grande que encontró Jesús en la tierra
fue la del centurión porque éste entendía el con­
cepto de autoridad (Le. 7,1-10).
N a¿ie, ni aun los m ás brillantes pastores y evan­
gelistas, deben estar fuera de cobertura espiritual.
Esta es una protección que Dios establece en su
Palabra y lo notam os perfectam ente en Efesios
5,21 cuando dice: "Som eteos unos a otros en el te­
mor de Dios".
La palabra "autoridad" (exousia) tiene variadas
acepciones en la Biblia, pero aquí querem os refe­
rirnos a cierto derecho que tiene la Iglesia local, es
decir a tom ar el control u orden, ya sea en la for­

63
ma de culto, en el ejercicio de la disciplina o en el
desenvolvim iento de los m inistros.
Si nos resistim os a la autoridad que otros m iem ­
bros del cuerpo de Cristo tienen, estam os resis­
tiendo a la autoridad de la Cabeza,
Cada denom inación o agencia de servicio, ten­
drá un sistem a para el ejercicio de la autoridad en
su seno lo que no significa la entronización de una
dictadura, sino una supervisión am plia de las ac­
tividades de los obreros cristianos.
Es notable el ejem plo del Dr. Billy Graham ,
quien tiene una junta consultiva que lo aconseja y
controla en sus actividades de m inistro del evan­
gelio. N ada hace este destacado evangelista, que
esté desaconsejado por los integrantes de ese co­
mité. Este respeto a la autoridad del Señor que
descansa en personas sabias, le da un m arco ético
a su labor m inisterial.
W atchm an Nee, en su f-amoso libro "Autoridad
Espiritual" (Vida, pág 23), nos dice con su gran
sencillez y profundidad: "Estam os bajo la autori­
dad de los hom bres, así com o tenem os hombres
bajo nuestra autoridad... hasta el Señor Jesucristo
cuando estaba en la tierra se som etió no sólo a
Dios sino tam bién a la autoridad de otras perso­
nas,... Un obrero cristiano debe saber quién está
por sobre él... una vez que sabem os a quién debe
sujetarse, y descubre naturalm ente su lugar en el
cuerpo de Cristo".

64
Y m ás adelante dice en la m ism a obra: "Tenga­
m os un espíritu de obediencia y practiquem os la
obediencia. A lgunas personas son com o los salva­
jes que no pueden obedecer, pero los que se han
ejercitado en la obediencia... con toda naturalidad
pueden vivir una vida obediente (Op. cit. pág.25).
T. B. M aston dice que "Dios ha creado al hombre
com o persona, respeta la libertad que le ha confe­
rido, pero tam bién hace al hom bre responsable
por lo que hace con su libertad. Éste no es princi­
palm ente un derecho, sino un deber del hombre
ante Dios. Esto significa que cuando el hombre
hace valer su independencia ante Dios pierde su
real libertad. Usa su libertad para perder la liber­
tad...".
En otras palabras, "la libertad m ás verdadera y
m ás com pleta del hom bre se encuentra en la rela­
ción con Dios y su obediencia a Dios" (T.B. M as­
ton, "Ética de la vida cristiana". Casa Bautista de
Publicaciones, edición 1981, pág. 49).
Nosotros agregam os a esto que el cristiano está
sujeto á obediencia para con Dios, tam bién m e­
diante otros hom bres que el Señor le ha puesto,
sea esposo, padre, gobernante, líder denom ina­
cional, consejo de ancianos, etc. El apóstol Pablo
dice: "Som étase toda persona a las autoridades
superiores, porque no hay autoridad sino de par­
te de Dios, y las que hay, por Dios han sido esta­
blecidas" (Rom. 13, 1).

65
• Los p astores in d ep en d ien tes

Entendem os por pastores de iglesias indepen­


dientes a aquellos m inistros que pastorean con­
gregaciones que no dependen de una denom ina­
ción y que realizan sus actividades de m anera au­
tónom a sin estar ligados a Convención o C onfe­
rencia alguna.
Los m inistros no denom inacionales que pasto­
rean iglesias independientes, deben som eterse a
una Junta de Consejeros que tengan la prerrogati­
va de exhortarlo y m inistrar su vida en todo sen­
tido. Pero estos no deben ser los discípulos que
Dios le ha dado, ni tam poco hom bres que estén
dentro del m arco de su influencia m inisterial, si­
no, preferentem ente, hom bres am igos suyos m a­
duros y sabios en las cosas del Señor, que desarro­
llen otros m inisterios o sim plem ente sean creyen­
tes que no dependan de la autoridad ejercida por
él, que debe ser cubierto espiritualm ente.
En la Iglesia neotestam entaria no existían las de­
nom inaciones, pero no cabe duda alguna de la su­
pervisión que ejercía el apóstol Pablo sobre las
congregaciones nacidas a raíz de su tarea. Y el
m ism o apóstol reconoció la autoridad del grupo
de profetas y m aestros que lo enviaron a su pri­
mer viaje m isionero (Hch. 13,1-3), pues obedeció
la voz del Señor a través de esos hom bres y acep­
tó que le im pusieran las manos.

66
• ¿Q ué produ ce la cob ertu ra esp iritu al?

La cobertura espiritual en el m inisterio, produce


orden y eficacia en la Iglesia. Dios ha dado al
cuerpo de Cristo dones y talentos, y estos regalos
del Señor a la Iglesia local son de dos clases:

a) Los dones del Espíritu Santo (Rom. 12,4-8 y I a


‘ Cor. 12,28).
b) Los dones de sostén (Ef. 4, 11-12 y Hch. 6, 1-
7). Los prim eros son facultades sobrenaturales
que el Espíritu Santo reparte com o Él quiere para
la edificación de la Iglesia, y los segundos son
hom bres y m ujeres con m inisterios dados por Je­
sús para ser desarrollados en las iglesias.
A hora bien, todos tienen que entender bajo qué
cobertura están en el desenvolvim iento de sus do­
nes y de quiénes son, a su vez, protectores espiri­
tuales.
De esta form a, al ponerse todo creyente bajo au­
toridad o cobertura espiritual, se desarrolla en
m ejor m anera una ética que se fundam enta en el
respeto a soberanía de Dios, m anifestada a tra­
vés de los diversos m inistros colocados por el Se­
ñor. La conducta del pastor debe estar condicio­
nada a la sujeción al Rey y a los hom bres que El
ha dispuesto poner en autoridad. Toda conducta
m inisterial no puede ser arbitraria ni caprichosa,
sino sujeta a la m ajestad de Dios y a la posición de

67
otros herm anos.
Esto hace que la conducta ético-m inisterial deba
definir posturas ejercidas por los obreros de Dios
con relación a la obediencia al Señor y a la acepta­
ción de una cobertura espiritual que no puede de­
jar de tener el m inistro.

68
Capítulo 4
La ética pastoral en el hogar

Siempre lastimas al que amas, al


que nunca debieras lastimar.
Balada popular

odo pastor, diácono, m aestro, evangelista,


T etc., debe tener un com portam iento ético acor­
de con su condición de ser hum ano y por lo tanto
de individuo social y agente moral.
La fam ilia es el ám bito fundam ental donde el
siervo de D ios desarrolla su conducta, que debe
estar im pregnada con la ética cristiana.
La habilidad del m inistro para ejercer mayordo-
mía sobre lo que Dios le ha dado por gracia den­
tro de la congregación, com ienza en el pequeño
m undo familiar.

69
A llí, en el hogar, el Señor pone a prueba la habi­
lidad del m inistro para luego dem ostrar en la con­
gregación su apego a norm as ético-cristianas que
aplicará en su trato con los m iem bros de la iglesia.
Cuando la Palabra de Dios prevalece en las rela­
ciones m atrim oniales y paternofiliales, no le será
difícil al pastor aplicar esas m ism as norm as en su
rebaño.
De allí lo esencial de la fidelidad entre los espo­
sos que son siervos del Señor; fidelidad que va
más allá de om isión de adulterio y penetra en el
cam po de lo m ental. Es lastim oso observar en m u­
chos m atrim onios cristianos la infidelidad em o­
cional, es decir una especie de convivencia obliga­
da pero con el pensam iento puesto en un tercero.
La ética cristiana familiar posee una serie de
norm as que se encuentran en la Biblia y van des­
de el am or recíproco que produce conductas sa­
nas, hasta el papel que desem peña cada integran­
te del grupo familiar. M uchas veces los pastores,
nos preocupam os en seguir determ inados pará­
metros éticos en nuestra relación con los m iem ­
bros de la iglesia, pero descuidam os nuestra con­
ducta con aquellos a quienes Dios puso priorita­
riam ente bajo nuestra cobertura espiritual y m ate­
rial.
Cuando el apóstol Pablo le recom ienda a Timo­
teo las norm as éticas de com unicación fam iliar
para ser enseñadas, incluye una advertencia que

70
es m uy fuerte: "Porque si alguno no provee para
los suyos, y m ayorm ente para los de su casa, ha
negado la fe, y es peor que un incrédulo". ( I a Tim.
5,8). Pero es necesario entender que no es sola­
m ente la provisión m aterial la que se exige, sino
tam bién la espiritual y m oral.
•El m inistro esta obligado a invertir m ucho tiem ­
po en su esposa e hijos, de lo contrario com ienza
a perder ascendiente sobre los m iem bros de su
\ iglesia y de su familia.
La ética pastoral supone una relación santa en­
tre am bos cónyuges y entre estos y sus hijos, pues,
de no ser así, el m inistro queda descalificado para
la consejería cristiana entre los m iem bros de su
congregación.
El Creador ha fijado las norm as ético-m atrim o-
niales, es decir que son norm as de conducta que
hacen a la esencia misma de la relación conyugal.
Creem os que los principios básicos conyugales
descansan en las pautas norm ativas que el Espíri­
tu Santo fijó en la Biblia, y esas pautas son al en­
tender del autor Gene A. Getz: "Que los m aridos
puedan am ar a sus esposas com o Cristo am ó a la
Iglesia, lo cual incluye el som etim iento (Ef. 5, 21-
25); y las esposas deben sujetarse a sus esposos,
com o la Iglesia está sujeta a Cristo, lo cual incluye
am arlo". En efecto, el am or de Cristo es la base de
la sujeción m utua y ésta es posible sin elim inar la
condición de cabeza de la m ujer que el esposo tie­

71
ne. (Dim ensiones del m atrim onio, Edit. Vida. pág.
83).
El acatam iento a estos principios que, adem ás
de ser espirituales son estrictam ente éticos, for­
m an parte de las conductas enunciadas en la Bi­
blia y son la base de una funcionalidad igualitaria
en el m atrim onio y un ejercicio sano de los roles
maritales.
Esto nos hace pensar en que form a el m ism o Se­
ñor Jesús guardó estos principios, al trabajar en el
oficio de su padre, ayudando al sostenim iento del
hogar y luego, m uy probablem ente, haya pasado
a ser el responsable de esa m antención ante la pre­
sunta y prem atura m uerte de José. Todo esto nos
indica el despropósito que se produce al subesti­
m ar las obligaciones fam iliares y colocarlas en
una posición subalterna con respecto a la obra de
Dios. Es que ella involucra prim eram ente la fam i­
lia.
Una actitud ético-pastoral relevante en lo que se
refiere a la conducta del m inistro con su esposa,
significa que éste trata a su cónyuge com o un va­
so más frágil (Ef. 5,25-27 y I a Ped. 3,7).
También el cuidado de sus hijos requiere del
pastor una actitud de afecto constante, y atención
a las necesidades de ellos, evitando poner la obra
por encim a de sus descendientes, lo que originará
en caso contrario la aparición de enem igos de su
m inisterio, dentro de su propio hogar.

72
Capítulo 5
La ética pastoral y
el discernimiento

...pero el alimento sólido es para


los que han alcanzado madurez,
para los que por el uso tienen los
sentidos ejercitados en el discerni­
miento del bien y del mal.
Hebreos 5,14

E l cam ino de los m inistros cristianos está plaga­


do de peligros, por lo tanto, no debem os pen­
sar que la vida pastoral es un dulce descanso. Por
ello, el discernim iento espiritual debe ser una
constante en aquel que dedica su vida a servir al
Rey. Con cuanta razón dice Pablo Deiros: "C uan­
do hablam os de ética cristiana nos referim os al es­
fuerzo para relacionar los principios bíblicos a

73
nuestra vida como creyentes y a la sociedad con­
tem poránea. Esto es sin duda lo m ás difícil. Pero
si com o creyentes y com o com unidad de fe valo­
ramos nuestra libertad delante de Dios, sabrem os
encontrar bajo la dirección de su Espíritu, la res­
puesta que necesitam os" (Op. cit. pág. 71). Es bue­
no destacar que hay tres elem entos que confor­
man la personalidad: la em oción, el intelecto y la
voluntad. Junto a éstos se encuentra la ley de
Dios, ya sea escrita en el corazón o en las tablas de
piedra del M onte Sinaí y por sobre todo las Escri­
turas. Todos ellos constituyen la conciencia. Ella
es la que nos capacita para saber qué es lo correc­
to y qué es lo erróneo. Pero la elección no es siem ­
pre entre am bas cosas solam ente, sino entre lo que
es bíblico y lo que es m eram ente conveniente.
Es el Espíritu Santo quien le da discernim iento
al pastor o a cualquier otro m inistro para relacio­
narse con los otros seres hum anos y tam bién para
reconocer la verdadera doctrina cristiana. Y esa
doctrina es nada m enos que la estructura de los
fundam entos del Reino de Dios. Pero vayam os
por parte y analicem os prim eram ente el discerni­
m iento en el trato con los otros que debe tener to­
do pastor, para luego entrar en el ám bito de la
doctrina.
D iscernim iento significa según los diccionarios:
"Juicio por cuyo m edio se percibe y establece la
diferencia que existe entre varias cosas". Esta es

74
una muy buena definición, nos habla de "juicio",
es decir de una valoración que hacem os respecto
de algo o de alguien (según el concepto bíblico).
¿Por qué destacam os la im portancia que tiene pa­
ra el siervo de Dios saber hacer una diferencia en­
tre las norm as éticas que m otivan la vida de una
persona?. Es im prescindible discernir en estos
tiem pos peligrosos, cóm o se m ueve éticam ente un
individuo, sea éste cristiano o no. Son las normas
éticas de com portam iento las que dem uestran las
verdaderas intenciones de un ser hum ano y des­
nudan tam bién su interior.
M uchas falsas ovejas penetran en las iglesias
por falta de discernim iento de los m inistros hacia
sus actitudes éticas. Los pastores son engañados
con facilidad por no ponér en ejercicio el discerni­
m iento espiritual que, ilum inado por el Espíritu
Santo, sacará a la superficie lo escondido en un
corazón. Ya Jesús advirtió que "por sus frutos los
conoceréis" (Mt. 7,16). Cuando se discierne espiri­
tualm ente es porque se está lleno del Espíritu y
agrada a Dios el ejercicio de esa actividad espiri­
tual, pues de esa m anera libram os a la congrega­
ción de falsos herm anos.
¿Qué se entiende por falsas ovejas? Si damos
una ojeada al libro de Ezequiel en el capitulo 34,
vs.31, vem os que el Señor dice: "Y vosotras, ove­
jas mías, ovejas de mi pasto, hom bres sois, y yo
vuestro Dios, dice Jehová el Señor". Analizando

75
este versículo encontram os que las ovejas del Se­
ñor son aquellas que se alim entan espiritualm en­
te de la Palabra de Dios. Él tiene un pasto espiri­
tual y lo da de com er a los que son suyos, no a los
que no lo son. Por lo tanto, las ovejas que se ali­
m entan de otros pastos, aunque parezcan espiri­
tuales, carecerán de la sustancia que produce lo­
zanía y crecim iento en las cosas del Rey de la eter­
nidad. Una falsa oveja no se alim enta de lo que
Dios le brinda, sino que busca el alim ento en su
propio sustento o en lo que le ofrece el m undo y
Satanás.
¡Cuánto se preocupó Jesús, luego de resucitado,
de que Pedro diera de com er a sus ovejas!.
Por ello discernim os que una oveja no es de las
verdaderas, cuando es una fam élica espiritual que
engorda su ego procurando solam ente su bien.
La falsa oveja se destaca porque está sobreali­
m entada no precisam ente por el Señor y trata por
todos los m edios de influir entre los dem ás cre­
yentes produciendo divisiones y altercados.
Podem os afirm ar que cuando se producen casos
de pecado en la iglesia ya sea por parte de un
m iem bro o lo que es peor, por parte de algún m i­
nistro, es por no haberse ejercido el discernim ien­
to com o don del Espíritu Santo, o sim plem ente
com o facultad que todo creyente que viviendo en
el Espíritu debe tener.
Y en lo que se relaciona a la doctrina sucede lo

76
m ismo. El cuidado de los principios básicos del
•Reino de Dios, debe ser una preocupación cons­
tante de los pastores de una congregación.
G eneralm ente, la propagación de norm as falsa­
m ente llam adas bíblicas dentro de la congrega­
ción se debe a la falta de discernim iento por parte
de los m iem bros, acerca de la conducta que posee
el que trae la falsa doctrina.
Toda tergiversación de la pura doctrina bíblica
de la salvación por la fe, la santidad, la plenitud
del Espíritu Santo, la divinidad de Cristo, su se­
gunda venida, la retribución de los justos y los in­
ju sto s,'el arrepentim iento com o actitud previa al
pedido de perdón por parte del pecador y otras
m uchas verdades que son patrim onio de la reve­
lación bíblica, son propagadas por personas que
luego m ostrarán una actitud ética que está fuera
de las norm as escritúrales.
Quífen se aparta de la Biblia para sostener prin-
cipios'religiosos que parten siem pre de las m entes
calenturientas de los m uchos "M esías" que hay,
tam bién se apartará de los elem entos éticos que la
Escritura revela.
El Apóstol Juan dice claram ente en su primera
carta, capitulo 4, vs, 1 al 3, "Am ados, no creáis a
todo espíritu, sino probad los espíritus si son de
Dios; porque m uchos falsos profetas han salido
por el m undo. En esto conoced el Espíritu de
Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha

77
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que
no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no
es de D ios; y este es el espíritu del anticristo, el
cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora
ya está en el m undo".

78
Capítulo 6
La ética pastoral y las
controversias teológicas

Los prejuicios de grupo o de deno­


minación, llegan a oscurecer la
verdad divina y ponerse en contra
de las bendiciones obradas por
Dios en otros medios y lugares.
Francisco Lacueva

ste es un punto de los más descuidados por


E los siervos de Dios: dirim ir cuestiones teológi­
cas o doctrinales ante la presencia de los no cre­
yentes. Entendem os que eso es una falta de ética
pastoral.
¡Cómo nos atrevem os a airear nuestras disputas
delante del m undo, para que éste sea nuestro juez
en vez de Dios!.

79
Las diferencias que existan entre cristianos, no
pueden ser divulgadas ante el m undo, pues éste
habrá de convertirse en tribunal de justicia, atri­
bución que de ninguna m anera le pertenece.
Cuando se reunió el Concilio de Jerusalén tal co­
mo se relata en el libro de Hechos cap. 15, la dis­
puta era sobre si los nuevos cristianos gentiles de­
bían ser circuncidados, pero los versículos 7 y 8
dicen: "Y después de m ucha discusión, Pedro se
levantó y les dijo: Varones herm anos, vosotros sa­
béis com o ya hace algún tiem po que Dios escogió
que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del
evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los cora­
zones, les dió testim onio, dándoles el Espíritu
Santo lo m ism o que a nosotros...". ¿Sabem os cómo
fue el debate?. ¿Dice la Palabra de Dios cuáles fue­
ron los argum entos que se intercam biaron entre
los presentes?. ¿Su disputa fue llevada ante el co­
nocim iento de los no cristianos?. De ninguna ma­
nera. Esos varones de Dios de la Iglesia prim itiva
supieron elevar sus disidencias a un nivel muy
superior y no desprestigiaron el evangelio trans­
form ando en espectadores y jueces a los que no
son seguidores de Cristo.
De todo esto deducim os que la ética pastoral
im pone discreción en las diferencias interm iniste­
riales. El m undo está ávido de noticias que venti­
len desinteligencias entre los m inistros del evan­
gelio. Los que atacan y se burlan de la Palabra de

80
Dios se gozan en presenciar toda discrepancia en­
tre los pastores y entonces sí, los diarios y los in­
form ativos radiales y de televisión consideran
que el evangelio es noticia.
El Señor oró por la unidad de la Iglesia (San
Juan 17,21), y esa unidad se consigue tam bién en
la discreción pastoral.
C onsideram os poco ético tom ar el pulpito para
atacar a otros siervos de Dios o aprovechar asam ­
bleas y congresos para descargar las iras confesio­
nales o denom inacionales. La necesidad de predi­
car el evangelio del Reino de Dios torna im proce­
dente e inoportuno toda controversia que se ven­
tile a nivel general y no íntim o o particular.
Todo pastor le/debe respeto a otro, y si tiene al­
guna diferencia deberá expresarla a solas con su
consiervo y evitar la publicidad.
Esto de ninguna m anera significa que debam os
guardar silencio ante el pecado, ni tener una acti­
tud displicente o cóm plice, sino recorrer los cam i­
nos bíblicos para exhortar al pecador o cuando di­
sentim os teológicam ente con otro ministro.
El evangelio es un valor m uy preciado com o pa­
ra desprestigiarlo con luchas intestinas y lo que es
peor, ponerlo en la picota pública.
Pero cosa muy distinta es cuando los sistemas
del m undo nos atacan. Entonces sí, no debem os
vacilar en luchar públicam ente en defensa de
nuestros principios. Nunca hay que dejar pasar

81
los infundios y ofensas que se le hagan al evange­
lio y al Señor de la vida. Salgam os de nuestros re­
ductos eclesiásticos y digám osle a los adversarios
d d Rey que ellos ya están condenados por Su Pa­
labra.

82
Capítulo 7
La ética pastoral y
el robo de ovejas

En el plano de la construcción del


cuerpo de Cristo en su form a más
amplia, el pastor debe ser un ele­
mento de unión, de respeto, apre­
cio y cooperación.
Alberto Barrientos

E l pastor Ángel Furlan dice en el libro citado


anteriorm ente que "A lgu nos pastores han
edificado sus iglesias no con las alm as ganadas al
m undo, sino con m iem bros ganados a otras iglesi­
as, de otras y de su propia denom inación... Esas
iglesias han term inado dividiéndose por el senci­
llo hecho de que el fundam ento fue mal puesto....
Unásactitud tal dem uestra no un am or por la obra

83
del Señor, sino un interés m uy m arcado en el éxi­
to personal basado en el egoísm o y la am bición.
(Op. cit., pág. 147).
El apóstol Pablo dice en Romanos 15,20: "Y de
esta m anera me esforcé a predicar el evangelio, no
donde Cristo ya hubiese sido nom brado, para no
edificar sobre fundam ento ajeno,..." Pese a esto,
son m uchos los pastores que alim entan sus Igle­
sias con m iem bros de otras. A ceptan críticas a
otros pastores para luego abrir las puertas de sus
tem plos a los disconform es de otras congregacio­
nes.
Entendem os que, excepto en caso de pecado
trascendido y evidente de algún siervo de Dios,
ningún otro puede prestar oído a las quejas de los
m iem bros de una Iglesia hacia su pastor. Pero, la­
m entablem ente, sucede que m uchos escuchan
esas quejas y aprovechan la situación para invitar
a esos m iem bros disconform es a integrar su reba­
ño.
Esta es una falta de ética total y es peor aún
cuando los m iem bros de una iglesia son visitados
"solícitam ente" por "bandas doctrinales especiali­
zadas en robos de ovejas". Estas bandas están
m agníficam ente adiestradas para visitar a las ove-
jitas incautas que, ¡pobrecitas ellas!, el pastor no
las visita.
Lo recom endable es que si un m iem bro desea
cam biar de Iglesia, hable con los dos pastores y

84
lleguen a un acuerdo.
Si estam os aferrados a los principios del Reino
de D ios, debem os saber que la obra no es una
com petencia y m enos aun desleal y que las ovejas
se ganan predicando el evangelio y viviendo una
vida congregacional estrictam ente bíblica, todos
unánim es en la alabanza y la oración; entonces
"Dios añadirá cada día a la Iglesia los que habrán
de ser salvados" Hch. 2,47.
Es un hecho altam ente positivo el que en m u­
chas ciudadeát existan asociaciones de pastores
que representan a varias denom inaciones o que
son independientes.
G eneralm ente como fruto de esta am istad pas­
toral se suceden acontecim ientos de resonancia
com o por ejem plo cam pañas unidas, exposiciones
bíblicas, recitales de m úsica y cantos cristianos y
aprovecham iento en com ún de los m edios m asi­
vos de com unicación.
Sabem os tam bién de lugares donde los pastores
se han unido para evitar las "peregrinaciones" de
iglesia en iglesia que realizan m uchos creyentes
inm aduros en busca de la iglesia "perfecta" que se
acom ode a sus intereses.
Creem os que es una actitud perfectam ente ética
im pedir que algunos descontentos difam en a sus
pastores y lo que es peor, sean cobijados por otros
m inistros que desean capitalizar esa insatisfac­
ción.

85
M uchas veces son éstos los que posteriorm ente
son defraudados por esos peregrinos.
El remedio para evitar la huida de los m iembros
de una iglesia, es alim entarlos bien en la Palabra
de Dios y no solam ente con sentim entalism os. Se
dijo en una oportunidad, que la oveja gorda no
puede saltar el cerco del corral... ¿interesante no?.

86
Capítulo 8
La ética pastoral en la vida
congregacional

Vino a m í Palabra de Jehová, di­


ciendo; Hijo de hombre, profetiza
contra los pastores de Israel; profe­
tiza y di a los pastores: A sí ha di­
cho jehová el Señor: ¡Ay de los pas­
tores de Israel, que se apacientan a
sí mismos! ¿No apacientan los
pastores a los rebaños? Coméis la
grosura, y os vestís de la lana, la
engordada degolláis, mas no apa­
centáis a las ovejas. No fortalecis­
teis las débiles, ni curasteis la en­
ferm a; no vendasteis la pernique­
brada, ni volvisteis al redil la des­
carriada, ni buscasteis la perdida,
s in o que os habéis enseñoreado de
ellas con dureza y con violencia Y
andan errantes por falta de pastor,
y son presa de todas las fieras del
campo, y se han dispersado.
Ezequiel 34,1 al 5

87
n m inisterio sólido se basa en una conducta
U sólida, y por tal entendem os un principio de
la vida que se caracterice por su cohesión ideoló­
gica y espiritual en el trato con los m iem bros de la
congregación. En San Juan 10, 1 al 5, se establece
claram ente la función del pastor. Conoce las ove­
jas, las ama, participa de sus vidas, las llama por
su nombre y les inspira confianza para que le si­
gan.
Todo ministro éticam ente bien basam entado se
encuentra sirviendo tanto a Dios com o a los hom ­
bres y esto im plica un com portam iénto m oral es­
trictam ente estructurado sobre norm as éticas que
regulan la relación del Señor con sus servidores.
Por eso entendem os que el conocim iento de
Dios por parte de su siervo se encuentra íntim a­
mente relacionado con el conocim iento de los
hombres y m ujeres que form an la iglesia local. To­
do buen pastor conoce bien a sus ovejas, com o de­
be conocer bien a su Señor.
Es notable cóm o el apóstol Pablo conocía a su
discípulo Timoteo, pues le recomienda que, debi­
do a sus frecuentes enferm edades, debía tom ar un
poco de vino en vez de agua ( I a Tim. 5,23). Pero es
posible que algún lector esté pensando que es im ­
posible conocer con detalles a toda una congrega­
ción. Estam os de acuerdo, por eso enfatizam os el
discipulado, para que el pastor pueda estar cerca

88
de la vida de unos pocos que a su vez discipula-
rán a otros a quienes conocerán más íntim am ente
e instarán al discipulado de los demás (2a Tim.
2 ,2 ).
Am bos conocim ientos por parte del ministro: el
del Señor y el de los creyentes de su congregación,
son indispensables para desarrollar un m inisterio
fructífero. Dios quiere ser conocido por los suyos
y bendice a quienes estudian su personalidad.
En 2a Cor. 1,4 Pablo dice que Dios nos consuela
en toda>iribulación para "que nosotros podam os
con solara los que están en cualquier aflicción, con
el consuelo con que nosotros mismos som os con­
solados por Dios". Esto dem uestra la relación que
existe entre la com unicación con Dios y la que te­
nem os con los hombres.
J. I. Packer dice en su herm oso libro "Hacia el co­
nocim iento de Dios" que "conocer a Dios com ­
prende: prim ero escuchar la Palabra de Dios y
aceptarla en la forma en que es interpretada por el
Espíritu Santo para aplicarla a uno m ism o; segun­
do, tom ar nota de la naturaleza y el carácter de
Dios, com o nos lo revela su Palabra y sus obras;
tercero, aceptar sus invitaciones y hacer lo que El
m anda...". (Ed. LOGOI, pág. 37).
El conocim iento de Dios, es decir, de sus atribu­
tos, su carácter, su poder, su amor, su m isericordia
y sobre todo su condición de Rey soberano, pro­
duce en el pastor una seguridad que lo obligará

89
inconscientem ente a seguir una conducta de
amor, m isericordia y ejercicio del poder del Señor
para con sus sem ejantes y en especial m anera con
los m iem bros de su congregación.

• La restau ración

Este es un im portantísim o elem ento que vincu­


la al m inistro con sus ovejas, pues el pastor está
obligado a restaurar más que a juzgar. Por eso,
cuando hablam os de restauración no podem os
m enos que pensar que una de las finalidades de
toda congregación, es la de ser una com unidad te­
rapéutica, donde deben tratarse a m uchos enfer­
m os espirituales con am or y paciencia.
También hay un elem ento im portante en la tarea
de restauración que toda iglesia debe hacer y es la
discreción. Es algo m uy negativo que los proble­
mas de un m iem bro de la iglesia estén en boca de
todos. Tanto las consejeros espirituales com o el
m ism o pastor deben guardar la m ayor prudencia
y sensatez cuando se tiene conocim iento de pro­
blem as que interesen profundam ente la m orali­
dad y la calidad espiritual de un creyente.
Estam os seguros que tanto el consejo espiritual
com o la total restauración de un cristiano, es una
de las labores más herm osas de la iglesia local,
pues significa el desarrollo de la función m oral y
espiritualm ente sanadora que debe envolver, no

90
sólo a los m inistros, sino a la m em bresía toda.
Es obvia la m agnitud de la confianza que los
m iem bros de una congregación depositan sobre el
pastor y los otros m inistros; por lo tanto nunca de­
fraudem os esa actitud y desarrollem os una tarea
de curación de heridas espirituales y m orales no
sólo en forma eficiente sino tam bién callada.
Al hablar de restauración, debem os pensar en
ese gran hombl'e de Dios que fue Nehem ías. A na­
licem os brevem ente su vida y encontrarem os que
la restauración de los muros de Jerusalén le obli­
garon a guardar una conducta ética ejemplar, aún
en los m om entos más difíciles cuando debió en­
frentarse a los enem igos externos e internos. Con
los de afuera m antuvo una conducta férrea y sin
claudicaciones (Nehem ías 4,14 y 20), y con los de
adentro no vaciló en reprender sus hábitos de
usura y aprovecham iento de la difícil situación
por la que atravesaba el pueblo y los obligó a
guardar leyes hum anitarias (Cap.5, 1-13). Este es
un herm oso ejem plo de cóm o un creyente puede
confiar en un Dios tan poderoso com o es Jehová,
debe m antener una conducta ética sin dobleces en
m edió de situaciones com prom etidas.
Todo m inistro de Dios atraviesa a m enudo por
situaciones congregacionales sum am ente difíciles
y no por eso debe m edrar su condición de ser hu ­
m ano ético, m anteniendo una conducta estricta­
m ente bíblica; y cuando debe restaurar vidas can­

91
sadas y agobiadas por el pecado tom ará las herra­
m ientas que la palabra de Dios le pone a su alcan­
ce, sin desanim arse ni perder el control.
En N ehem ías encontram os que Dios nos llam a a
la restauración tanto de personas como de doctri­
nas olvidadas o cubiertas por el denom inaciona-
lismo extrem o, como ser el gobierno de la iglesia,
las relaciones familiares o los m étodos de reconci­
liación entre herm anos.
Todo debe ser restaurado para Dios y es contra
esto que el Diablo lucha. La gente de Nehem ías
reconstruía, y al m ism o tiem po, tenía un arm a en
la mano (cap. 4,17); luego los santos se reunieron
y perdieron la visión (4,23). La iglesia no debe es­
conderse, sino que tiene que trabajar y vigilar. Pa­
ra eso se deben encontrar los que tienen discerni­
miento, (10,28), y ellos no se irán con los incrédu­
los.

Por eso, N ehem ías hizo todo esto:

1) Puso orden en la casa.

2) Llevó a la gente a cum plir un pacto.

3) Les dió ocupación.

4) Puso guardias.

92
5) Les dió com unidades.

6) Terminó con la rebelión.

7) Fue testigo a las naciones.

8) No confió en sus fuerzas sino en las de Dios.

9) Restauré gente y cosas.

10) M antuvo norm as de conducta ética que go­


bernaban su vida.

¿No es ésta una descripción ideal para el funcio­


nam iento de una congregación ejem plar?.

93
Capítulo 9
La ética pastoral y
los pactos de Dios

En los pactos de Dios, aunque a


primera vista tanto lo ritual como
lo moral parecen extrañamente
aislados, de hecho coinciden en la
santidad de Dios. Un Dios santo
exige que su pueblo refleje su ca­
rácter tanto en el culto como en la
conducta.
John Taylor

D ios siem pre se ha relacionado con los hom ­


bres a través de pactos. El ha querido rodear
de solem nidad todo contacto con sus criaturas y
en especial m anera con los que son sus hijos, es
decir, los creyentes en Cristo.
Es notable el gran contenido ético que poseen
los pactos que el Señor ha establecido con los
hombres. Es que todo pacto supone com porta­
m ientos, por lo tanto, Dios ha querido dejar bien

95
establecidos los patrones de conducta que involu­
cran esas solem nidades.
Trataremos de hacer un breve análisis de esos
pactos y verem os el énfasis que pone el Señor en
las norm as de conducta. Pero prim eram ente diga­
m os que el pueblo de Israel tenía un especial cui­
dado de los pactos m encionados. "La estructura
sociológica del pueblo israelita está totalm ente
dom inada por la idea'del "b e rit", es decir, pacto.
Tanto la vida privada com o la religiosa y com er­
cial, están penetradas de ella. Todo convenio es
una clase de berit y es virtualm ente una imagen
del gran berit entre YH W H e Israel (Palabras Bí­
blicas y sus significados", F. j. Pop, E. Escatón,
Buenos Aires, Pág. 249).

• Pacto A dám ico

Este es el prim er pacto que hallam os en la Biblia


entre Dios y el hombre. En Génesis 2,16 y 17 en­
contram os ya las prim eras pautas de com porta­
m iento que fija el creador. "D e todo árbol del
huerto podrás com er; más del árbol de la ciencia
del bien y del mal no com erás; porque el día que
de él com ieres, ciertam ente m orirás".
No hay duda que encontram os aquí una fuerte
norma de carácter ético que no solam ente atañe al
com portam iento del hom bre sino tam bién al de
Dios. El Señor le regala a Adán todo el Edén, pero

96
se reserva el derecho a prohibir una actitud que
pueda partir de él y de su esposa.

• Pacto N oéico

j y segundo pacto que encontram os en la Biblia


es el- Noéico. En Génesis 9,9 el Señor dice: "He
aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y
con vuestros descendientes después de voso­
tros...", y luego continua diciendo en el v s .ll "Es­
tableceré mi pacto con vosotros, y no exterm inaré
ya más toda carne con aguas de diluvios, ni habrá
más diluvio para destruir la tierra"... más adelan­
te en el vs.17: "Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la
señal del pacto que he establecido entre m í y toda
carne que está sobre la tierra".
De allí en adelante los hom bres deben aceptar la
presencia de Dios en sus vidas, quieran o no, pues
ya hay un pacto establecido entre el Creador y las
criaturas. Este pacto denota un "convenio o acuer­
do entre dos partes que se com prom eten m utua­
m ente a respetar lo estipulado". Teológicam ente,
"Usado para las relaciones entre Dios y el hombre,
denota una gracia y fidelidad de Dios para bene­
ficio y bendición del hom bre y específicam ente de
aquellos que por fe reciben las prom esas y se obli­
gan a sí m ism os a las responsabilidades que este
com prom iso encierra" (G. L. Archer Jr. Dicc. de
Teológ. Ed. Tell. pág. 386).

97
De esto inferim os que Dios se autolim ita para
cum plir todo pacto con los hom bres y Él los cum ­
ple estrictam ente.
Esta es la conducta divina, estrictam ente ética.
Dios cum ple las norm as por Él m ism o estableci­
das.

• Pacto A b rah ám ico

Esta m aravillosa convención celebrada entre


Dios y A braham , nos revela la im portancia de la
fe en el aspecto de toda relación con Dios por par­
te del ser hum ano. D icen las Escrituras en G énesis
1 7 ,1 al 4: "Era A bram de edad de noventa y nue­
ve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo
soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y
sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te
m ultiplicaré en gran manera. Entonces Abram se
postró sobre su rostro y Dios habló con él, dicien­
do: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de
m uchedum bre de gentes”... "Y estableceré mi pac­
to entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en
sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu
Dios, y el de tu descendencia después de ti" (Gen.
17,7) .
Este notable contrato de Dios con A braham fue
un pacto de fe que se perpetúa a través de los si­
glos y nos llega a nosotros que som os hijos de
Abraham por haber creído a Dios com o el creyó.

98
La conducta de A braham fue, después, de gran
consistencia espiritual, dado que Dios tam bién
m antuvo su juram ento y le dió a ese hom bre ex­
traordinario, todo lo que le había prometido.
Hoy este pacto de fe se continúa con el de la
cruzTE.1 nuevo pacto a través de la sangre de C ris­
to es la continuación del testam ento Abrahámico.
El pacto M osaico es sólo un paréntesis entre am ­
bos, necesario para m ostrar el pecado del ser hu­
m ano, pero que envejece y desaparecerá definiti­
vam ente cuando sea la consum ación de los siglos.
De esto deducim os que la conducta pastoral de­
be m anifestarse en concordancia con los pactos
establecidos por Dios, lo que hace m uy responsa­
ble toda actividad m inisterial, pues el siervo de
Dios deberá ajustar su m odo de vida al continuo
m over de Dios a través de los pactos, m ayorm en-
J e los de fe, que com prom eten tanto al Creador,
com o a sus hijos.
Todo lo que piensa, dice y realiza un siervo de
Dios, tiene que estar en concordancia ética con los
com prom isos contraídos con el Rey, que ha fijado
las norm as m orales en su relación con El y entre
los hombres.
Dios queda com prom etido en la conducta de
sus m inistros, y exige com prom iso con su propia
conducta ética.
En los días anteriores a Abraham el ejercicio de
la relación de Dios con los hom bres se desarrolla­

99
ba en los hogares. No existía lo que podría llam ar­
se la iglesia institucionalizada, según afirm a Berk-
hof. Pero con Abraham nace una patente diferen­
ciación entre los que eran de Dios y los que no lo
eran: la circuncisión. Esta era un sello, una im ­
pronta que tenía su base en la convención que se
produjo entre Dios y este hombre de fe que fue
Abraham.
Ya nada fue igual a partir de ese m om ento pues
del pacto de obras se pasó al pacto de redención y
esto se tradujo en una conducta m ucho más espi­
ritualizada por parte del hombre. El ser hum ano
debe responder con la fe a las prom esas de Dios;
y la fe supone una ética especial, pues ahora, la vi­
da toda del hombre queda com prom etida con el
Creador, incluyendo el com portam iento moral.
La conducta hum ana queda im pregnada con
una dependencia total del Señor que va más allá
del sim ple cum plim iento de ritos, cerem onias y
obras de cualquier naturaleza.
Lo que se entrega es la vida toda, y esta posición
moral conduce inevitablem ente a un com porta­
m iento ético basado en la obediencia y en una en­
trega total a la voluntad divina.
Esta es tam bién la ética del nuevo pacto que tie­
ne iguales ribetes que el Abrahám ico.

100
• Pacto M osaico

A quí vem os en todo su explendor la relación tri­


partita existente entre el ser hum ano con Dios,
coTk ^I prójim o y consigo mismo.
Este es un pacto de altísim o valor ético; allí el
Señor fija norm as de conducta que el hombre de­
berá observar con respecto a su creador, sus sem e­
jantes y su propia vida.
Con cuanta razón se ha dicho que si los hom bres
cum plieran solam ente con lo establecido en este
pacto y con el Serm ón del M onte, la historia del
m undo sería com pletam ente distinta. Es que las
características éticas de esta convención son de
tan alto nivel que junto con las enseñanzas de
Cristo, podem os decir que el Pacto M osaico con­
lleva en su cum plim iento la excelencia del com-
/portamiento hum ano.

• Pacto Palestino

Este pacto, es una serie de norm as de com porta­


m iento hum ano que el Señor fijó com o condición
para Israel antes de la entrada en la tierra prom e­
tida. Es una serie de bendiciones y m aldiciones
según la conducta a guardar por parte de cada Is­
raelita.
No hay duda que si bien este pacto está perim i-
do, guarda un profunda enseñanza con respecto a

101
la vida fructífera y que redunda en bendiciones
por parte de Dios, o no.
"A los cielos y a la tierra llam o por testigos hoy
contra vosotros, que os he puesto delante la vida
y la m uerte, la bendición y la m aldición; escoge,
pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;
am ando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y
siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y pro­
longación de tus días; a fin de que habites sobre la
tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham ,
Isaac y Jacob, que les había de dar" (Deut. 30,19-
20).

• P acto D a v íd ico

En este pacto celebrado con su am ado siervo Da­


vid, Dios muestra su amplia fidelidad con el se­
gundo rey de Israel y lo convierte en sím bolo de su
Hijo, pues Cristo será el descendiente de la casa de
David y el que ocupará su trono eternamente.
Podem os visualizar en esta divina convención
celebrada con un hom bre fiel y abnegado, la can­
tidad de norm as éticas por Él establecidas y que
lo obligan a sí m ism o (2a Sam. 7,10-17).
El com portam iento de David fue el detonante
de una serie de bendiciones de Dios no solam en­
te para el pueblo de Israel sino tam bién para su
propia dinastía que perdura a través de los siglos
encarnada en la persona del Redentor.

102
• El N uevo Pacto

Es im posible desconocer el carácter ético del


í^uevo Pacto basado en la sangre de Jesucristo. Es
u n m odelo de conducta. Jesús entregándose para
satisfacer la justicia de Dios. Las prom esas del
Creador tienen en este pacto una enorm e vigencia
y una notable im portancia. Es el pacto que desta­
ca todo el trabajo soberano del Señor en favor de
sus criaturas. En el Pacto m osaico la conducta del
hom bre tiene su im portancia, no es así en el nue­
vo pacto donde Dios dice: Por lo cual este es el
pacto que haré con la casa de Israel... y seré a ellos
por Dios.... Esto dem uestra que el eje de argum en­
tación de este pacto es la soberanía de Dios y no el
com portam iento del hombre.
, La actitud del Señor es extrem adam ente am ato­
ria y tiene en cuenta su ilim itada m isericordia y
no la acción del ser hum ano.
Entendem os que esto es un ejem plo para todo
m inistro del evangelio; su obligación es am ar a
sus ovejas sin esperar de ellas correspondencia al­
guna. Su vida debe ser una entrega total al m inis­
terio que Dios le ha conferido y, por ende, debe
cuidar ese don con tem or y temblor. De ninguna
m anera debe descuidarlo y no se dejará tentar por
las com odidades de este m undo sino que pondrá
en práctica lo que dice el A póstol Pablo en Rom a­
nos 1 2 ,1 y 2.

103
Este pacto es el últim o y más com pleto com pro­
miso que Dios haya establecido porque se en­
cuentra com prom etido nada m enos que su Hijo.
En lo que respecta a los diversos m inisterios, Je ­
sús tam bién está obligado pues el es dador de
ellos (Ef. 4,8) y por lo tanto, cuando el m inistro
ejerce este don concedido por lo Alto, debe m ani­
festar una conducta ética que no com prom eta pa­
ra nada a su Señor.
Nuestra fe y obediencia absoluta al Señor Jesús
produce en nosotros tanto el querer com o el hacer
por su buena voluntad.
El nuevo pacto com prom etió la entrega no sólo
de la sangre del Hijo, en esta convención pactada
con el Padre, sino tam bién su conducta, que lo lle­
vó a m antener la santidad de su vida y cum plir
así con el cam ino trazado; en lo que Spurgeon lla­
mó el gran Pacto Eterno hecho entre las tres per­
sonas de la Trinidad. La conducta de Jesús no se
desvió ni un m ilím etro en el cum plim iento de la
voluntad de ese gran contratante que era su Pa­
dre.
No debem os tom ar ligeram ente, el cum plim ien­
to de los pactos de Dios, pues para Él son m uy so­
lemnes y jam ás deja de cum plirlos con nosotros.
El nuevo pacto fué firm ado con la sangre de C ris­
to y, por ende, el com prom iso adquirido es sum a­
m ente im portante.

104
Capítulo 10
El pastor con un
trabajo secular

Un trabajo secular nunca podrá


reemplazar la vocación ministe­
rial. Pero no es antiescritural que
un siervo de Dios pueda, al igual
que el Apóstol San Pablo, tener
ayuda económica de parte de una
fuente que está fuera de la congre­
gación. Lo ético estriba en que no
perjudique su ministerio.
Juan C. Carrasco.

os queda por últim o exam inar la conducta


N que debe guardar un m inistro que tiene,
adem ás, un trabajo secular.
Entendem os que en este cam po debem os dife­
renciar dos aspectos:

1) El m inistro que trabaja en una actividad secu­


lar ya sea como profesional, em pleado, com er­

los
ciante o industrial y entiende que debe desarrollar
esa actividad como un testim onio cristiano.

2) El pastor que se ve obligado a desarrollar una


tarea en la vida secular, debido a lo insuficiente de
sus recursos que provienen de la iglesia o deno­
m inación a la que pertenece.

En el prim er caso no existe ninguna diferencia


con cualquier creyente que desarrolla una activi­
dad en el m edio social al cual pertenece.
Esa tarea debe ser realizada com o para el Señor,
haciendo de ella un m inisterio (Col. 3,23). Si este
m inistro ejerce esa labor sim ultáneam ente con su
pastorado, entonces deberá adm inistrar perfecta­
m ente su tiem po, de tal m anera, que no perjudi­
que la obra de Dios.
Esto no es una cosa fácil. El autor lo experim en­
tó cuando pastoreaba una iglesia en la provincia
de Entre Ríos (Argentina) y ejerciendo, adem ás, la
profesión de abogado. En m uchas ocasiones tuvo
dificultades pues la gente de la iglesia, pretendía
verlo com o un abogado y los que no eran creyen­
tes, querían-verlo com o un pastor en los asuntos
jurídicos que le encom endaban.
Requirió m ucha oración y hubo que sortear m u­
chas dificultades, com o ser la lucha contra aboga­
dos deshonestos.
Recuerdo entre otras m uchas anécdotas intere­

106
santes, la vez en que vinieron a verlo los represen­
tantes sindicales de los obreros y em pleados de
una em presa com ercial que había caído en cesa­
ción de pago, y a la cual le tram itaba un concorda­
to de acreedores. Pidieron dinero para desapare­
cer de la escena del juicio (traicionando de esa
m anera a sus representados); en caso contrario le
harían la vida imposible.
Oró a Dios m ientras solicitaban esa infam ia y
los despidió con cajas destem pladas. Nada pudie­
ron hacer. Los trabajadores cobraron lo que les co­
rrespondía por ley y esos malos sindicalistas de­
saparecieron. En éste, com o en cualquier otro ca­
so, la conducta ético-cristiana debe ser igual, ya
sea en la iglesia com o en el m undo de los negocios
o^del trabajo en general.
Conocem os industriales de m uchos países que
son pastores o evangelistas y que desarrollan sus
actividades seculares con lim pieza e integridad
espiritual. El siervo de Dios lo es en todas partes.
En lo que respecta al pastor que se ve obligado
a trabajar fuera de la obra de Dios debido a la in­
suficiencia de sus retribuciones dentro de la igle­
sia o denom inación, quisiéram os hacer esta refle­
xión: M uchos pastores y líderes se encuentran en
una posición de obligada hum ildad, dado que en
vez de recibir doble honra, reciben salarios indig­
nos. M uchas congregaciones creen que cuanto
m ás hum ilde (o m iserable) sea el pastor, más espi­

107
ritual es. Sin em bargo la Biblia enseña que la h u ­
m ildad com ienza en el corazón y no en las cir­
cunstancias, y los que predican la Palabra de Dios
deben ser considerados por la congregación.
El pastor no puede ser ni un triste asalariado ni
un am ante de las riquezas. No debe tener apuros
económ icos para que su m ente esté totalm ente
puesta en el servicio al Señor, y no en com o satis­
facer las urgentes necesidades propias y de su fa­
milia. Dice Sam uel Escobar en un articulo publi­
cado en la revista "Continente Nuevo" del prim er
trim estre de 1990, que "El pastor no es un asalaria­
do a quien se lo trata como a un em pleado... y en­
contram os pastores que viven atem orizados e in­
tim idados por una junta de diáconos o com isión
pastoral, porque quienes form an esos cuerpos
creen que su función es vigilar y aún coartar al
pastor". Es necesario evitar que el m inistro de una
iglesia deba recurrir a trabajos seculares para sol­
ventar sus gastos personales. A quí nos encontra­
mos con un asunto ético no ya concerniente al m i­
nisterio sino a las congregaciones. M uchas de
ellas no saben reconocer la enorm e tarea y respon­
sabilidad que tiene todo m inistro, ya sea pastor,
evangelista, o m isionero.
Pero por círa parte, entendem os que es indigno
de un obrero de Dios que adopte la actitud de de­
sarrollar el m inisterio en form a deficiente, tenien­
do en cuenta el escaso sostén económ ico.

108
Es preferible renunciar y quedar en la congrega­
c ió n , sim plem ente, com o un m iem bro más de ella.

109
Capítulo 11
El autoritarismo pastoral

La autoridad proviene del ministe­


rio: llega al corazón de la gente y la
hace tener conciencia de Dios.
Cuando un ministro representa
mal la autoridad de Dios, cesa su
ministerio, como cesó el de Aarón
y el de Moisés.
W atchamn Nee

E ste vicio de autoridad que no solam ente dete­


riora la figura de un pastor sino, que, adem ás
corrom pe las norm as bíblicas sobre gobierno de la
iglesia, tiene su correlato socio-político en el terre­
no de la ciencia de gobernar los pueblos.
En efecto, si el lector es suspicaz, podrá com ­
prender sin explicación alguna lo que dice la "en­
ciclopedia A SURI", en su tom o de Política, en la
página 49 al respecto del "autoritarism o":
"Sistem a político con un m arcado predom inio

111
del poder ejecutivo, sin suficiente control por par­
te de la sociedad. N orm alm ente el autoritarism o
se da en regím enes en que el poder es detentado
por una sola persona, o un grupo m inoritario, que
elaboran una constitución a su m edida, en que si
bien existen órganos constitucionales, éstos están
controlados por el detentador del poder. En caso
de conflicto es éste quien siem pre prevalece..."
Si estudiam os detenidam ente lo que se m encio­
na anteriorm ente, encontram os que dentro del
cam po pastoral, es generalm ente autoritarism o el
predom inio del pastor, sin suficiente control de la
congregación.
Ese poder cuasi om ním odo es detentado en m a­
nera antiescritural, por un solo m inistro del evan­
gelio sobre las personas que form an parte de la
iglesia local, u ocasionalm ente existe alguna que
otra com isión o com ité adicto al pastor y tam bién
fuera de todo contexto bíblico.
Se ignora de esta m anera la sabia determ inación
de la Biblia de enseñar que el gobierno de la igle­
sia, es com partido y equilibrado entre diversos
m inistros (Efesios 4,11 y 12), lo que hace que es
inútil y pecam inoso, introducir en la congrega­
ción un gobierno que no sea el específicam ente es-
critural.

112
• C au sas d el autoritarism o

¿Por qué hay pastores que han caído en este vi­


cio de liderazgo?. Nos tom am os el trabajo de exa­
m inar un libro de Claudio M iner (Ed. Ciudad
Nueva, Pág. 137, año 1974), donde se nos dice
que: "hay individuos que se sienten particular­
m ente ofendidos cada vez que alguien se atreve a
contradecirlos. Sin em bargo, ellos contradicen
constantem ente a todos y no les disgustan las crí­
ticas que se hacen otras personas entre sí. Estas
personas entienden que todos les deben com pren­
sión, pero no creen en ningún modo que ellos de­
ben com prender a los d em ás... D esconocen siste­
m áticam ente la realidad objetiva, se sienten ex­
cluidos de ella, no se ponen bajo sus leyes y pre-
tepíden que sea la realidad la que se adapte a ellos.
Quieren convertirse en grandes hom bres, capaces
de influir sobre la sociedad, pero descuidan el len­
to trabajo de asim ilación de los valores hum anos"
nosotros agregaríam os tam bién los valores bíbli­
cos que son avasallados por caudillos, que no son
m inistros de am or y paciencia hacia los demás.
De esto deducim os que m uchas veces el naci­
m iento de un ególatra se debe a causas psicológi­
cas, pero se subsana cuando esa persona es llena
del Espíritu Santo y ha puesto el control de su ca­
rácter y tem peram ente bajo El.

113
• El autoritarism o en la Palabra de D ios:

Por supuesto que encontram os en la Biblia ejem ­


plos de personajes que fueron autoritarios, aún
entre creyentes; pero eso no significa que hayan
sido aprobados por Dios. Para entender éstos, es
m enester hacer una distinción entre tener autori­
dad (Jesús) y poseer autoritarism o (Jefté). La au­
toridad siem pre deviene de un poder externo, en
nuestro caso el poder de Dios, en cam bio el auto­
ritarism o es fruto de una sujeción a caprichos o
determ inaciones estrictam ente personales y de
conveniencia hum ana.
N uestra autoridad com o hijos de Dios, tiene su
sustento en el poder del A ltísim o que nos indica
lo que debem os hacer; el autoritarism o es conse­
cuencia de un am or desm edido hacia sí m ism o y
que no reconoce barreras divinas ni hum anas.
Que cosa herm osa es cuando el ministro acepta
el consejo de un am igo, o de otros pastores, o de
los m iem bros de la congregación que estén llenos
del poder del Espíritu Santo. Eso denota sabidu­
ría y ubicación espiritual y social (2a Cor. 8,8).
Es triste ver el fracaso de m uchos m inisterios
debido a que fueron ejercidos con falta de hum il­
dad y transform ados en excusas para expresar
una supuesta superioridad apoyada en bases "es­
pirituales" y "denom inacionales".

114
El ejem plo está en Jesús m ism o que fue m anso y
hum ilde de corazón.

• El a u to rita rism o es en d esm ed ro sie m p re de


la p e rso n a h u m an a

Una de las cosas m ás abyectas que existen en el


liderazgo autoritativo es el m enoscabo por la per­
sonalidad de otro que queda herida, a veces, defi­
nitivam ente. En efecto, uno de mis recuerdos en
mis largos años en la obra del Señor, ha sido lo
que en una oportunidad me contó un padre atri­
bulado. Yo era el orador en un cam pam ento que
había organizado una congregación de Buenos
Aires. Un herm ano quiso hablar conm igo y me
contó una extraña y triste historia. Su hija, que
per^ n ecía a un grupo juvenil cristiano caracteri­
zado por su conservadurism o a ultranza, fue
siem pre ayudada económ icam ente por mi interlo­
cutor y su esposa para que pudiera estudiar en la
Escuela Bíblica de esa organización. Pero luego de
varios años, la ayuda debió llegar a su fin pues es­
te hom bre que hablaba conm igo enferm ó y quedó
económ icam ente m uy mal. En esas circunstancias
le pidió a su hija que dejara por algún tiem po esa
Escuela Bíblica y ayudara a su padres que no po­
dían trabajar. La contestación fue extrem adam en­
te bíblica, pero desubicada com pletam ente: "La
palabra de Dios dice que el que ama a padre o m a­

115
dre más que a mí, no es digno de mí". No los ayu­
dó y el padre lloraba a mi lado pensando en la
triste respuesta y en la actitud descom edida de
esa hija desagradecida.
¿Quién la había im pulsado a esa señorita a tener
un trato tan desam orado con sus padres? Su líder
m áxim o y director de esa escuela donde se ense­
ñaba la Palabra. Era el autoritarism o de ese hom ­
bre que no vacilaba en ser duro con sus alum nos,
bajo pretexto de estar apegado a las norm as bíbli­
cas que pretendía entender en esa forma carente
de am or las verdades de la Palabra. De ninguna
m anera podem os pensar que Dios agrede a la per­
sonalidad hum ana inculcando a sus seguidores el
desprecio por los padres.
El director de esa escuela basaba su fanatism o
en sus propios y egoístas conceptos y no en la Bi­
blia, que es un libro donde el am or es exaltado.

• El "aire m in isterial":

No puedo resistir la tentación de com entar unos


párrafos escritos por Spurgeon, el Príncipe de los
predicadores", en su libro "Discurso a m is estu­
diantes" (Im prenta Presbiteriana de M éxico -
1894). Estos párrafos son de trem enda actualidad
aunque fueron escritos a fines del siglo XIX.
Dice Spurgeon: "A todo m inistro no le conviene
darse un aire m inisterial, sino evitar todo lo ad-

116
m onitorio y pretencioso. El H ijo del hom bre es un
noble título que le fue dado al profeta Ezequiel y
h alguien que fue m ayor que é l... No cam inem os
en la vida com o los flam encos, con pasos m ajes­
tuosos. Ciertos herm anos m inistros alardean de
una superioridad que conceptúan im ponente, pe­
ro que lejos de ahí, es ridicula y ofensiva, total­
m ente opuesta a sus pretensiones de adeptos al
hum ilde Jesús.
¡Arrojad vuestros zancos herm anos, y andad
con vuestros propios pies, desnudados de todo
eclesiasticism o y no os revistáis de otro ropaje que
no sea el de la verdad!!”
Estas sabias palabras escritas por este gran
hom bre de Dios, son especiales para los m inistros
autoritarios que creen estar dos o tres escalones
más arriba que los hom bres y m ujeres de su con­
gregación y de otras congregaciones.
Otro gran m inistro del evangelio fue T. S. Nee
quien dijo en su libro "El obrero cristiano norm al,
Ed. Hebron , 1968, pág. 26), que "...e l am or por los
herm anos es una base esencial en la vida de todo
obrero cristiano, pero no m enos esencial es el
am or para todos los hom bre." Salom ón dijo: "el
que escarnece al pobre, afrente a su Hacedor"
(Prov. 17,5)... "El hijo del hom bre no vino para ser
servido, sino para servir" (Mr. 10,45).
Una falta seria en m uchos que están ocupados
en las tareas cristianas es la ausencia de am or al

117
prójim o, continúa diciendo Nee, su falta de com ­
prensión del valor que tiene el ser hum ano a los
ojos de Dios".
Pero Dios no quiere condescendencia hacia los
dem ás, que no es sino falsificar la hum ildad y es­
pera de nosotros, los m inistros del evangelio, que
am em os a los dem ás, que no les im pongam os
nuestros gustos, que no cream os que siem pre te­
nem os la últim a palabra y no fabriquem os dog­
mas ni sistem as de gobierno eclesiásticos. Dios ya
habla bastante de eso en su Palabra. El Señor no
dejó librado al azar o al capricho de los creyentes
en Cristo, la form a de gobernar su iglesia. No
existe un sistem a unipersonal ni m ucho m enos
dictatorial, sino que hay diversidad de dones y
cada m inistro ocupa su lugar ejerciendo lo que
Dios les ha encom endado dentro de la congrega­
ción o fuera de ella.
Efesios 4,11 y 12, nos indica claram ente la m ulti­
plicidad de m inisterios y todos ellos van en direc­
ción hacia algo m uy sublim e, la edificación de los
m iem bros, jam ás la exaltación personal.
No hay cabida para el autoritarism o pastoral. Je­
sús no ejerció su m inisterio en contra de sus discí­
pulos ni abusando de ellos, los sirvió constante­
m ente y en ello nos dejó un gran ejemplo.

118
Capítulo 12
El pastor y la
mayordomía cristiana

Como principio principal de la ad­


ministración pastoral, lo mejor es
que el pastor mismo no maneje di­
neros de la congregación. Esto le
permitirá mantenerse libre de un
área que es muy sensible y peligro­
sa.
Alberto Barrientos

a experiencia me ha dem ostrado que hay va­


L rios vicios de interpretación de la m ayordo­
mía cristiana en m uchos pastores. Ellos son: a) To­
m ar al m inisterio com o fuente de fácil ganancia,
b) Presionar a la congregación para que diezm e y
ofrende; c) No dar cuenta de los ingresos y d) Ilu­

119
sionar a los m iem bros de la iglesia con la falsa teo­
ría de la prosperidad. Tratemos de explicar estos
vicios.
Tomar al m inisterio como fuente de fácil ga­
nancia: Esto es m uy grave pues supone una total
falta de llam am iento pastoral y un tom ar a esto
últim o con liviandad. M uchos creen que Dios se
revela al m inistro diciéndole lo que tiene que ga­
nar. Esto es m entira. Dios se revela a la congrega­
ción y le m uestra su voluntad con respecto al sos­
tén del obrero cristiano ( I a Cor. 16, 1 y 2).
Juan Kessler, un ex m isionero en Perú, dice al
respecto de ello en la revista "Apuntes Pastorales"
"Que alguien que da una ofrenda con la esperan­
za de recibir m ás, no está dejando nada sino, que
está invirtiendo" (Vol. 16, núm ero 2).

Presionar a la congregación para que diezm e y


ofrende: La obra es de Dios y no de los hombres.
Si los m iem bros de una iglesia están llenos del Es­
píritu y por ende, el área económ ica está bajo el
control del Espíritu de Dios, éste m ism o Espíritu
lleva a los creyentes a ofrendar de acuerdo a las
necesidades que tiene esa congregación. Presio­
nar a los cristianos a diezm ar y ofrendar, es tener
falta de fe.
El pastor no es un levita ni un sacerdote a la
im agen del A ntiguo Testam ento, que recibía el
diezm o como un derecho adquirido. No era así en

120
el N uevo Testamento. En m uchas iglesias el diez­
m o conlleva a una obligación, pero lo que es es­
trictam ente bíblico es el respeto que Pablo tenía
por la libertad de los herm anos en el m anejo eco­
nóm ico (Filem ón 8-14). Cada cual debe dar de
acuerdo con lo que recibió.
Tampoco recurram os a m edios carnales para re­
caudar fondos, éstos deben salir de un bolsillo
que pertenece a alguien que está entregado a la
voluntad divina (2a Cor. 8,1 -5 ).

No dar cuenta a la iglesia de los ingresos: Pri­


m eram ente digam os que el anciano o pastor, no
debe estar en absoluto involucrado en las finan­
zas de la congregación. Para eso Dios pone entre
los dones del Espíritu Santo el de la repartición de
bienes (Rom. 12.8), un herm oso don que recae
prefepéntemente en algún diácono, ya que este
m inisterio es para el gobierno de la parte edilicia
y adm inistrativa de la iglesia.
El pastor tiene el gobierno y la guía espiritual de
la congregación. No es bueno que su preocupa­
ción llegue al cuidado de las finanzas eclesiásti­
cas. Pero com o responsable m áxim o de su iglesia,
tiene el deber de pedirle al tesorero que publique
las entradas y las salidas de las ofrendas y diez­
mos. Eso es claridad en la función y transparen­
cia en la adm inistración, lo que da al m inisterio
una confianza que lo engrandece. O cultar el m o­

121
vim iento contable, es perverso y llama a la des­
confianza de los m iembros.

Ilusionar a la congregación con la falsa teoría


de la prosperidad: Esta triste "doctrina” antibíbli­
ca que basa su pretendida autenticidad en la afir­
m ación escritural de M arcos 10, 29 y 30, sorpren­
de por su falacia dado que la prom esa se aplica
solam ente a obreros del Señor que han dejado a
sus fam ilias o a sus bienes personales para servir­
le a El. A dem ás no podem os convertir a Dios en
un com erciante acostum brado al regateo, es decir,
que si le doy al Señor, El me tiene que devolver lo
ofrendado m ultiplicado por cien. Esto es una
arrogancia incalificable que solam ente puede ani­
dar en aquellos que han preferido gobernar sus
vidas y tratar al Creador de igual a igual.
El Hacedor nos bendice com o quiere su santa
voluntad y no podem os negociar las ofrendas y
los diezmos. Jam ás nos dejará m orir de ham bre ni
a nosotros ni a nuestros hijos y siempre tendre­
m os un techo por sobre nuestras cabezas y un
abrigo al alcance de nuestras m anos para cubrir
nuestros cuerpos.
Dios no es deudor de nadie.

122
Capítulo 13
El pastor y la predicación
ético-escatológica

La vida es escatológica cuando se


abre hacia el futuro, cuando es vi­
vida en la gracia gratuita de Dios,
cundo es amor en obediencia a la
Palabra concreta de Dios.
Bernard Ramm

D ice un com entario sobre el libro de Cari E.


Braaten "Escatología y Ética", que "Bajo los
em bates del racionalism o y del liberalism o, la
iglesia ha perdido en m uchos de sus sectores, una
visión clara de la dim ensión escatológica del
Evan gelio... para Braaten escatología es sinónim o
de esperanza. H ablar de escatología equivale a

123
proponer el futuro que anhelam os... y es cons­
truir el m ejor m undo posible". (Ed. La Aurora,
1974, contratapa).
Este autor entiende la presencia del reino futuro
de Dios como una presencia previa, es decir, com o
un anticipo que el Señor nos ofrece sobre los últi­
mos acontecim ientos. Para el N uevo Testamento,
la gloria de Dios y del hom bre pertenecen al futu­
ro, a pesar de haber aparecido ya en la historia,
vislum bres de Dios anticipados.
La ética cristiana debe m oldearse según la for­
ma de la cristología escatológica, porque así com o
el m andato escatológico de Jesús estuvo presente
en sus hechos y en sus palabras, tam bién la m is­
ma realidad escatológica — continúa diciendo
Braaten— , tiene que ser predicada por los cristia­
nos. El orden justo es: viene tu reino, luego, será
hecha tu voluntad.
Entendem os que todo pastor debe apelar a la es-
catología en sus m ensajes, pues estará advirtien­
do que la profecía de Daniel se está cum pliendo:
"M iraba yo en la visión de la noche,
y he aquí con las nubes del cielo
venía uno com o un hijo de hom bre,
que vino hasta el A nciano de días,
y le hicieron acercarse delante de él.
Y le fue dado dom inio, gloria y reino,
para que todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieran; su dom inio

124
es dom inio eterno, que nunca pasará,
y su reino uno que no será destruido.
Daniel 7 ,1 3 y 14.

Pensam os que es sum am ente ético-pastoral, que


los m inistros adviertan a la gente que la venida
del Señor Jesús, con el previo arrebatam iento de
la Iglesia, es uno de los principales tem as priorita­
rios a conocer. La predicación del evangelio, más
que la oferta de diversas prebendas, debe ser la
advertencia que la venida del Señor se acerca y
¡pobre de aquellos que se queden en la tierra!.
El m inistro honesto, no debe ocultar esta gran
verdad de que estarem os frente a un Juez, dando
cuenta de nuestros actos y no se dedique a predi­
car solam ente la sanidad, la prosperidad y la libe­
ración.

125
Capítulo 14
El pastor y los códigos éticos
de la Palabra de Dios

Antes, Pablo había supuesto que


debía ser bueno para gozar de la
comunión con Dios. Después des­
cubrió que sólo por la comunión
con Dios podía llegar a ser bueno.
L. H. Marshall

S i entendem os com o código, todo cuerpo de le­


yes ordenadas m etódica y sistem áticam ente,
encontram os que en la Palabra de Dios tenem os
varios códigos, pero en lo referente a la conducta
hum ana, hay tres que sobresalen y que se alinean
com o en una escalera ascendente de acuerdo con
su calidad divina:

127
• Los diez m andam ientos
• Job 31
•Las bienaventuranzas
Trataremos de analizarlas brevem ente como có­
digos de conducta.

• Los diez m an d am ien to s o el d ecálogo:


Estos son testim onios que Dios ha dado a su
pueblo de Israel, de carácter ético-m orales y civi­
les que fijaron al israelita la m anera de conducir­
se para con Dios y para con el prójim o. Sobre el
decálogo se ha escrito m ucho y tam bién sobre las
bienaventuranzas, pero no hay m ucho m aterial
sobre el extraordinario m anual de conducta que
se configura en Job 31. Digam os algo sobre los
Diez M andam ientos, cuyas norm as rigen aún en
el nuevo pacto, excepto alguna que otra.
Estos m andam ientos eran la ley de Dios para la
m ejor convivencia entre los israelitas entre sí y pa­
ra con el Creador. Para Israel, esas norm as eran
obligatorias tanto para la conducta hum ana, co­
mo para el culto, como las relaciones socio-jurídi­
cas. Eran la voluntad de Dios para con su pueblo
elegido y de tanta im portancia, que una vez al
año el Sum o Sacerdote celebraba la expiación por
los pecados com etidos contra los Diez M anda­
mientos (Lev. 16,34 y siguientes). Jesús habló de
ellos y convalidó su vigencia y tam bién figura su
presencia en los catecism os de Heidelberg y de

128
Westminster. Lo m aravilloso de estos térm inos le­
gales y éticos, es que para el cristiano se reducen
al am or com o cum plim iento total de la ley (Rom.
13,10 y Gál. 5, 22-26).

•Job 31:
Esta porción de la Palabra de Dios es una verda­
dera perla, que no ha sido convenientem ente es­
tudiada y m enos aún m editada en toda su pro­
fundidad. En efecto, la protesta de Job es todo un
alegato ético-m oral de tal envergadura que sobre­
pasa - en cierta m anera- los conceptos del D ecálo­
go-
Tratemos de analizar por orden estos elem entos
que conform an una conducta ética de prim er ni­
vel:

R elacion es del hom bre para con el H acedor:


-¿Q ué galardón me daría el Señor si hubiera im ­
pureza sexual en mi vida? (versículos 1 y 2).
- Hay extrañam iento y quebrantam iento para
los im píos (versículo 3).
-Afirm ación que Dios ve todos nuestros pasos
(versículo 4).
-La justicia de Dios se m anifiesta (versículos 5 al
8).
- Im potencia del hom bre ante la justicia divina
(versículo 23).
- Negar al Dios soberano es maldad (versículo 28).

129
- Dios testificará a favor del hom bre cuando és­
te confía en el A ltísim o (versículo 35).
- A borrecer la idolatría (versículo 26).
-El ocultam iento del pecado es una afrenta al Se­
ñor (versículos 33 y 34).

R elaciones del h om b re para con su prójim o:


-Pureza sexual. A lgunas traducciones de la Bi­
blia hacen extensiva esta norm a*a toda m ujer ca­
sada (versículos 1 y 9).
- Respetar el derecho de los em pleados (versícu­
lo 13).
- Ayudar a los pobres (versículos 16 y 19).
- Pensar en las viudas y en los huérfanos (versí­
culos 16, 17, 18 y 21).
- La hospitalidad, una gran virtud (versículos 31
y 32).
La m aldad de gozarse en la desgracia ajena (ver­
sículos 29 y 30).

R elacion es del h om b re con sigo m ism o:


-La insensatez de confiar en las riquezas (versí­
culos 24 y 25).
- El autoengaño del corazón del hom bre (versí­
culo 27).

Com o podem os ver, Job 31 es todo un tratado en


m iniatura de la ética bíblica y posee preciosas re­
glas de convivencia y de relación con Dios. Todo

130
pastor que se aprecie de cum plir con los m anda­
tos divinos, debe estudiar y adaptar estas norm as
para su vida y enseñarlas a los m iem bros de su
iglesia.

•Las b ien aven tu ran zas:


Con estos preceptos dictados por Jesús, llega­
mos a la cúspide de la ética cristiana, que es la éti­
ca del Reino de Dios, y com o han sido ya m uy es­
tudiadas y analizadas por diversos autores, nos li­
m itarem os solam ente a com entar que estos pre­
ceptos han sido tom ados del Antiguo Testamento,
para dem ostrar que el Reino de Dios tiene norm as
eternas.
A dem ás, cada una de las bienaventuranzas tie­
ne un presente y un futuro, el prim ero es casi per­
fecto, el segundo es totalm ente perfecto lo que nos
indica que estas norm as nos continuarán en la vi­
da eterna.
Así es el pensam iento de Jam iesson, Fausset y
Brown en su "Com entario exegético de la Biblia",
(Editorial de la Junta Bautista de Publicaciones,
Tomo II, pág. 26).
Com o un corolario brillante de estas enseñanzas
tan éticas com o espirituales, querem os tom arnos
una vez más de estos autores ya m encionados, y
decir con ellos, que "...L a convicción de su autori­
dad divina (la de Jesús), com o Legislador y Juez,
brilló tanto en su enseñanza que la de los escribas

131
no les parecía a la gente sino sandeces en sem ejan­
te luz". (Op. cit. Pag. 45).
¡Qué distinto sería el m undo si los hom bres se
rigieran por estos tres códigos m encionados!

132
Capítulo 15
El pastor y las profecías

Como la profecía es de modo esen­


cial y principal, una revelación de
la mente y voluntad de Dios a su
iglesia... podemos inferir confia­
damente que el elemento ético y
moral, no el simplemente natural,
debe predominar en sus anuncios
respecto al futuro.
Patrick Fairbam

uánto cuidado se debe tener en este tem a, cu­


C yo descuido o tratam iento liviano pueden
acarrear graves disgustos a la iglesia local. En
efecto, m uchas congregaciones sufrieron divisio­
nes y hasta su desaparición, por no haber tom ado
las prevenciones bíblicas del caso, ante la apari­
ción de herm anos que suelen expresar pública-

133
rrtente: "me ha dicho el Señor" o "Dios me habló
d icién d o m e...".
Para esto, quisiera citar las palabras de A lberto
Barrientos en su libro: "Principios y alternativas
de Trabajo Pastoral", cuando dice: "las profecías,
los sueños, las revelaciones y las visiones, pueden
provenir ciertam ente de Dios, pero tam bién pue­
den provenir del inconsciente o de las intenciones
escondidas de alguien. Y tam bién pueden prove­
nir de Satanás.
El que una persona en la congregación pueda
expresar: "Así dice el Señor...", en si no constituye
una razón para aceptar su validez y decirle
"amén" a ojos cerrados (Op. cit. Ed. Caribe, págs.
205/206).
La m ism a Palabra de Dios establece los m étodos
para aceptar las profecías sin caer en errores que
pueden llegar a ser catastróficos. A quí se m ani­
fiesta la im portancia del discernim iento de espíri­
tu que es un don del Espíritu Santo ( I a Cor. 12,10).
Todo pastor que desea tener a su iglesia libre de
cosas extrañas, debe procurar buscar entre sus
m iem bros - s i él no lo posee-, a quien tenga ese
don para que lo ayude en cada oportunidad que
se presente.
También dice la Biblia que hay que exam inar los
espíritus y las profecías ( I a Juan 4,1). Estos nos de­
m uestra que es obligación del pastor vigilar cons­
tantem ente a sus ovejas y detectar cuando es vul­

134
nerada la sana doctrina.
Toda profecía que no esté de acuerdo con las Es­
crituras debe ser inm ediatam ente desechada y
tam bién es necesario observar la oportunidad de
la m ism a; si se interrum pe una predicación o un
testim onio o una canción en el culto, no creo que
sea de Dios lo que diga el herm ano o herm ana.
En una oportunidad, vino a consultarm e un
pastor que tenía una congregación m uy grande.
Estaba deshecho. Me contó que en m edio de una
predicación suya, se levantó una herm ana y pro­
nunció m ás o m enos estas palabras a viva voz:
"¡Pastor: deje de predicar, usted sabe que duerme
conm igo!" Fue un bom bazo, se produjo toda una
conm oción. La iglesia quedó sin m iem bros y el
pastor renunció. Dios me dio palabras para conso­
larlo en esa entrevista. Lo dicho por esa "herm a­
na" era una gran m entira y gl tiem po, ella misma
se rectificó y pidió perdón al p a sto r... pero ya era
tarde, el m al que produjeron sus palabras no fue
borrado y la congregación sufrió durante años.
(Apoc. 2,20).

135
Capítulo 16
Queda mucho por recorrer

He aquí sobre las montañas los


pies de aquel que trae buenas nue­
vas, que publica la paz. Guarda oh
Judá tus fiestas solemnes, cumple
tus votos...
Nahúm 1,15 a

reemos que apenas si hem os m ostrado un po­


C co de los m ás elem entales factores que pue­
den desarrollarse en materia de ética pastoral. Só­
lo nos introdujim os en las prim eras páginas de lo
que podría ser el libro que trata sobre la ética de
los siervos de Dios, libro que aún no está escrito
en sus m ás grandes profundidades. Pero estam os
seguros de haber conseguido exaltar la relación
existente entre el Reino de Dios, sus pactos y la

137
conducta de los m inistros cristianos.
Toda vida pastoral lleva im plícita la responsabi­
lidad de exhibir la grandezas del Reino. Todo de­
be ser hecho para la gloria de aquel que es Sobe­
rano y hasta las pequeñas actitudes y pensam ien­
to de los siervos de Dios, deben estar im pregna­
das de un sentim iento de nobleza y lealtad para
con su Señor y Rey.

138
ÍNDICE
P rólog o..................................................................... Pág. 5
Prefacio del autor ..................................................Pág. 9
A modo de introducción......................................Pág. 11
C a p ítu lo 1:
La importancia de la ética................................. Pág. 17
C a p ítu lo 2:
La ética Bíblica es la ética de C risto................. Pág. 31
C a p í t u lo 3:
¿Qué es la ética pastoral?......................................Pág. 35
C a p ítu lo 4:
La ética pastoral en el hogar..............................Pág. 69
C a p í t u l o 5:
La ética pastoral y el discernimiento................Pág. 73
C a p í t u l o 6:
La ética pastoral y las controversias
teológicas...................................................................Pág. 79

139
C a p ítu lo 7:
La ética pastoral y el robo de ovejas............. Pág. 83
C a p í t u l o 8:
La ética pastoral en la vida congregacional.. Pág. 87
Capítulo 9:
La ética pastoral y los pactos de Dios...........Pág. 95
C a p ítu lo 10 :
El pastor con un trabajo secular........................Pág. 105
C a p ítu lo 11:
El autoritarismo pastoral Pág. 111
Capítulo 12:
El pastor y la mayordomía cristiana............... Pág. 119
C a p ítu lo 13 :
El pastor y la predicación
ético-escatológica.................................................. Pág. 123
C a p ítu lo 14 :
El pastor y los códigos éticos de
la Palabra de D io s................................................ Pág. 127
C a p ítu lo 15 :
El pastor y la profecía.......................................... Pág. 133
C a p ítu lo 16 :
Queda mucho por recorrer.................................Pág. 137

140

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