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AYUNO

1. Los judíos tenían como único día de ayuno obligatorio el del día de la reconciliación, llamado también
el gran día del ayuno (cfr. Hech 27, 9). Pero, además, se observaban otros ayunos públicos o privados.
Muchos ayunaban espontáneamente para conmemorar aniversarios. Se ordenaban, además, días
especiales de ayuno como expresión de duelo y penitencia en ocasiones particularmente difíciles
(hambre, guerra, falta de lluvia, etc.). Eran muy frecuentes también los ayunos motivados por devoción
privada. Los judíos piadosos tenían en gran estima la práctica del ayuno como un acto más de la virtud
de la religión.

En el Antiguo Testamento el ayuno, acompañado siempre de oración, sirve para manifestar la humildad
delante de Dios (cfr. Lev 16, 29 y 31). El que ayuna se vuelve hacia el Señor en una actitud de
dependencia y de abandono totales: antes de emprender un quehacer difícil (cfr. Jue 20, 26; Est 4, 16),
como también para implorar el perdón de una culpa (1 Rey 21, 27), en señal de luto por una desgracia (I
Sam 7, 6; 2 Sam 1, 12; Bar 1, 5; Zac 8, 19, etc.), para obtener el cese de una calamidad (Jdt 4, 913),
conseguir la gracia necesaria para el cumplimiento de una misión (Hech 13, 2), prepararse al encuentro
con Dios (Ex 34, 28; Dan 9, 3), etcétera.

Juan el Bautista, conocedor de los frutos del ayuno, que él mismo había practicado frecuentemente,
enseñó a sus discípulos la importancia de esta práctica de piedad. En esto coincidía con los hebreos
amantes de la Ley.

Sorprende a los judíos que Jesús no haya inculcado esta práctica tan importante a los que le siguen.
Piensan, quizá, en una importante laguna dentro de su enseñanza. Y el Señor les da una razón
fundamental: ¿Acaso los amigos del esposo pueden andar afligidos mientras el esposo está con ellos? (Lc
5, 33-ss). El esposo, según los profetas, es el mismo Dios y manifiesta el amor divino a los hombres (cfr.
Is 54, 5).

Cristo declara aquí su divinidad y llama a sus discípulos los amigos del esposo, sus amigos. Están con Él y
no necesitan ayunar. En el cielo, en la contemplación de Dios, no será tampoco necesario el ayuno, ni
ninguna otra muestra de penitencia. Sin embargo, cuando les sea arrebatado el esposo, entonces
ayunarán. Cuando Cristo no esté visiblemente presente, será necesaria la mortificación para poder verle
con los ojos del alma. Él mismo enseña a sus discípulos que la oración se fortalece con el ayuno: Esta
raza (de demonios) no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno (Mt 17, 21).

2. La Iglesia de los primeros tiempos conservó la práctica del ayuno, en el espíritu definido por Jesús. Los
Hechos de los Apóstoles mencionan celebraciones de culto acompañadas de ayuno (cfr. Hech 18, 2-ss.;
14, 22). San Pablo, durante su abrumadora labor apostólica, no se contenta con sufrir hambre y sed
cuando las circunstancias lo exigen, sino que añade repetidos ayunos (cfr. 2 Cor 6, 5; 11, 27).

La Iglesia ha permanecido fiel a esta tradición, procurando mediante el ayuno disponernos a recibir
mejor las gracias del Señor. Hemos de practicarlo con fe, acompañado de oración, sabiendo que
estamos haciendo algo muy grato a Dios.

1
Santo Tomás da las siguientes razones acerca de la necesidad y conveniencia del ayuno: reprimir la
concupiscencia de la carne; para facilitar que la mente se eleve a las cosas del cielo; y en satisfacción por
nuestros pecados (Suma Teológica, 22, q. 147, a. 1).

Por precepto eclesiástico, que obliga gravemente a los mayores de edad, nuestra Madre la Iglesia ha
determinado como días de ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (Const. Poenitemini, II, 3). El
ayuno eucarístico, que hemos de vivir con especial esmero, se reduce a una hora antes de la Sagrada
Comunión.

El ayuno es un acto especial de la virtud de la penitencia, y nos prepara a una mayor unión con Dios.

3. Y, junto al ayuno, otras muestras de penitencia frecuentes, porque si las abandonáramos, nos
dominarían las pasiones y dejaríamos de contemplar al Señor. Por el contrario, cuando el alma se
purifica mediante la mortificación, la vida interior progresa en el trato con Dios, porque la mortificación
«purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne propia al espíritu, hace al corazón contrito y
humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones y enciende la
verdadera luz de la castidad» (SAN AGUSTIN, Serm. 73: PL 39. 1887). Y la fuente de esta mortificación
estará ordinariamente en la labor diaria. En el orden, en la puntualidad al comenzar el trabajo, en la
intensidad con que trabajamos, etcétera. En la convivencia con los demás encontraremos ocasiones de
mortificar nuestro egoísmo y contribuiremos a crear un clima más grato a nuestro alrededor. «Y la mejor
mortificación es la que combate--en pequeños detalles, durante todo el día--, la concupiscencia de la
carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Mortificaciones que no mortifiquen a los
demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abiertos a todos. Tú no serás
mortificado si eres susceptible, si estás pendiente sólo de tus egoísmos, si avasallas a los otros, si no
sabes privarte de lo superfluo y, a veces, de lo neces ario; si te entristeces, cuando las cosas no salen
según las habías previsto. En cambio, eres mortificado si sabes hacerte todo para todos, para ganar a
todos (I Cor 9, 22)» (ESCRIVA DE BALAGUER, J., Es Cristo que pasa, 9).

Jesús, siendo continuador de la Antigua Alianza, se presenta como algo totalmente nuevo en el mundo.
Las mismas formas de piedad antiguas entre los judíos --en este caso el ayuno--han de realizarse con un
espíritu nuevo: el de Jesús.

CITAS DE LA SAGRADA ESCRITURA

En señal de luto y de tristeza: Jue 20, 26; 1 Sam 31, 13; Jer 41, 2; 52, 12; Zac 7, 25; 8, 9.

Penitencia unida a la oración para obtener la misericordia de Dios: Lev 19, 29; Num 30, 14-26; o 12, 8; 1
Mac 2, 47; 2 Mac 13, 12.

Día del ayuno: Lev 16, 29.

Cómo se ha de ayunar: Is 58, 37; Jer 14, 12.

De Nuestro Señor en el desierto: Mt 4, 12; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13.

2
Nuestro ayuno debe ser humilde; si no, pierde todo el mérito: Mt 6, 16-18; Lc 18, 11-14.

Ayuno y oración para obtener de Dios el poder de arrojar a los demonios: Mt 17, 20; Mc 9, 28.

El ayuno de los hipócritas: Mt 6, 16-18; Lc 18, 9-14.

Ayuno de Saulo después de su conversión: Hech 9, 919.

Antes de la imposición de las manos a Saulo y Bernabé: Hech 13, 23.

De Pablo y Bernabé antes de la ordenación de los sacerdotes: Hech 16, 22.

Los ayunos frecuentes de San Pablo: 2 Cor 11, 27.

San Pablo recomienda a todos la templanza, en especial a los que habían de ser ordenados ministros: 1
Tes 5, 6; 2 Tim 4, 5; Tit 1, 7; 2, 23.

Nuestro Señor defiende a sus discípulos de las acusaciones que les hacían porque no ayunaban: Mt 9,
14-15; Mc 2, 18-20; Lc 5, 33-35.

Dispone para recibir las gracias del Señor: Lc 2, 37-38.

Los ministros de Dios y el ayuno: 2 Cor 6, 48.

Para someter nuestro cuerpo: 1 Cor 9, 27.

SELECCIÓN DE TEXTOS

Bienes espirituales del ayuno

464. El ayuno fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la
concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone el corazón para que no
busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo (SAN FRANCISCO DE SALES, Sermón sobre el ayuno).

465 El ayuno purifica el alma, eleva el espíritu, sujeta la carne al espíritu, da al corazón contrición y
humildad, disipa las tinieblas de la concupiscencia, aplaca los ardores del placer y enciende la luz de la
castidad (SAN AGUSTIN Sermón 73).

466 El cristiano tiene libertad para ayunar en cualquier tiempo, no por superstición, sino por virtud. ¿De
qué modo, sin embargo, pueden guardar los cristianos la castidad si no cuidan la continencia en estas
cosas? ¿Cómo pueden estudiar las Escrituras y buscar la ciencia y la sabiduría?

¿No es, acaso, gracias a la continencia del vientre y de la boca, regulando la comida y la bebida por la
abstinencia y el ayuno? Esta es la razón del ayuno cristiano.

3
Hay también otra razón de carácter religioso, muy alabada desde el tiempo de los Apóstoles:
«Bienaventurado quien ayuna para ayudar a los pobres». Este ayuno es verdadero, digno y grato a los
ojos de Dios (ORÍGENES, Homilía 10).

467 Tres cosas hay, hermanos, por las que se mantiene la fe, se conserva firme la devoción, persevera la
virtud. Estas tres cosas son la oración, el ayuno y la misericordia. Lo que pide la oración, lo alcanza el
ayuno y lo recibe la misericordia. Oración, misericordia y ayuno: tres cosas que son una sola, que se
vivifican una a otra (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón 43).

Ayuno y caridad

468 El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego; lo que es la lluvia
para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón, 43).

«Soporte de la oración"

469 Todos los que han querido rogar por alguna necesidad, han unido siempre el ayuno (la penitencia) a
la oración, porque el ayuno es el soporte de la oración (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1,
p. 377).

Cualidades

470 La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y
social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los
diversos países y condiciones de los fieles [...].

Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el viernes de la
pasión y muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al sábado santo, para que de este
modo se llegue al gozo del domingo de Resurrección con elevación y apertura de espíritu (CONC. VAT. II,
Const. Sacrosanctum Concilium, 110).

471 Decía (un santo varón a quien él conoció) que el monje debería darse al ayuno como si tuviera que
vivir cien años. Que debería frenar las pasiones de su alma, olvidar las injurias, ahuyentar la tristeza y
menospreciar el dolor y la desazón, como si tuviera que morir cada día (CASIANO, Instituciones, 5, 41).

472 (Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara. . .). Aquí se habla de la costumbre que existía en
Palestina de ungirse la cabeza los días de fiesta, y mandó el Señor que cuando ayunemos nos
manifestemos contentos y alegres (SAN JERONIMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 380).

473 Los ayunos agradables a Dios son: no hagas mal y sirve al Señor con corazón limpio; guarda sus
mandamientos siguiendo sus preceptos y no permitas que ninguna concupiscencia del mal penetre en tu
corazón [...]. Si esto haces, tu ayuno será grato en la presencia de Dios (Pastor de Hermas).

474 Ayunen los ojos de toda mirada curiosa... Ayunen los oídos, no atendiendo a las palabras vanas y a
cuanto no sea necesario para la salud del alma... Ayune la lengua de la difamación y la murmuración, de
las palabras vanas, inútiles... Ayune la mano de estar ociosa y de todas las obras que no sean mandadas.
Pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados, y de imponer la propia voluntad y juicio.
4
Pues, sin este ayuno, todos los demás son reprobados por Dios (SAN BERNARDO, Sermón en el comienzo
del ayuno).

475. Ha de consistir mucho más en la privación de nuestros vicios que en la de los alimentos (SAN LEON
MAGNO, Sermón sobre la Cuaresma, 1).

476. El ayuno significa un dominio sobre nosotros mismos; significa ser exigentes en las relaciones con
nosotros mismos; estar prontos a renunciar a las cosas, y no sólo a los manjares, sino también a goces y
placeres diversos (JUAN PABLO II, Hom. 28-2-1979).

Penitencia muy grata al Señor

477. El ayuno riguroso es penitencia gratísima a Dios.--Pero, entre unos y otros, hemos abierto la mano.
No importa--al contrario--que tú, con la aprobación de tu Director, lo practiques frecuentemente (J.
ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 231).

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