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2.1. Una nueva ruta colonial
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La ruta de ida y vuelta
El comercio transpacífico
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5. Actuaban en caso de desacuerdo entre los encargados de las tasaciones y los
comerciantes.
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Esta feria podía durar entre 20 y 60 días y los comerciantes de Nueva España y
de otros puntos del continente acudían a ella con sus mercancías, instalándose en los
barracones y almacenes, que formaban la mayor parte de la ciudad. Finalizada la feria la
mayor parte de la población de Acapulco volvía a quedar formada por vagabundos y
otras gentes que no habían conseguido incorporarse a los barcos que zarpaban del
puerto, por lo que se dedicaban al contrabando con algunos puertos del sur, como
Huatulco.
En las ferias de Acapulco se concentraba todo el comercio con Asia, ya que
Acapulco fue, desde 1581, el único puerto autorizado para comerciar con Filipinas,
especialmente tras la prohibición definitiva del comercio directo del virreinato del Perú
con el archipiélago, en 1597. En 1624, también se prohibió el comercio entre el Perú y
Nueva España con la intención de controlar al máximo las salidas de plata del virreinato
peruano.
La gran riqueza que transportaba el Galeón de Manila fue un objetivo
permanente de los piratas. En el largo periodo en que la ruta estuvo activa, sólo cuatro
galeones cayeron en manos de piratas, corsarios o bucaneros ingleses 1. En 1617 se
terminó el fuerte de San Diego, con el que se pretendió proteger el puerto de los ataques
de los piratas, sin conseguirlo. El terremoto de 1776 lo derribó, por lo que tuvo que ser
reedificado.
El último galeón, el Rey Fernando (apodado La Magallanes), partió de Manila
en 1811 y regresó de Acapulco en 1815. Desde 1813, las liberales Cortes de Cádiz,
creadas en plena guerra de la Independencia española, habían decidido su desaparición
en favor del comercio libre.
2.3. Los actores de la ruta: los barcos, los peligros del viaje y fabulosas mercancías
Barcos resistentes
La mayoría de los barcos que hacían esta larga travesía se fabricaban en las
Filipinas. Las naves eran construidas por carpinteros chinos, dirigidos por técnicos
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Sirvan los siguientes ejemplos: en 1587, Thomas Cavendish se apoderó del Santa Ana; en
1709, Woods Rogers del Encarnación; en 1743, George Anson consiguió hacerse con el
Nuestra Señora de Covadonga; y, en 1762, el Santísima Trinidad fue apresado con todo su
cargamento.
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europeos, con maderas duras (para el armazón del barco) y maderas flexibles (para el
casco) que conseguían en los bosques de las islas. Las velas se hacían en Filipinas y las
partes de metal, como los herrajes, anclas, clavos y cadenas eran fundidos en Japón,
China y la India. Estos barcos eran muy caros pero bien valían el alto costo por los
beneficios que traían a los comerciantes.
Generalmente, la flota mercantil se componía de dos grandes barcos o naos.
Alrededor de 500 hombres - marineros, comerciantes, el capellán, el médico, cocineros
y carpinteros- viajaban en ellos, acomodados entre las maderas, los toneles, cargas y
cañones para la defensa.
Distribución de la carga
Fabulosas mercancías
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Todos los peligros se olvidaban ante las riquezas que viajaban en estas naves.
Muchos tesoros atravesaban el océano: de Acapulco se enviaba plata (en barras o
monedas), cochinilla para tintes, semillas, camote, tabaco, garbanzo, chocolate y cacao,
sandía, vid e higueras de la Nueva España, y barricas de vino y aceite de oliva de
España.
La carga del galeón varió con el tiempo, pero casi siempre fue seda china en una
gran variedad de tejidos y modelos, gasa, tafeta, etcétera. También artículos ya
elaborados como medias, faldas, colchas, pañuelos. Más de un siglo después, también
llevaban telas y productos de algodón de la India, así como alfombras persas que, juntos
con los tapetes chinos formaban un importante artículo del comercio del galeón.
Desde Manila salían: de China, telas y objetos de seda (calcetas y pañuelos hasta
colchas y manteles) y alfombras persas de Medio Oriente; piezas de algodón de la India;
de China, Cochinchina y de Japón salían abanicos, cajoneras, arcones, cofres y joyeros
laqueados, peines y cascabeles, biombos, escribanías y porcelanas. De las islas
Molucas, Java y Ceylán, los marinos traían especias, principalmente clavo de olor,
pimienta y canela. Otros productos que proveía Oriente eran: lana de camello, cera,
marfil labrado o tallado -de figuras religiosas-, bejucos para cestas, jade, ámbar, piedras
preciosas, madera y corcho, nácar y conchas de madreperla, fierro, estaño, pólvora,
frutas de China, entre otros. También maderas nobles, trabajos en cobre y en los últimos
tiempos se añadieron cigarros, y, no obstante las prohibiciones, en más de una ocasión
el galeón llevó esclavos.
Entre los productos tropicales que la nao de China transportaba, se contaba la
canela, el mango, el jengibre, frutos que pronto, por la similitud del clima, pudieron ser
cultivados también en la Nueva España. De igual forma, el aguacate, el camote, la
papaya, el aceite de algalia y el tabaco que se convirtieron en cultivos asiáticos. Ello
constituyó un gran estímulo a la creatividad culinaria por la transmisión de ingredientes.
La mayoría de los productos asiáticos eran bienes de lujo y sólo tenían acceso a
ellos las familias ricas de la Nueva España. Para la gente común era todo un
acontecimiento la llegada de los objetos exóticos que traía la famosa "nao de China" y
muchas veces iban al Parián o recinto de los chinos que estaba en el lado de tierra
cercano al río Pasig mientras la pequeña comunidad japonesa se situaba en el Dilao.
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talleres artesanales novohispanos que copiaban diseños y trazos de los productos
artesanales asiáticos, por ejemplo en arcones, cajas y biombos, y eso permitió que los
objetos de influencias orientales se extendieran a una capa más amplia de la población.
El viaje de retorno, desde Acapulco a Manila, se llevaba, no solamente plata
procedente de los productos orientales, sino también el situado para abonar los sueldos a
los funcionarios de las islas; plata y oro en barras; pesos acuñados; cochinilla,
procedente de Oaxaca; cacao; café; vainilla; azúcar; agujas de punto; jabón; piezas de
cuero; barajas y sombreros.
Entre los fraudes más corrientes, el del contrabando de mercancías fue el más
usual. Se dio el caso de que galeones que llevaban más de dos millones de pesos como
carga, provocara un incremento de los precios entre Manila y Acapulco. La carga del
contrabando se hacía en la costa a unas 80 leguas de la vista, cuando los trámites
oficiales habían quedado cumplimentados en el puerto de salida. También se utilizaron
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facturas falsas, dando valores más bajos que los reales, y así evitar pagar los aranceles
marcados. Ya en México, recalaban en el puerto de la Navidad, a varias leguas de
Acapulco. En este recorrido se descargaba el contrabando.
La Corona española había prohibido que el virreinato del Perú tuviera
participación en este comercio pero las mercancías llegaban hasta Lima a pesar de las
prohibiciones. También se recibieron quejas por parte de los comerciantes andaluces
que se oponían al comercio del Pacífico que escapaba al monopolio sevillano. El galeón
constituía para ellos una seria y constante competencia; deseaban eliminarlo, o en su
defecto, evitar su arribo a uno de los mercados más sólidos: el de la Nueva España.
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los que los artistas encontraron en este material un campo muy variado para realizar
verdaderas joyas.
Los intercambios culturales tuvieron un grado de influencia que no llegó a
imponer plenamente un proceso de transculturación en los pueblos del oriente, con
excepción de Manila y otras ciudades filipinas que fueron las más occidentalizadas en
esa época. No obstante, por diversas razones geográficas y socioculturales, el idioma
español no arraigó nunca en Filipinas de un modo comparable a lo ocurrido en América,
pese a que su presencia en aquel archipiélago fue casi tan temprana como en dicho
territorio y a que el dominio español perduró hasta fines del siglo XIX.
En otras direcciones culturales, podemos hablar del gusto popular por las peleas
de gallos que fueron transmitidas desde Malasia a Filipinas, y de ahí a la Nueva España,
constituyéndose después en un elemento propio de la cultura mexicana que dio origen a
los famosos y concurridos palenques. El uso del rebozo, como parte del atuendo
tradicional de la mujer mexicana, parece haberse derivado de los llamados “chales de la
India” o del “mantón de Manila”.
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