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Esperando

a Lozada
Jean Meyer

EL C®LEGIO DE MICHOACAN
C O N A C Y T „■
Esperando
a Lozada
Esperando
a Lozada
Jean Meyer

©
EL C®LEGIO DE MICHOACAN

CONACYT
Diseño portada: Jabaz.
Cuidado de la edición:
Armida de la Vara y Alvaro Ochoa.

c El Colegio de M ichoacán, 1984 Consejo Nacional de Ciencia


Madero 310 Sur y Tecnología
59600 Zam ora, Mich. Circuito Cultural
Impreso y hecho en México Centro Cultural Universitario
Printed and m ade in Mexico México. D.F.

ISBN 968-7230-04-5
INDICE

Prólogo 9

Absolución (al interrogatorio en lo que pertenece


al pueblo y jurisdicción) de Jalisco, 1814 17

Los movimientos campesinos en el occidente


de M éxico en el s iglo X I X 23

El pueblo de San Luis y sus pleitos 49

La rebelión “indígena” de Jalisco 1855-1857 61

La desamortización de las comunidades en


Jalisco 111

La desamortización de 1856 en Tepic 141

Ixtlán de Buenos Aires, 1858 171

La Casa Barrón y Forbes 197

La cuestión de Tepic 219

El Tigre de A lica 227

El reino de Lozada en Tepic (1856-1873) 235

El origen del mariachi 257

7
PROLOGO

El título algo literario Esperando a Lozada se debe en­


tender como un compromiso adquirido por el autor ha­
cia sus eventuales lectores, hacia sí mismo y hacia Ma­
nuel Lozada. Cuando mis investigaciones sobre La
Cristiada me llevaron a viajar por el occidente de la Re­
pública y a remontar en el tiempo, para buscar eventua­
les raíces de inconformidad o de protesta populares, me
encontré casualmente con el personaje de Manuel Lo­
zada. Digo casualmente porque mi ignorancia era gran­
de. Y fue entonces cuando leí, a fines de 1967 si mal no
recuerdo, que:

h a y allá, m uy en el interior de la República M exicana, al ex­


tremo occidental del Estado de Jalisco, una extensa comarca,
sobre cuya faz y cuya historia han impreso un profundo sello
de originalidad las lozanías y excrescencias de una naturale­
za agreste y volcánica, y las terribles resistencias indígenas
operadas primero contra la civilización, española y después
contra el progreso liberal. E sa región se llam a N ayarit y ta m ­
bién A lica, nom bres que tom a de las m on tañ as que erizan su
seno, y d éla m esa que le form a, con sus bosques de árboles fru­
tales, una corona d e e te m o fo lla ie y verdura. A l pie de la sierra
corre el río tan bronco éste que el nadador audaz, como ruda
aquélla para la planta del viajero... Se diría un castillo de ro­
cas bordeado por un puente de siempre alzado rastrillo. Se ne­
cesita todo el arte práctico de los indios de aquel rumbo para
pasar el rio á caballo, obligando el anim al, por medio de pal­
m a d a s en la boca y en el cuello [operación que se llam a cache­
t e o ! a a v a n z a r en lín ea oblicua, sin dejarse arra strar por la
corriente im petuosa.
según palabras escritas por Salvador Quevedo y Zubie-
ta en 1883.
En 1968 Jean Marie LeClezio me llevó a la sierra,
entramos por Valparaíso, Huejuquilla y Tenzompan,
cruzamos el río a caballo y pasamos la Semana Santa
en Santa Catarina. Regresé deslumbrado por el paisaje
y por la gente que se identifica con ese paisaje.
“ El alica era, pues, una especie de Vendée indiana,
tanto más terrible que la de los chouanes, cuanto más
áspero es aquel riñón de la sierra que las colinas y espe­
suras de la Bretaña” , escribía don Salvador y, llegando
a Manuel Lozada no dudaba en apuntar:

pero no bien había concluido la primera mitad del presente si­


glo (X IX ). cuando las tierras del N ayarit empezaron a experi­
m entar un sacudimiento m ás desastroso que el que les produ­
ce la explosión de sus v olca n es: el dram a sa n g rie n to se hizo
allí donde sólo reinaba la bucólica de ún pueblo sencillo dado
a las faenas del campo, se vió al indio laborioso trocar la este­
va de su arado por el arm a d é la rapiñ a y de la m a ta n z a , y se
vió al indómito m ontañés de los tiempos de la conquista con­
vertir aquellos sus antiguos baluartes de la Sierra M adre en
sacrificaderos inm ensos, donde sirviendo a la invasión y al
poder reaccionario, hicieron morir a m ás de 50 000 m exicanos,
soldados todos ellos de la libertad y de la independencia de su
patria f...l leyenda muy nueva, pero de colores antiguos, con
algo de la guerra de Yughurta y de los m ovim ientos asolado­
res de G en gis K h a n , en la cual el fo g o z a z o d e la fu silería , la
luminaria del cam pam ento al borde de la cañada, y el resplan­
dor de las cabañas y los trigales incendiados proyectan su luz
sobre una figura de terror reclamada mucho tiempo y ganada
al fin por el patíbulo, y en que los gritos del soldado republica­
no. los alaridos del indio rebelde y los ayes de un pueblo consu­
mido por una guerra de veinte años, resuenan a porfía como
para formar las sílabas de un hombre temido: L O Z A D A .

Desde aquel entonces la figura de Manuel Lozada


no ha dejado de acompañarme. En 1969publiquéun ar­
tículo en Historia Mexicana, “ El ocaso de Lozada” ; en
dos años había juntado bastante material para publi­
car un libro, como se pudo ver en un capítulo de mi anto-

10
logia Problemas agrarios y movimientos campesinos
1821-1910 (México SEP70, 1974).
Pero la historia, historia personal de uno, historia
colectiva de las naciones, puede divertirse y hacerle
trampa a uno. Después de trabajar cuatro años muy a
gusto en El Colegio de México, tuve que regresara Eu­
ropa y, a la hora de sentarme a redactar “ Manuel Loza-
da” , en 1972, en seguida después de haber terminado
La Cristiada, se me atravesaron los señores Barrón y
Forbes, muchos años después de su muerte, claro, pues
fueron contemporáneos y coterráneos de Lozada. Quie­
ro decir que me metí a los archivos franceses e ingleses
para aprender algo sobre la famosa casa comercial, fi­
nanciera, industrial, sin anuencia de la cual no se mo­
vía —dicen— una hoja en Tepic.
Cuando me encontré con Lozada empecé de ma­
nera romántica —sigo de manera romántica, pero más
lúcida— o sea siguiendo el esquema del bandido social,
del indígena, de la guerra campesina de comunidades
que se levantan contra las haciendas para recuperar
los terrenos perdidos. Todo lo cual es cierto, pero no es
sino una parte de la historia completa. Soñaba con una
república campesina y su jefe cora, huichol o mestizo
de todos los pueblos serranos; Manuel Lozada capaz de
imponer su voluntad a gobiernos tan diferentes como
los de la Reforma, del Imperio y de la República Restau­
rada, durante cerca de 20 años... Rob Roy, Robin Hood,
Emiliano Zapata, Mandrin, Stenka Razin, Emiliano
Pugachev, ¿cuál niño no ha soñado con ustedes?
Además me encontré radicalizado por los adversa­
rios postumos de un personaje que me gustaba. Hasta
la fecha sigue poderoso, en Guadalajara, más que en
Tepic, pero en Tepic también, el grupo de los que no ven
en Lozada más que a un bandido, un forajido, un crimi­
nal. Contra esa leyenda negra, quise creer que Lozada
y los lozadeños eran nobles, inteligentes, idealistas; di­

ll
cho de manera más pedante, que se trataba de un movi­
miento popular autónomo.
Después de varios años de investigación, investi­
gación entrecortada por largas pausas —estancias en
Europa, compromisos docentes y editoriales en Méxi­
co— acepté que Lozada pudo existir solamente dentro
de la historia nacional e internacional, o sea que no era
un ángel, que no era un mito, sino que deveras había
existido. Existido dentro de la vida política nacional
que le ofreció la oportunidad —su genio consiste en aga­
rrar la fortuna por su único cabello— de luchar por sus
intereses y conquistar posiciones políticas. Ni Lozada,
ni sus jefes, ni los pueblos, ni los indios serranos, ni los
trabajadores del plan y de la costa se encontraban so­
los. Ahí estaba la ciudad de Tepic, con sus clases, con
sus extranjeros, con el puerto de San Blas; ahí estaba la
ciudad de Guadalajara, y esa historia se desarrollaba
en los años de Ayutla, la Reforma, la guerra de Tres
Años, las guerras de la Intervención y del Imperio... Pa­
rece evidente y, sin embargo, tardé en entender las im­
plicaciones de tal evidencia. Cuando las entendí, enten­
dí también que no tenía derecho a escribir el libro que
estaba ya ideado en mi cabeza, con los documentos ne­
cesarios a la mano. Guardé mi lápiz, mi plumafuente y
mi máquina de escribir. Volvía a los archivos de París,
Londres y México, me metí más y más a los de Guadala­
jara y Tepic, públicos y particulares; escuché, platiqué,
leí. Y el libro, en mi cabeza, estuvo creciendo, creciendo,
hasta tomar proporciones inmensas. Una investiga­
ción bien puede no terminar nunca, por flojera, por de­
sidia o, como lo entiendo ahora, pórque uno le ha toma­
do demasiado cariño. Acabar, sería acabar con el tema,
hace morir a Lozada otra vez, acercarse a su propia
muerte. Por eso sigo “ Esperando a Lozada” .
El presente libro es una mera compilación de artícu­
los y de documentos que no son iguales entre sí. El pro­
pio Lozada está siempre presente, pero no aparece per­
sonalmente, o más bien aparece una sola vez, y tan bre­

12
vemente que se puede decir que no: “ El Tigre de Alica”
evocación publicada en la Revista déla UNAM, en 1973,
con motivo del primer centenario de su muerte violenta.
“ Absolución” es un documento inédito, encontra­
do en los archivos de Catedral en Guadalajara, igual
que el último sobre “ El origen del mariachi” , publicado
una vez en la revista Vuelta (No. 59,1981). Aprovecho
la oportunidad para darle las gracias al P. José de Je­
sús Jiménez.
“ Los movimientos campesinos en el Occidente de
México en el siglo XIX” nacieron como ponencia, sobre
pedido, para el primer Coloquio de Antropología e His­
toria Regionales, cuando se fundó El Colegio de Mi-
choacán en Zamora; se publicó en el Boletín del Archi­
vo Histórico de Jalisco, tomo III-2.
Los tres trabajos que siguen son inéditos: “ El pue­
blo de San Luis y sus pleitos” o sea las buenas razones
que tenía Lozada, natal de San Luis, para ser guerroso
con las haciendas vecinas; “ La rebelión ‘indígena’ de
Jalisco en 1855-1857” no tiene nada que ver directa­
mente con Tepic y Náyarit, pero el lector no tardará en
entender que es un capítulo de esa historia del occiden­
te, así como “ La desamortización de las comunidades
en Jalisco” . Ese último trabajo es la versión revisada y
ampliada de una ponencia que se presentó en julio de
1983, en el seminario organizado por don Pedro Carras­
co, en El Colegio de Michoacán sobre el tema de la co­
munidad indígena.
“ Ixtlán de Buenos Aires 1858, trilogía documen­
tal” se redactó en 1979, en homenaje a Jorge Gurría La­
croix, pero no se ha publicado sino en francés, en Etudes
Mexieaines (Perpignan, 1981, n. 4).
“ La Casa Barrón y Forbes” se publicó sin notas y
en forma ligeramente abreviada, en la revista Nexos,
en abril de 1981. Es el resultado del redescubrimiento
de los archivos notariales de Tepic, gracia que se me hi­
zo en 1979, y de dichas acumuladas diez años antes en
Inglaterra.

13
“ La cuestión de Tepic” fue una ponencia presenta­
da en el Primer Encuentro de Investigación Jalisciense
(1982) y seguía inédita cuando ese manuscrito entró a
imprenta.
Para terminar quiero darle la palabra a la persona
que me acompañó y ayudó sobremanera en tantos años
de lozadismo, hasta el mes de agosto de 1983: don José
Ramírez Flores, a quien dedico este libro.
“ El siglo pasado ofrece para la Historia de México
una labor intensiva de investigación, para rectificar o
ratificar puntos que han pasado como interpretaciones
por completo parciales, debido a que fueron los vence­
dores los encargados de narrar la epopeya de su victo­
ria, denigrando tremendamente a sus enemigos que tal
vez, con un sentido completamente de sinceridad, pre­
tendieron resolver a su modo los problemas de México,
en una lucha consecuencia de ideologías gestadas en
años anteriores.
El movimiento militar de Tepic, en que don Ma­
nuel Lozada fuera el alma y centro de sus actividades
bélicas —1856-1873— vaya si cabe el estudio de su ac­
tuación para emitir un juicio sano y desinteresado, ex­
hibiendo documentos en su defensa, ya que hemos oído
sólo acusaciones que ennegrecen el cuadro de su vida
militar y política, haciéndolo aparecer con el mote de
‘El Tigre de Alica’.
Debo advertir que mis apreciaciones se inspiran
en una completa justicia, ya que desde pequeño oí en mi
casa comentarios sobre el amo y señor de Nayarit, na­
rrados con terror, por haber sido la causa de la emigra­
ción de mis familiares. Con las armas en la mano, y a
las órdenes de Corona, lo combatieron mi abuelo el co­
ronel graduado don Marco Ramírez González, el her­
mano de éste, don José Trinidad, en cuyo honor, des­
pués de su muerte, su tropa recibió la nominación de
“ Lanceros de Ramírez” , y el sobrino carnal de estos,
don José María Ramírez, muerto en Tepic el 30 de mar­

14
zo de 1861, defendiendo la ciudad, cuando era coman­
dante de la Guardia Nacional ‘Libres de Ixtlán’.
Termino dándoles las gracias a Armida déla Vara
y a Alvaro Ochoa quienes revisaron, la primera, mi cas­
tellano titubeante y las galeras, el segundo el traba jo de
la imprenta también, rectificando y aclarando algunos
puntos, como la existencia de un pueblo misterioso que
no podía yo situar por encontrarse citado en algún li­
bro como “ Tamani” , cuando en realidad se trata de Ja-
may...
ABSOLUCION

Al ynterrogatorio, en lo que pertenece al pueblo,


y jurisdicción de Jalisco*

Al 1Q Esta población se divide en españoles america­


nos, yndios, mestisos, y negros; pero es de adver­
tir que los yndios no lo son realmente sino mesti­
sos y negros dados a pueblo, pues aunque en los
primitivos tiempos se hayavan yndios puros, en
los presentes, solo se conocen por las retasas que
se formavan cada cinco años y en esta ocasiones
se aumentava el numero de ellos por introducir el
jues comisionado a los de otras castas.
Al 2e Todas estas cástas ignoran su origen y de donde
han provenido pues algunos de los ancianos que al
presente viven solo dan noticia de que sus ascen­
dientes, eran de otros pueblos, lo cual concuerda con
que este y otros pueblos inmediatos, desde el tiem­
po de la gentilidad servían para pasar el rigoroso
tiempo de las aguas las quales finalisadas, se vol-
vian a los veranos de la tierra mas baja.
Al 3QEl Ydioma que hablan generalmente en este pue­
blo y su jurisdicción, es el español y si acaso en al­
gunos residen reliquias del mexicano, se mira co­
mo particularidad en la persona.
Al 4QBien se conoce el amor a sus mugeres y a sus hi­
jos, y la educación que dan a estos es escasa, apli-

* [Este documento lo paleografíó tal cual mi amigo Cayetano Reyesl Archi­


vo de la Mitra de Guadalajara. Cajón de Parroquia.
candólos a la agricultura, del maiz y frijol, que es
su mayor saver.
Al 5QLa ynclinación a los europeos y americanos, no
es general pues en algunos se conoce su mal afec­
to aunque no demuestran sus motivos pues si los
tienen, solo entre ellos mismos y con bastante pre­
caución los declaran.
Al 6QLos medios proporcionados para atraerlos a la
reconciliación y amor parece no serán otros, que
los que el presente govierno ha adoptado en nues­
tra augusta constitución y sigue confirmando.
Al 7QSe les conoce aplicación a leer y escribir y esto en
el idioma español pues entre ellos hay muchos que
lo saben aunque estos compondrán la vigésima
parte de los demas.
Al 8^
Al 9QLas virtudes que dominan mas al sexo femenino
es la caridad y compacion y cierta devoción exte­
rior y en todos los mas hombres la ultima y algu­
na duresa e insensibilidad.
Al 10QNo se les advierte superstición alguna aunque
de esto se hablara en el numero 13.
Al 11QSupuesto que los que se nombran yndios en esta
jurisdicción y las demas castas no tienen otro ydio-
ma que el español, los catecismos de doctrina Chris­
tiana que usan son los aprobados por los ylustri-
simos señores obispos.
Al 12QNo hay inclinación a la ydolatria pues aun q uan-
do usan de algunas acciones que parecen idolátri­
cas defectos que aun en la gente de razón se come­
te (por los principios en que desde su niñes se les
imbuye) reprendidos que son se corrigen y no los
vuelven a cometer.
Al 13Q Se ha expresado que los yndios de este pueblo
y su jurisdicción, no lo son realmente sino negros
libres, o descendientes de españoles y españolas,
mesclados con las demas castas a los que nombran
mestisos o revueltos pero ya dados a pueblo se repu­

18
tan por yndios, y por lo mismo viven sujetos a sus
mis[mas] costumbres, no obstante se advierte
una gran ventaja tanto en el estado moral como
en el político, pues libres de aquellas supersticio­
nes groseras, que según los historiadores demues­
tran se hayavan en los principios de la pacifica­
ción, en algunos se observa que el cumplimiento a
los deveres de christianos lo hacen por su propia
voluntad, y por el peso de las razones que se les per­
suade, en el modo de explicar sus conceptos lo ha­
cen con alguna claridad aunque no es esto lo mas
común; se advierte también que los pueblos dis­
tantes y remotos, de las cabeceras o bien de sus pá­
rrocos o bien de sus jueces reales, se hayan poseí­
dos de algunas ceremonias ridiculas, y extrava­
gantes, cuyo origen parece no ser otro sino la po­
ca versación con el trato de gentes, el sufrimien­
to o ningún castigo, de algunos defectos leves, la
ninguna instrucción con que en esos desiertos se
cria la juventud, la suma tenacidad compar[ajda
de la soledad con que guardan ciertas exteriorida­
des, teniéndolas por tradiciones de sus antepasa­
dos, que todo consiste en la hipocrecia y en la pere-
sa y abandono con que viven en sus retirados pue­
blos.
Al 14QLos pactos y condiciones que celevran para sus
tratados matrimoniales son los mismos que los
de los españoles pues obtenido el consentimien­
to de los padres y novia pasan a celevrarlo a pre­
sencia de su propio párroco, sin prestar antes ni
después servicio alguno forsoso.
Al 15- No teniendo como realmente no tienen médicos
en sus pueblos.en las enfermedades comunes como
son fiebres etc. usan de ojas de arboles las que se
comen como antidoto de sus enfermedades, como
es la oja del saus, margarita y guisisile todo en be­
bidas, y cuando son de mejor concideracion ocu­
rren al facultativo, y se dirigen por su dictamen,

19
aunque los pueblos retirados la naturalesa ayuda­
da con algunas yerbas hace su operación; advir-
tiendose en todos los años que si mueren quaren-
ta, nacen otros tantos poco mas o menos.
Al 16QLas estaciones las conocen por los kalendarios
de los españoles, y los que no los tienen preguntan
a los que puedan darles noticia.
Al 17Q Dos comidas hacen al dia, y aun muchos tres,
los manjares que regularmente acostumbran, son
el maiz, el frijol, carne de res y de cerdos, con el con­
dimento de ambas grosuras, sin poderse decir con
verdad el costo que pueda hacer cada persona, por
el aumento de precio que de dia en dia tienen los
viveres aunque no puede pasar de cuatro reales de
plata.
Al 18Q Las bebidas fermentadas que regularmente
acostumbran es el resacado de una mata que se
nombra mescal, esta con exceso es nocivo.
Al 19QNo se les observa haya quedado alguna inclina­
ción, a las adoraciones que antes se davan al sol
y a la luna.
Al 2QQ En el numero 13 se ve que en algunos pueblos
quedan exterioridades y ceremonias ridiculas, y
en el 2e se dice ignorar de donde provinieron.
Al 21Q En sus entierros, no acostumbran ceremonial
ridiculo, pues se sujetan a el de la yglesia romana,
solo que despues del funeral, y entre ellos mismos,
usen de algunas, principalmente en los pueblos re­
motos, las que por su distancia no han llegado a
noticia de sus superiores.
Al 22Q Se advierte bastante infidelidad en sus tratos
y falta en sus palabras y promesas, y por lo mismo.
Al 23Q Son inclinados a la mentira, sin advertírseles
que mantengan acerca de esto algunas erróneas
opiniones.
Al 24QLos vicios que mas dominan a esta gente son la
fornicación, la embriagues, el hurto, y el fraude,
y en el sexo femenino el primero y como anexo a

20
los últimos en los hombres la peresa, aunque todo
esto no es general.
Al 25QEn sus necesidades se facilitan unos a otros di­
neros y semillas con la condición de volver lo mis­
mo mutuado.
Al 26QLos contratos que celebran, en sus cementeras
son el arrendarlas a los españoles, o de otras castas,
a siete u ocho pesos fanega de sembradura, y la
yunta que ellos arrendan, sin arado etc. por no ser
costumbre en este lugar, tienen que exibir dies y
doce pesos de mais y por el dinero con que se les
havilita para sus cementeras lo devuelven en mais
y a seis o quatro reales fanega.
Al 21- El castigo que usan entre ellos, es el látigo y es el
mas poderoso, mas no se les advierte mayor cruel­
dad sino es en uno u otro.
Al 28Q
Al 29Q
Al 30QNo hay en esta jurisdicción hombres acomoda­
dos, sino algunos que tienen que comer con algún
descanso y esta lo han adquirido por la agricultu­
ra acompañada con su buen modo de proceder.
Al 31QLos indios principales se nombran aqui los que
han obtenido la vara de alcaldes, y estos son bas­
tante infelices y solo mantienen cierta superiori­
dad en lo que hace a sus juntas y decisiones.
Al 32QEl servicio personal que antes del soberano de­
creto davan los yndios era el de alcaldes, regido­
res, mayordomos, y otros inferiores ministros pa­
ra el cuidado de sus pueblos, y esto todavía en al­
gunos se observa a los curas parrochos un sirvien­
te y a los jueces reales dos ministriles.
Al 33e Los instrumentos que usan en sus diversiones
son los de cuerda, no porque deja de conocer algu­
nos de viento, inclinándose a la música melodiosa
sin poder expresar sus tonos.
Al 34QNo han conocido en sus ascendientes hombres
insignes, ni en armas, ni en letras.

21
Al 35QLas ydeas que forman de la eternidad, del pre­
mio y del castigo del juicio final, gloria, purgato­
rio e infierno, son con alguna tosquedad, aunque
por la solicitud de la preparación en la ultima ho­
ra se conocen ser ciertas.
Al 36QFinalmente el vestido que usan los yndios de este
pueblo, es el de camisa, calsones y un calsoncillo
blanco, abajo, en algunos el calsado de pie, y las
muheres, no aparecen desnudas, aunque en los
pueblos retirados se observa bastante desnudes,
pues todo su vestuario consiste en el calsoncillo
y muchos apenas cubren lo que la misma natura­
leza horrorisa se manifieste cuyo origen parece
no ser otro que la ociosidad pues concluidas que
son sus sementeras de mais pasan el año sin otro
destino y el poco dinero que adquieren solo era pa­
ra las contribuciones a que antes se hayavan redu­
cidos.
Es quanto puedo decir en lo que corresponde a esta
jurisdicción que es de mi cargo. Jalisco enero 20 de 1814.
Manuel de Loera (rúbrica).
LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS
EN EL OCCIDENTE DE MEXICO
EN EL SIGLO XIX*

Introducción
Siendo bastante impreciso el tema que se me atribuyó
(muchas gracias, la imprecisión de los linderos tiene
también sus ventajas), empiezo con algunas pregun­
tas: ¿movimiento? ¿campesino? ¿Occidente? ¿siglo
XIX? ¿Cómo entender esas palabras?
Movimiento se puede tomar en el sentido de emo­
ción, tumulto, agitación, violencia, rebelión; y es así
como suena cuando viene acompañado del calificati­
vo de campesino (palabra que no existía en el siglo
XIX). Tal movimiento pertenece a la historia política.
Pero movimiento campesino, ¿habrá de veras tal co­
sa? Si aceptamos que el calificativo utilizado limita el
movimiento a una clase social, o a unas clases ya que
el campesinado es de por sí una sociedad que abraza
muchas clases, para oponerlas y unirlas y complica
todavía el sistema de relaciones socioeconómicas con
las diferencias étnicas, las variedades geográficas y
las riquezas culturales... ¿podrá ser campesino el tu­
multo, la agitación, la violencia? Desde luego que sí,
desde luego que nunca exclusivamente.
No podemos limitarnos a la historia política (y de
todos modos los archivos, las fuentes no nos lo permi­
ten ya que hablan poco de tales movimientos cuando
no llegan a la rebelión imponente, al levantamiento
en masa); tampoco encerrarnos en lo campesino, en
una sola clase, en una etnia.
*<Ponencia presentada en el I Coloquio de Antropología e Historia Regiona­
les. en el Colegio de Michoacán. en Zamora. 1979V

23
Por eso, movimiento se debe a la vez entender en
el sentido temporal de siglo, de dos siglos, de tres siglos
en su paulatina y a veces brusca mutación que provoca
los movimientos breves y violentos de los habitantes
del campo y de los pueblos. Ese movimiento de larga
duración lleva a la sociedad global, ciudades y campi­
ñas, pueblo, región, nación y naciones hacia una in­
terrelación a veces decisiva, a veces blanda.
Pero ¿cuál es el movimiento, si es que existe, que
lleva al Occidente mexicano en el siglo XIX? Los pro­
blemas de corte cronológico y geográfico no son siem­
pre bizantinos y tomo como hipótesis de trabajo la exis­
tencia de una región occidental que corresponde más o
menos a la Nueva Galicia, entidad administrativa re­
cién desaparecida cuando se abre nuestro siglo (enton­
ces ¿cuándo se abre nuestro siglo? No sé, 1910 es una
mojonera impresionante y la usaré, pero sin prohibir­
me la utilización de pórticos más antiguos, ya que el
siglo XIX neogallego prolonga en muchos aspectos el
siglo XVIII occidental. Más difícil todavía, clausurar
el siglo porque la modernización entra de plano a pro­
fundizar los contrastes existentes y a engendrar otros
nuevos, a dibujar una nueva geografía humana y a
cambiar la organización social; todo eso a un paso va­
riable, de tal modo que en 1900 coexisten 1900 y 1700,
mientras que en 1800 no existían tales abismos crono-
sociológicos).
Jalisco, con su séptimo cantón, Colima, el occiden­
te de Michoacán y del Bajío, Aguascalientes y el sur
de Zacatecas viven su historia sobre una base geográ­
fica y demográfica. La población, hija de la historia en
primer lugar, se distingue indudablemente tanto del
Anáhuac y del Sur, como del golfo húmedo, del sureste,
y del gran norte. Nuestra zona se caracteriza por la
coexistencia de la hacienda de cereales, del rancho, del
arrendamiento y de la aparcería que vienen formando,
desde lejos, un sistema que organiza de manera origi­
nal las relaciones entre las clases, entre las razas, en­

24
tre los grupos sociales, clases, razas y grupos que se dis­
tinguen de sus homólogos de las otras regiones tanto
por su importancia relativa como por su evolución. Inú­
til recordar aquí la situación anterior a la conquista,
las modalidades de la conquista y la evolución de la
Nueva Galicia.
¿Cómo definir entonces la problemática del occi­
dente en el siglo XIX, esa problemática que carga los
movimientos dizque campesinos? Nuestra ecuación se
puede escribir así:
1) El número de hombres no deja de aumentar, con to­
das las consecuencias que puede tener un hecho pri­
mordial sobre la tierra y sobre el trabajo, sóbrela na­
turaleza y sobre la sociedad; hecho indudablemente po­
sitivo, no siempre claramente percibido por los contem­
poráneos, tanto en su existencia como en sus conse­
cuencias.
2) El siglo empieza bajo el signo de la crisis económi­
ca, ligada primero a las exigencias financieras de la
guerra en Europa, luego a la Insurgencia que arruina
la minería y arrastra la hacienda si no siempre a la rui­
na, por lo menos a grandes dificultades. Tal crisis, si
afecta al elemento clave de la organización socioeco­
nómica, fomenta el desarrollo de la aparcería, del arren­
damiento y permite al grupo de los rancheros tomar
su desquite, después de un siglo XVIII que les había si­
do duro. Rancheros y haciendas prosiguen su ofensiva
contra las tierras de los pueblos minados generalmen­
te por divisiones internas y víctimas de la nueva polí­
tica del Estado.
3) El Estado, en su expresión local primero —leyes de
los congresos, decretos de los gobiernos—, federal des­
pués (las leyes de desamortización y el artículo 27 de
la Constitución de 1857) desarrolla la política de los
borbones favorable, desde Jovellanos, a la privatiza­
ción y a la des vinculación de la propiedad de la tierra.
Legalmente los pueblos pierden sus defensas políticas:
desaparecen las repúblicas de Indios, el abogado de

25
indios, el juzgado de Indios, tanto en Guadalajara co­
mo en México.
Tales son los tres niveles del momento histórico,
siendo el tercero el nivel de la historia política local,
regional, nacional e internacional; la escala cronoló­
gica que nos permite medir la altura de las aguas que
corren, furiosas, arrastrando todo, o se apaciguan y
parecen estancarse, sería la siguiente:
1766-1767 Tumultos e inquietudes del Bajío mi­
nero.1
1810.... Levantamiento de Hidalgo, cuyo epi­
centro es el Bajío antes de desplazar­
se hacia el Occidente.
Sin fecha Brotes de bandolerismo difícilmente
(1810-1876) clasificables; Lozada empieza a sonar
como bandido por el rumbo de Tepic
en 1853-1854.
1855-7 Numerosos levantamientos del lla­
mado elemento indígena: Mazamitla,
cantón de la Barca, de Mascota, de
Autlán, riberas de la laguna de Cha-
pala, cantón de Tepic.
1857 Sigue lo mismo, agravado por los tu­
multos y sediciones suscitados por el
juramento de la Constitución. Brotes
numerosos en Jalisco y Michoacán,
siendo los más sonados los de Zamora
y Lagos. En represalia el gobierno fe­
deral suspende sine die la feria de
San Juan de los Lagos. Los levanta­
mientos de 1857 ilustran de maravilla
lo difícil que es fijar la frontera entre
lo que es y lo que no es campesino.
1857-1867 La guerra de Diez Años (local, nacio­
nal, extranjera). La importancia de
las operaciones militares con la de-1
1. Eric Wolf El Bajío en el siglo XVIII, Tulane University 1955.

26
vastación consiguiente no debe ofus­
car lo más importante: los grupos en
presencia tratan de aprovechar las
circunstancias para llevar la ofensi­
va a su final o bien para pasar a la
contraofensiva. Rojas y sus “ hache­
ros” por un lado. Lozada y los pueblos
por el otro.
1867-1872 Crisis política al nivel superior que no
corresponde a nuestros actores. A su
nivel, tregua tensa y armada en la
cuestión agraria.
1873 Ofensiva final de Lozada; su derrota
y muerte.
1874-1876 Levantamientos por motivación reli­
giosa contra la política anticlerical
de Lerdo; hay “ relingos” (religione-
ros) en toda nuestra región.

Ese calendario no toma en cuenta los numerosos


acontecimientos locales porque su historia está toda­
vía por escribirse, pero puedo decir, por experiencia,
que su lista sería bastante larga. De todos modos, ellos
también dependen de los hechos globales arriba apun­
tados. Es notable que nuestros actores sean más bien
reactores: se defienden, responden. Molina Enriquez
nota con razón (y Luis González insiste en lo mismo)
que la mayor parte de la gente “ era indiferente a todo,
siendo por una parte, como era, incapaz de acción so­
cial en conjunto por la falta de unión de sus grupos y
por la falta de cohesión en cada grupo de las unidades
que lo componían, y estando por la otra ocupado prefe­
rentemente en atender a su subsistencia” .2
Eso, hasta el plan de Ayutla, pero las leyes de de-

2. Andrés Molina Enriquez Los grandes problemas nacionales ed. 1964.


Injuve p. 68.

27
Asalto a una diligencia. Oleo del pintor Manuel Serrano. Exhibido en la Sa­
la de Artes Menores. M.N.H. (2a. mitad del S. XIX)

samortización vinieron a cambiar las cosas, provocan­


do la reacción violenta de muchos pueblos. Hay que
decir que estas leyes de Reforma no eran nada nuevo
en Occidente en donde la ofensiva contra las comuni­
dades tenía medio siglo (sin hablar de los siglos ante­
riores), pero como medida general cristalizó la resisten­
cia de los pueblos, hasta ahora aislados en sus peleas
particulares, contra adversarios locales. De aquí nace
la coalición casual de muchos campesinos, indígenas
o no con los conservadores (de manera muy relativa),
con el Imperio (de manera mucho más obvia) y con la
Iglesia que pertenece al mismo tiempo a la alta socie­
dad, al gobierno y al pueblo rural. Las leyes de desa-

28
mortización, al confundir a las corporaciones civiles
con las religiosas, conducían lógicamente a tal alian­
za. A eso se debe que los diez años que corren de 1856
a 1866 sean los de la movilización máxima de los cam­
pesinos y los del movimiento lozadeño, este último muy
complicado en sus implicaciones sociales y políticas,
presentes y ulteriores.
Pero tenemos ahora que volvernos hacia atrás pa­
ra asegurar nuestra marcha.

Primera Parte

Existe una problemática propia del Occidente

1. Un comportamiento demográfico notable

Se admite que la Nueva España conoce un fuerte cre­


cimiento demográfico entre 1660 y 1730, un crecimien­
to más lento en los treinta años ulteriores, seguido por
un periodo de estancamiento;3 si eso vale globalmen­
te, y más aún para el Anáhuac y el Sur, la Nueva Gali­
cia y el Bajío siguen una trayectoria diferente, a partir
de una composición étnica diferente. David Brading4
nos enseña que León, con todo y las tragedias de las
epidemias, del hambre de la guerra, duplica su pobla­
ción entre 1793 y 1828: Luis González lo señalaba con
mucha intuición en 1959 y lo confirma en 1968 para
San José de Gracia y en 1978 para Zamora: de 1742 con
1 025 familias y 4 000 almas pasa en 1792 a 5 766 fami­
lias y 23 000 almas; las monografías de Francisco Mi­
randa, sobre Yurécuaro, y de Alvaro Ochoa, sobre Ji-
quilpan lo vuelven a repetir con crecimientos semejan­

3. Ver los trabajos de Cook y Borah, Claude Morin, Tomás. Calvo y Ceci­
lia Rabell, sobre la Mixteca Alta, Zacatelco, Acatzingo y San Luis déla
Paz.
4. David Brading Haciendas and ranchos in the mexican Bajío: León
1700-1850 Cambridge University press 1978.

29
tes: Yurécuaro en 1792 tiene 1 031 almas y tiene 3 000
en 1822 (en este caso sirve también de refugio). Queda
claro después de estos trabajos, del último libro de Bra-
ding y de las investigaciones de Cook y Borah que el
crecimiento demográfico fue más rápido en las provin­
cias de Michoacán y de Nueva Galicia que en el resto
de la Nueva España; es más, que se mantuvo cuando
perdía su ímpetu en otras partes.
Por eso el siglo XIX en nuestro Occidente empie­
za con un “ drástico aumento de la población” ,5 carac­
terística heredada del siglo XVIII, así como la presión
consecuente sobre la naturaleza y la sociedad: expan­
sión de la superficie cultivada, presión sobre las propie­
dades jurídicamente débiles, amenaza contra las tie­
rras comunales, progreso de la aparcería y del arren­
damiento. Todos los elementos de los conflictos ulte­
riores ya están en su lugar.

2. Una estructura agraria socio-económica original

A finales del siglo XVIII, la prosperidad minera y el


crecimiento demográfico que aumenta el número de la
mano de obra, permiten a los propietarios ejercer una
presión mayor sobre los trabajadores; el viejo sistema,
que había nacido de la escasa mano de obra, atraía
hombres, ofreciéndoles parte de la producción a cam­
bio de su trabajo; la tendencia ahora era a subir las ren­
tas, a reemplazar los antiguos privilegios y obligacio­
nes por pago en efectivo; fenómeno paralelo al que ocu­
rría en la minería.6 La guerra de Independencia inte­
rrumpió el movimiento por varias décadas, pero de to­
dos modos el Bajío, los Altos de Jalisco y de Michoa­
cán y otras zonas del Occidente todavía en espera de su
historiador, ya tenían su estructura bien particular.

5. Brading (1978) pp. 178-179.


6. Brading (1978) pp. 128-129.

30
El siglo XVIII había visto el desarrollo de tres gru­
pos sociales dinámicos: los empresarios en grande (ha­
cendados, comerciantes y mineros), los rancheros, los
arrendatarios. La tierra que el propietario no usaba,
se arrendaba a otros agricultores y no quedaba ocio­
sa, dada la demanda de cereales por una población en
aumento. La disminuida presencia de pueblos indíge­
nas (Nayarit es una excepción más importante que la
del sur de Jalisco) explica la integración bastante ade­
lantada de los indígenas a la sociedad global, y la au­
sencia de la dicotomía clásica en el centro y en el sur
de la Nueva España: peones endrogados y pueblos des­
pojados obligados al trabajo temporal sobre las hacien­
das. Aquí la estructura es complicada y contradictoria:
unos pocos gañanes en las haciendas tienen una situa­
ción bastante buena; muchos arrendatarios; la mano
de obra temporal (arrimados y jornaleros, los más po­
bres).
Le conviene a la hacienda aumentar el número de
arrendatarios para no invertir más capital, para eli­
minar riesgos y para aprovechar la mayor demanda de
cereales y el mayor número de trabajadores.
Al lado de la hacienda, pero girando alrededor de
ella, los rancheros forman una clase media muy inte­
resante: conjunto de pequeños propietarios acomoda­
dos y de arrendatarios principales, de minifundistas
miserables y de habitantes de rancherías. Con los ran­
cheros aumenta la diferencia entre el Centro y el Occi­
dente, ya que tal grupo, que tiene su historiador en la
persona de Luis González, ocupa una posición social es­
tratégica entre los hacendados y la masa de los traba­
jadores.7 McCutchen, McBride, Paul Taylor, Frangois
Chevalier y Luis González los encontraron en las tie­
rras altas, a la periferia, lejos de los mercados urbanos,
en zonas poco atractivas para las haciendas empren­

7. Brading (1978) p. 75.

31
dedoras, dispuestos a aprovechar las dificultades de la
hacienda para crecer y multiplicarse.8 David Brading
los encuentra —¡qué interesante!— también en las bue­
nas tierras del Bajío: “ On the plains of the Bajío, how­
ever, the story was quite diferent” .9 El rancho nace al
principio, cuando los cabildos otorgan vecindades, de
tal manera que en 1700, en la comarca de León, encuen­
tra el historiador una numerosa y vivaz pequeña pro­
piedad; es cierto que a finales del siglo XVIII, el ranche­
ro tiene problemas para resistir a la embestida de las
haciendas que compran todo lo que pueden, pero no
tarda en tomar su revancha cuando las haciendas tie­
nen serias dificultades y algunas se derrumben des­
pués de 1810.101
La insurgencia arruina la economía global y las
haciendas que se desarrollaban en este marco. En los
Altos, “ al romperse la vinculación entre la economía
minera en decadencia y la alteña subsidiaria que se
vuelca sobre sí misma produce despido de mano de obra
asalariada y concentración de la producción en base a
la familia y a las relaciones de medianería [...] esta vuel­
ta hacia el interior fue posible por el sistema de organi­
zación interna de la hacienda, basado en una subdivi­
sión de su territorio en ranchos ocupados por familias
extensas. En este proceso los ranchos se diversifican
y crecen [...] todas estas transformaciones producen un
crecimiento demográfico interno” .11
No voy a repetir lo que nos dice Luis González de
su región en la misma época; semejante fenómeno,
Chevalier, Bazant, Paul Taylor y Brading lo encuen­
tran también en la desintegración de ciertas hacien­

8. Luis González. Pueblo en vilo: microhisioria de San José de Gracia.


Colegio de México.
9. Brading 1978 p. 150.
10. Brading 1978 pp. 150, 151,157, 168, 173.
11. Jaime Espin y Patricia de Leonardo. Economía y Sociedad en los Al­
tos de Jalisco. 1978, Cisinal pp. 126-127.

32
das bajo el peso acumulado de la guerra, de las deudas
con las instituciones clericales (habrá que esperar has­
ta 1856 y 1859 para poder cancelar a buen precio estas
tremendas hipotecas que alcanzan 40% del valor de las
fincas, según cálculos de Brading): Santa Ana pacue-
co (de Pénjamo a los Altos), Cojumatlán, Cuerámaro,
Cuitzeo de los Naranjos, etc..,1-
Parcelar y vender es una solución; dar en aparce­
ría es la otra y asistimos a un desarrollo impresionan­
te de esta práctica que espera a su historiador y contri­
buye a fortalecer los ranchos. Rancheros y aparceros
producen casi todo el maíz, mientras que la hacienda
cultiva trigo de riego en la parte que se ha reservad.:
(los medieros cosechan como jornaleros, ya que el ca­
lendario del trigo difiere del calendario del maíz). Bra­
ding, Espin y de Leonardo analizan la lógica de este
cambio de la renta en dinero (arrendamiento) al media-
je, cuando las relaciones entre el trabajo, la tierra y los
precios modifican la división del trabajo.
Lo fascinante es la rapidez con que se derrumban
las grandes fortunas del siglo XVIII y como los ranche­
ros saben, pueden aprovechar este ciclo para crecer a
expensas de las haciendas y de las tierras de los indios;
hay que notar, según Brading, la presencia numerosa
de indios entre los rancheros, esos indios prácticamen­
te integrados y conocidos en los informes del siglo
XVIII como “ indios ladinos” ; la sociedad de los ranche­
ros, fuertemente arraigada en la familia extensa que se
moviliza tanto para el trabajo como para la política y
la guerra, es la que triunfa en el campo en el siglo XIX
(y también en el siglo XX cuando se beneficiará indirec­
tamente de una reforma agraria que elimina la hacien­
da); manifiesta su dinamismo tanto en la política, co­
mo en la guerra (Antonio Rojas, e] hachero, tremendo1 2

12. Brading 1978 p. 92, 140, 144, 202, 203.


Heriberto Moreno ed. Después de los latifundios, III Coloquio de Antro­
pología e Historia Regionales, Colegio de Michoacán, 1982.

33
guerrillero liberal y bandido), como en el comercio (la
arriería es de los rancheros). Compran terreno sobre
terreno y buenas casas en los pueblos y en Guadalaja­
ra, como el ejemplar don Nicolás Ramírez, antepasado
directo de nuestro maestro don José Ramírez Flores.
Don Nicolás, nacido a fines del siglo 18 en Ixtlán (Ys-
tlán), empieza como labrador y arriero (¡va hasta Cam­
peche!) y termina como gran propietario, en relaciones
con la hacienda de Tetitlán (que en un tiempo fue de la
familia López Portillo), dueño de prácticamente toda
la zona que va de Ixtlán a Plan de Barrancas, y del cen­
tro del pueblo, dueño de una buena casa en Guadalaja­
ra, a donde se refugia para escapar de Lozada. Hay que
decir que la familia Ramírez (don Nicolás tuvo veintitan­
tos hijos) pudo organizar un levantamiento y tomar Ix-
tlán y Ahuacatlán con puros parientes... Y su hijo Tri­
nidad fue de los mejores oficiales de Ramón Corona
hasta que cayó bajo las balas lozadeñas: rancheros
criollos en expansión contra comunidades indígenas.
Tengo una documentación que aclara muchos aspectos
del levantamiento de Lozada y manifiesta que no hay
como la investigación local llevada a fondo para acla­
rar la historia general.13

Segunda Parte

Haciendas y ranchos contra los pueblos

1. La Reforma viene muy al final...

Ya se sabe desde hace mucho: Wistano Luis Orozco y


Andrés Molina Enriquez fueron los precursores que
nos aclararon el asunto; luego don José Ramírez Flo­
res, blandiendo los seis tomos de la Colección de acuer­
dos, órdenes y decretos sobre tierras, casas y solares

13. Ixtlán de Buenos Aires, 1958: trilogía documental. En este libro.

34
Copias que sirvieron para la arriería en México.
de los indígenas, bienes de sus comunidades y fundos
legales de los pueblos del estado de Jalisco: Moisés
González Navarro, en numerosos y estimulantes escri­
tos; Luis González y Andrés Lira en tertulias más fe­
cundas que muchas horas de investigación o de lectu­
ra. Para no volver sobre un punto ya aclarado y quizá
aceptado, recordaré unas fechas:
12 de febrero de 1825: decreto 2 del Congreso de Ja­
lisco.
29 de septiembre de 1828: decreto 151 del mismo.
17 de abril de 1849: decreto 121
Hay una multitud de otras disposiciones pero todas
tienen una sola meta: lograr el repartimiento de las tie­
rras de los pueblos y la privatización de la propiedad
rústica. No trabajé la colección Coromina de Michoa-
cán, pero no me sorprendería encontrar semejante tra­
yectoria. ¿Para qué sorprendernos si la Nueva España
de los Borbones conocía la embestida contra las tierras
comunales? ¿Qué dice Abad y Queipo que no haya di­
cho Jovellanos y qué no dirá Lerdo?
Es una prueba más de lo diferente que era el Occi­
dente del Centro; cuando el congreso de Jalisco expi­
de su decreto número 2, hacía un año que la comisión
de gobernación de primer congreso constituyente del
estado de México (o sea todo el centro, lo que es hoy Mé­
xico, D.F., Hidalgo, Tlaxcala, Morelos y Guerrero) ha­
bía decidido que no convenía aplicar en propiedad a
los vecinos de los pueblos las tierras de fundo legal o
de repartimiento, las comunes y las llamadas de co­
fradías, para evitar la enajenación de las dichas tie­
rras.14 Jalisco escogió el camino contrario sin tener
miedo a los “ pleitos y contiendas demasiado ruinosas
y perjudiciales” , ni a la ruina de los pueblos. Y pasó en
Jalisco, entre 1825 y 1856, lo que Molina Enriquez vio

M. Texto citado por Molina Kmíquez, p. 79.

36
personalmente cincuenta años después, en el estado de
México:

los m estizos h an gestionado la repartición de los pueblos indí­


genas, han comprado casi todos los terrenos, han hecho ex­
pedir los títulos correspondientes y han recogido esos títulos
pagando, naturalm ente, los impuestos a nombre de los adju­
dicatarios. M uchos indígenas de los adjudicatarios no fueron
un solo día propietarios de las fracciones que les dieron en ad­
judicación, y si se hiciera una investigación acerca de los pre­
cios de venta, se encontraría que un terreno había costado al
comprador unas piezas de pan, otro algunos cuartillos de maíz,
y los m ás algu n as jarras de pulque o algunos cuartillos de
aguardiente.15

¿Manipuló un texto que habla de los años 80 y 90,


unos 500 kilómetros al este de nuestra región? No; Mo­
lina Enriquez sintetiza en unas líneas lo que pasó en el
Occidente, y que se encuentra en los seis tomos ya ci­
tados; solamente conozco en detalles lo que pasó en el
séptimo cantón;! el reparto empieza en Ixtlán tan tem­
prano como el año de 1826, y antes de la Reforma hay
pleito mortal entre don Nicolás Ramírez, sus hijos, sus
hermanos, sus primos, todos criollos del pueblo de Ix-
tlán y de los ranchos de San José de Gracia, y los indios
de Cacalután, ya despojados de sus cofradías, los de la
sierra de Jala, Jora, Jomulco, los del pueblo vecino de
Ahuacatlán. Pleitos judiciales, peticiones, viajes, in­
vasiones, robos de ganado, incendios criminales, en
breve, la guerrilla rural de todos los tiempos y de todos
los lugares^ Lo interesante es que Ahuacatlán será con­
servador y lozadeño de 1856 en adelante, mientras que
Ixtlán será liberal activamente y activamente castiga­
do por Lozada, quien confiscará los bienes de los Ra­
mírez, para repartirlos entre los indios partidarios su­
yos.

15. Molina Enriquez p. 80.

37
Eso va como botón de muestra, pero tengo la mis­
ma demostración hecha para pueblos vecinos de Tepic,
como Atonalisco y San Luis, o vecinos de Compostela y
de Santiago Ixcuintla; el fenómeno es general tanto
en el plan como en la sierra o en la costa. Y lo que va­
le para un cantón, vale para los otros, según lo vi en el
Archivo General de la Nación y en los archivos de Ja­
lisco.16
Los trabajos citados de Luis González, Francisco
Miranda y Alvaro Ochoa nos dicen lo mismo para Mi-
choacán; Elionore M. Barret y Donald Brand lo mis­
mo para la zona sureña de la cuenca de Tepalcatepec y
de los Motines. Nos dicen que las comunidades litiga­
ron mu :ho entre 1837 y 1856,17*según consta en el Ar­
chivo dv? Notarías de Morelia. Por todos lados los ata­
ques contra las cofradías empezaron en el siglo XVIII.
De tal modo que la Reforma vino a dar el remate. Al
mismr tiempo, por sus ataques contra el clero propor­
cionó a los pueblos la primera ocasión de levantarse
y de f irticipar en una guerra civil en la cual esperaban
desqu? arse. La guerra lozadeña, la “ politización” re­
lativa le Lozada quien hasta 1856 no pasaba de ser un
“ band do social” con bastante arrastre local, es el epi­
sodio nás vistoso de este fenómeno en nuestro occiden­
te.

2. La tes amortización de 1856

1855, 'ey de desamortización en España; 1856, en Méxi­


co. A problemática semejante, solución semejante; los

16. A G N Gobernación y Segundo Imperio; Guadalajara, Archivo Histó­


rico del Estado, Archivo del Congreso, Archivo del Supremo Tribunal
en la Biblioteca del Estado.
17. Santa Anna derogó el reparto de tierras de comunidades en Michoa-
cán y autorizó a los gobernadores a recobrar las tierras usurpadas a pue­
blos, villas y ciudades; dos medidas que los constituyentes anulan el 12
de abril de 1856.

38
problemas de México son los de todo el mundo occiden­
tal, del imperio ruso al Pacífico. La lectura que dio Mo­
lina Enriquez18 de las leyes de Reforma sigue siendo
iluminadora: la gente se echó a desamortizar la propie­
dad comunal de los pueblos indígenas (no de las ran­
cherías, otras comunidades comprendidas dentro de la
ley de 25 de junio, por ser de duración perpetua e inde­
finida; de las rancherías salen muchos adjudicatarios)
“ con tanto más empeño que era mucho más fácil de ser
desamortizada que la de la Iglesia, porque de seguro
la defenderían menos los indígenas en su estado habi­
tual de ignorancia y de miseria. Algunos pueblos co­
menzaron a ser desamortizados ya, y los demás amena­
zados de igual despojo se levantaron en armas, pro­
moviendo los disturbios de Michoacán, Jalisco, Que-
rétaro, Veracruz y Puebla, que dieron motivo a una cir­
cular lírica del Gobierno (de Lafragua) que nada reme­
dió” .19 Seamos breves: “ el resultado de la repartición
fue que los indígenas perdieron dichos terrenos. No po­
día ser de otro modo” .20
“ Fácil es comprender la confusión que siempre la
división ha producido y que ha llegado a establecer la
regla general, de que toda división de pueblos produce
el levantamiento de sus pobladores” .21
En 1857 el artículo 27 constitucional incluye la ley
de 1856 y la completa incluyendo los ejidos en las tie­
rras sujetas a venta forzosa, medida esta última mu­
cho más dañina, si se puede, que la ley Lerdo de junio
y la circular del 9 de octubre de 1856. “ La maldita ley
de desamortización” 22 permitía tratar de acabar con

22. T. Powell p. 82 E l liberalism o y e l ca m pesin a d o en el cen tro d e M é x ic o


1850-1876 Sep. 70, 1974.
18. José Miranda “ La propiedad comunal de la tierra, y la cohesión social
de los pueblos indígenas mexicanos” . C u a dern os A m erica n o s, 1966.
19. Molina Enriquez p. 76.
20. Molina Enriquez p. 79.
21. Molina Enriquez p. 132.

39
“ esas reuniones extrañas que con el nombre de comuni­
dades no sirven más que para mantener a los indivi­
duos que las componen en la ignorancia, miseria, fa­
natismo y degradación” .2:í

T ercera P arte

í4La regla gen eral de que toda d iv isió n de pu eblos


produ ce el leva n tam ien to de sus p o b la d o re s ”

Inmediatamente se multiplicaron las reuniones, alar­


mantes para las autoridades que descubrían la “ cues­
tión agraria” y la “ cuestión indígena” al mismo tiem­
po y evocaban la amenaza de la guerra de castas; las re­
sistencias inquietantes, la disimulación de los títulos
de propiedad, las argucias legales y por fin los levan­
tamientos. No habrá que decir “ por fin” porque el le­
vantamiento es instantáneo, pero como no viene prepa­
rado re apaga y no vuelve a prender sino hasta 1857,
dentro de la guerra ya generalizada. Los levantamien­
tos de 1856 van de Mazamitla a Cocula, pasando por La
Barca y toda la orilla del lago de Chapala. En el archi­
vo judicial de Guadalajara se ve que los naturales de
Mazamitla tenían un litigio con Barragán desde 1854;
en 1856 litigan los de Teocuitatlán, de Tepic, deZoqui-
pan, de Poncitlán, de Santa Cruz, de Cajititlán, de Jo­
co tepec.
i Migarán hasta fines del siglo y, en el siglo XX, sus
descendientes seguirán litigando en el marco de la re­
forma agraria; algunos pueblos litigaban sin descan­
sar desde el siglo XVII.224 Las leyes de Reforma vinie­
3
ron a multiplicar las entradas de los abogados y de los

23. M em oria del E sta d o de M ieh oa cá n 1869 pp. 57-8 citado por E. M. Bar-
reti.
2-í . Chimaltitán. San Pedro Lagunillas. Acaponeta, Tequila, Hostotipa-
quiiio, Jala. Jomulco, para mencionar algunos de la zona de Lozada.
tribunales porque engendraron una confusión tremen­
da; en todas partes, pero especialmente en occidente
donde la mezcla racial había sido muy grande, se tro­
pezó con el peliagudo problema de saber quiénes eran
indios; “ así ocurrió en el Estado de Jalisco, pues allí
no había casi pueblos considerados como indígenas
cuyos habitantes no fueran en gran parte mestizos de
diversas clases” .25
De la confusión sale la guerra, hecho bien conoci­
do. Me limitaré a presentar brevemente la guerra en
el séptimo cantón, aclarando de antemano que esta re­
gión, si tiene representatividad, tiene también una ori­
ginalidad que impide toda generalización abusiva.
Proseguí de manera muy insuficiente las investi­
gaciones de Cook y Borah sobre los partidos de Tepic
y Ahuacatlán, pero con todo y lo incompleto de mis da­
tos actuales, puedo afirmar que las dos características
del Occidente existen al norte del río de las Cañas:
—crecimiento demográfico sostenido entre 1756 y
1850 hasta la fecha.
—multiplicación y crecimiento de ranchos nume­
rosos, principalmente en la región de Ixtlán y la de Te­
pic.
Pero, al mismo tiempo, la zona ofrece dos peculia­
ridades, ligadas a la modernidad y al arcaísmo, o me­
jor dicho a la coexistencia de grupos sociales que viven
separados por siglos de distancia socio-cultural.
Por lo menos desde el siglo XVIII (mis conocimien­
tos no remontan más allá) caminan al compás del creci­
miento demográfico, expansión de las haciendas y de
los ranchos y actividad comercial (la arriería y luego
el gran comercio marítimo internacional). A principios
del siglo XIX, el nacimiento y desarrollo del puerto de
San Blas, la actividad del camino Tepic-Guadalajara
son factores decisivos que atraen y fijan en Tepic nu­

25 José Miranda op. cit. p. 178.

41
merosos empresarios europeos, españoles, ingleses,
alemanes y franceses: los más famosos serán los Cas­
taño y los Barrón. Tepic / San Blas debe su arranque
inicial a la toma de Acapulco por los insurgentes y al
desvío consecuente del comercio filipino y chino ha­
cia San Blas.26 Así se desarrolla y consolida un grupo
local emprendedor, ligado originalmente a Guadalaja­
ra, pero pronto deseoso de independizarse; ese deseo no
contribuyó poco a la fuerza de Manuel Lozada, quien,
en parte, funcionó como brazo armado de este grupo.
(Ver en este libro “ La Casa Barrón y Forbes” ).
Al mismo tiempo y al lado de este sector moderno
de haciendas, plantaciones, ranchos, fábricas y comer­
cios, existe un sector famoso, pero no muy bien conoci­
do, el de los indios serranos, de las naciones recién pa­
cificadas y reducidas, a principios del siglo XVIII: co­
ras, huicholes, tecuales, mexicaneros y tepecanes. Si
tienen mucho en común, no forman una sino varias so­
ciedades, nunca homogéneas (hay muchos huicholes
y no se puede hablar en general de su cultura; pasa lo
mismo con los coras. ¿Cómo meterlos todos, pues, en
un mismo cajón y hablar de ellos como “ los indios” ?
Es notable el poco conocimiento que se tiene de ellos
en el siglo XIX, quitando a algunos sacerdotes (francis­
canos en general) y a algunos co*nerciantes o ranche­
ros que tratan con ellos. Pero eso es otro asunto (que
tiene su importancia en la derrota final de Lozada, ya
que las divisiones entre esos “ indios” tuvieron mucha
importancia).

Esas sociedades nacidas en los tres siglos anterio­


res siguen como “ composite response societies dedica­
ted to resisting incorporation into the colonial sys-

26. José Ramirez Flores, E l real consulado de Guadalajara. N o ta s h is tó ­


ricas. 2a. ed. 1976, IMCE.

42
tem” .27 Han elaborado una síntesis de las culturas lo­
cales ciánicas con las de sus vecinos mestizos y criollos,
síntesis en acción desde que, muy temprano, su zona
sirvió de refugio a los prófugos mulatos, mestizos y
criollos de la Nueva Galicia. En esta síntesis la influen­
cia de los jesuitas fue determinante, social, cultural y
económicamente.
En el siglo XIX, indirectamente a través de los pue­
blos parientes, ya integrados, los de las bocas de sie­
rra (Atonalisco, San Luis y Pochotitán al poniente,
Huejuquilla, Tenzompan al norte y al oriente), o direc­
tamente, conocen la presión de la sociedad moderna en
expansión territorial y política. Las comunidades se­
rranas se lanzan entonces a la guerra de 1856 en ade­
lante, bajo la autoridad más nominal que efectiva de
Lozada; ellas reanudan así la lucha larga, la resisten­
cia armada y terca opuesta a los españoles hasta 1722.
Se trata otra vez de los Nayaritas, los indios fleche­
ros, pero esta vez se encuentran aliados con sus anti­
guos enemigos, los indispensables aliados de los espa­
ñoles, los llamados indios fronterizos, estudiados por
María del Carmen Velázquez en su Colotlán de la Fron­
tera y que encontramos en todos los pueblos anterior­
mente citados. Los fronterizos heredan de su pasado
una tradición de orgullosa milicia (tenían privilegios,
no pagaban tributo, dependían directamente de su ca­
pitán general) que hace de ellos un contingente bron­
co, nada dispuesto a tolerar las invasiones de los ha­
cendados y de los rancheros. La mecha lozadeña pren­
de precisamente en estos pueblos: Atonalisco, San Luis
y Pochotitán; luego la Reforma abona el terreno, y, lan­
zados a la guerra los “ flecheros” producen un esplén­
dido efecto de demostración: la guerra tiene sentido, la

27. Phil C. W igand E th n o a rch eo lo g y int th e h igh lands o f W estern M e x ic o


paper given at the Society for American Archeology 42d annual mee­
ting, New Orleans, april 29, 1977.

43
victoria es posible; por eso Lozada puede levantar con­
tingente en todos los pueblos y no limitar su feudo a la
serranía abrupta.' La serranía le proporciona dos ven­
tajas mayores: la posibilidad de la retirada, del escon­
dite, de la paciencia; una tropa de choque de combatien­
tes que encuentran en la guerra un estilo de vida, a di­
ferencia de los pueblos agricultores de las lomas y de
los valles, más tímidos por razones obvias.
Así, sobre un argumento universal (el reparto de
los terrenos comunales) y una temática local (la exis­
tencia de pueblos combatientes) complicada por el jue­
go político entre las élites de Tepic y Guadalajara por
un lado, entre el estado de Jalisco y el gobierno central
por el otro, construye Lozada un poderío respetable y
respetado hasta 1873.

Final

La insurgencia nayarita duró casi veinte años y tuvo


efectos importantes locales y occidentales; las autori­
dades de Jalisco vivieron con la pesadilla de una posi­
ble guerra de castas y tomaron muy en serio el proble­
ma. Entre las consecuencias directas e indirectas del lo-
zadismo hay que contar la existencia de una Junta Pro­
tectora de las Clases Menesterosas en Guadalajara, co­
rresponsalía de la Junta de México presidida, durante
el Imperio por el extraordinario Faustino Galicia Chi-
malpopoca (Galicia C. o Galicia a secas cuando los li­
berales? Chimalpopoca Galicia cuando soplaba un ai­
re indigenista); y su continuación en la república res­
taurada bajo la forma de Junta Filantrópica Defenso­
ra de la Clase Indígena, la misma que promueve la pu­
blicación de la Colección tantas veces citada.
Más importante todavía, la resistencia legal o ile­
gal de los pueblos fue alentada por la existencia del fo­
co nayarita; precisamente fue cuando el incendio loza-
deño amenazó con propagarse a los cantones de Mas­
cota, Autlán, Colotlán, Bolaños y el Rosario, que la Fe­

44
deración decidió^ acabar con él. Pero mientras, se ha­
bía descubierto, mejor dicho, vuelto a descubrir, el li­
tigio: el Imperio abre el camino, dando muchas espe­
ranzas, y la república no lo cierra (es cuando el Archi­
vo General de la Nación abre la sección de Buscas, pa­
ra contestar a las solicitudes de títulos primordiales).
No cabe duda que la vía esa ofreció un desahogo bas­
tante útil, por lo menos para el orden público. Los ra­
mos de Gobernación, Junta Protectora de las Clases
Menesterosas y Buscas proporcionan rico material de
este tipo:

Hace m ucho tiempo que las cuestiones de tierras ocupan los


indígenas, creyéndose despojados por los propietarios parti­
culares y aun por los puebos, y ocurriendo sin cesar a las ofi­
cinas del Gobierno en dem anda de una disposición que los rein­
tegre en sus derechos. Quizás sus pretensiones no siempre ca­
recen de justicia, pues m uchos casos había en que realmente
h aya habido una verdadera usurpación; pero en lo general de­
be creerse que son exageradas, atendiendo al carácter de los
indígenas, a su ignorancia y a que de ordinario obran bajo la in­
fluencia de personas que especulan con sus desavenencias y li­
tigios. M a s de todos m odos, lo cierto es que la m ism a inquietud
en que viven por ese m otivo, la alarm a en que tienen a los pro­
pietarios sus vecinos y los frecuentes ocursos que hacen a las
autoridades, pidiendo la restitución de sus tierras, todo esto
está indicando la necesidad de dictar una m edida general que
ponga término a sem ejantes estado de cosas.

El texto es de 1866 y lo firma el prefecto político de


Guadalajara... a veces uno tiene la impresión que pasa
el tiempo pero sin contenido histórico, y uno confunde
1979 con 1866 y 1779...
A veces el litigio cansa la paciencia y “ en el mes
de junio del año de 1869, el Supremo Gobierno tuvo no­
ticia por contados particulares de que en algunos pue­
blos del distrito de Tepic se trataba, por medio de la
fuerza, de despojar de sus terrenos a algunos hacenda­
dos sopretexto de que esos pueblos tenían derechos que

45
deducir a la posesión de los mismos terrenos que trata­
ban de adquirir [...] que la resolución tomada por los
pueblos para apoderarse de los terrenos a que creían
tener derecho, había sido a consecuencia de que can­
sados de esperar un fallo justo de los tribunales, acor­
daron por sí mismos recobrar sus derechos, dejando a
salvo los terceros” .
En este caso se trataba de una medida tomada por
las autoridades lozadeñas (Domingo Nava) y con ca­
rácter general;28 otras veces la justicia era más expe­
ditiva y no dependía de la secretaría de Gobernación ni
de la alta política, sino de la policía y del fuero común.
Decía:
“ los expresados indígenas han observado una con­
ducta depravada, cometiendo multitud de abigeatos,
robos y asesinatos en las personas de los transeúntes
por las inmediaciones del pueblo y principalmente en
la persona de Felipe Hernández [...] los animales que
aparecían como de la propiedad de los indígenas eran
de diversos fierros, algunos de los animales estaban
lo que llaman vulgarmente trashenados y ninguno de
ellos tenía la marca que indica la venta...” anota la Sec­
ción 3a. de la Secretaría de Gobernación, a propósito
del pueblo de San Francisco del Caimán, partido de
Acaponeta, en diciembre de 1868.
Esta forma de acción social, por ser menos espec­
tacular que la batalla de la Mojonera, no deja de tener
su importancia y nos invita a hacer seriamente la his­
toria social de la violencia.

28. M ás adelante, en este libro “ el Reino de Lozada en Tepic” .

(Ponencia presentada en el I Coloquio de Antropolo­


gía e Historia Regionales, en el Colegio de Michoacán,
en Zamora, 1979).

46
Asalto a una diligencia. Pintura a lápiz y acuarela de O. Saballez. (2a. mitad del S* XIX).
EL PUEBLO DE SAN LUIS
Y SUS PLEITOS
( 1822- 1852)

La pequeña comunidad indígena de San Luis de Cua-


golotán, destinada a llamarse algún día San Luis de
Lozada, perteneció un tiempo al municipio de Tepic y
después al de Jalisco, aunque su sueño hubiera sido in­
dependizarse tanto en lo civil como en lo eclesiástico.
Estuvo a punto de ver su ilusión realizada cuando uno
de sus hijos, Manuel Lozada, llegó a ser el hombre fuer­
te de toda la región, buscado por tirios y troyanos.
Congregación de indios serranos más o menos
convertidos, más o menos convencidos por los frailes, a
mediados del siglo XVII San Luis, como todo pueblo,
había recibido su dotación en terrenos. En 1675 encon­
tramos a los naturales de San Luis oponiéndose a las
pretensiones del Lie. Andrés de Mora y de la Cueva,
presbítero, minero, dueño de ingenio y criador de gana­
do mayor, propietario de la hacienda de Mojarras. Es­
te pleito sobre un sitio de ganado mayor denunciado
por el licenciado fue ganado por el pueblo, quien reci­
bió título en forma el 26 de noviembre de 1675, en Gua­
dalajara. Pero San Luis iba a tener pleitos con la ha­
cienda de Mojarras hasta el reparto agrario del siglo
XX, y pleitos también con las otras haciendas vecinas:
San Cayetano, Mora, Puga y con las Cofradías de la
parroquia de Tepic.
Si la defensa jurídica fue victoriosa a lo largo del
siglo XVIII (en 1755 se admitió el pueblo a composi­
ción ). el siglo XIX empezó mal con los desastres de la re­
volución insurgente. “ En el año de la insurrección ca­
yeron los soldados, se llevaron nuestros títulos, Real
provisión y los ornamentos de la Iglesia de nuestro pue­
blo” . Pueblo insurgente, San Luis sufrió bastante en­
tre 1811 y 1818. Al regreso de la paz se encontró de nue­
vo con la hacienda de Mojarras.

Tenem os un pedazo de tierra gozándolo nosotros y los del pue­


blo de Pochotitán que se compone de m ás de un sitio de ganado
mayor y está en la orilla del Río Grande desde el paraje que lla­
m an De los Dos Pasos del pueblo de G uayn am ota el Viejo, y
para arriba A gu apan, Vereda del Río para arriba, A lica, Cua-
golotlán,* al cerro bermejo de la M agdalena qu ellam an , que es
la cabecera del sitio por el lado de arriba y en esta cabecera del
paraje de Cuagolotán, tenemos de colindante la hacienda de
San José de M ojarras y esta dicha tierra es com prada por nues­
tros antiguos y difuntos padres que fueron dueños y poseedores
con títulos de la Real Audiencia y desde dicha posesión no h a ­
bíam os tenido ninguna inquietud h asta el tiempo que estuvo
el finado Dr. Don Blas de Lerma, el que quiso qu itam os nues­
tras citadas tierras, esto es en el paraje de Cuagolotán donde
están unas caleras que hem os poseado siempre por donde nos
fue preciso el ocurrir a la Real Audiencia y se nos concedió una
real provisión para que junta con el título anterior siguiremos
poseando nuestras tierras y caleras.
Entró poseando Don Joaquín Pérez la referida hacienda y
quiso hacer lo m ism o, le m ostram os los títulos y Real Provi­
sión, se contuvo. Entró el dueño Don M anuel Herrera, instó a
lo propio, le m ostram os los dichos títulos.

Se levantan los insurgentes, se pierden los títulos. “ En


la presente ocasión el dueño de la hacienda que es aho­
ra don Juan Antonio Andrade pretende impedirnos
el uso de nuestras tierras y caleras sin atender a nin­
guna de las contestaciones y derechos que tenemos y
sin darnos aviso mandó a su administrador que que­

* Cuagolotán era el lugar en el cual se levantó el primer pueblo de San Luis


que tuvo que ser abandonado por las invasiones de los indios serranos.

50
mara las viviendas de nuestras caleras de poder abso­
luto, sin vernos con ninguna caridad, sin atender que
por su infame incaritativa soberbia de quemar nues­
tras chozas nos ha impedido el acabar nuestra Iglesia,
pues ya estábamos cerrando una bóveda y cerrados
dos arcos, lo que con nuestras pobrezas y afanes esta­
mos comprometidos a hacer la Iglesia pues para el re­
verente culto de Dios, y de las tierras tenemos el prove­
cho de sembrar en la orilla del río, melón, sandía y al­
godón” . Pidieron copia de sus escrituras en Guadala­
jara, lo que se les concedió el 27 de agosto de 1822.1
El alcalde Domingo Gerónimo y los principales
Dionicio de la Encarnación, Diego Gerónimo y Pedro
José Aguallo lograron así parar un golpe que había
sido duro. Pero en 1828 el pleito seguía y las autorida­
des de Guadalajara dejaron de dar toda la razón a los
naturales de San Luis. El ayuntamiento de Tepic les
había consultado para saber si “ será de adoptarse la
medida de que el sitio nombrado Naguapan, en virtud
de pertenecer a los pueblos de San Luis, Pochotitán y
hacienda de Mojarras se divida en tres fracciones igua­
les” .1
2
Guadalajara convocó las partes a presentarse an­
te el tribunal para que “ con citación del poseedor de
Mojarras, y teniendo a la vista los títulos, se separe,
previas las formalidades de estilo, la parte que le co­
rresponde, poniéndose en los términos divisorios mo-
honeras de cal y canto, en cuyo caso la municipalidad
de Tepic queda con la libertad que desea respecto de
las de San Luis y Pochotitlán, como pertenecientes a
sus fondos” .
Las leyes del joven estado de Jalisco habían pro-

1. Secretaría de la Reforma Agraria en Tepic (SRAT), comisión agraria


mixta, expediente 3, f. 14-15, SR A en México (SRAM ) E: 23: 15400
(723.2). Local: Ejid-Dot, San Luis de Lozada.
2. Colección de acuerdos... de los in d ígen a s... de Jalisco. 1849-1882. Gua­
dalajara, tomo I, p. 115.

51
clamado que los ayuntamientos constitucionales he­
redaban las extinguidas comunidades de indígenas...3

A los pocos años Juan Antonio Andrade, dueño


de Mojarras, demandó al pueblo una vez más a propó­
sito del sitio de Cuagolotán. Acusó a los comuneros de
haber pasado su mojonera, de haberse levantado en
armas y de haberle despojado del dicho terreno. El juez
de Tepic declaró que el sitio pertenecía a la hacienda
y recogió los documentos en poder de los principales

3. Id em . Ver m ás adelante L a d esa m o rtiza ció n d e las com u n id a d es en


Jalisco.

52
de San Luis. El 25 de noviembre de 1838, los represen­
tantes del pueblo interpusieron apelación contra el juez
de primera instancia de Tepic. En 1839-1840 el “ común
del pueblo siguimos un juicio contra el acendado de
Mojarras, el finado Juan Andrade” .4
Para esta fecha no había más litigio con el pue­
blo vecino de Pochotitán (se usaba indiferentemente
las dos ortografías Pochotitán y Pochotitlán), pero sí
con las tres haciendas de Mora y de San Cayetano, al
poniente, hacia Tepic y Jalisco, y al sur y oriente con
Mojarras, que “ se tomó la mayor y mejor parte de los
terrenos sin más títulos que la fuerza” .
En 1840 presentaron un “ cuaderno de pruebas ren­
didas en el juicio seguido por los indígenas del pueblo
de San Luis contra Don Juan Antonio Andrade” , en
el juzgado de primera instancia de Tepic, sobre el asun­
to de Cuagolotán. Para la misma fecha el juez les dio
copia certificada de las diligencias de composición de
1755.5
En 1841 se hizo una información ad perpetuam
de 14 testigos probando que el cerro de la Calera y te­
rrenos de Cuagolotán eran propiedad de los indígenas
de San Luis; pero el documento no fue autorizado, así
que en el año de 1843 el juez de paz de San Luis promo­
vió una información para acreditar la propiedad del
pueblo.
En 1846 San Luis hizo la paz con la hacienda de
Mora, quizá por tener en Mojarras su enemigo princi­
pal. Había tenido pleito con don José María García,
dueño de Mora, y lo perdió cuando el juez de Tepic puso
al señor García en “ posesión de las tierras de que se
le había despojado” San Luis, con sentencia del 18 de
junio de 1846. Se reconoció que el lindero oriente de Mo­

4. SRA México, San Luis 23:15400 (723.2) p. 1 3 -1 4 ,1 de junio de 1849. En


1849 el pleito seguía con el coronel Joaquín de la Vega, nuevo propieta­
rio.
5. SRA México, San Luis, etc... ff. 110-129.
ra baja en línea recta del picacho del Sanguangüey
hasta la esquina sur de una cerca de piedra que está
en el rancho Portézuelo de lo de Bueno. Para el pueblo
de San Luis quedaron el cerro de los Cuamiles y las tie­
rras al oriente de la línea aceptada.6
En 1850 la hacienda de Mojarras, quizá por el he­
cho de que había muerto el dueño, mandó reconocer sus
linderos con el alcalde de Santa María del Oro y los pue­
blos vecinos se molestaron. Victoriano Madrigal, comi­
sario de Pochotitán y los vocales e indígenas antiguos
matriculados de su pueblo, en número de siete, denun­
ciaron que la hacienda se había introducido a terrenos
del pueblo estableciendo mojoneras. Dieron poder a
Procopio Roldán, comerciante de Tepic, para litigar
en su nombre.7
A San Luis le fue peor en esta ocasión: el 8 de di­
ciembre de 1850 el administrador de Mojarras cayó al
rancho de Mojarritas “ en hunion de otros varios ba-
queros de la misma hacienda y les quemaron sus ca­
sas con todo lo que en ellas tenian y también el corral
en donde se enserraba el mueble de la cofradia” .
En 1851 el cura de la parroquia de Jalisco, de la
cual dependía San Luis, redactó ocho fojas “ Sobre el
violento despojo que ha sufrido la Cofradía del pueblo
de San Luis en su finca rústica llamada Mojarritas” ,
y pidió al Juez de Tepic instruir una información de tes­
tigos para justificar la Cofradía Nuestra Señora del
Rosario en su queja contra la hacienda de Mojarras.
El cura Andrés González no tenía muchas ilusiones:
“ Hace once años que están en controbercia, creo ser
difícil conseguir el quitar esos terrenos, i mas cuando
la cuestión es con un hombre poderoso que es D. Gui­
llermo Forbes, como albasea de D. Joaquin de la Ve­

6. Archivo Notarías Tepic; Tomás Andrade, 16 de marzo de 1887, pp. 58 y


58 v.
7. A . Notarlas Tepic; Jesús Véjar, 14 de octubre de 1850.

54
ga, húltimo dueño a la vez de la hacienda de Mojarras” .8
“ El cura provocó un interrogatorio de siete testigos
acreditando la antigua y nunca interrumpida posesión
“ que tienen los indios en esos terrenos. Esta muy pro­
bada lo mismo que el despojo que les han echo, pero to­
do enbalde pues nada ha balido y como en el archivo
de esta parroquia no hai ningunos titulos, ni los indios
tienen [...]. Más después del despojo, les hacen otro pre­
juicio o quiero decir, les han amagado al que saquen
el ganado que hai de Cofradia i que si no lo berifican
tendrán que pasarlo del otro lado del rio grande, i que
nada les importa que peresca” .9
Esta cofradía contaba con unas 200 reses y la ma­
nejaba el pueblo, sin intervención del cura quien no­
taba con mucho tino, en otra ocasión, que no se trata­
ba de cofradía “ si no mas bien de un fundo de comuni­
dad de los que acostumbran los pueblos para cubrir a
sus necesidades comunes” .101
La Mitra de Guadalajara se dio por enterada y pi­
dió al cura quejarse de despojo y pedir al juez de la ins­
tancia la restitución de la posesión, después de enviar
un oficio a don Guillermo Forbes “ reclamándole razo­
nada y enérgicamente el atentado” cometido y pidién­
dole indemnización y restitución.11
El 2 de septiembre de 1851 el cura Andrés Gonzá­
lez se armó de valor y escribió a don Guillermo Forbes,
quien le contestó el 4 de septiembre que “ las cuestiones
sobre tierras entre los indígenas de San Luis y la finca
expresada comensaron desde mucho antes que fallecie­
se Don Joaquín Vega” . Y se amparó detrás de su cali­
dad de albacea para decir que no podía despojar a los

8. Ver en este libro L a ca sa B a rron y F orbes.


9. Archivo Mitra Guadalajara, mismo documento, 19 de julio 1851.
10. A.M .G ., cura Margarito Cuéllar, 28 de septiembre de 1849, a propósito
de una cofradía en Pochotitán.
11. A.M .G ., Jalisco 13 de agosto.

55
hijos menores del difunto. Terminó su carta escribien­
do:

Permítame Sr Cura le diga que cavilosidades de personas muy


allegadas a V y que no ignora quienes sean, son las que fom en­
tan las cuestiones suscitadas por los indígenas de San Luis de
cuya ignorancia se prevalen para ver lo que medran y sacar to­
do el provecho posible en perjuicio de tercero.

El 4 de octubre de 1851 “ con fuerza armada de Te­


pic y vaquerada de la hacienda recogieron” 60 anima­
les de la cofradía e hirieron a dos indios. A la cabeza
“ hiba el comisionado de acordada Don Simón M an­
íes y como 40 hombres de la hacienda armados de es­
pada y lanza y algunos de estos con arma de fuego” .12
El asunto se pasó a los tribunales; el juez de Ahua­
catlán falló a favor de la hacienda, el representante de
la Cofradía y los indios de San Luis entablaron recur­
so de “ denegada apelación” , a consejo de la Mitra de
Guadalajara. Se ganó el recurso y el licenciado Villase-
ñor siguió el asunto en el Tribunal Superior para con­
seguir completa restitución de Mojarritas.13 No se co­
noce el resultado final, pero San Luis había perdido
ya dos terrenos: las Caleras de Cuagolotán y Mojarri­
tas. En ambos casos, el adversario había sido la ha­
cienda de Mojarras.
A fines de 1851, Simón Mariles, jefe de la Acorda­
da de Tepic, había encabezado la expedición última de
los de Mojarras contra la cofradía de San Luis. La tra­
dición oral quiere que por sus amores contrariados el
joven Manuel Lozada, nacido en 1828 en el pueblo de
San Luis y bautizado a los ocho días en la iglesia de
Jalisco, haya tenido que remontarse a la sierra. La mis­

12. A.M .G ., cura Andrés González a la Mitra, 18 de octubre de 1851 y SR A T


exp.: 3 Comisión Agraria Mixta.
13. A .M .G ., Jalisco, Guadalajara a 4 de diciembre de 1851, Juan Camare-
na. promotor fiscal de la Mitra.

56
ma tradición cuenta que Simón Mariles, cansado de no
encontrarlo en el monte, exigió de la madre de Manuel,
Cecilia González, que revelara el escondite de su hijo.
El silencio de la señora sacó a don Simón de juicio a tal
grado que la golpeó y le dio latigazos.
Cierto o no, pero a fines de 1852, o a principios de
1853, Manuel Lozada asesinó a Simón Mariles, des­
pués de atormentarlo de manera cruel. Ya era el bandi­
do Lozada, “ personaje de funestos antecedentes” se­
gún los historiadores liberales. Los “ antecedentes”
de su pueblo no eran mejores si son de confiar las auto­
ridades de Tepic. En 1848, fieles en su apoyo a la ha­
cienda de Mojarras, calificaban a San Luis de “ pueblo
afamado por la abundancia de malhechores y conti­
nuos robos que allí abrigan” .14
¿Pero qué esperar de los indios de San Luis de Cua­
golotán? ¿Que se resignaran a perder tranquilamente
sus tierras, a dejarlas al enemigo de siempre, a la ha­
cienda de Mojarras? Otros podían resignarse como los
del pueblo de Jalisco, despojados en los años veinte por
la hacienda de Costilla. Pero los de Jalisco no tenían
ya nada que ver con indios y comunidad, mientras que
los de San Luis eran los hijos de los indios fronterizos,
de estos flecheros privilegiados por servicios milita­
res prestados a la Corona, fuertes de sus victorias en
litis del siglo XVIII, orgullosos de su participación en
la revolución de 1811. Tenían que terminar como “ ban­
didos” a! volver al antiguo camino de la violencia.
Manuel Lozada tenía diez años cuando San Luis
perdió el sitio cargado de recuerdos, el sitio de los an­
tepasados, Cuagolotán, donde se levantó alguna vez
el Pueblo Viejo de San Luis. Manuel Lozada tenía 22
años cuando la cofradía de San Luis perdió Moj arri­
tas. En ambos casos la fuerza bruta había vencido, ha­
bía despojado, golpeado, quemado. En ambos casos

14. E l R epublicano J a liscien se, tomo II, n. 73, 18 de abril de 1848, p. l.

57
las autoridades civiles, a diferencia de las autoridades
del siglo pasado, habían apoyado a la hacienda. Mien­
tras que la Iglesia; en la persona del cura de la parro­
quia de Jalisco y del promotor ñscal de la Mitra de Gua-
dalajara, había defendido tercamente al pueblo con­
tra el poderoso Guillermo Forbes.
Estas lecciones políticas no quedaron perdidas
para Manuel Lozada. Tales fueron sus “ funestos ante­
cedentes” . Pertenecer a un pueblo bronco, fuerte, nu­
meroso, con sus 700 habitantes, representaba la cuar­
ta parte de la población de la parroquia de Jalisco, te­
nía más habitantes que, juntos, San Andrés y Pocho-
titán, los otros pueblos inconformes. Presenciar agre­
siones perpetradas impunemente por la hacienda; dar­
se cuenta de qué lado estaba el cura y de qué lado el jefe
de acordada, el juez, el jefe político.
Así se formó Lozada el bandido, Lozada el cleri­
cal, Manuel Lozada, “ personaje de funestos anteceden­
tes, y que por una de esas complicaciones tan frecuen­
tes en las guerras civiles, se había transformado de sal­
teador de caminos en general de la reacción, a cuyo ser­
vicio había puesto el prestigio adquirido por una serie
de crímenes que hacen estremecer de horror e indigna­
ción” .15
El primer crimen del bandido fue ajustar cuentas
con Simón Mariles, el hombre del asalto a Moj arritas
y, quizás, el hombre de los latigazos; el primer golpe
del general de la reacción fue caer sobre la hacienda de
Mojarras. El 21 de septiembre de 1857 se levantó al gri­
to de “ Religión y Fueros” , que le había enseñado don
Carlos Rivas, pero fue para caer como rayo sobre Moja­
rras. Desde la hacienda mandó un correo al jefe polí­
tico de Tepic para advertirle que pelearía hasta resti­
tuir a los pueblos las tierras usurpadas por las hacien­

15. Híjar y Haro, José María Vigil. E n s a y o H istórico del E jército de Occi­
d en te , reed. 1970, Guadalajara, p. 3.

58
das. Antes de proseguir su camino advirtió al conster­
nado administrador que levantara con mucho cuidado
un inventario de los bienes en existencia. Sus últimas
palabras fueron: “ ¡Mucho ojo! ¡No vaya a faltar nada!
No tardamos en regresar. Todo esto es nuestro” .
Antes de diez años, én 1866, impondría a las ha­
ciendas de Mojarras, Puga, Mora y San Cayetano un
deslinde favorable a los tres pueblos de San Andrés,
Pochotitán y San Luis. No cabe duda que el hombre
era terco.

59
LA REBELION “INDIGENA”
DE JALISCO
1855-1857

¿Por qué poner “ indígena” entre comillas? Porque no


estoy seguro de la naturaleza (índole) indígena de este
movimiento netamente agrario. Para empezar de ma­
nera abrupta citaré el hermoso documento descubier­
to por Leticia Reina (1980: 148-150).

I
P roclam a de lo s p u eb los de San C ristób a l y
Z a coa lco de T o rre s

Reunidos en las casas consistoriales todos los ciudada­


nos indígenas y principales vecinos convocados por el
gobernador de los indígenas de la villa de Zacoalco de
Torres, ciudadano Lugardo Onofre, en unión del señor
comandante de las fuerzas que trae a su mando, con el
único y exclusivo objeto de llevar al cabo los fines tan
sagrados del pueblo de indígenas, sobre la restitución
de sus tierras usurpadas por las haciendas; y abierta
que fue la sesión se manifestó un plan otorgado por los
indígenas de Zacoalco: con fecha diez de mayo del pró­
ximo pasado, y habiéndole hecho algunas observacio­
nes, manifestó el ciudadano comandante, como presi­
dente de aquella junta que en atención a que los veci­
nos blancos y los antes llamados indios forman ya una
misma familia, porque es conocidísimo que existe una
mezcla de ambas razas y por lo mismo se apoyan en el
presente plan; considerando hasta la evidencia y cono­
ciendo las muy justas razones en que se apoyan aqué-
líos, desean pues cooperar en cuanto les sea posible a su
sostén, pues que de él depende el establecimiento de to­
dos los derechos y privilegios concedidos a los pueblos
que participan por la raza indígena injustamente aho­
gados por tantos años, en cuya virtud, considerando
que, desde que felizmente se consumó la obra del inmor­
tal héroe de Dolores, todos los pueblos indígenas, no
se haya conseguido el goce de sus oros, sino antes bien
se les han usurpado en las épocas que por desgracia de
todo el país han regido formas despóticas, no obstan
tes todas las mejoras que ha proporcionado el sistema
federativo, bajo cuyos auspicios se ha permitido el uso
de representación. Considerando que, si más dilatan
en moverse los indígenas, se enseñorearán más y más
de las propiedades pertenecientes a los pueblos como
lo demuestran los títulos de propiedad de los señores
hacendados, quienes por ningún medio se han persua­
dido para devolverlos a sus primitivos dueños, a los
que tan injustamente les han usurpado convirtiéndo­
se además en tiranos nuestros, sin otra razón que la
de conocer que tarde o temprano descargará sobre ellos
el brazo fuerte de la justicia por la indignación del pue­
blo. Considerando que las medidas territoriales de to­
dos los pueblos en cuestión con las haciendas jamás
han querido presentarse para que tengan su verifica­
tivo, no obstante las repetidas instancias de las comu­
nidades indígenas; y si bien por la vía judicial una y
otra vez han conseguido el darle curso a seis reclamos,
más bien se han perjudicado por los enormes gastos
que han erogado sin otro resultado que el de frustrar
sus intenciones por la maligna intriga, como es noto­
rio. Consideramos que el actual gobierno supremo se
ha convencido de la justicia que asiste a los pueblos
sobre la restitución de las tierras que indebidamente
poseen las haciendas, en cuya virtud, cuanto han pre­
sentado pidiendo la restitución íntegra no hace tiem­
po se les señalaron plazos dentro de los cuales termi­
naría definitivamente tan añeja cuestión, lo que con

62
tal motivo consiguieron las más halagüeñas esperan­
zas, que han producido un entusiasmo también en los
sirvientes de dichas haciendas, por la tiranía con que
los tratan. Considerando que el supremo gobierno se­
gún las promesas del Plan de Ayutla señaló plazos, y
no obstante habían terminado todas las diferencias,
no han tenido su cumplimiento, antes se les han dado
facultades y armas a los hacendados por lo que han
apurado el mucho sufrimiento de los pueblos; tampo­
co se proporcionó medida alguna de avenimiento de
haciendas y pueblos, sino que, antes bien, se han re­
mitido a los interesados a los generales judiciales, cu­
yos pasos son demasiado gravosos, tanto por la calma­
da rutina de éstos como por sus exorbitantes gastos
que no se pueden compensar por carecer los indígenas
de recursos y la paciencia que será indispensable de
otros cien y doscientos años, como ha sucedido. Consi­
derando que los antecesores de los indígenas tomaron
las armas en mil ochocientos diez, militando bajo las
órdenes del ilustre caudillo de la Independencia, don
Miguel Hidalgo y Costilla, en la firme creencia de que
derrocado el gobierno español recobrarían las vastas
posesiones que éste les tenía usurpadas con perjuicio
de todos los demás vecinos haciendo correr la sangre,
cuya escena presenciaron con placer los hacendados,
quienes más que ningún otro son culpables de la mi­
seria y atraso en que se encuentra nuestra desgraciada
patria, y principalmente de las familias indígenas y
de toda la sociedad, de la abundancia de salteadores,
de todos los vicios de que adolecen los pueblos. Con­
sideramos que el descontento es general contra los ri­
cos propietarios, por la codicia que acostumbran con la
clase menesterosa contra quien se hace justicia por sí y
ante sí, como que no reconocen otro centro de unión
que su dinero, con el que sólo se ocupa de engañar a
los incautos para proporcionarse gobiernos a su con­
tento, aunque se derrame sangre mexicana; y por lo
mismo, considerando por otra parte que los distintos

63
cambios de gobierno acontecidos desde la Independen­
cia hasta la época presente han sido impasibles para
la raza indígena y proporcionando la vida y trabajo
al pueblo, por cuyo motivo la sociedad se resiente más
cada día viéndose que ninguno se haya ocupado de
cuestión tan vital, formando exclusivamente un tri­
bunal especial para que se dedicara en el arreglo y me­
dida de la propiedad territorial, por cuya falta se ha
originado a toda la Nación males demasiado trascen­
dentales por cuyos fundamentos la junta y la guarni­
ción aprobó por aclamación los artículos siguientes:
Primero: los indígenas del pueblo de San Cristó­
bal en unión de los de Zacoalco y los vecinos blancos,
quienes y con los demás pueblos confidentes de común
acuerdo no reconocen otra forma de gobierno que el re­
presentativo, popular, federal sin restitución alguna,
sosteniéndola con las armas en la mano hasta derra­
mar la última gota de sangre, protestando de la mane­
ra más solemne contra otra cualquiera forma que pug­
ne con aquélla como contraria a la voluntad de la ma­
yoría de la Nación;
Segundo: se desconocen en su totalidad el supues­
to derecho que presumen tener los hacendados con res­
pecto a la propiedad territorial que ilegalmente han
disfrutado hasta el año de mil ochocientos veinte y
cinco, pues sólo respetan las enajenaciones legales que
se han hecho en virtud del decreto número dos de la pri­
mera época de la Federación;
Tercero: por medio de la presente, el supremo go­
bierno actual, a quien se le suplica con el más profun­
do respeto para que se ocupe, de preferencia, en man­
dar reconocer los linderos de los pueblos con observa­
ción de sus títulos ponerlos en quieta y pacífica pose­
sión, y en seguida como único y universal dueño man­
de repartir los terrenos sobrantes como propiedad na­
cional, como que con esta medida se podrán afianzar
definitivamente los principios liberales amagados y
desconocidos por los grandes ricos propietarios terri­

64
toriales como se ve que lo previenen varias cédulas im­
periales que con tal objeto fueron expedidas y que se de­
jaron al olvido; advirtiendo que si el supremo gobierno
no fuere conforme con este artículo se repartirán los
sobrantes en favor de los individuos que tomen las ar­
mas en defensa del derecho de los indígenas y pueblos
como miembros unidos;
Cuarto: si el supremo gobierno actual tuviere a
bien aprobar este acta como lo esperamos, inmediata­
mente nuestras fuerzas procederán a suspender todas
las hostilidades que con este fin se hayan movido o es­
tuvieran para verificarlo y pacificados los pueblos y
en posesión de sus tierras se proceden al arreglo por
una ley agraria que fije la igualdad, para que la Nación
camine por la senda del progreso y civilización;
Quinto: se invitará, por medio de comunicados,
a todos los señores jete^, oficiales y tropa que coopera­
ron a derrocar la tiranía del genera! S.-mta Anna, para
que tomen las armas por ser así necesario para qurt los
pueblos se unan con fuertes vínculos y se den por sí mis­
mos una resistencia política entrando por este medio
al goce de la herencia que Dios señaló a todos los hom­
bres, cuyos servicios serán compensados con partes
iguales de terrenos como miembros de la facción fede­
ralista;
Sexto: se considerará como enemigo a todo aquel
que se opusiere a los anteriores artículos, porque la mi­
sión del pueblo no es otra que afianzar para siempre los
principios democráticos y sostener a su gobierno para
que obre libremente sin trabas haciéndose duradero,
castigándose ejemplarmente a los enemigos como trai­
dores a los principios que proclaman la mayoría de la
Nación;
Séptimo y último: compúlsese testimonio de la pre­
sente acta y remítase al superior gobierno suplicándo­
le de nuevo se sirva examinar la presente y darle den­
tro de breve término la superior resolución sobre la ma­
teria, para evitar que los pueblos reconquisten con las

65
armas sus propiedades usurpadas como propiedad de
los indios, haciendo lo mismo que los que las conquis­
taron quienes actualmente las poseen y defienden.
Con lo que quedó aprobada sacándose copia de és­
ta para que se reparta a todos los pueblos y den cuenta
a vuelta de correo. Con lo que se concluyó firmándola
para constancia los individuos de la junta, jefes, oficia­
les y tropas. Encargándose ya de su ejecución al ciuda­
dano comandante, la que se firmó para constancia.
San Cristóbal, 30 de septiembre de 1856.
Fuente: ADN, exp. XI/481.3/5483.

Textos como éste son muy escasos y debemos agra­


decer a Leticia Reina por rescatarlo del Archivo Histó­
rico de la Defensa Nacional y por haberlo dado a cono­
cer. Dejemos a un lado el problema de saber quién es­
cribe, quién tiene la pluma, si el ciudadano Lugardo
Onofre, gobernador de los indígenas de la villa de Za­
coalco de Torres, si algún “ huizachero” , tratado como
vago y consignado por la circular del 31 de marzo de
1856 (Pérez Lete, XIV: 35-37). Lo que importa es que se
haya promulgado cerca de Zacoalco —veremos en se­
guida por qué— y que tenga un tono netamente agra­
rio con todo y la fraseología indigenista.
“ Los vecinos blancos y los antes llamados indios
forman ya una sola familia, porque es conocidísimo
que existe una mezcla de ambas razas” ; descartando
así, de entrada, la posible acusación de fomentar la
guerra de castas. Luego se pide la “ restitución de sus
tierras usurpadas por las haciendas” y “ una ley agra­
ria” para la nación. Esta doble exigencia viene presi­
dida por algunos considerandos y acompañada por
amenazas que después se pusieron a ejecución. Vale
la pena anotar la conciencia histórica clara y correc­
ta del escribano. Nos consta que Zacoalco participó con
heroísmo en la guerra insurgente, al responder al lla­
mado del Amo Torres; nos consta que Zacoalco, antes

66
de la independencia, ha litigado a más no poder (“ seis
reclamos por la vía judicial” ). Un año más tarde, en
septiembre de 1857, en el cantón de Tepic, así hablaría
Manuel Lozada.

II

Los an teceden tes

Luis Pérez Verdía (1876) nos contó cómo la flor de la


juventud de Guadalajara murió en la batalla de Zacoal­
co, el 4 de noviembre de 1810 y cómo los hombres de Za­
coalco participaron en el combate, bajo las órdenes de
José Antonio Torres, el Amo, en compañía de indíge­
nas de Sayula, Colima, Zamora y otros pueblos. Wil­
liam Taylor (1981) y Eric van Young (1981), nos explican
por qué Zacoalco tuvo esta vocación insurgente, al de­
cir que no hay que interpretar estos conflictos en térmi­
nos étnicos, sino en términos de enfrentamiento entre
campesinos de los pueblos y hacendados.
Durante el siglo XVIII, el crecimiento demográfi­
co y el desarrollo de una cerealicultura comercial au­
mentaron la presión sobre la tierra, especialmente en
la región de Guadalajara. Los pueblos indígenas que
en 1800 formaban la mitad de la población en esta re­
gión central, al sur de Guadalajara y alrededor de la
laguna de Chapala, hasta Zamora, habían visto su po­
blación multiplicarse por dos, tres, cuatro. Mestizos
y españoles los habían invadido a tal grado que los in­
dígenas llegaban a formar una minoría en su propio
pueblo. En estas condiciones, el progreso de la cereali­
cultura significó la presión de las haciendas contra
los pueblos, la ofensiva contra los usos tradicionales,
la usurpación de las tierras realengas o mal tituladas,
el pleito de todos contra todos: entre haciendas y pue­
blos, entre pueblos, adentro de cada pueblo. No hay
pueblo que no tenga pleito. El conflicto se generaliza
a partir de 1760, como lo han aclarado Ramón Serre-

67
GUADALAJARA
ra (1977: 335-6), Eric van Young y William Taylor. En
el Archivo Histórico de Jalisco, en el ramo judicial del
Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara, en el
Archivo de Indias en Sevilla, están las impresionan­
tes listas de “ querellas de indígenas en problemas por
la posesión de tierras” (AHJ J-2-793 JAL/10).
Zacoalco tiene una historia especialmente agitada
en este fin de siglo; entre 1754 y 1806 pierde seis pleitos
contra las haciendas vecinas y se entrega al motín en
varias ocasiones (1756, 1795). Estos inconformes no
son pobres diablos; Zacoalco es un pueblo grande, ri­
co, complejo, mestizo, según nos lo ha contado don Jo­
sé Ramírez Flores. Por eso mismo, Zacoalco es bronco.
Lo que vale para Zacoalco vale para la región central
del futuro estado de Jalisco, granero de Guadalajara,
afectado por el crecimiento demográfico, por la mone-
tarización, por la proletarización. Es la zona del ban­
dolerismo de este fin de siglo, y va a ser la zona insur­
gente.
Según William Taylor (1981: 36) en Zacoalco la
privatización de la tierra se encuentra bien adelanta­
da; la lucha de clases no está ofuscada por la solidari­
dad de la comunidad. Agricultura comercial, desarro­
llo de las artesanías, migraciones, tales son las carac­
terísticas de la modernidad regional. Eso debilita las
estructuras tradicionales de tal manera que en 1800
Zacoalco se encuentra “ nepantli” , entre dos mundos.
Ha conservado tradiciones que muchos otros pueblos
indígenas ya perdieron, pero es al mismo tiempo un
pueblo grande, una ciudad en la cual son numerosos
los no indígenas. La lengua indígena, la propiedad co­
munal están en decadencia, mientras que la economía
monetaria progresa con sus asalariados, sus talleres,
sus industrias.
En una sociedad tan dividida, tan conflictiva, fun­
ciona un poderoso factor de unificación: el pleitismo
contra el enemigo común, a saber, las haciendas cir­
cunvecinas. En 1856, el pleito tiene un siglo ya. En el

70
pleito el barrio indígena de Zacoalco (el barrio de las
cebollas), y los pueblos de la región que van de Zacoal­
co a Santa Anna Acatlán y que sigue toda la ribera de
la laguna de Chapala, han adquirido una extraña cons­
ciencia “ indígena” . (Taylor: 36)
Según Taylor, esta gente que se toma como indíge­
na lo es mucho menos que la gente de Oaxaca, que no
sabe que para los otros es indígena. La idea del “ indio”
es europea, criolla, mestiza. El “ indio” es quien al con­
tacto de los otros ha perdido su idioma, su fuerte comu­
nidad y, en cambio, ha adquirido su “ indianidad” . Po­
dríamos decir que tal etnicidad es una forma de con­
ciencia de clase, o mejor dicho, de conciencia política.
En Jalisco, el indio es una clase inferior.
A fines del siglo XVIII la crisis política se suma
a la crisis económica, demográfica y social. Las refor­
mas de los Borbones, la secularización de las parro­
quias franciscanas debilitan los lazos de fidelidad ha­
cia la Corona. La situación madura en tal forma que, al
desaparecer el Rey, esta gente está dispuesta a seguir
a quien se presenta para hablarle en voz alta: el amo
Torres, en nombre del cura Hidalgo y de la Virgen de
Guadalupe. La hora de ajustar cuentas ha llegado y los
insurgentes de Zamora a Zacoalco, de Zacoalco a Joco-
tepec y Ocotlán se lanzan sobre las haciendas.
Entre los insurgentes que aceptan la amnistía de
febrero de 1811 contamos gente de Zacoalco, desde lue­
go, y de Santa Anna, Ajijic, San Juan Jocotepec, Cha-
pala, Mezcala, Atemajac, San Pedro Tesistán. Esto no
quiere decir que dichos pueblos hayan sido unánimes
en levantarse en armas, ni que los criollos no hayan
participado en el movimiento.

La guerra chapálica (1811-1816)

En este episodio singular de la guerra de Independen­


cia se distinguieron los pueblos de Mezcala y de San
Pedro Itzicán (Ixicán o Xicán; pronunciar Chicán). El

71
incendio de San Pedro Xicán por los realistas provocó
el levantamiento de toda la ribera de la laguna de Cha-
pala. Se distinguieron los siete pueblos de la ribera nor­
te: Xicán, Santa Cruz, Santa María, San Sebastián,
San Miguel, Jamay y Mezcala; también Poncitlán y
Santiago, Jocotepec, Tizapán y Tlachichilco. Los pue­
blos de la ribera sur, de San Martín (cerca de Zacoal­
co) a La Palma ayudaron a los combatientes que se for­
talecieron en la isla de Mezcala bajo las órdenes del
valiente cura Marcos Castellanos, de José Santa Anna
y de D. Encarnación Rosas. Luis Pérez Verdía nos con­
tó la guerra de cinco años que los pueblos de la Lagu­
na sostuvieron tercamente contra los realistas, las
hazañas increíbles de los insurgentes, el sitio de la is­
la que se parece a los grandes sitios de la historia uni­
versal; nos contó también los sufrimientos de los pue­
blos, como Tizapán, quemado “ sólo porque de ahí se ha­
bían provisto los insurgentes, de tal manera que el za­
cate cubrió las calles, las plazas y las casas por mucho
tiempo” . (Pérez Verdía, 1876).
Esta guerra de Troya no tuvo su Ulises, felizmen­
te para los sitiados, y la capitulación que se firmó el
25 de noviembre de 1816 resultó ventajosa y honrosa
para ambas partes (mucho más que la que tendrán que
aceptar los vencidos de 1857, según se verá más adelan­
te). El general Cruz se comprometió a entregarles todos
sus pueblos reedificados, a exceptuarlos del tributo,
a entregarles tierras, bueyes y semillas para que tuvie­
ran modo de subsistir sin necesidades, a tratar todos
los comprendidos en aquella capitulación o sea 800 sol­
dados con toda clase de consideración. Cruz cumplió y
trató con honores al P. Marcos Castellanos y a José
Santa Anna; por cierto con más justicia que el Méxi­
co independiente, que se olvidó de sus héroes. Santa
Anna murió pobre en 1852; el cura Castellanos había
muerto años antes en su curato de Ajijic, pero en 1855
el recuerdo de sus hazañas seguía vivo en la región cha-
pálica.

72
El gobernador de Michoacán, José Salgado, escri­
bía el 5 de marzo de 1833 a su colega el gobernador de
Jalisco que los héroes de Mezcala “ siguen viviendo en
la más deplorable miseria, sólo uno de tantos infelices
consiguió una pensión, pero tan corta... Los enuncia­
dos naturales reputarían por gran merced, v.g. eximir­
les de contribuciones, ampliarles los terrenos que dis­
frutan” . (Pérez Verdía: 1876) Salgado sabía de quiénes
hablaba ya que, como Comandante General del Sur, le
había tocado la zona de Mezcala entre 1813 y 1817.
Antes de 1833 había vuelto a manifestarse el pro­
blema de los terrenos de las comunidades de la región.
En 1825 Atemajac, Juanacatlán, Zapotlán el Grande
y Mazamitla habían protestado (Colección, 1:433) y el
año anterior, en 1824, Zacoalco se había amotinado
contra los nuevos impuestos y contra la obligación de
la milicia cívica (Taylor, 1981:26). Nada más que en
esta ocasión los testarudos habitantes de Zacoalco ha­
bían dejado de ser considerados patriotas y se habían
ganado la fama de reaccionarios.
El pleito es constante, por eso brincamos al año
de 1849, cuando “ en la solicitud que hicieron los indí­
genas de San Pedro Ixicán, San Miguel, Poncitlán y
Mezcala, pidiendo que se les completen los fundos le­
gales de sus pueblos, recayó el siguiente decreto:

Guadalajara, abril 16 de 1849. Devuélvase a los interesados es­


ta solicitud para que ocurran a deducir sus derechos ante el juez
respectivo, a quien el Gobierno recomienda muy particular­
mente que los atiende en justicia: líbrese al Sr. Jefe Político de
La Barca para que informe si hay algunos terrenos baldíos que
puedan aplicarse a los mismos interesados, en caso de que no
obtengan de los tribunales sentencia a su.favor, a fin de que no
carezcan por más tiempo de los terrenos que reclaman. “ Lo
traslado a U S para que dé el informe que se pide y cuide de que
no con ocasión de esta clase de negocios se altere la tranquili­
dad pública” . (Colección, 1:639-641).

73
Tepic

Asi entramos a los turbulentos años cincuentas, pero


es necesario antes decir dos palabras sobre la región de
Tepic que va a llamar la atención de los contemporá­
neos antes de llamar la del historiador. Para ser breve,
esta región casi fronteriza, aislada y despoblada has­
ta fines del siglo XVIII, conoció un prodigioso desper­
tar con la apertura del puerto de San Blas. Tal afirma­
ción no descansa aún sobre un estudio profundo, pero
puedo afirmar, según mi primera impresión y a par­
tir de datos aislados recogidos en el Archivo de la Real
Audiencia de Nueva Galicia, en el ramo fiscal especial­
mente, que el desarrollo del comercio, de la agricultura
y de la población, es algo impresionante. No faltan los
numerosos pleitos judiciales en los cuales están meti­
das las comunidades. La región de Tepic abrazó la cau­
sa insurgente y la serranía fue un baluarte tan inex­
pugnable como la isla de Chapala. En fin, los pleitos
sobre terrenos siguen desde 1820 hasta 1850.

III

Bandidos en la sierra

En otra ocasión contaré la historia de los pleitos que


entre 1820 y 1850 oponen haciendas y pueblos en la co­
marca de Tepic. En 1853 el pueblo de Jesús María, can­
sado de tanto esperar, se levantó en armas. Aplastado,
se acogió a la gracia de indulto concedida el 29 de abril
por el general y gobernador interino José María Yáñez.
En este mismo año de 1853 apareció por la primera vez
en un documento oficial el nombre de Manuel Lozada.
Tenía entonces 25 años y “ la gavilla capitaneada por
Manuel Lozada seguía cometiendo toda clase de exce­
sos en los pueblos y rancherías del partido de Tepic,
pues contaba con una absoluta impunidad desde que
asesinaron en la sierra a Simión Morales (se trata de

74
Simón Mariles, jefe de la policía de Tepic, NdA) que lo
perseguía” . (AHDN 3 de julio 1854).
En octubre de 1854 reportaron los militares que
la “ cuadrilla de salteadores asolaba el distrito. Que­
maron la hacienda de Mojarras a 8 leguas de Tepic” .
El pueblo de Lozada, San Luis, tenía un viejo pleito con
tal hacienda. Preocupado, el general Pavón escribió,
desde Zacatecas, a la Defensa: “ Las grandes gavillas
que bajo la denominación de ladrones se están reunien­
do en algunos puntos de Jalisco [...] no son sino revolu­
cionarios que aguardan utn momento propicio para pro­
clamar la Federación y trastornar el actual orden de
cosas. Esta sospecha se confirma al tener noticias de
que esas gavillas son capitaneadas por un Licenciado
Lozada” . ¡Licenciado Lozada! Cuánta imaginación pue­
den tener los militares para explicar sus descalabros.
Lo cierto es que la revolución de Ayutla debilitaba al
gobierno y alentaba a las famosas gavillas, revolucio­
narias o no.
El 2 de noviembre de 1854 la Comandancia gene­
ral de Zacatecas informó sobre “ el importante núme­
ro de ladrones que se encuentran extendidos entre la
sierra de Huajimi, Bolaños y Morones [...] En todo el
grueso que forman las diversas gavillas no se encuen­
tra un hombre de influencia ni de representación que
las mueva, pero esto no persuade de que no lo haya ocul­
tamente y que sus miras sean las de promover un tras­
torno público. Las sierras de Alica y Tenzompan están
ocupadas por los bandidos” .
A partir de Tepic se intentó una ofensiva contra la
sierra de Alica, mientras “ por la influencia de los reli­
giosos misioneros del Colegio de Guadalupe que sirven
las misiones del Nayarit he logrado contar con la coo­
peración de los huicholes para la persecución de los
bandidos de Alica (sic)” . (AHDN. 26 de octubre, 2 de
noviembre, 24 y 28 de noviembre de 1854).
Otra campaña anunciada en abril de 1855 contra
los gavilleros de Tepic fracasó. El 1 de mayo, el subpre­

75
fecto de Ahuacatlán, Ignacio López Ramírez pudo es­
cribir al gobernador de Jalisco: “ Los anarquistas han
interrumpido el orden [...j frecuentes invasiones de la­
drones que casi no han dejado población que no han
asaltado o intentado asaltar. Hace más de dos años
que se hayan establecidas en la sierra de Alica varias
gavillas de facinerosos que infestan este distrito man­
dadas por el infame Manuel Lozada Se han fomen­
tado muy considerablemente. Amenazan Ahuacatlán,
Istlán, Jala” . (AHJ). El pobre subprefecto terminaba
pidiendo auxilio, como todos los funcionarios que le ha­
bían de suceder entre 1855 y 1860. Tenía toda la razón.
Manuel Lozada atacó y tomó Jala el 22 de mayo, derro­
tando a los dragones de Ixtlán. Entre los pueblos de
esta subprefectura, el de Cacalutan aprovechaba la cir­
cunstancia para mover su pleito con los criollos de Ix-
tlán. (Meyer, 1981 b)
La Comandancia general de Zacatecas denunció
en junio los “ espantosos crímenes que se cometen dia
riamente por aquella horda de bandoleros losadistas”
que tomaba El Teúl, Tlaltenango, Mezquital del Oro,
La Yesca. El 30 de julio Rufino Mejía fue ejecutado en
Guadalajara, condenado por el Consejo de Guerra. Na­
tivo de Tequepespan, 45 años, casado, operario, era
“ uno de los principales ladrones que forman la gavi­
lla de Manuel Lozada. Se le probó 24 robos con asalto,
3 asesinatos, porción de estupros y violencias en muje­
res de todas clases y aún en niñas pequeñas, incendio
de la cárcel de Tequepespan, del archivo del juzgado...” .
(El Soldado de la Patria, 31 de julio de 1855)
Unos días después, la revolución de Ayutla triun­
fó y las autoridades de Tepic se pronunciaron a su fa­
vor el 25 de agosto. En septiembre se presentó una peti­
ción de indulto a favor de Lozada, mientras que la Ba­
rron and Forbes Ce compraba la hacienda de Mojarras,
cuyo casco había sido quemado por los lozadistas, o
lozadeños.

76
Los chicanes, los pronunciados de Tepic
y la guerra de castas

Mientras se tramitaba el indulto de Lozada y los loza-


distas trataban de hacerse olvidar, la agitación crecía
en el cantón de La Barca; en noviembre, gente de Ponci-
tlán y de Santiago Totolimixpa se lanzaron contra la
hacienda de Gachos (San Pedro Mártir) y el tumulto
llegó a tal punto que el gobernador Santos Degollado
tuvo que sermonear “ a mis amigos los indígenas de Ja-
may” : “ He sabido con mucho sentimiento que ustedes,
de propia autoridad, se echaron sobre el rancho del
Fuerte, rompieron las puertas de mano \...} intimando
a los vecinos que desocuparan las casas” . C incluyó su
arenga, invitando a los hacheros: “ preséntense a los
jueces pacíficamente” . (El Nacional, 24 de noviembre
de 1855, p. 3) Degollado tuvo que aprender rápidamen­
te a hacer uso del poder porque a los quince días ocu­
rrió el pronunciamiento de Tepic (13 de diciembre) y
San Blas, que llevaría al gobernador de Jalisco a cho­
car con la poderosa Casa Barrón and Forbes (Meyer,
1981 a) y México a chocar con Inglaterra. No nos inte­
resa directamente este capítulo, sino en la medida en
que Santos Degollado, agobiado por mil amenazas rea­
les, acabó viendo moros con tranchete y, ligando los
acontecimientos de Tepic con los de La Barca, escribió
al Presidente de la República, el 30 de diciembre: “ los
sublevados abandonaron Tepic con el ánimo de acer­
carse a Chapala a unirse a los indígenas que por allí
se han rebelado” . (El País, 26 de enero de 1856) El fan­
tasma de la guerra de castas se perfilaba una vez más.
En 1873, a la hora del enfrentamiento final contra Lo­
zada, las autoridades de Jalisco temerían otra vez la
unión militar de los indígenas de Tepic y de Chapala.
(Meyer, 1969)
El 18 de diciembre, el coronel Félix Vega había in­
formado a Degollado sobre los desórdenes del cantón
de La Barca. Dicho oficial había participado en la re­

77
volución de Ayutla, entrado a Zapotlán el Grande en
compañía de Degollado y llegado hasta Tepic que aca­
baba de dejar, porque el gobernador lo había comisio­
nado para pacificar el cantón de La Barca.

La sublevación de los indígenas de La Barca

Cuando llegué a La Barca, ya los referidos indígenas, de dis­


tintos pueblos reunidos en número de más de 500, habían reco­
rrido varias poblaciones en protección délos reconocimientos
de linderos que en ellos se hacían, por parte de los individuos
de la misma clase. Cuando ya concluyeron aquellas operacio­
nes comenzó a disminuir la reunión; así es que, en Jamay, sólo
encontré cosa de 150 que no tuve trabajo en convencerlos de lo
ilegal y atentatorio de sus procedimientos.

Se quejan, prosigue, que el gobierno dio permiso


a los hacendados para armarse y que han invadido los
pueblos, los cuales no hacen más que defenderse.

Logrando de esta manera la disolución de aquellas reuniones,


tuve que emprender otra clase de trab ajos. En m ultitud de
poblaciones, los indígenas se habían apropiado de varios te­
rrenos en que creen tener el derecho de propiedad, pero cuya
posesión están actualmente por los hacendados: cometieron
la arbitrariedad de lanzar de ellos toda clase de semovientes, y
hubo puntos donde cosechasen las milpas, dando a los propie­
tarios la mitad de la cosecha apoderándose de ella en su tota­
lidad: llegaron también a fijar término a las familias [... ] para
que las desocupasen, am agándolos con la destrucción o in­
cendio.

Vega consiguió que esperasen la decisión de Dego­


llado y apunta: “ Según las mediciones que he prac­
ticado en varios pueblos de Jalisco, he advertido que
las haciendas acasó por la desidia de los indígenas,
han viciado sus posesiones usurpando así algo de los
terrenos que pertenecen a los pueblos” en tiempos de la
Colonia. El decreto 2 del Congreso de Jalisco los hizo

78
“ dueños absolutos” , pero “ su ignorancia los obligó a
hacer un mal uso de esas leyes y celebraron ventas rui­
nosas con la mayor celeridad de los pocos terrenos cu­
ya posesión, quieta y pacífica tenían, quedándose so­
lo con lo litigioso” . Ahora “ pretenden la devolución.
De esta manera, esa clase ha quedado hoy en la mise­
ria; y en medio de su agitación, no solo desea recobrar
aquellos que justamente deben pertenecerles, sino que
desarrollan pretensiones muy exageradas y manifies­
tan un odio implacable contra los propietarios, fundan­
do la audacia y la osadía, con que lo hace ostensible a
nuestra sociedad en la liga que han podido formar más
de 40 pueblos de Jalisco, relacionado con otros de los
Estados circunvecinos” . (El Nacional, 22 de diciembre
de 1855)
Al infeliz de Vega no tardaron en acusarlo, por sus
buenas gestiones, de fomentar la agitación entre los in­
dígenas de La Barca y de relacionarlos con los nayari-
tas. Tuvo que publicar en Guadalajara una airada
Vindicación que hace el C. Félix Vega de su honor ho­
rriblemente ultrajado con pretesto de la insurrección de
indígenas y pronunciamiento de Tepic. (1855) Seguiría
de Jefe Político en La Barca, hasta 1858.
México se preocupó por el asunto y se le contestó
el 8 de enero de 1856 “ que se informará sobre el estado
que guarda la sublevación de los indígenas de La Bar­
ca, para cuya pacificación se han tomado todas las me­
didas posibles” . (Pedro Ogazón a Gobernación, A G N /
Gobernación) Como la agitación no cedía, el gobierno
del estado de Jalisco pasó el 27 de Febrero de 1856 la
circular nQ8 que era algo como una confesión de impo­
tencia: “ Secretaría del gobierno del Estado de Jalisco.
—Circular.- Deseando el Excmo. señor gobernador evi­
tar las violencias que se cometen, ya de parte de los in­
dígenas que tumultuariamente se suelen apoderar de
terrenos que han estado en el dominio de las hacien­
das, ya de los hacendados que, á mano armada y sin
considerar las consecuencias de su imprudente conduc­

79
ta, invaden y acosan á los referidos indígenas, ha teni­
do á bien declarar:
1QQue á los que se hallen en posesión de los terre­
nos conforme á las leyes, es decir, por un tiempo que no
baje de un año y un día, los conservarán en su poder
hasta que los tribunales competentes declaren á quien
pertenezca la propiedad.
2- Que los indígenas ó los hacendados que sean
arbitrariamente interrumpidos de su posesión, pueden
usar de sus propios recursos para repeler con la fuer­
za las agresiones injustas que se les hagan.
3Q Que las autoridades políticas no procederán
contra los usurpadores de terrenos ó despojadores de
su posesión, si no auxiliando á la autoridad judicial
competente, cuando haya fallado en el interdicto de
despojo interpuesto; y
4- Que se emplearán las armas del gobierno con­
tra los perturbadores del orden público y de la tranqui­
lidad de los pueblos, sean indígenas, hacendados ú otra
clase de vecinos, que á prétesto de recobrar sus propie­
dades quebrantan las leyes establecidas. (3) (Colec­
ción, III: 18-19)”

Una formal conflagración entre algunos pueblos


de indígenas.

En marzo, el periódico oficial reportó nuevos movi­


mientos de los indígenas en el cantón de La Barca y co­
mentó: “ Es un hecho que existe un malestar que ame­
naza por ahora inmediatamente el orden social, si con
tiempo no se previene y se deja que, seduciendo algu­
nos, por otra parte, a los descontentos, nos conduzca
a una catástrofe” . {El País 8 de marzo 1856, p. 3)
¿Cómo prevenir la amenaza, si se la veía venir cla­
ramente? Ignacio Aguirre proponía, en el País, buscar
“ el modo que creyeren más a propósito para hacer pro­
pietarios a los que no lo son, sin perjudicar a los legí­
timos dueños de los bienes que tienen adquiridos” , re­

80
partiendo terrenos baldíos, terrenos municipales so­
brantes, fundando nuevas poblaciones. (Colección,
III: 420-423)
En su Memoria correspondiente al año de 1857,
el Gobierno declararía, después de los acontecimien­
tos: “ La mano del ejecutivo pudo por entonces obtener
la represión de mayores delitos de los que tuvieron lu­
gar, castigando estos y reconquistando la tranquili­
dad de las poblaciones; pero entendiendo siempre que
el remedio radical debería buscarse en la aplicación
de la justicia acordada a la cuestión por medio de pro­
videncias pacíficas” (Colección III: 423). El gobierno
tomó así medidas contra los “ huizacheros” (Pérez Le-
te, XIV: 35-37, 31 de marzo 1856) y, el 19 de junio, des­
tinó un abogado especial para la defensa de los dere­
chos de “ los llamados indígenas” . Pero los pueblos no
quisieron esperar más. Habían perdido toda confian­
za en la vía judicial. El 10 de mayo se manifestó “ un
plan otorgado por los indígenas de Zacoalco” . Para es­
tas fechas el Consejo de Gobierno del Estado se encon­
traba desbordado por los asuntos de terrenos de los in­
dígenas. Unos pueblos pedían el reparto de sus tierras,
otros se oponían a dicho reparto; éstos reclamaban la
“ restitución” de sus terrenos “ usurpados” ; aquéllos
se encontraban bajo la acusación de conspiración; se
denunciaban “ conatos de rebeljón de Tizapán con
otros pueblos” . Toda la primavera está llena de estos
asuntos (Borrador de Actas del Emo. Consejo de Go­
bierno, AHJ minutas G-1844-Guad/33 1844-1890). La
Secretaría del Consejo llenó sus cuadernos de minu­
tas con el negocio. (ACJ 9 de abril de 1856 a 2 de enero
de 58)
Entonces sí se pudo hablar de “ síntomas de una
formal conflagración entre algunos pueblos de indíge­
nas” . (AHJ-Gob-9-858 2 de enero de 1858 Secretaría del
Supremo Gobierno) Para desgracia del gobierno, esto
ocurría precisamente cuando la lucha de facciones des­
garraba a los liberales y conducía a la renuncia de De­

81
gollado, (junio) y a la lucha entre Angulo, Herrera y
Cairo y Parrodi. Vacío de poder cuando se necesitaba
un poder fuerte, lúcido y decidido.
En julio, mientras se peleaban los liberales, Ma­
nuel Lozada encabezaba a los “ revoltosos de San Luis,
Jomulco, Tequepexpan, Santa María del Oro” . El Ti­
gre de Alica andaba suelto otra vez. En agosto el go­
bernador Anastasio Parrodi señaló “ la inseguridad en
que se encuentra la mayor parte de los caminos y po­
blaciones del Estado” . (Pérez Lete, XIV:106)
El 30 de septiembre en el pueblo de San Cristóbal
se lanzaba la proclama que encabeza este trabajo. A
tantos síntomas, el gobierno contestó con otra proposi­
ción judicial: la creación de un tribunal “ que exclusi­
vamente se encargue de conocer los asuntos de los indí­
genas, donde se les faciliten recursos de defensa para
hacer valer sus derechos y se les administre justicia sin
estipendio alguno. “ Tal séptimo juzgado de letras, es­
tablecido en Guadalajara, resucitaba de manera anti­
constitucional una venerable institución colonial, el
juzgado de indios, pero más allá de todo formalismo,
estaba condenado al fracaso. (Pérez LeteXIV:147-151)
Este decreto se firmó el 22 de octubre de 1856. En
el mismo mes los conservadores estaban en Puebla y
Tomás Mejía andaba levantado en Querétaro. Unas
semanas después, “ en fin de noviembre comenzó a es­
tallar (la sublevación) en algunas poblaciones del de­
partamento de Chapala y cantón de La Barca, deján­
dose percibir inmediatamente de cuántas ramificacio­
nes podía ser susceptible” . (Parrodi, 1857:33) Para es­
ta fecha Lugardo Onofre había sido “ fusilado tiráni­
ca y arbitrariamente” en Cocula por Rodrigo Acosta,
comandante militar del partido de Cocula.
Lugardo Onofre murió fusilado en Cocula el 29 de
septiembre. La proclama de los pueblos de San Cristó­
bal y Zacoalco “ convocados” por Onofre tiene fecha
del 30 de septiembre. Según la prensa, la conspiración
tenía ramificaciones en Cocula, San Marcos y Santa

82
Anna Acatlán, con “ pretesto de religión y fueros pa­
ra apoderarse de las tierras que tiempo há cuestionan
a las haciendas limítrofes” . (El País, 18 octubre 1856,
p. 4)
Llama la atención la presencia de Onofre en Co­
cula, otro pueblo levantisco en el camino que lleva de
Zacoalco a Tepic, vía Etzatlán y la Magdalena. Con él,
fue arrestado Gil Pintor, que se titulaba gobernador de
Cocula y varios pueblos indígenas y que volvemos a en­
contrar en documentos de 1858 y de 1861, tanto en el
Archivo Histórico de Jalisco como en el AGN.
La ejecución sumaria de Lugardo Onofre provocó
varias protestas y agravó los pleitos entre los libera­
les: enemigos de Joaquín Angulo trataron de acusarlo
de ser responsable de esta medida ilegal. El director
del departamento de Cocula, Ignacio López Araiso,
contó que se oían “ rumores de alguna combinación re­
volucionaria de indígenas” y que se observaban “ en­
tradas y salidas de indígenas desconocidos” . Entonces
llegó Rodrigo Acosta en compañía de varios indígenas.
Al director del departamento se le hizo sospechoso el
tal Acosta y lo imaginó “ huyendo por los acontecimien­
tos de Tepic” . Cuando pensaba arrestarlo, se le presen­
tó como Comandante Militar del departamento, de in­
cógnito, por ser encargado de descubrir una conspira­
ción. Explicó haber ganado la confianza de los sedicio­
sos, los indígenas sus compañeros de viaje. Eso pasó
el día 28 de septiembre y el levantamiento era previs­
to para el día siguiente. Acosta tenía nombramientos
firmados por el gobernador Parrodi. Los dos hombres
decidieron arrestar a los sediciosos al día siguiente y
para asegurar la sorpresa, Acosta fue arrestado tam­
bién. Onofre fue agarrado con los documentos de la
conspiración y Acosta tomó el mando militar. A dvir­
tió luego que “ estábamos muy mal” y que muchos pue­
blos se iban a levantar, por lo cual “ pudiera ser conve­
niente quitar la vida a Lugardo Onofre para que se des­
concertasen los planes de los indígenas cuando se vie-

83
ran sin su cabecilla” . Contra la voluntad del director,
Acosta fusiló sin más a Lugardo Onofre. Ulteriormen­
te fue arrestado, juzgado por el tribunal militar y da­
do de baja. (El País 25 de octubre, p. 1 y 3 de diciembre,
p. 1)
Después de lo de Cocula el gobierno se dejó sor­
prender. Los informes semanales de octubre y noviem­
bre caían en forma rutinaria: “ inalterable la tranqui­
lidad pública” . Quizá se habían acostumbrado las au­
toridades a los rumores; además no tenían tiempo de
ver lo que pasaba abajo. Arriba todo era tumulto: ten­
tativas de golpe militar; problemas con Santiago Vi-
daurri; salida de Degollado por el enredo internacio­
nal Barrón and Forbes; lucha de facciones entre He­
rrera y Cairo, Angulo, Parrodi; bandolerismo en pleno
auge (saqueaban los bandidos Yahualica, Tapalpa, Ti­
zapán, durante el verano). Hubo que esperar hasta el
2 de diciembre, es decir hasta la última hora, para que
Tomás Cisneros, director de Zacoalco, reportara “ ru­
mores alarmantes sobre bandidos; para evitar reunio­
nes estoy saliendo frecuentemente; el 29 de noviembre
eché mano del piquete de infantería de Sayula” . (El
País 10 de diciembre de 1856)
Las cosas se pusieron serias si vemos que el levan­
tamiento movilizó Poncitlán, Santiago T., Zula, Atz-
catlán, Jamay, Mezcala, San Pedro Ichican, Santia­
go, o sea los pueblos alrededor de Poncitlán, en la ribe­
ra norte de la laguna de Chapala. Don José Ramírez
Flores recuerda que “ a los de San Pedro, les llamaban
los chicanes, rompían puertas con hachas. En Zacoal
co el 7 de diciembre mataron al niño Prisciliano Flores
Valencia en su propia casa; saquearon la población” .
(Nota manuscrita dada al autor en 1974) Parece que
en Cocula hubo también algún tumulto.
El mismo 7 de diciembre en el pueblo de Santa
Cruz unos 500 insurgentes derrotaron y mataron al
coronel Felipe Montenegro, veterano federalista y li­
beral, quien era para esta fecha, jefe del presidio de

84
Mezcala. Su hermano José Guadalupe (1800-1885) era
comandante militar del Estado, después de haber sido
en varias ocasiones gobernador interino y vicegober­
nador. (Munguía, 1980:31)

El 18 de diciembre el gobernador Parrodi tuvo que


salir del Estado con sus mejores tropas para reducir
la defección de San Luis Potosí. “ Alentados los enemi­
gos del orden por la salida de la guarnición de la capi­
tal, que por este motivo llegaron a suponer indefensa,

85
azuzaron el desorden iniciado entre los pueblos indí­
genas, haciéndolo tomar grandes y alarmantes propor­
ciones, pues se extendieron a diferentes lugares del 4Q
y 9Qcantón [...] Poncitlán, Santa Cruz, Ocotlán, To-
totlán, Zacoalco, Mazamitla y otra multitud de pueblos
que fueron víctimas de la saña cruel de famosos ban­
doleros, que sobreponiéndose a la tenacidad fatal de
los indios, encabezaron sus tribus, los sometieron, y
todos unidos sacrificaron las poblaciones al incendio,
al asesinato y a todo género de licencia: el campo y las
haciendas sucumbieron a la devastación” . (Parrodi,
1857:33-34)
Derrotados el 13 de febrero de 1857 en Atoyac, cer­
ca de Sayula, (El País, 18 de febrero de 1857) los 2 000
rebeldes se repusieron de una segunda dispersión (AHJ
-G-15-1857/GUA 252). El gobierno seguía paralizado:
la asonada de la facción liberal en Tepic, el 28 de di­
ciembre de 1856, calificada de “ escandaloso motín”
por el gobernador, había acorralado la facción conser­
vadora, quien llamó a Manuel Lozada. La sola noticia
de que se acercaba el Tigre bastó para dispersar a los
levantados (AHDN). En el mismo momento ocurrió
“ la invasión del general Blancarte sobre el territorio
del Estado, a la que el escándalo de Tepic sirvió de ves­
tíbulo, para facilitar el acceso a mayores y más adelan­
tadas pretensiones” . (Parrodi, 1857:34) Este singular
personaje había bajado desde la California con su tro­
pa, aumentada en Tepic, para acampar en Zapopan y
mantener en jaque al gobierno, sitiado en Guadalaja­
ra.
Hubo que esperar hasta el fin de la campaña de
San Luis y el regreso de Parrodi, el 2 de marzo, para
que se disipara la amenaza golpista de Blancarte y que
se pasara a la contraofensiva. Mientras tanto, los re­
beldes habían cobrado energía: el 3 de febrero de 1857
asaltaron Zacoalco y mataron a Julio Michel, director
del Departamento. (Pérez Lete XIV:254) Atacaron tam­
bién Jocotepec, Ocotlán, Tototlán, Mazamitla,Tuxcue-

86
ca,Tizapán y muchas haciendas (Reina 1980: 145). A
tal grado que Jesús Camarena, presidente del Emo.
Consejo, lanzó una proclama a los habitantes, desde
Guadalajara en estado de sitio:
“ El Estado sufre la guerra devastadora de los in­
dígenas. De algunos meses a esta parte, muchos de
nuestros campos están talados, las propiedades y las
vidas de los habitantes del campo y de los pueblos de
algunas de nuestras comarcas, sufren los horrores de
esa sublevación que desde sus principios se ha presen­
tado con un carácter salvaje y feroz [... ]. Los estragos
que está causando la guerra de los indígenas y cuando
muchos abandonan sus hogares dejando desiertos
puntos que habían sido centros considerables de pobla­
ción [ ... ].
Mucho conoce el Gobierno la enormidad y lo pro­
fundo del mal, y nadie siente un dolor más grande que
los que en esta época infortunada han tenido la des­
gracia de estar escuchando continuas quejas y los gri­
tos de tantas víctimas que piden socorro, sin contar
con los medios para libertarlas de los males que su­
fren” . (Pérez Lete XIV: 214-227)
El gobierno no sacó de Guadalajara las tropas de
las cuales disponía porque Blancarte estaba a las puer­
tas. ¿Le importaba más Blancarte que los indígenas
sublevados? Vale la pena plantear la pregunta.
No todos los pueblos de la comarca andaban en
armas, ni tcdos los hombres en los pueblos rebeldes.
Las poblaciones importantes, como Zacoalco, La
Barca y Ocotlán resistieron al levantamiento. Así “ los
indígenas han sufrido varios descalabros de las pobla­
ciones a que han caído. Tototlán les dio una dura lec­
ción” , (El País, 31 de enero de 1857) tan dura que el año
siguiente el alcalde y los vecinos de Tototlán pidieron
ayuda contra los indígenas de las inmediaciones que
“ nos tienen odio mortal porque estuvimos contra ellos
en 1856” . (AHJ Gob-9-858/Toto) Zacoalco no participa
en el movimiento y sus habitantes resisten dos asal­

87
tos, si bien algunos hombres del barrio indígena pu­
dieron haberse unido a los levantados.
Es difícil juzgar de lo que valen las “ actas de obe­
diencia y sumisión” en épocas de guerra civil. Existen
las de los pueblos de Santa Cruz el Grande, de Techis-
titán, los dos del municipio de Poncitlán; las de San
Pedro Poncitlán y de San Pedro Itzicán (el epicentro
de la rebelión), dicen más o menos así: “ el común de
indígenas, bajo la presidencia del director político del
departamento de Chapala fuimos requeridos a levan­
tar acta de obediencia al presidente Comonfort” . (El
País 24 y 27 diciembre 1856) Si se duda del valor de ta­
les protestas, el documento siguiente es más interesan­
te. Una comisión de Tizapán el Alto va a Guadalajara
en enero de 1857, o sea cuando el Gobierno está en su
peor momento; su alcalde la recomienda en estos térmi­
nos: la gente de Tizapán el Alto es trabajadora, muy po­
bre, nada supersticiosa y además se ha negado a unirse
a los levantados, ha seguido fiel a las autoridades. Aho­
ra viene a quejarse de las haciendas San Francisco
Javier y Santa Anna. El alcalde suplica que el Gobier­
no conteste cuanto antes, a favor de la restitución so­
licitada o en contra (en este caso sus administrados le
han prometido desistir). Pero sin dilación ninguna, “ de
ese modo nos evitará ese Supremo Gobierno ser em-
bueltos en una guerra de castas que circunda y nos pa­
rece imposible de resistir” . (AHJ Gobemación-9-857/
Tiza. Alto) No todos son rebeldes, pues, pero todos po­
drían llegar a serlo.

La victoria del gobierno

El general Juan N. Rocha, tremendo soldado, al regre­


so de San Luis acabó en unos días con la rebelión. Puso
su cuartel general en Zacoalco y persiguió sistemáti­
camente a los levantados y, al mismo tiempo, consi­
guió de México la posibilidad de indultarlos “ siempre
y cuando haya una protesta de sumisión [... ] entrega

88
de armas y caballos y quedar responsables con sus per­
sonas a los juicios que les sean demandados por la mis­
ma justicia” . (Reina, 1980:146) El 6 de marzo el coro­
nel José Calderón acordó el indulto a los rebeldes de
Atotonilquillo, entre ellos el cabecilla Prudencio López.
El poder civil protestó contra estos indultos que con­
sideró una invasión a su gobierno por parte de los mili­
tares. (El País, 25 de marzo de 1857, pp. 2, 3, 4)
El 9 de marzo, Juan N. Rocha dispersó a 200 in­
dígenas en Ciruelos, luego entró a Zacoalco que encon­
tró en un estado lamentable1 y acéfalo. Luego se pa­
só a Jocotepec, mientras José Calderón marchaba des­
de Poncitlán sobre San Pedro Itzicán. No encontró a
nadie, pero recuperó ganado, caballos, maíz y frijol.
Unos 300 rebeldes habían huido hacia el sur.
Para controlar sus movimientos Juan N. Rocha
marchó hacia Mazamitla, haciendo un movimiento
envolvente desde Tamazula. El 14 había recibido una
carta de los indígenas de Mazamitla denunciando la
llegada de Mateo Díaz, el líder de los chicanes, con 500
de diversos pueblos, todos a su mando. Díaz los había
invitado a salir con él hacia Tuxpan, pero se habían
negado por lo cual tenían miedo y escribían a Rocha:
“ Esperamos con ansia su llegada” .
Rocha alcanzó a unos rebeldes cerca de Teocuita-
tlán, devolvió la caballada a sus dueños legítimos y de­
jó destacamento en este lugar estratégico para cubrir
Zacoalco, Tizapán y la Sierra.
El 20 de marzo Rocha, se presentó en Mazamitla y
después de una breve escaramuza los rebeldes se dis­
persaron. Tuvieron 13 muertos, 49 presos y perdieron
sus archivos en lo que resultó ser más que una campa­
ña, un paseo militar sin grande batalla. Rocha apun-1

1. El gobierno cedió a Zacoalco, para un año. “ el producto délas alcabalas


y contribuciones directas para que se inviertan en beneficiencia públi­
ca” .

89
tó en su informe que los fugitivos querían refugiarse
en Guerrero para pedir la intervención a su favor de
Juan Alvarez. Rocha señaló la valiosa ayuda de los
200 voluntarios “ patriotas” , vecinos de Zapotiltic,
Tamazula y de las rancherías del Tigre, Manzanilla,
etc.
Como resultado del alcance de Mazamitla, el 26 de
marzo Rocha había dado ya 170 indultos y se le seguía
presentando una multitud de arrepentidos {El País 1-
de abril de 1857, p. 3). A los cabecillas se decidió depor­
tarlos a la Baja California, “ aplicándoles la gracia de
indulto sin perjuicio de tercero conforme a la ley” . (Pa­
rrodi, 1857:36) No sé si fueron efectivamente remitidos
a la California. Antes de un mes había quedado total­
mente pacificado el cantón de La Barca y el temible
pueblos de los chicanes, aunque el problema social se­
guía entero.
El teniente coronel D. Luis Tenorio, jefe de la se­
gunda sección de operaciones sobre los indígenas insu­
rrectos, en oficio sin fecha dice al Excmo. Sr. Coman­
dante general desde Poncitlán:

Excmo. Sr.- Al recomendarme V . E. acabara de restablecer


la paz en este Cantón, removiendo todos los medios posibles
para conseguirlo, después de atraer á los indígenas que aún
hace poco todavía causaban temores con las reuniones que
formaban en los cerros y ahora se hallan tranquilos en sus
casas, entregados con afan á su trabajo, he tropezado con la
gran dificultad que quizá V. E. podrá allanar, y es la falta de
vecindario, el cual al empezar la revolución abandonaron sus
intereses y los dejaron en m anos de los insurrectos, los que
crearon recursos con ellos, que de otra m anera no hubieran
podido conseguir.
En aquel tiempo las circunstancias demasiado graves,
casi hicieron necesaria la emigración, m as ya ese tiempo ha
cambiado con la venida de las tropas á sojuzgar á los insurrec­
tos, y con su permanencia en este Cantón para consolidar la
paz. Esta garantía, Excmo. Sr. no ha sido suficiente para deter­
minar al vecindario a que regrese. Su presencia se hace indis-

90
pensable porque aum entaría la m a sa de los hom bres que deben
form ar la fuerza físic a y m oral, única m u ra lla donde pueden
estrellarse los esfuerzos de aquellos perpetuos bandidos, que
con el título de un m ovim iento revolucionario s&echan sobre
los intereses, talan los cam pos, y en su sa ñ a propia de su depra­
vado espíritu cometen crímenes atroces.
Si cabe alguna esperanza de que á la fuerza arm ada le sea
d able h a sta s a lv a r los in con v en ien tes que se p a lp an con su
falta en las poblaciones, creo es algo remoto, pues la ambición
de esta ha term inado al desbaratar las m a sa s de insurrectos,
aprehendiendo á aquellos cabecillas principales y remitiéndo­
los al G obiern o Superior del E sta d o para su ca stig o . A h o ra
debía empezar á consolidarse el propietario, form ando una liga
con los dem ás para precaverse de otro golpe, para sofocaren su
cu n a c u a le s q u ie r a otro m o tín ; y por ú ltim o , p a ra c o n ten er
ínterin eran auxiliados, cualquiera otra invasión como la p asa­
da. Si no se hace el ánim o, si los intereses quedan para fom en­
tar la s insu rreccion es, es probable que el Suprem o G obiern o
que h a hecho un grande esfuerzo para sofocar la insurrección,
pierda su trabajo y vea con'dolor un gran pedazo de tierra todo
cultivado y favorecido por un río caudaloso y una laguna entre­
gado al pillage. Quizá parezca exageración, E xcm o. Sr., pero
no cabe duda que al encontrarse en el preciso caso de reponer
las autoridades, se tiene que echar m ano de los m ism os indivi­
duos que tom a ro n a lg u n a parte en la p a sa d a insu rrección ,
careciendo de los precisos conocim ientos para desem peñar su
encargado. D em asiado delicado es por cierto, para que presten
garantías.
T odavía aún se puede hacer valer la falta de consum o, y la
miseria de la clase menesterosa que está ligada con las perso­
n as a co m o d a d a s, pues de ellas reciben el lucro de su trab ajo.
E sta s gen tes verd ad era m en te h a b itu a d a s a g a n a r su jorn a l
para m antenerse, en el instante que vean que no tienen ocupa­
ción y que sus fam ilias perecen, salen de la población á buscar
am paro en otras partes, y si por desgracia son chasqueados en
su propósito, entonces indudablem ente se entregan al robo.
A l fijar la atención en todos esos pormenores, m e he encon­
trado que uno que otro de aquellos insurrectos que aun perm a­
necen vagando por los cerros, no se vienen a su pueblo temien­
do que y a radicados, vuelvan los vecinos y entonces tengan que
sufrir una doble persecución. Tales temores serían evitados y

91
aun rem ed ia d os, existien d o lo con trario. T o d o s esto s puntos
débilm en te d em o stra d o s, ten go el h on or de som eterlos á la
ilu stració n de V . E . p ara que bien d esa rrollad o s se puedan
poner en conocim iento de los interesados, haber si influyen en
su á n im o y los decida á v olv er. (E l P a ís, 6 de m a y o 8 57. p. 2)

Llama la atención la facilidad con la cual el gene­


ral Juan N. Rocha realizó su paseo militar; llama tam­
bién la atención su indulgencia y su misericordia. En
otra región, en otras circunstancias también, en una
campaña que no tuvo ciertamente nada parecido a un
paseo, en la campaña de la Sierra de Alica, propondría
medidas implacables. El 6 de octubre de 1857 llegó a
Tepic.

Una rebelión puede esconder otra


El 4 de abril el gobierno de Jalisco dio por terminada
la rebelión indígena; el 3 de abril, el jefe político de Te­
pic, el coronel Echegaray manifestó sus temores:
L a s frecuentes quejas de los indígenas de este cantón sobre re­
clam o de tierras y el deseo de que desaparezcan los síntom as
alarm antes que y a se h an presentado, según se tiene dada
cuenta a esa Superioridad, m e estim ulan a pedir la facultad de
p a sar personalm ente a hacer los repartos de algunos terrenos
y arreglar de la m an era m á s adecuada al orden y a la tranquili­
dad pública la s diferencias que con tal m otivo se h an suscitado
entre los referidos indígenas y los vecinos de algunos pueblos
como S a n Pedro L agu n illas, J a la y otros que se encuentran en
un verdadero estado de alarm a.

El gobierno accedió a su petición “ suspendiendo


todo acto en que se interese la jurisdicción de los tribu­
nales” . (AHJ/Gobernación-9-857, documento comu­
nicado por Lina Rendón) Pero los acontecimientos
siguieron su curso y en septiembre de 1857, Manuel Lo-
zada cayó sobre las haciendas de Puga y Mojarras al
grito de “ ¡Viva la religión!” ¿Qué significaba tal grito?
¿La identificación al partido conservador? ¿Una alian­

92
za con él? ¿La manipulación de Lozada por los conser­
vadores? Diez años más tarde, Lozada dio una contes­
tación para el historiador del siglo XX:
E s verdad que para dar este paso se m e consultó mi parecer pe­
ro com o entonces no tenía yo n ingún conocim iento de los nego­
cios públicos, sólo pude considerar la cuestión política que se
ven tilaba bajo el aspecto religioso y en consecuencia no vaci­
lé ni un m om ento en inclinar el ánim o de los pueblos a favor de
los principios conservadores que, desde luego, adopté como
m i credo político; quedando al m ism o tiempo, nom brado y reco­
nocido Jefe de estas fuerzas, con el carácter de “ A u xiliares del
Ejército” . (I de septiembre de 1867)

El Tigre de Alica dejaba de figurar como bandi­


do y cobraba importancia política. Es de notar que
aquel mismo día, 21 de septiembre de 1857, mandó es­
cribir a las autoridades de Tepic que se levantaba pa­
ra que los pueblos recobrasen la propiedad de los terre­
nos que se les había usurpado.
Aprovecha la coyuntura nacional para escapar a
la suerte de Lugardo Onofre y encabezar “ las tribus”
en una lucha durante quince años victoriosa, para lo­
grar la tan soñada “ restitución” .
IV
Lo que creen los gobernantes
Desde fines del año de 855, comenzaron a descubrirse síntom as
de u n a fo rm a l c o n fla g ra ció n entre a lg u n o s pueblos de in d í­
genas. Pudo creerse al principio que el concierto que se adver­
tía tenía por objeto hacer uso de sus derechos por la vía legal;
pero quizá no pudo preverse, sino bien tarde, que esta clase de
desgraciados, desconociendo los medios de proponer sus dere­
ch os, v en d ría n aún a ser uno de los in stru m en to s de que se
aprovecharían los enem igos del orden. (A H J Gob-9-858)

En estas pocas frases Anastasio Parrodi resume


la postura de los gobernantes de Jalisco: actitud filan­
trópica hacia los indígenas que son unos pobres des­
graciados, incultos, irresponsables; aferramiento a

93
la vía legal para resolver las cuestiones de terrenos;
tesis del complot: los enemigos del orden mangonean
a los “ desgraciados” .
Parrodi presenta así la cuestión agraria: antes de
que los conservadores o los clericales hayan podido
utilizar a los indígenas como carne de cañón, los tinte­
rillos, huizacheros y otros especuladores al estilo délos
abogados espléndidamente retratados por Manuel
Payno en Los Bandidos del Río Frío, habían logrado
“ crear en el ánimo de los naturales la convicción de
que bajo todos los aspectos se hallan amparados por la
justicia. Su ignorancia ha bastado para llegarse a per­
suadir de que los privilegios que las leyes les han acor­
dado, alcanzan hasta poder recobrar los terrenos que
han enagenado por su propia voluntad: la malicia de
una multitud de miserables especuladores que se han
ejercitado sobre esta fácil disposición de la clase indí­
gena para admitir los más graves absurdos, ha sido el
estímulo que les ha hecho entender que todo se les de­
be; y aún no dudan que las legítimas posesiones de los
propietarios les pertenecen, porque hasta ese extremo
ha llegado la osadía de aquellos que sin calcular las
consecuencias se han propuesto especular a expensas
de tan craso error.

Triste es decirlo, pero forzoso al m ism o tiempo, y no m enos cier­


to que la legislación expedida en esta m ateria, ha servido de
pretexto para orillar los acontecim ientos h asta el punto que he­
m os visto r...l la colección relativa a este asunto, publicada en
849 f...l contiene un crecido número de m uy variadas disposi­
ciones, pero todas dirigidas a dar término a las exigencias de la
raza indígena, revela con evidencia lo m ucho que ha agitado
este asunto en todos los tiem pos a la autoridad pública.

Explica el fracaso legislativo por la complicación


de las repetidas leyes y decretos, por las dudas que ofre­
cían los intereses de las municipalidades, por la oposi­
ción de los propietarios que hacían frente “ a la ignoran­

94
cia de los indígenas o a la malicia de sus directores” .
(Colección III: 423-424 y AHJ-Gob.-9-858, borrador del
2 de enero 1858)
Otra vez se manifiesta la actitud filantrópica ha­
cia los ignorantes y la denuncia contra los manipulado­
res. Si reconoce Parrodi que han podido presentarse
“ abusos cometidos por algunos de los propietarios” ,
no admite las “ exageraciones con que genios díscolos
e interesados han exaltado la imaginación de esa cla­
se, de cuya ignorancia han abusado sin piedad” y de
nuncia su “ deseo de posesionarse de los terrenos que
suponen usurpados por los propietarios” (Parrodi,
1857, 33). Confiesa que los sabios legisladores que des­
de el decreto número 2 de 1825 han buscado la felicidad
de los indígenas “ erraron su intento [...] teniendo así
lugar la razón contraria de la protección que se ha que­
rido dispensar a la clase indígena...” . (Parrodi, 1857:
33)
El gobernador Parrodi, el general Juan N. Rocha,
encargado de todas las campañas contra los indíge­
nas, el periodista Epitacio de los Ríos coinciden en esa
actitud de disculpar a los indígenas diciendo que son
irresponsables como niños y de acusar a los enemigos
del orden, entes misteriosos nunca designados de ma­
nera explícita. El general argumenta; “ Estoy conven­
cido hasta la evidencia de que sus errores no dimanan
de ellos mismos, sino de algunos infames que los diri­
gen y los han seducido abusando de su ignorancia y
credulidad y mucho más cuando la opresión en que vi­
ven los indígenas los han hecho dejarse engañar, pues
jamás se les ministra justicia ni se les atiende a esta
clase infeliz y menesterosa” . (Reina, 1980: 146)
Epitacio J. de los Ríos, editor del periódico oficial
de Jalisco, publicó “ la Cuestión de los Indígenas” :
H ace algún tiem po que nuestra clase indígena oprimida de una
m an era cruel e inju sta por algunos propietarios, se quejó, con
razón, al Gobierno, a fin de que les fuesen devueltas sus tierras,
actualm ente ocupadas por aquéllos. El gobierno acogió con

95
benignidad dichos reclam os y dictó algu n as providencias que,
si no produjeron todos los resultados que se esperaban de ellas,
sirvieron al m enos para contener en los lím ites de la pruden­
cia y del orden aquellas quejas que presentaban y a algunos
síntom as alarm antes.
Pero com o desgraciadam ente, entre nosotros los m á s sen­
cillos asuntos son llevados h asta los extrem os, exagerándolos
de una m an era escan dalosa, y los eternos enem igos del progre­
so no desperdician n in gu n a oportunidad para lograr sus in fa ­
m es proyectos, sugirieron a algunos de sus adeptos aprovechar­
se del descontento de la clase indígena, para dar un carácter
de legalidad a sus m ezquinas pretensiones. Sus esperanzas se
realizaron en parte: algunos pueblos se levantaron contra el
Gobierno, y al grito de Religión y Tierras (risible parodia de R e­
ligión y F u eros) com etieron m il a te n ta d o s. (E lP a ís, 27 de di­
ciembre de 1856, p.3)

Ahí están los “ eternos enemigos del progreso” por


un lado, los indígenas oprimidos por el otro, de cuyo
descontento se supo aprovechar la reacción. El perio­
dista no estaba preparado para formular la autocríti­
ca que el gobernador Parrodi haría el año siguiente y
simplificaba mucho al definir la “ cuestión de los indí­
genas” como uno de “ los más sencillos asuntos” . No
importa. Es demasiado fácil ironizar 125 años después
y corre uno el peligro de perder de vista que la buena
conciencia de los que integraban la sociedad nacional
era esencial a su fe voluntarista de minoría conscien­
te de hacer la historia, de, forjar la nacionalidad.
La dimensión filantrópica que inspira el llamado
de don Santos Degollado a “ mis amigos los indígenas
de Jamay” no es menos importante y no se debe ridicu­
lizar. Es una versión modernizada de la compasión que
tuvieron los juristas y los frailes españoles para los
miserables y desamparados: viudas, huérfanos, desva­
lidos, indios... Por eso encuentro conmovedor, hasta en
sus ilusiones, al jefe político del I cantón, Miguel Con­
treras Medellin, quien aconsejó a los directores de los
departamentos del cantón de La Barca visitar frecuen-

96
teniente los pueblos para vigilar a los indígenas y “ ad-
monestarlos a que vivan sujetos a las leyes, conducién­
dose en dichos pueblos con la mayor dulzura y pruden­
cia a fin de que estos vengan a conocer que tienen un
gobierno verdaderamente paternal” . (AHJ-G-15-857,
GUA/118 febrero de 1857)
De la misma manera que los padres se desilusio­
nan de los hijos, el gobierno se molestó con estos hiji-
tos tercos, ignorantes y rebeldes: los héroes de 1810-
1816, los patriotas insurgentes de Zacoalco y San Pe­
dro Xicán se transforman en “ reaccionarios” , en “ ban­
didos” y, en el mejor de los casos, en irresponsables ma­
nipulados. Se está descubriendo que, como dice Luis
González, el indio bueno es el indio histórico sobre el
cual se puede cimentar la patria; Cuauhtémoc y el Pi­
pila; de ninguna manera el “ indio” contemporáneo en
el cual no puede confiar la sociedad moderna.

Lo que pretenden “los pueblos’n

No es tan evidente como lo pudiera pensar uno, que la


“ cuestión agraria” es inseparable de la “ cuestión de
los indígenas” ¿qué duda cabe? Pero ya se dijo lo que

1. Pueblos de la guerra chapálica (1811-1816): San Pedro Chican. Santa


Cruz. Poncitlán. Santa María la Joya. San Sebastián d élos Granados.
San Miguel. T lachichilco. M ezcala. Santiago. Jocotepec. Tizapán.
R ebelión de 1855-1857:
P u eblos que dieron eon tin g en te in su rgen te: San Pedro Chican. Santia­
go. Poncitlán. Santa Cruz. San Sebastián. M ezcala (?). Atscatlán,
Ahuatlán. Zula. AtotonilquiTlo. Jam ay. Mazamitla. P u eblos a sa lta ­
d o s: Chapala. M ezcala. A.ii.iic. Poncitlán. Santa Cruz. Ocotlán. La Bar­
ca. Tototlán. Jam ay. Zula. Otatlán. Jocotepec. Tuxcueca. Tizapán. Za­
coalco. M azam itla. y las haciendas de G achos. San Andrés. San Fran
cisco. Buena Vista. M ilpilla. Huejotitlán. San Josédel Valle, Ataquiza.
La Labor. P u eblos litigan tes en 1865: A totonilco. A yo el Chico. Ajijic.
Cojum atlán. Chapala. Poncitlán. Santa Cruz de la Soledad. Santa
Cruz el Grande. Santa María y San Pedro Izicán. Santiago y San Juan
de Ocotán. San Sebastián de los Granados. Zapotlán.
Casi todos los pueblos citados figuran en el mapa.

97
había que pensar del uso de la palabra “ indígenas” .
Además no se puede aceptar la ilusión de la unanimi­
dad ¿todos los pueblos unidos, todos los habitantes uni­
dos en cada pueblo, para pelear la “ restitución” de los
terrenos usurpados? “ Restitución” tal es la palabra
clave, prometida a un gran futuro en el siglo XX con el
empeño de los zapatistas. Dejamos el tema de la resti-
tución/devolución para insistir sobre las divisiones
entre los dizque indígenas. Se tocó el tema al dudar de
la validez de las protestas de sumisión y lealtad para
con el presidente Comonfort (interesante personali­
zación del poder: Comonfort como el Rey de antaño).
En un documento, el pueblo de Mezcala recuerda que
está peleado con el de San Pedro (Itzicán, Chicán).
¿Qué pasó? ¿Cuándo se acabó la fraternidad de los
compañeros de la guerra chapálica? El mismo docu­
mento da la lista nominal de los que no tomaron par­
te en la rebelión, gente de Mezcala, de Tecualtitán, de
San Miguel y de los ranchos. (AHJ-g-9-860) Recuerdo
haber encontrado listas semejantes para Mazamitla.
La victoria puede ser una derrota cuando lanza a
los pueblos unos contra otros. Tan pronto como vencie­
ron a la hacienda de Gachos (San Pedro Mártir), destru­
yeron su casco, arrasaron sus cercas y consumieron
sus frutos los de Santiago Totolimixpa, Poncitlán y
Santa Cruz el Grande. Acusaban al hacendado de nun­
ca haberles pagado terrenos que les había comprado
después de 1825. Luego, al día siguiente, todos esos pue­
blos empezaron a disputarse entre sí esos terrenos por
medio de las armas, como límite de sus comunidades.
(Reina, 1980:152)
Pueblos enemistados, pueblos divididos, pueblos
en vías de una modernización que no deja lugar a las
solidaridades tradicionales. Los más adelantados en
este proceso ya no se mueven: vean el caso de Zacoal-
co. De gente de Zacoalco es el único manifiesto que te­
nemos hasta la fecha de la rebelión de 1855-1857; sin
embargo Zacoalco no dio contingente de guerra. Nés-

98
tor Rojas, indio principal del cual no permite el docu­
mento decir si es de Zacoalco o de Tecolotlán, rechazó
la “ invitación que me hace Ud. para levantar a todos
los indígenas de este lugar y sostener con ellos la revo­
lución de los enemigos del pueblo, no me parece ni jus­
ta ni conveniente” . (El País 28 de enero de 1857) La
carta de Néstor Rojas es del 10 de enero. Néstor Rojas
siguió durante años bajo la vigilancia délas autorida­
des que lo molestaron en varias ocasiones; en 1869 fue
acusado de complot con los lozadistas.
Cuando el gobierno anunció una amnistía en la
circular del 24 de enero de 1857, comunidades y parti­
culares presentaron actas de subordinación; así los
indígenas de Jamay manifiestan que “ han venido to­
dos los comuneros luego de haber terminado la revo­
lución y concesión de armisticia y peticiones de los in­
dios al aceptar la amnistía” . Ciertamente no se pre­
sentan cabizbajos; piden, exigen que la amnistía sea
para todos, que la comunidad no pague indemnización,
que no se le presente ninguna demanda de ningún ha­
cendado por daños sufridos durante la revolución y
que se les de posesión de sus terrenos. El mismo día, en
los mismos términos, se presenta la comunidad de Zu­
la. (AHJ-Gob-9-857) Esas comunidades no renuncian
a su lucha ni rebajan sus pretensiones, pero no se pue­
de hablar de una liga, de un frente unido. Cada quién
busca su camino.
Si es cierto que para las fuerzas del orden se tra­
tó de “ una guerra más difícil (que la guerra contra los
ejércitos conservadores) en virtud de que los indios no
presentan acción alguna: es necesario una guerra de
astucias” . (El País, 21 de enero de 1857, p.3) Las divi­
siones entre las comunidades y su egoísmo parroquial
permitió batirlas por separado.
Los pueblos combatientes son los más chicos, los
más tradicionales. Por eso San Pedro Itzicán sigue tan
enardecido; para los chicanes, 1856 no está lejos de

100
1811, mientras que para la gente de Zacoalco hay un
abismo entre las dos fechas.
Imposible ser más preciso, más afirmativo, mien­
tras no tengamos estudios concretos; no se sabe con
seguridad cuántos se levantaron. Se menciona que
1 000 atacaron Zacoalco en febrero de 1857, que 2 000
merodeaban sus alrededores en diciembre. Pero se ig­
nora cuánta gente salió de cuántos pueblos y de cuá­
les pueblos. Una liga de 40 pueblos “ de Jalisco y de los
estados circunvecinos (Guanajuato y Michoacán, creo
yo), escribe el coronel Félix Vega. Pero ¿cuáles a cien­
cia cierta? Estos 2 000 combatientes ¿eran homogé­
neos? ¿todos campesinos? ¿todos comuneros? ¿de los
pueblos? ¿de las rancherías? Tenemos pocas cifras.
¿Cómo creer que de San Pedro Itzicán hayan saltado
500 combatientes, o 300 según otra fuente, si en 1843 el
pueblo no pasaba de 182 moradores?*

*Siguiendo la orden de las N o ticia s g eo g rá fica s y esta d ística s d el departa


m en tó de Jalisco... Junta de Seguridad Pública. Guadalajara. 184.'}. las po
blaciones mención adas tienen:
La Barca 2 900 habitantes
Ocotlán 1 600 ”
Ahuatlán 652 ”
San Luis 293 ”
Santa María 300 ”
S. P. Itzicán 182
Santa Cruz 132
Tototlán 1 341 ”
Teocuitatlán 2 122 ”
Zacoalco 3 818 ”
77
Jam ay 1 666
Otatlán 376 ”
77
Zula 479
Poncitlán 755 ”
Santiago 330 ”
Mezcala 418 ”
San Sebastián 79 ”
Atoyac 2 363 ”
Tizapán el A lta 1 061 ”
Mazamitla •1 100 ”

101
Lo único seguro es que formaron una minoría deci­
dida y violenta que, en ese tiempo, tuvo oportunidad de
escribir la historia. Aprovechar la oportunidad implica
algo de oportunismo. Llama la atención la protesta
repetida de Lugardo Onofre o de su escribano a favor de
la causa liberal, del sistem a federativo, del plan de
Ayutla. ¿Era sincero o trataba de congraciarse a las
autoridades, lavándose tanto de las acusaciones de
fomentar la guerra de castas como de las de trabajar
para los enemigos del gobierno?
Según el periódico oficial, el general aventurero
Blancarte había invitado a los indios levantados a reu­
nirse con él, quien desde Zapopan, sitiaba Guadalaja­
ra. Dichos indios habían mandado su carta al gobier­
no y prometido no unirse con “ ese general cuyo nom­
bre les es odioso” . {El País, 25 de febrero de 1857) Si el
periódico dice la verdad se puede interpretar la conduc­
ta de los rebeldes de diversas maneras. Acaban de su­
frir dos descalabros bastante serios en el llano del Ta-
camo, cerca de Atoyac y luego por el rumbo de Teocui-
tatlán; sabían que el general Parrodi había derrotado
a Osollo el 7 de enero en San Luis Potosí y que no tarda­
ría en llegar a Guadalajara con mucha tropa. No tenía
sentido aliarse con Blancarte; era demasiado tarde.
Lozada manifestaría el mismo oportunismo. Fal­
ta el documento decisivo, pero se rumora mucho que
trabajó con los revolucionarios en 1854-1855 y, más
adelante, son famosos sus cambios de bando.

Lo que se puede sacar de las fechas

El gobierno le echa la culpa a un enemigo omnipresen­


te y algo misterioso; la acusación no se precisará sino
hasta el golpe de Zuloaga, a fines de 1857. Pero olvida
en su azoro que los “ indígenas” se están moviendo en
serio desde 1855 (para no mencionar todos los antece­
dentes que vienen desde 1820). En su alarma cree en­
contrar una explicación en el grito de “ Religión y Tie­

102
rras” . Grito muy bonito. Por cierto, ¿qué seguridad te­
nemos de que se haya gritado alguna vez? No importa,
lo oyó el gobierno y encontró así la clave: la Iglesia de­
samortizada lanza a las comunidades desamortizadas
contra el gobierno, para gusto de los conservadores.
Suena lógico, pero es hacer poco caso del calendario y
olvidar que la desamortización de los pueblos en Jalis­
co se está dando en serio desde fines del siglo XVIII, sin
que se note ninguna operación importante afectando
a las comunidades en 1856. El plan de Zacoalco es del
30 de septiembre y no dice una palabra sobre la ley Ler­
do de 25 de junio...
El enfrentamiento con la Iglesia no hace más que
atizar una lumbre prendida en 1855. Manuel Lozada lo
explica muy bien en su texto de 1867. Elementos exter­
nos a este enfrentamiento, y elementos decisivos son
el peso de la historia y el vacío de poder del momento.
La memoria de los agravios y la memoria del heroísmo
de los antepasados, doble memoria manifestada en el
plan de Zacoalco y San Cristóbal, justifica la lucha,
alienta la esperanza del recurso a las armas. Es inútil
alargarse sobre el vacío de poder. En 1854-1855 la pro­
pagación de la revolución de Ayutla significa el de­
rrumbe del Estado; los pueblos pueden movilizarse, las
sierras se pueblan de guerrillas y de gavillas. Antonio
Rojas y Manuel Lozada son bandidos y guerrilleros.
Antonio Rojas ayudó a Degollado en la región de Sa-
yula. En el verano de 1856, a la crisis política nacional
se añade la crisis política de Jalisco.
Mientras disputan los liberales —y falta poco pa­
ra el enfrentamiento en batalla campal— los pueblos,
ciertamente mal impresionados por el conflicto entre
el obispo Pedro Espinosa y el gobierno, conflicto sobre
el cual sus curas los mantienen informados, los pueblos
llegan a formalizar el levantamiento.

103
¿Y la guerra de castas?
No es justo hablar de guerra de castas; esta palabra
se utilizó en aquel entonces como un argumento ideo­
lógico para combatir al adversario; se usó sin ningún
maquiavelismo, con miedo sincero. En realidad “ gue­
rra de castas” significaba “ anarquismo” , levanta­
miento de la plebe. Prueba negativa de que no se trata­
ba de una verdadera guerra de castas es que no cundió
el pánico, no se buscó la “ unión sagrada” contra los
“ indígenas” . En un manifiesto a los habitantes de Ja­
lisco, Jesús Camarena explicó claramente que era más
importante para el gobierno derrotar al general Blan­
carte que combatir a los rebeldes indígenas. La misma
valoración política explica quizá el silencio notable
de Luis Pérez Verdía en su Historia de Jalisco, sobre
la rebelión indígena del cantón de La Barca; silencio
tanto más notable si se sabe que este ilustre historia­
dor había cantado las hazañas de los mismos indíge­
nas, los levantados de 1811-1816, no rebeldes entonces,
sino patriotas.

¿Por qué juntar a Lugardo Onofre con Manuel Lozada ?

Preguntarlo es como preguntar en qué se justifica unir


la rebelión del cantón de La Barca y la guerra nayari­
ta. El historiador tiene un glorioso padrino: don San­
tos Degollado, quien sospechó la existencia de una se­
mejanza entre las dos rebeliones: indígenas por ambos
lados, exigencia de “ restitución de terrenos usurpa­
dos” , enemigos del progreso moviendo los hilos de los
títeres indígenas, por ambos lados también.
Las diferencias son muchas, es cierto, y por eso es
la última vez que los dos cantones se mueven juntos;
insurgentes en 1810, rebeldes en 1855-1857, sus desti­
nos se separan después. Para los de La Barca el desen­
lace en marzo de 1857, es brutal como un relámpago.
Los pueblos de la Laguna no volverán a moverse. Que-

104
da, eso sí, el recuerdo de sus levantamientos pasados,
como una pesadilla para las autoridades. En 1869 se
ordena investigar las supuestas ramificaciones de una
conspiración urdida desde Tepic por Lozada. No se en­
cuentra nada, desde luego. (G-9-869 JAL/55) En 1873,
cuando Lozada llega a las puertas de Guadalajara, se
manifiesta el temor de que, al caer la ciudad, se reu­
niría enseguida con los indígenas de la laguna de Cha-
pala, para luego levantar a los de Zapotlán el Grande
y marchar sobre México con un ejército de más de 100 000
indígenas... (Meyer, 1969)
Si no volvieron a la rebelión general, tardaron mu­
cho en tranquilizarse definitivamente. El teniente coro­
nel Luis Tenorio, comandante militar de La Barca, qui­
so pedir a los hacendados que no extorsionaran “ por
los intereses que perdieron en la pasada sublevación” .
La comandancia general de Jalisco consultó con la Se­
cretaría de Guerra. El 18 de junio de 1857, el ministro
Terán contestó que “ el Supremo Gobierno no puede evi­
tar las reclamaciones, con perjuicio de tercero, a con­
secuencia de los males que por la guerra de los indios
sufrieron los propietarios. Esperándose tanto de la in­
fluencia de V. E. como de la prudencia délos mismos
propietarios que éstos no den lugar con sus exigencias
a nuevos conflictos” . (AHJ-G-9-857 LAB/3568)
El día primero de septiembre de 1857, el jefe polí­
tico de La Barca, Félix Vega, pidió instrucciones sobre
los terrenos que pertenecían a la hacienda San Andrés,
de Pedro Castellanos, invadidos por los indígenas. El
gobierno le contestó que no le mandaría los 100 hom­
bres de infantería que pedía para desalojar a los inva­
sores; que se había tenido una larga conferencia con
todos y que se les pudo convencer de seguir el camino
legal. El pobre jefe político tuvo que “ dar posesión (al
hacendado) sin aparato de fuerza” . (AHJ Gob-9-857/
Jamay)
En agosto y septiembre de 1857 se informó sobre
reuniones de hombres armados de Santiago; los mis­

105
mos indígenas de Santiago, Santa Cruz y Poncitlán
se quejaron en diciembre de “ persecuciones, perjuicios
y vejaciones que les causan varios vecinos de dichos
pueblos” . (AHJ Gob-857 borradores)
En febrero y marzo de 1858, indígenas de Zacoal­
co, Poncitlán, San Juan de Ocotán y Santiago de Jo-
cotán pidieron comisión de apeo según el decreto del
4 de febrero y “ la devolución de terrenos usurpados por
colindantes” . Félix Vega, jefe político de La Barca, in­
sistió que “ sería muy conveniente tener su atención
ocupada con los asuntos que tienen pendientes ya rela­
cionados, amortiguando con ésto sus sentimientos se­
diciosos que si se desarrollaran podrían traer graves
trascendencias al Estado que tanto necesita hoy de la
paz” . (AHJ Gob-9-858, 6 de marzo) El gobierno con­
testó que, por falta de dinero, no podía nombrar una
comisión de apeo y deslinde para cada pueblo. En ene­
ro y febrero de 1858 se alarmaron las autoridades lo­
cales con la noticia de que Mateo Díaz se encontraba
con 300 indios de San Pedro Itzicán, que Jamay, Zu­
la, Aguatán, Santiaguito y Otatán se levantaban. Na­
da se verificó (AHJ G-9-858) pero se sorprendió a unos
20 hombres de San Miguel, San Sebastián, Santiago
y Ascatlán en una reunión nocturna (AHJ-G-9-858).
Para esta fecha pululaban las gavillas de ladrones y
era muy difícil saber quién era quién. Rumores, rumo­
res: “ Aunque no se han quitado la máscara completa­
mente, los pueblos de indígenas se traman muy formal­
mente y de un día a otro deberá estallar, pues en mi
concepto sólo aguardan tener el apoyo necesario en
alguna de las gavillas de los constitucionalistas” es­
cribirá el 19 de mayo de 1858 Ignacio Rosas, en La Bar­
ca. (AHJ G-858)
Cambian los partidos en el poder, no cambia la si­
tuación.
Si los pueblos renuncian a la lucha armada, su de­
sintegración da auge al bandolerismo o a la guerrilla
concebida como modo de ganarse la vida. Antonio Ro­

106
jas “ el hachero” , tremendo bandolero y gran chinaco,
asegura que no se trata de dos etapas de su vida; sí es
cierto que fue bandolero primero que chinaco, nunca
renunció al saqueo y a las atrocidades. Ni modo, decía
el bueno de Santos Degollado, no podemos prescindir
de su fuerza guerrillera. Antonio Rojas, pues, nació
en el rancho del Buey (Tepatitlán), según nos cuenta
don José Ramírez Flores y, como muchos alteños, se
volvió abajeño y propietario por el rumbo de Techalu-
ta. Se dice que compró bienes desamortizados (el ran­
cho la haciendita de San Diego, de un cura de Colima)
y que esto estimuló su vocación de matacuras. Lo que
nos importa es que en sus hazañas bandoleras y china­
cas arrastró mucha de la gente que quedó flotando des­
pués de la rebelión indígena; hombres jóvenes, sin ho­
gar y sin posibilidad de fundarlo, de Atotonilco a Sa-
yula y de Zacoalco a La Palma engrosaron la tropa de
los hacheros, pintados por Mariano Azuela en Los pre­
cursores. Esta tradición oral, recogida por don José
Ramírez Flores y por Luis González, se confirma con
un documento de 1858. Los vecinos de Tototlán piden
a Santos Degollado que “ las fuerzas de los indígenas
de las inmediaciones incorporadas al ejército federal
no toquen esta población” . (AHJ Gob. 9-858/Toto)
Como lo anotó Andrés Molina Enriquez:

los indios, como soldados, por el sueldo que ganaban, o por el


pillaje que se les permitía mejoraban de condición, y esto f ... 1
dio siempre a todos los elementos directores, a todos los revo­
lucionarios y a todos los jefes de motín, muchedumbres que
los siguieran sin conocer ni discutir las ideas por que comba­
tían. (1906:85)

A los “ indígenas” de La Barca les quedó como úni­


co recurso la lucha legal. Con el imperio de Maximilia­
no volvieron a tomar el camino de los tribunales y de
las oficinas. Faustino Chimalpopoca G. (G por Galicia),
presidente de la Junta Protectora de las Clases Menes­

107
terosas que supo despertar la confianza de los misera­
bles y mendigos, mencionó el 11 d*e agosto de 1866 la
lista de los pueblos que tenían negocios de terrenos
pendientes: San Juan Jocumatlán, Chapala, Santa
Cruz de la Soledad, San Miguel y San Pedro Itzicán,
Santa Cruz la Grande, Jamay, Santiago, Zula, Santia­
go de Ocotán, San Juan de Ocotán, San Sebastián de
los Granados, Ajijic, Poncitlán, Zapotlán del Rey, Ayo,
Atotonilco,...
Para La Barca la guerra había terminado; para
Tepic apenas ésta empezaba e iba para largo. A los de
La Barca se les concedió la amnistía que se les había
negado a los de la Sierra de Alica. Se entiende al go­
bierno; los de Alica eran mucho más peligrosos. El go­
bierno ha de haber sopesado, comparado la debilidad
de los “ indígenas y campesinos” de La Barca y la fuer­
za de los “ indios serranos” del Nayar. Hay una diferen­
cia de ritmo histórico. Los primeros son modernizados,
los segundos siguen bárbaros; después de todo, la pa­
cificación del Gran Nayar es de 1722, nada más. En
1857 se separan los destinos de estas dos “ razas” , pa­
ra hablar como sus contemporáneos.

Es difícil recordar ciertas épocas de la vida, comparables a ji­


rones de sueño en los que un detalle emerge de las profundida­
des indecisas. Esto significa que aún no hemos dominado los
materiales del pasado para descifrar su sentido, en la medida
en que el pasado no es nunca descifrable. (Czeslaw Milosz Otra
Europa Tusquets, Barcelona, 1981, p. 217)

108
Bibliografía

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abril 1982 ponencia a la SSCR conference on peasant
rebellions, New York 41 p.

110
LA DESAMORTIZACION DE
LAS COMUNIDADES EN JALISCO

Es difícil reconstruir la historia económica de la des­


amortización en general y más todavía cuando se tra­
ta de las comunidades indígenas. Hay que trabajar
región a región, pueblo por pueblo para saber cuántos
bienes se vendieron o se adjudicaron, quiénes compra­
ron, cómo pagaron, quiénes vendieron. No estamos
actualmente capacitados para escribir esta historia
para el estado de Jalisco; la información de la cual dis­
ponemos es demasiado fragmentaria y dispersa sobre
casi 70 años (1822-1890). Lo que sabemos del séptimo
cantón, el cantón de Tepic, no justifica una generali­
zación para todo el Estado.
Ya que el tema que trataremos aquí versa precisa­
mente sobre el impaíto de la Ley Lerdo, ley desamor-
tizadora del 25 de junio de 1856, tengo que hacer algu­
nas aclaraciones. Según Knowlton (1978:33), la ley Ler­
do y el artículo 27 de la Constitución de 1857 “ no pa­
recen haber constituido el punto de partida fundamen­
tal para llevar a cabo esas medidas en Jalisco, ni pare­
cen haber marcado un cauce o alcanzado una impor­
tancia especial” . En el caso de Tepic me atrevería a con­
firmar el diagnóstico. (Meyer. 1983:25) Y tenemos para
amparamos al gran Wistano Luis Orozco quien nos
anticipó 70 años en la vía del revisionismo:
E l E stado de Jalisco comenzó a promulgar una serie de dispo­
siciones m á s o m enos m editadas, para poner en ejecución las
leyes de desamortización dictadas por las Cortes Extraordina­
rias, desde el día 7 de diciembre de 1822 hasta fechas recientes.
Es el más importante de sus actos el decreto 121 de su Congre­
so, promulgado el día 17 de abril de 1849.
De este hecho poco estudiado, resultó para Jalisco que el
despojo de las tierras comunales y de indígenas comenzó en
aquella entidad desde hace un siglo (escrito en 1914); por lo que
la proletarización de los campos y de los pueblos se verificó en
aquella región desde una generación antes de la presente...” .
(W.L. Orozco 1975: 181-182)

Breve retrospectiva novohispana

El gran error económico de fraccionar y desamortizar los bie­


nes comunes de los pueblos no surgió con las Leyes de Reforma,
como se ha creído y se ha dicho con frecuencia en folletos y ar­
tículos de periódicos; ese error se abrió paso por primera vez
para nosotros en las Cortes Generales y Extraordinarias de
España que decretaron la Constitución Política de 1812, auro­
ra de los nuevos tiempos para los pueblos hispano-americanos.
(W.L. Orozco, 1975:175)

Es cierto, pero conviene remontar tinos 50 años


más atrás, hasta 1760, cuando se fundó en Madrid la
Contaduría de Propios y Arbitrios, antecedente de la
Contaduría que fundó en México José de Gálvez en
1766-1768.. (Fonseca, V, 243 y 257)
Desde siempre la Corona había limitado las facul­
tades dominicales de los indios, prohibiéndoles que
enajenaran sus tierras sin el consentimiento de las au­
toridades; eso fue con carácter tutelar y con ánimo de
protegerlos como- menores, como miserables, como de­
samparados. Además la lógica de una seriedad esta­
mental confortaba esta política con razones económi­
cas y fiscales. Al Estado le interesaba desde siempre,
especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII,
que el cultivo se intensificase y que el indio tuviera ca­
pacidad económica para pagar el tributo, para llenar
las arcas de la comunidad: la comunidad era sujeto fis­

112
cal, responsable colectivamente, como cualquier co­
munidad campesina de España, Francia o Rusia. En
el siglo XVIII, el crecimiento demográfico, la presión
más fuerte sobre la tierra dio como resultado un alza
de su valor y de la renta y la multiplicación de los plei­
tos también. La comunidad indígena tuvo que litigar
sin descanso, como lo muestra para la Nueva Galicia,
Ramón Serrera en su hermosa Guadalajara Ganadera.
(1977)
La comunidad se cuarteó por presiones externas
e internas cuando la fisiocracia infiltraba el Estado
borbónico. El absolutismo patrimonial, herencia de
los Habsburgo, iba ya en retirada frente al despotismo
ilustrado de los Borbón.
Los fisiócratas abogaban a favor de la desamorti­
zación general de todas las manos muertas; mayoraz­
gos, bienes de la Iglesia, de los ayuntamientos, de los
pueblos y otras comunidades, indígenas o no. Recono­
cían en la desamortización de los bienes de la Iglesia
una dimensión política y diplomática, pero señalaban
que para las otras corporaciones no había obstáculo
en el camino de la legislación real. La fisiocracia ins­
piraba a un Olavide o a un Jovellanos; inspiraba tam­
bién a Revillagigedo, Abad y Queipo, Fray Antonio de
San Miguel o Ruiz de Cabañas. En 1790 el virrey deplo­
ró: “ la agricultura es un ramo estancado en manos
muertas y en pocas manos” . (Hamnett, 1970:58) Abad
y Queipo, en 1799, propuso la división gratuita de las
tierras de comunidades de indígenas y su reparto entre
los de cada pueblo. (Mora, 1963:175-213) Su superior.
Fray Antonio de San Miguel, recomendó en 1804 “ una
ley para dividir las tierras de las comunidades de indí­
genas en dominio y propiedad entre ellos mismos, de­
jando sólo en común los ejidos y montes que los pue­
blos necesitan, a juicio de los intendentes” . (Lemoine,
1964 p: 33-55) En la Nueva Galicia, que nos interesa por
ser matriz del estado de Jalisco, el obispo Juan Cruz
Ruiz de Cabañas escribía en 1805:
... los indios en unos pueblos apenas tienen el terreno corres­
pondiente a su fundo legal y en otros gozan grandes posesio­
nes en común, y acaso sería un estímulo el más eficaz para que
las tierras de uno y otro fuesen útiles a la población y agricul­
tura el que cada indio reconociese su propio terreno con facul­
tad de arrendarlo y enagenarlo, con la de adquirir otros distin­
tos y con la de transmitirlos a sus herederos sin desfalco de las
mejoras y productos que con sus fatigas y sudores le hubiesen
agregado [... ] estos naturales ni cultivan las tierras que gozan
en comunidad ni dan lugar a que otros las fertilicen por el raro
empeño que tienen de no arrendarlas y que es tan difícil desva­
necer como llano y fácil el repartírselas. (Estado material y
formal de la diócesis de Guadalajara en el año 1805, reproduci­
do por Serrera 1977: 419-20)

Cabañas planteó en estas líneas el gran debate


que no es propio al imperio español, sino que atraviesa
toda la historia agraria de occidente, la Revolución
francesa como el siglo XIX ruso. ¿Qué se va a hacer con
la comunidad campesina señalada como uno de los fac­
tores del atraso de la tan fundamental agricultura? Re­
partir sus tierras. Lo que resultó nada llano, nada fá­
cil.
La práctica se adelantó a la teoría. Antes de pa­
sar a la desamortización, la Corona empezó a echar
mano de los bienes de las comunidades. El derecho se
lo permitía quizá, ya que “ los indios de los pueblos en
particular ni en común pueden vender ni enajenar el
todo ni parte de las tierras de su fundo sin los requisi­
tos de la ley, porque no gozan el dominio y propiedad, y
sí el usufructo” . (Serrera 1977:333) Ese texto es de 1791
y lo firma el eficaz intendente de Guadalajara, Jacobo
Ugarte y Loyola, organizador de las propiedades de los
pueblos de indígenas.
El primer “ sablazo” a las cajas de comunidades
ocurrió en 1782 con la fundación del Banco de San Car­
los, verdadera nacionalización, o expropiación vía la
suscripción forzada de acciones. Las comunidades no
podían negarse y las de Nueva España dieron 100 000

114
pesos (Calderón Quijano, 1963). En 1786, pasó lo mis­
mo con la Compañía de Filipinas y en 1793-1794 con el
primer empréstito ligado a la guerra con Francia. Men­
cionamos todavía la real orden del 19 de julio de 1798
“ que se remitiera a España todos los caudales que se
pudieran tomar a Comunidades y particulares” . “ En­
tre 1810 y 1816 se dieron los llamados “ préstamos pa­
trióticos” en forma de confiscaciones a título de prés­
tamos, sin interés, ni garantía, ni promesa de puntual
devolución, que afectaron a particulares y corporacio­
nes; por lo menos me consta en la región de Tepic.
Esta fiscalización y extracción de metálico de las
arcas de comunidades era de hecho una forma de desa­
mortización. Les tocaba a las Cortes de Cádiz dar el
salto teórico y político. En sus tres años las Cortes re­
dactaron numerosos textos sobre los indios y sus tie­
rras comunales y se enfrentaron los puntos de vista en
pro y en contra de manera inteligente. La resistencia a
la desamortización liberal utilizó argumentos válidos,
manifestando así que se sabía a dónde se iba. El dipu­
tado Sr. Huerta, al notar que estos bienes fundaban “ el
gobierno económico y la policía rural de los pueblos”
denunciaba en el remedio el recurso del “ salvaje que
cortaba el árbol por el pie para coger el fruto con más
descanso” . Anticipaba la corrupción, el despilfarro, el
aprovechamiento por unos pocos y la resistencia de los
pueblos, fundándose en la experiencia de las reales cé­
dulas de 1766, 1767, 1768 y 1770. (Tomás y Valiente
1971:55) Así se llegó al decreto final del 4 de enero de
1813 proclamando que los bienes de comunidades se re­
ducirían a propiedad particular.

La legislación en Jalisco hasta 1856

La Ley Lerdo (1856) llega hasta el final del proceso.


Basta consultar los 6 tomos de la Colección de acuer­
dos, órdenes y decretos sobre tierras, casas y solares
de los indígenas, bienes de sus comunidades y fundos

115
legales de los pueblos del Estado de Jalisco (Guadala­
jara, 1849-1882, imprenta del Gobierno citada en ade­
lante: Colección...), para entender que la propiedad
corporativa de las repúblicas pueblerinas había sufri­
do condena definitiva mucho antes de que la Reforma
procediera a su famosa desamortización. Desde luego,
el fenómeno no es jalisciense, ya que según nos lo en­
señó Moisés González Navarro hace cosa de 30 años,
para 1829, se encuentra igualmente en Chiapas, Chi­
huahua, Coahuila, Texas, Michoacán, Nuevo León,
Puebla, Sonora, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas; y, en
un grado menor, en Guanajuato y Oaxaca. En la mayo­
ría de estos Estados se afectaron los terrenos de pro­
pios y los de repartimiento, pero en Puebla, Sonora, Si­
naloa y Zacatecas se afectó todo, hasta el fundo legal.
(Frazer, 1972:623)
Una cronología de los principales decretos, leyes
y reglamentos promulgados por el estado de Jalisco
antes de 1856 da una idea de la abundancia de textos
producidos, así como de su confusión.
Sin volver al siglo XVIII, vemos cómo el Consu­
lado de Guadalajara pidió en 1806 la división de las tie­
rras de comunidades. Las autoridades aplicaron luego
las disposiciones de las Cortes de Cádiz tratando de la
división y privatización de dichas tierras. Francisco
Severo Maldonado y Tadeo Ortiz recomendaban estas
medidas; Maldonado de manera radical, hasta repar­
tir el fundo legal, en nombre de la filantropía y de la
prosperidad pública. (Maldonado, 1821. Ortiz, 1822:
77-81)
La falta de claridad del artículo 5 del decreto de las
Cortes del 9 de noviembre de 1812 y del artículo I del
decreto del 4 de enero de 1813, y la mala voluntad de los
interesados, llevaron a las autoridades locales a mul­
tiplicar las consultas, lo que retrasó la aplicación de las
leyes. Por eso se publicó el 27 de febrero de 1821 una Ins­
trucción para la División de las Tierras en forma de
propiedad privada; el 8 de marzo de 1822 se retomó el

116
reglamento de 1794 y elartículo de las Cortes de 9 de no­
viembre de 1812, pero como el asunto seguía embrolla­
do, la diputación provincial de Guadalajara promul­
gó el 5 de diciembre de 1822 una Instrucción para el
arreglo de los ayuntamientos de su distrito, en el uso
de los terrenos comunes en el fundo legal de cada pue­
blo (Colección... 1:55-57). Nueve de los doce artículos
trataban de la atribución en dominio pleno de las par­
celas ocupadas dentro de la zona fincada (solares); el
artículo I rezaba: “ Ningún indio será perturbado en
la posesión en que esté de sus tierras sean muchas o
pocas, grandes o pequeñas, adquiridas por compra, re­
partimiento, cambio, donación, herencia o otro justo
título, sea que las cultive por sí mismo, las tenga ocio­
sas, ó las haya dado en arrendamiento” . Pero, el artícu­
lo II añadía: “ Todas las demás tierras del común se
arrendarán en hasta pública, rematándose en el mejor
postor” . El legislador distinguía, pues, entre lo que el in­
dio tenía ya en propiedad particular y que conserva­
ría con todo el peso de la ley, y lo que pertenecía a la co­
munidad y que se arrendaría para bien de las finanzas
públicas. La ley no aclaró lo que había que entender, ya
que al decir que los “ productos se entregarán en el fon­
do de propios” no definió si se trataba de la municipa­
lidad o del pueblo, del ayuntamiento de la cabecera o de
la extinguida comunidad de indios.
En la práctica, la ley se aplicó a favor del ayunta­
miento y así se entiende una crítica de 1849 que respon­
sabilizó la instrucción de 1822 de haber “ arrancado de
las manos de los indígenas y agregado a los ayunta­
mientos los terrenos que poseían en comunidad” . (El
Conservador Federal, 3 de mayo 1849)
El primer Congreso Constitucional del Estado de
Jalisco votó el 12 de febrero de 1825 el decreto No. 2 que
estaba destinado a servir siempre de referencia y no
fue nunca abrogado. En su artículo 1Qdecía: “ A los an­
tes llamados indios se declaran propietarios de las tie­
rras, casas y solares que poseen actualmente en lo par­

117
ticular sin contradicción en los fundos legales de los
pueblos ó fuera de ellos” . (Pérez Lete, 1877: tomo 1,460-
2) La instrucción reglamentaria, sin embargo, men­
cionó solamente los bienes dentro del fundo legal, y
el modelo de certificado de propiedad observó la mis­
ma limitación. ¿Olvido? No es la única ambigüedad
(Pérez Lete, tomo I: 463-465) de un texto que evita cui­
dadosamente mencionar las extinguidas comunida­
des. ¿Quiénes son los antes llamados indios? ¿Todos
los habitantes del pueblo a la hora del decreto? ¿Cómo
saber quién es indio (antes llamado)? ¿Cuál es la pro­
porción de bienes ya privatizados, únicos amparados
por la ley, y cuál la de bienes en uso común? Estas tres
incógnitas eran muy graves y la ambigüedad de la ley
se prestaba a toda clase de malversaciones.
Teóricamente no había problema para las propie­
dades privadas dentro del fundo legal. Todo lo demás
era problema. ¿Qué pasaría con los bienes administra­
dos por la dizque inexistente comunidad? Fuera del
fundo legal, los pueblos tenían tierras adquiridas por
mercedes o composiciones o habían comprado pocos o
muchos terrenos; sin hablar de la difícil distinción en­
tre bienes de comunidades y cofradías. Estos bienes
que podían ser de consideración y que eran de una im­
portancia vital para los pueblerinos caían bajo el peso
del decreto, por lo cual se debían arrendar, en provecho
de quién sabe quién (de los ayuntamientos, principal­
mente).
Así pasó en el pueblo de Jalisco, en 1825, al apli­
carse enseguida el decreto no. 2. El cura escribió al obis­
po para señalar los graves inconvenientes de la medida
tomada por el ayuntamiento de rentar por cinco años
un terreno llamado Cofradías y otro el Monte: “ Entien­
do ese desagrado general del pueblo por que el cerro es
el único pan con que se sustentan estos mis feligreses,
trabajando sus maderas, de las que seguramente serán
privados por los arrendatarios” . (28 de octubre de 1825,
Mitra de Guadalajara) El documento presenta doble

118
interés, ya que señala, al mismo tiempo, cómo pudo
desarrollarse el conflicto entre la Iglesia y el Estado,
sobre esta base local de pleitos agrarios en los cuales
los curas intervienen como portavoces y promotores de
la causa de los pueblos.
Entre 1828 y 1832 una serie de decretos completó
esta ley fundamental. El decreto 151 del 29 de septiem­
bre de 1828 ordenó la creación de comisiones encarga­
das del reparto; el decreto 189 del 16 de marzo de 1829
contestó mal que bien a la duda sobre quiénes eran los
indios: los que ñguraban sobre la última matrícula del
tributo, y sus hijos. Había que apoyarse en la burocra­
cia imperial española, pues que el México independien­
te había abandonado las referencias étnicas. Para eso
faltaba dar con las matrículas.
Los decretos 280, 381 y 420 de 27 de febrero 1830,
21 de marzo 1831 y 22 de febrero 1832 extendieron el re­
parto, afectando progresivamente todas las categorías
de bienes. Tratando de reparar, algo tarde, el daño cau­
sado por la instrucción de 1822, el legislador señaló que
los fondos producidos por el arrendamiento de los bie­
nes de las ex-comunidades debían repartirse entre las
familias de los antes llamados indios.
La revolución nacional de 1833 llevó al poder a los
liberales radicales tanto en México como en la provin­
cia. En Jalisco, el decreto 481 del 26 de marzo de 1833
proclamó que “ los ayuntamientos constitucionales
desde el día de su instalación sucedieron a las extingui­
das comunidades de indígenas en todas las propieda­
des que a estas pertenecían por cualquier título, menos
en aquellas que se redujeron a dominio particular por
las leyes 2,151, 288, 381 y 420” . (Colección... V:459) El
radicalismo tenía prisa: todo terminaría antes del 31
de diciembre de 1834; los propietarios recibirían sus
títulos y los ayuntamientos incorporarían a sus fondos
las tierras y fincas que les tocaban.
En 1834 los radicales perdieron la partida y, en Ja­
lisco, el decreto 564 suspendió sine die, la aplicación

119
de todas las leyes de reparto. Quien solicitó tal medi­
da fue el hombre fuerte del sur del Estado, Gordiano
Guzmán, preocupado por la agitación de su clientela;
en este caso concreto, tomaba la defensa de los indios
de Mazamitla. (Colección... I:VIII)
Así terminó la primera etapa de esta historia le­
gislativa. De 1812 a 1832, la privatización se extendió
en forma paulatina a todas las propiedades de las co­
munidades; en 1833 el legislador quiso acabar de una
vez; en 1834 el realismo impetró una suspensión del
reparto para evitar graves problemas. Luego se estan­
có el asunto hasta 1847, fecha en la cual se restauró la
Federación. El Congreso de Jalisco declaró entonces,
el 31 de mayo, la vigencia de todas las leyes sobre el te­
ma. (Colección, I:XI)
Tal suspensión de 13 años no arregló las cosas y
la situación se volvió muy embrollada según lo mani­
festaba esta contestación de las autoridades superio­
res:

(julio 18, 1840) por las leyes m encionadas no pudo dicho Señor
Prefecto disponer que se repartiesen a los indígenas de los cita­
dos pueblos (A yu tla y Cuautla) los terrenos que poseían en co­
mún, pues que el decreto 564 previno se suspendiese la ejecu­
ción de las leyes anteriores sobre repartimiento a los indíge­
nas; tam poco es de autorizarse que estando extinguidas las co­
m unidades sigan los que se titulaban principales haciendo re­
partos de solares y terrenos como les parezca, o que los m ism os
indígenas se los tom en puesto que m ientras no se dicte la medi­
da legislativa que corresponda, deben reconocer á los fondos
de propios respectivos como disem inados a beneficio del co­
mún. | ... ] el ramo de tierras entre indígenas siempre ha dado
materia entre ellos para consum ar disenciones y desórdenes y
por con sigu ien te es m uy peligroso disponer n u evos reparti­
m ien tos entre ellos \ ... 1 pues que ellos quieren con tin u ar y
gobernarse en comunidad y legalm ente están extinguidas las
comunidades y m atrículas... (Pérez Lete, V III:47-48)

Una segunda etapa empezó el 3 de mayo de 1847

120
con el decreto 39, seguido del 51 y del 69. Dichos textos
ordenaban reanudar el reparto entre los indígenas de
todas las tierras y de todos los montes. Enseguida se
propagó la inquietud: en noviembre de 1847, en el Can­
tón de Autlán, se levantaron los indígenas de El Tuito
(El Republicano Jalisciense tomo I, 12, 16, 19 de no­
viembre 1847).
H a llegado a noticia del Em o. Sr. Gobernador que en varias
poblaciones del Estado se ha turbado la buena inteligencia y
harm onía de los vecinos con los indígenas y que unos como
otros m olestan a los ayuntam ientos [ ... ] que el motivo es, por
parte de los indígenas la pretensión de que se les entregue pa­
ra repartirse, aquellos terrenos que antes h abían sido legal­
mente arrendados por los ayuntam ientos; y como los arrenda­
tarios se oponen, resulta que reclam an a diches ayuntam ien­
tos el cum plimiento de su contrato [... ] el Sr. Gobernador reco­
m ienda mucho a V S la exacta observancia de las leyes de re­
parto, para que no se convierta en daño de los interesados, lo
que debe ser en su beneficio, ni sirva de pretesto para que se
turbe la atranquilidad pública. Sobre este punto quiere SE que
siempre que las reuniones que acostumbran hacer los indíge­
nas, con el objeto de tratar sus negocios, sean pacíficas, no se
les impide, pues que deben ser considerados, en lo posible, aten­
didos su estado m iserable y los hábitos propios de su educación
m ás si tom aren un carácter alarm ante, las autoridades cuida­
rán de estorbar que alteren el orden público. E sa gefatura, con
su acreditada prudencia, sabrá conciliar los extremos. (El R e­
publicano Jalisciense tom o II, no. 75, p. I, 25 de abril de 1848)

La movilización de los indígenas, “ las pretensio­


nes exageradas de algunos indígenas ignorantes” , la
fuerte oposición de todos los que se sintieron amenaza­
dos por estas, llevaron a una nueva suspensión de las
operaciones, (decreto 90 del 25 de abril de 1848) hasta
los decretos decisivos de 1849: el 114 y el 121.
La Comisión permanente sobre terrenos de indí­
genas decidió terminar rápidamente y de una vez con
tan enojoso asunto y publicó su dictamen en el perió­
dico oficial (Armonía Social del 2 de febrero de 1849,

121
tomo I no. 10) El Congreso la siguió y publicó el decreto
121 del 17 de abril de 1849 que refundía todas las leyes
anteriores. :
El artículo 1Qdecía: “ Las fincas rústicas y urbanas
compradas por los indígenas, y las adquiridas por cual­
quier justo y legítimo título, que hasta el día se conoz­
can con el nombre de comunidades, son propiedad de
ellos desde el 29 de septiembre de 1828 que se publicó
el decreto 151 y demás concordan tes” . (Pérez Lete, XI:
299 a 311) El artículo 3 estipulaba que “ los indígenas
son, en consecuencia, partes legítimas para reclamar­
las a fin de que se les apliquen y dividan respectiva­
mente en los términos que dispone la presente ley” . Tal
decreto, en 36 artículos, con su reglamentación en 20
artículos pretendió resolver todos los problemas para
que todo terminara ¡antes que pasara el año!
Más claro que los textos anteriores, netamente
favorables a los indígenas, conservaba cierta ambigüe­
dad. Preveía la repartición de todos los terrenos de co­
munidad, menos las calles, plazas, cementerios, las tie­
rras de particulares, iglesias, hospitales y cofradías,
menos los fundos legales de los pueblos (art. 26). Pare­
ce sencillo. Ahora bien, el artículo 29 afirmó que “ los
ayuntamientos [... ] sucedieron a las extinguidas comu­
nidades de indígenas en todas las propiedades que a és­
tas pertenecen por cualquier título, menos en aquellas
que se redujeron á dominio particular por los decretos 2
y demás relativos; y en las que se mandan distribuir
por el presente” . Y el artículo 30 de proseguir: “ los
ayuntamientos solicitarán que á la mayor posible bre­
vedad entren á sus fondos las tierras y fincas que has­
ta ahora estuvieron fuera de ellos y que les correspon­
den en consecuencia del artículo anterior” . Se retoma­
ba así las disposiciones de 1833.
Las oscuridades del decreto 121 y de su reglamen­
tación no podían facilitar su aplicación. El lenguaje
utilizado pecaba por falta de precisión, puesto que se
utilizaba indiferentemente las palabras “ división” ,

122
“ repartimiento” , “ partición” , “ distribución” . La de­
finición de los beneficiarios se debía hacer a partir de
la última matrícula de tributos, como siempre, pero me­
dio siglo después de dicho censo. Levantar la lista de
los beneficiarios le tocaba a una comisión de cinco per­
sonas, electas por la comunidad. Tal comisión se for­
maría con gente de la comunidad o fuera de la comuni­
dad. Cobraría 10 reales por fanega de sembradura (3.56
hectáreas), o sea a destajo. Los interesados tendrían
que pagar también a los agrimensores, los escribanos,
el papel, el papel sellado, lo que representaba gastos
fuertes. Y todo terminaría ¡antes del 31 de diciembre
de 1849! Olvidemos los problemas jurídicos, sociales
o políticos; ¿dónde encontrar tantos agrimensores pa­
ra los cientos de pueblos y los millares de parcelas?
¡Cuántos conflictos en perspectiva! Distinguir entre
los terrenos de las extinguidas comunidades, los de los
ayuntamientos, de los particulares; encontrar los lími­
tes conflictivos entre comunidades, entre comunidades
y particulares; eso antes de medir y repartir los bienes
de comunidad en tantas suertc3 cuantas sean las fami­
lias que resulten del padrón... Se soñaba con “ estable­
cer la confianza entre los propietarios para que puedan
mejorar sus tierras, quitar las confusiones de linderos
que ahora existan, así como impedir los pleitos en lo fu­
turo” . (artículo tercero del decreto 122 del 17 de abril
de 1849) (Pérez Lete XI: 310) ¡Benditas ilusiones!
La realidad resultó más fuerte que la voluntad po­
lítica: el 22 de noviembre se prorrogó el plazo para cum­
plir, y otra vez el 4 de abril de 1850, el 23 de septiembre
del mismo año y el 2 de diciembre. Al gobierno le urgía
acabar “ para que cese esa pugna que se advierte en al­
gunos pueblos entre los indígenas y los ayuntamientos
y entre aquellos y otros individuos” . (Pérez Lete, X: 165,
23 de septiembre de 1850) Se multiplicaron las inva­
siones de terrenos a tal grado que los hacendados reci­
bieron el derecho de armarse por decreto del 26 del no­
viembre de 1850. (Pérez Lete, XL421) El desarrollo pa-
t C. ->

123
ralelo al bandolerismo pudo estar ligado a esta inquie­
tud.
El 10 de junio de 1851 no le quedó al gobernador
Joaquín Angulo más que conceder un nuevo plazo de 6
meses, que se prorrogaría el 6 de mayo de 1852. Mien­
tras tanto crecía el alud de textos legislativos y regla­
mentarios. En 1853 se volvió al centralismo. ¿Qué ha­
cer? Las autoridades locales consultaron a las de Mé­
xico para saber qué tan válida seguía la legislación ja­
lisciense sobre repartimiento. El Consejo del Estado
contestó el 3 de diciembre a la consulta del 20 de octu­
bre de 1853: “ Cuando se proyectó en el departamento
de Jalisco repartir a los indígenas las tierras de comu­
nidad se trató de hacerles un beneficio libertándoles
de cierta especie de tutela a que estaban sujetos. Pero
la experiencia ha enseñado que esta medida ha produ­
cido resultados enteramente contrarios y que los indí­
genas ni gozaban los provechos de los bienes de comu­
nidad ni lograban la propiedad particular de los mis­
mos bienes que han ido desapareciendo pasando a ma­
nos codiciosas y rapaces.
Sería imposible hacer una variación respecto de
las enajenaciones que se hayan hecho hasta el día y
esto es cosa que ya no tiene remedio, pues por el con­
trario, sería peor el mal que se hiciera queriendo des­
truir lo practicado. Mas por el contrario, si se dejara
correr las cosas por el camino que señala el Departa­
mento de Jalisco, no se haría más que continuar el de­
sorden que tan claramente demuestra aquel Gobierno.
Puede adoptarse un medio prudente y es el que la sec­
ción propone a continuación.
1 Se deroga el decreto dado en Jalisco en 17 de abril de
849.
2 Los actos practicados y consumados legalmente
hasta la fecha en vista del referido decreto quedarán
subsistentes.
Sala de Sesiones del Consejo de Estado” . (AGN-
G-leg. 1283).

124
El gobierno central no tomó en cuenta la proposi­
ción del Consejo, puesto que el 30 de enero de 854 dio
la orden al Departamento de Jalisco de que “ se siga el
reparto sin abuso” . Luego, en los últimos meses de su
último gobierno, Santa Anna cambió radicalmente de
política y ordenó restituir a los pueblos, villas y ciu­
dades las tierras “ usurpadas” (31 de julio 854), a la vez
que suspender el repartimiento (30 de agosto). Desde el
mes de marzo tronaba la revolución de Ayutla y antes
de que pasara un año Santa Anna se habría despedido
de la Nación.
El vacío de poder que acompañó la guerra civil y
una transición de 6 meses confusos, hasta fines de 1855,
explican el desarrollo de la inquietud, después de fre­
cuentes motines y de verdaderos levantamientos en el
Occidente, todos ligados al repartimiento de los bie­
nes de comunidades, entonces posibles por la situa­
ción política nacional.
De 1822 hasta 1853, la legislación jalisciense no
volvió a poner en duda un punto definitivamente afir­
mado, a saber: que las comunidades de los antes llama­
dos indios habían sido extinguidas. La teoría que pre­
valeció fue que no hay más castas sino ciudadanos con
derechos cívicos y con derecho a la propiedad particu­
lar. Los problemas empezaron cuando se trató de defi­
nir los bienes de las ex-comunidades y las personas que
se beneficiarían de su privatización. ¿Qué recibirían?
¿Todo? No, puesto que desde un principio se proclamó
que los ayuntamientos heredaban de las comunidades.
¿Todo? No, puesto que los arrendatarios que habían
pasado contrato con los dichos ayuntamientos mere­
cían el respeto a sus derechos. Los indígenas o los que
se hacían pasar por tales entraron forzosamente en
competencia con los ayuntamientos, con los arrenda­
tarios, con los indígenas de las comunidades vecinas,
o de la misma comunidad dividida en facciones.
“ A río revuelto, ganancia de pescadores” . Los lla­
mados por Andrés Lira “ picapleitos” tuvieron mucho

125
trabajo. Cuando el Estado manifestaba su fuerza, abo­
gados, notarios y jueces vieron formarse las colas, con
la ayuda de “ coyotes” y “ huizacheros” ; cuando el Es­
tado aflojó su control, se volvió a la práctica tradicio­
nal de la invasión, del tumulto, de la guerrilla. En am­
bos casos, los indígenas trabajaban para mayor pro­
vecho de los leguleyos y de los políticos.

La Reforma, al final

La revolución liberal triunfante vino a terminar con


las dudas. La ley Lerdo decidió en contra de las extin­
guidas y bien vivas comunidades. Amalgama realiza­
da entre corporaciones civiles y eclesiásticas, la coin­
cidencia temporal entre el problema agrario indígena
y el conflicto entre el Estado y la Iglesia engendraron
en Jalisco levantamientos al grito de ¡“ Religión y Tie­
rras” ! En un trabajo de reciente publicación, titulado
“ La rebelión indígena de 1855-1857 en Jalisco” se es­
tudian los movimientos de los cantones de Tepic, La
Barca y Zacoalco. Es inútil repetirlo. Le convenía a
los conservadores, quienes por otro lado no estaban
descontentos por la desamortización de los bienes de
la Iglesia y no se interesaban en la defensa de las co­
munidades indígenas.
La legislación federal confirmó así lo que el Esta­
do de Jalisco hacía, como otros muchos, desde la Inde­
pendencia. El artículo 27 de la Constitución de 1857
incorporó la ley de 1856 y la completó al afectar igual­
mente los “ ejidos” . España desamortizó en forma gene­
ral en 1855, México en 1856. Jovellanos y Abad y Quei­
po triunfaban.
Jalisco nunca conoció las dudas de los padres fun­
dadores del estado de México quienes, en 1824, pospu­
sieron la distribución en propiedad de las tierras de
munidades. (Molina Enriquez 1979:125) Jalisco vivía
una situación diferente; su población no era indígena
en forma mayoritaria y la aculturación de las comuni­

126
dades indígenas, para no decir su desintegración, es­
taba adelantada. Por eso se pudo plantear el principio
del repartimiento. El usufructo sin división, cuando se
concedió en forma transitoria, se denunciaba como
una barbaridad social, contraria a la propiedad pri­
vada, garantía de la integración al cuerpo social: to­
dos ciudadanos, ergo todos propietarios. El indio se
define como miembro de la comunidad, la comunidad
no existe sin la tierra. Haremos propietarios a los in­
dios y se volverán ciudadanos.
En Francia, la Convención montañesa no se atre­
vió a ir tan lejos. El 10 de junio de 1793, si bien decidió
el repartimiento de los bienes comunales como princi­
pio deseable, lo dejó como algo facultativo (y no obli­
gatorio como en Jalisco); las comunas podían escoger
entre varias posibilidades: arrendar, vender o usufruc­
tuar en común. No hay posibilidad de escoger en Ja­
lisco en 1822 y en todo México en 1856. Parece que en
Francia se llegó a un compromiso entre las dos concep­
ciones de la propiedad, mientras que en México, pre­
cisamente en Jalisco, las comunidades no pudieron ha­
cerse escuchar. La diferencia entre los dos países está
en el elemento étnico.
En la agricultura tradicional había que mantener
el marco comunitario para garantizar la producción, la
autonomía de los cofrades, la única posibilidad de in­
versión colectiva por parte de los pueblos. No era des­
preciable: piensen nomás en el estado de los caminos
o en el carácter primordial de las obras de irrigación,
por pequeñas que fuesen. Bosques y pastos no podían
resistir un repartimiento y, de hecho, el reparto lle­
vó a este fatal resultado, la destrucción rapidísima de
los montes comunales. El bosque dividido en parcelas
no podía producir sino después de su aniquilamiento.
(Molina Enriquez, 1979:129)
Sobre el tema de la deforestación como consecuen­
cia de la división de los bienes de comunidades, tengo
datos para Jalisco; además es un tema hermoso de his­

127
toria comparativa. El reparto tuvo los mismos efectos
sobre el bosque eñ Francia, en Rusia y en México, para
no hablar de Argelia, Marruecos y Túnez.*

Realidad de la desamortización en Jalisco

Este punto es más difícil de tratar. Hay pocos estudios


sobre la aplicación de la ley de 1856, y menos sobre la
de las leyes anteriores. Sondeos manifiestan que hay
grandes diferencias regionales en el país y en el mismo
estado de Jalisco. Acá terminaron el reparto en 1828
(por lo menos, eso dijeron); allá no lo terminaron pa­
ra... 1983. La desamortización de los bienes eclesiás­
ticos en 1856, su nacionalización en 1859, la de los bie­
nes municipales en 1856 lanzaron al mercado grandes
cantidades de bienes, de tal manera que las comunida­
des, menos ricas, marginadas, cayeron en el olvido des­
pués del impacto inicial del verano de 1856. Luego su
rebelión, su participación en la guerra de diez años
(1857-1867) llevaron a la suspensión del reparto. El in­
digenismo agrarista de Maximiliano puso las bases de
una lucha jurídica y burocrática, canalización de la
violencia que volvía a unir la cadena de los tiempos.
Por un lado estaba en la continuidad colonial de las Le­
yes de Indias; por el otro anunciaba la burocracia re­
volucionaria de la Reforma Agraria del siglo XX. El ge­
neral Díaz supo tranquilizar las comunidades, escu­
char sus quejas, ayudarlas en sus pleitos. No es ningu­
na casualidad si desde los años 860s existe en el Archi­
vo General de la Nación un fondo de Buscas, dedicado
a la búsqueda de los títulos de propiedad solicitados
por comunidades sin existencia legal...
En cuanto a la desamortización antes de 1856, no

* Para la Revolución francesa, ver Rougier de la Bergerie M é m o ire s et ob se r ­


v a tio n s sur les a b u s d es d é fr ie h e m e n ts Auxerre, an XI. Para Rusia, M i­
chael Confino S y s te m e s agraires et p ro gres agricole; l ’a sso le m en t triennal
en R u ssie aux X V I I I et X I X siecles Mouton, la Haye 1969.

128
me atrevo a presentar ninguna afirmación. Dispongo
de datos aislados que me llegaron y me siguen llegan­
do en forma dispersa, por ser de fuentes muy diversas.
El enriquecimiento permanente del Archivo Histórico
del Estado de Jalisco prohibe dar por terminada la in­
vestigación, aunque se haya prolongado demasiado.
Presentaré algunos casos y nada más.
Los informes más ricos y sistemáticos son los de
los años 1848-1849, lo que suena lógico.
Para esta fecha la situación en el cantón de Tepic
es la siguiente: la desamortización empezó en los pri­
meros años del siglo XIX y el decreto número 2 se aplicó
en seguida, si bien no de manera uniforme. Consta que
en diciembre de 1825, el ayuntamiento de Tepic expe­
día títulos de propiedad a los indígenas de la ciudad
y del pueblo de San Andrés.
En 1842 los indígenas de Cuyapan y de Huajimic
solicitaron se les extendieran títulos de los terrenos que
“ les fueron repartidos en virtud de los decretos rela­
tivos de la legislatura de Jalisco” . (Pérez lete, VIII:330)
El 7 de octubre de 1842 el ayuntamiento de Tepic infor­
mó al Prefecto de la situación del reparto en el Distrito
(cantón) de Tepic. (Colección... 1:329-343) “ Por lo que
respecta al mismo distrito de la municipalidad tam­
poco hubo inconveniente en el reparto de tierras y so­
lares de propiedad particular [... ] y sólo quedaron sin
expedirse una gran porción de títulos en los pueblos de
San Luis y Pochotitán, que entonces pertenecían a esta
m unicipalidad, por falta de tiempo o porque los inte­
resados no ocurrieron oportunamente a reclamarlos
[...]. En los pueblos de San Luis Pochotitán, que dejaron
a esta municipalidad desde el año de 36 o 37, existen
terrenos adquiridos en comunidad y que, en concepto
de esta corporación, no se redujeron a dominio parti­
cular, como lo prevenía el decreto 151, sin que pueda
dar razón de los motivos [...].
En el pueblo de Jalisco se cumplió el reparto, con

129
excepción de algunos terrenos que estaban en litigio
con las haciendas circunvecinas.
En la villa de Ahuacatlán y pueblos de Soyatlán
y Camotlán los terrenos de los fundos fueron reparti­
dos con anterioridad a la publicación del decreto 2. Sin
embargo cierto número de títulos quedaban pendientes
en fin del año de 1834 (unos 60 seguían pendientes en
1842).
En Ixtlán sólo se han conocido los terrenos afec­
tados por el decreto 2 y se han dado los títulos de pro­
piedad, y si algunos no los han logrado, es por omisión
suya” .
En San Pedro Lagunillas “ no existe a la vez te­
rreno alguno de los conocidos por de comunidad, pues
todos los terrenos y solares estaban ya repartidos en
poder de los indígenas a cuyo favor se expidieron los
títulos de legítima propiedad” . Santa María del Oro
estaba en la misma situación, mientras que en Jala “ al­
gunos tienen los títulos y otros no tienen nada por mo­
tivo a la morosidad que dichos indígenas tuvieron en
aquel tiempo, por la insolvencia en que se hallaban
que ni para papel tenía, por falta de cumplimiento de
las comisiones nombradas [... ] otros por que andaban
ausentes, otros porque no se ha hecho el reparto gene­
ral de que habla la circular de 1822 y por último porque
el mismo gobierno suspendió el que se diesen títulos
el año de 1834, con que hasta la fecha está suspenso...” .
En 1848 el Gobierno del cantón dio “ Noticia sobre
lo practicado en el reparto de terrenos ordenado por
el decreto 39 del H. Congreso” . Confirmó que en San­
ta María del Oro no había más tierras repartibles; pre­
cisó que en Ahuacatlán 144 individuos habían recibido
sus títulos entre 1826 y 1847; que en Ixtlán habían si­
do 327 entre 1826 y 1831 y en Jala, 1 200 entre 1826 y
1847. En Amatlán de Jora y en Garabatos no había te­
rrenos repartibles, mientras que en el departamento
de Acaponeta no se había repartido nada “ por pedir
los indígenas agraciados no se haga reparto de terre­

130
nos y estar pendiente este pedido en el supremo gobier­
no” . (.El Republicano Jalisciense tomo II, n. 66,24 mar­
zo 1848, p. 1)
Sin duda las cosas no eran tan sencillas. “ Me cons­
ta, —escribe el jefe político, Ignacio Gil Robles, el 24 de
enero de 1848—, me consta que he presentado en todos
los pueblos de indígenas tantas dificultades, dudas y
cuestiones, que hasta ahora no sé que se haya cumpli­
do en ninguna con las leyes de reparto de tierras. En
unos pueblos, como en el de Jalisco, desde las fechas de
los decretos 2 y 151 se repartieron las tierras de comu­
nidad y se dieron los respectivos títulos, tanto por es­
tas, como por las que poseían los indios en particular:
los agraciados enajenaron sus propiedades y han pa­
sado por 3 o más poseedores con la confusión que es de
presumirse; y ahora los indígenas vuelven a pretender
tierras, suscitando diferentes cuestiones a los actuales
poseedores.
En otros pueblos, como el de Huainamota, se hi­
cieron los repartos, hubo enajenaciones, y con la estin-
ción de su ayuntamiento se estraviaron los protocolos
y los libros de los títulos, y esta circunstancia, apro­
vechada por algunos de siniestras intenciones, ha sus­
citado también diferentes altercados.
En otros, como Zapotanito, ni entonces ni ahora
hay tierras de comunidad que repartir, pero los indí­
genas aspiran a que se les den las del fundo legal, o las
de los hacendados colindantes, quejándose de despo­
jados. En otros en fin, como en los pueblos de Jesús Ma­
ría y otros circunvecinos, creen que el reparto les es
muy perjudicial y asi lo han representado ante este
Sup. Gobierno. De tantas pretenciones, obscurecida la
legalidad de ellas en su mayor parte por la malicia y
por el tiempo transcurrido, resulta una confusión, que
con razón ha dado tanto quehacer a este S. Gobierno y
dará todavía en lo sucesivo” . (El Republicano Jalis­
ciense, II n. 67, 28 marzo 1848, p. I)
En Jesús María y en San Luis la situación era bas­

131
tante tensa. En Jesús María los muñí cipes nombrados
en 1847 “ entraron luego en diferencias con algunos
indios de espíritu inquieto, y se formó una oposición
entre unos y otros” . Se mandó al director de Sentispac
a tratar el problema y se pudo reportar en 1849: “ desa­
parecen en su totalidad todas las desavenencias que
hasta hoy haya habidos” . (El Republicano Jaliscien­
se, n. 73 del 18 de abril de 1848 y la Armonía Social, to­
mo I, n. 6, del 19 de enero de 1849) Sin embargo Jesús
María se levantaría en 1853-1854 y durante muchos
años sería baluarte lozadeño.

E n el pueblo de San Luis, inm ediato a esta ciudad (de Tepic)


y afam ado por la abundancia de m alhechores y continuos ro­
bos que allí abrigan, se han tom ado serias disposiciones. U n a
de ellas ha sido calificar a varios de los indígenas de indicia­
dos de ladrones, contando para su aprehensión con la ayuda
del comisario y de otros 4 6 5 que solo se conocen allí como h om ­
bres de bien: esto les h a atraido la anim adversión de 20 o 30
indios los m ás extraviados, llegando h asta el caso de reunir­
se y am a ga r al com isario y a esos pocos hom bres de bien... (El
Republicano... II, n. 73 del 18 de abril de 1848, p. 10. (Manuel
Lozada era de San Luis)

En 1850-1851, en Huaynamota se dio por termi­


nado el reparto entre los 38 individuos de que se com­
ponía la comunidad. (Archivo Ayuntamiento de Tepic.
lib ro que contiene los títulos de las tierras repartidas
a los 38... 1951) En Acaponeta la comisión repartidora
no sabía qué hacer, ya que “no hay indígenas que ten­
gan constancia de estar inscritos en la matrícula” . (Co­
lección... 11:214)
En el vecino cantón de Colotlán el reparto estaba
muy adelantado. “ Desde antes de la independencia
fueron repartidos los egidos de Colotlán entre los indí­
genas, y a tiempo de expedirse el decreto 2 (1825) eran
poseedores en lo particular de tales terrenos” . (Colec­
ción... 1:131-133) El reparto provocó un tumulto en la

132
noche del primero de noviembre de 1825, cuando 30 na­
turales del pueblo de San Andrés del Teúl acometieron
tumultuosamente al alcalde y a otros munícipes, echán­
dose sobre los 500 pesos de las arcas municipales, pro­
ducidos de arriendo de tierras del fundo legal, “ que
ellos han deseado poseer por una repartición igual a
la que en otro pueblo se hizo por orden de la extingui­
da diputación provincial y en este se omitió” . Así lo
cuenta Prisciliano Sánchez en su memoria de Gobier­
no de 1825. (pp. 5-6)

Sin embargo, el 6 de marzo de 1847, unos 18 indí­


genas de Colotlán afirmaron que “ no pudimos conse­
guir, no solo que se hiciese el reparto, pero ni aun siquie­
ra que se llegase a pensar en ello [... 1El ayuntamiento
de esta ciudad retiene nuestras tierras compradas en
1713” . (Colección... 11:353-355) Esta petición inspiró
al gobierno el decreto 39 y la aceleración del reparto
que se dio por concluido en 1851. (Colección... 11:227)
En 1848, el jefe político rindió informe de los terrenos
de comunidad repartidos y proindivisos. Sólo Mezqui-
tic había terminado el reparto entre 560 personas (de
1828 a 1835). En otros lugares se había avanzado muy
poco, por la confusión de los linderos y la falta de dine­
ro para pagar reconocimiento, medida y partición. El
informe cubre Mezquitic, San Andrés, Huejuquilla
(otro pueblo levantisco), Colotlán (con 262 títulos ex­
pedidos entre 1825 y 1836), Nueva Tlaxcala, San Mar­
tín de Bolaños, Chimaltitán, Bolaños, Totatiche, San­
ta María, Huejúcar, Tlalcosahua, y Mamatla. Dio ade­
más noticias de los terrenos que faltaban por repartir
y de los que estaban en litigios, el pleito más fuerte sien­
do el que oponía desde años Huejuquilla a la hacienda
de San Antonio de Padua. Huejuquilla llegaría a levan­
tarse en 1849 y, más adelante, de 1853 a 1873, bajo ban­
deras lozadeñas, o lozadistas. Sería tema de otro artícu­
lo sacarle su jugo a tan rico documento (AHJ-G-9-848.
CON/3573) que permite entender las bases sociales del

133
apoyo que encontró Manuel Lozada en esta región sep­
tentrional de Jalisco.
A principios de 1849 se publicó en el periódico ofi­
cial un resumen de los informes remitidos por los ayun­
tamientos sobre los terrenos de comunidad: repartidos,
conforme a los decretos 39 y 69 sin repartirse, litigiosos,
arrendados y sobre los terrenos mercedados y los fun­
dos legales. Los títulos refrendados eran 1 607 y los
matriculados 15 660. En los cantones de Tepic y Colo­
tlán había litigios. Entre el ayuntamiento y los indí­
genas de Jalisco y entre estos y algunos particulares
(la hacienda de Costilla y Cofradía). Los terrenos de
Coagolotlán, en San Luis, se litigaban entre los indí­
genas y la hacienda de Mojarras; otro pleito oponía los
de San Andrés a la hacienda de Puga, los de Ahuaca­
tlán a la hacienda de Ciénega, los de Cacalután a unos
particulares de Ixtlán (don Nicolás Ramírez; Santiago
Ixcuintla, Acaponeta, Rosamorada, Santa María del
Oro conocían litis semejantes, (la Armonía Social to­
mo I, n. 14, 16 febrero 1849)
Sobre la laguna de Chapala, la región de Zapotlán
el Grande, Autlán, Cocula, Sayula y Zacoalco ya son
bastante numerosos los documentos que confirman
que la desamortización estaba bien adelantada antes
de 1856. Tampoco había terminado, ni terminaría nun­
ca. La Memoria de Gobierno de 1887 menciona desór­
denes en Mascota y Colotlán y una asonada en Zacoal­
co (p. 15)...
Será poco científico, pero estoy convencido de lo
bien fundado de mi intuición. Creo que un documento
de 1866, al hablarnos de la Ciénega de Chapala en su
parte michoacana, nos informa de la situación de la
parte jalisciense:

... están rodeadas de haciendas con las cuales los comuneros


viven litigando continuam ente; porque se quejan de usurpacio­
nes, que disen les h an hecho [ ... ] L o s in d íg e n a s venden sus
terrenos, los em peñan o arriendan, sin observar las form alida­

134
des legales prescritas para sus contratos, a no ser que sus Con­
tratantes alguna vez lo exijan. Se inquietan a veces dem asia­
do contra los hacendados sus colindantes, hasta querer en al­
gunas ocasiones hacerse justicia por su m ano [ ... ] Las comu­
nidades de los pueblos situados en l as riberas del Río de Toluca
(L erm a) pretendiendo pertenecerles éstas, ten gan para ello
títu los o no, tienen cuestiones con tin u ad as con los a y u n ta ­
m ientos que les impiden su ocupación, o que las vendan como
su yas. (A G N -J P C M , III, exp. 16 f. 277 v.)

Asediadas por afuera, las comunidades se desmo­


ronaban desde adentro como lo nota con amargura el
anciano Francisco Mora y Mendoza del barrio de San
Francisco de Pátzcuaro:

desde el año de 14 sirvo al barrio desem peñando todos los car­


gos y contribuyendo en todos sus gastos: soy el indígena de­
cano: soy por tanto el que por la costumbre debía oponerse m ás
que nadie al reparto de tierras, pero como las disenciones de
la com unidad no tienen otra causa que las enem istades veni­
das del interés y del m ando, lejos de oponerme a tal reparto, lo
juzgo la única m edida de conveniencia en nuestra situación
actual. Que una com unidad de indígenas subsista por su arm o­
nía, en buena hora, pero cuando sp rompen todos los lazos de
fraternidad, cuando el capricho y el interés personal es el m ó ­
vil de los que m an dan , cuando los dem ás se h ayan bajo una
opresión tiránica, cuando por fin la ambición, la venganza, el
odio, la falsedad son la bandera de dichos m andatarios, la co­
m unidad es preciso que deje de subsistir. (A G N -J P C M , III, exp.
16, f. 270 y 270 v.)

Final

En Jalisco, la desamortización fue muy anterior a la


ley Lerdo, sin que eso signifique que se haya terminado
antes de 1856. Faltaba mucho todavía y se puede decir
que la desamortización no llegaba al final cuando, des­
pués de 1915, la reforma agraria introduciría una nue­
va forma de manos muertas en los pueblos.
Sin embargo hacen falta estudios concretos (y lar­

135
gos) para poder cifrar los resultados de la primera (1822-
1856) y de la segunda (1856-1910) desamortización.
La ley Lerdo, por eso mismo, no pudo haber sido la
causa directa del levantamiento de los pueblos indíge­
nas de la región chapálica, tampoco de la insurrección
de Manuel Lozada. Me atreví (Meyer, 1983) a negar la
relación directa en el caso de Nayarit porque los pue­
blos que de veras se pueden decir lozadeños, los prime­
ros y los últimos, de 1853 a 1873 y más adelante, no fue­
ron afectados por la ley del 25 de junio de 1856. Sus
agravios eran más antiguos y remontaban la época
de la colonia. Se multiplicaron entre 1810 y 1850 y, con
la caída de Santa Anna y la guerra de diez años se pre­
sentó a “ los pueblos unidos” —así los llamó Lozada—
una oportunidad para recuperar lo perdido.
La ley Lerdo contribuyó indirectamente a su le­
vantamiento, al precipitar el enfrentamiento con la
Iglesia y la alianza entre los conservadores y los pue­
blos. La desamortización de 1856 no fue causa inmedia­
ta del levantamiento de Lozada (en armas desde 1853)
pero lo colocó en una situación estratégica. En un mar­
co nacional que lo rebasaba por completo, Lozada pudo
llevar su propia guerra, la de las comunidades serra­
nas.
¿Por qué entonces se acepta la versión según la
cual la ley Lerdo arruinó a las comunidades? Es que los
años 1856-1857 forman un parteaguas en la historia
nacional, determinan el choque decisivo entre el Es­
tado y la Iglesia y el enfrentamiento entre liberales y
conservadores que lleva a la guerra civil y a la inter­
vención extranjera. Eso es tan importante que disimu­
la todo lo demás. La ley Lerdo, aunque fuese una ley
moderada, tuvo el papel de precipitante político. Por
eso se le atribuye hasta lo que no hizo.
Al hablar de parteaguas, uno puede caer en la ten­
tación de olvidar que no hay ruptura capaz de cortar
toda continuidad. El problema de las tierras de comu­

136
nidades en el siglo XIX anuncia en algo el problema
del reparto agrario en el siglo XX: misma confusión en
el derecho, misma base documental no sólo floja, sino
apócrifa, mismo recurso a la historia. Es notable ver
cómo se utilizan a partir de 1915 expedientes elabora­
dos en el siglo XIX, en el pleito que nos interesa hoy.
Mismo papel de los “ huizacheros” y otros “ coyotes” o
agitadores profesionales que de eso viven; misma pre­
cariedad de la propiedad y del derecho que manifies­
ta el estado inestable y precario de la sociedad. Como
escribía el prefecto de Morelia el 20 de diciembre de
1866:

C om o se verá, se trata de tierras de comunidad de indígenas,


semillero perpetuo en este Departam ento, de pleitos y de abu­
sos cometidos por los que prevaliéndose de la ignorancia de
aquellos y del estado de revolución permanente en que nos he­
m os encontrado, han hecho de esos bienes y de las diferencias
a que h an dado lugar, un medio perverso de subsistir. (A G N -
JP C M , III. exp. 16. f. 281)

El reparto era el cuento de nunca acabar, como lo


notó el 6 de mayo de 1850 el Exmo. Consejo del Estado:

Los indígenas h an estado distrayendo la atención del gobier­


no con diversas solicitudes sobre tierras, unas veces pidiendo
ya una cosa, ya otra, y cuando no han quedado contentos en
n inguna de las otras, hacen una que fíe la que debieron inten­
tar primero, si se declararen nulos los actos de la comisión re­
partidora por el decreto 1511 f...l Aun m andado practicar todo
de nuevo, a poco volverían con iguales retensiones porque han
fingido no comprender el decreto cuando no les tiene cuenta.
(Colección... 11:116)

El presidente del ayuntamiento de Juchitlán, Pe­


dro Flores, después de resumir la historia agraria del
lugar, demostró cómo se les tituló y repartió a los indí­
genas todos sus terrenos. Sin embargo el pleito seguía:

137
los ofuscó y deslumbró la libertad, vendieron m uy pronto sus
terrenos y siguieron solicitando los que arrendaba la mayor-
dom ía de propios f ... ] el ayuntam iento por consideración hacia
ellos y por el deseo de terminar una cuestión que m antenía en
b a sta n te a g ita c ió n a la p oblación , les hizo en el año de 1850
en trega de a lg u n o s terrenos [ . . . ] a pocos a ñ o s em pezaron a
rem over sus cu estion es y estoy seguro de que si h o y se les en ­
trega todo lo que piden m a ñ an a les ocurrirá otra nueva exigen­
cia, porque son invencibles en cuanto a promover cuestiones de
terreno. (Colección... IV :32-35, 3 de m arzo de 1869)

Bibliografía

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AGN-JPCM Archivo General de la Nación, ramo Junta Pro­
tectora de las Clases Menesterosas.
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PEREZ LETE, editor. Colección de los decretos, circulares y
órdenes de los poderes legislativo y ejecutivo del Estado
de Jalisco, Guadalajara 1877.

139
LA DESAMORTIZACION DE 1856
EN TEPIC

El estudio del movimiento agrario encabezado por un


líder político y militar, Manuel Lozada (1873), en el en­
tonces 7Q cantón del estado de Jalisco (hoy estado de
Nayarit), lleva al investigador al estudio de las estruc­
turas de la propiedad territorial, ya que éstas cumplie­
ron un papel importante en un conflicto que tuvo tam­
bién dimensiones étnicas y políticas, para no mencio­
nar las demás.1 Un estudio de la propiedad no puede
ser estático, mucho menos cuando fee trata de una épo­
ca de cambios acelerados, como la de los años de la Re­
forma. Eso nos llevó al presente trabajo sobre la desa­
mortización de 1856 en Tepic.
1. Jean Meyer: 1969 El ocaso de Lozada, H istoria M exica n a X V III: 4.
1973. El tigre de Alica R ev ista de la U N A M XXV III-8, abril.
1973. Problemas campesinos y revueltas agrarias. SEP 7.
1974. El movimiento lozadista. C on greso Internacional de los A m eri­
ca nista s, México.
1976. El reino de Lozada en Tepic (1856-1873) XLII C o n gres Interna tio­
nal des A m erica n istes. Paris, tomo III de las Actas.
1978. Lozada y el Agrarismo, Sociedad de H istoria, G enealogía y E sta ­
dística, Guadalajara.
1979. Gemeinschaft und Gesellschaft: el caso de los pueblos de N aya­
rit bajo el reino de Lozada, In stitu to F ra n cés d e A m érica Latina.
Los movimientos campesinos en el occidente de México, siglo
X IX . ler. Coloquio de A n tropología e H istoria R egional, Zamora.
1981. a) Barrón y Forbes y Cía: el cielo y sus primeros favoritos N e x o s
abril.
1981. b) Ixtlán de Buenos Aires en 1856: trilogie documentaire, E tudes
M exica in es, No. 4.
Desde luego, no hay investigación desinteresada.
Al hurgar en los archivos de Tepic, Guadalajara y Mé­
xico para reconstruir el proceso de redistribución de
la propiedad territorial, no sólo quise verificar o mati­
zar el bien fundado diagnóstico de Jan Bazant (1971),
sino que, acercándome a la realidad de una pequeña
región, traté de contestar a la pregunta siguiente: ¿Qué
tan afectados resultaron los pueblos indígenas por es­
te proceso? En la medida en que se le pueda dar contes­
tación a la pregunta, se averiguará, en el caso de Te­
pic por lo menos, la validez de la afirmación según la
cual, las leyes de Reforma provocaron o aceleraron el
despojo de los pueblos. De manera más precisa, se acla­
rará la relación entre la ley de desamortización y el le­
vantamiento de Manuel Lozada.
No se trata de estudiar la ley de junio de 1856 des­
de un punto de vista jurídico; tampoco de ponderar sus
implicaciones en el plan de la teoría política, ni su sig­
nificación en el conflicto que opuso el Estado a la Igle­
sia, ni aún las finalidades por legisladores federales y
gobernantes de Jalisco. Se pretende hacer un estudio
concreto del caso, como lo hizo para el valle de Oaxaca,
Charles R. Berry en 1970.

Las fuentes

Las fuentes utilizadas limitan ciertamente el valor de


la argumentación. En efecto, la investigación no ha si­
do exhaustiva, y las cifras presentadas no alcanzan
toda la realidad. Esa limitación se debe por un lado al
estado de la documentación, por el otro a la imposibili­
dad de consagrar más tiempo (ya se le dedicó bastante)
a la invención de más documentación.
Se ha trabajado en el Archivo General de la Na­
ción, en una decena de ramos;2 en el Archivo Histórico
2. A G N , ramos gobernación, Segundo Imperio, Hacienda, Ayuntamien­
tos, junta para el Mejoramiento de las clases menesterosas, guerra.

142
del Estado de Jalisco, en el Archivo del Congreso del
Estado de Jalisco, en los Archivos d e ja Mitra y del
Ayuntamiento de Guadalajara; en Tepic, en el Archivo
Histórico del Ayuntamiento, en el Archivo Parroquial,
en el Archivo de Notarías,3 en el Registro Público de
la Propiedad.
Hace falta revisar los archivos parroquiales de
Ahuacatlán, Compostela, Ixtlán, Jalisco, Santiago Ix-
cuintla (algo se vio en la Mitra de Guadalajara) y los
archivos municipales de los mismos lugares, si es que
existen.
Los archivos de Guadalajara y Tepic proporciona­
ron la información más importante, en cuanto a datos
estadísticos. En el Archivo Histórico de Jalisco, son
tres los documentos básicos, por orden de importancia:
—AHJ-H 857. Parte de los escribanos por fincas
desamortizadas 1856-1857. Tepic, 15 de diciembre de
1857 escribano Vicente González.
—AHJ-H 850-56. Desamortización. Tepic Escriba­
no Vicente González.
—AHJ-H 861. Cuentas de los Cantones. Desamor­
tización, redención de capital, cancelación y otorga­
miento de escrituras, capellanías.
El documento fundamental en esta serie es el AH J-
H857 que relata 199 actas para el 7Qcantón.
Se presenta en forma de cuadro de la manera si-
guiente:

M eses años fe c h a N o m b re s de los a fa v o r v a lo re s d e te rm in a c ió n del in s ­


q u e o to rg a n trum ento

E n ero 57 8 S in d ic o de D. T rin id a d 400 p otrero en


S a n tia g o C ruz S a n tia g o

3. No había archivo de Notarías en Tepic. Por fortuna me tocó rescatar


algunos libros de protocolos en 1978-1979 y después de levantar un in­
ventario. confiarlos al archivo del Poder Judicial, en el Palacio de Go­
bierno de Tepic.

143
No especifica a quién se refiere el “ instrumento” (cor­
poración eclesiástica, ayuntamiento, cofradía, comu­
nidad, hospital, escuela), ni su nombre cuando se tra­
ta de un rancho o de un potrero, ni su situación geográ­
fica precisa.
En Tepic, los protocolos de los notarios y el Regis­
tro Público de la Propiedad resultaron sumamente im­
portantes, por dos razones: en los libros notariales se
encuentran las escrituras que permitieron la elabora­
ción del documento AHJ-H 857 por D. Vicente Gonzá­
lez. Sus colegas Ignacio Cruz, Eusebio Fernández,
Francisco Pesquera y Francisco Fernández mandaron
seguramente a Guadalajara sus “ Noticias” respecti­
vas, para cumplir con la circular del 21 de noviembre
de 1857, pero no las encontré. Por cierto, la notaría de
Vicente González era la más importante y registró más
del 66% de las fincas rústicas y urbanas desamortiza­
das. Los protocolos dan siempre el nombre de las fin­
cas rústicas, la situación de las casas y de los solares
y permiten, muchas veces, conocer la historia de las
fincas importantes.
El Registro Público de la Propiedad de los linde­
ros de las fincas rústicas y sus antecedentes. Sería la
fuente perfecta si mencionara todos los terrenos desa­
mortizados, pero no es el caso. Es comprensible, su fi­
nalidad era otra.
Protocolos y Registro precisan el origen de las fin­
cas (corporación eclesiástica o civil) y esa aportación
resulta decisiva. Los protocolos de 1856-1857 tienen
al margen anotaciones de 1858 y 1861 que permiten
conocer la historia ulterior de las fincas: restitución al
clero, luego cancelación, redención de capital, denun­
cia, confirmación o nueva adjudicación.
Todas estas fuentes privilegian sobremanera a lo
ocurrido en el municipio de Tepic. Fuera de Ixtlán, no
puede decir lo que ha pasado exactamente en los otros

144
municipios.4 Es una de las limitaciones del estudio,
aunque para la problemática lozadeña sea esto secun­
dario, ya que los pueblos de Lozada (San Luis, San An­
drés Pochotitán, San Juan Bautista Atonalisco) per­
tenecían al municipio de Tepic.

La ley y su aplicación.

La ley de desamortización de corporaciones civiles y


religiosas, o ley Lerdo, del 25 de junio de 1856, incapa­
citó a las corporaciones civiles y eclesiásticas para ad­
quirir o administrar propiedades raíces, y “ consideran­
do que uno de los mayores obstáculos para la prosperi­
dad y engrandecimiento de la nación es la falta de mo­
vimiento o libre circulación de una gran parte de la pro­
piedad raíz” , el presidente Comonfort decretó la ven­
ta de todas las fincas urbanas y rústicas de las corpo­
raciones; debían adjudicarse a los arrendatarios, o,
si los arrendatarios no las adquirían, o si no estaban
rentadas, debían adjudicarse al mejor postor. (Labas-
tida: 3-13)
Las corporaciones afectadas por la ley fueron prin­
cipalmente los ayuntamientos, la Iglesia y las que se
consideraron dependientes de estas corporaciones, tu­
vieran o no existencia legal. Aquí advertimos la com­
plejidad del asunto, pues se incluyeron hospitales y es­
cuelas dependientes tanto de la Iglesia como de los
ayuntamientos o de las comunidades indígenas que
habían sido disueltas una y otra vez desde 1821 pero
que, aún careciendo de existencia legal, no dejaran de
existir. Los bienes de estas “ inexistentes” comunida­
des los administraban en Jalisco los ayuntamientos;

4. Tengo datos dispersos, encontrados casualmente en otras fuentes: car­


tas personales, solicitudes, quejas, correspondencia de políticos, Re­
forma Agraria... Para Ahuacatlán e Ixtlán tengo bastantes datos. Para
Compostela y Jalisco, no debería ser difícil la investigación para don
Salvador Gutiérrez Contreras y para el Lie. Pedro López.

145
por lo cual habían caído en la tentación general de con­
siderarlos como suyos, lo que resulta jurídicamente in­
correcto.5 Otra institución no nos interesa aquí por no
aparecer en la desamortización en Tepic: las capella­
nías. Además, si bien se trataba de un negocio pingüe,
no afectó a los pueblos. Las cofradías pertenecen a la
misma diversidad, ya que pese a su ropaje eclesiásti­
co o religioso pueden ser eclesiásticas de hecho, civi­
les de hecho, o mixtas. Civiles de hecho cuando eran
fundadas por particulares, gremios o comunidades pa­
ra mantener un hospital o una escuela. En este caso
las administraba un mayordomo que no tenía el reco­
nocimiento oficial de la Iglesia, aunque la cofradía
afectara ciertos aspectos del culto religioso. Las cofra­
días se convirtieron en eclesiásticas cuando el clero
triunfó en su empuje permanente para controlar su di­
rección y el uso de sus fondos. Este fue el caso de las
cofradías de la parroquia de Tepic, y apeuas vale la
pena señalar que fueron rápidamente sometidas a una
legislación específica que afectó a otras cofradías que
no eran estrictamente eclesiásticas.6
En Tepic, no solamente las cofradías eran indis­
cutiblemente eclesiásticas (casi no tenían cofrades y
el mayordomo único presentaba las cuentas al cura de
la parroquia), sino que eran casi los únicos bienes de
Iglesia: el convento franciscano de la Santa Cruz no
tenía fincas y vivía modestamente de legados y limos­
nas. (Pedro López González, 1981-11) 7 Por eso las co­
fradías fueron desamortizadas en seguida, en 1856.
Sin embargo, los gobernantes encontraron algu­
nos obstáculos. Así, el gobierno de Jalisco pidió en sep­
tiembre una suspensión de seis meses de los efectos de

5. Estoy trabajando el tema.


6. Leyes sobre cofradías 20 de diciembre 1856; 5 septiembre 1859; gobier­
no de Jalisco circular 29 del 17 de mayo de 1861; decreto del 25 de sep­
tiembre de 1861 y reglamento del 12 de noviembre de 1861.
7. BEJ-Manuscritos 45-2 sin pág. Testamento Agustín Acevedo 1799.

146
la ley de junio para la enajenación de las fincas rústi­
cas de los municipios.8 Las autoridades municipales
se toparon con problemas muy concretos. José Parra
González, alcalde de Ixtlán escribe el 19 de agosto de
1856 que, primero, los síndicos trabajan y no pueden
pasar “ a autorizar las ventas que se hagan en la cabe­
cera del partido” , segundo, los pobres que tienen un
“ pedazo de solar por el que pagan dos reales anuales
¿tendrán también que hacer el viaje y pagar la escritu­
ra?” Concluye que no vale la pena.9
La actitud de las autoridades eclesiásticas, si bien
fue un problema, no llegó a ser un obstáculo mayor,
tanto menos que tardó en definirse negativamente.
Parece que hasta fines de septiembre no hubo oposi­
ción de la Mitra de Guadalajara. Así, unas escrituras
del 17 de octubre de 1856 certifican que la señora Dolo­
res Ornelas de Padrón está debidamente autorizada
por el obispo Pedro Espinosa, el 23 de septiembre de
1856, a comprar el medio potrero Tecuitasco (78 hec­
táreas) que arrendaba a las cofradías Unidas de la pa­
rroquia de Tepic. Félix y Gregorio Patrón tienen la
misma autorización para comprar la otra mitad.101
Pascual García, Rafael García, Miguel García
Vargas, Tomás Dix, Antonia Hernández de Hernán­
dez, Carlos Rivas... gozan de las mismas facilidades.11
Según el acta, “ el Sr. Cura Castro, como representan­
te de las cofradías de la parroquia, adjudicó 4 ranchos
en favor de J. Antonio Aguirre con autorización del Sr.
Obispo en fecha del 22 de septiembre” .12 Vale señalar

8. AH J-H 850-56 circular del 29 de septiembre de 1856.


9. El gobierno federal le da la razón, publicando la circular del 9 de octu­
bre de 1856, sobre los bienes de menos de 200 pesos.
10. A IP T, Vicente González 1856-3 f 724; A A G libro de registrados y de go­
bierno de Pedro Espinosa No. 1 LI 82-88.
11. AIP T, Vicente González 1856-3 ff 938-41; 944-51; 999-1003; 1027-1033-
1038; 1048-1054.
12. AIP T, Ignacio Cruz y Francisco Pintado 1856-59, n 6, ff 167-180 (9 000
pesos); n 7 ff 190-98, Casimira Flores de P. (4 000 pesos)

147
por lo cual habían caído en la tentación general de con­
siderarlos como suyos, lo que resulta juridicjamente in­
correcto.5 Otra institución no nos interesa aquí por no
aparecer en la desamortización en Tepic: las capella­
nías. Además, si bien se trataba de un negocio pingüe,
no afectó a los pueblos. Las cofradías pertenecen a la
misma diversidad, ya que pese a su ropage eclesiásti­
co o religioso pueden ser eclesiásticas de hecho, civi­
les de hecho, o mixtas. Civiles de hecho cuando eran
fundadas por particulares, gremios o comunidades pa­
ra mantener un hospital o una escuela. En este caso
las administraba un mayordomo que no tenía el reco­
nocimiento oficial de la Iglesia, aunque la cofradía
afectara ciertos aspectos del culto religioso. Las cofra­
días se convirtieron en eclesiásticas cuando el clero
triunfó en su empuje permanente para controlar su di­
rección y el uso de sus fondos. Este fue el caso de las
cofradías de la parroquia de Tepic, y apegas vale la
pena señalar que fueron rápidamente sometidas a una
legislación específica que afectó a otras cofradías que
no eran estrictamente eclesiásticas.6
En Tepic, no solamente las cofradías eran indis­
cutiblemente eclesiásticas (casi no tenían cofrades y
el mayordomo único presentaba las cuentas al cura de
la parroquia), sino que eran casi los únicos bienes de
Iglesia: el convento franciscano de la Santa Cruz no
tenía fincas y vivía modestamente de legados y limos­
nas. (Pedro López González, 1981-11)7 Por eso las co­
fradías fueron desamortizadas en seguida, en 1856.
Sin embargo, los gobernantes encontraron algu­
nos obstáculos. Así, el gobierno de Jalisco pidió en sep­
tiembre una suspensión de seis meses de los efectos de

5. Estoy trabajando el tema.


6. Leyes sobre cofradías 20 de diciembre 1856; 5 septiembre 1859; gobier­
no de Jalisco circular 29 del 17 de mayo de 1861; decreto del 25 de sep­
tiembre de 1861 y reglamento del 12 de noviembre de 1861.
7. BEJ-Manuscritos 45-2 sin pág. Testamento Agustín Acevedo 1799.

146
la ley de junio para la enajenación de las fincas rústi­
cas de los municipios.8 Las autoridades municipales
se toparon con problemas muy concretos. José Parra
González, alcalde de Ixtlán escribe el 19 de agosto de
1856 que, primero, los síndicos trabajan y no pueden
pasar “ a autorizar las ventas que se hagan en la cabe­
cera del partido” , segundo, los pobres que tienen un
“ pedazo de solar por el que pagan dos reales anuales
¿tendrán también que hacer el viaje y pagar la escritu­
ra?” Concluye que no vale la pena.9
La actitud de las autoridades eclesiásticas, si bien
fue un problema, no llegó a ser un obstáculo mayor,
tanto menos que tardó en definirse negativamente.
Parece que hasta fines de septiembre no hubo oposi­
ción de la Mitra de Guadalajara. Así, unas escrituras
del 17 de octubre de 1856 certifican que la señora Dolo­
res Ornelas de Padrón está debidamente autorizada
por el obispo Pedro Espinosa, el 23 de septiembre de
1856, a comprar el medio potrero Tecuitasco (78 hec­
táreas) que arrendaba a las cofradías Unidas de la pa­
rroquia de Tepic. Félix y Gregorio Patrón tienen la
misma autorización para comprar la otra mitad.101
Pascual García, Rafael García, Miguel García
Vargas, Tomás Dix, Antonia Hernández de Hernán­
dez, Carlos Rivas... gozan de las mismas facilidades.11
Según el acta, “ el Sr. Cura Castro, como representan­
te de las cofradías de la parroquia, adjudicó 4 ranchos
en favor de J. Antonio Aguirre con autorización del Sr.
Obispo en fecha del 22 de septiembre” .12 Vale señalar

8. AHJ-H850-56 circular del 29 de septiembre de 1856.


9. El gobierno federal le da la razón, publicando la circular del 9 de octu­
bre de 1856, sobre los bienes de menos de 200 pesos.
10. AIPT, Vicente González 1856-3 f 724; AAG libro de registrados y de go­
bierno de Pedro Espinosa No. 1 LI 82-88.
11. AIPT, Vicente González 1856-3 ff 938-41; 944-51; 999-1003; 1027-1033-
1038; 1048-1054.
12. AIPT, Ignacio Cruz y Francisco Pintado 1856-59, n 6, ff 167-180 (9 000
pesos); n 7 ff 190-98, Casimira Flores de P. (4 000 pesos)

147
que el obispo Espinosa conocía personalmente a todas
las familias de Tepic.
El cambio ocurre en Tepic entre el 17 y el 25 de oc­
tubre de 1856. El 25 la señora Gabriela Lascano de Cas­
taños denuncia 11 ranchos de las cofradías, arrenda­
das en 197 pesos 75 catunes (o sea un capital de 3 295
pesos). Pero el cura Ignacio Castro afirma no tener la
autorización del obispo y repite la protesta del prelado
en fecha del 21 de julio. Notemos que dicha protesta se
dio menos de un mes después de las autorizaciones da­
das por el obispo. El protocolo nos precisa que para es­
ta fecha el cura había retirado los libros de las cofra­
días al administrador José Acebo.13
¿Qué significa eso? ¿Una hostilidad de la Iglesia
contra la familia Castaños, por ser los “juniors” libe­
rales militantes, amigos del gobernador don Santos
Degollado, o un cambio de línea que no tiene nada que
ver con la situación local en Tepic? Obviamente, el
obispo de Guadalajara tardó en tomar una posición de­
finitiva y negativa. Los precedentes de la consolida­
ción de vales reales en 1805-1809, (Hamnett, 1969; La-
vrín, 1973) y de la desamortización de 1833 habían pre­
parado a los clérigos para este tipo de leyes. El obispo
de Michoacán Clemente Munguía, tomando en cuenta
esos antecedentes y los sucesos europeos, había ela­
borado, años antes de la Reforma, un proyecto para
la desamortización voluntaria de los bienes del clero
y soñado con invertir este capital en la construcción
de ferrocarriles y de vías navegables.
El obispo Espinosa había manifestado al Supre­
mo Magistrado de la Nación antes de que se publica­
ra la ley: “jamás consentiré ni reconoceré las ventas
que se hicieron por cualquiera autoridad que no sea la
eclesiástica” . Por eso en Guadalajara, la Iglesia dio
permiso de vender a los arrendatarios e inquilinos “ que
sufrirían gravísimos perjuicios en sús intereses al ver­
13. AIPT, Vicente González 1856-53, ff 876-887.

148
se lanzados de las fincas que ocupan f...] Esto ha de ser
sin considerar para nada las novísimas disposiciones
civiles contra las cuales he protestado y que ni reco­
nozco, ni reconoceré” . “ Se venderá únicamente a los
arrendatarios” , ya que para vender a los demás “ nece­
sitaría sujetarme al reglamento de 30 de julio que exi­
ge se pida autorización al gobierno civil, y esa autori­
zación jamás la he de pedir ni consentir que otro la pi­
da, eso importaría un reconocimiento de leyes contra
las que he protestado y he de protestar en todo tiem­
po” 14
Asi se entiende porque, caso único en el país, las
operaciones de desamortización, en 1856, en la dióce­
sis de Guadalajara, fueron ventas convencionales o vo­
luntarias de las corporaciones eclesiásticas. (Bazant
1977:142)
Los colegas del obispo Espinosa no entendieron
tal conducta y le llamaron la atención sobre el hecho de
que parecía haber atendido a la ley de desamortización.
A la carta del 17 de septiembre de Pedro Barajas, obispo
de San Luis Potosí, y a la contestación del Delegado
Apostólico a quien parecía “ peligrosa la venta de fin­
cas piadosas en la presente ocasión” , el obispo Espino­
sa contestó tomando “ medidas una después de otra con
el objeto de disminuir las enagenaciones” . Luego sus­
pendió toda venta, y exclamó: “ Líbrame Dios N. S. de
ser el Judas del Apostolado. No quiero ser el escándalo
de los demás ni que el C. S. Presidente ande diciendo
a nadie que yo observo una ley anticatólica [...] Hoy a
las 7 de la mañana escribí la circular “ suspendiendo
las ventas” .15

14. A A G Libro de Borradores. Pedro Espinosa. Y HEJ Manuscritos 67-3


Pedro Espinosa al cura de Zacatecas, 8 de septiembre de 1856.
15 BEJ Manuscritos 67-3 Carta de P. Espinosa a P. Barajas, 23 de septiem­
bre de 1856. Texto de la Circular en AAG Libro de Borradores, Pedro
Espinosa. Hoja sin fecha, borrador de la circular a los Curas. En los
tomos 67 y 166 de los Manuscritos de la BEJ está la correspondencia

149
La decisión se tomó el 23 de septiembre. Por eso
la señora Gabriela Lascano de Castaños recibió una
contestación negativa el 25 de septiembre.
Quizá la oposición de los prelados se deba más a
los acontecimientos de Puebla, a la confiscación de
bienes eclesiásticos para castigar la supuesta simpa­
tía del clero poblano con los rebeldes conservadores y
a la supresión del convento de San Francisco en la ciu­
dad de México el 16 de septiembre de 1856. Eso ya no
era desamortización sino nacionalización y los obispos
temieron un doble juego de parte del gobierno.
El hecho es que el cura de Tepic dejó de aparecer en
las actas y que lo sustituyó el jefe político Camilo Gó­
mez, quien actúa a nombre de las cofradías, según lo
preveía la ley.

La desamortización en cifras
El documento oficial elaborado por el notario Vicente
González sintetiza 199 casos de desamortización en
el cantón de Tepic, 146 en el municipio. Sumándole la
información transmitida el 22 de septiembre de 1856
por el juzgado de 1- instancia de Ahuacatlán, al mis­
mo Vicente González16 se llega a 242 actas y a un total
de 117 264 pesos.
Aunque en nuestros datos el 80% del valor de las
desamortizaciones se dan en Tepic, no podemos afir­
mar el predominio absoluto de esta ciudad, por ser

del obispo Espinosa con el residente Comonfort, con las autoridades


de Jalisco, con los otros obispos. Hay copias de documentos españoles
o italianos de la misma época que manifiestan la atención con la cual
obispo seguía el conflicto entre la Iglesia y el Estado en el mundo.
16. AHJ-H850-56 Desamortización Tepic. Noticia al periódico. Falta la in­
formación para la temporada del 22 de septiembre en adelante. No he
encontrando en los protocolos de Tepic mención de las ventas del par­
tido de Ahuacatlán. No he tenido tiempo de buscar si había notario en
Ahuacatlán o si la gente del lugar iba a Guadalajara.

150
CUADRO 1

T epic Jalisco C o m p o s te la San tia go Ixtlá n T ota l


Ixcu in tla A h u a ca tlá n

No. de Actas 146 42 2 22 30 242'

Valor 93 654 6 3001


23 9 310 4 0002 4 0002 117 264 pesos

Solares y casas1 114=10 561$ 35=1 562$ 0 19=900$ 32=1 130$

Terrenos1 44=83 093$ 7=4 738$ 3 9=3 100$ 7=2 870$

De cofradías 40 terrenos 7 terrenos


y 5 casas y 1 casa 3 ? ?3

De ayuntamiento 4 terrenos 34 solares 32 solares y


109 solares y casitas 0 ? casitas
y casas

1 No coinciden el total de actas (242) y el total de fincas urbanas y rústicas ya que una acta puede reunir una sola escritura: 11 ranchos, ó
3 potreros y 3 solares.
2 Aproximadamente ya que falta el valor para algunas fincas. El caso más notable es el de la hacienda la Cofradía para el partido de
Ahuacatlán. Recuérdese que para este partido los datos van hasta el 22 de septiembre nada más.
3 No parecen haber existido cofradías en Santiago Ixcuintla y podemos suponer que todas las fincas dependían del ayuntamiento. En
Ah acatlán Ixtlán había cofradías. Tanto para Santiago como para Ahuacatlán no se puede aclarar si los terrenos pertenecían o no
a comunidades indígenas. Hay muchos índices que permiten pensar que los dos ayuntamientos manejaban terrenos que pertenecían
a las “extinguidas repúblicas de Indios”.
sumamente incompletos los testimonios de Compos­
tela y faltar los de San Blas.
Llama la atención el gran número de fincas urba­
nas y su poco valor; 200 suman 14153 pesos, o sea 13.2%
del valor total, mientras que 70 terrenos (concentrados
en 42 “ actas” ) suman 103 110 pesos, o sea el 86,8% del
total.
Lo incompleto de los datos de otros municipios
limita la elaboración estadística de la desamortiza­
ción en Tepic. Los 104 solares y casas suman 10 561 pe­
sos y los 44 terrenos 83 093 pesos, o sea 88.70% del va­
lor total.
Solares y casas valen de 2 a 2 000 pesos, pero 5 re­
presentan 5 000 pesos, o sea la mitad del valor de las
fincas urbanas. Los 99 restantes suman 5 561 pesos, o
sea un valor medio de 56.17 pesos (fuera de Tepic son
muchas las fincas urbanas que valen 2, 3 y 4 pesos).
Los terrenos valen de 100 a 9000 pesos.

V alor p o r u n id a d n ú m ero V a lor to ta l %

+ 1 000 pesos 21 terrenos 71,842 86.40

-1 000 pesos 23 terrenos 12,251 13.60

Total 44 » 83,093 100

Las compras superiores a 1 000 pesos se desglosan así:

1001 a 2 000 pesos 11


2001 a 5 000 pesos 8
5001 a 9 000 pesos 2

Eso confirma un punto de vocabulario: un rancho


es algo sumamente elástico: vale de 250 a 6 000 pesos.
En cuanto a la cronología de las actas, casi todo
se hizo entre septiembre y octubre, y para el municipio
de Tepic entre el 15 de septiembre y el l e de noviembre,

152
o sea en 45 días. Limitándonos a las 199 actas notifica­
das por Vicente González en el documento de diciem­
bre de 1857, encontramos:
Septiembre 68 actas
Octubre 100
Noviembre 27
Diciembre 0
Enero de 1857 4
Total 199
Entre el 11 de septiembre y el 15 de octubre de 1856
casi todas las fincas pertenecientes a las cofradías se
desamortizaron. En 1859 y luego en 1861 quedaba muy
poco por denunciar.17
Sumando la información de las diversas fuentes
se puede presentar el cuadro de los compradores de fin­
cas de un valor casi siempre superior a 500 pesos. Los
otros no se tomaron la molestia de recurrir al notario.
Nominalmente se trata de 51 personas, pero los 3
Castaño, los 5 García, y los 6 Rivas forman familias
muy unidas que se pueden considerar como personas
colectivas, de tal manera que son 40 los desamortiza-
dores. La desamortización alcanza, según esta elabo­
ración, 152 980 pesos (excluyendo a los “ bienes” de me­
nos de 500 pesos que no pueden representar más del
10% del total). Esa cifra le daría al 7e Cantón un lugar
bastante importante en la desamortización. Según el
propio ministro, de julio de 1856 a enero de 1857 se desa­
mortizó por un valor total de 23 millones de pesos, de
los cuales 13 en el distrito de México 2,6 en Puebla, 1,7
en Veracruz, 1,3 en Guanajuato, 936 000 en Michoacán
y 820 000 en Jalisco. Según estos datos, resulta que en
el 1- cantón se desamortizó cerca del 19% del valor to­
tal de jalisco, lo que representa una proporción bastan­
te alta. No me atreveré a mantener tal porcentaje por­

17. AHJ-H 861.

153
que parece evidente que la Memoria de Lerdo de 1857
está plagada de errores y peca por omisiones. En las
páginas 314-324, dedicadas a Jalisco, aparece apenas
la décima parte de lo desamortizado en el 1- cantón:
16 000 pesos nada más. Lo de Ixtlán viene completo,
pero en Tepic se reporta solamente dos operaciones.
En estas condiciones hay que desconfiar y decir a los
historiadores que deben dejar de concederle gran vali­
dez a la citada Memoria. Las cifras de Jalisco se limi­
tan prácticamente a las de Guadalajara y para los can­
tones sería necesario una investigación.

CUADRO 2
LA DESAMORTIZACION EN E L SEPTIMO CANTON
(fincas de más de 500 pesos)

Nombre valor "instrumento ** origen

José Acebo 675 1 rancho Cofradías


Tepic (C.T.)

J. A. Aguirre 10300 7 ranchos C.T.

Miguel Audelo 866 1 rancho C.T.

Barron y Forbes 5 000 l solares, 1 casa


1 terreno, 4 potreros C.T.

Dolores Bisarron 500

Josefa Bonilla 1 166 1 rancho C.T.

Castaños (3 personas) 8 250 13 ranchos, 8 terrenos


1 casa C.T.

Teodoro Ceceña 2 583 2 potreros C.T.

J. L. Corona 8 150 6 solares y ejidos Ayunt. Tepic


2 potreros C. Tepic
2 haciendas solares C. Compostela
Ayunt. Jalisco

Ramón Corona 6 750 rancho E) Armadillo C.T. (1861)

Pioquinto Cruz 1 200 terreno En Jalisco

Juan de) Cueto 8 804* terreno C.T.


(*) 9.466 pesos “por unos terrenos”, p. 316, Memoria Lerdo.

154
(Cuadro 2, continuación)

Sombre valor "instrumento ” origen

Feliciano Custodio 666 rancho C.T.

Nep. Espinosa 4 800 C.T.

Antonio Flores 433

Paulino Flores 1 330 rancho C.T.

Cas. Flores de
Pauquinot 4 650 ranchos y 6 solares C.T. y
Ayunt. Tepic
Garcías (6 personas) 20 394 3 potreros, 3 ranchos. C.T.
terrenos, casa C.T.
casa solares Ay. T.
terrenos Jalisco
ejidos Ay. T.

Fr. Hernández 1 000 potrero Santiago Ix.

3 ranchos C.T.
Ma. Ata Hdz. de Hdz. 10 670 solares Ay. Tepic
solares Ay. Jalisco
Jasero. Hnos. 500 terreno C.T.

López, Juan 3 600 2 haciendas a mitad


con J.L. Corona C. Compostela

Cay. Madrigal 1 583 6 ranchos C.T.


600 6 solares Ay. t.

Ing. Madrigal 416

Mastiarena, Joaq. 1 666 terreno

Basilio Méndez 433 rancho C.T.

H. Mira montes 5 982 rancho, potreros C.T.


solar Ay. T.

M. Partida 1 166 potrero En el partido de


Ahuacatlán.
Patrón (3 personas) 4400 rancho C.T.

N. Pisón 584 potrero C.T.

N. Ramirez 1 216 4 terrenos. en el partido de


3 solares Ahuacatlán.

J. Reza 1 108 potrero C.T.

Rivas (3 personas) 10 185 5 ranchos, una Finca C.T. y


solares C. Compostela

155
Continuarión del Cuadro No. 2.

Nombre valor “instrum ento” orí pen

S. Santoyo 366

J. Santoyo 500

C. Solis 850 solar Ay. T.

D. Trasloceros 4 200 terreno


A. Urbina 838 potrero en Jalisco

1. Vejar 850 terreno C.T.

E. Weber 8 666 5 ranchos C.T.


NOTA
(compras de 1861, después de la cancelación de las adjudicaciones de 1856 a favor de los Rivas)
(sin contar las operaciones de 1861) T o t a l : 152,980 pesos

La segunda lista, nominal también, presenta las operacio­


nes superiores a 2,500 pesos (Ver Cuadro 3).

CUADRO 3

Valor en p e s o s N o m b r e % T o t a l

1. 20,394 los Garcías (CV) + 13,33


2. 10,670 Ma. Aa. Hdz. de Hdz. 6,97

3. 10,300 J.A. Aguirre (español) 6.80


4. 10,185 los Rivas (6) (CV) 6,65

5. 8,804 Juan del Cueto (español) 5,75

6. 8,250 los Castaños (3) (CN) 5,45

7. 8,150 J.L. Corona (criollo) 5,39


8. 5,982 Hilario Miramontes 3,90

9. 5,000 Barrón y Forbes 3,30


(anglo-americano)

10. 4,800 Nep. Espinosa (CV) 3,13

11. 4,650 Ca Flores de Pauquinot 3,10

12. 4,400 Patrón (3) (CV) 2,90

13. 3,600 Juan López (CV) 2,35

14. 2,583 Teodoro Ceceña 1,65

Total 104,168
(+) CV- criollo viejo. CN- criollo nuevo, según la nomenclatura de Andrés
Molina Enriquez.
14 personas (el 32%) adquieren fincas por un valor de
104 168 pesos (el 68%). Pero la concentración es mayor
todavía, ya que los 7 primeros, los de más de 8 000 pesos
suman 76 653 pesos (el 50%). (18).
Los 4 primeros (+ 10 000 $) = 51 549 $ 33,70%!
Los 3 siguientes 2 = 25 204 $ 16,30%2
Los 6 siguientes 3 = 28 432 $ 18%3
Los 27 siguientes 4 32%4

Eso confirma que en el 1- cantón, como en toda la


república, la desamortización no logró fomentar la pe­
queña propiedad rústica. Los terratenientes confirman
su posición y los comerciantes siguen in virtiendo en
tierras.
¿Quiénes son estos “ gordos” ? Terratenientes o
comerciantes, comerciantes y terratenientes, son fre­
cuentemente funcionarios y políticos, con excepción
de los extranjeros Aguirre, Barrón y Forbes. Forman
la élite local, recientemente dividida por la rivalidad1
8

18. Todos los porcentajes son aproximados.

157
que opuso el difunto don José María Castaños, comer­
ciante e industrial español a don Eustaquio Barrón.
La gran mayoría pertenece a la categoría de los “ crio­
llos viejos” , muy viejos como las gloriosas familias Es­
pinosa, García y Patrón, fam ilias novogalaicas que
sueñan en la época virreinal en el occidente. Los Espi­
nosa son “ españoles, nobles y cristianos viejos” según
la información de limpieza de sangre del 5 de enero de
1803; emparentados con los condes de Miravalle, con
los Dávalos, con los Espinosa de los Monteros. El li­
naje se liga al del conquistador Juan Hernández de Hí-
jar, a los Acevedo, a los Puga, todos vecinos principa­
les de Tepic. (Dávila Garibi, 1966:799-809). El obispo
de Guadalajara en la época que nos interesa, Pedro Es­
pinosa, pertenece a esta vieja familia, los García Es­
pinosa pertenecen al mismo grupo del coronel Eduardo
García, fusilado en la asonada de Tepic (1824), era so­
brino de Iturbide.
Sin gozar de tan glorioso pasado, la familia Rivas
tiene una buena posición socio económica y un papel
político en Tepic desde la segunda mitad del siglo XVIII.
Dan varios subdelegados y jefes políticos. Los encon­
traremos al lado de Manuel Lozada de 1858 en adelan­
te; conservadores, luego imperialistas, serán capaces
de conservar su posición sin problemas.
Juan del Cueto es alcalde a la caída de Santa Anna.
Los hijos Castaños abrazan la causa liberal con
entusiasmo y las victorias de Lozada los exiliarán. Jo­
sé Loreto Corona, tío del gran adversario de Lozada,
Ramón Corona, futuro general, futuro gobernador de
Jalisco, es oriundo de Zacoalco. Comerciante y terra­
teniente, es un liberal moderado, capaz en un momen­
to dado de ser reconocido como jefe político por los dos
bandos.
Toda esta gente está emparentada. Don José Ma­
ría Castaños es Castaños Aguirre. Los Rivas se casan
con los Fletes, los Retes, los Vargas, los Jiménez, los
García,, los Mercado, los Peña y las mujeres atraviesan

158
las fronteras políticas. Lina Rivas es esposa de Boni­
facio Peña, jefe político liberal en 1856 que perderá la
vida luchando contra Lozada y sus cuñados Rivas.
Esos clanes son muy extensos: cuando Espiridión Ri­
vas muere en 1860 deja a su viuda Isabel García con
once hijos.19
Es notable el hecho de que todos, o casi todos es­
tos desamortizadores de las fincas rústicas de las cofra­
días, fueran arrendatarios de dichos terrenos en 1856
y, generalmente, desde muchos años: Ildefonso Rivas
aparece como arrendatario en 1820.
Este hecho desdice, en Tepic por lo menos, dos afir­
maciones de la historiografía clásica de la Reforma:
I a) que los arrendatarios eran “ en su mayoría mestizos
e indígenas de escasos recursos” , 2a) que fueron los
“ criollos nuevos” los beneficiarios exclusivos de la de­
samortización. (Molina Enriquez, 1953:36)
Una última observación sobre estos personajes: la
casa Barrón y Forbes está prácticamente ausente en
las operaciones de desamortización en Tepic. Gasta
5 000 pesos, la mitad en fincas urbanas. Cantidad sor­
prendentemente baja, si se piensa en el poder econó­
mico20 de la compañía, pero su ausencia en Tepic se
explica fácilmente. Por un lado en este momento pre­
ciso tiene un pleito con el gobierno de Jalisco y el poder
político en Tepic está en manos de sus adversarios; por
el otro, don Eustaquio tiene negocios mucho más im­
portantes en México donde está en contacto con gen­
te como el Lie. Lafragua o Manuel Payno. Tiene una
gran responsabilidad en la ruptura de relaciones di­
plomáticas por parte de Inglaterra y en el consiguien­
te bloqueo naval. Socio en sus negocios con los Escan-
dón, va a ser de los grandes desamortizadores en la ciu­

19. Banco de datos biográficos elaborado a partir de todos mis ficheros.


20. Meyer (1981) a) La colección se encuentra en la espléndida mapoteca
del Observatorio Nacional.

159
dad de México. Allá se trabaja a otra escala: 500 en lu­
gar de 5 000 pesos.: (Bazant 157-160).

¿ Cuáles son los “ bienes” desamortizados ?

Por incompleta que sea la información, se puede esti­


mar que las ñncas eclesiásticas representan cerca del
90% del valor de las operaciones (en el cuadro I, para
Tepic, 83 000 pesos de un total de 93 654). Las fincas de
los ayuntamientos, o administradas por los ayunta­
mientos alcanzan el 10%. No hay evidencia documen­
tal de que alguna comunidad indígena haya sido afec­
tada por la desamortización en el 1- cantón.
Después de apuntar todos los toponímicos men­
cionados en los archivos, se hizo el intento de situar­
los sobre los mapas elaborados después de 1880 y antes
de 1910.21 Esa tarea se facilitó gracias a la existencia
de un documento muy valioso, la visita que hizo el obis­
po de Guadalajara, Pedro Espinosa, a su patria chica
en 1854.22 En este libro de visita se encuentra la histo­
ria de las cofradías de Tepic, la descripción de sus po­
sesiones y de los linderos, los contratos de arrenda­
miento (con la familia Rivas por ejemplo) y de venta
(con José María Castaños, para su fábrica textil en Be-
llavista), los conflictos con los pueblos indígenas, y
con las haciendas, también.
La cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, fun­
dada en 1744, no era muy rica. El documento sitúa sus
ranchos en la jurisdicción de San Blas, pero no preci­
sa su superficie. Contaba en 1854 con 370 reses, 23 ye­
guas, 17 caballos, 8 bueyes de arado. En Tepic tenía
dos casas. En 1833 el mayordomo Agustín García apro­

21. Investigación hecha en 1973 gracias a Alicia Hernández, Enrique Flo-


rescano y José Antonio Rojas.
22. AAG 1853 libro 3® Visitas-Aranda.
AIPG Tierras 1-4 ff 186-330 Testimonio Integro de los títulos [... 1de las
cofradías del pueblo de Tepic. 1765.

160
vechó el decreto de desamortización para_denuneiarla
como mano muerta. En 1834 el decreto fue derogado y
tuvo que devolver todo, lo que hizo (pero se quedó ron 76
cabezas de ganado).
Las cofradías unidas del Smo. Sacramento, de la
Purísima Concepción y de las Animas Benditas, fun­
dadas entre 1611 y 1667, eran mucho más ricas, por su
antigüedad misma, y por ser de la parroquia de Tepic.
Sus 12 fincas rústicas rebasaban los 8 sitios de gana­
do mayor, o sea las 14 200 hectáreas. Como se puede
ver en el mapa, se encontraba en el valle de Tepic, cer­
ca de la ciudad situada al centro de las mejores tierras
del Valle de Matlatipac, ricas dos veces, por la excelen­
cia de sus suelos y por la abundancia de aguas, ríos y
manantiales que aún hoy permiten el riego permanen­
te.
En efecto, en la parte media del entonces 7QCan­
tón se encuentran varios valles intermontañosos de
gran fertilidad. Entre los más importantes está el de
Tepic, circundado por sierra y cerros. Sus 400 km- se
benefician del río Tepic, o Mololca, o del Pueblo que
nace cerca; y de muchos arroyos y manantiales: los
ranchos de las cofradías y los arroyos llevan los mis­
mos nombres, la Labor, Camichín, Armadillo, el Salto,
Santa Rosa...
Contiguo al valle de Tepic, el valle de Compostela,
o de Miravalles, alcanza 150 km2; los valles estrechos
y encajonados de Ixtlán, Ahuacatlán y Jala cubren 150
km2. En esos tres valles se concentraba en 1856 más del
80% de la población y de la riqueza; resulta compren­
sible que la desamortización se localizara en los di­
chos valles. Los bienes de la Iglesia se concentraban
en la parte “ útil” del cantón, donde las mejores tierras
y las aguas arraigaron a los hombres. En el valle de Te-
pic las cofradías (14 200 has) ocupaban la tercera par­
te de la superficie a lo largo de los ríos, arroyos y cami­
nos. Tal riqueza tenía que tentar a los hacendados y a
los comerciantes, ya que —según se sabía— “ sus terre-

161
nos son de los más feraces y hermosos del departamen­
to. Cualquiera porción de ellos es bastante para propor­
cionar al hombre trabajador é industrioso una cómo­
da subsistencia, y para deleitar su vida con la varie­
dad de sus aspectos, en que aparecen graciosa y senci­
llamente combinados los montes y valles, los bosques y
las dehesas, los lagos, los ríos caudalosos y los riachue­
los” . (López Cotilla, 1843: 132-133'

< 1.1 or. c o n :

u terrenos adjudicados
(localiZACio'n aproxim ada)
IW. curvA da nival
Por eso el viajero inglés, Basil Hall, pudo escribir
en 1822: “ Tepic, a beatiful town, in the midst of a culti­
vated plainlies near the centre of a basin or valley
formed by an irregular chain of volcanic mountains.
The appearance o f the ton is rendered very lively by
rows o f trees, gardens and terraced walks, among the
houses, all kept green and fresh by the ivaters of a river
which enbraces the town on three of its sides” . (B. Hall,
1822: II, 189-190).
Las cofradías tenían varios pleitos de linderos con
los pueblos de San Juan B. Atonalisco, San Andrés Po­
chotitán y San Luis, algunos desde 1650, otros desde
1750,23 porque algunas posesiones se habían formado
de supuestos “ baldíos” . Las medidas que se hicieron
en varias ocasiones en el siglo XVII y en el siglo XVIII
no solucionaron los conflictos. En otros casos los in­
dios habían venido a las cofradías (por lo menos eso
afirmaban las cofradías) pero sus descendientes no se
acordaban del hecho. Después de 1857 Manuel Lozada,
jefe de los pueblos mencionados, daría nueva vida al
asunto y los herederos de las difuntas cofradías tar­
darían más de 15 años en recuperar lo que considera­
rían como suyo.
Las cofradías tenían también problemas de me­
nos consecuencia con arrendatarios y vecinos, princi­
palmente con doña Francisca García de Vargas, arren­
dataria del Guayabo, y con Carlos Rivas, dueño de la
hacienda de San Cayetano (un asunto de servidumbre
de agua). Rivas arrendaba muchos terrenos de cofradía
y no era difícil que surgieran desavenencias, pues se­
gún un testimonio de la época: “ Todos los terrenos es­
tán divididos en muchas porciones y arrendadas estas

23. Los hemos encontrado en AIPG, L ibros de G obierno 2, 9, 10, 37, 44 y


en Tierras y A g u a s; en el Archivo Judicial de la Audiencia de Nueva
Galicia, catalogado por Eric Van Young y, para San Juan B. Atonalis­
co, una parte en el archivo de don José Ramírez Flores, otra parte en
AIPG, Tierras 82 exp. 30 (1755).

163
a diferentes personas... lo módico de la cantidad que
por algunos de ellos se pagan anualmente, comparados
sus productos” , se debe a “ la antigüedad de muchos de
estos arrendamientos” .21
Desde 1849 las cofradías tenían dos buenas casas
en Tepic cedidas por los propietarios que debían 6 425
pesos (3 000 de capital + réditos vencidos).
El obispo anota que estas cofradías, prácticamen­
te, habían dejado de tener cofrades.

Conclusiones

Aunque la política nacional se agitó después de la de­


samortización de 1856 con la ley del gobierno de Zuloa-
ga y Miramón, que declaró sin efectos las adjudicacio­
nes (1858)'y el nuevo embate liberal (la nacionaliza­
ción de 1859), lo que ocurrió en Tepic fue poca cosa, pues
aunque el 1 cantón escapó al control de los liberales,
~

el breve interludio conservador sólo favoreció la divi­


sión en el seno de la élite local. Algunos liberales apro­
vecharon la efímera victoria para denunciar bienes ad­
judicados en 1856 y devueltos en 1858 a la Iglesia: así
José Loreto Corona quitó a Miguel García Vargas dos
potreros que valían 4 000 pesos, y a Tomás Dix uno que
valía 550 pesos. El general Ramón Corona heredó el
rancho del Armadillo (6 750 pesos), previamente adju­
dicado a los García. Eduardo Weber, comerciante ale­
mán aliado a la familia López Portillo denunció 3 ran­
chos (5 666 pesos), adjudicado a los Rivas en 1856. Los
Castaños también se beneficiaron de la victoria liberal.
Ahora bien: todos los adjudicatarios de 1856 eran
arrendatarios. No hubo más que dos arrendatarios que
no ejercieron su derecho de preferencia: Pedro Pérez,
en el rancho del Borbollón (666 pesos) y el arrendata­
rio del Sabino (1 330 pesos). En 1858 los ex-arrendata-2 4

24. AAG 1853 libro 3- Visitas-Aranda.

164
ríos, nuevos propietarios devolvieron al clero las fin­
cas que habían pertenecido a las cofradías. No hay
más excepción que la de los Castaños, ausentes de Te­
pic en esta época. Hasta José Loreto Corona se some­
tió a las circunstancias adversas. Por eso, en 1861 se
producen casos curiosos cuando generales chicanes,
como Antonio Rojas, pretenden despojar a liberales
que tuvieron que pasar por la prueba de 1858. J. J. Ló­
pez y José Loreto Corona remataron las haciendas Em­
bocadero y Chila de lás cofradías de Compostela, en
1856. Las devolvieron en 1858. En 1861 Antonio Ro­
jas alegó que habían perdido todos sus derechos e hizo
la denuncia; ofreció pagar 2/5 al contado si se le hacía
una rebaja de 30%, pero no prosperó su tentativa por­
que Loreto Corona era el tío de Ramón y llegó en ese
momento a ser jefe político. Es más, no solamente con­
servó las haciendas, sino que se apoderó de algunas
fincas de los García. Con excepción de sus operaciones
y de las de Eugenio Weber, (ver cuadro II) en perjuicio
de los García y de los Rivas, no hubo modificación de
las operaciones de 1856. Se consideró, en la práctica,
que los que habían devuelto en 1858, habrían sufrido
violencia, por lo cual tenían derecho a redimir según la
ley de nacionalización del 12 de julio de 1859.25
Además, en 1862 Manuel Lozada volvía a levan­
tarse en armas y rápidamente desalojaba los libera­
les del 7Qcantón, para beneficio de los Rivas, García,
etc., hasta 1873. Se puede pensar que los Corona, Cas­
taños, Weber no gozaron mucho de estos adelantos.
Pero la victoria no fue puro gozo para sus rivales; con

25. AHJ-H 861 B ien es del E sta d o, febrero 1861 Tepic Luis Rondón. Anto­
nio Rojas 5 de febrero 1861.
11 de abril 1861 A dm in istra ción R en ta s Tepic. Redenciones.
14 de abril 1861 Trinidad Ramírez, comandante del escuadrón.
Ramírez denuncia la hacienda de Cofradía, adjudicada al arrendata­
rio Encarnación Jiménez, devuelta en 1858 al clero.
En margen al ocurso contra la negativa del receptor de rentas, el Gober­
nador Ogazón escribe: “ Se le concede” .

165
excepción de los Rivas que tenían toda la confianza de
Lozada, pronto los desamortizadores se dieron cuenta
de que habían heredado los pleitos que las cofradías
tenían con los pueblos indígenas. Así, los beneficiarios
de la desamortización tuvieron que enfrentar por una
parte, a la oposición contra las adjudicaciones de bie­
nes eclesiásticos y por otra viejos pleitos con los mis­
mos pueblos indígenas, cuando las autoridades depen­
dían de Manuel Lozada, esperanza de “ los pueblos” y
encarnación de su fuerza militar.
Al final resurge la pregunta inicial: ¿Existe una
relación directa entre la desamortización y el levanta­
miento de Manuel Lozada?26 Directa, parece que no.
Los pueblos que de veras se pueden decir lozadeños,
San Andrés, San Juan Bautista Atonalisco, no habían
sido agraviados por la ley del 25 de junio de 1856. Sus
agravios eran más antiguos, remontan a la Colonia.
Con la independencia y los cambios jurídicos, con
la desaparición de las repúblicas de indios y de su au­
togobierno, con la imposibilidad nueva de seguir liti­
gando con esperanza fundada de tener éxito,27 con la
tutela de los ayuntamientos, con el reparto nunca ter­

26. Molina Enriquez (1953: 36, 37) escribe: “De pronto la circunstancia de
que la forma natural de la desamortización era la conversión de los de­
rechos de los arrendatarios y denunciantes en derechos de propietarios,
no les permitió (a los mestizos) ver que la propiedad comunal de los pue­
blos indígenas era también desamortizable; pero tan luego que se die
ron cuenta de ello, trataron de desamortizarla, con tanto más empeño
que era mucho más fácil de ser desamortizada que la de la Iglesia, por­
que de seguro la defenderían menos los indígenas en su estado habi­
tual de ignorancia y de miseria. Algunos pueblos comenzaron a ser des­
pojados ya, y los demás amenazados de igual despojo, se levantaron en
armas promoviendo los disturbios de Michoacán, Querétaro, Veracruz
y Puebla, que dieron motivo a una circular lírica del Gobierno, que na­
da remedió. Pero como de todos modos esos disturbios detuvieron a los
mestizos en su espíritu desamortizador...” .
27. AIPG, libros de Gobierno y Tierras y Aguas. Eric Van Young lo afirma
de manera categórica (1978:680) William Taylor dice lo mismo en su
clásico “Landlord and Peasant in colonial México

166
minado de los bienes de comunidad, los agravios se
multiplicaron entré 1810 y 1850. Si las leyes de Refor­
ma, en Tepic por lo menos, no afectaron a los pueblos
indígenas, la guerra entre liberales y conservadores,
la desaparición de los poderes, la creación de un pro­
fundo vacío político proporcionó a “ los pueblos” 28 una
oportunidad para recuperar lo perdido. Tanto más que
de repente encuentran aliados después de larga tempo­
rada de soledad absoluta.
La desamortización no es causa inmediata del le­
vantamiento de Lozada, pero coloca a este último en
una situación estratégica. La desamortización lleva
al enfrentamiento entre el Estado y la Iglesia, lo que
proporciona a los conservadores una oportunidad ines­
perada de regresar al poder, aunque fuese al costo de
la guerra civil. En este marco nacional que lo rebasa
totalmente, Manuel Lozada encuentra también su
oportunidad; los conservadores en Tepic van a hacer
de él su brazo militar, mientras que él utilizará ese po­
der para ajustar las cuentas que “ los pueblos” tienen,
desde cuándo, pendientes.
Simbólicamente, Lozada deja de ser un bandolero
el 21 de septiembre de 1857 cuando se levanta al grito
de “ Religión y fueros” . Pero, fijémonos bien: grita “ Re­
ligión y fueros” , como se lo han dicho sus patrocinado­
res, pero ¿dónde da el primer golpe? Ataca y saquea las

28. “Los pueblos”: ¿qué cubre ese colectivo? Hasta la fecha no lo puedo de­
cir a ciencia cierta. Desde luego, no son todos los pueblos, o sea las ex­
tinguidas repúblicas de indios, las llamadas comunidades indígenas.
Nunca tuvieron tal unión. Tampoco se trata de todos los habitantes de
estos pueblos. Cuando Lozada habla en nombre de “los Pueblos Uni­
dos” , habla de unos pocos pueblos casi unánimes, más otros pueblos
controlados por un grupo, mayoritario o no, más otros pueblos subyu­
gados por la fuerza política o militar. Tal coalición es precaria y no
puede sobrevivir a la derrota. La dificultad para elucidar el concepto de
“ los pueblos” es uno de los puntos más inquietantes para el historia­
dor.

167
haciendas de Puga y Mojarras con las cuales su propia
comunidad tenía pleito ancestral.
El “ hombre cruel y sanguinario que no pertenecía
a comunión política alguna” 29 “ ha insurreccionado
a los pueblos ofreciéndoles tierras, pues en Mojarras
dijo al administrador que continuaran los trabajos y
que tan luego como viniera una expedición, se fijarían
los linderos a que debían sujetarse. Validp de este me­
dio que halaga tanto las inclinaciones de los indígenas,
dentro de pocos días contará con una fuerza de 2 ó 3 000
hombres” y algún día bien podría llegar a tomar la ciu­
dad de Tepic.30 El comandante de la plaza de Tepic pro­
fetizó bien, pero eso es otra historia.

Abreviaciones y Bibliografía

AAG Archivo del Arzobispado de Guadalajara.


AGN Archivo General de la Nación, México.
AHJ Archivo Histórico del Estado de Jalisco.
AIPG Archivo de Instrumentos Públicos de Guadalajara.
AIPT Archivo de Instrumentos Públicos, Tepic.
BEJ Biblioteca Pública del Estado de Jalisco.
RPP Registro Público de la Propiedad (Tepic).
B A Z A N T , J an . Los bienes de la Iglesia en México- 1856-
1875. 1971 El Colegio de M éxico (se cita la 2a ed. 1977 de
El Colegio de M éxico).
La desamortización de los bienes de la Igle­
B A Z A N T , M íla d a .
sia en Toluca durante la reforma 1856-1875. E sta d o de
M éxico 1979.

29. Zamacois XV-646.


30. Archivo Histórico de la Defensa Nacional, 5439 carta del comandan­
te de la plaza de Tepic 24 de septiembre de 1857.

168
BERRY, Charles R. The fiction and fact of the Reform: The
case of the central district of Oaxaca' 1856-1867. The
Americas 25 (1970) 227-290.
The Reform in Oaxaca 1856-1876; a micro
B E R R Y . C h a rles R.
history of the liberal revolution. N ebraska U n iversity
Press 1981. (el capítulo 6 pp. 138-191).
Colección de los decretos, circulares y órdenes de los pode­
res legislativos y ejecutivos del Estado de Jalisco. Gua­
dalajara. 1884, tipografía del gobierno, 1884, 14 vol.
D A V IL A G a r i b i , Ignacio. Apuntes para la historia de la Igle­
sia en Guadalajara, tomo IV - 2, México 1966 ed. Cultu­
ra.
G utierrez S uarez A latorre. José Blas. Código de la Re­
forma, o sea colección de las leyes que afectan especial­
mente a los católicos y al clero. México 1903, 6 vol.
HALL, Basil. Extracts from a Journal written on the coasts
of Chile, Perú and México in the years 1820,1821,1822.
Edinburgh 1824.
The apropriation of mexican churchwealth
H A M N E T . Brian R.
by the Spanish Bourbon government. T h e c o n s o lid a ­
tion de V a le s Reales 1805-1809. Journal of Latino Ame­
rican Studies 1:2 (1969) 85-113.
KNOW LTON, Robert J. La individualización de la propiedad
corporativa civil en el siglo XIX. Notas sobre Jalisco
Historia. Mexicana 1978: 109, 25-50.
LABASTIDA, Luis G. Colección de leyes... relativos a la desa­
mortización de los que administraban las últimas. Mé­
xico 1893.
LAVRIN. Asunción. The execution of the law of consolida­
tion in New Spain; economic aims and results. Hispanic
American Historical Review 53:1 (1973) 27-49.
LERDO de T ejada , Miguel. Memoria, presentada alExmo Sr.
Presidente sustituto de la República por el C. Miguel
Lerdo de Tejada dando cuenta de la marcha que han se­
guido los negocios de la Hacienda Pública... 1857.
LOPEZ, Pedro. Las cofradías en Nayarit. Capitán Juan Ló­
pez Portillo pionero del desarrollo socioeconómico en
Tepic en el siglo XVII, Tepic, 1980.

169
haciendas de Puga y Mojarras con las cuales su propia
comunidad tenía, pleito ancestral.
El “ hombre cruel y sanguinario que no pertenecía
a comunión política alguna” 29 “ ha insurreccionado
a los pueblos ofreciéndoles tierras, pues en Mojarras
dijo al administrador que continuaran los trabajos y
que tan luego como viniera una expedición, se fijarían
los linderos a que debían sujetarse. Valido de este me­
dio que halaga tanto las inclinaciones de los indígenas,
dentro de pocos días contará con una fuerza de 2 ó 3 000
hombres” y algún día bien podría llegar a tomar la ciu­
dad de Tepic.30 El comandante de la plaza de Tepic pro­
fetizó bien, pero eso es otra historia.

Abreviaciones y Bibliografía

AAG Archivo del Arzobispado de Guadalajara.


AGN Archivo General de la Nación, México.
AHJ Archivo Histórico del Estado de Jalisco.
AIPG Archivo de Instrumentos Públicos de Guadalajara.
AIPT Archivo de Instrumentos Públicos, Tepic.
BEJ Biblioteca Pública del Estado de Jalisco.
RPP Registro Público de la Propiedad (Tepic).
B A Z A N T , J an . Los bienes de la Iglesia en México- 1856-
1875. 1971 El C olegio de M éxico (se cita la 2 a ed. 1977 de
El Colegio de M éxico).
La desamortización de los bienes de la Igle­
B A Z A N T . M íla d a .
sia en Toluca durante la reforma 1856-1875. E sta d o de
M éxico 1979.

29. Zamacois XV-646.


30. Archivo Histórico de la Defensa Nacional, 5439 carta del com andan­
te de la plaza de Tepic 24 de septiembre de 1857.

168
BERRY, Charles R. The fiction and fact of the Reform: The
case of the central district of Oaxaca'\ 8 5 6 -1 8 6 7 . The
Americas 25 (1970) 227-290.
B E R R Y . C h a rles R. The Reform in Oaxaca 1856-1876: a micro
history of the liberal revolution. N eb raska U n iversity
Press 1981. (el capítulo 6 pp. 138-191).
C o le c c ió n de los decretos, circulares y órdenes de los pode­
res legislativos y ejecutivos del Estado de Jalisco. G u a ­
d a la ja ra . 1884, tip ografía del gobierno, 1884, 14 vol.
D A V IL A G a RIBI, Ig n a cio . Apuntes para la historia de la Igle­
sia en Guadalajara, tom o I V - 2, M éxico 1966 ed. C u ltu ­
ra.
G S u a r e z A l a t o r r e , José B la s. Código de la Re­
u t ie r r e z

forma, o sea colección de las leyes que afectan especial­


mente a los católicos y al clero. M éxico 1903, 6 vol.
HALL, Basil. Extracts from a Journal written on the coasts
of Chile, Perú and México in the years 1820,1821,1822.
Edinburgh 1824.
The apropriation ofmexican churchwealth
H A M N E T . Brian R.
by the Spanish Bourbon government. T h e c o n s o lid a ­
tion de V a le s R eales 1805-1809. Journal of Latino Ame­
rican Studies 1:2 (1969) 85-113.
KNOW LTON, Robert J. La individualización de la propiedad
corporativa civil en el siglo XIX. N o t a s so b re J a lis c o
Historia. Mexicana 1978: 109, 25-50.
Labastida , Luis G. Colección de leyes... relativos a la desa­
mortización de los que administraban las últimas. M é ­
xico 1893.
LAVRIN, Asunción. The execution of the law of consolida­
tion in New Spain; economic aims and results. Hispanic
American Historical Review 53:1 (1973) 27-49.
LERDO de T ejada , Miguel. Memoria.presentada al Exmo Sr.
Presidente sustituto de la República por el C. Miguel
Lerdo de Tejada dando cuenta de la marcha que han se­
guido los negocios de la Hacienda Pública... 1857.
LOPEZ, P ed ro. Las cofradías en Nayarit. Capitán Juan Ló­
pez Portillo pionero del desarrollo socioeconómico en
Tepic en el siglo XVII, Tepic, 1980.

169
LOPEZ, Pedro. Album Histórico del ex convento de la Cruz
de Tepic. Tepic, 1981.
LOPEZ COTILLA, Manuel. Noticias geográficas y estadísti­
cas del departamento de Jalisco... Guadalajara 1843,
Imp. del Gobierno.
MOLINA E nriquez , Andrés. Los grandes problemas nacio­
nales, edición de 1953 Problemas Agrícolas e Industria­
les de México.
POWELL, Taylor. El liberalismo y el campesinado en el cen­
tro de México. (1850-1876) SEP. 70, México, 1974.
YOUNG, Eric Van. Hacienda and market in 18th Century
México: The rural economy of the Guadalajara región
1675-1820. University of California Press, 1981.

170
IXTLAN DE BUENOS AIRES, 1958:
TRILOGIA DOCUMENTAL*

In memoriam: Don José

I Unos documentos

Todo empezó casualmente en el Archivo General de la


Nación cuando revisaba de manera sistemática los
legajos de Gobernación, en búsqueda algo desesperada
de noticias sobre Manuel Lozada y el cantón de Tepic
en los años 1853-1873. Un buen día me llamó la aten­
ción el apellido Ramírez que encabezaba un expedien­
te, por ser el apellido de don José Ramírez Flores, cono­
cido historiador jalisciense y maestro mío. Así rezaba:
“ D. Nicolás Ramírez se queja de que han sido confisca­
dos sus bienes de orden del Sr. Geni. Lozada” .1En el
expediente se encuentra la carta que Nicolás Ramírez
puso al Emperador Maximiliano, el 13 de junio de 1864,
en Guadalajara.

Nicolás Ramírez vecino de Istlán, ante Vuestra Magestad con


el más profundo respeto comparezco y digo: que después de las
pérdidas incalculables que sufrí en mis propiedades estas en

* En este trabajo quiero manifestar cómo, a veces, los problemas se plan­


tean y se revelan en el proceso de investigación. Para guardar cierta dis­
tancia con el documento preferí, en la transcripción, respetar la ortogra­
fía original.

1. A G N , Gob. leg. 1126 Tranquilidad Pública no. 8 junio 25, 1864 exp. 98
fojas 12.
el territorio de Tepic, jurisdicción de Jala, Jomulco, Cacalu-
ta e Istlan, durante la revolución pasada, he recibido del gene­
ral Lozada el último golpe que acaba con la escasa fortuna que
me ha quedado. Un decreto dado por él, contra los enemigos de
su causa, declara confiscados sus bienes, y se ha hecho esten-
sivo a los míos, como si yo hubiese alguna vez tenido ingeren­
cia en la cosa pública.
A la alta rectitud de V .M . Imperial no se ocultan la injusti­
cia, y la sinrazón de medida tan atentatoria, pues además de
no ser la confiscación una pena aplicable en una sociedad civi­
lizada, se ma ha hecho aplicación de ella, bajo el falso supues­
to, de que tomé parte en negocios politicos. Yo he vivido en Gua­
dalajara durante cinco años, por alejarme del teatro de las dis­
cordias que por desgracia han desolado el territorio de Tepic:
nunca hé, ni manifestado mi opinión en lo relativo a esas cues­
tiones, y llegado a una edad en que el hombre necesita el repo­
so, he preferido perderlo todo á vivir en medio del repugnan­
te espectáculo de una sociedad que se despedaza.
Hoy elevo mi queja hasta Vuestra A ugusta M agestad,
confiado en Su benevolencia y en que no permitirá que uno so­
lo de sus subditos, sufra bajo el peso de medidas atentatorias;
Os suplico pues deis las órdenes para que cese el daño que tan
injustamente se me causa!
Acostum brados por tanto tiempo a vivir en medio de la
anarquía, sin encontrar una mano protectora en nuestras des­
gracias, acudimos hoy con una ciega confianza a Vuestra M a­
gestad Imperial, como a nuestro regenerador, como al Augus­
to y Noble custodio de nuestros intereses u de nuestras liberta­
des. Esa creencia que es hoy dia la de todo Mejicano, es la que
me anima al llamar la atención de Vuestra Magestad sobre los
actos ilegales consentidos por el General Lozada en perjuicio
de mis intereses.
Señor. Guadalajara junio trece de milochocientos sesen­
ta y cuatro. Nicolás Ramírez.

El 27 de junio Gobernación pide al prefecto político


de Guadalajara que mande los informes convenientes
sobre el asunto; el 9 de agosto el prefecto Díaz de la Ve­
ga manda un oficio del general Lozada quien manifies­
ta el día 4;

172
la confiscación fué decretada por el cuartel general de mi m a n ­
do el 16 de m arzo de 1863 f ... 1 A l Sr. R am íres se le consideró
com prendido en el decreto referido por que no cave la menor
duda que ha sido enemigo acérrimo de la causa del orden, asi
com o de la Intervención y del Im perio, pudiendo calificarlo
como el hombre m as pernicioso que ha causado m ayores males
a este Territorio, de lo que podrá convencerse V. E. por los he­
chos que paso a referir. En 1858, se pronunció D. Nicolás R am í­
res por orden d eR a m ires. D espués de este acontecim ien to se
constituyó un espía de los enemigos éh izo llam am iento a las
fu erzas de R ojas que en d istin tas ocaciones invadieron este
Territorio a la s que les proporcionó toda clase de recursos y
noticias. A dem ás el propio Ramíres acom pañó a Rojas en los
saqu eos gen erales que este hizo a la V illa de A h u a ca tlá n h a ­
bién dose ocupado de com prar la m ayor parte de la plata en
pasta y labrada así como los dem ás afectos de valor que fueron
robados por Rojas en A huacatlán y Santo Tom ás; cuya compra
la hizo a razón de un 12% sobre el legítimo precio de la plata y
afectos sitados. Tam bién informaré a V E que Ramíres en todo
el tiempo que duró la revolución fué un constante propagador
de n o ticia s fa ls a s y a la rm a n te s y el que m ás fom entó la gue­
rra civil en este Territorio, valid o del dinero y de la in flu e n ­
cia que ten ía con R o ja s, C orona y O g azón y dem as gefes del
bando liberal.

En anexo Lozada mandó la “ Relación de los terre­


nos confiscados a D. Nicolás Ramírez, el 4 de abril de
1863, en virtud del decreto suyo del 16 de marzo, los
cuales han sido repartidos entre los indígenas de este
pueblo de Jala, y el 15 de octubre de 1863, los plantíos de
caña que había en la comprensión de Istlán “ para aten­
der a los gastos de la campaña sobre las tropas enemi­
gas q fomentaba D Nicolás Ramírez a las órdenes de su
hijo D. Trinidad Ramírez” .
El emperador dictaminó:

que se dev u elva n a Don N ic o lá s R am írez los bienes que le


confiscó el General Lozada, si no hay para ello algún incon­
veniente legal. Prevéngase al m ism o Prefecto proceda a averi­
guar si son ciertos los hechos de que el General Lozada acusa

173
a Ramírez y si resultan justificados, ponga a este a disposi­
ción de la Corte¡Marcial para que proceda a lo que haya lugar
conforme a las leyes. Dado en Toluca a 27 de octubre de 1864.

El nuevo prefecto del departamento de Jalisco,


Domingo Llamas contestó el 14 de noviembre:

La órden de SM será como corresponde obedecida, mas para


cumplirla se me presenta un inconveniente legal y es el de que
Tepic como V.S. sabe no está comprendido en el círculo dentro
del que mando sino que es un territorio independiente.

Por eso mismo Nicolás Ramírez volvía a escribir al


emperador el 31 de diciembre de 1864 para denunciar el
no cumplimiento de la decisión imperial. El asunto iba
para largo ya que el prefecto de Nayarit, Manuel Rivas,
contestaba el 30 de mayo de 1865: “ por haber sido este
negocio manejado militarmente en todas sus partes”
no podemos hacer nada.2
Don Nicolás no se encontraba solo en semejante,
situación y hacendados importantes se quejaban en
vano; así de Manuel Cortés, despojado de su hacienda
de Tetitlán, así de Juan José Amat, rico comerciante, y
de su esposa Dolores Navarrete, dueña de haciendas:

El año de 58, escribe Jesús López Portillo, prefecto de Jalis­


co, se declaró la revolución en Tepic y desde luego los indíge­
nas de los pueblos de aquel territorio ocuparon una gran parte
de los terrenos de las haciendas limítrofes. A Tetitlán quizá
más que a ninguna otra le alcanzó esta desgracia pues los
indios de Tequepespan y otros se apoderaron de ella [... ] Esta­
blecido el nuevo órden de cosas, uno de los gefes de las fuerzas
del general Lozada ocupa con el carácter de arrendatario una
parte pequeña de las tierras, pero el resto aún se encuentra en
poder de los indígenas. La hacienda es extensa y el capital que
se introdujo para girarla fue considerable (.) la justicia exige
se restituya a los propietarios lo que se les ha arrebatado, o

2. A G N , Gob, leg. 1161 Tranquilidad Pública, Jalisco no. 6.

174
que se les indemnice si por motivos de política o de convenien-
cia pública el Gobierno juzga conveniente dejar las cosas en el
estado que guardan.3

Frente a tantas quejas, el emperador reaccionó y


revocó el 22 de abril de 1865 la providencia de Lozada
del 16 de marzo de 1863 que decía:

en atención a las repetidas solicitudes que los indígenas del


pueblo de Jala han hecho a esta Superioridad, pidiendo se
decrete el reparto de terrenos de fondos, los mal vendidos y los
que pertenecen a los enemigos del Spro Gobierno, deseando
este Cuartel General atender a la raza indígena en todo aqué­
llo que sea justo y que se da en veneficio de la humanidad, en
uso de las facultades con que me hallo imbestido he tenido
abien decretar lo siguiente: Art. 1Q: Todos los terrenos que
existan en la comprensión de Jala, perteneciente a los enemi­
gos declarados del Supremo Gobierno que a la publicación de
este decreto no hallan obtenido indulto, se declaran confisca­
dos y serán repartidos con la devida proporción entre los in­
dígenas de Jala, prefiriendo a los indigentes [...] Dado en el
Ctel. Gral., Cofradía, marzo 16 de 1863 Manuel Lozada.4

El decreto imperial5 no resolvía nada: el 8 de mayo


el prefecto de Tepic, Manuel Rivas, gira órdenes al sub­
prefecto de Ahuacatlán para que sean puestos en pose­
sión los dueños de las tierras que se habían repartido a
los indígenas o que los indígenas habían invadido,
pero en agosto y septiembre siguen las quejas,6 de tal

3. AGN, Gob. leg. 1144 18 de septiembre de 1865 y AGN Segundo Imperio


caja 7 del general J. Ma. Yáñez al Secretario del Gabinete de SME, 9 de
octubre de 1864.
4. AGN Gob. leg. 1126, copia certificada por Lozada, en San Luis el 3 de
agosto de 1864 y leg. 1161, copia certificada por el prefecto Manuel Ri­
vas el 27 de marzo de 1865.
5. AGN, Gob. leg. 583 y 1161.
6. AGN, Gob. leg. 583 8 de mayo de 1865; leg. 1144 J. López Portillo 18 de
septiembre de 1865; y J.J. Amat 2 de agosto de 1865.

175
modo que la Secretaria de Fomento dictamina el 11 de
noviembre de 1865:

Para terminar las cuestiones que se han suscitado entre v a ­


rios pueblos del departamento de Tepic y los propietarios de
algunas haciendas del mismo Departamento, tiene acordado
Su Magestad que se hiciera un deslinde general de la propie­
dad particular, con presencia de los títulos correspondien­
tes, para poner en posesión tranquila a los que resultaron
legitimos propietarios, pero que entretanto se hace esta ope­
ración, se mantuviesen los indigenos (sic) y los hacendados
en las posesiones que actualmente tuvieran sin que ni unos ni
otros pudieran estenderse fuera de ellos.7

II. Un testim on io postu m o

Como trabajo al mismo tiempo los archivos de Guada­


lajara, aproveché mi estancia en esta ciudad para pre­
guntarle a don José Ramírez Flores si tenía algún pa­
rentesco con don Nicolás. No esperaba que tuviera, ya
que don José tiene raíces en Zacoalco y Techaluta, bien
lejos del Nayarit, pero resultó que don José dio un brin­
co y exclamó: “ Es mi papá Nicolás, un bisabuelo de
Ixtlán que tuvo que huir de Lozada y por eso mis ante­
pasados fueron a dar a Techaluta” . Y se fue a hurgar
entre los montones de libros y de papeles viejos hasta
encontrar una libreta de apuntes suyos del año... ¡1918!
Transcribo textualmente lo que entonces me leyó:

Según me contó D. Lino Martínez, en 1918, y vecino de Ixtlán


de Buenos Aires, ahora del Río, y testigo de los hechos (de más
de 90 años) que el choque con los lozadeños que tuvo mi bisa­
buelo D. Nicolás Ramírez vecino y propietario en la comarca,
se debió a lo siguiente:
Uno de los hijos de Ramírez, Gregorio Ramírez Sánchez, ca­
sado con Francisca Parra, estando de comandante en Ixtlán,
el indio Prudencio Ochoa, especialista en robos, saqueos y

7. A G N Gob. leg. 1144 Terrenos, Jalisco no. 10.

176
ro b a v a ca s, al ir R am írez a la ca sa de un señor M artín ez a
llevar un bote de m anteca, al llegar frente al ruarte], pasó sin
fijarse que abajo de la banqueta estaba haciendo guardia el
indio lozadeño Claro M edina, el cual por haberse atravesado,
con su ca ra b in a led ió un cu latazo en el hom bro, hiriéndolo.
Gregorio, como iba cargado, dejó su bote y se regresó, con su
p isto la h acien do un disparo sobre el gua rd ia , sin acertarle.
C om o en la puerta estaba el retén déla guardia lo atraparon y
lo condujeron a la cárcel, trasladándolo al día siguiente a la de
A h uacatlán , que entonces era la cabecera de la región.
D. N ic o lá s acudió luego a un hu izachero jorobado. 1).
Pedro M a rtín ez G u evara, q u e se e n c o n tra b a en Ixtlán vera
compadre del general liberal D. Santos Degollado. El litigan
te le aconsejó a Ramírez, que debido a la intransigencia de los
indios, lo único que podía hacerse para salvar a Gregorio, era
un lev a n ta m ie n to , siendo desde luego oportuno hacerlo en
razón de que su com padre D. S a n to s h ab ía ocupado G u a d a ­
lajara.
Con el pretexto de un día de cam po, los hijos de I). Nicolás
con sus am igos, se reunieron en el rancho de Los Tizates, pro­
piedad de éste, y el anochecer, siguiendo las instrucciones del
semi litigante, tomaron el rumbo de Jala, dando un albarazo
sobre A h uacatlán , dejando en libertad a Gregorio y tomando
la p oblación . Los h erm a n os R am írez que tom aron parte en
ésta acción fueron: Carlos, M arcos, Julián, Antonio, Trinidad
y el sobrino de estos José M aría M acías, hijo de Simón y Feli­
ciana Ramírez, con otros parientes y am igos. Esto sucedió co­
mo en 1858, en el tiempo de a gu as.8

En 1 9 1 8 , en Ixtlán, el joven José Ramírez Plores y a


practicaba la historia oral... con la suerte de encontrar
un testigo dotado de una prodigiosa memoria, ya que
puedo ahora confirmar todos sus decires, basándome

8. Apuntes a lápiz en una libreta de 1918, con el árbol genealógico de los


Ramírez. Don José Ramírez Flores, Guadalajara (enero de 1979)
J.M. Vigil apunta a la p. 325 de “ La Reforma” (México a través de los
Siglos) que el 19 de octubre de 1858 se pronunció en Ixtlán don Pedro
M artínez (nuestro huizachero). Manuel Cambre precisa que era co­
mandante y que ('1 25 de octubre los lo/adeños. después de derrotarlo
saquearon a Ixtlán. (la Guerra de 3 A ñ o s, la ed. p 133)

177
en documentos encontrados en el Archivo General de la
Nación, después de esta extraña experiencia.

III. In fo rm a ció n de testig os p ra ctica d a en Y stlan


s o b re la con d u cta de d on N icolá s R a m írez9

El emperador Maximiliano, al ordenar la devolución de


sus propiedades a don Nicolás, pidió se investigara
qué tan fundadas eran las acusaciones de Lozada con­
tra el quejoso. La inform ación aparece en otro legajo
del archivo de Gobernación sin que se sepa de las conse­
cuencias.
La información se levantó en Ahuacatlán, el pue­
blo vecino de Ixtlán, asaltado en 1858 por los Ramírez y
sus amigos; los testigos fueron siete pacíficos, de los
más principales de esta v illa ” 10*y Prudencio Ochoa,
m encionado por el inform ante de don José como co­
mandante en Ixtlán, indio especialista en robos etc...” y
por el encargado de la inform ación de 1864 com o “ al­
calde en 1858 por cuyo m otivo tuvo necesidad de con­
centrarse y de huir a partes donde estuvieron seguro de
la fuerte persecusion que asian de su persona” .11 Pru­
dencio Ochoa quien fue el primero en contestar al inte­
rrogatorio llevado a cabo por Flaminio Ulloa, otro ve­
cino de Ahuacatlán, no podía ser muy favorable a don
Nicolás; había arrestado a su hijo Gregorio, luego tuvo
que andar huyendo y

en una vez se im p u so un p résta m o por T rin id a d R am írez a


instan cia de Don N icolás, en el que fue gravado D. Pablo
O choa, por ser de opinión contraria a la de él, en el que le sacó
una su m a co n sid era b le de m a rq u etas de p la ta , la s que que­
daron en poder de D. N icolás R am írez.12

9 AG N . Gob. leg 1161 Jalisco no. 6. doc. 2 1864.


10. .José María González Espinosa. Ysabel González. Bartolomé Marque-
cho. Asención Guevara, Melitón y Nicanor Espinosa, Severo Parra.
11. A G N Gob. leg. 1161 Jalisco 6 doc. 2 pp. 23-24.
12. Idem p. 3.

178
Prudencio Ochoa de 46 años, casado, comerciante
de Ahuacatlán, contestó a las diez preguntas:

que por ser constante y bien conocida su opinión declarada


federal, por esta razón es que no es afecto al actual gobierno y
como el que declara hase algún tiempo que no ha tenido vista
con el Sr. Ramírez no sabe su opinión con respecto al Gobierno
Constituido.

Los otros testigos confirmaron que “ es muy públi­


co y notorio y bien conosido la opinión del Sr. Ramírez
al partido federal” .
Todos estuvieron de acuerdo en señalar que don
Nicolás tenía un “ capital de consideración y el primero
de esta villa” y que “ impartió barios recursos a las fuer-
sas del partido liberal” ; Ysabel González, 37 años, ca­
sado, comerciante, precisó que “ lo asia voluntariamen­
te sin ser forsado de nadie fomentando con esto la revo­
lución y solamente le quedo sus terrenos y casas por
que no pudo disponer de hella” .13

De la misma manera explicaron que

este Sr desde antes que estallara el pronunciam iento de esta


villa se declaro enem igo del Gob Conservador y fue el princi­
pal autor del pronunciam iento que hicieron por el partido fe­
deral; y que aun qu e no a n d a b a diario con el fa ccio so (A n to ­
nio) R ojas pero sí cuando estubo en esta V illa en la hacienda
de S a n to T o m á s y E t z a t lá n e sta se g u ro que lo a c o m p a ñ o ,
tiempo en que se insendiaron dichos puntos.

y, confirmaron ampliamente la excelencia de la memo­


ria del informante de 1918, al declarar que si

13. Todas las informaciones de este párrafo están sacados del Archivo del
Congreso de Jalisco, Rama Gobernación 1857, legajo 43, ocurso del
2 4 /X II/1 8 5 7 con 6 documentos anexos 58 p.

179
ese pronunciam iento tuvo lugar no fue debido a otra persona
que a la de Ramírez quien tomó una tenaz empeño para ello, y
solo por m iras particulares para f...l el delito que su hijo D.
Gregorio Ram írez cometió con el balazo que le dio a C L A R O
M E D I N A (!!!) ya fin a d o qu edase im pu n e, com o en efecto asi
fue por que después de él fueron las fuerzas de su hijo D. Trini­
dad y se trajeron el a rch ivo de A h u a c a tlé n , el que fue in sen -
diado, en el cual se en con traba la ca u sa de su otro hijo y la
fia n za que había otorgado para que el pudiera salir de la pri­
sión que era por valor de mil pesos.1'

No cargaron al viejo don Nicolás al declarar que

lo que se sabe con sertesa es que su hijo D. Trinidad fue el prin­


cipal autor de los m ales que se causaron en esta población en
u n ión de barios in d ivid u os y que no se sa b e si Don N ic o lá s
tom aba parte con el hijo y los dem ás; que los m ales que en lo
general sufrió esta población son inrreparables por que quedó
en una com pleta ruina.

Prudencio Ochoa declaró que

olio decir que fue m uy notorio las compras que el Sr. Ramírez
h acia al m en cio n ad o R o jas, no co n stán d o le del v ista porque
tenía que huir de esta población cuando ellos benian.
Que fue muy publico y efectivo el préstamo que se cita y en
los m ism o s térm in os, no solo al Sr. D. P ablo (O ch oa) si no a
todos los del partido conservador.

Melitón Espinosa contestó

que una ves olio decir que compro al Sr. Ram írez una poca de
plata de la que le impusieron un préstam o a Don Pablo Ochoa,
no supo a que presio. Que supo que el sr. R ojas im puso un pres-1
4

14. De hecho, en 1793 Cacalutan pertenecía a la jurisdicción de Hostotipa-


quillo (N o tic ia s va ria s d e N u e v a G alicia 1791-179,3 y José Menendez
Valdes D escripción y C en so G en eral de la In ten den cia de Guadalajara
1789-1793 Unidad Editorial del Gobierno de Jalisco 1980, p. 87).

180
tam o de con siderasion no solo al señor don P ab lo si no a ba
n o s particu lares, pero no sabe si Don N ic o la s influ iría la
signacion de ese préstamo.

Bartolomé Marquecho dijo que “ las marquetas de


plata en efecto quedaron en poder de Don Nicolás Ra­
mírez y según se supo fueron compradas” .
Y José María González Espinoza, 45 años, viudo,
comerciante concluyó atribuyendo los préstamos y
saqueo a Antonio Rojas y Trinidad Ramírez, recordan­
do que en la ocasión del famoso préstamo, a él nomás le
tocó pagar 1 000 pesos.151 6
Esta información confirma y completa el testimo­
nio oral que manifiesta el antagonismo existente entre
los pueblos de Ixtlán y de Ahuacatlán; el papel predo­
minante de la familia Ramírez a favor de la causa libe­
ral; su actividad militar y la riqueza de don Nicolás,
menciona también el conflicto que opone Ixtlán (y los
Ramírez) a otros pueblos de la región. Y es cuando re­
cordé un expediente de índole muy diferente, encontra­
do tiempo atrás en el archivo del Congreso del Estado
de Jalisco.

IV. D on N icolá s y lo s in dígen as de C acalu tan .,fi

Cuando uno viaja de Ixtlán a Guadalajara, ya entran­


do a las tremendas barrancas, puede agarrar una mala
brecha que lo lleva durante leguas sierra adentro y
sierra arriba al pueblo de Cacalutan (Cacaluta, Caca-
lutlan). Según nuestro expediente por lo menos desde
1849 los indios de Cacalutan (así se llaman ellos) pe­

15. Documento citado, 23 p.


16. Toda la información de este párrafo IV viene del archivo del Congreso
de Jalisco, Gobernación 1857, legajo 43,58 p. ocurso del 24 de septiem­
bre de 1857 + 6 documentos.
Según Longinos Banda (p. 90) Cacalutan tiene 6 0 9 h. en 1858, Cacalu­
tan perteneció efectivamente a la jurisdicción de Hostotipaquillo (N o ­
ticias varias de N u eva Galicia 1791-1793 p. 24).

181
lean para escapar al control administrativo de Ixtlán y
denuncian la tiranía de don Nicolás Ramírez.

Desde siglos de años y épocas m uy rem otas perteneció nues­


tro pueblo a la cavesera de Hostotipaquillo según consta de la
in form ació n que devid a m en te a co m p a ñ o . D esde el a ñ o de
diesiseis por circu n sta n cia s in fu n d a d a s que m o tiv a ría n a
nuestros antecesores, huvim os de reconocer al pueblo de Ys-
tlan h a sta la fech a. Y no co n vin ién d o n os pues perteneser a
aquel municipio si no al que antes reconocia nuestro pueblo, y
sin perjuicio de que se n os resa ria n los m e n o sc a v o s y pérdi­
das de terrenos que hem os tenido y que esto se hara por cuerda
separada. Y de consiguiente haciendo uso de tan innum era­
bles decretos que S A S el Presidente de la República se a digna­
do espedir relativos al asunto de que se trata por que m uchos
pueblos o lugares pueden elejir el lugar a que queran pertene­
ser, el pueblo de H ostotipaquillo por su cabesera como antes lo
estava y que a la vez esta dem arcada con el titulo de 3er. par­
tido 5Q distrito del departam ento de Jalisco.
M uchos son E xm o Sor, los perjuicios que hem os resebido
por la s autoridades de Y s ta n y el estin gu id o a y u n ta m ien to
que no cum plió con el decreto num ero 2(17) de la estin g u id a
leg isla tu ra de este E sta d o y que por ca su a lid a d h u vieron de
repartir u n a pequeña parte de terrenos seg ú n co n sta del do­
cumento 1Qque consiguió E n ca m a ció n Rodríguez, estedá una
idea de que nuestro pueblo tiene infinidad de terrenos de que
disfrutar y que por falta de los títulos no logram os.
f ... ] patentisarem os el uso de nuestro derecho para que si
esponemos en justicia se nos restituya lo nuestro.

A tal ocurso del 13 de septiembre de 1854, contestó


el Gobierno que no estaba en sus facultades alterar la
división territorial existente. De 1854 a 1857 siguieron
las peticiones de los vecinos de Cacalutan y del ayunta­
miento de Hostotipaquillo para confirmar la solicitud y
decir que Hostotipaquillo estaba de acuerdo para reci­
bir a Cacalutan.
El 13 de mayo de 1857, en el ambiente tenso17de los
17. Decreto no. 2 del Congreso de Jalisco sobre el repartimiento de los bie-

182
conflictos creados por la desamortización y por el jura­
mento de la Constitución (para no mencionar los con­
flictos propios al cantón de Tepic), volvían a la carga
los de Cacalutan.

Floren cio M em b rila por si y en representación de A ndrea,


V ic to , S e b a stia n , L in o, Teodoro y R egino C arrillo , Ju lia n ,
Luis, Tiburcio y Felis M acarenas, Lucas, Juan y Jesus Mar-
m o lejo s, Deciderio R odriguez, G regorio, Felipe y Ruperto
Flores, Claro del m ism o apellido, Esteban Carrillo, José M a ­
ría González, E pitasio Zuñiga, Dom ingo García, Merced Pi­
neda, Cruz C astillo, M anuel Santos, A gu stín Gonzalez, Patri­
cio R obles, F ra n cisco Lopez, C risa n to A g u ia r , A g a p ito E s ­
parza, Victor M Roque, Victoriano Pineda, A n asta cio C a m a ­
cho y dem as común del pueblo de C acalutlan, prebia m atricu­
la form ada por nuestros antesesores desde el año de 1817 que
en tres fojas se escribe, ante V E sum isam ente esponem os que
siendo intolerables los perjuicios que hem os recibido estam os
recibiendo y se recibirán por la m a la edicencia de hom bres
que a ca so h an n acid o a la m a n era de los a n tro p ó fa g o s para
mortificar a los m ism os de su espesie, asi se ha caracterisado
el vecin d ario de Y s tla n a que d esg ra cia d a m en te se nos han
hecho pertenecer sin em bargo de nuestras repetidas reclam a­
ciones. Y a es tiempo E m o Sr de prebenir tan contagioso mal
a p lica n d o el rem edio de a g reg a rn o s a H o sto tip a q u illo en
donde consideram os garantisado el bien estar, la seguridad
de nuestros intereses y la reputación de nuestras fa m ilia s y en
su consecuencia respetadas nuestras propiedades con el sello
de la Libertad y puesto el ataque que de dia en dia sufren las pro­
piedades m ism a s por la s autoridades y el vesindario del pro­
pio Y stla n , señalándose entre otros varios con el m ayor des­
caro (hablam os con el debido respeto) el poderosísim o D. N ico­
lás Ram ires, que no consolándose con la detentación que ha
practicado de nuestros terrenos que por razón de pueblo nos

nes de com unidad, 12 de febrero de 1825, declarando los indios “ pro­


pietarios de las tierras, casas y solares que poseen actualm ente en lo
particular, sin contradicción, en los fundos legales de los pueblos o fue­
ra de ellos” . Podían disponer libremente de la propiedad.
17 b.Marzo de 1857, levantamientos indígenas en Santa Ana, Acatlán, Jo-
cotepec, Zacoalco. S. Pedro Isacán (s/c), Mazamitla, Tuxpa. Tizapán.

183
pertenesen, hoy se nos quiere lanzar con la m ayor infam ia del
casco sentrico, form ándosenos una terrible persecusion con
a r m a s de fu ego en m ano para dispersarnos [ ...1 las vejaciones
que hem os sufrido aun por la autoridad subalterna puesta en
nuestro Pueblo que nada m enos biene hacer D Trinidad R am í­
rez, hijo de nuestro enemigo acérrimo D. N icolas y que m a la ­
mente se h aya constituido fungiendo de autoridad, supuesto
que es uno de tan to s que no h an querido ju rar la C o n stitu ­
ció n 1” (...] Para asesorar a la comunidad aprendieron cuatro
indígenas que calificados sus motivos en el jusgado de Letras
de A huacatlán fueron puestos en libertad (...1 El representan­
te del pueblo no sabe firm ar pero lo hase a su ruego uno de los
interesados. Regino Carrillo.

Ni tardos ni perezosos, los Ramírez contestaron en


forma de petición al ayuntamiento de Ystlan, petición
supuestamente redactada por los mismos indígenas de
Cacalutan:

Los indigenas del pueblo de C acalutan y los vecinos del m is­


m o pueblo q suscribim os ante Ud con el respeto debido pare­
cemos y decimos que sabedores a algunos indígenas del refe­
rido pueblo han solicitado del E S Gobor del E stado la segre­
gación del m encionado pueblo de la jurisdicción de esta villa y
del dpto. de A h u a c a tlá n \ ... |espon ien do para ella razones
fa lsas e infundadas q en ningún tiempo podran probar y q con
ellas den igran de una m a n era atros la con du cta y h on rades
del vecind ario y autoridades de esta V illa y que d é la segre­
gación y agregación q se solicita nos resultarían graves per­
juicios en razón de q la distancia q media entre el ref pueblo de
C a c a lu ta n y el de H o sto tip a q llo es m a s la r g a y de m a s m alo
cam ino q la q h ay a esta villa y el q nuestras relaciones tanto
de comercio como de am istad en donde las tenem os m uy estre­
chas es en esta villa 1...1 deseando elevar nuestras deviles vo­
ces por el conducto de U s ante el Sr G obr.119
8

18. Tal acusación no se pudo averiguar pero parece muy dudosa, ya que
desde un principio la familia Ramírez se dio a conocer por su militancia
liberal. Pero todos los trucos valen a la hora de la hora.
19. Mismo documento, Ystlan 15 de julio de 1857.

184
Firmaron 97 personas, de las cuales 6 figuraban en
las peticiones contrarias de mayo de 1857: Crisanto
Aguiar, Epitacio Zúñiga, Juan Marmolejo, Merced
Pineda, Tedoro Carrillo y uno de sus hermanos; Trini­
dad Ramírez firmó por estos dos últimos, don Trini­
dad, miembro de la acordada de Ixtlán y autoridad en
Cacalutan... Don Trinidad figuraba entre los “ indíge­
nas vecinos del pueblo” y se puede suponer que ideó la
petición. El 27 de julio, el presidente municipal de Ix-
tlán, Julián Ramírez, hijo de don Nicolás, hermano de
Trinidad, escribió al jefe político del departamento de
Ahuacatlán que

Florencio M em brila o h a querido sorprender a la Superiori­


dad con una representación llena de falsedades o que él, por
no saber leer ha sido engañado por los autores de ella.

La asamblea municipal aprobó en sesión ordina­


ria del mismo día dicho dictamen y el jefe político apo­
yó totalmente la proposición de desechar la petición de
segregación:

La d ista n cia que m edia de C a calu tan a Istla n dista cuatro


leguas escasas y no de mal cam ino, m ientras de C acalutan a
H osto tip a q u illo h a y ocho y ca m in o casi in a ccesib le pues se
tiene que atravesar la barranca de Carrillo |. .1 La esperiencia
y la razón natural m uestra que cuanto m as distante están las
poblaciones pequeñas y m as si son de indígenas, d é la s pobla­
ciones grandes, es m ayor la obscuridad de sus luces, m as su
inm oralidad y m enos su enseñanza prim aria, m enos su urba­
n idad y m en o s tam bién la su bordin ación a las leyes y a las
autoridades [...] El ayuntam iento de Ystlan. no menos que los
vecinos, se resienten de que se invente tal division por aque­
llos indígenas, cuyo resentim iento lo atribuye esta Directoría
a una m edida política no m enos que las relaciones de fam ilia
y de intereses. D esde la prom u lgación del decreto no. 2 los
vecinos de Istlan compraron a los indígenas de C acalutan los
terrenos que la Ley, justam ente les concedió: de aqui siguió la
union de diferentes fa m ilia s que fá cilm en te se m esclaro n y

185
con ellas la m ancom unidad de sus bienes. H oy pretendiendo
los indígenas tal segregación es incuestionable la division de
esa pequeña sociedad por que las personas e intereses están
m e scla d o s; esto es de in d íg e n a s con los v ecin o s de Y stla n
ten ien do ig u a les h a v ito s, costu m bres, g e n e a lo g ía y todo lo
cuanto les puede anim ar en la vida civil.
Pero los indígenas en su presunción de independencia de
Istlan llevan dos m iras principales: una no cum plir sus com ­
promisos comerciales y otra coludirse con los bandidos, cuyas
relaciones no están lejos de entablar [...] Si se concediese su
separación a los indígenas de C acalutan esto sería abrir las
puertas, poner un ejemplo a las dem ás poblaciones de indíge­
n as propensas, por desgracia, al bandalism o, para proponer­
se p la n es de sep aración y de in d ep en d en cia , y h é aqu í, en
apogeo la insubordinación, la anarquía, el desorden y las re­
petidas m olestias al Spm o Gobr con diarias solicitudes la m a ­
yor parte ridiculas, infundadas e in ju stas.20

Los bandidos a los cuales alude Miguel Oceguera,


director del departamento de Ahuacatlán, son los mis­
mos que los de Manuel Lozada y su gente, que andaban
a salto de mata desde el año de '1853. Ironía de la histo­
ria, Miguel Oceguera no tardaría en llegar a ser secreta­
rio particular y hombre de confianza del ya no bandido,
sino general Manuel Lozada...
El día 21 de septiembre de 1857 Lozada deja oficial­
mente de ser un bandido sencillo y se pronuncia a favor
de la religión, atacando la hacienda de Puga, con la
cual tenía viejo pleito, de Mojarras también, y aniqui­
lando el día 23 los 40 hombres del capitán Murillo. El
jefe político de Tepic el coronel Echagaray, tiene que
salir contra él con 125 hombres y un cañón, pero escribe
al gobernador Parrodi que:

20. Mismo documento, firmado por Miguel Oceguera, director del deto de
Ahuacatlán, 4 de agosto de 1857. Aprobado y firmado en Tepic el 18 de
agosto, por el Jefe Político Echagaray.

186
Lozada ha insurreccionado los pueblos ofreciéndoles tierras
pues en M ojarras dijo al adm inistrador que continuaran los
trabajos y tan luego como viniera de una expedición se nota­
ría los linderos a que debían sugetarse. V alido de este medio
que a lh a ga tanto las inclinaciones de los indígenas dentro de
pocos días contará con una fuerza de dos a tres cientos h om ­
bres. T e rm in a su carta n ota n d o que algú n día bien podría
Lozada tom ar Tepic.21

Aprovechando estas circunstancias, Florencio


Membrila y sus amigos de Cacalutan volvieron a pre­
sentar su petición y sus denuncias, el mero día 24 de
septiembre:

Los indios creídos de que su anterior representación era reci­


b id a ja m á s b a m b o lea ro n ni b a m b o le a n , pero el a stu to Don
N icolás Ram írez haciéndoles creer en un castillo que el quiso
form ar en el aire adornado de clérigos que disque quería poner
en beneficio del Pueblo terjibersó, porque contrarió, pues los
indios si se listaron voluntariam ente en el m am arracho que
ignoraban, inepensablem ente se presentaron al engaño y a la
perfidia acaso creyendo otra cosa agena de las m iras sinies­
tras del Señor Ramírez. Les hicieron pues creer que todos los
que se lista ra n en aquel papei d isfru ta b a n de la g a r a n tía de
tener un clérigo a su lado, pero una vez concertada la estrate­
gia m andaron la lista par hacer creer a SE el Sr Gobr que los
su scritos preten dían por cabesera al d esg racia d o pueblo de
Y stlan [...] D esgraciada situación que la que guardan los
in d ios de C a c a lu ta n , pero una vez seg reg a d o s de Y s tla n ya
h aran uso de sus derechos, y a recojerán sus tierras perdidas,
y a m uchos que hoy huyen por la persecusion volverán al ho­
g a r de sus fa m ilia s , pues se les persigue de una m a n era tan
infam e que ya se les cercan sus casas con esvirros con carabi­
na en m an o y cartucho al cañón para destruirles o auyentar-
los para que dejen sus intereses libres ala boluntad de otro.22

21. Oficio del 27 de septiembre de 1857. Parrodi trasmite a México. Colec­


ción personal.
22. Archivo del Congreso de Jalisco, Gobernación, 1857 no. 43. El Congre­
so decretó: “ Resérvese esta solicitud, como esta acordado, hasta que se
haga nueva division territorial del Estado” 5 de octubre de 1857.

187
Efectivamente la guerra había comenzado y tanto
el ejército como la acordada de Ixtlán andaba en cam­
paña contra los pueblos de San Luis, Pochotitán, Te-
quepexpan, Santa María del Oro, Jala. Luego, tan se­
ria era la situación, que se mandó al general Juan N.
Rocha en campaña contra Lozada de octubre a diciem­
bre de 1857. Dicha cam paña no se pudo terminar por
los acontecimientos nacionales: golpe de Tacubaya,
derrota de Parrodi en el Bajío en marzo de 1858 y toma
de Guadalajara y Tepic por los conservadores. En Ix-
tlán, los Ramírez esperaban que pasara la tormenta
basta que la cárcel y posible fusilamiento de Gregorio
Ramírez los impulsó al levantamiento del 19 de octubre
de 1858, que coincidía con el sitio de Guadalajara por
Degollado (28 de septiembre-27 de octubre de 1858). La
guerra ofrecía a sus adversarios una ocasión larga­
mente esperada de ajustar cuentas.

V. P ero, ¿qu ién es eran ios en em ig os e n fre n ta ­


d os, Ixtlán y A h u acatlán , y qu ién es eran los R a ­
m írez?

La Descripción geográfica del partido de Aguacatlán


(1793) nos ayuda a entender la situación21de los cuatro
pueblos de Ahuacatlán, Ixtlán, Mexpan y Jala que, en
un valle fértil que produce en abundancia maíz, frijol y
caña, viven de la agricultura, de la arriería y trabajan
algunas pequeñas minas de plata en la montaña. En el
partido, según el padrón militar de 1793 hay 1409 espa­
ñoles, 21 castizos, 61 mestizos y 2 511 mulatos, osea un
total de 4 012 “ sin comprender los indios que son po­
cos” , y mayoritarios en Mexpan, Jomulco, Cacalutan.*
Es posible que hayan contado como mulatos a muchos

* A G N Tributos vol. 43 f 274 sq Provincia de Guadalajara 1805 Partido de


Aguacatl6n: 3 790 indios de pueblo.2
3

23. A G N , Padrones, vol. 14.

188
mestizos para aumentar el número de tributarios; ade­
más las fuentes son contradictorias, pero el hecho fun­
damental es que Ahuacatlán aparezca como mucho
menos criollo que Ixtlán, lo que confirma la voz popular
que opone los “ indios de Ahuacatlán” a los criollos de
Ixtlán -—lo que nunca impidió los matrimonios entre
las familias principales de las dos villas. Según el pa­
drón citado. Ahuacatlán tiene en 1793 377 españoles
(66 familias), mas 340 casas de pardos y 40 de indios—.
Ixtlán tiene 407 españoles (84 familias) en la cabecera y
459 españoles (80 familias) en los ranchos de Arriba
(San José de Gracia). Aquí está la diferencia, en la pre­
sencia masiva de los rancheros criollos. Además, hay
91 casas de pardos, 3 de indios y 2 de mestizos, conoce­
mos el total de los pardos en el partido: 2 511 y 450 el
total de casas que ocupan; o sea, mas o menos 5,8 por
casa; lo que daría aproximadamente 2 000 mulatos (y
mestizos) para Ahuacatlán y 530 para Ixtlán más, con­
servando el mismo coeficiente, 240 indios para Ahua­
catlán y 30 para Ixtlán:

Españ. Pardos Indios Total 1838(.)

A huacatlán 377 2000 240 2600 3300

Ixtlán 860 530 30 1420 2330

En los ranchos de Ixtlán el clan de los Ramírez es


muy numeroso; son labradores, arrieros, comerciantes
y m ilicianos. Don José Esteban Ramírez, nativo de
Ixtlán, español de 30 años, arriero dueño de 7 muías,
tiene un hijo de 3 años, llam ado Nicolás. Se trata de
nuestro Don Nicolás, como lo confirma el libro de bau­
tismos: Nicolás Julián Ramírez Valdés, nacido en los
ranchos de San José el 28 de enero de 1789.24

24. Archivo parroquial Ixtlán — Libro 5, bautismos 1788-1798 p. 24 vuelta


y p. 25.

190
Estamos en presencia de una situación conflictiva
que opone un pueblo criollo en fuerte expansión demo­
gráfica (según nuestra hipótesis Ixtlán pasa, entre
1793 y 1838 de 1 420 a 2 330 almas, mientras que Ahua­
catlán pasa de 2 600 a 3 330) a un pueblo mestizo toda­
vía dueño del poder político, si bien amenazado econó­
mica y demográficamente por su rival.* Esa oposición
se traduce en el lenguaje que oponen los “ hueveros” de
Ahuacatlán a los “ ombligos dulces” de Ixtlán, zona de
cañaverales. Los pueblos indígenas de Mexpan, en el
valle de Cacalutan, Jomulco, Tequepexpan, en las
montaña resienten mucho la expansión de los “ ombli­
gos dulces” y, entre ellos, de los dinámicos y numerosos
rancheros, ejemplificados por el clan Ramírez.
En el siglo xix desaparecen de las fuentes estadís­
ticas las connotaciones raciales, pero podemos afirmar
que indios, mestizos y criollos vivían juntos en muchas
comunidades rurales, aunque el porcentaje de no indios
pudo haber sido muy pequeño; hasta en un pueblo con­
siderado indígena, como Cacalutan, al lado de los in­
dios encontramos (en la petición de julio de 1857) “ ve­
cinos como don Trinidad Ramírez, criollo que ejerce la
autoridad política y militar además de la profesión de
minero, arriero y labrador. Cacalutan depende de una
cabecera criolla, Ixtlán, centro económico y comercial
de la región, en vía de quitar a la villa mestiza de Ahua­
catlán la función política. La rivalidad entre las dos
villas se manifiesta en forma violenta cuando empieza
la guerra de Tres Años; el primer golpe lo dan los Ra­
mírez de Ixtlán, el 19 de octubre de 1858; el 25 viene Ma­
nuel Lozada a tumbarlos; con las armas en la mano y a
las órdenes deR am ón Corona, lo combatieron Trini­

* Todo el partido alcanza fuerte crecimiento demográfico (21.888h. en 1838)


y la relación de la natalidad con la mortalidad es de 188 a 100 según López
Cotilla, pero no aparecen las diferencias locales.
En 1861 el gobernador O gazón castiga la conservadora A huacatlán y
traslada la dirección del partido a Ixtlán.

191
dad Ramírez, (después de su muerte su tropa recibió la
de nom inación de Batallón Lanceros de Ramírez, y
participó en la sonada victoria de la Coronilla, contra
los franceses, el 18 de diciembre de 1866;* su hermano el
coronel Marcos Ramírez, fue muerto en Tepic en marzo
de 1861, defendiendo la ciudad, cuando era comandan­
te de la Guardia Nacional “ Libres de Ixtlán” . Después
de la muerte de sus campeones no les quedaba a los Ra­
mírez y otros liberales de Ixtlán más camino que some­
terse o exiliarse para salvar la vida después de haber
perdido los bienes. Así encontramos al viejo don Nico­
lás, a los 76 años, escribiendo desde Guadalajara al
emperador Maximiliano.

VI. D on N icolá s, r a n ch e ro y em p resa rio lib era l


(1789-1871)

Nicolás Ramírez Valdés nació en los ranchos de Arriba


(después llamados San José de Gracia) de padres espa­
ñoles; la tradición familiar menciona la llegada de un
capitán Ramírez de los Santos, oriundo de Castilla la
Vieja, cuando la pacificación y reducción del gran Na-
yar. Se casó Nicolás en 1809 con Juana María Sánchez
(de 16 años),25 de ella tuvo varios hijos, enviudó, se vol­
vió a casar con Macedonia Parra y en total tuvo 18 hi­
jos legítimos y uno natural, Juan, que fue después te­
niente del ejército liberal.
Parece que su padre tenía algo de bienes pero que
desde muy joven, Nicolás manifestó un dinamismo
muy notable para los negocios, dentro del marco local,

* Informe del cor. Eulogio Parra en E l País VII-1 del 2 5 /X II/1 8 6 6 .

25. Quien los casó fue el P. José Tom ás Verdad y Ram os herm ano del li­
cenciado Verdad. Archivos parroqu ialesd’ Ixtlán, lib ro 5 bautismos
1788-1789 y matrimonios 9 de febrero de 1809 - Juana María pertenecía
a la familia Sánchez de Ahuacatlán que dio a Jalisco su primer gober­
nador Prisciliano Sánchez.

192
siendo las dos actividades de Ixtlán la agricultura y la
arriería. Le fue bien en sus correrías: iba a la feria de
San Marcos en Aguascalientes, a la feria de San Juan
de los Lagos, iba hasta Tabasco para comprar canela y
cacao, vendía chile ancho de Jalisco; tuvo mina en Ca­
calutan y sus muías transportaban la plata fundida en
jabones a la Casa de Moneda de Guadalajara; pasaron
los años y fue sumando casa sobre casa, terreno sobre
terreno: dueño de varias manzanas en el mero corazón
de Ixtlán, posee también las tierras de riego en las ori­
llas donde crece la caña, terrenos en Ahuacatlán y Jo-
mulco, parte de la hacienda de Santo Tomás; arrienda
parte de la hacienda de Tetitlán; se posesiona de prác­
ticamente toda la barranca (Plan de Barrancas será
fundado por su hija Tula, esposa de Juan Hernández),
de la Cofradía, de terrenos de riego en Jala. Ya mencio­
namos la mina de plata de Cacalutan, la buena casa en
el centro de Guadalajara; remata en 1856, comprando
en Ixtlán terrenos del ayuntamiento: 3 solares y 4 po­
treros en 1 216 pesos.26
Lamentablemente no tenemos ni un retrato de don
Nicolás, mas se dice que existió uno de cuando fue fu­
silado por los indios lozadeños cuando tomaron Ixtlán
y saquearon las casas de los Ramírez, en búsqueda del
viejo patriarca. Se dice que, en esta pintura, lo figu­
raban como “ medias como pastor” y “ sombrero con
plumas” como danzante; el informante, Nicolás Ramí­
rez Parra, tío de don José Ramírez Flores, concluía que
tal retrato no podía ser de su papá Nicolás, ya que este
nunca vestía de pastor y mucho menos de indio emplu­
mado; no había conocido los trajes de la Colonia, nada
más.
Tal es el campeón de la causa liberal en Ixtlán y el
representante del dinámico grupo ranchero estudiado
por Luis González y David Brading, después de haber

26. Documentos citados. Información de don José Ramírez Flores, M. Ler­


do de Tejada. Memoria de 1857, p. 316.

193
sido señalado por McCutchen McBride, Frangois Che­
valier y Eric Wolf. Don Nicolás representa a esos miles
de empresarios pequeños y medianos, más ricos de va­
lor que de capitales, quienes recorren el campo, com ­
prando todo lo que se puede comprar y transportar a
lomo de muía: cueros, quesos, cera, chile, jabón, ropa,
peinetas, etc., visitando los pueblos con su recua de
muías, controlando un pequeño ejército de “rabatteurs” .
Invierte los capitales juntados en el comercio, en la
mina, en la tierra y en la ciudad también. El personaje
es pintoresco, ya que el comerciante-arriero es un aven­
turero en el sentido etimológico de la palabra; hombre
dinámico, de pronta decisión, con una energía física y
moral excepcional, un atrevimiento y una resolución
sin par, como lo prueba el levantamiento de 1858 con
sus hijos y parientes para salvar a su hijo Gregorio.
No es un comerciante como lo imaginamos hoy, no
es un intermediario pasivo y sedentario; don Nicolás
descubre mercancías, inventa tráficos (¡va hasta Ta­
basco con sus muías!), antes que todo es un especulador
y un prestamista también.
Como dice Brading: “ needles to say, in the civil
wars which followed the attainment of Independance
it was these rancheros who were the most successful in
utilising their family network for military or political
purpose” .27 ¿La prueba? Los Ramirez son oficiales de la
Guardia Nacional, jueces de acordada, munícipes en
Ixtlán y los pueblos vecinos, mucho antes de 185728y en
1857 forman, con sus parientes políticos, la acordada
de Ixtlán: Ramírez, Parra, Rodríguez, Manjarrez, etc.,
los 40 soldados son cuarenta parientes.29 Desde 1853 la

27. H aciendas and ranchos in the M exican B ajío: Leon 1700-1850 C am ­


bridge University press 1978, p. 163.
28. Archivo Ayuntamiento Tepic: listas Guardia Nacional 1846; archivo
municipal Ixtlán.
2v. Archivo Histórico de Jalisco G-15-857 J A L /1 2 2 Acordadas 1857, lista
acordada Ixtlán.

194
acordada de los Ramírez pelea contra los “ bandidos”
de Manuel Lozada; después, los Libres de.Ixtlán, luego
el batallón de Lanceros de Ramírez del glorioso Ejér­
cito de Occidente de Ramón Corona. Todos los hijos de
don Nicolás, sin excepción, sirvieron como militares
liberales y la mayoría pasó del grado de teniente. El
coronel Marcos Ramírez, abuelo de José Ramírez Flo­
res, nacido en Techaluta, Jal., participó en la batalla de
La Coronilla y ganó la medalla de ord del sitio de Queré-
taro. Inocencia Ramírez, hija de don Nicolás, se casó
con el doctor José María Parra, hermano del general
Eulogio Parra, y los Ramírez llevaban relaciones con
Santos Degollado, Ramón Corona, Antonio Rojas...
Esa fuerza político-militar les sirvió en sus empre­
sas económicas, inseparables de las luchas de clanes,
de castas y de clases del departamento de Ahuacatlán;
en 1863 parece que habían perdido todo, pero la restau­
ración de la república en 1867 y la caída de Lozada en
1873 fue victoria suya. Don Nicolás no vivió para ver el
triunfo final, pero este no lo hubiera sorprendido.
Lo que me fascina en esta historia tan particular
es cómo se viene a confirmar el dicho: “ quien agarra el
hilo, saca el ovillo” ; o sea, cómo la microhistoria viene a
contestar a las preguntas que suscita la Historia sin
poder contestarlas a su nivel general. La historia oral y
testimonial de la familia Ramírez en la persona de don
Nicolás junta en un haz la problemática política de la
Reforma y del Imperio, aclarando muchos aspectos de
la vida social y económica: tierras, pueblos, razas, cla­
ses, nación y estado.

195
LA CASA BARRON, FORBES Y
COMPAÑIA: FORMACION Y
DESARROLLO DE UNA EMPRESA
EN MEXICO EN EL SIGLO XIX

El presente trabajo no es más que una posición de tesis,


una cooperación al interesante debate sobre los empre­
sarios en México y en América Latina en el siglo pasa­
do. Su estudio está en pleno auge después de la publica­
ción por Ciro Cardoso, Margarita Urías, Ma. Teresa
Huerta, Shanty Oyarzábal, Guillermo Beato, Rosa Ma.
Meyer, María Dolores Morales de Formación y Desa­
rrollo de la burguesía en México, siglo XIX (1978 Siglo
XXI). Dayid Walker está trabajando sobre la familia
Martínez del Río; Guillermo de la Peña ha terminado su
investigación sobre los empresarios del sur de Jalisco;
en Guadalajara un grupo de investigadores relaciona­
dos con Guillermo Beato se interesa en los tapatíos;
Monterrey y San Luis también han llamado la aten­
ción de los historiadores.
La Casa Barrón Forbes y compañía no es mi prin­
cipal tema de investigación, pero desde 1968, desde que
trabajo sobre el tema de Manuel Lozada y Nayarit,1me
he topado constantemente con don Eustaquio Barrón
el Grande, con su amigo, socio y pariente político Gui­
llermo Forbes, y con sus descendientes. Eso se debe a la
hegemonía económica de la Casa en la región de Tepic

1. El ocaso de la za d a H istoria M exican a 1969.


y a las inevitables relaciones entre el cacique Manuel
Lozada y la élite local. Se ha escrito muchas veces que
Lozada fue hechura de la Casa y que trabajó para ella
como jefe de una verdadera guardia blanca. No es mi
tema hoy rectificar versión tan simplificadora de una
realidad compleja, pero basta con señalar que de la
misma manera existe una leyenda anti-zapatista que
se agarra de las relaciones efectivamente existentes
entre Zapata y los principales hacendados de Morelos,
para pintar a Zapata como instrumento de los García
Pimentel y compañía...
El hecho es que tuve que interesarme en Eustaquio
Barrón en función de Manuel Lozada. Por eso no pre­
sento hoy, ni presentaré después, un estudio exhaus­
tivo de la Casa BF and CO; para alimentar la discusión
sobre los empresarios en México en el siglo XIX, pro­
porciono algunos elementos de comparación, doy algu­
nos puntos de referencia, esbozo la trayectoria de una
fortuna que se construye para gozarse a lo largo de un
siglo. Dejaré generalmente mis citas en el tintero pero
casi toda la documentación es de primera mano: archi­
vos nacionales (Archivo General de la Nación, muchos
ramos; Notarías del D.F. (1830-1895); Archivos de Gua­
dalajara; Archivos de Tepic) y extranjeros (Londres,
Paris, Washington); archivos privados de don Ricardo
Lancaster Jones, don José Ramírez Flores, don Salva­
dor Gutiérrez Contreras. Don Ricardo, por estar empa­
rentado con la familia Barrón a través de su bisabuela
Añorga, resultó un informante de primera. A él y a to­
dos los que me ayudaron, en particular a Claude Ge-
neste, quien me ayudó en Londres en 1972, a Alicia Her­
nández y Margarita Urías quienes me guiaron en el
archivo de Notarías del D.F., muchas gracias.

San Blas y Tepic: un lugar estratégico

Alejandra Moreno señaló a su tiempo que la apertura


del puerto de San Blas a fines del siglo XVIII y su auge

198
provocado durante la guerra de Independencia por la
decadencia de Acapulco, estimuló notablemente la
economía del Occidente a lo largo del eje Guadalajara-
Tepic. De la misma manera la apertura del puerto de
Tampico benefició a San Luis y la de Progreso y Sisal a
Yucatán. Fortalece la economía provincial, está ligado
al desarrollo del Consulado de Guadalajara como lo
demostró don José Ramírez Flores2 y plantea el proble­
ma del control de las aduanas. Parte de sus entradas
iban al gobierno federal, pero los estados se atribuye­
ron la facultad de gravar la introducción de mercan­
cías y su exportación. El contrabando y la especulación
fueron inseparables de las aduanas y su control fue un
asunto político, de importancia regional tanto como
nacional.
La exportación principal de México durante los
primeros cincuenta años de su vida independiente fue
la moneda acuñada. Numerosos empresarios coloca­
ban sus capitales en el exterior, por falta de bancos
nacionales, y exportaban numerario para pagar sus
importaciones de mercancía. Además la Ley prohibía
la exportación de oro y plata en pasta y de piedra mine­
ral sin beneficiar (el beneficio era más barato en Ingla­
terra o en Alemania). Como las casas de moneda cobra­
ban 12% del valor del producto beneficiado, como se
pagaba 10% para exportar, más derechos de ensaye,
fundición, marca, etc., tanta presión fiscal invitaba al
contrabando y conviene saber que no hubo negociante
que no fuese algo contrabandista, por lo menos en la
costa del Pacífico, de California a Acapulco.
Tanto la importación como la exportación estaba
controlada por unas cuantas casas extranjeras que
disponían de los capitales, del crédito y de las relacio­
nes internacionales, lo que les daba el m onopolio del
comercio en el interior. Además, estas casas tenían

2. José Ramírez Flores, E l real consulado de Guadalajara , Guadalajara,


1952. (reed. 1976 IM CE)

199
funciones bancarias de cam bio y de préstamo, tanto
para los particulares como para el Estado. A sí junta­
ban todos los beneficios, como unas décadas antes los
peninsulares del Consulado.
A la actividad del puerto de San Blas se debió en­
tonces la presencia en Tepic de numerosos extranjeros
venidos de todos los países de Europa y América. Espa­
ñoles, alemanes y británicos eran los más importantes,
pero no faltaban los americanos, franceses, belgas,
italianos. Tan pronto com o estos extranjeros am asa­
ban alguna fortuna, se transformaban en vicecónsules
o cónsules de su país, o de cualquier otro. Así el español
José María Castaños funciona en un momento dado
como vicecónsul norteamericano; el alemán Riecke
representa a Francia cuando es necesario y el inglés
Barrón, nacido en Cádiz de padre irlandés, pretende
acumular las representaciones inglesa y francesa. La
función consular proporciona una protección compro­
bada a los negocios. Todos son cónsules, todos son cos­
mopolitas, todos hacen de todo, incluido el contraban­
do.
Un informe francés nos dice que en 1832 los tres
primeros negociantes de Tepic son, en orden de impor­
tancia, Barrón, Castaños y Cubillas y que Forbes es el
primero en San Blas. Cubillas había sido el número
uno hasta 1831, cuando la pérdida de 200 000 pesos en
un negocio aventurado lo llevó a la quiebra decente.
Cubillas era cuñado de un Iñigo poderoso en Guaymas,
pariente del naviero Iñigo en Burdeos.
De Castaños volveremos a hablar, pero ya es tiem­
po de presentar a don Eustaquio Barrón.
“Suerte Irlandesa”
A sí tituló don Ricardo Lancaster Jones3 los apuntes
biográficos que publicó sobre Barrón. En 1833, cuando
3. Lancaster Jones a Jean Meyer, 1969 y 1979, Archivos Ayuntamiento
de Tepic.

200
es ya el primer negociante de la plaza de Tepic, tiene
unos 43 años, está casado con Cándida Añorga, joven
viuda de un capitán gallego, José Antonio Pintó. Tie­
nen varios hijos, tendrán pronto nueve. El informante
francés nos dice que Barrón es partidario de Busta­
mante, quiere mucho a don Lucas Alamán, a los padres
misioneros y a los jesuítas, desprecia profundamente a
Santa Anna. El gobernador de Jalisco se queja de que
“ tiene opiniones españolas, es entrometido, insolente,
contrabandista” . Nació en Cádiz en 1790 de Eustace
Barron, irlandés del condado de Waterford. Su padre
vino a la Nueva España (con él o sin él, no lo sabemos) y
lo encontramos en las rentas del tabaco, de la pólvora y
de los naipes, en Acapulco, según lo sabe Alfonso Cam­
pos.4 Eustace chico estudia en un buen colegio inglés y
sale para el Perú a luchar contra los insurgentes. Poco
antes de la independencia de este país, se va a Califor­
nia y, casualmente, en la escala de San Blas, se topa
con su compañero de colegio el escocés William Forbes,
negociante en Guaymas. Forbes lo convence de abrir
una agencia de com isiones en Tepic y así empieza lo
que iba a ser la Casa Barrón, Forbes y Compañía. La
cronología es imprecisa, pero Catalina Barrón nace de
Eustaquio Barrón y de Cándida Añorga, en Tepic, el 24
de diciembre de 1824. En 1827 Barrón representa ya a
Gran Bretaña en Tepic y San Blas. Junta rápidamente
gran capital comercial que reinvierte en una multitud
de negocios a lo largo de la costa, desde California has­
ta Guayaquil. Se lanza en la industria textil (en los
30s), compra haciendas y terrenos urbanos en toda la
región, presta a todo el mundo. En 1846 se siente lo sufi­
cientemente rico como para descansar. Sale de viaje
por dos años a Europa, con toda la familia. Deja el con­
sulado y los negocios en manos de su am igo Forbes,
quien se casó con la hija del primer matrimonio de Cán­

4. Alfonso Campos a Meyer, 1979.

201
dida Añorga, la hijastra de Barrón. Parece que no pen­
saba regresar a México. El lujo fastuoso de Barrón en
las capitales europeas hace de él un personaje digno de
los más espléndidos gastadores de la Comedie Humai-
ne de Balzac. A donde llega, compra casa, sirvientes,
coches y caballos. Europa lo decepciona, se aburre y
dedice regresar a México. Pero no vuelve a Tepic, se
queda en la capital y manda llamar a su socio William
Forbes; las dos fam ilias viven en México, en un lujo
increíble, derrochando fastuosamente en sus residen­
cias del centro (el actual pasaje América en el no. 9 de
San Francisco) y de Tacubaya (hoy Parque Lira). Es
cuando don Eustaquio se hace retratar, con toda su
familia, por un desgraciado pintor francés a quien mal­
trata mucho, se niega a pagarle y por fin lo manda al
bote porque se atreve a pedirle el salario convenido.5
Deja los negocios de Tepic a su empleado Juan All-
sopp, el nuevo cónsul inglés y trabaja a escala nacio­
nal; el gran negocio es el Estado, sus finanzas, las opor­
tunidades que ofrece: la desamortización de los bienes
del clero, los ferrocarriles, la deuda externa, los emprés­
titos.
Como parte de su estrategia matrimonial, don Eus­
taquio casa a su hija Catalina con Antonio Escandón
(1855), hermano de Manuel, quizá uno de los hombres
más ricos del país en aquel entonces. Antonia se casa
con un banquero ecutoriano quien vive en Paris, el
conde Luzárraga: la casa Luzárraga de Guayaquil abas­
tecía la fábrica textil de Tepic. Los Barrón de la segun­
da y de la tercera generación se casan con gente del
Gotha nacional e internacional: Rincón Gallardo, Ro­
mero de Terreros, duques españoles, franceses, ingle­
ses y la pasan bien en Europa. De los hijos, Eustaquio
es el único en interesarse en los negocios; después de su

5. Ese cuadro, propiedad de un descendiente, se enseñó en 1979 en el Ins­


tituto Anglo-Mexicano de Cultura, para las desgracias del pobre pintor
Pingres; ver los archivos franceses e ingleses.

202
muerte, Guillermo es el último empresario. Los otros
pueden decir como el marqués de Villavieja. Manuel
Escandón y Barrón, “Life has been good” 6
Don Eustaquio muere en 1859, feliz de haber mani­
festado su poder en 1856-1857, al provocar la ruptura de
relaciones entre México y Gran Bretaña, hasta ganar
la partida en el conflicto que lo opone a través de su
hijo, cónsul en Tepic, a Santos Degollado y a la familia
Gómez Farías. La catedral de Tepic, recuerda que en
1848 Eustaquio Barrón consiguió del Papa el privilegio
de consagrar un altar a la Virgen María en un arran­
que de devoción irlando-mexicana.

L o s n e g o c io s de la C a sa B a r r ó n F o r b e s y C o m ­
pañía

La base local

Históricamente la fortuna de la Casa tiene una base


geográfica y comercial. Se levanta sobre el comercio del
pacífico, internacional y regional. La función comer­
cial es inseparable de la financiera y las dosllevan a
inversiones industriales y adquisiciones inmobiliarias
(deseadas o no estas últimas: muchas veces son conse­
cuencias de préstamos). El resultado es un crecimiento
en todas direcciones durante 20 años, luego un creci­
miento local continuado pero acompañado por un cam­
bio de horizonte: La Casa Barrón and Forbes se intere­
sa cada día más en negocios nacionales e internaciona­
les y se desliga de su base local.

El comercio

Don Ricardo Lancaster Jones explica que el primer


negocio jugoso fue encontrar compradores de bienes de

6. Life has been good, Londres 1938.

203
los Agustinos (los cuales van a invertir en las misiones
ñlipinas): las haciendas de M ascota, las casas en el
centro de Guadalajara. Eso fue la base del gran capital
de la Casa que era al mismo tiempo apoderada del co­
mercio de Manila y de California. Compraba todas las
perlas de California y las armaba en collares en San
Blas para venderlos en Europa. Años después Catalina
Barrón de Escandón deslumbró a la Corte francesa con
un collar de estas perlas. Lo compró la emperatriz Eu­
genia y se dice que con este dinero los Barrón hicieron
su aportación de capital al Ferrocarril mexicano.
La importancia de los negocios califomianos, anun­
ciada desde 1843 por los Barrón y los Forbes, cónsules
británicos en California, Tepic y San Blas (cubren to­
da la costa), confirmada con el descubrimiento del oro,
los lleva a fundar una Bolton and Barron Company en
San Francisco, y una Forbes, Oceguera y Compañía en
Sonora. En los asuntos califomianos la Casa juega y
gana contra la Compañía Restauradora de Jecker-To-
rre, los franceses de Raousset-Boulbon y otros filibus­
teros.7
Funda la Sociedad Exploradora de Metales de So­
nora con el apoyo de las autoridades de Sonora y Méxi­
co. A l mismo tiempo contribuye al fracaso délas em­
presas francesas, por otro lado cobra $ 20 000.00 a la
legación francesa en México para transportar a los
presos franceses de la expedición Raousset-Boulbon.
En 1853 Eustaquio Barrón solicitó órdenes para quelas
autoridades de Sonora y Baja California lo auxilien y
protejan a fin de poblar y explotar los terrenos de la isla
del Angel de la Guarda en el Golfo de Cortés.
Hacia el sur, la Casa Barron extiende sus negocios
hasta Guayaquil, donde compra algodón desde los años
30. Este comercio está bgado a su fábrica en Jauja.

7. Wyllys, Rufus K., L o s fra n c eses en Sonora (,1932)Ed. Porrúa 1971, Jean
Meyer, Los franceses en M éxico durante el siglo X IX , en R e la c io n e s,
Yol. I, n. 2. 1979.

204
Pero el gran comercio se hace con Europa, comer­
cio de importación de los bienes más variados: azogue,
maquinaria, libros, vinos, ropa, tejidos, vituallas finas,
cristal, vajillas. Las listas que nos proporcionaron los
libros de aduanas no tienen fin y el valor del cargamen­
to es bien alto. El comercio de exportación, aunque es
muy importante, no es variado: alimentos hacia Guay-
mas y la California, palo tinto de la Bahía dé Matan-
chen, cueros, tabaco, y, last but not least, pesos acuña­
dos y plata. Tan temprano como 1830, la Casa Barrón
Forbes y Ce se lleva la tajada de las importaciones (pa­
ga $ 116 670 pesos de un total de $ 263 663 de derechos).
En 1831 importa el 90% del total, principalmente lien­
zos y tejidos de algodón de Inglaterra y Ecuador. 1832:
32 000 de 118 000; 1834-1835: La Casa Barrón y la Casa
Castaños se dividen las importaciones; en 1841 Casta­
ños paga 83 000 pesos y Barrón $ 40 000 de un total de
$ 208 000. En 1843 pagan respectivamente $ 35 000 y
$ 110 000 de los $ 380 000 recaudados.8Y de aquí en ade­
lante es un puro decrecer para Castaños y crecer para
Barrón. Las dificultades del competidor Castaños no
son comerciales, tienen orígenes industriales. La quie­
bra de la Casa Castaños a fines de los años 40 se debe a
la fábrica textil de Bellavista y lleva consigo el ingenio
modelo de Puga, así como los otros negocios.

La función bancaria

La Casa Barrón, Forbes y* Compañía, com o las otras


casas de comercio funciona como banco. No es nada
nuevo, ya que vemos en los libros de cuentas del Real
Consulado de Guadalajara que las tiendas importan­
tes funcionan como prestamistas y también reciben
dinero que ponen a trabajar. No tenemos la contabili­
dad de la Casa Barrón pero en los libros de Aduanas de

8. Libros de Aduanas de San Blas, AGN.

205
- San Blas y Tepic eso se ve claramente. En 18301a Casa
aparece como apoderado de varios negocios y como
prestamista: presta a particulares para que puedan
pagar los derechos de aduanas; adelanta también al
Estado los sueldos de los empleados y del resguardo
militar de las aduanas de San Blas. En el libro de 1841,
tanto la Casa Castaños como la Barrón Forbes y C-
aparecen en el ramo “ enteros y pagos por supremos
órdenes” . En 1843 Barrón endosa libranzas conside­
rables; en 1849 recibe 45 000 pesos por “ suprema orden
de la Tesorería General de la Federación, como pago
adeuda a José Yves Limantour” de quien Barrón y For­
bes son los apoderados.
En 1852 los documentos los señalan como tenedo­
res de los bonos ingleses y como apoderados de la deuda
inglesa; de la deuda interna, también.9
Están definitivamente fuera del marco regional y
juegan papel bancario al nivel nacional por muchos
años. En 1858 trabajan la deuda de Londres, la conven­
ción inglesa y española. En 1865 la Regencia les paga­
rá 746 837 pesos.
El observador francés, quien no quiere para nada
de este banquero ligado a Inglaterra, la gran rival de
Francia en la carrera imperialista, escribe en 1853: “ El
tesoro está vacío en esta espantosa situación ¿qué
puede hacer Santa Anna? Los agiotistas ven y com ­
prenden sus dificultades y tratan de aprovecharlas en
su beneficio. Lo rodean, lo acosan y lo van aprisionan­
do en sus redes. Una compañía a cuyo frente están Es-
candón, de la Torre, Barrón y otros intrigantes enri­
quecidos como ellos por el contrabando y el agio, aca­
ba de presentar un proyecto: mediante una renta de
nueve millones de pesos pagados al tesoro, se le entre­
garía la administración de las aduanas y de todos los

9. A G N “ enterado a los Sres. Barron y Forbes los fondos pertenecientes


a la deuda de Londres y el 20% de la deuda interior”

206
otros ingresos del Estado” . Basta. Ya van varias veces
que se habla de contrabando.

El contrabando

El contrabando en el siglo XIX, como en el siglo XVIII,


es inseparable del gran negocio. Sin él no se puede ha­
cer fortuna y las mejores fortunas se deshacen. Por eso
todos los negociantes, sin excepción, aparecen como
contrabandistas bajo la pluma de las autoridades (Lu­
cas Alamán, el gobernador de Jalisco, el jefe político de
Tepic) y de los diplomáticos extranjeros. Ya vimos que
la Casa Barron Forbes y CQtiene esa fama. De Casta­
ños dice el gobernador de Jalisco, en 1833, que “ es de los
más perniciosos contrabandistas de Tepic y San Blas,
promovedor de discordias entre los vecinos” . Y no hay
quien se escape de todos los negociantes de Tepic y Gua-
dalajara.
“ De 40 años a esta parte las importaciones de Eu­
ropa a la costa del Pacífico han sido el m onopolio de
unas 20 casas de comercio, casi todas extranjeras. Es­
tas casas forman en cada puerto una asociación com­
pacta y solidaria constituida con la mayor regularidad
con el objeto de aprovecharse de las crisis y vicisitudes
mercantiles y preparar situaciones favorables a sus
miras; su única industria es el agio ejercido en las ren­
tas públicas y el contrabando. Disminuyen los ingresos
de las aduanas marítimas en cuanto a la importación
de 40% y se exporta anualmente por medio del contra­
bando por valor de más de 7 millones de pesos, en di­
nero acuñado, barras de plata, etc. Esas operaciones no
son practicables, sino para casas ricas; es necesario, en
efecto, ser dueño único, sin participación ni interven­
ción ajena de la cosa que se importa, es decir del buque
y de su carga, para poder entregarse a este género de
especulación. El vendedor al pormenor es tributario del
importador y pertenece en cuerpo y alma al vampiro
que le abre una cuenta corriente.

207
De cuarenta años acá esas corporaciones lo tienen
todo en su dependencia en la costa. Dan órdenes a los
empleados, nombran y destituyen autoridades, tratan
de señor a vasallo con las adm inistraciones locales,
antiguamente trataban de potencia a potencia con el
Supremo Gobierno. Todo se anonadaba o se inclinaba
ante su omnipotencia. Jueces, magistrados, gobernan­
tes y militares, la clase media, el pueblo bajo, la m a­
rinería costera y todas las clases de la sociedad. Su­
primían al momento todo cuanto am enazaba contra­
rrestar sus amaños y no retrocedían ante los gastos de
un pronunciamiento para deshacerse de un gobierno
indómito o de un administrador de aduanas testaru­
do” .10
El agio versaba sobre los pesos m exicanos, cuyo
título era superior a su valor nominal. Ese negocio era
muy activo en los mercados de Londres y Paris quienes
mandaban a su vez, con beneficio, los pesos mexicanos
a China y Japón.
La Casa Barrón, Forbes y CQsupo tempranamen­
te utilizar los buques de guerra de su Majestad Británi­
ca para facilitar estas prácticas. Desde luego que sus
funciones consulares de algo sirvieron. En 1846 Eus­
taquio Grande escribe al Foreign Office que sería de
gran importancia para el comercio británico en el Pa­
cífico, utilizar los buques de guerra para el transporte
de los metales preciosos. “ Se ha hablado mucho del
contrabando de tesoros a bordo de los barcos de Su Ma­
jestad y se ha implicado no solamente a los negociantes
sino también a los comandantes de los navios” . Es de
todos conocido que se grava la exportación de monedas
acuñadas en todos los puertos de la República Mexica­
na de un impuesto exorbitante que resulta casi prohi­
bitivo; con la excepción de unos pocos puertos, la expor­
tación de oro y de plata no acuñada está totalmente pro­
hibida. El impuesto es de 10%.
10. AG N mayo 1866 A. Salar.

208
En cuanto a los bienes, es un asunto muy diferente
y la exacción es como diez veces esta cantidad sobre
muchos artículos británicos11 pero el negociante se
puede recuperar en el mercado, mientras que las mone­
das tienen un precio fijo, se queja don Eustaquio. Ade­
más los que venden a México, no encuentran nada que
llevar a Inglaterra, sino los pesos de plata. Prosigue:

Debe el com andante del buque de guerra [que viene regular­


mente a recibir los tesoros], cuando un barco se presenta con
su carga de m onedas, sea de día, sea de noche, negarse a reci­
birla si no presenta los documentos aduanales atestiguando
que el enorme impuesto prohibitivo de 10% ha sido pagado ¿Se
le puede pedir al com andante británico de un buque de guerra
v olv erse a l a sisten te de un as a d u a n a s m e x ic a n a s? ¿E s co n ­
secuente con el deber de un oficial británico meterse en cues­
tion es fisca le s con m ercaderes britá n icos, o es ju sto que la
propiedad de sujetos británicos sea destruida y, debajo de los
ca ñ on es de un buque de guerra britán ico, a ve n ta d a en las
garras de un oficial rapaz de las aduanas m exicanas?

Después de explicar que ningún barco es tan segu­


ro y tan barato para transportar dinero en efectivo co­
mo un barco de guerra de S.M.B., vuelve a su tema:

Entiendo bien todo lo feo que lleva la palabra contrabando en


Inglaterra, pero pretendo que la práctica de evadir el pago del
im pu esto exorb itan te y prohibitivo sobre esta costa no m e­
rece a los comerciantes la aplicación desta palabra en su sen­
tido ordinario: esas evasiones y reducciones de im puestos son
el hecho de los M exicanos m ism os, practicado por los em plea­
dos con el conocim iento del Gobierno Federal quien los n o m ­
bra y protege. Toda la conducta de los gobiernos revoluciona
rios de este p aís h a sido y sigue siendo, no de le g isla r sobre
principios sanos y para bien del país, sino para los beneficios
in d ivid u ales de sus em p lead o s. L a s leyes se h acen y los im ­
pu estos se im p o n e n , no para la ejecución bona fid e de la pri1

11. Foreign Office, 19 p., 1846.


m era, o la colecta de los segundos, sino para los sueldos de los
que hacen las leyes y de los recaudadores. A lto s derechos son
decretados no para beneficio del Gobierno sino para el recau­
dador y sus colaboradores. Com o el negociante m a n d a su di­
nero a través de las aduanas, aunque aparentemente en for­
m a cla n d e stin a , no se le puede ta c h a r de co n tra b a n d ista ya
que el jefe de la s a d u a n a s debe con siderarse com o el m ism o
Gobierno [...].

Y termina invitando de la manera más urgente el


gobierno británico que se ordene a sus buques de guerra
recibir las remesas de dinero “ without enquiring whet­
her or not the fiscal or prohibitory regulations had been
complied with by the marchants on shore” . Sin comen­
tario. O mejor dicho, un breve comentario: este era el
punto de vista de todos los comerciantes. Somos con­
trabandistas sin serlo y el contrabandista en jefe es el
gobierno. En su libro Los bandidos de Río Frío, Ma­
nuel Payno, especialista de las aduanas, relacionado
con los Escandón y con los Barrón, pinta muy bien la
cita entre el buque de guerra inglés y los comerciantes
del Occidente.

La industria textil

En 1838 a lo más tarde, Barrón había puesto a andar


una fábrica con 80 telares, en Jauja,* sobare el río de
Tepic, muy cerca de la ciudad. En 1843 trabajaba 97
quintales de algodón a la semana, mientras que la fá­
brica Castaños, en Bellavista, a 7 Kms. de Tepic (1841),
con instalaciones más importantes consumía 65 quinta­
les a la semana. Bellavista se equipó con máquinas
belgas, mientras que Jauja compró su maquinaria en
Estados U nidos.12 En 1844 Castaños tenía ya graves

* H ay un dicho, “hacer su Jauja” que significa “hacer su agosto” .

12. E sta d o g en era l de las fá brica s de hilados y tejidos de algodón, 1843.

210
problemas financieros que trató de resolver con un au­
mento de capital: Castaños, Fletes y CQ.
Después de “ las inumerables adversidades por las
que había pasado la fábrica” , Castaños perdió la parti­
da y murió arruinado. Parece que además de la mala ju­
gada inicial de comprar equipo en Bélgica, sufrió una
gestión menos hábil que la de Jauja. Jauja, con menos
capital invertido, con menos instalaciones, produce
más y a mejor precio y emplea más gente. En 1851 Jau­
ja tenía 10 técnicos norteamericanos y más de 200 obre­
ros; sus talleres mecánicos y la presidencia de técnicos
bien pagados le evitaron las fallas que seguido parali­
zaron a Bellavista.13
Después de la quiebra y de la muerte de Castaños
se formó una Compañía Tepiqueña con Barrón Forbes
y CQ, los alemanes Blume y Augspurg y el español J. A.
Aguirre. En 1857 la Compañía Castaños no tenía capi­
tal para continuar el giro de la hacienda azucarera de
Puga, único ramo que quedaba después de pagar las
deudas de la empresa industrial en Bellavista y Puga.
Las deudas de la fábrica eran 136 000 pesos a favor de
la casa Luzárraga de Guayaquil quien la abastecía de
algodón, y a Jauja también. (Eustaquio grande casa
una de sus hijas con un hijo Luzárraga, banquero y
conde en Europa).
La industria textil de Tepic era más importante
que la de Guadalajara porque gozaba de la proximidad
del puerto de San Blas: tanto el algodón ecuatoriano
como las máquinas importadas le resultaban más ba­

13. Archivos Tepic, Ingeniero J. F. Parkinson., R. Lancaster Jones. Encon­


tré casualm ente, en 1979, el archivo de N otarías, mejor dicho lo que
queda de él, en un basurero. Lo rescaté, lo inventarié y ahora gracias al
licenciado Pedro Ponce de León, presidente del tribunal, está a salvo,
en el archivo del Poder Judicial. P á ra lo s años 1833-1900 están los li­
bros de F. de Santa, Jesús Béjar, Fermín Castro, Vicente González, Sa­
lazar, Francisco Pintado, Fr. Pesquera, Ignacio Cruz, Tom ás Tostado,
el Lie. Ruiz, Tomás Andrade, Morán, más los de Santiago Ixcuintla y
de Ixtlán. En total 136 volúmenes.

211
ratos y, después, el cultivo del algodón se desarrolló en
Santiago Ixcuintla y Acaponeta. Así la manta de algo­
dón de Jauja y la “ tepiqueña” fueron famosas en todo
el país.
Durante muchos años resultó conveniente impor­
tar algodón de Guayaquil, pero en 1842 ya “ se va pro­
pagando el algodón arbóreo habiendo ya cerca de 40 000
árboles” . En Manchester, una asociación para el fo­
mento del cultivo del algodón se interesó en 1857 en el
algodón de Tepic; a su cuestionario en 15 puntos se le
contestó que la región se prestaba a maravilla al culti­
vo del algodón; que las dos fábricas de Tepic y las tres
de Guadalajara consumían al año 320 000 arrobas de
semillas; que por falta de capital, los productos no po­
dían tener máquinas para desgranar (cotton gin) y por
eso vendían el algodón bruto con semilla. Otro obstácu­
lo al desarrollo del cultivo era la escasez de mano de
obra. La Casa Barrón Forbes y CQno parece haberse
interesado mucho en la producción local del algodón.14

Tierras, minas, casas, barcos...

La Casa Barron compró sistemáticamente todo lo que


se le paró enfrente: Bellavista y Puga, las haciendas de
Miravalle y San José, el Borbollón, San Lorenzo, Moja­
rras y muchas otras. Compró casas y fincas urbanas en
Tepic, San Blas, Jalisco, Santiago, Acaponeta;15 tuvo
minas en Alta Caifornia, Sonora, en la región de Tepic,
buques que vendió a otros socios. Muchas veces com­
pró porque era la única manera de recuperar dinero
prestado. En un caso compra de un golpe 10 ranchos y
fincas, 250 000 pesos al contado, porque había un cré­
dito refaccionario a su favor. Alm acenes, potreros,
salinas, acciones de todo tipo de empresas, ¿en dónde

14. Consulado de Francia, 1857.


15. Notaría de Jesús Béjar en Tepic.

212
no está metida la C asa? C ontrola prácticam ente la
vida económ ica de la región que, de hecho, le queda
chica.

La Casa Barrón, Forbes y el Estado

Cuando en 1848 don Eustaquio regresa de Europa, se


instala en la ciudad de México. Deja a sus hijos y a sus
apoderados Allsopp o Lonergan seguir el juego clásico
que lo aburre en Tepic. Ahora trabaja con los presiden­
tes de la República y los gobiernos ingleses. Como nun­
ca había querido a Santa Anna, no se preocupa por su
caída y presta dinero a Comonfort para acabar con
Carrera.16 No viene al caso contar aquí la tremenda
bronca que se armó, primero en Tepic entre los Casta­
ños juniors apoyados por los juniors Gómez Farías y
Santos Degollado, y los Barrón and Forbes chicos; lue­
go en la ciudad de México y por fin entre México e In­
glaterra. Basta recordar que don Eustaquio consiguió
el bloqueo inglés, el desacato de Degollado, recuperó el
control de las aduanas de San Blas y ganó una indem­
nización de 150 000 dólares.17 Cuando triunfa en 1857
se le acredita una fortuna de 10 millones de dólares,
influencias decisivas sobre la embajada inglesa y un
humor “ altivo, exigente, intratable” .
En 1855 casa su hija Catalina con Antonio Escan-
dón y en 1857 es, con Manuel Escandón, el socio más
importante de la Compañía del Ferrocarril. Manuel
Escandón representa la conexión liberal y las buenas
relaciones con Gómez Farías, Comonfort, Payno, Juá­
rez.
Jan Bazant18 cuenta cómo Barrón presta al go­
bierno de Zuloaga con garantía de bienes eclesiásticos

16. Quai D’Orsay.


17. Quai D ’Orsay, Foreign Office, State Department, 1856-1857.
18. L o s bien es de la Iglesia en M éxico, 2da. Ed., 1977, El Colegio de México.
157 p., 201-206.

213
y se queda en la ciudad de México con 22casas, entre
las cuales está la Merced, con valor de 310 000 pesos.
Figura entre los;segundos compradores extranjeros
más importantes de bienes desamortizados y naciona­
lizados.
Imperturbable, financia la Casa Barrón los go­
biernos de la Reforma, de la reacción conservadora y
del Imperio. Eustaquio grande ha muerto en 1859, si­
gue Eustaquio chico. En 1861-1862, le va muy bien, ya
que su socio Escandón es, con Zarco, el alma del nuevo
gabinete. “ Payno, de acuerdo con su amigo Escandón,
está dirigiendo las operaciones financieras del gobier­
no actual” .19 Manuel Escandón muere en 1862 y su her­
mano Antonio es el del viaje a Miramar para ofrecer a
Maximiliano el imperio mexicano. Escandón y Barrón
son los primeros acreedores del ferrocarril y controlan
el consejo de la Compañía que hábilmente tiene razón
social inglesa. Eso permite a Juárez, después de la vic­
toria, hacerse de la vista gorda. El decreto presiden­
cial del 27 de noviembre de 1867 mantiene a Escandón
y Barrón en su posición, con ventajas aún superiores.
En 1873 Barrón firma el convenio celebrado entre el
ministerio de Fomento y la CQLimitada del Ferrocarril
Mexicano, llamada vulgarmente de los 14.20
La Casa Barrón no había olvidado sacar partido
de las dificultades financieras del Imperio: cuando se
negoció el nuevo empréstito con Hottinguer y CQ, el
emperador mandó a París a Barrón y Bourdillon con
plenos poderes para negociar definitivamente la con­
cesión del Banco. Payno explica en sus Cuentas cómo
la Casa Barron había hipotecado el palacio de Bazaine
en México por 60 000 pesos a 6% y se hizo pagar en fe­
brero de 1866, sobre las aduanas de San Blas. Al final,

19. Quai D ’Orsay, 9 de Agosto de 1861.


20. H istoria M od ern a , R epú blica R estaurada, Vida E con ó m ica , pp. 21-22
y 617 sg., Vicente Riva Palacio. H istoria de la A d m in istra ció n de Lerdo
de Tejada, 1875, pp. 189-197.

214
las relaciones son malas, ya que los financieros se dis­
tancian de un régimen que saben condenado. Hasta
hay orden de prisión contra Antonio Escandón...
Parece que Eustaquio Barrón chico prometió a
Santiago Smith 300 000 pesos si obtenía de sus amigos
liberales que no se tomaran sanciones contra la Casa.
Ni hubo amenzas de sanciones, por lo cual Eustaquio, y
después de su muerte Guillermo Barrón se negó a pa­
gar...21
En 1867, de las instituciones financieras im por­
tantes en la capital no quedaba más que la Casa Ba­
rrón, Forbes y CQ, quien prestó enseguida a Juárez y
después a Lerdo.
En 1874, Guillermo Barrón aprovecha un viaje a
Europa para buscar un arreglo entre el gobierno mexi­
cano y el Mexican Bondholders Committee. Actúa se­
gún instrucciones del Presidente Lerdo de Tejada y
está encargado de hacer “ una apertura no oficial hacia
la reanudación de relaciones” entre México e Inglate­
rra.22

Fin de la Casa Barron Forbes y C-

Eustaquio grande fundó y levantó a una altura extre­


ma el negocio; después de él no hubo más que dos Ba­
rrón para seguir en los negocios, Eustaquio chico, muer­
to menos de diez años después del fundador, y Guiller­
mo, nacido en 1829. Los numerosos hermanos y sus
descendientes viven espléndidamente de sus rentas
y nada más. En Tepic, los que administran la fortuna
son ahora los miembros de la Casa española Aguirre,
quien se prepara para la sucesión. En 1885 la Casa Ba­
rrón otorga poderes y en 1895 se registra la disolución

21. Documento proporcionado por don Rafael Porrúa, en 1974.


22. Foreign Office, diciembre de 1874.

215
de la compañía y adjudicación de bienes de Francisco y
Eustaquio Barrón.23
En el acta se lee que en 1885 formaron una socie­
dad de negocios agrícolas, industriales y comerciales
en el D.F., Tepic y Morelos, después de la liquidación de
la antigua sociedad. Sigue con la misma razón social
hasta 1892. Guillermo Barrón tiene el 60% del capital
social (diversos créditos, acciones de gas, terrenos déla
colonia Nápoles en el D.F., hacienda de M iacatlán,
almacén en San Blas, fincas urbanas, fábrica de Jauja,
haciendas de Trapichillo, San Lorenzo, San José, Pu­
ga, etc..., los mejores terrenos del valle de Tepic). Fran­
cisco y Eustaquio aportan el 40%. En 1893 se efectuó la
liquidación: 672 000 pesos a Eustaquio y Francisco, en
la forma siguiente:
Las dos haciendas de Puga y Mora con sus ran­
chos anexos, o sea 425 000 pesos, más terrenos en Te­
pic, 325 acciones mineras en Ixtlán, 1 000 acciones de
the Mexican Gas and Electric Light C Ltd.
Tan pronto como se liquida la Barron Forbes y CQ,
Domingo Aguirre, el viejo español solterón, hermano
de aquel José Antonio quien había fundado la Casa
Aguirre en 1826 y que había trabajado 40 años en Te-
pie antes de irse a morir a Bilbao, Domingo empieza a
comprar como loco fincas rústicas a todos los Barrón.
La Sociedad J.A. de Aguirre y Ca, fundada en 1876 por
J. Víctor de Aguirre y Domingo Aguirre, refundada en
1885 como sociedad mercantil, se adjudica en 1895 a
favor de Dom ingo.24 Tiene, pues, la fábrica de Bella­
vista, la hacienda La Escondida, ranchos numerosos,
potreros, El Salto, el uso de las aguas para sus fábricas,
parte de la costa, la hacienda de Lamego, terrenos in ­
mensos en las marismas del noroeste de Nayarit (Chi-

23. N otarías Tepic y D .F ., en el D .F ., R. de la Cueva, A . Roldán, M ariano


Cabeza de Vaca. Alberto Ferreira. Fr. Madariapa. Arturo Ruiz. etc....
de 1830 a 1895.
24. Notarías Tepic.

216
lapa, Rosamorada), fincas urbanas, haciendas en Aca­
poneta, minas, goletas, valores y dinero en metálico...
Mientras los Barrón de la segunda y de la tercera
generación seguían gozando de la buena vida que apre­
ciaba don Eustaquio grande, los Aguirre trabajaban
con la tenacidad legendaria del abarrotero español y
después de 1876 empezaban a crecer y crecer. Así nace,
sin hacer ruido, la Casa Aguirre de la cual se dice que
fue dueña de Nayarit de 1900 a 1933. Los administra­
dores de los negocios de los Barrón se vuelven primero
socios y luego herederos.
Ahora podemos ver que don Eustaquio representa
un tipo bien especial de capitalista. Gana su capital
inicial de la manera más tradicional, más novohispá-
nica que sea y luego lo multiplica invirtiéndolo en to­
das las direcciones: gran y pequeño comercio, indus­
tria, préstamo, hipoteca, agio, mina, tierra, ferrocarril.
Eso no permite decir que fuese un capitalista como lo
eran sus compatriotas de Manchester, en la misma
época, ya que su actividad decisiva, estratégica, la que
condiciona y explica todas las demás, es la de presta­
mista. Gran prestamista, por su grandeza misma, tie­
ne que salir de la región que hizo su fortuna para ir a
México a trabajar con el Estado, apoyándose sobre la
embajada de Inglaterra y sus relaciones políticas (La-
fragua, Payno, Escandón). Don Eustaquio analiza
perfectamente la primacía de lo político sobre lo eco­
nómico cuando en 1846 explica a Londres el problema
del contrabando. Quien controla políticamente las
aduanas de San Blas, hace los grandes negocios.25
Como dice David Walker, “ cada empresario trató
de poner al Estado a su propio servicio, en detrimento
del interés de clase, del crecim iento económ ico y de
la estabilidad política” .26 Participar en los negocios de

25 Ver el Capítulo clásico de Karl Polanyi sobre “la Haute Finance” en


L a g r a n t r a n s f o r m a c i ó n . México 1975, pp. 24-30.
26. L a s ubérrimas ubres del Estado en N e x o s n. 15, Marzo de 1979 p. 17.

217
la deuda externa e interna resultaba mucho más jugoso
que los mejores negocios industriales que eran difícil­
mente viables, según lo ilustra el caso de Bellavista.
Así los particulares se hacen ricos, pero no sus empre­
sas.
El gran empresario, don Eustaquio, no tenía men­
talidad weberiana y la ascética moral capitalista le era
totalmente ajena. Después de su viaje fastuoso a Euro­
pa (¡2 años!), vuelve a los negocios, pero parece más un
jugador bienaventurado y orgulloso, un aristócrata del
dinero, que un capitalista moderno. De sus descendien­
tes, ni hablar; la pasaron bien, “ life has been good” . No
juegan ningún papel en el desarrollo económ ico de la
etapa posterior. Como decía hace mucho Lucien Feb-
vre: “ Parece ser una ley general que, una vez logrado el
éxito, los hijos de los que, peleando, tomando riesgos,
luchando a brazo partido y generalmente sin escrúpu­
los, son los aprovechadores y los vencedores de una
época, se retiran de la lucha, sea ellos mismos, sea sus
herederos. Después de una o dos generaciones (depende
de las circunstancias) se transforman en aristócratas
alejados de los negocios o no participan en ellos más
que como prestamistas” .
Barrón no es un empresario capitalista de tipo eu­
ropeo clásico. Y sus colegas Escandón, de la Torre, Mier
y Terán, Martínez del Río “ los 11” , “ los 14” , tampoco
son los líderes de un desarrollo económico de carácter
capitalista. Amasan capital, juntan capital a su mane­
ra, que es la de su país y de su época. “ Cada época tiene
los capitalistas que merece, hechos a su medida y se­
mejanza” .27 Llama la atención que los hombres de ne­
gocio del México de hoy se parezcan mucho a los em­
presarios del siglo pasado.

27. Lucien Fébvre-Melanges-Capitalismo et Capitalistes, pp. 332-333.


Se trata de un ensayo a propósito de Henri Pirenne, Paris. A Colin,
1965.

218
LA CUESTION DE TEPIC1
EL SENTIDO DE LA SEPARACION DE
FACTO DEL 72 CANTON EN 1867

El poderoso estado de Jalisco, si bien planteó la cues­


tión regional en más de una ocasión al gobierno fede­
ral, sea en form a política, sea en forma militar, tam­
poco pudo evitar las consecuencias de tan explosiva
cuestión. Desde luego, los agitados años 1857-1867
fueron los que vieron manifestarse más claramente los
aspectos centrífugos de la cuestión regional. Regiona-
lista frente a México (fuese centralista o federalista el
gobierno en turno), Guadalajara tenia que ser centra­
lista dentro de Jalisco: no había recuperado los terri­
torios perdidos por la Nueva Galicia cuando la refor­
ma de las intendencias, había aceptado la segregación
de Colima, pero no podía aceptar que Autlán soñara
con unirse a Colima, Lagos con Guanajuato o Aguas-
calientes, Colotlán con Zacatecas. Mucho menos que se
independizara el 1- cantón, el de Tepic, importante por
su puerto de San Blas, cuya apertura se debía en gran
parte a la actividad del Consulado de Guadalajara.

1. Título de un folleto de Silverio García, político y periodista jalisciense


publicado en 1878, Guadalajara, Tip. Banda X L V + 210 p.
En este delicado asunto, el centralismo tenía más
coherencia ideológica, mientras que el federalismo
temía siempre verse enfrentado con argumentos suyos.
Escuchemos la prédica federalista en Jalisco en 1823:

El A yu n tam iento de Tequila a sus habitantes.


C iudadanos: V uestro A yu n tam iento faltaría á sus deberes, si
al in terro ga ros la s p reg u n ta s á que se con trae el m a n ifie sto
del E xm o. sr. capitán general de N u eva G alicia no os hiciera
patentes lo que debeis esperar de una República Federada, y
de otra central: ésta como distante no vería vuestra m iseria no
percibiría vuestro m érito, d esoiría v u estro s cla m o res: para
alia irían continuam ente vuestras riquezas: de alia vendrían
los em pleados á ocupar los mejores puestos: vuestros brazos y
vuestras vidas seria el sostén de su autoridad: los M exicanos
solam ente serian libres y ricos, y á vosotros os tocaría (como
en los a c ia g o s tiem pos p a sa d o s) la e x cla v itu d y la m iseria .
M éx ico seria un teatro de con tin u a feria, en donde no s o la ­
m ente se gastarían con profusion los caudales que la s provin­
cias m andarían para m antener á sus C ónsules, sino tam bién
el de todos lo s tra fic a n te s en d estin o s. L os m in istro s y los
m iem bros de esa a sam blea, seria los devoradores de las rique­
zas y productos de este hermoso septentrión. Por último, ten­
drían m u y buen cuidado los m e x ica n o s de poner tra b a s á la
in d u stria , al com ercio, y á la ilu stració n , com o en tod as las
(cuestiones) ocaciones lo h a hecho, oponiéndose á la casa de
M oneda de G u adalajara, puerto de S. B las, U niversidad &c.
p a ra con stitu irse ellos señores árbitros de n u estra suerte y
destino.

N o es fácil reducir á una secilla m anifestación cuantos daños


podáis esperar de una república central, como por el contra­
rio, ni cuantos bienes em anarán de la federada. Por tanto so­
lam ente os dice vuestro A yuntam iento que volteis la m edalla
al reverso y vereis la s felicid ad es que os preparan vuestros
co m p atrio ta s en su le g isla tu ra : ellos conocen el clim a y las
produccion es de la p ro vin cia : están pen etrados de vuestros
sen tim ien to s: in d ivid u os de vuestro seno han de p rem ia re !
mérito y la virtud del ciudadano. Vuestro dinero no emigrará
de la provincia para m antener el orgullo de los déspotas que

220
m aquinan vuestra opresión: vuestros brazos se emplearán en
m antener vuestros hogares patrios: las pensiones como que
son para el único gastos del sueldo, serán m uy m oderadas: se­
réis libres y felices en realidad y no en el nombre, como dicen
los M exicanos, cuyo prurito de gobernar les ha hecho cometer
el m ás grave absurdo, cual es negarse a la nueva convocatoria
del C on greso y querer que v a lg a n , contra la volu n tad de los
comitentes, los ilegitimos y nulos poderes de los antiguos re
presentantes: sereis por último, con vuestra República Fede­
rada la propia sem ejan za de un árbol, que crece frondoso y
fructifica abundante, cuando está plantado m uy cerca de la
fuente. D ios.y libertad. S a la con sitorial de T eq uila m a y o de
1823. 3 .Q 2.e= José A n to n io C h a c ó n .= F ra n cisco Z a m u d io .=
C arlos D ieguez.= Juan Rueda Secretario.2

Estos iban a ser los mismos argumentos de todos


los separatistas de Tepic a partir de 1830. A partir de
esta fecha, efectivamente, los intereses délos empre­
sarios de Tepic dejan de ser los de sus colegas de Gua­
dalajara y empieza a manifestarse el deseo cada día
más fuerte de autonomía.

San Blas y Tepic: nace una región

La lucha entre las élites económicas de las dos ciu­


dades del Occidente, Guadalajara y Tepic, lucha de
cierta manera, entre madre e hija, por la emancipación
económica, pasa por la emancipación política. Y es
cuando interviene Lozada y los lozadeños. Para inde­
pendizarse de Guadalajara, Tepic se aprovecha de la
existencia de Lozada. No lo inventa, desde luego. Se
puede decir que estos comerciantes tienen el genio po­
lítico e histórico de utilizar a Lozada. Lo mismo se pue­
de decir de Lozada y de su gente; hubo una especie de

2. Tomado de la G aceta del G obiern o de Guadalajara. Martes 3 de Junio


de 1823 = 3Q.= 2S.

221
pacto, de convenio entre dos partes que tenían interés
en luchar contra Guadalajara.

El Gobierno Central de M éxico no vio con disgusto la


oportunidad de debilitar al orgulloso estado de Jalisco

Al día siguiente de proclamarse la Constitución de 1824,


los Estados, reconocida su soberanía, tendían a ser
señores y se desprestigiaba la soberanía nacional. Por
eso el conflicto político entre centralismo y federalis­
mo se prolonga, cuando triunfa el federalismo.

Fortalecer al Ejecutivo fue la obsesión de Comon­


fort, Juárez, Lerdo de Tejada y Díaz. Los Estados se
encontraban en su camino, especialmente los más fuer­
tes, no por ser los más poblados, sino los más grandes.
Lógicamente trabajaron para debilitarlos, aprove­
chando todas las oportunidades, mas se toparon con la
contradicción mayor de la república: la clientela liberal
reclutada en el federalismo, en el regionalismo y en el
caudillismo. Después de la victoria de 1867 hubo que
vencer las regiones y los caudillos. En esta lucha triun­
fó el ejecutivo federal pero el federalismo perdió su al­
ma y, de hecho, ganó el centralismo. ¿Puede triunfar el
nacionalismo sin centralismo? Creo que no. Juárez,
Lerdo y Díaz contestaron que no. Juárez ejerció el poder
14 años y Díaz 36. ¡Qué contraste con los cuarenta pre­
sidentes anteriores!
Dividir para reinar: es lo que hace el gobierno li­
beral cuando en 1861-1862 aprueba la creación del es­
tado de Campeche. El golpe es decisivo contra el regio­
nalismo, para no decir más, yucateco. Durante la gue­
rra de intervención e imperio, Juárez divide el estado de
México en distritos militares, dos de los cuales no tar­
dan en independizarse, recibiendo los nombres de Hi­
dalgo y de Morelos (1868-1869). Es de notar que en esta

222
ocasión, Jalisco aprobó el hecho y no se solidarizó con
el estado de México.3
De hecho, el Cantón de Tepic era autónomo desde
1858-1859. El 22 de julio de 1867, Lozada, quien había
solicitado se le perdonara la vida a Maximiliano, reco­
noce el gobierno de Juárez. El 7 de agosto, Juárez de­
creta que Tepic, como distrito militar, pasa a depender
directamenteo del Centro:
“ 2/a.- El distrito de Tepic quedará por ahora como un
Distrito Militar, que dependerá directamente del Go­
bierno Supremo de la República, para que por él se dic­
ten todas las providencias convenientes, a fin de ase­
gurar la paz en dicho distrito y para examinar, atender
y proteger los intereses de esos pueblos” . Esto signifi­
caba que, según México, Jalisco no lo podía hacer.
Lozada continuó de jefe en Tepic, reuniendo en sí
los tres poderes, hasta enero de 1873.
La irritación de Jalisco es tanto más grande cuan­
do en septiembre de 1868 los ayuntamientos de Tepic
piden la erección de su cantón en estado, retomando
precisamente los argumentos federalistas del ayunta­
miento de Tequila, en 1823. Estaba en marcha el mis­
mo proceso que afectaba al estado de México. En mar­
zo de 1868 el estado de Aguascalientes había presen­
tado un proyecto para desmembrar a Jalisco del can­
tón de Lagos.4 Jalisco sentía la amenaza cernirse so­
bre él y no le faltaron argumentos para protestar5 con­
tra la violación completa del pacto fundamental y con­
tra la invasión de su soberanía.
La derrota y muerte de Lozada en 1873 vino a ha­
cer de la cuestión de Tepic uno de los casos más claros

3. Archivo del Congreso de Jalisco septiembre de 1868, carpeta 30 A G N


Gobernación legajo 1349 - 1869.
4. Archivo Congreso Jalisco 2® paquete 1868, leg. 27.
5. Un resumen ameno se puede encontrar en Vicente Riva palacio “H is­
toria de la A d m in is t r a c ió n d e D o n S e b a s tiá n L erd o d e T e ja d a ” 1875,
México, Imp. del Padre Cobos pp. 115 a 120.

223
de las tendencias centralistas del gobierno federal en
relación con los estados. Jalisco exigió la inmediata
reincorporación de la región y Lerdo ignoró la petición.
Avanzada del poder federal en una distante región que
era un vivero de localismo, Tepic siguió siendo distrito
m ilitar, luego pasó a ser territorio federal en 1884 y
finalmente estado en 1917.
Esto ya sale de nuestro propósito que era señalar
cómo el regionalismo, amenaza para el centro, puede
ser derrotado por la alianza del centro con estos regio­
nalismos dentro de la región que llaman “ localismos” .
El federalismo desarrollado lógicamente hasta sus
extremos se autoderrota y permite al Centro (federal)
derrotar a los grandes Estados. En el Congreso Consti­
tuyente de 1857, se habían manifestado estas fuerzas
antagonistas:

A l provincialism o de estado se opuso el provincialism o de dis­


trito, que encuentra resiste n cia s, según la expresión del Sr.
García G ranados, de parte de los que quieren que las capitales
conserven el monopolio electoral f...l tienen la ventaja de pro­
porcionar representación verdadera a todas las localidades.
E sta ventaja se tendrá en México donde h a y estados como los
de México, Jalisco, etc..., cuyos distritos no tienen los m ism os
intereses.6

El general Ramón Corona, después de derrotar a


Lozada, podía escribir a Mariano Escobedo, el 25 de
mayo de 1873:

ju zg o que el g obiern o de J a lisc o no podría co n serva r su 7e


C antón, sin estar pidiendo de continuo el auxilio de la fuerza
federal L -l pero como el trastorno interior que aquí existe no
es transitorio, sino que está ya radicado en el espíritu de estos
habitantes f.. l Tam bién h a y que tom ar en cuenta que el deseo

6. Francisco Zarco. H istoria del C o n greso C o n stitu yen te, 1956, Colegio
de México, p. 1189.

224
unánim e y general de estos pueblos, es independerse del E s­
tado” .

En toda lucidez concluía:

Y o creo que la única m an era posible de sa lv a r esta s d ificu l­


tades, y de que Jalisco pudiera conservar su 7 / Qcantón, sería
la de que el gobierno del Estado obrara en la m ás perfecta ar­
m onía con el de la república, y que la capital del propio Estado
se trasladase a esta ciudad por algunos años...

Lo primero no se pudo: ¿hubieran aceptado los ja-


liscienses el segundo punto?
Y Corona se da a profetizar:

si no es posible arm onizar, como llevo dicho, los elementos de


la Federación y del Estado (...] ejerciendo su acción, no desde
G uadalajara, sino aquí m ism o; entonces no queda m ás recur­
so que la independencia.

El ilustre militar manifestaba así sus dotes de es­


tadista, señalando las dos dimensiones de la cuestión
regional, la localista y la nacional.

225
EL TIGRE DE ALICA

A cien años de su muerte, el personaje Manuel Lozada


sigue siendo objeto de polémica, tema de actualidad y
asunto difícil de entender y estudiar. El domingo de
Ramos de 1973 un gran diario de Guadalajara denun­
ciaba con palabras vehementes al traidor Lozada, cul­
pable de venderse al imperio impuesto a punta de bayo­
netas galas, después de haber prestado servicios mer­
cenarios a negociantes contrabandistas, siempre adic­
to a la causa clerical de la reacción.
En ciertos círculos, Manuel Lozada es casi un des­
conocido, pero eso no importa. ¿No tenemos acaso vi­
siones fulgurantes, románticas, que desentierran las
sombras de los bandidos de Schiller, de personajes de la
antigüedad romana tales como Espartaco, que se fun­
den con escenas nacionales y con campeones como Ca-
jeme y Zapata?
Hay una leyenda de Manuel Lozada; una leyenda
que habla del amor imposible entre el joven peón y la
niña decente; de inútiles castigos impuestos por m al­
vados; el trovador evoca a la madre anciana golpeada,
flagelada por el capataz endemoniado. La fatalidad
está en camino; Manuel no puede hacer más que ven­
gar el agravio y remontarse a la sierra, bandido y jus­
ticiero. Robin Hood, el Zorro, Mateo Falcone, Salvato­
re Giulano y otros han pasado por semejante trance,
donde el héroe se forja y consolida.
El enviado del emperador Maximiliano se arriesga
y entra al territorio del Tigre de Alica (quince años han
pasado y ? lanuel Lozada impera sobre un amplio terri­
torio del occidente de México, desde Mascota a Acapo­
neta y desde San-Blas a Colotlán) para entregar a Lo­
zada una espada y otras condecoraciones. El enviado
dejó un relato que habrá perdido seguramente mucho
sabor para las generaciones que no han sido criadas en
el culto de la República romana y de sus virtudes, por
desgracia inseparables de la lengua latina. Después de
larga caminata llega el enviado cerca del pueblo de San
Luis y, limpiándose el sudor, detiene su caballo para
preguntar a un campesino vestido de manta blanca que
en esos momentos batalla detrás de su yunta para abrir
el surco en una tierra difícil:
—Ave María Purísima... Buen hombre, ¿podría indi­
carme el cam ino para llegar a la casa del general Ma­
nuel Lozada?
El labrador contesta: “ Dios lo tenga a usted bajo
su santa guardia... Aquí tiene a su servidor Manuel Lo­
zada. ¿En qué puedo servirle?” Adm irado se quedó el
mensajero, pero más admirado aún quedó el Habsbur-
go romántico y soñador, quien seguramente tuvo en­
vidia del Tigre de Alica, del Cincinnato de Nayarit. Y es
tiempo de evocar al arzobispo de Guadalajara huyendo
de la pesada, de la onerosa protección del joven maca-
beo Miramón, para refugiarse a la sombra del “ fanáti­
co Lozada” ; al prófugo e infortunado conspirador Por­
firio Díaz buscando vanamente el apoyo del poderoso
Lozada. Pero más que estas escenas gloriosas nos com­
place el espectáculo del jefe de los pueblos de Tepic pes­
cando con dinamita en los ríos de la sierra. No escapó
de la suerte que les toca a los coheteros: un accidente lo
dejó tuerto y tullido de un brazo.
“ Hoy estoy inservible —decía— sin ver lejos, sin
distinguir de cerca, sin ser dueño de montar a caballo
con libertad. Si estuviera bueno de la vista y de la cabe­
za, nada se necesitaría, pero te digo que la vista y la
cabeza me hacen mucha falta” . La mano no im porta­
ba.

228
Todo terminó, como en la leyenda, por una trai­
ción. Lozada fue vendido por uno de sus hombres, des­
pués de haber sido abandonado por sus compañeros de
hazañas; fue sorprendido desarmado, mientras se ba­
ñaba en un río con sus últimos soldados.

¡Ay, Lozada! te vendieron


a los hombres de Jalisco.
¡Ay, Práxedis! ¡Ay, Domingo!
la traición está en su frente.
¡Los entierran hoy en vida
con su fama de valientes!

Lo trajeron a Tepic montado en mal caballo, un pie


calzado con un botín y el otro con huarache. Todo el
pueblo, silencioso, aglomerado en las calles, lo veía con
asombro. Fue juzgado, si es que se puede hablar de jui­
cio, y condenado a muerte. Pidió un sacerdote y pasó
devotamente la noche en oración después de haber he­
cho su testamento. A las seis de la mañana fue fusilado
en las Lomas de Los Metates. Murió tranquilamente,
después de decir a sus soldados: “ Mi muerte ha sido
mandada por el gobierno porque así lo quiere Dios. Ten­
go la conciencia tranquila; jamás hice mal a nadie; no
me arrepiento de lo que he hecho; mi intención era pro­
curar el bien del pueblo. Si la desgracia en adelante se
apodera de estos pueblos, la culpa es de muchos, no
m ía” . Unas mujeres lo vistieron de franciscano y lo
velaron. Así termina la película que se nos ha rodado
sobre la vida y muerte de Manuel Lozada.
Manuel Lozada pertenece a la literatura (y ha sido
resucitado en forma estupenda por Mariano Azuela en
Los precursores, obra histórica que no se reconoce co­
mo tal solamente por la elegancia del autor, quien dejó
las notas de pie de página en el tintero) y a la leyenda;
pero no es solamente una figura espectacular y mitoló­
gica; Lozada es el hombre de un problema, de una situa­
ción, de un momento: el problema de la tierra y del des­

229
pojo de los pueblos en la primera mitad del siglo XIX.
“ Mi parecer es que los pueblos entren en posesión de
los terrenos que.justamente les pertenecen con arreglo
a sus títulos para que, en todo tiempo, se ventile esta
cuestión, se convenzan el gobierno y los demás pueblos
del país de que, si se dio un paso violento no fue para
usurpar lo ajeno, sino para recobrar la propiedad usur­
pada, de manera que el fin justifica los medios” —decía—.
La tragedia del momento son las guerras de inter­
vención, de Reforma, es el Imperio y la República Res­
taurada (1854-1873) y de la situación nace la oportuni­
dad, aprovechada por un hombre quien pasa así del
bandolerismo y del mercenarismo a la historia. Su fa­
buloso oportunismo no es más que expresión del interés
bien entendido de los pueblos —la causa de la nación
(¿qué es la nación m exicana en esas fechas para los
hombres que no pertenecen a los 20 000 que forman la
clase política? Lozada tiene razón cuando habla de “ el
gobierno y los demás pueblos del país” )— no es la de los
pueblos. Más bien son causas contrarias cuando tanto
la nación liberal como la conservadora vive la necesi­
dad de destruir a los pueblos.
Lozada será entonces liberal, conservador, neu­
tral, imperialista, neutral otra vez cuando ve próxima
la caída del imperio; se arregla con Juárez, y si no pue­
de hacer otro tanto con Lerdo, es que los tiempos han
cambiado y los oráculos han decidido la muerte de Lo­
zada y de su reino; última trinchera de los pueblos de
Nayarit.
Su estrategia se funda en las oposiciones entre Te­
pic y Guadalajara, Guadalajara y M éxico, entre los
liberales y los conservadores, entre Plácido Vega, cau­
dillo del Noroeste y Ramón Corona, caudillo del Occi­
dente. Su fuerza es doble: la militar se debe a la movili­
zación de los pueblos guerreros de la sierra que pone al
servicio de los pueblos trabajadores abajeños; la fuer­
za política existe mientras el dominio de Lozada sirve a
los intereses de las principales familias de Tepic. La

230
base política no puede ser tan firme como la militar y la
Casa Barrón and Forbes terminará por participar en la
coalisión de las fuerzas locales, regionales y naciona­
les contra Lozada. Esa Compañía nos lleva muy lejos
de Tepic, hasta México (la heredera única se casa con
un Escandón, a la otra generación los descendientes
contraen matrimonio con un Limantour) hasta Sonora
y San Francisco, y hasta Londres, donde especulan con
la plata mexicana que se saca ilegalmente por San
Blas. El tráfico basado en los diferentes precios de la
plata en los diversos mercados hubiera podido ser con­
trolada por el gobierno, que trataba de lograrlo desde
tiempos de Santa Anna. ¿Qué mejor manera de lograr
la evasión que la propiedad privada de un puerto? San
Blas era ese puerto. Al principio, los señores Barrón y
Forbes usaban su cualidad de agentes consulares an­
glosajones y utilizaban los buques de guerra ingleses;
luego apoyaron a Lozada, viendo que la autonomía del
cantón podía significar la libertad de usar San Blas
para sus negociaciones. Pero cuando Lozada empezó a
quitarles las tierras que sus haciendas habían quitado
a los pueblos, cambiaron de parecer. Así que, tomando
el hilo de Lozada, llegamos al ovillo de toda la historia
nacional e internacional.
De los rasgos particulares de su fuerza militar na­
ce la imputación, vigente hasta la fecha, de racismo. Se
acusa a Lozada de fomentar la guerra de castas, del
exterminio de blancos y mestizos por los indios. José
María Vigil denunciaba al “ bárbaro rencoroso, igno­
rante y fan ático” atacando por su base el derecho de
propiedad y provocando una guerra de castas. Lozada
“ pretendía tener de aliada a la clase indígena, y para
obtener su alianza la halagaba abogando, ya fuese por
convicción o cálculo, en favor de los principios religio­
sos y prometiendo repartir los terrenos entre los miem­
bros de la misma clase, quitándoles a sus actuales pro­
pietarios” .
Lozada supo utilizar a los serranos guerreros para
movilizar a los campesinos abajeños ya mestizados o
aculturados. Las tribus guerreras no habían perdido
sus tierras, pero tenían presente la independencia,
recientemente obtenida, y un modo de vivir antiguo; por
otra parte, los pueblos agricultores sí deseaban reco­
brar sus tierras, pero no sabían ni podían pelearlas. El
genio de Lozada se manifestó al sellar la alianza entre
nómadas combatientes y campesinos despojados, de
hacer coexistir en la misma lucha el Nayar y la defen­
sa de la tierra.
La sierra no había reconocido ninguna autoridad
hasta 1722, cuando se firmaron las capitulaciones ante
el virrey marqués de Valero y el hueytlacatl de Nayarit.
Fue entonces cuando por primera vez los españoles
entraron al corazón del Nayar, donde tuvieron que sos­
tener sangrientas luchas con numerosos coras y hui-
choles, inconformes con el Tratado.
La sierra había sido refugio seguro para todos los
perseguidos por la autoridad española, y de ella baja­
ban las tribus nayaritas a hostilizar las haciendas,
ranchos y minas de los españoles, y poblados indíge­
nas pacíficos; vedaban la entrada a todo forastero que
no les fuera grato, pero comerciaban libremente con las
poblaciones abajeñas. Ocupada la mesa de Nayar, me­
trópoli sagrada, y quemados los adoratorios, los jesuí­
tas comenzaron su labor, alabada por el padre Ortega,
en sus Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en
la América Septentrional. La expulsión de la Compa­
ñía de Jesús no agradó a los serranos tepehuanes, co­
ras y huicholes, quienes rechazaron a los sacerdotes
seglares que se les quiso mandar. V olvieron así a su
autonomía y escaparon a todo control durante un siglo,
llegando a conseguir, hasta ahora, una originalidad
cultural incontestable. Nómadas y guerreros eran muy
diferentes de los indios que vivían en los pueblos fun­
dados y sometidos entre 1530 y 1630, formaron la punta
de lanza del ejército de Lozada y le dieron sus victorias,
aunque también su participación explica su fracaso

232
final. Los serranos formaban pueblos divididos entre
sí, y excepcionalmente unidos por Lozada; incluso den­
tro de los linajes no había cohesión, y la falta de con­
fianza entre los diversos grupos era muy grande. Con
todo, coras y huicholes fueron los últimos fieles a Lo­
zada. Es que Lozada los gobernaba como a nación se­
parada y no reconocía sino por fórmula a las adminis­
traciones generales cuando le convenía. Cuando era
atacado “ se oía resonar entonces de uno a otro extremo
del Distrito el grito de alarma y el indio empuñaba el
fusil, se posesionaba de una roca para defender a su
territorio con arrojo, con la decisión, con el fanatismo
del que ve profanado su suelo por planta extranjera.
Los pueblos se reunían en asambleas y allí acordaban
los puntos principales de su política, teniendo al mis­
mo tiempo una organización militar que reconocía co­
mo centro el llamado Cuartel General de San Luis” .
Trabajando así, Lozada fue capaz de devolver a los
pueblos de Acaponeta, Mezcaltitán, Tuxpan, Sentis-
pac, Santiago Ixcuintla, Atonalisco, San Andrés, Po-
chotitán, Guajimic, Mecatlán, Tepic, San Luis, Jalisco,
Zoquiapan, Ixtapa, Compostela, Tequepespan, Hosto-
tipaquillo, Jomulco y otros al sur del río Santiago, las
tierras que habían litigado en el siglo XVIII y perdido
entre 1800 a 1860 “ ejecutando (dice el gobernador Va­
llaría en 1873) la más escandalosa y arbitraria expro­
piación territorial” .
El reino de Lozada duró quince años y no pudo evi­
tar la derrota final cuando se disociaron los elementos
diversos que lo formaban. Un buen día la gente decen­
te de Tepic, asegurada de escapar a la dom inación de
Jalisco, ya que así le convenía al gobierno federal, sin­
tió que era innecesario y peligroso el dominio del “ fora­
jido comunista” . La Casa Barrón and Forbes y el caudi­
llo Ramón Corona tenían cuentas personales que arre­
glar con Lozada. y el presidente Lerdo de Tejada deci­
dió dar el golpe para terminar con el cacique sin dejar la
gloria a Corona, posible rival. Confesaba que “ la paz y

233
el orden reinaban en Tepic, que podía servir de modelo
a varios Estados, pero que no por eso se podía conside­
rar legal el orden de cosas allí establecido, por su origen
intruso e inconstitucional” . Lozada debía morir y las
comunidades perder sus cofradías, ejidos, tierras de
pan llevar y hasta el fundo legal.
¿Habrá Lozada, como Zapata o Giuliano en otros
tiempos, logrado sacar las castañas del fuego para los
enemigos de los pueblos? ¿Quién se benefició con su sa­
crificio? La burguesía comerciante de Tepic. que vio al
7Qcantón de Jalisco transformarse en Estado Libre y
Soberano de Nayarit.
Lozada nos legó una imagen inservible, inutiliza-
ble, inasim ilable que impide el festejo oficial y espec­
tacular en el centenario de su muerte. Lozada sigue
siendo un cacique fanático, vendido al extranjero; de su
defensa de los pueblos vale más no hablar. Cuando se
abren zanjas en las calles de Tepic para poner tubería,
los buscones de tesoros creen encontrar los de Lozada
por todos lados. Los descendientes del general Ramón
Corona han heredado las tierras del pueblo de Lozada,
San Luis, hoy San Luis Lozada, pero no se arriesgan a
visitarlas, ya que “ los indios de San Luis” siguen el
pleito.
(Escrito a los 100 años de la muerte de Manuel Lozada)

234
EL REINO DE LOZADA
EN TEPIC (1856-1873)

Bandido, liberal, conservador, imperialista, neutral,


republicano, todo eso fue Manuel Lozada, “ cacique” de
Tepic, 7Q cantón de Jalisco, entre 1856 y 1873. Seña­
lemos que el 22 de julio de 1867 Lozada había reconoci­
do al gobierno de la Unión y que el gobierno de Juárez
“ aceptó esta protesta, atendiendo a que ella había sido
hecha de una manera espontánea; acordó que el citado
Tepic quedara como un distrito militar... dependiente
del Gobierno Supremo de la República... y quedó por lo
pronto afianzada la tranquilidad en aquella parte de la
República” . Acto seguido este documento explica cómo
las cosas no tardaron en estropearse porque Lozada,
convencido de que el Gobierno federal no habría de
intervenir, se puso a hacer “ el reparto de los terrenos;
ese robo escandaloso hecho a los propietarios de sus
más fértiles terrenos, es una ligera muestra de la hon­
da división y del enconado odio que produce la guerra
de castas” . Aunque resultara escandaloso, no se trata­
ba de algo nuevo, puesto que aquel a quien Payno llamó
“ forajido comunista” , había empezado en 1857 a devol­
ver a los indígenas las tierras que les habían perteneci­
do. En 1868 empezó una nueva etapa de su actividad
agraria que se fue intensificando y acelerando. ¿Por
qué? Al leer sus cartas se advierte que el hombre ya
estaba cansado —como lo veremos más adelante, esta­
ba gravemente enfermo— y deseaba terminar su obra
lo más rápidamente posible. Lo que se podría llamar la
Reforma Agraria empezó en San Andrés cuando le dio
a Carlos Rivas un poder general ante el escribano pú­
blico y nacional Vicente González. Acerca del conflicto
entre las haciendas y los pueblos de Pochotitán, Atona-
lisco y San Andrés, el 28 de diciembre de 1868, le escri­
bía: “ Por difícil y com plicada que parezca a primera
vista tal cuestión, en realidad no es sino muy sencilla y
la facilidad de llevarla a buen término consiste preci­
samente en no desviarse ni un ápice del propósito que
V. se ha form ado cual es de “ dar a cada uno lo que es
suyo” ... sea quien fuere y fuerza es que los pueblos y
haciendas se sometan a lo mismo. Veam os cómo ac­
tuaban las com isiones nombradas por Lozada: “ ...la
misma comisión... luego que se presentan los títulos,
ios califica nulos y de ningún valor, porque no recono­
ce colindante de propiedades de particulares de ran­
chos o haciendas, sino de pueblo a pueblo fueran escla­
vizados por la tiranía de los gobiernos y de los ricos.
Están resueltos a que haya una expropiación general
en favor de los pueblos y la están realizando ya a toda
prisa” .
Lozada no había tomado estas decisiones sin pon­
derar previamente los inconvenientes de tales procedi­
mientos y los riesgos que corría, pero el tiempo apremia­
ba y contaba con la hostilidad del Gobierno central
hacia los gobiernos de los Estados, y finalmente, había
llegado a la conclusión de que el recurso a la justicia,
“ ese recurso tan gastado como efímero no haría más
que exasperar a los pueblos” . Y añadía:

M e he a b sten id o de ord enarles que se sujeten a él por estar


persuadido de que se h a ensayado inútilm ente varias veces,
no obstante la robusta justicia que asiste a los pueblos, según
sus títu lo s... que se deciden a h acerse ju stic ia ... a u n qu e es
esencialm ente justo h a de ser considerado y calificado como
un hecho arbitrario y atentatorio... y no sería remoto que esta
vez (el gobierno) quiera contrariarlos pueblos por medio de las
arm as; m i parecer es que los pueblos entren en posesión de los
terrenos que justam ente les pertenecen con arreglo a sus títu­

236
los para que... se convenzan los gobiernos y dem ás pueblos del
país de que si se dio paso violento, no fue para usurpar lo aje­
no, sino para recobrar la propiedad usurpada; de manera que
el fin justifica los medios.

Se dio el paso violento puesto que a fines de 1870


los estados de Zacatecas y Jalisco se quejaban de que
“ los indígenas de Tepic con el pretexto de deslindar los
terrenos, invadían armados los distritos colindantes” .
El movimiento ya no había de detenerse y los dipu­
tados de Jalisco propusieron al Congreso de la Unión
que solicitara al secretario de gobernación la cantidad
de expropiaciones llevadas a cabo por Nava “ ejecutor
de las órdenes de Lozada” .
El ministro de la Guerra declara ante el Congreso,
el 7 de abril de 1873, que: “ ... el gobierno general había
manifestado a los señores diputados del Estado de Ja­
lisco que la campaña estaba próxima a hacerse, que no
movieran nada en el Congreso, porque era lo mismo co­
mo decirle al enemigo “ prepárate, ponte en guardia,
que te van a atacar” ... es más ventajoso atacar cuando
no se espera el ataque; se calmaron y dieron lugar a las
operaciones militares; éstas no dependieron del ataque
de Lozada en el momento en que amagaba a Guadala­
jara, Sinaloa, Zacatecas, Colotlán, sino de los prepara­
tivos que de antemano tenía el gobierno... si el gobier­
no no hubiera estado preparado se hubiera perdido el
Estado de Jalisco” . Mientras la guarnición de Colima
se encam inaba hacia Guadalajara (la orden se dio a
fines de octubre: la premeditación es, pues, clara) Loza-
da envió a México una comisión para tranquilizar al
presidente Lerdo de Tejada y explicarle la verdad, en
caso de haber sido engañado por Corona, el hombre
fuerte de Jalisco.
La comisión llevaba instrucciones: “ Si accidental­
mente fueren interrogados por el Señor Presidente so­
bre la cuestión de terrenos, emitirán todos los informes
que se les pidan, procurando obtener una solución que

237
concilie los grandes intereses que se ventilan, haciendo
valer el buen derecho que asiste a los pueblos para re­
clamar las propiedades que les han sido usurpadas” .
El problema estaba claramente planteado. Se le
buscaba pleito a Lozada y éste trataba de sortear el
peligro, tanto en México, donde Corona movía sus in­
fluencias, como en su territorio, donde se señalaba un
“ nuevo movimiento de los pueblos, la casa Barrón y
Forbes invadida por fuerzas de Lozada, preso y remi­
tido a San Luis por el encargado Fernamlo Menchaca” .
Señalemos de paso que este episodio es una de las tan­
tas pruebas en contra de la leyenda que quiere ver en
Lozada un instrumento de los capitalistas, comercian­
tes y contrabandistas Barrón y Forbes. Les sirvió en un
principio, pero, tan pronto como contó con fuerzas pro­
pias, les volteó la espalda, empezando su reforma agra­
ria por la restitución a los pueblos de haciendas que
pertenecían a los dichos Barrón y Forbes. El asunto
M enchaca le daba al gobierno un nuevo motivo de in­
tervención, pues se inquietaba al ver a Lozada impar­
tir justicia, —lo que hacía desde quince años— y ver al
jefe político y al comandante militar “ reconocer una
autoridad interna” .
En el informe del jefe político se decía: “ El cuartel
general de San Luis, establecido desde 1869, formando
los pueblos un pacto de alianza en el que se com pro­
metían a cuidar y vigilar por la seguridad de todos,
nombrando un jefe que residiera en San Luis, y un con­
sejo de guerra form ado por varios jefes de los pueblos
para reconocer y juzgar los asuntos generales de los
mismos. Esta manera de regirse había subsistido por
espacio de cinco años. Tratar de sujetar a los pueblos a
que sus cuestiones se terminaran por autoridades ex­
trañas a su manera de manejar asuntos de interés para
ellos mismos sería excitar los ánimos y casi obligarlos
a una rebelión de fatales consecuencias” . El comenta­
rio del informador era una lúcida advertencia: “ ... el
Ejecutivo, como era natural, no podía estar conforme

238
con la subsistencia de la llamada autoridad de San
Luis” .
Para diciembre de 1872 en México se había decidi­
do acabar con Lozada, si fuera necesaria una prueba
más se puede acudir a la comisión enviada por Lozada
después de los acontecimientos del 26 de octubre —le­
vantamiento de Núñez— que debería esperar, en Méxi­
co, la respuesta a su memorandum hasta el 10 de di­
ciembre de 1872. El presidente Lerdo le contestó por
escrito que “ es indispensable que los pueblos se some­
tan a los tribunales comunes para el deslinde de la cues­
tión de terrenos sin que tenga lugar lo practicado por la
Comisión (de lozadistas)” . Y el 2 de diciembre de 1872
Gobernación inform ó a Sanromán que el gobierno de
Tepic ya no tenía el carácter excepcional que le confería
el decreto de Juárez, que el gobierno federal iba a enviar
tropas para la elección de las autoridades civiles y que
dejaba de reconocer la validez del Comité de Estudio y
Deslindes organizado por Lozada. En ese mismo m o­
mento el Gobierno comprendió “ que es indispensable
recurrir a las armas” y preparó la campaña.
Tan pronto como Lozada se enteró por sus comisa­
rios de lo fundado de sus temores, mandó desarmar al
batallón federal de Tepic y llamó a sus hombres, a los
que reunió en un plazo brevísimo, lo que le llevó a escri­
bir a Victoriano Salado Alvarez, con un desprecio ra­
cista en el que, sin embargo, se advierte cierta admira­
ción:

este indio, este pobre que ve, con su co sta lito al h om bro y su
cara de id io ta, luego que recibe la orden de L o zad a sa le m á s
que de prisa: con arm as si tiene arm as, desarm ado si no tiene
m achete ni fusil, siempre con su guaje para el agua y su saco
de pinole... y cómo se transm ite la noticia es cosa que sólo ellos
sa b en ; es el ca so que ya quisieran nuestro gobiern o o el de
M é x ic o c o n ta r con los m e d io s de c o m u n ic a c ió n que aqu el
bandido cuenta... Todo aquello no servía m ás que para el muy
bribón se creciera y para que los indios pensaran: pues tanto

239
n os lo persigu en , debe de valer m u cho. T od os los in dios se
creían obligados a morir por él.

A Lozada ya no le quedaba sino jugarse el todo por


el todo: consciente de la situación, convocó a todos los
pueblos de Nayarit. Nunca, en efecto, había tenido que
enfrentarse a una movilización de las tropas federales
y a las de los estados de Jalisco, Zacatecas, Colima y
Sinaloa. Que se quería acabar con él no podía ser puesto
en tela de juicio, y de ahí la veloz reunión de sus tropas,
la proclamación del Plan Libertador del 17 de enero de
1873 y la marcha sobre Guadalajara, a la que acompa­
ñaron movimientos de diversión sobre Sinaloa y Zaca­
tecas. No podía esperar a que el enemigo agrupara sus
fuerzas.
El Plan Libertador, que se encuentra anexo al ex­
pediente 9 204 del archivo de la Defensa, está firmado
por 237 representantes de todos los pueblos de la sierra
de Nayarit, o sea, de todo el territorio sometido a la in­
fluencia de Lozada, que desbordaba los límites del ac­
tual estado de Nayarit; se extendía por una parte im­
portante de Zacatecas, Sinaloa y Jalisco. La firma de
Lozada no aparece en el documento. Este plan, que lle­
va al margen la mención “ extravagante” , proclama:

L os pu eblos... n os h em o s reunido con el exclu sivo objeto de


deliberar, anim ados de las m ás san as intenciones, de evitar la
guerra injusta que el Gobierno nos declara y seguir como hace
a ñ o s ocu pad os en nuestros h onrosos tr a b a jo s... D espués de
diferentes a rg u m en to s y perfectam ente ilu stra d a n u estra
discusión, no nos h a quedado otro recurso, a nuestro pesar, que
la injusta cuanto infam e guerra que se nos declara, tom ando
los pueblos herm anos del N ayarit la iniciativa, siendo exclusi­
vo responsable ante Dios y ante el mundo entero de su incalcu­
lab le con secu en cia, el m al patriota e irreflexivo p ersonal del
citado gobierno... Por lo expuesto, los pueblos despertando del
letargo en que estam os, nos levantam os en m asa con las arm as
en la m a n o , para que del fuerte sacu dim ien to que la nación

240
tiene que experimentar, resulte éxito feliz del grandioso princi-
cipio de regen eración. Que los pueblos de N a y a r it tienen el
orgullo de aceptar la guerra en circunstancias que al Gobierno
no le llam a la atención n inguna fuerza arm ada. No debiendo
olvidar que las varias y generosas invitaciones que los princi­
pales caudillos de las diferentes revoluciones nos hicieron, que
no aceptam os como am antes de la paz pública... los pueblos en
gen eral están en su derecho de repeler la fuerza cuando un
gobierno como el actual se conduce en términos tan indignos de
u n a n ació n tan civ iliza d a ; por lo pronto procedim os en los
términos arriba expresados, procurando el gran principio de
que “ el pueblo se gobierno por el pueblo” .

Fronteras actuales de los estados

■BHBaaea Dominio efeetlvo de Lozada


0 40 80 km
1 __ I_____I
El dominio de Lozada
El artículo 6 llama a la Nación para que ésta deci­
da la forma que deba tener un gobierno verdaderamen­
te “ representativo popular ya sea con carácter de Re­
pública, Imperio o Reino” ; el artículo 7 prevé que la
nación será gobernada “ por municipios que el pueblo
libremente nombrará por elección directa, gozando los
citados pueblos o cuerpos municipales del derecho de
absoluta independencia y soberanía en los ramos de
gobernación y hacienda” ; el artículo 10 suprime las
aduanas interiores.
El gobernador V allaría, el 12 de febrero de 1873,
decía que el plan era: “ una monstruosidad que... en el
fondo se encamina a concluir con el orden social y polí­
tico, establecidos... premeditado en lo principal desde
muchos años, ha sido inspirado en la funesta resolu­
ción de promover la guerra de castas, ejecutando tanto
al prepararla como al realizarla, la más escandalosa y
arbitraria expropiación territorial, de lo cual se tiene ya
una prueba de hecho en el cantón de Tepic” . Por mucho
que Lerdo de Tejada invocara la inconstitucionalidad
de la situación de Tepic y Vallaría agitara el espantajo
de la guerra racial, no podían esconder la verdad, o sea,
que lo insoportable era la política agraria de Lozada.
Para romper el cerco que le amenazaba, Lozada
trató lo que nunca había intentado: salir de su territo­
rio y tomar Guadalajara, cosa arriesgada dada la for­
mación de sus tropas, compuestas por contingentes
voluntarios de todos los pueblos, acostumbrados a es­
perar al enemigo en su territorio y destruirlo a la segu­
ra en la guerra de guerrilla.
Esta ofensiva era una defensiva audaz que estuvo
a punto de tener éxito, al menos a corto plazo, porque
fue una sorpresa absoluta. Nunca se creyó que aquel
bárbaro se atrevería a salir de su madriguera, donde se
escondía desde hacía veinte años.
El día 28 de enero se dio la batalla de la Mojonera,
donde se detuvo a Lozada de manera efectiva y se salvó
la capital de Jalisco, sin ser la deslumbrante victoria

242
reivindicada por Corona en su informe a la Secretaría
de Guerra. En marzo se tomaba Tepic y Lozada se re­
montaba a la sierra.
Poco a poco Lozada recobraba el ánimo: la gente
de los pueblos acudía, incluso cuando los jefes no se
presentaban (generalmente ya lo estaban traicionan­
do) y dio muestras de su lucidez cuando el 10 de marzo le
contestó a Nava:

Me dices que sería bueno que la gente saliera a atacar Tepic...


pero en el desorden en que nos encontramos, no hay que espe­
rar nada bueno... de la m ism a manera se encuentran los de­
más pueblos por falta de sus jefes: soldados de todas partes se
encuentran aquí: los jefes sólo don Ramón (Galván) llegó
ayer... Se han hecho unos fortines en este camino, el de San
Luis, el de las Huácimas.

Era claro que ya Nava andaba enredado en la ma­


deja de la traición. No obedecía y Lozada se inquietaba:
“ te repito que muevan la artillería y los fusiles que por
aquí van a hacer falta” , le escribía el 13 de marzo.
El 16 del mismo mes empieza a prever la catástro­
fe: “ se acaba de saber que el señor Jacobo (jefe de Santa
María) se encuentra con ustedes... si es cierto que ahí
está y piensan entrar en arreglos... anticipo a decirte...
lo que se necesita hacer en estas cosas” . No quería ad­
mitir la traición y le daba consejos a Nava como si se
tratara de una última tentativa para llegar a la paz.
Insistía en su obsesión fundamental: “ que al tocar el
punto de los terrenos no se te pase que los terrenos...
están bien legalizados y reconocidos por dos agrimen­
sores y un licenciado que puso el gobierno, el mismo que
está actualmente, cuando se dio la posesión a San Luis
por los cuatro vientos” . Le recordaba que no debía
adoptarse ninguna decisión sin la aceptación de todos
los pueblos y le pedía que fuese a verle: “ mucho nece­
sitaría que tuvieras una entrevista conmigo antes que

243
comenzaran las conferencias de arreglos... este interés
me llevó al rio a verte, pero no viniste../’.
Ese mismo día, el 19 de marzo, Lozada conña en
Nava por última vez. Los representantes de los pueblos
se reunieron y decidieron autorizar a Nava “ para que
ya que has comenzado los arreglos los sigas desempe­
ñando de una manera limpia y honrosa, sin dejar de
tocar ninguno de los puntos que a su derecho corres­
ponden... primero, no hacer rendimiento de armas,
segundo, defender en todos sus puntos los derechos de
posesión que hoy tienen todos los pueblos... que si no
hay convenios honrosos, el señor Nava tiene que correr
la suerte de los pueblos” .
La decisión de llevar la lucha hasta sus últimas
consecuencias está confirmada en su última carta de 23
de marzo: “ También he dicho que mientras haya sin­
vergüenzas que sólo quieren vivir de los trabajos de
otros, los pueblos no pueden, por más que quieran, estar
en paz... el Gobierno de cualesquiera manera tenia que
hacernos la guerra, aunque de aquí no se le provocara” .
Desgraciadamente el 2 de marzo Dom ingo Nava
había recibido una carta del nuevo jefe político de Te­
pic, Fernando de los Ríos, donde se insistía en que de­
bía abandonar a Lozada, para defender la causa por la
que siempre había luchado: “ ... para salvar a los pue­
blos... no me salgas ahora... que te juzgarán como un
traidor si desertas de ellos... esto sería un honor mal
entendido...” . Y el 29 N ava se decidid a decirle la ver­
dad a Lozada: “ Los arreglos para la paz están conclui­
dos con el general Ceballos y son un hecho para todos
los que me acom pañan... creo que no podía alcanzar
más... yo mismo tendré que prestar mis servicios al Go­
bierno para concluir cuanto antes la guerra...” . El 1Qde
abril, con el título de jefe de las fuerzas del Valle de Te­
pic, lanzó una proclam a llam ando a los pueblos. En
ella denunciaba “ las insaciables aspiraciones del C.
Manuel Lozada... un cerebro enfermizo, exaltado por
las pasiones...” . Señalaba a los pueblos que las condi-

244
dones por ellos exigidas para rendirse (asamblea del 19
de marzo) eran inadmisibles y absurdas, dada la supe­
rioridad militar del gobierno. Terminaba aconseján­
doles la sumisión sin condiciones, recordándoles que
los tribunales estaban para impartir justicia, y si bien
había sufrido las usurpaciones de las haciendas, “ se
hicieron tales despropósitos que de usurpados se con­
virtieron en usurpadores” , y les amenazaba con “ vues­
tra absoluta disolución” .
Si los jefes en su mayoría abandonaron a Lozada
en ese momento, éste no quiso admitir su derrota y el 1Q
de abril le escribió a Nicolás Hernández: los pueblos
que han entrado a la sierra unidos con los del Nayarit,
han hecho una junta solemne y han acordado sostener
la guerra por un término de años; esto aún no se sabe, se
sabrá mañana el término que se ponga para poder en­
trar en tratos o hacer sucumbir a las fuerzas enemi­
gas... (les ofrecía la posibilidad de permanecer con él o
hacerle caso a Nava y retirarse)... tomen el camino que
les parezca... él (Nava) piensa que todas las familias
bajen a sus pueblos para después hacer lo que hicieron
en Yucatán y otros puntos del norte, que después que se
rindieron las fuerzas de soldado viejo arriba, hicieron
una degollación...” (pp. 51-52). Lozada cayó preso a fi­
nes de junio y fue fusilado en Tepic.
Muerto Lozada, los lozadistas seguían en vida y el
cantón de Tepic habría de vivir durante mucho tiempo
en la inseguridad, el bandidismo social y las revueltas
endémicas. Juan Panadero indicaba en diciembre de
1873 la ola de asesinatos que se había desatado, y el 5
de marzo de 1874, escribía: “ La situación del antiguo
reino lozadeño empieza a ponerse medio pardo obscuro.
Los indios continúan cometiendo robos... la clase proleta­
ria se queja de la carestía del maíz” . La clase proletaria
se quejaba sobre todo de la actitud de las autoridades y
de los propietarios, ya señalada por el general Fuero. El
general Ceballos escribía el 21 de junio: “ Ha llegado la
noticia de este cuartel general que algunos de los prole­

245
tarios expropiados durante la abominable dominación
de Manuel Lozada... están tomando posesión de los
terrenos que a su juicio les corresponden y tomando por
arrendamiento cantidades fabulosas” .
La reacción no había de tardar; los propietarios no
habían olvidado nada, ni la lección tampoco les había
servido: la revancha esperada hacía 17 años aparecía
ante ellos. Sin embargo, fueron demasiado rápido: des­
pués de la muerte de Lozada, las tropas se habían que­
dado sin jefes secundarios y fieles; los supervivientes
de las campañas de 1873, los que se salvaron de Ceba-
llos y Carbó, estaban divididos y carecían de prestigio.
Domingo Nava tenía sus partidarios y deseaba contro­
lar a los grupos armados que aún quedaban, tolerados
de hecho por el Gobierno. Ello es prueba de la necesidad
que tenía el Gobierno de contemporizar con los lozadis-
tas; la política era irlos destruyendo poco a poco, para
evitar un nuevo levantamiento general; la consigna
era dividir para reinar, enfrentar a N ava con Lerma,
asesinar a los jefes; pero esta política perdía tiempo y,
en la espera, Lerma se sublevó en m ayo de 1874, y “ la
situación de este desdichado cantón empeora de día a
día. Grandes g a villa s de bandidos se pasean en los
cam inos y rancherías... se asegura que esas gavillas
las forman los mismos lozadeños” . {Juan Panadero, 16
de junio de 1874).
A fines de noviembre de 1878 la revuelta vuelve a
surgir: Juan Lerma, Nieves Covarrubias, M arcelino
Renterías (jefe de Guaynamota cuando Lozada) y va­
rios más trataron-de vengar a Lozada y ajustarle las
cuentas a Nava, quien seguía trabajando para el go­
bierno y eliminando a sus antiguos compañeros. La
sierra de Nayarit, el cerro de San Juan, la costa de Chi-
la, eran la escena de esta nueva guerra. El Diario Ofi­
cial de la Jefatura Política y Comandancia del Distrito
de Tepic, resumía así la situación, en el NQ13, del 28 de
septiembre de 1879: “ Tepic es víctima hace largos años
de un bandolerismo muy distinto del que suele aparecer

246
en otras partes de la República. La prolongada dom i­
nación de Lozada, señor absoluto del Distrito durante
el crecimiento y desarrollo de la presente generación
produjo en las masas, faltas de toda ilustración, cier­
tas ideas, ciertas tendencias que sólo pueden desapare­
cer con los individuos en quienes están incrustadas...
Todos... sabían que existía un Gobierno en México,
pero se consideraban tan independientes de él como
de una nación extraña... Lozada los gobernaba cual a
nación separada, no reconocía sino por fórmula a las
administraciones generales cuando le convenía; y fo­
mentando ciertas tendencias de consumismo, creó in­
tereses muy especiales en contraposición de los comu­
nes... (cuando era atacado) se oía resonar entonces de
uno a otro extremo del Distrito el grito de alarma y el
indio empuñaba el fusil y se posesionaba de una roca
para defender su territorio con arrojo, con la decisión,
con el fanatismo del que ve profanado su suelo por plan­
ta extranjera... los pueblos se reunían en asambleas y
allí acordaban los puntos principales de su política,
teniendo al mismo tiempo una organización militar
que reconocía como centro el llamado Cuartel General
de San Luis” . Es un análisis perfecto.
No nos queda sino tratar de exponer, todavía de
manera hipotética, las causas de la caída de Lozada.
De las causas exteriores al movimiento propiamente
dicho, la esencial era la decisión tomada por el gobier­
no de Lerdo de acabar con la secesión lozadista: las
intrigas de los enemigos personales de Lozada, los gran­
des propietarios, la Barrón & Forbes, Corona, los es­
fuerzos del estado de Jalisco para recuperar finalmen­
te el 1- cantón, no habrían llevado a nada sin la deci­
sión del Gobierno central: era el único que disponía de
los m edios suficientes para acabar con el “ Tigre de
Alica” .
Toda la historia del siglo XIX mexicano es la lucha
entre el Gobierno Central y las fuerzas centrífugas,
tanto o más que la lucha entre liberales y conservado­

247
res, ya sea bajo la forma de caciquismo o de independen­
cia de los Estados. Desde este punto de vista, los con­
servadores y los liberales llevaron la misma política; de
Bustamente a Lerdo de Tejada se encuentra una conti­
nuidad que pasa por Santa Anna, Miramón y Juárez.
Don Porfirio tendrá éxito, pero su política no fue dife­
rente de la de sus predecesores. En el caso de Lozada, la
política centralizada y unificadora de México sirvió en
un principio a la causa de Nayarit: dejar a Jalisco en la
impotencia era servir a la causa, era probar a los otros
Estados que sólo el poder federal tenía la capacidad
suficiente para resolver los problemas graves; era ade­
más una manera de debilitar al orgulloso Estado de Oc­
cidente, cuyas intenciones regionalistas e imperialis­
tas eran conocidas de sobra. Después, una vez termi­
nada la guerra extranjera, aplastados los distintos gol­
pes de Estado, aparentemente vencido don Porfirio, el
poder central se decidió a acabar con un Lozada ya más
peligroso que útil. Peligroso por el ejemplo dado a los
otros pueblos indios y a los yaquis y mayos en particu­
lar, pues era de temerse que se unieran en una gran con­
federación occidental, más peligrosos aún por su polí­
tica agraria, que aparecía en el momento en que las
Leyes de Reforma engendraban una gran inquietud en
toda la República. Acabar, pues, con Lozada, pero sin
devolverle Nayarit a Jalisco. De 1868 a 1878 Jalisco
pidió en vano la reincorporación del 7e cantón. Esto
nunca se hará y el diputado Silva dirá con una amarga
clarividencia: “ Según los procedimientos que el Go­
bierno general ha observado en Tepic, se puede afir­
mar que al hacer arreglos con los elementos lozadeños
de aquel cantón lo ha verificado en beneficio propio, y
perjuicio del Estado de Jalisco” .
El gobierno tomó la iniciativa de la guerra para
acabar con Lozada. Basta leerla carta que uno de los
comisarios enviados a M éxico en noviembre del 72,
mandó a su jefe el 16 de diciembre:

248
Dije al señor presidente que comprendía muy bien las dificul­
tades que se podrían presentar para que fuesen aceptadas
todas las condiciones anteriores, supuesto que si usted se
resolvía a proponerlas a los pueblos, se exponía a perder el
influjo que puede tener sobre ellos... ésta es la única manera
posible con que el gobierno puede mantener buenas relacio­
nes con el distrito de Tepic, porque, de lo contrario, su deberes
hacerse obedecer y los hará mandando sus fuerzas... no sólo la
mayoría del Congreso sino toda la opinión pública... opinan y
piden que desde luego se haga la campaña sin esperar el re­
sultado de las negociaciones entabladas por la comisión...
confiesan que la paz y el orden que reinaban en Tepic podían
servir de modelo a varios Estados, pero que no por eso se podía
considerar como legal el orden de cosas allí establecido... por
su origen intruso e inconstitucional.

A Lozada se le buscaba pleito a como diera lugar,


pues el mismo comisario recuerda que Lozada le habla
dicho: “ no habrá guerra; si el gobierno quiere hacerla,
nos arreglaremos a plomazos” .
Los diferentes grupos que presionaron (el estado
de Jalisco, Corona y sus amigos, etc.) son conocidos; lo
que se ignoraba es que la fam osa casa Barron & For­
bes, convertidos en el deus ex machina de los años 1855-
1873 por los enemigos de Lozada, pertenecían a lo que
se podría llamar el “ lobby” anti Lozada. Víctima de la
política de quien creían haber hecho un testaferro, ha­
cía mucho que intrigaban en su contra. Un tal Victoria­
no Aldaz, fusilado el 19 de junio de 1873 en La Yesca,
escnbió, antes de ser ejecutado, a José María Castaños:
“ ...la casa Barrón no le convenía la decoración de 15
años o más, cam biándola por otra nueva, para cuyo
objeto metió la cizaña y logró quedarse otra vez con la
nueva situación para rehacer su señorío... mientras
exista esta casa en Tepic, las desgracias serán para
Tepic y para todo el país” .
Las debilidades internas también causaron la caí­
da de Lozada, tanto por razones accidentales como
estructurales.

249
Este movimiento fue, sobre todo, una confedera­
ción de pueblos divididos entre sí y cuyo único denomi­
nador común era’el jefe que había sabido unirlos. En
esta multitud debe distinguirse a lós pueblos de la cul­
tura étnica. Algunas comunidades fueron la punta de
lanza de la rebelión; otras sólo enviaron su contingen­
te después de la batalla y, al com probar la derrota, se
apresuraron a volver grupas. En abril de 1968 Juan de
la Rosa y Antonio Carrillo, respectivamente juez y go­
bernador de Santa Catarina, nos inform aron que los
ancianos les habían contado cómo habían sido convo­
cados en una ocasión por Lozada para ir a tomar Gua­
dalajara y que ya en camino un mensajero le había di­
cho que se regresaran, pues ya no se les necesitaba por
haber sido tomada la ciudad. Fue una manera como
otra cualquiera de salvar las apariencias: no se podía
aceptar el haber traicionado y, por ello, se inventó una
victoria capaz de justificar el rto haber participado.
Dentro incluso de los linajes ílo había cohesión, los
testigos ya citados nos inform a?on de la falta de con­
fianza entre los distintos grupos huicholes, cosa que
venía de muy lejos. Quizá esto explique por qué los de
Santa Catarina se perdieron por el cam ino, mientras
los jinetes huicholes de Tenzompan llegaron hasta las
puertas de Guadalajara y anduvieron peleando, hasta
el fin del verano, a las órdenes del padre Aguilar. To
dos estos grupos étnicos son diferentes; el huichil es un
buen jinete mientras los demás pueblos sólo proporcio­
nan infantería. Lozada tuvo bajo su dirección (siempre
directiva, jamás imperativa) a lós tepehuanes de Santa
María Ocotán, San Francisco y Qúiviquinta, a los de
Santiago Teneraca y a los de Tasquaringa, a los hui­
choles que se distribuyen entre los cuatro pueblos si­
tuados a lo largo del río Chapalagana (San Andrés y
Santa Catarina andan peleados por un problema de
límites), a los coras de Santa Teresa, Huazamota, Je­
sús María, Mesa del Nayar y San Juan Peyotán. Bajo
su jefe Dionisio Gerónimo, e incluso sin él, fueron los

250
principales sostenedores de Lozada. En torno a uno de
sus pueblos, Guaynamota, se dieron los últimos comba­
tes. Lozada, sin embargo, no era de su raza; era un mes­
tizo y nadie puede decir a ciencia cierta de qué y qué era
mestizo. Fuera de estos tres linajes, desde luego no soli­
darios, tras Lozada fueron pueblos mezclados como
Pueblo Viejo, Durango, donde hay aztecas y tepehua-
nes, Nostic, formado por aztecas que desde hace mucho
olvidaron su lengua, Milpillas Chico, San Francisco y
otros más donde los coras, los huicholes y los tepehua-
nes coexisten tranquilamente. Todo sin hablar de los
“ poblanos” , indios venidos no se sabe de dónde y así
llamados en las comunidades que los acogieron. Algu­
nos viven en verdaderos pueblos, otros en núcleos fami­
liares patriarcales de 70 o 100 miembros. Finalmente
en los contrafuertes de la sierra y en el valle de Tepic, en
la costa de Nayarit y en lo que hoy pertenece a Jalisco,
(cantón de Mascota, cantón de Colotlún, etc.) se hallan
auténticos pueblos imposible de clasificar. La gente de
las ciudades los llamados indios de la misma manera
que hoy puede decirse campesinos.
Todos estos pueblos dependen finalmente, les gus­
te o no, de sus jefes; sin ellos nada es posible y la asam­
blea de estos jefes toma las decisiones. En el hundi­
miento de la confederación, la responsabilidad, en pri­
mera instancia, recae sobre los jefes. Su actitud, ade­
más, fue contraria a la de los pueblos. Dejaron de lu­
char para defender los intereses de sus pueblos y se
hicieron caciques en el sentido moderno de la palabra*
es decir, se pusieron del lado de la administración para
explotar a sus hermanos.
La multitud estaba ahí pero no sus jefes, y nadie
podía mandar sino a través de ellos. Su determinación
para llevar la lucha adelante no servía para gran cosa,
dejando de lado a los once pueblos que habían conser­
vado a sus dirigentes y de los que Lozada decía:
“ Tú sabes que se necesita que todo lo que se haga

251
sea con la aprobación de todos los jefes” . Por eso Lo­
zada dirá a los soldados del pelotón de fusilamiento:

... tengo la conciencia de que jamás hice mal a nadie; no me


arrepiento de mis hechos, pues si alguna vez los que me rodea­
ron no cumplieron con sus obligaciones para con los pueblos,
la culpa no fue mía. Si la desgracia en adelante se apodera de
estos pueblos, culpa es de varios y muy particular de Domingo
Nava. No me culpéis a mí... .

Las profundas debilidades del movimiento fueron


las que lo llevaron a la ruina, puesto que “ existía ya
entre los indios desde antes de la venida de las fuerzas
una división profunda que más tarde había de facilitar
mucho las operaciones militares. Con el auxilio de los
caciques... que traicionaron a Lozada se pudo capturar
a éste. El Gobierno guardaba entonces mil considera­
ciones a los caciques...” .
Está permitido preguntarse qué hubiera hecho
Lozada si no hubiera sido vencido en la M ojonera, si
este fracaso, el primero tras una larga serie de éxitos no
hubiera desmoralizado a los jefes... El Siglo XIX, con
fecha de 15 de febrero de 1873, publicaba:
Lozada tenia razón cuando aseguraba que al tomarla capital
de Jalisco se le unirían cien mil hombres, porque antes de em­
prender aquella campaña había mandado comisionados
secretos a varios pueblos de aquel estado, convocando a la
raza indígena a que se le uniera para efectuar un levanta­
miento, tomando por enseña la religión y los intereses géne-
rales del linaje indio.
Juan Panadero ya había dicho el 16 de enero que
“ los pueblos de la orilla de la laguna de Chapala tam­
bién han mandado sus comisionados para que formen
en la junta de jefes lozadeños. Como se ve el negocio se
pone medio oscuro y se debe tomar las precauciones
convenientes a fin de que las terribles tendencias de los
indios no tomen incremento” .

252
¿Cuál habría sido el destino de este movimiento de
“ Religión y Tierras” ? ¿Levantó a los pueblos en contra
de sus vecinos y enemigos inmediatos? ¿Invocó el mito
del Reino de Nayarit? No hemos logrado saberlo. Loza-
da tenía personalmente conciencia del peligro que en­
trañaba este localismo, y lanzó un llamado a todos los
oprimidos y a las clases proletarias de México. Pero al
mismo tiempo cuidaba el no meterse con los intereses
extranjeros y quiso darse a conocer fuera del país, a
pesar del odio que sentía por los yanquis. Mas la prime­
ra vez que quiso sacar a sus tropas de su tierra, fueron
vencidas como el gigante Anteo. No podía hacer nada a
escala nacional, con todo y sus proyectos de reformas
constitucionales. Soñaba con una confederación de
democracias pueblerinas y no contaba con ningún alia­
do fuera del campesinado. Nadie le apoyaba en las ciu­
dades tan pronto como dejaba de ser un aliado intere­
sante. ¿Quién se benefició en última instancia con su
sacrificio y el de los pueblos? La burguesía comercian­
te de Tepic, a quien le sacó las castañas del fuego y que
gracias a él vio al 7e cantón de Jálisco transformarse
en el Estado Soberano de Nayarit. Este Nayarit es más
pequeño que el territorio levantado por Lozada, pero,
por si esto fuera poco, se constituyó para provecho de
los enemigos de los pueblos.

El problem a de las relaciones entre un m ovim iento


social y la historia nacional

Empecé a trabajar sobre Lozada de manera romántica,


o sea siguiendo el esquema del bandido social, del indí­
gena, de la guerra campesina de comunidades indíge­
nas que se levantan para recuperar los terrenos usur­
pados por las haciendas; comunidades capaces de libe­
rar un territorio bastante amplio; de organizar una
república campesina, al estilo colom biano de la Mar-
quetalia de los años 50 del siglo XX. La aparente auto­
nomía de la zona lozadista, la fuerza circunstancial de

253
Lozada (y la circunstancia dura 20 años), aparente­
mente capaz de imponerse a gobiernos, a primera vista
tan diferentes com o los de la Reforma, los conserva­
dores, el imperio de Maximiliano, la república restaura­
da de Juárez, todo eso me impresionó, ofuscó, deslum­
bró.
Además el m ovimiento lozadista sigue siendo,
hasta la fecha, igual que la guerra de castas en Yuca­
tán, o semejantes movimientos chiapanecos, objeto de
controversia y pasiones locales. Hay un grupo todavía
muy poderoso en 1976, en Tepic, que dice que Lozada es
un bandido, un forajido, un asesino y que niega todo
chiste al movimiento: Lozada fue el jefe de la “ guardia
blanca” de la casta capitalista, conservadora, traido­
ra, contrabandista Barron and Forbes. Punto.
Frente a la leyenda negra el historiador revisionis­
ta cayó alegremente en la seducción de un Lozada au­
tónomo, trabajando por sí mismo y para los cam pesi­
nos (indios o no ¿quién sabe?). Punto. Otra vez la le­
yenda zapatista.
Ahora pienso, sin tener más información de archi­
vos, pero con más conocim iento de la historia global,
que Lozada existió debido a la política nacional de la
época, que ofreció la oportunidad a Lozada, a ciertos
grupos campesinos y a ciertas tribus serranas, de lu­
char por sus intereses y adueñarse de posiciones polí­
ticas, durante el tiempo d éla crisis nacional. Pero ni
Lozada, ni los campesinos, ni las comunidades indíge­
nas se encontraban solos. Lozada está rodeado de un
estado mayor impresionante de secretarios reclutados
entre las mejores fam ilias de Tepic: lo acom paña el
general Carlos Rivas, más tarde senador en tiempos de
Don Porfirio, y personaje muy importante del occiden­
te; su pariente Manuel Rivas que funciona como jefe
político del territorio de Tepic; Miguel Oseguera, etc...
Uno se entera con sorpresa que Lozada y sus huarachu-
dos son la parte visible del iceberg (anacronismo: como
Pancho Villa y sus jinetes, fenómeno guerrero que ocul­

254
ta la élite de Chihuahua y del norte que está con y de­
tras de Villa).
Lo que da cierto fundamento a la versión que me
presentó, en 1973, un señor político del estado de Naya­
rit, al explicarme por qué no se festejaba el centenario
del fusilamiento de Lozada.

El es un bribón, es un asesino, nunca existió como fuerza polí­


tica; estaba manejado por los reaccionarios, por los clericales
de Tepic, y h asta la fecha, detrás de cada lozadeño Ud. va a
encontrar un seminarista o un jesuíta.

Con esto quiero decir que los movimientos surgen


dentro de la historia ¿global. Lozada no se entiende sin
Tepic, no se entiende afuera de la lucha entre dos ciuda­
des del occidente, Guadalajara y Tepic. Tepic quiere
conquistar su autonomía y se aprovecha de la existen­
cia de Lozada; se puede decir que esa burguesía mer­
cantil, com erciantey hasta industrial (textil) tiene el
genio político e histórico de utilizar a Lozada. Lo mis­
mo se puede decir de Lozada y de su gente; hubo una
especie de pacto, de convenio entre dos partes que te­
nían interés en luchar contra Guadalajara. Y el gobier­
no central de México no vio con disgusto la oportuni­
dad de desmembrar el poderoso estado de Jalisco.
Aprovechando la coyuntura, Lozada y los pueblos
son capaces de hacer lo que no se ha hecho en otra par­
te de la república, es decir, nulificar todo el proceso
agrario que viene desde finales del siglo XVIII, culmi­
na con las leyes de Reforma y significa la destrucción
de la propiedad comunal. En Tepic ese proceso no triun­
fó antes de los últimos quince años del siglo XIX, cuan­
do en el estado de Morelos la destrucción se había he­
cho antes de 1860.
En Tepic las leyes de Reforma no se aplicaron sino
hasta 1880-1900, precisamente porque existió el loza-
dismo, movimiento que no es un capítulo de historia
campesina o indígena, sino de la historia del oeste de

255
México y del Estado central. Frente a todas las faccio­
nes, los lozadistas manifestaron gran capacidad polí­
tica, gran oportunismo capaz de obtener el reconoci­
miento de Comonfort, Mora, M axim iliano y Juárez.
Así vemos funcionar un fenómeno que es bien obvio en
el siglo XX: existen nexos estrechos entre los m ovi­
mientos en el campo y la historia nacional.

256
EL ORIGEN DEL MARIACHI

Ilustrísimo Señor,

Con fecha 26 de abril próximo se sirve V.S.I. pedir­


me informe circunstanciado sobre los hechos que
han ocurrido en este lugar y que han ocasionado
diferencias mías para con las autoridades de este
mi feligresía y de que han instruido queja al Su­
premo Gobierno del Estado. Las ocurrencias son
las siguientes.
Al acabarse los divinos oficios en mi Parro­
quia en el sábado de gloria encuentro que en la pla­
za y frente de la misma Iglesia se hallan dos fan­
dangos, una mesa de juego y hombres que a pie y a
caballo andan gritando como furiosos en conse­
cuencia del vino que beben y que aquello es ya un
desorden muy lamentable, sé que esto es en todos
los años en los días solemnísimos de la resurrec­
ción del Señor y sólo que ya sabemos cuántos crí­
menes y ecsesos se cometen en estas diversiones,
que generalmente se llaman por estos puntos Ma­
riachis,1 sólo nosotros porque lo vemos, lo pode­
mos creer y nos horrorizamos al ver que no hay
autoridades que repriman desórdenes reprobados
por la moral y las leyes que nos rigen.
Yo fui luego a la Autoridad local y le supliqué

1. El subrayado es mío. J.M.


se sirviera impedir estos males, principios de otros
muchos mayores y no logré mi deseo pues se me
alegó la costumbre y perjuicios que seguirían a los
comerciantes interesados en la venta de licores y
otras razones de esta clase.
El desorden crecía por momentos yo deseaba
en cada instante evitarlo. No accedía la Autoridad
y entonces me dirigí al lugar en donde se hallaban
los fandangos, pedí los instrumentos y me los die­
ron, supliqué a los que jugaban naipes que dejaran
de hacerlo y se abstubieron y luego también rogué
que se levantara del suelo a un infeliz que se halla­
ba tirado ahogado del vino, y lo levantaron. Todo
esto lo hice, Illmo Sor, no con estrépito ni mucho
menos abofeteando a alguno como se indica en el
informe, pues habría sido temeridad hacer esto un
hombre solo en medio de una multitud y poseída
del vino en muchas partes.
Después de todo esto el Alcalde me puso el ofi­
cio que original acompaño a V.S.I. el cual me pare­
ció prudente no contéstar. Luego el mismo Sor reu­
nió una contribución pecuniaria para traer nuevos
músicos que vinieron y formaron un fandango que
duró desde el sábado hasta el lunes.
Cuando me vi así burlado por la Autoridad
que debía sostenerme en un caso en que solo se tra­
taba de evitar desórdenes y escándalos públicos,
toqué las campanas y reunidos que fueron mis fe­
ligreses les anuncié que me retiraba al Pueblo de
San Juan Bautista que dista de la cabecera de cua­
tro a cinco leguas, y que ahí auxiliaría a los que lo
necesitaran, y así lo verifiqué mientras estube en
dicho Pueblo, pues auxilié a la Esposa del Alcalde
mismo, a una cuñada suya del referido Alcalde
porque su muerte fue violenta y no me avisaron y
otro de un rancho a quien no alcanzé vivo.
Mientras estube en San Juan, vine a este un
Domingo y por la tarde hice la instrucción doctri-

258
nal a que estamos obligados los Curas y entre la
semana dije misa, resistiéndome solo a hacerlo en
día festivo para que entendiesen que el desorden
que en tales días introduce la reunión debe traer
algún castigo.
Hacen méritos los quejosos de que me retiré a
la feligresía de Santiago Ixcuintla. Esto, Illmo
Sor, es falso. La feligresía de Santiago y la mía
está separadas de una manera muy natural y co­
nocida pues la línea divisoria es el río de San Pedro
y el Pueblo de San Juan está al Norte de dicho río y
Santiago a la frente del sist. San Juan así como
San Diego y Santa Fe fueron pertenecientes a las
misiones de Nayarit, y desde que estos pueblos
han quedado abandonados pasada que fue la revo­
lución del año de diez, buscan el áuxilio en el pue­
blo más cercano y lo es Rosamorada, pues San
Juan solo dista de cuatro o cinco leguas, como lle­
vo dicho, y los otros puntos un poco más y así de
hecho y por necesidad son de esta feligresía, pues
desde mucho tiempo a esta parte los matrimonios
y demás auxilios los reciben de aquí y por lo mis­
mo yo quedé en mi feligresía, y si me retiré de la
cabecera no fue para negarles los socorros, pues se
los ministré, sino por dos razones, la una para que
experimentaran algún castigo y la otra para evi­
tar la ocación de nuevos insultos a mi persona.
Cuando las cosas se han calmado cuando el Sor
Director de Acaponeta ha hablado conm igo y he
tenido alguna garantía para conservar el decoro
del Párroco, yo he vuelto a la cabecera y me encuen­
tro en ella.

Esto es, Illmo Sor, lo que con toda verdad ha


pasado: bien podrá suceder que me haya ecsedido
en algo, pero mi fin en todo no ha sido otro que el
deseo de conservar la dignidad del Párroco.

259
Dios Ntro Señor guarde a V.S.I. muchos años.
Curato de Rosamorada, mayo 7 de 1852.
Cosme Santa Anna

Sr. Cura de Rosa Morada. Quedo informado de la


comunicación de U fha (sic) del pasado a que acom­
paña el oficio que le dirigió el alcalde de ese lugar en
cuya comunicación trata de vindicarse de los car­
gos que las autoridades de ese mismo lugar hicie­
ron a U ante este gobierno por sus procedimientos
tenidos apenas llegando a su beneficio y que justa­
mente llamaron la atención de este mismo gobier­
no.
Aunque sus comportamientos hayan proce­
dido de su zelo por la integridad de las costumbres
y veneración al lugar sagrado: tal espíritu no es
honesto ni excusa su modo de obrar en el exterior
pues U se arrojó verdaderamente facultades que
no tenía como le dijo justamente el Alcalde: a U no
correspondía suspender con autoridad las diver­
siones que fueron ocasión del escándalo que dio al
pueblo: sino representar a la autoridad civil la in­
moralidad e inconvenientes de ellas, y en caso de no
ser oido elevar su queja al S Gbño (sic) para que el
desorden se corrigiera por las vías legítimas y ordi­
narias: orando entre tanto como Pastor para que
Dios remediera los males que no estaba en su órbi­
ta quitar, pues todo ese influjo en las cosas que no
son de su fuero: debe consistir en la palabra, en
protestas con constancia y energía contra los abu­
sos, y la experiencia ha probado que exceder estos
límites que señala la misma naturaleza del minis­
terio parroquial acarrea funestas consecuencias
dividiendo las autoridades e inquietando al pue­
blo; más lo que ha ocurrido ahora servirá a U de
experiencia para que en lo subsesivo se porte con

260
más prudencia y moderación discerniendo lo que
esta en sus atribuciones y facultades de lo que toca
a la autoridad civil y atendiendo sobre todo el ca­
rácter de suavidad con que debe regirse el pueblo a
quien se pone en ocasión de cometer faltas en la
persona del Cura. Dios. Guad. Junio 18 de 52.

Me encontré casualmente este documento, cuando an­


daba detrás de Manuel Lozada, en una investigación
que se acabará quién sabe cuándo. Es de mucho interés
en varios aspectos: ilustra los conflictos cotidianos que
podían llevar autoridades civiles y eclesiásticas al
enfrentamiento, en el siglo pasado y cómo hoy tam­
bién; explica cómo la confusión entre los dos reinos y el
autoritarismo expansionista de los curas puede engen­
drar el anticlericalismo de los funcionarios y de la élite
local, vejada en su poder y en sus intereses materiales.
Es también un testimonio precioso sobre el conflicto
permanente, tan viejo como la religión, entre la depura­
ción de la fe que quieren llevar a cabo ciertos hombres,
sacerdotes o laicos, y la resistencia de tradiciones casi
im posibles de desarraigar. El conflicto entre Méndez
Arceo, obispo de Cuernavaca, y ciertas parroquias de
su diócesis que corrieron a los sacerdotes “ desfanati-
zadores” no es diferente del lío que se armó en Rosamo­
rada en 1852. Cincuenta años después de las cosas se­
guían igual, ya que Julio Pérez González lamentaba en
sus Datos Estadísticos del Territorio de Tepic (1895)
que, alejada Rosam orada de las poblaciones de más
consideración del Territorio, “ aquellos campesinos
habitantes están ávidos de diversiones, y con el fin de
procurarse alguna distracción forman bailes públicos,
que llam an “ M ariaches” , con una música rústica, al
aire libre; y se entregan con frenético entusiasmo a ese
género de entretenimiento, en el que se usaba de las
bebidas alcohólicas, y regularmente, el baile se prolon­
ga por dos o tres días consecutivos; y de allí, además de
los que quedan heridos o maltratados por riñas que

261
siempre se suscitan en aquellas reuniones, resultan
muchos enfermos de fiebre, neumonía o disentería, que
son allí las enfermedades reinantes. Por desgracia esas
costumbres son generales en todas las poblaciones
pequeñas y rancherías de la costa relacionada; y el
recurso más eficaz que hay para la morigeración de las
costumbres, es la emulación, por medio de la inmigra­
ción de gente moralizadora que se mezcle con los habi­
tantes de aquella comarca” .
Por fin, nuestro documento permite hacer caminar
la discusión sobre el vocablo ‘ ‘m ariachi” . La versión
turística más difundida según la cual procede de la pa­
labra francesa “ mariage” (boda), en tiempo déla Inter­
vención, es buena broma, y nada más. De don Nacho
Dávila Garibi (1888-1981) hasta Pedro Castillo (1973.
Santiago Ixcuintla, cuna del mariachi), no faltan los
defensores del carácter americano de la palabra. Los
patriotismos locales han vuelto apasionada la discu­
sión ¿será de Tecalitlán, de Cocula o de Santiago Ix­
cuintla el mariachi? Se pelea el vocablo, desde luego,
no el conjunto musical prom ovido tan exitosamente
por Jalisco. Dávila Garibi, quiere a toda fuerza que el
vocablo mariachi sea “ coca” y que esa “ música típica,
bulliciosa y alegre” haya tenido su cuna “ en Cocula,
Zacoalco y otras poblaciones que en lo antiguo forma­
ron parte de la nación coca” .
El maestro Pedro Castillo Romero parece tener
razón, según don José Ramírez Flores, al escribir: “ la
palabra mariache o m ariachi se deriva de la lengua
pinutl, lengua hermana del cora, que significa tarima,
entablado, estrado o suelo movible” . Tiene su origen en
un árbol del noroeste, de la fam ilia de las acacias de
donde se hacían las tarimas para los bailes.1
Don José siempre se ha m anifestado incrédulo

1. Pedro Castillo p. 182.

262
sobre la autenticidad de los vocablos que se nos daban
de la lengua llamada coca; pero puede reconciliar el sur de
Jalisco con Nayarit: relaciones de manera convincente
en sus estudios2 a pueblos coras de Nayarit con la re­
gión de los excantones de Sayula y Autlán, y encuentra
una posible presencia del cora en Jalisco, “ hablado con
el nombre de ‘pinom e’, o ‘pinul’, o ‘pinonuquía’ y esta
mesma dicen que es la de los coras y coanos y vaincini-
tecas” , citando al P. Ponce.
De todos modos, ya tenemos un testimonio ante­
rior a3 los años de la Intervención francesa. Tiene peso
científico, aunque no le pueda quitar fuerza a la leyen­
da. Terminaremos dándole la palabra a Enrique Ba
rrios de los Ríos, en su hermosa obra Paisajes de Occi­
dente (1908); ya verán que los fandangos que horrori­
zaban al pobre P. Santa Anna no aflojaban, y que la
famosa “ tarima” (mariachi) era el centro de la fiesta.
Don Enrique nos habla de Santiago Ixcuintla (como
Pedro Castillo) y nuestro documento es de Rosamora­
da. Eso no tiene la menor importancia, se trata de dos
pueblos vecinos y hermanos.
A ním ase varios días con el rebullicio de la feria y la fiesta
patriótica anuales que atraen a la población de los lugares
comarcanos y en la primera la invade, venida de tierras leja­
nas, una bandada de buhoneros, tahúres, mujeres de la vida,
que van a halconear, mendigos y garduños que meten en cui­
dado por relojes, mascadas y portamonedas.

Pasa el pueblo la mañana de los días de feria, en las lides


de gallos, en las que hay orquestas, cantadoras de valses,
polkas, danzas, y bailarines de can-can y jarabe, desfigura­
dos por el enjalbiego de blanquete en cara, cuello y brazos, con

2. L en g u a s in d ígen a s de J a lisco , Guadalajara 1980, (Cocas pp. 21-33, pi-


mone 61-65).
3. Jerónimo del Terruño “ La palabra mariachi” . D ioram a de la Cultura
(Excélsior) 5 de julio 1981, p. 12 pedía se buscara un documento anterior
a 1860-1970, para fundamentar la tesis autóctona. Dicho, hecho.

263
m ayos en el tocado, nagüilla corta de g asa, m edias h asta el
muslo y botines blancos; y hacen piruetas bajo el tinglado de
palmeras, sobre la-arena del reñidero, donde corrió la sangre,
se esparcieron las plum as de valientes y encorajinados gla­
diadores y cayeron exámines los vencidos.
Antes del espectáculo, recorre las calles céntricas la
música, al son de la cual van las cantarínas entonando v al­
ses, polkas, danzas. Síguenlas dos portadores cada uno de un
gallo que llevan mostrándole al público, y entre ambos porta­
estandartes, un portafuegos arroja al aire atronadores cohe­
tes.
La tarde es consumida en el ancho coso, año por año le­
vantando de estípites de palmera, sombrados los palcos de
hojosas ram as. Es la función clásica, la que anim a la feria.
Allí se entusiasma y se enfurece el pueblo; grita, silba, aplau­
de, abandonado el supremo goce de aquella lidia obstinada y
cruenta.
Los toros son anunciados desde la víspera, por la tarde, y
todo el día de la corrida desde la madrugada, con un tambor y
una chirimía a dúo por las calles. A l ronco redoblar del uno,
silba ladinamente la otra, con son triste y monótono, que me
hace recordar las antiguas procesiones de Semana Santa, que
había en la parroquia de Jesús, en Zacatecas.
La noche está consagrada al juego, al vino y al amor.
En torno al jardín de la plaza principal se levantan tien­
das de campaña, y dentro de éstas se suspenden lampiones; se
arman poyatas, anaquelerías y mostradores; se colocan me­
sas y sillas. En una calle cubren el pavimento de guijarros las
frutas y hortalizas; en otro, las pescaderías, en una tercera se
alinean, en doble fila, numerosos tabancos, abastecidos de
fiambres y fritangas, y entre una y otra tienda hay un maria­
chi. Es éste una tarima de pie y medio de alto, dos varas de
longitud y una de anchura, donde toda la noche y aún de día,
se bailan alegres jarabes al son de arpa, o de violín y vihuela,
o de violín, redoblante, platillos y tambora, en cuarteto atur­
didor. Bailan hasta cuatro personas a la vez en cada tarima, y
resuena por plaza y calles circunvecinas el estruendoso table­
teado del atronador jarabe. Acompáñanle a veces de cancio­
nes, y con tanta destreza le bailan algunos campesinos, que
colocan sobre su cabeza un vaso colmado de aguardiente o
una botella destapada y llena de licor, y no se caen, ni se derra-

264
m a una sola gota, en las vueltas vertiginosos y otros movi­
mientos rapidísimos del baile. Rodeados están los mariachis
de una multitud agradablemente entretenida y absorta en
aquel baile regocijado y ruidoso.
Hombres y mujeres de los pueblos, de las cortijadas, pa­
sean por el jardín desde el obscurecer; se aglomeran, se opri­
men, se empujan fuertemente, y en los ángulos del andén for­
man m asas compactas, difíciles de contener y atravesar. Con
la muchedumbre aumenta el calor en medio de la humedad de
la noche; todos transpiran en abundancia; se siente cálido el
aire, y una tufarada picante y hedentina.
Aquellas oleadas de pueblo, aquel ruido de feria, aquella
alegría de fiesta van creciendo al paso que la noche avanza.
Bajo las iluminadas tiendas de las timbirimbas se agru­
pa una multitud ávida de las emociones de la apuesta, y más
ávida del dinero apostado, y en silencio ve correr el albur,
hasta contiene la respiración. Levantándose en las puntas de
los pies los concurrentes que se han quedado atrás, meten la
cara entre las cabezas de los de adelante, y cuando el silencio
es m ás profundo y la espectación m ás viva, un murmullo si­
gue a la aparición de la carta deseada por unos, temida por
otros. Se distribuyen montones de pesos entre los ganancio­
sos, por la fortuna socorridos, y be recogen las apuestas per­
didas. Vense entonces semblantes alegres, y otros melancóli­
cos; gente preocupada y pensativa; caras de alucinados, de
desengañados y de arruinados.
Los beodos y los moceros están en las cantinas, reque­
brando a las escanciadoras, a las cantatrices, a la s bailarinas
de jarabe; rasgueando las vihuelas; cantando en coros discor­
dantes; bailando en las tablas; bebiendo, bebiendo, pasando
la noche en pública orgía.
A los sones de las murgas y de los organillos, al estruendo
de los bailes se unen las voces de los que cantan, de los que
venden, de los que juegan, el rumor de la multitud que pasea, y
confundida tanta variedad de sonidos, se oye en las obscuras
y solitarias calles distantes, como un solo grito lejano de loca
alegría.
En la calle de los tabancos hay en el centro una hilera de
numerosidad de mujeres sentadas en frente de sus braseros,
donde sobre el comal hierven los lardos y se aderezan las en­
chiladas. Atrás, junto al soportal, se pone otra hilera de me-

265
sas con tazas, pan, lechugas, butifarras, aves desplumadas,
piernas de venado; y sentado a las m esas o en torno de los
braseros, el púeblo bebe leche, café, atole, o en voraces den­
telladas y afanoso mandibuleo engulle ciervos, pavos, galli­
nas, tocino, malcocinado y enormes trozos de teñera. Chillan
las fritadas, y se difunde en toda esa calle, y el soportal inme­
diato aquel olor de embutidos y botagueñas.
Toda la noche se come, todo el pueblo cena, se ahita y se
da fuerzas para una embriaguez hasta la amanecida.
La víspera de la Ascención del Señor principal día de la
feria, afluye mayor número de visitantes; se despueblan los
lugares circunvecinos, y la gente no cabe en la villa. Los meso­
nes, atestados de forasteros, no dan lugar a nuevos huéspe­
des; las fondas no tienen para alim entarlos; presto quedan
desmantelados los tabancos, sin satisfacer a su parroquia. En
los pórticos y soportales no hay dónde poner un pie, sino sobre
otro de persona sentada o que pasa; en el jardín apenas si
puede moverse aquella m asa de seres humanos que pasea; las
calles adyacentes son estrechas para la irrupción del gentío
que empuja y arrolla a los tomajones, jugadores y curiosos de
que están rodeadas las mesas de ruletas, licores y refrescos; el
ancho atrio del templo cubierto está de seres humanos, senta­
dos o acostados.
Inmensa muchedumbre se agita toda la noche en la plaza
y en t^m o del templo.
En el atrio se eleva a ltísim o castillo de p ólvora, cuyo
incendio mantiene a la multitud en expectación hasta la mi­
tad de la noche. Los corredores de fuego se suceden de la torre
a la casa municipal, las cámaras dejan oír a largos intervalos
su ronco trueno como de cañón, y los cohetes hienden el espa­
cio y traquean en las alturas, o se deshacen en estrellas titi­
lantes de colores, en el fondo del espacio obscurecido, y caen a
manera de bólidos.
En mitad de la noche se incendia el castillo: se llena de
resplandores; form ados por las girándulas en sus rápidas
vu eltas, se cubre de estrellones b la n co s, dorados, azules,
rojos, violáceos; se deshace en áureo polvo; chirría al despedir
el aire comprimido entre sus bombas, y se corona de rayos,
despidiendo cohetes que centellean entre las altas sombras y
atruenan las alturas en el silencio de la noche. La torre del
templo se recorta en las tinieblas del espacio, ilum inada de

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brillantes colores por las luces polícromas del castillo. En
torno a éste se difunden sus vividas claridades, sus radiantes
fulgores, dejándose ver las mil caras que le contemplan, roji­
zas, azuladas, verdosas, y distinguim os entre la multitud a
personas conocidas, embelesándose en aquella quemazón
lúcida, preñada de colores, de llamas, de chispas, de truenos y
de nubes luminosas.
Parte del pueblo duerme en el atrio, en el jardín, en los
pórticos, en las calles inmediatas; sobre las mantas donde se
tiende el pescado, al pie de los sacos donde se le guarda; sobre
las mesas desnudas los chicuelos, y debajo de éstas los adul­
tos. Fam ilias completas están apiñadas hechas racimos,
mientras otra parte del pueblo, la más numerosa, prosigue en
los juegos, se pasea en el jardín, bebe y baila hasta el nuevo
día.
Las comparsas de indios, venidas de las cercanías, a la
puerta de la iglesia empiezan desde el amanecer del día de la
Ascención, su acompasado y simétrico danzar, al son de violi-
nes gemebundos.
Entarascados los matachines con su gaitería, llevan en
la cabeza un plumero reluciente de espejillos, almilla morada,
nagüilla corta con lentejuela, cuentas, cascabeles y otros
pelitriques, media rosada o b lanca y cendales nuevos. Al
hombro, gran mascada de vivos colores y negra y larga cabe­
llera; a la espalda la aljaba, y en las m anos sonaja, arco y
flecha.
Dispuestos en dos filas para danzar, suenan los violines
con notas lastim eras, como llanto, como súplica llorosa, y
empiezan los ordenados movimientos, las acompasadas evo­
luciones, con las que trazan mil figuras, acompañando el son
triste e igual de los instrumentos con el de los pies y las sona­
ja s. En mitad de la danza despiden alaridos, se hincan de
rodillas, se tiran de bruces, levantan las m anos al cielo en­
vueltas y saltos: apuntan con las flechas y hacen ademán de
dispararlas; se cruzan, y, se rodea de ellos el viejo enmascara­
do con una carantam aula de cretino, el monarca de luenga
cabellera cana, director de aquella comparsa emplumada,
crinada y vestida de todos colores.
Pasadas las misas, se estaciona el baile en el interior del
templo, en donde las comparsas penetran danzando.
Ese día el furor de la feria llega a su último límite, el en­

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tusiasmo a su más alto grado: la bacanal del día es igual a la
de la noche, no cesan el baile, el juego, la embriaguez, el paseo
de tumultuoso concurso en los pórticos y la plaza.
Después de la Ascención va decayendo la feria; empieza a
dispersarse la muchedumbre y el domingo siguiente concluye
todo; el lunes vuelve a su antigua soledad y quietud la villa”,
(p. 42-48).

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Esperando a Lozada
Se termino de imprimir
el 9 de Septiembre de 1984.
Se imprimieron 2,000 ejemplares.

Tipografía, diseño e impresión


estuvieron a cargo de Gráfica Nueva
Pipila 638 / Tel: 13-29-74
Guadalajara, Jalisco, México
Con el título de E sp e r a n d o a L o z a d a , título de rem in iscen cias lite­
rarias, el autor to m a concien cia de que el tiem po p a sa . E m p ezó a
tra b a ja r el tem a de M an u el L o za d a en 1968 y publicó su prim er a r­
tículo sobre “ El T ig re de A lic a ” en 1969. D esde en ton ces n o h a p o­
dido olvid ar a este person aje, pero, aun que con aprem io de tiem po,
h a a m p lia d o su in v estig ació n eñ el esp acio, en el tiem p o, en la te­
m á tic a . A h o r a s a b e que ta r d a r á m u c h o s a ñ o s a ú n a n te s de Sen­
ta r s e a escrib ir el libro que p o d rá lla m a r s e “ M a n u e l L o z a d a ” y
que será la h istoria de C o m p o stela y T epic, S a n B la s y la sierra del
N a y a r , G u a d a la ja ra y el S éptim o C a n tó n de J a lisco , h o y E sta d o
de N a y a r it.
E sp era n d o a L ozad a debe entenderse enton ces com o u n a pro-
m esa -co m p rom iso con L oza d a y con los lectores y com o u n a pri­
m era entrega, a g u isa de buen a fé. M ie n tra s ta n to , el autor no ha
olvid ad o a L o za d a ; sigu e p ersiguién dolo, a c osá n d olo. Por eso de­
cid ió p u b lic a r este m a n o jo de a r tíc u lo s, a lg u n o s p u b lic a d o s y a ,
otros in éditos, ju n to con v a r io s d ocu m en tos o rig in ales que abren
y cierran el libro. L o za d a sólo aparece d irectam ente en u n a s cu a n ­
ta s p á g in a s, pero su som bra está siem pre p resente. A s í lo a d v e r t i ­
rá el lector, quien podrá entonces tener paciencia y seguir un tie m ­
po m á s, “ esperando a L o z a d a ” . J .M .

ISBN 968-7230-04-5

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