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a Lozada
Jean Meyer
EL C®LEGIO DE MICHOACAN
C O N A C Y T „■
Esperando
a Lozada
Esperando
a Lozada
Jean Meyer
©
EL C®LEGIO DE MICHOACAN
CONACYT
Diseño portada: Jabaz.
Cuidado de la edición:
Armida de la Vara y Alvaro Ochoa.
ISBN 968-7230-04-5
INDICE
Prólogo 9
7
PROLOGO
10
logia Problemas agrarios y movimientos campesinos
1821-1910 (México SEP70, 1974).
Pero la historia, historia personal de uno, historia
colectiva de las naciones, puede divertirse y hacerle
trampa a uno. Después de trabajar cuatro años muy a
gusto en El Colegio de México, tuve que regresara Eu
ropa y, a la hora de sentarme a redactar “ Manuel Loza-
da” , en 1972, en seguida después de haber terminado
La Cristiada, se me atravesaron los señores Barrón y
Forbes, muchos años después de su muerte, claro, pues
fueron contemporáneos y coterráneos de Lozada. Quie
ro decir que me metí a los archivos franceses e ingleses
para aprender algo sobre la famosa casa comercial, fi
nanciera, industrial, sin anuencia de la cual no se mo
vía —dicen— una hoja en Tepic.
Cuando me encontré con Lozada empecé de ma
nera romántica —sigo de manera romántica, pero más
lúcida— o sea siguiendo el esquema del bandido social,
del indígena, de la guerra campesina de comunidades
que se levantan contra las haciendas para recuperar
los terrenos perdidos. Todo lo cual es cierto, pero no es
sino una parte de la historia completa. Soñaba con una
república campesina y su jefe cora, huichol o mestizo
de todos los pueblos serranos; Manuel Lozada capaz de
imponer su voluntad a gobiernos tan diferentes como
los de la Reforma, del Imperio y de la República Restau
rada, durante cerca de 20 años... Rob Roy, Robin Hood,
Emiliano Zapata, Mandrin, Stenka Razin, Emiliano
Pugachev, ¿cuál niño no ha soñado con ustedes?
Además me encontré radicalizado por los adversa
rios postumos de un personaje que me gustaba. Hasta
la fecha sigue poderoso, en Guadalajara, más que en
Tepic, pero en Tepic también, el grupo de los que no ven
en Lozada más que a un bandido, un forajido, un crimi
nal. Contra esa leyenda negra, quise creer que Lozada
y los lozadeños eran nobles, inteligentes, idealistas; di
ll
cho de manera más pedante, que se trataba de un movi
miento popular autónomo.
Después de varios años de investigación, investi
gación entrecortada por largas pausas —estancias en
Europa, compromisos docentes y editoriales en Méxi
co— acepté que Lozada pudo existir solamente dentro
de la historia nacional e internacional, o sea que no era
un ángel, que no era un mito, sino que deveras había
existido. Existido dentro de la vida política nacional
que le ofreció la oportunidad —su genio consiste en aga
rrar la fortuna por su único cabello— de luchar por sus
intereses y conquistar posiciones políticas. Ni Lozada,
ni sus jefes, ni los pueblos, ni los indios serranos, ni los
trabajadores del plan y de la costa se encontraban so
los. Ahí estaba la ciudad de Tepic, con sus clases, con
sus extranjeros, con el puerto de San Blas; ahí estaba la
ciudad de Guadalajara, y esa historia se desarrollaba
en los años de Ayutla, la Reforma, la guerra de Tres
Años, las guerras de la Intervención y del Imperio... Pa
rece evidente y, sin embargo, tardé en entender las im
plicaciones de tal evidencia. Cuando las entendí, enten
dí también que no tenía derecho a escribir el libro que
estaba ya ideado en mi cabeza, con los documentos ne
cesarios a la mano. Guardé mi lápiz, mi plumafuente y
mi máquina de escribir. Volvía a los archivos de París,
Londres y México, me metí más y más a los de Guadala
jara y Tepic, públicos y particulares; escuché, platiqué,
leí. Y el libro, en mi cabeza, estuvo creciendo, creciendo,
hasta tomar proporciones inmensas. Una investiga
ción bien puede no terminar nunca, por flojera, por de
sidia o, como lo entiendo ahora, pórque uno le ha toma
do demasiado cariño. Acabar, sería acabar con el tema,
hace morir a Lozada otra vez, acercarse a su propia
muerte. Por eso sigo “ Esperando a Lozada” .
El presente libro es una mera compilación de artícu
los y de documentos que no son iguales entre sí. El pro
pio Lozada está siempre presente, pero no aparece per
sonalmente, o más bien aparece una sola vez, y tan bre
12
vemente que se puede decir que no: “ El Tigre de Alica”
evocación publicada en la Revista déla UNAM, en 1973,
con motivo del primer centenario de su muerte violenta.
“ Absolución” es un documento inédito, encontra
do en los archivos de Catedral en Guadalajara, igual
que el último sobre “ El origen del mariachi” , publicado
una vez en la revista Vuelta (No. 59,1981). Aprovecho
la oportunidad para darle las gracias al P. José de Je
sús Jiménez.
“ Los movimientos campesinos en el Occidente de
México en el siglo XIX” nacieron como ponencia, sobre
pedido, para el primer Coloquio de Antropología e His
toria Regionales, cuando se fundó El Colegio de Mi-
choacán en Zamora; se publicó en el Boletín del Archi
vo Histórico de Jalisco, tomo III-2.
Los tres trabajos que siguen son inéditos: “ El pue
blo de San Luis y sus pleitos” o sea las buenas razones
que tenía Lozada, natal de San Luis, para ser guerroso
con las haciendas vecinas; “ La rebelión ‘indígena’ de
Jalisco en 1855-1857” no tiene nada que ver directa
mente con Tepic y Náyarit, pero el lector no tardará en
entender que es un capítulo de esa historia del occiden
te, así como “ La desamortización de las comunidades
en Jalisco” . Ese último trabajo es la versión revisada y
ampliada de una ponencia que se presentó en julio de
1983, en el seminario organizado por don Pedro Carras
co, en El Colegio de Michoacán sobre el tema de la co
munidad indígena.
“ Ixtlán de Buenos Aires 1858, trilogía documen
tal” se redactó en 1979, en homenaje a Jorge Gurría La
croix, pero no se ha publicado sino en francés, en Etudes
Mexieaines (Perpignan, 1981, n. 4).
“ La Casa Barrón y Forbes” se publicó sin notas y
en forma ligeramente abreviada, en la revista Nexos,
en abril de 1981. Es el resultado del redescubrimiento
de los archivos notariales de Tepic, gracia que se me hi
zo en 1979, y de dichas acumuladas diez años antes en
Inglaterra.
13
“ La cuestión de Tepic” fue una ponencia presenta
da en el Primer Encuentro de Investigación Jalisciense
(1982) y seguía inédita cuando ese manuscrito entró a
imprenta.
Para terminar quiero darle la palabra a la persona
que me acompañó y ayudó sobremanera en tantos años
de lozadismo, hasta el mes de agosto de 1983: don José
Ramírez Flores, a quien dedico este libro.
“ El siglo pasado ofrece para la Historia de México
una labor intensiva de investigación, para rectificar o
ratificar puntos que han pasado como interpretaciones
por completo parciales, debido a que fueron los vence
dores los encargados de narrar la epopeya de su victo
ria, denigrando tremendamente a sus enemigos que tal
vez, con un sentido completamente de sinceridad, pre
tendieron resolver a su modo los problemas de México,
en una lucha consecuencia de ideologías gestadas en
años anteriores.
El movimiento militar de Tepic, en que don Ma
nuel Lozada fuera el alma y centro de sus actividades
bélicas —1856-1873— vaya si cabe el estudio de su ac
tuación para emitir un juicio sano y desinteresado, ex
hibiendo documentos en su defensa, ya que hemos oído
sólo acusaciones que ennegrecen el cuadro de su vida
militar y política, haciéndolo aparecer con el mote de
‘El Tigre de Alica’.
Debo advertir que mis apreciaciones se inspiran
en una completa justicia, ya que desde pequeño oí en mi
casa comentarios sobre el amo y señor de Nayarit, na
rrados con terror, por haber sido la causa de la emigra
ción de mis familiares. Con las armas en la mano, y a
las órdenes de Corona, lo combatieron mi abuelo el co
ronel graduado don Marco Ramírez González, el her
mano de éste, don José Trinidad, en cuyo honor, des
pués de su muerte, su tropa recibió la nominación de
“ Lanceros de Ramírez” , y el sobrino carnal de estos,
don José María Ramírez, muerto en Tepic el 30 de mar
14
zo de 1861, defendiendo la ciudad, cuando era coman
dante de la Guardia Nacional ‘Libres de Ixtlán’.
Termino dándoles las gracias a Armida déla Vara
y a Alvaro Ochoa quienes revisaron, la primera, mi cas
tellano titubeante y las galeras, el segundo el traba jo de
la imprenta también, rectificando y aclarando algunos
puntos, como la existencia de un pueblo misterioso que
no podía yo situar por encontrarse citado en algún li
bro como “ Tamani” , cuando en realidad se trata de Ja-
may...
ABSOLUCION
18
tan por yndios, y por lo mismo viven sujetos a sus
mis[mas] costumbres, no obstante se advierte
una gran ventaja tanto en el estado moral como
en el político, pues libres de aquellas supersticio
nes groseras, que según los historiadores demues
tran se hayavan en los principios de la pacifica
ción, en algunos se observa que el cumplimiento a
los deveres de christianos lo hacen por su propia
voluntad, y por el peso de las razones que se les per
suade, en el modo de explicar sus conceptos lo ha
cen con alguna claridad aunque no es esto lo mas
común; se advierte también que los pueblos dis
tantes y remotos, de las cabeceras o bien de sus pá
rrocos o bien de sus jueces reales, se hayan poseí
dos de algunas ceremonias ridiculas, y extrava
gantes, cuyo origen parece no ser otro sino la po
ca versación con el trato de gentes, el sufrimien
to o ningún castigo, de algunos defectos leves, la
ninguna instrucción con que en esos desiertos se
cria la juventud, la suma tenacidad compar[ajda
de la soledad con que guardan ciertas exteriorida
des, teniéndolas por tradiciones de sus antepasa
dos, que todo consiste en la hipocrecia y en la pere-
sa y abandono con que viven en sus retirados pue
blos.
Al 14QLos pactos y condiciones que celevran para sus
tratados matrimoniales son los mismos que los
de los españoles pues obtenido el consentimien
to de los padres y novia pasan a celevrarlo a pre
sencia de su propio párroco, sin prestar antes ni
después servicio alguno forsoso.
Al 15- No teniendo como realmente no tienen médicos
en sus pueblos.en las enfermedades comunes como
son fiebres etc. usan de ojas de arboles las que se
comen como antidoto de sus enfermedades, como
es la oja del saus, margarita y guisisile todo en be
bidas, y cuando son de mejor concideracion ocu
rren al facultativo, y se dirigen por su dictamen,
19
aunque los pueblos retirados la naturalesa ayuda
da con algunas yerbas hace su operación; advir-
tiendose en todos los años que si mueren quaren-
ta, nacen otros tantos poco mas o menos.
Al 16QLas estaciones las conocen por los kalendarios
de los españoles, y los que no los tienen preguntan
a los que puedan darles noticia.
Al 17Q Dos comidas hacen al dia, y aun muchos tres,
los manjares que regularmente acostumbran, son
el maiz, el frijol, carne de res y de cerdos, con el con
dimento de ambas grosuras, sin poderse decir con
verdad el costo que pueda hacer cada persona, por
el aumento de precio que de dia en dia tienen los
viveres aunque no puede pasar de cuatro reales de
plata.
Al 18Q Las bebidas fermentadas que regularmente
acostumbran es el resacado de una mata que se
nombra mescal, esta con exceso es nocivo.
Al 19QNo se les observa haya quedado alguna inclina
ción, a las adoraciones que antes se davan al sol
y a la luna.
Al 2QQ En el numero 13 se ve que en algunos pueblos
quedan exterioridades y ceremonias ridiculas, y
en el 2e se dice ignorar de donde provinieron.
Al 21Q En sus entierros, no acostumbran ceremonial
ridiculo, pues se sujetan a el de la yglesia romana,
solo que despues del funeral, y entre ellos mismos,
usen de algunas, principalmente en los pueblos re
motos, las que por su distancia no han llegado a
noticia de sus superiores.
Al 22Q Se advierte bastante infidelidad en sus tratos
y falta en sus palabras y promesas, y por lo mismo.
Al 23Q Son inclinados a la mentira, sin advertírseles
que mantengan acerca de esto algunas erróneas
opiniones.
Al 24QLos vicios que mas dominan a esta gente son la
fornicación, la embriagues, el hurto, y el fraude,
y en el sexo femenino el primero y como anexo a
20
los últimos en los hombres la peresa, aunque todo
esto no es general.
Al 25QEn sus necesidades se facilitan unos a otros di
neros y semillas con la condición de volver lo mis
mo mutuado.
Al 26QLos contratos que celebran, en sus cementeras
son el arrendarlas a los españoles, o de otras castas,
a siete u ocho pesos fanega de sembradura, y la
yunta que ellos arrendan, sin arado etc. por no ser
costumbre en este lugar, tienen que exibir dies y
doce pesos de mais y por el dinero con que se les
havilita para sus cementeras lo devuelven en mais
y a seis o quatro reales fanega.
Al 21- El castigo que usan entre ellos, es el látigo y es el
mas poderoso, mas no se les advierte mayor cruel
dad sino es en uno u otro.
Al 28Q
Al 29Q
Al 30QNo hay en esta jurisdicción hombres acomoda
dos, sino algunos que tienen que comer con algún
descanso y esta lo han adquirido por la agricultu
ra acompañada con su buen modo de proceder.
Al 31QLos indios principales se nombran aqui los que
han obtenido la vara de alcaldes, y estos son bas
tante infelices y solo mantienen cierta superiori
dad en lo que hace a sus juntas y decisiones.
Al 32QEl servicio personal que antes del soberano de
creto davan los yndios era el de alcaldes, regido
res, mayordomos, y otros inferiores ministros pa
ra el cuidado de sus pueblos, y esto todavía en al
gunos se observa a los curas parrochos un sirvien
te y a los jueces reales dos ministriles.
Al 33e Los instrumentos que usan en sus diversiones
son los de cuerda, no porque deja de conocer algu
nos de viento, inclinándose a la música melodiosa
sin poder expresar sus tonos.
Al 34QNo han conocido en sus ascendientes hombres
insignes, ni en armas, ni en letras.
21
Al 35QLas ydeas que forman de la eternidad, del pre
mio y del castigo del juicio final, gloria, purgato
rio e infierno, son con alguna tosquedad, aunque
por la solicitud de la preparación en la ultima ho
ra se conocen ser ciertas.
Al 36QFinalmente el vestido que usan los yndios de este
pueblo, es el de camisa, calsones y un calsoncillo
blanco, abajo, en algunos el calsado de pie, y las
muheres, no aparecen desnudas, aunque en los
pueblos retirados se observa bastante desnudes,
pues todo su vestuario consiste en el calsoncillo
y muchos apenas cubren lo que la misma natura
leza horrorisa se manifieste cuyo origen parece
no ser otro que la ociosidad pues concluidas que
son sus sementeras de mais pasan el año sin otro
destino y el poco dinero que adquieren solo era pa
ra las contribuciones a que antes se hayavan redu
cidos.
Es quanto puedo decir en lo que corresponde a esta
jurisdicción que es de mi cargo. Jalisco enero 20 de 1814.
Manuel de Loera (rúbrica).
LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS
EN EL OCCIDENTE DE MEXICO
EN EL SIGLO XIX*
Introducción
Siendo bastante impreciso el tema que se me atribuyó
(muchas gracias, la imprecisión de los linderos tiene
también sus ventajas), empiezo con algunas pregun
tas: ¿movimiento? ¿campesino? ¿Occidente? ¿siglo
XIX? ¿Cómo entender esas palabras?
Movimiento se puede tomar en el sentido de emo
ción, tumulto, agitación, violencia, rebelión; y es así
como suena cuando viene acompañado del calificati
vo de campesino (palabra que no existía en el siglo
XIX). Tal movimiento pertenece a la historia política.
Pero movimiento campesino, ¿habrá de veras tal co
sa? Si aceptamos que el calificativo utilizado limita el
movimiento a una clase social, o a unas clases ya que
el campesinado es de por sí una sociedad que abraza
muchas clases, para oponerlas y unirlas y complica
todavía el sistema de relaciones socioeconómicas con
las diferencias étnicas, las variedades geográficas y
las riquezas culturales... ¿podrá ser campesino el tu
multo, la agitación, la violencia? Desde luego que sí,
desde luego que nunca exclusivamente.
No podemos limitarnos a la historia política (y de
todos modos los archivos, las fuentes no nos lo permi
ten ya que hablan poco de tales movimientos cuando
no llegan a la rebelión imponente, al levantamiento
en masa); tampoco encerrarnos en lo campesino, en
una sola clase, en una etnia.
*<Ponencia presentada en el I Coloquio de Antropología e Historia Regiona
les. en el Colegio de Michoacán. en Zamora. 1979V
23
Por eso, movimiento se debe a la vez entender en
el sentido temporal de siglo, de dos siglos, de tres siglos
en su paulatina y a veces brusca mutación que provoca
los movimientos breves y violentos de los habitantes
del campo y de los pueblos. Ese movimiento de larga
duración lleva a la sociedad global, ciudades y campi
ñas, pueblo, región, nación y naciones hacia una in
terrelación a veces decisiva, a veces blanda.
Pero ¿cuál es el movimiento, si es que existe, que
lleva al Occidente mexicano en el siglo XIX? Los pro
blemas de corte cronológico y geográfico no son siem
pre bizantinos y tomo como hipótesis de trabajo la exis
tencia de una región occidental que corresponde más o
menos a la Nueva Galicia, entidad administrativa re
cién desaparecida cuando se abre nuestro siglo (enton
ces ¿cuándo se abre nuestro siglo? No sé, 1910 es una
mojonera impresionante y la usaré, pero sin prohibir
me la utilización de pórticos más antiguos, ya que el
siglo XIX neogallego prolonga en muchos aspectos el
siglo XVIII occidental. Más difícil todavía, clausurar
el siglo porque la modernización entra de plano a pro
fundizar los contrastes existentes y a engendrar otros
nuevos, a dibujar una nueva geografía humana y a
cambiar la organización social; todo eso a un paso va
riable, de tal modo que en 1900 coexisten 1900 y 1700,
mientras que en 1800 no existían tales abismos crono-
sociológicos).
Jalisco, con su séptimo cantón, Colima, el occiden
te de Michoacán y del Bajío, Aguascalientes y el sur
de Zacatecas viven su historia sobre una base geográ
fica y demográfica. La población, hija de la historia en
primer lugar, se distingue indudablemente tanto del
Anáhuac y del Sur, como del golfo húmedo, del sureste,
y del gran norte. Nuestra zona se caracteriza por la
coexistencia de la hacienda de cereales, del rancho, del
arrendamiento y de la aparcería que vienen formando,
desde lejos, un sistema que organiza de manera origi
nal las relaciones entre las clases, entre las razas, en
24
tre los grupos sociales, clases, razas y grupos que se dis
tinguen de sus homólogos de las otras regiones tanto
por su importancia relativa como por su evolución. Inú
til recordar aquí la situación anterior a la conquista,
las modalidades de la conquista y la evolución de la
Nueva Galicia.
¿Cómo definir entonces la problemática del occi
dente en el siglo XIX, esa problemática que carga los
movimientos dizque campesinos? Nuestra ecuación se
puede escribir así:
1) El número de hombres no deja de aumentar, con to
das las consecuencias que puede tener un hecho pri
mordial sobre la tierra y sobre el trabajo, sóbrela na
turaleza y sobre la sociedad; hecho indudablemente po
sitivo, no siempre claramente percibido por los contem
poráneos, tanto en su existencia como en sus conse
cuencias.
2) El siglo empieza bajo el signo de la crisis económi
ca, ligada primero a las exigencias financieras de la
guerra en Europa, luego a la Insurgencia que arruina
la minería y arrastra la hacienda si no siempre a la rui
na, por lo menos a grandes dificultades. Tal crisis, si
afecta al elemento clave de la organización socioeco
nómica, fomenta el desarrollo de la aparcería, del arren
damiento y permite al grupo de los rancheros tomar
su desquite, después de un siglo XVIII que les había si
do duro. Rancheros y haciendas prosiguen su ofensiva
contra las tierras de los pueblos minados generalmen
te por divisiones internas y víctimas de la nueva polí
tica del Estado.
3) El Estado, en su expresión local primero —leyes de
los congresos, decretos de los gobiernos—, federal des
pués (las leyes de desamortización y el artículo 27 de
la Constitución de 1857) desarrolla la política de los
borbones favorable, desde Jovellanos, a la privatiza
ción y a la des vinculación de la propiedad de la tierra.
Legalmente los pueblos pierden sus defensas políticas:
desaparecen las repúblicas de Indios, el abogado de
25
indios, el juzgado de Indios, tanto en Guadalajara co
mo en México.
Tales son los tres niveles del momento histórico,
siendo el tercero el nivel de la historia política local,
regional, nacional e internacional; la escala cronoló
gica que nos permite medir la altura de las aguas que
corren, furiosas, arrastrando todo, o se apaciguan y
parecen estancarse, sería la siguiente:
1766-1767 Tumultos e inquietudes del Bajío mi
nero.1
1810.... Levantamiento de Hidalgo, cuyo epi
centro es el Bajío antes de desplazar
se hacia el Occidente.
Sin fecha Brotes de bandolerismo difícilmente
(1810-1876) clasificables; Lozada empieza a sonar
como bandido por el rumbo de Tepic
en 1853-1854.
1855-7 Numerosos levantamientos del lla
mado elemento indígena: Mazamitla,
cantón de la Barca, de Mascota, de
Autlán, riberas de la laguna de Cha-
pala, cantón de Tepic.
1857 Sigue lo mismo, agravado por los tu
multos y sediciones suscitados por el
juramento de la Constitución. Brotes
numerosos en Jalisco y Michoacán,
siendo los más sonados los de Zamora
y Lagos. En represalia el gobierno fe
deral suspende sine die la feria de
San Juan de los Lagos. Los levanta
mientos de 1857 ilustran de maravilla
lo difícil que es fijar la frontera entre
lo que es y lo que no es campesino.
1857-1867 La guerra de Diez Años (local, nacio
nal, extranjera). La importancia de
las operaciones militares con la de-1
1. Eric Wolf El Bajío en el siglo XVIII, Tulane University 1955.
26
vastación consiguiente no debe ofus
car lo más importante: los grupos en
presencia tratan de aprovechar las
circunstancias para llevar la ofensi
va a su final o bien para pasar a la
contraofensiva. Rojas y sus “ hache
ros” por un lado. Lozada y los pueblos
por el otro.
1867-1872 Crisis política al nivel superior que no
corresponde a nuestros actores. A su
nivel, tregua tensa y armada en la
cuestión agraria.
1873 Ofensiva final de Lozada; su derrota
y muerte.
1874-1876 Levantamientos por motivación reli
giosa contra la política anticlerical
de Lerdo; hay “ relingos” (religione-
ros) en toda nuestra región.
27
Asalto a una diligencia. Oleo del pintor Manuel Serrano. Exhibido en la Sa
la de Artes Menores. M.N.H. (2a. mitad del S. XIX)
28
mortización, al confundir a las corporaciones civiles
con las religiosas, conducían lógicamente a tal alian
za. A eso se debe que los diez años que corren de 1856
a 1866 sean los de la movilización máxima de los cam
pesinos y los del movimiento lozadeño, este último muy
complicado en sus implicaciones sociales y políticas,
presentes y ulteriores.
Pero tenemos ahora que volvernos hacia atrás pa
ra asegurar nuestra marcha.
Primera Parte
3. Ver los trabajos de Cook y Borah, Claude Morin, Tomás. Calvo y Ceci
lia Rabell, sobre la Mixteca Alta, Zacatelco, Acatzingo y San Luis déla
Paz.
4. David Brading Haciendas and ranchos in the mexican Bajío: León
1700-1850 Cambridge University press 1978.
29
tes: Yurécuaro en 1792 tiene 1 031 almas y tiene 3 000
en 1822 (en este caso sirve también de refugio). Queda
claro después de estos trabajos, del último libro de Bra-
ding y de las investigaciones de Cook y Borah que el
crecimiento demográfico fue más rápido en las provin
cias de Michoacán y de Nueva Galicia que en el resto
de la Nueva España; es más, que se mantuvo cuando
perdía su ímpetu en otras partes.
Por eso el siglo XIX en nuestro Occidente empie
za con un “ drástico aumento de la población” ,5 carac
terística heredada del siglo XVIII, así como la presión
consecuente sobre la naturaleza y la sociedad: expan
sión de la superficie cultivada, presión sobre las propie
dades jurídicamente débiles, amenaza contra las tie
rras comunales, progreso de la aparcería y del arren
damiento. Todos los elementos de los conflictos ulte
riores ya están en su lugar.
30
El siglo XVIII había visto el desarrollo de tres gru
pos sociales dinámicos: los empresarios en grande (ha
cendados, comerciantes y mineros), los rancheros, los
arrendatarios. La tierra que el propietario no usaba,
se arrendaba a otros agricultores y no quedaba ocio
sa, dada la demanda de cereales por una población en
aumento. La disminuida presencia de pueblos indíge
nas (Nayarit es una excepción más importante que la
del sur de Jalisco) explica la integración bastante ade
lantada de los indígenas a la sociedad global, y la au
sencia de la dicotomía clásica en el centro y en el sur
de la Nueva España: peones endrogados y pueblos des
pojados obligados al trabajo temporal sobre las hacien
das. Aquí la estructura es complicada y contradictoria:
unos pocos gañanes en las haciendas tienen una situa
ción bastante buena; muchos arrendatarios; la mano
de obra temporal (arrimados y jornaleros, los más po
bres).
Le conviene a la hacienda aumentar el número de
arrendatarios para no invertir más capital, para eli
minar riesgos y para aprovechar la mayor demanda de
cereales y el mayor número de trabajadores.
Al lado de la hacienda, pero girando alrededor de
ella, los rancheros forman una clase media muy inte
resante: conjunto de pequeños propietarios acomoda
dos y de arrendatarios principales, de minifundistas
miserables y de habitantes de rancherías. Con los ran
cheros aumenta la diferencia entre el Centro y el Occi
dente, ya que tal grupo, que tiene su historiador en la
persona de Luis González, ocupa una posición social es
tratégica entre los hacendados y la masa de los traba
jadores.7 McCutchen, McBride, Paul Taylor, Frangois
Chevalier y Luis González los encontraron en las tie
rras altas, a la periferia, lejos de los mercados urbanos,
en zonas poco atractivas para las haciendas empren
31
dedoras, dispuestos a aprovechar las dificultades de la
hacienda para crecer y multiplicarse.8 David Brading
los encuentra —¡qué interesante!— también en las bue
nas tierras del Bajío: “ On the plains of the Bajío, how
ever, the story was quite diferent” .9 El rancho nace al
principio, cuando los cabildos otorgan vecindades, de
tal manera que en 1700, en la comarca de León, encuen
tra el historiador una numerosa y vivaz pequeña pro
piedad; es cierto que a finales del siglo XVIII, el ranche
ro tiene problemas para resistir a la embestida de las
haciendas que compran todo lo que pueden, pero no
tarda en tomar su revancha cuando las haciendas tie
nen serias dificultades y algunas se derrumben des
pués de 1810.101
La insurgencia arruina la economía global y las
haciendas que se desarrollaban en este marco. En los
Altos, “ al romperse la vinculación entre la economía
minera en decadencia y la alteña subsidiaria que se
vuelca sobre sí misma produce despido de mano de obra
asalariada y concentración de la producción en base a
la familia y a las relaciones de medianería [...] esta vuel
ta hacia el interior fue posible por el sistema de organi
zación interna de la hacienda, basado en una subdivi
sión de su territorio en ranchos ocupados por familias
extensas. En este proceso los ranchos se diversifican
y crecen [...] todas estas transformaciones producen un
crecimiento demográfico interno” .11
No voy a repetir lo que nos dice Luis González de
su región en la misma época; semejante fenómeno,
Chevalier, Bazant, Paul Taylor y Brading lo encuen
tran también en la desintegración de ciertas hacien
32
das bajo el peso acumulado de la guerra, de las deudas
con las instituciones clericales (habrá que esperar has
ta 1856 y 1859 para poder cancelar a buen precio estas
tremendas hipotecas que alcanzan 40% del valor de las
fincas, según cálculos de Brading): Santa Ana pacue-
co (de Pénjamo a los Altos), Cojumatlán, Cuerámaro,
Cuitzeo de los Naranjos, etc..,1-
Parcelar y vender es una solución; dar en aparce
ría es la otra y asistimos a un desarrollo impresionan
te de esta práctica que espera a su historiador y contri
buye a fortalecer los ranchos. Rancheros y aparceros
producen casi todo el maíz, mientras que la hacienda
cultiva trigo de riego en la parte que se ha reservad.:
(los medieros cosechan como jornaleros, ya que el ca
lendario del trigo difiere del calendario del maíz). Bra
ding, Espin y de Leonardo analizan la lógica de este
cambio de la renta en dinero (arrendamiento) al media-
je, cuando las relaciones entre el trabajo, la tierra y los
precios modifican la división del trabajo.
Lo fascinante es la rapidez con que se derrumban
las grandes fortunas del siglo XVIII y como los ranche
ros saben, pueden aprovechar este ciclo para crecer a
expensas de las haciendas y de las tierras de los indios;
hay que notar, según Brading, la presencia numerosa
de indios entre los rancheros, esos indios prácticamen
te integrados y conocidos en los informes del siglo
XVIII como “ indios ladinos” ; la sociedad de los ranche
ros, fuertemente arraigada en la familia extensa que se
moviliza tanto para el trabajo como para la política y
la guerra, es la que triunfa en el campo en el siglo XIX
(y también en el siglo XX cuando se beneficiará indirec
tamente de una reforma agraria que elimina la hacien
da); manifiesta su dinamismo tanto en la política, co
mo en la guerra (Antonio Rojas, e] hachero, tremendo1 2
33
guerrillero liberal y bandido), como en el comercio (la
arriería es de los rancheros). Compran terreno sobre
terreno y buenas casas en los pueblos y en Guadalaja
ra, como el ejemplar don Nicolás Ramírez, antepasado
directo de nuestro maestro don José Ramírez Flores.
Don Nicolás, nacido a fines del siglo 18 en Ixtlán (Ys-
tlán), empieza como labrador y arriero (¡va hasta Cam
peche!) y termina como gran propietario, en relaciones
con la hacienda de Tetitlán (que en un tiempo fue de la
familia López Portillo), dueño de prácticamente toda
la zona que va de Ixtlán a Plan de Barrancas, y del cen
tro del pueblo, dueño de una buena casa en Guadalaja
ra, a donde se refugia para escapar de Lozada. Hay que
decir que la familia Ramírez (don Nicolás tuvo veintitan
tos hijos) pudo organizar un levantamiento y tomar Ix-
tlán y Ahuacatlán con puros parientes... Y su hijo Tri
nidad fue de los mejores oficiales de Ramón Corona
hasta que cayó bajo las balas lozadeñas: rancheros
criollos en expansión contra comunidades indígenas.
Tengo una documentación que aclara muchos aspectos
del levantamiento de Lozada y manifiesta que no hay
como la investigación local llevada a fondo para acla
rar la historia general.13
Segunda Parte
34
Copias que sirvieron para la arriería en México.
de los indígenas, bienes de sus comunidades y fundos
legales de los pueblos del estado de Jalisco: Moisés
González Navarro, en numerosos y estimulantes escri
tos; Luis González y Andrés Lira en tertulias más fe
cundas que muchas horas de investigación o de lectu
ra. Para no volver sobre un punto ya aclarado y quizá
aceptado, recordaré unas fechas:
12 de febrero de 1825: decreto 2 del Congreso de Ja
lisco.
29 de septiembre de 1828: decreto 151 del mismo.
17 de abril de 1849: decreto 121
Hay una multitud de otras disposiciones pero todas
tienen una sola meta: lograr el repartimiento de las tie
rras de los pueblos y la privatización de la propiedad
rústica. No trabajé la colección Coromina de Michoa-
cán, pero no me sorprendería encontrar semejante tra
yectoria. ¿Para qué sorprendernos si la Nueva España
de los Borbones conocía la embestida contra las tierras
comunales? ¿Qué dice Abad y Queipo que no haya di
cho Jovellanos y qué no dirá Lerdo?
Es una prueba más de lo diferente que era el Occi
dente del Centro; cuando el congreso de Jalisco expi
de su decreto número 2, hacía un año que la comisión
de gobernación de primer congreso constituyente del
estado de México (o sea todo el centro, lo que es hoy Mé
xico, D.F., Hidalgo, Tlaxcala, Morelos y Guerrero) ha
bía decidido que no convenía aplicar en propiedad a
los vecinos de los pueblos las tierras de fundo legal o
de repartimiento, las comunes y las llamadas de co
fradías, para evitar la enajenación de las dichas tie
rras.14 Jalisco escogió el camino contrario sin tener
miedo a los “ pleitos y contiendas demasiado ruinosas
y perjudiciales” , ni a la ruina de los pueblos. Y pasó en
Jalisco, entre 1825 y 1856, lo que Molina Enriquez vio
36
personalmente cincuenta años después, en el estado de
México:
37
Eso va como botón de muestra, pero tengo la mis
ma demostración hecha para pueblos vecinos de Tepic,
como Atonalisco y San Luis, o vecinos de Compostela y
de Santiago Ixcuintla; el fenómeno es general tanto
en el plan como en la sierra o en la costa. Y lo que va
le para un cantón, vale para los otros, según lo vi en el
Archivo General de la Nación y en los archivos de Ja
lisco.16
Los trabajos citados de Luis González, Francisco
Miranda y Alvaro Ochoa nos dicen lo mismo para Mi-
choacán; Elionore M. Barret y Donald Brand lo mis
mo para la zona sureña de la cuenca de Tepalcatepec y
de los Motines. Nos dicen que las comunidades litiga
ron mu :ho entre 1837 y 1856,17*según consta en el Ar
chivo dv? Notarías de Morelia. Por todos lados los ata
ques contra las cofradías empezaron en el siglo XVIII.
De tal modo que la Reforma vino a dar el remate. Al
mismr tiempo, por sus ataques contra el clero propor
cionó a los pueblos la primera ocasión de levantarse
y de f irticipar en una guerra civil en la cual esperaban
desqu? arse. La guerra lozadeña, la “ politización” re
lativa le Lozada quien hasta 1856 no pasaba de ser un
“ band do social” con bastante arrastre local, es el epi
sodio nás vistoso de este fenómeno en nuestro occiden
te.
38
problemas de México son los de todo el mundo occiden
tal, del imperio ruso al Pacífico. La lectura que dio Mo
lina Enriquez18 de las leyes de Reforma sigue siendo
iluminadora: la gente se echó a desamortizar la propie
dad comunal de los pueblos indígenas (no de las ran
cherías, otras comunidades comprendidas dentro de la
ley de 25 de junio, por ser de duración perpetua e inde
finida; de las rancherías salen muchos adjudicatarios)
“ con tanto más empeño que era mucho más fácil de ser
desamortizada que la de la Iglesia, porque de seguro
la defenderían menos los indígenas en su estado habi
tual de ignorancia y de miseria. Algunos pueblos co
menzaron a ser desamortizados ya, y los demás amena
zados de igual despojo se levantaron en armas, pro
moviendo los disturbios de Michoacán, Jalisco, Que-
rétaro, Veracruz y Puebla, que dieron motivo a una cir
cular lírica del Gobierno (de Lafragua) que nada reme
dió” .19 Seamos breves: “ el resultado de la repartición
fue que los indígenas perdieron dichos terrenos. No po
día ser de otro modo” .20
“ Fácil es comprender la confusión que siempre la
división ha producido y que ha llegado a establecer la
regla general, de que toda división de pueblos produce
el levantamiento de sus pobladores” .21
En 1857 el artículo 27 constitucional incluye la ley
de 1856 y la completa incluyendo los ejidos en las tie
rras sujetas a venta forzosa, medida esta última mu
cho más dañina, si se puede, que la ley Lerdo de junio
y la circular del 9 de octubre de 1856. “ La maldita ley
de desamortización” 22 permitía tratar de acabar con
39
“ esas reuniones extrañas que con el nombre de comuni
dades no sirven más que para mantener a los indivi
duos que las componen en la ignorancia, miseria, fa
natismo y degradación” .2:í
T ercera P arte
23. M em oria del E sta d o de M ieh oa cá n 1869 pp. 57-8 citado por E. M. Bar-
reti.
2-í . Chimaltitán. San Pedro Lagunillas. Acaponeta, Tequila, Hostotipa-
quiiio, Jala. Jomulco, para mencionar algunos de la zona de Lozada.
tribunales porque engendraron una confusión tremen
da; en todas partes, pero especialmente en occidente
donde la mezcla racial había sido muy grande, se tro
pezó con el peliagudo problema de saber quiénes eran
indios; “ así ocurrió en el Estado de Jalisco, pues allí
no había casi pueblos considerados como indígenas
cuyos habitantes no fueran en gran parte mestizos de
diversas clases” .25
De la confusión sale la guerra, hecho bien conoci
do. Me limitaré a presentar brevemente la guerra en
el séptimo cantón, aclarando de antemano que esta re
gión, si tiene representatividad, tiene también una ori
ginalidad que impide toda generalización abusiva.
Proseguí de manera muy insuficiente las investi
gaciones de Cook y Borah sobre los partidos de Tepic
y Ahuacatlán, pero con todo y lo incompleto de mis da
tos actuales, puedo afirmar que las dos características
del Occidente existen al norte del río de las Cañas:
—crecimiento demográfico sostenido entre 1756 y
1850 hasta la fecha.
—multiplicación y crecimiento de ranchos nume
rosos, principalmente en la región de Ixtlán y la de Te
pic.
Pero, al mismo tiempo, la zona ofrece dos peculia
ridades, ligadas a la modernidad y al arcaísmo, o me
jor dicho a la coexistencia de grupos sociales que viven
separados por siglos de distancia socio-cultural.
Por lo menos desde el siglo XVIII (mis conocimien
tos no remontan más allá) caminan al compás del creci
miento demográfico, expansión de las haciendas y de
los ranchos y actividad comercial (la arriería y luego
el gran comercio marítimo internacional). A principios
del siglo XIX, el nacimiento y desarrollo del puerto de
San Blas, la actividad del camino Tepic-Guadalajara
son factores decisivos que atraen y fijan en Tepic nu
41
merosos empresarios europeos, españoles, ingleses,
alemanes y franceses: los más famosos serán los Cas
taño y los Barrón. Tepic / San Blas debe su arranque
inicial a la toma de Acapulco por los insurgentes y al
desvío consecuente del comercio filipino y chino ha
cia San Blas.26 Así se desarrolla y consolida un grupo
local emprendedor, ligado originalmente a Guadalaja
ra, pero pronto deseoso de independizarse; ese deseo no
contribuyó poco a la fuerza de Manuel Lozada, quien,
en parte, funcionó como brazo armado de este grupo.
(Ver en este libro “ La Casa Barrón y Forbes” ).
Al mismo tiempo y al lado de este sector moderno
de haciendas, plantaciones, ranchos, fábricas y comer
cios, existe un sector famoso, pero no muy bien conoci
do, el de los indios serranos, de las naciones recién pa
cificadas y reducidas, a principios del siglo XVIII: co
ras, huicholes, tecuales, mexicaneros y tepecanes. Si
tienen mucho en común, no forman una sino varias so
ciedades, nunca homogéneas (hay muchos huicholes
y no se puede hablar en general de su cultura; pasa lo
mismo con los coras. ¿Cómo meterlos todos, pues, en
un mismo cajón y hablar de ellos como “ los indios” ?
Es notable el poco conocimiento que se tiene de ellos
en el siglo XIX, quitando a algunos sacerdotes (francis
canos en general) y a algunos co*nerciantes o ranche
ros que tratan con ellos. Pero eso es otro asunto (que
tiene su importancia en la derrota final de Lozada, ya
que las divisiones entre esos “ indios” tuvieron mucha
importancia).
42
tem” .27 Han elaborado una síntesis de las culturas lo
cales ciánicas con las de sus vecinos mestizos y criollos,
síntesis en acción desde que, muy temprano, su zona
sirvió de refugio a los prófugos mulatos, mestizos y
criollos de la Nueva Galicia. En esta síntesis la influen
cia de los jesuitas fue determinante, social, cultural y
económicamente.
En el siglo XIX, indirectamente a través de los pue
blos parientes, ya integrados, los de las bocas de sie
rra (Atonalisco, San Luis y Pochotitán al poniente,
Huejuquilla, Tenzompan al norte y al oriente), o direc
tamente, conocen la presión de la sociedad moderna en
expansión territorial y política. Las comunidades se
rranas se lanzan entonces a la guerra de 1856 en ade
lante, bajo la autoridad más nominal que efectiva de
Lozada; ellas reanudan así la lucha larga, la resisten
cia armada y terca opuesta a los españoles hasta 1722.
Se trata otra vez de los Nayaritas, los indios fleche
ros, pero esta vez se encuentran aliados con sus anti
guos enemigos, los indispensables aliados de los espa
ñoles, los llamados indios fronterizos, estudiados por
María del Carmen Velázquez en su Colotlán de la Fron
tera y que encontramos en todos los pueblos anterior
mente citados. Los fronterizos heredan de su pasado
una tradición de orgullosa milicia (tenían privilegios,
no pagaban tributo, dependían directamente de su ca
pitán general) que hace de ellos un contingente bron
co, nada dispuesto a tolerar las invasiones de los ha
cendados y de los rancheros. La mecha lozadeña pren
de precisamente en estos pueblos: Atonalisco, San Luis
y Pochotitán; luego la Reforma abona el terreno, y, lan
zados a la guerra los “ flecheros” producen un esplén
dido efecto de demostración: la guerra tiene sentido, la
43
victoria es posible; por eso Lozada puede levantar con
tingente en todos los pueblos y no limitar su feudo a la
serranía abrupta.' La serranía le proporciona dos ven
tajas mayores: la posibilidad de la retirada, del escon
dite, de la paciencia; una tropa de choque de combatien
tes que encuentran en la guerra un estilo de vida, a di
ferencia de los pueblos agricultores de las lomas y de
los valles, más tímidos por razones obvias.
Así, sobre un argumento universal (el reparto de
los terrenos comunales) y una temática local (la exis
tencia de pueblos combatientes) complicada por el jue
go político entre las élites de Tepic y Guadalajara por
un lado, entre el estado de Jalisco y el gobierno central
por el otro, construye Lozada un poderío respetable y
respetado hasta 1873.
Final
44
deración decidió^ acabar con él. Pero mientras, se ha
bía descubierto, mejor dicho, vuelto a descubrir, el li
tigio: el Imperio abre el camino, dando muchas espe
ranzas, y la república no lo cierra (es cuando el Archi
vo General de la Nación abre la sección de Buscas, pa
ra contestar a las solicitudes de títulos primordiales).
No cabe duda que la vía esa ofreció un desahogo bas
tante útil, por lo menos para el orden público. Los ra
mos de Gobernación, Junta Protectora de las Clases
Menesterosas y Buscas proporcionan rico material de
este tipo:
45
deducir a la posesión de los mismos terrenos que trata
ban de adquirir [...] que la resolución tomada por los
pueblos para apoderarse de los terrenos a que creían
tener derecho, había sido a consecuencia de que can
sados de esperar un fallo justo de los tribunales, acor
daron por sí mismos recobrar sus derechos, dejando a
salvo los terceros” .
En este caso se trataba de una medida tomada por
las autoridades lozadeñas (Domingo Nava) y con ca
rácter general;28 otras veces la justicia era más expe
ditiva y no dependía de la secretaría de Gobernación ni
de la alta política, sino de la policía y del fuero común.
Decía:
“ los expresados indígenas han observado una con
ducta depravada, cometiendo multitud de abigeatos,
robos y asesinatos en las personas de los transeúntes
por las inmediaciones del pueblo y principalmente en
la persona de Felipe Hernández [...] los animales que
aparecían como de la propiedad de los indígenas eran
de diversos fierros, algunos de los animales estaban
lo que llaman vulgarmente trashenados y ninguno de
ellos tenía la marca que indica la venta...” anota la Sec
ción 3a. de la Secretaría de Gobernación, a propósito
del pueblo de San Francisco del Caimán, partido de
Acaponeta, en diciembre de 1868.
Esta forma de acción social, por ser menos espec
tacular que la batalla de la Mojonera, no deja de tener
su importancia y nos invita a hacer seriamente la his
toria social de la violencia.
46
Asalto a una diligencia. Pintura a lápiz y acuarela de O. Saballez. (2a. mitad del S* XIX).
EL PUEBLO DE SAN LUIS
Y SUS PLEITOS
( 1822- 1852)
50
mara las viviendas de nuestras caleras de poder abso
luto, sin vernos con ninguna caridad, sin atender que
por su infame incaritativa soberbia de quemar nues
tras chozas nos ha impedido el acabar nuestra Iglesia,
pues ya estábamos cerrando una bóveda y cerrados
dos arcos, lo que con nuestras pobrezas y afanes esta
mos comprometidos a hacer la Iglesia pues para el re
verente culto de Dios, y de las tierras tenemos el prove
cho de sembrar en la orilla del río, melón, sandía y al
godón” . Pidieron copia de sus escrituras en Guadala
jara, lo que se les concedió el 27 de agosto de 1822.1
El alcalde Domingo Gerónimo y los principales
Dionicio de la Encarnación, Diego Gerónimo y Pedro
José Aguallo lograron así parar un golpe que había
sido duro. Pero en 1828 el pleito seguía y las autorida
des de Guadalajara dejaron de dar toda la razón a los
naturales de San Luis. El ayuntamiento de Tepic les
había consultado para saber si “ será de adoptarse la
medida de que el sitio nombrado Naguapan, en virtud
de pertenecer a los pueblos de San Luis, Pochotitán y
hacienda de Mojarras se divida en tres fracciones igua
les” .1
2
Guadalajara convocó las partes a presentarse an
te el tribunal para que “ con citación del poseedor de
Mojarras, y teniendo a la vista los títulos, se separe,
previas las formalidades de estilo, la parte que le co
rresponde, poniéndose en los términos divisorios mo-
honeras de cal y canto, en cuyo caso la municipalidad
de Tepic queda con la libertad que desea respecto de
las de San Luis y Pochotitlán, como pertenecientes a
sus fondos” .
Las leyes del joven estado de Jalisco habían pro-
51
clamado que los ayuntamientos constitucionales he
redaban las extinguidas comunidades de indígenas...3
52
de San Luis. El 25 de noviembre de 1838, los represen
tantes del pueblo interpusieron apelación contra el juez
de primera instancia de Tepic. En 1839-1840 el “ común
del pueblo siguimos un juicio contra el acendado de
Mojarras, el finado Juan Andrade” .4
Para esta fecha no había más litigio con el pue
blo vecino de Pochotitán (se usaba indiferentemente
las dos ortografías Pochotitán y Pochotitlán), pero sí
con las tres haciendas de Mora y de San Cayetano, al
poniente, hacia Tepic y Jalisco, y al sur y oriente con
Mojarras, que “ se tomó la mayor y mejor parte de los
terrenos sin más títulos que la fuerza” .
En 1840 presentaron un “ cuaderno de pruebas ren
didas en el juicio seguido por los indígenas del pueblo
de San Luis contra Don Juan Antonio Andrade” , en
el juzgado de primera instancia de Tepic, sobre el asun
to de Cuagolotán. Para la misma fecha el juez les dio
copia certificada de las diligencias de composición de
1755.5
En 1841 se hizo una información ad perpetuam
de 14 testigos probando que el cerro de la Calera y te
rrenos de Cuagolotán eran propiedad de los indígenas
de San Luis; pero el documento no fue autorizado, así
que en el año de 1843 el juez de paz de San Luis promo
vió una información para acreditar la propiedad del
pueblo.
En 1846 San Luis hizo la paz con la hacienda de
Mora, quizá por tener en Mojarras su enemigo princi
pal. Había tenido pleito con don José María García,
dueño de Mora, y lo perdió cuando el juez de Tepic puso
al señor García en “ posesión de las tierras de que se
le había despojado” San Luis, con sentencia del 18 de
junio de 1846. Se reconoció que el lindero oriente de Mo
54
ga, húltimo dueño a la vez de la hacienda de Mojarras” .8
“ El cura provocó un interrogatorio de siete testigos
acreditando la antigua y nunca interrumpida posesión
“ que tienen los indios en esos terrenos. Esta muy pro
bada lo mismo que el despojo que les han echo, pero to
do enbalde pues nada ha balido y como en el archivo
de esta parroquia no hai ningunos titulos, ni los indios
tienen [...]. Más después del despojo, les hacen otro pre
juicio o quiero decir, les han amagado al que saquen
el ganado que hai de Cofradia i que si no lo berifican
tendrán que pasarlo del otro lado del rio grande, i que
nada les importa que peresca” .9
Esta cofradía contaba con unas 200 reses y la ma
nejaba el pueblo, sin intervención del cura quien no
taba con mucho tino, en otra ocasión, que no se trata
ba de cofradía “ si no mas bien de un fundo de comuni
dad de los que acostumbran los pueblos para cubrir a
sus necesidades comunes” .101
La Mitra de Guadalajara se dio por enterada y pi
dió al cura quejarse de despojo y pedir al juez de la ins
tancia la restitución de la posesión, después de enviar
un oficio a don Guillermo Forbes “ reclamándole razo
nada y enérgicamente el atentado” cometido y pidién
dole indemnización y restitución.11
El 2 de septiembre de 1851 el cura Andrés Gonzá
lez se armó de valor y escribió a don Guillermo Forbes,
quien le contestó el 4 de septiembre que “ las cuestiones
sobre tierras entre los indígenas de San Luis y la finca
expresada comensaron desde mucho antes que fallecie
se Don Joaquín Vega” . Y se amparó detrás de su cali
dad de albacea para decir que no podía despojar a los
55
hijos menores del difunto. Terminó su carta escribien
do:
56
ma tradición cuenta que Simón Mariles, cansado de no
encontrarlo en el monte, exigió de la madre de Manuel,
Cecilia González, que revelara el escondite de su hijo.
El silencio de la señora sacó a don Simón de juicio a tal
grado que la golpeó y le dio latigazos.
Cierto o no, pero a fines de 1852, o a principios de
1853, Manuel Lozada asesinó a Simón Mariles, des
pués de atormentarlo de manera cruel. Ya era el bandi
do Lozada, “ personaje de funestos antecedentes” se
gún los historiadores liberales. Los “ antecedentes”
de su pueblo no eran mejores si son de confiar las auto
ridades de Tepic. En 1848, fieles en su apoyo a la ha
cienda de Mojarras, calificaban a San Luis de “ pueblo
afamado por la abundancia de malhechores y conti
nuos robos que allí abrigan” .14
¿Pero qué esperar de los indios de San Luis de Cua
golotán? ¿Que se resignaran a perder tranquilamente
sus tierras, a dejarlas al enemigo de siempre, a la ha
cienda de Mojarras? Otros podían resignarse como los
del pueblo de Jalisco, despojados en los años veinte por
la hacienda de Costilla. Pero los de Jalisco no tenían
ya nada que ver con indios y comunidad, mientras que
los de San Luis eran los hijos de los indios fronterizos,
de estos flecheros privilegiados por servicios milita
res prestados a la Corona, fuertes de sus victorias en
litis del siglo XVIII, orgullosos de su participación en
la revolución de 1811. Tenían que terminar como “ ban
didos” a! volver al antiguo camino de la violencia.
Manuel Lozada tenía diez años cuando San Luis
perdió el sitio cargado de recuerdos, el sitio de los an
tepasados, Cuagolotán, donde se levantó alguna vez
el Pueblo Viejo de San Luis. Manuel Lozada tenía 22
años cuando la cofradía de San Luis perdió Moj arri
tas. En ambos casos la fuerza bruta había vencido, ha
bía despojado, golpeado, quemado. En ambos casos
57
las autoridades civiles, a diferencia de las autoridades
del siglo pasado, habían apoyado a la hacienda. Mien
tras que la Iglesia; en la persona del cura de la parro
quia de Jalisco y del promotor ñscal de la Mitra de Gua-
dalajara, había defendido tercamente al pueblo con
tra el poderoso Guillermo Forbes.
Estas lecciones políticas no quedaron perdidas
para Manuel Lozada. Tales fueron sus “ funestos ante
cedentes” . Pertenecer a un pueblo bronco, fuerte, nu
meroso, con sus 700 habitantes, representaba la cuar
ta parte de la población de la parroquia de Jalisco, te
nía más habitantes que, juntos, San Andrés y Pocho-
titán, los otros pueblos inconformes. Presenciar agre
siones perpetradas impunemente por la hacienda; dar
se cuenta de qué lado estaba el cura y de qué lado el jefe
de acordada, el juez, el jefe político.
Así se formó Lozada el bandido, Lozada el cleri
cal, Manuel Lozada, “ personaje de funestos anteceden
tes, y que por una de esas complicaciones tan frecuen
tes en las guerras civiles, se había transformado de sal
teador de caminos en general de la reacción, a cuyo ser
vicio había puesto el prestigio adquirido por una serie
de crímenes que hacen estremecer de horror e indigna
ción” .15
El primer crimen del bandido fue ajustar cuentas
con Simón Mariles, el hombre del asalto a Moj arritas
y, quizás, el hombre de los latigazos; el primer golpe
del general de la reacción fue caer sobre la hacienda de
Mojarras. El 21 de septiembre de 1857 se levantó al gri
to de “ Religión y Fueros” , que le había enseñado don
Carlos Rivas, pero fue para caer como rayo sobre Moja
rras. Desde la hacienda mandó un correo al jefe polí
tico de Tepic para advertirle que pelearía hasta resti
tuir a los pueblos las tierras usurpadas por las hacien
15. Híjar y Haro, José María Vigil. E n s a y o H istórico del E jército de Occi
d en te , reed. 1970, Guadalajara, p. 3.
58
das. Antes de proseguir su camino advirtió al conster
nado administrador que levantara con mucho cuidado
un inventario de los bienes en existencia. Sus últimas
palabras fueron: “ ¡Mucho ojo! ¡No vaya a faltar nada!
No tardamos en regresar. Todo esto es nuestro” .
Antes de diez años, én 1866, impondría a las ha
ciendas de Mojarras, Puga, Mora y San Cayetano un
deslinde favorable a los tres pueblos de San Andrés,
Pochotitán y San Luis. No cabe duda que el hombre
era terco.
59
LA REBELION “INDIGENA”
DE JALISCO
1855-1857
I
P roclam a de lo s p u eb los de San C ristób a l y
Z a coa lco de T o rre s
62
tal motivo consiguieron las más halagüeñas esperan
zas, que han producido un entusiasmo también en los
sirvientes de dichas haciendas, por la tiranía con que
los tratan. Considerando que el supremo gobierno se
gún las promesas del Plan de Ayutla señaló plazos, y
no obstante habían terminado todas las diferencias,
no han tenido su cumplimiento, antes se les han dado
facultades y armas a los hacendados por lo que han
apurado el mucho sufrimiento de los pueblos; tampo
co se proporcionó medida alguna de avenimiento de
haciendas y pueblos, sino que, antes bien, se han re
mitido a los interesados a los generales judiciales, cu
yos pasos son demasiado gravosos, tanto por la calma
da rutina de éstos como por sus exorbitantes gastos
que no se pueden compensar por carecer los indígenas
de recursos y la paciencia que será indispensable de
otros cien y doscientos años, como ha sucedido. Consi
derando que los antecesores de los indígenas tomaron
las armas en mil ochocientos diez, militando bajo las
órdenes del ilustre caudillo de la Independencia, don
Miguel Hidalgo y Costilla, en la firme creencia de que
derrocado el gobierno español recobrarían las vastas
posesiones que éste les tenía usurpadas con perjuicio
de todos los demás vecinos haciendo correr la sangre,
cuya escena presenciaron con placer los hacendados,
quienes más que ningún otro son culpables de la mi
seria y atraso en que se encuentra nuestra desgraciada
patria, y principalmente de las familias indígenas y
de toda la sociedad, de la abundancia de salteadores,
de todos los vicios de que adolecen los pueblos. Con
sideramos que el descontento es general contra los ri
cos propietarios, por la codicia que acostumbran con la
clase menesterosa contra quien se hace justicia por sí y
ante sí, como que no reconocen otro centro de unión
que su dinero, con el que sólo se ocupa de engañar a
los incautos para proporcionarse gobiernos a su con
tento, aunque se derrame sangre mexicana; y por lo
mismo, considerando por otra parte que los distintos
63
cambios de gobierno acontecidos desde la Independen
cia hasta la época presente han sido impasibles para
la raza indígena y proporcionando la vida y trabajo
al pueblo, por cuyo motivo la sociedad se resiente más
cada día viéndose que ninguno se haya ocupado de
cuestión tan vital, formando exclusivamente un tri
bunal especial para que se dedicara en el arreglo y me
dida de la propiedad territorial, por cuya falta se ha
originado a toda la Nación males demasiado trascen
dentales por cuyos fundamentos la junta y la guarni
ción aprobó por aclamación los artículos siguientes:
Primero: los indígenas del pueblo de San Cristó
bal en unión de los de Zacoalco y los vecinos blancos,
quienes y con los demás pueblos confidentes de común
acuerdo no reconocen otra forma de gobierno que el re
presentativo, popular, federal sin restitución alguna,
sosteniéndola con las armas en la mano hasta derra
mar la última gota de sangre, protestando de la mane
ra más solemne contra otra cualquiera forma que pug
ne con aquélla como contraria a la voluntad de la ma
yoría de la Nación;
Segundo: se desconocen en su totalidad el supues
to derecho que presumen tener los hacendados con res
pecto a la propiedad territorial que ilegalmente han
disfrutado hasta el año de mil ochocientos veinte y
cinco, pues sólo respetan las enajenaciones legales que
se han hecho en virtud del decreto número dos de la pri
mera época de la Federación;
Tercero: por medio de la presente, el supremo go
bierno actual, a quien se le suplica con el más profun
do respeto para que se ocupe, de preferencia, en man
dar reconocer los linderos de los pueblos con observa
ción de sus títulos ponerlos en quieta y pacífica pose
sión, y en seguida como único y universal dueño man
de repartir los terrenos sobrantes como propiedad na
cional, como que con esta medida se podrán afianzar
definitivamente los principios liberales amagados y
desconocidos por los grandes ricos propietarios terri
64
toriales como se ve que lo previenen varias cédulas im
periales que con tal objeto fueron expedidas y que se de
jaron al olvido; advirtiendo que si el supremo gobierno
no fuere conforme con este artículo se repartirán los
sobrantes en favor de los individuos que tomen las ar
mas en defensa del derecho de los indígenas y pueblos
como miembros unidos;
Cuarto: si el supremo gobierno actual tuviere a
bien aprobar este acta como lo esperamos, inmediata
mente nuestras fuerzas procederán a suspender todas
las hostilidades que con este fin se hayan movido o es
tuvieran para verificarlo y pacificados los pueblos y
en posesión de sus tierras se proceden al arreglo por
una ley agraria que fije la igualdad, para que la Nación
camine por la senda del progreso y civilización;
Quinto: se invitará, por medio de comunicados,
a todos los señores jete^, oficiales y tropa que coopera
ron a derrocar la tiranía del genera! S.-mta Anna, para
que tomen las armas por ser así necesario para qurt los
pueblos se unan con fuertes vínculos y se den por sí mis
mos una resistencia política entrando por este medio
al goce de la herencia que Dios señaló a todos los hom
bres, cuyos servicios serán compensados con partes
iguales de terrenos como miembros de la facción fede
ralista;
Sexto: se considerará como enemigo a todo aquel
que se opusiere a los anteriores artículos, porque la mi
sión del pueblo no es otra que afianzar para siempre los
principios democráticos y sostener a su gobierno para
que obre libremente sin trabas haciéndose duradero,
castigándose ejemplarmente a los enemigos como trai
dores a los principios que proclaman la mayoría de la
Nación;
Séptimo y último: compúlsese testimonio de la pre
sente acta y remítase al superior gobierno suplicándo
le de nuevo se sirva examinar la presente y darle den
tro de breve término la superior resolución sobre la ma
teria, para evitar que los pueblos reconquisten con las
65
armas sus propiedades usurpadas como propiedad de
los indios, haciendo lo mismo que los que las conquis
taron quienes actualmente las poseen y defienden.
Con lo que quedó aprobada sacándose copia de és
ta para que se reparta a todos los pueblos y den cuenta
a vuelta de correo. Con lo que se concluyó firmándola
para constancia los individuos de la junta, jefes, oficia
les y tropas. Encargándose ya de su ejecución al ciuda
dano comandante, la que se firmó para constancia.
San Cristóbal, 30 de septiembre de 1856.
Fuente: ADN, exp. XI/481.3/5483.
66
de la independencia, ha litigado a más no poder (“ seis
reclamos por la vía judicial” ). Un año más tarde, en
septiembre de 1857, en el cantón de Tepic, así hablaría
Manuel Lozada.
II
67
GUADALAJARA
ra (1977: 335-6), Eric van Young y William Taylor. En
el Archivo Histórico de Jalisco, en el ramo judicial del
Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara, en el
Archivo de Indias en Sevilla, están las impresionan
tes listas de “ querellas de indígenas en problemas por
la posesión de tierras” (AHJ J-2-793 JAL/10).
Zacoalco tiene una historia especialmente agitada
en este fin de siglo; entre 1754 y 1806 pierde seis pleitos
contra las haciendas vecinas y se entrega al motín en
varias ocasiones (1756, 1795). Estos inconformes no
son pobres diablos; Zacoalco es un pueblo grande, ri
co, complejo, mestizo, según nos lo ha contado don Jo
sé Ramírez Flores. Por eso mismo, Zacoalco es bronco.
Lo que vale para Zacoalco vale para la región central
del futuro estado de Jalisco, granero de Guadalajara,
afectado por el crecimiento demográfico, por la mone-
tarización, por la proletarización. Es la zona del ban
dolerismo de este fin de siglo, y va a ser la zona insur
gente.
Según William Taylor (1981: 36) en Zacoalco la
privatización de la tierra se encuentra bien adelanta
da; la lucha de clases no está ofuscada por la solidari
dad de la comunidad. Agricultura comercial, desarro
llo de las artesanías, migraciones, tales son las carac
terísticas de la modernidad regional. Eso debilita las
estructuras tradicionales de tal manera que en 1800
Zacoalco se encuentra “ nepantli” , entre dos mundos.
Ha conservado tradiciones que muchos otros pueblos
indígenas ya perdieron, pero es al mismo tiempo un
pueblo grande, una ciudad en la cual son numerosos
los no indígenas. La lengua indígena, la propiedad co
munal están en decadencia, mientras que la economía
monetaria progresa con sus asalariados, sus talleres,
sus industrias.
En una sociedad tan dividida, tan conflictiva, fun
ciona un poderoso factor de unificación: el pleitismo
contra el enemigo común, a saber, las haciendas cir
cunvecinas. En 1856, el pleito tiene un siglo ya. En el
70
pleito el barrio indígena de Zacoalco (el barrio de las
cebollas), y los pueblos de la región que van de Zacoal
co a Santa Anna Acatlán y que sigue toda la ribera de
la laguna de Chapala, han adquirido una extraña cons
ciencia “ indígena” . (Taylor: 36)
Según Taylor, esta gente que se toma como indíge
na lo es mucho menos que la gente de Oaxaca, que no
sabe que para los otros es indígena. La idea del “ indio”
es europea, criolla, mestiza. El “ indio” es quien al con
tacto de los otros ha perdido su idioma, su fuerte comu
nidad y, en cambio, ha adquirido su “ indianidad” . Po
dríamos decir que tal etnicidad es una forma de con
ciencia de clase, o mejor dicho, de conciencia política.
En Jalisco, el indio es una clase inferior.
A fines del siglo XVIII la crisis política se suma
a la crisis económica, demográfica y social. Las refor
mas de los Borbones, la secularización de las parro
quias franciscanas debilitan los lazos de fidelidad ha
cia la Corona. La situación madura en tal forma que, al
desaparecer el Rey, esta gente está dispuesta a seguir
a quien se presenta para hablarle en voz alta: el amo
Torres, en nombre del cura Hidalgo y de la Virgen de
Guadalupe. La hora de ajustar cuentas ha llegado y los
insurgentes de Zamora a Zacoalco, de Zacoalco a Joco-
tepec y Ocotlán se lanzan sobre las haciendas.
Entre los insurgentes que aceptan la amnistía de
febrero de 1811 contamos gente de Zacoalco, desde lue
go, y de Santa Anna, Ajijic, San Juan Jocotepec, Cha-
pala, Mezcala, Atemajac, San Pedro Tesistán. Esto no
quiere decir que dichos pueblos hayan sido unánimes
en levantarse en armas, ni que los criollos no hayan
participado en el movimiento.
71
incendio de San Pedro Xicán por los realistas provocó
el levantamiento de toda la ribera de la laguna de Cha-
pala. Se distinguieron los siete pueblos de la ribera nor
te: Xicán, Santa Cruz, Santa María, San Sebastián,
San Miguel, Jamay y Mezcala; también Poncitlán y
Santiago, Jocotepec, Tizapán y Tlachichilco. Los pue
blos de la ribera sur, de San Martín (cerca de Zacoal
co) a La Palma ayudaron a los combatientes que se for
talecieron en la isla de Mezcala bajo las órdenes del
valiente cura Marcos Castellanos, de José Santa Anna
y de D. Encarnación Rosas. Luis Pérez Verdía nos con
tó la guerra de cinco años que los pueblos de la Lagu
na sostuvieron tercamente contra los realistas, las
hazañas increíbles de los insurgentes, el sitio de la is
la que se parece a los grandes sitios de la historia uni
versal; nos contó también los sufrimientos de los pue
blos, como Tizapán, quemado “ sólo porque de ahí se ha
bían provisto los insurgentes, de tal manera que el za
cate cubrió las calles, las plazas y las casas por mucho
tiempo” . (Pérez Verdía, 1876).
Esta guerra de Troya no tuvo su Ulises, felizmen
te para los sitiados, y la capitulación que se firmó el
25 de noviembre de 1816 resultó ventajosa y honrosa
para ambas partes (mucho más que la que tendrán que
aceptar los vencidos de 1857, según se verá más adelan
te). El general Cruz se comprometió a entregarles todos
sus pueblos reedificados, a exceptuarlos del tributo,
a entregarles tierras, bueyes y semillas para que tuvie
ran modo de subsistir sin necesidades, a tratar todos
los comprendidos en aquella capitulación o sea 800 sol
dados con toda clase de consideración. Cruz cumplió y
trató con honores al P. Marcos Castellanos y a José
Santa Anna; por cierto con más justicia que el Méxi
co independiente, que se olvidó de sus héroes. Santa
Anna murió pobre en 1852; el cura Castellanos había
muerto años antes en su curato de Ajijic, pero en 1855
el recuerdo de sus hazañas seguía vivo en la región cha-
pálica.
72
El gobernador de Michoacán, José Salgado, escri
bía el 5 de marzo de 1833 a su colega el gobernador de
Jalisco que los héroes de Mezcala “ siguen viviendo en
la más deplorable miseria, sólo uno de tantos infelices
consiguió una pensión, pero tan corta... Los enuncia
dos naturales reputarían por gran merced, v.g. eximir
les de contribuciones, ampliarles los terrenos que dis
frutan” . (Pérez Verdía: 1876) Salgado sabía de quiénes
hablaba ya que, como Comandante General del Sur, le
había tocado la zona de Mezcala entre 1813 y 1817.
Antes de 1833 había vuelto a manifestarse el pro
blema de los terrenos de las comunidades de la región.
En 1825 Atemajac, Juanacatlán, Zapotlán el Grande
y Mazamitla habían protestado (Colección, 1:433) y el
año anterior, en 1824, Zacoalco se había amotinado
contra los nuevos impuestos y contra la obligación de
la milicia cívica (Taylor, 1981:26). Nada más que en
esta ocasión los testarudos habitantes de Zacoalco ha
bían dejado de ser considerados patriotas y se habían
ganado la fama de reaccionarios.
El pleito es constante, por eso brincamos al año
de 1849, cuando “ en la solicitud que hicieron los indí
genas de San Pedro Ixicán, San Miguel, Poncitlán y
Mezcala, pidiendo que se les completen los fundos le
gales de sus pueblos, recayó el siguiente decreto:
73
Tepic
III
Bandidos en la sierra
74
Simón Mariles, jefe de la policía de Tepic, NdA) que lo
perseguía” . (AHDN 3 de julio 1854).
En octubre de 1854 reportaron los militares que
la “ cuadrilla de salteadores asolaba el distrito. Que
maron la hacienda de Mojarras a 8 leguas de Tepic” .
El pueblo de Lozada, San Luis, tenía un viejo pleito con
tal hacienda. Preocupado, el general Pavón escribió,
desde Zacatecas, a la Defensa: “ Las grandes gavillas
que bajo la denominación de ladrones se están reunien
do en algunos puntos de Jalisco [...] no son sino revolu
cionarios que aguardan utn momento propicio para pro
clamar la Federación y trastornar el actual orden de
cosas. Esta sospecha se confirma al tener noticias de
que esas gavillas son capitaneadas por un Licenciado
Lozada” . ¡Licenciado Lozada! Cuánta imaginación pue
den tener los militares para explicar sus descalabros.
Lo cierto es que la revolución de Ayutla debilitaba al
gobierno y alentaba a las famosas gavillas, revolucio
narias o no.
El 2 de noviembre de 1854 la Comandancia gene
ral de Zacatecas informó sobre “ el importante núme
ro de ladrones que se encuentran extendidos entre la
sierra de Huajimi, Bolaños y Morones [...] En todo el
grueso que forman las diversas gavillas no se encuen
tra un hombre de influencia ni de representación que
las mueva, pero esto no persuade de que no lo haya ocul
tamente y que sus miras sean las de promover un tras
torno público. Las sierras de Alica y Tenzompan están
ocupadas por los bandidos” .
A partir de Tepic se intentó una ofensiva contra la
sierra de Alica, mientras “ por la influencia de los reli
giosos misioneros del Colegio de Guadalupe que sirven
las misiones del Nayarit he logrado contar con la coo
peración de los huicholes para la persecución de los
bandidos de Alica (sic)” . (AHDN. 26 de octubre, 2 de
noviembre, 24 y 28 de noviembre de 1854).
Otra campaña anunciada en abril de 1855 contra
los gavilleros de Tepic fracasó. El 1 de mayo, el subpre
75
fecto de Ahuacatlán, Ignacio López Ramírez pudo es
cribir al gobernador de Jalisco: “ Los anarquistas han
interrumpido el orden [...j frecuentes invasiones de la
drones que casi no han dejado población que no han
asaltado o intentado asaltar. Hace más de dos años
que se hayan establecidas en la sierra de Alica varias
gavillas de facinerosos que infestan este distrito man
dadas por el infame Manuel Lozada Se han fomen
tado muy considerablemente. Amenazan Ahuacatlán,
Istlán, Jala” . (AHJ). El pobre subprefecto terminaba
pidiendo auxilio, como todos los funcionarios que le ha
bían de suceder entre 1855 y 1860. Tenía toda la razón.
Manuel Lozada atacó y tomó Jala el 22 de mayo, derro
tando a los dragones de Ixtlán. Entre los pueblos de
esta subprefectura, el de Cacalutan aprovechaba la cir
cunstancia para mover su pleito con los criollos de Ix-
tlán. (Meyer, 1981 b)
La Comandancia general de Zacatecas denunció
en junio los “ espantosos crímenes que se cometen dia
riamente por aquella horda de bandoleros losadistas”
que tomaba El Teúl, Tlaltenango, Mezquital del Oro,
La Yesca. El 30 de julio Rufino Mejía fue ejecutado en
Guadalajara, condenado por el Consejo de Guerra. Na
tivo de Tequepespan, 45 años, casado, operario, era
“ uno de los principales ladrones que forman la gavi
lla de Manuel Lozada. Se le probó 24 robos con asalto,
3 asesinatos, porción de estupros y violencias en muje
res de todas clases y aún en niñas pequeñas, incendio
de la cárcel de Tequepespan, del archivo del juzgado...” .
(El Soldado de la Patria, 31 de julio de 1855)
Unos días después, la revolución de Ayutla triun
fó y las autoridades de Tepic se pronunciaron a su fa
vor el 25 de agosto. En septiembre se presentó una peti
ción de indulto a favor de Lozada, mientras que la Ba
rron and Forbes Ce compraba la hacienda de Mojarras,
cuyo casco había sido quemado por los lozadistas, o
lozadeños.
76
Los chicanes, los pronunciados de Tepic
y la guerra de castas
77
volución de Ayutla, entrado a Zapotlán el Grande en
compañía de Degollado y llegado hasta Tepic que aca
baba de dejar, porque el gobernador lo había comisio
nado para pacificar el cantón de La Barca.
78
“ dueños absolutos” , pero “ su ignorancia los obligó a
hacer un mal uso de esas leyes y celebraron ventas rui
nosas con la mayor celeridad de los pocos terrenos cu
ya posesión, quieta y pacífica tenían, quedándose so
lo con lo litigioso” . Ahora “ pretenden la devolución.
De esta manera, esa clase ha quedado hoy en la mise
ria; y en medio de su agitación, no solo desea recobrar
aquellos que justamente deben pertenecerles, sino que
desarrollan pretensiones muy exageradas y manifies
tan un odio implacable contra los propietarios, fundan
do la audacia y la osadía, con que lo hace ostensible a
nuestra sociedad en la liga que han podido formar más
de 40 pueblos de Jalisco, relacionado con otros de los
Estados circunvecinos” . (El Nacional, 22 de diciembre
de 1855)
Al infeliz de Vega no tardaron en acusarlo, por sus
buenas gestiones, de fomentar la agitación entre los in
dígenas de La Barca y de relacionarlos con los nayari-
tas. Tuvo que publicar en Guadalajara una airada
Vindicación que hace el C. Félix Vega de su honor ho
rriblemente ultrajado con pretesto de la insurrección de
indígenas y pronunciamiento de Tepic. (1855) Seguiría
de Jefe Político en La Barca, hasta 1858.
México se preocupó por el asunto y se le contestó
el 8 de enero de 1856 “ que se informará sobre el estado
que guarda la sublevación de los indígenas de La Bar
ca, para cuya pacificación se han tomado todas las me
didas posibles” . (Pedro Ogazón a Gobernación, A G N /
Gobernación) Como la agitación no cedía, el gobierno
del estado de Jalisco pasó el 27 de Febrero de 1856 la
circular nQ8 que era algo como una confesión de impo
tencia: “ Secretaría del gobierno del Estado de Jalisco.
—Circular.- Deseando el Excmo. señor gobernador evi
tar las violencias que se cometen, ya de parte de los in
dígenas que tumultuariamente se suelen apoderar de
terrenos que han estado en el dominio de las hacien
das, ya de los hacendados que, á mano armada y sin
considerar las consecuencias de su imprudente conduc
79
ta, invaden y acosan á los referidos indígenas, ha teni
do á bien declarar:
1QQue á los que se hallen en posesión de los terre
nos conforme á las leyes, es decir, por un tiempo que no
baje de un año y un día, los conservarán en su poder
hasta que los tribunales competentes declaren á quien
pertenezca la propiedad.
2- Que los indígenas ó los hacendados que sean
arbitrariamente interrumpidos de su posesión, pueden
usar de sus propios recursos para repeler con la fuer
za las agresiones injustas que se les hagan.
3Q Que las autoridades políticas no procederán
contra los usurpadores de terrenos ó despojadores de
su posesión, si no auxiliando á la autoridad judicial
competente, cuando haya fallado en el interdicto de
despojo interpuesto; y
4- Que se emplearán las armas del gobierno con
tra los perturbadores del orden público y de la tranqui
lidad de los pueblos, sean indígenas, hacendados ú otra
clase de vecinos, que á prétesto de recobrar sus propie
dades quebrantan las leyes establecidas. (3) (Colec
ción, III: 18-19)”
80
partiendo terrenos baldíos, terrenos municipales so
brantes, fundando nuevas poblaciones. (Colección,
III: 420-423)
En su Memoria correspondiente al año de 1857,
el Gobierno declararía, después de los acontecimien
tos: “ La mano del ejecutivo pudo por entonces obtener
la represión de mayores delitos de los que tuvieron lu
gar, castigando estos y reconquistando la tranquili
dad de las poblaciones; pero entendiendo siempre que
el remedio radical debería buscarse en la aplicación
de la justicia acordada a la cuestión por medio de pro
videncias pacíficas” (Colección III: 423). El gobierno
tomó así medidas contra los “ huizacheros” (Pérez Le-
te, XIV: 35-37, 31 de marzo 1856) y, el 19 de junio, des
tinó un abogado especial para la defensa de los dere
chos de “ los llamados indígenas” . Pero los pueblos no
quisieron esperar más. Habían perdido toda confian
za en la vía judicial. El 10 de mayo se manifestó “ un
plan otorgado por los indígenas de Zacoalco” . Para es
tas fechas el Consejo de Gobierno del Estado se encon
traba desbordado por los asuntos de terrenos de los in
dígenas. Unos pueblos pedían el reparto de sus tierras,
otros se oponían a dicho reparto; éstos reclamaban la
“ restitución” de sus terrenos “ usurpados” ; aquéllos
se encontraban bajo la acusación de conspiración; se
denunciaban “ conatos de rebeljón de Tizapán con
otros pueblos” . Toda la primavera está llena de estos
asuntos (Borrador de Actas del Emo. Consejo de Go
bierno, AHJ minutas G-1844-Guad/33 1844-1890). La
Secretaría del Consejo llenó sus cuadernos de minu
tas con el negocio. (ACJ 9 de abril de 1856 a 2 de enero
de 58)
Entonces sí se pudo hablar de “ síntomas de una
formal conflagración entre algunos pueblos de indíge
nas” . (AHJ-Gob-9-858 2 de enero de 1858 Secretaría del
Supremo Gobierno) Para desgracia del gobierno, esto
ocurría precisamente cuando la lucha de facciones des
garraba a los liberales y conducía a la renuncia de De
81
gollado, (junio) y a la lucha entre Angulo, Herrera y
Cairo y Parrodi. Vacío de poder cuando se necesitaba
un poder fuerte, lúcido y decidido.
En julio, mientras se peleaban los liberales, Ma
nuel Lozada encabezaba a los “ revoltosos de San Luis,
Jomulco, Tequepexpan, Santa María del Oro” . El Ti
gre de Alica andaba suelto otra vez. En agosto el go
bernador Anastasio Parrodi señaló “ la inseguridad en
que se encuentra la mayor parte de los caminos y po
blaciones del Estado” . (Pérez Lete, XIV:106)
El 30 de septiembre en el pueblo de San Cristóbal
se lanzaba la proclama que encabeza este trabajo. A
tantos síntomas, el gobierno contestó con otra proposi
ción judicial: la creación de un tribunal “ que exclusi
vamente se encargue de conocer los asuntos de los indí
genas, donde se les faciliten recursos de defensa para
hacer valer sus derechos y se les administre justicia sin
estipendio alguno. “ Tal séptimo juzgado de letras, es
tablecido en Guadalajara, resucitaba de manera anti
constitucional una venerable institución colonial, el
juzgado de indios, pero más allá de todo formalismo,
estaba condenado al fracaso. (Pérez LeteXIV:147-151)
Este decreto se firmó el 22 de octubre de 1856. En
el mismo mes los conservadores estaban en Puebla y
Tomás Mejía andaba levantado en Querétaro. Unas
semanas después, “ en fin de noviembre comenzó a es
tallar (la sublevación) en algunas poblaciones del de
partamento de Chapala y cantón de La Barca, deján
dose percibir inmediatamente de cuántas ramificacio
nes podía ser susceptible” . (Parrodi, 1857:33) Para es
ta fecha Lugardo Onofre había sido “ fusilado tiráni
ca y arbitrariamente” en Cocula por Rodrigo Acosta,
comandante militar del partido de Cocula.
Lugardo Onofre murió fusilado en Cocula el 29 de
septiembre. La proclama de los pueblos de San Cristó
bal y Zacoalco “ convocados” por Onofre tiene fecha
del 30 de septiembre. Según la prensa, la conspiración
tenía ramificaciones en Cocula, San Marcos y Santa
82
Anna Acatlán, con “ pretesto de religión y fueros pa
ra apoderarse de las tierras que tiempo há cuestionan
a las haciendas limítrofes” . (El País, 18 octubre 1856,
p. 4)
Llama la atención la presencia de Onofre en Co
cula, otro pueblo levantisco en el camino que lleva de
Zacoalco a Tepic, vía Etzatlán y la Magdalena. Con él,
fue arrestado Gil Pintor, que se titulaba gobernador de
Cocula y varios pueblos indígenas y que volvemos a en
contrar en documentos de 1858 y de 1861, tanto en el
Archivo Histórico de Jalisco como en el AGN.
La ejecución sumaria de Lugardo Onofre provocó
varias protestas y agravó los pleitos entre los libera
les: enemigos de Joaquín Angulo trataron de acusarlo
de ser responsable de esta medida ilegal. El director
del departamento de Cocula, Ignacio López Araiso,
contó que se oían “ rumores de alguna combinación re
volucionaria de indígenas” y que se observaban “ en
tradas y salidas de indígenas desconocidos” . Entonces
llegó Rodrigo Acosta en compañía de varios indígenas.
Al director del departamento se le hizo sospechoso el
tal Acosta y lo imaginó “ huyendo por los acontecimien
tos de Tepic” . Cuando pensaba arrestarlo, se le presen
tó como Comandante Militar del departamento, de in
cógnito, por ser encargado de descubrir una conspira
ción. Explicó haber ganado la confianza de los sedicio
sos, los indígenas sus compañeros de viaje. Eso pasó
el día 28 de septiembre y el levantamiento era previs
to para el día siguiente. Acosta tenía nombramientos
firmados por el gobernador Parrodi. Los dos hombres
decidieron arrestar a los sediciosos al día siguiente y
para asegurar la sorpresa, Acosta fue arrestado tam
bién. Onofre fue agarrado con los documentos de la
conspiración y Acosta tomó el mando militar. A dvir
tió luego que “ estábamos muy mal” y que muchos pue
blos se iban a levantar, por lo cual “ pudiera ser conve
niente quitar la vida a Lugardo Onofre para que se des
concertasen los planes de los indígenas cuando se vie-
83
ran sin su cabecilla” . Contra la voluntad del director,
Acosta fusiló sin más a Lugardo Onofre. Ulteriormen
te fue arrestado, juzgado por el tribunal militar y da
do de baja. (El País 25 de octubre, p. 1 y 3 de diciembre,
p. 1)
Después de lo de Cocula el gobierno se dejó sor
prender. Los informes semanales de octubre y noviem
bre caían en forma rutinaria: “ inalterable la tranqui
lidad pública” . Quizá se habían acostumbrado las au
toridades a los rumores; además no tenían tiempo de
ver lo que pasaba abajo. Arriba todo era tumulto: ten
tativas de golpe militar; problemas con Santiago Vi-
daurri; salida de Degollado por el enredo internacio
nal Barrón and Forbes; lucha de facciones entre He
rrera y Cairo, Angulo, Parrodi; bandolerismo en pleno
auge (saqueaban los bandidos Yahualica, Tapalpa, Ti
zapán, durante el verano). Hubo que esperar hasta el
2 de diciembre, es decir hasta la última hora, para que
Tomás Cisneros, director de Zacoalco, reportara “ ru
mores alarmantes sobre bandidos; para evitar reunio
nes estoy saliendo frecuentemente; el 29 de noviembre
eché mano del piquete de infantería de Sayula” . (El
País 10 de diciembre de 1856)
Las cosas se pusieron serias si vemos que el levan
tamiento movilizó Poncitlán, Santiago T., Zula, Atz-
catlán, Jamay, Mezcala, San Pedro Ichican, Santia
go, o sea los pueblos alrededor de Poncitlán, en la ribe
ra norte de la laguna de Chapala. Don José Ramírez
Flores recuerda que “ a los de San Pedro, les llamaban
los chicanes, rompían puertas con hachas. En Zacoal
co el 7 de diciembre mataron al niño Prisciliano Flores
Valencia en su propia casa; saquearon la población” .
(Nota manuscrita dada al autor en 1974) Parece que
en Cocula hubo también algún tumulto.
El mismo 7 de diciembre en el pueblo de Santa
Cruz unos 500 insurgentes derrotaron y mataron al
coronel Felipe Montenegro, veterano federalista y li
beral, quien era para esta fecha, jefe del presidio de
84
Mezcala. Su hermano José Guadalupe (1800-1885) era
comandante militar del Estado, después de haber sido
en varias ocasiones gobernador interino y vicegober
nador. (Munguía, 1980:31)
85
azuzaron el desorden iniciado entre los pueblos indí
genas, haciéndolo tomar grandes y alarmantes propor
ciones, pues se extendieron a diferentes lugares del 4Q
y 9Qcantón [...] Poncitlán, Santa Cruz, Ocotlán, To-
totlán, Zacoalco, Mazamitla y otra multitud de pueblos
que fueron víctimas de la saña cruel de famosos ban
doleros, que sobreponiéndose a la tenacidad fatal de
los indios, encabezaron sus tribus, los sometieron, y
todos unidos sacrificaron las poblaciones al incendio,
al asesinato y a todo género de licencia: el campo y las
haciendas sucumbieron a la devastación” . (Parrodi,
1857:33-34)
Derrotados el 13 de febrero de 1857 en Atoyac, cer
ca de Sayula, (El País, 18 de febrero de 1857) los 2 000
rebeldes se repusieron de una segunda dispersión (AHJ
-G-15-1857/GUA 252). El gobierno seguía paralizado:
la asonada de la facción liberal en Tepic, el 28 de di
ciembre de 1856, calificada de “ escandaloso motín”
por el gobernador, había acorralado la facción conser
vadora, quien llamó a Manuel Lozada. La sola noticia
de que se acercaba el Tigre bastó para dispersar a los
levantados (AHDN). En el mismo momento ocurrió
“ la invasión del general Blancarte sobre el territorio
del Estado, a la que el escándalo de Tepic sirvió de ves
tíbulo, para facilitar el acceso a mayores y más adelan
tadas pretensiones” . (Parrodi, 1857:34) Este singular
personaje había bajado desde la California con su tro
pa, aumentada en Tepic, para acampar en Zapopan y
mantener en jaque al gobierno, sitiado en Guadalaja
ra.
Hubo que esperar hasta el fin de la campaña de
San Luis y el regreso de Parrodi, el 2 de marzo, para
que se disipara la amenaza golpista de Blancarte y que
se pasara a la contraofensiva. Mientras tanto, los re
beldes habían cobrado energía: el 3 de febrero de 1857
asaltaron Zacoalco y mataron a Julio Michel, director
del Departamento. (Pérez Lete XIV:254) Atacaron tam
bién Jocotepec, Ocotlán, Tototlán, Mazamitla,Tuxcue-
86
ca,Tizapán y muchas haciendas (Reina 1980: 145). A
tal grado que Jesús Camarena, presidente del Emo.
Consejo, lanzó una proclama a los habitantes, desde
Guadalajara en estado de sitio:
“ El Estado sufre la guerra devastadora de los in
dígenas. De algunos meses a esta parte, muchos de
nuestros campos están talados, las propiedades y las
vidas de los habitantes del campo y de los pueblos de
algunas de nuestras comarcas, sufren los horrores de
esa sublevación que desde sus principios se ha presen
tado con un carácter salvaje y feroz [... ]. Los estragos
que está causando la guerra de los indígenas y cuando
muchos abandonan sus hogares dejando desiertos
puntos que habían sido centros considerables de pobla
ción [ ... ].
Mucho conoce el Gobierno la enormidad y lo pro
fundo del mal, y nadie siente un dolor más grande que
los que en esta época infortunada han tenido la des
gracia de estar escuchando continuas quejas y los gri
tos de tantas víctimas que piden socorro, sin contar
con los medios para libertarlas de los males que su
fren” . (Pérez Lete XIV: 214-227)
El gobierno no sacó de Guadalajara las tropas de
las cuales disponía porque Blancarte estaba a las puer
tas. ¿Le importaba más Blancarte que los indígenas
sublevados? Vale la pena plantear la pregunta.
No todos los pueblos de la comarca andaban en
armas, ni tcdos los hombres en los pueblos rebeldes.
Las poblaciones importantes, como Zacoalco, La
Barca y Ocotlán resistieron al levantamiento. Así “ los
indígenas han sufrido varios descalabros de las pobla
ciones a que han caído. Tototlán les dio una dura lec
ción” , (El País, 31 de enero de 1857) tan dura que el año
siguiente el alcalde y los vecinos de Tototlán pidieron
ayuda contra los indígenas de las inmediaciones que
“ nos tienen odio mortal porque estuvimos contra ellos
en 1856” . (AHJ Gob-9-858/Toto) Zacoalco no participa
en el movimiento y sus habitantes resisten dos asal
87
tos, si bien algunos hombres del barrio indígena pu
dieron haberse unido a los levantados.
Es difícil juzgar de lo que valen las “ actas de obe
diencia y sumisión” en épocas de guerra civil. Existen
las de los pueblos de Santa Cruz el Grande, de Techis-
titán, los dos del municipio de Poncitlán; las de San
Pedro Poncitlán y de San Pedro Itzicán (el epicentro
de la rebelión), dicen más o menos así: “ el común de
indígenas, bajo la presidencia del director político del
departamento de Chapala fuimos requeridos a levan
tar acta de obediencia al presidente Comonfort” . (El
País 24 y 27 diciembre 1856) Si se duda del valor de ta
les protestas, el documento siguiente es más interesan
te. Una comisión de Tizapán el Alto va a Guadalajara
en enero de 1857, o sea cuando el Gobierno está en su
peor momento; su alcalde la recomienda en estos térmi
nos: la gente de Tizapán el Alto es trabajadora, muy po
bre, nada supersticiosa y además se ha negado a unirse
a los levantados, ha seguido fiel a las autoridades. Aho
ra viene a quejarse de las haciendas San Francisco
Javier y Santa Anna. El alcalde suplica que el Gobier
no conteste cuanto antes, a favor de la restitución so
licitada o en contra (en este caso sus administrados le
han prometido desistir). Pero sin dilación ninguna, “ de
ese modo nos evitará ese Supremo Gobierno ser em-
bueltos en una guerra de castas que circunda y nos pa
rece imposible de resistir” . (AHJ Gobemación-9-857/
Tiza. Alto) No todos son rebeldes, pues, pero todos po
drían llegar a serlo.
88
de armas y caballos y quedar responsables con sus per
sonas a los juicios que les sean demandados por la mis
ma justicia” . (Reina, 1980:146) El 6 de marzo el coro
nel José Calderón acordó el indulto a los rebeldes de
Atotonilquillo, entre ellos el cabecilla Prudencio López.
El poder civil protestó contra estos indultos que con
sideró una invasión a su gobierno por parte de los mili
tares. (El País, 25 de marzo de 1857, pp. 2, 3, 4)
El 9 de marzo, Juan N. Rocha dispersó a 200 in
dígenas en Ciruelos, luego entró a Zacoalco que encon
tró en un estado lamentable1 y acéfalo. Luego se pa
só a Jocotepec, mientras José Calderón marchaba des
de Poncitlán sobre San Pedro Itzicán. No encontró a
nadie, pero recuperó ganado, caballos, maíz y frijol.
Unos 300 rebeldes habían huido hacia el sur.
Para controlar sus movimientos Juan N. Rocha
marchó hacia Mazamitla, haciendo un movimiento
envolvente desde Tamazula. El 14 había recibido una
carta de los indígenas de Mazamitla denunciando la
llegada de Mateo Díaz, el líder de los chicanes, con 500
de diversos pueblos, todos a su mando. Díaz los había
invitado a salir con él hacia Tuxpan, pero se habían
negado por lo cual tenían miedo y escribían a Rocha:
“ Esperamos con ansia su llegada” .
Rocha alcanzó a unos rebeldes cerca de Teocuita-
tlán, devolvió la caballada a sus dueños legítimos y de
jó destacamento en este lugar estratégico para cubrir
Zacoalco, Tizapán y la Sierra.
El 20 de marzo Rocha, se presentó en Mazamitla y
después de una breve escaramuza los rebeldes se dis
persaron. Tuvieron 13 muertos, 49 presos y perdieron
sus archivos en lo que resultó ser más que una campa
ña, un paseo militar sin grande batalla. Rocha apun-1
89
tó en su informe que los fugitivos querían refugiarse
en Guerrero para pedir la intervención a su favor de
Juan Alvarez. Rocha señaló la valiosa ayuda de los
200 voluntarios “ patriotas” , vecinos de Zapotiltic,
Tamazula y de las rancherías del Tigre, Manzanilla,
etc.
Como resultado del alcance de Mazamitla, el 26 de
marzo Rocha había dado ya 170 indultos y se le seguía
presentando una multitud de arrepentidos {El País 1-
de abril de 1857, p. 3). A los cabecillas se decidió depor
tarlos a la Baja California, “ aplicándoles la gracia de
indulto sin perjuicio de tercero conforme a la ley” . (Pa
rrodi, 1857:36) No sé si fueron efectivamente remitidos
a la California. Antes de un mes había quedado total
mente pacificado el cantón de La Barca y el temible
pueblos de los chicanes, aunque el problema social se
guía entero.
El teniente coronel D. Luis Tenorio, jefe de la se
gunda sección de operaciones sobre los indígenas insu
rrectos, en oficio sin fecha dice al Excmo. Sr. Coman
dante general desde Poncitlán:
90
pensable porque aum entaría la m a sa de los hom bres que deben
form ar la fuerza físic a y m oral, única m u ra lla donde pueden
estrellarse los esfuerzos de aquellos perpetuos bandidos, que
con el título de un m ovim iento revolucionario s&echan sobre
los intereses, talan los cam pos, y en su sa ñ a propia de su depra
vado espíritu cometen crímenes atroces.
Si cabe alguna esperanza de que á la fuerza arm ada le sea
d able h a sta s a lv a r los in con v en ien tes que se p a lp an con su
falta en las poblaciones, creo es algo remoto, pues la ambición
de esta ha term inado al desbaratar las m a sa s de insurrectos,
aprehendiendo á aquellos cabecillas principales y remitiéndo
los al G obiern o Superior del E sta d o para su ca stig o . A h o ra
debía empezar á consolidarse el propietario, form ando una liga
con los dem ás para precaverse de otro golpe, para sofocaren su
cu n a c u a le s q u ie r a otro m o tín ; y por ú ltim o , p a ra c o n ten er
ínterin eran auxiliados, cualquiera otra invasión como la p asa
da. Si no se hace el ánim o, si los intereses quedan para fom en
tar la s insu rreccion es, es probable que el Suprem o G obiern o
que h a hecho un grande esfuerzo para sofocar la insurrección,
pierda su trabajo y vea con'dolor un gran pedazo de tierra todo
cultivado y favorecido por un río caudaloso y una laguna entre
gado al pillage. Quizá parezca exageración, E xcm o. Sr., pero
no cabe duda que al encontrarse en el preciso caso de reponer
las autoridades, se tiene que echar m ano de los m ism os indivi
duos que tom a ro n a lg u n a parte en la p a sa d a insu rrección ,
careciendo de los precisos conocim ientos para desem peñar su
encargado. D em asiado delicado es por cierto, para que presten
garantías.
T odavía aún se puede hacer valer la falta de consum o, y la
miseria de la clase menesterosa que está ligada con las perso
n as a co m o d a d a s, pues de ellas reciben el lucro de su trab ajo.
E sta s gen tes verd ad era m en te h a b itu a d a s a g a n a r su jorn a l
para m antenerse, en el instante que vean que no tienen ocupa
ción y que sus fam ilias perecen, salen de la población á buscar
am paro en otras partes, y si por desgracia son chasqueados en
su propósito, entonces indudablem ente se entregan al robo.
A l fijar la atención en todos esos pormenores, m e he encon
trado que uno que otro de aquellos insurrectos que aun perm a
necen vagando por los cerros, no se vienen a su pueblo temien
do que y a radicados, vuelvan los vecinos y entonces tengan que
sufrir una doble persecución. Tales temores serían evitados y
91
aun rem ed ia d os, existien d o lo con trario. T o d o s esto s puntos
débilm en te d em o stra d o s, ten go el h on or de som eterlos á la
ilu stració n de V . E . p ara que bien d esa rrollad o s se puedan
poner en conocim iento de los interesados, haber si influyen en
su á n im o y los decida á v olv er. (E l P a ís, 6 de m a y o 8 57. p. 2)
92
za con él? ¿La manipulación de Lozada por los conser
vadores? Diez años más tarde, Lozada dio una contes
tación para el historiador del siglo XX:
E s verdad que para dar este paso se m e consultó mi parecer pe
ro com o entonces no tenía yo n ingún conocim iento de los nego
cios públicos, sólo pude considerar la cuestión política que se
ven tilaba bajo el aspecto religioso y en consecuencia no vaci
lé ni un m om ento en inclinar el ánim o de los pueblos a favor de
los principios conservadores que, desde luego, adopté como
m i credo político; quedando al m ism o tiempo, nom brado y reco
nocido Jefe de estas fuerzas, con el carácter de “ A u xiliares del
Ejército” . (I de septiembre de 1867)
93
la vía legal para resolver las cuestiones de terrenos;
tesis del complot: los enemigos del orden mangonean
a los “ desgraciados” .
Parrodi presenta así la cuestión agraria: antes de
que los conservadores o los clericales hayan podido
utilizar a los indígenas como carne de cañón, los tinte
rillos, huizacheros y otros especuladores al estilo délos
abogados espléndidamente retratados por Manuel
Payno en Los Bandidos del Río Frío, habían logrado
“ crear en el ánimo de los naturales la convicción de
que bajo todos los aspectos se hallan amparados por la
justicia. Su ignorancia ha bastado para llegarse a per
suadir de que los privilegios que las leyes les han acor
dado, alcanzan hasta poder recobrar los terrenos que
han enagenado por su propia voluntad: la malicia de
una multitud de miserables especuladores que se han
ejercitado sobre esta fácil disposición de la clase indí
gena para admitir los más graves absurdos, ha sido el
estímulo que les ha hecho entender que todo se les de
be; y aún no dudan que las legítimas posesiones de los
propietarios les pertenecen, porque hasta ese extremo
ha llegado la osadía de aquellos que sin calcular las
consecuencias se han propuesto especular a expensas
de tan craso error.
94
cia de los indígenas o a la malicia de sus directores” .
(Colección III: 423-424 y AHJ-Gob.-9-858, borrador del
2 de enero 1858)
Otra vez se manifiesta la actitud filantrópica ha
cia los ignorantes y la denuncia contra los manipulado
res. Si reconoce Parrodi que han podido presentarse
“ abusos cometidos por algunos de los propietarios” ,
no admite las “ exageraciones con que genios díscolos
e interesados han exaltado la imaginación de esa cla
se, de cuya ignorancia han abusado sin piedad” y de
nuncia su “ deseo de posesionarse de los terrenos que
suponen usurpados por los propietarios” (Parrodi,
1857, 33). Confiesa que los sabios legisladores que des
de el decreto número 2 de 1825 han buscado la felicidad
de los indígenas “ erraron su intento [...] teniendo así
lugar la razón contraria de la protección que se ha que
rido dispensar a la clase indígena...” . (Parrodi, 1857:
33)
El gobernador Parrodi, el general Juan N. Rocha,
encargado de todas las campañas contra los indíge
nas, el periodista Epitacio de los Ríos coinciden en esa
actitud de disculpar a los indígenas diciendo que son
irresponsables como niños y de acusar a los enemigos
del orden, entes misteriosos nunca designados de ma
nera explícita. El general argumenta; “ Estoy conven
cido hasta la evidencia de que sus errores no dimanan
de ellos mismos, sino de algunos infames que los diri
gen y los han seducido abusando de su ignorancia y
credulidad y mucho más cuando la opresión en que vi
ven los indígenas los han hecho dejarse engañar, pues
jamás se les ministra justicia ni se les atiende a esta
clase infeliz y menesterosa” . (Reina, 1980: 146)
Epitacio J. de los Ríos, editor del periódico oficial
de Jalisco, publicó “ la Cuestión de los Indígenas” :
H ace algún tiem po que nuestra clase indígena oprimida de una
m an era cruel e inju sta por algunos propietarios, se quejó, con
razón, al Gobierno, a fin de que les fuesen devueltas sus tierras,
actualm ente ocupadas por aquéllos. El gobierno acogió con
95
benignidad dichos reclam os y dictó algu n as providencias que,
si no produjeron todos los resultados que se esperaban de ellas,
sirvieron al m enos para contener en los lím ites de la pruden
cia y del orden aquellas quejas que presentaban y a algunos
síntom as alarm antes.
Pero com o desgraciadam ente, entre nosotros los m á s sen
cillos asuntos son llevados h asta los extrem os, exagerándolos
de una m an era escan dalosa, y los eternos enem igos del progre
so no desperdician n in gu n a oportunidad para lograr sus in fa
m es proyectos, sugirieron a algunos de sus adeptos aprovechar
se del descontento de la clase indígena, para dar un carácter
de legalidad a sus m ezquinas pretensiones. Sus esperanzas se
realizaron en parte: algunos pueblos se levantaron contra el
Gobierno, y al grito de Religión y Tierras (risible parodia de R e
ligión y F u eros) com etieron m il a te n ta d o s. (E lP a ís, 27 de di
ciembre de 1856, p.3)
96
teniente los pueblos para vigilar a los indígenas y “ ad-
monestarlos a que vivan sujetos a las leyes, conducién
dose en dichos pueblos con la mayor dulzura y pruden
cia a fin de que estos vengan a conocer que tienen un
gobierno verdaderamente paternal” . (AHJ-G-15-857,
GUA/118 febrero de 1857)
De la misma manera que los padres se desilusio
nan de los hijos, el gobierno se molestó con estos hiji-
tos tercos, ignorantes y rebeldes: los héroes de 1810-
1816, los patriotas insurgentes de Zacoalco y San Pe
dro Xicán se transforman en “ reaccionarios” , en “ ban
didos” y, en el mejor de los casos, en irresponsables ma
nipulados. Se está descubriendo que, como dice Luis
González, el indio bueno es el indio histórico sobre el
cual se puede cimentar la patria; Cuauhtémoc y el Pi
pila; de ninguna manera el “ indio” contemporáneo en
el cual no puede confiar la sociedad moderna.
97
había que pensar del uso de la palabra “ indígenas” .
Además no se puede aceptar la ilusión de la unanimi
dad ¿todos los pueblos unidos, todos los habitantes uni
dos en cada pueblo, para pelear la “ restitución” de los
terrenos usurpados? “ Restitución” tal es la palabra
clave, prometida a un gran futuro en el siglo XX con el
empeño de los zapatistas. Dejamos el tema de la resti-
tución/devolución para insistir sobre las divisiones
entre los dizque indígenas. Se tocó el tema al dudar de
la validez de las protestas de sumisión y lealtad para
con el presidente Comonfort (interesante personali
zación del poder: Comonfort como el Rey de antaño).
En un documento, el pueblo de Mezcala recuerda que
está peleado con el de San Pedro (Itzicán, Chicán).
¿Qué pasó? ¿Cuándo se acabó la fraternidad de los
compañeros de la guerra chapálica? El mismo docu
mento da la lista nominal de los que no tomaron par
te en la rebelión, gente de Mezcala, de Tecualtitán, de
San Miguel y de los ranchos. (AHJ-g-9-860) Recuerdo
haber encontrado listas semejantes para Mazamitla.
La victoria puede ser una derrota cuando lanza a
los pueblos unos contra otros. Tan pronto como vencie
ron a la hacienda de Gachos (San Pedro Mártir), destru
yeron su casco, arrasaron sus cercas y consumieron
sus frutos los de Santiago Totolimixpa, Poncitlán y
Santa Cruz el Grande. Acusaban al hacendado de nun
ca haberles pagado terrenos que les había comprado
después de 1825. Luego, al día siguiente, todos esos pue
blos empezaron a disputarse entre sí esos terrenos por
medio de las armas, como límite de sus comunidades.
(Reina, 1980:152)
Pueblos enemistados, pueblos divididos, pueblos
en vías de una modernización que no deja lugar a las
solidaridades tradicionales. Los más adelantados en
este proceso ya no se mueven: vean el caso de Zacoal-
co. De gente de Zacoalco es el único manifiesto que te
nemos hasta la fecha de la rebelión de 1855-1857; sin
embargo Zacoalco no dio contingente de guerra. Nés-
98
tor Rojas, indio principal del cual no permite el docu
mento decir si es de Zacoalco o de Tecolotlán, rechazó
la “ invitación que me hace Ud. para levantar a todos
los indígenas de este lugar y sostener con ellos la revo
lución de los enemigos del pueblo, no me parece ni jus
ta ni conveniente” . (El País 28 de enero de 1857) La
carta de Néstor Rojas es del 10 de enero. Néstor Rojas
siguió durante años bajo la vigilancia délas autorida
des que lo molestaron en varias ocasiones; en 1869 fue
acusado de complot con los lozadistas.
Cuando el gobierno anunció una amnistía en la
circular del 24 de enero de 1857, comunidades y parti
culares presentaron actas de subordinación; así los
indígenas de Jamay manifiestan que “ han venido to
dos los comuneros luego de haber terminado la revo
lución y concesión de armisticia y peticiones de los in
dios al aceptar la amnistía” . Ciertamente no se pre
sentan cabizbajos; piden, exigen que la amnistía sea
para todos, que la comunidad no pague indemnización,
que no se le presente ninguna demanda de ningún ha
cendado por daños sufridos durante la revolución y
que se les de posesión de sus terrenos. El mismo día, en
los mismos términos, se presenta la comunidad de Zu
la. (AHJ-Gob-9-857) Esas comunidades no renuncian
a su lucha ni rebajan sus pretensiones, pero no se pue
de hablar de una liga, de un frente unido. Cada quién
busca su camino.
Si es cierto que para las fuerzas del orden se tra
tó de “ una guerra más difícil (que la guerra contra los
ejércitos conservadores) en virtud de que los indios no
presentan acción alguna: es necesario una guerra de
astucias” . (El País, 21 de enero de 1857, p.3) Las divi
siones entre las comunidades y su egoísmo parroquial
permitió batirlas por separado.
Los pueblos combatientes son los más chicos, los
más tradicionales. Por eso San Pedro Itzicán sigue tan
enardecido; para los chicanes, 1856 no está lejos de
100
1811, mientras que para la gente de Zacoalco hay un
abismo entre las dos fechas.
Imposible ser más preciso, más afirmativo, mien
tras no tengamos estudios concretos; no se sabe con
seguridad cuántos se levantaron. Se menciona que
1 000 atacaron Zacoalco en febrero de 1857, que 2 000
merodeaban sus alrededores en diciembre. Pero se ig
nora cuánta gente salió de cuántos pueblos y de cuá
les pueblos. Una liga de 40 pueblos “ de Jalisco y de los
estados circunvecinos (Guanajuato y Michoacán, creo
yo), escribe el coronel Félix Vega. Pero ¿cuáles a cien
cia cierta? Estos 2 000 combatientes ¿eran homogé
neos? ¿todos campesinos? ¿todos comuneros? ¿de los
pueblos? ¿de las rancherías? Tenemos pocas cifras.
¿Cómo creer que de San Pedro Itzicán hayan saltado
500 combatientes, o 300 según otra fuente, si en 1843 el
pueblo no pasaba de 182 moradores?*
101
Lo único seguro es que formaron una minoría deci
dida y violenta que, en ese tiempo, tuvo oportunidad de
escribir la historia. Aprovechar la oportunidad implica
algo de oportunismo. Llama la atención la protesta
repetida de Lugardo Onofre o de su escribano a favor de
la causa liberal, del sistem a federativo, del plan de
Ayutla. ¿Era sincero o trataba de congraciarse a las
autoridades, lavándose tanto de las acusaciones de
fomentar la guerra de castas como de las de trabajar
para los enemigos del gobierno?
Según el periódico oficial, el general aventurero
Blancarte había invitado a los indios levantados a reu
nirse con él, quien desde Zapopan, sitiaba Guadalaja
ra. Dichos indios habían mandado su carta al gobier
no y prometido no unirse con “ ese general cuyo nom
bre les es odioso” . {El País, 25 de febrero de 1857) Si el
periódico dice la verdad se puede interpretar la conduc
ta de los rebeldes de diversas maneras. Acaban de su
frir dos descalabros bastante serios en el llano del Ta-
camo, cerca de Atoyac y luego por el rumbo de Teocui-
tatlán; sabían que el general Parrodi había derrotado
a Osollo el 7 de enero en San Luis Potosí y que no tarda
ría en llegar a Guadalajara con mucha tropa. No tenía
sentido aliarse con Blancarte; era demasiado tarde.
Lozada manifestaría el mismo oportunismo. Fal
ta el documento decisivo, pero se rumora mucho que
trabajó con los revolucionarios en 1854-1855 y, más
adelante, son famosos sus cambios de bando.
102
rras” . Grito muy bonito. Por cierto, ¿qué seguridad te
nemos de que se haya gritado alguna vez? No importa,
lo oyó el gobierno y encontró así la clave: la Iglesia de
samortizada lanza a las comunidades desamortizadas
contra el gobierno, para gusto de los conservadores.
Suena lógico, pero es hacer poco caso del calendario y
olvidar que la desamortización de los pueblos en Jalis
co se está dando en serio desde fines del siglo XVIII, sin
que se note ninguna operación importante afectando
a las comunidades en 1856. El plan de Zacoalco es del
30 de septiembre y no dice una palabra sobre la ley Ler
do de 25 de junio...
El enfrentamiento con la Iglesia no hace más que
atizar una lumbre prendida en 1855. Manuel Lozada lo
explica muy bien en su texto de 1867. Elementos exter
nos a este enfrentamiento, y elementos decisivos son
el peso de la historia y el vacío de poder del momento.
La memoria de los agravios y la memoria del heroísmo
de los antepasados, doble memoria manifestada en el
plan de Zacoalco y San Cristóbal, justifica la lucha,
alienta la esperanza del recurso a las armas. Es inútil
alargarse sobre el vacío de poder. En 1854-1855 la pro
pagación de la revolución de Ayutla significa el de
rrumbe del Estado; los pueblos pueden movilizarse, las
sierras se pueblan de guerrillas y de gavillas. Antonio
Rojas y Manuel Lozada son bandidos y guerrilleros.
Antonio Rojas ayudó a Degollado en la región de Sa-
yula. En el verano de 1856, a la crisis política nacional
se añade la crisis política de Jalisco.
Mientras disputan los liberales —y falta poco pa
ra el enfrentamiento en batalla campal— los pueblos,
ciertamente mal impresionados por el conflicto entre
el obispo Pedro Espinosa y el gobierno, conflicto sobre
el cual sus curas los mantienen informados, los pueblos
llegan a formalizar el levantamiento.
103
¿Y la guerra de castas?
No es justo hablar de guerra de castas; esta palabra
se utilizó en aquel entonces como un argumento ideo
lógico para combatir al adversario; se usó sin ningún
maquiavelismo, con miedo sincero. En realidad “ gue
rra de castas” significaba “ anarquismo” , levanta
miento de la plebe. Prueba negativa de que no se trata
ba de una verdadera guerra de castas es que no cundió
el pánico, no se buscó la “ unión sagrada” contra los
“ indígenas” . En un manifiesto a los habitantes de Ja
lisco, Jesús Camarena explicó claramente que era más
importante para el gobierno derrotar al general Blan
carte que combatir a los rebeldes indígenas. La misma
valoración política explica quizá el silencio notable
de Luis Pérez Verdía en su Historia de Jalisco, sobre
la rebelión indígena del cantón de La Barca; silencio
tanto más notable si se sabe que este ilustre historia
dor había cantado las hazañas de los mismos indíge
nas, los levantados de 1811-1816, no rebeldes entonces,
sino patriotas.
104
da, eso sí, el recuerdo de sus levantamientos pasados,
como una pesadilla para las autoridades. En 1869 se
ordena investigar las supuestas ramificaciones de una
conspiración urdida desde Tepic por Lozada. No se en
cuentra nada, desde luego. (G-9-869 JAL/55) En 1873,
cuando Lozada llega a las puertas de Guadalajara, se
manifiesta el temor de que, al caer la ciudad, se reu
niría enseguida con los indígenas de la laguna de Cha-
pala, para luego levantar a los de Zapotlán el Grande
y marchar sobre México con un ejército de más de 100 000
indígenas... (Meyer, 1969)
Si no volvieron a la rebelión general, tardaron mu
cho en tranquilizarse definitivamente. El teniente coro
nel Luis Tenorio, comandante militar de La Barca, qui
so pedir a los hacendados que no extorsionaran “ por
los intereses que perdieron en la pasada sublevación” .
La comandancia general de Jalisco consultó con la Se
cretaría de Guerra. El 18 de junio de 1857, el ministro
Terán contestó que “ el Supremo Gobierno no puede evi
tar las reclamaciones, con perjuicio de tercero, a con
secuencia de los males que por la guerra de los indios
sufrieron los propietarios. Esperándose tanto de la in
fluencia de V. E. como de la prudencia délos mismos
propietarios que éstos no den lugar con sus exigencias
a nuevos conflictos” . (AHJ-G-9-857 LAB/3568)
El día primero de septiembre de 1857, el jefe polí
tico de La Barca, Félix Vega, pidió instrucciones sobre
los terrenos que pertenecían a la hacienda San Andrés,
de Pedro Castellanos, invadidos por los indígenas. El
gobierno le contestó que no le mandaría los 100 hom
bres de infantería que pedía para desalojar a los inva
sores; que se había tenido una larga conferencia con
todos y que se les pudo convencer de seguir el camino
legal. El pobre jefe político tuvo que “ dar posesión (al
hacendado) sin aparato de fuerza” . (AHJ Gob-9-857/
Jamay)
En agosto y septiembre de 1857 se informó sobre
reuniones de hombres armados de Santiago; los mis
105
mos indígenas de Santiago, Santa Cruz y Poncitlán
se quejaron en diciembre de “ persecuciones, perjuicios
y vejaciones que les causan varios vecinos de dichos
pueblos” . (AHJ Gob-857 borradores)
En febrero y marzo de 1858, indígenas de Zacoal
co, Poncitlán, San Juan de Ocotán y Santiago de Jo-
cotán pidieron comisión de apeo según el decreto del
4 de febrero y “ la devolución de terrenos usurpados por
colindantes” . Félix Vega, jefe político de La Barca, in
sistió que “ sería muy conveniente tener su atención
ocupada con los asuntos que tienen pendientes ya rela
cionados, amortiguando con ésto sus sentimientos se
diciosos que si se desarrollaran podrían traer graves
trascendencias al Estado que tanto necesita hoy de la
paz” . (AHJ Gob-9-858, 6 de marzo) El gobierno con
testó que, por falta de dinero, no podía nombrar una
comisión de apeo y deslinde para cada pueblo. En ene
ro y febrero de 1858 se alarmaron las autoridades lo
cales con la noticia de que Mateo Díaz se encontraba
con 300 indios de San Pedro Itzicán, que Jamay, Zu
la, Aguatán, Santiaguito y Otatán se levantaban. Na
da se verificó (AHJ G-9-858) pero se sorprendió a unos
20 hombres de San Miguel, San Sebastián, Santiago
y Ascatlán en una reunión nocturna (AHJ-G-9-858).
Para esta fecha pululaban las gavillas de ladrones y
era muy difícil saber quién era quién. Rumores, rumo
res: “ Aunque no se han quitado la máscara completa
mente, los pueblos de indígenas se traman muy formal
mente y de un día a otro deberá estallar, pues en mi
concepto sólo aguardan tener el apoyo necesario en
alguna de las gavillas de los constitucionalistas” es
cribirá el 19 de mayo de 1858 Ignacio Rosas, en La Bar
ca. (AHJ G-858)
Cambian los partidos en el poder, no cambia la si
tuación.
Si los pueblos renuncian a la lucha armada, su de
sintegración da auge al bandolerismo o a la guerrilla
concebida como modo de ganarse la vida. Antonio Ro
106
jas “ el hachero” , tremendo bandolero y gran chinaco,
asegura que no se trata de dos etapas de su vida; sí es
cierto que fue bandolero primero que chinaco, nunca
renunció al saqueo y a las atrocidades. Ni modo, decía
el bueno de Santos Degollado, no podemos prescindir
de su fuerza guerrillera. Antonio Rojas, pues, nació
en el rancho del Buey (Tepatitlán), según nos cuenta
don José Ramírez Flores y, como muchos alteños, se
volvió abajeño y propietario por el rumbo de Techalu-
ta. Se dice que compró bienes desamortizados (el ran
cho la haciendita de San Diego, de un cura de Colima)
y que esto estimuló su vocación de matacuras. Lo que
nos importa es que en sus hazañas bandoleras y china
cas arrastró mucha de la gente que quedó flotando des
pués de la rebelión indígena; hombres jóvenes, sin ho
gar y sin posibilidad de fundarlo, de Atotonilco a Sa-
yula y de Zacoalco a La Palma engrosaron la tropa de
los hacheros, pintados por Mariano Azuela en Los pre
cursores. Esta tradición oral, recogida por don José
Ramírez Flores y por Luis González, se confirma con
un documento de 1858. Los vecinos de Tototlán piden
a Santos Degollado que “ las fuerzas de los indígenas
de las inmediaciones incorporadas al ejército federal
no toquen esta población” . (AHJ Gob. 9-858/Toto)
Como lo anotó Andrés Molina Enriquez:
107
terosas que supo despertar la confianza de los misera
bles y mendigos, mencionó el 11 d*e agosto de 1866 la
lista de los pueblos que tenían negocios de terrenos
pendientes: San Juan Jocumatlán, Chapala, Santa
Cruz de la Soledad, San Miguel y San Pedro Itzicán,
Santa Cruz la Grande, Jamay, Santiago, Zula, Santia
go de Ocotán, San Juan de Ocotán, San Sebastián de
los Granados, Ajijic, Poncitlán, Zapotlán del Rey, Ayo,
Atotonilco,...
Para La Barca la guerra había terminado; para
Tepic apenas ésta empezaba e iba para largo. A los de
La Barca se les concedió la amnistía que se les había
negado a los de la Sierra de Alica. Se entiende al go
bierno; los de Alica eran mucho más peligrosos. El go
bierno ha de haber sopesado, comparado la debilidad
de los “ indígenas y campesinos” de La Barca y la fuer
za de los “ indios serranos” del Nayar. Hay una diferen
cia de ritmo histórico. Los primeros son modernizados,
los segundos siguen bárbaros; después de todo, la pa
cificación del Gran Nayar es de 1722, nada más. En
1857 se separan los destinos de estas dos “ razas” , pa
ra hablar como sus contemporáneos.
108
Bibliografía
109
ponencia presentada en el 1er. Encuentro de Investiga
ción Jalisciense, Guadalajara, agosto de 1981, ms. 61 p.
V A N YO U N G , Eric. Hacienda and market in 18th century Mé
xico; the rural economy of the Guadalajara region. Uni
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V A N YO U N G , Eric. Moving towards revolt: agrarian origins
of the Hidalgo rebellion in the Guadalajara region, ms.
abril 1982 ponencia a la SSCR conference on peasant
rebellions, New York 41 p.
110
LA DESAMORTIZACION DE
LAS COMUNIDADES EN JALISCO
112
cal, responsable colectivamente, como cualquier co
munidad campesina de España, Francia o Rusia. En
el siglo XVIII, el crecimiento demográfico, la presión
más fuerte sobre la tierra dio como resultado un alza
de su valor y de la renta y la multiplicación de los plei
tos también. La comunidad indígena tuvo que litigar
sin descanso, como lo muestra para la Nueva Galicia,
Ramón Serrera en su hermosa Guadalajara Ganadera.
(1977)
La comunidad se cuarteó por presiones externas
e internas cuando la fisiocracia infiltraba el Estado
borbónico. El absolutismo patrimonial, herencia de
los Habsburgo, iba ya en retirada frente al despotismo
ilustrado de los Borbón.
Los fisiócratas abogaban a favor de la desamorti
zación general de todas las manos muertas; mayoraz
gos, bienes de la Iglesia, de los ayuntamientos, de los
pueblos y otras comunidades, indígenas o no. Recono
cían en la desamortización de los bienes de la Iglesia
una dimensión política y diplomática, pero señalaban
que para las otras corporaciones no había obstáculo
en el camino de la legislación real. La fisiocracia ins
piraba a un Olavide o a un Jovellanos; inspiraba tam
bién a Revillagigedo, Abad y Queipo, Fray Antonio de
San Miguel o Ruiz de Cabañas. En 1790 el virrey deplo
ró: “ la agricultura es un ramo estancado en manos
muertas y en pocas manos” . (Hamnett, 1970:58) Abad
y Queipo, en 1799, propuso la división gratuita de las
tierras de comunidades de indígenas y su reparto entre
los de cada pueblo. (Mora, 1963:175-213) Su superior.
Fray Antonio de San Miguel, recomendó en 1804 “ una
ley para dividir las tierras de las comunidades de indí
genas en dominio y propiedad entre ellos mismos, de
jando sólo en común los ejidos y montes que los pue
blos necesitan, a juicio de los intendentes” . (Lemoine,
1964 p: 33-55) En la Nueva Galicia, que nos interesa por
ser matriz del estado de Jalisco, el obispo Juan Cruz
Ruiz de Cabañas escribía en 1805:
... los indios en unos pueblos apenas tienen el terreno corres
pondiente a su fundo legal y en otros gozan grandes posesio
nes en común, y acaso sería un estímulo el más eficaz para que
las tierras de uno y otro fuesen útiles a la población y agricul
tura el que cada indio reconociese su propio terreno con facul
tad de arrendarlo y enagenarlo, con la de adquirir otros distin
tos y con la de transmitirlos a sus herederos sin desfalco de las
mejoras y productos que con sus fatigas y sudores le hubiesen
agregado [... ] estos naturales ni cultivan las tierras que gozan
en comunidad ni dan lugar a que otros las fertilicen por el raro
empeño que tienen de no arrendarlas y que es tan difícil desva
necer como llano y fácil el repartírselas. (Estado material y
formal de la diócesis de Guadalajara en el año 1805, reproduci
do por Serrera 1977: 419-20)
114
pesos (Calderón Quijano, 1963). En 1786, pasó lo mis
mo con la Compañía de Filipinas y en 1793-1794 con el
primer empréstito ligado a la guerra con Francia. Men
cionamos todavía la real orden del 19 de julio de 1798
“ que se remitiera a España todos los caudales que se
pudieran tomar a Comunidades y particulares” . “ En
tre 1810 y 1816 se dieron los llamados “ préstamos pa
trióticos” en forma de confiscaciones a título de prés
tamos, sin interés, ni garantía, ni promesa de puntual
devolución, que afectaron a particulares y corporacio
nes; por lo menos me consta en la región de Tepic.
Esta fiscalización y extracción de metálico de las
arcas de comunidades era de hecho una forma de desa
mortización. Les tocaba a las Cortes de Cádiz dar el
salto teórico y político. En sus tres años las Cortes re
dactaron numerosos textos sobre los indios y sus tie
rras comunales y se enfrentaron los puntos de vista en
pro y en contra de manera inteligente. La resistencia a
la desamortización liberal utilizó argumentos válidos,
manifestando así que se sabía a dónde se iba. El dipu
tado Sr. Huerta, al notar que estos bienes fundaban “ el
gobierno económico y la policía rural de los pueblos”
denunciaba en el remedio el recurso del “ salvaje que
cortaba el árbol por el pie para coger el fruto con más
descanso” . Anticipaba la corrupción, el despilfarro, el
aprovechamiento por unos pocos y la resistencia de los
pueblos, fundándose en la experiencia de las reales cé
dulas de 1766, 1767, 1768 y 1770. (Tomás y Valiente
1971:55) Así se llegó al decreto final del 4 de enero de
1813 proclamando que los bienes de comunidades se re
ducirían a propiedad particular.
115
legales de los pueblos del Estado de Jalisco (Guadala
jara, 1849-1882, imprenta del Gobierno citada en ade
lante: Colección...), para entender que la propiedad
corporativa de las repúblicas pueblerinas había sufri
do condena definitiva mucho antes de que la Reforma
procediera a su famosa desamortización. Desde luego,
el fenómeno no es jalisciense, ya que según nos lo en
señó Moisés González Navarro hace cosa de 30 años,
para 1829, se encuentra igualmente en Chiapas, Chi
huahua, Coahuila, Texas, Michoacán, Nuevo León,
Puebla, Sonora, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas; y, en
un grado menor, en Guanajuato y Oaxaca. En la mayo
ría de estos Estados se afectaron los terrenos de pro
pios y los de repartimiento, pero en Puebla, Sonora, Si
naloa y Zacatecas se afectó todo, hasta el fundo legal.
(Frazer, 1972:623)
Una cronología de los principales decretos, leyes
y reglamentos promulgados por el estado de Jalisco
antes de 1856 da una idea de la abundancia de textos
producidos, así como de su confusión.
Sin volver al siglo XVIII, vemos cómo el Consu
lado de Guadalajara pidió en 1806 la división de las tie
rras de comunidades. Las autoridades aplicaron luego
las disposiciones de las Cortes de Cádiz tratando de la
división y privatización de dichas tierras. Francisco
Severo Maldonado y Tadeo Ortiz recomendaban estas
medidas; Maldonado de manera radical, hasta repar
tir el fundo legal, en nombre de la filantropía y de la
prosperidad pública. (Maldonado, 1821. Ortiz, 1822:
77-81)
La falta de claridad del artículo 5 del decreto de las
Cortes del 9 de noviembre de 1812 y del artículo I del
decreto del 4 de enero de 1813, y la mala voluntad de los
interesados, llevaron a las autoridades locales a mul
tiplicar las consultas, lo que retrasó la aplicación de las
leyes. Por eso se publicó el 27 de febrero de 1821 una Ins
trucción para la División de las Tierras en forma de
propiedad privada; el 8 de marzo de 1822 se retomó el
116
reglamento de 1794 y elartículo de las Cortes de 9 de no
viembre de 1812, pero como el asunto seguía embrolla
do, la diputación provincial de Guadalajara promul
gó el 5 de diciembre de 1822 una Instrucción para el
arreglo de los ayuntamientos de su distrito, en el uso
de los terrenos comunes en el fundo legal de cada pue
blo (Colección... 1:55-57). Nueve de los doce artículos
trataban de la atribución en dominio pleno de las par
celas ocupadas dentro de la zona fincada (solares); el
artículo I rezaba: “ Ningún indio será perturbado en
la posesión en que esté de sus tierras sean muchas o
pocas, grandes o pequeñas, adquiridas por compra, re
partimiento, cambio, donación, herencia o otro justo
título, sea que las cultive por sí mismo, las tenga ocio
sas, ó las haya dado en arrendamiento” . Pero, el artícu
lo II añadía: “ Todas las demás tierras del común se
arrendarán en hasta pública, rematándose en el mejor
postor” . El legislador distinguía, pues, entre lo que el in
dio tenía ya en propiedad particular y que conserva
ría con todo el peso de la ley, y lo que pertenecía a la co
munidad y que se arrendaría para bien de las finanzas
públicas. La ley no aclaró lo que había que entender, ya
que al decir que los “ productos se entregarán en el fon
do de propios” no definió si se trataba de la municipa
lidad o del pueblo, del ayuntamiento de la cabecera o de
la extinguida comunidad de indios.
En la práctica, la ley se aplicó a favor del ayunta
miento y así se entiende una crítica de 1849 que respon
sabilizó la instrucción de 1822 de haber “ arrancado de
las manos de los indígenas y agregado a los ayunta
mientos los terrenos que poseían en comunidad” . (El
Conservador Federal, 3 de mayo 1849)
El primer Congreso Constitucional del Estado de
Jalisco votó el 12 de febrero de 1825 el decreto No. 2 que
estaba destinado a servir siempre de referencia y no
fue nunca abrogado. En su artículo 1Qdecía: “ A los an
tes llamados indios se declaran propietarios de las tie
rras, casas y solares que poseen actualmente en lo par
117
ticular sin contradicción en los fundos legales de los
pueblos ó fuera de ellos” . (Pérez Lete, 1877: tomo 1,460-
2) La instrucción reglamentaria, sin embargo, men
cionó solamente los bienes dentro del fundo legal, y
el modelo de certificado de propiedad observó la mis
ma limitación. ¿Olvido? No es la única ambigüedad
(Pérez Lete, tomo I: 463-465) de un texto que evita cui
dadosamente mencionar las extinguidas comunida
des. ¿Quiénes son los antes llamados indios? ¿Todos
los habitantes del pueblo a la hora del decreto? ¿Cómo
saber quién es indio (antes llamado)? ¿Cuál es la pro
porción de bienes ya privatizados, únicos amparados
por la ley, y cuál la de bienes en uso común? Estas tres
incógnitas eran muy graves y la ambigüedad de la ley
se prestaba a toda clase de malversaciones.
Teóricamente no había problema para las propie
dades privadas dentro del fundo legal. Todo lo demás
era problema. ¿Qué pasaría con los bienes administra
dos por la dizque inexistente comunidad? Fuera del
fundo legal, los pueblos tenían tierras adquiridas por
mercedes o composiciones o habían comprado pocos o
muchos terrenos; sin hablar de la difícil distinción en
tre bienes de comunidades y cofradías. Estos bienes
que podían ser de consideración y que eran de una im
portancia vital para los pueblerinos caían bajo el peso
del decreto, por lo cual se debían arrendar, en provecho
de quién sabe quién (de los ayuntamientos, principal
mente).
Así pasó en el pueblo de Jalisco, en 1825, al apli
carse enseguida el decreto no. 2. El cura escribió al obis
po para señalar los graves inconvenientes de la medida
tomada por el ayuntamiento de rentar por cinco años
un terreno llamado Cofradías y otro el Monte: “ Entien
do ese desagrado general del pueblo por que el cerro es
el único pan con que se sustentan estos mis feligreses,
trabajando sus maderas, de las que seguramente serán
privados por los arrendatarios” . (28 de octubre de 1825,
Mitra de Guadalajara) El documento presenta doble
118
interés, ya que señala, al mismo tiempo, cómo pudo
desarrollarse el conflicto entre la Iglesia y el Estado,
sobre esta base local de pleitos agrarios en los cuales
los curas intervienen como portavoces y promotores de
la causa de los pueblos.
Entre 1828 y 1832 una serie de decretos completó
esta ley fundamental. El decreto 151 del 29 de septiem
bre de 1828 ordenó la creación de comisiones encarga
das del reparto; el decreto 189 del 16 de marzo de 1829
contestó mal que bien a la duda sobre quiénes eran los
indios: los que ñguraban sobre la última matrícula del
tributo, y sus hijos. Había que apoyarse en la burocra
cia imperial española, pues que el México independien
te había abandonado las referencias étnicas. Para eso
faltaba dar con las matrículas.
Los decretos 280, 381 y 420 de 27 de febrero 1830,
21 de marzo 1831 y 22 de febrero 1832 extendieron el re
parto, afectando progresivamente todas las categorías
de bienes. Tratando de reparar, algo tarde, el daño cau
sado por la instrucción de 1822, el legislador señaló que
los fondos producidos por el arrendamiento de los bie
nes de las ex-comunidades debían repartirse entre las
familias de los antes llamados indios.
La revolución nacional de 1833 llevó al poder a los
liberales radicales tanto en México como en la provin
cia. En Jalisco, el decreto 481 del 26 de marzo de 1833
proclamó que “ los ayuntamientos constitucionales
desde el día de su instalación sucedieron a las extingui
das comunidades de indígenas en todas las propieda
des que a estas pertenecían por cualquier título, menos
en aquellas que se redujeron a dominio particular por
las leyes 2,151, 288, 381 y 420” . (Colección... V:459) El
radicalismo tenía prisa: todo terminaría antes del 31
de diciembre de 1834; los propietarios recibirían sus
títulos y los ayuntamientos incorporarían a sus fondos
las tierras y fincas que les tocaban.
En 1834 los radicales perdieron la partida y, en Ja
lisco, el decreto 564 suspendió sine die, la aplicación
119
de todas las leyes de reparto. Quien solicitó tal medi
da fue el hombre fuerte del sur del Estado, Gordiano
Guzmán, preocupado por la agitación de su clientela;
en este caso concreto, tomaba la defensa de los indios
de Mazamitla. (Colección... I:VIII)
Así terminó la primera etapa de esta historia le
gislativa. De 1812 a 1832, la privatización se extendió
en forma paulatina a todas las propiedades de las co
munidades; en 1833 el legislador quiso acabar de una
vez; en 1834 el realismo impetró una suspensión del
reparto para evitar graves problemas. Luego se estan
có el asunto hasta 1847, fecha en la cual se restauró la
Federación. El Congreso de Jalisco declaró entonces,
el 31 de mayo, la vigencia de todas las leyes sobre el te
ma. (Colección, I:XI)
Tal suspensión de 13 años no arregló las cosas y
la situación se volvió muy embrollada según lo mani
festaba esta contestación de las autoridades superio
res:
(julio 18, 1840) por las leyes m encionadas no pudo dicho Señor
Prefecto disponer que se repartiesen a los indígenas de los cita
dos pueblos (A yu tla y Cuautla) los terrenos que poseían en co
mún, pues que el decreto 564 previno se suspendiese la ejecu
ción de las leyes anteriores sobre repartimiento a los indíge
nas; tam poco es de autorizarse que estando extinguidas las co
m unidades sigan los que se titulaban principales haciendo re
partos de solares y terrenos como les parezca, o que los m ism os
indígenas se los tom en puesto que m ientras no se dicte la medi
da legislativa que corresponda, deben reconocer á los fondos
de propios respectivos como disem inados a beneficio del co
mún. | ... ] el ramo de tierras entre indígenas siempre ha dado
materia entre ellos para consum ar disenciones y desórdenes y
por con sigu ien te es m uy peligroso disponer n u evos reparti
m ien tos entre ellos \ ... 1 pues que ellos quieren con tin u ar y
gobernarse en comunidad y legalm ente están extinguidas las
comunidades y m atrículas... (Pérez Lete, V III:47-48)
120
con el decreto 39, seguido del 51 y del 69. Dichos textos
ordenaban reanudar el reparto entre los indígenas de
todas las tierras y de todos los montes. Enseguida se
propagó la inquietud: en noviembre de 1847, en el Can
tón de Autlán, se levantaron los indígenas de El Tuito
(El Republicano Jalisciense tomo I, 12, 16, 19 de no
viembre 1847).
H a llegado a noticia del Em o. Sr. Gobernador que en varias
poblaciones del Estado se ha turbado la buena inteligencia y
harm onía de los vecinos con los indígenas y que unos como
otros m olestan a los ayuntam ientos [ ... ] que el motivo es, por
parte de los indígenas la pretensión de que se les entregue pa
ra repartirse, aquellos terrenos que antes h abían sido legal
mente arrendados por los ayuntam ientos; y como los arrenda
tarios se oponen, resulta que reclam an a diches ayuntam ien
tos el cum plimiento de su contrato [... ] el Sr. Gobernador reco
m ienda mucho a V S la exacta observancia de las leyes de re
parto, para que no se convierta en daño de los interesados, lo
que debe ser en su beneficio, ni sirva de pretesto para que se
turbe la atranquilidad pública. Sobre este punto quiere SE que
siempre que las reuniones que acostumbran hacer los indíge
nas, con el objeto de tratar sus negocios, sean pacíficas, no se
les impide, pues que deben ser considerados, en lo posible, aten
didos su estado m iserable y los hábitos propios de su educación
m ás si tom aren un carácter alarm ante, las autoridades cuida
rán de estorbar que alteren el orden público. E sa gefatura, con
su acreditada prudencia, sabrá conciliar los extremos. (El R e
publicano Jalisciense tom o II, no. 75, p. I, 25 de abril de 1848)
121
tomo I no. 10) El Congreso la siguió y publicó el decreto
121 del 17 de abril de 1849 que refundía todas las leyes
anteriores. :
El artículo 1Qdecía: “ Las fincas rústicas y urbanas
compradas por los indígenas, y las adquiridas por cual
quier justo y legítimo título, que hasta el día se conoz
can con el nombre de comunidades, son propiedad de
ellos desde el 29 de septiembre de 1828 que se publicó
el decreto 151 y demás concordan tes” . (Pérez Lete, XI:
299 a 311) El artículo 3 estipulaba que “ los indígenas
son, en consecuencia, partes legítimas para reclamar
las a fin de que se les apliquen y dividan respectiva
mente en los términos que dispone la presente ley” . Tal
decreto, en 36 artículos, con su reglamentación en 20
artículos pretendió resolver todos los problemas para
que todo terminara ¡antes que pasara el año!
Más claro que los textos anteriores, netamente
favorables a los indígenas, conservaba cierta ambigüe
dad. Preveía la repartición de todos los terrenos de co
munidad, menos las calles, plazas, cementerios, las tie
rras de particulares, iglesias, hospitales y cofradías,
menos los fundos legales de los pueblos (art. 26). Pare
ce sencillo. Ahora bien, el artículo 29 afirmó que “ los
ayuntamientos [... ] sucedieron a las extinguidas comu
nidades de indígenas en todas las propiedades que a és
tas pertenecen por cualquier título, menos en aquellas
que se redujeron á dominio particular por los decretos 2
y demás relativos; y en las que se mandan distribuir
por el presente” . Y el artículo 30 de proseguir: “ los
ayuntamientos solicitarán que á la mayor posible bre
vedad entren á sus fondos las tierras y fincas que has
ta ahora estuvieron fuera de ellos y que les correspon
den en consecuencia del artículo anterior” . Se retoma
ba así las disposiciones de 1833.
Las oscuridades del decreto 121 y de su reglamen
tación no podían facilitar su aplicación. El lenguaje
utilizado pecaba por falta de precisión, puesto que se
utilizaba indiferentemente las palabras “ división” ,
122
“ repartimiento” , “ partición” , “ distribución” . La de
finición de los beneficiarios se debía hacer a partir de
la última matrícula de tributos, como siempre, pero me
dio siglo después de dicho censo. Levantar la lista de
los beneficiarios le tocaba a una comisión de cinco per
sonas, electas por la comunidad. Tal comisión se for
maría con gente de la comunidad o fuera de la comuni
dad. Cobraría 10 reales por fanega de sembradura (3.56
hectáreas), o sea a destajo. Los interesados tendrían
que pagar también a los agrimensores, los escribanos,
el papel, el papel sellado, lo que representaba gastos
fuertes. Y todo terminaría ¡antes del 31 de diciembre
de 1849! Olvidemos los problemas jurídicos, sociales
o políticos; ¿dónde encontrar tantos agrimensores pa
ra los cientos de pueblos y los millares de parcelas?
¡Cuántos conflictos en perspectiva! Distinguir entre
los terrenos de las extinguidas comunidades, los de los
ayuntamientos, de los particulares; encontrar los lími
tes conflictivos entre comunidades, entre comunidades
y particulares; eso antes de medir y repartir los bienes
de comunidad en tantas suertc3 cuantas sean las fami
lias que resulten del padrón... Se soñaba con “ estable
cer la confianza entre los propietarios para que puedan
mejorar sus tierras, quitar las confusiones de linderos
que ahora existan, así como impedir los pleitos en lo fu
turo” . (artículo tercero del decreto 122 del 17 de abril
de 1849) (Pérez Lete XI: 310) ¡Benditas ilusiones!
La realidad resultó más fuerte que la voluntad po
lítica: el 22 de noviembre se prorrogó el plazo para cum
plir, y otra vez el 4 de abril de 1850, el 23 de septiembre
del mismo año y el 2 de diciembre. Al gobierno le urgía
acabar “ para que cese esa pugna que se advierte en al
gunos pueblos entre los indígenas y los ayuntamientos
y entre aquellos y otros individuos” . (Pérez Lete, X: 165,
23 de septiembre de 1850) Se multiplicaron las inva
siones de terrenos a tal grado que los hacendados reci
bieron el derecho de armarse por decreto del 26 del no
viembre de 1850. (Pérez Lete, XL421) El desarrollo pa-
t C. ->
123
ralelo al bandolerismo pudo estar ligado a esta inquie
tud.
El 10 de junio de 1851 no le quedó al gobernador
Joaquín Angulo más que conceder un nuevo plazo de 6
meses, que se prorrogaría el 6 de mayo de 1852. Mien
tras tanto crecía el alud de textos legislativos y regla
mentarios. En 1853 se volvió al centralismo. ¿Qué ha
cer? Las autoridades locales consultaron a las de Mé
xico para saber qué tan válida seguía la legislación ja
lisciense sobre repartimiento. El Consejo del Estado
contestó el 3 de diciembre a la consulta del 20 de octu
bre de 1853: “ Cuando se proyectó en el departamento
de Jalisco repartir a los indígenas las tierras de comu
nidad se trató de hacerles un beneficio libertándoles
de cierta especie de tutela a que estaban sujetos. Pero
la experiencia ha enseñado que esta medida ha produ
cido resultados enteramente contrarios y que los indí
genas ni gozaban los provechos de los bienes de comu
nidad ni lograban la propiedad particular de los mis
mos bienes que han ido desapareciendo pasando a ma
nos codiciosas y rapaces.
Sería imposible hacer una variación respecto de
las enajenaciones que se hayan hecho hasta el día y
esto es cosa que ya no tiene remedio, pues por el con
trario, sería peor el mal que se hiciera queriendo des
truir lo practicado. Mas por el contrario, si se dejara
correr las cosas por el camino que señala el Departa
mento de Jalisco, no se haría más que continuar el de
sorden que tan claramente demuestra aquel Gobierno.
Puede adoptarse un medio prudente y es el que la sec
ción propone a continuación.
1 Se deroga el decreto dado en Jalisco en 17 de abril de
849.
2 Los actos practicados y consumados legalmente
hasta la fecha en vista del referido decreto quedarán
subsistentes.
Sala de Sesiones del Consejo de Estado” . (AGN-
G-leg. 1283).
124
El gobierno central no tomó en cuenta la proposi
ción del Consejo, puesto que el 30 de enero de 854 dio
la orden al Departamento de Jalisco de que “ se siga el
reparto sin abuso” . Luego, en los últimos meses de su
último gobierno, Santa Anna cambió radicalmente de
política y ordenó restituir a los pueblos, villas y ciu
dades las tierras “ usurpadas” (31 de julio 854), a la vez
que suspender el repartimiento (30 de agosto). Desde el
mes de marzo tronaba la revolución de Ayutla y antes
de que pasara un año Santa Anna se habría despedido
de la Nación.
El vacío de poder que acompañó la guerra civil y
una transición de 6 meses confusos, hasta fines de 1855,
explican el desarrollo de la inquietud, después de fre
cuentes motines y de verdaderos levantamientos en el
Occidente, todos ligados al repartimiento de los bie
nes de comunidades, entonces posibles por la situa
ción política nacional.
De 1822 hasta 1853, la legislación jalisciense no
volvió a poner en duda un punto definitivamente afir
mado, a saber: que las comunidades de los antes llama
dos indios habían sido extinguidas. La teoría que pre
valeció fue que no hay más castas sino ciudadanos con
derechos cívicos y con derecho a la propiedad particu
lar. Los problemas empezaron cuando se trató de defi
nir los bienes de las ex-comunidades y las personas que
se beneficiarían de su privatización. ¿Qué recibirían?
¿Todo? No, puesto que desde un principio se proclamó
que los ayuntamientos heredaban de las comunidades.
¿Todo? No, puesto que los arrendatarios que habían
pasado contrato con los dichos ayuntamientos mere
cían el respeto a sus derechos. Los indígenas o los que
se hacían pasar por tales entraron forzosamente en
competencia con los ayuntamientos, con los arrenda
tarios, con los indígenas de las comunidades vecinas,
o de la misma comunidad dividida en facciones.
“ A río revuelto, ganancia de pescadores” . Los lla
mados por Andrés Lira “ picapleitos” tuvieron mucho
125
trabajo. Cuando el Estado manifestaba su fuerza, abo
gados, notarios y jueces vieron formarse las colas, con
la ayuda de “ coyotes” y “ huizacheros” ; cuando el Es
tado aflojó su control, se volvió a la práctica tradicio
nal de la invasión, del tumulto, de la guerrilla. En am
bos casos, los indígenas trabajaban para mayor pro
vecho de los leguleyos y de los políticos.
La Reforma, al final
126
dades indígenas, para no decir su desintegración, es
taba adelantada. Por eso se pudo plantear el principio
del repartimiento. El usufructo sin división, cuando se
concedió en forma transitoria, se denunciaba como
una barbaridad social, contraria a la propiedad pri
vada, garantía de la integración al cuerpo social: to
dos ciudadanos, ergo todos propietarios. El indio se
define como miembro de la comunidad, la comunidad
no existe sin la tierra. Haremos propietarios a los in
dios y se volverán ciudadanos.
En Francia, la Convención montañesa no se atre
vió a ir tan lejos. El 10 de junio de 1793, si bien decidió
el repartimiento de los bienes comunales como princi
pio deseable, lo dejó como algo facultativo (y no obli
gatorio como en Jalisco); las comunas podían escoger
entre varias posibilidades: arrendar, vender o usufruc
tuar en común. No hay posibilidad de escoger en Ja
lisco en 1822 y en todo México en 1856. Parece que en
Francia se llegó a un compromiso entre las dos concep
ciones de la propiedad, mientras que en México, pre
cisamente en Jalisco, las comunidades no pudieron ha
cerse escuchar. La diferencia entre los dos países está
en el elemento étnico.
En la agricultura tradicional había que mantener
el marco comunitario para garantizar la producción, la
autonomía de los cofrades, la única posibilidad de in
versión colectiva por parte de los pueblos. No era des
preciable: piensen nomás en el estado de los caminos
o en el carácter primordial de las obras de irrigación,
por pequeñas que fuesen. Bosques y pastos no podían
resistir un repartimiento y, de hecho, el reparto lle
vó a este fatal resultado, la destrucción rapidísima de
los montes comunales. El bosque dividido en parcelas
no podía producir sino después de su aniquilamiento.
(Molina Enriquez, 1979:129)
Sobre el tema de la deforestación como consecuen
cia de la división de los bienes de comunidades, tengo
datos para Jalisco; además es un tema hermoso de his
127
toria comparativa. El reparto tuvo los mismos efectos
sobre el bosque eñ Francia, en Rusia y en México, para
no hablar de Argelia, Marruecos y Túnez.*
128
me atrevo a presentar ninguna afirmación. Dispongo
de datos aislados que me llegaron y me siguen llegan
do en forma dispersa, por ser de fuentes muy diversas.
El enriquecimiento permanente del Archivo Histórico
del Estado de Jalisco prohibe dar por terminada la in
vestigación, aunque se haya prolongado demasiado.
Presentaré algunos casos y nada más.
Los informes más ricos y sistemáticos son los de
los años 1848-1849, lo que suena lógico.
Para esta fecha la situación en el cantón de Tepic
es la siguiente: la desamortización empezó en los pri
meros años del siglo XIX y el decreto número 2 se aplicó
en seguida, si bien no de manera uniforme. Consta que
en diciembre de 1825, el ayuntamiento de Tepic expe
día títulos de propiedad a los indígenas de la ciudad
y del pueblo de San Andrés.
En 1842 los indígenas de Cuyapan y de Huajimic
solicitaron se les extendieran títulos de los terrenos que
“ les fueron repartidos en virtud de los decretos rela
tivos de la legislatura de Jalisco” . (Pérez lete, VIII:330)
El 7 de octubre de 1842 el ayuntamiento de Tepic infor
mó al Prefecto de la situación del reparto en el Distrito
(cantón) de Tepic. (Colección... 1:329-343) “ Por lo que
respecta al mismo distrito de la municipalidad tam
poco hubo inconveniente en el reparto de tierras y so
lares de propiedad particular [... ] y sólo quedaron sin
expedirse una gran porción de títulos en los pueblos de
San Luis y Pochotitán, que entonces pertenecían a esta
m unicipalidad, por falta de tiempo o porque los inte
resados no ocurrieron oportunamente a reclamarlos
[...]. En los pueblos de San Luis Pochotitán, que dejaron
a esta municipalidad desde el año de 36 o 37, existen
terrenos adquiridos en comunidad y que, en concepto
de esta corporación, no se redujeron a dominio parti
cular, como lo prevenía el decreto 151, sin que pueda
dar razón de los motivos [...].
En el pueblo de Jalisco se cumplió el reparto, con
129
excepción de algunos terrenos que estaban en litigio
con las haciendas circunvecinas.
En la villa de Ahuacatlán y pueblos de Soyatlán
y Camotlán los terrenos de los fundos fueron reparti
dos con anterioridad a la publicación del decreto 2. Sin
embargo cierto número de títulos quedaban pendientes
en fin del año de 1834 (unos 60 seguían pendientes en
1842).
En Ixtlán sólo se han conocido los terrenos afec
tados por el decreto 2 y se han dado los títulos de pro
piedad, y si algunos no los han logrado, es por omisión
suya” .
En San Pedro Lagunillas “ no existe a la vez te
rreno alguno de los conocidos por de comunidad, pues
todos los terrenos y solares estaban ya repartidos en
poder de los indígenas a cuyo favor se expidieron los
títulos de legítima propiedad” . Santa María del Oro
estaba en la misma situación, mientras que en Jala “ al
gunos tienen los títulos y otros no tienen nada por mo
tivo a la morosidad que dichos indígenas tuvieron en
aquel tiempo, por la insolvencia en que se hallaban
que ni para papel tenía, por falta de cumplimiento de
las comisiones nombradas [... ] otros por que andaban
ausentes, otros porque no se ha hecho el reparto gene
ral de que habla la circular de 1822 y por último porque
el mismo gobierno suspendió el que se diesen títulos
el año de 1834, con que hasta la fecha está suspenso...” .
En 1848 el Gobierno del cantón dio “ Noticia sobre
lo practicado en el reparto de terrenos ordenado por
el decreto 39 del H. Congreso” . Confirmó que en San
ta María del Oro no había más tierras repartibles; pre
cisó que en Ahuacatlán 144 individuos habían recibido
sus títulos entre 1826 y 1847; que en Ixtlán habían si
do 327 entre 1826 y 1831 y en Jala, 1 200 entre 1826 y
1847. En Amatlán de Jora y en Garabatos no había te
rrenos repartibles, mientras que en el departamento
de Acaponeta no se había repartido nada “ por pedir
los indígenas agraciados no se haga reparto de terre
130
nos y estar pendiente este pedido en el supremo gobier
no” . (.El Republicano Jalisciense tomo II, n. 66,24 mar
zo 1848, p. 1)
Sin duda las cosas no eran tan sencillas. “ Me cons
ta, —escribe el jefe político, Ignacio Gil Robles, el 24 de
enero de 1848—, me consta que he presentado en todos
los pueblos de indígenas tantas dificultades, dudas y
cuestiones, que hasta ahora no sé que se haya cumpli
do en ninguna con las leyes de reparto de tierras. En
unos pueblos, como en el de Jalisco, desde las fechas de
los decretos 2 y 151 se repartieron las tierras de comu
nidad y se dieron los respectivos títulos, tanto por es
tas, como por las que poseían los indios en particular:
los agraciados enajenaron sus propiedades y han pa
sado por 3 o más poseedores con la confusión que es de
presumirse; y ahora los indígenas vuelven a pretender
tierras, suscitando diferentes cuestiones a los actuales
poseedores.
En otros pueblos, como el de Huainamota, se hi
cieron los repartos, hubo enajenaciones, y con la estin-
ción de su ayuntamiento se estraviaron los protocolos
y los libros de los títulos, y esta circunstancia, apro
vechada por algunos de siniestras intenciones, ha sus
citado también diferentes altercados.
En otros, como Zapotanito, ni entonces ni ahora
hay tierras de comunidad que repartir, pero los indí
genas aspiran a que se les den las del fundo legal, o las
de los hacendados colindantes, quejándose de despo
jados. En otros en fin, como en los pueblos de Jesús Ma
ría y otros circunvecinos, creen que el reparto les es
muy perjudicial y asi lo han representado ante este
Sup. Gobierno. De tantas pretenciones, obscurecida la
legalidad de ellas en su mayor parte por la malicia y
por el tiempo transcurrido, resulta una confusión, que
con razón ha dado tanto quehacer a este S. Gobierno y
dará todavía en lo sucesivo” . (El Republicano Jalis
ciense, II n. 67, 28 marzo 1848, p. I)
En Jesús María y en San Luis la situación era bas
131
tante tensa. En Jesús María los muñí cipes nombrados
en 1847 “ entraron luego en diferencias con algunos
indios de espíritu inquieto, y se formó una oposición
entre unos y otros” . Se mandó al director de Sentispac
a tratar el problema y se pudo reportar en 1849: “ desa
parecen en su totalidad todas las desavenencias que
hasta hoy haya habidos” . (El Republicano Jaliscien
se, n. 73 del 18 de abril de 1848 y la Armonía Social, to
mo I, n. 6, del 19 de enero de 1849) Sin embargo Jesús
María se levantaría en 1853-1854 y durante muchos
años sería baluarte lozadeño.
132
noche del primero de noviembre de 1825, cuando 30 na
turales del pueblo de San Andrés del Teúl acometieron
tumultuosamente al alcalde y a otros munícipes, echán
dose sobre los 500 pesos de las arcas municipales, pro
ducidos de arriendo de tierras del fundo legal, “ que
ellos han deseado poseer por una repartición igual a
la que en otro pueblo se hizo por orden de la extingui
da diputación provincial y en este se omitió” . Así lo
cuenta Prisciliano Sánchez en su memoria de Gobier
no de 1825. (pp. 5-6)
133
apoyo que encontró Manuel Lozada en esta región sep
tentrional de Jalisco.
A principios de 1849 se publicó en el periódico ofi
cial un resumen de los informes remitidos por los ayun
tamientos sobre los terrenos de comunidad: repartidos,
conforme a los decretos 39 y 69 sin repartirse, litigiosos,
arrendados y sobre los terrenos mercedados y los fun
dos legales. Los títulos refrendados eran 1 607 y los
matriculados 15 660. En los cantones de Tepic y Colo
tlán había litigios. Entre el ayuntamiento y los indí
genas de Jalisco y entre estos y algunos particulares
(la hacienda de Costilla y Cofradía). Los terrenos de
Coagolotlán, en San Luis, se litigaban entre los indí
genas y la hacienda de Mojarras; otro pleito oponía los
de San Andrés a la hacienda de Puga, los de Ahuaca
tlán a la hacienda de Ciénega, los de Cacalután a unos
particulares de Ixtlán (don Nicolás Ramírez; Santiago
Ixcuintla, Acaponeta, Rosamorada, Santa María del
Oro conocían litis semejantes, (la Armonía Social to
mo I, n. 14, 16 febrero 1849)
Sobre la laguna de Chapala, la región de Zapotlán
el Grande, Autlán, Cocula, Sayula y Zacoalco ya son
bastante numerosos los documentos que confirman
que la desamortización estaba bien adelantada antes
de 1856. Tampoco había terminado, ni terminaría nun
ca. La Memoria de Gobierno de 1887 menciona desór
denes en Mascota y Colotlán y una asonada en Zacoal
co (p. 15)...
Será poco científico, pero estoy convencido de lo
bien fundado de mi intuición. Creo que un documento
de 1866, al hablarnos de la Ciénega de Chapala en su
parte michoacana, nos informa de la situación de la
parte jalisciense:
134
des legales prescritas para sus contratos, a no ser que sus Con
tratantes alguna vez lo exijan. Se inquietan a veces dem asia
do contra los hacendados sus colindantes, hasta querer en al
gunas ocasiones hacerse justicia por su m ano [ ... ] Las comu
nidades de los pueblos situados en l as riberas del Río de Toluca
(L erm a) pretendiendo pertenecerles éstas, ten gan para ello
títu los o no, tienen cuestiones con tin u ad as con los a y u n ta
m ientos que les impiden su ocupación, o que las vendan como
su yas. (A G N -J P C M , III, exp. 16 f. 277 v.)
Final
135
gos) para poder cifrar los resultados de la primera (1822-
1856) y de la segunda (1856-1910) desamortización.
La ley Lerdo, por eso mismo, no pudo haber sido la
causa directa del levantamiento de los pueblos indíge
nas de la región chapálica, tampoco de la insurrección
de Manuel Lozada. Me atreví (Meyer, 1983) a negar la
relación directa en el caso de Nayarit porque los pue
blos que de veras se pueden decir lozadeños, los prime
ros y los últimos, de 1853 a 1873 y más adelante, no fue
ron afectados por la ley del 25 de junio de 1856. Sus
agravios eran más antiguos y remontaban la época
de la colonia. Se multiplicaron entre 1810 y 1850 y, con
la caída de Santa Anna y la guerra de diez años se pre
sentó a “ los pueblos unidos” —así los llamó Lozada—
una oportunidad para recuperar lo perdido.
La ley Lerdo contribuyó indirectamente a su le
vantamiento, al precipitar el enfrentamiento con la
Iglesia y la alianza entre los conservadores y los pue
blos. La desamortización de 1856 no fue causa inmedia
ta del levantamiento de Lozada (en armas desde 1853)
pero lo colocó en una situación estratégica. En un mar
co nacional que lo rebasaba por completo, Lozada pudo
llevar su propia guerra, la de las comunidades serra
nas.
¿Por qué entonces se acepta la versión según la
cual la ley Lerdo arruinó a las comunidades? Es que los
años 1856-1857 forman un parteaguas en la historia
nacional, determinan el choque decisivo entre el Es
tado y la Iglesia y el enfrentamiento entre liberales y
conservadores que lleva a la guerra civil y a la inter
vención extranjera. Eso es tan importante que disimu
la todo lo demás. La ley Lerdo, aunque fuese una ley
moderada, tuvo el papel de precipitante político. Por
eso se le atribuye hasta lo que no hizo.
Al hablar de parteaguas, uno puede caer en la ten
tación de olvidar que no hay ruptura capaz de cortar
toda continuidad. El problema de las tierras de comu
136
nidades en el siglo XIX anuncia en algo el problema
del reparto agrario en el siglo XX: misma confusión en
el derecho, misma base documental no sólo floja, sino
apócrifa, mismo recurso a la historia. Es notable ver
cómo se utilizan a partir de 1915 expedientes elabora
dos en el siglo XIX, en el pleito que nos interesa hoy.
Mismo papel de los “ huizacheros” y otros “ coyotes” o
agitadores profesionales que de eso viven; misma pre
cariedad de la propiedad y del derecho que manifies
ta el estado inestable y precario de la sociedad. Como
escribía el prefecto de Morelia el 20 de diciembre de
1866:
137
los ofuscó y deslumbró la libertad, vendieron m uy pronto sus
terrenos y siguieron solicitando los que arrendaba la mayor-
dom ía de propios f ... ] el ayuntam iento por consideración hacia
ellos y por el deseo de terminar una cuestión que m antenía en
b a sta n te a g ita c ió n a la p oblación , les hizo en el año de 1850
en trega de a lg u n o s terrenos [ . . . ] a pocos a ñ o s em pezaron a
rem over sus cu estion es y estoy seguro de que si h o y se les en
trega todo lo que piden m a ñ an a les ocurrirá otra nueva exigen
cia, porque son invencibles en cuanto a promover cuestiones de
terreno. (Colección... IV :32-35, 3 de m arzo de 1869)
Bibliografía
138
Michoacán. Boletín del Archivo General de la Nación,
2a serie, V, 1964-1, pp. 33-55.
M ALDONADO, Francisco Severo. Contrato de Asociación pa
ra la República... del Anáhuac. 1821.
MEYER, Jean. La desamortización de 1856 en Tepic, Relacio
nes 13, invierno 1983 pp. 5-30.
M O L IN A E n r i q u e z , Andrés, Los grandes problemas nacio
nales. (1909) Ediciones Era, México, 1979.
M O R A , José María Luis. Obras sueltas. Porrúa 1963.
ORTIZ, Tadeo. Resumen de la estadística del imperio mexi
cano. (1822) edición UNAM 1968 pp. 77-81.
OROZCO, Wistano Luis. Los ejidos de los pueblos (1914). Edi
ciones El Caballito, 1970.
PEREZ LETE, editor. Colección de los decretos, circulares y
órdenes de los poderes legislativo y ejecutivo del Estado
de Jalisco, Guadalajara 1877.
139
LA DESAMORTIZACION DE 1856
EN TEPIC
Las fuentes
142
del Estado de Jalisco, en el Archivo del Congreso del
Estado de Jalisco, en los Archivos d e ja Mitra y del
Ayuntamiento de Guadalajara; en Tepic, en el Archivo
Histórico del Ayuntamiento, en el Archivo Parroquial,
en el Archivo de Notarías,3 en el Registro Público de
la Propiedad.
Hace falta revisar los archivos parroquiales de
Ahuacatlán, Compostela, Ixtlán, Jalisco, Santiago Ix-
cuintla (algo se vio en la Mitra de Guadalajara) y los
archivos municipales de los mismos lugares, si es que
existen.
Los archivos de Guadalajara y Tepic proporciona
ron la información más importante, en cuanto a datos
estadísticos. En el Archivo Histórico de Jalisco, son
tres los documentos básicos, por orden de importancia:
—AHJ-H 857. Parte de los escribanos por fincas
desamortizadas 1856-1857. Tepic, 15 de diciembre de
1857 escribano Vicente González.
—AHJ-H 850-56. Desamortización. Tepic Escriba
no Vicente González.
—AHJ-H 861. Cuentas de los Cantones. Desamor
tización, redención de capital, cancelación y otorga
miento de escrituras, capellanías.
El documento fundamental en esta serie es el AH J-
H857 que relata 199 actas para el 7Qcantón.
Se presenta en forma de cuadro de la manera si-
guiente:
143
No especifica a quién se refiere el “ instrumento” (cor
poración eclesiástica, ayuntamiento, cofradía, comu
nidad, hospital, escuela), ni su nombre cuando se tra
ta de un rancho o de un potrero, ni su situación geográ
fica precisa.
En Tepic, los protocolos de los notarios y el Regis
tro Público de la Propiedad resultaron sumamente im
portantes, por dos razones: en los libros notariales se
encuentran las escrituras que permitieron la elabora
ción del documento AHJ-H 857 por D. Vicente Gonzá
lez. Sus colegas Ignacio Cruz, Eusebio Fernández,
Francisco Pesquera y Francisco Fernández mandaron
seguramente a Guadalajara sus “ Noticias” respecti
vas, para cumplir con la circular del 21 de noviembre
de 1857, pero no las encontré. Por cierto, la notaría de
Vicente González era la más importante y registró más
del 66% de las fincas rústicas y urbanas desamortiza
das. Los protocolos dan siempre el nombre de las fin
cas rústicas, la situación de las casas y de los solares
y permiten, muchas veces, conocer la historia de las
fincas importantes.
El Registro Público de la Propiedad de los linde
ros de las fincas rústicas y sus antecedentes. Sería la
fuente perfecta si mencionara todos los terrenos desa
mortizados, pero no es el caso. Es comprensible, su fi
nalidad era otra.
Protocolos y Registro precisan el origen de las fin
cas (corporación eclesiástica o civil) y esa aportación
resulta decisiva. Los protocolos de 1856-1857 tienen
al margen anotaciones de 1858 y 1861 que permiten
conocer la historia ulterior de las fincas: restitución al
clero, luego cancelación, redención de capital, denun
cia, confirmación o nueva adjudicación.
Todas estas fuentes privilegian sobremanera a lo
ocurrido en el municipio de Tepic. Fuera de Ixtlán, no
puede decir lo que ha pasado exactamente en los otros
144
municipios.4 Es una de las limitaciones del estudio,
aunque para la problemática lozadeña sea esto secun
dario, ya que los pueblos de Lozada (San Luis, San An
drés Pochotitán, San Juan Bautista Atonalisco) per
tenecían al municipio de Tepic.
La ley y su aplicación.
145
por lo cual habían caído en la tentación general de con
siderarlos como suyos, lo que resulta jurídicamente in
correcto.5 Otra institución no nos interesa aquí por no
aparecer en la desamortización en Tepic: las capella
nías. Además, si bien se trataba de un negocio pingüe,
no afectó a los pueblos. Las cofradías pertenecen a la
misma diversidad, ya que pese a su ropaje eclesiásti
co o religioso pueden ser eclesiásticas de hecho, civi
les de hecho, o mixtas. Civiles de hecho cuando eran
fundadas por particulares, gremios o comunidades pa
ra mantener un hospital o una escuela. En este caso
las administraba un mayordomo que no tenía el reco
nocimiento oficial de la Iglesia, aunque la cofradía
afectara ciertos aspectos del culto religioso. Las cofra
días se convirtieron en eclesiásticas cuando el clero
triunfó en su empuje permanente para controlar su di
rección y el uso de sus fondos. Este fue el caso de las
cofradías de la parroquia de Tepic, y apeuas vale la
pena señalar que fueron rápidamente sometidas a una
legislación específica que afectó a otras cofradías que
no eran estrictamente eclesiásticas.6
En Tepic, no solamente las cofradías eran indis
cutiblemente eclesiásticas (casi no tenían cofrades y
el mayordomo único presentaba las cuentas al cura de
la parroquia), sino que eran casi los únicos bienes de
Iglesia: el convento franciscano de la Santa Cruz no
tenía fincas y vivía modestamente de legados y limos
nas. (Pedro López González, 1981-11) 7 Por eso las co
fradías fueron desamortizadas en seguida, en 1856.
Sin embargo, los gobernantes encontraron algu
nos obstáculos. Así, el gobierno de Jalisco pidió en sep
tiembre una suspensión de seis meses de los efectos de
146
la ley de junio para la enajenación de las fincas rústi
cas de los municipios.8 Las autoridades municipales
se toparon con problemas muy concretos. José Parra
González, alcalde de Ixtlán escribe el 19 de agosto de
1856 que, primero, los síndicos trabajan y no pueden
pasar “ a autorizar las ventas que se hagan en la cabe
cera del partido” , segundo, los pobres que tienen un
“ pedazo de solar por el que pagan dos reales anuales
¿tendrán también que hacer el viaje y pagar la escritu
ra?” Concluye que no vale la pena.9
La actitud de las autoridades eclesiásticas, si bien
fue un problema, no llegó a ser un obstáculo mayor,
tanto menos que tardó en definirse negativamente.
Parece que hasta fines de septiembre no hubo oposi
ción de la Mitra de Guadalajara. Así, unas escrituras
del 17 de octubre de 1856 certifican que la señora Dolo
res Ornelas de Padrón está debidamente autorizada
por el obispo Pedro Espinosa, el 23 de septiembre de
1856, a comprar el medio potrero Tecuitasco (78 hec
táreas) que arrendaba a las cofradías Unidas de la pa
rroquia de Tepic. Félix y Gregorio Patrón tienen la
misma autorización para comprar la otra mitad.101
Pascual García, Rafael García, Miguel García
Vargas, Tomás Dix, Antonia Hernández de Hernán
dez, Carlos Rivas... gozan de las mismas facilidades.11
Según el acta, “ el Sr. Cura Castro, como representan
te de las cofradías de la parroquia, adjudicó 4 ranchos
en favor de J. Antonio Aguirre con autorización del Sr.
Obispo en fecha del 22 de septiembre” .12 Vale señalar
147
por lo cual habían caído en la tentación general de con
siderarlos como suyos, lo que resulta juridicjamente in
correcto.5 Otra institución no nos interesa aquí por no
aparecer en la desamortización en Tepic: las capella
nías. Además, si bien se trataba de un negocio pingüe,
no afectó a los pueblos. Las cofradías pertenecen a la
misma diversidad, ya que pese a su ropage eclesiásti
co o religioso pueden ser eclesiásticas de hecho, civi
les de hecho, o mixtas. Civiles de hecho cuando eran
fundadas por particulares, gremios o comunidades pa
ra mantener un hospital o una escuela. En este caso
las administraba un mayordomo que no tenía el reco
nocimiento oficial de la Iglesia, aunque la cofradía
afectara ciertos aspectos del culto religioso. Las cofra
días se convirtieron en eclesiásticas cuando el clero
triunfó en su empuje permanente para controlar su di
rección y el uso de sus fondos. Este fue el caso de las
cofradías de la parroquia de Tepic, y apegas vale la
pena señalar que fueron rápidamente sometidas a una
legislación específica que afectó a otras cofradías que
no eran estrictamente eclesiásticas.6
En Tepic, no solamente las cofradías eran indis
cutiblemente eclesiásticas (casi no tenían cofrades y
el mayordomo único presentaba las cuentas al cura de
la parroquia), sino que eran casi los únicos bienes de
Iglesia: el convento franciscano de la Santa Cruz no
tenía fincas y vivía modestamente de legados y limos
nas. (Pedro López González, 1981-11)7 Por eso las co
fradías fueron desamortizadas en seguida, en 1856.
Sin embargo, los gobernantes encontraron algu
nos obstáculos. Así, el gobierno de Jalisco pidió en sep
tiembre una suspensión de seis meses de los efectos de
146
la ley de junio para la enajenación de las fincas rústi
cas de los municipios.8 Las autoridades municipales
se toparon con problemas muy concretos. José Parra
González, alcalde de Ixtlán escribe el 19 de agosto de
1856 que, primero, los síndicos trabajan y no pueden
pasar “ a autorizar las ventas que se hagan en la cabe
cera del partido” , segundo, los pobres que tienen un
“ pedazo de solar por el que pagan dos reales anuales
¿tendrán también que hacer el viaje y pagar la escritu
ra?” Concluye que no vale la pena.9
La actitud de las autoridades eclesiásticas, si bien
fue un problema, no llegó a ser un obstáculo mayor,
tanto menos que tardó en definirse negativamente.
Parece que hasta fines de septiembre no hubo oposi
ción de la Mitra de Guadalajara. Así, unas escrituras
del 17 de octubre de 1856 certifican que la señora Dolo
res Ornelas de Padrón está debidamente autorizada
por el obispo Pedro Espinosa, el 23 de septiembre de
1856, a comprar el medio potrero Tecuitasco (78 hec
táreas) que arrendaba a las cofradías Unidas de la pa
rroquia de Tepic. Félix y Gregorio Patrón tienen la
misma autorización para comprar la otra mitad.101
Pascual García, Rafael García, Miguel García
Vargas, Tomás Dix, Antonia Hernández de Hernán
dez, Carlos Rivas... gozan de las mismas facilidades.11
Según el acta, “ el Sr. Cura Castro, como representan
te de las cofradías de la parroquia, adjudicó 4 ranchos
en favor de J. Antonio Aguirre con autorización del Sr.
Obispo en fecha del 22 de septiembre” .12 Vale señalar
147
que el obispo Espinosa conocía personalmente a todas
las familias de Tepic.
El cambio ocurre en Tepic entre el 17 y el 25 de oc
tubre de 1856. El 25 la señora Gabriela Lascano de Cas
taños denuncia 11 ranchos de las cofradías, arrenda
das en 197 pesos 75 catunes (o sea un capital de 3 295
pesos). Pero el cura Ignacio Castro afirma no tener la
autorización del obispo y repite la protesta del prelado
en fecha del 21 de julio. Notemos que dicha protesta se
dio menos de un mes después de las autorizaciones da
das por el obispo. El protocolo nos precisa que para es
ta fecha el cura había retirado los libros de las cofra
días al administrador José Acebo.13
¿Qué significa eso? ¿Una hostilidad de la Iglesia
contra la familia Castaños, por ser los “juniors” libe
rales militantes, amigos del gobernador don Santos
Degollado, o un cambio de línea que no tiene nada que
ver con la situación local en Tepic? Obviamente, el
obispo de Guadalajara tardó en tomar una posición de
finitiva y negativa. Los precedentes de la consolida
ción de vales reales en 1805-1809, (Hamnett, 1969; La-
vrín, 1973) y de la desamortización de 1833 habían pre
parado a los clérigos para este tipo de leyes. El obispo
de Michoacán Clemente Munguía, tomando en cuenta
esos antecedentes y los sucesos europeos, había ela
borado, años antes de la Reforma, un proyecto para
la desamortización voluntaria de los bienes del clero
y soñado con invertir este capital en la construcción
de ferrocarriles y de vías navegables.
El obispo Espinosa había manifestado al Supre
mo Magistrado de la Nación antes de que se publica
ra la ley: “jamás consentiré ni reconoceré las ventas
que se hicieron por cualquiera autoridad que no sea la
eclesiástica” . Por eso en Guadalajara, la Iglesia dio
permiso de vender a los arrendatarios e inquilinos “ que
sufrirían gravísimos perjuicios en sús intereses al ver
13. AIPT, Vicente González 1856-53, ff 876-887.
148
se lanzados de las fincas que ocupan f...] Esto ha de ser
sin considerar para nada las novísimas disposiciones
civiles contra las cuales he protestado y que ni reco
nozco, ni reconoceré” . “ Se venderá únicamente a los
arrendatarios” , ya que para vender a los demás “ nece
sitaría sujetarme al reglamento de 30 de julio que exi
ge se pida autorización al gobierno civil, y esa autori
zación jamás la he de pedir ni consentir que otro la pi
da, eso importaría un reconocimiento de leyes contra
las que he protestado y he de protestar en todo tiem
po” 14
Asi se entiende porque, caso único en el país, las
operaciones de desamortización, en 1856, en la dióce
sis de Guadalajara, fueron ventas convencionales o vo
luntarias de las corporaciones eclesiásticas. (Bazant
1977:142)
Los colegas del obispo Espinosa no entendieron
tal conducta y le llamaron la atención sobre el hecho de
que parecía haber atendido a la ley de desamortización.
A la carta del 17 de septiembre de Pedro Barajas, obispo
de San Luis Potosí, y a la contestación del Delegado
Apostólico a quien parecía “ peligrosa la venta de fin
cas piadosas en la presente ocasión” , el obispo Espino
sa contestó tomando “ medidas una después de otra con
el objeto de disminuir las enagenaciones” . Luego sus
pendió toda venta, y exclamó: “ Líbrame Dios N. S. de
ser el Judas del Apostolado. No quiero ser el escándalo
de los demás ni que el C. S. Presidente ande diciendo
a nadie que yo observo una ley anticatólica [...] Hoy a
las 7 de la mañana escribí la circular “ suspendiendo
las ventas” .15
149
La decisión se tomó el 23 de septiembre. Por eso
la señora Gabriela Lascano de Castaños recibió una
contestación negativa el 25 de septiembre.
Quizá la oposición de los prelados se deba más a
los acontecimientos de Puebla, a la confiscación de
bienes eclesiásticos para castigar la supuesta simpa
tía del clero poblano con los rebeldes conservadores y
a la supresión del convento de San Francisco en la ciu
dad de México el 16 de septiembre de 1856. Eso ya no
era desamortización sino nacionalización y los obispos
temieron un doble juego de parte del gobierno.
El hecho es que el cura de Tepic dejó de aparecer en
las actas y que lo sustituyó el jefe político Camilo Gó
mez, quien actúa a nombre de las cofradías, según lo
preveía la ley.
La desamortización en cifras
El documento oficial elaborado por el notario Vicente
González sintetiza 199 casos de desamortización en
el cantón de Tepic, 146 en el municipio. Sumándole la
información transmitida el 22 de septiembre de 1856
por el juzgado de 1- instancia de Ahuacatlán, al mis
mo Vicente González16 se llega a 242 actas y a un total
de 117 264 pesos.
Aunque en nuestros datos el 80% del valor de las
desamortizaciones se dan en Tepic, no podemos afir
mar el predominio absoluto de esta ciudad, por ser
150
CUADRO 1
1 No coinciden el total de actas (242) y el total de fincas urbanas y rústicas ya que una acta puede reunir una sola escritura: 11 ranchos, ó
3 potreros y 3 solares.
2 Aproximadamente ya que falta el valor para algunas fincas. El caso más notable es el de la hacienda la Cofradía para el partido de
Ahuacatlán. Recuérdese que para este partido los datos van hasta el 22 de septiembre nada más.
3 No parecen haber existido cofradías en Santiago Ixcuintla y podemos suponer que todas las fincas dependían del ayuntamiento. En
Ah acatlán Ixtlán había cofradías. Tanto para Santiago como para Ahuacatlán no se puede aclarar si los terrenos pertenecían o no
a comunidades indígenas. Hay muchos índices que permiten pensar que los dos ayuntamientos manejaban terrenos que pertenecían
a las “extinguidas repúblicas de Indios”.
sumamente incompletos los testimonios de Compos
tela y faltar los de San Blas.
Llama la atención el gran número de fincas urba
nas y su poco valor; 200 suman 14153 pesos, o sea 13.2%
del valor total, mientras que 70 terrenos (concentrados
en 42 “ actas” ) suman 103 110 pesos, o sea el 86,8% del
total.
Lo incompleto de los datos de otros municipios
limita la elaboración estadística de la desamortiza
ción en Tepic. Los 104 solares y casas suman 10 561 pe
sos y los 44 terrenos 83 093 pesos, o sea 88.70% del va
lor total.
Solares y casas valen de 2 a 2 000 pesos, pero 5 re
presentan 5 000 pesos, o sea la mitad del valor de las
fincas urbanas. Los 99 restantes suman 5 561 pesos, o
sea un valor medio de 56.17 pesos (fuera de Tepic son
muchas las fincas urbanas que valen 2, 3 y 4 pesos).
Los terrenos valen de 100 a 9000 pesos.
152
o sea en 45 días. Limitándonos a las 199 actas notifica
das por Vicente González en el documento de diciem
bre de 1857, encontramos:
Septiembre 68 actas
Octubre 100
Noviembre 27
Diciembre 0
Enero de 1857 4
Total 199
Entre el 11 de septiembre y el 15 de octubre de 1856
casi todas las fincas pertenecientes a las cofradías se
desamortizaron. En 1859 y luego en 1861 quedaba muy
poco por denunciar.17
Sumando la información de las diversas fuentes
se puede presentar el cuadro de los compradores de fin
cas de un valor casi siempre superior a 500 pesos. Los
otros no se tomaron la molestia de recurrir al notario.
Nominalmente se trata de 51 personas, pero los 3
Castaño, los 5 García, y los 6 Rivas forman familias
muy unidas que se pueden considerar como personas
colectivas, de tal manera que son 40 los desamortiza-
dores. La desamortización alcanza, según esta elabo
ración, 152 980 pesos (excluyendo a los “ bienes” de me
nos de 500 pesos que no pueden representar más del
10% del total). Esa cifra le daría al 7e Cantón un lugar
bastante importante en la desamortización. Según el
propio ministro, de julio de 1856 a enero de 1857 se desa
mortizó por un valor total de 23 millones de pesos, de
los cuales 13 en el distrito de México 2,6 en Puebla, 1,7
en Veracruz, 1,3 en Guanajuato, 936 000 en Michoacán
y 820 000 en Jalisco. Según estos datos, resulta que en
el 1- cantón se desamortizó cerca del 19% del valor to
tal de jalisco, lo que representa una proporción bastan
te alta. No me atreveré a mantener tal porcentaje por
153
que parece evidente que la Memoria de Lerdo de 1857
está plagada de errores y peca por omisiones. En las
páginas 314-324, dedicadas a Jalisco, aparece apenas
la décima parte de lo desamortizado en el 1- cantón:
16 000 pesos nada más. Lo de Ixtlán viene completo,
pero en Tepic se reporta solamente dos operaciones.
En estas condiciones hay que desconfiar y decir a los
historiadores que deben dejar de concederle gran vali
dez a la citada Memoria. Las cifras de Jalisco se limi
tan prácticamente a las de Guadalajara y para los can
tones sería necesario una investigación.
CUADRO 2
LA DESAMORTIZACION EN E L SEPTIMO CANTON
(fincas de más de 500 pesos)
154
(Cuadro 2, continuación)
Cas. Flores de
Pauquinot 4 650 ranchos y 6 solares C.T. y
Ayunt. Tepic
Garcías (6 personas) 20 394 3 potreros, 3 ranchos. C.T.
terrenos, casa C.T.
casa solares Ay. T.
terrenos Jalisco
ejidos Ay. T.
3 ranchos C.T.
Ma. Ata Hdz. de Hdz. 10 670 solares Ay. Tepic
solares Ay. Jalisco
Jasero. Hnos. 500 terreno C.T.
155
Continuarión del Cuadro No. 2.
S. Santoyo 366
J. Santoyo 500
CUADRO 3
Valor en p e s o s N o m b r e % T o t a l
Total 104,168
(+) CV- criollo viejo. CN- criollo nuevo, según la nomenclatura de Andrés
Molina Enriquez.
14 personas (el 32%) adquieren fincas por un valor de
104 168 pesos (el 68%). Pero la concentración es mayor
todavía, ya que los 7 primeros, los de más de 8 000 pesos
suman 76 653 pesos (el 50%). (18).
Los 4 primeros (+ 10 000 $) = 51 549 $ 33,70%!
Los 3 siguientes 2 = 25 204 $ 16,30%2
Los 6 siguientes 3 = 28 432 $ 18%3
Los 27 siguientes 4 32%4
157
que opuso el difunto don José María Castaños, comer
ciante e industrial español a don Eustaquio Barrón.
La gran mayoría pertenece a la categoría de los “ crio
llos viejos” , muy viejos como las gloriosas familias Es
pinosa, García y Patrón, fam ilias novogalaicas que
sueñan en la época virreinal en el occidente. Los Espi
nosa son “ españoles, nobles y cristianos viejos” según
la información de limpieza de sangre del 5 de enero de
1803; emparentados con los condes de Miravalle, con
los Dávalos, con los Espinosa de los Monteros. El li
naje se liga al del conquistador Juan Hernández de Hí-
jar, a los Acevedo, a los Puga, todos vecinos principa
les de Tepic. (Dávila Garibi, 1966:799-809). El obispo
de Guadalajara en la época que nos interesa, Pedro Es
pinosa, pertenece a esta vieja familia, los García Es
pinosa pertenecen al mismo grupo del coronel Eduardo
García, fusilado en la asonada de Tepic (1824), era so
brino de Iturbide.
Sin gozar de tan glorioso pasado, la familia Rivas
tiene una buena posición socio económica y un papel
político en Tepic desde la segunda mitad del siglo XVIII.
Dan varios subdelegados y jefes políticos. Los encon
traremos al lado de Manuel Lozada de 1858 en adelan
te; conservadores, luego imperialistas, serán capaces
de conservar su posición sin problemas.
Juan del Cueto es alcalde a la caída de Santa Anna.
Los hijos Castaños abrazan la causa liberal con
entusiasmo y las victorias de Lozada los exiliarán. Jo
sé Loreto Corona, tío del gran adversario de Lozada,
Ramón Corona, futuro general, futuro gobernador de
Jalisco, es oriundo de Zacoalco. Comerciante y terra
teniente, es un liberal moderado, capaz en un momen
to dado de ser reconocido como jefe político por los dos
bandos.
Toda esta gente está emparentada. Don José Ma
ría Castaños es Castaños Aguirre. Los Rivas se casan
con los Fletes, los Retes, los Vargas, los Jiménez, los
García,, los Mercado, los Peña y las mujeres atraviesan
158
las fronteras políticas. Lina Rivas es esposa de Boni
facio Peña, jefe político liberal en 1856 que perderá la
vida luchando contra Lozada y sus cuñados Rivas.
Esos clanes son muy extensos: cuando Espiridión Ri
vas muere en 1860 deja a su viuda Isabel García con
once hijos.19
Es notable el hecho de que todos, o casi todos es
tos desamortizadores de las fincas rústicas de las cofra
días, fueran arrendatarios de dichos terrenos en 1856
y, generalmente, desde muchos años: Ildefonso Rivas
aparece como arrendatario en 1820.
Este hecho desdice, en Tepic por lo menos, dos afir
maciones de la historiografía clásica de la Reforma:
I a) que los arrendatarios eran “ en su mayoría mestizos
e indígenas de escasos recursos” , 2a) que fueron los
“ criollos nuevos” los beneficiarios exclusivos de la de
samortización. (Molina Enriquez, 1953:36)
Una última observación sobre estos personajes: la
casa Barrón y Forbes está prácticamente ausente en
las operaciones de desamortización en Tepic. Gasta
5 000 pesos, la mitad en fincas urbanas. Cantidad sor
prendentemente baja, si se piensa en el poder econó
mico20 de la compañía, pero su ausencia en Tepic se
explica fácilmente. Por un lado en este momento pre
ciso tiene un pleito con el gobierno de Jalisco y el poder
político en Tepic está en manos de sus adversarios; por
el otro, don Eustaquio tiene negocios mucho más im
portantes en México donde está en contacto con gen
te como el Lie. Lafragua o Manuel Payno. Tiene una
gran responsabilidad en la ruptura de relaciones di
plomáticas por parte de Inglaterra y en el consiguien
te bloqueo naval. Socio en sus negocios con los Escan-
dón, va a ser de los grandes desamortizadores en la ciu
159
dad de México. Allá se trabaja a otra escala: 500 en lu
gar de 5 000 pesos.: (Bazant 157-160).
160
vechó el decreto de desamortización para_denuneiarla
como mano muerta. En 1834 el decreto fue derogado y
tuvo que devolver todo, lo que hizo (pero se quedó ron 76
cabezas de ganado).
Las cofradías unidas del Smo. Sacramento, de la
Purísima Concepción y de las Animas Benditas, fun
dadas entre 1611 y 1667, eran mucho más ricas, por su
antigüedad misma, y por ser de la parroquia de Tepic.
Sus 12 fincas rústicas rebasaban los 8 sitios de gana
do mayor, o sea las 14 200 hectáreas. Como se puede
ver en el mapa, se encontraba en el valle de Tepic, cer
ca de la ciudad situada al centro de las mejores tierras
del Valle de Matlatipac, ricas dos veces, por la excelen
cia de sus suelos y por la abundancia de aguas, ríos y
manantiales que aún hoy permiten el riego permanen
te.
En efecto, en la parte media del entonces 7QCan
tón se encuentran varios valles intermontañosos de
gran fertilidad. Entre los más importantes está el de
Tepic, circundado por sierra y cerros. Sus 400 km- se
benefician del río Tepic, o Mololca, o del Pueblo que
nace cerca; y de muchos arroyos y manantiales: los
ranchos de las cofradías y los arroyos llevan los mis
mos nombres, la Labor, Camichín, Armadillo, el Salto,
Santa Rosa...
Contiguo al valle de Tepic, el valle de Compostela,
o de Miravalles, alcanza 150 km2; los valles estrechos
y encajonados de Ixtlán, Ahuacatlán y Jala cubren 150
km2. En esos tres valles se concentraba en 1856 más del
80% de la población y de la riqueza; resulta compren
sible que la desamortización se localizara en los di
chos valles. Los bienes de la Iglesia se concentraban
en la parte “ útil” del cantón, donde las mejores tierras
y las aguas arraigaron a los hombres. En el valle de Te-
pic las cofradías (14 200 has) ocupaban la tercera par
te de la superficie a lo largo de los ríos, arroyos y cami
nos. Tal riqueza tenía que tentar a los hacendados y a
los comerciantes, ya que —según se sabía— “ sus terre-
161
nos son de los más feraces y hermosos del departamen
to. Cualquiera porción de ellos es bastante para propor
cionar al hombre trabajador é industrioso una cómo
da subsistencia, y para deleitar su vida con la varie
dad de sus aspectos, en que aparecen graciosa y senci
llamente combinados los montes y valles, los bosques y
las dehesas, los lagos, los ríos caudalosos y los riachue
los” . (López Cotilla, 1843: 132-133'
u terrenos adjudicados
(localiZACio'n aproxim ada)
IW. curvA da nival
Por eso el viajero inglés, Basil Hall, pudo escribir
en 1822: “ Tepic, a beatiful town, in the midst of a culti
vated plainlies near the centre of a basin or valley
formed by an irregular chain of volcanic mountains.
The appearance o f the ton is rendered very lively by
rows o f trees, gardens and terraced walks, among the
houses, all kept green and fresh by the ivaters of a river
which enbraces the town on three of its sides” . (B. Hall,
1822: II, 189-190).
Las cofradías tenían varios pleitos de linderos con
los pueblos de San Juan B. Atonalisco, San Andrés Po
chotitán y San Luis, algunos desde 1650, otros desde
1750,23 porque algunas posesiones se habían formado
de supuestos “ baldíos” . Las medidas que se hicieron
en varias ocasiones en el siglo XVII y en el siglo XVIII
no solucionaron los conflictos. En otros casos los in
dios habían venido a las cofradías (por lo menos eso
afirmaban las cofradías) pero sus descendientes no se
acordaban del hecho. Después de 1857 Manuel Lozada,
jefe de los pueblos mencionados, daría nueva vida al
asunto y los herederos de las difuntas cofradías tar
darían más de 15 años en recuperar lo que considera
rían como suyo.
Las cofradías tenían también problemas de me
nos consecuencia con arrendatarios y vecinos, princi
palmente con doña Francisca García de Vargas, arren
dataria del Guayabo, y con Carlos Rivas, dueño de la
hacienda de San Cayetano (un asunto de servidumbre
de agua). Rivas arrendaba muchos terrenos de cofradía
y no era difícil que surgieran desavenencias, pues se
gún un testimonio de la época: “ Todos los terrenos es
tán divididos en muchas porciones y arrendadas estas
163
a diferentes personas... lo módico de la cantidad que
por algunos de ellos se pagan anualmente, comparados
sus productos” , se debe a “ la antigüedad de muchos de
estos arrendamientos” .21
Desde 1849 las cofradías tenían dos buenas casas
en Tepic cedidas por los propietarios que debían 6 425
pesos (3 000 de capital + réditos vencidos).
El obispo anota que estas cofradías, prácticamen
te, habían dejado de tener cofrades.
Conclusiones
164
ríos, nuevos propietarios devolvieron al clero las fin
cas que habían pertenecido a las cofradías. No hay
más excepción que la de los Castaños, ausentes de Te
pic en esta época. Hasta José Loreto Corona se some
tió a las circunstancias adversas. Por eso, en 1861 se
producen casos curiosos cuando generales chicanes,
como Antonio Rojas, pretenden despojar a liberales
que tuvieron que pasar por la prueba de 1858. J. J. Ló
pez y José Loreto Corona remataron las haciendas Em
bocadero y Chila de lás cofradías de Compostela, en
1856. Las devolvieron en 1858. En 1861 Antonio Ro
jas alegó que habían perdido todos sus derechos e hizo
la denuncia; ofreció pagar 2/5 al contado si se le hacía
una rebaja de 30%, pero no prosperó su tentativa por
que Loreto Corona era el tío de Ramón y llegó en ese
momento a ser jefe político. Es más, no solamente con
servó las haciendas, sino que se apoderó de algunas
fincas de los García. Con excepción de sus operaciones
y de las de Eugenio Weber, (ver cuadro II) en perjuicio
de los García y de los Rivas, no hubo modificación de
las operaciones de 1856. Se consideró, en la práctica,
que los que habían devuelto en 1858, habrían sufrido
violencia, por lo cual tenían derecho a redimir según la
ley de nacionalización del 12 de julio de 1859.25
Además, en 1862 Manuel Lozada volvía a levan
tarse en armas y rápidamente desalojaba los libera
les del 7Qcantón, para beneficio de los Rivas, García,
etc., hasta 1873. Se puede pensar que los Corona, Cas
taños, Weber no gozaron mucho de estos adelantos.
Pero la victoria no fue puro gozo para sus rivales; con
25. AHJ-H 861 B ien es del E sta d o, febrero 1861 Tepic Luis Rondón. Anto
nio Rojas 5 de febrero 1861.
11 de abril 1861 A dm in istra ción R en ta s Tepic. Redenciones.
14 de abril 1861 Trinidad Ramírez, comandante del escuadrón.
Ramírez denuncia la hacienda de Cofradía, adjudicada al arrendata
rio Encarnación Jiménez, devuelta en 1858 al clero.
En margen al ocurso contra la negativa del receptor de rentas, el Gober
nador Ogazón escribe: “ Se le concede” .
165
excepción de los Rivas que tenían toda la confianza de
Lozada, pronto los desamortizadores se dieron cuenta
de que habían heredado los pleitos que las cofradías
tenían con los pueblos indígenas. Así, los beneficiarios
de la desamortización tuvieron que enfrentar por una
parte, a la oposición contra las adjudicaciones de bie
nes eclesiásticos y por otra viejos pleitos con los mis
mos pueblos indígenas, cuando las autoridades depen
dían de Manuel Lozada, esperanza de “ los pueblos” y
encarnación de su fuerza militar.
Al final resurge la pregunta inicial: ¿Existe una
relación directa entre la desamortización y el levanta
miento de Manuel Lozada?26 Directa, parece que no.
Los pueblos que de veras se pueden decir lozadeños,
San Andrés, San Juan Bautista Atonalisco, no habían
sido agraviados por la ley del 25 de junio de 1856. Sus
agravios eran más antiguos, remontan a la Colonia.
Con la independencia y los cambios jurídicos, con
la desaparición de las repúblicas de indios y de su au
togobierno, con la imposibilidad nueva de seguir liti
gando con esperanza fundada de tener éxito,27 con la
tutela de los ayuntamientos, con el reparto nunca ter
26. Molina Enriquez (1953: 36, 37) escribe: “De pronto la circunstancia de
que la forma natural de la desamortización era la conversión de los de
rechos de los arrendatarios y denunciantes en derechos de propietarios,
no les permitió (a los mestizos) ver que la propiedad comunal de los pue
blos indígenas era también desamortizable; pero tan luego que se die
ron cuenta de ello, trataron de desamortizarla, con tanto más empeño
que era mucho más fácil de ser desamortizada que la de la Iglesia, por
que de seguro la defenderían menos los indígenas en su estado habi
tual de ignorancia y de miseria. Algunos pueblos comenzaron a ser des
pojados ya, y los demás amenazados de igual despojo, se levantaron en
armas promoviendo los disturbios de Michoacán, Querétaro, Veracruz
y Puebla, que dieron motivo a una circular lírica del Gobierno, que na
da remedió. Pero como de todos modos esos disturbios detuvieron a los
mestizos en su espíritu desamortizador...” .
27. AIPG, libros de Gobierno y Tierras y Aguas. Eric Van Young lo afirma
de manera categórica (1978:680) William Taylor dice lo mismo en su
clásico “Landlord and Peasant in colonial México
166
minado de los bienes de comunidad, los agravios se
multiplicaron entré 1810 y 1850. Si las leyes de Refor
ma, en Tepic por lo menos, no afectaron a los pueblos
indígenas, la guerra entre liberales y conservadores,
la desaparición de los poderes, la creación de un pro
fundo vacío político proporcionó a “ los pueblos” 28 una
oportunidad para recuperar lo perdido. Tanto más que
de repente encuentran aliados después de larga tempo
rada de soledad absoluta.
La desamortización no es causa inmediata del le
vantamiento de Lozada, pero coloca a este último en
una situación estratégica. La desamortización lleva
al enfrentamiento entre el Estado y la Iglesia, lo que
proporciona a los conservadores una oportunidad ines
perada de regresar al poder, aunque fuese al costo de
la guerra civil. En este marco nacional que lo rebasa
totalmente, Manuel Lozada encuentra también su
oportunidad; los conservadores en Tepic van a hacer
de él su brazo militar, mientras que él utilizará ese po
der para ajustar las cuentas que “ los pueblos” tienen,
desde cuándo, pendientes.
Simbólicamente, Lozada deja de ser un bandolero
el 21 de septiembre de 1857 cuando se levanta al grito
de “ Religión y fueros” . Pero, fijémonos bien: grita “ Re
ligión y fueros” , como se lo han dicho sus patrocinado
res, pero ¿dónde da el primer golpe? Ataca y saquea las
28. “Los pueblos”: ¿qué cubre ese colectivo? Hasta la fecha no lo puedo de
cir a ciencia cierta. Desde luego, no son todos los pueblos, o sea las ex
tinguidas repúblicas de indios, las llamadas comunidades indígenas.
Nunca tuvieron tal unión. Tampoco se trata de todos los habitantes de
estos pueblos. Cuando Lozada habla en nombre de “los Pueblos Uni
dos” , habla de unos pocos pueblos casi unánimes, más otros pueblos
controlados por un grupo, mayoritario o no, más otros pueblos subyu
gados por la fuerza política o militar. Tal coalición es precaria y no
puede sobrevivir a la derrota. La dificultad para elucidar el concepto de
“ los pueblos” es uno de los puntos más inquietantes para el historia
dor.
167
haciendas de Puga y Mojarras con las cuales su propia
comunidad tenía pleito ancestral.
El “ hombre cruel y sanguinario que no pertenecía
a comunión política alguna” 29 “ ha insurreccionado
a los pueblos ofreciéndoles tierras, pues en Mojarras
dijo al administrador que continuaran los trabajos y
que tan luego como viniera una expedición, se fijarían
los linderos a que debían sujetarse. Validp de este me
dio que halaga tanto las inclinaciones de los indígenas,
dentro de pocos días contará con una fuerza de 2 ó 3 000
hombres” y algún día bien podría llegar a tomar la ciu
dad de Tepic.30 El comandante de la plaza de Tepic pro
fetizó bien, pero eso es otra historia.
Abreviaciones y Bibliografía
168
BERRY, Charles R. The fiction and fact of the Reform: The
case of the central district of Oaxaca' 1856-1867. The
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169
haciendas de Puga y Mojarras con las cuales su propia
comunidad tenía, pleito ancestral.
El “ hombre cruel y sanguinario que no pertenecía
a comunión política alguna” 29 “ ha insurreccionado
a los pueblos ofreciéndoles tierras, pues en Mojarras
dijo al administrador que continuaran los trabajos y
que tan luego como viniera una expedición, se fijarían
los linderos a que debían sujetarse. Valido de este me
dio que halaga tanto las inclinaciones de los indígenas,
dentro de pocos días contará con una fuerza de 2 ó 3 000
hombres” y algún día bien podría llegar a tomar la ciu
dad de Tepic.30 El comandante de la plaza de Tepic pro
fetizó bien, pero eso es otra historia.
Abreviaciones y Bibliografía
168
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u t ie r r e z
169
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170
IXTLAN DE BUENOS AIRES, 1958:
TRILOGIA DOCUMENTAL*
I Unos documentos
1. A G N , Gob. leg. 1126 Tranquilidad Pública no. 8 junio 25, 1864 exp. 98
fojas 12.
el territorio de Tepic, jurisdicción de Jala, Jomulco, Cacalu-
ta e Istlan, durante la revolución pasada, he recibido del gene
ral Lozada el último golpe que acaba con la escasa fortuna que
me ha quedado. Un decreto dado por él, contra los enemigos de
su causa, declara confiscados sus bienes, y se ha hecho esten-
sivo a los míos, como si yo hubiese alguna vez tenido ingeren
cia en la cosa pública.
A la alta rectitud de V .M . Imperial no se ocultan la injusti
cia, y la sinrazón de medida tan atentatoria, pues además de
no ser la confiscación una pena aplicable en una sociedad civi
lizada, se ma ha hecho aplicación de ella, bajo el falso supues
to, de que tomé parte en negocios politicos. Yo he vivido en Gua
dalajara durante cinco años, por alejarme del teatro de las dis
cordias que por desgracia han desolado el territorio de Tepic:
nunca hé, ni manifestado mi opinión en lo relativo a esas cues
tiones, y llegado a una edad en que el hombre necesita el repo
so, he preferido perderlo todo á vivir en medio del repugnan
te espectáculo de una sociedad que se despedaza.
Hoy elevo mi queja hasta Vuestra A ugusta M agestad,
confiado en Su benevolencia y en que no permitirá que uno so
lo de sus subditos, sufra bajo el peso de medidas atentatorias;
Os suplico pues deis las órdenes para que cese el daño que tan
injustamente se me causa!
Acostum brados por tanto tiempo a vivir en medio de la
anarquía, sin encontrar una mano protectora en nuestras des
gracias, acudimos hoy con una ciega confianza a Vuestra M a
gestad Imperial, como a nuestro regenerador, como al Augus
to y Noble custodio de nuestros intereses u de nuestras liberta
des. Esa creencia que es hoy dia la de todo Mejicano, es la que
me anima al llamar la atención de Vuestra Magestad sobre los
actos ilegales consentidos por el General Lozada en perjuicio
de mis intereses.
Señor. Guadalajara junio trece de milochocientos sesen
ta y cuatro. Nicolás Ramírez.
172
la confiscación fué decretada por el cuartel general de mi m a n
do el 16 de m arzo de 1863 f ... 1 A l Sr. R am íres se le consideró
com prendido en el decreto referido por que no cave la menor
duda que ha sido enemigo acérrimo de la causa del orden, asi
com o de la Intervención y del Im perio, pudiendo calificarlo
como el hombre m as pernicioso que ha causado m ayores males
a este Territorio, de lo que podrá convencerse V. E. por los he
chos que paso a referir. En 1858, se pronunció D. Nicolás R am í
res por orden d eR a m ires. D espués de este acontecim ien to se
constituyó un espía de los enemigos éh izo llam am iento a las
fu erzas de R ojas que en d istin tas ocaciones invadieron este
Territorio a la s que les proporcionó toda clase de recursos y
noticias. A dem ás el propio Ramíres acom pañó a Rojas en los
saqu eos gen erales que este hizo a la V illa de A h u a ca tlá n h a
bién dose ocupado de com prar la m ayor parte de la plata en
pasta y labrada así como los dem ás afectos de valor que fueron
robados por Rojas en A huacatlán y Santo Tom ás; cuya compra
la hizo a razón de un 12% sobre el legítimo precio de la plata y
afectos sitados. Tam bién informaré a V E que Ramíres en todo
el tiempo que duró la revolución fué un constante propagador
de n o ticia s fa ls a s y a la rm a n te s y el que m ás fom entó la gue
rra civil en este Territorio, valid o del dinero y de la in flu e n
cia que ten ía con R o ja s, C orona y O g azón y dem as gefes del
bando liberal.
173
a Ramírez y si resultan justificados, ponga a este a disposi
ción de la Corte¡Marcial para que proceda a lo que haya lugar
conforme a las leyes. Dado en Toluca a 27 de octubre de 1864.
174
que se les indemnice si por motivos de política o de convenien-
cia pública el Gobierno juzga conveniente dejar las cosas en el
estado que guardan.3
175
modo que la Secretaria de Fomento dictamina el 11 de
noviembre de 1865:
176
ro b a v a ca s, al ir R am írez a la ca sa de un señor M artín ez a
llevar un bote de m anteca, al llegar frente al ruarte], pasó sin
fijarse que abajo de la banqueta estaba haciendo guardia el
indio lozadeño Claro M edina, el cual por haberse atravesado,
con su ca ra b in a led ió un cu latazo en el hom bro, hiriéndolo.
Gregorio, como iba cargado, dejó su bote y se regresó, con su
p isto la h acien do un disparo sobre el gua rd ia , sin acertarle.
C om o en la puerta estaba el retén déla guardia lo atraparon y
lo condujeron a la cárcel, trasladándolo al día siguiente a la de
A h uacatlán , que entonces era la cabecera de la región.
D. N ic o lá s acudió luego a un hu izachero jorobado. 1).
Pedro M a rtín ez G u evara, q u e se e n c o n tra b a en Ixtlán vera
compadre del general liberal D. Santos Degollado. El litigan
te le aconsejó a Ramírez, que debido a la intransigencia de los
indios, lo único que podía hacerse para salvar a Gregorio, era
un lev a n ta m ie n to , siendo desde luego oportuno hacerlo en
razón de que su com padre D. S a n to s h ab ía ocupado G u a d a
lajara.
Con el pretexto de un día de cam po, los hijos de I). Nicolás
con sus am igos, se reunieron en el rancho de Los Tizates, pro
piedad de éste, y el anochecer, siguiendo las instrucciones del
semi litigante, tomaron el rumbo de Jala, dando un albarazo
sobre A h uacatlán , dejando en libertad a Gregorio y tomando
la p oblación . Los h erm a n os R am írez que tom aron parte en
ésta acción fueron: Carlos, M arcos, Julián, Antonio, Trinidad
y el sobrino de estos José M aría M acías, hijo de Simón y Feli
ciana Ramírez, con otros parientes y am igos. Esto sucedió co
mo en 1858, en el tiempo de a gu as.8
177
en documentos encontrados en el Archivo General de la
Nación, después de esta extraña experiencia.
178
Prudencio Ochoa de 46 años, casado, comerciante
de Ahuacatlán, contestó a las diez preguntas:
13. Todas las informaciones de este párrafo están sacados del Archivo del
Congreso de Jalisco, Rama Gobernación 1857, legajo 43, ocurso del
2 4 /X II/1 8 5 7 con 6 documentos anexos 58 p.
179
ese pronunciam iento tuvo lugar no fue debido a otra persona
que a la de Ramírez quien tomó una tenaz empeño para ello, y
solo por m iras particulares para f...l el delito que su hijo D.
Gregorio Ram írez cometió con el balazo que le dio a C L A R O
M E D I N A (!!!) ya fin a d o qu edase im pu n e, com o en efecto asi
fue por que después de él fueron las fuerzas de su hijo D. Trini
dad y se trajeron el a rch ivo de A h u a c a tlé n , el que fue in sen -
diado, en el cual se en con traba la ca u sa de su otro hijo y la
fia n za que había otorgado para que el pudiera salir de la pri
sión que era por valor de mil pesos.1'
olio decir que fue m uy notorio las compras que el Sr. Ramírez
h acia al m en cio n ad o R o jas, no co n stán d o le del v ista porque
tenía que huir de esta población cuando ellos benian.
Que fue muy publico y efectivo el préstamo que se cita y en
los m ism o s térm in os, no solo al Sr. D. P ablo (O ch oa) si no a
todos los del partido conservador.
que una ves olio decir que compro al Sr. Ram írez una poca de
plata de la que le impusieron un préstam o a Don Pablo Ochoa,
no supo a que presio. Que supo que el sr. R ojas im puso un pres-1
4
180
tam o de con siderasion no solo al señor don P ab lo si no a ba
n o s particu lares, pero no sabe si Don N ic o la s influ iría la
signacion de ese préstamo.
181
lean para escapar al control administrativo de Ixtlán y
denuncian la tiranía de don Nicolás Ramírez.
182
conflictos creados por la desamortización y por el jura
mento de la Constitución (para no mencionar los con
flictos propios al cantón de Tepic), volvían a la carga
los de Cacalutan.
183
pertenesen, hoy se nos quiere lanzar con la m ayor infam ia del
casco sentrico, form ándosenos una terrible persecusion con
a r m a s de fu ego en m ano para dispersarnos [ ...1 las vejaciones
que hem os sufrido aun por la autoridad subalterna puesta en
nuestro Pueblo que nada m enos biene hacer D Trinidad R am í
rez, hijo de nuestro enemigo acérrimo D. N icolas y que m a la
mente se h aya constituido fungiendo de autoridad, supuesto
que es uno de tan to s que no h an querido ju rar la C o n stitu
ció n 1” (...] Para asesorar a la comunidad aprendieron cuatro
indígenas que calificados sus motivos en el jusgado de Letras
de A huacatlán fueron puestos en libertad (...1 El representan
te del pueblo no sabe firm ar pero lo hase a su ruego uno de los
interesados. Regino Carrillo.
18. Tal acusación no se pudo averiguar pero parece muy dudosa, ya que
desde un principio la familia Ramírez se dio a conocer por su militancia
liberal. Pero todos los trucos valen a la hora de la hora.
19. Mismo documento, Ystlan 15 de julio de 1857.
184
Firmaron 97 personas, de las cuales 6 figuraban en
las peticiones contrarias de mayo de 1857: Crisanto
Aguiar, Epitacio Zúñiga, Juan Marmolejo, Merced
Pineda, Tedoro Carrillo y uno de sus hermanos; Trini
dad Ramírez firmó por estos dos últimos, don Trini
dad, miembro de la acordada de Ixtlán y autoridad en
Cacalutan... Don Trinidad figuraba entre los “ indíge
nas vecinos del pueblo” y se puede suponer que ideó la
petición. El 27 de julio, el presidente municipal de Ix-
tlán, Julián Ramírez, hijo de don Nicolás, hermano de
Trinidad, escribió al jefe político del departamento de
Ahuacatlán que
185
con ellas la m ancom unidad de sus bienes. H oy pretendiendo
los indígenas tal segregación es incuestionable la division de
esa pequeña sociedad por que las personas e intereses están
m e scla d o s; esto es de in d íg e n a s con los v ecin o s de Y stla n
ten ien do ig u a les h a v ito s, costu m bres, g e n e a lo g ía y todo lo
cuanto les puede anim ar en la vida civil.
Pero los indígenas en su presunción de independencia de
Istlan llevan dos m iras principales: una no cum plir sus com
promisos comerciales y otra coludirse con los bandidos, cuyas
relaciones no están lejos de entablar [...] Si se concediese su
separación a los indígenas de C acalutan esto sería abrir las
puertas, poner un ejemplo a las dem ás poblaciones de indíge
n as propensas, por desgracia, al bandalism o, para proponer
se p la n es de sep aración y de in d ep en d en cia , y h é aqu í, en
apogeo la insubordinación, la anarquía, el desorden y las re
petidas m olestias al Spm o Gobr con diarias solicitudes la m a
yor parte ridiculas, infundadas e in ju stas.20
20. Mismo documento, firmado por Miguel Oceguera, director del deto de
Ahuacatlán, 4 de agosto de 1857. Aprobado y firmado en Tepic el 18 de
agosto, por el Jefe Político Echagaray.
186
Lozada ha insurreccionado los pueblos ofreciéndoles tierras
pues en M ojarras dijo al adm inistrador que continuaran los
trabajos y tan luego como viniera de una expedición se nota
ría los linderos a que debían sugetarse. V alido de este medio
que a lh a ga tanto las inclinaciones de los indígenas dentro de
pocos días contará con una fuerza de dos a tres cientos h om
bres. T e rm in a su carta n ota n d o que algú n día bien podría
Lozada tom ar Tepic.21
187
Efectivamente la guerra había comenzado y tanto
el ejército como la acordada de Ixtlán andaba en cam
paña contra los pueblos de San Luis, Pochotitán, Te-
quepexpan, Santa María del Oro, Jala. Luego, tan se
ria era la situación, que se mandó al general Juan N.
Rocha en campaña contra Lozada de octubre a diciem
bre de 1857. Dicha cam paña no se pudo terminar por
los acontecimientos nacionales: golpe de Tacubaya,
derrota de Parrodi en el Bajío en marzo de 1858 y toma
de Guadalajara y Tepic por los conservadores. En Ix-
tlán, los Ramírez esperaban que pasara la tormenta
basta que la cárcel y posible fusilamiento de Gregorio
Ramírez los impulsó al levantamiento del 19 de octubre
de 1858, que coincidía con el sitio de Guadalajara por
Degollado (28 de septiembre-27 de octubre de 1858). La
guerra ofrecía a sus adversarios una ocasión larga
mente esperada de ajustar cuentas.
188
mestizos para aumentar el número de tributarios; ade
más las fuentes son contradictorias, pero el hecho fun
damental es que Ahuacatlán aparezca como mucho
menos criollo que Ixtlán, lo que confirma la voz popular
que opone los “ indios de Ahuacatlán” a los criollos de
Ixtlán -—lo que nunca impidió los matrimonios entre
las familias principales de las dos villas. Según el pa
drón citado. Ahuacatlán tiene en 1793 377 españoles
(66 familias), mas 340 casas de pardos y 40 de indios—.
Ixtlán tiene 407 españoles (84 familias) en la cabecera y
459 españoles (80 familias) en los ranchos de Arriba
(San José de Gracia). Aquí está la diferencia, en la pre
sencia masiva de los rancheros criollos. Además, hay
91 casas de pardos, 3 de indios y 2 de mestizos, conoce
mos el total de los pardos en el partido: 2 511 y 450 el
total de casas que ocupan; o sea, mas o menos 5,8 por
casa; lo que daría aproximadamente 2 000 mulatos (y
mestizos) para Ahuacatlán y 530 para Ixtlán más, con
servando el mismo coeficiente, 240 indios para Ahua
catlán y 30 para Ixtlán:
190
Estamos en presencia de una situación conflictiva
que opone un pueblo criollo en fuerte expansión demo
gráfica (según nuestra hipótesis Ixtlán pasa, entre
1793 y 1838 de 1 420 a 2 330 almas, mientras que Ahua
catlán pasa de 2 600 a 3 330) a un pueblo mestizo toda
vía dueño del poder político, si bien amenazado econó
mica y demográficamente por su rival.* Esa oposición
se traduce en el lenguaje que oponen los “ hueveros” de
Ahuacatlán a los “ ombligos dulces” de Ixtlán, zona de
cañaverales. Los pueblos indígenas de Mexpan, en el
valle de Cacalutan, Jomulco, Tequepexpan, en las
montaña resienten mucho la expansión de los “ ombli
gos dulces” y, entre ellos, de los dinámicos y numerosos
rancheros, ejemplificados por el clan Ramírez.
En el siglo xix desaparecen de las fuentes estadís
ticas las connotaciones raciales, pero podemos afirmar
que indios, mestizos y criollos vivían juntos en muchas
comunidades rurales, aunque el porcentaje de no indios
pudo haber sido muy pequeño; hasta en un pueblo con
siderado indígena, como Cacalutan, al lado de los in
dios encontramos (en la petición de julio de 1857) “ ve
cinos como don Trinidad Ramírez, criollo que ejerce la
autoridad política y militar además de la profesión de
minero, arriero y labrador. Cacalutan depende de una
cabecera criolla, Ixtlán, centro económico y comercial
de la región, en vía de quitar a la villa mestiza de Ahua
catlán la función política. La rivalidad entre las dos
villas se manifiesta en forma violenta cuando empieza
la guerra de Tres Años; el primer golpe lo dan los Ra
mírez de Ixtlán, el 19 de octubre de 1858; el 25 viene Ma
nuel Lozada a tumbarlos; con las armas en la mano y a
las órdenes deR am ón Corona, lo combatieron Trini
191
dad Ramírez, (después de su muerte su tropa recibió la
de nom inación de Batallón Lanceros de Ramírez, y
participó en la sonada victoria de la Coronilla, contra
los franceses, el 18 de diciembre de 1866;* su hermano el
coronel Marcos Ramírez, fue muerto en Tepic en marzo
de 1861, defendiendo la ciudad, cuando era comandan
te de la Guardia Nacional “ Libres de Ixtlán” . Después
de la muerte de sus campeones no les quedaba a los Ra
mírez y otros liberales de Ixtlán más camino que some
terse o exiliarse para salvar la vida después de haber
perdido los bienes. Así encontramos al viejo don Nico
lás, a los 76 años, escribiendo desde Guadalajara al
emperador Maximiliano.
25. Quien los casó fue el P. José Tom ás Verdad y Ram os herm ano del li
cenciado Verdad. Archivos parroqu ialesd’ Ixtlán, lib ro 5 bautismos
1788-1789 y matrimonios 9 de febrero de 1809 - Juana María pertenecía
a la familia Sánchez de Ahuacatlán que dio a Jalisco su primer gober
nador Prisciliano Sánchez.
192
siendo las dos actividades de Ixtlán la agricultura y la
arriería. Le fue bien en sus correrías: iba a la feria de
San Marcos en Aguascalientes, a la feria de San Juan
de los Lagos, iba hasta Tabasco para comprar canela y
cacao, vendía chile ancho de Jalisco; tuvo mina en Ca
calutan y sus muías transportaban la plata fundida en
jabones a la Casa de Moneda de Guadalajara; pasaron
los años y fue sumando casa sobre casa, terreno sobre
terreno: dueño de varias manzanas en el mero corazón
de Ixtlán, posee también las tierras de riego en las ori
llas donde crece la caña, terrenos en Ahuacatlán y Jo-
mulco, parte de la hacienda de Santo Tomás; arrienda
parte de la hacienda de Tetitlán; se posesiona de prác
ticamente toda la barranca (Plan de Barrancas será
fundado por su hija Tula, esposa de Juan Hernández),
de la Cofradía, de terrenos de riego en Jala. Ya mencio
namos la mina de plata de Cacalutan, la buena casa en
el centro de Guadalajara; remata en 1856, comprando
en Ixtlán terrenos del ayuntamiento: 3 solares y 4 po
treros en 1 216 pesos.26
Lamentablemente no tenemos ni un retrato de don
Nicolás, mas se dice que existió uno de cuando fue fu
silado por los indios lozadeños cuando tomaron Ixtlán
y saquearon las casas de los Ramírez, en búsqueda del
viejo patriarca. Se dice que, en esta pintura, lo figu
raban como “ medias como pastor” y “ sombrero con
plumas” como danzante; el informante, Nicolás Ramí
rez Parra, tío de don José Ramírez Flores, concluía que
tal retrato no podía ser de su papá Nicolás, ya que este
nunca vestía de pastor y mucho menos de indio emplu
mado; no había conocido los trajes de la Colonia, nada
más.
Tal es el campeón de la causa liberal en Ixtlán y el
representante del dinámico grupo ranchero estudiado
por Luis González y David Brading, después de haber
193
sido señalado por McCutchen McBride, Frangois Che
valier y Eric Wolf. Don Nicolás representa a esos miles
de empresarios pequeños y medianos, más ricos de va
lor que de capitales, quienes recorren el campo, com
prando todo lo que se puede comprar y transportar a
lomo de muía: cueros, quesos, cera, chile, jabón, ropa,
peinetas, etc., visitando los pueblos con su recua de
muías, controlando un pequeño ejército de “rabatteurs” .
Invierte los capitales juntados en el comercio, en la
mina, en la tierra y en la ciudad también. El personaje
es pintoresco, ya que el comerciante-arriero es un aven
turero en el sentido etimológico de la palabra; hombre
dinámico, de pronta decisión, con una energía física y
moral excepcional, un atrevimiento y una resolución
sin par, como lo prueba el levantamiento de 1858 con
sus hijos y parientes para salvar a su hijo Gregorio.
No es un comerciante como lo imaginamos hoy, no
es un intermediario pasivo y sedentario; don Nicolás
descubre mercancías, inventa tráficos (¡va hasta Ta
basco con sus muías!), antes que todo es un especulador
y un prestamista también.
Como dice Brading: “ needles to say, in the civil
wars which followed the attainment of Independance
it was these rancheros who were the most successful in
utilising their family network for military or political
purpose” .27 ¿La prueba? Los Ramirez son oficiales de la
Guardia Nacional, jueces de acordada, munícipes en
Ixtlán y los pueblos vecinos, mucho antes de 185728y en
1857 forman, con sus parientes políticos, la acordada
de Ixtlán: Ramírez, Parra, Rodríguez, Manjarrez, etc.,
los 40 soldados son cuarenta parientes.29 Desde 1853 la
194
acordada de los Ramírez pelea contra los “ bandidos”
de Manuel Lozada; después, los Libres de.Ixtlán, luego
el batallón de Lanceros de Ramírez del glorioso Ejér
cito de Occidente de Ramón Corona. Todos los hijos de
don Nicolás, sin excepción, sirvieron como militares
liberales y la mayoría pasó del grado de teniente. El
coronel Marcos Ramírez, abuelo de José Ramírez Flo
res, nacido en Techaluta, Jal., participó en la batalla de
La Coronilla y ganó la medalla de ord del sitio de Queré-
taro. Inocencia Ramírez, hija de don Nicolás, se casó
con el doctor José María Parra, hermano del general
Eulogio Parra, y los Ramírez llevaban relaciones con
Santos Degollado, Ramón Corona, Antonio Rojas...
Esa fuerza político-militar les sirvió en sus empre
sas económicas, inseparables de las luchas de clanes,
de castas y de clases del departamento de Ahuacatlán;
en 1863 parece que habían perdido todo, pero la restau
ración de la república en 1867 y la caída de Lozada en
1873 fue victoria suya. Don Nicolás no vivió para ver el
triunfo final, pero este no lo hubiera sorprendido.
Lo que me fascina en esta historia tan particular
es cómo se viene a confirmar el dicho: “ quien agarra el
hilo, saca el ovillo” ; o sea, cómo la microhistoria viene a
contestar a las preguntas que suscita la Historia sin
poder contestarlas a su nivel general. La historia oral y
testimonial de la familia Ramírez en la persona de don
Nicolás junta en un haz la problemática política de la
Reforma y del Imperio, aclarando muchos aspectos de
la vida social y económica: tierras, pueblos, razas, cla
ses, nación y estado.
195
LA CASA BARRON, FORBES Y
COMPAÑIA: FORMACION Y
DESARROLLO DE UNA EMPRESA
EN MEXICO EN EL SIGLO XIX
198
provocado durante la guerra de Independencia por la
decadencia de Acapulco, estimuló notablemente la
economía del Occidente a lo largo del eje Guadalajara-
Tepic. De la misma manera la apertura del puerto de
Tampico benefició a San Luis y la de Progreso y Sisal a
Yucatán. Fortalece la economía provincial, está ligado
al desarrollo del Consulado de Guadalajara como lo
demostró don José Ramírez Flores2 y plantea el proble
ma del control de las aduanas. Parte de sus entradas
iban al gobierno federal, pero los estados se atribuye
ron la facultad de gravar la introducción de mercan
cías y su exportación. El contrabando y la especulación
fueron inseparables de las aduanas y su control fue un
asunto político, de importancia regional tanto como
nacional.
La exportación principal de México durante los
primeros cincuenta años de su vida independiente fue
la moneda acuñada. Numerosos empresarios coloca
ban sus capitales en el exterior, por falta de bancos
nacionales, y exportaban numerario para pagar sus
importaciones de mercancía. Además la Ley prohibía
la exportación de oro y plata en pasta y de piedra mine
ral sin beneficiar (el beneficio era más barato en Ingla
terra o en Alemania). Como las casas de moneda cobra
ban 12% del valor del producto beneficiado, como se
pagaba 10% para exportar, más derechos de ensaye,
fundición, marca, etc., tanta presión fiscal invitaba al
contrabando y conviene saber que no hubo negociante
que no fuese algo contrabandista, por lo menos en la
costa del Pacífico, de California a Acapulco.
Tanto la importación como la exportación estaba
controlada por unas cuantas casas extranjeras que
disponían de los capitales, del crédito y de las relacio
nes internacionales, lo que les daba el m onopolio del
comercio en el interior. Además, estas casas tenían
199
funciones bancarias de cam bio y de préstamo, tanto
para los particulares como para el Estado. A sí junta
ban todos los beneficios, como unas décadas antes los
peninsulares del Consulado.
A la actividad del puerto de San Blas se debió en
tonces la presencia en Tepic de numerosos extranjeros
venidos de todos los países de Europa y América. Espa
ñoles, alemanes y británicos eran los más importantes,
pero no faltaban los americanos, franceses, belgas,
italianos. Tan pronto com o estos extranjeros am asa
ban alguna fortuna, se transformaban en vicecónsules
o cónsules de su país, o de cualquier otro. Así el español
José María Castaños funciona en un momento dado
como vicecónsul norteamericano; el alemán Riecke
representa a Francia cuando es necesario y el inglés
Barrón, nacido en Cádiz de padre irlandés, pretende
acumular las representaciones inglesa y francesa. La
función consular proporciona una protección compro
bada a los negocios. Todos son cónsules, todos son cos
mopolitas, todos hacen de todo, incluido el contraban
do.
Un informe francés nos dice que en 1832 los tres
primeros negociantes de Tepic son, en orden de impor
tancia, Barrón, Castaños y Cubillas y que Forbes es el
primero en San Blas. Cubillas había sido el número
uno hasta 1831, cuando la pérdida de 200 000 pesos en
un negocio aventurado lo llevó a la quiebra decente.
Cubillas era cuñado de un Iñigo poderoso en Guaymas,
pariente del naviero Iñigo en Burdeos.
De Castaños volveremos a hablar, pero ya es tiem
po de presentar a don Eustaquio Barrón.
“Suerte Irlandesa”
A sí tituló don Ricardo Lancaster Jones3 los apuntes
biográficos que publicó sobre Barrón. En 1833, cuando
3. Lancaster Jones a Jean Meyer, 1969 y 1979, Archivos Ayuntamiento
de Tepic.
200
es ya el primer negociante de la plaza de Tepic, tiene
unos 43 años, está casado con Cándida Añorga, joven
viuda de un capitán gallego, José Antonio Pintó. Tie
nen varios hijos, tendrán pronto nueve. El informante
francés nos dice que Barrón es partidario de Busta
mante, quiere mucho a don Lucas Alamán, a los padres
misioneros y a los jesuítas, desprecia profundamente a
Santa Anna. El gobernador de Jalisco se queja de que
“ tiene opiniones españolas, es entrometido, insolente,
contrabandista” . Nació en Cádiz en 1790 de Eustace
Barron, irlandés del condado de Waterford. Su padre
vino a la Nueva España (con él o sin él, no lo sabemos) y
lo encontramos en las rentas del tabaco, de la pólvora y
de los naipes, en Acapulco, según lo sabe Alfonso Cam
pos.4 Eustace chico estudia en un buen colegio inglés y
sale para el Perú a luchar contra los insurgentes. Poco
antes de la independencia de este país, se va a Califor
nia y, casualmente, en la escala de San Blas, se topa
con su compañero de colegio el escocés William Forbes,
negociante en Guaymas. Forbes lo convence de abrir
una agencia de com isiones en Tepic y así empieza lo
que iba a ser la Casa Barrón, Forbes y Compañía. La
cronología es imprecisa, pero Catalina Barrón nace de
Eustaquio Barrón y de Cándida Añorga, en Tepic, el 24
de diciembre de 1824. En 1827 Barrón representa ya a
Gran Bretaña en Tepic y San Blas. Junta rápidamente
gran capital comercial que reinvierte en una multitud
de negocios a lo largo de la costa, desde California has
ta Guayaquil. Se lanza en la industria textil (en los
30s), compra haciendas y terrenos urbanos en toda la
región, presta a todo el mundo. En 1846 se siente lo sufi
cientemente rico como para descansar. Sale de viaje
por dos años a Europa, con toda la familia. Deja el con
sulado y los negocios en manos de su am igo Forbes,
quien se casó con la hija del primer matrimonio de Cán
201
dida Añorga, la hijastra de Barrón. Parece que no pen
saba regresar a México. El lujo fastuoso de Barrón en
las capitales europeas hace de él un personaje digno de
los más espléndidos gastadores de la Comedie Humai-
ne de Balzac. A donde llega, compra casa, sirvientes,
coches y caballos. Europa lo decepciona, se aburre y
dedice regresar a México. Pero no vuelve a Tepic, se
queda en la capital y manda llamar a su socio William
Forbes; las dos fam ilias viven en México, en un lujo
increíble, derrochando fastuosamente en sus residen
cias del centro (el actual pasaje América en el no. 9 de
San Francisco) y de Tacubaya (hoy Parque Lira). Es
cuando don Eustaquio se hace retratar, con toda su
familia, por un desgraciado pintor francés a quien mal
trata mucho, se niega a pagarle y por fin lo manda al
bote porque se atreve a pedirle el salario convenido.5
Deja los negocios de Tepic a su empleado Juan All-
sopp, el nuevo cónsul inglés y trabaja a escala nacio
nal; el gran negocio es el Estado, sus finanzas, las opor
tunidades que ofrece: la desamortización de los bienes
del clero, los ferrocarriles, la deuda externa, los emprés
titos.
Como parte de su estrategia matrimonial, don Eus
taquio casa a su hija Catalina con Antonio Escandón
(1855), hermano de Manuel, quizá uno de los hombres
más ricos del país en aquel entonces. Antonia se casa
con un banquero ecutoriano quien vive en Paris, el
conde Luzárraga: la casa Luzárraga de Guayaquil abas
tecía la fábrica textil de Tepic. Los Barrón de la segun
da y de la tercera generación se casan con gente del
Gotha nacional e internacional: Rincón Gallardo, Ro
mero de Terreros, duques españoles, franceses, ingle
ses y la pasan bien en Europa. De los hijos, Eustaquio
es el único en interesarse en los negocios; después de su
202
muerte, Guillermo es el último empresario. Los otros
pueden decir como el marqués de Villavieja. Manuel
Escandón y Barrón, “Life has been good” 6
Don Eustaquio muere en 1859, feliz de haber mani
festado su poder en 1856-1857, al provocar la ruptura de
relaciones entre México y Gran Bretaña, hasta ganar
la partida en el conflicto que lo opone a través de su
hijo, cónsul en Tepic, a Santos Degollado y a la familia
Gómez Farías. La catedral de Tepic, recuerda que en
1848 Eustaquio Barrón consiguió del Papa el privilegio
de consagrar un altar a la Virgen María en un arran
que de devoción irlando-mexicana.
L o s n e g o c io s de la C a sa B a r r ó n F o r b e s y C o m
pañía
La base local
El comercio
203
los Agustinos (los cuales van a invertir en las misiones
ñlipinas): las haciendas de M ascota, las casas en el
centro de Guadalajara. Eso fue la base del gran capital
de la Casa que era al mismo tiempo apoderada del co
mercio de Manila y de California. Compraba todas las
perlas de California y las armaba en collares en San
Blas para venderlos en Europa. Años después Catalina
Barrón de Escandón deslumbró a la Corte francesa con
un collar de estas perlas. Lo compró la emperatriz Eu
genia y se dice que con este dinero los Barrón hicieron
su aportación de capital al Ferrocarril mexicano.
La importancia de los negocios califomianos, anun
ciada desde 1843 por los Barrón y los Forbes, cónsules
británicos en California, Tepic y San Blas (cubren to
da la costa), confirmada con el descubrimiento del oro,
los lleva a fundar una Bolton and Barron Company en
San Francisco, y una Forbes, Oceguera y Compañía en
Sonora. En los asuntos califomianos la Casa juega y
gana contra la Compañía Restauradora de Jecker-To-
rre, los franceses de Raousset-Boulbon y otros filibus
teros.7
Funda la Sociedad Exploradora de Metales de So
nora con el apoyo de las autoridades de Sonora y Méxi
co. A l mismo tiempo contribuye al fracaso délas em
presas francesas, por otro lado cobra $ 20 000.00 a la
legación francesa en México para transportar a los
presos franceses de la expedición Raousset-Boulbon.
En 1853 Eustaquio Barrón solicitó órdenes para quelas
autoridades de Sonora y Baja California lo auxilien y
protejan a fin de poblar y explotar los terrenos de la isla
del Angel de la Guarda en el Golfo de Cortés.
Hacia el sur, la Casa Barron extiende sus negocios
hasta Guayaquil, donde compra algodón desde los años
30. Este comercio está bgado a su fábrica en Jauja.
7. Wyllys, Rufus K., L o s fra n c eses en Sonora (,1932)Ed. Porrúa 1971, Jean
Meyer, Los franceses en M éxico durante el siglo X IX , en R e la c io n e s,
Yol. I, n. 2. 1979.
204
Pero el gran comercio se hace con Europa, comer
cio de importación de los bienes más variados: azogue,
maquinaria, libros, vinos, ropa, tejidos, vituallas finas,
cristal, vajillas. Las listas que nos proporcionaron los
libros de aduanas no tienen fin y el valor del cargamen
to es bien alto. El comercio de exportación, aunque es
muy importante, no es variado: alimentos hacia Guay-
mas y la California, palo tinto de la Bahía dé Matan-
chen, cueros, tabaco, y, last but not least, pesos acuña
dos y plata. Tan temprano como 1830, la Casa Barrón
Forbes y Ce se lleva la tajada de las importaciones (pa
ga $ 116 670 pesos de un total de $ 263 663 de derechos).
En 1831 importa el 90% del total, principalmente lien
zos y tejidos de algodón de Inglaterra y Ecuador. 1832:
32 000 de 118 000; 1834-1835: La Casa Barrón y la Casa
Castaños se dividen las importaciones; en 1841 Casta
ños paga 83 000 pesos y Barrón $ 40 000 de un total de
$ 208 000. En 1843 pagan respectivamente $ 35 000 y
$ 110 000 de los $ 380 000 recaudados.8Y de aquí en ade
lante es un puro decrecer para Castaños y crecer para
Barrón. Las dificultades del competidor Castaños no
son comerciales, tienen orígenes industriales. La quie
bra de la Casa Castaños a fines de los años 40 se debe a
la fábrica textil de Bellavista y lleva consigo el ingenio
modelo de Puga, así como los otros negocios.
La función bancaria
205
- San Blas y Tepic eso se ve claramente. En 18301a Casa
aparece como apoderado de varios negocios y como
prestamista: presta a particulares para que puedan
pagar los derechos de aduanas; adelanta también al
Estado los sueldos de los empleados y del resguardo
militar de las aduanas de San Blas. En el libro de 1841,
tanto la Casa Castaños como la Barrón Forbes y C-
aparecen en el ramo “ enteros y pagos por supremos
órdenes” . En 1843 Barrón endosa libranzas conside
rables; en 1849 recibe 45 000 pesos por “ suprema orden
de la Tesorería General de la Federación, como pago
adeuda a José Yves Limantour” de quien Barrón y For
bes son los apoderados.
En 1852 los documentos los señalan como tenedo
res de los bonos ingleses y como apoderados de la deuda
inglesa; de la deuda interna, también.9
Están definitivamente fuera del marco regional y
juegan papel bancario al nivel nacional por muchos
años. En 1858 trabajan la deuda de Londres, la conven
ción inglesa y española. En 1865 la Regencia les paga
rá 746 837 pesos.
El observador francés, quien no quiere para nada
de este banquero ligado a Inglaterra, la gran rival de
Francia en la carrera imperialista, escribe en 1853: “ El
tesoro está vacío en esta espantosa situación ¿qué
puede hacer Santa Anna? Los agiotistas ven y com
prenden sus dificultades y tratan de aprovecharlas en
su beneficio. Lo rodean, lo acosan y lo van aprisionan
do en sus redes. Una compañía a cuyo frente están Es-
candón, de la Torre, Barrón y otros intrigantes enri
quecidos como ellos por el contrabando y el agio, aca
ba de presentar un proyecto: mediante una renta de
nueve millones de pesos pagados al tesoro, se le entre
garía la administración de las aduanas y de todos los
206
otros ingresos del Estado” . Basta. Ya van varias veces
que se habla de contrabando.
El contrabando
207
De cuarenta años acá esas corporaciones lo tienen
todo en su dependencia en la costa. Dan órdenes a los
empleados, nombran y destituyen autoridades, tratan
de señor a vasallo con las adm inistraciones locales,
antiguamente trataban de potencia a potencia con el
Supremo Gobierno. Todo se anonadaba o se inclinaba
ante su omnipotencia. Jueces, magistrados, gobernan
tes y militares, la clase media, el pueblo bajo, la m a
rinería costera y todas las clases de la sociedad. Su
primían al momento todo cuanto am enazaba contra
rrestar sus amaños y no retrocedían ante los gastos de
un pronunciamiento para deshacerse de un gobierno
indómito o de un administrador de aduanas testaru
do” .10
El agio versaba sobre los pesos m exicanos, cuyo
título era superior a su valor nominal. Ese negocio era
muy activo en los mercados de Londres y Paris quienes
mandaban a su vez, con beneficio, los pesos mexicanos
a China y Japón.
La Casa Barrón, Forbes y CQsupo tempranamen
te utilizar los buques de guerra de su Majestad Británi
ca para facilitar estas prácticas. Desde luego que sus
funciones consulares de algo sirvieron. En 1846 Eus
taquio Grande escribe al Foreign Office que sería de
gran importancia para el comercio británico en el Pa
cífico, utilizar los buques de guerra para el transporte
de los metales preciosos. “ Se ha hablado mucho del
contrabando de tesoros a bordo de los barcos de Su Ma
jestad y se ha implicado no solamente a los negociantes
sino también a los comandantes de los navios” . Es de
todos conocido que se grava la exportación de monedas
acuñadas en todos los puertos de la República Mexica
na de un impuesto exorbitante que resulta casi prohi
bitivo; con la excepción de unos pocos puertos, la expor
tación de oro y de plata no acuñada está totalmente pro
hibida. El impuesto es de 10%.
10. AG N mayo 1866 A. Salar.
208
En cuanto a los bienes, es un asunto muy diferente
y la exacción es como diez veces esta cantidad sobre
muchos artículos británicos11 pero el negociante se
puede recuperar en el mercado, mientras que las mone
das tienen un precio fijo, se queja don Eustaquio. Ade
más los que venden a México, no encuentran nada que
llevar a Inglaterra, sino los pesos de plata. Prosigue:
La industria textil
210
problemas financieros que trató de resolver con un au
mento de capital: Castaños, Fletes y CQ.
Después de “ las inumerables adversidades por las
que había pasado la fábrica” , Castaños perdió la parti
da y murió arruinado. Parece que además de la mala ju
gada inicial de comprar equipo en Bélgica, sufrió una
gestión menos hábil que la de Jauja. Jauja, con menos
capital invertido, con menos instalaciones, produce
más y a mejor precio y emplea más gente. En 1851 Jau
ja tenía 10 técnicos norteamericanos y más de 200 obre
ros; sus talleres mecánicos y la presidencia de técnicos
bien pagados le evitaron las fallas que seguido parali
zaron a Bellavista.13
Después de la quiebra y de la muerte de Castaños
se formó una Compañía Tepiqueña con Barrón Forbes
y CQ, los alemanes Blume y Augspurg y el español J. A.
Aguirre. En 1857 la Compañía Castaños no tenía capi
tal para continuar el giro de la hacienda azucarera de
Puga, único ramo que quedaba después de pagar las
deudas de la empresa industrial en Bellavista y Puga.
Las deudas de la fábrica eran 136 000 pesos a favor de
la casa Luzárraga de Guayaquil quien la abastecía de
algodón, y a Jauja también. (Eustaquio grande casa
una de sus hijas con un hijo Luzárraga, banquero y
conde en Europa).
La industria textil de Tepic era más importante
que la de Guadalajara porque gozaba de la proximidad
del puerto de San Blas: tanto el algodón ecuatoriano
como las máquinas importadas le resultaban más ba
211
ratos y, después, el cultivo del algodón se desarrolló en
Santiago Ixcuintla y Acaponeta. Así la manta de algo
dón de Jauja y la “ tepiqueña” fueron famosas en todo
el país.
Durante muchos años resultó conveniente impor
tar algodón de Guayaquil, pero en 1842 ya “ se va pro
pagando el algodón arbóreo habiendo ya cerca de 40 000
árboles” . En Manchester, una asociación para el fo
mento del cultivo del algodón se interesó en 1857 en el
algodón de Tepic; a su cuestionario en 15 puntos se le
contestó que la región se prestaba a maravilla al culti
vo del algodón; que las dos fábricas de Tepic y las tres
de Guadalajara consumían al año 320 000 arrobas de
semillas; que por falta de capital, los productos no po
dían tener máquinas para desgranar (cotton gin) y por
eso vendían el algodón bruto con semilla. Otro obstácu
lo al desarrollo del cultivo era la escasez de mano de
obra. La Casa Barrón Forbes y CQno parece haberse
interesado mucho en la producción local del algodón.14
212
no está metida la C asa? C ontrola prácticam ente la
vida económ ica de la región que, de hecho, le queda
chica.
213
y se queda en la ciudad de México con 22casas, entre
las cuales está la Merced, con valor de 310 000 pesos.
Figura entre los;segundos compradores extranjeros
más importantes de bienes desamortizados y naciona
lizados.
Imperturbable, financia la Casa Barrón los go
biernos de la Reforma, de la reacción conservadora y
del Imperio. Eustaquio grande ha muerto en 1859, si
gue Eustaquio chico. En 1861-1862, le va muy bien, ya
que su socio Escandón es, con Zarco, el alma del nuevo
gabinete. “ Payno, de acuerdo con su amigo Escandón,
está dirigiendo las operaciones financieras del gobier
no actual” .19 Manuel Escandón muere en 1862 y su her
mano Antonio es el del viaje a Miramar para ofrecer a
Maximiliano el imperio mexicano. Escandón y Barrón
son los primeros acreedores del ferrocarril y controlan
el consejo de la Compañía que hábilmente tiene razón
social inglesa. Eso permite a Juárez, después de la vic
toria, hacerse de la vista gorda. El decreto presiden
cial del 27 de noviembre de 1867 mantiene a Escandón
y Barrón en su posición, con ventajas aún superiores.
En 1873 Barrón firma el convenio celebrado entre el
ministerio de Fomento y la CQLimitada del Ferrocarril
Mexicano, llamada vulgarmente de los 14.20
La Casa Barrón no había olvidado sacar partido
de las dificultades financieras del Imperio: cuando se
negoció el nuevo empréstito con Hottinguer y CQ, el
emperador mandó a París a Barrón y Bourdillon con
plenos poderes para negociar definitivamente la con
cesión del Banco. Payno explica en sus Cuentas cómo
la Casa Barron había hipotecado el palacio de Bazaine
en México por 60 000 pesos a 6% y se hizo pagar en fe
brero de 1866, sobre las aduanas de San Blas. Al final,
214
las relaciones son malas, ya que los financieros se dis
tancian de un régimen que saben condenado. Hasta
hay orden de prisión contra Antonio Escandón...
Parece que Eustaquio Barrón chico prometió a
Santiago Smith 300 000 pesos si obtenía de sus amigos
liberales que no se tomaran sanciones contra la Casa.
Ni hubo amenzas de sanciones, por lo cual Eustaquio, y
después de su muerte Guillermo Barrón se negó a pa
gar...21
En 1867, de las instituciones financieras im por
tantes en la capital no quedaba más que la Casa Ba
rrón, Forbes y CQ, quien prestó enseguida a Juárez y
después a Lerdo.
En 1874, Guillermo Barrón aprovecha un viaje a
Europa para buscar un arreglo entre el gobierno mexi
cano y el Mexican Bondholders Committee. Actúa se
gún instrucciones del Presidente Lerdo de Tejada y
está encargado de hacer “ una apertura no oficial hacia
la reanudación de relaciones” entre México e Inglate
rra.22
215
de la compañía y adjudicación de bienes de Francisco y
Eustaquio Barrón.23
En el acta se lee que en 1885 formaron una socie
dad de negocios agrícolas, industriales y comerciales
en el D.F., Tepic y Morelos, después de la liquidación de
la antigua sociedad. Sigue con la misma razón social
hasta 1892. Guillermo Barrón tiene el 60% del capital
social (diversos créditos, acciones de gas, terrenos déla
colonia Nápoles en el D.F., hacienda de M iacatlán,
almacén en San Blas, fincas urbanas, fábrica de Jauja,
haciendas de Trapichillo, San Lorenzo, San José, Pu
ga, etc..., los mejores terrenos del valle de Tepic). Fran
cisco y Eustaquio aportan el 40%. En 1893 se efectuó la
liquidación: 672 000 pesos a Eustaquio y Francisco, en
la forma siguiente:
Las dos haciendas de Puga y Mora con sus ran
chos anexos, o sea 425 000 pesos, más terrenos en Te
pic, 325 acciones mineras en Ixtlán, 1 000 acciones de
the Mexican Gas and Electric Light C Ltd.
Tan pronto como se liquida la Barron Forbes y CQ,
Domingo Aguirre, el viejo español solterón, hermano
de aquel José Antonio quien había fundado la Casa
Aguirre en 1826 y que había trabajado 40 años en Te-
pie antes de irse a morir a Bilbao, Domingo empieza a
comprar como loco fincas rústicas a todos los Barrón.
La Sociedad J.A. de Aguirre y Ca, fundada en 1876 por
J. Víctor de Aguirre y Domingo Aguirre, refundada en
1885 como sociedad mercantil, se adjudica en 1895 a
favor de Dom ingo.24 Tiene, pues, la fábrica de Bella
vista, la hacienda La Escondida, ranchos numerosos,
potreros, El Salto, el uso de las aguas para sus fábricas,
parte de la costa, la hacienda de Lamego, terrenos in
mensos en las marismas del noroeste de Nayarit (Chi-
216
lapa, Rosamorada), fincas urbanas, haciendas en Aca
poneta, minas, goletas, valores y dinero en metálico...
Mientras los Barrón de la segunda y de la tercera
generación seguían gozando de la buena vida que apre
ciaba don Eustaquio grande, los Aguirre trabajaban
con la tenacidad legendaria del abarrotero español y
después de 1876 empezaban a crecer y crecer. Así nace,
sin hacer ruido, la Casa Aguirre de la cual se dice que
fue dueña de Nayarit de 1900 a 1933. Los administra
dores de los negocios de los Barrón se vuelven primero
socios y luego herederos.
Ahora podemos ver que don Eustaquio representa
un tipo bien especial de capitalista. Gana su capital
inicial de la manera más tradicional, más novohispá-
nica que sea y luego lo multiplica invirtiéndolo en to
das las direcciones: gran y pequeño comercio, indus
tria, préstamo, hipoteca, agio, mina, tierra, ferrocarril.
Eso no permite decir que fuese un capitalista como lo
eran sus compatriotas de Manchester, en la misma
época, ya que su actividad decisiva, estratégica, la que
condiciona y explica todas las demás, es la de presta
mista. Gran prestamista, por su grandeza misma, tie
ne que salir de la región que hizo su fortuna para ir a
México a trabajar con el Estado, apoyándose sobre la
embajada de Inglaterra y sus relaciones políticas (La-
fragua, Payno, Escandón). Don Eustaquio analiza
perfectamente la primacía de lo político sobre lo eco
nómico cuando en 1846 explica a Londres el problema
del contrabando. Quien controla políticamente las
aduanas de San Blas, hace los grandes negocios.25
Como dice David Walker, “ cada empresario trató
de poner al Estado a su propio servicio, en detrimento
del interés de clase, del crecim iento económ ico y de
la estabilidad política” .26 Participar en los negocios de
217
la deuda externa e interna resultaba mucho más jugoso
que los mejores negocios industriales que eran difícil
mente viables, según lo ilustra el caso de Bellavista.
Así los particulares se hacen ricos, pero no sus empre
sas.
El gran empresario, don Eustaquio, no tenía men
talidad weberiana y la ascética moral capitalista le era
totalmente ajena. Después de su viaje fastuoso a Euro
pa (¡2 años!), vuelve a los negocios, pero parece más un
jugador bienaventurado y orgulloso, un aristócrata del
dinero, que un capitalista moderno. De sus descendien
tes, ni hablar; la pasaron bien, “ life has been good” . No
juegan ningún papel en el desarrollo económ ico de la
etapa posterior. Como decía hace mucho Lucien Feb-
vre: “ Parece ser una ley general que, una vez logrado el
éxito, los hijos de los que, peleando, tomando riesgos,
luchando a brazo partido y generalmente sin escrúpu
los, son los aprovechadores y los vencedores de una
época, se retiran de la lucha, sea ellos mismos, sea sus
herederos. Después de una o dos generaciones (depende
de las circunstancias) se transforman en aristócratas
alejados de los negocios o no participan en ellos más
que como prestamistas” .
Barrón no es un empresario capitalista de tipo eu
ropeo clásico. Y sus colegas Escandón, de la Torre, Mier
y Terán, Martínez del Río “ los 11” , “ los 14” , tampoco
son los líderes de un desarrollo económico de carácter
capitalista. Amasan capital, juntan capital a su mane
ra, que es la de su país y de su época. “ Cada época tiene
los capitalistas que merece, hechos a su medida y se
mejanza” .27 Llama la atención que los hombres de ne
gocio del México de hoy se parezcan mucho a los em
presarios del siglo pasado.
218
LA CUESTION DE TEPIC1
EL SENTIDO DE LA SEPARACION DE
FACTO DEL 72 CANTON EN 1867
220
m aquinan vuestra opresión: vuestros brazos se emplearán en
m antener vuestros hogares patrios: las pensiones como que
son para el único gastos del sueldo, serán m uy m oderadas: se
réis libres y felices en realidad y no en el nombre, como dicen
los M exicanos, cuyo prurito de gobernar les ha hecho cometer
el m ás grave absurdo, cual es negarse a la nueva convocatoria
del C on greso y querer que v a lg a n , contra la volu n tad de los
comitentes, los ilegitimos y nulos poderes de los antiguos re
presentantes: sereis por último, con vuestra República Fede
rada la propia sem ejan za de un árbol, que crece frondoso y
fructifica abundante, cuando está plantado m uy cerca de la
fuente. D ios.y libertad. S a la con sitorial de T eq uila m a y o de
1823. 3 .Q 2.e= José A n to n io C h a c ó n .= F ra n cisco Z a m u d io .=
C arlos D ieguez.= Juan Rueda Secretario.2
221
pacto, de convenio entre dos partes que tenían interés
en luchar contra Guadalajara.
222
ocasión, Jalisco aprobó el hecho y no se solidarizó con
el estado de México.3
De hecho, el Cantón de Tepic era autónomo desde
1858-1859. El 22 de julio de 1867, Lozada, quien había
solicitado se le perdonara la vida a Maximiliano, reco
noce el gobierno de Juárez. El 7 de agosto, Juárez de
creta que Tepic, como distrito militar, pasa a depender
directamenteo del Centro:
“ 2/a.- El distrito de Tepic quedará por ahora como un
Distrito Militar, que dependerá directamente del Go
bierno Supremo de la República, para que por él se dic
ten todas las providencias convenientes, a fin de ase
gurar la paz en dicho distrito y para examinar, atender
y proteger los intereses de esos pueblos” . Esto signifi
caba que, según México, Jalisco no lo podía hacer.
Lozada continuó de jefe en Tepic, reuniendo en sí
los tres poderes, hasta enero de 1873.
La irritación de Jalisco es tanto más grande cuan
do en septiembre de 1868 los ayuntamientos de Tepic
piden la erección de su cantón en estado, retomando
precisamente los argumentos federalistas del ayunta
miento de Tequila, en 1823. Estaba en marcha el mis
mo proceso que afectaba al estado de México. En mar
zo de 1868 el estado de Aguascalientes había presen
tado un proyecto para desmembrar a Jalisco del can
tón de Lagos.4 Jalisco sentía la amenaza cernirse so
bre él y no le faltaron argumentos para protestar5 con
tra la violación completa del pacto fundamental y con
tra la invasión de su soberanía.
La derrota y muerte de Lozada en 1873 vino a ha
cer de la cuestión de Tepic uno de los casos más claros
223
de las tendencias centralistas del gobierno federal en
relación con los estados. Jalisco exigió la inmediata
reincorporación de la región y Lerdo ignoró la petición.
Avanzada del poder federal en una distante región que
era un vivero de localismo, Tepic siguió siendo distrito
m ilitar, luego pasó a ser territorio federal en 1884 y
finalmente estado en 1917.
Esto ya sale de nuestro propósito que era señalar
cómo el regionalismo, amenaza para el centro, puede
ser derrotado por la alianza del centro con estos regio
nalismos dentro de la región que llaman “ localismos” .
El federalismo desarrollado lógicamente hasta sus
extremos se autoderrota y permite al Centro (federal)
derrotar a los grandes Estados. En el Congreso Consti
tuyente de 1857, se habían manifestado estas fuerzas
antagonistas:
6. Francisco Zarco. H istoria del C o n greso C o n stitu yen te, 1956, Colegio
de México, p. 1189.
224
unánim e y general de estos pueblos, es independerse del E s
tado” .
225
EL TIGRE DE ALICA
228
Todo terminó, como en la leyenda, por una trai
ción. Lozada fue vendido por uno de sus hombres, des
pués de haber sido abandonado por sus compañeros de
hazañas; fue sorprendido desarmado, mientras se ba
ñaba en un río con sus últimos soldados.
229
pojo de los pueblos en la primera mitad del siglo XIX.
“ Mi parecer es que los pueblos entren en posesión de
los terrenos que.justamente les pertenecen con arreglo
a sus títulos para que, en todo tiempo, se ventile esta
cuestión, se convenzan el gobierno y los demás pueblos
del país de que, si se dio un paso violento no fue para
usurpar lo ajeno, sino para recobrar la propiedad usur
pada, de manera que el fin justifica los medios” —decía—.
La tragedia del momento son las guerras de inter
vención, de Reforma, es el Imperio y la República Res
taurada (1854-1873) y de la situación nace la oportuni
dad, aprovechada por un hombre quien pasa así del
bandolerismo y del mercenarismo a la historia. Su fa
buloso oportunismo no es más que expresión del interés
bien entendido de los pueblos —la causa de la nación
(¿qué es la nación m exicana en esas fechas para los
hombres que no pertenecen a los 20 000 que forman la
clase política? Lozada tiene razón cuando habla de “ el
gobierno y los demás pueblos del país” )— no es la de los
pueblos. Más bien son causas contrarias cuando tanto
la nación liberal como la conservadora vive la necesi
dad de destruir a los pueblos.
Lozada será entonces liberal, conservador, neu
tral, imperialista, neutral otra vez cuando ve próxima
la caída del imperio; se arregla con Juárez, y si no pue
de hacer otro tanto con Lerdo, es que los tiempos han
cambiado y los oráculos han decidido la muerte de Lo
zada y de su reino; última trinchera de los pueblos de
Nayarit.
Su estrategia se funda en las oposiciones entre Te
pic y Guadalajara, Guadalajara y M éxico, entre los
liberales y los conservadores, entre Plácido Vega, cau
dillo del Noroeste y Ramón Corona, caudillo del Occi
dente. Su fuerza es doble: la militar se debe a la movili
zación de los pueblos guerreros de la sierra que pone al
servicio de los pueblos trabajadores abajeños; la fuer
za política existe mientras el dominio de Lozada sirve a
los intereses de las principales familias de Tepic. La
230
base política no puede ser tan firme como la militar y la
Casa Barrón and Forbes terminará por participar en la
coalisión de las fuerzas locales, regionales y naciona
les contra Lozada. Esa Compañía nos lleva muy lejos
de Tepic, hasta México (la heredera única se casa con
un Escandón, a la otra generación los descendientes
contraen matrimonio con un Limantour) hasta Sonora
y San Francisco, y hasta Londres, donde especulan con
la plata mexicana que se saca ilegalmente por San
Blas. El tráfico basado en los diferentes precios de la
plata en los diversos mercados hubiera podido ser con
trolada por el gobierno, que trataba de lograrlo desde
tiempos de Santa Anna. ¿Qué mejor manera de lograr
la evasión que la propiedad privada de un puerto? San
Blas era ese puerto. Al principio, los señores Barrón y
Forbes usaban su cualidad de agentes consulares an
glosajones y utilizaban los buques de guerra ingleses;
luego apoyaron a Lozada, viendo que la autonomía del
cantón podía significar la libertad de usar San Blas
para sus negociaciones. Pero cuando Lozada empezó a
quitarles las tierras que sus haciendas habían quitado
a los pueblos, cambiaron de parecer. Así que, tomando
el hilo de Lozada, llegamos al ovillo de toda la historia
nacional e internacional.
De los rasgos particulares de su fuerza militar na
ce la imputación, vigente hasta la fecha, de racismo. Se
acusa a Lozada de fomentar la guerra de castas, del
exterminio de blancos y mestizos por los indios. José
María Vigil denunciaba al “ bárbaro rencoroso, igno
rante y fan ático” atacando por su base el derecho de
propiedad y provocando una guerra de castas. Lozada
“ pretendía tener de aliada a la clase indígena, y para
obtener su alianza la halagaba abogando, ya fuese por
convicción o cálculo, en favor de los principios religio
sos y prometiendo repartir los terrenos entre los miem
bros de la misma clase, quitándoles a sus actuales pro
pietarios” .
Lozada supo utilizar a los serranos guerreros para
movilizar a los campesinos abajeños ya mestizados o
aculturados. Las tribus guerreras no habían perdido
sus tierras, pero tenían presente la independencia,
recientemente obtenida, y un modo de vivir antiguo; por
otra parte, los pueblos agricultores sí deseaban reco
brar sus tierras, pero no sabían ni podían pelearlas. El
genio de Lozada se manifestó al sellar la alianza entre
nómadas combatientes y campesinos despojados, de
hacer coexistir en la misma lucha el Nayar y la defen
sa de la tierra.
La sierra no había reconocido ninguna autoridad
hasta 1722, cuando se firmaron las capitulaciones ante
el virrey marqués de Valero y el hueytlacatl de Nayarit.
Fue entonces cuando por primera vez los españoles
entraron al corazón del Nayar, donde tuvieron que sos
tener sangrientas luchas con numerosos coras y hui-
choles, inconformes con el Tratado.
La sierra había sido refugio seguro para todos los
perseguidos por la autoridad española, y de ella baja
ban las tribus nayaritas a hostilizar las haciendas,
ranchos y minas de los españoles, y poblados indíge
nas pacíficos; vedaban la entrada a todo forastero que
no les fuera grato, pero comerciaban libremente con las
poblaciones abajeñas. Ocupada la mesa de Nayar, me
trópoli sagrada, y quemados los adoratorios, los jesuí
tas comenzaron su labor, alabada por el padre Ortega,
en sus Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en
la América Septentrional. La expulsión de la Compa
ñía de Jesús no agradó a los serranos tepehuanes, co
ras y huicholes, quienes rechazaron a los sacerdotes
seglares que se les quiso mandar. V olvieron así a su
autonomía y escaparon a todo control durante un siglo,
llegando a conseguir, hasta ahora, una originalidad
cultural incontestable. Nómadas y guerreros eran muy
diferentes de los indios que vivían en los pueblos fun
dados y sometidos entre 1530 y 1630, formaron la punta
de lanza del ejército de Lozada y le dieron sus victorias,
aunque también su participación explica su fracaso
232
final. Los serranos formaban pueblos divididos entre
sí, y excepcionalmente unidos por Lozada; incluso den
tro de los linajes no había cohesión, y la falta de con
fianza entre los diversos grupos era muy grande. Con
todo, coras y huicholes fueron los últimos fieles a Lo
zada. Es que Lozada los gobernaba como a nación se
parada y no reconocía sino por fórmula a las adminis
traciones generales cuando le convenía. Cuando era
atacado “ se oía resonar entonces de uno a otro extremo
del Distrito el grito de alarma y el indio empuñaba el
fusil, se posesionaba de una roca para defender a su
territorio con arrojo, con la decisión, con el fanatismo
del que ve profanado su suelo por planta extranjera.
Los pueblos se reunían en asambleas y allí acordaban
los puntos principales de su política, teniendo al mis
mo tiempo una organización militar que reconocía co
mo centro el llamado Cuartel General de San Luis” .
Trabajando así, Lozada fue capaz de devolver a los
pueblos de Acaponeta, Mezcaltitán, Tuxpan, Sentis-
pac, Santiago Ixcuintla, Atonalisco, San Andrés, Po-
chotitán, Guajimic, Mecatlán, Tepic, San Luis, Jalisco,
Zoquiapan, Ixtapa, Compostela, Tequepespan, Hosto-
tipaquillo, Jomulco y otros al sur del río Santiago, las
tierras que habían litigado en el siglo XVIII y perdido
entre 1800 a 1860 “ ejecutando (dice el gobernador Va
llaría en 1873) la más escandalosa y arbitraria expro
piación territorial” .
El reino de Lozada duró quince años y no pudo evi
tar la derrota final cuando se disociaron los elementos
diversos que lo formaban. Un buen día la gente decen
te de Tepic, asegurada de escapar a la dom inación de
Jalisco, ya que así le convenía al gobierno federal, sin
tió que era innecesario y peligroso el dominio del “ fora
jido comunista” . La Casa Barrón and Forbes y el caudi
llo Ramón Corona tenían cuentas personales que arre
glar con Lozada. y el presidente Lerdo de Tejada deci
dió dar el golpe para terminar con el cacique sin dejar la
gloria a Corona, posible rival. Confesaba que “ la paz y
233
el orden reinaban en Tepic, que podía servir de modelo
a varios Estados, pero que no por eso se podía conside
rar legal el orden de cosas allí establecido, por su origen
intruso e inconstitucional” . Lozada debía morir y las
comunidades perder sus cofradías, ejidos, tierras de
pan llevar y hasta el fundo legal.
¿Habrá Lozada, como Zapata o Giuliano en otros
tiempos, logrado sacar las castañas del fuego para los
enemigos de los pueblos? ¿Quién se benefició con su sa
crificio? La burguesía comerciante de Tepic. que vio al
7Qcantón de Jalisco transformarse en Estado Libre y
Soberano de Nayarit.
Lozada nos legó una imagen inservible, inutiliza-
ble, inasim ilable que impide el festejo oficial y espec
tacular en el centenario de su muerte. Lozada sigue
siendo un cacique fanático, vendido al extranjero; de su
defensa de los pueblos vale más no hablar. Cuando se
abren zanjas en las calles de Tepic para poner tubería,
los buscones de tesoros creen encontrar los de Lozada
por todos lados. Los descendientes del general Ramón
Corona han heredado las tierras del pueblo de Lozada,
San Luis, hoy San Luis Lozada, pero no se arriesgan a
visitarlas, ya que “ los indios de San Luis” siguen el
pleito.
(Escrito a los 100 años de la muerte de Manuel Lozada)
234
EL REINO DE LOZADA
EN TEPIC (1856-1873)
236
los para que... se convenzan los gobiernos y dem ás pueblos del
país de que si se dio paso violento, no fue para usurpar lo aje
no, sino para recobrar la propiedad usurpada; de manera que
el fin justifica los medios.
237
concilie los grandes intereses que se ventilan, haciendo
valer el buen derecho que asiste a los pueblos para re
clamar las propiedades que les han sido usurpadas” .
El problema estaba claramente planteado. Se le
buscaba pleito a Lozada y éste trataba de sortear el
peligro, tanto en México, donde Corona movía sus in
fluencias, como en su territorio, donde se señalaba un
“ nuevo movimiento de los pueblos, la casa Barrón y
Forbes invadida por fuerzas de Lozada, preso y remi
tido a San Luis por el encargado Fernamlo Menchaca” .
Señalemos de paso que este episodio es una de las tan
tas pruebas en contra de la leyenda que quiere ver en
Lozada un instrumento de los capitalistas, comercian
tes y contrabandistas Barrón y Forbes. Les sirvió en un
principio, pero, tan pronto como contó con fuerzas pro
pias, les volteó la espalda, empezando su reforma agra
ria por la restitución a los pueblos de haciendas que
pertenecían a los dichos Barrón y Forbes. El asunto
M enchaca le daba al gobierno un nuevo motivo de in
tervención, pues se inquietaba al ver a Lozada impar
tir justicia, —lo que hacía desde quince años— y ver al
jefe político y al comandante militar “ reconocer una
autoridad interna” .
En el informe del jefe político se decía: “ El cuartel
general de San Luis, establecido desde 1869, formando
los pueblos un pacto de alianza en el que se com pro
metían a cuidar y vigilar por la seguridad de todos,
nombrando un jefe que residiera en San Luis, y un con
sejo de guerra form ado por varios jefes de los pueblos
para reconocer y juzgar los asuntos generales de los
mismos. Esta manera de regirse había subsistido por
espacio de cinco años. Tratar de sujetar a los pueblos a
que sus cuestiones se terminaran por autoridades ex
trañas a su manera de manejar asuntos de interés para
ellos mismos sería excitar los ánimos y casi obligarlos
a una rebelión de fatales consecuencias” . El comenta
rio del informador era una lúcida advertencia: “ ... el
Ejecutivo, como era natural, no podía estar conforme
238
con la subsistencia de la llamada autoridad de San
Luis” .
Para diciembre de 1872 en México se había decidi
do acabar con Lozada, si fuera necesaria una prueba
más se puede acudir a la comisión enviada por Lozada
después de los acontecimientos del 26 de octubre —le
vantamiento de Núñez— que debería esperar, en Méxi
co, la respuesta a su memorandum hasta el 10 de di
ciembre de 1872. El presidente Lerdo le contestó por
escrito que “ es indispensable que los pueblos se some
tan a los tribunales comunes para el deslinde de la cues
tión de terrenos sin que tenga lugar lo practicado por la
Comisión (de lozadistas)” . Y el 2 de diciembre de 1872
Gobernación inform ó a Sanromán que el gobierno de
Tepic ya no tenía el carácter excepcional que le confería
el decreto de Juárez, que el gobierno federal iba a enviar
tropas para la elección de las autoridades civiles y que
dejaba de reconocer la validez del Comité de Estudio y
Deslindes organizado por Lozada. En ese mismo m o
mento el Gobierno comprendió “ que es indispensable
recurrir a las armas” y preparó la campaña.
Tan pronto como Lozada se enteró por sus comisa
rios de lo fundado de sus temores, mandó desarmar al
batallón federal de Tepic y llamó a sus hombres, a los
que reunió en un plazo brevísimo, lo que le llevó a escri
bir a Victoriano Salado Alvarez, con un desprecio ra
cista en el que, sin embargo, se advierte cierta admira
ción:
este indio, este pobre que ve, con su co sta lito al h om bro y su
cara de id io ta, luego que recibe la orden de L o zad a sa le m á s
que de prisa: con arm as si tiene arm as, desarm ado si no tiene
m achete ni fusil, siempre con su guaje para el agua y su saco
de pinole... y cómo se transm ite la noticia es cosa que sólo ellos
sa b en ; es el ca so que ya quisieran nuestro gobiern o o el de
M é x ic o c o n ta r con los m e d io s de c o m u n ic a c ió n que aqu el
bandido cuenta... Todo aquello no servía m ás que para el muy
bribón se creciera y para que los indios pensaran: pues tanto
239
n os lo persigu en , debe de valer m u cho. T od os los in dios se
creían obligados a morir por él.
240
tiene que experimentar, resulte éxito feliz del grandioso princi-
cipio de regen eración. Que los pueblos de N a y a r it tienen el
orgullo de aceptar la guerra en circunstancias que al Gobierno
no le llam a la atención n inguna fuerza arm ada. No debiendo
olvidar que las varias y generosas invitaciones que los princi
pales caudillos de las diferentes revoluciones nos hicieron, que
no aceptam os como am antes de la paz pública... los pueblos en
gen eral están en su derecho de repeler la fuerza cuando un
gobierno como el actual se conduce en términos tan indignos de
u n a n ació n tan civ iliza d a ; por lo pronto procedim os en los
términos arriba expresados, procurando el gran principio de
que “ el pueblo se gobierno por el pueblo” .
242
reivindicada por Corona en su informe a la Secretaría
de Guerra. En marzo se tomaba Tepic y Lozada se re
montaba a la sierra.
Poco a poco Lozada recobraba el ánimo: la gente
de los pueblos acudía, incluso cuando los jefes no se
presentaban (generalmente ya lo estaban traicionan
do) y dio muestras de su lucidez cuando el 10 de marzo le
contestó a Nava:
243
comenzaran las conferencias de arreglos... este interés
me llevó al rio a verte, pero no viniste../’.
Ese mismo día, el 19 de marzo, Lozada conña en
Nava por última vez. Los representantes de los pueblos
se reunieron y decidieron autorizar a Nava “ para que
ya que has comenzado los arreglos los sigas desempe
ñando de una manera limpia y honrosa, sin dejar de
tocar ninguno de los puntos que a su derecho corres
ponden... primero, no hacer rendimiento de armas,
segundo, defender en todos sus puntos los derechos de
posesión que hoy tienen todos los pueblos... que si no
hay convenios honrosos, el señor Nava tiene que correr
la suerte de los pueblos” .
La decisión de llevar la lucha hasta sus últimas
consecuencias está confirmada en su última carta de 23
de marzo: “ También he dicho que mientras haya sin
vergüenzas que sólo quieren vivir de los trabajos de
otros, los pueblos no pueden, por más que quieran, estar
en paz... el Gobierno de cualesquiera manera tenia que
hacernos la guerra, aunque de aquí no se le provocara” .
Desgraciadamente el 2 de marzo Dom ingo Nava
había recibido una carta del nuevo jefe político de Te
pic, Fernando de los Ríos, donde se insistía en que de
bía abandonar a Lozada, para defender la causa por la
que siempre había luchado: “ ... para salvar a los pue
blos... no me salgas ahora... que te juzgarán como un
traidor si desertas de ellos... esto sería un honor mal
entendido...” . Y el 29 N ava se decidid a decirle la ver
dad a Lozada: “ Los arreglos para la paz están conclui
dos con el general Ceballos y son un hecho para todos
los que me acom pañan... creo que no podía alcanzar
más... yo mismo tendré que prestar mis servicios al Go
bierno para concluir cuanto antes la guerra...” . El 1Qde
abril, con el título de jefe de las fuerzas del Valle de Te
pic, lanzó una proclam a llam ando a los pueblos. En
ella denunciaba “ las insaciables aspiraciones del C.
Manuel Lozada... un cerebro enfermizo, exaltado por
las pasiones...” . Señalaba a los pueblos que las condi-
244
dones por ellos exigidas para rendirse (asamblea del 19
de marzo) eran inadmisibles y absurdas, dada la supe
rioridad militar del gobierno. Terminaba aconseján
doles la sumisión sin condiciones, recordándoles que
los tribunales estaban para impartir justicia, y si bien
había sufrido las usurpaciones de las haciendas, “ se
hicieron tales despropósitos que de usurpados se con
virtieron en usurpadores” , y les amenazaba con “ vues
tra absoluta disolución” .
Si los jefes en su mayoría abandonaron a Lozada
en ese momento, éste no quiso admitir su derrota y el 1Q
de abril le escribió a Nicolás Hernández: los pueblos
que han entrado a la sierra unidos con los del Nayarit,
han hecho una junta solemne y han acordado sostener
la guerra por un término de años; esto aún no se sabe, se
sabrá mañana el término que se ponga para poder en
trar en tratos o hacer sucumbir a las fuerzas enemi
gas... (les ofrecía la posibilidad de permanecer con él o
hacerle caso a Nava y retirarse)... tomen el camino que
les parezca... él (Nava) piensa que todas las familias
bajen a sus pueblos para después hacer lo que hicieron
en Yucatán y otros puntos del norte, que después que se
rindieron las fuerzas de soldado viejo arriba, hicieron
una degollación...” (pp. 51-52). Lozada cayó preso a fi
nes de junio y fue fusilado en Tepic.
Muerto Lozada, los lozadistas seguían en vida y el
cantón de Tepic habría de vivir durante mucho tiempo
en la inseguridad, el bandidismo social y las revueltas
endémicas. Juan Panadero indicaba en diciembre de
1873 la ola de asesinatos que se había desatado, y el 5
de marzo de 1874, escribía: “ La situación del antiguo
reino lozadeño empieza a ponerse medio pardo obscuro.
Los indios continúan cometiendo robos... la clase proleta
ria se queja de la carestía del maíz” . La clase proletaria
se quejaba sobre todo de la actitud de las autoridades y
de los propietarios, ya señalada por el general Fuero. El
general Ceballos escribía el 21 de junio: “ Ha llegado la
noticia de este cuartel general que algunos de los prole
245
tarios expropiados durante la abominable dominación
de Manuel Lozada... están tomando posesión de los
terrenos que a su juicio les corresponden y tomando por
arrendamiento cantidades fabulosas” .
La reacción no había de tardar; los propietarios no
habían olvidado nada, ni la lección tampoco les había
servido: la revancha esperada hacía 17 años aparecía
ante ellos. Sin embargo, fueron demasiado rápido: des
pués de la muerte de Lozada, las tropas se habían que
dado sin jefes secundarios y fieles; los supervivientes
de las campañas de 1873, los que se salvaron de Ceba-
llos y Carbó, estaban divididos y carecían de prestigio.
Domingo Nava tenía sus partidarios y deseaba contro
lar a los grupos armados que aún quedaban, tolerados
de hecho por el Gobierno. Ello es prueba de la necesidad
que tenía el Gobierno de contemporizar con los lozadis-
tas; la política era irlos destruyendo poco a poco, para
evitar un nuevo levantamiento general; la consigna
era dividir para reinar, enfrentar a N ava con Lerma,
asesinar a los jefes; pero esta política perdía tiempo y,
en la espera, Lerma se sublevó en m ayo de 1874, y “ la
situación de este desdichado cantón empeora de día a
día. Grandes g a villa s de bandidos se pasean en los
cam inos y rancherías... se asegura que esas gavillas
las forman los mismos lozadeños” . {Juan Panadero, 16
de junio de 1874).
A fines de noviembre de 1878 la revuelta vuelve a
surgir: Juan Lerma, Nieves Covarrubias, M arcelino
Renterías (jefe de Guaynamota cuando Lozada) y va
rios más trataron-de vengar a Lozada y ajustarle las
cuentas a Nava, quien seguía trabajando para el go
bierno y eliminando a sus antiguos compañeros. La
sierra de Nayarit, el cerro de San Juan, la costa de Chi-
la, eran la escena de esta nueva guerra. El Diario Ofi
cial de la Jefatura Política y Comandancia del Distrito
de Tepic, resumía así la situación, en el NQ13, del 28 de
septiembre de 1879: “ Tepic es víctima hace largos años
de un bandolerismo muy distinto del que suele aparecer
246
en otras partes de la República. La prolongada dom i
nación de Lozada, señor absoluto del Distrito durante
el crecimiento y desarrollo de la presente generación
produjo en las masas, faltas de toda ilustración, cier
tas ideas, ciertas tendencias que sólo pueden desapare
cer con los individuos en quienes están incrustadas...
Todos... sabían que existía un Gobierno en México,
pero se consideraban tan independientes de él como
de una nación extraña... Lozada los gobernaba cual a
nación separada, no reconocía sino por fórmula a las
administraciones generales cuando le convenía; y fo
mentando ciertas tendencias de consumismo, creó in
tereses muy especiales en contraposición de los comu
nes... (cuando era atacado) se oía resonar entonces de
uno a otro extremo del Distrito el grito de alarma y el
indio empuñaba el fusil y se posesionaba de una roca
para defender su territorio con arrojo, con la decisión,
con el fanatismo del que ve profanado su suelo por plan
ta extranjera... los pueblos se reunían en asambleas y
allí acordaban los puntos principales de su política,
teniendo al mismo tiempo una organización militar
que reconocía como centro el llamado Cuartel General
de San Luis” . Es un análisis perfecto.
No nos queda sino tratar de exponer, todavía de
manera hipotética, las causas de la caída de Lozada.
De las causas exteriores al movimiento propiamente
dicho, la esencial era la decisión tomada por el gobier
no de Lerdo de acabar con la secesión lozadista: las
intrigas de los enemigos personales de Lozada, los gran
des propietarios, la Barrón & Forbes, Corona, los es
fuerzos del estado de Jalisco para recuperar finalmen
te el 1- cantón, no habrían llevado a nada sin la deci
sión del Gobierno central: era el único que disponía de
los m edios suficientes para acabar con el “ Tigre de
Alica” .
Toda la historia del siglo XIX mexicano es la lucha
entre el Gobierno Central y las fuerzas centrífugas,
tanto o más que la lucha entre liberales y conservado
247
res, ya sea bajo la forma de caciquismo o de independen
cia de los Estados. Desde este punto de vista, los con
servadores y los liberales llevaron la misma política; de
Bustamente a Lerdo de Tejada se encuentra una conti
nuidad que pasa por Santa Anna, Miramón y Juárez.
Don Porfirio tendrá éxito, pero su política no fue dife
rente de la de sus predecesores. En el caso de Lozada, la
política centralizada y unificadora de México sirvió en
un principio a la causa de Nayarit: dejar a Jalisco en la
impotencia era servir a la causa, era probar a los otros
Estados que sólo el poder federal tenía la capacidad
suficiente para resolver los problemas graves; era ade
más una manera de debilitar al orgulloso Estado de Oc
cidente, cuyas intenciones regionalistas e imperialis
tas eran conocidas de sobra. Después, una vez termi
nada la guerra extranjera, aplastados los distintos gol
pes de Estado, aparentemente vencido don Porfirio, el
poder central se decidió a acabar con un Lozada ya más
peligroso que útil. Peligroso por el ejemplo dado a los
otros pueblos indios y a los yaquis y mayos en particu
lar, pues era de temerse que se unieran en una gran con
federación occidental, más peligrosos aún por su polí
tica agraria, que aparecía en el momento en que las
Leyes de Reforma engendraban una gran inquietud en
toda la República. Acabar, pues, con Lozada, pero sin
devolverle Nayarit a Jalisco. De 1868 a 1878 Jalisco
pidió en vano la reincorporación del 7e cantón. Esto
nunca se hará y el diputado Silva dirá con una amarga
clarividencia: “ Según los procedimientos que el Go
bierno general ha observado en Tepic, se puede afir
mar que al hacer arreglos con los elementos lozadeños
de aquel cantón lo ha verificado en beneficio propio, y
perjuicio del Estado de Jalisco” .
El gobierno tomó la iniciativa de la guerra para
acabar con Lozada. Basta leerla carta que uno de los
comisarios enviados a M éxico en noviembre del 72,
mandó a su jefe el 16 de diciembre:
248
Dije al señor presidente que comprendía muy bien las dificul
tades que se podrían presentar para que fuesen aceptadas
todas las condiciones anteriores, supuesto que si usted se
resolvía a proponerlas a los pueblos, se exponía a perder el
influjo que puede tener sobre ellos... ésta es la única manera
posible con que el gobierno puede mantener buenas relacio
nes con el distrito de Tepic, porque, de lo contrario, su deberes
hacerse obedecer y los hará mandando sus fuerzas... no sólo la
mayoría del Congreso sino toda la opinión pública... opinan y
piden que desde luego se haga la campaña sin esperar el re
sultado de las negociaciones entabladas por la comisión...
confiesan que la paz y el orden que reinaban en Tepic podían
servir de modelo a varios Estados, pero que no por eso se podía
considerar como legal el orden de cosas allí establecido... por
su origen intruso e inconstitucional.
249
Este movimiento fue, sobre todo, una confedera
ción de pueblos divididos entre sí y cuyo único denomi
nador común era’el jefe que había sabido unirlos. En
esta multitud debe distinguirse a lós pueblos de la cul
tura étnica. Algunas comunidades fueron la punta de
lanza de la rebelión; otras sólo enviaron su contingen
te después de la batalla y, al com probar la derrota, se
apresuraron a volver grupas. En abril de 1968 Juan de
la Rosa y Antonio Carrillo, respectivamente juez y go
bernador de Santa Catarina, nos inform aron que los
ancianos les habían contado cómo habían sido convo
cados en una ocasión por Lozada para ir a tomar Gua
dalajara y que ya en camino un mensajero le había di
cho que se regresaran, pues ya no se les necesitaba por
haber sido tomada la ciudad. Fue una manera como
otra cualquiera de salvar las apariencias: no se podía
aceptar el haber traicionado y, por ello, se inventó una
victoria capaz de justificar el rto haber participado.
Dentro incluso de los linajes ílo había cohesión, los
testigos ya citados nos inform a?on de la falta de con
fianza entre los distintos grupos huicholes, cosa que
venía de muy lejos. Quizá esto explique por qué los de
Santa Catarina se perdieron por el cam ino, mientras
los jinetes huicholes de Tenzompan llegaron hasta las
puertas de Guadalajara y anduvieron peleando, hasta
el fin del verano, a las órdenes del padre Aguilar. To
dos estos grupos étnicos son diferentes; el huichil es un
buen jinete mientras los demás pueblos sólo proporcio
nan infantería. Lozada tuvo bajo su dirección (siempre
directiva, jamás imperativa) a lós tepehuanes de Santa
María Ocotán, San Francisco y Qúiviquinta, a los de
Santiago Teneraca y a los de Tasquaringa, a los hui
choles que se distribuyen entre los cuatro pueblos si
tuados a lo largo del río Chapalagana (San Andrés y
Santa Catarina andan peleados por un problema de
límites), a los coras de Santa Teresa, Huazamota, Je
sús María, Mesa del Nayar y San Juan Peyotán. Bajo
su jefe Dionisio Gerónimo, e incluso sin él, fueron los
250
principales sostenedores de Lozada. En torno a uno de
sus pueblos, Guaynamota, se dieron los últimos comba
tes. Lozada, sin embargo, no era de su raza; era un mes
tizo y nadie puede decir a ciencia cierta de qué y qué era
mestizo. Fuera de estos tres linajes, desde luego no soli
darios, tras Lozada fueron pueblos mezclados como
Pueblo Viejo, Durango, donde hay aztecas y tepehua-
nes, Nostic, formado por aztecas que desde hace mucho
olvidaron su lengua, Milpillas Chico, San Francisco y
otros más donde los coras, los huicholes y los tepehua-
nes coexisten tranquilamente. Todo sin hablar de los
“ poblanos” , indios venidos no se sabe de dónde y así
llamados en las comunidades que los acogieron. Algu
nos viven en verdaderos pueblos, otros en núcleos fami
liares patriarcales de 70 o 100 miembros. Finalmente
en los contrafuertes de la sierra y en el valle de Tepic, en
la costa de Nayarit y en lo que hoy pertenece a Jalisco,
(cantón de Mascota, cantón de Colotlún, etc.) se hallan
auténticos pueblos imposible de clasificar. La gente de
las ciudades los llamados indios de la misma manera
que hoy puede decirse campesinos.
Todos estos pueblos dependen finalmente, les gus
te o no, de sus jefes; sin ellos nada es posible y la asam
blea de estos jefes toma las decisiones. En el hundi
miento de la confederación, la responsabilidad, en pri
mera instancia, recae sobre los jefes. Su actitud, ade
más, fue contraria a la de los pueblos. Dejaron de lu
char para defender los intereses de sus pueblos y se
hicieron caciques en el sentido moderno de la palabra*
es decir, se pusieron del lado de la administración para
explotar a sus hermanos.
La multitud estaba ahí pero no sus jefes, y nadie
podía mandar sino a través de ellos. Su determinación
para llevar la lucha adelante no servía para gran cosa,
dejando de lado a los once pueblos que habían conser
vado a sus dirigentes y de los que Lozada decía:
“ Tú sabes que se necesita que todo lo que se haga
251
sea con la aprobación de todos los jefes” . Por eso Lo
zada dirá a los soldados del pelotón de fusilamiento:
252
¿Cuál habría sido el destino de este movimiento de
“ Religión y Tierras” ? ¿Levantó a los pueblos en contra
de sus vecinos y enemigos inmediatos? ¿Invocó el mito
del Reino de Nayarit? No hemos logrado saberlo. Loza-
da tenía personalmente conciencia del peligro que en
trañaba este localismo, y lanzó un llamado a todos los
oprimidos y a las clases proletarias de México. Pero al
mismo tiempo cuidaba el no meterse con los intereses
extranjeros y quiso darse a conocer fuera del país, a
pesar del odio que sentía por los yanquis. Mas la prime
ra vez que quiso sacar a sus tropas de su tierra, fueron
vencidas como el gigante Anteo. No podía hacer nada a
escala nacional, con todo y sus proyectos de reformas
constitucionales. Soñaba con una confederación de
democracias pueblerinas y no contaba con ningún alia
do fuera del campesinado. Nadie le apoyaba en las ciu
dades tan pronto como dejaba de ser un aliado intere
sante. ¿Quién se benefició en última instancia con su
sacrificio y el de los pueblos? La burguesía comercian
te de Tepic, a quien le sacó las castañas del fuego y que
gracias a él vio al 7e cantón de Jálisco transformarse
en el Estado Soberano de Nayarit. Este Nayarit es más
pequeño que el territorio levantado por Lozada, pero,
por si esto fuera poco, se constituyó para provecho de
los enemigos de los pueblos.
253
Lozada (y la circunstancia dura 20 años), aparente
mente capaz de imponerse a gobiernos, a primera vista
tan diferentes com o los de la Reforma, los conserva
dores, el imperio de Maximiliano, la república restaura
da de Juárez, todo eso me impresionó, ofuscó, deslum
bró.
Además el m ovimiento lozadista sigue siendo,
hasta la fecha, igual que la guerra de castas en Yuca
tán, o semejantes movimientos chiapanecos, objeto de
controversia y pasiones locales. Hay un grupo todavía
muy poderoso en 1976, en Tepic, que dice que Lozada es
un bandido, un forajido, un asesino y que niega todo
chiste al movimiento: Lozada fue el jefe de la “ guardia
blanca” de la casta capitalista, conservadora, traido
ra, contrabandista Barron and Forbes. Punto.
Frente a la leyenda negra el historiador revisionis
ta cayó alegremente en la seducción de un Lozada au
tónomo, trabajando por sí mismo y para los cam pesi
nos (indios o no ¿quién sabe?). Punto. Otra vez la le
yenda zapatista.
Ahora pienso, sin tener más información de archi
vos, pero con más conocim iento de la historia global,
que Lozada existió debido a la política nacional de la
época, que ofreció la oportunidad a Lozada, a ciertos
grupos campesinos y a ciertas tribus serranas, de lu
char por sus intereses y adueñarse de posiciones polí
ticas, durante el tiempo d éla crisis nacional. Pero ni
Lozada, ni los campesinos, ni las comunidades indíge
nas se encontraban solos. Lozada está rodeado de un
estado mayor impresionante de secretarios reclutados
entre las mejores fam ilias de Tepic: lo acom paña el
general Carlos Rivas, más tarde senador en tiempos de
Don Porfirio, y personaje muy importante del occiden
te; su pariente Manuel Rivas que funciona como jefe
político del territorio de Tepic; Miguel Oseguera, etc...
Uno se entera con sorpresa que Lozada y sus huarachu-
dos son la parte visible del iceberg (anacronismo: como
Pancho Villa y sus jinetes, fenómeno guerrero que ocul
254
ta la élite de Chihuahua y del norte que está con y de
tras de Villa).
Lo que da cierto fundamento a la versión que me
presentó, en 1973, un señor político del estado de Naya
rit, al explicarme por qué no se festejaba el centenario
del fusilamiento de Lozada.
255
México y del Estado central. Frente a todas las faccio
nes, los lozadistas manifestaron gran capacidad polí
tica, gran oportunismo capaz de obtener el reconoci
miento de Comonfort, Mora, M axim iliano y Juárez.
Así vemos funcionar un fenómeno que es bien obvio en
el siglo XX: existen nexos estrechos entre los m ovi
mientos en el campo y la historia nacional.
256
EL ORIGEN DEL MARIACHI
Ilustrísimo Señor,
258
nal a que estamos obligados los Curas y entre la
semana dije misa, resistiéndome solo a hacerlo en
día festivo para que entendiesen que el desorden
que en tales días introduce la reunión debe traer
algún castigo.
Hacen méritos los quejosos de que me retiré a
la feligresía de Santiago Ixcuintla. Esto, Illmo
Sor, es falso. La feligresía de Santiago y la mía
está separadas de una manera muy natural y co
nocida pues la línea divisoria es el río de San Pedro
y el Pueblo de San Juan está al Norte de dicho río y
Santiago a la frente del sist. San Juan así como
San Diego y Santa Fe fueron pertenecientes a las
misiones de Nayarit, y desde que estos pueblos
han quedado abandonados pasada que fue la revo
lución del año de diez, buscan el áuxilio en el pue
blo más cercano y lo es Rosamorada, pues San
Juan solo dista de cuatro o cinco leguas, como lle
vo dicho, y los otros puntos un poco más y así de
hecho y por necesidad son de esta feligresía, pues
desde mucho tiempo a esta parte los matrimonios
y demás auxilios los reciben de aquí y por lo mis
mo yo quedé en mi feligresía, y si me retiré de la
cabecera no fue para negarles los socorros, pues se
los ministré, sino por dos razones, la una para que
experimentaran algún castigo y la otra para evi
tar la ocación de nuevos insultos a mi persona.
Cuando las cosas se han calmado cuando el Sor
Director de Acaponeta ha hablado conm igo y he
tenido alguna garantía para conservar el decoro
del Párroco, yo he vuelto a la cabecera y me encuen
tro en ella.
259
Dios Ntro Señor guarde a V.S.I. muchos años.
Curato de Rosamorada, mayo 7 de 1852.
Cosme Santa Anna
260
más prudencia y moderación discerniendo lo que
esta en sus atribuciones y facultades de lo que toca
a la autoridad civil y atendiendo sobre todo el ca
rácter de suavidad con que debe regirse el pueblo a
quien se pone en ocasión de cometer faltas en la
persona del Cura. Dios. Guad. Junio 18 de 52.
261
siempre se suscitan en aquellas reuniones, resultan
muchos enfermos de fiebre, neumonía o disentería, que
son allí las enfermedades reinantes. Por desgracia esas
costumbres son generales en todas las poblaciones
pequeñas y rancherías de la costa relacionada; y el
recurso más eficaz que hay para la morigeración de las
costumbres, es la emulación, por medio de la inmigra
ción de gente moralizadora que se mezcle con los habi
tantes de aquella comarca” .
Por fin, nuestro documento permite hacer caminar
la discusión sobre el vocablo ‘ ‘m ariachi” . La versión
turística más difundida según la cual procede de la pa
labra francesa “ mariage” (boda), en tiempo déla Inter
vención, es buena broma, y nada más. De don Nacho
Dávila Garibi (1888-1981) hasta Pedro Castillo (1973.
Santiago Ixcuintla, cuna del mariachi), no faltan los
defensores del carácter americano de la palabra. Los
patriotismos locales han vuelto apasionada la discu
sión ¿será de Tecalitlán, de Cocula o de Santiago Ix
cuintla el mariachi? Se pelea el vocablo, desde luego,
no el conjunto musical prom ovido tan exitosamente
por Jalisco. Dávila Garibi, quiere a toda fuerza que el
vocablo mariachi sea “ coca” y que esa “ música típica,
bulliciosa y alegre” haya tenido su cuna “ en Cocula,
Zacoalco y otras poblaciones que en lo antiguo forma
ron parte de la nación coca” .
El maestro Pedro Castillo Romero parece tener
razón, según don José Ramírez Flores, al escribir: “ la
palabra mariache o m ariachi se deriva de la lengua
pinutl, lengua hermana del cora, que significa tarima,
entablado, estrado o suelo movible” . Tiene su origen en
un árbol del noroeste, de la fam ilia de las acacias de
donde se hacían las tarimas para los bailes.1
Don José siempre se ha m anifestado incrédulo
262
sobre la autenticidad de los vocablos que se nos daban
de la lengua llamada coca; pero puede reconciliar el sur de
Jalisco con Nayarit: relaciones de manera convincente
en sus estudios2 a pueblos coras de Nayarit con la re
gión de los excantones de Sayula y Autlán, y encuentra
una posible presencia del cora en Jalisco, “ hablado con
el nombre de ‘pinom e’, o ‘pinul’, o ‘pinonuquía’ y esta
mesma dicen que es la de los coras y coanos y vaincini-
tecas” , citando al P. Ponce.
De todos modos, ya tenemos un testimonio ante
rior a3 los años de la Intervención francesa. Tiene peso
científico, aunque no le pueda quitar fuerza a la leyen
da. Terminaremos dándole la palabra a Enrique Ba
rrios de los Ríos, en su hermosa obra Paisajes de Occi
dente (1908); ya verán que los fandangos que horrori
zaban al pobre P. Santa Anna no aflojaban, y que la
famosa “ tarima” (mariachi) era el centro de la fiesta.
Don Enrique nos habla de Santiago Ixcuintla (como
Pedro Castillo) y nuestro documento es de Rosamora
da. Eso no tiene la menor importancia, se trata de dos
pueblos vecinos y hermanos.
A ním ase varios días con el rebullicio de la feria y la fiesta
patriótica anuales que atraen a la población de los lugares
comarcanos y en la primera la invade, venida de tierras leja
nas, una bandada de buhoneros, tahúres, mujeres de la vida,
que van a halconear, mendigos y garduños que meten en cui
dado por relojes, mascadas y portamonedas.
263
m ayos en el tocado, nagüilla corta de g asa, m edias h asta el
muslo y botines blancos; y hacen piruetas bajo el tinglado de
palmeras, sobre la-arena del reñidero, donde corrió la sangre,
se esparcieron las plum as de valientes y encorajinados gla
diadores y cayeron exámines los vencidos.
Antes del espectáculo, recorre las calles céntricas la
música, al son de la cual van las cantarínas entonando v al
ses, polkas, danzas. Síguenlas dos portadores cada uno de un
gallo que llevan mostrándole al público, y entre ambos porta
estandartes, un portafuegos arroja al aire atronadores cohe
tes.
La tarde es consumida en el ancho coso, año por año le
vantando de estípites de palmera, sombrados los palcos de
hojosas ram as. Es la función clásica, la que anim a la feria.
Allí se entusiasma y se enfurece el pueblo; grita, silba, aplau
de, abandonado el supremo goce de aquella lidia obstinada y
cruenta.
Los toros son anunciados desde la víspera, por la tarde, y
todo el día de la corrida desde la madrugada, con un tambor y
una chirimía a dúo por las calles. A l ronco redoblar del uno,
silba ladinamente la otra, con son triste y monótono, que me
hace recordar las antiguas procesiones de Semana Santa, que
había en la parroquia de Jesús, en Zacatecas.
La noche está consagrada al juego, al vino y al amor.
En torno al jardín de la plaza principal se levantan tien
das de campaña, y dentro de éstas se suspenden lampiones; se
arman poyatas, anaquelerías y mostradores; se colocan me
sas y sillas. En una calle cubren el pavimento de guijarros las
frutas y hortalizas; en otro, las pescaderías, en una tercera se
alinean, en doble fila, numerosos tabancos, abastecidos de
fiambres y fritangas, y entre una y otra tienda hay un maria
chi. Es éste una tarima de pie y medio de alto, dos varas de
longitud y una de anchura, donde toda la noche y aún de día,
se bailan alegres jarabes al son de arpa, o de violín y vihuela,
o de violín, redoblante, platillos y tambora, en cuarteto atur
didor. Bailan hasta cuatro personas a la vez en cada tarima, y
resuena por plaza y calles circunvecinas el estruendoso table
teado del atronador jarabe. Acompáñanle a veces de cancio
nes, y con tanta destreza le bailan algunos campesinos, que
colocan sobre su cabeza un vaso colmado de aguardiente o
una botella destapada y llena de licor, y no se caen, ni se derra-
264
m a una sola gota, en las vueltas vertiginosos y otros movi
mientos rapidísimos del baile. Rodeados están los mariachis
de una multitud agradablemente entretenida y absorta en
aquel baile regocijado y ruidoso.
Hombres y mujeres de los pueblos, de las cortijadas, pa
sean por el jardín desde el obscurecer; se aglomeran, se opri
men, se empujan fuertemente, y en los ángulos del andén for
man m asas compactas, difíciles de contener y atravesar. Con
la muchedumbre aumenta el calor en medio de la humedad de
la noche; todos transpiran en abundancia; se siente cálido el
aire, y una tufarada picante y hedentina.
Aquellas oleadas de pueblo, aquel ruido de feria, aquella
alegría de fiesta van creciendo al paso que la noche avanza.
Bajo las iluminadas tiendas de las timbirimbas se agru
pa una multitud ávida de las emociones de la apuesta, y más
ávida del dinero apostado, y en silencio ve correr el albur,
hasta contiene la respiración. Levantándose en las puntas de
los pies los concurrentes que se han quedado atrás, meten la
cara entre las cabezas de los de adelante, y cuando el silencio
es m ás profundo y la espectación m ás viva, un murmullo si
gue a la aparición de la carta deseada por unos, temida por
otros. Se distribuyen montones de pesos entre los ganancio
sos, por la fortuna socorridos, y be recogen las apuestas per
didas. Vense entonces semblantes alegres, y otros melancóli
cos; gente preocupada y pensativa; caras de alucinados, de
desengañados y de arruinados.
Los beodos y los moceros están en las cantinas, reque
brando a las escanciadoras, a las cantatrices, a la s bailarinas
de jarabe; rasgueando las vihuelas; cantando en coros discor
dantes; bailando en las tablas; bebiendo, bebiendo, pasando
la noche en pública orgía.
A los sones de las murgas y de los organillos, al estruendo
de los bailes se unen las voces de los que cantan, de los que
venden, de los que juegan, el rumor de la multitud que pasea, y
confundida tanta variedad de sonidos, se oye en las obscuras
y solitarias calles distantes, como un solo grito lejano de loca
alegría.
En la calle de los tabancos hay en el centro una hilera de
numerosidad de mujeres sentadas en frente de sus braseros,
donde sobre el comal hierven los lardos y se aderezan las en
chiladas. Atrás, junto al soportal, se pone otra hilera de me-
265
sas con tazas, pan, lechugas, butifarras, aves desplumadas,
piernas de venado; y sentado a las m esas o en torno de los
braseros, el púeblo bebe leche, café, atole, o en voraces den
telladas y afanoso mandibuleo engulle ciervos, pavos, galli
nas, tocino, malcocinado y enormes trozos de teñera. Chillan
las fritadas, y se difunde en toda esa calle, y el soportal inme
diato aquel olor de embutidos y botagueñas.
Toda la noche se come, todo el pueblo cena, se ahita y se
da fuerzas para una embriaguez hasta la amanecida.
La víspera de la Ascención del Señor principal día de la
feria, afluye mayor número de visitantes; se despueblan los
lugares circunvecinos, y la gente no cabe en la villa. Los meso
nes, atestados de forasteros, no dan lugar a nuevos huéspe
des; las fondas no tienen para alim entarlos; presto quedan
desmantelados los tabancos, sin satisfacer a su parroquia. En
los pórticos y soportales no hay dónde poner un pie, sino sobre
otro de persona sentada o que pasa; en el jardín apenas si
puede moverse aquella m asa de seres humanos que pasea; las
calles adyacentes son estrechas para la irrupción del gentío
que empuja y arrolla a los tomajones, jugadores y curiosos de
que están rodeadas las mesas de ruletas, licores y refrescos; el
ancho atrio del templo cubierto está de seres humanos, senta
dos o acostados.
Inmensa muchedumbre se agita toda la noche en la plaza
y en t^m o del templo.
En el atrio se eleva a ltísim o castillo de p ólvora, cuyo
incendio mantiene a la multitud en expectación hasta la mi
tad de la noche. Los corredores de fuego se suceden de la torre
a la casa municipal, las cámaras dejan oír a largos intervalos
su ronco trueno como de cañón, y los cohetes hienden el espa
cio y traquean en las alturas, o se deshacen en estrellas titi
lantes de colores, en el fondo del espacio obscurecido, y caen a
manera de bólidos.
En mitad de la noche se incendia el castillo: se llena de
resplandores; form ados por las girándulas en sus rápidas
vu eltas, se cubre de estrellones b la n co s, dorados, azules,
rojos, violáceos; se deshace en áureo polvo; chirría al despedir
el aire comprimido entre sus bombas, y se corona de rayos,
despidiendo cohetes que centellean entre las altas sombras y
atruenan las alturas en el silencio de la noche. La torre del
templo se recorta en las tinieblas del espacio, ilum inada de
266
brillantes colores por las luces polícromas del castillo. En
torno a éste se difunden sus vividas claridades, sus radiantes
fulgores, dejándose ver las mil caras que le contemplan, roji
zas, azuladas, verdosas, y distinguim os entre la multitud a
personas conocidas, embelesándose en aquella quemazón
lúcida, preñada de colores, de llamas, de chispas, de truenos y
de nubes luminosas.
Parte del pueblo duerme en el atrio, en el jardín, en los
pórticos, en las calles inmediatas; sobre las mantas donde se
tiende el pescado, al pie de los sacos donde se le guarda; sobre
las mesas desnudas los chicuelos, y debajo de éstas los adul
tos. Fam ilias completas están apiñadas hechas racimos,
mientras otra parte del pueblo, la más numerosa, prosigue en
los juegos, se pasea en el jardín, bebe y baila hasta el nuevo
día.
Las comparsas de indios, venidas de las cercanías, a la
puerta de la iglesia empiezan desde el amanecer del día de la
Ascención, su acompasado y simétrico danzar, al son de violi-
nes gemebundos.
Entarascados los matachines con su gaitería, llevan en
la cabeza un plumero reluciente de espejillos, almilla morada,
nagüilla corta con lentejuela, cuentas, cascabeles y otros
pelitriques, media rosada o b lanca y cendales nuevos. Al
hombro, gran mascada de vivos colores y negra y larga cabe
llera; a la espalda la aljaba, y en las m anos sonaja, arco y
flecha.
Dispuestos en dos filas para danzar, suenan los violines
con notas lastim eras, como llanto, como súplica llorosa, y
empiezan los ordenados movimientos, las acompasadas evo
luciones, con las que trazan mil figuras, acompañando el son
triste e igual de los instrumentos con el de los pies y las sona
ja s. En mitad de la danza despiden alaridos, se hincan de
rodillas, se tiran de bruces, levantan las m anos al cielo en
vueltas y saltos: apuntan con las flechas y hacen ademán de
dispararlas; se cruzan, y, se rodea de ellos el viejo enmascara
do con una carantam aula de cretino, el monarca de luenga
cabellera cana, director de aquella comparsa emplumada,
crinada y vestida de todos colores.
Pasadas las misas, se estaciona el baile en el interior del
templo, en donde las comparsas penetran danzando.
Ese día el furor de la feria llega a su último límite, el en
267
tusiasmo a su más alto grado: la bacanal del día es igual a la
de la noche, no cesan el baile, el juego, la embriaguez, el paseo
de tumultuoso concurso en los pórticos y la plaza.
Después de la Ascención va decayendo la feria; empieza a
dispersarse la muchedumbre y el domingo siguiente concluye
todo; el lunes vuelve a su antigua soledad y quietud la villa”,
(p. 42-48).
268
Esperando a Lozada
Se termino de imprimir
el 9 de Septiembre de 1984.
Se imprimieron 2,000 ejemplares.
ISBN 968-7230-04-5