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UADER
FUENTES UNIDAD III
La Plata, 1937
LA RAZON DE MI VIDA
EVA PERÓN
SELECCION
VOCACIÓN Y DESTINO.
No, no fue el azar la causa de todo esto que soy, en mi país y para mi pueblo. Creo firmemente que he
sido forjada para el trabajo que realizo y la vida que llevo.
Cuando analizo, en la intimidad de mi alma, el caso que me ha tocado vivir, más y más me convenzo de
la mentira que son el azar y la casualidad.
Si el azar y la casualidad gobernaran el mundo todo sería un grotesco caos; y no podríamos vivir en un
escenario tan variable. No, el azar no gobierna al mundo ni a los hombres. Por fortuna, gracias a Dios
las cosas suceden de otra manera que unos llaman Destino y otros Providencia y casi todos atribuimos
a Dios.
Yo creo firmemente que, en verdad, existe una fuerza desconocida que prepara a los hombres y a las
mujeres para el cumplimiento de la misión particular que cada uno debe realizar.
Si esa fuerza es maravillosamente divina o ha sido puesta por Dios en la naturaleza de la sociedad o del
alma humana, yo no lo sé ni pretendo averiguarlo, pero creo que existe y que nos conduce sin forzarnos
con tal que nosotros no le neguemos nuestra generosidad.
Lo indudable es que esta solución espiritual es también mas fecunda que a otra del azar: el que se cree
hijo de la suerte no se siente obligado a nada, puesto que el azar no tiene personalidad ni puede tener
exigencias de ninguna clase: pero el que sabe hijo de un Destino o de la Providencia o de una fuerza
desconocida pero de un origen superior a su vida y a su naturaleza, tiene que sentirse responsable de la
misión que le ha sido encomendada.
Perdónense estas explicaciones que, sin quererlo, casi han venido a dar con cierto tono de filosofía que
no entiendo y no deseo hacer.
Sin embargo pienso que debí decir todo cuanto he dicho en primer lugar porque así lo siento y en
segundo lugar porque me parece una cosa de simple sentido común.
Mi vida es una prueba de todo lo que he dicho. Si no hubiese llegado a ser lo que soy, toda mi vida
hubiese quedado sin explicación.
¿Por qué yo he sufrido siempre ante la injusticia? ¿Por qué yo no me resigné jamás a ver pobres y ricos
como una cosa natural y lógica? ¿ Por qué siempre sentí indignación ante los dueños del poder y del
dinero que explotaban a los humildes y a los pobres?
¿Por qué no pude librarme nunca de aquella angustia íntima que me ahogaba?
¿Por qué hasta "mi día maravilloso” me sentí sola, desconcertada, como si mi vida no tuviese sentido,
ni razón?
Demasiadas preguntas hubiesen quedado sin respuesta si no hubiese encontrado a Perón en mi
camino, y en él, la causa de mi pueblo.
No, no es el azar lo que pone a los hombres y a las mujeres al frente de las grandes causas.
Por el contrario, parece como que las grandes causas preparasen el alma de sus hombres y de sus
mujeres. Esto en parte puede ser vocación, pero además hay evidentemente otra cuya explicación no
está en nosotros, ni está librada a la suerte del azar.
Por eso yo me permito insistir todavía en este tema con dos palabras más, que quisieran ser de
humilde consejo.
Creo que alguien se ve, de pronto, llevado a un puesto de responsabilidad en la lucha por una gran
causa, debe buscar, en su vida y en sus recuerdos, la explicación de su caso; y la hallará sin duda.
Así sentirá todo el peso de su responsabilidad y trabajará lealmente por la causa que sirve.
Y pienso también que los que sean espectadores de un hecho tal no deben atribuirlo sin más trámite al
azar.
¿No sería más sensato aceptar la presencia de algo más?
Y conste que yo no digo que sea directamente Dios quien determine todas estas cosas, pero sí que en
su magnífico ordenamiento de todas las leyes y de todas las fuerzas habrá creado alguna ley o alguna
fuerza que conduce a quienes libremente y generosamente quieran dejarse conducir.
Esta es la humilde explicación que yo doy de mi vida y de mi caso.
Guardo entre los manuscritos de Perón uno que escribió sobre un tema parecido poco tiempo después
de asumir la Presidencia.
En este borrador, él abordó, con su franqueza habitual, este rato asunto de la vocación y del destino.
Nada me ha parecido mejor que reproducirlo tal como él lo escribió; y como allí aparece toda su alma,
en su sencillez y en su grandeza o sea en su genialidad, yo me ahorro el grave compromiso de
presentarlo...cosa que lo confieso sería tarea imposible para mí.
Para saber cómo es el sol no basta ni su descripción ni su pintura, y nadie, si no es loco, intenta ni
pintarlo ni describirlo. Para saber cómo es, hay que salir a mirarlo y aun mirándolo no se le puede ver
sin deslumbrarse.
Aquí están sus palabras y su pensamiento, su alma y su corazón.
¡ Yo me limito a invitar que salgamos a verlo!
¿INTUICIÓN?
Esto de la intuición me tienta porque muchas veces he oído decir alabanzas de la mía; y auque pocas
veces me detengo a pensar en un elogio, tan frecuentemente se ha hecho el de mi intuición, que alguna
vez he meditado en el tema.
Aquí están mis reflexiones que no intentan siquiera exponer un problema Psicológico -que no doy para
tanto- sino más bien decir lo que pienso con Yo creo que no es un sexto sentido, como dicen algunos, ni
una facultad casi misteriosa de las mujeres, como dicen otros.
No; es simplemente una manera de ser de la inteligencia. Cada uno de los hombres tiene una manera
de ser de su inteligencia, que es distinta en todos. En unos actúa rápidamente, en otros es lenta.
Cada uno ve las cosas según sea lo que quiere conocer en ellas. Yo siempre recuerdo aquel viejo refrán
que dice: "las cosas son del color del cristal con que se miran".
Cuando la gente suele atribuir "intuición” a las mujeres como virtud misteriosa, no se acuerda que
nosotras tenemos que ver las cosas, las personas y la vida de una manera especial.
Nosotras sentimos y sufrimos más el amor que los hombres.
En nosotras la inteligencia se desarrolla a la sombra del corazón y por eso la inteligencia no se ve sino a
través de los cristales del amor.
Y el amor, cuyo misterio sí que es infinito, le hace ver a la inteligencia cosas que ella sola nunca podría
conocer por hábil que fuese.
Los hombres no sienten ni sufren tanto el amor como nosotras las mujeres. Esto no necesita
demostración.
En ellos entonces la inteligencia libremente.
Y por eso en todo a través de u razonamiento frío, casi matemático, tanto más frío y tanto más
matemático cuando menos hayan sentido o sufrido el amor.
Cuando algunos elogian mi "intuición" se refieren siempre al rápido conocimiento que tengo de las
personas con que trato.
A veces he confiado en quienes muchos desconfiaban y otras he desconfiado de quienes todos creían.
Casi siempre el tiempo me ha dado la razón.
¿Esto es una virtud misteriosa? Yo creo que no. por el contrario, todo me parece muy simple. Yo he
mirado siempre a las personas de una manera distinta que no es la que sirve a la inteligencia de los
demás: yo miro a través de un cristal muy fino: el amor de Perón y de su causa.
El amor alarga la mirada de la inteligencia.
Si no fuese así, ¿Podría yo "intuir” tanta cosas que a veces no entiendo del todo?
Recuerdo que una noche me acosté muy tarde y no pude dormir.
Me preocupaba un problema nacional cuya solución había sido propuesta ya al Presidente por los
técnicos del Gobierno.
No había conversado de esto con nadie y no sabía otra cosa que lo que los diarios publicaban.
Era un serio y difícil problema que nunca había intentado ni siquiera entender. ¡Pero la solución no me
gustaba!
Lo peor era que no sabía exactamente por qué.
Evidentemente yo podría decir al día siguiente que no me gustaba la solución, pero debería dar mis
razones. ¡Y no las podía encontrar!
Ni las encontré; pero me decidí a confiarle al Presidente mis sentimientos; y acerté, porque él, que
también había estado pensando, preocupado por el problema, estaba ya dispuesto a revisar la solución
propuesta por sus colaboradores.
¿Extraño? ¿Misterioso? No, es la maravilla del amor iluminando una inteligencia igual que la de todos.
Nada tiene de raro, pues, que esa virtud o sentido extraordinario esté presente en los actos de Perón y
sea admirada por quienes lo conocen y lo tratan.
El, que ama entrañablemente a su pueblo, ve todas las cosas a través de ese gran amor y por lo tanto,
según está también demostrado, tiene que verlo todo de una manera especial, distinta de la orienta la
mirada de los demás.
El ve por su pueblo y para su pueblo.
¿Qué tiene de raro, pues, que iluminado por ese gran amor "intuya" dónde está la felicidad de los
argentinos y la grandeza nacional?
Y yo sí que puedo dar fe que esa virtud, existe en él en una forma maravillosa. Conoce a los hombres de
una sola mirada y aunque intenten muchas veces disfrazarle ante él. Muchas veces lo he visto también
resolver graves problemas de una manera distinta a la que aconsejaban los técnicos y los especialistas,
y más de una vez, ante mi pregunta extrañada, le he oído decir:
-Es cuestión de sentido común.
"Ellos ven el problema desde el punto de vista técnico, que es limitado, como el campo de un
microscopio. Yo tengo que verlo con lentes planares; yo tengo que verlo como lo ve y como lo siente el
pueblo".
Después de meditar esa explicación, he pensado también que el "sentido común" y la "intuición" son
dos virtudes todavía no bien definidas y tal vez sean la misma cosa, pero creo que están en todos los
hombres y en todas las mujeres presentes en mayor o en menor cantidad y que solamente crecen y se
hacen extraordinarias cuando un gran amor las vivifica con la maravillosa fuerza de su infinito poder.
Lo que también puedo asegurar es que en ningún "hombre común” puede hacer o pensar nada con
intuición; porque los hombres mediocres pertenecen a la clase de los que desprecian el amor como
cosa exagerada.
EL HOGAR O LA FÁBRICA.
Todos los días millares de mujeres abandonan el campo femenino y empiezan a vivir como hombres.
Trabajan casi como ellos. Prefieren, como ellos, la calle a la casa. No se resignan a ser ni madres, ni
esposas.
Sustituyen al hombre en todas partes.
¿Eso es "feminismo"? Yo pienso que debe ser más bien masculinización de nuestro sexo.
Y me pregunto si todo este cambio ha solucionado nuestro problema.
Pero no. Todos los males argentinos siguen en pie y aun aparecen otros nuevos. Cada día es mayor el
número de mujeres jóvenes convencidas de que el peor negocio para ellas es formar un hogar.
Y sin embargo para eso nacimos.
Allí está nuestro más grave problema.
Nos sentimos nacidas para el hogar y el hogar nos resulta demasiada carga para nuestros hombros.
Renunciamos al hogar entonces... salimos a la calle en busca de una solución... sentimos que la
solución es independizarnos económicamente y trabajamos en cualquier parte... pero ese trabajo nos
iguala a los hombres y... ¡no! No somos como ellos... ellos pueden vivir solos... nosotros no... nosotros
sentimos necesidad de compañía, de una compañía total... sentimos la necesidad de darnos más que
de recibir... ¡No podemos trabajar nada más que para ganar un sueldo como los hombres!
Y por otra parte, si renunciamos al trabajo que nos independiza para formar un hogar... quemamos allí
mismo nuestras naves definitivamente.
Ninguna profesión en el mundo tiene menos posibilidades de retorno como nuestra profesión de
mujeres.
Aun si nos elige un hombre bueno... nuestro hogar no siempre será lo que hemos soñado cuando
solteras.
En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos... la ley y el
derecho del hombre... que muchas veces sólo es un amo y a veces también... dictador.
Y allí nadie puede intervenir.
La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no
conoce salario, ni garantía de respeto, ni límites de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso
alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase... Todo es -así lo hemos aprendido
desde "chicas"- pertenece a la esfera del amor... ¡y lo malo es que el amor muchas veces desaparece
pronto en el hogar... y entonces todo pasa a ser "trabajo forzado"... obligaciones sin ningún derecho...!
¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios!
Yo no digo que siempre sea sí. No tendría yo derecho a decir nada, desde que mi hogar es feliz... si no
viera todos los días el dolor de tantas mujeres que viven así... sin ningún horizonte, sin ningún derecho,
sin ninguna esperanza.
Por eso cada día hay menos mujeres para formar hogares...
¡Hogares verdaderos, unidos y felices! Y cada día el mundo necesita en realidad más hogares y, para
eso, más mujeres dispuestas a cumplir bien su destino y su misión. Por eso el primer objetivo de un
movimiento femenino que quiera hacer bien a la mujer... que no aspire a cambiarlas en hombres, debe
ser el hogar.
Nacimos para constituir hogares. No para la calle. La solución nos la está indicando el sentido común.
¡Tenemos que tener en el hogar lo que salimos a buscar en la calle: nuestra pequeña independencia
económica... que nos libere de ser pobres mujeres sin ningún horizonte, sin ningún derecho y sin
ninguna esperanza!
Capítulo IV “EDUCACIÓN”.
Objetivo Fundamental: “En materia de educación el objetivo fundamental de la Nación será realizar la
formación moral, intelectual y física del pueblo sobre la base de los principios fundamentales de la
doctrina nacional peronista que tiene como finalidad suprema alcanzar la felicidad del pueblo y la
grandeza de la Nación mediante la justicia social, la independencia económica y la soberanía política,
armonizando los valores materiales con los valores espirituales y los derechos del individuo con los
derechos de la sociedad”.
Objetivos Generales: “La educación será realizada en todos sus ciclos según las siguientes bases
generales:
IV.G.13. Enseñanza Privada. La Enseñanza Privada será reglada en orden al cumplimiento de los
objetivos del presente plan.
El Estado auspiciará especialmente el sostenimiento y creación de aquellos centros privados de
enseñanza que posibiliten el libre acceso de los hijos de los trabajadores a sus aulas.
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL MINISTRO DE EDUCACION, DOCTOR ATILIO DELL' ORO MAINI,
AL PONER EN POSESION DE SU CARGO AL INTERVENTOR EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS
AIRES, EL 19 DE OCTUBRE DE 1955
La Universidad de Buenos Aires recupera en este acto jubiloso el camino de su destino auténtico. Vengo
a este recinto, en nombre del Excelentísimo Señor. Presidente de la Nación, para dar testimonio de la
firme voluntad con que el gobierno revolucionario se identifica con el clamor del pueblo argentino que
ha padecido, en las aulas de los diferentes órdenes de la enseñanza, la depravación de la dictadura, y
quiere, ahora, liberado de su pesadilla, volver a las jerarquías de la inteligencia para asegurar el libre y
pleno desarrollo de la cultura y dar a .sus hijos la educación moral, intelectual y profesional exigida por
su vocación.
Tan extraordinaria reconquista tiene un singular significado en la Universidad argentina por la hondura
de la subversión que sufriera durante los largos años del régimen depuesto. Bajo las engañadoras
apariencias de una política universitaria, traducida en profusas y vanas declaraciones, la dictadura
desarrolló un lento y progresivo sometimiento de la Universidad a las exigencias de su absolutismo;
sometió el claustro de profesores a la vigilancia más solapada para comprobar el grado de su adhesión,
juzgando su idoneidad, no de acuerdo con los cánones de su competencia científica y docente, o de la
dignidad de su conducta, sino según las artes de la adulación, del servilismo y la complicidad, tanto en
el orden de su nombramiento, como en el de su estabilidad. No proporcionó jamás a los estudiantes
una prueba de atención sobre los medios de perfeccionar su aprendizaje o de asegurar su formación
universitaria, porque no tuvo otro anhelo que conquistar su apoyo masivo, por las buenas o las malas, a
través de dádivas y amenazas alternadas, sometiéndolos, por fin, a todo género de violencias, desde la
clausura de sus asociaciones, la persecución policial y la cárcel hasta el simulacro de organizaciones
repudiadas, puestas en manos de propagandistas políticos asalariados. Así se explica la quiebra total
del mecanismo universitario, frustrado en la intimidad de sus elementos constitutivos, desarticulados
en el ejercicio de la función que los une y solidariza. Desgarra el alma contemplar esta nuestra
Universidad asumida en el más vasto desorden de su régimen docente, poblada por decenas de miles
de estudiantes –convertidos en meros dadores de exámenes-, desprovista, una parte, de vocación y de
conocimientos previos y básicos suficientes, y carente, la otra, de las posibilidades de seguir, en forma
sistemática y gradual, el desarrollo de los cursos de una enseñanza científica asentada sobre la
comunidad y el diálogo, tranquilo y fecundo, de profesores y alumnos, movidos por la identidad del
mismo ideal de trabajo, de indagación y de estudio. Nada puede subsistir ni emprenderse en tales
condiciones: ni los mejores profesores, ni los buenos estudiantes encuentran el estímulo necesario para
su labor. El régimen dictatorial se propuso convertir a la Universidad en instrumento de su dominación
en el ámbito de las ideas, erigiendo sus máximas en el supremo criterio de la educación de nuestras
jóvenes generaciones. De ahí el sacrificio de la libertad de cátedra, el alejamiento de los grandes
maestros, el relajamiento de la disciplina, la subversión de los estudios, la pobreza de los métodos, la
debilidad del gobierno universitario, la profanación del culto y del amor a la verdad, fundamento último
del saber.
No ha podido, sin embargo, esta loca aventura destruir a la Universidad argentina, porque no pudo
doblegar a todos los profesores ni logró, tampoco, arrastrar, tras sus banderas, a la gran muchedumbre
de nuestra juventud estudiosa. Nosotros, los de las generaciones mayores, confortemos nuestro
corazón de argentinos ante el espectáculo de esta Juventud que resistió dádivas y amenazas para
defender, abnegadamente, la dignidad del claustro universitario y la libertad de la conciencia
ciudadana, y dio el concurso de su entusiasmo y de su vida al triunfo de la Revolución Libertadora.
Entramos, ahora, autoridades, profesores y alumnos a asumir las tremendas responsabilidades de la
reconstrucción. Esta etapa tiene otras características y exigencias; impone otros deberes y exige nuevo
género de abnegada consagración en el cumplimiento de las tareas específicas que a cada uno
corresponden dentro de la Universidad.
En primer lugar, intentamos el exacto planteamiento del problema de la universidad argentina en la
actualidad. La subversión producida por el régimen depuesto no es sino la manifestación de una crisis
preexistente, agudizada, naturalmente, por las demasías denunciadas, pero cuya gravedad y hondura
se descubre en el hecho mismo de que haya sido tan fácil avasallarla.
No podemos, pues, volver a los moldes caducos ni conformamos con restablecer una normalidad
aparente de .su funcionamiento docente. Jamás se ha presentado ocasión más propicia para afrontar la
tarea de echar las bases de una total restauración de la estructura, de las funciones y de los métodos
de la Universidad.
El problema no consiste en la corrección de las deficiencias que atañen a la enseñanza profesional que
se imparte en nuestras aulas, sino en la concepción de los fines de la Universidad moderna, dentro de la
cual aquel aspecto está implícito y no es, por cierto, el más importante de la solución que se impone. La
Universidad debe ser, de un modo veraz y entrañable, un centro y fundamento de la vida intelectual del
país, abarcando en su seno, mediante una fórmula integral y comprensiva, la formación universalista de
la cultura, la investigación científica de la verdad y la enseñanza superior. Estos fines no se contraponen
sino que se armonizan recíprocamente. Cada uno de ellos impone una función diferente que se ejerce
mediante una organización adecuada, dentro de la estructura de la Universidad, de acuerdo con
métodos distintos, y todos contribuyen, por igual, al resultado final de promover el adelanto de las
ciencias y de educar integralmente a la juventud en el grado de la enseñanza superior.
La indagación perseverante de la verdad es la fuente misma de la actividad intelectual y del ejercicio
fecundo de la cátedra. Para asegurar sus frutos es preciso modificar la estructura rígida de las carreras
profesionales, abrir caminos a la vocación científica especializada, rehacer el contenido de los planes
de estudio, calificar con criterio severo la preparación de los profesores y orientar la enseñanza según
las modalidades y exigencias de las diferentes regiones del país.
Por su propia naturaleza, la Universidad en sí, en su organización operante, es asiento de la
investigación, y esta función la ejerce no sólo a través de la enseñanza y de la educación, para la
eficacia y excelencia de sus profesores y la esmerada formación de sus discípulos, sino como algo
sustantivo, que tiene en sí misma la justificación, sin desmedro alguno de las tareas que en otro orden
le competen. De este modo ella podrá aportar a la ciencia el flujo de su actividad indagadora,
particularmente en las más elevadas fuentes de la investigación pura, alimentando, al mismo tiempo,
el vasto sector de los grados sucesivos en que se aplican sus descubrimientos, y, sobre todo, le será
dado cumplir la misión de formar a los hombres capacitados y emprendedores, centro de gravedad de
la complejísima red de especializados en que hoy se fragmenta la floreciente actividad investigadora,
misión en la que no hay instituto alguno que pueda reemplazarla.
Desde el punto de vista de la Universalidad de la cultura, por último, la Universidad sufre la misma crisis
que ataca en el mundo a los institutos similares, constituidos sobre una concepción parcial de la cultura
que rompe la armónica relación de las disciplinas que la integran, desarticula la jerarquía ente los
diversos grados del saber y deprime el cabal ejercicio de la inteligencia. De ahí la severa revisión
promovida en el mundo entero sobre el fundamento, la naturaleza y los fines de la institución
universitaria, y, entre nosotros, el nuevo espíritu, innovador y alerta con que debemos asumir el
compromiso de buscar y apreciar bajo cuáles aspectos y con qué recaudos es preciso afrontar la
restauración de una nueva Universidad que abarque, con unidad de fin y variedad de medios, la
formación moral, la enseñanza profesional y la especialización científica, sin limitaciones que
comprometan la universalidad de la cultura y la integridad de la inteligencia.
El Estado no tiene monopolio de la verdad, de la ciencia y de la educación. La triste experiencia
realizada es un argumento que valoriza en los hechos la necesidad de abrir amplios caminos a la
iniciativa privada -sin desmedro de las garantías que han de exigirse a la obtención de los títulos
profesionales- con el objeto de respetar y fomentar los nobles esfuerzos dirigidos al enriquecimiento de
nuestra cultura. Pero tampoco puede renunciar el Estado a su obra docente, en la que invierte tantos
recursos personales y materiales, y en la cual debe dar el ejemplo de una Universidad fundada en el
amor a la verdad, en el culto de las artes y en el respeto a la libertad.
La recuperación universitaria, inspirada en estos ideales, debe ser obra de la Universidad misma. Al
gobierno sólo corresponde ponerla en condiciones de hacerlo y darle los medios necesarios. Todo se
simplifica cuando las intenciones son simples y claras. Nuestro plan, que paso a exponer brevemente,
es muy sencillo y comprende los siguientes puntos:
1. Proclamar el principio de la autonomía como fundamento de la estructura y del cumplimiento de las
funciones de la Universidad; autonomía aplicada en la más extensa medida compatible con los deberes
del Estado, enderezados a asegurar su estabilidad, funcionamiento y desarrollo; solución armónica
consagrada por la Ley Avellaneda, cuyas previsiones consideramos suficientes para fundar en ella esta
etapa de rehabilitación, y para reconocer a¡ cada una el derecho de dictar su propio estatuto según las
exigencias de sus tradiciones, de su respectiva vocación y de las modalidades propias de cada lugar. De
esa diversidad de soluciones surgirá espontáneamente el carácter que en la Argentina ha de revestir
una ley sobre las Universidades con el fin de asegurar la unidad de los principios esenciales y de la
solidaridad de los respectivos aportes al incremento y desarrollo de la cultura nacional.
2. Designar a los Interventores de cada Universidad, acudiendo a aquellos hombres representativos de
sus auténticos ideales que, por el discernimiento de su juicio y el sereno ejercicio de su autoridad,
están en condiciones de ser el fundamento de la comunidad de profesores y alumnos, sin la cual no hay
verdadera Universidad; para cuyo fin es auspiciosa la espontánea solidaridad que hoy nos vincula en
este acto. Los señores Interventores tienen una misión precisa y definida que excede, naturalmente, el
marco de la regularización docente, administrativa y burocrática, y ha de desenvolverse dentro de las
normas generales que regulan la obra del gobierno revolucionario.
No venimos a realizar meras reparaciones ni a trabajar en favor de determinados grupos o tendencias;
ponemos, por encima de todo, el bien de la Universidad misma para el restablecimiento de sus fines
auténticos, de su labor intelectual y de la libertad de su espíritu.
3. Declarar en comisión a todo el personal docente sin excepción. El problema que debemos afrontar no
se resuelve por' medio de leyes, planes y reglamentaciones. Es un problema de hombres. Una escuela
vale por sus maestros. Sobre la cátedra, sobre la sabiduría, la capacidad docente, la independencia, la
integridad moral de los profesores se asienta la Universidad. Sin ellas decae la cultura, malógrase la
formación moral de la juventud, se frustran sus vocaciones, decae y desaparece la investigación y todo
esfuerzo creador, se relaja la disciplina, aniquílase la razón misma de su ser. La medida, pues, tiene
por objeto someter a revisión el elenco actual de los profesores de cada Escuela o Facultad, con el
propósito de proveer los cuadros docentes con los mejores maestros de que disponga el país, como
fundamento de la restauración de la Universidad y garantía de que la autonomía que se le reconoce
será empleada para infundir en ella, ya sea en su estructura, ya sea en su funcionamiento, las reformas
exigidas, a un tiempo, por las modalidades de una severa preparación profesional, por las exigencias de
una auténtica investigación científica, por el fomento y progreso de las artes, sin desmedro alguno de
la formación universalista de cultura.
4. Llamar de inmediato a concurso de títulos y antecedentes, con el objeto de proveer la totalidad de las
cátedras de cada Escuela, y autorizar a los señores interventores para constituir -en su momento-
comisiones asesoras, compuestas por los hombres más eminentes en las disciplinas afines, cuyo fin
consistirá en proponer las ternas que se han de elevar al gobierno para la definitiva designación de los
catedráticos. Es nuestro deseo y, propósito rodear estos actos de las mejores garantías de
imparcialidad y seriedad, para cuyo fin comprometemos, desde ahora, nuestra palabra, abonada por el
fervor con que nos decidimos a emprender esta tarea por todos anhelada.
Por otra parte, somos partidarios decididos de la temporaneidad del ejercicio de la cátedra, quiero
decir, de la periodicidad con que debe examinarse el comportamiento de los catedráticos, con el fin de
asegurar la perseverancia de su consagración y la conservación de las aptitudes que justifiquen su
continuidad. Corresponderá a cada Universidad, una vez constituida, recoger y aplicar este criterio que
esbozo y que complementa el espíritu con que el Poder Ejecutivo hará las designaciones a que me
refiero.
5. Apenas constituido el claustro profesoral nos proponemos llamar a las Facultades a elección de sus
propias autoridades y proceder, de inmediato, a la constitución del gobierno legítimo de cada una de las
Universidades, al cual entregaremos el pleno goce y ejercicio de su respectiva autonomía. Nuestro más
íntimo propósito consiste en lograr, cuanto antes, con la colaboración de todos _especialmente de
profesores y alumnos la restauración de la Universidad. Colmaríase, en realidad, nuestro anhelo si los
cursos del año próximo pudieran desenvolverse en la Universidad, ya reintegrada a la plenitud de su
autonomía. Nada sería más halagador para el Gobierno Revolucionario que recibir en esa forma, de la
Universidad, el concurso de su labor específica al bien común de la Nación.
En cumplimiento del programa esbozado vengo a poner en posesión del gobierno de la Universidad de
Buenos Aires al profesor José Luis Romero. Su nombre es para el Poder Ejecutivo una garantía de que
se cumplirán, en este ámbito de la vida nacional, los propósitos e ideales de la Revolución Libertadora.
Su vasta labor intelectual, especialmente consagrada a la enseñanza desde que se doctorara en la
Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, se caracteriza por la serena
.Investigación, por la perseverancia del esfuerzo y la claridad del discernimiento. Sus numerosas
publicaciones son un aporte de mérito señalado al prestigio de nuestra cultura. En todas las
circunstancias empeñó su esfuerzo en favor de la dignidad de las aulas. Desempeña actualmente la
vicepresidencia de la Sociedad Argentina de Escritores, tan benemérita por la porfiada defensa de la
integridad y del decoro de las letras y las artes. Ha dado pruebas concretas de su vocación docente y
universitaria. También conoció la amargura de abandonar la cátedra que sirviera con diligencia y amor,
cuando en 1946 fue exonerado de la que desempeñaba en la Universidad de su graduación. La
proverbial y fraterna hidalguía del Uruguay le brindó en seguida la enseñanza de la Filosofía de la
Historia, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo, que ha profesado hasta ahora para
venir, desde allá, a ocupar -en un retorno simbólico del exilio intelectual sufrido por la inteligencia
argentina- el cargo de Rector de nuestra Universidad. Yo me siento feliz de ponerlo en sus manos
porque estoy cierto que lo desempeñará con decoro, probidad y competencia.
Celebremos con júbilo esta ocasión que nos permite reunirnos, desde los más vastos sectores de la
inteligencia argentina, para mancomunar nuestros esfuerzos en favor de la restauración de nuestra vida
espiritual y, en particular, de las universidades en donde se forman los hombres que han de asegurar,
en el futuro, la dignidad y la grandeza de la Patria.
Atilio Dell' Oro Maini; Octubre de 1955
LEY DOMINGORENA
Artículo1º- Créase la Inspección General de Enseñanza Universitaria Privada, que dependerá del
Ministerio de Educación y Justicia de la Nación y, tendrá las siguientes atribuciones:
a) Registrar las Universidades Privadas a las que alude el presente decreto.
b) Controlar el cumplimiento de las leyes, decretos y resoluciones atinentes a las mismas.
c) Dictaminar en forma fundada en las circunstancias previstas en el presente decreto, y en toda
oportunidad que su informe le sea solicitado por el señor Ministro de Educación y Justicia.
Articulo 2º- Las Universidades Privadas serán facultadas por decreto del Poder Ejecutivo Nacional para
expedir títulos y/o diplomas académicos cuando hallan cumplido con los requisitos establecidos por la
Ley número 14.557 y los que a continuación se indican, previo dictamen fundado de la Inspección
General de Enseñanza Universitaria Privada:
a) Estar constituidas como entidades con personería jurídica.
b) Sancionar un estatuto constitutivo en el que se establezca:
1º- El objeto, determinado con precisión y claridad.
2º- El propósito de desarrollar sus actividades en consonancia con las instituciones republicanas y
democráticas del país.
3º- En general, una organización adecuada a la naturaleza de la labor científica y de los estudios que se
proponga.
c) Tener un cuerpo docente idóneo, cuyos componentes posean título universitario en la especialidad o,
en su defecto, personalidad científica o cultural relevante que acredite su aptitud para el ejercicio de la
cátedra.
d) Tener un número razonable de inscriptos por curso o período de enseñanza, dentro de cada Facultad,
Escuela o Departamento.
e) Disponer de recursos, locales y elementos suficientes para su constitución y funcionamiento.
f) Presentar a la Inspección General de Enseñanza Universitaria Privada planes de estudios y promoción
para las respectivas carreras.
g) Dar a conocer la nómina y antecedentes del personal docente y autoridades universitarias.
Artículo 3º - Las Universidades Privadas justificaran encontrarse en las condiciones previstas en el
artículo anterior, haciendo las presentaciones que pertinentes ante la Inspección General de Enseñanza
Universitaria Privada la que, previo examen y comprobación de dichas condiciones, elevara la petición
con dictamen fundado, al Poder Ejecutivo Nacional para su resolución.
Si el Poder Ejecutivo Nacional considera que la Universidad peticionante ha cumplido con los requisitos
legales y reglamentarios, dictará decreto disponiendo el registro solicitado, en los términos de la Ley
número 14.557.
Artículo 4º- Para obtener la habilitación para el ejercicio profesional, los egresados de las
Universidades Privadas deberán someterse a un examen final de capacidad profesional que se ajustará
a las siguientes normas:
a) Dicho examen será tomado por tribunales profesionales y profesores de la especialidad de que se
trate, designados por el Poder Ejecutivo Nacional, en igual número, entre profesores de las
Universidades Nacionales; Funcionarios o Magistrados especializados del Estado; profesores de
universidades privadas reconocidas y miembros de Academias, Colegios o Asociaciones profesionales.
El tribunal estará integrado por un profesor designado por la Universidad Privada a la que pertenezca el
egresado que se somete a examen.
b) Los integrantes de los tribunales examinadores, que sean designados en su condición de profesores
de la Universidades Nacionales, Universidades Privadas reconocidas o miembros de Academias,
Colegios o Asociaciones Profesionales, lo serán sobre la base de una terna de candidatos que
presentarán al Poder Ejecutivo los mencionados organismos; los que corresponde designar
directamente al Estado, serán propuestos al Poder Ejecutivo, en terna, por la Inspección General de
Enseñanza Universitaria Privada.
c) En caso de que las Universidades Privadas reconocidas tengan su asiento en las provincias, las ternas
de candidatos que sean Funcionarios o Magistrados especializados de las provincias y miembros de los
Colegios o Asociaciones Profesionales serán presentados al Poder Ejecutivo Nacional por los Poderes
Ejecutivos Provinciales o Colegios, o Asociaciones locales.
d) Los exámenes de habilitación serán públicos, correspondiendo al Ministerio de Educación y Justicia
fijar las fechas, la materia, el procedimiento y el lugar de realización de los mismos,
Artículo 5º- Los títulos profesionales habilitantes serán suscriptos por el Ministerio de Educación y
Justicia y por las autoridades superiores de la Universidad Privada reconocida y Facultad respectiva.
Esos títulos profesionales tendrán la misma validez que los expedidos por la Universidad Nacional y
habilitarán para el ejercicio profesional.
Artículo 6º- Queda expresamente prohibido a las Universidades Privadas reconocidas, revalidar títulos
extranjeros. Dicha atribución será privativa de las Universidades Nacionales.
Artículo 7º- Las Universidades Privadas reconocidas no podrán recibir recursos estatales, y harán
conocer el origen de sus fondos y llevarán un régimen adecuado de sus ingresos y egresos.
Artículo 8º- El Poder Ejecutivo Nacional suspenderá temporariamente o, en su caso, excluirá
definitivamente del registro, a las Universidades Privadas, cuando se comprobare en debida forma legal
y con audiencia de la Universidad interesada, que ésta ha violado las obligaciones establecidas en las
leyes, decretos y resoluciones atinentes a su funcionamiento y a su estatuto normativo.
Artículo 9º- El presente decreto será refrendado por el Señor Ministro Secretario de Estado en el
Departamento de Educación y Justicia.
Artículo 10º- Comuníquese, etc.
Frondizi – Mac Kay. Sancionada el 30 de Septiembre de 1958