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Título: La libertad en Fichte

Objetivo: Se propone realizar un escrito acerca de la libertad en Fichte, exponiendo la manera en


que está impuesta en el sujeto como un acto moral, así como su influencia metafísica.

Desarrollo del problema

1. Principio uno: El Yo=Yo

Para Fichte la anteposición del Yo es una deducción a priori, que surge y se fundamenta al momento
de pensarse a sí mismo. Así traduce la subjetividad como la identidad entre el sujeto y el objeto: Yo
= Yo. De cierta manera el poder reflexionar acerca de sí mismo hace que el Yo sea un fundamento
de todo lo demás ya que la conciencia es capaz de pensar en un “yo soy”: “El sujeto más que
representación aparece como una reflexión. De modo que el yo se establece como el fundamento
de las representaciones porque sin el yo nada puede ser pensado. […] Teniendo en cuenta que el
fundamento de las representaciones es la libertad, el yo se determina y determina a los objetos, y
además aparece como primer principio”. (2_P54-55)

2. El yo como sujeto metafísico

Para la filosofía de Fichte, la anteposición del Yo conduce a la vinculación del yo con el ser ya que
en su reflexión se encuentra la conciencia de sí mismo: “Es una entidad condicionada por el hecho
de que se pone a sí mismo y es una entidad existente porque su ponerse a sí misma consiste en la
posición de su existencia”. (1_P23) Siendo el yo el principio que se deduce a sí mismo, es también
una entidad que pone en evidencia la posición de su existencia: “En la noción del sistema de Fichte
existe una búsqueda por la subjetividad del ser que está más allá del ser, es decir, es una subjetividad
que es apropiada al ser mismo y es una subjetividad de la que se extraen los supuestos sobre una
teoría del ser. El ser puede obtenerse de la subjetividad”. (2_P57)

3. Principio dos: El No-Yo es la naturaleza

El No-Yo es aquello que se encuentra fuera del control del individuo, y lo delimita, esto es la
naturaleza. En este No-Yo ocurren cosas que no se desean, a las cuales se les resiste, y las cuales
se resisten al mismo sujeto. La existencia de este No-yo delimita el Yo: el Yo como algo diferente a
él, con conciencia y libertad de deseo. El Yo piensa, el Yo desea, el Yo sufre. Este límite es necesario
para la constitución de la autoconciencia como una tal autoconciencia determinada. El Yo se
encuentra condicionado por ‘lo externo’, depende de las cosas fuera del Yo, el cual es el absoluto,
la identidad. Así, el Yo sufre por la delimitación del Absoluto, puesto que se le opone a sus deseos:
“Lo <<que pasa>>, el acontecer natural en el que se determina mi conciencia, es un claro límite de
mi reflexión; algo que no soy yo y que me determina empíricamente; algo, por tanto, por lo que estoy
determinado. Este es el signo de mi finitud: el carácter empírico de mi subjetividad por el que ésta
está determinada en un acontecer natural que la determina y la trasciende a la vez: el No-Yo impera.”
(Hernández-Pacheco, 1995, p.31)

4. La libertad del Yo surge del No-Yo

El idealismo de Fichte se basa en la autoconciencia subjetiva: a partir del dolor de las limitaciones
que se realizan al Yo, de la resistencia a sus deseos; este puede oponerse de regreso y cambiar su
entorno. Así, la libertad del Yo entra en juego en contraposición al No-Yo, lo externo a mí. Y este
‘cambiar el entorno’ no llega fácil, ya que la libertad del Yo no viene dada por naturaleza, tiene que
ejercer cierta habilidad para recrear el cambio de su entorno y poder satisfacer sus deseos: “Yo me
sé a mí mismo como causa en medio del mundo, como acción que se determina a sí misma y es
capaz de cambiar las determinaciones que vienen dadas.” (Hernández-Pacheco, 1995, p.33) En este
sentido tiene la libertad de modificar el mundo, si así lo determina.

Por lo tanto, el ser humano se muestra como autodeterminación espontánea, y lo que ocurre
alrededor del individuo es el reflejo de la libertad que tiene: “El mundo es mío, es decir, lo que yo
quiero, resultado de mi libertad.” En este sentido se debe decir que Idealismo es una filosofía de la
libertad. Libre es la actividad, el ser, que tiene en sí su fundamento, que actúa desde sí y en sí queda
el resultado de su acción, de una acción que es autodeterminación. El ser que es un «yo soy», es
un «yo soy libre», que se determina a sí mismo en su acción. Así, el primer principio absolutamente
incondicionado «Yo soy yo», o «Yo soy, porque soy», no responde a la facticidad de la conciencia,
al estado real y descriptible del Yo, que es más bien aquél que aparece en el tercer principio,
sintético, como parcialmente determinado por el No-yo. Commented [AL1]: Libertad en el Yo

5. La libertad como aspecto moral

Para esta filosofía, en esta autoconciencia subjetiva, existe una exigencia moral, la cual exige la
superación de los límites del individuo. Únicamente mediante esta superación del entorno, se
reafirma el Yo como autodeterminación, como creador de su mundo. Por lo tanto, para la filosofía
idealista es una obligación del humano como ser consciente, lograr recrear sus ideas y superar la
naturaleza, imponiendo sus deseos: “Sólo la autoconciencia que vuelve sobre sí desde el curso
natural de las cosas (desde la experiencia de un mundo exterior) y superándolo en concreto, es un
verdadero Yo, en la medida en que transforma su determinación empírica en libre
autodeterminación.” (Hernández-Pacheco, 1995, p.57) Commented [AL2]: Deber moral

Gracias a la conciencia moral, es posible para el idealismo transformar la naturaleza en libertad, esto
es, un proyecto de transformación del mundo. El Yo tiene el deber moral de realizar absolutamente
su libertad, esto es, ejercer su libertad para el cambio de las cosas y rebasar los límites que esta
naturaleza le imponen. Esta libertad no es deseada, sino impuesta por el propio Yo, en el deseo de
querer sobrepasar los límites que nos aprisionan. “Las cosas son lo que deben ser y si no son eso,
es que las cosas están mal hechas. Yo, como un yo que soy, estoy obligado a restituirlas en su
realidad ideal, superando el límite empírico que la finitud representa para esas cosas y para mí
mismo.” Commented [AL3]: Yo y deber moral
El Yo, es entonces, un ente activo, en el cual su actividad puede representar su propia existencia,
es activa para todos los cambios que surgen. En sí mismo encuentra por tanto un motor de cambio,
que se vuelve un imperativo para su propia existencia: Yo me soy dado por medio de mí mismo como
algo que ha de ser activo de cierta manera, con lo cual me soy dado por medio de mí mismo como
activo en general; yo tengo la vida en mí mismo y la tomo de mí mismo. Sólo gracias a este medio
de la ley moral me veo; y si me veo por este medio, me veo necesariamente como autoactivo. Y por
este medio surge para mí ese ingrediente totalmente ajeno que es la acción real de mi yo en una
conciencia que, de otro modo, sería tan sólo la conciencia de una sucesión de mis representaciones.
(1_P24) 11

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