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Fases de la meditación

28 septiembre, 2013 / Deja un comentario

La meditación se desarrolla en 4 fases. No me refiero a fases de un método, en esto hay muchos


métodos diferentes, me refiero a fases existenciales, fases por las que pasa la persona que inicia el
camino de la meditación.

En su primera fase, la meditación es el ajuste de todos los aspectos de nuestra

intimidad con la realidad circundante. Una


visión integrada de nuestra propia vida y del mismo mundo que vivimos, visión que no es posible
alcanzar de otro modo. No sabemos quiénes somos si no sabemos qué es la realidad que nos
rodea. Hay algo de verdad en el hecho de que la meditación descubre un mundo nuevo, pero no
en el sentido que sea otro mundo diferente, se trata de este mismo mundo, de la realidad
circundante. La meditación descubre una nueva mirada de la realidad. La meditación descubre
perspectivas de este mundo, realidades de este mundo, que de otro modo quedarían ocultas y
nuestra visión de este mundo que vivimos sería pobre, ramplona, reducida, sin alcanzar toda la
profundidad que la realidad tiene, incluso sería incapaz de tocar la realidad.

En ese descubrimiento de la realidad, de nuestro mundo, la segunda fase de la meditación nos da


nuestra definición como persona. Empezamos a descubrirnos en ese trasfondo, quizá mejor en el
medio de ese mundo nuevo. Al descubrirnos a nosotros mismos de un modo nuevo, la
meditación apunta a nuestro proyecto vital, qué vamos a hacer, cuál es el sentido de nuestra
vida, o mejor, qué es lo que da sentido a nuestra vida.

La tercera fase es la construcción de un mundo nuevo: nuestro mundo, la realidad que vivimos,
que es nuevo porque necesita de una libertad nueva: la nuestra. Ahora es ya una libertad
integrada. Una libertad que unifica la «libertad de» (autodominio) y la «libertad para» (proyecto).

La cuarta fase es la exploración de todas las posibilidades y la apertura de nuevas, ir más allá, no
quedarse solo encerrado en lo vivido hasta un cierto momento, abrirse mucho más, siempre más
allá.
Esas 4 fases se corresponden a la vez con 4 ámbitos del hombre, que son a su vez
complementarios. En el primero se trata del dominio interior del hombre, de la integración del
consciente e inconsciente, es decir, de la libertad y sus posibilidades. El segundo es el
descubrimiento de la propia intimidad y desde ahí la vida como proyecto: la realización de una
vocación humana, de una vida plena; cada vida es una tarea, un proyecto, que se realiza en
relación y al servicio de los demás. En el tercero descubrimos los valores del mundo alrededor de
los que vivimos y que dirigen nuestras preferencias y elecciones, su mundo moral y sus
ambiciones. Este mundo de valores organiza el propio mundo personal que la persona proyecta
alrededor suyo. En el cuarto descubrimos a la persona como relación, como esencialmente
relacional, como alguien que encuentra su plena realización en el encuentro con los demás, como
alguien cuya vida tiene sentido si descubre el amor. El medio para el encuentro es el diálogo
confiado, el diálogo de la amistad. En la meditación descubrimos también nuestra capacidad de
relación más genuina: el diálogo, el respeto, el amor.

Además de fases y ámbitos, constituyen también etapas que es necesario recorrer. Sin embargo,
no se puede decir que sean etapas que se superan: son facetas de la propia vida que nunca se
dejan atrás; por el contrario, siempre es necesario volver sobre cada una de ellas. La primera
consiste en lo que se denomina autoposesión: el dominio de sí; la segunda es el conocimiento de
uno mismo; la tercera el descubrimiento de una realidad más grande que yo mismo, realidad que
proporciona sentido a mi vida, como nuestra vida se organiza alrededor de los valores que ha
identificado como prioritarios; en la última se descubre el amor como el sentido de la vida, como
lo único por lo que la vida merece la pena.
1ª fase de la meditación: La libertad interna

3 octubre, 2013 / Deja un comentario

El autodominio es una conquista de la reflexión, que hace consciente nuestro mundo interior y la
meditación contribuye poderosamente, por eso es la mejor herramienta, junto al diálogo, para
conseguir la libertad interna.

Para ver la necesidad de la meditación, partimos de algo de lo que ya hemos hablado: que el

hombre, a diferencia de los animales, establece un espacio, una


separación entre “yo” y conducta. “El animal no se distingue de su conducta, la es”. Esto lo hace
notar el mismo Marx y de ahí parte su consideración de lo que es la alienación: alienarse es ser
solo la propia conducta, vivir de tal modo que no se puede ser consciente de sí mismo, el
proletario es «materia que se experimenta a sí mismo como materia»: trabaja 16-18 horas al día,
sin vacaciones, come, tiene hijos y sigue trabajando, todo funciones atrapadas en el nivel
biológico: materia. Al no tener espacio para el «ocio», en el sentido clásico de la palabra: no tener
tiempo para poder reflexionar, sin poder, por tanto, cambiar, ni mejorar, se convierte en un
esclavo. En la polis griega el ocio pertenecía solo a los ciudadanos libres. Al proletario le han
negado el ocio y no puede establecer ese espacio con la conducta, se le niega por tanto la libertad
y el mismo ser hombre: está alienado: es otro, nunca él mismo.

Pero yendo un poco más despacio, ese espacio entre yo y conducta es introducido por la reflexión.
Podemos resumir que la reflexión introduce en la conducta humana 3 puntos, que hemos sacado
del ejemplo de los perros (http://wp.me/p3eRnl-3W ):

a) La primera, el hombre normalmente debe elegir su comportamiento entre varias


posibilidades y esto lo puede hacer porque entre estímulo y respuesta hay un espacio que permite
ponderar, elegir, reflexionar.

b) Segundo, las diversas posibilidades, con una base en las necesidades del hombre y en los
materiales del entorno, han sido creadas por el mismo hombre, es decir son culturales; las
aprendo por mí mismo o de lo que me enseñan (aprendizaje) los anteriores a mí.
c) Tercero, todo esto se articula en un lenguaje que crea el espacio humano común a varios
individuos y ampliable, el espacio de comunicación y de aprendizaje de la experiencia acumulada.

Como vimos así se articulaba lo que hemos llamado ‘libertad de’, la capacidad que tiene el hombre
de decidirse dentro del conjunto de su mundo interno, sensaciones, instintos, pulsiones,
sentimientos, emociones. ‘Libertad de’ es, dicho en negativo, no estar condicionado por todo ese
mundo interior que a veces parece inmanejable, que parece tirar para abajo y deshacer nuestras
ilusiones.

Condicionamientos internos del subconsciente, es decir ese mundo donde debe manejarse la
libertad, son la configuración afectiva, las deficiencias de educación, de control de carácter,
vivencias negativas de uno mismo, etc. en este caso la libertad es posible si existe autodominio, si
el impulso no es la última palabra. En resumen se trata de las dos primeras esferas del hombre: la
biológico-instintiva y la emocional. Estas esferas aparecen juntas a la conciencia, a la percepción y
sencillamente que aparezcan en la percepción consciente ya es un trabajo, una habilidad que hay
que adquirir. El autodominio es precisamente la capacidad de poner claridad entre las tendencias
internas y elegir la más conveniente.

En esta fase se configura en la persona un primer nivel necesario para la autenticidad: la


honestidad. Una persona es honesta cuando es consciente, reconoce y, especialmente, acepta sus
tendencias internas, las reales, la de su subconsciente, la de su realidad más profunda. Que todo
nuestro mundo interno aflore a la conciencia es una clave para la autenticidad. Desde este prisma
el autodominio es autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es un objetivo de la primera fase de
la meditación.

El aspecto central del conocimiento y aceptación de uno mismo es la aceptación del propio
pasado, de la propia vida con lo que en ella haya sucedido. En realidad no se trata tanto de la
aceptación de los hechos como del nudo de sentimientos asociados a determinados hechos que
nos ocurrieron. Pueden ser de hace poco o de hace mucho tiempo, incluso de nuestra infancia,
cuando no hemos sido aceptados o incluso rechazados en nuestro acercamiento a una persona
por la que sentíamos atracción, o alguien no valoró adecuadamente nuestra capacidad, o
sobrevaloró un error cometido. Todos esos hechos se almacenan con una pelota de sentimientos
en los que nos resulta muy doloroso entrar. No entramos en ellos, los obviamos, pero están ahí. En
ese caso la persona va dando tumbos, arrastrada por las diversas situaciones del río de los
acontecimientos, sin un rumbo propio, lo determinante van a ser los miedos internos. La persona
se ve abocada a huir de las dificultades, de los sufrimientos, de los dolores de la vida… huye en
realidad de sus miedos internos. En resumen: no aceptarse a fondo lleva a la persona a no aceptar
la realidad del mundo en el que vive y huir.

Es trabajo de la reflexión, del diálogo, siempre de la meditación sobre uno mismo, entrar en ese
ovillo de sentimientos liados, deshacer desenredar ese nudo que nos hace daño, eliminar los
miedos atascados, aceptar errores, perdonarse, si hay que perdonarse. En resumen, llegar a un
acuerdo positivo con la propia vida, con lo que nos ha sucedido y con lo que hemos hecho. Una
vez deshecho el nudo, la persona puede avanzar por donde ella quiera, no depender, hacer el
propio camino. Una vez aceptados nuestros sentimientos y sensaciones, una vez aceptada ella
misma, la persona puede comenzar a ser libre.
Se necesita mucha valentía para afrontar cada uno de esos nudos, y todos tenemos alguno. La
mayor valentía es esta de aceptarse a uno mismo. La meditación, la reflexión, el diálogo, son las
herramientas por las que necesariamente hay que pasar.

Como consecuencia, una persona con capacidad para la meditación, para entrar dentro de sí
mismo, para vivir de acuerdo con su intimidad, toma su vida en sus manos. La vida es tiempo y su
relación con el tiempo se hace fluida: vive toda la vida en presente, la tiene presente ante sí; ya
que asume el pasado en el hoy y desde el hoy proyecta el futuro, un futuro posible, adecuado a él
mismo.
2ª fase de la meditación: el proyecto de vida.

9 octubre, 2013 / Deja un comentario

En esta segunda fase tratamos de la «libertad para» (a partir de libertad de autodominio


conseguida en la primera fase) en su encuentro con la realidad externa. Para el hombre el
encuentro con la realidad es siempre intencional. La «libertad para» es la que traza un proyecto,
un acuerdo de fondo con la realidad.

Así como la «libertad de» se debate con los condicionamientos internos, la «libertad para»

se debate con los condicionamientos externos. Los


condicionamientos externos son múltiples: la época en que se nace (no es lo mismo ahora que en
la edad media), el país (no es lo mismo nacer en Estados que en Etiopía), la familia en la que se
nace, el padre y la madre concretos y los hermanos, la situación económica y social que se
encuentra, la educación recibida, etc., en resumen, todo lo que depende de la situación histórica,
familiar y de la libertad social y política, y que pueden condensarse en la ubicación, cultura y
situación social recibidas.

¿Son condicionamientos o son oportunidades? Vistos desde su efecto sobre el individuo son el
recorrido del aprendizaje o no. Todos los acontecimientos de la vida, pequeños y grandes, se
convierten en aprendizaje o no, dependiendo de cómo se reciban, de su reflexión, de su volver
sobre ellos, de aprender de ellos.

Además, y este es un aspecto importante, el aprendizaje permite la acumulación de experiencias:


cada generación aprende de la anterior los comportamientos necesarios para su subsistencia.
Cada nuevo proyecto logrado es una acumulación de experiencias. Ninguna persona comienza de
cero, parte del bagaje recibido en su cultura, y desde luego no va a vivir igual que sus padres, igual
que sus antepasados. Esto obliga a que cada individuo cambie, se encuentre en la disyuntiva de
cambiar o aceptar lo que recibe. Tiene que cambiar lo que vea que no se adapta a su vida, lo que
considere falso u obsoleto, sencillamente lo que no le gusta. La contestación de una nueva
generación no significa rechazo sin más, es la nueva adaptación necesaria y lógica en personas
libres con valores que han variado con respecto a los de la generación anterior. El cambio es la
lógica de la vida. Las personas maduran cuando aprender a vivir en ese cambio, cuando viven
cómodamente en el cambio (esta es una idea de Carl Rogers). El aprendizaje por tanto es cambio y
acumulación nueva de experiencias con un logro, que es un avance.

Si nos fijamos un poco más a fondo, nos damos cuenta de que, desde el punto de vista personal,
está comprometida su propia definición como hombre: ¿qué comportamientos definen el ser
hombre, si estos han ido variando con las épocas y los lugares? ¿En qué consiste ser hombre?
¿Qué me va a hacer feliz a mí? ¿Qué hay de válido en lo que me han legado y qué hay de
desechable? ¿Y cuál es la medida de evaluación para determinar eso?

La libertad nace así la capacidad de reflexión, de ponderación, de volver sobre lo hecho y de


aprender, de cambiar el modo de hacer, de actuar. El hombre es libre porque puede separarse de
su conducta y observarla y aceptarla o no, y en tal caso modificarla. La persona no se identifica
nunca totalmente con lo que hace, cualquiera es capaz de decir: “eso” que yo he hecho, en lo que
he participado activamente, no es totalmente yo, no me refleja plenamente, lo puedo mejorar.
Ahí, en la capacidad de mejorar, en la posibilidad de cambiar, se encuentra la grandeza del
hombre. Esa distancia de nuestra conducta la pone la «libertad de», el autodominio con la ayuda
de la meditación.

Pero todo esto implica que el aprendizaje no es solo pasivo, debe transformase también en
proyecto de la persona. Nuestra acción es siempre intencional, introduce novedad, lo que de
nuevo haya visto la persona. Por eso el hombre tiene historia, va cambiando realmente, porque
cada generación introduce con su libertad la novedad. Esto implica para cada persona individual
que tiene que definirse, no puede hacer solo imitación. El imitador no es él mismo. Cada persona
tiene que elaborar su proyecto, descubrir su finalidad propia. En realidad hay algo muy profundo
en esta intencionalidad o finalidad personal, porque hay algo interno que le pide al hombre y a la
mujer que su vida sea constructiva, que su intencionalidad lleve a algún sitio coherente.

El hombre y la mujer necesitan un sentido para su vida, necesitan algo que la llene. Sobre todo
cada persona necesita proyectarse en el futuro, verse positivamente en el futuro, ver un futuro
luminoso (con esperanza). Cada persona lo hace construyendo con su vida un proyecto personal
coherente, un proyecto que introduce la novedad, novedad que procede de la misma esencia de la
persona, de esa esencia que hace a cada persona alguien original y verdaderamente único. Esa
novedad no se puede perder y el hombre y la mujer lo sienten en lo más profundo de su ser.
3º fase de la meditación: la autenticidad y el diálogo

15 octubre, 2013 / Deja un comentario

Hemos indicado que el nivel del autodominio establecía un primer nivel básico de

autenticidad que consiste en aceptar y conocer


nuestras tendencias más profundas, nuestros sentimientos, nuestras emociones más recónditas.
Este reconocimiento de nuestras tendencias y sentimientos profundos constituye la honestidad.
Ahora damos un paso más en el recorrido de la autenticidad: la manifestación externa de eso que
hemos descubierto internamente. La revelación de nuestro yo profundo y muy real.

La autenticidad no se detiene solo en el autoconocimiento, requiere la revelación de ese


autoconocimiento, requiere un diálogo con los demás sobre nosotros mismos. Para la autenticidad
es necesaria una cierta transparencia, comunicar y comunicar con verdad. Este nivel de comunicar
a otras personas nuestros sentimientos, lo que aflora a la conciencia de nuestra intimidad es la
sinceridad. Luego la autenticidad requiere honestidad y sinceridad.

La sinceridad sola, sin honestidad, sin saber que se siente, sin el contacto con la realidad que
supone contrastar con nosotros mismos, puede ser, y en mi experiencia muchas veces lo es, un
cuchillo. Hay sinceridades que son sencillamente agresiones sin la humanidad del contraste
personal. Es una objetivación de datos que no son engarzados en un contexto humano y
sencillamente agreden. La medida del hombre y de la mujer no es la objetividad del dato, sino la
realidad de otra persona. Para hablar de los demás, de sus cosas nos tenemos que tener presentes
a nosotros mismos y, por tanto, a nuestras debilidades y nuestros errores. Desde ahí sí que
podemos hablar. Luego sinceridad con honestidad, sinceridad con conocimiento de nuestras
tripas.
Me gustaría hacer una ulterior aclaración. Hay una autenticidad
que consiste en decir la verdad sobre uno mismo. Esta autenticidad es hacia todos. Somos una
palabra que se expresa y es muy importante que esa palabra sea verdadera. Sin embargo no
tenemos ni de lejos la obligación de decirlo todo a cualquier persona que nos interrogue. Que
hablemos la verdad sobre nosotros, que nos presentemos como somos, que tengamos la
suficiente personalidad para hacernos presentes tal cual somos, es desde luego una característica
de la autenticidad. Pero eso no impide que hablemos de determinadas cosas solo con aquellas
personas en las que confiamos. Esta sería la parte del diálogo. El diálogo real y profundo sobre uno
mismo se establece en la confianza y por lo tanto no con cualquiera, sino con aquellas personas
que, precisamente, vemos que nos aceptan como somos. El diálogo real se establece entre dos
personas auténticas, es decir, según hemos visto arriba, honestas (que se conocen) y sinceras (que
dicen lo que sienten).

Luego se trata de dos aspectos diferentes. El primero presentarnos como somos, tener la
suficiente autoestima para no tener que ocultarnos (autenticidad). El segundo es dialogar con
aquellas personas con las que confiamos sobre aquello que resulta importante para nosotros. La
persona es relación, ya lo vimos en Buber, somos un ser creado para el encuentro, un ser que vive
y se realiza en relación, y el diálogo se descubre como el vehículo necesario para la relación. El
diálogo es un elemento humano básico del que no podemos prescindir en nuestro crecimiento
personal.

En ese diálogo con un amigo, no se busca solución para los problemas concretos, laborales,
personales o del tipo que sea, lo que se busca es contarlos para comprenderse a sí mismo mejor
en ellos, para hallar el enfoque personal adecuado, busca hablar para descansar, porque sólo con
un amigo se siente comprendido a fondo, estimado, valorado, porque necesita oír las valoraciones
sobre sí mismo en otros labios, que vengan de fuera. El diálogo es el camino hacia la paz, donde
todas las cosas encuentran su sitio.

El diálogo se hace en el encuentro, cada diálogo con un amigo/amiga es una serie de encuentros
(Alberoni). El diálogo es una relación discontinua, una serie de encuentros en las que se va
«escribiendo» nuestra biografía, nuestra historia, se le da sentido a los hechos que nos han
sucedido. En cada encuentro de diálogo se trenza el hilo de lo sucedido en nuestra vida y se
proyecta el futuro.

El diálogo es una necesidad humana. El diálogo es un momento de meditación, de observación de


la realidad desde la aprobación de nuestra persona, es la creación de un espacio cerrado donde se
forja el sentido de la existencia.
4ª fase de la meditación: Auto-trascenderse

22 octubre, 2013 / Deja un comentario

En esta cuarta y última fase la persona llega a su autorrealización y se siente integrada en

una realidad más grande, superior a sí mismo.


Realidad que se atisba en la 3ª fase a través del respeto a lo que percibo más grande que yo,
básicamente la realidad, donde yo estoy. En el 3º nivel es respeto, ahora es mucho más. Pero
recuerdo que sin respeto no se llega a descubrir, la realidad misma sin respeto, se nos cierra.

También si hay un sentido de la vida, es algo más grande que yo, algo que da sentido a mi vida.
Desde nuestras experiencias cumbre (Maslow las denomina peak experience) accedemos
directamente con nuestra sensibilidad a este 4º nivel de la meditación o contemplación. No es
simplemente aceptación de la propia limitación ante lo que es más grande, sino un profundo
sentimiento de admiración en la contemplación de la belleza. A este nivel se llega en su centro por
la contemplación de la belleza. Cada vez, lo repito, cada vez que llegamos a la belleza tocamos de
algún modo este nivel. Lo bello es digno de admiración y la admiración es uno de los sentimientos
que integran el enamoramiento, y el enamoramiento es lo que confiere sentido a nuestra vida
(sobre esto me reservo escribir varias entradas). La admiración (ante la belleza), que pertenece a
la familia de la sorpresa, nos prepara para abrirnos, para abrir nuestro ser a un mundo que es más
grande que nosotros. La belleza me trasciende. Este es el mensaje de la admiración. Los otros
términos emocionales relacionados son embelesamiento y entusiasmo. La belleza provoca
entusiasmo. «Entusiasmo» etimológicamente significa: sentir a Dios dentro. Es un descubrimiento
y a la vez un motor de nuestro propio movimiento.

He dicho que accedemos con nuestra sensibilidad, la sensibilidad se entiende aquí como una
integración de las 3 dimensiones de la persona: sensaciones-emociones-sentimientos-vivencias-
razón… todo integrado en un todo coherente. Sin esto, sin este trabajo previo, que como hemos
visto es el trabajo de las 3 fases de la meditación anteriores, no se llega a este nivel. Afinar la
propia sensibilidad, trabajar y gestionar las emociones y sentimientos, aceptar en primer lugar y
luego integrar nuestras tendencias, aceptar la realidad en la que vivimos, aprender a convivir,
aprender a vivir… es un largo y profundo proceso de aprendizaje el que nos trae hasta este nivel y
nos pone en condiciones de descubrir la belleza.

Nada como este nivel de la contemplación o meditación, si es vivencialmente alcanzado va a


proporcionar «e-moción», un movimiento que provenga de dentro, de las propias entrañas, del
fondo del propio ser, que se ha conectado con todo el universo, con lo que es más grande que él
mismo y con lo que se siente unido, siente que forma parte.

En la cultura histórica concreta este nivel ha sido tarea de la religión. De esto hablaré en las
entradas siguientes sobre la tradición de la meditación.
Buda y la meditación

2 noviembre, 2013 / Deja un comentario

Para Buda la meditación es central, es actual, todo contacto con el budismo es contacto con

la meditación. Y en la matriz del budismo se han


desarrollado múltiples formas de meditación.

Para el budismo el combate con la apariencia es el punto central. Buda es el ejemplo personal de
búsqueda espiritual. Él realiza primero el camino que todo hombre debe recorrer para llegar a la
unión con la divinidad y alcanzar la iluminación, la luz y la paz interiores.

En su doctrina, el deseo, que también llama el ansia o la sed, es el origen del sufrimiento, por ello
para Buda la extinción del deseo es el paso necesario para la iluminación y la felicidad. También
busca la extinción del sufrimiento. El dolor es transformado en sufrimiento por nuestra mente. El
sufrimiento y el deseo son creaciones de la mente y de la apariencia de la vida. Sufrimiento y
deseo se encuentran de ese modo unidos al ego, y la eliminación del ego, del yo, está en el
camino hacia la iluminación. La iluminación transciende precisamente todo deseo, toda ilusión
para encontrar la verdad. Se trata de un camino que transciende la individualidad, pero que solo
puede recorrerse personalmente.

El camino hacia la esa iluminación interior y hacia la paz conlleva un inmenso sacrificio y trabajo
personal, un arduo camino de perfección interior hasta la eliminación de todo deseo. El camino
para este proceso interior es precisamente la meditación y el budismo ha nutrido y nutre multitud
de caminos de meditación en busca de la paz interior y de la iluminación, de la sabiduría que
transciende todo conocimiento. La iluminación permite conectar con la vida por encima de la
apariencia del mundo, la apariencia del deseo y del sufrimiento.

El budismo recoge uno de los mayores logros de la humanidad en el trabajo de conocimiento


interior y mejora personal, un anhelo que transciende por encima de cualquier visión superficial.
Su aportación a la meditación es una de las mayores de todas las culturas.

https://antoniovillalobos.wordpress.com/tag/autoconocimiento/

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