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FACULTAD DE PSICOLOGÍA Y HUMANIDADES

“ANTIPSIQUIATRÍA”

Integrantes:

Gilary Alarcón Castro

Ivonne Montes Carbajal

Curso:

Psicología Humanística II

Catedrático:

Lisle Sobrino Chunga

Ciclo:

Octavo
Índice

I. Introducción…………………………………………………………..................... 3
II. Definiciones ………………………………………................................................ 4
III. Principios y características ……………………………………….......................... 4-5
IV. Antecedentes……………………………………………………………………… 5-10
4.1 Gran Bretaña
4.2 Italia
4.3 Francia
4.4 España
V. Principales representantes………………………………………………………. 11-16
5.1 Michel Foucault
5.2 David Cooper
5.3 Ronald David Laing
5.4 Thomas Szasz
5.5 Franco Basaglia
VI. Actualidad …………………………………………………………………….... 16-20
VII. Conclusiones …………………………………………………………………..... 21
VIII. Bibliografía ……………………………………………………………………... 22
I. Introducción
El origen del internamiento psiquiátrico, la historia de la locura de Foucault, la
excesiva medicalización de nuestra sociedad, así como las complejas relaciones
entre la Psiquiatría, sus prácticas deshumanizantes, las transnacionales
farmacéuticas, en un juego de intereses y colusiones, dieron punto de partida a la
preocupación y formación de un movimiento que intentaba encontrar mejores
ideas y aperturar la visión de especialistas de la época sobre los abusos y malas
praxis que se daban; con relación a seres humanos que eran distintos a los demás
y que representaban los oprimidos por las masas poderosas. Algunos autores
como Thomas Szasz, nos muestra como los internamientos psiquiátricos
funcionan bajo una conspiración de silencio hacia aquellos que incomodan con
sus comportamientos anormales, de donde se sigue que la esencia de la locura es
el disturbio social. La “enfermedad mental” se transforma así en el mecanismo
social, regulado y determinado por la psiquiatría, para patologizar la
heterogeneidad humana, su carácter antinómico y su singularidad.
II. Definición
La antipsiquiatría se puede definir como "un movimiento crítico que se
cuestiona las prácticas psiquiátricas tradicionales y la noción de enfermedad
mental sobre la cual se apoya desde mediados del siglo XIX".
El término antipsiquatría fue otorgado por el terapeuta y filósofo David
Cooper en su conocida obra "Psiquiatría y antipsiquiatría" (1967).
Por «movimiento antipsiquiátrico» entendemos una colectividad de médicos
psiquiatras que, a finales de la década de los sesenta, va a rechazar una psiquiatría
médica, a la vez que va a proponer otra psiquiatría alternativa más social y
comunitaria.
El comienzo de este movimiento se sitúa en 1957 cuando el psiquiatra
norteamericano T.Szasz pone en duda la realidad de la enfermedad mental en su
obra "Dolor y placer".

III. Principios y características


Se pueden resumir las ideas básicas del movimiento antipsiquiátrico en los
siguientes puntos, según Vallejo:
1. La enfermedad mental tiene su origen fundamentalmente en el aspecto social
o relacional.
2. La psiquiatría tradicional a través de sus prácticas tradicionales ha llevado a
la perpetuación de un estado de represión ante el paciente psíquico.
3. Rechazo hacia toda la estructura que sustenta y se deriva de la psiquiatría
tradicional, desde clasificaciones psiquiátricas hasta terapias ortodoxas.
4. La solución se enfoca en el compromiso, conjuntamente con el desarrollo de
medidas políticas que avalen el desmantelamiento de la psiquiatría tradicional.
El movimiento anti psiquiátrico perseguía el apoyo en el ámbito político, con
el fin de verse respaldados por medidas del estado. Para los años 60 aparecieron
cuatro obras resultaron clave para el impacto de este movimiento:
• Internados: ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales, del
sociólogo Erving Goffman, quien, en su teoría de acción social, plantea que la
conducta humana depende de sus escenarios y relaciones interpersonales, donde
todos estamos inmersos en un manejo constante de nuestra imagen ante el resto
del mundo, generando diversas impresiones, que por lo general se busca, sean
positivas.
En dicha obra nos relata acontecimientos relacionados a las condiciones, tanto
externas como internas, en las que los pacientes recluidos en psiquiátricos se
encontraban.
• El libro que fue la base de la antipsiquiatría, El mito de la enfermedad mental,
del psiquiatra Thomas Szasz, donde plantea que los psiquiatras no se enfrentan a
patologías, sino a dilemas éticos, sociales y personales.
• El yo dividido, de Ronald Laing, sobre los orígenes sociofamiliares de la
esquizofrenia.
• Psiquiatría y antipsiquiatría, de David Cooper, libro que dio vida a la
antipsiquiatría

IV. Antecedentes
En el siglo XIX se había vuelto evidente que el número de pacientes por
psiquiatría en las instituciones de salud mental era muy excesivo, los médicos no
cumplían un rol terapéutico, ya que se encargaban de los pacientes como si se
tratasen de objetos, tratando de disminuir los costos que estas pudieran causar.
Durante el siglo XX la percepción de la psiquiatría como una disciplina que
deshumanizaba a las personas con problemas mentales se vio verificada debido
al mal trato que recibían los pacientes. El surgimiento de las clasificaciones
diagnósticas DSM y CIE complementó el etiquetaje de quienes acudían a
tratamiento, poniendo el trastorno, un simple código, delante de la persona, como
su reemplazo. (Cea-Madrid & Castillo-Parada, 2016)
La antipsiquiatría nació como una lucha dentro de las instituciones, frente a
la represión y la violencia que existía dentro de los manicomios. Pero los
antipsiquíatras vieron la necesidad de dar un paso más y "salir de las instituciones
y de politizar la locura (…) hay que evitar que la locura sea recuperada por el
sistema y que sea asesinada como posibilidad subversiva." (Cooper,1971).
Entre las décadas de 1930 y 1950 en Estados Unidos se acrecentó el uso de
procedimientos médicos muy agresivos, como el electroshock (con graves efectos
secundarios) y la lobotomía, consistente en cortar las conexiones del lóbulo
frontal. Asimismo, en los años 50 “edad de oro de los psicofármacos”, aparecieron
la clorpromazina, el primer antipsicótico de uso extendido con severas reacciones
adversas asociadas a su consumo, y otros fármacos moderadamente eficaces y
poco seguros desarrollándose y utilizándose de forma masiva.
En 1967 el psiquiatra David Cooper acuñó el término “antipsiquiatría” para
dar nombre al movimiento del que formaba parte, y que tenía a estas alturas un
alcance internacional. Muchos profesionales se adherían ahora al movimiento,
influido de forma clave por el marxismo. (Cea-Madrid & Castillo-Parada, 2016)
En las décadas posteriores la breve unidad de la antipsiquiatría no llego a tener
mayor impacto, con excepción de pequeñas protestas que reclamaban demandas
similares en defendiendo los derechos de las personas homosexuales y
transgénero, personas que habían sido reducidas a clasificaciones diagnósticas.
Lo mismo se puede decir de otros colectivos, como las personas con diversidad
funcional y con trastornos mentales severos, quienes en vista del trato inapropiado
recibido por parte de los psiquiatras se unieron para cambiar dicha situación.
(Cea-Madrid & Castillo-Parada, 2016)

La antipsiquiatría inglesa
Los iniciadores y máximo representantes de esta conrriente en Gran Bretaña
fueron D.Cooper, A.Esterson, R.D. Laing. La locura era ponderada como una
forma natural y positiva de enfrentarse a la patología social (la familia aparece
como una estructura portadora y continuadora de las contradicciones sociales).
El movimiento antipsiquiátrico inglés ponía en duda el diagnóstico de psicosis
crónicas (creían que en el desarrollo de esta categoría desempeñaba un papel
fundamental la institucionalización del paciente), pero sin embargo aceptaban la
existencia de las "psicosis agudas", en las que había que respetar su evolución
normal que debía ir hacia la curación. Era suficiente, por tanto, acompañar al
enfermo en su "viaje". Laing denominó a este viaje metanoia, palabra griega que
aparecía en los Evangelios y que venía a significar "conversión" o
"transformación espiritual". En estos viajes metanoicos de las psicosis (que
podían ser producidos también por sustancias psicomiméticas como el L.S.D.) se
producía una transformación del espíritu, y son "buenos" o "malos" en función de
un medio beneficioso o negativo para tales viajes.
Asimismo, se tenía la necesidad de presentar una alternativa terapéutica al
conjunto de prácticas clínicas que ferozmente atacaban al hospital psiquiátrico
clásico, así surge la figura del "antihospital". En las instituciones psiquiátricas
clásicas, el sujeto internado era concebido siempre como "objeto" y no como
"sujeto activo" de la comunicación.
En Junio de 1965, en pleno apogeo contracultural, varios pacientes mentales
ingleses organizaron junto a R.D.Laing y otros psiquiatras, una comunidad para
ellos y para las personas que se encontraban en un estado de psicosis. Kingsley
Hall era una antigua casa londinense situada en el Este, que había servido con
anterioridad para otros servicios sociales. La casa podía albergar a unas 15
personas y contaba con unas 20 habitaciones, cocinas salones…etc. Los
fundadores de la experiencia " Kingsley Hall", entre ellos Ronald Laing, Joe
Berke, Jerome Liss y Leon Redler, creían en el ambiente de protección y ayuda y
favorecían el " viaje" interior de las personas etiquetadas de esquizofrenia. La
experiencia duró desde junio 1965 hasta agosto de 1969 y en la casa vivieron más
de cien personas, la mayoría jóvenes esquizofrénicos con estancias variables.
La etapa de máximo desarrollo de las ideas y prácticas antipsiquiátricas (años
60- 70) coincide con el último gran periodo revolucionario, en los que los
cimientos de todo un sistema se tambalearon. Mayo del 68 y los situacionistas,
los movimientos antimilitaristas, los autónomos italianos de los 70 y en general,
todos los movimientos sociales que eclosionaron en esa época, influyeron y
fueron influenciados por la antipsiquiatría. En 1975 se funda en Bruselas la
llamada Red (Réseau) Internacional de Alternativa a la Psiquiatría (Elkaïm,
Guattari, Jervis, Castel, Cooper, Basaglia, Bellini) cuyos principios básicos
ilustran perfectamente la conciencia política de los antipsiquiatras: "Las luchas
concernientes a la salud mental deben insertarse en el conjunto de las luchas de
los trabajadores por la defensa de la salud y en forma coordinada con todas las
luchas de las fuerzas sociales y políticas por la transformación de la sociedad. No
se trata para nosotros de obtener tolerancia para la locura, sino de hacer
comprender que la locura es la expresión de las contradicciones sociales contra
las que debemos luchar como tales. Sin transformación de la sociedad no hay
posibilidad de una psiquiatría mejor, sino sólo de una psiquiatría opresora."
La antipsiquiatría italiana
En Italia el movimiento antipsiquiátrico, personificado en la figura de Franco
Basaglia, consiguió una reforma radical de la atención psiquiátrica. "El problema
de la rehabilitación del enfermo mental se convierte en el problema del
desenmascarmiento de las ideologías" (F. Basaglia).
La experiencia de Basaglia le hizo llegar a la conclusión de que el
internamiento psiquiátrico únicamente agravaba la enfermedad mental. En “La
Negación de la institución” (1968), Basaglia expone que el manicomio es un
instrumento de rechazo y de encierro que debe ser destruido y propone que hay
que "liberar a los enfermos" (indicaciones que acabarían cristalizando en la
controvertida Ley 180). Para Basaglia "la ciencia está siempre al servicio de la
clase dominante" y el hospital psiquiátrico es una de las "instituciones de
violencia" por medio de la cual dirige y oprime a las masas.
Mientras Basaglia intentó mediar con la política institucional, otros
antipsiquiatras prefirieron tomar otros caminos y crear directamente alternarivas
reales al internamiento. Entre ellos podríamos incluir a Antonucci, cuya crítica no
sólo rechazaba los internamientos, sino que identificaba la psiquiatrización como
una forma de estigmatización social. Crea en 1968 un "Centro de relaciones
humanas" en el pabellón neuropsiquiátrico del Hospital Civil de Cividale.
En 1971, Basaglia y parte de sus colaboradores abandonaron el hospital de
Gorizia por discrepancias con la administración local y se trasladaron al Hospital
de Trieste (Ospedale Psichiatrico Provinciale de Trieste), donde realmente sí se
llegó a cristalizar la experiencia de negación del manicomio que perseguían. El
objetivo prioritario en los primeros pasos de la transformación institucional era la
reconstrucción de la persona y de su identidad social y jurídica. Se procedio con
la apertura interna de los distintos pabellones, eliminándose las medidas de
contención existentes (celdas de aislamiento, rejas de separación), se suprimen
las terapias de shock, se crean espacios internos de relación social (encuentros,
asambleas, expresión artística), desaparecen las separaciones entre hombres y
mujeres, se sustituyen los vestidos manicomiales por vestidos personales, y se
estimulaba la comunicación y exposición de las críticas hacia la institución, por
medio de asambleas.
Las jornadas de Trieste se realizaron en 1977 (del 13 al 18 de septiembre). La
principal finalidad del Réseau era mantener el contacto entre todos los
participantes y poder intercambiar experiencias de trabajo e integrar las luchas de
los trabajadores por la defensa de su salud. A pesar de acusaciones y problemas,
el éxito de estas jornadas (con más de 3500 asistentes) marcó un punto histórico
en el desarrollo del movimiento antipsiquiátrico italiano.

La antipsiquiatría en Francia
Las ideas antipsiquiátricas tuvieron gran difusión entre los intelectuales
franceses en 1968, pero no consiguió cristalizar proyectos concretos. Se abrieron
en esa época algunos lugares de acogida y de libertad, sobre todo en el ámbito de
la psiquiatría infantil y juvenil.
En Francia, Michel Foucault (1926 – 1984), siguiendo los pasos de su maestro
Geoges Canguilhem, publico en 1961, “Historia de la locura” en la época clásica,
y luego, en 1963, “El nacimiento de la clínica”, dos textos que tuvieron una
enorme influencia, inspiraron y sirvieron de sustento teórico a una gran variedad
de estudios e investigaciones.
En París, el 21 y 22 de octubre de 1967 se organizó, un coloquio sobre
psicosis, en el que Laing y Cooper tomaron la palabra y expusieron sus conceptos,
Laing sobre la "metanoia" y Cooper sobre los grandes principios de una
antipsiquiatría que "renunciaba a todo fin de readaptación" y que tiene como fin
"la liberación de aquel que viene a encontrarnos". A pesar de que estas
intervenciones levantaron bastante expectación, el entusiasmo no fue general, y
H.Ey, junto a otros psiquiatras críticos con las tesis antipsiquiátricas, veía en estas
teorías una peligrosa "tendencia psiquiatricida", que no beneficiaba en absoluto a
la lucha frente a la enfermedad mental.

La antipsiquiatría en España
Las teorías antipsiquiátricas llegaron con cierto retraso a España y a pesar de
no adquirir la relevancia que tuvieron estas ideas en otros países, sí que fueron de
capital importancia en el desarrollo de la asistencia psiquiátrica, ejerciendo una
determinante influencia en la Reforma Psiquiátrica, que recogió muchas de las
reivindicaciones planteadas por los antipsiquíatras.

Hasta comienzos de los años setenta, la reforma psiquiátrica consistía en que;


como la Seguridad Social, o el Insalud, sólo cubría precariamente la asistencia
ambulatoria de los enfermos mentales y se resistía asumir la hospitalización
psiquiátrica como uno de sus servicios. Esta función era llevada a cabo por las
instituciones manicomiales. En 1985 se intenta cambiar esta situación mediante
las bases que fueron sentadas. Este documento indicaba que la Administración
Pública debía promover la integración de la salud mental en la asistencia sanitaria
general y proponían criterios como: ordenación de los servicios asistenciales en
base a su delimitación territorial, la protección de la salud mental en atención
primaria, la hospitalización psiquiátrica debe evitarse en lo posible, ser abreviada
y efectuarse progresivamente en unidades psiquiátricas de los hospitales
generales de la red pública, los hospitales psiquiátricos deben disminuir
progresivamente sus camas, facilitando la externalización de la mayoría de los
pacientes y su reintegración al medio sociofamiliar.
Desde la óptica antipsiquiátrica una de las experiencias más relevantes que se
llevaron a cabo en España fue la del "Hospital de Día" en la que el psiquiatra 12
Enrique González Duro junto a sus colaboradores, llevó a cabo un trabajo con una
línea paralela a la de otras experiencias comunitarias (Kingsley Hall). Era un
centro de día al que los pacientes iban voluntariamente, con unas treinta personas
ingresadas, de ambos sexos, con un promedio de edad muy bajo (alrededor de la
veintena) que iban allí de nueve y media de la mañana hasta las seis de la tarde.
Las decisiones se tomaban comunitariamente (incluyendo tanto al personal como
a los pacientes) en una asamblea general, se hacían sesiones de terapia de grupo
(repartidos los pacientes en 3 ó 4 pequeños grupos), se llevaban a cabo sesiones
de psicopintura, psicodrama, relajación y psicoterapias individuales y familiares.
Se proponía que el hospital de día fuera un lugar de encuentro, un espacio de
verificación de la locura
V. Principales representantes
Michel Foucault
Foucault nació en 1926, París-Francia. Fue filósofo, historiador, psicólogo;
conocido por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial de
la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones.
Para Foucault, la reforma psiquiatría, era una gran falacia, pues según él no
pretende liberar a los “locos” de un tratamiento inhumano, sino que lo que
pretende es dominarlos mejor (más refinada y sutilmente; por ello, más
eficazmente) a través de un nuevo discurso más acorde con el nuevo discurso
humanista ilustrado; cambia el discurso legitimador, pero no así las prácticas
institucionales (ergoterapia, terapia moral...), que apenas se veían modificadas.
Su libro “Historia de la locura” tuvo una buena aceptación entre los círculos
académicos franceses como un libro de epistemología e historia de las ciencias.
No obstante, no tuvo éxito, sin embargo, algunos años después de su publicación,
Historia de la locura, fue interpretada, bajo la mirada antipsiquiátrica, como una
poderosa herramienta a favor del cierre de los hospitales psiquiátricos,
convirtiéndose el propio Foucault en uno de los principales abanderados de este
movimiento, dando a este libro una dimensión política antiautoritaria, próximo a
la «Nueva izquierda» y a los movimientos sociales de los sesenta.

David Cooper
Cooper nació en 1931 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Allí se graduó de
médico en 1955 y luego se mudó a Londres para realizar su formación
psiquiátrica. El pensamiento de Sartre, H.Marcuse y con unas inclinaciones hacia
el anarquismo, convergieron para que desarrolle una teoría y praxis propias,
manteniendo una concepción existencial y fenomenológica de la locura.
(Cooper,1971)
Cooper distinguía tres tipos de locura:
1.- La primera, “demencia” se refiere a la locura social que nos envuelve (como
la explotación, guerras, desastres ecológicos, masacre del deseo, relaciones de
competencia, entre otros) producto del capitalismo y de la sociedad mercantil en
el que se vivía.
2.- La segunda locura que distinguía era la locura de “viaje interior”,
defendiéndola como un medio de desestructuración de la experiencia alienada y
de construcción del propio proyecto existencial.
3.- La tercera locura que señalaba era la producida por la “demencia social”, la
creada por los entornos esquizofregénicos, (generalmente producida a partir de
disfunciones en el entorno inmediato de las personas) que sitúan a la persona en
una posición sin otra salida que la locura.
En su obra “Psiquiatría y antipsiquiatría” Cooper analiza su experiencia al
frente de “Villa 21”, un pabellón para jóvenes esquizofrénicos que fundó en un
gran hospital del noroeste de Londres, y comenzó su funcionamiento en 1962. En
este pabellón, los pacientes gozaban de una total libertad, sin normas ni
imposiciones, y existía una participación activa de los pacientes en las cuestiones
del centro, realizándose asambleas a diario junto a los miembros del personal. Lo
que se quería lograr era la superación de la barrera amenazante que se encontraba
entre el personal y el paciente, entre la salud y la “locura”. El personal que se
seleccionó este caso fueron aquellos “enfermeros y cabos más jóvenes cuya
actitud hacia el trabajo era menos probable que hubiera sido deformada por la
institucionalización”. (Cooper,1971)
Lo que llevo a cabo Cooper en “Villa21” fue una experiencia pionera en la
que fueron desmitificándose una serie de prejuicios que se mantenían por las
prácticas psiquiátricas tradicionales, pero donde aparecieron otra serie de
dificultades debido al nuevo tipo de relaciones desarrolladas, donde los
trabajadores del pabellón, experimentaban gran ansiedad al sentirse incapaces de
manejar a los pacientes, el desorden conjuntamente con la falta de apoyo
institucional. A pesar de esto, Cooper logro comprobar sin la aplicación de
shocks, con un uso muy reducido de tranquilizantes y con una terapia conjunta de
familia y medio, se consiguieron iguales o mejores resultados terapéuticos que
con cualquier otro medio tradicional que incluían prácticas que resultaban
inhumanas. (Cooper,1971)

Ronald David Laing


En Gran Bretaña el líder de la anti‐psiquiatría fue el igualmente carismático
Ronald Laing (1027‐ 1989), un psiquiatra de Glasgow inspirado por la filosofía
existencialista de Sartre. Éste advierte, con un aforismo típico, que “la locura no
es necesariamente sólo colapso sino también descubrimiento. Es una liberación
potencial y una renovación lo mismo que esclavitud y muerte existencial”. En
1965 fundó el Kingsley Hall, una comunidad (se evitaba el término “hospital”) en
un barrio obrero al este de Londres donde los residentes y los psiquiatras
convivían bajo el mismo techo, los psiquiatras se encargaban de “ayudar” a los
pacientes a superar las largas regresiones que caracterizan a la esquizofrenia.
Laing adquirió sus primeras experiencias psiquiátricas en el ejército inglés entre
1951 y 1953 (mientras hizo el servicio militar obligatorio). Trabajó en Glasgow
como especialista en psiquiatría desde 1953 a 1956 en un hospital psiquiátrico y
en tareas universitarias de enseñanza. Va acumulando experiencias y
observaciones sobre el comportamiento de los esquizofrénicos crónicos, que
posteriormente utilizaría para su libro “El Yo dividido”. (Desviat, 1970)
Laing plasmo sus planteamientos acerca de la esquizofrenia y su causalidad
esencialmente social y familiar, junto a Esterson, dirigían sus investigaciones
hacia el proceso dialéctico e histórico que se ha desarrollado a través del complejo
engrama de las relaciones interpersonales. La familia es considerada por ellos
como una textura relacional, un campo de interacciones concretas donde priman
como base los enfrentamientos y las influencias recíprocas. Esterson y Laing
realizaron una investigación sobre una serie de familias, en cuyo seno se
encontraba un “esquizofrénico”, y demostraron que el comportamiento
clínicamente sintomático de la esquizofrenia no era más que el resultado
interacciones socio- familiares. El estudio de las familias permite comprender la
sintomatología de la persona como la adaptación dramática de esta al que las
condiciones familiares fuerzan, en alguna medida, a una verdadera situación de
supervivencia. (Desviat, 1970)
Según la teoría de Laing el trastorno mental no es más que una expresión de
angustia, algo relacionado a las vivencias propias y no de fallos que solo puede
ser explicada examinando el cerebro. Por eso es necesario estudiar las dinámicas
sociales y culturales, el modo en el que el ambiente afecta a la persona. Para él,
el trastorno no tiene una causa originaria en el cerebro, sino en la interacción, no
tiene sentido la medicación y el uso de psicofármacos. Como sustitutivo, Laing
intentó realizar iniciativas para comprender los simbolismos que son expresados
a través de los síntomas del trastorno mental.
Esto significaría dejar sin alivio a muchos pacientes a cambio de aplazar su
solución hasta que se comprendiese la lógica interna de su problema.
Las ideas de Laing llevan a pensar que la psicosis es, en realidad, los intentos
de expresarse de la persona con trastornos de tipo esquizofrénico, y que por
consiguiente no son en sí algo malo, algo que merezca la exclusión de esa persona
por parte del resto de la sociedad.

Thomas Szasz
Szasz nació en 1920, Hungría. Fue profesor de psiquiatría, psicoanalista en
Nueva york. Reconocido crítico de los fundamentos morales y científicos de la
psiquiatría y uno de los referentes de la antipsiquiatría.
En 1961, Thomas Szasz, publicó El mito de la enfermedad mental, que inició
un debate mundial sobre los denominados trastornos mentales. Szasz anota que la
mente no es un órgano anatómico como el corazón o el hígado; por lo tanto, no
puede haber, literalmente hablando, enfermedad mental. Cuando hablamos de
enfermedad mental estamos hablando en sentido figurado, como cuando alguien
declara que la economía del país está enferma. Los diagnósticos psiquiátricos son
etiquetas estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan u
ofenden a la sociedad. Si no hay enfermedad mental, tampoco puede haber
hospitalización o tratamiento para ella. Desde luego, las personas pueden cambiar
de comportamiento, y si el cambio va en la dirección aprobada por la sociedad es
llamado cura o recuperación. Así pues, lo que la gente llama enfermedad mental
como tal, no existe. Lo que hay son conductas, conductas anormales.
Enfermedades son cosas como el cáncer y la hipertensión, por ejemplo.
Thomas Szasz dirige pues el combate contra los internamientos psiquiátricos,
señala, que la enfermedad mental no existe y que los “locos” son sólo aquello que
tratan de decirnos cosas incómodas, eso que no queremos oír. Por ello la sociedad
cuenta con los psiquiatras para silenciarlos. Esta conspiración de silencio es lo
que denuncia Szasz. Lo que se denomina ʹenfermedades mentalesʹ son los
comportamientos de individuos que nos perturban.
Franco Basaglia
Fue un psiquiatra italiano, nace y muere en Venecia. Estudió medicina en la
Universidad de Padua y en 1961 fue nombrado director del hospital psiquiátrico
de Gorizia, donde comenzó una serie de reformas para modificar el tradicional
manicomio por una institución de régimen abierto que permitiera a los pacientes
insertarse en la sociedad con el tiempo. Recibió el apoyo de la OMS, a pesar de
la oposición de los sectores más conservadores de la medicina mental italiana.
Siempre defendió a los pacientes psiquiátricos, a quienes consideraba como doble
víctimas de la sociedad y de las prácticas sanitarias. Sus teorías estarían plasmadas
en sus obras como L’istituzione negata (1968), Morire di classe (1969) y
Maggioranza deviante (1971). Es considerado como el iniciador de los
movimientos de desinstitucionalización en Italia, debido a su posición rebelde
frente a las tradicionales imposiciones del estado, permaneció un periodo en la
cárcel, durante el gobierno de Mussolini. Después estudió medicina, se
especializó en psiquiatría y fue director de un hospital psiquiátrico En vista a su
experiencia en la prisión, comparaba esta con el internamiento en un hospital
psiquiátrico, refiriendo: “Estas dos instituciones son diferentes, pero en realidad
tienen la misma finalidad. La cárcel protege a la sociedad del delincuente, el
manicomio protege a la sociedad de la persona que también se desvía de la
norma”. Para él la psiquiatría es la práctica de una contradicción, donde se
encubren los problemas sociopolíticos bajo técnicas científicas, tratando de
encubrirlas. El encierro es considerado como violencia institucionalizada, donde
el trato que se le da al enfermo no responde a las necesidades del enfermo.
Basaglia define a las personas con enfermedades o patologías mentales como
personas encerradas que son custodiadas en estas instituciones donde sus
trastornos no serán curados, sometidos a “tratamientos” cuyo objetivo ya no sería
su cura, ya que serían aplicados como castigo. (García, 1978)
Curación y custodia del enfermo mental son las contradicciones que presenta
la lógica del sistema de salud a través de sus leyes. El manicomio no cura,
encierra, oprime, despersonaliza, mata. El psiquiatra debería custodiar a los
enfermos de los excesos a los que induce la locura, pero esto no pasa de esta
manera, es al contrario, se exacerban los excesos como la falta de alimentación,
la excesiva medicación, los experimentos que se realizan en nombre de la ciencia,
las internas del poder expuestas entre las direcciones del hospital, los gremios
entre los profesionales de la salud que terminan por reducir a los pacientes a
objetos de experimentación, donde las practica inhumanas terminan siendo
cuestión del día a día. (García, 1978)

VI. Actualidad
Actualmente el movimiento de la antipsiquiatría se encuentra vigente en
respuesta a la predominancia de las intervenciones médicas en el área de la
psicología. La oposición se ve encarnada por pacientes y familiares, así como
psicólogos clínicos, quienes reclaman por el intrusismo profesional sistemático
por parte de la psiquiatría en su labor.
Las críticas van dirigidas, en mayor medida hacia la medicalización de
determinados comportamientos infantiles, entre los que destaca el patrón de
conducta al que se denomina Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad, caracterizado por el sobrediagnóstico y el uso a largo plazo de
fármacos estimulantes que no han sido estudiados lo suficiente.
Por otra parte, resulta muy preocupante el incremento del poder de las grandes
corporaciones farmacéuticas y sus estrechos vínculos con la clase política, con los
medios de comunicación e incluso con muchos miembros de la comunidad
científica, formando un monopolio donde lo que menos importa es la salud de las
personas que son atendidas por los profesionales de la salud. Estos monopolios
generan en las personas poca fiabilidad en cuanto a los medicamentos.
En cuanto a los trastornos mentales severos, como la esquizofrenia y el
trastorno bipolar, el tratamiento farmacológico y psicológico ha mejorado en la
actualidad, sin embargo, muchas instituciones psiquiátricas siguen empleando
procedimientos poco recomendables.
Cuando se trata de la “fabricación de locura” se refiere a aquella práctica en
donde se asignan etiquetas psiquiátricas a personas que resultan poco
convencionales, que no cumplen con los requisitos para ser “normal”, que
plantean un desafío para la sociedad. En este desenfreno estigmatizador, tanto los
psiquiatras como Freud y sus seguidores, resultan responsables, dando nuevos
bríos a difuntas metafísicas de la mente y teologías del alma con la invención del
inconsciente. (Vásquez,2011).
Frente a las etiquetas psiquiátricas
Existen, en la actualidad, muchas críticas frente a las etiquetas diagnósticas,
estas están sustentadas principalmente en los siguientes fundamentos:
• Los trastornos mentales, en realidad, no son anomalías que tengan un origen
en la configuración biológica de la persona, no son una característica inherente
estos trastornos. En todo caso, estos problemas mentales serían producto de un
sistema de interacción poco funcional con el entorno originado por una o varias
experiencias producidas en el pasado. El uso de etiquetas es injustificado, porque
indica que el problema es únicamente tema del paciente como ser aislado del
entorno.
• La segunda sostiene que, en el contexto social actual, utilizar estas
denominaciones colocan a las personas en una posición de desventaja y
vulnerabilidad, dañando sus relaciones interpersonales e influyendo en su
funcionamiento general, desde el ámbito laboral hasta el autoconcepto y
autoestima de la persona. La crítica se centra en que estas etiquetas deshumanizan
a quien las lleva, convirtiendo a esa persona en un individuo más de los
diagnosticados con cierto trastorno, como si todo lo que hace, siente y piensa
fuese fruto de la enfermedad y su existencia fuese totalmente intercambiable por
la de cualquier persona con una etiqueta igual.
Cabe destacar que etiquetas diagnósticas no son adjetivos, no sirven para
comprender en su totalidad cómo es una persona, son constructos teóricos
desarrollados por expertos que “ayudan” a entender qué tipo de problemas son
aquellos que la persona es más propensa a sufrir; no es lo mismo tener depresión
que un trastorno autista y, aunque estas categorías no nos hablan sobre la
personalidad de alguien, pueden resultar útiles para saber cómo intervenir para
mejorar la calidad de vida.
Sin embargo, la estigmatización trastornos mentales se remonta a muchos
siglos anteriores, donde no se había desarrollado ni la medicina y dichas etiquetas
eran aplicadas para grupos de personas que solían ser marginadas, representando
una minoría, esta discriminación se encuentra documentada en textos muy
antiguos, donde, incluso, muchos de los síntomas eran considerados
manifestaciones de Satanás y que, por consiguiente, la cercanía de una persona
con trastornos mentales era peligrosa.
Muchas investigaciones se han realizado con el fin de comprobar lo
perjudicial que pueden resultar dichas etiquetas diagnósticas, sin embargo, no han
obtenido la credibilidad suficiente como para considerarse como fundamento para
eliminar el uso de determinadas etiquetas.
Una de estas investigaciones se llevó a cabo por David Rosenhan (1929-
2012), quien fue un distinguido psicólogo y profesor de la Universidad de
Stanford, nacido en Jersey City, tuvo una maestría en economía (1953) y un
doctorado en psicología (1958) de la Universidad de Columbia. Rosenhan fue
pionero en la aplicación de métodos psicológicos a la práctica del derecho,
incluido el examen de testigos expertos, la selección del jurado y la deliberación
del jurado. Ex presidente de la Sociedad Americana de Psicología y de la Junta
Americana de Psicología Forense, Rosenhan fue miembro de la Asociación
Americana para el Avance de la Ciencia, de la Asociación Americana de
Psicología y de la Sociedad Americana de Psicología.
En 1973 publicó en la revista Science el artículo titulado “On being sane in
insane places” (El estar sano en lugares insanos). Este artículo detalla el
experimento de Rosenhan: en 1969 él y un grupo de 7 voluntarios perfectamente
sanos se presentaron en las oficinas de admisión de 12 instituciones mentales de
los Estados Unidos, donde fueron admitidos y diagnosticados con Esquizofrenia
o con trastorno bipolar. El objetivo de la investigación era cuestionar la capacidad
de la psiquiatría para distinguir entre una psicosis y la cordura.
Durante la entrevista de admisión, todos los sujetos aseguraron oír ruidos y
voces, logrando que todos fueran admitidos con diagnósticos de esquizofrenia o
trastorno bipolar. Una vez adentro de la institución los participantes aseguraron
que ya no tenían síntomas y volvieron a comportarse normal. Los psiquiatras
intentaron iniciar el tratamiento con psicofármacos, a pesar de comprobar que no
existían anormalidades en sus comportamientos.
En el transcurso de su internación, Rosenhan fue tomando notas sobre su
experiencia durante su estadía en la institución mental, el mal trato que le dieron
le hizo comprobar una vez más, la importancia del contexto en la salud
psicológica de las personas, más aun, cuando se trata de la recuperación o
tratamiento de alguna enfermedad de esta índole. Una de las condiciones que le
sorprendió fue el poco tiempo que tenía para interactuar con otras personas, de
apenas 6 minutos por día, la atención que le brindaban era nula, cada paciente
realizaba las tareas que deseaba realizar en ese momento, los enfermeros y
trabajadores del centro se mostraban completamente indiferentes a las
necesidades de los pacientes. Incluso, cuando su comportamiento había resultado
ser “normal”, los pseudopacientes fueron obligados a permanecer más tiempo en
el centro, sin la sospecha del personal encargado, de que se trataba de impostores.
Una de las conclusiones más importantes que Rosenhan rescata de su
investigación es la importancia del contexto, ya que mientras los colaboradores
permanecían en dicha institución eran tratados, por el personal trabajador, como
si todos tuvieran patologías mentales, sin diferencia con los demás pacientes que
llevaban tiempo en el hospital; sin embargo, muchos de estos pacientes, con
verdaderos diagnósticos, pudieron identificar que los pseudopacientes no tenían
patología alguna y recalcaban el hecho de que se trataba de un error, ya que
consideraban que ellos no pertenecían a ese lugar. Poe otro lado, los psiquiatras
los consideraban dentro de las categorías diagnosticas que definirían en ellos
patolofias como la esquizofrenia y trastorno bipolar, sin hacer distinciones con el
resto de pacientes, por lo que la razón por la que les dieron de alta fue por la
remisión de los síntomas de su patología.
Esto genero gran polémica en el campo de la psiquiatría, ya que muchas de
estas instituciones no aceptaban la poca o nula eficiencia que tenían al brindar sus
servicios a los pacientes, por lo que les resultaba necesario desmentir las
evidencias obtenidas en esta investigación.
En los años 90’, la emergencia de la “nueva antipsiquiatría” está asociada a
una revitalizada impugnación hacia la pretensión de la disciplina psiquiátrica de
definir una serie de problemáticas humanas como objetos del campo de la
medicina mental en la sociedad contemporánea. (Cea-Madrid & Castillo-Parada,
2016)
La crítica de la “nueva antipsiquiatría” retoma las banderas de la
“antipsiquiatría clásica” al poner de manifiesto la falsa neutralidad y objetividad
de la psiquiatría, para reconocerla en el campo de la ideología, como producto de
relaciones de poder en el marco de un contexto histórico determinado (Burstow,
2014). De esta manera, bajo el profundo impacto de la “revolución
farmacológica” y la expansión de la industria farmacéutica, y rescatando la
memoria social de las experiencias revisadas anteriormente, surge una “nueva
antipsiquiatría” que se opone a la medicalización del malestar subjetivo y el uso
abusivo de psicofármacos (Pérez-Soto, 2012).
En base a esta herencia histórica, la “nueva antipsiquiatría” expresa una
postura firme y revitalizada contra la medicalización creciente de las diferencias
subjetivas. En este contexto, el efecto político de la nueva hegemonía
farmacológica propició la emergencia de diversas investigaciones y teorías
críticas de la psiquiatría biológica (principalmente de países de habla inglesa) que
representan el núcleo de la “nueva antipsiquiatría” (Breggin, 2008; Read, Mosher
y Bentall, 2006; Bentall, 2011; Whitaker, 2015).
Las orientaciones de la “nueva antipsiquiatría” expresan una mirada crítica
hacia la clasificación diagnóstica y el uso abusivo de psicofármacos, un análisis
político de la función social de la psiquiatría, así como una reflexión ética en el
campo de la práctica clínica al cuestionar la influencia de la industria farmacéutica
en la profesión psiquiátrica.
La antipsiquiatría en su vertiente actual, expresa la tarea ardua e inacabada del
desarrollo de este conflicto: abrir los puntos de controversia, ampliar los espacios
de debate, empujar el desarrollo de reformas y fortalecer la construcción de
alternativas son las iniciativas actuales que dan cuenta de su Historia de la
antipsiquiatría 187 Teoría y Crítica de la Psicología 8 (2016), 169-192
potencialidad histórica, en el cuestionamiento hacia la psiquiatría dominante.

VII. Conclusiones
Como se ha podido apreciar en el presente trabajo, el desarrollo de la
antipsiquiatría, de la postura opuesta a la psiquiatría tradicional, resulto
indispensable para el desarrollo de nuevos métodos de tratamiento,
intervenciones, incluso, para el cambio en la concepción y forma de interact6uar
que se tenía con las personas que tienen “enfermedades” o “trastornos” que se
podrían calificar como psicológicos, a quienes se les acostumbra llamar
“pacientes”. Asimismo, gracias a este movimiento, la psicología obtuvo un mejor
y mayor reconocimiento, ya que la etiología de la mayoría de las enfermedades
denominadas “mentales” serian de origen relacional, por lo que quedaría
descartado el uso permanente de medicamentos, otro de los fundamentos de la
antipsiquiatría, ya que, según las pruebas, el uso de dichos medicamentos no
tendría mayores beneficios y la causa de su uso no podría ser demostrable bajo
términos neuro- científicos.
Son grandes los beneficios que trajo consigo la antipsiquiatría, con un enfoque
más humanístico y menos reduccionista como la psiquiatría tradicional había
propuesto, dejándose de lado de manera mayoritaria, las practicas inhumanas a la
que eran sometidas aquellas personas que eran diagnosticadas con alguna
patología.
Es necesario tener en cuenta dicha postura para ser críticos con la realidad que
se nos presenta en la actualidad, partiendo desde nuestro país. La urgencia de la
reflexión acerca del trato que reciben los consultantes o “pacientes” ¿corresponde
al trato que merecen como personas? O ¿se trata nuevamente de la reducción de
estas personas a unos simples códigos, vistos como un medio económico o una
oportunidad para realizar estudios que muchas veces utilizan métodos
inhumanos?
Como psicólogas en potencia, consideramos necesario el conocimiento de
este tema para construir un juicio más cercano a la realidad y partir de este ser
más críticas en cuanto a la función que cumplimos tanto como profesionales y
como personas.
Bibliografía

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David Cooper. (2014, 23 octubre). Recuperado 13 junio, 2019, de


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social". El País. Recuperado de
https://elpais.com/diario/1978/02/05/sociedad/255481207_850215.html

Cea-Madrid, J., & Castillo-Parada, T. (2016). Materiales para una historia de la antipsiquiatría:
balance y perspectivas. Teoría y Crítica de la Psicología 8, 1, 169–192. Recuperado de
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5895483.pdf

Cooper D. Psiquiatría y antipsiquiatría. Buenos Aires: Paidós; 1971

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