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R J \ú l~ 2)
LA U'V9ZA(nr¿A <JJ£érO
¿ 't d r ^ 'c o
"34-
84
II
LA DIALECTICA LITERATURA-TESTIM ONIO
El testimonio de la escritura
1) La fábula y el discurso
8 .S-
. f \ r 'i S + o ~ t e v c * . / ------------ --
43 f
M. B l a n c h o c , £ / libro q u e vendrá, op . ext., p. 12.
44 Ib i d . p. 12.
86
wi'fjNRvr
forma en que el lector es enterado de los sucesos,
según la hipótesis de Tomachevsky )4 5 . Recorde
mos que Aristóteles si bien aísla el aspecto de la
fábula no hace lo mismo con ese otro aspecto o
nivel complementario que sería el tema para T o m a
chevsky. En este sentido, lo que más se aproxima al
señalamiento de este aspecto es, en la Poética, la
noción de “ elocución” definida como “ la expre
sión del pensamiento a través del lenguaje” 4 6 . Por
su parte, Benveniste llamó “relato” a lo que se ins
tala como o b jetividad, es decir al enunciado que no
presenta la marca del y o de la enunciación y que
por excelencia se enuncia en tercera persona y en
pretérito indefinido, y llamó “discurso” a la verba-
lización que nos pone frente al sujeto en el acto de
enunciar.
Las definiciones de ambos aspectos no son, .como
puede observarse, homologas en los autores citados
pero a través de ellas lo que permanece es la distin
ción teórica de esos dos aspectos o, mejor dicho, de
esos dos niveles a los que Todorov contribuyó a de
signar respectivamente como historia y discurso,
designación más difundida actualmente y que nos
otros adoptamos en ensayos anteriores. En lo que
al presente trabajo respecta, hemos mantenido esta
45 ,
B. T o m a c h e v s k y , “T e m á tic a ” , en 'Teoría d e la literatura d e loa
fo rm a lis ta s w o i , Signos, Buenos Aires, 1 9 7 0 .
46 A r is tó t e le s , P o é t ic a , o p . cit., p. 77 y sgtcs. •
87
distinción de niveles sin duda fecunda aun enfren
tada a relatos refractarios a ella, pero hemos intro
ducido cambios en la designación. Según ello, con
venimos en llamar “ fábula” al nivel de los hechos
ficticio s contenidos en el relato, con el fin de des
pejar,el término “ historia” reservado a lo que suele
entenderle c o m o historia real, es decir, el conjunto
de hechos que caen bajo el dominio de fa ciencia
historiográfica; asi por ejemplo la descripción del
personaje Alguien formará parte de la “ faBuIa” y la
d escripción del asedio al j e m p l o de Jerusalém for
mará parte de la “ historia” . Según, la misma con-
vención que proponemos 7H a m a m o s “ n arración” al
c*0 Í9 nivel del discurso con el fin de evitar el uso efe una’
nacióji_de-aÍQajjce_d_emasiado genérico como es pre
cisamente la noción de discurso: “ n arración” , en
"esté" caso, tiene para nosotros el valor específico de
discurso m rra tivo y por lo tanto Ta T e l a c ion que
reconocemos entre narración y discurso es una rela-
Tríon de parte a todo; para ser más explícitos diga
mos que entre nárracion y discurso reconocemos
esia doble diferencia: 1) la narración es una función
específica del discurso o, si se quiere, un Tipo de
“~Uiscürso, y 2 ) si bien el nivel de la narración puede
abstraerse metodológicamente, la narración no pue-
le ser pensada como entidad au tó n o m a pues existe
CU a medida en que .es término de una relación o
aspecto de un proceso: la narración, en efecto, es
/ a ración de mía fábula y establece con esta última
II
47 Para f
seguir dentro de los térnin os saussurianos cal vez fuera
teóricam en te más ventajoso habla, de narrante y narrado o relatante
y r e l a t a d o . No es nuestra inten ion sin embargo seguir explorando
en esta dirección teórica sino, sim plem ente, aclarar en lo posible la
term in o logía utilizada en n u e r .fo trabajo.
89
JA o rira 's lezjos
91
cuido por todas esas alternativas y la negación de
todas lo que quiere decir que en verdad no hay
construcción de una Fábula —de algo que se pueda
CaJdoW abstraer y volver a narrar — sino acontecer de un
puro discurso fabu la d o r, discurso c u y o m o vimiento
es a la vez segregación de fábulas e imposibilidad de
retenerlas. En última instancia, lo que hay es la ac-
"clón de una escritura que teje su propia r e j a q u e
señala y~at mismo tiempo oblitera opciones cam
bian te s que no pueden situarse sino en su interior.
2) La materialidad de la escritura
92
wsmrr-
la escritura, porque “ A unque sombras de las cosas,
ecos de los hechos, las palabras son alusiones, ilu
siones, intentos no de expresar sino de sugerir lo
que pasó en los campos” (p. 95). Habiendo re nun
ciado a ser la reiteración de otros relatos y recono
ciendo la .distancia que separa a las palabras de
las cosas (entre la palabra y la cosa cae la sombra),
el texto se organiza sin cesar sobre la necesidad de
señalar —o "sugerir"— u na verdad histórica que
debe quedar como suprema lección en la memoria
de Tos hombresT El trabajo estilístico —tan intenso
y perceptible a lo largo de la obra— no responderá
entonces a un narcisismo de la escritura sino a la
decisión de ubicar los lugares de la Historia y la
Ficción, de lo “ testimonial” y lo “literario” para, a
partir de esa diferencia, proceder a su articulación.
Esta escritura, literaria a lo largo de la obra, da, por
eso mismo y en primer lugar, testim onio de sí: pos- .,
tula su matenaíldad 7 "su presencia de graHsmo signiT-
''"Ficante distribuido en el espacio de la página como ''i 7
si se tratara de un espectáculo. Esta obra es, por lo
tanto, antes que nada espacialidad, trazo. Cada sec- -
ción, por ejemplo, está precedida de un ideograma
tomado de diversas culturas o espacios escritura
rios. ¿Qué significan esos ideogramas? Mejor dicho:
¿qué significan a h í esos ideogramas? El lector que
el libro prefigura —lector culto, situado hacia la
mitad de una línea que progresa de la ignorancia a
la erudición— no conoce, o conoce parcialmente, el
93
'kkxj é r ^ o i s
O/í
d o ” (p. 82). Analizando estos ideogramas y su rela
ción con la “ actividad incisoria” de eme, que es
quien traza con sus uñas las incisiones y los círcu
los sobre la pared, Jitrik ve en ellos una alusión al
origen de la escritura, ese mom ento previo a lo que
Derrida llamaría la p h o n é , mom ento en que el sig
no es espaciamiento puro. En tanto los ideogramas
p ro p o n e n ese efecto de enigma, el lector que quiera
neutralizarlo tendrá que recurrir a una información
más o menos erudita para conocer con precisión el
mensaje que ellos cifran y articular el código que
establecen; pero ello, en todo caso, acontece en un
m o m e n to posterior a este primer encuentro, cuan
do se abandona la inmediatez que los retiene en la
página sugestivos y silenciosos y los ideogramas
dejan de ser objeto de la mirada para convertirse en ,
abstracciones que solicitan la indagación intelectual. ^
Otros elementos que se disponen en el sentido o p re s o re s
de la espacialización son la intercalación de pala-
bras tomadas de otros idiomas y el uso de diferen
tes sistemas de numeración para sugerir un orden
—a veces innecesario o meramente apariencia!— en
determinadas partes del texto. En efecto; la inclu
sión de términos"y expresiones de la lengua latina o
de 1 a“'léngüá" alemana se explica, en la estructura
intéTIgibíe~del texto, porque ésas sonj^recisamente •
las lenguas de los opresores. Sin embargo, estos tér
minos o estas expresiones latinas o alemanas en lo
inmediato interrumpen la homogeneidad de la es-
CK
Or ,Vrn' lo
49
Ivette J im é n e z de B áez et al., La narrativa d e J o s é E m ilio Pa
ch e c o , El Colegio de Mé.-dco, 1 9 7 9 , p. 1 7 9 .
97
novelesco impresiona com o un hecho de la contem
poraneidad. Ese uso tiene, sin embargo, una anti
güedad considerable. Por lo . tanto sería de induda
ble interés para la historia literaria establecer la his
toria de esta técnica y sus vicisitudes. Para nuestra
tradición, acaso el primer gran antecedente se en
cuentre en La canción de R olando . En este relato,
ejemplar por tantos motivos, encontram os en efec
to un uso de técnicas discursivas que revelan un
grado de conciencia artística sorprendentem ente
próximo a lo que solemos calificar —equívoca o
desacertadam ente— como “ m o d e r n o ” . Entre tales
técnicas, tal vez la más nítida y morosamente tra
bajada sea la que conduce al efecto de espacializa-
ción.-El uso del presente del indicativo (o el preté
rito perfecto, casi como un presente), la fragmenta
ción de la materia narrativa en una serie de escenas
recortadas, escenas que se oponen entre sí o se
continúan pero que de uno u otro modo son trata
das com o estam pas y por lo tanto se constituyen
como objeto de la descripción antes que de la
narración, la reiteración de secuencias discursivas
en el texto, especialmente la reiteración, con
variantes, de parlamentos de sus protagonistas
como si el habla de los personajes fuese un ritual,
todos estos recursos crean el efecto de un deteni
miento o de una irrealización de la temporalidad a
favor de la emergencia de la dimensión espacial.
Los m o m e n to s narrativos son en este relato facto-
98
res constructivos que dan forma al espacio, piezas
de una organización arquitectónica —o en todo
caso coreográfica— antes que episodios de una su
cesión temporal. Los hechos, como en M orirás le- "
jos, no pasan, no suceden y mantienen una distan -
cia oscilante con respecto al presente; los hechos y ~
las palabras ocurren y vuelven a ocurrir, son presen
te una vez y otra, se modifican y retornan, están _
aJu a disposición de la mirada. A manera de ejem
plo, recordemos: cuando Carlomagno, que tiene
doscientos años (repárese en este dato que.hace dei
paso del tiempo una irrealidad), está en el escenario
de Roncesvalles ante el cuerpo de su sobrino Ro
lando derrotado y muerto, la congoja le hacer per
der el sentido. La presentación de la escena de su
desmayo y su recuperación se repite. Leemos en el
canto 206:
99
siguiente re t o rn a sobre la misma estampa a la que
modifica y reitera ritualmente:
100
y al mismo tiempo qued an retenidos para ofrecerse •
una y otra vez a la contem plación desde distintos
ángulos y en diversos m o m e n to s del proceso. Si
comparamos este relato con Morirás lejos es por-,
que en ambos predom ina el efecto de especializa-
ción pero también porque en ambos la concepción
del espacio es diversa y ello obviamente reproduce
la diversidad del co n tex to cultural que envuelve"a
uno y o t r o . Si el espacio en La canción cTéTRolánclo
está idealizado, en Morirás lejos (y no sólo desde
luego en esta obra, bastaría recordar a Mallarmé) se
trata de u n espacio concreto, material, d el es£acio
físico de la página sobre la que distribuyen los tra-
zos/Tos volúmenes y íos"”BTan'cos7 “ Si consíguiera-
mos situar todo este texto en un panel —dice Jitrik
iniciando frente a sus alumnos el análisis de esta
o b ra —, en un solo bloque, es decir, si pudiéramos
destrozar el libro tal com o está encuadernado, pági
na por página, y ponerlo en un cuadro, advertiría
mos la distribución de la escritura que es de una
gran variedad. Yo les pido que imaginen esta pers
pectiva para que toda la explicación aparezca pla
na” 51. El pedido formulado a los alumnos es elo-
cuente: estamos ante una escritura que —como la
poesía gráfica— es necesario ver, incluso verla toda
de una sola vez, pues sin incorporar al análisis su
dimensión plástica, el todo de su duración extensa
101
/-
(sin esa “ perspectiva” ) cualquier explicación sería
fatalm ente incom pleta y por lo tanto el conjunto,
falto de un a perspectiva que debe mostrarlo preci
sam ente c o m o conjunto, quedaría invalidado. La
com paración con La canción de R olando es par
ticularm ente útil porque muestra a la vez la seme
ja n z a y la diferencia: no estamos ahora ante el
espacio ideal creado por la organización narrativa y
en últim a instancia por la voz que conduce el rela
to; el espacio es aquí la hoja del papel (desde luego, '
hay tam bién otros espacios) y por lo tanto el libro
es i n c o r p o rado en plenitud c o m o materia y forma
significantes. esc/r
Pero si M orirás lejos es escritura en el espacio, es
también, a u n q u e en m enor medida, escritura en el 4-íf>r
tiempo. T e n d re m o s o p o rtu n id a d de seguir obser-
~ vando cóm o en esta obra lo por m o m e n to s inextri
cable de su movimiento deviene, paradójicamente,
no de la voluntad de ocultar sino por el contrario
de la decisión de mostrar, incluso de ostentar, todo.
La obra, en efecto, vuelve co n stan tem en te sobre sí,
se explica, se reitera, se interrogarse metaforiza. La
escritura expone paso a pso su proceso_. Y si, como
hem os visto, a medida que avanza exhibe y señala
su espacialidad, también exhibe su decurso, se re
fiere a su propia tem poralidad; no a la temporali
dad del relato sino a la tem poralidad de la escritura,
al flujo de su materialidad. Para que sea explícito,
el narrador asume perspectivas cambiantes y desde
102
allí observa el acontecer de la escritura. Para esa
mirada la escritura ocurre en un pasado:
en un futuro:
103
r
iW i iii b | ! | ! J ...... J ü " II . . I . T " — .......
socrática, la escritura ha empezado aq u í por cono
cerse a sí misma (conocerse, es cTecir, com prender
se, penetr arse,fecundarse) porque ese acto de auto-
conocim iento es también la posibilidad de com
p re n d e r el m undo. Al hacerse “ literatura” , cuerpo,
censión, la escritura, com o dijimos, ha dado testi
m onio de sí y por esa vía a p a re n te m e n te invertida
pero seguramente única se procura la posibilidad d e
hablar de “ lo o t r o ” , aquello que no se alcanza sino
por la negación.
105
la fábula, un largo día miércoles. Si unimos los dos
ideogramas podríamos formar una frase que apro-
' xim adamente se enunciara así: “ la lucha entre los
hombres en un día miércoles” ; la frase, se ve de
inmediato, reuniría SALONICA con DIASPORA.
A hora bien, si a partir de cada uno de estos sig
nos trazamos una línea que en un caso abarque las
secciones de la fábula —SALONICA, DESENLACE,
A PEN D ICE — y en el otro reúna las secciones de la
historia -D I A S P O R A , GRASSAKTION, TOTEN-
BUCH, G O T T ER D A M M ER U N G — tendremos dos
progresiones significantes. Por ejemplo, siguiendo,
a partir de SALONICA, las secciones que totalizan
la fábula encontramos, en el DESENLACE, el signo
del h om bre m u e r to , signo que adelanta el tema de
la muerte de eme, y a continuación el ideograma
que abre la sección APENDICES, el relo j efe arena,
"signo doble de forma reversible que, en el final de
la obra, recoge y simbólicamente sintetiza el senti
miento que domina al relato en su totalidad, esto
es, eFsentimiento de la presencia y la aproximación
sin pausa de la tragedia. P or otra parte, siguiendo
—a partir de D IASPO R A — las secciones de la histo
ria, encontramos que el signo siguiente es la cruz-
svástica, emblema instalado al frente de la sección
GROSSAKTION. Siendo la cruz, svástica un signó
que aparece en casi todas las culturas antiguas me
nos en la semita puede convertirse en símbolo del
nazismo en la medida en que la expansión del na-
106
zismo es la exclusión del pueblo ju d í o . Se trata de
un signo reversible, de forma circular; su presencia
no sólo reproduce la sección que inicia la —sección
cuyo tema es la expansión nazi y el consecuente
aplastamiento del pueblo j u d í o — sino que, una vez
más, es la cifra de toda la obra. Avanzando en esta
línea, l a sección TOTENBUCH está presidida por
un signo nuevamente reversible que esta vez repre
senta al Libro de los m uertos o Libro de la muerte:
no sólo, pues, traduce el título de la sección (TO
TENBUCH: libro de los muertos) sino que vuelve a
señalar su tema y además propone una ecuación
'm etafórica: el libro es un cuerpo donde encuentran
su espacio las inscripciones de la muerte como si ^
fuera el cuerpo de la víctima. Finalmente, la sec-
ción GOTTERDAJMMERUNG (el crepúsculo de los
dioses) está presidida por el signo representativo
del vinagre y la inclusión de este signo queda expli
cada en el interior del texto: en la parte “ ficticia”
de la ob ra el vinagre señala lo que podríamos llamar
el “ efecto de realidad” ; su olor es el despertar de la
alucinación y la recuperación de la medida de lo
real; inversamente, la desaparición de ese olor es el
extravío: “ p o r q u e al desaparecer el olor a vinagre
pierdo la referencia, extravío mi identidad, ignoro
quién soy entre todos los personajes que he repre
sentado. . .” (p. 153). La correspondencia de este
signo con GOTTERDAMMERUNG se establece
hacia adentro, forma parte de la estructura del rela-
107
co: esta sección describe lo que podría caracterizar
se com o el retorno del olor a vinagre entre las filas
nazis, el despertar de la ilusión imperial, la derrota
militar que es interrupción del sueño; ese despertar
significa al mismo tiempo el crepúsculo deí nazis
mo y ese crepúsculo en el que la historia recupera
la medida de lo real es el tiempo en que suceden los
hechos de la ficción. Es posible leer en los ideogra
mas este juego de las correspondencias y las reitera
ciones a través de las cuales la obra vuelve a esceni
ficarse. La reversibilidad que es frecuente encontrar
en la forma de los signos es otra correspondencia
cemática y otra reiteración, alegórica, de io que
enuncia el relato; dado el juego del acoso, el acosa
dor es también, o puede ser, el acosado y viceversa;
el ju ego puede empezar p o rc u a lq u ie ra de sus fases.
El te m a del cerco y el acoso se reproduce tam-
liseño del espacio del relato, espacio que
como un “juego de cajas chinas” se-
:presión 3e los autores de La narrativa de
José E m ilio Pacheco. En efecto, el escenario es una
serie de anillos o círculos concéntricos que va de
un Tnacro a microespaclo donde el tema contigua
escenificándose. El espacio mayor, el macroespa-
cio, es la~ciudad de México, envuelta en una “ barre
ra de smog y polvo salitroso” (p. 19), sitiada por
“ las escarpaciones y contrafuertes del Ajusco” que
o p o n e n la “ certeza de que las montañas impedirán
la salida o fuga” (p. 19). El espacio in term edio es el
108
Q rcoícS oon
109
El ch o p o , citado en estas líneas, es otro lugar de
la réplica. Se trata de un chopo descrito reiterada
m en te c o m o “ a h íto de inscripciones” , inscripcio
nes que “ se a h o n d a n ” y con insistencia evocan las
incisiones que eme ahonda obsesivamente en la
pared en su espera de la muerte; esas incisiones de
eme, c o m o las inscripciones en la corteza del chopo,
son un trazo silencioso que no cesa de hablar y
d o n d e vuelven a dibujarse las láminas de la persiana
que separan a eme del exterior, y las líneas del
ideograma del L ibro de los m uertos, y las “jaulas o
rejas m u y estilizadas (con las que) eme intenta di
bujar el navio legendario en que la Mulata-de Cór
doba h u y ó de la Inquisición” (p. 82). Con lo que
llevamos dicho podem os adelantar la idea de que
en M orirás lejos cualquier parte del libro es todo el
libro. Cada episodio tiene la forma de la totalidad y
reubica. el interés central hacia el que el discurso no „
deja de encaminarse. Proliferante y repetido, este
libro es com o la naturaleza según ía imagen de Pas-
caTT~una esfera “ cuyo centro esta en todas partes y
cuya circunferencia en ninguna” . 2
C onfirm ando esta imagen, otro elemento que,
situado en la periferia, nuevamente nos remite al
centr o de interés, otro detalle alegórico que reescri-
be el d ram a en su totalidad y reinstala la ley que
52 . ./
Blas Pascal, P e n s a m i e n t o s s o b r e el h o m b r e , Ed. D ifu sió n , Bue
n o s A ires, s ..f ., p. 6.
110
^ C_ \J \ l l \y| O
111
a su fu turo verdugo y por lo tanto ejercita sobre
ella una crueldad que es también una suerte de ven
ganza anticipada. Así, el ritual del “ reloj de p a r e d ”
propaga el m o m e n to sádico de una ejecución y a la
vez evoca la circularidad de la relación verdugo-víc
tima.
Por su p a r t e ó la torre que cubre el pozo del par
que ‘‘es un s í m b o l o ” . Dicha torre es otra imagen
del acoso, imagen que establece una inmediata rela
ción con otra torre cuyo significado es múltiple: la
Torre de Babel. En efecto: “ La torre, parodia (¿in
voluntaria?) de Bruegel, no tiene aspecto de obra
pública” (p. 26), no forma tampoco parte de una
decoración realista; está ahí para señalar la natura
leza de la relación eme-Alguien y para mimar otra
corre más famosa cuya existencia imaginaria (se
trata de un cuadro y más aún: de la reproducción
de un cuadro) sigue las formas de una torre erigida
por la leyenda: la torre de Babel. La torre de Babel
es a partir de la tradición bíblica símbolo de la per-
ílidn nniHnd ( “T enía entonces Coda la tierra una
sola lengua y unas mismas palabras” , Génesis 17, 1 ),
de la ambición de poder (“ Vamos, edifiquemos una
ciudad y una corre, cuya cúspide llegue al cielo” ,
h'c'H. 11 , 9 ) y finalmente de la dispersión y de la
confusión de lenguas (“ Por eso fue llamado el n o m
bre de ella Babel, porque allí co n fu n d ió 53 Jehová
112
-fc rre
113
»
tag” tanto como “ al cadáver del coliseo romano”
(p. 120 ), o “ puede ser un desaforado mausoleo”
'q ue perpetúa en la memoria la ambición de Nem-
rod, Nabucodonosor, Baltasar, Carlos Quinto o Hi-
tler, pero sobre todo —y este dato debe tenerse en
cuenta porque es relevante— se trata de un cuadro
donde “ prevalece la irrealidad” y en esa medida el
cuadro y el libro sé metaforizan entre sí, forman
una figura reversible: porque en este libro donde
“ todo es irreal” lo que persiste es una voluntad de
“ tocar la verdad mediante una ficción” , tal como
ocurre en el cuadro de Bruegel. Cuadro y libro
recorren un itinerario de analogías, se miran y se
reflejan. “ Además en la Torre de B abel (como en
Morirás le jo s ) no Tíay- personajes : hay siluetas” (p.
121), siluetas como eme y Alguien, formas huma-
nas sin Identidad precisa, y también “ esa mudie-
dum bre sin edad ni ro stro '1 (p. 121 ) que desdé él
cuadro evoca los “ seis millones de fantasmas sin
r o s tr o ” (p. 153) que perecieron en los campos de
exterminio. Las correspondencias son múltiples y
sistemáticas; una obra reproduce a, y se reproduce
en, la otra. Ello hace posible reunirías para exten
der a ambas la misma, repetida interrogación sobre
la legitimidad de su existencia, interrogación que a
su vez reúne la idea de persecución con la de in
quisición policial y que es uno de los temas —cen
trales— de la obra: “ ¿desde los ojos de quién mira
el pintor (—escritor) el paisaje del cuadro (—rela-
114 ^
vNS q Ic 'OI Coi
115
to que. reproduce al libro que lo aloja, la “ obrita”
¿s como un rizo en el movimiento del discurso. El
segundo libro contenido por el libro es la obra de
un “ escritor aficionado” que se obstina alimentan-
do “ ía voluntad de escribir sin miedo ni esperanza
un relato que por el viejo sistema paralelístico en-
frence dos acciones concomitantes —una olvidada,
la otra a punto de olvidarse— venciendo el inútil
pudor de escribir sobre lo ya escrito. . .” (p. 66 ).
Esce relato penosam ente deseado y penosamente
proyectado, y que confrontará la destrucción del
templo de Jerusalem —basándose en los inevitables
testimonios de Flavio J o s e f o — con la destrucción
del gueto de Varsovia y la expansión del nazismo,
es el relat o q u e yci estam os leyendo en la parte
“ testimonial” de la obra: proyecto y realización,
d e s e o d e la escritura y presencia de la escritura,
cxto y parodia. La “ o b rita ” y eT “ relato” reactua-
iizan "en otro nivel la escritura “ literaria” y la entre
l a z a n con la escritura “ testimonial” para componer
jm.) réplica de la estructura general del texto. Pero
el tema de estas obras —que la obra recoge— no
sólo es objeto de una escritura sino también de una
- r e p e t id a , obsesiva— lectura: la lectura de eme.
Pues eme, en efecto, “ de sus pocos libros volvía
siempre a los mismos pasajes: la destrucción de Je-
i'usalém, el Santo Oficio, los campos de exterminio,
lis represiones nazis en la Europa ocupada” (p. 138):
pasajes que son los nudos del relato “ testimonial” .
^ - T ^ 0*-o O
5 5 N oé Jitrik, A p u n t e s d e c l a s e , o p . á t . ,
esp ejo
118
■O o e 'f p o vAc -ÍS n' r>
119
La m e tá fo ra del cuerpo cubre la masa total de la
escritura y p o r lo tanto unifica sus dos modalidades
pro b an d o que la división “ testim onio” “ literatura”
es en última instancia inexistente aunque a cierto
nivel de la lectura la inteligibilidad de la obra exige
que trabajemos con ella. Teniendo en cuenta que se
trata de una división propuesta pero también nega
da, diremos que lo “ testimonial” y lo “ literario”
son, en esta obra, unidad a la vez que polos de una
't e n s ió n ; son, dicho de otra manera, los protagonis-
tas del dram a de “ esta escritura llena de recovecos
y digresiones” que se juzga a sí misma como “ inep-
ca desde un p u n to de vista testimonial y literaria
mente inválida” (p. 205). ¿Pero po r qué este jui
cio? Una vez enunciado, debemos observar que en
este juicio aparece descartado aquello que justa
mente Ta~escritura quiere ser. Dadas sin embargo las
características y recurrencias del texto, dicho juicio
debe ser leído por lo menos en tres sentidos: como
una nueva digresión literaria (el juicio, equivoco,
com ienza en el cuerj página y continúa al
pie), c o m o una anticipación que busca predisponer
el juicio del lector, y finalmente com o la clave in
120 ^
el cuerpo de la página y continúa en su pie es por
que se quiere mostrar como un radio, como una
línea que partiendo del centro se dirige a la cir
cunferencia o a la marginalidad; pero, como suce
de con el contenido del juicio, su movimiento grá
fico en la página se reviste de la apariencia contraria
a su realidad: en lo profundo, se trata de un juicio
que gravita constantemente hacia el centro y con
firma la forma total de la obra, forma donde no
hay periferia sino el desplazamiento de un centro
constante y ubicuo, esfera “ cuyo centro está en
„ todas partes y cuya circunferencia en ninguna” . Al
mismo tiempo, este señalamiento de los términos
del drama de la escritura se incorpora a su desarro
llo para indicar que, como en el drama de acoso,
los términos del esquema son reversibles: lo “ testi
monial” puede ser lo “ literario” y viceversa.
Esta obra, entonces, quiere moverse entre los
términos del “ testimonio” y la “ literatura” y est*á
organizada según esa voluntad que afirma y niega.
Ello explica las tensiones del discurso, las escisiones
del texto, sus entrecruzamientos y su dialéctica de
oposiciones incorporadas a un proceso que nunca
alcanza su término. Siendo así, puede afirmarse
que no hay frase donde estos polos no instalen su
dialéctica. Esta dialéctica necesita negar la conven
ción que divide a la escritura pero la negación, para
instalarse como tal, necesita que dicha convención
persista. Según dicha convención, la parte propia
121
mente “ literaria” de la obra está constituida por las
piezas textuales que responden al título de SALO
NICA —incluido el D ESE N LA C E y el APENDI
C E — y la parte “ testimonial” por las" piezas que
responden a los títulos de DIASPORA, GROSSAK-
TION, T O T E N B U CH y GOTTERDAMM ERUNG
y que describen la repetida persecución de que es
víctima el pueblo ju d ío , la expansión, el apogeo y
finalmente el ocaso del p o d erío nazi. Seguiremos,
pues, esta convención para observar las dificultades
de dicho seguimiento y para observar las articula
ciones de las partes y las piezas, articulaciones a
veces inm ediatamente visibles y a veces necesitadas
de un análisis que las muestre. De ese m odo se verá,
también, que por obra de la misma convención que
las divide ambas partes tienen un tratam iento y una
función por m o m en to s diferenciada, y complejida
des específicas.
B: La Ficción
4) Personajes
56 *
N o c Jitrik, E l no e x i s te n te caballero', M cgápolis, B u en os A i
res, 1 9 7 5 .
123
ersonajes a través de los cuales se muestra y pro-
lematiza el mecanismo constructivo del personaje.
Por otra parte, la designación que hemos decidido
utilizar acaso nos ponga a salvo de ciertos excesos
técnico-teoricistas que, si por un lado nos privan de
la inmediatez de una lectura viva, por otro no nos
ofrecen herramientas de análisis que hagan del dis-
tanciamiento que provocan una situación teórica
mente provechosa que nos privan, en suma, tanto
del dichoso rigor de una lectura viva, com o del ata
reado rigor de un análisis fundado. En este caso
querríamos preservarnos del afán que lleva a las
autoras de La narrativa de José E m ilio Pacheco a
prodigar la designación de “ aerante” en el análisis
de esta obra ya que tal prodigalidad oscurece su
rigor y priva a la designación de su eficacia teórica.
En dicho análisis, en efecto, se llama actante a todo
lo que en el texto puede ser sujeto de una oración
gramatical o en todo caso de una proposición
narrativa. No sólo, entonces, se habla de los “ actan-
tes” eme y Alguien sino también, por ejemplo, de
“ los actantes j u d í o s ” , “ los actantes alemanes” , “ el
aerante Hitler” . Así, este uso masivo y abusivo con
funde el dominio general de la estructura gramati
cal de la proposición mostrando muchas veces al ac-
cante de la proposición como actante del relato. Pero
también, y sobre todo, confunde los niveles semán
tico y sintáctico olvidando que es especíticamente
en este último donde se sitúa el actante.
124
A este respecto es necesario recordar que la pa
labra “ a c ta n te ” supone una abstracción y designa
una categoría semiótica. U n actante es un término
en la ec o n o m ía de un proceso comunicativo o, lo
que se aplica mejor a nuestro caso, en la gramática
de un relato. Digamos que la noción de actante se
asocia sobre todo a los trabajos de Greimas y, a
través de ellos y r e m o n ta n d o el itinerario teórico,
a los trabajos de Propp por un lado y de Tesniere
por otro. Pues bien, como lo ha demostrado Luisa
Puig con aplicación ,57 la elaboración de la catego
ría de actante significó la construcción de modelos
explicativos aptos para dar cuenta de la sintaxis del
relato. Ya que la construcción de estos modelos
supone restringir la explicación a la estructura sin
táctica, Luisa Puig observa que los métodos que po
demos designar en general como estructuralistas
“ trataron sobre todo de encontrar la lengua o el có
digo universal de los relatos, dejando a veces de
lado el aspecto de contenido y dedicándose a des
cribir estructuras, esquemas lógicos, modelos o sin
taxis. . .” 58 La categoría de actante es, pues, una
categoría sintáctica y se ubica en el nivel estructu
ral; "pertenece a-ia proposición (estructura de fün-
57
Luisa Puig, L a e s tr u c tu r a d e l re la to y los c o n c e p to s d e a c ta n
te y f u n c i ó n , C u ad ernos del S em inario d e Poética 2, U N A M , M éxi
co, 1978.
58 Id., p. 1 0 7 .
1 n r
ciones) y no a la oración (hecho del discurso). Así.
tratando de redondear el concepto de actante,
Greimas y Courtés insisten en su dictionaire. “La
a cta n te désignera un typ e d ’unité synta xiq u e, de
caractére p ro p re m e n t fo r m e l, a n térieu rm en ta to u t
investissem ent sém antique et¡ou idéologique”. 59
Si convenimos en ello convendremos, po r lo tanto,
en que los ju d í o s o Hitler, entes reales o ficciona-
les, com o J u a n o Pedro, jamás pueden ser actantes
y la expresión “los actantes j u d í o s ” o “ el actante
P e d ro ” (usada para señalar no una función gramati
cal sino una figura individualizada) simplemente ca
rece de sentido; en todo caso, los ju díos, como Hi
tler o Pedro, pueden ser personajes que cubren una
función actancial o más de una.
Los actantes son términos de un esquema actan
cial, es decir de un modelo de funciones. En la obra
que nos ocüpa, la estructura actancial de base pue-
de reducirse a este enunciado m ínim o construido
como una frase que articula términos —o lugares-
vacíos: X acosa a Z. C om o lo habría observado
TesniéreT’erTear? frase el verbo es la función prin
cipal, el predicado que instituye y gobierna el dra
ma de los actantes que de él dependen. De ese mo
do, los actantes vienen a ser el sujeto y el objeto
del acoso. Puede deducirse que en la parte de la
126
obra que llamamos “testimonial” el lugar de la Z
está ocupado, constantemente, por el pueblo judío
(luego simbolizado en la figura de Alguien), y el lu
gar de la X está ocupado primero por Tito Flavio y
sus legiones (por sinécdoque generalizante, el impe
rio romano) y luego por los nazis (individual o co
lectivamente) resumidos por sinécdoque particula-
zante en la figura de eme. Sin embargo, en la parte
que llamamos “literaria” las figuras tienden a inver
tir sus funciones: Alguien es predominantemente el
acosador (sujeto) y eme el acosado (objeto directo),
aunque el juego es más complejo porque también
ambos pueden ocupar simultáneamente los dos ex
tremos del esquema actancial. Parece claro que este
esquema pertenece propiamente al plano semiótico
y precede lógicamente a la constitución del discur
so como entidad o como acontecimiento concreto.
En todo caso, y siguiendo a Greimas, eme y Al
guien serían no actantes sino más bien actores, ya
que “Vadear una unité lexicale, de type nominal,
qui, inscrite dans le discours, est susceptible de re
ce vo ir, au m om en t de sa manifestation, des inves-
tissements de j y n t a x e narrative de surface et de
sémantique discursive ”. 60 El actor es, pues, una fi-
60 » »
V er la d e fin ic ió n d e " A c te u r” en G reim as y C ourtes, Op. c i t .
Es n ecesario reco n o cer q u e G reim as y C ourtés hablan asim ism o del
paulatin o reem p lazo d e la n o c ió n d e personaje por la de actante
pero en e ste caso e n tien d e n la n o c ió n d e personaje en térm inos de
fu n ció n y n o d e d iscu rso.
127
g ura del discu rso, y el reem pla zo de la d e n o m i n a
ció n de p e rs o n aje p o r la de acto r, que se h a venido
o p e r a n d o en los últim os tie m po s d e n t r o de las cien
cias del lenguaje tiene, para Greimas y C o u r t é s ; la
ven m a y o r de cisión -te órica y
de c u brir un e sp ec tr o m a y o r en c u a n t o a la c o m
p re n s i ó n del t é r m in o , lo qu e hace posible su utili
z a c ió n “Itors du seul dom aine íittéraire”. Así, en
esa ge n eralidad, " L ’a cteur p e u t étre individuel (Pie-
rre) on c o l l e c t i f fía Joule), figuratif (antropomor-
phc ou zoo m o rp h e) ou n o n figuratif (le destín)”.
Para n o s o t r o s , en realídadCla ventaja más evidente
en la s u s ti t u c i ó n de u na designación p o r o tr a es que
el t é r m in o a c t o r se presta m ejo r a una utilización
técnica y se agrega más fác ilm ente a un paradigma
en el q u e e n c o n t r a m o s térm in os c o m o “ a c t a n t e ” ,
“ a c c u a c i ó n ” , “ a c t o ” , etc. Pero es d u d o s o que una
n o c ió n p u e d a desplazar t o t a l m e n t e a la otra. Po
d r í a m o s decir q u e la n oció n de personaje q u e d a
c o m p r e n d i d a p o r la n oció n, más amplia, de a c t o r y
11Lie el p e rs o n a j e sería, a p r o x i m a d a m e n t e , u na clase
de a c to r , el a c t o r qu e Greimas y C o u rtés llaman
individuel. Sin em b a rg o , con más precisión diremos
q ue el p e rs o n a je es un actor a n tr o p o m ó r f i c o e n t e n
d i e n d o p o r a n t r o p o m ó r f i c o no una característica
apariencia! sino lingüística: un a cto r a n tr o p o m ó r f i-
ccTes un a c t o r q u e cieñe la l o r m a del h a b la nte. Asi^
mi p e rs o n aje es u n a figura a la que el discurso invis
te de la c a p a c i d a d de hablar o ser hablada, esto es
128
de ser sujeto u objeto de inte rp ela ció n med iante
signos p r e d o m i n a n t e m e n t e lingüísticos! Tal capaci
dad es la que lo individualiza (le confiere un n o m
bre y lo d o t a de marcas específicas). De tal m o d o ,
si en una ocurrencia tex tu al d e te r m i n a d a “ la fo ule”
o “ le d e s t i n ” se pres entarán bajo la f o r m a del ha
blante, es decir si allí el discurso los invistiera de
ese a n tr o p o m o r f is m o , tales figuras ingresarían a la
categoría del personaje, serían individualizadas p or
su c o m p e te n c ia lingüística.
A t e n d ie n d o a estas consideraciones seguimos sir
viéndonos de la d e n o m i n a c i ó n personaje sobre to-
" do tratán dose del análisis de una obra c o m o Mori
rás lejos d o n d e la (vieja y actuante) n o c ió n de per
sonaje está e x pre sa m en te te m a tiz a d a y expresa
mente puesta en cuestión. C o m o quiera que sea,
nos interesa men os ana precisión diferencial entre
las nociones de personaje y actor que una distin
ción de niveles que no q u e re m o s perde r de vista.
Pues el personaje, si bien funciona c o m o término
de una articulación gramatical (agente o paciente
de una acción) es una figura del discurso: lo que
quiere decir que d e b em o s buscarlo en ese nivel. Si
el a ctante e r l i n ele m en to del relato c o m o lengua,
ef personaje es una construcció n del relato como
habla.. A u n q u e para su estudio p o d e m o s abstraerlo
y convertirlo m eto do lóg ic am ente en una catego
ría, el personaje - e l térm ino “ pe rso n aje ” — designa
una realización del relato-ocurrencia. Es, para dec-
129
cirio c o n u n a ex presió n t o m a d a de R o l a n d Barthes,
un “ efe cto del d isc urso ” El discurso c o n stitu y e al
pe rsonaje c o m o un n u d o en el sistema de relaciones
y ta m b i é n c o m o u n tema del relato: m u c h a s veces
c o m o el t e m a central. P o r lo tan to es u n a figura
cargada de c o n t e n i d o —esto es, se m a n t iz a d a — y
ello ha h e c h o q u e tradiciQ n alm eat& Juera p e rc ibida
c o m o una s u b s t a n c ia in v e s t ida d e j j l e n i t u d ontoló-
gica. E l personaje, así, es visto c o m o u nser, específi
c a m e n t e c o m o un sujeto q u e tiene los a tr i b u to s de
la persona. Por ejemplo, en A spectos de la novela,
F o r s t e r titula “ Las p e r s o n a s ” al c a p í tu l o dedicado
al est udio de los pe rsonajes,-y por ello a p o r t a esta
explicación: “ C o m o los a ctores de un relato son
c o m ú n m e n t e h u m a n o s , me p areció con v en ien te p o
ner a este a specto el t í t u l o de “ Las p e rs o n a s ” .61
Esta visión especular, esta imaginación realista que
hace del personaje un “ ser h u m a n o ” , una persona,
ha sido c u estio n ad a con u n a inte nsidad q ue desde
principio s de siglo no ha cesado de crecer.
Se suele si tuar el c o m i e n z o de un a activ idad teó
rica q u e tiene e n tr e sus c o n secu en cias u n a crític a a
la visión del pe rsonaje-p ersona en los tra bajo s de
los formalistas rusos. C o m o sa bem os, T o m a c h e v s k y
re d u j o la fu n ció n del personaje a un “ recurso auxi
liar de stin a d o a clasificar y o r d e n a r los m o tiv o s par-
130
d a l l a r e s ” 62 de un relato. Los trab ajo s de Propp
que te n í a n el propósito de observar y describir la
“ m o r f o l o g í a ” del cuento p op u lar ruso lo llevaron a
precisar la n o c ión de fu n ció n y co m o consecuencia
a diseñar u n modelo estructural de personaje. De
ese m o d o , el personaje es descrito c o m o u n térmi
no i n m a n e n t e en la e c o n o m í a del relato, co m o un
episodio de su gramática. Y a u n q u e este excesivo
form alismo, crticado a su vez, ha sido a te n u ad o y
c o m p l e m e n t a d o , su ruta crítica ha abierto una
perspectiva que nos aleja ráp ida m e n te, y de manera
irreversible, de la visión del personaje-persona. A
partir de tales trabajos, las investigaciones situadas
en el c a m p o del estructuralism o han seguido inte
resándose p o r 'e l e statuto del personaje, si bien ese
interés ha sido relativamente tangencial pues dichas
investigaciones se orientaron más bien hacia el có
digo sem ió tico y por lo t a n t o hacia nociones como
las de actan te y función que dan cuenta de un nivel
prediscursivo. Pero todo esto es historia conocida.
A ñ a d i re m o s que las consecuencias de este avance
crític o e xce d en el dom inio de la teoría para m o d i
ficar el e je r c i d o de la lectura y aun el de la p r o d u c
ción literaria: en efecto, no sólo hemos debido vol
ver a leer La odisea, Don Quijote y Madame Dovary
s ituand o a h o ra el personaje com o figura de la tra
m a novelesca a la que, aun para ser imaginados,
131
s u p o n e n sin cesar pues en ella se c o n s t it u y e n , sino
qu e la p r o p ia p r o d u c c i ó n novelesca c o n t e m p o r á n e a
110 p u e d e explicarse sin la conciencia d e u n despla
z a m ie n t o en la relación personaje-discurso, des
p la z a m ie n to q u e ha ido m o s t r a n d o a aquél como
p r e d ic a d o de éste. Por o tra p arte, c on ce bir al per
sonaje c o m o u n predicado —y n o c o m o u n su je to—
i l d discurso su po n e , más allá del d o m in i o de lo
literario, intervenir c r ític a m e n te en u na c u ltu ra —la
n u e s t r a — f u n d a d a sobre la idea del Sujeto.
Paralela a esta línea crític a del personaje-persona
p o d e m o s situar o t r a que tiene su foco en la singular
íigura de M a c e d o n io F e r n á n d e z . Si la escritura de
M a c e d o n io F e r n á n d e z —ese escritor q u e se descri
b ía a sí m is m o co m o “ fam oso y d e s c o n o c i d o ” —
iigue siendo u n a form a del secreto ello se debe en
parte al h e c h o de haber vivido en u n a z o n a cultu-
r u lm e nte desfav orecida c o m o es el llam ad o Tercer
M u n d o , pero t a m b i é n se debe a la v o l u n ta d de un
h o m b r e q u e hizo de sí una z o n a de ausencia. “ C o n
vencido de q u e la vida del escritor carece de im p o r
tancia —dice del B arco—, Macedonio se o c u l t ó . ” 63
Adviértase —y la observación de del Ba rco está
h e ch a en ese s e n t i d o — que para n uestra tradición el
liscritor, t a n t o c o m o el Personaje, es un avatar del
S u je to , es de cir o t r a presencia primordial, o t r o lugar
132
m etafísic o del Sentid o. Po r lo ta n t o ser u n a nega
ción del Escritor, m ilita r desde el silencio contra
esa m it olo gía , es darse u n destino subversivo. Ma-
c edonio fue esa negación del Escritor: “ Y o mismo
no so y sino una so m b ra , u na silueta en páginas” .
C o m o d i r ía Bataille, M acedonio F e r n á n d e z vivió en
“ estado de p é r d i d a ” , y concibió una escritura rigu
r o s a m e n t e irreal: tal vez no seamos —c o m o razonó
J i t r i k — “ t o d a v í a capaces de e n te n d e r un texto
h e c h o de inexistencia, d o n d e lo irreal quiere residir
no sólo en lo que tiene de irreal tod a organización
verbal ( . . . ) sino en cada uno de los m o m e n t o s o
niveles qu e c o m p o n e n un objeto. . ,” 64
M a ce do n io F e r n á n d e z , en cuya evocación es
necesario de tenerse brevem ente p orq ue es una de
las fuen tes que p u e d e n explicar trabajos co m o Mo
rirás lejos, rechazó hasta el escarnio la a ctitu d “ rea
lista” que concibe al arte co m o copia y esa negación
se e x p la y ó en su crítica a la figura del personaje. Su
Museo de ki novela, de la Eterna p o d r í a subtitularse
Escarnio del Personaje-persona si ese s u b t í tu l o no
impidiera e n te n d e r q u e más que una crítica del Per
sonaje ese libro quiere ser una crítica a tod a “ aluci
nación de rea lid a d ” p o r q u e “ la obra de arte-espejo
se dice realista e i n te r c e p ta nuestra mirada a la rea-
64
N. J itrik , El no existente caballero , o p . c i t . , p. 7 0 .
133
lidad i n te r p o n i e n d o u n a c o p ia ” 65 T o d o su p r o y e c t o
fue disip ar esa alucinación y p o r lo ta n t o revisar
ra d i c a l m e n t e los f u n d a m e n t o s del arte. En c u a n t o a
los personajes, M a ce do n io F e r n á n d e z diseñó, para
irrisión del person aje-persona , u n a satírica y m i n u
ciosa galería de posibilidades del personaje cu yo
d e n o m i n a d o r c o m ú n es el rechazo de la verosimili
tu d : to d o m e n o s un personaje que parezca vivir.
“ ¿No es lo g e n uin o del fracaso del arte, la m ayor ,
quizá la única frustración, ab o rta ció n , que un per
sonaje parezca vivir?” 66 Para no ceder, al “ fracaso ”
es necesario e n to n c e s buscar el personaje inverosí
mil, es decir el personaje que más radical.e i n e q u í
v o c a m e n t e rechace la ilusión del parecido: “ A n te
lo difícil que es evitar la alucinación de realidad,
m á c u la del arte, he creado el único personaje hasta
h o y nacido c u y a consistente fan ta sía es g a ra n tía de
firme irrealidad en esta novela indegradable a real:
el personaje que no figura. . .” 67 Este “ No-Existen-
te-Caballero” p u e d e ser una síntesis de lo que Ma
c ed o n io F e r n á n d e z concibió c o m o Novela .
Noé Jit r ik h a resu m id o y clasificado la galería de
personajes y ha tr a ta d o de in te r p r etar la “ estética
135
c o m o p a rte de sus m editac io ne s filosóficas. Jo sé
Emilio P a c h e c o se inserta, de hech o y acaso sin
p r e m e d it a c i ó n , en u n a práctica que p a rtien d o de
o t r o p r o p ó s i t o d e s e m b o c a sin em bargo en una o b ra
que se asocia sin esfu erzo a las m ed itac ion e s mace-
do nian as. Así, sus personajes eme y Alguien son
“ g a ra n t ía de firme irrea lidad” , figuras imposibles
de- c o n c e b ir fuera del discurso
siones de la escritura, suje
por los a t r i b u t o s de inconciliable
q ue el relato predica sin cesar sobre ellos para ha
cerlos sujeto s inestables, insubstanciales, cifras de
una g r am a tic a de la in d e t erm inación. P o d r í a m o s
decir q ue se t r a t a de personajes de naturale za c o n
jetural o, m e jo r a ún, de figuras vacías, abiertas,
í>'\Loe 111o n i e n t á n eam e ñ te~ de finidas y m o m e n t á n e a m e n t e
-V^s r o m•egidas p o t una pre d ic a c ió n c am bia n te. Gráfica-
iras a c e p t a n ser descritas co m o si
luetas ( “ siluetas en pági n as”]^ c o m o el trazo de un
c o n t o r n o c u y o mensaje es la imprecisión. Pero si-
íieta no quiere decir a q u í algo o alguien a quien la
icjania, o la aeDUiaaa a e ia luz, na j orrad o los ras-
i-iJá i d e n t i f i c á r o n o s y ha red ucid o a un esbozo que,
il m is m o t i e m p o qu e niega su n o m b r e , p r o m e t e a
m ira d a q u e en la p r o x im id a d o bajo la intensidad
de la luz h a b r á de revelarse, dirá p or fin quién es,
136 p
a
dejará de ser conjetura. No; estos dibujos c o n j e t u
rales son, en sí mismos y hasta el final, siluetas.
C om o las imágenes del c u adro La torre de Babel, su
esencia es la indecisión, la difuminación, la posibi
lidad de tener al mismo tie mpo, y con la mism a va
lidez, identidades diversas a las que c orro bo ra n con
el mismo gesto que las refuta. Son, si se quiere,
enigma: interrogación que propicia y excede toda
respuesta. Esta característica de los personajes se
rep r o d u c e en el no m bre que, provisionalmente
pero con una provisionalidad definitiva, el relato
les asigna: Alguien, eme. Alguien no es en este rela
to uno pero todavía indeterminado , uno a quien
siempre será posible recuperar de la in d e te r m in a
ción. Alguien es, por el contrario, el incesante c o n
j u n t o de unos que puede q u e dar co m p re n d id o erPel
j a-ego—defijiiii'TUirieilltí cunjülllrát que" él térm ino
"propone. N o sé trata de un A tg u te ñ "mientras"can
t o ” , mientras una inteligencia llega para convertirlo
en un uno preciso. Alguien es “ alguien” en sí y
para siempre, lo que no deja dé cargarse de signifi
cación1 iín el reíalo. Ü e l m i s m o modo, eme es una
leerá I n i c i a l pero no de una palabra única que es
necesario descubrir entre la pluralidad de no m bres
que sugiere. Eme, en efecto, “ entre otras cosas
puede ser: mal, muerte, mauet, meurtrier, macabre,
malediction, menace. . .” , etc. Pero puede ser quie
re decir en este caso que es y no es la letra inicial
de todos estos n om bre s p o rq ue no es la letra inicial
137
de ninguna pala b ra en t a n t o única: su e s t a t u to es
—si se a c e p ta este n e o lo g i s m o — la inicialidad.
Con frecuencia los c rític o s o c o m e n ta d o r e s de
este libro han su p u e s t o q u e existe una manera de
“ a r m a r ” el j u e g o de las identidades, que de todas
las “ o p c i o n e s ” ofrecidas p o r el relato hay una que
es la v erdadera y que, d e sc u b ie r ta y revelada, des
cubre a su vez y revela la coheren cia de la trama, si
bien estos m is m os c o m e n t a d o r e s se apre suran a ad
mitir que p u e d e h a b e r otras identidades aceptables
ta m b ié n c o m o verdaderas en la m ed id a en que per
m it e n diseñar o t r a coheren cia. La idea es, pues, que
la na rración disimula una —ú n i c a — fábula a la que
el lector d ebe perseguir en tr e los e q u ív o c o s o, más
a s t u t a m e n t e , que existen varias maneras de “ a rm a r ”
la fábula y q ue el relato es a p r o x i m a d a m e n t e lo
que C o r tá z a r quiere hacer de Rayuelo.: u na invita
ción para que “ cada q u i e n ” , cada lector, c o m o en
la canc ió n infantil, “ a tie n d a a su j u e g o ” . Con res
p e c t o a los “ desenlaces” , p o r ejemplo, las autoras
de La y-xarrativa de José Em ilio Pacheco escogen
u n o de ellos y explican: “ Elegí (sic) el desenlace
seis, adem ás de las razones m encio nadas, porque
está situado al final de la novela; es el qu e realmen
te la cie rra ” . Y un a líneas más adelan te conceden:
“ Sin e m barg o es necesario aclarar qu e cualquier
o t r o desenlace hubiera sido c o h eren te . D a d o el ca
rácter a bie rto de Morirás lejos, al lector se le pro
p o n e n varias formas posibles de finalizar la nove-
138 cH
la.” 70 T am b ié n A rm an d o Armengo l, en un breve
tr aba jo ,71 se refiere a esta b ú sq u e d a que él consi
dera sin solución. Cita a algunos críticos que se han
e m p e ñ a d o en atañes idénticos para reconoce r que
la dificultad de “ a rm a r ” la fábula es finalmente de
tal m ag n itu d que “ Sólo se puede expresar opinio
nes al r e s p e c t o . ”
¿Pero qué afán es éste? ¿Qué búsqueda o qué
e x tr a vío ? Porque su poner que de todas las identi
dades asignadas a Alguien y a eme una es la verda
dera, la que permite armar la fábula, o, lo que es lo
mismo, pensar que se debe elegir una identidad y
un desenlace cualesquiera e in te ntar con ellos el
“ a r m a d o ” , es no sólo reducir el tem a y el trabajo
del relato a una ingeniosa trivialidad, a la atareada
persecución de una pobreza, sino hacer de la obra
el tipo de lectura “ realista” que la propia obra
recusa. Este tipo de lec tura cree en este caso hacer
pie en unas palabras que la narración deposita en el
decurso del relato sin advertir que la ingenuidad o
la ru tin a la han descaminado . Pues si en un m o m e n
to se lee: “ el narrador ofrece ahora un sistema de
posibilidades afínes con ob jeto de que tú escojas la
que creas ve rd a d er a ” (p. 72 ), parece claro que tan-
139
co “ el n a r r a d o r ” c o m o el “ t ú ” son figuras del dis
curso, personajes, y se explican p or sus fun cion es y
posociones respectivas. Pensar que ese “ fu” es
e x te rio r al relato, q ue es lecto r individual e históri
co, y p or lo t a n t o pensar q ue es a él a q uien le está
e n c o m e n d a d a , literalmente y acaso por el a u t o r en
persona, la elección de una identid ad , es lo m ismo
qu e pe nsar que eme, p or ejemplo, es tam b ién e x t e
rior al relato, alguien a quien, efectiva y lite ra lm e n
te, los lectores de Morirás lejos “ c o n o c i m o s ” en
una fecha a n te r io r a “ un m e d i o d í a de 1946 o 1 9 4 7 ” ,
m e d i o d í a en que se bajó de un taxi, tal c o m o nos lo
recuerda el n a rra d or en la página 12. Desde luego,
cada lector puede hacer una, o varias, lecturas del
libro pero ello ocurre con cualquier libro de litera
tura. Ka fk a leyó que Don Q u ijo te era un d e m o n i o
de la f an tasía de Sanc ho Panza, “ h o m b r e lib re ” y
c o m p o s i t o r de novelas de cab a ll ería .72 Para Michei
F o ucau lt, D o n Quijote es un peregrino que vaga a
la b ú s q u e d a de la Semejanza y se e n c u e n t r a sin
cesar con la Diferencia qu e separa a los signos de
las cosas, y q ue es tam bién la diferencia qu e separa
a dos edades del m u n d o . 73 A m b o s no hicieron sino
.Icsarrollar la riqueza potencial de tod a o b ra de
u t e . Por su parte, Cervantes no necesitó aclarar,
140 \g ?
P
v anam ente, q u e su novela a c e p ta b a y p e d ía múlti
ples lecturas. Si lo hu biera h e cho , si hub iera escrito
Don Quijote para jugar a ese juego, seguramente ya
nadie lo recordaría.
5) La actividad imaginante
141
G o n j& 'h ^
142
m irar hacia afuera, hacia u n parque d o n d e , co m o
t o d o s los días, o t r o h o m b re está se n tad o l e y e n d o la
se cción de avisos de un periódico. Tal escena, ini
cial, reaparecerá siempre idéntica a lo largo de la
narració n , y a pesar de este ostensible e st a t is m o h a
brá u n pro ceso que gradualmente, avanza hacia su
inevitable desenlace. Sobre este eje dialéctico esta
t is m o / p r o c e s o se p o ne en m a r c h a él j u e g o d e ' l a
na rración, la a tr ib u c ió n de diferentes id en tidad es
posibles para Alguien y para eme, la inclusión dé
los personajes, y de to da la,escena, en la categ oría
’de lo real o de lo imaginario, el repliegue deFdT?-
curso sobre su p r o p io m o v im ien to para m o s t r a r tos
m ecanism os q u e lo c o n s t it u y e n v relatar su avance.
Es evidente que la literatura, a q u í, quiere en p rim e
ra instancia no ser sino lite ratura, gasto de lo ima
ginario, fu n d a c ió n de un te x to , y de a cuerd o a.ello
es necesario a c e p ta r c o m o válidas a un tie m p o las
alternativas e xclu yentes, la existencia y la inexis
tencia de los h e cho s y de los personajes. La na rra
ción nos im p o n e el ejercicio ana-lógico de a c e p t a r,
por ejemplo, q u e Alguien es a la vez un ob rero sin
trabajo, un d e lin c u e n te sexual, un padre que ha
p e rd id o a su hijo, un nostálgico, un personaje que
imagina a estos ot ro s, alguien que es él mismo pura
imaginación, es decir, nadie. A cep tadas c o m o tales,
este j u e g o de variables e n Ta~predicación de uña
id e n tidad nos Ueva a p r e g u n t a rnos ya no p o r el
—i n e x i s t e n t e — misterio de la id en tid ad TeTpersona^
143
je sino p o r la variabilidad misma, p o r la causa o ley
que la pres ide y la perspectiva d e s J é l F q u j j e~po?ie
en marcíia. Ello s u p o n e pTantearnos~eT p r o b le m a de
otra i d e n t i d a d e indagar la posibilidad de reducir la
ana-lógica a u na lógica. Se tr a t a r í a de averiguar, en
suma, si d e tr á s de la proliferación inconciliable~He
p r e d i c a c io n e s h a y - una fu e n te ú n ica y si esa fuente
es un a lógica q u e explica la variabilidad, un p u n to
7le vísta q u e r e ú n e la dispersión y recogre su des
pliegue/ ¿Des de q u é lugar se imagina a estas identf-
tlades y q u é lógica gu ía a esa imaginación? F o r m u
lada esta p r e g u n t a , e x a m in a d a la aparición de las
variables, p u e d e n establecerse dos líneas de asocia-
ciones lógicas, dos fuen tes de actividad imaginante ^
1.1ue son el c o r r e l a t o de o t r o s t a n tos p u n t o s de vista: '
afyEl h e c h o de que Alguien pueda t e n e r i d e n t i-
chicles diversas y s i m u lt á n e a m e n t e no ser nadie, sólo
el Fantasma de una alucinación, coincide c on el
U U! íto de vista de eme y e x p o n e una c o h e r e n c i a e n
~Tüs o p e r a c i o n e s de su fantasía. Eme ve a un h o m b r e
T en tado en l a b a n c a de un parq ue que está fr ente a
,u casa, s ie m p re a la m is m a hora, y su imaginación
¡Moyecta las líneas de so m bra, las formas del deseo
y del t e m o r : “ In si stamos: la adivinanza no es un
juego: se t r a t a de un enigma iniciado un m e d i o d í a
i!> 1946 o 1 9 4 7 , c u a n d o al bajar del taxi eme sintió
en el p a r q u e el olor a vinagre. Pero acaso eme
i n te n ta resolver o t r o p ro b lem a: el h o m b r e se n tad o
en la b a n c a del p a rq u e ¿es un perseguidor? Si no lo
144
fuera eme q u e d a r í a a b su e lto .” (p. 12) G a n a d o por
el s e n tim ien to del acoso, eme se defiende a tr i b u
ye ndo a Alguein identidades inofensivas, incluso
a tr ib u y én d o le inexistencia y, en el e x tr e m o , se de
fiende im aginando su propia inexistencia lo que no
sería sino el correlato de su deseo —co n tra d ic to rio
y c o m p l e m e n t a r i o — de invulnerabilidad y autoex-
terminio pues eme es en todo caso un paranoico,
un h o m b r e devastado por la idea de la persecución
y del suicidio. Si Alguien fuera inexistente sería
desde luego inofensivo y eme, p or lo tan to , estaría
" salvado. Si el inexistente fuera eme e nto nces su
propia inexistencia lo ha ría invulnerable: ¿quién
p o d r í a am en azarlo a él, si no existe? Por lo tanto,
c uan d o el discurso p ro p o n e la siguiente alternativa:
¿Quién es el n a rr a d o r omnividente? uno de dos:
eme o el h o m b r e sentado a unos catorce o quince
metros del po zo con ‘El aviso o p o r t u n o ’ entre las
m a n o s ” (p. 51), a pesar de que la alternativa parez
ca en a m bos casos imposible pues el “ narrador
o m n iv i d e n te ” ha barajado posibilidades que inclu
yen la inexistencia de ambos personajes, incluso la
inexistencia ae tod a la situación y el escenario, es
p e rfe cta m e n te c o h eren te , y necesario, sup o ne r que
esas posibilidades ha yan pasado (estén pasando)
por la imaginación de eme y que eme sea ese “ Al
guien (que) pasa las horas de la espera imaginan
d o . ” (p. 45)
o tra parte, todas, las opciones de identi-
145
d ad a trib u id a s a Alguien insisten en presentarlo
c o m o un m arg in ad o sociaTT obrero sin trabajo,
m ad re q u e p e rd ió a su hijo y qu edó recluido en la
soledad, p r o t a g o n i z a n u n a s ó rdida historia de amor,
nostálgico, d e te ctivo iluso y d e fra u dado , d r a m a t u r
go fr u strad o , e s c r i t o r aficio nado. Esta coincidencia
en las caracterizaciones ya no c o rre sp o n d e a ta
lógica de la imaginación de eme, sino a la perspec
tiva desde la q ue está escrita tod a la o b ra. No~~es
difícil de scu b rir un paralelismo y una c o n tin u id a d
e n tre la imagen de estos lados oscuros y la imagen
del p u e b lo j u d í o que la o bra describe. En efecto,
el p ueblo j u d í o , en t a n t o h a sido h istóric am ente
signado por~Ta~marca de la exclusión y la derrota,
p u e d e ingresar a este rejato trabajado c o m o s í m b o
lo de a q uella pa rte de la h u m a n i d a d signada p o r l a
o presión y n a rra d a p o r la violencia social. Uno y
o t r a son ex p resio n es de una misma causa: si en sus
grandes e x p lo sio ne s esa violencia generó los c a m
pos de e x te r m i n i o y prec ipitó las gigantescas masa
cres, en las sordas tensiones cotidianas genera estos
de sechos, estos protago nistas sin voz, estos h o m
bres excluid os y d e r r o t a d o s hasta la inexistencia. A
este respecto, es necesario n o t a r que el relato no
in te n t a u na valoración moral de los h o m b r e s aludi
dos en las distintas identidades de Alguien, sino
u na c o n sid era ción sociológica: el d e lincuente se
xual, por ejemplo, o el de tective privado que planea
enriquecerse c on la delación y el cha ntaje, son,
c o m o los otros, seres co nfinados en la soledad,
figuras, periféricas y deam bula ntes, episodios de la
descom p o sic ió n del cuerpo social.
Alguien es esas identidades que en tod o s los ca
sos lo vuelven co mparab le a un j u d í o pero también
es un j u d í o , cualquiera de los innumerables ju d ío s
que han sido víctima de la persecución nazi. Ello es
por m o m e n t o s evidente en el relato. Para c o rr o b o
rarlo bastaría m enc io n a r la circunstancia de que en
el primer D E S E N L A C E la narración presenta al
h o m b r e del periódico c o m o un sobreviviente de los
cam pos de ex te rm in io , cuya vigilante, inmovilidad
es la espera de la c a p tu r a de eme; incluso este DE S
E N L A C E está referido desde la perspectiva de Al
guien, y d ir e c ta m e n te en primera persona:
De repente el olor a vinagre es más fuerte que nunca.
Rompo en dos el “ Aviso o p o rtu n o ” . A mi señal se abren
las puertas. . . (p. 149)
148 4
L-ci ^ O S (ZsC~) o í rV
149
jes i n t e r c a m b i a n . s u s f u n c i ones^ E s t a figura dise ñada
p o r la n a r r a c ió n , y' q u e se designa c o m o e m e , situ a
d a a a m b o s e x t r e m o s d e la m irada, c o m o su sujeto
o c o m o su o b j e t o , es tam bién u n espacio de ausen
cia. Origen y d e stin o , este espacio señala, en reali
dad, la no-existencia de un origen y un destino. La
m irada-eme es el d e s p lazamiento,.^., el reflejo de~Ta
m irada-Alguien; m i ra da s o litaria, única y r e p e t i d a,
ella es Tá~acavidad sin term ino de Alguien que ima -
gina, m ejor d icho , el despliegue de una p ura imagi-
nación.
Si n u e stra descripción es ace p ta b le p o d e m o s
observar, para concluir, que c u a n d o a b a n d o n a m o s
el prim e r nivel en q ue nos sitúa la preg u nta p o r las
id entid ad es de Alguien y de eme para e x p lo ra r o tr o
m eno s visible a u n q u e c o n s e c u e n t e , aquél én que
nos sitúa la p r e g u n t a por el sujeto q u e a tr i b u y e y
distrib u ye las iden tidades, e n c o n t r a m o s q u e este
se gundo nivel r e p r o d u c e el prim e ro c o m o si se tra
tara de un j u e g o especular. En e fecto, a q u í volve
m os a e n c o n t r a r a eme y a Alguien a lt e r n a t iv a m en-
te c o m o sujetos de una misma actividad im a g i n a n t e.
Lo que p e rm a nec e es esta actividad y lo q u e c a m
bia son las figuras situadas en el e x tr e m o - s u je to y
en el e x t r e m o - o b j e t o de su m o v im ie n to . Así, la fic
ción se ría el pro ceso de esa actividad im aginan te a
cuyos e x tr e m o s e n c o n t r a m o s lugares vacíos, figuras
p e rm u t a b l e s q ue se reflejan en tr e sí. Lo que pasa,
e nton c es , el suceso fabuloso, es en ú ltim a instancia
esa actividad solitaria que intercam bia y repite sus
figuras. Asimismo, esta actividad de u n sujeto in
substancial, iñ-'existente pero especularm ente repe
l i d o en el. lugar del objeto, es tam b ién —en otro
nivel— el fabular del discurso. La narración no es la
narración de un a fábula sino ellá mism a un a t a b u la
ción, una actividad discursiva que va e nh eb ran do y
al mismo t ie m p o desplazando ffábulas á í .."....posibles
............ para
cen trar a ate nció n sobre su propio proceso cons-
t r u c to r - d e s c o n stru c to r de fábulas. Si lo que pasa
en un relato es la peripecia, p o d e m os decir que
a q u í la peripecia no es la acción c o n te n id a en la fá
bula sino la fabulación. Se trata^de u na peripecia
sin sujeto y por lo t a n t o negadora del personaje
“c o m o sujeto de la peripecia.
La ficción, el Tabular, la peripecia sin sujeto,
alude n sin cesar a la acción q ue no se realiza, o se
realiza sólo c o m o posible. Por lo t a n t o aluden a
una subjuntivación de la realidad. Si el m o d o verbal
p r é d o m m á n t e en ‘Ta~parte “ tes tim onial” es ,eí in3T
cativo, el p r e d o m in a n te en la ficción es el subj unti-
vo. Este mod.o<subjuntivo, subjuntivante, hace de la
acción un posible y del sujeto de ía acción una pre
sencia irrealizada, una persona retenida en la imper
sonalidad. Dicho sujeto p o d r í a alojarse en el pro
n o m b r e se, ser eso que el p r o n o m b r e designa. El
p r o n o m b r e se designa —design aría— a ese sujeto
q ue no existe o qu e existe c o m o Otro en el sentid o
lacaniano. E n este sentido, pues,, el O tro (lugar del
in consciente) es al m is m o tie m po el lugar del len
guaje, el lugar de eso que habla) el lugar, t a m b i é n '
d o n d e se d e s pliega eí de se o,.V ista desde esta pers
pectiva, la ficción en Morirás lejos es el d isc u rso del
O t r o f % f r o q u e es altern a tiv a m e n te eme y Alguien
pero asimism o el deseo del discurso, eso q ue q u e d a
la t ente f diferido v recu bierto p o r el p r o n o m b r e se.
A través de ese se había n y :no hablan e m e y Al
g u i e n , a la vez q u e había y no ha bla lo r e p r im id o , el
O tro. el in con scien te q ue tiene la f o r m a del lengua-
J e-
P o d emos e n te n d e r , así, que la na rración no narra
sino se narra. El tabular se r e pro d uc e c o m o di sc ur
r o del d eseo (y tam bién deseo cTeT discurso), co m o
develam iento o postergación de una inminencia,
inminencia que a q u í serla la Fábula y la m u e r t e . El
discurso evoca a Sherezada, pers!5h^e*"cuya'activi-
dad Tabulante significa la postergación de u n a sen
tencia. E n e fe cto , Sherezada es el deseo de no des
e m b o c a r en u n a fábula (pues esta fábula-término
sería su m u e r t e ) sino de fabular, de ha c e r q u e la
n a rración se narre in definid am ente. Ese narrarse es
ta m b i é n la b ú s q u e d a de e m e , quien “ sabe q ue desde
antes de S h e r e z a d a las ficciones son un m e d io de
p¿jscergar la s e n te n c ia de m u e r t e ” (p. 49). Pero es
t a m b ién la b ú s q u e d a , e l'd e s e o de Alguien, quien
“ Quizá tan só lo (espera) a que a n o ch e zc a y p u e d a
i egresar a casa para seguir imaginando historias
t.uuio é stas .” (p. 135) Sherezada-eme-Alguien pue-
!
153
Para n o t e n e r fin, es necesario narrar-se. La narra
ción es la prec a r ie d a d q u e resiste, que insiste en el
deseo de p e r d u r a r. T o d a la ficción señala y alegori-
7a pcfp rlpcpp qup%>y ol ¿p. la v i c t i m a. La víc-
tim a es la q ue ne ce sita d e la narración para d e t ener
Tá m u e r t e La n a rr a c i ó n es la decisión y la esperanza
de vivir, el se c r e to al qu e se aferra el c o n d e n a d o .
E sta n a rr a c i ó n , este fabular que quiere n o tener
fin (el fin sería, ya, lo in-narrable, la su p resión de la
n a rración y el n a rr a d o r ] y q u e se c o n s t r u y e co mo
escritura “ lit e ra ria ” es e m p e r o a sed ia d o ’y fragm en
tado p o r la esc ritura “ te s ti m o n ia l ” . Si la ficción es
X el deseo de la vida el te s tim o n io es la presencia de
la m u e r t e , la presencia, pues, de ese tin in-narrable. .
N u e v a m e n t e el “ t e s t i m o n i o ” se o p o n e a la “ litera
t u r a ” y la c o m p l e m e n t a ; el fabular es i n t e r r u m p i d o
una vez y otra p o r el testi m o nio histórico de la
m ata n z a , t e s ti m o n io a través del cual la m uerte,
c o n s t a n t e m e n t e a pla za d a por la na rra ció n es, t a m
bién, c o n s t a n t e m e n t e c o n su m a d a . A ese c o m p l e
m e n t o “ t e s t i m o n i a l ” nos referiremos en lo que
sigue.
C: Lajriistoria
6) La u n i d a d te s tim o n io - lite r a tu r a
155
a c o n t e c e r de las réplicas, este dibujo q u e repite
o t r o dibujo so b r e la m is m a línea, n o n o s p o n e
so la m e n te a n te o t r o j u e g o de espejos: si el “ gran
c ri m e n ” no será —no p o d rá se r— o b j e t o de una
relación d i r e c ta sino qu e qu edará refe rido p o r un
—p o sib le — personaje de un relato c u y o t e m a es ese
“ gran c r i m e n ” , más allá del vértigo-“ literario ” que
esta técnica propicia lo q ue en definitiva q u e d a
significado es, quizá, esta pregu nta: ¿hasta d ó n d e
la literatura p u e d e “ t o c a r ” la realidad?; ¿de qué
m o d o ? ; ¿cuál es su d o m in i o , es decir, su lím ite ?
£sca p r e g u n t a —estas p r e g u n t a s —subyace y desgarra
la escritura de Morirás lejos al p u n t o de q ue se
puede c on sidera r que es un tem a central de la obra.
Por ello m is m o se explica esta tensión, estos des
garram ie nto s, esta técnica de trazar sobre el trazo
para que la escritu ra qu e d e e stam pada y b o rrad a
p or la escritura. T o d o el tex to presente se ría así
i e lato en el rela to ~y al nrirr^¿~TémpoTni'posibilidacl
TTcT r e l a t o , un discurso real izado ~(realiza nclose) por*
u n p e r s o n a je q u e él m i s m o ha g e n e r a d o , urnTlTlíTr-
m a ció n p a ra lizada p or u n a negación.
Pero el t r a b a jo de las articulaciones e n tre lo “ li-
u:i a rio ” y lo “ t e s ti m o n ia l ” c o n s t a n t e m e n t e reapa-
iclc , Si en S A L O N I C A están conte nid as las posi-
1)1 0 s i d en tid ad e s de Alguien —con sólo “ vaguísimas
156
se convierte en u na prolongac ión y u n a réplica de
SALONICA. E str u c tu r a lm e n te , T O T E N B U C H fun
ciona corno u n a bisagra entre ambas, partes de la
oEra: es la pieza gracias a la cual los planos que
c o m p o n e n la u n idad pu e d e n op onerse y c o n ti n u a r-
se. El t e x t o es, p o r m o m e n t o s , meridia namente
"claro en la m ost ración de este juego r elacionad
a) C o n tin u id a d . Un segmento de T OT ENB UCH
term in a con estas palabras:
(. . .) de la mano derecha dedos y uñas que trazan inci
siones en el yeso de la pared (p. 82)
157
| « M >1
el t i e m p o , N o s o t r o s e s t u v l i n m j l lí U%inl ir; e n t e r ó de
lejos.
158 jlU'
n e ce r.” (p. 157) En ese breve —su b j u n t iv a d o —
transcurso o en esta inmovilidad t e m p o r a l se cie
rran veinte años que tienen el valor y la dimensión
del instante: veinte años de recurrencia de lo idén
tico: veinte años, pues, que son un ú nico tiempo
d e te n id o o que son acaso un a cifra de lo alucinato-
rio: “ No hay nadie tras la ventana, eme, efectiva
m en te, murió hace más de veinte a ñ o s .” (p. 35)
Frente :i esta clausura temporal de los hechos de
la Ficción, los hechos de la Historia se despliegan
lineal o indicativamente a todo lo largo de la histó-
ria cíee 1)ccidente señalando decisivas etapas crono-
lógicas: la destrucción del tem plo de J e ru sa lén por
las legiones de Tito Flavio, la e x p ulsión d é l o s j u
díos de España por los Reyes Católicos, ‘‘Tas masa
cres, del nazismo. El n o m b r e de Salónica, la ciudad _
griega tan ligada al destino del pueblo j u d í o , ' e s a
este res pec to significativa: enlaza la Ficción con la
Historia y opera c o m o testim onio de un transcur
so que es asimismo una permanencia. Pues si las
etapas c r onológicas son hitos de un avance, tam
bién sim bolizan el r e t o r n o , las reiteraciones, los
p untos ciegos^que permiten arm ar una visión circu-
Tar y p e n sar un relato a partir del “ sistema parale-
1ístico ’: “p o r q u e el odio.es igual, el desprecio es el
mismo, el sueño de conquista planetaria sigue inva
riable;” (p. 68). Esta oposición tem poral y este
enlace dialéctico de la Ficción y la H isto ria permi-
féñ y propician, más allá de ambas, y sintetizándo-
159
las, la in tu i c ió n de u n archirrelato. un relato pri-
m u r d i a l y a c t u a n t e en el que el poder de losjunbi»
i.iosos está siempre retornando para repetir iu i
p e r s e c u c i o n e s y sus crímenes pero en el que tam liíni
a csu~TaiTdico r e t o r n o está siempre oponiérulu.srle
la presencia v el p o d e r inextinguible fle los o p r i m i
d os, p o d e r qu e llega hasta el presente y quecTa
sim bolizado en la figura de Alguien, el que sobrevi
ve al acoso p a ra acosar a su vez y e n fr e n t a r a su
verdugo. Desde tem p o ralidades opuestas, la Ficción
y la Historia c o n d u c e n al relato de este e n f r e n t a
m ie n to p e rp e tu o .
Bu c u a n t o al(*eFpacTo^es posible observar, en las
ilus partes de la oEraTuna c o n tin u id a d en su di sp o-
;.icion y una inversión de sus sentidos. La o b r a ,
i orno vimos, escenifica un re p e tid o e n f r e n t a m ie n t o
>jue pu ed e sintetizarse en las fórmulas perseguidor/
¡auseguido, o a ta c a n te / a t a c a d o , o p od ero so/débil,
i'ero para hablar un lenguaje que implique lo espa-
v ial las tres fórm ulas p o d r í a n ser reducidas a una
■,olu: sitia dor/si tiado. En efecto, en todos los casos
J perseg uidor ataca, despliega su p o d e r desde espa-
~ ios e x te r n o s y el perseguido resiste —o s u c u m b e —
en e sp a c i o s T n te r n o s : ’ el. interior del tem plo , el gue-
i ¿ , el c a m p o y los h o rno s de exte rm inio, la casa.
1 ii cada caso se reitera la imagen del cerco y el en-
oi ierro. Pero si los espacios se dist rib uyen de ese
i.iwdo, su s e n t id o es inverso porque el p o d e r tiene
¡urinas d i fere n te s y organiza relaciones espaciales
160 ■ Y p
antitéticas: estar sitiado en un espacio interior
niíica resistir en la exterioridad, h aber sido arrojado
excluido, tK '.pojado Fie un centro, quedar a la in
temperie d§l poder. F.stui fuiin, litlundo, pn poj el
control io mttntenei'it" f u ñ i r rn l,i /n/f? i v i i i l n l u n
poder^ e¿ ino ve isc desde un centro, identiíii ;ir,so
con el signo del d o m in i o . Hasta este puntoT puesT"
la distribución y el significado del espacio se repite
en la Ficción y en la Historia. Sin embargo la fuen- '
te y el se ntid o del p o d e r m a n t i e n e n una relación
que o p o n e a las dos partes: mientras en la Historia
el p o d e r es p o d e río militar, fuerza política dorm-
na nte y opresiva e n f r e n t a d a a una resistencia iner
me qu e ha de buscar sus armas en la desesperación,
^n la Ficción el pode r sitiador nace de fuentes éti-
cas y se instala en la conciencia del sitiado como
m em oria de crím en es y se n tim ie n to de la reve i sib i-
l id a d , y por lo tant¡o el sitiado ha de buscar su
defensa en la propia interioridad recurriendo al
olvido, a la confusión men tal, a la idea del suicidio
o a la fantasía de que el sitiador es una presencia
p u r a m e n te imaginaria. Se ve la diferencia y se ve
tam b ién el trabajo de la ficción que ha trasladado
el d r a m a histórico al espacio de la subjetividad d o n
de se reproduce co mo en un a cám ara oscura.
162
}q i s ’h o n r a s
±
7 La r esistencia en el tem plo. El asedio de las
legiones de Tito Flavio Vespasian o, que concluye
con la d e strucció n del te m p lo de Jerusa lém , es el
tem a de la sección que lleva por t í t u l o DIASPORA.
En el inicio, esta sección se presenta co m o una cró
nica re d a cta d a en primera persona p or el historiador
hebraico Flavio'Josefo:
163
■mvm
A p a r e n t e m e n t e , este com ienzo señala la direc
ción y el s e n t id o de la crónica que vendrá a c o n t i
nu ación. Sin e m b a r g o ya en el parágrafo II la r e
d a cc ió n pasa a ser ejecutada en tercera persona.
Este c a m b io de la pe rson a es, o al m enos p r o m ete
ser, significativo. ¿Es que se trata de un recurso
e stilístico del p r o p i o cronista para darle una apa
riencia de m a y o r objetividad a su testim onio ? En
ese parágrafo II leemos que Jo sefo , una vez que
h u b o sido “ n o m b r a d o c o m a n d a n t e militar de G a
lilea” , buscó la reconciliación con los r o m a n o s m e
dian te un “ a c u e rd o de p a z ” , lo que fue im pedido
por la a c t i t u d de los zelotes. Jo s efo d e b ió .d e f e n d e r
una fortaleza q u e los ro m an os t erm in a ro n por q u e
b rantar. E n t o n c e s p e n e t r ó a una cueva con “ c u a
r en ta de sus s e g u id o r e s” . Registrado este hecho,
Icemos a c o n ti n u a c i ó n :
164
■
en este parágrafo está escrito q u e “J o s e f o sobrevi
vió a s t u t a m e n t e ” . Será útil p reguntarnos: ¿qué
quiere decir a q u í “ a s t u t a m e n t e ” ’? ¿Se trata de un
adverbio qu e señala una virtud militar o política,
o unai form t a de la c o bard ía? En to d o casó,7 informa
de una c o n d u c t a que se o p o n e a la del resto de los
j u d í o s “ que preferían la m u e r te a la s e r v id u m b r e ”
(p. 26) y q ue resistió sin esperanza hasta el último
hombre.. El tex to nos entrega esta imagen del pue
blo j u d í o : treinta y nueve h o m b r e s d á n d ose “ m u e r
te unos a o t r o s ” para no rendirse al enem igo; y la
c o n fr o n t a a la imagen de su jefe, J o s e f o , que prefie
re conducirse “ a s t u t a m e n t e ” . Este adverbio, e n to n
ces, no sólo enjuicia negativamente la c o n d u c t a de
Josefo sino que también, p or contraste, califica la
actitud del pueblo j u d í o y señala un se ntid o para la
lectura: j a minuciosa crónica de la tragedia es tam
bién una acusación minuciosa dirigida- ah~prifner
narrador, es decir a T c ronista jpripinal. ÉFse gundo
narrador r e t o m a la crónica del primero para conti
nuarlo y acu sarlo. ; C ó m o exp icarse esta'"conver
sión de la crónica original de Jo s e f o en un texto
don de debe leerse su ignominia? La explicación la
pr op or cion adla'escritura “ literaria” c u a n d o expo ne
el p r oy ec to del “ escritor a fic io n a d o ” : allí se des
cribe a J o s e í o co mo “ un traidor, un colaboracionis
ta que al ser d e rro ta d o se pasó al b a n d o de los
opreso res” (p. 66). Allí tam b ién se r a z o n a que si el
escritor quiere a pesar de t od o incluir en su relato
165
el asedio y la d e str u cc ió n del te m p lo de Jerusalé m
para establec er un paralelo con las pe rsecuciones
del n a zism o, no d ispo n drá de o tr o testi m o nio que
el a p o r t a d o p o r Jo s e f o . En consecuencia, “ si el
h o m b r e e m p le a r a , c o m o es inevitable, el libro de
J o s e f o , t e n d r í a q ue darle la vuelta y observar los
he chos d e sd e un p u n t o de vista contrario al de su
a u t o r ” (pp. 66-67). Estas palabras indican lo q u e el
“ e s c r i t o r ” ha h e ch o : escribir sobre la escritura de
J o s e f o pero corrigiéndola, J a n cTole ‘[ja* v u e lta ” ,
's o ^ r e p o í i i e n d o a la e s c r itu r a del c r o n i s t a su e s c r i t u
ra d e “ a f i c i o n a d o ” . AsT se p o n e en pr á c ti c a la fun-
ción Je~7a~ i n t e r t e x t u alidad o, más precisamente, de
Truevo la téc n ic a del tex to d e n tr o del texto, el testi
m o n io bajo la f o r m a de una ficción circular: lo que
leemos es la escritura de un personaje de la propia
escritura. Esa escri tura del “ escritor a f i c i o n a d o ” es
t a m b i é n , y al m is m o tiem po, una lectura —su lec
t u r a — de la crónica de Jo s e f o , lectura que enjuicia
a su a u t o r d e c l a r á n d o lo traidor pero que a la vez
i n te n t a red im irlo b u scándole un se ntid o final a la
traición. Esta ú ltim a es otra luz inesperada que
sobre la imagen y la escritura “ testi m o nia l” de J o
sefo llega desde la escritura “ literaria” :
166
Tales palabras del “ escritor” —q u e -co m p on e n
una n o t a a pie de página— sugieren o t r a posible
vuelta de tuerca en esta “ escritura llena de re c o v e
cos” ; la astucia de Josefo pudo no ser u n a traición
sino un h e ro ís m o silencioso que c o m i e n z a con la
renuncia a la imagen del héroe. Jo s e f o “ tal vez”
ha ya a ce p ta d o el intolerable papel del tr a id o r co mo
J u d a s en un c u en to de Borges,76 pero a diferencia
de ese Jud a s, que aceptó su papel p o r q u e figuraba
desde siempre en la “ e c o n o m í a de la r e d e n c i ó n ” , el
Jo s ef o del “ escritor afic io n a d o ” lo h a b r í a asumido
—lo h a b r í a c r e a d o — m ediante un acto libre e histó
rico por el que co n den ó su mem oria para salvar la
mem oria de su pueblo.
En la realidad histórica —es decir, según el regis
tro historio gráfic o— lo que caracteriza a Flavio
Jo sefo es que, más que escribir, reescribió la histo
ria del p u e b lo j u d í o , y lo hizo m od if ica nd o fuentes,
haciendo silencios, o interpretaciones sobre escritu
ras anteriores con el objeto de justificar el p u n to de
vista del g r u p o político m o d era d o ai que él p e rt e
necía. De acuerdo a Pierre Geoltrain y Francis
S c h m id t,77 la posición política de Flavio Jó sefo lo
en fr en tó desde tem pran o a los zelotes, gru po radi-
167
cal <-]ue se c o n s i d e r a b a d e sce n d ien te del sa ce rd ote
Pin lias y sobre t o d o de Matat ías, q uien al levantar
l e c o n t r a la a u t o r i d a d de R o m a e integrar un parti
d o con t o d o s los celosos de la Ley traza una línea
q u e divide in c o n c ilia b le m e n te a los j u d í o s de los
r u m a n o s ; esta línea es la que a s u m e n y en la que
pe rseveran los zelotes (los celosos de la Ley de
Yavé) d e f e n d i e n d o una a c t it u d qu e los distancia y
a u n los e n f r e n t a a los m o d e r a d o s. Para los m o d e r a
dos, p or e je m p lo , c u y o po rtavo z fue Flavio Jo sefo,
el e n e m ig o era p o r t e n t o n c e s el p r o c u r a d o r Floro,
m ie n tra s q ue para los zelotes el e nem ig o era, y siguió
:;iendo, el César, es decir el Im p erio : “ su fin era la
liberación n a c i o n a l .” 78 Se e n tie n d e pues, en la lec-
u n a de Morirás lejos , que los “ zelotes qu e encabe-
•. iba J u a n de G iscala” hayan i m p e d i d o la acción de
j o s e f o c u a n d o “ n o m b r a d o c o m a n d a n t e militar de
' ¡aldea t r a t ó de llegar a un a c u e rd o de paz con el
. ue m i g o ” (p. 16): la explicación la b r in d a n en este
- .u o los t e s ti m o n io s históricos de las diferencias
:iiue m o d e r a d o s y celosos. T a m b i é n hay que agre
da q ue Flavio J o s e l o , en la r eelabo ración de la his-
tu iia j u d í a , corrige —según los a u to r e s c i t a d o s — la
lis ura de M a t a t ía s para m ostrarlo c o m o un defen-
if de la conciliación y la u n id a d (antes que del
. v /..)) y p o r lo t a n t o c o m o un lu c h a d o r más cercano.-
, los m o d e r a d o s q u e a los zelotes. En este se ntid o
/ á U., p. 204 .
168
es de interés observar que en la primera versión de
Morirás lejos, la de 1967, J o s e f o se pres en ta así:
169
O r ó ^ c^
171
c ró nica múcliple f o r m a d a por una red de escrituras
testim oniales, declaraciones, d o c u m e n to s , etc. Lo
que en D I A S P O R A era una crónica única fo r m a d a
por la so E reposición de dos escrituras en un mismo
espacio, a q u í se h a t r a n s f o r m a d o en un m o n ta je de
escrituras y u x t a p u e s t a s y c o m p l e m e ntarias. Parale
lismo t e m á t i c o y transform aciones técnicas d'gflne'n
la relación de estas dos secciones “ tes tim on ia les” y
esa relación se prolongará y modificará en las dos
siguientes secciones — T O T E N B U C H , G O T T E R -
D A M M E R U N G —, las que totalizarán no sólo el
a s p e c t o “ t e s t i m o n i a l ” sino el sentido general de la
o b r a en qu e se insertan.
7 . 1“J) “ S a l ó n i c a ” . H a b i e n d o e xpuesto la necesidad
tic incluir en el aspecto de -la Historia esta “ obrita
en un a c t o ” ,80 y señaladas ciertas articulacion es
que la relacion an sobre to d o con D I A S P O R A , nos
q u e d a r í a p or observar otras y sobre to d o m ostrar
173
eje p a ra d i g m á t ic o (similaridad, equivalencia, rela-
•''^cíartés1-metafóricas) aparece de sp lazado y e x p u e sto
sób;r e el eje sin tag m ático (contigüid ad, c o m b i n a
ción, relaciones m et o n í m i c a s ) : en este caso lo equi
valente n o aparec e su s ti t u y e n d o a lo equivalente
para evocarlo en ausencia, sino c o ntig u o a él y
c o m b i n a d o s a m b o s térm in o s sobre una m is m a línea
de apariciones espaciales y tem porales. Si distingu i
m o s —y c re e m o s q ue ello pu ed e hacerse sin a rb itra
r i e d a d — los pasos qu e integran el desarrollo de este
inciso q u e es un m ic rorrelato que c o n ti e n e a o tr o
en su in te r io r (el de la obra teatral), p o d r í a m o s
qu izá ver c o n más nitidez la c on d en sa ció n y el p a
ralelismo. Los pasos so n cinco:
r es en ta ció n del " d r a m a t u r g o f r u s t a d o ” c o m o
u n a de las posibles identidades de Alguien. En “ la
ran q u íla d r a m a tu r g o ima
gina su obra. Allí “ escucha i n te r io r m e n te a sus per
sonajes y los r e p r e s e n ta ” . Por o tr a parte, eme o “ el
n a rr a d o r o m n i v i d e n t e ” acceden al “ c o n o c i m i e n to
i n n ec es ario ” de l o q u e este h o m b r e piensa. Se trata,
pues, de lo q u e a con tece en el espacio de lo imagi
nario, espacio que liga a Alguien con eme y e l'“ na-
r r a d o r o m n i v i d e n t e ” : es o t r o “ r e c o v e c o ” de la es
c ri tu ra de S A L O N IC A . Pero la obra imaginada no
82 * * •
Po r su fácil l o ca l i za ci ó n y p a r a dar le má s agi lidad a la l e ct ur a,
las ci tas t o m a d a s del inciso u d e S A L O N I C A n o llevarán i n d i c a c i ó n
d el n ú m e r o d e p á g i n a .
es “ m u y ambiciosa ni-original” ; la o b r a se apoyará,
p o r cierto, en un suelo histórico preciso del que
e m e rgerá n la a n é c d o ta y los personajes.
(TTJPresen tació n de Isaac Bar Sim ón o Pe dro Fa-
rías de Villalobos, personaje que, desde la dualidad
de los n o m b r e s que lo designan (judaico en un caso,
hisp án ic o en otro) hasta su ubicación en la socie
d a d española, sintetiza la situación de los j u d í o s en
el m o m e n t o en que los Reyes Católicos promulgan
el E d ic to de Expulsión. La presentación del perso
naje es a c o m p a ñ a d a p or consideraciones históricas
q u e in clu y en la descripción del m o m e n t o político
y los p r o y e c t o s expansionistas del naciente imperio
español, la incidencia socio-económica de los j u
d ío s en la sociedad española, el f u ncion a m ie nto de
la Inquisición, etc. En el decurso de tales considera
ciones el dram a tu rg o prevé la intercalación dé una
voz qu e, buscando detenerlas y descalificarlas, in
crepa: “ —Eso ya lo sabemos. C o n t i n ú e . ”
Esa voz, cuya necesidad estructural imagina el
d r a m a t u r g o , pone en primer lugar de manifiesto el
hech o de que la escritura —que debe ser teatral— ha
derivado hacia la historia, hacia una historia que
por ser suficie nte m en te conocida hace que su evo
cación resulte, además de in o po rtu na, red un d an te:
la historia, pues, tiene su propio discurso que ya ha
sido desplegado ante la mirada de los hombres. Por
o tr a p a rt e , y c o m p le m e n ta r ia m e n te , la voz indica
q ue este discurso no debe entregarse .al inútil esfuer-
175
j
83 * r
Est a r e c u r r e n c i a de los j u d í o s p e r s e g u i d o s a ia c i u d a d de Saló
ni c a e s tá t a m b i é n s eñal ada, c o n c a ra c t er í s t i ca s s e m e j an t e s , en otra
o b r a de J o s é Emi l i o P ac h e co . E l S a n to O fic io f u n filme c uy o guión
escr ibió en c o l a b o r a c i ó n co n A r t u r o R i p s t e i n , n a r r a la per se cuc i ón
d e q u e f u e r o n v í c t i m a s los Carvajal, hac i a el siglo. X V I en la Nueva
E s pa ñ a , a c u s a d o s p o r un m i e m b r o d e la m i s m a f amilia d e “ ser j u d a i
z a n t e s y p r ac t i cj ip - ri t os c o n t r a r i o s a N u e s t r a S a n t a F e C a t ó l i c a ” .
C u a n d o , en la n o c h e , el S a n t o O f i c i o gol pea a las p u er t a s d e 1a f ami
lia Carvajal, Baltasar , u n o d e los h e r m a n o s , cons i g ue h u ir has ta la
e r m i t a d e G r e g o r i o L ó p e z . Allí se o c u l t a y allí p l a nea una h u i d a más
decisi va. Lo s a b e m o s p o r un d i á l o go en el t r a n s c u r s o del cual el er
m i t a ñ o le dice a Baltasar : “ H a z m e saber d e ti c u a n d o llegues a Saló
nica. i n f o r m a r é a tu f ami li a. "
E l S a n to O fic io ., Uni ver si d a d A u t ó n o m a d e Si n al oa , México,
1 98 0.
177
ne en la axila i z q u i e r d a ” c o m o u n a señal que le p e r
m itirá r e c o n o c e r l o y vengarse, “ tarde o t e m p r a n o ” .
C e rca d o p o r la in te n sid a d del diálogo, este segundo
p e rso naje term in a c o n fe sa n d o haber sido él el ver
d u g o y luego “ v í c t i m a él mismo de la Inquisición
al ser d e la ta d o p or observancia secreta de la Ley
M o s a i c a ” . Según la descripción, hasta a q u í la obra
t e n d r í a u n a e s t r u c t u r a “ n o r m a l ” y p o d r í a ser ubi
cada en el género de la litera tura histórica. Pero a
co n t i n u a c i ó n viene u n a r u p t u r a estructural, la in-
t r o d u c c i ó n de un nuevo espacio d o n d e lo que a h o
ra se escenifica es la teatralidad. En efecto, después
de la c o n fe sió n del verdugo Isaac “ lo lleva a rastras
hacia o t r a h a b ita c ió n c u a n d o alguien más sube a es
cena: el d i r e c t o r ” . A pa rtir de ese m o m e n t o la esce
nificac ión es a la vez ensayo y el di rector es perso
naje; la “ o b r i ta en un a c t o ” se convierte en una
r e p e t ic i ó n de ensa yos con los que se va acorralando
al a n tig u o verdugo hasta la definitiva revelación de
su id e n t i d a d . Pero e n to n c e s sobreviene una segunda
r u p t u r a que aparece c o m o moviéndose en un senti
d o c o n tr a r io a la r u p t u r a anterior: el desenlace p ro
p o n e una i n te r r u p c i ó n de la teatralidad y esboza un
nue vo espacio: el de lo real: “ La escenificación fue
u n a t r a m p a , la o bra un a celad a ” . Esta frase parece
a n u n c i a r que la escena fue borr ada, que los rostros
h a n sido d e s n u d a d o s y* el teatro, en consecuencia,
h a q u e d a d o disuelto p or la historia. No ocurre así,
e m p e r o , p o r q u e la “ t r a m p a ” y la “ celada” lo son
para el an tig u o verdugo y p o r lo t a n t o se m a n t i e
nen en el in te rio r de la o b ra que ha e n t r a d o en un
nuevo “ r e c o v e c o ” . Lo q u e la o b r a p r o p o n e a h o r a no
es un d e s n u d a m i e n t o sino o t r o cam bio de disfra
ces: “ Los actores que repre se n ta n al d i r e c t o r y al
j u d í o de T o l e d o ” son en v e rd ad personajes, pers o
najes que rep re se nta n a “ actores que rep r e se n ta n al
director y al j u d í o de T o l e d o ” . C o m o se ve, el j u e
go escénico, lejos de haberse clausurado, ha a d q u i
rido su m á x i m a trab a zó n y complejidad, su m á x i
ma a u t o n o m í a teatral. Y sin embargo es el m o m e n
to en que mejor se ofrece para ser atravesado, el
m o m e n t o en que la “ o b r i t a ” nos traslada a o tro
juego similar qu e lo envuelve (la relación Alguien-
eme) y nos p r o p o r c i o n a u na clave para la lectura de
todo el libro. El desenlace de “ S aló n ic a”_ tie n e un
claro paralelismo con el D E S E N L A C E de SALO-
mCKT ~ 1 ■
179
cu el te a tr o y ficción en la ficción, en todo el des
ai f alío de la im aginaria escenificación y e n ’laesce-
il d del p a rq u e , e n t r e “ Sa ló nic a ” y SALONICA^ hay
c o m e n t o s q u e su gestiv am ente se r e p r o d u c e n . Seña
laremos algunos: '
a) El t r a t a m i e n t o del tie mpo. El desarrollo de los
a c o n t e c i m i e n t o s o c u r r e en un breve periodo pero
encierra “ veinte años de a c e c h o ” . La escena se rei
tera id én tica y esa reiteración es un proceso apenas
p ercep tib le p ero q u e fata lm e n te lleva a la prevista
c ulm in ac ió n.
b) El te m a del c erco y la c o n den a que incluye la
inversión del papel de los personajes, inversión se-
ti/m la c ual eT p ers eg u id o r se tr an sfo rm a en perse
guido y viceversa? A sim ism o hay una oposición en
tre el p o d e r (militar, p olítico] en que se apoya el
verdugo y el p o der ( m o r a l) que hace fuerte a la víc-
’ innt cu a n d o pasa^a_s e r perseguidor. El p oder en un
• a:,o actúa desde la e x te r io r id a d de la fuerza y en el
d e s d e j a i n te r io r i d a d de la conciencia del per-
eytl
o ido.ci o .
c) La m a r c a del verdugo. El ex-inquisidor tiene
una lTgran c ic atriz ” “ en l a axila izq u ierd a ” , marca
que lo hará r e c o n o c i b l e , mientras eme tiene una
" i n c r u s t a c i ó n metálica" en el parietal i z q u ie r d o ” por
I i cual “ Alguien d ebe haberlo r e c o n o c i d o ” (p. 111).
vi) El paralelism o d e s e m b o c a en cierto m o m e n t o
.11 la.confusión de a m b o s relatos. En el paso siguien-
ú:, y ’J vTdenciando la relación dé a m b o s desarrollos,
la narración aparenrará referirse a u na escena para
aludir a la o t r a creando u n a incongruencia m o m e n
tánea:
181
se i n t e n t a a lu d ir a u n m o v im i e n t o general, dar la
im agen de u n trazo. Pero n o e stand o la lite ratura
ob lig ada p o r el rigor de lo g e o m é tr ic o la q u ieb ra de
las líne as q u e c o n d u c e n un d e t e r m i n a d o desarrollo
f o r m a p a r t e , o p u e d e f o r m a r parte, de la pr opia n a
t u r a l e z a lite raria y ello no im pide q ue en casos co
m o ésto s c o n t i n u e m o s sirviéndonos de u n a n|fetáfo-
ra se m e j a n t e pues sigue siendo utilizable para grafi-
car la d ir e c c ió n general de la escritura. En menos
palabras: si h a b la m o s de paralelismo no d ebe p e n
sarse, e x h a u s t i v a m e n t e , en dos rectas que atravie
san el espacio d e ja n d o en su in terio r una d istancia
in a lte r a b le sino en u n e s q u e m a org an izativo global.
Sin q uita rle v e rd a d a esta reflexión p o d r ía m o s , no
o b s t a n t e , a v e n t u r a r u n a hipótesis que rein trod u zc a
la visión de u n a e s t r u c t u r a paralelística i n in t e r r u m
pida y q u e a d e m á s nos a y u d e a la in te rpretación
de la o b ra, lo cual se ría una pru eb a de su validez.
Según esta h ip ó te sis p o d r í a m o s leer que la obra, en
un s e n t id o p r o f u n d o , r e chaza el d e t e n n i n i s m o de
las razas y a u n el de las clases (Isaac, co m o los j u
d í o s e s p a ñ o l e s . e n general, p e r t e n c í a a una b u rgu e
sía o p u l e n t a pero ello no evitó que fuera margina
do y persegu ido no p r ecisam en te por el individuo
q u e era sino p o r la clase a q ue p erten ecía ) y trata
de analizar a los personajes s i t u á n d o l o s en o t r o ni
vel,'e l de la v o l u n t a d m ofal que los anima: más allá
de los d e te r m i n i s m o s , so m e tid o s a las c o n ti n g e n
cias de la historia, los h o m b r e s tienen aún un mar-
W) cO
183
p o r t a n t e de las cuales es que este ú ltim o ha; seguido
o b s e r v a n d o en secre to la Ley Mosaica y p o r ello
p res en ta c o m o carac terística la escisión fidelidad/
infid elidad, escisión q u e lo a p r o x i m a r í a a la figura
( de J o s e f o p r o p o n i e n d o una c o m p a r a c ió n que da a
la l e c tu r a u na nu ev a riqueza.
3( . R e t o r n o a la escena inicial: el dr a m a tu r g o
se n t a d o en la b a nca del p a rqu e c on un pe riódico
e n tr e las m a n o s. R e itera ció n y al m ismo tie m p o
cierre, c u lm i n a c ió n del inciso.(u) de SA LO N IC A , a
partir de este p u n t o p u e d e hacerse u n a nueva lectura
de su c o m i e n z o en lo que hace a la relación Alguien-
d r a m a t u r g o . Si'el d r a m a t u r g o es un a itlen t i d d a d p o
sible de A lguien, Alguien es un personaje del dra-
m atu rg o, personaje que se funde c on Isaac. R e c u é r
dese que al citar una refl exió n del d r a m a t u r g o ( “ Y
qué difícil t o d o : c ó m o ju st ificar veinte años de
acecho. . etc.) h e m o s de bid o leerla c o m o una re
ferencia a Alguien p a ra darle su sentid o. “ A c t o r
n a to (que) e s c u c h a i n t e r io r m e n te a sus personajes y
ios r e p r e s e n t a ” , el d r a m a t u r g o no sólo piensa y re
pres enta a Alguien sino adem ás a las ot ras i d e n tid a
des-personaje, al o b r e r o sin trabajo, al c o r r u p t o r , al
padre sin hijo, esos disfraces u ope ra cio ne s sustitu-
livas c o n los cuales se resguarda de las miradas
m ie ntra s c o n c ib e “ u n a o b rita llena de truco s y r e
miniscencias litera rias” , obrita que p o d r í a llamarse
■‘S a l ó n i c a ” p e ro qu e es tam bién SA L O N IC A . Así,
v:l d r a m a t u r g o co n cib e un a obra al t ie m p o q u e des
de su inmovilidad a c tú a diversos personajes (todos
reductibles a uno, a una no-identidad'original: Al
guien) de otra obra que es una repro ducción de la
primera. Una vez más el tex to p r o p o n e u ña escritu
ra que se cierra sobre sí co m o u n círculo, escritura
qufr se desdobla y se repliega en un m o v im i e n to
que mues tra y esconde su sentido.
Y bien; si la división del inciso (u) no ha resulta
do arbitraria sino motivada o al menos justificada
p or su organización interna, habrá podido obser
varse con mayor claridad su dialéctica Ficción-His-
„ toria-Ficción, el doble entrelazamiento que lo vin
cula con lo “ testim o n ia l” y con lo “ literario” o,
mejor dicho, que hace que perteneciendo a la parte
“ literaria” de la obra pueda ser incluido en la par
te “ tes tim onial” y que sea una pieza “ testim onia l”
precisamente a partir de su densidad “ literaria’’. Al
ubicar por lo tan to co m o una etapa de la Historia
el c o n te n id o de esta pieza que de tal modo exalta
la Ficción no debe entenderse que el análisis se
contradice sino que señala que ambas dimensiones
están substancialmente unidas. Sería preciso distin
guir una red o sistema de relaciones sincrónicas que
sin cesar articulan la Ficción con la Historia y un
sistema de asociaciones diacrónicas que enlaza cro
nológicam ente las tres etapas señaladas en el de- -
desarrollo de esta última, etapas que también, a un
que de otro modo, se articulan en la memoria de
eme, ese espacio en que la Historia vuelve,a hacerse
185
Fic ción y la d i a c r o n í a vuelve a ser sincronía ; eme,
en efecto, “ de sus p o c o s libros volvía siempre a los
m ismos pasajes: la d e s t r u c c ió n de Jerusalén, el San
to Oficio, los c a m p o s de e x te r m i n i o , las rep resi o
nes nazis en la E u r o p a o c u p a d a ” , (p. 138) La m e
m o ria de eme es o t r o esc enatio d e los hechos, un
espacio qu e refleja el esp a c io original —el de lo
real— y por lo t a n t o r e p r o d u c e su desarrollo pero
ínvirtiendo las relaciones ; en este espacio Tos’ tres
‘pasajes” son c o n tig u o s y s i m u lt á n eos y p u e den
aparecer asociad o s en u n o r d e n c am bia nte según las
^solicitaciones de la m e m o r ia que los recupera y los
c om b in a. Tales o p e ra c io n e s dé la m em oria son se
m ejan te s a las de la lectura en ta n t o ella tam bién
organiza, según las n ecesi dad es de su inteligibili
dad, asociaciones c am b ia n tes.
La Historia, pues, tiene, t a n t o para la m em o ria
de eme c o m o para este análisis, tres “ pasajes” o
etapas a u n q ue su rec o rrid o sea diverso en a m b os
casos. De esos tres pasajes he m o s revisado dos. T o
ca a h o ra o c u p a r n o s del q u e sigue.
187
va clel a p o g e o a la declinación del p o d e r í o nazi. Así
relacionadas, estas secciones p res en ta n u n t r a t a
m ie nto d if e r e n c ia d o que obliga a que nos o c ú p e
nlo s se£a£ad^^
I. G R O S S A K T I O N . |El tem a de esta sección es la
d e s t r u c c ió n del g ue to de Varsovia y es claro su pa
ralelismo con D I A S P Ó R A . El paralelismo no c o n
siste so la m e n te en la descripción del asedio y la d e
fensa, en el t r a t a m i e n t o del espacio y en el d esen
lace de la lucha, sino tam bién en el h e ch o de que
esta sección adquie re, co m o D I A S P O R A , las carac
terísticas de una ep o p eya. Esta repe tid a e p o p e y a
exalta el h e r o í s m o de un pueblo inerme, que en el
e x t r e m o del t o r m e n t o , y refugiado en su desespe
ración, t o davía prefiere “ la m u e r te a la se rvidum
b re ” p o r q u e ha decidido “ nue stra salvación co m o
pueblo y nuestra ruina co m o ind iv iduos” (p. 50).
Asimismo, la descripc ión de la lucha vuelve a h a
cerse a partir del relato testimonial pero en este
caso no existe un testi m o nio único sino varios tes-
a m o n i o s , varios relatos alternos y y u x t a p u e s t o s . Si
en la crónica de J o s e f o p o d í a m o s leer sim u lt á n e a
m en te dos escrituras, a q u í las relaciones t e s t i m o
niales se a ltern a n en una dimensión e spacio-te m po-
i al que recuerd a la t écnica del m o ntaje c in em ato -
•-r á t ico. En el in te rio r de estos testim onio s, d o n d e
hay o p osic ió n y síntesis, se e n c u e n tr a n otras o p osi
ciones. N u e v a m e n te , pues, esta sección está e s t r u c
turada siguiendo líneas paralelísticas y opositivas.
n9\ *•
Para revisar esta sección no hará falta sin
insistir en su paralelismo con relación a DIA
RA. T a m p o c o hará falta insistir en las fór
perseguidor/perseguido, sitiador/sitiado, que
tran una oposición entre sus térm inos y un pa
lismo, en t a n t o esq uem a actancial, no sólo
D I A S P O R A sino además con SA LONICA. No
ferimos por lo tan to a oposiciones nuevas o p
m eno s exclusivas de G R O SS A K T IO N . Pode
hacerlo o r d e n a d a m e n te :
(3 La oposició n de los testimonios. En la sec
* hay cinco relaciones o d o c u m e n to s testimonia
1) el “T e s ti m o n io de Ludwin Hirshfeld” , 2
“ A no ta ción en el diario de Hans Frank, gobe
dor ge neral” , 3) el “ Infor me de un sobrevivien
4) la “ O r d e n de Heinrich Himmler, Reichsfü
de las S S ” , y 5) el “ Relato de un testigo pre
cial” . De m a n e r a alternada los cuatro primeros
tim onios provienen de las fuerzas en pugna: dos
lado ju dío (1 y 3) y dos del bando nazi (2 y 4).
trata de testim onio s donde se registra, desde un
otra perspectiva, el desenvolvimiento de una lu
que termina ^ f a t a l m e n t e — en holocausto. El
m ienzo de tales testimonios es semejante en cua
a p u n t a n al mismo hecho:
189
2) “ H e m o s c o n d e n a d o a morir de h a m b r e a un
m illón y m e d io de j u d í o s ” (p. 49).
3) “ C o m o es natural, los j u d í o s alemanes fueron
las primeras v íctim a s del nazismo ( . . . ) Sin embargo
las ejecuciones en masa no c o m e n z a r o n h asta que
H itler o c u p ó P o l o n i a ” (p. 49).
4) “ Por razones de seguridad o r denó destruir el
g ue to de V a rso v ia ” (p. 52).
Pero el desarrollo que el testim onio sigue en ca
da caso es d ife rente : mientras el testim onio nazi re
fiere d e te r m in a c io n e s u órden es breves y precisas,
el te s tim o n io j u d í o se dilata en el registro de las
pe rs ecuciones y to r m e n to s , de las variadas formas
del sadismo nazi, de la estrategia y las tácticas de la
resistencia. Por lo tan to ten e m os una visión más
p o r m e n o r i z a d a de .lo que ocurre en el p u eblo j u d í o ,
lo q ue de h e c h o convierte a este pueblo en el ele
m e n t o p r o t a g ó n i c o del relato; y es sobre todo a
pa rtir de sus testimonios, con detalles y matices,
qu e se puede apreciar el desarrollo de nuevas o p o
siciones.
C S > L a oposició n h u m an iza ció n /d es h u m a n iza ció n .
En el testim o n io que c om ien za d eclarando que los
nazis quieren acabar con los j u d í o s “ c o m o se e x
t e r m in ó a los perros de C o n s t a n t i n o p l a ” , el su sta n
tivo perro no de be ser e n te n d id o co mo un térm in o
m e t a f ó r i c o —a u n q u e así esté p r o p u e s to de h e c h o -
sino más bien en su crasa literalidad. La tentativa
nazi es la de d egra dar a los j u d í o s hasta los límites (
de la a nim alidad, borrar sus rasgos h u m a n o s , q u i-
tarles la c ateg o ría de persona para p o d e r aniquilar
los sin r e m o r d i m i e n t o : “ Ha y que despojar a la fu-
tu r a v í c t i m a de todos los a tr i b u to s de la h u m a n i
d ad p a ra conferirle los rasgos de una especie repul
siva: chinches, ratas o pio jo s” (p. 48). La resistencia
j u d í a pasa a ser ento n c es sobre todo u na lucha por
preservar la h u m a n i d a d hasta el final y por ello la
e x a l ta c i ó n de esta lucha se convierte en un a exalta
ción del h o m b re, es decir de la condición moral de
,1a p ers ona. Según la lógica de esta resistencia, los
j u d í o s d e b e n defe nder su h u m a n id a d pues esta hu
m a n i d a d es su último recurso, el espacio donde se
juega la batalla decisiva y d o n d e ellos p u e d en toda
vía c o m b a ti r ; esa defensa hace que sean precisa
m e n t e los verdugos quienes, para vencerla, deban
a niquilar en ellos mismos' “ los atr ib u to s de la h u
m a n i d a d ” . Así, el f u n d am e n ta l c o m b a te h um an i
z a c ió n /d e s h u m a n iz a c ió n se resuelve a favor cTcl
pueblo lu dio . Incluso, c o m o prueba de las reservas
éticas q u e hicieron posible esa defensa, es todavía
un j u d í o el que a pesar de to d o quiere recuperar la
h u m a n i d a d de ..sus opresores direc tos y co m p ren der
que los soldados nazis, adiestrados por un proceso
que “ convierte a un h o m b r e en un asesino” , con
servan aún, o pue den conservar, los “ a t r i b u t o s ”
que sus jefes p r ete n d en destruir?
191
A veces un centinela alemán sonríe a un niño y disim u
ladam ente le perm ite pasar o regresar del lado ario. Aca-
iO al ver al pequeño ju d ío lia recordado a sus hijos. En
últim a instancia ellos también son hombres, (p. 47).
193
terio r sin e m b a r g o u na hom eg e neid ad completa.
El deta lle de las relaciones testimoniales perm ite di
ferenciar do s actitudes:, p or un lado la de “ Los más
i m b u i d o s de re ligió n” q u e “ Preferían e n te n d e r su
m a r tir io c o m o u n a prueba de Aquel cuyos desig
nios son in e s c r u t a b l e s ” (p. 50) y por otro la de los
jó v e n e s pa ra q u ien es ‘-‘dejarse cond ucir a la muerte
era un a idea h u m illa n te y repulsiva” (p. 52): en su
ma, un a a c t it u d con serv ad ora a p oy ad a en la h e r e n
cia religiosa o p o n i é n d o s e a una rebeldía nacida del
i m p a c t o de los h e ch os históricos en circunstancias
- c o n c r e ta s. C o m o consecuencia de ello, “ El núcleo
de la resistencia en el gueto fueron los partidos de
i z q u i e r d a ” (p. 50) es decir las organizaciones p o l í
ticas c u y a declara da p reo c u pac ión es elaborar res
p uestas históricas para los hechos históricos. Esta
o p osic ión alojada en el interior de la colectividad
j u d í a aparece desde luego co mo una contradicción
se cu nd aria, incluso su bterrá nea, pero no deja de te
ner su fun ció n en la parte “ testim on ia l” de la obra
y en su relación con la parte “ literaria” . C o m o ve
rem o s más adelan te, la versión de 1967 deja a la
s o m b r a tal op o sició n mientras la versión de 1977
la pon e de m an ifie sto c o m o parte de su desplaza
m i e n t o hacia u na visión más política —más “ testi
m o n i a l ” — de los hech os y del trabajo de la escritura.
A h o r a bien ; al referirnos a las relaciones t e s tim o
niales h e m o s dicho q ue ellas son cinco pero nos lie
m o s o c u p a d o sólo de c u a t r o ; La quinta, aún no
tr atad a, es eí “ Rela to de un testigo p r e s e n c ial” y
c o n s t it u y e u na síntesis y a la vez una oposició n con
resp ecto a las c u atro relaciones anteriores. Una
o p osic ió n en tan to se trata de un tes tim o n io re d a c
tado en tercera persona mientras los c u a t r o que le
a n te c e d e n lo están en primera: y o o nosotros. Una
síntesis p o r q u e esta redacción acude a u n a objetivi
dad desde la que recoge y recorta solam ente el d e
talle de los hechos pro piciand o con ello u n a visión
tota liz ad o ra de la lucha. El “ R e l a t o ” consta de dos
seg m en to s y un “ E p í l o g o ” que debe suponerse par
te de aquél dada su c o n tin u id a d estilística. El “ tes
tigo pres en cial” es la incrustación en el tex to de
una figura “ literaria” —pues su propio testimonio,
asi c o m o los ot ros, describe un e n fre n ta m ie n to que
no deja lugar para testigos— cu y o objetivo es o p o-
ner la im personalidad de su tes tim onio a la marca
pe r so n al de. los restantes, y al mismo tiem p o sen a -
larse c o m o una instancia de enunciación a"través cíe
la cual se da a c o nocer la propia voz de la historia.
Esta voz es una síntesis (no un resumen: se trata de
un testi m on io relativamente extenso) en el sentido
en que muestra, có m o convergen, sobre los m is m o s
hechos, las disposiciones respectivas de nazis y ju
díos. Este testim onio mues tra no sólo los hechos
sino tam bién el m ovimiento de la mirada que cae
sobre ellos em p laz ánd o la en perspectivas alternas:
así, la mirada puede q ue d ar emplazada en la fría
d e te rm in a ció n de los jefes nazis:
Stroop ordenó entonces el bombardeo del gueto. Situa
ron los obuses en la plaza Krasinski y tropas de asalto
allanaron casa por casa.(p. 61),
......*i""*™' ■‘"E”
se, en la parte “ literaria” , primero con la o b r a del
“ dram a tu rg o fr u s t r a d o ” y luego 'con el p r o y e c t o
del “ escritor a fic io n a d o ” ) así c o m o el j u eg o mismo
de las presentaciones y los cam bios de m ir ad a h a
cen que este “ R e l a t o ” no pueda ser leído sino des
de la perspectiva del pueblo j u d í o , c o m o u n a cul
minación de su e p o p e y a trágica. Si el “ R e l a t o ” es
un registro “ imparcial” , la escritura de ese relato se
dirige a una lectura que interviene t o m a n d o p a rtido
y que por eso mismo es f u e r t e m e n te valorativa.
Una lectura “ imparcial” sería un c o n tr a s e n ti d o y
por ello la “ im parc ialidad” de la crónica es un re
curso “ literario” para convertir a este testi m o nio
en una vasta denuncia del “ gran c r i m e n ” . El “ R ela
to de un testigo presencial” es por sus carac terísti
cas se mejante a la relación de Jo sefo. Pero si en la
relación de Jo sefo e n c o n t r á b a m o s dos escrituras
sobrepuestas, la segunda corrigiendo a la primera,
en el relato del “ tes tigo” e n c o n t r a m o s una esc ritu
ra que va en busca de una lectura q ue vendrá a so
breponérsele y a modificarla para ubicarla en la
función que debe cumplir en la e c o n o m í a general
de la obra.
197
%
198
franceses, tártaros, polacos, españoles, checos, húngaros,
griegos y aún víctimas inconfundiblem ente arias (p. 79).
199
T E N B U C H , el libro de los m u erto s, es el c e n t r o os-
curo al q u e el relato a p u n t a pero n u n c a llega p o r
que, p o r de fin ición , es un c en tro inalcanzable para
el r elato ; es lo q u e lo hace fracasar c o n s t a n t e m e n t e
y lo q ue f u n da la paradoja de que el relato sólo
pue de aludirlo con su fracaso. Con T O T E N B U C H
las fru straciones del relato consiguen finalm ente su
p r o p ó s i t o ; la Fic ció n reúne su se ntido, y justifica
su se n tid o , en la Historia; el trabajo de lo “ litera
rio ” emerge y fructifica en lo “ te s ti m o n ia l ” .
Pero la e s t r u c t u r a de Morirás lejos, c o m o lo ha
m o s t r a d o con insistencia este ensayo, está hecha de
circularidades, repliegues, paralelismos, oposiciones.
Al analizar “ S a l ó n ic a ” d e c í a m o s que en el m o m e n
to en que la tea tra lida d —la F i c c i ó n — se muestra
más d o m i n a n t e y a u t ó n o m a es c u a n d o m ejo r e x p o
ne su a rticu la ció n con la Historia: ahora se puede
decir q u e c u a n d o lo “ tes ti m o n ia l ” alcanza su p u n to
c u lm i n a n t e e n c o n t r a m o s su más decidida vincula
ción c on lo “ lit e ra r i o ” . V no se trata so la m e nte de
q u e en T O T E N B U C H haya una acu m u la ció n de efec
t o s estilísticos q u e dan una forma laboriosam ente
l i t e r a r i a a su c o m p o s ic ió n : “ t e s t i m o n i o ” c u y a fun
c i ó n es j u z g a r d e t e r m i n a d a s afirmaciones o conjetu-
ias y q u e , más o m e n o s in te m p estivam e n te , urgen,
c o n m i n a n ; o i n te rro g ato rio s con,los que se m o n ta
una e scenific ación; o un imaginario f r a g m e n to de
alegato; o variaciones de ritmo; o tran sfo rm aciones
ile la p u n t u a c i ó n ; o aco rtam ien to de las líneas; o
200 ^
espaciamientos y c o m pa ctac io n es de la escritura
para darle realce a su dimensión gráfica. Tales j u e
gos “ literarios” están presentes a lo largo de la obra
a u n q u e en esta sección se hacen particularmente
densos y sugestivos, y el proceso co n n o ta tiv o por
lo tan to se intensifica. Se trata de que esta sección
está orgánicam ente dedicad a a la indagación de la
identidad de eme y en esa medida es una c o n ti n u a
ción y un c o m p l e m e n to de SA LO NICA. Es el e n u n
ciado de las identidades posibles de eme lo que da
lugar a la exposición de los crím en es históricos: un
- visible artificio preside entonces el testimonio. Si
los segmentos de S A L O N IC A —que avanzan alter
nándose con la historia en toda la extensión de la
escritura— habían m o str ad o su articulación con lo
“ testim onial” pero en niveles prof un dos, en la sec
ción T O T E N B U C H esa articulación emerge •y se
m an tien e en la superficie, se hace inm ediatam ente
visible por la misma necesidad estructural que antes
la h a b ía m a n te n id o oculta. El discurso exhibe la
convergencia de la Historia y la Ficción para que
precisamente en esa convergencia lo “ literario” e n
tregue su sentido a lo “ testim onia l” .
La relación entre SALONIC A y T O T ENB UCH
se hace explícita ya in m ediatam en te antes del co
mienzo de esta sección:
... el narrador propone ahora un sistema de posibilidades
afines con el objeto de que tú escojas la que creas verda
dera:
201
i
y T O T E N B U C H es la e n u m e r a c i ó n de estas “ posi
bilidades a fin e s” q u e se refiere n a la identidad de
eme: u na larga e x p licitac ió n de S A LO N IC A . Expli-
citación, j u e g o de c o n je tu r a s, el discurso consistirá,
b ásicamete, en una relación o r d e n a d a y n u m e r a d a
de las id en tid ad e s a tr ib u ib le s a-e m e seguidas p o r la
descripc ión de la c o n d u c t a c o r r e s p o n d i e n t e en cada
caso: nueve “ posib ilidades a fin e s” —nueve c o m p o r
t a m ie n to s c o n relación al “ gran c r i m e n ” — q u e esta
vez se señalan con n ú m e r o s escritos en el id io m a
alemán. A c o m p a ñ a n d o a ello vendrá a d em ás la so
licitación de u na especial actividad de la lectura.
Solicitación real —to d a la e scri tura exige la a te n ta
actividad de un a lectura q ue arriesgue decisiones en
la c o n stitu c ió n del t e x t o y al m ismo t i e m p o enga
ñosa, artificiosa, “ literaria” , pues, c o m o en el caso
de Alguien, to d as las c o n je tu r a s tienen el mismo
grado de posib ilidad y validez, c o n f o r m a n un s í m
bolo único; p r e c isa m e n te , si la lectura es a t e n t a se
e n c o n t r a r á con la im po sib ilid ad o el sin se ntid o de
la elección de una id e n t i d a d q ue pueda p r o c l a m a r
se c o m o la más “ v e r d a d e r a ” p o r q u e eme es el c o n
j u n t o de las o p c io n e s de eme.
La figura de eme, con t o d a s sus opciones, c o m
p o n e una re p r e s e n ta c ió n del nazi o, si se quiere m£-
jo r , del nazismo: ella c o n ti e n e y e x p o n e su odio in
cesante y m e t ó d i c o , su p o d e r í o , su d em en cia, su
m o ral en el tr iu n f o y la d e r r o t a . L eemos en T O
T E N B U C H q-ue eme es él q u e dirige las masacres,
/Í3 ^
202
los fusilamientos en masa, el que o r d e n a la carga
de los trenes que c o n d u ce n a la m u erte, el qu e arra
sa poblaciones desde el aire, el que c o n te m p l a —ávi
do, b u rló n, desdeñoso o impasible— las escenas de
h o rro r de los h o rn os crematorios que él mismo ha
p rogram ado, el que extrae visceras, injerta órganos,
p rueba la resistencia al dolor, imagina y pone en
práctica todas las formas de la humillación y el su
frimiento h u m a n o s “ en n o m b re de una ciencia
a b e r r a n t e ” ; es, en fin, el que después de la derrota
term ina por huir o muere fusilado. Eme es ese n u
meroso personaje que reúne los trazos de una ima
gen c am bia nte cuya significación m o n ó to n a m e n t e
se repite: es el propio Hitler pero es también - o
puede ser el que obedece, el soldado, el escribano,
el “ m o d e s to c iru jano ” o “ m atarife ” .
La descripción de las identidades atribuibles a
eme hacen in m e d ia ta m e n te perceptible la relación
entre T O T E N B U C H y SALONICA. Los dos puntos
que an te ce d en a T O T E N B U C H son el anuncio de
su función: establecer un diálogo en el que SALO
NICA e ncue ntre su prolongación y su respuesta,
ser una suerte de espejo: con ti n uid ad y réplica. T O
T E N B U C H tiene', c o m o se dijo, las características
de una bisagra: es la pieza que permite que dos pla-
n r r v -^ T T n m T e T i^ T T W W j^ ^
da7“u n id a d cuyas partes se enfrentan y convergen."*
Al r e s p e c t o , ya h e m o s m o s t r a d o c o n citas84 có
mo T O T E N B U C H prosigue el discurso de S A L O
NICA o le o p o n e un a réplica. Pero en este mismo
sentido es necesario agregar a h o ra q u e T O T E N
BUCH y S A L O N I C A dialogan c o n s t a n t e m e n t e en-
Cíé SÍ, q u e en su respectivo decurso hay u n a erm i
gejiciu- de vocés que intervienen c o n m i n a n d o o in-
terp e la n d o dé tal m o d ó q u e dejarPde" m anifiesto
UTia remáclffl c o m ú f r y reiterada en la q ue por m o
m e n to s las dos partes realizan ú na fusión c o m p l e ta.
Leemos, p o r ejemplo, en la sección T O T E N B U C H :
85 La /
relación, que por m o m e n t o s es plena fusión, entre T O
T E N B U C H y S A L O N IC A , se hará más evidente incluso c o m o plan
de la obra si te n e m o s en cuenta q ue en la versión 1 9 6 7 la enumera
ción de la q u in ta a la novena conjetura aparece en S A L O N IC A . Evi
d e n te m e n t e para la estructura de la obra es secundario a esta altura
determ inar en qué sección deberán inscribirse ciertos pasajes.
205 '
Cr
en fu n ció n de ese m omento, in m in e n te y trágico.
¿Pero de qué m o m e n t o se habla? ¿De qué desenla
c e a esa altura inevitable? no es necesaria una p r o
f u n d a indagación para dar con la respuesta: se trata
de los dos desenlaces, el de la Historia y de la Fic
ción; de la d e r r o t a del nazismo y de la m u erte
—suicidio, asesinato, r e c o n o c i m i e n t o pleno de su
i n ex isten c ia — del personaje eme. T O T E N B U C H
es ese p u n t o de pa rtida y de llegada, esa convergen
cia d o n d e se f u n d e n los límites: la m u erte.
206
R ítm icam ente se agitan las frondas. ¿R ítm icam ente?
No: a intervalos irregulares. Agitación. Q uietud. Agita
ción. Q uietud. Quietud. De nuevo agitación. En algún
lado el vino fermenta. Olor ácido en el aire, en las ra
mas. Hojas amarillas cuando aún no es o toñ o, (p. 125).
207
m-ti
V 4■
208
estará incluido en eme y en t o d o jefe nazi c o m o
u n superlativo g il? nn es n p resarin n n m h f flr pnpc
es evidente su i m p r o n t a en cada a cto de sadismo
que los nazis e je cu tan ; en presencia —G Q T T E R-
D A M M E R Ú N G — Hitler será una figura indefensa,
irrisoria, q u e tuvo un breve m o m e n t o de p o d e r tras
signo.
La visión de Hitler, y paralelam ente la valoración
de lo nazi, ofrece un cam bio. ¿Qué implican estas
imágenes de la in defensión que solicitan la piedad
para el que fue “ el dios de la g u e rr a ” , el' sup re m o
responsable del “ gran c r i m e n ” que la o b r a sin des
canso ha d e n u n c ia d o ? ¿Qué significa este giro
—inesperado pero, a niveles más p ro f u n d o s, prepa
r a d o — de la valoración? Pues no sólo las escenas de
la vida de Hitler e x hibe n esta m u d a n z a ; tam b ién la
e x h ib e n las imágenes de los ejércitos alemanes que
acosados —ellos, a h o r a — y prác tic am e nte d e rr o t a
dos siguen sin renegar de la consigna: “ Wir kapitu-
lieren n i e ” .^Gómo si a la h o r a de la d e rr o t a se abrie
ran paso en ellos “ los a tr i b u to s de la h u m a n i d a d ” ,
estos ejércitos que la o b r a h a b ía m o s t r a d o como
oprobiosos, e nn ob le cid o s a n t e la adversidad, hacen
a hora
Vanos intentos por romper el asedio con tres mil niños
de diez a trece años que avanzan con heroísm o hacia, la
209
muerte aunque quisieran deshacerse en lágrimas... (p.
136).
Si G O T T E R D A M M E R U N G c o m p l e m e n t a las
d os secciones an te rio res, este c o m p l e m e n t o es t a m
bién un c am b io de espacio y de perspectiva, un a
fo.UjO
a m p liac ió n de ios registros t a n t o en lo tes tim onial ^ is é’/ d o
c o m o en lo literario. Lo “ te s ti m o n ia l ” i n te n t a una
totalización de su mensaje y para ello se vuelve so
bre lo “ litera rio ” —lo ejemplifiq uen bien las esce
nas de la vida y la m u e r te de H i t le r — a fin de a brir
se al espacio m itoló gic o. A partir de GOTTERJDA-
M M E R U N G es necesario volver a leer, o volver a
cSTt!¡prender, t o d a la obr a, a h ora c o m o un proceso
11 la L e
yenda, es decir c o m o un proceso m ítico q u e c o n
tiene un “ $ueño de diose s” : el sueño del p o d e r y de
la ruina del P u e b l o Elegido. G O T T E R D A M jME-
R U N G es el d e s p l a z a m i e n t o del interés histórico en
t a n t o lo histór ico es a c o n t e c im i e n t o singular y es la
b ú s q u e d a de una c o m p r e n s i ó n de lo genérico. Des
de esta d esp lazad a perspectiva se c o n te m p l a la ima- ,
gen de la ruina, el crepúsculo de ese “ sueño de dio
se s” . A b a n d o n a d o el interés p or el nazismo c o m o
f e n ó m e n o históric o particular, el libro lo re c u p e r a
a h o r a c o m o s í m b o l o de las potencia s imperiales
q ue en d iferente s m o m e n t o s de la historia p rogra
m a r o n la d o m i n a c i ó n y t e r m in a r o n siendo víctimas
de la a m b ició n y de sus propias víctimas que “ tarde
J lio
210 ‘
o t e m p r a n o ” e n c o n t r a r o n fuerzas para destruir el
cerco de sus opresores y volverse c o n t r a ellos. La
obra, pues, es u n a parábola d el Pueblo Elegido.
Pero al evocar de este m o d o a los nazis y su au-
todesignación de Pueblo Elegido, G O T T E R D A -
M M E R U N G sugiere sutilm ente la necesidad de p e n
sar en o t r o pueblo q ue por a n to n o m a s ia se ha ca
racterizado c o m o Pu eblo Elegido: precisamente el
pu eblo hebreo. Según un saber que for m a parte de
la tradición occidental^ el p ueblo h e b re o fue histó
r ica m e n te el Pu eblo Elegido y en virtud de este
trascendental privilegio buscó la preservación d é l a
pureza de esa r aza que asi h a b ía sido distinguida
por ía Divinidad. Históricamente tam bién, los des
cend ientes de ese Pueblo —cristianos y m u s u l m a
nes— t r a ta r o n de ex pan d ir sus respectivos dom in ios
por la tierra rec u rrie ndo al poder de la persuasión y
al p o d e r de la espada po rque el ecum enism o de su
credo era una inspiración y sobre todo una orden
de la Divinidad original. Este, saber im plícito y tra-
dicionalizado es recogido en la o b ra c o m o un h o m
bre pers uadido de ser el sacerdote de una “ secta
milenaria” c o m p u e sta , entre otros grupos, “ por los
seguidores d e d o s Cruzados que partieron a la c o n
quista del S anto Sepulcro y se j u r a r o n h e rm a nd ad
en las ruinas del T e m p l o ” (p. 135). Paradójica, y
quizá i n to le ra b lem en te , Hitler en este sentido r eú
ne la a m b ició n histórica de j u d í o s y cristianos. Pe-
ro es necesario decir que a q u í nos in te rnam os en
211
u n a lec tu ra si se q u iere sorpresiva pero no injustifi
cad a y que esta lec tu ra , a penas sugerida p o r la es
critura, resulta no sólo ju stif icada sino t a m b i é n n e
cesaria para darle u n sentid o c o m p l e t o a la o bra
q ue e stud ia m os. E sta lectura p u e d e hacerse a partir
ile G O T T E R D A M M E R U N G d o n d e , de m a n e r a su
til, el discurso b u s c a establecer u n a serie de c o m p a
raciones para in sinuar una sem ejanza entre hebreos
y nazis: c o m o los primeros, los segundos —a u n qu e
p or o tro s m e d i o s — se se n t ía n c u m p l i e n d o la obli
gación de c o m b a t i r “ La coalición aliada del m a l ”
(p. 146). En esta perspectiva, Hitler, el “ pro feta
g u e r r e r o ” , escribirá: “ D e a q u í que me crea en el
deber de obrar en el sentido del Todopoderoso
Creador: al combatir a los jud ío s cumplo la tarea
del Señor ” (p. 134). Y Eva, c u a n d o ve a su “ pobre
Adolf, pobre A d o lf , traicio n ad o p o r t o d o s ” , quizá
t a m b i é n i n to l e r a b l e m e n t e recurre a u n a im plo ra
ción en la q ue se a p ro p ia (¿u s u r p a ? ¿asimila?) el
t e x t o b íb lic o . E n e fe cto, el c om ienz o de la im p lo
ración de Eva repite t e x t u a l m e n t e lo que se lee en
Isaías 2 1 ,9 : “ C a y ó, cayó Babilonia y (todos) los
ídolos de sus dioses q u e b r a n t ó la t ie r r a ” (p. 136).
Y ésta, desde luego, no es la única evocación-uti-
li.'.ación del A n t i g u o T e s t a m e n t o , esa escritura que
l líd er rec orre c o m o propia.
T o d a v í a es necesario relacionar dos, imágenes
q ue la e s c r i t u r a - r e ú n e y repite casi en los mismos
t é r m in o s : en G R Ó S S A K T I O N un j u d í o c o m e n ta
ú (jd ¿e
csa^ ; , '
213