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LA GUERRA ENTRE FRANCISCO PIZARRO Y DIEGO DE ALMAGRO

La disputa por el Cuzco fue la causa inmediata de la guerra entre Francisco


Pizarro y Diego de Almagro por la posesión del Cuzco, la capital de los incas.

La Capitulación de Toledo, firmada el 26 de julio de 1529, sentó las bases


jurisdiccionales de los territorios conquistados por Pizarro y Almagro, siendo
ampliada después por la Real Cédula del 21 de mayo de 1534. En ella se
establecía dos gobernaciones: para Pizarro la Gobernación de Nueva Castilla,
que comenzaba en el norte en el pueblo de Teninpulla o Santiago (al norte del
actual Ecuador) y se extendía 270 leguas hacia el sur. Y para Almagro, la
Gobernación de Nueva Toledo, que se extendía inmediatamente al sur de la
Nueva Castilla, extendiéndose en 200 leguas.

En teoría, no debía haber problemas en determinar exactamente donde


terminaba la Nueva Castilla y donde comenzaba la Nueva Toledo, pero estalló
entonces la controversia: mientras Almagro sostenía que las mediciones de las
270 leguas de la Nueva Castilla debía hacerse siguiendo las sinuosidades de
las costas, con sus golfos y caletas, en cambio Pizarro sostenía que debía
hacerse siguiendo la línea del meridiano. De acuerdo a la tesis de Almagro, la
gobernación de Nueva Castilla terminaba al norte de Lima, y de acuerdo a la de
Pizarro, terminaba al sur del Cuzco. Consultada la Corona española, esta daría
la razón a Pizarro, pero su resolución llegaría muy tarde.

Convencido de su tesis, Almagro se dispuso a ocupar Cuzco en 1535, alentado


por sus partidarios. La guerra civil habría estallado entonces, de no ser que el
astuto Pizarro convenciera a su socio a que marchara a la conquista de Chile,
situada al sur de su gobernación, pues decíase que era una tierra donde
abundaban los metales preciosos y donde hallaría, presumiblemente, un
segundo Cuzco. Almagro emprendió entonces la expedición a Chile, partiendo
del Cuzco el 3 de julio de 1535. El viaje por Chile fue duro y penoso, no
encontrando nada de valor, a pesar de haber llegado hasta la altura del
actual Valparaíso. En su mayor parte era un territorio desértico, poblado de
indios belicosos. Esta expedición duró alrededor de dos años, y terminó
en 1537, con el retorno de Almagro y los restos de sus tropas, que
descansaron en Arequipa, antes de marchar hacia el Cuzco.

La captura del Cuzco y la batalla de Abancay

Diego de Almagro se apodera del Cuzco.

De vuelta en el Perú, Almagro se enteró del levantamiento de Manco


Inca (llamado por los españoles Manco II). Por un lado, desalentado por los
resultados de su viaje a Chile, y por otro, creyendo que estaba dentro de su
gobernación, decidió tomar la ciudad del Cuzco. Y lo hizo en los precisos
momentos en que los hermanos Gonzalo y a Hernando Pizarro acababan de
romper el cerco del Cuzco de Manco Inca. Era el 8 de abril de 1537. Almagro
apresó a Gonzalo y Hernando y se proclamó gobernador del Cuzco. Luego,
enterado que el capitán pizarrista Alonso de Alvarado venía de Lima con un
ejército de españoles, le salió al encuentro y lo derrotó en la batalla del Puente
de Abancay, el 12 de julio de 1537. Alvarado fue llevado preso al Cuzco,
mientras que sus fuerzas fueron obligadas a sumarse al ejército almagrista. De
otro lado, Almagro se alió con Paullu Inca a quien coronó Inca para
contraponerlo a Manco Inca.
Una vez que ocupó el Cuzco, Almagro, aconsejado por algunos partidarios, se
fijó en Lima, la ciudad que Pizarro fundara para ser la capital de su
gobernación. Llevando preso a Hernando Pizarro, Almagro salió del Cuzco y
bajó a la costa, con rumbo hacia Lima, aunque cometió el error de dejar a
Gonzalo Pizarro y a Alonso de Alvarado, quienes no tardaron en escaparse de
la prisión.

Fundación de Chincha y negociaciones con Pizarro

En su trayecto hacia Lima por la costa del sur, Almagro fundó la Villa de
Almagro, en el valle de Chincha, a fines de agosto de 1537, con la intención de
convertirla en la capital de su Gobernación de Nueva Toledo. 1 Posteriormente,
esa capital sería trasladada más al sur, a Sangallán, en la provincia de Pisco,
actual región de Ica. En medio de los festejos de la fundación, Almagro se
enteró de la huida de Gonzalo y de Alonso de Alvarado; entonces pensó
seriamente en ejecutar a Hernando Pizarro, tal como lo venía aconsejando su
lugarteniente Rodrigo Orgóñez, pero no lo hizo pues por entonces le llegaron
unas cartas de Francisco Pizarro, invitándolo a solucionar pacíficamente el
conflicto, lo cual aceptó. Ambos gobernadores se sometieron al arbitraje del
fraile mercedario Francisco de Bobadilla y se encontraron en el pueblo
de Mala (sur de Lima), el 13 de noviembre de 1537. Se armó una discusión que
terminó en un altercado; finalmente, temiendo un atentado, Almagro montó su
caballo y regresó a Chincha. Bobadilla quedó entonces en libertad de dictar su
fallo en el litigio en ausencia de una de las partes, pero antes encargó hacer las
mediciones correspondientes a unos pilotos de mar, luego de las cuales quedó
convencido de que los pizarristas tenían la razón: que el Cuzco no pertenecía a
la jurisdicción de Almagro. Por ende, falló ordenando el cese de hostilidades y
obligando a Almagro abandonar el Cuzco y liberar a Hernando.

Dicho fallo enfureció a los almagristas, quienes exigieron su jefe que decapitara
a Hernando. Pero entonces intervino Francisco Pizarro, quien, al ver que el
fallo le era enteramente favorable y que no contentaría jamás a Almagro,
astutamente sugirió acordar una tregua, aceptando que Diego de Almagro
siguiera siendo Gobernador del Cusco hasta la llegada de un emisario del
rey Carlos I, quien ventilaría definitivamente el asunto; a cambio de esta
concesión, suplicó a Almagro que dejara en libertad a su hermano Hernando,
comprometiéndose enviarlo a España antes de cumplirse seis semanas.
Creyendo de buena fe las promesas de su viejo socio de la conquista, Diego de
Almagro aceptó y soltó a Hernando, lo que constituyó un grave error que le
costaría la vida.

La guerra de las Salinas y muerte de Almagro

Batalla de las Salinas


En efecto, Francisco Pizarro, antes de retornar a Lima, en vez de ordenar a
Hernando Pizarro viajar a España, lo mandó de retorno al Cuzco, con el
pretexto de someter a las fuerzas rebeldes de Manco Inca. En realidad iba con
el propósito de recapturar el Cuzco de manos de los almagristas. Comandando
una nutrida tropa de soldados leales a los Pizarro, Hernando avanzó a marchas
forzadas subiendo hacia la sierra. Almagro comprendió entonces que no le
quedaba otra salida sino la guerra, y enrumbó también a la sierra, para
defender lo que consideraba de su propiedad; como se hallaba muy enfermo
(posiblemente de sífilis), dejó la dirección de la campaña a su
lugarteniente Rodrigo Orgóñez, nombrado mariscal. Éste ordenó a sus
hombres que se hicieran fuertes en los pasos del Huaytará (actual región de
Huancavelica), una sierra alta y áspera donde con pocos efectivos era factible
impedir el avance de los pizarristas. Sin embargo, los almagristas descuidaron
la defensa, y Hernando logró mediante un rodeo ganar el otro lado de la sierra.
Apenado por tal revés, Almagro y sus tropas enrumbaron a marchas forzadas
hacia el Cuzco, para defenderla del avance pizarrista.

Captura y muerte de Almagro el Viejo.

Sin embargo, los hermanos Pizarro no se dirigieron de inmediato al Cuzco, sino


que bajaron al valle de Ica, a fin de reabastecer y reanimar a sus tropas, muy
afectadas por la altura. Francisco Pizarro, cuya edad ya no le permitía bregar
en una campaña militar tan exigente, se retiró a Lima, dejando en sus
hermanos Hernando y Gonzalo la conducción de la guerra. Una vez listo,
Hernando Pizarro reemprendió la marcha hacia el Cuzco: tomó la ruta
por Lucanas y Aymaraes, y sin mayor contratiempo, arribó a las cercanías del
Cuzco, en abril de 1538. Unos días antes Almagro había entrado en la ciudad,
preparando su defensa.

Ambos ejércitos se encontraron a cinco km al sur del Cuzco, el 6 de


abril de 1538, en un lugar conocido como Cachipampa o la “pampa de las
Salinas” por hallarse allí una fuente de agua salada que los lugareños dejaban
decantar para obtener sal. Se libró la primera gran batalla de las guerras
civiles: la Batalla de las Salinas. Las tropas de Almagro fueron derrotadas,
pereciendo en el campo el mariscal Ordóñez. Almagro, que en litera contempló
de lejos la derrota de sus tropas, huyó al Cuzco, y se refugió en uno de los
torreones de Sacsayhuamán, pero fue tomado prisionero por Alonso de
Alvarado.

Almagro, ya viejo y muy enfermo, fue juzgado y condenado a muerte, pero


como esta sentencia provocara vivas protestas en el Cuzco, Hernando ordenó
que lo estrangularan en su celda y que su cadáver fuera sacado a la plaza para
ser degollado (8 de julio de 1538). Se afirma que todo esto se hizo a espaldas
de Francisco Pizarro, quien enterado de la victoria de su partidarios, había
salido de Lima rumbo al Cuzco, pero llegó cuando ya había sido ejecutado su
viejo amigo y socio, sufriendo entonces una fuerte depresión, embargado tal
vez de un sentimiento de culpa de no haber acudido a tiempo a salvarlo.
Asesinato de Pizarro a manos de los almagristas
Asesinato de Francisco Pizarro a manos de los almagristas, según un grabado
del siglo XIX.

Diego de Almagro tuvo un hijo del mismo nombre, con una india panameña, al
que se conocía como "El Mozo", de cuya tutoría se encargó el viejo capitán
almagrista Juan de Rada. Ambos se trasladaron a Lima, siguiéndoles el resto
de los almagristas que habían quedado sumidos en la pobreza por obra de los
pizarristas. Fueron conocidos como los “Caballero de la Capa”, pues se decía
que a tal punto llegaba su pobreza que tenían que compartir una sola capa.
Estos almagristas se cansaron de esperar al Juez que la Corona había
prometido enviar para dirimir en la disputa entre los conquistadores, y juraron
entonces hacer justicia con sus manos vengando la muerte de Almagro el
Viejo. Encabezados por Rada, asaltaron el Palacio de Gobierno y dieron
muerte a Francisco Pizarro, el 26 de junio de 1541 de una estocada en el
cuello, aunque esto no lo Ultimo por completo: se sabe que el almagrista
"Martin de Bilbao" lo acabó de un jarronazo en la cabeza. Cabe señalar que el
Mozo no participó personalmente en este atentado, pues Rada no quiso que
sufriera riesgos.

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