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EL GRAN BOSQUE DE GOLOSINAS

En un espléndido día en que el sol brillaba, había un niño muy curioso


llamado Noan que tenía un osito a quien llamó Bati, era su amigo fiel quien lo
acompañaba a todas sus increíbles aventuras. Ambos estaban algo aburridos y el
curioso Noan se le ocurrió ir de paseo, ambos decidieron hacer juntos una
excursión al enorme bosque que se encontraba en los alrededores de su casa.
Caminaron y caminaron y llegaron muy, muy lejos…exactamente, llegaron a
lo más profundo del bosque, un bosque precioso, al que no habían explorado
antes. Asombrados con su belleza, siguieron caminando y observando las
maravillas se dieron cuenta que no era un bosque como los demás, con árboles
frutales y muchos animales.
Mientras más exploraban y echaban un vistazo al bosque, no era muy difícil
saber por qué no era como los demás. En ese lugar todos los arboles tenían, en
vez de hojas verdes, golosinas de todos los colores, de todos los sabores y de
todos los tamaños. Y en vez de frutas normales tenían frutas de chocolate, vainilla,
fresa, moras. ¡Era como el paraíso de las golosinas!
Ambos asombrados por el lugar, pensaron que seguramente los niños de
aquel lugar serían muy felices por tener tantas cosas ricas para comer. Pero la
triste y cruda realidad es que no era así. Al ver lo triste que estaban los niños, se
acercaron y les preguntaron que les ocurrían, que porque estaban tan tristes y no
comían de los dulces que se encontraban en todos los árboles. Los niños al verlos
se asombraron, nunca habían tenido visitas, Noan y Bati a ver sus caras se
presentaron y les explicaron cómo fue que llegaron al bosque. Ellos al sentirse en
confianza les dijeron que estaban desconsolados y llorando porque, como eran tan
pequeños, no podían alcanzar los dulces de los árboles. Por mucho que saltaban
e intentaban trepar, no conseguían nada. Sus padres no los ayudaban porque
decían que estaban comiendo muchos dulces y podrían enfermar.
Pero a Noan y Bati se les ocurrió una solución para el problema y poderles
enseñar y ayudar a encontrar una forma de poder disfrutar de todas esas
maravillosas golosinas, pero que debían colaborar y trabajar todos como un gran
equipo para poder atraparlas. Lo que se les ocurrió fue construir una gran y larga
escalera con los trozos de madera que había por el bosque. Todos al escuchar la
idea de ambos, los niños la aceptaron inmediatamente, corrieron y se pusieron en
marcha para hacerlo: unos buscaron la madera, otros la cortaron, otro la
unieron…y todos juntos terminaron la escalera en un santiamén.

Ahora ya solo quedaba ponerla junto a uno de los árboles, y mientras unos
sujetaban fuertemente la escalera para que no ocurriera algún accidente, los otros
subían y bajaban con sus manitas llenas de todo tipo de golosinas. Y así fue como
lo hicieron y recolectaron muchos caramelos, chocolates, chicles, chupetas…y un
montón de golosinas más que, por supuesto, eran para todos, porque como todos
habían colaborado todos tenían derecho a disfrutar de las golosinas también.
Noan y Bati también comieron, pero tuvieron que despedirse ya de sus
amiguitos porque debían regresar a casa. Pero aquellos niños los invitaron a
regresar las veces que quisieran y pudieran disfrutar y comer todo lo que
quisieran. Les agradecieron mucho la idea que les dieron y dieron las gracias por
enseñarlos a que juntos y uniéndonos los unos a otros podremos participar de
cosas buenas que a veces solos no podríamos alcanzar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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