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LtJJ viajeJ

de Gulliver
Colección dirigida por
Francisco Antón
Jonathan Swift

viajef
LtJJ
de Gulliver
Adaptación
Martín Jenki n s

Ilustraciones
Chris Riddell

Versión, notas y actividades


Gabriel Casas

L1
Vicens Vives
1

1 Primera edición, 2007


Reimpresiones, 2008, 2008, 2009
2010,20 11,2011,2013,20 13
Novena reim presión, 2015

Depósilo Legal: B. 30.828-2011

= ISBN: 978-84-316-8 139-5


i'\úm. de Orden V.V.: HV55

li:l MARTIN JENKJNS


Sobre la adaptación.
~ CHRIS RIDIJEI. L
Sobrt~ las ilustraciones.
~GA BRIEL CASAS
Sobre la versión espM10la, la~ notas y las actividade:..
© VICENS VIVES PRIMAR IA, S.A.
Sobre la p resente edición se¡sú n el art. 8 dd Real Decreto Legislativo 11 1996.

Esta edición ha sido publicada por acuerdo con


Walker Books Li mited , Lond on, SEll SHJ.

Obra protegida por el RDL 1/ !996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual y pM la
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al<¡uiler o cualquier otra fMma de cesión de uso de este ejempl~r.

IMPRESO EN ESPAÑ A. I'RINTED 1~ SPAIN.


Índice
Los viajes de Gulliver

Viaje a Liliput 10

Viaje a Brobdingnag 51

Viaje a La puta, Balnibarbi, Luggnagg, Glubbdubbdrib y Japón So

Viaje al País de los Houynhnhms 114

Epílogo 144

~~~~ w
Notas 149

Actividades 153
VIA

VIAJES A
LILIPU T ....... .... . 10 .• •
BROAD IN GNAG. 51
80
HOUYHN HNMS.
- -.

o
1

ACAS~~AH
o
VIAJE A LILIPUT

Nací en el condado inglés de Nottinghamshire, y a


los catorce años me mandaron a estudiar a la Universi-
dad de Cambridge. 1 Al cabo de tres años empecé las
prácticas de cirugía, primero en Londres y después en
Leiden, en los Países Bajos, donde completé mis estu-
dios. Después de contraer matrimonio, hice algunos via-
jes como médico naval, pero me cansé del mar y decidí
instalarme en el barrio londinense de Wapping, adonde
me trasladé con mi mujer y mis hijos. Sin embargo, no
me fue bien y volví a enrolarme como médico de barco.
El buque al que me incorporé, el Antílope, zarpó de
Bristol el 4 de mayo de 1699. Iba rumbo a los Mares del
Sur, pero a principios de noviembre una violenta tem-
pestad desvió el barco hacia el noroeste de Tasmania. El
5 de noviembre el Antílope topó con un escollo* y nau-
fragamos. Seis de sus tripulantes conseguimos tomar el
bote salvavidas, pero al cabo de unas horas un repentino
vendaval nos hizo volcar. Nadé con todas mis fuerzas y
al final conseguí hacer pie cerca de una costa muy plana.
Cuando alcancé tierra, ya completamente exhausto, me
rendí al sueño.
Al despertar ya había amanecido. Estaba tendido de
espaldas y traté de incorporarme, pero no podía mover
ni siquiera la cabeza. Me pareció que estaba atado al
suelo por cientos de cuerdas.
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Por fin, cuando la luz del sol empezaba a herir mis


pupilas y hacía ya mucho calor, noté que un ser vivo se
subía a mi pierna izquierda y recorría mi cuerpo. Lo se-
guían de cerca unos cuarenta seres más. Al mirar hacia
mi barbilla vi a un hombrecillo del tamaño de mi mano,

y todas aquellas criaturas huyeron


despavoridas* por todo mi cuerpo;
algunas cayeron al suelo y queda -
ron ma]heridas; pero la mayoría no
tardó en regresar.
Forcejeando para soltarme, con-
seguí liberar el brazo izquierdo, y
de un violento tirón me arranqué
las cuerdas que me ataban el pelo,
con lo que pude volver un poco la
cabeza. Entonces uno de los hombrecillos gritó: ¡Tolgo
fonac!, y al instante fui agredido por cientos de flcchitas
que me pincharon como otras tantas agujas y me causa-
ron un gran dolor. Inmediatamente decidí que lo mejor
sería permanecer tendido y tratar de desatarme en la os-
curidad de la noche, momento que aprovecharía para
huir. De pronto oí unos golpes tremendos a mi derecha,
y vi que estaban construyendo una plataforma. Cuatro
hombrecillos se subieron a ella. El más alto, que parecía
una persona de alto rango,* me dirigió un largo discurso
del que no pude entender una sola palabra. Su tono era
a veces amenazador y otras amable.
Como el lector puede imaginar, yo estaba mu erto de
hambre y, aunque fuera grosero por mi parte, se lo indi-
qué al perso naje importante señalándome la boca con
insistenci a. Él lo entendió enseguida y ordenó que me
~ \
-----~\
trajeran comida en abundancia. Todo era diminuto (me
comía las hogazas" de pan de tres en tres), pero delicioso.
Luego me trajeron vino en lo que debían ser los barriles
más grandes del lugar, y me lo bebí muy a placer. Nume-
rosos hombrecillos me aplicaron en la piel un ungüento
que me alivió y curó las heridas de las flechas. Animado
por el trato que recibía, les indiqué con gestos que desea-
ba recuperar mi libertad y les aseguré que no les haría
ningún daño. El personaje importante ordenó entonces
que me desataran las cuerdas del costado izquierdo, y
yo, que sentía la vejiga a punto de estallarme, me incliné
a un lado para hacer aguas.* Los hombrecillos advirtie-
ron enseguida lo que iha a ocurrir y echaron a correr,
volviéndose para admirar el ruidoso torrente que estaba
produciendo.
,1

......

Saciadas la sed y el hambre, no tardé en caer profun-


damente dormido, aunque luego supe que habían pues-
to un narcótico'' en el vino. Me desperté horas después
al notar que algo me cosquilleaba en la nariz y me hacía
estornudar estruendosamente. Al abrir los ojos compro-
bé que estaba atado a una plataforma con ruedas de la
que tiraban al menos mil quinientos caballos.
Nos detuvimos cerc.:1 de una gran ciudad. Con una .
cadena me ataron el tobillo izquierdo a la fachada de un
templo abandonado, que era el edificio más grande del
reino. Por lo menos cien mil personas, entre ellas el que
sin duda era el mismísimo emperador, salieron a verme.
Miles de curiosos se subieron con escaleras a mi cuerpo
y se pasearon por él y me incordiaron hasta que el em-
perador les prohibió hacerlo bajo pena de muerte.
Cuando se aseguraron de que me hallaba bien enca-
denado, cortaron las sogas y yo pude incorporarme. La
diminuta ciudad y los campos que se extendían ante mí
eran un espectáculo maravilloso. Luego me incliné y ga-
teé para entrar en el templo, donde cabía completamen-
te tendido.

-~ -.)
~ -::-:-e:

Cuando volví a salir el emperador venía hacia mí


montado en un caballito. Orde_n ó que me dieran de co-
mer y beber y empezó a. hablarme. Para verle y oírle me-
jor me tendí de lado. El emperador tenía unos veintio-
cho años, iba muy bien vestido y era mucho más alto
que las personas que lo rodeaban. Lo acompaüaban se-
ñoras lujosamente vestidas y un buen número de sacer-
dotes y abogados. El emperador, los sacerdotes y los abo-
gados me hablaron durante unas dos horas, y yo contesté
en los siete idiomas que domino, pero ellos no pudieron
entenderme, ni yo a ellos.
Entonces la corte se retiró, y un gran contingente de
guardias contuvo a la multitud que se me echaba enci-
ma. Algunos rufianes* fueron tan impertinentes que me
lanzaron flechas cuando salí a sentarme
fuera de mi morada,* y una de ellas no
me dio en el ojo izquierdo de milagro.
El jefe de la guardia, indignado, prendió
a seis de los cabecillas y me los entregó
para que los castigara. Yo los agarré, me
metí a cinco en el bolsillo de la chaqueta
y fingí que iba a comerme al sexto. El
pobre estaba tan aterrorizado que soltó un grito horri-
ble. Los soldados y la gente se estremecieron, y más cuan-
do saqué mi navaja; pero no tardaron en tranquilizarse
al ver que la utilizaba para cortar las cuerdas que ataban
al hombre, al que deposité amablemente en el suelo.
Después liberé a los otros cinco de la misma manera.
Los soldados y la multitud quedaron muy impresiona-
dos por lo indulgente* que había sido.
Cuando se propagó la noticia de mi llegada vino a
verme una gran cantidad de gente. Todo el mundo deja-
ba de trabajar, y el país entero estaba a punto de quedar
paralizado. El emperador ordenó que todos los que ya
me hubieran visto volvieran a sus casas, y dispuso que
sólo podrían acudir a verme de nuevo si pagaban unos
derechos de visita. Con esas tasas" se recaudaron enor-
mes sumas de dinero.
Entretanto, según supe después, el Consejo debatía
qué hacer con migo. Temían que pudiera escapar o que
acabara con toda la comida del país y causara una ham-
bruna. Propusieron dejarme morir de hambre o lanzar-
me flechas envenenadas, pero al final pensaron que sería
demasiado complicado deshacerse de mi cadáver, que
enseguida empezaría a pudrirse y apestar, y tal vez des-
encadenaría una epidemia.
Mientras los miem bros del Consejo estaban reuni-
dos, algunos soldados entraron en la sala para explicar-
les con cuánta amabilidad había tratado a mis agresores.

Esto les impresionó tanto que abandonaron el propósito


de deshacerse de mí y decidieron cuidarme apropiada-
mente. Cada día me ali mentaban con seis vacas, cuaren-
ta ovejas y una gran cantidad de pan y vino que aporta-
han las arcas reales. Se designaron seiscientas personas
para atenderme, trescientos sastres para hacerme un tra-
je, y seis de los mejores profeso res para que me enseña-
ran la lengua del país.
Pronto empecé las clases. Hasta el propio emperador
venía a ayudarme. Cada vez que aparecía le pedía mi Ji-
bertad, pero él me contestaha que debía ser paciente.
Era imprescindible que hiciera un juramento de pa:t y
que permitiese que me registraran.
Di mi consentimiento para ello y dos funcionarios
del emperador comprobaron si llevaba armas. En su in-
form e enumeraron los siguientes objetos encontrados:

O Bolsillo derecho de la chaqueta: pieza de tela basta


del tamaño de una alfombra.
O Bolsillo izquierdo de la chaqueta: una caja redonda
enorme llena de unos polvos que nos hicieron estor-
nudar.2
U Bolsillo derecho del chaleco: fardo de ciertos objetos
finos, planos y blancos, cada uno del tamaño de tres
hombres, atados con cuerdas y cubiertos de trazos
n egros. Pensamos que es un escrito.
O Bolsillo izquie rdo del chaleco: objeto del que sobre-
salen veinte postes largos. Pensamos que el Hombre
Montaña se p eina con él.
O Gran bolsillo derecho del pantalón: columna de hie-
rro hueca, de la altura aproximada de un hombre,
adosada a un a gran pieza de madera; de un lado de
la columna sobresalen extrañas tallas de hierro.

gunas piezas redondeadas y planas


de metal rojo y plateado.
O Bolsillo izquierdo del pantalón: dos
columnas irregulares negras, cada
una de las cuales contiene una enor-
me plancha de acero en su interior.
El Hombre Montaña explicó que
usa una de ellas para cortar carne, y
la otra para afeitarse.
En la parte superior de los pan-
talones hay dos bolsillos cerrados a
los que no tuvimos acceso. Él los
llamó sus faltriqueras, y nos mos-
tró lo que había dentro.
En la faltriquera derecha había una magnífica cadena
de plata, con un maravilloso artilugio en un extremo en
forma de globo, mitad de plata y mitad transparente. La
cara transparente contenía extrañas figuras que no pu-
dimos tocar. Produce el ruido de un molino de agua.
Pensarnos que p uede ser un animal desconocido o el
dios del Hombre Montaña. Probablemente sea esto últi-
mo, pues nos dijo que prácticamente no hacía nada sin
consultarlo antes.
En la faltriquera izquierda había una redecilla que
contenía varias piezas de metal amarillo. Si son realmen -
te de oro, deben ser muy valiosas.
Alrededor de su cintura llevaba un gran cinturón de
piel del que colgaba una espada de la altura de cinco
hombres y una bolsa con dos compartimentos: uno de
ellos contenía pesadas esferas de metal del tamaüo de
nuestras cabezas, y el otro un montón de granos negros
mucho más pequeños.
Firmado,

Clefvcn Frelock Marsi frel ock


El emperador me pidió que le mostrara algunas de
aquellas cosas, y requirió la presencia de trescientos sol-
dados para que lo protegieran. Desenvainé mi espada y
la blandí en el aire; pero su hoja destelló al sol, deslum-
bró a los soldados y los hizo proferir un grito de terror.
Luego saqué una de mis pistolas, la cargué de pólvora y
disparé al aire. Como podréis imaginar, esto los aterrori-
zó aún más, y cientos de soldados cayeron al suelo páli-
dos como la muerte. Hasta el emperador estaba profun-
damente conmocionado.

Cuando el emperador me lo ordenó, deposité en el


suelo todos estos objetos que Clefven y Marsi Frelock
habían hallado. Mi espada, mis pistolas y la bolsa de
pólvora fueron trasladados a los almacenes del empera-
dor, pero todo Jo demás me fue devuelto. Sin embargo,
yo tenía un bolsillo secreto que había pasado desaperci-
bido a Clefven y Marsi Frelock. En él guardaba mis len-
tes, un telescopio de bolsillo y otros objetos personales,
que, como no eran de utilidad al emperado r, preferí guar-
dar yo.
Me mostraba amable y amistoso para conseguir la li-
bertad. La gente me perdió el miedo enseguida, y mu-
chos venían a bailar sobre mi mano. Los niños hasta ju-
gaban al escondite en mi pelo.
Un día el emperador me invitó a p resenciar el espec-
táculo más fascinante que he visto en mi vida. La parte
que más me impresionó fue el baile sobre la cuerda floja,
una práctica realizada por quienes tratan de ganar posi-
ciones en la corte. Cuando un puesto queda vacante por
la muerte o caída en desgracia de alguien (lo que ocurre
a menudo), los candidatos a ocuparlo bailan en la cuerda
floja, un ejercicio que en aquel país practican desde la in-
fancia. El que salta más alto sin caer, gana. A menudo los
ministros importantes también lo ejecutan para demos-
trar al emperador que aún conservan sus facultades. El
tesorero, Flimnap, tiene que bailar en la cuerda más alta. 3
Mi amigo Reldresal, Secretario General de Política Inte-
rior, danza en una cuerda dos centímetros más baja. Con
frecu encia los participantes se caen, se rompen alguna
extremidad y hasta se matan. Hace uno o dos años Flim-
nap se cayó, y a buen seguro que se habría roto la crisma
de no ser porque uno de los almohadones del empera-
dor estaba casualmente allí para amortiguar su caída. 4
Supe que el emperador, la emperatriz y el primer mi-
nistro celebran a veces una competición privada. Ésta
consiste en que el emperador sostiene una vara y los
competidores deben sal-
tarla y pasar por debajo de
ella varias veces. Quien con-
sigue hacerlo con mayor
agilidad obtiene una cinta
de seda azul, el siguiente
se lleva una cinta roja, y el
tercero una verde. Las tres
se exhiben con orgullo en
la corte. 5
Un día decidí proponer y organizar mis propios jue-
gos. Con varios troncos de árbol y mi pañuelo construí
una especie de palestra ~ donde veinticuatro caball os y
sus jinetes debían realizar complejas maniobras milita-
res, entre las que se incluían fingidas batallas. Fue emo-
cionante. Lástima que uno de los caballos tropezara. con
mi pañuelo y derribara al jinete. El hombre salió ileso,
pero el caballo se lastimó una pata, así que decidí no
arriesgarme a organizar más juegos como éste.

Un par de días después, cuando el emperador pasaba


revista a sus tropas, pensó que sería divertido verlas des-
filar entre mis piernas, como si yo fuera el coloso de Ro-
das.6 Tres mil soldados a pie y mil a caballo pasaron de-
bajo de mí. Todos tenían prohibido mirar hacia arriba,
pues mis calzones estaban ya muy rotos y ajados .. .'' Sin
embargo, algunos oficiales jóvenes levantaron la vista y
prorrumpieron en carcajadas o en frases de admiración.
Al final el Consejo atendió mi petición de libertad.

1 Sólo una persona se opuso: el Almirante del Reino, o


Galbet, Skyresh Bolgolam, quien, sin que yo le diera mo-
tivo algun o para ello, decidió convertirme en su enemigo
personal? Como Bolgolam gozaba de la confianza del
Emperador, no le fue difícil convencerlo para que se me
obligara a aceptar y firmar las condiciones bajo las cua-
les yo sería puesto en libertad. El documento decía así:
«GOLBASTO MOMAREN EVLA M E GURDILO SHEFTN

MuLLY ULLY GuE, el Poderoso Emperador de Liliput,


Caricia y Azote del Universo, Rey de Reyes, el Mayor de
los Hijos del Hombre, etc., etc., propone al Hombre Mon-
taña que jure cumplir los siguientes artículos:
.,. No abandonar nuestro reino sin permiso.
, .. Entrar en la capital sólo con nuestra autorización y
avisando con dos horas de antelaci6n, para que sus
habitantes puedan refugiarse en sus casas.
,... Limitar los paseos a las carreteras principales y no
tenderse en los campos de maíz o en las praderas.
,... Procurar no aplastar a mis amados súbditos o sus ca-
ballos al andar, y no agarrar a nadie si n su consen ti-
miento.
,... Si fuera necesario, llevar a un mensajero real y a su
caballo en el bolsillo para enviar mensajes urgentes.
(... Ser nuestro aliado contra los enemigos de la isla de
Blefuscu y hacer lo posible por destruir su flota, que
se dispone a invadimos.
,... Durante su tiempo libre, ayudar a nuestros obreros a
construir los muros del parque real y otros lugares.
.- - ,... Informarnos sobre la dimensión de nuestro reino an-
dando por la costa y contando los pasos.
Si accede a todo ello, recibirá diariamente comida y
bebida suficientes como para ali mentar a 1.728 de nues-
tros súbditos>>.
Me vi obligado a aceptar todas estas condiciones, aun-
que algunas no me entusiasmaban demasiado (las que
había sugerido mi enemigo Skyrcsh Bolgolam).
Tras obtener mi libertad, lo primero que hice fue visi -
tar la capital, Mildendo. Anduve con mucho cuidado pa.-
ra no causar nin gún daño a sus habitantes o a sus casas.
Pero me fue imposible llegar al palacio del emperador
porque los edificios que lo rodeaban eran demasiado al -
tos, y si hubiera trepado por ellos los habría dañado.
Pasé los tres días siguientes cortando los árboles más
altos del parque real. Con ellos fabriqué un par de zan-
cos que utilicé para pasar por
encima de aquellos edificios.
Luego me tendí en el patio pa-
ra admi rar, a través de las ven-
lanas, los espléndidos aposen-
tos reales. La emperatriz fue
muy amable y me tendió lama-
no para que se la besara.
Unos quince días despu és
de obtenida mi libertad, Rel-
dresal acudió a verme en pri-
vado. Me contó que las cosas
no iban bien en Liliput. La cor-
te estaba dividida entre dos fac-
ciones políticas, los Trameck-
san y los Slamecksan, que se
distinguía11 por la altura de sus
tacones y se odiaban mutua-
mente.x El actual emperador
favorecía a los Slamecksan y, como ellos, calzaba zapatos
de tacones bajos. Su hijo y heredero al trono parecía de-
cantarse en cambio por los Tramecksan,
como lo evidenciaba el hecho de que uno
de sus tacones fuera más
alto que el otro, lo que lo
hacía cojear.
Los dos grupos estaban siempre intrigando y enzar-
zados en luchas intestinas. Para empeorar las cosas, el
país estaba en guerra desde hada treinta y seis meses
con Blefuscu, el imperio vecino. 9 El factor dcsencade-
nante habían sido los huevos.
Al principio, todos los súbditos de Liliput y Blefuscu
cascaban los huevos por su extremo más ancho. Pero
cuando era niño, el abuelo del emperador
actual se cortó el dedo al tratar de cascar un
huevo por ese extremo. Por eso su padre, el
emperador de aquella época, ordenó que to-
do el mundo los cascara por el lado opues-
to, bajo pena de severos castigos. Soliviantado
por la nueva ley, el pueblo llegó a rebelarse
hasta seis veces, en una de las cuales perdió la
vida un emperador y, en otra, otro emperador
fue derrocado. 10 Se calcula que once mil per-
sonas fueron asesinadas por negarse a cascar los huevos
por su extremo más estrecho. Otros muchos huyeron a
Blefuscu. A los partidarios del extremo ancho se les in-
habilitó para desempeñar cargos públicos y se les prohi-
bieron sus libros.
El emperador de Blefuscu llegó a acusar al empera-
dor liliputiense de haber creado un cisnia* religioso al
quebrantar una ley del gran profeta Lustrog, quien ha-
bía escrito en el Rrundecal (algo así como su Biblia), que
"los verdaderos creyentes deben cascar los huevos por eL
extremo más conveniente'~ Según el emperador de Ble-
fuscu, el extremo correcto era el más ancho, aunque, en
opinión de Reldresal, decidir cuál era el «extremo más
conveniente" quedaba al arbitrio de cada persuna. 11
Al final, los liliputienses extremo-anchos que habían
huido a Blefuscu convencieron al emperador de aquella
isla para que declarara la guerra a Liliput. Hasta el mo-
mento los liliputienses habían perdido treinta mil solda-
dos y marinos en la guerra, además de cuarenta buques
e innumerables barcos pequeños. Blefuscu aún había per-
dido más, pero había conseguido armar de nuevo una
flota y se disponía a atacar Liliput.
El emperador me había enviado a Reldresal para que
solicitase mi ayuda, y yo, aunque como extranjero no
debía interferir en las contiendas de los liliputienses, me
mostré dispuesto a arriesgar la vida para defender al em-
perador y a su país contra los invasores.
La isla de Blefuscu se hallaba a unos ochocientos me-
tros de la costa nordeste de Liliput. Toda relació n entre
ambos territorios fue prohibida bajo pena de muerte, y,
con la amenaza de invasión, yo evité acercarme a aquella
parte de Lilipul para que ningún blefuscudiano pudiera
verme o tener noticia de mi existencia.
Maquiné un plan temerario para capturar la flota ene-
miga. Pedí que me trajeran una gran cantidad de recias
sogas y barras de hierro, pero las sogas eran como hilo de
envolver y las barras semejaban agujas de tejer. Trencé las

barras de tres en tres y doblé sus extremos para formar


ganchos; luego trencé las sogas, las até a los ganchos y,
arrollándome las cuerdas al hombro, me di rigi al canal
que separa Liliput de Blefuscu. Antes de que subiera la
marea vadeé"' el canal, nadé para atravesar la zona más
profunda y, al cabo de media hora, llegué a Blefuscu. Los
marinos enemigos se asustaron tanto al verme que se
lanzaron al agua y huyeron a nado para salvar la vida.
Después se reunjeron en la costa y tormaron un grupo
muy numeroso; debían de ser unos treinta mil.
Cuando alcancé los barcos abandonados por los ma-
rinos fui enganchándolos uno a uno y reuní todas las
sogas en un haz. Los blefuscudianos trataron de dete-
nerme con una lluvia de flechas, que me picaron una
barbaridad, aunque mi temor principal era que pudie-
ran alcanzarme en los ojos y dejarme ciego. Entonces re-
cordé los lentes que había guardado en mi bolsillo secre-

1 to, me los puse y proseguí con mi plan.


.- --~,

1
____J
1
En cuanto hube enganchndo todos los barcos di un
buen tirón, pero no se moviero n. Los buques estaban
bien anclados, así que solté las sogas, saqué mi navaja y
corté las cadenas de todas las anclas. Luego emprendí el
regreso a Liliput arrastrando cincuenta naves. Cuando
los blefuscudianos vieron lo que estaba haciendo, profi-
rieron un ensordecedor grito de dolor y desesperación.
En cuanto estuve fuera de su alcance me detuve para sa-
carme las flechas que tenía clavadas y me froté las heri-
das con el ungüento que me habían dado al llegar a Lili-
put. Esperé un poco a que bajara la marea, y proseguí.

A los liliputienses les entró el pánico cuando vieron


que la flota enemiga se les acercaba, ya que a mí no po-
dían distinguirme porque iba con el agua al cuello. De-
dujeron que me había ahogado y que el enemigo nave- :
gaba hacia ellos dispuesto al ataque. Estaban al borde de
la desesperación cuando me vieron aparecer. Entonces
lanzaron un grito de alegría y, en cuanto llegué a la ori-
lla, el emperador me nombró nardac, que es el mayor tí-
tulo honorífico del país.
El emperador, exultante* por la victoria, me pidió que blefuscudianos. Empecé a comprender hasta dónde lle-
regresara y me apoderara del resto de los barcos: había gan las insidias* de las cortes y los ministros.
decidido conquistar Blefuscu y convertirlo en provincia Por aquellos días tuve la oportunidad de hacerle un
de Liliput. Todo el mundo sería obligado a cascar los gran favor al emperador, o al menos eso pensé entonces.
huevos por el extremo estrecho, y él se declararía empe- Cierta noche me despertaron los gritos de cientos de
rador de todo el mundo conocido. Traté de disuadirle ar- personas ante mi puerta. Algunos miembros de la corte
gumentando que no quería participar en el proyecto de se acercaron a mí para comunicarme que las estancias
convertir a los valientes blefuscudianos en esclavos, y de la emperatriz estaban en llamas. Me apresuré hacia el
muchos ministros del gobierno se pusieron de mi parte. 12 palacio, donde los liliputienses trataban inútilmente de
Sin embargo, el emperador no me perdonó nunca apagar el incendio con cubos de agua. Yo podría haber
que me hubiera opuesto a sus deseos, y no tardé en des- sofocado las llamas con mi abrigo, pero con las prisas
cubrir que se había confabulado con algunos de sus mi- me lo había dejado en casa.
nistros para intrigar contra mi. Ya El fuego iba extendiéndose peli-
se ve de qué poco sirve prestar gran- grosamente, y habría arrasado todo el
des servicios a los príncipes, cuan- palacio de no ser porque, de repente,
do uno se niega a satisfacer sus peo- se me ocurrió una idea. La tardean-
res pasiOnes. terior yo había ingerido una gran can-
Unas tres semanas después de tidad de un vino muy sabroso llama-
haber capturado la flota, Blefuscu do glinúgrim, así que tenía la vejiga
envió a Liliput seis embajadores muy llena. No me lo pensé dos veces:
con una propuesta de paz. Les ayu- me alivié rápidamente sobre las de-
dé un poco en las negociaciones, y pendencias de la emperatriz, y acabé
cuando finalmente se firmó el tratado de paz, 13 los em- con el fuego en tres minutos. Hecho esto, regresé inme-
bajadores vinieron a verme, me agradecieron mis bue- diatamente a casa sin esperar las felicitaciones del empe-
nos oficios y me invitaron a visitar al emperador de Ble- rador. Sabía que estaba tajantemente prohibido orinar en
fuscu para que le mostrara mi prodigiosa fuerza. el recinto del palacio, pero esperaba que el emperador
Durante mi siguiente audiencia con el emperador de comprendiese mis motivos para hacerlo y me perdonara.
Liliput le pedí permiso para viajar al país vecino, y él me Me consta que pidió clemencia para mí al Tribunal Su-
lo concedió, aunque muy a desgana. Yo no comprendía premo, pero éste no me la concedió. Es más, la empera-
por qué se mostraba tan hosco• conmigo, pero luego su- triz se hallaba tan asqueada de lo que había hecho que
pe que Flimnap y Bolgolam le habían dicho que yo an- decidió que los aposentos incendiados no se reparasen
daba maquinando algo contra él con los embajadores jamás, y también ella empezó a intrigar contra mí.
Antes de seguir adelante con el relato de mis aventu-
ras, debo describir algunos de los aspectos más intere-
santes de los liliputienses y de su país.
En lugar de escribir de izquierda a derecha, como los
europeos, o de derecha a izquierda, como los árabes, los
liliputienses escriben en diagonal, tal y como lo hacen
las señoritas en Inglaterra.
Entierran a sus muertos verticalmente y con la cabeza
hacia abajo porque creen que a los once mil meses vol-
verán a levantarse, y, como en ese tiempo, la tierra, que
consideran plana, se habrá dado la vuelta, los muertos se
hallarán de pie al resucitar. (De hecho, los liliputienses
cultos piensan que esa creencia es absurda, pero ellos
tamb ién entierran a los muertos cabeza abajo).
Consideran que engañar a la gente
es un del ito peor que el robo, y, al
igual que la ingratitud, casi siempre
se castiga con la muerte. Si alguien moralidad de las personas que su destreza en el trabajo,
acusa a una persona de haber delin- porque los liliputienses piensan que la corrupción pro-
quido contra el gobierno y el acusado voca males mucho peores que la torpeza.
se demuestra inocente, el acusador es Sus ideas sobre la relación entre padres e hijos difie-
ejecutado vilmente de inmediato y el ren mucho de las nuestras. Teniendo en cuenta las pena-
acusado recibe una fuerte indemn i- lidades de la vida humana, no consideran que los hijos
zación procedente de las posesiones deban estar agradecidos a sus padres por haberles en-
- de quien lo difamó, mientras se di- gendrado, sobre todo si se piensa que el propósito de sus
funde públicamente su inacencia. relaciones sexuales no era tener descendencia. Por ese
Si alguien puede probar que ha obedecido rigurosa- motivo creen que los padres son las personas más inade-
mente todas las leyes del país por un periodo de setenta cuadas para ed ucarlos y, en consecuencia, todos los ni -
y tres meses, obtiene como recompensa u11a suma pro- üos, excepto los de las familias trabajadoras más pobres,
cedente de un fondo especial y permiso para añadir a su son cnYiados cuando cumplen veinte meses a las guar-
nombre el título de snilpall, que significa <hombre de derías privadas. Hay escuelas diferentes para niños y ni-

1 ley'. A la hora de conceder un empleo, se valora más la ñas, así como para distintas clases sociales.
Los niños permanecen en la escuela hasta los quince
años (lo que equivale a nuestros veintiuno), aunque se les
concede una progresiva libertad en los últimos tres años.
Los chicos de clase media reciben una educación si-
milar, pero los de clase obrera son colocados como apren-
dices a los siete años.
A las niñas de clase alta se las trata de un modo pare-
cido a los niños, pero las visten unas sirvientas hasta los
1
- -,

cinco años, edad en que empiezan a vestirse solas. Si se


descubre que alguna sirvienta ha intentado contar a las
niñas algún cuento de terror o fantasía, se la azota pú-
blicamente, pasa un año en prisión y es desterrada al lu-
gar más apartado de Liliput. La educación de las niñas
es similar a la de los nií1os, aunque su ejercicio físico es
menos intenso, se les imparten menos asignaturas y re-
ciben clases sobre cómo llevar
una casa. Se las considera bas-
Los niños de clase alta asisten a escuelas que cuentan tante mayores para casarse a los
con profesores muy distinguidos, pero la ropa y la comi- doce años, momento en que sus
da de estos niños son de lo más sobrio y sencillo. Hasta padres o tutores las sacan de la
los cuatro años los visten unos criados, y luego se visten escuela. Las niñas de clase obre-
solos, por importante que sea su familia. Se les mantiene ra dejan la escuela, como los ni-
siempre ocupados, excepto cuando están comiendo y ños, a los siete años.
durmiendo, y disponen de dos horas de ejercicio físico Los padres tienen que pagar
al día. Se les educa para ser honrados, justos, valientes, la educación y manutención de
modestos, misericordiosos, religiosos y patriotas. Nunca los niños. Los trabajadores más pobres, los que cultivan
hablan con los sirvientes, y sus padres sólo están autori- el campo y cuidan las granjas, no llevan a sus hijos con
zados a verles dos veces al año, durante una hora y en los demás niños, pero reciben asistencia social cuando
presencia de un profesor. Los padres pueden besar al ni- son viejos o están enfermos. Por eso no existe la m endi-
ño al llegar y al marcharse, pero no les está permitido ciclad en Liliput.
llevarle ningún regalo, ni hablarles cariñosamente ni al Ahora contaré brevemente cómo era mi vida en este
oído. país durante los nueve meses y trece días que residí en él.
Gracias a mi habilidad manual, fabriqué una mesa y
una silla con los árboles más altos del parque real. Dos-
cientas costureras me hicieron camisas, sábanas y man-
teles. Trescientos sastres cosieron el resto de mi ropa, y
trescientos cocineros me preparaban la comida. Subía a
mi mesa a veinte camareros que me servían, mientras
otros cien aguardaban en el suelo, unos con bandejas de
carne, otros con barriles de vino. Su cordero no es tan
bueno corno el nuestro, pero la ternera es excelente.
Un día el emperador y su familia rnan ifcstaron el de-
seo de tener la dicha (así lo expresaron) de compartir la
cena conmigo. Así que vinieron a casa y se sentaron en
sillones de ceremonia sobre mi mesa, acompañados por
sus guardias. También babia venido Flimnap, el tesore-
ro, que de vez en cuando me miraba con aire rencoroso.
Yo comí más de lo habitual para impresionar al empera-
dor, pero supe desp ués que eso había servido para que
Flimnap me atacara de nuevo, pues convenció aJ empe-
rador de que yo estaba arruinando el país. Dijo que ya
había costado al tesoro más de un millón y medio de
sprugs (la moneda de oro más valiosa), y que debían li-
brarse de mí cuanto antes.
Hablando del tesorero, debo aprovechar la oportuni-
dad para contar ciertas habladurías. Se decía que su es-
posa andaba encaprichada conmigo, y
que hasta me había visitado sola y en
secreto, lo cual era absolutamente fal-
so. Es cierto que acudía a. verme a me-
nudo, pero siempre lo hacía acompa-
ñada, norm almente de su hermana,
su hija y una amiga. Pero por enton-
ces muchas otras personas venían a
visitarme. Yo solía colocarlos a m sus carrozas sobre una
mesa con barandilla, y las carrozas (a veces había hasta
cuatro a la vez) circulaban por ella mientras yo charlaba
con sus ocupantes.
Aunque Flimnap comprendió al final que aquellas pre-
suntas relaciones no eran más que habladurías y que sus
celos eran infundados, siguió indisponiendo al empera-
dor contra mí.
Por aquella época recibí la visita secreta de una per-
sona importante en la corte. Yo le había hecho un gran
favor en un momento en que él había caído en desgracia
ante el emperador, y yo sabia que podía confiar en él.
Me contó que algunas personas influyentes habían
preparado un documento en el que se me acusaba de
traición. Eran el almirante Skyresh Bolgolam (mi más
acérrimo enemigo, que me odiaba aún más después de
que mi victoria sobre los blefuscudianos hubiera ensom-
brecido sus propios méritos); el tesorero Flimnap, cuya
enemistad conmigo era notoria a causa de su esposa; y,
por último, el general Limtoc, el chambelán* Lalcon y el
juez supremo Balmuff.
El documento me acusaba de alta traición y de haber
cometido otros graves delitos, entre los que destacaban:
• l. Haberme aliviado en el palacio con el pretexto de
apagar el incendio de las estancias de la emperatriz.
• 2. Tras la captura de la flota blefuscudiana, haberme
negado a ayudar al emperador a conquistar Blefus-
cu y convertirla en provincia de Lili.put.
• 3. Haber ayudado a los embajadores blefuscudianos.
• 4. Encontrarme preparando un viaje a la corte real de
Blefuscu, para el que sólo había recibido una auto-
rización verbal del emperador.14
Mi informador me dijo que, mientras se discutía el El emperador aceptó que mi ceguera podía no ser su-
documento, el emperador me había defendido en varias ficiente castigo, pero aun así no quería condenarme a
ocasiones, recordándoles a los demás las diversas formas muerte. Entonces Reldresal propuso que me dieran cada
en que yo les había ayudado. Pero el tesorero y el almi- día menos cantidad de comida, para que me fuera debi-
rante no aceptaron aquel argumento, e insistieron en litando y acabara muriéndome de hambre. De ese modo
que había que prender fuego a mi casa por la noche para mi menguado cuerpo produciría menos putrefacción y
que yo muriese horriblemente quemado mientras el ge- hedor.
neral me enviaba veinte mil hombres con flechas em- Finalmente se acordó esto último, aunque el plan pa-
ponzoñadas* para que me hirieran en la cara y las manos. ra matarme de hambre había de mantenerse en absoluto
Al propio tiempo los criados debían secreto. Y se dictaminó que la senten-
empapar mis sábanas y camisas con cia de arrancarme los ojos debía eje-
un veneno que me haría agonizar te- cutarse al cabo de tres días.
rriblemente. El general se puso de su Tras oír todo esto, tuve que tomar
parte, pero el emperador pensaba que una determinación. Pensé en resistir-
habfa que perdonarme la vida. Pidió me (podía haber arrasado fáciJmente
consejo a Reldresal, mi am igo, y éste la capital lanzando rocas contra ella),
sugirió que bastaría con dejarme cie- pero aquello iba cont ra mi honor de
go para castigar mis graves delitos; lue- nardac. Opté por dir igirme a Blefus-
go añadió que todo el mundo elogia- cu, ya que el emperador me había da-
ría la misericordia del emperador si, do permiso para ello. Así que a lama-
considerando los servicios que yo había prestado, Su ñana siguiente salí para la costa y me apoderé de un
Majestad decidía perdonarme la vida. barco de guerra de la t1ota liliputiense. Me quité la ropa,
Aquella propuesta enfureció al almirante Bolgolam. la puse en el navío junto con mi colcha y crucé el estre-
Me acusó de ser un decidido partidario de los extremo- cho en dirección al puerto real de Blefuscu.
anchos, y del mismo modo que había orinado para apa- Hacía ya tiempo que los blefuscudianos me espera-
gar el fuego de las estancias de la reina (y esto lo dijo ban. Dos guías me indicaron el camino hacia la capital,
con una expresión de horror), podría inundar por el que también se llamaba Blefuscu. El emperador y la em-
mismo procedimiento el palacio real. La traición, dijo, peratriz de aquel reino~ seguidos de todo su séquito, sa-
an idaba en mi corazón, así que debía ser ejecutado. lieron a recibirme. No Jes dije que había caído en des-
El tesorero añadió que arrancarme los ojos no resol- gracia, sino que había venido a visitarles, tal y como se
vería el problema de mi cara manutención, y que si que- lo había prometido, y que para ello tenía el permiso del

1 daba ciego incluso podía comer más. emperador de l.il iput.


1
El emperador y toda la corte me trataron extraordi-
nariamente bien, aunque no había edificio lo bastante
grande como para albergarme, así que resultó incómo-
do tener que dormir en el suelo, envuelto en mi colcha.
A los tres días de mi llegada, fui a dar un paseo por la
costa nordeste de Blefuscu y distinguí en el mar algo que
parecía un barco volcado. Me quité los zapatos y las me-
dias y me acerqué nadando hasta él. Era, en efecto, un
bote, que había sido arrastrado por la marea. Inmediata-
mente regresé a la capital y pedí al emperador que me
prestara los veinte buques más grandes que le quedaban
tras la pérdida de su flota, junto con tres mil marineros.
Los barcos bordearon la costa mientras yo regresaba al
lugar a campo traviesa. Me desvestí y fui a por la embar-
cación, la até a una de las naves blefuscudianas y nadé
con mucho esfuerzo, empujando el bote con una mano,
hasta que pude hacer pie. Luego lo até con sogas a nueve
barcos más, y así, remolcado por los barcos y empuján-

1
dolo yo, llegó el bote a la orilla. Esperé a que bajara la
marea y, con la ayuda de dos mil hombres, mucha soga e
ingeniosas máquinas conseguí dar la vuelta al bote, que
sólo estaba levemente averiado.
Tardé diez días en fabricarme un par de palas con las
que fui remando hasta el puerto real de la isla. Al verlo,
la gente quedó admirada. Expl iqué al emperador que
aquélla era mi oportunidad de regresar a mi propio país
y le pedí permiso para equipar la embarcación y aban -
donar Blefuscu, y Su Majestad me lo concedió.
Hasta entonces no había tenido noticias del empera-
dor de Liliput. Luego supe que ignoraba que yo estuviera
al corriente de lo que se planeaba contra mí, y creía que
simplemente había ido a Blefuscu de visita, con inten-
ciones de volver pronto. Pero mi larga ausencia le había
hecho sospechar, y había enviado al país vecino un men-
sajero importante con una copia del documento que me
incriminaba. Esa persona explicó que yo había huido de
la justicia y que si no regresaba en un plazo de dos horas
me retirarían el título de nardac y me declararían trai-
dor. Confiaba en que el emperador de Blefuscu me hi-
ciera atar de pies y manos y me devolviera a Liliput.
El emperador de Blefuscu estuvo considerando esta
petición durante tres días, y luego mandó a Liliput un
mensaje en el que decía que, a pesar de que yo le habia
requisado la flota, había sido también de mucha ayuda
para su pueblo al redactar el tratado de paz., por lo que
no podía tratarme conio a un criminal. Ai\adía que, al
fin y al cabo, como yo había encontrado un bote enor-
me que podía utilizar para marcharme, en unas pocas
semanas ambos imperios se verían liberados de rni pre-
sencia.
El emperador de Blefuscu me contó todo esto y aüa- viejo amigo mío, Peter VVilliams, que le aseguró que yo
dió en prjvado que si deseaba quedarme en Blefuscu y era de confianza. Cuando el capitán me preguntó de dón-
servirle, él me protegería. Como yo ya no me fiaba de de venía se lo conté lo mejor que supe, y aunque al prin-
emperadores ni ministros, le contesté que, aunque su cipio me tomaron por loco, cuando les enseñé las ovejas
propuesta era muy amable, prefería tratar de volver a mi y el ganado los convencí totalmente. Luego les mostré el
casa. Luego supe que el emperador y sus ministros se retrato del emperador de Blefuscu y algunos de sus re-
sintieron bastante aliviados al oír esto. galos, y le di al capitán un par de sprugs. También pro-
Preparé el bote lo más rápido que pude. Quinientos metí regalarle una vaca y una oveja preñadas cuando lle-
hombres tejieron un par de velas, y los carpinteros del gáramos a Inglaterra.
emperador me ayudaron a fabricar remos y mástiles·. Al Tocamos tierra el13 de abril de 1702. El único percan-
cabo de un mes estaba listo para partir. ce del viaje fue la pérdida de una de mis ovejas, devora-
El emperador y su f~unilia vinieron a despedirme. Me da por las ratas. Llevé a pastar el resto del rebaño y las
incliné para besarles la mano y Su Majestad me obse- vacas a un campo de jugar a los bolos que hay en Green-
quió con un retrato suyo y cincuenta bolsas con doscien- wich. Durante mi estancia en Inglaterra gané mucho di-
tos sprugs cada una. Almacené en el barco la carne de nero mostrando los animales a la gente. Antes de volver
cien bueyes y trescientas ovejas, además de varios ani- a abandonar el país, los vendí por seiscientas libras.
males vivos, como seis vacas, dos toros, seis ovejas y dos Tan sólo me quedé dos meses en casa, pues deseaba
carneros, junto con muchísimo trigo y heno. Me hubiera ardientemente conocer otros países extranjeros. Le en-
llevado a gusto un buen puí'íado de blefuscudianos, pero tregué mil quinientas libras a mi mujer y le encontré
el emperador no me lo permitió. Había ordenado revisar una buena casa en Redriff. Mi tío John me había dejado
mis bolsillos y me había hechó prometer que no melle- en herencia algunas tierras cerca de Epping 15 que produ-
varía a nadie, aunque quisieran venir conmigo. cían una renta de unas treinta libras al año; también con-
Zarpé a las seis de la mañana del 24 de septiembre de taba con el alquiler de] mesón Toro Negro de la calle
1701. A eso de las seis de la tarde divisé una pequeña isla Fetter, que producía una suma similar; de manera que
en dirección norte y eché el ancla en sus playas. Después mi familia no tendría que vivir de la caridad. A mi hijo
de tomar un refrigerio, me quedé dormido. Me desperté Johnny (que se llamaba así por su tío) le iba bien en la
dos horas antes del amanecer y partí en dirección nor- escuela secundaria, y mi hija Betty (actualmente casada
oeste. Al día siguiente vi un barco a lo lejos, lo alcancé al y con hijos) estaba aprendiendo costura.
atardecer y, por suerte, resultó ser un mercante inglés El 20 de junio de 1702 fui a Downs y me embarqué en
que regresaba a casa desde Japón. El capitán, Mr. John el Aventura, un mercante de trescientas toneladas fleta-
Biddel, de Deptford, era un hombre muy educado y un do para Surat y capitaneado por John Nicholas) de Cor-

1 estupendo marino. Entre la tripulación encontré a un nualles.16 Así empezó mi segundo viaje.
2-~~~-----

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VIAJE A BROBDINGNAG

Hicimos escala en el cabo de Buena Esperanza. Pero


como descubrimos una vía de agua en el barco, y el capi-
tán, además, cayó enfermo, tuvimos que pasar el invierno
amarrados a puerto, del que zarpamos a finales de marzo.
Cruzamos el estrecho de Madaga:scar y nos adentramos
en el océano Índico. El19 de abril el viento del oeste em-
pezó a soplar fuerte, y lo hizo durante veinte días; cesó de
pronto, tras habernos desviado muy al este de las islas
Molucas. Yo me sentía aliviado, pero el capitán nos advir-
tió que debíamos prepararnos para una tormenta, que
efectivamente se desató al día siguiente.
Fue un temporal terrible, y temimos que el barco se
hundiera. Arrizamos la vela del trinquete,* amarramos las
velas de popa* a proa" y realizamos otras complejas ma-
niobras náuticas. Cuando el tiempo se calmó descubri-
mos que nos habíamos desviado tanto hacía el este que
nadie tenía la menor idea de dónde estábamos.
Para colmo de males, nos habíamos quedado casi sin
agua. Por suerte, el 16 de junio el vigía avistó tierra, y al
día siguiente llegamos a una isla grande en cuya costa sur
sobresalía una peqmiña lengua de tierra que formaba una
bahía poco profunda. Fondeamos a tres millas de estaba-
hía, y el capitán envió de inmediato a una docena de hom-
bres en un bote grande para que buscaran agua potable.
Pedí unirme a ellos.
Desembarcamos en la costa, pero ilo encontramos ras-
tro alguno de agua. Los hombres salieron a buscar por la
orilla y yo anduve en sentido opuesto. Al poco regresé a la
bahía, y descubrí perplejo que los hombres ya habían em-
barcado y remaban apresuradamente hacia el barco. Una
criatura descomunal los perseguía por el agua; no esperé
a ver qué ocurría, sino que eché a correr.

Pronto llegué a lo alto de una colina desde la que divi-


saba una buena panorámica de la isla. Frente a nú se ex-
tendían campos de cultivos y otros cubiertos de hierba
muy alta, casi del triple de mi altura. Eché a andar por lo
que parecía un a carretera principal, pero resultó ser un
sendero que atravesaba un campo de cebada. Las espigas,
ya maduras, alcanzaban los trece metros, así que apenas
podía ver nada a mi alrededor. Al cabo de una hora llegué
al final del campo, donde había una cerca de unos setenta
metros de altura. Encontré una escalera para pasar al cam-
po colindante, pero tan sólo tenía cuatro escalones, así
que me era imposible s ubir por ella. Estaba tratando de
dar con un agujero en la cerca cuando vi un gigante co-
mo el que había perseguido a los hombres del bote.
Naturalmente yo estaba aterrorizado, y corrí a ocultar-
me entre la cebada. El gigante subió por la escalera, se pa-
ró en lo alto y se volvió a gritar. Su voz era como un true-
no. Aparecieron otros siete monstruos que evidentemente
trabajaban para él. Llevaban guadañas" y se pusieron a
segar la cebada en el lugar que me encontraba. Traté de
alejarme de ellos, pero era muy difícil moverse entre los
tallos. Por fin llegué a la zona donde se apilaba la siega,
pero, como me resultaba infranqueable, me dispuse a en-
frentar mi destino, convencido de que iban a aplastarme
o a segarme. Maldije el momento en que había desoído
las súplicas de mis amigos y parientes y había emprendi-
do otro viaje.
No dejaba de pensar en Liliput, a cuyos habitantes ha-
bía impresionado tanto mi tamaño colosal. En cambio,
yo era aquí tan insignificante como un liliputiense para
nosotros, hasta el punto que temía ser engullido por el
primer gigante que me encontrara. No en vano afirman
los filósofos que no hay nada grande o pequeño sino por
comparación.
Pronto me topé con uno de los segadores. Estaba segu-
ro de que iba a pisotearme o a cortarme accidentalmente
en dos, así que grité lo más alto que pude. La gigantesca
criatura se detuvo y miró alrededor, boquiabierta. Al des-
cubrirme, me observó como si fuera un animal peligroso
que pudiera morderle, pero al final me cogió entre el ín-
dice y el pulgar y me acercó para examinarme con aten-
ción. Estaba seguro de que iba a estamparme contra el
suelo, como hacemos nosotros con algunos animales que
nos resultan odjosos, pero decidí no resistirme: junté las
manos y supliqué piedad con voz serena. Me apresaba
con tanta fuerza que empecé a llorar de dolor, y le señalé
los costados, donde me apretaba. Pareció entenderlo, por-
que me puso cuidadosamente en el bolsillo de su chaque-
ta, y echó a correr para mostrarme a su amo.
El granjero me observó y me levantó los faldones de la
casaca con una pajita; creo que pensaba que formaban
parte de mí. Llamó a los otros gigantes y me dejó suave-
mente en el suelo. Enseguida me levanté y eché a andar
en círculos para demostrarles que no pretendía huir. Me
quité el sombrero y le hi ce una larga reverencia al granje-
ro. Luego me arrodillé frente a él y le ofrecí una bolsa lle-
na de monedas de oro, que examinó cuidadosamente con
una aguja. Era evidente que no comprendía su valor, y
me indicó que la guardase de nuevo en mi bolsillo.
El granjero comprendió enseguida que yo debía ser
una criatura inteligente. Empezó a hablarme con su voz
atronadora. Yo contesté en diversos idiomas, pero no lo-
gramos entendernos. Finalmente me pidió que me ten-
diera sobre su pañuelo, me envolvió en él y me llevó cui-
dadosamente a casa. AIH me mostró a su esposa, quien, al
verme, gritó como suelen hacerlo las inglesas cuando ven
una culebra o una araüa. Pero al comprobar que no era
peligroso, se tranquilizó; con el tiempo, acabaría sintien-
do mucho afecto por mí.
Era la hora de cenar, y el granjero y su familia sesenta-
ron a la mesa. Me pusieron sobre ella y la esposa desme-
nuzó un poco de pan y carne y me los ofreció. Yo comí
con cuchillo y tenedor, lo que divirtió enormemente a la
familia. Luego me sirvieron bebida en una de sus tazas
más pequeñas, que era del tamaño de un cubo. El líquido
sabía a sidra, y era ligero y bastante bueno. Tomé un buen
trago a la salud de la esposa del granjero, lo que provocó
un aluvión de carcajadas. Cuando el amo me llamó a su
lado descubrí que caminaba tambaleándome, y tropecé
con una corteza de pan. Por suerte no me hice daño, aun-
que poco después el hijo pequeño del granjero, un mu-
chacho de unos diez años, me agarró por las p.iernas y me
suspendió en el aire, lo que me hizo temblar de pies a ca-
beza. El granjero me arrancó de sus manos, le sacudió al
chico un buen mamporro y le ordenó que abandonara la
mesa. Pero temiendo que el niño me cogiera manía, yo me
arrodillé ante mi amo y gesticulé para pedirle que lo per-
donara. El amo así lo hizo y yo besé la mano del chiquillo.
Hacia la mitad de la cena el gato del ama se subió a su
regazo. La fiereza de su mirada me dejó aterrorizado, así
que me fui al otro extremo de la mesa; pero luego el amo
me puso junto a la cabeza del animal, y el gato no me hi-
zo el menor caso. Yo me armé de valor, porque ya se sabe
que huir de un animal fiero es el modo más seguro de
provocar su ataque, así que empecé a pasearme con osa-
día ante sus narices; el gato retrocedió como si fuera él
quien tuviera miedo de mí.
Casi habíamos terminado de cenar cuando entró una
niñ era con un bebé de un año en brazos. Al verme, el ni-
ño lanzó un alarido ensordecedor para exigir que yo le
fuera entregado como juguete. Para complacer al niño, la
madre me agarró y me acercó a él, y el niño me asió por
la cintura y se metió mi cabeza en la boca. Yo di un alari-
do tan fuerte que el mocoso se asustó y me dejó caer de
golpe, y a buen seguro que me habría roto el espinazo de
no ser porque la madre me atrapó en su delant al. El bebé
empezó a gritar otra vez, y no paró hasta que la niñera le
dio de mamar.
Después de la cena mi amo volvió al trabajo. Su esposa,
viendo que yo estaba exhausto, me acostó en su propia ca-
ma y me tapó con un par1uclo blanco, pero más grande y
basto que la vela mayor de un barco. Dormí durante un
par de horas y soñé que me encontraba en casa, con m i
esposa y mis hijos, lo que
no hizo más que agravar
mi angustia al despertar y
hallarme en una cama gi-
gantesca y en una habita-
ción enorme. Necesitaba
aliviarme, y me estaba pre-
guntando cómo ba_iar de
la cama cuando vi dos ra-
tas gigantes que trepaban
por las cortinas de la cama. Aq uellas criatu ras horribles
me atacaron, pero afortunadamente todavía conservaba la
espada y pude defenderme. A una le rajé la barriga, y a la
otra la herí en la espalda cuando huía de mí.
Poco después entró mi ama y, al verme cubierto de
sangre, se apresuró a recogerme del suelo. Le di a enten-
der que no estaba herido y le señalé la rata muerta, y en-
tonces mi ama respiró con alivio y ordenó a la sirvienta
que cogiera a la rata con un par de tenazas y la tirase por

1 la ventana.
Mi ama tenía una hija de nueve años. Entre las dos me
prepararon la cuna de una muñeca para que me sirviera
de cama. La colocaron en un cajoncito y lo pusieron en
1
una estantería suspendida del techo, para que no me al-
canzaran las ratas. La niña era muy habilidosa, y enseguida
aprendió a vestirme y desvestirme. Me hizo varias camisas
y trajes del tejido más fino, aunque a mí me resultaba ás-
pero como una tela de saco. También empezó a enseñar-
i
me su lengua y me dio el nombre de Grildrig, que signi -
fica <muñeca'. Yo la llamaba Glumdalclitch, o 'niüerita'.
Gracias a sus cuidados y su afecto pude sobrevivir en
aquel país, y siempre le estaré agradecido.
Por toda la región empezó a propagarse el rumor de
que mi amo había encontrado un extraño animal de ta-
maño diminuto pero de forma humana, y un granjero
vecino, muy amigo de mi amo, se acercó a ver si aquello
1
era cierto. Al instante me sacaron de la habitación y me
pusieron sobre la mesa. Yo em-
pecé a caminar como se me di-
jo, blandí la espada, hice una
reverencia y saludé al amigo de
mi amo en su propio idioma,
tal como mi niñera me había
enseñado. El hombre se quedó
i-
atónito, y aconsejó a mi amo

i
que me llevara a la ciudad en día de mercado y que co-
brase por exhibirme en público.
Glumdalclit.ch se enfadó mucho cuando se enteró, pues
estaba segura de que me harían daño o de que algún cu-
rioso me mataría accidentalmente. También sabía lo ver-
gonzoso que era yo y se percataba de lo mucho que me
intimidaría ser expuesto en un espectáculo público como
si fuera un monstruo, aunque confieso que personalmen-
te esto no me preocupaba tanto. 17
Al siguiente día de mercado me pusieron en una caja
donde Glumdalclitch había extendido el edredón de una
muñeca y me llevaron a la ciudad. La niña también venía.
Fue un trayecto de sólo media hora, pero a cada paso el
caballo hacía saltar tanto mi caja que para cuando llega-
mos estaba terriblemente molido. Mi amo se hospedó en
un hostal y pagó al pregonero o grultrud para que anun-
ciara que una criatura extraña, del tamaño de un splack-
nuck pero mucho más inteligente, iba a mostrarse en pú-
blico. Un splacknuck es un animal muy estilizado, de unos
dos metros de largo, que sólo existe en Brobdingnag.
Me colocaron en una mesa en medio de la sala más es-
paciosa del hostal, y sólo permitían la entrada de t reinta
personas por sesión. Yo saludaba al público y bebía a su
salud en un dedal. Esgrimía mi espada y hacía ejercicios
con una pajita, que utilizaba a modo de pica.* Tuve que
repetirlo todo doce veces, así que hacia el final del día es-
taba medio muerto de cansancio. Por suerte no permitie-
ron que me tocara nadie excepto Glumdalclitch, pero un
escolar me lanzó una avellana que me pasó rozando. Era
del tamaño de una calabaza, y si me hubiera dado en la
cabeza me la habría aplastado. Me alegré de que le dieran
una buena zurra al chico y lo expulsaran de allí.
Mi amo anunció que me exhibiría otra vez al siguiente
día de mercado, y me llevó a casa. Tardé tres días en recu-
perarme. A partir de en ton ces no me dejaron tranquilo,
pues mi amo insistió en exhibirme todos lbs días en su ca-
sa excepto los miércoles (que es como nuestro domingo).
Viendo que podía ganar mucho dinero conmigo, decidió
llevarme de gira por las principales ciudades del reino.
Así, el17 de agosto de 1703, a los dós meses de mi llega- ciosamente su dedo meñique, y yo se lo abracé y besé con
da, partimos para la capital, que estaba a unos cinco mil veneraci.ón. Me hizo unas cuantas preguntas, que respon-
kilómetros. Glumdalclitch cabalgaba detrás de su padre dí como mejor supe, y luego me invitó a vivir en la corte.
y me llevaba en su regazo, en una caja forrada con teJa Yo hice una reverencia y le dije que aceptaría con mucho
acolchada y con ropa de cama de sus muñecas. Un mozo gusto, pero que era el esclavo de mi amo y no podía deci-
de la casa portaba el equipaje. El viaje nos llevó diez se- dir por mí mismo. Mi amo, que pensaba que iba a morir-
manas, y fui exhibido en dieciocho grandes ciudades, en me pronto, aceptó venderme por mil monedas de oro.
muchos pueblos y en casas particulares. Entonces le rogué a la reina que permitiese que Glumdal-
clitch se quedase conmigo para cuidarme. La reina acce-
dió y el granjero se fue. No quise despedirme de él, de
modo que apenas le hice una leve inclinación de cabeza.
La reina, que se dio cuenta, me preguntó por qué me
había mostrado tan frío. Le dije que el único motivo por el
que debía estar agradecido a mi amo era por no háberme
El 26 de octubre Llegamos a la capital, llamada Lor- aplastado la primera vez que me había vis to, indefenso, en
brulgrud, que significa 'Orgullo del Universo'. Mi amo al- su campo, y que él ya había obtenido bastante recompen-
quiló habitaciones en la calle principal y colgó carteles sa con la gran suma de dinero que había amasado desde
donde me anunciaba. Hacía diez espectáculos al día. Para entonces. Le expliqué que el esfuerzo de d ivertir al pueblo
entonces yo ya podía hablar bastante bien su idioma, y me había costado la sal ud, y que estaba seguro de que
hasta leer un poco, ya que Glumdalclitch me había ense- ahora, bajo la protección de Su Majestad, estaría muy bien
ñado mucho durante el viaje. cuidado.
Lamentablemente, cuanto más dinero ganaba mi amo La reina me tomó entonces en su mano y me llevó an-
exhibiéndome, más avaricioso se volvía, y me hacía tra- te el rey, que se hallaba en sus estancias privadas. Su Ma-
bajar aún más. Aquel ritmo de representaciones t uvo un jestad, que era una persona m uy ser.ia, no se dio cuenta al
efecto muy negativo sobre mi salud. Perdí el apetito y me principio de lo que la reina llevaba, y le preguntó con se-
quedé casi en los huesos. El granjero lo advirtió, y pen- quedad por qué se mostraba de pronto tan C<Jriñosa con
sando que no tardaría en morir, decidió explotarme hasta un splacknuck, que es por lo que me había tomado. La
la última exhalación. Pero justo entonces un oficial de la reina m e depositó sobre el escritorio del rey y me ordenó
corte, o slardral, se presentó ante mi amo·y le ordenó que que le contara a Su 1Vlajestad mi historia.
me entregase a la reina para servirle de distracción. El rey, q ue sabia mucho de ci.encias, pensó al principio
La reina se mostró encantada conmigo. Me arrodillé e que yo era un ingenioso muñeco mecánico, pero cuando
hice ademán de besarle los pies, pero ella me tendió gra- me oyó hablar se q uedó asombrado.
No obstante, se negaba a creer el relato de mi llegada
al reino y pensó que era un embuste urdido por Glum-
dalclitch y su padre para poder venderme a mejor precio.
Llamó a tres sabios para que me examinaran meticulosa-
mente, y éstos decidieron que yo no podía ser una criatu-
ra normal, ya que era demasiado débil e insignificante
para sobrevivir. Era demasiado pequeño hasta para ser
un enano, pues los enanos de la reina, los más pequeños
que se conocían, eran cinco veces más altos que yo. Al fi -
nal concluyeron que era un capricho de la naturaleza, o,
en su idioma, un relplum scalcath.
Tras oír todo esto, expliqué que procedía de un país
donde había millones de hombres y mujeres como yo, y
donde los animales, árboles y casas eran de un tamaño
proporcional. Los sabios se negaron a creerme, y el rey,
que era más sabio que ellos, los mandó salir y llamó al
granjero, que por suerte aún no había abando nado la ciu-
dad. Tras interrogarlo, empezó a creer que lo que yo le
había dicho podía ser verdad.
La reina ordenó a sus artesanos que fabricaran y amue-
blaran espléndidamente una caja para que yo viviera en
ella, e hizo que me tejieran trajes de la mejor seda. Asig-
naron a Glumdalclitch varias habitaciones, tres sirvientes
y una institutriz.
La reina me tomó tanto cariño que quería que comiese
siempre con ella. Yo tenía unos cubiertos en miniatura
que guardaba y limpiaba Glumdalclitch. Debo admitir
que ver comer a la reina me revolvía el estómago; podía
triturar las alas de una alondra (huesos incluidos) con los
dientes, aun cuando ésta fuera nueve veces mayor que
uno de nuestros pavos, y podía zamparse dos hogazas de
pan de un solo bocado. A la distancia que la veía, su piel
me parecía horrible. Me hacía pensar que la piel de las
damas inglesas tenía un aspecto tan esp]éndido sólo por-
que no la veíamos de cerca. Recordaba que durante mi
estancia en Liliput había pensado que los liliputienses te-
nían el mejor cutis del mundo, pero, al comentárselo a un
amigo de aquel país, me dijo que de hecho algunas damas
de la corte tenían una piel bastante basta, pero que yo no
podía distinguirla bien. También me dijo que la primera
vez que él había visto mi rostro de cerca le había resulta-
do bastante repulsivo, lleno de manchas y hoyos, y con
una horrible barba gruesa. Y todo ello a pesar de que, en
mi opinión, soy bastante apuesto y de piel fina.
Todos los miércoles la fan1ilia real se reunía al comple-
to para comer en los aposentos del rey. Al rey le encanta-
ba hablar conmigo y me dirigía interminables preguntas
sobre las leyes, gobiernos, religiones y costumbres de los
europeos, y yo le contestaba lo mejor que sabía. Sus opi-
niones siempre eran muy sensatas. Pero yo confieso haber
hablado un poco más de la cuenta al tratar de las guerras
y los conflictos políticos de mi querido país.
En cierta ocasión mis relatos le divirtieron tanto que
me alzó por Jos aires y, riendo a carcajadas, me preguntó
a qué partido político pertenecía. Luego algunas malas pasadas. En una ocasión
se volvió a su primer ministro y le co- me encajó en el hueco de un hueso me-
mentó lo grotesca que era la vanidad hu- dular que la reina había dejado en supla-
mana cuando un insecto tan diminuto to. Como mi dignidad me impedía gri-
como yo podía ridiculizarla de aquel tar, pasé un buen rato en esa situación
modo. Además, añadió, estaba seguro de ridícula, hasta que los comensales se die-
que en mi país aquellas criaturas (y me ron cuenta y me sacaron del hueso.
señaló a mí) se otorgaban títulos nobi- Otro día estábamos los dos cerca de
liarios, celebraban complejas ceremo- unos manzanos enanos y yo lo insulté
nias y consideraban que sus nidos eran sin motivo. Como venganza, ~1 malicio-
casas y sus madrigueras ciudades. Y to- so enano sacudió uno de los árboles y
do ello sin dejar de luchar entre sí y traicionarse. sobre mi cabeza cayeron manzanas del tamaño de barri-
Al oír aquella grosera descripción de nuestro glorioso y les. Una me dio de lleno en la espalda y me aplastó en el
magnífico país me sentí muy ofendido, pero luego me pu- suelo, aunque no me hizo daño. Como yo era el que ha-
se a considerar si realmente tenía motivo para ello. Sospe- bía provocado al enano, supliqué que no lo castigaran.
cho que si en aquel momento hubiese visto a algunos ca- En otra ocasión se puso tan furioso por algo que yo
balleros y damas ingleses en una de sus fiestas, vestidos dije que me arrojó a un tazón de sopa y echó a correr. Si
con sus mejores trajes, pavoneándose, haciéndose reve- yo no hubiera sido un buen nadador me habría ahogado,
rencias y criticándose unos a otros, yo mismo los habría pues Glumdalclitch estaba en el otro extremo de la sala y
encontrado bast<-mte ridkulos. Yo ya me había habituado la reina no pudo reaccionar de pura perplejidad. Ttagué
al gigantesco tamaño de aquella gente, y recuerdo que un litro de sopa y se me estropeó un buen traje, pero no
cuando me paraba junto a la reina ante un espejo, me veía me pasó nada grave. El enano fue azotado y castigado a
ridículamente pequeño comparado con ella. Empecé a beberse el resto de la sopa. Poco después la reina se lo re-
sentirme bastante poca cosa, y hasta pensé que quizá ella galó a una de las damas de la corte, y nunca volví a verle.
era de tamaño normal y yo el que había encogido. Aquel país se llama Brobdingnag. Ocupa una penínsu-
Nada me sacaba más de quicio que el enano de la rei- la de unos diez rnil kilómetros de longitud y entre cinco y
na, quien, habiendo encontrado al fin a alguien más pe- ocho m il de ancho. Al nordeste se levanta una infran-
queüo que él, se comportaba de modo grosero conmigo. queable cordillera de volcanes de unos cuarenta y ocho
Cada vez que me veía hablar con los cortesanos, se acer- kilómetros de altura. No hay puertos, pues los puntos de
caba a mí contoneándose y me dejaba caer alguna pala- la costa donde desembocan los ríos son demasiado roco-
bra insultante sobre mi tamaüo. Yo le respondía llamán- sos, y el mar, tremendamente bravo. El país, por tanto, es-

1 dolo hermano y lo desafiaba a pelear conmigo. Él me hizo tá completamente incomunicado del resto del mundo.
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Brobdingnag está densamente poblado, pues dispone
de cincuenta y una óudades, casi cien pueblos amuralla-
dos y muchas aldeas. La capital, Lorbrulgrud, está atrave-
sada por un río y cuenta con más de ocho mil casas. El
palacio real es un conjunto de edificios que ocupan unos
once kilómetros a la redonda. Glumdalclitch, su institu-
triz y yo solíamos ir del palacio a la ciudad en coche.
Para estos traslados utilizaba una cabinita de viaje que
la reina había mandado construir para mi. Era cuadrada
y tenía ventanas con rejas en tres de sus lados. En el cuar-
to había armcllas* que podían fijarse al cinturón de algún
sirviente. En el interior de la caja colocaron una hamaca y
algunos muebles bien atornillados.
Yo tenía mucho interés por ver la torre del templo
principal, que se consideraba la más alta del país. Pero
cuando me llevaron a verla me sentí un tanto decepcio-
nado, pues sólo tenía novecientos metros, y calculé que
no era mucho más alta, en términos relativos, que la agu-
ja" de la catedral de Salisbury. Sin embargo, era extraordi-
nariamente elegante.
Podría haber sido feliz en Brobdingnag si no hubiera
padecido tantos percances. Un día en que mi caja había
sido colocada en un alféizar'" para que yo me aireara, fui
atacado por unas veint e avispas que habían acudido al
olor de mi desayuno. Saqué mi espada, maté a cuatro de
ellas y les extraje el aguijón, que medía unos cuatro centí-
metros de largo y era puntiagudo como una aguja. Cuan-
do regresé a casa entregué tres de ellos a la Sociedad Real.
Glumdalclitch solía llevarme a los jardines de palacio,
por donde me gustaba mucho pasear. En una ocasión
quedé atrapado en un zarzal, y salí tan magullado que tu-
ve que guardar cama diez días. Otro accidente aún peor
me ocurrió cuando Glumdalclitch me dejó un rato en un
lugar que creía seguro, pero un spaniel" que pertenecía a
uno de los jardineros me encontró, me agarró entre sus
fa uces y me llevó a su amo. Afortunadamente el perro es-
taba mu y bien adiestrado y no me hizo daño alguno, pero

la aventura me dejó conmocionado. Glumdalclitch estaba


furiosa con el jardinero. Sin embargo, el incidente se man-
tuvo en secreto para evitar que la reina se enojara.
Después de esto Glumdalclitch no volvió a perderme de
vista. Yo, que ya temía que esto pudiera suceder, le había
ocultado otros percances, como cuando tuve que defen-
derme de un milano" con la espada, cuando me metí hasta
el cuello en una topera" o cuando me rompí la espinilla
contra la concha de un caracol con el que había tropezado
distraídamente mientras pensaba en mi pobre país.
La rejna se esforzaba por distraerme si me veía melan-
cólico. Pensó que me divertiría remar o manejar una vela,
- -·.
- -·
e hizo que su carpintero me construyera un bote (que yo
diseñé) y un canal de madera por el que navegar.
A veces izaba una vela y las damas de la corte movían
sus abanicos para impulsarme por el canal. Un día estuve
a punto de tener un terrible accidente. La institutriz de
Glumdalclitch me cogió deli cadamente para colocarme
en el bote, pero yo me resbal é de entre sus dedos y caí. Y
sin duda me habría matado de no ser porque mi ropa se
qu edó prendida de un alfiler
qu e sobresalía del cinturón de
la institutriz.
Otro día, una rana que se ha-
bía colado en el canal cuando
cambiaban el agu a trepó a mi
bote de un salto y a punto estu-
vo de volcarlo. Luego siguió sal-
tando sobre mí y me dejó perdido de baba. La golpeé con
un remo y conseguí hacerla saltar por la borda.
Pero lo peor de todo lo que me ocurrió durante mi es-
tancia allí tuvo que ver con un mono que pertenecía a
uno de los cocineros. Yo estaba en mi caja, en las estan-
cias de Glumdalclitch. Como era un día caluroso, las ven-
tanas de Ini caja y las de la habitación estaban abiertas.
Me hallaba tranquilamente sentado a la mesa cuando oí
que algo saltaba por la ventana de la habitación. Miré y vi
un mono que se acercó y empezó a mirar por las venta-
nas de mi caja. Al verme, metió una mano por la puerta y
me agarró. Me sujetaba con una de sus garras delanteras
como si fuera una nodriza dispuesta a arnamantarme, y
al intentar liberarme, me estrujaba dolorosamente. Cuan-
do la puerta de la habitación chirrió, el mono se asustó y,
sin soltarme, se lanzó por la ven tana y trepó al tejado.
Glumdalclitch gritó al ver que el mono escapaba, lle-
vándome co nsigo. Todo el palacio estaba alborotado. La
gente salió a mirar y los criados corrieron a buscar escale-
ras. El mono se paró en un caballete del tejado y, soste-
niéndome como a un bebé, se empeñó en alimentarme
atiborrándome con la repugnante comida que se sacaba
de la boca, y, si no quería tragar, me palmoteaba la espal-
da. Él pensaba que yo era un cachorro de su especie, así
que no dejaba de acariciarme. Al ver todo aquello, la gen-
te se reía a mandíbula batiente, aunque en ese momento
yo no le veía la gracia. Algunos criados se subieron al te-
jado y, al verlos, el mono me soltó y echó a correr. Yo es-
taba seguro de q ue iba a matarme en la caída, pero uno
de los lacayos* de Glumdal-
clitch me co gió al vuelo y
me depositó en su bolsilJo.
Estaba tan débil y mabrulla-
do que pasé quince días en
cama. Sacrificaron al mono
y se prohibió tener estos ani-
males en el palacio.
Toda la familia real se
preocupó por mi salud, pe-
ro en cuan to me restablecí
el rey empezó a gastarme
bromas sobre mi aventura. Yo dije que, de haber tenido la
suficiente sangre fría, habría desenvainado mi espada y se
la habría clavado al mono hasta hacerlo huir de puro pá-
-~:

nico. Al oírme decir aqu ella bravuconada, todos se echa-


ron a reír a carcajadas, y eso me hizo entender que es in-
útil aparentar valentía e importancia ante seres con los
que no te puedes comparar.
Sin embargo, desde que he regresado a mi país he visto
a muchas criaturas igualmente insignificantes, cargadas
de vanidad y de soberbia, que se atreven a ponerse a la al-
tura de las personas más d.istinguidas del reino.
Mis aventuras y desventu ras diarias, que Glumdal-
clitch relataba a la reina, divertían infinitamente a la cor-
te. Un día nos fuimos a dar un paseo por el campo y, en
mitad del sendero, topé con un excremento de vaca. De-
cidido a demostrar lo ágil que era, traté de saltarlo, pero
no tomé suficiente impulso y aterricé en medio de la bo-
ñiga. Quedé cubierto hasta las rodillas, salí como pude y
un lacayo me limpió con su pañuelo. Naturalmente la
historia se divulgó rápidamente, y durante muchos días
fui el hazmerreír de toda la corte.
A veces presenciaba cómo afeitaban al rey. En cierta
ocasión, como yo tenía el peine gastado, pedí al barbero
que me diera algunos pelos de la barba real, los encajé en
una pieza de madera y de ese modo conseguí un buen
peine de recambio. También convencí al carpintero para
que me hiciera un par de sillas del tamaño de las que te-
nía en mi caja. Tejí algunos de los cabellos de la reina pa-
ra hacer los respaldos y los asientos, al igual que los de
enea, y, una vez terminadas las sillas, se las regalé a la rei-
na. La soberana me pidió que me sentara en una de ellas,
pero yo me negué en rotundo, argumentando que no iba
a poner la parte menos respetable de mi cuerpo sobre el
precioso pelo que había adornado la cabeza real.
Al rey le gustaba la música, y a menudo asistía a los
conciertos de la corte. A veces me invitaban a mí, pero el
sonido era tan alto que ni siquiera podía distinguir la
melodía. Después descubrí que si colocaban mi caja lo

1 más lejos posible de la sala de conciertos, y escuchaba con


las puertas y ventanas cerradas y las cortinas echadas, la
música resultaba bastante agradable.
Glumdalclitch tenía una espineta" en sus habitaciones.
Yo sabía tocar este instrumento, y pensé que podría inter-
pretar una o dos piezas para deleitar al rey y a la reina.
Sin embargo, la espineta era demasiado grande como pa-
ra que yo pudiera abarcar más de cinco teclas, de manera
que conseguí dos palos gruesos, los recubrí de piel de ra-
tón y pedí que me pusieran un banco delante del teclado.
Si corría de un lado a otro, golpeando las teclas con los
palos, conseguía tañer pasablemente una cancioncilla. El
rey y la reina estaban encantados, pero aquél era el ejerci-
cio más agotador que jamás había realizado.
1
~

El rey y yo pasábamos mucho tiempo conversando. Cn


día me tomé la libertad de reprenderle por despreciar
siempre a los europeos. Le hice ver que inteligencia e in-
gen io no están en relación con el tamaño de la persona;
que, entre mi gente, los más altos solían ser los má.s ton-
tos; y que, entre los animales, las abejas y las hormigas te-
nían tama de ser mucho más listas }'trabajadoras que mu-
chas especies más grandes. El rey asintió y me pidió una
descripción detallada de mi país, pues deseaba conocer
costumbres que su propio pueblo pudiera adoptar.
Empecé por explicarle que mi país estaba formado por
dos islas y tres reinos, además de al6runas colonias en Amé-
rica, todas bajo la misma soberanía. Le djje que el parla-
mento inglés se hallaba compuesto por Ja C:1mara de los
Lores y la Cámara de los Comunes. 19 De la primera for-
maban parle distinguidos obispos y acaudalados"' nobles
de las familias de más rancio abolengo,* Lodos ellos con
una refinada educación y siempre dispuestos a defender
el reino por las armas; los miembros de la Cámara de los
Comunes eran caballeros elegidos por sus excelentes fa-
cultades y por su amor al país.
Le expliqué que el Tribunal de Justicia, presidido por
jueces viejos y sabios, castigaba los delitos y protegía a los
inocentes, y luego le hablé de la prudencia con que se ad-
ministraba el dinero del país así como de las victorias que
conseguían nuestro valeroso ejército y nuestra marina.
Calculé la población total del país sumando los miembros
de los partidos políticos y los de los grupos religiosos. Por
fin, le referí nuestra historia en los últimos cien años.
Esta conversación se prolongó durante cinco sesiones.
En la se>..'ta audiencia el rey consultó las notas que había Quiso saber tamhién cómo se seleccionaba a los miem-
ido tomando y me formuló muchas preguntas complejas. bros de la Cámara de los Comunes, y si alguien con una
Quería saber exactamente cómo era la educación de nues- buena fortuna no podía conseguir que lo eligieran. No
tros aristócratas y cómo se nombraban nuevos represen- comprendía por qué todos deseaban tan vivamente for-
tantes de la Cámara de los Lores cuando se extinguía una mar parte de la Cámara, si luego no recibían ningún sala-
familia noble. Preguntó si el nombramiento dependía del rio; y se preguntaba si el motivo no sería que los miem-
capricho de un rey o de qu e se sobornara a un miembro bros del parlamento se enriquecían aceptando sobornos e
del Tribunal. Quiso saber si los lores conocían profunda- incurriendo en la corrupción.
mente las leyes del país y si eran incorruptibles. Preguntó Preguntó si se permitía que los abogados defendieran
si los obispos eran siempre puros y santos o si en deter- ante los tribunales causas que eran claramente injustas, y
minadas ocasiones obedecían a algún noble de cuyo di-

1
si la pertenencia a una religión o un partido político de-
nero dependían. terminado les podía ayudar a ganar un pleito. También
avaricia, la hipocresía, el odio, la deshonestidad, la cruel-
dad, la locura, la envidia y la ambición.
Al terminar, el rey me tomó en sus manos y me dijo
que, por lo que le había contado, era evidente que yo pro-
cedía de un país tremendamente corrompido. Que como
había pasado gran parte de mi vida viajando, me había li-
brado de las peores influencias de mi país, pero deducía
que la mayor parte de mis compatriotas pertenecía a la
raza más perniciosa de odiosas sabandi_jas~· que jamás ha-
bía reptado sobre la superficie de la tierra.
Lamento mucho tener que referir esto, pero debo su-
brayar que describí a Gran Bretaña lo mejor que supe,
que evité sutilmente contestar muchas de sus preguntas y
que oculté las lacras* que padece mi amado país.
Para congraciarme aún más con el rey, decidí hablarle
de pólvora, balas y pistolas. Le expliqué al detalle el daño
que podían causar y con qué facilidad podía él fabricar
armas para destruir pueblos enteros y matar a miles de
personas. Me ofrecí a enseñarle cómo hacerlo, y cómo fa-
bricar pólvora, pues conocía el proceso de su elabora-
quiso saber si en algún caso un mismo letrado abogaba a ción; pero el rey quedó horrorizado por mis descripcio-
favor y en contra de la misma causa; si los abogados so- nes y abatido por mis sugerencias. Estaba sorprendido de
lían ser ricos o pobres; si se les pagaba por defender un que un insecto tan indefenso y rastrero como yo pudiera
caso, y si se les permitía formar parte del parlamento. tener ideas tan horribles, y que describiera escenas tan
No entendía por qué manteníamos guerras tan costo- sangrientas y destructivas con semejante indiferencia. Pen-
sas con soldados mercenarios,* ni qué se nos había perdi- só que todo debía de ser obra de algún genio maligno,
do fuera de nuestras islas, si no era el estableci miento de enemigo de la humani dad, y me ordenó que no volviera a
relaciones comerciales. Se quedó asombrado, en fin, ante mencionar nada de aquello jamás. Por mi parte, yo estaba
el relato que le hice de nuestra historia, y dijo que parecía asombrado de que el rey rechazara una oferta como la
sólo ·compuesta de crímenes, conspiraciones, rebeliones, mía, que le habría otorgado un gran poder. Aquello me
asesinatos, revoluciones, masacres y destierros, y que de- pareció una prueba fehaciente• de su ignonmcia, sus pre-
bía ser consecuencia de nuestros pecados, entre ellos la juicios y su cortedad de miras.
Un día le dije que en Europa había miles de libros so-
bre cómo gobernar. Horrorizado, el rey dedujo que debía-
mos ser muy estúpidos. Detestaba las intrigas y los miste-
rios y aseguraba que se puede gobernar usando tan sólo
el sentido común, la razón, la justicia y el juego .limpio.
En su opinión, quien hiciera crecer dos espigas de t rigo
en el lugar donde antes sólo había una era más útil a su
país que todos los políticos juntos.
Me explicó que el pueblo de Brobdingnag sólo estudia
unas pocas asignaturas, a saber, la historia, la poesía, las
matemáticas y la moral. Sólo les interesan las matemáti-
cas directamente relacionadas con la agricultura y la inge-
niería mecánica. Ninguna de las leyes de aquel país puede
contener más palabras que letras tiene su alfabeto (veinti-
dós), y muchas son aún más breves y están expresadas en
un lenguaje sencillo que todos pueden comprender, de
manera que sólo admiten una interpretación posible.
Hace cientos de aüos que imprimen libros, pero sus
bibliotecas no son muy grandes. La del rey, que se supone
que es la mayor, sólo contiene unos mil libros. El carpin-
tero de la reina me fabricó un artefacto con ruedas para
poder acceder a ellos, pasar sus páginas y leerlos. El estilo
en que están escritos es claro y conciso, pues jamás em-
plean palabras altisonantes" ni innecesarias.
El ejército del rey es una milicia de granjeros y comer-
ciantes capitaneada por nobles y caballeros. 20 Está forma-
da por ciento sesenta y seis mil soldados de infantería y
treinta y dos mil de caballería. A menudo los veía hacer
prácticas en las afueras de Lorbrulgrud. Era un auténtico
espectáculo. Me preguntaba para qué necesitaba aquel
país un ejército, hasta que supe que antiguamente se ha-
bían producido guerras civiles motivadas por el ansia de
poder o la lucha por la libertad. En la última de ellas ha-
bían derrocado al abuelo del rey actual. Hoy en día man-
tienen la milicia por precaución.
Nunca renuncié a volver a casa, aun que no tenía ni
idea de cómo hacerlo. El rey había ordenado que se man-
tuviera la vigilancia en el mar y que si aparecía algún bar-
co como el que me había traído, debía ser trasladado con
su tripulación y pasaje a la capital. Quería emparejarme
con una mujer de mi tamaño para que tuviera descen-
dencia, pero yo no sopo rtaba la idea de tener hijos que
vivieran como canarios enjaulados. Aunque en Brobding-
nag me habían tratado muy bien, estaba deseando volver
a casa, entre gente 'l criaturas de mi tamaño.
Llevaba ya unos dos años viviendo allí, cuando Glum-
dalclitch y yo salimos de viaje con el rey y la reina por la
costa sur. El rey decidió pasar u nos dias cerca de la ciu-
dad de Flanflasnic. Allí Glumdalclitch enfermó v tuvo1

que guardar cama en su habitación. Yo estaba muy cansa-


do y algo resfriado, pero ansiaba ver el mar y convencí al
rey y a la reina para que un paje al que apreciaba me trans-
portara en mi caja hasta la orilla. Glumdalcl itch se n ega-
ba a dejarme partir, y hasta se echó a llorar como si pre-
sintiera que algo terrible iba a suceder. El much acho me
acomodó entre las rocas de la orilla.
Como me sentía mal, ce-
rré bien mi caja y me eché
en la hamaca. Es probable
que el paje, creyéndome a
salvo, se fuera a buscar hue-
vos de pájaro. De pronto sentí que toda la caja se estre-
mecía y noté que se elevaba por los aires.
Oí un batir de alas sobre mi cabeza, y supuse que un
águila había agarrado la caja y que para abrirla intentaría
estamparla contra las rocas, dejándola caer. Al cabo de un
rato sentí unos cuantos ruidos y traqueteos y noté que
caía en picado. Todo acabó en un enorme chapoteo, por
lo que deduje que me habían arrojado al mar. Supuse que
el águila había sido acosada por una o dos águilas más y
que se había visto obligada a soltar a su prcsa. 21
La caja tenía la base reforzada con unas pesadas barras
de hierro, por lo que se mantuvo vertical sobre el agua.
Era bastante hermética, excepto por la ranura superior
que permitía la entrada de aire. Estaba temporalmente a
salvo, pero atrapado. Esperaba que la caja fuera volteada
o despedazada por la primera ola que la alcanzara, o bien
morir de frío o hambre en mi prisión.
Al cabo de unas dos horas noté que la caja era empu-
jada, y alimenté esperanzas de salvación. Me subí a una
silla y grité tan fuerte como pude por la ranura del teja-
do. Luego até el pañuelo a un bastón y lo asomé por la
ranura, sacudiéndolo frenéticamente. Al final oí que al-
guien hablaba ... ¡en inglés! Respondí que yo era un in-
glés que había sufrido una terrible desgracia, y la voz re-
plicó que yo estaba a salvo, ya que mi caja había sido
atada a un barco. El carpintero del barco iba a venir asa-

1 carme. Pregunté por qué alguien de la tripulación no aga-


rraba la caja con la mano y la ponía en El capitán me dijo si es que hablaba a
cubierta. Todos se echaron a reír. gritos porque el rey y la reina estaban
Al final fui liberado y me vi rodeado sordos, y yo le expliqué que hablar con
por lo que pensé que eran pigmeos, ya los gigantes era como hacerlo desde lo
que me había habituado a ver gigantes. alto de un campanario. También le dije
El capitán del barco, un hombre honesto que todo cuanto me rodeaba ahora (los
llamado Thomas \Vilcocks, advirtió .mi marineros, el barco, los cubiertos del ca-
extrema debilidad y me condujo a su camarote para que pitán) me parecía ridkulamente pequeño.
descansara en su cama. Antes de dormirme le describí mi Tuvimos un buen viaje de regreso a casa, aunque no
caja y le rogué que pidiera a uno de sus hombres que la quiero molestar al lector explicándole los detalles. Atraca-
trajera al camarote. Me miró como si estuviera loco. mos en Downs el 3 de junio de 1706, unos nueve meses
El capitán me explicó cómo me habían rescatado de la después de abandonar Brobdingnag. El capitán no quiso
caja. La tripulación recogió mis pertenencias y arrancó aceptar compensación alguna por mi pasaje. Le pedí pres-
algunos tablones de la caja para emplearlos en el barco. El tados cinco chelines* y alquilé un caballo y un guía para
resto se hundió en el fondo del mar. ir a Redriff, donde residía mi familia.
Les pregunté si habían visto algún pájaro gigante. Un Todo lo que encontraba por el camino me parecía tan
marinero había visto tres águilas a una gran distancia, pequeño que tenía la sensación de estar de nuevo en Lili-
por lo que no podía determinar su tamaño. Cuanto más put. Tenía tanto miedo de aplastar a la gente, que gritaba
hablaba yo, más desconfiaba el capitán de mí, y conjetu- a voz en cuello para que se apartasen de mi camino, por
raba si no sería un criminal al que, como castigo, habían lo que varias veces estuve a punto de ser golpeado.
lanzado deliberadamente al mar en su propia celda. Cuando llegué a casa me incliné para pasar por la puer-
Finalmente relaté toda mi historia. Fui tan convincen- ta, temiendo topar con la cabeza. Mi esposa salió corriendo
te que el capitán empezó a creerme. Le pedí que me traje- a recibirme y yo me agaché hasta la altura de sus rodillas,
ran mi escritorio, pues en él conservaba mis bienes más pensando que de lo contrario no iba a poder besarme.
preciados, y le mostré algunos de mis tesoros, entre ellos Todos me parecían pigmeos, y le dije a mi esposa que ella
el peine que había fabricado. Había agujas y prendedores y nuestra hija no debían de haber comido bien, pues las
gigantes, los cuatro aguijones de las abejas, algunos cabe- dos habían encogido extraordinariamente. Al igual que el
llos reales y un anillo de oro del tamaño de un collar, que capitán, empezaron a pensar que estaba loco.
la reina me regaló amablemente un día. Se lo ofrecí al ca- Al cabo de un tiempo me acostumbré a estar en casa, y
pitán, pero lo rechazó cortésmente. Lo único que aceptó progresivamente volví a la normalidad. l\:1i esposa estaba
fue el diente que un dentista había arrancado por error a decidida a no dejanne viajar más, pero no pudo impedír-
un lacayo que sufría dolor de mudas. melo.
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VIAJE A LAPUTA,
BALNIBARBI, LUGGNAGG,
GLUBBDUBDRIB Y JAPÓN

A los diez días de haber regresado a casa me visitó el


capitán del Buena Esperanza \Villiam Robinson, con
quien yo había navegado anteriormente. En dos meses
iba a zarpar para las Indias Orientales, y me ofreció el
puesto de médico de a bordo. El trabajo estaba muy bien
remunerado, por lo que conseguí convencer a mi esposa
para que me dejara marchar.
Partimos el 5 de agosto de 1706 y arribamos a Fuerte
San Jorge, al sur de India, el u de abril de 1707. Desde
allí nos dirigimos a Tonkín,22 donde el capitán tuvo que
quedarse durante un tiempo porque m.uchas de las mer-
cancías que pretendía comprar no estaban listas. Para
sufragar los gastos de la estancia en puerto, compró una
barcaza y la llenó de mercancías para venderlas por la
zona. Me puso a cargo de la embarcación y me dio per-
miso para navegar por las islas cercanas y comerciar.
Llevábamos tres días navegando cuando estalló una
tempestad que durante cinco días nos arrastró hacia el
nordeste, y luego hacia el este. Al décimo día de navega-
ción fuimos asaltados por dos barcos piratas. Ordené a
la tripulación que se tendiera sobre cubierta y nos ata-
ron a todos. Uno de los piratas era un holandés que, al
advertir que éramos ingleses, juró que nos echaría a to-
dos al mar para que nos ahogáramos. Me dirigí a él en
holandés y le pedí demencia, argumentando que nues-
tros países eran aliados. 23 Él se volvió y habló furiosa-
mente contra nosotros a sus colegas en japonés. Pero el
capitán pi rata japonés replicó que no nos matarían, y yo
le dije al holandés que lamentaba que un pagano fuera
más misericordioso que un cristiano. Furioso, el holan-
dés decidió abandonarme a la deriva en una pequeña
canoa con remos, una vela y provisiones para cuatro días.

Una hora más tarde saqué mi catalejo de bolsillo y


pude distinguir algunas islas al sudeste, así que, izando
la vela, llegué a la más próxima en unas tres horas. Era
totalmente rocosa. Conseguí reunir unas algas y pren-
derles fuego (llevaba pedernal,* eslabón, • mecha y lupa);
asé algunos huevos de pájaro para cenar y dormí bas-
tante bien al ab rigo de una roca.
En los días siguientes fui navegando de isla en isla. Al
quinto día zarpé hacia la última de ellas, que estaba bas-
tante más alejada de lo que había creído. Encontré una
cueva donde pasar la noche, pero me sentía muy desdi-
chado porque pensaba que no podría sobrevivir durante
mucho tiempo en un lugar tan inhóspito.*
Cuando salí de la cueva, a la mañana siguiente, el sol
ya estaba alto. Repentinamente se ocultó tras un gran
objeto que parecía una isla flotante que surcaba el ciclo.
Saqué el catalejo de mi bolsillo y me maravillé al descu-
brir que había seres vivos subiendo y bajando por unas

escaleras situadas en los costados de aquel objeto. Tam-


bién divisé varias plataformas desde donde algunas per-
sonas estaban pescando con largas cañas. Más me sor-
prendió comprobar que aquella gente podía mover la
isla flotante a su antojo.
Era mi oportunidad de ser rescatado. Agité la gorra y
el pai'íuelo en dirección a la isla y me puse a gritar a voz
en cuello. Vi que se reunía una multitud que m e señala-
ba con el dedo y que enseguida cuatro o cinco hombres
se apresuraban a subir las escaleras hasta lo más alto de
la isla. Deduje que habían ido a avisar a alguien impor-
tante sobre mi presencia.
La isla flotante fue descendiendo, y su tripulación au-
mentando de tamaílo. Adopté una postura de sumisión
frente a quienes me miraban y supliqué que me rescata-
ran. Entonces uno de los hombres me gritó con voz clara
y educada en una lengua parecida al italiano. Respondí
en ese idioma, pero no logramos entendernos. Al final
me indicaron que me acercara a la orilla. Se desplazaron
hasta encima de mí y dejaron caer una silla colgada de
una cadena. Me senté en ella y me alzaron mediante unas
poleas.
Inmediatamente me vi rodeado de gente que se sor-
prendía de mi apariencia. Lo mismo me ocurría a mí,
pues nunca había visto una raza de mortales tan pecu-
liar.
Todos llevaban la cabeza inclinada hacia un lado o
hacia otro, un ojo girado hacia arriba y el otro hacia el
interior. Sus ropas estaban estampadas con lunas, soles,
estrellas, tlautas, arpas y otros instrumentos musicales.
Había personas vestidas en lo que parecían trajes de sir-
vientes, y cada uno llevaba atada a la
punta de una vara una vejiga que so-
naba como un sonajero. De vez en
cuando sacudían estas vejigas ante
las bocas y las orejas de las personas
próximas ..Más tarde supe que lo ha-
cían porque la gente de la isla flotan-
te se sumía tan profundamente en
sus cavilaciones que no podían ha-

1
blar ni escuchar a nadie si no se les
estimulaba la boca o la oreja con el
sonido de aquel artefacto. Los portadores de vejigas son
unos sirvientes especiales llamados sacudidores (en su
lengua, climenoles) que se dedican sólo a esto.
Los sacudidores también asisten a la gente cuando va
de paseo, puesto que si no se les hace sonar de continuo
ese artefacto, las personas corren el riesgo de caer por
precipicios, golpearse con postes, o chocar entre sí y caer-
se al arroyo.
Un grupo de hombres me condujo escaleras arriba
hacia el palacio. Allí descubrí lo necesarios que eran los
sacudidores, pues quienes me acompañaban se olvida-
ban de vez en cuando de lo que estaban haciendo y se
marchaban, hasta que se lo recordaba un sacudidor.
Cuando llegamos al palacio fuimos conducidos ante el
rey, que tenía frente a sí una mesa llena de globos, esfe-
ras e instrumentos matemáticos de todas clases. Estaba
absorto intentando reso lver un problema, y durante al
menos una hora no se enteró de nuestra llegada. Cuan-
do se hubo sentado de nuevo en su trono, los pajes le to-
caron suavemente la boca y la o reja derecha y el rey d io
un respingo como si acabaran de despertarle. Al verme
recordó que le habían anunciado mi llegada. Me habló,
pero ·no entendí lo que dijo, y un joven se acercó inme-
diatamente para tocarme la oreja derecha. Le indiqué
que yo no lo necesitaba, pero mi rechazo hizo pensar a
todo el mundo que yo era estúpido.
Hablé al rey en todas las lenguas que conozco, pero
era obvio que no podíamos entendernos. Entonces me
llevaron a un aposento y me dieron una comida esplén-
dida, que sirvieron cuatro caballeros. En el primer plato
todo estaba cortado en formas geométricas, y en el se-

1 gundo los alimentos paredan instrumentos musi cales.


Durante la cena les pregunté el nombre de muchas
cosas, y los caballeros me respondieron gustosamente,
aunque con la ayuda de sus sacudidores, por supuesto.
Después me enviaron un maestro con su sacudidor, y
juntos empezamos a confeccionar un diccionario. Con-
seguí aprender algunas frases cortas, y en el transcurso
de unos días, y gracias a mi excelente memoria, ya había
adquirido un buen conocimiento de su idioma. Supe
que la isla flotante se llama-
ba Laputa, aunque nadie re-
cordaba con certeza de dón-
de procedía este nombre.
Los caballeros designados
para atenderme, advirtiendo
el mal estado de mis ropas,
encargaron a un sastre la con-
fección de o tras nuevas. El
sastre midió mi altura con un
cuadrante,"' y luego calculó
mis dimensiones utilizando
reglas y compases. Seis días
después me entregó un traje
que me sentaba extraordinariamente mal, ya que había
cometido un error en sus cálculos. Estos fallos enm muy
habituales, y nadie me hizo el menor comenta:io sobre
mi ropa.
Entretanto, el rey había dado órdenes de que la isla
fuera desplazándose hacia el nordeste hasta colocarse
sobre Lagado, la capital del reino. El viaje duró cuatro
días y medio, pero el movimiento de la isla me resultó
imperceptible. En la segunda mañana el rey y su corte
dieron un concierto de tres horas con sus instrumentos
musicales, sin descanso. El estrépito fue horroroso.
Camino de Lagado el rey quiso detenerse sobre algu-
nas ciudades y pueblos. Lamaron cuerdas con pesos pa-
ra que la gente de abajo prendiera en ellas sus súplicas y
pidiera el favor del rey en diver-
sas materias. En ocasiones los súb-
ditos ataban a las cuerdas alimen-
tos y vino de obsequio.
Las casas de los laputienses es-
taban muy mal construidas, sin
un solo ángulo recto. Ello se de-
be al desprecio que siente esta
gente por los aspectos prácticos
de la vida, que consideran vulga-
1 \ res, y a que las instrucciones que
~ ·..~ . -=--
=---- -~1-- dan a sus operarios son demasia-
do complicadas para que las en-
tiendan. Sobresalen en el dibujo
de figuras geométricas y la for-
mulación de ecuaciones matemáticas, pero son las per-
sonas más torpes que jamás he visto, y, a la vez, las más
aficionadas a discutirlo lodo con gran vehemencia."' Las
únicas materias que entienden bien son ras matemáticas
y la música. Muchos creen en la astrología y pasan mu-
cho tiempo discutiendo sobre política. Lo mismo he ob-
~ervado entre los matemáticos europeos.
Viven continuamente preocupados porque creen que con licencia real, algo difícil de obtener porque es casi
a la Tierra van a sucederle cosas terribles. Temen que se imposible persuadir a las mujeres que han bajado de
la vaya a tragar el sol de un momento a otro, o que el sol que vuelvan a subir.
se agote y deje de dar luz, o que se queme del todo. Creen Cuando llevaba un mes en Laputa tuve una audiencia
asimismo que el próximo cometa que pase cerca (dentro con el rey. Sólo me preguntó sobre el estado de las mate-
de treinta y un años, según sus cálculos) nos abrasará y máticas en mi país; no estaba ni remotamente interesa-
reducirá la Tierra a cenizas. 24 Están tan obsesionados do en nada más. No pareció impresionado por mis res-
con todas estas ideas que no pueden dormir bien de no- puestas.
che ni disfrutar de los placeres sencillos de la vida. Nada La isla volante o flotante es circular y tiene un diáme-
más levantarse por la mañana empiezan a hablar sobre tro de unos siete kilómetros. La base es una plancha grue-
]a salud del sol y sobre los terribles peligros con que los sa de diamante sobre la que se asientan varios estratos
amenaza el próximo cometa. de rocas y tierra. La parte superior tiene forma de sope-
Las mujeres de la isla son muy coquetas y dedican ra, por lo que la lluvia que cae sobre la isla se canaliza en
poco tiempo a sus maridos. Están siempre rodeadas por pequeños arroyos que discurren hacia el centro, donde
admiradores que suben del país inferior. Sus maridos es- se forman cuatro grandes lagos. El rey puede controlar
la cantidad de lluvia que cae haciendo que la isla se eleve
por encima de las nubes, si ése es su deseo. En el centro
de la isla hay una sima que desciende hasta una gran cá-
mara subterránea llamada Flandona Gagnole, o Cueva
de los Astrónomos, que contiene un gigantesco imán
asentado sobre un eje y rodeado por un cilindro de dia-
mante. Un extremo del imán es atraído por un mineral
que se encuentra en la isla inferior y en e] mar que la ro-
dea, mientras que el otro extremo es repelido por este
tán tan ensimismados que, si no hay sacudidores cerca, mineral. Cuando el extremo que es repelido apunta ha-
las esposas pueden coquetear con sus admiradores ante cia abajo, la isla se eleva. Si el imán se coloca en s~ntido
sus mismas narices. inverso, con el polo de atracdón hacia abajo, la isla des-
Aunque vivan en la mayor abundancia, las esposas e ciende. Si el imán apunta hacia w1 ángulo, la isla se des-
hijas detestan verse confinadas a Laputa;aunque perso- plaza oblicuamente. De este modo puede desplazarse
nalmente lo considero uno de los lugares más agrada- por encima del territorio inferior, pero sin apartarse mu-
bles que he visitado. Ansían ir a la capital y ver el resto cho del área donde la encontré, ya que es el único lugar
del país inferior. Pero sólo pueden descender de la isla donde existe el mi neral que la impulsa. 25
El imán se halla al cuidado de algunos astrónomos
que ejecutan las órdenes del rey. Cuando no conducen la
isla, observan las estrellas. Sus telescopios son mucho
mejores que los nuestros, y ellos han dado nombre a
muchas más estrellas que nosotros. Han descubierto la
existencia de dos satélites en Marte y han registrado no-
venta y tres cornetas diferentes.
El monarca controla su reino desde la isla flotante. Si
alguna ciudad inicia una revuelta o se niega a pagar los
tributos, hace que la isla se desplace hasta el lugar para
privarlo de lluvia y sol hasta lograr su rendición. 26 Si to-
davía encuentra resistencia, arroja grandes rocas desde
la isla. Como último recurso, puede dejar caer toda la is-
la sobre la ciudad, destruirla com-
pletamente y matar a todos sus
habitantes. Sin embargo, se mues-
tra muy reacio a hacerlo porque
no desea que sus súbditos lo odien,
pero también porque teme dañar
la parte inferior de la isla.
Unos tres años antes de mi lle-
gada se produjo un incidente extraordinario que estuvo
a punto de acabar co n d rey. Él había estado visitando
Lindalino, la segunda ciudad en importancia del reino.
Tres días después de su partida, los habitantes de la ciu-
dad, que se habían quejado varias veces de estar oprimi-
dos, apresaron al gobernador y construyeron rápida-
mente cuatro torres grandes y fuertes, cada una en un
extremo de la ciudadY Las torres tenían la misma altura
que la roca puntiaguda que se elevaba en el centro de la
ciudad, y sobre cada una de ellas y sobre la roca puntia-

1 guda colocaron un gigantesco imán.


El rey se enteró de la rebelión ocho meses después.
Ordenó que la isla flotante gravitara sobre Lindalino
duran}e algunos días para privarla de sol y lluvia. Cuan-
do vio que esto no minaba la moral de sus habitantes,
arrojó rocas sobre la ciudad. Esto tampoco funcionó,
porque los rebeldes se habían refugiado en las torres y
en cámaras subterráneas. Por último el r.ey ordenó que
la isla descendiera lentamente hasta situarse sobre la ciu-
dad, pero, para sorpresa de los astrónomos que acciona-
ban el imán, la isla empezó a descender cada vez más y
más rápido. Alarmados, pidieron permiso para ascender
de nuevo, pero apenas podían conseguirlo. Uno de ellos
realizó entonces algunas pruebas con fragmentos de dia-
mante, y descubrió que había imanes ocultos en las to -
rres y en la roca de la ciudad que atraían a la isla hacia
abajo. Por ese procedimiento, los rebeldes de Lindalino
pretendían derribar la isla, matar al rey y a su camarilla"
y cambiar de gobierno. Al percatarse de las intenciones
del pueblo, el rey cedió a sus demandas.
Actualmente, una ley prohíbe al rey y a sus dos hijos
mayores abandonar Laputa, y la reina sólo puede hacer-
lo cuando llega a la ancianidad. 211
Aunque en la isla no me trataban mal, tampoco me
hacían mucho caso. Tanto los hombres notables como la
gente sencilla sólo se preocupaban de la música y las
matemáticas, y no estaban interesados en mi opinión
sobre ellas. Durante mi estancia de dos meses en la isla
sólo pude mantener conversaciones interesantes con
mujeres, comerciantes, sacudidores y pajes. Hubo una
excepción: cierto caballero im portante que era pariente
del rey. Era un hombre honesto y honorable, que habí.a
realizado muchos servicios útiles para la corona, pero al
que toda la corte consideraba la persona más estúpida
del mundo porque no tenía buen oído para la música ni
era bueno en matemáticas. Me visitaba a menudo para
preguntarme por Europa y otras tierras que yo había vi-
sitado. Escuchaba atentamente y no necesitaba nunca a
los sacudidores cuando estaba conmigo, aunque siem-
pre le acompaii.aban dos cuando estaba en la corte.
Rogué a este caballero que me consiguiera el permiso
del rey para abandonar la isla flotante y visitar el territo- me alojara en su casa. Al día siguiente me llevó a visitar
rio inferior, que se llama Balnibarbi. El rey me concedió Lagado, una ciudad la mitad de grande que Londres. Las
el permiso y me dio algo de dinero. El caballero me rega- casas eran muy extrañas, y muchas necesitaban ser repa-
ló otro tanto y me dio también una carta de presentación radas. La gente andaba por la calle muy rápido, vestía
para un amigo suyo, lord Munodi, que vivía en Lagado. con harapos y tenía una expresión delirante en el rostro.
El16 de febrero me bajaron a una montaña que esta- Luego salimos al campo, donde la gente trabajaba con
ba a poca distancia de Lagado. Fue un alivio notar bajo diversidad de herramientas, aunque no pude saber en
mis pies tierra firme de nuevo. Pronto di con la direc- qué, pues no parecía haber plantaciones ni hierba.; la tie-
ción de lord Munodi, un hombre de alto rango que ha- rra, sin embargo, parecía excdente.
bía sido gobernador de Lagado pero al que habían de- Cuando hacía comentarios sobre el estado del país y
puesto de su cargo a causa de una intriga·política. El rey de sus gentes, lord Munodi me contestaba que antes de
lo apreciaba mucho porque lo consideraba un hombre ju:.cgarlos debía pasar algún tiempo más con ellos. En-
de buenas intenciones aunque muy corto de entendede- tonces me invitó a visitar su propia hacienda, donde po-
ras. Lord Munodi era muy hospitalario, e insistió en que dr[amos charlar sobre todo eJlo con más calma. Salimos
trario, lo acusarían de orgulloso, ignorante, caprichoso y
rebelde, y probablemente se enem istaría con el rey.
Me contó cómo se había llegado a este estado de co-
sas. Unos cuarenta años atrás, un grupo de gente fue a
Laputa y pasó allí unos cinco meses. Regresaron llenos
de ideas pretenciosas y decidieron que en Balnibarbi to-
do debía hacerse de otro modo. Habían obtenido permi-
so del rey para crear en Lagado una Academia de Proyec-
tistas en la que sesudos sabios iban a desarrollar grandes
inventos. 29 La idea cundió tanto que en aquel momento
había academias en todas las ciudades imp ortantes de
Balnibarbi.
Las academias impulsaban formas nuevas y extrañas
de hacer todas las cosas, tanto en agricultura como en la
construcción. El problema era que ni nguna de esas ideas
funcionaba. Y en lugar de volver a los procedimientos
antiguos, los sabios inventaban otros aún más raros. En-
tretanto, todas las casas estaban en ruinas y la gente care-
de viaje y atravesamos más tierras desoladas hasta que, a cía de ropa y de comida. Sólo lord Munodi y unos pocos
unas tres horas de Lagado, cambió el paisaje. De repente más seguían apegados a la forma t.radicional de hacer las
nos vimos rodeados de magníficas parcelas agrícolas, cosas. Pero se les consideraba ignorantes y perezosos,
con hermosos viñedos y trigales, y cuidadas granjas. Allí además de enemigos del bien común.
comenzaba la hacienda de lord Munodi. llegamos a su En cuanto regresamos a Lagado, lord Munodi .lo dis-
casa, que era un edificio espléndido, rodeado por ele- puso todo para que un amigo suyo me acompañara a vi-
gantes jardines con fuentes y avenidas arboladas. Elogié sitar la Academia. Yo estaba deseando verla, puesto que
cuanto veía, pero el lord nada me dijo hasta que termi- en mi juventud había sido aficionado a los inventos. La
namos la cena, cuando estuvimos a solas. Academia ocupa varios edificios a ambos lados de una
Se puso muy melancólico y me dijo que estaba segu- calle, y yo llegué a visitar no menos de quinientas salas. 30
ro de que pronto tendría que derribar todas sus casas, En la primera sala que entré había w1 hombre barbu-
aquí y en Lagado, y reconstruirlas según la moda. Tam- do y de pelo enmarañado, con la ropa harapienta. Había
bién tendría que destruir sus huertos y viñedos y empe- pasado Jos últimos ocho años tratando de extraer rayos
zar a cultivar la tierra como todos los demás. De lo con- solares de los pepinos. El objetivo era meterlos en frascos
sellados herméticamente y utilizarlos para calentar el ai-
re durante los veranos poco benignos. Estaba seguro de
que con ocho aí'íos más podría llevar a cabo su proyecto.
Sin embargo, necesitaba desesperadamente capital, pues
los pepinos estaban carísimos ese aí'ío. Le ofrecí una pe-
queña aportación; lord Munodi ya me había advertido
que en la Academia todo el mundo me pediría dinero, y
me había dado una pequeña suma con ese propósito.
Entré en otra sala, donde el hedor me hizo retroceder.
Mi guía insistió en que entrase y me advirtió que no de-
bía ni tan siquiera llevarme la mano a la nar.iz, pues eso
enfurecía al inventor. Se trataba del hombre más viejo

de la Academia, y su proyecto era transformar los excre-


mentos humanos en la comida original, separando sus
diversos componentes. la sociedad le asignaba un barril
de excrementos a la semana para su trabajo. Otro hom-
bre trataba de convertir el hielo en pólvora, y cierto ar-
quitecto había dado con una nueva forma de construc-
ción, empezando por el te.jado y siguiendo hacia ahajo.
Había un pintor que había nacido ciego y que tenía
colaboradores ciegos. Pensaba que el color podía reco-
nocerse por el tacto y el olor, y enseiíaba a sus ayudantes
a mezclar colores de ese modo. Lamentablemente, los
colaboradores aún tenían mucho que aprender, y el pro-
pio pintor cometía muchos errores.
En otra sala conocí a un hombre que había inventado
un modo de arar sin arado. El método consistía en plan-
tar bellotas, castañas y otros frutos secos en un campo y
soltar en él a una piara de cerdos. Los cerdos se encarga-
ban de excavar la tierra buscando los alimentos, al tiem-
po que la abo naban con sus deposiciones.* Tras aplicar
el método, había descubierto que resultaba demasiado
caro y complicado, pero tenía el convencimiento de que
podía mejorarlo.
Pasé por una sala atestada de telarañas. Se debía a que
el investigador pensaba que las arañas podían ser mejo -
res productoras de seda que los mismos gusanos de se-
da Trataba de conseguir seda de colores alimentando a
las arañas con moscas de colores, y pensaba que con ello
se ahorraría en tintes. 31
Mientras estaba en la Academia sentí dolor de estó-
mago, y me llevaron a una habitación donde un famoso
doctor real izaba experimentos de curación con viento.
Tenía un par de fuelles con una boquilla que se aplicaba
en el ano del paciente para extraerle el aire del vientre.
Si esto no funcionaba, el doctor introducía aire, que al
retirar la boquilla salía precipitadamente, arrastrando
consigo todas las sustancias indeseables causantes de los
gases. El doctor me hizo una demostración con un pe-
rro. La primera maniobra no tuvo efecto alguno, pero
cuando el doctor bombeó aire en su interior, el perro es-
tuvo a punto de estallar. Cuando retiraron la boquilla, la
ventosidad que salió fue repugnante y el perro murió en
el acto. Dejamos al doctor tratando de devolverle la vida
con el mismo procedimiento que le había causado la
muerte.
No contaré más sobre los otros investigadores que vi-
sité, excepto sobre uno a quien llamaban el artista uni-
versal. Había pasado treinta aí'íos pensando en formas
de mejorar la existencia humana, y tenía cincuenta hom-
bres a sus órdenes. Algunos convertían el aire en materia El primer profesor que vi estaba en una sala grande,
sólida y seca. Otros ablandaban el mármol para poder con unos cuarenta alumnos. Contaba que había inventa-
usarlo como relleno de almohadas. Los había incluso do una máquina maravillosa que permitiría que la gente
que intentaban petrificar pezuí'ías de caballos vivos para escribiera sobre filosofía, matemáticas, derecho, poesía y
evitar que éstos se dañaran al cami- teología sin tener la menor idea de nada.32 Consistía en
nar. El propio artista se empleaba en un gran armazón donde encajaban varias hileras de cu-
la tarea de crear ovejas sin lana. bos de madera atravesados por una fina barra de hierro.
Atravesamos la calle por un paso En todas las caras de los cubos habian pegado papeles
que conducía a otra sección de la con todas las palabras de su lengua escritas sin orden al-
Academia, donde estaban los pro- guno. Los cubos podían girar gracias a las manivelas fija-
yectistas dedicados a la enseñanza das en el armazón, por lo que las palabras de cada cubo
especulativa. iban cambiando. El profesor pidió a sus alumnos que gi-
quinas de este tipo en Lagado. Aseguré al profesor que si
yo tenía la suerte de volver a casa, hablaría a todo el
mundo de su magnífico invento.
Pasamos luego al lugar donde tres profesores indaga-
ban el modo de mejorar el idioma del país. El primer
proyecto consistía en acortar todas las palabras largas y
eliminar todas las que no fuesen nombres, para que las
conversaciones fuesen más rápidas.33 El segundo proyecto
era eliminar completamente todas las palabras. La gente
llevaría consigo todos los objetos de los que quisiera ha-
blar al tratar determinado asunto. No habría más que
mostrar a alguien el objeto en cuestión, en lugar de te-
ner que molestarse en pronunciar su nombre. Con ello
no sólo se abreviarían las con-
versaciones, sino que la gente
no necesitaría aprender idiomas
extranjeros cuando viajara al ex-
terior.
Lamentablemente, las muje-
res y la gente vulgar y analfabe-
rasen las manivelas y les hizo leer despacio las palabras ta habían amenazado con rebe-
de la cara vertical de cada cubo, desplazándose a lo largo larse si se les prohibía utilizar su
de las hileras. Cada vez que encontraban tres o cuatro lengua natal, al igual que sus an-
palabras que, al unirlas, pudieran amstituir parte de una tepasados, por lo que la idea no
frase, debían escribirlas. Entonces daban vuelta a las ma- había llegado a cua_jar. Hasta ese punto son enemigos
nivelas y se repetía el proceso. Los alumnos trabajaban irreconciliables la ciencia y el vulgo.* Sin embargo, algu-
seis horas al día en esta tarea. El profesor me mostró va- nas de las personas más sabias del país se empellaban en
rios libros de gran tamaño que habían llenado con frag- utilizar este sistema. El único problema era que, si tenían
mentos de frases. Él quería unirlos para formar una en- demasiados asuntos de que discutir, acababan tambaleán-
ciclopedia de todas las artes y ciencias, y estaba seguro de dose bajo el peso de todas las cosas necesarias para ha-
que esta tarea podía recibir un gran impulso si reunía di- cerlo, a menos que pudieran pagar a uno o dos criados pa-
nero suficiente para construir y accionar quinientas má- ra cargarlas.
En la escuela de matemáticas observé un mo- para cambiar el tratamiento según se compor-
do muy extraño de enseñar esta materia. Las taran. A mí me pareció una idea espléndida,
ecuaciones se escribían con una tinta cerebral pues serviría para fomentar la conciliación de
sobre una oblea* comestible. Los alumnos, en ideas, abreviar los debates, abrir algunas bocas
ayunas, debían comer estas obleas y pasar los tres que ahora están cerradas, cerrar otras muchas
días siguientes a pan y agua. Se suponía que, con que están abiertas, despertar a los estúpidos y
la digestión de la oblea, la tinta llevaría las ecua- acallar a los insolentes.
ciones al cerebro del alumno. Lamentablemente, El doctor también había observado que los
este método aún no se había demostrado eficaz, políticos que llegaban al gobierno olvidaban
en parte porque la fórmula para la tinta tenía al- muy rápidamente sus promesas. Proponía que
g(m fallo, y en parte por la perversidad de los chi- quienes trataran con dichos políticos termina-
cos, a los que la oblea les resultaba tan nausea- ran las reuniones torciéndoles la nariz, dándo-
bunda que solían vomitada nada más i11gerirla. les una patada en la barriga, tirándoles de las
La gente más trastornada que conocí en la Academia orejas y pisándoles los callos, para asegurarse de que re-
fueron los proyectistas de política. Tenían ideas tan ex- cordaran los temas de la reunión. También pensaba que
trañas que sentí verdadera pena por ellos. Pensaban que cada vez que un político pronunciara un discurso a fa-
para gobernar bien un país era necesario que sus diri- vor de algo, debería ser inmediatamente obligado a vo-
gentes fueran personas honestas, sabias e inteligentes, tar en contra de sus propuestas, porque eso revertiría en
escogidas por sus méritos, sus habilidades y sus valiosos el bien público.
servicios al país, y que debían esforzarse por hacer lo Cuando dos partidos políticos se hallaran enfrenta-
mejor para beneficio de todos, y no sólo de sí mismos. dos, los miembros de un partido intercambiarían la mi-
Sin duda no tenían noción alguna de la realidad. tad de su cerebro con miembros del partido opuesto. De
Entre ellos había un doctor que tenía varias ideas pa- ese modo las dos mitades de] cerebro discutil'lan dentro
ra mejorar el sistema de gobernar. Sostenía que muchos de cada cráneo y, en ese espacio reducido, pronto llega-
malos hábitos de los gobiernos podian curarse s.i se los rían a un acuerdo razonable. También oí que este dodor
trataba como enfermedades del cuerpo humano. Propo- proponía que todos los puestos importantes de gobier-
nía que cada vez que se reuniese el parlamento, hubiera no fuenm asignados por lotería, de modo que nadie cul-
asistencia médica: de la conducta de los parlamentarios para a nadie si no conseguía tm cargo.
podrían deducir los doctores qué iba mal en el gobierno. Aunque la Academia me pareció un lugar muy inte-
Entonces prescribirían remedios, por ejemplo, sedantes, resante, me cansé de Balnibarbi y empecé a pensar en
laxantes, píldoras para la indigestión y medicinas para la volver a casa. Me enteré de que al norte del país había

1 jaqueca, y observarían la conducta de los parlamentarios un puerto marítimo llamado .::VIaldonada.


De allí zarpaban muchos barcos para la isla de Lugg-
nagg, que estaba bastante cerca de Japón; decidí que se-
ría la mejor ruta de vuelta a casa.
Alquilé dos mulas y un guía para que me mostrase el
camino y me despedí de mi anfitrión, que me hizo un
generoso obsequio al partir. Al llegar a Maldonada supe

que durante algún tiempo no saldrían barcos para Lugg-


nagg. Un caballero que conocí allí me sugirió que du-
rante la espera visitase Glubbdubdrib, una pequeña isla
cercana. Él y un amigo se ofrecieron a venir conmigo.
Glubbdubdrib significa, creo, isla de los Brujos o los
Magos. La js)a es bastante pequeña y está gobernada por
una tribu de magos; el mayor de eJJos es el príncipe o
gobernador. Vive en un palacio con un gran parque ro-
deado de un muro de piedra. Sus criados son bastante
peculiares, puesto que él tiene el poder de convocar al
muerto que se le antoje y obligarle a que le sirva durante
veinticuatro horas, aunque no más.
Llegamos a Glubbdubdrib hacia las once de la maña-
na y solicitamos audiencia al gobernador. Él nos la con-

1 cedió y nos abrieron las puertas del palacio.


El camino hacia la sala del gobernador estaba flan-
queado por hileras de guardias o sirvientes vestidos con
ropas muy antiguas, y con una mirada que me ponía los
pelos de punta. Nos inclinamos ante el gobernador, que
nos invitó a sentarnos. Me pidió que le hablara de mis
viajes y, para demostrarme que seríamos tratados de un
modo informal, despidió a los criados moviendo un de-
do. Estos se desvanecieron inmediatamente, como visio-
nes de ensueño. Yo estaba conmocionado, pero Su Alte-
za me aseguró que no corría ningún peligro. Mis dos
compañeros, que habían visitado anteriormente el pala-
cio, ni se habían inmutado. Empecé a relajarme y le hice
al gobernador una bre-
ve relació n de mis via-
jes, aunque seguía mi-
rando de reojo hacia el
lugar por donde habían
desaparecido los cria-
dos espectrales.
Tuve el honor de co-
mer con el gobernador.
Un nuevo grupo de fan-
tasmas nos sirvió, y yo
noté que estaba menos
aterrori7.ado que por la
mañana. Me quedé has-
ta el atardecer, aunque
rechacé humildemente el ofrecimiento de Su Alte7.a para
pasar la noche en el palacio ..Mis dos amigos y yo nos
alojamos en una casa privada del pueblo más próximo y
regresamos a la mañana siguiente, tal co mo nos había
pedido el gobernador.
Así pasamos diez días, y me acostumbré tanto a los
fantasmas que al cabo de tres o cuatro días ya no me
asustaban en absoluto. Su Alteza me invitó a conjurar a
un muerto de mi elección para preguntarle todo lo que
yo quisiera. Como tras la muerte las mentiras ya no tie-
nen sentido, podía estar seguro de que los espíritus me
dirían la verdad. Entonces pedí ver a Alejandro Magno.,
que apareció al frente de su ejército en el parque, ante
nuestra sala. Hablamos un poco, aunque me costó en-
tender su griego. Me aseguró que no había sido envene-
nado, sino que había muerlo de fiebre por beber más de
la cuenta.·\4 Luego vi a Aníbal cruzando los Alpes. Me dí-
jo que no había usado vinagre para romper las rocas que
le cortaban el camino. ~' 5 Vi a Julio César y a Pompeyo
con sus ejércilos, dispuestos a enfrentarse.J6 Pedí que
aparecieran en la sala un senado romano y un parlamen-
to moderno: el senado parecía compuesto por héroes y
semidioses, pero el parlamen-
to mod erno estaba lleno de
carteristas, salteadores de ca-
minos y matones.
César y Bruto se acercaron.
Parecían muy amigos. César
decía que era bastante justo
que le hubieran matado, y Bru-
to me pareció un buen hom-
breY Hablé mucho con él y
me contó que seguía en contacto con cineo buenos ami-
gos: su antepasado Junio, Sócrates, Epaminondas, Catón
el Joven y Tomás Moro. 3~'
Convoqué a muchos otros muertos. La mayoría de
ellos había contribuido a derrocar tiranos y dictadores.
También llamé a Homero y Aristóteles39 y les presenté por pura casualidad, porque tener a hombres buenos en
los espíritus de la gente que había escrito sobre ellos tras el gobierno no daba buenos resultados. La corona, según
su muerte. Ambos se horrorizaron al ver lo mal interpre- ellos, nq podía mantenerse sin la corrupción.
tados que habían sido. Pedí a Descartes y a Gassendi40 Invoqué a algunas personas que habían hecho gran-
que expusieran su filosofía a Aristóteles. El filósofo grie- des favores a reyes y emperadores. Casi todos ellos habían
go aceptó abiertamente los errores que había cometido caído en desgracia y habían muerto en la miseria. Y supe
en algunos de sus escritos, pero también dijo que era que esto no era algo reciente, pues conocí a un capitán
obvio que Descartes y Gassendi estaban equivocados. de la marina romana que había sido muy mal tratado
Predijo que la teoría de la gravitación sería rebatida pron- por la corte del emperador Augusto, a pesar de sus he-
to, y aseguró que todas las teorías científicas nuevas se chos heroicos en la batalla de Accio. 41
basaban en modas pasajeras y que no perdurarían. Cuando me despedí del gobernador de Glubbdub-
Mis amigos tuvieron que ausentarse durante unos días drib regresé con mis dos amigos a Maldonada, y dos se-
por razones de trabajo, y yo pasé el tiempo reuniéndo- manas después zarpé para Luggnagg. Tardamos un mes
me con algunos muertos recientes. en realizar el viaje, y el 21 de abril de 1709 arribamos al
Conjuré a algunas de las principales familias de Euro- puerto de Clumegnig.
pa y me maravilló descubrir que, entre sus antepasados, Fui intensamente interrogado por el oficial de adua-
muchas tenían rateros, criados, jugadores y todo tipo de nas. Expliqué que había naufragado en la costa de Balni-
sinvergüenzas. Me horrorizó lo que descubrí sobre la his- barbi y que trataba de volver a casa pasando por Japón.
toria moderna. Algunos historiadores venales* nos habían Fingí que era holandés, pues sabía que los holandeses
contado tremendas mentiras, habían convertido en héroes eran los únicos extranjeros admitidos en Japón. El ofi-
a villanos y a villanos en héroes. Descubrí que muchos cial dijo que debía retenerme hasta que recibiera órde-
hombres y mujeres excelentes habían sido condenados a nes de la corte. Me adjudicaron unas estancias con un
muerte por jueces y políticos corruptos y que muchos centinela en la puerta. Fui bien tratado y tuve acceso a
hombres perversos habían sido honrados con la fama, las un gran jardín. Algunas personas se acercaron a verme
riquezas y los honores. El perjurio, los sobornos, la opre- por curiosidad. Para poder hablar con ellas contraté a
sión, el fraude, la traición, el envenenamiento y hasta el un joven intérprete que había viajado conmigo en el bar-
incesto* y la prostitución de hijas y esposas se habían em- co. Era oriundo* de Luggnagg, pero había vivido algu-
pleado a menudo para alcanzar honor y riquezas. Tam- nos años en Maldonada.
bién supe que muchas grandes victorias y otros aconte- A los quince días llegó una citación del tribunal y sa-
cimientos memorables no habían sido sino accidentes limos para la capital, llamada Traldragdubh o Trildrog-
afortunados. Diversos reyes me contaron que cuando ha- drib, que de ambos modos se pronuncia. Siguiendo el

1 bían designado gobernantes justos y sabios había sido protocolo local, antes de llegar al tribunal enviamos un
mensaje al rey pidiéndole permiso para que se me con- pués de cada envenenamiento, aunque a veces la limpie-
cediera el honor de lamer el polvo delante de su escabel.* za no es exhaustiva y el siguiente visitante puede morir
El día convenido tuve que arrastrarme sobre la barri- accidentalmente.
ga hasta llegar al trono, lamiendo el suelo a mi paso. To- Volviendo a mi historia, cuando llegué al trono me
dos los que se presentaban ante el rey debían hacerlo. arrodillé y me golpeé la frente siete veces contra el suelo.
Mortunadamente, ese día habían limpiado el suelo por- Entonces dije, tal como me habían enseñado la víspera:
que yo era extranjero. Supe que esto era muy inusual, y Ickpling gloffthrobb squutserumm blhiop mlashnalt zwin
que si la persona que entraba tenía enemigos en la corte, tnodbalkguffh slhiophad gurdlubh asht, es decir: 'Que su
hasta dispersaban polvo a propósito. Una vez vi a un ca- Majestad Celestial sobreviva once lunas y media al sol'.
ballero importante que, al llegar al trono, tenía la boca El rey dijo algo que no pude entender. Yo repliqué, como
tan llena de polvo que no podía pronunciar palabra; y me habían enseñado: Fluft drin yalerick dwuldum pras-
no podía hacer nada, puesto que escupir o limpiarse la trad mirplush, esto es: 'Mi lengua está en la boca de mi
boca en presencia del rey es un delito. amigo', y significa que pedía permiso para traer a un in-
Lo peor es que, si el rey se cansa de un noble, ordena térprete.
que tiren al suelo un polvo marrón venenoso que mata a Por mediación del intérprete hablamos durante una
la persona que lo lame en menos de un día. En cambio, hora. El rey disfrutaba con mi compañía y ordenó a su
el rey tiene la deferencia de hacer limpiar el suelo des- bliffmarklub o chambelán* que me preparase algunas
habitaciones y me diera dinero para mis gastos cotidia- preguntó qué haría yo de haber nacido struldbrugg. Era
nos. Pasé tres meses en la corte y el rey me pidió que me una pregunta muy f<ícil, pues a menudo había pensado
quedara más tiempo, pero yo prefería regresar a casa en lo que haría si mi vida no tuviera final. Primero tenía
con mi esposa y mi familia. que hacerme rico, para lo que necesitaría unos doscien-
Los luggnuggianos son educados y generosos, aunque tos años. Luego me dedicaría con afán a estudiar las
bastante orgullosos. Co n la ayuda de mi intérprete sos- ciencias y las artes. En tercer lugar anotaría cuidadosa-
tu ve muchas conversaciones interesantes con ellos. Un mente todo cuanto me pareciera de interés. Oe este mo-
día alguien me preguntó si había visto alguna vez a sus do me convertiría en un pozo de conocimiento y sabi-
struldbruggs, o inmortales. Le contesté qu e no sabía a lo duria, un tesoro para la nación.
que se refería. Entonces me explicó que muy de vez en No me casaría después de los sesenta ai'íos, y viviría
cuando nacía un niño con una mancha circular roja so- cómodamente (aunque sin ostentación ), rodeado por
bre la ceja izquierda, indicio inequívoco de que nomo-
riría jamás. La mancha se agrandaba y cambiaba de co-
lor conforme crecía el niño. Para cuando el struldbrugg
tenía cuarenta y cinco años era de color negro carbón y
del tamaüo de una moneda. Luego ya no cambiaba más.
En total sólo había unos mil cien struldbruggs, y el
más joven de ellos era una niña de t res años. Podían na-
cer de cualquier familia, pues eran el resultado del mero
--
azar, y los hijos de los struldbruggs eran tan mortales
como los demás.
Se me iluminaron los ojos, encantado de haber dado -
-~

con un país donde al menos parte de la población había


vencido a la muerte. Sin duda esa gente, que ya no vivía un grupo selecto de inmortales, transmiti endo mi saber
con el temor de morir, y habiendo tenido tanto tiempo a los jóvenes. Los inmortales nos deleitaríamos presen-
para aprender todo lo importante, serían los seres más ciando el auge y caída de los imperios y observando Jos
sabios y felices que yo hubiera conoci.do jamás. Me sor- cambios en la naturaleza conforme variaran las líneas
prendía no haber visto a alguno de ellos en la corte, pues costeras y se secaran los ríos más caudalosos. Veríamos
pensaba que debían ser los mejores consejeros q ue el rey grandes avances científicos y podríamos realizar impor-
podía tener. tanles descubri mientos astronómicos. Los gobiernos
La persona que me lo hab ía contado me miró con nos ped irían consejo, y nosotros seríamos capaces de
una sonrisa en la boca y un gesto com pasivo. Luego me impedir su ineficiencia y su corrupción.
Advertí que mi amigo y sus compañeros se reían cada
vez más conforme iba hablando yo. Por último, mi ami-
go me interrumpió. Dijo que, a diferencia de la gente de
otras partes del mundo, que ansiaban la vida eterna, los
habitantes de Luggnagg no tenían miedo a morir ni de-
seaban vivir el máximo tiempo posible. Y que esto era
porque los stru1dbruggs n os daban a entender cómo se-
ría realmente la inmortalidad.
Mi vida como inmortal, tal corno yo la había descri-
to, dependía de que fuera siempre joven, saludable y vi-
goroso, y nadie en su sano juicio podía confiar en ello,
pues los struldbruggs envejecían como los demás. Hasta
aproxim adamente los treinta años se comportaban co-
mo la gente normal; pero luego iban entristeciéndose y
deprimiéndose cada vez m ás. Al llegar a los ochenta
años no sólo tenían todos los achaques y chaladuras de
los viejos como ellos, sino muchos otros que se deriva-
ban de la terrible perspectiva de no morir jamás. Tenían
mal carácter, eran discutidores y estaban amargados. No
tenían amigos ni sentían afecto por sus descendientes.
Envidiaban a los jóvenes porque disfrutaban de la vi-
da y a los viejos porque no tardarfan en morir. Sólo re-
cordaban las cosas que habían aprendido de jóvenes,
aunque muchas de ellas las olvidaban también. Los que
habían perdido completamente la m~moria eran lós (mi-
cos que vivían algo felices.
Si un struldbrugg se casa con otro, el matrimonio se
disuelve cuando el más joven cumple los ochenta años,
porque la ley considera que la condena que representa
una vida a perpetuidad no debe agravarse con la: carga
de una pareja. A los ochenta años se les considera legal-
mente muertos, y sus herederos reciben su legado. .Des-
pués ya no se les permite trabajar ni adquirir tierras, y
tampoco testimoniar en los tribunales. Reciben una pe-
queña paga del tesoro público para poder vivir.
A los noventa años pierden los dientes, el pel<? y el
sentido del gusto. Olvidan los nombres de las cosas y las
personas, y no son capaces de leer porque para cuando
llegan al final de una frase ya no recuerdan el principio.
Además, la lengua del país va progresivamente cambian-
do, por lo que los struldbruggs de una generación no
pueden entenderse con los de otra. Los mayores de dos-
cientos años no pueden hablar con los mortales corrien-
tes, y son como extranjeros en su propio país.
Posteriormente vi cinco o seis struldbruggs, el más
joven de ellos de unos doscientos años. Eran los seres
más perturbadores que jamás he conocido; las mujeres
resultaban aún más horribles que los hombres. Ninguno
de ellos mostró interés alguno por mis aventuras, y sólo
deseaban que les diera un slumskudask, o moneda del
recuerdo, una forma educada de mendicidad que no les
está permitida.
Yedo, 4¿ donde el emperador me concedió audiencia. A
través de un intérprete le dije que era un comerciante
holandés que había naufragado en un lugar muy lejano
y que había conseguido llegar a Luggnagg. Desde allí ha-
bía venido a Japón con la esperanza. de regresar a Euro-
pa. Le pedí que me dejara ir a Nagasaki y el emperador
me lo concedió por amistad con el rey de Luggnagg.
El 9 de junio de 1709, después de una difícil travesía,
ll egué a Nagasaki, y allí encontré a algunos marinos ho-
:;::.::· landcses al pie del Amboyna, un buque de Amsterdam.
Theodorus Vangrult, el capitán del barco, accedió a lle-
varme por la mitad del precio ordinario a cambio de
En Luggnagg todo el mundo los detesta, y el naci - que ejerciera de cirujano naval.
miento de uno de ellos se considera algo de mal agüero. El viaje de regreso transcurrió sin incidentes. Llega-
Por ello se anotan cuidadosamente las fechas en que na- mos a Amsterdam el 1.6 de abril de 1710. Sólo perdí mos
cen, aunque el registro sólo se remonta a unos mil ml.os. tres marinos por enfermedad y un cuarto al caer po r la
Hablé al rey de mi encuentro con los struldbruggs. Él borda, cerca del golfo de Guinea. De Amsterdam zarpé
se rió de mí y me dijo que ojalá pudiera llevarme un par para Inglaterra y llegué a Downs el 20 de abril, cinco
de ellos a Europa para hacer que la gente perdiera el años y seis meses después de mi partida. Aquella tarde
m iedo a mori r. Lamentablemente está prohibido por la me fui derecho a Redriff, donde encontré a mi esposa y
le y, porque de otro modo lo habría hecho gustoso. mi familia en buen estado de salud.
Estaba resuelto a abandonar Luggnagg. El rey accedió
a dejarme partir y me dio una carta de presentación pa-
ra el emperador de Japón, cuatrocientas cuarenta y cua-
tro monedas de oro y un diamante rojo que vendí en ln -
glaterra por mil cien libras.
El 6 de mayo de 1709 fui a Glanguenstald; un puerto
real al sudoeste de Luggnagg, de donde zarpé rumbo a
Japón. Desembarcamos en Xamoschi, al' sudeste deJa-
pón, y presenté mi carta a los magistrados de la ciudad,
que reconocieron el sello y me recibieron de buen gra-

1 do. Me ofrecieron carrozas y criados y pude viajar hasta


/

,.. ··

- -··-.. ..
VIAJE AL PAÍS DE LOS
HOUYHNHNMS

Pér~nanecí felizmen te en casa d urante cinco meses,


pero. luego acepté la oferta de convertirme en capitán
del ~arco mercante Adventure. Dejé a mi mujer embara-
zada, me fui a Portsmouth y zarpé el 7 de septiembre de
1710. pl14 de septiembre desembarcamos en Tenerife, en
las islas Canarias; donde conocí al capitán Pocock, de
Bris.toi, que se dirigía a la bahía de Campeche."3 Le di al-
gunos consejos para el viaje pero, aunque era un buen
hombre, defendía con terquedad sus opiniones. Luego
supe Aue su barco había naufragado y que todos habían
perecido, excepto un grumete.• Si hubiera seguido mis
consejos estoy seguro de que ahora estaría a salvo en su
casa y en compañía de su familia.
Algunos de mis hombres murieron de .fiebre, y tuve
que reclutar a más marineros en Barbados y las islas Lee-
ward.44 Resultó que la mayoría eran bucaneros, y con-
vencieron al resto para amotinarse. Una mañana me
atarori de pies y manos hasta que accedí a obedecerles;
entonces me desataron y me encerraron en mi camarote
con una pierna encadenada- a la cama. Me dijeron que
iban a convertirse en piratas y saquear a los españoles,
pero antes venderían toda la mercancía y luego zarparían
rumbo a Madagascar para reclutar a más hombres.
----_-=..:,.:~~=~:~-:.:..-;.~~~~;¿~:~:~-::-
···:..:.:.- -:_-_....,..
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.-- -
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-----
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--------
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,--
Estuve prisionero durante semanas. El 9 de mayo de
-
,-- - 1711 uno de los hombres, James Welch, bajó y me dijo
-.- --
--- -
,-- -
-.-- - que el capitán había decidido abandonarme en el pri-
--- -
,-- -
-.- - -
--- -
-.--
- -
- --
mer lugar al que llegáramos, pero no me quiso decir
-.-- - quién era el capitán. Los bandidos permitieron que me
::..-- -
..-- -
--- --- pusiera mi mejor traje y que cogiera algo de dinero y un
,-- -
---..-
-- - -- hatillo de ropa, pero no armas, a excepción de mi espa-
--.- -- -
.-- ---- da. Luego me metieron en un bote, me llevaron a remo
,- - -
.-- - hasta la orilla, me dejaron en la playa y me aseguraron
.-- -
que no tenían ni idea de dónde estábamos. Me sentía fa-
.-- - tal, pero determ in é adentrarme en la isla, entregarme a
.-- -
.-- -
.-- -
.-- - los nativos y sup licarles que me perdonasen la vida a
:= -
,- - -
,-
cambio de algunas barati-
-.- -- jas que llevaba conmigo.
,-- -
-~-­

•.- - - El interior de la isla era


,--
-- --
,- - -
,-- - frondoso, y a mi alrede-
..- --
-- - dor había campos de ave-
,-- - na e hileras irregulares de
,-- -
árboles. Me abrí paso sigi-
losamente, temiendo una
.-- - posible emboscada. Al fi-
.-- -
.-- - nal fui a parar a un cami-
.-- -
no donde había huellas de
muchos caballos, así co-
.---
.- - -
mo de vacas y de seres hu-
.--
.- --
-
.-- -
manos. Al cabo de un rato d isti nguí algunos animales
-- -
. en un campo y me oculté tras u n seto para observarlos .
.--
.-- -- Eran los seres más desagradables que he visto en mi vi -
.-- -
.da. Tenían la piel morena y velluda," lllia cabellera larga
y estropajosa, y garras ganchudas en las patas delanteras
y traseras, aunque carecían de cola. Eran muy ágiles y a.
menudo se erguían sobre las patas traseras.
1
Tanto me repugnó la visión de aquellas criaturas que
decidí proseguir mi camino. No habia andado mucho
cuando de repente otro de aquellos monstruos se inter-
puso en mi camino, me miró haciendo cxtraii.as muecas
y se acercó a mí levantando una garra delantera. Aunque
no sabía si su intención era atacarme o sólo mostraba
curiosidad, para curarme en salud lo golpeé fuertemente
con la parte plana de la espada. La espantosa criatura
soltó un rugido y al instante apareció un grupo de unas
cuarenta bestias de su especie que aullaban y me hacían
unas muecas terribles. Me rodearon, pero yo me cubrí la
espalda contra un árbol y los mantuve a raya blandien-
do mi sable. Unos cuantos treparon a las ramas y desde
allí empezaron a evacuar sus excrementos sobre mí.
De pronto todos se volvieron y huyeron despavori -
dos. Desconcertado ante aquella reacción , proseguí mi
camino y, al mirar a mi izquierda, vi un caballo tordo*
el
que andaba plácidamente por campo de la izquierda.
¡Era eso lo que había causado tanto espal)to en las áia-
turas! El caballo se sobresaltó un poco al verm e, pero
luego se repuso y me observó maravillado, sin de}ar de
dar varias vueltas a mi alrededor. Intenté alejarme, .'p ero
él se interpuso en mi camino. Quise acariciarle el c_u~llo
pronunciando palabras tranquilizadoras, pero es~ pa-
reció desagradar al caballo q~e, alzando su pezuña iz-
quierda, apartó suavemente mi mano. Luego relinchÓ de
un modo que parecía articulado.
En ésas apareció otro caballo, éste marrón. Ambos se
tocaron la pewi'ia derecha y luego relincharon. Se apar-
taron un poco y empezaron a andar arriba y abajo, como
si se tratara de personas que mantenían una conversa-
ción profunda, y de vez en cuando me lanzaban miradas
para comprobar que no huía. Yo estaba maravillado al
ver que unos animales eran capaces de comportarse de
ese modo, y pensé que si los habitantes del país tenían
una inteligencia proporcional a la de sus bestias, serían
las personas más sabias del mundo. Con esta idea en
mente decidí seguir adelante y buscar alguna casa o pue-
blo. Sin embargo, tan pronto como empecé a andar el

caballo tordo me relinchó de un modo muy imperativo.


Comprendí lo que estaba diciéndome y retrocedí, abruar-
dando sus órdenes y procurando ocultar mi temor. Co-
mo el lector puede imaginar, no estaba muy contento de
hallarme en aquella situación.
Los dos caballos se acercaron a examinarme. El tordo
frotó mi sombrero con la pezuña derecha y lo aplastó.
Yo lo recogí y le devolví la forma, lo que sorprendió a los
dos animales. El marrón palpó los taldones de mi casaca
y de nuevo pareció asombrarse. Me tocó la mano y pare-
ció impresionado por lo suave y pálida que era. Luego la
estrechó con fuerza y yo grité, por lo que luego me toca-
ron con más delicadeza. Observaban perplejos mis cal-
cetines y mis zapatos.
Tan extraordinaria era su conducta que pensé que
eran magos que habían adoptado la apariencia de caba-
llos. Les dije que yo era un pobre inglés abandonado que
necesitaba ir a una casa o una aldea, y que si me acom-
paí'íaban les regalaría un cuchillo y una pulsera, los cua-
les les mostré. Hablaron entre sí por un momento. Les

oí decir la palabra yahoo varias veces. No sabía qué sig-


nificaba, pero en cuanto se callaron la repetí en voz alta,
imitándolos lo mejor que pude. Entonces se sorprendie-
ron mucho. El tordo repitió la palabra dos veces más,
como si tratara de corregir mi acento. Yo intenté imitar-
lo, mejorando mi pronunciación cada vez. Entonces él
dijo otra palabra, que transcribiré como houyhnhnm.
Era mucho más difícil de pronunciar, pero tras dos o
tres intentos lo hice bastante bien.
El caballo marrón continuó conversando un poco
más y luego se fue. El tordo me indicó que caminara de-
lante de él. Así lo hice, y cada vez que bajaba el ritmo, él
gritaba: "¡Hhuun, hhuun!': Intenté explicarle que estaba
muy cansado y no podía andar más rápido, y se detuvo
para dejarme descansar un poco.
finalmente llegamos a un edificio de madera bajo y
alargado, con el techo de paja. Mientras entrábamos pen-
sé que encontraríamos gente dentro, y fui preparando
mis regalos. Pero sólo había caballos. Algun os estaban
sentados sobre sus ancas y otros parecían actuar como
criados. Empecé a pensar que estaba soñando.
En la tercera sala había una yegua muy atractiva, acom -
pañada de un potro macho y un potrillo, todos sentados
sobre sus ancas en unas esteras de paja limpia. La yegua
se acercó y me dirigió una mirada despectiva. Se volvió
hacia el caballo tordo y oí que ambos repetían la palabra
yahoo. Entonces el caballo tordo me sacó precipitada -
mente de la casa y me metió en otro edificio apartado.
Había allí tres de las viles criaturas que había visto antes,
atadas a un poste con correas, alimentándose de raíces y
carne cruda de burro y de perro. El caballo tordo ordenó
a otro alazán* que desatara a la mayor de ellas y la sacara
al patio. Me colocaron a su lado. Para mi espanto y ho-
rror, vi que aquella criatura tenía apariencia humana.
Los caballos advertían claramente las similitudes que
había entre nosotros, pero estaban confundidos por mis
ropas, pues era evidente que nunca habían visto nada
parecido. El alazán me ofreció entonces una raíz, pero yo
la olí y se la devolví cortésmente. Luego me trajo un tro-
zo de carne de burro de la perrera del yahoo, pero hedía*
tanto que tuve que volver la cabeza, asqueado. El caballo
lo arrojó al yahoo, que lo devoró ávidamente. Después
me mostró heno y avena, pero sacudí la cabeza para dar-
le a entender que tampoco comía de aquello. Empezaba
a creer que iba a morirme de hambre cuando el caballo
tordo se llevó el casco a la boca e hizo un gesto para pre-
guntarme qué quería comer. En ese momento pasó una
vaca, y por mímica simulé ordeñada. El caballo tordo lo
entendió y me llevó a una casa donde había toda una ha-
bitación atestada de leche almacenada en jarras. Bebí a
placer un cuenco lleno y me sentí mucho mejor.
Hacia mediodía llegó a la casa un caballo viejo y cojo llos de avena, que comí con un poco de leche. Aunque
en un trineo tirado por yahoos. Venía a cenar con el ca- era una dieta muy sencilla, pronto me acostumbré a ella
ballo tordo. La fam ilia ocupó la mejor sala y cenó avena y acabé encontrándola muy saludable. De hecho, no caí
hervida en leche como plato principal. El caballo viejo la enfermo durante toda mi estancia en el país. A veces in-
tomó caliente, y los demás fría. corporaba a mi. dieta conejos o
Durante la comida se sentaron en pájaros que cazaba en trampas
círculo, y los potrillos se portaron hechas de pelo de yahoo, y reco-
muy bien. El caballo tordo me or- gía hierba para comer como en-
denó que me quedara de pie jun- salada; de vez en cuando elabora-
to a él, y, por las miradas que me ba también algo de mantequilla.
dirigía el caballo viejo, deduje que Al principio echaba de menos la
gran parte de la cena estuvieron sal, pem al poco tiempo dejé de
hablando de mí. necesitarla.
Los caballos se quedaron per- Pasaba gran parte de mi tiem-
plejos al ver que llevaba guantes. po aprendiendo la lengua autócto-
El tordo los tocó varias veces con na, que está llena de entonaciones
el casco, y yo me los saqué y los altas. Tanto mi amo, el caballo
guardé en un bolsillo, lo que im- tordo, como sus hijos y sirvientes
presionó mucho a los comensales. pensaban que era extraordinario
Luego me mandaron que pronun- que un animal como yo pudiera
ciase las pocas palabras que había aprender a hablar como una cria-
aprendido, y durante la comida el tura racional, y estaban ávidos"
caballo tordo me enseñó otras pa- por enseñarme. Por eso aprendí
ra designar Ja avena, la leche, el fue- rápidamente.
go y el agua. Las aprendí ensegui- Mi amo pasaba mucho tiempo
da, pues siempre se me han dado muy bien los idiomas. conmigo. Más tarde me diría que estaba convencido de
Después de cenar, el anfitrión me llevó aparte y me que yo era un yahoo, pero que le asombraba mi limpieza,
dio a entender que estaba preocupado porque yo no te- mi educación y mi capacidad para aprender, unas cuali-
nía nada que comer. Yo ya había pensado en ello, y esta dades tan contrarias a las de aquellos abominables ani-
vez pedí algo de hlunnh, o avena, y enseguida me la tra- males. Lo que más le sorprendía eran mis ropas, que mm-
jeron. La calenté al fuego, le quité las cáscaras, la molí ca me quitaba si había un houyhnhnm cerca, y a menudo
con dos piedras y la mezclé con agua para hacer pasteli- se preguntaba si formaban parte de mi cuerpo o no.
1
Al cabo de unos tres meses ya conocía la lengua lo
bastante bien como para responder a la mayoría de sus
preguntas. Mi amo quería saber de qué parte del país
procedía y cómo había sido adiestrado. Le expliqué que
había venido por mar desde un lugar lejano, y que mis
compañeros me habían obligado a desembarcar en esta
costa. Él contestó que eso era imposible y que yo debía
estar equivocado, o que decía la cosa que no era (quería
decir 'mentir', pero los houyhnhnms no tienen una pala-
bra para ello. La palabra houyhnhnm, por cierto, signifi-
ca 'caballo' y 'perfección de la Naturaleza').'!.'
Cada vez hablaba mejo r su idioma, y muchos houyh-
nhnms venían a verme para preguntarme cosas. Ningu-
no podía determinar si yo era un yahoo o no. Mis pies y
mis manos eran como los de un yahoo, pero mi cuerpo
parecía diferente gracias a la ropa.
Yo había ocultado deliberadamente el secreto de mi
ropa. Detestaba a los yahoos, y quería distin guirme al
máximo de ellos, pero al final me descubrieron. Solia
quitarme la ropa por la noche y taparme con ella. Una Mi amo pareció muy confundido, sobre todo porque no
mañana, mí amo mandó al alazán a buscarme tempra- podía entender por qué la Naturaleza tendría que ense-
no; yo estaba profundamente dormido y la ropa se me üarnos a ocultar aquello que ella misma nos había dado.
había caído durante la noche. El alazán vio mi cuerpo Ni él ni ninguno de los suyos se avergonzaba de ninguna
desnudo y se quedó pasmado. Contó al amo que yo era parte de su cuerpo.
una cosa distinta cuando dormía que cuando aparecía Me quité la ropa pieza por pieza, pero me dejé puesta
ante ellos, y el amo me pidió explicaciones. la camisa alrededor de la cintura, anudándomela como
Conté a mi amo que en el país de donde yo procedía un cinturón. Mi amo lo observó todo fascinado. Me exa-
todos nos tapábamos con materiales hechos de pelo ani- minó meticulosamente y dijo que estaba claro que yo
mal, tanto para protegernos del rigor del clima como era un yahoo, pero que me diferenciaba de todos los de-
por decencia. Dije que le mostraría gustoso mi cuerpo más en varios aspectos, sobre todo en la blancura y sua-
siempre que me disculpara por exponer a la vista esas vidad de mi piel, en que tenía las garras cortas y en la
partes que la Naturaleza nos había enseñado a ocultar. costumbre de andar siempre sob re las patas traseras.
quedado de piedra al ver a houyhnhnms comportándo-
se com o criaturas racionales en este país, y que si lo con-
taba al volver a casa, nadie me creería, y hasta pensarían
que decía. la. cosa que no es. Mi amo quedó muy confun-
dido ante esta declaración. Los houyhnhnms creen que
hablar sirve para entenderse unos con otros, y por eso
no comprenden por qué habría de querer nadie menlir
ni por qué habría de dudar alguien de la palabra de otro,
lo que sería contrario al propósito del habla.
[.e dije a m i amo que en mi país mandaban los yahoos.
Asombrado, me preguntó si había houyhnhnms, y si así
era, qué hacían. Respondí que había muchos, y que en
verano se dedicaban a arar los campos y en invierno se
les daba cobijo, heno y avena. Los sirvientes yahoo les
cepillaban el pelaje, les peinaban las crines, herraban sus
cascos, preparaban sus camas y los alimentaban. Mi amo
dijo que esto demostraba que allí donde hubiera yahoos,
los amos eran los houvhnhnms.
J

Seguí explic<indole que los houyhnhnms se llamaban


Me molestaba mucho que siguiera refiriéndose a mí caballos en mi país. Cuando pertenecían a las clases al-
como un yahoo, puesto que yo sólo sentía odio y des- tas, se los dedicaba a las carreras o a tirar de carrozas, y
precio por aquellos viles animales; de modo que le ro- solían estar bien cuidados hasta que enfermaban o se li-
gué que ni él ni su familia me llamaran así nunca más. siaban. Entonces eran vendidos y los nuevos dueños los
Mi amo escuchaba con gran interés cuanto le contaba hacían trabaj ar duramente hasta la muerte. Luego les
sobre mí, y yo redoblé esfuerzos por aprender su idio- quitaban la piel para venderla y se echaba el cadáver a
ma. Repetí la historia de mi naufragio, pero él quería sa- los perros. Pero los caballos que pertenecían a otras cla-
ber quién había construido el barco, y no podía creer ses sociales co rrían peor suerte. Trabajaban mucho m ás
que los houyhnhnms de mi país hubieran dejado a un y se ali mentaban peor. Le conté cómo los montábamos
grupo de yahoos al frente de semejante tarea. y describí lo que eran los bocados, las espuelas, sillas y
Le dije que se lo explicaría, pero que primero debía arneses. Le expliqué que colocábamos piezas de u n ma-
darme su palabra de que no iba a sentirse ofendido por terial duro llamado hierro en los cascos de los caballos
nada de lo que pudiera contarle. Añadí que yo me había para protegerlos cuando andaban por los caminos.
Mi amo no comprendía cómo nos atrevíamos a mon- Mi amo me preguntó qué significaban estos crímenes
tar un houyhnhnm, si hasta el más débil podía descabal- y por qué se cometían. Traté de explicarle qué eran las
garnos o pateamos hasta que nos matara. Yo le describí ansias de riqueza y poder, así como los terribles efectos
cómo los domábamos a base de golpes y cómo castrába- de la avaricia y la envidia. Se asombraba de cuanto le
mos a los machos para apaciguar su furia. contaba, pero al final empezó a comprender algo de lo
Me fue difícil explicarle todo esto, pues los houyhn- que los humanos de nuestra parte del mundo éramos
hnms tienen muchas menos palabras que nosotros. Aun capaces de hacer. Luego me pidió un relato detallado de
así mi amo comprendió lo suficiente corno para mos- la historia de esa regjón llamada Europa.
trarse indignado por mi descrjpción y por el modo sal- Durante los dos años siguientes le conté todo lo que
vaje en que tratábamos a los caballos. pude sobre Europa y nuestras artes, ciencias e industria.
Quiso saber si los otros yahoos de mi país eran como Le hablé de nuestra gloriosa revolución con el príncipe
yo o más parecidos a los yahoos que él conocía. Dije que de Orange y de la larga guerra con Francia que había
eran como yo, aunque las hembras tenían la piel incluso costado la vida aproximadamente a un millón de yahoos,
más suave y blanca. Él me dijo que, aunque yo era más había causado la caída de unas cien ciudades y el hundi-
limpio y menos deforme que los yahoos de su país, era miento o la quema de quinientos barcos.46
también mucho más débil que ellos, mis garras resulta-
ban inútiles y las patas delanteras demasiado débiles pa-
ra caminar con ellas; con ese empeño en andar sólo so-
bre dos patas corría mayor riesgo de caer. Y necesitaba
proteger mi cuerpo del frío y el calor, y mis patas traseras
de las piedras cortantes. Luego me preguntó por mi pro-
pia historia. Le conté que era cirujano naval, hijo de pa-
dres honestos, y que había viajado para ganar lo sufi-
ciente corno para mantenerme a mí y a mi familia. En mi
último viaje, que había sido muy peligroso, había llevado
a cincuenta yahoos conmigo. Muchos habían muerto en
el mar y había tenido que sustituirlos. Mi amo preguntó
cómo había convencido a otros para acompañarme si
era una empresa tan obviamente arriesgada. Respondí
que eran hombres desesperados, que debían huir de la
pobreza o de la justicia por delitos como traición, asesi-
nato, violación, robo, falsificación y deserción.
Me preguntó cuáles eran las causas de las guerras, y le Mi amo dijo entonces que era una suerte que fuéra-
dije que eran innumerables: la ambición de los reyes, mos unas criaturas tan débiles. No podíamos mordernos
que nunca tenían bastantes tierras o súbditos sobre los fácilmente, y nuestras garras blandas no podían causar
que gobernar; la voluntad de los gobernantes corruptos gran daño. Y es que no podía comprender que fuéramos
de distraer la atención de la gente de su mal gobierno; capaces de matarnos en númews tan elevados como los
las diferencias de opinión sobre los asuntos más insigni- que yo refería, y por eso él pensaba que yo había dicho la
ficantes (por ejemplo, si silbar es una virtud o un vicio), cosa que no es.
que eran los que originaban contiendas más violentas. Si Entonces sacudí la cabeza con una sonrisa y le ofrecí
un rey invadía un país donde la gente era pobre e igno- una larga y sangrienta descripción de todos los artilu-
rante, creía que era lícito matar a la mitad y convertir al gios que habíamos inventado para matar gente, como
resto en esclavos. Y también le parecía legítimo derrocar mosquetes, cañones y bayonetas; le hablé de asedios, ba-
a un rey al que previamente había ayudado. Gracias a la tallas marítimas y cañonazos, de barcos bombardeados
popularidad de las guerras, el oficio de soldado, que con- con mil hombres a bordo y de cuerpos saltando en pe-
siste en matar a sangre fría a cuantos más congéneres dazos por los aires. Pero mi amo me interrumpió y dijo
mejor, era considerado uno de los más honorables. que mi descripción le hacía despreciar aún más a la raza
de los yahoos. Aunque detestaba a los yahoos de su país,
no los culpaba de sus costumbres, como tampoco se le
ocurría despreciar a los gnnayh ('ave carroñera') por su
crueldad ni a una piedra aguda por cortar su casco. Pero
los yahoos que yo describía pretendían ser criaturas ra-
- -,
cionales y se comportaban de un modo monstruoso.
Luego me pidió que le hablara sobre la justicia y la
ley. No entendía cuál era su propósito, pues pensaba que
la razón y el sentido común eran todo cuanto se necesita
para gobernar nuestros actos. Le dije que yo no sabía 1

mucho de leyes, pero que había contratado a abogados -~.

para que me ayudaran a remediar algunos males que me


habían hecho, y que no había servido de nada. Expliqué ~
- - l
que los abogados eran un grupo de hombres educados ====¡
- -,
para demostrar que lo blanco era negro y lo negro blan-
co, en función de quien les pagara. Y todo el mundo vi-
vía esclavizado por ellos.

1
Por ejemplo, le dije, si tengo una vaca y mi vecino la
quiere, contratará a un abogado para decir que la vaca le
pertenece. Como es ilegal defenderse por uno mismo, yo
tendré que contratar a otro abogado, pero el mío estará
en terrible desventaja, pues tendrá que defender la ver-
dad, lo que va en contra de todo lo que le ha sido ense-
ñado. De modo que sólo tengo dos posibilidades de
conservar mi vaca: la primera, sobornar al abogado de la
parte contraria para que pierda deliberadamente el caso.
La segunda es que mi abogado acepte que la vaca es de
mi adversario y presente mi caso como una grave injus-
ticia, lo que me hará ganar las simpatías del jurado.
Mi amo dijo que era obvio que los abogados eran
criaturas inteligentes, y que era una vergüenza que no se
dedicaran a enseí'íar a otros. Yo le repliqué que de hecho
eran las personas más ignorantes y estúpidas, y que des-
preciaban todo conocimiento y sabiduría.
Como había mencionado la palabra contratar, mi amo
me preguntó qué era eso. Así que le expliqué en qué con-
sistía el dinero y cómo todos los yahoos ansiaban poseer
grandes cantidades de esta substancia para comprarse
magníficas casas, ropas elegantes y alimentos caros, ade-
más de conseguir las más bonitas hembras yahoo. Le
conté que casi toda la población vivía en la miseria, y
que trabajaba duro por un salario mezquino para que
unos pocos vivieran en el mayor lujo. Mi amo no podía
entender aquello, pues consideraba que todas las criatu-
ras tenían derecho a compartir todo lo que produce la
naturaleza. Entonces preguntó qué lujos iieseaba la gen-
te. Se lo expliqué lo mejor que pude, y dije que procedían
de los rincones más apartados del mundo. Le conté que
se necesitaría dar tres vueltas al globo terrestre para reu-
nir todas las cosas que una de nuestras mejores hembras
yahoo necesitaban tan sólo para el desayuno.
Mi amo observó entonces que debíamos vivir en un
país muy pobre, con tan poca com ida y agua potable
que nos veíamos obligados a cruzar los mares para sa-
ciar et hambre y la sed. Le expliqué que de hecho mi país
producía el triple de lo que necesitaba para alimentar a
toda su población, y que podían elaborarse muy buenas
bebidas a partir de las frutas y el grano que crecían en él.
Pero para satisfacer la vanidad de las mujeres y la incon-
tinencia de los hombres, enviábamos a otros países mu-
chas cosas q ue necesitábamos e importábamos otras que
nos causaban enfermedades. La principal bebida de im-
portación era el vino, que tomábamos no para saciar la
sed sino para senti rnos alegres y olvidar las penas. Nos
hacía actuar alocadamente, perder el contro l de las pier-
nas y caer en un sueño profu ndo, del que despertába-
mos con resaca y depresión.
Luego le hablé de los médicos, que ganaban mucho
dinero atendiendo a los enfermos, pero esto a mi amo le
pareció muy difícil de entender. Dijo que los houyhnhnms
se debilitaban pocos días antes de morir, y que a veces se
lastimaban un m iembro, pero que por lo demás siempre
estaban sanos. Yo contesté que mis paisanos a menudo
comían sin hambre y bebían sin sed, q ue ingerían bebi-
das alcohólicas con el estómago vado y que se contagia-
ban enfermedades venéreas/ a las que había que añadir
cientos de enfermedades que ya padecían. Los médicos
pensaban que el mejor remedio para esos males era re-
cetar a los pacientes laxantes para hacerles evacuar y otros
medicamentos para hacerles vomitar, pues estaban con-
feccionados con ingredientes repugnantes.
-,

Además de las enfermedades reales, existían muchas


imaginarias, para las que los médicos habían inventado
curas igualmente imaginarias. En el caso de las reales los
médicos solían acertar cuándo iba a morir el paciente,
pero raras veces conseguían curarlo. Si se agravaba, po-
dían apresurar su fallecimiento con algunas medicinas
especiales que eran muy útiles para quienes estaban har-
tos de sus parejas, para hijos impacientes por heredar de
sus padres, y para reyes y gobernantes.
Quizá piense el lector que la descripción que hacía de
los de mi propia especie era muy severa, pero estaba tan
impresionado por los houyhnhnms que no pude men-
tir. Además, cuanto más tiempo pasaba con mi amo,
más terrible me parecía la conducta humana. De hecho,
apenas había pasado un año en aquel país cuando decidí
que quería quedarme el resto de mi vida allí.
Un día mi amo me pidió que me sentara a su lado (la
primera vez que me hacía tal honor) y me dijo que ha-
bía estado pensando en cuanto le había contado. Su
conclusión era que yo y los de mi especie éramos una
forma de yahoo, físicamente más débiles que los norma-
les pero con una incipiente* inteligencia que sólo emple-
ábamos para agravar nuestros vicios. Yo no sólo parecía

1 idéntico a un yahoo, sino que muchas de las cosas que


ellos hacían eran similares a la conducta que yo descri-
bía en mis congéneres. Los yahoos siempre andaban pe-
leándose sin motivo aparente. Me dijo que en algunos
campos había piedras brillantes a las que los yahoos te-
nían mucho apego; podían pasar días enteros cavando
para extraerlas y llevárselas a sus perreras, donde las en-
terraban mirando cuidadosamente alrededor para ase-
gurarse que ningún otro yahoo les había visto. Mi amo
no podía entender por qué a los yahoos les gustaban
tanto esas piedras, si no scrvfan para nada. Me dijo que
un día, a modo de experimento, le había pedido a un
criado que sacara un puñado de piedras de uno de los
escondrijos de los yahoos. Al ver que habían desapareci-
do, el yahoo ululó* terriblemente y atacó a los otros ya-
hoos del grupo. No comió, durmió ni trabajó hasta que
las piedras volvieron a su lugar. Entonces se animó un
poco, pero sólo después de haberlas trasladado a un es-
- - ,
-- -- ,,
condite más seguro. Las más cruentas peleas de los ya- - - ,
hoos se producían a causa de esas piedras. A veces dos
yahoos descubrían una misma piedra al tiempo y empe-
zaban a disputársela, cuando de pronto aparecía un ter-
cero y se la llevaba corriendo. A mi amo le parecía que
era algo parecido a la conducta de los abogados que yo
le había descrito.
Los yahoos comían de todo, pero lo que más aprecia-
ban eran los alimentos robados. Cuando comían dema-
siado, algo habitual en ellos, masticaban cierta raíz que
les hacía vomitar. Había otra raíz muy difícil de encon -
trar que producía el mismo efecto en ellos que el vino
en nosotros. Después de mascada, a veces se abrazaban
y otras se arañaban; luego aullaban y sonreían, parlotea-
ban y se tambaleaban hasta caer dormidos en el barro.
En ocasiones algunos yahoos jóvenes y bien alimen-
tados desarrollaban una extraña enfermedad que los ha-
cía retorcerse por el suelo gimiendo, sin razón aparente.
El único remedio era hacerlos trabajar de firme, con lo
que no tardaban en recuperarse. Yo he notado que una
dolencia similar afecta a menudo a los más ricos y vagos
de mis paisanos, y estoy seguro de que si se les aplicase
la misma cura se obtendría un resultado semejante.
Estaba claro que los yahoos me despreciaban, y varias
veces estuve a punto de caer en sus garras. En cierta oca-
sión apresé a un joven macho de unos tres años, pero
como no paraba de gritar, de morderme y arañarme, tu- Los houyh nhnms tienen a los yahoos que les sirven
ve que soltarlo. Su olor era apestoso, como una mezcla en cabañas próximas a su casa. Al resto lo mandan a los
de comadreja y wrro, sólo que mucho peor, y, antes de campos, donde se alimentan de raíces, carroüa o de la
march arse, la odiosa sabandija me cubrió de excremen- caza de comadrejas y luhimuhs (una especie de rata de
tos amarillos. campo). Nadan como ranas y suelen capturar peces que
Los yahoos son muy ágiles desde la infancia y tre- las hembras llevan a casa para sus crías.
mendamente fuertes, pero también muy cobardes. Son En cierta ocasión en que estaba bañá ndome en un
astutos, maliciosos, vengativos y muy difíciles de domes- arroyo, fui asaltado por una joven hembra. Sólo Dios sa-
ticar. Los pelirrojos son más groseros y lascivos: pero be lo que habría pasado si el alazán, que se encontraba

1 también más fuertes y laboriosos. cerca vigilándome, no la hubiera ahuyentado. El inciden-


!lloniales complicados. Las bodas se conciertan entre
amigos y familiares, cuidando de que la pareja no pueda
procrear una descendencia de un color desagradable. Lo
que importa no es el amor, sino que la raza no degenere.
Las parejas no discuten ni pelean nunca, y sólo engen-
dran a una cría de cada sexo. Si una pareja tiene dos ma-
chos, intercambian uno de ellos con una pareja que haya
tenido dos potrillas.
Las crías de ambos sexos se educan del mismo modo,
y se les enseña el valor del esfuerzo, del ejercicio, la lim-
pieza y la moderación. Desarrollan la fuerza y la agili-
dad, y para ello se ejercitan en las carreras por terrenos
montañosos y rocosos. Celebran competiciones atléticas
cuatro veces al año, y el ganador o la ganadora recibe
como premio una canción compuesta en su honor.
Los houyhnhnms no tienen escritura, por lo que to-
do su saber se transmite por tradición oral. Sin embar-
go, como estas criaturas viven en absoluta armonía, no
ocurren demasiadas cosas que necesiten ser recordadas.
Su calendario se basa en años y meses, pero no tiene se-
manas. Pueden predecir los eclipses de sol pero no sa-
ben nada más de astronomía. Su poesía excede en cali-
te me dio a entender que yo era parecido a los yahoos, dad a la que pueda componer cualquier otra raza.
puesto que las hembras se sentían alraídas por mí. Construyen edificios sencillos pero sólidos. Hacen es-
Después de vivir casi tres años en el país, yo había tacas con los troncos de cierto tipo de árbol cuyos extre-
aprendido mucho sobre los houyhnhnms. Estas nobles mos afilan con un pedernal. Los postes se clavan en el
criaturas sólo se rigen por la ra:tón, e ignoran la idea del suelo y en ellos se entretejen cañas para conslruir las pa-
mal. Sólo defienden las cosas que saben verdaderas, y redes. Las puertas y los tejados se fabrican igual.
por eso no entienden qué son las opiniones o las discu- Los houyhnhnms usan la parte superior del casco de
siones. Sus virtudes principales son la amistad y la bon- sus patas delanteras como nosotros las manos. Son muy
dad, que practican con todos los miembros de su raza. hábiles. Yo he visto a una yegua blanca enhebrar el hilo
Se muestran siempre corteses, pero jamás emplean cere- en una aguja, tal y como le enseñé. Construyen todas sus
herramientas de piedra con Cada cuatro años, representantes de todo el país cele-
la ayuda de pedernal, que uti- bran una reunión de cinco o seis días en la primavera.
lizan para cortar el heno y se- Durante mi estancia en el país tuvo lugar una de aque-
gar la avena. llas reuniones. Mi amo acudió como representante del
Si no sufren ningún acci- distrito. En la asamblea los houyhnhnms retomaron el
dente mueren de viejos, hacia único tema que habían debatido siempre: si los yahoos
los setenta o setenta y cinco debían ser exterminados de la faz de la tierra o no. Se
años. Pocas semanas antes de aducía que eran las criaturas más sucias, feas, ruidosas,
morir se debilitan, aunque pestilentes* y poco fiables del mundo. Según la leyenda,
sin sentir dolor, y reciben la dos de estas bestias habían aparecido en una montaña,
visita de todos sus amigos. surgidas quizá de la putrefacción del cieno, y se habían
Suelen presentir la muerte, reproducido tan rápido que amenazaban con infestar
así que pasan unos días de- todo el país. Para solventar el problema, los houyhnhnms
volviendo esas visitas, para los habían capturado a todos; los más viejos fueron sa-
lo cual utilizan un trineo ti- crificados, y se adjudicaron dos jóvenes yahoos a cada
rado por yahoos. Son ente- houyhnhnm para que los utilizase como bestias de carga.
rrados en zonas tranquilas y Pero ahora era mejor deshacerse de ellos y sustituirlos
apartadas, y sus amigos y familiares no expresan alegría por burros, que eran animales más mansos y ordenados,
ni dolor por su pérdida. Recuerdo que una vez mi amo bastante fuertes para el trabajo y no despedían mal olor.
invitó a casa a un amigo y a su familia para discutir cier- Mi amo dijo entonces que él poseía un yahoo extraor-
to asunto importante, y el día acordado sólo se presen- dinario (se refería a mí), mucho más inteligente que los
taron, y muy tarde, la yegua y sus dos potrillas. Ella e,lis- demás, pero todavía bastante inferior a un houyhnhnm.
culpó la ausencia de su marido porque aquella mañana Tras estudiarme a fondo había llegado a la conclusión de
había lhnuwnh, que podría traducirse como <regresado que los primeros yahoos probablemente procedían del
con su primera madre'. Luego expl icó que ella llegaba mar, y que habían sido abandonados aquí, tal y como
tarde porque había estado hablando con sus criados so- habían hecho conmigo. Se habían retirado a las monta-
bre el lugar en que iban a enterrarlo. Estaba muy alegre, ñas, donde durante generaciones se habían hecho salva-
y ella misma murió tres meses después. jes hasta convertirse en los yahoos actuales. Y proponía
Los houyhnhnms no tienen un término que designe que, en lugar de exterminar a los yahoos, se castrara a los
el mal, pero expresan las cosas malas o desagradables más jóvenes para así amansados y hacerlos más útiles.
añadiendo la palabra yahoo. Por ejemplo, una casa mal Yo vivía feliz. Mi amo había ordenado que me prepa-
construida es ynholmhnmrohlnw yahoo. raran un alojamiento cerca de su casa. Recubrí las pare-
des de arcilla e hice sillas, alfombras de rafia" y colcho- silencio porque los houyhnhnms son de la opinión que
nes de cáñamo, que rellené de plumas de pájaro. Cuan - una breve pausa contribuye a aclarar las ideas y an imar
do mi ropa se desgastó, le cosí parches de piel de conejo la conversación. Cuanto más les oía hablar sobre los ya-
y de nnuhnoh (un animalito con un plumón suave). Hi - hoos, más despreciaba yo a mi propia raza, que obvia-
ce zapatos con suelas de madera y el empeine* de pieles, mente no era más que una pequeña evolución de los ya-
y, cuando éstas se desgastaron, las substituí por pieles de hoos. Me disgustaba hasta mi propio reflejo, pues me
yahoo secadas al sol. Tenía comida más que suficiente recordaba lo que yo era, y empecé a imitar cada vez más
para todas mis necesidades, y lo mejor de todo: vivía li- a los houyhnhnms en el modo de andar y hablar.
bre de todas las preocupaciones y molestias que suelen Entonces ocurrió el gran desastre. Mi amo me dio
causar las demás personas. No tenía una noticia terrible. La asamblea acababa de decidir que
amigos en los que no pudiera confiar el modo en que mi amo me había estado tratando, más
ni enemigos que intrigaran contra mí. como si fuera un houyhnhnm que un animal, era ofen-
No necesitaba médicos ni abogados. sivo, y que a partir de entonces o bien debía ser yo trata-
No debia favo res a nadie. No había ra- do como los demás yahoos o bien debía regresar a nado
teros, salteadores, jugadores, políticos, a mi lugar de procedencia. La asamblea hab ía rechazado
asesinos, tenderos deshonestos, mato- la primera propuesta, porque temían que yo pudiera in-
nes, borrachos, sinvergüenzas, nobles, citar a la rebelión a los otros yahoos; por lo tanto, tenía
tramposos, jueces ni profesores de bai- que marcharme nadando. Pidieron a mi amo que obrara
le que perturbaran mi paz. en co nsecuencia. (No se lo ordenaron porque ningún
Mi admiración por los houyhnhnms houyhnhnm da nunca órdenes a otro).
iba en aumento. A menudo acudía a La noticia me jmpactó tanto, que caí desvanecido a
las veladas* que mi amo ofrecía a sus sus pies. Cuando me recuperé, le dije a mi amo que, si
amigos, y a veces hasta me permitía bien podía entender la decisión de la asamblea, habría
acompañarle en sus visitas. Naturalmente yo no hablaba deseado una sentencia menos dura. La costa más próxi-
nunca, excepto para responder a las preguntas que él y ma estaba demasiado lejos como para ganarla a nado.
sus amigos tenían la amabilidad de dirigirme; pero yo Aun cuando no muriera en el intento, me vería conde-
prefería oírlos a ellos, pues aprendía mucho con su con- nado a vivir el resto de mi existencia entre yahoos. Si es-
versación. Con las palabras precisas hablaban sobre la taba obligado a marcharme, suplicaba que al menos me
amistad y la benevolencia, las antiguas tradiciones, la dieran tiempo para construirme un bote. Mi amo acep-
virtud y la razón, la excelencia de la poesía ... Sus con- tó mi propuesta y dijo que el alazán me ayudaría.
versaciones eran agradables y placenteras, a nadie se le Terminé el bote en seis semanas. Era una especie de
interrumpía jamás, y de vez en cuando todos guardaban canoa grande, recubierta de piel de yahoo. Util icé piel
jé. U~o de los nativos me lanzó una flecha que me hirió
la rodilla izquierda.
Remé con todas mis fuer:¿as con rumbo norte. Busca-
ba otro lugar para desembarcar cuando vi la vela de un
barco. No sabía si esperarlo o no, pero mi aborrecimien-
to por los yahoos espoleó mi valor. De modo que di me-
suave de yahoos jóvenes para fabricar la vela, y sellé to- dia vuelta y me dirigí hacia el lugar de donde venía, pues
das las juntas del casco con grasa de yahoo. Cuando ter- prefería arriesgarme a vivir entre yahoos salvajes que vol-
miné de construir el bote, un par de yahoos lo cargaron ver a viví r con yahoos europeos. Sin embargo, resultó
en un trineo y lo trasladaron al mar. Mi amo, su familia que el barco se dirigía hacia el mismo lugar que yo, con
y algunos de sus amigos vinieron a despedirme. Yo esta- el propósito de recoger agua potable, y un grupo de
ha destrozado y no pude evitar derramar muchas lágri- hombres se acercó a la orilla en un bote. Vieron mi canoa
mas. Antes de marcharme, mi amo tuvo la gentileza de y luego me descubrieron oculto detrás de una roca. Por
levantar uno de sus cascos delanteros para que yo lo be- mi ropa extrafia pudieron de.ducir que no era un nativo
sara. Me sentí abrumado por tanto honor. Me despedí, de la región. Uno de ellos me habló en portugués y me
fui a la canoa y la empujé. Lo último que oí fue al ala- preguntó quién era. Como entiendo muy bien el portu-
zán, que me tenía m ucho carifio, gritando: ¡Hnuy illa gués, contesté que era un pobre yahoo desterrado por los
nyha maiah, yahoo! ('¡Cuídate, buen yahoo!'). houyhnhnms. Luego les pedí permiso para retirarme. Es-
Empecé mi viaje el15 de febrero de 1715 a las nueve de taban asombrados porque hablaba su lengua, pero no
la mañana. La idea de regresar y vivir entre yahoos en comprendieron las palabras yahoo ni houyhnhnm. Lue-
Europa me resultaba insoportable, así que decidí buscar go empezaron a reírse de mi voz, que me imagino les re-
una isla pequeña donde vivir solo y tranquilo. Por lo cordaba el relincho de un caballo.
que había oído decir a los marineros antes de que me Me hicieron más preguntas. Oírles hablar me maravi-
abandonaran, deduje que estaba cerca de Australia, por llaba tanto como si escuchara a una vaca o a un perro
lo que tomé ese rumbo. Finalmente desembarqué en un hablar. Les expliqué que yo era inglés y que no pretendía
lugar como el que buscaba, con un arroyo de agua pota- hacerles daño alguno, y que sólo buscaba un lugar soli-
ble. No encendí fuego por temor a que me atacaran los tario donde pasar el resto de mi desdichada vida. Fueron
indígenas, así que comí marisco crudo durante tres días. muy amables conmigo, y me aseguraron que su capitán
Al cuarto empecé a vagar por el lugar y' encontré a un me llevaría sin cobrarme nada a Lisboa, donde encon-
grupo de nativos, completamente desnudos, alrededor traría un barco que me trasladara a casa.
de una hoguera. Algunos de ellos me vieron y vinieron a Me presentaron al capitán, Pedro de Mendez, un hom-
por mí. Corrí hacia mi canoa, la eché al mar y la ernpu- bre muy educado y generoso. Me dijo que cuidaría de
mí y me preguntó qué que- día s?portar la idea de vestirme con algo que se hubiera
ría co mer y beber. Me sor- puesto un yahoo, pero acabé aceptando dos de sus ca-
prendieron tales modales en misas recién lavadas.
un yahoo, pero permanecí Llegamos a Lisboa el 5 de noviembre de 1715. El capi-
en silencio y con un aspecto tán, que no tenia familia, me invitó a quedarme en su
lastimero. Estuve a punto de casa. Allí permanecí oculto. Me persuadió para que acep-
desmayarme del olor que tara un traj e nuevo, y como yo no podía soportar que
hacían él y sus hombres. Les un sastre me tomara las medidas, don Pedro lo encargó
dije que quería comida de mi según las suyas, pues era de mi misma talla.
canoa, pero me dieron pollo A los diez días, don Pedro dijo que yo debía volver
y un vino excelente, y luego con mi familia y desechar la idea de buscar una isla soli-
me hicieron dormir en una cama y un camarote lim- taria donde vivi r solo. Al final me convenció, y partí de
pios. Cuando pensé que la tripulación estaba comiendo, Lisboa el 24 de noviembre en un barco mercante. Don
me escabullí y me dispuse a saltar por la borda para es- Pedro me llevó hasta el puerto, me prestó veinte libras y
capar a nado. Uno de los marinos me detuvo, y a partir me despidió con un afec-
de entonces viajé encadenado en el camarote. tuoso abrazo. Durante el
Después de cenar don Pedro vino a preguntarme por viaje permanecí encerra-
qué había hecho tan desesperado intento de escapar. Su do en mi camarote, fin-
actitud y sus palabras fueron tan afectuosas que decidí giendo estar enfermo. De-
tratarle como si fuera una criatura inteligente, y le ofrecí sembarcamos en Downs
un breve relato de mi último viaje y mi vida entre los el 5 de diciembre y esa
houyhnhnms. Por supuesto él pensó que todo lo había misma tarde llegué a mi
soí'íado o imaginado, lo que me ofendió mucho, porque casa en Redriff.
había pasado tanto tiempo con los houyhnhnms que ca- Mi esposa y mis hijos
si había perdido la facultad de mentir. Le pregunté si en se pusieron muy conten-
su país era costumbre decir la cosa que no es. tos al verme, pues me
Al cabo de un tiempo don Pedro empezó a creer que creían muerto. En cam-
estaba diciendo la verdad. Sin embargo, dijo q ue debía bio, yo sentí horror y re-
jurarle que no iba a escaparme o a hacerme algún daí'ío pugnancia ... (¡pensar que estaba emparentado con se-
antes de llegar a Lisboa. Accedí a regañadientes. Tam- mejantes criaturas!). Cuando mi esposa me besó se me
bién intentó que me cambiara la ropa extraña por un revolvieron las tripas y caí desvanecido, y no recobré el
magnífico traje suyo que deseaba regalarme. Yo no po- sentido hasta una hora más tarde.
..

1
EPÍLOGO

H asta aquí llega, queridos lectores, la verídica histo- tos de piratería y el nuevo territorio es declarado colo-
ria de mis viajes, que duraron unos dieciséis años y siete nia. Se mandan rápidamente más embarcaciones, se ase-
meses. Naturalmente, a aquellos que viajamos a lugares sin a o destierra a todos los nativos y se tortura a sus
lejanos y exóticos nos resulta fácil inventarnos muchas príncipes para que desvelen dónde tienen oro oculto. Y
cosas al regresar a casa. De hecho, durante mi juventud a eso lo llamamos civilizar.
me sentí totalmente seducido por muchos libros de via- Por supuesto, los países que he descrito no muestran
jes que, con posterioridad, he descubierto desencantado deseo alguno de ser conquistados ni esclavizados, y sus
que están llenos de mentiras y fantasías. Por mi parte, habitantes no quieren que les maten o destierren. Ade-
tomando la noble raza de los houyhnhnms como ejem- más, en ninguno abunda el oro, la plata, el azúcar ni el
plo, he decidido ajustarme en todo a la verdad porque tabaco. Por estos motivos decidí no informar a nuestro
mi único objetivo es el bien común. No obstante, me gobierno.
han advertido en privado que debería haber informado Habiendo así respondido al único cargo que se me
a cierto ministro del gobierno de mis viajes tan pronto puede imputar, espero poder volver a mi jardincito de
como regresé, para que 1nglaterra hubiera podido recla- Redriff para seguir educando a mi familia en las exce-
mar como colonias los países que había visitado. lentes lecciones de conducta que aprendí de los maravi-
Pero he presenciado el modo en que suelen compor- llosos houyhnhnms.
tarse los colonos. Un barco pirata, por ejemplo, pierde Deseo añadir que me parecería más fácil acostum-
el rumbo y llega a una tierra desconocida. Los piratas branne a la compañía de los yahoos y soportar sus de-
desembarcan e intentan robar todo cuanto encuentran fectos, aun siendo criaturas horriblemente deformes, si
en ella. Son bien recibidos por lugareños' hospitalarios, • no se mostraran tan orgullosos. Entre los houyhnhnms
pero, en cambio, ellos reclaman el país para su rey, le no existe un término para el orgullo, que considerarían
dan un nombre nuevo, matan a dos o tres docenas de un vicio terrible. Por desgracia, es muy común entre los
nativos y secuestran a unos pocos más para llevarlos a yahoos, y ruego encarecidamente a cualquier yahoo in-

1 su país. Una vez allí, obtienen el perdón real por sus ac- glés que lo padezca, que se aparte de mi vista.
VOCABULARIO

abolengo: antepasados ilustres de una persona. emponzoñado: envenenado.


acaudalado: muy rico. escabel: taburete que sirve para apoyar los pies cuando se está sen-
aguas (hacer): orinar. tado.
aguja: remate fino y apuntado de las torres, sobre todo de las igle- escollo: peñasco a poca profundidad que constituye un peligro pa-
sias. ra la navegación.
ajado: viejo, roto. eslabón: trozo de acero con que se golpea el pedernal para sacar
alazán: (caballo) de color canela. chispa y encender algo.
alféizar: parte o corte inferior de una ventana. espineta: instrumento musical parecido a un piano antiguo cuyas
altisonante: lenguaje solemne o elevado, y a menudo también cuerdas se golpean con unas plumas afiladas como espinas.
afectado y exagerado. exultante: forma de mostrar la alegría con gran excitación.
armella: pieza en forma de anilla por donde se hace pasar un ce-
rrojo. fehaciente: que no deja lugar a dudas.
ávido: deseoso, ansioso.
guadaña: instrumento utilizado para segar, consistente en una cu-
camarilla: grupo de personas que influyen extraoficialmente en las chilla curvada unida a un mango.
decisiones de alguna autoridad. grumete: muchacho que aprende el oficio de m arinero mientras
chambelán: persona noble que suele acompañar siempre al rey. ayuda en las tareas de un barco.
chelín: antigua moneda inglesa.
cisma: separación de un grupo de individuos del resto de una co- heder: despedir muy mal olor.
munidad de la que forma parte a causa de una disidencia ideoló- hedor: mal olor.
gica o religiosa. hogaza: pan grande.
cuadrante: instrumento astronómico que se emplea para medir hosco: poco amable y sociable.
ángulos. hospitalario: se aplica a las persona o personas que acogen a un fo-
rastero con amabilidad.
deposición: evacuación del vientre, excrementos.
despavorido: espantado, aterrorizado. incesto: relación sexual entre parientes entre los que no está permiti-
do el matrimonio (por ejemplo, entre padres e hijos o entre her-
empeine: parte del zapato o la bota que cubre la parte superior del manos).
pie. incipiente: que comienza.
indulgente: benévolo, que juzga las faltas de otros sin severidad. rafia: fibra muy resistente obtenida de ciertas palmeras de África
inhóspito: inhabitable, poco acogedor. con que se tejen objetos de adorno o alfombras.
insidia: palabras con que se engai'ia a alguien para causarle un daño. rango: categoría social.
rufián: persona vil y despreciable.
lacayo: servidor que acompaña a su señor.
lacra: defecto o vicio moral. sabandija: 'reptil pequeíio', pero también, 'persona despreciable'.
lascivo: persona muy indinada a los placeres sexuales. spaniel: ra7.a de perros de caza.
lugareño: habitante de un lugar o pueblo.
tasa: impuesto.
mercenario: soldado que sirve en un ejército extranjero a cam bio topera! madriguera de topo.
de un salario.
tordo: pájaro de cuerpo grueso, pico negro y distintos colore.~, aun-
milano: ave rapaz de plumaje rojizo. que siempre moteado.
morada: residencia u hogar.
trinquete: el palo o mástil más próxim o a la proa.

narcótico: sustancia que produce sueño o sopor.


ulular: aullar. dar aulüdos las -fieras.

oblea: hoja muy fina de masa de harina y agua que se cuece en un


vadear: atravesar un río a pie (aunque, en este caso, el "gigante"
molde, como las hostias.
Gulliver atraviesa un estrecho de mar).
oriundo: persona que procede de cierto lugar.
vehemencia: cualidad del que pone mucha pasión y entusiasmo en
lo que dice o hace.
palestra: lugar donde antigu amente se celebraban combates o tor-
neos. velada: reunión o tertulia de personas después de cenar.
pedernal: piedra de cuarzo que produce una chispa al ser golpeada velluda: peluda.
por otra o por un eslabón. venal: que se vende o se deja sobornar.
pestilente: que huele muy mal. venéreas: (enfermedades) que se contraen por el trato sexual.
pica: la117.a larga usada antiguamente por los soldados de infante- veracidad: adjetivo que se aplica a los relatos que se corresponden
ría. exactamen te a la realidad.
popa: parte posterior del barco. vulgo: en sentido despectivo, la gente popular que carece de cultu-
proa: parte delan tera del barco. ra o conocimientos suficientes.

1
NOTAS

1 En el siglo XVII los estudiantes solían ingresar en la universidad 6 El coloso de Rodas era una gigantesca estatua de bronce que re-
a una edad más temprana que hoy en día. presentaba al dios griego Helios y que se erigió en el siglo m a. C.
2 Los polvos a los que se alude son el rapé, tabaco molido en pol- a la entrada del puerto de la isla de Rodas. Bajo las piernas abier-
vo y perfumado que se aspira por la nariz y se utiliza como es- tas de la estatua, considerada una de las siete maravillas del
tornutatorio. mundo antiguo, pasaban los barcos para refugiarse en el puerto.
3 En Los viajes de Gulliver abundan las alusiones irónicas o satíri- 7 El personaje de Skyresh Bolgolam se ha asociado con el conde
cas a la sociedad y la política inglesas de finales del siglo xvii y de No ttingham, con el que Swift se enfrentó por razones politi-
principios del xvm. El tesorero Flimnap, por ejemplo, repre- cas.
senta al ministro más influyente de la historia de Inglaterra, Sir 8 El enfrentamiento entre los Tramecksan y los Slamecksan, las
Robert Walpole (1676-1745), cuya dilatada carrera política em- dos facciones políticas que se disputan el poder en Liliput, es
pezó en 1702 y no concluyó hasta su muerte. Swift satiriza la ha- una parodia de la pugna que mantenían en la época los dos
bilidad de este famoso ministro (el peor enemigo del autor ir- partidos o agrupaciones polílicas inglesas, los tories y los whigs.
landés) para desenvolverse y salir airoso de las circunstancias Mientras que los torics apoyaban sin reservas a la monarquía y
políticas más adversas. En general, este y otros pasajes del libro Ja Iglesia Anglicana y se mostraban hostiles a las reformas, los
parodian las intrigas y las luchas intestinas entre distintos polí- whígs defendían una monarquía constitucional, se oponían al
ticos o facciones. absolutismo y daban su apoyo a los disidentes religiosos. En
4 Swift alude irónicamente a un episodio de la política inglesa de tiempos de Swift los monarcas ingleses gobernaron alternativa-
la época. En 1717 Robert Walpolc perdió la confianza del rey mente con uno u otro partido político, e incluso con miembros
Jorge l y dimitió de su cargo de ministro, y en los años subsi- de ambos partidos a la vez. Pero a menudo se vieron obligados
guientes la duquesa de Kendal, una de las amantes del rey, se es- a mantener complejos equilibrios políticos y a afrontar las in-
forzó por que '1\Talpole recuperara el favor del monarca, lo que trigas de los parlamentarios de uno y otro signo.
sucedió en 1725. A ello se retlere la frase «uno de los almohado- 9 El «imperio vecino» de Rlefuscu representa a Francia, con la
nes del soberano [la duquesa de Kendal] estaba casualmente allí que Inglaterra estuvo en guerra durante diecinueve años del pe-
para amortiguar su caída [la de Walpole-Fiimnap ]>>. riodo 1689-1713 y, muy en particular, en la Guerra de Sucesión
5 Las cintas de colores otorgadas a los políticos cuando son capa- Espaiiola (1701-1713).
ces de saltar la vara son una parodia de las árdenes ('grupo o 10 Una vez más, Swift alude veladamente a sucesos de la historia
categoría social honorífica') con que el rey premiaba sus servi- inglesa. En realidad, el «emperador•> que perdió la vida tras una
cios en la época. El color azul era el de la Orden de Garter, el guerra civil fue Carlos 1 (1600-1649 ), y el que perdió el trono
verde era el de la Orden de Thistle y el rojo el de la Orden de tras ser derrotado por Guillermo de O range fue Jacobo U (1633-
Bath (Robert Walpole obtuvo la Orden de Bath en 1725 y la de 1701), el último monarca inglés qLLe profesó el catolicismo. Jaco-
Garter en 1726). bo TI se exilió a Francia, y la protección que Luis XIV les brindó
a él y a su hijo en la corte de Versalles 1io hiw sino agravar la xvm tenía colonizados el este de Norteamérica v la isla de Ja-
tensión con Inglaterra. maica, ejercía también su dominio sobre la cos~a de los Mos-
y
11 Al ridiculizar las disputas religiosas en T.íliput, Swift se propone quitos (actual costa este de Nicaragua). Por otro lado, e1 Parla-
satirizar las controversias religiosas de aquella época en Gran mento Británico está com puesto por la Cámara de los Lores,
Bretaña. cuyos miembros pertenecían a la nobleza y la alta jerarquía
12 Mientras que una parte de los whigs, inducida quizá por intere- eclesiástica, y la Cámara de los Comunes, cuyos miembros eran
ses económicos, presionó para que se prolongase la larga Gue- representantes de los condados y de los municipios. En época
rra de Sucesión Española, los tories, cansados de la sangría de la de Swift la Cámara de los Lores tenía mucho más poder que la
guerra, se esforzaron por alcanzar la pa7. con Francia, sobre to- de los Comunes, pero hoy en día sucede lo contrario.
do cuando en 1709 Luis XIV les ofreció unas condiciones de paz 20 A diferencia del ejército británico en época del rey Jorge 1, que
muy favorables a los intereses británicos. Swift publicó nume- incorporaba a sus filas a numerosos soldados mercenarios, y,
rosos artículos en los que denunció los costes ruinosos de la por tanto, ajenos a los intereses patrios, el ejército de Brobding-
guerra, con lo que se ganó la animadversión de los whigs. nag está formado por una milicia no profesional de granjeros y
13 En 1713los países europeos contendientes en la Guerra de Suce- comerciantes.
sión Española firmaron el Tratado de Utrecht. El mayor benefi- 21 El águila que se lleva por los aires a Gulliver es una reminiscen-
ciario de esta paz fue Gran Bretaña, país al que España hubo de cia del rocha o ave roe, una especie de gigantesca águila .legenda-
hacer numerosas concesiones territoriales. En las negociaciones ria, capaz de levantar y llevarse con el pico a die7. hombres y
de paz tuvo u n papel decisivo Robert Harley, e1 ministro tory al hasta un barco entero.
que Swift ayudó con sus escritos para poner fin a la guerra. A 22 Tonkín es una ciudad portuaria de Vietnam.
pesar de su brillante labor, Harlcy fue procesado por traición en 23 Holanda e Inglaterra, junto con Dinamarca y Austria, formaban
1715 y confinado en la Torre de Londres durante dos años. A ello parte de la Gran Alianza que se enfrentó a España y Francia en
parece aludir veladamente Swift cuando se queja del desagrade- la Guerra de Sucesión Espaí1ola.
cimiento de los príncipes. 24 Los temores de los habitantes de Laputa responden a las creen-
14 En 1715 se procesó por traición a cuatro ex-ministros tories, en- cias de algunos científicos de la época de Swift. Isaac Newton,
tre los que se encontraba Robert Harley (véase la nota 13). por ejemplo, creía en la posibilidad de que la Tierra pudiera
Otros dos de ellos, Ormonde y lord Bolingbroke, consiguieron precipitarse sobre el Sol, y otros científicos opinaban que el co-
huir a Francia, al igual que Gulliver escapa a Blcfuscu. meta Halley podría destruir la Tierra si, cuando se acercara a
15 Epping es una población situada unos 30 km al noreste de Lon- nuestro planeta en 1758, colisionaba con él.
dres. 25 La descripción del movimiento de la isla volante se basa en las
16 Downs es una región situada al sureste de Inglaterra, Surat una teorías y los experimentos sobre la clectroestática y el magnetis-
ciudad portuar ia del oeste de India, y Cornualles un condado mo del médico inglés 'Villiam Gilbert (1544-1604), recogidos en
que ocupa el extremo sudoccidental de Inglaterra. su obra Sobre el imá11 y los cuerpos magnéticos y sobre el gran
17 En tiempos pasados era frecuente que algunas personas defor- imán la Tierra (1600).
mes o con alguna anormalidad muy llamativa fueran exhibidas 26 T.a opresión política que el monarca de Laputa ejerce sobre
como un espectáculo en los circos o incluso en asilos para en- Balnibarbi, el territorio inferior, es una alegoria de la explota-
fermos mentales. ción económica a que Inglaterra sometía el reino de Irlanda, la
18 La Royal Society (Sociedad Real) se fundó en·t66o en Londres patria de Jonathan Swift.
con el propósito de fomentar el progreso de las matemáticas, la 27 La rebelión de los habitantes de Lindalino simboliza la enérgica
medicina y todas las ciencias experimentales. protesta que en 1722 llevaron a cabo los irlandeses ante una

1 19 Gran Bretaña estaba constituida por los tres reinos (y las <<dos
islas») de Inglaterra, Escocia e Irlanda. A principios del siglo
muestra más del trato despectivo a que los sometía Inglaterra:
la acuñación de unas monedas de cobre de muy baja calidad
para que circularan sólo en Irlanda. Swift denunció este hecho de alcohol no causó su enfermedad, si bien pudo agravarla. La
en varios escritos satíricos, y tras numerosos incidentes y pro- teoría de que Alejandro fue envenenado por sus generales está
testas, en 1725 las monedas dejaron de acuñarse. hoy desacreditada.
28 En 1701 el Parlamento británico promulgó una ley para asegu- 35 En el Libro XXI de su monumental historia de Roma (Ab urbe
rarse de que la corona inglesa no fuera heredada jamás por un condíta), Tito Livio (59 a. C.-17) escribió que cuando el general
monarca católico, y en el decreto se establecía además que nin- cartaginés Aníbal vio interrumpido su avance hacia Roma por
gún rey podría abandonar las islas Británicas sin la aprobación una roca de grandes dimensiones, la hizo calentar y empapar de
del Parlamento. vinagre para romperla luego con facilidad.
29 En los siglos xvn y xvm se conocía como proyectistas a una 36 Los generales y políticos romanos Cayo Julio César (101-47 a. C.),
serie de científicos o seu.docientíficos que proponían a las auto- Cneo Pompeyo Magno (106-48 a. C.) y Marco Licinio Craso
ridades proyectos e inventos (en ocasiones, verdaderos dispara- (u5-53 a. C.) formaron en .59 a. C. el primer triunvirato que go-
tes) para solucionar los problemas econó m icos del país. bernó el Imperio Romano. A la muerte de Craso, el senado
30 La Academia de Proyectistas de Lagado es una parodia de la otorgó todo el poder a Pompeyo, pero César no aceptó esta de-
Royal Society (Sociedad Real) de Londres, a la que hemos alu- cisión y desencadenó una guerra civil que culminó con la de-
dido en la nota 18. Swift conocía a algunos miembros de esta rrota de Pompeyo en la batalla de Farsalia (48 a. C.).
institución, que el autor visitó en 1710. Por delirantes que pue- 37 Tras derrotar a Pompeyo, Julio César emprendió numerosas re-
dan parecer, algunos de los experimentos que describe a conti- formas, se arrogó los poderes de un dictador y se convirtió en
nuación están basados (aunque con una dosis añadida de sátira dueño absoluto dellmperio Romano. Semejante concentración
e hipérbole) en teorías o experimentos llevados a cabo en la de poder provocó el descontento de un grupo de senadores que,
época, a menudo por míembros de la Royal Society. encabezados por Cayo Casio y Marco Junio Bruto, asesinaron a
31 En este episodio Swift funde dos ensayos de m iembros de la Ro- César en 44 a. C. No era la primera vez que Bruto traicionaba el
yal Society: en 1708 el Dr. Wall publicó un estudio sobre cómo profundo afecto que César le profesaba, pues en 49 a. C. ya se
obtener tintes de las hormigas indias, y en 1710 el francés Bon había aliado con Pompeyo para combatir a César. A poco de
planteó la posibilidad de obtener seda de las telarafias. asesinar al emperador, Bruto huyó a Grecia y organizó un ejér-
32 La idea de componer versos sin tener la menor noción de gra- cito que fue derrotado por Marco Antonio y Octavío. El co-
mática o de léxico, sino mediat)te la simple aplicación de fór- mentario de Gulliver («César deda que era bastante justo que le
mulas matemáticas, la había expuesto John Peters en un artículo hubieran matádo, y Bruto me pareció un buen hombre») revela
titulado «Versificación artificial: un nuevo método de escribir el desapego de Swift por las dictaduras.
versos en latín» (1678). 38 Bruto era un hombre que amaba la filosofia y buscaba el bien de
33 Swift satiriza en este pasaje la obsesión de algunos miembros de Roma; por ello sus cinco «buenos amigos» son personajes histó-
la Royal Society por <<regresar a la pureza y brevedad del len- ricos que se caracterizan por su integridad, su honestidad y su
guaje primitivo, cuando ]os hombres expresaban un número de defensa de la libertad. Su <<antepasado Junio» es Lucio Junio
cosas con idéntico número de palabras», tal y como escribió Bruto, quien en 509 a. C. se rebeló contra el despotismo del rey
Thomas Spratt en 1667. de Roma Lucio Tarquinio e instauró la República. El filósofo
34 El rey de Macedonia Alejandro Magno (356-323 a. C.) es consi- griego Sócrates (s. va. C.) fustigó la ignorancia popular e indu-
derado uno de los militares más brillantes de la Historia por jo a la búsqueda de la virtud a través del conocimiento y el auto-
conquistar en apenas doce años el poderosísimo y vasto Impe- dominio. Sócrates fue acusado de corromper con sus ideas a la
rio Persa. Alejandro murió a los 32 años, víctima quizá de la juventud y condenado a muerte. El general y político griego
malaria, o de una enfermedad vírica denominada fi ebre del Epaminondas (418-362 a. C.) fue un hombre con una gran for-
Nilo. El joven monarca ya se encontraba mal antes de acudir a
la fiesta de un amigo en la que bebió vino, por lo q ue la ingesta
mación filosófica, generoso e incorruptible que liberó a la ciu-
dad-estado de Tehas del yugo al que la tenía sometida Esparta.
1
También el romano Marco Porcio Catón {llamado Catón el Jo- trica de Aristóteles y defendió la teoría heliocéntrica de Copér-
ven) (95-46 a. C.) fue un político y militar con profundas con- nico, segun la cual el Sol está en el centro del Sistema Solar.
vicciones filosóficas y m uy estricto con los que practicaban la 41 El cónsul Cayo Octavio (el futuro em perador Augusto) derrotó
corrupción. Catón defendió la República, atacó a César y se alió por completo a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla naval
con Pompeyo, por lo que, al igual que el cónsul romano, perdió de Aedo, librada en septiembre de 31 a. C. frente a la costa occi -
la vida en la guerra contra César. El escritor y político inglés To- dental griega.
más Moro (1478-1535) fue un hombre desprendido y justo que 42 Yedo o Edo es el nom bre que recibía antiguamente la capital de
ejerció como diplomático y canciUer de su buen amigo el rey Japón, Tokio.
Enrique VIII, hasta que, por negarse a aceptar a su señor como 43 Campeche es un estado mejicano situado al oeste de la penín-
cabeza de la escindida Iglesia Anglicana, fue condenado a muer- sula de Yucatán.
te por el enojado monarca y decapitado en la Torre de Londres. 44 Tanto Las Barbados como las Leeward son islas situadas en el
39 El escritor griego Homero (s. vm a. C.) fue el creador de la poe- Caribe.
sía épica con sus obras Jlíada y Odisea. El filósofo griego Aristó- 45 La palabra houyhnhnm, de casi imposible pronunciación, pre-
teles (384-322 a. C.) fue el creador de la metafísica y de la lógica. tende imitar el sonido del relincho de los caballos.
Aristóteles defendió la Leoría astronómica geocéntrica, esto es, 46 Tras heredar el trono de Inglaterra en 1685, el rey Jacobo JI to-
que el Sol giraba alrededor de la Tierra. mó una serie de medidas para favorecer a los católicos. Discon-
forme con esa política, la mayoría prolcslante incitó al príncipe
40 El pensador}' cicnlífico francés René Descartes (1596-1650) ba-
holandés Guillermo de Orange (casado con una hija de Jaco-
só su filosofia en Plat6n y Aristóteles pero la desarrolló aplicán- bo IT) a invadir Gran Bretaña y derrocar al rey. La invasión se
dole los métodos de las ciencias exactas. Su contemporáneo produjo en 1688, y un aüo más tarde Guillermo fue proclamado
Pierre Gassendi (1592-1ó55) se opuso a la filosofía aristotélica rey de Inglaterra. Esos hechos fueron conocidos como la «Rcvo-
(que pretendia haber descubierto la naturaleza real de todas las luci6n Gloriosa». A partir de 1689 Inglaterra inició una larga
cosas) y argumentó que toda sabiduría procede de la experien- guerra con Francia que, como se ha dicho en la nota 9, no con -
cia. Gassendi se opuso también a La teoría astronómica geocén- cluyó hasta 1713.

1
a e t •
1 V
.1 d a d e s
- ·.-
Argumento y comprensión

Viaje a Liliput !ID Para ayudar a los liliputienses, Gulliver captura la flota
de Blefuscu, pero se niega a participar en el someti -
IIJ Después de recorrer medio mundo como médico de a miento de sus habitantes. ¿Qué consecuencias le aca-
bordo, Lemuel Gulliver se decide a relatar sus increíbles rrea su actitud? (págs. 38-39 y 43) ¿Qué pena quieren
aventuras. En uno de sus primeros viajes sólo el prota- imponerle sus enemigos? (págs. 44-45) Al conocer la
gonista consigue salvarse de un naufragio, aunque cae suerte que le espera, ¿qué resuelve hacer Gulliver?
rendido de sueño al tocar tierra firme. ¿Qué descubre al
despertar? (pág. 14) ¿Cómo lo tratan los habitantes del [§] La decisión de Gulliver provoca un conflicto diplomáti-
país donde ha ido a parar? (págs. 14-18) co. ¿Qué le exige el emperador de Liliput al de Blefus-
cu? ¿Qué respuesta le da este último? (pág. 61 -63) Sin
(g] La presencia de Gulliver en Liliput, ¿qué temores des- embargo, ¿cómo reacciona el emperador de Blefuscu al
pierta entre sus gobernantes? ¿Qué resuelven hacer
saber que Gulliver desea marcharse? (pág. 48)
con el "gigante" 7 ¿Qué noticia les hace cambiar de
opinión? (pág. 20) IIJ De regreso a Inglaterra, ¿qué piensan de Gulliver los tri-
pulantes del barco que lo rescata? ¿Qué pruebas puede
[[] Tras ser aceptado por los liliputien-
aportar el médico de que su relato es cierto? ¿Por qué -
ses, Gulliver tiene la oportunidad
sólo permanece dos meses en su país? (pág. 48)
de conocer las costumbres del .&"P~~~
país. ¿En qué consiste el «baile
de la cuerda floja»? ¿Qué al u- Viaje a Brobdingnag
siones políticas encierra este
ejercicio? (pág. 27) ¿Qué [!] Gulliver emprende un nuevo viaje y, a la altura de las is-
f acciones se disputan el las Malucas, desembarca en una isla. ¿Cómo son sus
habitantes? (pág. 52) El tamaño de los isleños, ¿qué
poder en Liliput? ¿Cómo
se distinguen entre sí? (pág. 31) ¿De qué modo ridicJii- primera reflexión le merece a Gulliver? (pág. 53) ¿Có-
za Jonathan Swift las simpatías políticas del heredero al mo se siente desde el primer momento?
trono? (pág. 32) (g] ¿De qué modo consigue ganarse la simpatía
[!] ¿Cuál es la causa del conflicto que enfrenta a Liliput de la familia que lo aco-
con Blefuscu? (pág. 32) ¿Qué consecuencias se sigcen ge? (págs. 54-55)
de esta absurda disputa? (pág. 33) ¿A qué peligros
se expone? (págs. 55-56) ¿Cómo se aprovecha de Gu- abandonado a su suerte en un bote. Pero al quinto día
lliver el padre de la familia? (págs. 57-60) desembarca en una isla sobre la que descubre otra isla
volante. ¿Cómo son los seres que la habitan? (págs.
@] La fortuna quiere que Gu lliver vaya a parar a manos
85-86) ¿Qué materias absorben su atención? ¿Qué
de la reina de Brobdingnag y trabe amistad con su
marido. Tras conocer los conflictos políticos d~
grave defecto les caracteriza? ¿Qué consecuencias se

IIl
Inglaterra, ¿qué opina el rey de Brobdingnag
sobre los humanos? (págs. 63-64)
Su tamaño relativamente diminuto aca-
J ·~
-.~ ~-~-:-:
r-:·v .... (~'"'.l.
derivan de esa falta? (págs. 86-88)
1]] El rey de Laputa ejerce el poder desde la isla flotante.
¿De qué recursos se vale para controlar su reino? ¿Có -
mo reacciona el pueblo de Lindalino ante la tiranía que
rrea a Gulliver numerosos problemas. "" " ~-::';l ~t.·\,~~
soporta? (págs. 92-93)
¿Qué nuevos peligros ha de afrontar en · .::';;(; ?iil.i.~
Brobdingnag? (págs. 66-69) \Y ~~)f,~~~~¡~\ [[! Gulliver consigue el perm iso del monarca para visitar
00 Gulliver satisface la curiosidad del rey so- '-\~Z:~· ~.:.
\ 1f:l.·~; ~
Lagado, la capital de Balnibarbi. ¿Qué le sorprende del
campo, las casas y la gente del "territorio inferior"? Se-
bre la organización y las costumbres de la so - ~' ~!.L /
6

gún lord Munodi, ¿cómo se ha llegado a esa situación?


ciedad inglesa. No obstante, las preguntas ~- .}
que el monarca le formula constituyen un ·-·rff' (págs. 94-95)

ataque en toda regla a su país. ¿Qué desea ~~~ [.!] Aficionado a los invenciones, Gulliver siente curiosidad
saber sobre los miembros del parlamento? por visitar también la Academia de Proyectistas. ¿A qué
(pág. 72) ¿Y sobre los abogados? (pág. 73) Según el investigadores conoce en esa institución y en qué con-
rey, ¿de qué está compuesta la historia inglesa? ¿Qué sisten sus delirantes inventos? (págs. 96-98) En la sec-
opina sobre los compatriotas de Gulliver? Para congra- ción de "enseñanza especulativa", ¿qué máquina ha in-
ciarse con el rey, ¿qué le propone Gulliver? ¿Cómo re- geniado uno de sus profesores? ¿Qué proyectos se han
acciona el monarca ante sus sugerencias? (pág. 73) ideado para mejorar el idioma? (págs. 98-99) ¿Qué co-
mentario le merece a Gulliver la reacción de " la gente
00 Brobdingnag se rige por normas y valores muy distintos
vulgar y analfabeta" ante esas iniciativas? (pág. 99)
a los de la sociedad inglesa. En opinión del rey, ¿qué
basta para gobernar un país? ¿Cómo están redactados [[! Gulliver opina que los proyectistas de política son "la
los libros y las leyes de Brobdingnag? (pág. 74) gente más trastornada". ¿Por qué razón? ¿Qué ideas
propone cierto doctor para mejorar el sistema de go-
I1J Después de vivir dos años en Brobdingnag, Gulliver re-
bierno? ¿Y para que los partidos políticos lle- ....,
gresa a su país. ¿De qué modo accidental lo hace?
(págs. 75-76) ¿Qué problema de "adaptación" padece guen a acuerdos razonables? (pág. 1 00) .~~~
/~~
al ser rescatado? ¿Qué opina de Gulliver el capitán del [!] De camino para Luggnagg, Gulliver vi- J
' ,.)*r ·,.
1\ ¡--.:."·
barco? (pág. 78) sita Glubbdubdrib. ¿Qué maravilloso ~ ., 'j) /
poder tiene el gobernador de esta 1 ~~ ·; . l-.'.

Viaje a Laputa, Balnibarbi y Luggnagg pequeña isla? (pág. 102) ¿Qué ,% ~~


descubre el inquieto viajero 7 ~
[!] El ansia de aventuras impulsa a Gulliver a hacerse de acerca de algunos personajes ~.cr,, ._ ')
y sucesos de la historia mo- ~--- 0,_ _
1
nuevo a la mar. Cuando se halla frente a la costa de :1.
Vietnam, el protagonista es asaltado por unos piratas y derna? (pág. 106) ~-- ~
[1] El rey de Luggnagg trata a Gulliver con gran gentileza. ¿por qué se originan las guerras y qué
¿Qué "honor" concede este soberano a cuantos lo visi- estragos provocan? (págs. 130-131)
¿En qué consiste el trabajo de
tan? (pág. 107) En Luggnagg Gulliver oye hablar de los
los abogados? (págs. 131-132)
struldbruggs. ¿Por qué al principio se alegra de conocer
¿Qué traen consigo el ansia
la existencia de estos seres? (pág. 109) No obstante,
de dinero, la vanidad de las
¿por qué constituye una verdadera desgracia formar
mujeres y la incontinen-
parte de esta raza? (págs.11 0-112)
cia de los hombres?
(págs. 132-133) ¿Por
Viaje al País de los houyhnhnms qué enferman las personas
y cómo las "curan" los médicos? (págs. 133-134)
lil En el ú'timo viaje, la tripu lación del mercante que co-
manda Gulliver se amotina y abandona a su capitán en [§] El aventurero inglés detesta a los yahoos. ¿Qué con -
una isla. Desde el momento que toca tierra firme, el ductas de estos seres critica? ¿Se parecen en algo al
protagonista contempla admirado una comportamiento de los humanos? (págs. 135-136)
especie de mu ndo al revés. ¿Cómo son 1]] En cambio, Gulliver siente profunda admiración por los
y se comportan los " an im ales" houyhnhnms. ¿Qué guía el modo de obrar de estas
que lo asaltan? (págs. 116-118) criaturas? ¿Qué virtudes poseen? ¿En qué valores edu -
¿Y los caballos? ¿Qué piensa can a sus crías? (pág. 137) ¿Qué actitud y sentimientos
Gu lliver de estos últimos? manifiestan ante la m uerte? (p . 138) ¿De qué tratan
(págs. 119-122) sus conversaciones? (p. 139)
!II Los caballos piensan que Gulliver !1] La asamblea de los houyhnhnms decide expulsar a Gu-
es un yahoo, ¿pero qué les asombra lliver de su país. ¿Cómo reacciona el protagonista al co-
del personaje? (págs. 127) ...-.ü b nocer la noticia? (pág. 140) ¿Y al ser rescatado por
W Gulliver entabla una estrecha rela- unos portugueses? (págs. 140-142) ¿Y cuando llega a
ción co n su amo que, al igual que la casa? (pág. 142)
que había mantenido con el rey 00 En el epílogo a la obra, ¿qué reflexiones sobre el colo-
de Brobdingnag, le sirve para nialismo realiza Gulliver? ¿Cuál le parece el peor defec-
reflexionar sobre su propio país. to de los yahoos?
Para empezar, al houyhnhnm le llama la atención la fal -
sedad de los yahoos como Gulliver. ¿Qué expresión
emplean los houyhnhnms para referirse a la mentira?
¿Cómo se defiende Gulliver de la acusación de ofrecer
dos apariencias dist intas? ¿Qué le replica su amo? (pág.
128) ¿Qué considera el houyhnhnm "contrario al pro-
pósito del habla" ? (pág. 129)

~ El doctor Gulliver le describe a su amo houyhnhnm al -


gunas facetas de la sociedad humana. Según el viajero,
Comentario y cuestiones de síntesis

Un relato de viajes tamiento de los seres humanos (el de los filósofos


sobre todo), cuya vanidad, mezquindad y ansias de
t!J La obra de Jonathan Swift pertenece a un género litera-
poder y riqueza critica severamente. ¿En qué partes
rio cultivado desde la antigüedad: el de los libros de
de Los via¡es de Gulliver adviertes una actidud
viajes que narran historias fantásticas. El escritor griego
y unas ideas semejantes?
del siglo 11 Luciano de Samósata explica en sus Relatos
verídicos que viajó a la Luna en un barco y descubrió
que sus habitantes nacen de las pantorrillas de los varo- Una obra de aprendizaje
nes, tienen ojos de quita y pon y se alimentan del humo
que. despiden las ranas asadas. Consciente de que lo t.!!] Gulliver siente un ansia irrefrenable por re-
que cuenta es inverosímil, Luciano desafía al lector in- correr mundo y conocer otros países.
crédu lo a viajar a la Luna y comprobarlo por él mismo. Esos viajes le sirven para aprender sobre
En cuanto al relato de Gulliver, anota dos sucesos o per- gentes y modos de vida de "naciones remotas" pero,
sonajes que consideres inverosímiles en cada uno de sus sobre todo, para conocer mejor a su propio país y po-
viajes. ¿Con qué detalles pretende el personaje demos- ner en tela de juicio sus valores. Además de en el tama-
trar que su historia es cierta? (págs. 10, 48, 80 .. .) A l ño, ¿en qué se distinguen los gobernantes de Liliput del
oírle contar sus experiencias, ¿cómo reaccionan sus in- rey de Brobdingnag? ¿Qué aprende Gu lliver en sus
terlocutores? ¿Acaban por creerle? (págs. 48, 78 y 122) conversaciones con este rey? (pp. 64 y 69-70)

[3] En todo caso, en la época hubo gente que sí creyó al [!] La diferencia de tamaño entre Gulliver y los habitantes
narrador, hasta el punto de que más de un lector de Brobdingnag hace reflexionar al protagonista. ¿Qué
intentó localizar Lil iput en el mapa del mundo. -r.;.a-::~!5!~ descubre a propósito de la piel de la reina? (pág. 63)
¿Pudo contribuir a la credibilidad de la historia ¿Qué papeles radicalmente distintos desempeña Gulli-
el hecho de que la autoría del libro no se atri- ver en Liliput y en Brobdingnag? ¿Qué dirías que apren-
buyera a Swift, sino a Lemuel Gulliver, "que de en este último país?
primero fue cirujano, y después capitán de
00 Gulliver tacha al rey de Brobdingnag de ignorante y de
varios barcos"? ¿Por qué? ·
ser corto de miras porque el soberano rechaza horrori -
~] El protagonista de ícaromenipo, otro libro zado su propuesta de enseñarle las técnicas para fabri-
de Luciano, viaja también a la Luna y, car armas destructivas. ¿Cambia Gulliver de opinión so-
desde la distancia, observa el compor- bre las guerras más adelante? ¿Por qué? (pág. 131)
Crítica social y política 131) ¿A qué extremos de crueldad se llega con los ad-
versarios o los enemigos? (págs. 20 y 44)
[i] Swift admitió haber escrito Los viajes de Gulliver " para
~ En la sección de «Argumento y comprensión» hemos
enojar al mundo, más que para divertirlo" y con la ex-
visto que la crítica de Swift no sólo se ceba en los políti-
presa intención de que. la gente "se corrigiera". Tras ha-
cos, sino también en algunas profesiones,
ber trabajado para los asuntos públicos de su país, Swift
como los abogados y los médicos (págs.
traza en su obra un retrato burlesco de los políticos y
72-73 y 131-134), y en ciertos vicios hu-
los gobernantes. Los proyectistas de política de Balni-
manos, como el ansia de lujo y riquezas y
barbi, ¿cómo opinan que deberían ser los dirigentes de
la inmoderación (págs.132-133). Sin
un país? ¿Con qué irónicas palabras valora Gulliver las
embargo, y tras conocer a los houyhn-
ideas de estos proyectistas? (p. 100)
hnms, ¿qué defectos aborrece sobre
!]] De las palabras de Gulliver se desprende que tanto en todo el viajero inglés? (págs. 128,
su país como en Liliput proliferan la corrupción política 142 y 144) ¿Los padece él? (pág. 8)
y la lucha por el poder entre distintas facciones.¿Qué
acusaciones veladas lanza el rey de Brobdingnag contra
11! En el último viaje se contraponen las vir-
tudes de los houyhnhnms (págs. 137-13 8) a los vicios
los parlamentarios ingleses? (pág. 72) ¿Qué propone
de los yahoos (págs. 116-118 y 135-136). ¿Crees que
un doctor de Balnibarbi para que los políticos cumplan
Swift (y no Gulliver) opinaría que la co nducta de los
sus promesas o para que las facciones políticas enfren-
houyhnhnms es un modelo para el ser humano? ¿Com-
tadas lleguen a acuerdos? (pág. 100) En opinión del rey
partiría todos sus valores y sent imientos? ¿Y tú?
de Brobdingnag, ¿quién resulta más útil a la sociedad
que "todos los políticos juntos" ? (pág. 74)
Entre la sátira y la misantropía
[II Irlandés de nacimiento, Jonathan Swift censuró en nu-
merosas ocasiones los gobiernos tiránicos y colonialis- []] Cuando se publicó Los viajes de Gu!liver algunos lecto-
tas ("Todo gobierno sin el consentimiento de los gober- res criticaron la obra por considerarla un ataque frontal
nados es la definición misma de la esclavitud", escribió contra la humanidad y acusaron a Swift de misántropo.
el autor). ¿Qué actitudes despóticas demuestran algu- El autor replicó que "yo no odio a la humanidad; sólo los
nos reyes de los que aparecen en la obra de Swift? que esperan imposibles la odian". Quizá aquellos lecto-
(págs. 92-93 y 107) En opinión de Gulliver, ¿qué consi- res olvidaron que el libro es una sátira y confundieron a
dera " lícito" el rey que invade un país ~ Swift con Gulliver. Y es que, ¿en qué consiste una sáti-
pobre? (pág. 131) ¿En qué consiste, .....,._ ,_ ~ ra? Pon ejemplos de pasajes saüricos y humorísticos de
según el protagonista, el colonialismo? ~ Los viajes de Gu/liver. ¿Crees que la ironía y la sátira son
• ..¡ ., "
(pág. 144) . ·~ ·¡ buenos recursos para denunciar los vicios de los seres
'"~:1 )f.. humanos? ¿Con qué críticas de las contenidas en el libro
~ Como Swift detestaba la guerra, una 1 . "' 1 1 estarías de acuerdo? Por otra parte, ¿creees que Swift se
parte de Los viajes de Gulliver es un
identifica con Gulliver? Para responder, ten en cuenta lo
auténtico manifiesto pacifista. ¿Con
que el personaje dice en las págs. 99, 131 y 142.
qué absurdos motivos se originan las
guerras y qué consecuencias acarrean [2] Para termi nar, ¿opinas que el libro es humorístico, o
estos conflictos? (págs. 32-33 y 130- más bien trágico? ¿Es su autor pesimista?

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