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12/1/2018 No más 'feminicidios', no más desapariciones — La Jornada Semanal

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No más 'feminicidios', no más


desapariciones
Por Sandra Escutia

Organizaciones sociales lanzan la Campaña contra la violencia hacia las


mujeres y los feminicidios en Chiapas. San Cristóbal de las
Por la rabia y la Casas,
dignidad de las niñas de Guatemala
Chiapas, 23 de septiembre de 2013. Foto Moysés Zúñiga Santiago / 'La
El problema y el recurso
Jornada'
Nuestro punto de partida son dos fotografías que nos sirven de ejemplo para problematizar las discusiones y los disensos que hay
entre movimientos sociales. Entre ambas imágenes hay casi un año de diferencia. En ellas confluyen dos hechos muy
representativos del México actual: Los feminicidios y la desaparición forzada.
La primera de ellas fue tomada la tarde del 24 de abril de 2016 para dar testimonio de un grafiti que se hizo al pie del
antimonumento 43+. Una escultura realizada y colocada un año antes por colectivos que han denunciado principalmente la
desaparición de los 43 estudiantes de la escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa. Queremos leer ese grafiti como un
desencuentro de múltiples denuncias.
La segunda fotografía fue captada en la marcha del 8 de marzo de 2017 y en ella están algunas de las madres de mujeres víctimas
de feminicidio: Norma Andrade, mamá de Lilia Alejandra García Andrade, cuyo caso aún no se ha resuelto. Irinea Buendía, su hija,
Mariana Lima, cuyo feminicidio se pretendió hacer pasar por suicidio. Finalmente, en esta imagen, también observamos a las
madres de algunos de los estudiantes de Ayotzinapa que continúan desaparecidos de manera forzada. En estos casos la
responsabilidad del Estado, en diferentes niveles, es un señalamiento claro, así como la petición de justicia. En esta segunda
instantánea podemos ver a algunos de los miles de familiares afectados por la inacción del gobierno. También podemos observar
en ella, con mayor nitidez, la necesidad de unidad, pero sin diluir la historia tras cada uno de los hechos.
Una de las características comunes entre estas fotos es que ambas sucedieron en dos grandes manifestaciones organizadas por
colectivos de mujeres como resultado del activismo mundial y, sobre todo, de nuestra América, frente al incremento de la violencia
machista en su cara más atroz: el feminicidio.

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12/1/2018 No más 'feminicidios', no más desapariciones — La Jornada Semanal
Estas instantáneas nos revelan, por un lado, una intersección conflictiva en parte de los diversos sectores que denuncian las
violencias de Estado; por otro lado, nos permiten observar a algunas de las protagonistas que, desde acciones judiciales, entre
otras, han entrado en diálogo con el Estado en tanto que éste debe aclarar y resolver desde sus instituciones delitos cometidos. A
primera vista parece que son dos extremos de pos-turas donde no hay consenso. Sin embargo, queremos preguntarnos por los
puntos que confluyen en esta encrucijada y dar cuenta de la potencialidad crítica ahí contenida para cuestionar todas las caras del
presente mexicano. Para el consenso entre activistas, movimientos sociales y los protagonistas de las historias detrás de las fotos.
Buscar lo común para avanzar. Tarea nada sencilla, porque al interior de las ideologías conflictivas se da una diferenciación de
género que, a veces, incluso determina más que las propias estructuras. Esto ha sido observado con frecuencia, las problemáticas
expuestas por mujeres, sobre sus cuerpos o sobre las condiciones de reproducción de la vida, no son tomadas en cuenta, como si
no pudiera ser considerada dentro de la plataforma política.
Las reacciones sociales y de grupos de izquierda han sido muy diferentes respecto al feminicidio, uno de los problemas que es leído
como un aspecto que incumbe sólo a las mujeres. Observamos, por ello, la falta de autocrítica para realizar acciones políticas,
dentro y fuera de las organizaciones, acciones que retomen los legítimos reclamos de las mujeres para vivir una vida libre de
violencia. Es necesario señalar este problema y hacer una crítica, es decir, observar las condiciones de posibilidad de hacer política
de los grupos de izquierda, pero sin excluir o disminuir el compromiso con las mujeres. Que sus acciones políticas no sean vistas
como un problema menor, ni dentro ni fuera de los quehaceres de esas organizaciones para transformar la realidad mexicana. Es
insuficiente denunciar sólo las violencias estructurales que vivimos todos cotidianamente si a la par no desarticulamos las
violencias machistas que viven los cuerpos de las mujeres y los cuerpos feminizados. En el centro de esta discusión encontramos la
indiferencia hacia las formas de hacer política feminista, o desde el feminismo y el uso diferencial de espacios.
El grafiti como nudo gordiano
Un ejemplo de esto lo observamos en las reacciones políticas, en la criminalización de la denuncia, pero, además, sobre todo,
insultos y amenazas misóginas, que se desencadenaron después del grafiti al pie del antimonumento 43+. Antes de desgranar
nuestra interpretación, queremos señalar el marco de esta fotografía para dar elementos que evidencien más la contradicción. La
manifestación del 24 de abril incrementó su impacto debido a una convocatoria realizada el día an-terior, en la cual se solicitaban
testimonios en redes sociales sobre violencias vividas, las cuales eran enunciadas con el hasthtag o etiqueta #Miprimeracoso. En
este cúmulo de relatos confluyeron mujeres de todas las edades, las clases sociales e ideologías, tanto fe-ministas como no
feministas. Se reveló que la gran mayoría de mujeres habían sido acosadas, hostigadas y violentadas desde edades muy
tempranas, más aún, dicho acoso había sido continuado a lo largo de sus vidas por diferentes actores, tanto en espacio privado
como en los espacios públicos. En particular, llamó la atención que dichas agresiones se realizaban en espacios que suponemos
seguros, como son la familia y las instituciones educativas. Este es el contexto inmediato a la manifestación, pero que tenía como
antecedente el incremento exponencial de feminicidios, desapariciones de mujeres e indiferencia ante casos de violencia en todos
los estados de la República mexicana. ¿Qué soluciones proponemos?
Durante la jornada de protesta en el Paseo de la Reforma en Ciudad de México, un grupo de asistentes grafitearon al pie del
antimonumento 43+ (y, en alguna parte del propio monolito) la leyenda: “Nosotras no somos Ayotzinapa, para ustedes sólo somos
un nú-mero. Ni una menos.” Este gesto crítico se inició en 2014 desde la página de Facebook titulada, “Iniciativa Feminicidios y
desapariciones de mujeres en el contexto de Ayotzinapa”, que surgió como una interpelación-apreciación a movimientos sociales,
activistas de izquierda y solidarios con muchas causas, pero que siguen siendo acríticos respecto al machismo imperante en
nuestra sociedad. Hacemos referencia a este antecedente por considerar que es importantes señalar que ese grafiti no surgió al
calor de una manifestación en particular. Esta breve recuperación histórica es importante para redimensionar espacio-
temporalmente la crítica contenida en esa enunciación realizada desde antes de la existencia del memorial. Es útil para señalar el
desconocimiento del origen de esa crítica, así como la continuada indiferencia ante ella. Este grafiti significaba no una negación a la
legitimidad del reclamo por desapariciones forzadas, sino un cuestionamiento a la representatividad de éste para todo tipo de
violencias. Desde mi punto de vista, esa pinta fue, únicamente, una reiteración.
La acción del grafiti –mas no lo enunciado, es decir, no la crítica contenida–, se convirtió en pocas horas en una diana para ataques
de todo tipo, que iban desde el reclamo por parte los sectores del activismo de izquierda, ya que fueron leídos como un gesto
violento hacia a la memoria (sic) de los normalistas de Ayotzinapa, hasta amenazas explícitas de feminicidio, tanto en el lenguaje
como con imágenes “ilustrativas”. La gravedad de estas intimidaciones se incrementó debido a la permisibilidad de los medios
donde se enunciaron dichas amenazas al dejar que éstas escalaran, y también a la colusión de aquellos que seguían el ataque
virtual. Me quiero detener en la respuesta que los otros varones tuvieron ante las violencias machistas que resultó insuficiente,
como sucede cada vez que las mujeres hacen denuncias de cualquier tipo. Falta aquí un posicionamiento claro que no deje de lado
las reacciones conservadoras y reaccionarias de aquellos que se coluden en un pacto patriarcal. ¿Por qué surgió la incredulidad,
indignación y falta de lectura política del grafiti? ¿por qué es necesario saber de dónde viene cada uno de estos puntos? Estos
sujetos, a través de la violencia, sancionaron esa intervención, estaban criminalizando la protesta de las mujeres, apelando a un
cuestionamiento político de corte conservador que tenía detrás, desde mi punto de vista, la interpelación sobre el uso del espacio
público por parte de las mujeres, como la principales protagonistas con voz propia. Los sujetos que cuestionan el proceder de
ciertos grupos de mujeres afines a ciertas prácticas feministas ¿entienden, acaso el parentesco que guardan tanto los feminicidios
como la desaparición forzada de jóvenes, muchos de ellos indígenas? Hay que analizar qué tanto para el poder estatal como para
las masculinidades hegemónicas ambas vidas pueden ser disminuidas y desechadas.
Si bien en un momento hubo posturas al interior del movimiento de mujeres que no estuvieron de acuerdo con ese aspecto de la
protesta, éstas cambiaron cuando se incrementó la violencia misógina y optaron, una vez más, por unificar sus voces nuevamente.
Una vez más, los varones no atendieron a la consiga principal de la marcha: basta de violencias machistas. Una protesta fuerte,
clara y contundente ante cualquier tipo de violencia machista.

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12/1/2018 No más 'feminicidios', no más desapariciones — La Jornada Semanal
Me parece que se nuevamente se trata de evitar nombrar la dimensión política de las “cuestiones de género” y se habla de violencia
en general, más aún, se descarta pensar y debatir la pertinencia de una lectura política desde un enfoque feminista. Se deduce,
erróneamente, que la política feminista sólo corresponde a las mujeres, aunque tampoco se explican los cómos ni los porqués. El
desinterés por estos temas es un hecho. Aún falta que los sectores autodenominados revolucionarios y libertarios trabajen sus
reacciones machistas ante la reapropiación del espacio público por parte de las mujeres en cualquier circunstancia, además de
hacer explícitas las posiciones que tomarán cuando el ejercicio libertario de tránsito y de protesta de las mujeres sea cuestionado.
Las violencias en México están generando una serie de reclamos sobre las responsabilidades del Estado en varios niveles y
aspectos. Sin embargo, la falta de unidad al interior de los movimientos que ponen en cuestión la viabilidad estatal no puede
corregir la misoginia que aún impera al interior de ellos. Las mujeres no podemos conceder que nuestro papel es secundario en el
reclamo, porque somos protagonistas fundamentales, no sólo como víctimas, sino como buscadoras de justicia.
De ahí nuestra segunda fotografía, en donde se muestra apenas a algunas de las mujeres que participan en la procuración de
justicia y de resarcimiento del daño por parte del Estado en un listado que aún no encuentra un punto final. Tomamos dos
ejemplos, que no son del todo representativos, y esto también es importante, porque no todas las violencias se presentan de la
misma forma, ya que el cuerpo-territorio y las territorialidades les otorgan particularidades. No po-demos obviar que, además de
las protagonistas de la segunda fotografía, hay más de treinta mil familias en circunstancias similares, tanto en el origen de su
reclamo como en la forma en que están realizando acciones políticas, jurídicas y de activismo.
La solución radical contra el sistema de explotación que vivimos sólo será posible si se reconocen las múltiples explotaciones que
viven las mujeres, los jóvenes, hombres, indígenas, los infantes, niños y niñas. ¿Qué utilidad tienen esos cuerpos en el sistema
neoliberal? ¿Por qué hacemos abstracción de estos sujetos? ¿Por qué los desterritorializamos? Ver en esos puntos de conflicto, en
las prácticas como en los discursos, re-quiere inflexiones urgentes y necesarias •
 
*Sandra Escutia es licenciada en Filosofía, maestra en Estudios latinoamericanos y doctorante en Filosofía por la UNAM.
 

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