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La evaluación constituye una pieza clave del proceso educativo: regula el proceso de enseñanza,
pues permite al profesor monitorear el avance de los estudiantes y ajustar su propuesta, y también
orienta el aprendizaje, pues permite al estudiante conocer su progreso en relación con las
expectativas de un curso, identificar deficiencias y, consecuentemente, redireccionar su estrategia
de trabajo.
De acuerdo con la Ley de Educación Superior, la Universidad tiene autonomía para establecer y
modificar su sistema de evaluación: sistema de calificación, instrumentos de evaluación, régimen de
promoción, nivel de exigencia, etc. También puede modificarlo en forma completa o parcial.
Asimismo, la Universidad puede efectuar cambios en los planes de estudio, en respuesta a avances
en el mundo del trabajo o en los campos disciplinares de referencia, o bien para implementar
disposiciones del Ministerio de Educación o la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación
Universitaria).
Es decir, que en el nuevo sistema no necesariamente se agrega una evaluación, pues una materia
puede tener solamente dos instancias de evaluación, una parcial (de una parte del programa) y otra
final (integradora de todos los contenidos del programa).
En el caso de rendir en los turnos subsiguientes, deberá inscribirse siguiendo los procedimientos
habituales.
Los exámenes finales serán presenciales, ya sea escritos, orales o mixtos, sobre los temas y
bibliografía detallados del Programa Analítico. Los detalles del examen serán comunicados en el
Programa Analítico.
Desde hace varios años la Universidad viene trabajando en la mejora permanente de la calidad
académica.
Reducción de exámenes. Se reduce a una (en lugar de dos) las instancias mínimas de
evaluación parcial y el peso de la evaluación se concentra en el examen final. Ello facilita el
avance académico del alumno, pues tiene mayor flexibilidad para organizar sus tiempos de
preparación para las evaluaciones.
La cantidad total de evaluaciones que el alumno deberá rendir en cada materia se mantiene. La
exigencia de rendir un examen al finalizar cada materia se compensa con una cursada con menos
evaluaciones, que le permitirá al alumno ir preparándose para el examen final desde el inicio de la
cursada.
La nota que se computará en el cálculo del promedio general de la carrera es la del examen final. No
obstante, la estrategia adecuada para poder rendir los exámenes finales con un buen rendimiento es
hacer una “buena cursada”, es decir asistir a clase con las lecturas y tareas solicitadas, asegurar la
comprensión de los temas, etc. De lo contrario, al momento de preparar el examen final el alumno
encontrará mayores dificultades.
No hay razones para que el promedio general de la carrera baje; el esfuerzo que anteriormente se
invertía en obtener notas equivalentes o superiores a 7 (siete) en los parciales podrá mantenerse
para el examen final.
El alumno tiene dos años para rendir el examen final de una materia. El examen final se basará en
el Programa Analítico vigente al momento de rendir, pero de un año a otro no suele haber cambios
significativos.
Los costos de la implementación de los exámenes finales serán absorbidos por la Universidad y no
se trasladarán a los alumnos. La primera fecha que rinden examen final no se paga “derecho de
examen”. Sólo se cobra en fechas subsiguientes.