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Universidad de los Andes


María Camila Collazos Chaves
Seminario de Literatura Española
11 de septiembre de 2019

La perspectiva del narrador como respuesta a la tensión en Doña Perfecta

Doña Perfecta, la novela española por entregas de Galdós publicada en el año 1876 se

inscribe en un contexto en el que la tradición literaria se mueve entre la generación del 68,

lo realista y la novela de tesis. De hecho, esta obra ha sido tildada como novela de tesis, es

decir, que “el carácter fundamental […] [es] su carga ideológica como corresponde a la

producción artística en un momento de cambio y tensión”. (Aparici Llanas 09). En

particular, esta novela se publica pocos años después de la revolución del 68, en una época

en la que hay marcadas tensiones internas en el país. Esta categoría es un aspecto

fundamental de la novela, debido a que el tema central de ella es la tensión entre unos

valores conservadores (pertenecientes a los pueblos del interior) representados

principalmente por Doña Perfecta y por Don Inocencio, y unos valores modernos

(pertenecientes a Madrid) representados por Don Pepe Rey. Entonces, la pregunta que

surge al unir esas dos ideas es ¿cuál es la carga ideológica que tiene la obra? O, ¿qué

posición o propuesta se puede ver en la novela? A continuación, argumentaré que esta

novela plantea una crítica a cierto tipo de religiosidad y a unos comportamientos morales

específicos que se pueden ver en la figura del narrador ante la tensión mencionada

anteriormente entre los personajes. Esto se verá en la posición del narrador ante la tensión,

la forma de narrar, el simbolismo, las descripciones de los lugares y la forma en que

describe a los personajes.


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En primer lugar, hay que tener presente que se trata de un narrador omnisciente en

tanto que parece saber todo de los personajes. La posición del narrador es sutil pero clara,

si se toma con cuidado. Para entender por qué se da de manera sutil, tengamos en cuenta

la estructura de la novela. Está dividida en 33 capítulos de los cuales la mayoría están dados

por medio del diálogo entre los personajes, menos tres de ellos dedicados a cartas de un

personaje a otro y menos el último, que se trata de un comentario del narrador como cierre

de la novela. Gracias al gran número de diálogos y a las cartas de los personajes, el lector

podría sentir que la posición del narrador ante la tensión planteada no es clara; o, por el

contrario, podría pensar que la posición del narrador es objetiva en tanto que deja ver cómo

se muestra la realidad sin hacer muchas ni intensas intervenciones ante lo que sucede. Sin

embargo, algunos comentarios que hace sobre los lugares, los personajes y el uso de un

simbolismo nos muestra que el narrador toma una posición ante el problema planteado.

Esto se puede ver desde el primer capítulo de la novela, debido a que el narrador

nos hace ponernos del lado de Pepe, el de los valores modernos. La historia no solo

comienza con la experiencia de él llegando al pueblo, sino que el narrador se refiere a él

como “nuestro caballero”: El conductor “marchose, dejando a nuestro desconocido

caballero con la palabra en la boca”. (Galdós, 2).

También llama la atención del comienzo de la novela, aunque no se da solo ahí, la

forma en que el narrador describe los pueblos debido a que se adhiere a la opinión de Pepe

de que esos pueblos son feos y atrasados, lo cual nos hace sentir empatía con el personaje:

Pobrísimo río ceñía, como un cinturón de hojalata, el pueblo, refrescando al pasar algunas huertas,

única frondosidad que alegraba la vista. Entraba y salía la gente en caballerías o a pie, y el

movimiento humano, aunque pequeño, daba cierta apariencia vital a aquella gran morada, cuyo

aspecto arquitectónico era más bien de ruina y muerte que de prosperidad y vida. Los repugnantes
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mendigos que se arrastraban a un lado y otro del camino, pidiendo el óbolo del pasajero, ofrecían

lastimoso espectáculo. No podían verse existencias que mejor cuadraran en las grietas de aquel

sepulcro, donde una ciudad estaba no sólo enterrada sino también podrida. Cuando nuestros viajeros

se acercaban, algunas campanas tocando desacordemente, indicaban con su expresivo son que

aquella momia tenía todavía un alma. / Llamábase Orbajosa… (Galdós 7).

Como se puede ver en la cita, el narrador nos muestra al pueblo como un lugar poco

deseable para estar, más muerto que vivo. Entonces, es fácil hacer el enlace tal que, los

habitantes, aparte de vivir en un pueblo viejo y feo, tienen también costumbres comparables

a su lugar de procedencia.

De hecho, esto se relaciona con el simbolismo que pone el autor en boca del

narrador en la novela: podemos mencionar el hecho de que al pueblo vecino se le llame

Villahorrenda haciendo más fuerte la descripción de los pueblos que se acaba de

mencionar. Además, el segundo capítulo se llama “Un viaje por el corazón de España”, lo

que nos muestra que los nombres de los pueblos mencionados, que no existen en la

realidad, funcionan como símbolo de los pueblos que sí existían dentro del país haciendo

más fuerte no solo el hecho de que el narrador toma una posición (en tanto se podría

generalizar la trama a unas costumbres de las entrañas del país); sino que también plantea

la idea de que la novela funciona como una respuesta del autor ante su contexto social.

Pueblos que también funcionan como figura de costumbres religiosas particulares, como

la de las apariencias o la del fanatismo, que se oponen al nuevo modernismo de Madrid.

En cuanto a esto, también se puede pensar que el tren funciona como símbolo de conexión

entre ambos mundos, el tren es el que lleva a nuestro caballero moderno al pueblo de

Orbajosa. (Aparici Llanas 240).


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También podemos ver el simbolismo en los nombres de algunos personajes: el

hecho de que la tía de Pepe se llame Doña Perfecta y el clérigo se llame Don Inocencio, no

nos muestra unas características explícitas de los personajes. Por el contrario, nos muestra

una cierta ironía en tanto que, conforme avanza la novela, nos vamos dando cuenta de que

los personajes no hacen tanto honor a su nombre como podría parecer en un principio.

Esto nos lleva a los comentarios y descripciones que el narrador hace sobre los

personajes. Si bien, la intervención del narrador es un poco escaza al principio de la novela,

podemos notar que eso va cambiando gradualmente hasta llegar al final de esta. Podemos

notar, también, que estos comentarios nunca son sobre los pensamientos de los personajes,

lo cual hace engañosa y más sutil la posición del narrador. Veamos algunos casos donde

esto se puede ver. Uno, en el capítulo XXXI “Doña Perfecta”:

Aborreciendo tenía la inflamada vehemencia de un ángel tutelar de la discordia entre los hombres.

Tal es el resultado producido en un carácter duro y sin bondad nativa por la exaltación religiosa,

cuando esta, en vez de nutrirse de la conciencia y de la verdad revelada en principios tan sencillos

como hermosos, busca su savia en fórmulas estrechas que sólo obedecen a intereses eclesiásticos.

(Galdós, p.98).

Llama la atención de la cita el hecho de que el narrador afirme que la vehemencia de Doña

Perfecta se daba en parte a la ausencia de bondad que, a su vez, fue causada por la

exaltación religiosa, o sea, por el fanatismo que tiene como fin exclusivo los intereses

eclesiásticos. Otro caso en el que podemos ver la posición del narrador es en la siguiente

cita que habla de Pepe:

Doña Perfecta se levantó indignada, majestuosa, terrible. Su actitud era la del anatema hecho mujer.

Rey permaneció sentado, sereno, valiente, con el valor pasivo de una creencia profunda y de una

resolución inquebrantable. El desplome de toda la iracundia de su tía que le amenazaba no le hizo

pestañear. Él era así. (Galdós 63).


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Como se puede ver, el narrador tilda a Doña Perfecta de “terrible” sin justificarla en ningún

momento. En oposición a esto, muestra a Pepe como una persona tranquila y con unas creencias

fuertes. Lo que implica coherencia, debido a que en el capítulo tres el narrador habla del profundo

sentido moral de Pepe:

El profundo sentido moral de aquel insigne joven le hacía muy sobrio de palabras en las disputas que

constantemente traban sobre diversos asuntos los hombres del día; pero en la conversación urbana sabía

mostrar una elocuencia picante y discreta, emanada siempre del buen sentido y de la apreciación mesurada y

justa de las cosas del mundo. (Galdós 10).

La toma de posición también se revela en el capítulo 33: “Es cuanto por ahora

podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son”. (Pérez Galdós). Este cierre,

en voz del narrador no solo hace énfasis en el tema principal, sino que alude a las

apariencias que mantenían, o intentaban mantener, los habitantes del pueblo de Orbajosa.

En particular, alude a las apariencias de Doña Perfecta y de Don Inocencio. Esto se puede

ver en oposición a Pepe, como se pudo ver, este se muestra sin hipocresía.

En conclusión, una lectura posible de Doña Perfecta se trata de que es una novela,

en efecto, de tesis que plantea un tema principal: la tensión entre dos mundos, el mundo

ultraconservador a nombre de Doña Perfecta y de Don Inocencio y el mundo moderno de

Madrid a nombre de Pepe Rey. Si vamos más allá, podemos notar que la novela no sólo

plantea esa tensión, sino que, por medio del narrador, hay una propuesta en la que el mundo

moderno encarado por Pepe Rey es el preferible. Como pudimos ver, no se trata aquí de

que la propuesta sea la ausencia de un sistema moral, sino de una crítica ante el fanatismo

religioso y la hipocresía que pueden llegar a tener las personas.


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Trabajos citados
Aparici Llanas, María Pilar. Las novelas de tesis de Benito Pérez Galdós. Barcelona: Instituto
'Mila y Fontanals', 1982.
Pérez Galdós, Benito. Doña Perfecta. Madrid: Siruela, 1876.

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