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(a) Ciertamente, no sé, Atenienses, como quiera que os encontráis después de haber
escuchado a mis acusadores. Yo, en cualquier caso, por poco de mí mismo me olvidé, pues
ellos han hablado convincentemente. Sin embargo, ninguna palabra verdadera han dicho,
me he sorprendido mucho de uno de sus engaños. Dijeron entonces esto, es necesario
que estén precavidos. (b) Entonces no sientan vergüenza en este momento de mí, se
convencerán en la práctica, después no digan que me muestro malo, el desvergonzado
esto creyó de mí, si ya no es que llamen temido a este que dice la verdad. Si esto dicen
entonces, llegado el caso yo por mi parte soy orador. Esto ciertamente, de igual modo yo
digo, quien nada verdadero tienen amado, ustedes de mi parte escucharán todo lo
verdadero (…) atenienses, está bien dicho, al menos, el discurso, de mi parte. (c) Los
discursos y las palabras de ustedes, pero no ordenadas, pero se escucharán al azar
diciendo que se encontraron las palabras –digo que entonces confío en ser genuino- y
ninguno de ustedes debe esperar otra cosa. Entonces llegado el caso no es conveniente,
¡oh hombres!, para el momento como para el adolescente entrar hacia ustedes habiendo
preparado un discurso. Y ciertamente y bien, ¡oh hombres atenienses!, necesito esto de
ustedes y les pido: en el caso que escuchemos en el discurso de ellos sobre mí
defendiéndome y en el ágora sobre la mesa en donde de ustedes mucho tienen
escuchado, y no quedar sorprendidos y no alborotarlo. (d) Así pues, tengo que subir al
tribunal de justicia por primera vez, habiendo (18) llegado a los setenta años. En efecto,
soy extranjero ante el discurso. De igual modo, siendo extranjero no lo alcanzaba, eran de
la misma opinión y en cuanto a mí en aquel grito y costumbre decía en el cual habían sido
educados, peor o mejor, miren, y ahora esto ustedes consideren honesto, de este modo
podrían esperar de mí porque la excelencia del juez es decir el discurso.
Y presagiaron que hay necesidad de que esas personas primero, yo por mi parte, hablar en
defensa propia. Pues ustedes también escucharon antes de esa persona hablar en mi
contra y mucho más que a estos últimos.
Tomé, de hecho, de fuera del comienzo, la acusación que es la que ha llegado a ser
difamación contra mí, y Meleto confiar que yo me hice daño por ese mismo dibujo. ¡Bien!,
¿cuál exactamente dicen difamar los que difaman? Como ciertamente, los acusadores
carecen de juramento, conocen bien esto. “Sócrates comete delito y toma más que
suficiente en cuanto a buscar debajo de la tierra y el cielo y hacer la palabra débil más
fuerte y enseñar estas mismas cosas a otros. Tal como este es. Este entonces miraba el
mismo en la comedia de Aristófanes, algún Sócrates allí llevando afirmaba que caminaba
por el aire y otras muchas cosas sin sentido, que yo ni mucho ni poco lloro. (5) Y no digo
deshonrando tales conocimientos si sobre cosas semejantes es hábil –no de tal forma el
gran Meleto forje costumbres- otros entonces de mí esto, hombres atenienses, ninguno
está entre (d) los testigos, de nuevo, de ustedes muchos entrego. Y medito, ustedes y
otros enseñan y muestran de mí todavía escuchan –pero muchos de ustedes son de tal
clase– muestren, de hecho, unos y otros si todavía poco o mucho escuchó (5) cualquiera
de ustedes sobre mí escogiendo semejante, y de afuera de esto percibirán que es de tal
clase y otros sobre mí mucho dirán.
Pero no existe nada de esto, y si han escuchado a alguien que yo intento educar a los
hombres y necesidad…