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que objeta, radica en la errónea calificación que los jueces del grado, por la
vía de interpretar el contrato de promesa de compraventa de marras, han
hecho de la condición a cuyo cumplimiento se subordinó la exigibilidad de
la obligación de celebrar el contrato de compraventa prometido.
Corresponde dejar, entonces, expresado, que la alegación de la demandante
se sustenta exclusivamente en la calificación jurídica de la cláusula sexta
del contrato en cuestión, respecto de la que afirma contiene una condición
suspensiva determinada, la que se encontraría incumplida hasta la fecha de
presentación de la demanda;
SEXTO: Que, ahora bien, mirando los basamentos del arbitrio de casación
de la actora, a la luz de las infracciones que denuncia, y en lo que se refiere
a la esfera probatoria de la contienda, se hace necesario recordar que, en
general, la doctrina y la jurisprudencia han caracterizado a este medio de
impugnación como uno de índole extraordinaria, que no constituye
instancia jurisdiccional, pues no tiene por finalidad propia revisar las
cuestiones de hecho del pleito ya tramitado, sino antes que ello, se trata de
un recurso de derecho, puesto que la resolución del mismo debe limitarse
en forma exclusiva a examinar la correcta o incorrecta aplicación de la ley
en la sentencia que se trata de invalidar, respetando los hechos que vienen
dados en el fallo, que habrán sido fijados soberanamente por los jueces
sentenciadores. En ese sentido, por disposición de la ley, el examen y
consideración de tales hechos y de todos los presupuestos fácticos previos
en que se apoya la decisión que se revisa, escapan al conocimiento del
tribunal de casación.
Como se sabe, esa limitación a la actividad judicial de esta Corte se
encuentra legalmente contemplada en el artículo 785 del Código de
Procedimiento del ramo, en cuanto dispone que la Corte Suprema, al
invalidar una sentencia por casación en el fondo, dictará acto continuo y sin
nueva vista, pero separadamente, la sentencia que zanje el asunto que haya
sido objeto del recurso, de la manera que crea conforme a la ley y al mérito
de los hechos, tal como se han dado establecidos en el fallo recurrido. Sin
embargo, en forma excepcional, es posible conseguir la alteración de los
hechos asentados por los tribunales de instancia en caso que la infracción
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artículo 578: “Derecho personales o créditos son los que sólo pueden
reclamarse de ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición
de la ley, han contraído las obligaciones correlativas; … De éstos derechos
nacen las acciones personales”; el artículo 1437 dispone: “Las obligaciones
nacen ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como
en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona
que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos
los cuasicontratos; … ”, y el artículo 2284 señala: “Las obligaciones que se
contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho voluntario de una
de las partes. …”. A tal principio se añade el desarrollado por el Código de
Comercio, en cuanto a que la declaración unilateral de voluntad es fuente
de obligaciones, tanto al reglar la formación del consentimiento, cuanto al
reglamentar diferentes actos particulares, en especial la promesa de
recompensa. Del mismo modo la legislación especial ha dotado de efecto
vinculante a actos unilaterales tales como aquellos que se regulan en la Ley
de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheque y en la Ley sobre Letra de
Cambio y Pagaré. No es dudoso que constituyen fuente de obligaciones
tanto el hecho lícito y voluntario de las personas, la declaración unilateral
de voluntad, la convención, la ley y todo hecho que irrogue daño a otra
persona, si el legislador expresamente no contempla una causa de exclusión
o justificación de la misma.
En relación con el tema de la formación del consentimiento la legislación,
la doctrina y la jurisprudencia han avanzado, reconociendo que existe un
proceso de “iter contractual”, que distingue las distintas etapas de este
proceso y el resultado final, preocupándose el derecho de ambos aspectos,
sin embargo, el Código de Bello puso mayor atención en la regulación de
las relaciones jurídicas constituidas. Siguiendo esta misma política y línea
legislativa, reconociendo el procedimiento previo que tienen algunas
convenciones, se han determinado y denominado de distinta manera cada
una de las etapas, entre las que se reconocen: negociaciones preliminares,
puntualización, tratativas, oferta, cierre de negocios, contrato preparatorio y
contrato definitivo. Estas actuaciones pueden estar en secuencia, como
también ser omitidas y llegar inmediatamente al contrato definitivo. En
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otras palabras, no resulta indispensable pasar por las referidas etapas, sino
en los casos que sea necesario y sin que determine su existencia la
naturaleza del contrato que en definitiva se desee concluir, sea éste
consensual, real o solemne. El principio de la autonomía de la voluntad,
como los que derivan de éste, permiten acordar libremente tales
actuaciones, las que tienen efecto vinculante, de manera tal que el
incumplimiento imputable al deudor es posible que genere la
responsabilidad civil pertinente;
DECIMOTERCERO: Que, sin que sea necesario repasar todo lo relativo
a la formación del consentimiento en los actos jurídicos bilaterales, ya es
un aspecto pacífico, que el Código de Comercio regula esta materia,
estipulaciones a las que se refiere su mensaje, al aludir al Libro II, Título I,
expresa: “En este mismo Título se trata de un asunto difícil como
importante, omitido en la Ordenanza y aun en el Código Civil.
Frecuentemente ocurre la necesidad de fijar el momento y el lugar en que
las propuestas verbales o escritas asumen el carácter de contratos perfectos,
y careciendo de reglas claras y precisas que dirijan el juicio del
jurisconsulto e ilustren la conciencia del magistrado, es indispensable
invocar las opiniones acomodaticias e inseguras de los autores que han
examinado con más o menos profundidad esos puntos. Para obviar
dificultades de tanta trascendencia, el Proyecto ha dado soluciones
satisfactorias a las cuestiones principales e incidentes que ofrece la materia;
y de este modo ha llenado un sensible vacío en nuestra legislación
comercial y civil.”;
DECIMOCUARTO: Que el principio de la autonomía de la voluntad,
como los que de ella derivan, permiten sostener premisas previas a
continuar con el análisis: Por una parte se reconoce a toda persona la
posibilidad de concluir los contratos que estime pertinente y con quien lo
crea apropiado y por otra que las exigencias de un contrato definitivo no
pueden limitar aquellos que la ley no prohíbe concluir para su preparación
o en forma anticipada. Se sigue de estas premisas, que el establecimiento
por la ley de un tipo determinado de contrato preparatorio no impide o
excluye la posibilidad de concluir otros que de mejor manera satisfaga las
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alguna”, que conste por escrito. Del mismo modo sus exigencias
corresponde observarlas de manera estricta, puesto que de lo contrario se
vuelve a la regla general, esto es, que carece de efectos civiles. Es así que
las partes que deseen celebrar un contrato de promesa deben cumplir todas
y cada una de las exigencias legislativas que ya han sido enunciadas;
DECIMOQUINTO: Que el contrato de promesa de celebrar un contrato
en nuestra legislación está constituido por el acuerdo formal de voluntades,
que al efecto debe constar por escrito, destinado a crear obligaciones, cuyo
objeto es una prestación de hacer, que consiste precisamente en la
celebración de un contrato definitivo, el cual las partes no pueden o no
desean concretar aún, que es permitido por las leyes y cuyas
especificaciones deben estar de tal manera establecidas que le constituyan
en un título perfecto para que opere, en su caso, el modo de adquirir
tradición o el cumplimiento de las formalidades legales, cuya época de
celebración se fija por medio de una modalidad que sólo puede ser un plazo
o una condición, elementos todos que el legislador ha elevado a la categoría
de esenciales para su validez.
Como se ha dicho todos sus elementos son necesarios concurran a la
celebración del contrato, debiendo destacarse, para los efectos del presente
litigio que la obligación que se crea entre las partes es la de hacer, en la
cual, por el carácter sinalagmático o bilateral que puede adquirir el
contrato, el legislador requiere una completa especificación tanto de sus
cláusulas como de la modalidad pactada, que permita incluso el
cumplimiento forzado en naturaleza si fuere procedente.
En efecto, el artículo 1554 del Código Civil dispone: “La promesa de
celebrar un contrato no produce obligación alguna; salvo que concurran las
circunstancias siguientes:
1ª. Que la promesa conste por escrito.
2ª. Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaren
ineficaces.
3ª. Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la
celebración del contrato.
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4ª. Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que sólo
falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa o las solemnidades que
las leyes prescriban.
Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo
precedente.”;
DECIMOSEXTO: Que de las exigencias contenidas en el precepto
transcrito, aquélla que amerita análisis en el caso en estudio, por constituir
su interpretación, justamente el objeto de la controversia, es la contemplada
en el numerales 3º, consistente en la obligación de “contener el contrato un
plazo o condición que fije la época de la celebración del contrato”;
DECIMOSÉPTIMO: Que en relación al postulado que precede, es
menester consignar que su exigencia tiene por finalidad que cada
contratante sepa, con plena certidumbre, la época en que deberá celebrarse
el contrato prometido y que no queden en forma indefinida ligados
contractualmente. De lo dicho se desprende que las modalidades indicadas,
resultan ser en el contrato de promesa, elementos esenciales del mismo y
no meramente accidentales, razón por la cual no pueden faltar.
El legislador dispone que la exigibilidad de las obligaciones podrá ser
determinado por las modalidades del plazo y la condición.
El plazo se ha definido como el acontecimiento futuro e incierto del cual
depende la exigibilidad o extinción de un derecho y, el hecho que
caracteriza el plazo es la certidumbre de que aquél ocurrirá. A su vez, el
plazo es suspensivo cuando fija la época en que se hace exigible un derecho
y la obligación correlativa o, como lo define el artículo 1494 del Código de
Bello, “época que se fija para el cumplimiento de una obligación”. El plazo
extintivo, resolutorio o final, es el acontecimiento o hecho que, llegado,
extingue el derecho y la obligación correlativa. Al respecto el profesor
René Abeliuk señala: "al plazo extintivo o resolutorio no se ha referido
expresamente la ley en la promesa. Sin embargo, en virtud del principio de
libertad contractual vigente en nuestro Código, no hay inconveniente
alguno en que las partes convengan esta modalidad. Semejante plazo
cumple plenamente con el cometido que el N° 3° del artículo 1554 asigna a
la modalidad: fijar la época de la celebración del contrato prometido. Ella
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Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sres. Adalis Oyarzún M., Juan
Araya E., Guillermo Silva G., Juan Escobar Z. y Abogado Integrante Sr. Víctor Vial del Río.
No firman los Ministros Sres. Oyarzún y Silva, no obstante haber concurrido ambos a la vista del recurso
y acuerdo del fallo, por haber cesado en sus funciones el primero y estar con feriado legal el segundo.
En Santiago, a treinta de julio de dos mil doce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la resolución
precedente.