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Santiago, treinta de julio de dos mil doce.


VISTOS:
En estos autos Rol N° 703-2009, seguidos ante el Segundo Juzgado
Civil de Arica, sobre juicio ordinario de resolución de contrato y
cumplimiento de cláusula penal, caratulados “Tavali López Francy Haydee
con Cornejo Alfaro Eduardo Álvaro”, comparece doña Francy Haydee
Tavali López, quien dedujo demanda en juicio ordinario en contra de don
Eduardo Álvaro Cornejo Alfaro, solicitando se declare la resolución del
contrato de promesa de compraventa celebrado por escritura pública de
fecha 28 de marzo de 2005, condenándolo al pago $10.000.000 por
concepto de la cláusula penal pactada, con reajustes y costas.
Funda su acción señalando que en la fecha antes referida celebró con el
demandado un contrato de promesa de compraventa respecto del inmueble
que singulariza. Añade que en la cláusula 3ª de dicha convención
expresamente se pactó que "las partes dejan especial constancia que existe
una deuda hipotecaria con el Banco del Estado de Chile, ascendente a la
fecha a la suma de $13.000.000, aproximadamente, la que será cancelada
por el promitente comprador, de su exclusivo costo y cargo, hasta la total
extinción de dicha obligación". Por su parte, en la estipulación 6ª se
convino lo siguiente: "la escritura definitiva de compraventa se suscribirá
una vez cancelada la deuda hipotecaria mencionada en la cláusula 3ª, y se
hayan alzado la hipoteca y prohibiciones que gravan el inmueble, y se haya
cancelado el saldo de la letra b) de la cláusula 3ª del presente instrumento".
A pesar de lo expuesto, el promitente comprador ha incumplido con lo
pactado en el acuerdo a contar del día 2 de mayo de 2008, al cesar en el
pago de la deuda hipotecaria para con el Banco Estado de Chile que fuera
otorgada a su parte para la adquisición de la propiedad en cuestión. En
consecuencia, incurrió en incumplimiento de la obligación de pagar la
deuda, ocasionándole, además, un grave perjuicio al aparecer su nombre
incluido en el boletín comercial, cuestión que le impide acceder a cualquier
clase de crédito en el mercado.
Indica que las partes a fin de avaluar anticipadamente cualquier perjuicio
proveniente del incumplimiento y que les fuera imputable en relación con
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el contrato de promesa de compraventa, pactaron una cláusula penal por la


suma de $ 10.000.000 que debía ser pagada por el incumplidor con los
reajustes que el propio contrato establece.
El demandado, contestando el libelo pretensor, solicitó el rechazo íntegro
de la acción. Sostuvo que la actora carecía de un interés legítimo para
ejercer la acción de resolución de contrato que pretende, puesto que su
parte no se encuentra en mora de pagar la deuda hipotecaria. En efecto,
explica que en el contrato de promesa de compraventa que sirve de
fundamento a la demanda, las partes no convinieron un plazo para el
cumplimiento de la condición, de la cual pendía la suscripción de la
escritura definitiva. De manera que el promitente comprador no ha
incumplido lo pactado, considerando que para que realmente se entienda
que existe tal inobservancia, la condición acordada debe encontrarse
fallida, lo que no ocurre en la especie, teniendo presente que el crédito se
encuentra al día en sus pagos.
El señor juez titular del tribunal referido en el acápite primero de esta
expositiva, por sentencia de siete de noviembre de dos mil once, escrita a
fojas 94 y siguientes, acogió la demanda declarando resuelto el contrato de
promesa de compraventa suscrito entre las partes, y condenó al demandado
al pago de la suma de $10.000.000 por concepto de indemnización
convencional de perjuicios, ordenando a la demandante, a su turno, restituir
lo recibido en virtud del contrato resuelto, sin costas.
La parte demandada apeló de dicho fallo y, una Sala de la Corte de
Apelaciones de Arica, mediante decisión de siete de marzo de dos mil doce,
que se lee a fojas 144 y siguientes, después de rechazar la excepción de
pago opuesta en dicha instancia por el recurrente, lo revocó, en lo apelado,
y en su lugar, desestimó la demanda, sin costas.
En contra de esta última determinación, la demandante dedujo
recurso de casación en el fondo.
Se trajeron los autos en relación.
CONSIDERANDO:
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PRIMERO: Que la recurrente atribuye a la sentencia cuya invalidación


persigue diversos errores de derecho, expresados en vulneraciones de ley
que pueden resumirse en los siguientes términos:
1°.- Infracción del artículo 1560 del Código Civil:
Explicando cómo se produjo esta primera transgresión normativa, sostiene
que los sentenciadores han incurrido en una errónea interpretación de la
cláusula 3ª del contrato de promesa de compraventa suscrito por las partes
con fecha 28 de marzo de 2005, por cuanto la intención manifestada en él
fue que el promitente comprador se hiciera cargo de la deuda hipotecaria
que mantenía la promitente vendedora en el Banco del Estado de Chile,
compromiso que debía satisfacerse a través de dividendos mensuales y
sucesivos, de manera que era lógico que el demandado asumiera dicha
obligación en iguales términos, sin retrasarse en el pago de las cuotas, por
cuanto ello podía ocasionar perjuicios a la actora, tal como sucedió en el
caso sub lite, al provocar dichos incumplimientos su ingresó al sistema
consolidado de morosidad, impidiéndole acceder al sistema crediticio.
Añade, que si bien es cierto que la celebración del contrato prometido se
encontraba sujeto a una condición, consistente en que el promitente
comprador pagase la deuda hipotecaria y se alzaran los gravámenes que
recaían en la propiedad, no puede obviarse que dicha condición no era
indeterminada -como lo concluye la sentencia de segundo grado- por
cuanto la referida deuda hipotecaria estaba, a su vez, fraccionada en
dividendos que debían pagarse mensual y sucesivamente, cuestión que
conocía el demandado al momento de celebrarse el contrato de promesa, de
manera que si no pagaba oportunamente las cuotas del referido
compromiso, se haría efectiva la pena convenida, pues ello envolvía el
incumplimiento de las obligaciones contraídas por el promitente
comprador, lo que permitía al promitente vendedor -que había cumplido
con su obligación de hacer entrega de la propiedad- ejercer la acción
resolutoria contemplada en el artículo 1489 del Código Civil.
De esta forma -dice el arbitrio- la obligación condicional que asumió el
demandado, era determinada, al encontrarse afecta a un plazo tácito para su
cumplimiento, en atención a que los dividendos se hacían exigibles mes a
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mes y debían pagarse en dicha época y no en otra. Por lo expuesto,


resultaba innecesario estipular expresamente un término para el
acatamiento de esta obligación, por cuanto él emanaba de su naturaleza,
según lo disponen los artículos 1546 y 1495 del cuerpo legal citado.
Sostiene que no existe claridad (sic) respecto del verdadero sentido y
alcance de la cláusula tercera del contrato en cuestión, que para la sentencia
impugnada corresponde a una condición, de carácter suspensiva y, a su vez,
indeterminada, porque no se convino un plazo al efecto. Empero, asegura,
el verdadero sentido y alcance de dicha estipulación debe analizarse de
conformidad al contrato en su integridad, con el objeto de determinar cuál
fue la verdadera intención de los contratantes al momento de suscribirlo.
Avala la interpretación que su parte sostiene, el hecho que el promitente
comprador antes de ser notificado de la medida prejudicial precautoria,
pagó los dividendos hipotecarios atrasados. Ello sólo puede significar,
postula, que dicha parte se encontraba en conocimiento que debía cumplir
mensualmente y sin atraso los dividendos hipotecarios a fin de no incurrir
en la pena pactada, por lo que no puede pretender, ahora, que no se
encontraba en mora de cumplir la obligación que asumió por aplicación de
la llamada teoría de los actos propios.
En consecuencia -dice- la conclusión a la que arribó el tribunal de alzada ha
infringido abiertamente el artículo 1560 del Código Civil, al desentender la
real intención de los contratantes claramente manifestada en la convención
en análisis;
2°.- Vulneración del artículo 1562 del Código Civil:
Sostiene que ella se configura al no haberse aplicado el citado precepto por
el tribunal de alzada, por cuanto al interpretar el contrato como se hizo,
dejó sin efecto la pena contemplada en la cláusula 7ª del contrato;
3°.- Transgresión del inciso primero del artículo 1564 del Código Civil:
Expone que según se lee del fallo impugnado, éste ha efectuó una
interpretación aislada y literal de las cláusulas del contrato, apartándose de
una de carácter armónica y sistemática;
4°.- Violación del inciso 3º del artículo 1564 del Código Civil:
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Afirma que aplicando las reglas de interpretación armónica de las cláusulas


del contrato y del efecto útil, debió concluirse que si el contrato prometido
no se llevaba efecto por culpa de una de las partes, ésta incurría en la pena
estatuida en la cláusula 7ª y, que precisamente, uno de los casos en que el
contrato prometido no podía llevarse a cabo, se producía justamente si el
promitente comprador no pagaba los dividendos o lo hacía tardíamente, por
cuanto es un hecho público y notorio que las deudas hipotecarias contienen
cláusulas de aceleración que operan en esos casos. Refuerza esta idea, el
hecho que la demandante confirió poderes al demandado para, que en su
nombre y representación, vendiera o adquiriera para sí la propiedad objeto
de la promesa, incluso, con facultad de auto contratar. Asimismo, confirió
poder para que realizara todo tipo de gestiones y trámites ante el Banco del
Estado de Chile con el fin de obtener la cancelación de la hipoteca y el
alzamiento de los gravámenes que afectaban a la propiedad y pagara los
dividendos mensuales, entre otros, según se lee en la cláusula 11ª.
Pero si aún quedara duda respecto del verdadero sentido y alcance de la
referida cláusula 3ª, el demandado al momento de notificarse de la gestión
prejudicial, se puso al día en el pago de los dividendos hipotecarios, sin
perjuicio que desde la fecha de la celebración del contrato en el año 2005
los había satisfecho oportunamente y sólo incurrió en mora el 2 de mayo de
2008, actitud con lo cual reconoce que se obligó en la forma y condiciones
pactadas en el crédito hipotecario otorgado a la promitente vendedora;
5°.- Infracción del artículo 1545 del Código Civil:
Sostiene que la sentencia impugnada ha desatendido la voluntad de las
partes, claramente manifestada en el contrato de promesa de compraventa,
al concluir que el promitente comprador se obligó a pagar una deuda
hipotecaria más no los dividendos en que dicha deuda se dividió, y al
colegir que esa obligación estaba sujeta a una condición suspensiva
indeterminada y no a un plazo tácito, ya que se encontraba determinada en
cuanto a su cumplimiento, de conformidad a los artículos 1546 y 1494 del
Código Civil;
6°.- Contravención del artículo 1546 del Código Civil:
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Al respecto, expone que de haberse aplicado correctamente dicha


disposición, el fallo rebatido debió concluir que la deuda hipotecaria se
encontraba fraccionada en dividendos pagaderos mensualmente y, que por
lo tanto, no era necesario estipular que el demandado debía cumplir con la
satisfacción oportuna de las referidas cuotas, por cuanto ello emanaba de la
naturaleza de la obligación contraída. En consecuencia, el compromiso
asumido por el demandado era de carácter determinado al existir un plazo
tácito para su cumplimiento. Entenderlo de otra manera, sostiene, va en
contra del principio de cumplimiento de buena fe de los contratos, ya que
sostener que la obligación de pagar la deuda hipotecaria no tenía plazo y,
por lo tanto, una fecha cierta para su cumplimiento, significa que el
promitente comprador podía dejar de pagar los dividendos hipotecarios a su
antojo antes que se hiciera efectiva la hipoteca, repactando la obligación,
con el efecto de postergar indefinidamente la celebración del contrato
prometido, causándole los perjuicios ya anotados, lo que pugna con la
buena fe objetiva;
7°.- Desacato del artículo 1551 numeral 2º del Código Civil:
Asegura que esta infracción se ha configurado por la falta de aplicación de
la norma en referencia, puesto que la obligación de pagar los dividendos
hipotecarios no podía ser cumplida sino mensualmente, considerando que
el deudor dejó pasar el tiempo sin hacerlo, incurriendo en mora desde dicha
fecha;
8°.- Desobediencia del artículo 1494 del Código Civil:
Sostiene que el error se configura al no haber resuelto la controversia en
base a esta disposición, puesto que el fallo recurrido estimó que la
condición era suspensiva e indeterminada -considerando 8°- en
circunstancias que ella se encontraba estipulada, pues contenía un plazo
tácito, dentro del cual debía cumplirse;
9°.- Transgresión del artículo 1483 del Código Civil:
Indica que esta disposición ha sido aplicada erradamente por la sentencia
de segundo grado por cuanto, según ya se ha expuesto, la obligación de
pagar la deuda hipotecaria constituía un hecho futuro e incierto pero
determinado, de acuerdo al cual las partes entendieron que ante un
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cumplimiento parcial o una demora en el pago de dicha deuda -dividendos-


se facultaba al contratante diligente para pedir la pena, siendo este el modo
racional de verificarla;
10°.- Vulneración del artículo 1485 del Código Civil:
Precisa que este precepto fue violentado al haberse configurado un
incumplimiento por parte del promitente comprador en el pago de los
dividendos hipotecarios, lo que trajo aparejado que éste se constituyó en
mora con fecha 2 de mayo de 2008, verificándose la condición y, por lo
tanto, la pena pactada;
11°.- Infracción al artículo 1489 del Código Civil:
Señala que este yerro se configura al haberse aplicado por parte de los
sentenciadores erradamente la norma, puesto que al encontrarse acreditado
en el proceso la existencia de un contrato bilateral, el incumplimiento
imputable al deudor, la mora del mismo y el hecho que la actora cumplió
con su obligación o se encontraba llana a cumplirla, debió llevarlos a
concluir que era procedente la indemnización de perjuicios avaluada
convencionalmente en la cláusula tercera;
12°.- Transgresión del artículo 1535 del Código Civil:
Asegura que esta disposición no fue utilizada para resolver la controversia,
por cuanto habiendo incurrido el demandado en atrasos en el pago de los
dividendos hipotecarios, la sentencia recurrida consideró que no existía
incumplimiento de su parte y, en consecuencia, rechazó la demanda de
resolución de contrato de promesa, negando lugar a la pena estipulada. De
esta manera, explica, se deja sin aplicación la norma referida, a pesar de
haberse acreditado los supuestos que la hacían procedente;
13°.- Violación del artículo 1538 del Código Civil:
Sostiene que el error de derecho que se denuncia en este acápite, se
configura por dejar de cumplir con este artículo a pesar que el promitente
comprador se encontraba constituido en mora con fecha 2 de mayo de
2008, según consta de la sentencia de primer grado que fuera revocada
ilegalmente por la de segundo;
14°.- Infracción del artículo 1554 del Código Civil:
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En este caso, expone que la transgresión se configura al desconocerse lo


pactado por la partes, infringiendo las cláusulas 3ª, 6ª, 7ª y 11ª del contrato,
según a ya expuso con motivo de la violación al artículo 1545 del mismo
cuerpo legal;
15°.- Contravención del artículo 341 del Código de Procedimiento Civil en
relación con lo dispuesto en el artículo 1700 del Código Civil:
Asegura que estas normas, a las que les atribuye el carácter de reguladoras
de la prueba, fueron aplicadas erradamente por la sentencia cuestionada,
puesto que se omitió valorar las cláusulas 3ª, 6ª, 7ª y 11ª del contrato de
promesa de compraventa, lo que equivale a no admitir o rechazar este
medio de prueba, aceptado expresamente por la primera de las
disposiciones señaladas. Agrega que a las referidas cláusulas no se les
confirió el valor de plena prueba de conformidad a lo que estatuye el
artículo 1700 referido, considerando que dicha escritura pública no fue
objetada por el demandado;
16°.- Trasgresión del artículo 346 numeral 3º del Código de Procedimiento
Civil en relación con lo dispuesto en el artículo 1702 del Código Civil:
Indica que estas normas no fueron aplicadas por los sentenciadores del
grado, puesto que su parte acompañó determinados instrumentos privados,
consistentes en boletines comerciales de la Cámara de Comercio, los que
de acuerdo al mérito del proceso debieron tenerse por reconocidos, y al no
hacerlo, se infringen las disposiciones citadas. De esta manera, tales
documentos debieron considerarse, asignándoles el valor de instrumento
público;
17°.- Infracción del artículo 1698 en relación con el artículo 1547 inciso 3º
del Código Civil:
La transgresión a la primera de las normas citadas, se configura al liberar al
demandado de la carga de probar la extinción de la obligación, no obstante
que su parte acreditó la existencia del contrato de promesa de compraventa.
Así, correspondía a la contraria comprobar el pago o la configuración por
algún modo de extinción equivalente, por cuanto se presume culpable su
incumplimiento de conformidad a la disposición en comento. Cabe tener
presente, agrega, que la excepción de pago opuesta por el demandado en
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segunda instancia fue rechazada, al haberse acogido la objeción de


documentos planteada. La decisión recurrida, en último término, liberó de
la carga de la prueba al demandado e infringe el inciso primero del artículo
1698, al dejarlo sin aplicación;
SEGUNDO: Que, para un mejor entendimiento de las cuestiones jurídicas
planteadas en el recurso, es conveniente tener en consideración que los
sentenciadores fijaron como hechos de la causa los siguientes:
a).- Por escritura pública de 28 de marzo de 2005, la demandante prometió
vender al demandado un inmueble, acordándose el precio de venta en tres
millones de pesos, pagaderos con dos millones de pesos al contado en
dinero en efectivo, y un millón de pesos en diez cuotas mensuales, iguales
y consecutivas de cien mil pesos cada una, a partir del 30 de abril de 2005,
y así sucesivamente. Para garantizar el pago de dichas cuotas el promitente
comprador aceptó diez letras de cambio por las sumas y vencimientos
señalados;
b).- Los contratantes convinieron en la cláusula tercera del contrato, que el
promitente comprador se haría cargo, a su exclusivo costo y cargo y hasta
su total extinción, del pago de una deuda hipotecaria que existía con el
Banco del Estado de Chile, ascendente a esa fecha a la suma de
$13.000.000 aproximadamente, cantidad que acordaron, no formaba parte
del precio de venta;
c).- Las partes acordaron que la escritura definitiva de compraventa se
suscribiría una vez pagada la deuda hipotecaria mencionada en la cláusula
tercera, cuando se hubieran alzado la hipoteca y prohibiciones que
gravaban el inmueble, y cuando se hubiera pagado el saldo de precio
señalado en la letra b) de la referida estipulación -$1.000.000-;
d).- El contrato de promesa celebrado se encontraba sujeto a una condición;
e).- La obligación antes referida no fue materia de novación de la señalada
promesa, por lo que la promitente vendedora siguió siendo la deudora de la
entidad bancaria mencionada;
f) El demandado no incumplió las obligaciones que asumió en virtud del
contrato de promesa de compraventa en análisis;
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TERCERO: Que con el sustrato fáctico descrito en el motivo precedente la


sentencia de segunda instancia revocó, en lo apelado, el fallo de primer
grado, y, en su lugar, resolvió rechazar la demanda en todas sus partes.
Para arribar a tal decisión, los jueces del grado observaron que la
condición consistente en el pago de la deuda hipotecaria por parte del
promitente comprador era de carácter suspensiva, desde que de ella
dependía la suscripción del contrato de compraventa y, a la vez
indeterminada, por cuanto las partes no convinieron un plazo al efecto.
Ahora bien, y razonando de conformidad a lo dispuesto en el inciso 1° del
artículo 1483 del Código Civil, los sentenciadores concluyeron que no
obstante no haberse individualizado el crédito hipotecario aludido en la
cláusula tercera del contrato, éste debía entenderse que se encontraba
referido a aquél servido por la promitente vendedora, y que corresponde al
que siguió pagando el promitente comprador, dado que en la demanda se
señaló que desde el 2 de mayo de 2008 no se canceló y que el demandado
nunca desconoció la existencia de la mentada acreencia.
Luego, en atención a que no se fijó un plazo para cumplir la condición, el
fallo recurrido determinó que no podía exigirse el cumplimiento de la
obligación sino una vez verificada totalmente aquélla, de conformidad con
lo dispuesto en el artículo 1485 del Código Civil, lo que a su vez debía
relacionarse con la cláusula 6ª del contrato de promesa, en la que tampoco
se pactó un término para la suscripción de la escritura definitiva de
compraventa.
De este modo -razonan los sentenciadores- debe entenderse que el plazo
para cumplir la condición suspensiva acordada por las partes, corresponde a
la fecha de vencimiento de la última cuota o dividendo del crédito
hipotecario, cuestión que en autos no se ha verificado, según se deriva del
mérito del proceso, por lo que no resulta procedente alegar el
incumplimiento de tal obligación por parte del demandado, cuestión que
obligaba al rechazo de la demanda;
CUARTO: Que de lo expuesto en el libelo que contiene sus fundamentos,
precedentemente resumidos, se colige que el recurso se apoya en las
siguientes premisas: 1°.- que las partes celebraron un contrato de promesa
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de compraventa de un inmueble determinado; 2°.- que el precio de la


referida convención ascendió a la suma de $ 3.000.000, cantidad que se
pagó con las suma de $ 2.000.000 al contado, y el saldo en 10 cuotas
mensuales, iguales y consecutivas de $ 100.000 cada una; 3°.- que el
promitente comprador se comprometió a pagar, de su exclusivo costo y
cargo, un crédito hipotecario que el promitente vendedor mantenía con el
Banco del Estado de Chile; 4°.- que la escritura definitiva de compraventa
se suscribiría una vez satisfecha la referida deuda hipotecaria y el saldo de
precio señalado, y después que se alzaran las prohibiciones que gravaban al
inmueble; 5°.- que las partes acordaron que si el contrato prometido no se
llevaba a efecto por hecho imputable o culpa de alguna de ellas, ésta
pagaría a la contraria la suma de $10.000.000 por concepto de avaluación
anticipada de los perjuicios; 6.- que la intención de los contratantes al
convenir que el promitente comprador se hiciera cargo de la deuda del
promitente vendedor con una institución bancaria, implicaba que ella fuera
satisfecha en la forma en que fue contraída, esto es, mediante el pago de
dividendos mensuales y sucesivos, de manera que ante el atraso en uno de
ellos, se configuraba el incumplimiento referido en la cláusula 7ª del
contrato de promesa de compraventa, y consecuencialmente, la procedencia
de la pena estipulada por las partes en la disposición 3ª de la misma
convención; 7°.- que siendo así, correspondía acoger la demanda,
declarando la resolución del contrato y, la subsecuente condena del
demandado al pago de la cláusula penal;
QUINTO: Que, de los antecedentes reseñados queda en evidencia que para
la parte recurrente el quid de su postulado de nulidad del fallo impugnado,
estriba en determinar cuál fue la intención de los contratantes al estipular
una especial condición para efectos de la celebración del contrato
definitivo; los efectos del pago fuera de plazo de alguna de las cuotas en las
que se dividió el crédito asumido por el promitente comprador y, en
definitiva, la procedencia de la cláusula penal pactada y la resolución
demandada. En el mismo sentido, y como contrapartida, de lo reseñado en
los considerandos que preceden, se pone de manifiesto que la cuestión en la
que el recurrente centra la crítica de ilegalidad dirigida contra la sentencia
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que objeta, radica en la errónea calificación que los jueces del grado, por la
vía de interpretar el contrato de promesa de compraventa de marras, han
hecho de la condición a cuyo cumplimiento se subordinó la exigibilidad de
la obligación de celebrar el contrato de compraventa prometido.
Corresponde dejar, entonces, expresado, que la alegación de la demandante
se sustenta exclusivamente en la calificación jurídica de la cláusula sexta
del contrato en cuestión, respecto de la que afirma contiene una condición
suspensiva determinada, la que se encontraría incumplida hasta la fecha de
presentación de la demanda;
SEXTO: Que, ahora bien, mirando los basamentos del arbitrio de casación
de la actora, a la luz de las infracciones que denuncia, y en lo que se refiere
a la esfera probatoria de la contienda, se hace necesario recordar que, en
general, la doctrina y la jurisprudencia han caracterizado a este medio de
impugnación como uno de índole extraordinaria, que no constituye
instancia jurisdiccional, pues no tiene por finalidad propia revisar las
cuestiones de hecho del pleito ya tramitado, sino antes que ello, se trata de
un recurso de derecho, puesto que la resolución del mismo debe limitarse
en forma exclusiva a examinar la correcta o incorrecta aplicación de la ley
en la sentencia que se trata de invalidar, respetando los hechos que vienen
dados en el fallo, que habrán sido fijados soberanamente por los jueces
sentenciadores. En ese sentido, por disposición de la ley, el examen y
consideración de tales hechos y de todos los presupuestos fácticos previos
en que se apoya la decisión que se revisa, escapan al conocimiento del
tribunal de casación.
Como se sabe, esa limitación a la actividad judicial de esta Corte se
encuentra legalmente contemplada en el artículo 785 del Código de
Procedimiento del ramo, en cuanto dispone que la Corte Suprema, al
invalidar una sentencia por casación en el fondo, dictará acto continuo y sin
nueva vista, pero separadamente, la sentencia que zanje el asunto que haya
sido objeto del recurso, de la manera que crea conforme a la ley y al mérito
de los hechos, tal como se han dado establecidos en el fallo recurrido. Sin
embargo, en forma excepcional, es posible conseguir la alteración de los
hechos asentados por los tribunales de instancia en caso que la infracción
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de ley que se denuncia en el recurso responda a la transgresión de una o


más normas reguladoras de la prueba, mas no respecto de alguna de
aquéllas que reglan la apreciación de las probanzas que se hubiesen
rendido, cuya aplicación es facultad privativa del juzgador;
SÉPTIMO: Que esas reglas que rigen la prueba, cuya infracción hace
posible que en sede de casación varíen los hechos de la causa condicen con
aquellas directrices que constituyen normas fundamentales encargadas de
determinar los diferentes medios probatorios; el procedimiento y la
oportunidad en que debe ofrecerse, aceptarse y rendirse las probanzas; la
fuerza o valor de cada medio y la manera como el tribunal debe
ponderarlos, importando verdaderas obligaciones y limitaciones dirigidas a
ajustar las potestades de los sentenciadores en dicho ámbito y, de esta
forma, conducir a una correcta decisión en el juzgamiento. En el sistema
probatorio civil están referidas a: 1) instituir los medios de prueba que
pueden utilizarse para demostrar los hechos en un proceso; 2) precisar la
oportunidad en que puede valerse de ellos; 3) determinar el procedimiento
que las partes y el juez deben utilizar para ofrecer, aceptar y aportar las
probanzas al juicio; 4) asignar el valor probatorio que tiene cada uno de los
medios individualmente considerados y 5) ordenar la forma como el
sentenciador debe realizar la ponderación comparativa entre los medios de
la misma especie y entre todos los reconocidos por el ordenamiento legal.
Empero, sólo a algunas de las normas tocantes al ámbito en referencia se
les reconoce el carácter de esenciales respecto de la actividad probatoria y
son aquéllas que estatuidas objetivamente en la ley, esto es, sin referir al
criterio o decisión subjetiva de los magistrados que aquilatan los
antecedentes y, precisamente, en ese entendido, justifican la intervención
del tribunal de casación. Tales preceptos se reconocen pues su conculcación
se da en las siguientes circunstancias: a) al aceptar un medio probatorio que
la ley prohíbe absolutamente o respecto de la materia de que se trata; b) por
el contrario, al rechazar un medio que la ley acepta; c) al alterar el onus
probandi o peso de la prueba, esto es, en quien queda radicada la carga de
aportar los elementos que acreditan los hechos que conforman la litis; d) al
reconocer a un medio de prueba un valor distinto que el asignado en forma
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imperativa por el legislador o hacerlo sin que se cumplan los supuestos


determinados como regla general por el legislador; e) igualmente, a la
inversa, al desconocer el valor que el legislador asigna perentoriamente a
un elemento de prueba, cuando éste cumple efectivamente los supuestos
legales, y f) al alterar el orden de precedencia en que deben ser llamados
los medios probatorios y que la ley les asignare, en su caso.
Visto lo anterior desde el ángulo inverso, en la medida que los jueces del
fondo respeten esas pautas elementales de juzgamiento, son soberanos para
apreciar la prueba y, en consecuencia, sus decisiones no son susceptibles de
ser revisadas por la vía de la casación, tanto en cuanto se basen en la
justipreciación de los diversos elementos de convicción. De este modo,
queda excluido de los presupuestos de la casación, lo atinente a la
ponderación comparativa de una misma clase de medio probatorio o la
apreciación que se realiza en conjunto de todas las probanzas; salvedad que
se apoya en el componente básico de prudencia en la decisión que exhibe la
actividad jurisdiccional, por cuanto las determinaciones que adoptan los
jueces, si es que acatan estos preceptos que rigen la prueba, les otorgan
libertad para calibrar los diversos elementos de convicción; quehacer
situado al margen del examen que se realiza por la vía de casación de
fondo.
La razón cardinal de lo descrito reside en la justificación de la verdad de
los hechos controvertidos en un juicio llevada a efecto en la forma
dispuesta por el legislador del ramo;
OCTAVO: Que aproximando el raciocinio a las normas cuyo
quebrantamiento se denuncia y, primeramente, sobre una eventual
vulneración del artículo 1698 del Código Civil -norma que prescribe en su
inciso primero que incumbe probar las obligaciones o su extinción al que
alega aquéllas o ésta- cabe tener presente que se trata de una disposición
que exhibe el cariz referido en el razonamiento que precede y sobre la cual
esta Corte ha decidido ya que su infracción se configura en la medida que
el fallo altere el peso de la prueba, pues el precepto impone
imperativamente esta carga, como regla general, a quien alega la existencia
de la obligación o a su extinción.
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Mirando los antecedentes a través de esa óptica, se advierte que, para


efectos de conformar o no los fundamentos de la demanda del actor a los
presupuestos de la acción impetrada, la sentencia impugnada exigió
justificar los requisitos que hacían procedente la acción resolutoria tácita,
esto es, a) que se trate de un contrato bilateral; b) que haya incumplimiento
imputable de una obligación; c) que quien la pide haya cumplido o esté
llano a cumplir su propia obligación y d) que sea declarada por sentencia
judicial. Por lo mismo, al concluir los sentenciadores que no existía
incumplimiento de la obligación que asumió el promitente comprador, es
claro que el fallo no ha incurrido en infracción alguna, desde que se limitó
a comprobar los presupuestos de la acción, al tenor de las propias
alegaciones y defensas expuestas por el demandado y, particularmente, del
análisis de la principal pieza probatoria del proceso, constituida por el
contrato que funda la pretensión, de lo que se deriva que, los argumentos
expuestos por la recurrente persiguen en último término, reprochar a la
sentencia haber concluido que, en atención al acuerdo de voluntades
contenido en la convención a la que se viene en aludir, al no haberse fijado
un plazo para el cumplimiento de la condición, debe entenderse que la
exigibilidad de la obligación se producirá una vez pagado íntegramente el
crédito hipotecario en cuestión, de manera tal que no ha existido
incumplimiento contractual por parte del demandado. Entonces, tal
pretendido yerro no dice relación con la infracción al artículo 1698 citado
en relación con la disposición tercera del artículo 1547 del mismo código,
sino que a una cuestión que le resulta ajena, puesto que se refiere a la
apreciación e interpretación del mérito de un medio probatorio específico;
NOVENO: Que en este mismo análisis, el recurrente ha sostenido que se
ha producido la transgresión de los artículos 341 y 346 N° 3 del Código de
Procedimiento Civil en relación con el artículo 1700 y 1702 del Código
Civil. Empero, para desestimar asimismo, este acápite del arbitrio, debe
apuntarse que la primera de las disposiciones procesales cuyo
quebrantamiento se invoca, detenta el carácter de una norma simplemente
enunciativa, que enumera los medios de prueba, lo que descarta su
condición de reguladora de la prueba y con ello la posibilidad de sustentar
16

un recurso como el que se analiza. Por otro lado, en lo que atañe al


articulado restante, no se divisa en el caso sub judice la existencia del yerro
denunciado, desde que, al contrario de lo sostenido por el actor, del examen
del fallo impugnado se colige que en ningún momento negó el carácter de
instrumento público o privado a aquellos allegados al proceso por las
partes, ni tampoco el valor probatorio que ellos pudieran tener, debiendo
considerarse, entonces, que el propósito final de las argumentaciones que
vierte el recurrente a ese respecto para expresar el error de derecho que
atribuye a la sentencia recurrida, consiste en promover que se lleve a cabo
por esta Corte una nueva valoración de las probanzas, distinta de la ya
efectuada, actividad que resulta extraña a los fines de la casación en el
fondo;
DÉCIMO: Que al tiempo que queda en evidencia la inexistencia de una
transgresión a las leyes que rigen la prueba, se revela que las
conculcaciones que se acusan en el libelo del casación persiguen desvirtuar,
por medio del afincamiento de nuevos hechos, el supuesto fáctico
fundamental asentado por los jueces del grado, esto es, que el demandado
no incumplió la obligación de pagar la deuda hipotecaria, cuya satisfacción
asumió en virtud del contrato de promesa de compraventa respecto del cual
reclama ahora su resolución.
Apuntado lo precedente, cabe recordar que los tribunales del fondo son los
únicos facultados para fijar los hechos de la causa y que, efectuada en
forma correcta esa labor, con sujeción al mérito de los antecedentes,
probanzas aportadas por las partes, interpretación y aplicación de las
normas pertinentes al caso de que se trata, ellos resultan inamovibles para
esta Corte, conforme lo prevé el artículo 785 del Código de Procedimiento
Civil, no siendo posible revisarlos en sede de casación;
UNDÉCIMO: Que, aun cuando lo dicho ya sería bastante para definir el
destino del arbitrio de nulidad en estudio, la ocasión hace propicio dejar
expresadas algunas otras reflexiones sobre el asunto que concita la
controversia, considerando el rol orientador que esta Corte está llamada a
cumplir;
17

DUODÉCIMO: Que, resulta pertinente expresar que en el derecho de los


contratos en materia civil rige el principio base de la autonomía de la
voluntad, según el cual las personas pueden concluir todos los actos y
convenciones que no estén expresamente prohibidos por las leyes, el cual
origina otros principios específicos:
A) Libertad contractual, que se divide en: 1) Libertad de conclusión, que
permite a las partes decidir libremente: i) si contrata o no lo hace; ii) que
tipo de contrato celebra, y iii) la contraparte con quien se vincula. 2)
Libertad de configuración interna, por el cual se puede fijar el contenido de
la convención y las cláusulas que reflejen en mejor forma la voluntad de las
partes.
B) Consensualismo, según el cual la oralidad es suficiente para obligar a las
personas, por lo que es posible que existan contratos verbales, que se
expresan en el aforismo “solus consensus obligat”.
C) Fuerza obligatoria, se traduce en la metáfora empleada por Bello, en
cuanto a que los pactos deben honrarse y cumplirse, puesto que todo
contrato legalmente celebrado es una ley para las partes contratantes, que
se le reconoce bajo el aforismo “pacta sunt Servanda”.
D) Efecto relativo de lo acordado, vinculando sus derechos y obligaciones
a quienes son parte en el contrato, sin que se pueda afectar a terceros, a
quienes no les empece, surge así el latinismo “res inter allios acta”, que se
refuerza en la norma antes recordada, en que el contrato es una ley sólo
para los contratantes.
Tales principios, derivados de la doctrina clásica, han tenido diversas
limitaciones y excepciones, las que sin duda los precisan, pues en todo
cuanto no se les afecte, restringiéndolos o se disponga una norma que
establezca efectos diversos, tienen plena y completa aplicación en la forma
indicada. El legislador podrá regular las materias que estime corresponde
dotar de un estatuto especial, pero en aquellos casos en que no ocurra se
formará el consentimiento, que es obligatorio para las partes, por la sola
manifestación de voluntad coincidente que expresen los contratantes. Es
más, el Código Civil establece el principio que el hecho lícito y voluntario
de una persona es suficiente para ser obligada, al efecto se puede leer el
18

artículo 578: “Derecho personales o créditos son los que sólo pueden
reclamarse de ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición
de la ley, han contraído las obligaciones correlativas; … De éstos derechos
nacen las acciones personales”; el artículo 1437 dispone: “Las obligaciones
nacen ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como
en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona
que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos
los cuasicontratos; … ”, y el artículo 2284 señala: “Las obligaciones que se
contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho voluntario de una
de las partes. …”. A tal principio se añade el desarrollado por el Código de
Comercio, en cuanto a que la declaración unilateral de voluntad es fuente
de obligaciones, tanto al reglar la formación del consentimiento, cuanto al
reglamentar diferentes actos particulares, en especial la promesa de
recompensa. Del mismo modo la legislación especial ha dotado de efecto
vinculante a actos unilaterales tales como aquellos que se regulan en la Ley
de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheque y en la Ley sobre Letra de
Cambio y Pagaré. No es dudoso que constituyen fuente de obligaciones
tanto el hecho lícito y voluntario de las personas, la declaración unilateral
de voluntad, la convención, la ley y todo hecho que irrogue daño a otra
persona, si el legislador expresamente no contempla una causa de exclusión
o justificación de la misma.
En relación con el tema de la formación del consentimiento la legislación,
la doctrina y la jurisprudencia han avanzado, reconociendo que existe un
proceso de “iter contractual”, que distingue las distintas etapas de este
proceso y el resultado final, preocupándose el derecho de ambos aspectos,
sin embargo, el Código de Bello puso mayor atención en la regulación de
las relaciones jurídicas constituidas. Siguiendo esta misma política y línea
legislativa, reconociendo el procedimiento previo que tienen algunas
convenciones, se han determinado y denominado de distinta manera cada
una de las etapas, entre las que se reconocen: negociaciones preliminares,
puntualización, tratativas, oferta, cierre de negocios, contrato preparatorio y
contrato definitivo. Estas actuaciones pueden estar en secuencia, como
también ser omitidas y llegar inmediatamente al contrato definitivo. En
19

otras palabras, no resulta indispensable pasar por las referidas etapas, sino
en los casos que sea necesario y sin que determine su existencia la
naturaleza del contrato que en definitiva se desee concluir, sea éste
consensual, real o solemne. El principio de la autonomía de la voluntad,
como los que derivan de éste, permiten acordar libremente tales
actuaciones, las que tienen efecto vinculante, de manera tal que el
incumplimiento imputable al deudor es posible que genere la
responsabilidad civil pertinente;
DECIMOTERCERO: Que, sin que sea necesario repasar todo lo relativo
a la formación del consentimiento en los actos jurídicos bilaterales, ya es
un aspecto pacífico, que el Código de Comercio regula esta materia,
estipulaciones a las que se refiere su mensaje, al aludir al Libro II, Título I,
expresa: “En este mismo Título se trata de un asunto difícil como
importante, omitido en la Ordenanza y aun en el Código Civil.
Frecuentemente ocurre la necesidad de fijar el momento y el lugar en que
las propuestas verbales o escritas asumen el carácter de contratos perfectos,
y careciendo de reglas claras y precisas que dirijan el juicio del
jurisconsulto e ilustren la conciencia del magistrado, es indispensable
invocar las opiniones acomodaticias e inseguras de los autores que han
examinado con más o menos profundidad esos puntos. Para obviar
dificultades de tanta trascendencia, el Proyecto ha dado soluciones
satisfactorias a las cuestiones principales e incidentes que ofrece la materia;
y de este modo ha llenado un sensible vacío en nuestra legislación
comercial y civil.”;
DECIMOCUARTO: Que el principio de la autonomía de la voluntad,
como los que de ella derivan, permiten sostener premisas previas a
continuar con el análisis: Por una parte se reconoce a toda persona la
posibilidad de concluir los contratos que estime pertinente y con quien lo
crea apropiado y por otra que las exigencias de un contrato definitivo no
pueden limitar aquellos que la ley no prohíbe concluir para su preparación
o en forma anticipada. Se sigue de estas premisas, que el establecimiento
por la ley de un tipo determinado de contrato preparatorio no impide o
excluye la posibilidad de concluir otros que de mejor manera satisfaga las
20

necesidades de las partes. En efecto, la regulación del contrato de promesa,


no impide dar nacimiento a otras convenciones preparatorias, con mayor
razón si no existen razonamientos que sustenten su exclusividad en tal
sentido, cuanto no sea la simple afirmación del hecho. Podrá ser posible
que el contrato de promesa no llegue a celebrarse por requerir mayores
especificaciones de las que se carece en un momento determinado, sin que
esto impida comprometer las voluntades de las partes y asegurar la
realización de un contrato con posterioridad por medio de otro acto o
convención. No se observan razones en la legislación para impedir la
celebración de otras convenciones, de las que derivarán los efectos
consiguientes ante el hecho del incumplimiento, como tampoco concurren
obstáculos legales que no permitan exigir lo que la ley dispone para la
retractación unilateral, intempestiva y tácita de una oferta, por su
trasgresión expresa posterior. Resulta ilustrativo de lo anterior el hecho que
el legislador debió modificar su criterio en cuanto a lo que se denominó
principio de enajenación, impidiendo al marido incluso prometer enajenar y
gravar bienes sociales, sin la autorización de la mujer (inciso tercero del
artículo 1749 del Código Civil). Por otra parte, también resulta ilustrativo
que la retractación en la venta condicionada no se permita en bienes raíces,
(según se señala en el artículo 1802 del Código Civil).
Un acuerdo preliminar, no necesariamente corresponde concretarlo en un
contrato preparatorio de promesa, a la luz de lo dispuesto en el artículo
1554 del Código Civil, el que requiere de mayores especificaciones, sin
perjuicio que ambos generan obligaciones personales: celebrar un contrato
posterior. La diferencia entre el cierre de negocio y la promesa de celebrar
un contrato está dada por los contornos que se acuerda respecto del
contrato definitivo. En la primera podrá ser general y en la promesa debe
satisfacer las exigencias legales. El incumplimiento de ambas formas de
contratación puede dar origen a responsabilidades por la parte renuente a
cumplir sus obligaciones.
No obstante lo anterior, la redacción de la norma legal en referencia
ha permitido a la doctrina y jurisprudencia calificar el contrato de promesa
de formal, pues exige perentoriamente y sin lo cual “no produce obligación
21

alguna”, que conste por escrito. Del mismo modo sus exigencias
corresponde observarlas de manera estricta, puesto que de lo contrario se
vuelve a la regla general, esto es, que carece de efectos civiles. Es así que
las partes que deseen celebrar un contrato de promesa deben cumplir todas
y cada una de las exigencias legislativas que ya han sido enunciadas;
DECIMOQUINTO: Que el contrato de promesa de celebrar un contrato
en nuestra legislación está constituido por el acuerdo formal de voluntades,
que al efecto debe constar por escrito, destinado a crear obligaciones, cuyo
objeto es una prestación de hacer, que consiste precisamente en la
celebración de un contrato definitivo, el cual las partes no pueden o no
desean concretar aún, que es permitido por las leyes y cuyas
especificaciones deben estar de tal manera establecidas que le constituyan
en un título perfecto para que opere, en su caso, el modo de adquirir
tradición o el cumplimiento de las formalidades legales, cuya época de
celebración se fija por medio de una modalidad que sólo puede ser un plazo
o una condición, elementos todos que el legislador ha elevado a la categoría
de esenciales para su validez.
Como se ha dicho todos sus elementos son necesarios concurran a la
celebración del contrato, debiendo destacarse, para los efectos del presente
litigio que la obligación que se crea entre las partes es la de hacer, en la
cual, por el carácter sinalagmático o bilateral que puede adquirir el
contrato, el legislador requiere una completa especificación tanto de sus
cláusulas como de la modalidad pactada, que permita incluso el
cumplimiento forzado en naturaleza si fuere procedente.
En efecto, el artículo 1554 del Código Civil dispone: “La promesa de
celebrar un contrato no produce obligación alguna; salvo que concurran las
circunstancias siguientes:
1ª. Que la promesa conste por escrito.
2ª. Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaren
ineficaces.
3ª. Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la
celebración del contrato.
22

4ª. Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que sólo
falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa o las solemnidades que
las leyes prescriban.
Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo
precedente.”;
DECIMOSEXTO: Que de las exigencias contenidas en el precepto
transcrito, aquélla que amerita análisis en el caso en estudio, por constituir
su interpretación, justamente el objeto de la controversia, es la contemplada
en el numerales 3º, consistente en la obligación de “contener el contrato un
plazo o condición que fije la época de la celebración del contrato”;
DECIMOSÉPTIMO: Que en relación al postulado que precede, es
menester consignar que su exigencia tiene por finalidad que cada
contratante sepa, con plena certidumbre, la época en que deberá celebrarse
el contrato prometido y que no queden en forma indefinida ligados
contractualmente. De lo dicho se desprende que las modalidades indicadas,
resultan ser en el contrato de promesa, elementos esenciales del mismo y
no meramente accidentales, razón por la cual no pueden faltar.
El legislador dispone que la exigibilidad de las obligaciones podrá ser
determinado por las modalidades del plazo y la condición.
El plazo se ha definido como el acontecimiento futuro e incierto del cual
depende la exigibilidad o extinción de un derecho y, el hecho que
caracteriza el plazo es la certidumbre de que aquél ocurrirá. A su vez, el
plazo es suspensivo cuando fija la época en que se hace exigible un derecho
y la obligación correlativa o, como lo define el artículo 1494 del Código de
Bello, “época que se fija para el cumplimiento de una obligación”. El plazo
extintivo, resolutorio o final, es el acontecimiento o hecho que, llegado,
extingue el derecho y la obligación correlativa. Al respecto el profesor
René Abeliuk señala: "al plazo extintivo o resolutorio no se ha referido
expresamente la ley en la promesa. Sin embargo, en virtud del principio de
libertad contractual vigente en nuestro Código, no hay inconveniente
alguno en que las partes convengan esta modalidad. Semejante plazo
cumple plenamente con el cometido que el N° 3° del artículo 1554 asigna a
la modalidad: fijar la época de la celebración del contrato prometido. Ella
23

abarcará el lapso que media entre la promesa y la expiración del plazo


resolutorio convenido. La doctrina y jurisprudencia aceptan plenamente la
estipulación de plazo extintivo en la promesa." (El Contrato de Promesa.
Ediar Editores. pág 60).
La condición, por su parte, consiste en el acontecimiento futuro e incierto
del cual depende el nacimiento o extinción de un derecho y su obligación
correlativa. En este caso, el hecho que caracteriza a la condición, a
diferencia del plazo, es su incertidumbre.
El plazo suspensivo mira, no a la existencia del derecho u obligación
correlativa, sino a su exigibilidad; suspende el ejercicio del derecho, y en
consecuencia, la obligación correlativa no puede ser exigible mientras no se
verifique el hecho futuro y cierto. En cambio, la condición suspensiva es un
acontecimiento que posterga el nacimiento del derecho mismo,
produciendo sus efectos retroactivamente. La condición afecta a la
existencia misma del derecho; el plazo afecta sólo a su ejercicio. El plazo y
condición resolutiva tienen por objeto fijar una época máxima en que se
puede celebrar el contrato prometido.
Nada obstaría que la exigencia del artículo 1554 citado se cumpliera
combinando un plazo con una condición;
DECIMOCTAVO: Que el análisis que antecede, debe a su vez vincularse
con el problema de fondo que se plantea en el recurso en análisis,
relacionado con la interpretación que los sentenciadores dieron a las
diversas estipulaciones que integran el referido contrato datado el 28 de
marzo de 2005.
Así, los jueces de la instancia, las partes y en especial el recurrente,
califican el acto jurídico antes indicado como un contrato de promesa, el
cual se rige por lo dispuesto en el artículo 1554 del Código Civil. Sobre la
base de tal antecedente jurídico se ha procedido a realizar el análisis de las
exigencias legales, determinando, el sentenciador, que el presupuesto del
número tercero de la disposición legal citada, se encuentra definido por una
condición suspensiva e indeterminada, cuyo cumplimiento aun no se ha
verificado;
24

DECIMONOVENO: Que la convención acordada por las partes, de fecha


28 de marzo de 2005, debe ser analizada a la luz de la calificación que se
ha hecho de ella y en torno a la que no existe controversia, puesto que
como se ha dicho, el principio de autonomía de la voluntad permite a las
personas llegar a diferentes entendimientos preparatorios de un contrato
definitivo, pero que si se está precisamente ante un contrato de promesa de
celebrar un contrato, quienes lo acuerdan deben satisfacer los
requerimientos del legislador para otorgarle validez, puesto que la
reglamentación legal es perentoria en solicitar lo anterior y solamente en
ese caso le reconoce validez, de lo contrario debe ser declarada su nulidad.
Igualmente se ha fijado como un hecho de la causa que el contrato
impugnado consta por escrito y el contrato definitivo a que alude no se
encuentra prohibido por las leyes.
VIGÉSIMO: Que en múltiples ocasiones esta Corte Suprema ha
precisado: “indudablemente queda dentro de la competencia de la Corte de
Casación la revisión de la calificación jurídica de los hechos, la
determinación del carácter legal de los mismos, como de las disposiciones
legales aplicables y los efectos que de tales normas derivan para el caso
concreto, por cuanto “lo que le corresponde ver a la Corte de Casación es si
establecido un hecho cualquiera -éste- reúne los caracteres o requisitos
fijados por la ley para que produzca un efecto determinado, y ver si las
consecuencias jurídicas que los jueces sentenciadores han sacado de los
hechos constatados soberanamente, están ajustadas a derecho, o por el
contrario si se han negado a admitir las consecuencias que de ellos se
deducen” (J. F. Infante D., “Causales de Casación de Fondo en Materia
Civil”, pág. 100). En este mismo sentido se expresa Luis Claro Solar al
señalar que “todo lo que toca a la calificación legal de los hechos y todo lo
que se refiere a las consecuencias de esta calificación legal, bajo el punto
de vista de la aplicación de la ley, entra forzosamente en el dominio de la
Corte de Casación, porque corresponde al terreno del Derecho”
(Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Tomo XI, N° 1032,
página 474).
25

“Controversia causa la precisión de los elementos de relevancia jurídica,


pues algunos la entienden como una labor que queda comprendida dentro
de la interpretación, pero lo cierto es que de ser efectivo que la integran
sería en todo caso interpretación legal y quedaría incluida dentro del
control de posibles vicios in indicando”.
“El mayor problema se ha planteado en nuestra jurisprudencia respecto de
la interpretación de los contratos, que se ha dicho ha pasado por diferentes
etapas, desde la posición absoluta que es una cuestión de hecho, pero este
máximo Tribunal – siguiendo a don Luis Claro Solar –, ha estimado en
reiteradas ocasiones que queda comprendida dentro del control de la Corte
de Casación en el evento que fijado el alcance del contrato éste es
desnaturalizado, para llegar alguna doctrina a estimar que la interpretación
de los contratos no es una cuestión de hecho. Sin embargo, precisados los
términos de un contrato, los efectos que de ello de desprende “son elevados
por el legislador a la categoría de ley obligatoria” (Héctor Brain Rojas,
citado por Jorge López Santa María, pág. 114, “Interpretación y
calificación de los contratos”);
VIGÉSIMO PRIMERO: Que, en este contexto, el objetivo de la labor
interpretativa de los actos y contratos radica en conocer los puntos en que
ha confluido la intención de los contratantes, la voluntad que han expresado
al celebrar el acto o convención de que se trata, es decir, aquello en lo que
han consentido, uniéndolos y determinándolos a contratar.
En función de guiar al intérprete en su labor, el legislador le ha entregado
diversas reglas, directrices que se contienen, fundamentalmente, en los
artículos 1560 a 1566 del Código Civil, las que no obedecen a un orden de
prelación, sino que serán más o menos relevantes, según la incidencia que
tengan en la determinación de la intención de las partes, siempre
considerando las circunstancias que hayan integrado el iter contractual;
VIGÉSIMO SEGUNDO: Que sobre este punto es menester recordar que
el artículo 1560 del Código Civil, que en el recurso se dice vulnerado por
errada aplicación, presupone que la prevalencia de la intención de los
contratantes por sobre lo literal de las cláusulas o términos de su acuerdo,
queda supeditada a que aquélla se conozca “claramente”, es decir, de un
26

modo palmario o manifiesto, descartando cualquier ambigüedad sobre el


particular y, a su vez, la norma del artículo 1562 de dicho ordenamiento –
igualmente denunciada como infringida- se traduce en la opción que habrá
de hacer el intérprete, cada vez que se enfrenta a una cláusula contractual
oscura, por admitir que le sea asignada la producción de un cierto efecto,
pero que, al mismo tiempo, permita ser mirada como inútil o desprovista de
toda consecuencia; en ese evento, la exégesis deberá encaminarse por la
primera alternativa;
VIGÉSIMO TERCERO: Que el contrato de promesa de compraventa
celebrado entre doña Francy Tavali López y don Eduardo Cornejo Alfaro,
en su cláusula sexta establece: “La escritura definitiva de compraventa se
suscribirá una vez cancelada la deuda hipotecaria mencionada en la
cláusula tercera, y se hayan alzado la hipoteca y prohibiciones que gravan
al inmueble, y se haya cancelado el saldo de precio señalado en la letra b)
de la cláusula tercera del presente instrumento”. Por su parte, la
estipulación 3ª, en lo pertinente, señala que el precio de venta del inmueble
asciende a $3.000.000, de los cuales el promitente comprador pagó
$2.000.000 al contado y el saldo, se obligó a pagarlo en diez cuotas
mensuales, iguales y consecutivas, comenzando por el 30 de abril de 2.005.
La misma regla consignó “Además las partes dejan especial constancia que
existe una deuda hipotecaria con el Banco del Estado de Chile, ascendente
a esta fecha a la suma de trece millones de pesos, aproximadamente, la que
será cancelada por el promitente comprador, de su exclusivo costo y cargo,
hasta la total extinción de dicha obligación”.
Atendido lo relacionado, es posible sostener que el contrato de promesa fue
pactado -a la luz de lo establecido en el artículo 1554 Nº 3- bajo una
condición suspensiva que determinaba la época de celebración del mismo.
En consecuencia, sólo una vez cumplida aquélla, que en el caso sub lite
consistía en la ocurrencia de los siguientes acontecimientos: 1.- que se
extinguiera la deuda hipotecaria que el promitente vendedor mantenía con
el Banco del Estado de Chile -la que era en la práctica servida por el
promitente comprador- 2.- que se cancelara el saldo del precio y; 3.- que se
27

alzara la hipoteca y las prohibiciones que gravaban al inmueble; la


obligación, a partir de ese momento, se haría exigible.
VIGÉSIMO CUARTO: Que según se ha podido advertir al revisar el
libelo que contiene el recurso de casación, éste arguye como sustento de la
pretensión de nulidad del fallo que impugna, que el sentenciador ha errado
en la determinación de cuál fue la voluntad de las partes, manifestada en el
contrato de promesa de compraventa -cláusula 3ª- en relación con la
responsabilidad asumida por el promitente comprador de hacerse cargo de
la deuda hipotecaria que el promitente vendedor mantenía con el Banco del
Estado de Chile. Al respecto argumenta que a diferencia de lo concluido
por los sentenciadores del grado, la condición que estipularon las partes
para la celebración del contrato prometido -cláusula 6ª- era de carácter
determinada, por cuanto la referida acreencia se encontraba fraccionada en
dividendos que debían pagarse mensual y sucesivamente, de manera que si
ello no acontecía, se configuraba el incumplimiento de las obligaciones
contraídas por el promitente comprador, lo que consecuencialmente, le
hacía nacer al promitente vendedor el derecho al cobro de la cláusula penal
pactada.
De esta manera, entonces, y aunque sea necesario contextualizar el
postulado de nulidad de la actora, situándolo en el ámbito que concierne a
las nociones jurídicas fundamentales que lo informan, lo central es que, en
la especie, el arbitrio de nulidad refiere a una interpretación legal a cargo
del órgano jurisdiccional, incluida dentro del control de posibles vicios in
iudicando;
VIGÉSIMO QUINTO: Que sabido es que dentro de nuestro sistema
jurídico, en materia contractual, la voluntad preside y determina la
extensión, los efectos y duración de los contratos, lo que significa que,
salvo los elementos de la esencia de los mismos y ciertas excepciones y
limitaciones contempladas en el ordenamiento legal, por razones de
seguridad, moral y orden público, como asimismo, en resguardo de los
intereses de personas incapaces, será el acuerdo de voluntades de las partes
el que rija los diversos vínculos que se crean y sus alcances; circunstancias
en las que las partes actúan desde sus respectivos intereses, para el logro de
28

su mejor aprovechamiento, normando particularmente la relación jurídica


que crean, desde sus respectivas posiciones, sea en un ámbito previsto y
reglamentado específicamente por el legislador o no.
En consecuencia, será la voluntad contractual, expresada desde la libertad
de las partes para determinar la fisonomía y contornos de su acuerdo, el
primer elemento llamado a regular los efectos de la obligación adquirida
por la vía de la convención que la ha creado;
VIGÉSIMO SEXTO: Que cabe tener presente sobre esta materia que la
interpretación de los contratos pertenece a la esfera de las facultades
propias de los jueces de la instancia, sujeta a la revisión de esta Corte de
Casación sólo en el evento que en tal labor se desnaturalice lo acordado por
los contratantes, transgrediéndose con ello la ley del contrato a que se
refiere el artículo 1545 del Código Civil.
En consonancia con lo anteriormente reflexionado es preciso considerar
que se incurrirá en una transgresión a la ley del contrato prevista en el
artículo 1545 del Código Civil, como a las disposiciones pertinentes a la
interpretación de los mismos contenidos en los artículos 1560 y siguientes
del citado cuerpo legal cuando se alteraran las consecuencias de las
cláusulas pactadas, respecto de las que no existe controversia en la forma
en que se consintieron, desnaturalizándolas y, en tales circunstancias, se
producirá como efecto, que: "el poder soberano de los jueces del pleito para
establecer los hechos de la causa, no puede extenderse a su apreciación
jurídica y a la determinación de la ley que les sea aplicable; y por
consiguiente la ilegal apreciación de las cláusulas del contrato y las
erróneas consecuencias que de esta ilegal apreciación deduzcan los jueces
del pleito deben ser sometidas a la censura de la Corte Suprema por medio
del recurso de casación por violación del artículo 1545, o sea por violación
de la ley del contrato" (Luis Claro Solar, Derecho Civil Chileno y
Comparado, pág. 474).
En efecto, esta desnaturalización se ha dicho que corresponde a cualquier
alteración de las obligaciones y efectos de las mismas, esto es que se
deduzca por parte de los intérpretes, en este caso los jueces de la instancia,
un alcance distinto del que se desprende efectivamente de la convención,
29

puesto que lo anterior se conduce a una aplicación errónea de la ley y, por


lo mismo, importa un error de derecho. El Tribunal de Casación
indudablemente tiene competencia para llevar adelante tal revisión, sin
embargo, la infracción de ley, además, debe tener influencia substancial en
lo dispositivo del fallo para hacer lugar a la nulidad de la sentencia
recurrida;
VIGÉSIMO SÉPTIMO: Que conforme a los términos del contrato, y a la
luz del tenor del artículo 1479 del Código Civil, se advierte que las partes
pactaron, entonces, una condición de carácter suspensiva, por cuanto se
acordó que mientras no se cumpla el hecho futuro e incierto ya indicado, se
suspende la adquisición del derecho y la obligación correlativa.
Sentado lo anterior y a partir de las alegaciones formuladas por el
recurrente, debe dilucidarse, de acuerdo con lo que prevén los artículos
1081 y siguientes del código citado, si aquella condición suspensiva es
determinada o indeterminada a fin de establecer si la condición se
encontraba fallida y, consecuencialmente el demandado en mora.
En tal sentido debe anotarse que será indeterminada aquella que no tiene
plazo ni época prefijada para su cumplimiento y, en cambio, será
determinada si se desconoce cuándo ocurrirá pero se encuentra anticipado
cuándo ha de estimarse la condición fallida, y esto será si no se cumple en
el plazo precisado.
En relación con lo que se dice, esta Corte Suprema, en una sentencia de
junio de 1947, señaló: “Para los efectos de determinar cuando las
condiciones que afectan a un acto jurídico deben tenerse por fallidas,
procede hacer una división de éstas en determinadas e indeterminadas,
según la época en que pueden cumplirse, correspondiendo a las primeras
precisamente aquellas en que se fija una época para el cumplimiento del
hecho futuro e incierto que constituye la modalidad; siendo indeterminadas
aquellas en que, para el cumplimiento del hecho incierto, no hay fijación de
plazo en el futuro, pudiendo ser cualquier momento. Pero esto no quiere
decir que, por indeterminada que sea la condición, no contenga un tope
legal, cual es el plazo de prescripción de quince años (en ese entonces)
30

dentro del cual puede cumplirse válidamente toda condición de carácter


indeterminado”. (RDJ., Tomo 44, secc. 1ª., pág. 591);
VIGÉSIMO OCTAVO: Que a la luz del mérito de los antecedentes del
proceso, resulta prístino que el alcance que procura darle la demandante a
las estipulaciones del contrato legalmente celebrado implica alterar la
esencia y carga de las obligaciones libremente adquiridas; pretensión que
no puede ser admitida, por no haberse probado los supuestos sobre los
cuales descansaba, en orden a importar la eventual asunción de
obligaciones de un modo diverso al sancionado conforme al contrato
celebrado.
En efecto, debe resaltarse que el contrato de promesa de compraventa al
que refiere el pleito estatuyó deberes mutuos para las partes que ahora
litigan entre sí, siendo el objetivo último del mismo, la celebración de la
compraventa prometida, que en este caso los contratantes previeron para
“una vez cancelada la deuda hipotecaria mencionada en la cláusula tercera,
y se hayan alzado la hipoteca y prohibiciones que gravan al inmueble, y se
haya cancelado el saldo de precio señalado en la letra b) de la cláusula
tercera del presente instrumento”.
En este contexto, ambos contratantes apuntaron sus obligaciones recíprocas
a la finalidad propia de esta convención preparatoria, puesto que de otra
forma la redacción de la cláusula cuyo análisis concita controversia se
hubiese pactado en términos diversos, conclusión a la que se arriba,
teniendo especialmente en consideración que, a pesar del pago retrasado
que el demandado efectuó ciertas mensualidades en que se dividió la
obligación que debía servir la propia actora, continuó durante la secuela del
juicio dando pago al crédito, puesto que no obstante haberse desestimado la
excepción de pago opuesta por el demandado, desde que se acogió por la
Corte la objeción de los documentos en la que se fundaba, es lo cierto, que
la demandante al evacuar el traslado conferido en esta materia, sólo le restó
importancia al hecho que el demandado después de notificada la demanda
se haya puesto al día en el pago de los dividendos morosos, reconociendo
de esta manera, el pago que durante la secuela del juicio realizó el
promitente comprador. Así entonces, una interpretación contraria a la
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establecida por los jueces de la instancia atenta incluso a la conducta de los


contratantes, puesto que de haber entendido la actora que la obligación
principal del demandado consistía únicamente en el pago mensual de los
dividendos y no del crédito hipotecario en su totalidad, no habría aceptado
que la contraria continuara satisfaciendo las cuotas. Luego, la obligación
del demandado era el pago de la deuda hipotecaria, cuya oportunidad no se
estipuló por las partes pero que naturalmente debe coincidir con el pago de
la última mensualidad, tanto que también se condicionó la suscripción del
contrato definitivo al alzamientos de gravámenes que afectan a la
propiedad, lo que sólo puede entenderse en atención a la existencia de la
deuda hipotecaria para con el banco. Ambas condiciones coincidentes en el
tiempo, determinan la obligación del demandado.
De lo expuesto, fluye que en el caso sub judice, las partes supeditaron la
exigibilidad de la obligación de hacer, a la que se viene haciendo
referencia, a una condición suspensiva positiva e indeterminada desde que
no establecieron la época en la cual aquella debía verificarse, aun cuando
corresponda al pago de la última cuota del crédito hipotecario. Luego,
atento al mérito de los hechos asentados en este proceso, la condición está
aún pendiente y no fallida;
VIGÉSIMO NOVENO: Que así las cosas, el error de derecho denunciado
en el recurso no ha podido ser demostrado en autos, toda vez que la
interpretación que en la sentencia se le ha dado al contrato que vinculaba a
las partes lo ha sido conforme los términos de la ley y a los hechos
establecidos por los jueces que la pronunciaron, apareciendo así, en su
lugar, que, al concluirse que no se justificó el incumplimiento de una
obligación por parte del demandado, no han incurrido en error de derecho
alguno.
En efecto, según se ha podido observar al estudiarse los antecedentes en
que se sustenta el recurso de casación, y no obstante la multiplicidad de
normas que se denunciaron como infringidas, éste en lo básico se orienta a
sostener que las partes acordaron la satisfacción del crédito hipotecario que
asumió el promitente comprador en los mismos términos que el deudor
original, esto es, mediante el pago mensual de los dividendos en que la
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deuda se encontraba dividida, de manera que el atraso en cualquiera de


ellos constituía un incumplimiento que ameritaba la demanda de resolución
de la convención y el pago de la cláusula penal pactada. Empero, la
conclusión alcanzada por los magistrados del fondo, en orden a no haberse
configurado en la situación sub judice un incumplimiento por parte del
promitente comprador en la satisfacción de la deuda hipotecaria, surge de
una concatenación armónica de las cláusulas referidas en los razonamientos
que anteceden, cuyo contenido se reprodujo, de la apreciación conjunta de
la prueba documental pertinente y la acorde aplicación de las normas sobre
interpretación de los contratos, que les permitió concluir que no existía
incumplimiento por parte del demandado de la obligación de pagar el
crédito hipotecario que había asumido, en atención a que ésta condición, al
no haberse fijado un plazo para su cumplimiento, sólo puede entenderse
que es exigible cuando se haya verificado totalmente, y sólo ahí, se podrá
alegar su incumplimiento, por lo que consecuencialmente era procedente el
rechazo de la demanda de resolución de contrato con cláusula penal.
Ergo, los sentenciadores al establecer un sentido determinado, que es el que
se plasmó en la sentencia recurrida, no aparece que hayan alterado lo
esencial de las obligaciones que las partes asumieron y por lo tanto, que se
haya configurado algún error que sea subsanable por la vía de la nulidad;
TRIGÉSIMO: Que, por consiguiente, los errores de derecho en que se ha
fundado el presente recurso de casación en el fondo, no se han cometido
del modo postulado por quien lo interpone, motivo por el cual,
necesariamente, habrá de ser desestimado;
Y visto, además, lo dispuesto en los artículos 764 y 767 del Código de
Procedimiento Civil, se rechaza el recurso de casación en el fondo
interpuesto por don Rolando Jara Flores, en representación de la parte
demandante, en lo principal de fojas 149, en contra de la sentencia de la
Corte de Apelaciones de Arica, de siete de marzo de dos mil doce, que se
lee a fojas 144 y siguientes,
Regístrese y devuélvase con sus agregados.
Redacción a cargo del ministro señor Araya.
N° 2.675-2012.
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Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sres. Adalis Oyarzún M., Juan
Araya E., Guillermo Silva G., Juan Escobar Z. y Abogado Integrante Sr. Víctor Vial del Río.
No firman los Ministros Sres. Oyarzún y Silva, no obstante haber concurrido ambos a la vista del recurso
y acuerdo del fallo, por haber cesado en sus funciones el primero y estar con feriado legal el segundo.

Autorizado por la Ministra de fe de esta Corte Suprema.

En Santiago, a treinta de julio de dos mil doce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la resolución
precedente.

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