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Me siento muy honrada de que me hayan invitado a dar esta primera conferencia. Creo
que el proceso que vamos a vivir es de ir descubriendo entre todos un cambio de
paradigma y quería decirles que, cuando cambia un paradigma, lo que cambia no son
las respuestas, lo que cambia son las preguntas. Por tanto, es posible que, después de un
año, cuando terminemos, no tengamos muchísimas respuestas, pero lo que es seguro es
que tendremos muchísimas b[preguntas nuevas y de un orden distinto ]ba las que
tenemos en este momento y creo que eso ya merecerá la pena.
Nos espera un año que es como una aventura. Yo, por lo menos, lo voy a vivir así, Hoy
me toca estar aquí, pero el resto del tiempo estaré sentada ahí escuchando y
aprendiendo. Y esta aventura evidentemente es la aventura del conocimiento. Algunas
personas estamos enamorados en la aventura del conocimiento. Más bien pienso que
todos los que estamos aquí un viernes a esta hora de alguna manera estamos
enamorados de ella.
Me gustaron mucho las palabras de Lina que recogía Yolanda, cuando dicen: “el hecho
educativo es, ante todo, un acto de amor”. Estoy de acuerdo, el conocimiento no
puede ser un fenómeno descarnado; no se puede confundir la teoría con la realidad
viva; a la realidad viva sólo se accede por un acto de amor. Así que también vamos a
tener que poner bastante amor en entender y en trasladar lo que aquí vayamos
construyendo a nuestra práctica diaria.
Finalmente, quería saludarles con palabras de algunos de mis maestros: por un lado, de
Edgar Morin, de cuyo pensamiento he bebido y sigo aprendiendo. Él nos enseñó que el
pensamiento vive a la temperatura de su autodestrucción, que los principios y los
valores necesitan “temblar” para no quedarse muertos. Por otro, de Federico
Mayor Zaragoza, al que considero un maestro cercano y extraordinario. Él nos
recuerda que “el riesgo sin conocimiento es peligroso, pero el conocimiento sin
riesgo es inútil”. Estoy convencida de que aquí vamos a hacer un proceso de
conocimiento con riesgo, con todo lo que eso comporta y por tanto espero que sea muy
útil.
Muchas gracias.
Entonces comenzamos.
Paradigma en construcción
Antes de comenzar, quiero decirles que el atrevimiento para dar una charla como esta
no quiere decir que yo lo sepa todo acerca de la complejidad. El paradigma de
complejidad está en construcción y quienes llevamos años asomándonos a él tenemos
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Una mirada sobre la complejidad
Dra. María Novo
muchos déficits y muchas cosas por construir. Por tanto, entiendan mi ponencia como
una invitación a que todos aquellos que tengan algo que aportar lo hagan en el coloquio,
porque de lo que se trata es de que vivamos un proceso de construcción colectiva de
conocimiento, y así entiendo yo mi participación…
Querría comenzar comentando que vivimos en medio de una crisis, que es una crisis
ambiental (ecológica y social) pero también es cultural, es económica, e incluso alcanza
lo personal. De hecho, la llevamos todos inscrita en el corazón. Y esta crisis nace en un
momento histórico, en un contexto cultural que es el de la Modernidad, una
Modernidad que surge hacia el siglo XVII. Y estamos intentando salir de algunos de
los excesos, de los defectos de esa Modernidad, de manera que el nuevo milenio se nos
aparece por un lado como un reto, el reto de cambiar; y por otro lado como un
desafío también que es el de ser capaces de replantear nuestras visiones y pautas de
vida sobre el planeta.
Así que yo creo que nos interesa mucho descubrir y asumir cuáles han sido los
errores del mundo moderno, cuáles han sido sus excesos y también cuáles han sido
los criterios científicos, culturales, económicos que han imperado en esta Modernidad
que hoy vivimos como una Modernidad tardía, pero también como un momento en el
que queremos salir de la crisis. También necesitamos, como les decía, ir vislumbrando
teorías y propuestas que nos ayuden a salir de la crisis.
Esta crisis es también, por tanto, una crisis de conocimiento. Es una crisis
epistemológica que nos plantea nuevas preguntas, por ejemplo, cómo conocemos,
cuándo creemos conocer científicamente o cómo trasmitimos ese conocimiento, cómo
ayudamos a construir conocimiento. Y también nos plantea preguntas acerca de cómo
vinculamos lo científico con lo ético para iluminar esas respuestas que tienen que ser
respuestas humanas, complejas ante los retos de este momento histórico.
Por tanto, intentaré hacer un breve recorrido, en un espacio corto de tiempo, sobre la
forma en que se ha ido gestando este pensamiento científico moderno, sobre el modo en
que este modelo científico se ha visto reforzado por algunos criterios sociales y sobre el
problema o el hecho de que ambos -los modelos sociales y los modelos científicos- se
han reforzado mutuamente a lo largo de la Modernidad y han sido funcionales a un
determinado tipo de economía, que es la economía liberal moderna.
Todo ello porque, en ese entramado de lo científico con lo social, con lo económico, se
ha generado un paradigma, una cosmovisión, que es la occidental, moderna, la que
hemos heredado; y que, en mi opinión (y esto podemos discutirlo) está en la raíz de la
crisis que estamos viviendo.
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que han funcionado como una especie de esquemas-guía para muchas generaciones; que
han sido a veces metarrelatos religiosos, otras veces metarelatos políticos, ideológicos,
etc.
¿Por qué elijo ese momento? Porque esa división cartesiana entre el pensamiento, el ser
pensante, y el mundo físico, es la que inaugura un aspecto importantísimo de la visión
moderna del mundo que es la visión dual de la realidad. Esa mirada dual que escinde la
mente del cuerpo, que separa la persona de la naturaleza, que coloca en mundos
distintos a la razón y a los sentimientos…
Ahí quedan excluidos también los saberes femeninos, que circulan a lo largo de la
historia de una manera casi subterránea. Quedan excluidas también las culturas
originarias, esa sabiduría que hay en las culturas originarias porque no se sujetan al
método de la investigación, el cálculo, la demostración y la experiencia, pero que han
logrado, durante siglos, sobrevivir en medios a veces muy hostiles y crear formas de
convivencia y cultura entre sus miembros.
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Y esta posición se refuerza con criterios basados en la superioridad moral del hombre
respecto de la naturaleza (y digo “del hombre”, no digo “del ser humano”...) Porque la
Modernidad se plantea como un periodo de ausencia de nexos morales entre el ser
humano y el resto del mundo vivo. Eso se resuelve mediante la idea de dominación; la
idea de dominar a la naturaleza es fundamental en este periodo. Junto a ella, los criterios
utilitaristas: dominar a la naturaleza para nuestro servicio. Y todo ello se ve reforzado
por una gran tecnociencia, incipiente al principio, en el siglo XVII pero que se va
desarrollando muy rápidamente y que busca conocer las leyes de la naturaleza
precisamente para someterla a nuestros intereses.
Este modelo rompe con algo que estaba muy presente en el modelo anterior. Hay un
salto. A veces, algunos filósofos se preguntan qué habría pasado si en vez de triunfar
Descartes hubiera triunfado Montaigne, por ejemplo. Este modelo estaba presente en
Montaigne, se podía encontrar en muchos filósofos anteriores: gravita sobre la
valoración de lo particular, la valoración del sujeto y la valoración del contexto. La
Modernidad rompe con eso. La Modernidad busca teorías generales, busca una
matemática general universal que describa el mundo y promueve la interrogación
directa a la naturaleza a través del experimento.
Otra figura capital en la construcción de este modelo es Isaac Newton. Él, como ustedes
saben, explica el movimiento de los cuerpos celestes y demuestra que obedecen a unas
mismas leyes, leyes inmutables, leyes universales (que es lo que busca la Modernidad).
Y, de la mano del pensamiento newtoniano, se comienza a comprender el mundo como
un gran máquina, una máquina de materia en movimiento que obedece a leyes
matemáticas. Y esto se extiende también a la contemplación de la naturaleza, de manera
que la naturaleza comienza a ser vista como lo haría un relojero, como un mecanismo de
precisión en el cual es posible quitar una pieza y sustituirla, como podríamos hacer en
un reloj, sin que suceda nada. Esta visión es también una de las responsables de la
catástrofe ambiental que vivimos en este momento (justamente porque ignora las
interacciones, los mecanismos de feed-back, los efectos de umbral…)
Metarrelato científico
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-- También forma parte de este paradigma una visión matemática de la naturaleza que
va haciendo que poco a poco se practique una reducción de toda cualidad a cantidad. Lo
que empieza a importar ya no es lo cualitativo sino lo cuantitativo, y está claro adonde
hemos llegado de la mano de ese modelo.
-- La que se ha llamado concepción mecanicista del mundo entiende, por tanto, que todo
lo que existe puede ser asimilado a una máquina, desde un reduccionismo que consiste
en fragmentar la realidad en partes para su estudio, ignorando las interdependencias
entre las partes, que es tanto como ignorar su complejidad. (Y no estoy diciendo que la
tarea de la fragmentación no sea necesaria, como primer paso, en muchos casos, sino
que la tecnociencia moderna no practica el segundo paso de la reconstrucción del todo
fragmentando).
-- Bajo estos supuestos, se deja de un lado la irreversibilidad de los procesos que se dan
en el mundo de lo vivo, que son procesos termodinámicos y que sin embargo se tratan
como si fueran procesos reversibles. Fíjense en esto, por ejemplo, en la destrucción
ambiental. Se pretende resolver los problemas diciendo “el que contamina paga” (como
si cualquier contaminación pudiera ser reversible, se pudiera pagar y se pudiera
reconstituir la naturaleza a su estado primigenio) cuando sabemos de sobra que muchos
de los impactos que se producen sobre la naturaleza son absolutamente irreversibles. y
ahí tienen ustedes el cambio climático, a ver con qué dinero se puede revertir el cambio
climático que nosotros mismos hemos generado.
Llegados a este punto, seguramente ustedes estarán pensando: pero, pese a todo, esta
ciencia nos ha resulto muchos problemas. Y es verdad. Es verdad que nos ha permitido
hacer puentes, construir trenes, tener vacunas; nos ha permitido avanzar en las
comunicaciones y tener medicinas. Cómo no. Yo les diré que sí, que este modelo ha
tenido muchos efectos positivos.
El problema de la Modernidad
Ése es el error o el exceso, a mi modo de ver, del modelo científico moderno: que lo que
servía para un reducido ámbito de validez pretendió constituirse en una gran
cosmovisión.
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¿Y cómo fue esto posible? Pues porque sus ideas centrales eran muy buenas, muy
funcionales, para los intereses del naciente liberalismo económico y para los poderes
dominantes. Fíjense por ejemplo en las idea de orden y de jerarquía. Vean cuán
funcionales son para este liberalismo económico.
Otro de los constructores de la Modernidad, Adam Smith, asume al igual que Locke la
visión mecanicista del mundo y se plantea el reto de trasladarla al campo económico. En
sus ideas clave está la actividad humana, el trabajo como fuente de toda riqueza; pero
hay un gran olvido del valor de los bienes naturales, que son irrepetibles y que son
irremplazables.
Adam Smith elimina de sus teorías cualquier consideración moral, como lo había hecho
antes Locke al tratar de las relaciones sociales, y lo que se va dando en todo este
movimiento de conformación de la Modernidad es un reforzamiento de una determinada
moral que es la moral del beneficio propio y la moral del dominio, sobre la naturaleza y
también de Occidente sobre el resto del mundo. En la Modernidad es cuando Occidente
descubre que el modelo de hombre blanco occidental es el modelo que debe seguir toda
la humanidad.
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El siglo XVIII, el siglo de las luces, amplía la constitución del pensamiento moderno
con la fe en el progreso que se producirá a través de la luz de la razón. Y esto tiene
mucho de positivo, porque es el momento en el que el conocimiento se emancipa del
poder eclesial y de la emergencia de una gran libertad intelectual. Pero también tiene
mucho de problemático porque la Ilustración rechazó un tipo de religión pero los ideales
de la Ilustración terminaron convirtiéndose en otra especie de religión y la ciencia
moderna en su principal instrumento.
Paradigma y desprecio
Y de este modo, de la mano de modelos sociales y económicos para los cuales es muy
funcional, la ciencia moderna se va constituyendo, como los decía antes, como un
paradigma explicativo del mundo a base de ignorar y de despreciar algunas ideas. Por
ejemplo de ignorar la complejidad de los sistemas ecológicos y sociales y de los
sistemas humanos, de ignorar la irreversibilidad de los procesos que se dan en el mundo
de lo vivo, que, como les decía, son procesos termodinámicos que tienen un incremento
de entropía, etc. De ignorar las interdependencias entre todo lo existente, las relaciones.
Y de ignorar al sujeto, el sujeto que es observador, que es investigador, que condiciona
el experimento y a veces incluso lo determinada, pero que también además es el
responsable moral, es el que tiene que establecer nexos morales con el mundo no vivo.
Se elimina también el contexto. Hay una gran confusión en todo este modelo entre el
mapa y el territorio, como si los”mapas” que trazamos de la realidad (las teorías, las
leyes científicas…) fueran exactamente la reproducción del territorio, que es mucho más
complejo, que tiene variables ocultas que no están en los mapas. Aparece esa idea, esa
ilusión de que cartografiar la realidad es representarla fielmente. Se olvida que
cartografiar la realidad no significa representarla fielmente. Y se olvida también el
tiempo.
De manera que constituida en esta gran cosmovisión, la ciencia, que ahora se extiende a
la ciencia económica, supone una apuesta decidida por el racionalismo; por los excesos
de la razón (no por el raciocinio sino por el racionalismo). Por el empirismo, por los
excesos de la prueba experimental en detrimento de otras formas de conocimiento. Por
la idea de orden como principio organizador de la naturaleza y de nuestras sociedades.
Y todo ello, a través de la imprenta, va pasando a los libros, a las escuelas, a las
universidades…, a todos los ámbitos, también al ámbito de las ciencias sociales y de las
ciencias humanas. Y va echando por tierra algunos de los supuestos básicos del saber
renacentista como era la identificación de la persona con la naturaleza, como era la
valoración humanística de las trayectorias diferenciadas, de lo particular, de lo local.
Todo esto va quedando desvalorizado.
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De modo que, si para el individuo renacentista el saber era un medio para acceder al
dominio de sí mismo, para crear obras bellas, para alcanzar la verdad, para fundirse con
la naturaleza, para la plenitud personal…, ahora, en la Modernidad, el conocimiento se
concibe de manera bien distinta, como un modelo determinista, utilitarista, de principios
generales, inconciliable con toda consideración subjetiva. Por tanto inconciliable,
fíjense, con toda consideración de índole moral porque la moral es subjetiva, se maneja
la idea de una ciencia neutral. Esto ha sido peligrosísimo, Hiroshima y Nagasaki están
detrás de la idea de una ciencia neutral.
La pregunta fundamental en estos momentos deja de ser la gran pregunta del mundo
renacentista: ¿esto es bueno?; y comienza a ser la pregunta de la Modernidad: ¿esto
funciona? Es el fracaso de la ciencia como sistema de comprensión que, sin embargo,
está contrarrestado por su éxito como sistema de manipulación.
Ese salto se produce en la ciencia a partir de los inicios del siglo XX, de la mano de
Poincaré, de Max Planck, de la mano de Einstein…y de otros científicos significativos
como Niels Bohr, Heisenberg, Schrödinger…
Probabilidades y certezas
A lo largo del siglo XX, se produce un salto importantísimo, se sientan las bases de la
mecánica cuántica, se inicia un recorrido revolucionario y sugestivo en la física, una
nueva física. Y esto comienza a abrir unas perspectivas, antes no contempladas por el
viejo modelo científico, de una ciencia que se dispone a trabajar con el azar y la
incertidumbre. De una ciencia que hace un ejercicio de humildad y comienza a trabajar
más en términos de probabilidades que de certezas.
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electrón y con eso nos está mostrando también como esa dualidad (el hecho de que ese
electrón pueda comportarse como onda o como partícula) se relaciona con el
experimentador, está condicionada por él. El principio de incertidumbre de Heisenberg
realmente da entrada al sujeto de nuevo en la ciencia. Más tarde, científicos como
Maturana nos dirán todo lo que se ha dicho lo ha dicho un observador. También en
ciencia, por supuesto.
Por tanto, este principio echa por tierra toda la pretensión de objetividad total y absoluta
que estaba en el viejo modelo positivista y plantea el reconocimiento de la
imposibilidad de expresar nuestros hallazgos científicos como teorías acabadas, como
teorías y verdades absolutas. La ciencia comienza a aparecer como lo que es, como una
ciencia conjetural, como una aventura en la que unas conjeturas se van construyendo
sobre otras.
Les citaré una frase de Richard Feynman que leí en un precioso libro suyo. Dice así:
“podemos tener respuestas aproximadas y creencias posibles con diferentes grados de
certeza, sobre cosas diferentes, pero no estamos absolutamente seguros de nada”.
Fíjense, esta idea está en este ejercicio de humildad de un científico como Feynman.
Hay otra frase que me gusta mucho de Prigogine. Él dice que estamos asomándonos a
una ciencia que expresa lo que es posible y no lo que es cierto. Es otro gran ejercicio de
humildad.
Por tanto, vivimos un momento ilusionante; todo el siglo XX ha sido un momento muy
ilusionante por este cambio científico, por esta ciencia conjetural en la cual el
conocimiento se concibe como un diálogo con la naturaleza en el que nuestras
mediciones pueden estar afectadas por algo ajeno a ellas. Se acepta que el observador, o
nuestros instrumentos de observación, o las condiciones del entorno pueden estar
influyendo en esas mediciones y por tanto se está esbozando a todo lo largo del siglo
XX una ciencia que ya no sólo habla de leyes sino que habla de sucesos. Esto es muy
importante, con el suceso volvemos a recuperar en cierta manera aquella idea de lo
particular y lo local que habíamos perdido.
De manera que, frente a la vieja teoría del conocimiento como reproducción fiel de la
realidad, como representación fiel de la naturaleza (esa teoría especular del
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incompletitud del modelo científico está ya en Einstein. Sin embargo, hemos recorrido
más de un siglo y todavía en muchas de nuestras escuelas y en muchos de nuestros
institutos y universidades la ciencia se enseña como si se enseñara religión, como
verdades acabadas, como verdades que tienen “la solución” para el problema de mundo.
Entonces visto este giro científico, la pregunta que podemos hacernos es: ¿qué ha hecho
realmente la ciencia para dar este salto?, ¿cómo ha sido posible pasar de aquel modelo
determinista a este otro modelo?, ¿qué ha hecho la ciencia?, ¿y en qué ha consistido esta
revolución científica? Y yo les diría, pues la ciencia simplemente ha hecho una cosa:
aceptar la complejidad. Pasar de un mundo de leyes atemporales a un mundo de sucesos
en los cuales por tanto entra el tiempo, entran las historias. Estamos asistiendo, por ello,
a la emergencia de una ciencia con conciencia y con consciencia de los límites. Algo
que se había perdido en el mundo moderno (y que todavía hoy se practica…), esa
ciencia de los no límites, cuando, por ejemplo, se expolia la naturaleza por encima de su
capacidad para regenerarse.
Irreversibilidad
Por eso, esta ciencia sólo se puede practicar desde los conceptos interdisciplinarios y
transdisciplinarios, porque rompe las fronteras del conocimiento, porque promueve
estos encuentros profundos más allá de cualquier idea de separación.
Estamos también ante una ciencia, queridos amigos y amigas, que abraza el
pensamiento borroso, que nos enseña que la realidad no es de blancos y negros sino que
es una amplia gama de grises en la que el adentro y el afuera están interconectados,
como lo están el yo y el no yo, como lo están la persona y la naturaleza. Una ciencia
que, por fortuna, no se sitúa ya frente a la naturaleza sino que nos ayuda a
comprendernos como parte de la naturaleza, nos ayuda a entender que estamos en y con
la naturaleza. Habermas nos dice al respecto: “En vez de una naturaleza explotada y
dominada cabe buscar una naturaleza fraternal”.
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modelo es inservible para constituirse en una gran cosmovisión que dé cuenta del
fenómeno de la vida humana, de la vida biológica y social porque ese es un fenómeno
altamente complejo.
Todos esos cambios, el paso del modelo mecanicista a este nuevo modelo, han sido
descritos muy bellamente por Popper con una parábola que él expresa diciendo que
hemos pasado de los relojes a las nubes. Es el paso de un mundo mecánico, previsible, a
un mundo inaprensible, a un mundo incierto.
Y así hemos llegado al final de una historia y al comienzo de otra. Y esta última es la
que nos pregunta: ¿qué es la complejidad, qué es la ciencia de la complejidad? Más que
hablar de ciencia de la complejidad quienes trabajamos en este ámbito preferimos hablar
de “teorías de la complejidad” porque este nuevo paradigma es un paradigma en
construcción, el paradigma de complejidad no está completo. Cada vez que un grupo
humano como este se reúne para reflexionar, cada vez que los científicos investigan,
este modelo va avanzando.
Las teorías de la complejidad nos permiten ver el mundo como un organismo vivo y la
sociedad como un conjunto de sistemas abiertos en los cuales la apertura es la condición
de su existencia y su renovación. Pero también, y esto nos lo explica muy bien Edgar
Morin, la apertura es la brecha hemorrágica por la que los sistemas experimentan su
inacabamiento, por la que siempre se pierde algo, por la que en los cambios siempre hay
una degradación de energía.
En este modelo de la complejidad lo importante son las relaciones, tanto las que se dan
dentro del sistema -las relaciones intrasistémicas- como las que se dan entre el sistema y
otros sistemas o entre el sistema y el entorno –intersistémicas-. Y se trata de un modelo
no reduccionista en el que el todo ya no es la suma de las partes sino que el sistema
presenta emergencias (cualidades o propiedades del mismo que no están contenidas en
las partes).
Todas estas ideas, que yo ahora estoy manejando un poco rápidamente para no
cansarles, piensen que vamos a tener un año para irlas desgranando, así que seguro que
todos mis colegas van a volver sobre ellas, por eso no me voy a detener mucho sino
simplemente las voy a enunciar.
Las visiones del mundo complejo son no deterministas, se basan en la idea de los
sistemas vivos como sistemas abiertos cuyas trayectorias están condicionadas por las
ligaduras del entorno, que es cambiante, de manera que cambios en el contexto
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Pero, claro, ese modelo exige entonces asociar el sujeto al objeto de conocimiento,
asociarlo a su entorno, contextualizar el conocimiento, aceptar las interacciones. Por eso
Edgar Morin nos dice que toda autoorganización que realiza el sujeto es en realidad
auto-eco organización porque nos autoorganizamos relacionándonos con el ecosistema
al que pertenecemos. Por tanto la autoorganización es también una forma de
ecoorganización.
El mundo a la mano
Esta ciencia de la complejidad nos indica que debemos tomar en cuenta siempre la
unión entre lo observador, la relación entre lo observador y lo observado. Hay una
bellísima frase de Maturana que dice: Conocer es traer el mundo a la mano. Traer un
mundo a la mano, a la mano del observador… Por tanto el conocimiento es constructivo
y el sujeto condiciona, incluso a veces determina, los resultados de su observación.
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realimentaciones, los procesos de feed back, los bucles retroactivos en los sistemas,
porque estas realimentaciones son fundamentales no sólo para interpretar en abstracto el
mundo sino para interpretar en concreto nuestra crisis actual, nuestra crisis ambiental,
nuestra crisis social, económica, humana…
Significa, también, atender a los efectos de umbral, a los umbrales críticos, esos lugares
críticos del sistema en los que un nuevo impulso puede producir cambios bruscos,
puede generar cambios cualitativos incluso.
Y supone, desde luego en el terreno del orden, que los sistemas vivos exhiben
(exhibimos…) lo que se llama un orden por fluctuaciones, es decir, estamos vivos
precisamente porque estamos fluctuando constantemente entre el orden y el desorden
para mantener unas constantes (por ejemplo para mantener nuestra temperatura corporal
del 36 grados y medio estamos constantemente haciendo ejercicios de adaptación en
relación con el entorno, en relación con nuestras propias contingencias).
En estos sistemas, en los sistemas vivos, comenzamos a darnos cuenta de que hay dos
cuestiones muy importantes. Por un lado la resistencia, que es la capacidad de adaptarse
al entorno, de negociar con él, incluso de cambiar el entorno o de cambiar nosotros para
seguir siendo los mismos. Y la resiliencia, que es la capacidad de utilizar el sistema a
nuestro favor, incluso eventos que se nos vienen en contra.
Esos dos elementos, resistencia y resiliencia son muy importantes. Confío en que, a lo
largo del curso, hablaremos mucho más de ellos, porque resultan fundamentales para
entender los sistemas vivos.
¿Cómo abordar entornes la interpretación del mundo desde un sistema complejo? (y voy
terminando…, no quiero cansarles…). Pues creo que tenemos que atrevernos a
reinventar la mirada. Necesitamos ver e integrar muchas caras de la misma realidad y
tenemos que empezar a comprendernos nosotros como parte de esa realidad y a
entender que el conocimiento es un viaje en el que como decía Elliot, “cuando llegamos
al final descubrimos que estamos en el punto de partida”. Niels Bohn también decía:
“Siempre que investigo, siempre que busco y consigo un hallazgo me doy cuenta de que
ese hallazgo es el comienzo de una nueva pregunta”. Todo conocimiento nos abre a una
nueva pregunta.
Pero creo que también esta interpretación del mundo desde el pensamiento complejo
nos obliga (o mejor que nos obliga nos permite, con júbilo por mi parte al menos) a unir
la razón con los sentimientos, a dejar lugar a la intuición, devolverle un sitio a la ética, a
los valores; ser lo más objetivos posibles cuando hacemos ciencia, sabiendo que
siempre seremos algo subjetivos. Y ahí, en esos grados de objetividad y subjetividad,
está todo el paso desde las ciencias experimentales hasta las ciencias humanas,
ideográficas; que no dejan de ser ciencias porque sean más subjetivas sino que
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Aprender que lo vivo es fluctuante significa aprender que nosotros vivimos así,
fluctuando. Reconocernos también como seres fluctuantes nos libera de muchas
tensiones y nos hace ser un poco más amigos de nosotros mismos.
En suma, les diría la complejidad nos invita a tomar en cuenta que la mayor aportación
de esta nueva ciencia ha sido precisamente, como indica Morin, el conocimiento de los
límites del conocimiento. Y la mayor certidumbre que nos ha dado la ciencia del siglo
XX es la imposibilidad de eliminar ciertas incertidumbres. Eso es todo lo que tenemos
para caminar.
Muchas gracias.
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