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EL MODELO TRANSTEÓRICO DE PROCHASKA Y

DICLEMENTE:
SEGÚN MAYOR MARTÍNEZ LUIS Y LÓPEZ CAMPS ROQUE1

Se presenta un modelo de cambio para cualquier tipo de conducta que cuenta,


además con un soporte empírico, basado sobre todo en estudios sobre
tabaquismo y en menor medida con alcohólicos. El modelo intenta dar respuesta
a cuestionamientos en el curso de modificación de una conducta adictiva:

a) ¿Cuándo se puede cambiar?: Estadios de cambio.

Subyace a esta pregunta la cuestión de si todos los individuos están preparados


para cambiar en cualquier momento y, también, qué condiciones ha de reunir
un individuo para desear cambiar realmente su conducta. De forma intuitiva, la
primera respuesta que viene a la mente es que una persona querrá cambiar su
comportamiento cuando suponga un problema para ella.

El modelo de Prochaska y DiClemente plantea que hay variables del sujeto que
intervienen en esta situación: motivación inadecuada, resistencia a la terapia,
capacidad para relacionarse... y, también variables del tratamiento que tengan
que ver con el hecho de que la modificación de la conducta adictiva no se
produzca en los primeros intentos: técnicas inadecuadas, falta de habilidad por
parte del terapeuta... Se trata, por tanto, de descubrir, los aspectos relativos al
sujeto así como referencia a aquellos individuos que modifican su
comportamiento adictivo, teniendo en cuenta que en determinadas adicciones
se cambia generalmente sin la ayuda de un profesional, es decir, un gran
número de fumadores dejan su hábito por sí mismos).

Las fases o estadios que distinguen son los siguientes:

1. Precontemplación:

Se sitúan en este estadio aquellas personas que no manifiestan deseo de


cambiar de conducta a corto plazo, en los seis meses siguientes. Además, no
creen tener un problema de adicción igual al de otros adictos. Es común en este
estadio que las personas que rodean al adicto observen con más claridad el
comportamiento adictivo que los propios interesados, lo que les lleva muchas
veces a tratar de convencerles para que abandonen su conducta adictiva. Por
tanto, las tareas psicológicas fundamentales que corresponden a esta fase son:
“propiciar la duda e incrementar la percepción que tiene el sujeto de los riesgos
y problemas de su conducta actual”.
________________________
1
MAYOR MARTÍNEZ Luís y LÓPEZ CAMPS Roque. Procesos Psicológicos y Adicciones - Procesos de Cambio. Proceso
Terapéutico de Cambio. El Modelo de Prochaska y DiClemente. C.S.V. Valencia 1998, Págs. 8 - 45.
EL MODELO TRANSTEÓRICO DE PROCHASKA Y
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SEGÚN MAYOR MARTÍNEZ LUIS Y LÓPEZ CAMPS ROQUE1

Pese a no tener conciencia del problema, algunos de ellos acuden a tratamiento


por presiones familiares, sociales, judiciales, laborales, etc. Este hecho es una
oportunidad que el terapeuta no debe dejar pasar, ya que puede suponer que
algunos de los individuos que están en esta fase se planteen otros objetivos y
puedan, a largo plazo, modificar su conducta. Por este motivo, el terapeuta ha
de acudir a la entrevista sin ningún juicio preconcebido, dispuesto a escuchar
con empatía a la persona, para poder detectar aspectos personales que puedan
servir de punto de encuentro o de vinculación a la terapia. Ha de estar también
atento a las demandas del sujeto y no pedirle compromisos que no pueda
cumplir. Muchas veces el hecho de que acuda semanalmente a las sesiones,
aunque sea a regañadientes, es un paso tan importante como que deje de
consumir determinada sustancia o de frecuentar determinados lugares
asociados a su adicción.

Esta tipología en ningún modo puede utilizarse para etiquetar a una persona de
antemano, la recogemos a efectos puramente descriptivos del estadio de
precontemplación del cambio.

El terapeuta ha de ser paciente y comprensivo con los sujetos que se


encuentran en esta fase, sin tratar de forzar los cambios y considerándolos en
todo momento personas con características propias que hay que explorar y
conocer. Se persigue, en cualquier caso, que se hagan conscientes de su
adicción y de esta forma pueda plantearse el cambio.

2. Contemplación:

Esta etapa se define como aquella en la cual los individuos son conscientes de
que existe un problema y piensan seriamente superarlo, pero aún no se han
comprometido a pasar a la acción. Esta conciencia sobre su problema adictivo
se observa en el hecho de que muchos de los adictos que acuden a tratamiento
lo hacen en esta etapa, si bien son reacios al compromiso. En otras palabras,
contemplación es “saber donde quiere ir pero no encontrarse todavía
preparado”.

La palabra clave en este estadio es la ambivalencia. Por un lado, los sujetos son
conscientes de su adicción y piensan en cambiar, por otro, no tienen
demasiada conciencia de que este cambio o, mejor dicho, los esfuerzos
necesarios para cambiar, vayan a reportarles beneficios. Esta duda hace que la
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mayoría de adictos se queden constantemente en esta fase y no se decidan a


transitar hacia el cambio.

Los sujetos se muestran receptivos a la información sobre su conducta adictiva


y muestran interés sobre las diferentes formas en que pueden cambiarla;
además, dan los primeros pasos para empezar a modificar su conducta. Sin
embargo, pese a asimilar esta información y racionalizarla, no pasan de ahí. Son
los típicos quemadores de programas de tratamiento, es decir, sujetos que
recaen una y otra vez y pasan de un tratamiento a otro buscando el que les
pueda solucionar su problema. Pensamos que, tras este deambular, existe una
baja motivación al cambio. Esta, sin embargo, debe entenderse como una
variable dinámica, que se operativiza en el modelo como resultado de los
beneficios y costes (pros y contras) de mantener o modificar determinada
conducta. En esta fase, los individuos pensarían que son mayores los pros para
continuar con su adicción, que los contras.

Sin embargo, el hecho de que un contemplador no pase a otro estadio puede


deberse en parte a la poca sensibilidad de los programas tradicionales para
detectar esta situación de desamparo y duda y ofrecer al adicto la ayuda que
necesita en este momento.

3. Preparación:

A este estadio también se le llama determinación o toma de decisiones. Descrito


en pocas palabras, es el momento en que el adicto se dispone o prepara para
actuar.

En términos motivacionales, los sujetos que se preparan para actuar manifiestan


ser más contrarios que favorables al consumo, inclinándose la balanza y
aumentando su disposición al cambio.

El terapeuta ha de considerar este estadio como un momento de transición en


el cual el adicto comienza a conseguir la abstinencia, por ejemplo baja la dosis
de heroína o de cigarrillos diarios, deja de ir a ciertos lugares que le puedan
incitar al consumo, se distancia de ciertas personas relacionadas con el mundo
anterior, etc. Esto, sin embargo, no significa que el sujeto haya tomado una
decisión firme sobre un cambio de comportamiento, simplemente ha empezado
a dar pequeños pasos que puedan ayudarle al cambio estable de su conducta
en estadios posteriores. El hecho de que un individuo se esté preparando para
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actuar, no tiene como consecuencia inmediata la actuación para el cambio, pero


es más probable que pase a modificar directamente su conducta, que quien ni
siquiera se la plantea como problema.

La tarea fundamental en esta fase es determinar el mejor curso de acción para


buscar el cambio, en función de la preparación que demuestre el sujeto.

4. Acción:

Es la etapa en la que el sujeto realiza los cambios más visibles para modificar su
comportamiento, sus experiencias o su entorno con el fin de superar sus
problemas. Estos cambios suponen un claro reconocimiento por parte de las
personas de su alrededor y requieren una gran cantidad de esfuerzos.

Se considera que los individuos que están en este estadio llevan hasta 6 meses
sin manifestar su conducta adictiva, por ejemplo un adicto a la heroína que
llevara cinco meses sin consumir una sola dosis se encontraría en esta etapa.

A menudo se confunde acción con cambio, lo que hace que no se tengan en


cuentan los estadios anteriores, ni los esfuerzos por mantener esta acción.

La mayor parte de los programas tradicionales están diseñados hacia la acción,


es decir, asumen que los individuos que llegan a tratamiento están preparados
para actuar cuando, no ocurre así en una gran mayoría de adictos.

Algunos datos significativos pueden clarificar esta situación: de un 7 a un 10%


de fumadores preparados para la acción, un 25/35% son contempladores y un
60/65% se encuentran en el estadio de precontemplación, es decir, casi el 90%
de los fumadores no se encuentra preparado para la acción.

El estadio en el que se encuentra el adicto cuando llega al tratamiento es mejor


predictor del abandono prematuro del programa que las variables usadas
comúnmente (educación, sexo, edad, etc.). Poner a una persona que no se
encuentra preparada para adquirir un compromiso firme de abstinencia, en una
situación que le hace sentirse forzada puede explicar las altas tasas de
abandono de los tratamientos basados en la acción.

5. Mantenimiento:
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Para situarlas en este estadio, las personas han de ser capaces de mantenerse
alejadas del comportamiento adictivo y de comprometerse consistentemente en
su nuevo estilo de vida durante más de seis meses.

Esta fase no tiene una duración determinada, aunque se sugiere que después
de ella habría otro estadio de finalización, caracterizado por la ausencia total de
tentaciones. No conocemos datos que revelen que después de un tiempo
determinado sin desarrollar la conducta adictiva, los adictos dejan de verse
tentados por ella, por lo tanto, consideramos la fase de mantenimiento como
una fase abierta, ilimitada en el tiempo. Los adictos realizan continuamente
esfuerzos para evitar volver a su comportamiento adictivo y, en este sentido, el
cambio no ha de darse por concluido en la fase de mantenimiento, sino al
contrario: este momento conlleva una utilización continuada de estrategias para
mantener el patrón de comportamiento alcanzado. La identificación de
situaciones de riesgo y la prevención de recaídas son las tareas que van a
ayudar al adicto a mantenerse en esta fase.

6. Recaída (con salvedades):

En función de la definición de recaída que se adopte puede entenderse la misma


como una situación más dentro de un proceso, o como una fase diferenciada
que pone fin al mismo. Así, Marlatt (1993) reflexiona sobre dos definiciones
opuestas de recaída:

• Recaída es “una recidiva de los síntomas de una enfermedad tras un


período de mejoría”. Esta definición se basa en el modelo médico de
enfermedad: el sujeto o está curado o enfermo. Se trata de una
dicotomía en la que sólo cabe o la mejoría de los síntomas o la
“recidiva” (es decir, la enfermedad). Según esta definición, la recaída es
una fase que supone el fin de un proceso, vamos a llamarlo positivo,
que llevaba hacia el mantenimiento en la abstinencia y, además, en
principio de otro, llamémosle negativo, que va a llevar irremisiblemente
a los mismos comportamientos que al comienzo del cambio hacia la
modificación de la conducta adictiva. Con lo cual, el hecho de consumir
una sustancia o realizar una acción adictiva después de llevar un tiempo
sin hacerlo, supone que todos los pasos anteriores no han servido para
nada.

• Recaída es “el hecho o instancia de reincidir, empeorar o regresar”.


Esta definición sugiere que la recaída no tiene por qué ser un acto
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finalista, sino que puede entenderse mejor como un fallo, descuido o


tropiezo, en definitiva un empeoramiento temporal de los síntomas que
causaban la enfermedad, pero sin que suponga volver a todos los
síntomas de la misma. De este planteamiento se deduce, por ejemplo,
que para un alcohólico que está en proceso de “curación” el hecho de
volver a consumir una copa o coger una borrachera puntualmente, no
tiene por qué suponer el abandono del proceso, sino una situación más
dentro del mismo, que no por indeseable deja de ser normal.

En un primer momento el modelo consideraba la fase de recaída como un


estadio deferente, en consonancia con la primera definición. En las versiones
más recientes, la recaída es una parte más del proceso que el terapeuta y el
paciente deben saber manejar para prevenir futuras recaídas, dotando al adicto
de estrategias e información que le ayuden a no desmoralizarse y a retomar el
proceso en el punto que lo dejó.

La recaída se produce en los estadios de actuación y de mantenimiento


(recordemos que en los estadios anteriores aún había consumos) y supone el
retroceso a algún estadio anterior. Lo ideal sería que los recaídos se resituaran
en el estadio de contemplación o de preparación, ya que podrían volver a
retomar el proceso. Esto no siempre ocurre, pero la mayoría de adictos que
sufren una recaída no abandonan el tratamiento sino que se mantienen en él y
vuelven al estadio de contemplación.

b) ¿Cómo se produce el cambio?: Procesos de cambio.

Desde el modelo no se puede saber qué sujetos pasarán de precontempladores


a contempladores. Sin embargo, Prochaska y DiClemente consiguieron aislar los
procesos básicos que utilizan la mayoría de adictos, sea cambiando por sí
mismos o a través de un tratamiento formal por profesionales.

Los autores del modelo consideran que los procesos representan un nivel de
abstracción entre las presunciones teóricas básicas de un sistema terapéutico y
las técnicas propuestas por la teoría. Por decirlo de forma más sencilla:
independientemente del modelo teórico de terapia que se adopte (conductismo,
psicoanálisis, psicoterapia existencialista, etc.), cada una con sus presupuestos
claramente diferenciados y con unas técnicas de intervención relacionadas
también diferentes, van a darse una serie de procesos comunes a todas ellas.
En este sentido el modelo de cambio es transteórico o, mejor, metateórico, ya
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que va más allá de cualquier teoría concreta al describir cómo cambia la gente.
Además, orientado como está a la práctica, busca dotar a los terapeutas de un
referente común para la intervención. Los procesos de cambio serían este marco
de referencia, es decir, indicarían al terapeuta qué procesos intervienen en la
modificación de una conducta de modo que pueda emplear de la forma más
conveniente aquellas técnicas con las está más familiarizado o identificado.

Para llegar a esta conclusión realizaron un análisis de los principales


procedimientos psicoterapéuticos e identificaron en ellos doce procesos básicos
de cambio comunes. De estos, al final se quedaron los 10 siguientes, que
obtenían mayor respaldo teórico y práctico:

Procesos de cambio básicos:

1. Concienciación: Se trata de obtener más información sobre uno mismo


y su problema (observaciones, confrontaciones...).
2. Autoreevaluación: Evaluación afectiva y cognitiva por parte del adicto
de los costes y beneficios, que le supone mantener sus valores y
cambiarlos por otros.
3. Reevaluación ambiental: Análisis cognitivo y afectivo del impacto que
su conducta tiene en su entorno y relaciones interpersonales, así como
de las consecuencias, tanto positivas como negativas, que supondría el
cambio.
4. Relieve dramático: Consiste en practicar y expresar sentimientos ante
los problemas asociados a su conducta adictiva (psicodrama,
representación de roles...).
5. Auto-liberación: Este proceso se caracteriza por el compromiso del
adicto en actuar o creer en la propia capacidad de cambio. Se
fundamenta en la sensación de autoeficacia y la creencia de que los
propios esfuerzos representan un papel crítico en la superación del
problema aún en momentos difíciles.
6. Liberación social: Consiste en el incremento de alternativas para
desarrollar conductas no problemáticas y acordes con la sociedad en que
vive.
7. Manejo de contingencias: Estrategia conductual que consiste en
aumentar la probabilidad de ocurrencia de determinada conducta a
través del refuerzo de los demás o del auto-refuerzo; también se hace
residir en la vigilancia de los cambios por uno mismo o los demás.
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8. Relaciones de ayuda: Se trata fundamentalmente de confiar en


personas que puedan ayudar al cambio.
9. Contracondicionamiento: Es un cambio esencialmente conductual que
consiste en generar respuestas alternativas ante los estímulos
condicionados a la conducta adictiva.
10. Control de estímulos: Se trata de evitar la exposición a los
estímulos que recuerden la conducta adictiva.

c) ¿Qué es lo que se necesita cambiar?: Niveles de


cambio.

Esta pregunta se podría reformular de otra manera: ¿En qué áreas del
funcionamiento humano hay que centrar la intervención para modificar una
conducta adictiva?; o también: ¿Qué problemas psicológicos se deben tratar?.
Para resolver esta cuestión desde el modelo que describimos, lo primero que
hay que tomar en consideración es el carácter profundamente individualizador
del mismo, esto es, cada individuo realiza este proceso de una forma diferente.
Algunos sujetos, los menos, detectarán que tienen un problema de adicción,
tomarán inmediatamente la decisión de cambiar su conducta y lo conseguirán
en el primer intento; otros también decidirán cambiar, pero tal vez no lo
consigan a la primera y necesiten numerosos intentos para lograrlo; otros
tardarán más tiempo en darse cuenta de que existe el problema; algunos
incluso, no se darán cuenta nunca y, consiguientemente, no se plantearán
cambiar.

Además hay que tener en cuenta que las adicciones son el resultado de la
interrelación entre una determinada sustancia o actividad y un individuo que
vive en un medio determinado. En esta interacción el sujeto toma parte
activamente, de forma que cada situación nueva va a producir unos
determinados efectos, tanto para el individuo como para el medio (familia,
trabajo, amigos, etc.), que serán una fuente de conocimiento sobre la forma en
que maneja esta interrelación. Esto a su vez va a influir en la forma en que el
individuo se enfrente a las diferentes situaciones, y así sucesivamente.

Hay que tener en cuenta también la dificultad aportada por la variabilidad que
suponen las características de cada uno de los componentes de este conjunto,
es decir, las diferentes sustancias o actividades, con diferentes características
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químicas o morfológicas, los diferentes sujetos, con factores genéticos,


psicológicos, etc. Particulares, y los diferentes medios con estructuras
socioculturales diversas. Otras circunstancias o variables que van a influir de
una forma u otra en esta relación son los motivos por los que un sujeto
consume determinada sustancia o realiza una actividad, la forma y frecuencia
en que lo hace, etc.

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, pensar en un tratamiento


como solución sencilla no parece ni realista ni adecuada. Los problemas
psicológicos deben tratarse atendiendo a cinco niveles jerárquicos de cambio:

1. Síntoma/situación.
2. Cogniciones desadaptativas.
3. Conflictos interpersonales actuales.
4. Conflictos de familia/sistemas.
5. Conflictos intrapersonales.

En el proceso de cambio, terapeuta y cliente han de ponerse de acuerdo acerca


de los motivos a los que atribuyen los problemas y el nivel o niveles en los que
van a trabajar.

Desde este modelo, generalmente se trata de actuar primero en el nivel


síntoma/situación, ya que en él se puede observar cambios más rápidamente y
dar solución a los problemas inmediatos que, además, suelen ser los que han
hecho que el adicto acuda al tratamiento.

Con la descripción de los niveles de cambio se cierra el marco de un programa


de intervención en el ámbito de las conductas adictivas, consistente en “la
aplicación diferencial de los procesos de cambio en cada uno de los estadios
dependiendo del nivel de problema que está siendo tratado”. Abogan en
concreto por la integración de las aportaciones y métodos de los principales
sistemas terapéuticos (conductismo, psicoanálisis, cognitivismo, existencialismo)
con el fin de adecuar los tratamientos y obtener el máximo rendimiento para
cada individuo, en función de los elementos considerados: los niveles, procesos
y estadios de cambio.

d) ¿Quién puede cambiar durante un tratamiento?


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La respuesta a esta pregunta se desdobla en otras dos cuestiones:

(1) Qué sujetos van a poder cambiar y quiénes no, lo que nos llevaría a plantear
las variables que pueden discriminar entre estos dos grupos, es decir, las
respectivas características de los individuos; y
(2) Qué tipo de tratamiento es más adecuado para cada individuo.

En cuanto a la primera cuestión, los autores defienden que las variables


estudiadas tradicionalmente (personalidad, variables sociodemográficas, nivel
intelectual, variables de consumo, etc.) son de tipo rasgo y, por tanto, poco
sensibles al cambio, lo que contradice el planteamiento dinámico del modelo,
por tanto les han prestado poca atención. Sugieren como variables compatibles
con el modelo la motivación al cambio o toma de decisiones y las expectativas
de autoeficacia, por ser las de mayor poder explicativo y predictivo.

En lo que se refiere al segundo aspecto, la adecuación entre tratamiento e


individuo, concluyen que hasta el momento las investigaciones en el campo de
la psicoterapia no han proporcionado evidencias significativas que permitan
definir la mejor forma de intervención. Demoran la respuesta a esta cuestión
hasta el momento en que se creen programas de tratamiento basados en
modelos globales de cambio.

En definitiva, apuntan que los intentos por hacer pronósticos sobre el camino
que toma un adicto en su proceso de cambio han resultado poco alentadores.
De hecho sostienen que el estadio en el que se encuentra un sujeto a la hora de
comenzar un tratamiento es mejor predictor que las variables utilizadas
comúnmente: edad, sexo, educación, etc. Tal vez se deba a que las variables
utilizadas no son susceptibles de modificación, ni de intervención, de tal forma
que el sujeto puede presentar las mismas características antes, durante y
después del tratamiento (por ejemplo el sexo, el nivel socioeconómico,
educación recibida). Con este tipo de estudios a lo más que se puede aspirar es
a describir las características de los adictos que concluyen con éxito un
programa de intervención, pero no nos dicen nada de los que no lo consiguen,
ni de la forma en que a éstos se les puede ayudar, lo que les condena a se
etiquetados como “malos pronósticos”, al no cumplir intervención para todos los
adictos, sin tener en cuenta la mejor forma de ayudarles en cada momento, no
se podrán sacar conclusiones sobre qué procedimientos son más adecuados
para cada persona, en cada situación, teniendo en cuenta la fase del proceso en
la que se encuentra.
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e) ¿Dónde realizar estos cambios?

La respuesta a esta pregunta supone determinar qué tipo de programa es el


más indicado para que se produzca el cambio. En apartados anteriores se ha
respondido a esta cuestión poniendo de manifiesto que lo ideal sería un
programa que atendiera a los distintos elementos a tener en cuenta: estadios,
procesos y niveles. Además, ésta no es una variable crítica a la hora de
plantearse un modelo global de cambio.

f) Conclusiones:

El modelo que acabamos de desarrollar parte de una descripción de aquellos


adictos que han concluido con éxito el cambio de la conducta. Esto significa que
los adictos que hacen el proceso de cambio pasan por los estadios descritos,
utilizan de forma diferenciada los procesos de cambio, solucionan sus problemas
psicológicos en diferentes niveles de intervención, aumentan en ellos las
expectativas de eficacia y disminuyen las tentaciones y, por último, alcanzan
una decisión firme contraria a continuar con sus conductas.

Sin embargo, esto no nos puede llevar a pensar que todos los adictos realizan
este proceso de cambio; de hecho, la mayoría de ellos no cambian nunca o
cambian muy poco. Para ilustrar el alcance y las limitaciones del modelo
podemos poner de ejemplo un escalador que alcanza la cumbre del Everest.
Para llegar a ella ha pasado por diferentes fases, ha ido montando diferentes
campamentos a lo largo de la falta de la montaña, ha utilizado diferentes
materiales para encarar con éxito el paso de un campamento a otro, además
sabe en qué tramos hay que realizar mayor esfuerzo, algunas de las
inclemencias meteorológicas más frecuentes en cada época del año, etc.
Cuando está arriba sabe que quien quiera subir ha de tener en cuenta todos
estos factores y pasar por los mismos puntos que él, pero no puede saber ni
quienes de los que esperan abajo lo conseguirían, ni cuánto tardarán los que lo
logren. El que esta situación se dé, va a depender de diferentes factores
externos a los individuos (climatología) y de factores propios (cansancio,
motivación, etc.) imprevisibles en la mayoría de las ocasiones. Siguiendo este
símil, podemos concluir que el modelo Transteórico de Prochaska y DiClemente
está elaborado desde la perspectiva del escalador, por tanto va a encontrarse
con las mismas dificultades que éste: Describe los estadios por los que pasa el
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adicto para modificar su conducta adictiva, pero no puede saber quienes de


ellos se decidirán a modificarla, ni quienes pasarán de un estadio a otro.

Los procesos de cambio, el equilibrio en la toma de decisiones, y las


expectativas de autoeficacia, pueden dar alguna información complementaria
sobre los factores que están presentes y facilitan el cambio, pero sólo para los
sujetos que se deciden a cambiar. ¿Qué ocurre con aquellos que no pasan
nunca de un estadio de precontemplación o contemplación?, ¿por qué algunos
adictos cambian y otros no? La información que proporciona el modelo no
permite responder realmente a estas cuestiones. Sin embargo, la descripción
sistémica que realiza del proceso de cambio de las conductas adictivas,
proporciona una sólida base para tratar de dar solución a estas preguntas.

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