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17/09/2019
Índice
Orgullo .......................................................................................................... 5
Avaricia ......................................................................................................... 7
Ira ................................................................................................................. 8
Lujuria ........................................................................................................... 9
Gula ............................................................................................................ 10
Pereza ........................................................................................................ 11
Los siete pecados capitales
Orgullo
La Biblia deja claro que a Dios no le agrada el orgullo y nos advierte que su fruto es
la destrucción. «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso»
(Proverbios 16:18). Destruye amistades, familias y destruye nuestra dependencia
de Dios.
Nuestra actitud debe ser de humildad, de aprecio a los que nos rodean. Romanos
12:3 nos exhorta: «Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,
sino más bien piense de sí mismo con moderación».
El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los
orgullosos.
(Salmo 138:6)
Envidia, celos
Nuestra actitud cambia cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Aprendemos a
gozarnos con los logros de los demás. En Romanos 12:15 dice: «Alégrense con los
que están alegres; lloren con los que lloran». Ahí está la clave. Primero, aprender a
estar felices y satisfechos con todo lo que Dios nos ha dado. Luego, pedir a Dios
que transforme nuestro corazón para que podamos sentir un gozo genuino al ver
los logros de los demás.
Avaricia
Dios nos provee todo lo que necesitamos, debemos estar satisfechos con su
provisión. La avaricia crece cuando sacamos a Dios del trono de nuestro corazón y
colocamos la insatisfacción y el deseo de tener más. Mateo 6:24 dice «Nadie puede
servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a
uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas». Para
librarnos de la avaricia necesitamos decidir quién será el dueño de nuestro corazón.
Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren
enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos.
Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.
Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos
se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.
(1 Timoteo 6:8 -10)
Ira
Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para
escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce
la vida justa que Dios quiere (Santiago 1:19-20).
Cuando la ira toma control perdemos de vista la presencia de Dios y olvidamos que
podemos confiar en él. Queremos tomar la justicia en nuestras manos y hacer que
la otra persona pague y tenga su merecido. Pero no debe ser así. Debemos confiar
siempre en la justicia de Dios y hacer lo que es bueno y agradable ante sus ojos.
No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios,
porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando
así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al
contrario, vence el mal con el bien.
(Romanos 12:19-21)
Lujuria
Cuando Jesús entra en nuestros corazones transforma la forma en que vemos todo,
incluido nuestro cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestro cuerpo le pertenece a
Dios ya que él nos creó. Su propósito para nosotros es que le glorifiquemos en todas
nuestras acciones, palabras y pensamientos.
Todas las áreas de nuestra vida deben mostrar que Jesús es nuestro Señor.
Necesitamos someter a él el área sexual. Cuando somos de Dios tratamos con
respeto nuestro cuerpo y el de los demás, no dejamos que nos controlen
pensamientos impropios que no glorifican a Dios. Rechazamos lo que desagrada a
Dios y dejamos que el Espíritu Santo nos dirija y nos enseñe a apreciar y respetar
nuestro cuerpo y el de los que nos rodean.
Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete
quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra
su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo,
quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus
propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo
a Dios.
(1 Corintios 6:18-20)
Gula
Este es otro pecado que daña nuestro cuerpo. Algunos piensan que para mostrar
su valor deben comer con abundancia en restaurantes exclusivos y beber bebidas
costosas. Otros intentan saciar sus necesidades emocionales o reparar el daño que
han causado a sus seres queridos a través de la comida y las bebidas alcohólicas.
Nada de esto agrada a Dios.
La gula afecta nuestra salud, nuestras finanzas y nuestra relación con los demás.
Nos aparta de los seres amados porque nos enfocamos en comer o beber en lugar
de buscar resolver nuestros conflictos y problemas dialogando o pidiendo sabiduría
a Dios. Si nos llenamos de Dios y vemos nuestros problemas o nuestra apariencia
como él los ve, nos refugiaremos en él y no en la comida o la bebida.
(Romanos 13:13-14)
Pereza
Dios nos ha dado a todos habilidades, dones que debemos usar para trabajar,
sostenernos a nosotros y a nuestras familias y aportar a la sociedad. Dios pone
deseos en nuestro corazón y nos da las herramientas para cumplirlos. Debemos ser
diligentes en descubrir y usar esas habilidades que él nos ha dado. Es una forma
de mostrar gratitud y aprecio a Dios por su diseño en nosotros.