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Escuela particular Paz Vallejo Murano

Relaciones Humanas

“Los 7 pecados capitales”

Grupo: “1” Grado: Arrebillaga

Nombre de la Alumna: Valeria Rodríguez


Castillo

17/09/2019
Índice

Los siete pecados capitales .................................................................................... 5

 Orgullo .......................................................................................................... 5

 Envidia, celos ............................................................................................... 6

 Avaricia ......................................................................................................... 7

 Ira ................................................................................................................. 8

 Lujuria ........................................................................................................... 9

 Gula ............................................................................................................ 10

 Pereza ........................................................................................................ 11
Los siete pecados capitales

Los pecados capitales son, según la enseñanza de la fe católica, siete inclinaciones


naturales del ser humano que pueden llevarle a caer en otros pecados. En el siglo
sexto el papa Gregorio oficializó la primera lista de siete compuesta por el orgullo,
la envidia, la avaricia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.

Orgullo

La Biblia deja claro que a Dios no le agrada el orgullo y nos advierte que su fruto es
la destrucción. «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso»
(Proverbios 16:18). Destruye amistades, familias y destruye nuestra dependencia
de Dios.

Nuestra actitud debe ser de humildad, de aprecio a los que nos rodean. Romanos
12:3 nos exhorta: «Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,
sino más bien piense de sí mismo con moderación».

El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los
orgullosos.
(Salmo 138:6)

El mayor ejemplo de humildad lo encontramos en Jesús y él debe ser nuestro


modelo en todo. Jesús estuvo dispuesto a humillarse por amor a nosotros y morir
en la cruz para darnos salvación. Debemos dejar que su amor nos transforme y
fluya a través de nuestras vidas para que él reciba toda la gloria.
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por
naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el
contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose
semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí
mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
(Filipenses 2:5-8)

Envidia, celos

La envida trae disensión y discordia. «Porque donde hay envidias y rivalidades,


también hay confusión y toda clase de acciones malvadas» (Santiago 3:16). Muchas
veces somos tentados por la envidia al ver a otros triunfar o ser reconocidos y
sentirnos ignorados. Ahí comienza a plantarse la semilla de la envidia y los celos.
Necesitamos estar alertas y firmes en el Señor para no ceder ni caer en su trampa.

Nuestra actitud cambia cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Aprendemos a
gozarnos con los logros de los demás. En Romanos 12:15 dice: «Alégrense con los
que están alegres; lloren con los que lloran». Ahí está la clave. Primero, aprender a
estar felices y satisfechos con todo lo que Dios nos ha dado. Luego, pedir a Dios
que transforme nuestro corazón para que podamos sentir un gozo genuino al ver
los logros de los demás.

En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos


descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos
en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros.
Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos
salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia.
(Tito 3:3-5)

Avaricia

Dios nos provee todo lo que necesitamos, debemos estar satisfechos con su
provisión. La avaricia crece cuando sacamos a Dios del trono de nuestro corazón y
colocamos la insatisfacción y el deseo de tener más. Mateo 6:24 dice «Nadie puede
servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a
uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas». Para
librarnos de la avaricia necesitamos decidir quién será el dueño de nuestro corazón.

Vencemos la avaricia con la gratitud por la provisión de Dios. «Manténganse libres


del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca
te dejaré; jamás te abandonaré» (Hebreos 13:5). Debemos confiar que la provisión
de Dios es y siempre será suficiente, estar contentos y ser agradecidos.

Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren
enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos.
Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.
Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos
se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.
(1 Timoteo 6:8 -10)
Ira

La Biblia no nos prohibe enojarnos. El enojo es una emoción buena en


circunstancias tales como la injusticia, el abuso o la opresión impulsándonos a
contribuir para evitar que esa situación continúe.

Lo que la Biblia sí prohibe es dejar que el enojo se convierta en ira destructiva e


irracional. En Efesios 4:26-27 leemos: «Si se enojan, no pequen. No permitan que
el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo». Vemos que hay
un nivel de enojo, la ira, que es pecaminoso y no debemos permitir que nos domine
pues abre una puerta a la influencia del diablo.

Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para
escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce
la vida justa que Dios quiere (Santiago 1:19-20).

Cuando la ira toma control perdemos de vista la presencia de Dios y olvidamos que
podemos confiar en él. Queremos tomar la justicia en nuestras manos y hacer que
la otra persona pague y tenga su merecido. Pero no debe ser así. Debemos confiar
siempre en la justicia de Dios y hacer lo que es bueno y agradable ante sus ojos.

No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios,
porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando
así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al
contrario, vence el mal con el bien.
(Romanos 12:19-21)

Lujuria

Cuando Jesús entra en nuestros corazones transforma la forma en que vemos todo,
incluido nuestro cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestro cuerpo le pertenece a
Dios ya que él nos creó. Su propósito para nosotros es que le glorifiquemos en todas
nuestras acciones, palabras y pensamientos.

Todas las áreas de nuestra vida deben mostrar que Jesús es nuestro Señor.
Necesitamos someter a él el área sexual. Cuando somos de Dios tratamos con
respeto nuestro cuerpo y el de los demás, no dejamos que nos controlen
pensamientos impropios que no glorifican a Dios. Rechazamos lo que desagrada a
Dios y dejamos que el Espíritu Santo nos dirija y nos enseñe a apreciar y respetar
nuestro cuerpo y el de los que nos rodean.

Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete
quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra
su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo,
quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus
propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo
a Dios.

(1 Corintios 6:18-20)
Gula

Este es otro pecado que daña nuestro cuerpo. Algunos piensan que para mostrar
su valor deben comer con abundancia en restaurantes exclusivos y beber bebidas
costosas. Otros intentan saciar sus necesidades emocionales o reparar el daño que
han causado a sus seres queridos a través de la comida y las bebidas alcohólicas.
Nada de esto agrada a Dios.

Hijo mío, presta atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te


juntes con los que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues
borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza.
(Proverbios 23:19-21)

La gula afecta nuestra salud, nuestras finanzas y nuestra relación con los demás.
Nos aparta de los seres amados porque nos enfocamos en comer o beber en lugar
de buscar resolver nuestros conflictos y problemas dialogando o pidiendo sabiduría
a Dios. Si nos llenamos de Dios y vemos nuestros problemas o nuestra apariencia
como él los ve, nos refugiaremos en él y no en la comida o la bebida.

Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en


inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse
ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la
naturaleza pecaminosa.

(Romanos 13:13-14)
Pereza

El perezoso se aparta de los demás física y emocionalmente pues solo desea su


propio descanso y bienestar. Proverbios 6:9-11 lo describe así: «Perezoso, ¿cuánto
tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño,
una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la
pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!»

Dios nos ha dado a todos habilidades, dones que debemos usar para trabajar,
sostenernos a nosotros y a nuestras familias y aportar a la sociedad. Dios pone
deseos en nuestro corazón y nos da las herramientas para cumplirlos. Debemos ser
diligentes en descubrir y usar esas habilidades que él nos ha dado. Es una forma
de mostrar gratitud y aprecio a Dios por su diseño en nosotros.

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