Está en la página 1de 6

LA ESCRITURA ¿UN MUERTO QUE AÚN RESPIRA?

(Carlos Bohorquez)

La escritura ha acompañado al hombre en cada una de las épocas, con sus respectivos
cambios y transformaciones. Fiel compañera de las civilizaciones en cada uno de sus
avances, se ha hecho presente como su sombra mientras los hombres caminan por los
senderos del conocimiento, la poesía, la literatura, como un mecanismo que permite
dejar una pequeña parte de los acontecimientos, de las fracturas, de las discontinuidades
históricas marcadas de manera violenta en el papel. Podríamos decir que la escritura ha
sido el único mecanismo con el que se ha podido dejar grabado cualquier tipo de
reflexión ya sea científica, filosófica o artística, para que se conserve y no caiga en el
abismo del olvido. Ha sido hallada como un remedio, como una medicina, como un
fármacon para la memoria y la sabiduría. Al parecer, la escritura, de manera general es
sumamente beneficiosa para el hombre, sin embargo, no ha sido de mucho agrado para
algunos, pues hay quienes la encuentran un tanto problemática porque no representa un
saber, sino simplemente un saber aparente, porque cuando se le pregunta responde con
un largo silencio.

Platón ha presentado un fuerte rechazo a la escritura, o por lo menos así parece, por el
hecho de que la práctica filosófica muere con ella, debido a que la escritura es un saber
que no responde por sí mismo, requiere que intercedan, la defiendan, es como un hijo
sin padre. El saber para el filósofo de la ancha espalda se alcanza por medio del
diálogo, de la práctica del preguntar, responder y escuchar, práctica que solo es posible
entre dos hablantes o más; no de la lectura de un texto. El saber viene de adentro, de la
reflexión, no del exterior y la lectura de un escrito, pues aquí se encuentra una
apariencia de él.

La escritura es vista como un fármacon para la memoria, un saber cuyo efecto es suplir
los defectos de la memoria, de ahí que sea una medicina que facilita el recuerdo, un
simple recordatorio. Es un saber para la memoria, por eso en el Fedro Platón le
pregunta a Fedro qué trae consigo, qué es lo que le esconde bajo sus vestiduras cuando
lo invita a platicar sobre el discurso de Lisias; aquello que esconde Fedro no es nada
menos, no es nada más que el discurso escrito. Fedro necesita del texto pues no se lo ha
podido aprender de memoria, necesita de algo que le ayude a recordar. Platón se remite
al mito de Theuth para mostrar las razones del rechazo hacia la escritura, la muestra
como la muerte del saber, incluso podrimos decir que la escritura representa un
estancamiento para avanzar en el conocimiento.

«[Oh artificiosísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o
provecho aporta para los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, precisamente, padre
que eres de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que tienen.
Porque, es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan. al descuidar
la memoria fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera. a través de
caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. (Platón;
Diálogo III 274e6).

La escritura es vista como nociva en el sentido de que no se incita a un recuerdo desde


adentro, a un ejercicio puramente reflexivo. El problema de la escritura está en que no
se considera como conocimiento aquello que se aprende por medio de la lectura de un
texto, pues por más lecturas que se hagan sobre medicina, no implica que aquel que lee
se convierta en médico nada más por realizar dicho ejercicio; simplemente tendrá unas
nociones sobre la ciencia de la medicina. Un segundo aspecto es que de alguna manera
se crea una dependencia para la memoria de lo que está escrito, no se ejercita en
aprender, debido a que ya tiene el remedio en caso de que llegase a olvidar algo.

El proceso del conocimiento, se ve entorpecido por los caracteres escritos a causa de


que carece de claridad y firmeza. Lo que se escribe no debe tomarse con mayor
seriedad, pero esto se debe a que Platón considera que el único camino viable para el
ejercicio del conocimiento, y sobremanera para la práctica del filosofar y ejercitar el
pensamiento, esta justamente en el diálogo, y en la práctica misma 1. Es una cuestión de
práctica, porque la filosofía es un discurso, un saber hablado, lo que implica que solo
será real cuando sea escuchado más no leído. El lanzarse a la escritura representa el
riesgo de desentenderse y no educar o procurar una buena formación de la memoria. La
escritura atenta contra la práctica filosófica, la amenaza de manera grave con enterrarla,
ya que el saber muere cuando se trasfiere en escritura, pasa a ser silenciado, al no hablar
incluso cuando se le pregunta, a tomar una postura de cuerpo sin vida muriendo con él
lo más valioso, la práctica, el discurso hablado; pasa a ser un saber ficticio, saber que en
últimas no es saber, sino algo artificial. El libro, el saber muerto y rígido encerrado en
los textos, las historias acumuladas, las nomenclaturas, las recetas, los cuentos, los
mitos y las fórmulas aprendidas de memoria, todo eso resulta tan ajeno al saber vivo y a

1
Cfr. con la clase del 16 de febrero 1986 de Michel Foucault, donde realiza un análisis al rechazo de la
escritura de Platón, desde la carta VII. Clase anexada en el libro El gobierno de sí y de los otros (2011).
la dialéctica como aquel que conoce el fármacon y no es médico ni tiene un
conocimiento claro de la medicina (Derrida;1968, pg9). Solo el habla puede mantener el
discurso vivo.
La única manera de mantener con vida el discurso es que exista un hablante, es decir,
que su padre este siempre presente para que no caiga en la tumba del silencio. El texto
por sí solo no puede decir nada, permanece callado, de ahí de la necesidad de que lo
defiendan, pues el libro es como un hijo, requiere que intercedan por él, requiere de su
padre cuando es atacado, el texto sin su padre no es más que simple escritura. A
propósito de esto, Derrida nos dice lo siguiente.

Pues sólo el discurso «vivo», sólo un habla (y no un tema, un objeto o un asunto de


discurso) puede tener un padre; y según una necesidad que no va a dejar ahora de
aclarársenos, los logoi son hijos, lo bastante vivos como para protestar si llega la
ocasión y para dejarse preguntar, capaces, a diferencia de las cosas escritas, de
responder, también, cuando su padre está allí. Son la presencia responsable de su padre.
(Derrida; 1968,115)

El discurso es el único que tiene vida, que puede afrontar las diversas interrogaciones
que puedan realizársele. El discurso vivo es una práctica hablada y es precisamente esa
práctica lo que lo mantiene con vida, y cuenta con la precia del padre en todo momento
para aclarar cualquier duda que pueda surgir. Quien habla conoce muy bien de lo que
habla, tiene claridad sobre lo que dice, y está en la facultad de poder entablar un diálogo
con los demás. Un conocimiento que viene de adentro y no un repetir sin saber, una
apariencia de este; la oralidad es seriedad, además hay que sumarle lo que el filósofo
sabe, no es como la obra de arte o la escritura, bella pero muda, la oralidad escribe en
las almas, es un conocimiento verdadero.

Hasta el momento parece que la escritura, el fármacon, no tiene nada positivo, tiene
más apariencia de veneno que de remedio, y que esa facultad de grabar los
acontecimientos, las fracturas y la historia no tiene una relevancia significante. Podemos
preguntarnos ahora, si no hubiera existido la escritura, ¿cómo se habría abierto camino y
perdurado el conocimiento a través de las décadas hasta nuestros días? ¿Cómo contar la
historia, sin que se olviden los detalles? ¿cómo trasmite el saber, aquel que reflexiona en
el silencio y se niega a hablar por temor a que atenten contra su integridad? Podríamos
atrevernos a decir que la mayor parte del conocimiento se hubiera perdido en el paso de
generaciones, que la historia hubiera olvidado los detalles o adquirido peculiaridades
que quizás no tuvo; y aquel que reflexionó en silencio jamás se escuchó. Que sería tanta
la aglomeración de información en nuestra memoria que no habría espacio para los
cuentos, la poesía y que quizás uno que otro se salvaría, pero la gran mayoría se
perdería. Que hombres como Foucault, que dedicó su vida a escudriñar la historia,
jamás se hubiera podido dará a conocer su trabajo y como si fuera poco, nos habríamos
perdido de tan admirable pluma e interesante discurso. Tampoco hubiera existido
análisis de la escritura, entonces Derrida jamás habría hecho tan admirable trabajo, y en
el peor de los casos, y para nuestra desgracia, ni siquiera nos hubiésemos enterado de
una gran parte del pensamiento filosófico y de los cambios que hemos sufrido para
convertirnos en lo que somos.

Ahora bien, escribir es retener las palabras, retener el discurso tal y como se dijo, sin
variaciones. La escritura es una forma de hablar, de comunicar un pensamiento, un
modo de hacer perdurar las palabras, porque al fin de cuentas no hay una memoria que
perdura por siempre, necesita de algo que le recuerde, de la rememoración y de ese
modo la memoria es escritura debido a que no hay una presente todo el tiempo. 2 Si bien
la escritura necesita a alguien que la defienda, también es algo comunicable que brota
del silencio, de un silencio organizado y con sentido, como diría Zambrano:

Escribir viene a ser lo contrario de hablar; se habla por necesidad momentánea


inmediata y al hablar nos hacemos prisioneros de lo que hemos pronunciado,
mientras que en el escribir se halla liberación y perdurabilidad -sólo se encuentra
liberación cuando arribamos a algo permanente. Salvar a las palabras de su
momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas en nuestra reconciliación
hacia lo perdurable es el oficio del que escribe. (Zambrano;1934, pg2)

Escribir es salvar las palabras de la temporalidad, evitar que perezcan, que se pierdan
con ella. La escritura atrapa no solamente las palabras, también guarda el presente, lo
hace perdurable, es algo que nace de un aislamiento efectivo, de una reflexión que
realiza quien escribe y se hace atemporal cuando se coloca con violencia en el papel. La
escritura hace posible guardar las ideas, las experiencias vitales como la poesía, las
partituras, la literatura, los acontecimientos y conjurarlos en un texto comunicable o
meramente expresivo.

La escritura no es tan nociva para el conocimiento ni tan perjudicial para la memoria


como parece lo considera Platón. Como bien mencionamos en algún momento la
memoria también es escritura, porque necesita del recuerdo y es en ese momento donde
el discurso cobra vida, deja de estar muerto. Derrida alcanza a señalar que creer que
2
Cfr. Phármakon y escritura: Aristocles, un filósofo de la diferencia, pag 40.
Platón rechaza la escritura es una interpretación apresurada y pobre, es algo que se
puede decir cuando se toma a la ligera; Platón no rechaza la escritura en general, sino un
tipo de escritura. La escritura que tiene relevancia es aquella que invita a la reflexión a
quien lee el texto, lo incentiva, nutre su conocimiento y lo anima a cuestionar, y
condena aquella que es solo imitación de la verdad y la sabiduría. 3 Esa escritura que se
salva del rechazo es justamente aquella que se produce en la soledad del escritor, la que
hace una invitación a la reflexión, guarda consigo las fracturas históricas, las
discontinuidades, la historia, permitiéndonos de ese modo poder conocer lo que se dijo
en generaciones anteriores sin tener que perdernos de los detalles de esos
acontecimientos. La escritura permite de algún modo hablar sobre el presente, atraparlo
en palabras, hablar de él, como lo hizo Kant en ¿Qué es la Aufklarung? Una pregunta
por el presente4, de manera escrita, con una respuesta escrita que sigue vigente
justamente porque se quedó confinada en caracteres. Una pregunta que aún sigue dando
que decir, una pregunta que cuestiona, como diría Foucault ¿qué somos nosotros
mismos? Son textos que incitan al pensamiento, no están muertos, siguen vigentes y
causando incomodidad en quien los lee, invitando a cavilar sobre el presente y lo que
somos. [MUY INTERESANTE SU PUNTO DE VISTA SOBRE UNA ESCRITURA
VIVA Y LA ESCRITURA MUERTA. EL ASPECTO QUE PARECE NO TENER EN
CUENTA ES EL DE LA ESCRITURA SIN NINGÚN TIPO DE INTERÉS O DE FIN,
QUE ESTÁ PRESENTE EN LA LITERATURA, LA POESÍA O EN LA MÚSICA.
LA ESCRITURA HA LOGRADO UNA AUTONOMÍA TAL QUE SE HA
DESVINCULADO INCLUSO DE UNA FUNCIÓN COMUNICATIVA. PUEDE SER
MERAMENTE EXPRESIVA. ¿ESTE TIPO DE ESCRITURA SERÍA MUERTA O
VIVA PARA USTED?]

Bibliografía

M. Foucault (2011) El gobierno de sí y de los otros; Madrid, España; Editorial Akal

M. Foucault (2003) Sobre la ilustración; Madrid, Tecnos.

Platón (1988) Fedón, Banquete, Fedro; Diálogos III; Madrid, España; Editorial Gredos.
3
Loc. cit.
4
Véase: ¿Qué es la crítica? Foucault.
Derrida (1968) La farmacia de Platón; Madrid, España; Editorial Fundamentos.

María Zambrano (1934) Revista de Occidente, tomo XLIV, p. 318, Madrid.

Castro Lemus; Phármakon y escritura: Aristocles, un filósofo de la diferencia. Tomado


dehttps://www.uninorte.edu.co/documents/7399101/13521052/Art
%C3%ADculo+4/53e3fe2e-1601-4b4c-9907-57b830677111 (consultado por última vez
20/04/2020)

También podría gustarte