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John Rawls fue un hombre que tuvo un papel destacado en la formación del
pensamiento político en el siglo XX. Aun hoy, no se puede dictar un curso de
filosofía-política sin mencionarlo, de tal manera que, en sus escritos encontramos
argumentos que, aunque uno no este desacuerdo con ellos, no pueden dejar de
discutirlos. Rawls estaba insatisfecho con la los argumentos filosóficos
tradicionales, sobre aquello que hace a una institución social justa y la forma de
justificar las acciones políticas o sociales. Aunque la justicia pueda ser una virtud
celosa y cauta, Rawls intenta, no obstante, preguntarse cómo sería una sociedad
justa. El argumento utilitario, el cual hace frente en primer lugar, sostiene que la
justicia se define, por aquello que ofrece el mayor bien para el mayor número de
personas. Este argumento tiene una serie de problemas, entre ellos, que parece
estar en consonancia con la idea de la tiranía de las mayorías sobre las minorías.
Además, lleva consigo, el argumento que sostiene que los seres humanos intuyen
lo que está bien o mal por algún sentido moral innato. Pero por sobre todo, Rawls
quería afirmar que, “cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia
que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede atropellar. Es por
esta razón por la que la justicia niega que la pérdida de libertad para algunos se
vuelva justa por el hecho de que un mayor bien es compartido por otros. No
permite que los sacrificios impuestos a unos sean compensados por la mayor
cantidad de ventajas disfrutadas por muchos. Por tanto, en una sociedad justa, los
derechos asegurados por la justicia no están sujetos a regateos políticos ni al
cálculo de intereses sociales”.