Trabajo presentado en cumplimiento parcial como requisito
De la materia Sistema de educación confesional
Gemas sobre el libro La educación cristiana
De Elena G. De White
Trabajo presentado por Víctor Andrés
Morales González
1 de Marzo del 2019
I. La verdadera educación significa mas que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación par ala vida actual. Abarca todo el ser y toda la vida del ser humano. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. (13, P1) II. El verdadero aprendizaje y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de Dios. (14, P.3) III. Cualquier ramo de la investigación que emprendamos, con el sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la influencia poderosa e invisible que opera en todas las cosas y por medio de ellas. (14, P.3) IV. En esta comunión se hallaba la educación más elevada. Es el método que Dios tiene para lograr el desarrollo del ser humano. (14, P.4) V. A fin de comprender qué abarca la obra de la educación, necesitamos considerar tanto la naturaleza del ser humano como el propósito de Dios al crearlo. VI. Los misterios del universo visible {las maravillas del que es perfecto en sabiduría} invitaban al ser humano a estudiar. Tenían el enorme privilegio de relacionarse íntimamente, cara acara, con su creador. (15, P.1) VII. La abnegación es la base de todo verdadero crecimiento. Por medio del servicio abnegado, adquieren su máximo desarrollo todas nuestras facultades. Llegamos a participar cada vez más plenamente de la naturaleza divina. (16, P.1) VIII. Las Sagradas Escrituras son la norma perfecta de la verdad y, como tales, se les debería dar el primer lugar en la educación. (16, P.3) IX. Todo ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. La gente en quien se desarrolla esta facultad es la que lleva responsabilidades, la que dirige empresas, la que influye sobre los demás.(16, P.4) X. Semejante educación provee algo más que disciplina mental; proporciona algo más que preparación física. Fortalece el carácter, de modo que no se sacrifique la verdad y la justicia al deseo egoísta o a la ambición mundana. Fortalece la mente para su lucha contra el mal. (17, P.2) XI. El que coopera con el propósito divino para impartir a los jóvenes un conocimiento de Dios, y moldear el carácter en armonía con el de Cristo, participa en una obra noble y elevada. (17, P.5) XII. La gloria de Dios en los cielos, los mundos innumerables con sus movimientos prefijados, las diferencias de las nubes, los misterios de la luz y el sonido, del día y de la noche, todos eran temas de estudio para los alumnos de la primera escuela de la tierra. (20, P.5) XIII. Al mezclarse el mal con el bien, la mente de nuestros primeros padres se desorientó, y se entorpecieron sus facultades intelectuales y espirituales. Ya no eran capaces de valorar el bien que Dios les había otorgado con tanta generosidad. (25, P.2) XIV. Los grandes principios de la educación son inmutables. Están afirmados eternamente y para siempre. Porque son los principios del carácter de Dios. (29, P.4) XV. El principal esfuerzo del maestro y su constante preocupación ha de ser la de ayudar a los alumnos a comprender estos principios, y a sostener esa relación con Cristo que hará de ellos un factor determinante en la vida. El maestro que acepta esta meta es un verdadero colaborador de Cristo, y de Dios. (29, P.4) XVI. Este modelo educativo, que tenía como centro la familia, fue el que prevaleció en los días de los patriarcas. (33, P.3) XVII. La educación de los israelitas incluía todos los aspectos de su estilo de vida. Todo lo que se refería a su bienestar era objeto de la solicitud divina y estaba comprendido en la jurisdicción de la ley de Dios. (37, P.2) XVIII. Todas esas enseñanzas no debían ser impartidas como una simple teoría. Los que enseñan la verdad deben practicar sus principios. Únicamente al reflejar el carácter de Dios en la justicia, la nobleza y la abnegación de sus propias vidas, pueden impresionar a otros. (38, P.7) XIX. Dios impartió a Israel las lecciones que ilustraban sus principios y fomentaban el recuerdo de sus obras maravillosas. Entonces, al surgir cualquier duda, la instrucción dada impresionaba la mente y el corazón. (39, P.1) XX. El conocimiento de Dios, la comunión con él en el estudio y el trabajo, la semejanza a él en carácter, habían de ser la fuente, el medio y la meta de la educación de Israel, educación impartida por Dios a los padres, y que ellos debían trasmitir a sus hijos. (41, P.4) XXI. El profeta era, en el sentido más elevado, alguien que hablaba por directa inspiración divina y comunicaba al pueblo los mensajes que recibía de Dios. Pero también se daba este nombre a los que, aunque no habían recibido una revelación directa, también habían sido divinamente llamados a instruir al pueblo en las obras y los caminos de Dios. (44, P.2) XXII. En aquellas escuelas, las materias fundamentales de estudio eran la ley de Dios, con las instrucciones dadas a Moisés, la historia y la música sagradas y también la poesía. (45, P.1) XXIII. Los principios enseñados en las escuelas de los profetas fueron los mismos que moldearon el carácter y la vida de David. La palabra de Dios fue su maestro. (45, P.3) XXIV. En lo que respecta a nosotros, lo mismo que al Israel de antaño, el éxito de la educación depende de la fidelidad con que se lleve a cabo con el plan Creador. La adhesión a los principios de la palabra de Dios nos reportará una bendición tan grande como se la hubiera reportado al pueblo hebreo. XXV. Por su sabiduría y su justicia, por la pureza y la bondad de sus acciones cotidianas, por su devoción a los intereses del pueblo, aunque era idolatra, José y Daniel demostraron ser fieles a los principios de la educación que habían recibido durante su niñez, fieles a si mismo a Aquel de quien eran representantes. (53, P.4) XXVI. La mayor necesidad del mundo es de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos. XXVII. Aunque era dócil y manso. Eliseo poseía también energía y firmeza. Abrigaba el amo y el temor de Dios, y de la humilde rutina del trabajo diario obtuvo dominio propio y nobleza de carácter, y creció en la gracia y el conocimiento divino. (55, P.2) XXVIII. Moisés renuncio a la perspectiva de ocupar el trono; Pablo, a las ventajas proporcionadas por las riqueza y el honor entre su pueblo a cambio de una vida llena de responsabilidades en el servicio a Dios. (62, P.2) XXIX. El que acepta sus principios es preservado del mal. La fidelidad a Dios implica fidelidad al prójimo. De ese modo la ley protege los derechos y la individualidad de todo ser humano. Prohíbe al superior oprimir, y al subalterno desobedecer. Asegura nuestro bienestar, tanto para este mundo como para el venidero. Para el obediente es la garantía eterna, porque expresa los principios que permanecen para siempre. (70, P.4) XXX. El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Solo por medio de la bondad, la fe y el amor, pueden ser alcanzados y ennoblecidos los seres humanos. En esto Cristo constituye al maestro de los maestros, el único de todos los que haya podido haber en esta tierra que ha sido capaz de comprender verdaderamente el alma humana. (71, P.2)