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01 - La Caducidad en Las Causales de Divorcio
01 - La Caducidad en Las Causales de Divorcio
01 - La Caducidad en Las Causales de Divorcio
A pesar de que cada día fracasan con mayor frecuencia las uniones conyugales, el
Estado no ha dejado de considerar el matrimonio como regla y el divorcio como
excepción. Al fin y al cabo, el matrimonio es fuente y causa de la familia. célula básica
y fundamental de la sociedad. El divorcio es un remedio, el más drástico de todos los
que existen, para las uniones conyugales descompuestas o deterioradas. Pero no
quiere nuestro ordenamiento positivo que dicho remedio se aplique inoportunamente
ni que se precipite su dosificación en pacientes que con tratamiento distinto podrían
mejorarse. Por esta causa demoró nuestro país noventa años, contados desde la
expedición de la carta constitucional que nos dio forma de régimen democrático
centralista, en adoptar o permitir una solución tan discutida en todos sus aspectos:
sociológico, jurídico, político moral y, especialmente, religioso. El Estado no considera
el divorcio como panacea; lo acepta a regañadientes y establece limitaciones
encaminadas a evitar que los matrimonios se disuelvan por esta vía; las causales son
taxativas y, salvo la sexta y, en oportunidades, la octava, obedecen a un criterio
eminentemente punitivo; el juez puede negar el divorcio si considera que no se
justifica moralmente o si encuentra que los hechos constitutivos de la causal no han
producido el grave efecto de deteriorar irremediablemente la armonía que debe reinar
en la comunidad conyugal alegada, ni podrán probarse estos hechos por la sola
confesión de los cónyuges; además, la acción deberá interponerse en tiempo hábil,
es decir, antes de que caduque (Ley 1ª de 1976, art. 6º).
En relación con los términos de caducidad, las causas del divorcio pueden
clasificarse en tres grupos, así:
a) Causales que no están sometidas a término de caducidad (C.C., art. 154, Nºs 6º,
8 º y 9º).
b) Causales que se deben alegar dentro de los dos años siguientes a si ocurrencia,
siempre que no haya transcurrido más de un año contado desde la fecha en que
el demandante tuvo conocimiento de los hechos constitutivos de aquellas (C.C.,
art. 154, Nºs 1º y 7º).
c) Causales que caducan en el término de un año, contado desde cuando
sucedieron (C.C. art. 154, Nºs 2º, 3º, 4º y 5º).
Primer grupo: Causas que no están sometidas a término de caducidad. Las causales
sexta, octava y novena pueden demandarse en cualquier tiempo. Son estas, la
enfermedad o anormalidad grave e incurable, la separación judicial de cuerpos que
perdure más de dos años y la pena privativa de la libertad de uno de los cónyuges
por delito común, atroz e infamante.
La sexta no caduca nunca, por razones de elemental caridad. Son muchas las
condiciones impuestas por la ley para que se configure la causal: a) que se trate de
una enfermedad o anormalidad física o psíquica, b) que sea grave; c) que sea
incurable; d) que ponga en peligro la salud moral o física del otro cónyuge; e) que
imposibilite la comunidad matrimonial; f) que produzca un desquiciamiento profundo e
irremediable de la comunidad matrimonial; g) que se justifique moralmente. De
acuerdo con la opinión del propio ponente del proyecto en el Senado, doctor Gregorio
Becerra, tal cúmulo de requisitos es prácticamente imposible de cumplir; pero aún en
el caso de que llegue a configurarse, no por ello deberá producirse automáticamente
la disolución del matrimonio. En el fondo, al fin y al cabo el artículo 176 del Código
Civil impone a los cónyuges la obligación de “socorrerse y ayudarse mutuamente en
todas las circunstancias de la vida” (Subrayo). Y qué mejor circunstancia que la
enfermedad para que se imponga con todo su vigor el deber del cónyuge sano de
auxiliar y socorrer al enfermo? Si a pesar de esta imposición legal considera el
demandante que se hacen imposibles los fines de la comunidad matrimonial y que se
cumplen los demás requisitos legales, tiene derecho a demandar el divorcio para
convencer al juez sobre la procedencia, la justicia y la convivencia de su petición. Sin
embargo, la determinación de presentar la demanda no es fácil de tomar y si la
oportunidad de hacerlo estuviera sujeta a caducidad, cuando se adoptara la decisión
podría ser demasiado tarde. Ahora bien, cuál sería la conducta del cónyuge sano si
estuviera sometido a un término de caducidad, cuando se adoptara la decisión podría
ser demasiado tarde. Ahora bien, cuál sería la conducta del cónyuge sano si estuviera
sometido a un término de caducidad para demandar el divorcio por causa o con
fundamento en la enfermedad del otro? Me temo que la de interponerla demanda en
tiempo hábil, antes de que la justicia encuentre tardía su solicitud. Qué grave
inconsecuencia. El cónyuge sano quedaría motivado a suspender los esfuerzos
empeñados en beneficio del enfermo, antes de que por auxiliarlo, como es su deber,
caducara la posibilidad de demandar el divorcio. El cónyuge que quisiera agotar hasta
el último recurso para ayudar al enfermo perdería el derecho a divorciarse si el
fracaso lo venciera después de haberse cumplido el término de caducidad; en cambio
sus energías en la causa de la atención y el cuidado de su compañero enfermo,
podría ver recompensada su poca generosa decisión.
El Estado no quiere que el divorcio se produzca y solo lo acepta como último recurso;
por ello no se puede obligar a un cónyuge a que abandone el cumplimiento del deber
de ayudar, auxiliar y socorrer al otro, imponiéndole términos de caducidad que
podrían ayudarlo a “decidirse” antes de tiempo.
El año pasado (1977) se discutió en los Estados Unidos la teoría del “derecho de
morir”, a causa de la conservación artificial de la vida de una paciente desahuciada y
en estado de coma. Supongamos que el esposo dela enferma quisiera demandar el
divorcio después de haber dejado transcurrir un término hipotético de caducidad
¿Sería razonable que se le negara el divorcio por no haberlo solicitado antes? Sería
justo advertirle a un esposo o esposa que si persiste en socorrer y ayudar al enfermo
durante determinado tiempo, después no podrá divorciarse de él, pero que si lo
abandona antes podrá esperar mejor éxito en la causa de disolución de su
matrimonio?
Respecto de la causal octava, las razones para que no esté sometida a términos de
caducidad son apenas obvias. Si dos años de separación judicial de cuerpos son
causa de divorcio, con mayor razón lo serán tres o cuatro años, o diez, o veinte.
Segundo grupo: Causas que deben invocarse dentro de los dos años siguientes a su
ocurrencia, pero antes de un año contado desde cuando el demandante tuvo
conocimiento de los hechos constitutivos de aquellas. Son estas, las relaciones
sexuales extramatrimoniales y la conducta de uno de los cónyuges tendiente a
corromper o pervertir al otro, o a un descendiente común, o a personas que estén a
su cuidado y que convivan bajo el mismo techo.
El segundo término, dos años desde la ocurrencia de los hechos, obedece a razones
de seguridad. El marido que creía honesta a su mujer puede sufrir tanto impacto al
conocer hoy una falta cometida por ella hace dos años, como una cometida hace
treinta días. Pero qué fácil sería ocultar el conocimiento, decir “no sabía”, y demandar
al cabo de largo tiempo, aparentando dolor fariseo de cónyuge ofendido, aunque, en
realidad las verdaderas razones fueran ajenas a las propuestas como fundamentos
de hecho de la demanda.
Contra este último ejemplo podría argüirse que la ley habla de “relaciones sexuales”
en plural y que, por lo tanto, en el caso del concubinato constituyen un solo hecho
que debe denunciarse en la época en que comenzaron. Replico con dos argumentos:
primero, no veo ninguna razón valedera para afirmar que el término de caducidad sea
computable desde el momento de su terminación. En cambio, considero más justa
esta alternativa porque permite distinguir entre el cónyuge que hace dos años dejó de
cumplir el deber de fidelidad impuesto por el matrimonio, del que actualmente
adultera, aunque haya comenzado a hacerlo hace largo tiempo y por eso crea que
tiene derechos adquiridos por prescripción. Segundo, porque el término “relaciones
sexuales” comprende cada episodio de encuentro sexual entre los componentes de
una pareja. En un adulterio, por ejemplo, aunque el varón se haya limitado a eyacular
una sola vez su semen en la vagina de la mujer hay relaciones sexuales, en plural, a
menos que la pareja haya tomado toda clase de precauciones tendientes a evitar
“relaciones” o maniobras lúbricas tales como besos, caricias, que ordinariamente
acompañan la consumación del coito y le dan sabor humano a un acto puramente
fisiológico. Pero una relación tan profiláctica, si bien no puedo decir que sea
imposible, es inverosímil.
Por grave e injustificado que haya sido la conducta, no considero suficiente para que
pueda decretarse el hecho de que el marido en alguna ocasión se haya abstenido de
cohabitar dos días y sus noches con su mujer, o que incidentalmente haya dejado de
contribuir para los gastos del hogar. Pero si estas conductas, u otras similares se
repiten con alguna frecuencia, o si se convierten en hábito, indudablemente podrá
demandar con éxito el inocente la disolución de su vinculo conyugal. Considero
inusitado que un Juez decrete el divorcio porque encuentre probado que once meses
antes de presentarse la demanda la mujer dejó a su marido y se fue a la casa de sus
padres mientras pasaba la tempestad de una disputa conyugal, durante tres o cuatro
días al cabo de los cuales regresó pacíficamente al hogar y reanudó la convivencia.
Aunque no haya caducado, la acción no debe prosperar porque de ello se seguiría
un grave riesgo para la familia, sometida a que ante la primera falta grave pudiera
deteriorarse fácilmente por la intransigencia de uno de los cónyuges. Siendo el
matrimonio un consorcio humano, está sujeto a las debilidades de los consortes y de
éstas resultan ordinariamente fricciones, malentendidos, discusiones agrias, en fin,
toda clase de reacciones predecibles e impredecibles entre dos seres que han
formado sus personalidades con patrones e influjos diferentes y que al casarse ponen
en juego su capacidad de adaptación a los defectos, y aún a las “perfecciones”, de
uno y otro.
Por ejemplo, si el marido deja casa, esposa e hijos y al cabo de un año la mujer no
ha demandado el divorcio por la evidente causa del grave e injustificado
incumplimiento de los deberes de esposo y padre, no puede el derecho concederle al
fallido patente de corso para continuar infringiendo las obligaciones que le caben
como varón casado, con su esposa y con su prole. En muchos casos la víctima no
demanda porque conserva la esperanza de que su consorte vuelva. Pero porque no
demande no desaparece la obligación impuesta por el artículo 178 del Código Civil:
“Salvo causa justificada los cónyuges tienen la obligación de vivir juntos y cada uno
tiene derecho a ser recibido en la casa del otro”. NO considero causa justificada el
hecho de que el inocente se haya abstenido de demandar durante el primer año de
abandono, ni puede el demandado oponerse al divorcio alegando que la esposa se
abstuvo de demandar durante el primer año, contado a partir de la fecha en que se
abandonó su hogar, si el cumplimiento generado por esa conducta ha continuado; y si
se concluyera lo contrario, el inocente quedaría en la absurda situación de no poder
demandar al fallido pero éste sí podría reclamar en cualquier tiempo el derecho de
ser acogido como hijo pródigo en la casa que dejó, y si no le abrieren las puertas de
su morada quedaría facultado para demandar el divorcio por culpa del inocente, quien
se abstuvo de dar cumplimiento a la obligación legal de recibirlo.
Sobre las causas cuarta y quinta, la caducidad es inoperante. El marido que lleva
quince años embriagándose habitualmente no puede proponer con éxito la
excepción de caducidad, alegando que su conducta fue tolerada pacíficamente
durante el primer año y que, por ende, adquirió impunemente el derecho de continuar
reincidiendo en su desagradable conducta; pero si existe un término de caducidad,
podría pensarse que le cabe al actor el derecho de interponer la demanda antes del
vencimiento del término de un año, contado desde la fecha en que el demandado
dejó de embriagarse. Por ejemplo, el marido ingresa a una entidad donde recibe
terapia alcohólica e inicia un proceso de abstinencia tendiente a rehabilitarse de su
deterioro social. Al cabo de seis meses la mujer decide demandar, antes de que se
venza el término de caducidad; si el demandado demuestra que ya no se embriaga o
que embriaguez no es habitual, no podrá en mi opinión declararse probada la causal.
Lo mismo sucede con el consumo habitual y compulsivo de estupefacientes y
alucinógenos. El hecho de que durante el primer año no se le alegue la causal, no
faculta al adicto para continuar aplicándose drogas o sustancias psicotrópicas; y si se
aleja del vicio no podrá el inocente demandar después el divorcio, aunque lo intente
antes del vencimiento del término de caducidad, porque si el demandado demuestra
que ya no se droga, desaparecen los supuestos de habitualidad y de compulsión
exigidos por el Nº 5 del artículo 154 del Código Civil. La mejor prueba de que el uso
no es habitual ni compulsivo es la abstinencia del consumidor.