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UNIVERSIDAD PRIVADA ANTENOR ORREGO

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

ASIGNATURA: ORATORIA

CÓDIGO : HUMA 934

NRC : 2755-2756

DOCENTE : YONNY NAVARRO YANAYACO

ALUMNA : KEYSSI ESCOBAR PRADO

PIURA – PERU
Octubre de 2019
SOBRE LAS TÉCNIAS FUNDAMENTALES PARA TRATAR CON EL PRÓJIMO

Todos conocemos la célebre y famosa frase: “El hombre es un ser social por naturaleza”,
pero tal vez nunca nos hemos detenido a pensar, que en las personas que nos rodean
también se aplica esta frase y que el verdadero valor de esta frase, está en el llevar bien
esas relaciones con estos seres sociales, cuando no vemos, no escuchamos a los demás es
cuando se presenta el fracaso de muchas personas en sus negocios y en su vida familiar.
El hombre necesita relacionarse con las demás personas para suplir varias necesidades
que solo pueden ser satisfechas con otras personas por otros y ante otros. ¿Que sería de
alguien si estuviera completamente solo? los seres humanos precisamos de los demás para
obtener abrigo, alimento y protección. Cuando todo está bien o cuando nos sentimos bien,
en nuestro entorno cuando sentimos que pertenecemos a algún lado que le importamos a
alguien, que somos apreciados, valorados y sobre todo escuchados, nos sentimos bien, y
somos personas alegres, productivas, y nuestra vida y la de las personas que nos rodean
marchan bien y tal vez es así como las personas puedan alcanzar la estabilidad emocional,
más conocida como la felicidad.
No critique, no condene ni se queje. Lewis Lawes, quien fuera alcaide de la famosa cárcel
de Sing Sing, en Nueva York, afirmó con tino que pocos de los criminales que hay en
Sing Sing se consideran hombres malos. Tal es la naturaleza humana, que permite afirmar
que noventa y nueve veces de cada cien, ningún hombre se critica a sí mismo, por grandes
que sean sus errores, y que, por el contrario, aprovecha el menor pretexto para descargar
en otros sus críticas más acérrimas. Pero además de ser peligrosas porque lastiman el
orgullo, socavan la autoestima y hacen emerger el resentimiento, las críticas son inútiles,
pues en lugar de provocar cambios duraderos, ponen al criticado a la defensiva y listo
para justificarse.
Son miles las páginas de la historia donde encontrar ejemplos de la inutilidad de la crítica.
Lincoln lo supo y por eso dijo No juzgues si no quieres ser juzgado, y cuando otras
personas hablaban duramente de la gente del sur de los Estados Unidos, él respondía: No
los censuréis; son tal como seríamos nosotros en circunstancias similares. Cualquiera
puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen. Pero se necesita
carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar. En lugar de
condenar a la gente, intente comprenderla.
Demuestre aprecio honrado y sincero. John Dewey sostenía que el impulso más profundo
de la naturaleza humana es el deseo de ser importante. Sin ese anhelo, que llevó a Colón
a reclamar el título de “Almirante del Océano y Virrey de las Indias”, que hizo que
Catalina la Grande se negara a abrir las cartas que no estuvieran dirigidas a “Su Majestad
Imperial” o que Washington se hiciera llamar “Su Grandeza, el Presidente de los Estados
Unidos”, sin ese anhelo que ha inspirado siempre a pensadores y artistas inmortales,
nuestra civilización no habría sido posible. Alfred Lunt, uno de los actores más destacados
de su época, declaró: Nada hay que yo necesite tanto como alimento para mi propia
estima.
Cada persona satisface su deseo de ser alguien de una forma diferente y esa es la
característica que mejor define su carácter. De hecho, los manicomios están llenos de
sujetos que han encontrado en la locura la importancia que en la cordura les ha sido
negada. Así, si algunas personas tienen tanta sed de importancia que llegan a la demencia,
imagine por un instante los milagros que podría usted lograr con tan sólo ofrecerle al
prójimo una honrada apreciación de su relevancia. Charles Schwab, primer presidente de
la United States Steel Company, y diestro como pocos en este arte, explicaba su éxito con
estas sencillas palabras: Si algo me gusta, soy caluroso en mi aprobación y generoso en
mis elogios.
No se trata de ser adulador y embriagar a los demás con artificiales lisonjas, pues como
sucede con el dinero falso, la adulación nos puede poner en aprietos si queremos hacerla
circular. Se trata de reconocer las fortalezas del otro y apreciarlas de forma sincera. Hacer
lo que hacía Emerson, cuyo prestigio personal no le impedía reconocer y elogiar las
cualidades ajenas: Todo hombre que conozco es superior a mí en algún sentido. En ese
sentido, aprendo de él.
Despierte en los demás un deseo vehemente. Si quiere que los otros se interesen por algo,
póngase en su posición, piense qué les gusta, hábleles de lo que ellos quieren y muéstreles
cómo conseguirlo. Al fin y al cabo, uno sólo hace aquello que quiere hacer, pues el
auténtico motor de las acciones humanas es el deseo personal de realizarlas. En lugar de
hablarle al otro de lo que usted quiere que haga, tómese una pausa y piense: ¿cómo puedo
lograr que desee hacerlo? Entonces podrá presentar las cosas de modo que el otro pueda
ver que le generan beneficios.
El vendedor que logra demostrarnos que sus servicios o sus productos nos ayudarán a
resolver nuestros problemas, no tendrá que esforzarse por vendernos nada. Ya lo
compraremos nosotros. Haga como el padre de Tim, aquel niño que iba a comenzar el
parvulario al día siguiente y se negaba a ir, entre lágrimas y gritos. En lugar de obligarlo
por la fuerza, el padre sacó unas pinturas e invitó a su esposa y a su otro hijo a pintar con
los dedos en la cocina. Cuando Tim quiso participar en la actividad, su padre le dijo: Oh,
no, tienes que ir al parvulario para aprender a pintar con los dedos. Esas pocas palabras
bastaron para despertar todo el interés de Tim por el parvulario, y al día siguiente no veía
la hora de comenzar las clases.
¿Que nos impresiona más y gana más admiración? Alguien que convencido de su propia
importancia es arrogante y cuando nos conoce por primera vez o se tropieza con nosotros
apena si nos mira y saluda o alguien que por más importante que sabe que es, al
conocernos nos saluda amablemente, nos mira a los ojos y nos sonríe. Pero algo muy
importante que repite Carnegie en su libro, y que hay que aplicar, tanto o más que las
mismas reglas que allí nos enseña y que creo que es lo primero y el pilar y el secreto para
que estas reglas mágicas funcionen y es que el interés que demos a las personas debe ser
real y no fingido, debe ser sincero y este trato no debe caer en la adulación sino en el
interés real y el reconocimiento de las aptitudes de las demás personas.
Todo ello lo podemos evidenciar en el polémico estreno de la película titulada “Jocker”
que genera gran conmoción en toda la población espectadora, si bien existen dos
posiciones respecto a esta, es necesario un breve análisis desde la posición que empatiza
con este personaje, pues, lo que realmente genera la empatía con el JOKER es la
identidad, identificación con un ser solitario e incomprendido, porque estando aun en el
año 2019 donde existen todas las herramientas para conectar con todos los seres humanos,
y sentirnos que pertenecemos a la sociedad, siento que nunca hemos estado tan solos. Y
ello se refleja en las redes sociales, las cuales nos impulsan a mostrar una imagen ficticia
de nosotros mismos, una sonrisa, lo que indica que nos escondemos de tras de una
máscara, de una careta, y en el caso del personaje, de un payaso.
¿Entonces, es posible que un sanguinario criminal te conmueva hasta tocar las fibras más
sensibles de tu cuerpo? Claro que se trata de una película, de una narrativa de ficción
cinematográfica. Sin embargo, y más allá del guion que puede dar pie a una serie de
vacíos y cuestionamientos, esta entrega de “Guasón” me acaba de revolcar en una
seguidilla de interrogantes que no terminan de boicotearme la cabeza. Por alguna razón
el personaje de este majestuoso actor te invita a ver el más allá de una mente perversa.
No lo justifica, no ha sido creado para minimizar la violencia, pero si para entender
cuántos crímenes se podrían evitar si fuéramos una especie con algo más de empatía.
¿Acaso todos somos potenciales asesinos? Ahora mismo solo sé que el abandono de una
sociedad que se niega a ver a los enfermos mentales, que abandona a niños
emocionalmente destruidos, y donde no existe la mínima intención de entender la
condición humana desde toda su complejidad, termina siendo un mundo tan o más salvaje
y maldita que los propios delincuentes. Qué golpe tan duro el que te propina este film,
qué talento el de Phoenix para maquillar la verdadera cara de la locura, y qué genio el
director para cuidar que su entrega no termine haciendo apología a la violencia sino más
bien una crítica impecable y ciertamente lúcida de la manera en que este mundo al que
pertenecemos es nuestro principal verdugo. Qué fuerte, qué real, qué miedo saber que el
mismo aire que respiramos es el que nos ahoga.

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