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Alto riesgo
Emma Darcy

Alto riesgo (1995)


En Harmex: Cita con el destino (Jazmín)
Título Original: High risk
Colección: Bianca N° 763 - 27.12.95
Protagonistas: Dominic Savage y Caroline "Carrie" Miller

Argumento:
Sólo la enfermedad pudo forzar a Carrie a desprenderse de su hijo. Ahora quería
recobrarlo, y Dominic Savage era el único que podía ayudarla. Dominic aceptó
participar, pero estableció sus propias condiciones.

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Capítulo 1

ELLA tenía que buscarlo. Durante días, esa idea estuvo torturando a Carrie a pesar de
que trató de apartarla de su mente. Lo último que deseaba hacer era pedirle ayuda a
Dominic Savage; sin embargo, parecía que no tenía alternativa.
Él podía rescatar a Danny de las garras de esos profesionales de la beneficencia.
Probablemente sólo tendría que hacer una llamada telefónica a la persona indicada.
Las reglas y normas, inalterables para gente sin importancia como ella, se tornaban
siempre flexibles cuando se aplicaban a gente con poder, riqueza e influencia.
«Momentos amargos fuerzan decisiones amargas», reflexionó. La riqueza y el poder de
Dominic una vez suscitaron su admiración, hasta que comprendió que eso la excluiría
a ella de convertirse en un elemento permanente en su vida. Puesto que le había
resultado dolorosa la experiencia, se sentía con derecho a usarla ahora por el bien de
Danny más que por el suyo propio, y sólo por esa ocasión.
Ella sabía que corría el riesgo... un alto riesgo... al concertar esa reunión con Dominic
Savage. No quería volver a abrir viejas heridas; lo único que quería era una solución
rápida y satisfactoria a su problema.
A veces deseaba haberse quedado en Fiji, donde por lo menos tenía amigos. Sidney le
parecía muy solitaria ahora que su madre había muerto y a Danny lo habían alejado de
ella. No conocía a nadie allí. Aun así, no había sido posible prever lo que sucedería a
partir de su regreso a Australia. La pregunta que la atormentaba, considerando la
naturaleza de su breve relación, era la siguiente: ¿la ayudaría Dominic Savage?
El hecho de que ella lo recordara no significaba que el también lo hiciera. Ocho años
eran mucho tiempo, y para él sólo había sido una aventura de vacaciones, Se
estremeció desolada. Lo único que debía importarle era recuperar a su hijo. No tenía
sentido preocuparse de si Dominic la recordaría o no. En caso necesario, ella le
recordaría quién era. Él era la única persona que conocía y a la que podía acudir, y
teniendo en cuenta lo que le ocurría, consideró que no era mucho pedir.
Decidió que iría a su oficina. Llamarle por teléfono sería inútil.
Se levantó de la cama lentamente; nunca había tenido una dolencia seria en su vida...
hasta ahora. Ser abatida por una neumonía viral justo cuando más necesitaba que todo
marchara bien había sido una cruel jugarreta del destino, además de que el período de
convalecencia se estaba alargando demasiado. Tenía que curarse con rapidez. Cuanto
más pronto se forzara a entrar en acción, mejor.
Buscó en su guardarropa la prenda de vestir más apropiada. El orgullo insistió en que
debía presentar su mejor aspecto para su reunión con Dominic. En su estado actual era
imposible estar absolutamente bien, pese a que tenía que hacer todo lo posible para
parecer relativamente aceptable.
Había adelgazado tanto que la ropa le estaba grande. Por fin, eligió un vestido de
algodón con lunares en verde y blanco. Tenía un cinturón y mangas largas que cubrían
sus delgados brazos. Sus sandalias blancas de tacón bajo no eran precisamente
elegantes, pero no se sentiría segura con tacones altos debido a su debilidad. Hizo una
mueca a su imagen reflejada en el espejo del baño. Con veintisiete años, aparentaba
una mayor edad; estaba cansada y desgastada. Su cabello rubio oscuro ya no estaba
jaspeado por el sol; colgaba sin vida sobre sus hombros y necesitaba con desesperación
un buen corte. Se lo cepilló con fuerza sin poder obtener ningún brillo.
A la una en punto salió del pequeño y modesto apartamento de Ashfield. Se hallaba

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contenta de poder salir a tomar el sol por un rato. La agobiaba ese lugar depresivo, y
oscuro que era todo lo que podía pagar en alquiler.
Por supuesto, no se planteó permanecer allí más tiempo del período de prueba de tres
meses que le concedieron en el empleo que consiguió. Asistente del jefe de cocina en
un famoso restaurante era un trabajo lo suficientemente bien remunerado como para
encontrar un mejor alojamiento; de cualquier modo, la natural cautela de Carrie la
impulsó a seguir ahorrando hasta que estuviera segura de contar con una situación
permanente en el personal, lo cual habría conseguido una semana antes de caer
enferma. No culpaba a la gerencia por no haberla mantenido en el puesto. No obstante,
si no se reponía pronto para conseguir otro trabajo, tendría que mudarse a un lugar
más barato y peor.
La amarga ironía de su situación era que cuando estaba en Fiji echaba de menos
Australia, y en cambio ahora anhelaba lo que había dejado detrás. Fiji era un magnífico
lugar. El sol brillaba casi siempre, el coste de la vida era bajo y los nativos eran la gente
más amable del mundo. Por ello, vivir allí durante seis años no la preparó para los
altos precios de las viviendas en Sidney. Sin embargo, Carrie se negaba a rendirse al
pesimismo. Ese era el día. Iba a recuperar a Danny a cualquier precio.
Tardó una hora en llegar al gran edificio de APIC en Bridge Street. En otros tiempos
ese edificio dominaba toda la zona del muelle. En la actualidad sólo era uno de los
muchos rascacielos que comprendían el distrito de negocios de la sección central de la
ciudad. A pesar de eso aún resultaba imponente.
La joven leyó el directorio que estaba junto a los ascensores y en seguida se dirigió al
primer piso. Entró en una sala amplia y lujosa, aspiró profundamente para darse
ánimos y se aproximó al gran mostrador de recepción, detrás del cual trabajaban varias
jóvenes vestidas con elegancia.
— ¿Puedo ayudarla en algo? —le preguntó una de ellas, recibiendo a Carrie con una
atenta sonrisa.
—He venido a ver al señor Savage —contestó Carrie, adoptando una actitud de
seguridad—. ¿Podría indicarme dónde está su despacho?
—Suba al piso veintisiete; allí la recepcionista la conducirá al despacho del director —
contestó la joven de forma servicial.
—Me refería al señor Dominic Savage, no a su padre.
La empleada le dirigió una curiosa mirada inquisitiva.
—El señor Dominic Savage es ahora el director. Asumió la dirección hace dos años, a la
muerte del señor James Savage —explicó.
Carrie le dirigió una mirada llena de desconcierto y asimiló lentamente ese nuevo
detalle.
Ocho años eran mucho tiempo. Ella perdió a su madre y él a su padre. Dominic estaba
incluso en el puesto de responsabilidad más elevado que ella habría imaginado que
pudiera conseguir. No obstante, eso no cambiaba nada. De hecho, cuanto más
importante fuera el puesto que ocupara, más influencia podía ejercer, si quería. Ahora
tenía el poder, además del apellido.
—Gracias —murmuró Carrie y se dirigió a los ascensores, consciente de que las jóvenes
no dejaban de mirarla. Se preguntó si una llamada la precedería al piso veintisiete, con
el aviso de que una mujer muy extraña se dirigía hacia allí.
Sin embargo, en apariencia, la recepcionista de dicho piso no tuvo ningún problema en
señalarle el amplio pasillo que conducía al despacho del director.
—Allí encontrará el despacho de la señora Coombe —le indicó y añadió—: La señora
Coombe se encarga de todas las citas del señor Savage.
Carrie le dio las gracias y avanzó por el pasillo hasta llegar a una amplia sala de espera.
Allí, ante una mesa de escritorio de forma semicircular, se encontraba sentada la señora

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Coombe. De mediana edad, no ofrecía un aspecto agradable. Parecía el guardián de la


ciudadela del poder. Llevaba el cabello corto, peinado en un estilo masculino, y unas
grandes gafas enfatizaban sus inflexibles ojos grises. Carrie tuvo la sensación de que la
juzgaba y la encontraba deficiente. La señora asumió una expresión de superioridad y
condescendencia, la cual le pareció de mal agüero a la chica.
—Buenas tardes —saludó con tono tajante y levantó las cejas al agregar—: ¿En qué
puedo servirle?
—Deseo ver al señor Dominic Savage —respondió Carrie de modo terminante.
— ¿Quiere concertar una cita?
Carrie dominó su furia.
—No. Quiero verlo hoy —manifestó con firmeza—. En realidad, lo antes posible.
—Me temo que eso es imposible, señorita...
—Miller. Caroline Miller.
—Señorita Miller. El señor Savage es un hombre muy ocupado. Si me deja sus datos y
su número de teléfono, lo consultaré con él y en el momento en que esté disponible le
haré saber cuándo sería oportuna una cita.
Otra evasiva como la de la oficina de beneficencia, se dijo Carrie. Tendría que ser más
dura para que no la detuvieran unos trámites burocráticos. Quizá Dominic no la
admitiría, pero desde luego no estaba dispuesta a que esa mujer le negase la entrada.
—He venido por un asunto personal, señora Coombe. Un asunto personal urgente —
enfatizó Carrie—. El señor Savage y yo somos viejos conocidos. Comprendo que es un
hombre muy ocupado, sin embargo lo esperaré hasta que pueda verme. Aguardaré
toda la tarde si es necesario.
Los ojos grises de la señora Coombe brillaron dudosos.
—Estoy familiarizada con todos los amigos del señor Savage, señorita Miller, y su
nombre no está en mi lista.
Carrie pensó con desagradable ironía que era indudable que, si la señora Coombe no la
consideraba una conocida, menos aún la consideraría una amiga. Era obvio que no
poseía la riqueza, el estilo ni la presencia de alguien de la clase alta de la sociedad. Ese
había sido el problema hacía ocho años del que entonces había huido. Sin embargo, ya
no era una joven ingenua e inexperta de diecinueve años y no huiría ahora.
—He estado fuera del país durante muchos años —explicó—. El señor Savage no tenía
ninguna razón para darle mi nombre, señora Coombe, por lo que si usted es tan
amable de informarle de mi presencia aquí, estoy segura de que no me rechazará.
Carrie se dijo que era falso que estuviera segura, pero si no mostraba confianza, su caso
estaría perdido.
—El señor Savage está reunido —le informó la señora Coombe—. Supongo que la
reunión se prolongará una hora más, señorita Miller, y tengo las más estrictas
instrucciones de no interrumpirlo a no ser que se trate de una urgencia extrema.
Era precisamente así como Carrie veía la situación, como una urgencia extrema, pero
no estaba en posición de mostrarse exigente.
—Entonces esperaré hasta que usted pueda hablar con él —manifestó con tanta calma
como pudo.
—Como guste —la señora hizo un pequeño movimiento con la cabeza hacia un grupo
de sillones, y enseguida la ignoró.
Carrie se alegró de poder sentarse al fin después del esfuerzo desplegado. Necesitaba
un descanso antes de enfrentarse a Dominic Savage. Tenía que recuperar sus escasas
energías.
Durante largo rato, Carrie ensayó en su mente lo que le diría en caso de que lo viera, si
acaso todavía la recordaba.
Había dos juegos de puertas dobles en la sala de espera, una situada a la derecha de

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donde Carrie estaba sentada y la otra a la izquierda de la mesa de la señora Coombe.


La joven sospechó que las puertas que se encontraban más cerca de la secretaria
comunicaban con el despacho de Dominic. Las observó en espera de que se abrieran.
No obstante, fue el otro juego de puertas el que se abrió y el silencio fue roto de repente
por la irrupción de voces masculinas.
A Carrie se le encogió el corazón en el mismo momento de verlo. Dominic Savage se
encontraba en su madurez, más atractivo que cuando lo conoció.
En aquel entonces ella lo consideró el joven más guapo que hubiera visto, tan atractivo
que apenas podía dejar de mirarlo. Tenía los ojos azules, unas facciones perfectas y una
fuerte masculinidad, además de un fascinante hoyuelo en la barbilla. Ahora parecía
más grande y corpulento, lo cual le daba una formidable aura de autoridad.
El se detuvo para hablar con uno de los hombres y Carrie se levantó del sillón. Su
pulso saltaba ante su audacia... o quizá por el hecho de verlo otra vez en persona.
Dominic terminó de hablar y su interlocutor inclinó la cabeza en señal de aprobación.
Una sonrisa satisfecha se dibujó en sus labios al tiempo que avanzaba.
Sus ojos azules le concedieron a Carrie un vistazo rápido y superficial. No hubo la más
ligera señal de reconocimiento.
Carrie lo siguió con la mirada, demasiado aturdida por su indiferencia para hacer
cualquier movimiento. De alguna forma, en lo más profundo de su corazón habría
deseado que Dominic la reconociera al instante, a pesar de la brevedad de su relación,
a pesar de su cambio de apariencia, a pesar de los años. Se sintió dolida, tanto que
hasta se olvidó del motivo de su presencia allí.
De pronto él se detuvo a mitad de camino y dio media vuelta para lanzar a Carrie una
aguda y penetrante mirada.
Duró solamente un segundo o dos, pero fue suficiente para volver a la vida el corazón
congelado de Carrie.
Él se volvió bruscamente hacia adelante.
—Señora Coombe, venga a mi despacho por favor —pronunció con tono áspero
mientras pasaba ante su secretaria.
No hizo pausa alguna ni esperó por ella. Se retiró directamente a su despacho dejando
la puerta abierta para que la señora Coombie lo siguiera.
En cuanto se levantó de su escritorio, la secretaria frunció el ceño, como advirtiéndole a
Carrie que se quedara donde estaba y no creara problemas.
La agitación provocada por la segunda mirada de Dominic se consumió rápido
dejando a Carrie temblorosa.
Se desplomó en el asiento en lugar de sentarse. Estuvo a punto de caerse, y otra vez
renegó de su debilidad.
Trató de ahuyentar las emociones que el reencuentro con Dominic Savage había
evocado en ella. No podía amarlo todavía, no después de todos esos años. Era
imposible ya que ella había tratado con mucho cuidado de controlar todos esos
sentimientos. Era absurdo desear lo que tuvieron juntos una vez y que obviamente no
era posible compartir. De todos modos, eso sólo fue por parte de ella. Para él Carrie
estuvo disponible, deseable; fue simplemente un poco de diversión hasta que sus
amigos llegaron. Ahora era sólo una memoria vaga.
¡Demasiado para el momento que estaba viviendo! Durante algunos intensos y
desoladores segundos Carrie deseó morir allí mismo, en ese preciso momento.
Entonces recordó a Danny y recobró su propósito de vivir. Lo que había compartido
con Dominic Savage estaba muerto hacía mucho tiempo. Siempre lo había sabido.
Era estúpido y frustrante permitir que tales sentimientos la influyeran.
Aún cuando él no la hubiera reconocido, ella esperaba ese recibimiento. Pero eso no
significaba que tuviera que renunciar a Danny. Debía haber otro camino. Lo pensaría

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esa noche. Entre tanto, era inútil permanecer allí. Había sido otra buena idea que no
había funcionado y podría ocasionarle problemas que ella prefería evitar.
Se levantó del sillón y empezó a caminar sin mucha seguridad, rumbo a los ascensores
de la sala de recepción. Oprimió un botón y en seguida apoyó la frente contra la fría
pared de mármol. Se dijo que eso la haría sentirse mejor.
—Señorita Miller.
Carrie levantó la cabeza. La señora Coombe respiraba con agitación, como si hubiera
corrido por el corredor detrás de ella. Lo cual, según la joven, era impensable.
—El señor Savage la verá ahora mismo —anunció la señora, como si le estuviera
concediendo un gran e inmerecido privilegio.
Por algunos segundos, Carrie no logró asimilar esa información. Entonces un enorme
estremecimiento la invadió. No era alivio. Ahora que el momento había llegado, se
sentía invadida por un miedo agobiante que le impediría manejar la entrevista de la
forma en que la había planeado. Si decía algo mal... pero no lo haría. Había demasiado
en juego.
— ¿Señorita Miller? —la secretaria frunció el ceño.
Carrie se calmó todo lo que pudo.
—Gracias —expresó. Tenía las piernas débiles y temblorosas; sin embargo, se empeñó
en caminar por el pasillo. «Por Danny», se decía con ferocidad a cada paso que daba.
La señora Coombe la condujo al despacho de Dominic, le abrió la puerta y en seguida
se hizo a un lado para anunciar a Carrie.
Era un despacho grande y lujoso, digno del presidente de APIC... pero Carrie no se fijó
en ningún detalle; sólo tenía ojos para el hombre al que iba a pedir ayuda. Dominic
estaba de pie al lado de un gran ventanal, que sin duda le brindaba una vista
panorámica de Sidney.
Le daba la espalda.
La secretaria se retiró de forma discreta. Dominic se volvió lentamente al escuchar el
sonido de la puerta al cerrarse. Se miraron fijamente el uno al otro a través de la
habitación, después de ocho largos años.
Ella pudo percibir su tensión; sabía que estaba comparando a la Carrie actual con la
que él recordaba y parecía como si no le agradara lo que veía. La expresión de su rostro
lo delataba.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo con tono tranquilo, sin dejar de estudiarla.
—Sí —convino ella con una voz que era apenas un susurro—. Gracias por recibirme,
Dominic.
—No podía creer que fueras tú la que estaba ahí afuera, Carrie. No hasta que la señora
Coombe me lo informó.
—Sabía que no me habías reconocido.
—Al principio, no —reconoció él con seca ironía—. Es difícil hacerse a la idea.
Carrie se humedeció un poco los labios. Se dijo que no podía permitir que los
recuerdos la desviaran de su propósito.
—No te quitaré mucho tiempo —soltó las palabras de forma abrupta—. Perdóname
por haber irrumpido de esta forma cuando te hallas tan ocupado.
—Usa todo el tiempo que necesites, Carrie —le ofreció él con tono amable—, Dime...
qué es lo que necesitas.
Ella se ruborizó por su amabilidad. —Sólo unos minutos, probablemente un poco más.
Él frunció el ceño; era evidente que no se inquietaba por la falta de interés de ella por
su generosidad.
— ¿Es suficiente para «ponerse al día» después de ocho años? —Preguntó con un tono
ligero que no se reflejaba en sus ojos—. Ocho años y dos meses, si mi memoria no me
falla.

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¿Por qué querría él «ponerse al día»? Carrie no podía imaginárselo. Pensó que
probablemente era sólo un comentario cortés. De cualquier forma, ella no quería hablar
de su vida, ni de lo que le había ocurrido en todo ese tiempo. Tampoco deseaba saber
lo que le había sucedido a él. De hecho, cuanto menos supiera, mejor. Lo importante
era conseguir su propósito y salir de allí lo antes posible.
—Dominic —comenzó a decir al borde de la desesperación. Sus ojos verdes suplicaban
indulgencia—, he venido porque necesito tu ayuda. No conozco a nadie más que
pueda hacer lo que necesito. Tú eres mi única oportunidad; de otra forma no me
inmiscuiría en tu vida.
—Por supuesto —murmuró él. Sus ojos brillaron con una expresión cínica—. ¿Por qué
otra razón podrías haberte presentado aquí? No se me ocurrió otra cosa al verte.
La agitación que ella sentía y que ruborizaba sus mejillas retrocedió con devastadora
rapidez. Carrie comprendió entonces que lo que tenía que decirse y hacerse requería
prontitud. A cada segundo que transcurría se sentía con menos control de sí misma. Se
las arregló para dar un paso hacia él y levantó una mano, implorante.
—Discúlpame por haberte molestado.
—No lo has hecho —objetó rápidamente—.
¿Qué puedo hacer por ti?
El tono de sus palabras no era áspero, aunque sonaba frío y controlado. Avanzó hacia
su escritorio, como si se retirara de ella.
—Se trata de mi bebé... —Carrie pensó que eso estaba muy cerca de la verdad. Danny
era su bebé, siempre lo sería. Sin embargo, el efecto que causaron sus palabras en
Dominic Savage fue instantáneo e incomprensible. Adoptó una actitud rígida y
sombría.
«He perdido este encuentro», pensó Carrie. «No me ayudará de ninguna manera». ¿La
estaría juzgando severamente por tener un bebé? Se sintió mareada de nuevo. «Ahora
no», suplicó en silencio.
— ¿Qué le pasa a tu bebé? —preguntó con un tono carente de emoción.
Carrie reunió toda su fuerza de voluntad para darle el mensaje final, y se las ingenió
para pronunciar las palabras:
—Quiero que encuentres a Danny. Necesito que recuperes a Danny para mí.
Entonces se desplomó sobre la gruesa alfombra gris, y llegó al final de su misión. No
sintió dolor al caer. Se sintió abrigada, suave, cómoda y segura, como si estuviera
envuelta en algodones. Justo donde quería estar.
Ese fue el último pensamiento que tuvo durante algún tiempo.

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Capítulo 2
ALGO frío y duro se movía sobre su pecho. Le repugnaba ese contacto y deseaba que
se alejara. Quería que se detuviera. Al fin el duro y frío objeto se alejó de repente.
La joven tenía curiosidad por abrir los ojos, pero decidió que no lo haría. El esfuerzo
requerido era muy grave. Era mucho, mucho más fácil dejar las cosas como estaban. Se
sentía en el lugar adecuado. Abrigada, cómoda, protegida...
De repente se dio cuenta de una intrusión. Al fondo podía escuchar un murmullo de
voces.
Carrie se esforzó por captar lo que decían.
— ¿Doctor, qué es lo que tiene?
Era la voz de Dominic Savage, con un matiz de nerviosismo. Probablemente había
pensado que se iba a morir allí mismo. Una muerte en su despacho no daría una buena
imagen a sus negocios. ¡No era de extrañar que se sintiera nervioso!
Pero Carrie se dijo que, si había médicos de por medio, tenía que despertarse rápido.
Ya había tenido demasiado que ver con los médicos. Debía levantarse y salir de allí,
dejar atrás a Dominic Savage y pensar en algún otro modo de solucionar su problema.
Intentó moverse, y entonces pensó que otro minuto - o dos de descanso no le harían
daño.
—En realidad es difícil estar seguro.
Esa era la voz del médico, baja y controlada. Como todos los médicos que ella había
conocido, parecía reacio a estar seguro de algo. Eso sólo la hacia sentirse furiosa y
frustrada. Carrie escuchó el incierto diagnóstico:
—Hay líquido en sus pulmones. El corazón puede estar demasiado tenso.
¡O sea que era un estetoscopio lo que se movía sobre su pecho y le causaba esa
aflicción! Ella había aprendido a odiar los estetoscopios en el hospital.
—Es imposible estar seguro sin hacer más análisis —añadió la voz distante del médico.
«No más análisis», pensó Carrie con una violenta emoción que la inquietó
profundamente.
—Sin embargo, mi diagnóstico provisional es que el problema básico es desnutrición. «
¡Qué disparate!», pensó Carrie. — ¡Usted debe de estar bromeando! —la voz de
Dominic expresaba furia e incredulidad. Ella lo aplaudió en silencio. — ¡Échele una
mirada! —sugirió el médico. «Así que estoy muy delgada», pensó Carrie de mala gana.
«No es culpa mía no haber tenido mucho apetito en estos últimos días. De todas
maneras debo intentar comer más», se aconsejó.
Se hizo un inquietante silencio. —Es mi opinión hasta que los análisis de laboratorio lo
confirmen o desaprueben —determinó el médico.
— ¿Qué es lo que va a hacer al respecto? —preguntó Dominic con mal disimulada
preocupación.
—Llamaré a una ambulancia y haré que la trasladen al hospital Prince Alfred.
Entonces...
Un instantáneo impulso de protesta se elevó en el interior de Carrie. Abrió los ojos y se
sentó, aunque sentía que todo daba vueltas a su alrededor.
—No voy a ir —su voz era un gruñido, pero hasta donde pudo darse cuenta, su tono
era decidido.
Se dijo que, desde el principio, hospitales y médicos le habían ocasionado los
problemas que la aquejaban. Una repetición sería muy difícil de soportar. De hecho,
cuanto más lejos se mantuviera de ellos, más oportunidades tendría de recobrar a

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Danny.
—Carrie, has oído lo que el médico acaba de decir —había un tono de incredulidad en
la voz de Dominic—. Tienes que hacer lo que te aconseja. ¡De hecho, seguirás su
consejo al pie de la letra!
Carrie se concentró en Dominic Savage. Nunca lo había visto así, dominante e
imperioso. Ella lo recordaba siempre complaciente y relajado, lleno de simpatía, alegre
y sonriente. Sacudió la cabeza.
—No voy a ir —repitió con torpeza. No le gustaba contradecir a Dominic, pero tenía
que hacerlo.
— ¡Claro que irás! —exclamó tensando la mandíbula.
A pesar de todo, la actitud de Carrie era mucho más firme ahora.
— ¡Antes tendrás que pasar por encima de mi cadáver! —exclamó.
El pareció aún más inflexible después de oírla.
—Así será si no haces lo que te digo.
Carrie concluyó que él no entendía nada.
—Lo siento —musitó; de algún modo reunió fuerzas para levantarse sin caer de
nuevo—. Me voy a casa —manifestó con decisión.
Dominic la sujetó de inmediato por los hombros, como si la protegiera de caerse otra
vez. Se sentía débil y temblorosa.
—Nada de ambulancias —dijo él—. Yo mismo te llevaré al hospital.
—No. Me voy a casa —insistió Carrie—. Disculpa la molestia. Adiós Dominic —por un
momento, se apoyó en su pecho para recobrar su fuerza y equilibrio. De algún modo,
eso la hizo sentirse más débil y temblorosa.
—Carrie, no tienes otra opción. La voz de Dominic revelaba un rudo y grave
sentimiento. «Exasperación», pensó ella. Estaba siendo un problema para él. Tenía que
terminar con eso y alejarse de allí. En realidad no podía engañarse diciéndose que la
debilidad que sentía se debía enteramente a su enfermedad. Dominic siempre había
producido esa clase de efecto en ella.
Sin embargo, se detuvo. Estaba siendo indulgente consigo misma cuando debería
pensar en Danny, únicamente en Danny. Y eso significaba no más médicos que dijeran
que estaba demasiado enferma para que le devolvieran su hijo.
—Si te atreves a forzarme... —pronunció con desafío y firmeza—, te acusaré de
secuestro, invasión de intimidad y...
—desesperada, buscó alguna otra amenaza.
Los ojos azules de Dominic se clavaron en ella con intensidad.
— ¡Por favor, Carrie! ¡Hazlo por mí!
— ¡Lo siento! —Repitió con fuerza—. No, es por tu bien, Dominic —agregó con
rapidez.
— ¡Maldición! ¡Te estás comportando de una forma estúpida, terca e imposible!
—Sí —convino ella, no deseando molestarlo más—. Eso es cierto.
Dominic mantuvo un brazo sobre sus hombros a la vez que se volvía para dirigirse al
médico.
— ¿No hay nada que podamos hacer? —pareció implorar el apoyo de la autoridad
médica.
Carrie no iba a ceder tan fácilmente. ¡No después de sus recientes experiencias!
—Si la jovencita es obstinada... está en su derecho de rechazar el tratamiento. Nadie
puede forzarla a ello—señaló el médico.
«Ya era hora de que alguien reconociera mis derechos», pensó Carrie con actitud
beligerante. «Si tan sólo pudiera hacer que la gente de la beneficencia hiciera lo mismo,
no habría ningún problema».
Dominic suspiró con cansancio.

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—Gracias por su tiempo y preocupación, doctor Burridge —dijo Dominic con un


forzado acento de resignación—. Me pondré en contacto con usted cuando algo se
pueda hacer.
El médico le brindó un triste gesto.
—Le deseo suerte.
Carrie estaba contenta. No era que tuviera algo personal contra el médico. Tal vez era
un hombre agradable. Sin embargo, ella había tenido demasiados líos en el hospital, y
en definitiva el tratamiento no la había ayudado. De hecho, ya se sentía como un
conejillo de indias, y no pensaba volver allí.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás del médico, Dominic la abrazó de nuevo,
atrayéndola más hacia sí, y brindándole apoyo. Ella apoyó la cabeza en su hombro;
empezaba a sentirse mejor. Incluso podía soñar un poco. Soñar que él la amaba, q ue
siempre la amaría.
—Háblame de tu bebé, Carrie. Dime cuál es el problema. Pídeme cualquier cosa que
quieras que haga. Las palabras sonaron desprovistas de todo sentimiento. Sin embargo,
a pesar de eso, Carrie pudo sentir calor y nobleza detrás de ellas. Había ido en busca de
la ayuda de Dominic; en ese momento él se le ofrecía y ella la aceptaría con gratitud. Y
dejaría de soñar con el pasado.
Aspiró con fuerza y relató su historia desde el principio. Ella cayó enferma y alguien
llamó a una ambulancia. Omitió el dato de que fue Danny quien lo hizo; se dijo que era
irrelevante. Todo funcionó perfectamente hasta que llegaron al hospital. Después las
autoridades averiguaron que Danny no tenía a nadie más que lo cuidara.
Ella acababa de regresar a Australia y no tenía amigos o conocidos en quienes confiar.
Sus padres habían muerto y los parientes que aún vivían se habían disgustado mucho
cuando su madre se casó con su padrastro. Ni siquiera sabía dónde encontrarlos. Por
ello, la gente de la beneficencia llamó para hacerse cargo de Danny. En un principio se
sintió muy agradecida. El problema sobrevino más tarde cuando salió del hospital,
pues resultó obvio que no harían nada más por ella. Entonces deseó recuperar a
Danny. La gente de la beneficencia se negó terminantemente. Dijeron que no estaba en
condiciones de hacerse cargo de un niño, algo que ella consideraba totalmente
infundado. No tenían derecho a mantener a un niño alejado de su madre.
— ¿No crees que pueden tener razón? —la voz de Dominic reflejaba cierta ironía.
—Habría salido adelante —replicó Carrie de forma defensiva—. Siempre lo hago.
Después de todo, llegué hasta ti ¿o no?
—Sólo eso.
—Pero lo hice.
—Sí —aceptó él con pesadumbre—. Lo hiciste.
—Y cuidar a Danny no supone mucho esfuerzo. Él nunca da problemas. Es el mejor
niño del mundo y quiero que me lo devuelvan. Debe de estar inquieto por mí, sin saber
qué es lo que ocurre. Seguramente siente que nadie lo quiere. Los extraños nunca le
cuidarán ni le darán el cariño que yo le doy, y nada será tan familiar para él como en
Fiji.
— ¿Fiji?
—Es de donde vinimos, a lo que él está acostumbrado. Me necesita. No está bien
separar a un niño de su madre. Dominic, tengo que recuperarlo. Todo lo que te pido es
que hagas una o dos llamadas a la persona adecuada; que saltes sobre los trámites
burocráticos y las normas intolerantes para que me devuelvan a Danny —terminó
suplicante—. ¿Dominic, harías eso por mí?
Levemente, él asintió con un movimiento de cabeza.
—Sí, haré eso por ti, Carrie.
Un sentimiento de impetuoso triunfo la asaltó. Había conseguido su propósito a pesar

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de las circunstancias. Dominic no podía saber lo que significaba para ella. Se iría
pronto de su vida otra vez, pero Danny volvería a la suya. Era suficiente. «Ahora me
repondré más rápido», se prometió.
—Gracias —murmuró con un gran alivio, y estuvo a punto de añadir: «Esto compensa
todo el dolor que alguna vez me causaste».
Pero sabía que sería un error. Jamás debía confesarle la agonía que le había ocasionado.
En vez de eso, manifestó:
—Siempre te estaré agradecida por esto.
—Bueno, pero primero te llevaré a casa, Carrie.
El reconfortante agradecimiento se desvaneció de forma instantánea para ser sustituido
por una oleada de terror. « ¡Oh, no, eso no!», pensó. No podía permitir que Dominic
regresara a su vida. Sería un desastre quizá peor del que ya vivía. Él volvería a abrir las
heridas y provocaría más, y sobre todo, sabría dónde vivía, y eso sería demasiado
espantoso. De algún modo, debía impedir aquello de inmediato.
— ¡No puedes hacer eso! —exclamó alarmada, levantando la cabeza.
Él tenía una mirada aún más dura que antes y sus ojos azules se encendieron con una
resolución inmutable. No obstante, Carrie no estaba dispuesta a titubeos. —Todo lo
que necesito de ti es una pequeña llamada telefónica —insistió—. Nada más.
—Si quieres que la llamada tenga éxito, necesito todos los hechos —manifestó él con
tono terminante.
En seguida, mientras ella trataba de darle vueltas al asunto, él la levantó en brazos y
Carrie se encontró apoyada con firmeza contra su pecho.
— ¡No!, ¡no! —Protestó aterrada—. ¡Bájame Dominic! —y entonces se le ocurrió una
idea. Cualquier táctica evasiva estaba justificada—. No me puedes llevar a casa, ahora
no. Él se detuvo. — ¿Por qué no, Carrie?
—Tienes toda la tarde comprometida. Eres un hombre muy ocupado, no puedes
desatender a esa gente.
«Ya lo tengo», pensó ella con un sentimiento triunfal. Al parecer, lo sabía todo acerca
de él mejor que él mismo. Tuvo suerte al recordarlo y ahora la dejaría partir. «Tan cerca
y tan lejos», pensó, con un arrepentimiento doloroso, pero no podía aceptar su ayuda
cuando él quería inmiscuirse más allá de lo que ella le había pedido.
—Me ocuparé de eso —repuso él con tono inflexible y empezó a avanzar hacia la
puerta, apretándola contra su pecho.
—No me puedes llevar de esta forma —adujo ella con desesperación.
—Sí puedo.
—Peso mucho —gimió.
Sus ojos azules se posaron sobre los de ella con una incredulidad desafiante.
— ¡De todos modos algo tiene que hacerse al respecto, te guste o no! Quieres que esa
llamada tenga éxito ¿verdad?
-Sí.
—Bueno, debemos aprovechar todas las oportunidades.
-Pero...
— ¡No hay pero que valga! ¡Todas las oportunidades! ¡Recuérdalo!
La joven se sintió aterrada. Eso no era en absoluto lo que había planeado. No podía
permitir que Dominic fuera más lejos. El riesgo era muy alto. Se preguntó cómo podría
detenerlo.

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Capítulo 3
DOMINIC abrió la puerta del despacho mientras Carrie todavía estaba pensando en
cómo podría hacerlo cambiar de opinión. Él salió y se detuvo un momento ante la mesa
de su secretaria. —Señora Coombe, por favor cancele todas mis citas para esta tarde. —
Sí señor Savage.
Carrie se dijo que era impresionante. El último vistazo que le lanzó el «dragón» fue
para notar su mirada de incredulidad. Su semblante estaba rígido como el de una
caricatura.
Dominic avanzó por el corredor hasta la sala de recepción. Carrie seguía pensando en
que no podía permitir que aquello fuera más lejos. De hecho, era de suma importancia
que se detuviera sin tardanza alguna.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Dominic era una fuerza difícil de resistir. No era justo
que él fuera tan fuerte y ella tan débil. Sólo le quedaba su ingenio para combatir, y por
alguna razón éste parecía menguar. Antes de que pudiera usarlo para defenderse,
Dominic ya la llevaba hacia el ascensor.
—Llame al aparcamiento —le ordenó a la recepcionista—. Dígales que tengan mi coche
listo de inmediato. No quiero tener que esperar.
—Sí, señor Savage —respondió la mujer con los ojos saliéndosele de las órbitas al ver a
su jefe llevando a una mujer en brazos, como una especie de pirata contemporáneo.
—Dominic, tienes que dejarme ir —suplicó Carrie—. ¿Qué va a pensar la gente?
—No me interesa.
Ella apenas daba crédito a tan irresponsable actitud. Pensó que, como siempre los
rumores acerca de ese extraordinario incidente cundirían entre sus empleados. Debía
ser más insistente, no sólo por su propio bien, sino también por el de él.
— ¡Piensa en tu mujer! —susurró con tono apremiante.
El rostro varonil experimentó un cambio casi violento.
—Precisamente en ella estoy pensando —afirmó con voz áspera.
Carrie se retrajo al instante. Si él la estaba utilizando de algún modo como arma para
herir o vengarse de su esposa, ella no podía formar parte de esos planes. Deseó no
haber tocado el tema. Por supuesto, se había casado con esa chica, Alyson Hawthorn, la
sofisticada y extraordinaria caza fortunas. Siempre sucedía lo mismo. Alyson no solo se
lo dijo, sino que no le dejó duda alguna acerca de la naturaleza de su propuesta de
matrimonio.
En ese momento era obvio que el matrimonio de Dominic no iba muy bien. Carrie
nunca había entendido la clase de matrimonios que toleraban las relaciones
extramatrimoniales, pero de alguna manera se había visto forzada a creer en ellos.
Recordó la risa burlona de Alyson ante la idea de sentirse ofendida por el hecho de que
Dominic había dormido con Carrie.
—Todos lo hacemos —replicó como si no le importara, burlándose de la ingenuidad de
Carrie.
En ese momento Carrie miró a Dominic, sin poder ocultar el dolor que reflejaban sus
ojos.
—Lo siento —murmuró—. No he debido decir eso. —Es mejor hablar con franqueza —
musitó Dominic. Carrie se hundió en una profunda depresión. Tenía razón, jamás
debió volver ni intentar verlo. La decisión de hacerlo había sido de Danny. El factor de
alto riesgo se hacía más peligroso cada momento. De alguna ma- riera debía detener
eso antes de que todo quedara fuera de su control.
—Por favor... preferiría que llamaras a un taxi —suplicó.
—Los hechos, Carrie, necesito hechos —le recordó él.

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Las puertas del ascensor se abrieron y él entró con ella en brazos.


—Esto no es lo que planeaba —protestó Carrie con vehemencia.
— ¿Quieres dejar de hacer objeciones?
—No quería que tú pasaras por todo este problema.
—Ya veo.
Él le lanzó una dura mirada, que le provocó un estremecimiento. Carrie tenía la
sospecha de que cuando Dominic Savage decidía algo, ni siquiera un ejército era capaz
de disuadirlo de su propósito. No obstante ella no era ninguno de sus empleados,
siempre dispuestos a complacerlos.
—Tú no puedes hacer lo que quieras conmigo, Dominic —le advirtió—. Sabes que soy
una persona libre.
—Es obvio que te has hecho insoportable y obstinadamente independiente, Carrie. Sin
embargo, tú me has pedido ayuda; por eso has venido y eso es lo que obtendrás.
—Sólo para eludir la burocracia.
—Debo conocer los hechos relevantes para conseguir eso —explicó él con inflexible
paciencia.
Las puertas del ascensor se abrieron nuevamente y Dominic salió al vestíbulo. Había
mucha gente que se le acercaba para ofrecerle ayuda; un portero le abrió la puerta del
coche. Carrie fue depositada en un frío asiento de piel, y Dominic se apartó a
continuación de ella.
— ¿Estás bien? —le preguntó con delicadeza.
Fatigada, la joven levantó los ojos hacia él, sintiéndose vulnerable y sensible a la vez.
Por su parte, Dominic la miraba con preocupación.
—Por favor... olvídate de que he venido, olvida lo que te he dicho. Me las arreglaré sin
tu ayuda.
Dominic apretó los labios. En silencio, le puso el cinturón de seguridad y se lo abrochó.
Entonces sus ojos se encontraron con los de ella, y de alguna forma los sentimientos de
Carrie parecieron reflejarse en sus pupilas azules.
—Ya es muy tarde, Carrie —señaló tranquilo.
En seguida cerró la puerta y se sentó ante el volante.
Alguien le mantuvo la puerta abierta, y al cerró una vez que Dominic se halló en su
asiento con el cinturón de seguridad puesto. No se volvió a mirarla, sólo dijo:
—Carrie, dime dónde vives.
La joven pensó que sólo tendría que soportar el trayecto a su casa; entonces le
despediría definitivamente. Era obvio que su ansiedad por Danny y su enfermedad le
habían entorpecido el cerebro esa mañana. Pero ahora era cuando su sólido sentido
común tomaba el mando.
—Ashfield —contestó de forma breve—. La calle Bond número once.
Pensó que el interior de aquel lujoso coche hablaba de riqueza. En realidad, todo lo que
se refería a Dominic hablaba de riqueza. Recordó su ilusión, su temor y su emoción
cuando él pareció sentir la misma loca atracción que ella tiempo atrás, en aquellas
vacaciones en que se conocieron. Fue una locura de verano, algo que no se
fundamentaba en realidad alguna. Pronto sobrevino un cruel final, cuando la realidad
apareció en la forma de Alyson Hawthorn y los amigos ricos de Dominic.
«Todo tiene que ver con el dinero», pensó Carrie con amargura. «Como este coche,
como Alyson Hawthorn, que era un símbolo de la clase privilegiada, con sus amistades
de la jet set».
El trayecto a Ashfield parecía no tener final, aunque sólo habían transcurrido veinte
minutos. La sensación de fatiga y tensión que Carrie experimentaba en el coche hizo
imposible cualquier clase de conversación. Además, se dijo que ellos nada tenían que
decirse. Vivian en distintos mundos, y la chica no cesó de recriminarse por haber sido

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tan tonta al provocar incluso esa corta entrevista entre ellos.


Llegaron a la calle Bond, donde las viviendas habían sido construidas en el siglo
pasado: casas modestas, deterioradas, ocupadas por trabajadores manuales que no
necesitaban la luz del sol o la esperanza en sus vidas, sólo un techo sobre sus cabezas.
Carrie vio en la boca de Dominic un gesto de desagrado. Aquello era diferente a lo que
él estaba acostumbrado. Sabía que desaprobaría la clase de vivienda que ella podía
alquilar.
Se detuvieron frente a la entrada. Carrie se las arregló para salir del coche antes de que
Dominic la ayudara. Era fundamental que ella afirmara su independencia tan pronto
como le fuera posible y continuara con su vida sin él.
— ¿Cuál de ellas es? —le preguntó Dominic.
—Es la del sótano —respondió Carrie—. Bajando por estos escalones.
Se adelantó a toda prisa y se apoyó en la oxidada barandilla de hierro para mantener el
equilibrio.
—Déjame ayudarte.
—No, Dominic. Estoy bien ahora.
Él la alcanzó y la sujetó de un brazo en el momento que ella se abalanzaba escaleras
abajo. Carrie no se molestó en protestar. Mantuvo la mirada apartada de la de él, ya
que no quería verle la cara. No quería soñar ahora; era estúpido permitirse siquiera ese
gusto por unos minutos. Sabía muy bien lo que su expresión reflejaría.
Carrie sacó la llave de su bolso, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta. Entró en
el pasillo y encendió la luz, ya que era necesario hacerlo incluso de día.
No trató de impedir que Dominic entrara. Al fin y al cabo rechazaría todo lo que él le
sugiriera, pensó furiosa.
— ¡Bueno, ésta es mi casa! —Exclamó con ánimo forzado—. Y ahora que me has traído
aquí, quedas libre de cualquier sentido del deber que puedas sentir. Gracias por tu
generosidad y consideración, y...
— ¡Carrie, esto es deprimente! —la interrumpió él con el ceño fruncido y expresión
preocupada. Clavó los ojos en ella expresando un total rechazo a su definición de
«casa».
—No deberías decir eso —replicó ella con inflexible orgullo—. Aunque lo pienses.
—Éste no es lugar para educar a un niño —expresó él con tono más suave.
—Saldremos adelante —repuso ella a la defensiva— Siempre lo hemos hecho y lo
seguiremos haciendo. La expresión de Dominic cambió lentamente a una más modesta.
Carrie se dijo que se había equivocado, pero él parecía mirarla con una intensa y
anhelante avidez, como si ella tuviera algo que él deseara mucho. —En tu condición —
opinó él con tono suave—, y viviendo en este lugar, puedo entender la postura de la
gente de la beneficencia. Ellos creen que le están haciendo un favor al niño. -¡No!
—Carrie, no me interrumpas. Abre tu mente a los problemas que ellos ven, a los que yo
veo. Para mí es muy evidente lo que se necesita si deseas recuperar a tu hijo. Si quieres
la mejor oportunidad para conseguirlo y mantenerlo, lo que debemos hacer es
presentarles una situación diferente, una situación que no deja ninguna duda acerca de
tu bienestar...
— ¿Qué es lo que sugieres? —preguntó Carrie con expresión de sospecha.
—Tengo una gran casa con sirvientes que viven en ella. Hay espacio suficiente para
que Danny y tú viváis allí. Carrie, quiero que vengas a mi casa ahora. Lo prepararemos
todo para Danny, y entonces tendré el más fuerte y mejor argumento para utilizar con
la gente de la beneficencia. Tendrás a tu bebé de vuelta mañana mismo, te lo prometo.
Carrie lo miró aturdida a la vez que su mente se llenaba de horror ante su propuesta.
No había imaginado eso. ¿Qué era lo que creía él que estaba haciendo? ¿Acaso estaba
tratando de darle una lección a Alyson? ¿Acaso Alyson se estaba divirtiendo

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demasiado y no le brindaba lo que él deseaba? Carrie recordó la reacción de Dominic


cuando habló por primera vez de su bebé. ¿Acaso Alyson se negaba a darle hijos?
¡Pero de eso a llevar a una amante a su casa! ¡De ninguna manera Carrie podría formar
parte de ello! El solo hecho de pensarlo la llenaba de repugnancia. Se sentó en el
taburete de la cocina, sintiéndose de repente muy enferma. Sacudió la cabeza en un
intento de aclarar las ideas.
—No, Dominic —declaró con firmeza—. Gracias, pero no. No lo haré.
—Carrie, no estás siendo sensata —argumentó él—. Si tú te niegas, significaría otro
retraso para recuperar a Danny.
—No lo haré —respondió ella. Rechazaba con furia la persuasiva proposición. Para
Danny y para ella, ser puestos en la situación que Dominic le proponía sería incluso
peor que la que estaban viviendo en ese momento.
—Carrie, sé razonable —insistió Dominic—. Debe de ser porque has estado enferma...
—Nunca cambiaré de opinión. No acerca de esto —repitió con énfasis.
Hubo una tensa pausa, y después él le preguntó:
— ¿Qué es lo que hice mal, Carrie?
La cautivó con su mirada, y ella se vio atraída por un momento a ese lugar vacío y
negro del pasado... la época en que dio la espalda a la clase de vida que Dominic
llevaba para alejarse de él, desolada. Su propio dolor parecía reflejarse en los ojos de
Dominic, pero la chica se dijo que en realidad el hecho de que ella se alejara no habría
podido lastimarlo. Quizá sólo había herido su orgullo. Y por supuesto, siempre había
tenido cerca a Alyson para ayudarlo.
—Nada; es sólo que no está bien para mí, Dominic—apuntó inflexible.
— ¿Tanto me odias? —preguntó él con pesar. Dominic lo distorsionaba todo, pensó
Carrie con tristeza. Tenía demasiadas cosas positivas, y los sentimientos de ella hacia él
eran precisamente lo más opuesto que podía existir. Pero era necesario enfrentarse a la
realidad, por muy brutal que fuera. Ella se las arregló para forzar una irónica y
pequeña sonrisa. —Yo no odio a nadie Dominic, y menos a ti. —Ya veo —murmuró él.
Sin embargo, se dijo la joven, no parecía ver nada en absoluto. Sus ojos tenían una
mirada vidriosa, como si estuvieran enfocados hacia dentro.
—Encontraré otra forma de resolver el problema —repuso ella, deprimida.
Quizá dejaría Sydney y se trasladaría a algún otro lugar del país. Taree, Dubbo...
cualquier ciudad grande que pudiera ofrecerle alguna clase de trabajo para el que ella
fuera apta. Tal vez conseguiría empleo en una pastelería. Y la vida podía ser más
barata en las provincias...
—Yo también encontraré otra solución —dijo Dominic con tono resuelto. Ella frunció el
ceño.
— ¡Por favor, déjalo así! Todo lo que quería era una llamada telefónica...
—Lo haré.
—... nada más.
—Déjamelo a mí.
Carrie deseaba averiguar a qué se refería, pero no podía aceptar nada más de él.
—Adiós Dominic —se despidió en tono terminante.
Los ojos azules de Dominic se posaron sobre los de ella durante un largo y tenso
momento; después él inclinó la cabeza.
—Yo mismo encontraré la salida.
—Gracias —susurró Carrie con voz ahogada.
—Adiós, Carrie.
La forma en que él pronunció esas últimas palabras fue casi una caricia. Los ojos de la
joven se inundaron de lágrimas. Esa vez él salía de su vida para siempre. Escuchó el
sonido de sus pasos al alejarse por el pasillo. Entonces se sentó, inmóvil, con el rostro

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pálido y el cuerpo sin fuerzas. Después, por primera vez en muchos años, apoyó la
cabeza en sus brazos sobre la mesa de la cocina y lloró amargamente.

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Capítulo 4
AL día siguiente Carrie se sentía agotada, consumida y sin ninguna decisión, voluntad
o energía. Se reprendió a sí misma por permitir que eso le sucediera. No podía buscar
apoyo en Dominic Savage. Debía recobrarse y lo primero que tenía que hacer era
empezar a comer más. De ese modo quizá recuperaría la energía que necesitaba.
Se preparó unos huevos revueltos y logró masticar una tostada. Después se preparó
una taza de café con leche. En los últimos días había estado viviendo a base de sopa, ya
que su estómago no resistía nada más que eso, y resultaba obvio que no era suficiente.
De hecho, si el día anterior se hubiera obligado a comer antes de salir a ver a Dominic,
le habría ido mucho mejor. O al menos no se habría desmayado en su presencia.
Se le ocurrió la idea de llamar o escribir a un miembro del parlamento. Era una lástima
que no se hubiera cansado tan pronto como regresó de Fiji, pero esa era la clase de
deber oficial que todos eludían hasta que la necesidad los obligaba a hacerlo. Se
encargaría de eso de inmediato y seguiría esa vía, aunque significara más papeleo. Al
dirigirse al dormitorio para cambiarse, no pudo evitar mirar el apartamento a través de
los ojos de Dominic.
Se dijo que en parte él tenía razón. Ese no era un lugar apropiado para educar a un
niño. Lo comparó con crueldad con el bure lleno de sol que Danny y ella habían
ocupado en Fiji. Eso no era más que un humilde y pequeño agujero en el suelo.
Sabía que Danny odiaba ese lugar tanto como ella, aunque nunca se quejaba. Él había
cedido ante su insistencia de que sólo sería un hogar temporal hasta que consiguiera
un empleo permanente. No obstante, la joven descubrió que lo que buscaban no era
fácil de encontrar en Sydney a pesar de sus excelentes recomendaciones y años de
experiencia.
Después de decidir el próximo paso que iba a dar, Carrie se puso una hermosa falda
estampada para animarse. La camiseta que hacía juego le quedaba muy grande, se la
puso de todos modos.
Se dijo que por lo menos ahora sí podría calzarse sus cómodas sandalias romanas.
Fue a la oficina electoral de Ashfield y se registró como votante. Después compró un
block de papel y sobres. También adquirió el periódico para mirar los anuncios de
empleos. En el último momento se acordó de la comida, y compró algunas verduras
para ensalada. Luego entró en la pastelería y compró una tarta, dispuesta a subir de
peso como fuera.
En el camino de vuelta a casa se detuvo a descansar en el parque. Se sentía demasiado
mareada para leer el periódico. Concentrarse en los pequeños impresos empeoró las
cosas por lo que decidió hacerlo más tarde, cuando se sintiera mejor.
Después de un rato, se acordó de la tarta y se la comió. Algunos pájaros descendieron a
recoger las migajas. Carrie sonrió, contenta de pasar el tiempo de una forma tan
agradable. Se preguntó si Danny estaría a gusto. «Pronto», se prometió en silencio, «te
recuperaré, amor mío».
Para cuando regresó a la calle Bond era ya media tarde. Lo primero que vio fue el
coche de Dominic aparcado frente a su portal, por lo que se quedó paralizada y su
corazón empezó a palpitar a una velocidad alarmante.
« ¡Diablos!», exclamó para sí. « ¿Qué pretenderá Dominic ahora?».
En seguida recordó la llamada telefónica que él le había dicho que haría, y la idea de
que quizá pudiera darle noticias acerca de Danny la hizo correr.
Él no la oyó acercarse. Estaba sentado en los escalones del sótano, arrojando con
irritación pequeñas piedras a una pared cercana. Tenía el ceño fruncido. A pesar de su
madurez y de su espléndido traje de negocios, parecía un chiquillo petulante que se

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hubiera quedado sin su golosina preferida. El corazón de Carrie dio un pequeño


vuelco. Se dijo que no debía sentir nada por Dominic Savage. Era territorio prohibido.
— ¡Hola! —Lo saludó con vivacidad—. Ojalá no te haya hecho esperar mucho tiempo.
Su expresión ceñuda desapareció al instante y Dominic se levantó ansioso. Sin
embargo, cuando se volvió hacia ella, la miró de manera cautelosa.
—No —expresó—. Tenía varias cosas que hacer, las citas que cancelé ayer por la tarde.
—Por supuesto —ella se ruborizó—. Sin embargo, no fue culpa mía. Yo hice...
—Carrie, no te lo estoy reprochando —la interrumpió de inmediato.
Los ojos de ella buscaron ansiosos los de él, esperanzados.
— ¿Sabes algo del centro de beneficencia?
-Sí.
Ella lo miró con una expresión de súplica y él hizo un ademán hacia la puerta.
— ¿Podemos pasar?
— ¡Oh Claro! —asintió ella de inmediato, sólo por saber noticias de Danny.
—Permíteme ayudarte con tus bolsas.
Ella aceptó.
— ¿Te has estado forzando demasiado otra vez? —le preguntó Dominic.
—No te inquietes, estoy bien —afirmó ella, aunque su presencia la hacía sentirse un
tanto débil e insegura.
Abrió la puerta con rapidez y lo condujo a la cocina. Él colocó las bolsas de plástico
sobre la mesa y se sentó en el taburete de Danny. Su actitud denotaba su intención de
quedarse por algún tiempo, y Carrie se dijo que no podía despedirlo, al menos no de
inmediato.
— ¿Quieres una taza de té? —preguntó, tratando de ser educada.
La seriedad de Dominic se rompió en una ligera sonrisa.
—Sí, gracias.
Carrie puso la tetera a calentar, luego se sentó en su taburete, frente a Dominic.
— ¿Y bien? —preguntó, incapaz de esperar por más tiempo.
—Danny estará de vuelta mañana.
Carrie no se había tomado conciencia de lo tensa que estaba hasta que esa noticia la
impactó y dejó salir toda su tensión en un fuerte suspiro. Una ola de júbilo la inundó.
Una sensación de felicidad burbujeó a través de su cuerpo. Quiso saltar de su taburete,
abrazar a Dominic, besarlo, darle las gracias y demostrarle su gratitud. Todo lo cual era
imposible.
—Nunca podré pagártelo —dijo emocionada—. Darte las gracias simplemente no
expresa...
—Existe una condición.
A Carrie se le revolvió el estómago. Él no podía repetir la propuesta del día anterior.
¡No podía! Ella había sido clara y firme al rechazarla. Si estaba tratando de
chantajearla... Se levantó, demasiado agitada para continuar sentada.
— ¿Cuál es esa condición? —exigió con frialdad.
Dominic se levantó de su taburete; su expresión indicaba claramente que se preparaba
para la batalla.
—No me mires así, Carrie —empezó a decir—. No es lo que piensas. No te estoy
traicionando. Estoy sinceramente preocupado por ti y por tu bebé —insistió con
vehemencia. Luego moderó su tono en tanto agregaba—: Por favor escúchame, por tu
propio bien y el de tu hijo.
—No voy a ir a tu casa, Dominic —manifestó ella, furiosa—. No me importa lo que
digas. ¡No voy a ir!
Él se mantuvo serio.
—Ya me lo aclaraste suficientemente ayer.

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— ¿Entonces cuál es la condición? —preguntó enfadada.


Dominic hizo un visible, esfuerzo para relajarse y hablar con tranquilidad.
—Carrie, el lugar donde vives es realmente un obstáculo.
— ¿Qué es lo que sugieres? —los ojos de ella destellaron en una feroz advertencia.
Dominic no vaciló y le sostuvo la mirada con firmeza, intentando proyectar una
confianza tranquilizadora.
—Mi compañía es propietaria de un apartamento, que es utilizado para ejecutivos de
sucursales, socios de negocios, clientes extranjeros... gente a la que alojamos y que
prefiere no quedarse en un hotel. Es el lugar más apropiado para ti y para Danny,
Carrie. Podréis usarlo hasta el momento en que...
— ¿Y endeudarme contigo? —ella echaba chispas por los ojos. Cada una de sus
palabras destilaba un cruel orgullo.
—De ninguna manera. No hay razón por la que no puedas usarlo hasta que te
encuentres mejor.
—Y mientras tu compañía se verá perjudicada por no tener un lugar dónde alojar a sus
ejecutivos, asociados y clientes —apuntó ella con sarcasmo.
Dominic hizo una mueca y sacudió la cabeza. Después, lenta y pacientemente, lo
intentó de nuevo.
—En este momento, el apartamento está siendo redecorado. Sólo contiene los muebles
más básicos. Si puedes soportar la molestia de un decorador de interiores entrando,
saliendo y haciendo cosas a tu alrededor, por lo menos vivirás en un lugar mejor que
éste. Es amplio, tiene mucha luz, cocina, cuartos de baño...
Carrie se sentía tentada a pesar de su renuencia. —Dominic, ¿se trata de una oferta
legítima? —preguntó—. No aceptaré una limosna. Puedo pagar... —Carrie, ya te lo he
explicado todo. Nuestra compañía en realidad no necesita tu dinero. El apartamento no
tiene un fin lucrativo. ¿Qué más te puedo decir? —le preguntó con una apariencia de
completa sinceridad—. Lo principal es que la gente del centro de beneficencia apruebe
el plan y nos entregarán a Danny si tú estás de acuerdo.
Ella se encontraba en un dilema. Era una oportunidad demasiado buena para perderla,
incluso aunque conllevara un trato más asiduo con Dominic... y si él tenía algún
problema con su matrimonio, ella no quería verse mezclada. De hecho, no podía
soportar ninguna clase de compromiso con él. Siempre debía anteponer todo lo
relacionado con Danny a esos sentimientos que la turbaban.
Parte de la amargura de sus pensamientos, ensombreció su expresión.
—No quiero... que vayas a verme. Dominic.
El alivio que él manifestó la dejó sorprendida. En apariencia Dominic no deseaba verla.
¿Acaso ella lo había malinterpretado todo? ¿Habría cambiado él de opinión,
comprendiendo que no era justo aprovecharse de su estado de necesidad?
—Sólo si es necesario —expresó él, deseoso de tranquilizarla.
Carrie siempre había creído en la bondad y generosidad de Dominic. Vaciló por un
momento, considerando en su mente varias opciones. Al fin su urgencia de reunirse
con Danny triunfó.
—Está bien, acepto.
— ¡Gracias, Dios mío! —Dominic suspiró y su alivio se hizo aún más evidente—. Por lo
menos una vez en tu vida eres razonable. Voy a traer las maletas.
Acababa de ponerse en movimiento cuando Carrie asimiló sus palabras.
—Dominic ¿sabías que aceptaría?
Él se volvió dispuesto a apaciguarla otra vez.
—Era la única decisión sensata, Carrie —señaló brindándole una irónica sonrisa—. No
obstante, debo confesarte que no estaba tan seguro de que aceptaras. Traje las maletas
sólo en caso de que así fuera.

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—Ya veo —asintió ella, tratando de dominar su nerviosismo. Tenía el presentimiento


de que acababa de cruzar una línea que no era tan recta como a ella le hubiera gustado
que fuera. Al otro lado se encontraba Danny, y el anhelo que sentía por él no podía ser
negado—. Gracias, Dominic —dijo con suavidad.
-Todo saldrá bien, Carrie —le aseguró él—. Te lo prometo.
La chica se dijo que no tardaría mucho tiempo en preparar las maletas ya que se había
librado de todas sus pertenencias innecesarias antes de dejar Fiji. Se sentó en la cama,
debilitada por la tensión de estar con Dominic en ese pequeño espacio. Pensó con alivio
que a partir del día siguiente no lo volvería a ver, a menos que fuera necesario, lo cual
no sucedería. Ella se las arreglaría sola. Además, sólo era una medida temporal.
Dominic entró con dos maletas grandes y las depositó ya abiertas sobre la cama de
Danny. Abrió el cajón superior del mueble situado cerca de la cama y empezó a sacar la
ropa.
Carrie lo miró con la boca abierta. — ¿Qué estás haciendo? —Preguntó, impresionada
de que se tomara tal libertad—. ¡Esa es mi ropa interior! —Pensaba que podría
ayudarte —repuso él. — ¡No lo harás!
— ¿Por qué no? Parece que necesitas descanso, Carrie. He hecho esto muchísimas veces
por mi mujer.
Al oírlo mencionar a su mujer, Carrie se inquietó aún más.
— ¡No quiero que toques mi ropa interior! —le advirtió con vehemencia.
Él le dirigió una mirada que le decía que recordaba haber tocado cosas mucho más
íntimas que su ropa interior. El corazón de la joven latió acelerado, con frenética
protesta. En realidad estaba demasiado asustada para analizar lo que sentía.
—Aquello ocurrió hace ocho años y dos meses —manifestó con voz tensa, tratando de
controlarse—. ¡Antes de que te casaras!
—Sí, lo recuerdo —respondió él con ternura y otra vez apareció en sus ojos esa
expresión de amargura y dolor.
—Las cosas han cambiado —comentó Carrie, confundida—. Yo he cambiado, tú has
cambiado y no quiero... no quiero...—desvalida, levantó las manos, sin poder sostener
aquella mirada que le recordaba tantas cosas que había creído olvidadas.
— ¿Puedo recoger la comida de la cocina? —preguntó Dominic con tranquilidad.
Carrie podía sentir la tensión que se desbordaba de él a raudales. Inclinó la cabeza,
demasiado alterada para hablar.
—Después iré a sacar algunas cajas del coche —añadió él.
Carrie se levantó para hacer las maletas. Estaba temblando y tuvo que sentarse otra
vez. Sin embargo, cuando oyó a Dominic regresar con las cajas, se obligó a ponerse en
movimiento.
Dominic le llevó una taza de té. Ella recordó entonces que había puesto la tetera a
calentar. Le dio las gracias bruscamente y él se retiró. Al instante ella se arrepintió de
su comportamiento. Reconocía que era un gesto amable por su parte, pero no podía
permitirse bajar la guardia.
Dominic llevó las cajas al coche mientras ella llenaba lentamente las maletas. Casi había
terminado cuando él se detuvo de camino hacia la puerta.
—Carrie. ¿Y qué hay de los muebles? ¿Son tuyos?
—No, sólo las cortinas.
—Las quitaré y guardaré en una caja —dijo él—. Ya he sacado todo lo de la cocina y el
cuarto de la parte de atrás. ¿Te importaría que me encargase del baño? —preguntó con
tacto, consciente de que podría tener artículos personales allí.
—Yo lo he sacado —repuso ella.
—Bien —convino él y, animado recogió la taza y el plato antes de desaparecer de
nuevo.

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Cuando Carrie fue finalmente a inspeccionar lo que él había hecho, se encontró con que
todo había sido ejecutado con eficiencia. El lugar estaba reluciente, y la joven lo miró
con inquisitivo asombro.
—Estoy preparado para realizar tareas del hogar —declaró él con frialdad—. Incluso
cocino.
« ¡Gracias al cielo!», pensó ella, « ¡qué cambio!» El antiguo Dominic no tenía ni la más
remota idea de cocinar.
—Gracias otra vez por toda tu ayuda, Dominic —expresó con rigidez, haciéndolo
entender que no lo llama-ría para nada más.
— ¿Estás lista para partir ahora?
-Sí.
Cerraron la casa y se dirigieron a ver al gerente inmobiliario que se encargaba del
alquiler. Dominic insistió en que Carrie permaneciera en el coche y descansara
mientras él se hacía cargo de entregar la llave y finalizaba el asunto. Ella no discutió; se
sentía exhausta mental, emocional y físicamente.
Después de un rato pensó que ni siquiera le había preguntado a Dominic dónde se
encontraba el apartamento, algo que, por otra parte, tampoco le importaba, con tal de
que la gente del centro de beneficencia lo considerase adecuado para Danny. Eso era lo
único que contaba.

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Capítulo 5
CUANDO continuaron su camino, Carrie cerró los ojos. Pensaba que era más fácil
tolerar la presencia de Dominic si no lo veía. Además, estaba muy cansada. Había sido
el día más activo que había tenido en mucho tiempo. Un día agotador en extremo.
— ¿Carrie?
Ella realmente no deseaba contestar a la suave llamada; sin embargo, el tono que
Dominic utilizó, el cariño que llevaba implícito...
— ¿Sí? —preguntó fatigada.
—No había nada de comida para bebés en la cocina —había un tono de confusión en la
voz de Dominic—. ¿Y qué me dices de una cuna o una camita? Si duermes con el bebé,
no descansarás de una forma adecuada —agregó con preocupación.
Carrie exhaló un profundo suspiro para aliviar la tensión. Ahora tenía que decirle la
verdad. Por lo menos, la parte de la verdad que necesitaba saber. Después de todo, al
día siguiente conocería a Danny. Carrie se concentró en inyectar un tono de franquez a
a su voz.
—Lo siento, Dominic. Creo que te engañé un poco. Para mí Danny es como si siguiera
siendo un bebé, pero ya no lo es. Ya está bastante crecidito. Come lo que como yo y la
cama donde colocaste las maletas era su cama.
— ¡Oh! —exclamó aliviado—. Entonces todo está bien. Una cama —añadió como si
fuera para sí mismo.
Para alivio de Carrie, allí terminó la conversación. Por supuesto, sería retomada al día
siguiente, cuando Dominic conociera a Danny y ella tenía que prepararse mentalmente
para ello. Sin embargo, tenía suficiente tiempo para pensar al respecto.
Una vez que llegaron al centro de la ciudad Carrie se puso alerta otra vez. Pensó luego
que era lógico que APIC quisiera alojar a sus clientes y socios importantes en una
prestigiosa zona del centro. La zona de Harbour siempre había sido considerada como
una de las mejores. La gente de la beneficencia seguramente no podría menospreciar a
alguien que viviera en ese lugar.
Dominic no le permitió a Carrie sacar nada del coche. El fue quien llevó las maletas
hasta el ascensor.
—Espero que no te afecten las alturas, Carrie —comentó mientras subía al ascensor.
—De ninguna manera —aseguró ella.
De nuevo él se mostró aliviado.
—Todos los cristales del apartamento están laminados, a prueba de golpes y hay aire
acondicionado. Como ves, es muy seguro. Lo único que me preocupa es que todavía no
esté amueblado de forma conveniente, pero lo estará dentro de poco.
—Estará bien, Dominic. Todo estará bien tan pronto como...
—Recuperes a Danny —finalizó él por ella, brindándole una sonrisa de íntimo
entendimiento que le quitó la respiración.
Durante varios segundos, pareció como si no hubieran pasado ocho años y dos meses.
Luego Carrie apartó la mirada de él y la fijó en las puertas, deseando que el ascensor se
detuviera, que las puertas se abrieran. Necesitaba con urgencia escapar de esa
intimidad que Dominic le evocaba. Tenía la sensación de que sus nervios estaban a
punto de romperse.
Al fin las puertas se abrieron y ella salió, haciendo lo posible por sacar a Dominic de
sus pensamientos. Quizá su cuerpo estaba débil y cansado, pero por lo menos podía
controlar su mente. Tenía que hacerlo o nunca finalizaría esa penosa experiencia. El

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vestíbulo que conducía al apartamento estaba decorado con azulejos de un antiguo


modelo etrusco. La joven siguió a Dominic al interior de una enorme cama. Los únicos
muebles que había eran dos sillones azules de piel y una mesa para café, los cuales le
parecían vagamente familiares a Carrie. Se preguntó si serían duplicados de los que
estaban en el despacho de Dominic.
Descartó ese pensamiento cuando su atención fue atraída por la magnífica vista del
puerto de Sydney y que le ofrecían los ventanales del apartamento.
— ¿En qué piso estamos? —preguntó.
—En el diecinueve. El ascensor es privado, por lo que no tendrás ningún problema
para ir y venir. Tienes el invernadero muy cerca, así que Danny y tú podréis ir
andando. Hay tiendas a lo largo del muelle...
—Vosotros los hombres de negocios sois verdaderamente altivos. ¡Siempre lo mejor de
todo! —Comentó Carrie con frialdad, comprendiendo de inmediato que había sido
ofensiva; se excusó con una sonrisa—. ¡Esto es —hizo un ademán—... fantástico!
Él adoptó una expresión de profundo placer.
— ¡Bien! Echa un vistazo mientras traigo todas las cosas.
Eso debía de ser lo que llamaban un penthouse, pensó ella, y no serviría de nada
preguntarse cuánto costaba. Seguramente cerca de un millón de dólares, con esa vista y
situación, o quizá más. Lo sentiría cuando tuviera que mudarse, pero por el momento
lo disfrutaría. Era una experiencia que no había creído que pudiera volver a vivir.
El comedor tenía una mesa grande y cuatro sillas que no hacían juego con el resto.
Carrie pensó que posiblemente se tratara del lugar de trabajo del decorador de
interiores, y los muebles serían reemplazados en el momento indicado.
Había tres dormitorios, cada uno con su propio y lujoso baño y hermosos armarios
empotrados. La habitación principal era la única amueblada, con una gran cama, ya
arreglada, y al lado una mesa sobre la cual reposaba un televisor portátil.
La cocina era enorme y moderna. Tenía un horno microondas computarizado, además
de una campana extractora, una parrilla para barbacoa, un lavavajillas e incluso un
triturador de basura. Carrie pensó en todos los platos que podría cocinar allí.
El cuarto de lavado era espacioso, con una lavadora automática y una secadora que
hacían juego, además de un mueble para planchar.
Volvió a la cocina para una exploración más profunda. Había una enorme nevera de
dos puertas, y cuando abrió la del congelador lo encontró lleno de helados, pasteles y
toda clase de carnes congeladas y bocadillos. En ese instante Dominic entró en la cocina
con una caja de alimentos.
—Hay muchísima comida aquí dentro, Dominic.
Él se encogió de hombros.
—Alguien viene y se encarga de eso. Puedes disponer de ella, Carrie. Lo que tenga que
usarse, úsalo.
Ella frunció el ceño.
—Más vale que le digas a esa persona que deje de hacerlo —señaló—. Hasta que me
vaya.
Diciéndose a sí misma que se comportaría de forma natural, abrió la parte inferior de la
nevera, que contenía una enorme cantidad de refrescos y zumos de frutas,
mantequillas, una amplia variedad de quesos y naranjas y manzanas. La joven sacudió
la cabeza.
—Creo que debes llevarte estas cosas a tu casa, Dominic.
Él le brindó una sonrisa irónica.
—Te aseguro que no lo necesito. De hecho, si me las llevo a casa mi ama de llaves
pensará que me he vuelto loco. Hazme un favor y utiliza todo lo que desees. Sería una
lástima que se desperdiciara.

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«Es sorprendente cómo la gente rica desdeña las cosas», pensó Carrie en un arranque
de amarga ironía. Abrió la puerta de la habitación contigua a la cocina, que era la
despensa. Había latas de comida en abundancia, paquetes de galletas, botellas de
salsas, todos los ingredientes básicos para cocinar, especias y condimentos.
—Utiliza también todo lo que quieras —le ofreció Dominic con despreocupación—.
Antes de que se ponga rancio. Haremos la limpieza de todo cuando el decorador
termine.
«Sería un pecado tirarlo a la basura», pensó Carrie.
— ¿Estás seguro? —preguntó, sin querer abusar pero a la vez sin poder tolerar tal
desperdicio.
—Claro —insistió Dominic.
Ella suspiró aliviada.
—No tendré que comprar nada durante semanas —expresó, deleitada al ver tantas
provisiones.
—Necesitarás carne, fruta y verduras —apuntó Dominic con el ceño fruncido.
—Sí, tienes razón —convino Carrie con rapidez.
—Ya está todo aquí, Carrie ¿quieres deshacer tú las maletas?
—Sí, yo lo haré. ¡Y gracias! Te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho,
Dominic.
Tal vez porque adivinó su nerviosismo, o quizá porque deseaba irse de todos modos,
Dominic no la presionó más y simplemente le pidió:
—Prométeme que te lo tomarás con calma y que no te agotarás.
—Te lo prometo.
Ella se encontró brindándole una sonrisa antes de que pudiera impedirlo, y él sonrió
también, inquietándola de nuevo.
—De acuerdo. Ven, te mostraré cómo funciona el sistema de intercomunicación. El
decorador de interiores vendrá por la mañana y tendrás que dejarlo entrar.
Carrie lo siguió para escuchar sus instrucciones. Eran fáciles de recordar. Él le entregó
la llave y al fin se metió en el ascensor.
—No sé a qué hora llegaré con Danny mañana por la tarde, Carrie. Sólo cuídate para
que estés bien cuando lleguemos. ¿De acuerdo?
—Quiero ir contigo, Dominic —suplicó ella, deseando por un lado ver a Danny tan
pronto como fuera posible y temiendo por otro la reacción de Dominic hacia su hijo.
Existían también muchas incertidumbres acerca de cómo Danny reaccionaría ante
Dominic. Él le tomó las manos antes de que ella pudiera impedirlo. Sus cálidos dedos
se cerraron sobre los de ella, acelerándole el pulso. Se los apretó de una forma tan
intensa como sus ojos reclamaban su cooperación.
—Créeme, Carrie esto funcionará mucho mejor si me lo dejas a mí. Sé cómo
entendérmelas con esa gente. Seguramente a ti te vencerá la emoción y ese no es el
camino, déjame recuperar a tu hijo para ti. Confía en mí.
Ella no podía dudar de su sinceridad. Él tenía razón y quizás ella había sido su propio
enemigo en sus inútiles gestiones con la gente del centro de beneficencia. En silencio,
inclinó la cabeza accediendo a su plan. Confiar en Dominic era diferente. Ya lo había
hecho antes y el sabor que le quedó después fue amargo, además de que los efectos
duraron mucho tiempo.
Él le apretó las manos una vez más.
—Todo saldrá bien —le prometió.
Carrie abrigaba la esperanza de que así fuera. Asintió, demasiado nerviosa par a decir
algo. Él le soltó las manos y le sonrió otra vez. Finalmente las puertas del ascensor se
cerraron, aliviándola de la necesidad de mantener la serenidad.

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Capítulo 6
EL sonido de alguien en la cocina despertó a Carrie. ¿Quién podía ser? ¿Un intruso?
Ciertamente no era el decorador de interiores, ya que no tenía llave. ¿Habría vuelto
Dominic por alguna razón?
Miró el reloj que estaba sobre la mesilla. Eran las nueve y media. Se había quedado
dormida hasta muy tarde, después de semanas de casi no dormir. Esa cama era tan
amplia y cómoda, a diferencia de la deprimente cama individual que había estado
usando durante los últimos días, y las almohadas eran tan suaves... y lo mejor de todo
era saber que Danny estaría otra vez con ella ese día. Esto mitigaba su tensión y le daba
una sensación de tranquilidad.
Entre tanto, más valía que investigara qué estaba pasando en la cocina. Salió de la
cama, se puso la bata y se dirigió con inquietud hacia la puerta.
— ¿Hay alguien allí? —preguntó.
—Sí, yo estoy aquí.
Carrie había oído esa voz en otro lugar recientemente. « ¡Ese es el dragón!», exclamó
para sí.
—Soy yo, querida. La señora Coombe.
«Voy de sorpresa en sorpresa», pensó la joven.
«Ahora me llama querida». « ¡Seguramente ya figuro en la lista de amigos y conocidos
de Dominic Savage, e incluso con honores especiales! Haberme visto en los brazos de
Dominic ha debido de impresionarla mucho».
Carrie se dirigió a la cocina, considerando que era mejor averiguar qué estaba
tramando la secretaria de Dominic. Él no había avisado acerca de esa visita.
La señora Coombe estaba inclinada sobre un carrito de compras, metiendo los
paquetes en la nevera.
—No quería despertarte —explicó—. Estabas durmiendo tan tranquila...
«Ah», pensó Carrie, «así que ha estado andando de puntillas por ahí, viendo lo que
pasaba».
—No ha debido preocuparse —señaló—. Necesitaba levantarme. Iba a ir de compras...
—Ya lo he hecho por ti, querida.
— ¿Qué? —Carrie la miró con la boca abierta, aún más sorprendida cuando la señora le
sonrió de forma indulgente.
—Sí, aquí está la carne. Un filete de ternera, salchichas, cordero, hamburguesas...
Carrie se recuperó lentamente.
—Señora Coombe, no ha debido... no era necesario.
La secretaria volvió a mostrar su expresión más severa.
—El señor Savage no quiere que malgastes tus fuerzas en estos quehaceres.
Carrie sintió el loco impulso de cuadrarse, saludar y decir: «Sí, mi sargento».
—Es muy amable de su parte —respondió al fin.
—De ninguna manera. Tienes que ponerte bien. Te he traído una libreta de notas y la
pondré cerca de tu cama. Cualquier cosa que quieras, anótala y la tendrás el mismo
día; y, por supuesto, debes llamar a la oficina para cualquier urgencia. Te anotaré el
número para llamarme por línea directa. A cualquier hora, no vaciles en hacerlo.
Carrie la miraba atónita. Sin duda la señora Coombe tenía un nuevo concepto de los
«asuntos urgentes». La chica estaba consternada. «Realmente me están consintiendo»,
pensó. Se sentía un tanto incómoda como una invalida, y ella estaba acostumbrada a
ser autosuficiente.

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—Yo puedo cuidarme sola —señaló de forma defensiva.


—Ya lo veo —la señora Coombe le respondió con una mirada seca que la confundió—.
He traído leche fresca, y aquí está la fruta y la verdura —continuó con su aire de
eficiencia—. Si quieres te las guardo. También hay uvas y...
—Es suficiente para alimentar a un ejército —protestó Carrie.
—Los convalecientes necesitan comer bien para estimular el apetito —explicó la señora
Coombe con autoridad—, debería saberlo —añadió de forma terminante.
El sistema de intercomunicación sonó en ese momento.
—Ese debe ser el decorador de interiores —dijo Carrie distraída—. Voy a abrir.
—Adelante —la secretaria la apresuró—. Estarás ocupada ayudándolo con eso. Yo
terminaré aquí y me retiraré para no molestarte.
Carrie no sabía cómo se suponía que iba a ayudar, excepto manteniéndose fuera del
camino del decorador, pero como el timbre volvió a sonar no se detuvo a discutir.
—Gracias, señora Coombe.
Fue una agradable sorpresa para Carrie encontrarse con que el decorador era una joven
de más o menos su misma edad y un carácter extrovertido y amable. Se presentó como
Georgina Winslow...
—Llámame Gina. Todo el mundo lo hace —le dio su tarjeta de presentación.
Carrie supuso que era buena en su trabajo a pesar de su edad. Nadie podía conseguir
un contrato como ése a menos que fuera muy eficaz.
Tenía el cabello de color castaño rojizo, cortado en un estilo elegante y apropiado para
su cara un tanto redonda. Lo más bonito de sus facciones eran sus brillantes ojos
verdes. Llevaba un vestido de color crema con dibujos geométricos y un cinturón muy
atractivo.
De pronto Carrie se dio cuenta de su apariencia desarreglada.
—Discúlpame por no estar vestida. Me he quedado dormida.
—No te preocupes. Quiero echar un vistazo y tomar algunas medidas y notas. ¿Te
importaría?
—Claro que no. Me voy a vestir. ¿Quieres que me vaya? ¿Te estorbaré?
— ¡Oh, no! —Fue su rápida respuesta—. Preferiría que te quedaras. Será mucho más
fácil si tengo a alguien con quién hablar. Además, tú opinión podría serme útil.
Carrie se quedó estupefacta. Su opinión no contaba para nada. No obstante, si Gina
quería hablar de sus ideas con ella, no le molestaría. Pensó que sería interesante ver
cómo un decorador empezaba a amueblar un lugar como ése. Por lo menos no tendría
que salir y quizá perderse la llegada de Danny. La idea le convenía.
Para cuando estuvo vestida y arreglada, Carrie descubrió que la señora Coombe ya se
había ido. Gina estaba extendiendo una serie de muestras sobre la mesa del comedor.
— ¿Quieres una taza de té, o prefieres café?
—Café, por favor —respondió la decoradora con una sonrisa.
En la cocina, Carrie se encontró con que la señora Coombe había dejado un vaso de
zumo de naranja, un tazón de fruta fresca recién cortada, una jarra de leche y un plato
de panecillos recién hechos.
Como no podía soportar que se desperdiciara la comida y la ensalada de frutas ofrecía
un aspecto muy tentador, se la comió mientras preparaba el café. En seguida puso las
tazas y el plato de panecillos en una bandeja y la llevó al comedor.
— ¡Oh, qué amable! —exclamó Gina al verla, haciendo sitio en la mesa para la
bandeja—. No he desayunado esta mañana y me estoy muriendo de hambre.
—Come todo lo que quieras —la invitó Carrie.
—Debes comer tú también —repuso Gina—. De otra forma me sentiré mal.
Carrie ya estaba satisfecha con la ensalada de fruta; sin embargo, trató de comerse un
panecillo para acompañarla. Por curiosidad, le preguntó a la joven por su metodología

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de trabajo.
—Bueno, primero hay que saber lo que quiere el cliente. Después me encargo de crear
una atmósfera donde la gente pueda relajarse y sentirse cómoda.
«Tiene sentido», pensó Carrie. Si los clientes de Dominic preferían no alojarse en un
hotel, era lógico que no quisieran una decoración impersonal en el apartamento.
—Y es en lo que más me puedes ayudar —señaló Gina, mirando expectante a Carrie—.
Dime qué colores son los que te hacen feliz. No queremos nada neutral. Necesitamos
tonos cálidos pero relajantes.
—Bien, me gusta la mayoría de los colores —contestó Carrie.
—El señor Savage me dijo que tenías un niño. ¿Qué me dices acerca de él?
Carrie sonrió feliz al pensar que Danny estaría con ella al cabo de unas cuantas horas.
—Oh, a él le encantan el rojo, el naranja y el amarillo.
Creció en Fiji, y la gente de las islas es adicta a los colores brillantes.
—Estupendo —asintió Gina—. Puedo trabajar en esto. El rojo, el naranja y el amarillo
son cálidos.
Carrie hizo una mueca.
—Más que cálidos.
—Pues tendremos un dormitorio muy caliente. Vamos a ver las telas y las opciones
que tenemos.
Carrie se divirtió mucho hojeando los libros de muestras y hablando con Gina. La
joven decoradora estaba ansiosa por saber la opinión de Carrie.
Fueron interrumpidos más tarde por el timbre de la puerta. Era un repartidor que
quería hacer entrega de una cama. Carrie lo dejó entrar y Gina se hizo cargo de él,
mostrándole el lugar más adecuado para colocarla, en el segundo dormitorio. Entonces
le preguntó a Carrie si podía hacer algunas llamadas telefónicas.
—Ahora que ya escogimos las telas para este cuarto, solicitaré la entrega de ropa para
la cama de forma que quede lista hoy para Danny —explicó. Carrie intentó protestar.
—No deberías tomar nota de nuestro gusto, Gina. Tú sabes que no somos huéspedes
permanentes aquí. Gina la miró perpleja por un momento. —Eso no importa. Esto está
funcionando bien. Carrie dudó. Se dijo que al final, cualquiera que fuera el resultado,
sería responsabilidad de Gina.
—Como tú quieras —expresó con un secreto deleite al pensar que Danny tendría una
preciosa habitación para él solo. Un hermoso y alegre dormitorio, por lo menos
durante un tiempo.
Se sentía tan contenta que fue a la cocina a preparar una buena comida, esperando que
Gina la compartiera con ella. La decoradora se mostró encantada.
— ¡Esto es espléndido! ¡Realmente adorable! Sin embargo, no hagas que se convierta en
una costumbre —se rió—. No quiero terminar engordando y tampoco deseo
molestarte.
—No es ninguna molestia —le aseguró Carrie—. Me gusta hacerlo.
Puso su toque especial a la ensalada de salmón y Gina se mostró entusiasmada.
— ¿Qué es? Tendré que comprar un poco de esto. —Es mi receta especial —dijo
orgullosa Carrie—. Y jamás revelo mis secretos.
— ¡Lo sabía! —Gina abrió los ojos en señal de apreciación—
. Tú eres una profesional en esto, ¿verdad? ¡La manera en que has preparado la
ensalada... el aliño, el sabor! ¡Vamos, Carrie, admítelo! Carrie rió a placer. —Tengo un
poco de experiencia —reconoció.
Y le habló acerca de su experiencia en el Ports o'Call, el famoso restaurante del
Sheraton de Fiji, uno de los mejores restaurantes del mundo.
La ropa para la cama de Danny llegó después de la comida. Las sábanas y fundas eran
color crema con rayas rojas que formaban modelos geométricos.

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Una manta de color naranja las acompañaba, y había un juego de toallas para baño
exactamente del mismo tono. Carrie preparó la cama y colgó las toallas en el baño,
deleitada.
Gina también parecía complacida con el efecto. Sin embargo, no se quedó allí más
tiempo y se disculpó, ya que debía ir a buscar el resto de los muebles para la habitación
de Danny.
Su partida dejó a Carrie sin nada en qué ocuparse. De pronto se sintió cansada y
decidió descansar. Había sido un día lleno de sucesos y el más importante estaba por
llegar. No debía estar débil y agotada cuando Danny llegara.
Gina la había mantenido distraída, pero al quedarse sola sus preocupaciones
retornaron.
Lo primero y lo más importante eran los sentimientos que Dominic hacía surgir, en su
interior. Debía mantenerlos bajo un rígido control. En seguida estaban las preguntas
que inevitablemente surgirían acerca de Danny. Ella había postergado eso, pero sabía
que no podría hacerlo por más tiempo.
Debía ser firme acerca de su decisión de que Dominic permaneciera fuera de sus vidas.
No podía empezar a depender de él para todo.
Pasaban algunos minutos de las cuatro cuando sonó el intercomunicador-. La joven
corrió hacia el vestíbulo y contestó la llamada con voz tan firme como le fue posible.
—Subimos —anunció Dominic. El corazón de Carrie palpitó de temor y emoción.
Dominic lo había logrado. Ya habían pasado casi dos meses desde que se separó del
niño, y el solo pensamiento de que lo volvería a ver la llenaba de dicha. Se colocó en el
centro del vestíbulo, justo enfrente del ascensor. Estaba temblando por la emoción
cuando al final las puertas se abrieron. Por un instante, Danny la miró pasmado, como
si no esperara verla. Entonces se arrojó hacia ella al tiempo que Carrie se arrodillaba
para abrazarlo.
—Mamá, mamá —musitó con alivio, ansiedad y amor; casi la estrangulaba al abrazarla
por el cuello.
— ¡Oh, Danny! Te he echado tanto de menos —sollozó
Carrie, rozando con la mejilla el suave cabello oscuro de su hijo. Apenas se dio cuenta
de que Dominic salía del ascensor y se dirigía hacia la sala, dejándolos solos.
—Ya les dije que yo cuidaría de ti, mamá —declaró Danny, furioso—. Y ellos no me
hicieron caso. Me dijeron que estabas muy enferma. Yo tenía miedo de que te murieras
y de que no te volviera a ver.
—Lo sé, lo sé —ella lo tranquilizó—. Me dijeron que estaba demasiado enferma para
cuidar de ti. Sin embargo, ya estoy bien, de verdad, y cada día me siento mejor.
Danny se separó de ella un momento para mirarla bien. Sus ojos azules reflejaban su
angustia y preocupación.
—Estás terriblemente delgada, mamá.
—No he podido comer mucho, Danny —le explicó ella—. Pero ya lo hago y pronto
engordaré, ya lo verás.
Él contuvo el aliento.
—Intenté volver contigo, mamá. Estaba en un lugar cerca del río Hawkesbury y les
pregunté a los otros niños cómo podía llegar a Ashfield; lo habría conseguido pero me
atraparon cuando subía al tren —hizo un gesto de desagrado—. Después me vigilaron
muy bien y ya no pude escapar.
Ella le sonrió. Su corazón lleno de amor estaba a punto de estallar.
—Eso ya no importa ahora, Danny. Ya estamos juntos otra vez.
—No nos separarán otra vez, me quedaré contigo.
— ¡Puedes estar seguro! —afirmó ella con vehemencia y lo abrazó de nuevo.
—Tenía miedo de venir con el señor Savage y la señora Coombe —confesó el niño—.

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Supuse que habrías ido a buscarme si todo hubiera salido bien. Creí que era un truco
para llevarme a otro lugar.
—Lo siento, Danny. No me encontraba bien para convencer a esa gente de que
volvieras conmigo, y te quería con tanta desesperación que intenté cualquier cosa.
—Está bien, mamá. Sólo estaba preocupado por ti —el chico intentó darle seguridad—.
Ahora que estoy aquí te voy a cuidar muy bien.
—Sé que lo harás.
Él le brindó una sonrisa y en seguida miró a su alrededor.
— ¿Dónde está el señor Savage?
El corazón de Carrie latió con fuerza. Sabía que no había escape a ese encuentro,
aunque eso no lo hacía más fácil.
—Creo que está en la sala.
—Será mejor que hable con él, mamá —comentó Danny ansioso—. No creí todo lo que
me decía y por eso no le contestaba. Debe de pensar que soy un niño maleducado.
—Creo que sería una idea estupenda que le diéramos las gracias. Él ha hecho mucho
por nosotros. Incluso nos ha prestado este bonito lugar para vivir hasta que esté lo
bastante recuperada como para conseguir trabajo. Es por eso que tenemos mucho que
agradecerlo.
Dominic se encontraba cerca de las ventanas de la sala, en apariencia contemplando la
vista del puerto; no obstante, Carrie dudó de su aparente tranquilidad. Él se volvió
lentamente. Sus ojos sondearon los de ella en un intenso examen antes de fijarse en los
del niño. Carrie sabía que era natural que se hiciera preguntas, y no sólo porque el
pequeño se pareciera a él por tener los ojos azules. En realidad, mucha gente los tenía.
Era la edad de Danny lo que suscitaba sospechas. Él hizo un visible esfue rzo por
suavizar su expresión.
— ¿Estás contento ahora? —le preguntó. —Sí —respondió Danny, emocionado—.
Muchas gracias, señor Savage. Discúlpeme por no contestarle antes. Creía que me
estaba engañando y hasta que vi. a mi mamá...
—Está bien, Danny —asintió Dominic con tranquilidad—. Lo que necesito ahora son
algunas respuestas de tu parte. Para matricularte en una escuela, tengo que saber en
principio tu edad.
Hablaba con tono tranquilo, sin la más ligera insinuación de que algo pudiera estar
fuera de lugar.
—Tengo siete años —contestó el niño con prontitud.
Dominic inclinó la cabeza como si eso fuera lo que había esperado, y formuló la
siguiente pregunta:
-¿Y cuándo es tu cumpleaños, Danny?
—El diez de septiembre.
Carrie pudo ver que Dominic hacía cálculos y llegaba a la conclusión de que Danny
había nacido ocho meses después de que se conocieron. Alcanzó a ver la desilusión en
sus ojos. No podía ser el padre. Después, por supuesto, surgieron también otras
conclusiones.
Decidió actuar para impedir cualquier duda acerca de aquel doloroso momento de su
pasado.
—Dominic, yo me encargaré de matricular a Danny en una escuela —dijo con
expresión vivaz—. Ya has hecho demasiado por nosotros y te estoy muy agradecida
por todo; sin embargo, no hay necesidad de que te preocupes más. Puedo encargarme
de todo desde este momento.
Había un matiz de burla en los ojos de Dominic al mirarla.
— ¿Has pensado ya en alguna escuela?
Ella se ruborizó.

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—Hay una escuela de primaria en Ashfield. Supongo que debe de haber alguna por
esta zona.
Él sacudió la cabeza.
—Algunas no son tan buenas como otras. Tengo experiencia en esto, y tú no estás muy
bien que digamos, Carrie. ¿No crees, por el bien de Danny, que es más inteligente
dejarme eso a mí?
Ella frunció el ceño y levantó hacia él sus angustiosos ojos.
—Yo puedo hacerlo, Dominic. Ya no quiero darte más problemas.
Él le brindó una pequeña sonrisa; después dirigió su mirada a Danny. Fue como una
tremenda sacudida para el corazón de Carrie ver que la pregunta aún persistía en los
ojos de Dominic. Y fue peor la mirada que sugería que quería a ese niño para él. De
pronto recordó la desolada expresión de Dominic la primera vez que le habló de su
hijo. ¿Sería ese uno de los problemas de su matrimonio, el hecho de no tener hijos?
—No me importa —aseguró él con tranquilidad—. Confías en mí para elegir una
escuela ¿verdad, Danny?
— ¡Claro! —Afirmó Danny y en seguida lanzó una mirada de preocupación a su
madre—. ¿Existe alguna diferencia si el señor Savage escoge la escuela, mamá? No
quiero que te pongas enferma otra vez.
En silencio, Carrie se irritó por la situación. Pensó que quizás lo mejor para Danny era
que Dominic se encargara del asunto, pero su compromiso con ella y con su hijo tenía
que acabarse. Si continuaba tratando a Danny como a un hijo... se produciría una
terrible y peligrosa situación.
—Carrie, es necesario que Danny ingrese en una escuela lo antes posible —apuntó
Dominic.
Ella exhaló un profundo suspiro y dijo con resignación:
—Está bien.
—Te avisaré cuando todo esté organizado.
Carrie lo miró con firmeza.
—Sólo llámame. No hay necesidad de que vengas.
El alzó una ceja, pero asintió.
—Muy bien. Me voy ahora —le sonrió a Danny—. Cuida mucho a tu mamá. No dejes
que se esfuerce mucho.
—Yo cuidaré de mamá; y gracias por todo.
—De nada.
Era visible el afecto y el orgullo en los ojos de Dominic cuando se volvió hacia Carrie.
—Adiós, Dominic —dijo ella con firmeza.
—Te veré después, Carrie —dijo él con suavidad.
Pero mientras lo observaba partir, la chica comprendió que ese no era el final. Dominic
no permitiría que aquello terminara. No mientras siguiera en su mente la duda acerca
de la identidad del padre de Danny. Y tarde o temprano ella tendría que enfrentarse a
eso de algún modo.

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Capítulo 7
CONTENTA de tener a Danny en casa y al mismo tiempo preocupada por la reacción
de Dominic hacia el niño, Carrie se olvidó por completo de las visitas programadas de
la señora Coombe. Cuando se levantó a la mañana siguiente, no esperaba encontrarla
en el comedor extendiendo un rompecabezas sobre la mesa, ni a Danny haciendo
amistad con ella.
— ¡Mira lo que me ha traído la señora Coombe! —Exclamó el niño con emoción—. Y
además me ha regalado varios libros y juegos.
—Mis hijos ya son demasiado mayores para jugar con ellos —explicó la señora y su
rostro severo se relajó de forma increíble—. Pensé que de esa forma entretendría a
Danny mientras tú descansabas.
Carri contuvo el aliento. No podía privar a Danny del placer que con tanta claridad se
dibujaba en su semblante, aun cuando aceptar esos obsequios fuera en contra de su
independencia.
—Ha sido muy amable de su parte, señora Coombe, y muy considerado —dijo
esforzándose por mostrarse simpática.
—De ningún modo. Sé lo que les gusta a los niños.
Yo tuve tres que ahora ya son hombres —exhaló un triste suspiro que humanizó su
expresión de forma considerable—. ¿Necesitas algo, querida? Puedo traértelo antes de
ir a la oficina.
—Gracias. En realidad estoy bien, señora Coombe —respondió Carrie con énfasis—.
No necesitaremos nada por lo menos durante una semana, y para entonces estoy
segura de que podría ir de compras yo misma y usted ya no tendrá que preocuparse.
Al instante la señora se levantó de su silla, asumiendo el mando.
—Tienes que tener cuidado. Las recaídas son peligrosas. Yo lo sé y por eso le he dado a
Danny mi número de teléfono, para que me llame si te ocurre algo malo durante el fin
de semana —le lanzó al niño una severa mirada—. No estarás dispuesto a perderla
ahora, ¿verdad?
— ¡Claro que no, señora Coombe! Voy a cuidar muy bien a mi mamá —le prometió él.
Carrie pensó que Danny debería haberla saludado al estilo militar, pero en lugar de eso
el niño le brindó una gran sonrisa.
—Y gracias por todo.
—Sí —dijo Carrie con docilidad, sintiendo que su independencia menguaba de forma
sistemática.
La señora Coombe definitivamente era el vencedor de ese encuentro, habiendo
reclutado a Danny como un entusiasta y bien recompensado aliado. No sólo le había
servido al niño su desayuno, sino que el de Carrie estaba esperando en la cocina. La
chica pensó que era obvio que cuando el dragón tomaba una decisión, era invencible.
Gina llegó más tarde, y tras ella los muebles de la habitación de Danny: un armario, un
escritorio, un juego grande de estantes para libros, un tablón de corcho para pegar
papeles y otro escritorio para un ordenador personal. Todo en madera de pino de
primera clase.
—He decidido que esa habitación sea a la vez un estudio —les informó Gina.
Una cómoda silla de oficina tapizada en un tono naranja llegó en seguida. Una
maravillosa pintura de loros en medio de un follaje tropical fue colgada en la pared.
Otro televisor portátil, con un vídeo, fue entregado e instalado en el mueble próximo a
la cama de Danny. Al final, una gran silla de color naranja hizo su aparición,
—Las cortinas, colchas y cojines decorativos llegarán dentro de unos días —dijo Gina
con pesar—. Por ahora, todo combina muy bien, ¿no te parece?

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— ¡Es fantástico! —fue todo lo que Carrie pudo decir.


Danny se hallaba en el séptimo cielo.
—Carrie, el lunes decidiremos qué vamos a hacer con tu dormitorio —expresó Gina,
resplandeciente de satisfacción—. Así que empieza a pensar en lo que más te gustaría.
Son de gran ayuda tus ideas.
A continuación se retiró. Danny estaba guardando sus cosas en el armario cuando
Dominic llamó por teléfono. Tan pronto como Carrie escuchó su voz, se tensó.
— ¿Cómo estás hoy, Carrie? —le preguntó él con delicadeza.
—Bien —respondió ella, lacónica—. Danny y yo estamos bien, Dominic.
—Ya he matriculado a Danny en una escuela que se encuentra en Bellevue Hill.
Empezará a asistir el próximo lunes. Tiene un excelente servicio de autobús desde el
muelle circular, por lo que no habrá ningún problema con el transporte. Yo mismo lo
llevaré el primer día de clase para presentarlo al director.
—Yo me puedo encargar de eso, Dominic —no estaba dispuesta a permitir que él se
comprometiera más con ellos. Ya había ido demasiado lejos. El simple sonido de su voz
la inquietaba y la hacía desear lo que no podía tener.
—Me gustaría que estuvieras ahí, Carrie.
La calidez de su tono le nubló los sentidos. Luego comprendió que le estaba sugiriendo
que lo acompañase, los dos juntos, como padres del niño.
—Es extraño —continuó él—, cómo en un mundo imperfecto estas cosas pueden
contar.
—A lo que me refería es que no es necesario que vayas, Dominic —replicó ella, muerta
de vergüenza por su actitud casi grosera y sintiéndose cada vez más desesperada para
evitar otro encuentro con él—. Puedo hacerlo sola —agregó con firmeza.
Hubo un silencio durante varios segundos. En seguida, lentamente y con infinito
cuidado, Dominic expresó:
—Carrie, yo creo... espero que no te importe. Sólo será por un corto período de
tiempo... al parecer es una buena idea que Danny tenga lo mejor por lo menos una vez.
Conozco al director. De hecho, es uno de mis antiguos profesores. Sería una descortesía
que no apareciese contigo.
Para Carrie estaba claro que Dominic había utilizado sus influencias para colocar a
Danny en una buena escuela.
—Como te decía, este es un mundo imperfecto—prosiguió él—. La primera
impresión es fundamental, y yo puedo ayudar, Carrie —agregó con persuasión.
Carrie se dijo que esa era una realidad que no podía soslayarse. La gente normal y
corriente era generalmente ignorada. Ella había acumulado una buena cantidad de esas
frustrantes experiencias, y el recuerdo aún era amargo. Pero, ¿que culpa tenía Danny
de que ella no fuera tan importante como Dominic? En su opinión, Danny era tan
bueno como cualquier otro niño, incluso mucho mejor que la mayoría.
—Muy bien, Dominic. Sólo por esta vez —consintió al fin, diciéndose a sí misma que
sería el último favor que aceptaría de él.
—Pasaré a recogerte a las ocho en punto del próximo lunes.
Se despidió antes de que ella pudiera discutir el tema con más profundidad. Carrie ni
siquiera le había dado las gracias por los trámites hechos en la escuela. Sin embargo, no
quería volver a llamarlo. Aún faltaban nueve días para que Danny fuera a la escuela,
nueve días para ponerse más fuerte. Cuando viera a Dominic de nuevo, debía estar
segura de no volver a rendirse ante él. Debía insistir en su independencia. Ya había
aceptado demasiado de él. Aunque, ¿qué podría hacer sin Dominic?
Sacudió la cabeza y se dijo que aprendería a vivir sin él. Lo más importante era tener a
Danny otra vez con ella.
Pasaron un maravilloso fin de semana. El sábado Danny y ella dieron un paseo por los

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invernaderos, y el domingo fueron en el trasbordador al puerto de Manly. Comieron


bien, jugaron mucho y disfrutaron sobremanera estando juntos.
El lunes por la mañana la señora Coombe apareció para anunciarle que el señor Savage
le había dado el día libre para llevar a Danny a comprar el uniforme de la escuela.
— ¡No es necesario! —protestó Carrie.
La secretaria impuso su ley.
—Tú tienes que descansar. Ir de compras es demasiado cansado para ti a estas alturas.
En particular para comprar el uniforme, lo cual no es tan sencillo.
—Además, Gina te necesita aquí para decorar tu habitación, mamá —Danny levantó la
voz, asumiendo su papel de aliado de la señora Coombe.
Carrie frunció el ceño. Recordó que Gina le había pedido su ayuda.
—Danny, podemos ir de compras mañana —insistió.
El rostro del niño mostró desilusión.
— ¿Por qué no puedo ir con la señora Coombe?
Era una pregunta difícil de contestar.
—Querida, debes aprender a confiar en mí —expresó la señora, mirando a Carrie con
severidad.
—Ya lo hago, señora Coombe...
— ¡Entonces ya está! ¡Vamos, Danny!
« ¡Maldición!», pensó Carrie. «Estoy derrotada».
La mujer mayor se puso en camino con Danny rápidamente. Antes de que Carrie
pudiera decir algo más, las puertas del ascensor se cerraron frente a dos sonrisas
triunfantes. Ahora cobraban un perfecto sentido los juegos y libros para Carrie. ¡La
señora Coombe había sobornado a Danny! A pesar de eso, se prometió que la mujer no
se saldría con la suya por segunda vez.
Estaba pensando en la alegría de Danny por salir con la señora Coombe cuando llegó
Gina.
— ¿Qué te parece el color albaricoque como motivo principal? —preguntó—. Quizás
ese tono le dé un toque magnífico.
A Carrie la atrajo la idea de inmediato y una vez más examinaron las muestras de telas.
Para cuando la señora Coombe dejó a Danny en casa, con una formidable cantidad de
paquetes, ya había elegido todos los muebles de la habitación principal.
—Recuerda lo que te he dicho acerca de limpiar tus zapatos negros todas las mañanas,
Danny —dijo la señora Coombe cuando se retiraba—. No esperes que tu madre lo
haga.
—No, señora Coombe. Quiero decir, sí, lo recordaré, señora Coombe.
— ¿Qué me dice del precio de todo esto? —le preguntó Carrie a la señora.
—Tendrás que hablar con el señor Savage al respecto, querida —fue su respuesta—. Lo
he pagado todo con su tarjeta de crédito.
Esa noche Carrie apuntó los precios de las etiquetas de la ropa nueva de Danny. Una
buena escuela, pensó, costaba mucho dinero incluso antes de que la primera clase
empezara. Y la cantidad a la que llegó al final por el uniforme completo era
exorbitante...
Parte del problema consistía en que la señora Coombe había comprado lo mejor de
todo, mientras que Carrie habría buscado las ofertas. De todos modos, se suponía que
no debía quejarse. Después de todo, no pagaba alquiler alguno. Además, por orgullo
propio no quería que Danny se sintiera menos bien vestido que el resto de los niños,
aunque eso provocara por algún tiempo una merma considerable en su presupuesto.
Se sintió incómoda, como si fuera una mujer mantenida, a pesar de que sabía que ese
no era el caso. No sabía cómo podría compensar a Dominic por todo lo que había
hecho por ella.

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Los días pasaron volando. El dormitorio de Danny quedó maravilloso y la habitación


de Carrie comenzaba a cobrar forma. Gina iba y venía, pidiéndole constantemente
consejos a Carrie y entregándole en seguida los más sorprendentes y estupendos
resultados.
Danny insistía en usar sus zapatos nuevos cada vez con más frecuencia. Carrie
sospechó que formaba parte de las instrucciones de la señora Coombe, pero no podía
contradecir esas órdenes. La secretaria apareció el viernes por la mañana, para
cerciorarse de que todo estuviera bien.
Por primera vez, no discutió ni trató de pasar por encima o vencer a Carrie. Por el
contrario, le comentó que la veía mucho mejor, pero lo echó a perder cuando elogió a
Danny por cuidar muy bien de ella.
De todos modos, Carrie estaba contenta de sentirse mucho mejor, aunque el estado de
su cabello dejaba mucho que desear. El brillante cabello castaño rojizo de Gina
despertó su envidia.
—Gina, ¿quién te arregla el cabello? —preguntó—. Necesito desesperadamente que me
arreglen el mío.
Quizás fuera orgullo, pero necesitaba ofrecer la mejor apariencia posible cuando
llevara a Danny a conocer al director de su nueva escuela. Por otro lado, y
principalmente, ése sería su último encuentro con Dominic.
—Si quieres, te concierto una cita con mi peluquero—le ofreció Gina de inmediato—. Él
es un as cortando el cabello. Te prometo que no te reconocerás cuando termine contigo
—agregó con una sonrisa alentadora. La cita se concertó para la mañana siguiente, y
Gina insistió en acompañarla, explicándole que era lo menos que podía hacer por ella,
por esas dos comidas que le había ofrecido. Danny también las acompañó y se quedó
impresionado por la actividad del salón de belleza. — ¡Santo Dios, mamá! En serio que
pareces diferente —observó cuando ella estuvo lista.
Ella se rió, deleitada por el efecto del corte, que resaltaba sus ojos verdes.
— ¿Diferente en el buen sentido o en el mal sentido? —preguntó.
— ¡En el buen sentido! —Le aseguró Danny—. En realidad estás muy bonita, como
antes de que te pusieras enferma.
Carrie pensó con tristeza que Danny estaba siendo sincero. No obstante, le complacía
ahora poder dejarle a Dominic un recuerdo más bonito de sí misma.
En realidad no era por Dominic, se dijo para tranquilizarse. Su apariencia seguramente
causaría buena impresión en la escuela de Danny, y ella deseaba que éste se sintiera
orgulloso de su madre. Esa idea ahuyentó cualquier perturbador remordimiento de
conciencia. A lo largo del fin de semana, Carrie preparó a Danny para que se
familiarizara con el barrio y así no se extraviara una vez que empezara a ir a la escuela.
El lunes por la mañana, una vez que Dominic y ella ya estaban preparados, su
nerviosismo estaba en su punto álgido. Desesperada, se negaba a reconocer que en esa
ocasión se debiera a que iba a ver a Dominic de nuevo. Se decía que el motivo era que
empezar la escuela significaba un gran momento para Danny. Deseaba que todo saliera
bien. Por esa razón se había preocupado tanto por su propia apariencia.
Se había puesto un traje de color marrón, al cual tuvo que hacerle un pequeño arreglo
en la parte posterior de la falda para que le ajustara la cintura. Por fortuna la chaqueta
disimulaba ese pequeño detalle, así como la holgura de la blusa blanca.
Danny estaba muy elegante y emocionado con su uniforme nuevo. Ya no podía
llamarlo su «bebé», se dijo Carrie con tristeza.
Estaban listos y esperando cuando Dominic salió del ascensor y entró en el
apartamento a las ocho en punto. Su sonrisa le quitó el aliento a Carrie. Estaba
impresionante con su traje gris oscuro, atractivo y dominante, y sus ojos azules eran
tan cálidos y brillantes como un cielo de verano.

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—Carrie...
Sorpresa, placer y algo más profundo e infinitamente turbador la embargó al oírlo
pronunciar su nombre con cariño. « ¡Me quiere ahora! ¡Y lo peor de todo es que aún lo
deseo!» exclamó la chica para sí.
—Ese corte de cabello te sienta bien, aunque estaba acostumbrado...
«A que lo llevara largo», pensó Carrie, recordando cómo se lo acariciaba con suavidad
y lo enredaba en sus dedos, diciéndole que parecía seda.
El realizó un visible esfuerzo por recobrar la compostura y adoptar una expresión
menos reveladora.
—Puedo ver que has engordado —apuntó, mirándola con detenimiento.
—Ya te dije que me curaría por mí misma —comentó ella a la defensiva.
—Al parecer has hecho un buen trabajo cuidando a tu madre, Danny —dijo Dominic
con tono cariñoso.
—Mi mamá ahora ya no descansa tanto —declaró el niño, contento por la aprobación
de Dominic—. Y además comemos muy bien.
Dominic sonrió, extendiendo la mano para acariciarle la cabeza. Carrie se quedó muy
confundida ante ese afectuoso gesto paternal. Se dijo que no estaba bien que Dominic
despertara ese anhelo tan intenso en ella.
Desesperada por reducir la intimidad de ese momento, sacó de inmediato un sobre con
un cheque que había conseguido del banco.
—No es todo lo que te debo Dominic, pero te pagaré el resto cuando me sea posible —
le explicó avergonzada.
—Hasta donde yo sé, no existe ninguna deuda entre nosotros, Carrie —respondió él,
frunciendo el ceño.
El cariño que reflejaban sus ojos casi la hizo derrumbarse. Una vez más volvía aquel
momento en que creyó en esa mirada cariñosa.
Sin embargo, se dijo que se estaba imaginando cosas. Además, no podía arriesgarse a
recorrer ese peligroso camino otra vez. Ahuyentó la tentación y se enfrentó a él con
firmeza.
—No puedo consentir que pagues el uniforme de Danny, ni la comida que la señora
Coombe nos trajo esa primera mañana —insistió—. Por favor, tómalo.
Los ojos azules de Dominic lucharon contra los obstinados de la joven y después se
retrajeron lenta y resignadamente. Para alivio de Carrie, tomó el sobre sin más
discusión.
—Será mejor que nos vayamos ya —señaló con una triste y leve sonrisa—. ¿Listo para
irnos, Danny?
— ¡Estoy listo desde hace años! —replicó Danny con impaciencia.
Cuando bajaban en el ascensor, el niño abrumaba a Dominic con preguntas acerca de la
escuela. Todas las respuestas eran tranquilizadoras y dadas en un tono indulgente y
amable, lo cual entristeció profundamente a Carrie,
Por un momento, le pareció terrible que Danny se viera privado de un padre con el que
pudiera contar y que hiciera la clase de cosas que Dominic estaba haciendo por él en
ese momento. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Una profunda depresión la invadió cuando entraron en el elegante coche de Dominic.
Se dijo a sí misma que estaría agradecida de que él aceptara su postura independiente;
de ese modo no habría razón para que siguieran viéndose por más tiempo.
No obstante, se sentía mal y ni siquiera su amor por Danny podía llenar el doloroso
vacío que se abría en su vida.
Era casi una agonía sentarse al lado de Dominic, consciente de su presencia,
recordando lo que hubo una vez entre ellos, escuchándolo hablar de una forma tan
encantadora con Danny. Deseó poder tocarlo y hablarle abiertamente, encontrar en sus

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ojos la intimidad que una vez compartieron.


Si sólo llevaran a Danny a la escuela como unos verdaderos padres que se
enorgullecieran de su hijo... Sin embargo, no podía permitirse el lujo de fantasear ya
que jamás sucedería. Tenía que aceptar que la íntima unión que una vez habían
compartido sólo era una ilusión.
Si permitía que Dominic descubriera sus sentimientos, sospechaba que él no tendría
más escrúpulos que antaño acerca de lo que quería tomar. Si un compromiso no había
sido suficiente impedimento para satisfacer su deseo por ella, tampoco un matrimonio
lo detendría. En particular la clase de matrimonio que sin lugar a dudas tendría con
Alyson. Pero a pesar de que lo deseaba, Carrie se negaba a tener una aventura con
Dominic, ya que las consecuencias estaban muy claras para ella.
— ¿Es ésta? —preguntó Danny de repente, emocionado, cuando el coche disminuyó la
velocidad.
Carrie se sobresaltó al mirar por la ventana. Magníficos e inmaculados campos de
juego rodeaban la escuela; pistas de tenis, piscinas, jardines, campos y los mismos
edificios hablaban de riqueza. No era una escuela normal y corriente. ¡Tenía que ser
una de las escuelas privadas de mayor prestigio de Sydney!
—Ésta es —confirmó Dominic, conduciendo el coche a través de una verja de hierro
forjado.
Carrie apenas tuvo tiempo de recuperarse de la impresión antes de que aparcaran ante
lo que suponía era el edificio administrativo. Danny se revolvió en el coche, casi
saltando por la emoción, a la vez que Dominic bajaba para abrirle la puerta a Carrie.
Ella le hizo miles de preguntas con la mirada mientras la ayudaba a salir, las cuales él
rechazó con un gesto de determinación.
«Estoy atrapada de nuevo», pensó Carrie desesperada, en el momento en que Danny se
les unía hablando de lo maravillosa y grande que era su escuela. Los trámites estaban
hechos, los uniformes ya se habían comprado, y estaban a punto de conocer al director.
A Carrie la invadió el pánico al pensar en todo lo que eso significaba. Pero cua ndo
Dominic la tomó del brazo para guiarla hacia la entrada, no pudo encontrar la forma
de detener aquello. Con Danny mirando y escuchando todo, era imposible.
Una vez dentro, fueron conducidos al despacho del director. El antiguo profesor de
Dominic les dio la bienvenida con cordialidad y se mostró muy interesado por el hecho
de que Danny se hubiera criado en Fiji. Le hizo muchas preguntas, las cuales fueron
contestadas por el niño con una confianza desinhibida, despertando el orgullo
maternal de Carrie, a pesar de todos sus temores.
—Creo que el joven Danny será un estudiante tan bueno como tú lo fuiste, Dominic —
comentó el director, obviamente complacido con la entrevista—. Ahora podéis dejarlo
conmigo; yo lo llevaré personalmente a que conozca a sus profesores.
Ese era un trato preferencial, y Carrie se sintió avergonzada al descubrir la mirada
especulativa que le dirigió el director cuando salió. Pensó que seguramente sacaría sus
propias conclusiones. Aunque ni él ni Dominic dijeron nada, Carrie presentía que
algún entendimiento se habría producido entre ellos cuando se hicieron los trámites.
Tan pronto como volvieron a la intimidad del coche, ella se volvió hacia Dominic con
toda la violencia que la reunión había originado en ella.
—No tienes ningún derecho a matricular a Danny en esta escuela —le espetó.
El hizo una mueca con expresión severa, a la vez que encendía el motor para conducir
hacia la salida.
— ¿Por qué no? —dijo al fin.
—Tú sabes por qué —lo acusó ella—. El precio debe ser astronómico y ni siquiera me
consultaste.
—Querías una buena escuela para Danny y estuviste de acuerdo en que yo la eligiera.

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Yo sé que es una buena escuela.


— ¡Ése no es el problema!
—Yo me he hecho cargo de la matrícula, cuyo precio, por cierto, no es tan alto, Carrie.
Es la escuela a la que asistí yo, y los antiguos alumnos tienen ciertos privilegios.
Descuentos.
— ¡No soy ninguna estúpida, Dominic! —Replicó Carrie con furia—. Esas cosas
siempre se relacionan con familiares.
El mostró cierta tensión, aunque habló muy tranquilo.
—Carrie, ¿cómo puedo saber que Danny no tiene que ver directamente conmigo?
El corazón de ella dio un vuelco. Tenía que contestarle, pero no sabía cómo.
—Me gustaría llegar a un arreglo contigo —dijo Dominic con suavidad—. Y prefiero
hacerlo en un lugar tranquilo. ¿Te importaría si subo un momento a tu apartamento
cuando regresemos?
Ella sentía una terrible tensión en la garganta. Su voz sonó medio ahogada al replicar:
—Creo... creo que es una buena idea. No sabía si lo era o no, pero las acciones de
Dominic en relación con Danny no le habían dejado otra opción.
Deseó con furia no haber recurrido nunca a Dominic. El riesgo que había corrido por el
bien de Danny le estaba costando caro. Ahora era de suma importancia convencer a
Dominic de que no existía ninguna razón para que él imaginara que existía alguna
relación directa entre los dos.

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Capítulo 8
EL viaje por el muelle circular transcurrió con demasiada rapidez para Carrie. Estaba
decidida a no contestar algunas de las preguntas, aunque también lo estaba o no
engañando.
Mantuvo un desagradable silencio, incluso al subir al apartamento. Su estómago estaba
hecho un nudo cuando se dirigieron a la sala. Gina estaba fuera buscando algunos
muebles, por lo que se encontraban completamente solos. No había riesgo de
interrupción alguna.
— ¿Quieres sentarte? —la invitó ella con rigidez.
—Siéntate tú —contestó él.
Ella sabía que no podía relajarse; no podía ni siquiera parecer relajada. Arrojó su bolso
a uno de los sillones y fue hacia las ventanas fingiendo contemplar el puerto, porque
no deseaba encontrarse con los ojos de Dominic.
—He solicitado una copia de la partida de nacimiento de Danny.
Carrie se sintió como si un puño de hierro le atenazase el corazón.
—No tenías ningún derecho a hacerlo. Estás invadiendo mi vida privada.
—Pensaba que podía tener derecho, Carrie —replicó él con suavidad—. El nombre del
padre no está registrado. Por lo general estas situaciones se presentan en caso de un
hijo ilegítimo.
Ella oyó el duro tono de su voz y se sobresaltó. Se dijo que debía ser enérgica, no era
momento para doblegarse. Esperó con paciencia a que todos sus sentidos se afinaran
como nunca lo habían estado en toda ' su vida. Era el momento de la verdad, del que
había estado huyendo durante todos esos años.
—Danny nació ocho meses después... —Dominic balbuceó—, ocho meses después de
que nosotros estuvimos juntos.
Carrie mantuvo una expresión indiferente. Las siguientes palabras de Dominic fueron
más sutiles, aunque igual de determinantes e inquisitivas.
—Algunas veces incluso las precauciones bien intencionadas no son completamente
seguras. Ocurren accidentes —hizo una pausa y guardó en vano un comentario—. Y
algunos bebés nacen prematuramente —continuó él, implacable.
Ella esperó lo inevitable.
—Carrie, ¿es eso lo que sucedió?
De algún modo, ella logró pronunciar las palabras necesarias.
—Aunque es muy duro de aceptar, Dominic, la mayoría de los embarazos llegan a su
término.
Hubo un tenso silencio y en seguida, con lentitud y dolor, Dominic hizo la siguiente
pregunta:
— ¿Estás tratando de decirme que ya estabas embarazada en el momento en que
estuvimos juntos?
Carrie estaba angustiada. Sabía que debía tomar la iniciativa o de otro modo las
preguntas no cesarían.
Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, ordenando a su cuerpo que no la
traicionara, poniendo una máscara de indiferencia en su rostro, y entonces se volvió
lentamente hacia él. Dominic no estaba más que a unos cuantos pasos, y el dolor que se
reflejaba en su semblante desató en ella un salvaje resentimiento. ¿Qué sabía él del
dolor? Él había quedado satisfecho entonces, ¿o no? Y había vuelto con Alyson después
de tener su pequeña aventura.

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— ¿Estás criticando mi estilo de vida? —le preguntó Carrie.


Él volvió la cabeza con violencia, como si lo hubiera golpeado, y Carrie pudo ver el
tormento reflejado en su rostro. Se dio cuenta luego de la aceptación que gradualmente
fue surgiendo de ese tormento, aunque ella no sintió ningún alivio. El vacío se extendió
por todo su cuerpo, aturdiéndola más allá del dolor o de cualquier otro sentimiento.
—Yo nunca te criticaré, Carrie.
Ella escuchó esas palabras, y registró el hecho de que él las había pronunciado en un
tono amable. Se preguntó si él se arrepentiría de la forma en que había jugado con ella.
Tal vez no, pensó y se volvió de nuevo hacia la ventana.
Dominic se colocó detrás de ella y con delicadeza la tomó de los hombros. Su cabeza
estaba muy cerca de la de ella. Carrie podía sentir su respiración sobre la nuca. Su
mente le decía que él deseaba algo más de ella, quizá alguna recompensa por todo lo
que había hecho por ellos.
—Siento mucho desilusionarte, Dominic —decidida, se separó de él con frialdad. Tenía
la garganta seca, como el solitario desierto que había en su interior.
—No estoy desilusionado. Se trata de otras cosas —murmuró él con vaguedad.
Carrie no le preguntó acerca de esas otras cosas, ni deseaba saber cuáles eran. Lo dicho
no podía ser borrado y causaba mucho dolor; lo mejor era dejarlo así. «Sólo déjame ir,
Dominic», pensó ella, sin poder reunir la energía suplicante para expresarlo en voz
alta.
Él le rozó el cabello con la boca, cerca de la oreja. Le acarició la mejilla con los labios,
con una ligera y tierna presión que le provocó un estremecimiento de necesidad. Carrie
se apoyó en él y alzó la cara, comprendiendo demasiado tarde lo que estaba haciendo.
El impulso de echarse en sus brazos, de aceptar sus besos, de rogarle que le hiciera el
amor, de guiarlo hasta su cama... ese impulso se alborotaba a través de su cuerpo con
una fuerza casi irresistible.
Sin embargo, él estaba casado, le recordó una voz interior. Tenía una esposa y quizá
incluso hijos. Aunque ella no quería saber nada acerca de eso. Debía detener esa locura
antes de que fuera tarde, así que volvió la cabeza lejos de ese tentador contacto.
—Creo que no deberías tocarme, Dominic. No es justo.
No pudo dar el toque necesario de frialdad a su voz, y en lugar de ello, las palabras
fueron pronunciadas con todo el amor y la ternura que abrigaba su corazón.
Dominic se puso rígido y, de repente se apartó.
—Lo siento —se disculpó.
Alyson no era una pareja adecuada para él, pensó Carrie. Su intuición le decía que él
sentía el mismo triste vacío que ella. La idea de permitirle hacerle el amor llegó
espontáneamente a su pensamiento, y tomó la firme decisión de alejarla. Un acto como
ése no era una solución, sino el principio del final para ella.
—No tienes que disculparte.
Oyó cómo paseaba Dominic por la habitación, en apariencia esforzándose por hallar la
forma de llegar a un acuerdo respecto a su situación. Al final él aspiró profundamente.
Cuando habló, estaba tranquilo y liberado de cualquier emoción.
—Así que viniste a mí por despecho. Huyendo de alguna otra relación que terminó
mal.
—Algo parecido —mintió ella con torpeza.
—No es de extrañar que las cosas no funcionaran.
La voz de Dominic sonó tan torpe y desesperanzada como la de ella. Carrie
permaneció en silencio. No tenía nada que decir. Si él pensaba que todo estaba
explicado, a pesar de que fuera con base en sus propias conclusiones, entonces no
había más preguntas.
Dominic le brindó una melancólica sonrisa.

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—La gran ironía —comentó con acritud—, es que todas las precauciones que tuvimos
para que no te quedaras embarazada fueron innecesarias e inútiles.
Carrie sintió que una injustificada furia surgía amenazante en su interior y se imponía
al control de sí misma que tanto trabajo le costaba mantener. La repentina pasión de su
voz lo sorprendió.
—Dominic —comenzó a decir, sin importarle su reacción, desesperada por terminar
con esa entrevista—, no quiero hablar de nuestra relación —pronunció esas dos palabras
con un particular énfasis por la necesidad de conciliar el pasado con la realidad
actual—. ¡Ciertamente no deseo recordar aquello con una detallada descripción!
Él se encogió y su boca dibujó una mueca de dolor.
En seguida sacudió la cabeza con expresión de rechazo antes de enfrentarse con una
triste resignación.
—Supongo que es mejor que me vaya —dijo con tono rotundo.
—Creo que es la mejor decisión —opinó ella, arrepentida de su propio tono distante. Se
dijo que no había nada que pudiera ser rescatado.
—Por lo menos te estoy muy agradecido por haber puesto nuestra... relación... —él
enfatizó la palabra con amarga ironía—, en una perspectiva adecuada. Tenía una
impresión errónea. Creía que era diferente de lo que fue.
—No sé qué pensar —respondió angustiada—. Ahora no importa más que antes —la
amargura comenzó a reflejarse en su voz—. A pesar de lo que puedas pensar de mí,
por lo menos nunca fui promiscua.
El se volvió y una emoción violenta se vislumbró en su rostro.
— ¿Estás insinuando que yo sí lo era?
Carrie se encogió de hombros con indiferencia; sus ojos verdes destilaron desprecio
ante la inocencia que él simulaba.
—Tú eres lo que eres, y lo que hagas no me incumbe.
Ella comprendió que estaba cometiendo un terrible error, incluso antes de ver cómo su
expresión cambiaba. Se dijo que debería haberse callado y dejarlo ir sin importar lo
injusta que fuera la calumnia que él le lanzara.
Dominic se quedó inmóvil. Parecía una estatua, excepto por sus ojos, que sondearon
los de ella con una intensa mirada, como si trataran de penetrar en su alma. Carrie se
enfrentó a esa mirada con toda la resistencia que pudo reunir.
Él frunció el ceño en señal de reflexión. Se había erguido y su mandíbula se tensó con
determinación. Una mirada de resolución transformó su cara.
—Así que todo está resuelto —dijo con tono enigmático—; sin embargo, nada lo está.
Una temeraria mirada brilló en sus ojos y sonrió provocativamente. Ella no se movió;
no podía hacerlo. El corazón le retumbaba en el pecho cuando él levantó una mano
para posarla con delicadeza en su mejilla, en una persuasiva y pequeña caricia.
—Carrie, hay una última cosa que quiero saber —dijo Dominic con suavidad—, Y me
figuro que sólo hay un camino para averiguarlo.
Tomándola por sorpresa, se inclinó con rapidez y la besó con seductora sensualidad,
enviando ondas eléctricas a través de su cuerpo. Ella tembló y sintió cómo su boca se
suavizaba con docilidad al movimiento persuasivo de la de Dominic; fue entonces
cuando se dijo que debía separarse, detenerlo antes de que sucumbiera a aquella
erótica invitación.
Pero ya era demasiado tarde.
Él la besó con toda la pasión de un hombre hambriento, y esos ocho años de separación
fueron el catalizador de una reacción que ahogó su conciencia y cualquier otro
pensamiento del pasado o del futuro. Quizá fue la desesperación latente en algún lugar
de su subconsciente lo que provocó su loca sensualidad, lo que la hizo echarle los
brazos al cuello, presionar su cuerpo contra el de él en una ciega búsqueda de

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satisfacción
Dominic fue el primero en retirarse, separando la boca de la de ella para cubrirle de
apasionados besos el rostro y el cuello.
—Creí que te había perdido —dijo con un susurro de anhelo que encontró un profundo
eco dentro de Carrie—. Perdido para siempre —entonces, en un estallido de alivio,
continuó—: Pero no es así. Gracias a Dios que no es así. Carrie, no puedes negarlo
ahora —suplicó con suavidad—. Dime que me amas.
Las palabras estaban allí, incrustadas en el corazón de la joven. Carrie quería
pronunciarlas. Se había prometido que sólo le diría la verdad. Sin embargo, su cuerpo
traicionaba de todas maneras esa verdad. Por otra parte ¿dónde estaba el compromiso
de Dominic con ella? Él le estaba pidiendo demasiado, y después la dejaría por volver
con su esposa.
Abrió los ojos y echó la cabeza hacia atrás de forma desafiante.
— ¿Por qué no me dices tú a mí esas palabras, Dominic?
Sus ojos azules la acariciaron con todas las promesas que ella tanto ansiaba.
—Carrie, te amo. Siempre te he amado, sólo a ti.
El había hablado con franqueza. Carrie apenas podía creer que aquello fuera verdad.
«Dominic Savage, el gran mentiroso, no ha cambiado», le susurró una amarga voz
interior. La única diferencia sería que ahora el impedimento para cualquier relación
seria entre ellos estaba al descubierto.
— ¿Y por eso te casaste con otra? —preguntó ella con desprecio.
— ¿Y qué importa eso ahora? —replicó él—. Ahora que nos hemos encontrado de
nuevo.
Una pequeña y amarga risa brotó de la garganta de la joven.
—Puede parecerte irrelevante en estos tiempos, pero a mí sí me importa, y mucho.
La angustia oscureció los ojos de Dominic y endureció la voz.
—Carrie, debes saber por experiencia propia que existen diferentes clases de
relaciones. Entre nosotros hubo algo especial y aún sigue ahí. Para mí y para ti, Carrie.
Te necesito en mi vida y creo que tú me necesitas de la misma forma.
Esa era una necesidad que ella había aprendido a reprimir tiempo atrás, y simplemente
seguiría haciéndolo. Sus ojos verdes eran duros e implacables al contestar:
—No nos engañemos, Dominic. Tú eres tan realista como yo. No hay vuelta atrás —«ni
siquiera para mitigar tu soledad o la mía», añadió en silencio.
Dominic sacudió la cabeza.
—No te entiendo, Carrie. Tus labios, tu cuerpo, son tan suaves y dóciles... me dicen lo
que quiero saber de ti, aun cuando tu mente sea dura como el acero.
La joven esbozó una mueca de ironía.
—Considérame como una aberración en tu vida.
— ¿Y si no lo hago?
Cada nervio de Carrie protestaba vehementemente contra la idea de liberarse de sus
brazos, de separarse del contacto de aquel cuerpo que todavía le despertaba
demasiadas sensaciones placenteras. Ella vaciló, considerando una vez más la
tentación.
¿Podría vivir siendo «la otra»? ¿En realidad importaba que él se burlara de Alyson?, se
preguntaba. Después de todo, con sus actitudes, no cabía la menor duda de que ella
estaba burlándose de él.
¿Pero a qué conduciría eso? ¿Y cuál sería el efecto en Danny?
No, ella no podía ceder a un egoísmo ciego. Ni siquiera enfrentarse a las consecuencias
de otra aventura con Dominic. Sacudió la cabeza.
—Dominic, no hay futuro para nosotros —manifestó con firmeza.
Entonces él la soltó y levantó las manos para acariciarle la cara con infinita ternura. Sus

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ojos le suplicaban indulgencia.


—Carrie, no puedo creerte y no lo haré. No creo que conozcas bien tus propios
sentimientos. Has estado últimamente bajo un esfuerzo intenso... —No es eso.
Él la acalló poniéndole un dedo sobre los labios. —Carrie, no me digas que no.
Piénsalo. Piensa en cómo te sentías conmigo hace un momento. Piensa en lo que podría
ser... para nosotros... juntos. Cuidaré a Danny como si fuera mi propio hijo. Por lo
menos considera la posibilidad.
« ¡Dios mío! ¡Él sabe cómo dar en el clavo!», se dijo Carrie. El retiró el dedo de sus
labios y depositó en ellos un beso dulcísimo.
—No ejerceré ninguna presión sobre ti. Quizá todo esto sea demasiado precipitado.
Sólo piénsalo y házmelo saber.
Entonces se dio la vuelta y salió.

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Capítulo 9
CARRIE pensó sobre ello muy detenidamente, ya que era fácil dejar que sus emociones
influyeran sobre sus pensamientos. Amaba a Dominic Savage, siempre lo había amado,
reconoció. Nunca hubo otro hombre en su vida desde que lo dejó ocho años atrás.
Quería creer que entonces había cometido un terrible error, que Dominic en realidad la
amaba y que no había sido una simple aventura para él. Aun cuando eso significara
que todos esos años habían sido un desperdicio, aún quería creer que él siempre la
había amado.
Aún así, no era verdad. Sabía que no podía ser verdad.
Desde el principio comprendió que era demasiado bueno para ser cierto. Su encuentro
fue como una fantasía y, por supuesto, eso había sido...
Aquellas dos semanas en Surfers's Paradise fueron sus primeras vacaciones lejos de su
casa y de su madre. Había ahorrado durante todo el año para pagárselas. En su
primera noche allí, visitó el casino Júpiter, no para jugar, sino sólo para verlo, ya que
parecía ser el lugar más atractivo de todos. La intrigaba la gente allí reunida y los
juegos. Dominic estaba en una de las mesas de juego. Tan pronto como Carrie lo vio, el
resto de la enorme sala de jugadores se desvaneció hasta convertirse en algo
insignificante. Ella lo observó jugar y al fin él levantó la mirada y la sorprendió
mirándolo. Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa en una respuesta automática. Los
brillantes ojos azules empezaron a enviarle señales invitadoras... Aquella silenciosa
coquetería era lo más excitante que Carrie había experimentado en su vida.
Él no jugó durante mucho tiempo más. Le cedió su asiento a otra persona y
prácticamente raptó a Carrie, llevándosela a una discoteca, a cenar a un restaurante y
por último a su casa, un fabuloso apartamento con vistas a la playa. Ella comprendió
que no era de su clase social desde el primer momento; no obstante, estaba tan
ilusionada que no dejaba que la razón le dictara que no debía estar con él. Su diferencia
no quería decir que no pudiera penetrar en su mundo, en particular cuando la invitaba
y la quería allí con él.
Vivieron dos semanas de idilio. Dominic la mimaba. El dinero no era ningún problema.
La llevó a todas partes y le mostró las principales atracciones turísticas de la Costa de
Oro. Carrie podía tener todo lo que quisiera, aunque lo que más deseaba era estar en su
compañía. El momento que más disfrutó fue cuando él, cierta noche, le cantó una
melodía acompañado de su guitarra, sentados en el balcón, con las estrellas encima de
ellos y el suave sonido del océano como fondo. Cuando Dominic le pidió que se
quedara el mes completo de sus vacaciones, Carrie aceptó gustosa.
El problema comenzó con la aparición del grupo de amigos de Dominic y de inmediato
resultó obvio que para quien había planeado las vacaciones del grupo, ella no estaba
incluida en sus planes. Había una mujer que sobraba entre las otras, y era ella. Todas
fueron muy inteligentes en hacérselo saber de una forma no muy sutil.
Desde el principio, a Carrie no le agradó Alyson Hawthorn. Carrie intuyó que era una
chica muy problemática, en la que no podría confiar. A pesar de que delante de
Dominic era toda dulzura, a ella la trataba con grosería, exhibiendo un aire de
superioridad.
De ninguna forma encajaba Carrie en el grupo. Todos ellos, sofisticados en sus
actitudes, conocían medio mundo y estaban acostumbrados a todo lo que el dinero
podía comprar. Fastidiaron a Carrie sin misericordia... por lo menos las mujeres lo
hicieron... aunque nunca delante de Dominic.
En un principio, Carrie no le dio importancia. Teniendo a Dominic, no le importaba.
Podía ser que no encajara en su mundo; no obstante, lo soportaría, y quizá lo superaría

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con el tiempo.
Pero nunca tuvo esa oportunidad. La culminación sobrevino en pocos días.
Dominic había ido con sus amigos a hacer esquí acuático mientras las chicas tomaban
el sol en la playa. Carrie se disculpó diciendo que tenía que hacer algunas compras
aunque cuando volvió, se obligó a reunirse con ellas en la playa.
Al instante, Alyson empezó a provocarla.
—Carrie, ¿qué se siente al estar enamorada?
Las otras cinco chicas reían con disimulo ante lo que se avecinaba.
—Me las estoy arreglando muy bien —contestó Carrie con brusquedad.
— ¡Querida! Eres tan inocente —se burló Alyson—. Apuesto a que eras virgen, y
Dominic se ofreció a ejercer de tutor. Sin embargo, no esperes retenerlo, ya sabes... Esto
es sólo una advertencia, eres simplemente una temporal y pequeña aventura.
—No te creo —protestó Carrie con vehemencia.
Alyson se encogió de hombros.
— ¡Peor para ti, querida! Y si necesitas alguna evidencia para poner las cosas en su
justa perspectiva... —levantó la mano izquierda y le enseñó una enorme sortija de
diamantes—... éste es el anillo que Dominic me regaló como muestra de sus serias
intenciones.
Si sólo se hubiera tratado de Alyson, Carrie no le habría creído. Incluso cuando las
otras chicas afirmaron que Alyson y Dominic estaban comprometidos para casarse,
Carrie aún se aferró a la creencia de que todo aquello no era más que una cruel broma.
Pero ellas tenían respuesta para todo.
A la pregunta acerca de la evidente infidelidad de Dominic, se burlaron de ella y la
ridiculizaron.
—Todos lo hacemos —explicó Alyson—. Sin embargo, cuando sobreviene el
matrimonio, querida, lo único que cuenta es el patrimonio. El dinero se casa con el
dinero. Esa es la forma en que el mundo funciona.
— ¿Por qué no llevabas puesto ese anillo de compromiso antes? —preguntó Carrie.
La sonrisa de Alyson se redujo a una mueca.
—Dominic quería estar un poco más tiempo contigo.
— ¿Y por qué me lo enseñas ahora?
Alyson exhaló un suspiro de impaciencia.
—No soy celosa, pero ya me estoy hartando de tus empalagosos ojos verdes que siguen
a Dominic por todos lados como un perro, y de los mimos que él te hace. El problema
con Dominic es que tiene un buen corazón, en particular con la gente pobre. Ya es hora
de que despiertes, quiero decir de que te des cuenta de que te estás convirtiendo en un
estorbo.
Las otras chicas secundaron esa opinión.
Alyson asestó el golpe final con infinito cansancio.
—Carrie, ¿por qué no nos haces un favor y te largas de aquí? Estás fuera de este
ambiente y ya no nos resulta muy divertido. Dominic ya te ha hecho muchos favores
estas últimas semanas. Ha conseguido que te lo pases bien, ¿o no? Bueno, haz algo por
él. Desaparece rápidamente, coge el autobús, regresa a dondequiera que pertenezcas y
juega con los de tu clase.
Pensó que mucho de lo que Alyson le dijo era cierto, incluso el empalagoso y tierno
amor que Carrie sentía por Dominic. Demasiado herida para tener un encuentro con él
delante de Alyson, Carrie se dirigió al apartamento e hizo su equipaje. Le resultaba
imposible quedarse, dada la actitud de sus amigos hacia ella. Sin embargo, no quería
partir sin hablar con Dominic primero. A pesar de lo doloroso que pudiera resultarle,
todavía albergaba la esperanza de que él en realidad compartiera lo que sentía.
Cuando terminó de hacer su equipaje, miró por la ventana de la sala, esperando a que

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Dominic regresara. Cuando él por fin volvió a la playa, Carrie pudo ver cómo Alyson
iba a su encuentro. Hablaron y él la tomó de los brazos como si pensara abrazarl a;
después tomó la toalla que ella le llevaba. Volvieron a donde estaban los otros y se
tumbaron en la playa con ellos.
Carrie se dijo que indudablemente Alyson era la mujer con quien Dominic se casaría.
La desesperación que había sentido en aquel entonces era la misma que sentía ahora.
Nada había cambiado respecto a ellos. Ella aún era una aventura para él, una relación
diferente de la que mantenía con su esposa.
Lo más sensato que podía hacer era salir de inmediato de su vida, como lo había hecho
ocho años atrás. Sin discutir con él. El problema era que eso no era tan simple en las
actuales circunstancias. Y ella lo deseaba incluso más que antes. Lo quería para ella y
para Danny.
La mente de Carrie continuó dando vueltas en círculos tortuosos. Cualquiera que fuese
el rumbo que tomaran sus pensamientos, aún existía un hecho ineludible: Dominic
estaba casado. Era posible que él ignorara ese hecho, pero ella no. Tener una relación
con un hombre casado, aunque lo estuviera con esa mujer, no era algo aceptable para
Carrie.
Si él en realidad la amaba y la deseaba para compartir su vida, para estar juntos, para
ser el padre de Danny, debía divorciarse de Alyson.
Pensó que podría decirle eso. No obstante, eso no era lo que él quería escuchar; de otra
forma se lo habría dicho.
Se sorprendió cuando Danny llegó a casa de la escuela. Ni siquiera había notado el
paso del tiempo. Aún llevaba puesto el traje que se había puesto esa mañana y se había
olvidado de comer. Danny estaba hambriento después de un día tan emocionante, y
Carrie preparó de inmediato el té de la tarde.
Su corazón se contrajo al escuchar a Danny elogiar las maravillas de su nueva escuela,
la antigua escuela de Dominic, la cual estaba mucho más allá de sus posibilidades. Al
niño le agradaron todos sus maestros. Las instalaciones deportivas eran grandiosas, e
incluso había una sala de ordenadores para practicar.
—Y el profesor ha dicho que tendremos clases de informática los jueves y viernes. ¡No
puedo esperar hasta mañana! —Rebosaba entusiasmo—. En Fiji no teníamos
ordenadores.
Al escucharlo, Carrie se consoló con la idea de haber tomado una buena decisión al
dejar Fiji. Quería que Danny tuviera oportunidad de instruirse y destacar en lo que
quisiera.
Si llegaba a un acuerdo con Dominic, Danny permanecería en esa escuela y
seguramente tendría la mejor educación que su dinero pudiera pagar. Pensó que tal
vez debería olvidarse de sus escrúpulos.
Y a Danny le caía simpático. Claro, era natural, después de que Dominic lo rescatara de
la institución de beneficencia y lo llevara de vuelta con ella. Y todas las emocionantes
cosas que habían sucedido desde que Dominic entró en sus vidas... el fabuloso
apartamento, la ropa nueva, la escuela... Y todas las cosas buenas que vendrían, si ella
aceptaba lo que Dominic le proponía. Aunque, ¿por cuánto tiempo?
Tarde o temprano, su hijo empezaría a hacer preguntas acerca de su relación. ¿Cómo se
lo explicaría ella?
Carrie refrenó su confusión interior tanto como pudo y se concentró en responder con
naturalidad a la emoción de Danny. Fue un alivio cuando llegó la hora de acostarse.
Sin embargo, la chica pasó en vela la mayor parte de la noche, pensando.
Al día siguiente empezó a redactar solicitudes de trabajo. Cada mañana revisaba los
anuncios de empleo del Heraldo Matutino de Sidney.
Los días transcurrieron y Carrie continuó mandando su curriculum. Esperaba ansiosa

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que alguna respuesta le llegara por correo. Deseaba que la gente decidiera con tanta
rapidez como ella. Aunque Dominic le había dicho que esperaría una respuesta sin
presionarla, ella sospechaba que no aguardaría por siempre. Aún evitaba cualquier
contacto con él, temerosa de flaquear sin el soporte de un empleo seguro.
La decoración del apartamento continuaba y la preocupación de Carrie aumentó al ver
que todo estaba a punto de finalizar y ella todavía no tenía un lugar definitivo dónde
vivir. Sintió un secreto alivio cuando Gina le anunció que tardaría un poco más, por lo
menos des meses debido a los muebles del comedor, que se habían mandado hacer .
Con seguridad para entonces Carrie tendría asegurado algún trabajo y sabría a dónde
se mudaría.
Varias semanas después de la última vez que Carrie vio a Dominic, el doctor Burridge
llegó al apartamento. Carrie comprendió al instante que Dominic lo había mandado
para examinarla. Sintió una punzada de culpa. Después de todo lo que había hecho por
ella, al menos debió llamarla por teléfono para apaciguar cualquier preocupación sobre
su estado de salud. A pesar de que no tenía ningún deseo de someterse a otro examen
médico, pensó que sería ingrata y descortés si despedía al doctor Burridge.
Además, casi no tenía que prestar atención a lo que el médico le pudiera decir. Ella
sabía que ahora evolucionaba bien casi cada día. Sólo en ocasiones tenía ligeros
mareos, y esto sucedía invariablemente cuando se agachaba y levantaba con rapidez.
En efecto, cuando hizo pasar al médico, la sorpresa de éste ante su apariencia se hizo
evidente. Sin embargo, aún quiso utilizar el espantoso estetoscopio y Carrie no tuvo
más remedio que resignarse una vez más.
—Bien jovencita, tengo que reconocer que después de todo no necesitarás que te
hospitalicen —declaró al final con una sonrisa de satisfacción—. Te has cuidado bien;
de hecho, eres uno de mis mejores casos.
Carrie no pudo resistir esbozar una expresión de triunfo.
—O sea que he hecho lo adecuado. Me he recuperado yo misma.
—Te lo diré de este modo —le corrigió el médico—. Esta vez ha funcionado bien —
luego añadió pensativo—: Déjame decirte que si no hubiera creído que funcionaría,
habría regresado antes. Contigo he tenido que utilizar la más avanzada tecnología que
se conoce en la profesión médica.
Carrie lo miró atónita.
— ¿Usted cree que hizo algo conmigo para que yo mejorara?
—Por supuesto.
Carrie experimentó una justa indignación. No podía permitir que él se saliera con la
suya con esa declaración.
— ¿Qué técnica ha utilizado? —le preguntó.
—Inactividad magistral. Sólo los mejores médicos la usan.
—En otras palabras, dejar que la naturaleza siga su curso —sonrió Carrie. —Es una
triste realidad que las camas de los hospitales están repletas de pacientes que sufren
enfermedades iatrogénicas —proclamó haciendo gala de su terminología médica—. Un
médico inteligente sabe cuándo dejar que la naturaleza siga su curso.
— ¿Qué quiere decir iatrogénicas?
—Ah, una condición inducida por el médico. —Los conejillos de indias de los médicos
—le acusó con franqueza—. Es lo que pensaba.
—Como te he dicho antes, con frecuencia es mejor dejar trabajar a la naturaleza.
—Quiere decir que no me aconseja hacer nada más que lo que estoy haciendo.
Un travieso destello apareció en los ojos del médico. —Hay una cosa más que puedes
hacer para que te recuperes más rápido.
1 ¿Qué es? —preguntó Carrie con escepticismo.
—Enamorarte, querida. Definitivamente, es la mejor cura. No puedo darte mejor

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consejo.
Carrie lo miró con una seria sospecha. ¿Estaría abogando por Dominic, o habría
percibido demasiadas cosas en aquel primer encuentro en su despacho?
—Me temo que está exagerando —opinó con frialdad.
—De ninguna manera —el médico mostró su desacuerdo con una sonrisa—. El amor es
extremadamente útil y benéfico.
Carrie no discutió. Era obvio que el hombre tenía razón. Aunque ella habría podido
alegar que sus dos benéficas semanas de enamoramiento habían sido muy poco en
comparación con ocho años de desgaste emocional y lágrimas. Sin embargo, no
expresó ninguna de esas preocupaciones. Le regaló al doctor Burridge una
deslumbrante y saludable sonrisa al verlo partir.
Con la conciencia tranquila por la idea de que el informe del médico borraría cualquier
preocupación que Dominic tuviera por su salud, continuó con sus insistentes esfuerzos
por encontrar una nueva vida para Danny y para ella.
Cierto día que estaba leyendo el periódico, echó un vistazo a las páginas de sociedad,
que rara vez leía. Una fotografía llamó su atención. No tuvo que leer el titular para
saber de quién se trataba. Alyson Hawthorn. «Alyson Savage», se corrigió.
Su primer impulso fue volver la página con rapidez y olvidarse de esa mujer. Ver a
Alyson sólo le recordaba a Dominic y eso la dolía. Arrojó a un lado el periódico y salió
del apartamento.
No obstante, de algún modo, cuando regresó, un desagradable impulso la obligó a
mirar de nuevo la fotografía. Se dijo que era una curiosidad morbosa acerca de la clase
de vida que llevaba la mujer de Dominic. Tenía que mirar, leer, demostrarse a sí misma
que estaba haciendo lo correcto al negar la relación que Dominic pretendía tener con
ella.
Alyson no estaba sola en la fotografía. La acompañaba un hombre que parecía lo
bastante mayor como para ser su padre; Carrie pensó que probablemente lo era, hasta
que leyó al pie de la foto:

Sonrientes y orgullosos, la aristocrática Alyson Hawthom y el magnate cervecero,


Howard Slater, han confirmado que contraerán matrimonio tan pronto como finalicen
los trámites de sus respectivos divorcios.

Carrie leyó y releyó las palabras: apenas se atrevía a creerlas. Alyson había vuelto a
utilizar su apellido de soltera, y estaba embarazada, aunque no de Dominic.
Emocionada, se dijo que el matrimonio de Dominic había terminado. Por tanto, no
había impedimento para iniciar una relación con él, una relación de toda la vida.
Dominic no era un inmoral al pedirle que se quedara con él. ¡Había un futuro posible
para ellos! Aterrada, pensó que había estado a punto de cometer el peor error de su
vida. Si no hubiera seguido el impulso de leer la noticia acerca de AJyson, habría
abandonado Sydney, sin saber que tenía todo el derecho del mundo a disfrutar de una
segunda oportunidad con Dominic. Y llevaba haciéndolo esperar una respuesta
durante casi tres semanas...
En ese momento saltó y corrió al teléfono, preocupada por la idea de que Dominic se
hubiera rendido a causa de su largo silencio. Le temblaban los dedos al marcar el
número que la señora Coombe había anotado para ella. Su mente era una mezcla de
pensamientos caóticos: miedo, esperanza, necesidad y un profundo amor desesperado,
todos clamando por expresarse.
La voz autoritaria de la señora Coombe le llegó, deseando saber quién la llamaba.
Carrie trató de calmarse, de hablar con sensatez, de pensar en cómo cruzaría la brecha
que había creado con su ignorancia sobre el estado civil de Dominic.

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—Soy Carrie Miller, señora Coombe —anunció.


1 ¡Oh, querida! —La secretaria mostró una genuina ansiedad—. ¿Qué sucede? ¿En
qué te puedo ayudar?
—Todo está bien, señora Coombe —le aseguró con rapidez—. Me preguntaba si
podría hablar con el señor Savage en algún momento. Sé que es un hombre muy
ocupado y que no hay prisa, pero le estaría muy agradecida si me hiciera saber cuándo
sería conveniente verlo —como la señora no dijo nada, continuó titubeante—: No
quiero interrumpir nada. Si usted me dice cuándo puedo volver a llamar...
—Las prioridades son prioridades. Cualquier llamada tuya tiene alta prioridad. Y yo sé
cuándo es una llamada urgente. Espera un segundo, querida. Te pongo en contacto con
él de inmediato.
Carrie apenas tuvo tiempo para recobrarse de saber que era una «alta prioridad» en el
ocupado mundo de Dominic. En seguida escuchó su voz a través de la línea.
-¿Carrie? ¿Qué sucede?
—Dominic. No quería interrumpirte. En realidad no pasa nada —parecía que no podía
ordenar sus pensamientos.
Él se mostró preocupado por su confusión al preguntar:
— ¿No te habrá molestado el hecho de que el doctor Burridge te haya visitado, verdad
Carrie? ¿Ha encontrado algo malo?
—No, estoy mucho mejor. ¿Es que no te lo ha dicho él?
Él se aclaró la garganta.
—Sí. Tú no me llamabas, y estaba preocupado.
—Siento mucho haberte hecho esperar tanto, Dominic, pero yo... —aspiró
profundamente y abordó el propósito de la llamada—. He tomado una decisión. Me
gustaría verte otra vez... si todavía quieres.
Hubo un momento de electrizante silencio. Luego:
—Carrie... —era un tembloroso susurro cargado de alivio—. Eso sería maravilloso —
añadió él con fervor.
Un intenso mareo invadió a Carrie, pero no se debía a su debilidad. Era alivio, alegría y
turbulenta liberación de todas sus emociones reprimidas durante tanto tiempo.
—Te debo mucho. He pensado que... si estás libre esta noche, podría prepararte una
cena. Es lo menos que puedo hacer por...
—Estoy libre. ¿A qué hora?
—A la hora que te sea posible.
— ¿A las seis es muy temprano? Puedo dejar la oficina tan pronto como ordene
algunas cosas y entonces iré directamente para allá.
—Bueno, Danny y yo siempre cenamos a las seis y media, aunque... —iba a añadir que
a las seis estaba bien; sin embargo, no tuvo tiempo. —Entonces estaré a las seis y
media. —A Danny le encantará. Adora la escuela, Dominic.
—Carrie, no quiero causarte molestias. Podemos salir a cenar fuera.
—No, quiero cocinar para ti, Dominic. Algo especial. Será un placer.
—Y mío también —soltó un profundo suspiro—. Esperaré ansioso el momento, Carrie.
—Yo también —colgó el auricular con los ojos inundados de lágrimas.
Pensó que quizá fuera una locura quererlo tanto aún. Una especie de incertidumbre
empezó a invadirla, aplastando su alegría recién nacida. Quizá Dominic la quería para
consolarse de la pérdida de Alyson. Su orgullo debió de haber resultado herido al
saber que su mujer estaba embarazada de otro hombre.
Quizá por eso se sorprendió cuando ella llamó a Danny «su bebé» el primer día; por
eso quería llevarla a su casa con él y por eso pensó en su esposa cuando Carrie
mencionó los rumores que sus acciones provocaban. No habría nada más satisfactorio
que llevarse a su amante a su casa mientras Alyson jugaba a vivir con el magnate que

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trataba de revivir su juventud. «Ojo por ojo», pensó Carrie.


El deseo de Dominic por ella debía de estar parcialmente motivado por la necesidad de
desquitarse, de herir el orgullo de su esposa.
Tal vez, al fingir que Carrie era lo que quería, haría todo más aceptable para él. Y ell a
estaba justo en el lugar adecuado, a la mano, todavía cautivada por su atractivo.
Con un furioso destello de resolución, Carrie luchó contra todos sus temores. Era
estúpido pensar en todas esas cosas negativas. Dominic sentía algo por ella. No podía
creer que todo se debiera solamente a su buen corazón, como Alyson le había dicho.
Tenía que ser algo más que eso. Probablemente no era la clase de amor que ella quería;
sin embargo, era algo que podía crecer.
Ya no era una inexperta chica de diecinueve años. Esa noche podría demostrarle lo
buena anfitriona que era capaz de ser. Pero sobre todo, ella lo amaba más que
cualquier otra mujer podría hacerlo. Tenía mucho que darle si en realidad la deseaba
para siempre. Por lo menos ella conseguiría que la quisiera para siempre... como ella a
él.
Había una oportunidad para que todo funcionara.
¡Incluso la más leve oportunidad era mejor que nada! Significaba mucho, no sólo para
ella, sino también para Danny.
«Por favor, Dios mío, haz que todo salga bien», rezó con fervorosa pasión. « ¡Deja que
me quiera por lo que soy! No dejes que me engañe otra vez. Esto significa demasiado
para todos...».

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Capítulo 10
DOMINIC llegó treinta minutos antes de la hora acordada. Carrie acababa de ponerse
un ligero vestido dorado y beige y se encontraba en el baño cepillándose el cabello
cuando sonó el timbre. Fue Danny quien lo recibió mientras Carrie se pintaba los
labios.
No sabía si era aprensión o placer lo que la hacía sentirse tan nerviosa; sin embargo, en
cuanto entró en la sala y vio a Dominic, la salvaje aceleración de su pulso no le dejó
duda alguna de que estaba en peligro de perder la cabeza y además el corazón.
Aunque él llegó temprano, era obvio que había tenido tiempo de cambiarse el traje
formal. Llevaba un espléndido pantalón gris y una camiseta con diseños marineros en
gris y blanco. De alguna forma su masculinidad se acentuaba en ese estilo de ropa. Los
más íntimos recuerdos de Carrie se despertaron de inmediato.
— ¡Mira lo que el señor Savage te ha traído, mamá! —gritó Danny con emoción.
Ella no necesitó ver el ramo de rosas rojas, la caja de bombones, la botella de champán.
Una mirada a Dominic fue suficiente. Sus ojos le dijeron todo lo necesario al posarse en
los de ella, exigiendo una respuesta que ella no podía ocultar por más tiempo. Él
esbozó una sonrisa de intensa satisfacción.
—Estás preciosa, Carrie —dijo con suavidad.
Y de algún modo los años desaparecieron, y fue como la primera sonrisa que él le
brindó en el casino Júpiter. Carrie quedó completamente cautivada.
—Es cierto, mamá —manifestó Danny con una graciosa mueca—. Ya ni siquiera estás
delgada.
Ella rió con timidez, consciente de que se ruborizaba de placer. Forzó a sus piernas a
caminar, diciéndose que debería parecer elegante en todos los sentidos.
—No tenías por qué haber traído todos esos regalos, Dominic. Me haces más difícil
corresponder a tu generosidad —lo reprendió con lo que esperaba fuera una
encantadora sonrisa.
—El estar contigo es más que suficiente para mí, Carrie —sus ojos azules brillaban con
un calor que le hacía arder la sangre en las venas.
«Quizá no sea una fantasía», pensó la joven. Quizá fuera tan real como había creído ella
hacía tiempo, antes de que Alyson y las otras lo convirtieran en algo horrible; quizá
fuera tan real como lo sentía en ese momento. Carrie se recomendó firmemente ser
precavida, refrenarse hasta que no hubiera ninguna duda de la sinceridad de Dominic.
Tenía que proteger a Danny del dolor que una vez sufrió.
—Me las llevaré a la cocina y las pondré en un florero —comentó a la vez que tomaba
las rosas.
—Voy contigo para abrir el champán —se ofreció Dominic con rapidez.
— ¿Puedo abrir la caja de bombones y así ayudaros en algo? —sugirió Danny.
—Después de la cena —respondió Carrie, esforzándose por hablar con firmeza.
Durante las siguientes dos horas hizo un gran esfuerzo por mantenerse tranquila. Los
elogios de Dominic a los diferentes platos de la cena le aseguraron que todos sus
esfuerzos habían merecido la pena y que eran muy apreciados.
La presencia de Danny ayudó a dar un toque de normalidad a la noche. El niño charló
con Dominic, reclamando gran parte de su atención. Carrie estaba agradecida por el
interés que demostraba Dominic hacía su hijo. No había la más ligera señal de
condescendencia en su conversación. Efectivamente, le pareció que él escuchaba atento
la narración de Danny acerca de su vida en Fiji como si no hubiera oído suficiente al

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respecto.
Más tarde, por supuesto, a Danny le llegó la hora de acostarse. Fue entonces cuando el
niño quiso enseñarle su habitación a Dominic. Carrie se alegró de dejarlos ir juntos
mientras ella preparaba el café. Fue un error que de inmediato lamentó. Le había
ordenado a Danny prepararse para irse a la cama sin pensar en la posibilidad de que
pudiera cantar. El distintivo sonido del pequeño ukelele debió de advertirla, pero se
imaginó que Danny le diría a Dominic que se trataba de un regalo de despedida del
personal de Fiji, la isla de recreo donde vivieron por última vez. Sin embargo, su
complacencia se desvaneció de inmediato al oír la clara voz de su hijo entonando la
tradicional canción de despedida. —Isa lei, na noqu rarawa...
Un escalofrío le recorrió la espalda. Dejó todo en la cocina y corrió por el pasillo hasta
el dormitorio.
— ¡Danny! —casi le gritó en su urgencia por detenerlo.
—Dom me ha pedido que le cante —se disculpó Danny, confundido por su actitud.
— ¿Dom? —ahora fue el turno de Carrie de mostrarse confundida. Su mirada se
desplazó del niño que se encontraba sentado con las piernas cruzadas en la cama al
hombre que ocupaba la silla cercana.
—Le he dicho a Danny que puede llamarme así —explicó Dominic.
Sus ojos azules la desafiaron a negarle el derecho de hacerlo. Su relación con Danny
había llegado a un grado de intimidad que ella no había esperado. Al menos no tan
rápido. Desvió la mirada, más preocupada por lo que tenía que hacer.
—Danny, te he dicho que es la hora de dormir —señaló con reprobación.
— ¡Vamos, mamá! ¡Sólo unos minutos más! —Exclamó el niño en son de protesta—.
Dom quería que cantara Isa Lei. Le estaba diciendo que se la he cantado a todos los
niños de mi clase. El profesor me llevó con el director del coro durante el recreo y tuve
que cantar para él también. Me dijo que me pondría en la escuela de música de
inmediato.
—No me contaste eso —comentó Carrie con cierta exasperación.
—Ha ocurrido hoy mismo. Lo olvidé hasta este momento. No puedo recordarlo todo.
Lo único que recuerdo es que el director del coro dijo que no había oído una voz tan
buena como la mía desde que Dom estuvo en la escuela.
El corazón de Carrie se detuvo un instante. No podía mirar a Dominic.
—Podría cantarme algo —propuso Dominic con tono apacible.
Carrie aspiró con fuerza para calmar su agitación interna. Esa escena la estaba
superando. Aun así, sus miedos y aprensiones podían ser infundados. Tomó una
rápida decisión.
—Sólo una canción —expresó con firmeza.
—Y un verso —añadió Danny, y antes de que ella pudiera contradecirlo, empezó a
tañer su pequeño instrumento.
Era la más alegre de las canciones, y también la más triste. Muy a menudo, a través de
los años, había invadido el corazón de Carrie con una incontrolable emoción y
arrancando lágrimas a sus ojos. De alguna forma las palabras estaban ligadas a su corta
relación con Dominic, y automáticamente tradujo lo que Danny cantaba.
Isa, Isa, tú eres mi único tesoro
Debes dejarme, muy solo y desamparado
Cuando las rosas echan de menos el sol al amanecer
Cada momento mi corazón te anhela.
Isa leí, las sombras púrpuras caen
Triste el mañana amanecerá sobre mi pena
¡Oh! No olvido, cuando tú estás tan lejos.
Momentos preciosos junto a la bahía Nanuya.

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Era evidente que Danny estaba embargado por la nostalgia de cantar la canción una
vez más. Carrie no pudo detenerlo en esa ocasión. El daño ya estaba hecho, y para
terminar de arreglar las cosas, Dominic se le unió, pronunciando las palabras que
conocía.
Carrie los observó con horror. Sus peores temores se hicieron realidad frente a sus ojos.
Dominic no sólo parecía resentirse de la pérdida de su mujer, embarazada por otro
hombre, sino que miraba con creciente anhelo a Danny. Realmente creía que había
encontrado a su hijo, y Carrie no sabía cómo quitarle esa idea de la cabeza.
¿Y dónde quedaba ella? No quería que Dominic la quisiera y amara a causa de Danny.
Sin embargo, era egoísta querer que Dominic la amara a ella sola.
La última y persistente nota flotó en el aire. Carrie miró a su hijo, tratando de valorar lo
que sentía. A pesar de que Danny nunca lo había expresado, ella sabía que deseaba la
figura de un padre. Eso era muy natural, y era cierto que a ella no le importaría que esa
persona fuera Dominic, si su relación fuera permanente.
—Ha sido precioso, Danny —comentó Dominic con tranquilidad.
— ¡Caramba! Ojalá pudiéramos hacer esto más a menudo —respondió Danny con
sinceridad—. Mamá es fenomenal, pero es incapaz de cantar.
—Claro que puedo —se defendió Carrie con desesperación.
—No como Dom, mamá.
Ese era un hecho que no podía refutar.
—Tengo una guitarra en casa —dijo Dominic con suavidad—. Si quieres, puedo traerla
la próxima vez que venga, y así todos podemos cantar juntos.
— ¡Sería estupendo, Dom! —Expresó Danny con entusiasmo—. Me encantaría
aprender a tocar la guitarra —agregó con franqueza.
Dominic se echó a reír.
—Bueno, si tu madre lo aprueba, te puedo enseñar algo. Sólo recuerda que ella es la
que manda, Danny.
Carrie se sintió aliviada… Todo estaba bien. Dominic no asimilaría un papel que no le
correspondía.
—No tienes inconveniente, ¿verdad, mamá? —preguntó Danny con ansiedad.
—Siempre y cuando no le impongas nada a Dominic. No debes pedir más allá de lo
que se te ofrece —lo reprendió ella con delicadeza.
Danny le lanzó una mirada preocupada a Dominic. —No quería molestarte.
—Está bien, Danny. Me encantaría —aseguró él. Los dos sonrieron mutuamente; sus
ojos azules reflejaban un íntimo entendimiento.
—A la cama —dijo Carrie con voz ronca, adelantándose para tomar el pequeño ukelele
y ponerlo sobre el escritorio.
Danny estaba muy contento. Animado, les dio las buenas noches a los dos. Al darle un
beso a Carrie, murmuró:
—Pídele a Dom que venga mañana por la noche, mamá.
—Ya veremos —respondió ella sin comprometerse—. Ahora sé bueno y duérmete.
Dominic se dirigió a la sala cuando Carrie apagó la luz y cerró la puerta del dormitorio.
Se quedó parada en el pasillo durante varios segundos, recuperando la compostura,
diciéndose que no sería inteligente dejar que las cosas fueran demasiado rápido entre
ellos. Esto fue lo que hizo antes. Le convenía moverse con más cuidado en esa ocasión.
Decidió ir primero por el café. Después, cuando fue a la sala, tendría algo que hacer y
no se sentiría tan tensa, tan consciente de la intimidad que Dominic parecía pretender
crear entre los dos. Era mejor mantener el encuentro en un plano puramente amistoso.
Cuando Carrie entró en la sala, llevaba una bandeja que contenía un plato de pasteles
especiales que había preparado, además de las tazas de café. Dominic estaba de pie
cerca de los grandes ventanales, aparentemente contemplando la ciudad y las luces del

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puerto. Se volvió en el momento en que la oyó entrar y avanzó con rapidez para
ayudarla con la bandeja.
—No, está bien, gracias —dijo Carrie con una sonrisa nerviosa—. Por favor... siéntate y
relájate.
Él tomó asiento en uno de los sillones pequeños.
—Me gusta la decoración de esta sala, Carrie —hizo una observación apreciativa—. Es
muy cómoda.
—Todo esto es el trabajo de Gina Winslow, Dominic —se apresuró a decir ella—. En
realidad yo no elegí nada. Gina me preguntó cuáles eran mis gustos en estilo y color, y
por casualidad siempre estuvimos de acuerdo en lo que quedaría mejor. Nunca impuse
mis ideas. Yo jamás haría eso.
Una pequeña y extraña sonrisa revoloteó en los labios de Dominic.
—Bueno, debo utilizar los servicios de la señorita Winslow en mis futuros proyectos.
Es obvio que tiene buen gusto.
—Y es muy eficiente —agregó Carrie deleitada por la aprobación de Dominic y además
por darle todo el mérito que Gina merecía—. Lo hizo todo con gran rapidez. Si no fuera
porque el juego de sillas del comedor aún tardará, ya tendrías de nuevo este
apartamento funcionando la semana próxima, y yo estaría fuera de inmediato.
—No hay prisa. De hecho... —vaciló, frunciendo el ceño.
—No debes preocuparte por mí —señaló Carrie de inmediato—. Ya me siento mejor
para conseguir trabajo.
Él la miró perplejo.
—No debes ni siquiera pensar en conseguir trabajo todavía —protestó con
vehemencia—. Estás muy bien; no obstante, para mejorar más debes tomarte tu
tiempo. No merece la pena correr el riesgo —se inclinó hacia adelante y sus ojos se
clavaron en los de ella casi con una expresión de súplica—. Y no pienses siquiera en
mudarte de aquí. Por lo menos, no hasta... bueno, no hasta que toda la decoración esté
terminada, de cualquier forma. Y probablemente habrá más retrasos. Sólo cuando todo
esté terminado habrá que pensar en tu traslado a otro lugar. No es mi intención
ponerte en la calle. Seguramente ya sabes que antepongo tus necesidades a cualquier
otra cosa.
Así parecía, pero a la vez que Carrie deseaba creerle, todavía tenía algún recelo.
—Puedo mantenerme a mí misma y a Danny, Dominic —expresó con tranquilidad y
añadió con dolor—: No al nivel al que tú estás acostumbrado, pero...
— ¡No, Carrie! —La interrumpió él y en su rostro apareció una expresión de angustia—
Lo has pasado muy mal todos estos años y deseo facilitarte las cosas. Por favor... ya es
suficiente con saber todo lo que has sufrido sin la ayuda de nadie.
—Tuve mucha ayuda —insistió ella. Su orgullo se imponía una vez más—. La gente de
Fiji es la más adorable de la tierra, en particular cuando se trata de los niños. Amar y
ser amado es todo lo que importa en la vida. A Danny nunca le hizo falta esa
comodidad; siempre fue un niño feliz.
— ¿Y tú? ¿Fuiste feliz durante todos estos años, Carrie?
Ella bajó la mirada y sirvió más café.
—Algunas veces sí fui feliz. Otras no —manifestó con llaneza—. La vida no es muy
agradable cuando se tienen grandes responsabilidades.
—Me gustaría hacer que tu vida fuera agradable, Carrie —comentó Dominic con
suavidad.
Ella terminó de servir el café, arreglándoselas para no derramar nada. Entonces levantó
la mirada hacia él. —Eso no es posible, Dominic, ya que no soy una persona
despreocupada. Me preocupan muchas cosas —esbozó una leve e irónica sonrisa—. Sin
embargo, gracias por ser tan amable conmigo y con Danny.

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El sonrió con ironía a la vez que se inclinaba hacia adelante para servirse azúcar.
—Danny es un niño estupendo, Carrie. Has hecho un maravilloso trabajo al educarlo.
Estaría muy orgulloso de él... si fuera mi hijo.
El corazón de la joven se contrajo. La tentación de contarle toda la verdad vibró en su
lengua durante varios segundos antes de renunciar a ello. Pasar una noche placentera
juntos no era una prueba de lo que sería un compromiso de por vida.
—Estoy muy orgullosa de él —comentó con rigidez.
—Y yo estoy deseoso de pasar más tiempo con él.
¿En realidad no te importa mi sugerencia acerca de la guitarra?
—Por supuesto que no. A mí me encantaba... —iba a decir «cuando tú tocabas y
cantabas para mí», pero se detuvo—. ¿Todavía te gusta tocar?
Dominic adoptó una extraña expresión, como si se burlara de sí mismo.
—Me temo que lo dejé hace muchos años. En algún momento a lo largo de este tiempo
perdí la alegría por la música.
Carrie frunció el ceño.
— ¿Entonces por qué le has hecho ese ofrecimiento a Danny?
—Carrie, quiero volver a intentarlo. Quiero intentar muchas cosas nuevamente. Cosas
que me importaban antes... mucho, pero que sin la gente idónea para compartirlas...
dejaron de tener sentido para mí.
«Alyson consiguió que nada de aquello tuviera sentido», pensó Carrie con amargura.
No entendía, nunca entendería por qué Dominic no se dio cuenta de ello antes de
comprometerse en matrimonio con esa mujer. Por fortuna ahora estaba terminado.
Nada se ganaba viviendo del pasado. Si ella le proporcionara a Dominic el futuro que
el esperaba...
Sonrió.
—Me temo que Danny se ha hecho muchas ilusiones acerca de tu habilidad, Dominic.
Más vale que empieces a practicar si quieres satisfacer sus expectativas.
Él se relajó.
—Estoy seguro de que puedo tocar lo suficiente como para satisfacer a un niño de siete
años. Sin embargo, practicaré. No desilusionaré a mí... compañero de canto.
—Avísame cuando estéis listos para dar un concierto —sugirió ella—. Danny quiere
que vengas mañana por la noche otra vez, aunque creo que eso sería comprometerte.
—De ninguna manera —se apresuró a negar Dominic—. Si mañana por la noche no
tienes compromisos, estaré encantado de venir. Simplemente dime si estás de acuerdo,
Carrie. No seseo abusar de tu hospitalidad.
—Disfruto cocinando para un invitado tan agradecido —le aseguró ella—. Sólo una
cosa: prométeme que no traerás más regalos.
—Trataré de refrenarme —su sonrisa sugirió un doble sentido reforzado por sus ojos.
Carrie se llevó la taza a los labios para atajar el violento surgimiento de deseo que se
extendió por todo su cuerpo. Ninguno de los dos parecía tener algo que decir mientras
tomaba el café. Carrie procuró desesperadamente encontrar otro tema de conversación.
¡Algo seguro!
Él se levantó con la tensión vibrando en su cuerpo.
—Creo que será mejor que me vaya, Carrie —dijo con rapidez.
La desilusión la hirió inesperadamente. Dejó su taza con rapidez y se levantó del sofá
hecha un manojo de nervios. Sus ojos buscaron los de él; necesitaba a toda costa
conocer sus sentimientos.
—He disfrutado muchísimo de la noche, de la compañía y de la cena —comentó
Dominic, y luego hizo un gesto triste—. No quiero excederme en mi agradecimiento,
Carrie.
—No podrías, Dominic —las palabras brotaron con espontaneidad. La necesidad que

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tenía de él era demasiado intensa como para disimular.


—Carrie... esto significa un gran riesgo si doy un paso en falso. Sólo contigo me doy
cuenta de que no puedo confiar en mí mismo para comportarme como sé que debo
hacerlo.
— ¿Cómo debes comportarte?
Sabía que había sido una locura preguntarle eso; era como jugar con fuego. Aún así, no
había podido dejar de hacerlo. El deseo que él trataba de reprimir destellaba en sus
ojos. Su pecho se expandió al aspirar profundamente. La batalla por controlarse
continuaba.
—Ha sido una larga espera, Carrie —manifestó con voz áspera—. Puedo esperar un
poco más... hasta que te demuestre lo que tenga que demostrarte para que confíes en
mí. ¿Si me voy ahora todo estará bien o no?
El tono de desesperación de su voz conmovió a Carrie.
—Sí —fue una explosión de sus propios sentimientos contenidos—. Sí —repitió, a
pesar de que sus ojos reflejaron la incontrolable necesidad que se revolvía en su
interior, la necesidad que con tanta desesperación necesitaba ser satisfecha desde hacía
tanto tiempo...
—Carrie... —él avanzó hacia ella con las manos extendidas, tratando de alcanzarla, y
luego las dejó caer. Una expresión de angustia apareció en su rostro y sacudió la
cabeza.
—Tengo que irme. Gracias por...por dejarme venir.
—Dominic.
Fue una súplica espontánea e imprevista, pronunciada cuando él ya empezaba a
alejarse de ella. Su llanto lo detuvo y sus ojos se encontraron. Un doloroso y cruel
deseo afloraba entre ellos, más allá de cualquier control, y la distancia que los separaba
fue repentinamente cerrada con violencia. El choque de sus cuerpos aniquiló todo
pensamiento coherente.
Sólo quedaron las sensaciones: los fuertes abrazos de Dominic alrededor de ella; el
calor de su boca extendiéndose por el cabello de Carrie en una apasionada ráfaga de
besos; las manos moviéndose con ansia febril; los labios que se en encontraban, para
alimentarse del deseo que brotaba como un veneno...
—Si esto está mal, no sé qué es lo que está bien —gimió Dominic contra sus labios—.
Dímelo, Carrie. Dime que tú deseas esto tanto como yo.
-Sí...
Dominic no necesitaba preguntar más. La levantó en brazos y la condujo al dormitorio
impulsado por una necesidad que no podía esperar para ser satisfecha.

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Capítulo 11
QUIZÁ fue la respiración de Dominic lo que despertó a Carrie de su ligero sueño.
Tenía la cabeza apoyada sobre su hombro, y él la sostenía con firmeza contra su
cuerpo con un brazo. Incluso en sueños parecía que Dominic no la dejaba ir. Pensó que
era hermoso estar a su lado, entrelazados en la intimidad. Para ella era como estar en
casa. Tuvo la sensación de que estaba en el lugar adecuado.
Habían hecho el amor varias veces, hasta que el cansancio los venció.
Ahora la luz de la mañana se filtraba por las cortinas resucitando la conciencia. Miró el
reloj. Eran más de las cinco. Danny se despertaba normalmente a las seis y media.
Carrie se tranquilizó de nuevo; una dulce sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios
al volverse hacia el hombre recostado a su lado.
Dominic...
Su nombre era como una canción jubilosa dentro de ella. Deslizó la mirada por la firme
musculatura de sus hombros, la anchura de su pecho. Él siempre había tenido un físico
magnífico, y el simple hecho de mirarlo la excitaba ahora. Con delicadeza, tiró de la
sábana hacia abajo. Le encantaba la firmeza de su trasero. Era perfecto. Y sus poderosas
y musculosas piernas. Tembló de placer cuando su mirada recorrió los muslos... No
pudo evitar tocarlo. Toda la noche había sido como abrir un tesoro enterrado durante
años. El estómago se le contrajo por el glorioso placer de saber que él era todo suyo.
Se inclinó para besar la curva de su cuello y le rozó el pecho con las puntas de sus
senos. Sus pezones se estremecieron de excitación. Con una repentina sensualidad,
empezó a frotarlos contra la piel de Dominic mientras deslizaba los labios por el
hombro y una mano por su duro estómago.
Con mi cuerpo te idolatro...
Las palabras de una antigua ceremonia de matrimonio acudieron a su mente. Suspiró
de felicidad al imaginarse casada con Dominic. Tenerlo así, estar con él, para siempre.
Él la amaba. Ahora estaba segura de ello, y le demostraría que podía ser una buena
esposa. No sólo en la cama, sino a su lado en cualquier circunstancia.
De pronto se dio cuenta de que él estaba despierto. En el mismo momento de su
descubrimiento, el brazo de Dominic la asió con fuerza. Tenía los ojos azules bien
abiertos, y resplandecían de placer. Sonrió ante su perplejidad.
—Carrie, puedes despertarme así a cualquier hora —comentó con sensualidad.
Ella se rió algo cohibida, dichosa de que él estuviera feliz y de que aún la dese ara a
pesar de los excesos de la noche.
— ¿Es hora de que me vaya? —preguntó él con un matiz de ansiedad en su voz.
—Pronto.
— ¿Cuándo?
—Danny se despierta a las seis y media.
Él exhaló un suspiro de alivio, miró su reloj y entonces sonrió.
—Eso nos da suficiente tiempo —levantó una mano para apartarle el cabello de la
mejilla y colocárselo detrás de la oreja. Su mirada era tan cálida y amorosa que le
producía un cosquilleo en la piel.
Inclinó la cabeza y la besó. Carrie le echó los brazos al cuello, invitándolo a tomar lo
que quisiera de ella. Él la besó una y otra vez, empujándola poco a poco hacia una
apasionada entrega.
Deslizó una mano hacia sus senos y frotó con delicadeza sus pezones erectos,
excitándolos hasta endurecerlos. Carrie gimió cuando flechas de placer se dispararon a

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través de su cuerpo.
—Me encanta acariciarte los senos, Carrie —murmuró él—. Son tan suaves...
Entonces deslizó la lengua por sus pezones, excitándola cada vez más. Cuando la sintió
convulsionarse, Dominic deslizó una mano entre sus muslos para mitigar el doloroso
deseo.
—Dominic... por favor... —gimió ella al borde de la desesperación.
Él se movió, llevándola con él, a la vez que se colocaba boca arriba.
—Hagamos el amor, Carrie —pronunció con una mirada llena de sensualidad; sus
manos la sostenían y la guiaban hacia él.
Con lentitud y timidez, ella fue dándole cabida en el lugar que siempre había
reservado para él.
Dominic deslizó las manos por sus caderas, deleitado.
—Eres tan exquisita, Carrie. Tocarte, mirarte, probarte, sentirme inmerso en ti como
ahora... es la mayor maravilla del mundo.
Todo el amor que ella siempre había sentido por él fluyó incontenible y no pudo, no
quiso negarle las palabras que él le había pedido que pronunciara unas semanas antes.
—te amo, Dominic.
—Lo sé —asintió él con suavidad. Había un destello de feroz resolución en sus ojos—.
Ya nunca nos separaremos. ¡A pesar de todo lo que suceda!
— ¡No podemos quedar prendidos así para siempre! —bromeó ella.
—Me parece una gran idea.
—Mmm... —ronroneó Carrie, ejecutando un ondulante movimiento de caderas.
Dominic respiró rápidamente. Todo su cuerpo se puso rígido por un momento.
Después la sujetó por la cintura y tomó el control, transportándola a un nivel de
salvajes sensaciones, más rápido, más profundo. Sólo cuando Carrie vio que Dominic
alcanzaba el climax, su cuerpo tembló en respuesta y pareció derretirse alrededor de él.
Dominic la abrazó y le frotó la espalda con lentas y sensuales caricias. Al final inclinó la
cabeza para besarla con fervor.
—Ya es hora, Carrie —murmuró—. Creo que debo irme.
—Sí —ella suspiró con resignación—. Gracias, Dominic.
Él le brindó una triste y leve sonrisa.
—Es una lástima. Bueno, existe la promesa de esta noche.
—Sí —ella le devolvió la sonrisa y sus ojos recompensaron su preocupación con un
brillo de agradecimiento—. No olvides traer tu guitarra.
Él rió y la besó en la punta de la nariz.
—Tú eres la música de mi vida —susurró para después soltarla y bajar de la cama—. Y
te lo recordaré esta noche, con guitarra o sin ella —se irguió con orgullo al dirigirse al
baño.
Carrie se sentó y se abrazó las rodillas. Sus ojos recorrieron la habitación que Gina
había decorado para ella, deleitada por todo lo que veía.
Ahora podía permanecer allí.
Dominic quería que se quedara. Después de todo desde el principio había querido
llevarla a su casa y ella había sospechado que era eso lo que en realidad deseaba. Sin
embargo, él había sido cuidadoso al no apresurar las cosas, al no presionarla, lo cual la
hacía sentirse feliz. No estaba preparada para trasladarse a su casa a menos que él se
propusiera casarse con ella.
Él no le había hablado de matrimonio, pero le había dicho que no se separarían jamás.
Carrie se dijo con firmeza que debía ser paciente. Tenía que demostrarle que sería la
esposa apropiada para él. Por el momento, comprendía que él no quisiera hablar de
matrimonio, después del desastre ocurrido con AJyson. Además, su divorcio aún no se
había concretado. Por lo menos el tiempo estaba de su lado en esa situación.

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La única pregunta que necesitaba ser contestada era aquella que la había torturado a
través de los años, e incluso últimamente. ¿Qué fue lo que Dominic vio en Alyson
Hawthorn para elegirla como esposa?
Se dijo que en realidad no tenía sentido que el dinero y las propiedades influyeran en
su elección.
Seguramente la familia de Dominic era lo suficientemente rica como para no necesitar
una unión con otra familia acaudalada.
Parecía que había algo más que Alyson tenía... alguna cualidad particular que Dominic
identificó como de valor especial para un matrimonio.
Y si ese era el caso, Carrie necesitaba averiguar qué era para poder cultivarlo. No era
sólo curiosidad; le urgía saberlo. Ahora que tenía una segunda oportunidad, no
deseaba que él encontrara algún defecto en ella o en su unión.
Él salió del baño, duchado y afeitado. Estaba tan espléndido que la chica se olvidó en
seguida de sus pensamientos. Dominic sonrió amenazador.
—Si continúas mirándome así, Carrie, todas mis buenas intenciones se irán por la
ventana. Estás demasiado tentadora, amor mío.
Ella rió y se cubrió los senos con la sábana.
—No estoy seguro de que eso sea lo mejor —se quejó él.
—Creo que deberías vestirte y dejar de burlarte de mí —replicó ella con amabilidad.
Él se echó a reír, disfrutando del relajado ambiente que había entre ellos, y empezó a
recoger su ropa del suelo.
Carrie lo observó vestirse con gran placer. Se dijo que así sería cada mañana si
estuvieran casados. ¿O acaso Dominic sólo quería que fueran amantes?
Esa incertidumbre le hizo recordar la pregunta acerca de Alyson. Tal vez debería
esperar. Tenía el presentimiento de que si no lo hacía abriría la caja de Pandora, la cual
sería mejor mantener cerrada. Si Dominic estaba muy dolido por su matrimonio, sería
estúpido recordárselo.
Si aún la amara... después de esa noche, ¿ya no estaría interesado en Alyson? La
necesidad de saberlo la dominó. Además, ya había esperado demasiado, tratando de
no herir a nadie.
—Dominic...
Él levantó la mirada cuando se metía la camisa bajo el pantalón y sonrió. Carrie aspiró
profundamente.
—Hay una pregunta que me gustaría me contestaras, pero si no quieres no lo hagas, no
importa —añadió con precipitación, para no echar a perder la armonía que había entre
ellos.
—Adelante —la invitó él, animado.
—Bueno... ¿te importaría decirme...?
Dominic la miró inquisitivo y ella finalizó la pregunta con apuro.
— ¿...qué fue lo que te atrajo de Alyson?
Él se quedó inmóvil, como petrificado. La mente de Carrie le gritó que había cometido
una grave equivocación. El pasado era el pasado. Había sido estúpido indagar en
aquello cuando el futuro se vislumbraba tan brillante.
—Carrie... —su voz era áspera—. ¿Qué te hizo pensar que a mí me atraía Alyson?
Ella sintió que el corazón se le encogía. La estupefacción fue seguida por una dolorosa
tormenta de confusión.
—Bueno, tenía que haber alguna razón... La mirada de Dominic le demostró que
cualquier sentimiento que hubiera experimentado por Alyson estaba olvidado.
—No he debido preguntar. Lo siento. Ya no importa.
— ¡Claro que importa! —él avanzó hacia ella, se sentó en la cama a su lado y la tomó
de los hombros, forzándola a mirarlo.

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—Carrie, yo sé que es importante. Tienes que decírmelo.


La confusión de ella empeoró. Pensó que los papeles se habían invertido. Era él quien
tenía que revelarle cosas a ella. Sacudió la cabeza, diciéndose de nuevo que no debería
haberle hecho esa pregunta.
—Por favor, Carrie... dime una razón por la que yo podía encontrar atractiva a Alyson.
El apremiante tono de su voz sólo sirvió para aumentar la sensación de irrealidad que
estaba experimentando Carrie. No podía entenderlo. Nunca lo haría.
—Nunca entenderé qué es lo que viste en ella —expresó con torpeza, deseando que él
sólo le contestara o se olvidara del tema.
— ¿Y si te digo que no vi nada en ella?
Los ojos de Carrie se llenaron de dolorosa acusación. ¿Por qué trataba de engañarla
ahora? ¿Qué objeto tenía? ¿Por qué no podía decirle sólo la verdad? Esa parte de sus
vidas estaba terminada. No tenía que esconderlo ni convertirlo en algo diferente. Todo
lo que ella quería era entender.
— ¿Entonces por qué te casaste con ella? —le preguntó, forzándolo a que contestara.
El horror y la incredulidad se dibujaron en el rostro de Dominic.
— ¡Casarme con ella! —las palabras brotaron de sus labios con un rechazo violento—.
¡Casarme con esa mentirosa y manipuladora mujerzuela!
Se levantó de la cama y empezó a pasear por la habitación con extrema inquietud.
Carrie lo observó estupefacta.
— ¿No te casaste con ella? —le preguntó confundida.
-¡No!
La explosiva negativa hizo añicos cualquier control que aún le quedara. Lo miró
fijamente, intentando entender las consecuencias de su revelación. Si no estaba casado
con Alyson, por lógica no se estaba divorciando...
—Te casaste con otra mujer, entonces —infirió.
—Carrie...
Ella notó su esfuerzo por controlarse. La tensión se dibujaba con claridad en su
semblante. Él se aproximó a la cama y se sentó, tomándole en esa ocasión las manos.
—Sí, me casé con otra mujer —le confesó—. Siento mucho que esto te duela. Su nombre
era Sandra Radcliffe. No estaba presente en aquel verano. Creo que no llegaste a
conocerla.
—No tiene importancia —comentó ella a la defensiva—. No he debido preguntar —sin
embargo, sabía que sí importaba. No podía evitar el tono de desesperación de su voz.
—Carrie por favor, entiéndelo...
Ella pudo detectar la súplica en su voz. Quería entenderlo. Lo deseaba
desesperadamente, por lo que le prestó toda la atención de que fue capaz.
—Durante años traté de encontrarte, hasta que por fin perdí la esperanza. Mi vida
estaba vacía... solitaria... fue entonces cuando conocí a Sandra. No la amé como te amo
a ti. Nunca lo hice. Tenía treinta años y deseaba tener hijos.
La fecha o la razón de su matrimonio no importaba realmente, se dijo Carrie. La
inexorable verdad era que no estaba soltero. Tenía una esposa y Carrie había cometido
adulterio con él. No sentía dolor desde luego. En realidad, ella no era culpable. Sin
embargo, había sucedido.
Recordó con torpeza lo que Dominic había tratado de decirle acerca del retirarse sin
tocarla. Él incluso había admitido que no estaba bien... aunque tuviera la sensación de
estar en lo cierto.
¡Aún así no estaba bien! Nunca lo estaría. Dominic estaba casado con otra mujer.
—Sandra no pudo tener hijos —continuó Dominic con tristeza—. Sin embargo, me
necesitaba, Carrie...
—Por supuesto —susurró ella con la garganta seca—. Lo entiendo, Dominic.

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Lo entendía perfectamente. Cualquier mujer casada con Dominic lo necesitaría durante


el resto de su vida. Ya no podía soportar oírlo hablar de su esposa; no cuando el
recuerdo de su ilícita intimidad le causaba tanto dolor.
—Creo que será mejor que te vayas. Se está haciendo tarde —señaló con firmeza. Él
frunció el ceño. —En cuanto a Alyson...
—Tuve una idea equivocada acerca de ella. Eso es todo —lo interrumpió ella con
rapidez.
La joven pensó que era extraño que su mente pudiera trabajar tan bien mientras su
brillante y nuevo mundo se desmoronaba a su alrededor.
—Y ahora sé que no estuvo bien. No quiero continuar con eso. Prefiero que dejes el
tema, Dominic. Ya me siento demasiado tonta.
Él la miró con pesar, frustración y desilusión. Al final adoptó una expresión resignada.
— ¿Es lo que querías saber o no, Carrie? —preguntó con tono amable.
—Sí —se apresuró a contestar ella.
—No quería molestarte —los ojos de Dominic buscaron los de ella con ansiedad. Era
obvio que deseaba ponerlo todo en su lugar antes de retirarse—. Créeme, soy feliz al
tenerte conmigo otra vez, Carrie. En cualquier forma que pueda.
El cuerpo de la chica tembló por la satisfacción que acababa de perder.
—Sí —convino. Era la palabra más fácil de decir. Su conciencia la acusaba por haber
abusado demasiado de ella últimamente, por lo que se refería a Dominic.
—Entonces te veré esta anoche —dijo él y se inclinó para darle un beso de despedida.
Ella sabía que no debía corresponderle, aunque una terrible desesperación le atenazó el
corazón y, antes de que supiera lo que hacía, le echó los brazos al cuello y lo besó.
Cuando Dominic se apartó, sacudió la cabeza con ironía y aspiró profundamente.
—Esta noche —murmuró como si necesitara repetir la promesa que le había hecho
antes de verse forzado a partir. Le dio una palmada cariñosa en la mejilla como una
última y tierna caricia.
—Dile a Danny que traeré mi guitarra.
Carrie inclinó la cabeza en señal de asentimiento; estaba demasiado conmocionada
para hablar.
Dominic sonrió y se fue, cerrando la puerta del dormitorio muy despacio y cuidándose
de no hacer ningún ruido que pudiera despertar a Danny.
Carrie, sentada, miró fijamente la puerta cerrada. Su corazón luchaba ferozmente
contra su conciencia. Pensó que podía dejar la puerta abierta otra vez, y mantener a
Dominic en su vida y dejar a su mujer a un lado. Seguramente se divorciaría de ella con
el tiempo y...
Y quizá no lo haría... Su esposa lo necesitaba.
En ese momento Danny llamó a su puerta y dijo:
—Mamá, ¿estás despierta?
— ¡Espera un minuto!
Se levantó de la cama, recogió su ropa y con rapidez se puso una bata.
« ¿Y qué hay de los derechos de Danny?», se preguntó al abrirle la puerta a su hijo.
Aun así, sabía que no existía ningún argumento. Nunca habría alguno. No utilizaría a
su hijo para conseguir nada de Dominic. Y menos en ese momento.
Los vivos ojos azules de Danny brillaron.
— ¿Se lo preguntaste, mamá?
Ella frunció el ceño.
— ¿Qué y a quién Danny?
—A Dom. Si va a venir esta noche con su guitarra.
La ansiedad que se pintaba en el rostro del niño conmovió a Carrie. ¿Era correcto
mantener al niño lejos de su padre? ¿Era mejor tener un padre a medias que no tenerlo?

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Dominic podía ser muy bueno con él.


—Tiene otros compromisos, Danny —indicó.
— ¡Oh! —el pequeño se mostró desilusionado.
« ¿Y cuántas otras desilusiones tendríamos cuando Dominic tuviera que estar con su
esposa? ¿Qué excusa le daría por su ausencia de la noche anterior? ¿Qué excusa daría
por esta noche? ¿Cuándo empezaría a darnos excusas a Danny y a mí?», pensaba la
joven.
Carrie sacudió la cabeza. No podría vivir con esa situación. Era mejor para Dominic no
saber que Danny era su hijo, y mejor para Danny saber que él era su padre. Quizá
podrían ser amigos...llegado el momento.
Carrie desechó con violencia ese pensamiento. No había respuesta para su dilema,
aunque debía encontrarla, y antes de esa noche.

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Capítulo 12
POR primera vez la suerte estaba de su lado. La respuesta llegó con la
correspondencia, en forma de acuse de recibo a una de las solicitudes de empleo de
Carrie. Una respuesta positiva. Le ofrecían un puesto como jefe de cocina en el
restaurante de un hotel de Mudgee. Se le facilitaría un alojamiento con teléfono. El
gerente la necesitaba con urgencia. Quería que aceptara el trabajo tan pronto como
fuera posible.
Eso significaba que podía ser de nuevo independiente por completo. Tendría un lugar
para vivir y unos ingresos para mantenerse. Se encontraba en una situación
comprometedora allí, en el apartamento de la compañía APIC, con Danny matriculado
en una escuela que pagaba Dominic. Con ese trabajo, ella le pagaría todo lo que le
debía. En términos de dinero, por supuesto.
A pesar de que se le rompía el corazón por dejarlo otra vez, sobre todo después de lo
sucedido, si él estaba realmente preparado para rehacer su vida con ella y con su hijo,
la opción seguía abierta. Aunque otra persona resultara lastimada.
Dominic podría elegir entre dejar su matrimonio o conservarlo.
Si decidía conservar su matrimonio, entonces Danny y ella se irían. El amor a medias
sin un compromiso total no era algo con lo que ella estuviera dispuesta a conformarse.
Llamó al hotel Mudgee y aceptó el trabajo. El gerente le indicó el tren que debía tomar
desde Sydney para llegar a su nuevo hogar. Ella le informó que llegaría por la mañana.
En esa ocasión no intentaría huir de la vida de Dominic sin hablar antes con él.
Estaba a punto de hacer las maletas cuando sonó el timbre del portal. De inmediato
supuso que era Gina, por lo que se quedó perpleja cuando por el telefonillo descubrió
que se trataba de la señora Coombe. Se preguntó qué estaría haciendo allí en un día de
trabajo.
Carrie esperó en el vestíbulo, confiando en poder rechazar cualquier intromisión de la
secretaria de Dominic. La señora Coombe salió del ascensor con un estuche para
guitarra y le dedicó una benevolente sonrisa.
—Hola, querida. ¡Dios mío, tienes un sorprendente efecto sobre el señor Savage! —sus
ojos grises parpadearon—. ¡Se ha llevado su guitarra a la oficina y se ha puesto a
cantar! ¡Nunca lo he visto tan contento! Tuvo que asistir a una conferencia en Peppers,
en el valle de Hunter, y me pidió que pasara a dejarte la guitarra para evitar que
volviera a por ella. De todos modos no llegará tarde, querida. El helicóptero estará
esperándolo para volver de inmediato a Sydney.
Carrie estaba demasiado sorprendida para hablar. Además, estaba avergonzada por
esa inusual serie de confidencias por parte de la señora Coombe; por ello no tuvo
coraje suficiente para detener a la formidable dama, que entré en la sala y colocó el
estuche sobre uno de los sillones.
— ¡Oh, qué bonito! —miró a su alrededor sin perderse ningún detalle del genio
decorativo de Gina—. Está muy cómodo y agradable. Admiro tu buen busto, querida.
—Es el trabajo de la señorita Winslow, señora Coombe. Yo no he tenido nada que ver
en ello.
— ¡Por supuesto! —Exclamó con ironía—. Bueno, debo decir que ha realizado un
maravilloso trabajo. ¿Te importa si echo un vistazo en las otras habitaciones?
Considerando que la señora Coombe ostentaba el más alto puesto como secretaria
ejecutiva de APIC, y quizá tenía la responsabilidad de hacer los preparativos
necesarios para el alojamiento de los clientes, Carrie pensó que no le quedaba más

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remedio que acceder a su petición.


—Por supuesto que no me importa —al oír que sonaba el timbre de nuevo, se sintió
aliviada de tener una excusa para no acompañarla—. Por favor, discúlpeme, señora
Coombe. Vaya y mire todo lo que quiera.
Era Gina, y Carrie se puso muy contenta de recibirla. Aparte de que la compañía de la
señora Coombe la incomodaba, quería despedirse de su amiga y contarle de lo
encantado que había quedado Dominic con su trabajo. Constituía siempre un placer
tratar a un gran profesional y poder elogiar su trabajo, y con certeza Gina era acreedora
de esos elogios. Era una gran persona.
Sin embargo, en el momento en que salió del ascensor, la decoradora la miró
frunciendo el ceño.
—Me temo que te traigo malas noticias. Recordarás que te dije que el juego de comedor
lo traerían en dos meses. Bueno, habrá un retraso con los materiales, y no me
garantizan una pronta entrega. Lo único que podemos hacer es esperar y ver qué es lo
que pasa.
—No te preocupes, Gina —la tranquilizó Carrie—. Por pura coincidencia, Dominic... el
señor Savage... me explicó ayer mismo que seguramente habrá más retrasos.
— ¿De verdad? —preguntó Gina con una pequeña y maliciosa sonrisa.
—Sí. Y piensa que has realizado un brillante trabajo hasta ahora. Incluso dijo que se
acordaría de ti para otros proyectos.
La sonrisa de Gina adquirió deslumbrantes proporciones.
—Eso me agrada. ¡Este trabajo ha sido un verdadero sueño!
— ¿Tienes prisa, Gina, o te queda tiempo para tomarte una taza de café? —preguntó
Carrie.
—Un café me sentará muy bien —respondió la decoradora—. He andado de un lado
para otro toda la mañana.
Fueron hacia la cocina, sólo para ser detenidas por la mirada de la señora Coombe, que
avanzaba por el pasillo con un brillo beligerante en los ojos.
— ¿Qué significan todas esas maletas?
Carrie hizo una mueca. No tenía sentido mentir.
—Señora Coombe, estoy haciendo las maletas porque me voy mañana temprano —
contestó con sinceridad.
— ¡Te vas! —exclamaron a coro Gina y la señora Coombe, cada una con el mismo gesto
de horror.
Carrie las miró confundida por su vehemente reacción.
—Desde el principio estaba claro que mi presencia aquí era provisional. He encontrado
un trabajo y un lugar dónde vivir.
No quiso decirles dónde. Podía imaginar a Dominic siguiéndola sólo porque no había
conseguido lo que quería. Si tenía que desligarse de él, más valía que lo hiciera con
dignidad, como en el pasado.
— ¡Tú no puedes aceptar un trabajo en ningún lugar! —le espetó la señora Coombe.
Carrie empezaba a enfadarse. En realidad eso no le incumbía a nadie más que a ella.
—Tengo derecho a hacer lo que me plazca, señora Coombe —manifestó con firmeza.
Esa respuesta encolerizó a la mujer mayor; sin embargo, se limitó mirarla con severa
censura.
— ¡Verdaderamente eres la criatura más desagradecida que he conocido!
— ¿Yo? ¿Desagradecida? —Carrie apenas podía dar crédito a sus oídos—. ¿Con quién?
¿Cómo que soy desagradecida?
La señora Coombe se irguió con formidable autoridad. Sus ojos grises reflejaron una
intensa desaprobación.
—El señor Savage te compró este apartamento y lo decoró completamente a tu gusto...

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— ¡Señora Coombe, está usted total y terriblemente equivocada! —La interrumpió


Carrie, asombrada por las conclusiones a las que había llegado la secretaria de
Dominic—. Para el puesto que tiene, debería estar mejor enterada. Este apartamento no
es para mí. Pertenece a APIC, para dar alojamiento a los ejecutivos de la compañía, sus
socios y clientes.
La secretaria echaba fuego por los ojos.
—APIC no tiene nada que ver con esto. La compañía nunca se ha molestado por tal
cosa.
— ¡Es cierto! —Argumentó Carrie con vehemencia—. . Usted no sabe.
— ¿Que yo no sé? ¡Mi querida niña, soy la secretaria de confianza del señor Savage,
antes lo fui de su padre durante veinte años! ¡No hay nada que yo no sepa!
— ¡Bueno, pues usted está equivocada respecto a esto! —contestó Carrie con
terquedad, negándose a ceder ante sus tácticas amedrentadoras.
— ¡Te aseguro que no lo estoy! El contrato preliminar que el señor Savage firmó incluía
una cláusula penal. Si el contrato definitivo se retrasaba o no se llevaba a efecto dentro
de los dos meses siguientes, él tendría que pagar muchos miles de dólares a la semana
por daños y perjuicios. ¡Y sólo por tener este apartamento disponible a la mayor
brevedad posible y poder instalarte ese mismo día! Incluso los agentes lo encontraron
sorprendente e inexplicable. Fue el peor de los tratos que el señor Savage ha hecho en
su vida, y sólo porque debía hacerse con rapidez. ¡Por ti! —finalizó con aire triunfante.
Carrie la miró con incredulidad. —Usted tiene que estar bromeando —murmuró con
debilidad.
— ¡Nunca he bromeado en mi vida! ¡Por ninguna razón! ¡Nunca! —La señora Coombe
descargó toda su autoridad sobre Gina—. ¡Dile a la señora Miller las instrucciones que
recibiste del señor Savage! —le ordenó.
—Señora Coombe... —Gina se inquietó. Miró con cautela a uno y a otro adversario—.
No puedo hacer eso -empezó a decir con incertidumbre—. Le di mi palabra al señor
Savage.
—Por favor, haz lo que se te dice. En este asunto yo hablo por el señor Savage —
declaró la señora Coombe—. Yo misma te elegí y ahora te lo ordeno de parte del señor
Savage, Por lo tanto, haz lo que te digo o las consecuencias... créeme... serán que nunca
volverás a trabajar para APIC otra vez.
Los angustiados ojos de Gina se volvieron hacia Carrie y no tuvo más remedio que
comenzar a hablar.
—Es verdad... Las instrucciones que me dio el señor Savage fueron de cerciorarme de
todo lo que te gustaba y hacer lo posible para complacerte. Él quería que te sintieras
feliz aquí, que tuvieras todas las cosas que te gustaran sin que el precio constituya
objeción alguna. Todo lo que tú imaginaras debía de conseguirlo de un modo u otro.
Sólo debía ser cuidadosa para que no te dieras cuenta de que todo se hacía
especialmente para ti. Mi trabajo debía terminar rápido para que tú te sintieras cómoda
a la mayor brevedad posible, excepto por una pieza importante, la cual debía ser
retrasada.
—El juego del comedor —murmuró Carrie con torpeza.
—Sí. El señor Savage me llamó esta mañana y me pidió que retrasara aún más la
entrega —Gina exhaló un suspiro—. Siento mucho haberte engañado, Carrie, pero no
vi. ningún daño en ello. Además, te pusiste tan contenta con mi trabajo. En realidad me
ha encantado trabajar para ti y darte el placer que el señor Savage deseaba. Por favor,
créelo.
—Sí —susurró aturdida Carrie. Se sentó en el sofá más cercano y trató de encontrar
sentido a todo lo que Dominic había hecho por ella desde el momento en que la dejó
aquella primera tarde, antes incluso de que viera a Danny o sospechara que podía ser

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su hijo. Había hecho todo aquello, lo había preparado todo, se había gastado miles de
dólares... ¡sólo por ella!
— ¿Por qué? —Murmuró mientras miraba a la señora Coombe buscando respuestas—.
¿Cómo ha podido hacerlo?
— ¡Cuando el señor Savage decide hacer algo, lo hace y punto! —afirmó la secretaria,
categórica—. El motivo es tan obvio. Aunque no le ames, por lo menos podría
demostrarle un poco de gratitud.
—Señora Coombe... —toda la angustia abrigada en su mente y corazón se vertió en su
voz—. ¿Y qué hay de su mujer?
—Aquello terminó más o menos hace dos años. Al mismo tiempo que su padre murió.
¿No comprendes lo desgarrador que es que las dos personas que más quieres mueran
casi al mismo tiempo?
Era una pregunta retórica y no necesitaba contestación. Carrie se limitó a mirarla sin
poder hablar.
—Hubo más que un decente período de luto para Sandra. No puedes privarlo de algo
de felicidad ahora, después de todo lo sucedido, primero con su padre, luego con
Sandra... y tú estabas tan delgada y enferma que temía que tuvieras cáncer también... y
la aflicción que le causó... tu negativa de ir a un hospital o ver a los médicos.
Considerando la misma actitud voluntariosa y autodestructiva que Sandra tomó... —
¿Su mujer...Sandra... murió? Era el hecho más importante del torrente de palabras de la
señora Coombe. Saber lo demás ya reflexionaría más tarde. Su corazón ya saltaba con
una fuerza salvaje.
La señora adoptó una actitud de disgusto. —Por supuesto. ¿Es que no conoces al señor
Savage? Es el hombre más honesto que conozco, tanto en los negocios como en su vida
privada. ¿Eres tan ignorante que no te has dado cuenta de que él nunca se interesaría
por otra mujer estando casado? ¡Y hay pocos hombres de los que puedo hablar así!
—Pensé... —Carrie suspiró con alivio—. He cometido una terrible equivocación.
— ¡Así es! —La señaló con un dedo al tiempo que la reprendía con firmeza—. Ese
hombre se merece un poco de consideración por tu parte. Una gran consideración. Si
hay algo que no puedo soportar es la ingratitud. Ya es hora de que le devuelvas algo en
lugar de perseguir tus propios y egoístas intereses, en lugar de continuar con esa
estúpida idea de conseguir trabajo e irte. Podrías empezar por darle las gracias, y
después...
— ¡Claro que lo haré, señora Coombe, lo haré! —sollozó de alegría Carrie,
sorprendiendo a la mujer al saltar del sofá y abrazarla y besarla en la mejilla.
— ¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó la señora.
—Le demostraré mi gratitud al señor Savage —contestó Carrie.
—Bueno... deberías hacerlo.
—Y le estoy muy agradecida a usted por habérmelo explicado todo —añadió la joven
con sinceridad.
La señora Coombe recobró su habitual compostura.
—De ninguna forma. Lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer, y yo soy la persona
indicada —miró con firmeza a Carrie—. Lo único que te pido es que no le hagas saber
al señor Savage nada de lo que te he dicho. Todo es a discreción mía, de la cual tengo
mucha. No obstante él no me lo agradecería. Los hombres en ocasiones son muy
difíciles en materia de orgullo.
—Ah, Carrie... —intervino Gina—. Si no te importa, preferiría que él no supiera que yo
te lo confesé todo también. Quiero decir... bueno, me gustaría trabajar en más
proyectos del señor Savage... con la ayuda de la señora Coombe.
Emocionada, Carrie la abrazó también.
—No te preocupes por nada. Te lo prometo y gracias por todo, Gina.

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La chica se echó a reír y le devolvió el abrazo.


—Tú eres la cliente más fácil que he tenido. Un trabajo de sueño. Y déjame decirte que
si yo tuviera un hombre como Dominic Savage que quisiera hacerme feliz, lo atraparía
de inmediato y nunca lo dejaría escapar.
—No es tan sencillo como eso —expresó Carrie con pesar—. Existen cosas entre
nosotros...
¿Cómo confesarle la verdad acerca de Danny y explicarle por qué no se lo dijo antes?
No podía continuar así. Había que aclarar el pasado y no podía hacerlo delante de su
hijo.
Se dirigió a la señora Coombe: — ¿Puedo pedirle un último favor?
—Haré lo que sea necesario, con discreción. Y si tengo que ayudar en algo, lo haré —la
severa actitud de la señora Coombe se suavizó.
—Se trata de Danny. Quiero estar con el señor Savage a solas por un rato, si fuera
posible...
—Iré a buscar a Danny a la escuela y lo llevaré a la función de cine de la tarde. Luego
nos iremos a una hamburguesería. A mis chicos siempre les encantó hacerlo. No te
preocupes por él. Nos divertiremos muchísimo. Te lo traeré de regreso a las siete. ¿Es
suficiente tiempo?
—Si no es mucha molestia... —Carrie suspiró aliviada. Es usted un tesoro, señora
Coombe. Muchas gracias.
—De nada —no dio importancia a las palabras de Carrie a pesar de que su rostro
brillaba de placer—. El señor Savage tiene una voz muy bonita. Debería cantar con más
frecuencia —se aclaró la garganta y se dirigió a Gina con su acento de sargento—:
señorita Winslow, será mejor que nos vayamos. Tiene mucho que hacer. Hay que
apresurar la entrega del juego de comedor ahora que ya nos hemos entendido y cambie
todo lo que la señora Miller quiera cambiar. Sólo que esa parte esperará hasta mañana.
La señora Miller no tiene tiempo para hablar de esas cosas ahora —a continuación se
volvió hacia Carrie—. Tú tienes mucho que hacer. Los trámites para ese empleo deben
ser cancelados de inmediato. Deshaz las maletas, guárdalo todo en su lugar y prepárate
para la visita del señor Savage.
—Tiene razón, señora Coombe —convino Gina con un travieso parpadeo en los ojos al
volverse para mirar a Carrie—. Nuestra amiga tiene muchas cosas que hacer.
«Muchas más de las que Gina puede imaginar», pensó Carrie con nerviosismo.
Dominic la amaba, más de lo que ella hubiera soñado. Y ella también.
Y estaba Danny... su hijo. Dominic tenía que saberlo. Aunque las consecuencias fueran
desagradables por las explicaciones que tenía que darle, tendría que contarle toda la
verdad. Se lo debía. Si Dominic pudiera encontrar en su corazón el perdón y el
entendimiento...
Era un riesgo que debía correr de todas formas. No había vuelta de hoja, y ella no
deseaba que la hubiera. Sólo en la verdad se basaría su futura felicidad.

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Capítulo 13
POR fortuna el gerente del hotel Mudgee tenía otro candidato al puesto que Carrie
rechazó, Deshacer las maletas no le llevó mucho tiempo.
No estaba segura de a qué hora llegaría Dominic. Lo más probable era que pensara que
lo esperaría a las seis y media como el día anterior, aunque deseaba fuera más
temprano. Necesitaba estar más de media hora a solas con él.
Teniendo en cuenta que Danny no cenaría con ellos, y recordando que a Dominic le
gustaba la comida italiana, preparó una lasaña especial. Estuvo indecisa respecto a qué
ropa usar, hasta que por fin, eligió algo. De todas formas, él la amaba. Rezaba porque
aún fuera así, a pesar de lo que le había dicho.
Alyson le mintió. La señora Coombe había insistido en que Dominic era un hombre
honesto, y alguien así no le haría el amor si estuviera comprometido para casarse con
otra mujer. Esperaba que él le perdonara la falta de confianza en su amor; entonces
entendería por qué lo había hecho. Ojalá lo hubiera esperado aquel día. Había sido una
tonta por no darle la oportunidad de explicarse antes de partir, por permitir que sus
pensamientos fueran envenenados por aquella mentirosa en lugar de hacer caso a su
propio corazón.
Pensó en todos los años desperdiciados... Alyson se había burlado de todos: de
Dominic, de ella y de Danny. Carrie se preguntó por qué. Quizá esa mujer no podía
soportar que alguien más fuera feliz, que estuviera enamorado y tuvo celos de lo que
Dominic y ella habían compartido. Y al final tuvo éxito en su cruel manipulación.
Carrie no había creído que AJyson pudiera ser tan malvada, ni que Dominic tuviera esa
clase de amigos aunque nunca compartiera sus actitudes, y mucho menos que en
realidad la amara a ella.
Carrie continuaba revolviéndose entre la culpa y la esperanza, al miedo y la
desesperación cuando Dominic apareció. Eran más de las cinco y media cuando salió
del ascensor, y todas las emociones de Carrie de un amor arrollador se cristalizaron. Él
estaba allí por ella, el hombre a quien había deseado tener durante tanto tiempo. Se
lanzó a sus brazos con tanta fuerza que él se quedó pasmado.
— ¿Carrie? ¿Sucede algo? —preguntó con ansiedad.
—Es sólo que te quiero muchísimo, Dominic —declaró ella con vehemencia.
Con delicadeza, él le sonrió; sus ojos azules brillaban de felicidad.
—Me alegra que me lo digas, Carrie. Con lo que sucedió anoche temí haberte perdido
de nuevo. Es bueno saber que todo está bien —de repente descubrió una íntima
inquietud en su rostro—. ¿Algo va mal, verdad? —Frunció el ceño y sus ojos
recorrieron la sala—. ¿Dónde está Danny?
Ella se separó un poco de él y reunió todo el valor de que fue capaz.
—Se ha ido con la señora Coombe a ver una película. Yo le pedí que se lo llevara.
Quería hablar contigo a solas.
El se tensó y la miró consternado.
—Carrie, si algo te preocupa, lo podemos solucionar.
—Eso espero, Dominic —asintió ella con fervor—. Ven, siéntate —lo cogió del brazo y
lo guió hacia la sala—. ¿Quieres algo de beber? —le preguntó, nerviosa.
—Ahora no, gracias, Carrie. Prefiero escuchar primero lo que tengas que decirme.
La joven se dijo que tenía razón. No merecía la pena prolongar esa agonía. Lo vio
sentarse en uno de los sillones; sin embargo, ella sentía tal agitación interior que no
pudo imitarlo, se dirigió a los ventanales antes de obligarse a volverse para mirarlo.

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—No he sido justa contigo, Dominic —pronunció con vergüenza.


La expresión de preocupación de Dominic fue sustituida por otra de extrema cautela.
— ¿De qué forma, Carrie? —preguntó con suavidad.
Ella sintió que una oleada de calor encendía sus mejillas. Se esforzó por sostenerle la
mirada, a pesar de la culpa que se le anudaba en el estómago.
—No creía que me amaras —reconoció.
Él inclinó poco a poco la cabeza, todavía con la misma expresión de reserva en los ojos.
—Pero ahora sí lo crees —expresó.
—Sí. Y siento muchísimo haber tardado tanto tiempo...
—Eso ya no me importa, Carrie. Lo importante es que te tengo —señaló él con
tranquilidad.
Ella sacudió la cabeza.
—No lo entiendes, Dominic. Esta mañana... —respiró profundamente—. Esta mañana,
cuando me contaste lo de Alyson Hawthorn... durante todos estos años yo creí algo
distinto.
—Lo suponía, Carrie —repuso él con tono conciliador.
—No, no puedes saberlo. Yo... yo cometí una seria y terrible equivocación.
Él se levantó del sillón y con delicadeza deslizó las manos alrededor de sus hombros,
dándole un tranquilizador y ligero apretón. Sus ojos expresaron compasión.
—Carrie. Dije que nunca te recriminaría y no lo haré —le prometió con ternura—. Sé
que hiciste lo que pensabas que era lo correcto en aquel momento.
Ella no pudo detener las lágrimas que brotaron de sus ojos. No se merecía su
comprensión ni su maravillosa generosidad, aunque le estaría eternamente agradecida
por ellas.
—Fue Alyson quien se interpuso entre nosotros, ¿no es cierto? —le dijo él con tono
suave.
—Sí —la palabra fue pronunciada con dificultad—. No sólo fue ella. Aquella tarde, en
la playa, todas las otras chicas me confirmaron que era verdad. A pesar de que yo sabía
que no encajaba en... tu ambiente social, de alguna forma esperaba oírlo de tus labios,
que me explicaras por qué me habías hecho eso.
—Carrie, ¿qué te dijeron?
—Alyson llevaba un anillo de compromiso. Me dijo que tú se lo diste como promesa de
matrimonio, y que yo no era más que una aventura en tu vida. Todas dijeron... que tú y
tus amigos... tenías ese tipo de aventuras... y que no significaba nada.
—Por eso me acusaste de ser promiscuo.
Ella asintió con la cabeza; sus ojos suplicaban su perdón.
—Carrie, te juro que nunca fui así —insistió él con firmeza—. Y jamás tuve nada que
ver con Alyson. Con frecuencia se me ofreció, pero nunca le hice caso o le mostré
interés alguno. Con seguridad eso hirió su orgullo, o pensó que tendría una mejor
oportunidad conmigo si te quitaba a ti de en medio.
—Supongo que yo le facilité sus propósitos —pronunció Carrie con tristeza—. Te creo,
Dominic, aunque cuando dejaste de esquiar, no me buscaste, sino que te quedaste con
ella y con los otros. Fue entonces cuando pensé que yo no era lo que querías, que jamás
sería como tú... como los otros.
—Fue culpa mía —murmuró él con un profundo suspiro—. Debí actuar de inmediato
—sus ojos suplicaron su comprensión—. Yo sabía lo que pasaba y la forma en que te
trataban. Aquella tarde, cuando salí del agua, tomé una decisión. Te quería alejar de
ellos, aunque en mi orgullo, pensé que aquello era como huir, aceptar la derrota. Tomé
a Alyson de los hombros... quería estrangularla... y le di un ultimátum. Que te dejara
en paz o que se fuera.
—Yo creía que no lo notabas... o que preferías ignorarlo. Que querías volver con ella.

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La mirada de Dominic estaba llena de un profundo arrepentimiento.


—Ya lo noté. Pero Alyson era toda dulzura y comprensión. Me dijo que aún estabas de
compras y que no habías regresado, así que decidí quedarme con ellos y hacer las paces
para que fueran más agradables contigo. Además, comprendía que no tenía nada que
hacer con ellos después de que las vacaciones terminaran.
—No obstante, ellos eran tan superiores a mí...
—Vamos, Carrie, tú eres superior. Ellos estaban resentidos y celosos de ti.
— ¿Por qué?
—Porque tú poseías algo que ellas no tenían. Tú tenías alma, Carrie. Un alma hermosa
y receptiva que sabía amar, y un inocente corazón que no sabía humillar, herir o
destruir. El anillo que te mostró Alyson probablemente era el que guardó cuando un
desilusionado amigo mío decidió no casarse con ella. Alyson es de las que toman y no
dan nada. No se interesan por nadie excepto por sí mismas. Y al quedarme con ellos en
la playa aquella tarde, escuchando sus mordaces comentarios y sofisticado cinismo, me
sentí cada vez más avergonzado de estar en su compañía. Sólo deseaba estar contigo.
Carrie se angustió al comprender hasta qué punto había malinterpretado las acciones
de Dominic aquel día.
—Lo único que puedo decir... es que parecías muy relajado y contento con ellos.
—Los dejé luego, Carrie —le aseguró él—. Volví al apartamento para esperarte. Esperé
y esperé, y comencé a pensar que tal vez te había ocurrido algún accidente. Llamé a la
policía y me informaron que no había noticias de accidente alguno. Entonces me metí
en el dormitorio y me di cuenta de que tus pertenencias no estaban —respiró
profundamente—. Al principio no pude creerlo. No podías haberte ido así, sin más.
Registré a fondo toda la habitación, tratando de encontrar algo que te perteneciera...
pero no habías dejado nada. No tenía tu dirección. Todo lo que recordaba era el barrio
donde vivías en Sydney. Me dirigí al hotel donde te habías alojado antes de que nos
conociéramos, y tu nombre no estaba registrado.
—Mi madre hizo la reserva por mí —recordó Carrie.
El corazón se le encogía cada vez más ante la evidencia de su preocupación.
—No tenían ninguna Miller registrada —la frustración era evidente en la voz de
Dominic—. ¡Ninguna!
—El apellido de mi madre era Wainwright. Se casó otra vez cuando mi padre murió.
Dominic gimió.
—Carrie, existen mil quinientas veintisiete Millers en la lista telefónica de Sydney, o
existían cuando me puse a marcar el teléfono de cada una de ellas, tratando de
encontrarte. Déjame decirte que lo primero que hice fue volar a Sydney. Durante
semanas estuve interceptando cada autobús que entraba, incluso después de que
finalizara tu período de vacaciones. Estaba seguro de que el siguiente pasajero ibas a
ser tú. Pero nunca fue así.
El dolor que reflejaba su voz era demasiado real para dudar de él, y los detalles de lo
que había hecho entristecieron a Carrie aún más. La secuela de circunstancias que se
habían producido para que no se encontraran fue una de las ironías más crueles e
inmisericordes del destino.
—Me bajé del autobús en Taree —explicó ella—. No quería irme directamente a casa.
Sabía que mamá me interrogaría, ya que le había llamado para decirle que me
quedaría, y no estaba preparada para hablar con ella. Todo era tan duro, tan
vergonzoso... Cerca de una semana después, un grupo de mujeres que conocí me
llevaron a Sydney en su coche.
—Oh, Carrie, Carrie... —él la envolvió en sus brazos y la estrechó con fuerza—. No
tenías por qué avergonzarte... Intenté localizarte con desesperación... Era todo lo que
podía pensar. Recorrí en mi coche los barrios del oeste los fines de semana, esperando

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encontrarte en algún lugar. Pregunté por ti en incontables restaurantes. Me acusé de no


averiguar más cosas de tu vida en lugar de hablar de la mía sin cesar.
—Yo deseaba saber cosas de la tuya, Dominic. La mía era tan ordinaria y limitada. Tú
me enseñaste un nuevo mundo.
—Un mundo vacío... sin ti. Carrie.
Y la besó como un hombre hambriento, como si el tiempo fuera todavía un enemigo y
tuviera que aprovecharlo para llenar ese vacío, por miedo a que el futuro fuera sólo un
espejismo que desaparecería en cualquier momento. Carrie respondió con igual pasión,
asegurándole que le pertenecía y que siempre sería así desde ese momento.
—Lo siento, Dominic —dijo con suavidad—. Lo siento por todo lo que hemos sufrido.
Porque yo te amaba. Nunca dejé de amarte. Si me hubiera quedado lo suficiente para...
—No te culpes, Carrie —la interrumpió él—. Estuve ciego al no ver cómo podía
afectarte aquella situación. Tu partida fue lo que me abrió los ojos. Demasiado tarde —
murmuró con arrepentimiento.
—Aún tenemos el resto de nuestras vidas —le recordó ella, esperanzada.
— ¡Sí, gracias a Dios! Nunca pensé en darle las gracias por la enfermedad de alguien,
sin embargo, lo hice. Por la enfermedad que te trajo de vuelta a mí... a pesar de que al
principio me causó horror.
Ella le acarició la mejilla.
—Siento mucho lo que le ocurrió a tu esposa. No sabía nada de Sandra ni de cómo
murió hasta que la señora Coombe me lo contó hoy.
Él frunció el ceño.
—Cuando trajo tu guitarra, la interrogué —le explicó ella con rapidez—. No sabía si
aún estabas casado o no y...
— ¡Oh, Carrie! Perdóname, cariño. Nunca se me ocurrió que no lo supieras. Incluso
esta mañana, cuando me preguntaste por Alyson...
—El periódico publicó una fotografía de ella con un pie de foto que decía que se
divorciaba y se casaba con otro hombre. Pensé que estabas libre de nuevo. Dominic,
por eso te llamé...
Él cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula, — ¡Dios mío! ¿Quieres decir que
toda mi futura felicidad dependió de la casualidad de que vieras una fotografía de
Alyson en el periódico?
—Por una sola vez. Dios estuvo de nuestra parte —susurró Carrie, esperando que le
perdonara esa equivocación con tanta facilidad como le había perdonado el resto—.
Hay algo más que tengo que decirte.
Lentamente él abrió los ojos, mirándola con feroz resolución.
—Nada nos separará otra vez. Quiero que te cases conmigo. Prométeme ahora mismo
que lo harás. No soportaría que algo más se interpusiera entre nosotros. Dime que te
casarás conmigo.
La intensa energía de aquellas palabras eliminó hasta el último de los temores de
Carrie. El amor y la felicidad se alzaron dentro de su corazón y se reflejaron en su
semblante.
—Lo haré cuando tú lo dispongas. Deseo ser tu esposa por encima de todo y compartir
nuestra vida. Además, existe algo más que compartimos también.
2 ¿Qué es?
—Nuestro hijo.
Ella lo miró a los ojos con ansiedad, y ya no pudo descubrir ni la más ligera sombra en
la alegría que destilaban. Y la sonrisa que había brotado en sus labios cuando aceptó su
propuesta de matrimonio se transformó en una enorme carcajada.
—O sea que Danny es mío —exclamó él con una expresión de gloriosa satisfacción—.
Estaba seguro de ello.

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—Tenías razón el día que lo llevaste a la escuela —se apresuró a decir Carrie—. No sé
qué es lo que salió mal con las precauciones que tomamos; sólo te digo que no hubo
ningún otro hombre. Temía lo que harías si te confesaba que Danny era tuyo. Creía que
estabas casado con Alyson y...
El echó la cabeza hacia atrás y rió; después la levantó en brazos y giró con ella como si
fuera un niño.
—Entonces fue prematuro —comentó exultante—. Y cuando me pediste ayuda para
recuperar a tu bebé de la gente de la beneficencia, en realidad me pedías ayuda para mi
hijo.
—Sí. Lo siento.
— ¡Carrie Miller, tú no tienes vergüenza!
—Si hubiera tenido otra opción, no lo habría hecho. Sabía que era un paso anticipado,
pero estaba desesperada.
—Nunca volverá a ocurrirte algo parecido —le aseguró él. De pronto agregó—: Así
como tú diste pasos arriesgados, déjame decirte que yo di también los míos en mi
desesperación por mantenerte en mi vida desde aquel día en que entraste en ella por
segunda vez. Supuse que la suerte se pondría de mi lado tarde o temprano. ¡Y lo hizo!
Ella no pudo decirle lo que sabía acerca del apartamento y la decoración. Le había
dado su palabra a la señora Coombe y a Gina. Aun así, lo amaba por todo lo que le
había hecho para retenerla y, de esa forma, asegurarse de que ella se quedara donde
pertenecía.
Con él.
— ¿Te gusta Danny? —preguntó con ansiedad.
—Lo adoro.
—Tiene tus mismos ojos —dijo Carrie.
—Y mi voz —agregó él, orgulloso, y en seguida se rió satisfecho—. Me moría de ganas
de que lo reconocieras anoche. Cuando no lo hiciste, pensé que tenía que demostrarte
mucho más.
—Casi me muero yo, también, cuando comenzó a cantar. Sólo pensé que era mejor
esperar... para ver.
—Le gusto, Carrie.
Ella rió.
3 ¡Por supuesto! ¿Cómo no? Su primera pregunta de la mañana fue acerca de ti, si
ibas a venir esta noche.
—Es un niño estupendo.
—Mmm... Muy parecido a su padre. — ¿Cuándo se lo diremos?
—Esta misma noche, si tú quieres, aunque será mejor que primero lo acostumbremos a
la idea —agregó ella con preocupación.
—Tienes razón. Lo haremos poco a poco —convino él de inmediato. Después suspiró
con enorme satisfacción—. Esta es la mejor noche de mi vida. Tú... y Danny también.
¿A qué hora volverá a casa? —A las siete en punto.
—Entonces tenemos tiempo de hablar más. Aún hay muchas cosas que quiero saber de
ti. Por qué dejaste tu casa y te mudaste a Fiji, qué le sucedió a tu madre y al resto de tu
familia... es demasiado lo que no sé. Se sentaron en el sillón grande, Carrie sobre sus
piernas para que él pudiera acariciarle el cabello y besarla cuando lo deseara.
Ella le explicó que apenas recordaba a su padre, que había muerto cuando ella tenía
seis años. Entonces vivían en Penth. Cuando su madre se volvió a casar, se mudaron a
Sydney para empezar una nueva vida. Fue entonces cuando perdió contacto con la
familia de su padre. Su madre era una inmigrante inglesa, por lo que no tenía familia
en Australia. Cuando su segundo matrimonio terminó en divorcio, ya estaba
establecida y no tenía sentido regresar a Penth. Ayudó a Carrie durante su embarazo y

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cuidó de Danny mientras ella terminaba su aprendizaje como jefe de cocina. Justo
después sufrió un ataque cardíaco mortal.
—Debió de ser espantoso para ti...perder a tu madre de repente —murmuró él,
apenado.
—Ella dejó un horrible vacío en nuestras vidas... —le confesó Carrie con tristeza—. No
pude continuar en Sydney. Era muy duro no tener a nadie, excepto a mi hijo, sabiendo
que vivías tan cerca. La tentación de ponerme en contacto contigo era peor que nunca.
Pensé que la mejor manera de seguir con mi propia vida, sin que me persiguieras todo
el tiempo, era marcharme.
—Entonces te fuiste a Fiji —concluyó él—. Nunca pensé en buscarte allí. A pesar de
que en dos ocasiones pasé las vacaciones en ese lugar en los ocho últimos años.
—Quería olvidarte —suspiró y le acarició la mejilla—, pero nunca lo conseguí, y
cuando regresé, fue únicamente por la educación de Danny. Muy en el fondo, quería
estar cerca de ti de nuevo —sus ojos verdes se llenaron de recuerdos conmovedores al
tiempo que estudiaba el rostro que tanto amaba—. En la canción que Danny te cantó,
Isa Lei hay un verso:
Cada momento mi corazón anhela...
Eso mismo fue lo que siempre sentí, Dominic.
—Yo también —murmuró él. Y la besó con ternura al saber que el prolongado anhelo
había llegado a su fin. Eran sumamente felices con el solo hecho de estar juntos,
disfrutando de aquella maravillosa y total confianza. El tiempo pasó volando. Se
encontraban tan absortos el uno en el otro que el timbre anunciando la llegada de la
señora Coombe con Danny los asustó. Su respuesta fue rápida y llena de anticipada
alegría. Ambos salieron al vestíbulo para darles la bienvenida a su hijo y a su
cuidadora.
Las puertas del ascensor se abrieron. — ¡Dom! —gritó Danny con sorprendido placer.
—Si te parece bien, creo que podrías llamarme papá —dijo Dominic—. Tu madre acaba
de aceptar casarse conmigo —levantó sus brillantes ojos hacia su secretaria—. Usted
puede ser la primera en felicitarnos, señora Coombe.
— ¡Mis felicitaciones de todo corazón, señor Savage! —exclamó la señora con
entusiasmo, avanzando hacia él para estrecharle la mano. En seguida estrechó la de
Carrie. Sus ojos grises brillaban de aprobación.
— ¿Eso significa que vas a ser mi papá para siempre? —preguntó Danny casi saltando
de alegría.
—Definitivamente —le confirmó Dominic—. Estarás conmigo toda la vida, Danny.
— ¡Es fabuloso! Siempre he querido tener un papá. Has hecho un buen trabajo, mamá.
Ella se echó a reír. —Gracias, hijo.
Dominic manejaba muy bien la situación. Había decidido que más tarde, cuando su
relación se cimentara, habría tiempo suficiente para revelarle a Danny que él era su
verdadero padre, cuando la confianza creciera entre ellos.
— ¡En efecto, ha estado muy bien! —Convino la señora Coombe—. Debo irme ahora.
Que pasen una feliz noche.
—Gracias, señora Coombe —dijeron todos a coro con alegría.
La señora entró en el ascensor, y a Carrie le pareció que despedía un aura de brillante
benevolencia. No era un dragón, pensó. Ni un sargento, ni siquiera un buen perro
guardián. Era una especie de hada madrina, debajo de esa armadura de hierro.
—He traído mi guitarra, Danny —dijo luego Dominic—. ¿Qué te parece una canción?
— ¡Sí, señor! —gritó Danny y pasó entre ellos hacia la sala para ver el instrumento.
Dominic estrechaba los hombros de Carrie con un brazo cuando siguieron a su hijo.
— ¿Podemos intentar la canción de aleluya? —le sugirió con tono suave a la joven.
— ¿Puedes tocarlo en la guitarra?

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—No. Aunque la canto con el corazón.


—Yo también.
— ¿Qué te parece una luna de miel en Fiji?
— ¿En Nanuya Bay?
—Magnífica idea.
—Es el lugar más encantador del mundo.
—Donde están tus amigos. Iremos allí con frecuencia, Carrie.
Se sonrieron mutuamente, sabiendo que nada en la tierra los separaría de nuevo. Su
unión era definitiva.

FIN

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