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Alto riesgo
Emma Darcy
Argumento:
Sólo la enfermedad pudo forzar a Carrie a desprenderse de su hijo. Ahora quería
recobrarlo, y Dominic Savage era el único que podía ayudarla. Dominic aceptó
participar, pero estableció sus propias condiciones.
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Capítulo 1
ELLA tenía que buscarlo. Durante días, esa idea estuvo torturando a Carrie a pesar de
que trató de apartarla de su mente. Lo último que deseaba hacer era pedirle ayuda a
Dominic Savage; sin embargo, parecía que no tenía alternativa.
Él podía rescatar a Danny de las garras de esos profesionales de la beneficencia.
Probablemente sólo tendría que hacer una llamada telefónica a la persona indicada.
Las reglas y normas, inalterables para gente sin importancia como ella, se tornaban
siempre flexibles cuando se aplicaban a gente con poder, riqueza e influencia.
«Momentos amargos fuerzan decisiones amargas», reflexionó. La riqueza y el poder de
Dominic una vez suscitaron su admiración, hasta que comprendió que eso la excluiría
a ella de convertirse en un elemento permanente en su vida. Puesto que le había
resultado dolorosa la experiencia, se sentía con derecho a usarla ahora por el bien de
Danny más que por el suyo propio, y sólo por esa ocasión.
Ella sabía que corría el riesgo... un alto riesgo... al concertar esa reunión con Dominic
Savage. No quería volver a abrir viejas heridas; lo único que quería era una solución
rápida y satisfactoria a su problema.
A veces deseaba haberse quedado en Fiji, donde por lo menos tenía amigos. Sidney le
parecía muy solitaria ahora que su madre había muerto y a Danny lo habían alejado de
ella. No conocía a nadie allí. Aun así, no había sido posible prever lo que sucedería a
partir de su regreso a Australia. La pregunta que la atormentaba, considerando la
naturaleza de su breve relación, era la siguiente: ¿la ayudaría Dominic Savage?
El hecho de que ella lo recordara no significaba que el también lo hiciera. Ocho años
eran mucho tiempo, y para él sólo había sido una aventura de vacaciones, Se
estremeció desolada. Lo único que debía importarle era recuperar a su hijo. No tenía
sentido preocuparse de si Dominic la recordaría o no. En caso necesario, ella le
recordaría quién era. Él era la única persona que conocía y a la que podía acudir, y
teniendo en cuenta lo que le ocurría, consideró que no era mucho pedir.
Decidió que iría a su oficina. Llamarle por teléfono sería inútil.
Se levantó de la cama lentamente; nunca había tenido una dolencia seria en su vida...
hasta ahora. Ser abatida por una neumonía viral justo cuando más necesitaba que todo
marchara bien había sido una cruel jugarreta del destino, además de que el período de
convalecencia se estaba alargando demasiado. Tenía que curarse con rapidez. Cuanto
más pronto se forzara a entrar en acción, mejor.
Buscó en su guardarropa la prenda de vestir más apropiada. El orgullo insistió en que
debía presentar su mejor aspecto para su reunión con Dominic. En su estado actual era
imposible estar absolutamente bien, pese a que tenía que hacer todo lo posible para
parecer relativamente aceptable.
Había adelgazado tanto que la ropa le estaba grande. Por fin, eligió un vestido de
algodón con lunares en verde y blanco. Tenía un cinturón y mangas largas que cubrían
sus delgados brazos. Sus sandalias blancas de tacón bajo no eran precisamente
elegantes, pero no se sentiría segura con tacones altos debido a su debilidad. Hizo una
mueca a su imagen reflejada en el espejo del baño. Con veintisiete años, aparentaba
una mayor edad; estaba cansada y desgastada. Su cabello rubio oscuro ya no estaba
jaspeado por el sol; colgaba sin vida sobre sus hombros y necesitaba con desesperación
un buen corte. Se lo cepilló con fuerza sin poder obtener ningún brillo.
A la una en punto salió del pequeño y modesto apartamento de Ashfield. Se hallaba
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contenta de poder salir a tomar el sol por un rato. La agobiaba ese lugar depresivo, y
oscuro que era todo lo que podía pagar en alquiler.
Por supuesto, no se planteó permanecer allí más tiempo del período de prueba de tres
meses que le concedieron en el empleo que consiguió. Asistente del jefe de cocina en
un famoso restaurante era un trabajo lo suficientemente bien remunerado como para
encontrar un mejor alojamiento; de cualquier modo, la natural cautela de Carrie la
impulsó a seguir ahorrando hasta que estuviera segura de contar con una situación
permanente en el personal, lo cual habría conseguido una semana antes de caer
enferma. No culpaba a la gerencia por no haberla mantenido en el puesto. No obstante,
si no se reponía pronto para conseguir otro trabajo, tendría que mudarse a un lugar
más barato y peor.
La amarga ironía de su situación era que cuando estaba en Fiji echaba de menos
Australia, y en cambio ahora anhelaba lo que había dejado detrás. Fiji era un magnífico
lugar. El sol brillaba casi siempre, el coste de la vida era bajo y los nativos eran la gente
más amable del mundo. Por ello, vivir allí durante seis años no la preparó para los
altos precios de las viviendas en Sidney. Sin embargo, Carrie se negaba a rendirse al
pesimismo. Ese era el día. Iba a recuperar a Danny a cualquier precio.
Tardó una hora en llegar al gran edificio de APIC en Bridge Street. En otros tiempos
ese edificio dominaba toda la zona del muelle. En la actualidad sólo era uno de los
muchos rascacielos que comprendían el distrito de negocios de la sección central de la
ciudad. A pesar de eso aún resultaba imponente.
La joven leyó el directorio que estaba junto a los ascensores y en seguida se dirigió al
primer piso. Entró en una sala amplia y lujosa, aspiró profundamente para darse
ánimos y se aproximó al gran mostrador de recepción, detrás del cual trabajaban varias
jóvenes vestidas con elegancia.
— ¿Puedo ayudarla en algo? —le preguntó una de ellas, recibiendo a Carrie con una
atenta sonrisa.
—He venido a ver al señor Savage —contestó Carrie, adoptando una actitud de
seguridad—. ¿Podría indicarme dónde está su despacho?
—Suba al piso veintisiete; allí la recepcionista la conducirá al despacho del director —
contestó la joven de forma servicial.
—Me refería al señor Dominic Savage, no a su padre.
La empleada le dirigió una curiosa mirada inquisitiva.
—El señor Dominic Savage es ahora el director. Asumió la dirección hace dos años, a la
muerte del señor James Savage —explicó.
Carrie le dirigió una mirada llena de desconcierto y asimiló lentamente ese nuevo
detalle.
Ocho años eran mucho tiempo. Ella perdió a su madre y él a su padre. Dominic estaba
incluso en el puesto de responsabilidad más elevado que ella habría imaginado que
pudiera conseguir. No obstante, eso no cambiaba nada. De hecho, cuanto más
importante fuera el puesto que ocupara, más influencia podía ejercer, si quería. Ahora
tenía el poder, además del apellido.
—Gracias —murmuró Carrie y se dirigió a los ascensores, consciente de que las jóvenes
no dejaban de mirarla. Se preguntó si una llamada la precedería al piso veintisiete, con
el aviso de que una mujer muy extraña se dirigía hacia allí.
Sin embargo, en apariencia, la recepcionista de dicho piso no tuvo ningún problema en
señalarle el amplio pasillo que conducía al despacho del director.
—Allí encontrará el despacho de la señora Coombe —le indicó y añadió—: La señora
Coombe se encarga de todas las citas del señor Savage.
Carrie le dio las gracias y avanzó por el pasillo hasta llegar a una amplia sala de espera.
Allí, ante una mesa de escritorio de forma semicircular, se encontraba sentada la señora
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esa noche. Entre tanto, era inútil permanecer allí. Había sido otra buena idea que no
había funcionado y podría ocasionarle problemas que ella prefería evitar.
Se levantó del sillón y empezó a caminar sin mucha seguridad, rumbo a los ascensores
de la sala de recepción. Oprimió un botón y en seguida apoyó la frente contra la fría
pared de mármol. Se dijo que eso la haría sentirse mejor.
—Señorita Miller.
Carrie levantó la cabeza. La señora Coombe respiraba con agitación, como si hubiera
corrido por el corredor detrás de ella. Lo cual, según la joven, era impensable.
—El señor Savage la verá ahora mismo —anunció la señora, como si le estuviera
concediendo un gran e inmerecido privilegio.
Por algunos segundos, Carrie no logró asimilar esa información. Entonces un enorme
estremecimiento la invadió. No era alivio. Ahora que el momento había llegado, se
sentía invadida por un miedo agobiante que le impediría manejar la entrevista de la
forma en que la había planeado. Si decía algo mal... pero no lo haría. Había demasiado
en juego.
— ¿Señorita Miller? —la secretaria frunció el ceño.
Carrie se calmó todo lo que pudo.
—Gracias —expresó. Tenía las piernas débiles y temblorosas; sin embargo, se empeñó
en caminar por el pasillo. «Por Danny», se decía con ferocidad a cada paso que daba.
La señora Coombe la condujo al despacho de Dominic, le abrió la puerta y en seguida
se hizo a un lado para anunciar a Carrie.
Era un despacho grande y lujoso, digno del presidente de APIC... pero Carrie no se fijó
en ningún detalle; sólo tenía ojos para el hombre al que iba a pedir ayuda. Dominic
estaba de pie al lado de un gran ventanal, que sin duda le brindaba una vista
panorámica de Sidney.
Le daba la espalda.
La secretaria se retiró de forma discreta. Dominic se volvió lentamente al escuchar el
sonido de la puerta al cerrarse. Se miraron fijamente el uno al otro a través de la
habitación, después de ocho largos años.
Ella pudo percibir su tensión; sabía que estaba comparando a la Carrie actual con la
que él recordaba y parecía como si no le agradara lo que veía. La expresión de su rostro
lo delataba.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo con tono tranquilo, sin dejar de estudiarla.
—Sí —convino ella con una voz que era apenas un susurro—. Gracias por recibirme,
Dominic.
—No podía creer que fueras tú la que estaba ahí afuera, Carrie. No hasta que la señora
Coombe me lo informó.
—Sabía que no me habías reconocido.
—Al principio, no —reconoció él con seca ironía—. Es difícil hacerse a la idea.
Carrie se humedeció un poco los labios. Se dijo que no podía permitir que los
recuerdos la desviaran de su propósito.
—No te quitaré mucho tiempo —soltó las palabras de forma abrupta—. Perdóname
por haber irrumpido de esta forma cuando te hallas tan ocupado.
—Usa todo el tiempo que necesites, Carrie —le ofreció él con tono amable—, Dime...
qué es lo que necesitas.
Ella se ruborizó por su amabilidad. —Sólo unos minutos, probablemente un poco más.
Él frunció el ceño; era evidente que no se inquietaba por la falta de interés de ella por
su generosidad.
— ¿Es suficiente para «ponerse al día» después de ocho años? —Preguntó con un tono
ligero que no se reflejaba en sus ojos—. Ocho años y dos meses, si mi memoria no me
falla.
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¿Por qué querría él «ponerse al día»? Carrie no podía imaginárselo. Pensó que
probablemente era sólo un comentario cortés. De cualquier forma, ella no quería hablar
de su vida, ni de lo que le había ocurrido en todo ese tiempo. Tampoco deseaba saber
lo que le había sucedido a él. De hecho, cuanto menos supiera, mejor. Lo importante
era conseguir su propósito y salir de allí lo antes posible.
—Dominic —comenzó a decir al borde de la desesperación. Sus ojos verdes suplicaban
indulgencia—, he venido porque necesito tu ayuda. No conozco a nadie más que
pueda hacer lo que necesito. Tú eres mi única oportunidad; de otra forma no me
inmiscuiría en tu vida.
—Por supuesto —murmuró él. Sus ojos brillaron con una expresión cínica—. ¿Por qué
otra razón podrías haberte presentado aquí? No se me ocurrió otra cosa al verte.
La agitación que ella sentía y que ruborizaba sus mejillas retrocedió con devastadora
rapidez. Carrie comprendió entonces que lo que tenía que decirse y hacerse requería
prontitud. A cada segundo que transcurría se sentía con menos control de sí misma. Se
las arregló para dar un paso hacia él y levantó una mano, implorante.
—Discúlpame por haberte molestado.
—No lo has hecho —objetó rápidamente—.
¿Qué puedo hacer por ti?
El tono de sus palabras no era áspero, aunque sonaba frío y controlado. Avanzó hacia
su escritorio, como si se retirara de ella.
—Se trata de mi bebé... —Carrie pensó que eso estaba muy cerca de la verdad. Danny
era su bebé, siempre lo sería. Sin embargo, el efecto que causaron sus palabras en
Dominic Savage fue instantáneo e incomprensible. Adoptó una actitud rígida y
sombría.
«He perdido este encuentro», pensó Carrie. «No me ayudará de ninguna manera». ¿La
estaría juzgando severamente por tener un bebé? Se sintió mareada de nuevo. «Ahora
no», suplicó en silencio.
— ¿Qué le pasa a tu bebé? —preguntó con un tono carente de emoción.
Carrie reunió toda su fuerza de voluntad para darle el mensaje final, y se las ingenió
para pronunciar las palabras:
—Quiero que encuentres a Danny. Necesito que recuperes a Danny para mí.
Entonces se desplomó sobre la gruesa alfombra gris, y llegó al final de su misión. No
sintió dolor al caer. Se sintió abrigada, suave, cómoda y segura, como si estuviera
envuelta en algodones. Justo donde quería estar.
Ese fue el último pensamiento que tuvo durante algún tiempo.
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Capítulo 2
ALGO frío y duro se movía sobre su pecho. Le repugnaba ese contacto y deseaba que
se alejara. Quería que se detuviera. Al fin el duro y frío objeto se alejó de repente.
La joven tenía curiosidad por abrir los ojos, pero decidió que no lo haría. El esfuerzo
requerido era muy grave. Era mucho, mucho más fácil dejar las cosas como estaban. Se
sentía en el lugar adecuado. Abrigada, cómoda, protegida...
De repente se dio cuenta de una intrusión. Al fondo podía escuchar un murmullo de
voces.
Carrie se esforzó por captar lo que decían.
— ¿Doctor, qué es lo que tiene?
Era la voz de Dominic Savage, con un matiz de nerviosismo. Probablemente había
pensado que se iba a morir allí mismo. Una muerte en su despacho no daría una buena
imagen a sus negocios. ¡No era de extrañar que se sintiera nervioso!
Pero Carrie se dijo que, si había médicos de por medio, tenía que despertarse rápido.
Ya había tenido demasiado que ver con los médicos. Debía levantarse y salir de allí,
dejar atrás a Dominic Savage y pensar en algún otro modo de solucionar su problema.
Intentó moverse, y entonces pensó que otro minuto - o dos de descanso no le harían
daño.
—En realidad es difícil estar seguro.
Esa era la voz del médico, baja y controlada. Como todos los médicos que ella había
conocido, parecía reacio a estar seguro de algo. Eso sólo la hacia sentirse furiosa y
frustrada. Carrie escuchó el incierto diagnóstico:
—Hay líquido en sus pulmones. El corazón puede estar demasiado tenso.
¡O sea que era un estetoscopio lo que se movía sobre su pecho y le causaba esa
aflicción! Ella había aprendido a odiar los estetoscopios en el hospital.
—Es imposible estar seguro sin hacer más análisis —añadió la voz distante del médico.
«No más análisis», pensó Carrie con una violenta emoción que la inquietó
profundamente.
—Sin embargo, mi diagnóstico provisional es que el problema básico es desnutrición. «
¡Qué disparate!», pensó Carrie. — ¡Usted debe de estar bromeando! —la voz de
Dominic expresaba furia e incredulidad. Ella lo aplaudió en silencio. — ¡Échele una
mirada! —sugirió el médico. «Así que estoy muy delgada», pensó Carrie de mala gana.
«No es culpa mía no haber tenido mucho apetito en estos últimos días. De todas
maneras debo intentar comer más», se aconsejó.
Se hizo un inquietante silencio. —Es mi opinión hasta que los análisis de laboratorio lo
confirmen o desaprueben —determinó el médico.
— ¿Qué es lo que va a hacer al respecto? —preguntó Dominic con mal disimulada
preocupación.
—Llamaré a una ambulancia y haré que la trasladen al hospital Prince Alfred.
Entonces...
Un instantáneo impulso de protesta se elevó en el interior de Carrie. Abrió los ojos y se
sentó, aunque sentía que todo daba vueltas a su alrededor.
—No voy a ir —su voz era un gruñido, pero hasta donde pudo darse cuenta, su tono
era decidido.
Se dijo que, desde el principio, hospitales y médicos le habían ocasionado los
problemas que la aquejaban. Una repetición sería muy difícil de soportar. De hecho,
cuanto más lejos se mantuviera de ellos, más oportunidades tendría de recobrar a
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Danny.
—Carrie, has oído lo que el médico acaba de decir —había un tono de incredulidad en
la voz de Dominic—. Tienes que hacer lo que te aconseja. ¡De hecho, seguirás su
consejo al pie de la letra!
Carrie se concentró en Dominic Savage. Nunca lo había visto así, dominante e
imperioso. Ella lo recordaba siempre complaciente y relajado, lleno de simpatía, alegre
y sonriente. Sacudió la cabeza.
—No voy a ir —repitió con torpeza. No le gustaba contradecir a Dominic, pero tenía
que hacerlo.
— ¡Claro que irás! —exclamó tensando la mandíbula.
A pesar de todo, la actitud de Carrie era mucho más firme ahora.
— ¡Antes tendrás que pasar por encima de mi cadáver! —exclamó.
El pareció aún más inflexible después de oírla.
—Así será si no haces lo que te digo.
Carrie concluyó que él no entendía nada.
—Lo siento —musitó; de algún modo reunió fuerzas para levantarse sin caer de
nuevo—. Me voy a casa —manifestó con decisión.
Dominic la sujetó de inmediato por los hombros, como si la protegiera de caerse otra
vez. Se sentía débil y temblorosa.
—Nada de ambulancias —dijo él—. Yo mismo te llevaré al hospital.
—No. Me voy a casa —insistió Carrie—. Disculpa la molestia. Adiós Dominic —por un
momento, se apoyó en su pecho para recobrar su fuerza y equilibrio. De algún modo,
eso la hizo sentirse más débil y temblorosa.
—Carrie, no tienes otra opción. La voz de Dominic revelaba un rudo y grave
sentimiento. «Exasperación», pensó ella. Estaba siendo un problema para él. Tenía que
terminar con eso y alejarse de allí. En realidad no podía engañarse diciéndose que la
debilidad que sentía se debía enteramente a su enfermedad. Dominic siempre había
producido esa clase de efecto en ella.
Sin embargo, se detuvo. Estaba siendo indulgente consigo misma cuando debería
pensar en Danny, únicamente en Danny. Y eso significaba no más médicos que dijeran
que estaba demasiado enferma para que le devolvieran su hijo.
—Si te atreves a forzarme... —pronunció con desafío y firmeza—, te acusaré de
secuestro, invasión de intimidad y...
—desesperada, buscó alguna otra amenaza.
Los ojos azules de Dominic se clavaron en ella con intensidad.
— ¡Por favor, Carrie! ¡Hazlo por mí!
— ¡Lo siento! —Repitió con fuerza—. No, es por tu bien, Dominic —agregó con
rapidez.
— ¡Maldición! ¡Te estás comportando de una forma estúpida, terca e imposible!
—Sí —convino ella, no deseando molestarlo más—. Eso es cierto.
Dominic mantuvo un brazo sobre sus hombros a la vez que se volvía para dirigirse al
médico.
— ¿No hay nada que podamos hacer? —pareció implorar el apoyo de la autoridad
médica.
Carrie no iba a ceder tan fácilmente. ¡No después de sus recientes experiencias!
—Si la jovencita es obstinada... está en su derecho de rechazar el tratamiento. Nadie
puede forzarla a ello—señaló el médico.
«Ya era hora de que alguien reconociera mis derechos», pensó Carrie con actitud
beligerante. «Si tan sólo pudiera hacer que la gente de la beneficencia hiciera lo mismo,
no habría ningún problema».
Dominic suspiró con cansancio.
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de las circunstancias. Dominic no podía saber lo que significaba para ella. Se iría
pronto de su vida otra vez, pero Danny volvería a la suya. Era suficiente. «Ahora me
repondré más rápido», se prometió.
—Gracias —murmuró con un gran alivio, y estuvo a punto de añadir: «Esto compensa
todo el dolor que alguna vez me causaste».
Pero sabía que sería un error. Jamás debía confesarle la agonía que le había ocasionado.
En vez de eso, manifestó:
—Siempre te estaré agradecida por esto.
—Bueno, pero primero te llevaré a casa, Carrie.
El reconfortante agradecimiento se desvaneció de forma instantánea para ser sustituido
por una oleada de terror. « ¡Oh, no, eso no!», pensó. No podía permitir que Dominic
regresara a su vida. Sería un desastre quizá peor del que ya vivía. Él volvería a abrir las
heridas y provocaría más, y sobre todo, sabría dónde vivía, y eso sería demasiado
espantoso. De algún modo, debía impedir aquello de inmediato.
— ¡No puedes hacer eso! —exclamó alarmada, levantando la cabeza.
Él tenía una mirada aún más dura que antes y sus ojos azules se encendieron con una
resolución inmutable. No obstante, Carrie no estaba dispuesta a titubeos. —Todo lo
que necesito de ti es una pequeña llamada telefónica —insistió—. Nada más.
—Si quieres que la llamada tenga éxito, necesito todos los hechos —manifestó él con
tono terminante.
En seguida, mientras ella trataba de darle vueltas al asunto, él la levantó en brazos y
Carrie se encontró apoyada con firmeza contra su pecho.
— ¡No!, ¡no! —Protestó aterrada—. ¡Bájame Dominic! —y entonces se le ocurrió una
idea. Cualquier táctica evasiva estaba justificada—. No me puedes llevar a casa, ahora
no. Él se detuvo. — ¿Por qué no, Carrie?
—Tienes toda la tarde comprometida. Eres un hombre muy ocupado, no puedes
desatender a esa gente.
«Ya lo tengo», pensó ella con un sentimiento triunfal. Al parecer, lo sabía todo acerca
de él mejor que él mismo. Tuvo suerte al recordarlo y ahora la dejaría partir. «Tan cerca
y tan lejos», pensó, con un arrepentimiento doloroso, pero no podía aceptar su ayuda
cuando él quería inmiscuirse más allá de lo que ella le había pedido.
—Me ocuparé de eso —repuso él con tono inflexible y empezó a avanzar hacia la
puerta, apretándola contra su pecho.
—No me puedes llevar de esta forma —adujo ella con desesperación.
—Sí puedo.
—Peso mucho —gimió.
Sus ojos azules se posaron sobre los de ella con una incredulidad desafiante.
— ¡De todos modos algo tiene que hacerse al respecto, te guste o no! Quieres que esa
llamada tenga éxito ¿verdad?
-Sí.
—Bueno, debemos aprovechar todas las oportunidades.
-Pero...
— ¡No hay pero que valga! ¡Todas las oportunidades! ¡Recuérdalo!
La joven se sintió aterrada. Eso no era en absoluto lo que había planeado. No podía
permitir que Dominic fuera más lejos. El riesgo era muy alto. Se preguntó cómo podría
detenerlo.
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Capítulo 3
DOMINIC abrió la puerta del despacho mientras Carrie todavía estaba pensando en
cómo podría hacerlo cambiar de opinión. Él salió y se detuvo un momento ante la mesa
de su secretaria. —Señora Coombe, por favor cancele todas mis citas para esta tarde. —
Sí señor Savage.
Carrie se dijo que era impresionante. El último vistazo que le lanzó el «dragón» fue
para notar su mirada de incredulidad. Su semblante estaba rígido como el de una
caricatura.
Dominic avanzó por el corredor hasta la sala de recepción. Carrie seguía pensando en
que no podía permitir que aquello fuera más lejos. De hecho, era de suma importancia
que se detuviera sin tardanza alguna.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Dominic era una fuerza difícil de resistir. No era justo
que él fuera tan fuerte y ella tan débil. Sólo le quedaba su ingenio para combatir, y por
alguna razón éste parecía menguar. Antes de que pudiera usarlo para defenderse,
Dominic ya la llevaba hacia el ascensor.
—Llame al aparcamiento —le ordenó a la recepcionista—. Dígales que tengan mi coche
listo de inmediato. No quiero tener que esperar.
—Sí, señor Savage —respondió la mujer con los ojos saliéndosele de las órbitas al ver a
su jefe llevando a una mujer en brazos, como una especie de pirata contemporáneo.
—Dominic, tienes que dejarme ir —suplicó Carrie—. ¿Qué va a pensar la gente?
—No me interesa.
Ella apenas daba crédito a tan irresponsable actitud. Pensó que, como siempre los
rumores acerca de ese extraordinario incidente cundirían entre sus empleados. Debía
ser más insistente, no sólo por su propio bien, sino también por el de él.
— ¡Piensa en tu mujer! —susurró con tono apremiante.
El rostro varonil experimentó un cambio casi violento.
—Precisamente en ella estoy pensando —afirmó con voz áspera.
Carrie se retrajo al instante. Si él la estaba utilizando de algún modo como arma para
herir o vengarse de su esposa, ella no podía formar parte de esos planes. Deseó no
haber tocado el tema. Por supuesto, se había casado con esa chica, Alyson Hawthorn, la
sofisticada y extraordinaria caza fortunas. Siempre sucedía lo mismo. Alyson no solo se
lo dijo, sino que no le dejó duda alguna acerca de la naturaleza de su propuesta de
matrimonio.
En ese momento era obvio que el matrimonio de Dominic no iba muy bien. Carrie
nunca había entendido la clase de matrimonios que toleraban las relaciones
extramatrimoniales, pero de alguna manera se había visto forzada a creer en ellos.
Recordó la risa burlona de Alyson ante la idea de sentirse ofendida por el hecho de que
Dominic había dormido con Carrie.
—Todos lo hacemos —replicó como si no le importara, burlándose de la ingenuidad de
Carrie.
En ese momento Carrie miró a Dominic, sin poder ocultar el dolor que reflejaban sus
ojos.
—Lo siento —murmuró—. No he debido decir eso. —Es mejor hablar con franqueza —
musitó Dominic. Carrie se hundió en una profunda depresión. Tenía razón, jamás
debió volver ni intentar verlo. La decisión de hacerlo había sido de Danny. El factor de
alto riesgo se hacía más peligroso cada momento. De alguna ma- riera debía detener
eso antes de que todo quedara fuera de su control.
—Por favor... preferiría que llamaras a un taxi —suplicó.
—Los hechos, Carrie, necesito hechos —le recordó él.
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pálido y el cuerpo sin fuerzas. Después, por primera vez en muchos años, apoyó la
cabeza en sus brazos sobre la mesa de la cocina y lloró amargamente.
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Capítulo 4
AL día siguiente Carrie se sentía agotada, consumida y sin ninguna decisión, voluntad
o energía. Se reprendió a sí misma por permitir que eso le sucediera. No podía buscar
apoyo en Dominic Savage. Debía recobrarse y lo primero que tenía que hacer era
empezar a comer más. De ese modo quizá recuperaría la energía que necesitaba.
Se preparó unos huevos revueltos y logró masticar una tostada. Después se preparó
una taza de café con leche. En los últimos días había estado viviendo a base de sopa, ya
que su estómago no resistía nada más que eso, y resultaba obvio que no era suficiente.
De hecho, si el día anterior se hubiera obligado a comer antes de salir a ver a Dominic,
le habría ido mucho mejor. O al menos no se habría desmayado en su presencia.
Se le ocurrió la idea de llamar o escribir a un miembro del parlamento. Era una lástima
que no se hubiera cansado tan pronto como regresó de Fiji, pero esa era la clase de
deber oficial que todos eludían hasta que la necesidad los obligaba a hacerlo. Se
encargaría de eso de inmediato y seguiría esa vía, aunque significara más papeleo. Al
dirigirse al dormitorio para cambiarse, no pudo evitar mirar el apartamento a través de
los ojos de Dominic.
Se dijo que en parte él tenía razón. Ese no era un lugar apropiado para educar a un
niño. Lo comparó con crueldad con el bure lleno de sol que Danny y ella habían
ocupado en Fiji. Eso no era más que un humilde y pequeño agujero en el suelo.
Sabía que Danny odiaba ese lugar tanto como ella, aunque nunca se quejaba. Él había
cedido ante su insistencia de que sólo sería un hogar temporal hasta que consiguiera
un empleo permanente. No obstante, la joven descubrió que lo que buscaban no era
fácil de encontrar en Sydney a pesar de sus excelentes recomendaciones y años de
experiencia.
Después de decidir el próximo paso que iba a dar, Carrie se puso una hermosa falda
estampada para animarse. La camiseta que hacía juego le quedaba muy grande, se la
puso de todos modos.
Se dijo que por lo menos ahora sí podría calzarse sus cómodas sandalias romanas.
Fue a la oficina electoral de Ashfield y se registró como votante. Después compró un
block de papel y sobres. También adquirió el periódico para mirar los anuncios de
empleos. En el último momento se acordó de la comida, y compró algunas verduras
para ensalada. Luego entró en la pastelería y compró una tarta, dispuesta a subir de
peso como fuera.
En el camino de vuelta a casa se detuvo a descansar en el parque. Se sentía demasiado
mareada para leer el periódico. Concentrarse en los pequeños impresos empeoró las
cosas por lo que decidió hacerlo más tarde, cuando se sintiera mejor.
Después de un rato, se acordó de la tarta y se la comió. Algunos pájaros descendieron a
recoger las migajas. Carrie sonrió, contenta de pasar el tiempo de una forma tan
agradable. Se preguntó si Danny estaría a gusto. «Pronto», se prometió en silencio, «te
recuperaré, amor mío».
Para cuando regresó a la calle Bond era ya media tarde. Lo primero que vio fue el
coche de Dominic aparcado frente a su portal, por lo que se quedó paralizada y su
corazón empezó a palpitar a una velocidad alarmante.
« ¡Diablos!», exclamó para sí. « ¿Qué pretenderá Dominic ahora?».
En seguida recordó la llamada telefónica que él le había dicho que haría, y la idea de
que quizá pudiera darle noticias acerca de Danny la hizo correr.
Él no la oyó acercarse. Estaba sentado en los escalones del sótano, arrojando con
irritación pequeñas piedras a una pared cercana. Tenía el ceño fruncido. A pesar de su
madurez y de su espléndido traje de negocios, parecía un chiquillo petulante que se
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Cuando Carrie fue finalmente a inspeccionar lo que él había hecho, se encontró con que
todo había sido ejecutado con eficiencia. El lugar estaba reluciente, y la joven lo miró
con inquisitivo asombro.
—Estoy preparado para realizar tareas del hogar —declaró él con frialdad—. Incluso
cocino.
« ¡Gracias al cielo!», pensó ella, « ¡qué cambio!» El antiguo Dominic no tenía ni la más
remota idea de cocinar.
—Gracias otra vez por toda tu ayuda, Dominic —expresó con rigidez, haciéndolo
entender que no lo llama-ría para nada más.
— ¿Estás lista para partir ahora?
-Sí.
Cerraron la casa y se dirigieron a ver al gerente inmobiliario que se encargaba del
alquiler. Dominic insistió en que Carrie permaneciera en el coche y descansara
mientras él se hacía cargo de entregar la llave y finalizaba el asunto. Ella no discutió; se
sentía exhausta mental, emocional y físicamente.
Después de un rato pensó que ni siquiera le había preguntado a Dominic dónde se
encontraba el apartamento, algo que, por otra parte, tampoco le importaba, con tal de
que la gente del centro de beneficencia lo considerase adecuado para Danny. Eso era lo
único que contaba.
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Capítulo 5
CUANDO continuaron su camino, Carrie cerró los ojos. Pensaba que era más fácil
tolerar la presencia de Dominic si no lo veía. Además, estaba muy cansada. Había sido
el día más activo que había tenido en mucho tiempo. Un día agotador en extremo.
— ¿Carrie?
Ella realmente no deseaba contestar a la suave llamada; sin embargo, el tono que
Dominic utilizó, el cariño que llevaba implícito...
— ¿Sí? —preguntó fatigada.
—No había nada de comida para bebés en la cocina —había un tono de confusión en la
voz de Dominic—. ¿Y qué me dices de una cuna o una camita? Si duermes con el bebé,
no descansarás de una forma adecuada —agregó con preocupación.
Carrie exhaló un profundo suspiro para aliviar la tensión. Ahora tenía que decirle la
verdad. Por lo menos, la parte de la verdad que necesitaba saber. Después de todo, al
día siguiente conocería a Danny. Carrie se concentró en inyectar un tono de franquez a
a su voz.
—Lo siento, Dominic. Creo que te engañé un poco. Para mí Danny es como si siguiera
siendo un bebé, pero ya no lo es. Ya está bastante crecidito. Come lo que como yo y la
cama donde colocaste las maletas era su cama.
— ¡Oh! —exclamó aliviado—. Entonces todo está bien. Una cama —añadió como si
fuera para sí mismo.
Para alivio de Carrie, allí terminó la conversación. Por supuesto, sería retomada al día
siguiente, cuando Dominic conociera a Danny y ella tenía que prepararse mentalmente
para ello. Sin embargo, tenía suficiente tiempo para pensar al respecto.
Una vez que llegaron al centro de la ciudad Carrie se puso alerta otra vez. Pensó luego
que era lógico que APIC quisiera alojar a sus clientes y socios importantes en una
prestigiosa zona del centro. La zona de Harbour siempre había sido considerada como
una de las mejores. La gente de la beneficencia seguramente no podría menospreciar a
alguien que viviera en ese lugar.
Dominic no le permitió a Carrie sacar nada del coche. El fue quien llevó las maletas
hasta el ascensor.
—Espero que no te afecten las alturas, Carrie —comentó mientras subía al ascensor.
—De ninguna manera —aseguró ella.
De nuevo él se mostró aliviado.
—Todos los cristales del apartamento están laminados, a prueba de golpes y hay aire
acondicionado. Como ves, es muy seguro. Lo único que me preocupa es que todavía no
esté amueblado de forma conveniente, pero lo estará dentro de poco.
—Estará bien, Dominic. Todo estará bien tan pronto como...
—Recuperes a Danny —finalizó él por ella, brindándole una sonrisa de íntimo
entendimiento que le quitó la respiración.
Durante varios segundos, pareció como si no hubieran pasado ocho años y dos meses.
Luego Carrie apartó la mirada de él y la fijó en las puertas, deseando que el ascensor se
detuviera, que las puertas se abrieran. Necesitaba con urgencia escapar de esa
intimidad que Dominic le evocaba. Tenía la sensación de que sus nervios estaban a
punto de romperse.
Al fin las puertas se abrieron y ella salió, haciendo lo posible por sacar a Dominic de
sus pensamientos. Quizá su cuerpo estaba débil y cansado, pero por lo menos podía
controlar su mente. Tenía que hacerlo o nunca finalizaría esa penosa experiencia. El
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«Es sorprendente cómo la gente rica desdeña las cosas», pensó Carrie en un arranque
de amarga ironía. Abrió la puerta de la habitación contigua a la cocina, que era la
despensa. Había latas de comida en abundancia, paquetes de galletas, botellas de
salsas, todos los ingredientes básicos para cocinar, especias y condimentos.
—Utiliza también todo lo que quieras —le ofreció Dominic con despreocupación—.
Antes de que se ponga rancio. Haremos la limpieza de todo cuando el decorador
termine.
«Sería un pecado tirarlo a la basura», pensó Carrie.
— ¿Estás seguro? —preguntó, sin querer abusar pero a la vez sin poder tolerar tal
desperdicio.
—Claro —insistió Dominic.
Ella suspiró aliviada.
—No tendré que comprar nada durante semanas —expresó, deleitada al ver tantas
provisiones.
—Necesitarás carne, fruta y verduras —apuntó Dominic con el ceño fruncido.
—Sí, tienes razón —convino Carrie con rapidez.
—Ya está todo aquí, Carrie ¿quieres deshacer tú las maletas?
—Sí, yo lo haré. ¡Y gracias! Te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho,
Dominic.
Tal vez porque adivinó su nerviosismo, o quizá porque deseaba irse de todos modos,
Dominic no la presionó más y simplemente le pidió:
—Prométeme que te lo tomarás con calma y que no te agotarás.
—Te lo prometo.
Ella se encontró brindándole una sonrisa antes de que pudiera impedirlo, y él sonrió
también, inquietándola de nuevo.
—De acuerdo. Ven, te mostraré cómo funciona el sistema de intercomunicación. El
decorador de interiores vendrá por la mañana y tendrás que dejarlo entrar.
Carrie lo siguió para escuchar sus instrucciones. Eran fáciles de recordar. Él le entregó
la llave y al fin se metió en el ascensor.
—No sé a qué hora llegaré con Danny mañana por la tarde, Carrie. Sólo cuídate para
que estés bien cuando lleguemos. ¿De acuerdo?
—Quiero ir contigo, Dominic —suplicó ella, deseando por un lado ver a Danny tan
pronto como fuera posible y temiendo por otro la reacción de Dominic hacia su hijo.
Existían también muchas incertidumbres acerca de cómo Danny reaccionaría ante
Dominic. Él le tomó las manos antes de que ella pudiera impedirlo. Sus cálidos dedos
se cerraron sobre los de ella, acelerándole el pulso. Se los apretó de una forma tan
intensa como sus ojos reclamaban su cooperación.
—Créeme, Carrie esto funcionará mucho mejor si me lo dejas a mí. Sé cómo
entendérmelas con esa gente. Seguramente a ti te vencerá la emoción y ese no es el
camino, déjame recuperar a tu hijo para ti. Confía en mí.
Ella no podía dudar de su sinceridad. Él tenía razón y quizás ella había sido su propio
enemigo en sus inútiles gestiones con la gente del centro de beneficencia. En silencio,
inclinó la cabeza accediendo a su plan. Confiar en Dominic era diferente. Ya lo había
hecho antes y el sabor que le quedó después fue amargo, además de que los efectos
duraron mucho tiempo.
Él le apretó las manos una vez más.
—Todo saldrá bien —le prometió.
Carrie abrigaba la esperanza de que así fuera. Asintió, demasiado nerviosa par a decir
algo. Él le soltó las manos y le sonrió otra vez. Finalmente las puertas del ascensor se
cerraron, aliviándola de la necesidad de mantener la serenidad.
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Capítulo 6
EL sonido de alguien en la cocina despertó a Carrie. ¿Quién podía ser? ¿Un intruso?
Ciertamente no era el decorador de interiores, ya que no tenía llave. ¿Habría vuelto
Dominic por alguna razón?
Miró el reloj que estaba sobre la mesilla. Eran las nueve y media. Se había quedado
dormida hasta muy tarde, después de semanas de casi no dormir. Esa cama era tan
amplia y cómoda, a diferencia de la deprimente cama individual que había estado
usando durante los últimos días, y las almohadas eran tan suaves... y lo mejor de todo
era saber que Danny estaría otra vez con ella ese día. Esto mitigaba su tensión y le daba
una sensación de tranquilidad.
Entre tanto, más valía que investigara qué estaba pasando en la cocina. Salió de la
cama, se puso la bata y se dirigió con inquietud hacia la puerta.
— ¿Hay alguien allí? —preguntó.
—Sí, yo estoy aquí.
Carrie había oído esa voz en otro lugar recientemente. « ¡Ese es el dragón!», exclamó
para sí.
—Soy yo, querida. La señora Coombe.
«Voy de sorpresa en sorpresa», pensó la joven.
«Ahora me llama querida». « ¡Seguramente ya figuro en la lista de amigos y conocidos
de Dominic Savage, e incluso con honores especiales! Haberme visto en los brazos de
Dominic ha debido de impresionarla mucho».
Carrie se dirigió a la cocina, considerando que era mejor averiguar qué estaba
tramando la secretaria de Dominic. Él no había avisado acerca de esa visita.
La señora Coombe estaba inclinada sobre un carrito de compras, metiendo los
paquetes en la nevera.
—No quería despertarte —explicó—. Estabas durmiendo tan tranquila...
«Ah», pensó Carrie, «así que ha estado andando de puntillas por ahí, viendo lo que
pasaba».
—No ha debido preocuparse —señaló—. Necesitaba levantarme. Iba a ir de compras...
—Ya lo he hecho por ti, querida.
— ¿Qué? —Carrie la miró con la boca abierta, aún más sorprendida cuando la señora le
sonrió de forma indulgente.
—Sí, aquí está la carne. Un filete de ternera, salchichas, cordero, hamburguesas...
Carrie se recuperó lentamente.
—Señora Coombe, no ha debido... no era necesario.
La secretaria volvió a mostrar su expresión más severa.
—El señor Savage no quiere que malgastes tus fuerzas en estos quehaceres.
Carrie sintió el loco impulso de cuadrarse, saludar y decir: «Sí, mi sargento».
—Es muy amable de su parte —respondió al fin.
—De ninguna manera. Tienes que ponerte bien. Te he traído una libreta de notas y la
pondré cerca de tu cama. Cualquier cosa que quieras, anótala y la tendrás el mismo
día; y, por supuesto, debes llamar a la oficina para cualquier urgencia. Te anotaré el
número para llamarme por línea directa. A cualquier hora, no vaciles en hacerlo.
Carrie la miraba atónita. Sin duda la señora Coombe tenía un nuevo concepto de los
«asuntos urgentes». La chica estaba consternada. «Realmente me están consintiendo»,
pensó. Se sentía un tanto incómoda como una invalida, y ella estaba acostumbrada a
ser autosuficiente.
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de trabajo.
—Bueno, primero hay que saber lo que quiere el cliente. Después me encargo de crear
una atmósfera donde la gente pueda relajarse y sentirse cómoda.
«Tiene sentido», pensó Carrie. Si los clientes de Dominic preferían no alojarse en un
hotel, era lógico que no quisieran una decoración impersonal en el apartamento.
—Y es en lo que más me puedes ayudar —señaló Gina, mirando expectante a Carrie—.
Dime qué colores son los que te hacen feliz. No queremos nada neutral. Necesitamos
tonos cálidos pero relajantes.
—Bien, me gusta la mayoría de los colores —contestó Carrie.
—El señor Savage me dijo que tenías un niño. ¿Qué me dices acerca de él?
Carrie sonrió feliz al pensar que Danny estaría con ella al cabo de unas cuantas horas.
—Oh, a él le encantan el rojo, el naranja y el amarillo.
Creció en Fiji, y la gente de las islas es adicta a los colores brillantes.
—Estupendo —asintió Gina—. Puedo trabajar en esto. El rojo, el naranja y el amarillo
son cálidos.
Carrie hizo una mueca.
—Más que cálidos.
—Pues tendremos un dormitorio muy caliente. Vamos a ver las telas y las opciones
que tenemos.
Carrie se divirtió mucho hojeando los libros de muestras y hablando con Gina. La
joven decoradora estaba ansiosa por saber la opinión de Carrie.
Fueron interrumpidos más tarde por el timbre de la puerta. Era un repartidor que
quería hacer entrega de una cama. Carrie lo dejó entrar y Gina se hizo cargo de él,
mostrándole el lugar más adecuado para colocarla, en el segundo dormitorio. Entonces
le preguntó a Carrie si podía hacer algunas llamadas telefónicas.
—Ahora que ya escogimos las telas para este cuarto, solicitaré la entrega de ropa para
la cama de forma que quede lista hoy para Danny —explicó. Carrie intentó protestar.
—No deberías tomar nota de nuestro gusto, Gina. Tú sabes que no somos huéspedes
permanentes aquí. Gina la miró perpleja por un momento. —Eso no importa. Esto está
funcionando bien. Carrie dudó. Se dijo que al final, cualquiera que fuera el resultado,
sería responsabilidad de Gina.
—Como tú quieras —expresó con un secreto deleite al pensar que Danny tendría una
preciosa habitación para él solo. Un hermoso y alegre dormitorio, por lo menos
durante un tiempo.
Se sentía tan contenta que fue a la cocina a preparar una buena comida, esperando que
Gina la compartiera con ella. La decoradora se mostró encantada.
— ¡Esto es espléndido! ¡Realmente adorable! Sin embargo, no hagas que se convierta en
una costumbre —se rió—. No quiero terminar engordando y tampoco deseo
molestarte.
—No es ninguna molestia —le aseguró Carrie—. Me gusta hacerlo.
Puso su toque especial a la ensalada de salmón y Gina se mostró entusiasmada.
— ¿Qué es? Tendré que comprar un poco de esto. —Es mi receta especial —dijo
orgullosa Carrie—. Y jamás revelo mis secretos.
— ¡Lo sabía! —Gina abrió los ojos en señal de apreciación—
. Tú eres una profesional en esto, ¿verdad? ¡La manera en que has preparado la
ensalada... el aliño, el sabor! ¡Vamos, Carrie, admítelo! Carrie rió a placer. —Tengo un
poco de experiencia —reconoció.
Y le habló acerca de su experiencia en el Ports o'Call, el famoso restaurante del
Sheraton de Fiji, uno de los mejores restaurantes del mundo.
La ropa para la cama de Danny llegó después de la comida. Las sábanas y fundas eran
color crema con rayas rojas que formaban modelos geométricos.
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Una manta de color naranja las acompañaba, y había un juego de toallas para baño
exactamente del mismo tono. Carrie preparó la cama y colgó las toallas en el baño,
deleitada.
Gina también parecía complacida con el efecto. Sin embargo, no se quedó allí más
tiempo y se disculpó, ya que debía ir a buscar el resto de los muebles para la habitación
de Danny.
Su partida dejó a Carrie sin nada en qué ocuparse. De pronto se sintió cansada y
decidió descansar. Había sido un día lleno de sucesos y el más importante estaba por
llegar. No debía estar débil y agotada cuando Danny llegara.
Gina la había mantenido distraída, pero al quedarse sola sus preocupaciones
retornaron.
Lo primero y lo más importante eran los sentimientos que Dominic hacía surgir, en su
interior. Debía mantenerlos bajo un rígido control. En seguida estaban las preguntas
que inevitablemente surgirían acerca de Danny. Ella había postergado eso, pero sabía
que no podría hacerlo por más tiempo.
Debía ser firme acerca de su decisión de que Dominic permaneciera fuera de sus vidas.
No podía empezar a depender de él para todo.
Pasaban algunos minutos de las cuatro cuando sonó el intercomunicador-. La joven
corrió hacia el vestíbulo y contestó la llamada con voz tan firme como le fue posible.
—Subimos —anunció Dominic. El corazón de Carrie palpitó de temor y emoción.
Dominic lo había logrado. Ya habían pasado casi dos meses desde que se separó del
niño, y el solo pensamiento de que lo volvería a ver la llenaba de dicha. Se colocó en el
centro del vestíbulo, justo enfrente del ascensor. Estaba temblando por la emoción
cuando al final las puertas se abrieron. Por un instante, Danny la miró pasmado, como
si no esperara verla. Entonces se arrojó hacia ella al tiempo que Carrie se arrodillaba
para abrazarlo.
—Mamá, mamá —musitó con alivio, ansiedad y amor; casi la estrangulaba al abrazarla
por el cuello.
— ¡Oh, Danny! Te he echado tanto de menos —sollozó
Carrie, rozando con la mejilla el suave cabello oscuro de su hijo. Apenas se dio cuenta
de que Dominic salía del ascensor y se dirigía hacia la sala, dejándolos solos.
—Ya les dije que yo cuidaría de ti, mamá —declaró Danny, furioso—. Y ellos no me
hicieron caso. Me dijeron que estabas muy enferma. Yo tenía miedo de que te murieras
y de que no te volviera a ver.
—Lo sé, lo sé —ella lo tranquilizó—. Me dijeron que estaba demasiado enferma para
cuidar de ti. Sin embargo, ya estoy bien, de verdad, y cada día me siento mejor.
Danny se separó de ella un momento para mirarla bien. Sus ojos azules reflejaban su
angustia y preocupación.
—Estás terriblemente delgada, mamá.
—No he podido comer mucho, Danny —le explicó ella—. Pero ya lo hago y pronto
engordaré, ya lo verás.
Él contuvo el aliento.
—Intenté volver contigo, mamá. Estaba en un lugar cerca del río Hawkesbury y les
pregunté a los otros niños cómo podía llegar a Ashfield; lo habría conseguido pero me
atraparon cuando subía al tren —hizo un gesto de desagrado—. Después me vigilaron
muy bien y ya no pude escapar.
Ella le sonrió. Su corazón lleno de amor estaba a punto de estallar.
—Eso ya no importa ahora, Danny. Ya estamos juntos otra vez.
—No nos separarán otra vez, me quedaré contigo.
— ¡Puedes estar seguro! —afirmó ella con vehemencia y lo abrazó de nuevo.
—Tenía miedo de venir con el señor Savage y la señora Coombe —confesó el niño—.
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Supuse que habrías ido a buscarme si todo hubiera salido bien. Creí que era un truco
para llevarme a otro lugar.
—Lo siento, Danny. No me encontraba bien para convencer a esa gente de que
volvieras conmigo, y te quería con tanta desesperación que intenté cualquier cosa.
—Está bien, mamá. Sólo estaba preocupado por ti —el chico intentó darle seguridad—.
Ahora que estoy aquí te voy a cuidar muy bien.
—Sé que lo harás.
Él le brindó una sonrisa y en seguida miró a su alrededor.
— ¿Dónde está el señor Savage?
El corazón de Carrie latió con fuerza. Sabía que no había escape a ese encuentro,
aunque eso no lo hacía más fácil.
—Creo que está en la sala.
—Será mejor que hable con él, mamá —comentó Danny ansioso—. No creí todo lo que
me decía y por eso no le contestaba. Debe de pensar que soy un niño maleducado.
—Creo que sería una idea estupenda que le diéramos las gracias. Él ha hecho mucho
por nosotros. Incluso nos ha prestado este bonito lugar para vivir hasta que esté lo
bastante recuperada como para conseguir trabajo. Es por eso que tenemos mucho que
agradecerlo.
Dominic se encontraba cerca de las ventanas de la sala, en apariencia contemplando la
vista del puerto; no obstante, Carrie dudó de su aparente tranquilidad. Él se volvió
lentamente. Sus ojos sondearon los de ella en un intenso examen antes de fijarse en los
del niño. Carrie sabía que era natural que se hiciera preguntas, y no sólo porque el
pequeño se pareciera a él por tener los ojos azules. En realidad, mucha gente los tenía.
Era la edad de Danny lo que suscitaba sospechas. Él hizo un visible esfue rzo por
suavizar su expresión.
— ¿Estás contento ahora? —le preguntó. —Sí —respondió Danny, emocionado—.
Muchas gracias, señor Savage. Discúlpeme por no contestarle antes. Creía que me
estaba engañando y hasta que vi. a mi mamá...
—Está bien, Danny —asintió Dominic con tranquilidad—. Lo que necesito ahora son
algunas respuestas de tu parte. Para matricularte en una escuela, tengo que saber en
principio tu edad.
Hablaba con tono tranquilo, sin la más ligera insinuación de que algo pudiera estar
fuera de lugar.
—Tengo siete años —contestó el niño con prontitud.
Dominic inclinó la cabeza como si eso fuera lo que había esperado, y formuló la
siguiente pregunta:
-¿Y cuándo es tu cumpleaños, Danny?
—El diez de septiembre.
Carrie pudo ver que Dominic hacía cálculos y llegaba a la conclusión de que Danny
había nacido ocho meses después de que se conocieron. Alcanzó a ver la desilusión en
sus ojos. No podía ser el padre. Después, por supuesto, surgieron también otras
conclusiones.
Decidió actuar para impedir cualquier duda acerca de aquel doloroso momento de su
pasado.
—Dominic, yo me encargaré de matricular a Danny en una escuela —dijo con
expresión vivaz—. Ya has hecho demasiado por nosotros y te estoy muy agradecida
por todo; sin embargo, no hay necesidad de que te preocupes más. Puedo encargarme
de todo desde este momento.
Había un matiz de burla en los ojos de Dominic al mirarla.
— ¿Has pensado ya en alguna escuela?
Ella se ruborizó.
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—Hay una escuela de primaria en Ashfield. Supongo que debe de haber alguna por
esta zona.
Él sacudió la cabeza.
—Algunas no son tan buenas como otras. Tengo experiencia en esto, y tú no estás muy
bien que digamos, Carrie. ¿No crees, por el bien de Danny, que es más inteligente
dejarme eso a mí?
Ella frunció el ceño y levantó hacia él sus angustiosos ojos.
—Yo puedo hacerlo, Dominic. Ya no quiero darte más problemas.
Él le brindó una pequeña sonrisa; después dirigió su mirada a Danny. Fue como una
tremenda sacudida para el corazón de Carrie ver que la pregunta aún persistía en los
ojos de Dominic. Y fue peor la mirada que sugería que quería a ese niño para él. De
pronto recordó la desolada expresión de Dominic la primera vez que le habló de su
hijo. ¿Sería ese uno de los problemas de su matrimonio, el hecho de no tener hijos?
—No me importa —aseguró él con tranquilidad—. Confías en mí para elegir una
escuela ¿verdad, Danny?
— ¡Claro! —Afirmó Danny y en seguida lanzó una mirada de preocupación a su
madre—. ¿Existe alguna diferencia si el señor Savage escoge la escuela, mamá? No
quiero que te pongas enferma otra vez.
En silencio, Carrie se irritó por la situación. Pensó que quizás lo mejor para Danny era
que Dominic se encargara del asunto, pero su compromiso con ella y con su hijo tenía
que acabarse. Si continuaba tratando a Danny como a un hijo... se produciría una
terrible y peligrosa situación.
—Carrie, es necesario que Danny ingrese en una escuela lo antes posible —apuntó
Dominic.
Ella exhaló un profundo suspiro y dijo con resignación:
—Está bien.
—Te avisaré cuando todo esté organizado.
Carrie lo miró con firmeza.
—Sólo llámame. No hay necesidad de que vengas.
El alzó una ceja, pero asintió.
—Muy bien. Me voy ahora —le sonrió a Danny—. Cuida mucho a tu mamá. No dejes
que se esfuerce mucho.
—Yo cuidaré de mamá; y gracias por todo.
—De nada.
Era visible el afecto y el orgullo en los ojos de Dominic cuando se volvió hacia Carrie.
—Adiós, Dominic —dijo ella con firmeza.
—Te veré después, Carrie —dijo él con suavidad.
Pero mientras lo observaba partir, la chica comprendió que ese no era el final. Dominic
no permitiría que aquello terminara. No mientras siguiera en su mente la duda acerca
de la identidad del padre de Danny. Y tarde o temprano ella tendría que enfrentarse a
eso de algún modo.
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Capítulo 7
CONTENTA de tener a Danny en casa y al mismo tiempo preocupada por la reacción
de Dominic hacia el niño, Carrie se olvidó por completo de las visitas programadas de
la señora Coombe. Cuando se levantó a la mañana siguiente, no esperaba encontrarla
en el comedor extendiendo un rompecabezas sobre la mesa, ni a Danny haciendo
amistad con ella.
— ¡Mira lo que me ha traído la señora Coombe! —Exclamó el niño con emoción—. Y
además me ha regalado varios libros y juegos.
—Mis hijos ya son demasiado mayores para jugar con ellos —explicó la señora y su
rostro severo se relajó de forma increíble—. Pensé que de esa forma entretendría a
Danny mientras tú descansabas.
Carri contuvo el aliento. No podía privar a Danny del placer que con tanta claridad se
dibujaba en su semblante, aun cuando aceptar esos obsequios fuera en contra de su
independencia.
—Ha sido muy amable de su parte, señora Coombe, y muy considerado —dijo
esforzándose por mostrarse simpática.
—De ningún modo. Sé lo que les gusta a los niños.
Yo tuve tres que ahora ya son hombres —exhaló un triste suspiro que humanizó su
expresión de forma considerable—. ¿Necesitas algo, querida? Puedo traértelo antes de
ir a la oficina.
—Gracias. En realidad estoy bien, señora Coombe —respondió Carrie con énfasis—.
No necesitaremos nada por lo menos durante una semana, y para entonces estoy
segura de que podría ir de compras yo misma y usted ya no tendrá que preocuparse.
Al instante la señora se levantó de su silla, asumiendo el mando.
—Tienes que tener cuidado. Las recaídas son peligrosas. Yo lo sé y por eso le he dado a
Danny mi número de teléfono, para que me llame si te ocurre algo malo durante el fin
de semana —le lanzó al niño una severa mirada—. No estarás dispuesto a perderla
ahora, ¿verdad?
— ¡Claro que no, señora Coombe! Voy a cuidar muy bien a mi mamá —le prometió él.
Carrie pensó que Danny debería haberla saludado al estilo militar, pero en lugar de eso
el niño le brindó una gran sonrisa.
—Y gracias por todo.
—Sí —dijo Carrie con docilidad, sintiendo que su independencia menguaba de forma
sistemática.
La señora Coombe definitivamente era el vencedor de ese encuentro, habiendo
reclutado a Danny como un entusiasta y bien recompensado aliado. No sólo le había
servido al niño su desayuno, sino que el de Carrie estaba esperando en la cocina. La
chica pensó que era obvio que cuando el dragón tomaba una decisión, era invencible.
Gina llegó más tarde, y tras ella los muebles de la habitación de Danny: un armario, un
escritorio, un juego grande de estantes para libros, un tablón de corcho para pegar
papeles y otro escritorio para un ordenador personal. Todo en madera de pino de
primera clase.
—He decidido que esa habitación sea a la vez un estudio —les informó Gina.
Una cómoda silla de oficina tapizada en un tono naranja llegó en seguida. Una
maravillosa pintura de loros en medio de un follaje tropical fue colgada en la pared.
Otro televisor portátil, con un vídeo, fue entregado e instalado en el mueble próximo a
la cama de Danny. Al final, una gran silla de color naranja hizo su aparición,
—Las cortinas, colchas y cojines decorativos llegarán dentro de unos días —dijo Gina
con pesar—. Por ahora, todo combina muy bien, ¿no te parece?
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—Carrie...
Sorpresa, placer y algo más profundo e infinitamente turbador la embargó al oírlo
pronunciar su nombre con cariño. « ¡Me quiere ahora! ¡Y lo peor de todo es que aún lo
deseo!» exclamó la chica para sí.
—Ese corte de cabello te sienta bien, aunque estaba acostumbrado...
«A que lo llevara largo», pensó Carrie, recordando cómo se lo acariciaba con suavidad
y lo enredaba en sus dedos, diciéndole que parecía seda.
El realizó un visible esfuerzo por recobrar la compostura y adoptar una expresión
menos reveladora.
—Puedo ver que has engordado —apuntó, mirándola con detenimiento.
—Ya te dije que me curaría por mí misma —comentó ella a la defensiva.
—Al parecer has hecho un buen trabajo cuidando a tu madre, Danny —dijo Dominic
con tono cariñoso.
—Mi mamá ahora ya no descansa tanto —declaró el niño, contento por la aprobación
de Dominic—. Y además comemos muy bien.
Dominic sonrió, extendiendo la mano para acariciarle la cabeza. Carrie se quedó muy
confundida ante ese afectuoso gesto paternal. Se dijo que no estaba bien que Dominic
despertara ese anhelo tan intenso en ella.
Desesperada por reducir la intimidad de ese momento, sacó de inmediato un sobre con
un cheque que había conseguido del banco.
—No es todo lo que te debo Dominic, pero te pagaré el resto cuando me sea posible —
le explicó avergonzada.
—Hasta donde yo sé, no existe ninguna deuda entre nosotros, Carrie —respondió él,
frunciendo el ceño.
El cariño que reflejaban sus ojos casi la hizo derrumbarse. Una vez más volvía aquel
momento en que creyó en esa mirada cariñosa.
Sin embargo, se dijo que se estaba imaginando cosas. Además, no podía arriesgarse a
recorrer ese peligroso camino otra vez. Ahuyentó la tentación y se enfrentó a él con
firmeza.
—No puedo consentir que pagues el uniforme de Danny, ni la comida que la señora
Coombe nos trajo esa primera mañana —insistió—. Por favor, tómalo.
Los ojos azules de Dominic lucharon contra los obstinados de la joven y después se
retrajeron lenta y resignadamente. Para alivio de Carrie, tomó el sobre sin más
discusión.
—Será mejor que nos vayamos ya —señaló con una triste y leve sonrisa—. ¿Listo para
irnos, Danny?
— ¡Estoy listo desde hace años! —replicó Danny con impaciencia.
Cuando bajaban en el ascensor, el niño abrumaba a Dominic con preguntas acerca de la
escuela. Todas las respuestas eran tranquilizadoras y dadas en un tono indulgente y
amable, lo cual entristeció profundamente a Carrie,
Por un momento, le pareció terrible que Danny se viera privado de un padre con el que
pudiera contar y que hiciera la clase de cosas que Dominic estaba haciendo por él en
ese momento. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Una profunda depresión la invadió cuando entraron en el elegante coche de Dominic.
Se dijo a sí misma que estaría agradecida de que él aceptara su postura independiente;
de ese modo no habría razón para que siguieran viéndose por más tiempo.
No obstante, se sentía mal y ni siquiera su amor por Danny podía llenar el doloroso
vacío que se abría en su vida.
Era casi una agonía sentarse al lado de Dominic, consciente de su presencia,
recordando lo que hubo una vez entre ellos, escuchándolo hablar de una forma tan
encantadora con Danny. Deseó poder tocarlo y hablarle abiertamente, encontrar en sus
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Capítulo 8
EL viaje por el muelle circular transcurrió con demasiada rapidez para Carrie. Estaba
decidida a no contestar algunas de las preguntas, aunque también lo estaba o no
engañando.
Mantuvo un desagradable silencio, incluso al subir al apartamento. Su estómago estaba
hecho un nudo cuando se dirigieron a la sala. Gina estaba fuera buscando algunos
muebles, por lo que se encontraban completamente solos. No había riesgo de
interrupción alguna.
— ¿Quieres sentarte? —la invitó ella con rigidez.
—Siéntate tú —contestó él.
Ella sabía que no podía relajarse; no podía ni siquiera parecer relajada. Arrojó su bolso
a uno de los sillones y fue hacia las ventanas fingiendo contemplar el puerto, porque
no deseaba encontrarse con los ojos de Dominic.
—He solicitado una copia de la partida de nacimiento de Danny.
Carrie se sintió como si un puño de hierro le atenazase el corazón.
—No tenías ningún derecho a hacerlo. Estás invadiendo mi vida privada.
—Pensaba que podía tener derecho, Carrie —replicó él con suavidad—. El nombre del
padre no está registrado. Por lo general estas situaciones se presentan en caso de un
hijo ilegítimo.
Ella oyó el duro tono de su voz y se sobresaltó. Se dijo que debía ser enérgica, no era
momento para doblegarse. Esperó con paciencia a que todos sus sentidos se afinaran
como nunca lo habían estado en toda ' su vida. Era el momento de la verdad, del que
había estado huyendo durante todos esos años.
—Danny nació ocho meses después... —Dominic balbuceó—, ocho meses después de
que nosotros estuvimos juntos.
Carrie mantuvo una expresión indiferente. Las siguientes palabras de Dominic fueron
más sutiles, aunque igual de determinantes e inquisitivas.
—Algunas veces incluso las precauciones bien intencionadas no son completamente
seguras. Ocurren accidentes —hizo una pausa y guardó en vano un comentario—. Y
algunos bebés nacen prematuramente —continuó él, implacable.
Ella esperó lo inevitable.
—Carrie, ¿es eso lo que sucedió?
De algún modo, ella logró pronunciar las palabras necesarias.
—Aunque es muy duro de aceptar, Dominic, la mayoría de los embarazos llegan a su
término.
Hubo un tenso silencio y en seguida, con lentitud y dolor, Dominic hizo la siguiente
pregunta:
— ¿Estás tratando de decirme que ya estabas embarazada en el momento en que
estuvimos juntos?
Carrie estaba angustiada. Sabía que debía tomar la iniciativa o de otro modo las
preguntas no cesarían.
Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, ordenando a su cuerpo que no la
traicionara, poniendo una máscara de indiferencia en su rostro, y entonces se volvió
lentamente hacia él. Dominic no estaba más que a unos cuantos pasos, y el dolor que se
reflejaba en su semblante desató en ella un salvaje resentimiento. ¿Qué sabía él del
dolor? Él había quedado satisfecho entonces, ¿o no? Y había vuelto con Alyson después
de tener su pequeña aventura.
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—La gran ironía —comentó con acritud—, es que todas las precauciones que tuvimos
para que no te quedaras embarazada fueron innecesarias e inútiles.
Carrie sintió que una injustificada furia surgía amenazante en su interior y se imponía
al control de sí misma que tanto trabajo le costaba mantener. La repentina pasión de su
voz lo sorprendió.
—Dominic —comenzó a decir, sin importarle su reacción, desesperada por terminar
con esa entrevista—, no quiero hablar de nuestra relación —pronunció esas dos palabras
con un particular énfasis por la necesidad de conciliar el pasado con la realidad
actual—. ¡Ciertamente no deseo recordar aquello con una detallada descripción!
Él se encogió y su boca dibujó una mueca de dolor.
En seguida sacudió la cabeza con expresión de rechazo antes de enfrentarse con una
triste resignación.
—Supongo que es mejor que me vaya —dijo con tono rotundo.
—Creo que es la mejor decisión —opinó ella, arrepentida de su propio tono distante. Se
dijo que no había nada que pudiera ser rescatado.
—Por lo menos te estoy muy agradecido por haber puesto nuestra... relación... —él
enfatizó la palabra con amarga ironía—, en una perspectiva adecuada. Tenía una
impresión errónea. Creía que era diferente de lo que fue.
—No sé qué pensar —respondió angustiada—. Ahora no importa más que antes —la
amargura comenzó a reflejarse en su voz—. A pesar de lo que puedas pensar de mí,
por lo menos nunca fui promiscua.
El se volvió y una emoción violenta se vislumbró en su rostro.
— ¿Estás insinuando que yo sí lo era?
Carrie se encogió de hombros con indiferencia; sus ojos verdes destilaron desprecio
ante la inocencia que él simulaba.
—Tú eres lo que eres, y lo que hagas no me incumbe.
Ella comprendió que estaba cometiendo un terrible error, incluso antes de ver cómo su
expresión cambiaba. Se dijo que debería haberse callado y dejarlo ir sin importar lo
injusta que fuera la calumnia que él le lanzara.
Dominic se quedó inmóvil. Parecía una estatua, excepto por sus ojos, que sondearon
los de ella con una intensa mirada, como si trataran de penetrar en su alma. Carrie se
enfrentó a esa mirada con toda la resistencia que pudo reunir.
Él frunció el ceño en señal de reflexión. Se había erguido y su mandíbula se tensó con
determinación. Una mirada de resolución transformó su cara.
—Así que todo está resuelto —dijo con tono enigmático—; sin embargo, nada lo está.
Una temeraria mirada brilló en sus ojos y sonrió provocativamente. Ella no se movió;
no podía hacerlo. El corazón le retumbaba en el pecho cuando él levantó una mano
para posarla con delicadeza en su mejilla, en una persuasiva y pequeña caricia.
—Carrie, hay una última cosa que quiero saber —dijo Dominic con suavidad—, Y me
figuro que sólo hay un camino para averiguarlo.
Tomándola por sorpresa, se inclinó con rapidez y la besó con seductora sensualidad,
enviando ondas eléctricas a través de su cuerpo. Ella tembló y sintió cómo su boca se
suavizaba con docilidad al movimiento persuasivo de la de Dominic; fue entonces
cuando se dijo que debía separarse, detenerlo antes de que sucumbiera a aquella
erótica invitación.
Pero ya era demasiado tarde.
Él la besó con toda la pasión de un hombre hambriento, y esos ocho años de separación
fueron el catalizador de una reacción que ahogó su conciencia y cualquier otro
pensamiento del pasado o del futuro. Quizá fue la desesperación latente en algún lugar
de su subconsciente lo que provocó su loca sensualidad, lo que la hizo echarle los
brazos al cuello, presionar su cuerpo contra el de él en una ciega búsqueda de
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satisfacción
Dominic fue el primero en retirarse, separando la boca de la de ella para cubrirle de
apasionados besos el rostro y el cuello.
—Creí que te había perdido —dijo con un susurro de anhelo que encontró un profundo
eco dentro de Carrie—. Perdido para siempre —entonces, en un estallido de alivio,
continuó—: Pero no es así. Gracias a Dios que no es así. Carrie, no puedes negarlo
ahora —suplicó con suavidad—. Dime que me amas.
Las palabras estaban allí, incrustadas en el corazón de la joven. Carrie quería
pronunciarlas. Se había prometido que sólo le diría la verdad. Sin embargo, su cuerpo
traicionaba de todas maneras esa verdad. Por otra parte ¿dónde estaba el compromiso
de Dominic con ella? Él le estaba pidiendo demasiado, y después la dejaría por volver
con su esposa.
Abrió los ojos y echó la cabeza hacia atrás de forma desafiante.
— ¿Por qué no me dices tú a mí esas palabras, Dominic?
Sus ojos azules la acariciaron con todas las promesas que ella tanto ansiaba.
—Carrie, te amo. Siempre te he amado, sólo a ti.
El había hablado con franqueza. Carrie apenas podía creer que aquello fuera verdad.
«Dominic Savage, el gran mentiroso, no ha cambiado», le susurró una amarga voz
interior. La única diferencia sería que ahora el impedimento para cualquier relación
seria entre ellos estaba al descubierto.
— ¿Y por eso te casaste con otra? —preguntó ella con desprecio.
— ¿Y qué importa eso ahora? —replicó él—. Ahora que nos hemos encontrado de
nuevo.
Una pequeña y amarga risa brotó de la garganta de la joven.
—Puede parecerte irrelevante en estos tiempos, pero a mí sí me importa, y mucho.
La angustia oscureció los ojos de Dominic y endureció la voz.
—Carrie, debes saber por experiencia propia que existen diferentes clases de
relaciones. Entre nosotros hubo algo especial y aún sigue ahí. Para mí y para ti, Carrie.
Te necesito en mi vida y creo que tú me necesitas de la misma forma.
Esa era una necesidad que ella había aprendido a reprimir tiempo atrás, y simplemente
seguiría haciéndolo. Sus ojos verdes eran duros e implacables al contestar:
—No nos engañemos, Dominic. Tú eres tan realista como yo. No hay vuelta atrás —«ni
siquiera para mitigar tu soledad o la mía», añadió en silencio.
Dominic sacudió la cabeza.
—No te entiendo, Carrie. Tus labios, tu cuerpo, son tan suaves y dóciles... me dicen lo
que quiero saber de ti, aun cuando tu mente sea dura como el acero.
La joven esbozó una mueca de ironía.
—Considérame como una aberración en tu vida.
— ¿Y si no lo hago?
Cada nervio de Carrie protestaba vehementemente contra la idea de liberarse de sus
brazos, de separarse del contacto de aquel cuerpo que todavía le despertaba
demasiadas sensaciones placenteras. Ella vaciló, considerando una vez más la
tentación.
¿Podría vivir siendo «la otra»? ¿En realidad importaba que él se burlara de Alyson?, se
preguntaba. Después de todo, con sus actitudes, no cabía la menor duda de que ella
estaba burlándose de él.
¿Pero a qué conduciría eso? ¿Y cuál sería el efecto en Danny?
No, ella no podía ceder a un egoísmo ciego. Ni siquiera enfrentarse a las consecuencias
de otra aventura con Dominic. Sacudió la cabeza.
—Dominic, no hay futuro para nosotros —manifestó con firmeza.
Entonces él la soltó y levantó las manos para acariciarle la cara con infinita ternura. Sus
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Capítulo 9
CARRIE pensó sobre ello muy detenidamente, ya que era fácil dejar que sus emociones
influyeran sobre sus pensamientos. Amaba a Dominic Savage, siempre lo había amado,
reconoció. Nunca hubo otro hombre en su vida desde que lo dejó ocho años atrás.
Quería creer que entonces había cometido un terrible error, que Dominic en realidad la
amaba y que no había sido una simple aventura para él. Aun cuando eso significara
que todos esos años habían sido un desperdicio, aún quería creer que él siempre la
había amado.
Aún así, no era verdad. Sabía que no podía ser verdad.
Desde el principio comprendió que era demasiado bueno para ser cierto. Su encuentro
fue como una fantasía y, por supuesto, eso había sido...
Aquellas dos semanas en Surfers's Paradise fueron sus primeras vacaciones lejos de su
casa y de su madre. Había ahorrado durante todo el año para pagárselas. En su
primera noche allí, visitó el casino Júpiter, no para jugar, sino sólo para verlo, ya que
parecía ser el lugar más atractivo de todos. La intrigaba la gente allí reunida y los
juegos. Dominic estaba en una de las mesas de juego. Tan pronto como Carrie lo vio, el
resto de la enorme sala de jugadores se desvaneció hasta convertirse en algo
insignificante. Ella lo observó jugar y al fin él levantó la mirada y la sorprendió
mirándolo. Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa en una respuesta automática. Los
brillantes ojos azules empezaron a enviarle señales invitadoras... Aquella silenciosa
coquetería era lo más excitante que Carrie había experimentado en su vida.
Él no jugó durante mucho tiempo más. Le cedió su asiento a otra persona y
prácticamente raptó a Carrie, llevándosela a una discoteca, a cenar a un restaurante y
por último a su casa, un fabuloso apartamento con vistas a la playa. Ella comprendió
que no era de su clase social desde el primer momento; no obstante, estaba tan
ilusionada que no dejaba que la razón le dictara que no debía estar con él. Su diferencia
no quería decir que no pudiera penetrar en su mundo, en particular cuando la invitaba
y la quería allí con él.
Vivieron dos semanas de idilio. Dominic la mimaba. El dinero no era ningún problema.
La llevó a todas partes y le mostró las principales atracciones turísticas de la Costa de
Oro. Carrie podía tener todo lo que quisiera, aunque lo que más deseaba era estar en su
compañía. El momento que más disfrutó fue cuando él, cierta noche, le cantó una
melodía acompañado de su guitarra, sentados en el balcón, con las estrellas encima de
ellos y el suave sonido del océano como fondo. Cuando Dominic le pidió que se
quedara el mes completo de sus vacaciones, Carrie aceptó gustosa.
El problema comenzó con la aparición del grupo de amigos de Dominic y de inmediato
resultó obvio que para quien había planeado las vacaciones del grupo, ella no estaba
incluida en sus planes. Había una mujer que sobraba entre las otras, y era ella. Todas
fueron muy inteligentes en hacérselo saber de una forma no muy sutil.
Desde el principio, a Carrie no le agradó Alyson Hawthorn. Carrie intuyó que era una
chica muy problemática, en la que no podría confiar. A pesar de que delante de
Dominic era toda dulzura, a ella la trataba con grosería, exhibiendo un aire de
superioridad.
De ninguna forma encajaba Carrie en el grupo. Todos ellos, sofisticados en sus
actitudes, conocían medio mundo y estaban acostumbrados a todo lo que el dinero
podía comprar. Fastidiaron a Carrie sin misericordia... por lo menos las mujeres lo
hicieron... aunque nunca delante de Dominic.
En un principio, Carrie no le dio importancia. Teniendo a Dominic, no le importaba.
Podía ser que no encajara en su mundo; no obstante, lo soportaría, y quizá lo superaría
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con el tiempo.
Pero nunca tuvo esa oportunidad. La culminación sobrevino en pocos días.
Dominic había ido con sus amigos a hacer esquí acuático mientras las chicas tomaban
el sol en la playa. Carrie se disculpó diciendo que tenía que hacer algunas compras
aunque cuando volvió, se obligó a reunirse con ellas en la playa.
Al instante, Alyson empezó a provocarla.
—Carrie, ¿qué se siente al estar enamorada?
Las otras cinco chicas reían con disimulo ante lo que se avecinaba.
—Me las estoy arreglando muy bien —contestó Carrie con brusquedad.
— ¡Querida! Eres tan inocente —se burló Alyson—. Apuesto a que eras virgen, y
Dominic se ofreció a ejercer de tutor. Sin embargo, no esperes retenerlo, ya sabes... Esto
es sólo una advertencia, eres simplemente una temporal y pequeña aventura.
—No te creo —protestó Carrie con vehemencia.
Alyson se encogió de hombros.
— ¡Peor para ti, querida! Y si necesitas alguna evidencia para poner las cosas en su
justa perspectiva... —levantó la mano izquierda y le enseñó una enorme sortija de
diamantes—... éste es el anillo que Dominic me regaló como muestra de sus serias
intenciones.
Si sólo se hubiera tratado de Alyson, Carrie no le habría creído. Incluso cuando las
otras chicas afirmaron que Alyson y Dominic estaban comprometidos para casarse,
Carrie aún se aferró a la creencia de que todo aquello no era más que una cruel broma.
Pero ellas tenían respuesta para todo.
A la pregunta acerca de la evidente infidelidad de Dominic, se burlaron de ella y la
ridiculizaron.
—Todos lo hacemos —explicó Alyson—. Sin embargo, cuando sobreviene el
matrimonio, querida, lo único que cuenta es el patrimonio. El dinero se casa con el
dinero. Esa es la forma en que el mundo funciona.
— ¿Por qué no llevabas puesto ese anillo de compromiso antes? —preguntó Carrie.
La sonrisa de Alyson se redujo a una mueca.
—Dominic quería estar un poco más tiempo contigo.
— ¿Y por qué me lo enseñas ahora?
Alyson exhaló un suspiro de impaciencia.
—No soy celosa, pero ya me estoy hartando de tus empalagosos ojos verdes que siguen
a Dominic por todos lados como un perro, y de los mimos que él te hace. El problema
con Dominic es que tiene un buen corazón, en particular con la gente pobre. Ya es hora
de que despiertes, quiero decir de que te des cuenta de que te estás convirtiendo en un
estorbo.
Las otras chicas secundaron esa opinión.
Alyson asestó el golpe final con infinito cansancio.
—Carrie, ¿por qué no nos haces un favor y te largas de aquí? Estás fuera de este
ambiente y ya no nos resulta muy divertido. Dominic ya te ha hecho muchos favores
estas últimas semanas. Ha conseguido que te lo pases bien, ¿o no? Bueno, haz algo por
él. Desaparece rápidamente, coge el autobús, regresa a dondequiera que pertenezcas y
juega con los de tu clase.
Pensó que mucho de lo que Alyson le dijo era cierto, incluso el empalagoso y tierno
amor que Carrie sentía por Dominic. Demasiado herida para tener un encuentro con él
delante de Alyson, Carrie se dirigió al apartamento e hizo su equipaje. Le resultaba
imposible quedarse, dada la actitud de sus amigos hacia ella. Sin embargo, no quería
partir sin hablar con Dominic primero. A pesar de lo doloroso que pudiera resultarle,
todavía albergaba la esperanza de que él en realidad compartiera lo que sentía.
Cuando terminó de hacer su equipaje, miró por la ventana de la sala, esperando a que
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Dominic regresara. Cuando él por fin volvió a la playa, Carrie pudo ver cómo Alyson
iba a su encuentro. Hablaron y él la tomó de los brazos como si pensara abrazarl a;
después tomó la toalla que ella le llevaba. Volvieron a donde estaban los otros y se
tumbaron en la playa con ellos.
Carrie se dijo que indudablemente Alyson era la mujer con quien Dominic se casaría.
La desesperación que había sentido en aquel entonces era la misma que sentía ahora.
Nada había cambiado respecto a ellos. Ella aún era una aventura para él, una relación
diferente de la que mantenía con su esposa.
Lo más sensato que podía hacer era salir de inmediato de su vida, como lo había hecho
ocho años atrás. Sin discutir con él. El problema era que eso no era tan simple en las
actuales circunstancias. Y ella lo deseaba incluso más que antes. Lo quería para ella y
para Danny.
La mente de Carrie continuó dando vueltas en círculos tortuosos. Cualquiera que fuese
el rumbo que tomaran sus pensamientos, aún existía un hecho ineludible: Dominic
estaba casado. Era posible que él ignorara ese hecho, pero ella no. Tener una relación
con un hombre casado, aunque lo estuviera con esa mujer, no era algo aceptable para
Carrie.
Si él en realidad la amaba y la deseaba para compartir su vida, para estar juntos, para
ser el padre de Danny, debía divorciarse de Alyson.
Pensó que podría decirle eso. No obstante, eso no era lo que él quería escuchar; de otra
forma se lo habría dicho.
Se sorprendió cuando Danny llegó a casa de la escuela. Ni siquiera había notado el
paso del tiempo. Aún llevaba puesto el traje que se había puesto esa mañana y se había
olvidado de comer. Danny estaba hambriento después de un día tan emocionante, y
Carrie preparó de inmediato el té de la tarde.
Su corazón se contrajo al escuchar a Danny elogiar las maravillas de su nueva escuela,
la antigua escuela de Dominic, la cual estaba mucho más allá de sus posibilidades. Al
niño le agradaron todos sus maestros. Las instalaciones deportivas eran grandiosas, e
incluso había una sala de ordenadores para practicar.
—Y el profesor ha dicho que tendremos clases de informática los jueves y viernes. ¡No
puedo esperar hasta mañana! —Rebosaba entusiasmo—. En Fiji no teníamos
ordenadores.
Al escucharlo, Carrie se consoló con la idea de haber tomado una buena decisión al
dejar Fiji. Quería que Danny tuviera oportunidad de instruirse y destacar en lo que
quisiera.
Si llegaba a un acuerdo con Dominic, Danny permanecería en esa escuela y
seguramente tendría la mejor educación que su dinero pudiera pagar. Pensó que tal
vez debería olvidarse de sus escrúpulos.
Y a Danny le caía simpático. Claro, era natural, después de que Dominic lo rescatara de
la institución de beneficencia y lo llevara de vuelta con ella. Y todas las emocionantes
cosas que habían sucedido desde que Dominic entró en sus vidas... el fabuloso
apartamento, la ropa nueva, la escuela... Y todas las cosas buenas que vendrían, si ella
aceptaba lo que Dominic le proponía. Aunque, ¿por cuánto tiempo?
Tarde o temprano, su hijo empezaría a hacer preguntas acerca de su relación. ¿Cómo se
lo explicaría ella?
Carrie refrenó su confusión interior tanto como pudo y se concentró en responder con
naturalidad a la emoción de Danny. Fue un alivio cuando llegó la hora de acostarse.
Sin embargo, la chica pasó en vela la mayor parte de la noche, pensando.
Al día siguiente empezó a redactar solicitudes de trabajo. Cada mañana revisaba los
anuncios de empleo del Heraldo Matutino de Sidney.
Los días transcurrieron y Carrie continuó mandando su curriculum. Esperaba ansiosa
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que alguna respuesta le llegara por correo. Deseaba que la gente decidiera con tanta
rapidez como ella. Aunque Dominic le había dicho que esperaría una respuesta sin
presionarla, ella sospechaba que no aguardaría por siempre. Aún evitaba cualquier
contacto con él, temerosa de flaquear sin el soporte de un empleo seguro.
La decoración del apartamento continuaba y la preocupación de Carrie aumentó al ver
que todo estaba a punto de finalizar y ella todavía no tenía un lugar definitivo dónde
vivir. Sintió un secreto alivio cuando Gina le anunció que tardaría un poco más, por lo
menos des meses debido a los muebles del comedor, que se habían mandado hacer .
Con seguridad para entonces Carrie tendría asegurado algún trabajo y sabría a dónde
se mudaría.
Varias semanas después de la última vez que Carrie vio a Dominic, el doctor Burridge
llegó al apartamento. Carrie comprendió al instante que Dominic lo había mandado
para examinarla. Sintió una punzada de culpa. Después de todo lo que había hecho por
ella, al menos debió llamarla por teléfono para apaciguar cualquier preocupación sobre
su estado de salud. A pesar de que no tenía ningún deseo de someterse a otro examen
médico, pensó que sería ingrata y descortés si despedía al doctor Burridge.
Además, casi no tenía que prestar atención a lo que el médico le pudiera decir. Ella
sabía que ahora evolucionaba bien casi cada día. Sólo en ocasiones tenía ligeros
mareos, y esto sucedía invariablemente cuando se agachaba y levantaba con rapidez.
En efecto, cuando hizo pasar al médico, la sorpresa de éste ante su apariencia se hizo
evidente. Sin embargo, aún quiso utilizar el espantoso estetoscopio y Carrie no tuvo
más remedio que resignarse una vez más.
—Bien jovencita, tengo que reconocer que después de todo no necesitarás que te
hospitalicen —declaró al final con una sonrisa de satisfacción—. Te has cuidado bien;
de hecho, eres uno de mis mejores casos.
Carrie no pudo resistir esbozar una expresión de triunfo.
—O sea que he hecho lo adecuado. Me he recuperado yo misma.
—Te lo diré de este modo —le corrigió el médico—. Esta vez ha funcionado bien —
luego añadió pensativo—: Déjame decirte que si no hubiera creído que funcionaría,
habría regresado antes. Contigo he tenido que utilizar la más avanzada tecnología que
se conoce en la profesión médica.
Carrie lo miró atónita.
— ¿Usted cree que hizo algo conmigo para que yo mejorara?
—Por supuesto.
Carrie experimentó una justa indignación. No podía permitir que él se saliera con la
suya con esa declaración.
— ¿Qué técnica ha utilizado? —le preguntó.
—Inactividad magistral. Sólo los mejores médicos la usan.
—En otras palabras, dejar que la naturaleza siga su curso —sonrió Carrie. —Es una
triste realidad que las camas de los hospitales están repletas de pacientes que sufren
enfermedades iatrogénicas —proclamó haciendo gala de su terminología médica—. Un
médico inteligente sabe cuándo dejar que la naturaleza siga su curso.
— ¿Qué quiere decir iatrogénicas?
—Ah, una condición inducida por el médico. —Los conejillos de indias de los médicos
—le acusó con franqueza—. Es lo que pensaba.
—Como te he dicho antes, con frecuencia es mejor dejar trabajar a la naturaleza.
—Quiere decir que no me aconseja hacer nada más que lo que estoy haciendo.
Un travieso destello apareció en los ojos del médico. —Hay una cosa más que puedes
hacer para que te recuperes más rápido.
1 ¿Qué es? —preguntó Carrie con escepticismo.
—Enamorarte, querida. Definitivamente, es la mejor cura. No puedo darte mejor
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consejo.
Carrie lo miró con una seria sospecha. ¿Estaría abogando por Dominic, o habría
percibido demasiadas cosas en aquel primer encuentro en su despacho?
—Me temo que está exagerando —opinó con frialdad.
—De ninguna manera —el médico mostró su desacuerdo con una sonrisa—. El amor es
extremadamente útil y benéfico.
Carrie no discutió. Era obvio que el hombre tenía razón. Aunque ella habría podido
alegar que sus dos benéficas semanas de enamoramiento habían sido muy poco en
comparación con ocho años de desgaste emocional y lágrimas. Sin embargo, no
expresó ninguna de esas preocupaciones. Le regaló al doctor Burridge una
deslumbrante y saludable sonrisa al verlo partir.
Con la conciencia tranquila por la idea de que el informe del médico borraría cualquier
preocupación que Dominic tuviera por su salud, continuó con sus insistentes esfuerzos
por encontrar una nueva vida para Danny y para ella.
Cierto día que estaba leyendo el periódico, echó un vistazo a las páginas de sociedad,
que rara vez leía. Una fotografía llamó su atención. No tuvo que leer el titular para
saber de quién se trataba. Alyson Hawthorn. «Alyson Savage», se corrigió.
Su primer impulso fue volver la página con rapidez y olvidarse de esa mujer. Ver a
Alyson sólo le recordaba a Dominic y eso la dolía. Arrojó a un lado el periódico y salió
del apartamento.
No obstante, de algún modo, cuando regresó, un desagradable impulso la obligó a
mirar de nuevo la fotografía. Se dijo que era una curiosidad morbosa acerca de la clase
de vida que llevaba la mujer de Dominic. Tenía que mirar, leer, demostrarse a sí misma
que estaba haciendo lo correcto al negar la relación que Dominic pretendía tener con
ella.
Alyson no estaba sola en la fotografía. La acompañaba un hombre que parecía lo
bastante mayor como para ser su padre; Carrie pensó que probablemente lo era, hasta
que leyó al pie de la foto:
Carrie leyó y releyó las palabras: apenas se atrevía a creerlas. Alyson había vuelto a
utilizar su apellido de soltera, y estaba embarazada, aunque no de Dominic.
Emocionada, se dijo que el matrimonio de Dominic había terminado. Por tanto, no
había impedimento para iniciar una relación con él, una relación de toda la vida.
Dominic no era un inmoral al pedirle que se quedara con él. ¡Había un futuro posible
para ellos! Aterrada, pensó que había estado a punto de cometer el peor error de su
vida. Si no hubiera seguido el impulso de leer la noticia acerca de AJyson, habría
abandonado Sydney, sin saber que tenía todo el derecho del mundo a disfrutar de una
segunda oportunidad con Dominic. Y llevaba haciéndolo esperar una respuesta
durante casi tres semanas...
En ese momento saltó y corrió al teléfono, preocupada por la idea de que Dominic se
hubiera rendido a causa de su largo silencio. Le temblaban los dedos al marcar el
número que la señora Coombe había anotado para ella. Su mente era una mezcla de
pensamientos caóticos: miedo, esperanza, necesidad y un profundo amor desesperado,
todos clamando por expresarse.
La voz autoritaria de la señora Coombe le llegó, deseando saber quién la llamaba.
Carrie trató de calmarse, de hablar con sensatez, de pensar en cómo cruzaría la brecha
que había creado con su ignorancia sobre el estado civil de Dominic.
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Capítulo 10
DOMINIC llegó treinta minutos antes de la hora acordada. Carrie acababa de ponerse
un ligero vestido dorado y beige y se encontraba en el baño cepillándose el cabello
cuando sonó el timbre. Fue Danny quien lo recibió mientras Carrie se pintaba los
labios.
No sabía si era aprensión o placer lo que la hacía sentirse tan nerviosa; sin embargo, en
cuanto entró en la sala y vio a Dominic, la salvaje aceleración de su pulso no le dejó
duda alguna de que estaba en peligro de perder la cabeza y además el corazón.
Aunque él llegó temprano, era obvio que había tenido tiempo de cambiarse el traje
formal. Llevaba un espléndido pantalón gris y una camiseta con diseños marineros en
gris y blanco. De alguna forma su masculinidad se acentuaba en ese estilo de ropa. Los
más íntimos recuerdos de Carrie se despertaron de inmediato.
— ¡Mira lo que el señor Savage te ha traído, mamá! —gritó Danny con emoción.
Ella no necesitó ver el ramo de rosas rojas, la caja de bombones, la botella de champán.
Una mirada a Dominic fue suficiente. Sus ojos le dijeron todo lo necesario al posarse en
los de ella, exigiendo una respuesta que ella no podía ocultar por más tiempo. Él
esbozó una sonrisa de intensa satisfacción.
—Estás preciosa, Carrie —dijo con suavidad.
Y de algún modo los años desaparecieron, y fue como la primera sonrisa que él le
brindó en el casino Júpiter. Carrie quedó completamente cautivada.
—Es cierto, mamá —manifestó Danny con una graciosa mueca—. Ya ni siquiera estás
delgada.
Ella rió con timidez, consciente de que se ruborizaba de placer. Forzó a sus piernas a
caminar, diciéndose que debería parecer elegante en todos los sentidos.
—No tenías por qué haber traído todos esos regalos, Dominic. Me haces más difícil
corresponder a tu generosidad —lo reprendió con lo que esperaba fuera una
encantadora sonrisa.
—El estar contigo es más que suficiente para mí, Carrie —sus ojos azules brillaban con
un calor que le hacía arder la sangre en las venas.
«Quizá no sea una fantasía», pensó la joven. Quizá fuera tan real como había creído ella
hacía tiempo, antes de que Alyson y las otras lo convirtieran en algo horrible; quizá
fuera tan real como lo sentía en ese momento. Carrie se recomendó firmemente ser
precavida, refrenarse hasta que no hubiera ninguna duda de la sinceridad de Dominic.
Tenía que proteger a Danny del dolor que una vez sufrió.
—Me las llevaré a la cocina y las pondré en un florero —comentó a la vez que tomaba
las rosas.
—Voy contigo para abrir el champán —se ofreció Dominic con rapidez.
— ¿Puedo abrir la caja de bombones y así ayudaros en algo? —sugirió Danny.
—Después de la cena —respondió Carrie, esforzándose por hablar con firmeza.
Durante las siguientes dos horas hizo un gran esfuerzo por mantenerse tranquila. Los
elogios de Dominic a los diferentes platos de la cena le aseguraron que todos sus
esfuerzos habían merecido la pena y que eran muy apreciados.
La presencia de Danny ayudó a dar un toque de normalidad a la noche. El niño charló
con Dominic, reclamando gran parte de su atención. Carrie estaba agradecida por el
interés que demostraba Dominic hacía su hijo. No había la más ligera señal de
condescendencia en su conversación. Efectivamente, le pareció que él escuchaba atento
la narración de Danny acerca de su vida en Fiji como si no hubiera oído suficiente al
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respecto.
Más tarde, por supuesto, a Danny le llegó la hora de acostarse. Fue entonces cuando el
niño quiso enseñarle su habitación a Dominic. Carrie se alegró de dejarlos ir juntos
mientras ella preparaba el café. Fue un error que de inmediato lamentó. Le había
ordenado a Danny prepararse para irse a la cama sin pensar en la posibilidad de que
pudiera cantar. El distintivo sonido del pequeño ukelele debió de advertirla, pero se
imaginó que Danny le diría a Dominic que se trataba de un regalo de despedida del
personal de Fiji, la isla de recreo donde vivieron por última vez. Sin embargo, su
complacencia se desvaneció de inmediato al oír la clara voz de su hijo entonando la
tradicional canción de despedida. —Isa lei, na noqu rarawa...
Un escalofrío le recorrió la espalda. Dejó todo en la cocina y corrió por el pasillo hasta
el dormitorio.
— ¡Danny! —casi le gritó en su urgencia por detenerlo.
—Dom me ha pedido que le cante —se disculpó Danny, confundido por su actitud.
— ¿Dom? —ahora fue el turno de Carrie de mostrarse confundida. Su mirada se
desplazó del niño que se encontraba sentado con las piernas cruzadas en la cama al
hombre que ocupaba la silla cercana.
—Le he dicho a Danny que puede llamarme así —explicó Dominic.
Sus ojos azules la desafiaron a negarle el derecho de hacerlo. Su relación con Danny
había llegado a un grado de intimidad que ella no había esperado. Al menos no tan
rápido. Desvió la mirada, más preocupada por lo que tenía que hacer.
—Danny, te he dicho que es la hora de dormir —señaló con reprobación.
— ¡Vamos, mamá! ¡Sólo unos minutos más! —Exclamó el niño en son de protesta—.
Dom quería que cantara Isa Lei. Le estaba diciendo que se la he cantado a todos los
niños de mi clase. El profesor me llevó con el director del coro durante el recreo y tuve
que cantar para él también. Me dijo que me pondría en la escuela de música de
inmediato.
—No me contaste eso —comentó Carrie con cierta exasperación.
—Ha ocurrido hoy mismo. Lo olvidé hasta este momento. No puedo recordarlo todo.
Lo único que recuerdo es que el director del coro dijo que no había oído una voz tan
buena como la mía desde que Dom estuvo en la escuela.
El corazón de Carrie se detuvo un instante. No podía mirar a Dominic.
—Podría cantarme algo —propuso Dominic con tono apacible.
Carrie aspiró con fuerza para calmar su agitación interna. Esa escena la estaba
superando. Aun así, sus miedos y aprensiones podían ser infundados. Tomó una
rápida decisión.
—Sólo una canción —expresó con firmeza.
—Y un verso —añadió Danny, y antes de que ella pudiera contradecirlo, empezó a
tañer su pequeño instrumento.
Era la más alegre de las canciones, y también la más triste. Muy a menudo, a través de
los años, había invadido el corazón de Carrie con una incontrolable emoción y
arrancando lágrimas a sus ojos. De alguna forma las palabras estaban ligadas a su corta
relación con Dominic, y automáticamente tradujo lo que Danny cantaba.
Isa, Isa, tú eres mi único tesoro
Debes dejarme, muy solo y desamparado
Cuando las rosas echan de menos el sol al amanecer
Cada momento mi corazón te anhela.
Isa leí, las sombras púrpuras caen
Triste el mañana amanecerá sobre mi pena
¡Oh! No olvido, cuando tú estás tan lejos.
Momentos preciosos junto a la bahía Nanuya.
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Era evidente que Danny estaba embargado por la nostalgia de cantar la canción una
vez más. Carrie no pudo detenerlo en esa ocasión. El daño ya estaba hecho, y para
terminar de arreglar las cosas, Dominic se le unió, pronunciando las palabras que
conocía.
Carrie los observó con horror. Sus peores temores se hicieron realidad frente a sus ojos.
Dominic no sólo parecía resentirse de la pérdida de su mujer, embarazada por otro
hombre, sino que miraba con creciente anhelo a Danny. Realmente creía que había
encontrado a su hijo, y Carrie no sabía cómo quitarle esa idea de la cabeza.
¿Y dónde quedaba ella? No quería que Dominic la quisiera y amara a causa de Danny.
Sin embargo, era egoísta querer que Dominic la amara a ella sola.
La última y persistente nota flotó en el aire. Carrie miró a su hijo, tratando de valorar lo
que sentía. A pesar de que Danny nunca lo había expresado, ella sabía que deseaba la
figura de un padre. Eso era muy natural, y era cierto que a ella no le importaría que esa
persona fuera Dominic, si su relación fuera permanente.
—Ha sido precioso, Danny —comentó Dominic con tranquilidad.
— ¡Caramba! Ojalá pudiéramos hacer esto más a menudo —respondió Danny con
sinceridad—. Mamá es fenomenal, pero es incapaz de cantar.
—Claro que puedo —se defendió Carrie con desesperación.
—No como Dom, mamá.
Ese era un hecho que no podía refutar.
—Tengo una guitarra en casa —dijo Dominic con suavidad—. Si quieres, puedo traerla
la próxima vez que venga, y así todos podemos cantar juntos.
— ¡Sería estupendo, Dom! —Expresó Danny con entusiasmo—. Me encantaría
aprender a tocar la guitarra —agregó con franqueza.
Dominic se echó a reír.
—Bueno, si tu madre lo aprueba, te puedo enseñar algo. Sólo recuerda que ella es la
que manda, Danny.
Carrie se sintió aliviada… Todo estaba bien. Dominic no asimilaría un papel que no le
correspondía.
—No tienes inconveniente, ¿verdad, mamá? —preguntó Danny con ansiedad.
—Siempre y cuando no le impongas nada a Dominic. No debes pedir más allá de lo
que se te ofrece —lo reprendió ella con delicadeza.
Danny le lanzó una mirada preocupada a Dominic. —No quería molestarte.
—Está bien, Danny. Me encantaría —aseguró él. Los dos sonrieron mutuamente; sus
ojos azules reflejaban un íntimo entendimiento.
—A la cama —dijo Carrie con voz ronca, adelantándose para tomar el pequeño ukelele
y ponerlo sobre el escritorio.
Danny estaba muy contento. Animado, les dio las buenas noches a los dos. Al darle un
beso a Carrie, murmuró:
—Pídele a Dom que venga mañana por la noche, mamá.
—Ya veremos —respondió ella sin comprometerse—. Ahora sé bueno y duérmete.
Dominic se dirigió a la sala cuando Carrie apagó la luz y cerró la puerta del dormitorio.
Se quedó parada en el pasillo durante varios segundos, recuperando la compostura,
diciéndose que no sería inteligente dejar que las cosas fueran demasiado rápido entre
ellos. Esto fue lo que hizo antes. Le convenía moverse con más cuidado en esa ocasión.
Decidió ir primero por el café. Después, cuando fue a la sala, tendría algo que hacer y
no se sentiría tan tensa, tan consciente de la intimidad que Dominic parecía pretender
crear entre los dos. Era mejor mantener el encuentro en un plano puramente amistoso.
Cuando Carrie entró en la sala, llevaba una bandeja que contenía un plato de pasteles
especiales que había preparado, además de las tazas de café. Dominic estaba de pie
cerca de los grandes ventanales, aparentemente contemplando la ciudad y las luces del
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puerto. Se volvió en el momento en que la oyó entrar y avanzó con rapidez para
ayudarla con la bandeja.
—No, está bien, gracias —dijo Carrie con una sonrisa nerviosa—. Por favor... siéntate y
relájate.
Él tomó asiento en uno de los sillones pequeños.
—Me gusta la decoración de esta sala, Carrie —hizo una observación apreciativa—. Es
muy cómoda.
—Todo esto es el trabajo de Gina Winslow, Dominic —se apresuró a decir ella—. En
realidad yo no elegí nada. Gina me preguntó cuáles eran mis gustos en estilo y color, y
por casualidad siempre estuvimos de acuerdo en lo que quedaría mejor. Nunca impuse
mis ideas. Yo jamás haría eso.
Una pequeña y extraña sonrisa revoloteó en los labios de Dominic.
—Bueno, debo utilizar los servicios de la señorita Winslow en mis futuros proyectos.
Es obvio que tiene buen gusto.
—Y es muy eficiente —agregó Carrie deleitada por la aprobación de Dominic y además
por darle todo el mérito que Gina merecía—. Lo hizo todo con gran rapidez. Si no fuera
porque el juego de sillas del comedor aún tardará, ya tendrías de nuevo este
apartamento funcionando la semana próxima, y yo estaría fuera de inmediato.
—No hay prisa. De hecho... —vaciló, frunciendo el ceño.
—No debes preocuparte por mí —señaló Carrie de inmediato—. Ya me siento mejor
para conseguir trabajo.
Él la miró perplejo.
—No debes ni siquiera pensar en conseguir trabajo todavía —protestó con
vehemencia—. Estás muy bien; no obstante, para mejorar más debes tomarte tu
tiempo. No merece la pena correr el riesgo —se inclinó hacia adelante y sus ojos se
clavaron en los de ella casi con una expresión de súplica—. Y no pienses siquiera en
mudarte de aquí. Por lo menos, no hasta... bueno, no hasta que toda la decoración esté
terminada, de cualquier forma. Y probablemente habrá más retrasos. Sólo cuando todo
esté terminado habrá que pensar en tu traslado a otro lugar. No es mi intención
ponerte en la calle. Seguramente ya sabes que antepongo tus necesidades a cualquier
otra cosa.
Así parecía, pero a la vez que Carrie deseaba creerle, todavía tenía algún recelo.
—Puedo mantenerme a mí misma y a Danny, Dominic —expresó con tranquilidad y
añadió con dolor—: No al nivel al que tú estás acostumbrado, pero...
— ¡No, Carrie! —La interrumpió él y en su rostro apareció una expresión de angustia—
Lo has pasado muy mal todos estos años y deseo facilitarte las cosas. Por favor... ya es
suficiente con saber todo lo que has sufrido sin la ayuda de nadie.
—Tuve mucha ayuda —insistió ella. Su orgullo se imponía una vez más—. La gente de
Fiji es la más adorable de la tierra, en particular cuando se trata de los niños. Amar y
ser amado es todo lo que importa en la vida. A Danny nunca le hizo falta esa
comodidad; siempre fue un niño feliz.
— ¿Y tú? ¿Fuiste feliz durante todos estos años, Carrie?
Ella bajó la mirada y sirvió más café.
—Algunas veces sí fui feliz. Otras no —manifestó con llaneza—. La vida no es muy
agradable cuando se tienen grandes responsabilidades.
—Me gustaría hacer que tu vida fuera agradable, Carrie —comentó Dominic con
suavidad.
Ella terminó de servir el café, arreglándoselas para no derramar nada. Entonces levantó
la mirada hacia él. —Eso no es posible, Dominic, ya que no soy una persona
despreocupada. Me preocupan muchas cosas —esbozó una leve e irónica sonrisa—. Sin
embargo, gracias por ser tan amable conmigo y con Danny.
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El sonrió con ironía a la vez que se inclinaba hacia adelante para servirse azúcar.
—Danny es un niño estupendo, Carrie. Has hecho un maravilloso trabajo al educarlo.
Estaría muy orgulloso de él... si fuera mi hijo.
El corazón de la joven se contrajo. La tentación de contarle toda la verdad vibró en su
lengua durante varios segundos antes de renunciar a ello. Pasar una noche placentera
juntos no era una prueba de lo que sería un compromiso de por vida.
—Estoy muy orgullosa de él —comentó con rigidez.
—Y yo estoy deseoso de pasar más tiempo con él.
¿En realidad no te importa mi sugerencia acerca de la guitarra?
—Por supuesto que no. A mí me encantaba... —iba a decir «cuando tú tocabas y
cantabas para mí», pero se detuvo—. ¿Todavía te gusta tocar?
Dominic adoptó una extraña expresión, como si se burlara de sí mismo.
—Me temo que lo dejé hace muchos años. En algún momento a lo largo de este tiempo
perdí la alegría por la música.
Carrie frunció el ceño.
— ¿Entonces por qué le has hecho ese ofrecimiento a Danny?
—Carrie, quiero volver a intentarlo. Quiero intentar muchas cosas nuevamente. Cosas
que me importaban antes... mucho, pero que sin la gente idónea para compartirlas...
dejaron de tener sentido para mí.
«Alyson consiguió que nada de aquello tuviera sentido», pensó Carrie con amargura.
No entendía, nunca entendería por qué Dominic no se dio cuenta de ello antes de
comprometerse en matrimonio con esa mujer. Por fortuna ahora estaba terminado.
Nada se ganaba viviendo del pasado. Si ella le proporcionara a Dominic el futuro que
el esperaba...
Sonrió.
—Me temo que Danny se ha hecho muchas ilusiones acerca de tu habilidad, Dominic.
Más vale que empieces a practicar si quieres satisfacer sus expectativas.
Él se relajó.
—Estoy seguro de que puedo tocar lo suficiente como para satisfacer a un niño de siete
años. Sin embargo, practicaré. No desilusionaré a mí... compañero de canto.
—Avísame cuando estéis listos para dar un concierto —sugirió ella—. Danny quiere
que vengas mañana por la noche otra vez, aunque creo que eso sería comprometerte.
—De ninguna manera —se apresuró a negar Dominic—. Si mañana por la noche no
tienes compromisos, estaré encantado de venir. Simplemente dime si estás de acuerdo,
Carrie. No seseo abusar de tu hospitalidad.
—Disfruto cocinando para un invitado tan agradecido —le aseguró ella—. Sólo una
cosa: prométeme que no traerás más regalos.
—Trataré de refrenarme —su sonrisa sugirió un doble sentido reforzado por sus ojos.
Carrie se llevó la taza a los labios para atajar el violento surgimiento de deseo que se
extendió por todo su cuerpo. Ninguno de los dos parecía tener algo que decir mientras
tomaba el café. Carrie procuró desesperadamente encontrar otro tema de conversación.
¡Algo seguro!
Él se levantó con la tensión vibrando en su cuerpo.
—Creo que será mejor que me vaya, Carrie —dijo con rapidez.
La desilusión la hirió inesperadamente. Dejó su taza con rapidez y se levantó del sofá
hecha un manojo de nervios. Sus ojos buscaron los de él; necesitaba a toda costa
conocer sus sentimientos.
—He disfrutado muchísimo de la noche, de la compañía y de la cena —comentó
Dominic, y luego hizo un gesto triste—. No quiero excederme en mi agradecimiento,
Carrie.
—No podrías, Dominic —las palabras brotaron con espontaneidad. La necesidad que
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Capítulo 11
QUIZÁ fue la respiración de Dominic lo que despertó a Carrie de su ligero sueño.
Tenía la cabeza apoyada sobre su hombro, y él la sostenía con firmeza contra su
cuerpo con un brazo. Incluso en sueños parecía que Dominic no la dejaba ir. Pensó que
era hermoso estar a su lado, entrelazados en la intimidad. Para ella era como estar en
casa. Tuvo la sensación de que estaba en el lugar adecuado.
Habían hecho el amor varias veces, hasta que el cansancio los venció.
Ahora la luz de la mañana se filtraba por las cortinas resucitando la conciencia. Miró el
reloj. Eran más de las cinco. Danny se despertaba normalmente a las seis y media.
Carrie se tranquilizó de nuevo; una dulce sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios
al volverse hacia el hombre recostado a su lado.
Dominic...
Su nombre era como una canción jubilosa dentro de ella. Deslizó la mirada por la firme
musculatura de sus hombros, la anchura de su pecho. Él siempre había tenido un físico
magnífico, y el simple hecho de mirarlo la excitaba ahora. Con delicadeza, tiró de la
sábana hacia abajo. Le encantaba la firmeza de su trasero. Era perfecto. Y sus poderosas
y musculosas piernas. Tembló de placer cuando su mirada recorrió los muslos... No
pudo evitar tocarlo. Toda la noche había sido como abrir un tesoro enterrado durante
años. El estómago se le contrajo por el glorioso placer de saber que él era todo suyo.
Se inclinó para besar la curva de su cuello y le rozó el pecho con las puntas de sus
senos. Sus pezones se estremecieron de excitación. Con una repentina sensualidad,
empezó a frotarlos contra la piel de Dominic mientras deslizaba los labios por el
hombro y una mano por su duro estómago.
Con mi cuerpo te idolatro...
Las palabras de una antigua ceremonia de matrimonio acudieron a su mente. Suspiró
de felicidad al imaginarse casada con Dominic. Tenerlo así, estar con él, para siempre.
Él la amaba. Ahora estaba segura de ello, y le demostraría que podía ser una buena
esposa. No sólo en la cama, sino a su lado en cualquier circunstancia.
De pronto se dio cuenta de que él estaba despierto. En el mismo momento de su
descubrimiento, el brazo de Dominic la asió con fuerza. Tenía los ojos azules bien
abiertos, y resplandecían de placer. Sonrió ante su perplejidad.
—Carrie, puedes despertarme así a cualquier hora —comentó con sensualidad.
Ella se rió algo cohibida, dichosa de que él estuviera feliz y de que aún la dese ara a
pesar de los excesos de la noche.
— ¿Es hora de que me vaya? —preguntó él con un matiz de ansiedad en su voz.
—Pronto.
— ¿Cuándo?
—Danny se despierta a las seis y media.
Él exhaló un suspiro de alivio, miró su reloj y entonces sonrió.
—Eso nos da suficiente tiempo —levantó una mano para apartarle el cabello de la
mejilla y colocárselo detrás de la oreja. Su mirada era tan cálida y amorosa que le
producía un cosquilleo en la piel.
Inclinó la cabeza y la besó. Carrie le echó los brazos al cuello, invitándolo a tomar lo
que quisiera de ella. Él la besó una y otra vez, empujándola poco a poco hacia una
apasionada entrega.
Deslizó una mano hacia sus senos y frotó con delicadeza sus pezones erectos,
excitándolos hasta endurecerlos. Carrie gimió cuando flechas de placer se dispararon a
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través de su cuerpo.
—Me encanta acariciarte los senos, Carrie —murmuró él—. Son tan suaves...
Entonces deslizó la lengua por sus pezones, excitándola cada vez más. Cuando la sintió
convulsionarse, Dominic deslizó una mano entre sus muslos para mitigar el doloroso
deseo.
—Dominic... por favor... —gimió ella al borde de la desesperación.
Él se movió, llevándola con él, a la vez que se colocaba boca arriba.
—Hagamos el amor, Carrie —pronunció con una mirada llena de sensualidad; sus
manos la sostenían y la guiaban hacia él.
Con lentitud y timidez, ella fue dándole cabida en el lugar que siempre había
reservado para él.
Dominic deslizó las manos por sus caderas, deleitado.
—Eres tan exquisita, Carrie. Tocarte, mirarte, probarte, sentirme inmerso en ti como
ahora... es la mayor maravilla del mundo.
Todo el amor que ella siempre había sentido por él fluyó incontenible y no pudo, no
quiso negarle las palabras que él le había pedido que pronunciara unas semanas antes.
—te amo, Dominic.
—Lo sé —asintió él con suavidad. Había un destello de feroz resolución en sus ojos—.
Ya nunca nos separaremos. ¡A pesar de todo lo que suceda!
— ¡No podemos quedar prendidos así para siempre! —bromeó ella.
—Me parece una gran idea.
—Mmm... —ronroneó Carrie, ejecutando un ondulante movimiento de caderas.
Dominic respiró rápidamente. Todo su cuerpo se puso rígido por un momento.
Después la sujetó por la cintura y tomó el control, transportándola a un nivel de
salvajes sensaciones, más rápido, más profundo. Sólo cuando Carrie vio que Dominic
alcanzaba el climax, su cuerpo tembló en respuesta y pareció derretirse alrededor de él.
Dominic la abrazó y le frotó la espalda con lentas y sensuales caricias. Al final inclinó la
cabeza para besarla con fervor.
—Ya es hora, Carrie —murmuró—. Creo que debo irme.
—Sí —ella suspiró con resignación—. Gracias, Dominic.
Él le brindó una triste y leve sonrisa.
—Es una lástima. Bueno, existe la promesa de esta noche.
—Sí —ella le devolvió la sonrisa y sus ojos recompensaron su preocupación con un
brillo de agradecimiento—. No olvides traer tu guitarra.
Él rió y la besó en la punta de la nariz.
—Tú eres la música de mi vida —susurró para después soltarla y bajar de la cama—. Y
te lo recordaré esta noche, con guitarra o sin ella —se irguió con orgullo al dirigirse al
baño.
Carrie se sentó y se abrazó las rodillas. Sus ojos recorrieron la habitación que Gina
había decorado para ella, deleitada por todo lo que veía.
Ahora podía permanecer allí.
Dominic quería que se quedara. Después de todo desde el principio había querido
llevarla a su casa y ella había sospechado que era eso lo que en realidad deseaba. Sin
embargo, él había sido cuidadoso al no apresurar las cosas, al no presionarla, lo cual la
hacía sentirse feliz. No estaba preparada para trasladarse a su casa a menos que él se
propusiera casarse con ella.
Él no le había hablado de matrimonio, pero le había dicho que no se separarían jamás.
Carrie se dijo con firmeza que debía ser paciente. Tenía que demostrarle que sería la
esposa apropiada para él. Por el momento, comprendía que él no quisiera hablar de
matrimonio, después del desastre ocurrido con AJyson. Además, su divorcio aún no se
había concretado. Por lo menos el tiempo estaba de su lado en esa situación.
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La única pregunta que necesitaba ser contestada era aquella que la había torturado a
través de los años, e incluso últimamente. ¿Qué fue lo que Dominic vio en Alyson
Hawthorn para elegirla como esposa?
Se dijo que en realidad no tenía sentido que el dinero y las propiedades influyeran en
su elección.
Seguramente la familia de Dominic era lo suficientemente rica como para no necesitar
una unión con otra familia acaudalada.
Parecía que había algo más que Alyson tenía... alguna cualidad particular que Dominic
identificó como de valor especial para un matrimonio.
Y si ese era el caso, Carrie necesitaba averiguar qué era para poder cultivarlo. No era
sólo curiosidad; le urgía saberlo. Ahora que tenía una segunda oportunidad, no
deseaba que él encontrara algún defecto en ella o en su unión.
Él salió del baño, duchado y afeitado. Estaba tan espléndido que la chica se olvidó en
seguida de sus pensamientos. Dominic sonrió amenazador.
—Si continúas mirándome así, Carrie, todas mis buenas intenciones se irán por la
ventana. Estás demasiado tentadora, amor mío.
Ella rió y se cubrió los senos con la sábana.
—No estoy seguro de que eso sea lo mejor —se quejó él.
—Creo que deberías vestirte y dejar de burlarte de mí —replicó ella con amabilidad.
Él se echó a reír, disfrutando del relajado ambiente que había entre ellos, y empezó a
recoger su ropa del suelo.
Carrie lo observó vestirse con gran placer. Se dijo que así sería cada mañana si
estuvieran casados. ¿O acaso Dominic sólo quería que fueran amantes?
Esa incertidumbre le hizo recordar la pregunta acerca de Alyson. Tal vez debería
esperar. Tenía el presentimiento de que si no lo hacía abriría la caja de Pandora, la cual
sería mejor mantener cerrada. Si Dominic estaba muy dolido por su matrimonio, sería
estúpido recordárselo.
Si aún la amara... después de esa noche, ¿ya no estaría interesado en Alyson? La
necesidad de saberlo la dominó. Además, ya había esperado demasiado, tratando de
no herir a nadie.
—Dominic...
Él levantó la mirada cuando se metía la camisa bajo el pantalón y sonrió. Carrie aspiró
profundamente.
—Hay una pregunta que me gustaría me contestaras, pero si no quieres no lo hagas, no
importa —añadió con precipitación, para no echar a perder la armonía que había entre
ellos.
—Adelante —la invitó él, animado.
—Bueno... ¿te importaría decirme...?
Dominic la miró inquisitivo y ella finalizó la pregunta con apuro.
— ¿...qué fue lo que te atrajo de Alyson?
Él se quedó inmóvil, como petrificado. La mente de Carrie le gritó que había cometido
una grave equivocación. El pasado era el pasado. Había sido estúpido indagar en
aquello cuando el futuro se vislumbraba tan brillante.
—Carrie... —su voz era áspera—. ¿Qué te hizo pensar que a mí me atraía Alyson?
Ella sintió que el corazón se le encogía. La estupefacción fue seguida por una dolorosa
tormenta de confusión.
—Bueno, tenía que haber alguna razón... La mirada de Dominic le demostró que
cualquier sentimiento que hubiera experimentado por Alyson estaba olvidado.
—No he debido preguntar. Lo siento. Ya no importa.
— ¡Claro que importa! —él avanzó hacia ella, se sentó en la cama a su lado y la tomó
de los hombros, forzándola a mirarlo.
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Capítulo 12
POR primera vez la suerte estaba de su lado. La respuesta llegó con la
correspondencia, en forma de acuse de recibo a una de las solicitudes de empleo de
Carrie. Una respuesta positiva. Le ofrecían un puesto como jefe de cocina en el
restaurante de un hotel de Mudgee. Se le facilitaría un alojamiento con teléfono. El
gerente la necesitaba con urgencia. Quería que aceptara el trabajo tan pronto como
fuera posible.
Eso significaba que podía ser de nuevo independiente por completo. Tendría un lugar
para vivir y unos ingresos para mantenerse. Se encontraba en una situación
comprometedora allí, en el apartamento de la compañía APIC, con Danny matriculado
en una escuela que pagaba Dominic. Con ese trabajo, ella le pagaría todo lo que le
debía. En términos de dinero, por supuesto.
A pesar de que se le rompía el corazón por dejarlo otra vez, sobre todo después de lo
sucedido, si él estaba realmente preparado para rehacer su vida con ella y con su hijo,
la opción seguía abierta. Aunque otra persona resultara lastimada.
Dominic podría elegir entre dejar su matrimonio o conservarlo.
Si decidía conservar su matrimonio, entonces Danny y ella se irían. El amor a medias
sin un compromiso total no era algo con lo que ella estuviera dispuesta a conformarse.
Llamó al hotel Mudgee y aceptó el trabajo. El gerente le indicó el tren que debía tomar
desde Sydney para llegar a su nuevo hogar. Ella le informó que llegaría por la mañana.
En esa ocasión no intentaría huir de la vida de Dominic sin hablar antes con él.
Estaba a punto de hacer las maletas cuando sonó el timbre del portal. De inmediato
supuso que era Gina, por lo que se quedó perpleja cuando por el telefonillo descubrió
que se trataba de la señora Coombe. Se preguntó qué estaría haciendo allí en un día de
trabajo.
Carrie esperó en el vestíbulo, confiando en poder rechazar cualquier intromisión de la
secretaria de Dominic. La señora Coombe salió del ascensor con un estuche para
guitarra y le dedicó una benevolente sonrisa.
—Hola, querida. ¡Dios mío, tienes un sorprendente efecto sobre el señor Savage! —sus
ojos grises parpadearon—. ¡Se ha llevado su guitarra a la oficina y se ha puesto a
cantar! ¡Nunca lo he visto tan contento! Tuvo que asistir a una conferencia en Peppers,
en el valle de Hunter, y me pidió que pasara a dejarte la guitarra para evitar que
volviera a por ella. De todos modos no llegará tarde, querida. El helicóptero estará
esperándolo para volver de inmediato a Sydney.
Carrie estaba demasiado sorprendida para hablar. Además, estaba avergonzada por
esa inusual serie de confidencias por parte de la señora Coombe; por ello no tuvo
coraje suficiente para detener a la formidable dama, que entré en la sala y colocó el
estuche sobre uno de los sillones.
— ¡Oh, qué bonito! —miró a su alrededor sin perderse ningún detalle del genio
decorativo de Gina—. Está muy cómodo y agradable. Admiro tu buen busto, querida.
—Es el trabajo de la señorita Winslow, señora Coombe. Yo no he tenido nada que ver
en ello.
— ¡Por supuesto! —Exclamó con ironía—. Bueno, debo decir que ha realizado un
maravilloso trabajo. ¿Te importa si echo un vistazo en las otras habitaciones?
Considerando que la señora Coombe ostentaba el más alto puesto como secretaria
ejecutiva de APIC, y quizá tenía la responsabilidad de hacer los preparativos
necesarios para el alojamiento de los clientes, Carrie pensó que no le quedaba más
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su hijo. Había hecho todo aquello, lo había preparado todo, se había gastado miles de
dólares... ¡sólo por ella!
— ¿Por qué? —Murmuró mientras miraba a la señora Coombe buscando respuestas—.
¿Cómo ha podido hacerlo?
— ¡Cuando el señor Savage decide hacer algo, lo hace y punto! —afirmó la secretaria,
categórica—. El motivo es tan obvio. Aunque no le ames, por lo menos podría
demostrarle un poco de gratitud.
—Señora Coombe... —toda la angustia abrigada en su mente y corazón se vertió en su
voz—. ¿Y qué hay de su mujer?
—Aquello terminó más o menos hace dos años. Al mismo tiempo que su padre murió.
¿No comprendes lo desgarrador que es que las dos personas que más quieres mueran
casi al mismo tiempo?
Era una pregunta retórica y no necesitaba contestación. Carrie se limitó a mirarla sin
poder hablar.
—Hubo más que un decente período de luto para Sandra. No puedes privarlo de algo
de felicidad ahora, después de todo lo sucedido, primero con su padre, luego con
Sandra... y tú estabas tan delgada y enferma que temía que tuvieras cáncer también... y
la aflicción que le causó... tu negativa de ir a un hospital o ver a los médicos.
Considerando la misma actitud voluntariosa y autodestructiva que Sandra tomó... —
¿Su mujer...Sandra... murió? Era el hecho más importante del torrente de palabras de la
señora Coombe. Saber lo demás ya reflexionaría más tarde. Su corazón ya saltaba con
una fuerza salvaje.
La señora adoptó una actitud de disgusto. —Por supuesto. ¿Es que no conoces al señor
Savage? Es el hombre más honesto que conozco, tanto en los negocios como en su vida
privada. ¿Eres tan ignorante que no te has dado cuenta de que él nunca se interesaría
por otra mujer estando casado? ¡Y hay pocos hombres de los que puedo hablar así!
—Pensé... —Carrie suspiró con alivio—. He cometido una terrible equivocación.
— ¡Así es! —La señaló con un dedo al tiempo que la reprendía con firmeza—. Ese
hombre se merece un poco de consideración por tu parte. Una gran consideración. Si
hay algo que no puedo soportar es la ingratitud. Ya es hora de que le devuelvas algo en
lugar de perseguir tus propios y egoístas intereses, en lugar de continuar con esa
estúpida idea de conseguir trabajo e irte. Podrías empezar por darle las gracias, y
después...
— ¡Claro que lo haré, señora Coombe, lo haré! —sollozó de alegría Carrie,
sorprendiendo a la mujer al saltar del sofá y abrazarla y besarla en la mejilla.
— ¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó la señora.
—Le demostraré mi gratitud al señor Savage —contestó Carrie.
—Bueno... deberías hacerlo.
—Y le estoy muy agradecida a usted por habérmelo explicado todo —añadió la joven
con sinceridad.
La señora Coombe recobró su habitual compostura.
—De ninguna forma. Lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer, y yo soy la persona
indicada —miró con firmeza a Carrie—. Lo único que te pido es que no le hagas saber
al señor Savage nada de lo que te he dicho. Todo es a discreción mía, de la cual tengo
mucha. No obstante él no me lo agradecería. Los hombres en ocasiones son muy
difíciles en materia de orgullo.
—Ah, Carrie... —intervino Gina—. Si no te importa, preferiría que él no supiera que yo
te lo confesé todo también. Quiero decir... bueno, me gustaría trabajar en más
proyectos del señor Savage... con la ayuda de la señora Coombe.
Emocionada, Carrie la abrazó también.
—No te preocupes por nada. Te lo prometo y gracias por todo, Gina.
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Capítulo 13
POR fortuna el gerente del hotel Mudgee tenía otro candidato al puesto que Carrie
rechazó, Deshacer las maletas no le llevó mucho tiempo.
No estaba segura de a qué hora llegaría Dominic. Lo más probable era que pensara que
lo esperaría a las seis y media como el día anterior, aunque deseaba fuera más
temprano. Necesitaba estar más de media hora a solas con él.
Teniendo en cuenta que Danny no cenaría con ellos, y recordando que a Dominic le
gustaba la comida italiana, preparó una lasaña especial. Estuvo indecisa respecto a qué
ropa usar, hasta que por fin, eligió algo. De todas formas, él la amaba. Rezaba porque
aún fuera así, a pesar de lo que le había dicho.
Alyson le mintió. La señora Coombe había insistido en que Dominic era un hombre
honesto, y alguien así no le haría el amor si estuviera comprometido para casarse con
otra mujer. Esperaba que él le perdonara la falta de confianza en su amor; entonces
entendería por qué lo había hecho. Ojalá lo hubiera esperado aquel día. Había sido una
tonta por no darle la oportunidad de explicarse antes de partir, por permitir que sus
pensamientos fueran envenenados por aquella mentirosa en lugar de hacer caso a su
propio corazón.
Pensó en todos los años desperdiciados... Alyson se había burlado de todos: de
Dominic, de ella y de Danny. Carrie se preguntó por qué. Quizá esa mujer no podía
soportar que alguien más fuera feliz, que estuviera enamorado y tuvo celos de lo que
Dominic y ella habían compartido. Y al final tuvo éxito en su cruel manipulación.
Carrie no había creído que AJyson pudiera ser tan malvada, ni que Dominic tuviera esa
clase de amigos aunque nunca compartiera sus actitudes, y mucho menos que en
realidad la amara a ella.
Carrie continuaba revolviéndose entre la culpa y la esperanza, al miedo y la
desesperación cuando Dominic apareció. Eran más de las cinco y media cuando salió
del ascensor, y todas las emociones de Carrie de un amor arrollador se cristalizaron. Él
estaba allí por ella, el hombre a quien había deseado tener durante tanto tiempo. Se
lanzó a sus brazos con tanta fuerza que él se quedó pasmado.
— ¿Carrie? ¿Sucede algo? —preguntó con ansiedad.
—Es sólo que te quiero muchísimo, Dominic —declaró ella con vehemencia.
Con delicadeza, él le sonrió; sus ojos azules brillaban de felicidad.
—Me alegra que me lo digas, Carrie. Con lo que sucedió anoche temí haberte perdido
de nuevo. Es bueno saber que todo está bien —de repente descubrió una íntima
inquietud en su rostro—. ¿Algo va mal, verdad? —Frunció el ceño y sus ojos
recorrieron la sala—. ¿Dónde está Danny?
Ella se separó un poco de él y reunió todo el valor de que fue capaz.
—Se ha ido con la señora Coombe a ver una película. Yo le pedí que se lo llevara.
Quería hablar contigo a solas.
El se tensó y la miró consternado.
—Carrie, si algo te preocupa, lo podemos solucionar.
—Eso espero, Dominic —asintió ella con fervor—. Ven, siéntate —lo cogió del brazo y
lo guió hacia la sala—. ¿Quieres algo de beber? —le preguntó, nerviosa.
—Ahora no, gracias, Carrie. Prefiero escuchar primero lo que tengas que decirme.
La joven se dijo que tenía razón. No merecía la pena prolongar esa agonía. Lo vio
sentarse en uno de los sillones; sin embargo, ella sentía tal agitación interior que no
pudo imitarlo, se dirigió a los ventanales antes de obligarse a volverse para mirarlo.
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—Tenías razón el día que lo llevaste a la escuela —se apresuró a decir Carrie—. No sé
qué es lo que salió mal con las precauciones que tomamos; sólo te digo que no hubo
ningún otro hombre. Temía lo que harías si te confesaba que Danny era tuyo. Creía que
estabas casado con Alyson y...
El echó la cabeza hacia atrás y rió; después la levantó en brazos y giró con ella como si
fuera un niño.
—Entonces fue prematuro —comentó exultante—. Y cuando me pediste ayuda para
recuperar a tu bebé de la gente de la beneficencia, en realidad me pedías ayuda para mi
hijo.
—Sí. Lo siento.
— ¡Carrie Miller, tú no tienes vergüenza!
—Si hubiera tenido otra opción, no lo habría hecho. Sabía que era un paso anticipado,
pero estaba desesperada.
—Nunca volverá a ocurrirte algo parecido —le aseguró él. De pronto agregó—: Así
como tú diste pasos arriesgados, déjame decirte que yo di también los míos en mi
desesperación por mantenerte en mi vida desde aquel día en que entraste en ella por
segunda vez. Supuse que la suerte se pondría de mi lado tarde o temprano. ¡Y lo hizo!
Ella no pudo decirle lo que sabía acerca del apartamento y la decoración. Le había
dado su palabra a la señora Coombe y a Gina. Aun así, lo amaba por todo lo que le
había hecho para retenerla y, de esa forma, asegurarse de que ella se quedara donde
pertenecía.
Con él.
— ¿Te gusta Danny? —preguntó con ansiedad.
—Lo adoro.
—Tiene tus mismos ojos —dijo Carrie.
—Y mi voz —agregó él, orgulloso, y en seguida se rió satisfecho—. Me moría de ganas
de que lo reconocieras anoche. Cuando no lo hiciste, pensé que tenía que demostrarte
mucho más.
—Casi me muero yo, también, cuando comenzó a cantar. Sólo pensé que era mejor
esperar... para ver.
—Le gusto, Carrie.
Ella rió.
3 ¡Por supuesto! ¿Cómo no? Su primera pregunta de la mañana fue acerca de ti, si
ibas a venir esta noche.
—Es un niño estupendo.
—Mmm... Muy parecido a su padre. — ¿Cuándo se lo diremos?
—Esta misma noche, si tú quieres, aunque será mejor que primero lo acostumbremos a
la idea —agregó ella con preocupación.
—Tienes razón. Lo haremos poco a poco —convino él de inmediato. Después suspiró
con enorme satisfacción—. Esta es la mejor noche de mi vida. Tú... y Danny también.
¿A qué hora volverá a casa? —A las siete en punto.
—Entonces tenemos tiempo de hablar más. Aún hay muchas cosas que quiero saber de
ti. Por qué dejaste tu casa y te mudaste a Fiji, qué le sucedió a tu madre y al resto de tu
familia... es demasiado lo que no sé. Se sentaron en el sillón grande, Carrie sobre sus
piernas para que él pudiera acariciarle el cabello y besarla cuando lo deseara.
Ella le explicó que apenas recordaba a su padre, que había muerto cuando ella tenía
seis años. Entonces vivían en Penth. Cuando su madre se volvió a casar, se mudaron a
Sydney para empezar una nueva vida. Fue entonces cuando perdió contacto con la
familia de su padre. Su madre era una inmigrante inglesa, por lo que no tenía familia
en Australia. Cuando su segundo matrimonio terminó en divorcio, ya estaba
establecida y no tenía sentido regresar a Penth. Ayudó a Carrie durante su embarazo y
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cuidó de Danny mientras ella terminaba su aprendizaje como jefe de cocina. Justo
después sufrió un ataque cardíaco mortal.
—Debió de ser espantoso para ti...perder a tu madre de repente —murmuró él,
apenado.
—Ella dejó un horrible vacío en nuestras vidas... —le confesó Carrie con tristeza—. No
pude continuar en Sydney. Era muy duro no tener a nadie, excepto a mi hijo, sabiendo
que vivías tan cerca. La tentación de ponerme en contacto contigo era peor que nunca.
Pensé que la mejor manera de seguir con mi propia vida, sin que me persiguieras todo
el tiempo, era marcharme.
—Entonces te fuiste a Fiji —concluyó él—. Nunca pensé en buscarte allí. A pesar de
que en dos ocasiones pasé las vacaciones en ese lugar en los ocho últimos años.
—Quería olvidarte —suspiró y le acarició la mejilla—, pero nunca lo conseguí, y
cuando regresé, fue únicamente por la educación de Danny. Muy en el fondo, quería
estar cerca de ti de nuevo —sus ojos verdes se llenaron de recuerdos conmovedores al
tiempo que estudiaba el rostro que tanto amaba—. En la canción que Danny te cantó,
Isa Lei hay un verso:
Cada momento mi corazón anhela...
Eso mismo fue lo que siempre sentí, Dominic.
—Yo también —murmuró él. Y la besó con ternura al saber que el prolongado anhelo
había llegado a su fin. Eran sumamente felices con el solo hecho de estar juntos,
disfrutando de aquella maravillosa y total confianza. El tiempo pasó volando. Se
encontraban tan absortos el uno en el otro que el timbre anunciando la llegada de la
señora Coombe con Danny los asustó. Su respuesta fue rápida y llena de anticipada
alegría. Ambos salieron al vestíbulo para darles la bienvenida a su hijo y a su
cuidadora.
Las puertas del ascensor se abrieron. — ¡Dom! —gritó Danny con sorprendido placer.
—Si te parece bien, creo que podrías llamarme papá —dijo Dominic—. Tu madre acaba
de aceptar casarse conmigo —levantó sus brillantes ojos hacia su secretaria—. Usted
puede ser la primera en felicitarnos, señora Coombe.
— ¡Mis felicitaciones de todo corazón, señor Savage! —exclamó la señora con
entusiasmo, avanzando hacia él para estrecharle la mano. En seguida estrechó la de
Carrie. Sus ojos grises brillaban de aprobación.
— ¿Eso significa que vas a ser mi papá para siempre? —preguntó Danny casi saltando
de alegría.
—Definitivamente —le confirmó Dominic—. Estarás conmigo toda la vida, Danny.
— ¡Es fabuloso! Siempre he querido tener un papá. Has hecho un buen trabajo, mamá.
Ella se echó a reír. —Gracias, hijo.
Dominic manejaba muy bien la situación. Había decidido que más tarde, cuando su
relación se cimentara, habría tiempo suficiente para revelarle a Danny que él era su
verdadero padre, cuando la confianza creciera entre ellos.
— ¡En efecto, ha estado muy bien! —Convino la señora Coombe—. Debo irme ahora.
Que pasen una feliz noche.
—Gracias, señora Coombe —dijeron todos a coro con alegría.
La señora entró en el ascensor, y a Carrie le pareció que despedía un aura de brillante
benevolencia. No era un dragón, pensó. Ni un sargento, ni siquiera un buen perro
guardián. Era una especie de hada madrina, debajo de esa armadura de hierro.
—He traído mi guitarra, Danny —dijo luego Dominic—. ¿Qué te parece una canción?
— ¡Sí, señor! —gritó Danny y pasó entre ellos hacia la sala para ver el instrumento.
Dominic estrechaba los hombros de Carrie con un brazo cuando siguieron a su hijo.
— ¿Podemos intentar la canción de aleluya? —le sugirió con tono suave a la joven.
— ¿Puedes tocarlo en la guitarra?
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FIN
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