Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Brazos abiertos.
Es una manera de explicar lo que es la actitud que debemos desarrollar. Hay un lindo poema, La
casa de los huéspedes. ¿Lo habéis escuchado antes? En él se explica que en la meditación tenemos
que ser como una casa de huéspedes, con las puertas siempre abiertas. Y con una sonrisa invitar a
los que nos visitan que se alojen, que se queden por el tiempo que quieran y cuando quieran irse que
se vayan. Entonces, nuestra mente debe tener esas puertas abiertas y dejar que todo entre, se aloje y
se vaya a su propia voluntad. Sin rechazar nada y sin retener nada, que es nuestra reacción habitual:
«brazos abiertos». Otra manera de explicarlo es hablar de un tipo de conciencia que es «estar
consciente de», y otro tipo de mente, que es «saber», y a su extremo, «comprender». Eso es un
poquito difícil de detallar, es algo que tenemos que experimentar, pero como pista a lo mejor
podemos pensar en la diferencia entre ver y mirar, o la diferencia entre oír y escuchar.
Son dos verbos muy similares pero hay una diferencia. Cuando decimos: “ver”, “oír”, eso nos
indica que es un proceso natural, que estamos siendo conscientes de una impresión sensorial que
está recibiendo el sentido. En cambio, cuando decimos “mirar” o “escuchar” eso insinúa que hay un
sujeto que está eligiendo atender a un objeto, prestar atención a algo. La mente también tiene estos
dos aspectos: un aspecto que simplemente es consciente de lo que ocurre y otro que tiene cierta
ansiedad, cierta volición, cierta voluntad de comprender, de captar, de descifrar, de adueñarse de lo
que está pasando.
Esa es nuestra actitud habitual: queremos manipular y estar en control y captar y entender todo.
Pero en la meditación que vamos a desarrollar esta semana, que vamos a llamar “la práctica del
espejo”, vamos a adoptar este primer tipo de mente, muy natural, que es “estar consciente de” y que
no exige nada más: no exige comprensión, no exige saber si es bueno o malo, si me conviene o no
me conviene, qué voy a hacer con esto, etc.; no implica ningún diálogo, simplemente “estar
consciente de”.
El segundo paso consiste en que si nos enganchamos, o mejor dicho, cuando nos enganchemos (es
natural) a alguna idea, a alguna memoria, tenemos que aprender a soltar.
El presente mágico.
En la meditación de hoy vamos a acentuar por encima de todo vivir el presente intensamente, la
atención plena. En el crudo presente no pueden coexistir emociones negativas, es imposible. Si hay
una aflicción emocional, tiene necesariamente que estar relacionada con algo del pasado, una
memoria, o proyectada hacia el futuro. Si tu mente está enfocada en el presente, no puede haber
agitación o emociones negativas. En el presente no hay drama: si llueve, te mojas, si tienes un
paraguas lo abres; todo es muy práctico. No hay una gran tragedia: “Yo pensaba ir de picnic y ahora
se me ha arruinado el picnic y por qué no llueve en muchos meses y justo cuando yo salgo llueve”.
No hay todo ese drama, esa película que inventamos. Es bien obvio lo que hay que hacer. Y
tampoco hay tiempo. En el presente no existe el tiempo, el instante es eterno. Y tampoco hay
relatividad, no hay punto de referencia en malo ni bueno, así que el presente realmente es sagrado.
Y con la meditación vamos a retomar nuestra vida, vivir en el presente. Porque podemos estar en
este planeta, en este cuerpo, ochenta, noventa años y haber vivido solo cinco con una mente nítida y
presente. Muchas veces vamos conduciendo al trabajo y no sabemos ni cómo llegamos. Hay mucho
tiempo de nuestra vigilia que estamos durmiendo: nuestra mente, nuestra conciencia, no está
despierta. Esta meditación nos va a ayudar mucho a ganar vida, a ganar años invisibles de nuestra
vida.