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en los equivalentes contemporáneos de la física y de la química 47. Pero también


tuvo su aspecto teórico. Hipócrates escribió en su obra Sobre la antigua medicina:
“Los hombres creen que la epilepsia es divina, simplemente porque no la entienden.
Pero si llamaran divino a todo lo que no entienden, realmente las cosas divinas no
tendrían fin.”
Con el tiempo, la influencia jonia y el método experimental se extendieron a la
Grecia continental, a Italia, a Sicilia. Era una época en la que apenas nadie creía en
el aire. Se conocía desde luego la respiración, y se creía que el viento era el aliento
de los dioses. Pero la idea de aire como una sustancia estática, material, pero
invisible, no existía. El primer experimento documentado con aire fue realizado por
un médico48 llamado Empédocles, que floreció hacia el 450 a. de C. Algunas
historias dicen que se calificó a sí mismo de dios. Pero quizás fue su inteligencia lo
que le hizo pasar ante los otros por un dios. Creía que la luz se desplaza a gran
velocidad pero no a una velocidad infinita. Enseñó que en otras épocas había habido
una variedad mucho mayor de seres vivientes en la Tierra, pero que muchas razas
de seres “debieron haber sido incapaces de generar y continuar su especie. Porque
en el caso de todas las especies existentes, la inteligencia o el valor o la rapidez los
han protegido y preservado desde los inicios de su existencia”. Empédocles, como
Anaximandro y Demócrito (ver a continuación), al intentar explicar de este modo la
hermosa adaptación de los organismos a sus medios ambientes, se anticipó en
ciertos aspectos a la gran idea de Darwin de la evolución por selección natural.
Empédocles llevó a cabo su experimento con un cacharro doméstico que la gente
había estado utilizando desde hacía siglos, la llamada clepsidra o ladrón de agua,
que servía de cucharón de cocina. Se trata de una esfera de cobre con un cuello
abierto y pequeños agujeros en el fondo que se llena sumergiéndola en el agua. Si
se saca del agua con el cuello sin tapar el agua se sale por los agujeros formando
una pequeña ducha. Pero si se saca correctamente, tapando con el pulgar el cuello,
el agua queda retenida dentro de la esfera hasta que uno levanta el dedo. Si uno
trata de llenarlo con el cuello tapado el agua no entra. Ha de haber alguna sustancia

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Y de la astrología, que casi todos consideraban entonces como una ciencia. Hipócrates escribe en un pasaje
típico: "Hay que precaverse también contra las salidas de las estrellas, especialmente de la estrella Can [Sirio],
luego de Arturo, y también contra la puesta de las Pléyades."
48
El experimento se llevó a cabo para apoyar una teoría de la circulación de la sangre totalmente equivocada,
perola innovación importante es la idea de llevar a cabo un experimento para comprobar la naturaleza.

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material que impida el paso del agua. No podemos ver esta sustancia. ¿De qué se
trata? Empédocles afirmó que sólo podía ser aire. Una cosa que somos incapaces de
ver puede ejercer una presión, puede frustrar mi deseo de llenar el cacharro con
agua si dejo tontamente el dedo sobre el cuello. Empédocles había descubierto lo
invisible. Pensó que el aire tenía que ser materia tan finamente dividida que era
imposible verla.
Se dice que Empédocles murió en un ataque apoteósico arrojándose a la lava
ardiente de la caldera de la cima del gran volcán Etna. Pero yo pienso a veces que
debió resbalar durante una expedición audaz y pionera propia de la geofísica
observacional.
Estos indicios, este soplo sobre la existencia de los átomos, fue explotado mucho
más a fondo por un hombre llamado Demócrito, procedente de la lejana colonia
jónica de Abdera en el norte de Grecia. Abdera era una especie de ciudad chiste. Si
en el año 430 a. de C. uno contaba una historia sobre alguien de Abdera las
carcajadas estaban aseguradas. Era en cierto modo el Brooklyn de la época.
Demócrito creía que había que disfrutar y comprender todo lo de la vida;
comprender y disfrutar era una misma cosa. Dijo que “una vida sin regocijo es un
largo camino sin una posada”.
Demócrito podía haber nacido en Abdera, pero no era tonto. Creía que se habían
formado espontáneamente a partir de la materia difusa del espacio un gran número
de mundos, para evolucionar y más tarde decaer. En una época en la que nadie
sabía de la existencia de cráteres de impacto, Demócrito pensó que los mundos a
veces entran en colisión; creyó que algunos mundos erraban solos por la oscuridad
del espacio, mientras que otros iban acompañados por varios soles y lunas; que
algunos mundos estaban habitados, mientras que otros no tenían ni plantas ni
animales ni agua; que las formas más simples de vida nacieron de una especie de
cieno primordial. Enseñó que la percepción -la razón por la cual pienso, por
ejemplo, que tengo una pluma en la mano- era un proceso puramente físico y
mecanicista; que el pensamiento y la sensación eran atributos de la materia reunida
de un modo suficientemente fino y complejo, y no de algún espíritu infundido por
los dioses en la materia.
Demócrito inventó la palabra átomo, que en griego significa que no puede cortarse.

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una sustancia mental especial, y negaba la existencia de átomos. Creía que los
hombres somos más inteligentes que los demás animales a causa de nuestras
manos, idea ésta muy jónica.
Fue la primera persona que afirmó claramente que la Luna brilla con luz reflejada, y
en consecuencia ideó una teoría de las fases de la Luna. Esta doctrina era tan
peligrosa que el manuscrito que la contenía tuvo que circular en secreto, como un
samizdat ateniense.

Reconstrucción moderna de la clepsidra o "ladrón de agua", con la cual Empédocles


dedujo que el aire se componía de innumerables y finas partículas. (Fotografía, Bill
Ray.)

No iba de acuerdo con los prejuicios de la época explicar las fases o eclipses de la
Luna por la geometría relativa de la Tierra, la Luna y el brillo propio del Sol.
Aristóteles, dos generaciones más tarde, se contentó afanando que estas cosas se
debían a que la naturaleza de la Luna consistía en tener fases y eclipses: un simple
juego de palabras, una explicación que no explica nada.

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