Está en la página 1de 4

Opinión

JULIÁN DE ZUBIRÍA | 2019/07/25 16:51

Las consecuencias del


maltrato infantil
El pedagogo analiza los resultados de diversas
investigaciones sobre el castigo físico a los menores y
reflexiona sobre las consecuencias que dichas prácticas
generan en el desarrollo de la personalidad de los niños y
en la cultura del país.

Al ver que unos cuantos gritos de amenaza no producían efecto, me


sacaste de la cama, me llevaste a la terraza y allí me dejaste (…), en
camisón, ante la puerta cerrada. No voy a decir que estuviese mal hecho;
es posible que no hubiese realmente otra manera (…); pero lo que
pretendo, al mencionar este hecho, es caracterizar tu sistema educativo
y su efecto sobre mí. Sin duda después me mostré ya obediente, pero
quedé interiormente dañado”.

Con estas palabras, Franz Kafka en su célebre Carta al Padre, describe


uno de los efectos más lesivos y prolongados del maltrato infantil. Los
niños maltratados son muy fácilmente reconocidos por los profesores: son
huraños, miedosos y, especialmente tristes. Saben que los rechazan en
su propia casa y eso produce profundo dolor ¡se les ve en su mirada!

Inicio esta columna con la cita de Kafka, ya que, la Carta al Padre, es una
de las joyas universales de la literatura. Todos los padres y madres
deberíamos leerla en algún momento de la vida y debería ser lectura
obligada en caso de que se sospeche autoritarismo o maltrato del padre
o la madre hacia su hijo o hija.
Según el último estudio adelantado en Colombia por la Universidad de la
Sabana, el 52 % de los padres actuales maltrata a sus hijos. Lo hacen en
su mayoría con palmadas, pero también es muy alto el porcentaje que
recurre al rejo o al palo (47 %). La conclusión es clara: cerca de la mitad
de los hogares en Colombia, maltratan a sus hijos. La cifra debería
preocupar a la sociedad, porque un niño maltratado tenderá a tener
dificultades emocionales, afectivas y sociales a mediano y largo plazo.
Estudios realizados por la investigadora Yolanda Puyana, permiten pensar
que, 30 años atrás, los niveles de castigo físico y golpizas eran todavía
mayores, pues se producían en el 62 % de los hogares.

En una sociedad tan enferma emocionalmente como la colombiana, es


relativamente comprensible el maltrato. Lo que no debe generar la más
mínima duda de la necesidad de rechazarlo como práctica que viola los
derechos humanos, y que expone a la sociedad a complejos problemas
de convivencia en el mediano plazo. En los barrios, los conflictos suelen
resolverse a las patadas; lo mismo en los bares, en las canchas deportivas
y en las calles. Nunca hay que olvidar que hemos convivido con la guerra,
las mafias, los secuestros, las masacres, las desapariciones y el asesinato.
Se nos endureció el corazón de ver tantas muertes: ¡ya hemos perdido la
cuenta! Por eso, a algunos llega a parecerles casi natural, que asesinen
los líderes sociales, que se generalice la corrupción o que un presidente
del Congreso haga trampas para beneficiar a su partido y viole, en medio
de marrullas, los derechos de la oposición. Al propio presidente de la
república le pareció que la violación de los derechos de la oposición por
parte del senado era un problema menor y que no deberíamos
preocuparnos por ello. Es cierto, en Colombia la ética ha sido un problema
menor para la sociedad, las empresas, el gobierno y las familias. Tal vez
por eso la reconciliación y el perdón, le están quedando grandes a un país
que se acostumbró a resolver a bala, machete, y sin ética, los problemas
que enfrenta a diario.

De tiempo atrás, los educadores sabemos que el autoconcepto es uno de


los factores más asociados al éxito en la vida. Es relativamente común
que lleguen más lejos, los niños que sienten más apoyo, seguridad y
confianza de sus padres y profesores. Esto ha sido ampliamente estudiado
en la psicopedagogía y se le ha denominado con el bello nombre de Efecto
Pigmalión. La teoría concluye que, los niños no responden a sus
capacidades, sino a las expectativas que de ellos tienen sus padres y
maestros. Si el niño siente que sus padres y maestros tienen expectativas
altas y realistas, llegará lejos, porque así se genera la seguridad necesaria
para avanzar en la vida. Pero si el niño siente que sus padres y profes
creen que no podrá llegar lejos, entonces, perderá la confianza y la
seguridad, dos de los motores esenciales de la vida, que serán decisivos
para vencer obstáculos y para convertir cada dificultad en una nueva
oportunidad en la vida, en lo que se ha dado en llamar la resiliencia. Por
el contrario, los niños maltratados tienen el autoconcepto por el suelo. Se
sienten rechazados y, por eso, su confianza y seguridad son ínfimas. Son
niños que viven con miedo, porque temen que, en cualquier momento,
los van a golpear, sin saber cuándo, dónde, ni por qué. La arbitrariedad
la han aprehendido conviviendo con sus padres: ¡Paradójicamente son
maltratados por quien afirma quererlos!

Otro efecto del maltrato infantil, lo expresa Kafka de manera clara: Me


volví obediente –dice-, pero –y esto es lo más importante- “quedé
interiormente dañado”. El niño maltratado, debilita su personalidad. Son
niños amargados, con enorme debilidad en sus interacciones sociales. En
ocasiones se vuelven muy agresivos, y en otras, muy huraños. En
cualquier caso, no aprehenden a interactuar con sus congéneres, porque
lo que han visto es que las personas se relacionan a las patadas, a los
gritos y mediante humillaciones. Por lo general, en sus hogares se respira
temor y muy poca confianza.

En los hogares muy autoritarios se disminuye la comunicación, porque la


única voz que se escucha es la del padre o la madre. Se vive un eterno
monólogo. Padre o madre hablan, y el niño se somete. En cualquier caso,
no se sabe lo que quiere el menor, lo que piensa o lo que quisiera decir.
No se le consulta para nada. Él no participa en las decisiones, ya que se
supone que debe obedecer para poder ser formado. Aunque resulte
increíble, el maltratador cree que a golpes se “formará” el carácter del
niño o niña. Supuestamente, así se volverá un adulto más fuerte. Si él
hablara y escuchara a sus hijos, sabría que eso no es cierto, que le
mienten sus creencias.
Los niños maltratados tienen gran dificultad para expresar sus
sentimientos. Es como si tuvieran un gran peso encima, porque sus vidas
han sido invadidas. A eso se refiere Kafka cuando dice que quedó
“interiormente dañado”: disminuido, arrugado emocionalmente, incapaz
de decir lo que siente. Estos niños vivirán como jóvenes y adultos, con
mayor tristeza, depresión y soledad. Sin ninguna duda, son niños más
propensos al suicidio, porque carecen de identidad, seguridad, proyectos
y esperanza.

De Zubiria (25 de julio de 2019). Las consecuencias del maltrato infantil


Semana. Recuperado de https://www.semana.com/opinion/articulo/las-
consecuencias-del-maltrato-infantil-columna-de-opinion-julian-de-
zubiria/624996

También podría gustarte