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La cosmovisión indígena del

territorio: defensa e identidad


29 Sep 2017
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José Luis Sánchez Canseco

I. Introducción

Desde una apreciación simple el concepto territorio puede ser visto como algo
meramente material, es decir, como extensiones de tierra o roca inerte que sólo
está ahí dispuesta por la naturaleza para ser transformada, utilizada o devastada y
de ello obtener un beneficio práctico o inmediato. Es lamentable decirlo, sin
embargo, como realidad, la concepción de territorio antes descrita es parte de las
políticas y prácticas de consumo que caracterizan al mundo capitalista, al mundo
moderno: ver la naturaleza como un medio para obtener un resultado en ganancia
material.

Esa visión del territorio choca con la forma o cosmovisión indígena sobre el
mismo. La cosmovisión como un entramado diferenciado, en este caso,
colectivo, son saberes, conocimientos alternos, significados que tuvieron un
origen y que, a contra corriente, siguen teniendo una finalidad. En palabras
sencillas es algo que tiene razón de ser para una comunidad o pueblo indígena.
En ese sentido nuestros ancestros originarios concebían la tierra (la naturaleza),
como algo vivo, como un ser con sensibilidad y que, al entrar en contacto con
ella para su subsistencia la hicieron parte de ellos mismos, no para adueñarse a
manera de propietarios absolutos, sino para formar una unión de seres iguales.
Para decirlo de alguna manera: con derechos y obligaciones mutuas sin que uno
tuviera poder sobre el otro y con igual responsabilidad de cuidado y
preservación.

II. Cosmovisión indígena del territorio vs imperativo categórico

La tierra a partir de los saberes y conocimientos indígenas es un territorio,


comprendiendo su dimensión no solo física o material sino como organismo vivo
e independiente, un ser que necesita protección y respeto con la finalidad de su
uso razonable. Es evidente que esta forma de pensar es contradicha por la idea de
explotación sin límites que tienen los gobiernos o las empresas, a las que
aquellos gobiernos les dan autorización para extraer los recursos naturales que
contiene ese ser viviente. Aún en el trasfondo de la moderna estructura jurídica y
de las políticas públicas occidentales, podemos ver la antigua máxima francesa
“Laissez faire, laissez passer”: “dejar hacer, dejar pasar” la cual sigue
apuntalando la libertad de mercado y, en consecuencia, la explotación
desmesurada de la naturaleza como mercancía.

La contradicción de estas dos formas de racionalidad, la indígena y la occidental,


la podemos analizar desde el fundamento que sostienen una u otra. Immanuel
Kant (2014: 126), filósofo alemán, describió que el ser humano nunca podría ser
un medio para un fin, ya que su racionalidad le situaba como fin en sí mismo y
que los seres (las cosas) cuya existencia descansa en la Naturaleza tienen un
valor meramente relativo, es decir, son medios y como tales son cosas. Este
pensamiento que dimensiona a las personas con un valor y, por lo tanto, con un
poder por encima de la naturaleza, rompe con la cosmovisión indígena sobre el
territorio ya que sitúa al ser humano en una posición de privilegio, como fin al
cual la naturaleza que le rodea no encuentra otro sentido que servirle como
medio.[1]

Es pertinente decir que los derechos humanos como fundamento construido


desde la segunda mitad del siglo pasado, a raíz de los genocidios causados por
Alemania, encuentran una buena razón para afirmar al ser humano como fin en sí
mismo, y en ese contexto, una refutación en contrario no se sostiene. Ya que la
posible argumentación teórica que exista para justificar las masacres de seres
humanos como objetos, no sería otra cosa que quitarles su valor como fines y
tomarlos como cosas dispuestos para ser desechados. La fuerza de los derechos
humanos como fundamento teórico es imprescindible en tal escenario, sin
embargo, el conocido imperativo categórico de Kant en el contexto indígena
adquiere una categoría que enfrenta un desafío actual: la urgente necesidad de
proteger la naturaleza ante la devastación provocada por el ser humano, cuyo
antropocentrismo ha puesto en peligro los territorios indígenas.

Para la cosmovisión indígena la persona no es el centro del universo, sino por el


contrario como describe Jaime Martínez Luna:

Lo natural es lo que engendra, no es el hombre, es la naturaleza quien engendra al hombre. Es por


ello que también surge una ideología naturólatra. Este pensamiento lo desarrollarán todos los
pueblos no homólatras, es decir, los que encontraron en la naturaleza el origen de su proceder.
(Martínez Luna 2003, 24).

Es evidente que el autor nos muestra una concepción que valora a la naturaleza
como madre y, en ese sentido, adquiere un carácter relevante, o mejor dicho
reverente, que llega a ser espiritual. Sin embargo, como afirma otro reconocido
autor, el indígena y la naturaleza llegan a ser dos seres que se necesitan
mutuamente como complemento que forma una identidad propia:

Ellos, los Pueblos Originarios, saben de qué se trata. Siempre lo supieron. Su relación con la
naturaleza no es sólo de carácter económico, sino cultural y espiritual. Su identidad se juega con
ella. Saben que si se destruyen o agotan sus territorios es la supervivencia misma la que se arriesga.
[…] El cuidado del medioambiente sobre el que vienen alertando los ecologistas desde hace
décadas ellos lo sabían desde el comienzo de la Historia […]. (Stavenhagen 2010, 7).

Tanto Stavenhagen como Martínez Luna exponen la fractura de la que adolece la


filosofía kantiana: el ser humano como fin en sí mismo por sobre todas las cosas
(la naturaleza, el territorio, el medio ambiente) está consumiendo el planeta. Es
ingenuo pensar que lo anterior sólo es un debate académico o teórico, no
obstante, los valores que se contraponen sostienen en la práctica, por un lado; una
economía de mercado liberalizada cuyos límites únicamente son una
normatividad jurídica endeble y complaciente,[2] que a su vez genera políticas
públicas que menosprecian la cosmovisión indígena de la preservación del
territorio, su medio ambiente y su naturaleza como hábitat y, por supuesto, como
forma de concebir un modo de vida diferenciado.
III. La idea de desarrollo económico del territorio

Uno de los argumentos que más se ha reiterado para defender el carácter


económico que como medio tiene la naturaleza para el ser humano, ha sido a
decir de Rodolfo Stavenhagen (2010: 57) la idea de desarrollo económico que
tiene como fondo el concepto de "modernización", promovido según sus
defensores para incluir a todas las formas tradicionales, atrasadas o pre-
modernas, en las cuales incluyen a las comunidades indígenas. Lo anterior como
argumento hegemónico ha provocado la urgente organización de colectivos
indígenas para la defensa de su territorio. Un ejemplo de ello y de toda la
cosmovisión espiritual que le subyace, es la acción que llevan a cabo diversas
organizaciones civiles, pueblos originarios, ciudadanía y académicos, en relación
a la implementación de Zonas Económicas Especiales en el estado de Oaxaca. Se
puede leer en la declaratoria del 22 de junio de 2017, el sentir siguiente:

La absoluta pobreza en el pensar y actuar de nuestros gobiernos, porque no escuchan a los pueblos
y no tienen una visión integral de nuestras necesidades, […] No fomentan los mercados locales y
regionales. No hacen estudios verdaderos de impacto ambiental e impacto humano de sus
megaproyectos. Desconocen y violan sistemáticamente los derechos de los pueblos indígenas a
vivir nuestras propias culturas y definir nuestro propio desarrollo en nuestro propio territorio.
(DECLARATORIA, 2017).

Provocar una visión alterna a la idea de modernización o desarrollo, resulta no


solo justo sino imprescindible para un manejo razonable de los recursos
naturales. Esta práctica encuentra sentido, si sostenemos que la naturaleza no es
un medio sino un fin en sí mismo a la par que lo son las personas, los individuos
y, desde luego, los colectivos indígenas. Otro de los frentes de defensa es el agua,
que como recurso natural es extraído de las entrañas de nuestros territorios
indígenas, sin embargo, en la cosmovisión originaria se le concibe como lo que
han llamado: la sangre que le da vida a la tierra. [3] Esta idea del agua es
fundamental para poder cuidarla y defenderla como sustancia indispensable para
la sobrevivencia del territorio indígena y, por consecuencia, para la subsistencia
de los seres humanos que habitan esos territorios.

IV. La actividad proactiva indígena

Una actitud como ejemplo a seguir es la que ha realizado el colectivo indígena


Coordinadora de Pueblos Unidos para el Cuidado y en Defensa del Agua (en
adelante COPUDA), en el valle de Ocotlán y Zimatlán en Oaxaca. Ellos
ejecutaron, por iniciativa propia, trabajos de captación de agua en los años 2007
y 2008 luego de una sequía de dos años recuperando así el manto acuífero
(COPUDA 2017: 5). Así mismo, realizaron una defensa legal a través de la
interposición del amparo colectivo número DA.-282/2012. (DA.-4953/12-11).

Tal resolución les permitió exigir a su vez al gobierno federal, la implementación


de un procedimiento de consulta respecto a la solicitud de modificación del
Decreto de Veda del acuífero de valles centrales de Oaxaca (EXPEDIENTE
9216/2011-17-01-4 2013: 59). La solicitud de modificación de dicho Decreto,
llevó implícita la propuesta compromiso de las comunidades de la región para
realizar una reglamentación para el uso, administración, control y sanción sobre
el agua, bajo el marco del ejercicio de la libre determinación, así como bajo la
cobertura de la cosmovisión ancestral del respeto al territorio como ser viviente
(COPUDA 2017: 4, 9-10).

La actitud proactiva que ha desarrollado la COPUDA mantiene vivo el


pensamiento indígena, que como base filosófica se funda en el sentido de
preservar el entorno. La lucha por el respeto y la protección de nuestros
territorios indígenas es y seguirá siendo, la lucha por el reconocimiento de otra
forma de ver la vida, otra forma de concebir lo que es la calidad de vida, en
donde al territorio y la sangre que le da vida, se ve como un ser a la par de las
personas humanas y nunca como un medio. Así, la lucha de la COPUDA es una
lucha por la identidad, una lucha por la alternativa de solución a un dilema
vigente: el uso racional del agua como líquido vital para la subsistencia.

R. Stavenhagen (2010, 75) reitera la idea: “En el fondo de estas manifestaciones


encontramos una necesidad humana fundamental: la que tiene todo grupo
humano de poder vivir de acuerdo con sus valores y su cosmovisión, la que tiene
toda persona de sentirse pertenecer a una colectividad con la cual comparte estos
valores y que le proporciona identidad y seguridad. […]”. La propuesta pues del
colectivo indígena, no es otra que el reencauzamiento de una identidad espiritual
con la naturaleza que lleva implícito el sentido práctico de conservación mutua
de la que hablaba Stavenhagen. Esta responsabilidad mutua entre el hombre y su
hábitat nos lleva finalmente a cuestionar paradigmas antropocéntricos como el de
Kant, y políticas públicas que apuntalan una modernidad y desarrollo a costa del
menoscabo de los territorios indígenas.

El pensamiento originario ancestral, lejos de ser una idea romántica del indígena
o una retórica más, se convierte en una base filosófica fundamental para la
defensa práctica por la subsistencia del territorio. Ahora más que nunca estamos
llamados desde distintos frentes y espacios de discusión, a poner sobre la mesa la
opción de la cosmovisión indígena como alternativa a las consecuencias de una
devastadora visión occidental que ha cosificado la naturaleza.

[1] Pensamiento, por cierto, muy parecido al antiguo canon bíblico de: “Y los
bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y
sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y
sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28).
[2] Un ejemplo de ello es la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales
publicada el 1º de junio de 2016, la cual tiene la intención de afectar de manera
directa territorios indígenas del sureste mexicano, y cuya aprobación denuesta
una visión de Estado que viola los derechos a la consulta previa, libre, informada
y culturalmente adecuada según el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de
las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas de la ONU.
[3] La COPUDA ha mantenido esta concepción a lo largo de años de lucha por la
defensa y conservación del agua en los valles centrales del estado de Oaxaca: “El
agua es la sangre de la madre tierra ella da la vida, con esta visión la COPUDA
ha implementado un manejo comunitario que siembra y cosecha agua […]”.
(COPUDA 2017, 2).

Referencias

Coordinadora de Pueblos Unidos para el Cuidado y en Defensa del Agua


(COPUDA). 2017. Xnizaa (Nuestra Agua). México: Centro de Derechos
Indígenas Flor y Canto, A.C. Disponible en
https://issuu.com/florycanto0/docs/revista-propuestacopuda-final

DECLARATORIA DEL FORO: “ZONAS ECONÓMICAS ESPECIALES Y


LAS IMPLICACIONES EN LA VIDA COMUNITARIA Y AL MEDIO
AMBIENTE”. 22 de junio del 2017. Disponible en
http://crisisclimaticayautonomia.org/declaraciones/868

Kant, Inmanuel. 2004. Lo bello y lo sublime/Fundamentación de la metafísica de


las costumbres, trad. Luis Rutiaga, México: Editorial Tomo.

Martínez Luna, Jaime. 2003. Comunalidad y desarrollo. México: Consejo


Nacional para la Cultura y las Artes CONACULTA.
Sentencia EXPEDIENTE 9216/2011-17-01-4. Actor: Justino Martínez González.
Autoridad demandada: Director General de la Comisión Nacional del Agua, de la
Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Disponible en
http://aguaparatodos.org.mx/wp-content/uploads/cumplimiento-de-la-
sentencia.pdf

Stavenhagen, Rodolfo. 2010. Los pueblos originarios: el debate necesario.


Norma Fernández (Comp.). Marcelo Paredes (Coord). Buenos Aires, Argentina:
CTA Ediciones CLACSO Instituto de Estudios y Formación de la CTA.

Cosmovisión Dominante, Cosmovisión


Indígena y Territorio
 La Contradicción Estados Nacionales – Pueblos Indígenas es también Una Contradicción Fundamental
Nesse documento do Comité de Unidad Campesina – CUC, da Guatemala, são apresentadas algunas
das concepções de cosmovisão dos povos originários em suas relações com o processo de colonização e
dominação implementado na América Latina. O texto avança na reflexão sobre a construção de novas
sociedades, erigidas sob uma nova base econômica e tendo com um dos eixos centrais o respeito e a
relação harmônica com a Madre Naturaleza e a pluralidade das sociedades. Os textos que seguem foram
selecionados do docuemento Cosmovisión, Territorio y Lucha de Clases : Una Perspectiva desde la
CLOC - Notas para el Debate- discutido no V Congresso da CLOC.

Cuando se habla de “cosmovisión” generalmente se hace referencia a la cosmovisión de los pueblos


originarios o indígenas ; sin embargo, se pasa por alto que en nuestras sociedades existe una
cosmovisión dominante que favorece a determinadas clases sociales y que generalmente se le denomina
“visión occidental” pero que, al referirse a ella en términos genéricos, se pierde de vista cuál es su
carácter de clase ; por ello una especificación se impone como necesaria.

Al hablar de cosmovisión dominante nos referimos a una cosmovisión que se ha ido forjando a lo largo de
los siglos y que se nutre de distintos orígenes. Entre sus nutrientes está la visión greco-romana de la que
deviene la concepción de la separación y contraposición entre lo espiritual y lo material, entre el mundo y
las ideas ; el pensamiento de que el ser humano es el centro del universo y la legislación del derecho de
propiedad. Asimismo la cosmovisión dominante se nutre del mundo judeo-cristiano donde se considera
que el hombre está llamado a dominar la naturaleza ; proviene cierto nivel de intolerancia y también el
concepto del bien y del mal y por lo tanto de la moralidad que predomina en nuestras sociedades.
Asimismo, esta cosmovisión dominante se nutre del liberalismo que ha impulsado la formal división de
poderes, aunque en la práctica sean las burguesías quienes controlan el poder real ; igualmente el
individualismo es impulsado y ensalzado desde una visión liberal, junto al “sagrado” derecho de
propiedad, además de la tergiversación del concepto de libertad que se equipara con la libertad para
comerciar. Finalmente, la cosmovisión dominante se basa en el positivismo desde el cual solo se entiende
la realidad desde la razón y desde las pruebas, datos, experimentos, etc. que corroboran el conocimiento
de dicha realidad.

Frente a esa cosmovisión dominante, se alza una cosmovisión que ha sido negada, relegada y
menospreciada ; es la cosmovisión de los pueblos indígenas u originarios que explica el mundo, la
realidad y el entorno a partir de comprender que hay una relación permanente entre las colectividades
humanas, el entorno en el que viven y el cosmos y a cada aspecto de esa relación le otorga un significado
particular y lo ubica permanentemente en la dualidad del espacio y el tiempo.

Es así como, desde esta cosmovisión, el ser humano no es el centro del universo, sino un componente
más de un equilibrio que debe de existir con la Madre Naturaleza ; la Tierra y el Universo son parte de un
mismo todo al cual pertenecemos los seres humanos ; la tierra no es solo un medio de producción, sino la
Madre que da Vida y a la cual hay que retribuir.

Desde esta cosmovisión, el Territorio no es solamente un área geográfica sino mucho más que eso :
expresa una relación colectiva de un Pueblo con un área donde se incluye el suelo, el subsuelo, el agua,
los animales y las plantas. Pero además el territorio forma parte de la identidad del Pueblo : somos parte
del territorio donde vivieron nuestros antepasados y el territorio es parte nuestra. Implica la memoria
histórica, el derecho a decidir sobre los recursos contenidos en él, la existencia de formas organizativas,
mecanismos y espacios para tomar las decisiones y la posibilidad de articular distintas expresiones con
capacidad de toma de decisiones, es decir, espacios para una forma distinta de entender y ejercer el
poder.

En otras palabras, pertenecer a la Madre Tierra es parte de nuestra identidad. Somos parte del territorio
que tiene que está vinculado con la memoria de los pueblos, es algo vivo y con historia. Igualmente los
saberes y conocimientos que se han acumulado de generación y generación son parte del territorio, así
como los lugares sagrados, energéticos y el tiempo ya que, si ordenamos nuestras actividades alrededor
de algún cultivo que es sagrado para nuestros pueblos, los ciclos agrícolas de esos cultivos son la base
del ordenamiento del tiempo familiar y comunal, que es diferente en cada territorio.

A partir de esta cosmovisión, cada pueblo forja una identidad que está constituida por una memoria
histórica, formas de organización social, sistemas productivos, estructuras políticas, normativas sociales y
representaciones culturales particulares.

Es aquí donde cobra relevancia el papel de la cultura, entendida como la síntesis dinámica, en el nivel de
la conciencia de una persona o grupo humano, de la realidad histórica, material y espiritual de una
sociedad o colectividad humana, de las relaciones existentes tanto entre el hombre y la naturaleza como
entre los hombres y demás categorías sociales.

A cada cultura corresponden determinadas manifestaciones culturales que son las diferentes formas por
medio de las cuales esta síntesis se expresa individual y colectivamente en cada etapa histórica y que se
expresa en manifestaciones culturales como en el idioma, los alimentos, las artes, el vestuario, la
espiritualidad, etc.

Dado que los pueblos o grupos humanos oprimidos buscan resistir ante la dominación. La cultura e
identidad se constituyen en trinchera de resistencia porque le permiten a un pueblo mantener su dignidad,
es decir, reafirmar lo que son como pueblo y esta reafirmación abona la lucha y la resistencia popular, le
permite que la identidad se transmita de generación en generación y dadas determinadas condiciones
históricos, son fuente de convicciones y energías para luchar.

Todos o la mayoría de estos aspectos son despreciados, folclorizados o utilizados por la cosmovisión
dominante que está al servicio de los intereses y la superestructura construida por las clases dominantes
y es aquí donde se expresa la contradicción entre el estado nación y los Pueblos indígenas u originarios.

La Contradicción Estados Nacionales – Pueblos Indígenas es también Una Contradicción


Fundamental
La explicación de las modalidades que adoptó el colonialismo europeo del siglo XVI hay que buscarla en
primer lugar en la economía ; el interés económico fundamental de las monarquías residía en la
explotación de la agricultura y las riquezas minerales ; para ambas era necesaria, donde existían
importantes concentración de población, la fuerza de trabajo indígena y para ello era imprescindible
contar con mucho de la organización social propia de los pueblos originarios

Pero el disponer de la mano de obra para la producción agrícola o minera explica que la población
indígena en términos mayoritarios sea, en las sociedades latinoamericanas simultáneamente, explotada
económicamente y oprimida socioculturalmente.

Esta misma razón posibilita que a la hora de luchar en contra del sistema, los pueblos originarios o
indígenas tengan especiales condiciones y razones para luchar en contra del sistema que es, a la vez,
sistema de explotación y de dominación.

La dominación de los pueblos indígenas, como ha sido analizado desde el siglo XX, adoptó modalidades
militares, económicas, políticas e ideológicas. La dominación militar se expresó en las acciones bélicas de
los invasores en contra de las sociedades de Abya Yala que duró desde varias décadas hasta varios
siglos. La dominación económica se basó en el despojo de la tierra y en la conversión de la población
indígena a la esclavitud, inicialmente, y luego a la servidumbre colonial ; políticamente, se les excluyó del
ejercicio del poder y la dominación ideológica se realizó a través de la religión católica, que legitimaba el
derecho del vencedor mediante la institucionalización del mito de la superioridad. La discriminación y el
racismo son una de sus consecuencias.

La cosmovisión impuesta por los colonialistas europeos (euro céntrica, greco-latina, judeo-cristiana, liberal
y positivista) se impuso sobre la cosmovisión originaria, pero los pueblos indígenas resistieron y
rechazaron las nuevas relaciones de producción y la cultura de los hombres que las imponían. Esa
resistencia y rechazo iba desde el sincretismo religioso hasta los levantamientos armados locales,
pasando por todas las formas de resistencia cultural que el sentido de identidad le permite crear al los
pueblos oprimidos en circunstancias semejantes.

La necesidad colonialista de preservar las formas básicas de organización económico-social de los


indígenas, en función de la explotación de la mano de obra agrícola, es uno de los factores que explican
que las comunidades indígenas, sobrevivieran en la nueva sociedad colonial ; pero explica también que la
organización económico-social de los pueblos originarios no lograra desarrollarse.

Al convertirse la dominación en sistema, crea históricamente una superestructura en función de la


opresión, cargada de racismo y discriminación, que se reproduce a si misma. El desarrollo del capitalismo
dependiente perpetúa, profundiza y agudiza este fenómeno, fundiendo las contradicciones propias de la
estructura económico-social con las contradicciones específicas del carácter plurinacional del país, en el
cual la cultura occidental impuesta históricamente por las sucesivas clases explotadoras es cultura
dominante.

De esa cuenta, desde el período colonial hasta la actualidad, en cada país con población perteneciente a
los pueblos indígenas y originarios, además de la contradicción clasista, se da una contradicción entre el
Estado nacional que defiende y reproduce una superestructura de matriz colonial que corresponde a una
cosmovisión y cultura dominante y la cosmovisión, cultura y dinámicas sociales que corresponde a los
pueblos indígenas u originarios. Esta contradicción explican porqué los pueblos originarios ha mantenido
a lo largo de los siglos una resistencia y rebeldía indoblegable, pero también da pautas en relación a que
no basta con una redistribución de la riqueza social o la modificación de la propiedad de los medios de
producción.

Para construir nuevas sociedades es necesario superar esta contradicción ; para llevar a cabo
transformaciones profundas, tienen que incluir, necesariamente la transformación de las bases coloniales
y capitalistas sobre las que se ha construido una superestructura racista y discriminadora y construir una
nueva base económica que tenga como eje rector el respeto y la relación armónica con la Madre
Naturaleza ; no es posible hacer la revolución si no es desde la cosmovisión, identidad y cultura de los
pueblos originarios o indígenas y con ello se revolucionan las relaciones entre los pueblos, culturas y
cosmovisiones de un país ya que no se trata de una nueva imposición ahora de signo indígena, sino de
una construcción reconociendo la pluralidad de nuestras sociedades. Es decir, solo seremos verdadera y
completamente libres cuando la base económica y el andamiaje jurídico, político e ideológico
correspondiente exprese, sin dominación y opresión, la diversidad de pueblos, culturas, cosmovisiones e
identidades que hay en nuestras sociedades y nuevas relaciones de justicia y equidad se construyan y
perduren.

De la misma forma, no se trata únicamente de contar con un estatuto de autonomía, donde los pueblos
originarios se autogobiernen pero bajo una tutela, sino de transformar el marco constitucional para
construir estados plurinacionales en los que participen a plenitud todos los sectores, pueblos,
nacionalidades y naciones originarias que conforman nuestras sociedades.

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