Está en la página 1de 3

Bicentenario del Natalicio del Dr.

Manuel María Zuloaga Aguirre (1816-1884)

Evencio Díaz*
El historiador José Gil Fortoul (1861-1943) en el prefacio de la primera edición de la
Historia Constitucional de Venezuela (1906), citado por German Carrera Damas (1930), decía
que la historia del siglo XIX fue escrito solo desde el punto de vista militar; y, que en medio de
las diferentes acciones bélicas siempre hubo personas que cultivaran las tierras, estudiaran y
escribiesen, pensaran, legislaran, transportaran e importaran productos; además, que formaran
familias, nacieran y se criar an los hijos. Es decir, que en medio de las calamidades de las
guerras se conservó “los elementos constitutivo de la patria”. (La Crisis de la Sociedad Colonial
Venezolana, 1976:17).

En 1816, el territorio de la Capitanía General de Venezuela (1777) se encontraba


convulsionado por la compleja y prolongada “disputa de la Independencia”. En la Provincia de
Caracas se vivía una aparente tranquilidad. El pueblo de San Joaquín que, se había fundado
con los inicios de la crisis en la estructura de la sociedad colonial, se hallaba consolidada: con el
establecimiento de las entidades de la Parroquia Eclesiástica (1782) y del Tenientazgo de
Justicia Mayor (1802); en consecuencia, la designación de Cura-párroco(1783) y Teniente de
Justicia Mayor (1803). Un mes antes de que el pueblo de San Joaquín reviviera las zozobras de
la guerra (los efectos de la Expedición de Los Cayos y el desembarco en Ocumare, en el mes
de julio de 1816), el padre José Damián Saubens (1765-1829), el 18 de junio, le colocó el Santo
Oleo de Bautismo a un niño varón que llevó por nombre Manuel María, que había nacido cinco
días antes. Sus padres Manuel Marco Zuloaga Rojas (1780-1845) y María Ignacia Aguirre e
Irisarri. Y su único padrino Salvador Michelena. Todos ellos apellidos de origen vizcaíno.

EL Cronista Torcuato Manzo Núñez (1914-1988), en el libro Historia del Estado


Carabobo (1981), omite el nombre del médico Manuel María Zuloaga Aguirre en la lista de las
figuras resaltantes: Manuel María no solo es una figura regional, sino también un personaje de
proyección nacional, el cual San Joaquín tiene la fortuna de haber sido su lugar de nacimiento,
y de tenerlo como uno de sus hijos más ilustre. Sin embargo, su fama y destacada vida
ejemplar durante su esclarecida existencia en la ciudad de Valencia, lo hizo merecedor a lo
poco tiempo de su fallecimiento de la elaboración de algunas biografías (La Esfera, Caracas,
lunes 9 de septiembre de 1946, p.2). El historiador Telasco Macpherson publicó una reseña
biográfica, en el libro suplemento, impreso en la ciudad de Caracas en 1891, del libro
Vocabulario Histórico, Geográfico, Estadístico y Biográfico del Estado Carabobo (1890). Estas
notas biográficas están basadas en l a información recogida por uno de los biógrafos del Dr.
Manuel María.

El pasado viernes 29 de abril, en las instalaciones de la Casa Alejo Zuloaga, se presentó


la publicación del libro: Alejo Zuloaga: educador insigne. Entre la fe y la razón (2015), del
profesor universitario Luigi Frassato (1940). Es un trabajo con grande aporte para la
comprensión y estudio de los inicios del proceso de la educación superior en Carabobo y
Venezuela. Hay un avance en los datos biográficos d el Dr. Alejo María del Carmen Zuloaga
Egusquiza (1853-1923), mas no se profundizó en los orígenes de la familia Zuloaga en San
Joaquín.

¿Cuándo llegaron los Zuloaga a San Joaquín? La preg unta surge ante las dudas de
algunas ligeras y constantes afirmaciones que, no corresponde con la realidad histórica.
Revisando detenidamente los padrones parroquiales, observamos que el apellido Zuloaga no
aparece en la primera matricula fechada el 23 de julio de 1782 (Archivo Histórico de la
Arquidiócesis de Caracas, Legajo Nº 58, Doc. Nº 13, pp. 548-560v), ni tampoco en el censo
elaborado, en 1788, por el primer párroco Br. Juan Rafael Ferreira del Barrio, en donde ni
siquiera se menciona el sitio de Punta Zamuro.

La dinámica de la investigación histórica nos permite entender que la historia es la


presencia del hombre en el tiempo y el espacio: una presencia que es vivencia que,
permanece en una coordenada geográfica determinada. De ahí la necesidad de ubicar en la
temporalidad a los actores, que son quienes da sentido a la historia. En el caso de Manuel
Marco Zuloaga Rojas, que falleció en San Joaquín en 1863, en el acta de defunción se afirma
que era natural de Maracay. Esta información confirma la hipótesis de que los Zuloaga antes
de llegar a San Joaquín fueron vecinos del pueblo de Maracay (1701).

Cuando se funda el pueblo de San Joaquín, en el sitio o lugar de Punta Zamuro, dos
antes (1793) los vecinos del valle de Hato Viejo habían hecho vecindario (pueblo no formal) en
dicho lugar. La mayoría de esos vecinos eran arrendatarios de tierra que, cultivaban añil,
algodón y tabaco. Pero la razón de fuerza que impulsó a los arrendatarios, la mayoría de origen
vascos, a la búsqueda de estas tierras (vall e Hato Viejo) fue el litigio que comenzó en 1787,
entre los vecinos de Maracay con el dueño de las tierras, don Juan Antonio Mijares de
Solórzano.(Lucas Guillermo Castillo Lara, Maracay Colonial, 2001: 173-219).

En interesante articular estos hechos históricos con los de San Joaquín, pues no
confirma también que la historia es una sola, que la denominemos regional, nacional o local, es
solo por necesidad metodológica. En el mismo trabajo de Castillo Lara (2001), señala que el 11
de noviembre de 1790, los hacendados de añil y vecinos de Maracay, don Antonio de Arvide,
Don Juan Buenaventura Correa y don Pedro de Estebanot, alzan su voz de protesta ante una
Real Providencia que había publicado a mediado de 1790, “que disponía a los labradores que
Vivian en el campo fabricasen sus habitaciones dentro del pueblo” (p. 266). Este hecho lo
traemos a colación porque para esa fecha, de 1790, Juan Buenaventura Correa, uno de los
fundadores de San Joaquín, y futuro primer Teniente de Justicia Mayor del pueblo (1803), aún
era vecino de Maracay. Asim ismo, Correa formaba parte del grupo de vizcaíno radicado en los
Valles de Aragua, quien había ejercido en Maracay los cargos recaudador del diezmo de añil y
Cabo de Justicia de dicho pueblo.

Del matrimonio Zuloaga-Aguirre tendrá en San Joaqu ín diez hijos: Manuel María (1816),
José Nicomedes (1818), Demetrio Jesús (1819), Rosa (1819?), Félix (¿?), María Benigna del
Rosario (1821), Juan Nepomuceno del Carmen (1823), José Andrés (1824); una párvula sin
nombre, que murió sin el bautismo por f alta de cura (1826), y, Alejo María (1827).
Manuel Marzo Zuloaga Rojas fue un personaje muy importante en San Joaquín, además
de su condición de labrador y propietario de tierra en el valle de Hato Viejo, ejerció los cargos
de Teniente de Justicia Mayor del pueblo San Joaquín de Mariara y de Mayordomo de la
fábrica de la Iglesia de San Joaqu ín. Su fortuna lograda por su incansable trabajo de la tierra
la supo utilizar en brindarles oportunidad de educación a sus hijos, de ahí que sea la familia
matriz de los Zuloaga, que luego se dispersaron en Valencia y Caracas.

Manuel María hizo estudio de medicina bajo la dirección del Dr. José María Vargas
(1786-1854). Destacándose como un hombre sabio y de grande cualidades humanas. Su
biógrafo lo describe de la siguiente manera; “Era el Dr. Zuloaga de elevada estatura, de formas
atléticas, aunque bien delineado y proporcionad a su talla; de color blanco-nacarado; de mirada
dulce y directa, sin dejar de ser aguda y escudriñadora, de trato afable y corté, sin ser
ceremonioso, despuntando más bien por un poco sencillo y campechano. Ameno, espiritual y
sencillo para todos, acostumbraba intercalar con toda rapidez en toda conversación, algún
dicho agudo y oportuno, o alguna anécdota adecuada al asunto que se tratara, en cuya mataría
era inagotable. Benévolo y compasivo por naturaleza, liberal y caritativo por inclinación, trataba
a sus clientes como a sus íntimos amigos. Honrado a carta cabal, jamás se le vio en
discusiones ni pleito porintereses. Fue humilde y moderado en la prosperidad; digno, elevado y
lleno de resignación en las circunstancias adversas. De grande valor moral, nunca arrancaron
de sus quejas, ni la desaparición de su fortuna, ni los quebrantos de su salud, ni las amargas
decepciones, que alguna vez acibararon sus días, ni los constantes padecimiento físicos que al
fin troncharon su preciosa existencia… ¡Vivió como mártir y murió como héroe!” (Macpherson,
Suplemento, 1975:53).

San Joaquín, su tierra natal, nunca la dejó de frecuentar: no solo por tener sus parientes
que se habían quedado viviendo, sino que también en sus actividades de educador asistía a
examinar a los niños que cursaban instrucción de primeras letras.

Fue un hombre del siglo XIX, pero con una dimensión humana de todos los tiempos, tan
necesario en estos momentos que se requieren de semejante héroe, que es un héroe de
verdad, de una vida admirable al servicio y de entrega desinteresada a las demás personas.
Su vida temporal se apagó el cuatro de abril de 1884, en la misma ciudad de Valencia, en
donde había ejercido por más de 40 años su profesión de la medicina.

En otra época habría sido para San Joaquín una digna ocasión de conmemorar a todo lo
alto tan importante fecha, las circunstancias por donde las miremos no está para tal
celebración. Solo me queda elevar mi voz a las autoridades municipales, sobre todo, al
ciudadano Alcalde; y solicitarle en nombre de la comunidad de San Joaquín la designación del
nombre de Manuel María Zuloaga Aguirre en una de sus obras, por ejemplo, el Parque
Metropolitano, que en estos momentos se está constr uyendo. Sería un pequeño
reconocimiento para un sanjoaquineros ilustre, que es un faro de virtudes para las nuevas
generaciones que necesitan de ciudadanos ejemplares a seguir.

*Cronista de San Joaquín

También podría gustarte