Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Shedler menciona un meta análisis del 2006, también publicado por la Cochrane Library,
que incluyó un total de 23 ensayos controlados aleatorizados, incluyendo a 1431
pacientes (Abbass, Hancock, Henderson y Kisely). Los estudios evaluaron a pacientes
diagnosticados de patología mental de alta prevalencia en atención primaria, excluyendo
sintomatología psicótica y bipolar, a los que se les aplicó un máximo de 40 horas de
psicoterapia psicoanalítica, comparado con un grupo control. El resultado fue una
magnitud de efecto de 0,97 para la variable resultado ‘mejoría sintomática generalizada’ y
un 0,81 para ‘síntomas somáticos’. Estas cifras aumentaron a 1,51 y 2,21
respectivamente, cuando se reevaluó a los mismos pacientes 9 meses después de
finalizada la psicoterapia. Adicionalmente se midió el impacto en los síntomas de
ansiedad y depresión, obteniendo unos resultados para la ansiedad de 1,08 al final del
tratamiento, y 1,35 en la reevaluación de los 9 meses, mientras que para la depresión se
obtuvo un 0,59 inicial frente a un 0,98 a los 9 meses.
Estos estudios corroboran lo que expone Shedler al inicio del artículo: la psicoterapia
psicodinámica pone en marcha procesos psicológicos que promueven cambio, incluso
tiempo después de finalizado un tratamiento.
Otro meta análisis publicado en Archives of General Psychiatry (que incluyó 17 estudios
de psicoterapia psicoanalítica con una media de 21 semanas de tratamiento) obtuvo una
magnitud de efecto positivo de 1,17, en comparación con sujetos control. Transformando
estos resultados en términos porcentuales, los autores de este estudio concluyeron que
un 92% de los pacientes reconocieron una mejoría significativa en sus problemáticas
centrales. Shedler comenta también un reciente meta análisis de 2009, publicado por
Abbass, Kisely y Kroenke, en el que se examinó la eficacia de la psicoterapia breve para
el tratamiento de trastornos somáticos. Con un total de 1870 sujetos (incluidos en 23
estudios), diagnosticados de un rango variado de trastornos somáticos, hallaron una
magnitud de efecto de 0,69 respecto a la mejoría de sus síntomas psiquiátricos en
general, y un efecto de 0,59 para los síntomas somáticos propiamente. Respecto al
impacto económico de tratar con psicoterapia los trastornos somáticos, Shedler menciona
trabajos que sugieren hasta un 77% de reducción en la demanda asistencial. Similares
resultados muestra una revisión de artículos publicada por Gabbard en 1997.
De todos los meta análisis mencionados por Shedler, el que evaluó la persistencia del
efecto a más largo plazo fue el publicado por Messer y Abbas (en prensa), con una media
de 18,9 meses. Obtuvieron un efecto de 0,91 respecto a la mejora sintomática general, y
un 0,97 para la mejora de las temáticas interpersonales.
Por otra parte, de todos los meta análisis mencionados por el autor, el que incluyó un
tiempo de tratamiento mayor de un año (o mayor de 50 sesiones), comparando los
efectos con terapias a corto plazo, fue el publicado recientemente por Leichsenring y
Rabung en 2008. Tratando a pacientes con diagnóstico de trastornos de personalidad,
obtuvieron una magnitud de efecto de 1,8 respecto a la mejoría sintomática general,
aunque Shedler advierte que parte de este efecto puede ser la consecuencia de sesgos
metodológicos acometidos por imperfecciones del diseño del estudio.
A su vez, el meta análisis más reciente de los mencionados por Shedler es el de De Maat,
De Jonghe, Schoevers y Dekker (2009). El análisis de la efectividad de la psicoterapia
psicoanalítica con un promedio de 150 sesiones, mostró un efecto de 0,78 para la mejoría
sintomática general de pacientes con diagnóstico de patología mental moderada, que se
incrementó hasta un 0,94 tras tres años de seguimiento. Esta cifra fue mayor al tratar a
pacientes con patología mental más severa, obteniendo unas cifras de 0,94 y 1,02
respectivamente.
En esta línea de pensamiento, Shedler considera que los ‘ingredientes activos’ de otras
terapias incluyen elementos psicodinámicos. El método que propone para llevar a cabo
esta comprobación es el Psychotherapy Process Q-Sort (PQS). Con un total de cien
variables, este test evalúa aspectos técnicos y de la relación terapéutica. Para la
elaboración de este test, un grupo de evaluadores externos analizaron las trascripciones
literales de cientos de horas de psicoterapia, tanto de sesiones de terapia cognitivo
conductual como de psicoterapia psicoanalítica breve.
Posteriormente, consultaron a un comité de expertos de ambas orientaciones para que
enumerasen aquellas variables del PQS que más fielmente definían sus modelos teórico-
técnicos. Los dos prototipos resultaron ser considerablemente diferentes: el modelo
psicodinámico incluía aspectos como entrevistas menos estructuradas, de fin abierto,
temática variable en función de la libre asociación, identificación de temas recurrentes,
correlaciones entre aspectos emocionales del paciente y memorias pasadas, maniobras
defensivas, temáticas inconscientes (deseos, sentimientos, ideas), foco centrado en la
relación terapéutica y su vinculación con modelos relacionales previos. Por otra parte, el
prototipo de psicoterapia cognitivo conductual centraba su foco de trabajo en temáticas
específicas, propias de la situación actual del paciente y estructuradas por el terapeuta;
éste trabajaría de un modo didáctico, ofreciendo explícitamente diversas guías de
actuación o consejo. Se tratan los objetivos de la terapia, explicando las bases racionales
en las que se apoya. Además, la terapia cognitivo conductual se centraría en aspectos
cognitivos, promoviendo la ejercitación racional en el paciente mediante actividades que
éste debe llevar a cabo fuera del horario de consulta.
“en los estadios más bajos de la experiencia, el cliente habla sobre hechos, ideas u otros
(estadio 1); se refiere a sí mismo pero sin expresar emociones (estadio 2); o expresa
emociones pero sólo en la medida en que se relacionan con circunstancias externas
(estadio 3). En un nivel superior, el cliente se centra directamente en las emociones y
pensamientos acerca de sí mismo (estadio 4), se embarca en una exploración de sus
experiencias internas (estadio 5), y adquiere conciencia de sentimientos y significados
previamente implícitos (estadio 6). El nivel más alto (estadio 7) se refiere al proceso
continuado de profundización y auto entendimiento” (Castonguay et al. 1996, p.499).
Shedler hace especial énfasis en el estadio 6 (“adquiere conciencia de sentimientos y
significados previamente implícitos”), pues aquello que es implícito significa que no es
primariamente consciente, y nos remite a las primeras etapas del psicoanálisis en las que
el tratamiento consistía en hacer consciente lo inconsciente.
En resumen, el autor considera que una lectura acertada de los resultados mostrados por
Castonguay et al. no consiste en concluir que la terapia cognitivo conductual sea ineficaz,
sino que la aplicación de un esquema cognitivo de un modo rígido y dogmático obtiene
peores resultados que la aplicación de un modelo más amplio, que incluya aquellos
aspectos técnicos que resultan centrales para la terapia psicoanalítica.
La investigación posterior –prosigue el autor- ha hecho poco para cambiar el veredicto del
dodo. Por ejemplo, cita un reciente estudio de Cuijpers et al. (2008) en el que no se pudo
objetivar diferencias significativas entre la psicoterapia cognitivo conductual y la
psicoterapia psicodinámica breve. En otros estudios, además de no hallar diferencias
entre ambos modelos, resulta que además se comparó un tratamiento psicodinámico de
sólo 8 sesiones (Barkham et al. 1994).
Shedler considera que entre las muchas razones por las cuales no se ha conseguido
establecer aún de un modo fiable diferencias entre los diversos modelos de psicoterapia,
una singularmente notoria es el desfase que existe entre los objetivos terapéuticos que la
psicoterapia psicoanalítica pretende alcanzar y las variables resultado que típicamente se
miden en los estudios (además de la importante limitación metodológica de la estadística
actual para el estudio de aspectos subjetivos de la vida psíquica).
La consideración mantenida por Shedler de que la salud psíquica no debe ser estipulada
estrictamente como la ausencia de síntomas, sino que debe incluir también la utilización
de recursos que conducen a una vida más libre y satisfactoria, ejemplifica el desfase
mencionado. Así, los estudios que sólo consideren como variables resultado la resolución
sintomática, no pueden -por definición- abarcar los efectos de la psicoterapia
psicoanalítica. O dicho de otro modo, lo que el autor sugiere es que el metafórico
‘veredicto del dodo’ es el resultado de fallos metodológicos que han determinado que la
estadística se perfile como un método inadecuado para abarcar el rango de fenómenos
que pueden cambiar en el transcurso de una psicoterapia psicoanalítica.
Por tanto, para evitar que se produzcan este tipo de errores sistemáticos en los estudios
de efectividad de la psicoterapia psicoanalítica, resulta imperativo cambiar su diseño, o
más concretamente, el tipo de herramientas empleadas para obtener la información que
se va estudiar. El autor propone la aplicación de un nuevo método de evaluación, el
SWAP (Shedler-Westen Assessment Procedure), diseñado como un método clínico con el
que terapeutas de diferentes orientaciones pueden evaluar un amplio rango de
fenómenos psicológicos, tanto normales como patológicos. Incluye una guía de 23 ítems
sobre lo que es considerado como ‘salud mental’, y ha sido aceptado por consenso por
autores de diferentes orientaciones. Una versión de prueba del SWAP se encuentra
disponible en la web www.swapassessment.org.
16. Reconoce puntos de vista alternativos, incluso en situaciones que despiertan fuertes
sentimientos.
23. Habilidad para establecer vínculos duraderos, caracterizados por un afecto recíproco.