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Liderazgo Politico
Liderazgo Politico
Muchos de los hombres que se ungen como líderes, terminan por convertirse en
personajes de un perfil cuestionado. Por ejemplo, Alberto Kenyo Fujimori Fujimori
es visto hoy por la gran mayoría de peruanos como el hombre que engañó a toda
una nación, que se enriqueció ilícitamente, que se convirtió con el paso del tiempo
en el fantoche de su ex asesor, Vladimiro Montesinos 2, gobernándola a pesar de
tener también la nacionalidad japonesa que siempre ocultó. Sin embargo, por
mucho tiempo muchos peruanos lo consideraron como el hombre que libró al Perú
de los azotes del terrorismo y de la hiperinflación.
Los líderes se convierten en símbolos del bien y el mal, del amor y el odio; por ello
es fácil identificarlos como agentes de injerencia positiva y negativa, y transmitirles
nuestro apoyo o declararles nuestro enfrentamiento u odio, según su accionar
(Edelman, 1991).
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Sociólogo y politólogo. Profesor de la Universidad de Lima. E-mail: tuesta@correoo.ulima.edu.pe
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Valdimiro Lenín Montesinos Torres fue el principal asesor presidencial de Alberto Fujimori. Según algunas
versiones periodísticas, representó el poder oculto del régimen fujimorista. Actualmente, se encuentra prófugo
de la justicia y una Comisión del Congreso de la República lo investiga por el delito de enriquecimiento ilícito.
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mandato de cambio social. Su llegada al poder expresa el descrédito de las
instituciones representativas y la inexistencia de identidades políticas estables.
Este es el marco conceptual en el que se ubica el liderazgo en el Perú.
1. El independentismo
Durante la década de los 80’, los gobiernos de Acción Popular (AP) —1980/1985
— y el del Partido Aprista Peruano (PAP) —1985/1990— poco pudieron hacer
para controlar el desbarajuste económico y para dar fin a la violencia terrorista que
no dejaba de atemorizar a todo el Perú. Ambos regímenes fueron incapaces de
proporcionar un nivel mínimo de seguridad política y económica a la población.
Cabe destacar que en los años ochenta los partidos políticos aun presentaban
muchos rasgos autoritarios, imponiendo la estructura clientelista y personalista.
Ello hizo difícil que los partidos políticos asuman su papel representativo, ya que –
por otro lado– entraron en conflicto con las organizaciones de base que fueron
proliferando, tanto a nivel rural como en el ámbito urbano marginal.
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El general Francisco Morales Bermudez Cerruti fue presidente de la Junta Militar de Gobierno de 1968 a
1980. Durante su gobierno, convocó a la Asamblea Constituyente de la cual emanó la Constitución Política de
1979. La misma tuvo vigencia desde el año de su promulgación hasta 1993.
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El Arq. Fernando Belaúnde Terry, líder y fundador del Partido Acción Popular, fue dos veces Presidente
Constitucional de la República: de 1963 a 1968 y de 1980 a 1985.
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Conocido empresario televisivo, dueño de Canal 11 de televisión y de Radio RBC y conductor de programas
de concurso, que cobró gran notoriedad por ser el organizador de las Telemaratones a beneficio de una clínica
especial para niños especiales.
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exhibió programas ni ideologías. Sólo se comprometió en mejorar las condiciones
de vida de millones de limeños.
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Es preciso señalar que en el inicio de aquella contienda Fujimori era un completo
desconocido; prueba de ello es que las empresas encuestadoras recién dieron
cuenta de su competencia tres semanas antes de la primera vuelta de las
elecciones presidenciales. El candidato de Cambio 90 prometió poco al electorado
y su discurso presentaba matices y ambigüedades propias de un candidato sin
experiencia política, carente de una organización sólida que lo respalde.
Así fue. Durante la campaña electoral de 1990 y los primeros meses de su primer
gobierno, la legitimación de Fujimori como líder se basó en la construcción de
vínculos de identificación con el sector marginal, concientizando a las mayorías de
que él tenía su misma condición (el migrante económico que buscaba progreso).
Lo fundamental fue crear un sentimiento de cercanía y confianza entre el líder y
las masas, un vínculo que sirviera de apoyo al nuevo gobierno (Sanborn y
Panfichi: 1996).
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Este cuadro se agudizó con los continuos ataques que el Jefe de Estado dirigió a
los partidos políticos y las instituciones democráticas anteriores a su mandato,
responsabilizándolos por todos los problemas que agobian a la ciudadanía. Con
ello, el líder buscó desinstitucionalizar las normas de convivencia política y
personalizar las expectativas del pueblo en su figura.
A pesar de que la empatía inicial entre el líder y el pueblo fue más bien frágil
(debido a las condiciones de desaliento, inestabilidad y falta de alternativas), sus
logros tuvieron un impacto trascendental cuando empezó a fortalecer su relación
con el pueblo. El liderazgo de Alberto Fujimori representó, para muchos peruanos,
la "mano dura" que necesitaba el Perú para acabar con la crisis generalizada e
implementar las bases de la soñada prosperidad (Sanborn y Panfichi, 1996).
Alberto Fujimori, por ser un líder independiente que ingresaba al gobierno sin el
apoyo de un aparato político partidario que le brinde el respaldo necesario para
detentar el poder, formó una alianza basada en el firme apoyo de las Fuerzas
Armadas, los principales grupos económicos del Perú, y los entes financieros
internacionales. Esta alianza se sustentó en el uso del poder del Estado para
imponer una política económica neoliberal, privatizando empresas estatales y
fortaleciendo la autoridad de las Fuerzas Armadas y Policiales.
A pesar del costo inmediato de las medidas económicas dadas por el Fujimori, la
población asumió el reto con esperanza, valorando las medidas como favorables
en comparación al costo que generaría el mantener la misma política económica.
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60% de la población apoyando abiertamente la gestión de su gobierno. Gracias a
este logro, el ingeniero agrónomo supo ganarse la confianza de las instituciones
financieras internacionales y el respeto de la comunidad internacional.
Queda claro que el optimismo de la masa frente al futuro estuvo siempre ligado al
éxito o al fracaso del proyecto económico. La afirmación de su imagen de
"salvador de la patria" quedó constatada, y su figura de "independiente" cobró un
sorprendente grado de autonomía (Cotler, 1995).
Alberto Fujimori inició un enfrentamiento entre los poderes del Estado que se
complicó más cuando, en uso de las atribuciones que el Congreso concede,
promulgó una serie de dispositivos destinados a combatir la creciente ola terrorista
y le otorgó a los militares poderes que atropellaban elementales derechos
constitucionales. Los partidos de oposición reaccionaron unánimemente, lo que
obligó al presidente a retirar dichos dispositivos.
Sobre esta base, Fujimori desarrolló una coherente estrategia destinada a "salvar
el Estado”. Ese argumento le valió como justificación para romper el orden
constitucional y decretar –con apoyo de los militares– el golpe de Estado del 5 de
abril de 1992, reiterando sus conocidas acusaciones contra la democracia
"formal", representada en particular por los partidos que se opusieron a sus
medidas en el Congreso. Según algunas empresas encuestadoras, esta medida
extrema contó con el respaldo del 80% de la población.
Después del golpe de Estado, Alberto Fujimori podía jactarse de haber contado
con el apoyo de las cúpulas militares, los empresarios, el hombre común y los
organismos financieros, tanto nacionales como internacionales, representando un
consenso nunca antes visto entre el pueblo y los "poderes fácticos". Los partidos
políticos tradicionales, por su lado, se mantenían al margen, acusando su derrota
(Cotler, 1995).
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El dominio de Fujimori sobre la Corte Suprema se hizo evidente a partir de 1992.
Para ejercer ese control, el líder independiente también personalizó su poder y
emprendió una campaña, utilizando el descontento arraigado en la población
respecto del Poder Judicial, la corrupción y los tentáculos políticos que la
manejaban, con el fin de justificar legislaciones que mermaron su independencia.
3. Los independientes
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panorama político del Perú de los años 90´ se encuentra conformado por una
multiplicidad y fragmentación de identidades, sin organizaciones intermedias
fuertes que pudieran articular los diversos intereses alrededor de programas
comunes, tener influencia sobre la toma de decisiones públicas que más afectaron
a la población y servir como contrapeso al liderazgo centralizado en Alberto
Fujimori.
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Bajo ese criterio, la justicia estuvo encaminada a desmantelar los privilegios de las
organizaciones políticas y sociales para, así, forjar un país con igualdad de
oportunidades, en lo que se asumía como el resultado de un proyecto a largo
plazo. Estos nuevos líderes independientes entendían una diferencia entre la
democracia formal —asociada a las instituciones, reglas y procedimientos— y la
democracia sustantiva —vinculada a las finalidades del buen gobierno. Los
independientes eran concebidos por una mayoría como las personas que tenía la
capacidad de renovar la vida política y pública del país frente a los partidos
caducos, tradicionales. En esta nueva era, la política debía rechazar los
compromisos que hipotequen el desarrollo del país y conduzcan a la inacción del
aparato estatal.
El presidente Fujimori fue considerado por esta clase emergente de líderes como
el representante de la unidad nacional frente a los intereses particulares
defendidos por los políticos tradicionales y las organizaciones opositoras en
minoría al interior del Parlamento.
Los nuevos líderes se dedicaban a intentar solucionar los problemas del país
utilizando un lenguaje técnico; el tratamiento que brindan sobre la problemática del
país es sumamente puntual.
El vínculo de clientelismo entre este líder secundario y el pueblo que le ofrecía sus
votos se limitó a acompañar al presidente en las continuas campañas de entrega
de bienes. Estos líderes secundarios no pudieron crear una dependencia directa
entre ellos y el pueblo, sino que debieron intermediar la figura del presidente
Fujimori, ya que el poder se encontró personalizado en el todopoderoso Alberto
Fujimori.
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El perfil político que mantenían se encontraba siempre por debajo de la figura
omnipotente de Alberto Fujimori. Todas sus apariciones públicas –en las que
formulaban juicios, opiniones y expresaban sentimientos respecto de Fujimori–
tuvieron que combinar las interpretaciones sociales y el reconocimiento de la
superioridad intelectual del presidente.
Otra de las diferencias entre los nuevos líderes y los líderes de los partidos
tradicionales se descubre en el hecho de que para los últimos es posible
reconocer errores de sus partidos, pero les confieren un alto valor a los militantes
que no han asumido responsabilidades en la dirección. A estos se les otorgaba la
investidura de la ideología y de los principios y la reserva moral de la organización.
De ellos se podía esperar el gesto desinteresado y el anónimo sacrificio personal.
Para los políticos nuevos, en cambio, la militancia implicaba un lazo de
clientelismo, que se encontraba guiada por el oportunismo y la conveniencia.
Al interior del importante número de nuevos líderes se puede encontrar que existe
un grupo importante de oportunistas cuyo objetivo es el poder en sí mismo y se
limitan a seguir las propuestas de gobierno mientras este lo mantenga, o lo
conduzca al puesto que aspira. Los políticos oportunistas no pueden ser
considerados líderes, ya que la definición esencial de líder señala que es líder
quien se enfrenta a la corriente y supera obstáculos con el fin de convencer al
electorado de sus propuestas. El independiente, por contraposición, es aquel que
necesita crear o inventar nuevos hechos; el líder debe moverse en el plano del
discurso, porque son las palabras justas las que pueden crear un vínculo duradero
con la población.
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a las que han pertenecido, y en ocasiones se manifiestan a favor de su
desaparición. Buscan el apoyo concentrado y no ideologizado de la población.
Los “tránsfugas” son la nueva categoría surgida a mediados del 2000 para
encasillar el comportamiento de un personaje político. El ser tránsfuga implica
cambiarse de partido político, pasar de uno a otro, sin importarle el apoyo que los
electores le brindaron como miembro de la lista parlamentaria del partido o
movimiento por el cual candidatearon. El tratarse de “tránsfuga” a un político
implica un calificativo peyorativo, ya que algunos de los más recientes casos de
políticos “tránsfugas” están asociados a la compra de conciencias.
El caso del congresista Luis Alberto Kouri, electo por el partido Perú Posible (PP),
es el caso más resaltante en lo que a políticos “tránsfugas” se refiere. El
mencionado congresista apareció en un vídeo —grabado en el local del Servicio
de Inteligencia Nacional (SIN)— recibiendo 15 mil dólares americanos, de manos
del prófugo de la justicia y ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos Torres,
por firmar un documento en el que se comprometió a dejar su bancada e
incorporarse a la alianza oficialista de Perú 2000.
A raíz de este vídeo, ha surgido una fuerte duda sobre los motivos que llevaron a
los otros congresistas tránsfugas a incorporarse a las filas de Perú 2000, antes
que se instale el congreso en julio del año 2000, a tres meses de ser electos en
movimientos opositores.
En 1990, América Latina era un continente en donde los valores sobre democracia
y derechos humanos habían comenzado a internalizarse socialmente pero, a la
vez, la ciudadanía exigía representaciones directas y no representativas razón por
la cual los partidos iniciaron la década perdiendo su carácter masivo en varios
países.
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Es por eso, que en el Perú se ha iniciado una irrupción de líderes regionales —en
su mayoría alcaldes provinciales— que dejaron de lado sus militancias políticas
anteriores y pasaron a enarbolar la bandera de los “independientes”, creando
movimientos locales y/o regionales, que en muchos casos los ha catapultado a
importantes escaños en el parlamento o los ha ungido como posibles candidatos a
la presidencia o a las vicepresidencias de la república.
Los caudillos locales entienden ahora como independientes que son actores
decisivos y no funcionarios de segundo orden al interior de una organización.
Como ejemplo de ello, podemos mencionar los casos de Angel Bartra, ex alcalde
provincial de Chiclayo, Tito Chocano, ex alcalde provincial de Tacna, Luis Cáceres
Velásquez, ex alcalde provincial de Juliaca y Arequipa, quienes gracias a su labor
frente a sus respectivos municipios llegaron a ocupar un lugar en el Congreso de
la República.
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a los intereses ideológicos de algún partido. Con el paso del tiempo, las opiniones
de los expertos comenzaron a cobrar mayor importancia que la de los políticos
profesionales o “tradicionales”.
A inicios de los 90´, los estrategas políticos tomaron conciencia del real poder de
la televisión y su segura influencia sobre la ciudadanía, y sobre los votantes a los
cuales intentaron llegar.
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según sus intereses y anhelos, con el fin de planificar las estrategias y tomar las
decisiones que consigan una mayor influencia sobre los electores.
Sobre el tema informativo, cabe destacar que la maquinaria fujimorista, dirigida por
el ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos Torres, se encargó de imponer a
ciertos medios de comunicación masiva la agenda setting que benefició y
consolidó la imagen de Fujimori ante el mundo.
Para ello, la maquinaria del SIN tomó el control de varios diarios sensacionalistas 7
desde donde insultaron y denigraron la honra de decenas de políticos de oposición
y de periodistas independientes. Para el SIN, lo importante no era la verdad sino
que lo que se mande a decir se repita orquestadamente en distintos medios de
comunicación.
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Los diarios sensacionalistas son conocidos en el Perú como diarios “Chichas”.
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Los estrategas de la maquinaria política fujimorista no tomaron decisiones ni
realizaron acto alguno sin antes poner en práctica los métodos cualitativos y
cuantitativos que le permitieran evaluar las probables respuestas de los electores,
según sus segmentos de interés.
Los procesos esenciales del gobierno en los 90´ no se adaptaron a los anhelos de
la mayoría de los peruanos que centraron su atención en los medios de
comunicación. Tanto así, que los gobernantes y la clase política en general
crearon distintas formas de ejercer poder, fuera de los medios de comunicación,
con el fin de evitar desprestigiarse ante la opinión pública por las decisiones que
tomaron, mostrando ante los medios sólo las decisiones que les favorecían
electoralmente.
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corrupción y problemas internos que plagaron las altas esferas de la
administración pública.
Cabe señalar, que los pactos entre los medios de comunicación y los públicos,
entre los cuales se filtra el acontecimiento político, no convierten al público en
entes totalmente manipulables. La presencia positiva de los líderes en los medios
no garantiza de por sí ganar una elección.
A partir de los 90´, lo importante para la sociedad era encontrar al líder que pueda
representar a vastos sectores de la población por encima de hallar un partido con
el cual se pueda identificar. Lo que importa ahora es la capacidad del líder para
dar soluciones inmediatas a las necesidades que agobian a la sociedad.
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Por ejemplo, el ingeniero Alberto Fujimori utilizó siempre un lenguaje común.
Nunca se expreso con palabras rebuscadas ni barrocas. La claridad de su
mensaje, plagado de frases campechanas y populares, convirtieron a los
discursos de Fujimori en mensajes claros para los ciudadanos de todo nivel
sociocultural.
Alberto Fujimori estableció una relación sin intermediarios entre su figura como
Jefe de Estado y los sectores más oprimidos de la economía peruana. Esta
relación no se estableció debido a componentes mesiánicos de la apabullante
personalidad del presidente —Fujimori es conocido como un personaje reservado
y su oratoria, plagada de errores propios de un colegial, deja mucho que desear—,
sino que se fundamentó en un carisma nacido de la crisis, de la inestabilidad, de la
violencia, ya que este contexto predispone al pueblo a percibir como sumamente
8
Para las elecciones del 2001, Alejandro Toledo fue nuevamente candidato por tercera vez consecutiva a la
presidencia de la República.
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“Cholo” es el apelativo con la cual se le conoce al hombre del ande peruano.
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capaz, favoreciendo la conformación de lealtades, a un Jefe de Estado que parece
tener la receta para salir de la crisis generalizada en la que se encuentra el Perú.
Él logró mantener, por lo menos, un tercio del electorado fiel a su liderazgo y a sus
convicciones en los momentos más críticos de su gestión, pero nunca pudo
traspasar —como si lo hicieron el ex presidente Fernando Belaúnde Terry
apoyando a Eduardo Orrego Villacorta para su elección como alcalde de Lima en
1980, o como el también ex presidente Alan García Pérez que (con un solo
discurso) logró que los partidarios apristas y un importante sector de la población
apoyaran al candidato Jorge Del Castillo en unas elecciones que para los sondeos
de opinión ya tenía perdida el candidato del Partido Aprista Peruano (PAP)— su
apoyo electoral al aspirante de su predilección.
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El líder "independiente", como actor ajeno al sistema partidario, compite en el
juego electoral criticando, y en muchos casos atacando, a las elites políticas
establecidas con anterioridad a la aparición del líder en la escena política.
Para Alberto Fujimori, el Consejo de Ministros fue sólo una instancia en la cual se
ratificaban sus órdenes. Por esta razón, el gabinete estuvo, por lo general,
compuesto por gente de su más absoluta confianza y evitó que se incorporen al
mismo personalidades reconocidas que pudieran implicar el construir alianzas con
otras fuerzas políticas, por más cercanas que se consideraran.
Alberto Fujimori, utilizó los recursos que tenía a disposición para aumentar su
reputación, sobre todo en los sectores más pobres y marginales de la población. A
través de políticas de gasto pudo llegar a los sectores que poseían una
organización débil, especialmente en los barrios paupérrimos de las afueras de la
Capital y en las comunidades andinas y alto andinas.
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El presidente Fujimori personalizó la ayuda. Es más, en plena campaña electoral
del año 2000, los trabajadores que laboraron en las dependencias estatales
encargados del reparto de alimentos en las zonas más pobres, realizaron
campañas proselitistas en favor de la candidatura re-releccionista de Alberto
Fujimori, argumentando ante la población de menores recursos que si el
presidente dejaba el poder, los pobres iban a dejar de percibir la ayuda alimentaria
que el Estado les brindaba.
El presidente Fujimori demostró ser capaz de forjar una relación nueva con el
pueblo. Mantuvo niveles de popularidad extremadamente altos a pesar de no
caracterizarse por tener dotes inherentes a los líderes. Su carisma nació de un
atractivo derivado de su conducta modesta y una reputación basada en cualidades
como la honestidad y el logro. Su obsesión por los grupos de interés está
relacionada con su necesidad de legitimidad (Cabtree, 1999).
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El régimen presidencialista peruano otorga la doble función de presidente como
jefe de Estado y de gobierno que es elegido directamente en una elección popular,
por un mandato de cinco años. No dependen del Congreso y tiene plena libertad
para conformar su gabinete de ministros. Esta forma no hace sino producir
consecuencias negativas para la consolidación de la democracia en el Perú.
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Bibliografía
EDELMAN, Murray. La construcción y los usos de los líderes políticos. Buenos Aires:
Manantial, 1991.
LANDI, Oscar. “Outsiders, nuevos caudillos y media politics”. En Perelli, Picado y Zovatto
(Compiladores): Partidos y Clase Política, Ed.Capel/IIDH, San Jose de Costa Rica, 1995.
LYNCH, Nicolás. Una tragedia sin héroes. Lima: Fondo Editorial UNMSM, 1999.
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